Revista Adventista - Palabras de Esperanza (2007) Semana de Oración

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nº 394 · año 33 · Semana de Oración 2007

Lecturas para la Semana de Oración


I N T R O D U CC I Ó N

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N PARDON MWANSA Vicepresidente de la Asociación General

Palabras de esperanza

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n septiembre de 2006 realicé una llamada telefónica a un amigo que vive en Manado, Indonesia, cuya querida esposa había fallecido víctima del cáncer. Durante algunos minutos intercambiamos palabras de consuelo por la pérdida de esta amable mujer cristiana. Al escuchar las palabras de mi amigo, cuya vida estaba quebrantada por su pérdida, mi corazón se dirigió hacia las palabras de esperanza expresadas por nuestro Señor Jesucristo: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14: 1-3). Nuestro Padre celestial es muy consciente de la fatiga y los desafíos de este mundo pecaminoso en el que vivimos. Le produce dolor el ver a sus hijos atravesar cualquier tipo de sufrimiento. Dios tiene un plan para terminar con todo esto. Él nos dice: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Apoc. 21: 5). Está preparando un hogar mejor para nosotros. Mientras dure nuestro tiempo de espera aquí en la tierra, nuestro Padre nos pide que confiemos en él. Nuestros corazones pueden afligirse con facilidad. Podemos llegar a preocuparnos, a veces, aun por la aparente demora de la venida de nuestro Señor Jesús. Sus palabras, para nosotros, son: “No se turbe vuestro corazón”. No tenemos otra esperanza que esta esperanza en que Jesús regresará. Esta es la bendita esperanza de la que depende nuestra expectativa de alivio de la tortura y el dolor que nos producen el pecado y el diablo. Pablo exclama: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Cor. 2: 9). Al contemplar un lugar en el que «ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (Apoc. 21: 4), no puedo menos que rebosar de alegría. Es lo suficientemente placentero pasar un fin de semana o una vacación de ve-

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rano aquí en la tierra con los seres queridos. Pero ¡imagina mil años con Jesús y las personas que amamos! «Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (Apoc. 20: 6). Y serán más de mil años; ¡será por la eternidad! ¿Por qué querría yo, o cualquier otro, perderme una invitación de esperanza como esta? ¿Podría ser por el deseo de alguna cosa aquí en la tierra? ¿O el deseo de riqueza en la tierra? ¿O el deseo de estatus en la tierra? «Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Juan 2: 16, 17). Espero que la respuesta sea que nada podrá impedirnos de experimentar el cumplimiento de esa bendita esperanza, la esperanza de reunirnos con nuestros seres amados y de vivir juntos por la eternidad con Dios. Vuestro con esperanza.


L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N JAN PAULSEN Presidente de la Asociación General

SUMARIO 4

PRIMER SÁBADO No se turbe vuestro corazón

Palabras del pastor Jan Paulsen

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DOMINGO Creéis en Dios, creed también en mí

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LUNES La casa del Padre

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MARTES Si así fuera, yo os lo hubiera dicho

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MIÉRCOLES Voy, pues, a preparar lugar para vosotros

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robablemente no haya otro pasaje más conocido entre los adventistas que Juan 14: 1-3. La familia adventista alrededor del mundo lo conoce de memoria. Representa nuestra esperanza de una manera muy concisa y poderosa. Es un pasaje en el que el Señor mismo hace una promesa a su pueblo y le asegura que será cumplida. A través de ella, Jesús aún nos habla a nosotros y nos anima con palabras de esperanza mientras transitamos nuestro peregrinaje cristiano. Las palabras de esperanza presentes en el pasaje son necesarias hoy más que nunca para la raza humana. Estamos en una era de comunicación veloz y constante en la que las palabras juegan un papel central. La mayor parte del tiempo, los medios de comunicación comparten con nosotros palabras de muerte y sufrimiento. El mundo necesita una voz de esperanza y consuelo. Debido a que Jesús nos dio palabras de esperanza, nosotros deberíamos ser esa voz. Juan 14: 1-3 contiene el contraste fundamental entre la partida y el arribo, o la separación y la reunión. Está cargado de emociones: emociones de amistad y amor, y el temor o la ansiedad que surgen por la separación. Pero, además, encontramos la exhortación de mantener viva la esperanza, en expectativa del regreso de Cristo. Jesús buscaba consolar a los discípulos hablándoles palabras de esperanza y valor: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros». «Cuán alentadoras deberían ser estas palabras para nosotros. Piensa en la obra que Cristo está realizando ahora en el cielo al preparar mansiones para sus hijos» (Elena White, Sermons and Talks, t. 2, pág. 145). Los sermones para las lecturas de la semana de oración están basados en este pasaje del advenimiento. Pensamos que sería bueno para la iglesia volver a analizarlo, a fin de que podamos recordar nuestras verdaderas raíces espirituales y la razón de nuestra existencia. Juan 14: 1-3 contiene palabras de esperanza cuyo contenido y significado han sido explorados por diferentes escritores en su búsqueda por hacerlas relevantes para nuestra iglesia hoy. Me gustaría exhortar a la iglesia a releer Juan 14: 1-3. Que sea leído en la privacidad de nuestra meditación personal, en el contexto de nuestro culto familiar, en la reunión de los santos para el servicio de adoración. Escuchémoslo juntos y dejemos que el poder vivificante de la Palabra de Dios nos impacte y renueve nuestra expectativa del pronto regreso de Cristo. Que tal reconsagración al Señor pronto a venir refuerce nuestra voluntad de salir y proclamar al mundo que el Rey está cerca.

JUEVES Volveré

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VIERNES Los llevaré para que estén conmigo

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SEGUNDO SÁBADO Para que donde yo estoy vosotros también estéis

23 Semana de Oración para los menores: “Esperanza en las promesas de Jesús”

REVISTA ADVENTISTA: Órgano oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de España nº 394 · año 33 Semana de Oración 2007 Texto e imágenes cedidos por ACES Director de la Revista, Jesús Calvo Editor, César Maya Montes Redacción, Raquel Carmona, Mónica Díaz, Juan Fernando Sánchez Diseño y maquetación, Isaac Chía, Javier Zanuy Procesos informáticos, Javier Zanuy Producción, Martín González Envíos, Juan José Reta Suscripciones, Mª Teresa Tello Publicidad, publicidad@safeliz.com Impresión: IBERGRAPHI 2002 Mar Tirreno, 7, 28830 San Fernando de Henares (Madrid) Depósito Legal: M-32.993-1974

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PRIMER SÁBADO

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N JAN PAULSEN Presidente de la Asociación General

No se turbe vuestro corazón El secreto de la paz en estos tiempos.

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as palabras son cápsulas llenas de significado. Nos resultan muy útiles cuando tratamos de compartir con los demás aquello a lo que ningún otro fuera de nosotros mismos tiene acceso, es decir, nuestros pensamientos. También van acompañadas por sentimientos y emociones. Las palabras pueden brindar ánimo, pueden enriquecer, o incluso provocar dolor a los demás, dependiendo de la manera en que las utilicemos. La palabra que duele no es una palabra verdadera, sino una falsa imagen de la intención que Dios tenía para nuestras palabras. En un mundo pecaminoso, las palabras de esperanza llenan la vida de significado y sentimientos de gozo. Al conocer la condición desesperada de la humanidad caída, Jesús nos trajo palabras de esperanza, lo que realmente necesitábamos. En Juan 14: 1-3 encontramos grupos de estas palabras, que provienen de los labios del Salvador. Sus palabras de esperanza comienzan con una exhortación: “No se turbe vuestro corazón”.

Esperanza y exhortación Las exhortaciones dirigidas a nuestro bienestar son de gran valor para nuestra vida espiritual. De hecho, la Biblia es en gran medida un compendio de una variedad de exhortaciones que tocan prácticamente cada aspecto de nuestras vidas. Pueden modelar nuestro carácter y crear barreras que necesitamos para disfrutar de una interacción adecuada con los demás y con nuestro Señor Jesucristo. Contribuyen señaladamente para definir la naturaleza y la calidad de nuestro futuro. Las exhortaciones presuponen que hay peligros que evitar y valores que abrazar e incorporar. Las exhortaciones también presuponen que somos criaturas con libre albedrío. La exhortación apunta a motivarnos a tomar las decisiones correctas, elegir lo bueno y evitar lo malo. Una exhortación en el momento adecuado, si es aceptada, podría hacer que nuestras vidas sean más tranquilas. Así que, Jesús exhortó a sus discípulos en el momento justo, con el fin de guiarlos y ayudarlos a entender la naturaleza de la vida cristiana. Era el momento adecuado porque él anticipó que su partida podría ser una experiencia dolorosa para ellos. Las exhortaciones son anticipatorias por naturaleza. Es decir, se basan en la habilidad del exhortador de anticipar los peligros y dar el consejo apropiado para evitarlos. Jesús sabía muy bien lo que sus discípulos y sus futuros seguidores iban a enfrentar en el mundo. Su captura y su muerte resultarían en un tiempo de prueba para ellos. Vivir en su ausencia iba a ser una amenaza para su fe en él. Pero, la exhortación de Jesús está dirigida a todos nosotros, porque también vivimos 4 · [220] rA Semana de Oración 2007

en la presencia del Señor ausente, en un mundo de incertidumbre y confusión que amenaza constantemente nuestro compromiso con él. Lo único que nos ofrece el mundo son problemas, agonía: «En el mundo tendréis aflicción» (Juan 16: 33). Esto lo sabemos por experiencia personal y por medio de la observación de la vida humana sobre este planeta. El mundo no puede ofrecernos otra cosa que problemas. El “mundo” que nuestro querido Salvador está describiendo es el mundo de la raza humana en rebelión contra él y su Padre. Su pueblo existe en medio de ese mundo. Pero existe en un estado de constante expectativa, anticipando la irrupción de la presencia gloriosa del Salvador resucitado y glorificado en la arena de la historia humana.

Esperanza como libertad de aflicción La exhortación de Jesús tiene una orientación pedagógica. Es decir, busca enseñar a sus seguidores la manera de vivir entre el momento de su partida y el momento de su regreso. Por lo tanto, debemos escuchar cuidadosamente sus palabras de esperanza expresadas en forma de exhortación. “No se turbe vuestro corazón”. Jesús se interesa por nuestro bienestar emocional. Nuestras emociones son importantes para él, porque desde la creación son parte de nuestro maravilloso ser. Es cierto que han sido corrompidas por el pecado y que, como consecuencia, tienden a controlar


la naturaleza humana a tal punto que a menudo los seres humanos actúan en formas totalmente irracionales. Pero Jesús nos está diciendo que nuestras emociones pueden ser controladas: “No se turbe...” En el contexto de este pasaje, resulta claro que este control es posible gracias a la palabra de esperanza que él ha compartido con nosotros en su muerte, su ascensión y su pronto regreso. Nuestros corazones podrían turbarse en un mundo de problemas, pero Jesús nos dice que ese no necesita ser nuestro caso. En este pasaje en particular, turbarse significa estar agitado, perturbado, inquieto. En la Palabra de Dios, el corazón es el centro mismo de nuestro ser, el lugar donde reflexionamos, analizamos y tomamos decisiones. Es el centro de nuestra personalidad. Si ese núcleo se encuentra en un estado de agitación, habrá desorientación y confusión en nuestras vidas.

El resultado será una vida desorientada, a la deriva, sin un ancla ni un destino final. Esta exhortación se refiere a una condición humana muy seria, que debemos evitar los que hemos encontrado en Cristo el centro de nuestras vidas. El verbo “turbar” tiende a describir el resultado de la obra o la influencia de un poder externo sobre un objeto determinado. Por ejemplo, cuando las aguas son perturbadas o agitadas por alguna fuerza externa (ver Juan 5: 7). Jesús nos está diciendo que no debemos permitir que las circunstancias externas de la vida, en este mundo de pecado y rebelión, determinen la manera en que debemos vivir. En medio de la desorientación, la intranquilidad y el desorden, debemos mantenernos anclados a la palabra de esperanza en Cristo. Esta es la verdadera paz. Aunque en el mundo experimentamos aflicción, Cristo dijo: «Estas cosas

os he hablado para que en mí tengáis paz» (Juan 16: 33). Él es la única fuente de paz. En las Escrituras, “paz” es mucho más que la ausencia de guerra. Otorga una vida que opera de la forma en que Dios quiso que operara. Significa que nuestro ser está completo, bien, totalmente integrado o reintegrado a una unidad indivisible con Dios por medio de Cristo. ¡Jesús ha reordenado los fragmentos de nuestras vidas, nos ha sanado y nos ha hecho íntegros! Estamos en paz con él y con los demás seres humanos que nos acompañan. En consecuencia, él puede mirarnos y exhortarnos, diciendo: “No se turbe vuestro corazón por lo que vean e incluso puedan experimentar en el mundo. Manténganse unidos a Dios a través de mí; no estén confundidos o desorientados; porque en mí han encontrado un futuro glorioso, una esperanza magnífica”. rA Semana de Oración 2007 [221] · 5


La palabra de esperanza está arraigada en la muerte salvadora de Jesús.

Fundamento de la palabra de esperanza La palabra de esperanza está arraigada en la muerte salvadora de Jesús. De hecho, sus palabras de exhortación que hemos estado leyendo poseen significado solamente en la medida en que estén conectadas con la muerte de Cristo por nosotros. Para responder a la pregunta: ¿por qué no debo turbarme? Jesús no provee una respuesta psicológica, como “porque esto es bueno para tu salud mental”, aun si resultara una respuesta útil. Él va más profundo que eso y expresa: “Porque yo fui turbado por ti”. ¡Y lo fue! Anticipando la experiencia dramática de la Cruz, Jesús les dijo a sus discípulos: «Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre» (Juan 12: 27, 28). ¡Maravilloso amor! Aquel que nos exhorta diciendo: “No se turbe vuestro corazón”, dijo a los discípulos: “Está turbada mi alma”. Tomó lo que era nuestro, para

liberarnos de ello. Tomó sobre sí mismo nuestra inquietud, nuestra agitación de espíritu, nuestra confusión interior basada en nuestro sentimiento de separación de él, y los experimentó plenamente en una separación total y real de su Padre. Él tenía una razón válida para estar turbado en su corazón. En la cruz, estuvo dispuesto a separarse de su Padre. Ahora observa a sus discípulos y les dice: “Mi partida no es una separación real, porque hemos estado unidos el uno al otro con cuerdas indestructibles de amor. Esta separación no es como la que yo voy a experimentar en la cruz. Por lo tanto, no se turbe vuestro corazón; dejen que mi corazón se turbe por ustedes”. Es debido a su sacrificio que podemos disfrutar una vida de descanso y paz en él, una vida de unión con Dios a través de él. La palabra de esperanza, expresada en la forma de una exhortación, está basada no solamente en la muerte expiatoria de Jesús sino también en la promesa de la venida del Espíritu luego de la partida del Salvador. En cierto sentido, la partida de Jesús no era una ausencia o una separación real de nosotros. El Señor ausente sigue siendo el Señor presente en la vida de cada creyente y en la vida de la iglesia. Él no abandonó a su iglesia sino que escogió morar en ella por medio del Espíritu. El Espíritu es “otro Consolador” que lo representa a él (Juan 14: 16). Con la venida del Espíritu, Jesús mismo viene a nosotros: «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (vers. 18). A través de él, Jesús continúa exhortando y guiando a su iglesia (vers. 26). El Espíritu “hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo”.1 A lo largo de la historia cristiana, Cristo ha sido nuestro representante ante el Padre como nuestro Sumo Sacer-

dote, mientras se hace enteramente presente en la iglesia a través de la obra misteriosa y efectiva del Espíritu. Por lo tanto, “¡no se turbe vuestro corazón!” Él aún está con nosotros y estará con nosotros «hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20). Por último, la palabra de esperanza, expresada en forma de exhortación, se basa en el hecho de que la separación tendrá un fin. La exhortación se nutre del suelo fértil de la esperanza cristiana. Sin esta esperanza, la exhortación carece de contenido significativo e incluso podría acarrear consigo el veneno mortal del legalismo. En otras palabras, la esperanza adventista le da valor significativo a la exhortación de Jesús para nosotros. La separación física de nuestro Señor tiene limitaciones temporales. En la tribulación no tiene ningún sentido decirles a las personas que no se turben, a menos que haya una promesa que implique el fin de la fuente de tribulación y el poder necesario para llevarlo a cabo. Esto sucederá en el momento en que nuestra esperanza cristiana se manifieste en la aparición gloriosa de nuestro Salvador y Señor. Nuestra esperanza tiene un impacto directo en la calidad de la vida que tenemos ahora, mientras aguardamos «la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tito 2: 13). Continuemos nuestro peregrinaje de esperanza con corazones tranquilos y sin tribulación, descansando en Cristo.

Referencias 1 Elena White, El Deseado de todas las gentes, pág. 625.

Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. Las palabras de Jesús “no se turbe vuestro corazón” sugieren que tenemos una tarea que realizar para que se cumplan. ¿Cuál es esa tarea? 2. El pastor Paulsen señala que Jesús estuvo “atribulado” para que nosotros pudiéramos estar libres de tribulación. ¿Qué quiere decir con esto? 3. ¿De qué maneras las palabras de Jesús “no se turbe vuestro corazón” van más allá de una simple frase de ánimo psicológico? 6 · [222] rA Semana de Oración 2007


DOMINGO

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N ELLA SIMMONS Doctora en Educación y vicepresidenta de la Asociación General

Creéis en Dios, creed también en mí Jesús quiere llevarnos más alto.

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l hecho de saber que Jesús estaba a punto de irse provocó en los discípulos sentimientos de inseguridad y temor. No podían ver más allá del futuro inmediato. Eran como el impala africano, que puede saltar a una altura de más de tres metros y cubrir una distancia mayor de nueve metros en un solo salto, pero que puede ser mantenido cautivo en un recinto con un muro de un metro de altura porque no saltará si no puede ver adónde caerá. Jesús estaba intentando llevar a sus discípulos a alturas mayores en ministerio y relaciones, pero ellos tenían temor de las alturas. Solamente la confianza en Jesús podía superar el temor y la ansiedad que los atrapaba.

Conceptos de confianza Todo lo que Dios requiere de nosotros es simplemente confianza: dejarnos caer en sus brazos con todas nuestras debilidades, roturas e imperfecciones. Jesús ayudará a los desvalidos, y fortificará y fortalecerá a aquellos que sientan que son la debilidad en persona. ¿Qué es esta confianza? Ha sido definida como completa seguridad y certeza con respecto al carácter, la habilidad, la fuerza o la verdad de alguien o algo. Indica dependencia, fe, esperanza y sumisión. Confianza, en el contexto de las Escrituras, indica típicamente una mezcla de creencia y fe.

Confianza en Jesús El Antiguo Testamento está repleto de retratos de confianza en Dios y amonestaciones a confiar en Dios. El sabio Salomón nos aconseja: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Prov. 3: 5, 6). David declara: «En Dios he confiado; no temeré» (Sal. 56: 4). E Isaías 26: 3 nos dice que Dios nos guardará en perfecta paz si confiamos en él. Dios ha resultado ser digno de confianza. Por su unidad con Dios, Jesús dice que podemos confiar también en él. Nos asegura que si lo hemos visto a él, hemos visto al Padre, porque Jesús también es Dios. Nuestra familia comprende este concepto. Nuestro nieto es la imagen de su padre, nuestro hijo. Cuando llegan visitas a nuestro hogar y ven las fotografías de nuestro nieto y de su padre a su edad, creen que las fotografías son de la misma persona. Además, esperan que el hijo sea como el padre y confían que se comportará como el padre. En Jesús vemos el amor de Dios hacia nosotros. En Jesús vemos a Dios preocupándose por nosotros. En Jesús

vemos a Dios sobre la cruz, salvándonos. Jesús dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14: 9). Podemos confiar en él.

Viaje de confianza Jesús ha caminado donde nosotros caminamos y ha completado el viaje con éxito. Un colega nos llevó a mi esposo y a mí a un paseo de sábado de tarde. Cuando llegó la invitación, inmediatamente me formé visiones mentales del paseo. Para mí iba a ser una excursión por las amplias praderas y hacia las suaves colinas que rodeaban la iglesia en la que habíamos adorado esa mañana. Mi colega, sin embargo, tenía una perspectiva completamente diferente de nuestra actividad de la tarde. Todo marchó de maravillas durante varios kilómetros, mientras nos abríamos paso por las praderas y hacia las pequeñas colinas. Disfrutamos la belleza natural de la tierra, que estaba siendo lavada por una suave llovizna. Disfrutamos de la comunión unos con otros y con Cristo esa tarde. Entonces, las cosas cambiaron. Nos enfrentamos cara a cara con una de las montañas más empinadas de la región del oeste medio de los Estados Unidos. Nuestro vehículo con tracción en las cuatro ruedas dio un giro repentino hacia arriba y, para mi desilusión total, comenzamos un ascenso empinado. ¡Yo no me había anotado para esto! Padezco de acrofobia, que es miedo a las alturas. ¿Qué derA Semana de Oración 2007 [223] · 7


bía hacer? Quizá podía bajarme del vehículo y esperar a que el grupo regresara al pie de la montaña. Mi colega que estaba conduciendo me aseguró que todo iba a estar bien. Aclamó con gran entusiasmo la emoción de poder ver el mundo desde las alturas. Elogió la magnificencia del paisaje y el cielo vistos desde el destino elevado. De manera que viajamos hacia arriba a través de varios niveles más. Mientras escalábamos el sendero angosto y empinado en el costado de la montaña, yo intentaba hacer de cuenta que no estábamos ascendiendo, y evitaba mirar hacia abajo. Revisaba con mi mirada la ladera montañosa a mi derecha y el horizonte lejano a mi izquierda. Mientras nos trasladábamos, le susurré en mi mente a mi cuerpo confundido que todo estaba bien. Pero mi cuerpo me gritó y me dijo que estaba cayendo y que mi corazón dejaría de latir en cualquier momento. Sin embargo, seguíamos escalando cada vez más alto. Finalmente, comencé a relajarme. Decidí que este no iba a ser el lugar de mi muerte después de todo. Me sentí más cómoda al darme cuenta de que el chofer era realmente capaz de llevarnos en forma segura a destino y que comprendía mi condición. Sus recuentos de viajes anteriores exitosos a través del mismo sendero me animaron. El chofer era confiable, y el sendero era seguro. Entonces ocurrió lo impensable. Tres jóvenes que descendían de la montaña nos advirtieron de un obstáculo: un vehículo atascado en el sendero justamente en la próxima curva. El sendero no parecía lo suficientemente ancho como para que las cuatro ruedas de un segundo vehículo pudieran pasar. Ya no podíamos confiar en el sendero. Debíamos confiar

solamente en el chofer, y él logró seguir adelante. Mi fe creció, y le confié completamente mi vida al chofer. Tenía confianza en él porque había viajado por este sendero peligroso muchas veces antes y no se había equivocado ni una vez. Comprendía las dificultades y las limitaciones de nuestro viaje. Había demostrado ser habilidoso. También estaba muy familiarizado con el vehículo, pues lo había desarmado y vuelto a armar con sus propias manos. Además, tenía la carga de llevarnos a tierra segura. Es mi placer informar que lo hizo. Aunque aún padezco de acrofobia, realizaría este viaje nuevamente, voluntariamente y con el mismo chofer, este amigo confiable. Aunque se trata de una historia verídica, una historia de confianza, podemos aplicar una interpretación alegórica para magnificar sus lecciones. El nombre de mi colega-chofer es Miguel, tanto literalmente como simbólicamente. Yo represento a los viajeros cristianos temerosos que se encuentran en el viaje de la vida y que tienen miedo de seguir al Señor tan alto como él quiere llevarlos. El sendero angosto y empinado es el camino del cristiano en esta vida, y el vehículo de Miguel es el Reino de Dios, en el que viajamos. La montaña representa los desafíos y los peligros que enfrentamos. El vehículo averiado representa los obstáculos de Satanás. Los jóvenes son aquellos que Dios envía para advertir a los demás viajeros del peligro inminente y para demostrar que podemos superar cualquier cosa que Satanás ponga en nuestro camino. Hoy somos asediados por imágenes de violencia y contienda, actos de terrorismo, desastres naturales y tragedias, guerras y conflictos, enfermedades y plagas.

Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. ¿Qué temores me impiden llegar a las alturas que el Señor quiere que alcance? 2. ¿De qué manera la confianza es como un viaje? 8 · [224] rA Semana de Oración 2007

Vemos averías en la unión matrimonial y gobiernos que quebrantan pactos realizados con sus pueblos. No nos debería sorprender que los corazones de los seres humanos fallan de temor. Pero los cristianos tenemos una esperanza en la que podemos confiar (ver Tito 2: 13). Jesús es todo lo que necesitamos. Él dice: Yo soy (1) el Pan de vida; (2) la Luz del mundo; (3) la Puerta; (4) el buen Pastor; (5) la Resurrección y la Vida; (6) el Camino, la Verdad y la Vida; y (7) la Vid verdadera. (Ver Juan 6: 48; 8: 12; 10: 9, 11; 11: 25; 14: 6; 15: 1.) Confiar en él significa que, en lo más profundo de nuestros corazones, reconocemos que él es quien dice ser. Cuando Jesús nos llama a realizar el viaje cristiano, él tiene un plan para nosotros, un plan que excede por mucho cualquier plan que podamos imaginar nosotros mismos. Tenemos una visión limitada del camino cristiano, tanto de sus peligros como de sus recompensas. Sin embargo, si confiamos en él, Jesús nos llevará a alturas desconocidas en este viaje hacia la vida eterna. «He aquí, Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré» (Isa. 12: 2). Simplemente, debemos confiar en él. Confiar en Jesús en tiempos de prueba; confiar en él en tiempos de dificultades; confiar en él en tiempos de aflicción; confiar en él cuando cometemos errores; confiar en él cuando le hemos fallado; confiar en él en nuestra alegría. Confiar en él es un aspecto indispensable de nuestra esperanza. «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí» (Juan 14: 1).


L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N LUNES

CARLOS A. STEGER Director de la Revista Adventista (Argentina)

La casa del Padre En la casa de mi Padre, muchas moradas hay.

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no nunca imaginaría el pasado de Andrés* cuando lo llega a conocer; un intelectual, con una buena educación y un trato refinado. Pero, la realidad es que nunca supo quién era su padre; a los seis meses de nacer, Andrés fue entregado en adopción y nunca más vio a su madre. Cuando comenzó su adolescencia, su madre adoptiva, divorciada desde hacía años y débil psicológicamente, ya no pudo hacerse cargo de él. Andrés fue a vivir con una familia en el campo. Posteriormente fue recogido por un bondadoso médico adventista, que lo albergó durante algunos años. Comenzó la escuela secundaria más de una vez, para abandonarla al poco tiempo. Entonces, tuvo la oportunidad de estudiar en nuestros colegios. De vez en cuando visitaba a su madre adoptiva, ya que era lo único que lo ligaba a su niñez. Sin embargo, sentado en su habitación en el internado frecuentemente pensaba: “Este lugar y mi vieja valija es todo lo que poseo. No tengo padres, no tengo un hogar. ¡Cuán solo estoy en el universo!” Cuando su madre adoptiva falleció, Andrés se sintió solo en el mundo, como nunca antes. Todo su pasado desdichado pareció acumularse sobre él, como una carga imposible de sobrellevar. Aunque ya era adulto, lloró desconsoladamente hasta que recordó la promesa del Señor: «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida» (Isa. 49: 15, 16). Por la fe, Andrés se aferró de la mano de Dios, y obtuvo paz y consuelo al comprender que tenía un Padre celestial que nunca lo abandonaría.

Nuestro Padre Normalmente, tener un padre significa tener sustento, pero también sentir seguridad, amor, aceptación y comprensión. El padre da su apellido a la familia, otorgándole identidad. Un buen padre guía a su familia, es una fuente de consejo sabio y orientación oportuna. Un padre cristiano conduce a su familia a Dios, el Padre celestial. Sé que no todos han tenido un buen padre, o ni siquiera han conocido uno, como le pasó a Andrés. Pero todos tenemos un Padre, con mayúscula. Dios es el Padre por excelencia, «de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra» (Efe. 3: 15). Él es el «Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos» (Efe. 4: 6).

Nuestro Padre celestial tiene muchas características distintivas. Pero, por sobre todo, él «es amor» (1 Juan 4: 8). Nos ama porque nos creó y nos redimió. «Tú, oh Jehová, eres nuestro padre, nuestro Redentor perpetuo» (Isa. 63: 16; ver Isa. 64: 8). «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3: 1). Él sabe de qué cosas tenemos necesidad, y tiernamente provee lo necesario para nuestro sustento (Mat. 6: 8, 26). «Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen» (Sal. 103: 13). Su voz resuena desde la antigüedad, diciéndonos en forma individual: «Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia» (Jer. 31: 3). Nos cuesta amar a quien no podemos ver. Por eso, Dios envió a su Hijo para mostrarnos cómo es el Padre. Cristo reflejó, mediante su vida y su muerte, el amor del Padre. Nos aseguró que el Padre mismo nos ama (Juan 16: 27). La mayor demostración de ese amor fue entregar a su Hijo único para que muriera por nosotros (Juan 3: 16).

La casa de nuestro Padre Pensar en un padre es pensar en un hogar. ¡Cuántos recuerdos gratos vienen a la mente al recordar la casa paterna! No es extraño que uno de los himnos más conocidos y cantados, desde 1823, sea “Hogar de mis recuerdos”, porque “no hay sitio bajo el cielo más dulce que mi hogar” (Himnario Adventista, Nº 510). rA Semana de Oración 2007 [225] · 9


Todos los que hemos creído en Cristo hemos sido recibidos, inmerecidamente, en el hogar del Padre. Él nos ha aceptado y nos ha dado la bienvenida a su familia. Así que, ya no somos peregrinos extranjeros, sino «miembros de la familia de Dios» (Efe. 2: 19).

Un hogar con muchas habitaciones

Paradójicamente, John Howard Payne, autor de esa canción, escribió en su diario personal: “El mundo literalmente ha cantado mi canción, hasta que todos conocen bien su melodía; sin embargo, yo he sido un vagabundo desde mi adolescencia”. La muerte de su madre cuando contaba con 13 años, y de su padre poco tiempo después, lo dejó sin hogar por el resto de su vida. Millones se sienten espiritualmente como Payne. Consciente o inconscientemente, están lejos del Padre celestial. Quizá nunca lo conocieron. Quizá no saben cómo volver. Quizá no se atreven a regresar. Pero, el amor del Padre continúa atrayendo los corazones de sus hijos para que vuelvan al hogar. Él se emociona cuando uno de sus hijos, volviendo en sí, recuerda la plenitud de la casa del Padre, y decide regresar a él (Luc. 15: 17, 18). Pocos pasajes describen en forma tan vívida la actitud de Dios hacia el pecador arrepentido como la recepción del padre al hijo pródigo. ¿Podemos imaginar al Padre celestial corriendo a nuestro encuentro con los brazos abiertos y un rostro radiante y compasivo? (Luc. 15: 20). 10 · [226] rA Semana de Oración 2007

¿Cómo es la casa de nuestro Padre? Sabemos que es una gran ciudad, tan bella «como una novia hermosamente vestida para su prometido» (Apoc. 21: 2, NVI). Él mismo ha sido su arquitecto y constructor (Heb. 11: 10). En general, los habitantes de las grandes ciudades sufren de soledad en medio de la multitud. Cada individuo se encuentra rodeado por miles de personas, con quienes quizá tenga contactos transitorios y superficiales, pero se siente solo, perdido en el anonimato. El hielo de la indiferencia lo hiere pero lo contagia, de modo que él también es indiferente y desconfiado respecto de sus semejantes. Si vivir en la nueva Jerusalén fuera así, poco atractivo tendrían incluso las calles de oro. Pero, no será así, porque el Padre morará personalmente con sus hijos redimidos. «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (Apoc. 21: 4). Entonces lo conoceremos cara a cara, y no habrá más separación entre ninguno de los salvos. El hogar de nuestro Padre celestial «tiene muchas habitaciones» (Juan 14: 2, NBE). Viviremos todos unidos, como una gran familia. Cuando mi padre comenzó a construir su casa, sus conocidos se preguntaron por qué la hacía tan grande. Los hijos mayores ya estábamos casados e independien-

tes, mientras que los menores estaban a punto de independizarse. ¿Qué haría un matrimonio solo, a punto de jubilarse, con una casa de cinco dormitorios? En lugar de esforzarse durante varios años para terminarla en la medida que sus recursos le permitían, ¿no habría sido más sabio construir una vivienda más pequeña, que pudiera terminar con los fondos disponibles? Pero, mis padres tenían una razón muy importante para construir una casa con muchas habitaciones. ¡Cuántas veces disfrutamos cuando todos viajábamos a la casa paterna para pasar juntos la Navidad! ¡Cuántas vacaciones pasaron nuestros hijos con sus primos en la casa de los abuelos! Por más de veinte años, la casa de mi padre ha significado un remanso para toda la familia. Gracias, papá, por construir una casa con muchas habitaciones. La casa del Padre celestial ya está lista para recibirnos. Tiene muchas habitaciones. Hay lugar para todos. Cristo ha hecho amplia provisión para que todos los que crean en él, puedan morar en ella. Cristo y los ángeles aguardan ansiosos el momento de venir para llevarnos al hogar eterno. Si no lo han hecho todavía, es porque «Dios es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9). Preparémonos para ese día, que hoy está más cercano que ayer. Este mundo no es nuestro hogar. Somos peregrinos que viajamos hacia la casa del Padre. Mientras tanto, entonemos “un himno que alegre el corazón, vamos pronto a nuestro eterno hogar” (Himnario Adventista, Nº 306).

* Se ha cambiado el nombre para proteger la identidad de la persona.

Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. ¿Qué significa para usted, personalmente, que Dios es su Padre? 2. ¿Qué es lo que más le atrae del hogar celestial que Dios tiene para nosotros?


L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N M A RT E S

DANIEL DUDA Secretario ministerial y director de Educación de la División Transeuropea

Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho ¿Cómo podemos saber que esto es verdad?

H

ace no mucho tiempo, me encontraba en Riga, Latvia, dando clase a algunos pastores y futuros pastores. Luego de un día completo de enseñanza, salí a caminar por aquella ciudad histórica. Mientras regresaba hacia el hogar en el que me estaba alojando, vi un edificio alto y moderno de oficinas administrativas, que tenía un reloj digital enorme. El reloj decía, en dígitos rojos brillantes: 20:21. Inmediatamente miré a mi reloj. ¡No podía ser tan tarde! El sol aún estaba brillando en forma radiante, y yo sentía que eran alrededor de las 5 de la tarde. Pero mi reloj también decía: 20:21. Por un tiempo después de esto, me quedé pensando en este incidente. Estaba tan seguro de que estaba en lo cierto. Estaba dispuesto, incluso, a discutir al respecto. Basado en mi experiencia previa con la posición del sol y el nivel de la luz, parecía que no podía estar equivocado. Entonces, me di cuenta de algo: ¡me encontraba en otra zona horaria! Más allá de cómo me sintiera, estaba equivocado, y el reloj tenía razón. ¿Cómo sabemos lo que sabemos? Esta es una de las preguntas importantes en nuestro peregrinaje espiritual. Al tratar de encontrar repuestas a preguntas molestas de nuestra vida cristiana, tratando de encontrarle sentido al mundo que nos rodea, ¿cómo llegamos a nuestras conclusiones? Jesús desafió a sus discípulos a pensar acerca de la verdad. Les dijo: «[...] Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho» (Juan 14: 2). Algunas traducciones expresan sus palabras en forma de pregunta: “Si así no fuera, ¿les habría dicho que voy a preparar un lugar para vosotros?” Cualquier forma que escojamos (el griego permite ambas, aunque la lectura más probable es la afirmación en vez de la pregunta), Jesús intentó darles seguridad sólida a sus discípulos. ¿Cómo podían saber que había un futuro seguro para ellos, a la luz de lo que estaba por suceder en las próximas 24 horas (la traición a Jesús, el aparente fracaso de lo que esperaban y su muerte)? De acuerdo con la respuesta de Jesús, su muerte inminente era también parte de su plan, y tan indispensable como que él preparara un lugar para ellos (y para nosotros). A través de los siglos, los seres humanos han sugerido tres respuestas básicas en relación con la fuente de la verdad.

La mente como fuente de verdad Varios siglos antes de Jesús, los filósofos griegos argumentaron que la mente es la fuente última de la verdad: únicamente por medio de la razón podemos tener acceso ilimitado y sin restricciones a la verdad universal, verdad

autoevidente que es racional y lógica. De esta manera, nuestra mente es el patrón por el cual llegamos a la verdad, y cualquier cosa que no sea lógica debe ser rechazada. El apóstol Pablo describe esta visión mundana así: «los griegos buscan sabiduría» (1 Cor. 1: 22). Pero ¿es realmente así? El primer ángel de Apocalipsis 14 llama a todos los pueblos a adorar «a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (vers. 7). La Biblia ve cualquier otra alternativa como idolatría. Mi pequeña mente no puede ser la fuente última de verdad y sabiduría. Sí, la verdadera religión tiene su lógica y nuestra mente es la herramienta que Dios nos dio en la creación, y quiere que la utilicemos (Isa. 1: 18), pero no puede ser la fuente de la verdad última.

La naturaleza como fuente de la verdad Mas adelante en la historia, hubo otras personas que argumentaron que en vez de buscar la verdad en nosotros mismos, debemos mirar hacia afuera. Descubrieron que la naturaleza era gobernada por leyes que eran tan predecibles, tan estables, que las llamaron “naturales”. Adoptaron el estudio de las “leyes naturales” como fuente de la verdad. Esto los condujo al “método científico”, lo cual llevó a muchos a prescindir de Dios. Aunque la observación o el método científico son herramientas útiles para ayudarnos a comprender cómo funcionan las cosas, la naturaleza no es la fuenrA Semana de Oración 2007 [227] · 11


te última de verdad. No hay duda alguna de que podemos hallar algún elemento de verdad en la naturaleza, pero la naturaleza no contiene la clave para la realidad última. Jesús no les dijo a sus discípulos: “Lo sabrán, porque lo experimentarán”. No; él dijo: «Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho». Los discípulos de Jesús conocerán la verdad sobre alguna otra base.

La revelación de Dios como fuente de verdad No podemos encontrar la verdad última en la mente ni en la naturaleza. La realidad última (Dios) es trascendente, está más allá de nosotros, y puede ser conocida únicamente por medio de su revelación. «Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre» (Deut. 29: 29). Dios ha decidido darse a conocer a sí mismo. Es por eso que vino a este mundo en la persona de Jesucristo. Cuando Jesús les preguntó a sus discípulos: «¿Quién decís que soy yo?», Pedro

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Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. En nuestro mundo moderno, muchas personas ponen un gran énfasis en sus sentimientos. ¿Por qué no podemos confiar en los sentimientos como fuente de verdad? 2. ¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades de estudiar la naturaleza como fuente de verdad?

contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Jesús respondió: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mat. 16: 15-17). Aunque la mente y la experiencia ciertamente son herramientas útiles, son fuentes insuficientes de verdad. Hay cosas que deben ser reveladas para que sean conocidas.

¿Cómo nos llega la revelación de Dios? 1. La Palabra de Dios nos llega en la persona de Jesús. Él es la Palabra encarnada de Dios. Jesús vino a este mundo como representante del Dios del Antiguo Testamento, quien dijo: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto [...] y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra» (Éxo. 3: 7, 8). El mismo Dios que llevó a cabo un acto de salvación, en Éxodo, en favor de su nación, vino ahora en la persona de Jesucristo para salvar a su pueblo alrededor de todo el mundo. Él ha visto nuestra miseria, está preocupado por nuestro sufrimiento y ha venido para rescatarnos. Él dijo: «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» (Juan 8: 46). Nadie pudo en ese entonces. Nadie puede ahora. 2. La Palabra de Dios llega hasta nosotros por medio de las palabras de Jesús. La Biblia es la Palabra de Dios. Su propósito primario es revelar a Dios, para que podamos conocerlo (Juan 17: 3). Esto es necesario porque él ha sido puesto en la luz equivocada, por el adversario; su carácter ha sido mal entendido. Toda la Biblia es un largo testimonio acerca de quién es Dios y lo que hace para lidiar con el problema del pecado en su universo. Tenemos una decisión que tomar en relación con de qué lado queremos ponernos.

La Palabra de Dios es confiable. Declara que somos pecadores, porque eso es exactamente lo que todos somos. Cuando él dice, “Te amo”, él te ama. Cuando te dice: “Mi Padre te ama”, el Padre te ama. De otro modo, ¡él te lo habría dicho! (Sal. 119: 89; Mat. 24: 35; 1 Ped. 1: 24). 3. La Palabra de Dios llega hasta nosotros mediante la predicación. El sermón es la Palabra predicada de Dios. «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación» (1 Cor. 1: 20, 21). «Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes» (1 Tes. 2: 13). Cada vez que el mensaje de Dios, tal como lo hallamos en su Palabra inspirada (la Biblia), es predicado, sucede algo sobrenatural. Las personas que responden en forma positiva, cruzan la línea desde este mundo hacia el Reino de Dios. Mi historia se convierte en parte de su historia, y se nos asegura la existencia eterna en la era venidera, vida eterna con el Padre en las moradas que él está preparando. ¿Cómo sabes lo que sabes? “Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho”, dijo Jesús. Jesús es completamente confiable. Su Palabra es confiable. Podemos estar allí, en el Reino, algún día, cuando toda la creación cantará «el cántico de Moisés, y el cántico del Cordero» sobre el mar de vidrio. Finalmente, toda la familia de Dios estará reunida (Apoc. 15: 3).


M I E R CO L E S

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N LOURDES MORALES-GUDMUNDSSON Profesora de Lengua y Literatura española en la Universidad de La Sierra (California, EE.UU.)

Voy, pues, a preparar lugar para vosotros Cómo encontrar nuestro lugar ahora y para siempre.

Q

ué bien nos sentimos cuando alguien está allí para prepararnos aire, ¿te vas al inmortal seguro? el camino de una nueva experiencia. Así, no nos sentimos tan desprotegidos frente a lo desconocido. Podemos preguntarle Los antes bienhadados, qué camino tomar y sabemos que esa persona estará para guiarn y los agora tristes y afligidos, De la misma manera, Jesús quiere asegurar a sus discípulos que a tus pechos criados, tendrán un guía mientras él no esté, que la necesidad que tienen de su comde ti desposeídos, pañía será satisfecha gracias a la presencia del Espíritu Santo y la promesa de ¿a do convertirán ya sus sentidos? un hogar permanente con él. Y que su partida implica que los mantendrá en primer lugar en su mente, ya que el propósito de su ida es hacer que sus viSeguramente los discípulos estaban das sean infinitamente mejores. abrumados por sentimientos contradictorios al observar la ascensión de Jesús. Preparando un lugar: Da consuelo ¿Qué harían ahora? ¿Cómo podrían seA menudo, hay sentimientos de aprehensión conectados con los cambios guir adelante sin su Maestro? importantes de la vida. Los riesgos potenciales que enfrentamos no nos dejan dormir de noche y nos preocupamos por la posibilidad de fallar e inclu¡Ay!, nube, envidiosa so de correr peligro. Nos lamentamos por perder el control de nuestras vidas aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas? pasadas, cómodas y predecibles, para lanzarnos a lo que es relativamente des¿Do vuelas presurosa? conocido. Aun cuando lo desconocido nos prometa grandes ganancias, los ¡Cuán rica tú te alejas! seres humanos tendemos a estremecernos al pensar en una “nueva vida”. ¡Cuán pobres y cuán ciegos, Nuevas formas de actuar, vivir y pensar pueden producirnos temor. ay, nos dejas! Cuando Jesús dijo a sus discípulos que se iría para asegurarles un hogar eternal, estaba abordando una de sus mayores flaquezas humanas: el temor La seguridad de que Jesús se alejaba con ante lo desconocido. La promesa de un hogar estable, para siempre, tenía el un propósito que oportunamente les traeobjeto de aliviar su inseguridad relacionada con el hecho de dejarlos espiriría felicidad debió haber sido de muy potualmente “sin hogar”. co consuelo para aquellos que habían Fray Luis de León, un poeta y teólogo del siglo XVI, escribió un poema aprendido a depender de su Señor para su que capta la turbación en los corazones de los discípulos de Jesús al momenfe recién fundada. Ahora se les estaba pito de verlo ascender al cielo (Hech. 1:9, 10). A veces interpretamos la ascendiendo que aguardara su venida: «Este sión de Cristo a los cielos como un momento de triunfo, y en muchos aspecmismo Jesús, que ha sido tomado de votos lo fue. Pero, si vemos el mismo hecho desde el punto de vista de los sotros al cielo, así vendrá como le habéis discípulos, podemos imaginar su sensación de temor y pérdida mientras visto ir al cielo» (Hech. 1: 11). Si Jesús no veían cómo se quedaban solos, como huérfanos. se iba, el Consolador no podría venir; si no se iba, no podría preparar un lugar pa¿Y dejas, Pastor santo, ra que ellos vivieran con él por siempre. tu grey en este valle hondo, oscuro, Lo que sus ojos estaban viendo y la sepacon soledad y llanto; ración que estaban experimentando solo y tú, rompiendo el puro podían llenarlos de presentimientos aterA Semana de Oración 2007 [229] · 13


rradores. Pero, los ojos de la fe los ayudarían a “ver” espiritualmente más allá del dolor de la separación, y así apropiarse de la promesa.

Preparando un lugar: Sentido de pertenencia Hay algo poderoso acerca del sentido de pertenencia. Antes de su partida, Jesús asegura a sus discípulos que ellos pertenecen a un lugar único. Quiere asegurarles que su partida no implica abandono, sino que es una oportunidad de abrir nuevas puertas espirituales para ellos. Esta acción, dice Jesús, será un paso “hacia arriba” y un paso “hacia adelante”, en dirección a la eternidad, en la presencia de su Señor y Salvador. La pobreza, la enfermedad, la pérdida del empleo, la muerte, todas estas cosas pueden robarnos nuestro sentido de seguridad y pertenencia. No importa si vivimos en una humilde choza o en la casa de nuestros sueños, debido a las incertidumbres de la vida nunca tendremos un hogar real14 · [230] rA Semana de Oración 2007

mente permanente aquí. La estructura puede pasar de generación en generación, pero algún día te mudarás de allí y no volverás jamás. Jesucristo es llamado el Autor de nuestra fe (Heb. 2: 10; 12: 2) porque él no tuvo miedo de dar un paso hacia arriba y hacia adelante para nuestro beneficio, a fin de darnos un lugar que podamos considerar nuestro eternamente. Jesús vino a esta tierra para mostrarnos la verdadera fuente de toda felicidad, satisfacción y riqueza.

Preparando un lugar: Fe y sufrimiento Hay algo que encuentro interesante sobre la fe: su inevitable conexión con el sufrimiento. A pesar de que suene desagradable, el sufrimiento tiene la capacidad de fortalecer nuestra fe como ninguna otra cosa. Aquí hay aún otra revelación de la sabiduría de Dios al permitir que su Hijo sufriera; y la sabiduría de su Hijo al permitir que aquellos que lo habían visto y

tocado lo vieran irse. A veces la ausencia puede endurecer nuestros corazones, pero, si dejamos que el amor siga su curso, la distancia, el tiempo y el dolor solo pueden hacernos anhelar mucho más el cumplimiento de la promesa. Se nos dice que Jesús fue hecho «perfecto a través de las aflicciones» (Heb. 2: 10). ¿Puede alguno de nuestros sufrimientos compararse con los que Jesús soportó con el objeto de preparar un lugar para nosotros? Él bebió hasta las últimas gotas amargas de la copa del sufrimiento; conoció un sufrimiento cual nunca se nos pedirá que soportemos, porque fue sufrimiento divino, no meramente humano. La palabra griega que se traduce aquí como “perfecto” deriva de la palabra teléios, que significa “completo o plenamente maduro”. El sufrimiento de Jesús lo completó y lo “maduró” en su comprensión del costo de dar a sus criaturas libertad de elección y la posibilidad de pecar. Su vida en la tierra fue una “educación” práctica sobre el pecado, especialmente


cuando resistía cada una de las tentaciones que lo invitaban a caer. Sus enemigos lo hicieron sufrir, la crueldad y la inhumanidad del hombre, que lo rodeaban a diario, lo hacían sufrir. Aun sus amigos, sus propios discípulos, lo hicieron sufrir con su torpeza espiritual. Fue ese sufrimiento, a lo largo de su vida y de su muerte, lo que lo convirtió en el sacrificio perfecto para cumplir con las demandas de la Ley quebrantada. Y será nuestro propio sufrimiento, abordado con el espíritu correcto, lo que creará en nosotros un anhelo adecuado por ese hogar con nuestro Salvador, un hogar del que nunca tendremos que partir. Nuestro Salvador conoce por experiencia propia lo que debemos enfrentar, y él sabe qué recompensa tiene preparada para nosotros. Ningún ojo vio, ni oído oyó las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman (1 Cor. 2: 9). Los fieles de antaño y los de la actualidad se aferran a la promesa de esas cosas “no vistas”. Para ellos, las promesas de Dios son tan reales como si ya se hubieran cumplido.

Preparando un lugar: Esperanza y espera Entonces, hay esperanza. La esperanza mira hacia un futuro en que las cosas serán mejores. Espera con paciencia e ilusión el cumplimiento de sus expectativas. La esperanza es lo que nos hace avanzar. La esperanza nos transporta más allá de esta vida terrenal con todas sus tribulaciones, hasta allí, donde Dios está preparando un lugar para nosotros. Pero, más que un lugar geográfico, el lugar que Jesús nos promete es donde él

Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. ¿Cuál es la relación entre el sufrimiento y la fe? 2. ¿En qué forma/s “colaboramos” con Dios mientras él prepara un lugar para nosotros?

está. Ese lugar estará plagado de belleza encantadora y deslumbrante, no solo por su ubicación sino también por quién se encuentra allí. Una pequeña niña de ciudad estaba en el campo por primera vez, observando el cielo nocturno. –Oh, mamá –exclamó–, ¡si el cielo es tan hermoso del lado incorrecto, me imagino lo que será del lado correcto! Mientras vivimos del lado “incorrecto” del cielo, aún podemos estar llenos de esperanza y fe al esperar el cumplimiento de las promesas divinas.

Preparando un lugar: Una colaboración espiritual “Me voy a preparar un lugar”, dijo Jesús. Pero no fue para dejarnos desamparados. ¡Lejos de ello! Más bien, lo hizo para enseñarnos que si estamos dispuestos a ponerlo a él en el centro de nuestras vidas, comenzaremos a vivir en ese lugar aquí mismo y ahora. De hecho, Dios no puede preparar ese lugar sin nues-

tra cooperación. Es un esfuerzo cooperativo que comienza ahora en nuestros corazones y nuestras mentes, y se refleja en nuestros hogares, nuestras oficinas y nuestras iglesias. Cuando permito que Jesús gobierne mi vida, puedo comenzar a disfrutar del consuelo (del Espíritu Santo) y las ventajas (la fuerza espiritual gracias a la oración), los hermosos jardines (cultivando el amor en mi vida) y los alrededores (cultivando alegría y paz) de ese lugar prometido. La paradoja de que nuestro Señor se vaya pero a la vez permanezca con nosotros es lo que nos guía y nos consuela en nuestros sufrimientos, fortalece nuestra esperanza y nuestra fe, les da significado a nuestras vidas y nos afirma en el lugar que será nuestro hogar por la eternidad.

rA Semana de Oración 2007 [231] · 15


JUEVES

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N WILLIAM HUCHS Editor de la revista Ministry

Volveré Reavivando la bendita esperanza.

C

ada vez que se presenta la oportunidad, mi esposa y yo salimos a caminar por un sendero cerca de nuestro de hogar. Esto nos brinda una de las escasas oportunidades de pasar un poco de tiempo tranquilo, y lejos de todo y de todos. Nuestros dos hijos, de 14 y 10 años, a veces nos acompañan, pero esta es la excepción. En una caminata reciente, tanto mi esposa como yo olvidamos traer nuestros teléfonos celulares, y nuestra ausencia pareció ser más larga de lo que nuestros hijos habían esperado. Al llegar a casa, nuestra hija exclamó: –¿Dónde estaban? Pensé que ya estarían de vuelta, y estábamos preocupados por ustedes. –¿Por qué estaban preocupados? –pregunté–. Les dije que volveríamos al terminar nuestra caminata. A mí no me pareció mucho tiempo, pero fue mucho más de lo que mi hija había anticipado. Casi una semana más tarde, mi esposa y yo elegimos otro recorrido para nuestra caminata, que dura aproximadamente el mismo tiempo. Hacia el final del recorrido, comenzó a llover. Esperábamos volver a casa antes de que la lluvia se hiciera torrencial, pero no tuvimos éxito. Cuando finalmente llegamos a nuestro hogar, chorreando agua, nuestros hijos corrieron a abrazarnos con más entusiasmo que lo usual. –Estábamos tan preocupados que empezamos a orar para que estuvieran bien y llegaran a casa pronto y a salvo. Los discípulos probablemente querían abrazar a Jesús con más entusiasmo que lo usual, no porque él había llegado sano y salvo, sino porque estaba a punto de irse. Habían pasado los mejores tres años y medio de sus vidas con él, y no podían soportar la idea de que su tiempo juntos se estuviera acabando. Sí, él les había advertido que este día llegaría, pero en este caso la realidad fue peor de lo que esperaban. Mientras Jesús ascendía, ellos miraron hacia arriba atentamente, hasta que ya no pudieron verlo más. De repente, dos varones aparecieron frente a ellos pronunciando estas palabras: «Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hech. 1: 11).

Recuerdos preciados Cuando los discípulos reflexionaron sobre estas palabras, innumerables recuerdos se agolparon en sus mentes. Muchos dichos que Jesús había compartido con ellos ahora cobraban mayor significado. Uno de esos dichos Jesús lo ha16 · [232] rA Semana de Oración 2007

bía pronunciado tan solo seis semanas antes: «No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy vosotros también estéis» (Juan 14: 1-3). Cuando era niño, tenía una imaginación frondosa respecto de la Segunda Venida. Miraba diferentes retratos de artistas en libros y revistas, y anhelaba ese día profundamente. En mi hogar y en la iglesia, cantábamos himnos que nos recordaban su pronto regreso. Cantábamos canciones como “Siervos de Dios, la trompeta tocad”, “Cristo viene” y “¡Vendrá el Señor!” Una y otra vez, después de esa época, los acontecimientos de la vida han obstruido mi visión del regreso de Jesús. Pero, las preguntas de mis hijos sobre los eventos de Apocalipsis 19 al 22 me sirven como un sano recordatorio de que aún no vino. Sus preguntas me motivan a meditar en su venida. Jesús describió su venida al responder diferentes preguntas de sus discípulos. Dijo, a los que en ese momento estaban en la tierra: «Verán al Hijo del Hombre, viniendo sobre las nubes del cielo con gran poder y gran gloria» (Mat. 24: 30). ¡Qué palabras descriptivas! ¡Poder! ¡Gloria! Poder no es algo que Jesús ostentaba tener al caminar en la tierra como un ser hu-


mano. De hecho, la última vez que un grupo grande de personas lo vio, él estaba siendo golpeado sin misericordia, y no se defendía. Tampoco parecía ostentar gran gloria; en realidad, nada de gloria. Isaías había profetizado sobre él: «No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos» (Isa. 53: 2). ¡Pero, mírenlo ahora! Volando en las nubes, rodeado de todas las huestes celestiales. Puedo verlo, no usando una corona de espinas sino una diadema brillante. No usando una capa color púrpura (Juan 19: 5), sino un manto radiante de esplendor. Juan lo llama «Fiel y Verdadero» (Apoc. 19: 11), y él luce su título: «Rey de reyes y Señor de señores» (Apoc. 19: 16). No cabe ninguna duda de que la victoria le pertenece a él, y la victoria también les pertenece a todos aquellos que han sido bañados en su sangre para la eternidad. Puedo oír el sonido de millares de trompetas (Mat. 24: 31) que anuncian su retorno. ¡Qué serenata maravillosa! Los mismos ángeles que anunciaron su primera venida con cantos, ahora repiten su función, agregando instrumentos al anuncio de su segunda venida.

Reavivando la esperanza Sin embargo, temo que algunos reaccionan ante su Segunda Venida como si fuera una fábula, algo que aceptan en teoría pero que no esperan en realidad. Los cuidados de esta vida pudieran haber apagado nuestra vívida imaginación. No predicamos o escuchamos estas palabras de esperanza desde el púlpito con la misma frecuencia e intensidad que solíamos hacerlo antes. No cantamos antiguos himnos de esperanza como solíamos hacerlo antes. Himnos como este, por ejemplo: En presencia estar de Cristo, ver su rostro, ¿qué será, cuando al fin, en pleno gozo, mi alma le contemplará? O este: ¿Será al albor, cuando el día despierta y el sol cada sombra nocturna ahuyenta? ¿Será al albor cuando en toda su gloria volverá a la tierra Jesús?

Me temo que nos estamos marchitando espiritualmente, marchitando porque hemos perdido toda esperanza. Es fácil desanimarnos cuando no recibimos palabras de expectación, es decir, cuando no podemos contemplar las palabras de esperanza de Dios. Hoy es tiempo de que reavivemos esa esperanza, tal como lo hemos cantado a través de los años en los congresos de la Asociación General: Una esperanza arde en nuestro ser, la del retorno del Señor. Esta es la fe que sólo Cristo da, fe en la promesa del Señor. A mi hijo no le gusta cuando me voy de casa en medio de la oscuridad de la noche, que es el único momento libre que tengo cada día para salir a caminar. –¿Es necesario que salgas a caminar? –pregunta siempre. –Sí –le respondo–, pero volveré en 45 minutos. En ese momento, su única esperanza es la de no quedarse dormido antes de mi regreso. En ciertas ocasiones, después de los 45 minutos, lo descubro espiando por la ventana del comedor para saludarme cuando me voy acercando a la casa. Puede ser de noche afuera, pero de repente su vida resplandece.

Citando las palabras de un himno, ¿vemos que “amanece ya la mañana de oro tras la noche terrenal”? En realidad, esa mañana de oro se está acercando rápidamente, ese día en que Jesús llevará a sus hijos fieles y felices a su hogar prometido. Hablemos de esto en nuestros hogares. Prediquemos sobre esto desde nuestros púlpitos. Cantemos sobre esto con nuestros coros y nuestras congregaciones. ¿Por qué? Porque si Jesús lo dijo, tiene que ser verdad: «Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy vosotros también estéis» (Juan 14: 1-3).

Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. Somos adventistas; creemos que Jesús viene otra vez. Pero ¿ha comenzado a apagarse nuestra esperanza? Si es así, ¿por qué? 2. Algunos de nosotros hemos esperado el regreso de Jesús por veinte, treinta, cuarenta o incluso cincuenta años. ¿Cómo podemos mantener esa esperanza ardiente mientras los años siguen pasando? 3. ¿Cuál es su himno favorito sobre la Segunda Venida? rA Semana de Oración 2007 [233] · 17


VIERNES

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N CHARLES BROOKS Evangelista jubilado de la Asociación General

Os llevaré para que estéis conmigo El nuestro es un mensaje de evacuación.

U

no de nuestros predicadores declaró: «El nuestro es un mensaje de evacuación [...] de preparación para dejar un mundo maldecido por el pecado, cruel e inmoral, por un hogar de paz y alivio eterno». Si estamos dejando este lugar, ¿adónde nos dirigimos? Cristo nos ha dado la respuesta: «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis». Él está preparando un glorioso reino celestial, de perfección fuera del alcance de nuestra imaginación, con incomparables provisiones para nuestro cuidado y felicidad. ¡Él viene a llevarnos para que estemos con él! Durante los años oscuros de la Segunda Guerra Mundial, la gente del espectáculo intentaba elevar la vista de las personas, en todos lados, por medio de canciones que ofrecían esperanza. Una canción proclamaba: «Habrá pájaros azules sobre los acantilados de Dover, mañana, cuando el mundo sea libre», mientras otra decía: «Cuando las luces se vuelvan a encender en todo el mundo». Todas las personas de buena voluntad anhelaban el final de la guerra. Desgraciadamente, los odios implacables y las intrigas políticas han hecho que las guerras sean incesantes. Jesús dijo: «Oiréis de guerras y rumores de guerras» (Mat. 24: 6), como una de las señales de que su retorno estaría cerca. Y las guerras no han cesado: los medios de comunicación nos informan que hay 28 conflictos bélicos activos en este momento, y más de cien contiendas sangrientas estallan casi a diario. Jesús viene a llevarnos con él, pero en su infinita paciencia y sabiduría nos ordenó que “habitemos aquí hasta que él venga”. En Juan 17, no oró para que seamos quitados del mundo, sino para que seamos apartados del mal mientras estamos en el mundo. Somos sus testigos. Hombres, mujeres y niños perdidos, desesperados y atemorizados son atrapados por la terrible oscuridad que cubre la tierra. Muchos no tienen esperanza, y murmuran y blasfeman contra el nombre de Dios. Pero otros atenderán el anhelo de Dios que el Espíritu Santo crea en sus corazones. Tendrán hambre y sed de justicia. Dios no los dejará en su búsqueda y oración. Sus clamores llegarán al Trono; ellos también serán reunidos. Mientras tanto, el pueblo de la bendita esperanza sentirá que sus corazones son atraídos hacia Dios. Orarán y estarán angustiados como nunca antes, buscarán los «antiguos caminos» y seguirán el ejemplo de esa «gran nube de testigos» (Heb. 12: 1). Mientras el tiempo del “zarandeo” haga caer a muchos que aman a este mundo y sus placeres, habrá un retorno a la “piedad primitiva” por parte de otros. Mientras el Espíritu de Dios se retire gradualmente de la tierra y el mal enfurecido sea derramado sobre aquellos que ostentan pasiones desenfre-

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nadas, el tiempo de angustia se intensificará hasta que los perdidos deseen su propia muerte. Pero Dios tendrá un pueblo que confíe solamente en Jesús como el medio y la prueba de su salvación, y que guarde sus Mandamientos sin temor frente a las amenazas, las burlas, la persecución y la muerte. Ellos soportarán todo tenazmente y no permitirán que la misma muerte les impida alabar, amar y obedecer a Dios por fe. Muchos se unirán a las filas esperando el regreso de Jesús, mientras que otros serán llevados por los vientos como la arena del mar. Un terrible “zarandeo” tendrá lugar mientras el enemigo y sus huestes buscan destruir a los discípulos de Dios en la tierra. Un tiempo de angustia como no lo hubo nunca antes envolverá a este planeta en sufrimiento. Pero tenemos esta promesa: «El Señor reconstruirá a Sión, y se manifestará en su esplendor» (Sal. 102: 16, NVI).

Por qué regresará Jesús ¿Por qué regresa Jesús a una tierra que parece rechazarlo? La mejor respuesta es: Porque él dijo que lo haría. Otra buena razón es para llevarnos a estar con él. También bajará la cortina del reino del pecado. Juzgará y destruirá a Satanás y a sus huestes. Dará recompensas que solo su infinita sabiduría puede otorgar. Salvará a los hombres perdidos que lo encontraron antes de que las puertas de la gracia se cerraran. Jesús volverá personalmente. «Este mismo Jesús [...] así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hech. 1: 11). Vendrá con


poder y gloria. Todos los santos ángeles estarán con él. La gloria del Padre lo iluminará. En la revelación exaltada de su persona, los elementos de la naturaleza se estremecerán. ¡Las montañas se moverán, las islas desaparecerán! Habrá un terremoto como nunca lo hubo antes. ¡El oscuro planeta tierra, por tanto tiempo ultrajado bajo la influencia de sus habitantes pecadores, temblará de gozo! A la orden de Cristo, billones de ángeles se dispersarán por los cuatro vientos de la tierra con una misión. Entre aquellos que duermen, hay hombres, mujeres, jóvenes y niños de toda nación, tribu, lengua y pueblo, que amaron a Jesús, confiaron solo en los méritos del Salvador y fueron a sus lechos de muerte con la esperanza puesta en él. Los ángeles se dispersarán para quitar los mantos de polvo que los cubren y ayudarlos en su despertar, al responder a la voz de su amado Señor. A su llamada, vendrán del norte, del sur, del este y del oeste. Se levantarán de un salto y se elevarán en el aire, a fin de estar con Jesús para siempre.

Miremos más allá del presente Debemos mirar más allá de las propuestas de los políticos, los estrategas y los videntes. Debemos mirar más allá de las lágrimas, la pena, el dolor y la muerte, hacia

la única esperanza segura y bienaventurada, la venida de nuestro Señor con el fin de rescatarnos y llevarnos para estar con él. ¡Él es Rey! ¡Él es el Señor! Es el único Dios y Salvador. ¡No mentirá! ¡No fallará! ¡Los reinos de este mundo pasarán a ser el reino de nuestro Dios y de su Cristo, y él reinará por siempre y siempre! Cuando él esté listo, le dirá al ángel del norte: «¡Suelta!»; al ángel del sur: «¡No lo sostengas más! Traigan a mis hijos desde lejos, a mis hijas de los confines de la tierra». Al despertar, gente de todas edades, razas, color y estatura se levantarán, y entre los millones surcarán los cielos para dar comienzo a la reunión. Jesús conoce los corazones quebrantados que han tenido que decir adiós. Él comprende la agonía de la pérdida. Lloró ante la tumba de Lázaro y, desde la cruz, procuró consolar a su querida madre. ¡Él entiende! El gozo más grande será verlo con sus ángeles. Después de eso, anhelaremos ver madres,

padres, hijos y familiares que fueron muertos por el enemigo. Los bebés serán traídos a los brazos de sus madres. Esposas y esposos se abrazarán, y se regocijarán juntos por la eternidad. En sus votos matrimoniales, ellos repitieron: “Hasta que la muerte nos separe”; pero ahora la muerte misma será destruida. ¡Jesús vendrá a llevarnos para estar con él! ¡Oh, qué glorioso pensamiento, qué consuelo para nosotros, los creyentes, ahora mismo! Este no es momento para estar despreocupados o perezosos. El Padre ha hecho el esfuerzo infinito de enviar a su Hijo amado para pagar nuestra deuda y justificarnos, ya que nacimos en pecado y somos por naturaleza hijos de la ira. Él se abrió camino a través de su propio sufrimiento sin par y el poder de su propia resurrección. Vive por la eternidad, y vive para interceder por nosotros. Antes de dejar su papel de Sumo Sacerdote en el Santuario celestial, quiere que cada uno, sea de alto o bajo nivel, sin importar si lo merece o no, lo encuentre como su Salvador. Él llama, golpea a la puerta, pues sabe que queda poco tiempo. Nos ha dado señales para que ese día no venga sobre nosotros «a la hora que no pensamos». Él quiere que tú estés preparado. Quiere que estemos en sus filas cuando venga a llevarnos para estar con él. Es una sabia decisión cuando uno elige ir a Jesús y ser salvo. Nada en la tierra es lo suficientemente valioso como para que perdamos nuestras almas y la eterna recompensa que él nos ha prometido. ¡Decide ahora, hoy! ¡Es posible que todos nosotros estemos ahí con él! Ningún ojo ha visto, ni oído ha escuchado las cosas que Dios ha ido a preparar para aquellos que lo aman. ¡Debemos estar allí! ¡Ningún sacrificio aparente es demasiado! Ninguna negación propia es demasiado severa, ningún tesoro en la tierra es demasiado preciado. Y, piensa en esto, ¡estaremos con él!

Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. ¿En qué sentido es nuestro mensaje un mensaje de “evacuación”? 2. ¿Qué es lo que se interpone en mi camino para estar entre los santos que encontrarán a Jesús en el aire? rA Semana de Oración 2007 [235] · 19


S EG U N D O S A B A D O

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N ELENA WHITE

Para que donde yo estoy, vosotros también estéis Cuando Dios haga nuevas todas las cosas.

J

esús regresará otra vez. Antes de separarse de sus discípulos en la tierra, él les dio la promesa de su regreso. «No se turbe vuestro corazón», les dijo, «en la casa de mi Padre muchas moradas hay [...] voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y ostomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14: 1-3). Jesús regresará en las nubes con gran gloria. Una multitud de ángeles deslumbrantes lo acompañarán. Vendrá para honrar a aquellos que lo han amado y guardaron sus mandamientos, y los llevará consigo. Él no se olvidó de ellos ni de su promesa. Se realizará la reunión de la cadena familiar. Al contemplar a nuestros muertos, podemos pensar en la mañana cuando sonará la trompeta de Dios, cuando «los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados» (1 Cor. 15: 52). Ese momento está cerca. Dentro de poco tiempo, veremos al Rey en su hermosura. Dentro de poco tiempo él presentará a sus fieles «sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Jud. 1: 24).

La tierra renovada Ningún lenguaje humano puede describir plenamente la recompensa de los justos. La conocerán solamente los que la contemplen. Allí, el Pastor celestial guía a su rebaño a las fuentes de agua viva. El árbol de la vida produce su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Allí están las corrientes que fluyen eternamente, claras como el cristal, y junto a ellas árboles ondulantes arrojan su sombra sobre las sendas preparadas para los redimidos del Señor. Allí las amplias llanuras dan lugar a bellas colinas, y las montañas de Dios elevan sus cimas majestuosas. En aquellas tranquilas planicies, junto a aquellas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo ha sido peregrino y nómada, encontrará un hogar. «Mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo» (Isa. 32: 18). «Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza» (Isa. 60: 18). «Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma [...] mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos» (Isa. 65: 21, 22). No habrá más lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni símbolos de luto. «Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas 20 · [236] rA Semana de Oración 2007

pasaron» (Apoc. 21: 4). «No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad» (Isa. 33: 24). En la tierra renovada, solamente morarán los justos. «Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo» (Apoc. 7: 14, 15).1

Compañerismo con Jesús En el mundo venidero, Cristo guiará a los redimidos junto al río de la vida y les enseñará maravillosas lecciones relativas a la verdad. Desenvolverá ante ellos los misterios de la naturaleza. Entonces, los redimidos comprenderán que hay una mano superior que mantiene los mundos en su puesto. Advertirán la habilidad desplegada por el gran Artista al vestir de color las flores del campo y comprenderán los propósitos del Padre misericordioso, que dispensa todo rayo de luz; entonces, juntamente con los santos ángeles, los redimidos elevarán himnos de gratitud y alabanza en reconocimiento del supremo amor de Dios por un mundo ingrato.2 Durante mucho tiempo hemos esperado el regreso de nuestro Salvador. Pero, no por eso la promesa es menos segura. Pronto nos encontraremos en nuestro hogar prometido. Allá Jesús nos guiará junto a las aguas vivas que fluyen del Trono de Dios, y nos explicará las enigmáticas disposiciones a través de las cuales nos


guió a fin de perfeccionar nuestros caracteres. Allí veremos, en todas partes los hermosos árboles del paraíso, y en medio de ellos contemplaremos el árbol de la vida. Allí veremos con una visión perfecta, las hermosuras del Edén restaurado. Allí arrojaremos a los pies de nuestro Redentor las coronas que él había colocado en nuestras cabezas, y pulsando nuestras arpas doradas, ofreceremos alabanza y agradecimiento a aquel que está sentado sobre el Trono.3 Allí los redimidos darán la bienvenida a los que los condujeron al Salvador, y todos se unirán para alabar al que murió para que los seres humanos pudiesen tener la vida que se mide con la de Dios.4 «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron» (Apoc. 21: 1). El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Solo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: «Y el resplandor fue como la luz; rayos brillantes salían de su mano, y allí estaba escondido su poder» (Hab. 3: 4). En sus manos y su costado heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, «allí mismo está el escondedero de su poder». [...] Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder. «Oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío primero» (Miq. 4: 8). Llegó el momento por el cual suspiraron los santos desde que la espada de fuego expulsó a la primera pareja del paraíso, el tiempo de «la redención de la posesión adquirida» (Efe. 1: 14). La tierra, dada al principio al hombre para que fuera su reino, entregada alevosamente por él a manos de Satanás, y conservada durante tanto tiempo por el poderoso enemigo, ha sido recuperada

mediante el gran plan de la redención. Todo lo que se había perdido por el pecado, ha sido restaurado. [...]

La recompensa de los justos El dolor no puede existir en el ambiente del cielo. Allí no habrá más lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni manifestaciones de duelo. «Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron» (Apoc. 21: 4). «No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad» (Isa. 33: 24). Allí está la nueva Jerusalén, la metrópoli de la nueva tierra glorificada. [...] En la ciudad de Dios, «ya no habrá más noche». Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. «No tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará» (Apoc. 22: 5). [...] La glo-

ria de Dios y del Cordero inunda la Ciudad Santa con una luz que nunca se desvanece. [...] El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo. «Ahora vemos por espejo, oscuramente» (1 Cor. 13: 12). Vemos la imagen de Dios reflejada como en un espejo en las obras de la naturaleza y en su modo de obrar para con los hombres; pero entonces lo veremos cara a cara, sin velo que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro. Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades, que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a «toda familia en los cielos y en la tierra» (Efe. 3: 15), todo eso constituye la dicha de los redimidos. rA Semana de Oración 2007 [237] · 21


Preguntas para ref lexionar y dialogar 1. ¿Qué es lo que usted más espera para cuando Jesús regrese? 2. ¿Qué hará que el cielo sea siempre nuevo e interesante? 3. Esta lectura contiene muchas promesas maravillosas. ¿Cuál es la más significativa para usted? ¿Por qué?

Oportunidades ilimitadas Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones; y, sin embargo, surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo. Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos [...]. Con indescriptible dicha, los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara, consideran la magnificencia de la creación, soles y estrellas y sistemas planetarios que, en el orden a ellos asignado, circuyen el

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trono de la Deidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder. Y, a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza.

«Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos» (Apoc. 5: 13). El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto que Dios es amor.5 Referencias 1 Elena White, Review and Herald (22 de noviembre de 1906). 2 __________, ¡Maranata: el Señor viene!, Buenos Aires: ACES, 1976, pág. 362. 3 __________, Consejos sobre mayordomía cristiana, Buenos Aires: ACES, 1979, págs. 364, 365. 4 __________, Los hechos de los apóstoles, Buenos Aires, ACES: 1977, pág. 481. 5 __________, El conflicto de los siglos, Buenos Aires, ACES: 1993, págs. 732-738.


LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN PARA LOS MENORES LINDA MEI-LIN KOH Directora del Departamento Ministerio de la Infancia de la Asociación General

Esperanza en las promesas de Jesús Nota para padres y maestros

E

n el mundo de incertidumbres de hoy en día, de amenazas de guerra y destrucción, y miedo al terrorismo, los niños necesitan esperanza con urgencia. Muchos sufren hambre, soledad y dolor. Muchos buscan paz, amor y seguridad. Jesús es su única fuente de paz y esperanza. Las palabras de Jesús registradas en Juan 14: 1-3 dan a nuestros niños la maravillosa esperanza de un fututo radiante. Padres, maestros y miembros de la iglesia deben compartir estas promesas con los niños. Necesitamos ayudar a los niños a encontrar

esperanza en Jesús. Vivamos nuestras vidas de tal manera que muestren esta esperanza. Estas lecturas enfatizarán, a través de historias, ilustraciones, actividades y aplicaciones, la importancia de confiar en las promesas de esperanza de Dios. Para comenzar, sugiero que realicen las siguientes actividades con los niños: 1. Preparen tarjetas con promesas para niños. Inviten a cada niño a que encuentre por lo menos diez promesas en la Biblia y que las escriba en tarjetas de aproximadamente de cinco por diez centímetros. (O en una hoja de tamaño carta u oficio cortada por la mitad tres veces.) Los niños

más grandes copian sus promesas, cada una, en una tarjeta o un pedazo de papel diferente; los niños que aún no saben leer, pueden dibujar algo ilustrando la promesa. Anímelos a entregar las tarjetas a vecinos o amigos de la escuela, compartiendo las promesas y la esperanza que les dan a ellos. Los Salmos 23, 37, 91, 121, así como Isaías 43 y Juan 14, contienen promesas sencillas que los niños pueden comprender. 2. Comiencen un libro de agradecimientos. Hagan que los niños escriban oraciones cortas de agradecimiento a Dios por las promesas que encuentren. rA Semana de Oración 2007 [239] · 23


PRIMER SÁBADO

Atrapado en la tormenta Versículo para memorizar «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo» (Isa. 41: 10).

Preparación Pregunte a los niños si alguna vez pescaron o vieron a alguien pescar. Permita que le cuenten lo que saben acerca de la pesca y los barcos pesqueros. Haga que los niños compartan brevemente sus experiencias. Luego, pregunte: “¿Cuáles son algunos de los peligros de la pesca?” Algo salió muy mal cuando Alicia fue a pescar con su papá al océano. Vean si pueden descubrir por qué pudo mantenerse tan calma.

Historia ¡Oh, mi línea esta picando! ¡Tengo un pez, papi! –gritó Alicia excitada. –Sosténla fuertemente, no lo dejes ir –dijo el papá a Alicia mientras se acercaba para tomar su caña–. ¡Oh, qué buena pesca! ¡Es un bacalao! –comentó el papá al abrir la boca del pescado para sacar el anzuelo. –¡Los peces están hambrientos hoy! –exclamó Alicia–. ¿Podemos ir más lejos, donde haya algunos salmones rosados, papá? –Te está gustando la pesca, ¿no? –bromeó el papá mientras colocaba el pescado en la heladera portátil. De hecho, había sido un gran día de pesca. El papá y la hija habían comenzado temprano ese domingo por la mañana, esperando traer muchos pescados al final del día. Muy pronto, el pequeño bote de pesca se dirigía mar adentro, en busca de salmones rosados para Alicia. Mientras Alicia y su papá sacaban sus almuerzos, el papá notó nubes oscuras que se formaban en el cielo. –Espero que no sea una tormenta –suspiró el papá–. Quizá debamos volver a casa, por las dudas. Conseguiremos nuestro salmón rosado en otra oportunidad. 24 · [240] rA Semana de Oración 2007

Alicia escuchaba el sonido estridente del motor que arrancaba: brum, brum. Pero, en lugar de arrancar, escuchó que su papá gritaba: –¡Oh, no! ¡Nos quedamos sin gasolina! ¡Me olvidé los dos bidones de gasolina que compramos! –¿Qué haremos? ¿Llegaremos a casa? –a Alicia le costaba mantener la calma. –Llamaré a los guardacostas para pedir ayuda –dijo el papá con seguridad, mientras alistaba la radio del bote–. ¡SOS! ¡SOS! ¡Sting Ray llamando! Repitió el llamado de auxilio tres veces, pero no recibió ninguna respuesta del guardacostas. En ese momento, oscuras nubes comenzaron a amontonarse sobre el bote, y el mar se ponía cad a vez más picado. El temor inundaba el pecho de Alicia. El viento se hacía más y más fuerte. Los latidos de su corazón se aceleraban mientras en su mente se agolpaban pensamientos sobre su mamá, su perro Rover y su hermana Liliana. –Tengo miedo, papá –sollozaba ella y se acercaba a su papá–. ¿Vamos a morir? –No te preocupes, mi pequeña. Jesús cuidará de nosotros –le aseguró su papá–. Oremos a Él ahora mismo. Entonces, se abrazaron juntos debajo de un toldo y oraron pidiendo la ayuda de Dios. Alicia se sintió mejor después de haber orado. Ella sabía en su corazón que Dios estaba presente, porque de repente sintió calma en su corazón. Durante horas, los fuertes vientos empujaron al pequeño bote de un lado al otro en el tormentoso mar, cuando de repente una sirena sonó frente al pequeño bote. El papá arrojó el toldo a un costado y se puso de pie de un salto.

–¡Socorro, socorro! –gritó fuertemente agitando una toalla roja. El barco de carga respondió al pedido de ayuda del papá y remolcó al pequeño bote hasta que estuvieron seguros. El papá prometió nunca más ser descuidado al cargar el bote.

Lección ¿Recuerdan a los discípulos con Jesús en un bote, una noche? Cuando estaban navegando hacia la otra orilla del lago, se desató una terrible tormenta. Pueden leer la historia en Lucas 8. Jesús estaba durmiendo y el bote estaba a punto de hundirse. Los discípulos, atemorizados, lo despertaron. No podían entender cómo él podía dormir con semejante tormenta. Jesús simplemente se paró en el bote agitado, elevó sus brazos y ordenó a los vientos que se detuvieran. Entonces, se volvió a sus discípulos y preguntó: «¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe?» (Mar. 4: 40, DHH). La verdad es que los discípulos se habían olvidado de que Jesús estaba con ellos en el bote; pensaron que estaban solos con la tormenta. Pero nunca estamos solos con la tormenta. Jesús siempre está allí con nosotros. Jesús estuvo presente con los discípulos a través de muchas tormentas, cuando estuvo en la tierra. Él era su fuente de paz, y calmaba sus temores. Y, después de que Jesús volvió al cielo, no los dejó solos. Él prometió: «Y yo le pediré al Padre que les mande otro Consolador, el Espíritu de la verdad para que esté siempre con ustedes» (Juan 14: 16, 17, DHH). Cuando Jesús vive en nuestros corazones por medio de su Espíritu, no tenemos de qué temer. La Biblia dice: «Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes» (1 Ped. 5: 7, DHH). Eso es lo que Alicia y su papá hicieron cuando su bote estaba en medio de la tormenta.

Aplicación Piensa por un momento: ¿Cuál es tu tormenta, aquello a lo que más le temes? ¿La oscuridad, el océano, los perros grandes, o los malos compañeros? ¿Estar solo o perderte? ¿Te da miedo compartir a Jesús con otras personas? Siempre ayuda hablar con Dios acerca de tus temores. Alguien dijo muy sabiamente: “No le cuentes


a Dios cuán grande es tu tormenta, cuéntale a la tormenta cuán grande es tu Dios”.

Discusión Es normal que los niños y las niñas tengan miedo, pero Dios no quiere que permanezcamos con temor. Lee 1 Pedro 5: 7; Lucas 8: 24 y 25; Juan 14: 1 y 16. Memoriza Isaías 41: 10. ¿Qué consejo le darías a un amigo que tiene miedo? ¿Qué versículo o historia podría ayudarlo?

Actividad Aprende la canción “Mi Dios es tan grande” y cántala con tus amigos cuando tengan miedo. Sí, nuestro Dios es tan grande, tan fuerte y poderoso que no hay nada que él no pueda hacer.

DOMINGO

Un amigo en quien puedes confiar Versículo para memorizar «En el día que temo, yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?» (Sal. 56: 3, 4).

Preparación Pida a todos que busquen un compañero. En cada pareja, el niño más bajo será el guía y colocará un pañuelo o una bufanda para tapar los ojos de su compañero. Cuando se dé la señal de inicio, el guía llevará al compañero, con sus ojos vendados, a caminar por alrededor de la sala sin que se golpee con nada. Una vez que los niños con los ojos vendados lleguen al lugar, reordene los muebles de la sala para que sea más difícil. Después de un minuto, intercambie los roles de los niños. Después de otro minuto, indíqueles a todos que se detengan y vuelvan a sus asientos. ¿Qué ocurrió cuando tenían los ojos vendados? ¿Confiaron en sus guías? ¿Fue fácil confiar? Si su guía es su mejor amigo, ¿eso hace que sea más fácil confiar?

Historia “¡Bang, bang!”, se escuchó fuertemente en el cielo. Todos corrían hacia el refu-

gio, escapando de las fuertes explosiones que destrozaban los hogares de la cuidad de Singapur en 1942. La guerra había llegado y Jin Ping no entendía qué estaba ocurriendo. La vida había sido tan feliz y segura, pero ahora todo había cambiado. El temor se había apoderado de todos; ya no se podía confiar en nadie fuera de la familia. Una noche, el papá de Jin Ping lo despertó de un sueño profundo. –¡Levántate, hijo! ¡Levántate! ¡Tenemos que subir al bote! –murmuró apresuradamente su padre. –¿Qué? ¿Adónde? –tartamudeó Jin Ping. –No hagas preguntas, solamente haz lo que te digo –ordenó el padre. Muy pronto, papá, mamá, Jin Ping y su pequeña hermana caminaban rápidamente por oscuros callejones, deteniéndose y escondiéndose cada vez que veían pasar una oscura figura. –Tenemos que encontrarnos con el tío Poh en la calle Temple. Él nos llevará hacia el bote –explicó el padre en susurros. –¿Podemos confiar en él? –preguntó la madre dubitativamente. –Si, es un antiguo amigo de nuestra familia; podemos confiar en el tío Poh completamente –respondió el padre con seguridad. –¿Por qué no oramos antes de continuar? Queremos que Dios nos guíe con seguridad –sugirió la mamá. La familia oró y luego continuó su camino. Después de caminar por mucho tiempo, la familia finalmente llegó a la calle Temple y encontró un pequeño lugar para esconderse. El papá miró a la izquierda y a la derecha, luego miró su reloj nuevamente y, de pronto, vio tres figuras que caminaban hacia su escondite. El papá estaba a punto de pararse y hablar con ellos, cuando de repente se dio cuenta de que los tres hombres eran soldados enemigos. Ellos no habían sido enviados por el tío Poh. ¡Oh, qué alivio, la familia no fue descubierta por el enemigo! La familia permaneció quieta debajo del refugio durante aproximadamente dos horas. Pron-

to, el papá divisó otra figura que se acercaba hacia ellos. Esta vez escuchó que alguien susurraba: –Kok Hua, ¿estás ahí? ¡Oh sí, era el tío Poh! Estaba llamando al papá por su nombre. Había venido a rescatarlos. ¡Ellos podían confiar en él! El tío Poh guió a la familia a lo largo de diversos callejones oscuros antes de llegar a la ribera del río. Un pequeño bote los estaba esperando. Se subieron rápidamente, mientras el padre abrazó al tío Poh una vez más. Enseguida, el capitán remó llevando el bote hacia el mar. Después de lo que parecieron días y noches de navegar y esconderse, la familia finalmente llegó a la pequeña isla de Pulau Pinang, en Indonesia ¡Fue realmente un escape certero!

Lección Los discípulos de Jesús estaban llenos de temor y dudas cuando Jesús fue arrestado aquella noche en el jardín del Getsemaní. Corrieron tan rápido como pudieron, para no ser arrestados. No querían que los relacionaran con Jesús. No podían confiar en nadie. ¡Pobre Pedro! Tenía tanto miedo de ser reconocido como uno de los seguidores de Jesús que lo negó tres veces. Cada una de las veces, dijo: «No conozco al hombre» (Mat. 26: 72). Pero, Pedro pronto recordó las palabras de Jesús, de que él resucitaría de entre los muertos. Saber que Jesús se levantaría nuevamente le daba esperanza. Como confiaba en las palabras de su Señor, Pedro fue con los otros diez discípulos fieles al monte de Galilea, donde Jesús había prometido encontrarlos. Y allí Jesús les dio la comisión de contarle al mundo entero acerca del amor de Dios por ellos (Mat. 28: 16–20).

Aplicación Haga que los niños armen tarjetas de saludo decoradas con el versículo para memorizar

rA Semana de Oración 2007 [241] · 25


(Sal. 56: 3, 4). Anímelos a compartir las tarjetas con algunos niños en un hospital o en un orfanato, o a un vecino que no conozca a Jesús.

Discusión 1. ¿Qué significa confiar en alguien? 2. Al leer la Biblia y orar cada día, tú creces en tu amistad con Jesús. ¿Qué tiene que ver la amistad con la confianza? (Respuesta: Es más fácil confiar en un amigo.) 3. ¿Puedes pensar en alguna oportunidad de tu vida en la que hayas tenido que confiar en Dios en una situación difícil? Cuéntale a la clase sobre esto. 4. Si alguien te dijera: “No estoy seguro de que Jesús realmente volverá”, ¿qué texto bíblico podrías usar para ayudar a esta persona a confiar en Jesús? Lee Juan 14: 1-3.

Actividad Piensa en una persona de los tiempos bíblicos que confió en Dios y cómo Dios recompensó su fe. Haz un dibujo ilustrando ese incidente y compártelo con tus amigos. Pide a Dios que te ayude a confiar en él así como lo hizo esa persona.

LUNES

Una familia multicultural Versículo para memorizar «Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso» (2 Cor. 6: 18).

Preparación Coloque entre seis y ocho fotos grandes de familias multiculturales que tengan hijos. Dé a los niños unos minutos para observar las fotografías. Pregunte: ¿Cuáles son las similitudes que ven entre todas estas fotos? ¿Cuáles son algunas de las diferencias? ¿Qué ocurre si los miembros de una familia lucen diferentes? ¿Sigue siendo una familia? 26 · [242] rA Semana de Oración 2007

Historia –Adivina qué, Carlos. Vamos a traer a otra hermanita a casa –dijo el papá emocionado. –¿En serio, papá? ¿Puedo sostenerla en brazos esta vez? –preguntó Carlos ansiosamente. –Sí, por supuesto que puedes. Tú vas a venir con nosotros al hogar de niños para buscar a Chwee Li –le aseguró el papá a Carlos. Las horas de espera parecían más largas de lo normal para Carlos y sus cinco hermanos y hermanas. Pero el momento finalmente llegó. Los seis niños se acomodaron en la camioneta vieja con gran alegría. Tan solo piensen en esto, ¡una hermanita más para jugar! Al poco tiempo la mamá abrió la manta, para mostrar a los niños el nuevo miembro de la familia que tenía en sus brazos. Entonces, se escucharon los “¡Ah!” “¡Oh!” La emoción se notaba en el aire. –Miren sus ojitos; son tan pequeños. ¿Puede ver a través del pequeño espacio entre sus párpados? –preguntó Carlos con una mirada confundida en su rostro. –Yo tengo ojos grandes y redondos –aclaró Akeela, de 6 años de edad. –Tú eres de África, pero Chwee Li es de China –explicó la mamá a los niños–. Muchos bebés chinos tienen ojos alargados. A Dios le gusta que sean de esa manera; es otra clase de belleza. –¿Por qué no tiene la piel negra y brillante como la mía? –preguntó Shackie al tocar la pequeña manito de la bebé. –Mamá, en la escuela nos dicen los niños “multiculturales”. ¿Somos extraños? –preguntó Junie con curiosidad. –¡Oh, no! –exclamó la mamá mientras sus ojos se iluminaban–. Cada uno de ustedes es especial para nosotros; Dios nos los regaló. –No tenemos hijos propios –agregó el papá mientras sostenía a Akeela cerca

de él–; entonces, buscamos hijos especiales para unirse a nuestra familia. –Primero encontramos a Carlos, después vimos a Junie, Akeela, Shackie, Ohnma y Rachel. No pudimos decir que no. Puede ser que ustedes sean de África, Filipinas o Myanmar, pero Dios escogió a cada uno de ustedes para papá y para mí, y los amamos a todos –sonrió la mamá al abrazar a sus seis hijos. –Creo que está bien ser una familia multicultural. ¡Somos especiales! –sonrió Shackie.

Lección Piensen que ustedes y yo también pertenecemos a una familia especial: la familia de Dios. En el principio, Dios creó todo el universo (Gén. 1). Esta noche miren el cielo y vean todas las estrellas y las galaxias que él creó, y piensen en la familia de Dios diseminada por todo el universo. Recuerden que ustedes y yo somos parte de una gran familia multicultural. El apóstol Pablo dice: «Él quiso adoptarnos como sus hijos y concedernos gozar de los derechos de ser los hijos de Dios. [...] Porque tú eres su hijo, él te da lo que ha prometido darle a su pueblo» (Gál. 4: 5, 7, DHH). Cuando elegimos a Jesús, heredamos todo lo que Dios tiene para nosotros. El apóstol Juan declaró: «Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios» (1 Juan 3: 1, DHH). Y Jesús promete: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay» (Juan 14: 2), una para cada uno de sus hijos. Cada persona es tan importante para él, como si fuese la única.

Aplicación Hagan una lista de las cosas que quieran hacer cuando vivan en la casa de Dios. ¿Qué les gustaría explorar? ¿Adónde les gustaría ir? ¿Con quién quisieran estar? ¿Qué dirán a sus amigos que deben hacer para poder vivir en la casa de Dios? Espero que puedan decir que tienen que aceptar a Jesús como su mejor amigo y amarlo con todo su corazón.

Discusión 1. Dios nos adopta en su familia cuando lo aceptamos. ¿Cuáles son algunas de las cosas que hacen los hijos adoptivos


para mostrar su amor y su aprecio hacia su familia adoptiva? 2. ¿Qué puedes compartir, de esta lección, para animar a un niño que viva en una familia infeliz, o que se sienta solo, no deseado o poco importante?

Actividad Aprendan la canción “Hay un lugar para todos en la familia de Dios”. Ilustren la canción con fotos de personas que sean miembros de la familia de Dios y pregunten a la maestra de Escuela Sabática o a la maestra de la escuela si pueden compartirla con el resto de la clase.

MARTES

Capitán confiable Versículo para memorizar «Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió» (Heb. 10: 23).

Preparación ¿Cuántos de ustedes han practicado paracaidismo? ¿A quién le gustaría explicar lo que es el paracaidismo? Si yo tuviera el coraje de probar el paracaidismo, ¿qué clase de instructor me recomendarían? ¿Cuán importante es que el instructor sea confiable?

Historia El cielo azul despejado invitaba a un excelente día de paracaidismo. Jason había esperado este día con gran entusiasmo. Hoy, él y sus amigos, Bryant y Kumar, iban a intentar la arriesgada acrobacia de arrojarse desde el cielo. ¡Ese había sido el sueño de Jason desde que tenía 7 años! ¿Puedes imaginarte caer desde más de tres mil metros de altura? Jason tuvo que admitir que la idea le daba un poco de miedo. Pero nada iba a desalentar a estos tres amigos de su experiencia vertiginosa. A la hora señalada llegaron al centro de paracaidismo McDowell y se encontraron con sus instructores: el capitán Lee, John Drury y Mary Thomas. –Señores, hoy podrán experimentar la emoción de caer desde los cuatro mil cien

metros de altura en su primer salto –anunció el capitán Lee. –¡Oh, eso si que es un salto! –exclamó Jason un tanto preocupado. –Pero, capitán, no tenemos ninguna experiencia. Esta es nuestra primera vez –le recordó Kumar. –No se preocupen, estaré con ustedes –dijo el capitán Lee a Jason guiñándole el ojo–. Puedes confiar en mí. –Atención, para todos los que saltan por primera vez, solo se les permitirá ejecutar el salto Tandem –anunció Mary Thomas. El salto Tandem significa estar atados a sus instructores con una cuerda fuerte. El instructor los ayuda a sostener el paracaídas y el resto del equipo. Después de recibir una sesión de entrenamiento de treinta minutos, Jason, Briant y Kumar se prepararon y subieron al avión que los llevaría a ellos y a otras diez personas hacia el cielo. La vista desde el avión los dejaba sin aliento. Jason vio a los paracaidistas experimentados preparándose para el salto. Muy pronto, Jason sintió que le tocaban el brazo. –Vamos, es nuestro turno –dijo el capitán Lee ayudando a Jason a ponerse de pie. –¡OK! Estoy preparado, pero asegúrate de mantenerme cerca de ti –exclamó Jason nerviosamente. –Listos, uno, dos, ¡salto! –gritó el capitán Lee, y saltó del avión junto con Jason. –Oh, me siento mareado –gruñó Jason–. ¡Estoy cayendo demasiado rápido! –Estoy encima de ti, Jason. ¡Puedes confiar en mí! –respondió el capitán Lee–. Solo relájate y observa a tu alrededor. ¡Mira el cielo maravilloso! –El capitán Lee se acercó a Jason y sostuvo sus manos, estirándolas suavemente para que sintiera el viento y la emoción de la caída. Cada vez que Jason pedía ayuda, el capitán Lee estaba cerca para ayudarlo. De hecho, el capitán Lee demostró ser un maestro muy confiable.

Gradualmente, Jason se relajó y comenzó a disfrutar del salto. Después de lo que pareció una caída muy larga, el paracaídas se abrió, y juntos aterrizaron a tierra, sanos y salvos. Aplausos y gritos de ánimo se elevaban desde la multitud que los observaba. –¡Gracias, capitán! ¡Fuiste un maestro maravilloso y muy confiable! –exclamó Jason–. Haría esto muchas veces más contigo como instructor.

Lección No vamos a saltar en paracaídas exactamente, pero tenemos un Amigo confiable que nos ofrece llevarnos a través del espacio, camino al cielo. Jesús no solo es totalmente confiable sino también nos ama tanto que voluntariamente murió por nosotros para que podamos hacer este viaje espacial. Dios les mostró a los profetas, hace miles de años, que enviaría a su Hijo a salvar a hombres y mujeres, niños y niñas del pecado. «Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo» (Gál. 4: 4). Dios cumplió su palabra. Podemos confiar en él. No es extraño que el rey David haya dicho: «Señor, tu palabra es eterna, ¡afirmada está en el cielo!» (Sal. 119: 89, DHH). Las promesas de Jesús siempre son confiables. Él cumple lo que promete. Antes de ascender al cielo, dijo a sus discípulos que no se desanimaran, porque «cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad [...] él dará testimonio acerca de mí» (Juan 15: 26). Tal como Jesús lo prometió, en el Pentecostés, cuando sus discípulos estaban reunidos, de repente todos fueron «llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hech. 2: 4). Sí, Jesús nos promete: «Voy a prepararles un lugar. Y después de irme y prepararles un lugar, vendré otra vez» (Juan 14: 2, 3 DHH). Él volverá, y queremos estar preparados para estar con él. rA Semana de Oración 2007 [243] · 27


Aplicación

Preparación

Pregunte a los niños cómo las siguientes promesas bíblicas han sido una realidad en sus vidas y anímelos a contar acerca de incidentes específicos, de ser posible. (Prepárese para contar sus propias experiencias, para comenzar). 1. 1 Juan 1: 7. 2. 1 Juan 1: 9. 3. Sal. 23: 1, 6. Puedes confiar en todas las promesas bíblicas, «porque fiel es el que prometió» (Heb. 10: 23). Repitan este versículo de memoria juntos.

Divida a los niños en grupos de cuatro. Dé a cada grupo una cartulina y un marcador, para que puedan hacer una lista de lo que quisieran tener en su nuevo hogar si tuvieran que mudarse a otro país.

Discusión Dios quiere que contemos a otros cuán confiable ha sido nuestro amigo Jesús con nosotros. Entonces, elijan a un compañero y practiquen contarle cuán confiable es Jesús para ustedes.

Actividad Jueguen un juego de adivinanzas, intentando identificar diferentes personajes bíblicos confiables. 1. Moisés confió en los espías que le trajeron un buen informe. ¿Qué espías demostraron ser los más confiables? 2. Los judíos confiaron en que la reina valiente le pediría al Rey que los salvara de sus enemigos. ¿Cuál era su nombre? 3. Este joven confiable pasó de ser prisionero a gobernador de Egipto. 4. Esta joven confiable fue la niñera de un bebé que dormía en una pequeña cesta que flotaba en el río. 5. Este joven confiable era amigo del apóstol Pablo (puede haber más de un nombre). Si el tiempo lo permite, haga que los niños inventen sus propias adivinanzas, para presentar al resto de la clase.

MIÉRCOLES

Un nuevo hogar Versículo para memorizar «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14: 2, 3). 28 · [244] rA Semana de Oración 2007

Historia Iba a haber un gran cambio en el país. Todos estaban hablando del nuevo ejército que estaba tomando, en ese momento, el poder del gobierno de su país. La familia Acosta decidió que se iría del país antes de que fuera demasiado tarde. Decidieron que el papá cruzaría la frontera primero, y buscaría un trabajo y un lugar en el que su esposa y sus hijos pudieran vivir. –Adiós, papá –Pedro y Juan gritaron luego de darle a su padre el último abrazo antes de que subiera al ómnibus–. Vuelve a buscarnos pronto. –Lo haré, hijos. Cuiden a su mamá –respondió el padre con tristeza en su voz. Los días pronto se convirtieron en meses, y cada día Pedro y Juan esperaban ansiosamente una carta o un mensaje de su padre. ¿Habría encontrado un trabajo ya? ¿Habría encontrado un lugar donde pudieran vivir? Después de un largo tiempo, finalmente alguien llegó a su casa con una carta de su padre. La mamá leyó cuidadosamente cada palabra de la carta a sus niños. –¡Buenas noticias! Papá encontró un lugar para nosotros. Él lo está arreglando y embelleciendo para nosotros –explicó la madre alegremente. –¡Genial! ¿Cuándo nos mudaremos? –preguntó Juan con emoción. –¿Podemos empacar nuestras cosas inmediatamente? –quiso saber Pedro. –¡Buena idea! Pero empaquen solamente cosas necesarias; no podemos llevar mucho peso –les recordó la mamá. Otra semana pasó, pero aún no había señales de mudanza. Pedro estaba empezando a perder la paciencia. –¿Por qué se tarda tanto papá? ¿Se ha olvidado de nosotros? –se quejó Juan.

–Hijo, deja de quejarte. Papá prometió preparar un hermoso lugar para nosotros, y cumplirá con su promesa –respondió la mamá a Juan. Finalmente, luego de otra semana, llegaron noticias de papá diciendo que la familia ya podía mudarse. ¡Grandioso! Los niños estaban listos para salir inmediatamente. Después de días de viajar en ómnibus y caminar por caminos polvorientos, llegaron a salvo, al otro lado de la frontera. ¡Papá los estaba esperando! –¡Papá, nos encanta nuestro nuevo hogar! –exclamó Pedro con alegría–. Con razón tardaste tanto en prepararlo.

Lección Jesús dijo a sus discípulos que se iba con el fin de preparar un hermoso hogar para ellos también. Este es un lugar para todos aquellos que lo aman y quieren vivir con él. En ese lugar especial, podrás recostarte al lado de los leones, y ellos no te harán daño (Isa. 11: 6). ¿No creen que será emocionante acariciar a un león o a un leopardo? Dios tiene un lugar para ti en su plan. Él nos recuerda: «Antes de darte la vida ya te había yo escogido» (Jer. 1: 5, DHH).

Aplicación Confeccionen algunas lindas tarjetas y hagan dibujos de aquel hogar especial y único que Jesús fue a preparar. Compartan esta promesa con tres amigos que no sepan de Jesús.

Discusión 1. ¿Qué crees que Jesús esta haciendo ahora con el Padre, ya que fue antes que nosotros? 2. ¿Qué clase de lugar especial está preparando Jesús para ti? Busca la respuesta a esta pregunta en Apocalipsis 21 y 22. 3. ¿Cómo puedes prepararte para ir a este hogar especial?


Permanece cerca de Jesús por medio de la oración y el estudio de tu Biblia. Pídele que te ayude a contarles a otros sobre él.

Muestre a los niños imágenes de reyes, reinas, princesas y realeza de diferentes países. Pregunte: “¿Qué hace que un rey o una reina sea diferente del resto de la gente?” Los reyes y las reinas usan sus coronas por primera vez en una ceremonia que se llama coronación.

pocas familias podían comprarla. Pero, afortunadamente, la familia Jeyakumar tenía un pequeño televisor de catorce pulgadas. –Está comenzando, así que mejor ven, porque te lo vas a perder, Ravi –dijo el papá mientras lo llamaba emocionado. –¡Oh, miren ese carruaje! –exclamó Ravi–. Me encantaría conducir uno de esos. –¡Miren! ¡Allí viene la joven reina! –agregó Premila–. ¿No es hermosa? –¡Miren su vestido! ¡Oh, me encanta la capa larga! –exclamó la mamá. Pasó bastante tiempo hasta que llegó el momento más importante de la ceremonia. Ravi se estaba poniendo inquieto. –¿Cuándo van a ponerle la corona? ¿Por qué hay tantas oraciones y discursos? –suspiró Ravi. –Ten paciencia –le advirtió su papá–. Miren, el arzobispo está tomando la corona, y ahora la está levantando. El glorioso momento llegó cuando la corona, con cientos de joyas brillantes, fue colocada en la cabeza de la nueva reina, su Majestad, la reina Elizabeth II. ¡Qué ceremonia majestuosa! ¡Ravi y Premila nunca la olvidarían!

Historia

Lección

–¡Despierta, despierta, dormilón! –llamó la mamá mientras intentaba quitarle las cobijas a Ravi. –Mmm, estoy cansado –suspiró Ravi. –Vamos, deprisa, levántate o te perderás el gran show –lo urgió la mamá. –Quizá debamos dejarlo seguir durmiendo –sugirió Premila, la hermana mayor–. Él no quiere ver la coronación de la Reina. –¡Bueno! ¡Ya estoy listo para ver a la Reina! –Ravi saltó de la cama y se despertó al instante. Este era un día muy emocionante para todos en Singapur, en 1953; una hermosa y joven reina iba a ser coronada. Y la ceremonia de coronación sería vista por televisión por primera vez alrededor del mundo. La televisión en blanco y negro recién había llegado a la isla, y solo unas

Nosotros veremos la coronación del Rey de reyes, Jesucristo, volviendo en gloria por todos los que lo amamos. Él vino como un pequeño bebé indefenso, y fue tentado en todo como nosotros, pero sin cometer ningún pecado (Heb. 4: 15). Pablo dice que Jesús «aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (Heb. 9: 28). Nuestro amigo, Jesucristo, vendrá por nosotros en gloria. Él no solo es el Rey coronado. El nombre escrito en su manto y en su muslo es «Rey de reyes y Señor de señores» (Apoc. 19: 16). ¡Y mucho más! Juan lo vio en una visión y dice que «los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos» (Apoc. 19: 14). ¿Pueden imaginarse a los poderosos ángeles que lo acompañarán en su

Actividad Escribe un poema sobre este “hogar especial” y pídele a tu maestra de Escuela Sabática que te permita compartirlo con tus amigos en la clase.

JUEVES

Una coronación gloriosa Versículo para memorizar «Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro» (Apoc. 14: 14).

Preparación

viaje hasta nuestro pequeño mundo? Él viene para derrotar las fuerzas de Satanás que amenazan a la gente. ¡Él es nuestro Rey coronado!

Aplicación Pregunte a los niños: ¿Pueden describir cómo vendrá Jesús en gloria? ¿Vendrá con luz brillante? Hagan un dibujo de esta escena y compártanlo con un amigo.

Discusión 1. ¿Cómo puedes estar seguro de la promesa de Jesús de volver por ti? ¿Pueden encontrar algunas promesas en la Biblia? 2. ¿Cómo pueden prepararse para encontrarse con Jesús, el Rey de reyes? 3. ¿Cómo se sentirán al ver al ejército de ángeles volver con Jesús? Recuerden, ellos vuelven por el pueblo de Dios, vuelven por ti. ¿Cómo te hace sentir esto?

Actividad Haga que los niños corten tiras de papeles de colores de aproximadamente cuatro por diez centímetros cada una. En cada tira de papel, escriban una promesa bíblica del regreso de Jesús. Junten todas las tiras de colores y armen una cadena larga. Cuélguenla en la sala, para recordarles las promesas de Jesús de que volverá como Rey de reyes.

VIERNES

Una reunión estupenda Versículo para memorizar «Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hech. 1: 11).

Preparación Muestre algunas fotos o un video de una boda, una celebración de cumpleaños o una reunión familiar. Pregunte: ¿Por qué son tan emocionantes y divertidas las reuniones familiares? ¿Qué hacen cuando se juntan con sus familiares en una reunión familiar? rA Semana de Oración 2007 [245] · 29


Historia Era el cumpleaños número ochenta del abuelo. Todos se levantaron temprano a fin de prepararse para la gran celebración. Mamá y todas sus hermanas ya estaban ocupadas en la cocina. Los tíos y las tías estaban llegando. Rene, Bruce, Cheryl y otros primos también venían en camino. ¡Qué día emocionante! Yolanda había esperado esta reunión familiar especial, en el que iba a poder mostrar su nueva casita en el árbol a sus primos. ¿No sería divertido tener una fiesta y tomar el té en esa casita? –¡Chicos! Qué bueno verlos –dijo Yolanda alegremente al abrazar a Cheryl y Bruce, que recién habían llegado. –Ahí están René y Kitty –agregó Yolanda. –¡Adivinen qué! –dijo Yolanda con un brillito en los ojos–. Papá me construyó una casita en el árbol. Se las voy a mostrar. Los seis primos se divirtieron tanto en esa casita del árbol que prefirieron quedarse allí en lugar de ir con los adultos a la fiesta en el jardín. Pero, era el cumpleaños del abuelo, y todos debían festejarlo con él. Además, había una enorme y deliciosa torta de cumpleaños. Todos los niños ayudaron a soplar las velitas. A Yolanda le encantó la reunión; fue muy divertida. Ella y sus primos ya estaban hablando de la próxima.

Lección ¿Saben si hay alguna otra reunión o festejo para ustedes y para mí? Muy pronto, en el futuro, Jesucristo vendrá a llevarnos al hogar, para tener una gran reunión familiar de todo el planeta tierra. La Biblia dice que «el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tes. 4: 16, 17). Esa será una reunión del universo. El pe30 · [246] rA Semana de Oración 2007

cado nos separó de Dios, pero la muerte de Jesús en la cruz hizo que esta reunión sea posible. ¿Se imaginan a Jesús viniendo personalmente a escoltarnos hasta la casa del Padre? En el pasado, Jesús llevó a Enoc al cielo (Gén. 5: 24). Él también vino y llevó a Elías al cielo en un carro de fuego (2 Rey. 2: 11). Ahora, Jesús nos llevará de este mundo de pecado, problemas y muerte. Nos llevará para que estemos con él. ¡Escuchen! Él ha prometido: «Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14: 2, 3). ¡Esta es una promesa que Jesús va a cumplir! ¿Están ansiosos por esta gran reunión?

Aplicación Pidan a sus maestros o a sus padres que los lleven a visitar un hospital de niños o un orfanato. Lleven globos coloridos atados con un texto bíblico, para regalar a los niños. Cuéntenles sobre la maravillosa reunión que pueden celebrar cuando Jesús vuelva. Anímenlos a que confíen en Jesús, que va a volver otra vez para llevarlos a ustedes y a ellos a vivir en su hogar.

Discusión 1. ¿Cómo se sentirían si alguien que aman estuviera muriendo de cáncer? 2. Supongan que alguien les dice: “Estoy enfermo y cansado de vivir en este mundo. Todo lo que encontramos aquí son tiroteos en las escuelas, ataques terroristas y raptos”. ¿Qué le dirían? ¿Qué textos bíblicos pueden usar para ayudar a esa persona a confiar en un futuro mejor?

Actividad Inventen una canción o un poema sobre la gran reunión en el cielo con Jesús y con Dios. Compártanlos con sus amigos de la Escuela Sabática.

ÚLTIMO SÁBADO

Verano en la finca de los Schmidt Versículo para memorizar «No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos» (Apoc. 22: 5).

Preparación Muestre fotos de diferentes tipos de casas, desde pequeñas chozas hasta enormes mansiones. Pregunte: ¿En qué clase de casa les gustaría vivir? ¿Por qué?

Historia Eran las 6 del domingo a la mañana, y Hans ya estaba levantado. ¡Este era el día que había estado esperando! La familia viajaría para visitar al abuelo y la abuela Schmidt en Alemania. Iban a pasar todo un mes allí. Hans no podía contener la emoción de ver a la abuela y el abuelo. Pero, en especial, le gustaba la gran mansión del abuelo, que se parecía a un castillo. Había tres pisos, con muchas habitaciones en las que se podía esconder y jugar con su hermano y su hermana. Por supuesto, sus primos también jugaban con ellos. ¡Imagínense cuán emocionante sería! Pero, la parte no tan emocionante era el largo viaje en avión. Después de una larga jornada, llegaron a la Finca Schmidt de noche, y Hans se fue a dormir inmediatamente. Los brillantes rayos del sol, que entraban a través de la ventana, lo despertaron a la mañana siguiente. Pegando un salto de la cama, Hans de repente se acordó de que estaba en la mansión del abuelo. Entonces, corrió hacia la planta baja para encontrarse con su abuelo y su abuela. –¡Buen día! –dijo Hans muy contento mientras corría a darles un abrazo a sus abuelos–. ¡Estoy tan contento de estar aquí!


–Los extrañamos tanto a todos. Pero ahora vamos a pasar un mes todos juntos –dijo la abuela con una gran sonrisa en su rostro. Cada uno de los días pasó rápidamente para Hans; había tantas cosas lindas para hacer. La familia fue de pesca al lago, de caminata por las montañas detrás de la finca, y salieron de compras buscando provisiones los días de mercado. El momento preferido de Hans era cuando pasaba tiempo con el abuelo y él le mostraba sus colecciones especiales de piedras y hachas, y cuando le enseñaba cómo usar el arco y la flecha. Era maravilloso poder aprender del abuelo. Él sabía muchas cosas. Si Hans pudiera elegir, él se quedaría a vivir con el abuelo para siempre.

Lección Un día, muy pronto en el futuro, todos nosotros podremos visitar la mansión celestial de Jesús, una casa mucho más grande que la del abuelo Schmidt. Juan nos

cuenta acerca de la gloriosa Nueva Jerusalén: «El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa» (Apoc. 21: 18, 19). ¿Pueden imaginarse eso? «El trono de Dios y del Cordero» estará en esta gran ciudad, «y sus siervos le servirán, y verán su rostro [...]. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos» (Apoc. 22: 3-5). ¿Desean estar allí? Dios quiere que estemos con él. Debemos creer que Jesús murió por nuestros pecados y pedirle que venga a nuestras vidas para siempre. Entonces, cada día intentaremos vivir de la manera en que Dios quiere y amarlo con todo nuestro corazón. Eso es lo que significa estar preparado para cuando Jesús venga.

Aplicación Piensen en algunas cosas que les gustaría hacer con Jesús en la mansión celestial. Compartan sus ideas con un amigo y oren juntos para que Dios los ayude a ser personas que amen como Jesús.

Discusión 1. ¿Cómo puedes prepararte para ir a vivir en el hermoso hogar celestial con Jesús por la eternidad? 2. ¿Tienes algún familiar que no haya aceptado a Jesús? ¿Cómo puedes ayudar a esa persona a prepararse para vivir en el cielo con Dios? 3. ¿Cómo puedes manejar las distracciones como la televisión, los juegos de la computadora, las películas y las revistas que impiden que te prepares para vivir con Jesús en esa mansión celestial?

Actividad Realiza un dibujo del hogar celestial incluyendo a los miembros de tu familia con los que te gustaría vivir. Comparte este dibujo con tu familia y con tus amigos, en tu escuela o tu comunidad, que no conozcan a Jesús.

rA Semana de Oración 2007 [247] · 31


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