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En las manos del Duque

Ella tenía razón. Nunca se veía bonita. Se veía como si fuera arte, y el arte no tiene que verse bonito; tiene que hacerte sentir algo. Eleanor & Park Porque cuando las cosas buenas tienen que pasar Simplemente pasan Morat, Simplemente Pasan Londres, Inglaterra Abril, 1827 Lady Melanie Weston salía presurosa del salón de baile de Laughton House, la joven debutante estaba viviendo su primera temporada en sociedad y la verdad estaba siendo un desastre; observaba cómo las jóvenes de su edad llenaban sus carnets de baile, entablaban conversación con muchos caballeros y recibían alabanzas por su apariencia, mientras que ella con una actitud tímida, un vestido que no la favorecía y opacada por su deslumbrante hermana que solo era un año mayor a ella y que pasaba por su segunda temporada en sociedad, no porque no hubiera tenido éxito, es más tenía una fila de pretendientes llenando le de atenciones a diario, solo que ella prefería disfrutar un poco más de esto antes de comprometerse formalmente. Melanie se sentía humillada pues cada tanto su familia y los amigos de la familia le daban "consejos" para parecerse más a su hermana y que de esa manera tuviera éxito, me daban dietas y tratamientos para mejorar su aspecto e incluso le aconsejaban que aprovechara las visitas de todos los pretendientes de su hermana para hacerse notar y ver si por lo menos algunos de ellos llegaran a interesarse en ella. Todo esto ocasionó que su autoestima bajara notablemente, sentía que valía menos y que nunca conseguiría la aprobación de su familia y de la sociedad; saliendo a respirar un poco de aire fresco durante el baile en Laughton House no aguantó más y se puso a llorar, por su mamá, por su hermana, por todos los hombres que se acercaban a ella para congraciarse con su hermana, se sentía invisible, poca cosa, como un florero que no tiene ninguna utilidad; mientras estaba sentada en una banca se dió cuenta a través de sus ojos nublados por lágrimas que había un hombre observándola pero sin decir nada, ella se exaltó mucho pues si alguien llegase a encontrarlos solos a esa hora de la noche en un lugar tan apartado de la residencia podrían meterla en un gran problema y echaría por tierra el buen nombre que siempre ha mantenido su familia. Cuando salió de la oscuridad se dió cuenta que era uno de los duques más temidos y respetados de todo Londres, se trataba de Joseph Lux duque de Thornehill, era un hombre alto, de contextura delgada y tenía las facciones

muy marcadas, lo que provocaba en Melanie mucha intimidación; el hombre con una voz profunda y cautelosa a la vez le cuestionó el porqué de sus lágrimas pues le parecía una joven como ella no debería estar llorando y más bien tendría que estar dentro disfrutando de las atenciones de la fiesta. Esas palabras le provocaron muchas más ganas de llorar y el hombre sin saber qué hacer o cómo actuar solo supo disculparse e inmediatamente la tomó de la mano y la pegó hacía él, le alzó el mentón, le limpió las lágrimas se acercó tanto que hacia ella que cualquiera que los viera pensaría que se hallaban en un momento comprometedor. Con voz calma le mencionó que sus ojos adquieren un color más claro cuando lloraba, pero que quien sea la persona o el motivo por el que lo hacía no valía la pena, había escuchado de las señoritas Weston y muy particularmente en ella pues, aunque no deslumbraba en belleza como su hermana, lo hacía en inteligencia e ingenio. Melanie era una chica joven y sin experiencia por lo que oír ese tipo de palabras solo la hacían volar y sentir mariposas, él había encontrado cualidades en su persona que ni siquiera ella misma habría visto jamás, no importaba si fueran solo palabras de consuelo, ella las tomó como suyas, con la cabeza en alto volvió al baile y así continuó hasta la espera de volver a encontrarse con la persona que ganó su corazón, el Duque de Thornehill. Londres, Inglaterra Abril, 1828 Su segunda temporada como debutante pero considerando todas las nobles y acertadas palabras del Duque la temporada pasada, se abrió camino de manera radiante y alegre a prepararse para los siguientes eventos de las familias más adineradas de la ciudad; además de eso hay que añadir que Melanie estaba mucho más entusiasmada porque tendría la oportunidad de convivir más con Joseph, buscaría la oportunidad para hablarle de nuevo y quién sabe, tal vez podría encontrar una manera de hacerse notar ante él. Al ingresar al salón junto con su madre y hermanos, Melanie notó que el lugar estaba agradablemente decorado, con luz tenue, las mesas con fuentes de bebida y bocadillos pero ante todo lo que más se notaba eran los espacios ya diferenciados en dónde principalmente damas se ubicaban dividiéndose así en tres grandes grupos, en la parte lateral del salón se encontraban las jóvenes casaderas con sus madres y padres o hermanos según el caso, junto a ellos se encontraban el espacio para las jóvenes parejas que unieron recientemente sus lazos y finalmente la sección más

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temida de todas las señoritas, el frente de las viudas y por supuesto el de las solteras o solteronas como comúnmente se les llamaba, mujeres que habían pasado más de una década intentando pescar un esposo pero sin poder conseguirlo, quedándose respaldadas aún en la casa familiar cuidando a sus madres y respaldadas económicamente y socialmente por el hombre de la casa. La familia Weston se ubicó en su lugar, pero la última sección no pasó desapercibida a los ojos de Melanie, quien al ver las miradas nostálgicas y poco receptivas de aquellas mujeres sólo pudo rogar a Dios para que ella no tenga que pasar por ese lugar pues si no se destacaba en nada al menos podría darle la satisfacción y honor a su familia de verla casada. Mientras las horas pasaban pudo ver a su hermana divertida con todos los caballeros que la invitaban a bailar, observó también a las parejas de matrimonios que compartían momentos agradables en el centro del salón mientras ella se encontraba como espectadora sentada entre su mamá y hermano, todo el entusiasmo que había tenido en días anteriores se le había esfumado, nadie le pidió su pase para bailar una tonada, su madre la miraba de manera exasperada y para su pesar el duque a quien había visto llegar ya hace mucho se encontraba en una esquina como inspeccionando todo de manera seria y distante, cómo si le fuera indiferente todas las miradas de las madres que no demoran en mostrar su interés ante la intimidante presencia del adinerado y bien posicionado caballero; mientras lo miraba fijamente se puso a pensar si dentro de sus recuerdos aún quedaba la noche hace ya un año, en dónde compartieron un momento especial a los ojos de Melanie y volviendo a la realidad creyó notar por un segundo que sus miradas conectaron y dónde él la notó. Minutos después saliendo de su ensoñación se dió cuenta de que luego de rodear varias veces el salón, de manera extraña se acercó a ella Oxford, Conde de Broockshare para pedirle un baile, cabe recalcar que de Conde solo llevaba su título pues al ser un jugador en potencia acabó por derrochar casi toda su fortuna, logrando quedar en grandes apuros económicos por lo que asistía regularmente a las veladas en la ciudad, en dónde seguramente habría alguna jovencita a la que podría enganchar con dulces palabras. Melanie no tuvo más remedio que aceptar dicha invitación pues su madre se pondría furiosa si llegase a rechazar al único hombre que se acercó a ella en toda la velada, sentía que todo el mundo la observaba, era un secreto a voces la reputación de dicho caballero pero la sociedad londinense podría

poner en duda cualquier cosa menos la integridad y prestigio de un noble; terminada la pieza y sin preguntar siquiera, condujo a Melanie por todo el salón hasta llegar al balcón, ella se puso muy nerviosa pero no mencionó ni una sola palabra pensando que podría pasar por maleducada así que lo siguió en silencio, muy errado de su parte pues el que se dirigieran hacia el balcón oscuro y solitario no significaba más que ella estaba dejándose abordar seductora y alarmantemente directa por el conde; permanecieron mucho tiempo en silencio hasta que la primera frase que salió de boca de Oxford fue "Quiero casarme con usted" así sin más ni más, le mencionó que esa propuesta era algo que les convenía a ambos pues él está atravesando un difícil momento económico y ella no podía esperar que alguien la desposara, si la estrella de las temporadas era su hermana y no ella. Después de su shock inicial, sintió un gran enojo y exasperación por ese hombre que daba pintas de ser lo mejor pero que cuando nadie lo veía mostraba que no era más que un simplón estafador, tratando de ser amable declinó la propuesta y sin esperar siquiera Melanie se dió vuelta para regresar a su mesa pero se vio girada bruscamente cuando el conde la tomó de los hombros con mucha fuerza haciéndole soltar un jadeo de angustia pues estaba lejos del salón principal y no sabía que iba a hacerle ese hombre, con tono molesto bramó "Lady Weston, ningún hombre con un poco de inteligencia podría casarse voluntariamente con usted a menos que necesite de su dote para mantener su título porque la otra salida es que se encuentre en una situación comprometedora con usted, cosa que lo dudo mucho porque nadie con un dedo de frente puede interesarse en estar a solas con una niña insulsa, común, para nada atractiva, que no tiene conversación, la que está bajo la sombra de su hermana y que se la pasa soñando en tener al menos un poco de la atención que ella tiene, en verdad Lady Anie si vale la pena para querer, vale la pena para tener una familia, en verdad no sé qué estaba pensando al perder el tiempo en alguien como usted, buenas noches Lady Weston ojalá que pueda quedarse al menos con la sobras que deje su hermana si acaso los caballeros que rechace quieran cambiar su gusto por una belleza como ella para terminar con alguien como usted" cada palabra que mencionaba caló tanto en el corazón de la pobre muchacha que mientras intentaba zafarse de él bajaban lágrimas por su rostro sin que se diera cuenta, claramente le dolía más todo lo que le dijo que el fuerte agarre que tenía sobre ella, cuando la soltó inmediatamente cayó al piso cortándose en el proceso una parte de su brazo con uno de las esquinas de los reposadores del balcón.

Melanie solo pensaba lo mal que hizo al dejarse arrastrar hasta ese lugar, que estaba demasiado apartado y más allá de eso se notaba oscuro y penumbroso, antes de retirarse a Oxford se le ocurrió que debía vengarse de ella por atreverse a rechazarlo porque si abría la boca podría mencionar que él se encontraba en la ruina y no únicamente eso, sino que debía demasiado dinero a personas peligrosas, inmediatamente se puso pálido, tan pálido como las paredes que los rodeaban pues reiterando, si ella hablaba iba a echar por tierra sus planes y él no podía permitirlo. Con una sonrisa perversa y la mirada tan oscura como la noche de aquel momento, aproximándose a ella se le ocurrió darle el remedio que tanto quería para no casarse con él ni con nadie, aunque dudaba mucho de que algún día pasara no perdería mucho si finalmente dentro de unos años sería llamada solterona; sin pensarlo más se agachó a limpiarle las lágrimas, se acercó a su oído con voz suave le dijo "Tranquila Lady Melanie, si no quiere casarse conmigo está bien, no se lo reproché pero temo que no podrá hacerlo con nadie más". Ella no entendía qué pasaba hasta que él empezó a tocarle el cuello y de ahí a sus hombros, Melanie no era muy consciente de lo que estaba ocurriendo, pero sí sabía que ningún caballero podría tomarla de esa manera. Aunque trataba de zafarse sus esfuerzos eran nulos, él era un hombre fornido por lo que intentar quitarle de encima era una tarea complicada, continuó tocándola y cada que ella trataba de gritar le tomaba más fuerte al brazo, claramente en lugares donde no serían visibles los moratones que seguramente se formarían; Melanie tenía mucho miedo porque aunque es cierto que no tenía mucho conocimiento de lo que sucedía en la intimidad entre un hombre y una mujer, sabía que lo que pasaba no debía ser de esa manera, mucho menos en ese lugar. Oxford tenía claras sus intenciones y de un solo movimiento llevó a cabo todo lo que planeó, hasta ese punto Lady Weston dejó de forcejear y se quedó esperando a que todo terminase, cuando finalmente ese hombre se levantó y se adecento un poco, dejándola a ella tirada en el piso tratando de no llorar. Antes de que regresara al salón, Oxford miró hacia abajo y le dijo "No piense que no seré un caballero e iré a contar a los demás sobre nuestro encuentro y tranquila que con esto se cumplirá su sueño de no casarse conmigo, ahora no podrá hacerlo con nadie alguien, a menos que quiera que todo el mundo se entere de que usted no es ni vale lo que intentar ser" con una pequeña reverencia se marchó. Mientras seguía derramando lágrimas, se sentía agotada y le más allá de

sentir un dolor superficial y físico, le dolía el alma, sentía que estaba volviéndose pesados y derrumbándose; las emociones que se generaban después de un abuso y ultraje como el que ella sufrió eran incomparables. Melanie no podía evitar escuchar ciertas conversaciones y chismes que circulaban por todo el personal de la casa, que al parecer solían estar enterados de todo, en una ocasión recordó que murmuraban que un Barón solía pegarle a su esposa y que abusaba de ella en la intimidad de su alcoba y que de ello tuvieron a su primogénito y heredero, pensar en lo que acababa de pasar le genero mucho más miedo y angustia, hasta que al final reflexionó en que los rumores que había escuchado de los criados no podría haberle pasado a ella, o no? Esas cosas no ocurren cuando alguien está casado? En esos momentos odio profundamente que en casa nunca les hablaran de aquello por el pudor que las damas debían guardar. Tal vez pasaron horas pero ella no podía salir de su mundo, con una mirada perdida dirigió su mirada hacia el pasillo y balcón y para agregarle un pesar se dió cuenta que el Duque de Thornehill se encontraba en medio del jardín protegido por arbustos, por un momento pensó que se encontraba solo y se extrañó, no fue sino unos minutos más tarde que se dió cuenta que justo frente a él se encontraba una chica de finos rasgos, cuerpo estilizado, cabello sedoso, parecía una muñeca, pero lo que más le llamo la atención y acrecentó el dolor en su corazón es que ellos no estaban solo hablando, estaban compartiendo mucho más que palabras. Melanie se quedó petrificada al notar que Joseph estaba con una muchacha a la que no sabía si podía seguir llamando señorita, él la besaba y continuaron en actos que una dama que se respete y tenga honor no debería presenciar, mucho menos ser partícipe de ello; con el corazón encogido se levantó con mucho cuidado, con su chal cubrió la cortada de su brazo y se dirigió por el pasillo hacía la sala con su familia. "Vaya desastre de noche" se dijo a sí misma, el momento de ensueño que creyó haber tenido cuando la mirada del Duque y la suya se conectaron se fue a la basura, se quedó enterrado en una absurda ilusión que tal vez ella misma confundió, se dijo a sí misma que era mejor dejar de pensar en que cosas románticas como las que leía en libros iban a llegar a pasarle pues ya le habían demostrado que no iba a servir para ser esposa, es que ni siquiera tenía ánimos de intentarlo. Londres, Inglaterra Abril, 1830 Cuarta temporada, un escalón más cerca para sentirse una solterona. La temporada pasada también fue un fiasco para Melanie, a decir verdad, todas

las temporadas lo habían sido, es que incluso después de casada, su hermana seguía recibiendo la misma atención y las mismas galanterías que cuando estaba aún empezando su presentación a sociedad. Luego del incidente ocurrido con Oxford hace ya casi dos años, Melanie trato de pasar desapercibida ante su familia hasta llegar a casa, aunque claramente no la notaban pues estaban prestando más atención a la insinuante noticia de Anie, su hermana finalmente había encontrado al hombre de sus sueños entre tantos caballeros que hacían fila para ganar su atención; Andrew, Marqués de Bristol fue el afortunado, al día siguiente del baile se presentó en la residencia Weston, en dónde con regalos para toda la familia, un discurso bien preparado, una serie de halagos para la que ahora es su esposa y una larga plática con su hermano logró firmar el acuerdo prenupcial y de dote para casarse con su hermana. Claramente su madre no podría haber estado más orgullosa, su adorada hija convertida en Marquesa, claro que se sentía felicidad por su ella pero la peor parte se la llevaba Melanie pues empezando por su madre que se puso histérica con todos los preparativos, cómo era de esperarse las amigas y parientes de su madre llegaron a ayudarle haciendo hincapié de lo feliz que se sentían por el próximo enlace pero también lo tristes que se sentían porque la pobre hermana de Anie se quedaría para vestir santos, la única persona que se mantenía neutral en el asunto era su hermano Cristopher quien en lugar de ofender la cómo lo hacían todas las visitas que llegaban a su hogar siempre la consolaba y dejaba por un momento sus obligaciones del ducado para poder consentirla un poco, siempre se habían llevado bien pero conforme fueron creciendo, la atención de su madre siempre se volcaba a su otra hermana pues le veía mucho más futuro, por ende, Melanie siempre se refugiaba en la compañía de su hermano que no debía hacer nada extraordinario para descartar, pues el hecho de ser hombre, el hombre de la casa luego de que su padre falleciera le daba la libertad de actuar como él prefiriera y haber heredado directamente un título solo le daba la obligación de mantener bajo protección a sus hermanas mientras estás se casen. A decir verdad, Melanie ya se había conformado con ser solo el florero de adorno de su familia, sólo ella sabía del incidente, ella y Oxford y aunque no creía que él la delataría, no sé atrevería a retarlo porque eso sería tentar a la suerte. Esa tarde toda su familia iría a un picnic junto con otras familias, se vistió con un traje azul que la favorecía mucho, su rostro se veía más iluminado y el día tenía pinta de ser muy prometedor; había bajado mucho

de peso a raíz de lo que pasó en aquel baile y no recibía más que felicitaciones por ello, cosa que en vez de alegrar la hacía sentir muy infeliz, cada noche tenía crueles pesadillas en dónde los susurros más crueles le atormentaban, durante todo ese tiempo sintió que todo lo ocurrido fue su culpa, tal vez si no hubiera estado a solas con él, si se hubiera negado a bailar a pesar de las miradas furtivas de su madre, si tan solo hubiera ido vestida de otra manera nada hubiera sucedido; seguir pensando en él hubiera no hacía más que torturarla pues siempre imaginaba escenarios diferentes en dónde tal vez un salvador llegara a salvarla o si tan solo hubiese sido su propia heroína para alejarse de las garras de ese canalla. Se pasaba el día y la noche pensando en que ella dio pie para que todo suceda, los hubiera no conducían a nada pero como ya estaba acostumbrada trataba de sabotearse a sí misma para encontrar respuestas; sin percatarse que su hermano se había quedado mirándola no sabía por cuánto tiempo, él sospechaba que algo pasaba con su hermana pues no sabía exactamente cuándo pero empezó a evitar asistir a eventos sociales, nunca había sido una muchacha habladora, sin embargo, se volvió más silenciosa y sombría, incluso su tacto la hacía sentir incómoda. Carraspeando un poco su garganta le dijo que ya estaba listo todo para partir, un poco conmocionada por la intromisión de su hermano se levantó a paso suave y antes de pasar el umbral de la puerta su hermano la detuvo "Sé que piensas que nadie se da cuenta que estás indispuesta te he notado así desde hace mucho tiempo pero no he comentado nada porque espero que tú me lo cuentes, sé que hay temas de los que no podemos hablar por la decencia que debemos guardarle a la casa familiar, pero espero que sí es algo que este atentando contra ti, tu buen juicio o con tu honor debes decírmelo". Inmediatamente escuchó salir de su boca la palabra honor se puso pálida y prefiero bajar la mirada y seguir adelante; unos minutos más tarde mientras todo el mundo se encontraba en el gran picnic, Melanie fue interceptada nuevamente por su hermano, quién tomándola de la mano la encamino hacia el muelle para hablar. Días antes, Lady Fermi, su madre había hablado duramente con él y le hizo ver qué ya había pasado mucho tiempo, le habían dado ya muchas temporadas a Melanie para que pudiera conseguir un esposo por sí misma y no había aprovechado la oportunidad, sabía que nunca iba a parecerse a Anie pero tampoco esperaba que le pagara tan mal como para desaprovechar la oportunidad que le estaban dando de escoger a alguien por "amor" o tal vez por compañía, así que luego de varias horas encerrados en el estudio ambos determinaron que para que

su familia no cayera en desgracia era hora de conseguirle a alguien. No sería un galán, pero al menos alguien que le proporcionará estabilidad, no podía ofrecerle amor, pero su dote era muy extensa como para que quien fuera su esposo no estuviera más que feliz de recibirla. Cuando le soltó esa noticia ella se ofuscó demasiado, tanto que se soltó de su agarre y fue a paso rápido para escapar de los susurros y pensamientos que se empezarán a generar en su cabeza, iba tan rápido que no se dió cuenta que frente a ella se encontraba Joseph y para su pesar chocó su hombro con él, provocando que se desestabilice y casi caiga, antes de que eso pasara el Duque la sostuvo de la cintura y frenó su caída; a pesar de que solo la sostuvo por unos segundos Melanie sintió una adrenalina inexplicable, sintió que se le salía el corazón como hace varios años, la emoción que sentía en ese momento fue tanta que se le formó un nudo en el estómago. Salió de su ensoñación y con una rápida reverencia empezó a huir de él, pero no fue lo suficiente rápida pues solo con dos pasos él la alcanzó "Lady Melanie, no sabía que no le agradara lo suficiente como para que saliera huyendo de mi", en sus adentros ella solo podía pensar que lo menos que querría hacer es huir de él. "Permítame acompañarla hacia su zona familiar, quisiera solicitar permiso a su madre y hermano para invitarle a tomar una nieve, sería un gran honor para mí el ir con usted". Melanie no sabía si era por la conversación que había mantenido con su hermano o el hecho de que por el duque era tan caballeroso que no insinuaba la invitación por ser ella sino por ser una muchacha a la que casi lastimó, al estar en un lugar público; no podría negarse pues más allá de que hacerlo sería descortés también significaba no darle gusto a una gran parte de su interior que estaba más que feliz por compartir un pequeño momento de quién fue y sigue siendo su amor imposible, no solamente porque sabía que no generaría interés para él sino que también era conciente de que no podría atarlo a ella cuando podría entregarle su corazón y su alma pero no entregaría su cuerpo por primera vez como debería ser con quien fuera su esposo. Una parte de ella, su parte soñadora, romántica y fantasiosa pensaba en la gran vida que podría tener a lado del Duque pero mientras él la acompañaba hacia donde se encontraba su familia le recorrió un escalofrío muy extraño que le generó miedo, por un momento se quedó estática pues no sabía a qué se debía todo aquello, toda la historia feliz que estaba armando por una simple invitación se vino abajo cuando se dió cuenta que unos ojos la miraban fijamente, para cualquiera que se fijara era un hombre viendo a una jovencita pasar pero para Melanie

era totalmente diferente, Oxford la estaba viendo y la pobre joven sintió náuseas y un escalofrío cuando notó que era una mirada llena de perversión. De alguna manera, por había caído un terrible karma encima suyo, la pesadez de su mirada, su rostro demacrado, es más se rumoraba entre la servidumbre que el hombre estaba enfermo, pero no era una simple gripe lo que le acallaba, tal vez sus demonios se estaban haciendo presente en la mente cruel de quien a vista de todos era un caballero. Al parecer el Duque era muy observador pues aunque no dijo nada se dió cuenta que Melanie palideció apenas ver a ese hombre, sutilmente la tomó de la muñeca y puso su mano en su antebrazo para que se apoyará en él mientas caminaban, fue un pequeño gesto que la sacó de su ensoñación e internamente le agradeció con todo su corazón; una vez llegaron con su madre y hermano, Joseph los saludó cordialmente y los tres empezaron a charlar, de nada en particular a decir verdad pero Melanie no podía prestar atención a lo que ocurría a su alrededor y lo único que pudo entender de la conversación que mantenían es que el Duque iba a pasar una gran temporada a petición de su madre en la Casa Veraniega de los Weston, no podía esperar a los acontecimientos que pronto ocurrirían. Las semanas transcurrieron y finalmente termino la temporada en Londres, casi todas las familias iban de regreso a sus casas solariegas en el campo, al menos ese era el caso de la familia Weston, que presurosos fueron a adecuar su residencia para recibir de manera adecuada al Duque de Thornehill que haría arribo durante los próximos días. Melanie por fin sintió un poco de paz, aunque cabe recalcar que tenía sentimientos encontrados, por una parte, estaba feliz de que por fin dejarán todo el corre corre de la ciudad para establecerse por unos meses en la magnífica naturaleza que les rodeaba en ese momento, pero, por otro lado, la soledad y apaciguamiento que encontraba allí eran ensombrecidos por los trágicos pensamientos que le generaba el encierro y el silencio. El sonido de un carruaje la despertó otra vez de su ensoñación, con aspecto ansioso y apresurado llegó su madre a la sala de estar en donde ella se encontraba para arrastrarla hacia la entrada principal en donde con la ayuda de varios sirvientes Joseph Lux Duque de Tornehill bajaba su equipaje mientras observaba maravillado todo el lugar, con unas pequeñas reverencias por parte de las damas, el duque procedió a saludar a sus anfitriones y siguió con ellos al camino hacia su habitación; su itinerario durante esas semanas sería muy suave, más bien como para relajarse del

ajetreo de la ciudad, después de todo había dejado organizando sus pendientes para poder estar tranquilo y sin preocupaciones por lo menos por un tiempo. No debía ser más de las cuatro de la tarde y aun hacía un día precioso, por lo que el té decidieron tomarlo afuera y mientras los empleados preparaban las cosas, todos compartían un momento agradable en la sala a excepción de Melanie quien se encontraba encerrada en su habitación, simplemente sentada en un rincón atrapada en sus sentimientos, nunca había sentido tanta soledad como hasta aquel momento, era algo muy confuso para ella pues la casa estaba llena de muchas personas pero se sentía tan invisible, su corazón se encontraba encogido porque estaba sintiendo emociones que la desequilibraban, tomando fuerzas de no sabía dónde bajó a la sala para unirse a los demás a la hora del té. Todos salieron mientras charlaban animadamente tomaron asiento en una banca de madera que estaba estratégicamente ubicada para encuentros en el jardín, ubicándose cerca al sol Melanie tomaba su té de manera distraída, pero sentía una mirada posada en ella, cuando enfocó su visión hacia delante se percató de que Joseph la estaba mirando fijamente. Los pensamientos de aquel caballero eran muy confusos pues cuando menos pensó en su mente solo pudo darse cuenta de lo bonita que se veía Lady Melanie con su cabello alborotado en un peinado que apenas se podía sostener, su vestido no era de gala, más bien era sencillo, pero tenía algo en él que la hacía lucir muy serena y tierna, tal vez el vestido no tenía nada y más bien era la esencia y el aura que resplandecía en ella. No sabía exactamente qué es lo que le pasaba, no se sentía agitado como cuando veía a una señorita que le atraía la atención, tampoco se mostraba a la defensiva por estar compartiendo un espacio tan privado con una familia a la que no frecuentaba muy seguido, sentía más bien una extraña paz, un calor en el pecho y una creciente emoción en el estómago cada que veía por un momento a la menor de los Weston, cuando salió de sus pensamientos que lo dejaban intrigado vio que el rostro de Melanie había adquirido una tonalidad rosada, casi roja, lo que le pareció muy tierno pues se había avergonzado y puesto nerviosa con tan solo una mirada. Terminado él te cada uno fue por su lado, la familia Weston se dirigió a la casa para descansar un poco antes de la cena, pero de nuevo, Melanie fue la excepción cuando se desplazó hacia un pequeño sendero cerca de la casa, aprovechando que por primera vez en mucho tiempo hacía un clima muy bonito y aun no anochecía. Joseph tenía la necesidad de acercarse a

ella para lograr comprender lo que estaba sintiendo, a paso presuroso trató de alcanzarla y se detuvo en seco cuando la miró contemplando el atardecer, no sabía que era más hermoso, si el paisaje o quién lo contemplaba, solo pudo darse cuenta que junto a lo que parecía una obra de arte se opacaba su esplendor con aquella chica que sin haber pasado mucho tiempo se le estaba metiendo descaradamente en su mente y corazón, claro que era algo que ella no sabía. Guardó en lo más profundo de su alma ese momento tan hermoso del que pudo ser testigo “Creo que acabo de descubrir a mi paisaje favorito en el mundo” su voz solo fue un susurro, pero ocasionó un estremecimiento en el cuerpo de Melanie, giró lentamente hacia él, mirándole a los ojos y con la voz un poco temblorosa le preguntó qué se encontraba haciendo allí, “Ni si quiera yo podría encontrar sentido lógico a una respuesta que no sé cómo ofrecer, yo… simplemente… sentí que debía estar aquí, espero no se moleste por atreverme a seguirla y espero que tampoco tome a mal mis palabras pero desde que noté su presencia en aquel picnic hace ya varias semanas no he podido dejar de pensar en que he sido un tonto por no haberme fijado en su deslumbrante sonrisa y en su delicada forma de actuar” Melanie no podía dar crédito a lo que estaba escuchando, no sabía cuándo habían cambiado tanto las cosas, apenas habían pasado unas semanas desde aquel momento, le parecía incomprensible que el hombre de sus sueños se haya referido a ella de esa manera, de apoco se le comenzaban a llenar sus ojos de lágrimas al pensar que todo aquello se tratara solo de una cruel broma. “No sé a qué está jugando pero que me hable de esa manera y me mienta mirándome a los ojos me parece muy cruel de su parte, creo que no merezco eso y si me disculpa debo volver antes de que el camino se haga más oscuro” Casi corriendo se alejó de él y fue muy rápido a su habitación tratando de pasar desapercibida. Más tarde a la hora de la cena, alegando que se sentía indispuesta luego de su paseo de la tarde se quedó encerrada en su habitación mientras los demás compartían sus alimentos. Joseph estaba a punto de volverse loco, tal vez sus palabras no fueron las adecuadas y por ello Melanie reaccionó mal, de cualquier manera, no permitiría que piense que está queriendo jugar con ella, de pronto se le ocurrió una magnífica idea que pondría en marcha esa misma noche. Debe haber sido casi media noche, a simple vista y por la hora todos deberían estar dormidos, pero no era así, Melanie se encontraba dando vueltas en la cama, ya era la tercera noche en la que no podía pegar un ojo,

las noches anteriores tenía fuertes pesadillas, pero al menos luego de ellas podía conciliar el sueño al menos un par de horas; cansada de intentar dormir se sentó y tomó su libro del buró a lado de la cama cuando de repente escuchó unos pasos por el pasillo y de pronto se escuchó deslizar algo bajo la puerta, como la curiosidad pudo más con todo se levantó casi corriendo de su cama y tomo el papel doblado que se hallaba en el suelo, vio su nombre escrito en la parte superior con una caligrafía demasiado delicada y hermosa, la pequeña carta decía: “Estoy conciente de que no hemos pasado el suficiente tiempo juntos como para que confíes en mí y en mis palabras, quiero disculparme, no por haberte dicho todo hoy sino por haber generado en ti inseguridad y el horrible sentimiento de creer que alguien está jugando contigo, sé que me estoy tomando muchas atribuciones al enviarte esta nota y al tratarte con tanta confianza, pero tal vez puedas comprenderme en que hay cosas que pueden ser mejor expresadas y comprendidas por medio de letras. Sé que esto es nuevo para ti, como lo es tambien para mí, puede que tenga más experiencia relacionándome con las personas, pero no te miento al decir que es la primera vez que siento tanta emoción y a la vez calma al dirigirme a alguien, espero aceptes mis disculpas y aceptes mi honestidad respecto a lo que estoy empezando a sentir por ti” Melanie no sabía qué le pasaba puesto que una vez más se había puesto a llorar por algo referente al Duque, no lloraba de tristeza o pesar por él sino porque era la primera vez que dejaba de sentirse invisible y era vista, los ojos de alguien se habían fijado en más allá de la menor de los Weston, más allá de la hermana del Duque de Weston, más allá de la insulsa jovencita poco agraciada, era vista por él de una manera que ni si quiera ella misma lo había hecho. Extrañamente luego de leer esa nota, Melanie se recostó en su cama y con una sonrisa en el rostro se quedó dormida. A la mañana siguiente la joven dama se levantó con un mejor semblante, tenía una sonrisa en su rostro que no había podido quitar, bajó alegremente al comedor e incluso se encontraba tarareando un vals, Christopher la miraba muy sorprendido desde la cabecera de la mesa, no encontraba motivo para la alegría de su hermana, pero estaba feliz de volver a ver su bonita sonrisa. Poco después de les unieron los demás y Joseph quien había amanecido con un gesto amargo por la preocupación que le generaba que Melanie no le diera una oportunidad, se quedó estático al ver el magnífico humor con el que ella se encontraba, no mencionó nada, pero en su rostro no podía evitar mostrar una gran sonrisa sosa al verla. Detalle que

tampoco pasó desapercibido por Christopher, que encontraba muy sospechosa la situación. Los días en la casa veraniega no estaban llenas de actividades muy extraordinarias, las horas se pasaban volando entre las comidas, los picnics, os encuentros en la sala de música, las idas al lago, al bosque, caminatas al muelle. Nadie podía creer que ya había pasado alrededor de un mes, más bien dicho quienes no se percataban del tiempo habían sido Joseph y Melanie, en verdad habían afianzado mucho su hasta ahora creciente amistad, iban juntos a recorrer todos los rincones de la propiedad, por primera vez Melanie se sentía relajada, reía a carcajadas por los malos chistes que él le contaba para sacarle una sonrisa, se comportaba como una chiquilla jugando a las atrapadas con él, nunca se había sentido tan especial como en esos momentos en casa; había pasado mucho desde que compartió una sonrisa y risa sincera, nunca se había escuchado hablar tanto y con tanta confianza con alguien como lo estaba haciendo con él. Hasta ese punto eran amigos, se atrevería a decir que lo consideraba su mejor amigo, teniendo en cuenta que las señoritas decentes no tienen amigos, pero poco le importaba, durante el tiempo compartido había llegado a la conclusión de que no importaban los comentarios o murmuraciones, si hay algo que le haga verdaderamente feliz ¿Por qué debería simplemente apartarlo por complacer a una bola de gente que ni siquiera la conocía y a la que solo le gustaba juzgar? Se estaba dejando llevar y comprendía que en esos momentos se sentía verdaderamente viva. Cada que se encontraban Melanie sentía una emoción inexplicable y recordar sus momentos juntos solo servía para que se ilusionara más, un día normal para ellos se convirtió en algo único, se encontraban caminando por el pequeño muelle, en el atardecer, como ya se les empezaba a hacer costumbre, se encontraban riendo de algún comentario que él hizo, a decir verdad, ella ni si quiera había prestado atención porque estaba perdida en sus ojos y sonrisa cálida que parecía que le decían que todo iba a estar bien, ambos dejaron de reírse y aunque el momento parecía que iba a volverse incómodo no fue así, Joseph se encontraba muy cerca a ella y sentía que ese momento era muy especial, lentamente se acercó a ella y posando una mano sobre su cintura y otra sobre su mejilla procedió a besarla. No importaba lo que hubiera pasado ni lo que pasaría después, era su primer beso, era un beso inocente, puro y lleno únicamente de los mejores sentimientos que podían sentir el uno por el otro; a decir verdad, ese acto solo hizo que su lazo se hiciera mucho más fuerte.

Las noches no eran muy diferentes a partir de aquello, claro que no salían juntos como lo hacían temprano, pero se había convertido en una tradición para Melanie recibir una nota o cartita al finalizar el día, todas eran muy especiales para ella y cada noche las volvía a leer para sentirse más especial. No eran notas muy elaboradas pero su corazón siempre se emocionaba al recibir una nueva. “Quiero que me des la oportunidad de prometerte, demostrar y crear contigo una historia de amor más grande que las que lees en tus libros” “Sé que tienes muchas cosas que te atormentan, permíteme ser tu anclan en momentos difíciles, déjame recordarte que no estás sola” “Los minutos que comparto contigo se sienten tan reales que me da miedo volver a la fría realidad de una vida en Londres llena de apariencias” “Somos la forma más bonita en la que la vida nos demuestra que no importa el tiempo sino los momentos y la persona correcta. Estoy seguro que tú eres mi persona correcta” “No eres solo suficiente, eres mucho más de lo que se puede expresar con palabras, eres perfecta y por eso quiero aprender a quererte y arriesgarme sin mirar atrás” “Me das esperanza de una vida feliz, me das risas y ganas de vivir. Siento que me acostumbré a ti en un solo día y no me arrepiento de ello” “No importa si los tiempos cambian, si el mundo se desmorona o se vuelve más oscuro, siempre voy a estar para ti, siempre voy a amarte y no tengo que hacerte una promesa de ello porque amarte no será para mí una simple promesa, si me lo permites quiero que se vuelva una realidad” Si algún momento Melanie hubiese tenido la intención de olvidar a Joseph hasta ese punto ya iba a ser imposible, no podía creer que cuando ni si quiera lo intentó, él estaba proponiéndole vivir algo más entre los dos, pero ella tenía demasiado miedo. A pesar de pasar momentos inolvidables todos los días, antes de dormir era otra historia pues a pesar de que extrañamente durante esas semanas volvió a dormir con regularidad, las pesadillas seguían atormentándola, esa noche en particular se sentía a morir, despertó gritando y no podía parar de sollozar; tanto su habitación como la del Duque se encontraban en la misma ala y piso de la casa, en donde la verdad no se encontraban nadie más que ellos dos, por lo que todo el ruido que salía de la habitación de Melanie se podía decir que era imperceptible para los demás. Nadie más que Joseph la escuchó, muy presuroso salió hacia su habitación, ni si quiera se percató que esa visita podría comprometerla, solo quería

saber lo que le pasaba; entró a la habitación de Melanie y la escena que vio hizo que su corazón se estrujó, su querida amiga se encontraba hecha un ovillo mientras lloraba y se mecía, no levantaba su rostro y el hecho de que cada vez lloraba más fuerte era muy alarmante para él. Se acercó sigilosamente a su cama y la movió suavemente para llamarle la atención, pero esto solo provoco que ella tuviera una crisis más fuerte y gritara del susto y del miedo. “Déjame déjame, no quiero que me toques más, por favor detente” Melanie parecía fuera de sí, murmuraba cosas inentendibles pero esa frase se quedó en su cabeza y se empezó a repetir constantemente en su cabeza, no tenía muy claro lo que estaba pasando, sin embargo, solo pudo sentarse junto a ella y abrazarla fuertemente mientras le murmuraba que todo estaría bien. Poco a poco se fue calmando y a pesar de que seguía hipando, Joseph pudo notar que en ese momento ya se encontraba conciente y con todo el pesar del mundo le pregunto que a quién se refería en sus oraciones, quién era el hombre que se quería aprovechar de ella. Melanie ya no podía aguantarlo más, mientras continuaba llorando le contó a Joseph todo lo que tuvo que vivir a causa de ese desgraciado hombre que se aprovechó de ella y de su ingenuidad; cada palabra que salía por la boca de ella se convertía directamente en un puñal para su corazón ¿Cómo era posible que un sujeto que se hace llamar hombre baya sido capaz de tomar a una jovencita en contra de su voluntad, podría ocurrir cualquier cosa pero si una mujer dice no es no, al menos en cuanto se refiere a verdaderos hombres. Se sentía tan frustrado, tan molesto con la vida, cómo nadie se percató del cambio de actitud de Melanie, es que acaso estaban tan ciegos como para no comprender que fue ultrajada casi en sus propias narices. Joseph no la había soltado de su abrazo, a pesar de que Melanie se sentía ofuscada pues pensaba que Joseph sentía repugnancia hacia ella y hacia lo que sucedido; estaban tan ensimismados el uno en el otro que no se percataron que alguien los observaba con el ceño fruncido desde el umbral de la puerta. Londres, Inglaterra Abril, 1845 Diez años habían pasado ya desde que Melanie se convirtió oficialmente en la Duquesa de Thornehill, hace poco más de cinco años habían logrado tener una hija, adecuaron nuevamente la mansión Thornehill a las afueras de Londres y Melanie podía decir ahora que se sentía completamente plena y feliz. Aquella última noche en la casa veraniega se convirtió en un escándalo, una de las doncellas y su madre se percataron de una serie de ruidos provenientes del ala oeste donde se encontraban ubicados los

dormitorios de Melanie y Joseph, era una situación demasiado comprometedora en donde no valía ningún pretexto o explicación. Con un grito demasiado estridente, la madre de Melanie ordenó que se separaran de inmediato y con otro alarido llamó a gritos a Christopher quién al mirar la escena y la ropa que ambos llevaban se puso muy serio y exigió explicaciones; durante más de dos horas él y Joseph, quién ahora sería su futuro cuñado, empezaron a discutir todos los asuntos impropios que se habían dado bajo el techo de su propiedad, con gritos, vasos rotos y mucho desorden Joseph le comento una pequeña parte de lo que había pasado y el porqué de su reacción para con Melanie; ella se sentía muy asustada y angustiada sobre lo que vaya a pasar con él. La resolución final a la que llegaron fue que obviamente existiría un matrimonio y quienes participarían serían él y Melanie, sin una sola objeción. Joseph estaba más que dispuesto pues dentro de sus planes estaba el convertir a Melanie en su Duquesa, sin importar las circunstancias solo con unas palabras basto para convencerla de que aceptara sus sentimientos: “Te deseo. Me muero por ti. De noche no puedo dormir por culpa de mi deseo y mis pensamientos por ti. Incluso cuando no te notaba como mujer, una parte de mi te deseaba. Es la cosa más demencial, arrebatadora, deplorable sí, pero es así. El amor no tiene que ver con tener miedo a que te lo arrebaten. El amor tiene que ver con encontrar a la persona que te llene el corazón, que te hace ser una persona mejor de lo que nunca soñaste ser. Tiene que ver con mirar a tu mujer a los ojos y estar convencido hasta lo más hondo de que ella es, sencillamente, la mejor persona que has conocido y eso es lo que pienso cada vez que te veo” A veces habían noches en las que se recordaba a sí misma hace más de quince años, veía lo marchita que vivía después del cruel abuso de ese hombre, pero al mismo tiempo recordaba con los mismos dragones en su estómago lo que sintió la primera vez que Joseph la besó, la paz que sintió cuando le prometió que con él iba a estar a salvo, cada baile, cada atardecer a su lado, cada momento que compartieron juntos; siempre que se avecinaba una tormenta de recuerdos dolorosos recordaba cada promesa que le había hecho su esposo, cada promesa que durante su vida juntos había cumplido. Ella se encontraba en un pozo y él le ayudo a salir, le hizo sentir viva, le ayudo a amarse y a entender que tiene un valor insuperable y ante todo le enseñó que el amor real y verdadero no guarda apariencias ni es superficial.

Fin.

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