La gruta 454

La Gruta

Octubre de 2014

nº

454

BOLETÍN del SANTUARIO NACIONAL de La Gruta de Lourdes

Avda. de las Instrucciones 2223. MONTEVIDEO - Uruguay. Tel.: 2222 3532 grutadelourdes@interware.org www.umbrales.edu.uy

2014

Jesús

y las familias que sufren: el dolor

Sínodo familia de los obispos sobre la

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva”. Jesús fue con él...

Cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió... Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”... Jesús... entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar.

Marcos 5,22-24; 35-43 La Gruta n.454

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Actualidad

Cuando el Papa lloró Pino Puglisi: mártir de la mafia El 21 de setiembre pasado el Papa Francisco estuvo en Tirana (Albania) desembarcando en el aeropuerto internacional Madre Teresa. Fue su cuarto viaje internacional y el primero en Europa fuera de Italia.

Francisco eligió a un país de periferia, el más pobre de Europa y el país europeo más islámico: tres millones de habitantes, de mayoría islámica, con minoría cristiana. El Papa ha aceptado la invitación por tratarse de un país tolerante donde conviven pacíficamente 5 grupos religiosos (musulmanes, católicos, ortodoxos, evangélicos, judíos) como para mostrar al mundo que el respeto, el diálogo y la colaboración entre religiones distintas es posible. Hay un gobierno de unidad nacional en el cual todos tienen participación.

Otro motivo del viaje papal fue apoyar la comunidad católica que lentamente está saliendo de un largo y tenebroso túnel. Por casi 50 años, desde 1944 hasta 1990 la Iglesia y todos los cultos fueron perseguidos por la dictadura comunista particularmente feroz de Enver Hoxha, que se ufanaba de que en la constitución su país se presentara como “el primer estado ateo del mundo”. Celebrar Misa o rezar era anticonstitucional. Fueron masacrados cientos de sacerdotes y líderes religiosos, prohibidos todos los actos de culto, cerradas las escuelas religiosas, monasterios y asociaciones.

Ni a Madre Teresa, nacida en Albania, se le permitió volver a su país por la muerte de su madre o en ocasión del premio Nóbel de la Paz; a sus familiares tampoco se les permitió salir del país. Quizás fue ese “ecumenismo de la sangre” vivido a lo largo de 50 años por las distintas religiones que hizo posible la actual armonía. El momento más emocionante de la 2

visita del Papa fue cuando un mártir viviente, un sacerdote franciscano de 84 años, dio su testimonio frente al Papa y a una asamblea que escuchaba en un silencio sepulcral. El p.

Ernst Simoni contó cómo había sido condenado a muerte por haber invitado a los cristianos a morir por Cristo si era necesario. Pasó 18 años en una cárcel muy dura, repetidamente torturado hasta que se le conmutó la pena y tuvo que soportar 10 años de trabajos forzados. En la celda dejó escrito: “Mi vida es Cristo”. “Me golpeaban por hablar de Jesús”, recuerda. Luego que terminó el testimonio, el anciano sacerdote se acercó para arrodillarse ante el Papa que, emocionado, se lo impidió y a su vez se levantó para abrazarlo; besó su mano y lo volvió a abrazar de nuevo. Mantuvo su frente apoyada varios segundos contra la del sacerdote mártir y lo estrechó con fuerza.

El Papa lloraba. Dando la espalda al público presente que aplaudía, Francisco se sacó luego los anteojos y se secó las lágrimas. El encuentro terminó con un canto emocionante de la asamblea: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. Dirá el Papa a los periodistas en su viaje de regreso: “Escuchar a un mártir hablar de su propio martirio es fuerte, sobre todo si lo cuenta de esa forma tan humilde, como si estuviera hablando de otra persona”. Pero todo el pueblo de Albania se mereció también ser llamado por el Papa: “un pueblo de mártires”.

Ya se ha empezado el proceso de beatificación de 40 mártires de la Iglesia en Albania.

2014 Sínodo de los obispos sobre la familia

Jesús

y las familias que sufren: el dolor

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva”.

Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados...

Cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”.

Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”.

Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar.

Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

Marcos 5,22-24; 35-43

La Gruta n.454

Son muchísimas las veces que Jesús inter* viene en una familia que sufre por la enfermedad de uno de sus integrantes: la suegra de Pedro, la muerte de Lázaro, el ciego de nacimiento, la viuda de Naím, el paralítico... Jesús entra en estas familias sobre todo para sanar la enfermedad, aliviar el dolor, sin buscar en primera instancia la fe o la conversión. Esta atención a las familias que tienen enfermos, discapacitados, presos... es una atención cristiana. En la cruz Jesús se identificó con todos los que sufren.

Durante su vida terrena, Jesús se preocupó de acercarse a los enfermos y sanarlos como signo de la redención total que Dios quiere para nosotros: se trata de la liberación del mal, del pecado y de la muerte que Jesús realizó para nosotros y solidarizando con nosotros en la cruz.

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Preguntas ¿Cómo reacciono cuando el dolor golpea a la puerta de mi casa? ¿Busco a Jesús?

Ante la muerte de un ser querido: ¿doy lugar a la fe en la resurrección y en la vida eterna?

Cuando tenemos un enfermo grave en casa o en el hospital: ¿nos preocupamos de que lo visite un sacerdote que, en nombre de Jesús le de lo más importante para su felicidad eterna?

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Jairo, jefe de la sinagoga tiene fe en el maestro de Nazaret y movido por el amor a su criatura, se preocupa de buscar a Jesús. Sigue creyendo en Él, también cuando le dan noticias de la muerte de su hija.

*

Jesús entra en la casa de Jairo, a pesar de * las burlas de los vecinos: su preocupación es la vida de la niña, no el ser o no ser aceptado por los israelitas. De hecho, el milagro acontece en la intimidad de la casa y no hay “fácil propaganda” de su poder divino. Lo que prima es el amor de Jesús por los que sufren y el signo de su victoria definitiva sobre la muerte y el pecado. Jesús es el Señor de la vida.

Todos tenemos experiencia del dolor en nuestra casa: es motivo de inseguridad, de miedo, hasta antes que aparezca la enfermedad. Jesús repite como a Jairo: “no temas, basta que creas”. Jesús quiere quitarnos los miedos, también el miedo a la enfermedad y a la muerte.

*

Sin poder sanar las enfermedades, noso* tros podemos dar ánimo, manifestar nuestra fe y confianza: Jesús no solo sana a los enfermos, sino que en la cruz sufre con ellos, en ellos, se identifica con todos los crucificados de la historia.

Frente a la legítima pregunta: “¿por qué a mí?” la respuesta de Jesús es la cruz, donde Él eligió el sufrimiento.

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Miércoles 15 de octubre a las 18:30 hs. en el despacho parroquial: reflexión bíblica preparando el próximo boletín.

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A

del Salmo 116

mo al Señor, porque él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí, cuando yo lo invoco.

Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: “¡Por favor, sálvame la vida!”.

El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos: yo estaba en la miseria y me salvó.

Alma mía, recobra la calma, porque el Señor ha sido bueno contigo.

El libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.

Yo caminaré en la presencia del Señor, en la tierra de los vivientes.

Amén.

2014 Sínodo de los obispos sobre la familia El dolor Es una realidad que no se escapa de la vida de nuestras familias: a veces es el dolor de un hijo, un padre; otras veces de alguien cercano, a pesar que no sea parte del hogar. A veces se trata de algo físico; pero también hay un dolor espiritual, moral, por una separación, una depresión, una violencia. De todas formas, como puedes leer en la Parábola de Hoy, no es humano ni cristiano evadir el tema, encerrarse en una burbuja como si el dolor no fuera parte de nuestra vida. Jesús en la cruz vive ese dolor: la suya es la respuesta que Dios nos ofrece en estas situaciones.

Ninguna mística del dolor y de la muerte podrá superar la parte oscura del aspecto misterioso y dramático del sufrimiento sin aparente retorno. Se sufre y se muere en soledad: la soledad es y queda como el precio siempre presente de la hora suprema: “Mi alma está triste hasta la muerte, permanezcan aquí y velen conmigo… ¿No han sido capaces de velar una hora conmigo?… Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” (Mt 26,38.40; 27,46).

Se muere en el grito que evoca aquel desgarro inicial (nunca en la vida estamos en peligro de muerte como en el momento del parto), como signo de un extremo desgarro, que es anuncio del nacimiento no en menor grado que de la muerte. En Su abandono el Hijo se ha hecho cercano a la tragedia más profunda, ineludible: desde entonces, ninguna persona que sufre estará nunca más tan sola como lo estuvo Él.

Sin embargo, el Crucificado manifiesta también el rostro amoroso del Otro escondido: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Al abandono el Hijo une la comunión con Aquel que lo abandona: el Abandonado a la vez se abandona, aceptando en obediencia de amor la voluntad del Padre. A la entrega de Aquel, que no perdona al propio Hijo (ver Rom 8,32), responde la entrega que el mismo Hijo hace de sí (ver Gál 2,20). En lo profundo del misterio de la Cruz actúa el amor.

El sufrimiento divino no es signo de debilidad o La Gruta n.454

limitación como lo es el sufrimiento pasivo, que se sufre porque no hay más remedio. Pero en la profundidad divina, hay un sufrimiento de tipo diverso, activo, libremente elegido por amor.

En este sentido, el sufrimiento divino revelado en la Cruz es de verdad la buena noticia: “Si los hombres supieran… -escribe Jacques Maritain- que Dios ‘sufre’ con nosotros y mucho más que nosotros de todo el mal que asola la tierra, sin duda muchas cosas cambiarían, y muchas almas serían liberadas”. La “palabra de la Cruz” (1Cor 1,18) llama así de una manera sorprendente al seguimiento: es en la debilidad, en el dolor y en la reprobación del mundo, que encontraremos a Dios. No los esplendores de la grandeza terrena, sino precisamente su contrario, la pequeñez y la ignominia, son el lugar privilegiado de Su pre5

sencia entre nosotros, el desierto florido donde Él habla a nuestro corazón. En la vida de cada criatura humana puede ser reconocida la Cruz del Dios vivo: en el sufrimiento se hace posible abrirse al Dios presente, que se ofrece con nosotros y por nosotros, y transformar el dolor en amor, el sufrir en ofrenda. La Iglesia y cada uno de los discípulos son llevados entonces a configurarse como el pueblo que sigue la cruz, la comunidad y el individuo “bajo la Cruz”: nada es tan lejano a la imagen del Crucificado como una comunidad tranquila y segura, que fundamente su confianza en los medios mundanos.

La Iglesia bajo la Cruz es el pueblo de aquellos que, con Cristo y en el Espíritu, se esfuerzan en salir de sí mismos y entrar en la vía dolorosa del amor: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que quiera perder su vida por

mi causa y por el evangelio, la salvará” (Mc 8,34-35). “Quien no toma su cruz y no me sigue, no es digno de mi” (Mt 10,38 y Lc 14,27).

El discípulo “deberá completar en su carne lo que falta a la pasión de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24). La compasión hacia el Crucificado se debe traducir por tanto en la solidaridad hacia los miembros de su cuerpo crucificados en la historia: los discípulos de Jesús dan testimonio de su identidad “perdiéndola”, poniéndola al servicio de los demás para reencontrarla en el único nivel digno de los seguidores del Crucificado: el amor. La Cruz revela así la posibilidad de vivir el horizonte más alto como profundísima cercanía: en el dolor de la separación más grande se consuma el fuego del amor, fuerte como la muerte (ver Cant 8,6). Es así como el dolor es transformado en amor y llega a ser salvífico, como recuerda Juan Pablo II en la Carta Apostólica Salvifici doloris sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano (11 Febrero 1984): “El sufrimiento humano ha alcanzado su culminación en la pasión de Cristo… entrando en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido ligado al amor” (n.

18). En el dolor ofrecido por amor en unión a Jesús Crucificado, cada uno puede completar en su carne lo que falta a la pasión del Hijo a favor del Cuerpo que es la Iglesia (ver Col 1,24).

Bruno Forte, Arzobispo de Chieti, 17.3.2005

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Parábolas de HO Y - UN PASTOR TENÍA 100...

HOY Un Pastor tenía cien ovejas. De pronto una jauría de lobos se lanzó contra el rebaño… Asustado y ofuscado el pastor manoteó y se llevó una ovejita para su casa. Puso un cerrojo y se aseguró que los lobos no pudieran entrar.

Le tendió un colchón de paja y echó una mirada por la ventana. Afuera, el patio estaba rojo de sangre. Pegó unos gritos a ver si los lobos dejarían de correr y herir al rebaño. Ya le parecía que el número había mermado. Sacó un cálculo y pensó que tal vez un 25% ya estaban rengueando y algunas, un 10 %, estarían muertas. Tomó un lápiz, un papel y mirando por otra ventanilla, vio a las que se habían dispersado por el patio y por los alrededores. Un estrago enorme. Realmente todo esto le había parecido una catástrofe. Se sentó como paralizado. Sacó una máquina fotográfica, acomodó el flash, calculó la distancia y arrimándose a las diferentes ventanas sacó una y otra foto.

Algunas ovejas mostraban heridas muy profundas y estaban terriblemente doloridas. Se sintió realmente incómodo. Tengo que hacer un balance de la situación, pensó. Ya estaba buscando las causas de este fenómeno. Llamó a un pastor conocido y cuando se enteró de que a él también le había ocurrido algo parecido, se sintió aliviado. De pronto se acordó que su máquina fotográfica tenía zoom. ¿Por qué no hacer un análisis exhaustivo del asunto para llegar a unas conclusiones más fidedignas?

Tomó unas cacerolas, hizo un fuerte bochinche hasta que los lobos se perdieron en la oscuridad. Lo mismo pudo tomarles unas que otras fotos: unas de cerca con detalles y otras de lejos, observando las características del conjunto de la manada. La ovejas, asustadas, unas gritaban, otras, doloridas, yacían tendidas ensangrentadas, y otras se había salvado dispersándose en la oscuridad. “¡Ya van a volver!” se dijo. “¡El desastre está hecho! La cosa se está generalizando! Los vecinos sufren lo mismo!”.

Así que, casi resignado, entró en su casa. Sacó La Gruta n.454

unas cuentas y se dedicó a la ovejita que apenas había podido salvar. Trajo una palangana de agua, la lavó, la peinó y empezó a consolarla diciéndole que estábamos en tiempos difíciles, que las manadas de lobos se habían multiplicado, que el individualismo de los vecinos no permitía una mejor organización de la zona, y que las pruebas y los sufrimientos eran parte de la vida y que no había que desanimarse y que los mártires eran semillas de nuevas primaveras. Que había perdido algunas amigas pero que le quedaba Jesús, y esto bastaba.

En ese momento se acordó que le quedaban unas gotas de perfume. Se levató y siguiendo su conversación, casi olvidándose de las tendidas en el patio, le colocó un poco de perfume. La soledad es triste. El perfume alivia, aunque sea un poco.

Unos mimos, una oración por los perseguidos, privados de libertad, de salud y de la vida y, después de colocarle a la ovejita, una toallita limpia, se fue a acostar pensando de haber hecho todo lo que estaba a su alcance. Dio una última mirada por la ventana, sacudió la cabeza y se encaminó a su cuarto. Casi no pudo ni ojear su correo electrónico. Todo lo que le salió fue un fuerte suspiro y un: “¡Qué desgracia! ¡Así está el mundo!... Pero ¡Es lo que hay!”

Un nuevo suspiro, un fugaz recuerdo de la parábola de Jesús: “¡Un pastor tenía 100 ovejas y se le perdió una!... Una!” dijo en voz baja. Quedó como inmóvil unos segundos y…: “¡Cómo todo cambió!” Y se acordó que tempranito tenía que rezarle la misa a las hermanitas del S. Sudario!

Rodolfo Bonci 7

Oración a los pies de La Gruta, por intercesión del siervo de Dios, mons. Jacinto Vera

Miércoles 15 de octubre a las 18:30 hs. en el despacho parroquial: reflexión bíblica preparando el próximo boletín.

Domingo 9 de noviembre a las 19 hs. en el despacho parroquial: formación de los voluntarios del día 11.

No te lo pierdas...

En este 11 de octubre, en el marco de la peregrinación mensual hay la posibilidad de participar en un encuentro (gratuito) de formación para los laicos, organizado por la Zona Pastoral. El encuentro será de 9:30 a 11:30 y el tema tratado:

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La vocación del laico en el mundo de hoy.

Dios, Padre nuestro, que ungiste con el Espíritu Santo a tu Siervo JACINTO, eligiéndolo como primer Obispo del Uruguay para que, como instrumento de Cristo, Buen Pastor llevara a todos los rincones de nuestra Patria el Evangelio de tu Amor y los Sacramentos de la Salvación: Guía a nuestros obispos y sacerdotes.

Envía abundantes y santas vocaciones sacerdotales y religiosas.

Une a nuestras familias en la verdad y en el amor.

Otorga a tus fieles santidad de vida y fortaleza para ser testigos del Evangelio de Cristo.

Haz que vivamos según tus mandamientos, caminando bajo la luz de la fe, con la esperanza puesta en Ti, amándote con todo el corazón y amando al prójimo por amor a Ti. Te rogamos por tu amado Hijo Jesucristo y por la intercesión de su Inmaculada Madre, que glorifiques tu Nombre en tu Siervo JACINTO y le concedas ser reconocido entre tus santos, para alabanza de tu gloria y alegría del pueblo cristiano.

Postulación de la causa del Siervo de Dios Mons. Jacinto Vera.

Dame, Señor, por su intercesión, la gracia que humilde y devotamente te pido (breve silencio para pedir la gracia deseada) y ayúdame a conformar mi vida según tu voluntad.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

PARA COMUNICAR LAS GRACIAS RECIBIDAS Y DONACIONES PARA LA CAUSA, ASÍ COMO PARA SOLICITAR MATERIAL DE DIFUSIÓN SOBRE EL SIERVO DE DIOS (novena, oraciones, estampas, posters, libros, boletines, etc.) DIRIGIRSE A: VicePostulación de la causa del Siervo de Dios Mons. Jacinto Vera. Parroquia Catedral, Ituzaingó 1373. C.P. 11.000. Montevideo, o también: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Cordón), Colonia 1532, de lunes a viernes en horario de la tarde. Tel. 24083511. Además, los mails: jverapostulación@arquidiocesis.net y ggmerlano@gmail.com - Para conocer más sobre Mons. Jacinto Vera, invitamos a visitar su link (Conoce a nuestro Siervo de Dios) en la página web: www.arquidiocesis.net, y a seguirnos en Facebook: Difusión Jacinto Vera.