nº 441 · año 37 · Semana de Oración 2011
S e m a n a d e O r a c i ó n 2 0 1 1
I N T R O D U CC I Ó N
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N NORBERT ZENS Tesorero de la División Euroafricana (Berna, Suiza).
Ofrenda de la Semana de Oración Ya en el antiguo Israel, Dios le pedía a su pueblo que se reuniese varias veces al año para reflexionar juntos sobre las bendiciones divinas que habían recibido. Esta semana, tenemos de nuevo la ocasión, como Iglesia mundial, de compartir todo lo que hemos vivido por medio de la gracia salvadora de Dios. Si somos conscientes de ello y lo compartimos, nuestra relación con Dios y nuestra confianza en él se afianzarán, y nuestro corazón se llenará de agradecimiento. Por medio de la oración, podemos expresar ese agradecimiento y, al mismo tiempo, fortalecer nuestra confianza en que Dios nos conducirá en el futuro a través de los tiempos difíciles que nos esperan. Para responder a la gracia divina que había recibido, el pueblo de Israel llevaba sus ofrendas al Templo del Eterno. Nosotros también como antaño, llevaremos nuestras ofrendas a la iglesia, al final de esta semana de oración como expresión de agradecimiento a Dios. Nuestras ofrendas de la semana de oración serán utilizadas para el sostén de nuestra misión mundial. En particular, apoyarán los proyectos misioneros en la zona que hemos llamado la “Ventana 10/40”. En esta parte de mundo que se extiende desde norte de África hasta Asia oriental, viven alrededor de dos tercios de la humanidad, a menudo en condiciones de pobreza extrema. Muchos de ellos aún no han oído hablar de Jesucristo. Estos medios económicos también se destinarán a financiar proyectos misioneros especiales en las grandes ciudades. 2 · [194] rA Semana de Oración 2011
En 2010, alrededor de 2,9 millones de euros fueron recogidos para este plan mundial por medio de la ofrende de la Semana de Oración. Cerca de 1,2 millones procedían de la División Euroafricana. Desde estas líneas nos gustaría agradecer sinceramente a todos los hermanos y hermanas su abnegación constante, que nos da la posibilidad de sostener también los proyectos misioneros allí donde los medios locales no serían suficientes. En 2011, hemos recibido para nuestra división aproximadamente 263.000 euros, que han sido invertidos principalmente en proyectos misioneros a favor de los países musulmanes de nuestra división. Encontraréis a continuación algunos informes sobre el trabajo que se ha realizado.
Eritrea Hace siete años, Samuel Mulugeta tuvo que huir de durante la noche su país (Eritrea) debido a la guerra, el hambre y la opresión. Varios días después, llegó al campamento de refugiados de Shimelba, en el norte de Etiopía. En una comunidad fundada por una misión adventista pionera a nivel mundial, aprendió a conocer a Jesús. Samuel había oído hablar de la Biblia, pero nunca imaginó que un día la leería él mismo. Con la ayuda de un pionero de Misión Global, comenzó a estudiar y se hizo adventista del séptimo día. Cuando los pioneros de Misión Global tuvieron que abandonar el campamento, Samuel tomó su lugar. Ahora tiene la alegría de compartir las buenas nuevas con los ocupantes del campamento de refugiados. Él conoce por
SUMARIO 2 OFRENDA DE LA… 4 INTRODUCCIÓN Mensaje del presidente
5 PRIMER SÁBADO El Santuario, la gracia y el Edén
8 DOMINGO Los dos jardines
10 LUNES Su presencia salvadora
12 MARTES He aquí el Cordero de Dios
14 MIÉRCOLES El Mediador
17 JUEVES Gracia viviente
experiencia propia las inquietudes y necesidades de los refugiados. Durante la semana, los visita en el campamento, y el sábado, predica la Palabra de Dios en la capilla erigida en el mismo. Dirige varios grupos de oración.
Islas Salomón En las Islas Salomón y otras islas del Pacífico Sur, que constituyen un estado, los habitantes de algunas islas y archipiélagos pertenecen en su mayoría a una sola iglesia. A menudo es muy difícil tener acceso a algunos pueblos en particular, porque la cultura y la identidad de sus habitantes están estrechamente relacionadas con su propia religión. Como pionero de Misión Global, Wilson Kuki quería tener acceso a un pueblo de este tipo. Así que solicitó permiso para visitar un pueblo, en compañía de un joven adventista, con el fin de poner en marcha proyectos sociales. Los ancianos del lugar, finalmente, se pusieron de acuerdo en que los jóvenes repararan el techo de la capilla local, pero sin darles permiso para celebrar reuniones públicas. Aceptaron las condiciones. Los habitantes del pueblo pusieron a su disposición una casa para que pudieran tener un techo durante el periodo que durara su trabajo. Con el tiempo, los jóvenes adventistas hicieron amistad con los habitantes del pueblo. Cada mañana y tarde, los jóvenes tenían su propia reunión para cantar y orar. Pronto los habitantes del pueblo también tomaron parte de esa reunión, y los lazos de amistad se consolidaron. Siempre planeaban pasar el sábado en una pequeña iglesia adventista cerca de allí, pero un día, el anciano del pueblo les sugirió que se reunieran en la ca-
pilla que estaban reparando. Aceptaron con agradecimiento y se sorprendieron al encontrar que éste había invitado a todos los habitantes a participar de su adoración. Y la mayoría de ellos asistieron. Allí se contaron historias de la Biblia y todos cantaron canciones de alabanza. Más tarde, tuvieron reuniones de evangelización en un pueblo vecino y fueron invitados los ancianos y su comunidad. Algunos fueron y pidieron recibir estudios bíblicos. Habían quedado impresionados por el hecho de que cristianos que pertenecían a otra denominación vinieran para reparar el techo de su capilla y compartieran sus enseñanzas con ellos.
División Euroafricana En unos de los países en los cuales trabajamos, nuestra Iglesia fue falsamente acusada de quemar ejemplares del Corán. Tres policías se presentaron en la iglesia para investigar el suceso e hicieron muchas preguntas, que casi constituían una acusación en regla. Pero durante este interrogatorio, uno de los policías recibió una llamada de teléfono inesperada, comunicándole que iba a ser trasladado a un pueblo muy alejado de allí. Antes de que saliera de la iglesia, profundamente conmocionado, uno de los diáconos le dijo que la iglesia oraría por él y que también le visitarían cuando pasaran cerca de su nuevo desino. Nuestra labor en estos países necesita de nuestro apoyo urgente. Nuestras ofrendas ayudarán también a llevar el mensaje de la gracia salvadora allí donde de otra manera no sería posible. Agradecemos sinceramente vuestra ayuda.
19 VIERNES ¡El día del Juicio se aproxima!
21 SEGUNDO SÁBADO Al hogar edénico
23 LECTURAS PARA LOS NIÑOS Palabras de amor
REVISTA ADVENTISTA: Órgano oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de España nº 441 · año 37 Semana de Oración 2011 Director de la Revista, Jesús Calvo Coordinación editorial, Esther Amigó Editor, Daniel Moreno Revisión, Editorial Safeliz, Diseño y maquetación, Javier Zanuy, Esther Amigó Procesos informáticos, Javier Zanuy Producción, Martín González Envíos, Juan José Reta Suscripciones, Martín González Impresión: AGS Bell, 3, Pol. Ind. San Marcos 28096 Getafe (Madrid) Depósito Legal: M-32.993-1974
Pradillo, 6 - Pol. Ind. La Mina · E-28770 Colmenar Viejo, Madrid (España) tel. [+34] 91 845 98 77 fax [+34] 91 845 98 65 revistaadventista@safeliz.com www.publicacionesadventistas.com
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TED WILSON
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N
I N T R O D U CC I Ó N
Presidente mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Mensaje del presidente
Q
uerida familia de la iglesia: En las lecturas de esta semana de oración exploraremos juntos el corazón del adventismo: la gracia salvífica de Dios. Todos los sermones exploran el Santuario celestial como un lugar donde la gracia salvífica fue y es mediada en nuestro favor. El mensaje del Santuario no es una exposición teológica, sino un viaje personal en el que descubrimos y desarrollamos la gracia de Dios. Comenzamos este viaje no en el monte Sinaí, sino en nuestro primer hogar, el Edén, donde descubrimos que el mensaje del Santuario ya estaba presente. Después de la terrible entrada del pecado, que nos separó de Dios y de su presencia, descubrimos en el Santuario algo de la magnitud del amor de Dios, quien desea venir y habitar entre nosotros.
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En el Santuario encontramos las buenas nuevas de la expiación por medio del Cordero de Dios. Podemos estar seguros de que, en nuestra mayor necesidad, la ayuda siempre está disponible a través de nuestro Mediador en el Santuario celestial. Este mensaje debería tener un impacto positivo en nuestras vidas al vivir en la presencia de un Dios amante y perdonador, y al crecer constantemente en nuestra semejanza con nuestro Salvador. Mi oración es que, al estudiar estas lecturas, podamos vivir vidas positivas y no tengamos miedo de la presencia de Dios. Que podamos encontrar en el Santuario celestial una seguridad ante el Juicio, porque el tribunal de justicia de Dios es un trono de gracia. Que podamos anticipar el gozo de la presencia permanente de Dios con nosotros cuando el Edén sea restaurado en la Tierra. Que Dios guíe tu vida y la mía al rogarle por un reavivamiento y una reforma que nos conduzcan a la lluvia tardía del Espíritu Santo y el pronto regreso de Cristo.
TED WILSON
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N
El Santuario, la gracia y el Edén Los designios de Dios para su pueblo no serán desbaratados.
C
uando oyes la palabra “santuario”, ¿qué imagen acude a tu mente? ¿Ves el Tabernáculo erigido por Moisés, el hermoso Templo construido por Salomón o tal vez el santuario de tu iglesia, en la cual adoras cada semana con otros creyentes? El libro de Génesis nos introduce en un santuario singular, el más bello que existió nunca en el planeta Tierra: el jardín del Edén. ¿Alguna vez te has preguntado cuál es el propósito de un santuario? He aquí algunas sugerencias. El santuario es: 1. un lugar donde los seres humanos se comunican con Dios, 2. un lugar donde se imparte instrucción religiosa,
3. un lugar donde se experimenta la gracia de Dios, 4. un lugar de refugio. El Edén era todo esto.
El jardín del Edén Cuando la Tierra llegó a existir bajo la creativa mano de Dios, era hermoso contemplarla. Era el modelo de la perfección. Génesis nos dice: «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera» (1: 31).1 Este mundo perfecto era, además, una expresión de amor. El amor estaba escrito en cada árbol y arbusto, en cada hoja y flor. Las diversas formas de vida eran un retrato de belleza: los animales terrestres, las aves, los peces y otras formas de vida en las
aguas. El hombre, la corona de la creación, fue hecho perfecto y recto. Mostraba la imagen de su Creador. Su carácter era noble, sin inclinación al mal, y estaba en armonía con la voluntad de Dios. Cuando el acto creativo se completó, Dios contempló lo que había hecho, y se sintió satisfecho. Todo era perfecto, como únicamente un Dios perfecto podía hacerlo. Elena White describe este momento: «Dios miró con satisfacción la obra de sus manos. Todo era perfecto, digno de su divino Autor; y él descansó, no como quien estuviera fatigado, sino satisfecho con los frutos de su sabiduría y bondad, y con las manifestaciones de su gloria» (Patriarcas y profetas, pág. 28). rA Semana de Oración 2011 [197] · 5
PRIMER SÁBADO
Presidente mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
PRIMER SÁBADO
En medio de las bellezas de la flamante creación, Dios dio a Adán y a Eva otra expresión de su amor. Les dio un hogar: el jardín del Edén. Allí Dios se comunicaba con nuestros padres, los ángeles les daban instrucciones y ellos comenzaron a entender la gracia de Dios. La verdad de la creación, y una correcta comprensión de la gracia y la redención de Dios son inseparables. Como expresó el renombrado historiador eclesiástico Philip Schaff, hace más de un siglo y medio: «Sin una correcta doctrina de la creación no puede haber una verdadera doctrina de la redención».2 Como resulta claro en el registro de Génesis, el Edén no sólo era el hogar de Adán y Eva, sino también su santuario.
El Edén, un lugar de comunión con Dios En su inocencia, Adán y Eva tenían el privilegio de ver a Dios y conversar con él cara a cara. Dios los visitaba habitualmente en el santuario del Edén. En estas ocasiones, ellos no percibían cuán grande era la bendición que tenían. Sólo después de su expulsión del Edén comprendieron lo que habían perdido. Entonces, con la vívida memoria de su abierta comunión con Dios, se presentaron en adoración a la entrada del Edén, incapaces de pasar por la “espada encendida” para entrar en su anterior santuario y experimentar otra vez la viva emoción de ver el rostro de Dios. La experiencia que una vez disfrutaron en el santuario del Edén ahora les era negada a ellos y a sus descendientes; y ha de ser restaurada únicamente en la Tierra hecha nueva.
El Edén, un lugar de instrucción religiosa De acuerdo con Elena White, «la santa pareja eran no sólo hijos bajo el cuidado paternal de Dios, sino también estudiantes que recibían instrucción del omnisciente Creador» (Patriarcas y profetas, pág. 32). El Hacedor del Sol, la Luna y las estrellas les reveló las leyes y las operaciones de la naturaleza. Pero, necesitaban conocer otras cosas que estaban relacionadas directamente con su existencia. Dios envió ángeles para explicarles la gran controversia a Adán y a Eva. Se les informó acerca de Lucifer y la rebelión contra Dios, su Ley y su gobierno. Se enteraron de su expulsión del cielo y de 6 · [198] rA Semana de Oración 2011
que él estaba normalmente en el santuario de Dios en el Edén. Puesto que Adán era el representante y vicerregente de Dios en el planeta Tierra, Lucifer había puesto toda su sabiduría y habilidad para engañar a Adán, llevarlo al pecado y usurpar su posición. De esa manera, razonaba Lucifer, la Tierra sería suya, y él establecería aquí un gobierno que rivalizaría con el gobierno de Dios y su Ley. Adán y Eva debieron de haberse estremecido al penetrar en su conciencia la instrucción que les fue dada por los ángeles. Pero lo que no comprendieron plenamente, en ese momento, era que la solución de Dios para resolver la gran controversia sería otra demostración de su inmutable amor (ibíd., pág. 11). Después de la caída de Adán, el desenlace de la gran controversia se decidió en el mismísimo terreno que Lucifer reclamó como suyo cuando Adán cedió su posición al gran engañador. Como parte de la instrucción que recibieron en el santuario del Edén, se dio a Adán y a Eva una somera información de la gran controversia. «En esa forma se revelaron a Adán importantes acontecimientos que se producirían en la historia humana, desde el tiempo en que fue pronunciada la sentencia divina en el Edén hasta el Diluvio, y desde allí hasta el primer advenimiento del Hijo de Dios» (ibíd., pág. 54). Era de vital importancia que Adán y Eva entendieran la raíz que causó la gran controversia: la renuencia de parte de Lucifer a obedecer la Ley de Dios. Al rebelarse contra la Ley de Dios, Lucifer se estaba rebelando contra el gobierno de Dios. Los ángeles les presentaron cuidadosamente «la historia de la caída de Satanás y sus maquinaciones para destruirlos; para lo cual les explicaron ampliamente la naturaleza del gobierno divino, que el príncipe del mal trataba de derrocar» (ibíd., pág. 34). Además, era imperioso que la santa pareja entendiera la naturaleza de la Ley de Dios, que es otra expresión del amor de Dios. Era también importante que comprendieran que ellos, como los demás habitantes del universo, estaban a prueba. Su felicidad se basaba en la condición de obedecer la Ley de Dios. «Podían obedecer y vivir o desobedecer y perecer» (ibíd., pág. 35). Además, debían entender que la obe-
diencia a la Ley de Dios de parte de sus criaturas era una declaración de amor y gratitud por todo lo que él les había dado. «La obediencia, perfecta y perpetua, era la condición para la felicidad eterna» (ibíd., pág. 30). Adán y Eva necesitaban saber esto, y todos los detalles importantes les fueron dados en el santuario del Edén.
El Edén, un lugar de refugio y de hallazgo de la gracia de Dios El santuario del Edén era un lugar de refugio para Adán y Eva. Lucifer estaba empeñado en su destrucción, pero no podía tener acceso a ellos excepto en el árbol del conocimiento del bien y del mal. En tanto que los habitantes del Edén se mantuvieran alejados de ese árbol, estarían a salvo. Lucifer no podría seguirlos a los diversos sectores del jardín y tentarlos a apartarse de su Creador. El Edén era un refugio para sus malignos planes. La instrucción de Dios con respecto al árbol prohibido era absolutamente clara: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Gén. 2: 16, 17). Pero, como sabemos, Eva se desvió del refugio y llegó a ser una víctima de los engaños de Lucifer. Adán, enfrentado con la realidad de perder a su amada esposa, la siguió en su desobediencia de la instrucción de Dios y, como resultado, la familia humana cayó bajo la servidumbre del pecado. Pero Dios no abandonó a la familia humana. Por primera vez, el santuario del Edén llegó a ser el lugar para un sermón sobre la gracia redentora: «Pondré enemistad entre ti y la mujer [le dijo Dios a Lucifer], y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Gén. 3: 15). En esta declaración tranquilizadora, los servicios típicos del Tabernáculo de Moisés y del Templo de Salomón fueron prefigurados. La herida del calcañar prefiguraba los sacrificios de animales que señalaban el futuro sacrificio de Jesús en la cruz. La herida en la cabeza anunciaba el destino de macho cabrío en el Día de la Expiación, lo que aseguraría la destrucción final de Lucifer y la terminación del pecado. En el santuario del Edén, Dios comenzó a revelar su plan para la salvación de la
naturaleza humana» (El Deseado de todas las gentes, pág. 17). Segundo, así como Dios pronunció un juicio redentor antes de retirar a Adán y a Eva del Edén, así juzga ahora a la familia humana dentro del contexto de la gracia redentora provista por su Hijo. En vista del sacrificio que Dios ha hecho por nosotros y la perspectiva del Juicio, es importante que completemos la experiencia que los santuarios del Antiguo Testamento nos enseñan. Debemos humillarnos en la presencia de nuestro Creador y Redentor, y procurar una viva relación con él por medio de un genuino reavivamiento y reforma, confiando completamente en Cristo para nuestra salvación y para cada necesi-
dad. Mediante la gracia de Cristo y la presencia del Espíritu Santo, tendremos el maravilloso privilegio de ver y entrar en el jardín que una vez fue el hogar de Adán y de Eva. ¡Qué privilegio es proclamar los mensajes de los tres ángeles mediante el poder de Dios, de manera que podamos contemplar el cumplimiento final del plan de Dios para que sus hijos regresen a su legítimo nuevo hogar del Edén! Referencias 1. Los textos bíblicos transcritos pertenecen a la versión Reina-Valera, revisión de 1960. 2. History of the Christian Church [Historia de la iglesia cristiana], New York, Charles Scribner’s Sons, 1903, t. 2, pág. 540.
Conclusión La experiencia de Adán y de Eva en el santuario del Edén tiene mucho que enseñarnos. Primero, así como Dios en su amor por nuestros primeros padres hizo todo lo que pudo para que fueran felices, así trata ahora con nosotros dentro del contexto de su amor. La evidencia de su amor es el regalo de su Hijo a la familia humana. Dios dio a su Hijo «no sólo para que llevase nuestros pecados y muriese como sacrificio nuestro; lo dio a la especie caída [...]. Dios dio a su Hijo unigénito para que llegase a ser miembro de la familia humana y retuviese para siempre su
Preguntas para reflexionar y compartir 1. La creación de Dios salió perfecta de su mano en todos los sentidos. ¿Qué habrán extrañado más Adán y Eva cuando se vieron forzados a salir del Edén? 2. ¿Supones que Dios alguna vez consideró abandonar su creación arruinada? Si es así, ¿por qué? Si no, ¿por qué no? 3. ¿De qué modo el jardín del Edén es un modelo de lo que Dios ha planeado para su pueblo? ¿Qué es lo que más anhelas?
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PRIMER SÁBADO
familia humana y el fin del pecado. Lucifer había descrito a Dios como quien estaba interesado solamente en su propia gloria y gratificación. El asunto en cuestión, en aquel funesto día en el Edén, era si el Padre y el Hijo tenían el suficiente amor por la humanidad como para ejercer la abnegación y un espíritu de sacrificio a fin de rescatarla de las garras de Lucifer (ibíd., pág. 48). En Génesis 3: 15 vemos la respuesta a esa desafiante pregunta: ¡un sonoro “sí”! Y el sí fue confirmado y llegó a ser realidad cuando Jesús exclamó en la cruz: «¡Consumado es!». Cuando Adán y Eva fueron creados, ocuparon una posición apenas un poco menor que los ángeles. Pero el plan de Dios para la restauración de la raza humana incluye una experiencia asombrosa para los que permanecen leales a él: «Los que mediante la fortaleza de Cristo venzan al gran enemigo de Dios y del hombre, ocuparán en las cortes celestiales una posición superior a los ángeles que nunca cayeron» (Elena White, General Conference Bulletin [Boletín de la Asociación General], 1° de abril de 1899). Lucifer tramó la destrucción de la raza humana en un arrebato de furiosos celos. Adán y Eva vivían en un estado de felicidad compartiendo el amor de Dios por ellos. Lucifer se sentía miserable, enfrentando la perspectiva de extinción eterna. Cuando Adán cayó en pecado, se interrumpió su comunicación con Dios y fue expulsado del santuario del Edén, y Lucifer resolvió que, en el futuro, él mantendría a los descendientes de Adán fuera de cualquier santuario que pudiera ofrecer la perspectiva de restauración.
DOMINGO
WILLIAM G. JOHNSSON
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N
Exdirector de la “Adventist Review” y la “Adventist World”. Actualmente jubilado, trabaja en la Asociación General como asistente del presidente para relaciones interconfesionales.
Los dos jardines En ellos, el pecado y la salvación se encuentran.
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uestra salvación proviene de un Dios que nos ama tanto que no escatima esfuerzo alguno a fin de ganarnos de nuevo para él. El registro de su actividad salvadora en la lucha entre el bien y el mal es la historia más grande jamás contada; es ciertamente el drama de las edades. En esta historia, dos jardines aportan el escenario para acontecimientos cruciales. Del primer jardín provienen el pecado, la pérdida, la vergüenza y la muerte. Del segundo, fluyen la esperanza, el gozo y la vida. Dios plantó el primer jardín. Era hermoso, perfecto; era el Edén. Y en este ambiente sin mácula Dios colocó a los primeros seres humanos, creados además por su propia mano (Gén. 2:8, 9), y se comunicaba con ellos. El Edén era el paraíso, el paraíso de la inocencia. Adán y Eva eran impecables, pero eran como niños. Aún no habían desarrollado caracteres, todavía no habían tomado decisiones. Y pronto tendrían delante de ellos decisiones que tomar.
La entrada del mal Detrás de la tranquilidad del jardín acechaba una figura siniestra. El mal, algo totalmente ajeno a la experiencia de Adán y Eva, no estaba lejos (¡nunca lo está!). Un ángel caído, una vez conocido como Lucifer (el lucero), pero ahora como Satanás (el engañador), aguardaba su oportunidad. No sabemos cuánto tiempo vivieron nuestros primeros padres en el jardín. Pero un día cayó una sombra sobre el paraíso. Satanás, usando a la bella serpiente como médium, colocó delante de ellos el señuelo de una experiencia nueva que los haría como Dios mismo. 8 · [200] rA Semana de Oración 2011
Dios había establecido una sencilla prueba de obediencia: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Gén. 2: 16, 17). Pero la serpiente dijo: «No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Gén. 3: 4, 5). Muchos años han pasado, pero el tentador hoy aún se aproxima a la gente de la misma manera. Muestra la desobediencia como encantadora, haciendo que parezca atractiva. Retrata la adhesión a los mandatos de Dios como aburrida. Promete emociones, experiencias nuevas. Recubre el sendero de la ruina al cual nos invita a entrar, un sendero donde están esparcidos borrachos en la cuneta y cuerpos consumidos. El diablo siempre procura introducir dudas. Le atribuye su propio carácter a Dios y pretende apropiarse del verdadero carácter divino. El Señor solamente desea lo que es mejor para nosotros; no nos rehúsa nada que nos conduzca a la salud y la felicidad. Satanás, por el contrario, nos ofrece un paquete de veneno que parece atractivo, pero que finalmente nos degrada y nos corrompe. Satanás es «mentiroso, y padre de mentira» (Juan 8: 44). «No moriréis», convenció a Adán y a Eva. Pero era una gran mentira. Ellos sí murieron, y su descendencia ha seguido muriendo desde entonces. «Seréis como Dios», prometió; pero era una promesa que no podría cumplir. Había procurado ser como Dios en las cortes celestiales (Isa. 14: 13; Eze. 28: 2-5), pero su autoengaño terminó con su expulsión del cielo.
Únicamente Dios puede ser Dios. Él es el Creador de todos, tanto ángeles como seres humanos. La criatura nunca puede llegar a ser el Creador. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen para que vivieran en él y le rindiesen amorosa obediencia. Solamente en Dios podemos hallar nuestra verdadera identidad. «Tú nos has hecho para ti, oh Señor, y nuestro corazón no tiene reposo hasta que encuentra su reposo en ti», como tan bien lo expresó Agustín de Hipona. El pecado es irracional: es la demencia fundamental. Se aferra a lo imposible (ser como Dios). Desecha el hecho de que nuestra existencia proviene de Dios y depende de él para cada respiración. Sin embargo, ¡cuántos hombres y mujeres siguen hoy las pisadas de nuestros primeros padres! La gran mayoría de la gente sucumbe a la seducción del tentador, “seréis como Dios”, al quitar a Dios de su pensamiento, negando que exista o rechazándolo totalmente.
Resultados de la caída Las consecuencias de la caída comenzaron a manifestarse casi inmediatamente. Después del torrente inicial de placer, nuestros primeros padres empezaron a sentir vergüenza (Gén. 3: 7). Al oír en el jardín que Dios se aproximaba, se sobrecogieron con sentimientos de culpa y trataron de esconderse (vers. 8). Pero, no pudieron ocultarse de Dios, así como nosotros tampoco podemos escondernos de él hoy. Comenzaron a culparse uno al otro por su desobediencia: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí», gimió Adán (vers. 12).
poder que Cristo comunica habilita al hombre para resistir al tirano y usurpador. Cualquiera que aborrezca el pecado en vez de amarlo, que resista y venza las pasiones que hayan reinado en su corazón, prueba que en él obra un principio que viene enteramente de lo alto» (El conflicto de los siglos, pág. 560). La obra de la gracia llegó a su clímax en la Simiente de la mujer, Jesucristo. Hacia el final de su vida impecable y su amante ministerio, fue a orar a un jardín, el jardín de Getsemaní. Este jardín fue plantado por el hombre, no por Dios. Era un lugar de retiro favorito para el Maestro. La noche del último jueves de su vida terrenal, con la cruz a la vista, Jesús fue allí para luchar en oración con el Padre. Al sentir el enorme peso de los pecados del mundo sobre sí, Jesús imploró: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mat. 26: 39). «Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra» (Luc. 22: 44).
En ese jardín estaba en juego el destino de la raza humana. Jesús anhelaba el apoyo de sus amigos más cercanos, pero se durmieron. Él bebió la copa solo. Otro ser estaba allí, el mismo engañador que había estado en el Edén. Ahora tentó a Jesús a abandonar su misión de salvar al mundo: “Ellos no lo merecen. A ninguno de ellos le importa. ¡Míralos, todos duermen!” A diferencia de nuestros primeros padres, Jesús rehusó prestar atención a la malévola voz, rehusó albergar dudas. Aceptando la amarga copa de la mano de su Padre, avanzó hacia el Calvario. Los dos jardines nos invitan a contemplar con oración el precio de nuestra salvación. Allí vemos cuánto se perdió, pero también cuán grande es la gracia de nuestro maravilloso Señor. Elena White nos urge a estudiar y comparar cuidadosamente «el jardín del Edén con su detestable mancha de desobediencia [...] con el jardín de Getsemaní, donde el Redentor del mundo sufrió sobrehumana agonía cuando sobre él se acumularon los pecados de todo el mundo» (Manuscrito 1, 1982). ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!
Dios al rescate Pero Dios no dejó sin esperanza a Adán y a Eva. Aunque desterrados del Edén, no fueron privados de su presencia. Doquiera los llevara su nueva vida, Dios estaría allí. Más aún, Dios les dejó una promesa para el futuro. Cuando todavía estaban en el jardín, le declaró a la serpiente: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (vers. 15). Esta “enemistad” no es una reacción humana natural. Es algo colocado dentro de nosotros por Dios; es la gracia en acción. Elena White escribió: «La gracia que Cristo derrama en el alma es la que crea en el hombre enemistad contra Satanás. Sin esta gracia transformadora y este poder renovador, el hombre seguiría siendo esclavo de Satanás, siempre listo para ejecutar sus órdenes. Pero el nuevo principio introducido en el alma crea un conflicto allí donde hasta entonces reinó la paz. El
Preguntas para reflexionar y compartir 1. ¿Cuál fue la mentira original de Satanás a nuestros primeros padres y de qué manera se repite en la comunidad donde vives? 2. De los resultados del pecado –maldad, enfermedad, pobreza, corrupción…–, ¿cuáles te abruman más? ¿Qué te sostiene en tu lucha? 3. Antes de morir por nuestros pecados, Jesús vivió para bendecir a otros. ¿De qué manera la iglesia en tu comunidad está bendiciendo a los demás?
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DOMINGO
¿Te suena familiar? Echar la culpa a cualquiera, hasta culpar a Dios, pero no admitir tu propia falta. Lo mismo sucedió con Eva: «La serpiente me engañó, y comí», trató de defenderse (vers. 13). Estos intentos de poner la culpa en algún otro lugar y justificar así sus acciones fueron tan endebles como los delantales de hojas de higuera que se cosieron para cubrir su desnudez. Y todavía hoy abundan los pretextos de hojas de higuera y la justificación propia. Entonces, el Señor esbozó a grandes rasgos el futuro que les aguardaba. Serían desterrados del paraíso para atravesar una vida de penosos afanes. En adelante, la naturaleza produciría espinos y cardos. Eva con dolor daría a luz los hijos; y al final, después de una vida entera de lucha para obtener el pan con el sudor de su frente, volverían al polvo del cual Dios los había formado (vers. 16-20). El poeta John Milton, en el epílogo de su épica obra El Paraíso perdido, describe emotivamente sus momentos finales en el Edén: «El mundo entero estaba frente a ellos, donde escoger su lugar para reposar, con la Providencia como su guía: Ellos, tomados de la mano, con pasos errantes y lentos, atravesaron el Edén hacia su camino solitario».
LU N E S
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N
Su presencia salvadora Jesús no sólo nos enseñó cómo vivir, él lo vivió.
N
Una de las verdades más asombrosas que hallamos en la Biblia es que Dios no sólo está dispuesto a morar con su pueblo, sino también desea habitar entre nosotros. Aunque es el Hacedor del cielo y de la Tierra, él anhela tener comunión con las criaturas de su mano. «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Isa. 57: 15). Hoy en día un ateísmo militante es del dominio público. Hubo un tiempo cuando los incrédulos se contentaban con vivir en silenciosa duda; hoy proclaman agresivamente que Dios no existe, y amontonan escarnio sobre los cristianos y sobre todos los seguidores de cualquier religión. Entre las voces dominantes que abogan por el ateísmo están Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Sam Harris y Daniel Dennett. Es interesante que Anthony Flew, quien marcó la agenda del ateísmo durante cincuenta años, hacia el final de su vida experimentara una conversión filosófica. Su libro There Is a God: How the World’s Most Notorious Atheist Changed His Mind [Dios existe: Cómo el ateo más notorio del mundo cambió su pensamiento], publicado en 2007, escandalizó a sus excolegas. Para los que conocen a Jesús como su Salvador y Señor, sin embargo, los argumentos de Flew, aunque útiles en ciertos contextos, son innecesarios. Sabemos que Dios existe porque lo conocemos como nuestro Amigo.
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«Él conmigo está, puedo oír su voz; y me dice que suyo soy; y el encanto que hallo con él allí, con nadie podré tener» (Charles Austin Miles, In the Garden [En el jardín]). La Biblia entera, de Génesis a Apocalipsis, testifica del hecho de que Dios se deleita en favorecer a la humanidad. Él caminó y conversó en el jardín con Adán y Eva. Caminó y conversó con Abrahán y los patriarcas. Y, cuando condujo a las doce tribus en su salida de Egipto hasta el pie del monte Sinaí, instruyó a Moisés: «Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos» (Éxo. 25: 8). Los israelitas habían visto y oído el trueno, los relámpagos y el sonido de trompeta que provinieron de la montaña sagrada. Supieron que Yahvé era real –él estaba allí, en el Sinaí–, y se aterrorizaron. Ahora Dios anhelaba acercarse a ellos, de una manera tal que los invitara a acudir ante su presencia. Él habitaría en una tienda. Dios entregó a Moisés un diseño del Santuario, y los israelitas lo construyeron al pie de la letra. Estaba bellamente equipado, con oro, plata, piedras preciosas y tejidos de colores. Como debía ser transportable, era pequeño. Su Lugar Santísimo era un cuadrado de diez codos (unos cinco metros) de lado; el Lugar Santo tenía el doble de tamaño, veinte codos por diez codos (unos diez metros por cinco metros). Meditemos en esto: ¡la Majestad del cielo, el Creador del universo, condescendiendo a morar en una tienda!
Un símbolo de la presencia de Dios Para los israelitas, el Santuario era el corazón de su vida en comunidad. Su iden-
tidad como pueblo especial escogido por Dios se centraba allí. El Santuario era el lugar de refugio. Allí la gloria de la Shekinah –la presencia misma del Señor– se manifestaba entre los querubines del Lugar Santísimo. Con el Santuario en medio de ellos y yendo delante de ellos durante sus jornadas, podían estar seguros, a salvo de cualquier enemigo que pudieran tener que enfrentar. Siglos más tarde, después de establecerse en la Tierra Prometida, aún dirigían la mirada hacia el Santuario en busca de refugio, como lo expresó en oración el salmista: «Te envíe ayuda desde el santuario, y desde Sión te sostenga» (Sal. 20: 2). El Santuario era un lugar de instrucción. De vez en cuando Moisés acudía a la tienda para conversar con Dios. Allí Dios le daba consejos para conducir al pueblo. Al regresar Moisés al campamento, su rostro brillaba y el pueblo no podía fijar la vista en él, así que «cuando Moisés acabó de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro» (Éxo. 34: 33). El Santuario era un lugar de orientación divina. Todo el tiempo que los hijos de Israel estuvieron en el desierto, una nube se posaba sobre el Santuario durante el día y una columna de fuego brillaba en la noche. Cuando la nube o la columna ardiente se elevaban, el pueblo levantaba el campamento y la seguía. Cuando se detenía, acampaban. «Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche» (Éxo. 13: 21). El Santuario era un lugar de adoración. El año sagrado de los israelitas giraba alrededor de una serie de festividades –la Pas-
culo del desierto su identidad como el pueblo de Dios, así podemos nosotros dirigir la mirada hacia nuestro gran Sumo Sacerdote en busca de refugio, instrucción, orientación, adoración y perdón. ¡Y hay más! Jesús habitó entre nosotros solamente un corto tiempo, unos 33 años. Pero, antes de partir, prometió enviar al bendito Consolador, el Espíritu Santo: «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (Juan 14: 18). El Espíritu Santo continúa el amante ministerio de Jesús. Nos guía a toda la verdad (Juan 16: 13). Nos recuerda las enseñanzas del Salvador (Juan 14: 26). Convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16: 8-11). Y, lo mejor de todo, ¡está con nosotros! No necesitamos ir a un templo para encontrar a Dios. No necesitamos hacer una peregrinación a ningún lejano templo en el cual se manifieste la presencia divina. Dios ya está aquí, aquí mismo. ¡Dios está con nosotros! Justo antes de partir, Jesús prometió: «Y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20). El apóstol Pablo testificó: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gál. 2: 20). Querido amigo, ¿puedes unirte a Pablo en ese testimonio? ¿Sabes que Jesús vive en ti? ¿Está él contigo, así como prometió? Hace mucho tiempo, Moisés oró: «¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?» (Éxo. 33: 16). Del mismo modo, David imploró: «No me eches de delante de ti» (Sal. 51: 11). Si tú te has estado alejando de Dios, ora la plegaria de David. Dios quiere habitar contigo. Desea fervientemente conocer su presencia salvadora. ¡Él quiere ser tu Refugio, tu Guía, tu Maestro, tu Salvador, tu Señor!
Preguntas para reflexionar y compartir 1. De las cinco cosas representadas por el Santuario terrenal –refugio, instrucción, orientación divina, adoración y perdón–, ¿cuál es la más necesaria en tu comunidad? ¿De qué manera estás tú proporcionándola? 2. Si quieres reflejar en tu comunidad el ministerio encarnado de Cristo, ¿en qué debe tu vida ser diferente? 3. ¿Cómo se demuestra el ministerio del Espíritu Santo en tu vida, como individuo y como miembro de una congregación?
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cua, las Primicias, las Trompetas, el Día de la Expiación, las Semanas, los Panes sin levadura y las Cabañas– y en cada una de ellas el Santuario desempeñaba un papel clave. Finalmente, el Santuario era un lugar de perdón. Allí el pecador llevaba su sacrificio –un cordero, un cabrito o un ave–, ser presentado por el sacerdote como expiación. El perdón se alcanzaba por medio del Santuario. No es extraño que los israelitas lo consideraran tan precioso. Cuando en años posteriores, el Templo que reemplazó al Tabernáculo del desierto fue profanado por ejércitos invasores, para ellos fue una pérdida extrema, la peor calamidad que podían imaginar. (Ver Sal. 74: 1-7.) Hoy en día no tenemos un Santuario terrenal en el cual podamos contemplar la presencia de Dios. Pero no estamos en desventaja: tenemos el Santuario celestial, al cual entramos mediante la fe (Heb. 10:1922). Y tenemos a Jesús. El mismo Dios que tanto anheló habitar con las doce tribus que las instruyó para que construyeran un Santuario, fue más allá, ¡mucho, mucho más allá! Él tomó la forma de un ser humano. Se hizo carne y sangre, uno con nosotros. «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado , y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz» (Isa. 9: 6). De él escribió el amado Juan: «Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó [literalmente, “colocó su tienda”] entre nosotros y vimos su gloria [...], lleno de gracia y de verdad» (Juan 1: 14). Este Hombre, desprovisto de todos los adornos que usa la gente para llamar la atención sobre sí –riqueza, fama, poder, educación, influencia–, era Dios encarnado. Era Emanuel, «Dios con nosotros» (Mat. 1: 23). Jesús es nuestro gran Sumo Sacerdote, que ministra en favor de nosotros en las cortes celestiales. El Santuario celestial, que no es hecho por manos humanas y es más glorioso que lo que podemos imaginar, es el verdadero Santuario, el modelo del cual el Tabernáculo del desierto era apenas una tenue representación: «figura y sombra de las cosas celestiales» (Heb. 8: 5). En una posterior lectura de esta semana, consideraremos más de cerca este Santuario y la obra de Jesús en él. Así como los hijos de Israel hallaron en el Taberná-
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He aquí el Cordero de Dios Únicamente él puede proporcionar lo que necesitamos.
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l siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29). Esta declaración de Juan el Bautista apuntó al corazón de la misión de Jesús. Más allá de todo lo demás que había venido a realizar –revelar el carácter de Dios, buscar y salvar a los perdidos, proclamar buenas nuevas, y más–, él había venido a ser el Sacrificio divino por el pecado. El nombre mismo de Jesús señalaba el preeminente propósito de su ministerio. Antes de su nacimiento, un ángel del Señor se apareció a José, quien se había comprometido a casarse con María, y le dijo: «Dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mat. 1: 21). “Jesús” es la forma griega de Yeshúa, que significa ‘el Señor salva’. Más tarde, a su nombre de nacimiento, se le añadió el título de “Cristo” que significa ‘el Ungido’, esto es, ‘el Mesías’. Así que, cuando decimos “Jesucristo”, en realidad estamos diciendo ‘Salvador-Mesías’, o el ‘Mesías que salva’. Lamentablemente, para millones de personas, hoy “Jesucristo” no es más que un nombre profano. ¡Cuán poco comprenden lo que significan realmente esas palabras cuando toman su nombre en vano! ¡Eso hace el maligno, el infernal enemigo de Jesús en el gran conflicto entre el bien y el mal: tratar de desviar la atención de la obra salvadora de Jesús!
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Su propósito divino Jesús nació para morir. Para casi toda la gente, la muerte es el último y penoso acto en el drama de la vida. Pero no para Jesús: la muerte fue el clímax de su venida a la Tie12 · [204] rA Semana de Oración 2011
rra. Con su muerte salvaría al mundo. Él dijo: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12: 32). Y también: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3: 14, 15). Se podría haber esperado que los seguidores de Jesús se sintieran avergonzados por su muerte. La crucifixión era la peor forma de morir: era una lenta y agonizante ejecución, llevada a cabo en un lugar público. Roma la reservaba para los peores criminales; ningún ciudadano romano podría ser condenado de esta manera despreciable. Jesús no era un ciudadano romano; él podía ser crucificado y lo fue. ¡Oh, cuán profundamente se humilló el Salvador para conseguir nuestra salvación! Por eso escribe el apóstol Pablo: «Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil. 2: 8). Los primeros cristianos, sin embargo, no se sintieron avergonzados. Nunca trataron de encubrir la forma en que Jesús murió; no se sentían en apuros por eso; no pusieron pretextos al respecto. Más bien, lo proclamaron osadamente: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano» (Hech. 4: 10). «Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura» (1 Cor. 1: 22, 23). «Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gál. 6: 14).
Elena White explica la obra salvadora de Cristo con estas palabras: «Cristo fue tratado como nosotros merecemos, a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. “Por su llaga fuimos nosotros curados” » (El Deseado de todas las gentes, págs. 16, 17).
Falsas expectativas Los discípulos de Jesús no entendieron inmediatamente el propósito divino detrás de la muerte del Señor. Cuando Juan el Bautista, hablando con percepción divina, declaró: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29), los que lo escucharon debieron de haber quedado perplejos acerca de su significado. A lo largo del ministerio de Jesús, los doce discípulos esperaban que funcionara como un Mesías político, uno que libertaría a los judíos del yugo de los odiados romanos. Les resultaron incomprensibles las predicciones de Jesús sobre sus inminentes sufrimientos y su muerte en Jerusalén (Mat. 16: 21-23; 20: 17-19). Sólo después de la resurrección de Jesús, sus seguidores comenzaron a entender lo que significaba la cruz en el propósito de Dios. La luz comenzó a despuntar en el camino a Emaús: «Entonces él les dijo: ¡Oh, insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declara-
de Israel que imitaran sus prácticas diabólicas: «Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios» (Lev. 18: 21). El mandato debió de haber atravesado a Abrahán como una espada en su corazón. De algún modo encontró fe para seguir adelante. Él no entendía, pero había caminado con Dios demasiado tiempo como para desobedecerlo ahora. Cuando el muchacho le hizo la pregunta que horadaba el alma: «He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?», Abrahán replicó: «Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío» (Gén. 22: 7, 8). Y Dios proveyó. Cuando Abrahán levantó el cuchillo para degollar a su hijo, el ángel del Señor dio voces para que se detuviera. «Entonces alzó Abrahán sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos» (vers. 13). Había estado allí todo el tiempo, pero el doliente padre había estado demasiado abrumado como para notarlo.
Abrahán llamó a aquel lugar Yahvé-jireh, que significa ‘El Señor proveerá’. Casi mil años después, cuando el rey Salomón construyó el Templo, lo ubicó en ese mismo sitio, el monte Moriah (2 Crón. 3: 1). Y, unos mil años después de eso, Jesús murió cerca de allí. El Señor que proveyó para Abrahán proveyó para toda la humanidad. Finalmente, a la luz de Jesús el Cordero de Dios, entendemos el significado del maravilloso capítulo 53 del libro de Isaías. Allí vemos a Alguien que «como cordero fue llevado al matadero» (vers. 7), que fue «herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (vers. 5, 6). Amigo, esos pecados que él cargó son los míos y los tuyos. ¿No amas a este Jesús, el Cordero de Dios que murió en tu lugar?
Preguntas para reflexionar y compartir 1. De las cinco cosas representadas por el Santuario terrenal –refugio, instrucción, orientación divina, adoración y perdón–, ¿cuál es la más necesaria en tu comunidad? ¿De qué manera estás tú proporcionándola? 2. Si quieres reflejar en tu comunidad el ministerio encarnado de Cristo, ¿en qué debe tu vida ser diferente? 3. ¿Cómo se demuestra el ministerio del Espíritu Santo en tu vida, como individuo y como miembro de una congregación
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ba en todas las Escrituras lo que de él decían» (Luc. 24: 25-27). A la luz del Calvario, vemos más claramente porciones del Antiguo Testamento que, sin Jesús, nos confundirían y hasta nos perturbarían. Los servicios del Santuario, por ejemplo: ¿Por qué tanta matanza de animales inocentes? ¿Por qué tanto derramamiento de sangre? Al observar retrospectivamente el sistema de sacrificios a través del lente de la cruz, comprendemos que cumplía una función educativa divina. Enseñaba a los israelitas que el pecado es costoso, que no es un asunto liviano; y que el problema del pecado podía resolverse únicamente mediante la entrega de vida, como el libro de Hebreos dice explícitamente: «Sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Heb. 9: 22). El Tabernáculo en el desierto y, posteriormente, el Templo enfocaron la salvación por gracia en un tiempo y un lugar específicos. La persona arrepentida por sus pecados encontraba paz siguiendo la instrucción del Señor, no un camino de su propia invención. En última instancia, sin embargo, el sacrificio de animales no proveía expiación. «Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (Heb. 10: 4). Únicamente la muerte del Dioshombre, Jesucristo, podría habérselas con el pecado en forma decisiva. De este modo, cada cordero u otro animal traído por el penitente como una ofrenda era eficaz solamente en virtud de la ofrenda superior del Cordero de Dios, al cual señalaba. Por medio del Calvario también empezamos a entender la historia que se encuentra en Génesis 22 y que nos deja tan asombrados como perplejos: la de Abrahán y su hijo Isaac en el monte Moriah. El relato desde hace mucho tiempo ha perturbado a los estudiosos de la Biblia, tanto judíos como cristianos. He aquí a Yahvé ordenando al anciano padre: «Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré» (vers. 2). ¿Cómo puede un Dios de amor dar una orden como esa? Suena como las palabras de una de las divinidades paganas que eran adoradas por los habitantes de Canaán. Ellos ofrecían sacrificios humanos, pero Yahvé prohibió estrictamente a los hijos
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El Mediador Nuestra salvación, en sus manos.
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l 12 de octubre de 2010, el mundo contuvo la respiración mientras una osada operación de rescate alcanzaba su clímax. Sesenta y nueve días antes, 33 hombres habían quedado atrapados a unos 610 metros bajo tierra, por un masivo deslizamiento de roca en la mina de oro y cobre donde trabajaban, en la República de Chile. Durante semanas, los obreros perforaron un pozo de emergencia cada vez más cerca de los mineros atrapados, y se preparó una cápsula de res-
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cate de unos 70 centímetros de diámetro. Por fin, el pozo había llegado hasta los mineros. ¿Funcionaría el plan? La historia de los mineros y el rescate atrajo vivamente la atención de las personas en todas partes. Los equipos de televisión de más de doscientas naciones, incluida Corea del Norte, se habían reunido en el lugar. Sebastián Piñera, el presidente chileno, esperó para saludar a los hombres a medida que emergían de su calurosa y pestilente mazmorra.
Justo después de medianoche, la expectativa se transformó en júbilo cuando la cápsula de escape trajo al primer minero a la superficie. Las luces relampaguearon, las bandas tocaron el himno nacional chileno, se intercambiaron abrazos y fluyeron lágrimas de gozo. En el transcurso de las siguientes 21 horas, más y más hombres salieron a la superficie, hasta que los 33 fueron restituidos a sus cónyuges y a sus amigos. Fue un momento maravilloso, un breve respiro de las malas noticias que los me-
Uno y el único ¡Oh, qué Salvador es Jesús! Puesto que vino a ser genuinamente humano, asumiendo nuestra carne y sangre, llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote, el Mediador entre Dios y el hombre. Es Dios-hombre, tendiendo él mismo un puente sobre el abismo entre el cielo y la Tierra, y la gran brecha que la caída de nuestros primeros padres había abierto. El Santuario terrenal apuntaba hacia él. Los servicios se centraban en el sacrificio y el sacerdote. La sangre de corderos, machos cabríos, toros y bueyes, ofrecidos por pecadores penitentes, prefiguraba a Jesús, el Cordero de Dios, que quitaría el peca-
do del mundo. Y el ministerio del sacerdote –especialmente del sumo sacerdote, el único al que le era permitido entrar en el Lugar Santísimo una vez al año, en el Día de la Expiación– anticipaba el ministerio más grande del Dios-hombre en el Santuario celestial. «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Tim. 2: 5). «Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna» (Heb. 9: 15). Un Mediador, ¡solamente uno! Ningún otro puede unir el Cielo con la Tierra. Ningún otro puede perdonar nuestros pecados. Ningún otro puede ni podría pretender lo que únicamente Jesús puede ser y hacer. No necesitamos confesar nuestros pecados a un simple ser humano que se arroga la función de ser nuestro intermediario, para llevar nuestras súplicas ante Dios. ¡No! «Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2: 1, 2). Nuestro Mediador en el cielo es Alguien que comprende nuestras luchas. Él ha estado aquí, lo ha vivido. Él ha sufrido y ha sido tentado. Ha sentido el dolor de la aflicción, el aguijón del rechazo. Cada cosa y todo lo que pueda sucedernos, él ya lo ha experimentado. En una exposición maravillosa, el libro de Hebreos desarrolla la verdad de Jesús como nuestro gran Sumo Sacerdote. En el primer capítulo muestra que él es verdaderamente Dios, superior a los ángeles. El Hijo es «el resplandor de su gloria [de Dios], y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. […] Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo» (Heb. 1: 3, 8).
Maravillosas consecuencias Permitamos que la gloriosa verdad penetre en nuestro ser. Al acudir a Jesús, acudimos ante Dios. Jesús no es una etapa en el camino entre el Cielo y la Tierra; él es Dios. Todo lo que Dios es, Jesús lo es; siempre lo ha sido, siempre lo será. «En el prin-
cipio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1: 1). Jesús nos ama tanto que nos llama sus amigos (Juan 15: 14, 15), así como Abrahán en el Antiguo Testamento fue llamado el “amigo” de Dios (2 Crón. 20: 7). Podemos intimar en precioso compañerismo con él, pero nunca olvidemos quién es él: ¡Dios! En nuestras plegarias, en nuestros cantos, en toda nuestra conversación acerca de Jesús, jamás lo tratemos como un “camarada”, como uno de nosotros. Volviendo al libro de Hebreos, así como el capítulo 1 argumenta que Jesús es verdaderamente Dios, el capítulo 2 lo retrata como verdaderamente hombre. «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Heb. 2: 14, 15). Aquí aparece, otra vez, la gran misión de rescate. Jesús no envió a algún otro; él mismo vino porque ningún otro podía realizar la tarea. Él se hizo uno con nosotros y enfrentó el último horror ante el cual todos nos estremecemos: la muerte. Penetró en el dominio de la muerte y destruyó su poder, quebró su temor. ¡Se levantó de la muerte, dejando la tumba vacía! Verdaderamente Dios, verdaderamente hombre; Jesús es Dios-hombre, absolutamente único en el universo. Y así llegó a ser nuestro Sumo Sacerdote, sirviendo en las cortes celestiales: «Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo» (vers. 17). A lo largo de la historia humana, y todavía hoy, hombres y mujeres han sentido la necesidad de tener sacerdotes. Conscientes de su indignidad, han procurado a otros seres humanos, a quienes han considerado muy cercanos a Dios y, por consiguiente, aptos para presentar sus plegarias y demás necesidades de una manera tal que Dios las aceptara. No obstante, en realidad ha habido y hay únicamente un verdadero Sacerdote, Dios-hombre, quien mediante su propia persona nos lleva ante la presencia de Dios. Todos los otros sacerdotes fueron la sombra del verdadero. Ellos mismos han estado y están necesitando al Mediador, Jesucristo. Por esta rarA Semana de Oración 2011 [207] · 15
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dios transmiten generalmente. Y, sin embargo, eso no fue nada en comparación con el día en que todo el cielo contuvo el aliento. Hace mucho tiempo, el destino de no sólo 33 personas, sino del mundo entero, estuvo en juego. También nosotros estábamos atrapados, condenados en un detestable abismo de pecado, sin una vía de escape y sin esperanza. Pero, el Hijo de Dios, abriéndose camino a través de la dura roca de la desesperación, lanzó una temeraria misión de rescate. Cuando su osada obra alcanzó su punto culminante, y enfrentó la agonía del Getsemaní y la vergüenza del Calvario, el universo observó con asombro y aprensión. Elena White escribió: «Los mundos que no habían caído y los ángeles celestiales habían mirado con intenso interés mientras el conflicto se acercaba a su fin. Satanás y su confederación del mal, las legiones de la apostasía, presenciaban atentamente esta gran crisis de la obra de la redención. Las potestades del bien y del mal esperaban para ver qué respuesta recibiría la oración tres veces repetida por Cristo. Los ángeles anhelaban llevar alivio al divino doliente, pero esto no podía ser. Ninguna vía de escape había para el Hijo de Dios. En esta terrible crisis, cuando todo estaba en juego, cuando la copa misteriosa temblaba en la mano del Doliente, los cielos se abrieron, una luz resplandeció en medio de la tempestuosa oscuridad de esa hora crítica, y el poderoso ángel que está en la presencia de Dios ocupando el lugar del cual Satanás cayó vino al lado de Cristo» (El Deseado de todas las gentes, págs. 642, 643).
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zón, aun el sumo sacerdote en el Santuario terrenal tenía que ofrecer sacrificios «por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo» (Heb. 5: 3). La enseñanza de Jesús como nuestro gran Sumo Sacerdote en el Santuario celestial es una preciosa verdad dada a los adventistas del séptimo día para compartirla con el mundo. Nos da seguridad en cuatro áreas vitales: 1. La realidad de nuestra esperanza. Para muchos cristianos en la actualidad, el cielo se ha desvanecido como un lugar real. Incluso algunos ministros ya no creen en la vida después de la muerte; sostienen que la inmortalidad consiste en la vida de nuestros hijos y nietos. Pero el continuo ministerio de Jesús nos da la certeza de que el cielo es real y que él vendrá otra vez para recibirnos consigo. «El punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre» (Heb. 8: 1, 2). 2. La realidad del perdón. No importa qué puedan sugerir nuestros sentimientos, tenemos un Mediador que vive «siempre para interceder» por nosotros (Heb. 7: 25). Los sentimientos son volubles, pero Jesús no lo es. Aunque todos los demás demuestran ser indignos de confianza, «él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo» (2 Tim. 2: 13). 3. El cielo es un lugar de bienvenida. Pertenecemos; no llegamos arrastrándonos, con el sombrero en la mano. Jesús está allí para recibirnos; nos da la bienvenida. «Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Heb. 4: 14-16). 4. El Santuario es un lugar con poder. Jesús no sólo nos comprende y simpatiza con nuestras luchas, también nos confiere un poder vencedor. «Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, 16 · [208] rA Semana de Oración 2011
es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb. 2: 18). Querido amigo, ¿sabes que tienes un Mediador, uno que te defiende en las cortes celestiales? No importa lo que pueda haber sido tu vida pasada, no importa cuán lejos puedas haberte apartado del sagrado propósito de Dios para tu vida, él te acepta. Tú eres su hijo, su hija. Acude a él y deposita todas tus ansiedades delante de él; él las tomará y te concederá paz. Durante una reunión de testimonios, en la conclusión de una reciente reunión de dirigentes de la Iglesia Adventista, un administrador relató una emocionante historia personal. Seis meses antes, él y su esposa descendieron de un avión en Los Ángeles (California). Al acercarse al mostrador de los coches de alquiler, él sintió repentinamente un terrible dolor en el pecho. La arteria principal de su corazón estaba totalmente obstruida; estaba a pun-
to de morir. Su esposa, enfermera titulada, gritó desesperadamente para ver si alguien tenía una aspirina a mano. Afortunadamente, uno de los empleados había puesto una tableta de aspirina en su bolsillo esa mañana y se la entregó a ella. Aun así, el corazón del pastor dejó de latir; su esposa le practicó reanimación cardíaca y lo trajo de vuelta a la vida. –¿Saben qué se siente al morir? –preguntó a su conmovida audiencia. Cuando pendía entre la vida y la muerte, lo único que pudo pensar fue: «Nada traigo en mi mano, simplemente a la cruz me aferro» (Augustus M. Toplady). Si no vivo hasta ver a Jesús regresando en las nubes, si debo entrar en las frías aguas de la muerte, que mi postrer pensamiento sea el mismo. Jesús, y sólo Jesús, él es todo lo que tenemos en esta vida; él será todo lo que querremos en la vida venidera. Él es nuestro Salvador, Señor, Amigo, el Rey que viene y Mediador.
Preguntas para reflexionar y compartir 1. ¿Qué significa para ti que Jesús es “uno de nosotros”? ¿Qué diferencia marca eso en tu vida? 2. De las cuatro realidades enumeradas por el autor –esperanza, perdón, cielo, poder–, ¿cuál significa más para ti en este momento en tu experiencia espiritual? 3. ¿Cuándo comprendiste finalmente que tu única esperanza de salvación era tu relación con Jesús? ¿Qué acontecimiento resumió esa comprensión?
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Gracia viviente Transformados por la contemplación.
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uando permitimos que Jesús sea nuestro Señor, él nos transforma. La gracia, el amor salvífico de Dios, nos transforma al caminar con Jesús cada día. El apóstol Pablo escribió: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras» (Tito 2: 11-14). Este pasaje muestra la naturaleza de una vida vivida por la gracia de Dios. Todo cambia: nuestras decisiones, nuestra esperanza y nuestra motivación. Todos los días enfrentamos decisiones que tomar. El mundo está a nuestro alrededor con sus «deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2: 16), pero la gracia nos enseña a decir “¡No!” y a elegir el camino noble, el camino de Jesús. Además, la gracia nos sostiene al esperar el regreso de Jesús. No sabemos cuándo vendrá, pero sabemos que lo hará porque prometió: «vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo» (Juan 14: 3). Aun en esta vida, Jesús llena nuestros corazones con gozo y paz, pero lo mejor está por venir, cuando lo veamos cara a cara. Además, su gracia nos motiva a ser todo lo que él desea que seamos: «purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras». Al pueblo de Israel en el desierto, Dios mandó: «Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos» (Éxo. 25: 8). La gloria de Dios de la Shekinah entre los que-
rubines, en el Lugar Santísimo del Tabernáculo, demostraba que había guardado su promesa: él verdaderamente habitó entre ellos.
El deseo de Dios Dios todavía desea habitar entre su pueblo. No tenemos ningún santuario en el desierto, ningún templo hermoso en Jerusalén, pero tenemos una manera más maravillosa de saber que Dios está con nosotros. El gran YO SOY, Creador del universo, ¡ahora condesciende en vivir dentro de nosotros! Ya no es una tienda, ya no es un templo de oro, plata y piedras preciosas, ¡sino un cuerpo! «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?», pregunta el apóstol Pablo. Y prosigue: «Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Cor. 6: 19, 20). Cómo puede Dios habitar en nosotros es un misterio, el misterio de «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Col. 1: 27). Pero todo hombre o mujer, niño o niña, que ha aceptado a Jesús como Salvador y Señor sabe que es cierto. Jesús es tan real como nuestro mejor amigo; Jesús es nuestro mejor Amigo. Por lo tanto, buscamos honrar a Dios en todo lo que hacemos. Nuestros cuerpos no son solamente templos vivientes; son sacrificios vivientes ofrecidos en alabanza y adoración al Señor, cuya gracia nos ha salvado. «Os ruego por las misericordias de Dios [...] que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom. 12: 1, 2). No solamente somos templos del Espíritu Santo en forma individual; también Dios nos ha diseñado para que su pueblo, en forma colectiva, sea una santa morada donde su presencia sea manifestada. «¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es», escribe Pablo (1 Cor. 3: 16). Dios desea que la iglesia refleje su santidad. Ha de ser una manifestación cósmica del amor, la sabiduría y la gracia de Dios. ¡Qué ideal elevado! Pedro abunda en este tema: «Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (1 Ped. 2:5). Antiguamente, el Templo de Jerusalén era una maravilla que asombraba a las personas de cerca y de lejos. Ese es el tipo de testimonio que Dios desea que su iglesia dé en estos últimos días de la historia de la Tierra: algo que atraerá a las personas a Jesús. La gloria de la iglesia no consiste en edificios magníficos e instalaciones costosas. Nuestras casas de oración deberían ser atractivas y representativas del Señor que habita dentro, pero nunca deberíamos caer en la trampa de la vanagloria y el orgullo mundanos. La gloria de la iglesia consiste en las personas que se reúnen allí, en la sinceridad de nuestra devoción y alabanza al Señor, y en el amor y la aceptación que demostremos entre nosotros. rA Semana de Oración 2011 [209] · 17
JUEVES
Avanzando humildemente Aunque nuestra iglesia comenzó de una manera sumamente humilde, nacida de un chasco con pocos creyentes, nos hemos esparcido hasta los últimos rincones de la Tierra. Ahora somos más de 17 millones de miembros bautizados, y cada año se suman un millón o más personas a nuestras filas. Contamos con más de cien universidades y colegios, además de muchos hospitales, clínicas y editoriales. Alabo a Dios por lo que ha hecho y continúa haciendo en nuestro medio. Hagamos una pausa para darle a él toda la gloria y la alabanza. Tengamos cuidado, sin embargo, incluso al expresar frases pías, de que en nuestros corazones no empecemos a pensar como Nabucodonosor: «¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué?» (Dan. 4: 30). Cuando alguien entra a una iglesia adventista, ¿qué encuentra? ¿Siente inmediatamente que Dios está en ese lugar? ¿Siente la calidez, el cuidado y la amistad de los santos que le dan la bienvenida? ¿Escucha que la Palabra de Dios es predicada desde el púlpito? ¿Es Cristo ensalzado por su gracia, salvación y esperanza? Mi corazón tiembla por cuán cortos nos quedamos a menudo en cuanto a lo que demostramos por nuestras acciones. Hacemos oraciones hermosas y cantamos himnos hermosos, pero demasiado a menudo el orgullo y la vanagloria, un deseo de impresionar a los demás y pensamientos negativos hacia aquéllos que son diferentes de nosotros (en raza, sexo, educación o estatus social) trastorna nuestra profesión de ser el pueblo remanente de Dios. La iglesia es preciosa a la vista de Dios. Es el escenario de su actividad donde la gracia viviente es demostrada al mundo por medio de un cuerpo de creyentes. «Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (Efe. 5: 25-27). Elena White también dio muchos consejos en cuanto al ideal de Dios para la iglesia: «La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el evangelio al mundo. Desde el prin18 · [210] rA Semana de Oración 2011
cipio fue el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo la plenitud y suficiencia divinas. Los miembros de la iglesia, los que han sido llamados de las tinieblas a su luz admirable, han de revelar su gloria. La iglesia es la depositaria de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aun a “los principados y potestades en los cielos” el despliegue final y pleno del amor de Dios» (Los hechos de los apóstoles, pág. 9). «Por débil e imperfecta que parezca, la iglesia es el objeto al cual Dios dedica en un sentido especial su suprema consideración. Es el escenario de su gracia, en el cual se deleita en revelar su poder para transformar los corazones» (ibíd., pág. 11). En otros lugares, Elena White escribe que la iglesia pesa sobre el corazón de Cristo (Servicio cristiano, pág. 301), que es un cofre que contiene las joyas de Dios (Testimonies for the Church [Testimonios para
la iglesia], t. 6, pág. 261), es la fortaleza de Cristo en un mundo rebelde (Testimonios para los ministros, pág. 12), es el representante de Cristo en la Tierra (Los hechos de los apóstoles, págs. 99, 100), es el objeto más caro para Dios en la Tierra (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 130) y es la propiedad de Dios (Testimonios para los ministros, pág. 15). ¡Qué privilegio formar parte de la familia de Dios en la Tierra! Nunca deberíamos considerar a la ligera nuestra filiación en la iglesia como si la iglesia fuera un club al cual elegimos unirnos o desvincularnos a voluntad. Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote en el Santuario celestial, es Señor de la iglesia. Al ministrar en el cielo por nosotros, cedamos momento a momento a su gracia transformadora, glorificándolo a él en nuestro templo, que es el cuerpo, y edificando «la iglesia, la cual es su cuerpo» (Efe. 1: 22, 23).
Preguntas para reflexionar y compartir 1. ¿Qué significa santidad para ti? ¿De qué manera la gracia de Dios da color a tu comprensión de la santidad? 2. ¿Cómo podemos apreciar la manera en que Dios ha guiado este movimiento sin caer presa del orgullo? 3. ¿De qué manera se compara la visión de Dios de su iglesia con la tuya? ¿En qué se diferencian? ¿En qué se asemejan?
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N VIERNES
¡El día del Juicio se aproxima! No es una amenaza, es una promesa.
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ero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta inorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hech. 17: 30, 31). El apóstol Pablo se encuentra en la colina rocosa que está enfrente de la Acrópolis de Atenas. Entre la multitud que se ha reunido para oír lo que tiene para decir hay filósofos y transeúntes ansiosos por escuchar cualquier tipo de información nueva, excitante. Pablo comienza a hablar de las prácticas religiosas que ha observado en la ciudad y les señala al único Dios verdadero, Creador del cielo y de la Tierra, la fuente de vida para todos. Entonces lleva su discurso a su clímax con la advertencia: ¡el día del Juicio se aproxima! Es un mensaje que resuena a lo largo de la Biblia. Dios, el árbitro moral del universo, pedirá cuentas a hombres y mujeres. Nadie puede escapar; nadie se puede esconder. Las personas pueden tratar de negarlo, tratar de bloquearlo en el consciente, pero la realidad permanece: ¡el día del Juicio se aproxima! «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» (2 Cor. 5: 10). «Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados» (Isa. 66: 16). De la misma manera Jesús, que habló tanto acerca del amor del Padre, también dijo que el día del Juicio se estaba acercando:
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«Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio» (Mat. 12: 36). En nuestro mundo caído actual, abunda la injusticia. Muy a menudo los pobres no reciben lo que merecen, mientras que aquéllos que pueden pagar abogados costosos quedan libres. Vivimos en una era en la que abunda la iniquidad, en la que la falta de humanidad de los hombres contra sus prójimos no tiene límites, una era en la cual el mal pareciera avanzar sin control, en la que «la verdad [está] permanentemente en el patíbulo, y el error permanece en el trono».1 Pero, al hablar a toda la humanidad, el Señor nos dice: ¡el día del Juicio se aproxima! El mal no permanecerá para siempre. La justicia no seguirá siendo negada o pervertida. Dios tomará las cosas en sus propias manos; pedirá cuentas a toda la humanidad.
Permanecer firmes Después del Holocausto, muchos judíos abandonaron su fe en Dios. Ante lo que parecía el silencio divino, ya no podían creer. Sin embargo, el problema es mucho más antiguo. Aparece en varios lugares de las Escrituras, especialmente en el Salmo 73. Aquí el salmista reconoce cándidamente sus luchas al ver cómo aquéllos que rechazan a Dios parecen prosperar. «En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos» (vers. 2, 3). Pareciera que las personas que no creen en Dios disfrutan de una buena vida: gozan de buena salud; viven despreocupados; son ricos, orgullosos, violentos, burladores, maliciosos, arrogantes (vers. 4-12). Dicen: «¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo?» (vers. 11).
Era una carga pesada para ser comprendida por el salmista, y es una carga pesada para nosotros también. Pero la respuesta, tanto para él como para nosotros, viene en estas palabras: «Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos» (vers. 17). Al salmista, el Santuario le aseguraba que Dios estaba vivo y activo. Dios todavía estaba en su trono, y en su propio tiempo y manera iba a poner fin al reino del pecado y el mal. Dios iba a poner las cosas en su lugar. Para nosotros, el Santuario celestial, donde Jesús ministra como nuestro gran Sumo Sacerdote, provee la misma seguridad. El mundo no continuará para siempre. Los crímenes que permean la sociedad moderna y las acciones, tanto de hombres como de mujeres, un día deben pasar bajo el escrutinio del Señor del universo. ¡El día del Juicio se aproxima! En muchas iglesias cristianas, la doctrina del Juicio prácticamente ha desaparecido. Aunque los adoradores pueden pronunciar las palabras del antiguo Credo: «[Cristo] ha de venir a juzgar a vivos y muertos», la idea ya no tiene significado en su experiencia. Los adventistas del séptimo día, sin embargo, retenemos esta verdad bíblica como un componente vital de nuestra teología. Vemos nuestro mensaje plasmado en los tres ángeles de Apocalipsis, que van por todo el mundo con la proclamación: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (Apoc. 14: 7). Nota la correspondencia con el discurso de Pablo sobre la colina de Marte. Desafió a su audiencia escéptica a arrepentirse; nuestro mensaje llama a todos a «temer a Dios y rA Semana de Oración 2011 [211] · 19
VIERNES
darle gloria». Pablo dijo que Dios iba a establecer «un día en el cual juzgará al mundo con justicia»; nosotros predicamos: «la hora de su Juicio ha llegado».
Transformados por la gracia Finalmente, Pablo dijo que Dios juzgará al mundo por el Hombre a quien él designó, al que resucitó de los muertos, Jesucristo. El mensaje que los adventistas le están dando al mundo se centra en Jesús. Es «el evangelio eterno», las buenas nuevas del Dios-hombre que forjó nuestra salvación y que está pronto a venir otra vez. Él es el que hizo «el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (Apoc. 14: 7), porque «todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1: 3). En el Juicio, el tema crucial tiene que ver con nuestra relación con Jesús. No podemos salvarnos a nosotros mismos, no importa con cuánta fuerza lo intentemos. Cuando nuestro nombre aparezca en las cortes celestiales, con el registro infalible de nuestra vida presentado con claridad (todo lo que hemos hecho y dejado de hacer, todas nuestras palabras, todos nuestros pensamientos más íntimos), una pregunta destacará sobre todas las otras: “¿Qué hemos hecho con el Hijo de Dios?” «Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3: 17, 18). El registro celestial de nuestras vidas, aunque por sí mismo no puede proveer esperanza, es importante porque muestra la dirección de nuestras vidas. Somos débiles e infieles; lo intentamos, pero caemos una y otra vez. Con tantas idas y venidas, sin embargo, la gracia de Cristo nos está transformando. El cambio ocurre silenciosa y diariamente al ser renovada en nosotros la imagen de Dios. Al caminar con Jesús, entregándonos a él cada día, alimentándonos de su Palabra y buscando vivir para gloria suya, nos asemejamos a él. Así como los esposos que se aman profundamente comienzan a asemejarse en hábitos, e incluso en apariencia, las personas que aman a Jesús se parecen a él. «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Se20 · [212] rA Semana de Oración 2011
ñor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Cor. 3: 18). Algunos adventistas del séptimo día le tienen miedo al Juicio. Viven con dudas y aprensión pensando que no serán hallados lo suficientemente buenos para, al final, ser admitidos en el cielo. Querido lector, ¿te encuentras entre estos temerosos? Permíteme darte una respuesta directa de la Biblia: Tú no eres lo suficientemente bueno. Nunca lo lograrás por ti mismo. Pero, Jesús sí es lo suficientemente bueno. Si lo has aceptado como tu Salvador y Señor, él se presenta en tu lugar. Y, cuando te mira a ti, el Padre solamente ve la justicia perfecta de su Hijo, no el registro manchado de tu vida. ¿Podrá realmente ser cierto? Confía en la Palabra de Dios, la cual nos asegura: «Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que
fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Heb. 4: 14-16). El mensaje final de Elena White, escrito en 1914, fue dirigido a una persona que estaba preocupada por sus dudas y temores respecto a su aceptación por parte de Jesús. Ella escribió: «Es su privilegio confiar en el amor de Jesús para la salvación de la manera más plena, más segura y más noble; tiene usted el privilegio de decir: él me ama, me recibe; confiaré en él, porque dio su vida por mí» (Testimonios para los ministros, pág. 526). ¡Qué consuelo! ¡Qué seguridad! ¡El trono de Dios en el cielo es un trono de gracia! La gracia es nuestra esperanza viviente; la gracia es nuestra salvación. Éstas ciertamente son buenas nuevas. ¡El día del Juicio se aproxima! ¡Alabado sea Dios! Referencias 1. James Russell Lowell, The Present Crisis (La crisis presente), 1844.
Preguntas para reflexionar y compartir 1. ¿Qué significa santidad para ti? ¿De qué manera la gracia de Dios da color a tu comprensión de la santidad? 2. ¿Cómo podemos apreciar la manera en que Dios ha guiado este movimiento sin caer presa del orgullo? 3. ¿De qué manera se compara la visión de Dios de su iglesia con la tuya? ¿En qué se diferencian? ¿En qué se asemejan?
Uno de los pioneros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Los adventistas creemos que ella ejerció el don profético durante más de setenta años de ministerio público.
Al hogar edénico Más cerca que nunca de nuestro destino final.
A
hora la iglesia es militante. Estamos frente a un mundo sumido en tinieblas de medianoche, entregado casi por completo a la idolatría. Pero se aproxima el día en que se habrá reñido la batalla y obtenido la victoria. La voluntad de Dios se ha de cumplir en la Tierra como se cumple en el cielo. Entonces, las naciones no tendrán otra ley que la Ley del cielo. Juntas, constituirán una dichosa y unida familia, revestida con el ropaje de gratitud y alabanza, el ropaje de la justicia de Cristo. La naturaleza toda, en su incomparable hermosura, ofrecerá a Dios un constante tributo de alabanza y adoración. El mundo estará bañado en la luz del cielo [...]. Hemos de tener una visión del porvenir y de la beatitud del cielo. Hemos de colocarnos en el umbral de la eternidad y escuchar la amable bienvenida dada a quienes cooperaron con Cristo en esta vida, considerando como un privilegio y un honor sufrir por su causa. Cuando se unan con los ángeles, depositarán sus coronas a los pies del Redentor, exclamando: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza [...]. Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás».
Los redimidos son salvos por gracia Allí los redimidos saludarán a quienes los llevaron al ensalzado Salvador. Se unirán para alabar a Aquél que murió para que los seres humanos pudiesen tener vida comparable a la vida de Dios. El conflicto ha terminado. Acabó toda tribulación y lucha. Cantos de victoria henchirán los cielos cuando los redimidos rodeen el trono de Dios. Todos repetirán la alegre estrofa: «Digno, dig-
no es el Cordero que fue inmolado y vive otra vez, como triunfante vencedor» […]. ¿Captaréis la inspiración de la visión? ¿Permitiréis que vuestras mentes se espacien en ese retrato?1 La obra de la redención estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La Tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha de quedar no sólo redimida, sino exaltada. Nuestro pequeño mundo que, bajo la maldición del pecado, es la única mancha oscura de su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás mundos en el universo de Dios. Aquí, donde el Hijo de Dios habitó en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió; aquí, cuando renueve todas las cosas, estará el tabernáculo de Dios con los hombres, «morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos». Y a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, lo alabarán por su Don inefable: Emanuel, «Dios con nosotros».2 «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado» (Apoc. 21: 1, VM). El fuego que consume a los impíos purifica la Tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies, se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: «Su resplandor es como el fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escondedero de su poder» (Hab. 3: 4, VM). En sus manos, y su costado heridos, de donde manó la corriente purpu-
rina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, «allí mismo está el escondedero de su poder» [...]. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder.
El Edén restaurado por la gracia «¡Oh, torre del rebaño, colina de la hija de Sión, a ti te llegará; sí, a ti vendrá el dominio anterior!» (Miq. 4: 8, VM) Llegó el momento por el cual suspiraron los santos desde que la espada de fuego expulsó a la primera pareja del Paraíso, el tiempo de «la redención de la posesión adquirida» (Efe. 1: 14). La Tierra, dada al hombre al principio para que fuera su reino, entregada alevosamente por él en manos de Satanás y conservada durante tanto tiempo por el poderoso enemigo, ha sido recuperada mediante el gran plan de la redención. Todo lo que se había perdido por el pecado ha sido restaurado. «Así dice Jehová [...] el que formó la tierra y la hizo, el cual la estableció; no en vano la creó, sino que para ser habitada la formó» (Isa. 45: 18, VM). El propósito primitivo que tenía Dios al crear la Tierra se cumple al convertirse ésta en la morada eterna de los redimidos. «Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella» (Sal. 37: 29) [...]. En la Biblia, la herencia de los bienaventurados se llama “una patria” (Heb. 11:1416.) Allí conduce el divino Pastor a su rebaño hasta los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes y las hojas del árbol son para el servicio de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las vastas llanuras alrA Semana de Oración 2011 [213] · 21
S EG U N D O S Á B A D O
L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N
ELENA WHITE (1827-1915)
S EG U N D O S Á B A D O
ternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrientes vivas, es donde el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar [...]. El dolor no puede existir en el ambiente del cielo. Allí no habrá más lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni manifestaciones de duelo. «Y la muerte no será más; ni habrá más gemido ni clamor [...]; porque las cosas de antes han pasado ya». «No dirá más el habitante: Estoy enfermo; al pueblo que mora en ella le habrá sido perdonada su iniquidad» (Apoc. 21: 4; Isa. 33: 24, VM).
Dios habita con nosotros Allí está la nueva Jerusalén, la metrópoli de la nueva Tierra glorificada, una «corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema real en la mano de nuestro Dios» [...]. El Señor dijo: «Me regocijaré en Jerusalem, y gozaréme en mi pueblo». «¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo!» (Isa. 62: 3; Apoc. 21: 11, 24; Isa. 65: 19; Apoc. 21: 3, VM). En la ciudad de Dios «no habrá ya más noche». Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agotará. «No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará» (Apoc. 22: 5, VM). La luz del Sol será sobrepujada por un brillo que, sin deslumbrar la vista, excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol. «No vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero son el templo de ella» (Apoc. 21: 22, VM). El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo. «Ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo» (1 Cor. 13: 12, VM). Vemos la imagen de Dios reflejada como en un espejo en las obras de la naturaleza y en su modo de obrar para con los hombres; pero entonces lo veremos cara a cara sin velo que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro.
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El gozo de los salvos Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma se desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con seres santos; la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero; los lazos sagrados que unen a «toda la familia en los cielos, y en la tierra» (Efe. 3: 15, VM); todo eso constituye la dicha de los redimidos. Allí intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. Allí no habrá enemigo cruel y engañador para tentar a que se olvide a Dios. Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones; y sin embargo, surgirán nuevas alturas que superar; nuevas maravillas que admirar; nuevas verdades que comprender; nuevos objetos que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo. Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos, mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con indescriptible dicha, los hijos de la Tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara, consideran la magnificencia de la creación; soles, y estrellas y sistemas planeta-
rios que, en el orden a ellos asignado, circuyen el trono de la Deidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder. Y, a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza. «Y a toda cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos!» (Apoc. 5: 13, VM). El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquél que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento, por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas declaran, en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor.3 Referencias 1. Testimonios selectos, t. 1, págs. 227-229. 2. El Deseado de todas las gentes, pág. 18. 3. El conflicto de los siglos, págs. 732-737.
Preguntas para reflexionar y compartir 1. ¿Qué hace que el cielo sea real para ti? 2. ¿De qué manera tu vida diaria es coloreada por la realidad de la vida que Dios ha preparado para su pueblo? 3. ¿Qué ven tus amigos y tus vecinos en tu vida que haría que quisieran ser salvos en el reino de Dios?
CHARLES MILLS Autor de más de 45 libros publicados y de centenares de artículos de revistas.
L EC T U R A S PA R A LO S N I Ñ O S PRIMER SÁBADO
Palabras de amor D
aba un poco de miedo. Hasta mi caballo parecía estar un poquito nervioso, mientras tropezábamos y avanzábamos ruidosamente por el angosto cañón, entre los altos peñascos de piedra a cada lado. Pero había venido a esta zona de Medio Oriente para ver algunas casas interesantes, y no iba a permitir que ningún temor tonto me hiciera dar la vuelta. De pronto, estábamos allí. El angosto cañón se abrió, y nos depositó a mí y a mi caballo en la base de una estructura alta y hermosa que algunos llaman “La Tesorería”: un edificio completo con majestuosas columnas, estatuas y adornos en las paredes. Pero esta asombrosa maravilla no estaba hecha de ladrillos, o madera, o metal. Este edificio, junto con cientos de otros que vería en este extraordinario valle, estaba cortado en la roca pura, tallado en la cara misma de la montaña. Cuando uno entraba por la gran puerta de entrada a la Tesorería, no entraba en una habitación. Lo hacía en una cueva. Petra era un lugar muy mundano cuando existía como una ciudad habitada. Allí, la gente adoraba a muchos dioses, algunos de los cuales, insistían ellos, exigían sacrificios humanos. Sé que esto es verdad porque, arriba en las cumbres de las montañas que rodean la ciudad, vi altares de piedra donde la gente moría en el nombre de un dios o de otro. No estoy muy seguro de si me hubiera gustado vivir en Petra, entre esas casas de piedra, y esos corazones de piedra. Era una ciudad sin Dios.
Versículo para memorizar «Yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres» (Gén. 28: 15).
El hogar en el Edén Antes de que Dios creara a Adán y a Eva, les construyó un hogar. No es que fue a un negocio de venta de materiales de construcción y comprara madera, clavos, pintura y ventanas. Pero, Adán y Eva parecían estar completamente felices en su hogar en el Edén, por lo menos durante un tiempo. Al Creador le encantaba caminar y hablar con ellos, mostrándoles la belleza de su maravilloso mundo. Dios siempre ha querido vivir con nosotros. Siempre ha querido mudarse a nuestro hogar y sentirse “como en casa” en medio de todas nuestras cosas, ya sea que estas sean simplemente una mesa y una cama en una choza, o pilas de videojuegos en un dormitorio moderno, bien pintado, con cable y acceso a Internet. A él le encanta ponerse cómodo con sus pantuflas de rey, estirarse en el sofá y decir: “¿Qué hay para la cena?” Él quiere comer con nosotros, dormir con nosotros, jugar con nosotros, incluso reírse con nosotros cuando nos cuentan algo gracioso. ¡Él no se cansa de nosotros! Por eso, cuando Adán y Eva escucharon a la serpiente y desobedecieron la orden directa de Dios de NO COMER DEL ÁRBOL PROHIBIDO, el extraordinario corazón se Dios se quebrantó. Sus hijos eligieron mudarse de la casa de Dios a la casa de Satanás.
El hogar en el desierto Muchos años más tarde, encontramos a Moisés y a una multitud de exesclavos quejosos y enojados, viviendo en medio del caliente desierto después de escapar de
Egipto. El pueblo estaba confundido, no tenía educación y estaba completamente harto de dar vueltas buscando la “Tierra Prometida”. ¿Qué hizo Dios entonces? ¡Decidió irse a vivir con ellos! Dios le dijo a Moisés: «Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos» (Éxo. 25: 8). Era la primera vez que Dios vivía con sus hijos desde el Edén. Dice la Biblia, «Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo» (Éxo. 40: 34). En otras palabras, Dios se mudó allí. «La nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas» (vers. 38). En otras palabras, Dios se mudó a ese lugar... para quedarse allí. ¿Cómo es tener a Dios viviendo contigo? Eso es lo que descubriremos durante esta semana.
Comparte Dibuja el tipo de santuario que tú construirías para Jesús hoy. Decide qué materiales utilizarías y qué diseño le mostraría al mundo tu amor por él. Recuerda que a Jesús le gusta la naturaleza y le gustaría que tú disfrutaras adorándolo allí. Titula tu dibujo: “Mi santuario para Dios”. rA Semana de Oración 2011 [215] · 23
DOMINGO
Versículo para memorizar «No te desampararé, ni te dejaré» (Heb. 13: 5)
P
odía ver el terror en sus ojos y sabía que, si no hacía algo rápidamente, se volvería loca del susto. Cualquiera que haya estado alguna vez en un Congreso de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sabe lo extensa que es la multitud. Ésta fue la escena en el Domo de Georgia, hace no mucho tiempo: Yo estaba sentado en un costado mirando a la gente que pasaba a mi lado, cuando vi a una niñita, probablemente de unos seis años, moviéndose en direción contraria a la multitud. Las lágrimas rodaban por sus mejillas encendidas y sus manos temblaban mientras avanzaba a trompicones. La oí llamar con voz ronca: «¡Mami! Mami, ¿dónde estás?», pero sus palabras eran absorbidas completamente por el ruido y el tumulto. Me acerqué rápidamente a ella, tratando de decidir cuál era la mejor manera de ofrecerle ayuda. Probablemente, le habrían enseñado a no confiar en extraños. Pero los momentos desesperados exigen medidas desesperadas. –Discúlpame –le dije, arrodillándome a su lado–, ¿perdiste a tu mamá? Ella asintió con la cabeza entre sollozos. –Bueno, si quieres, te puedo ayudar a encontrarla. Le hice señas a una mujer que pasaba a nuestro lado para que se uniera a nosotros. La señora echó una mirada a la niñita y entendió inmediatamente la situación. Yo sonreí y señalé a la mujer. –Esta buena señora estará feliz de llevarte hasta donde está el guardia de seguridad, y juntos pueden encontrar a tu mamá. ¿Te parece bien? La niñita perdida miró a la señora, luego al guardia de seguridad y luego a mí. 24 · [216] rA Semana de Oración 2011
–Está bien –murmuró. –No tengas miedo –le dije–. Estoy seguro de que tu mami te está buscando en este mismo momento, y estará muy feliz de verte. Rápidamente volví a mi lugar al costado de la corriente de personas y esperé. Si conocía a las mamás, y creo que las conozco porque crecí con una de las mejores, pronto vería a una mujer desesperada corriendo en sentido contrario a la multitud, con la misma mirada de pánico en el rostro que había visto en la niñita. Y, unos cinco minutos más tarde, allí estaba, chocando contra la gente, con las manos temblando, buscando entre la multitud, esperando ver a la persona más preciosa del mundo para ella. –Disculpe, señora –la llamé–. ¿Está buscando a una niñita de ojos castaños y vestido amarillo? Pensé que se iba a desmayar. –Sí –exclamó ella–. ¿La ha visto? –Está aquí a la vuelta, en un pasillo más tranquilo, esperando con un guardia de seguridad y una señora amable. ¡Se pondrá feliz de verla! Me hubiera gustado que estuvieran allí para ver el reencuentro. Había lágrimas de alegría, palabras de amor y muchos abrazos bien apretados. La pesadilla había terminado. La separación había terminado. Ese día había regresado la felicidad a esos dos corazones en el Domo de Georgia.
La caída Cuando Adán y Eva comieron la fruta prohibida, hicieron más que elegir la forma de vida de Satanás por encima de la
forma de vida de Dios. Por causa de su pecado, Adán y Eva tuvieron que mudarse del hogar que tenían en el Jardín de Dios. El pecado y la rebelión no pueden vivir donde Dios vive. Sería como tratar de mezclar agua y aceite. De inmediato, nuestro Padre celestial se puso a trabajar en un plan para que ellos, y todos los que quisieran vivir nuevamente en la casa de Dios, pudieran hacerlo. Dios quería que terminara la pesadilla. Quería que se acabara la separación. Deseaba que todos los corazones enfermos por el pecado pudieran volver a tener felicidad. Pero, para terminar con la separación, habría que pagar un precio.
Comparte A veces, cuando la gente no encuentra a su mascota, pega carteles cerca de su hogar pidiendo a otros que la ayude a buscar la mascota perdida y la llamen si la encuentran. Dividíos en grupos y confeccionad un cartel de “personas perdidas” como el que Dios pondría si estuviera buscándolas. Incluid una foto (o dibujo) de cada persona del grupo. Recuerdad, estáis simulando que vosotros sois Dios, que las estáis buscando. ¿Qué escribiríais en el cartel?
LUNES
Versículo para memorizar «Haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien» (Deut. 6: 18).
C
erca de la casa de mis abuelos había una piscina comunitaria con mucha agua resplandeciente y niños risueños. Estaba dividida en dos partes: la parte playa y la parte profunda. En la parte playa había más acción, con niños y niñas jugando, arrojándose enormes pelotas hinchables y haciendo el pino debajo del agua mientras los pies les sobresalían en el aire. Sin embargo, había algo maravilloso esperando en el extremo de la parte profunda. Era un trampolín alto, diferente de todo lo que yo había visto nunca. Se alzaba muy, muy alto, como si fuera una escalera hacia las nubes. Mi abuelo me llevaba hasta la piscina y me dejaba allí para que pasara la tarde; pero, antes de irse, siempre me decía lo mismo: “Diviértete, Charlie. Juega mucho, ten cuidado, y no saltes del trampolín alto”. Sin embargo, este día en especial, cada rato mis ojos se volvían hacia la parte profunda, hacia la torre del trampolín alto, donde una escena te quitaba el aliento: cuerpos que giraban mientras se lanzaban al aire antes de sumergirse majestuosamente en las aguas frescas. “El abuelo no tiene idea de cuánto he crecido desde el año pasado, pensé. Es hora de experimentar nuevas aventuras reservadas sólo para los chicos que ya casi son hombres” –pensé.
El alto y extraordinario Me acerqué por el borde de la piscina hasta que estuve en la base de la torre del
trampolín. Lenta y resueltamente subí las escaleras que llevaban a la estructura. En mi mundo, según mis reglas, yo era la persona más valiente y atrevida que existía. Iba a mostrarles a mi abuelo y a cualquier otra persona que estuviera mirando que Charlie Mills no era el siervo de nadie, y que era una fuerza por sí mismo. Con una sonrisa nerviosa en el rostro, levanté mis brazos y di un paso hacia el espacio. Caí más y más abajo, sintiendo el viento que soplaba a mi lado, sin poder respirar, sin poder moverme, incapaz de hacer cualquier otra cosa que caer. Segundos antes de chocar con el agua, un chico decidió que tenía que nadar justamente en el lugar donde yo debía aterrizar. Vi su cuerpo que se acercaba rápidamente, pero no había nada que yo pudiera hacer. ¡CRASH-SPLASH! Pegué contra el agua y el chico al mismo tiempo. Me disculpé lo mejor que pude con litros de agua dando vueltas por mi boca y me fui rápidamente hacia la escalera que estaba al borde de la piscina. Fui a trompicones hasta la parte poco profunda y me sumergí en sus olas de bienvenida. Cuando el abuelo fue a buscarme, me senté en el lugar del acompañante en el automóvil. –¿Te divertiste? –me preguntó. –Abuelo –suspiré–, ¿cómo sabías lo que iba a pasar? Me miró por algunos minutos. –Charlie –me dijo–, ¿saltaste del trampolín alto?
–¡Por supuesto! –contesté–. Por eso hiciste la regla. Sabías que iba a aterrizar sobre alguien, ¿no es verdad? El abuelo sacudió la cabeza mientras una mirada de amor y comprensión brillaba en sus ojos. –Charlie –respondió suavemente–, yo no sabía que ibas a saltar del trampolín alto. Hice la regla porque pensé que podrías llegar a hacerlo.
Leyes de amor Cuando Dios se fue a vivir con los hijos de Israel en el desierto, trajo consigo una maleta llena de reglas y reglamentos. ¿Por qué hizo eso? ¿Porque el pueblo de Israel era un montón de personas malas que querían hacer cosas malas todo el tiempo? No. Sabía que algunos querrían seguir a Satanás y sus reglas, lo que les produciría mucho dolor y sufrimiento. Entonces les dio reglas por causa de lo que podrían hacer, porque amaba a cada uno de esos peregrinos del desierto así como nos ama a nosotros.
Comparte ¿Qué tipo de leyes harías para tu grupo para que todos disfruten adorando juntos a Dios? Escribe una lista de diez sugerencias en la pizarra. Asegúrate de incluir por qué hiciste esa ley y de qué manera esa ley mejoraría tu manera de adorar al Creador. rA Semana de Oración 2011 [217] · 25
MARTES
Versículo para memorizar «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores» (Isa. 53: 4).
E
l pequeño Roberto, de cuatro años de edad, no estaba acostumbrado a estar enfermo. Estaba acostumbrado a correr por la casa y el patio, jugando con su hermano mayor, Guille. –Robert –dijo su mamá al ver que su hijo, normalmete hambriento, se quería levantar de la mesa sin terminar la cena–. ¿Estás bien? No has comido mucho. Roberto sacudió la cabeza. –Me duele la garganta. La mamá tomó a su hijito en brazos. –Te voy a llevar a ver al Dr. Rue –anunció. El aire cálido del atardecer producía una sensación agradable sobre el rostro de Roberto mientras el automóvil avanzaba hacia el hospital, en las afueras de Seúl (Corea). Su mamá y su papá eran misioneros en ese hermoso país, lleno de personas maravillosas. El Dr. George Rue examinó la garganta de Roberto y sacudió la cabeza. –Puedo ver el problema claramente –afirmó. Una sencilla operación, y estará bien. –¡No! –dijo Roberto, cruzando los brazos sobre su pecho. –Pero es una operación sencilla –razonó su mamá–. Estarás dormido y no sentirás nada. –¡No! –repitió Roberto, aunque le dolía la garganta con sólo pronunciar la palabra. Guille, el hermano mayor, estaba de pie allí cerca, escuchando la conversación. Él sabía que el Dr. Rue era un hombre bueno, que ayudaría a su hermano a sentirse mejor. Sabía que Roberto no mejoraría si no se operaba, así que se adelantó y dijo algo que asombró a todos. 26 · [218] rA Semana de Oración 2011
–Yo iré contigo, Roberto –anunció, con su mejor voz de hermano mayor–. Yo dejaré que el Dr. Rue me opere a mí también. De esa manera no tendrás miedo. Roberto estudió a su hermano por unos minutos. –¿De verdad? –preguntó. Guille asintió con la cabeza. –Estaré ahí a tu lado.
A través de las grandes puertas dobles Al día siguiente, el Dr. Rue entró a la sala de espera del hospital con una gran sonrisa. –¿Estás listo, Roberto? –Listo –afirmó el niño, luego hizo una pausa–. Guille también viene. –Ya lo sé –dijo el Dr. Rue–. Hemos decidido que, como Guille algún día necesitará la misma cirugía, lo operaremos también. Ya hay una cama lista para él. Te despertarás a su lado después de la operación. Confiadamente, Roberto y el doctor atravesaron las grandes puertas dobles que llevaban a la sala de operaciones. Los temores del niño habían desaparecido. Su hermano mayor compartiría la experiencia con él. Cuando llegó el momento de que Guille atravesara esas grandes puertas dobles, tuvo que juntar todo su coraje para ponerse de pie. Hacer una promesa era una cosa. Cumplir esa promesa estaba probando ser un desafío muy, muy grande. Por fin las puertas se abrieron nuevamente y un sonriente Dr. Rue apareció con el niño más grande en brazos. –Aquí está su valiente hijo –dijo, mientras le pasaba el niño dormido al papá–. Puede llevarlo a su habitación y ponerlo
en la cama al lado de Roberto. Ambos estarán bien en unos días. El papá sonrió y miró a su primogénito. Lo que vio lo hizo sentir débil repentinamente. Había marcas de lágrimas que habían corrido desde los ojos de Guille y por sus mejillas encendidas, hasta perderse en su cabello. El coraje. La confianza. Las valientes palabras. ¡Todo había sido una actuación! En verdad su hijo había estado aterrorizado por la cirugía, pero aun así le había hecho creer a su hermano menor que todo estaba bien. –Gracias, Dios –susurró el hombre–. Gracias por darme un hijo que me mostró lo que Jesús hizo por mí.
Sustituto en el desierto El pueblo de Israel fue instruido sobre su deber de ofrecer sacrificios diarios, semanales y anuales, en el Santuario de Dios en el desierto. Estos sacrificios tenían la intención de recordar a cada hombre, mujer y niño el terrible sacrificio futuro. Finalmente, no sería un cordero o una cabra quien moriría. Sería Jesús. Él pagaría el precio por sus pecados, para que pudieran vivir para siempre con él en el cielo. Jesús atravesó sus propias enormes puertas dobles para que, algún día, nosotros podamos entrar por las puertas de perlas del cielo.
Comparte Piensa en el vecindario alrededor de tu escuela o de tu iglesia. ¿Qué cosas podría hacer tu grupo para ayudar a esos vecinos? Elegid un proyecto y llevadlo a cabo con la dirección de los adultos de tu escuela o de tu iglesia.
MIÉRCOLES
Versículo para memorizar «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades» (Heb. 4: 15).
da, esperando para ver qué vas a hacer. Sabes que robar está mal; sin embargo, quieres caerles bien. Así que, echas un vistazo a tu alrededor; ves que el Sr. Marsón está atendiendo a otro cliente junto a la caja; entonces, guardas los binoculares en tu mochila.
Insomne
E
stás en la tienda de deportes que más te gusta, mirando cosas que te interesan. Como te gusta observar aves, vas a donde exponen binoculares. Unos en especial captan tu atención. Los levantas y comienzas a recorrer con tu vista todos los rincones de la tienda. Descubres a tu amigo Christian al lado de las cañas de pescar y estás por llamarlo, cuando ves que toma una pequeña caja de anzuelos del mostrador y la desliza en el bolsillo de su abrigo. Del otro lado del pasillo ves a tu amigo David que está mirando para todos lados y, luego, esconde un par de guantes de cuero en su mochila. No puedes creer lo que acaban de hacer. Habían estado hablando de cuán fácil era robar cosas de la tienda de artículos deportivos del Sr. Marsón, pero pensabas que era sólo charla. Ahora, a través de esos potentes binoculares, has sido testigo de cómo tus amigos cumplieron su palabra de apropiarse de algún producto. Te devuelven la mira-
Esa noche no puedes dormir. Has cometido un delito y te sientes muy mal. Ahí es cuando decides devolver los binoculares mañana a primera hora. El Sr. Marsón te recibe con una sonrisa mientras abre la puerta de su negocio. –¿Qué te trae tan temprano por aquí? –pregunta. Sonríes con vergüenza e inventas una excusa, como que quieres ver si las canoas todavía están en oferta. Una vez adentro, te acercas rápidamente al exhibidor con binoculares y, mientras el Sr. Marsón abre la caja registradora del otro lado de la tienda, sacas cuidadosamente los binoculares de tu mochila y los colocas en su lugar, en el exhibidor sobre el mostrador. Luego, oyes que el Sr. Marsón te dice: –Tengo que subir a la oficina un momento. Si necesitas algo, espérame. Tengo que encender el sistema de vigilancia por vídeo que instalé la semana pasada. ¡Ah!, y las canoas están allá. Te pones pálido mientras tus manos repentinamente se ponen muy frías. El Sr. Marsón tiene un vídeo de ti y tus amigos robando sus productos. Lo que no tiene es el vídeo de cuando devolviste los binoculares sólo unos momentos antes. Un minuto más tarde, el Sr. Marsón vuelve de la oficina y te encuentra esperándolo junto a la caja. Acercándote con el rostro mirando el suelo, le dices: –Señor, tengo que decirle algo.
Evidencia Finalmente, el jefe de policía de tu pueblo revisa el vídeo del día en que robaste los binoculares. Él ve cómo tus amigos se guardan el botín. Ve cómo tú deslizas los binoculares a tu mochila. Pero el Sr. Marsón apaga el video reproductor y señala la cinta. –Hay algo que usted no vio, comisario –dice–. El chico que robó los binoculares los trajo de vuelta la mañana siguiente, a primera hora. Él me pidió perdón. El comisario sonríe. –¡Ésas son buenas noticias! –dice. El Sr. Marsón se convirtió en tu “mediador”, alguien que te representa delante de otra persona.
En el desierto En el Santuario del desierto, el pueblo de Israel tenía mediadores llamados “sacerdotes”. Hoy tenemos solamente un Mediador entre Dios y la humanidad: Jesucristo. Él está constantemente en la presencia de su Padre trabajando hombro con hombro con él para asegurarse de que, cuando pedimos perdón por un pecado, esa petición borre toda evidencia de ese pecado.
Comparte Dividíos en parejas. Cada miembro de la pareja averiguará todo lo que pueda de su compañero, cosas tales como por ejemplo: qué cosas divertidas le gusta hacer, a qué le teme, qué quiere ser cuando sea mayor, qué talentos tiene. Luego, cada uno se pondrá de pie delante de todo el grupo y presentará a su compañero. Tomando en cuenta sus habilidades y limitaciones, explicará de qué manera será un obrero efectivo para Dios, y cómo compartirá con otros el amor de Dios. rA Semana de Oración 2011 [219] · 27
JUEVES
Versículo para memorizar vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?» (1 Cor. 6: 19).
S
aulo se ajustó el turbante alrededor de la frente y entornó los ojos mientras miraba el Sol. Estaban retrasados y lo sabía. –Más rápido –dijo a sus compañeros de viaje mientras los cascos de los caballos y las ruedas del carruaje crujían sobre el suelo pedregoso–. Quiero llegar a Damasco al atardecer. El ritmo del grupo aumentó mientras los animales y los hombres continuaban su viaje hacia el norte, y dejaban un sendero de polvo que marcaba su paso. Saulo, su líder, tenía una misión: silenciar a aquéllos que se animaran a predicar acerca del hombre llamado Jesús. Él había oído hablar de ese supuesto “salvador de la humanidad”. Había oído a la gente hablar de sus supuestos milagros y de cómo se había levantado de la tumba después de haber sido crucificado. Saulo rió para sus adentros. Imaginaos creer todas esas tonterías, gente supuestamente inteligente queriendo adorar a un dios que había sido asesinado tan fácilmente. De repente, Saulo notó que el desierto se veía más brillante que un momento antes. Era como si el Sol se hubiera acercado, con su brillo deslumbrante intensificándose a cada segundo. Entonces, la luz se volvió cegadora y Saulo se encontró a sí mismo cayendo de su montura y, luego, en el suelo, al tiempo que se cubría el rostro para ocultarse del misterioso y brillante resplandor.
28 · [220] rA Semana de Oración 2011
–¡¿Qué sucede?! –exclamó. –¡Saulo! –una voz se oyó desde el interior de la luz–. Saulo, ¿por qué me persigues? –¿Perseguirte? –respondió Saulo, con la voz temblándole de miedo–. Ni siquiera te conozco. ¿Quién eres? –Soy Jesús, a quien tú persigues –continuó la voz en la luz–. Levántate ahora y entra a la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Entonces, tan rápidamente como había venido, la luz desapareció y dejó a Saulo de rodillas en el suelo, rodeado de ojos inquisitivos. Los que viajaban con él habían escuchado un ruido, pero no habían visto a nadie ni habían reconocido ninguna palabra. Tan sólo notaron que su jefe había caído al suelo y que estaba hablándole al aire. Mientras lo ayudaban a levantarse, Saulo abrió los ojos. Pero, en lugar de una luz brillante, solamente vio oscuridad. –Ayudadme –exclamó ahogadamente–. Por favor, ayudadme. Luego, temblando de miedo y ciego, Saulo fue llevado a tientas por el camino a Damasco.
Algo ocurre con las personas cuando se encuentran cara a cara con Jesús. Ese encuentro rara vez es tan dramático como una luz brillante que te ilumina en un camino desierto o una voz que te habla. Generalmente, es más bien una voz suave, que hace eco en tus pensamientos y logra que te des cuenta de cosas que nunca antes habías percibido, y que entiendas cosas que nunca antes habías entendido; te ayuda a manejar situaciones difíciles en casa o en la escuela. Aquí hay una idea interesante. Si Dios quiere vivir en nuestro corazón (eso significa en nuestros pensamientos y acciones), ¿en qué nos convierte eso? Correcto. Nos convertimos en una “casa de Dios”, un templo. Un templo del Dios altísimo, que camina, habla, juega a la pelota, anda en bicicleta, escucha su IPod. Esto nos habla de dos cosas muy importantes. Primero, que tenemos que asegurarnos de que nuestro “templo” sea un lugar adecuado para que Dios viva; y segundo, que tenemos el privilegio de representar (mediar, ¿te acuerdas?) el amor de Dios ante otros. ¡Gracias, Jesús, por querer vivir en nuestros corazones!
Comparte Una persona transformada En Damasco, Saulo se encontró con un hombre llamado Ananías. Éste le dijo que Dios lo había enviado para devolverle la vista. Y entonces, no sólo los ojos de Saulo fueron curados, sino también su corazón fue sanado del enojo y el odio que sentía por los hijos de Dios. Saulo se sintió tan afectado por este encuentro en el camino que hasta se cambió el nombre. Ya no sería más conocido como “Saulo, el perseguidor de los hijos de Dios”, sino como “Pablo, el líder de los hijos de Dios”.
Transforma tu aula en un restaurante llamado “El restaurante de la Tierra Nueva”. Escribid, en la pizarra, una menú con alimentos que sólo encontraremos en el cielo. Pide a alguien que dibuje cada comida que aparece en la pizarra. Recuerda, nada le hará daño ni destruirá a los animales en el cielo. Inventad platos divertidos como “guisado de la Nueva Jerusalén” o “vegetales asados Puerta perlada”. ¡No te olvides del postre!
VIERNES Versículo para memorizar «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado» (Apoc. 14: 7).
E
ra pequeño, tanto en estatura como en carácter. Como jefe de los cobradores de impuestos, andaba por allí obligando a los vecinos a que les pagaran impuestos a los despreciados romanos que ocupaban su tierra por la fuerza. No sólo eso: también era deshonesto y, a menudo, exigía más de lo necesario; así también se convirtió en un hombre muy adinerado. ¿Te asombra, entonces, que sus vecinos lo odiaran? Un día, mientras Jesús entraba a Jericó, Zaqueo estaba en la ciudad haciendo lo que mejor sabía hacer: engañando a las personas y quitándoles el dinero que habían ganado con mucho trabajo. Como había oído que el famoso Rabí sanaba a los enfermos y, lo más sorprendente de todo: hablaba a los pobres y necesitados, Zaqueo, el cobrador de impuestos, decidió que quería ver a ese hombre. Siendo alguien que nunca dejaba que su falta de estatura interfiriera con sus grandes planes, el cobrador de impuestos miró a su alrededor y descubrió un árbol sicómoro a orillas del camino. Tenía ramas fuertes, y suficientes hojas como para esconder su curiosidad. Así que, se subió hasta tener una visión clara del camino por el cual Jesús pasaba. Y allí apareció el Maestro; iba rodeado de sus atentos discípulos, un grupo de personas recién curadas, los admiradores boquiabiertos y hasta unos pocos de esos que
siempre están interrumpiendo. Zaqueo sonrió para sus adentros. Había encontrado el mejor asiento posible. Al llegar al árbol, Jesús se detuvo. Lentamente, con una sonrisa que se extendía por todo su rostro tostado por el sol, miró hacia arriba, justo a Zaqueo. El cobrador de impuestos sonrió avergonzado. –Hola, Zaqueo –lo saludó Jesús. El cobrador de impuestos parpadeó. Sabe mi nombre. Probablemente sabe cómo me gano la vida. Probablemente sabe que he estado engañando y sacándole a la gente el dinero que tanto trabajo les costó ganar. ¡Ahora sí que estoy en problemas! –Zaqueo –continuó diciendo el Maestro–, baja inmediatamente. Debo quedarme en tu casa hoy. “¿Qué? ¿Dijo lo que creo que dijo?” –pensó Zaqueo. Asombrado, el hombre bajito recorrió el largo camino desde la rama del árbol hasta el suelo. –¿Quieres venir a mi casa? –preguntó, entrecortadamente. Cristo asintió. –Por aquí –tartamudeó Zaqueo, indicando el camino. La gente no podía creer lo que veía. –Mirad eso –decían–. Jesús terminó siendo el invitado de un pecador. Más tarde, después de que Zaqueo y Jesús pasaran tiempo juntos, algo increíble le sucedió al hombrecito: creció. No en estatura, sino en carácter. –¡Mira, Señor! –anunció–. «La mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado» (Luc. 19: 8). Ese día en Jericó, Zaqueo, el cobrador de impuestos, se encontró cara a cara con Jesús, el Juez, y una vida de pecado fue cambiada para siempre.
Delante del Juez Llegará el día en que tú y yo estaremos delante del Rey de reyes y Señor de señores en el Juicio. Esto ocurrirá para mostrarle al universo quién es el Rey de nuestros corazones. Al igual que el deshonesto cobrador de impuestos Zaqueo, estaremos de pie ante Dios Padre y Dios Hijo. Es importante que, ahora, invitemos a Jesús a entrar en nuestro corazón para que en el Juicio nos otorgue lo que le concedió a Zaqueo: comunión permanente con él. Me gusta lo que Saulo, quien se transformó en Pablo, dice acerca de ese momento. Él escribió: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Heb. 4: 16). ¿El juicio? Que venga. Estamos listos. ¡Porque Dios está viviendo en nosotros!
Comparte Pídele a alguien del grupo que sea el padre del grupo (eso convierte a todos los demás en hermanos y hermanas). Luego, pídele a cada miembro del grupo que invente un pecado que hayan cometido (mentir, engañar, reírse de otro, ser violento, etc.). Haz que cada miembro vaya al “padre” y admita su pecado, y que el “padre” trate ese pecado como lo haría un padre de verdad que ama a Jesús. Ésa es la forma en que Dios nos juzga. rA Semana de Oración 2011 [221] · 29
SEGUNDO SÁBADO
Versículo para memorizar «No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte» (Isa. 11: 9).
«E
staremos felices de darles un hogar», le dijimos a la chica de nuestra iglesia que nos miraba expectante–. En nuestro estanque no tenemos tortugas que muerdan, y haremos lo mejor que podamos para mantener lejos a los zorros y a los perros. Así es como Daisy, una pata joven, blanca y llena de energía, y su hermana entraron en nuestras vidas. Era el final del otoño en el oeste de Virginia, y muchas de las criaturas que habitan nuestra propiedad ya se habían marchado a causa del ya cercano invierno, así que estábamos felices de que algunas nuevas se unieran a nosotros. Pero la muerte también acechaba a estas dos visitantes en nuestra propiedad. Una noche, un zorro atrapó a la hermana de Daisy e hirió seriamente a Daisy. Rápidamente construí un cerco seguro en el patio de atrás. Debíamos mantenerla viva lo suficiente como para que creciera y pudiera enfrentar la vida sin nosotros.
Libre Finalmente, llegó el día en que sentimos que Daisy estaba lista para vivir sola. La llevamos desde el patio cercado hasta el costado de la casa, donde la coloqué suavemente sobre el suelo. Entonces, mi esposa y yo subimos la escalera hasta la galería lateral de la casa, y nos sentamos en un banco a ver qué ocurriría. Daisy dio unos pocos pasos hacia la oscuridad que se avecinaba y se detuvo. Luego sucedió algo que jamás olvidaré. Se dio vuelta y comenzó a correr, sí a correr, ha30 · [222] rA Semana de Oración 2011
cia donde nosotros estábamos. Subió los escalones, se encaramó a mi regazo, y se apretó contra mí todo lo que pudo. Me di cuenta de que esto no se trataba sólo de un abrazo. Era un mensaje para mí de una de las criaturas de Dios. Daisy estaba diciéndome: “Tú has sido la única bondad en mi vida, y tengo más temor de vivir sin ti que de vivir contigo”.
tos se dirigieron hacia donde estaba Daisy. Le dieron la bienvenida a su familia a nuestra pequeña amiga, como un padre recibe a un hijo perdido por largo tiempo, como una madre abraza a la hija perdida por largos años, y exactamente como los hijos de Dios nos recibirán a ti y a mí en las cortes celestiales. Rodearon a Daisy con afecto y caminaron con ella hasta el borde del estanque. Comieron juntos, nadaron juntos y jugaron juntos. Para Daisy, los largos meses de separación de su familia habían terminado. Por fin había encontrado un hogar seguro.
Algún día allá arriba Reencuentro familiar Unas semanas más tarde pasé casualmente por la casa de un hombre muy bueno que vive en mi pueblo. Se llama Sr. Visco y, en su propiedad, tiene un estanque cercado, muy grande, rodeado de árboles, con patos de todo tipo. ¡Este sería un lugar seguro para Daisy! –Claro que sí –dijo el Sr. Visco, cuando le pregunté si quería un pato más. Más tarde ese mismo día, coloqué a Daisy en el suelo más allá del cerco que rodeaba el hermoso estanque. Ella no había visto todavía el estanque ni a los otros patos que vivían allí. Lentamente, comenzó a trepar la pequeña colina desde donde podía verse el estanque. Cuando llegó a la cima, la vio... agua que brillaba bajo el sol invernal, y patos nadando, jugando, moviéndose, disfrutando de la abundante comida que los esperaba a la orilla. Y entonces sucedió. En ese momento vi cómo será el cielo. En ese momento los patos del estanque vieron a Daisy. Con un gozoso coro de "cuacs", graznidos y batimiento de alas, docenas de pa-
Un día Jesús volverá a esta Tierra. Así como su sacrificio borró la necesidad de un santuario terrenal para el pueblo de Dios, su venida borrará para siempre la necesidad de que él viva en nuestro mundo, porque nosotros comenzaremos a vivir en el suyo. Cuando lleguemos a la Tierra Prometida, tú y yo caminaremos junto al hermoso mar de cristal. Entonces los veremos: veremos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros seres amados. Ellos nos verán y correrán a recibirnos, y todos juntos iremos rápidamente a estar para siempre con Jesús, viviendo en un mundo donde no habrá más temor, ni muerte, ni llanto.
Comparte Trae un par de binoculares para el grupo. Imaginaos que estos son prismáticos poderosos con los que se puede ver hasta el cielo. Invita luego a los miembros del grupo a mirar a través de los prismáticos y describir en detalle lo que ven.
UN INSTRUMENTO ÚTIL PARA CONOCER LA NATURALEZA
Magníficas enseñanzas de la naturaleza bellamente ilustradas para que los niños, e incluso los adultos, puedan llegar a conocerla, apreciarla y respetarla más.
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