La Gruta
Abril de 2019
nº
508
BOLETÍN del SANTUARIO NACIONAL de La Gruta de Lourdes
Avda. de las Instrucciones 2223. MONTEVIDEO - Uruguay. Tel.: 2222 3532 www.umbrales.edu.uy stnlourdes@gmail.com
Nuestra esperanza
“Al renovar nuestra esperanza en el misterio pascual que celebraremos muy pronto, renovemos igualmente la capacidad de estar atentos a todo lo que vulnere a los seres humanos”. p. Gustavo Gutiérrez La Gruta n.508
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Carta Pastoral - Programa misionero Jacinto Vera
Casa de Todos
card. Daniel Sturla, sdb., arzobispo de Montevideo
La carta pastoral del arzobispo Daniel Sturla explica el Programa Misionero Jacinto Vera, instancia de preparación que la Iglesia de Montevideo está transitando hacia la Misión Casa de todos. Presentamos la octava entrega.
8 LA ORACIÓN “INTÉRPRETE DE LA ESPERANZA” Necesitamos rezar por esta misión. No reza el que nada espera. Hay muchos modos de oración y escuelas de oración. Sin duda la primacía la tiene la oración litúrgica, el rezo con la Palabra de Dios, de un modo especial con los salmos, pero también la expresión más popular y amada del santo rosario. Rezar es “trato de amistad con quien sabemos que nos ama” decía Santa Teresa. Rezar es alabar, agradecer, adorar, pero también pedir e interceder. ...“cuando rezan, los ricos piensan y los pobres piden”. Seamos pobres pedigüeños que rogamos al Señor por esta misión, por sus frutos, por las personas concretas que conocemos que se han alejado de la fe. Seamos intrépidos en la oración. Les recomiendo leer una carta que el entonces cardenal Bergoglio escribió sobre la oración de intercesión. Tomo sólo al2
gunos párrafos: “En la Arquidiócesis se trabaja mucho. La sucesión de reclamos, la urgencia de los servicios que debemos prestar, nos desgastan y así vamos desovillando nuestra vida en el servicio al Señor en la Iglesia. Por otra parte también sentimos el peso, cuando no la angustia, de una civilización pagana ...Al final de día algunas veces solemos llegar maltrechos y, sin darnos cuenta, se nos filtra en el corazón un cierto pesimismo difuso que nos abroquela en “cuarteles de retirada” y nos unge con una psicología de derrotados que nos reduce a un repliegue defensivo. Allí se nos arruga el alma y asoma la pusilanimidad. Y así, entre el intenso y desgastante trabajo apostólico por un lado y la cultura agresivamente pagana por otro, nuestro corazón se encoge en esa impotencia práctica que nos conduce a una
actitud minimalista de sobrevivir en el intento de conservar la fe. Sin embargo no somos tontos y nos damos cuenta de que algo falta en este planteo, que el horizonte se acercó demasiado hasta convertirse en cerco, que algo hace que nuestra agresividad apostólica en la proclamación del Reino quede acotada. ¿No será que pretendemos hacer nosotros solos todas las cosas y nos sentimos desenfocadamente responsables de las soluciones a aportar? Sabemos que solos no podemos. Aquí cabe la pregunta: ¿le damos espacio al Señor? ¿le dejo tiempo en mi jornada para que Él actúe?, ¿o estoy tan ocupado en hacer yo las cosas que no me acuerdo de dejarlo entrar?” Y el Cardenal Bergoglio proponía la oración de intercesión, tomando el modelo de Abraham que fue capaz de “regatear” con el Señor para salvar a “los justos” de Sodoma. Es la oración perseverante, es el ruego de Moisés por su pueblo, es la intrepidez de la
cananea que quiere salvar a su hija. Es María que adelanta en Caná, la hora de su Hijo en favor de los novios y su fiesta. El Programa Misionero Jacinto Vera ya debe comenzar en nuestra oración. “Todas estas gracias las conseguiremos; pero es necesario que oremos con fervor y perseverancia”. nos dice Don Jacinto. En las tres semanas siguientes a Pascua queremos salir, visitar, hacer presente a Jesús en nuestra ciudad. Habrá mucho campo para la creatividad, pero ya desde ahora, a rezar. Más allá de la oración que haremos por los frutos de la Misión en general está el anhelo de interceder por aquel familiar, por aquel vecino, por el compañero de trabajo o de estudio que queremos acercar al Señor. Recemos por él. La misión dará los frutos que el Espíritu Santo nos obtenga, pero es importante nuestra tarea sobre todo en el “cuerpo a cuerpo”, en el “corazón a corazón”, en la invitación personalizada.
Preguntas - Decía el Card. Bergoglio que se nos puede filtrar “en el corazón un cierto pesimismo difuso que nos abroquela en cuarteles de retirada”. Podemos justificarnos también con una cierta “teología de la derrota” que hace que todo quede como esté. ¿Realmente esperamos que Jesucristo y su evangelio impregnen la vida de todo el hombre y de todos los hombres? - ¿Esperamos como Abraham, contra toda esperanza -Rm 4,18- y rezamos con confianza para que el evangelio llegue a todo nuestro pueblo? La Gruta n.508
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8 alegrías de la Pascua La alegría de la victoria decisiva. El enemigo vencido fue la muerte. La alegría indecible la experimenta quien cree en la resurrección y así resuelve el drama, el trauma, la tragedia y el miedo a la muerte. Es una alegría inaudita, porque la nada, el absurdo, el horror del vacío se callan y la vida no cae en el vacío. Alegría porque evangelizar es trabajar por una causa ya victoriosa. La alegría de la realización de las promesas. Dios cumplió la promesa de
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la salvación, que culminó en la resurrección. Las Escrituras se cumplieron. Ellas contenían la verdad. Vence la verdad. Por lo tanto, la vida, el sufrimiento, el trabajo, las luchas por días mejores, tienen sentido. Dios no miente, no engaña. La resurrección desmoviliza el pesimismo, el escepticismo, el derrotismo. La alegría de la resurrección de la carne. Los muertos resucitarán. Nuestro cuerpo será glorioso, transformado, espiritual e incorruptible. Toda la materia resucitará
y participará en la gloria de Dios. Cuánta alegría resuena en toda la tierra. Todo canta de alegría. La alegría de la misión. Resucitar con Jesús: el Evangelio, el Reino, la Iglesia, el Plan de la Salvación. Gracias a la resurrección vamos a la misión que consiste en hacer la experiencia del encuentro con Jesús vivo y llevar esta buena noticia al mundo entero. Así, todos se enteran de dónde venimos, por qué existimos y hacia dónde vamos. La alegría de la verdad. A partir de Jesús resucitado se confirma la verdad sobre el hombre, sobre la Iglesia y sobre el mundo. No necesitamos más recurrir a la reencarnación, ni caer en el pavor de la nada. La verdad sobre la vida presente y la futura es incontestable, gracias a la resurrección. El cristianismo subsiste por la fe en la resurrección: Creo en la resurrección de la carne, verdad última. La alegría del sentido de la vida. La resurrección confiere sentido a la práctica del bien, al sufrimiento, al trabajo cotidiano, a la lucha por la justicia. Todo tiene meta, dirección, futuro. La resurrección es el coronamiento de todas las buenas acciones y la plenitud de la evolución del mundo: Cristo todo en todos. Alegría de estar en proceso de resurrección. Ya estamos en proceso de resurrección. Cada vez que oímos la Palabra, recibimos la Eucaristía, entramos en oración, practicamos el bien, estamos resucitando. El bien y el amor son inmorLa Gruta n.508
tales; perdonar, ayudar y servir a un pobre, un enfermo, un afligido es ser instrumento y testigo de la resurrección. Nuestra santificación es un proceso de resurrección, de iluminación, de transformación. Alegría de la esperanza. Por la fe en la resurrección tenemos esperanza, por eso defendemos la vida, promovemos al hermano, practicamos la caridad, tenemos fuerza y coraje para perseverar. Sin la resurrección la esperanza sería sólo optimismo, entusiasmo, utopía. A partir de Jesús resucitado, esperanza significa derrota de la muerte, certeza de la vida eterna, continuidad de la vida, visión de Dios, comunión de los santos. Nuestra esperanza no es sólo un sentimiento, es una convicción. La esperanza cristiana tiene el nombre de resurrección, cielo, futuro, vida eterna, visión beatificada, etc. Que la alegría de la Pascua se manifieste en gestos como una sonrisa, el cara a cara, un abrazo, un elogio, la promoción de la vida, la cercanía a los pobres, enfermos, presos. Con San Agustín, podemos rezar así: “Señor, tu misericordia es mi esperanza”. La fe en la misericordia llena nuestro corazón de esperanza en la Salvación eterna. Confiando en la misericordia, esperamos ser salvos. Señor, confío esperando en tu amor misericordioso y espero salvación, la gloria, la vida que nunca se acaba. Don Orlando Brandes Arzobispo de Aparecida 5
Devoción mariana
María y el Resucitado Alfonso Murad
¿Cómo vivió María la experiencia de la resurrección de Jesús? Los evangelios no hablan directamente sobre ello. Podemos imaginar, y con razón, que María experimentó los mismos sentimientos de los otros seguidores de Jesús. Con una intensidad mayor, pues ella es al mismo tiempo la madre del Mesías y el ejemplo de los discípulos misioneros de Cristo.
Todos aquellos que acompañaron a Jesús durante la vida pública quedaron muy tristes con su muerte. Pasaron por la noche oscura de la fe. Las esperanzas habían desaparecido, como agua que escurre entre las manos. Decían los discípulos de Emaús: “Nosotros esperábamos que él fuera el libertador. Pero
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nuestros jefes lo entregaron a la muerte” (Lc 24-20-21). Entonces sucedió algo totalmente nuevo, que nunca hubo antes: Jesús venció la muerte y estaba vivo. (Lc 24,5). No era la reanimación de un cadáver, pues un día éste moriría de manera definitiva. El resucitado es el mismo Jesús de Nazaret, pero con un cuerpo glo-
rificado. Por eso, sólo es reconocido a la luz de la fe (Jn 21,1-12). Cierta vez los discípulos están reunidos a puertas cerradas. ¡Ellos temen sufrir lo que Jesús pasó! Entonces el Cristo resucitado viene al encuentro de la comunidad y se queda en medio de ellos, muy cerca (Juan 20,19-22). Experiencia similar viven las mujeres que seguían a Jesús: Magdalena, Joana y María, madre de Santiago (Lc 24,1-10). Y Magdalena, de forma especial, es la primera en anunciar que Jesús está vivo. (Jn 20,11-18). Observa el cambio que sucede con ellos: - Si antes tenían miedo, ahora se revisten de coraje. Enfrentan a las autoridades religiosas y políticas (He 4,8-13). Aunque amenazados, se niegan a obedecer a los jefes judíos. Dice Pedro: “No podemos callar sobre lo que hemos visto y oido” (He 4,20). - Cuando Jesús murió, se quedaron con el corazón perturbado. Era muy difícil vivir ahora sin el maestro que les La Gruta n.508
enseñaba una nueva forma de vivir. Entonces, Jesús resucitado les da la paz, la serenidad. Y sopla sobre ellos el Espíritu Santo, la presencia permanente que anima, fortalece, ilumina, pacifica el corazón, y los envía a la misión. - Por fin, la tristeza da lugar a una gran alegría. ¡Un contentamiento que no pasa! En lugar de las lágrimas en los ojos, del llanto incontenido, ahora viene la sonrisa en los labios y el brillo en la mirada. La madre de Jesús vivió todo eso. Ella, que concibió, dio a luz, educó y acompañó a Jesús, sufrió mucho con su muerte violenta. Y cuando Cristo resucitó, María tuvo la certeza de que valió la pena haberse consagrado a Dios. Su coraje fue fortalecido. Ella pasó de la tristeza a la alegría profunda. Y con los doce apóstoles y otras mujeres, María recibe al Espíritu Santo (He 1,14 2,1). Que María, testigo de la resurrección, nos enseñe a vivir como nuevas criaturas, renovadas por la acción transformadora de la Gracia (2 Cor 5,17). Amén. 7
Oración
jóvenes dehonianos
Martes 9 de Abril a las 18 hs. en el despacho parroquial: encuentro de los voluntarios del día 11.
Señor Jesús, queremos seguirte como los primeros apóstoles a quienes llamaste ’para que estuvieran contigo’. Tú eres el camino hacia el Padre, por eso no podremos extraviarnos si te seguimos. Tú eres luz, guía segura, señal de pista hacia la meta; sólo tú das sentido a nuestro vivir. Amén.
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