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La Gruta

Abril de 2017

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BOLETÍN del SANTUARIO NACIONAL de La Gruta de Lourdes Avda. de las Instrucciones 2223. MONTEVIDEO - Uruguay. Tel.: 2222 3532 www.umbrales.edu.uy umbralesuruguay@gmail.com

Paz y no violencia Jesús enseña la Paz

La

Ustedes han oído que se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él... Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo... Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Mt 5,38-48 1 Gruta n.484


Actualidad ¿SEMANA DE TURISMO O SEMANA SANTA? La Cuaresma no se nota en nuestra sociedad uruguaya; más bien parecen seguir los carnavales y las murgas en todos lados. ¿Y la Semana Santa?

La Semana Santa es en todo el mundo cristiano la “semana mayor” en la que celebramos los acontecimientos más extraordinarios de la vida de Jesús y del Cristianismo. En particular el “triduo sagrado” (jueves santo, viernes y sábado santo) acomuna a todos los fieles en la masiva participación de las celebraciones litúrgicas. Sin embargo Uruguay tiene una particularidad única en América Latina y quizás en el mundo: Semana Santa oficialmente no existe. Desde comienzos del siglo pasado los gobiernos laicistas y masónicos establecieron la Semana de Turismo en su lugar, como también en Navidad el Día de la Familia. A la Semana de Turismo se le añadió después la Semana de la cerveza, de la doma, de la carrera de bicicletas, etc. Ya en 1907 se había aprobado la ley de divorcio; ese mismo año se retiraron los crucifijos de los hospitales y se alejaron a las religiosas de los cuidados de los enfermos. Se suspendió el juramento del presidente de la república sobre la Biblia, se eliminó cualquier tipo de signo u oración religiosa en la escuela pública, se impuso la separación total entre Iglesia y Estado. Uruguay, que había recibido una tradición católica por parte de Artigas y de los próceres, fue secularizado forzadamente y hasta se persiguió a la Iglesia, buscando eliminarla de todos los ámbitos públicos y reducirla a los templos y a las sacristías. El Estado se transformó en laicista y anticlerical. Todo esto hoy ya pasó; se está imponiendo una sana laicidad, que garantiza y defiende la libertad religiosa. Pero quedan huellas y dificultades. La enseñanza pública 2

es completamente atea, por lo que subsiste una ignorancia religiosa obligatoria y generalizada. El alejamiento de todo vestigio religioso se nota en la universidad estatal; muchos ciudadanos cultos no conocen ya nada de la tradición cristiana, a no ser sus caricaturas y deformaciones. Se siguen transmitiendo las imágenes más viejas y negativas del Catolicismo, desde la Inquisición en adelante o las viejas interpretaciones iluministas de la Biblia y de la religión. A diferencia de los demás países de América Latina, la Iglesia Católica es débil y pobre como institución; vive tan solo de sus recursos. Solo el 41% de los uruguayos está bautizado (el porcentaje más bajo de América Latina) cuando en Paraguay, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela.., casi el 90% de la población se declara cristiano. Hoy la Iglesia en Uruguay se presenta como una Iglesia humilde, deseosa de contribuir al bien común, pero también de tener una presencia pública en los grandes debates nacionales. Queda pendiente la construcción de una cultura del encuentro en que la libertad de las ideas y de los credos sea realmente efectiva.


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Paz y no violencia

Jesús enseña la Paz Dijo Jesús a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Mt 5,38-48

Vivimos en una realidad violenta: sea * lejos de nosotros (en Siria, en el Oriente Medio...), sea cerca de nosotros (en nuestros barrios, en América Latina...) estalla a menudo una violencia inesperada, que deja tristeza, inseguridad y muerte. El mensaje de Cristo, ante esta reali* dad, ofrece una respuesta radicalmente positiva: él predicó incansablemente el amor incondicional de Dios que acoge y perdona, y enseñó a sus discípulos a amar a los enemigos (Mt 5,44) y a poner la otra mejilla (Mt 5,39). (Papa Francisco).

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Con una serie de ejemplos, Jesús pone de manifiesto la dinámica de sentido y significado que él le da a la Ley de Moisés. Ojo por ojo; diente por diente. Se trata * de formulaciones concretas de la ley del talión, que pertenece al derecho penal y consiste en hacer sufrir al delincuente un daño igual al que causó, no mayor, introduciendo un criterio de objetividad en el ejer-

Preguntas ¿Qué es lo que desencadena la violencia en la sociedad? ¿Y en tu corazón? ¿Te parece posible la propuesta de Jesús?

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cicio de la justicia. Ante el recurso legal como medio disuasorio, Jesús ofrece la alternativa superior de un desarme del corazón y del espíritu con capacidad para renunciar a todo tipo de compensación y para desarmar al contrario por medio de la sorpresa de una actitud abierta y liberal.

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En primer lugar se enuncia el principio general: no hacer frente al agresor, es decir, no recurrir a la violencia. Este principio viene después explicado prácticamente a base de casos gráficos, paradójicos, chocantes.

Al que te pone pleito para quitarte la túnica, * dale también la capa. La túnica era la prenda interior de vestir, la capa, la exterior. Alguien te lleva a juicio por la ropa interior que llevas, pues cree que se la has robado. Jesús te dice: dale también la ropa exterior. La propuesta es de las de dejar a uno atónito, pues equivale a decir que te quedes desnudo. A quien te requiera para caminar una milla, * acompáñale dos. Los romanos, siguiendo una práctica persa, requisaban personas y anima-

les para la realización de servicios públicos. El caso contemplado por Jesús es el del invasor romano obligando al judío a llevar una carga por espacio de un kilómetro. La propuesta de Jesús es, de nuevo, para dejar atónitos: dobla la distancia que te exige el invasor.

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La alternativa de Jesús propone la superación del concepto de enemigo en base a la actuación de Dios Padre, quien desconoce por completo este concepto. A esta razón añade Jesús otra de tipo amistoso-práctico: el discípulo suyo debe ser diferente de los demás, para concluir con la invitación a ser perfectos. Perfecto en el sentido de completo, abarcador.

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Ser cristiano es estar situado en el espacio que se abre más allá de la ley, más allá de lo mandado y prohibido.

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Ser cristiano es descubrir a Dios como Padre y seguir su lógica. Así serán hijos de su Padre que está en el cielo. Sean perfectos como su Padre celestial. El Padre es la referencia que explica la razón de ser del cristiano.

i corazón no se ha ensoberbecido, Señor, M ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas. No, yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí. Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre. Salmo 131

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Siempre que hablamos de María, quedamos cortos... No es una página bíblica, ni de literatura apócrifa, tampoco una “parábola”, simplemente una imaginación. Una paginita, como de despedida a los 100 años de Fátima. Hoy quedamos cortos también cuando hablamos del ser humano. Vivimos en una cultura mutiladora. De manera especial reducimos a la mujer. En este 2017 nos gustaría, contemplando a María, que, Ella misma nos devolviera a la mujer en su maravilloso tamaño. Es una gracia que pedimos a La Virgen al cumplirse los 100 años de las apariciones en Fátima. Que la Pascua de Jesús nos ayude a redescubrir un concepto de persona humana más auténtico y renovado. No somos instrumento de producción o robot actualizado, según los intereses del mercado, ni muñecos de placer.

En un pueblito del interior, vivían un tal Joaquín y su mujer, Ana. Los vecinos los conocían por su generosidad. No había quién no hubiera gustado la alegría de recibir alguna gauchada de esa pareja o de alguno de sus hijos. Las vecinas, comentaban con santa envidia, lo que sabían de Joaquín, Ana, y de sus hijos, lo educados que eran. La familia era numerosa y sin embargo se llevaban bien. Al amanecer, en la casa de Joaquín todo comenzaba en el Nombre de Dios. Entre tantos hermanos una niña, María, parecía gozar de la simpatía de todos. A la hora de “La Palabra”, Ana leía y recordaba mensajes y hechos de la Historia del Pueblo. María, tenía siempre algunas preguntas más por hacer. Ana, a veces, la mandaba con su padre para que le resolviera dudas e inquietudes. No faltaba quien, terminada la charla, mirara a María esperando quién sabe que otra pregunta. María y sus hermanas acompañaban a su madre, mientras que los hermanos iban a la huerta, a la chacra, o a cuidar el rebaño en las praderas de la sierra vecina. El reencuentro de la tarde, poniendo en común lo vivido, era ameno y, a veces, fuerte y acalorado. Los padres, con pocas palabras, resumían lo más significativo. Después de la cena, La Gruta n.484

el recitado de algunos salmos, y el beso, concluían el rito final. Pero ese beso de María era como si les sacara el cansancio. Lo esperaban. Pasaron muchos años sin que se lo comentaran entre sí. Era normal. Pero cuando de a poco se fueron casando y retirando de la familia, a pesar de revivir todo aquello, la falta de ese beso fue como un desgarro, nacía una nostalgia y finalmente una necesidad fuerte de volver cada tanto a la casa paterna. Los padres de María se preguntaban a veces, por qué esa chiquilina era tan especial, tan diferente, tan respetuosa, tan delicada. Uno entiende que entre los hermanos, entre los chiquilines de cualquier barrio algunos sobresalen, pero esta no tiene igual. ¿Qué chiquilín no hizo alguna travesura? ¿Qué chiquilina no mintió alguna vez? Pero esta, María, nunca. Ya es una adolescente y hay que pensar en un matrimonio. Y la mirada de los padres no encontraba, en el pueblo, alguien que la pudiera merecer. “¿Qué te parece, Ana?”, Decía Joaquín. “Esta mucha5


chita no habla de matrimonio, nunca la escuché nombrar a nadie, a ningún vecino. ¿Será que tiene en su corazón algún secreto?” “¡Ya tiene edad! ¡Pregúntale qué piensa!” “¡Adelántale el nombre de José, el carpintero! Es un hombre honrado, justo, de palabra, tiene un oficio y por lo menos no va a sufrir violencia y no va a pasar hambre”. Ana no era mujer de muchas palabras, le gustaba respetar el parecer de los hijos, y no quería presionar a nadie y menos a esta chiquilina tan delicada pero al mismo tiempo tan serena y firme. Una tarde, terminaron más pronto que nunca la limpieza de la casa y el lavado de la ropa. Se sentaron a la sombra del tendal como para saborear el fin de la tarea y se pusieron a conversar, Ana, María y sus hermanas Judith y Esther. La conversación se hizo tan animada que no les faltó ganas a Joaquín y a los hermanos de arrimarse para participar de la misma. El respeto de las diferencias, que no tiene nada que ver con la discriminación, los retuvo. Sin embargo quedaron claras las ideas de la discusión. “El matrimonio” es cosa buena, creada y querida por Dios pero no es ni necesidad, ni obligación. “El celibato”, puede ser una opción buena y en ocasiones hasta mejor que el matrimonio. El tener hijos es una bendición grande a pesar que implique sacrificios enormes. La vida del ser humano es sagrada, pertenece a Dios y solo él dispone. “Nadie es dueño de su vida para hacer de ella lo que se le antoje”. Siempre hay que preguntarle a Dios “el por qué” y “para qué” de la vida. Y la conversación de ese puñado de mujeres, Ana, María, Esther y Judith, seguía animada de tal manera que los muchachos, se creyeron con derecho a participar. Pidieron permiso a Ana. Arrimaron unos tronquitos, e integraron la ronda como para un humilde y sabroso compartir. Esther defendía 6

la idea de que si la vida viene de Dios y los hijos son hijos de Dios hay que tener muchos hijos, siempre cuidando de que tengan una buena educación. Dios no abandona a sus hijos. Una fuerte comunicación con Dios es una fuerte preparación para enfrentar la vida. La fe es la herramienta para lograr la felicidad, aún en la pobreza o en la enfermedad, y citaba a Job con lujo de detalles... Judith en cambio sostenía que “más vale pocos hijos, pero bien parados”. ¡Claro! Para ella lo de “bien parados”, significaba que tuvieran una casita, una profesión, un trabajo digno y suficiente. Uno de los hermanos sugirió irónicamente: “y un depósito para prestar “a usura”. “¡De ninguna manera!” Dijo Judith. “Yo pienso que los padres deben engendrar a los hijos y… un poco de su futuro”. Otro hermano agregó que los hijos no nacen discapacitados sino que todos tienen las capacidades para lograr aquello para lo cual Dios nos los confía. No tenemos que hacerles el futuro, sino ayudarles a descubrirse con los talentos con los que cuentan para el futuro. María escuchaba atentamente la opinión de todos. Una de las actitudes que más valoraban sus hermanos era justamente esa: estar en actitud de aprender. Lo más inmediato que se veía en ella era eso: escuchar, oír, atender, aprender. En todos encontraba aspectos buenos, ideas importantes, valores, virtudes. ¡No es que todo estuviera bien, sino que en todo había algún aspecto bueno! Ana aprovechó a decirle entonces: “¡María! Tu ¿Qué opinas del matrimonio y de los hijos?” “¡Mamá! Yo pienso que debemos preguntarle a Dios, lo que piensa. El que todo lo hace, lo hace para algo. Lo hace para enseñarnos. Nos hace para ser felices. Yo pienso que el Matrimonio es algo grande. La unión de un hombre y una mujer es algo divino, por eso de allí, como de Dios, vienen los hijos. Ahora, si la unión de un hombre


y una mujer es algo grande y fecundo... ¿Cómo será la unión de una persona con Dios mismo?... ¡Mamá! Yo siempre sentí este deseo. La Gruta n.484

Y, más que un deseo, una “decisión”: entregarme toda, siempre y solo a Dios. No subestimo ni al hombre ni al matrimonio, pero pien7


so que “solo Dios” puede llenar lo que siento”. Los hermanos la miraron fijamente. Habían escuchado muchas veces expresiones como estas, pero, con tanta fuerza, en presencia de Ana, nunca. Uno de ellos, como para restarle importancia le recordó que los hijos son una bendición, a lo que ella contestó: “Si Dios quiere compartir conmigo un hijo, aquí me tiene. Yo soy su hija y mi hijo sería su Hijo”. Otro hermano afirmó que el no tener hijos sería triste, doloroso y fuente de soledad. A lo que ella contestó: “¿Te parece que tenerlo a Dios como Padre, no sería compartir su fecundidad y derrotar a la soledad?”. Ana, evitando la radicalización de las diferencias, adelantó: “¡María! Tu padre y yo hemos pensado que te podría ayudar ese tal José, el carpintero. Es un muchacho serio, trabajador y justo. Todos los sábados, en la sinagoga, escucha la Palabra, más que con atención, con devoción. Su patio está lleno de frutales, su taller limpio y prolijo y no hay vecino que no recuerde alguna gauchada de él. Jamás se lo vio con problemas de alcohol ni en líos de patota. ¡Más de una chiquilina 8

del barrio se lo llevaría con gusto!”. “¡Mamá! Ya te dije: ¡Toda de Dios! Él solo dirá lo que quiere de mi”. “Hija, los padres tenemos la obligación de proveer para nuestras hijas. Todo esto convérsalo también con José. ¡Cuéntale lo que sientes!”. Un silencio profundo cortó la conversación. Ana, como restando importancia a lo dicho concluyó diciendo simplemente. “Un día de estos Joaquín va a invitar a José a comer un corderito con nosotros. Será cerca de tu cumpleaños, María. Tú verás que se trata de un hombre justo y bueno. Es un hombre sin doblez”. ¿Comprenderá José, Qué significa virginidad, castidad, amar? ¿Se puede amar sin tener relaciones sexuales? ¿Se puede compartir el día, el trabajo, la vida, sin compartir sexo? Sabemos que José lo entenderá, no sin sacrificio y asumirá compartir la vocación y la misión de María. Ser uno significa integrar hasta unir, sin sacrificar a ninguno de los dos. ¡Hay tanta riqueza en la imagen de Dios, tanto mujer como varón, para compartir, que la vida no alcanza! Rodolfo Bonci


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Paz y no violencia

Jesús enseña la Paz Los cristianos no siempre sabemos captar algo que Gandhi descubrió con gozo al leer el evangelio: la profunda convicción de Jesús de que solo la no violencia puede salvar a la humanidad.

Después de su encuentro con Jesús, Gandhi escribía estas palabras: “Leyendo toda la historia de esta vida... me parece que el cristianismo está todavía por realizar... Mientras no hayamos arrancado de raíz la violencia de la civilización, Cristo no ha nacido todavía”. La vida entera de Jesús ha sido una llamada a resolver los problemas de la humanidad por caminos no violentos. La violencia tiende siempre a destruir; pretende solucionar los problemas de la convivencia arrasando al que considera enemigo, pero no hace sino poner en marcha una reacción en cadena que no tiene fin. Jesús llama a “hacer violencia a la violencia”. El verdadero enemigo hacia el que tenemos que dirigir nuestra agresividad no es el otro, sino nuestro propio “yo” egoísta, capaz de destruir a quien se nos opone. Es una equivocación creer que el mal se puede detener con el mal y la injusticia con la injusticia. El respeto total al ser humano, tal como lo entiende Jesús, está pidiendo un esfuerzo constante por suprimir la mutua violencia y promover el diálogo y la búsqueda de una convivencia siempre más justa y fraterna. Los cristianos hemos de preguntarnos por qué no hemos sabido extraer del Evangelio todas las consecuencias de la “no violencia” de Jesús, y por qué no le hemos dado el papel central que ha de ocupar en la vida y la predicación de la Iglesia. No basta con denunciar el terrorismo. No es suficiente sobrecogernos y mostrar nuestra repulsa cada vez que se atenta contra la vida. Día a día hemos de construir entre todos una sociedad diferente, suprimiendo de raíz “el ojo por ojo y diente por diente” y cultivando una actitud reconciliadora difícil, pero La Gruta n.484

posible. Las palabras de Jesús nos interpelan y nos sostienen: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen”. INCLUSO A LOS ENEMIGOS Es innegable que vivimos en una situación paradójica. “Mientras más aumenta la sensibilidad ante los derechos pisoteados o injusticias violentas, más crece el sentimiento de tener que recurrir a una violencia brutal o despiadada para llevar a cabo los profundos cambios que se anhelan”. Así decía hace unos años, en su documento final, la Asamblea General de los Provinciales de la Compañía de Jesús. No parece haber otro camino para resolver los problemas que el recurso a la violencia. No es extraño que las palabras de Jesús resuenen en nuestra sociedad como un grito ingenuo además de discordante: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen”. Y, sin embargo, quizá es la palabra que más necesitamos escuchar en estos momentos en que, sumidos en la perplejidad, no sabemos qué hacer en concreto para ir arrancando del mundo la violencia. Alguien ha dicho que “los problemas que solo pueden resolverse con violencia deben ser planteados de nuevo” (F. Hacker). Y es precisamente aquí donde tiene mucho que aportar también hoy el evangelio de Jesús, no para ofrecer soluciones técnicas a los conflictos, pero sí para descubrirnos en qué actitud hemos de abordarlos. Hay una convicción profunda en Jesús. Al mal no se le puede vencer a base de odio y violen9


cia. Al mal se le vence solo con el bien. Como decía Martin Luther King, “el último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta”. Jesús no se detiene a precisar si, en alguna circunstancia concreta, la violencia puede ser legítima. Más bien nos invita a trabajar y luchar para que no lo sea nunca. Por eso es importante buscar siempre caminos que nos lleven hacia la fraternidad y no hacia el fratricidio. Amar a los enemigos no significa tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el mal. Lo que Jesús ha visto con claridad es que no se lucha contra el mal cuando se destruye a las personas. Hay que combatir el mal, pero sin buscar la destrucción del adversario. Pero no olvidemos algo importante. Esta llamada a renunciar a la violencia debe dirigirse no tanto a los débiles, que apenas tienen poder ni acceso alguno a la violencia destructora, sino sobre todo a quienes manejan el poder, el dinero o las armas, y pueden por ello oprimir violentamente a los más débiles e indefensos. La llamada al amor es siempre atractiva. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos. Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general que respiraba en su entorno de odio hacia los enemigos, proclamó con claridad absoluta su llamada: “Yo, en cambio, les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen”. Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. 10

El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse, sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios no ha de introducir en el mundo odio ni destrucción de nadie. El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo, porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos, incluso el de sus enemigos. Cuando Jesús habla del amor al enemigo no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón. Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor o afecto hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando odio y sed de venganza. Pero no se trata solo de no hacerle daño. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos. Podemos incluso devolverle bien por mal. El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias, a la persona se le puede hacer prácticamente imposible liberarse enseguida del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.


TRIDUO PASCUAL Jueves Santo. LA CENA DEL SEÑOR La celebración del Jueves Santo está centrada en la institución de la Eucaristía que Jesús instituyó en la Última Cena, cuando nos mandó "hacer eso en memoria suya". No se trata de una celebración individual, sino de una tradición recibida del Señor a través de la Iglesia que convoca a todos sus hijos a reunirse alrededor del Maestro, quien preside la celebración. La Eucaristía es sacrificio memorial. Es sacrificio: la sangre es símbolo de la Vida que Dios nos regala en la cruz del Señor, para unirse a nosotros. Es memorial, no simple recuerdo: la acción litúrgica realiza verdaderamente la salvación. El pasado (la cruz del Señor) se hace accesible en el presente (la vida de la Iglesia) por medio de la celebración. Finalmente la Eucaristía es anuncio de la muerte del Señor hasta que vuelva, en el día de la Pascua eterna. El lavatorio de pies... Es un gesto propio del Jueves Santo: Jesús lavó los pies a sus discípulos en la Última Cena. Es el resumen de todo lo que significa el Jueves Santo. Con la narración del lavatorio de los pies y su realización, la liturgia nos transmite el sentido más profundo de la Eucaristía: AMOR Y SERVICIO. El Jueves Santo es día del amor fraterno. El sacrificio de Cristo debe comprometernos a amarnos. Es un día para examinarnos en el amor a la luz de Cristo. No se trata de buenas palabras, sino de hechos. Viernes Santo. CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR El Viernes Santo la Iglesia celebra la muerte victoriosa de Jesús. En la cruz vemos al Señor y en Él descubrimos la posibilidad de colmar todas las ansiedades de nuestro mundo: con La Gruta n.484

su cruz, Jesús nos anuncia que todo el mal y el dolor serán vencidos gracias al Amor. En la celebración de la Pasión del Señor, destaca el rito de la Adoración de la Cruz que es presentada a la Iglesia y a la que todos los presentes nos dirigimos para besarla. Besar la cruz significa estar dispuesto a aceptarla. Aceptar la cruz del Señor, su camino de entrega por los demás que le llevó a la muerte y aceptar la propia cruz, el camino que cada uno de nosotros tenemos para unirnos al que nos llama desde el Calvario. También el Via Crucis es una forma devota de celebrar la Pasión y muerte de Jesús. Sábado Santo. VIGILIA PASCUAL En la Vigilia Pascual celebramos la resurrección del Señor. En la oscuridad de la noche surge una luz nueva, Cristo, en cuya resurrección, buena noticia definitiva para el mundo, participamos por el Bautismo y la Eucaristía. En la Vigilia Pascual celebramos dos cosas fundamentales: que Jesús vive y que nosotros vivimos su vida. Escuchamos la proclamación en las lecturas de las maravillas que Dios ha ido haciendo a lo largo de la historia, que culminan en la resurrección de Jesús. La celebración de la Vigilia Pascual constituye un nacimiento de la nueva vida en la Iglesia. En nuestra fiesta recibimos a Cristo como luz del mundo representado en el cirio pascual del que encendemos nuestras velas. Cristo, la luz definitiva, es también nuestra luz. Por el Bautismo, que renovamos en nuestra celebración, hemos pasado a formar parte de su Cuerpo, la Iglesia, hemos muerto y resucitado con él. Por la Eucaristía seguimos participando siempre de la presencia de su vida entre nosotros. 11


Oración

pascual

Reina del cielo, Martes 9 de mayo de 2017 a las 18 hs. en el despacho parroquial: formación de los voluntarios del día 11.

alégrate, aleluia, - porque Cristo, que tú mereciste llevar, aleluia, resucitó, como dijo, aleluia. - Ruega por nosotros, aleluia. Regocíjate y alégrate Virgen María, aleluia, - porque el Señor resucitó de veras, aleluia. Oremos: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado alegrar el mundo, danos, te rogamos. que por su Madre, la Virgen María, alcancemos los gozos eternos de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Tiempo pascual El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = "pentecostés"), vividos y celebrados como un solo día: "los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo", dicen las Normas Universales del Año Litúrgico. El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de los bautizados, de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés. El origen de esta cincuentena se remonta a los orígenes del Año litúrgico.

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