jk el extraño caso
dr
mr
Cuando por la noche volvió a su casa de soltero, Utterson estaba deprimido y se sentó a la mesa sin apetito. Los domingos, después de cenar, tenía la costumbre de sentarse junto al fuego con algún libro de árida devoción en el atril, hasta que el reloj de la cercana iglesia daba las campanadas de medianoche. Después ya se iba sobriamente y con reconocimiento a la cama. Aquella noche, sin embargo, después de quitar la mesa, cogió una vela y se fue a su despacho. Abrió la caja fuerte, sacó del fondo de un rincón un sobre con el rótulo “ testamento del dr. jekyll ” y se sentó con el ceño fruncido a estudiar el documento. El testamento era ológrafo 1 ya que Utterson, aunque aceptó Por lo general, la técnica del psicoanálisis a descubrir materiales psíquicos de la custodia a cosa hecha, había rechazado prestar la más mínima apunta importancia, muy enterrados, y en ocasiones asistencia a su redacción. En él se establecía no sólo que, en caso de procedentes de evidencias superficiales manimuerte de doctor en Medicina, doctor en fiestas. El psicoanálisis no tiene por qué rehuir siquiera algún tema casual y trivial, si Derecho, miembro de la Sociedad Real, todos sus bienes pasarían a su “ amigo y benefactor edward hyde ,”sino que, en caso de que el doctor el asunto exhibe problemas psicológicos cuyas e inferencias no resultan evidentes. Jekyll “desapareciese o estuviera inexplicablemente ausente durante un .fuentes No debe surgir objeción ninguna, entonces, si periodo superior a tres meses de calendario”; el susodicho Edward tomamos como punto de partida un “drama Hyde habría entrado en posesión de todos los bienes del susodicho romántico”, que no hace mucho circuló por Henry Jekyll, sin más dilación 2 y con la única obligación de liq- nuestras salas cinematográficas. De tal manera podemos rastrear hacia atrás la historia uidar unas modestas sumas dejadas al personal de servicio. desarrollo y semántica de un antiguo conEste documento era desde hace mucho tiempo una pesadilla para del cepto tradicional, popular, que estimuló a los Utterson. En él ofendía no sólo al notario 3 sino al hombre de escritoresimaginativos y reflexivos a utilizarlo costumbres tranquilas, amante de los aspectos más familiares en sus obras. Aquellos que se ocupan de la y razonables de la vida, y para el que toda extravagancia era una literatura pueden quedar tranquilos, ya que inconveniencia. Si, por otra parte, hasta entonces, el hecho de no el guionista de esta película, El estudiante Praga, es un autor de moda en la actusaber nada de Hyde era lo que más le indignaba, ahora, por una de alidad) y que adhirió a pautas destacadas, casualidad, el hecho más grave era saberlo. La situación ya tan de- cuya eficacia ha sido puesta a prueba por el sagradable hasta que ese nombre había sido un puro nombre sobre tiempo. Cualquier aprensión en cuanto al el que no había conseguido ninguna información, aparecía ahora verdadero valor de una película que apunta, empeorada cuando el nombre empezaba a revestirse en tan gran medida, á lograr efectos exteri-
al significado real de un antiguo tema que se ha vuelto ininteligible, o que se ha entendido mal en su paso por la tradición. Ante todo tratamos de captar las escenas fugaces, veloces pero impresionantes del drama filmográfico de Hanus [sú;] Heinz Ewers: El libreto 110 noy «leja mucho tiempo en dudas en cuanto a la intención y significado fie estos extraordinarios sucesos. Se supone que la “idea fundamental” es la de que el pasado de una persona se aforra inevita- blemente a ésta, y que se convierte en su destino en cuanto trata de liberarse de él. Se entiende que esta vida pasada se encarna en el reflejo de Balduino, y también en el personaje enigmático de Lídusehka, quien lo persigue desde su vida anterior de estudiante. Puedo ser que este intento de explicación —antes que el acento en la idea fundamental, intrínseca del tema mismo— resulte suficiente en algunos aspectos; poro no cabe duda de que esta interpretación alegórica no puede llegar al fondo del contenido de la película ni justificar por culero la vivida impresión de su argumento. Pues aún quedan bastantes rasgos notables en ella, que exigen explicación, y sobre todos los hechos de que el fantasmagórico doble debe perturbar sólo “todas las horas le dulce compañía” de la pareja, y que sólo es visible para ellos. En rigor, sus intervencion se vuelven más aterra- doras en la medida en que las demos- traciones de amor de ellos se hacen más fervorosas. Ante la confesión de amor de Balduino en la terraza, aparece su imagen del espejo, por decirlo así, como una silenciosa figura de advertencia; en el encuentro de los amantes durante la noche, en el cementerio, inte- rrumpe lacreciente intimidad de ambos al impedir su primer beso; y por último, en la decisiva reunión de reconciliación, sellada por un abrazo y un beso, separa por la fuerza, y para siempre, a los amantes. De modo que el protagonista resulta ser en verdad incapaz de amor, que parece encontrar su encarnación en la curiosa figura de Lídusehka, a quien Balduino, cosa característica, no presta atención. Balduino está imposibilitado de amar a una mujer ja consecuencia de su propio yo personificado; y así como su imagen del espejó lo sigue a las reuniones con su enamorada, así Lídusehka sigue a la hija del conde como aluna sombra. Estos dobles se entrometen entre los principales personajes, con el fin de separarlos. Aparte de estas características, que la clave alegórica no explica, nos resulta imposible entender cuál puede haber sido el motivo de que el autor, o sus predecesores literarios, representasen el pasado en esa figura del reflejo engendrado en forma independiente. Tampoco podemos entender, con el pensa- miento racional y nada más, los graves resultados psíquicos que acompañan a la pérdida de esa imagen, y menos que nada la extraña muerte del protagonista. Un sentimiento oscuro pero inevitable se apodera del espectador, y parece revelar que aquí se trata de profundos problemas- humanos. La singularidad ele la cinematografía al pre- sentar de manera visible hechos psicológicos, llama nuestra atención, con exagerada claridad, hacia el hecho de que los intere- santes y significativos
planteo del problema
henry jekyll
ores, puede postergarse hasta que hayamos de atributos odiosos, y que de los vagos, nebulosos perfiles en qué sentido un tema basado en una en los que sus ojos se habían perdido saltaba imprevisto visto antigua tradición popular, y cuyo Contenido y preciso el presentimiento de un demonio. es tan destaca- damente, psicológico, resulta
-Pensaba que fuese locura -dijo reponiendo en la caja fuerte el deplorable documento-, pero empiezo a temer que sea deshonor. Apagó la vela, se puso un gabán y salió. Iba derecho a Cavendish Square, esa fortaleza de la medicina en que, entre otras celebridades, vivía y recibía a sus innumerables pacientes el famoso doctor Lanyon, su amigo. “Si alguien sabe algo es Lanyon”, había pensado. El solemne mayordomo lo conocía y lo recibió con deferente premura, conduciéndolo inmediatamente al comedor, en el que el médico estaba sentado solo saboreando su vino. Lanyon era un caballero de aspecto juvenil y con una cara rosácea llena de salud, bajo y gordo, con un mechón de pelo prematura-
modi- ficado por las exigencias de las técnicas de expresión modernas. Quizás resulte que la cinema- tografía, que en muchos sentidos ños recuerda el trabajo cié loa sueños, pueda también expresar algunos hechos y relaciones psico- lógicos —que a menudo el escritor es incapaz de describir con claridad verbal—, con imágenes tan claras y patentes, que faciliten nuestra comprensión de ellos. La película llama tanto más nuestra atención, cuanto que hemos aprendido, en estudios similares, que muchas veces un tratamiento moderno consigue reaproximarse, de manera intuitiva,
dr. jekyl y mr. hyde 1
ológrafo
»del lat. testamentum«
1. m. El que deja el testador escrito y firmado de su mano propia y que es adverado y protocolizado después.
dilación
»del lat. dilato, -inis «
1. f. Demora, tardanza o detención de algo por algún tiempo. 2. f. Dilatación, extensión, propagación.
notario
»del lat. notaraus«
1. m. y f. Funcionario público autorizado para dar fe de los contratos, testamentos y otros actos extrajudiciales, conforme a las leyes. 2. m. y f. Persona que deja testimonio de los acontecimientos de los que es testigo. 3. m. El que desempeñaba la labor de escribano y daba fe de escritos y otros actos. 4. m. desus. El que en lo antiguo escribía con abreviaturas. 5. m. desus. El que escribía al dictado.