Cuando emprendas tu viaje a Ă?taca, pide que tu camino sea largo, rico en experiencias, en conocimiento. Del poema Ă?taca de Konstantino Kavafis.
Presidente Consejo Superior Sonia Fajardo Forero Vicepresidente Consejo Superior Luis Fernando Fajardo Forero Rectora Lina Uribe Correa
Directora Bárbara Skladowska Comité Editorial Juan Sebastián Aragón Hugo Fazio Genoveva Iriarte Luis Enrique Orozco Órinzon Alberto Perdomo Equipo Editorial Ronald Salazar C. Ángela María Ruiz Gaona Benjamín Augusto Sarta Morán Diseño y Diagramación Enrique González Edición y Publicación Instituto de Humanidades Fundación Universitaria Konrad Lorenz Fotografías Stock Exchange ShutterStock Edición Electrónica Hernando Rincón Medina Impresión Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas -JAVEGRAF-
Contacto Carrera 9 Bis No.62-43, Bogotá, Colombia Tel. 347 23 11 Ext.140 E-mail: suma.cultural@konradlorenz.edu.co ISSN 0124-1974
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Convocatoria No.25 (Enero / Junio de 2017)
Queremos invitar a todos nuestros lectores e interesados a participar en el vigésimo quinto número de la revista con un trabajo original e inédito en las áreas de literatura, historia, filosofía, ciencia política, artes visuales, plásticas y escénicas, cine, música y culturas urbanas, entre otros. En esta ocasión el eje temático será: La Noche. Fecha Límite de Entrega: 3 de Marzo de 2017 Se reciben textos de acuerdo con las siguientes especificaciones: • Artículos con una extensión máxima de 5000 palabras. • Trabajos de creación literaria (poesía o narrativa). • Reseñas de música, cine y libros, con una extensión máxima de 1000 palabras. • Reportajes fotográficos, cómic, de entre dos y cuatro páginas tamaño carta. Las imágenes deberán estar en formato JPG y tener una resolución mínima de 300dpi. Se publicarán en blanco y negro. Este trabajo deberá llevar título y una breve introducción o pie de fotos. • Ilustraciones acordes con el eje temático de cada número, en formato JPG y 300 dpi. Los textos deben ser enviados al correo electrónico suma.cultural@konradlorenz.edu.co adjuntando nombre completo, teléfonos, correo electrónico, profesión y ocupación. La Revista no devolverá originales ni mantendrá correspondencia sobre los mismos. Para mayor información favor comunicarse al teléfono 347 23 11 Ext.140 en Bogotá, D.C. o escribir a: suma.cultural@konradlorenz.edu.co
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Correo
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Revisando anteriores ediciones, he notado que las ilustraciones de la portada no guardan una estética poderosa como lo merece su contenido. Exceptuando la edición de “La Muerte”, cuya portada es superlativa. Por otro lado, sería interesante si la fuente y el tamaño del tema en la revista fuera más llamativo, incluso acorde a la propia imagen. Jersson Torres de la Hoz Suma Cultural es unidad. Unidad temática, estética y editorial. A una unidad lo peor que se le puede pedir es la especulación. Si alguna sugerencia puede salir de mi parte, es que no cometan el error más común de todos, ese que apodan con el apellido Murphy y lo hacen ley: “en las mejores circunstancias, hay que dejar salir lo peor de nosotros”. Con ustedes ocurre al contrario: lo peor de nosotros tiene la exquisita oportunidad de convertirse en algo para mejor. No se aburran de hacer las cosas tan bien, como en efecto las hacen. Juandiego Serrano Durán En cuanto a la revista, me parece un gran espacio para las nuevas letras y no es difícil imaginar todo el trabajo que les lleva mantenerla cuando su fin no es más que fomentar la cada vez más devaluada cultura. Gustavo Andrés Gallego Guzmán La revista es una publicación muy bien hecha, es un trabajo que nos representa de la mejor forma a todos los que de alguna manera participamos en ella. Para mí es una revista atractiva, con temáticas interesantes y redacción a la altura. Nicolle Fernández Quiroga La revista me parece un excelente espacio de creación y enriquecimiento al interior de los problemas que conciernen a todos los estudiantes, profesores y demás protagonistas vinculados con la Universidad, no sólo en términos estrictamente académicos, sino también sociales e incluso políticos. Pablo García Arias (…) si lo que se busca es poner a Suma Cultural a un nivel intelectual que pueda competir con revistas internacionales, me parece que pueda ser vista como amateur y por ende, inhiba el interés de escritores serios a que colaboren con la revista. Si éste es el caso, deberían apretar las cuerdas del criterio de calidad requerido para que el material sea aceptado para publicación. Guillermo Borrero Aragón
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Agenda El Instituto De Humanidades, como unidad de apoyo al área Socio-Humanística de los programas profesionales, plasma en sus propuestas, académicas y extracurriculares, el ideario filosófico de la Konrad Lorenz de “formar un hombre culto y profundamente humano”. Diferentes actividades son un espacio para el debate y la búsqueda de nuevas significaciones culturales, que intervienen en la configuración del mundo contemporáneo. La oferta cultural comprende una amplia gama de Actividades Extracurriculares, que complementan y contextualizan la formación académica. Clubes temáticos, conversatorios, tertulias literarias, salidas de campo, exposiciones, concursos, conferencias, talleres, entre otros, constituyen una propuesta que integra y globaliza el saber, la investigación y la experiencia lúdica.
Club Laberintos: Conversatorios sobre la cultura general. Contacto: laberintos@konradlorenz.edu.co Club Tardes De Laberintos: Conversatorios sobre la literatura y las artes. Contacto: laberintos@konradlorenz.edu.co Club Límites K: Conversatorios sobre la identidad y la diversidad. Contacto: limites@konradlorenz.edu.co Club Kongénero: Conversatorios sobre el género. Contacto: kongenero@konradlorenz.edu.co Club Utopías & Distopías: Conversatorios sobre la sociopolítica. Taller De Tinta: Asesoría presencial en escritura creativa. Contacto: escrituracreativa@konradlorenz.edu.co Semana Internacional: Actividades en apoyo a la internacionalización. Jornada Del Libro: Préstamo asesorado de los libros de literatura. 6
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Tutorías En Lectura Y Escritura: Trabajo tutorial brinda apoyo personalizado a todo el proceso de lectura y escritura académica de la comunidad. Para fomentar la independencia y el pensamiento crítico de los autores en las tutorías no revisamos, corregimos o editamos sus textos; enseñamos a revisarlos, corregirlos o editarlos con mayor precisión y efectividad utilizando las herramientas tecnológicas que están a nuestro alcance como el programa Turnitin entre otras. Se Escribe Así: Es un espacio preparado para acompañar procesos de escritura académica y está dedicado a todos los que tengan dudas sobre la redacción y pautas gramaticales. Caleidoscopio: La sección, llamada del griego kalós -bella, éidos -imagen y scopéo -observar, es un espacio dedicado a la multiplicidad de miradas, diversas y cambiantes, sobre temas, términos y habilidades que son fundamentales en amplio espectro de cultura general. Julio - Diciembre de 2016
Fisuras: es el blog del Equipo Docente del Instituto. Su objetivo es promover el debate en torno a literatura, poesía, socio-política, fotografía y narrativa, entre otras. Este espacio de compartir creativo, caracterizado por la libertad de pensamiento y de escritura, quiere convocar voces ciudadanas de mente abierta; buscadores porfiados, dispuestos a compartir su pensar sobre la realidad circundante, formulando preguntas desde diferentes perspectivas y múltiples miradas. http://fisuras.konradlorenz.edu.co
Centro De Español: fue creado en respuesta a la creciente exigencia en el campo de lectura y escritura académica. Se especializa en prestar servicios integrales en lectura y escritura académica y profesional a toda la comunidad. Fortalecer la cultura lecto-escritora, la capacidad de análisis, de reflexión, de argumentación y de pensamiento crítico son algunos de sus actividades que se materializan en trabajo tutorial, en talleres y cursos temáticos y en oferta pertinente y precisa del material de apoyo.
Suma Cultural: es una publicación semestral, dirigida primordialmente a la comunidad universitaria; está dedicada a la difusión y al debate de las nuevas significaciones culturales, que intervienen en la configuración del mundo de hoy. La revista quiere ser un puente que aligere los tránsitos de ideas, entre la escena de la academia y el campo público de la intervención cultural.
Konpalabra: es una biblioteca de datos, y su objetivo es difundir y optimizar la oferta de apoyo académico en el campo de lectura y escritura. Este un banco de servicios y materiales es un excelente punto de referencia para las clases, tutorías, talleres y otras actividades académicas y profesionales. El material, publicado semanalmente, queda organizado en dos unidades de consulta: Se escribe así y el Caleidoscopio. http://konpalabra.konradlorenz.edu.co
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Contenido Correo 5 Convocatoria 5 Agenda 6 Editorial 11 Miradas 12 De estaciones, ríos y palacios: Apartes de un diario de viaje Angélica González Otero
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De viaje por el cine asiático: intimidad y silencio Angela María Ruiz Gaona
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Anaquel 22 El viaje a través del microrrelato latinoamericano Amor Arelis Hernández Peñaloza
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El ensayo: coordenadas para un viaje creador Wilson Pérez Uribe
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Releer 38 Verne y los viajes exploratorios de la imaginación Ángela María Ruiz Gaona
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Fotodiario 50 Ana María Escala Ortiz Alejandra Daniela Gutiérrez León Edna Daniela Beltrán Campos Lina Marcela Lozano Baquero Lady Beatriz Quevedo Cantor Jorge Sebastián Álvarez Herrera Javier Enrique Vallejo Chamorro
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Letras Libres
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Cuento Un viaje al inframundo trae la generación zombi 62 Valentina Fajardo Pinzón Doce veces doce 66 John Alexander Gómez Montañez Caricatura 69 Jorge Peña El horrible pájaro verde que perdió sus alas 70 Fabián Mauricio Martínez G. Al final del día 74 Ronald Salazar C. Alguien espera en la mesa ocho 78 Jesús Antonio Álvarez Flórez Dicotomía de una mente taciturna Michelle Barreto Martínez
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El shabbat Óscar Mejía
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En honor a Eva Daniel Mateo Socha Riaño
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Explorando la galaxia Sergio Eduardo Gama
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Playa nocturna Ánderson Fabián Villalba Rey
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Vagar 94 Martha Isbelia Pabón Villamizar
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Poesía Irse sin despedida Álvaro José Claro Ríos
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Odiseo 98 Sirenas 99 Fernando Urbina Rangel Itinerario del viajero Diego Higuera
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Tu Kuento Kuenta A menos que... Javier Enrique Vallejo Chamorro
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El hombre constante Jersson Torres de la Hoz
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El día que Boris mató a su mejor amigo Carlos Eduardo Forero Oviedo
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Autores 108
Revista SUMA CULTURAL Julio - Diciembre de 2016 Número 24 Instituto de Humanidades Konrad Lorenz Fundación Universitaria Bogotá, D.C., Cra 9 Bis No.62-43 Teléfono 347 23 11 Ext. 140 suma.cultural@konradlorenz.edu.co
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Ediciones anteriores
La Historia “Tener o no un final feliz depende de dónde decidas detener la historia”. Orson Wells
La Paz “Nunca ha habido una buena guerra ni una mala paz”. Benjamin Franklin
El Amor “Ninguno de los dos habló: su amor era demasiado profundo para expresarlo con palabras; solo los ojos delataban la intensidad de sus emociones”. Memorias íntimas de una princesa rusa - Anónimo
La Muerte −Por eso he venido –dijo el viejo Eguchi−. Morir en una noche como esta, con la piel de una muchacha para calentarle, debe ser el paraíso para un anciano. La casa de las bellas durmientes Yasunari Kawabata
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Suma Cultural
Suma Cultural es una publicación dedicada a la difusión y al debate de las nuevas significaciones culturales que intervienen en la configuración del mundo de hoy. La revista pretende ampliar horizontes de lectura de los diferentes campos del Arte y las Humanidades y ser un puente que aligere los tránsitos de ideas entre la escena universitaria y el campo público de la intervención cultural. Sus propósitos fundamentales son: acrecentar saberes, socializar experiencias e impulsar la creación literaria y periodística; pero sobre todo construir escenarios de contraste de las diferentes visiones de temas culturales prioritarios en la sociedad contemporánea para promover el debate y la reflexión crítica. Las opiniones expresadas en la revista son responsabilidad exclusiva de sus autores. Los artículos podrán ser reproducidos siempre y cuando se cite la fuente correspondiente. Aclaramos a la comunidad lectora que la información consignada en las barras laterales de los artículos cuando no son parte del texto o están referenciadas son tomadas de Wikipedia.org
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Editorial “… que sus viajes aparezcan más en su conversación que en sus atuendos y maneras…” (F. Bacon).
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acon en uno de sus ensayos dijo sobre los viajes: “Los viajes, en la época de juventud, son parte de la educación; en la vejez, parte de la experiencia”. Así pues, los viajes influyen de alguna manera en las personas. Gracias a los viajes, la mente se abre y se apropia de lo vivido; es decir, viajar es una práctica tanto física como mental que, extrañamente, acumula lo experimentado. El viaje, casi siempre, se realiza mediante el cuerpo, pero sobre todo, es la mente la que lo vive, asimila, disfruta o rechaza. Gracias a los viajes, el ser se enfrenta a lo nuevo y a lo desconocido, y el asombro está a la espera de ser sorprendido. Los paisajes, las culturas, las costumbres, las experiencias buenas y las experiencias malas hacen parte del itinerario. Cambiar de estado, de lo estático y cómodo a lo dinámico e impasible abre el panorama de los individuos hacia nuevas aventuras, cambios y evolución. Para los habitantes del planeta Tierra, la cuestión del viaje ha sido crucial en la construcción y avance de las sociedades. Desde épocas remotas, el desplazamiento tanto físico como mental del ser humano ha hecho que se sumerja dentro de lo ignorado y aprenda de esos lugares y temas inhóspitos que se tornan a veces agrestes, pero también atractivos. La necesidad de vivir, como los nómadas; el deseo de conocer más allá de lo que se tiene al tacto y a la vista, como los grandes navegantes; la aspiración de experimentar cosas nuevas, como los aventureros; y la necesidad de conocer aquello que se escapa en un principio al entendimiento humano, como los grandes pensadores, han influenciado la iniciativa de emprender cualquier tipo de desplazamiento. Los asiáticos por el estrecho de Bering, Carlo Magno por toda Europa, Marco Polo hacia Oriente, Colón desde Puerto Palos hasta la Española, entre otros, son ejemplos de cómo un viaje cambió el curso de sus vidas, y también el de gran parte de la humanidad. Del mismo modo, los viajes, por ejemplo en la literatura, han definido la vida de personajes que gracias a esta actividad aventurezca han trascendido en la Historia. En primer lugar, Ulises en La Odisea viaja durante 10 años por diferentes partes del mundo, lucha en la batalla de Troya, pasa por la isla de Circe y va hasta el mismo Hades con tal de regresar a su amada Ítaca. Igualmente, el ilustre caballero de la triste figura inmortaliza su nombre a partir de un viaje que emprende en busca de las más ansiadas aventuras caballerescas: parte de La Mancha, pasa por el sur de España y es derrotado en Barcelona. También, Gulliver se ancla en la eternidad gracias a sus viajes: Lilliput, Brobdingnag, Laputa, Balnivarbi y Japón, entre otros destinos, hicieron de este doctor uno de los viajeros más recordados por la humanidad. Finalmente, José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán huyen de la Guajira colombiana para llegar a la ciénaga donde fundan Macondo y viven el inicio y el fin de su estirpe. Como se ha visto, el tema del viaje se refleja en la escritura, en el arte y en las experiencias, de tal manera que nos invita a comprender el viaje propio, porque cada quien dirige su barco en el éxodo de su vida. Por ello, la revista Suma Cultural presenta en esta oportunidad, un compendio de cuentos, poemas, artículos, fotografías y caricatura, que expresan el ánimo sensible de personas motivadas y conmovidas por el viaje. Así, cuentan historias nutridas con lo sorprendente del desplazamiento tanto físico como espiritual y mental. Las letras y la expresión siempre nos sorprenden, como los viajes. Estos pueden ser planeados o no, pero lo inesperado también sucede. Julio - Diciembre de 2016
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“Soledad: una dulce ausencia de miradas�. Milan Kundera
Miradas
De estaciones, ríos y palacios: apartes de un diario de viaje
De viaje por el cine asiático: intimidad y silencio
Angélica González Otero
Ángela María Ruiz Gaona
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De estaciones, ríos y palacios: apartes de un diario de viaje
Angélica González Otero
“No sabes lo que llevas en tu valija. Cuando la abras volarán golondrinas y murciélagos a los que harás cantar para espantar el miedo”. Piedad Bonnett (Los privilegios del olvido) 14
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Miradas / De estaciones, ríos y palacios: apartes de un diario de viaje
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omienza a atardecer y me atrevo a salir a las solitarias calles del invierno; es domingo en Viena. Casi por casualidad descubro un café ubicado en alguna callejuela del centro, un café quizá nada vienés, con paredes empapeladas de viejos carteles de cine, con rincones oscuros y luces tenues. El mismo café decadente y encantador de siempre que puede encontrarse en el cualquier ciudad del mundo. Viena está gris y fría, el manto de nieve que la cubría cuando llegué se ha ido, la Viena de calles blancas y temperaturas bajo cero se ha ido. Pero aún todo es impenetrable, un fondo de escenario que observo atenta, nada más. Algo de mí aún no está aquí, no conocer la lengua es una especie de mutismo permanente donde la ciudad es solo un espectáculo del que no hago parte, soy como un fantasma sin voz. En esta contradicción habito, de ella me nutro todos los días, en la contradicción de la despertenencia del viajero, este viajero terco que soy, buscando hallar la cercanía y la posesión apenas transitando el principio de la ruta. Faltarían muchos años aquí habitando y caminando Viena, para que esos rincones, alguna callejuela oculta, un zaguán, esos simples y simbólicos sitios que se encuentran por ahí adquieran esa atmósfera de placidez que da lo largamente conocido. Viena para reaprender a oír el silencio.
Marzo de primeras lluvias De forma imperceptible, silenciosamente, comienza un verdor en el mundo, pero sin grandiosidad, sin escándalo, es simplemente que algo cambia drásticamente y los cuervos se despiden en un esporádico saludo. Al parecer vuelve la primavera. La nostalgia se hace lluvia y los rincones de Viena se vuelven íntimos y cercanos; voy en el tranvía observando los 16
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rostros empapados de tarde, de lluvia, de cansancio por el final del día; entonces caigo en cuenta: no estoy en mi país, no estoy en mi ciudad. Contrariamente sucede con el sol que teniendo el don de lo ubicuo, lo abraza todo, su furor nos hace sentirnos acompañados bajo cualquier cielo. La lluvia se asume como el rostro del hogar ausente, perfila en la memoria aquella Bogotá lejana y fría donde la lluvia era gozo de puertas cerradas o el desastre de calles atestadas de buses, carros, personas que corren con afán desmedido hacia un refugio cercano. Hoy Viena con su imagen reflejada en la lluvia me devolvió el deleite de la nostalgia y la noción viva de que venimos de algún lado. Poco a poco va a ir entrando el olvido.
El rostro del Otro ¿Cultura o autosaboteo? Los latinos sienten envidia de los latinos, los austriacos parecen no querer a los árabes en sus ciudades, los macedonios y los albaneses no se toleran ni dentro ni fuera de sus territorios, los serbios y los kosovares aún no superan las diferencias de la guerra: ¿Quiénes somos? ¿Quiénes somos para los Otros? ¿Cuál es el valor del Otro? Todo vedado, sin descubrir, como diría Todorov.
Viena es una ciudad de Europa Central situada a orillas del Danubio, en el valle de los Bosques de Viena, al pie de las primeras estribaciones de los Alpes. Es la capital de Austria y uno de sus nueve estados federados (Bundesland Wien). Está rodeada por el Estado federado de Baja Austria. Viena es la mayor ciudad, centro cultural y político de Austria. Además es la segunda ciudad más poblada de Europa Central (luego de Berlín) y la décima ciudad en población de la Unión Europea. Su área metropolitana cuenta con 2,4 millones de habitantes, población similar a la de la ciudad en 1914. El idioma oficial es el alemán.
La inocencia del comienzo Aprender una lengua es un territorio sin control, donde avanzamos lentamente por una vía desconocida, sin final a la vista: sollen-sollte-gesollt. De alguna forma, este principio es una liberación, nos liberamos del discurso largamente aprendido de nuestra lengua de origen, y con esto de la carga de años enteros de argumentos e ideas. Para convertirnos simplemente en esos sonidos disímiles y desconocidos que pronunciamos con temor, al extremo imperfectos, pero profundamente puros, los sonidos de la gramática vital que habita en los aprendices. Julio - Diciembre de 2016
Miradas / De estaciones, ríos y palacios: apartes de un diario de viaje
En Viena todo el mundo parece fumar y todo el mundo parece hacer deporte.
Heráclito, el mismo río y la misma Europa El Danubio es calmo y transparente, habitado por sus múltiples peces, patos y por supuesto, los grandilocuentes cisnes. Pero bajo su amparo no solo están los animales, también a sus orillas llegamos todos: las familias, los enamorados, los solitarios, los jubilados, la humanidad entera buscando refugio para las largas horas de luz. Pero resulta curioso atravesar una parte del río y descubrir mundos tan disímiles expuestos en sus orillas, de un lado los árabes con sus asados provisionales, sus numerosas familias, sus hijos de todas las edades, ese mundo migrante que es mayoría en Viena. Un poco más allá está la playa nudista, a la que por supuesto, van los vieneses típicos y nosotros los latinos desarraigados.
Es fácil describir los principios, esa corriente ardiente de vida que amamos experimentar. Lo que no es fácil, es avizorar los finales, esa línea descendente que aparece como un ladrón sigiloso. El viaje se alimenta de principios, de espirales inacabados, su razón de ser nos obliga a rendirnos ante un destino incierto. Ya es Verano en Viena, hay más ruido en las calles y el mundo parece estar aquí; turistas de todos los lugares arriban en masa a deleitarse de la bella Viena, camino entre ellos sintiéndome distinta, ahora Viena es para mí el territorio de alguna batalla conquistada. Extranjero, tanto tiempo preparándote para el viaje y aún no sientes la extrañeza o el asombro anhelado. Sin embargo, sabes que todo ahora es distinto. ¿Por qué entonces esa sensación de normalidad, o más bien, de impenetrabilidad con todo?
Se me ocurre pensar que todos los asentamientos de agua: estanques, ríos, lagunas, mares, son para las ciudades imanes de vida vibrante. Viena como cualquier ciudad europea tiene su río que la atraviesa, un río navegable, activo, testigo silencioso de la vida de los hombres, de sus amores, de sus peleas, de sus risas. Entre bares, restaurantes, barcos que llegan de otros países, el Danubio se adapta como un señora tranquila a todo el movimiento que agita sus días. La vida vienesa se asemeja a lo que en Colombia solemos llamar: una buena vida; sus habitantes parecen caminar complacidos entre decorados imperiales, amplios bulevares y cafés desde donde suena, la armónica melodía de un piano. Viena es una ciudad que parece estar construida para ser vivida, se nos ofrece sin reservas, tranquila y dócil. Nada comparable con esa atmósfera de mágico misterio y peligro que parece habitar en las calles de las ciudades latinoamericanas; ciudades de entrañas caóticas y rebeldes. Julio - Diciembre de 2016
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Miradas / De viaje por el cine asiático: intimidad y silencio
De viaje por el cine
asiático: intimidad y silencio
Ángela María Ruiz Gaona
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Miradas / De viaje por el cine asiático: intimidad y silencio
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i hay algo que puede hacer el cine por nosotros es llevarnos de viaje a geografías, tiempos y temas diversos. Con una película, es posible viajar hasta Asia y así comprender cómo las cuestiones sobre la intimidad y el silencio son tan importantes en la vida de cualquier persona. Además, las creencias que nacieron en este continente, se orientaron precisamente en la búsqueda de una espiritualidad que conectaron con la meditación, a su vez, esta práctica requiere lugares íntimos y silenciosos. Los viajeros no siempre son quienes recorren largas distancias, también son quienes se internan en lo desconocido de su propio ser y en ese viaje descubren creaturas sorprendentes y escenarios misteriosos dentro de sí mismos. A veces el “ruido” del cine de Occidente, en referencia a las grandes producciones comerciales, nos pierde en el viaje al vacío, parece que no se ha-
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lla el sosiego del silencio. Sin embargo, se pueden encontrar otros rumbos cinematográficos con tres producciones especialmente: Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera del director surcoreano Kim Ki-duk; 2046 del chino Wong Kar Wai; y Sueños del japonés Akira Kurosawa. Las anteriores películas revelan puntos comunes de orden temático, que permiten profundizar en las relaciones entre intimidad y silencio.
Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera, 2003 Este filme de Kim Ki-duk, relata la historia de un monje budista que vive en el centro de un lago con un aprendiz que llegó al lugar siendo un niño. En un entorno lleno de naturaleza, la película comienza con la primavera y el niño aprendiz, quien con el ánimo de divertirse, le amarra piedras a una rana, a una serpiente y a
Kim Ki-duk es un director de cine surcoreano, nació en Boghwa, Corea del Sur el 20 de diciembre de 1960. Es uno de los más conocidos representantes de la vanguardia cinematográfica de ese país. Proviene de una familia de clase obrera y no ha recibido formación técnica como cineasta, comenzando su carrera a los 33 años como guionista y director.
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Miradas / De viaje por el cine asiático: intimidad y silencio
un pez, y los deja ahogándose en un estanque. Cuando regresa con el maestro quien lo ha visto todo, le deja una gran enseñanza que trascenderá en su vida. Luego en el verano, llega a donde el monje una chica de la misma edad del aprendiz para curarse de una enfermedad. El aprendiz quien ahora es un adolescente la empieza a cortejar. La muchacha le corresponde y tienen un romance en la intimidad del silencio, con la naturaleza como telón de fondo. El maestro se entera y le dice a la mujer que debe irse, el aprendiz está muy enamorado y se va tras ella. El segmento que continúa es el otoño, en esta estación, el aprendiz vuelve después de algunos años, y el maestro ha leído en un periódico que el muchacho ha cometido un crimen por celos contra la mujer por quien se fue. El otoño es especial porque es la intimidad y el silencio del aprendiz para que con las enseñanzas del maestro se purifique del crimen cometido; sin embargo las autoridades lo encuentran y se lo llevan a la cárcel. En el invierno, de nuevo aparece el aprendiz, un hombre maduro y apaciguado, el maestro ha muerto y él se queda a vivir allí en silencio en medio del lago. Al terminar, se ve la primavera y el maestro que fue aprendiz, con otro niño como él lo fue. En medio de las imágenes poéticas de Kim Ki-duk, el filme sucede en silencio predominantemente y todos los personajes interactúan con la intimidad que permite el encuentro con la naturaleza y el viaje por las estaciones de la vida, conjugado con las transformaciones o cambios que produce este transcurrir en el ser humano.
2046, 2004 La obra cinematográfica de ciencia ficción y drama 2046 de Wong Kar Wai,
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trata de un hombre que viaja en el mundo futurista de un tren que se dirige hacia el año 2046, allí van personas que quieren recuperar sus recuerdos y memorias perdidas, con otros misteriosos seres, además vive un romance con una androide, lleno de interrogantes sobre sus recuerdos, sus afectos en medio de la aceleración del tiempo. Paralelamente, la película desarrolla la historia del protagonista Chow Mo-Wan, un escritor que llega a un hotel en China hacia la década de los sesenta y se queda en la habitación 2046, allí escribirá la obra sobre ese mismo tren. En su estadía conocerá a varias mujeres, entre ellas la hija del dueño del hotel, Wang Jing Wen, quien es la misma androide que aparece en el tren futurista; y otra mujer, Bai Ling. Ellas se enamoran de él y viven momentos hermosos, manchados de silencios y de intimidad. Así, el viaje lo recorren todos los personajes en sus encuentros íntimos y en sus despedidas nostálgicas. La música acompaña fluidamente los silencios entre personajes que aparecen y desaparecen de manera sutil.
Wong Kar-wai. Nacido en Shanghái, emigró a los cinco años a Hong Kong. Se enroló en el Curso de Capacitación en Producción organizado por la Television Broadcasts Limited (TVB) de Hong Kong y se volvió guionista de televisión a tiempo completo. El actual estilo artístico y nostálgico tomó forma durante su aprendizaje con Alan Tang Kwong-Wing. La carrera de Wong despegó cuando dirigió Días salvajes (1990), a pesar de perder millones de dólares invertidos por Alan Tang.
Sin lugar a dudas, la película de Wong Kar Wai es una combinación de elementos armónicamente enlazados, es un viaje por la seducción de la música sin hablar. Además el pasado y el futuro se percibe en continuo ir y venir.
Sueños, 1990 El director Akira Kurosawa basó esta película en sus propios sueños, creó 8 escenarios cinematográficos a manera de cortometrajes con duración de 20 minutos: La luz del sol a través de la lluvia; El huerto de ciruelos; La fiesta de la muñeca; La tormenta de nieve; El túnel; Cuervos; El ogro llorón (El demonio lastimero); El pueblo de los molinos de agua. Cada puesta en escena, contiene diferentes reflexiones, protagonizadas en primera instancia por un niño que viaja
Akira Kurosawa (Shinagawa, 23 de marzo de 1910-Setagaya, 6 de septiembre de 1998) fue uno de los más célebres directores de cine de Japón. Comenzó su carrera con Sugata Sanshiro (La leyenda del gran Judo), dirigió más de 30 películas, entre ellas algunas tan conocidas como Los siete samuráis, Rashomon o Dersu Uzala. En 1990 recibió un Óscar honorífico por su trayectoria.
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Miradas / De viaje por el cine asiático: intimidad y silencio
por estaciones en forma de sueños; en las siguientes escenas aparece convertido en hombre y luego en anciano. En estos caminos, tiene experiencias profundas con el silencio y con la historia, que podría ser la del Japón, que podría ser la de la misma humanidad. Kurosawa nos lleva en un viaje por sus sueños de manera poética y compleja, profundiza en un gran juego de símbolos ancestrales de la cultura japonesa y universos apocalípticos. También hay una exploración de la existencia, lejos del ruido que no deja que reconozcamos la intimidad, es decir, lo que es verdaderamente esencial en el silencio de la naturaleza. Así, hemos presentado tres películas de directores asiáticos, cuyos filmes nos llevan de viaje hacia la intimidad y el silencio; la primera película muestra cómo el viaje interior posibilita la purificación de la conciencia; la segunda es un viaje por la sensualidad, el erotismo y el romance en medio de miradas que habitan silencios; y la tercera, como viaje íntimo de sueños, cargado de reflexión histórica y simbólica del país de Kurosawa. Cuando el mundo gira rápida y ruidosamente, estas tres películas nos recuerdan el viaje hacia lo íntimo y lo silencioso, un giro posible para emprender el camino.
Filmografía
• Duk, K. K. (2003). Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera (película). Corea del Sur: Coproducción Corea del SurAlemania. • Kurosawa, A. (1990). Sueños (película). Japón: Coproducción Japón-USA; Distribuida por Warner Bros. Pictures. • Wai, W. K. (2004). 2046 (película). Hong Kong: Block 2 Pictures / Paradis Films / Orly Films.
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“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Miguel de Cervantes
Anaquel
El viaje a través del microrrelato latinoamericano
El ensayo: coordenadas para un viaje creador
Amor Arelis Hernández Peñaloza
Wilson Pérez Uribe
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Anaquel / El viaje a través del microrrelato latinoamericano
El viaje a través del microrrelato
latinoamericano Amor Arelis Hernández Peñaloza
Por la vuelta Apenas lo permitían sus ocupaciones, hacía las valijas y partía. Sus conocidos solían elogiar este espíritu inquieto, esta permanente disposición a viajar, y de algún modo lo envidiaban. Fue por eso que en una reunión decidió aclarar el equívoco. Ustedes creen que el placer está en viajar, en partir siempre hacia lo desconocido. Pero no es así, dijo. Viajar para mí es penoso, toda una molestia. Mi mayor goce, en cambio, es estar de vuelta en casa y reencontrarme con las cosas y las personas conocidas, de todos los días. Sin embargo, para gozar del placer del regreso, me veo obligado siempre a partir. Alberto Ramponelli. Argentina 24
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Anaquel / El viaje a través del microrrelato latinoamericano
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l propósito de este artículo es poner atención en el tema del viaje en algunos microrrelatos latinoamericanos, mostrar que esta tradición literaria existe en este tipo de textos y es configurada y representada de diversas maneras, por ejemplo: El viaje como alegoría de la vida humana, El viaje como destino final, El viaje como actividad cotidiana, El viaje como aglutinador de lugares terrenales y espirituales, El viaje como conocimiento y experiencia, El viaje como erotismo, El viaje como asunto político. Por otra parte, cuando hablamos del microrrelato, nos referimos a aquella forma literaria que ha sido definida por el escritor y estudioso argentino David Lagmanovich (2005), como un género literario autónomo en sí mismo, perfectamente identificable, el cual “no es el producto de un cruce de géneros sino una especie de narrativa de singular pureza” (p.31). Además, siendo la brevedad lo que propiamente distingue al microrrelato, cabe señalar que está marcado, a su vez, por una serie de características que, filtrando los componentes de mayor unanimidad entre los estudiosos, podrían delimitarse según David Roas (2010) en cuatro grupos con rasgos básicos: 1) Rasgos discursivos: narratividad, hiperbrevedad y, como complemento a este último, concisión e intensidad expresiva. 2) Rasgos formales: se trata de características de nivel textual inferior a las anteriores, puesto que en su mayoría se derivan de la hiperbrevedad. Evidentemente, no tienen por qué aparecer todas en un mismo texto, ni en el mismo grado. Las más destacadas son: a. Trama: ausencia de complejidad estructural. b. Personajes: mínima caracterización sicológica, raramente descritos, en muchas ocasiones anónimos, utilización de personajes tipo. Julio - Diciembre de 2016
c. Espacio: construcción esencializada, escasez de descripciones, reducidas referencias a lugares concretos. d. Tiempo: utilización extrema de la elipsis. e. Diálogos: ausentes si no son extremadamente significativos y funcionales. f. Final sorpresivo y/ o enigmático. g. Importancia del título. h. Experimentación lingüística. 3) Rasgos temáticos: (tampoco tienen porqué aparecer en un mismo microrrelato). a. Intertextualidad: siempre entendida aquí como diálogo con otros textos. b. Metaficción. c. Ironía, parodia, humor. d. Intención crítica. 4) Rasgos pragmáticos: a. Necesario impacto sobre el lector. b. Exigencia de un lector activo. (pp.13-14)
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Ahora bien, la gran abundancia de microrrelatos que encontramos actualmente en Latinoamérica forma un conjunto valioso, susceptible de estudiarse desde distintos ángulos, pero también crea diversos problemas para la selección de un corpus. Sin embargo, en la búsqueda de microrrelatos sobre viaje, la calidad y alternativa se reduce, no solo a causa de la especificidad del tema, sino porque algunas veces, la actual producción vertiginosa de microrrelatos, responde más bien a un proceso espontáneo que a una composición literaria. En cuanto al tema o motivo del viaje en la literatura, se ha escrito muchísimo; esto se debe, en gran medida, a que los libros canónicos narran o cuentan un viaje. Recordemos solo algunos títulos: la Odisea de Homero, el Quijote de Cervantes, el Ulises de Joyce, los Viajes de Gulliver de J. Swift, La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne, etc. Estas obras, como ya hemos dicho, fundamentan su composición narrativa en un viaje, en donde a veces este sirve como marco y en otras es su elemento principal. Y justamente estas dos acepciones fueron las que tuvimos en cuenta para la selección de los microrrelatos. Además, hemos considerado al viajero, este personaje que se desplaza de un lugar a otro, ya sea real o ficticio, con la finalidad de lograr algún objetivo. Por otro lado, encontramos que los distintos estudiosos de “los relatos de viajes” han intentado clasificarlos, teniendo en cuenta el motivo por el cual se desarrolla o se implica un viaje en la narración. Nosotros hemos imitado esta idea para presentar y examinar los microrrelatos elegidos, por esta razón, empezamos nuestro recorrido retomando la clasificación que presentamos al inicio del artículo. El viaje como alegoría de la vida humana
tos, la palabra viaje, incluida en el título, tiene importancia para definir a la vida como tal y, por supuesto, esto traerá consecuencias: la vejez, el peligro, la muerte, pero también la belleza de lo que se puede contemplar en la existencia. En los otros dos microrrelatos se intenta desafiar los espacios de la vida o del viaje, con el objetivo principal de retener el tiempo. El viajero parece ocuparse del pasado, anticipar el futuro para inventar sus acciones del presente. Así pues, la vida no es más que un viaje, lleno de emociones tristes y felices, que consume el tiempo que la compone. El Viaje Rodolfo Palza Valdivia. Perú Se desbordaba el río y navegaba en medio de una flor. A Viagem1 Marcílio França Castro. Brasil Fora do ventre, retraiu por um segundo a face que envelhecia. Misterios Del Tiempo Alejandro Jodorowski. México. Cuando el viajero miró hacia atrás y vio que el camino estaba intacto, se dio cuenta de que sus huellas no lo seguían, sino que lo precedían. Entretanto Alberto Chimal. México. Entretanto, el Viajero del Tiempo se desplaza a fantásticas velocidades por la corriente de los siglos. (Esto es verdadero siempre.) El viaje como destino final
Los microrrelatos aquí agrupados muestran el viaje como una alegoría de la vida humana. En los dos primeros tex26
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El viaje a través del tiempo es un concepto de desplazamiento hacia delante o atrás en diferentes puntos del tiempo, similar a como se hace un desplazamiento en el espacio. Además, algunas interpretaciones de viaje en el tiempo sugieren la posibilidad de viajes entre realidades o universos paralelos.
El par de microrrelatos que contiene este apartado describen el destino
1 Traducción: EL VIAJE Fuera del vientre, retraído por un segundo rostro que envejecía.
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final del viaje o de la vida: la muerte. En el trasfondo de ambos encontramos el problema del significado de la existencia, que parece haber sido marcada y predeterminada. Desde este particular enfoque, observamos que el microrrelato “Fin de viaje”, utiliza el recurso de la prolepsis para anticipar la muerte y, lo hace con una rápida velocidad, tanto en el discurso como en la percepción lectora del hecho narrado, hasta tal punto que la vida y el tiempo desaparecen. En “Saudade”, el título evoca un pasado feliz y, esa nostalgia es la que provoca el acelere del tiempo y en consecuencia el destino fatal. Al final, parece que no hay mejor explicación: en la desaparición del tiempo se encuentra la muerte, el fin del viaje. Fin De Viaje Leandro Hidalgo. Argentina Estamos a veinte segundos de chocar a ciento veinte kilómetros por hora en plena carretera. Ella me comenta que la fiesta estuvo divertida, le respondo que mañana mi madre nos espera a almorzar. Nos queda diez segundos para el impacto pero no lo sabemos, de modo que ella enciende dos cigarrillos y me pasa uno. Resta menos de un segundo para el crash. Desprevenidos y todo, ella apoya su mano izquierda sobre mi muslo derecho. Cero segundo. Ahora el tiempo es una medida imprecisa. Saudade2 Caco Belmonte. Brasil Passou dois meses longe da família, viajando a negócios. Voltou apressado. Abraçou o poste. El viaje como actividad cotidiana Los dos microrrelatos que presentamos a continuación tienen en común el escenario: la ciudad y el transporte público, además comparten viajeros que se mueven por obligación o necesidad, para ir a cumplir con sus quehaJulio - Diciembre de 2016
ceres cotidianos. No obstante, a lo largo de cada una de las historias, el viaje se convierte en una oportunidad para trabajar, crear, esperar y desear. En el primero, la viajera es una escritora que realiza su oficio, mientras aguarda que alguien comparta con ella su escritura. El segundo, se centra en el encuentro entre dos desconocidos, uno de ellos comparte la emoción de ver a su “posible enamorado”, un pasajero que aprovecha su estancia en el bus, para compartir su música mientras trabaja. De este modo, observamos que el viaje cotidiano o habitual, puede sorprender e ilusionar a los pasajeros cuando transitan por la ciudad. Viajes En Micro Isabel Yañez. Chile Sube al micro y se sienta donde siempre. Tercera fila, ventana, al otro lado del conductor. Le pone de mal humor cuando ese asiento está ocupado. Saca su lápiz Parker, el único lujo que puede permitirse, y escribe en la libreta que lleva consigo en todas partes. A veces no salen ni dos palabras, otras se bajan varios paraderos más allá para no cortar la inspiración. Imagina que alguien se sienta a su lado y le pregunta qué escribe. Faltan curiosos en los micros, así como malos escritores que le hagan compañía. Sigue escribiendo, por si acaso. Paisaje Urbano Pía Barros. Chile Desde el último asiento del bus, escucho su voz y el rasguido de las cuerdas, y entrecierra los ojos, agradeciendo una vez más haber acertado en el horario. El albino toca su guitarra de noche. Así sube a los micros y ella puede ver lo abisal de sus ojos aguados, de su pelo blanco hasta el resplandor, de su vida en nebulosa. El amor se le acalla entre bocinazos y frenadas, sólo deposita a diario una moneda entre sus manos y se dice que mañana sí, mañana se atreverá a hablarle.
La concepción de la muerte como fin o como tránsito, su creencia en una vida después de la muerte, en el Juicio Final, actúan como condicionantes para la actuación de los individuos en un sentido u otro. La idea de inmortalidad y la creencia en el Más allá aparecen de una forma u otra en prácticamente todas las sociedades y momentos históricos. Usualmente se deja al arbitrio de los individuos, en el marco de los conceptos dados por su sociedad, la decisión de creer o no creer y en qué creer exactamente. La esperanza de vida en el entorno social determina la presencia en la vida de los individuos de la muerte, y su relación con ella. Su presencia en el arte es constante, siendo uno de los elementos dramáticos a los que más se recurre tanto en el teatro, como en el cine o en novelas y relatos.
2 Traducción NOSTALGIA Pasó dos meses lejos de la familia, en viaje de negocios. Se apresuró a regresar. Abrazó el poste.
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El viaje como aglutinador de lugares terrenales y espirituales En los microrrelatos que leeremos en seguida, todo aquello que configura los lugares cobran una atención capital, los viajeros describen aquellas zonas que descubren y perciben. De igual forma, veremos que con el viaje se aglutinan lugares terrenales y espirituales, los primeros serían esos espacios literales y reales que están en el mundo, como: la casa, los aeropuertos, las calles, las construcciones. Los segundos serían esos espacios imaginarios o posibles, como: el cielo, el infierno, los sueños, el más allá, el paraíso. En “Terminal de ómnibus”, el viaje aún está en expectativa, se inicia entonces un recorrido por el lugar de espera —o no- lugar, si recordamos la definición de Marc Augé: espacio de tránsito en el cual la identidad es anónima— insertando allí personajes que le suscitan inquietud al narrador mientras reflexiona sobre el devenir. En “Viaje de invierno”, el vínculo de los personajes con su entorno está mediado por la música, que va al más allá. “Entre ángeles”, es la puesta en escena del lugar donde los viajeros del cielo y el infierno se dan la mano, para tal vez fortalecer la naturaleza humana. “El viajero” está en el espacio de los sueños, dicha circunstancia permite cambiar la vida o el viaje del sujeto protagonista. En definitiva, los microrrelatos de viajes están marcados por los lugares que atraviesan, convirtiéndolos en sus elementos constitutivos y en impulsores de la acción narrativa. Terminal De Ómnibus Ildiko Nassr. Argentina Barajar y dar de nuevo, eso son los viajes. Barrer las lágrimas del lunes a la noche. Escuchar la voz del manzano que tiene algo para el olvido. Esconder la mano, víctima perfecta para esa araña salida de la grieta. Adormecerse en el sonido de la voz de una 28
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niña que cuenta en voz alta hasta llegar a mil. Esperar el colectivo que nos lleve a destino, como si el destino realmente existiera. Pasearse, imbuida en los ruidos y en los olores, por algunos nombres. Inventar palabras para describir ese mundo de paso, como si fuera un pequeño paraíso perdido. Viaje De Invierno Bibiana Bernal. Colombia El rostro dulce y la voz excitada del niño irrumpieron en el estudio. –Papá, papá, mamá sigue aquí, suena y suena. –Lo sé, también escucho su violín todas las tardes de lluvia. –Papá, silencia un momento tu oboe y ven conmigo al jardín. Mamá ahora interpreta Viaje de invierno para nosotros. La mano del oboísta no alcanzó a viajar desde su instrumento hasta la mano de su hijo. Justo cuando el niño la extendió, su padre se desvaneció, integrándose con la lluvia que caía tras la ventana. Entre Ángeles Gabriel Jiménez Emán. Venezuela Dos ángeles regresan volando, uno del cielo y otro del infierno, y coinciden por casualidad en una nube, donde se sientan a descansar. —¿A dónde te diriges?— el pregunta al otro el que viene del cielo. —Al cielo. ¿Y tú? —Al infierno. —¿Entonces qué hacemos aquí? —Pues nada— dijo el que venía del cielo. —Me imagino que contribuyendo al fortalecimiento de la naturaleza humana. —Sí, estoy de acuerdo. Feliz viaje al cielo entonces, amigo. —Y tú, que disfrutes de un buen recorrido por el infierno. Nos vemos aquí a tu regreso, en esta misma nube ¿te parece? —Seguro. Julio - Diciembre de 2016
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El Viajero Alejandro Bentivoglio. Argentina Vuelvo a casa por un camino que no conozco. Mi esposa me recibe con la calidez que solo reserva a las visitas. Mis hijos me ofrecen mi propia ropa y se disculpan de antemano por si no es de mi talle. Luego me voy a acostar. Duermo tranquilo, aunque sueño cosas que nunca he visto antes. Por la mañana me despierto solo en el bosque. Decido volver por un camino no espero no conocer.
bierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario nos vamos a pique sin remedio.
El viaje como conocimiento y experiencia
El viaje como erotismo
Al indagar los estudios sobre los relatos de viajes, hemos advertido que el viaje simboliza conocimiento y experiencia. Desde esta perspectiva, queremos tratar los dos microrrelatos que aparecen en esta sección. En “# 117”, los marineros están en peligro debido a la tormenta y a la pobreza del idioma, justamente esto último provoca la necesidad vital de buscar y conocer un nuevo vocabulario. En “Ruta racional”, se expresa un recuerdo de infancia, una experiencia profunda de viaje, donde el viajero parece no detectar el movimiento, luego desaparecerá el tiempo, consecuencia, tal vez, del poder de la palabra. Así pues, pareciera que el conocimiento y la experiencia en el viaje, se efectúan por el impulso del lenguaje. # 117 Ana María Shua. Argentina ¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cuJulio - Diciembre de 2016
Ruta Racional Juan Romagnoli. Argentina Recuerdo un viaje que hicimos mi padre y yo, hace muchos años, durante el cual me explicó, mientras manejaba, las aporías de Zenón de Elea, aquellas que hablan de la imposibilidad racional del movimiento. Me resultaron fascinantes, pese a que yo era un niño y no terminaba de entender las razones que para él eran tan obvias. Fue uno de los viajes más extraños que hice en mi vida. Me pareció largo, interminable, como si el auto no lograra avanzar.
Aquí el viaje es un tour por el cuerpo humano, durante el cual se experimentan sensaciones placenteras que se irán intensificando poco a poco, tal y como sucede en el microrrelato “Tránsitos”, donde el viajero desafía al conductor a explorar y a deleitarse de las fuentes de placer que fluyen de nuestro cuerpo. Tránsitos Gabriela Aguilera. Chile. Aseguró ser un buen conductor. Lo desafié esa noche a recorrer mis caminos con su lengua. Lo hizo, deteniéndose a tiempo justo en cada una de las paradas obligatorias inscritas en los lunares rojos que tapizan mi piel. Respetuoso de las leyes, no pasó por alto ninguno de ellos. No sabía que viaja siguiendo las señales de un mapa que lo conducían a estrellarse de cabeza entre mis piernas. El viaje como asunto político En los últimos microrrelatos de viaje que presentaremos convergen escenas de la dictadura Argentina y del exilio latinoamericano en Estados Unidos. Por esta razón, queremos mostrar que los asuntos referentes al Estado y al poder, es decir, la poSuma Cultural
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lítica, son narrados a través de un viaje. En el primer microrrelato, evidenciamos cómo el Estado criminal argentino ha tratado en vano de ocultar restos humanos, cuerpos torturados, tumbas anónimas. El segundo cuenta el inicio de un viaje, el exilio de un personaje, representando de esta manera, la situación de muchos latinoamericanos que buscan el sueño americano, con la esperanza de encontrar una mejor calidad de vida que la ofrecida por la de sus países de origen, debido en gran medida a las difíciles condiciones sociales y económicas, consecuencia de la pésima gestión de las políticas de gobierno. El Viaje Patricia Nasello. Argentina El avión arroja los cuerpos al océano y regresa a Argentina. Ellos se buscan en el abismo marino. Dicen sus nombres en voz alta: no debe faltar nadie. Con las manos entrelazadas, regresan a Argentina. El Inmigrante Alberto Sánchez Arguello. Nicaragua –Y usted, ¿para qué va al norte? –Para morir mejor. Al terminar este itinerario por los microrrelatos latinoamericanos, apreciamos que el viaje no ha sido ignorado por este género, todo lo contrario, resulta grato encontrar la variedad de significaciones que produce este tema, en cada una de estas pequeñas obras maestras. Igualmente, dentro de esta diversidad de microrrelatos, descubrimos rutas, mapas, lugares, destinos, regresos felices y fatales, a través de los cuales, se desarrolla una mirada propia del viaje y del viajero. Por ende, percibimos sensaciones, reflexiones e impresiones y nuevas formas precisas y concretas, para narrar y describir el mundo en el que andamos todos los días, antes de que se paralice el movimiento y se acabe el tiempo, la vida, el viaje. 30
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Anaquel / El ensayo: coordenadas para un viaje creador
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para un viaje creador Wilson Pérez Uribe
“Dime que no es un viaje en vano el que hemos hecho ni un viaje encaminado hacia la sola muerte” Aurelio González Ovies
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l 30 de enero de 1926, Virginia Woolf dictó una conferencia en un colegio femenino privado, en Hayes Court, Reino Unido, donde refería, atraída por la pregunta de cómo debería leerse un libro, se cuestionó también acerca de la lectura misma, como un acto para refrescar y ejercitar nuestras capacidades creativas. Expresa, en el mismo sentido, que cuando la gente lee por amor a la lectura, y que además juzga e interpreta con comprensión, los libros pueden llegar a ser más robustos, más ricos y más variados (2009, p. 240).
Años más tarde, en 1951, Jorge Luis Borges, en un texto titulado “Del culto a los libros”, referiría la historia que San Agustín cuenta en el libro VI de las Confesiones: “Un hombre en una habitación, con un libro, leyendo sin articular palabras” (2010, p. 83). En esa curiosa omisión del signo sonoro, se consolida el concepto del libro como un fin, y no como instrumento de un fin determinado. Los argumentos de Virginia Woolf y de Jorge Luis Borges no resultan ser paradójicos, su punto de encuentro, ciertamente, es la concepción, experiencial en uno y erudita en otro, de la lectura como ideal personal, arquetípico y singular. La poesía es la reencarnación planetaria desde lo más ínfimo a lo más general; la novela es la curiosa estructura del hombre en vívida relación a lo que le circunda; el ensayo es la disímil concreación de las ideas que se reúnen, a su manera, en el mundo. Sin embargo, y haciendo hincapié en éste último, vale el cuestionarnos: ¿cómo reconocer y comprender al ensayo desde una perspectiva lectora? ¿Puede acaso el ensayo destellar ciertas iluminaciones frente a la búsqueda de una verdad o una experiencia del lector en su conocer y reconocer del orbe planetario? ¿Cómo entender el ensayo desde la perspectiva de la creación y del viaje? Julio - Diciembre de 2016
Para empezar, entendemos la lectura como un acontecimiento que implica “(…) un texto particular y un lector particular en un momento particular y bajo circunstancias particulares” (Rosenblatt, 2002, p.14). El lector y el texto participan de una dinámica total en donde el significado se construye, se adquiere, sucede durante el proceso de transacción. En esta interacción, ingresan factores como el contexto y el propósito del lector, es decir, entran en juego durante la lectura ciertas expectativas y sentimientos característicos que producen una suerte de atención selectiva donde el lector elige, organiza o sintetiza elementos que se condicionan unos a otros, formando de esta manera una actividad orgánica y de reciprocidad para con el texto (Rosenblatt, 1996). De esta manera, se inicia una configuración de la lectura como un viaje personal. No obstante, ¿qué aspectos ofrece el texto, en este caso el ensayo, para que ese viaje sea un transcurrir de creación? Desde una perspectiva artística, el ensayo, según Lukács –citado por Theodor Adorno- “se convierte (…) en una concepción del mundo, en un punto de vista, en una toma de posición de la vida de la que ha nacido, en una posibilidad de transformar la vida misma y crearla de nuevo” (Adorno, 1962, p. 25). Al ser el ensayo siempre una creación nueva, que comprende las formas de la vida desde lo ya dicho, pero que continuamente está dejando puertas entreabiertas, se constituye en una vivencia real al retratar lo otro que sugieren los objetos, tal vez una opacidad o una luz posible hacia la observación. El ensayo revela otros rostros, desnuda, desde una unidad discontinua y cargada de rupturas, las ideas que fluyen en el mundo, no para aniquilarlas, sino para alimentarlas desde lo aún no dicho. Liliana Weinberg (2001), ilustrando la labor del ensayista, ha escrito que éste viaja a los orígenes, creando así una experiencia personal, total y transmisible. La experiencia se vuelve vívida, memoria
Virginia Woolf, de nacimiento Adeline Virginia Stephen (Londres, 25 de enero de 1882-Lewes, Sussex, 28 de marzo de 1941) fue una novelista, ensayista, escritora de cartas, editora, feminista y cuentista británica, considerada una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX.
Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 Ginebra, 14 de junio de 1986), fue un escritor argentino y uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas.
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y sentido: es un viaje a la semilla, primeramente personal, y luego absolutamente humano: es un viaje para reconstruir la memoria y sus periplos desde lo singular a lo colectivo. El ensayista, inquisitivo y atento lector del mundo, y obligado por tanto al ejercicio de la memoria, la comprensión y la imaginación, abre las posibilidades de acceder a la verdad, y ésta, claro está, como una verdad naciente y renaciente, operante, que cobra sentido al ser vivida frente a la expresión de la esencia de las formas que se fundan y transitan en el mundo (Zambrano, 2004, p. 214).
una creación, sugiere una escritura siempre abierta y no menos ordenada. Autor y lector confluyen en un horizonte intelectual donde se puede divisar un más allá. La posibilidad de entrever, de descubrir por medio de una idea, resulta ser un acontecimiento en el tiempo, una correspondencia siempre en funcionamiento que implica un entorno común de encuentro y una realidad donde el proceso de subjetivación, tanto de autor como de lector, se transmute en la iniciación de un mito de comunicación y de reconocimiento.
El ensayo como lectura, es entonces una creación del hombre, como un expresarse, tanto del autor ensayista como del lector. Dice Chantal Maillard (1992): “En sus obras de creación, expresiones objetuales de su ser, el hombre puede reconocerse. Al crearlas se hace a sí mismo ante sí mismo: vuelve a crear para sí el contexto que le otorga realidad, que le sitúa” (p.30). Leer es crear, y releer es un continuo re-crear. El ensayo desde su forma intensifica las ideas que confluyen en un espacio o tiempo específico a través de la lupa observadora de su autor, pero es el lector quien, desde su propia experiencia, desde sus saberes cotidianos, está tejiendo su íntimo reconocimiento del mundo a partir de las luces que le ofrece el texto ensayístico. Entender el ensayo como
Así como la lectura del ensayo es un proceso de creación, también, como se ha dicho, es un viaje a través de las ideas que fluyen en el orbe planetario: ideas que palpitan en el corazón de la historia, ideas que transitan entre el arte, la cultura, las sociedades donde el hombre ha dejado la imborrable huella de su tacto. Marguerite Yourcenar, aficionada a los viajes y a las largas estadías en pueblos extranjeros, en un ensayo titulado Viajes en el espacio y en el tiempo, los trata como empresas iniciadas por todo ser humano en pro del conocimiento que albergan ciertos lugares. Así como hay viajes para aventurar en sitios desconocidos, obtener ganancias o para regresar, los hay también para “informarse acerca del mundo tal cual es y
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Chantal Maillard, poeta y filósofa española nacida en Bélgica (Bruselas, 1951). Después de doctorarse en Filosofía viajó a India, donde vivió largas temporadas. Se especializó en Filosofías y Religiones de India en la Banaras Hindu University (Benarés). Fue Profesora Titular de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Málaga hasta el año 2000, en cuyo Departamento de Filosofía impulsó los estudios de Filosofía y Estética Comparadas.
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Marguerite Cleenewerck de Crayencour (Bruselas, Bélgica; 8 de junio de 1903-Bar Harbor, Mount Desert Island, Maine, Estados Unidos; 17 de diciembre de 1987), conocida como Marguerite Yourcenar (primero pseudónimo y luego de nacionalizarse, nombre oficial), fue una novelista, poetisa, dramaturga y traductora francesa nacionalizada estadounidense en 1947.
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de instruirse también ante los vestigios de lo que ha sido” (2002, p. 174). En el mismo plano, comprendemos que la lectura es un viaje emprendido desde el amor propio por un autor o las ideas que él mismo plantea. En el ensayo de Yourcenar, evidentemente, sabemos de algunos viajes legendarios hechos para la búsqueda de concepciones de vida o saberes, entre ellos están los viajes de los sabios griegos a Egipto, de los romanos a Grecia y de los japoneses a las regiones de Corea y de China. El ensayo de la autora de Cuentos Orientales, es a un tiempo una confesión de sus propios viajes y de los emprendidos por sus propios personajes. Se presenta así la memorable imagen del emperador romano, Adriano Augusto, cuyas travesías inteligentemente realizadas, constituyen un espacio de resistencia y de asombro; son un medio de perder los propios prejuicios confrontándolos con los del extranjero. Yourcenar nos cuenta en su ensayo, que Adriano bien pudo haber sido el primer hombre que escaló una montaña no sólo por razones religiosas, sino por puro placer estético y científico. El lector de ensayos, en su continua formación intelectual, singular y particular,
es también un viajante “a la vez organizador, peregrino, aficionado y observador del bello espectáculo del mundo” (ibíd, p. 174). En alguna ocasión, Octavio Paz escribió que en cada lectura, así como en los viajes, se nos revela siempre un país igual para todos los viajeros, pero que, finalmente, es único y distinto para cada uno. Yourcenar retrata al joven Zenón, triste perseguido por órdenes religiosas, morales y políticas que lo llevaron a huir de un país a otro; nos comparte la aventura de su personaje Nathanaël por las rutas costeras de Inglaterra y Jamaica, y los viajes cotidianos por el inmenso y ruinoso Ámsterdam. Adentrarnos a este ensayo de Yourcenar, donde confluyen tanto la anécdota como el saber histórico, que nos abre la posibilidad de ingresar en ciertos espacios y tiempos no menos desiguales, significa elegir, según nuestras experiencias previas e intenciones personales, una serie de lugares en los cuales se puede indagar para descubrir puntos de referencia cultural o geográfica. Hemos trazado puentes entre el ensayo como una experiencia personal y auténtica de lectura, de conocimiento
Octavio Irineo Paz y Lozano (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914-19 de abril de 1998) fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Su extensa obra abarcó géneros diversos, entre los que sobresalieron poemas, ensayos y traducciones.
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del mundo, pero también como un viajar a esas ideas que lo constituyen, que lo fundan, que lo hacen cognoscible. Margarite Yourcenar, hasta el momento, ha sido una suerte de pre-texto para comprender dichas formas que, inicialmente, fueron entretejidas por medio de las figuras de Virginia Woolf, Jorge Luis Borges y Louise Rosenblatt. La concepción del ensayo desde una perspectiva formativa nos induce a creer que éste, al revelar ciertos propósitos y concepciones sobre el mundo, respeta las particularidades de cada lector, que aborda el texto como quien emprende un viaje en la brevedad de un instante, con la cabeza gacha –recordemos la historia que nos refiere San Agustín-, atento a las descripciones y argumentos que el autor ha ido hilando en el entramado sintáctico. El lector como el viajero, en ese noble acto de conocer, están inmersos en una proeza física, en una experiencia estética personal y en un momento de contacto directo con lo sagrado, el mundo mismo. En su texto, Marguerite Yourcenar, critica los viajes de recreo, productos de la mercantilización de nuestro tiempo, que impiden el verdadero conocimiento de un lugar y el hacerlo nuestro según su presente y pasado. De igual manera, argumenta que la brevedad de algunos viajes, hechos en su mayoría en masa, fruto desmedido del turismo, impide una visión profunda e íntima de los países, de su cultura y de su historia. Ahora bien, la lectura de un ensayo requiere de tiempo, dada la gran confluencia de ideas, puntos de vista o presencia latente de autores, citas y detallada información que alimenta la tesis central del ensayista. Esta lectura, creemos, debe hacerse de manera atenta y pausada, prestando atención a los detalles, a ciertas ventanas entreabiertas que nos deja el autor para ingresar, según nuestras percepciones, a esas verdades subyacentes en la historicidad del mundo. Así, para un viajero como Chateaubriand, quien describió Atenas iluminándola con los fuegos de 36
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la tarde sobre el Partenón, superponiendo pasado y presente, viajar es hacerlo de manera vívida y sensible, siendo parte de cada espacio, de cada suceso, de cada evocación (ibíd, p. 183). Para un lector, el acto de leer es entreabrir una experiencia que se reconstruye, se revaloriza a medida que se deja un poco de sí mismo en los significados que se eligen, en los lugares que el texto deja iluminados gracias a nuestros intereses o particularidades que se albergan sobre la comprensión que poseemos del tema del que el autor habla. Finalmente, Yourcenar cierra su ensayo diciendo: “Presentimos que, pese a todo, nuestros viajes, al igual que nuestras lecturas y encuentros con nuestros semejantes, son unos medios de enriquecimiento que no podemos negarnos” (ibíd, p. 187). Comprender entonces el ensayo desde la perspectiva de la lectura, de una lectura basada en la concentración, el placer y el interés, es reconocer que el ensayo es un medio propicio para el viaje a través de los saberes que conforman y han conformado la historia, dejando las posibilidades abiertas para que el lector inscriba su posición personal frente a estos, llevando un proceso creativo a medida que vive, de una manera experiencial, aquello que lee, aquello entre lo cual viaja, transita y respira, haciendo fructífero, de cierta manera, las ideas y formas que en su lectura viajera hilvana hacia un conocimiento más humano, reflexivo, atento y sensible sobre el mundo y sus múltiples dobleces. … Viajero lector que habiendo encontrado su Ítaca, aquella de la cual podría decir que es el lugar de una sencilla plenitud, la infancia, hoy comprende que el texto es la fysis geográfica y espacio temporal donde la huella dejada, la pregunta expuesta, Benjamín Augusto Sarta Morán el juego a ser reflejo y espejo ante lo desconocido, re-velan el cumplimiento de un viaje interior. Julio - Diciembre de 2016
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Referencias Bibliográficas • Borges, Jorge Luis (2010) “Del culto de los libros”, en: Obras Completas II, (19521972). Buenos Aires: Emecé Editores, pp. 82-85 • Maillard, Chantal (1992) La creación por la metáfora: introducción a la razón poética. Barcelona: Editorial Anthropos. • Marguerite Yourcenar (2002) Una vuelta por mi cárcel. Madrid: Alfaguara. • Paz, Octavio (1994) Excursiones / Incursiones: dominio extranjero. México: Fondo de Cultura Económica. • Rosenblatt, M. L. (2002) La literatura como exploración. México: Fondo de Cultura Económica. • ______________ (1996) El modelo transaccional: la teoría transaccional de la lectura y la escritura. Consultado el 23 de agosto de 2015, en: http:// didacticadelalenguauno.blogspot. com/2010/09/el-modelo-transaccionalla-teoria.html • Theodor, Adorno (1962) “El ensayo como forma”, en: Notas de literatura. Barcelona: Ariel, pp. 11-36 • Weinberg, Liliana (2001) El ensayo, entre el paraíso y el infierno. México: Fondo de Cultura Económica. • Woolf, Virginia (2009) El lector común. Barcelona: Random Hause Mondadori. • Zambrano, María (2004) La razón en la sombra. España: Ediciones Siruela.
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“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente�. Mark Twain
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Verne y los viajes exploratorios de la imaginación Ángela María Ruiz Gaona
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Verne
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Ángela María Ruiz Gaona
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os viajes de exploración han marcado el destino de nuestro planeta, grandes viajeros han salido de sus tierras para buscar en otros rumbos las posibilidades de conocer, descubrir y llevar más allá ideologías y visiones de mundo. Desde la Prehistoria, el ánimo del ser humano por indagar en lo desconocido le ha permitido llegar muy lejos. Ese deseo de exploración puede estar guiado por la aventura, la conquista, la apertura de mercados y el avance científico. Entre los más destacados exploradores encontramos a Marco Polo, Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Thomas Cook y Neil Armstrong.
El ámbito literario tiene en Julio Verne (1828-1905), a uno de los más destacados exponentes de la literatura de viajes y más específicamente de los viajes de exploración. Sus obras literarias continúan en las bibliotecas de lectores que creen en la imaginación como un vehículo para descubrir otros universos, y tal vez allí toparse con el futuro. En general, todas las obras que componen Viajes extraordinarios, son exploraciones por la imaginación de Verne a lugares insospechados. Así arrancan empresas gigantescas que abordo de naves espaciales, globos, buques de guerra y embarcaciones como el Nautilus; conocerán las profundidades de la tierra, del mar y del espacio. En esta dirección, compartimos fragmentos de dos excelentes novelas de Verne: Veinte mil leguas de viaje submarino y Alrededor de la Luna. De la primera obra, elegimos el capítulo diecisiete de la primera parte, que cuenta en voz del profesor Pierre Aronnax, el viaje del capitán Nemo con su equipo a un bosque submarino. De la segunda creación literaria, Alrededor de la luna, que narra el viaje de tres exploradores Impey Barbicane, Nicholl y Miguel Ardan, en una bala de cañón hueca hacia la luna y luego su regreso a la tierra; presentamos el capítulo trece titulado Paisajes Lunares, que describe desde la imaginación del autor, cómo serían los escenarios de nuestro satélite natural en pleno siglo XIX. Indudablemente, Julio Verne fue un visionario, adelantado a su tiempo, que de manera magistral combinó la literatura y la ciencia para explorar el mundo.
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Veinte mil leguas de viaje submarino Un bosque submarino
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abíamos llegado por fin al linde de ese bosque, uno de los más bellos de los inmensos dominios del capitán Nemo. Él lo consideraba como suyo y se atribuía sobre él los mismos derechos que tenían los primeros hombres en los primeros días del mundo. ¿Y quién hubiera podido disputarle la posesión de esa parcela submarina? ¿Había acaso un pionero más audaz que pudiera ir allí, hacha en mano, a desmontar aquellas umbrosas espesuras? Grandes plantas arborescentes formaban el bosque, y tan pronto como penetramos en él me sorprendió la singular disposición de sus ramajes que nunca había podido yo observar en lugar alguno. Ninguna de las hierbas que tapizaban el suelo, ninguna de las ramas que erizaban los arbustos se curvaba ni se extendía en un plano horizontal. Todas subían hacia la superficie del océano. No había ni un filamento, ni una planta, por delgados que fuesen, que no se mantuvieran rectos, como varillas de hierro. Los fucos y las lianas se desarrollaban siguiendo una línea rígida y perpendicular, mantenida por la densidad del elemento que las había producido. Inmóviles, cuando yo las apartaba con la mano las plantas recuperaban inmediatamente su posición primera. Era aquel el reino de la verticalidad. No tardé en acostumbrarme a esa extraña disposición, así como a la relativa oscuridad que nos envolvía. El suelo del bosque estaba sembrado de agudas piedras difíciles de evitar. La flora submarina me pareció ser muy completa, más rica que la de las zonas árticas o tropicales. Pero durante algunos minutos confundí involuntariamente los reinos entre sí, tomando los zoófitos por hidrófitos, los animales por plantas. ¿Quién no los hubiera confundido? La fauna y la flora se tocan muy de cerca en el mundo submarino.
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Observé que todas esas plantas se fijaban al suelo muy superficialmente. Desprovistas de raíces, indiferentes al cuerpo sólido arena, conchas, caparazones de moluscos o piedras que las soporta, estas plantas no le piden más que un punto de apoyo, no la vitalidad. Estas plantas no proceden más que de sí mismas, y el principio de su existencia está en el agua que las sostiene y las alimenta. En lugar de hojas, la mayoría de ellas formaban unas tiras de aspectos caprichosos, circunscritas a una restringida gama de colores: rosa, carmín, verdes claro y oliva, rojo oscuro y marrón. Allí vi, pero no disecadas como en las vitrinas del Nautilus, las padinas o pavonias, desplegadas en abanicos que parecían solicitar la brisa; ceramitas escarlatas; laminarias que alargaban sus retoños comestibles; nereocísteas filiformes y onduladas que se expandían a una altura de unos quince metros; ramos de acetabularias cuyos tallos crecen por el vértice, y otras muchas plantas pelágicas, todas desprovistas de flores. «Curiosa anomalía, extraño elemento ha dicho un ingenioso naturalista en el que florece el reino animal y no el vegetal.» Entre esos arbustos, tan grandes como los árboles de las zonas templadas, y bajo su húmeda sombra se amasaban verdaderos matorrales con flores vivas, setos de zoófitos sobre los que se abrían las meandrinas, rayadas como cebras por surcos tortuosos; amarillentas cariofíleas de tentáculos diáfanos; haces de zoantarios en forma de césped... Y, para completar la ilusión, los peces mosca volaban de rama en rama como un enjambre de colibríes, mientras que dactilóperos, monocentros y amarillos lepisacantos, de erizadas mandíbulas y escamas agudas, se levantaban a nuestro paso como una bandada de chochas. Hacia la una, con gran satisfacción por mi parte, el capitán Nemo dio la señal de alto, y nos tendimos bajo Julio - Diciembre de 2016
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un haz de alarias cuyos largos y delgados filoides se erguían como flechas. Delicioso fue para mí ese instante de reposo. No nos faltaba más que el placer de la conversación, en la imposibilidad de hablar o de responder. Acerqué mi gruesa cabeza de cobre a la de Conseil y vi cómo sus ojos brillaban de contento y cómo, en señal de satisfacción, se agitaba en su escafandra del modo más cómico del mundo. Me sorprendió no tener hambre tras cuatro horas de marcha, sin que pudiera explicarme la razón de ello. Pero, en cambio, sentía unos invencibles deseos de dormir, como ocurre a todos los buzos. Mis ojos se cerraron tras los espesos cristales y pronto me sumí en una profunda somnolencia que sólo el movimiento de la marcha había podido contener hasta entonces. El capitán Nemo y su robusto compañero, tendidos en aquel lecho cristalino, dormían ya. No puedo decir cuánto tiempo permanecí así sumido en el sueño, pero me pareció observar al despertarme que el sol declinaba en el horizonte. El capitán Nemo se había levantado y estaba desperezando mis miembros cuando una inesperada aparición me puso bruscamente en pie. A unos pasos, una monstruosa araña de mar, de un metro de altura, me miraba con sus extraños ojos, dispuesta a lanzarse sobre mí. Aunque mi traje de inmersión fuese suficientemente grueso para protegerme del ataque de ese animal no pude contener un gesto de horror. Conseil y el marinero del Nautilus se despertaron en ese momento. El capitán Nemo mostró el horrible crustáceo a su compañero, quien le asestó al instante un fuerte culatazo. Vi como las horribles patas del monstruo se retorcían en terribles convulsiones. Ese encuentro me hizo pensar que aquellos fondos oscuros debían estar habitados por otros animales más temibles, de cuyos ataques no podría protegerme la escafandra. No había pensado en ello hasta entonces y decidí mantenerme alerta. Suponía que ese alto marcaba el término de nuestra expedición, pero me equivocaba, y, en vez de retornar al Nautilus, el capitán Nemo continuó la audaz excursión. El suelo continuaba deprimiéndose, y su pendiente, cada vez más acusada, nos condujo a mayores profundidades. Serían aproximadamente las tres cuando llegamos a un estrecho valle encajado entre altas paredes cortadas a pico y situado a unos ciento cincuenta metros de profundidad. Gracias a la perfección de nuestros equipos, habíamos sobrepasado en noventa metros el límite que la naturaleza parecía haber impuesto, hasta entonces, a las incursiones submarinas del hombre. He afirmado que estábamos a ciento cincuenta metros bajo el nivel del mar, pero lo cierto es que no poseía Julio - Diciembre de 2016
ningún aparato que me permitiera calcular esta distancia. Sin embargo, sabía que incluso en los mares más transparentes, los rayos solares no podían penetrar más allá. Y, precisamente, la oscuridad se había hecho muy densa. Nada era visible a diez pasos de distancia. Andaba, pues, a tientas, cuando súbitamente vi brillar una luz muy viva. El capitán Nemo acababa de poner en acción su aparato eléctrico. Su compañero le imitó y Conseil y yo seguimos su ejemplo. Girando un tornillo, establecí la comunicación entre la bobina y el serpentín de cristal, y el mar, iluminado por nuestras cuatro linternas, se hizo visible en un radio de unos veinticinco metros. El capitán Nemo continuó adentrándose en la oscura profundidad del bosque cuyos arbustos se iban haciendo gradualmente más escasos. Observé que la vida vegetal desaparecía con más rapidez que la animal. Las plantas pelágicas abandonaban un suelo que iba tornándose árido, pero en el que pululaban en cantidades prodigiosas de zoófitos, articulados, moluscos y peces. Mientras caminaba comencé a pensar que la luz de nuestros aparatos “Ruhmkorff” debía atraer necesariamente a algunos de los habitantes de esos oscuros fondos. Pero aunque muchos se acercaron lo hicieron a una distancia respetable para un cazador. Varias veces vi al capitán Nemo detenerse y apuntar con su fusil pero tras algunos instantes de observación, desistir de tirar y reanudar la marcha. La maravillosa excursión concluyó hacia las cuatro, al toparnos con un muro de soberbios peñascos aglomerados en bloques gigantescos, de una masa imponente, que se irguió ante nosotros. Era un enorme acantilado de granito excavado de grutas oscuras, pero que no ofrecía ninguna rampa practicable. Eran los cantiles de la isla Crespo. Era la tierra. El capitán Nemo se detuvo y todos hicimos alto, aun a pesar de los vehementes deseos que pronto me invadieron de franquear aquella muralla. Ahí terminaban los dominios del capitán Nemo, que él no quería sobrepasar. Más allá comenzaba la porción del Globo que se había jurado no volver a pisar. Al frente de su pequeña tropa, el capitán Nemo comenzó el retorno, marchando sin vacilación. Me pareció que no tomábamos el mismo camino para regresar al Nautilus. El que íbamos siguiendo, muy escarpado, y por consiguiente, muy penoso, nos acercó rápidamente a la superficie del mar. Pero ese retorno a las capas superiores no fue tan rápido, sin embargo, como para provocar una descompresión que hubiera producido graves desórdenes en nuestros organismos y determinar en ellos esas lesiones internas tan fatales a los buzos. Pronto reapareció y aumentó la luz, y, con el sol ya muy bajo en el horizonte, la refracción festoneó nuevamente los objetos de un anillo espectral. Suma Cultural
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Marchábamos a diez metros de profundidad, en medio de un enjambre de pececillos de todas las especies, más numerosos que los pájaros en el aire, más ágiles también, pero aún no se había ofrecido a nuestros ojos una presa acuática digna de un tiro de fusil. En aquel momento, vi al capitán apuntar su arma hacia algo que se movía entre la vegetación. Salió el tiro, que produjo un débil silbido, y un animal cayó fulminado a algunos pasos. Era una magnífica nutria de mar, el único cuadrúpedo exclusivamente marino. La pieza, de un metro y medio de longitud, debía tener un precio muy alto. Su piel, de color pardo oscuro por el lomo y plateado por debajo, era de esas que tanto se cotizan en los mercados rusos y chinos. La finura y el lustre de su pelaje le aseguraban un valor mínimo de dos mil francos. Contemplé con admiración al curioso mamífero de cabeza redondeada con pequeñas orejas, sus ojos redondos, sus bigotes blancos, semejantes a los del gato, sus pies palmeados con uñas y su cola peluda. Este precioso carnicero, sometido a la intensa persecución y caza de los pescadores, va haciéndose extremadamente raro. Se ha refugiado principalmente en las zonas boreales del Pacífico, en las que muy probablemente no tardará en extinguirse la especie. El compañero del capitán Nemo se echó la pieza al hombro, y proseguimos la marcha. Durante una hora, se desarrolló ante nosotros una llanura de arena que a menudo ascendía a menos de dos metros de la superficie. Entonces veía nuestra imagen, nítidamente reflejada, dibujarse en sentido invertido y, por encima de no-sotros, aparecía una comitiva idéntica que reproducía nuestros movimientos y nuestros gestos con toda fidelidad, con la diferencia de que marchaba cabeza abajo y los pies arriba.
por llanuras arenosas como por praderas de sargazos que atravesábamos penosamente. No podía ya más de cansancio, cuando distinguí una vaga luz que a una media milla rompía la oscuridad de las aguas. Era el fanal del Nautilus. Antes de veinte minutos debíamos hallarnos a bordo y allí podría respirar a gusto, pues tenía la impresión de que mi depósito empezaba a suministrarme un aire muy pobre en oxígeno. Pero no contaba yo al pensar así que nuestra llegada al Nautilus iba a verse ligeramente retrasada por un encuentro inesperado. Me hallaba a una veintena de pasos detrás del capitán Nemo cuando le vi volverse bruscamente hacia mí. Con su brazo vigoroso me echó al suelo al tiempo que su compañero hacía lo mismo con Conseil. No supe qué pensar, de pronto, ante este brusco ataque, pero me tranquilicé inmediatamente al ver que el capitán se echaba a mi lado y permanecía inmóvil. Me hallaba, pues, tendido sobre el suelo y precisamente al abrigo de una masa de sargazos, cuando al levantar la cabeza vi pasar unas masas enormes que despedían resplandores fosforescentes. Se me heló la sangre en las venas al reconocer en aquellas masas la amenaza de unos formidables escualos. Era una pareja de tintoreras, terribles tiburones de cola enorme, de ojos fríos y vidriosos, que destilan una materia fosforescente por agujeros abiertos cerca de la boca. ¡Monstruosos animales que trituran a un hombre entero entre sus mandíbulas de hierro! No sé si Conseil se ocupaba en clasificarlos, pero, por mi parte, yo observaba su vientre plateado y su boca formidable erizada de dientes desde un punto de vista poco científico, y, en todo caso, más como víctima que como naturalista.
Otro efecto notable era el causado por el paso de espesas nubes que se formaban y se desvanecían rápidamente. Pero al reflexionar en ello, comprendí que las supuestas nubes no eran debidas sino al espesor variable de las olas de fondo, cuyas crestas se deshacían en espuma agitando las aguas. No escapaba tan siquiera a mi percepción el rápido paso por la superficie del mar de la sombra de las aves en vuelo sobre nuestras cabezas. Una de ellas me dio ocasión de ser testigo de uno de los más espléndidos tiros que haya conmovido nunca la fibras de un cazador. Un pájaro enorme, perfectamente visible, se acercaba planeando. El compañero del capitán Nemo le apuntó cuidadosamente y disparó cuando se hallaba a unos metros tan sólo por encima de las aguas. El pájaro cayó fulminado, y su caída le llevó al alcance del diestro cazador, que se apoderó de él. Era un espléndido albatros, un especimen admirable de las aves pelágicas.
Afortunadamente, estos voraces animales ven mal. Pasaron sin vernos, rozándonos casi con sus aletas parduscas. Gracias a eso escapamos de milagro a un peligro más grande, sin duda, que el del encuentro con un tigre en plena selva.
El lance no había interrumpido nuestra marcha. Durante unas dos horas, continuamos caminando tanto
Referencia bibliográfica: Verne, J. (1984). Veinte mil leguas de viaje submarino. Bogotá: Oveja Negra.
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Media hora después, guiados por el resplandor eléctrico, llegamos al Nautilus. La puerta exterior había permanecido abierta, y el capitán Nemo la cerró, una vez que hubimos entrado en la primera cabina. Luego oprimió un botón. Oí cómo maniobraban las bombas en el interior del navío y, en unos instantes, la cabina quedó vaciada. Se abrió entonces la puerta interior y pasamos al vestuario. No sin trabajo, nos desembarazamos de nuestros pesados ropajes. Extenuado, cayéndome de sueño e inanición, regresé a mi camarote, maravillado todavía de la sorprendente excursión por el fondo del mar.
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Alrededor de la luna Paisajes lunares
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las dos y media de la mañana, el proyectil se encontraba a la altura del trigésimo paralelo lunar y a una distancia efectiva de 1,000 kilómetros, reducida a 10 por los instrumentos de óptica. Seguía pareciendo imposible que llegase a tocar en ningún punto del disco; y su velocidad de traslación relativamente mediana, era explicable para el presidente Barbicane; porque a la distancia en que se hallaba de la Luna debía haber sido considerable para neutralizar la fuerza de la atracción. Había, pues, un fenómeno que no acertaba a explicarse y, además faltaba tiempo para indagar la causa. La superficie lunar pasaba rápidamente a la vista de los viajeros, que no querían perder ni el menor detalle. El disco se presentaba, pues, en los anteojos, a la distancia de dos leguas y media. Un aeronauta, transportado a esta distancia de la Tierra, ¿qué distinguía en su superficie? Nadie puede decirlo, ya que las mayores ascensiones han pasado de ocho mil metros.
Veamos, sin embargo, una descripción exacta de lo que Barbicane y sus compañeros veían desde aquella altura. En primer lugar veían en el disco manchas extensas de colores variados. Los selenógrafos no están acordes, acerca de la naturaleza de estas
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coloraciones que son perfectamente distintas unas de otras. Julio Schmidt supone que si los océanos terrestres quedasen secos, un observador selenita no distinguiría sobre el globo, entre los océanos y las llanuras continentales, matices tan diversos como los que se manifiestan en la Luna a un observador terrestre. Según él, el color común de las extensas llanuras conocidas con el nombre de “mares”, es el gris oscuro mezclado con verde o pardo. Algunos grandes cráteres tienen también esta coloración tan especial. Barbicane conocía esta opinión del selenógrafo alemán, opinión de la que participaban Beer y Moedler; y pudo convencerse que la observación les daba la razón contra ciertos astrónomos que no admiten sino el color gris en la superficie de la Luna. En ciertos espacios resaltaba con viveza el color verde, tal como resulta, según Julio Schmidt, en los mares de la Serenidad y de los Humores. Barbicane observó asimismo ambos cráteres, desprovistos de conos exteriores, que despedían un color azulado, análogo a los reflejos de una plancha de acero recién pulimentada. Estas coloraciones pertenecían efectivamente, al disco lunar, y no procedían, como han supuesto algunos astrónomos, de la interposición de la atmósfera terrestre. Para Barbicane, no había duda en este punto. Observaba a través del vacío y no podía cometer error alguno de óptica; así, consideró el hecho de las
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diversas coloraciones como conquista definitiva de la ciencia. Ahora bien, ¿eran debido aquellos matices verdes a una vegetación tropical, sostenida por una atmósfera densa y baja? Esto es lo que no se atrevía a asegurar. Más allá vio un matiz rojizo, también muy marcado, semejante a otro observado anteriormente en el fondo de un recinto aislado, que se llama Circo de Lichtenberg, al borde de la Luna. Sin embargo no pudo reconocer su naturaleza. No estuvo más afortunado con otra particularidad del disco, porque no pudo determinar exactamente la causa. Véase lo que era esta particularidad. Estaba Miguel Ardán en observación cerca del presidente, cuando divisó largas líneas blancas, vivamente iluminadas por los rayos directos del Sol. Era una serie de surcos luminosos muy diferentes de la irradiación que presentaba Copérnico y que se prolongaban paralelos unos a otros. Con su habitual ligereza, exclamó inmediatamente Miguel: —¡Hombre, campos cultivados! —¿Campos cultivados? —dijo Nicholl, encogiéndose de hombros. —Por lo menos labrados —añadió Miguel Ardán—. Pero ¡qué buenos labradores deben ser esos selenitas y qué bueyes tan gigantescos engancharán a sus arados para abrir tales surcos! —No son surcos —dijo Barbicane—, son fallas. —Vaya por las fallas —respondió con docilidad, Miguel—; falta ahora saber qué se entiende por fallas en el mundo científico. Barbicane explicó a su compañero lo que sabía de las fallas lunares. Sabía que eran surcos observados en todas las partes no montañosas del disco; que estos surcos, por lo general aislados, miden de cuatro a cincuenta leguas de extensión; que su anchura varía de mil a mil quinientos metros, y que sus bordes son rigurosamente paralelos. Pero no sabía más sobre su formación ni su naturaleza. Armado del anteojo observó Barbicane aquellas fallas con la mayor atención y advirtió que sus bordes estaban formados por pendientes sumamente escarpadas y constituían una especie de parapetos paralelos, que la imaginación se figuraba como líneas de fortificación elevadas por los ingenieros selenitas. De estas diferentes fallas, unas eran enteramente rectas, como tiradas a cordel; otras presentaban una ligera curva, aunque conservando en sus bordes el paralelismo; aquellas se entrecruzaban; éstas cortaban los cráteres; aquí surca-
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ban cavidades tales como Posidonio o Petavio; allí serpenteaban los mares, tales como el mar de la Serenidad. Estos accidentes naturales debieron de excitar necesariamente la imaginación de los astrónomos terrestres. Las primeras observaciones no habían descubierto las fallas. Ni Hevelius ni Cassini ni La Hire ni Herschel parecían haberlas conocido. El primero que las señaló a la atención de los sabios fue Schroeter en 1789. Después las estudiaron otros, entre ellos Pastoff, Gruithuysen, Beer y Moedler. Hoy su número se eleva a setenta; pero si han sido contadas, en cambio no se ha determinado su naturaleza. Está demostrado, sin embargo, que no son fortificaciones, ni lechos de antiguos ríos hoy secos; porque por una parte, las aguas, tan ligeras en la superficie de la Luna, no hubieran podido abrir tales cauces, y por otra, aquellos surcos atraviesan muchas veces cráteres situados a gran elevación. No obstante hay que reconocer que Miguel Ardán tuvo una idea algo fundada, y que, sin saberlo, era la misma de Julio Schmidt. —¿Por qué razón —decía— esas inexplicables apariencias no han de ser fenómenos de vegetación? —¿Y en qué te fundas para sospecharlo? —preguntó Barbicane. —No te alteres, dignísimo presidente —respondió Miguel—. ¿No podría suceder que esas líneas oscuras, que parecen formar espaldones, fuesen hileras de árboles dispuestos con regularidad? —¿Te has empeñado en ver vegetación? —dijo Barbicane. —No tal —replicó Miguel Ardán—; no pretendo sino explicar lo que no explicáis los sabios. Mi hipótesis, cuando menos, tiene la ventaja de indicar por qué desaparecen o parecen desaparecer esas fallas en épocas determinadas y periódicas. —¿Por qué lo dices? —Porque esos árboles se hacen invisibles cuando se quedan sin hojas, y vuelven a ser visibles cuando las echan de nuevo. —Ingeniosa es tu explicación, querido compañero, pero inadmisible. —¿Por qué? —Porque en la superficie de la Luna puede decirse que no hay estaciones y, por consiguiente, no pueden verificarse los fenómenos de vegetación de los cuales hablas. En efecto, la escasa oblicuidad del eje lunar mantiene allí al sol a una altura casi igual en cada latitud. En las regiones ecuatoriales, el astro radiante ocupa casi invariablemente el cenit, y apenas pasa del hori-
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zonte en las regiones polares. De manera que según se halla situada cada región, así vive en invierno, primavera, estío u otoño perpetuo, lo mismo que en el planeta Júpiter, cuyo eje se halla igualmente poco inclinado sobre su órbita. —¿Qué origen tienen, pues, estas fallas? He ahí una cuestión difícil de resolver. Seguramente serían posteriores a la formación de los cráteres y los circos, porque algunas han cortado el recinto de éstos Es posible que habiéndose formado en las últimas épocas geológicas, sean debidas simplemente a la expansión de las fuerzas naturales. A todo esto, el proyectil había llegado a la altura del grado 40 de latitud lunar, a una distancia de la superficie del astro no superior, sin duda, a ochocientos kilómetros. Los objetos se dibujaban en los anteojos como si sólo distaran dos leguas. En aquel punto, a los pies de los observadores, se hallaba el Helicón, de quinientos cinco metros de alto, y a la izquierda se perfilaban en redondo esas medianas alturas que encierran una, corta porción del mar de las Lluvias, con el nombre de golfo de los Lirios. La atmósfera terrestre habría de ser ciento setenta veces más transparente de lo que es para que los astrónomos pudieran hacer, a través de ella, observaciones completas en la superficie lunar. Pero en el vacío en que flotaba el proyectil no se interponía fluido alguno entre el ojo del observador y el objeto observado. Además Barbicane se hallaba a una distancia que no habían alcanzado nunca los más potentes telescopios, ni el de John Rosse, ni el de las Montañas Rocosas. Estaba, pues, en condiciones sumamente favorables para resolver la importante cuestión de la habitabilidad de la Luna. Así y todo, esta solución se le escapaba todavía; no distinguía más el lecho desierto de las grandes llanuras, y hacia el Norte montañas áridas; pero ninguna obra que revelase la mano del hombre, ni la ruina que revelara su paso. Tampoco se veía aglomeración de animales que indicase allí el desarrollo de la vida, ni aun en escala inferior. En ninguna parte se percibían movimientos, ni aparecía vegetación. De los tres reinos que formaban el globo terrestre, uno solo estaba en el globo lunar: el mineral. —¡Ah! —exclamó un tanto consternado Miguel—. ¿Conque no hay nadie? —No —respondió Nicholl—, a lo menos hasta ahora. Ni un hombre ni un animal, ni un árbol. Después de todo, si la atmósfera se ha refugiado en el fondo de las cavidades, dentro de los circos o en la superficie opuesta de la Luna, nada podemos prejuzgar. 48
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—Esto aparte —añadió Barbicane—, un hombre no es visible ni aun para la vista más perspicaz a la distancia de siete kilómetros. Si hay, pues, selenitas, ellos pueden ver nuestro proyectil, pero nosotros no podemos verlos a ellos.
te, como una luz que se enciende o se apaga en medio de una oscuridad profunda. Tampoco hay transición desde el frío al calor, sino que la temperatura pasa en un momento desde el grado de la ebullición del agua a los más absolutamente fríos del espacio.
Hacia las cuatro de la mañana, y a la altura del cincuenta paralelo, la distancia se había reducido a seiscientos kilómetros. A la izquierda se extendía una línea de montañas de caprichosos contornos y dibujadas en plena luz. Hacia la derecha, por el contrario, se abría un agujero negro, como un gran pozo insondable y oscuro perforado en el suelo lunar.
Otra consecuencia de la falta de aire es el que reinan tinieblas completas allí donde no llegan los rayos del Sol. Lo que en la Tierra se llama luz difusa, materia luminosa que el aire mantiene en suspensión, que crea los crepúsculos y las auroras, que produce las sombras, las penumbras y toda esa magia de claroscuros, no existe en la Luna. De ahí resulta una dureza de contraste que no admite sino dos colores: el blanco y el negro. Si un selenita se preserva la vista de los rayos solares, el cielo le parece enteramente negro y las estrellas brillan a sus ojos como en la más oscura noche.
Aquel agujero era el lago Negro, era Platón, circo profundo, que se puede estudiar cómodamente desde la Tierra, entre el último cuarto y la Luna nueva, cuando las sombras se proyectan del oeste al este. Esta coloración negra se encuentra rara vez en la superficie del satélite. Hasta ahora no se ha reconocido sino en las profundidades del circo de Endimion, al este del mar del Frío, en el hemisferio norte y en el fondo del circo de Grimaldi, en el Ecuador, hacia el borde oriental del astro. Platón era una montaña circular situada a los 51° de latitud norte y 9° de longitud este. Su circo tiene 92 kilómetros de largo y 61 de ancho. Barbicane sintió mucho no pasar perpendicularmente por encima de su extensa abertura, en la que había un abismo que sondear y quizás algún fenómeno misterioso que sorprender. Pero no podía modificarse la marcha del proyectil, y era forzoso aceptarlo tal como era. Si no se saben dirigir los globos, menos aún los proyectiles, cuando uno va encerrado dentro de las paredes. A cosa de las cinco de la mañana se había pasado el límite septentrional del mar de las Lluvias. Los montes La Condamine y Fontenelle quedaban uno a la izquierda y otro a la derecha. Aquella parte del disco, desde los 60°, se volvía enteramente montañosa. Los anteojos lo acercaban a una legua, distancia inferior a la que separaba la cumbre del Monte Blanco del nivel del mar. Toda aquella región estaba erizada de pozos y circos. Hacia los 60° dominaba Filofao, de tres mil setecientos metros de altura, con un cráter elíptico de dieciséis leguas de largo y cuatro de ancho. Entonces el disco, visto desde aquella distancia, ofrecía un aspecto sumamente raro. Los paisajes presentaban condiciones muy diferentes de los de la Tierra, pero también inferiores. Como la Luna no tiene atmósfera, esta ausencia de envoltura gaseosa produce consecuencias ya demostradas. No hay crepúsculo en la superficie, sino que la noche sucede al día y el día a la noche de repenJulio - Diciembre de 2016
Júzguese la impresión que tan extraño aspecto produciría en Barbicane y en sus amigos. Sus ojos se desorientaban y no podían apreciar las distancias de los diferentes términos entre sí. Un paisaje lunar, que no se halla suavizado por el fenómeno del claroscuro, no podría ser reproducido por un paisajista de la Tierra; todo se reduciría a manchas negras sobre un fondo blanco. Este aspecto no se modificó ni aun cuando el proyectil, a la altura de los 80° se halló separado de la Luna sólo por una distancia de cien kilómetros; ni tampoco cuando, a las cinco de la mañana, pasó a menos de cincuenta kilómetros de la montaña de Gioja, distancia que los anteojos reducían a medio cuarto de legua. Creían tocar la Luna con la mano; y les parecía imposible que el proyectil no la tropezase de un momento a otro, aunque no fuera más que por el Polo Norte, cuya cumbre brillante se dibujaba violentamente sobre el fondo negro del cielo. Miguel Ardán quería abrir una lumbrera y precipitarse a la superficie lunar, sin espantarse a la idea de una caída de doce leguas. La tentativa hubiera sido inútil, porque si el proyectil no debía llegar a ningún punto del satélite, Miguel, arrastrado por un movimiento, no llegaría tampoco. En aquel momento eran las seis; aparecía el polo lunar. El disco no presentaba a las miradas de los viajeros más que una mitad fuertemente iluminada, mientras la otra desaparecía en las tinieblas. De repente, el proyectil pasó la línea que dividía la luz intensa de la sombra absoluta y quedó súbitamente sumido en una profunda oscuridad. Referencia bibliográfica: Verne, J. (1985). Alrededor de la luna. Bogotá: Oveja Negra. Suma Cultural
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Primer Concurso de FotografĂa Photo Trip-K
Fotodiario
Ana María Escala Ortiz Alejandra Daniela Gutiérrez León Edna Daniela Beltrán Campos Lina Marcela Lozano Baquero Lady Beatriz Quevedo Cantor Jorge Sebastián Álvarez Herrera Javier Enrique Vallejo Chamorro
Primer concurso de
fotografía Photo Trip-K D
urante la V Semana Internacional, se llevó a cabo el primer “Photo Trip K”, un concurso de fotografía organizado por la cancillería, en el que toda la comunidad académica tuvo la oportunidad de participar enviando fotos de sus viajes realizados en Colombia o el exterior.
La primera edición del concurso fue todo un éxito, pues a pesar de ser en poco tiempo, se contó con una buena participación de la comunidad konradista, recibiendo un total de 46 fotos enviadas por estudiantes, egresados y personal administrativo de la Universidad. El concurso contó con 2.824 Likes desde su publicación hasta el momento de cierre de la votación, para un total de tres días. A continuación presentamos siete de las fotos finalistas de este concurso en su primera edición.
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Nombre: Ana María Escala Ortiz Programa: Psicología La foto de la carrilera es una imagen que muestra un hermoso y tranquilo lugar, en el que se refleja de cierta manera la resistencia del día a día, el esfuerzo por conseguir algo mejor sobrepasando obstáculos y superándonos a nosotros mismos. La fotografía fue tomada en Suesca, Cundinamarca.
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Nombre: Alejandra Daniela Gutiérrez León Programa: Administración De Negocios Internacionales ¡Chapeau! París Descripción: Una mañana disfrutando por primera vez del buen clima parisino, el río Sena y la hermosa vista de la Torre Eiffel. Esta foto merece ganar porque captura en su esencia el significado de aventura y libertad.
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Nombre: Edna Daniela Beltrán Campos Programa: Psicología Esta fotografía también la tomé camino a casa de mis abuelos, una noche donde la luna estaba muy iluminada… pienso que las ramas en la parte superior hacen que sea diferente a cualquier fotografía de una luna en cualquier fase, así se convierte en única… al conservar su majestuosidad.
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Nombre: Lina Marcela Lozano Baquero Programa: Especialización en Psicología del Consumidor Colombia lo tiene TODO. Esta foto fue tomada en el Ritacuba Blanco del Nevado del Cocuy a 5.330 m.s.n.m., es el pico más alto de la cordillera Oriental de los Andes en Colombia, sencillamente es imponente, majestuoso y de nosotros; es una recompensa enorme ver ese paisaje en la cima después de una caminata de más de seis horas, una muestra que Colombia lo tiene todo. Esta fotografía debe ser elegida para mostrar otra hermosa joya de Colombia, no hay que ir tan lejos para disfrutar paisajes inolvidables, además de no ser tan fácil mostrar este lugar, se requiere de mucho esfuerzo físico, emocional y mental para emprender la subida a la cima.
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Nombre: Lady Beatriz Quevedo Cantor Programa: Administración de Negocios Internacionales El acueducto de Segovia es una estructura impresionante del siglo II d.C. influenciada por la arquitectura romana, que facilitó el acceso del agua a los habitantes de la zona. Existe una leyenda que envuelve la majestuosa construcción: se dice que una chica agotada de subir y bajar la montaña en búsqueda de agua, hizo un trato con en el diablo para que de alguna forma hiciera llegar el precioso líquido sin tener que ir hasta el manantial Fuenfría, a cambio aquella chica debería entregarle su alma, entonces el diablo acordó construir el acueducto pero debería hacerse antes de amanecer, de esta forma el diablo inició la construcción, la chica arrepentida por su trato y con temor de perder su alma comenzó a orar durante toda la noche, y cuando ya solo faltaba una piedra por colocar, el primer rayo del sol tocó la edificación, lo cual marcó la derrota del demonio que desapareció enseguida, y de esta forma la chica pudo conservar su alma.
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Nombre: Jorge Sebastián Álvarez Herrera (Dreivko) Programa: Ingeniería de Sistemas Allí en esos lejanos puntos llamados estrellas hay misterios... Desde la antigüedad han guiado a nuestras civilizaciones, a la humanidad en sí, pero también han guiado nuestros sueños, queriendo saber qué hay más allá, si quizás hay vida más allá, aún no lo sabemos y quién sabe cuándo... Pero es muy cierto que esos pequeños puntos blancos llamados estrellas nos guían como faroles en la oscuridad, nos hacen soñar y desear que algo extraordinario pase en nuestras vidas.
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Nombre: Javier Enrique Vallejo Chamorro Programa: Psicología Esta fotografía fue tomada en La Cueva de la Flauta de Caña, en Guilin (China). A la entrada un bosque de bambú desdibuja el tesoro que existe dentro de la montaña: una caverna de dimensiones incalculables labrada por la tenacidad del agua durante millones de años, dejando sin aliento a quienes como mi esposa (y yo) tuvimos la oportunidad de verla y sentirla. Es como estar en el útero de la tierra.
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Cuento
Poesía
Un viaje al inframundo trae la generación zombi 62 Valentina Fajardo Pinzón Doce veces doce 66 John Alexander Gómez Montañez El horrible pájaro verde que perdió sus alas 70 Fabián Mauricio Martínez G. Al final del día 74 Ronald Salazar C. Alguien espera en la mesa ocho 78 Jesús Antonio Álvarez Flórez Dicotomía de una mente taciturna 82 Michelle Barreto Martínez El shabbat 84 Óscar Mejía En honor a Eva 86 Daniel Mateo Socha Riaño Explorando la galaxia 88 Sergio Eduardo Gama Playa nocturna 92 Ánderson Fabián Villalba Rey Vagar 94 Martha Isbelia Pabón Villamizar
Irse sin despedida Álvaro José Claro Ríos
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Odiseo 98 Sirenas 99 Fernando Urbina Rangel Itinerario del viajero Diego Higuera
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Tu Kuento Kuenta Primer lugar
A menos que... 102 Javier Enrique Vallejo Chamorro Segundo lugar
El hombre constante Jersson Torres de la Hoz
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Tercer lugar
El día que Boris mató a su mejor amigo Carlos Eduardo Forero Oviedo
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Las infinitas y muy sugestivas posibilidades de la literatura hacen de la escritura el medio perfecto para expresar nuestros sueños y añoranzas, a la par que nuestras dudas y miedos más recónditos; porque se trata de dar rienda suelta a la imaginación, la escritura creativa nos permite recrear universos paralelos, mundos y submundos inquietantes y maravillosos, que hablan de nosotros, de quiénes somos y de qué deseamos, lo hacen tan bellamente que resulta ocioso, y hasta necio, exaltar sus virtudes. Por todo lo que impulsa, por las motivaciones artísticas que suscita, y sobre todo, porque incita y estimula el ingenio, el Instituto de Humanidades ha dado cabida, otra vez, a su ya tradicional concurso de cuento Tu Kuento Kuenta. Esta vez hemos contado con una amplia gama de talentos konradistas; historias complejas, pero amenas, de múltiples registros: suspense, terror, drama, relatos fantásticos, entre otros, participaron de esta nueva edición del certamen. Fue difícil escoger tres ganadores, pero era necesario. Al final, hemos conformado un podio estupendo, talentosísimo, que nada tiene que envidiar a concursos nacionales. Pero eso deberá juzgarlo usted mismo, amigo lector…¡Que lo disfrute!
Letras Libres
“Todos los escritores que conozco tienen problemas para escribir�. Joseph Heller
Un viaje
al inframundo
trae la generación
zombi Valentina Fajardo Pinzón Fotografías: Robinson Toasura Villero
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Letras Libres / un viaje al inframundo trae la generación zombi
C
ogí mis maletas para viajar a un lugar desconocido, un espacio en donde pudiera ser y hacer lo que quisiera, un sitio para tener libertad. Todos siempre hemos querido sentir algo que nos cause adrenalina, que nos haga entender que estamos vivos, algunos escalan, otros leen, se enamoran o simplemente como yo, viajan. Sin importar lo que pasara quise iniciar una gran aventura sin mirar atrás, emprendí un viaje para conocer el inframundo, aquel escenario donde las tinieblas provocan miedo, donde hasta el demonio más pequeño, podía hacer entre risas, maldades inimaginables, tenía curiosidad, porque deseaba ver algo distinto a mi familia, porque mi vida no era más que una copia barata de los ricos, mis padres grandes empresarios, mi hermana doctora, y yo estudiante de grado once, la oveja perdida, además tenía un círculo social de inmaduros con sueños de perdedores. Todas estas cosas me parecían vacías y no me llenaban el alma, por eso agarré una maleta, la llené de rencores, dolores, frustraciones, y comencé a caminar, estaba un poco cargada, las emociones tienen más peso que unos cuantos pantalones. En el camino pensaba en por qué ven el inframundo con ojos de rechazo, si en realidad es un arte, la gente lo pinta, escribe, habla de él, realiza esculturas, lo lee, el inframundo es un misterio, es algo que no podemos ver fácilmente, pero para descubrirlo no necesitamos morir, por ejemplo, para Freud era el inconsciente. Mi corazón en verdad era poco sensible, no me afectaba ver las miradas perdidas de la multitud, niños hambrientos, corazones negros, sueños muertos, era lo único que se visualizaba al dar pasos en ese lugar, muchos no podrían estar felices con un panorama así, sin embargo yo me sentía completa al ver tanta tristeza en esos rostros, por fin un sitio donde podía estar identificada, la gente caminaba sin importar lo que pasara, no les interesaba si se morían, o si tendrían que matar o robar para pasar otro día, al final de cuentas, todo esto es basura reciclada, que algún día desaparecería, era algo tan real, Julio - Diciembre de 2016
una muestra tan sincera de la vida misma, esto era algo que en muy pocos lugares se puede encontrar. Al pasar los días seguía caminando, no me podía bañar, no comía bien, por la falta de dinero, mis zapatos se empezaron a desgastar, y el frío comenzó a pasar cuentas. Tenía que cortar mi piel para cambiar por dolor la monótona sensación de frío. Ver la sangre caer, gota a gota encima de mí, me producía tranquilidad, porque sabía, que algo adentro, todavía seguía vivo. No sé si fue buena opción haber emprendido ese viaje, pero ya no había retorno, igual me sentía mejor que en casa, mi vida pasaba entre retazos de bolsas de basura y el abrigo de periódicos mojados. Por primera vez en mi vida sentía libertad en un lugar en el cual el demonio rondaba las 24 horas del día. La cuchilla con la que me cortaba, se empezó a oxidar, impactaban las infecciones que comenzaban a brotar de las llagas, producto de aquella decisión de cortarme, es duro mirar algo así. Aunque a pesar de todo era verdad que en el inframundo también se veían héroes, no como Superman, o Batman, eran héroes llamados “sayayines”, sí, aquellos que nos dan nuestras dosis para que podamos estar bien, a ellos les debemos la tranquilidad de nuestra mente. El viaje al inframundo, comenzó a ser enserio, no solo eran corazones negros, sino almas perdidas, no solo eran personas solas. Los olores eran repugnantes, desechos fecales, el agua de lluvia estancada, pedazos de carne descomponiéndose, el olor cada vez era más fuerte. El peso de mi decisión ya no era tan bienvenido. Me senté en un andén frío, duro, con mis pies ampollados, sangrando, mi cara sucia, mi ropa rasgada, mi cuerpo cubierto de llagas abiertas, de las cuales brotaba tanto pus, que me hacían dudar que en mí, existiera aún algo distinto de este infeccioso y maloliente líquido blanco, mis dientes Suma Cultural
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Letras Libres / un viaje al inframundo trae la generación zombi
pudriéndose, mis ojos no enfocaban bien, mi mirada era perdida…a pesar de la poca razón que aun poseía, recordé un cuento, que cuando niña me leyó mi hermana: “Nos invaden los zombis”… Las letras de esta narración decían que los muertos no podían hablar, sino apenas susurrar, todo retumbaba en mi cabeza y me daba vueltas una y otra vez. Jamás pensé que algún día pudiera ver a un zombi, pero ahora que veo mi reflejo entre los sucios charcos de agua del pozo séptico no cabe duda; me convertí en uno. Hacía parte del inframundo en donde en la noche, todos buscan cómo sobrevivir en un lugar en el que solo se escuchan pequeños susurros de sufrimiento, pidiendo a gritos una salvación, porque es tanto el daño mental que causa la droga que se nos olvida hablar, nos volvemos animales salvajes, perdemos el don de comunicarnos y esto causa que el resto de la humanidad nos tenga miedo a los que caminamos en las tinieblas de las calles, mi viaje terminó como una película de terror, que nadie quiere ver, por miedo a volverse parte.
de almas muertas, yo fui una de ellas, las causas que me llevaron a todo eran necesidades de afecto básicamente, pero estas debilidades hacen que cada día sean más los que llegan y encuentran en la droga un amigo, en las personas que se las venden un héroe, porque los que entramos a ver esto nos impactamos de la sinceridad que trae la maldad y no lo resistimos, en verdad el inframundo no es para todos, no es como lo pintan o lo ilustran, tal vez ese fue uno de mis grandes errores, ver la oscuridad como una gran salida, la curiosidad mató al gato porque al final de cuentas estas sustancias se vuelven lo único que deseamos tener para vivir, porque queremos llegar a un mundo mejor y hacer de este uno peor, o más sincero para que me entiendan.
Hollywood ha sabido jugarla, ha recreado esto en sus pantallas con el más puro ánimo de lucro, y sin levantar la mínima sospecha de tal verdad, haciéndolo pasar por ficción, modificándole algunas cosas para que la gente vea muy lejos la aparición de “esta extraña especie “. Para el cine esta clase zombis son producto de raras enfermedades, holocaustos nucleares o secuelas de mundos extraterrestres, antiguos o mezclas de ambos. Pero acá, en la vida real, en el día a día, los zombis son producto de inyecciones de heroína y fuertes ácidos, de dependientes inhalaciones de dosis de bazuco, cocaína, crack, metanfetaminas y cualquier otra sustancia que nos brinde la oportunidad de escapar a otro mundo. En este mundo real, los zombis hacen parte de una sociedad, y no son causa de malos experimentos. Una generación zombi se está formando, está comenzando a viajar a un inframundo, para formar batallones de maldad, que van en busca
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Letras Libres / Doce veces doce
Doce veces doce John Alexander GĂłmez MontaĂąez
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levaba seis horas caminando. La buseta que llevaba, de Puerto Lleras a Capiripán, no había podido hacer el recorrido ese día por culpa del aguacero torrencial que azotaba la región; y en todo caso, la crecida violenta del Río Sake, y la fuerza del viento (que arrancaba, fácilmente, los tejados de zinc), amenazaban con devorarse todo Puerto Lleras, como si quisieran convertir ese pedazo de caserío ignorado, en una Venecia criolla de este lado del Pacífico. Por lo tanto, sin buseta, y con frío; con un cansancio insoportable, y esa lluvia intensa y pegajosa que se le queda a uno en la piel (como una capa más de miseria encima del sudor y el mal olor), caminaba por la carretera, volteando, de cuando en cuando, a ver si algún par de luces amarillas se detenían en seco y de repente. Pero la lluvia nunca ha sido una buena aliada de los que piden autostop, y ningún camionero quiere manejar toda la noche con alguien al lado, que tiembla de frío y huele a perro mojado. Resignado a mi suerte, decidí pasar la noche tierra adentro, donde las vacas del camino estarían durmiendo bajo techo. Salté la cerca y caminé como doscientos metros entre la maleza, entre las garrapatas y los chinches, que me saltaban a las piernas, y resbalaban entre el pasto y el pantalón mojado, y medio roto. Me acurruqué al lado de un árbol de mango bajo el sonido de los murciélagos y el olor dulzón de la fruta mordisqueada y podrida sobre el suelo. Eran las nueve de la noche y pensé que si dormía, al menos cuatro o cinco horas, podría empezar de nuevo mi camino. Por eso, y al notar que dos o tres garrapatas se me habían pegado a los tobillos, decidí pasar la noche entre las ramas. Me quité el pantalón y lo aseguré, con los zapatos, en el ramaje que pasaba sobre mi cabeza; donde, oculto en el follaje, tendría tiempo, al menos, de vestirme antes que la metralla me abriera huecos en una cara que nunca tuvo acné. Al lado del pantalón, puse también la camisa, atada en una sola cuerda con las medias y la corbata. Saqué del bolso unos Julio - Diciembre de 2016
tres panes de queso que compré en Puerto Gaitán y me los comí ávidamente con una botella de agua y un mango que pendía a la mano; fumándome, luego, un cigarrillo, para sacarme el frío de esta maldita noche aciaga. Me amarré al tronco del árbol y me cubrí con el saco negro que llevaba, hacía seis horas, en el bolso. Dormí como hasta las tres. Me levanté con el cuello tieso y los músculos de las piernas aun más adoloridos debido a la presión. Pensé que (afortunadamente) soy de los que se mueve poco cuando duerme, y que si no, hubiese quedado colgando de algún pie, con mis testículos a merced de los murciélagos, como un fruto menos dulce pero más rojizo, y quizá, provocativo, que nunca estuvo en el menú. Me vestí en pocos minutos. Agradecí al viento por la ropa seca (aunque gélida), y me agradecí a mí mismo por haber guardado el saco en el morral. Hubiese querido correr hasta el potrero (que se veía a los lejos) y mamar de alguna vaca un poco de leche caliente, pero al final no me atreví. Me guardé tres mangos en los bolsillos y salí caminando lento, al igual que cuando entré. Al llegar al otro lado de la cerca, noté que la lluvia había empezado a menguar, pero la carretera estaba enfangada y, si había alguna quebrada en el camino, sabía que los buses no se atreverían a cruzar. Resignado de nuevo a mi destino, retomé la carretera justo donde la había dejado el día anterior, y a eso de las siete de la mañana, cuando más rugía el vientre, y el sol empezaba a calentar los dolidos huesos, me ví a menos de dos pueblos de Capiripán. Paré en Casa de Lata para comprarme un desayuno, y pagué con billetes sucios y mojados. Luego, cuando fresqueaba un poco, caminé carretera arriba hasta un camión que transportaba huevos. El conductor me dijo que conocía bien el camino y que me llevaba hasta allá. Faltaban aún dos horas para llegar al pueblo y el entierro del anciano era a las doce, así que pensé que podría darme una siesta para recobrar la fuerza y llegar un poco menos vuelto mierSuma Cultural
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Letras Libres / Doce veces doce
da. El tipo a mi lado, que apestaba a sudor rancio y mal aliento, en una cabina que olía a orina, jamás me olió tan bien como allí, abrigado y seco, descansando sobre los cojines mullidos del camión. Me desperté con la frenada y el aullido de la bestia de metal cuando el hombre les pitó a unas vacas que cruzaban el camino, y ví que estábamos a un kilómetro del lugar. Yo le dije que le agradecía mucho y le pagué con lo último que tenía: un par de billetes sucios y un cigarrillo sin filtro. Luego, caminé pueblo adentro bajo una lluvia que regresaba, tercamente, mientras arriaba el viento sus caballos de borrasca. Almorcé en el parque con un tamal. Luego me lié un cigarrillo de tabaco negro y caminé, fumando, hacia la iglesia. Las campanadas del mediodía asustaron unas palomas que se desprendieron en ráfagas cafés hacia el infinito; y poco a poco, con pasos embarrados, el pantalón sucio y la camisa amarillenta, traspasé las puertas de metal. Adentro, seis mujeres y dos niños lloraban junto al ataúd, y el sacerdote empezaba su ritual, con voz ceremoniosa. “Doce campanadas, ni una más. Doce veces doce, y los demonios del infierno aguardando la parodia de nuestra inútil redención”, pensé, a la vez que comenzaba el rito. Aguardé su final sentado en la última banca a la derecha; y cuando el cortejo salió tras el cura y su difunto, me uní a él, justo detrás de la blanca nube de incienso que se elevaba, perezosa, en aquella tarde de calor húmedo, infernal. Caminamos entre el laberinto de tumbas de cemento, sobre la fauna y flora cadavérica de los fundadores de Capiripán. Le escupí, con asco, a la tumba a un Capitán Saltaolalla, muerto hace un par de siglos, y me persigné cuando el cura empezó su sermón para las ánimas. Una a una, las mujeres se fueron retirando con sus críos, entre lágrimas, y nos quedamos solos el muerto y yo. Eran las dos de la tarde y decidí darme 68
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una vuelta por el pueblo antes de volver. A las seis en punto regresé, con una pala, y me trepé por el flanco menos evidente, tratando de recordar el trazo laberíntico hasta llegar a la tumba del anciano. Allí, tan pronto como la ciudad se fue apagando, y los niños que iban a la escuela empezaban a dormir, clavé la pala con presteza y arrojé la tierra en un montículo a mi izquierda. Dos palazos fueron suficientes para quebrar la tapa superior del ataúd, donde apareció, de repente, una cabeza lívida con las fosas llenas de algodón. “Doce veces doce, y al fin el último de ellos” pronuncié en voz baja, y con los dedos, le abrí la boca al viejo hasta encontrar las muelas de plata, opacas, como si fuesen coronas de metal. Le quité, con unas pinzas, cada una y las guardé en el bolsillo del pantalón; arrojando, luego, sobre el rostro níveo, los pedazos de madera y varias paladas de tierra hasta cubrirlo por completo. Eran las doce de la noche cuando salí del pueblo. Al llegar a la carretera, emprendí mi viaje de regreso, lentamente, recorriendo el eco de mis pasos.
Las campanadas del mediodía asustaron unas palomas que se desprendieron en ráfagas cafés hacia el infinito; y poco a poco, con pasos embarrados, el pantalón sucio y la camisa amarillenta, traspasé las puertas de metal. Julio - Diciembre de 2016
Caricatura Jorge PeĂąa
El horrible
pájaro verde que perdió sus alas Fabián Mauricio Martínez G.
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Letras Libres / El horrible pájaro verde que perdió sus alas
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amá ha traído un jarrón con flores amarillas, me ha pinchado un dedo con una aguja y ha exprimido mi sangre en el agua. Mamá dice que la sangre de los niños es buena para las flores. Mamá me ha vendado el dedo y me ha pedido que salga a jugar al patio, porque el hombre de la bicicleta está por llegar y cada vez que él entra en la casa –tú lo sabes bien mi niño precioso– yo tengo que salir de ella. En el patio he construido una casa para perros. Me llevó poco tiempo clavar las tablas y diseñar la estructura, la cual hice un poco más grande porque no tenemos perro, ni vamos a tenerlo. Me encanta meterme en la casa y dirigir mi propio circo. Suelo cazar saltamontes, sapos, hormigas y pájaros, a los que mantengo dentro de frascos de vidrio hasta que llega el momento de la función. Los espectadores, quienes son los muñecos que me ha regalado mamá, me gritan cuál debe ser el próximo número; en especial Ambarino, un muñeco con el pelo de lana roja y las manos de algodón, al que he quemado varias veces en la cara para que se vea más amenazante.
como la explosión de una bomba nuclear. Una bomba nuclear que estallé contra la bicicleta del hombre que visita a mamá. Hoy he cortado un sapo por la mitad y lo he cosido con aguja e hilo rojo. Al número lo hemos bautizado Sapo remendado. Dejé al sapo en el centro del círculo junto a un saltamontes sin alas, ni patas. Los muñecos aplaudieron y animaron al sapo a que se comiera al saltamontes, pero no pasó. El sapo murió y procedí a liberar las hormigas en el redondel. El número de Sapo Remendado cambió de nombre por el de Las hormigas devoradoras parte 100. Las hormigas nunca fallan, pero ya lo hemos hecho tantas veces que los muñecos y yo, aburridos, abandonamos la casa para perros y nos vamos a mi habitación. En mi cama, nos gusta leer. Leo en voz alta para que los muñecos se diviertan. A veces se asustan tanto que tapan sus orejas
En ocasiones, Ambarino se mete en mis sueños y me muestra cuál es el siguiente número. Lo hace sin preámbulos, aparece con un taco de pólvora y una salamandra azul en las manos, o cortando con unas tijeras el rabo de un gato. De esa manera sé cuál será mi próximo número, entonces preparo todo. Me meto a la casa para perros y acomodo los muñecos alrededor de un círculo que dibujo en la tierra, un círculo que adorno con canicas de colores. Hace poco capturé una araña cazadora y robé un pollito a los vecinos. Los encerré en un frasco que solía contener aceitunas. Puse el frasco en el redondel de las canicas de colores. La araña intentó cazar al pollito y el pollito, con su pico inofensivo, intentó dar cuenta del artrópodo. Pasaron los días y ambos murieron; pasados más días, ambos formaron una masa blancuzca que se esparció por las paredes de vidrio
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con sus manitas de plástico. Ambarino no se asusta, le encantan los cuentos de terror y me anima a que siga leyendo. Nos encantan los vampiros, los monstruos venidos del espacio exterior y los hombres que pierden la razón de un momento a otro. Mamá me llama a comer. Tengo que compartir la mesa con el hombre de la bicicleta. Mamá y el hombre sonríen. Yo no. Me limito a masticar y a observarlos. —Hey niño, ¿tú nunca hablas? —Se llama Augusto, ¿no te vas a aprender el nombre de mi hijo? —Bueno, Augusto, ¿no hablas? Yo los miro sin decir nada. —Augusto, contéstale a Jorge, ¿sí sabías que va a vivir con nosotros? —No me llamo Augusto, me llamo Tyranus, el gran Tyranus —y corto con mi cuchillo una papa bañada en mayonesa. —Tu hijo está chiflado —dice el hombre de la bicicleta. —Es solo un niño —dice mamá— el asunto, Augustico, es que Jorge vivirá con nosotros. Mira Augusto —mamá se levanta
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de la mesa, va hasta a la cocina y trae una jaula con un horrible pájaro adentro—. Mira lo que nos trajo Jorge, es bonita ¿verdad?, una linda lorita para que le enseñemos a hablar, ¿me vas a ayudar Augusto? —No soy Augusto, soy Tyranus. — ¿Vas a ayudar a tu mamá o no? Mocoso, malcriado. —Déjalo Jorge, ya le irá cogiendo cariño a la lorita —y mamá deja la jaula sobre la mesa del comedor, y el horrible pájaro verde me mira con sus ojos negros. Mamá y el hombre de la bicicleta brindan con jugo de mora, se besan con los labios manchados de jugo. Yo me levanto del comedor y voy a mi habitación. Llevo el jarrón con las flores amarillas y lo pongo junto a los muñecos, arrastro una silla hasta el armario, y del cajón superior, saco el único regalo que papá me hizo: un circo en miniatura.
Tengo que compartir la mesa con el hombre de la bicicleta. Mamá y el hombre sonríen. Yo no. Me limito a masticar y a observarlos.
Papá, quien según mamá, vendía puerta a puerta artículos para el hogar, pasó por el pueblo y se enredó con ella, manteniendo un romance de planchas y licuadoras, escobas y traperos, antes de que papá se marchara. Según mamá, papá le prometió que volvería por ella luego de
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Letras Libres / El horrible pájaro verde que perdió sus alas
vender muchos electrodomésticos, ahorrar dinero y contar con una base sólida para formar un hogar.
Mamá aparece en la puerta de mi habitación. Lleva la falda desarreglada y solamente el sostén negro le cubre el pecho.
Yo nací y papá no regresó. Siete años después, cuando yo empecé a preguntar por él, mamá escribió una carta (dirigida a papá) a la empresa de electrodomésticos. Papá volvió al pueblo y me trajo el circo de cuerda.
—Augusto, en la mesa quedaron los platos de la comida. No te duermas sin lavarlos —el hombre de la bicicleta arrastra de la cintura a mamá —y por favor… no nos molestes.
Mamá me vistió con un pantaloncito y tirantas, me peinó de medio lado y me dejó solo en las escaleras de la entrada de la casa. Sentado allí, sin tener la menor idea de lo que iba a ocurrir, vi que una vieja camioneta se detenía al frente. Vi a un hombre muy viejo bajarse de ella, peinar su pelo con una peineta azul, acurrucarse, mirarme con ojos sorprendidos y decir mientras abría los brazos: —Hijo mío. Yo apenas tenía siete años y sentí un fastidio enorme por papá. Papá, al ver que yo no me movía de las escaleras, suspiró, hizo mala cara, se puso de pie, fue hasta la camioneta, movió un par de aspiradoras y sacó un pequeño objeto cubierto por tela roja. Caminó hasta las escaleras y me alcanzó el juguete.
Cierro la puerta con rabia. Descabezo las flores amarillas y trituro sus pétalos con mis manos. Me siento frente al circo en miniatura. Le doy cuerda e imagino el próximo espectáculo en la casa para perros. Pienso en su nombre y lo digo en voz alta: El horrible pájaro verde que perdió sus alas. Los muñecos aplauden emocionados. —Será un buen espectáculo Tyranus, una bella y terrible función —sonríe Ambarino con sus labios quemados.
Augusto, la vida es como un circo, como ese circo que tienes en tus manos… ¿Ves? somos payasos, somos ilusionistas, ¿me entiendes?
—Resultará inolvidable, Ambarino —y arrojo los pedacitos de pétalos amarillos sobre los muñecos complacidos. —Inolvidable Tyranus, ya puedo ver nuestro siguiente espectáculo —y los ojos de Ambarino se iluminan como su nombre.
—Es para ti, Augusto. Yo tomé el pequeño circo con mis manos. Descorrí la carpa roja y di cuerda a los payasos de alambre y perros de algodón. Papá me acarició la cabeza: —Augusto, la vida es como un circo, como ese circo que tienes en tus manos… ¿Ves? somos payasos, somos ilusionistas, ¿me entiendes? —Y me revolvió el pelo una vez más, antes de caminar hasta la camioneta, encender el motor y alejarse de mí y mamá. Han pasado cinco años de aquella tarde y aún conservo su regalo. A papá no lo he vuelto a ver, lo imagino en su vieja camioneta recorriendo el continente, llevando a cada pueblo aspiradoras, planchas y licuadoras.
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Al final del dĂa
Ronald Salazar C. 74
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Letras Libres / Al final del día
L
a fresca mañana ya había quedado atrás. José llevaba cinco horas caminando por los potreros aledaños a su rancho, buscando la mula que se había extraviado hacía tres días. Caminaba, renegaba y maldecía a aquella inocente mula que en tres ocasiones lo había mandado al piso al tratar de montarla. —Mula desgraciá, casquisuelta y vagabunda, ¡quién sabe onde se haberá metido! Como si sabiera que tengo que ir a buscarla; como si sabiera que a yo es al que mandan a seguirle los pasos, ¡mula del demonio, mula desagraecía! Yo cuiándola pa’ que al menor descuido –guardó silencio y recordó, y una leve sonrisa lasciva se propagó en sus labios antes de proseguir con el insulto– coja potrero arriba o potrero abajo saltando cercas, joiéndome la vida. ¡Mula maldecía, hija del mismísimo diablo! Siguió caminando y buscando la mula por mucho tiempo hasta alejarse considerablemente del territorio en el que él normalmente trabajaba. De vez en cuando introducía su mano en su mochila y sacaba un pedazo de carne y otro de pan para amenizar la caminata. Tenía en la cabeza la idea de no regresar hasta encontrar la mula. Caminó al bordo de una cerca de piedra durante largo rato. Luego, divisó en la copa de un guayabo un panal de avispas, de esas que se le pegan al pelo, que lo hizo desviar unos metros para evitarlas. En su reloj dieron las doce del medio día, y como es sagrado y de costumbre en el campo, era la hora del almuerzo. Buscó una buena sombra bajo un arrayán para terminar de comer lo que le quedaba de pan y de carne, y beber algo de su energético líquido. Allí, se sentó sobre una cómoda piedra y en medio de la soledad y del silencio desapareció la pequeña porción de comida fría y tiesa que le quedaba. Bebió de su agua, reposó unos minutos, y antes de seguir con su Julio - Diciembre de 2016
tarea recordó con agrado aquella tarde en la que se le voló la mula. Potreros más abajo, al levantar la cabeza para observar el panorama, en la copa de un moral, José divisó un ave negra, fea, de gran tamaño y con las patas romas y espeluznantes. La imagen de aquel animal le dio mala espina. Minutos después, en el aire, al resto de la manada de aquel ave de mal agüero rondaba en el cielo. —Un animal muerto— dijo— ¡Dios quiera no sea la condená mula! El encuentro fue bajo un sol cansino. Inevitable, vio el despojo del animal rodeado de gallinazos –como le llaman en esta tierra a aquellos amigos de la muerte y camaradas de las brujas–. Varios se encontraban en el interior de la mula con sus picos ensangrentados, otros listos para comenzar la faena, algunos en los árboles con sus estómagos plenos y, los que no hacen falta, vagaban en el cielo como señal estupefacta de muerte. La mula tenía la jeta dirigida hacia arriba como reclamando a Dios por su desgracia. Ya no tenía ojos y su vientre estaba casi limpio. Sus patas estaban casi intactas y sus orejas sólo eran tocadas y atendidas por cientos de moscas que aprovechaban el festín. El caminante decidió acercarse al cadáver con el fin de poder averiguar la razón de su muerte. La mayoría de aves se espantaron. Volaron hacia ramas en árboles cercanos para acometer de nuevo a la mínima oportunidad. Observó el despojo de arriba abajo, o mejor dicho, de un lado a otro. Comenzó por su cabeza. Todo en ella le producía repugnancia y lo hacía escupir. Decenas de gusanos entre las cuencas de sus ojos y en las fauces de su hocico hervían como en una paila calentada a fuego lento. Siguió su recorrido por el cuello, el cual no mostraba anormalidades, excepto el rastro de algunos picotazos. El pecho, como ya
La mula tenía la geta dirigida hacia arriba como reclamando a Dios por su desgracia. Ya no tenía ojos y su vientre estaba casi limpio. Sus patas estaban casi intactas y sus orejas sólo eran tocadas y atendidas por cientos de moscas que aprovechaban el festín.
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lo había visto, estaba perforado por los pinchazos de las aves y no dejaba mucho qué ver. De repente, la atención de José se centró en una de las patas traseras del animal que mostraba una gran herida agusanada y marchita, producida por quién sabe qué. Al ver la herida del animal y al meditar por un rato con la nariz entre su viejo pañuelo, José se alejó del despojo y dio a los alebrestados animales la posibilidad de continuar con su banquete. El caminante rodeó la mula buscando una pista que lo acercara a la causa de su herida mortal. Entre algunas ramas y pedazos de tierra pudo observar un oscuro y desgastado camino de sangre que lo dirigió a un zanjón. Allí, despejó su incógnita y se sentó para respirar, reflexionar y recordar el preciso momento en que se escapó la mula –y volvió a sonreír, esta vez, con malicia–. José no lamentó demasiado la muerte del jumento, sólo quería regresar y estar de nuevo tranquilo. El olor a muerte, el panorama derruido por el sol y la soledad lo aturdían severamente. Al levantar la cabeza para despabilarse y regresar a casa, observó que el día dejaba su destello. Se sintió muy lejos de su rancho y con la sombra de la noche sobre su espalda volvió a maldecir a la mula, que inocentemente o por razones de la vida lo había traído hasta allí. De un momento a otro oscureció. Al resonar de los pasos de José sólo se podía diferenciar el sonoro aletear de las aves negras que buscan un árbol para descansar, y los grillos y las chicharras que armonizan las noches en el campo y juguetean entre el pasto y los árboles. Estaba familiarizado con la oscuridad, pero de alguna forma se sentía inseguro. José avanzaba con gran ligereza, a paso largo, y mientras más lo hacía, más callada se hacía su estancia en el lugar, y 76
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más oscuro era el panorama frente a sus ojos. A menudo rompía palos secos con sus pisadas. Al tratar de hacer el menor ruido, buscaba no quebrar la voz del silencio que lo acompañaba. Exhalaba el aire tibio de la noche con cautela para escuchar cualquier murmullo que rosara sus oídos. Abría sus ojos lo más grandes posible para tratar de percibir la más mínima ráfaga de luz extraviada en la solemnidad del mudo sendero. Al estar seguro de haber hallado al cruce en el camino que lo llevaría de regreso a su rancho, ahí por el lindero de las tierras de don Juaco, por fin, José se sintió tranquilo. Disfrutó la brisa y sacó un viejo cigarro para amenizar lo que quedaba de trayecto. Sereno y con la excusa perfecta para solventar la desaparición de la mula, escuchó a pocos pasos de distancia un leve ruido, seguido de una voz casi familiar que lo hizo detener. —¡Aquí te estaba esperando, condenao!— retumbó aquella voz chillona. José de inmediato soltó la mochila, mandó su mano izquierda al machete, y se retiró el cigarro de la boca con la mano derecha, dejándolo caer por ahí.
Al tratar de hacer el menor ruido, buscaba no quebrar la voz del silencio que lo acompañaba. Exhalaba el aire tibio de la noche con cautela para escuchar cualquier murmullo que rosara sus oídos.
—¿Quién anda ahí? — dijo este con mucha desconfianza. Se dibujó la señal de Julio - Diciembre de 2016
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la cruz en la frente, y, con los ojos bien abiertos, empezó a rezar la oración del Padre Nuestro. —En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo –apenas movía los labios– Padre nuestro que estás en los cielos, santificao sea tu nombre, hágase tu voluntá en la tierra como en el cie…— De repente, un estallido de escopeta quebranta la tranquilidad de la noche e interrumpe la plegaria de José. Muchos pájaros salieron de sus nidos huyendo del estruendo, y el silencio se rompió por un pequeño instante para volver a la nada.
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El viajero cae por tierra… Desanimado en la yerba y con un fuerte dolor en el pecho, un líquido viscoso rebosándole la boca, los ojos asustados y sintiendo como que se le corta la respiración, José intenta percibir alguna imagen a su alrededor, pero solo escucha unos pasos que se dirigen hacia él. En medio de la nada aquella voz chillona e inconfundible, de quien fue su compadre, dijo: —¡Así te quería ver, malnacío!, aquí tienes, patán, por tratar de meterle mano a mi hija, el día que se te voló la mula. ¡Condenao!
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Alguien
espera
en la mesa ocho Jesús Antonio Álvarez Flórez
Letras Libres / Alguien espera en la mesa ocho
¿
Aló? Sí, te escucho. ¿Qué hay de nuevo en Bucaramanga? Sí, eso me contó mi mamá: que ya inauguraron el Metrolínea. Aquí hay subte. El subte es lo mismo que un metro, pero aquí son pocos los que lo llaman así. Yo siempre voy en la línea A, desde Congreso hasta Puán. Allá queda la sede de Filosofía y Letras. La verdad es que ya no me gusta la maestría. La ciudad es hermosa, y la gente amable. Conseguí trabajo en una pizzería. Se llama La Continental. Queda cerca de mi casa, puedo ir a pie. Sí, es rica la pizza. Hay una en especial que me gusta mucho: se llama fugazzeta de jamón y queso. Tiene cebolla, no te va a gustar. ¿Cómo están todos? ¿Y la gente del barrio? Yo también los extraño. »¿Aló? Pensé que se había caído la llamada. No, no son caras las llamadas. La semana pasada no fui a la U. Me quedé toda la tarde leyendo. Sí, también estoy escribiendo. Tal vez algún día termine ese libro. Prometo que te lo dedicaré a ti. Sí, siempre te he querido; fuiste tú quien me dejó. Pero bueno, hablemos de otras cosas. Sigo en la pizzería. Trabajo casi todo el día, solo me queda tiempo para comer y dormir. Gano buenas propinas. He hecho varios amigos. Sí, también he hecho amigas. Hay una brasilera que se llama Gabriela, es hermosa. No, nadie es más hermosa que tú. »Hay gente de todos lados: chinos, paraguayos, bolivianos… Me la llevo bien con los paraguayos, aunque no les entiendo mucho cuando hablan. No, los chilenos hablan peor. No he visto
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una sola argentina hermosa hasta ahora. Sí, yo también supongo que las hay; pero yo solo tengo suerte con las feas. No, tú no eres fea. Sí, te sigo queriendo. ¿En qué estás trabajando? Bueno, ojalá a ti te vaya bien. »Te hablo de una mujer mayor. Se parece a tu mamá, solo que siempre va vestida de otoño. No sé, mi jefe no la soporta. Hace dos meses la vi por primera vez. Debe de tener unos cincuenta años, algo más. Es bonita; tiene la mirada de todas las mujeres que esperan tras la ventana. Yo estaba barriendo y ella me tocó el hombro. Me preguntó por su esposo. Me dijo: «Es el de la foto. Se fue cuando era un pibe y no lo he vuelto a ver». Mi jefe dice que su marido estuvo en lo de Las Malvinas, y que cuando acabó la guerra ella estuvo esperándolo en la puerta de su casa; pero él nunca volvió. »Han sido muy amables conmigo. Cuando hablamos de fútbol les recuerdo el 5-0 y se quedan serios. ¿Que si la he vuelto a ver? Sí, esa señora viene todas las tardes, a eso de las cinco. Se sienta en la mesa ocho, pide dos fugazzetas y dos Coca Colas, pregunta si han visto a su marido y se maquilla frente al espejo hasta que cerramos el local. El otro día fui hasta Retiro. Cerca está el correo argentino. Sí, fue el día que te envié el libro que me pediste. Bueno, pues la señora estaba allá y preguntó si había carta para ella. Sí, yo también sé que no quería una carta, solo quería que le dijeran algo de su marido. No, ella pide de comer y ni siquiera mueve los tenedores. Se queda esperándolo. »¿Te gustaron las fotos que te pasé? Hay una en la que salgo con los compañeros de la Facultad. Si mi familia te pregunta algo diles que aún estoy estudiando; solo tú sabes lo de mi trabajo. Sí, la mesa ocho. Esa es la mesa que escoge esa señora cada vez que viene a comer. No, cuando hay alguien 80
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ahí se queda esperando a que terminen y luego se sienta. Sí, es triste verla. Me da la impresión de que espera que alguien le corra la silla; pero luego se resigna. Sí, habla sola, era de esperarse. Tal vez algún día me anime a saludarla. »¿El Obelisco? Es grande, sí; pero de tanto verlo ya no me causa gracia. Queda en el cruce de Corrientes con la 9 de julio. Por ahí cerca también está el Teatro Colón. No, la foto que tengo con la camiseta naranja es frente a la Catedral. Es bonita, sí. Más abajo está la Casa Rosada. Ayer entré: los sábados es gratis la entrada, hasta las seis de la tarde. Había mucha gente. ¿Ella? No, a Julio - Diciembre de 2016
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ella solo la veo en el laburo. Sí: de tanto escucharlos ya hablo como porteño, ¿viste? »Le hablé de ti, ese fue nuestro primer tema de conversación. Ahora sé qué fue lo que pasó. El marido fue a la guerra y nadie da noticias de él. Le ha preguntado a los veteranos que están haciendo huelga de hambre frente al Congreso si alguna vez lo vieron, pero ellos no dicen nada. Hace tiempo que debieron darle su pensión y nadie mueve un dedo. Dice que la semana entrante cumplirá veintiocho años de haberse casado con él. »Perdimos, sí; pero el partido fue bueno. Había más de tres mil colombianos en el Monumental. Sí, unos hinchas del Atlético Bucaramanga extendieron una bandera del equipo en el estadio y por un momento deseé estar allá contigo. ¿Lo viste en los bares de la 33? Me alegra. Sí, es lindo escuchar el himno fuera del país. Uno como que se siente más orgulloso, no sé. Hace frío. Ya es junio y se siente el invierno. Me gustaría que estuvieras aquí y me abrazaras. Lo sé, estamos lejos. ¿Sabes? A veces salgo a caminar e imagino que voy contigo de la mano. Te digo: vamos a San Telmo, al viejo almacén. Y no decimos nada de camino, pero somos felices en nuestro silencio. Luego seguimos derecho hasta Puerto Madero y, cuando pasamos por El puente de la mujer, me besas. Es lindo, sí. Hay muchas parejas a esa hora y yo estoy solo. Tantos lugares hermosos y tú estás lejos. Voy por Luna Park, camino por Florida y escucho un saxofón triste en alguna esquina. Y cerca, muy cerca, se oye el último acorde de un piano. »Lo sé, hace tiempo que no hablamos. Estaba en Uruguay, imposible no ir. Es como viajar de Bucaramanga a Tunja, pero estás en otro país. Primero fui a Colonia, luego a Montevideo. Solo estuve cuatro días, no tenía mucho diJulio - Diciembre de 2016
nero. Ya ves que ni siquiera te llamé. ¿Conseguiste trabajo en la UIS? Qué bien. ¿Es cierto que hubo protestas hace unos días? Yo en cambio siento que voy de mal en peor. Ayer llegó el importe de la matrícula y lo rompí. No, ya está decidido. No terminaré esa maestría. Me aburrí. De todo y de todos, sí. Ya estoy harto de hacer pizzas, de caminar solo todas las noches e ir de boliche en boliche pidiendo cerveza para uno, churrasco para uno. Te extraño, esa es la verdad. Tal vez regrese pronto y no le diga a nadie. ¿Ella? No sé nada de ella. Lo último que me dijo fue que si te quería que no te dejara ir, que después me dolería más de lo que me duele ahora. Lo dice por experiencia, supongo. »El parque japonés, el zoo, Palermo, La Recoleta, Caminito, Las Heras… he caminado mucho en estos días. No, ya no trabajo. Tampoco volví a verla. ¿Mis amigos? Bueno, Josué se va para Bélgica la otra semana; Edgar irá por unos días a El Salvador. El único que se queda es Genaro. Yo también me voy. Adelanté el viaje. ¿Por qué? Porque ayer entré a La Continental y, sin darme cuenta, pedí dos fugazzetas y dos Coca Colas y me senté en la mesa ocho. No, ella no estaba ahí. Me da miedo caminar toda la vida por esta ciudad y terminar como ella. Estoy solo. Sigo escribiendo. No sé si algún día termine ese libro. He visto algunas películas y he ido de aquí para allá, aun cuando hay lluvia. El avión hará una escala en Lima, tal vez te llame cuando esté allá. Sí, llámame cuando llegue a Bogotá. Está bien, nos veremos en tu casa y te contaré más cosas de mi viaje. ¿Y Bucaramanga? ¿Cómo está la ciudad? Te quiero, no lo olvides. ¿Ella? Bueno, supongo que seguirá preguntando a todo el mundo por su marido. O tal vez pregunte ahora por mí, yo era el único que la escuchaba. Sí, le tomaré una foto para que la conozcas. Es verdad, se parece a tu mamá. Adiós, te llamo luego.
Le hablé de ti, ese fue nuestro primer tema de conversación. Ahora sé qué fue lo que pasó. El marido fue a la guerra y nadie da noticias de él. Le ha preguntado a los veteranos que están haciendo huelga de hambre frente al Congreso si alguna vez lo vieron, pero ellos no dicen nada.
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DicotomĂa de una mente taciturna Michelle Barreto MartĂnez
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tormentada y muerta en vida llevo años encerrada en este lugar, nadie se ha preocupado por visitarme, para ellos soy un recuerdo perdido, olvidado; pero no se dan cuenta que aún sigo respirando, con la pequeña llama de esperanza contemplada en la única y diminuta ventana que hay en mi habitación blanca y de solo una cama. Hace algunos días, semanas, a decir verdad, pensamientos incipientes me agobian, llenan cada célula de mi ser y no me pregunten qué fue lo que pasó, porque a estas alturas ni yo lo sé, solo sé que no dejo de pensar una y otra vez en mi libertad, esa que alguna vez perdí; veo la luz que viene de afuera y no puedo evitar sentir la ilusión del calor abrazando mi piel, dándome un poco de color, trayéndome de nuevo a la vida. La enfermera abre la puerta, sacándome de mis ensoñaciones, llega con los medicamentos que desde hace más de 5 años ponen mi cuerpo lento y me vuelven un ente, sí, un ente inútil y babeante dependiente de todos, estira su mano con el vaso de 2 o 4 pastillas, lo tomo poniéndolo en mis labios, haciéndole creer a esa mujer vieja y regordeta que están en mi cuerpo y dentro de poco harán efecto. Me pide abrir la boca, naturalmente no encuentra nada, no sabe que están ocultas en un bolsillito de piel, que hace muchos años tengo y hasta este momento me determiné a utilizar, sigue mirándome, tratando como todos los días de descifrar qué hay en mi cabeza. Se pone de pie, arregla mi pijama y me cubre con la sábana. Siguiendo con mi actuación cierro los ojos, “yéndome” poco a poco. Cierra la puerta de mi aposento, si es que se le puede llamar así, y mis oídos se van agudizando, oigo sus pasos esperando que abandone el pabellón. Listo, estoy sola, abro mi boca y dedico unos minutos para escupir las píldoras escondidas, dirijo la mirada hacia la ventana, poniéndome de pie, levanto el colchón de mi cama blanca y bien tendida, pongo lo extraído en lugar de la herramienta oculta que meses atrás le robé al conserje en un descuido del personal. Sé que tengo varias horas de soledad, no quiero perder el tiempo, así que llego a los tornillos que sujetan la rejilla y que son mi boleto de salida. Finalmente y después de mucho esfuerzo, la rejilla hace el sonido que imaginé por tanto tiempo, es tanta mi excitación que mis manos tiemblan pero debo pensar claro, un mal movimiento y estoy jodida; la ventana queda al descubierto, giro la perilla y ¡se abre!, mi corazón late a mil por segundo, acerco mi cara y siento la brisa fresca entrar por mi nariz, empujo un poco más y se abre completamente, veo el pasto verde, el cielo, la ciudad a lo lejos, y agradezco la delgadez de mi cuerpo que hace mi salida más fácil, cuelgo de la repisa, la distancia es corta así que salto, mis pies descalzos tocan el suelo y mi cuerpo corre, corre como una niña pequeña siendo perseguida por el monstruo que hay en su imaginación. Son tres, cuatro o cinco kilómetros pero la energía no se acaba, paso el bosque y en medio de la nada encuentro mi antigua cabaña, me cambio de ropa, busco mi pasaporte, todo con gran rapidez, debieron notar mi ausencia, y no soy estúpida, seguramente vienen a buscarme a este lugar, salgo a la carretera, un auto me espera y mi travesía comienza. Me voy a Bolivia para ver el reflejo de mi felicidad en el espejo más grande del mundo; después a las islas Maldivas, a ver el mar de estrellas; Turquía me da la bienvenida en sus aguas termales en Pamukkale; Venezuela hace mi espíritu volar en el Monte Romaira y finalmente entendí la belleza de Colombia al explorar Caño Cristales, el río y sus colores hacen que mi cuerpo cosquillee de manera familiar. Cierro mis ojos, todo me da vueltas, las lágrimas acarician mis mejillas, los abro de nuevo, veo la pared blanca y la pequeña ventana esperando por mí, comprendí que todo lo visto eran recuerdos de los lugares visitados, que mi cuerpo inerte no era el efecto de los medicamentos, sino de mi vida aventurera que resultó en un accidente fatal. Los colores vistos eran los recordados y mezclados con una de las pastillas que no pude guardar, la presión en el pecho y el dolor aumenta, respiro hondo y tristemente sonrío, porque así como el mar, que viene y va puedo hacerlo yo, ir de costa en costa, de recuerdo en recuerdo, hacer de mi cuerpo preso, libre en espíritu y volver a lo que alguna vez sentí, cierro mis ojos de nuevo y dejo que me lleve la corriente de mis pensamientos, esperando, alguna vez volver. Julio - Diciembre de 2016
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El shabbat
Óscar Mejía
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Letras Libres / El shabbat
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hora los veo. Me rodean. Entre ellos, los murmullos van y vienen. No los entiendo bien. Sus manos cargan piedras; sus bocas, escupitajos. Todos libres de pecado. La primera piedra me ha golpeado en la frente: el cuerpo no me alcanza ya para cubrirme. Guardo la esperanza de que el Bondadoso me reciba en su morada, antes de terminar el día. Aquí viene. Otra pedrada en la cabeza. Si estos instantes alcanzan (ahora me golpean en las piernas, la sangre pulula), referiré cómo llegué a este estado. Omitiré algunos detalles… Un hombre se acerca. Me agarra de la túnica, me escupe. * Mi voluntad era llegar a las fiestas de Pascua. La de Javhé era otra. Mi asno murió sobre la ruta, y comí su carne durante días. Debo decirles que, abandonado bajo el cielo nocturno, interpreté mal las estrellas y el sábado me sorprendió caminando. Los sábados no debe hacerse magia, o esa suerte de hechos inexplicables que los hombres han llamado milagros… Por uno de esos estoy aquí… Ahora una mujer me tira manojos de tierra, me grita: “¡Mago!”. Cerca a Naim, a lo lejos, vi a un hombre tendido sobre una piedra. Junto a él, de pie, otro le esculcaba entre las ropas. Era fama que esos caminos estaban infestados de salteadores: esperé. El que estaba de pie se marchó. Los pasos fueron rápidos, casi sobre el aire. Por la delicadeza de su pisar, tuve la sensación de que ese hombre podría caminar sin problemas sobre las aguas. * Alcancé la roca. El hombre yacía, las ropas teñidas de sangre, las manos sobre el vientre. Las separé y encontré una cicatriz fresca. El hombre abrió los ojos. La mirada volvía adormecida y fastidiada por el sol. Me abrazó, besó mis mejillas. Durante el resto del viaje no hizo más que repetir: “Buen hombre, lo van a saber; estás lleno de dones”. “Yo no he hecho nada”, respondí. “La modestia también es don divino”, dijo quitándose un pedazo de pan de la boca y poniéndolo sobre mis manos. * Me arrastran; me llevan fuera de los muros de la ciudad. Debo apresurarme… * Entramos. En Pascua, Jerusalén hierve. Pidió que lo acompañara. En la tienda de Zeev, obtuvo crédito y compró ropas; luego, en el Templo, un becerro para el sacrificio. Eufórico llamó al Sanedrín. Les contó los hechos, siempre señalando con arrebato su cicatriz: “El sábado me asaltaron en el camino; mi último recuerdo fue la hoja del puñal, que reflejó pleno el sol. Luego las sombras vinieron por mí”, lloraba. “Por este hombre he recibido la bendición. Y aquí me tienen”, me señaló como su salvador. Alguien lo interrumpió: “Sabrás que lo que han hecho sobre ti está prohibido”. Servilmente murmuró: “Pero, Rabí, ¡me ha salvado, es un milagro!” Y entonces el que llamaban Caifás concluyó: “Ha de ser él”, y me apuntó con el báculo. Las gentes se aglomeraron. Las mujeres exhortaron al resto de hombres, y siento en mi rostro la primera pedrada. Me rodean. Ahora los veo. Ya el Ángel se posó a mi costado, y señala el rostro del que sostiene la piedra definitiva… Cierro los ojos, allí viene el Bondadoso, viene por mí, está entrando en Jerusalén, los ramos se agitan, también las conspiraciones. Ahora el dolor en mi frente, la quijada que pesa, el horizonte que se vuelve oscuro, que se mancha de sudor, saliva y rojo. Oh, aplastador de serpientes, pluma de pavo real sobre las aguas: es El Hijo del hombre el que tiene autoridad sobre el día de reposo...
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Letras Libres / En honor a Eva
En honor a
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ra como la primera vez. Me temblaba todo el cuerpo, pero necesitaba calmarme. Ver cómo se quemaba el cigarrillo en mi mano y el sonido que producía al irse consumiendo cuando lo fumaba funcionaban siempre antes de cada show. Pero este era diferente, no es como que la presentación se fuese a desarrollar frente a un público cualquiera en un bar. Tener la posibilidad de cumplir mis sueños frente al mundo entero me movía todo por dentro. El camino inició cuando tomé la decisión de hacer lo que quería a pesar de lo que otros pensaban. El maquillaje y los tacones son para mujeres, estamos 86
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Eva
Daniel Mateo Socha Riaño
decepcionados, lo mejor es que te vayas de la casa, fueron de los comentarios que me aterraron y persiguieron durante tanto tiempo. Soy un hombre homosexual que decidió iniciar un viaje al entender que no por ser hombre no podía vivir de la forma en que me gustara y no digo que me gustaría tener el rostro pintado y utilizar tacones de 10 centímetros todos los días de mi vida, pero era de las cosas que más me divertía, jugar con el maquillaje sobre el tocador, pintarme la cara y verme bella, jugar a que estaba en una pasarela inundada de luces con los tacones de mi mamá puestos me llenaba de la forma en la que muchas otras cosas no lo hicieron –a pesar de que a esa edad mis pies no llenaban los tacones–. Julio - Diciembre de 2016
Letras Libres / En honor a Eva
Aún recuerdo mi primera presentación en el último concurso de Halloween en mi colegio, cuando salí de detrás de las cortinas luciendo como una mujer, y no como cualquier mujer, sino como una mujer orgullosa de verse como se veía, una peluca extravagante no por su color sino por su tamaño, el maquillaje que de haberse visto en la calle luciría vulgar, pero para los efectos de mi intención pretenciosa lucía genial; en ese momento me di cuenta que no era yo, no era Juan, desde ese momento adopté la realidad de un alter ego, alguien mucho más segura de sí misma que se ganó un premio ese día a pesar de las burlas de todos, Eva había nacido. El nacimiento de Eva había traído consigo muchas citas al psicólogo, peleas en la casa e incluso se las arregló para conseguirnos un boleto a la calle con nada. Aun así también trajo muchas cosas buenas y entre estas un techo y dinero para mantenerme cuando me enteré que gracias a los videos que mis compañeros grabaron ese día para hacerme burla, Eva se había ganado un lugar en bares gay haciendo presentaciones, entreteniendo a las personas e inspirando a muchas otras. Ahí fue cuando entendí que el hecho de que Juan se transformara en Eva tenía un nombre, yo era un Drag Queen. Al inicio mis presentaciones no salían de lo normal, pero los bares me apoyaron muy bien económicamente y pronto Eva tenía muchas cosas que había deseado. Una colección increíble de pelucas, vestidos, tacones y maquillaje. Hice un curso de maquillaje artístico, porque al fin y al cabo el maquillaje no te hacía solo más lindo, el maquillaje te hacía perfecto y representaba lo que en realidad querías mostrar al mundo. Eva nunca me había dejado atrás, más bien se encargaba de darme las fuerzas que necesitaba para seguir adelante cuando las cosas iban mal, cuando mi familia me culpaba por no haber estado presente cuando mis papás sufrieron un accidente del cual nadie me informó hasta que tuve que ir a ver cómo los enterraban. Ese día Eva fue en lugar de mí; un velo negro sobre el rostro, tacones de plataforma para que no se enterraran en el pasto del cementerio, un vestido largo que dejaba mis rodillas únicamente bajo el amparo de unas medias caladas negras. Todos me miraron como sintiéndose avergonzados frente al sacerdote que me daba sus palabras de consolación. Ni una lágrima salió en ese momento hasta que llegué a la casa y me di lugar a arruinar el maquillaje, ¿Dolió? Cómo nunca nada, pero era algo que de una u otra forma debía suceder y me alegraba no estar solo en ese momento. Conmigo ese día estaba mi novio, Julio - Diciembre de 2016
Andrés nunca me dejó y siempre me apoyó en todo lo que hacía, incluso a veces me conseguía más trabajo del que Eva estaba dispuesta a dar. Muchos pensarían que el amor no llegaría para mí, pero supongo que es algo que no se busca sino que llega de la forma más natural y a la vez de una manera impactantemente maravillosa a través del viaje. Él me amaba a mí, a Eva y al arte al que nos dedicábamos cada fin de semana. Pero todas las cosas vividas colisionaban en este punto. Estaba próximo a presentar mi show frente a uno de los públicos más importantes del gremio Drag. Una audición para iniciar una carrera como Drag profesional en pasarelas, concursos e incluso programas de televisión. No me había atrevido a tocar el maquillaje si quiera. El camerino era personal, realmente sentía ser un artista profesional sin necesidad del título, pero esta era la oportunidad por la cual tanto Eva como yo habíamos estado esperando. Así que empecé, más bien Eva empezó a arreglarse. La función del maquillaje era cubrir toda imperfección, pero en lugar de pensar en que estaba cubriendo algo, era más emocionante imaginar que el maquillaje renovaba todo, que no había un rostro con heridas detrás, sino que siempre todo había sido algo tan perfecto como se veía después que mis labios lucían un rojo carmesí, mientras mis ojos se endurecían tanto en apariencia como en seguridad con la línea que los enmarcaba. Así veía mi corazón cuando Eva surgía en mí, no era como si ella me estuviese tapando, sino más bien como si ella estuviese renovando todo lo que yo era, trayendo paz y seguridad a mi vida, la paz y la seguridad que estoy seguro que yo mismo no estaría en la capacidad de lograr. Pero el viaje hasta este preciso momento llegaba a su fin, aunque tenía seguro que al bajarme de este escenario recibiría mi boleto para uno nuevo que iniciaría fuese escogido o no por los jurados. Fuese como fuese nunca me sentiría mejor que al haber hecho este viaje con esa parte de mí que por tanto tiempo luchó por un espacio, que tuvo que cargar un pesado equipaje y seguir caminando firmemente sin agotarse, cargándome cuando ya no podía más sobre sus tacones rojos que asentaban en el suelo con una firmeza indudable, esa parte de mí que hace mi mundo brillar y que me llevó del otro lado de un sueño que pensé nunca alcanzar, esa parte de mí que hoy agradezco y siempre llevaré conmigo. Jurado: Siguiente concursante… Eva Destruction. Suma Cultural
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Letras Libres / Explorando la galaxia
Explorando la
galaxia
Sergio Eduardo Gama
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ariana revisó el mapa, pero no tenía sentido. El sistema de posicionamiento global y estelar y lo que veían por las ventanas del deslizador se contradecían. El sistema de posicionamiento indicaba que estaban muy cerca del campamento central; y lo que veían por las ventanas aseguraba que estaban muy lejos de los demás humanos del planeta, pues no se veía nada del campamento ni los puntos de vigilancia. Mariana intentó comunicarse con la nave central, que orbitaba el planeta desde que los dejó allí, pero los sistemas no funcionaron. —Pégale a la pantalla, a veces se traba con el calor — sugirió Camilo alterado por el infernal bochorno. Los dos hermanos llevaban ocho horas viajando por el desierto, buscando el punto de encuentro, en ese planeta casi desértico. Allí, tan sólo había una raza de extraterrestres que huían de los humanos y se refugiaban en una intrincada red de madrigueras subterráneas que iban de un lado del planeta al otro y conectaba con manantiales de agua subterráneos. —El problema no es la pantalla. Los sistemas del deslizador están fallando por el calor. Va a colapsar, ni siquiera permiten comunicarnos con los otros exploradores ni con la
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nave central. A pesar del sistema de refrigeración, los procesadores se calientan; este calor pone todo peor. ¿No has aprendido nada viajando en estas cosas? Apaguemos todo unos minutos y luego reiniciemos los sistemas. Camilo lo pensó un momento y detuvo la marcha. —Aunque apaguemos el deslizador una hora, va a seguir así. No hay brisa y la estrella central del sistema está muy cerca. No tiene sentido. Además, dentro de poco vendrá la noche y no quiero estar fuera del campamento. Mariana señaló una colina, a menos de un kilómetro de donde estaban, donde el tronco de una planta era sacudido por el viento: —Allá hay brisa. Allá, nos tocaría atar el deslizador a algo para que no se vaya volando — sentenció ella. Camilo lo pensó: a la celda de energía del deslizador le quedaban tres horas. Pensó en rebatirle a su hermana, por el peligro que representaba gastar la energía en ese trayecto, pero no le parecía descabellado su plan: si funcionaba, los sistemas se alinearían y, estaba seguro, en menos de dos horas podrían llegar hasta el punto de encuentro. O, si no, al menos podrían comunicarse con la nave central y los guiarían.
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Camilo puso en marcha el deslizador y fueron a la colina. El viento, aunque muy caliente, golpeaba con una fuerza tal que ayudaría a que el motor y los sistemas se enfriaran. Antes de programar todos los sistemas para que se apagaran de inmediato y se reiniciaran en media hora, tuvieron que fijar el deslizador a tres puntos, la planta que se sostenía allí, una roca muy pesada y firme y a la boca de una madriguera. Esta última hizo evidente que allí corrían peligro: los nativos temían mucho a los humanos y odiaban que estos se acercaran a sus madrigueras. En varias oportunidades, los primeros viajeros y exploradores habían sido atacados por estar así de cerca a la entrada de madrigueras. Es más, a pesar de la ausencia de líquido y el excesivo calor, los nativos de ese planeta eran lo único que consideraban como un riesgo real. —Hay que despertar a Lu —afirmó Camilo—, él es nuestra mejor arma. Camilo abrió el baúl, donde Lu dormía, lo vio y se sintió culpable por tener que despertarlo. —Arriba, Lu. A trabajar —le dijo, y el sabueso espacial se incorporó batiendo el rabo. Desde hacía décadas, la compañía se había propuesto crear los sabuesos espaciales, perros modificados genéticamente, una simbiosis entre lo biológico y partes robóticas, y entrenados por generaciones para adaptarse a diversos entornos del espacio. El olfato, el oído y la resistencia de esos perros superaban ampliamente los de sus ancestros de la Tierra. Desde que iniciaron esos viajes exploratorios a otros mundos, se los usó como acompañantes y herramientas. Mientras Mariana abría el motor, acomodaba el deslizador para que la brisa lo enfriara sin llenarlo de arena y programó los sistemas para reiniciarse, Camilo le puso la correa a Lu, lo bajó y le dio un poco de líquido. —A esperar —canturreó Mariana y se sentó en la piedra a la que habían fijado el deslizador.
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—No —gruñó Camilo llevando a Lu lo más cerca posible de ella—, vamos a dar vueltas durante esta media hora y llevemos a Lu cerca de las madrigueras. Si hay nativos cerca, lo van a sentir y se van a alejar. Y si hay alguna trampa o algo extraño, él nos avisará. Camilo, con la mano derecha, llevaba a Lu y, en la izquierda, sostenía una pistola. Mariana vio el arma y supo que no tenía nada qué hacer en contra de eso, sacó la suya y se puso sus anteojos rastreadores. Camilo y Mariana eran dos jóvenes que, hacía tres años, se morían de hambre en una gran ciudad en la Tierra. Su situación cambió cuando se unieron a la compañía y pasaron a hacer parte de la flota de exploradores que recorrían el espacio. El trabajo era fácil y rara vez peligroso, por eso, la mayoría de las personas de su edad se habían enrolado. Ya eran cientos a quienes la crisis económica planetaria había lanzado a la calle como desempleados y que habían hallado una opción de vida viajando por distintos sectores de la galaxia. Cuando los científicos (físicos, astrónomos, biólogos, economistas y militares de alto rango) encontraban un planeta con fuentes de agua y cuyo proceso de adaptación podría ser rentable, enviaban a un grupo de exploradores, a recoger información, en terreno, que les permitiera establecer la conveniencia de conquistar y modificar ese planeta. Cuando un planeta era rentable, los exploradores lideraban el proceso de adaptación y obtenían altos puestos gubernamentales allí. Mientras tanto, la compañía mantenía a los exploradores con salarios que, a penas, les evitaban morir de hambre. Mariana y Camilo ya habían participado en expediciones en dos planetas que resultaron ser poco rentables. Varios amigos con más experiencia les habían asegurado que “la tercera es la vencida”. Los dos hermanos se habían embarcado en esta expedición con esa esperanza. —Odio las armas —se quejó Mariana mientras caminaba. —Yo odio el calor. ¿Me imaginas a mí viviendo en este in-
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fierno? El planeta más desagradable es el que está saliendo más rentable. Maldita suerte. —No seas bobo. Si nos quedamos acá, pondré aire acondicionado hasta en el baño. Los dos rompieron en carcajadas. Lu, indiferente a la conversación, olfateaba por la colina, a veces seguía el rastro de nativos que habían caminado por ese lugar y otras veces el rastro de cosas que le abrían el apetito. Tras verificar y recorrer las bocas de las madrigueras expuestas en la colina, Camilo soltó a Lu, no sin antes advertirle: —Apenas te llame debes venir, ¿entendido? —Lu asintió—. Buen muchacho —Camilo le dio permiso para recorrer el lugar.
De nuevo. La tierra bajo sus pies era la que gruñía. Mariana apuntó su arma al suelo, como diciéndole: “gruña otra vez, no es capaz”. El suelo aceptó el reto. Ese último gruñido irritó a Lu y ladró. En respuesta, Mariana, alterada, disparó como un reflejo. Con los impactos de bala, la tierra gimió y salió un olor a sangre, a sangre de terrícola. Lu, siguiendo su entrenamiento, procedió al protocolo de rescate. Por varios minutos, cavó sin tregua, con la fuerza y resistencia que sus partes ciborg le otorgaban. Camilo apuntaba al hueco que abría el sabueso, temiendo que en cualquier momento saliera un nativo. Mariana, por el contrario, aún estaba bloqueada, no podía creer que había disparado y, mucho menos, que había herido a alguien. Lu se detuvo, se sentó al lado del rescatado y comenzó a ladrar orgulloso.
—Yo pondría aire acondicionado en casi todo el planeta, ¿qué sería lo primero que harías si nos quedamos? —dijo Mariana una vez se sentó en el suelo, con la espalda recostada en el deslizador.
Mariana salió del trance y lanzó el arma al suelo. Camilo fue hasta el agujero y reconoció lo que había hallado Lu: se asomaba un brazo humano, alguien con el mismo uniforme que él, sólo que ensangrentado.
Camilo se ubicó junto a su hermana, pues, aunque Lu no había encontrado ninguna amenaza, no quería confiarse de más.
—Mariana, deja la pendejada y ayúdame, carajo.
—No me importa. En serio, no me importa el calor —contestó Camilo de manera categórica—. Si no volvemos a pasar hambre, como lo hicimos antes, estoy tranquilo, sólo con eso me conformo… Un gruñido detuvo a Camilo. En principio pensaron que había sido Lu, pero este llegó alterado a verificar que los hermanos estuviesen a salvo. —¿Qué fue e…
Los dos hermanos sacaron al hombre que allí estaba. Apenas respiraba, estaba malherido. La bala, que había entrado en su hombro, era la menor de las preocupaciones: su brazo izquierdo, el que había quedado expuesto en un comienzo, estaba dislocado; sus piernas habían sido rasgadas, pero el calor de la arena había quemado las heridas, cauterizándolas, evitando que muriera desangrado; su brazo derecho tenía mordidas que también la arena había cerrado; tenía más costillas rotas que buenas; y el calor de la arena lo había desfigurado dejándolo irreconocible. Los hermanos intentaron calmarlo, pero el hombre gemía y lloraba como un poseso. Con mucho trabajo, Camilo logró limpiar la etiqueta del uniforme y lo reconoció: Papa. Papa era el jefe de seguridad del campamento central. Papa no era su nombre, sino el apodo que le habían pues-
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to. Para algunos, tenía que ver con que su cabeza calva les recordaba a una papa recién pelada; para los otros, la mayoría, respondía que no importaba la misión, el lugar, la facilidad de la misión, tenerlo como jefe de seguridad era como tener a su propio papá ahí.
—Sistemas listos —anunció el deslizador. —Comunicación a la nave central, ya. —Comunicando…
—Papa, ¿qué pasó? —preguntó Camilo, mientras Mariana fue al deslizador y trajo líquido. Los hermanos hicieron que bebiera.
Tardó unos segundos en que la llamada fuese contestada. Durante ese tiempo, los nativos se acercaron más y Camilo pudo reconocer, en sus ojos, el brillo de una sensación que a él y a su hermana los había movido: el hambre.
Papa balbuceaba muchas palabras, de las cuales los hermanos solo entendieron tres: “Nativos… atacan… nativos…”.
—Buenas tardes, deme el código de visitante y deslizador, por f…
—No tiene sentido, los nativ…
—Cuál código ni qué mierdas. Soy Camilo, Mariana está herida y los nativos nos tienen rodeados. Mataron a Papa, repito, mataron a Papa.
Mientras los hermanos y Lu ponían toda su atención en Papa, un nativo salió de la madriguera, tomó el arma y dio un disparo, interrumpiendo las palabras de Camilo. Lu cayó muerto. En respuesta, comenzó un tiroteo que dio como resultado al nativo y a Papa muertos y a Mariana herida en un brazo. La bala había afectado una de las arterias. Salía mucha sangre y, en cuestión de minutos, moriría. El cuerpo de Papa le dio una idea a Camilo: él tomó un puñado de la arena y la lanzó sobre la herida. En segundos funcionó: la herida se cerró y la hemorragia se detuvo. —¿Ya? —preguntó Mariana. Camilo asintió e hizo silencio, intentando reconocer y ubicar un sonido que iba en aumento. Era un zumbido ronco que provenía de la boca de la madriguera y que parecía filtrarse a través del suelo mismo. Camilo fue por el arma que había tomado el nativo, alzó a su hermana y se atrincheraron en el deslizador. Él sabía lo que sucedería, así que encendió los sistemas de su vehículo. Mariana, por el contrario, no había notado nada, el dolor no se lo permitía. En cuestión de minutos, innumerables nativos salieron de la tierra y rodearon el deslizador. Sus pieles oscuras y grandes escamas brillaban con el sol. El zumbido provenía de sus bocas, reían a carcajadas.
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—¿Y el armamento? Están en el campamento central, ¿qué pasó con los demás? —¿Qué? —sólo necesitó unos segundos para entender lo que había sucedido: los nativos habían atacado el campamento. Él y su hermana habían sobrevivido debido a que no estaban allí, debido a que estaban recorriendo otras zonas del planeta. Una vez concluido el ataque, los nativos cubrieron todo con la arena—. Los demás, no sé… muertos supongo. Del resto del armamento, no sé, mi hermana y yo tenemos nuestras armas. —¿Aún les quedan balas? —Sí… —Les sugiero que las usen sabiamente. Ustedes han prestado un gran servicio a la compañía y lo último que querríamos es que sufran. Con pesar debo informarles que, debido a recientes hechos, hemos decidido que ese planeta no es apto para la modificación. Mil gracias por sus servicios prestados. Desde la nave central, colgaron la llamada y apagaron los sistemas del deslizador. Las puertas se abrieron y los nativos se relamieron.
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Playa nocturna Ánderson Fabián Villalba Rey
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i papá eligió esta habitación. Desde la pequeña terraza uno puede ver barcos lejanos y si miro hacia abajo se ven entrando las señoras regordetas con sus maletas y sus mascotas. Lo que veo desde la terraza hacia adentro es esto: dos camas, un televisor, un clóset y una bandeja con frutas que dejó un ayudante del hotel. En una de las camas duerme mi papá, recostado hacia un lado. Su prominente barriga pareciera inclinarlo hacia la izquierda, como si lo halara. Cierro el ventanal que separa la terraza de la habitación, apago la luz y me recuesto. Las diez. Hace frío afuera. El hombre que duerme a mi lado es un desconocido, pienso, mientras me quito los zapatos con los pies. De eso ya hace muchos años, cuando yo no había nacido y ese hombre que ahora se incorpora con suspiros quedos era otro, uno que estaba y que no había planeado irse. Mi mamá no está. Me obligó a venir con él, confiada en que el viaje serviría para entablar algo, así sea una charla. Ella sabe muy bien que esto no sirve para nada. Mi papá voltea y queda boca arriba, tal vez moviendo un poco su bigote. La barriga de siempre, la que siempre he visto en fotos, parece inquieta, como un magma que tiembla muy fuerte. Recuerdo a mi mamá hablándome de su bigote, siempre negro y frondoso y de su barriga, tan grande para esa pequeña estatura que yo le heredé. Quisiera pensar algo de él o confiarle una emoción, por mínima que sea. No puedo verlo bien pero intuyo que se mueve y que se esfuerza por retener algo en el aire. Creo que manotea, creo que se lleva la mano al pecho y que encoge las piernas como las patas de un gato dormido. Mi papá parece un gato dormido. Hay una foto que mi mamá me mostró donde está recostado sobre una hamaca y lo imagino así en la penumbra de esta habitación: con los ojos cerrados, con las piernas recogidas desordenando las sábanas, con los brazos temblando hacia todos lados, lanzando manotazos a nadie, con la cara rojiza y temblorosa, con la boca ladeada hacia un costado. Dibujo en mi mente a mi papá en este preciso instante: un hombre que ha llegado de la nada, que se ha llevado a su hijo a un hotel playero y que ahora se agita sobre la almohada que ya se humedece de su sudor, un hombre que lanza inaudibles silbidos y que luego dejará de hacerlos, cuando yo esté seguro de que todo ha pasado y pueda volver a la terraza a observar las fotos en las que duerme como un gato recogido sobre su propio cuerpo.
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Vagar
Martha Isbelia Pabรณn Villamizar
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aminó en dirección norte. Con el ruido de los carros y pitos, se escuchó el trueno. A lo lejos, el reflejo del relámpago se perdió en medio de los grandes edificios. Sumergida en sus pensamientos, entró al centro comercial, cruzó el pasillo en dirección a las escaleras eléctricas, subió al tercer piso, disminuyó el paso, miró las vitrinas donde exhibían ropa y accesorios; caminó hasta el final del pasillo: un aviso en lo alto, “El Paladar Sano” Restaurante. Entró, tomó las llaves colgadas en la pared justo al lado de una puerta, cambió sus ropas y salió con el uniforme de trabajo. La caja registradora estaba vacía, no había nadie en las mesas del restaurante. Abrió la máquina registradora, contó el dinero que allí había. —Hola, buenas noches —saludó a sus compañeros, tomó un vaso de gaseosa, su garganta deleitó el suave sabor de manzana que le traspasó el paladar. A las 6:30 p. m, inició el trajín de los clientes, se acercaron a pagar el consumo de la noche, le hablaron del gusto por la rica comida, transcurrió entre miradas, roces de manos, saludos y los oídos atentos a los comentarios de la clientela. Llegó la madrugada, el último cliente entró media hora atrás, canceló dos cervezas; luego el ruido de la llave cerrando la caja. Inició el conteo del dinero, 725.250 pesos. Cerró el cubículo, salió y le dejó el dinero en una ventanilla al dueño. Tomó una caja pequeña de hamburguesa, de esas que repartían a los empleados del turno de la noche. De nuevo salió a la calle, un taxi la esperaba. Subió y dijo: —Buenas noches, ¿me llevas al cielo? —se acercó al hombre, rosando sus labios suavemente. —Hola amor, buenas noches. —contestó el hombre, respondiendo con una suave caricia en el rostro de la mujer. —¿Mucho estrés? —Sí, tengo que cobrar lo de mi trabajo para saber de cuánto dinero dispongo para el viaje. Hoy se vendió poco, no logré cajonear algo extra; me queda un día para la compra de los tiquetes y la universidad me espera de regreso... La mujer bostezó, un leve gesto en el rostro dejó notar el cansancio de su cuerpo. El hombre la contempló de reojo y agregó: —Ya te consentiré, espera ya vamos a llegar. El taxi se detuvo en un conjunto de apartamentos, el conductor se identificó y siguió al parqueadero, él bajó del carro, se dirigió a la puerta del pasajero, abrió para que la mujer descendiera, pero ella estiró sus brazos y lo tomó por el cuello: el hombre era vigoroso la alzó y con sus Julio - Diciembre de 2016
manos le atrapó las nalgas. La fragilidad de la mujer facilitó que él la llevara cargada, mientras se besaban. Él caminó entre varios carros y buscó las escaleras que daban al ascensor. El hombre sintió llevar una liviana carga, una pluma viajando en el aire. Así se lo expresó a ella, cuando le susurraba al oído. Entró en el ascensor, la soltó suavemente sosteniendo su espalda, ella le sonrió en medio de sus labios gruesos que emitían pasión. Él, marcó con un dedo el número 15 su mirada se concentró en el rostro angelical de la mujer; sus ojos excitados emitían fuego. Al llegar, se abrió la puerta en dos, a la vista se dejó ver una pequeña sala, entraron tomados de la mano, sumergidos en el deseo carnal de sus cuerpos; la oscuridad del apartamento perdió las siluetas que buscaban la cama que los acompañó en el plácido momento del erotismo fugaz. La mujer despertó. Estaba sola en la cama. En su pensamiento apareció de nuevo el viaje. Divagaba en las cuentas, el ahorro no le alcanzaría para la compra del tiquete de avión, que la llevaría a un país de Sur América. Hacía dos meses que trabajaba como cajera en el restaurante y no había logrado ahorrar lo necesario. La habitación donde vivía era alquilada, aunque nunca había pagado lo correspondiente a la renta, debido a que su dueño la chantajeaba a cambio de placer. La mujer se levantó, alistó todo para salir, tomó la maleta guardada en el closet de su habitación, contó el dinero reunido, le faltaba la otra mitad de la plata para comprar el pasaje. El hombre que la había saceado entre sabanas no estaba. Había salido temprano a trabajar, esa era su costumbre. La mujer revisó con la mirada, mientras caminó por el apartamento; fue de nuevo a la habitación donde había pasado la noche, y sus ojos se detuvieron en la mesa del rincón. Abrió la cajonera, a primera vista llaves, reloj y debajo unos libros, los tomó, abrió y justo ahí dentro, unos billetes que decían: “The unitedestates ofamerica”. Los tomó, contó y, parpadeando, su rostro se iluminó. Dejó en orden todo y cerró. Antes de salir, escribió una nota que decía: “Eres un hombre generoso, las noches fueron placenteras. Un Beso”. La mujer compró el tiquete y se dirigió al aeropuerto. No notó que alguien la seguía. Al llegar a la sala de espera, tres hombres se atravesaron, mostraron identificación de la policía, leyeron sus derechos y se la llevaron a una patrulla; al subir uno de los agentes le entregó una nota que decía: “Las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas”, Oscar Wilde. Y ella, entre dientes dijo: “Tacaño”. Suma Cultural
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Irse sin despedida Álvaro José Claro Ríos
No necesitas decirle adiós a nadie nadie te acompañará en el viaje que emprendes de hecho nadie te ha acompañado en ninguno de tus viajes Vete sin decir a donde ni con quienes Aléjate y no recuerdes nada en el camino Descubre lugares, personas y cosas que no tienen nada especial excepto el hecho de ser nuevos para ti No pares si tomas la carretera no pares mejor tómate una cerveza y sigue adelante Tampoco temas lo más peligroso estaba a tu lado antes de emprender el viaje Deshiníbete con los kilómetros ya no vale lo que creías Respira el aire no es igual todos los días ni en todas partes No llames a nadie No extrañes Aprende Olvida Suelta Piérdete en cada esquina desconocida Ama a la primera que te pregunte el nombre Despídete en otro país esta vez con un sonrisa sincera Siéntete solo pero vivo y tranquilo Sopórtate acuéstate a dormir sin estar ebrio Reserva cada instante cada curva cada parada No te olvides de ti mismo
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Siente el hambre y come solo lo que te regalen Siente el frío y tiembla hasta quedarte dormido en un parque en una calle en cualquier parte donde nadie te conozca ni sienta compasión por ti por estar perdido Mira el sol y sonríe Descubre la noche y no llores Nada Brinca Camina Corre Compra todo lo que no te ofrecen Vende todo lo que no tienes No te bañes No te cambies Abandónate Apesta a ser humano Deja de mirarte al espejo Vive Muere Renace Piensa en tu familia y hazte el cínico Piensa en Ella y llénate de motivos para dejar de pensarla Escribe todo lo que te pase y especialmente lo que no te pase Fotografía lo que no se ve Revela lo que no se alcanza Publica lo que a nadie interesa Madruga y pierde el resto de día mirando el cielo y comiéndote las uñas Persevera nunca pienses que el viaje es una huelga Haz del viaje una meta Crece y cuídate de la cabeza Jamás envejezcas Jamás dejes que amanezca sin estar esperando que amanezca despierto y con una chela Retaca Conspira Ofrece Basta de hacer maleta siempre te hará falta algo y siempre te acomodarás a las ausencias Sal ahora Apúrate Y ojalá nunca vuelvas
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Letras Libres / Poesía
Odiseo Fernando Urbina Rangel
¿De dónde vienes Odiseo? —Vengo de todas partes. Y ¿a dónde irás cuando de nuevo te desborde la voz que se oye en lo lontano? —Yo nunca voy. Soy siempre el que regresa.
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Letras Libres / Poesía
Sirenas Fernando Urbina Rangel
¿Qué sirena cantaba cuando extendí por vez primera las alas de mi nao? ¿Quién, ahora, cuando las sombras de la tarde recorren mi ensenada, me ha de llamar desde el otro lado de lo allende? Habré de oír de nuevo la voz de la sirena, un día en que nada me amarre.
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Itinerario Diego Higuera
Buen viaje os deseo, amigos míos, Que halléis lo que fuisteis a buscar En tierras ignotas y seductoras y lejanas, Del otro lado del mar, o adonde queráis. Apresuraos, corred tras el sueño secular: Abrazad a Europa, al Asia, al más allá. Pies en polvorosa, como un pito, A la velocidad del rayo, Mientras el tiempo se desgrana lento, Saciad la sed de aventuras, ¡idos ya! Tal el marino, sin puerto fijo, sin pasado por lamentar. Por familia: los vientos y la mar, El cielo vespertino, la aureola boreal. Islas desconocidas ocultas en la bruma, Augurando la fama y la gloria, Descubrís cual niño transido de éxtasis, Orgulloso de sí mismo, Borracho de sus proezas sutiles, Escultor de nubes con ojos fatigados, Corre de aquí para allá, sin apenas notarlo. Conquistador de nuevas Indias, Procurad Eldorado para ti, sólo para ti, En tanto los otros siguen buscando Un sé qué, no sé dónde, no sé cuándo. Empezad vuestra odisea: A Nueva Deli, a Nuevo Orleans, A la China, al Japón, a Uzbequistán, Al pozo de Darvaza, a los confines del Diablo, A la tierra de Nerón, los desiertos de Cleopatra, al Indostán, Que la tierra os quede chica, Que no quede rincón por visitar… No lo penséis dos veces: ¡alzad vuelo! Ave migratoria, surcando los cielos, Irás tan lejos como sea posible: A las estepas rusas, al lejano Himalaya, A la cordillera de los Andes, a la gélida Alaska. Enloqueced la veleta de los puntos cardinales, Que no haya norte sin recorrer, Ni sur, ni este ni oeste que no podáis ver. 100
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*** ¿Y tras los mundos conocidos? ¡No arredres, seguid adelante! Aturdíos en paraísos artificiales; Preparad, os digo, otro gran viaje: A los orígenes del cosmos… ¡Adentro! A las catacumbas del alma, A los nichos del miedo; Iros tras los pasos del fantasma, Tras las huellas de lo incierto. Allí, frente a frente, veréis vuestros espectros: Ora felices y rebosantes, oasis del delirio, Ora sangrantes y con pústulas, estigias del martirio. Danzas frenéticas en vuestros mundos extáticos, Imbricación de imágenes traslúcidas, Fruto del túmismo soterrado, De las entrañas volcánicas del león dormido, Del gorrión muerto, cuyo piar nadie oye. ¡Estad atentos, felices viajeros! Los elixires del Diablo lo han hecho: Abrieron las puertas del sótano; Soplan vientos tempestuosos en vosotros, Y en medio de la floresta insana, Yace el forastero-turista del opio, Punto difuso de la nada, Que en vano intenta ser algo. Perdido entre vapores somnolientos y homicidas, Frota sus ojos, consternado, El cuerpo hecho una herida trémula, Sus sentidos abiertos al pandemónium del deseo: Bullen sus venas sedientas y briosas, Sucumben al peso de sus fantasías; Ante sí desfila la cohorte de sátrapas malditos, Escoltados por sus dulces huríes, Elásticas y flexibles a la caricia de una mirada húmeda; Sus ojos, de pestañas postizas, Llaman al intrépido, al amante priápico; Para él sus senos en punta, Sus muslos caniculares sobre el palio de Venus. Julio - Diciembre de 2016
del viajero ¡Cuán maravilloso viaje os espera, dichosos viajeros! Visiones lánguidas de bohemia, Entre cuerpos dúctiles y vaporosos... Ligeras exhalaciones del no-yo. La inconsciencia de la consciencia vuelta de revés… Espectros vespertinos al alba, allá donde se pose la mirada; Apariciones alboradas a la medianoche, En el iris revuelto de vuestras pupilas dilatadas. Estupores de sangre y crispaciones de nervios, Retortijones en el vientre e hinchazón en la ingle, Los síntomas del gran viaje os asaltan, No dan respiro: braman por los poros… Mas, tranquilizaos, no todo es vuelta y revuelta, Ni sacudones, ni trompicones, ni meras alucinaciones… A ratos viene el polo a tierra: Los ojos se ven a sí mismos; La réplica mira a otra réplica… ¡Es Alicia sin maravillas! El rostro ante el espejo, contraído, contrariado, Soportando la risa para no echarse a llorar, Acaba reconociéndose tras la borrachera… ¡Ecce homo, ecce homo! Grita sin más. El gran viaje toca a su fin… ¡Sí, éste también! ¿Y luego? ¿Qué viene luego? Seguir peregrinando sin rumbo, A la Meca del musulmán, o a los abismos del Hombre, ¡Qué más da! ¡Adonde sea! Pero que el viajero no pare de viajar.
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*** Marchaos, amigos, marchaos lejos, Como Cernuda: ¡Donde habite el olvido! Idos pronto, tras vuestros sueños de cristal… Romped la crisálida, para atrapar en un puño, Los restos pútridos de vuestros devaneos, El corazón hecho jirones, el afán de ser algo, Cualquier cosa: un héroe, un volatinero. ¡Oh, peregrinos perpetuos! ¡Mis mejores deseos! Huid de todo: del miedo, de la soledad, de la angustia, De uno mismo, ese gran fantasma, Que no para de acosar con sus cantilenas odiosas: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué y para qué? ¡Una mierda! ¡Comecaca! ¡Aguafiestas! Que no os alcance el muy majadero; Callad demonio perverso: nadie quiere oíros… Dejad que siga adelante el peregrino, Sacándose fotos, probando cocina gourmet, Visitando el punto turístico, bebiendo un buen vino; O entregado a sí mismo, en loco delirio, Descienda a sus infiernos, En busca de su paraíso perdido. El viaje os hará bien, amigos míos, El suceder de escenarios calmará vuestra sed, Fortalecerá los nervios, hasta cansarlos, Y un día, hechos una ruina, Crispados y vencidos y solos Oiréis en susurro la voz de Dios: Al cabo haz vuelto adonde tenías, Vórtice sin centro, brújula sin norte, Pájaro sin vuelo, bienvenido seas, Al tiempo sin tiempo, Al lugar en ningún lugar, Al Tedio, en donde acaban todos los esfuerzos, Vertedero de deseos, Una vez sobreviene la sombra… ¡Éste es vuestro hogar!
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Letras Libres / Concurso de Cuento
Primer Lugar
A menos que... Javier Enrique Vallejo Chamorro
T
odo es igual, piensas. Al despertar te ronda y ronda el mismo presagio de siempre. Aun con los ojos cerrados alargas el brazo y giras el sintonizador de tu radio, de donde las voces de los locutores se propagan en una veta larga a la velocidad del giro. El brillo del vacío, entre frecuencia y frecuencia, se mezcla con una canción de los Rolling Stones y otra que no reconoces; dirigiéndote al comienzo, a la primera estación del dial, donde la voz melosa de una mujer saluda a los oyentes sobre el fondo de un vallenato que detestas. Devuelves el giro lentamente y en una fracción de tiempo se apaga todo, quedando el silencio de la nada. Desde ahí salen para sacarte del abismo del sueño las voces de quién sabe qué programa de noticias. El suceso del momento es una pareja gay, de apenas quince años, que se suicidó en un motel dejando la vida de la forma más grata que pudieron: desnudos y sumidos en una alta dosis de impotencia, diazepam, lorazepam, nortriptilina y melancolía. Un miembro de la Asociación Colombiana de Psicólogos, experto en predicción del comportamiento humano, según su propia presentación, explica en tres hipótesis, desde el otro lado de la ciudad, lo sucedido en el miserable cuarto del motel de Soacha: abandonados emocional o físicamente, sobreprotegidos o bajos de autoestima ¡de ahí no sale! garantiza soberbio, el especialista. El periodista pregunta 102
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si hay una hora más recurrente para los suicidas, y antes que el entrevistado conteste, ya has dado tu respuesta que, a propósito, contradice sus predecibles datos. Por un momento pisas la trampa, esto no lo esperaba, piensas, pero al escuchar que el periodista se refiere al acto como una tragedia para las familias, la realidad te golpea una vez más, De tragedias esta hecha Colombia y nada cambia, como si en lugar de sintonizarte, activara el giro perpetuo e infame de un mismo casete, le increpas al radio. Reclamando un día que sea diferente te levantas y corres la cortina que se abre como una brecha por donde revienta una inundación de luz, es jueves, gris, y no llueve. Todo es igual, piensas. Mientras alargas el momento de abrir el agua fría de la ducha, el mismo pensamiento sigue rondándote y rondándote como ayer, como anteayer, como viene siguiéndote desde que entendiste que cada día es una deprimente repetición, una trágica órbita que, si bien a veces contiene algo diferente, jamás abandona su inmutable espiral. Das una mirada pausada y desalentadora al espejo y no te gusta lo que ves. Sales pensando que no hay remedio, que todos nefastamente caminamos el mismo tramo hacia el mismo final, En definitiva no hay esperanza, dices en voz baja. Ya en el bus, en el recuadro de la ventana, se repiten las mismas imágenes de siempre: taxistas que venden, vendedores en los semáforos, vendedores en los buses, vendedores en las emisoras, niños vendiendo, ancianos vendiendo, monjas vendiendo, gente y más gente vendiendo, y los que no están vendiendo están comprando. Para una muestra, de sus cabellos húmedos afloran fragancias de perfumes dulces y baratos. Es precisamente de ese amasijo humano de donde una voz, con un formalismo forzado y ridículo, se abre paso entre el reducido espacio. Buenos días, dice, no es Julio - Diciembre de 2016
mi intención venirlos a interrumpir, pido disculpas a aquellos que se encontraban hablando o simplemente meditando, soy… bla, bla, bla. Al menos no es tan patético como el mercachifle de la radio, piensas, y te pierdes por un instante hasta que el bus da un frenazo desmedido. Tratas de volver a tus cavilaciones, pero los insultos de la gente hacen que te pierdas de tu soliloquio. Ni que llevara ganado, malparido, le grita alguien al conductor. Tratas de volver a lo tuyo pero los vallenatos estrepitosos con los que el conductor acalla los reclamos por sus repetidas imprudencias te obligan a cerrarte como un libro. Así cada día, cada semana. El sol sale, la gente empuja, los mercachifles venden, los conductores frenan, la gente compra, los políticos roban, los locutores locutan, las religiones mienten, los violadores hacen de las suyas, los cantores cantan, los pájaros trinan, los ladros perran, los rebuznos burran, los poetas… no sé qué hacen los poetas, y yo voy y vuelvo, todos vamos y volvemos, el sol se esconde y el día se apaga, pasa otra semana y todo vuelve a iniciar. Te repites una vez más. Apelando a un día que sea diferente te levantas y corres la cortina que se abre como una brecha por donde revienta una inundación de luz, es jueves, gris, y no llueve. Todo es igual, piensas... a menos que... P.D.: Estimados miembros de la Asociación Colombiana de Psicólogos, mercachifles, conmigo será diferente. Ni abandono emocional ni físico, tampoco me sobreprotegieron, y la autoestima solo existe en su obtusa testa; a veces simplemente la vida cansa y el repetirme y repetirme, es abrumador. Ah, otra cosita, no es en la tarde cuando más ganas uno tiene de acabar con todo, al contrario, es al amanecer, porque justo ahora apenas comienza la promesa de un día igual de sombrío y repetitivo al de ayer, al que precede al de ayer, al que precede al de anteayer, al que precede al que lo precede, y así eternamente, firmaste, antes de que todo cambiara.
El sol sale, la gente empuja, los mercachifles venden, los conductores frenan, la gente compra, los políticos roban, los locutores locutan, las religiones mienten, los violadores hacen de las suyas, los cantores cantan, los pájaros trinan, los ladros perran, los rebuznos burran, los poetas… no sé qué hacen los poetas, (...)
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El hombre Segundo Lugar
constante Jersson Torres de la Hoz
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A
unque débil y cansado, con el traje arrugado y el maletín cubierto de polvo, logré arribar a la estación del tren rozando las últimas horas de la noche. Había pasado el día supervisando los nuevos contratos, en un pueblo tan caluroso que casi me derrite los anteojos, la pluma, y que oscureció el pañuelo con el que me sequé la frente toda la tarde. Me acompañaba un puñado de gente con el mismo semblante fatigado y unos cuantos grillos que frotaban su ruido hasta que la luz lejana nos dio a la cara. El vagón abrió sus puertas y pronto el sonar mecánico arrulló a los viajeros, que recostando su cabeza contra el vidrio o cruzándose de brazos se entregaban a un sueño divino. Yo no pude conciliarlo. Solo pude concentrarme en aquella figura en la taza de café de ésta mañana. Notable efecto. El cerebro -más tarde que temprano- trae a consciencia ciertos asuntos que no tuvieron su oportunidad durante la ocupación del día. Revisé la ampliación de la casa del nuevo alcalde, gestioné la ubicación de la sala de juntas, fui al despacho municipal y contraté obreros para reparar los baños; todo eso, y ahora se me ocurre acordarme de la flor que se formó con los restos del café. Una flor no se asocia con nada maligno, o eso quería creer. Son tan ambiguas las artes de la adivinación, que más vale no aferrarse a una sola interpretación. En éstas y otras razones cavilé, mientras seguía con la mirada el oscuro paisaje, de montañas solitarias y árboles que saludaban con sus ramas, hasta que en una parada, un pasajero que entró al vagón se detuvo al verme. Tensó su cuerpo y me clavó sus ojos. Se sentó con cautela no muy lejos de mí. Seguro me le parecí a alguien más, o quizás era un nadie al que le hice algo. No soy hombre de enemigos, pero es posible que los tenga sin saberlo. O quizás la maltrecha imagen de un funcionario público como yo, de seguro daba miedo. Giré la cabeza con descuido y pude ver la figura blanca, alta y delgada sin asomo de cabello alguno en su cabeza. Observé de un tirón sus zapatos salpicados de pintura blanca, su pantalón azul claro y su camisa, cuyo estampado me sobresaltó: Flores. Entregué al destino la explicación de tal suceso y dejé que todo el camino fuera un ir y venir de miradas casuales flotando entre el enigma y el miedo. El intercambio terminó hasta la quinta estación, cuando aquel se levantó, abrazó su maletín y se bajó del tren, echándome el último vistazo de reojo. Se suspira de amor, de alivio o de pena. Mi suspiro fue un aire inesperado de preparación, porque en la estación siguiente (que se hallaba algo lejos) se subió el mismo individuo, que calcó la misma expresión conturbada del primero. Pronto advertí que no podían ser iguales. Quizás el tono azul del pantalón o las flores de su camisa con un violeta más intenso. Repitiendo la fuga de miradas, salió del vagón y en la siguiente estación volvía a subirse otro muy parecido a los dos anteriores. A este le sucedió otro con un azul más claro en el pantalón y los zapatos negros sin rastro de pintura. Algo cambiaba siempre menos su espanto. Con el cuarto hombre que entró mis nervios se quebraron. No soporté más el desfile de clones dispares que se sentaba a mi lado y me turbaba con la inquisición de su mirada. Si el destino me debía una explicación, que me la entregue en el tren siguiente. Abandoné mi silla ignorando al extraño y esperé en la plataforma. Una brisa amable me enfrió el rostro hasta que llegó el tren. Ingresé mirando a los pocos que estaban sentados y en la última fila reprimiendo la conmoción en el rostro, se encontraba el mismo hombre; constante como un mal presagio, entrometido como un mal recuerdo. Entonces supe que era el mismo que vi por primera vez y quizás, en éste y otros vagones, una réplica ligeramente desigual a mí había transitado frente a sus ojos; que el hombre constante en su tren era yo, y que debía tener detalles desiguales a mis predecesores, como las gafas desportilladas o la corbata con un medio Windsor en lugar de un Pratt. No me cercioré de ello, porque examinando su camisa una vez más, recordé la figura granulosa al fondo de mi taza, y tuve por fin la certeza de que nada de esto era posible, porque ésta mañana, sencillamente, yo no había tomado café.
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Tercer Lugar
El día en que
Boris mató
a su mejor amigo E
Carlos Eduardo Forero Oviedo
l que llegara a ese lugar no podría saber que allí había ocurrido un asesinato cruel y tortuoso. No había sangre, ni una gota. No había vidrios rotos, cerraduras violadas ni puertas derribadas. No había mordazas, cuerdas o nudos. No había cuchillos, pistolas, balas, ni ninguna otra arma. El lugar estaba perfectamente ordenado, particularmente ordenado. Todo era aparentemente normal, pero allí, un domingo, Boris mató a su mejor amigo. Desde hace un tiempo las cosas no eran las mejores entre ellos, Boris tenía que dividir su tiempo entre el trabajo, el
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estudio y uno que otro drama familiar ocasional, pero en sus ratos libres se aseguraba de compartir momentos con su amigo. Pasaron de tener una gran cantidad de tiempo juntos a gozar unos pocos momentos de gran calidad. Habían pasado los mejores momentos de sus vidas acompañados, no podían simplemente olvidar todo y separarse.
Cuando Boris era joven y sólo se preocupaba por estudiar y ser feliz, su amigo estaba presente en cada momento. ¡Vaya días! Estuvieron juntos en los buenos y malos ratos, en cada pequeña aventura. Días en la casa de infancia mientras crea-
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ban juntos maravillosas obras de ingeniería usando cartón y pegamento, cuando caminaban juntos al colegio y les robaron $2.000 que tenían para comprar algo en el recreo, cuando jugaban con el perro de la casa que era más peligroso que cariñoso, mordía muy duro y muy frecuentemente, pero que querían con el alma. Durante el primer amor de Boris, durante la muerte de su abuelo, durante cada viaje, durante cada golpe y raspón en las rodillas. Siempre juntos.
paso fue destruirle los ojos y cegarlo, no quería que viera lo que iba a hacer, no quería que volviera a ver nada. Estaba ciego y mudo, pero podía moverse. Boris lo golpeó con toda la fuerza que tenía, quedó en el suelo, perpendicular al piso de madera del cuarto, siguió con su seguidilla de golpes apuntando a las rodillas, no quería que lo volviera a seguir ni acompañar, no quería que volviera a caminar. La golpiza terminó cuando le partió las manos, no quería que se las volviera a extender.
Cuántas aventuras acabaron ese domingo.
El cuerpo estaba destruido, una escena grotesca, pero estaba vivo, el condenado sufría pero vivía. Boris vio que el castigo no era suficiente y sabía lo que tenía que hacer. Con sus manos desnudas, sin ira, con calma, con frialdad, tapó la boca y la nariz de su amigo. La resistencia era mínima, sus movimientos eran cada vez más débiles, se iba rindiendo.
En la mañana Boris se levantó y tomó una ducha rápida, se puso sus tenis viejos y rotos, tan feos como cómodos, tomó su bicicleta y salió a pasear un rato por la ciclovía. En el camino su amigo se le unió y recorrieron la carrera séptima juntos. Mientras recorrían la ciudad hablaban, a veces de cosas importantes, a veces de trivialidades, pero entre frase y frase Boris se iba volviendo cada vez más silencioso con su amigo, algo estaba mal. Sin preaviso Boris se detuvo. Frenó, dio media vuelta y emprendió el camino de vuelta a casa. Su amigo no entendía, antes recorrían la ciclovía por horas, esta vez fueron sólo unos 45 minutos, ni siquiera pararon a tomar salpicón en el puesto del Parque Nacional del que tanto gustaban. Eran las 9 de la mañana y ya estaban en casa de Boris. Comieron algo y no hablaron. El silencio era muy frío. Boris fue a su cuarto y se sentó en un sofá que tiene junto a la cama, estaba callado, demasiado callado, su amigo entró al cuarto y se acercó a mirar por la ventana. No hubo preaviso. Boris se acercó por la espalda y aumentó el silencio cuando tapó la boca de su amigo, quería que no volviera a hablar, con las manos le intentó arrancar la lengua, no lo logró pero sí pudo cortársela hasta dejarla casi inservible. Él no podía hablar pero podía mirar, esa maldita mirada suplicante pedía que no le hiciera daño, pero no importó, el siguiente
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Mientras lo ahogaba Boris volvió a hablar. Acercó la boca al oído izquierdo de su amigo y le dijo en un tono suave, casi amable “era hora de hacerlo, lo sabíamos”. Boris creyó que iba a ser más difícil de lo que pensaba, que incluso iba a llorar, pero no fue así, no hubo lágrimas. Mientras el cuerpo detenía su movimiento pensó que era extraño que no sintiera culpa ni placer con la muerte que acababa de cometer, era algo que simplemente tenía que hacer. La desigual lucha terminó y el cuerpo inerte quedó en el suelo. Boris es otra persona ahora, su amigo murió, ya no volverá, no puede volver, es imposible que vuelva. Boris se levantó, acomodó su camiseta y se dirigió a la cama, tendió las cobijas y acomodó las almohadas. Abrió la ventana, ordenó el cuarto, se sentó en el sofá y tomó el computador.
Sin preaviso Boris se detuvo. Frenó, dio media vuelta y emprendió el camino de vuelta a casa. Su amigo no entendía, antes recorrían la ciclovía por horas, esta vez fueron sólo unos 45 minutos, ni siquiera pararon a tomar salpicón en el puesto del Parque Nacional del que tanto gustaban.
Ese domingo Boris mató su infancia, mató sus sueños de joven y decidió volverse un adulto. Boris mató a su amigo imaginario. El cuerpo yacía en el piso mientras él, un domingo a las 10 de la mañana, abría Excel en el computador para adelantar trabajo de la oficina.
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Autores Jorge Peña Caricaturista tukano90@hotmail.com
Sergio Eduardo Gama Escritor sergioeduardogama@gmail.com
Fernando Urbina Rangel Filósofo, antrópologo y escritor fernandourbinarangel@hotmail.com
John Alexander Gómez Montañez Filósofo y Escritor Director Revista La Chueca johngomez.mtz@gmail.com
Amor Arelis Hernández Peñaloza Doctora en Letras y Docente amorcitohp@hotmail.com Angélica González Otero Docente de Literatura literaturadeviaje@gmail.com Ánderson Fabián Villalba Rey Estudiante de Licenciatura en Español y Literatura andersonvillalba@gmail.com Martha Isbelia Pabón Villamizar Técnico Ingeniería de Sistemas maris837@hotmail.com Wilson Pérez Uribe Estudiante de la Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Humanidades, Lengua Castellana wilson.perezu@udea.edu.co Diego Higuera Licenciado en Español y Literatura diegolitfil@gmail.com Jersson Torres De La Hoz Estudiante de Psicología kadabra5@hotmail.com Michelle Barreto Martínez Estudiante de Psicología michellebarreto95@gmail.com Valentina Fajardo Pinzón Estudiante de Psicología valentina.fajardo@hotmail.com Robinson Toasura Villero Estudiante de Cine y Televisión robinsontoasura@hotmail.com Daniel Mateo Socha Riaño Estudiante de Psicología dm.sochar@gmail.com
Fabián Mauricio Martínez G. Escritor fabiamauriciomartinez@gmail.com Javier Enrique Vallejo Chamorro Estudiante de Psicología javiervallejo7@yahoo.com Carlos Eduardo Forero Oviedo Estudiante de Matemáticas carlose.foreroo@konradlorenz.edu.co Óscar Mejía Magíster en Literatura orestesatrida2@gmail.com Ronald Salazar C. Docente universitario ronald.salazarc@konradlorenz.edu.co Ángela María Ruiz Gaona Docente universitaria angelam.ruizg@konradlorenz.edu.co Álvaro José Claro Ríos Licenciado en Español y Literatura horrorva@hotmail.com Jesús Antonio Álvarez Flórez Docente universitario jesusalvarezflorez@gmail.com Fotodiario: Ana María Escala Ortiz Alejandra Daniela Gutiérrez León Edna Daniela Beltrán Campos Lina Marcela Lozano Baquero Lady Beatriz Quevedo Cantor Jorge Sebastián Álvarez Herrera Javier Enrique Vallejo Chamorro
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