La Gruta
Julio de 2016
nº
475
BOLETÍN del SANTUARIO NACIONAL de La Gruta de Lourdes Avda. de las Instrucciones 2223. MONTEVIDEO - Uruguay. Tel.: 2222 3532 grutadelourdes@interware.org www.umbrales.edu.uy
Jubileo de la Misericordia Misericordiosos como el Padre Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian... Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra... Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames... Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen?... Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen?... Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso. La Gruta n.475
Lucas 6,27-361
Actualidad Todos somos imprescindibles Reflexiones ante los sucesos en el Barrio MarconiPino Puglisi: mártir de la mafia El 27 de mayo otra vez el barrio Marconi ocupó la primera plana. Los conflictos se profundizan, las brechas sociales se expresan cada día con mayor complejidad y crudeza. Como sociedad seguimos sin poder hacernos las preguntas pertinentes y aún estamos lejos de avanzar en pos de una sociedad integradora, que reconozca el valor de cada una de sus partes.
Hace años en un encuentro de teología en Caxias do Sul el sociólogo Norberto Curado de la universidad de Campinas nos preguntó “¿cuántos jugadores integran un cuadro de fútbol en un partido?”. La respuesta unánime fue once. “Error”, nos dijo, “son dieciocho porque los suplentes también participan, presionan sobre sus compañeros para evitar salir y si entran en cualquier momento cambia el juego”. Lo mismo pasa en la sociedad con los sectores marginados, aunque no reciben beneficios o participan en muchas de sus actividades, son actores pues presentan demandas y desafíos o son llamados a participar cuando la sociedad necesita más recursos humanos y son descartados cuando decae la demanda. Frente a lo sucedido el 27 de mayo, en el Barrio Marconi, hay cientos de miradas y teorías de por qué pasó y quiénes son los culpables, pero no logramos mirar los procesos históricos que prepararon e hicieron posible esta situación, y qué responsabilidad tenemos como sociedad en todo esto por acción u omisión. No hay duda que nuestra sociedad es excluyente y no integradora. Que desde hace muchos años, la población del barrio Marconi fue expulsada a los márgenes y no es vista como parte de la misma. Continuamente hablamos de la necesidad de “inclusión” como si no fuesen parte de nuestra sociedad. Incluir algo significa agregar un elemento que no forma parte. 2
Los consideramos un elemento extraño y queremos hacerlos como “nosotros”. Quino, el creador de Mafalda, en una viñeta que plantea nuestra visión de los pobres y diferentes termina con esta sabia reflexión: “Se dice fácil son como nosotros ¿cuánto tiempo nos llevará empezar a decirnos somos como ellos?”. Sí, somos como ellos. La sociedad se parece a un puzzle donde todas las piezas son diferentes pero imprescindibles y deben integrarse unas con otras en igualdad de condiciones. Si queremos evitar que se repita lo sucedido debemos reconocer la dignidad de todas las piezas y asumir que todas tienen algo que aportar para que la sociedad esté completa. Ninguna pieza (o sector) puede imponer a las demás su “forma” pues si no fueran diferentes nada aportarían, sería imposible integrarlas. Y lo más importante, ninguna es descartable. Y si se pierde alguna hay que buscarla, aún a riesgo de perder las restantes, como nos recuerda Jesús en la parábola de la oveja perdida (Lucas 15,3-7). Sólo así podremos alegrarnos de que nuestra sociedad logre una convivencia justa y solidaria. Por todo esto es imprescindible no seguir estigmatizando al Marconi (y otros muchos barrios) sino buscarlo con amor para que recupere su dignidad y aporte sus riquezas que faltan en nuestra sociedad. Adolfo Ameixeiras
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Jubileo de la Misericordia
Misericordiosos como el Padre Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. Lucas 6,27-36
La Gruta n.475
Dice el papa Francisco: Queremos vivir * este Año Jubilar a la luz de la palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre. El evangelista refiere la enseñanza de Jesús: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6,36). Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz. El imperativo de Jesús se dirige a cuantos escuchan su voz (cfr Lc 6,27). Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto significa recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida. ¡Amar a los enemigos! Las palabras de Jesús son exigentes y difíciles: amar a los enemigos, no maldecir, ofrecer la otra mejilla a quien te hiera en una, no reclamar cuando alguien toma lo que es tuyo. Estas frases parecen favorecer a los ricos que roban.
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Preguntas ¿Será que miramos la vida y a las personas con la misma mirada de Jesús? ¿Qué quiere decir hoy “ser misericordioso como el Padre celestial es misericordioso"?
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Jesús, cuando el soldado le hirió en la me* jilla, reaccionó con firmeza: “Si hablé mal, ¡pruébalo! Y si no ¿por qué me golpeas?”. Entonces, ¿cómo entender estas palabras? Los versículos siguientes nos ayudan a entender lo que Jesús quiere enseñarnos. Dos frases de Jesús ayudan a entender lo que él quiere enseñar. La primera frase es la así llamada Regla de Oro: “Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes”. Es una regla que todas las religiones invitan a observar: todos la podemos entender y acercarnos así al Padre de toda la humanidad.
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La segunda frase es: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericor-
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Salmo 15
S
eñor, ¿quién habitará en tu santa Montaña? El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado; el que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará.
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dioso”. Estas dos frases muestran que Jesús quiere cambiar el sistema. Lo Nuevo que el quiere construir nace de la nueva experiencia de Dios como Padre lleno de ternura que ¡acoge a todos! Jesús manda tener una actitud nueva: “¡Amar * a los enemigos!”. No maldecirlos, no odiarlos, para iniciar. El amor no puede depender de lo que recibimos del otro. El verdadero amor tiene que querer también el bien del otro, independientemente de que él o ella hagan por mí. El amor tiene que ser creativo: así es el amor de Dios para nosotros. Nunca nadie podrá llegar a decir: “he sido compasivo como el Padre celestial es compasivo”. Se trata de buscar vivir como Jesús vivió.
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Jubileo de la Misericordia Misericordiosos como el Padre Desde la linda y abundante predicación del papa Francisco sobre la Misericordia, publicamos el texto de la audiencia del 11 de mayo pasado; después de comentar “familiarmente” la parábola del Hijo Pródigo, Francisco concluye con la invitación que motiva nuestra peregrinación de este día 11.
Queremos reflexionar sobre la parábola del Padre misericordioso. Ella habla de un padre y de sus dos hijos, y nos hace conocer la misericordia infinita de Dios. Iniciemos del final, es decir, de la alegría del corazón del Padre, que dice: “Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado” (vv. 23-24). Con estas palabras el padre interrumpió al hijo menor en el momento en el cual estaba confesando su culpa: “Ya no merezco ser llamado hijo tuyo…” (v. 19). Pero esta expresión es insoportable para el corazón del padre, que en cambio se apresura en restituir al hijo los signos de su dignidad: la mejor ropa, el anillo, las sandalias. Jesús no describe a un padre ofendido y resentido, un padre que, por ejemplo, dice al hijo: “me la pagarás, ¡eh!”; no, el padre lo abraza, lo espera con amor. Al contrario, la única cosa que el padre tiene en su corazón es que este hijo esté ante él sano y salvo y esto lo hace feliz y hace fiesta. La acogida del hijo que regresa es descrito de modo conmovedor: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó” (v. 20). Cuanta ternura; lo ve desde lejos: ¿Qué cosa significa esto? Que el padre subía a la terraza continuamente para mirar el camino y ver si el hijo regresaba… Lo esperaba, aquel hijo que había hecho de todo, pero el padre lo esperaba. Que cosa bella la ternura del padre. La misericordia del padre es rebosante, incondicionada, y se manifiesta mucho antes que el hijo hable. Cierto, el hijo sabe que La Gruta n.475
se ha equivocado y lo reconoce: “Padre, pequé… trátame como a uno de tus jornaleros” (v. 19). Pero estas palabras se disuelven ante el perdón del padre. El abrazo y el beso de su papá le hacen entender que ha sido siempre considerado hijo, no obstante todo. ¡Pero es hijo! Es importante esta enseñanza de Jesús: nuestra condición de hijos de Dios es fruto del amor del corazón del Padre; no depende de nuestros méritos o de nuestras acciones, y por ello nadie puede quitárnosla, nadie puede quitárnosla, ¡ni siquiera el diablo! Nadie puede quitarnos esta dignidad. Esta palabra de Jesús nos anima a no desesperarnos jamás. Pienso en las mamás y en los padres preocupados cuando ven a sus hijos alejarse tomando caminos peligrosos. Pienso en los párrocos y catequistas que a veces se preguntan si su trabajo ha sido en vano. Pero pienso también a quien se encuentra en la cárcel, y le parece que su vida se ha terminado; a cuantos han realizado elecciones equivocadas y no logran mirar al futuro; a todos aquellos que tienen hambre de misericordia y de perdón y creen de no merecerlo… En cualquier situación de la vida, no debo olvidar que no dejaré jamás de ser hijo de Dios, ser hijo de un Padre que me ama y espera mi regreso. Incluso en las situaciones más feas de la vida, Dios me espera, Dios quiere abrazarme, Dios me espera. En la parábola existe otro hijo, el mayor; también él tiene necesidad de descubrir la miseri5
cordia del padre. Él siempre ha estado en casa, ¡pero es tan diferente del padre! Sus palabras no tienen ternura: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes… ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto… !” (vv. 29-30), el desprecio. No dice jamás “padre”, no dice jamás “hermano”, piensa solamente en sí mismo, se jacta de haber permanecido siempre junto al padre y de haberlo servido; a pesar de ello, jamás ha vivido con alegría esta cercanía. Y ahora acusa al padre de no haberle dado jamás un cabrito para hacer fiesta. ¡Pobre Padre! ¡Un hijo se había ido, y el otro jamás le había estado cerca! El sufrimiento del padre es como el sufrimiento de Dios, el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o porque vamos lejos o porque estamos cerca pero sin ser cercanos. El hijo mayor, también él tiene necesidad de misericordia. Los justos, estos que se creen justos, tienen también necesidad de misericordia. Este hijo representa a nosotros cuando nos preguntamos si vale la pena trabajar tanto si luego no recibimos nada a cambio. Jesús nos recuerda que en la casa del Padre no se permanece para recibir una recompensa, sino porque se tiene la dignidad de hijos co-respon-
sables. No se trata de “baratear” con Dios, sino de estar en el seguimiento de Jesús que se ha donado a sí mismo en la cruz –y esto– sin medidas. “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría” (v. 31). Así dice el Padre al hijo mayor. ¡Su lógica es aquella de la misericordia! El hijo menor pensaba de merecer un castigo a causa de sus propios pecados, el hijo mayor esperaba una recompensa por sus servicios. Los dos hermanos no hablan entre ellos, viven historias diferentes, pero ambos razonan según una lógica extraña a Jesús: si haces el bien recibes un premio, si haces el mal serás castigado; y esta no es la lógica de Jesús, no lo es. Esta lógica es invertida por las palabras del padre: “Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado” (v. 31). ¡El padre ha recuperado al hijo perdido, y ahora puede también restituirlo a su hermano! Sin el menor, también el hijo mayor deja de ser un “hermano”. La alegría más grande para el padre es ver que sus hijos se reconozcan hermanos. Los hijos pueden decidir si unirse a la alegría del padre o rechazarla. Deben interrogarse sobre sus propios deseos y sobre la visión que tienen de la vida. La parábola termina dejando el final en suspenso: no sabemos qué cosa ha decidido hacer el hijo mayor. Y esto es un estímulo para nosotros. Este Evangelio nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar a la casa del Padre y participar de su alegría, en la fiesta de la misericordia y de la fraternidad. Hermanos y hermanas, ¡abramos nuestro corazón, para ser “misericordiosos como el Padre”!
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Parábolas de HO Y - El “bobo” grado 5 (2) HOY (viene del boletín de junio) Y como también a los “bobos”, se les prenden las lamparitas, pensé en Jesús. El “SABIO” GRADO CINCO” y la multitud. Un día, Jesús, tenía muchas cosas para decirle a la gente, y se le ocurrió hablarles por el camino. Arrancó hacia el desierto. El desierto inspira. Tiene recuerdos, sentidos. Es una terapia y favorece la concentración. La gente, seducida por su Persona, su poder y sus enseñanzas, lo seguía a pesar de la distancia. Los discípulos, atentos a la gente y calculando las dificultades del hambre, las distancias, y la hora, lo advierten: “¡Despide a la multitud para que vayan a los pueblos y caseríos en busca de albergue y comida!” Y Jesús: “¡Denles ustedes de comer!”. “¡Tenemos apenas cinco panes y dos pescados!. ¡Háganlos sentar en grupos de cincuenta!. Y tomando los panes y los pescados, rezó, los bendijo y se los dio a los discípulos para que los repartieran… comieron todos hasta saciarse y sobraron doce canastos.” Siempre se me ocurre esa ecuación: Problemas, más “soledad”, igual a más problemas… Mientras que “Problemas, más, solidaridad, igual, solución. ¡Comieron todos y sobraron doce canastos. Me pregunto entonces: ¿Cómo es que la gente siguió a Jesús en el descampado, sin preocuparse de hora, la oscuridad, la distancia, la falta de albergue, y de comida, y aceptó sentarse a la hora que nosotros hubiéramos tomado el camino del retorno y la dispersión? Es que habían conocido a Jesús, amigo, maestro, el SEÑOR Y TODO. Él poblaba el desierto, calmaba el hambre, iluminaba la noche, achicaba las distancias. (Tal vez mi Jesús es apenas un gran “tipo”, del que guardo una “estampa” colgada de una “pared”. Un ideal que no mueve, no convence no tiene ni trae
soluciones. Al no frecuentarlo, quedó desdibujado y desteñido. Agregamos de nuestra parte el achique del sacrificio, del esfuerzo, mutilando así las capacidades de entrega de las personas. Hemos casi logrado conformar, al mismo tiempo, metas mediocres, con personas mediocres, Ideales poco atractivos, con candidatos ordinarios. Cuando Dios nos creó, salió con un: “¡Muy bueno!”. Jesús nos sacó del pozo con su cuerpo y su sangre. Se nos sirvió en bandeja. “Al que me coma, lo resucitaré para la vida eterna.” Sin embargo, ¿Qué le decimos a nuestros hijos? De ese Pan, de esa Comunión, de la catequesis?... ¡Si no te gusta, déjala!… ¡Si te aburre, quédate!… ¡Te entiendo: toda la semana clases, “”pobrecito””, no lo quiero despertar. Así achicamos metas y competidores. Una medalla de oro merece la pena. Jesús, no. ¿Para que la Misa, si aburre? ¿Para qué trabajar, si en una noche, me hago el botín? ¿Para qué sacrificarme si mis padres alcanzan? Ayudar al prójimo… ¿qué gano con eso? Y ¿Para los señores del poder? ¡Todo está cumplido! ¡La civilización mediocrizada, la ciencia domesticada, el orden domado. Las enfermedades programadas y los capitales en el bolsillo justo. ¿Y si esto me duele? ¿No será porque soy un “bobo grado cinco”? o tal vez, ¿porque conozco a Jesús, la solución y no la ofrezco? ¿O la ofrezco mal? “¡Jesús, despide a la gente porque es tarde, estamos en un descampado, y nos falta todo! Y así cada cual se rebusque como pueda!” ¿Será esta la conclusión del bobo grado cinco? Rodolfo Bonci
La Gruta n.475
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Oración a los pies de La Gruta
Martes 9 de agosto de 2016 a las 18 hs. en el despacho parroquial: formación de los voluntarios del día 11.
Señor Jesús, sumo y eterno sacerdote, derrama sobre nosotros tu Espíritu. Danos un corazón para amar, una voluntad dispuesta al sacrificio, una vida para entregar. Danos, Señor, un espíritu generoso para anunciar tu evangelio aun en circunstancias adversas. Danos un inagotable espíritu de amor para aceptar a cada hombre como hermano. Danos, Señor, la gracia de vivir fielmente lo que predicamos a los demás. A ti consagramos nuestra vida aceptando todo lo que nos tienes reservado como signo de tu amor.
Amén. umbrales.edu.uy
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