La gruta 473

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La Gruta

Mayo de 2016

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BOLETÍN del SANTUARIO NACIONAL de La Gruta de Lourdes Avda. de las Instrucciones 2223. MONTEVIDEO - Uruguay. Tel.: 2222 3532 grutadelourdes@interware.org www.umbrales.edu.uy

Jubileo de la Misericordia Misericordia e indulgencia Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto,sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. La Gruta n.473

Mateo 5,43-48 1


Actualidad LA CARTA DEL PAPA Seleccionamos algunas frases de la carta del Papa titulada: “La alegría del amor”, que ha escrito para todos los cristianos como conclusión de los dos Sínodos sobre la Familia. He aquí algunas pildoritas para todas las familias:

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Nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en familia. No hace falta ponerse de rodillas; con tan solo un gesto (basta una caricia sin palabras) vuelve la armonía. En la familia es necesario usar día a día tres palabras: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Son tres palabras clave para una buena convivencia. Hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir, antes de comenzar a dar opiniones o consejos. No es bueno que se oculten cosas al propio cónyuge y en cambio se hablen con los propios padres. Dice la Biblia: “Abandonará el hombre a sus padres...”. Hay una fuerte tendencia hoy a tener un hijo solo, y la experiencia de crecer sin hermanos hace que los niños se sientan solos y aislados. Es bueno darse siempre un beso por la mañana, bendecirse todas las noches, esperar al otro y recibirlo cuando llega, tener alguna salida juntos, compartir tareas domésticas. Cada niño que viene al mundo es un don de Dios. No importa si esa nueva vida te será útil o no, si tiene características que te agraden o no, si responde a tus proyectos o no. Es único e irrepetible. Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana porque las madres saben, aún en los momentos peores, tener ternura, entrega, fuerza moral, fe. Se vive una sociedad sin padres. Si antes podían ser autoritarios, hoy se lamenta su ausencia en la familia. Los niños dejarán de ser niños antes del tiempo. La gran pregunta para los padres no ha de ser en qué lugar están los hijos para controlarlos, sino donde están con la mente, los deseos, sueños y proyectos. ¡Cuantas cosas hacen los niños para ser mirados y tenidos en cuenta! Muchas crisis en familia se originan cuando dejamos de mirarnos. Es importante orientar al niño con firmeza a que pida perdón y repare los daños causados. La corrección es estímulo cuando también se valoran sus esfuerzos. No se puede ignorar los riesgos de las nuevas tecnologías de comunicación para niños y adolescentes. Debe darse una positiva y prudente educación sexual conforme avanza la edad de los niños, en el marco de una educación por el amor, el respeto y la entrega. La fe no se impone, sino que se propone. Es fundamental que los hijos vean de una manera concreta que para sus padres la oración es realmente importante. Los padres separados jamás han de tomar a los hijos como rehenes contra el otro cónyuge; la madre ha de hablar bien del padre y el padre de la madre. El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre. Debemos evitar los juicios que no tienen en cuenta la complejidad de las situaciones irregulares a nivel familiar.


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Jubileo de la Misericordia

Misericordia e indulgencia Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Mt 5,43-48

Con estas palabras llegamos a la cima de la Montaña de las Bienaventuranzas, donde Jesús proclamó la Ley del Reino de Dios, cuyo ideal se resume en esta frase lapidaria: “Sean perfectos como el Padre”. Jesús quiere comunicar una nueva mirada para entender y practicar la Ley de Dios. La llave para poder tener esta nueva mirada es la afirmación: sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

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Nunca nadie podrá llegar a decir: “¡Hoy fui * perfecto como el Padre celestial es perfecto!” Estaremos siempre por debajo de la medida que Jesús nos ha puesto delante. ¿Por qué él nos puso delante un ideal que para nosotros los mortales es imposible alcanzar? Antes Jesús dijo: “Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo”. Es la mentalidad con la cual los escriba explicaban la ley; mentalidad que nacía de las divisiones entre judíos y no judíos, entre prójimo y no prójimo, entre santo y pecador, entre puro e impuro, etc. Jesús manda subvertir este pretendido orden. Manda superar las divisiones. Amar a los enemigos, ser hijos del Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos. Aquí sacamos de la fuente, de donde brota la novedad del Reino. Esta fuente es Dios mismo, reconocido como Padre.

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Jesús manda que imitemos a este Dios: es imitando a este Dios que creamos una sociedad justa, radicalmente nueva. El amor es el principio y el fin de todo. No hay mayor amor que dar la vida para los hermanos (Jn 15,13).

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Preguntas ¿Cuál es la motivación más profunda del esfuerzo que haces para observar la Ley de Dios: merecer la salvación o agradecer la bondad inmensa de Dios que te ha creado, te mantiene en vida y te salva? ¿Cómo entiendes la frase: “ser perfecto como el Padre celestial es perfecto”? 3


Jesús imitó al Padre y reveló su amor. Cada * gesto, cada palabra de Jesús, desde el nacimiento hasta la hora de morir en la cruz, era una expresión de este amor creador que no depende del presente que recibe, ni discrimina al otro por motivo de raza, sexo, religión o clase social, sino que nace de un querer al otro, gratuitamente. Fue un creciendo continuo desde el nacimiento hasta la muerte en Cruz. La manifestación plena del amor creador en Jesús fue en la cruz: en este momento Jesús dirige al Padre esta oración: “Padre, ¡perdona¡ ¡No saben lo que hacen!” (Lc 23,34). Por más que los hombres quisieran la falta de humanidad no consiguió apagar en Jesús la humanidad. El veneno de la falta de humanidad no consiguió alcanzar la fuente de la humanidad, que brotaba desde dentro de Jesús. El agua que brotaba desde dentro era más fuerte que el veneno que venía de fuera, queriendo de nuevo contaminarlo todo.

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Ante el Padre, Jesús se hizo solidario de los que lo torturaban y maltrataban. Era como el hermano que va con sus hermanos asesinos ante el juez y él, víctima de sus propios hermanos, dice al juez: “Son mis hermanos, sabe. Son ignorantes. ¡Pero mejorarán!” Era como si Jesús estuviera con miedo que la mínima rabia contra el muchacho pudiera apagar en él el pequeño resto de humanidad que aún llevaba dentro.

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Este gesto increíble de humanidad y de fe * en la posibilidad de recuperación de aquel soldado fue la mayor revelación del amor de Dios. Jesús puede morir: “¡Está todo consumado!” E inclinando la cabeza, entrega el espíritu (Jn 19,30). Tomemos su vida como un ejemplo de camino hacia la felicidad. 4

del Salmo 118

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uéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón. Condúceme por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo puesta mi alegría. Inclina mi corazón hacia tus prescripciones y no hacia la codicia. Aparta mi vista de las cosas vanas; vivifícame con tu palabra. Cumple conmigo tu promesa, la que hiciste a tus fieles. Aparta de mí el oprobio que temo, porque tus juicios son genuinos. Yo deseo tus mandamientos: vivifícame por tu justicia. Que llegue hasta mí tu misericordia, Señor, y tu salvación conforme a tu promesa. Así responderé a los que me insultan, porque confío en tu palabra. No quites de mi boca la palabra verdadera, porque puse mi esperanza en tus juicios. Yo cumpliré fielmente tu ley: lo haré siempre, eternamente. Y caminaré por un camino espacioso, porque busco tus preceptos. Hablaré de tus prescripciones delante de los reyes, y no quedaré confundido. Me deleitaré en tus mandamientos que yo amo tanto. Elevaré mis manos hacia tus mandamientos y meditaré tus preceptos.


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Jubileo de la Misericordia Misericordia e indulgencia El papa Francisco al convocar e iniciar el Año Santo de la Misericordia, ha explicado claramente el significado de la Indulgencia en el documento “Misericordiae Vultus”. Proponemos de forma completa sus palabras, ya que se trata de una manera nueva de interpretar el antiguo concepto de indulgencia: una forma que tuvo en cuenta la opinión de nuestros hermanos protestantes, enriqueciendo y actualizando así la doctrina católica.

El Jubileo lleva también consigo la referencia a la indulgencia. En el Año Santo de la Misericordia ella adquiere una relevancia particular. El perdón de Dios por nuestros pecados no conoce límites. En la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres. Dejarse reconciliar con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia. Así entonces, Dios está siempre disponible al perdón y nunca se cansa de ofrecerlo de manera siempre nueva e inesperada. Todos nosotros, sin embargo, vivimos la experiencia del pecado. Sabemos que estamos llamados a la perfección (cfr Mt 5,48), pero sentimos fuerte el peso del pecado. Mientras percibimos la potencia de la gracia que nos transforma, experimentamos también la fuerza del pecado que nos condiciona. No obstante el perdón, llevamos en nuestra vida las contradicciones que son consecuencia de nuestros pecados. En el sacramento de la Reconciliación Dios perdona los pecados, que realmente quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con La Gruta n.473

caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado. La Iglesia vive la comunión de los Santos. En la Eucaristía esta comunión, que es don de Dios, actúa como unión espiritual que nos une a los creyentes con los Santos y los Beatos cuyo número es incalculable (cfr Ap 7,4). Su santidad viene en ayuda de nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es capaz con su oración y su vida de ir al encuentro de la debilidad de unos con la santidad de otros. Vivir entonces la indulgencia en el Año Santo significa acercarse a la misericordia del Padre con la certeza que su perdón se extiende sobre toda la vida del creyente. Indulgencia es experimentar la santidad de la Iglesia que participa a todos de los beneficios de la redención de Cristo, para que el perdón sea extendido hasta las extremas consecuencias a la cual llega el amor de Dios. Vivamos intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el perdón de los pecados y la dispensación de su indulgencia misericordiosa. La misericordia posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia. Ella nos relaciona con el judaísmo y el islam, que la consideran uno de los atributos más calificativos de Dios. Israel primero que todo recibió esta revelación, que permanece en la historia como el comienzo de una riqueza inconmensurable de ofrecer a la entera humanidad. Como hemos visto, las páginas del Antiguo Testamento están entrete5


jidas de misericordia porque narran las obras que el Señor ha realizado en favor de su pueblo en los momentos más difíciles de su historia. El islam, por su parte, entre los nombres que le atribuye al Creador está el de Misericordioso y Clemente. Esta invocación aparece con frecuencia en los labios de los fieles musulmanes, que se sienten acompañados y sostenidos por la misericordia en su cotidiana debilidad. También ellos creen que nadie puede limitar la misericordia divina porque sus puertas están siempre abiertas. Este Año Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación.

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Proponemos en este apartado la que es la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la indulgencia: sin negarla, el Papa Francisco la profundizó: ¿Qué es una indulgencia plenaria? La supresión del castigo que todo hombre merece por los pecados cometidos. Según la doctrina católica, cuando una persona pide perdón por sus pecados en el sacramento de la confesión borra su condición de pecador, se vuelve a reconciliar con Dios y obtiene la ayuda divina para no pecar más. Con la indulgencia plenaria se borra, además, los castigos de los cuales se ha hecho merecedor eh hombre por cometer esos pecados, y que de otro modo sólo se borran en vida mediante la penitencia, o tras la muerte en el purgatorio. ¿Cómo se gana una indulgencia plenaria durante el Año Santo? Aparte de las cuatro puertas santas de las basílicas romanas, el papa puede especificar lugares concretos donde ganar esas indulgencias, como las puertas de las catedrales de las diócesis u otros lugares especialmente significativos. A propósito del año de la misericordia el papa dijo: "Dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo". 9. ¿Sólo se puede ganar indulgencia en años jubilares? No. La Iglesia puede establecer determinadas indulgencia por festividades concretas, aniversarios, que afectan a toda la Iglesia, a diócesis concretas o a determinadas organizaciones por razones justificadas (aniversarios de su fundación por ejemplo). Un católico que quiera ganar una indulgencia plenaria debe confesar todos los pecados mortales y veniales en el sacramento de la Penitencia, rechazar interiormente cualquier inclinación al pecado, comulgar y rezar por las intenciones del Papa. Dispone de 20 días para realizar todas estas acciones antes o después del acto por el que se concede la indulgencia.


Parábolas de HO Y - Límites (2) viene del n. anterior HOY Pensé en la madre del Pachy. Cuántas veces la defendí en el anónimo grupo de “la calle”. Arriesga la vida, las enfermedades, el desprecio y mucho más. Sin embargo no encontré en ella un “punto firme” para un diálogo sobre el presente y el futuro suyo y de los hijos. Nada. Límites por doquiera. Y mientras intentaba comprenderla y defenderla, sentía que ofendía y aislaba a los hijos. Cuando intentaba defender al Pachy, pobre, me daba cuenta que tiraba en la soledad a los más pequeños, y cuando lo animaba a hacerse cargo, sentía que lo hacía responsable de la casa y lo acosaba, al mismo tiempo que lo acusaba como “ni, ni”. Los más pequeños, mientras, aprendían la ley de la jungla: ojo por ojo, diente por diente. Una pequeñita aldea sin padres, ni docentes responsables del orden y de la educación. Una aldea sin gobierno. Una tremenda gana de defender a la pobre madre, pero chocaba contra los hijos. Cuando quería defender a los hermanos más grandes, terminaba con los pequeños, y cuando pensaba a los pequeños, me faltaba el piso. Son pequeños. ¿A qué principios apelas, si en su corazón y en su cabeza, está todo limpio como una pizarra nueva? A los sumo unos garabatos, movidos por el instinto. Materia prima, nueva, delicada, pero a las intemperies. ¿Saldría a buscar amigos, sicólogos, sociólogos, asistentes sociales, pediatras? ¿Cómo acompañar a estos ciudadanos nuevitos y defenderlos de las amenazas que se oyen aquí y allá: “bajar la edad de imputabilidad… aumentar las penas… prolongar los encierros? Ésta vez correríamos los límites contra los ya golpeados. ¿Otras penas más? ¿Cómo defenderlos cuando en la sociedad, los recursos son tan limitados que casi no se ven? Y yo, y la Iglesia, con una pobreza de personas que ofrezcan, con vocación, un poco de su tiempo, talentos y amor. Fuera de las celeLa Gruta n.473

braciones, no aparece voluntarios ni para cubrir emergencias. Así, como el Pachy en su familia, los cristianos en la Iglesia. ¡No estamos! Y los límites no solo aparecen en la demarcación de la rutas, separando la banquina de la calzada o sugiriendo velocidades. Ahora, una madre sin infancia ¿Podrá alegrar la infancia de sus hijos? Creemos que sí, pero con acompañamiento humano y pedagógico. Una “tarjeta” no alcanza. Pensando en el hornero, me animo a decir que si en los primeros años de vida del niño, desarrollamos su creatividad, estimulamos su autoestima valorando los intentos, sin cargarle responsabilidades desproporcionadas, tendremos maravillosos ciudadanos. Cuando al pequeño no le presentamos obligaciones proporcionadas y límites adecuados , tendremos problemas. Como Iglesia, habrá que poner otras prioridades!!! Como sociedad, sacaría a los sicólogos, a los sociólogos, y a tantos educadores a la calle. ¡Suelten computadores, planillas, estadísticas y sentémonos antes nuestros pequeños, liberándolos de la orfandad, soltando a los Pachy del rol paterno y devolviendo a los padres “su rol de padres”. Tanto el evangelio como la Constitución coinciden. ¿No será que no queremos tocar a la familia porque tendriamos que empezar por casa? ¡”Vía las manos” de volver a golpear a la víctimas! Más familia y mejor educación. A cada uno su rol y a cada uno sus límites. Pedimos a los niños que caminen y corran sin ofrecerles metas que valgan y seduzcan. Convence más una linda meta que un feo calabozo. Rodolfo Bonci 7


Oración a los pies de La Gruta

jueves 9 de junio de 2016 a las 18 hs. en el despacho parroquial: formación de los voluntarios del día 11.

Señor Jesús, tú nos revelaste el misterio de salvación encerrado en tu Corazón cuando dijiste: “Quien tiene sed venga a mí y beba de los ríos de agua viva que manarán de mi Corazón”; nosotros te reconocemos como nuestro Redentor. Danos un corazón nuevo, hecho como el tuyo, e injerta en lo más hondo de nuestro ser un espíritu nuevo que nos abra a Dios nuestro Padre y a los hombres, nuestros hermanos. Oh fuente única de vida para la humanidad roída por la muerte, acéptanos como instrumentos de salvación en todo lo que somos y tenemos, para que en ti y contigo podamos colaborar en la redención del mundo.

Amén.

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: 3 de junio próximo El viernes después de Pentecostés la Iglesia celebra la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Es una fiesta de origen relativamente reciente; la idea que transmite tiene sus raíces en la Escritura, ya que lo que celebramos es el amor de Dios revelado en Cristo y manifestado sobre todo en su Pasión. El símbolo de ese amor es el corazón de Cristo herido por nuestros pecados. San Juan dice al respecto: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó por él a su Hijo único” (Jn 3,16). El amor de Cristo por el Padre y hacia el hombre caído, al que vino a salvar, lo llevará a la muerte, y una muerte de cruz. El mismo declaró: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). El sufrimiento y la muerte en cruz de Jesús son una muestra de su amor por nosotros. San Pablo se maravillaba frecuentemente pensando en ello: “Dios mostró su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5,8). San Pablo experimentó ese amor en un nivel personal profundo: toda su vida fue vivida en la fe en el Hijo de Dios, “el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2,20). 8


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