Guía de Arquitectura Valparaíso 1 - 261

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GUÍA DE ARQUITECTURA AN ARCHITECTURAL GUIDE

VALPARAISO

GUÍA DE ARQUITECTURA DE VALPARAISO 1


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VALPARAISO GUÍA DE ARQUITECTURA ~ AN ARCHITECTURAL GUIDE

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Prepared by: Government of Chile, Ministry of Housing and Urban Planning (Ministerio de Vivienda y Urbanismo) The following individuals contributed to this Guide: Daniel Sepúlveda Voullième – Pedro García del Barrio – Miriam Erlij Abramson – María Graciela Ramírez Boudeguer – Milagros Aguirre Donoso – Claudia Goic Bordoli – Antonio Fritis Estay – Carolina Fernández Aros – Samuel León Cáceres – Aliro Vásquez Reyes – Enrique Niño de Zepeda Castro – Loreto Torres Alcoholado – Paulina Kaplán Depolo – Ana María Valenzuela – Sandra Aliaga Vera – Jesús Inostroza Toro – Rodrigo Gómez Rovira – Adolfo Balboa Monroy – Angélica Pacheco Díaz – Vanesa Salazar Correa – Fabiola Zamora Calderón – Richard Montecinos Veloso – Jaime Bustos Palma – Camilo Vargas Koch – Vivian Humeres López – and all the staff of the Ministry of Housing and Urban Planning’s regional office (Secretaría Regional Ministerial), without whom this book would have been impossible. Acknowledgements We thank our beloved friend, the painter José Balmes. He donated one of his paintings as a tribute to this port where, thanks to the efforts of a generous poet, Pablo Neruda, a handful of Spanish refugees arrived. They were to contribute substantially to creating today’s Chile. We are grateful for the generous assistance of all those who helped us to navigate this bottomless sea of data, anecdotes, images and myths involved in the history of this port, where one invariably ends up cast ashore at some unknown destination: Severín Library – MINVU Library – Servicio de Obras y Construcciones de la Armada – CREA – SERVIU Fifth Region – Fundación Neruda - Sylvia Rühl – Roxana ……… Introduction Sonia Tschorne Berestesky, Minister of Housing and Urban Planning, Government of Chile Concepción Gutiérrez de los Ríos, Councellor of Public Works and Transportation, Junta Andalucía

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Participaron en la elaboración de esta Guía Daniel Sepúlveda Voullième – Pedro García del Barrio – Miriam Erlij Abramson – María Graciela Ramírez Boudeguer – Milagros Aguirre Donoso – Claudia Goic Bordoli – Antonio Fritis Estay – Carolina Fernández Aros – Samuel León Cáceres – Aliro Vásquez Reyes – Enrique Niño de Zepeda Castro – Loreto Torres Alcoholado – Paulina Kaplán Depolo – Ana María Valenzuela – Sandra Aliaga Vera – Jesús Inostroza Toro – Rodrigo Gómez Rovira – Adolfo Balboa Monroy – Angélica Pacheco Díaz – Vanesa Salazar Correa – Fabiola Zamora Calderón – Richard Montecinos Veloso – Jaime Bustos Palma – Camilo Vargas Koch – Vivian Humeres López – y todos los funcionarios de la Secretaría Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo de la V Región, sin cuyo anónimo aporte, este documento habría sido imposible. Traducción: Lake Safaris y …. Agradecimientos Agradecemos a nuestro querido amigo, el pintor José Balmes, que entregó una obra suya como homenaje a este puerto, en el cual, gracias a un poeta generoso, un día desembarcó un puñado de españoles que harían un aporte decisivo en la construcción del Chile moderno. Agradecemos la gentil colaboración de quienes, nos permitieron navegar en ese mar insondable de datos, anécdotas, imágenes y mitos, sobre la historia de este puerto; en el cual, invariablemente, se termina como un naufrago, extraviado en alguna orilla desconocida: Biblioteca Severín – Centro de Documentación MINVU – Servicio de Obras y Construcciones de la Armada – CREA – SERVIU V Región – Fundación Neruda – Sylvia Rühl – Romina ……… Agradecemos a quienes nos facilitaron desinteresadamente su material fotográfico: Jaime Bustos Palma, Pablo Morán Saavedra, Juan Sabbagh Pisano, Samuel León Cáceres, la Autoridad del Canal de Panamá y el Consejo de Monumentos Nacionales de Chile.

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Introduction Some 470 years ago, two Spaniards, bruised from the hazards of their journey and their own disappointments, found themselves on a solitary beach on the world’s southern edge. One, Alonso de Camargo, came by sea and the other, Juan de Saavedra, came by land, over the hills of this steep coast. Since then, many countries, many arrivals and meetings of people from all over the world have gradually created a nation and led to the building of an almost mythic city. Today,Valparaiso is once again a meeting place, this time for the governments of Andalucía (Spain) and the Chile to work together. This is a project that arose from Valparaiso’s inclusion on UNESCO’s list of World Heritage Sites. It reflects the fact that Chile’s Ministry of Housing and Urban Planning (Ministerio de Vivienda y Urbanismo) found in Andalucia’s Public Works Council (Consejería de Obras Públicas de Andalucía) the support and commitment necessary to make this Guide a reality. The Guide to Architecture that we present here seeks to contribute to knowledge about a city of universal value, which bears witness in a particularly eloquent fashion to the cultural processes associated with trade globalization in the 19th century as the industrial age reached its zenith. It provides some keys to understanding this surprising city and its history, as well as contributing to the recovery of its urban and architectural heritage, which has been constantly threatened by seismic activity in this geographic region and the economic difficulties that have buffeted Valparaiso over time. The Guide aspires to being more than a book, an instrument for exploring and making information more widely available. It also seeks to favor the creation of a space for citizens to promote and manage the port’s urban heritage. Valparaiso has been Chile’s main port throughout history and its residents have been pioneers in every field.Today Chile is a vigorous participant in a globalized world and this port finds itself nourishing new possibilities for the international involvement of a whole society, which is making significant progress in terms of its own cultural maturity and starting to see the fruits of its long efforts to achieve development. The urban and architectural peculiarities of Valparaiso, which above all are an expression of a phase in humanity’s cultural development, offer a powerful tool for locating Chile in the world’s imagination. For the Government of Andalucía it is an honor to be able to contribute to this vibrant process of urban recovery in Valparaiso, led by the Chilean government. For the Government of Chile, meanwhile, it fills us with pride and enthusiasm to see this city, so beloved by all Chileans, form part of the prestigious collection of guide books prepared by the Government of Andalucía. Moreover, the process that went into preparing this book goes well beyond the product that we are presenting here. This Guide to Architecture is the first fruit of a tremendous cornucopia of ideas and concepts developed by the working groups. The territory, the heritage, the urban plan, public space, regulations, a city in a globalized world were all themes that buzzed around the team of staff from Andalucía’s Council of Public Works and Chile’s Ministry of Housing and Urban Planning. And it was precisely the history of this port that provided valuable examples of the possibilities these ideas could offer to the city’s future.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Presentación Dos españoles, golpeados por los estragos de la travesía y el desencanto, se encontraron en una solitaria playa del sur del mundo hace cuatrocientos setenta años. Uno venía desde el mar, Alonso de Camargo y el otro, Juan de Saavedra, desde los cerros de esta escarpada costa. Desde entonces, muchos países, miles de desembarcos y encuentros de ciudadanos del mundo entero, fueron configurando una nación, y permitieron edificar una ciudad mítica. Hoy Valparaíso vuelve a convertirse en sitio de reunión, esta vez entre la Junta de Andalucía y el Gobierno de Chile, para realizar este trabajo conjunto. Se trata de un proyecto, surgido tras la inscripción de Valparaíso en la lista de Sitos Patrimonio de la Humanidad de UNESCO, para el cual el Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile encontró en la Consejería de Obras Públicas de Andalucía el apoyo y el compromiso para convertirlo en realidad. La Guía de Arquitectura que presentamos, busca hacer un aporte al conocimiento de una pieza de valor universal que testimonia, en forma particularmente elocuente, el proceso cultural asociado con la mundialización del comercio de la era industrial decimonónica. Intenta entregar algunas claves para la comprensión de esta sorprendente ciudad y su historia; así como, contribuir a la recuperación de su patrimonio urbano y arquitectónico, que llegó a verse amenazado, como consecuencia de la actividad sísmica de esta zona geográfica y por las dificultades económicas que han golpeado a Valparaíso en el devenir del tiempo. La Guía aspira a ser más que un libro, un instrumento de exploración y difusión que se actualice en forma permanente y, que favorezca la creación de un espacio ciudadano de promoción y gestión del patrimonio urbano porteño. Valparaíso ha sido la puerta principal del país a lo largo de toda su historia, y sus habitantes han sido pioneros en todos los campos. Hoy Chile se inserta vigorosamente en un mundo globalizado, este puerto no puede sino convertirse en una fuente nutritiva de nuevas posibilidades de inserción internacional para un pueblo, que pasa por un significativo proceso de maduración cultural y comienza a ver los frutos de largos esfuerzos por alcanzar el desarrollo. Las particularidades urbanísticas y arquitectónicas de Valparaíso, que son en definitiva, expresión de una fase del desarrollo cultural de la humanidad, constituyen una poderosa herramienta para colocar a Chile en el imaginario del mundo. Para la Junta de Andalucía es un honor poder hacer una contribución al vibrante proceso de recuperación urbana de Valparaíso que impulsa el Gobierno chileno. Al Gobierno de Chile, por su parte, lo enorgullece y entusiasma que esta ciudad, tan querida por los chilenos, forme también parte de la prestigiosa colección de Guías de la Junta de Andalucía. Sin embargo, el proceso vivido en la elaboración de este libro, tiene un alcance mucho mayor que el producto que hoy presentamos. Esta Guía de Arquitectura es el primer fruto de un inmenso arsenal de ideas y conceptos, que se construyó en la fructífera discusión de los equipos de trabajo. El territorio, el patrimonio, el proyecto urbano, el espacio público, la norma urbanística, la ciudad del mundo global, fueron materias que rondaron continuamente en torno a la mesa de encuentro entre funcionarios de la Consejería de Obras Públicas andaluza y del Ministerio de Vivienda y Urbanismo chileno. Y fue justamente la historia de este puerto, la que aportó valiosos ejemplos sobre las posibilidades que ofrecen aquellas ideas en el devenir de una ciudad. Sobre la base de esta cooperación, se están gestando en la actualidad, nuevos proyectos entre el Gobierno de Chile y la Junta de Andalucía. Entre ellos, un proyecto de vivienda social, basado en la rehabilitación de un edificio patrimonial, acompañado de habilitación socio laboral y apoyo a la formación de una unidad productiva. De la valiosa discusión sostenida con

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Based on this cooperation, today new projects are being developed by the Government of Chile and the Government of Andalucía. These include a social housing project, based on renovating a heritage building, which would include social and labor rehabilitation and support the creation of a production unit. From the valuable discussion of this project, ideas for enriching the urban planning documents being prepared by the Chilean government in the Region of Valparaiso have also come forth. In particular, the relationship between Valparaiso and Santiago, two cities that complement each other, will make it possible for Chile to achieve outstanding leadership in the concert of major Latin American cities. We are sure this guide will become an important contribution to knowledge of Valparaiso and its cultural value, for people from Chile and abroad, and of course we also hope the reader will enjoy exploring this unique cultural landscape, as much as did our teams, which produced this book. Sonia Tschorne Berestesky, Minister of Housing and Urban Planning, Government of Chile Concepción Gutiérrez del Castillo, Councillor of Public Works and Transportation, Government of Andalucía

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

motivo de este trabajo, han surgido también, aportes que han enriquecido a los planes de ordenamiento territorial que realiza el Gobierno de Chile en la Región de Valparaíso. Particularmente en lo referente a la relación entre Valparaíso y Santiago, dos ciudades cuya complementariedad, hará posible que Chile logre un liderazgo inigualable en el concierto de las grandes ciudades latinoamericanas. Estamos seguras de que esta guía constituirá un importante aporte al conocimiento de Valparaíso y sus valores culturales, para chilenos y extranjeros, y por cierto, esperamos también, que el lector disfrute de los recorridos por este singular paisaje cultural, tanto como lo hicieron nuestros equipos que trabajaron en ella. Sonia Tschorne Berestesky, Ministra de Vivienda y Urbanismo, Gobierno de Chile Concepción Gutiérrez del Castillo, Consejera de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía

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Primera Parte: Breve historia de Valparaíso Nota de los Autores En un lugar del sur Un pueblo y un territorio Ciudad del mítica Surgidos desde el Mar Cielos y brisas Un Anfiteatro costero Flora generosa En un lugar con nombre Huellas 23 alles del Coyasuyo Alimapu Ilusiones El Otro Perú El Valle del Paraíso Lo Nombro y Señalo Puerto de Santiago Luchando por existir Un embarcadero Un nuevo orden Un puerto Rutas 38 Parcelas, ranchos y bodegas Un caserío junto al fondeadero Una costa fortificada Un corregimiento A falta de barroco, mitos y penitencias La puerta del reino El siglo del trigo Las reformas ilustradas Los Tres barrios Las obras gubernamentales Valparaíso se empina por sobre sus cerros Autodeterminación Medidas de Autonomía Autonomía esquiva Una República Puerto Principal La ciudad de la vanguardia Valparaíso al comenzar la República Un terremoto y otras inestabilidades Renovación cultural del ‘20 El peso de la noche Los que venían desde el mar

9 10 11 12 13 18 19 20 21 22 24 26 27 28 29 30 31 32 34 36 39 40 41 43 44 45 46 48 49 51 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 65

La arquitectura de la República Ambiente cultural en la república conservadora El Puerto se prepara Valparaíso laborioso El emporio de América La “Calchona” Los grandes hoteles porteños Ciudad que crece Crecimiento hacia el Almendral Obras de los ciudadanos Los Edificios del Estado Igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos La tolerancia de los credos Un bombardeo en la escena, un pueblo en el anfiteatro Guerra contra España La arquitectura del romanticismo francés 86 Sobre rieles La perla en el Pacífico El oro blanco Un puerto enlazado con el mundo industrial Una Viña en el Mar Un suburbio industrial Disputas por el oro blanco Obras urbanas Los grandes teatros de Valparaíso Los palacetes de la plutocracia porteña Mitología romántica Aquellos que vivían en la pobreza Las industrias porteñas Una rebelión de la oligarquía Las grandes obras de infraestructura Los Ascensores porteños Rubén Darío y otros poetas Obreros en pie de lucha El gran terremoto Otra vez de pie y celebrando La vivienda obrera Tranvías eléctricos Golpes fatales Precursores de la modernidad Obreros, prostitutas, pintores y poetas

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La crisis de la oligarquía Los militares a los cuarteles y los comerciantes a Santiago La renovación de las artes La hija del puerto que se convirtió en ciudad Hacia la ciudad moderna Hacia una nueva arquitectura Gobernar es Educar... España en el corazón La vivienda popular La ciudad planificada La bohemia porteña Los poetas del puerto Neruda frente al mar Trolebuses Mejorando rutas Los planes de vivienda Frustraciones La Revolución en Libertad La vivienda de la participación popular Las Universidades se sacuden el polvo 144 La arquitectura poética Sonrisas y melancolías La Revolución con empanadas y vino tinto El quiebre Los años de incertidumbre No se mueve ni un papel La Revolución Silenciosa El Congreso Nacional Viviendas y subsidios Regulaciones urbanas La alegría que abrió las avenidas porteñas El puerto se moderniza Un nuevo Chile Una ciudad satélite Obras son amores Hacia Valparaíso 2010 Las nuevas perspectivas Valparaíso patrimonio del mundo La ciudad de los anillos La recuperación ciudadana del borde costero Las nuevas economías de la ciudad Viviendas para los porteños Espacios públicos y movilidad

115 116 117 118 119 120 122 123 125 126 128 129 131 137 138 139 140 142 143

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urbana 172 Ciudad de los ciudadanos Ciudad de la Cultura Hacia una nueva cultura de la planificación urbana Valparaíso y Santiago ciudades que se complementan Segunda Parte: Catálogo Instrucciones de manejo I. Desde el Mar 1. Puerto y Molo de Abrigo 2. Proyecto Puerto Barón 3. Paseo Weelwright 4. Tornamesa 5. Universidad Técnica Federico Santa María 6. Caleta Portales 7. Avda. Altamirano y acceso sur

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II. Barrio del puerto 8. Plaza Aduana 9. Edificio Aduana 10. Edificio Plaza Aduana 157 11. Miradores y Pasajes Almirante Riveros 12. Población Márquez 13. Plazuela La Matriz y Entorno 14. Iglesia La Matriz 15. Centro de Estudios DUC 16. Casa Santo Domingo 17. Pasaje Juvenal y Posada O`Higgins 18. Sendas de Santo Domingo 19. Plaza San Francisco 20. Calle Cajilla y Pasaje Matriz 21. Plaza Echaurren y entorno 22. Edificio Tassara o Edif. Liberty 23. Edificio del Castillo 24. Edif. Caja Crédito Hipotecario 25. Edificio Astoreca 26. Mercado Puerto 27. Edificio Bustamante N° 99

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III Castillo de San José 28. Calle Serrano – Pasajes Barrio Puerto 29. Edificio Guillermo Rivera 30. Edificio Atalah – Calle Serrano

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194 195 196 197 199 200 201 202 203 204 205 206 207 208 209 210 211

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31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57.

Edificio La Nave Ascensor Cordillera Plaza Eleuterio Ramírez– Mirador Purcell – Calle Castillo Condominio La Igualdad. Casa Museo Lord Cochrane Subida Castillo Casa Habitación Calle Sócrates N° 48/52/60 Escuela República del Salvador Hogar María Goretti Capilla Santa Ana Unión Obrera Iglesia del Perpetuo Socorro Taller de Acción Cordillera Ascensor San Agustín Plaza Justicia Tribunales de Justicia Servicio de Salud “Plaza Justicia” La Interoceánica Plaza Sotomayor y Antiguo Muelle de Pasajeros Comandancia de la Armada, Ex Intendencia Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Ex Correos Comandancia Cuerpo de Bomberos de Valparaíso Administración de Aduana y Estación Puerto Edificio Sudamericana de Vapores, Ex Grace Hotel Reina Victoria Edificio Sotomayor N°250 Museo Arqueológico de Sitio

IV. Los Inmigrantes Primera parte 58. Ascensor el Peral 59. Paseo Yugoslavo, pasaje y escalera Apolo 60. Palacio Baburizza 61. Plaza Joaquín Edwards Bello y entorno 62. Palacio Astoreca 63. Pasaje Bavestrello 64. Casa Proa Alvaro Besa 65. Condominio Miramar, Ex Convento 66. Viviendas de Calle Miramar

216 217 218 219 220 221 222 223 224 225 226 227 228 229 230 231 232 233 234 236 237 238

67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85. 86. 87. 88. 89. 90. 91. 92. 93.

239 240 241 242 243 244 246 247 248 249 250 251 252 253 254 255

94. 95. 96. 97. 98. 99. 100. 101. 102. 103. 104. 105. 106. 107.

Calle Lautaro Rosas Villa Toscana Universidad Arcis Casa Lautaro Rosas Hotel Casa Somerscales Calle Galos y Montealegre Plaza San Luis Iglesia San Luis Gonzaga Pasajes Dimalow y calle Capilla Ascensor Reina Victoria Segunda parte Calle Prat Banco de Chile Edificio C.C.U. Caja de Empleados Particulares Bolsa de Valores Banco BBVA – Ex Caja de la Marina Mercante Edificio Agunsa Empresa Marítima del Estado Ex Banco Central de Valparaíso Reloj Turri (Edificio Edwards) Banco Santander – Santiago Registro Civil Ascensor Concepción Paseo Gervasoni y entorno Casa Museo Lukas Pasajes del Cerro Concepción Casa en pasaje Gálvez y Pasaje Fischer Casa Proa en Pasaje Templeman Pasaje Pierre Loti Iglesia Anglicana y Paseo de los 14 Asientos Colegio Alemán Iglesia Luterana Hotel Brighton Paseo Atkinson y entorno Diario El Mercurio Cámara de Comercio Edificio Luis Cousiño Ex Edificio Cousiño Ex Hotel Royal Hotel Colón Óptica Hammersley

V. Barrio de San Juan de Dios 108. Plaza Aníbal Pinto 109. Hotel Dimmier 110. Edificio Café Riquet

256 257 258 259 260 261 262 263 264 265 266 267 268 269 270 271 272 273 274 275 276 277 278 279 280 281 282 283 284 285 286 287 288 289 290 291 292 293 294 295 296 297 298 299 300 301

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111. 112. 113. 114. 115. 116. 117. 118. 119. 120. 121. 122. 123. 124. 125. 126.

Librería Ivens 302 Cooperativa Vitalicia 303 Edif. Art.- Deco Calle Elías N° 120 304 Plazoleta del Descanso y entorno 305 Conjunto Daneri 306 Parque Cultural Ex – Cárcel de Valparaíso 307 El Panteón 308 Vivienda Calle Dinamarca 310 Colectivo Hermanos Montgolfier y entorno 311 Tres Viviendas y escalera Población Cochrane 312 Edificio Proa esquina calle Bernardo Vera 313 Conjunto población Cochrane 314 Subida Ecuador y sistema de Pasajes 315 Plazuela Ecuador 316 Plaza Bellavista 317 Edificio INP 318

VI. La Senda del poeta 127. Palacio Ross 128. Capredena 129. Gemelo Capredena 130. Edif. Consistorial de Valparaíso 131. Iglesia Presbiteriana Union Church 132. Palacio Lyon - Museo Historia Natural 133. Edificio 1908 Condell esquina Huito 134. Edificio de calle Condell esquina Huito 135. Club Naval 136. Galería Condell 137. Edificio de calle Molina con Aldunate 138. Ascensor Espíritu Santo 139. Monumento Cristo Rey 140. Casas Pasaje Guimera 141. Fundación Valparaíso 142. Museo a Cielo Abierto 143. Iglesia Las Carmelitas 144. Villa Hispana 145. La Sebastiana 146. Teatro Mauri 147. Población Yerbas Buenas

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148. 149. 150. 151. 152. 153. 154. 155. 156. 157. 158. 159.

Casa Racionalista Plaza Camilo Mori Conjunto Habitacional Colón Edificio Pareti S.A Plaza de la Victoria – Plaza Simón Bolívar Edificio de Rentas Cooperativa Vitalicia Catedral de Valparaíso Obispado de Valparaíso, Ex Diario La Unión Edificio calle Brasil esquina Molina Edificio calle Molina esquina Salvador Donoso Arco Británico Biblioteca Severin

VII. Los tres ascensores 160. Calle Carrera con Calle Lastra 161. Población Favero 162. Ascensor Florida y entorno 163. Población Prefecto Lazo 164. Casa Peragallo 165. Casa Habitación Calle Lastra 166. Ascensor Mariposas y entorno 167. Ascensor Monjas 168. Casa Habitación calle Dieciocho 169. Iglesia y Colegio Los Sagrados Corazones 170. Parque Italia y su entorno 171. Teatro Imperio 172. Edificio Los Libertadores 173. Fabrica Hucke y entorno. 174. Escuela de Derecho Universidad de Valparaíso 175. Edificio Duoc 176. Palacio Polanco 177. Viviendas al costado de Palacio Polanco VIII. Barrio de la Merced 178. Calle Victoria 179. Scuola Italiana 180. Capilla de la Medalla Milagrosa 181. Compañía Chilena de Tabacos 182. Ascensor van Buren 183. Capilla del Inmaculado Corazón de María 184. Capilla Asilo de la Providencia

341 342 343 344 345 347 348 349 350 351 352 353 354 355 356 357 358 359 360 361 362 363 364 365 366 367 368 369 370 371 372 373 374 375 376 377 378 379 380


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Seminario San Rafael Fábrica y Población Trabajadores Costa. Iglesia Los Doce Apóstoles Congreso Nacional Plaza O’ Higgins Servicio Nacional de Pesca Hotel Bahía Valparaíso Restorán O’Higgins Edificio Calle Victoria N°2668 Edificio Ramón Barros Luco Teatro Municipal ex Teatro Velarde Edificio Brasil Mercado Cardonal Universidad Católica de Valparaíso Conjunto Habitacional Avenida Argentina esquina Avda. Brasil Torre Reloj Barón Terminal de Cruceros, Ex – Bodega Simón Bolívar Muelle Barón

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221.

382 383 384 385 386 387 388 389 390

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230. 231.

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229.

232. 233.

Plaza Waddington y entorno Avenida Gran Bretaña Casa Habitación Calle Pedro León Gallo N°413 Ascensor Villaseca Viejos Almacenes Casa Habitación Calle Santa María N° 251 – 253 Mirador Avda. Errázuriz Echaurren. Casa Habitación Avda. Errázuriz Echaurren N° 518 Casa Habitación Avda. Errázuriz Echaurren N° 489 Casa Habitación Avda. Errázuriz Echaurren N° 405 – 415 Casas de calle Gran Bretaña Casa Habitación Gran Bretaña N° 766 Casa Habitación Gran Bretaña N° 761 Servicio Hidrológico de la Armada Registro Electoral Pasaje Harrington Complejo universitario y entorno Escuela Naval Arturo Prat Fuerte Esmeralda

IX. Los miradores de las Delicias 203. Ascensor Polanco 204. Sistema de Pasajes y Miradores Ascensor Polanco 205. Inmueble calle Manuel Valledor 206. Edificio Avenida Argentina N°s 340 al 390 207. Edificios Avenida Argentina N°s 311 al 39 208. Iglesia Compañía de Jesús. 209. Ascensor Larraín y entorno 210. Ascensor Lecheros y entorno 211. Población Zenteno 212. Iglesia y Convento San Francisco 213. Población Ferroviaria 214. Avenida Diego Portales Zona de Miradores 215. Ascensor Barón

399 400

234. 235. 236.

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237. 238.

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X. Playa Ancha 216. Ascensor Artillería 217. Paseo 21 Mayo 218. Casa Artillería 156 219. Museo Naval 220. Casa Habitación Gran Bretaña N° 313

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XI. Desde los Cerros 239. Mirador Cerro La Cruz 240. Quebrada Jaime 241. Escuela España E-298 242. Centro Educativo Florida 243. Mirador Camogli 244. Plaza Bismark 245. Liceo Pedro Montt 246. Hospital Alemán 247. Condominio Parque Alegre 248. Mirador Cerro Santo Domingo 249. Mirador de las Carretas 250. Miradores de Avenida Altamirano

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO A Brief History of Valparaiso

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Authors’ Note It isn’t easy to tell the story of a city like Valparaiso, with its multiple meanings and facets, its constant mixture of the real and the imaginary, memory and hope, presence and reference. We have chosen a method that makes no attempt at being the only or the best way, but rather, simply, our way.Written by staff in Chile’s housing ministry, this has become a guide that examines the changesValparaiso has undergone and is experiencing still, the result of the constant re-interpretations to which central Chile has been subject since time immemorial, as the community incessantly strives to define itself and its surroundings. We cannot forget Valparaiso’s close ties with Santiago and the eternal pilgrimages between the two oceans that bathe America’s shores, combined with the rest of the globe’s presence, apparent in every step one takes in this city at the edge of the world. Of course, we must also mention the intimate relationship between the city’s topography and buildings. We have sought to tell the story through urban spaces and places, and particularly the city’s architecture, memory and imagination. This guide makes no attempt to take a distant, thoughtful stance, typical of scholars of architectural history, who identify the morphological and stylistic relationships intrinsic in buildings. Rather, imbued by a sense of urgency, the authors have portrayed a city that struggles to find itself and its own future. Thus, the reader will find a guide that spends less time describing the buildings themselves and more taking the reader through the city’s architecture in a profound search for its spirit of place. Ultimately, this guide is an almost obsessive attempt at unveiling the genius loci in every corner, the knowledge essential to any intervention. In this territory of perishable architecture and permanent institutions, we have also included those buildings that have already vanished, without the agency of earthquakes and fires, so common in our history. All of a sudden on any old day, Valparaiso’s buildings set out like ships and someone tells us they’ve drowned or simply vanished from our radar screens. Some reappear, silhouettes in the mist, in their old locations, revealing that they never really left, while others resist any attempt at tracing them. The buildings, squares and streets that pulse in our memory are innumerable, haunted by the ghosts of unforgettable characters. It has become a custom for this stubborn port to find a way of rebuilding itself continuously and yet the tendency remains to erase everything that once existed. Because of this, we’ve made an effort to refresh our memory, to recover the meanings hidden from first sight. Valparaiso is too interesting to be just another lovely city. Both decadence and frustration also play across its face.This port is the site of disenchantment, but not despair. From the depth of frustration it has always found the strength to believe, yet again, in a better future. After decades of uncertainty, times are promising again today and once more Valparaiso has stolen its way into everybody’s dreams. Our intentions have nothing to do with nostalgia and everything to do with finding clues to how best to face these new times, even as we continue to wonder how Valparaiso lost its reputation for being the “Jewel of the Pacific”. Others will have to figure this out, but we cannot stop searching, asking ourselves if the usual answer – a series of external factors – is the most precise, or if perhaps something more remains to be learned. With this guide we have wanted to invite you, the visitors to our city, which belongs to everyone, to become a part of these insomniac queries.

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Nota de los Autores Relatar una ciudad como Valparaíso, plena de múltiples significados y facetas, en la cual lo real y lo imaginado, el recuerdo y la esperanza, la presencia y la referencia, se confunden a cada instante, no resulta una operación sencilla. Hemos elegido una forma de hacerlo que no pretende ser, ni la única ni la mejor, sino sólo la nuestra. Escrita desde el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, no podía sino, ser una guía que se sitúe en medio de los procesos de cambio que ha vivido y vive Valparaíso, en medio de las continuas resignificaciones que han tenido los territorios del Chile central desde su ancestral origen, y en medio de los esfuerzos que se ha ido dando esta comunidad para organizarse y organizar su entorno. No podíamos dejar de hacer referencia a la indisoluble vinculación de Valparaíso con Santiago, y a la eterna peregrinación entre los dos mares que bañan América y, cómo olvidarlo, a la presencia de todo el orbe, que se expresa a cada paso en esta ciudad del fin del mundo. Por cierto, tampoco podríamos dejar de dar cuenta de la íntima relación entre topografía y espacio construido, que caracteriza a esta ciudad puerto. Hemos buscado relatarla mediante los espacios y lugares urbanos, y éstos, a través de la arquitectura, la memoria y la imaginación. Esta guía no tiene nada de la mirada pausada y distante, propia de los eruditos de la historia de la arquitectura, que desentrañan las relaciones morfológicas y estilísticas de los edificios con aquellos que sirvieron de referencia a sus autores. Esta guía está llena de la urgencia, de una ciudad que lucha por encontrarse a sí misma y proyectarse al futuro. Es así como, el lector se encontrará con una guía de arquitectura que tal vez de lo que menos habla es de los edificios. Sin embargo, hurga en la arquitectura de la ciudad, en su sentido más amplio y profundo, el concepto de lugar. Esta guía es, en definitiva, una búsqueda casi obsesiva por desentrañar el Genius Loci de cada rincón de la ciudad, conocimiento esencial para saber intervenir en estos. En esta tierra de arquitectura perecedera e instituciones permanentes no podrían dejar de estar también presentes los edificios que un día decidieron marcharse, sin necesidad de que mediaran los terremotos y los incendios tan frecuentes en nuestra historia. Los edificios de Valparaíso dejan de existir un día cualquiera , zarpan como los barcos y alguien nos cuenta que naufragaron o, simplemente, dejamos de tener noticias suyas. Algunos reaparecen, como siluetas entre la bruma, en su antiguo emplazamiento demostrándonos que nunca se fueron, otros se resisten a ser rastreados. Son incontables, los edificios, las plazas y las calles que palpitan en nuestra memoria, y junto con ellos deambulan los fantasmas de personajes imborrables. Llegó a hacerse costumbre que este porfiado puerto encuentre la forma de reconstruirse continuamente y, resulta sorprendente, la tendencia a borrar todo rastro de lo que fue. Por esta razón hemos creído necesario hacer un esfuerzo de refrescar nuestra memoria, para poder desentrañar, los significados que se nos ocultan a la vista inmediata. Valparaíso es demasiado interesante para ser sólo una ciudad bella, la decadencia y la frustración son parte de su rostro. Este puerto es sitio del desencanto, pero no de la desesperanza. Desde el fondo de la frustración, siempre ha encontrado fuerzas para volver a creer en un futuro mejor. Después de décadas de incertidumbre, hoy vive tiempos promisorios y ha vuelto a estar en el sueño de todos. Sin ningún afán nostálgico, sino para encontrar las claves que nos permitirán enfrentar estos nuevos tiempos, no deja de rondar en nuestra mente la pregunta sobre cuando fue que Valparaíso dejó de ser “La Joya del Pacífico”. Será de otros, la misión de resolver el punto, pero no podemos dejar de de indagar, si son suficientes las respuestas más socorridas que ponen la explicación en un conjunto de condiciones exógenas, o si había algo más. Hemos querido hacer parte de estos desvelos al visitante de esta ciudad que pertenece al mundo entero.

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En un lugar del sur

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A People and a Land Somewhere in the south, where many seek in vain the edge of the world, from a huge mountain range dangles a ribbon of land alongside the sea. Here, a series of diverse and surprising landscapes chase each other from north to south: multicolored sunsets in inclement deserts; fertile valleys of intoxicating vines; snowy peaks soaring out of lakes and forests where rainbows and floods alternate; islands, fjords and mountain slopes discharge huge glaciers into the sea; and fierce winds sweep the endless southern tundra. Between the mountains and the sea a group of people once lived, modest in their customs and ambitious in their aspirations. The Spanish conquistadors, who survived the disillusionment of not finding wealth among the stones, sowed their huachos (bastard sons), the fruit of passions fanned by the endless war with rebellious native men and women. In the foggy valleys of Chile’s central valley, the result of this mix was a well-organized and determined community of ironic, mistrustful campesinos, who were overly quiet and somewhat reserved, lovers of their land as few are, forever fascinated by people from overseas and across the Andes. Overcoming the hardships these beautiful but harsh landscapes threw at them, they built institutions whose proverbial solidity always opened the way for integration into a community that has become increasingly complex as it has become ever more part of the modern world. Today, Chile’s 15 million inhabitants struggle to rebuild a community torn apart by the social tensions that came with the most profound transformations in its history. People struggle to restore a 150-year long tradition of democracy that once filled them with pride. Deeply involved in a sustained process to create wealth in order to achieve equity among its members, this community aspires to be known in the world as a determined people, who keep their word, building trust and solidarity with other nations, as they approach the threshold of development in the coming decade. The empanada (a meat pastry), red wine, summer bean soup (porotos granados) and its famous meat stew (cazuela), are the flavors of an inland culture, whose typical dance, the cueca, mimics a rooster’s courtship of a hen. Despite almost 5000 km of coastline, the sea seems strangely absent much of Chile’s cultural tradition. Nonetheless, like all the peoples of this continent, this is in fact a hybrid culture, which can only be explained by the role its main port has played in connecting it to the world. That port is Valparaiso.

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Un pueblo y un territorio En un lugar del sur, donde muchos buscan en vano encontrar el fin del mundo, desde una descomunal cordillera, cuelga una cinta de tierra montañosa junto al mar. En este territorio de forma curiosa, se suceden de norte a sur paisajes diversos y sorprendentes: atardeceres multicolores en desiertos inclementes; fértiles valles de vides embriagadoras; picachos nevados emergiendo de lagos y bosques donde se alternan los arco iris y los diluvios; islotes, fiordos y ventisqueros que descargan inmensos glaciares en el mar y una interminable tundra austral cruzada por vientos implacables. Entre la cordillera y el mar habita un pueblo, modesto en sus costumbres y ambicioso en sus aspiraciones. Los conquistadores españoles, que sobrevivieron al desencanto de no encontrar riquezas entre estas piedras, germinaron huachos1, fruto de amores fraguados en una guerra interminable con indios e indias de espíritu rebelde. Como resultado de esta estirpe mestiza, se forjó entre los brumosos valles del Chile central, una comunidad organizada y empeñosa, de campesinos irónicos, desconfiados, un tanto pacatos y de franqueza esquiva, amantes de su tierra como pocos, pero siempre alucinados con las gentes allende del mar y los mares allende Los Andes. Superando las dificultades que oponían estos parajes hermosos, pero desafiantes, construyeron instituciones, cuya solidez proverbial permitió abrir siempre nuevos cauces para la integración de una comunidad que se fue complejizando e internacionalizando con su incorporación en el mundo moderno. Hoy Chile tiene 15 millones de habitantes, que se empeñan por reconstruir una comunidad que se trizó dramáticamente en medio de las tensiones sociales que acompañaron las más profundas transformaciones de su historia. Empeño que realizan, buscando restaurar aquello que largamente enorgulleció a sus habitantes: su tradición de 150 años de vida democrática. Encausando un proceso sostenido de creación de riquezas, orientado a conseguir equidad entre sus miembros, esta comunidad aspira a presentarse ante el mundo como gente cumplidora y tenaz, capaz de construir lazos de confianza y solidaridad con otros pueblos, con miras a situarse en el umbral del desarrollo en la próxima década. La empanada, el vino tinto, los porotos granados y la cazuela, son los sabores de una cultura de tierra adentro, cuyo baile típico, la cueca, imita el cortejo del gallo a la gallina. A pesar de sus casi cinco mil kilómetros de costa, el mar ha estado aparentemente ausente en gran parte de la construcción de la cultura tradicional de Chile, sin embargo como todos los pueblos de este continente, su historia cultural es, por definición, la de la hibridación, y ésta sólo puede explicarse por el papel que jugó su principal puerta hacia el mundo: el puerto de Valparaíso.

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A Mythic City Who hasn’t read stories of pirates and navigators in which the name of Valparaiso appears? Who hasn’t sung songs and recited poems of errant hearts and loves in ports of call? No matter the reader’s nationality and culture, at some point she or he has heard of this harbor, with its promise of something better. Walt Whitman evoked its name among a host of seductive ports and other creators have made it the centerpiece of novels, poems, songs, films and paintings that travel the world. Nonetheless, this city, its history and its people remain hidden amidst stories that locate the port in some imprecise place, some corner of the unlikely fantasy of a sailor’s tale. The islands near Valparaiso have for centuries haunted the memories of sailors and the survivors of shipwrecks. One day in February 1709, a squadron of English corsairs reached the port, loaded down with lobsters. Among the crew was a savage looking man, dressed in goat skins, the Scottish mariner, Alexander Selkirk, who had been rescued from the Archipelago of Juan Fernández. Ten years later, his adventures would inspire Daniel Defoe to write “The Life and Adventures of Robinson Crusoe”. Herman Melville was 22 years old when he heard the story of a ship destroyed by an enormous whale in 1820. The survivors, who spent months looking for Valparaiso, were found, half-dead and crazy, cast ashore on the same islands as Selkirk. This history would give rise to the legendary Moby Dick. Jeremiah Reynolds confirmed the existence of this legendary creature in 1839 in an article in Knickerbocker Magazine. Three years earlier, Reynolds had also published the story of the mutiny that took place on his ship as it reached Valparaiso, his exploration of the native Mapuche’s lands in what is today southern Chile (Araucanía) and their stay in this port until they managed to ship out on the Potomac.1 His stories would serve Edgar Allan Poe as the source for his novel on the adventures of Arthur Gordon Pym.

Nous irons à Valparaiso (Canción popular francesa) (a popular French song) Hardi les gars, vire au guindeau Good bye farewell ! Good bye farewell ! Hardi les gars, adieu Bordeaux ! Hourra ! oh Mexico ! ho ! ho ! ho ! Au Cap Horn il ne fera pas chaud ! Haul away, hé! Oula tchalez ! A faire la pêche au cachalot ! Hal’ matelot. Hé ! ho ! hisse hé ! ho ! Plus d’un y laissera sa peau ! Good bye farewell ! Good bye farewell ! Adieu misère, adieu bateau ! Hourra ! oh Mexico ! ho ! ho ! ho !

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Et nous irons à Valparaiso ! Haul away, hé! Oula tchalez ! Où d’autres laisseront leur os ! Hal’ matelot. Hé ! ho ! hisse hé ! ho !Ceux qui reviendront pavillons haut Good bye farewell ! Good bye farewell ! C’est premier brin de matelot Hourra ! oh Mexico ! ho ! ho ! ho ! Pour la bordée ils seront à flot Haul away, hé! Oula tchalez ! Bons pour le rack, la fille, le couteau Hal’ matelot. Hé ! ho ! hisse hé ! ho !


BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Ciudad mítica ¿Quién no leyó las historias de piratas y navegantes en las que aparece el nombre de Valparaíso? ¿Quién no cantó canciones y recitó poemas de corazones errantes, que no olvidan sus amores porteños? No importa la nacionalidad ni la cultura del lector que tiene estas páginas en sus manos, posiblemente alguna vez oyó hablar de esta bahía que sugiere un rumbo hacia un lugar mejor. No solo Walt Whitman evocaba su nombre junto al de otros puertos seductores, otros creadores le han dado un lugar principal en novelas, poemas, canciones, películas y pinturas que han recorrido el mundo entero. Sin embargo esta ciudad, su historia y su gente han permanecido escondidas detrás de la bruma de los relatos que sitúan a este puerto en algún sitio impreciso, en algún rincón de las fantasías inverosímiles de historias marineras. Las islas cercanas a Valparaíso han permanecido por siglos en la memoria de los nautas y de los náufragos. Un día de febrero de 1709 llegó a este puerto, cargada de langostas, una escuadrilla de corsarios ingleses. Entre su tripulación venía un hombre de salvaje apariencia, vestido con pieles de cabra. Se trataba del marino escocés Alejandro Selkrik, que había sido abandonado en el Archipiélago de Juan Fernández cuatro años antes y cuyas aventuras inspirarían a Daniel Defoe para escribir diez años más tarde “Vida y Aventuras de Robinson Crusoe”.

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There are many confused visions of this intoxicating port, in which the poetic imagination combines certain attributes, borrowed from fantasy, with its essential qualities. In Buddenbrooks, Thomas Mann imagined Valparaiso as a hot and buggy tropical port. Nothing could be further from the reality of Valparaiso’s cold showers and rebel winter tides, foggy mornings and the indomitable southern wind of summer. Nonetheless, Mann rightly noted that at the time Valparaiso was the only city in Spanish America where English was spoken on the streets and read in the newspapers. It was no coincidence that in the summer of 1851, Christian Buddenbroks boarded a ship in London, setting out in search of a position (he said) or venal adventures (according to his father) overseas in South America or Chile. Others also imagined a tropical or even Mexican-style Valparaiso, among them John Farrow, who, in 1955 used the port as the setting for John Wayne and Lana Turner in “The Sea Chase”, and Victor Fleming’s “Adventure”, during which Clark Gable sings a Mexican folksong, “Cielito Lindo”, in a bar in the port. Valparaiso, the subject of eternal songs and toasts, appears and disappears behind the veil of the imagination of melancholy poets and ironic adventurers.The city itself has little to do with the myths that have been spun around it or the dreams inspired by its name, but this doesn’t make it any less mythical and surprising. One fellow who did remember the cool afternoons was James Abbott Whistle, who visited Valparaiso in 1866 and found it prepared for combat in the face of imminent bombardment from the Spanish fleet. He captured this moment in several paintings, but undoubtedly the best was his portrait of a spring evening, “Nocturne in Blue and Gold”, which forms part of the Freer Gallery in Washington, DC. Undoubtedly, the sailor who knew the port best and loved it most was the poet, Pablo Neruda. He climbed up and down its endless staircases, speaking to people from all walks of life, exploring coves and enjoying the most delicious shellfish. In its cafes, he played like a child with other poets and, not knowing what to do with the sea, he put it in the window of his house on the Yungay Hill. He wrote one of his elementary odes to Valparaiso.

Buddenbroks Buddenbrooks Thomas Mann Christian Buddenbrooks, aparte de su cuello demasiado largo y delgado, y sus piernas flacas y arqueadas, le sentaba bastante mal la influencia de su estadía en Londres y el intenso contacto que había tenido con ingleses en Valparaíso Tras la muerte de su padre y ocho años fuera de casa, volvía a Lübeck con un traje de cuadrados amarillos que le daba un aire tropical. Trayendo un pico de pez espada y una caña de azúcar, recibió el abrazo de su madre medio distraído, medio extraviado Una vez en casa, contaba, con especial predilección, historias sobre su

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negocio en Valparaíso, sobre las temperaturas desmesuradas allá reinantes, y sobre un joven londinense de nombre Johnny Thunderstrom, un vago, un tipo increíble, que habría sido un vendedor con un vasto recorrido en sus espaldas. “¡Dios mío!” decía, “Con ese calor, el jefe llegaba al negocio… y nosotros echados, hombre, fumando, al menos para espantar los mosquitos. Dios mío! -y bien,- preguntaba el jefe -¿y los señores no trabajan?-, Jonnie decía -¡tal como usted ve. No, Sir!, - y le arrojábamos el humo en la cara. Dios mío!”...


Ciudad mítica

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Herman Melville tenía 22 años, cuando en 1820 conoció la historia de aquel barco destrozado por una gran ballena. Los sobrevivientes, que naufragaron durante meses buscando Valparaíso, fueron encontrados, agónicos y enloquecidos, en el mismo Archipiélago que Selkrik. Esta historia daría origen a la legendaria Moby Dick. Jeremiah Reynolds, confirmó en 1839 en su artículo del “Knickerbocker Magazine” la existencia del legendario cetáceo. Tres años antes Reynolds había publicado también la historia del motín que ocurrió en su barco al llegar a Valparaíso, su exploración de la Araucanía y su permanencia en este puerto hasta lograr embarcarse en el “Potomac”2. Sus relatos le servirían a Edgard Allan Poe, como fuente para la novela sobre las aventuras de Arthur Gordon Pym. No han faltado las visiones confusas de este puerto embriagador, en las cuales la imaginación poética combina ciertos atributos, prestados de la fantasía, con cualidades que son de su esencia. Thomas Mann imaginaba en los Buddenbroks un puerto tropical, caluroso y con mosquitos. Nada más alejado de los fríos aguaceros y las rebeldes marejadas de invierno, ni de los amaneceres brumosos y el indomable viento sur del verano. No por ello, Mann deja de apuntar que, en aquella época, Valparaíso ha de haber sido la única ciudad de América hispana en la que el inglés se hablaba en las calles y se leía en los periódicos. No por casualidad Christian se embarcó en el verano de 1851 desde Londres, buscando encontrar allende, lo que significaba Sudamérica o Chile, una posición según él, o unas aventuras venáticas según su padre. Otros también imaginaron un Valparaíso tropical, o incluso mexicanizado, como el que John Farrow escenifica en 1955 para John Wayne y Lana Turner en “El Zorro del océano” (“The Sea Chase”) o la escena de Clark Gable en “Aventura” de Víctor Fleming, en la cual canta la tradicional canción azteca “Cielito Lindo” en un bar porteño. Valparaíso mil veces cantado y contado, recitado y retratado, se oculta y se descubre tras el velo de la imaginación de poetas melancólicos y aventureros irónicos. Valparaíso no tiene nada que ver con los mitos que sobre él se han tejido, ni tampoco con los sueños que sugiere su nombre, pero no por ello es menos mítico y sorprendente. Quien sí recordó los frescos atardeceres de Valparaíso fue James Abbott Whistle, que los que conoció cuando en 1866, en una de sus aventuras marineras, desembarcó en este puerto, pretendiendo combatir ante el inminente bombardeo de una flota española. Los plasmó en varias de sus pinturas, pero sin duda, la que mejor expresa una noche primaveral porteña fue su “Nocturne in Blue and Gold”, que forma parte de la colección de la Feer Gallery of Art de Washington. Pero con seguridad, el marinero que más conoció y amó este puerto enmarañado, fue Pablo Neruda. El poeta subió y bajó por sus escaleras, conversando con las gentes más sencillas, recorrió las caletas, eligiendo los más sabrosos mariscos, en sus cafés jugó como un niño junto a otros poetas, y no sabiendo qué hacer con el mar, lo puso en la ventana de su casa del cerro Yungay. Escribió a Valparaíso una de sus odas elementales.

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Oda a Valparaíso

Valparaíso, qué disparate eres, qué loco, puerto loco, qué cabeza con cerros, desgreñada, no acabas de peinarte, nunca tuviste tiempo de vestirte, siempre te sorprendió la vida, te despertó la muerte, en camisa, en largos calzoncillos con flecos de colores, desnudo con un nombre tatuado en la barriga, y con sombrero, te agarró el terremoto, corriste enloquecido, te quebraste las uñas, se movieron las aguas y las piedras, las veredas, el mar, la noche,

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tú dormías en tierra, cansado de tus navegaciones, y la tierra, furiosa, levantó su oleaje más tempestuoso que el vendaval marino, el polvo te cubría los ojos, las llamas quemaban tus zapatos, las sólidas casas de los banqueros trepidaban como heridas ballenas, mientras arriba las casas de los pobres saltaban al vacío como aves prisioneras que probando las alas se desploman. Pronto, Valparaíso, marinero, te olvidas de las lágrimas, vuelves a colgar tus moradas,


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a pintar puertas verdes, ventanas amarillas, todo lo transformas en nave, eres la remendada proa de un pequeño, valeroso navío. La tempestad corona con espuma tus cordeles que cantan y la luz del océano hace temblar camisas y banderas en tu vacilación indestructible. Estrella oscura eres de lejos, en la altura de la costa resplandeces y pronto entregas tu escondido fuego, el vaivén de tus sordos callejones, el desenfado de tu movimiento, la claridad de tu marinería.

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Aquí termino, es esta oda, Valparaíso, tan pequeña como una camiseta desvalida, colgando en tus ventanas harapientas meciéndose en el viento del océano, impregnándose de todos los dolores de tu suelo, recibiendo el rocío de los mares, el beso del ancho mar colérico que con toda su fuerza golpeándose en tu piedra no pudo derribarte, porque en tu pecho austral están tatuadas la lucha, la esperanza, la solidaridad y la alegría como anclas que resisten las olas de la tierra

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Arising from the Sea These endless plains, their soils pregnant with precious stones and the ancient iron that prevails in South America’s eastern crust, at some point formed part of Gondwana, the world’s southernmost continent. When it fractured, some 150 million years ago, the Amazon River delta opened out onto the continent’s western coast and nothing suggested the existence of what is today the world’s longest mountain range. As Gondwana began its westward journey, most of the territories making up Chile today were under water along the continent’s western edge. Along the way, the pressure from its collision with the Nazca plate, which formed the sea bottom, would lead to the complete transformation of these coasts and, as ever, the results were violent, harsh and catastrophic. Whether you prefer the explanation from our Mapuche grandmothers, according to which the confrontation between TrenTren vilú and Kai-Kai vilú gave birth to these lands from under the sea or the no less fantastic one provided by Wegener on the subduction of the Nazca plaque under this wandering continent, the fact is that 140 million years ago, the western edge of South America emerged from under the sea. Kai-Kai’s aggression was so brutal that ten million years later, these lands were completely flooded again. During the period that followed, an enormous number of fossil remains were deposited at the bottom of these seas. But they would not stay there for long, since with renewed efforts from Tren-Tren, they emerged yet again and became part of the continent. The pitched battle went on for another 30 million years, thrusting the landscape upward thousands of meters in height, creating mountains and ravines. The energy unleashed produced many volcanoes. Today, their fury reined in, they remain mute witnesses of this brutal struggle. Thirteen million years ago, two longitudinal north-south fractures created three blocks in what is today the central and southern Chile: the middle block sunk, forming the Intermediate Depression, while the eastern one rose, reaching heights of over 7000 meters, creating the Andes mountains. The western block remained at the same height and today is known as the coastal mountain range (Cordillera de la Costa). Since then, the fight has been suspended, but the dispute between Kai-Kai and Tren-Tren is far from over. They remain bound together and now and again their skirmishes make the earth tremble again, producing new troubles for its inhabitants.

The Confrontation Between Tren-Tren vilú and Kai-Kai vilú “Tren-Tren was a Hill and a benevolent spirit that helped people. Kai-Kai was a sea bird, an evil spirit, which enjoyed hurting people. Thus Tren-Tren saved the Mapuches and defeated evil. One day, Kai-Kai decided to exterminate all the Mapuches and had the sea climb skyward until the entire earth was flooded. Many people managed to climb onto Tren-Tren with their animals and wild animals followed. When Kai-Kai

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said: “kai, kai, kai” the sea climbed up to TrenTren’s waist, threatening people and animals. When it saw what was going on Tren-Tren stretched even higher. This went on until Tren-Tren reached its current height and all the water had been consumed. Kai-Kai had lost. Thus, all the people and animals that had climbed Tren-Tren were safe. This shows how powerful Tren-Tren was. It beat Kai-Kai and saved people.”2


BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Surgidos desde el mar Las interminables planicies de suelos preñados de piedras preciosas y hierros ancestrales que predominan en el casco oriental de Sudamérica, alguna vez formaron parte de Gondwana, el continente del sur del mundo. Al momento en que éste se fracturara, hace alrededor de 150 millones de años, la hoya del río Amazonas desembocaba por las costas occidentales del continente y nada anunciaba lo que actualmente es la cordillera más larga del mundo. Gran parte de los actuales territorios que forman Chile se encontraban sumergidos junto al margen occidental de este continente que había emprendido su viaje hacia el oeste. A poco andar, la presión ejercida de su encuentro con la Placa de Nazca, que conformaba el fondo marino, provocaría una completa transformación de estas costas y, como siempre ha ocurrido por estos lados, los inicios serían violentos, difíciles y catastróficos. Ya sea por la explicación que dieran nuestras abuelas mapuches, según la cual el enfrentamiento entre el Tren tren vilú y el Kai kai vilú, hicieron nacer estos territorios desde el mar, o bien por la, no menos fantástica, que diera Wegener sobre la subducción de la Placa de Nazca bajo este continente errante, el hecho es que hace 140 millones de años, emergió del fondo marino el borde occidental de América del Sur. Fue tan brutal la resistencia del Kai kai, que hace 130 millones de años estas tierras, nuevamente, quedaron inundadas por completo. Durante el período siguiente se depositaron una gran cantidad de restos fósiles en el fondo de estos mares, exuberantes de vidas, hoy extintas. Pero no permanecerían allí, pues tras nuevos esfuerzos del Tren-tren, aquellos restos volverían a emerger para convertirse en parte del continente. La lucha sin cuartel continuó hasta que, hace 100 millones de años, estos parajes terminaron por plegarse hasta alcanzar miles de metros de altitud, generando sólo montañas y depresiones por doquier. La energía desatada provocó el surgimiento de numerosos volcanes que, hoy algo más calmada su furia, aún persisten como mudos testigos de esta brutal lucha. Hace tres millones de años, dos grandes fracturas longitudinales en sentido norte-sur, dieron origen a tres bloques en lo que hoy es el centro y el sur de Chile: el bloque del medio se hundió, formando lo que hoy llamamos la Depresión Intermedia, el oriental se levantó, alzándose hasta altitudes que superan los siete mil metros, configurando el macizo andino, y el occidental mantuvo su altura, conformando lo que hoy denominamos Cordillera de la Costa. Desde entonces los combates quedan suspendidos, pero la disputa entre el Kai-kai y el Trentren no terminó. Como un sino de estos confines, permanecen empatados y, de tanto en tanto, sus escaramuzas hacen temblar esta tierra, provocando nuevas penurias a sus habitantes.

Enfrentamiento entre el Tren tren vilú y el Kai kai vilú “Tren tren era un cerro como también era un espíritu benéfico que ayudaba a la gente. Kai kai era un ave marina, un espíritu maléfico, que se divertía haciendo daño a la gente. Así salvó Tren tren a los mapuches y venció el mal. Un día Kai kai decidió exterminar a todos los mapuches e hizo que el mar subiera hasta que toda la tierra se inundara. Mucha gente se las arregló para trepar al Tren tren con sus animales, y los animales salvajes los siguieron. Cuando

Kai kai dijo: “kai, kai, kai”. Subió el mar hasta cerca de la cintura del Tren tren amenazando así tanto a la gente como a los animales. Al ver lo que pasaba, Tren tren se alzó todavía más. Esto continuó hasta que Tren tren llegó a su altura actual y toda el agua se consumió. Kai kai estaba vencido. Así que toda la gente y los animales que habían trepado al Tren tren estaban a salvo. Esto demuestra lo poderoso que era Tren tren. Conquistó al Kai kai y salvó a la gente.”

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Skies and Breezes Warm air masses arising in Ecuador move toward the poles, descending in temperate latitudes, as they cool. One of these holes in the sky through which cool air falls is called the southeastern Pacific anticyclone, and it circles just off Chile’s shores. In the summer it moves southward, settling in around Concepcion, while in the winter it reaches as far north as Caldera. From there, cool winds blow steadily toward our coastline, creating a gentle climate, with warm, dry summers, and moderate, rainy winters. This is a Mediterranean climate, in transition toward more semi-arid conditions, whose dry season lasts seven to eight months of the year. It is less extreme than similar locations in the northern hemisphere, which are generally influenced by the larger continents. The rain, caused by the prevailing north and northeasterly winds, fall mainly from May to August, with Valparaiso Bay averaging 462 mm per year. The people of this area are used to the rain and don’t pay much attention, despite the enormous difference between dry and rainier years, whose cycles are determined by the anticyclone’s movements westward. These cause the phenomenon known as the “Niño”. As they move landward, the rains become more frequent, due to the mountains. Before the building of the breakwater (Molo de Abrigo N°1), this bay was open to a powerful north wind, which made the port useless during the winter months, since powerful waves could destroy any ship against the coast. Even today, the lack of timely action can produce a wreck, as occurred in 2001 when a Liberian ship was dashed against the rocks in the Portales Cove (Caleta Portales). From November to March, in contrast, south and southeasterly winds guarantee good weather. Summer afternoons in the port receive strong winds that, channeled by the shape of the city, focus on certain streets, squares and look-out points, where hats tend to escape their owners. In the autumn and spring, in contrast, the weather tends to be quite unstable. Ever present in the port, summer or winter, is a ground fog that quickly fades to reveal the landscape. In summer, the heat guarantees a morning mist, while cold winter days cause it to emerge in the evening.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Cielos y brisas Las cálidas masas de aire que se elevan en el Ecuador, se desplazan en dirección a los polos para descender, nuevamente, en las latitudes templadas, cuando ya se han enfriado. Uno de estos agujeros en el cielo, por donde se cae el aire frío, es el llamado “Anticiclón del Pacífico Sudoriental”, que circula frente a las costas de Chile. En verano se desplaza hacia el sur, llegando a instalarse frente a Concepción, y en invierno llega hasta Caldera. Desde allí salen vientos frescos permanentes que llegan hasta nuestras costas, causando un benigno clima, con veranos cálidos y secos e inviernos lluviosos de fríos moderados. Se trata de un clima mediterráneo de transición hacia formaciones semiáridas, cuya estación seca se prolonga entre siete y ocho meses en el año. Es menos extremo que sus símiles en el hemisferio norte, los cuales por lo general, se encuentran sometidos a la influencia de los grandes continentes. Las lluvias, provocadas por el predominio de los vientos del norte y el noreste, se concentran entre mayo y agosto llegando, en la bahía de Valparaíso, a un promedio anual de 462 milímetros. La gente de esta tierra se ha acistumbrado a no fiarse demasiado de esta cifra, por la inmensa diferencia que se produce entre los años más secos y los más lluviosos, cuyos ciclos se ven determinados por el desplazamiento del anticiclón al oeste a causa del fenómeno “del Niño”. Penetrando en el territorio hacia el interior las lluvias se hacen algo más frecuentes por la acción del relieve montañoso. Hasta antes de la construcción del Molo de Abrigo (N°1), esta bahía abierta hacia el bravo viento del norte, resultaba un puerto inútil en los meses de invierno puesto que las marejadas podían terminar con cualquier embarcación destrozada contra la costa. Todavía hoy, la falta de previsión oportuna puede acabar con alguna, como ocurrió el 2001 con una nave liberiana destrozada contra Caleta Portales. Entre noviembre y marzo en cambio, el predominio de vientos persistentes del sur y sureste garantiza buen tiempo. Las tardes de estío porteño se caracterizan por los fuertes vientos, que conducidos por el relieve de la ciudad se concentran particularmente en ciertas calles, plazas y miradores donde los sombreros suelen rebelarse a sus amos. En los meses de otoño y primavera en cambio, el tiempo resulta más inestable. La que siempre está presente en este puerto, en invierno y verano, es la bruma que suele cubrirlo para disiparse al cabo de un rato desvelando su paisaje. En verano una sucesión de días muy calurosos es garantía de niebla matinal, mientras que los días fríos de invierno son garantía de bruma vespertina.

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A Coastal Amphitheater The coast raised up by Tren-Tren has been pounded so incessantly by sea and wind that it finally assumed the shape of an amphitheater, which today is lined by the city of Valparaiso.The galleries are formed by the chain of Hills, while the orchestra is formed by a flat area often called the Plain (El Plan), with the Andes in the background and ships moving across the bay in the foreground. No consensus has ever been achieved on how many Hills form this amphitheatre, although the number 49 has enjoyed considerable support. Actually, the site is really a single vertical land mass consisting of ridges flanked by deep ravines. It must have taken a sizeable cataclysm to raise the huge rocky mass that makes up the coast. This event is supposed to have occurred during the Jurassic period, when this massive rocky intruder, which we call coastal batolite, erupted from deep within the earth’s entrails to create an enormous raised surface along the coast. Rain, wind and the sea have bared its cliffs, leaving a ledge 50 meters above the sea, which in time became known as the city’s limit (cota) and today is dotted with Valparaiso’s lookouts (N°217, N°35, N°59, N°90, N°100, N°116, N°117, N°141, N°203, N°209 and N°215). The water from the mountains of the interior deposited pulverized rock on the batolite, creating a series of terraces, 100, 200 and 350 meters above the sea. Once this massive coastal land mass had emerged, the coastal drift current, which runs northward along the coast, created the Plain. The peninsula of Playa Ancha (broad beach) causes this current to spin, making it deposit the yellow sands that it carries. These traveling sands produced the plain called the Almendral and what was once the enormous beach of Valparaiso, which went from the Plaza Aduana (N°8) (Customs Square) to the Nudo Barón (N°200) (Baron Knot). A layer of artificial fill covers the yellow sands that reached the Plain mounted on waves, pushing out into the sea for several meters. It is silent witness to the massive amounts of rubble produced by the six major earthquakes that, from 1571 to 1985, have lashed Valparaiso. Moreover, there are several spots on the Plain containing forgotten deposits of organic material from agricultural activities. At the foot of the Hill, and particularly in front of the ravines, pulverized batolite characterizes the main fill, deposited their by slides. In some spots, near the Tornamesa (N°4), the Caleta Portales (N°6), the Larraín and Lecheros (N°208 a N°210) Hills, Altamirano Avenue (N°7) and Santos Ossa, igneous rock reaches the surface, the result of large slabs that were blasted. During the 19th century, coastal lands stretching from the Barón (Nº 202) to the Duprat points (Nº1) were recovered from the sea. Many legendary wrecks lie buried along the old coastline, under Brasil and Cochrane streets. Serrano-Prat and Blanco streets are the result of fill put in from 1840 to 1860, and contain a wide range of materials, including rocks from neighboring Hills, all kinds of rubble, and ships’ ballast, unloaded just off shore. In contrast to the fill along Brasil – Blanco streets and the current shoreline, applied during the 1880s, these areas are amazingly stable, because they are the result of the better engineering techniques typical of the late 19th century.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Un anfiteatro costero La costa levantada por el Tren tren, fue lavada tantas veces por el mar, la lluvia y el viento sur, que en definitiva tomó la forma de anfiteatro que hoy confina a la ciudad de Valparaíso. Por galerías tiene una cadena de cerros y por platea, un llano que solemos llamarlo “El Plan”, por telón de fondo los Andes y por escena los barcos que deambulan en el mar de la bahía. Nunca hemos alcanzado un consenso definitivo sobre cuántos son los cerros que configuran el anfiteatro porteño. El número de 49 suscita cierto apoyo. Será porque en la práctica y desde su origen geológico, más que unas colinas aisladas, se trata de un solo gran macizo vertical que conforma terrazas flanqueadas por profundas quebradas. Un cataclismo de proporciones debe haber sido el levantamiento de la gran masa rocosa que configura esta costa. Dicen que ocurrió durante el jurásico, cuando esa descomunal roca intrusiva, que llamamos “batolito costero”, emergió desde las entrañas de la tierra creando una gran superficie elevada frente a la costa. La lluvia, el viento y el mar desnudaron sus acantilados dejando una cornisa a cincuenta metros sobre el mar, la que con el tiempo llegaría a convertirse en la llamada cota de los miradores de Valparaíso (N°217, N°35, N°59, N°90, N°100, N°116, N°117, N°141, N°203, N°209 y N°215). El agua proveniente desde las cordilleras interiores, depositó roca pulverizada sobre el batolito, creando una sucesión de terrazas a los 100, 200 y 350 metros sobre el mar. Una vez levantado el gran macizo costero, la corriente de “Deriva Litoral”, que corre vecina a la costa en dirección al norte, fuela responsable de crear el suelo del “Plan”. La península de Playa Ancha provoca que esta corriente gire, produciéndose un área de depositación de las arenas amarillas que arrastra. Estas arenas viajeras produjeron el llano del Almendral y lo que otrora fue la enorme playa de Valparaíso que recorría desde Plaza Aduana (Nº8) hasta el Nudo Barón (Nº200). En el “Plan”, sobre aquellas arenas que llegaron montadas en las olas, existe una capa de relleno artificial que aumenta su espesor en dirección al mar hasta alcanzar varios metros. Son el testimonio de los descomunales escombros que resultaron de los seis mayores terremotos que, entre 1571 y 1985, ha debido soportar Valparaíso. Puntualmente, existen sitios del plan con olvidados depósitos de materia orgánica de origen agrícola. En el pie de cerro, y particularmente frente a las quebradas, predomina un relleno formado por restos pulverizados del batolito, que transportado por los aluviones. En algunos lugares, como el sector Tornamesa (Nº4), Caleta Portales (Nº6), los Cerros Larraín y Lecheros (Nº209 210), la Avenida Altamirano (Nº7) y Santos Ossa, la roca ígnea casi asoma a la superficie, por tratarse de grandes peñones que fueron dinamitados. Los suelos del frente costero, entre Barón (Nº202) y Punta Duprat (Nº1),fueron terrenos ganados al mar durante el siglo XIX. En la antigua línea de costa, bajo la calle Brasil o Cochrane, se encuentran enterrados numerosos restos de naufragios cuyas leyendas siguen vivas. Los terrenos ganados al mar calles Serrano-Prat y calle Blanco, fueron rellenados entre 1840 y 1860, y contienen una gran diversidad de materiales entre las que se cuentan tanto rocas extraídas de los cerros vecinos, como todo tipo de escombros, mezclados con lastres que descargaban los barcos junto a la costa. En cambio los rellenos entre las calles Brasil - Blanco y la actual orilla, ejecutados en la década de 1880, poseen una sorprendente estabilidad, pues son el fruto de lo mejor de la ingeniería de finales del siglo XIX.

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Generous Flora When Francis Drake sacked the port’s warehouses in 1578, he found planks made from the wood of the unique Chilean tree, the alerce (Fitroya cupressoides).3 These boards were cut from trees in southern rainforests as old as the great pyramid of Giza and were probably awaiting shipment to Peru or Santiago. This suggests that there was already a system in place for extracting, selling and transporting wood, just 34 years after the port’s founding. In these conditions, it is easy to understand why the last major testimonies about vegetation date from the middle of the 17th century, when Alonso Ovalle spoke of the palms of the Almendral. Later, these Hills were described and sketched as sterile, with no signs of the impenetrable forests that originally covered them. Originally a wide range of species existed here, mostly trees with hard shiny leaves and evergreens, capable of resisting the sharp swings in humidity and temperature typical of this climate.4 They were joined by a significant number of cactus and chaguales, all presided over by the millenary Chilean palm. This flourishing vegetation gave up its life to the precarious population that had taken root in this land. The bark of the quillayes5 was used for soap shipped abroad; the maqui 6 produced the stakes used for domestic animals and baskets, and its green bark went to ties; the hard wood of the belloto 7 and the patagua 8 went to cabinet and furniture makers and builders; the peumo 9 became the soles of wandering shoes; the sap from palm trees10 delighted many with its delicious syrup and the coconuts provided oil; the litre11 provided firewood, coal and its leaves fertilized the soil; the naranjillo 12 went to charcoal and provided tannin for treating hides; the foliage of the maitén13 fed cows and horses; and the leaves of the boldo14 went to medicinal infusions used to cure hepatic illnesses and all kinds of disease. Fires would also eat away the forest, running out of control in this area known as Alimapu, burnt earth. Tradition has it that the changes in diameter that gave the palms their elephant foot shape were the result of the stress suffered during fires. After the large trees were cut down, the most tenacious species grew back as dwarf shrubs. Unprotected by the higher foliage, however, it was difficult to reconquer these Hillsides, most of them with northern exposures. Only in the shadiest ravines did clusters of trees survive, among them the foam-like pataguas, brilliant bellotos, carmine-spattered peumos, and the occasional sacred canelo, a cinnamon-like tree. Meadows and slopes more exposed to the sun ended up covered with the caustic litres, erect cacti and the old and noble palm. Early in the 19th century, trees from elsewhere were massively introduced, among them poplars, pines, eucalyptus, and mimosas, creating large expanses of land used for forestry until well into the 20th century. Today, to see native vegetation it is necessary to move beyond the city limits toward Laguna Verde, Santos Ossa and Camino Las Palmas or heading into the coastal mountain range.

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Flora generosa Cuando Francis Drake saqueó las bodegas de este puerto en 1578, encontró tablas de alerces4, que para fabricarlas debieron ser derribados árboles tan antiguos como la gran pirámide de Giza y trasladados desde los bosques húmedos del sur. Probablemente, esperaban su turno para ser exportadas al Perú o para ser llevadas a Santiago. Es de suponer, por lo tanto, que ya existía un sistema organizado de extracción, comercialización y transporte de madera, apenas 34 años después de creado el puerto. En esas condiciones, no es extraño, comprender por qué los últimos testimonios de vegetación relativamente importante datan de mediados del siglo XVII, cuando Alonso Ovalle hablara de las palmas del Almendral. Con posterioridad, estos cerros eran descritos y dibujados como colinas estériles que nada dicen del bosque impenetrable originario. Inicialmente existía un conjunto muy variado de especies, en su mayoría árboles de hojas duras brillantes y siempre verdes, capaces de resistir las marcadas diferencias de humedad y temperatura de este clima5. Los acompañaba, un número importante de cactus y chaguales, y presidían el conjunto, las milenarias palmas chilenas. Esta vegetación generosa entregó su existencia en servicio de la precaria población que habitaba esta tierra. Las cortezas de los quillayes6 sirvieron para hacer jabón que llegó a ser exportado; el maqui 7 dio las varillas para jaulas de animales domésticos y canastos, y su verde corteza para hacer amarras; la dura madera del belloto 8 y la patagua 9 se doblegó ante ebanistas, mueblistas y constructores; el peumo 10 se hizo suela de zapatos errantes; la savia de las palmas 11 deleitó con su sabrosa miel y sus cocos dieron aceite; el litre 12 dio leña, carbón y sus hojas abonaron la tierra; el naranjillo 13 sirvió de carbón vegetal y dio el tanino para las curtiembres; el follaje del maitén 14 alimentó a vacas y caballos; y las hojas del boldo 15 en infusiones medicinales sirvió para curar enfermedades hepáticas y males de todo tipo. Contribuiría a la pérdida de este bosque, los incendios que, desde que existe memoria, se han desatado sin control en “Alimapu”, tierra quemada. La tradición dice que los cambios de diámetro, que presentan sus troncos con forma de patas de elefante, se deben al estrés sufrido por las palmas sobrevivientes de los incendios. Tras la tala de los grandes árboles, las especies más tenaces volverían a crecer en forma de achaparrados arbustos. Pero sin la protección de los altos follajes no resultaba fácil reconquistar estas laderas, en su mayoría expuestas hacia el norte. Subsistirán solamente en las quebradas más sombrías, las agrupaciones de pataguas espumosas, bellotos brillantes, peumos salpicados de rojo y algún canelo sagrado. Llanos y laderas de mayor exposición al sol, serán repoblados por cáusticos litres, erectos cactus y la vieja y noble palma. A partir del siglo XIX, se introdujeron masivamente álamos, pinos, eucaliptos y aromos traídos de otras tierras, que fueron convirtiendo el entorno de la ciudad en grandes extensiones de explotación forestal hasta avanzado el siglo XX. En la actualidad, es posible conocer la vegetación nativa saliendo del radio urbano en dirección a Laguna Verde, Santos Ossa y Camino Las Palmas o internándose en la Cordillera de la Costa.

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En un lugar con nombre

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Traces The long journey, which began as men and women made their way across the Bering Strait and wandered southward down this lengthy continent, reached these latitudes around 11,500 BC. This steady march brought people who initially settled in the footHills as they hunted the large herbivores, today extinct. 2500 years later, they moved into central Chile, spreading gradually toward the shoreline. Around 6,840 BC, in search of coastal resources, hunters from the interior visited Curaumilla Point immediately to the south of the bay in which Valparaiso is currently located. They hunted seals, birds and small mammals, practiced some incipient fishing and gathering of shellfish, especially abalone-like locos (Concholepas. concholepas) and lapas. They left behind them the remains of tools for grinding and body painting. There is evidence from around 3,180 BC that new groups of hunter-gatherers reached Curaumilla, leaving evidence of revolutionary new developments in the preparation of projectiles. Pottery’s appearance at some sites coincides with a new type of human physique, suggesting other peoples may have reached this area. For the first time, people settled on flood plains, appropriate for incipient agriculture and horticulture. Although coastal inhabitants were more mobile than similar groups in the interior, human settlements were becoming more permanent, with many sites occupied by small communities that used quincha, a woody

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Huellas La interminable travesía sin rumbo que emprendieran desde el estrecho de Bering, los hombres y mujeres que fueron poblando este continente desmesurado, alcanzó estas latitudes alrededor del año 11.500 a.C. Esta marcha de gentes en movimiento perpetuo, ocupó primero las zonas precordilleranas. Iban tras la caza de grandes herbívoros hoy extintos. Dos mil quinientos años más tarde, comienza una ocupación más amplia de Chile central y paulatinamente se van integrando los territorios costeros. Alrededor del 6.840 a.C., cazadores provenientes del interior en busca de recursos costeros, pasaron por la Punta Curaumilla, localizada inmediatamente al sur de la bahía que hoy ocupa Valparaíso. Cazaban lobos marinos, aves y mamíferos pequeños, y practicaron una incipiente pesca y recolección de moluscos, particularmente de locos y lapas. Nos dejaron restos de instrumentos de molienda y pinturas corporales. Hay evidencia, de que en torno al 3.180 a.C. anduvieron por Curaumilla nuevos grupos de cazadoresrecolectores, dejando esta vez, testimonios de haber descubierto tecnologías revolucionarias en la confección de proyectiles. La aparición de la alfarería coincide, en ciertos sitios, con la de un nuevo tipo físico humano, lo que sugiere que podría haber sido introducida por la llegada de otros pueblos. Por primera vez se ocupaban las terrazas aluviales, aptas para la incipiente agricultura y horticultura. Si bien los habitantes de la costa presentaban una movilidad mayor que los grupos similares en el interior, por aquella época se incrementan los asentamientos humanos más permanentes, encontrándose muchos sitios que fueron ocupados por pequeñas comunidades que usaban la quincha, vegetales leñosos mezclados con barro, para la construcción de sus viviendas. Eran viviendas de familias extensas. Se trataba de grupos sin jerarquías sociales permanentes, sino con liderazgos temporales, como la figura del chamán. En estas sociedades era común el uso de tembetás, adornos que se insertan en la boca, y de pipas cerámicas de doble tubo para ser usadas, al parecer, como práctica ceremonial restringida a personas específicas. Enterraban a su gente en posición flectada, en el lugar de habitación, pues carecían de cementerios. Su economía contemplaba el uso de recursos marinos, camélidos y vegetales. Si bien ya se aprecia un uso generalizado de cultivos agrícolas, estos no reemplazaban aún los productos silvestres recolectados.

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plant, mixed with mud, to build their houses. These were designed for large families. Typically these were social groups with no permanent hierarchy, but rather temporary leaders, particularly shamen. People belonging to these societies often used tembetás, adornments inserted in the mouth, and double-tubed ceramic pipes, apparently as part of ceremonial practices restricted to a few initiates only. These peoples buried their dead in the fetal position where they lived, since they did not have cemeteries as such. Their economy involved the use of marine, camelid and vegetable resources. Although there was a generalized use of agricultural crops, these had not yet replaced the gathering of wild products. Clay objects for domestic use found in Curaumilla, dating from about 860 BC, belong to what has been called the Bato cultural complex. These are obsidian scrapers, quartz arrow heads with a curved base, instruments for grinding, harpoons and bone tools used for removing sea shells, and even the point of a hammered copper hook. These peoples’ diet consisted of mollusks, small mammals, birds and seals, and some handling of domesticated or wild camelids is apparent, along with agriculture. It is likely that shell fish were traded for products from the interior. In 400 AD, natural shapes came into use on Bato ceramics. When the Incas arrived in 1450, central Chile was dominated by the Aconcagua cultural complex, as it is known, which occupied the coastal areas and interior valleys. There is evidence of their presence on both sides of the Andes, suggesting ancient threads have woven these communities together, despite the 7000 meter high altitudes that the Andes mountains reach at some points. By then, these were sophisticated farmers and ceramicists, shepherds, hunters and gatherers. A preference for burying their dead far from their homes had also become apparent. There was some social hierarchy and at least two large population groups, one in the Aconcagua Valley and the other in the Mapocho Valley. Both groups shared the same culture, but there were also many differences and contrasts between them, indicating a relationship at once indissoluble and characterized by conflicts and contradictions, as would become apparent throughout most of our future history.

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Huellas

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La cerámica de uso doméstico encontrada en Curaumilla, fabricada alrededor del 860 a.C., corresponde a lo que se ha denominado complejo cultural Bato. Se trata de raspadores de obsidiana, puntas de proyectil de cuarzo con base escotada, instrumentos de molienda, arpones y desconchadores de hueso, e incluso, una punta de anzuelo de cobre martillado. La dieta en ese entonces era de moluscos, de mamíferos menores, aves y lobos marinos, además, se apre3cia cierto manejo de camélidos, domesticados o silvestres, y de agricultura. Es probable la existencia de intercambio de mariscos por productos del interior. A partir del 400 d.C. se aprecian modelados naturalistas en la cerámica Bato. A la llegada de los incas en 1450, predominaba en Chile central el llamado complejo cultural Aconcagua, el que ocupó tierras litorales y valles interiores. Existe evidencia de su presencia a ambos lados de Los Andes, sugiriendo que ancestrales hilos han entretejido la vida de estas comunidades, sin que los 7 mil metros de altitud del macizo cordillerano hayan sido un obstáculo. Era un pueblo de agricultores y alfareros sofisticados, pastores, cazadores y recolectores. Resulta clara su propensión a enterrar a los muertos lejos del lugar de habitación. Entre ellos se manifestaba un ordenamiento social jerarquizado y se dividían en, a lo menos, dos grandes grupos de población: uno en el Valle del Aconcagua y otro en el Valle del Mapocho. Ambos grupos compartían una misma cultura, pero presentaban numerosas diferencias y oposiciones entre sí, anunciando lo que sería una relación indisoluble, pero no exenta de diferencias y contradicciones entre ambos valles, que se expresaría muchas veces a lo largo de nuestra historia futura.

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Coyasuyo Valleys According to the chronicler, Gerónimo Bibar15, the chire or winter cold that affected the Peruvian native people in this area led them to give this name to the Aconcagua Valley, and it later became Chile. But the valleys of central Chile, especially between the Aconcagua and Maipo Rivers, were much more than a mere geography with a name by the time the Spanish arrived. Heavily populated by a significant number of indigenous peoples, this region was also rich in symbols, rituals, stories and works of infrastructure. The Incan roads, Caminos del Inca, included major “highways” that stretched along enormous geological faults or river beds, connecting an empire stretching more than 4000 km, from Ecuador to Chile. Three major roads reached central Chile, nested in a large network of secondary branches, many of which form part of Chile’s rural road network to this day, including the roads connecting La Playa, Puchuncaví, Alicahue, Pedernal and Lagunillas. All along this network, the Incan inns, tambos,16 and forts, pucarás,17 were built, the remains of which have been found in Marga-Marga, Mauco, Quintero and Quillota. A complex network of channels and irrigation works also existed. According to Bibar, 22 irrigation channels criss crossed the fertile Aconcagua valley. Some stories even mention a temple in Quillota, with a monastery of women dedicated to the sun, a pucará on Moyaca Hill, a large esplanade for ceremonial use, and a mitmae, or farming community of peoples brought from elsewhere in the empire. All this was surrounded by self-sufficient communities.

Caminos del Inca. Incan Highways El “Camino Inca Longitudinal Argentino” recorría la ladera oriental de los Andes viniendo desde el norte hasta alcanzar el río Mendoza, desde allí empalmaba con un camino trasandino que cruzaba la cordillera junto al monte Aconcagua, descendiendo hacia el río Colorado y continuando por el margen norte del río Aconcagua hasta su desembocadura. El “Camino Inca Longitudinal Andino” recorría la precordillera occidental por el valle del río Putaendo y Valle de Auco para cruzar hacia el Valle del río Mapocho, en lo que hoy es Santiago. El tercer camino recorría los márgenes occidentales de la cordillera de la Costa; proveniente de Illapel, llegaba hasta La Ligua y siguiendo un trazado cercano a la actual ruta Panamericana llegaba hasta La Calera para continuar hacia el sur por la cuesta La Dormida y alcanzar el valle del Mapocho por Lampa.

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The Argentine stretch of the Incan highway network, known as the Camino Inca Longitudinal Argentino stretched southward along the eastern edge of the Andes to the Mendoza river, where it joined a transandean road that crossed the Andes mountain range near the Aconcagua mountain before descending along the Colorado river and following the northern branch of the Aconcagua river to the sea. The second part of this road system covered the whole western footHills of the Andes along the Putaendo river and Auco valleys, crossing into the Mapocho river valley and reaching as far as what today is Santiago. The third stretch covered the western edges of the coastal mountain range from Illapel to La Ligua, following a route very similar to the current PanAmerican highway as it reaches La Calera and then continues southward along the La Dormida Hill to the Mapocho valley near Lampa.


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Valles del Coyasuyo Según el cronista Jerónimo Vivar, el “chire” o frío invernal que sufrían los indígenas peruanos en esta zona, le habrían dado el nombre al Valle del Aconcagua, y de él habría derivado el nombre que adoptarían estas tierras, Chile. Pero los valles de Chile central, particularmente entre los ríos Aconcagua y Maipo, eran, al momento de la llegada de los españoles, mucho más que mera geografía con un nombre. Se trataba de un territorio humanizado, no sólo habitado por un número significativo de indígenas, sino de un lugar cargado de símbolos, rituales, historias y obras de infraestructura. Los Caminos del Inca, cuyas vías principales se desarrollaban a lo largo de grandes fallas geológicas o cursos fluviales, conectaban un imperio de más de 4.000 kilómetros de longitud entre Ecuador y Chile. Tres grandes vías llegaban al Chile central, pero además de ellas existía toda una red de ramales secundarios, de los cuales algunos constituyen parte de nuestra actual red de caminos rurales, como los caminos de La Playa, Puchuncaví, Alicahue, Pedernal, y Lagunillas. Junto a esta red se erigían tambos16, y pucarás17, cuyos restos han sido encontrados en Marga-Marga, Mauco, Quintero y Quillota. Además de esta compleja red de caminos, existía un sistema de canales y obras de regadío. Según Vivar 22 canales de regadío surcaban el fértil valle del Aconcagua. Algunos relatos aseguran incluso que en Quillota existía un templo, con un monasterio de vírgenes del sol, un pucará sobre el cerro Moyaca, una gran explanada de uso ceremonial y un mitimae, colonia agrícola de indios traídos desde algún confín del imperio. Todo ello, rodeado por varias concentraciones de indios dedicados a la autosubsistencia. La compleja red de relaciones establecida por los incas con los pueblos que se encontraba bajo su dominio, exigía el traslado de productos y grandes grupos de poblaciones desde todos los confines del Tahuantinsuyo18 y, por tanto, la red caminera ha de haber sido una de las piezas más significativas del imperio. Sin embargo, considerando también la práctica incaica de conseguir la fidelidad a partir de un sistema de reciprocidad, dejando intactos ciertos aspectos del orden local, es también posible que la impronta cultural que caracterizó a estos valles no surgió en los setenta años de dominio incaico, sino que gran parte de ello se venía gestando desde mucho antes.

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The complex network of relationships that the Incas built with the peoples under their rule required the movement of products and large population groups from all over their empire, known as Tahuantinsuyo,18 and, as a result, the roads were among the empire’s most important resources. However, because the Incas’ strategy was to win loyalty through reciprocity, leaving certain aspects of the local order intact, it is also likely that the cultural characteristics of these valleys were as much the product of pre-Incan traditions as they were the result of the 70 years of Incan rule. The Incas’ sophisticated system of governance was successfully applied to the Picunches,19 the native group then predominant in central Chile. More to the south, however, lived the “wild enemies” or “promaucaes”. This was the indomitable Mapuche people,20 whose fierce resistance had stopped the southward advance of the frontier of the Incas’ southern empire, Coyasuyo, which at one point had reached the Maule river, some 450 km south of Valparaiso. At the time of the Spanish conquest, Incan rule reached only to the Maipo river, just south of where Santiago is today. The first Spanish chroniclers could not believe their eyes when they saw the Mapuches’ ability to fight their guerilla warfare. In the next 300 years, all the Spaniards’ military might was not enough to successfully invade this impenetrable territory. As the Spanish conquest began, the Incan governor, Quilicanta,21 represented Cuzco’s authority from the Choapa river southward. He ruled out of the Aconcagua river valley, although more recently he had moved to the area that today is Colina. Quilicanta ruled over two “curacas” or local chiefs, Michimalonco, whose territory went from the high and middle source of the Aconcagua, and whose main settlement was in the Mapocho river valley, and Tanjalonco who ruled from the lower Aconcagua to the coast.

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Valle del Coyasuyo

BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

El sofisticado sistema de dominación incaico consiguió imponerse con éxito entre los picunches19 que habitaban Chile central. Más al sur en cambio, se encontraron con “enemigos salvajes” o “promaucaes”. Se trataba del indómito pueblo mapuche20, cuya resistencia sin cuartel había conseguido un repliegue de la frontera del Coyasuyo o imperio del sur, el que alguna vez había llegado hasta el río Maule a unos 450 kilómetros al sur de Valparaíso. Al momento de la conquista española ls dominación inca llegaba apenas hasta el río Maipo, al sur de Santiago. Los primeros cronistas españoles no daban crédito a sus ojos cuando vieron la capacidad de combate que ofrecían los mapuches en su guerra de guerrillas. Todo el poderío militar español quedaría por los trescientos años siguientes imposibilitado de dominar ese territorio impenetrable. Al llegar el conquistador español, un gobernador inca, a quien llamaban Quilicanta21, representaba a la autoridad cuzqueña desde el Río Choapa al Sur. Ejercía su autoridad desde el Valle del Río Aconcagua, si bien en el último tiempo había debido trasladarse a Colina. Quilicanta gobernaba sobre dos “curacas” o caciques locales; Michimalonco, cuyos territorios abarcaban el curso medio y alto del Aconcagua y tenía su asiento en el Valle del Río Mapocho, y Tanjalonco que dominaba el bajo Aconcagua hasta la costa.

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Alimapu Having remained relatively apart from the Incas’ administrative order, the inhabitants of Chile’s shoreline traveled these bays in sealskin canoes. Seventeenth century Spanish chroniclers grouped the coastal inhabitants of northern and central Chile under the name changos, although they did not share cultural or ethnic characteristics. The name served rather as a generic denomination that referred to the way people lived, in small coves of coastal laborers and fishing peoples. One group lived in the Quintil valley bay in a town they called Alimapu, which would later become Valparaiso. This name may reflect the summer fires that lit up the southern curve of the bay, but there are many other hypothesis and fables to explain its origin.

Illusions To this day, all we know about our pre-Colombian past is what the Spanish have told us, and there is no doubt that the Spaniards themselves Esta era una niña de cera; lived in a world constructed of their own illusions Pero no era una niña de cera; and longings. These ranged from the belief that era una gavilla parada en la era. they had actually reached India, to the permanent flow of endless riches, lost in the jungle, mounPero no era gavilla, tains and archipelagos, which for centuries gave sino la flor seca de la maravilla. rise to an infinity of journeys that never reached Tampoco era la flor, sino que era their destination. This also involved a belief, supposedly adopted by the indigenous peoples, that un rayito de sol pegado a la vidriera. the conquistadores were gods, and the Spaniards’ No era un rayito de sol siquiera: own confused view of the native peoples, mixuna pajita dentro de mis ojitos era. ing the vision of incorrigible savages with that of sublime beings born free of original sin. But from Columbus onward, all the mistakes ¡Alléguense a mirar cómo he perdido in the meeting between Europe and America entera, tended to favor the rapid progress of the Spanen este lagrimón. Mi Pascua verdadera! ish. These illusions allowed Europe to invent this continent, which in fact was as old as any other, creating “a new world”, or more to the point, a Gabriela Mistral new possibility for their old world. , In Chile’s case, the illusions always ended in disappointment. The project was never completed.This was a land of disenchantment, short of everything, where no one found what they had come to find, where people arrived and then could not get away.This was a frustration that, over time, would turn into new hopes that stubbornly provided the new energy necessary to continue.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Alimapu Manteniéndose relativamente al margen del ordenamiento administrativo incaico, los habientes de la costa recorrían estas bahías en balsas de cuero de lobos marinos. Los cronistas ibéricos del siglo XVII terminarían agrupando bajo el nombre de changos a los habitantes costeros del norte y centro de Chile, a pesar de que no compartían una etnia, ni mayores rasgos culturales entre sí. Se trata más bien de una denominación genérica, para una determinada forma de vida de pequeñas comunidades de pescadores y labradores costeros que habitaban en caletas. Habitaban también una bahía en el Valle del Quintil, que ellos llamaban Alimapu, y que llegará a convertirse en Valparaiso. E posible que aquel nombre surgiera de los incendios que en verano aviva el ciento sur en esta bahía, pero existen otras muchas hipótesis y fábulas que explican su origen.

Ilusiones Hasta nuestros días, lo único que sabemos de nuestro pasado precolombino es lo que los españoles nos contaron, y si hay algo de lo que no cabe duda, es que los españoles se desenvolvían en un mundo construido por sus propias ilusiones y anhelos. Estos, iban desde la creencia de que habían llegado a las Indias, hasta el influjo permanente de riquezas inconmensurables perdidas en la selva, en las montañas o en los archipiélagos, que durante siglos los llevaron a venáticas expediciones sin destino. Pasaban por la creencia, supuestamente prohijada por los aborígenes, de que los conquistadores eran dioses, o por aquella confusa percepción española sobre los indígenas, que mezclaba la visión de salvajes incorregibles con la de seres sublimes sin mácula original. Pero todos los equívocos del encuentro entre Europa y América, desde Colón en adelante, en más de una ocasión favorecieron el rápido avance español. Estas ilusiones fueron las que permitieron a Europa inventar en este continente, tan antiguo como cualquier otro, un “nuevo mundo”, o mejor dicho, una nueva posibilidad de “su” viejo mundo. En el caso chileno, las ilusiones acabaron siempre en desengaño, no pasaron de ser un proyecto inconcluso. Esta fue una tierra del desencanto, siempre faltaba de todo, nunca existió lo que se vino a buscar, pero aquí se llegaba y no era fácil irse. Fue esta frustración la que devino, con el correr del tiempo, en nuevas esperanzas que, porfiadamente, han dado siempre una fuente de nuevas energías para continuar.

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The Other Peru Francisco Pizarro and Diego de Almagro started out from Panama to travel to the opulent lands that the southernmost indigenous peoples spoke of. The wealth they found in Peru was as oversized as everything they had found on their way, in this amazing continent. Once their fingers touched the Incan gold, there were many reasons to doubt the reports of more treasures to the south. After all, the Incas had stopped advancing southward at the Maule river. However, as always with Chile, the Spanish clung to their dream, despite the likelihood of failure. When his relations with Pizarro turned fragile, Almagro accepted the title of Governor of New Toledo, which included the territory from Cuzco south to Taltal, and began to advance southward. Intoxicated with the illusion that after the unpopulated deserts he would find another Peru, ripe for the conquest, Almagro left for Chile in mid-1535. His expedition of 500 Spaniards served by 1500 native people cost him a fortune. He chose the route over the eastern edge of the Andes, to enter what is today Chilean territory using the San Francisco mountain pass, near the Ojos del Salado volcano, America’s second highest mounting. At over 4800 masl, this hostile pass was the most dreadful part of the journey. The horrors experienced left innumerable men and horses dead, and would make even the most sensationalist reporters flinch: fingers, hands and feet frozen off, acts of cannibalism for lack of food, and the constant trudge, trudge, trudge, with the head down to protect the eyes from the infinite whiteness. Almagro stopped awake in the “vale of Chile” (Aconcagua river), reaching the Itata river where there were some skirmishes with the native people. He saw no signs of the “Other Peru”, so he did the only sensible thing under the circumstances: he turned around and went back, this time along the coast, forgetting this land where all he had found was negligence, poverty and warlike natives. “Los de Chile” (the ones from Chile), as Almagro’s expedition became known, returned to fight Pizarro for the real wealth, the only Peru, Atahualpa’s.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

El Otro Perú Desde Panamá habían emprendido Francisco Pizarro y Diego de Almagro, el viaje hacia las tierras opulentas que anunciaban los indígenas más al sur. Tan desmedidas como todo lo que se iban topando en este asombroso continente, fueron las riquezas que encontraron en Perú. Una vez puestas las manos sobre el oro del inca, había motivos plausibles para dudar de la veracidad de los relatos que hablaban sobre otros tesoros al sur del Perú. Después de todo, los incas habían desistido avanzar más allá del río Maule. Sin embargo, como siempre en Chile, había que aferrarse al sueño; a pesar de ser una hazaña previsiblemente fracasada. Habiéndose tornado frágiles las relaciones con Pizarro, Almagro aceptó el título de Gobernador de Nueva Toledo, el cual comprendía los territorios entre Cuzco y Tal–tal y desde allí emprendería el avance hacia el sur. Embriagado con la ilusión de que después de los desiertos despoblados existiría “Otro Perú” por conquistar, Almagro partió rumbo a Chile a mediados de 1535. Su expedición de más de 500 españoles servidos por 1.500 indios, le significaron una verdadera fortuna. Eligió una ruta al oriente de Los Andes para penetrar en el territorio chileno por el Paso San Francisco, junto al volcán Ojos del Salado, segundo monte más alto de América. Este paso inclemente de más de 4.800 metros de altitud, significó la fase más penosa de la travesía. Los horrores vividos por esta expedición, que dejó un número indeterminado de hombres y caballos muertos, haría palidecer a las más descarnadas crónicas sensacionalistas: dedos, manos y pies que se desprendían por el congelamiento, actos de canibalismo a falta de mejor alimento y caminar, caminar, siempre caminar, con la cabeza gacha para proteger los ojos de la blancura infinita. Permaneció seis meses en el “Valle de Chile” (río Aconcagua) y llegó hasta el río Itata, donde tuvo algunas escaramuzas con indígenas. Del “Otro Perú”, ni un solo rastro. Almagro hizo lo único sensato que se podía esperar después de tan penosa travesía: devolverse, esta vez por la costa, y olvidar esta tierra donde no encontró más que abandono, pobreza y un pueblo de indígenas belicosos. “Los de Chile”, como se llamó a la expedición de Almagro, regresaron a disputar con Pizarro la verdadera fuente de riquezas: el único Perú, el de Atahualpa.

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Disappointments, Wars and Loves Others, less sensible than Almagro, would carry on despite the deception, adversity, war, poverty, the suffering caused by a thousand and one defeats.Thanks to these men of disappointed hopes and the indigenous peoples who fought against them, a strange mixture of wars and loves took place, leaving us in its wake to tell the story. One of these “fools” was Pedro de Valdivia, who left from Peru in 1539, this time taking the coastal road, and accompanied by 150 men. Fifteen years later, the native peoples would defeat and kill him, leaving his conquest unfinished and a feeling of discouragement. Unlike the rest of the continent, neither the sword nor the cross were able to defeat the indomitable Mapuches. The conquest became a war and the war went from epic gesture to daily occurrence. Surprised by the fierce Mapuches, Alonso de Ercilla y Zúñiga wrote in his epic poem, “La Araucana”, that at last the Spanish nobles had found an enemy not only their equal, but superior. The Spanish conquest, which had advanced brilliantly throughout the continent, aspired to reach a heroic climax. However, this never happened. The war went on forever and ended in a standoff. The Spaniards had to recognize a border that ended in the “barbarous territory” to the south, which refused to be conquered. The “empire where the sun never set” had to draw back to Chile’s central zone and from there consolidate a border from which it started to build a nation. Ercilla could only recognize that “honors are a matter not of having them, but of coming to deserve them.” Since then and to this day, many “Fizcarraldos” have seen their dreams shatter against these mountains and seas and, nonetheless, have drawn strength from discouragement and carried on, creating our modest poetry, less epic than might have been desired at some point, but no less passionate.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Desengaños, Guerras y Amores Otros no serían tan sensatos como Almagro, continuaron a pesar de todo, a pesar de la decepción, a pesar de la adversidad, a pesar de la guerra, a pesar de la pobreza, a pesar de sufrir una y mil derrotas. Gracias a estos hombres de desengañadas esperanzas y a los indígenas que les tocó pelear contra ellos hasta terminar mezclándose en un enjambre de guerras y amores, es que todavía estamos aquí para contar esta historia. Uno de estos insensatos fue Pedro de Valdivia, que partió desde el Perú en 1539, esta vez por el camino de la costa y acompañado de 150 hombres. Al cabo de quince años, sería derrotado y muerto por los indígenas dejando la conquista inconclusa y un sentimiento de desazón ante esta inútil empresa. A diferencia de lo que había ocurrido en todo el continente, ni la espada ni la cruz, fueron capaces de doblegar a los indómitos mapuches. La conquista devino en guerra y la guerra pasó de gesta épica a un status cotidiano. Alonso de Ercilla y Zúñiga, sorprendido con la ferocidad mapuche, expresaba en su poema épico “La Araucana”, que por fin los hidalgos españoles habían encontrado un enemigo a su altura, sino superior. La conquista española que avanzó brillantemente por el territorio americano aspiraba por fin alcanzar un final heroico. Sin embargo, este no llegó jamás. La guerra se alargó eternamente, y concluyó en un empate, los españoles debieron reconocer “La Frontera”, un territorio “bárbaro” en el sur, que resistía a ser conquistado. El “Imperio donde no se ponía el sol” debió replegarse en la zona central de Chile y desde esta posición, consolidar una marca fronteriza desde la cual emprender la construcción de una nación. A Ercilla no le quedó más que reconocer, que “las honras consisten no en tenerlas, sino sólo arribar a merecerlas”. Desde entonces y hasta nuestros días, incontables “Fizcarraldos” han estrellado sus sueños contra estos montes y estos mares y, a pesar de todo, sacaron del desengaño la fuerza necesaria para seguir aquí y hacer con ello nuestra modesta poesía menos épica de lo que algún día quisimos, pero no por ello menos enamorada.

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Paradise Valley Along with Almagro, an auxiliary expedition consisting of three craft, the “Santiaguillo”, the “Santiago” and the “San Cristóbal”, traveled by sea. Only the first, piloted by Alonso Quintero, reached these shores, since the “Santiago” sank and the San Cristóbal returned to Peru. It first touched ground at what is today Los Vilos and then carried on southward. In 1536, when Almagro settled into the Aconcagua valley, he sent one of his captains, Juan de Saavedra, to find the ship. The widespread story that upon finding this bay similar to his homeland valley, Valparaiso de Abajo, in Cuenca, Saavedra gave it the same name is rather dubious. But undoubtedly something in his fleeting dreams influenced his views. The most accurate part of the whole story, however, is that this place, which became Valparaiso, could not have come about as anything but a meeting between those aboard ship and those walking across the land, survivors of wrecks on land and sea, painful journeys and disappointments on their backs, and elusive hopes in their future. This “new” place, at once anchored in memory and a stubborn utopia of illusions, was not really discovered, but rather invented. Thousands of encounters like this would ensue before this bay would became a city.

Valparaiso de Abajo Aurelio Díaz Meza “lo más probable es que Saavedra, en su viaje de exploración de la costa hacia el sur, al encuentro del barco expedicionario, pasara por las alturas de Quintil, que rodean la bahía y su configuración le recordara al puerto de Valparaíso de Abajo en Cuenca que se levanta en lo hondo de un valle, cercado de cerros, con abundante vegetación y expuesto a vientos constantes”21.

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“The most likely [explanation] is that Saavedra, in his explorations southward of the coast to find the expedition’s boat, crossed the heights of Quintil, which surround the bay, and its shape reminded him of the port of Valparaiso de Abajo in Cuenca, which lies in the valley’s depths, surrounded by Hills, with abundant vegetation and exposed to constant winds.”22


BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

El Valle del Paraiso Junto con Almagro partió una expedición marítima auxiliar, compuesta de tres embarcaciones: el “Santiaguillo”, el “Santiago” y el “San Cristóbal”. Sólo la primera, piloteada por Alonso Quintero, llegó a navegar estas costas, pues el “Santiago” naufragó y el San Cristóbal regresó al Perú. Su primera recalada en tierra ocurrió en Los Vilos, antes de reemprender el viaje hacia el sur. En 1536, estando Almagro instalado en el Valle del Aconcagua, envió a Juan de Saavedra, uno de sus capitanes de tierra, a reunirse con la expedición marítima. Es un tanto dudosa la difundida interpretación, de que la similitud de esta bahía con el valle de Valparaíso de Abajo en Cuenca, haya sido lo que motivó a Saavedra a bautizarlo así. Pero resulta incuestionable que su anhelo de anclar sueños esquivos, lo han de haber llevado a dejar en este rincón algo de su tierra natal. Lo más verosímil de aquella historia, es el hecho de que el lugar destinado a Valparaíso no podría haber surgido de otro modo, sino como un encuentro entre navegantes y caminantes, náufragos de mar y de tierra; con penosas travesías y desengaños en sus espaldas e ilusorias esperanzas en su porvenir. Un lugar anclado en la memoria y una utopía porfiando en la ilusión, son las que permiten, no descubrir, sino inventar un nuevo lugar. Tendrían que ocurrir todavía miles de encuentros como éste hasta darle a esta bahía una fisonomía de ciudad.

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I Name You and Appoint You Santiago’s Port In late 1540, with Valdivia’s expedition at his peak in the area, a boat piloted by Alonso de Camargo stopped for repairs along the coast.This was what was left of a fleet that had set out to explore the Straits of Magellan and ended up in ruins.The mystery of what happened to the crews of these ships would give rise to Patagonia’s most troubling legend, the Caesars’ City, Ciudad de los Césares. The news of the boat’s arrival reached the conquistador’s ears via some native prisoners and he sent a delegation to find it, a vain effort as it turned out, since the ship had set sail for Peru. Whether by way of this event, knowledge from the Almagro expedition, or the information from native peoples, undoubtedly Pedro de Valdivia knew that a bay existed at latitude 33º 03’ south and longitude 71º 38’ west, where Saavedra and Quintero had met. It is therefore likely that this significantly influenced his decision on where to found Santiago, in February 1541. Since then, the destinies of Valparaiso and Santiago have always been that of a port that opening up new possibilities and a city that consolidates and, as was always to occur in the history of the Aconcagua and Mapocho valleys, the transformations of one found their source in the other.

Ciudad de los Césares City of the Caesars El rumor de una urbe llena de riquezas enclavada en algún misterioso lugar de la Patagonia, en la cual se habían radicado los descendientes de los náufragos perdidos de la expedición de Alonso de Camargo en 1540, perturbó a los conquistadores por siglos y los alentó a emprender expediciones a la Patagonia impenetrable. Se trataba en definitiva de una promesa permanente de que la conquista de este territorio valía la pena, a pesar del decepcionante panorama que ofrecía.

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The rumor of a city full of riches in some mysterious corner of Patagonia, where lived the survivors and descents of those lost in the shipwrecks that engulfed the expedition led by Alonso de Camargo in 1540, tempted the conquistadores for centuries, encouraging to send off expeditions to the deepest parts of Patagonia. This was the eternal promise of the conquest, which would make it all worthwhile, despite the discouragement.


BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Lo nombro y señalo puerto de Santiago A finales de 1540, en plena expedición de Valdivia por la zona, una nave piloteada por Alonso de Camargo se detuvo a reparar sus averías en estas costas. Se trataba de los restos de una flota, que en una penosa exploración del Estrecho de Magallanes, había terminado en naufragios y naves extraviadas. El misterio del destino de sus tripulantes daría origen a la más perturbadora leyenda de la Patagonia: la Ciudad de los Césares. La noticia del arribo de un barco, llegó a oídos del conquistador por parte de unos indios prisioneros y envió una delegación a su encuentro, lo que resultó en vano, pues ya había emprendido viaje al Perú. Ya sea por este hecho o, por el conocimiento que tuvo de la expedición de Almagro o, por la información obtenida de los indígenas, con seguridad Pedro de Valdivia supo de la existencia de una bahía en la latitud 33º 03’ sur y longitud 71º 38’ oeste, en la cual se había producido el encuentro entre Saavedra y Quintero. Es por tanto, también probable, que esa haya sido una consideración importante a la hora de elegir un lugar para la fundación de Santiago, en febrero de 1541. Desde entonces el destino de Valparaíso y de Santiago será siempre el de un puerto que abre las nuevas posibilidades y una ciudad que las consolida y, como ocurriría siempre en la historia de los Valles del Aconcagua y del Mapocho, las transformaciones de uno tienen su germen en el otro. Ese mismo año, Valdivia mandó a construir un bergantín en la desembocadura del Aconcagua, pero un asalto del cacique Tangalonco, que terminó con la muerte de trece españoles y el incendio de la nave, frustró el intento. Al mes siguiente de este ataque, en aquel violento 11 de septiembre de 1541, el cacique Michimalonco destruía la ciudad de Santiago. En represalia los españoles mutilaron a Tangalonco de ambos pies y Michimalonco debió huir allende Los Andes. La bahía de Valparaíso debió esperar hasta 1543 el regreso del “Santiaguillo”, comandado por el portugués Luis Hernández, para recibir la ayuda, enviada desde el Perú, para la reconstrucción de la ciudad de Santiago.

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That same year,Valdivia ordered the building of a brig in the Aconcagua delta, but an attack by the chief Tangalonco, which ended in the death of thirteen Spaniards and the burning of the boat, frustrated this effort. The next month, on a violent 11 September 1541, Chief Michimalonco destroyed Santiago. In vengeance, the Spaniards cut off both of Tangalonco’s feet and Michimalonco fled across the Andes. Valparaiso bay had to wait until 1543 for the return of the “Santiaguillo”, under the command of the Portuguese Luis Hernández, to receive help from Peru for the rebuilding of Santiago. In August 1544, the San Pedro reached these shores, commanded by the Genovese navigator, Juan Bautista Pastene, sent by the governor of Peru to explore and warn of the possible presence of corsairs. On 3 September 1544, during a ceremony held in Valparaiso, which confirmed that the port would bear this name, Valdivia entrusted Pastene to explore the kingdom’s southern coast on board the San Pedro and accompanied by the Santiaguillo, and take possession of any lands he should discover, in his majesty’s name. He added that “I now name you and indicate that this shall be the port of Valparaiso for trade between this land and the city of Santiago.” This event was the first to officially recognize Valparaiso’s existence as a place worthy of being included in the map of the Spanish empire. The port, however, offered an entry point but no exit. Leaving was strictly prohibited by Pedro de Valdivia in 1547. One morning he announced the lifting of this ban and that the Santiaguillo would take anyone wishing to leave for Peru. Twenty men took advantage of this unexpected benevolence and others decided to send aid to their families. Once the ship was loaded and about to set out, Valdivia called everyone together to give them his blessing. Everyone disembarked and the general wept over their departure with them. Valdivia then sneaked off through the woods of the Elías ravine and headed to Lima with his mens’ wealth. He’d worked out this plan to finance an urgent trip to Lima to support the Viceroy, who faced an insurrection led by Gonzalo Pizarro.

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Lo Nombro y Señalo Puerto de…

BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

En agosto de 1544 llegó a estas costas el “San Pedro”, esta vez al mando del navegante genovés Juan Bautista Pastene, enviado por el Gobernador del Perú a explorar y advertir de la posible presencia de corsarios. El 3 de septiembre de 1544, en una ceremonia realizada en Valparaíso que lo ratifica con este nombre, Valdivia encomienda a Pastene explorar abordo del “San Pedro” y en compañía del “Santiaguillo”, la costa sur del reino para tomar posesión en nombre de su majestad de las tierras que descubriere, indicando: “y de ahora de nuevo nombro y señalo este puerto de Valparaíso para el trato de esta tierra y ciudad de Santiago”. Este evento constituye el primer reconocimiento oficial de la existencia de Valparaíso como lugar digno de ser situado en el mapa del Imperio Español. Pero este puerto era un lugar por el cual se llegaba pero no se salía. Había estricta prohibición de abandonar este territorio de fin del mundo y así se lo dejaría claro Pedro de Valdivia en 1547. Una mañana anunció que se levantaba la prohibición y que el “Santiaguillo” se encontraba dispuesto para llevar al Perú a quien quisiera embarcarse. Veinte hombres aprovecharon la inesperada benevolencia del conquistador y otros decidieron enviar ayuda a sus familiares. Estando la embarcación cargada y próxima a partir, Valdivia los llamó para darles su bendición. Todos bajaron a tierra y el general lloró con ellos por su partida. Al primer descuido sin embargo, Valdivia se escabulló entre los bosques de la quebrada Elías y se fue a Lima con todas las riquezas de sus hombres. Había urdido aquel plan ante la imposibilidad de financiar su urgente viaje a Lima, con el fin de apoyar al virrey que enfrentaba la insurrección de Gonzalo Pizarro.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Luchando por existir

The Struggle to Exist

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A Bustling in the Mist Since Valdivia’s arrival in the Aconcagua valley and his fruitless search for Camargo and his ship, Valparaiso has appeared as a shadowy, imprecise backdrop in Chile’s history. There is talk of ships coming and going from Peru and other Chilean destinations, movements between the port and the city of Santiago, arrivals and departures, but its name is seldom mentioned and what occurs there is not described. Like the sea mist, which from time to time erases its Hills, but cannot make us forget that they are there, under our noses, Valparaiso slips out of sight for decades, at least as far as men and women inland are concerned. Part of these movements between Santiago and Valparaiso involved the search for gold in the Marga-Marga estuary near what is today the city of Quilpue, which the Spanish called the river of mines, Río de las Minas. In 1541, while a prisoner, Chief Michimalonco of the Mapocho valley told the Spanish that its deposits provided the gold paid to the Incas in tributes. “The general was very happy with this news from the chief, because it was a sign that there was something [worthwhile] in this land, because for lack of this metal, the Spanish were reluctant to travel to these new lands.”23 The extraction of gold from the Marga-Marga was the kingdom’s main economic activity in the decades to follow and favored the Spaniards’ settlement in the region. They chose Limache thanks to its closeness to the La Dormida route over the mountains, the fertility of its soils and the fact that it held a smaller, potentially hostile, indigenous population. After 1561, the ore started to run out and the activity was abandoned. According to Vicuña Mackenna, the total gold extracted from the estuary in those 20 years reached 9,840 kilos. While substantial, this is a long way from amounts culled other colonies in the Americas.24. Pedro de Valdivia made an enormous effort to impress the Spanish king with this gold, but Chile remained poor, even for the wealthiest heirs to the original conquistadors. With the defeat and death of Pedro de Valdivia in the battle of Tucapel in 1553, it was clear that he had not been able to consolidate stable administrative power or lasting military rule in the kingdom of Chile. This made the consequences of the general uprising of native peoples in 1598 particularly dramatic, and culminated in the death of the governor, Oñez de Loyola, in Curalaba.The Spaniards were forced to give up seven towns to the south of the Maule river and draw back into central Chile. Thus, Chile became an island surrounded by the world’s driest desert, some of its highest mountains, its largest ocean, and the most hostile people on the continent.The “towns” of the day were nothing more than modest military camps and with time very little would be left standing. An earthquake in 1570 and two in 1575 shook central Chile and except for straw buildings, little remained.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Trajines entre la bruma Desde la llegada de Valdivia al Valle del Aconcagua, y su infructuosa búsqueda del barco de Camargo, Valparaíso aparecerá en la historia de Chile como parte de un telón de fondo brumoso e impreciso. Se habla de barcos que vienen y van al Perú o a otras radas costeras de Chile, de trajines entre el puerto y la ciudad de Santiago, de llegadas y partidas, pero prácticamente no se menciona su nombre ni lo que allí ocurre. Como la bruma marítima que, de tanto en tanto, hace desaparecer sus cerros, pero que nunca consigue que olvidemos que ellos están frente a nuestras narices, Valparaíso parece encontrarse oculto por varias décadas a los habitantes de este reino de hombres y mujeres de tierra adentro. Uno de estos trajines entre Santiago y Valparaíso era en busca del oro del estero MargaMarga, llamado Río de las Minas por los españoles, vecino a lo que en nuestros días es la ciudad de Quilpué. En 1541 estando prisionero el cacique del Mapocho, Michimalonco, reveló a los españoles la existencia de estos yacimientos, desde el cual se extraía el metal que se tributaba a los incas. “Se alegró el general de las nuevas que le daba este cacique, porque era señal que lo había en la tierra, porque a las entradas en estas tierras nuevas, como no haya semejante metal, van los españoles de mala gana;”22. La extracción del Oro del Marga – Marga fue la principal actividad económica del reino en las siguientes décadas y favoreció los asentamientos de españoles en la zona. Eligieron la localidad de Limache por su cercanía con la ruta de La Dormida, la fertilidad de sus tierras y encontrarse menos ocupado por población indígena, potencialmente hostil. Con posterioridad a 1561 comenzó un agotamiento del mineral, que terminó por abandonarse. Según Vicuña Mackenna, el total del oro extraído en este estero en los 20 años que duró su explotación alcanzó 9.840 kilos, lo que si bien es una cifra muy significativa, está lejos de la magnitud del oro extraído de otras colonias americanas23. Pedro de Valdivia haría denodados esfuerzos por hacer brillar este escaso oro ante los ojos del rey de España, pero Chile continuaría siendo un reino pobre, incluso, para los mejor acomodados herederos de los conquistadores originales. Tras la derrota y muerte de Pedro de Valdivia en la batalla de Tucapel, en 1553, no se consiguió consolidar un poder administrativo estable ni perduraron liderazgos militares significativos en el reino de Chile. Esta situación hizo aún más dramática las consecuencias del levantamiento general indígena de 1598, que dejó por saldo la muerte del gobernador Oñez de Loyola en Curalaba. Los españoles se vieron obligados a abandonar siete ciudades fundadas al sur del río Maule y a replegarse en la zona central de Chile. El territorio nacional quedó, a partir de entonces, signado como una isla circundada por el desierto más árido, las montañas más altas, el océano más extenso y el pueblo más hostil del continente. Lo que, por aquel entonces, llamábamos ciudades eran unos modestos campamentos militares, más parecidos a un descampado que a otra cosa y en los que, de tanto en tanto, ni siquiera de ellos quedaba mucho. Un terremoto en 1570 y dos en 1575 sacudieron Chile central y, a excepción de edificaciones de paja, han de haber dejado poco en pie.

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A Pier If it was hard to the Kingdom of Chile to survive, for Valparaiso it was even harder. The government was concerned about events in the south, in the rebel lands of Arauco, Patagonia and the Straits of Magellan. Without conquering them, there would be no guarantee that the French, Dutch and English would not use them in their struggle to take the Spanish gold. Above all, they were seduced by the legends of lost paradises for the taking, such as the Caesars’ city. In November 1552, the Santiago Assembly (Cabildo) agreed to build port works in the bay of Valparaiso, under the pompous name of “port of Santiago”. Nonetheless, this cannot have been much more than some kind of infrastructure for tying ships up, which did not even deserve the name of a pier, since until early in the 19th century ships continued to disembark onto the sand. The anchorage or fondeadero, located in the deepest part of the bay, just off the Juan Gómez ravine, today Carampangue St. (N°8), was considered a good depth. The French writer, Frezier notes that in the 18th century it was possible to enter the bay and anchor at depths of anywhere from 83.5 to 133.6 meters (50 to 80 fathoms), and that boats tended to locate as close as possible to shore to fasten their anchors, using three ropes to rocks or dead stumps and thus avoid their anchors being lashed by the fierce south winds that tended to arise a midday. Even so, they still enjoyed depths of 14 to 18 meters (8 to 10 fathoms). But this advantage only existed during the warmer months, since the northern-looking bay was not sheltered from the fierce northern storm winds that dashed ships against the coast. In 1673, after a ship disappeared without a trace, use of the port from 15 May to 15 August was strictly forbidden and punishable by embargo. Thus, every year Chile lost all contact with the rest of the world during this period. The few permanent inhabitants of this bay must have been some of the original changos and some indentured indigenous people responsible for loading and unloading, and muleteers. During the winter they were probably moved elsewhere by their masters, to carry out other tasks. Lacking in any infrastructure, under precarious conditions and poverty, they must have suffered the rigors of earthquakes and the mud slides triggered by plentiful winter rains, tidal waves that from time to time swept the footHills, and the dusty gusts of summer.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Un embarcadero Si para el Reino de Chile no era fácil existir, para Valparaíso las dificultades serían aún mayores. Las preocupaciones de los gobernantes estaban en el sur, en las tierras rebeldes de Arauco, pero sobre todo en la Patagonia y en el Estrecho de Magallanes. Sin su conquista no estarían seguros de que franceses, holandeses e ingleses no intentarían desde allí apoderarse del oro español. Pero, sobre todo, los seducían leyendas de paraísos perdidos por descubrir como la Ciudad de los Césares. En noviembre de 1552, el Cabildo de Santiago acordó construir obras portuarias en la rada de Valparaíso, bajo el pomposo título de “puerto de Santiago”. No obstante, aquello debe haber sido alguna infraestructura de amarre que ni siquiera merecía el nombre de muelle, puesto que hasta comienzos del siglo XIX se siguió desembarcando sobre la arena. A pesar de su precariedad y, en razón a su uso, Valparaíso llegaría a convertirse tempranamente en un puerto, como consecuencia de transformaciones más profundas que sufriría el reino de Chile durante el siglo XVII. El fondeadero emplazado en la parte más profunda de la bahía, desprendiéndose de la quebrada Juan Gómez, hoy calle Carampangue (N°8), era considerado bueno por la profundidad que presentaba. Frezier contaba, en el siglo XVIII, que era posible bordear la bahía y fondear entre los 91.44 mts hasta 14.63 mts (50 a 8 brazas) de profundidad y que los buques solían colocarse tan cerca de tierra como para poder anclar en seco con tres amarras en rocas o cabos muertos, con el fin de evitar que las anclas fuesen zafadas por el fuerte viento sur del mediodía, y aún así contaban con una profundidad de 14 a 18 mts. Pero esta ventaja sólo era aprovechable en los meses cálidos, pues la bahía, orientada hacia el norte, no estaba abrigada ante los inclementes temporales con viento norte arrojaban las embarcaciones contra la costa. Tras la desaparición sin dejar rastro de un buque en 1673, se prohibió bajo pena de embargo el uso del puerto entre el 15 de mayo y el 15 de agosto, período en el cual el reino de Chile perdía anualmente todo contacto con el mundo exterior. Los pocos habitantes permanentes de esta bahía, deben haber sido algunos changos originarios y algunos indios encomendados que hacían labores de cargadores y arrieros, los cuales probablemente eran trasladados a otros dominios de su amo en invierno para dedicarlos a otras labores. Carentes de toda infraestructura y sumidos en la precariedad y la pobreza, ellos han de haber sufrido los rigores no sólo de los terremotos, sino que también tuvieron que aprender a convivir con los aluviones de barro que desencadenaban las copiosas lluvias invernales, las ventoleras polvorientas del verano y las marejadas que azotaban la playa de Valparaíso de tanto en tanto.

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A New Order Chile wasn’t the only place where illusions were shattering against reality. In Spain too, frustration was in charge, especially with the recent defeat of the invincible Spanish Armada. Its governors were beginning to look like caesars deluded by improbable empires, whose knights of melancholy countenance were tangled up in obsolete illusions of ladies and giants. In 1601, one of these disillusioned survivors of the Armada, the governor Alonso de Ribera, took charge of Chile in a calamitous state, the result of the Spanish defeat at the hands of the Mapuche, known as the “Disaster of Curalaba”. With pragmatism and strategic vision, he led the restructuring of the local community, to guarantee territorial defense and encourage agricultural production. He increased the granting of land (mercedes de tierra) and the indenturement (encomienda) of the native people, seeking to create a separate class of landowners from war-related labors. He also created a system for financing 1500 troops using the real situado, a remittance provided by the Viceroyship in Peru. This measure would lead to America’s first permanent army. This strategy of professionalizing defense and demilitarizing the conquistadores, now turned into landowners, would establish the foundations for agriculture that would make it possible for this distant territory to contribute to the Spanish empire. Otherwise, its sole purpose would have been to wage war. This measure created America’s first permanent army. It would also give it the chance of quickly becoming a supplier of the agricultural goods required by the world’s largest concentration of population at the time, the strip between Lima and Potosí, bringing Chile into its enormous hinterland. Access to land in this kingdom without wealth was the main form of social mobility for conquistadores and their descendents. When they could not obtain a land deed (merced de tierra), marriage

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Un nuevo orden No sólo en Chile las ilusiones se estrellaban contra la realidad. En España también corrían tiempos de frustraciones, recién derrotada la “Invencible Armada”, sus gobernantes comenzaban a aparecer como césares fantaseando con imperios imposibles, cual caballeros de figuras tristes con ilusiones anacrónicas de doncellas y gigantes. En 1601 uno de esos desengañados sobrevivientes de la Invencible Armada, el gobernador Alonso de Ribera, se hizo cargo de Chile en el estado calamitoso que lo dejó el desastre de Curalaba. Con pragmatismo y visión estratégica impulsó un proceso de reestructuración de la comunidad local, apuntando a garantizar la defensa del territorio y fomentar la producción agrícola. Aumentó fuertemente las mercedes de tierra y la encomienda de indios buscando separar a una incipiente clase de terratenientes de las labores propias de la guerra. Por otra parte, impulsó un nuevo sistema de financiamiento de 1.500 efectivos, por medio del real situado, remesa proveniente del virreinato del Perú. Esta medida llegaría a cristalizar en el primer ejército permanente de América. Esta estrategia de profesionalización de la defensa y desmilitarización de los conquistadores, ahora convertidos en terratenientes, sentaría las bases para la explotación agrícola que le daría a esta marca limítrofe, la posibilidad de cumplir un papel dentro del imperio español, que de otro modo, habría estado circunscrito únicamente a la guerra. Le daría la oportunidad de convertirse, tempranamente, en proveedor de los productos agrícolas que requería la principal concentración poblacional de esta parte del mundo, en el eje entre Lima y Potosí, del cual Chile llegará a ser parte de su enorme hinterland.

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to the daughter of some important chief became another route. Immortalized to this day, these landholders, with no gold or luxuries, but able to grant favors and exercise the powers of a conspicuous number of relatives, would consolidate their web of all powerful influences, which for 350 years would allow them to control their own domains, with much indulgence, many an arbitrary act, and impunity for some serious crimes. The limitless power exercised by land owners in their estates was somewhat tempered in the villages that were typically referred to as towns. It had to be shared with the other patricians, among them the Roman Catholic Church and the incipient colonial government. After a brief 10-year existence and then closure from 1575, in 1609, the Royal Audience (Real Audiencia) began to function again, creating a peculiar relationship between the three main components of the colonial state. The first was the President, the official title given the governor of the kingdom by virtue of his presidency of the Audience. There was also the Assembly, or Cabildo, the maximum expression of the neighbors as they exercised their rights as citizens. Finally, there was the Real Audiencia, which provided civil and criminal justice and received appeals against the government. The relationship between these three institutions, all in the hands of a small number of families and a clergy as poor in goods as in sanctity, began to forge the hybrid approach to the wielding of power, so typical of Latin America, in which the de facto dominance of newly created aristocrats would merge with ideas from the illustration and the heritage of Spanish medieval law.

Potosí “Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la época del auge de la ciudad de Potosí. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las procesiones: en 1658, para la celebración del Corpus Christi, las calles de la ciudad fueron desempedradas, desde la matriz hasta la iglesia de Recoletos, y totalmente cubiertas con barras de plata. En Potosí la plata levantó templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramó la sangre y el vino, encendió la codicia y desató el despilfarro y la aventura. La espada y la cruz marchaban juntas en la conquista y en el despojo colonial. Para arrancar la plata de América, se dieron cita en Potosí los capitanes y los ascetas, los caballeros de lidia y los apóstoles, los soldados y los frailes. Convertidas en piñas y lingotes, las vísceras del cerro rico alimentaron sustancialmente el desarrollo de Europa. «Vale un Perú» fue el

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elogio máximo a las personas o a las cosas desde que Pizarro se hizo dueño del Cuzco, pero a partir del descubrimiento del cerro, Don Quijote de la Mancha habla con otras palabras: «Vale un Potosí», advierte a Sancho. Vena yugular del Virreinato, manantial de la plata de América, Potosí contaba con 120 000 habitantes según el censo de 1573. Sólo veintiocho años habían transcurrido desde que la ciudad brotara entre los páramos andinos y ya tenía, como por arte de magia, la misma población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes. Era una de las ciudades más grandes y más ricas del mundo, diez veces más habitada que Boston, en tiempos en que Nueva York ni siquiera había empezado a llamarse así.” Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina


Un nuevo orden

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El acceso a la tierra en este reino sin riquezas, fue la principal forma de movilidad social para los conquistadores y sus descendientes. Cuando no se obtenía por una merced de tierra, el matrimonio con la hija de algún importante cacique era la forma de hacerse de ella. Inmortalizados hasta nuestros días estos propietarios sin oro, ni lujos, pero con capacidad para hacer favores y con una conspicua parentela, irían consolidando un entramado de influencias todopoderosas, que por 350 años les permitirían controlar sus dominios con no pocas indulgencias, con más de alguna arbitrariedad y ciertos crímenes impunes. El poder sin parangón que ostentaban los dueños de la tierra en sus dominios, se diluía en parte, o a lo menos se equilibraba, en las aldeas que solían llamar ciudades. Debía compartirse con los demás patricios, con la Iglesia y con el incipiente Estado colonial. En 1609 se volvió a poner en funcionamiento la Real Audiencia, que había permanecido cerrada desde 1575, tras una fugaz existencia de 10 años. A partir de ese momento, se configura una relación particular entre las tres componentes principales del Estado colonial. Por un lado el Presidente, nombre que adopta el Gobernador del Reino en virtud de su cargo de Presidente de la Audiencia, por otro el Cabildo, máxima expresión de representación de los vecinos con derechos ciudadanos y, por último, la Real Audiencia, que además de impartir justicia civil y criminal, conocía los casos de reclamación frente a las decisiones de los gobernantes. La relación entre estas tres instituciones, en manos del mismo puñado de familias, además de un clero, tan pobre en bienes como en santidad, fueron configurando una concepción híbrida del ejercicio del poder, muy latinoamericana por lo demás, en que se irán entremezclando, su fáctico dominio señorial, con ideas ilustradas y con herencias del derecho medieval español

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Esclavos. Slave Market Los vecinos de Santiago no tardaron en hacer uso de las prerrogativas ciudadanas que le permitían reclamar ante las decisiones de la autoridad ante la Audiencia y protestaron por tener que enrolarse en las guerras de Arauco. Adujeron además, directamente ante el rey que, dada su actitud rebelde, los mapuches no merecían ser tratados como vasallos libres. Como resultado de estas reclamaciones se abrió la posibilidad de esclavizar a los indígenas capturados, iniciándose así el comercio de esclavos en Chile. La gigantesca mortandad de la población indígena ocurrida a finales del siglo XVI, como consecuencia de las guerras, las epidemias, los abusos y la sobreexplotación por la expansión de la institución de la encomienda, favorecieron, a comienzos del XVII, el mercado de esclavos de raza negra.

The neighbors of Santiago wasted no time in making use of their citizens’ rights to appeal the authorities’ decisions to the Audience and they protested at being required to enlist in the Arauco wars. They also argued before the king that because of their rebellious attitude, the Mapuches did not deserve to be treated as free subjects. As a result of these complaints, it became possible to enslave indigenous prisoners, and Chile’s slave trade began. The extremely high mortality of the indigenous population by the end of the 16th century, as a result of wars, epidemics, abuse and the exploitation that accompanied the encomienda (indentureship), created favorable conditions for a flourishing market for black slaves.

A Commercial Port With the level of demand in Lima and Potosí, by the 16th century, Chile’s agricultural output had started to exceed the requirements of a subsistence economy. As the last quarter century began, exports to the Viceroyship began, mainly of tallow and leather and to a lesser degree wine, dried fruit and wood from the alerce. This merchandise made the port attractive to pirates and corsairs, and it experienced its first attack, by Francis Drake, in 1578. It wasn’t until the 17th century, however, with the assumption of the new order imposed by Ribera, that the conditions for sustained growth in trade with Peru really consolidated. In 1605, Valparaiso saw the appointment of its first Mayor of the Sea, responsible for the entire coastline, and empowered to inspect ships entering and leaving the port, register the entry of merchandise, check licenses of seafarers, hear lawsuits and organize port activities. The development of trade was relatively slow, limited by pressures to satisfy the internal market. The government had to manage this competition, establishing different measures depending on the fluctuations in agricultural production. Thus, on 22 December 1651, a royal decree lifted the taxes on exports to Peru and in 1697 wheat exports from Santiago’s valleys were banned and ceilings established on exports. Few manufactured goods reached the port, not only because the Chilean market had limited purchasing power, but also because it was outside the main circuit used by the Indias Fleet (Flota de Indias), and therefore was at the mercy of traders in Callao. By 1660, the only slave market in the kingdom was in Valparaiso, where black and mulatto people were traded, along with Mapuches captured in the Arauco war.

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Un puerto comercial Con una demanda como la que existía en Lima y Potosí, ya en el siglo XVI, la producción agropecuaria del reino de Chile, comienza a empinarse por sobre los requerimientos de una economía de autosubsistencia. Antes de comenzar el último cuarto del siglo, se inician las exportaciones al Virreinato, particularmente, de sebo y cuero y, en menor medida, vino, fruta seca y madera de alerce. Estas mercancías hicieron a este puerto destino apetecible para piratas y corsarios, las que se inauguran con el ataque de Francis Drake de 1578. Sin embargo, no sería hasta el siglo XVII, con la instauración del nuevo orden impuesto por Ribera, que se dieron las condiciones para un crecimiento sostenido del comercio con el Perú. En 1605 se nombró en Valparaíso un Alcalde de Mar con distrito en toda el área del litoral, con facultades para inspeccionar naves de entrada y salida, registrar la internación de mercancías, revisar licencias de gentes de mar, conocer los litigios de éstos con los lugareños y organizar faenas portuarias. El desarrollo del comercio fue relativamente lento, limitado por las presiones de los ciudadanos para satisfacer el mercado interno. Los gobernantes debieron administrar esta competencia, estableciendo diversas medidas acordes con los altos y bajos que enfrentaba la agricultura. Es así como, una real cédula del 22 de diciembre de 1651, levantó los gravámenes a que estaba sometida la exportación al Perú, y en 1694 se prohibió la exportación de trigos de los valles de Santiago y se establecieron cuotas máximas para la exportación. Por su parte, la llegada de productos manufacturados era escasa, no sólo por la precaria capacidad adquisitiva del mercado chileno, sino porque se encontraba fuera del circuito principal de la Flota de Indias, quedando a merced de los comerciantes del Callao. A partir de 1660, el único mercado de esclavos del reino, se encontraba en Valparaíso, en el cual se transaban tanto negros y mulatos como mapuches capturados en la guerra de Arauco.

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PANAMA A Acapulco

A Manila

GUAYAQUIL

SANTOS

EL CALLAO CHARCAS

ARICA

ASUNCIÓN

VALPARAÍSO BUENOS AIRES CONCEPCIÓN

CHILOÉ CONTRABANDO

Leyenda?

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Un puerto comercial

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La Flota de Indias. La Indias Fleet A partir de 1561, se dispuso que dos flotas custodiadas por la armada real, cruzaran el Atlántico una vez al año cada una, condición que no siempre se cumplía, con el fin de favorecer los intereses de comerciantes españoles, siempre interesados en mantener a las colonias mal abastecidas para obtener mejores precios por sus productos. La travesía duraba dos meses y medio y su arribo a los puertos americanos era una gran fiesta. La flota destinada al virreinato de Nueva España debía zarpar de Sevilla en abril y dirigirse a Veracruz. La flota de Galeones destinada al virreinato del Perú zarpaba en agosto y llegaba a Portobelo. Desde allí las mercancías debían cruzar el istmo de Panamá hasta el Océano Pacífico, desde donde partía la “Armada del Sur”, que viajaba hasta El Callao. Las flotas de los comerciantes del Callao distribuían las mercancías que llegaban hasta el puerto de Valparaíso. Por su parte, recuas de mula debían cruzar desde Callao hasta Buenos Aires para abastecer, a costos exorbitantes, a dicho puerto; que prácticamente permanecía sin contacto comercial con la metrópoli, para evitar la fuga de la plata peruana por el Atlántico. En su viaje de regreso, la Armada del Sur transportaba la plata de Potosí que llegaba al Callao desde el puerto de Arica, hacía escala en Trujillo y Paita, para recoger el oro ecuatoriano traído desde Guayaquil, continuando hasta Panamá. Más de algún pirata se aventuró sin éxito a capturar las riquezas sudamericanas que debían cruzar obligatoriamente el camino de 95 kilómetros hasta alcanzar el Caribe. Sólo Morgan lo consiguió en una oportunidad. La compleja red de relaciones marítimas del imperio español, incluía, además, flotas que salían desde Acapulco hacia Manila y de allí hacia el lejano oriente, un intenso movimiento marítimo en el Caribe y transporte de esclavos africanos, alcanzando una escala mundial. La metrópoli pretendió mantener debidamente compartimentados cada uno de estos mercados con el fin de garantizar que el oro y la plata siempre llegaran a Sevilla, lo que, por cierto, no se consiguió jamás; pues lo que se prohibía a través de leyes se hacía en forma ilícita.

From 1561 on, two fleets a year crossed the Atlantic under the protection of the royal armada. This favored the interests of Spanish traders, who used this as an excuse to keep the colonies undersupplied and thereby obtain the best prices for their products. The crossing took two and a half months and they were received with great festivals upon their arrival in the ports of the Americas. The fleet assigned to the colonial government or Viceroyship of New Spain was scheduled to leave Seville in April and cross the ocean to Veracruz, Mexico. The fleet of galleons carrying merchandise to Peru would leave Spain in August and travel first to Portobelo in Panama, where the goods were carried across the isthmus to the Pacific Ocean, where they were picked up by the southern armada and taken to El Callao in Peru. Traders in Callao would distribute the merchandise to be taken to the port of Valparaiso. Mule trains would also cross the mountains, traveling from Callao to Buenos Aires, where they charged a fortune for their wares. At that time, the port of Buenos Aires survived with almost no trade with the metropolis, to prevent any loss of Peruvian money as goods traveled across the Atlantic. On its return journey, the southern armada would pick up silver from Potosi, which had reached Callao via Arica, Trujillo and Paita, and Ecuadorian gold from Guayaquil, before reaching its destination in Panama. Many a pirate attempted to capture the South American wealth that had to cross the 95 km to reach the Caribbean. Only Morgan was successful, once. The Spanish empire’s complex network included fleets traveling from Acapulco to Manila and the Far East, and a lot of shipping in the Caribbean, including world-scale transportation of African slaves. The metropolis attempted to keep all these markets duly isolated from each other to ensure that the gold and silver always reached Seville, although there was always some leakage through illegal activities.

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Routes The road to Santiago was first mentioned in 1587. Called the “Camino de Las Carretas” (cart track) and surrounded by the two mountain ranges that separated the two towns, it was 172 km long. It rose from the port along Las Carretas street, today called Echaurren street (N°12), to a rest stop on Mesilla Hill (N°249). From there, it traveled along the San Francisco and Lucumos ravines, before heading to Peñuelas and Casablanca, climbing the Ibacache Hill before reaching Puangue and Melipilla, and finally entering Santiago at El Monte and Talagante. It took some five weeks to travel and it required repair every winter. These conditions lasted for 200 years. For journeys that did not require a cart, it was better to take the Hillside route, known as the “Camino de las Cuestas”, which was a mere path that connected to the capital more directly, and which a horse could travel in just three days. This route was used by native carriers of goods and later mules.Travelers climbed the “Quebrada de Las Zorras” (foxes’ ravine), today Santos Ossa, to the Ramaditas Hill, following a route similar to that of the highway that exists today, but crossing the crests of the Zapata and Lo Prado Hills. Mining in Potosí made exporting mules to Charcas (Bolivia) more attractive, which left no alternative but to move goods in carts pulled by oxen. This forced traders to return to the original route. The Marga-Marga and the Aconcagua valley could be reached by traveling along the cliffs once traveled by Juan de Saavedra when he discovered the bay. Travelers crossed the cliffs of the Barón Hill (sectors N°211 to N°215), then carried on along Recreo to the Peuco and Siete Hermanas ranches, from where they could carry

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Rutas Las primeras menciones sobre la existencia de un camino a Santiago, datan de 1587. El llamado “Camino de Las Carretas” rodeaba los dos cordones montañosos que separan ambas ciudades, alcanzando una longitud total de 172 kilómetros. Subía desde el puerto por la calle de Las Carretas, actualmente calle Echaurren (N°12) hasta hacer un descanso en el cerro Mesilla (N°249). Desde allí, continuaba hasta la quebrada San Francisco y, pasando por la quebrada los Lúcumos, se dirigía rumbo a Peñuelas, luego seguía hasta Casablanca, continuando por la cuesta Ibacache, Puangue y Melipilla hasta entrar a Santiago por El Monte y Talagante. Se tardaba tres a cinco semanas en recorrerla y debía ser reparada después de cada invierno. En estas condiciones permanecería la conexión más importante del reino por doscientos años.

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on along the coast or the cliffs until they reached the fertile lands of Quillota, where there was no real urban center, but where an important population center and significant farm production had existed since Incan times. This road could also be taken to cross the Andes and reach the lands across the Andes (Territorios Trasandinos), which at that time belonged to the Kingdom of Chile and, with time, became an important source of exports through Valparaiso.

Territorios Trasandinos. Lands Across the Andes Se había asignado a Pedro de Valdivia un territorio que se internaba mil leguas desde la costa, cruzando más allá de las cumbres andinas. Sin embargo, el conquistador estaba más ocupado de la Patagonia, que de sus dominios allende Los Andes. Francisco de Villagra exploró en 1552 aquellos parajes, pero no fue hasta la fundación de Mendoza en 1561 y la creación del corregimiento trasandino de Cuyo, que se incorporó, efectivamente, aquel territorio al reino de Chile. Para atraer colonizadores a esa marca oriental, limítrofe con la pampa inconmensurable, no bastó repartir mercedes y encomiendas de pacíficos indios Huarpes, fue necesario obligar a los encomenderos a instalar su residencia permanente en la nueva ciudad. La escasa población impidió que Mendoza consiguiera salir de la economía de subsistencia por décadas. Sin embargo, hacia finales del siglo XVI, la producción del vino, permitiría abrir el comercio de esta ciudad a las costas del Atlántico. Las caravanas tardaban 20 días de viaje hasta Tucumán y 45, hasta Buenos Aires. El tránsito hacia la vertiente occidental de Los Andes ocupó, inicialmente, el viejo camino existente desde tiempos incaicos y comenzó con el traslado sistemático de colonias Huarpes completas para compensar la decreciente mano de obra en Chile. Pero no sería sino hasta el descubrimiento de las minas de oro y plata de Uspallata y la necesidad de sacar este mineral por Valparaíso rumbo al Perú que se consolidaría esta ruta que recorría junto al Aconcagua y en diez días alcanzaba el puerto de Valparaíso. Estas vías eran también usadas por arrieros de ambos lados, para alcanzar las pasturas cordilleranas. El desarrollo de la ganadería, el vino, el olivo y otros productos, iría haciendo de Mendoza un corregimiento pujante, que intensificaría su comercio con el correr del tiempo, tanto con el puerto de Valparaíso como con el de Buenos Aires.

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Pedro de Valdivia had received a territory that stretched for a thousand leagues from the coast, across the Andes. However, he was more concerned about his properties in Patagonia in the far south. In 1552, Francisco de Villagra explored these areas, but it wasn’t until the town of Mendoza was founded in 1561 and the creation of the Cuyo administrative area (corregimiento) on the other side of the mountains that this area actually became part of the Kingdom of Chile. To bring in settlers to this eastern region, on the edge of an enormous pampa, it wasn’t enough to simply hand out land deeds and encomiendas that included the right to the labor of the peaceful indigenous group, the Huarpes. Those receiving rights were required to establish a permanent residence in the new town. Its small population prevented Mendoza from becoming more than a subsistence economy for decades. By the late 16th century, however, wine production helped to open trade between this city and the Atlantic. Caravans took 20 days to travel to Tucuman and 45 days to reach Buenos Aires. The journey to the western slopes of the Andes used the old road created by the Inca and required systematically moving the Huarpes communities to offset Chile’s declining labor force. It wasn’t until the discovery of gold and silver mines in Uspallata, however, that this route along the Aconcagua consolidated, because of the need to carry these ores to Valparaiso on their way to Peru. In ten days travelers could reach the port of Valparaiso. Shepherds on both sides of the mountains also used these routes to reach the pastures up on the plateaus. The development of ranching, wine, olive groves and other products would turn Mendoza into a busy town, whose trade with both Valparaiso and Buenos Aires would increase over time.


Rutas

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Para viajes que no requerían hacerse en carreta, se prefería un recorrido a través del “Camino de las Cuestas”, que no era más que una huella que conectaba con la capital de una manera más directa, y que a caballo se podía hacer en, tan sólo, tres días. Esa era la ruta que se usaba para llevar carga sobre los hombros de los indios, y más tarde sobre lomos de mulas. Se subía por la “Quebrada de Las Zorras”, actual Santos Ossa, hacia el Cerro Ramaditas, siguiendo una ruta similar a la autopista que une actualmente ambas ciudades, pero cruzando las cuestas de Zapata y Lo Prado. La explotación del mineral de Potosí hizo más atractivo el negocio de exportar las mulas a Charcas (Bolivia), lo que no dejó otra alternativa que transportar carga en carretas, tiradas por yuntas de bueyes. Por esta razón, debió volver a usarse la ruta original. El Marga-Marga y el Valle del Aconcagua se alcanzaban bordeando los acantilados, que alguna vez recorrió Juan de Saavedra cuando descubrió esta bahía. Era necesario cruzar por los altos del Cerro Barón (sector de N°211 a N°215), para continuar por Recreo hasta alcanzar las haciendas de Peuco y Siete Hermanas, desde donde se podía continuar por la costa o por las tierras altas, hasta las fértiles tierras de Quillota, en las cuales no había propiamente un centro urbano, pero existía desde tiempos incaicos una importante concentración poblacional y una significativa producción agrícola. Pero no sólo al Valle del Aconcagua conducía este camino. También lo hacía con los territorios trasandinos, que en aquella época pertenecían al reino de Chile, y que, con el tiempo, llegarían a ser una vigorosa fuente de exportaciones a través de Valparaíso.

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Small-holdings, Ranches and Warehouses Early in 1546, Santiago’s Assembly had started to hand out deeds to lands in the fertile Quintil valley, with a lot (solar) granted to Juan Bautista Pastene. Later, bailiff Juan Gómez established his property rights (route II. Port Neighborhood - Barrio Puerto) and the pilot Juan Elías (routes IV. The Immigrants and V. San Juan de Dios neighborhood - Barrio de San Juan de Dios), whose names became part of their respective ravines. A German companion of Valdivia’s, Bartolomé Flores, who had translated his surname, Blumen, to Spanish, and was to become the great grandfather of a mythic figure in Chilean history, a woman known as La Quintrala, received the Árbol Copado farm, between the Zorras ravine and the Marga-Marga estuary. A soldier, Martín García, was granted the Cabritería ravine (to the east of IX. Lookout of Delights - Los miradores de las delicias), which he used to plant almond trees. Alonso de Ribera later gave Diego de Ulloa land in the Almendral sector to the west of the Piedrecitas brook, called Jaime’s ravine, which he in turn ceded to Augustine friars in 1625, an area today comprised of Francia Avenue, (lower zone in VII. The Three Elevators - Los tres ascensores). The rest would be inherited by another group of friars (mercedarios, lower part of VIII. The Merced Neighborhood - Barrio de la Merced). Jinés Lillo himself, the builder who defined the limits of these lots, also received a deed for a property that would come to be known as the “Rodeo de Lillo”, in the area where the current Rodelillo air field is located. In this context, it is easy to imagine that the process of populating what is today Valparaiso and the neighboring city of Viña del Mar began as a small group of ranches, hidden among the palms, pataguas and boldo trees that managed to survive the human activities that quickly used up most of the original forest. These houses, perched in ravines, sheltered Indian and Mestizo workers, and the occasional owners’ house, used only in the summer. The first group of more important buildings developed around the anchorage (N°8), and probably consisted of more warehouses than homes. The original changos were to a large degree expelled by the cruelty of the bailiff Juan Gómez. The development of the export trade created a need for storage services, which began to appear around Valparaiso’s long beach. By 1660 warehouses had appeared in the square currently watched over by the Turri Clock (N°86), as demonstrated by the sale of a property in this location to Gaspar Reyes, who would give his name to the corner a century later. The port warehouses became an influential body within the colonial economy, generating constant tensions between the owners’ interests and those of the Peruvian ships, which occasionally flared.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Parcelas, ranchos y bodegas A comienzos de 1546, el Cabildo de Santiago había inaugurado la adjudicación de mercedes de tierra en el valle del Quintil con un solar para Juan Bautista Pastene. Más tarde, constituirían propiedades agrícolas, el alguacil Juan Gómez (recorrido II.Barrio Puerto) y el piloto Juan Elías (recorridos IV.Los Inmigrantes y V.Barrio de San Juan de Dios), cuyos nombres se perpetuaron en las quebradas respectivas. Bartolomé Flores, alemán compañero de Valdivia que había hispanizado su apellido “Blumen” y bisabuelo de la mítica Quintrala, personaje imborrable en la memoria del Chile colonial, recibió la hacienda del Árbol Copado, entre la quebrada de las Zorras y el Estero Marga – Marga. Al soldado Martín García, se le adjudicó una en la quebrada Cabritería (al oriente de IX.Los miradores de las delicias), la que dedicó a la plantación de almendros. De Alonso de Ribera recibiría Diego de Ulloa terrenos en el sector del Almendral, de los cuales, en 1625 cedió a los frailes Agustinos los que se encontraban al poniente del Estero de las Piedrecitas, llamado también Quebrada de Jaime, actual Avenida Francia, (zona baja de VII.Los tres ascensores) y el resto sería heredado por los frailes mercedarios (zona baja del VIII. Barrio de la Merced). El propio Jinés Lillo, alarife que delimitara todos los solares anteriores, al parecer también recibió una merced, que llegaría a llamarse el “Rodeo de Lillo”, en el sector del actual aeródromo de Rodelillo. Es fácil imaginar, en este contexto, que el poblamiento de los territorios que hoy ocupa la ciudad de Valparaíso y la vecina Viña del Mar, se inició a través de algunos pequeños grupos de ranchos, escondidos entre palmas, pataguas y boldos, que iban sobreviviendo a la acción antrópica que arrasaba rápidamente con el bosque original. Estas casas, incrustadas en las quebradas, albergarían a trabajadores indios o mestizos y, cuando mucho, existiría alguna modesta casa patronal que se ocupaba sólo en los meses de estío. La primera concentración de edificaciones de mayor importancia surgió en torno al fondeadero (N°8), que probablemente contaba con más bodegas que viviendas. Por su parte, los changos originarios fueron, en gran medida, expulsados por las crueldades del alguacil Juan Gómez. El desarrollo del comercio exportador había ido creando condiciones para el surgimiento de servicios de bodegaje, que comenzaron a agruparse junto a la larga playa de Valparaíso. Ya en 1660 existían edificios de almacenamiento hasta la actual plazuela del Reloj Turri (N°86), pues consta la venta de una propiedad en dicha ubicación a Gaspar Reyes, cuyo apellido daría el nombre a la esquina un siglo más tarde. Los bodegueros porteños llegarían a convertirse en un gremio influyente, y la economía colonial estuvo, permanentemente, sujeta a de sus intereses, a merced de las continuas tensiones entre ellos y los navieros peruanos, y a sus avenimientos ocasionales.

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A Village by the Anchorage A small, thatched chapel on the site of what is today the Matriz Church (N°14) was built around 1559. This became Valparaiso’s first urban core.The village’s urban area ended naturally at the Juan Gómez (Carampangue street) and San Antonio (later renamed San Francisco) ravines, between the slopes of the Artillería and Cordillera Hills. This village remained the victim of notorious negligence after Francis Drake’s 1578 attack and the chapel was not rebuilt for 20 years. In 1611, this ramshackle port finally built a second version of its chapel, which was apparently nothing special, as Chile’s second president, Juan Jaraquemada, said “I found it a barren place, with a single straw-colored church, that caused me some admiration.” The arrival of the first monasteries brought more differentiation, order and hierarchy to the urban landscape, as these became centers for citizens’ activity, organizing health care, education and spiritual life. In 1664, a monastery of Franciscan monks became the first hospice on land occupied today by the private employees’ housing development (población de Empleados Particulares), across from the small square that today bears this congregation’s name (N°19). The Jesuits, meanwhile, occupied the land on the Matriz Hill, where the Santo Domingo House (N°16) and its patio are now located. They remained until their expulsion in 1767 and the monastery was handed over to the Dominicans, whose name the Hill bears today. A path along the beach, surrounded by warehouses, started eastward from the town, pausing for a moment at the large rocky outcrop, Peñón del Cabo, where the waves break, occupied today by the El Mercurio newspaper building (N°101). During high tide, the only way to reach the large esplanade that served as the vegetable garden for the resident population was to climb the Almendro ravine (Urriola street) and then descend by the Elías ravine (Almirante Montt street). Past the Peñón del Cabo there used to be a group of seal hunters’ huts (N°108 Plaza Anibal Pinto and N°125 Plaza Bellavista). To leave the city for Quillota or the Mule path to Santiago, travelers had to cross an enormous triangle of sandy land dedicated to agriculture, which more than one enterprising landholder managed to use to produce products for export to Peru. This was the case of Martín García, who exported the almonds that would lead to this sector becoming known as the Almendral (almond grove), although his lands were actually further eastward.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Un caserio junto al fondeadero Una pequeña capilla con techo de paja, donde hoy se yergue la Iglesia La Matriz (N°14) había sido levantada alrededor de 1559. A partir de allí, se crearía el primer núcleo urbano de Valparaíso. El ámbito urbano del poblado se encontraba delimitado naturalmente, por las quebradas de Juan Gómez (calle Carampangue) y San Antonio, posteriormente denominada San Francisco, entre los taludes de los cerros Artillería y Cordillera. Este caserío permaneció en un estado de notorio abandono, al punto que la capilla estuvo por más de dos décadas sin ser reconstruida, tras la destrucción provocada por el ataque de Francis Drake, en 1578. En 1611, este desaliñado puerto ya contaba con una segunda versión de su capilla, la que no debe haber sido gran cosa, pues al llegar el segundo presidente, don Juan Jaraquemada describe: “Le hallé yermo, con una sola Iglesia pajiza, que me causó admiración”. La llegada de los primeros conventos comienza a diferenciar, ordenar y jerarquizar el territorio urbano, al erigirse como centros de vida ciudadana, en torno a los cuales se administraba la salud, la educación y la vida espiritual de los porteños. En 1664, se instaló un convento de monjes franciscanos con el primer hospicio, en los terrenos que hoy ocupan la población de Empleados Particulares, frente a la plazuela que hasta hoy lleva el nombre de esta congregación (N°19). Los jesuitas, por su parte, ocuparon los terrenos de la subida Matriz, en los que actualmente se encuentra la Casa Santo Domingo (N°16) y el solar adyacente. Permanecieron allí hasta 1767, fecha en la que fueron expulsados, pasando a convertirse en un convento dominicano, que le daría al cerro su actual nombre. Un camino junto a la playa, rodeado de bodegas, partía desde el pueblo en dirección al este y se interrumpía por la presencia del Peñón del Cabo, montículo rocoso contra el cual reventaban las olas, ubicado donde hoy se emplaza el Diario El Mercurio (N°101). En condiciones de alta marea era necesario subir por la quebrada Almendro (Calle Urriola) y bajar por la de Elías (Calle Almirante Montt) para llegar a la única gran explanada capaz de servir de huerto a la población residente. Cruzando el Peñón del Cabo, había un conjunto de chozas de cazadores de lobos, que extraían su cuero y grasa para la exportación (N°108 Plaza Anibal Pinto y N°125 Plaza Bellavista). Para salir de la ciudad rumbo a Quillota, o para emprender el Camino de las Mulas a Santiago, era necesario atravesar este gran llano triangular de terrenos arenosos dedicados a la agricultura, en los que más de algún terrateniente emprendedor lograba obtener productos capaces de ser vendidos en el Perú. Era el caso de Martín García, que consiguió exportar las almendras que le darían el nombre del Almendral a este sector, no obstante sus terrenos se encontraban más al oriente.

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A Fortified Coast The development of trade with Peru placed the port at constant risk of attacks from buccaneers, adventurers, corsairs and pirates. For centuries, its inhabitants remembered the sackings that affected Valparaiso. In 1578, Francis Drake appeared in the bay, destroying the village and stealing everything, even the church candelabras, and 16 years later Richard Hawkins did likewise, followed by Thomas Cavendish. In March 1600, Oliver Noort appeared and 15 years later Georg Spiebergen bombed the town. News of incursions by Spain’s enemies along the Pacific coasts and threats of attack were constantly arriving, making trade and communications with Peru difficult. Despite the need for fortifications, the endemic poverty of a kingdom bled dry by war with Arauco delayed their building until the end of the 17th century. In 1594, governor Oñez de Loyola started to build the first colonial fort, Fuerte San Antonio, near the current Duprat Point (to the north of N°223). This was a horseshoe shaped building, with a battery of cannon mounted behind a sea level wall. By mid-17th century, the old castle, or Castillo Viejo, as it became known, was in ruins and by express

Ataque de Francis Drake a Valparaiso. Francis Drake´s Attack Samuel Haigh escribió en 1831, “La política de España mantuvo alejadas de este océano todas las banderas menos la suya, y sus ondas rara vez fueron perturbadas a no ser por filibusteros o por hombres como nuestro feroz y aventurero Drake, cuyo nombre otrora formidable se ha convertido en adagio para asustar a los niños. Las madres chilenas y peruanas de la costa, cuando tratan de hacer callar a sus pequeños, gritan ‘Ahí viene Draque ’ ” 24. Una nave mercante española con ocho marineros y tres grumetes negros, cargada de vino intentó entablar amistad con ellos enviándole regalos, pero sólo consiguieron incrementar su apetito y los corsarios terminaron por asaltar la nave y apresar a su tripulación. Un español que alcanzó a escapar dio aviso a tierra, desde donde intentaron oponer resistencia, pero los corsarios ingleses desembarcaron, saquearon las bodegas y destruyeron la capilla, llevándose todo cuanto pudieron encontrar en ella.

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In 1831, Samuel Haigh wrote, “xxxLa política de España mantuvo alejadas de este océano todas las banderas menos la suya, y sus ondas rara vez fueron perturbadas a no ser por filibusteros o por hombres como nuestro feroz y aventurero Drake, cuyo nombre otrora formidable se ha convertido in adagio para asustar a los niños. Las madres chilenas y peruanas de la costa, cuando tratan de hacer callar a sus pequeños, gritan ‘Ahí viene Draque’”25. A Spanish merchant ship with eight sailors and three black ordinary seamen loaded with wine tried a friendly approach by sending them gifts, but this only whetted their appetite and the corsairs ended up attacking the ship and taking its crew prisoner. A Spaniard, who managed to escape, sounded the alarm on land and people rallied in an attempt to resist, but the English disembarked, sacked the warehouses and destroyed the chapel, taking everything in sight.


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Una costa fortificada El desarrollo del comercio con el Perú puso al puerto en un estado de permanente riesgo ante las incursiones de bucaneros, filibusteros, corsarios y piratas. En la memoria de sus habitantes persistieron por siglos los recuerdos de saqueos que perturbaron la paz del puerto. En 1578, Francis Drake apareció en esta bahía destruyendo el caserío y robándose hasta los candelabros de la iglesia, dieciséis años más tarde lo hizo el de Richard Hawkins, posteriormente, llegó Thomas Cavendish. En marzo del 1600 apareció Oliver Noort y quince años más tarde, se produjo el bombardeo de Georg Spiebergen. Continuamente llegaban noticias de incursiones de potencias enemigas de España por las costas del Pacífico, las que eran en la práctica augurios de dificultades para el comercio y las comunicaciones con el Perú y la seria amenaza de posibles desembarcos. No obstante, la necesidad de tomar medidas defensivas más efectivas así como la endémica pobreza de este reino, desangrado por la guerra de Arauco, obligaría a que la fortificaciones no consiguieran las condiciones adecuadas hasta finales del siglo XVII. En 1594, el Gobernador Oñez de Loyola inició la construcción del primer reducto fortificado colonial, llamado Fuerte San Antonio, cerca de la actual Punta Duprat (al norte de Ascensor Villaseca N°223). Se trataba de una construcción en forma de herradura, dotada de una batería de cañones montada detrás de un murallón a nivel del mar. Ya a mediados del siglo XVII el “Castillo Viejo”, como llegó a llamarse, se encontraba en ruinas y a raíz del envío de ocho cañones de bronce con la orden expresa del Virrey del Perú de construir una o más fortificaciones, se emprendió la construcción del Fuerte Concepción (N° 100 Paseo Atkinson), al cual se le asignaron 50 efectivos. El fuerte fue concluido en 1678, sin embargo la pobreza del reino no permitió, en la práctica, cubrir los gastos de alimentación del regimiento, lo que tuvo que hacerse con la ayuda de “derrames” de los vecinos y habitantes de Santiago. Además, fue necesario impulsar una campaña de donativos para organizar una compañía de relevos.

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order of the Viceroy of Peru and the delivery of eight bronze cannons, the Concepción Fort (N° 100) was built and 50 militia assigned to it. The fort was completed in 1678, but poverty made it impossible to feed the regiment, which relied on donations from people living in Santiago. A donations campaign was also necessary to organize a relief company. Convinced that the port was not well defended enough, President José Garro ordered the building of a new fort in 1684 on the Cordillera Hill. The San José Castle (N°33 and N°35) was completed in 1692 and in 1709 the building of the Planchada was ordered. This was a cannon battery along the shoreline, where Serrano Street (N°28) is today. Both forts were manned by 100 soldiers and their maintenance was also charged to the neighbors of Santiago. The fort only operated from August to May, closing in winter for lack of port activity. From time to time, fears of an attack would be fanned by alarming news from Callao and this contingent would be reinforced by soldiers from further south, where there were more men. The lack of resources for food and payment made soldiers reluctant to serve. Moreover, someone also had to pay for maintenance and repairs, given the rigorous climate, earthquakes and obsolescence of the materials used. In the last decade of the 17th century, the situation worsened as Peru was unable to send the Real Situado, a special stipend that helped to finance the border army.This not only damaged the defense of Valparaiso, but also the whole frontier of the empire, at a time when the Arauco war was at its height. In the end, these fortifications were more of a dissuasive nature than anything else.

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Una costa fortificada

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El Presidente José Garro, considerando que el puerto no poseía defensa suficiente, impulsó en 1684 la construcción de una nueva fortificación en el cerro Cordillera. El Castillo de San José (N° 33 y N° 35) estuvo terminado en 1692, y en 1709 se ordenó la construcción de la Planchada, una batería de cañones al borde de la costa, donde hoy se encuentra la Calle Serrano (N° 28). Ambas fortificaciones contaban con un contingente de cien soldados, cuya mantención también debieron asumir los vecinos de Santiago. El fuerte permanecía en operación sólo en los meses de agosto a mayo, cerrándose en invierno por falta de movimiento portuario. Ante los temores de desembarco que provocaban las alarmantes noticias que, de tanto en tanto, llegaban desde el Callao, era necesario reforzar el contingente, incluso, trayendo efectivos desde territorios más sureños, donde se concentraban más hombres. La falta de recursos para asegurar el rancho y la paga, afectaba la disposición de los soldados a servir. A lo anterior, se sumaba la inversión en mantenimiento y reparación de la infraestructura, sometida al rigor del clima, los terremotos y la obsolescencia de los precarios materiales utilizados. En la última década de siglo XVII, la situación se agravó al no poderse enviar desde el virreinato el Real Situado durante nueve años consecutivos, lo que comprometía no sólo la defensa de Valparaíso sino a la propia frontera del Imperio, en plena guerra de Arauco. En definitiva, estas fortificaciones cumplían un rol más disuasivo que de defensa efectiva.

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A corregimiento (small town) On 5 February 1590, governor Sotomayor appointed Baltasar de Reinoso corregidor, or administrator, “of the Quillota valley all the way to the sea”, expressly including in his jurisdiction “the port of Valparaiso and the place of Concon”. Three years later, governor Oñez de Loyola gave the same post in the Quillota area (Partido de Quillota) to Antonio Arévalo, establishing that the Quillota valley and coastal lands mentioned in the deed were thereby removed from Santiago’s administration (Corregimiento de Santiago). The Santiago Assembly protested in vain, since the different governors held fast in the decades to come. At the time, because Quillota was not an urban settlement, there was no town capable of heading up the jurisdictional area. When President Jaraquemada took over in 1611, impressed by the port’s vulnerability, which did not do justice to its importance to trade, he decided to change its administrative status. He therefore created the “Mayor of the Sea” position, appointing Captain Pedro de Recalde to administer the Valparaiso area, establish the foundations for the city of Valparaiso de los Montes Claros (Valparaiso of the Pale Mountains), and grant title to small farms and lots to those interested in settling there. The new jurisdiction, freed of its dependence on Santiago, had to manage the entire shoreline, which until then had fallen under the Quillota administration. Arguing that there was a risk of depopulation and shortages, and claiming exemptions and privileges held since its founding, the city of Santiago appealed to the Audience, protesting that Jaraquemada was violating the oath he’d sworn to the Assembly when he assumed his post. In 1612 the president had to revoke his decision.Valparaiso would have to wait another 80 years to become a city and, in practice, governors would continue to assume it belonged within Quillota for the next 60 years. Quillota’s government appointed a lieutenant to supervise the port, which was active only in spring and summer. The building of Fort San José and the need to provide better protection, made it essential to appoint an authority with broad authorities in both the civil and military arenas. Thus, on 19 September 1682, the port’s first governor-at-arms (Gobernador de Armas) was appointed and it was again removed from Quillota’s jurisdiction. A new administrative area was created, whose limits coincided with the curato, which stretched from the Marga-Marga estuary to Lagunillas. The new authority’s functions included maintaining forts and garrisons, ensuring the survival of the sparse population and those entering and leaving the port to provide services or sell produce, administer justice, investigate frauds affecting the paper work for shipments and the storage of wheat, and protect the king’s interests from fraud and theft, among other duties.

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Un corregimiento El 5 de febrero de 1590, el Gobernador Sotomayor nombró, de oficio, a Baltasar de Reinoso corregidor “del valle de Quillota hasta el mar”, indicando expresamente que su jurisdicción incluía “hasta el puerto de Valparaíso y el lugar de Concón”. Tres años después, el Gobernador Oñez de Loyola concedía el mismo cargo del Partido de Quillota a Antonio Arévalo, estableciendo claramente que el valle de Quillota y los terrenos costeros, indicados en el título anterior, se desagregaban del Corregimiento de Santiago. El Cabildo santiaguino elevó sus protestas sin éxito, pues los diversos gobernantes mantuvieron la decisión en las décadas siguientes. Por ese entonces, al no ser Quillota un asentamiento urbano, no existía una ciudad que actuase como cabecera jurisdiccional. A la llegada del Presidente Jaraquemada en 1611, impresionado por el desamparo del puerto, el que no se compadecía con la importancia comercial que tenía para el reino, se propuso modificar su estatus administrativo. Junto con concederle el cargo de “Alcalde de Mar”, encargó al capitán Pedro de Recalde la administración del corregimiento de Valparaíso, comisionándolo para echar los cimientos de la ciudad de “Valparaíso de los Montes Claros”, y facultándolo para repartir chacras y solares a quienes quisieran avecindarse. La nueva jurisdicción, liberada de toda dependencia administrativa del corregimiento de Santiago, debía abarcar la comarca costera que hasta entonces había dependido del corregimiento de Quillota. Argumentando el riesgo de despueble y desabastecimiento, y reclamando fueros y privilegios que detentaba desde su fundación, el ayuntamiento de Santiago recurrió ante la Audiencia, protestando que Jaraquemada estaba contraviniendo el juramento que hiciera ante el Cabildo al asumir el cargo. En suma, en 1612 el Presidente se vió obligado a revocar la decisión. Valparaíso tendría que esperar, todavía, ciento ochenta años para convertirse en ciudad y, en la práctica, los gobernantes continuaron asumiendo su pertenecía al partido de Quillota por los setenta años siguientes. Los corregidores de Quillota delegaban en un teniente la facultad de atender al puerto, lo que hacían sólo en temporadas de actividad portuaria, es decir, en primavera y verano. La construcción del fuerte San José y la necesidad de guarecer mejor el puerto, hizo ver como imprescindible el nombramiento de una autoridad con amplias facultades, tanto civil como militar, y con asentamiento estable en Valparaíso. Es así como, el 19 de septiembre de 1682 se nombraba al primer “Gobernador de Armas del Puerto”, separando su jurisdicción del corregimiento de Quillota y creando un nuevo corregimiento, cuyos límites coincidirían con el curato, es decir, desde el estero Marga-Marga hasta el sector Lagunillas. Las funciones de la nueva autoridad serían la mantención de los fuertes y su guarnición; asegurar la supervivencia de la escasa población y el contingente de “entrantes y salientes” que acudían al puerto a prestar servicios en sus faenas propias o a vender productos agropecuarios; administrar justicia; pesquisar los fraudes que se cometían con los vales de embarcación y bodegaje del trigo; vigilar que no se cometieran abusos en los almojarifazos y aforos de mercadería, entre otros.

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For Lack of the Baroque, Myths and Penitence The lack of a courtly life, such as existed in other American colonies, affected cultural life in the 17th century, since the aristocratic models from Europe had no room to reproduce themselves and influence local culture. Central Chile had nothing like the schools of Quito or Cuzco, Brazil’s school of mining or Mexico’s Churrigueresca, or even a modest artistic expression like some of the churches on the southern island of Chiloe. Chile’s baroque barely managed to influence the preferences of the country’s aristocrats as they chose some craft or artwork for purchase in Lima. If there was any architecture revealing a baroque influence in central Chile, it did not survive, due to the earthquakes, and if there was any effort to encourage the production of baroque crafts, these vanished with the Jesuits’ expulsion. Ultimately, there was no baroque period, no ingenuity, no sharpness, nor any particular characteristic associated with this period in Chile. However, that doesn’t mean that the spirit of the counter-reform with all its troubling iconography did not reach even this distant corner of the Spanish empire.

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A falta de barroco, mitos y penitencias La ausencia de una vida cortesana como las existentes en otras colonias americanas, se haría sentir en la vida cultural del siglo XVII, puesto que los modelos aristocráticos europeos no tuvieron un espacio donde reproducirse e influir en la cultura local. No hubo en Chile central nada que se parezca a las escuelas Quiteña o Cuzqueña, a la escuela Minera brasileña, a la Churrigueresca mexicana y, ni siquiera, una modesta exploración artística como la de ciertas iglesias de Chiloé. El barroco criollo no consiguió más que ser una preferencia de las clases aristocráticas a la hora de elegir objetos artesanales o alguna obra de arte para adquirir en Lima. Si existió alguna arquitectura de influencia barroca en el Chile central, nada ha llegado hasta nosotros a causa de los terremotos, y si hubo algún intento por fomentar una producción artesanal barroca, fue exterminado con la expulsión de los jesuitas. Definitivamente, no hubo barroco, ni el ingenio, ni la agudeza, ni el efecto sorprendente que le son propios. Sin embargo, ello no significa, que el espíritu de la contrarreforma con toda su capacidad iconográfica perturbadora, no llegara hasta este confín del imperio español.

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The baroque obsession with death could hardly be absent, with all these pirates threatening just offshore and earthquakes on land. The port’s legends are full of ghost ships and apparitions. Life in Valparaiso must have inspired a permanent fear of God. But above all, the port’s inhabitants never lost their terror of Beelzebub, who lived among the forests or in some cave along a cliff, ever ready to answer a witch’s call. The Cueva del Chivato (Devil’s cave) at the foot of Concepción Hill, beside the Cabo rock (N°101), was deep and dark “as a Godless death”. If a traveler were out too late at night, it was better to take the Hill road along the coast, since picking one’s way between tide and cliff along the shore there would be no way to escape the devilish red-eyed goat, who would drag victims to its cave and feed on human flesh.Victims’ bones were always to be found among the rocks. The whole affair was even more mysterious, given the flocks of black birds, believed to be wizards, seen to enter the cave. Afterwards, rumors would fly of victims turned into the monstrous imbunches, the living dead who served the wizards. The baroque’s search for ways of achieving the good and the beautiful by manipulating the crude and the cruel was undoubtedly present in the self-flagellation of penitents who walked the streets during Easter week and, in general, in the way sin was treated. This search was also apparent in some of the troubling characters from our colonial history, who inspire a mixture of fear and admiration to this day. These include the Quintrala, a cruel woman who owned a large ranch, a descendent of conquistadors and chiefs, who practiced witchcraft in her La Ligua home, and a male version, the bailiff Juan Gómez, who killed the indigenous people with impunity and set Valparaiso’s Hills on fire during one of his drunken rampages. Both wove an intricate web of favors amongst the legal system and the clergy, which ensured they retained their noble reputation. But the most important icon of our baroque is the Cristo de la Agonía – Christ of Agony in the Matriz Church (N°14). Diego Rosales, our first historian, wrote that the King of Spain donated a dying Christ to Santiago’s cathedral.While being moved to the capital, the team of oxen pulling the carving past the Matriz church got stuck in the mud. Eight teams of oxen could not free it and in the end it was concluded that this was the place where God wanted the image to stay. In 1688, because of an earthquake, the sea had started to rise, but it stopped at the church’s atrium thanks to the Christ figure’s intervention. It is also rumored that as time has passed, with all men’s sins the figure’s head has bowed ever lower and will break on Judgment Day.

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A falta de barroco, mitos y…

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La obsesión barroca por la muerte no podía estar ausente con tanto pirata amenazando en el mar y tanto terremoto amenazando en tierra. Las leyendas del puerto están llenas de buques fantasmas y apariciones. En Valparaíso se debe haber vivido en permanente temor a Dios. Pero sobre todo, nunca abandonó a los porteños el temor a Belcebú, que vivía entre los bosques, o en alguna caverna de un acantilado costero, siempre dispuesto a llegar si lo convocaba alguna bruja. La “Cueva del Chivato” se encontraba al pie del cerro Concepción, junto al peñón del Cabo (Nº101), era profunda y negra “como la muerte sin Dios”. Si de noche se hacía demasiado tarde, era mejor irse por el camino del cerro, por la costa, entre la marea y el acantilado no había cómo escapar del macho cabrío de ojos rojos, que arrastraba a sus victimas hasta su cueva para alimentarse de carne humana. Entre las rocas siempre se encontraban huesos de las victimas. Para hacer aun más misterioso el asunto, en las noches se veían decenas de pájaros negros entrar en la cueva, encarnación de brujos seguro. Después se diría también que las victimas se convertían en imbunches, muertos vivos al servicio de los brujos. La exploración barroca en torno a la posibilidad de alcanzar lo bueno y lo bello por medio de la manipulación de lo burdo y lo cruel, estaba, indudablemente, presente en las autoflagelaciones de los penitentes que recorrían las calles en los días de Semana Santa y, en general, en el tratamiento que se hacía del pecado. Esa búsqueda, también, estaba presente en ciertos perturbadores personajes de nuestra historia colonial que inspiran una confusa mezcla de temor y admiración hasta nuestros días. Ellos son la Quintrala, cruel hacendada descendiente de conquistadores y caciques, que practicaba la hechicería en su hacienda de La Ligua y, su versión masculina, el alguacil Juan Gómez, que asesinó impunemente a la población indígena e incendió los cerros de Valparaíso en una borrachera. Ambos establecieron una intrincada red de favores con la justicia que les garantizarían una noble reputación. Pero el icono por excelencia de nuestro barroco es el Cristo de la Agonía de la Iglesia la Matriz (N°14). Diego Rosales, nuestro primer historiador, contaba que el Rey de España donó a la Catedral de Santiago el Cristo moribundo. Durante su traslado hacia la capital, al pasar frente al templo La Matriz rumbo al Cerro de las Carretas, la yunta de bueyes que lo transportaba no fue capaz de sacar las ruedas del barro. Se agregaron nuevas yuntas hasta completar ocho, pero sólo consiguieron que se hundiera cada vez más, razón por la cual concluyeron que ese era el lugar, en el cual Dios quería que permaneciera la imagen. Se cuenta que en 1688, con motivo de un terremoto, el mar había comenzado a subir y se detuvo al llegar a las gradas del atrio de la iglesia por la acción del Cristo. Se dice también que con los pecados de los hombres la imagen inclina la cabeza cada vez más, y que se quebrará el día del Juicio Final.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

La puerta del reino

The Port of the Kingdom

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P U E R T A

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Century of Wheat With no significant mining activity, toward the end of the 17th century, this kingdom had few alternatives for sustaining external trade. Argentina’s livestock exports were invading Lima and Charcas, leaving little room for other livestock exports and colonial authorities discouraged the production of wine and olive oil to protect the monopoly enjoyed by Spanish producers. In 1687, however, a devastating earthquake shook Lima, followed by infestations that ruined wheat crops, opening the way for the Viceroyship to export Chilean grains. Making the most of a favorable climate, Chilean producers wasted no time edging their Peruvian colleagues out of the market. Throughout the 17th century, wheat would become the kingdom’s main source of wealth. Despite initial resistance from citizens, because of the rise in domestic prices, and some barriers that sought to guarantee local supply in poor years, wheat became the main export product to Peru. Most wheat exports left the country via Valparaiso, thanks to its proximity to the fertile Aconcagua valley and because it was possible to use the old tallow warehouses. By 1710, at least 10 of these were being used to store wheat.

La exportación de trigo. Wheat Exports Según Frazier, en 1712, durante los 8 meses en los que él permaneció en Valparaíso, salieron 30 buques cargados de trigo, sumando un total de de 13.140 toneladas, lo que representaba el 71.4% de la exportación triguera anual del reino. La cultura del trigo, desarrollada a partir del siglo XVIII, influiría hasta nuestros días no sólo ritos en campesinos de particular significación como la trilla, sino también en las costumbres culinarias chilenas. En no pocos testimonios, el pan y la empanada llegan a convertirse en muy importantes motivos de añoranza para quienes la vida les impone alejarse de la patria.

According to Frezier, during the eight months he spent in Valparaiso in 1712, 30 ships loaded with a total of 13,140 tons of wheat, 71.4% of the kingdom’s annual wheat exports, left the port. Wheat farming, which began early in the 18th century, would influence not only the rites of campesinos, because of the particular meaning assigned to the threshing, but also Chile’s culinary customs. Many testimonies refer to the importance of bread and empanadas, Chile’s national pastry, typically stuffed with meat or shellfish, as the subjects for enormous nostalgia on the part of those forced to live abroad for some reason. These effects have lasted into modern times.

Attracted by the wheat trade, Basque immigrants reached the coasts, imbued with an entrepreneurial spirit, and through marriages with the main Spanish landholders they created a line of descendants who for centuries exercised unparalleled power. Over time, the characteristics of this dominant class would become increasingly apparent. They were prone to authoritarian paternalism, mistrustful of doctrines, carriers of an admirable ability to adapt to conserve their power, and ever ready to further their own interests through the co-optation of new ideas and players.The rules created by the king to avoid marriages

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El siglo del trigo Sin actividad minera significativa, hacia finales del siglo XVII, este reino no contaba con demasiadas alternativas sobre las cuales sustentar una actividad comercial con el exterior. La explotación del ganado cimarrón en la Argentina invadía con sus productos Lima y Charcas, reduciendo el espacio para la exportación pecuaria. La producción de aceite de oliva y vino, por su parte, eran desalentadas por la autoridad colonial, con el fin de asegurar el monopolio a los productores españoles. Sin embargo el año 1687, un devastador terremoto sobre Lima, sucedido de pestes que arruinaron las plantaciones de trigo, abrieron las puertas del Virreinato para la exportación del cereal chileno. Aprovechando las condiciones climáticas más favorables para su cultivo en estas latitudes fuera de los trópicos, los productores chilenos no tardarían demasiado en desplazar del mercado a sus colegas peruanos. A lo largo del siglo XVIII, el trigo se impondría progresivamente como la principal fuente de riquezas del reino. A pesar de la resistencia inicial que ofrecieron los ciudadanos, a causa del aumento de su valor en el mercado interno, y de algunas trabas que buscaban garantizar el abastecimiento local en años de malas cosechas, terminó imponiéndose como el principal producto de exportación al Perú. La inmensa mayoría de esas exportaciones de trigo se hacían a través de Valparaíso, por ser la natural salida del fértil valle del Aconcagua, y porque existía la posibilidad de aprovechar antiguas bodegas del sebo, de las cuales. En 1710, a lo menos diez de ellas, ya habían sido destinadas al almacenamiento del trigo. Atraídos por el comercio triguero, desembarcaban en estas costas, inmigrantes vascos de espíritu emprendedor, que a través de alianzas matrimoniales con los principales terratenientes de origen castellano, harían germinar una estirpe que concentraría por los siguientes siglos un poder sin parangón. Con el tiempo se harían cada vez más nítidos, los rasgos de esta clase dirigente, amiga del autoritarismo paternalista, desconfiada de las doctrinas, portadora de una admirable capacidad de adaptación para conservar su poder, y siempre dispuesta a cooptar hacia sus intereses a las nuevas ideas y a los nuevos actores que aparecieran por estos horizontes. Las trabas que imponía el rey, para evitar los matrimonios de funcionarios de la corona con los criollos, no impidieron a este puñado de familias, instaladas entre Santiago y sus haciendas, incorporar dentro de sus redes de influencia a los funcionarios de la corona por medio de lazos familiares y favores. El incremento del valor del suelo agrícola, como consecuencia de la explotación triguera, condujo progresivamente a una ocupación más intensiva de los valles de este país montañoso. Con ello se produjo una paulatina sustitución de la encomienda por sistemas de arrendamiento de la tierra a indios y mestizos con el fin de explotarla. Se da paso así al surgimiento de la hacienda, donde, al alero del patrón, habitaban capataces, peones, inquilinos, vaqueros y sus familias. Por otra parte, la creciente demanda por mano de obra agrícola y la incapacidad de ciertos inquilinos de cumplir sus compromisos con el patrón, abrieron la posibilidad para el surgimiento de peones que recorrieran los predios ofreciendo su fuerza de trabajo. Las haciendas no sólo constituyeron una forma de relaciones de producción y de organización socio cultural, sino que también determinaron un patrón de ocupación del territorio. Además de la actividad agrícola, en ellas se producía artesanía, y se desarrollaba una economía de autosubsistencia con escaso intercambio comercial hacia el exterior. En su interior surgían caseríos autónomos, que poco a poco fueron equipándose de servicios, y que, en la actualidad, son algunos de nuestros pueblos y ciudades.

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between royal functionaries and locally born families were not enough to stop this handful of families that from incorporating royal functionaries into their spheres of influence through family ties and favors. The rise in agricultural land value, as a result of wheat production, led to the growing occupation of the valleys of this mountainous country. This gradually led to the replacement of the encomienda system by the rental of lands to native people and mestizos. This, in turn, gave rise to the hacienda or large farm which, under the owner’s leadership, served as home to supervisors, peons, renters, cowboys and their families. Growing demand for agricultural labor and some renters’ inability to meet commitments to the hacienda owner, opened the way to a group of peons who traveled the land looking for work. These farms become more than a form of production oriented relationships and socio-cultural organization.They also defined a pattern of land use. Along with farming, crafts were produced, and high levels of self-sufficiency achieved, with few goods exchanged with the exterior. Because of this, these farms were practically small autonomous villages, which little by little developed their own services and became the nucleus of today’s towns and cities.

Contrabandistas. Smugglers En 1712, Frezier contabiliza 10 barcos contrabandistas en la bahía de Valparaíso. Como resultado de este comercio se redujeron los precios de los productos españoles, pero también afectarían la capacidad económica del reino. “La inundación de mercaderías francesas no surtió otro efecto que cambiar las ganancias y las economías acumuladas por los pobladores en el comercio del trigo y del sebo con el Perú, por ropas, menajes y todo género de artículos europeos. Dio una capa de barniz europeo al tipo de vida; pero debilitó la potencialidad económica chilena”25

In 1712, Frezier counted 10 smugglers’ ships in the bay of Valparaiso. This trade successfully reduced the price of Spanish goods, but also affected the kingdom’s economic capacity. “The flood of French merchandise changed the profits and economies accumulated by the population in the wheat and tallow trade with Peru into clothing, housewares and all kinds of European goods. It added a European veneer to the lifestyle, but weakened Chile’s economic potential.”26.

Toward 1690, the Real Situado became increasingly irregular and part of it came in the form of merchandise. In the 18th century, cash was sent, boosting the currency in circulation and, combined with the export boom, aiding the development of an urban class dedicated to the wholesale and retail trade. This contributed to an early urbanization process. However, it was always limited, in that it did not involve a real diversification of economic activity in cities. Toward the colony’s end, the number of Spanish ships reaching the coasts with manufactured goods remained very scarce, favoring the activities of smugglers, who often enjoyed some degree of complicity from someone in government. Mainly French and English, they came via Cape Horn, with Asian silks and other goods, to Valparaiso to break the monopoly imposed by Spain,. Thus, the 18th century saw the early development of towns, but the focus of economic life remained in the ranches and farms. Even in this goldless realm, however, the port remained the motor of farming activity that went beyond mere subsistence, making the owners of the port’s warehouses significant in national life.

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El siglo del trigo

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Hasta 1690, el Real Situado, con el cual se financiaba el ejército, llegaba irregularmente y una parte se recibía en mercaderías. Durante el siglo XVIII, comenzaba a enviarse íntegramente en dinero efectivo, generando un aumento de circulante que, sumado al auge exportador, facilitó el desarrollo de una clase comerciante urbana. Este hecho contribuyó a que se viviera un temprano proceso de urbanización, sin embargo, se trató de un proceso siempre limitado, que no consiguió una efectiva diversificación de la actividad económica de las ciudades. Hasta finales de la colonia continuarían siendo escasos los barcos españoles con productos manufacturados que llegarían hasta estas costas, lo que favoreció la actividad de contrabandistas, que, contando con la complicidad de más de algún gobernante, llegaban a Valparaíso para romper la relación monopólica que imponía España. Se trataba principalmente de franceses e ingleses que cruzaban la ruta del Cabo de Hornos y de comerciantes de seda asiáticos. En suma, en el siglo XVIII ya podemos decir que tenemos propiamente ciudades, pero el centro de la vida económica no está en ellas, sino en las haciendas. Sin embargo, en este reino sin oro, el comercio realizado a través de este puerto, llegó a ser el motor de la actividad agrícola, más allá de la mera subsistencia, lo que daría a los bodegueros porteños un significativo espacio de influencia en la vida nacional.

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The Reforms of the Illustration In 1717, with the founding of Quillota, the Bourbonic reforms began in Chile. More than 20 other towns were created as the century progressed, reflecting the administrative reorganization and efforts to concentrate political power in the crown’s authority. Illustrated governments changed the role of the president, until then mainly a military chief and administrator of justice, into that of an executive governor. This required a strong administrative apparatus that could not be neutralized by the Assembly or the Audience. This also led to the need to limit the power of the native-born elites and reduce their control over the campesinos living in their farms. In practice, as has proven true throughout Chilean history, they never managed to curb this power too much, but they did manage to create a successful administrative system in a territory that stretched from Copiapo in the north to Concepcion in the south. Towns played a major role in this system and, with the development of roads, a series of reforms would consolidate this new administrative order. In 1776, the Viceroyalty of la Plata was created and the Cuyo administrative area (Corregimiento) became part of it, leaving the Captaincy of Chile behind for good. Two large regional governments (intendencias) were created, one in Santiago, which included Valparaiso, and the other in Concepción. These concentrated most authority, leaving the previous administrative areas significantly weakened. On 12 April 1791, President Ambrosio O’Higgins ordered the port’s governor-at-arms to create an Assembly. Its first sessions took place in a house near the Plaza del Gobernador, today the Plaza Echaurren (N°21). The first session was held on 17 April, from then on considered the city’s official day. As a result of Spain’s war with England (1739-1748), the Indias Fleets were drawn into military activities and trade with the rest of America using so-called registered ships was allowed. These were vessels directly hired by traders, who often accompanied their shipments. Once they reached their destination, they would sell their goods, ruining the business of traders in the continent’s main distribution ports, such as Callao, which until then had enjoyed a monopoly on sales of manufactured goods. Despite their complaints, the old fleet system could no longer meet the growing demand from the colonies and in 1778 it was finally disbanded.This gave marginal ports such as Valparaiso the longed-for commercial independence from Callao. In 1774, free trade was allowed between the ports of the Americas and in 1778 13 Spanish ports and 22 colonial ports were allowed to trade among themselves, with customs tariffs on some products also being reduced. With these measures, Seville’s monopoly was gone for good and Cadiz soon lost its advantages over the colonies too. Transit between the Strait of Magellan and Cape Horn rose, not only thanks to smuggling but also trade with Buenos Aires and Spain.

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Las reformas ilustradas Con la fundación de Quillota, en 1717, se inauguran las reformas borbónicas en Chile. Más de otras 20 ciudades llegarían a crearse a lo largo del siglo, respondiendo con ello no sólo a una reorganización administrativa del territorio, sino también a la pretensión de concentrar el poder político en la autoridad administrativa de la corona, disputando el poder a los hacendados. Los gobiernos ilustrados cambiaron el rol del presidente, hasta entonces primordialmente jefe militar y administrador de justicia, por el del gobernante realizador. Eso requería de un aparato administrativo fuerte, que no se viera neutralizado por el Cabildo y la Audiencia; lo cual conducía a la necesidad de limitar el poder de las elites criollas y disminuir el control que ellas ejercían de la población campesina en sus haciendas. En la práctica nunca se conseguiría limitar demasiado lo que nunca escaseó en Chile, el poder, pero sí se logró perfeccionar un sistema de administración exitoso dentro del reducido territorio del reino, que en la práctica iba desde Copiapó a Concepción. En esta pequeña marca limítrofe, el sistema de ciudades cumplió un papel esencial, y el desarrollo de redes viales comenzó a transformarse en una necesidad de primer orden. Un conjunto de reformas vendrían a consolidar el nuevo ordenamiento administrativo. En 1776 se creó el Virreinato de la Plata, y el Corregimiento de Cuyo pasa a formar parte de aquel, separándose definitivamente de la Capitanía de Chile. Se crearon dos grandes intendencias, la de Santiago, a la cual pertenecía Valparaíso, y la de Concepción. En ellas se concentró una gran cantidad de facultades en desmedro de las que hasta entonces habían tenido los corregimientos. El 12 de abril de 1791, el Presidente Ambrosio O´Higgins ordenó al Gbernador de Armas de Valparaíso la instalación de un Cabildo. Sus primeras sesiones se realizaron en una casa de propiedad de un vecino ubicada en la Plaza del Gobernador, actualmente Plaza Echaurren (N°21). La primera sesión se realizó el día 17 de ese mes, el cual desde entonces se considera el día oficial de la ciudad. Como consecuencia de la guerra de España con Inglaterra (1739-1748), las Flotas de Indias debieron destinarse a fines bélicos y se autorizó el comercio con América por medio de los llamados navíos de registro, embarcaciones fletadas directamente por los comerciantes, quienes a menudo acompañaban sus cargamentos. Una vez en destino, éstos se instalaban para vender su mercancía, arruinando el negocio de los comerciantes de los principales puertos americanos de distribución como el Callao, que hasta entonces poseía el monopolio del comercio de manufacturas. No obstante los reclamos que hicieron éstos, el antiguo sistema de flotas ya no era capaz de abastecer la creciente demanda de las colonias y en 1778 serían definitivamente suprimidas. Este hecho le daría a los puertos periféricos como Valparaíso, la anhelada independencia comercial con respecto al Callao. A partir de 1774 se permitió también el libre comercio entre los puertos americanos. En 1778 se autorizó a trece puertos españoles y a veintidós puertos coloniales para comerciar entre sí, rebajándose, además, derechos aduaneros para ciertos productos. A partir de entonces, se rompió definitivamente el monopolio de Sevilla y, posteriormente, de Cádiz frente a las colonias. Se intensificó el tránsito a través del Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos, ya no sólo para el contrabando, sino para el comercio con Buenos Aires y con España.

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The Three Neighborhoods The first data on Valparaiso’s population dates from 1710, when a letter from the Bishop of Santiago to the King of Spain mentions 300 inhabitants, without specifying whether these were permanent or not. According to Frezier27 in 1714 Valparaiso consisted of about a hundred poor homes, while warehouses and barns stretched along the coastline. Of a total of 130 families, mostly formed by “those people that the main owners hired to look after their warehouses, receiving and delivering any goods”, around 30 were white and the rest black, mulatto or mestizo. Early in the 18th century, the original village located between the Juan Gómez and San Francisco ravines was already treated as the main neighborhood. A dusty street followed the shore, lined with warehouses. Most were made of adobe, with thatched roofs and whitewashed walls, some of which may have enclosed housing as well. Only the most prosperous traders had managed to build twostorey homes. The rest were straw huts hidden among the ravines’ vegetation, making it difficult for an outsider to identify where the city’s people really lived. In the month’s of port activity, urban life thrived, as the whorehouses set up shop and people went there to dance, eat and drink. In the improvised galleries of the plaza San Francisco, bullfights took place, along with theatre consisting of farces and dances, while people met on the two fields for sports. There was a pier at the mouth of the San Francisco ravine, where the Plaza Echaurren (N°21) is located today. On one corner, the governor-at-arms’ house was located. The city’s main evening gatherings took place there and travelers commented that the women of the port were less elegant than those of Santiago, but funnier, and in general they would dance with important guests in an effort to find work in domestic service. Next to the governor’s house was the Subida del Caracol (N°36), which led up to the San Jose castle. This was a white fortress that ruled over the city and housed the administrative center, the military chapel, the prison and military quarters.To reach it, one passed through the famous Caracol gate, located on a curve at the start of the climb. At the foot of the San Jose castle, near the beach, was a cannon battery called La Planchada (N°28). Surrounded by a wall it left some space to walk along the beach to a second neighborhood, called Los Agustinos. This sector was developed halfway between the port and the farms in Almendral. The Augustine monks had reached Valparaiso in 1627, receiving a land grant on the Alegre Hill. They built the San Nicolás de Tolentino monastery by the sea, in the lot now occupied by the Courts (N°46) near the mouth of the ravine that would eventually take the name, San Agustín, in their honor and today is called Tomás Ramos street. A new neighborhood developed around the monastery, edged by the ravine on one end and the narrow space between the cliff and the coast as far as the Peñón del Cabo (N°101).

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Los tres barrios El primer dato disponible de la población de Valparaíso es de 1710, según el cual el Obispo de Santiago indica en carta al Rey de España, que existen 300 personas, sin especificar cuántos serían habitantes permanentes. Según la descripción de Frezier26 de 1714, había en Valparaíso un centenar de pobres casas, y a lo largo de la línea de la costa un conjunto de bodegas y graneros. De un total de ciento treinta familias, en su mayoría formadas por “aquella Gente, que ponían los Dueños principales, para que les cuidassen de las Bodegas, recibiessen, y entregassen lo que les remitian”, alrededor de treinta eran blancos, siendo los demás negros, mulatos o mestizos. A comienzos del siglo XVIII, el caserío original, que se extendía entre las quebradas de Juan Gómez y San Francisco, ya había adquirido la denominación de Barrio Principal, era una calle polvorienta que bordeaba la costa, donde se emplazaban las grandes bodegas. La gran mayoría de ellas eran de adobe, techo de teja y pintadas a la cal, posiblemente, algunas incluían dentro del mismo volumen a alguna vivienda. Sólo los comerciantes más prósperos habían conseguido edificar alguna que otra casa que llegaba a tener dos plantas. El resto de las casas de habitación eran pajizos ranchos que se escondían entre la vegetación de las quebradas, sin que el foráneo lograra explicarse con facilidad donde realmente habitaba la población en esta ciudad con una sola calle. En los meses de actividad portuaria, la vida urbana se intensificaba, llenando las “chinganas”, donde el pueblo se juntaba a bailar, comer y beber. En las improvisadas graderías de la plaza San Francisco, se realizaban las corridas de toros y las comedias que consistían en farsas mezcladas con danzas, mientras que en las dos canchas existentes los parroquianos se daban cita para el juego de bolas. Había un embarcadero en la desembocadura de la quebrada San Francisco, allí donde hoy se encuentra la Plaza Echaurren (N° 21). En una de las esquinas de esa explanada costera, se encontraba la Casa del Gobernador de Armas. Allí tenían lugar las más importantes tertulias de la ciudad y los viajeros cuentan, que las damas porteñas que asistían a estos encuentros eran menos elegantes que las santiaguinas, pero más graciosas y, por lo general, aprovechaban un baile con algún

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Among the kitchen gardens and leafy olive trees of Almendral, by the mule trail to Santiago, along what is today Victoria street, and climbing up the Las Zorras ravine, the congregation of mercy (Mercedarios) settled in, in 1717. Around the Merced monastery, to the south of what is today the Plaza O´Higgins (N°189), a third neighborhood, called the Barrio de Arrieros, developed. This was a small cluster of buildings, main street style, amidst enormous vegetable gardens, where most of the services to the mule trains transporting cargo to the capital were located, along with bars of ill repute specializing in their entertainment. The Plaza del Almendral, later called the Plaza Orrego and today the Plaza Victoria (N°152), was Valparaiso’s largest esplanade. Stretching before the sea, it received the runoff from the Bellavista and Yungay Hills and was the site for public executions and the city’s great festivals. Improvised seats were also used as the city’s main arena for bullfights. In 1788, the population had reached 2,973. Despite the lack of data, throughout the 18th century,Valparaiso grew, becoming a clearly urban settlement, although it was still not very important within the kingdom, since the towns of the interior valleys housed more than 8000 people and other coastal towns, such as Concepción, had more than 4500 residents. The 1779 count found 2,154 people, 1,265 in the main neighborhood or Barrio Principal and 503 in the San Agustín; and Arrieros neighborhoods. In December 1799, the Assembly declared the Port and Almendral a single city, thus unifying the urban area.

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Los Tres barrios

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importante invitado para ofrecer sus servicios para el lavado o el servicio doméstico, demostrando su laboriosidad. Junto a la casa del gobernador se encontraba la Subida del Caracol (N°33) que permitía acceder al Castillo San José. Era una fortaleza blanca que presidía el conjunto urbano y en la cual, se encontraba el centro administrativo, la capilla militar, la cárcel y los cuarteles. Para acceder a ella castillo, era necesario atravesar una gran puerta, la famosa puerta del Caracol, ubicada en una curva que se encuentra apenas iniciado el ascenso. Al pie del Castillo San José, junto a la playa, existía aquella batería de cañones denominada La Planchada (N°28), la cual estaba rodeada por un muro y dejaba un espacio para circular junto al mar hasta alcanzar un segundo barrio, denominado Los Agustinos. Este sector se fue desarrollando a medio camino entre el puerto y las chacras del Almendral. En 1627 habían llegado a Valparaíso los monjes agustinos, quienes recibieron en donación terrenos en el Cerro Alegre. Instalaron el convento San Nicolás de Tolentino frente al mar, en el sitio que hoy ocupa el Edificio de Tribunales (N°46) junto a la desembocadura de la quebrada que adoptaría en su honor el nombre de San Agustín, hoy calle Tomás Ramos. En torno al convento, comenzó a desarrollarse este nuevo barrio, que por un lado se encaramaba por la quebrada y por otro se prolongaba por el estrecho espacio que quedaba entre el acantilado y la costa hasta el Peñón del Cabo (N°101), actualmente Calle Prat. Entre los huertos y frondosos olivos del Almendral, junto a la ruta de las mulas a Santiago, que iba lo largo de lo que hoy es calle Victoria y se empinaba por la quebrada de Las Zorras, se instaló en 1717 la congregación de los mercedarios. En torno al convento de la Merced, al costado sur de lo que hoy es Plaza O’Higgins (N°189), se fue configurando un tercer ámbito urbano, llamado Barrio de Arrieros. Se trataba de un caserío dispuesto a la manera de una “calle larga”, en medio de grandes chacras, donde se concentraban los servicios de muleros que transportaban carga a la capital y los lugares de esparcimiento, festejos y eventos sociales mal reputados. La llamada Plaza del Almendral, posteriormente Plaza de Orrego y actualmente Plaza Victoria (N° 152), era la mayor explanada con que contaba Valparaíso. Era un terreno frente al mar que recibía las aguas de los cerros Bellavista y Yungay en la cual se llevaban a cabo las ejecuciones públicas y las grandes fiestas de la ciudad. Con unas graderías improvisadas se utilizaba de tanto en tanto como la principal plaza de toros de la ciudad. En 1788 el recuento general de población arrojó el número de 2.973 personas. Es decir, a pesar de la falta de datos precisos y comparables, es posible afirmar que, a lo largo del siglo XVIII, Valparaíso experimentó un proceso de crecimiento y consolidación que permiten verlo como un asentamiento concentrado con clara vocación urbana. Si bien aún corresponde a un pueblo de importancia menor dentro del reino, puesto que ciudades de los valles interiores, por ese entonces, superaban los 8.000 habitantes y otras ciudades costeras, como Concepción, superaban los 4.500 habitantes. El empadronamiento realizado en 1779 arrojó 2.154 personas en la ciudad, de suerte que el Barrio Principal poseía 1.265 habitantes; el Barrio San Agustín 386; y el Barrio de Arrieros tenía 503. En diciembre de 1799 el Cabildo declaró que el Puerto y el Almendral conformarán una sola ciudad, con lo cual todo el territorio urbano quedaría unificado administrativamente..

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Governmental Works With the governments of the illustration came the idea of government-sponsored works. Flourishing sea traffic exposed the population to all kinds of diseases, a concern that reached the ears of King Charles III himself. Having expelled the Jesuits the previous year, royal orders (cédulas reales) in 1768 and 1769 ordered the building of a suitable hospital on a site behind the Matriz church. By the time the communication reached Chile, the lot, which had belonged to the Jesuits, had been handed over to the Dominicans, who also had land in the Elías (Cumming street) and Bellavista (Ecuador street) ravines, containing warehouses and where a monastery was being built. In 1772, it

Joaquín Toesca En 1780 el obispo de Santiago Manuel Alday, buscando a un arquitecto para concluir las obras de la catedral capitalina, hizo venir de la corte madrileña al italiano Joaquín Toesca. Formado en el taller de Francisco Sabatini, Toesca era un fiel exponente del ambiente cultural ilustrado de la España borbónica. Su arquitectura clásica, es continuadora de la tradición de Palladio y Vasari, pero que, viniendo de regreso del barroco, expresa por medio de un austero equilibrio, su intención de corresponderse con una totalidad cósmica racionalmente aprehensible. Su obra influyó fuertemente en sus colaboradores y discípulos, algunos de los cuales eran ingenieros militares de formación y se convertirían en la primera generación de arquitectos chilenos. Entre ellos destacan Juan José de Goycolea27 y Melchor Jaraquemada28, que participarían con su mentor en la construcción de importantes obras en la capital como la Catedral, el edificio de La Moneda (actual Palacio Presidencial), el Cabildo de Santiago (actual edificio municipal capitalino) y el Palacio de la Administración Real de Aduana creada por aquella época (actual Museo Precolombino). Toesca, además, colaboró con las obras de defensa fluvial capitalinas y con el camino entre Valparaíso y Santiago, el camino a Cuyo, la Catedral de Concepción y la planificación de la ciudad de Los Andes..

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In 1780, in search of an architect to complete work on the local cathedral, the bishop of Santiago Manuel Alday had the Italian Joaquin Toesca summoned to court. Trained in Francisco Sabatini’s workshop, Toesca was a faithful exponent of the illustration, then sweeping Bourbon Spain. His classical architecture, following the tradition of Palladio and Vasari, in reaction to the baroque, employed an austere balance to express the sense of a rationally intelligible cosmic whole. His work deeply influenced all those who trained and worked with him, some of whom were military engineers, and these would become Chile’s first generation of architects. They included Juan José de Goycolea28 and Melchor Jaraquemada,29 who would participate with their mentor in building Santiago’s main buildings, among them the cathedral, La Moneda (originally the mint, today the presidential palace), the Cabildo (the building that housed the Santiago Assembly), and the Palacio de la Administración Real de Aduana (royal customs’ palace, today the Pre-Colombian Museum). Toesca also worked on Santiago’s dikes and the road between Valparaiso and Santiago, the road to Cuyo, Concepcion’s cathedral, and planning the city of Los Andes.


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Las obras gubernamentales Con los gobiernos ilustrados llega a las colonias la idea del gobernante realizador, cuya labor se orienta al bienestar de los habitantes, modificándose su antiguo papel de la autoridad eminentemente judicial y militar. Con ello, las obras públicas y el fomento de los negocios privados de beneficio ciudadano, comienzan a convertirse en una práctica frecuente. El creciente tráfico marítimo expuso a la población al contagio de todo tipo de enfermedades, preocupación que llegó a oídos del propio rey Carlos III. Habiendo expulsado los jesuitas el año anterior, por cédulas reales de 1768 y 1769 ordenaban la construcción de un hospital adecuado en los terrenos detrás de la Iglesia de la Matriz que habían pertenecido a esa congregación. Sin embargo, cuando la comunicación llegó a Chile, el solar ya había pasado a manos de los frailes dominicos, quienes contaban también con terrenos entre las quebradas Elías (calle Cumming) y Bellavista (calle Ecuador), donde poseían bodegas y se disponían a edificar un convento. En 1772 se decidió que el convento de Santo Domingo se instalaría en las antiguas dependencias jesuíticas y el Hospital San Juan de Dios, administrado por los monjes Hospitalarios recientemente llegados al puerto, se construiría frente a la actual Plazuela Ecuador (N°124), habilitándose además junto a él el primer cementerio de la ciudad (N°117). Catorce años más tarde, se encargó al ingeniero Pedro Rico la construcción de una recova en la Plaza del Gobernador (N°21) En ella se construyeron lugares especialmente habilitados para la venta de pescado, carne y otras mercancías que hasta entonces se vendían en las peo-

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was decided that the Santo Domingo monastery would be built on the old Jesuit lands and the Hospital San Juan de Dios, managed by recently arrived hospital monks, would be built across from today’s Plazuela Ecuador (N°124). In 1786, an engineer, Pedro Rico was assigned the task of building an arched gallery, or recova, to house vendors offering fish, meat and other goods. Mary Graham described how water issued from a horrible, lion-style fountain near the Planchada, serving the gallery’s users. Once created, the first Assembly granted a trader by surname Hinojosa the right to run the city’s first rooster coliseum for two years. This octagonal building, whose thatched roof included a skylight, and rough benches for spectators, was located near San Antonio fort (Plaza Wheelwright). Once the rental period ran out, the property was returned to the Assembly, which auctioned it off in 1796. The city had four bowling lawns, two in Almendral and two near the Plazuela San Francisco. These proved a focus point for brawling and other minor sins, giving it a poor reputation. In 1802, just outside the city, a brick powder house already existed (N°116). Today, this is Valparaiso’s oldest surviving building. In 1780, the kingdom’s first architect stepped ashore in Valparaiso. A disciple of Sabatini, Joaquin Toesca would design some of the most important monuments in Chilean towns. He left no works in Valparaiso, but his influence would shape Chilean architecture for centuries to come, incorporating a more classical approach into the local architecture.

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Las obras gubernamentales

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res condiciones de higiene. Mary Graham contaba que de una horrorosa fuente con forma de león, instalada junto a la Planchada, emanaba agua que constituía el mayor regalo para los usuarios de esta recova. Una vez instalado, el primer Cabildo otorgó a un comerciante de apellido Hinojosa el privilegio para explotar el primer coliseo de gallos de la ciudad por dos años. Era una edificación de esquinas ochavadas, techo de paja con una claraboya superior y unas pobres gradas para los espectadores, ubicada cerca del Fuerte de San Antonio (Ascensor Villaseca N°223). Acabado el período, pasó a manos del Cabildo, quien lo subastaría en 1796. La ciudad tuvo cuatro canchas de bolos, dos en el Almendral y dos en las inmediaciones de la Plazuela San Francisco. En ellas se concentraban las pendencias y otros pecadillos que les daban mala fama. En 1802 ya se encontraba funcionando, en las afueras de la ciudad, una estructura de albañilería abovedada para el almacenamiento de pólvora (N°116). Se trata del edificio más antiguo que se encuentra en pie en Valparaíso. En 1780 desembarcaba en Valparaíso el primer arquitecto que pisaba este reino del fin del mundo. Se trataba del discípulo de Sabatini, Joaquín Toesca, quien llegaría a ser el autor de algunos de los más importantes monumentos de las ciudades chilenas. No nos dejaría obras suyas en Valparaíso, pero su influencia marcaría toda nuestra producción arquitectónica y sentaría las bases para la incorporación del lenguaje clásico de la arquitectura criolla.

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Valparaiso Rises above its Hills Of the governments of the illustration, the one most involved in public works was led by Ambrosio O’Higgins, an Irishman living in Spain, who reached America as a trader and went on to govern the kingdom from 1788 to 1796, after being appointed Viceroy by Peru. From his relationships with the local high society and the impossibility of a crown functionary marrying someone local without express permission from the king, he and Isabel Riquelme had a son who, 20 years later, would lead the destiny of the new country of Chile. Don Ambrosio ordered the straightening of the highway between Valparaiso and Santiago along a more direct route. Until then, the mule train’s path over the Hills was little more than a series of paths, leaving the drivers and riders who used it vulnerable to bandits. It became a 120 km long road, suitable for vehicles with

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Empinandose por sobre los cerros De los gobernantes ilustrados, el que más se destacó por sus obras públicas fue Ambrosio O’Higgins, irlandés católico avecindado en España que llegó a América como comerciante, y que, después de gobernar este reino entre 1788 y 1796, sería nombrado virrey del Perú. Del entramado social entre la alta sociedad criolla y los funcionarios de la corona, imposibilitados de contraer matrimonio sin autorización del rey, había surgido su relación con Isabel Riquelme, de la que nacerá su hijo Bernardo, que treinta años después que su padre, conduciría el destino de Chile en sus primeros pasos como nación independiente. Don Ambrosio ordenó construir la carretera entre Valparaíso y Santiago por la vía más directa. Hasta entonces la ruta llamada “de las cuestas” o “de las mulas”, no era más que un conjunto de senderos para muleros y viajeros de a caballo, potenciales presas de bandoleros. Su decisión era convertirla en una carretera de 120 kilómetros, apta para vehículos de rueda.

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wheels, as part of a project that took from 1791 to 1797, assisted by Toesca and distinguished local engineers. Technical issues were not the main problem, however, but rather the refusal of the owner of the Lo Prado Hills to allow a road to cross his lands.The dispute had to be settled by the Kind of Spain himself. To reimburse the cost of building the road, a tax was levied on each mule or cart entering Valparaiso, ostensibly until it had been paid for. Nonetheless, by the middle of the next century, Claudio Gay reported that it was still being paid, not only because the actual cost was four times the original budget, but because the amount collected didn’t even cover maintenance, giving rise to constant complaints about its poor condition. The works included building a detour along the coastal horseshoe road joining the Siete Hermanas ranch’s properties in Viña del Mar. During most of the colony, Buenos Aires was condemned to pay a high price to import manufactured goods, due to the trade monopoly imposed by Callao. Under these conditions, Argentina’s interior provinces were not on the route to Peru and trade via Chilean ports was essential to obtain reasonable prices. Throughout the 18th century, the traffic of mule and wagon trains flourished between Valparaiso and Mendoza, transporting goods and mail. Because of the hazards along the route to Mendoza, Governor Ambrosio O’Higgins ordered six refuges built in the mountains and general improvements to the road. The creation of the Viceroyship of La Plata brought a new increase in trans-Andean trade for Valparaiso, since the port could now trade directly with Buenos Aires via the Magellan and the land route to the Atlantic made it possible to enter goods via Mendoza, thereby avoiding the route through Panama and Callao. Toward 1810, every day some 30,000 mules crossed the Andes mountains, headed for Valparaiso.

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Empinándose por sobre los cerros

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La obra ejecutada entre 1791 y 1797 contó con la participación de Toesca y destacados ingenieros chilenos. Pero los asuntos técnicos no fueron la principal dificultad, sino la negativa del propietario de las cuestas de lo Prado a que se cruzara a través de sus terrenos. El litigio debió ser resuelto en definitiva por el propio rey de España para que el camino pudiera realizarse. Con el fin de rembolsar el costo de la ruta, se fijó un arancel por cada mula o carreta que entrara a Valparaíso durante el tiempo necesario para recuperar el dinero. Sin embargo, a mediados del siglo siguiente Claudio Gay relataba que continuaba pagándose, no sólo porque el costo de la carretera cuadruplicó lo presupuestado, sino porque la recaudación ni siquiera alcanzaba para enfrentar los altos costos de conservación, lo que se tradujo en un continuo reclamo por su lamentable estado. Las obras incluirían la construcción de una variante por un camino de herradura que unía por la costa los terrenos de la Hacienda Siete Hermanas en Viña del Mar. Buenos Aires estuvo durante la mayor parte de la colonia condenado a financiar enormes precios de traslado para importar bienes manufacturados, a causa de la imposición monopólica que lo obligaba a comerciar a través del Callao. En tales condiciones, para las provincias interiores del territorio argentino que se encontraban fuera de la ruta hacia el Perú, el comercio a través de puertos chilenos era una alternativa imprescindible para obtener precios razonables. A lo largo del siglo XVIII entre Valparaíso y Mendoza, se iría intensificando el tránsito de arrieros y muleros que transportaban mercancías y llevaban el correo entre ambas ciudades. A raíz de los peligros que debió enfrentar en un viaje a Mendoza, el gobernador Ambrosio O’Higgins ordenó la construcción de seis refugios cordilleranos para viajeros y un mejoramiento general del camino. La creación del Virreinato de la Plata significó para Valparaíso un nuevo incremento al comercio trasandino, ya que, por un lado, se abría para este puerto la posibilidad de comerciar directamente con Buenos Aires cruzando por Magallanes y; por otro, porque la consolidación de la ruta terrestre hasta el Atlántico permitía la internación de productos a Mendoza, evitando el recorrido por Panamá y el Callao. El hecho es que hacia 1810 cruzaban diariamente la Cordillera de Los Andes treinta mil mulas diarias con destino a Valparaíso.

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Self-Determination “How long must you think about this? Make up your minds; you’ve thought enough. Cross the Rubicon and you will own the world. Fortune smiles upon you and you return its gaze with disdain. You are mere provinces, when you could be genuine powers, and develop alliances with dignity, and the majesty appropriate to a nation.” Camilo Henríquez, La Aurora de Chile. Thursday 27 August 1812, p. 3 In the second half of the 18th century, Spain was proving unable to absorb the rising production of raw materials from its colonies. Nor could its industry meet the demand for manufactured goods. The restrictions it was imposing on exports increased with the Bourbonic reforms, but these very reforms also sharpened colonial traders’ interests in getting rid of all trade barriers. Conditions worsened in the last decade of the 18th century, when wars with France and England seriously hurt Spain’s capacity for trade, leaving it at the mercy of enemy ships circling the ports of the Americas. The most educated of the people born in the colonies were familiar with the humanist ideas of the Spanish Catholics, Molina, Suárez and de Mariana, who sustained that royal power depended on the people’s will. Other liberal ideas inspired by the illustration gained circulation via books smuggled into the kingdom, traveled from mouth to mouth during evening gatherings, or were broadcast from wall-posters put up at night. Finally, the victory of the revolution in North America triggered similar movements for selfdetermination among local land owners and miners. The spark that set off the Spanish-American movement for independence was the creation of local governments in Spain’s colonies after Spain was occupied and Ferdinand VII captured by Napoleon’s army. One day in May 1810, while Buenos Aires was setting up its first independent government, three well-known neighbors from Santiago were taken prisoner and sent to the San José castle. Two were then sent on to trial in Lima, while the third, pretending to be sick, remained in the port. The lack of real proof against the accused led

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Autodeterminación “Hasta quando pensais? Resolved; bastante se ha pensado. Pasad el Rubicón, y sereis dueños de un mundo. La fortuna se os sonrie, y desdeñais sus gracias. Sois provincias, pudiendo ser potencias, y contraher alianzas con la dignidad, y majestad que corresponde á una nacion.” Camilo Henríquez, La Aurora de Chile. Jueves 27 de agosto de 1812, página 3 En la segunda mitad del siglo XVIII, España no estaba siendo capaz de absorber el aumento creciente de materias primas de sus colonias, ni su industria conseguía cubrir la creciente demanda por artículos manufacturados. Las restringidas posibilidades de ampliación del comercio exportador impuestas por la metrópoli, aumentaron con las reformas borbónicas, pero fueron también aquellas reformas las que despertaron los apetitos de los comerciantes criollos por derribar toda barrera comercial. La situación se agravó en la última década del siglo XVIII, en la que las guerras con Francia e Inglaterra, no sólo afectaron gravemente las posibilidades comerciales de la península, sino que dejaron a merced de las potencias enemigas a las naves que circulaban por los puertos americanos. Eran conocidas por los criollos más ilustrados, las bases del pensamiento humanista católico español de Molina, Suárez y de Mariana, que sostenían que el poder real provenía de la voluntad popular. A ello se sumaron las ideas ilustradas y liberales, que pasaban de mano en mano en libros ingresados de contrabando, y de boca en boca en las tertulias de la sociedad criolla, o bien, que se difundían en los pasquines pegados en las paredes durante la noche. Por último, la experiencia triunfante de la revolución norteamericana, terminó por motivar a los grupos terratenientes y mineros criollos acaudalados, a iniciar un movimiento para autodeterminarse. La coyuntura decisiva, que desencadenaría la independencia hispanoamericana, fue la creación de juntas de gobierno en las provincias españolas ante la ocupación de la península ibérica y la captura de Fernando VII por el ejército napoleónico. Un día de mayo de 1810, mientras en Buenos Aires se constituía la primera junta de gobierno independiente del continente, llegaban al Castillo San José, en calidad de prisioneros acusados de actividades revolucionarias, tres connotados vecinos de Santiago. Dos de ellos fueron embarcados a Lima para ser juzgados y el tercero, fingiendo estar enfermo, permaneció

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to the defeat of the already questioned governor García Carrasco less than two months later. On 19 September 1810, a horse rider from Santiago pulled up in front of the Caracol gate, with the news that the Santiago Assembly (Cabildo) had appointed a government board (Junta de Gobierno) to replace him.Two days later, a delegate from the Junta arrived to ask the city and people of Valparaiso for their loyalty. The port Assembly consisted mainly of warehouse owners whose activity depended on trade with Lima and were therefore reluctant to embrace the revolutionary ideas then sweeping the continent. Governor Alós, who was involved in executing the Peruvian freedom fighter, Tupac Amaru, chaired the session. He told the delegate from Santiago that the new government had been set up to maintain public order and defend the sovereignty of his majesty Ferdinand VII, prisoner of Napoleon Bonaparte. In these lands of close family ties, wasteful wars and repressed rebelliousness these arguments were decisive in ensuring acceptance of the new regime and loyalty was sworn. The port’s waters remained calm, cannons were fired in honor of his majesty and a Te Deum was said in the Matriz church. Along with eliminating the colonial regime, during these same days the Marquis of Avilés, who four years early had been the Viceroy of Peru, was dying in the San José Castle (N°33 and N°35), after landing in the port on his way to Spain. Four months later,Valparaiso’s governor-at-arms would be replaced rather hastily, due to suspicions that he was involved in a Lima-directed plot against the governing Junta and Juan Mackenna, a native-born Chilean with radical pro-independence ideas would replace him.

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Autodeterminación

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en el puerto. La falta de pruebas efectivas contra los acusados, terminaría por derribar en menos de dos meses al ya cuestionado gobernador García Carrasco. El 19 de septiembre de 1810, un jinete se detenía jadeante frente a la puerta del Caracol procedente de Santiago, trayendo la noticia de que en reemplazo de García Carrasco, una Junta de Gobierno había asumido el poder por decisión del Cabildo de la capital. Dos días después, llegaba el delegado de aquella Junta a pedir lealtad al municipio y al pueblo de Valparaíso. El Cabildo porteño, representaba en su mayoría a los bodegueros que sustentaban su actividad en el comercio con Lima, y por lo tanto, se encontraban lejos de abrazar las ideas revolucionarias que por entonces recorrían el continente. Presidía la sesión el Gobernador Alós, quien exhibía en su currículo la ejecución del líder libertario peruano Tupac Amaru. Informó el delegado santiaguino que el nuevo gobierno se constituía para mantener el orden público y en defensa de la soberanía de su majestad Fernando VII, prisionero de Napoleón Bonaparte. En estas tierras de empates, guerras desgastadas y rebeldías contenidas, tales argumentos resultaron determinantes para que se aceptara el nuevo régimen y se le jurara fidelidad plena. Las aguas del puerto permanecieron en calma, se dispararon salvas en honor a su majestad y se ofició un Te Deum en la Iglesia de La Matriz. Junto con la extinción del régimen colonial, por esos mismos días moría en el Castillo de San José (N°33 y N°35), el marqués de Avilés, quien hasta cuatro años antes fuese el virrey de Perú, tras hacer escala en este puerto con rumbo a España. Cuatro meses más tarde se reemplazaría al Gobernador de Armas de Valparaíso con cierta precipitación, a causa de sospechas que lo vinculaban con complot dirigido desde Lima en contra de la Junta de Gobierno, y sería nombrado el criollo de ideas independentistas radicales, Juan Mackenna.

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The First Moves Toward Autonomy On 21 February 1811, the first governing Junta abolished all statutes limiting foreign trade to Spanish ports and allowing Valparaiso, Talcahuano and Valdivia to open their doors to world trade. This opening decreed by the governing Junta even specified that merchants and crews from foreign ships should receive maximum consideration from port governors, who should protect and assist them. The Viceroy of Peru sent corsairs to prevent trade and arms smuggling and limit the revolutionary ideologies then sweeping the continent. The ensuing blockade significantly reduced port activity, which had soared after 1810. In July 1811, the frigate Standart anchored off Valparaiso, bringing with it a young Chilean soldier, back from four years of a brilliant career in Spain. By year’s end he would be president of the country, giving a strongly independent spin to the revolutionary process begun the previous year. While José Miguel Carrera assumed the government, the ship Galloway, out of New York, was unloading the first printing press in Valparaiso harbor. The government acquired it and with it the typographer, Samuel Burr Johnson, who was on the same boat. Two and a half months later, the Republic’s first newspaper, La Aurora de Chile, hit the streets. Its editor was the priest Camilo Henríquez. The newspaper, with a circulation of 500, lasted more than a year and contributed decisively to building the idea of independence among the Chilean-born Spanish, known as criollos. Amidst these transformations, Valparaiso received a reply from Spain to a very old demand. In 1789, then president Ambrosio O’Higgins, had sent a letter to the king asking him to grant Valparaiso the title of city and allow it to use the corresponding crest. The Royal edict granting this request was dated 9 March 1802, but the port Assembly believed it necessary to request the opinion of the National Congress, which had just started to meet. Finally, the royal decree of 1802 was approved on 9 August 1811. On 28 November 1811, the Valparaiso Audience received formal notice of this approval and hired artists in Santiago to embroider and paint the crest. In 1813,Valparaiso’s governor, Francisco de la Lastra, bought the frigate Perla and the brigantine Potrillo on behalf of Carrera. Armed with cannon, these would be the first naval defense of the newly born country. After a frustrated effort to capture the frigate Warren, in charge of the port’s blockade as per the Viceroy’s orders,Valparaiso had to accept its situation. The arrival of the American frigate, Essex, assigned to protect its country’s trade and destroy the British whale fleet, temporarily lifted the blockade, but once the British ships Phoebe and Cherub were captured in Valparaiso harbor, the Americans left and the Spaniards’ superior naval forces allowed the Viceroy to move troops to Talcahuano with no difficulty. From 1814 on they ruled again, during a period known as the Spanish reconquest.

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Medidas de Autonomía El 21 de febrero de 1811, la Primera Junta de Gobierno abolió las disposiciones que limitaban el comercio exterior exclusivamente a puertos españoles, posibilitando que Valparaíso, Talcahuano y Valdivia, se abrieran al comercio mundial. La apertura comercial dictada por la Junta de Gobierno, incluso estipuló que comerciantes y tripulaciones de embarcaciones extranjeras, debían ser tratadas con la máxima consideración por los gobernadores de los puertos, debiendo protegerlos y auxiliarlos. El virrey del Perú armó corsarios para impedir, no sólo el intercambio mercantil, sino también el contrabando de armamentos, y debilitar la brisa ideológica revolucionaria que recorría América. El bloqueo prolongado significó una sostenida baja en la actividad portuaria que había comenzado a elevarse significativamente antes de 1810. En julio de 1811 anclaba en Valparaíso la fragata Standart, en la cual regresaba, después de cuatro años de una brillante trayectoria en España, un joven militar chileno que a finales del mismo año se haría de la presidencia del país, dando un vuelco claramente independentista al proceso revolucionario iniciado el año anterior. Mientras José Miguel Carrera asumía el gobierno, la nave Galloway, proveniente de Nueva York, desembarcaba en Valparaíso trayendo la primera imprenta que llegaba a Chile. El gobierno la adquirió, y contrató al tipógrafo Samuel Burr Johnson que venían en el mismo barco. Dos meses y medio después de la llegada de la imprenta, aparecería en circulación el primer periódico de la República, La Aurora de Chile, bajo la dirección del ilustrado sacerdote Camilo Henríquez. El nuevo diario de 500 ejemplares que circuló durante más de un año, contribuyó decisivamente a consolidar la idea de la independencia entre los criollos. En medio de este contexto de transformaciones, llegó desde España la respuesta a una vieja demanda de Valparaíso. En 1789, el entonces presidente Ambrosio O’Higgins, había enviado una carta al Rey, solicitado para Valparaíso el título de ciudad y la autorización para utilizar el blasón correspondiente. La Real Cédula que concedía lo solicitado, venía fechada 9 de marzo de 1802, pero el Cabildo porteño creyó necesario someter el asunto al parecer del Congreso Nacional que en aquellos meses realizaba sus primeras sesiones. Finalmente, la aplicación de la Real Cédula de 1802, fue aprobada por Decreto de 9 de agosto de 1811. El 28 de noviembre de ese año, el Cabildo de Valparaíso tomó conocimiento de esta aprobación y, de inmediato, encomendó a artistas santiaguinos bordar y pintar el escudo. En 1813 el Gobernador de Valparaíso Francisco de la Lastra adquirió, por encargo de Carrera, la fragata Perla y el bergantín Potrillo, los cuales, tras ser armados con cañones, constituyeron la primera defensa naval de la patria naciente. Tras un frustrado intento de capturar la fragata Warren, que mantenía el bloqueo del puerto por encargo del virrey, Valparaíso debió conformarse con su suerte. La llegada de la fragata norteamericana Essex con la misión de proteger el comercio de su país y destruir una flota ballenera británica, permitió liberar temporalmente el bloqueo, pero, al ser capturada por las naves inglesas Phoebe y Cherub, la causa patriota quedaría sin protección en el mar. La superioridad naval española permitiría al virrey trasladar, sin obstáculos, las tropas al puerto de Talcahuano, que en definitiva consiguieron imponerse a partir de 1814, en el período llamado de reconquista española.

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Evasive Autonomy On 2 October 1814, while troops loyal to the Republic resisted the Spanish in Rancagua,Valparaiso’s governor-at-arms received instructions to burn all ships in the harbor, destroy the port, its warehouses and leave nothing but rubble and ash to prevent the royal army from taking control of the city. Once this task was completed, he was to withdraw forthwith to Santiago.The Assembly and neighbors, more interested in their business than political and military affairs, opposed this order. A few days later news arrived that the Spanish troops had entered Santiago and little by little the homes of the patriots loyal to the Republic were sacked and they were imprisoned. In November, the Valparaiso Assembly met again, this time to swear loyalty to King Ferdinand VII and organize games and theater to celebrate. The order went forth to whitewash all houses and illuminate the streets in the evening, while riding horses in town was banned during the games. Celebrations in the king’s honor became common during the rule of the Spanish governor, Mariano Osorio. They shored up the weakened loyalty to the monarch and distracted people, making it easier to reverse the measures taken during Chile’s brief independence. Little by little people’s indifference to politics began to fade. They were shocked to see well-known criollo aristocrats, some of them very elderly, deported to the Juan Fernandez islands with the former governor-at-arms.

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Autonomía esquiva El 2 de octubre de 1814, mientras las tropas patriotas resistían en Rancagua, el Gobernador de Armas de Valparaíso recibió la instrucción de incendiar de inmediato los buques de la bahía, destruir el puerto, las bodegas y no dejar otra cosa que escombros y cenizas, con el fin de impedir el control de la ciudad por parte del ejército realista. Terminada esa tarea, indicaba la orden, debía retirarse a Santiago sin perder tiempo. El Cabildo y los vecinos, más interesados en sus negocios que en los acontecimientos políticos y militares, se opusieron a que se cumpliera la disposición. A los pocos días llegaba la noticia del ingreso a Santiago de las tropas españolas y, poco a poco, fueron llegando las de encarcelaciones y allanamientos de las casas de los líderes patriotas. En noviembre de ese mismo año, se reunía nuevamente el Cabildo de Valparaíso, esta vez para jurar su lealtad al rey Fernando VII y afinar la organización de los juegos y comedias de celebración. Se ordenó blanquear las casas e iluminar las calles por parte de los vecinos desde la víspera, y se prohibió andar a caballo por la ciudad mientras duraran los juegos. Los festejos en honor al rey caracterizaron la vida porteña durante el período del gobernador español Mariano Osorio. No sólo se afianzaba la trizada lealtad hacia el monarca, sino que además, con el pueblo distraído, era más fácil echar pie atrás en las diversas medidas tomadas durante el breve período de independencia. Pero, poco a poco, se debilitaba la indiferencia de los porteños con respecto a la situación política. Sorprendidos vieron embarcarse al ex Gobernador de Armas junto a connotados aristócratas criollos, que eran deportados al archipiélago de Juan Fernández. Algunos de ellos eran hombres de avanzada edad.

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In December 1815, Francisco Casimiro Marcó del Pont disembarked in Valparaiso and took charge of Chile under strict orders from the Viceroy to eliminate all revolutionary activities. During this period, repression against those supporting independence from Spain increased and the Talavera army became well known for its abuses. Arbitrary imprisonment in the San José castle (N°33 and N°35) became common, traders’ homes were searched, executions took place in the Plaza del Almendral (N°152), and beatings a common response to the least sign of a drunken brawl. These practices drove many previously indifferent port residents into the arms of the patriot cause. To interrupt the renewal of Spanish trade and free Chilean prisoners on the Juan Fernandez islands, and at the same time distract attention from preparations for the creation of Chile’s liberating army, the revolutionary government in Argentina authorized a corsair expedition to the Pacific in late 1815, under the command of an English sailor, William Brown, with a large crew of Chilean exiles. One ship wrecked on Cape Horn but the other three patrolled the western coast of South America, paralyzing Spanish trade and provoking huge losses to the merchants in Lima. The patriots imprisoned on Juan Fernandez continued to await freedom, but the expedition damaged the morale of the Spanish troops with rumors of a simultaneous attack by land and sea. Late at night on 12 February 1817, more than 4000 royal soldiers and 600 women reached Valparaiso, looking to board ship for Peru. Many were involved in pillage and sacking before leaving. These were the people defeated that morning on the Chacabuco battle field by the liberating army that had crossed the Andes, under the command of the Chilean General Bernardo O’Higgins and the Argentine General José de San Martin. Half of them were unable to embark and ended up staying in the city or neighboring countryside. On the 16th, the Spanish governor Casimiro Marcó del Pont was taken prisoner south of Valparaiso in Las Tablas, as he tried to reach the port. He was taken to the San José Castle (N°33 and N°35), where he stayed a week before being sent back to Santiago, and then Argentina. Bernardo O’Higgins became the Director Supremo de la Nation (Supreme Director of the Nation) and the Republic of Chile was born.

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Autonomía esquiva

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En diciembre de 1815 desembarcaba en Valparaíso Francisco Casimiro Marcó del Pont, para hacerse cargo de los destinos de Chile bajo estrictas órdenes del virrey de aplacar todo foco revolucionario. Durante ese período no sólo recrudeció la represión contra los círculos independentistas, sino que también se desataron los abusos del ejército Talavera. No faltarían los encarcelamientos arbitrarios en el Castillo de San José (N°33 y N°35), los allanamientos de casas de comerciantes, las ejecuciones en la Plaza del Almendral (N°152), y los apaleos ante el menor escándalo de borrachos en una cantina, por parte de los encargados de mantener el orden público. Estos hechos, en la práctica, contribuyeron, decisivamente, en el ánimo de muchos porteños indiferentes a simpatizar con la causa patriota. Por su parte, con el fin de interrumpir la reanudación del comercio español, liberar a los prisioneros chilenos de las Islas de Juan Fernández y, de paso, desviar la atención de los preparativos para formar un ejército libertador de Chile, el gobierno revolucionario argentino autorizó a fines de 1815 una expedición corsaria al Pacífico, al mando del marino inglés William Brown, en la cual había una gran tripulación de chilenos exiliados. Una de las naves naufragó en el Cabo de Hornos, pero las tres restantes recorrieron la costa occidental de América y consiguieron paralizar la actividad mercantil española, provocando enormes pérdidas a los comerciantes limeños. Los patriotas prisioneros en Juan Fernández, debieron seguir esperando por su liberación, pero se consiguió golpear la moral de las tropas realistas con rumores que amenazaban con un ataque marítimo simultáneo con uno terrestre que cruzaría los Andes. En plena noche del 12 de febrero de 1817, más de cuatro mil militares realistas acompañados de 600 mujeres, llegaron a Valparaíso buscando embarcarse rumbo al Perú. No faltaron, entre ellos, los que se dedicaron al saqueo y al pillaje antes de partir. Se trataba de los derrotados de esa mañana en la batalla de Chacabuco, frente al ejército libertador que había cruzado Los Andes al mando del general chileno Bernardo O’Higgins y el general argentino José de San Martín. La mitad de ellos no consiguieron embarcarse y terminaron por radicarse en la ciudad o en los campos vecinos. El día 16 del mismo mes, el gobernador español Casimiro Marcó del Pont era apresado en Las Tablas, al sur de Valparaíso, intentando alcanzar este puerto. Fue trasladado al Castillo de San José (N°33 y N°35), donde permaneció una semana antes de ser enviado a Santiago, desde donde se le permitiría marcharse a Argentina. Bernardo O´Higgins asumió como Director Supremo de la Nación inaugurando la República.

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A Squadron On 26 February 1817, unaware of the royalist defeat in Chacabuco, the Spanish brigantine Águila, armed with 16 cannon and 90 men, fell into a trap set by the patriots, who had kept the Spanish flag flying over San José castle. They turned it into the first ship in Chile’s squadron. Its first mission was to free the 78 patriots imprisoned on the Juan Fernandez islands since 1814. O’Higgins was very aware that independence was not guaranteed unless the country created enough naval power to prevent troops loyal to the king from landing again. He thus founded the marine command in Valparaiso and began to organize a national navy. Chile purchased three English ships, which together with the Águila, formed the first squadron. He also founded an academy, the Academia de Jóvenes Guardiamarinas, which later became the navy’s official school, Escuela Naval, on a site next to the Plazuela Severin (across from N°16). There it remained until 1894, when it was moved to the current naval museum building. Faced with news that Spain had sent a ship escorted by war ships with reinforcements for the Viceroy in Peru, O’Higgins sent the newly minted squadron southward to stop them. It is said that from the heights above the port, near the Zorras ravine (today the lookout known as the Mirador O’Higgins), he watched their launch, observing that it was three small boats that had given the kings of Spain the New World, and now the these four small craft could take it away from them. Not only did the squadron return triumphant from its first mission commanded by Admiral Blanco Encalada, having captured the frigate María Isabel, but future campaigns, led by the English sailor Thomas Cochrane were also successful, capturing forts in southern Chile that had remained under Spanish control. In 1820, the squadron headed for Peru in a liberation mission that would consolidate the independence of South America.

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Una Escuadra El 26 de febrero de 1817, el bergantín español “Águila” armado con 16 cañones y 90 hombres, ignorante de la derrota realista de Chacabuco, cayó en la trampa tendida por los patriotas, quienes, manteniendo izada la bandera española en el Castillo San José, consiguieron capturarlo y convertirlo en el primer buque de la escuadra nacional. La primera misión encomendada a esta embarcación fue la liberación de los 78 patriotas prisioneros en el archipiélago de Juan Fernández desde 1814. O´Higgins tenía plena conciencia de que la independencia no estaría garantizada, si no creaba un poder naval capaz de impedir nuevos desembarcos de las tropas leales al Rey. Fue por esto, que no tardó en fundar en Valparaíso la Comandancia de Marina y en comenzar a organizar una armada nacional. Adquirió tres embarcaciones inglesas que, junto al Águila, formarían la primera escuadra. Funda la Academia de Jóvenes Guardiamarinas, predecesora de la Escuela Naval, la cual funcionó en un terreno vecino a la Plazuela Severín (frente a N°16) hasta 1894, fecha en la cual se trasladó al edificio del actual Museo Naval. Ante la noticia del envío desde España de una nave escoltada con buques de guerra con refuerzos para el Virrey del Perú, O’Higgins envió la recientemente formada escuadra en dirección al sur, con el fin de detenerla. La escuadra, comandada por su primer almirante Blanco Encalada, no sólo regresó triunfante de esta primera misión, en la cual capturó a la fragata española María Isabel, sino que en las campañas que siguieron, encabezadas por el marino inglés Thomas Cochrane, se consiguió capturar los fuertes del sur de Chile que permanecían bajo el control español. En 1820 partió desde Valparaíso la escuadra con la expedición libertadora del Perú, que terminaría por consolidar la Independencia de América del Sur. Se dice que desde el Alto del Puerto, vecino a la quebrada de Las Zorras (actual Mirador O’Higgins), comentó, contemplando el zarpe, que así como tres barquichuelos habían dado a los Reyes de España la posesión del Nuevo Mundo, de estas cuatro tablas pendía la posibilidad de quitárselo.

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The Main Port In 1818, the new government granted the first merchant ship’s papers to the frigate Gertrudis de la Fortuna. That same year the Calcutta shipping company, Compañía Naviera de Calcuta, was set up to link Valparaiso with India and China. Aware of the possibilities opening up for Valparaiso as the first port after Cape Horn, on 30 September 1820, the government declared it the main port serving the Pacific (Antepuerto General del Pacífico), authorizing the anchoring of commercial ships sailing under any flag and committing the government to protect both crew and cargo, permit their repairs and provide them with supplies. One condition of this new status was that Valparaiso had to provide storage for goods entering and leaving. A service was established with no time limit and a modest payment for six months’ use. Moreover, attractive legislation was passed, capable of competing with the exemptions offered by Callao. There were some problems implementing these measures and much practice was necessary to handle the lack of storage space and establish an appropriate tariff system, which became fully operative in 1832. Along with its location, these conditions quickly made Valparaiso the main South American port on the Pacific, displacing Callao, despite the disadvantages of its harbor. The number of large ships reaching the port required improvements to customs and appraisals, formerly done in Santiago, in 1819. The Viceroy of Peru reacted promptly, sending the best Spanish unit in the Pacific, the frigate Esmeralda, to block access to Valparaiso. However, the merchant frigate, Lautaro, purchased in England and armed with 44 cannon, managed to break through. It was unable to capture the Esmeralda at the time, but managed to do so two years later, during the independence expedition to Callao. The successful experience of the Argentine-Chilean fleet of corsairs and the weakness of the newborn navy caused O’Higgins to grant corsairs’ licenses to patriots willing to harass Spanish trade, tempted by rich the gains. The first expedition took place in 1817 and the launch commanded by the English sailors MacKay and Budge captured the Spanish ship, Minerva. This encouraged many Chilean corsairs to invade the Pacific, forcing the Spanish merchants to hole up in Callao. They attacked coastal towns all the way to Panama and some even went as far as California. Neutral countries complained of these excesses and crews mutinied in favor of out and out pirating. But the wave of desertions from the national squadron and foreign ships, given the better pay the corsairs could offer, led to their extinction. In 1819 O’Higgins placed an embargo on all corsairs anchoring in Valparaiso.

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Puerto Principal En 1818 el nuevo gobierno entregó la primera patente de nave mercante a la fragata “Gertrudis de la Fortuna”. El mismo año se creaba la Compañía Naviera de Calcuta, que unía Valparaíso con la India y China. Consciente de las posibilidades que se le abrían a Valparaíso por su ubicación como primer puerto de importancia después de cruzar el Cabo de Hornos, el 30 de septiembre de 1820, un decreto gubernamental lo declaraba Antepuerto General del Pacífico, autorizándose el fondeo de las naves comerciales de cualquier bandera, y comprometiéndose el Gobierno a dar protección, tanto a las tripulaciones como a la carga, permitiendo su reparación y reabastecimiento. Condición de la nueva declaratoria, era que Valparaíso contara con almacenes de depósito de mercadería de entrada y salida. Se estableció ese servicio sin limitación de tiempo y con un exiguo pago por cada seis meses de permanencia. Además de ello, se dictó una legislación mercantil atractiva, capaz de competir con las franquicias que ofrecía el Callao. La implementación de estas medidas no estuvo exenta de problemas, y fue necesario diversos ensayos para administrar la falta de espacio de almacenamiento y para establecer un sistema arancelario satisfactorio, todo lo cual se consiguió recién en 1832 en plenitud. Estas condiciones, además de su posición geográfica, lo convirtieron rápidamente en el primer puerto americano en el Pacífico, desplazando la primacía del Callao, a pesar de las condiciones más desfavorables de la bahía de Valparaíso. La cantidad de grandes navíos de carga que llegaban al puerto, exigieron, en 1819, mejorar el sistema de Aduana de Valparaíso y realizar, en este puerto, los aforos que hasta entonces se hacían en Santiago. La reacción del Virrey del Perú no se hizo esperar, y enviando a la mejor unidad española en el Pacífico, la fragata Esmeralda, bloqueó la rada de Valparaíso. Sin embargo, la fragata mercante Lautaro, adquirida en Inglaterra por encargo de O’Higgins y armada con 44 cañones, consiguió obligar que se abandonara el bloqueo. No se consiguió capturar la Esmeralda en esta oportunidad, lo que sí lograría dos años más tarde la expedición libertadora del Perú en el Callao. La exitosa experiencia de la flota de corsarios argentino-chilena y la debilidad del incipiente poder naval de la joven República, motivaron a O´Higgins a otorgar patentes de corsarios a patriotas dispuestos a hostigar el comercio español, alentados por la posibilidad de capturar “buenas presas”. La primera expedición la realizó en 1817, el lanchón comandado por los ingleses Mac Kay, y Budge, que concluyó con la captura del barco español Minerva. Ese fue el estímulo para que muchos corsarios chilenos invadieran el Pacífico, obligando a los mercantes españoles a atrincherarse en el Callao. Atacaron poblaciones costeras hasta Panamá, y algunos se aventuraron incluso hasta California. No faltaron los reclamos de países neutrales antes excesos cometidos por los corsarios, ni las tripulaciones que se amotinaron para dedicarse derechamente a la piratería. Finalmente, la ola de deserciones que provocaban, tanto entre la escuadra nacional como en naves extranjeras ante las mejores pagas que ofrecían, fueron la causa decisiva de su extinción. En 1819 O’Higgins decretó el embargo de todos los corsarios anclados en Valparaíso.

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La ciudad de la vanguardia The City of the Avant-garde

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Valparaiso as the Republic Came Into Being Valparaiso’s military defenses always played a solely dissuasive role. Not a shot was ever fired against a real threat. Once Independence consolidated, it made no sense to continue their maintenance, particularly since the elements perceived as pirates during the Spanish period promptly became potential trading partners afterward. The cannon battery in la Planchada (N°28) was among the elements dismantled or abandoned. In its place, a street with the same name was created, to connect the port neighborhood (Barrio del Puerto) to that of the Agustinos. By 1822, the Planchada was a noisy commercial street, alive with water carriers, mule drivers and horses carrying distinguished ladies, rich merchants and elegant foreigners. At twilight, after lengthy siestas, the population would stroll the dusty street, taking a look at the latest products from Europe. According to the etiquette of the time, when any two people met, the older person had to initiate contact with a greeting, a rule that produced ridiculous scenes in which none of those involved would speak up first, to avoid revealing their age.

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Valparaíso al comenzar la República Las defensas militares de Valparaíso jugaron siempre un papel únicamente disuasivo. Nunca fueron disparadas con el fin de conjurar alguna amenaza real. Una vez consolidada la Independencia, no parecía razonable seguir manteniéndolas, más aún, si aquellos que durante el dominio español eran vistos como piratas, de pronto se habían convertido en potenciales socios comerciales. Entre las instalaciones desmanteladas o abandonadas, se encontraba la batería de cañones de la Planchada (N°28). En su lugar se abrió la calle del mismo nombre, que conectaba el Barrio del Puerto con el de los Agustinos. En 1822 la Planchada ya era una bulliciosa calle comercial por la que se cruzaban aguateros, muleros y jinetes con distinguidas damas, ricos comerciantes y elegantes forasteros. Al atardecer, después de dilatadas siestas, se solía pasear por esta calle polvorienta para conocer los productos recientemente llegados de Europa. Se acostumbraba que el saludo fuera iniciado por las personas mayores, lo que producía irrisorias escenas en que ninguno quería dar el primer saludo para no revelar la edad. En la Plaza del Gobernador (N°21) aún se encontraba la vieja recova de la colonia. Al poniente de ella, entre enmarañadas callejuelas, se levantaban las residencias de los comerciantes. En su mayoría eran casas a la usanza colonial, con patio, construidas en adobe en dos plantas, con balcones de madera y techos de teja. Unos rancheríos sobre pilotes se levantaban en la playa, que se encontraba en la actual calle Cochrane. En aquella época, se proyectaba construir un muelle en la actual esquina de la calle Valdivia. La actual Plaza Sotomayor (N°49) no existía, salvo como un trozo de playa y varadero de botes frente a la Plaza de San Agustín (N°45), que en las mañanas se convertía en un mercado de frutas frescas, verduras, pollos y huevos traídos de los fértiles valles de Casablanca y Quillota. En aquella plaza, en 1823, el gobernador José Ignacio Zenteno expropió a los frailes agustinos su convento y en su lugar mandó a construir el Teatro Cómico (Nº46), el primero de la ciudad. Según Vicuña Mackena, eligió este predio en represalia por la conducta reñida con las normas de internación y almacenamiento de mercancías, que los curas habían mantenido durante dos siglos. La prolongación de la Planchada hacia el oriente, era una costanera denominada Calle de la Auana (N°77), donde existía una enorme y vieja construcción de adobe y madera junto a la playa, que albergaba viviendas y bodegas. La llamaban el “Cabo de Hornos”, pues asemejaba una inmensa roca que recordaba a los marinos a aquella, donde América se hunde en el mar austral. Siguiendo hacia el levante, junto a la playa, se erigía una gran cruz blanca que había mandado a construir algún descendiente del comerciante Gaspar Reyes en su propiedad, para conmemorar el sitio en el cual había naufragado contra las rocas la nave “Nuestra Señora de la Ermita” en 1769. Desde entonces este sitio era conocido como la Cruz de Reyes (N°86). El Peñón del Cabo (Nº101), impedía el

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In the Plaza del Gobernador (N°21) the old market from the colonial period was still there. To the west of the square, the merchants’ residents rose amidst a tangle of small streets. Most were colonial style, two-storey adobe buildings with wooden balconies and thatch roofs. Some huts on stilts occupied the beach, near where the current Cochrane street is. At the time, there were plans to build a pier on the corner of what is today Valdivia street. Today’s Plaza Sotomayor (N°49) was nothing more than a strip of beach where boats could pull up, across from the Plaza de San Agustín (N°45). In the morning it turned into a market for fresh fruit, vegetables, chickens and eggs from the fertile Casablanca and Quillota valleys. In this plaza in 1823, Governor José Ignacio Zenteno expropriated the Augustine friars’ monastery and had the Teatro Cómico (Nº46), the city’s first theater, built in its stead. According to Vicuña Mackenna, he chose this site in revenge for the priests’ two centuries of flagrant disregard for the rules for bringing merchandise into the country and storing it. The Planchada stretched eastward along the coast and was called customs street, Calle De la Aduana (N°77). It had a large old adobe and wood building by the beach, which contained both housing and warehouses, and a rocky outcrop, Peñón del Cabo (Nº101), named after Cape Horn, because it looked like a huge rock that reminded the sailors of where America sank under the southernmost sea. Further along the beach stood a large cross that a descendent of the merchant Gaspar Reyes had built, to commemorate where the ship Nuestra Señora de la Ermita was dashed against the rocks in 1769. Ever since, it had been known as the king’s cross, Cruz de Reyes (N°86). The Peñón del Cabo (Nº101) blocked the path along the shore to Almendral and at high tide walkers had to climb up the Almendro ravine (Urriola street) and then descend along the Elías ravine (Almirante Montt). Where the Plaza Aníbal Pinto (N°108) is today there was a private dock for smaller craft and a doorway that Governor Zenteno had built, where a toll was charged to enter the city, for the purpose of financing urban expenditures. The Plaza del Almendral (N°152) had become an enormous parking lot for carts on their way to Quillota or Santiago along the road built by Ambrosio O’Higgins. On the site where the Cathedral (Nº154) stands today was the home of the parish priest,Vicente Orrego, and in his honor the plaza became known as Plaza de Orrego. From time to time, this esplanade by the beach was flooded by rough tides and several ships ended up there during the 1823 storm, during which 18 ships were dashed against the coast. One was a whaling ship that spilled its cargo of oil all over the beach, producing chaos in the movements of the carts. The same storm destroyed an English frigate loaded with silk, velvet and other cloths from China on the long beach in Almendral, spilling its cargo onto the sand and mud where it remained for some time. As a result, the city’s poorest young girls enjoyed luxurious new clothes, causing the upper classes to hiss “there goes another castaway”. The town of Arrieros del Almendral began to consolidate as a district with imposing houses. Zenteno ordered a second road opened, near the foot of the Hill, which was called Independence street (Calle de la Independencia). A series of perpendicular pathways appeared almost spontaneously, caused by runoff from the ravines.

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Valparaiso al comenzar la República

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paso por la costa hacia el Almendral y con alta marea era necesario subir por la quebrada del Almendro (Calle Urriola) y bajar por la quebrada de Elías (Almirante Montt). En la actual ubicación de la Plaza Aníbal Pinto (N°108) existía un pequeño muelle privado para embarcaciones menores y un portón que había mandado a construir el gobernador Zenteno, donde se cobraba un peaje para ingresar a la ciudad, con el fin de financiar los gastos urbanos. La Plaza del Almendral (N°152) se había convertido en un gran aparcadero de carretas, que hacían el viaje a Quillota o a Santiago por el camino construido por Ambrosio O’Higgins. Se levantaba en los terrenos que actualmente ocupa la Catedral (Nº154), la casa del párroco Vicente Orrego, y en honor suyo la plaza sería, a partir de esta época, llamada Plaza de Orrego. De tanto en tanto, esta explanada junto a la playa era inundada por mareas indomables. Allí fueron a parar varias embarcaciones durante aquel temporal de 1823, en el cual naufragaron dieciocho naves contra la costa. Una de ellas era un buque ballenero que derramó su carga de aceite sobre la plaza, provocando estragos en el movimiento de las carretas. En el mismo temporal se destrozó también en la larga playa del Almendral una fragata inglesa cargada de sederías, terciopelos y “panas” de la China, que por largo tiempo quedaron varados entre la arena y el lodo. Como consecuencia de este naufragio, las muchachas más humildes de la ciudad, tuvieron la oportunidad de lucir orgullosas, lujos que les estaban vedados, bajo la burla de los porteños más elegantes, que comentaban entre dientes “ahí va una varada”. El pueblo de Arrieros del Almendral se comenzaba a consolidar como un sector de quintas en las que algunos conspicuos porteños instalaron su residencia. Zenteno ordenó abrir una segunda vía, cercana al pie de cerro, que llegaría a llamarse Calle de la Independencia. Un conjunto de senderos perpendiculares al mar se iban produciendo de un modo casi espontáneo para facilitar el escurrimiento de las quebradas.

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An Earthquake and Other Tremblings At 10:30 pm on 19 November 1822, while O’Higgins was in the governor’s house (N°21), an earthquake shook the city so strongly it was felt as far away as Mendoza, in Argentina. By the time three minutes had passed and the dust cloud cleared, a terrifying scene of injured people and wild horsemen riding in every direction appeared. The adobe walls went on falling and no one knew where to find shelter.The government’s house crumbled, along with military barracks and the prison in San José castle, the post office, the guardhouse, the military and San Juan de Dios hospitals; the powder house and the customs house were seriously damaged. All the churches lost their towers, the Matriz and the Santo Domingo churches were seriously affected and the San Francisco church was left in ruins. Seven hundred houses were left uninhabitable, 200 of them completely destroyed, while the wooden structures were unaffected. The bodies of 66 adults and 12 children were pulled from the ruins. Among the more than 2000 wounded was Chile’s Director Supremo Bernardo O’Higgins.The district most affected was Almendral, while the least affected was the rocky area around the Hill. What most impressed observers such as Lord Thomas Cochrane was the fact that the city was lifted more than a meter higher than it had been prior to the earthquake.

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Un terremoto y otras inestabilidades A las 10:30 de la noche del 19 de noviembre de 1822, estando O´Higgins en la casa del Gobernador (N°21), un terremoto sacudió esta ciudad y su efecto se sintió hasta Mendoza. Al cabo de tres minutos, cuando se disipó la nube de polvo, apareció un cuadro aterrador de heridos y jinetes que corrían en todas direcciones. Las paredes de adobe continuaban cayendo, sin que nadie supiera dónde ponerse a salvo. Se destruyó la casa de gobierno, los cuarteles y la cárcel del Castillo San José, el correo, el resguardo, el hospital militar y el hospital de San Juan de Dios; el almacén de pólvora, y la aduana quedaron seriamente dañados. Todas las iglesias perdieron sus torres, La Matriz y la iglesia de Santo Domingo quedaron seriamente afectadas y la iglesia de San Francisco quedó reducida a ruinas. Setecientas casas de adobe quedaron inhabitables, doscientas de las cuales se derrumbaron por completo, los edificios de madera, en cambio salvaron ilesos del sismo. De los escombros se sacaron 66 cadáveres de adultos y 12 de niños. Entre los más de dos mil heridos se encontraba el Director Supremo Bernardo O’Higgins. La zona más dañada fue el Almendral y las menos afectadas correspondieron a suelos rocosos de borde de cerro. Lo que más impresionó a observadores del fenómeno, como Lord Thomas Cochrane, fue que la ciudad se elevó por lo menos un metro de altitud con respecto a su cota anterior. Era el Tren-tren y al Kai kai, que continuaban su eterna lucha sin tregua, tan antigua y tan normal en esta tierra. Sin embargo, no faltaron quienes profetizaron el fin del mundo, ni quienes vieron en el hecho un castigo divino por los peca-

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Tren-Tren and Kai-kai were carrying on their eternal struggle. There was no shortage of prophets announcing the end of the world, a divine punishment for public sins or the political reforms applied by the new regime, which had strayed “too far from God’s will”. O’Higgins even had to stop a group of friars from circulating a petition to have the government immediately expel all English Anglicans as heretics and therefore the cause of such divine rage. Order was quickly restored however and Alberto Bacler Albe headed the city’s reconstruction, which would not be completed as planned, due to the political events that would shortly follow. Three months later, O’Higgins returned to Valparaiso as an ordinary citizen, since he had resigned his post to avoid a civil war. He stayed in Governor Zenteno’s house before moving to that of Mayor Boza in Almendral, where he spent several months before moving to Peru.There he spent the last 20 years of his life. Chile began a period of intense political turmoil that would last until 1830, experimenting with different types of government, reflecting the presence of powerful populist leaders (caudillos) and anarchic movements, and a fierce political struggle within the elite, some of whom fought for liberal ideas (the pipiolos) and some of whom were very conservative (the pelucones). Amidst all this tension, in 1828 the Republic’s first bicameral congress was set up. With such fierce agitation in Santiago, the constituent assemblies and the parliament met in Valparaiso, in the Santo Domingo church (N°16) for lack of a better place. The tension between pipiolos and pelucones stretched so taut, however, that it exploded into a civil war, which culminated in the conservative’s victory at the battle of Lircay in 1830.

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Un terremoto y otras inestabilidades

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dos públicos y por las reformas políticas que instauraba el nuevo régimen “demasiado alejado de la voluntad de Dios”. O´Higgins debió incluso prohibir a un grupo de frailes porteños, la recolección de firmas para pedirle al gobierno la expulsión inmediata de “herejes” ingleses anglicanos, supuestamente causantes de la ira divina. No tardó en tomar medidas para restablecer el orden y convocó a Alberto Bacler Albe para encargarle un proyecto de reconstrucción y remodelación urbana, el que no llegaría a realizarse, debido a los acontecimientos políticos que siguieron. Tres meses después del terremoto, O´Higgins volvía a Valparaíso, ya en calidad de simple ciudadano, pues había abdicado al cargo de Director Supremo para evitar la guerra civil. Se hospedó en casa del gobernador Zenteno, trasladándose con posterioridad a casa del alcalde Boza en el Almendral, donde permaneció algunos meses hasta embarcarse al Perú, país donde pasaría los siguientes veinte años hasta su muerte. Chile entró en un período de inestabilidad política que se prolongaría hasta 1830. Se caracterizó por experimentos de diversos tipos de gobierno, por presencia de caudillos y movimientos anarquizantes y por una enconada lucha política entre grupos de la clase dirigente que prohijaba ideas liberales, los “pipiolos”, y los que defendían un ideario conservador, los “pelucones”. En medio de las inestabilidades y tensiones, en 1828 se estableció definitivamente el primer congreso bicameral de la República. Ante la agitación desmesurada de la capital, las sesiones del congreso constituyente y del parlamento al año siguiente, se desarrollaron en Valparaíso. Pero, como no existía un sitio apropiado, se debió habilitar la Iglesia de Santo Domingo (N°16). La tensión entre pipiolos y pelucones, sin embargo, seguía en aumento y en 1829 estalló definitivamente la guerra civil que culminaría con el triunfo conservador en la batalla de Lircay en 1830.

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Cultural Renewal in the 1820s From independence onward, cultural life thrived. Already in 1822 one Mary Graham was astonished to find a piano in every house in Valparaiso. In Santiago, in contrast, music would not really take root until Isidora Zegers, a young Spanish singer and composer, arrived with her father in 1823, impressing Santiago’s high society with her interpretations. Along with political disturbances, the 1820s involved enormous cultural renewal as people sought to shake off the rigid colonial canons and protect the cultural roots inherited from Spain. Debate raged around issues that would recur throughout the 19th century, including public freedoms, the relationship between religion and the State, and the political and administrative structure needed to govern the new republic. Amidst these impassioned discussions, Valparaiso saw the birth of a newspaper that today lays claim to being the oldest Spanish-language periodical in the world. In 1824 Pedro Felix Vicuña, a young 19-year-old liberal in love with journalism set foot in Valparaiso. He brought a small printing press with him and started to produce a series of newsletters, until in October 1826 he published the first issue of the newspaper, El Telégrafo Mercantil y Político. The next year, with the arrival of the American typographer, Thomas Wells, came a whole new set of type.Vicuña invited him into a partnership that also included Ignacio Silva, a customs officer, and they rented a room on the way up to the Matriz (N°13), where they set up shop. On 12 September 1827 the first issue of El Mercurio de Valparaiso hit the streets, as it would from then on, every Wednesday and Saturday. By the next year the print shop had moved to the property of a Spaniard, Santos Tornero, owner of Chile’s first book store. In painting, the Ecuadorian José Gil de Castro became the great portrait painter of Chile’s ruling elite. After he left in 1824, Chile’s high society would have no quality portrait painter until the arrival of the French, neo-classical painter Raymond Monvoisan, 19 years later, who from his ranch near Quilpue would prepare the artistic climate for a new generation, in the second half of the century. Monvoisan’s success occurred amidst growing admiration of French culture in Chile’s ruling class and in 1825, a group of young aristocrats set off for studies in Paris aboard the Moselle, headed for La Havre. Upon their return they would be called the “Frenchified group” (los afrancesados). Their admiration for the ideas of the illustration and French culture would be decisive in the transformations the republic was to experience from 1850 to 1870.

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Renovación cultural del ‘20 Desde el momento mismo de la independencia, se intensificó aceleradamente la vida cultural. Ya en 1822, Mary Graham contaba impresionada que en cada casa de Valparaíso había un piano. En Santiago, en cambio, la actividad musical no alcanzaría un verdadero auge sino hasta que llegara a radicarse, junto a su padre, la joven cantante y compositora española Isidora Zégers en 1823, quien impresionó a la sociedad santiaguina con sus interpretaciones. Junto a los disturbios políticos, la década de 1820 a 1830 se caracterizó por ser un prolífico período de renovación cultural, que, por un lado, buscaba sacudirse los rígidos cánones coloniales y, por otro, proteger la matriz cultural heredada de España. La discusión de aquellos años anunciaba lo que serían los temas recurrentes a lo largo de todo el siglo XIX, como las libertades públicas, la relación entre religión y Estado, y la estructura político administrativa que requería la república naciente, entre otros. En medio de estos apasionados debates, surgió en este puerto el periódico que en la actualidad se jacta de ser el más antiguo de habla hispana en el mundo. En 1824 llegó a Valparaíso Pedro Félix Vicuña, un joven liberal de 19 años apasionado por el periodismo. Traía consigo una pequeña imprenta, y comenzó produciendo algunos boletines noticiosos hasta que, en octubre de 1826, publicó el primer número del diario El Telégrafo Mercantil y Político. Al año siguiente llegaría al puerto el tipógrafo norteamericano Thomas Wells, quien poseía toda una colección de nuevos tipos. Vicuña lo invitó a asociarse, y junto con un tercer socio, Ignacio Silva, funcionario de aduanas, arrendaron un cuarto en la subida Matriz (N°13), donde instalaron la imprenta. El 12 de septiembre de 1827 salía a la calle el primer número de El Mercurio de Valparaíso, a partir de entonces lo haría los miércoles y los sábados. Al año siguiente, la imprenta se encontraba funcionando en una propiedad del español Santos Tornero, dueño de la primera librería de Chile. En la pintura, el ecuatoriano José Gil de Castro, fue el gran retratista de la clase dirigente que tomaba en sus manos el destino de Chile. Tras su partida en 1824, la alta sociedad chilena no contaría con ningún retratista de calidad, hasta la llegada del pintor neoclásico francés Raymond Monvoisan, diecinueve años más tarde. Desde su hacienda vecina a Quilpue, Monvoisan prepararía el clima pictórico para el surgimiento de una nueva generación de artistas en la segunda mitad del siglo. Su éxito se daba en un marco de creciente admiración por la cultura francesa que comenzó a surgir entre los grupos dirigentes chilenos cuando, en 1825, partieron, a bordo del “Moselle” rumbo a Le Havre, un primer grupo de jóvenes aristócratas con la finalidad de estudiar en Paris. A su regreso serían llamados “los afrancesados”. Su admiración por las ideas ilustradas y la cultura francesa, resultará determinante en las transformaciones que progresivamente irá sufriendo la republica entre 1850 y 1870.

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The Weight of Night “Chile’s social order is sustained by the weight of night and because we have no subtle, able and responsive men. The general tendency for the masses to repose guarantees public security.” Valparaiso, 1832; Letter from Diego Portales to the minister Joaquín Tocornal.

Nuevas fuentes riquezas. New Sources of Wealth Por los escritos que hiciera en El Mercurio de Valparaíso José Joaquín Vallejo, Jotabeche, conoceríamos la historia de cómo la india Flora Normilla le reveló a su hijo Juan Godoy el secreto de aquel cerro pletórico de plata al sur de Copiapó, y cómo Juan se decidió una noche de 1832, bajo el cielo atiborrado de estrellas de Atacama, cumplir la promesa de su madre de contárselo a Miguel Gallo. No había transcurrido una década de aquella noche, cuando los febriles flujos de hombres y mujeres en busca del oro, que llegaban a California y a Australia, le abrieron a Chile la posibilidad de exportar trigo hacia esas tierras de venáticos aventureros. La plata sacada de Chañarcillo y el trigo llevado a California y a Australia le darían a Chile el auge económico de prácticamente un cuarto de siglo que permitió consolidar la república.

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Articles by José Joaquín Vallejo, Jotabeche, in El Mercurio de Valparaiso tell the story of a native woman, Flora Normilla, who revealed to her son Juan Godoy the secret of a Hill of silver south of Copiapó, and how Juan decided, one night in 1832, under a sky crowded with stars in the Atacama desert, to keep his promise to his mother and tell this to Miguel Gallo. Less than a decade later, feverish flows of men and women from as far away as California and Australia came looking for gold, opening the way for Chile to export wheat to the lands of these adventurers. The silver from Chañarcillo and the wheat taken to California and Australia would finance an economic boom that would allow the new Republic of Chile to consolidate.


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El peso de la noche “El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles o cosquillosos. La tendencia general de la masa al reposo es la garantía de la seguridad pública” Valparaíso, 1832; Carta de Diego Portales al ministro Joaquín Tocornal.

Diego Portales De todos los desencantados que forjaron este país, Diego Portales es el más amargo, el que menos cree en la condición humana, el que mira el ángulo más oscuro de la nación que le toca liderar desde los cargos que asume. Desconfiado de la capacidad de las instituciones y de la moral de los ciudadanos, propicia un Estado que busca imponer la autoridad férreamente y sin tapujos; un Estado con un temor obsesivo frente a la posibilidad del desorden; un Estado en el que el poder militar se supedita al poder civil, sin que ello signifique desmilitarizar las estructuras de poder de una nación que había vivido trescientos años en guerra; un Estado que propicia una intachable ética del deber de la función pública, pero soporta los pecados privados de la elite gobernante; un estado que garantiza que nada del orden fundamental cambie, pero que implícitamente porta la semilla de su propia transformación hacia formas más democráticas, las cuales, como siempre en Chile, otras generaciones deberán encargarse de hacer germinar. Pero sobre todo se trata de un Estado contradictorio, paradójico como la clase dirigente que lo controla, y como el propio Portales, conservador y tradicional, pero abierto a los desafíos transformadores que ofrecía el vibrante comienzo del siglo XIX, que está dispuesto a hacerse cargo del desafío de la mundialización del comercio y el liberalismo económico, del avance de la ciencia y la tecnología y a abrir, como nunca antes, la posibilidad del ingreso de las vanguardias artísticas.

Of all the disillusioned men who forged this country, Diego Portales is the most bitter, the one who believed the least in the human condition, who saw the nation he was leading from the darkest angle. He didn’t trust institutions and citizens’ morality and he supported an authoritarian State, with no bones about it: a State with an obsessive fear of any possible disorder; a State in which the military was supposedly brought under civilian power at the same time as none of the structures of a nation that had spent the previous 300 years at war were demilitarized; a State that preached impeccable ethics as a duty of public function but put up with the private sins of the governing elite; a State that guaranteed that nothing in the fundamental order could change, but implicitly contained the seed of its own shift toward more democratic forms, which, as usual in Chile, other generations would take charge of cultivating. Above all, this was a contradictory State, as paradoxical as the elite that controlled it, and as Portales himself, conservative and traditional, but open to the transformative challenges proffered by the vibrant start of the 19th century, willing to take up the challenge of globalizing trade and economic liberalism, the progress of science and technology, and open the country up as never before to the arrival of new artistic vanguards.

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Without being bearers of much political theory, but more in response to the practical need to stop the rebellions, populist leaders (caudillismos), banditry and external conflicts, the conservatives who triumphed at the battle of Lircay established the foundations for the newborn state. One outstanding member of this group was Diego Portales, a rather unsuccessful merchant, who was governor of Valparaiso for ten months. During this period his strict measures against criminals and vagrants become legendary. He created the city’s first police, improved neighborhoods, implemented a public cleaning system, established public offices and would eventually be returned to this city by his murderers. He became Minister of the Interior and of War and his influence on President Prieto would prove decisive in the task of building a legitimate foundation for the political order, which until then lacked a tradition that would validate it. The appearance of new sources of wealth would allow Chile to enjoy economic wellbeing as never before and gave conservative governments the peace necessary to apply reforms unhampered. But it wasn’t just the export boom of the 1830s to 1850s that gave Valparaiso an unequalled position on the western coast of South America. Its location as the first port after Cape Horn, early political stability compared to other nations on the continent, development measures adopted by the conservative government, and the emergence of commercial and financial entrepreneurs would turn the port into the most important on this side of the Pacific, a ranking from which it would only be displaced a few years later after almost a century of proud rule, with the appearance of San Francisco, California. Valparaiso’s glowing success soon triggered a customs dispute with Callao, which exploded into the war against the Peru-Bolivia Confederation. Amidst preparations for the departure of a military expedition to Peru, Diego Portales was taken prisoner in Quillota and assassinated somewhere on the Placeres (Pleasure) Hill in Valparaiso by officers opposed to the war. Today a column commemorates the place where he was killed. The name of the colonel who headed the conspiracy, José Antonio Vidaurre, was shadowed by shame for decades. He was captured near Casablanca, declared guilty by a council of war and executed in the Plaza Orrego (N°152). The consternation that Portales’ assassination produced finally won the government full support for the war and the victory in 1839 consolidated the reputation of Portales’ state in Chile.

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El peso de la noche

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Sin ser portadores de un ideario político teórico, sino que respondiendo a la necesidad práctica de detener las revueltas, los caudillismos, el bandolerismo y los conflictos externos, los conservadores vencedores de Lircay sentarán las bases del Estado naciente. Se destacó particularmente en esta tarea Don Diego Portales, un comerciante de poco éxito, que se desempeñó como Gobernador de Valparaíso durante diez meses. Durante ese período llegó a ser proverbial, el rigor con el que combatió a los criminales y a los vagos. Creó el primer cuerpo de policía de la ciudad, mejoró los barrios, implementó un sistema de aseo, estableció un régimen de las oficinas públicas y creó la escuela náutica de Valparaíso. Ordenó mejorar el camino a Quillota, por el cual, años más tarde, sería conducido por sus asesinos de regreso a la ciudad. Llegaría a convertirse en Ministro de Interior y Guerra, y su influencia sobre el Presidente Prieto, sería determinante en la tarea de darle una base de legitimidad a un orden político que hasta ese instante carecía de tradición que lo validara. El surgimiento de nuevas fuentes de riqueza, permitía a Chile disfrutar de un bienestar económico que nunca había conocido, y le daba a los gobiernos conservadores, la tranquilidad necesaria, para emprender las reformas requeridas sin mayores obstáculos. Pero no fue sólo, el auge exportador de las décadas de 1830 y 1850, el que le dio a Valparaíso un sitial inigualable en la costa occidental americana. Su localización como primer puerto después de atravesar el Cabo de Hornos, la temprana estabilidad política que alcanzaba Chile en relación con los demás estados nacientes del continente, las medidas de estímulo adoptadas por el gobierno conservador y el surgimiento de un empresariado comercial y financiero pujante, convertirían a este puerto con su desafiante bahía abierta hacia los temporales, en el más importante del Pacifico occidental, sitial del cual será desplazado algunos años más tarde sólo por San Francisco de California, manteniendo su orgullosa primacía en el hemisferio sur por prácticamente un siglo. El éxito creciente de Valparaíso desencadenaría a poco andar una disputa aduanera con el Callao, que, en definitiva, culminaría en la guerra contra la Confederación Perú Boliviana. En medio de los preparativos para la partida de la expedición militar al Perú, Diego Portales, fue tomado prisionero en Quillota y asesinado en el cerro Los Placeres de Valparaíso por militares opositores a la guerra. En la actualidad una columna conmemora el lugar de dicho asesinato. El nombre del coronel conspirador José Antonio Vidaurre, permaneció marcado por la vergüenza durante décadas. Fue capturado cerca de Casablanca, declarado culpable por un consejo de guerra y ejecutado en la Plaza Orrego (N°152). La consternación provocada por la muerte de Diego Portales permitieron, finalmente, al gobierno conseguir pleno apoyo para la guerra y, la victoria conseguida en 1839 consolidaría, definitivamente, el ”Estado portaliano” en Chile.

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War Against the Peru-Bolivia Confederation The rivalry between Valparaiso and Callao became obvious when the Peruvian authorities reduced customs’ charges on foreign ships in its efforts to compete at the same time as it increased tariffs on Chile’s agricultural produce. Peru had already increased taxes on Chilean wheat in 1824 and it raised them again in 1831. Chile responded by raising tariffs on Peruvian sugar. This was followed by an additional 8% tax on all ships reaching Peru via Valparaiso. Peru’s moratorium on its debt with Chile, which had dragged on since independence, contributed to the belligerent atmosphere. In 1835, the two countries signed a treat for Friendship, Trade and Navigation, which should have brought tensions to an end, and it was ratified by the Chilean parliament one month later. Domestic conditions in Peru, however, delayed its ratification and within six months the government refused to respect the treaty, despite its initial approval. The prime reason was the finance minister’s conviction that the treaty was harmful to Peru’s interests, a position that one sector of public opinion disagreed with. This discussion took place in conditions in which both in Chile and Peru people were battling over pan-American aspirations versus national

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chauvinisms. In the background of this debate lurked the field marshal, Andrés Santa Cruz, leader of the confederation formed by Bolivia and the northern and southern Peruvian Republics, whose political ambitions included hopes to rule. Once the treaty was ignored, the debt unpaid and the trade dispute between the two ports had reached its peak, the spark that burst into war was the Confederation’s support for Ramón Freire, who had been defeated in the battle of Lircay and had fled into exile in Peru, in his efforts to put together an expedition to attack the conservative government. In Chile this was viewed as unacceptable interference in the country’s internal affairs. In late 1835, Chile declared war on the Confederation and two campaigns took place, with Chile winning a decisive battle in Yungay in 1839. This reinforced the conservative state and nationalist sentiment, but above all associated the interests of the ruling elite with those of the nation as a whole, by identifying this victory with the heroism of a popular figure, the roto chileno (Chilean tramp), the patipelao (bare foot fellow) who, without a uniform or any military preparation beyond a few drunken brawls, “became a soldier fighting with fist and knife” and saved the day.


El peso de la noche

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Guerra contra la Confederación Perú Boliviana La rivalidad entre Valparaíso y el Callao se hizo evidente cuando las autoridades peruanas decretaron rebajas aduaneras a los barcos extranjeros para mejorar la competitividad de su puerto y alzas arancelarias a los productos agrícolas chilenos. Ya en 1824 el Perú había establecido una primera alza a la internación de trigo chileno, y al establecer un segundo incremento en 1831, Chile respondió con un aumento en los aranceles del azúcar peruana. A lo anterior, se sucedió un gravamen adicional del 8% a todas las mercancías de barcos que llegasen al Perú, tras haber pasado por Valparaíso. Contribuía al clima beligerante, la moratoria del Perú en el pago de una deuda con Chile que se arrastraba desde la independencia de ese país. En 1835 se firmó un tratado de Amistad, Comercio y Navegación que debía poner fin a las tensiones, el que fue ratificado por el parlamento chileno al mes siguiente. La situación interna peruana provocó que, no obstante su ratificación inicial, al cabo de seis meses el tratado fuese desconocido. El motivo de fondo, sin embargo, fue el convencimiento del Ministro de Hacienda de que el tratado resultaría nocivo para los intereses de ese país, posición que era objetada por un sector de la opinión pública peruana. Esta discusión se daba en medio de un clima, en el cual tanto la

sociedad chilena como la peruana se debatían entre indefinidas aspiraciones americanistas y chauvinismos nacionalistas, tras los cuales se ocultaban, también, ambiciones políticas como las pretensiones hegemonistas del mariscal boliviano Andrés Santa Cruz, líder de la confederación formada por Bolivia y las repúblicas Nor y del Sud Peruanas. Desconocido el tratado, impaga la deuda y desatada la lucha comercial entre ambos puertos, la chispa que vino a encender la guerra fue el apoyo de la Confederación a Ramón Freire, el derrotado de Lircay exiliado en el Perú, para emprender una expedición en contra del gobierno conservador. Este apoyo fue visto como una intromisión inaceptable en asuntos internos. A finales de 1835 Chile declaraba la guerra a la Confederación, la cual consistió en dos campañas, decidiéndose definitivamente a favor de Chile en la batalla de Yungay en 1839. Con ello, se fortaleció el estado conservador y el sentimiento nacionalista, pero sobre todo se consiguió vincular los intereses de los grupos dirigentes con los de toda la nación, al identificar el triunfo con el heroísmo de una figura popular, el “roto chileno”, el “patipelao” sin uniforme y sin más preparación militar que las pendencias de borrachera, que “se hizo milico luchando a combo y a corvo” en la batalla.

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The Port Prepares In 1825, a major storm swept the ship Esmeralda, captured by Cochrane in Callao, against the shore near the mouth of the San Agustín ravine (N°45). Governor José Ignacio Zenteno ordered the boat turned over and filled up with sand, creating the city’s first pier (N°57). In 1830, a second one was built along the new sea line. Less than a year later, William Ruschenberger pointed out the damage caused to this structure by the fearful “sea joke” (broma de mar, teredo navalis), a bivalve that eats away wood until nothing is left. Across from the city’s first pier, a new customs palace, the Palacio de Aduanas (N°50) was built between 1831 and 1833 to replace the old building on the same site that had served this function since the late 18th century, damaged in the earthquake. The work was entrusted to the Englishman John Stevenson, who created a neoclassical building, inspired in Toesca’s work. Together with the new Matriz Church (N°14), which had been rebuilt following the same neoclassical lines, these became the city’s two main monuments. Two years later, the painter and naval engineer Charles Word would design a tower that would become the city’s main landmark, viewed from the sea. The Teatro Cómico (N°46) in the Plaza San Agustín was a wooden structure that became famous for brawling after one particularly fierce battle there in 1827, when an English officer was killed, giving rise to serious diplomatic difficulties with Great Britain. Ten years later, the city government decided to move the theater to another site, in the San Juan de Dios neighborhood but this was postponed by the war against the Confederation. Nonetheless, the site of the old theater was used to expand the customs building, which just five years later had already proven too small.The new Customs Deposit (N°46) was entrusted to the same John Stevenson and the job finished in 1839.

Edificio Tribunales, ex Depósito de Aduana. The Law Courts in the Former Customs Deposit El Depósito de Aduana (N°46), construido en 1839, contaba originalmente con tres plantas. Tras la remodelación de 1892, que lo convirtió en palacio de tribunales, se eliminó la última. Este edificio permanecería en pie hasta 1930. Siete años después sería reemplazado por la actual obra de Augusto Geiger.

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The Customs Deposit (N°46) built in 1839 originally consisted of three main floors, but after its remodeling in 1892, which eliminated the last one, it became the law courts (palacio de tribunales). This building lasted until 1930 and seven years later it was replaced by the current building, designed by Augusto Geiger.


BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

El Puerto se prepara En 1825 un temporal de proporciones arrastró al buque Esmeralda que había capturado Cochrane en Callao, el que fue a dar en la costa frente a la desembocadura de la quebrada San Agustín (N°45). El gobernador José Ignacio Zenteno ordenó volcar el averiado barco y rellenarlo con áridos, con lo cual se creó el primer muelle de la ciudad (N°57). En 1830, se construyó un segundo muelle, ubicado en la nueva línea de mar. A menos de un año de la construcción de este embarcadero, William Ruschenberger hacían ver los estragos causados en esta estructura por la temible “broma de mar” (teredo navalis), un bivalvo que carcome las maderas hasta su destrucción completa. Frente al primer muelle de la ciudad, se edificó entre 1831 y 1833 un nuevo Palacio de Aduanas (N°50), reemplazando el viejo caserón que cumplía esta función en el mismo sitio desde finales del siglo XVIII, y que había sido malogrado por el terremoto. La obra se le encomendó al inglés John Stevenson, que desarrolló un edificio neoclásico, fuertemente inspirado en la herencia de Toesca. Este, en conjunto con la nueva Iglesia de La Matriz (N°14), que también había sido reconstruida sobre la base del emergente estilo neoclásico, constituían los dos principales monumentos de la ciudad. Dos años después de su construcción, el pintor e ingeniero naval Charles Word, diseñaría un torreón que convertiría al edificio en el principal hito de la ciudad vista desde el mar. El Teatro Cómico (N°46) de la plaza San Agustín era un galpón de madera, que adoptó la fama de sitio de pendencias, tras el enorme alboroto que se armó en 1827, cuando un oficial inglés fue asesinado en una disputa de borrachos, que llegó a causar serias dificultades diplomáticas con Gran Bretaña. Diez años más tarde, la Municipalidad se decidió a trasladar el teatro a otro terreno en el barrio de San Juan de Dios, intención que se vio postergada por la guerra contra la Confederación. Se resolvió sin embargo, destinar los terrenos del viejo teatro para ampliar las dependencias aduaneras, que, cinco años después de construidas, ya resultaban demasiado estrechas. Se encargó el proyecto del nuevo Depósito de Aduana (N°46) al mismo John Stevenson, y la obra estuvo terminada en 1839.

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Those Who Came from the Sea “Of all the many foreigners who annually reached Valparaiso, no matter how much they later grew accustomed to the surroundings of the port, not one would forget the unfavorable impression it made the first time they caught a glimpse of it. The sensation of despair and bitter disappointment would never go away.”30 All the stories agree that the port of thisi period was a place of disillusionment. After a long and painful journey across the turbulent southern seas, which fed the desire to reach this mythic port preceded by so much praise, all travelers found was a chain of sterile Hills, barely populated by a few thorn trees, sheer cliffs plunging into the sea, and a few unfortunate houses. As Moerenhout put it, this landscape “filled the heart with anguish”. “Few places give the newly arrived visitor an impression of such ugliness as Valparaiso,” Walpole used to say as he watched the port from the sea, in 1835. Ruschenberger exclaimed, “I haven’t the faintest interest in going ashore in such an ugly place. It looks more like a pile of bricks than a town.” In 1825, Gilbert Farquhar Mathison wondered how it could possibly have been named “Vale of Paradise” and in 1837 Chiakhehachev answered “this could only have been the work of people who had suffered the devastating effects of the sands of the Atacama desert.” But just as the Spanish conquistadores found after crossing the Atacama, once they’d arrived, it was very difficult to go back, and this was particularly true for those who arrived as survivors of shipwrecks, bearing a burden of exile, or fleeing from poverty. In these conditions, disenchantment turned into hope for a new beginning, and at this point, travelers agreed, their opinions changed, as they got to know the “hospitality of the natives” or “danced with the gracious ladies”. This hope, free of illusions, was the key that turned this miserable village into a town, despite the fact that it was constantly threatened by earthquakes and seaquakes, by fires fanned by the south wind, by storms that flung ships against the coasts and by mud slides that raced down its Hillsides, dragging with them everything they found on the way. In 1813, during the government of José Miguel Carrera, foreigners who had resided here four years were accorded the same rights as the national population. The impact of this measure, amidst the encouraging prospects that had become apparent in Valparaiso, soon made themselves felt. According to Samuel Haigh, in 1817 there were two English residents, but by his visit in 1831 this number had risen to 2000. German immigrants, including Jews from different German states, had by 1838 formed the German club and rented a house across from the atrium of the Matriz (N°13), which a few years later had moved to the Plaza Mayor (N°21). There they organized musicals that included some penned by Dr. Aquinas Ried, author of the first Chilean opera. The conditions favorable to trade that flourished after independence encouraged adventurous spirits and those looking for new horizons, expelled by the inequities in Europe that arose from the industrial revolution.Thousands of foreigners settling in Valparaiso left their mark on port society, making it different from the rest of the country, forged by a rural tradition. Many who succeeded at business would mix with the local aristocracy, but many thousands of anonymous immigrants and humble workers mixed with the local people. A century later their descendents would form part of Chile’s large middle class.

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Los que venían desde el mar “Entre los numerosos forasteros que tocan anualmente Valparaíso, no habrá uno solo, sin embargo, que olvide más adelante, por mucho que se acostumbre a los alrededores del puerto, la impresión desfavorable que recibió de él al contemplarlo por primera vez. La sensación de desesperanza amargamente engañada que tuvo en aquel momento, no volverá a olvidar más”30 Todos los relatos coinciden en describir Valparaiso como un sitio de desencanto. Tras una larga y penosa travesía cruzando los turbulentos mares australes, que inflamaba las ansias por llegar a este puerto mítico precedido de tanto elogio, encontraban una “cadena de colinas estériles”, apenas pobladas por unos cuantos espinos, con escarpados taludes que caían verticalmente al mar donde se apiñaban unas lamentables casas mostrando “lacras de miseria”. Este paisaje “angustiaba el corazón” de viajeros como Moerenhout. “Hay pocos lugares que produzcan en el recién llegado una impresión de tan profunda fealdad como Valparaíso” decía Walpole, al contemplar el puerto desde el mar, en 1835. Ruschenberger exclamaba “no tengo la menor gana de bajar a tierra en un sitio de un tan mal aspecto. Más bien parece un ladrillal que una población”. Gilbert Farquhar Mathison se preguntaba en 1825 cómo pudo ponérsele el nombre de “Valle del Paraíso”, a lo que Chiakhehachev respondía en 1837 que “éste sólo puede haber sido dado por personas que aún sufrían los devastadores efectos de las arenas de Atacama”. Exactamente como a los conquistadores españoles que cruzaron Atacama, una vez que se llegaba, no era tan fácil devolverse, más aún si se llegaba salvado de un naufragio, cargando con un destierro o huyendo de la pobreza. En esas condiciones, el desencanto se vuelve esperanza de recomenzar sin falsas ilusiones, y es entonces, cuando los mismos viajeros coinciden que su impresión cambiaba al “conocer la hospitalidad de los naturales” o “bailar con sus graciosas damas”. Aquella esperanza, ajena a sueños ilusorios, fue la clave que permitió convertir en una ciudad a este caserío miserable, siempre amenazado por los terremotos y maremotos, por incendios inflamados por el viento sur, por tempestades que arrojaban los barcos contra las costas y por lodazales que escurrían desde los cerros arrastrando las casas y enseres que encontraran a su paso. En 1813, durante el gobierno de José Miguel Carrera, se otorgaron a los extranjeros con cuatro años de residencia, los mismos derechos que la población nacional. El efecto de esta medida, en medio de las alentadoras perspectivas que se le comenzaban a abrir a Valparaíso, se haría sentir rápidamente. Según Samuel Haigh, en 1817 había dos residentes ingleses y en 1831, cuando él visita el puerto, habían aumentado a dos mil. Los inmigrantes alemanes, incluyendo a los judíos provenientes de los diversos estados germánicos, ya en 1838 habían formado el club alemán y arrendaban una casa frente al atrio de la Matriz (N°13), pocos años más tarde se trasladarían a la Plaza Mayor (N°21). Allí hacían encuentros musicales, en los cuales destacó el doctor Aquinas Ried, autor de la primera ópera chilena. Las condiciones favorables para el desarrollo del comercio, una vez estabilizada la independencia, estimulaban los espíritus aventureros, y a quienes buscaban nuevos horizontes, expulsados por las inequidades que provocaba la revolución industrial en Europa. Los miles de extranjeros que se instalaron en Valparaíso terminaron por darle una impronta a la sociedad porteña, que la haría en tantos sentidos excepcional con respecto de los habitantes del resto de un país forjado en la tradición rural. Muchos de estos extranjeros exitosos en los negocios, llegarían a mezclarse con la aristocracia criolla, pero la estirpe de muchos miles los inmigrantes anónimos y trabajadores humildes, se mezcló con el pueblo porteño y, un siglo más tarde, formarían parte de la gran clase media chilena.

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In 1828, after many disappointed arrivals,Valparaiso had become a cosmopolitan city, a world apart from the provincial atmosphere apparent in the rest of the Republic. Calling it a neutral city or tower of Babel “where you can hear ten different languages in the same house, although Spanish and English are the most common,” Moerenhout described it as a republic within the Republic, where individual freedom and respect prevailed, where “you never hear talk of abuses, arbitrary or unfair measures, particularly when it comes to foreigners.” While the British specialized in the wholesale trade, the French set up fashionable shops, the Italians stood out as bankers and skilled trades people, and the Germans focused on chemical laboratories and pharmacies. In 1822, an English woman, Mary Graham, would find Chinese, French and Italian silks in the stores. Most common were the English stores, specializing in hardware, china, and wool and cotton fabrics.“It is funny to observe how the ingenuity of Birmingham artists has molded the rudimentary tastes of those overseas.” Es divertido observar la ingenuidad con que los artistas de Birmingham se han amoldado a los rudimentarios gustos transatlánticos” In response to local consumption patterns, the German stores provided poor quality glass work, mirrors, beads, combs, toys, ordinary perfume and votive candles for chapels. The Americans provided wholesale goods such as flour, crackers and naval provisions. “Los artículos más elegantes de París and Londres se despachan generalmente sin abrirlos para Santiago, donde es naturalmente mayor la demanda de artículos suntuarios”, Mary wrote, noting that the city’s only chemist reminded her of an alchemist. She also mentions an acceptable French designer, with “xxxmodales and sonrisas muy artificiales en comparación con la graciosa sencillez de las jóvenes chilenas” and some German craftspeople, particularly “se hace notar principalmente un hábil herrero and veterinario, un tal Frey, cuya hermosa and aseada casa, con su taller and su jardín, es un excelente modelo para los chilenos que surgen”. “En todas las calles se ven carteles de sastres, zapateros, talabarteros and posaderos ingleses; and la preponderancia del idioma ingles sobre todas las demás lenguas que se hablan en la calle lo harían a uno creerse en una ciudad de la costa inglesa”. At the end of a few decades, the first schools associated with immigrant groups were set up. In 1857, the German school was founded across from the Plaza Victoria to provide education in that language. It remained there until 1870, when it was moved to a new location on the Concepción Hill (N°97). At the same time the Artizan School opened for the children of low income Brits, Americans and Scots, who were building the railway lines. In 1877, several teachers, including the painter Thomas Somerscales broke away and created the Mackay School, which originally functioned on Alegre Hill.

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Los que venían desde el mar

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En 1828, después de muchas de estos decepcionados arribos, Valparaíso ya se había convertido en una ciudad cosmopolita, que se sustraía del provinciano ambiente de la República. Calificándola de ciudad neutral o torre de babel “donde en la misma casa se escucha a veces conversar en 10 lenguas diversas, aunque el español y el inglés sean las lenguas más usuales”, Moerenhouth la describía como una república dentro de la República, donde predominaba la libertad individual y el respeto, donde “nunca se oye hablar de vejaciones, jamás se toman medidas arbitrarias, o injustas, sobre todo en lo que se refiere a los extranjeros.” Mientras los británicos se especializaron en el comercio mayorista, los franceses lo hicieron en las tiendas de moda, los italianos destacaron como banqueros y artesanos calificados, y los alemanes se irían agrupando, en torno al manejo de laboratorios químicos y farmacias. La inglesa Mary Graham contaba en 1822 que, al recorrer las tiendas, encontraba sedas chinas, francesas e italianas. Las más numerosas eran las tiendas inglesas, especializadas en quincallería, loza y géneros de lana y algodón. “Es divertido observar la ingenuidad con que los artistas de Birmingham se han amoldado a los rudimentarios gustos transatlánticos”. También, respondiendo a los patrones de consumo local, las tiendas alemanas proporcionaban una cristalería de mala calidad, espejitos, abalorios, peines, juguetes, perfumes ordinarios y ofrendas votivas para las capillas. Los norteamericanos proveían de productos a granel como harina, galletas y provisiones navales. “Los artículos más elegantes de París y Londres se despachan generalmente sin abrirlos para Santiago, donde es naturalmente mayor la demanda de artículos suntuarios”, decía Mary, advirtiendo que el único boticario de la ciudad, para ese entonces, tenía un aire anticuado que le hacía recordar a un alquimista. Además, menciona a una aceptable modista francesa con “modales y sonrisas muy artificiales en comparación con la graciosa sencillez de las jóvenes chilenas” y algunos artesanos alemanes, entre los cuales “se hace notar principalmente un hábil herrero y veterinario, un tal Frey, cuya hermosa y aseada casa, con su taller y su jardín, es un excelente modelo para los chilenos que surgen”. “En todas las calles se ven carteles de sastres, zapateros, talabarteros y posaderos ingleses; y la preponderancia del idioma ingles sobre todas las demás lenguas que se hablan en la calle lo harían a uno creerse en una ciudad de la costa inglesa”. Al cabo de algunas décadas se comenzaron a instalar los primeros colegios de las colonias. En 1857 se fundó el Colegio Alemán frente a la Plaza Victoria para dar educación a los niños de todos los estados de lengua germana. Permaneció en ese sitio hasta 1870 fecha en la cual se trasladó al nuevo local en el Cerro Concepción (N°97). Simultáneamente se fundaba el Artizan School como escuela para los hijos de británicos, norteamericanos y escoceses de escasos recursos que trabajaban en el tendido del ferrocarril. En 1877 se separó un grupo de docentes de este establecimiento, entre los que se contaba el pintor Thomas Somerscales, y crearon un nuevo colegio the Mackay School, que funcionó originalmente en el Cerro Alegre.

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The Republic’s Architecture In the booming atmosphere that had invaded the city, the web of buildings was quickly being renewed. “Everything there is new in terms of buildings, because the 1822 earthquake destroyed the city right down to its foundations,” Moerenhout wrote in 1828. In the 1830s, neoclassical architecture had become a symbol of the illustration’s modernity and reason. As the colonial language of architecture came under review, and given wood’s solid performance during the earthquake, adobe ended up being ruled out completely. The ships that left for Europe loaded with ore returned with building materials. Selling them in this flourishing port had turned into great business and new building technologies were quickly adopted. The old central European traditions, expressed in English Tudor and German Fachwerkhaus, and emerging technologies such as the American Ballom Frame, played a decisive role in the new architecture of the port. The structure of wood stuffed with mud or covered with cane from Guayaquil and finished with mud and whitewash became widely used in Valparaiso and the mining provinces that had begun to boom in northern Chile. Ornamentation was resolved using wooden appliqués on facades, sounding an austere note appropriate to the severity and rigor of the neoclassical style. This followed a tradition rooted in Toesca’s legacy and, perhaps, the anonymous architecture that for generations had been developed by changos and mestizos in homes built clinging to the ravines. As a result, the first generations of naval engineersarchitects, the new immigrant professionals and builders, with no more theory than their own good sense, responded very practically to the complex topography that they were attempting to settle.

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La arquitectura de la República En el ambiente de dinamismo que vivía la ciudad, el tejido edificado se renovaba con gran rapidez. “Todo allí es nuevo en materia de edificación, pues el terremoto de 1822 destruyó la ciudad desde los cimientos”, decía Moerenhout en 1828. En la década de 1830, la arquitectura neoclásica se imponía como símbolo de la modernidad y de la razón ilustrada. En medio de esta revisión del lenguaje arquitectónico colonial, y habiéndose demostrado en el sismo el buen comportamiento estructural de la madera, el adobe termina por ser desplazado definitivamente. Los barcos que partían cargados de minerales a Europa, regresaban trayendo materiales y elementos de construcción. Venderlas en este puerto pujante resultaban un estupendo negocio y, en breve, fueron imponiéndose las nuevas tecnologías constructivas. La vieja tradición constructiva centroeuropea, expresada en la arquitectura Tudor inglesa y la Fachwerkhaus alemana, y las tecnologías emergentes como el Ballom Frame norteamericano, influyeron decisivamente en la arquitectura porteña. La estructura de madera rellena con barro o revestida con caña de Guayaquil y rebocada con barro y cal, comenzó a experimentarse en Valparaíso y en las pujantes provincias mineras del norte de Chile. La ornamentación se resolvía con aplicaciones de madera sobre la fachada, creando un lenguaje de austeridad y simpleza estilística propios de la severidad y rigor neoclásicos. Así se iba recogiendo una tradición que se entronca con el legado de Toesca y, posiblemente también, se hereda de la arquitectura sin autor, que por generaciones, changos y mestizos colgados de las quebradas, vinieron experimentando. Como consecuencia de ello, las primeras generaciones de ingenieros navales-arquitectos, los nuevos profesionales inmigrantes y los constructores, sin más teoría que su buen sentido práctico, dan respuesta con extraordinario pragmatismo a los complejos requerimientos de una topografía compleja que requería ser colonizada.

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Europe had focused on subjectivism by casting aside the established aesthetic canons, but here the neoclassical intellectual approach gave way to a vigorous expressive capacity that shook off everything that smelled of the colonial past. By establishing that aesthetic pleasure is a condition of the subject and not the object, these designers opened up a horizon of inďŹ nite possibilities for a nation that was seeking new icons to represent itself and immigrants trying to build a new homeland. Subjectivism would become a central focus of Latin American aesthetics throughout the 19th century. Without it, it would be impossible to comprehend the willingness to follow its inuence and the ease with which the practice of the pastiche would be adopted as part of architectural projections. The new architecture was further encouraged by the way trade was adding industrialized building materials. Zinc sheets were ordered by catalogue from England and decorative tin was sold by the linear meter, along with protectors for wooden pieces. Prefabricated guillotine-style windows were also ordered from English, although French locks were preferred. In this context it is easy to imagine that impact of the arrival of the nail, which would have appeared in the late 1830s.

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La arquitectura de la República

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La actitud intelectual neoclásica, que en Europa encontraba en el subjetivismo un medio para desembarazarse de cánones estéticos establecidos por tratadistas, en estas tierras abría un vigoroso potencial expresivo para sacudirse todo lo que oliera a pasado colonial. Al establecer, que el placer estético, es una condición del sujeto y no del objeto, se abría un horizonte infinito de posibilidades para una nación, que buscaba encontrar iconos a través de los cuales representarse, y unos inmigrantes, que buscaban construir una nueva patria. El subjetivismo constituirá a lo largo de todo el siglo XIX un núcleo central de la concepción estética latinoamericana, sin el cual no es posible comprender el desenfado, con el cual se recoge la influencia, y la naturalidad como se llegará a la práctica del pastiche como actitud del arquitecto proyectista. La nueva arquitectura en desarrollo, adoptó un nuevo impulso con la ampliación del comercio de materiales de construcción industrializados. Se encargaban de Inglaterra, por catálogo, las planchas de calamina y se vendían, por metro lineal, la hojalatería decorativa y los protectores de piezas de madera. También inglesas, eran las ventanas de guillotina prefabricadas, en cambio la cerrajería era preferentemente francesa. En este contexto, es fácil imaginar el impacto que debe haber tenido la introducción del clavo, que hace su aparición a finales de la década de 1830.

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Romantics in the Hunt for National Icons Starting in the 1830s, France’s cultural influence began to wane under the impact of immigrants from all over the world. As the anti-Spanish sentiment from the war for independence subsided and conservative currents valuing colonial traditions again prevailed, Hispanic culture regained its strength and concern for the use of the language rose, as part of attempts to create a national identity. The Venezuelan, Andrés Bello, who arrived in Valparaiso in 1829, played a major role in this process. Senator and founder of the University of Chile, he drafted Chile’s civil code (Código Civil) and taught whole generations, becoming the conservative republic’s main intellectual figure for the next 30 years. Along with Bello, Argentine intellectuals exiled in Chile, among them Domingo Faustino Sarmiento and Juan Bautista Alberdi, were also important. In this climate the aesthetics of romanticism began to flourish. The first literary work considered romantic was a tribute created by poet and musician Mercedes Marín del Solar to Diego Portales after his death. This shift from neoclassicism to romanticism was a foundational action, part of a general process sweeping a country that was building its national identity. Any attempt at erasing the colonial past, which had been present since the previous decade, had to deal with religious and political conservatism and, moreover, the fact that the main features of this community were inevitably rooted in a colonial heritage, especially given the markedly Spanish characteristics of the population and its predominantly agrarian life style. This outlook had become somewhat more complex given the cultural influence of the immigrants. The attraction of South America, the customs of its inhabitants and their European spirit, at that time impassioned by the unknown, brought scientists and artists flowing into the port. Some remained, contributing enormously to the building of 19th century culture. These travelers made a decisive contribution to the creation of our first modern iconography, our first national artistic consciousness. Of course, they did so from within their own categories, reflecting our history and our selves through the eyes of Europe. For the second time in our history, we discovered ourselves through others’ eyes. The contributions in this sense from the Polish naturalist, Ignacio Domeyko, and the French botanist, Claudio Gay, were very important, and Charles Darwin’s observations on his way through in 1834 would mark us to this day. One of the many foreigners forced to leave his homeland because of his avant-garde ideas was the English painter Charles Wood, who, after taking refuge in Boston, eventually reached Valparaiso, where he went to work as a cartographer in 1820. After participating in the liberating expedition to Peru, he designed Chile’s crest and flag. His paintings of Valparaiso revealed the emergence of romanticism. Of these romantic artists, the German Juan Mauricio Rugendas was undoubtedly the most important. He lived five years in Valparaiso and his disillusionment with the port fed an intense artistic labor, until finally unrequited love sent him packing. Much of his work was reproduced in lithography and engravings, thus widely distributing images that would contribute to an iconography of our customs and landscapes. In the 1840s, the Frenchman, Ernesto Charton de Treville, arrived, adding his illustrations of urban scenes and events.

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Románticos tras los iconos de lo nacional A partir de la década de 1830, la gravitación cultural francesa disminuye ante la presencia de inmigrantes de todas las latitudes. Ya aplacadas las pasiones antiespañolas de la guerra de independencia, y fortalecidas las corrientes conservadoras que valoraban la tradición colonial, adquiere un nuevo vigor la cultura hispana y la preocupación por el uso del idioma, en el marco de una búsqueda por construir una identidad nacional. Un papel muy significativo jugará en este proceso el venezolano Andrés Bello, quien desembarcó en Valparaíso en 1829. Senador, fundador de la Universidad de Chile, redactor del Código Civil y maestro de generaciones completas, llegaría a convertirse en la principal figura intelectual de la república conservadora durante los treinta años siguientes. Junto a Bello, se destacaban los intelectuales argentinos exiliados en Chile, como Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi.

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Charles Darwin Viaje de un naturalista alrededor del mundo. A naturalist’s journey around the world 23 de julio. 23 July El Beagle echa el ancla durante la noche en la bahía de Valparaíso, puerto principal de Chile. Al rayar el alba subimos al puente. Acabamos de dejar la Tierra del Fuego. ¡Qué cambio! ¡Qué delicioso nos parece aquí todo! ¡Es tan transparente la atmósfera! ¡Es el cielo tan azul! ¡Brilla el sol tanto! ¡Rebosa tanta vida toda la naturaleza! Desde el punto en que hemos anclado, la vista es preciosa. Está edificada la ciudad al pie de una colina bastante escarpada y de unos 1.600 pies (480 metros) de elevación; por consecuencia de esta altura no es Valparaíso más que una calle larga paralela a la costa; pero por cada cortadura que se abre en los costados de la colina trepan las casas a uno y otro lado. Escasa vegetación cubre estas colinas redondeadas, por lo que los rojos costados de los cortes que las separan resplandecen con viveza a los rayos del sol. El color del terreno, las casas bajas y blanqueadas con cal y cubiertas con tejas me recuerdan mucho a Santa Cruz de Tenerife. Hacia el nordeste hay un hermoso horizonte sobre los Andes, pero que se ve mucho mejor desde lo alto de las colinas próximas; desde allí puede juzgarse mejor de la gran distancia a que están situadas, y el golpe de vista resulta espléndido. El volcán de Aconcagua presenta un aspecto soberanamente grandioso. Esta inmensa masa irregular alcanza mayor altura que el Chimborazo; porque según las observaciones hechas por los oficiales del Beagle, se eleva a 23.000 pies (6.900 metros). Sin embargo, vista desde este punto debe la cordillera gran parte de su belleza a la atmósfera a través de la cual se la contempla. ¡Qué admirable espectáculo el de estas montañas, cuyas formas se destacan sobre el azul del cielo, y cuyos colores revisten los tintes más vivos cuando el sol se oculta por el Pacífico!

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Tengo la fortuna de encontrar a uno de mis antiguos compañeros de colegio, Mr. Richard Corfield, que vive hoy en Valparaíso, y gracias a su afecto y cordial hospitalidad, fue un verdadero encanto mi estancia en Chile todo el tiempo que el Beagle permaneció en aquel país. Los alrededores de la ciudad ofrecen poco interés al naturalista. Durante el largo verano sopla con regularidad el viento del sur y un poco de tierra, de tal modo que no llueve nunca; por el contrario, durante los tres meses de invierno son las lluvias muy abundantes. Estas largas sequías tienen grandes influencia sobre la vegetación, que es muy rara; no hay árboles más que en los valles profundos y no se encuentran sino algunas hierbas y escasos zarzales en las partes menos escarpadas de las colinas. Pensando que sólo 350 millas (563 kilómetros) más al sur todo este lado de los Andes se halla por completo cubierto de impenetrables bosques, no se puede menos de experimentar profunda extrañeza. Doy por los alrededores de la ciudad largos paseos en busca de objetos interesantes bajo el punto de vista de la Historia Natural. ¡Qué admirable país para la marcha! ¡Qué esplendidez de flores! Como en todos los países secos, las mismas breñas son muy aromáticas; sólo de pasar entre ellas se perfuman las ropas. Me extasiaba cada día que amanecía tan hermoso como el anterior. ¡Cuán inmensa diferencia no trae consigo un buen clima en la felicidad de la vida! ¡Cuán contrarias son las sensaciones que se experimentan a la vista de una cadena de montañas negras, medio envueltas en nubes, y la de otra cadena que se contempla sumergida en la pura atmósfera de un hermoso día! El primer espectáculo puede, durante cierto tiempo, parécenos grandioso, sublime; pero el segundo nos encanta y despierta en nosotros impresiones llenas de alegría y de ventura.


Románticos tras los iconos ...

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Es en este ambiente, donde comienza a fructificar la estética del romanticismo. La primera obra literaria calificada como romántica es el homenaje que le rinde, la poetisa y música Mercedes Marín del Solar, a Diego Portales tras su muerte. En su obra ya se aprecia que, el paso del neoclasicismo al romanticismo en Chile, consiste en un acto fundacional, parte de un proceso global que vive el país de construcción de una identidad como nación. La pretensión de hacer tabla rasa con el pasado colonial, que venía rondando desde la década anterior, ya no sólo debe lidiar con el conservadurismo religioso y político, sino que ahora se contrapone con la idea de que los principales rasgos en esta comunidad, inevitablemente, se entroncan en la herencia colonial. Especialmente, por la marcada hispanización de la población y sus formas de vida eminentemente agrarias. El panorama se complejizaba un poco más con la influencia cultural de los inmigrantes. La atracción que ejerció sobre el espíritu europeo, la naturaleza sudamericana y las costumbres y usos de sus habitantes, en aquella época apasionada por lo desconocido, motivó el arribo a este puerto de científicos y artistas. Algunos de ellos se quedarían en estas tierras, contribuyendo decisivamente a la construcción cultural del XIX. Estos viajeros hicieron un aporte decisivo para formular nuestra primera iconografía moderna, nuestra primera conciencia artística nacional y el conocimiento de nuestra naturaleza. Por supuesto, lo hicieron desde sus propias categorías, repitiendo la vieja constante de nuestra historia, de vernos a nosotros mismos con los ojos de Europa. Por segunda vez, nos descubríamos con ojos ajenos. Determinantes fueron los aportes del naturalista polaco Ignacio Domeyko y del francés Claudio Gay, y nos marcaría hasta nuestros días las impresiones de Charles Darwin en su paso por estas tierras en 1834. Uno de los muchos extranjeros, que debieron abandonar su patria, por causa de sus ideas de avanzada, y que terminaron por avecindarse en este puerto, fue el pintor inglés Charles Wood, quien, después de refugiarse en Boston, llegó a Valparaíso a desempeñarse como cartógrafo en 1820. Tras participar en la Expedición Libertadora del Perú, confeccionó el escudo y la bandera de Chile. Sus pinturas de Valparaíso anunciarían el romanticismo emergente. De estos artistas románticos, el alemán Juan Mauricio Rugendas fue, sin duda, el más relevante. Vivió cinco años en Valparaíso y el desencanto de este puerto alimentó su intenso trabajo pictórico. Finalmente, la desilusión de frustrados amores porteños, lo enviaron de regreso a su tierra. Muchas de sus obras fueron llevadas a litografías y grabados, permitiendo la masificación de imágenes costumbristas y paisajes que construirían toda una iconografía sobre nuestras costumbres. En la década de 1840, llegó el francés Ernesto Charton de Treville, quien se caracterizó por sus ilustraciones de escenas y acontecimientos urbanos.

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The Debates of 1842 On 27 April 1842 an article by Pedro Fernandez Garfias appeared in the Valparaiso Mercurio. headed “Ejercicios populares de la lengua castellana” (Popular exercises for the Spanish language). He harshly criticized the way Chileans used the language of Cervantes and other great Spanish writers. This triggered a heated debate on the letters pages during which, for two months, some of Chile’s most distinguished intellectuals, including Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento and José María Nuñez, participated. Shortly afterward, an article on Classicism and Romanticism, by Vicente Fidel López, appeared in the Valparaiso Review (Revista de Valparaiso) and a whole new debate broke out, with participation from Salvador Sanfuentes, José Joaquín Vallejos and Antonio García Reyes. Amidst all this polemic, the literary generation of 1842 was born and shortly became a cultural movement that went beyond writing. Its origins were influenced by the splitting off of the conservatives, triggered by Portales’ assassination, and the spirit of liberal groups rebelling against extreme conservatism. The economic bonanza and climate of peace that the alliance had achieved between moderate liberals and conservatives left room for a literary society to meet in the capital of Santiago. This was headed by José Victorino Lastarria and mainly involved young people inspired by liberal thinking. It enjoyed vigorous participation from exiled Argentine intellectuals and encouragement from important conservatives, such as Andrés Bello, who was in the process of founding the University of Chile. Discussing the latest advances in science and reading Byron, Lamartine and Hugo, the literary society explored the identity and representation of national reality and, influenced by romanticism, its new and broad possibilities for expression.

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Los debates del 42 El 27 de abril de 1842 aparecía publicado en el Mercurio de Valparaíso un artículo denominado “Ejercicios populares de la lengua castellana” de Pedro Fernandez Garfias, en el cual se criticaba el uso que se hacía en Chile del idioma de Cervantes. Se desencadenó una polémica por medio de cartas en dicho diario que duraría dos meses, en la que participaron los más destacados miembros de la intelectualidad como Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento y José María Nuñez. Al poco tiempo, tras la publicación en la “Revista de Valparaíso” del artículo “Clasisimo y Romanticismo” de Vicente Fidel López, se desencadenaría otra discusión por diversos medios en la que participaron Salvador Sanfuentes, José Joaquín Vallejos y Antonio García Reyes. Así nacía, en medio de la polémica, la generación literaria de 1842, que llegaría a convertirse en un movimiento cultural que rebasaría el ámbito de las letras. Su origen había estado marcado por la escisión de los conservadores, como consecuencia de las persecuciones que se desencadenaron tras la muerte de Portales y por el espíritu de rebeldía de los grupos liberales contra el conservadurismo extremo. La bonanza económica y el clima de paz conseguido por la alianza entre liberales y conservadores moderados, dieron el respiro para que se reuniera en la capital de la “Sociedad Literaria”, dirigida por José Victorino Lastarria. Formada en su mayoría por jóvenes inspirados en el pensamiento liberal, y contando con la vigorosa participación de intelectuales argentinos exiliados, su exploración intelectual era también alentada por conservadores de la talla de Andrés Bello que, por esos días, abría las puertas de la Universidad de Chile. Discutiendo sobre los últimos adelantos de la ciencia y leyendo a Byron, Lamartine y Hugo, la Sociedad Literaria se ocupó de explorar en la identidad y la representación de la realidad nacional y recibió el influjo del romanticismo, seducida por sus las nuevas y amplias posibilidades expresivas.

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Citizens’ Works As mentioned, during O’Higgins’ government, Governor Zenteno had created a toll to finance the city, a situation that was not unique to Valparaiso. For a community such as the port’s, forged by its own efforts, it was natural not to expect too much from the state apparatus and, typically, most of the progress and improvements in the city during the 19th century were the result of the efforts of its inhabitants. Independence was barely a decade old when El Mercurio de Valparaiso denounced that works for controlling the flows of public waters were being built by neighbors in public areas without permission from the authorities. In 1834, the city’s only paved street was La Planchada (N°28). The south wind created unbearable dust clouds on summer afternoons and pestilent mud sucked carts in up to their axles in the winter. A municipal meeting on 14 June 1844 required that home owners pave roads and sidewalks along their properties according to specifications in local ordinances, the result of a storm that left Almendral cut off from the rest of the city by a sea of mud. These requirements were gradually met. Toward the middle of the 19th century,Valparaiso’s public lighting consisting of a lamp with a wax candle placed their by the neighbors themselves in their own doorways, in response to a watchman who walked the streets shouting “el farolito a la puerta” (the little lamp at the door).These lasted no longer than 10pm, leaving the city lit by the moon alone, when there was one. In 1853, William Jenkins, an English merchant who would become owner of the Hotel Colón (N°106), provided the city with a public lighting system based on portable gas (purified turpentine). This was later replaced by oil, kerosene and finally hydrogen gas. Santos Tornero noted that unlike Santiago, where there had been a gaslit public lighting system for over 21 years, free competition thrived in Valparaiso, which allowed a second company to function and thereby lowered prices. Fires fanned by the southern winds have been common since the original chango people named the harbor Alimapu or burnt earth. One famous fire was caused by Juan Elías early in the city’s history, and another in the late thirties raged through the San Francisco ravine. El Mercurio covered an 1843 fire that started in the warehouses along De la Aduana street (N°77), caused by a boy chasing a rat with a candle in his hand, which destroyed the newspaper’s first printing press. When the devastating 1850 fire struck, the city had just two fire engines purchased by merchants and neighbors, but they were in such bad shape that if it hadn’t been for the pumps of the English and French ships anchored in the bay, the city would have been reduced to ashes. As a result, the next year Valparaiso created Chile’s first firefighters corps, with enough Chilean and foreign volunteers signing up to fill four companies. They imported two pumps from the United States, while a third was donated by a businessman, Matías Cousiño.

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Obras de los ciudadanos Ya dijimos que durante el gobierno de O´Higgins, el gobernador Zenteno había puesto una puerta donde cobraba peaje para financiar la ciudad. Este hecho no sería un caso aislado en Valparaíso. Para la comunidad porteña, forjada por el esfuerzo, resultaba natural no esperar demasiado del aparato del Estado para alcanzar mayores niveles de progreso, y gran parte de las mejoras que se realizan en la ciudad durante el XIX, fueron resultado del esfuerzo de sus habitantes. La independencia apenas cumplía una década cuando El Mercurio de Valparaíso denunciaba cómo las obras destinadas al control de los cursos de agua se construían por los vecinos en los espacios públicos, sin mayor control de la autoridad.

En 1834 la única calle empedrada que poseía Valparaíso era La Planchada (N°28). El viento sur elevaba polvaredas insufribles en las tardes de verano y lodazales pestilentes que enterraban las carretas hasta los ejes de sus ruedas en invierno. En sesión Municipal del 14 de junio de 1844, a raíz del lodo causado por un temporal que dejó, entre otros estropicios, incomunicado el Almendral con el resto de la ciudad, se exigió a los propietarios construir empedrados y aceras frente a sus solares, de acuerdo a especificaciones establecidas por ordenanzas comunales, lo que se fue materializando paulatinamente.

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Two deep wells were dug to supply water. Initially the firefighters were based in the stock exchange and chamber of commerce building, on De la Aduana street (N°77). Paintings and engravings from this period show their headquarters was behind the building that currently houses the national arts council, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (N°51), and had a tower that served to sound the alarm.

El Mercurio de Valparaíso denunciaba. El Mercurio de Valparaiso denounced …cada hijo de vecino levanta su pared, fabrica un pretil y refacciona el daño que le ocasionó el temporal; sólo la ciudad, a quien le cedieron dos mil pesos para restablecer las pérdidas, hizo unos pocos puentes de madera en los principales zanjones por lo pronto, y por lo largo... En la plazuela de la Matriz y dentro de la plaza se han hecho dos pretiles de cal y piedra, sin consultar el derecho público. Don Manuel Blanco está empedrando la calle de los baratillos, aunque ahogue a los vecinos... En la quebrada de san Juan de dios, arbitrariamente se han hecho dos pretiles, sin consultar si es o no terreno propio; de suerte que a la vuelta de diez años todo debe ser edificios sin calles y sin bahía... El Mercurio de Valparaíso, 7 de Diciembre 1827

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…everyone and their dog builds a wall, adds a parapet, and repairs the damage from the storm; the city, with two thousand pesos provided to cover losses, has only built a few wooden bridges over the main ditches… In the Matriz church square two parapets have been built of lime and stone, with no legal permit. Mr. Manuel Blanco is paving De los Baratillos street, even if it suffocates his neighbors. In the San Juan de Dios ravine, two parapets have been built arbitrarily, without checking who this property belongs to. If this continues, ten years from now the city will be all buildings with no streets or harbor… El Mercurio de Valparaiso, 7 December 1827


Obras de los ciudadanos

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Hasta la mitad del siglo XIX, el alumbrado público de Valparaíso consistía en un farolito con vela de sebo, colocada por los propios vecinos en las puertas de sus casas a petición del sereno que recorría las calles pregonando “el farolito a la puerta”. Esta luz no duraban más allá de las diez de la noche, dejando la ciudad iluminada sólo por la luna, si la había. William Jenkins, comerciante inglés, que llegaría a ser propietario del Hotel Colón (N°106), contrató con el municipio en 1853 un sistema de alumbrado de gas portátil (aguarrás purificada). Después, éste sería reemplazado por petróleo, kerosén y, por último, gas hidrógeno. Santos Tornero contaba que, a diferencia de Santiago, donde se estableció un privilegio de monopolio del alumbrado de gas por más de 21 años, en Valparaíso operó un sistema de libre competencia que permitió el surgimiento de una segunda compañía y, una consiguiente baja en el precio. Los incendios, alentados por el viento sur, han acompañado la historia de este puerto desde que nuestros changos originarios lo bautizaran como Alimapu o tierra quemada. Famoso es el incendio que provocara Juan Elías en los albores de la ciudad o aquel otro, a finales de los años treinta en la quebrada San Francisco. El diario El Mercurio se encargó de fijar en nuestra memoria aquel enorme incendio de 1843 iniciado en las bodegas de Calle de la Aduana (N°77), por un muchacho que perseguía una rata con una vela en la mano, y que arrasó con la primera imprenta de ese periódico. Cuando se produjo el devastador incendio de 1850, la ciudad contaba con dos carros bombas adquiridos por los comerciantes y vecinos, pero se encontraban en un lamentable estado de conservación. Si no hubiese sido por las bombas de buques ingleses y franceses apostados en la bahía, la ciudad habría quedado reducida a cenizas. Como consecuencia de estos eventos, al año siguiente se creó en Valparaíso el primer Cuerpo de Bomberos de Chile. Se alistaron como voluntarios chilenos y extranjeros residentes, para crear cuatro compañías. Se encargaron dos bombas a Estados Unidos, a las que se sumó una tercera donada por el empresario Matías Cousiño y se cavaron dos pozos profundos para el abastecimiento de agua. Inicialmente, las primeras dos compañías de bomberos funcionaron en el edificio de la Bolsa y Cámara de Comercio, en su edificio de la Calle de la Aduana (N°77). Según pinturas y grabados de la época este inmueble situado en la parte trasera del actual Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (N°51) poseía un torreón donde se encontraba la alarma de incendio.

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State Buildings In 1832 the first administrative building went up, on the Plaza del Gobernador, which was renamed the Plaza Municipal (N°21), on the corner of Bustamante and Cajilla streets. Nearby, the German club, Club Alemán, was built, on a lot that today is part of the plaza, near the corner of Clave street. The market was located on the same block. In 1851, the architect Juan Berg remodeled the customs house, Palacio de la Aduana (N°50), for the regional governor’s use, as the Palacio de la Intendencia. The first floor became the headquarters of the provincial government, the second the governor’s residence, with an apartment for the use of the president of the Republic. In fact, the president moved to the Moneda palace in Santiago at the same time as his representative in Valparaiso moved to his new quarters, in a gesture that the more suspicious of the country’s wags interpreted as underlining the dependence of the local government on an all powerful central government, as had been the situation in the past with the Assembly. Customs offices were moved to a building that John Brown had completed in 1855, near the fiscal warehoused (1848), where they have remained to this day, in the national customs building, Dirección Nacional de Aduana (N°8).

Palacio de la Intendencia. Governor’s Palace El antiguo Palacio de la Aduana (N°50) se remodeló en 1851 como Palacio de la Intendencia. En el año 1900 el edificio fue demolido por encontrarse en mal estado. Permaneció durante diez años el terreno eriazo hasta que se construyó en su lugar el nuevo palacio de la Intendencia, actual Primera Zona Naval.

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The old customs house or Palacio de la Aduana (N°50) was remodeled in 1851 to serve as the regional governor’s official seat, known as the Palacio de la Intendencia. In 1900, it would be demolished due to its damaged condition.


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Edificios de Gobierno En 1832 se construyó el primer edificio consistorial de la ciudad, frente a la Plaza del Gobernador, con lo cual ésta se rebautizaría como Plaza Municipal (N°21). Su ubicación era en la esquina de calles Bustamante y Cajilla, en terrenos que en la actualidad forman parte del espacio público. Junto a él, también en terrenos que hoy son parte de la plaza, se levantó el Club Alemán y el mercado construido. En 1851 el arquitecto Juan Berg remodeló el edificio del Palacio de la Aduana (N°50) para ser usado como Palacio de la Intendencia. El primer piso era la sede del gobierno provincial, el segundo la residencia del Intendente y el departamento destinado para uso del Presidente de la República. En Santiago, el Presidente de la República se trasladaba desde su antigua ubicación en la Plaza de Armas al Palacio de la Moneda, simultáneamente su representante en Valparaíso se mudaba desde Plaza Mayor (Plaza Echaurren, N°21) a la Ex Aduana. Los más suspicaces no dejan de interpretar en esta separación física de la sede gubernamental con respecto al Municipio, como una señal del régimen presidencialista, que perseguía subrayar la independencia de un gobierno central todopoderoso frente al poder local y de los vecinos, históricamente expresados en el Cabildo. Las funciones aduaneras por su parte, se trasladaban, a partir de entonces, a un edificio terminado por John Brown en 1855, vecino a los almacenes fiscales construidos en 1848, en el que funciona hasta nuestros días la Dirección Nacional de Aduana (N°8).

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Hardworking Valparaiso In the 19th century, Port dwellers were proud to distinguish themselves from Santiago’s ambitious, arriviste society, with its pretensions to aristocracy and its laziness amidst the material and moral poverty apparent countrywide.They mocked the Santiago ladies with their evening gatherings, during which they attempted to speak French as a sign of elegance, while the ports’ stevedores could swear in five languages. This cosmopolitan port worshipped the entrepreneurial spirit and the merchants’ views, encouraging hard work in the face of adversity. The result of this spirit, in June 1855 Chile’s first bank was founded in Valparaiso. Valparaiso’s Banco de Depósitos Malecón y Descuentos, later known as the Banco de Valparaiso, was located on the Plaza Se enorgullecían los porteños de diferenciarse de Sotomayor, in the northern part of a lot la arribista y pretenciosa sociedad santiaguina used today by the arts council, Consejo del siglo XIX, aristocratizante y ociosa, pero Nacional de la Cultura and las Artes (N°51). Later two more banks would tan pobre en riquezas y sofisticaciones como el appear, that of Agustín Edwards and the resto del país. En las tertulias santiaguinas las Banco de Londres. damas se esforzaban por decir alguna frase en In the early 19th century, all manufacfrancés como signo de elegancia, mientras los turing was still done on the large ranches. They used crafts based technologies cargadores del puerto eran capaces de articular and served a small circle of consumers, sus picardías en tres o cinco idiomas. En este without creating much clustering among puerto cosmopolita se veneraba el espíritu different economic activities. Valparaiso’s rapid development quickly turned it into emprendedor y la visión mercantil y se alentaba the preferred location for factories. The el espíritu laborioso de quien no se amilanara presence of the port, its population and ante las adversidades. above all the ease of access to Chilean and foreign markets, combined with the presence of the banks, encouraged this. Immigrants were the first to create factories. By 1826, a soap factory, “La Estrella” was operating. Eleven years later, Antonio Puccio set up a drugstore that later became the “Farmoquímica del Pacífico”, the largest in this part of the world. In 1849, a German, Joaquín Plagemann, set up the first brewery, and in 1856, the Valparaiso gas company (Compañía de Gas de Valparaiso) came into being as the first limited company in the country. In 1859, Establecimientos Lever Murphy y Cía set up shop on Condell street, to produce machinery, locomotives and railway cars and bridges. The first boiler made in Chile was produced here. Along with Balfour, Lyon y Cía, created in 1846, these became the two largest metal-mechanic firms, employing a total of 1000 workers. In the same sector, an urban rail factory started up, Carros La Unión in 1869. In 1862, a textile factory opened, the Fábrica de Tejidos Poppe y Cía, which manufactured flannels and other fabrics, thread and cotton batting. Eight years later, the Williamson, Balfour y Cía oil factory was also up and running, part of a burgeoning industrial sector that would flourish until the first decade of the 20th century.

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Valparaíso laborioso Se enorgullecían los porteños de diferenciarse de la arribista y pretenciosa sociedad santiaguina del siglo XIX, aristocratizante y ociosa, pero tan pobre en riquezas y sofisticaciones como el resto del país. Se burlaban de las damas santiaguinas que en las tertulias se esforzaban por articular alguna frase en francés como signo de elegancia, mientras los cargadores del puerto eran capaces de decir sus picardías en tres o cinco idiomas. En este puerto cosmopolita se veneraba el espíritu emprendedor y la visión mercantil, y se alentaba el espíritu laborioso de quien no se amilanara ante las adversidades. Fruto de ese espíritu es que, en junio de 1855, surgió en Valparaíso el primer banco en Chile. El banco de Depósitos y Descuentos de Valparaíso, conocido más tarde como Banco de Valparaíso, se instaló en la Plaza Sotomayor, en el sector norte del terreno que hoy ocupa el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (N°51). Después lo harían también el Banco de Agustín Edwards y el Banco de Londres. Hasta comienzos del siglo XIX, toda actividad fabril o de transformación se realizaba en el interior de las grandes haciendas. Utilizaban tecnologías productivas artesanales y se valían de un minúsculo círculo de consumidores, sin generar mayor encadenamiento con otras actividades económicas. El rápido desarrollo que alcanzaba Valparaíso, lo convirtió tempranamente en localización preferente para actividades fabriles. No sólo, la presencia del puerto y la concentración de población, fue incentivo para ello, sino que, sobre todo, las facilidades para acceder a otros mercados chilenos o extranjeros y el desarrollo que iba experimentando la banca. Los inmigrantes fueron los primeros emprendedores en incursionar en la formación de industrias. En 1826 ya existía en este puerto, la fábrica de jabones “La Estrella”. Once años más tarde, Antonio Puccio impulsaba una droguería que llegaría a convertirse con el tiempo en la “Farmoquímica del Pacífico”, la más poderosa del ramo en esta parte del mundo. En 1849 el alemán Joaquín Plagemann incursionaba en la primera fábrica de cervezas de Chile, y en 1856 se creaba la “Compañía de Gas de Valparaíso”, la que se convertiría en la primera sociedad anónima del país. En 1859 se instalaban en calle Condell, los Establecimientos Lever Murphy y Cía., especialistas en fundición y construcción de maquinarias, locomotoras y carros de ferrocarriles y puentes. En esta industria se fabricó la primera caldera hecha en Chile. Junto con “Balfour, Lyon y cía”, creada en 1846, constituían las dos mayores empresas metalmecánicas, y empleaban a un total de mil obreros. En el mismo rubro, se destacaría la puesta en marcha de la Fábrica de ferrocarriles urbanos “Carros La Unión” en 1969. En 1862 ya se encontraba funcionando “Fábrica de Tejidos Poppe y Cía”, fabricantes de tocuyos, franelas, frazadas, hilo para coser y algodón hidrófilo. Ocho años más tarde, se ponía en marcha la fabrica de aceites dependiente de la “Williamson, Balfour & Cía”. Este desarrollo industrial continuaría en ascenso hasta la primera década del siglo XX.

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The Emporium of America Nothing swelled the civic pride of the port’s residents more than the presence of the most prestigious English, German and American department stores in Valparaiso, some of which were active for more than 100 years. The first to set up shop was the Anglo-German company, Huth in 1824.Two years later the British firm, Gibbs, arrived, shortly after opening a store in Lima. The German firms, Vorwerk (1842) and Weber (1852) followed. Williamson, Balfour & Cia was set up especially to handle business between Valparaiso and Liverpool in 1852, as was Ravenscroft, and later, Duncan, Fox and Cia. Twenty four years later, the Scottish machinery importer RoseInnes started up and its facades have survived to this day, in the building now belonging to a shipping firm, the Sudamericana de Vapores building (N°54). The US firms included Wessel, which had started out in trade with Boston in 1820 and Grace, which opened its doors in 1880. Chile’s first stock exchange opened in Valparaiso in 1828 and became the center for all transactions involving bills of credit and gold coins, until 1922, when the Santiago Stock Exchange started operations. Originally it functioned in the building across from the Hotel Aubry (Nº78), between De la Aduana Street (N°77) and the beach (today Cochrane), along the Resguardo Marítimo (N°51) that created a corner with the Plaza. In 1858, the Chamber of Commerce grew out of the exchange, representing the main department stores in the port. That same year, a new building went up to house both, on the square already called the Plaza de la Intendencia (Nº49). This was the work of Juan Berg and consisted of a wooden structure covered by cane from Guayaquil, located between Blanco Street and the sea, creating a gateway to the city from the passengers’ dock.This building completed the square, as a space with buildings on all four sides. In 1873, the city’s first monument was set up in the center of the square, in honor of Lord Thomas Cochrane, the English sailor who led the liberation expedition to Peru. Valparaiso’s retail trade included smaller stores, some of which survive to this day. For example, the Burmeisteir (later the Jacob), sold crystal, porcelain and toys (N°106). In 1872, a young Englishman, Robert Hammersley, who had arrived in Valparaiso three years earlier, opened Chile’s first optical store. Today it has 18 throughout the country (N°107). There are several city corners in which the “genius of the place” permits no change of function, despite a change in ownership. This is the case at Bustamante and San Martín, across from Plaza Echaurren (N°21). A French pharmacy set up shop there in 1846, followed by an English one in 1876, and in 1928, the Farmacia and Droguería Alemana, Knopp pharmacies, took over.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

El emporio de América Nada hincharía más el orgullo porteño, que la presencia de las más prestigiosas casas comerciales inglesas, alemanas y norteamericanas con sede en Valparaíso, algunas de las cuales permanecieron más de cien años con actividad continua. La primera en fijar su domicilio en este puerto, fue la casa “Huth” en 1824, de origen anglo-germano. Dos años después se establecía la casa “Gibbs”, firma británica que se había instalado poco antes en Lima. Las empresas alemanas “Vorwerk” instalada en 1842 y “Weber” diez años más tarde. “Williamson, Balfour & Cia”, se creó especialmente para hacer negocios entre Valparaíso y Liverpool en 1852, al igual que la casa “Ravenscoft”, más tarde “Duncan, Fox y Cia.” Veinticuatro años más tarde abriría las puertas de su elegante edificio, la empresa escocesa importadora de maquinaria “Rose-Innes”, cuyas fachadas subsisten hasta nuestros días en el edificio Sudamericana de Vapores (N°54). Entre las firmas norteamericanas, se destaca “Wessel”, que había iniciado el comercio con Boston en 1920 y, la casa “Grace”, que abrió sus puertas en 1880. La primera Bolsa de Comercio de Chile se creó en 1828, en ella se concentraron todas las transacciones de letras de cambio y monedas de oro hasta fines de 1922, cuando inició sus actividades la Bolsa de Comercio de Santiago. Originalmente, funcionó en un edificio ubicado frente al Hotel Aubry (Nº78), entre la Calle de la Aduana (N°77) y la playa (actual Cochrane), junto al Resguardo Marítimo (N°51) que creaba la esquina con la Plaza. En 1858 se creaba, en su seno, la Cámara de Comercio, órgano gremial de las principales casas comerciales porteñas. Ese mismo año se construyó un nuevo edificio que albergaba la Bolsa y la Cámara, sobre terrenos de la plaza que ya se llamaba Plaza de la Intendencia (Nº49). Esta obra de Juan Berg era una estructura de madera revestida en caña de Guayaquil, que se emplazaba entre la calle de Blanco y el mar, creando un pórtico de acceso a la ciudad desde el muelle de pasajeros. Con este edificio se completaba el espacio de la Plaza como un recinto flaqueado por edificaciones en sus cuatro costados. Pero no solo el alto comercio prosperaba en Valparaíso, también lo hacía el comercio minorista de la ciudad, algunos de estos locales subsisten hasta la actualidad. La casa “Burmeister” por ejemplo, posteriormente casa “Jacob” vendía artículos de cristalería, porcelana y juguetes (N°106). En 1872 el joven inglés Robert Hammersley, llegado a Valparaíso tres años antes, abría la primera óptica de Chile, la que en nuestros días posee 18 sucursales en todo el país (N°107). Existen algunas esquinas de la ciudad en las que el “genio del lugar” no permite que se instale una función diferente, a pesar de que cambie su propietario. Es el caso de la esquina de Bustamante con San Martín, frente a la Plaza Echaurren (N°21). Allí se puso en 1846 la botica francesa, en 1876 había allí una botica inglesa y en 1928 se instalaba la “Farmacia y Droguería Alemana” o farmacias “Knop”.

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The “Calchona” To make the three-day trip between the port and Santiago easier, a service of sad little two-seater, two-wheel coaches was provided. There was no coachman, but rather a rider (postillón) who skillfully controlled both horses from a saddle mounted on one of them. He’d trundle along singing or smoking a cigarette made of corn husks, a knife in his belt. The rest of his costume included a straw hat (chupalla) and a handkerchief, which covered the back of his neck, a short jacket, a poncho and spurs. The coach was also responsible for the mail, in the small space allotted to baggage, which was carried by mules trotting along in front, guided by a boy and an overseer, who were responsible for the whole lot. The crest of the Lo Prado hill, with 28 twists and turns along steep cliffs, was a major test for the rider’s skills and the passengers’ nerves. In mid-1840, the French immigrant, Vigoroux, would create a four-seater service, reducing the trip to one day. “The black coaches left Valparaiso at six in the morning, stopping for an hour in Casablanca and 30 minutes in Curacaví, before arriving in the capital at nightfall. The journey involved 14 hours of bumps and dust: a tougher test of resistance than the two- or three-day journey with lodging and long stops. But this was the express service of the period, and businessmen battled to reserve a ticket in the few coaches available.”1 The road saw a constant coming and going of mules, horses, carts and, at night, bonfires burned all the way along the road. On 14 September 1863, from one day to the next, the road was abandoned in favor of the newly inaugurated railway. During the 1866 war, part of the old cart road, the Camino de las Carretas, had been built to provide access to the powder houses, and to this day this road is called the Spanish equivalent of “gunpowder way”, Camino de la Pólvora.

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La ¨Calchona¨ Con el fin de facilitar los tres días de viaje que unían el puerto con Santiago, corría por este camino un servicio de lamentables birlochos de dos ruedas y dos asiento. No llevaba cochero, sino un postillón que manejaba con destreza la pareja de caballos desde la montura de uno de ellos. Iba canturreando o fumando un cigarrillo envuelto en hojas de “choclo” (maíz) con un cuchillo a la cintura. El resto de su atuendo lo componía una “chupalla” (sombrero de paja) sobre un pañuelo que cubría el cuello por detrás, chaqueta corta, poncho al hombro y espuelas. El birlocho también servía de correo, ocupando el poco espacio disponible para el equipaje, el cual debía ser trasladado por mulas que trotaban delante del coche, guiadas por un mozo y un capataz, responsable de la comitiva. La cuesta de Lo Prado, con sus veintiocho vueltas junto a precipicios vertiginosos, resultaban una prueba para el postillón y los nervios de los pasajeros. A mediados de la década de 1840, el inmigrante francés Vigoroux instauraría un servicio de diligencias con coches de cuatro asientos, reduciendo el viaje a, tan sólo, una jornada. “Los negros coches de trompa salían de Valparaíso a las seis de la mañana, parando una hora en Casablanca y treinta minutos en Curacaví, para llegar a la capital al caer la noche. Eran catorce horas dando tumbos y tragando tierra: prueba de resistencia más dura que el viaje de dos o tres días con alojamiento y largas paradas. Pero ése era el expreso de la época y los hombres de negocios se disputaban la reserva de pasajes en los escasos coches disponibles.”33 El camino era por ese entonces un eterno ir y venir de mulas, caballos y carros y, en las noches, ardían fogatas a lo largo del camino. El 14 de septiembre de 1863, de un día para otro, este camino quedaría despoblado al inaugurarse el ferrocarril. En la guerra de 1866 se reconstruyó parte del viejo “Camino de las Carretas” para dar acceso a los polvorines, en lo que hasta nuestros días se denomina camino de la Pólvora.

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The Port’s Grand Hotels No sooner had the cannons of Lircay ceased to resound then foreign governments established their consuls in Valparaiso. City maps circulating worldwide revealed their location and that of the main hotels. More than 80 first rate hotels flourished between 1830 and 1910, more than one per year. As the boom peaked, more than 30 started up at the same time, all of them offering attention in several languages. The era of the port’s grand hotels began with the Hotel Aubry (Nº78). Established in 1830, in De la Aduana Street (N°77), its owner French, as was common at the time. Its guests included Flora Tristán, an early socialist thinker and the maternal grandmother of the painter Paul Gauguin. In August 833, Flora considered Valparaiso French, given the number of French speakers. The hotel was on the beach and had a lovely view of the sea. Furnished partly in the French and partly in the English style, this hotel burned down in 1882 and the Bank of Valparaiso, today the Bank of Chile, took its place, occupying a building designed by Juan Eduardo Fehrmann. In 1857, on Cabo (Esmeralda) Street, just before Plaza del Orden, the Hotel Dimmier (N°109) opened, with a splendid view of the harbor. When it was taken over by an English firm its name became Hotel Donnay. The Hotel Colón (N°106), also on Cabo Street, opened in 1864 under the administration of Guillermo Jenkins. The actress, Sara Bernhardt, stayed there when she visited Valparaiso to act in the second play offered by the Victory Theater (Gran Teatro de la Victoria), in 1886. Hotel life was very active on Serrano Street (N°28): in 1870 the Hotel Oddó opened, today the Garden Hotel; in 1897 the Hotel Rolfs appeared, in a building used today by the University de Los Lagos; in 1907, the Hotel Cecil (Bar la Playa) and the Hotel Reina Victoria (N°55), both designed by the architect, Esteban Orlando Harrington. Behind the latter, across a small passageway, was the Hotel Inglés, on a lot that today belongs to Plaza Sotomayor. Across the road, on Cochrane Street, the Hotel Bunot opened in 1865, famous for its food and comfort. On Blanco Street, the Hotel Palace had opened by 1905, also designed by Harrington. The building survived until the 1985 earthquake. The Almendral also had its famous hotels, especially the Liguria, on Pedro Montt Street, famous for its official banquets, from 1905 on. The top hotel in the city was the Hotel Royal (N°105), also by Harrington. It opened in 1898 and was considered the best hotel on the Pacific Coast from Panama to Punta Arenas. It was built on the foundations of the Hotel France, which burned down in 1894.

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Los grandes hoteles porteños Apenas se habían apagado los cañones de Lircay, cuando todos los estados tenían representación consular en Valparaíso. Los planos de la ciudad que circulaban por el mundo, indicaban el emplazamiento de ellos, y la ubicación de los principales hoteles. Florecieron más de 80 hoteles de categoría entre 1830 y 1910, es decir, más de uno por año. En el momento de mayor auge, llegaron a funcionar simultáneamente alrededor de treinta, y todos ellos anunciaban atención en varios idiomas. La era de los grandes hoteles porteños se inauguró con el Hotel Aubry (Nº78). Establecido en 1830, en Calle de la Aduana (N°77), como en la mayoría de los casos, sería de una propietaria francesa. Entre sus huéspedes se cuenta Flora Tristán, precursora del pensamiento socialista y abuela materna de Paul Gaugin. En agosto de 1833, Flora decía que le parecía estar llegando a una ciudad francesa por la cantidad de personas que le hablaban en su idioma. Cuenta que el hotel estaba junto a la playa y tenía una hermosa habitación con vista al mar, amoblada medio a la francesa, medio a la inglesa. Este hotel se incendió en 1882 y en su lugar se construiría, diez años después, el Banco de Valparaíso, hoy Banco de Chile, obra de Juan Eduardo Fehrmann. En la calle del Cabo (Esmeralda), al llegar a la Plaza del Orden, se estableció en 1857 el Hotel Dimmier(N°109), que se anunciaba con una espléndida vista a la bahía. Al cambiar su administración a propietarios ingleses, se llamaría Hotel Donnay. El Hotel Colón (N°106), también en la calle del Cabo, se estableció en 1864 por obra del empresario Guillermo Jenkins. Allí alojó Sara Bernhardt, ilustre actriz que llegó a Valparaíso con motivo del segundo espectáculo que ofreció el Gran Teatro de la Victoria en 1886. Particularmente intensiva era la vida hotelera de calle Serrano (N°28), donde en 1870 se abrió el Hotel Oddó, actualmente Garden Hotel. También se instaló allí, en 1897, el Hotel Rolfs, edificio actualmente ocupado por la Universidad de Los Lagos. Del arquitecto Esteban Orlado Harrington fueron los edificios del Hotel Cecil (Bar la Playa) y del Hotel Reina Victoria (N°55), ambos de 1907. Delante de este último y separado por un pequeño pasaje, se emplazaba el Hotel Inglés, en terrenos que hoy forman parte de la Plaza Sotomayor. Frente a él, por la calle Cochrane se estableció en 1865 el Hotel Bunot, famoso por su gastronomía y su comodidad. En calle Blanco, ya en 1905, funcionaba el Hotel Palace, obra de Harrington, cuyo edificio sobrevivió hasta el terremoto de 1985. Y no podría faltar algún famoso hotel en el Almendral como el Hotel Liguria en calle Victoria, actual Pedro Montt, famoso por sus banquetes oficiales a partir de 1905. Pero ninguno llegaría a superar al Hotel Royal (N°105), obra del arquitecto Esteban Orlado Harrington. Abrió sus puertas en 1898 y llegó a ser considerado el mejor hotel de la costa del Pacífico, entre Panamá y Punta Arenas. Estaba construido sobre los cimientos del Hotel France, que se había incendiado en 1894.

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A Growing City In 1810, Valparaiso Vicuña Mackenna considered Valparaiso a wee village (lugarejo) with 5000 inhabitants. By the 1822 earthquake, the population had tripled, despite the difficulties hampering trade, due to the war for independence and the viceroy’s defense of Spain’s interests. By 1831, the city’s population had reached 24,000 and Ruschenberger said it “had progressed more quickly than any other city on this side of Cape Horn”2 Valparaiso had become Chile’s second largest city and by 1856 its population was approaching 52,500, compared to Santiago’s 90,000. In this context, the decades that followed brought urbanization in every which way. The old San Jose castle (N°33 and N°35), destroyed by the 1822 earthquake, remained in ruins for years. With the Republic, this infrastructure seemed unnecessary and in 1840, the fort’s site was subdivided and sold off at auction. The foreign communities reaching Valparaiso preferred the Concepción and Alegre hills. English immigrants were the first to settle on Concepción hill, building the Anglican St. Paul chapel in 1858, while settlement expanded throughout the second half of the century. In 1877, the MacKay school, belonging to Valparaiso’s Artizan School Society opened in the Quinta Los Olivos on Alegre hill. The German community built its own school, founded 20 years earlier, on the “English hill” (Concepción) in 1870, and a Lutheran church. By then, the Atkinson promenade (Paseo Atkinson) and Papudo had been built. The city had experienced its first growth toward the sea by the mid-19th century. In 1848, the engineer Augusto Charme ordered the fill necessary to build government warehouses on lands now occupied by Valparaiso’s port authority, the Empresa Portuaria de Valparaiso (N°8), using material from the Artill-

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Ciudad que crece El Valparaíso de 1810 era calificado por Vicuña Mackenna como un “lugarejo” con 5.000 habitantes. Al momento del terremoto de 1822, la población se había triplicado, a pesar de las dificultades que debió enfrentar el comercio como consecuencia de la guerra de la independencia y la defensa hecha por el virrey de los intereses coloniales. Esta tendencia continuaría en aumento, de suerte que contaría con 24 mil personas en 1831; año en el cual Ruschenberger afirmaba que había “progresado más rápidamente que cualquiera otra ciudad de este lado del Cabo de Hornos”37 . Valparaíso se había conv ertido en la segunda ciudad en tamaño de la República, y en 1856 bordeaba las 52.500 habitantes, mientras Santiago alcanzaba las 90.000. En tales circunstancias, esta ciudad comprimida entre los taludes y la playa, debió incorporar terrenos urbanizables en todas las direcciones. El viejo Castillo de San José (N°33 y N°35), una vez destruido por el sismo de 1822, permaneció en ruinas por varios años. Con la instalación de la República aparecía como innecesaria una infraestructura defensiva de este tipo. Por lo cual, en 1840 el amplio terreno de la fortaleza se subdividió en lotes que se enajenaron en subasta pública. Las comunidades extranjeras que llegaban a Valparaíso, se instalaron preferentemente en los Cerros Concepción y Alegre. La inmigración inglesa fue la primera en avecindarse en el cerro Concepción, donde en 1858 construyó la capilla anglicana de Saint Paul. Poco a poco proliferaban en el “Cerro de los Ingleses” las nuevas tipologías de vivienda que incorporaban nuevas tipologías, en las comenzaba a hacerse extensivo el uso del antejardín. En 1870 la comunidad alemana trasladó a este cerro su colegio y siete años más tarde se instaló en la Quinta Los Olivos del Cerro Alegre el colegio MacKay, proveniente del Valparaíso Artizan School Society. En 1832 se dinamitó el peñón que obstruía el paso desde el puerto al Almendral (N°101) y se construyó la calle del Cabo (actual Esmeralda). Ni los quince años que tardó en ser pavimentada, ni la leyenda del “Chivato” que atacaba a los

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eria hill. However, this alone does not explain all the growth along the coast between the Juan Gomez ravine (N°8) and the Peñón del Cabo (N°101), which involved a new line of buildings, consolidating what is today Cochrane Street and pushing the coastal road toward what is today Blanco Street. This new area may have been the result of the ballast discharged on the shore, reflecting a sharp rise in port movements at the time, along with material from the Peñón del Cabo and demolitions along the cliffs. In 1832 the rock blocking the path from the port to Almendral was blown up and Cabo (today Esmeralda) Street was built. The 15 years it took to get paved and the legend of the Devil (Chivato) that attacked passersby were not enough to prevent it from becoming a major thoroughfare, favored by consulates and some important hotels.

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Ciudad que crece

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transeúntes que la atravesaban, fueron suficientes para que esta calle se fuera vitalizando hasta convertirse en el emplazamiento preferente de los consulados extranjeros y algunos importantes hoteles. Antes de mediar el siglo XIX, se produjo el primer crecimiento de la ciudad hacia el mar. Consta que, en 1848, se encomendaron al ingeniero Augusto Charme los rellenos para construir los almacenes fiscales en los terrenos hoy ocupados por las oficinas de la Empresa Portuaria de Valparaíso (N°8), lo que se hizo con material extraído del cerro Artillería. Sin embargo, ese dato no es suficiente para explicar el enorme crecimiento que tuvo toda la costaentre la quebrada de Juan Gómez (N°8) y el Peñón del Cabo (N°101), sector en el cual se construyó una nueva hilera de edificaciones, consolidando la actual calle Cochrane, desplazando la costanera al actual trazado de calle Blanco. Posiblemente, esto se llevó a cabo por acumulación de material de lastre que se fue descargando en la orilla debido al fuerte incremento del movimiento portuario de ese período, a lo cual se habría sumado el material extraído del Peñón del Cabo y otras demoliciones de laderas, proceso que habría durado varias décadas. Julio Subercaseaux contaba que en sus veraneos de infancia en el palacio Rivera (N°29), veía como se iba consolidando la calle Cochrane a comienzo de la década de 1870.

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Growth Toward Almendral The destruction of the rocky outcrop known as the Peñón del Cabo (Nº101) extended the city limits. In 1851, a decree from the mayor officially created Plaza del Orden (N°108) in the area where there were some sealers’ huts. Early on, the La Unión farmacy (N° 111) appeared, its first floor of brick and the upper floor, for rent, of wood.This building, daring for its time, employed the baloon-frame technique, fresh from California, perhaps promoted by engineers such as the American John Brown. Later, it may have been Brown himself who participated in building a third floor, using the same technique. The engineer lived in the heights of a neighboring building, where the Café Riquet (N°110) is today. It was built in 1861 along with its twin building, the poet’s cafe (Café del Poeta).

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Crecimiento hacia el Almendral La apertura del Peñón del Cabo (Nº101) permitió consolidar una nueva plaza en terrenos que hasta entonces eran percibidos como los extramuros de la ciudad. En 1851 un decreto alcaldicio creó oficialmente la Plaza del Orden (N°108) en la zona donde había unas chozas de pescadores de lobos marinos. Muy tempranamente, junto a ella, aparecía la Botica La Unión (N° 111). Se trataba de un edificio vanguardista, cuya planta baja era de albañilería y el piso superior, destinado a la renta, de madera. En él se incorporaba la nueva técnica de baloom frame, que llegaba desde California y que, posiblemente, ingenieros como el norteamericano John Brown promovían. Tal vez también fue Brown, quien, años más tarde, participó en la construcción de un tercer piso, utilizando la misma tecnología. El ingeniero vivía justamente en los altos del edificio vecino, en el cual hasta nuestros días se encuentra el Café Riquet (N°110), que fue construido en 1861 junto a su edificio vecino (Café del Poeta). Pero, dinamitar el viejo Peñón del Cabo significó, sobre todo, que el Almendral se integrara en una planta urbana única con el puerto. La inmensa oferta de suelo urbano que se abría en este nuevo sector, permitía localizar las nuevas actividades que requerían de grandes terrenos. En 1822 la administración del hospital San Juan de Dios había pasado de los hermanos hospitalarios a una junta local de beneficencia que dependía del Intendente. Las epidemias, particularmente la de 1831, obligaron a pensar en trasladarlo a un lugar más apartado, y se decidió, llevar dicho centro hospitalario a los terrenos que hasta hoy ocupa el Hospital van Buren en calle Colón. Posteriormente, la administración se entregaría a las hermanas de San Vicente de Paul. En 1834, cuatro religiosos franceses de la Congregación del Sagrado Corazón que se dirigían a Oceanía, terminaron por quedarse en este puerto. Tres años más tarde, obtuvieron la autorización para instalar el primer colegio particular de Chile. El Colegio de los Padres Franceses inicialmente funcionó en las inmediaciones de la plaza San Francisco (Nº19) y en 1840 se trasladaron al Almendral. Iglesia Espiritu Santo En 1868 encargaron a Luciano Henaut Antonio Viladons, 1949 Colección Museo Baburizza la construcción de la iglesia y la escueEn 1844 se construyó el cuerpo de naves de la la de la congregación (Nº169), la cual iglesia de los Agustinos, obra del arquitecto Pedro llegaría a ser uno de los elementos arClusseau, ubicada frente a la Plaza Victoria (esquina quitectónicos más representativos del de calle Molina). No contó con campanario hasta barrio y uno de los más prestigiosos que, en 1855, se le agregó una desmesurada torre colegios de la ciudad.

proyectada por Estaban Silva. En 1871 se disuelve el convento y al año siguiente se crea la parroquia del Espíritu Santo, la que en 1880 sería remodelada por Fermín Vivaceta. La fotografía captada en 1900 por Harry Olds muestra la fachada y la torre que constituirían la obra póstuma de Vivaceta. En 1972, se demuele definitivamente la iglesia y, en los años siguientes, se construye un edificio de viviendas.

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Above all, blowing up the old rock brought Almendral into the center of the port’s urban fabric. It quickly ceased to be a quiet rural square and became the city’s fashionable center. The Agustinos moved there and a large theatre was built, which rented out space to the newly created German school. Today it forms part of the city core, along with the Plaza de Orrego, now called Plaza de la Victoria (N°152) in honor of Chile’s victory at Yungay. The huge supply of urban lands opened up in the Almendral made it possible to relocate many activities. In 1822, management of the San Juan de Dios hospital had moved from the brothers to a local charity supervised by the regional government. Epidemics, particularly in 1831, made a more distant location attractive, and it was moved to the lands occupied to this day by the Hospital Van Buren on Colon Street. Later, its management would go to the nuns of Saint Vincent de Paul. The first public space for entertainment, meetings and simply strutting one’s stuff was the Abadie garden (Nº170). In 1845, the owner rented it to a Frenchman, Abadie, who opened it up as a promenade where concerts were held. The port’s high society paid to enter and stroll, show off and generally enjoy the elegant setting. On the other side of its fence,Victoria Street (Pedro Montt) bustled with carts, donkeys and water carriers, as in any other city. Ten years later, the city government purchased it, turned it into the municipal garden and opened it up to the community in general. In 1823, once their monastery was expropriated to build the Teatro Cómico (Nº46), the Augustine monks moved to their old kitchen gardens near Plaza Orrego (Nº152). In 1844, they built the nave for their new church across from the Plaza, now called Victoria, creating a corner at Molina Street. Designed by the architect Pedro Clusseau it had no bell tower until 1855, when a huge one designed by Esteban Silva was added. In 1871, the monastery closed and the next year the holy spirit complex (Espíritu Santo) arrived, only to be remodeled in 1880 by Fermín Vivaceta, becoming a posthumous work. In 1972, it was demolished and an apartment building was built in its place. In 1834, the Sacred Heart congregation had also reached the city and in 1868 Luciano Henaut designed a church and school (Nº169), which would come to symbolize the neighborhood. Around the spring “of delights” (Estero de las Delicias) a major road, perpendicular to the sea, went in and a new district created, with the arrival of the Jesuits in 1850

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Crecimiento hacia el Almendral

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El primer espacio público de esparcimiento, encuentro y lucimiento social fue el jardín de Abadie (Nº170). En 1845 el propietario de ese terreno se lo arrendó a un francés de ese apellido, quien lo abrió como un paseo donde se realizaban conciertos. La sociedad porteña pagaba por entrar a este lugar para pasearse, exhibirse y encontrarse en un entorno de elegancia. Fuera de las rejas, la calle de la Victoria (Pedro Montt) debe haber bullido de carros, burros y aguateros como cualquier otra de la ciudad. Diez años más tarde, la Municipalidad lo adquirió y pasó a denominarse Jardín Municipal, abriéndolo a la comunidad en forma gratuita. Emplazada ahora en medio del tejido urbano, la plaza de Orrego, había pasado a llamarse Plaza de la Victoria (N°152) en honor al triunfo chileno en Yungay. Dejaba de ser una plaza campestre para convertirse en el sitio de moda de la ciudad. En 1844 se construía allí el más imponente teatro de Valparaíso y se instalaban los monjes Agustinos, que tras la expropiación de su convento en 1823 (Nº46), se habían mudado a sus antiguas chacras en el Almendral. El cuerpo de naves de su nueva iglesia, que enfrentaba la Plaza de la Victoria en la esquina con calle Molina, fue obra del arquitecto Pedro Clusseau y no contó con campanario hasta que, en 1855, se le agregó una desmesurada torre, proyectada por Estaban Silva. En 1871 se disolvió el convento y al año siguiente se creó la parroquia del Espíritu Santo, la que, nueve años más tarde, sería remodelada por Fermín Vivaceta, siendo ésta su obra póstuma. Sobrevivió hasta 1972, fecha en la que fue demolida. Posteriormente, se construyó en su lugar un edificio de viviendas. En el extremo del Almendral, en torno al Estero de las Delicias, se consolidaba un importante eje vial perpendicular al mar, junto al cual se organizaba un nuevo barrio a partir de la instalación de la Compañía de Jesús, que en 1850 estaba de regreso en la ciudad.

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Egalitarians, Reformers, Radicals, Masons and Firefighters Toward the middle of the 19th century, Chile’s ruling elite had grown beyond the original Spanish-Basque landowners living in Santiago. A plutocracy whose fortunes depended on new sources of wealth from trade, mining and financial activities, this group was becoming enormously influential. The families were descended from Catalonian, English, Italian and French immigrants from Valparaiso and the northern mining cities, who rapidly married into the traditional aristocracy.Their main leaders were gifted with entrepreneurial vision and innovative spirits, and they did not identify with the ideas prevailing among the traditional aristocracy, about preserving the relationship between church and state inherited from the colony. Over time they would become leaders of a new generation within the conservative administration, more technified and efficient. Others would develop liberal thinking more consistently and develop the esprit de corps that was missing. A new movement of rationalists, lay people, democrats and egalitarians began to spring up in the heart of a literary society created in 1842. They represented the most advanced wing of liberalism and harshly criticized the Portalian state. In 1844, when the courts condemned Francisco Bilbao for blasphemy and heresy for his article on Chilean society (La Sociabilidad Chilena), society members paid the fine and carried him home a hero, on their shoulders. Shortly thereafter, Bilbao arrived in Valparaiso, where he worked as an editor with the trade gazette (Gaceta del Comercio) until leaving for Paris the next year. Five years later he returned, bringing suitcases full of Paris 1848. In Santiago he created the equality society, Sociedad de la Igualdad, around a group of trades people and intellectuals. In Valparaiso the society became the center for activism against the conservative regime. At the same time, urban trades people started to express more political opinions, generally under the leadership of the liberals and raising demands against authoritarianism, centralism and in favor of more open elections. In 1846,Valparaiso’s trades people, led by Félix Vicuña, staged their first mutiny, resulting in 22 dead. In October 1851, as a result of the uprising against Manuel Montt’s government in Santiago, a new mutiny broke out in the port, which proved more serious than a similar outbreak in the capital. With the defeat of this rebellion, Bilbao had to hide out in Valparaiso for three months before leaving for Lima. He never returned. In 1850, French immigrants founded the first Mason’s lodge in Chile, in Valparaiso. They called it the Star of the Pacific, L’Etoile du Pacifique. Three years later, the fraternal union, Unión Fraternal was created, a completely Chilean lodge composed of port intellectuals and some Argentine exiles. Some Americans later created a third lodge in the port. Altogether the three had as many as 150 members and by 1862 all were independent of French supervision. In 1868, headed by the senator Ramón Allende Padín, the port masons created the Blas Cuevas school on Cordillera hill, Chile’s first lay school. Toward the decade’s end, on Victoria Street (today Pedro Montt), Fermín Vivaceta designed and built the Masonic temple, which was destroyed in the 1906 earthquake. Toward the end of the 1950s, California and Australia were producing their own wheat and therefore stopped importing Chile’s. Around the same time, the Chañarcillo mine started to run out of

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Igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos Hacia mediados del siglo XIX, la clase dirigente chilena no sólo estaba conformada por los grandes terratenientes de origen castellano-vasco, residentes en Santiago. Creciente influencia habían ido adquiriendo una plutocracia, cuya fortuna se sustentaba en las nuevas fuentes de riqueza, como el comercio, la minería, y la actividad financiera. Se trataba de familias de ascendencia catalana, inglesa, italiana o francesa, provenientes de Valparaíso o las ciudades mineras del norte, que rápidamente establecerían lazos familiares con la aristocracia tradicional. Sus principales representantes estaban dotados de una mayor visión empresarial y espíritu innovador, y eran ajenos a las ideas predominantes en la aristocracia, de preservar la relación entre Iglesia y Estado heredada de la colonia. Algunos de ellos se destacarían como líderes de la nueva generación dentro de la administración conservadora, más tecnificados y eficientes. Otros, le darían al pensamiento liberal cierta coherencia y sentido de cuerpo del que carecía.

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ore and Chile’s first economic crisis began. In the context of the tension already existing between reformers and conservatives, the 1859 rebellions occurred, leaving Valparaiso’s regional governor dead by assassination. Years later a political party would appear, the result of this lay, reformist, rationalist and egalitarian movement, associated with the masons and whose members, inevitably, joined the firefighters. Initially the Radical Party, Partido Radical, was the expression of the mining and trade plutocracy, but it would steadily adopt the ideas of social justice and become a major representative of the middle classes as they became more political involved in the middle of the 20th century.

Revueltas de 1859 / The 1859 rebellions A comienzos de 1859, se levantó en armas en contra del gobierno de Montt en la ciudad de Copiapó el caudillo liberal nortino Pedro León Gallo, quien, inicialmente, contaba con la simpatía de los liberales y una facción conservadora. Fue derrotado. Sin embargo, seis meses después en Valparaíso aún no se apaciguaban los ánimos. El 18 de septiembre, después de un Te Deum de fiestas patrias, el Intendente nombrado quince días antes, fue asesinado a la salida de la Iglesia de La Matriz.

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In early 1859, the northern leader Pedro Leon Gallo rose up in arms against the government of Montt, in Copiapo. Initially he enjoyed the support of the liberals and a conservative faction. He was defeated but even six months later, Valparaiso refused to settle down. On 18 September, after a Te Deum celebrating Chile’s national Independence Day, the regional governor, who had been appointed just 15 days earlier, was assassinated as he left the Matriz church.


Igualitarios, reformistas, radicales,...

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En el seno de “La Sociedad Literaria” creada en 1842, comenzó a gestarse un nuevo movimiento de individuos racionalistas, laicos, democráticos e igualitarios. Representaban el ala más extrema de liberalismo, criticaban duramente el Estado Portaliano. Cuando en 1844 una corte condenó por blasfemia e inmoralidad a Francisco Bilbao por su escrito “La Sociabilidad Chilena”, los miembros de “La Sociedad” pagaron la multa y lo trasladaron sobre los hombros como un héroe hasta su casa. Al poco tiempo, Bilbao llegaba a Valparaíso, donde se desempeñó como redactor de la “Gaceta del Comercio” hasta el año siguiente cuando se trasladó a Paris. Al cabo de cinco años regresaba a este puerto, trayendo en su equipaje la experiencia del Paris de 1848. En Santiago creó “La Sociedad de la Igualdad”, en torno a la cual se agruparon artesanos e intelectuales. En Valparaíso ésta agrupación fue el centro de activismo de los opositores al régimen conservador. En la misma época el artesanado urbano comenzaba a expresarse con mayor frecuencia en la arena política, por lo general bajo el liderazgo de los liberales y enarbolando las mismas demandas, en contra el autoritarismo y el centralismo, y a favor de mayor apertura electoral. Ya en 1846, los artesanos de Valparaíso bajo al conducción de Félix Vicuña, habían hecho un primer motín, del cual habían resultado 22 trabajadores muertos. En octubre de 1851, como consecuencia del levantamiento en contra del gobierno de Manuel Montt ocurrido en Santiago, se desencadenó un nuevo motín en el puerto, de mayores proporciones que el de la capital. Tras la derrota de esta rebelión, Bilbao estuvo oculto durante tres meses en Valparaíso antes de partir a Lima. En el resto de su vida no regresaría a Chile. Por su parte, en 1850 un grupo de inmigrantes franceses había fundado en Valparaíso la primera Logia Masónica de Chile, denominada “L’Etoile du Pacifique”. Tres años después, se creó la “Unión Fraternal”, una logia propiamente chilena en la que participaban destacados intelectuales porteños y algunos exiliados argentinos. Posteriormente, un grupo de norteamericanos avecindados en este puerto, creaba una tercera Logia Masónica. Entre las tres llegaron a tener más de 150 integrantes y hacia 1862 se independizaron de la tutela francesa. En 1868, la masonería porteña, encabezada por el senador Ramón Allende Padín, dio origen en el cerro Cordillera a la Escuela Blas Cuevas, primera escuela laica de Chile. En la calle Victoria (actual Pedro Montt), Fermín Vivaceta proyectó y construyó a finales de la década de 1870 el gran templo masónico, el cual resultó destruido en el terremoto de 1906. Hacia finales de la década del 50, California y Australia ya habían desarrollado su propia capacidad productiva y dejaban de importar trigo chileno. Por la misma época, el mineral de Chañarcillo comenzó a dar señas de agotamiento y se desencadenaba la primera crisis de la historia económica de Chile. Esta crisis, en el marco de la tensión entre los reformistas y los conservadores, deviene en las revueltas de 1859, que dejarían por saldo el asesinato del intendente de Valparaíso. Años más tarde surgirá un partido político, fruto de este movimiento laico, reformista, racionalista e igualitario, vinculado con la masonería, y cuyos miembros, invariablemente, se alistarían en el voluntariado de bomberos. Originalmente el Partido Radical fue expresión de la plutocracia minera y comercial, pero irá adoptando progresivamente un ideario de justicia social y se convertirá en la primera mitad del siglo siguiente, en el gran representante de las capas medias que ingresarán en la política.

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Religious Tolerance Many years and many disputes later, Santiago’s ruling elite finally began to accept more religious tolerance in Chile. In Valparaiso, however, this was already a reality in the early years of the republic. In 1819, one year before the act of Independence,Valparaiso already had a protestant cemetery (N° 117). When the conservative 1833 constitution prohibited the public exercise of any religion other than Roman Catholicism, a Protestant church had been functioning legally in the port for eight years. In a town with growing English, German and Jewish immigration, this prohibition was never respected. It’s not completely certain, but apparently by mid-century there were two Protestant chapels, one on De la Aduana Street (N°77), next to the Hotel Aubry (Nº78) and the other on the Alegre hill (near today’s Lautaro Rosas Street) and in 1858, the English colony built the Anglican church (N°96) on Concepción Hill. Following the shape of a large warehouse or stable, on a large privately owned lot, the church was larger than a typical residence, with no towers or tiers: the architect had designed a splendid, undercover, structure. The fact that this simple space was used as a meeting place for individuals and not for storage was treated as the owner’s private business and was neither tolerated nor repressed by the authorities. Nationally, a minor incident involving a sacristan filing a complaint in the courts against a sanction from the church hierarchy touched off a major debate over the relations between church and state, which split the governing party and placed political demands for freedom of religion center stage. Finally, in 1865 and despite opposition from the clergy and the conservatives, a law interpreting the Constitution was passed, which allowed other religions to practice in private buildings. In this land of constant compromises no other solution was possible, leaving liberal sectors with a partial victory. The new law permitted the building in 1867 of a Lutheran chapel (N° 98) a few blocks from the Anglican temple, with a small, two-tiered tower.

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La tolerancia de los credos Muchos años y muchas disputas tendrían que transcurrir en el seno de la clase dirigente santiaguina hasta que, finalmente, se impusiera la tolerancia religiosa en Chile. En Valparaíso, en cambio, ya era un hecho desde los albores de la república. En 1819, un año después de firmarse el acta de Independencia, ya se había autorizado en este puerto el primer cementerio protestante (N° 117). Cuando la Constitución conservadora de 1833 excluyó el ejercicio público de cualquier religión distinta a la católica, desde hacía ocho años que en Valparaíso funcionaba una iglesia protestante con plena autorización de la autoridad. En esta ciudad, con una creciente inmigración inglesa, alemana y judía, fue un hecho público y notorio que esta prohibición no se cumplía. Algunos antecedentes indican que, al parecer, antes de mediar de siglo había dos capillas protestantes, una en la Calle de la Aduana (N°77), junto al Hotel Aubry (Nº78) y otra, en el cerro Alegre (aproximadamente en la actual calle Lautaro Rosas). En 1858, la colonia inglesa erigió la Iglesia Anglicana (N°96) en el Cerro Concepción. Adoptó la tipología de un gran galpón, un gran recinto de propiedad particular, un volumen sólo algo mayor que una residencia, sin torres, sin gradas, lo cual permitió a William Lloyd diseñar un espléndida estructura de cubierta. El hecho que en este simple volumen se usara como sitio de reunión de personas con una finalidad de culto, y no como bodega era entendido como un asunto de responsabilidad del propietario, que la autoridad ni toleraba ni reprimía. En la escena nacional, por su parte, el cambio decisivo lo provocó un incidente menor, con respecto al reclamo de un sacristán frente a la justicia ordinaria ante una sanción de la autoridad eclesiástica. A partir de ese hecho, se abrirá una discusión sobre al rol y las relaciones entre Estado e Iglesia que terminarían por quebrar el partido gobernante y poner en el centro de las demandas políticas la libertad de culto. No fue sino hasta 1865, que se aprobó, con la oposición del clero y los conservadores, una ley interpretativa de la Constitución que permitió practicar otros cultos dentro de recintos de edificios de propiedades particulares. No podía resolverse de otro modo el asunto en esta tierra de empates, sino como un triunfo a medias de los sectores liberales. Pero el hecho es que, en virtud de esta nueva legislación, se pudo construir en 1897 la Capilla Luterana (N° 98) a pocas cuadras del templo anglicano, esta vez con una pequeña torre y dos gradas.

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A Bombing and a People in the Amphitheater Xxxxxxxxxxx xxxxxx xxx

Guerra contra España En abril de 1863, pasó por Valparaíso rumbo al Perú, una expedición científica española escoltada por tres navíos de guerra. En ese país, el vicealmirante a cargo de la flota, intentó intervenir en un incidente que había terminado con la muerte de un ciudadano español y otros cuatro heridos, actitud que fue rechazada por las autoridades peruanas por considerar que se trataba de un asunto interno. Las conversaciones se complicaron al mezclarse con otros asuntos, como una antigua deuda impaga que España reclamaba a su antiguo virreinato, al que aún no había reconocido como república independiente después de 45 años. El envío desde Europa de un delegado colonial, en lugar de un embajador plenipotenciario, terminaron por hacer fracasar las negociaciones y la flota española impuso un bloqueo al Callao y ocupó las islas guaneras de Chincha, de las cuales Perú obtenía importantes riquezas. La causa peruana comenzó a despertar sentimientos de solidaridad en Chile y en 188 VALPARAISO AN ARCHITECTURAL GUIDE

otras naciones del continente y, al llegar otras naves españolas a abastecerse de carbón a Valparaíso, las autoridades del puerto se negaron a proporcionarlo, hecho que provocó un reclamo formal de España. No obstante su actitud conciliatoria inicial, las desmesuradas exigencias hechas por el almirante español José Manuel Pareja, terminaron por decidir al gobierno chileno a declarar la guerra. Ante la falta de tropas españolas suficientes, como para intentar un desembarco, la expedición ibérica intentó imponer un bloqueo en los principales puertos chilenos, lo que resultaba imposible dada la longitud de la costa de Chile. Después de bombardear Valparaíso en marzo de 1866, las naves españolas partieron rumbo al Perú con el fin de repetir la acción en el Callao. Sin embargo, gracias a las mejores condiciones de defensa de ese puerto, los peruanos consiguieron hacer un grave daño a la flota ibérica, la cual terminaría regresando a España derrotada.


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Un bombardeo en la escena, un pueblo en el anfitetatro La crisis del ‘59 no sería la única gran dificultad económica que sufriría Valparaíso. En 1865 estalló una disparatada guerra contra España, que se tradujo en un bloqueo del puerto que tuvo efectos demoledores sobre la economía de la ciudad. En marzo de 1866, tras seis meses de hostilidades, Valparaíso fue bombardeado durante dos horas y media, 2.600 proyectiles, sin contar con un solo cañón para defenderse. Los más afectados fueron los sufrieron los edificios del borde costero y particularmente las bodegas. La Bolsa de Comercio, en cambio, recibió proyectiles que la atravesaron hasta la plaza Sotomayor sin generar estropicios mayores. Los daños en la ciudad fueron avaluados en 3.5 veces el costo total de la expedición libertadora del Perú. Antes de marcharse, la flota española destruyó 33 naves mercantes, arruinando la flota comercial más grande de América Latina. Cuando el bombardeo era inminente, Carlos Flachs, un marino alemán avecindado en Valparaíso, propuso atacar bajo el agua a la flota española usando su “buque cigarro”, como llamaba a un submarino que había mandado fabricar en las maestranzas porteñas. Entusiasmado en distinguirse por la patria de sus hijos, el alucinado inventor germano hizo las pruebas pertinentes. En el segundo intento consiguió dar un paseo cerca de la orilla sin hundirse completamente, lo que lo entusiasmó a aventurarse a las profundidades de la bahía. Nunca consiguieron encontrar rastro alguno de Flachs y su tripulación formada por nueve marinos de diversas nacionalidades, entre los que se contaba su hijo de veinte años. Simultáneamente, Monturiol sumergía en las aguas de la bahía de Barcelona su Ictinos I y II, y un año después del naufragio de Flachs, su proyecto para desarrollar la navegación submarina se desmoronaba ante la falta de financiamiento, sus naves fueron subastadas y convertidas en chatarra.

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Xxxxxxx No solo en la política, la filosofía y en la literatura, el pensamiento francés se imponía en la sociedad de mediados del siglo XIX. También lo hacía en la arquitectura. Manuel Aldunate Avaria, fue el primer chileno que obtuvo el título de arquitecto, después de formarse en el instituto nacional concluyó sus estudios en Paris, para integrarse a su regreso en 1860, como arquitecto del Ministerio de Obras Públicas e Industrias. Por esa época también ejerce en Chile Lucién Hénault y pocos años más entraría en escena Fermín Vivaceta. En 1868 Manuel Aldunate Avaria proyectó un nuevo edificio consistorial en el costado norte de la Plaza de la Victoria (N°152)., en terrenos que hoy ocupa la Plaza Simón Bolivar, esquina calle Edwards, junto al Teatro de la Victoria que había sido construido en 1844. El nuevo palacio municipal era un edificio de cal y ladrillo sobre un zócalo de piedra cantada. La administración municipal, la tesorería departamental, el juzgado del crimen y otras oficinas públicas tenían acceso desde la Plaza Victoria. Por detrás del edificio, en cambio, había una gran playa a lo largo de la calle Brasil. En 1871 se amplía este edificio hacia la playa trasera con un ala de dos plantas y azotea, llegando hasta la línea de la actual calle Yungay, destinando estas nuevas dependencias a la guardia municipal con capacidad para 400 hombres y calabozos. Con el traslado al nuevo edificio la Plaza Echaurren dejaba de ser la Plaza del Municipio, pero en su lugar ae empliaba a toda la manzana ocupada por el viejo Edificio Consitorial y el Club Alemán. El Servicio de Correos se estableció originalmente en un edificio en calle Santo Domingo, a un costado de la Iglesia La Matriz. En 1842 la Casa de Correos se instala en el edificio La Nave (N°31), junto a la Plaza de la Intendencia (actual Sotomayor). Entre 1850 y 1860 Correos y otras oficinas públicas funcionan en el Palacio de la Intendencia y en el año 1863 a raiz del impacto generado por el nuevo ferrocarril se decide la construcción del primer edificio destinado para el Servicio de Correos. Cinco años más tarde, Manuel Aldunate Avaria construye la nueva casa de Correo en plaza de la Intendencia (N°52) Se trataba de un edificio neoclásico de dos plantas más una mansarda, que sobresalía varios metros hacia la plaza con respecto a la actual línea de fachada y que permaneció en pie hasta 1930. En 1842 la Casa de Correos se instala en la Plaza de la Aduana actualmente Sotomayor, en el deslinde poniente es decir frente al edificio actualmente denominado La Nave, lugar donde iniciaba la calle La Planchada hoy Serrano El mismo año de 1868, se construye el Primer edificio del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso (N° 52), en el cual funcionaban las compañías Americana y Germania, obra del arquitecto Enrique Thiele. Pero en 1878, ni los bomberos se salvaron de un incendio lo que obligó a modificar el inmueble bajando su altura en una planta, obra que se encomienda a un arquitecto de apellido Orchese.

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La arquitectura del romanticismo francés No sólo en la política, la filosofía y en la literatura, el pensamiento francés se imponía en la sociedad de mediados del siglo XIX. También lo hacía en la arquitectura. Manuel Aldunate Avaria, fue el primer chileno que obtuvo el título de arquitecto, después de titularse como agrimensor en el Instituto Nacional en Santiago, siguió un curso de arquitectura con Brunet de Baines. Concluyó sus estudios en Paris gracias a una beca del gobierno obtenida a instancias de su mentor, el arquitecto francés Lucién Hénault. A su regreso en 1860 se integró como arquitecto del Ministerio de Obras Públicas e Industrias. Pocos años más tarde, el artesano Fermín Vivaceta se convertiría en otro de los principales arquitectos del país. En 1868 Manuel Aldunate Avaria proyectó un nuevo edificio consistorial en el costado norte de la Plaza de la Victoria (N°152)., sobre terrenos que hoy ocupa la Plaza Simón Bolivar, esquina calle Edwards, junto al Teatro de la Victoria que había sido construido en 1844. El nuevo palacio municipal era un edificio de cal y ladrillo sobre un zócalo de piedra cantada. La administración municipal, la tesorería departamental, el juzgado del crimen y otras oficinas públicas tenían acceso desde la Plaza Victoria. Por detrás del edificio había una gran playa a lo largo de la calle Brasil. En 1871 se amplió este edificio hacia la playa trasera con un ala de dos plantas y azotea, llegando hasta la línea de la actual calle Yungay. Se destinaron estas nuevas dependencias a la guardia municipal con capacidad para 400 hombres y calabozos. Con el traslado al nuevo edificio la Plaza Echaurren dejaba de ser la Plaza del Municipio, se empliaba a toda la manzana ocupada por el viejo Edificio Consitorial y el Club Alemán. El Servicio de Correos se estableció originalmente en un edificio en calle Santo Domingo, a un costado de la Iglesia La Matriz. En 1842 se trasladó el sitio que hoy ocupa el edificio La Nave (N°31), junto a la Plaza de la Intendencia (actual Sotomayor). Entre 1850 y 1860 Correos y otras oficinas públicas funcionan en el Palacio de la Intendencia (N°50). En el año 1863, a raiz del impacto generado por el nuevo ferrocarril se decide la construcción del primer edificio destinado para el Servicio de Correos (N°51), cuyo diseño realiza Manuel Aldunate Avaria en la misma ubicación que mantuvo hasta el año 2000. Se trataba de un edificio neoclásico de dos plantas más una mansarda, que sobresalía varios metros hacia la plaza con respecto a la actual línea de fachada y que permaneció en pie hasta 1930. En 1868, el mismo año de la inauguración del Correo, se construyó el primer edificio del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso (N°52), en el cual funcionaban las compañías Americana y Germania, obra del arquitecto Enrique Thiele. En 1878, los bomberos no se salvaron de un incendio que los obligó a modificar el inmueble bajando su altura en una planta, obra que se encomendó a Orchese.

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Xxxxxxx Entre los inmigrantes llegados al puerto, hay un hombre de negocios en particular que modificaría la historia de Chile. Se trata de William Wheelwright, joven norteamericano que llegó por primera vez a Valparaíso en 1824, pero recién tras el triunfo conservador de Lircay vería un clima propicio para sus negocios y se radicaría en Valparaíso definitivamente. Fue un próspero empresario naviero. En 1840 estableció el primer tráfico comercial a vapor estable por las costas del Pacífico, entre Valparaíso y El Callao, y en 1845 lo hizo con una línea hacia Europa. Incursionó en actividades mineras y construyó infraestructura en varios puertos de América. En 1849 obtuvo una concesión del gobierno para construir un ferrocarril que permitiera trasladar el mineral que se extraía de Chañarcillo entre Copiapó y Caldera. De suerte que, en diciembre de 1851 se inaugura el primer Ferrocarril de Chile y tercero en Sudamérica. En 1849 fue aprobado por el Congreso Nacional el proyecto para la construcción del ferrocarril entre Valparaíso y Santiago. Para su construcción se creó la Compañía del Ferrocarril de Santiago a Valparaíso una de las primeras sociedades anónimas chilenas, formada en base a aportes estatales y capitales de importantes empresarios como Candelaria Goyenechea de Gallo, Matías Cousiño, Josué Waddington, Francisco Javier Ossa y Ramón Subercaseaux. La obra se inició en 1857, cuyos primeros rieles fueron tendidos en el sitio hoy demarcado por la Torre Reloj Barón (N°0). El trazado original debía llegar hasta Concón y desde allí continuar por la cuenca del Aconcagua para llegar al Valle de Santiago por el norte. Sin embargo, las dificultades de la obra exigieron remplazarlo por la del Valle del Marga-Marga (hoy Viña del Mar), en dirección a Limache y Quillota. La crisis económica de 1858 y las dificultades que debió enfrentar la obra terminó por agotar los capitales y las faenas fueron paralizadas. En 1861 fue reanudada por el gobierno para ser formalmente inaugurada el 14 de septiembre de 1863. El tren partía de la Estación Barón de Valparaíso (N° 0), edificación de madera construida en un puente sobre el Estero de Las Delicias. Wheelwright murió en 1873 sin alcanzar a concretar su proyecto de construir un tren bioceánico sudamericano.

Estación Barón antes después del bombardeo Como consecuencia de los daños sufridos por el bombardeo, la estación Barón debió ser refaccionada simplificándose su expresión arquitectónica.

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Sobre rieles Entre los inmigrantes llegados al puerto, hay un hombre de negocios en particular que modificaría la historia de Chile. Se trata de William Wheelwright, joven norteamericano que llegó por primera vez a este puerto en 1824, pero recién tras el triunfo conservador de Lircay vería un clima propicio para sus negocios y se radicaría en Valparaíso definitivamente. Fue un próspero empresario naviero. En 1840 estableció el primer tráfico comercial a vapor estable por las costas del Pacífico, entre Valparaíso y El Callao, y en 1845 lo hizo con una línea hacia Europa. Incursionó en actividades mineras y construyó infraestructura en varios puertos de América. En 1849 obtuvo una concesión del gobierno para construir un ferrocarril que permitiera trasladar el mineral que se extraía de Chañarcillo entre Copiapó y Caldera. De suerte que, en diciembre de 1851 se inaugura el primer Ferrocarril de Chile y tercero en Sudamérica. En 1842 había propuesto un proyecto de construcción del ferrocarril que uniría Valparaíso y Santiago en ocho horas, el que fue aprobado por el Congreso Nacional siete años más tarde. Para su construcción se creó la Compañía del Ferrocarril de Santiago a Valparaíso una de las primeras sociedades anónimas chilenas, formada en base a aportes estatales por un 50% de la inversión, capitales de importantes empresarios como Candelaria Goyenechea de Gallo, Matías Cousiño, Josué Waddington, Francisco Javier Ossa y Ramón Subercaseaux y de cuatro mil accionistas. Bajo la dirección del ingeniero Allan Campbell se iniciaron los trabajos en 1852. Los primeros rieles fueron tendidos en el sitio hoy demarcado por la Torre Reloj Barón (N°200). El trazado original debía llegar hasta Concón y desde allí continuar por la cuenca del Aconcagua para llegar al Valle de Santiago por el norte. La obra debió enfrentar numerosas dificultades técnicas, tanto en el túnel de Punta Gruesa entre Valparaíso y Viña del Mar (sitio actualmente llamado Curva de los Mayo) como en las dunas de Con-con, que terminaron con la renuncia del ingeniero. Dos profesionales que lo sucedieron en la dirección de la obra, fallecieron en accidentes, hasta que en 1854 quedó bajo la responsabilidad de William Lloyd. El nuevo ingeniero decidió modificar el trazado por otro que entrara por la cuenca del Estero Marga-Marga, en dirección a Limache y Quillota. Al cabo de un año se inauguró el primer tramo que unía Valparaíso con Viña del Mar y al año siguiente llegaba hasta Limache. A causa de los estragos de la crisis económica de 1858 los trabajos quedaron detenidos y el gobierno decidió asumir un papel más protagónico en esta faena, marcada por la fatalidad. Se encargó a Enrique Meiggs concluirla, imponiéndole multas, en caso de retraso, y premios, en caso de adelantar la fecha de término. En septiembre de 1863 finalmente se concluyó, un año antes de lo acordado con Meiggs. El trazado tenía una longitud de 187 kilómetros, su costo duplicó lo programado inicialmente, y varios cientos de modestos trabajadores perdieron la vida, cortando cerros y abriendo túneles. El tren partía desde la Estación Barón de Valparaíso (N°200), edificación de madera construida en un puente sobre el Estero de Las Delicias. Wheelwright murió en 1873 sin alcanzar a concretar su proyecto de construir un tren bioceánico sudamericano.

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La llegada del ferrocarril a la Estación Barón, exigió implementar un sistema de transporte público hasta el centro de la ciudad, creándose un sistema de tranvía de tracción animal. Surge así en las inmediaciones de la estación, el primer centro de intercambio intermodal de transporte: la Plaza de los Carros. Las caballerizas y almacenamiento de carros neoyorquinos, de marca Stephenson, se encontraban en los terrenos que hoy ocupa la Universidad Catpolica de Valparaíso (N°198). El recorrido de los llamados “carros de sangre” partía en la orilla oriente del estero Las Delicias (Av Argentina) en dirección al sur. Doblaba por el antiguo camino a Santiago, que por entonces ya se llamaba Calle Victoria, N°178 hasta la plaza del mismo nombre (N°152), continuando por las actuales calles Salvador Donoso, Esmeralda y Cochrane, para concluir su recorrido en la Plaza de la Aduana (N°8) . El regreso se hacía por las actuales calles Serrano (N°28) y Prat (N°77). A partir de 1889, dos líneas recorrían el borde costero; la primera, de carros más pequeños, partía de la Plaza Aduana y llegaba a la Playa Las Torpederas (N°7 Avenida Altamirano); la segunda iba entre Barón y el Sauce, pasando la actual Caleta Portales (N°6).

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Sobre Rieles

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La llegada del ferrocarril a la Estación Barón, exigió implementar un sistema de transporte público hasta el centro de la ciudad, creándose un sistema de tranvía de tracción animal. Surgió así en las inmediaciones de la estación, el primer centro de intercambio intermodal de transporte: la Plaza de los Carros. Las caballerizas y almacenamiento de carros neoyorquinos, de marca Stephenson, se encontraban en los terrenos que hoy ocupa la Universidad Catpolica de Valparaíso (N°198). El recorrido de los llamados “carros de sangre” partía en la orilla oriente del estero Las Delicias (Av Argentina) en dirección al sur, doblaba por el antiguo camino a Santiago, que por entonces ya se llamaba Calle Victoria, N°178 hasta la plaza del mismo nombre (N°152), continuando por las actuales calles Salvador Donoso, Esmeralda y Cochrane, para concluir su recorrido en la Plaza de la Aduana (N°8). El regreso se hacía por las actuales calles Serrano (N°28) y Prat (N°77). A partir de 1889, dos líneas recorrían el borde costero; la primera, de carros más pequeños, partía de la Plaza Aduana (N°8) y llegaba a la Playa Las Torpederas (N°7 Avenida Altamirano); la segunda iba entre Barón y el Sauce, pasando la actual Caleta Portales (N°6).

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La perla en el Pacífico

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Xxxxxxx El Perú seguiría siendo sinónimo de opulentas riquezas mucho después de extinguido el virreinato. Tras la decadencia del comercio del guano, aquella tierra generosa exudaba un nuevo oro. La provincia peruana de Tarapacá se convertiría rápidamente, fruto de la explotación del salitre, en un gran imán que atraía a miles de chilenos. Una multitud de campesinos chilenos llegaban a Valparaíso para embarcarse hacia el Perú en pos del sueño salitrero, de suerte que en 1876, el 26% de la población de Tarapacá era chilena y en 1878 en Antofagasta lo era el 77%. Contando con una conexión ferroviaria con los fértiles valles del Aconcagua, y con un puerto cada vez mejor equipado, no les resultaría difícil a los comerciantes porteños penetrar con sus productos en los nuevos asentamientos poblacionales salitreros, compitiendo seriamente con productores bolivianos y peruanos. Conectado por medio del ferrocarril con los fértiles valles del Aconcagua, y contando con un puerto cada vez mejor equipado, a los comerciantes porteños no les resultaría difícil penetrar con sus productos en los nuevos asentamientos poblacionales salitreros, compitiendo con productores bolivianos y peruanos. Pero, no sólo por medio del cabotaje, Valparaíso conseguiría entrar en el negocio del salitre. El destino le tenía preparado un papel mucho más protagónico. En aquella época, las fortunas forjadas en el recientemente descubierto mineral de Caracoles, desembarcaban en Valparaíso y, la exportación de trigo y cobre a Europa, alcanzaba niveles inéditos. En estas condiciones, y siendo este puerto el paso obligado desde Tarapacá hacia el viejo continente, las transacciones de compra del salitre se hacían todas en esta ciudad, por aquel entonces la capital financiera de Chile. Pero los hombres de negocios de Valparaíso tampoco se iban a conformar con ese rol si se les abría la posibilidad de un control efectivo de la producción salitrera. Para los más osados, la banca porteña ofrecía la posibilidad de endeudarse para emprender, y no serían pocos los casos de empresas chilenas y peruanas que, al no poder cumplir sus compromisos, pasarían a ser propiedad de los acreedores porteños. Pero el punto culminante en el control de los empresarios de Valparaíso sobre el salitre, se alcanzaría a través de

Explotación del salitre El nuevo oro consistía en los cristales que arrastran las aguas subterráneas al evaporarse con el abrasador calor del desierto y son depositados en grandes campos de cristales salobres. Ya durante la colonia los españoles conocieron las ventajas del salitre (Nitrato de sodio – NaNO3) extraído de estos campos de caliche, para la fabricación de la pólvora, pero a comienzos del siglo XIX se descubrirían sus aplicaciones en la agricultura y la industria, lo

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cual alentó a empresarios peruanos a iniciar su explotación alrededor de 1808. En 1830 ya se exportaba a Europa y Estados Unidos. Sería el porteño Pedro Gamboni, quien introduciría las nuevas técnicas de fabricación del salitre alrededor de 1853, fruto de lo cual, se produjo el auge en su explotación que decidió a empresarios chilenos a entrar en el negocio. Quince años más tarde se convertía en un producto de exportación masiva.


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El oro blanco El Perú seguiría siendo sinónimo de opulentas riquezas mucho después de extinguido el virreinato. Tras la decadencia del comercio del guano, aquella tierra generosa, exudaba un nuevo oro. La provincia peruana de Tarapacá se convertiría rápidamente, fruto de la explotación del salitre, en un gran imán que atraía a miles de chilenos. Una multitud de campesinos chilenos llegaban a Valparaíso para embarcarse hacia el Perú en pos del sueño salitrero, de suerte que en 1876, el 26% de la población de Tarapacá era chilena y en 1878 en Antofagasta lo era el 77%. Conectado por medio del ferrocarril con los fértiles valles del Aconcagua, y contando con un puerto cada vez mejor equipado, a los comerciantes porteños no les resultaría difícil penetrar con sus productos en los nuevos asentamientos poblacionales salitreros, compitiendo con productores bolivianos y peruanos. Pero, no sólo por medio del cabotaje, Valparaíso conseguiría entrar en el negocio del salitre. El destino le tenía preparado un papel mucho más protagónico. En aquella época, las fortunas forjadas en el recientemente descubierto mineral de Caracoles, desembarcaban en Valparaíso y, la exportación de trigo y cobre a Europa, alcanzaba niveles inéditos. En estas condiciones, y siendo este puerto el paso obligado desde Tarapacá hacia el viejo continente, las transacciones de compra del salitre se hacían todas en esta ciudad, por aquel entonces la capital financiera de Chile. Pero los hombres de negocios de Valparaíso tampoco se iban a conformar con ese rol si se les abría la posibilidad de un control efectivo de la producción salitrera. Para los más osados, la banca porteña ofrecía la posibilidad de endeudarse para emprender, y no serían pocos los casos de empresas chilenas y peruanas que, al no poder cumplir sus compromisos, pasarían a ser propiedad de los acreedores porteños. Pero el punto culminante en el control de los empresarios de Valparaíso sobre el salitre, se alcanzaría a través de las trece sociedades anónimas de explotación creadas entre 1871 y 1873. A partir de 1873 se comenzó a vivir una crisis de sobreproducción salitrera que impactó seriamente en el precio y que, en poco tiempo, provocaría una debacle financiera de la que sólo salvarían los que poseían mejor acceso a los mercados, los que contaban con mejores tecnologías y los que operaban con capital propio. A lo anterior se sumaba la política del gobierno peruano, tendiente a garantizar el control estatal de la producción del salitre, que a partir de 1875 se traduce en expropiaciones. Las empresas chilenas no se encontraban en condiciones de ofrecer demasiada resistencia por la vía diplomática o económica y, por lo tanto tuvieron, por parte de la autoridad peruana, un trato muy distinto al de las grandes empresas salitreras europeas. El hecho es que, hacia finales de la década, ya no queda nada del liderazgo salitrero porteño. En Tarapacá apenas quedaban dos oficinas bajo el control de empresarios vinculados al puerto, “Sacramento” de Agustín Edwards y “San Carlos” de Francisco Subercaseaux.

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Xxxxxxx En los tiempos en que Valparaíso movilizaba sus capitales en el salitre, ya nada quedaba del recuerdo del lugarejo persistentemente precario y postergado. Aquellas antiguas explanadas, regadas por lodazales pestilentes que bajaban de las quebradas, se habían vuelto pretenciosos espacios públicos a la usanza de la moda europea y marcaban el ritmo de una pujante ciudad de espíritu burgués, cuyos barrios contaban con un carácter nítido y claramente diferenciado. El barrio Puerto, entre Plaza Aduana (Nº8) y Plaza del Orden (Nº108), se concentraba la administración, la actividad financiera, los servicios y las tiendas. El Barrio de San Juan de Dios, entre Plaza del Orden y Plaza Victoria (Nº152), en cambio, era un área que adoptaba crecientes aires de elegancia, con actividades más distendidas como clubes sociales y almacenes de lujo, los principales teatros y sitios de entretención como el Circo. En el Almendral por su parte se encontraban las industrias, segundas sucursales de bancos, comercio minorista, liceos, seminarios, escuelas públicas, oficinas municipales, teatros y maestranzas.

Las esferas de lo público y lo privado A diferencia de lo que ocurría en la primera mitad del siglo, hacia finales del XIX acompañaba a nuestra ciudad industrial, un divorcio entre la esfera de lo público y la de lo privado. Lo que está permitido en un ámbito no lo está en el otro. Se es moralista y puritano en casa y libertino en los burdeles del Almendral, se es generoso con la familia y frío y egoísta en

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los negocios. Resuelta la cuestión religiosa, el campo de acción de los gobiernos liberales se define clara y abiertamente como parte de la esfera pública y desde allí, encuentra su sentido en la idea del gobierno realizador heredado de la ilustración, que busca crear las condiciones para el crecimiento económico. y garantizar las libertades públicas


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Un puerto enlazado con el mundo industrial En los tiempos en que Valparaíso movilizaba sus capitales en el salitre, ya nada quedaba del recuerdo del lugarejo persistentemente precario y postergado. Aquellas antiguas explanadas, regadas por lodazales pestilentes que bajaban de las quebradas, se habían vuelto pretenciosos espacios públicos a la usanza de la moda europea y marcaban el ritmo de una pujante ciudad de espíritu burgués, cuyos barrios contaban con un carácter nítido y claramente diferenciado. El barrio Puerto, entre Plaza Aduana (Nº8) y Plaza del Orden (Nº108), se concentraba la administración, la actividad financiera, los servicios y las tiendas. El Barrio de San Juan de Dios, entre Plaza del Orden y Plaza Victoria (Nº152), en cambio, era un área que adoptaba crecientes aires de elegancia, con actividades más distendidas como clubes sociales y almacenes de lujo, los principales teatros y sitios de entretención como el Circo. En el Almendral, por su parte, se encontraban las industrias, segundas sucursales de bancos, comercio minorista, liceos, seminarios, escuelas públicas, oficinas municipales, teatros y maestranzas.

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Un cierto aire de la ciudad industrial como el que describe Dickens también tenía, esa mezcla callejera de miserables y dandies, esas noches en las que podría asomarse algún Jack el destripador criollo, esos carros de sangre que por alguna imprudencia se accidentaban desparramando, en escenas más cómicas que trágicas, a una decena de señoras con vestidos de colores vistosos sobre los adoquines mojados. Por cierto que se trataba de una ciudad con menos chimeneas que Londres o Liverpool, con más burros dando vuelta, con el hacinamiento mejor escondido y la opulencia peor mostrada. Esta condición de ciudad industrial, fue posible porque Valparaíso se había convertido en un sitio, que compartía con las grandes ciudades industrializadas el rasgo de haber separado con nitidez las esferas de lo público y lo privado. Desde allí, bajo el liderazgo de hombres que combinan racionalidad global con actitud ideológica local, vivirá en las décadas siguientes un intenso proceso de desarrollo urbano, que ocultará la vulnerabilidad sobre la que se sustentaba su éxito.

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Un puerto enlazado con el mundo...

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Un cierto aire de la ciudad industrial, como el que describe Dickens, también tenía, esa mezcla callejera de miserables y dandies, esas noches en las que podría asomarse algún Jack el Destripador criollo, esos carros de sangre que, por alguna imprudencia, se accidentaban desparramando, en escenas más cómicas que trágicas, a una decena de señoras con vestidos de colores vistosos sobre los adoquines mojados. Por cierto, que se trataba de una ciudad con menos chimeneas que Londres o Liverpool, con más burros dando vuelta, con el hacinamiento mejor escondido y la opulencia peor mostrada. Esta condición de ciudad industrial, fue posible porque Valparaíso se había convertido en un sitio que compartía con las grandes ciudades industrializadas el rasgo de haber separado con nitidez las esferas de lo público y lo privado. Desde esta condición, bajo el liderazgo de hombres que combinan racionalidad global con actitud ideológica local, vivirá en las décadas siguientes un intenso proceso de desarrollo urbano que, ocultará la vulnerabilidad sobre la que se sustentaba su éxito.

Racionalidad global y actitud ideológica local Hacia el último cuarto del siglo XIX, la internacionalización comercial había devenido en una evidente internacionalización cultural, y en este puerto se comenzaba a expresar con particular nitidez la racionalidad que portaba en su seno la era industrial. Pero sobre todo, se comenzaban a materializar aquí, soluciones a los asuntos problematizados por dicha racionalidad en forma simultánea, y a veces anticipándose, a su aparición en Europa. Si bien las clases dirigentes chilenas compartían la global racionalidad del mundo industrial, su actitud ideológica era completamente distinta a sus exponentes europeos. Mientras en el viejo continente se debatían doctrinas y se fijaban

pautas generales replicables, en este rincón del mundo se tomaba lo que estaba a la mano, con la misma actitud liberal de siempre, y sin escrúpulos doctrinarios. Mientras allá los “ismos” eran casi una religión, acá ni siquiera alcanzaban a ser una moda, más bien eran un gesto que, de vez en cuando, irrumpían dentro del tranquilo follaje de la “fronda aristocrática”. El pastiche era un método como cualquier otro. Esta actitud, por lo demás, no era tan distinta a la que en adoptaban en materia política, las clases dirigentes para preservar su dominio: perpetuo recelo ante el cambio, pero disposición a adecuarse a él, y cuando fuese necesario, cooptar las ideas revolucionarias.

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Xxxxxxx Cuando el salitre derramaba su riqueza sobre Valparaíso a comienzos de la década de 1870, un insigne Intendente, don Francisco Echaurren Huidobro, impulsaba transformaciones señeras en la ciudad. Ordenó construir el primer muelle mecanizado, el que contaba con acceso ferroviario, una grúa de 35 toneladas y otra de pórtico, pudiendo operar hasta dos barcos en forma simultánea. Su iniciativa más significativa fue sin duda el haber encomendado a Fermín Vivaceta el trazado de una vía que conectara la cota de los 100 metros sobre el nivel del mar, entre Playa Ancha y el Cerro La Cruz, actualmente denominado Camino de Cintura – Avenida Alemania (XI. Desde los Cerros). Durante su administración se introdujo la práctica de transformar los espacios públicos de la ciudad de acuerdo a la moda europea de plazas ajardinadas neorrenacentistas. Ordenó comprar el Jardín de Abadie (N°170), el cual se adoquinó, se le incorporó un motor a vapor para operar un sistema de regadío, se importaron especies exóticas y pasó a llamarse “Jardín Municipal”. Ordenó instalar estatuas en diversas plazas, las cuales, con el correr del tiempo, serían trasladadas tantas veces que Joaquín Edwards Bello llegó a llamar a Valparaíso la “ciudad de las estatuas viajeras”. Entre ellas se encuentra el monumento a Lord Cochrane, el primero de Valparaíso, inaugurado con entusiasmo en 1873 en Plaza Sotomayor (N°49), y actualmente ubicado en Plaza Bellavista (N°125). La estatua de Cristóbal Colón inicialmente estuvo instalada en el crucero Rubio (N°170) hasta 1906, fecha en la que se trasladó Avenida Brasil hasta nuestros días. La de Weelwrihgt se colocó en Plaza Aduana (N°8) en 1876, sitio en el que hoy está de regreso, después de haber permanecido por décadas en calle Brasil. Como parte de un mejoramiento de la Plaza Victoria (N°152), Echaurren hizo traer de Paris las cuatro figuras femeninas que representaran las estaciones del año. En alguna de esas partidas de estatuas importadas llegó una Themis para ser instalada en la Plaza San Agustín (N°46), cuando los tribunales funcionaban aún en un edificio lateral de la misma plaza (N°47). Infinitas son las leyendas que se cuentan sobre esta justicia desfachatada de rostro descubierto y con la balanza bajo el brazo. A mediados de la década de 1876 se remodeló también la Plaza de la Municipalidad, rebautizándola como Plaza Echaurren (N°21), en honor a Intendente que por aquella época concluía su mandato. El municipio ya se había trasladado a su nuevo edificio en Plaza Victoria, lo que permitía ampliar la plaza que ya era el corazón del pujante barrio comercial. Durante el período de Echaurren, la creciente necesidad de traslado de carga hasta el puerto, exigió prolongar el tendido ferroviario hasta los almacenes fiscales. El tren iba por el frente costero, siguiendo un trazado que corresponde a la actual calzada sur de la Avenida Brasil, hasta llegar a unos galpones que se usaron como estación provisoria a partir de 1872 en el sector de Bellavista. En ese lugar se encuentra en la actualidad el Monumento a Cochrane

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Obras urbanas Cuando el salitre derramaba su riqueza sobre Valparaíso a comienzos de la década de 1870, un insigne Intendente, don Francisco Echaurren Huidobro, impulsaba transformaciones señeras en la ciudad. Ordenó construir el primer muelle mecanizado, el que contaba con acceso ferroviario, una grúa de 35 toneladas y otra de pórtico, pudiendo operar hasta dos barcos en forma simultánea. Su iniciativa más significativa fue sin duda el haber encomendado a Fermín Vivaceta el trazado de una vía que conectara la cota de los 100 metros sobre el nivel del mar, entre Playa Ancha y el Cerro La Cruz, actualmente denominado Camino de Cintura – Avenida Alemania (XI. Desde los Cerros). Durante su administración se introdujo la práctica de transformar los espacios públicos de la ciudad de acuerdo a la moda europea de plazas ajardinadas neorrenacentistas. Ordenó comprar el Jardín de Abadie (N°170), el cual se adoquinó, se le incorporó un motor a vapor para operar un sistema de regadío, se importaron especies exóticas y pasó a llamarse “Jardín Municipal”. Ordenó instalar estatuas en diversas plazas, las cuales, con el correr del tiempo, serían trasladadas tantas veces que Joaquín Edwards Bello llegó a llamar a Valparaíso la “ciudad de las estatuas viajeras”. Entre ellas se encuentra el monumento a Lord Cochrane, el primero de Valparaíso, inaugurado con entusiasmo en 1873 en Plaza Sotomayor (N°49), y actualmente ubicado en Plaza Bellavista (N°125). La estatua de Cristóbal Colón inicialmente estuvo instalada en el crucero Rubio (N°170) hasta 1906, fecha en la que se trasladó Avenida Brasil hasta nuestros días. La de Weelwrihgt se colocó en Plaza Aduana (N°8) en 1876, sitio en el que hoy está de regreso, después de haber permanecido por décadas en calle Brasil. Como parte de un mejoramiento de la Plaza Victoria (N°152), Echaurren hizo traer de Paris las cuatro figuras femeninas que representaran las estaciones del año. En alguna de esas partidas de estatuas importadas llegó una Themis para ser instalada en la Plaza San Agustín (N°46), cuando los tribunales funcionaban aún en un edificio lateral de la misma plaza (N°47). Infinitas son las leyendas que se cuentan sobre esta justicia desfachatada de rostro descubierto y con la balanza bajo el brazo. A mediados de la década de 1876 se remodeló también la Plaza de la Municipalidad, rebautizándola como Plaza Echaurren (N°21), en honor a Intendente que por aquella época concluía su mandato. El municipio ya se había trasladado a su nuevo edificio en Plaza Victoria, lo que permitía ampliar la plaza que ya era el corazón del pujante barrio comercial. Durante el período de Echaurren, la creciente necesidad de traslado de carga hasta el puerto, exigió prolongar el tendido ferroviario hasta los almacenes fiscales. El tren iba por el frente costero, siguiendo un trazado que corresponde a la actual calzada sur de la Avenida Brasil, hasta llegar a unos galpones que se usaron como estación provisoria a partir de 1872 en el sector de Bellavista. En ese lugar se encuentra en la actualidad el Monumento a Cochrane y el Arco Británico (N°158). El tendido ferroviario continuaba por la actual calle Blanco hasta el Edificio Luis Cousiño (N°103), donde seguía frente al mar por la actual Avenida Errázuriz. Cuatro años más tarde se inauguraba la nueva Estación Puerto, emplazada en la manzana vecina de la actual estación (entre Blanco y Errázuriz), ocupando los terrenos del actual “Edificio Los Héroes”. Los andenes de aquella estación, estaban al costado norte del edificio, el cual poseía en su planta superior un departamento destinado al Presidente de la República cuando visitaba el puerto.

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Xxxxxxx Desde que Pedro de Valdivia asignara al capitán Diego García Villalón la hacienda de “Peuco” en la ribera norte del estero MargaMarga y al portugués Pedro de Ompezoa la hacienda “Siete Hermanas”, en el margen sur del aurífero estero, se sucedería una larga historia de transacciones notariales, compras, ventas, remates, subdivisiones y fusiones de aquellos dos predios. En esas muchas vueltas, alrededor de 1585, un propietario comenzó a cultivar vides en la hacienda de Peuco, allí donde hoy se encuentra el “Valparaíso Sporting Club”, dándole el nombre de “Santa Rita de la Viña del Mar”. La Viña de plácidas uvas subsistió por siglos hasta que un desborde del Marga-Marga, ocurrido como resultado de un temporal en 1827, la arruinó para siempre. No pasaría demasiado tiempo desde aquel aguacero, antes de que ambas haciendas se fusionaran por tercera vez. Francisco Alvares, un

comerciante de abarrotes portugués, aprovechó la quiebra del dueño de las “Siete Hermanas”, don José Manuel Cea, antiguo socio de Diego Portales, y el regreso a España del propietario de la “Viña del Mar”, para adquirir ambas propiedades. Las dificultades que debió enfrentar la construcción del ferrocarril a Santiago obligaron a modificar su trazado por uno que atravesara la propiedad de Alvares. José Francisco Vergara, un joven qua se había incorporado a la faena siendo un estudiante y llegaría a ser uno de sus principales ingenieros, le agradecería algunos años más tarde a esas dificultades, la posibilidad de conocer a Mercedes, la nieta del rico comerciante portugués, con quien llegaría a casarse. Ya antes de que Mercedes heredara las tierras de su abuelo, el paso del ferrocarril por aquellas había despertado los apetitos de la sociedad porteña, deseosa de trasladar su residencia a una villa en las afueras de Valparaíso, que ya adquiría una fisonomía de urbe industrial, con demasiadas calderas y demasiados pobres.

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Una Viña junto al Mar Desde que Pedro de Valdivia asignara al capitán Diego García Villalón la hacienda de “Peuco” en la ribera norte del estero Marga-Marga y al portugués Pedro de Ompezoa la hacienda “Siete Hermanas”, en el margen sur del aurífero estero, se sucedería una larga historia de transacciones notariales, compras, ventas, remates, subdivisiones y fusiones de aquellos dos predios. En esas muchas vueltas, alrededor de 1585, un propietario comenzó a cultivar vides en la hacienda de Peuco, allí donde hoy se encuentra el “Valparaíso Sporting Club”, dándole el nombre de “Santa Rita de la Viña del Mar”. La Viña de plácidas uvas subsistió por siglos hasta que un desborde del Marga-Marga, ocurrido como resultado de un temporal en 1827, la arruinó para siempre. No pasaría demasiado tiempo desde aquel aguacero, antes de que ambas haciendas se fusionaran por tercera vez. Francisco Alvares, un comerciante de abarrotes portugués, aprovechó la quiebra del dueño de las “Siete Hermanas”, don José Manuel Cea, antiguo socio de Diego Portales, y el regreso a España del propietario de la “Viña del Mar”, para adquirir ambas propiedades.

Las dificultades que debió enfrentar la construcción del ferrocarril a Santiago obligaron a modificar su trazado por uno que atravesara la propiedad de Alvares. José Francisco Vergara, un joven qua se había incorporado a la faena siendo un estudiante y llegaría a ser uno de sus principales ingenieros, le agradecería algunos años más tarde a esas dificultades, la posibilidad de conocer a Mercedes, la nieta del rico comerciante portugués, con quien llegaría a casarse. Ya antes de que Mercedes heredara las tierras de su abuelo, el paso del ferrocarril por aquellas había despertado los apetitos de la sociedad porteña, deseosa de trasladar su residencia a una villa en las afueras de Valparaíso, que ya adquiría una fisonomía de urbe industrial, con demasiadas calderas y demasiados pobres. Vergara, que sería recordado como un hombre erudito e inquieto, debe haber oído hablar, al igual que mucha gente en este puerto conectado con el mundo, del “Coronel Light” de Adelaide y, en sus viajes por Europa y Estados Unidos, debe haber conocido los trabajos que Olmsted hacía para el “Riverside” de Chicago, y el “Bedford Park” que Carr y Shaw construían en

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Vergara, que sería recordado como un hombre erudito e inquieto, debe haber oído hablar, al igual que mucha gente en este puerto conectado con el mundo, del “Coronel Light” de Adelaide y, en sus viajes por Europa y Estados Unidos, debe haber conocido los trabajos que Olmsted hacía para el “Riverside” de Chicago, y el “Bedford Park” que Carr y Shaw construían en las afueras de Londres. Reformista, radical, masón y bombero, tampoco le deben haber sido extrañas las ideas de Owen, Fourrier y Ruskin. No resulta por lo tanto, sorprendente que en 1878, dos décadas antes de que Ebenezer Howard publicara su “Garden Cities”, ya había nacido la comuna de Viña del Mar, que hasta nuestros días es conocida como “la ciudad jardín” chilena. Habiendo obtenido en 1874 la autorización de la Municipalidad de Valparaíso para lotear los terrenos de su esposa, desarrolló un ambicioso proyecto, que no sólo incluía el agua potable de la nueva urbanización, sino también la cesión de terrenos para dos escuelas, capilla, plaza, matadero y cementerio, a lo que posteriormente agregaría mercado, juzgado, cárcel y edificios públicos. Financió, además, la construcción de un hotel y, más tarde, el médico prusiano Teodoro von Schroeder creó los baños de Miramar, un completo establecimiento de hidroterapia con el que se inaugurará en Chile el turismo de playa. Hasta entonces sólo existían unas cabinas sobre pilotes junto a los almacenes fiscales de Valparaíso, desde las cuales colgaban escalas y cuerdas, donde distinguidas señoras solían bañarse, cubiertas de un amplio camisón, junto a sus críos. Rápidamente, Viña del Mar se convertiría en emplazamiento preferente para la residencia de los más conspicuos representantes de la sociedad porteña, y para las casas de descanso de las familias más acomodadas de la sociedad chilena, como la rica hacendada magallánica Sara Brown. Frente al exitoso desarrollo de la nueva ciudad,

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

las afueras de Londres. Reformista, radical, masón y bombero, tampoco le deben haber sido extrañas las ideas de Owen, Fourrier y Ruskin. No resulta por lo tanto, sorprendente que en 1878, dos décadas antes de que Ebenezer Howard publicara su “Garden Cities”, ya había nacido la comuna de Viña del Mar, que hasta nuestros días es conocida como “la ciudad jardín” chilena. Habiendo obtenido en 1874 la autorización de la Municipalidad de Valparaíso para lotear los terrenos de su esposa, desarrolló un ambicioso proyecto, que no sólo incluía el agua potable de la nueva urbanización, sino también la cesión de terrenos para dos escuelas, capilla, plaza, matadero y cementerio, a lo que posteriormente agregaría mercado, juzgado, cárcel y edificios públicos.

Financió, además, la construcción de un hotel y, más tarde, el médico prusiano Teodoro von Schroeder creó los baños de Miramar, un completo establecimiento de hidroterapia con el que se inaugurará en Chile el turismo de playa. Hasta entonces sólo existían unas cabinas sobre pilotes junto a los almacenes fiscales de Valparaíso, desde las cuales colgaban escalas y cuerdas, donde distinguidas señoras solían bañarse, cubiertas de un amplio camisón, junto a sus críos. Rápidamente, Viña del Mar se convertiría en emplazamiento preferente para la residencia de los más conspicuos representantes de la sociedad porteña, y para las casas de descanso de las familias más acomodadas de la sociedad chilena, como la rica hacendada magallánica Sara Brown. Frente al exitoso desarrollo de la nueva ciudad, el hijo de Francisco y Mercedes iniciaría antes de concluir el siglo una enorme nueva urbanización al norte del Marga-Marga. Con el correr del tiempo, la ciudad jardín llegaría a concentrar, no sólo, la residencia, sino las actividades sociales, económicas y productivas de Valparaíso, y más de alguno vería en su creación, un factor decisivo de la pérdida de liderazgo del puerto.

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Xxxxxxx Pero la nueva villa no sólo nacía dando respuesta a la emergente idea del “Garden Suburb”. En medio del impacto producido por el ferrocarril,Viña del Mar también ofrecía mayores ventajas de localización industrial que el viejo Valparaíso.Ya copados los terrenos del Almendral, el puerto se había convertido en la ciudad más densa de Chile y el valor del suelo constituía una barrera difícil de franquear. Viña, en cambio, ofrecía terrenos planos, un estero que proveía de abundante agua dulce, cercanía a la línea férrea que conectaba el puerto, el valle agrícola del Aconcagua y la capital y, sobre todo, la posibilidad de un suburbio industrial higiénico con instalaciones ejemplares, y una indiscutible imagen de de prestigio y modernidad. El primer establecimiento industrial que abrió sus puertas en Viña del Mar, fue la Refinería de Azúcar CRAV en 1873, la que contó, incluso, con una iniciativa parlamentaria especial para liberar los impuestos de internación de maquinarias. Se construyeron viviendas para sus obreros y, un sistema de alumbrado de gas propio, puesto que, la naciente villa aun carecía de aquel servicio. Incluso, fue esta misma firma, la que facilitó al primer hotel, el gas necesario para su alumbrado. En la nueva ciudad afloraba el característico espíritu no doctrinario de la clase dirigente chilena y el resultado no era un ejemplo “puro” de un suburbio residencial, sino un híbrido que también pretendía ser una pujante ciudad industrial. Esta condición sería incomprendidida por más de algún europeo, extasiado con las ideologías del viejo continente, como el francés Charles Wiener, que tras su visita a Viña del Mar entre 1876 y 1883, indicaba que “como los chilenos tienen la obsesión de las empresas industriales, no han dejado de implantar una en este balneario de mar. Una enorme refinería de azúcar levanta sus villanos muros en la parte baja de la ciudad, donde oscurece la atmósfera con nubes de moscas”. La sociedad local en cambio, que habiéndose vuelto bastante más sofisticada que sus abuelos, venía huyendo de las molestias de Valparaíso, opinaba distinto, se mostraba encantada, y jamás existió denuncia alguna de la existencia de moscas. Por el contrario, los propietarios administraban su nueva villa, asegurándose de conseguir una cuidadosa distribución de funciones y una clara segregación de grupos sociales. A la instalación de la refinería, la seguiría un matadero. Para usos como éste, se entregaban en arriendo terrenos en las áreas periféricas. Lo mismo se hacía con los sitios destinados a la vivienda de la población de menores recursos, a las posadas y los bares de los trabajadores que iban y venían desde el puerto. Exigían, además, estrictas medidas de higiene, y prohibían la formación de lodazales o basurales “que pudieran viciar el aire del lugar o que perjudiquen a los vecinos”. Más tarde se instalaría una barraca, una fábrica de cervezas, una bodega de vino y varias fábricas de ladrillos. Poco a poco, las industrias porteñas también comenzarían a trasladarse a Viña del Mar. La primera en hacerlo fue la fundición Lever y Murphy. En 1883 fue trasladada a las proximidades de Caleta Abarca, ante el aumento de demanda que debió atender a partir de la Guerra del Pacífico y la carencia de espacio para expandir sus instalaciones en plena calle Condell. La seguiría, la “Compañía de Fós-

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Un suburbio industrial Pero la nueva villa no sólo nacía dando respuesta a la emergente idea del “Garden Suburb”. En medio del impacto producido por el ferrocarril, Viña del Mar también ofrecía mayores ventajas de localización industrial que el viejo Valparaíso. Ya copados los terrenos del Almendral, el puerto se había convertido en la ciudad más densa de Chile y el valor del suelo constituía una barrera difícil de franquear. Viña, en cambio, ofrecía terrenos planos, un estero que proveía de abundante agua dulce, cercanía a la línea férrea que conectaba el puerto, el valle agrícola del Aconcagua y la capital y, sobre todo, la posibilidad de un suburbio industrial higiénico con instalaciones ejemplares, y una indiscutible imagen de de prestigio y modernidad. El primer establecimiento industrial que abrió sus puertas en Viña del Mar, fue la Refinería de Azúcar CRAV en 1873, la que contó, incluso, con una iniciativa parlamentaria especial para liberar los impuestos de internación de maquinarias. Se construyeron viviendas para sus obreros y, un sistema de alumbrado de gas propio, puesto que, la naciente villa aun carecía de aquel servicio. Incluso, fue esta misma firma, la que facilitó al primer hotel, el gas necesario para su alumbrado. En la nueva ciudad afloraba el característico espíritu no doctrinario de la clase dirigente chilena y el resultado no era un ejemplo “puro” de un suburbio residencial, sino un híbrido que también pretendía ser una pujante ciudad industrial. Esta condición sería incomprendidida por más de algún europeo, extasiado con las ideologías del viejo continente, como el francés Charles Wiener, que tras su visita a Viña del Mar entre 1876 y 1883, indicaba que “como los chilenos tienen la obsesión de las empresas industriales, no han dejado de implantar una en este balneario de mar. Una enorme refinería de azúcar levanta sus villanos muros en la parte baja de la ciudad, donde oscurece la atmósfera con nubes de moscas”. La sociedad local en cambio, que habiéndose vuelto bastante más sofisticada que sus abuelos, venía huyendo de las molestias de Valparaíso, opinaba distinto, se mostraba encantada, y jamás existió denuncia alguna de la existencia de moscas. Por el contrario, los propietarios administraban su nueva villa, asegurándose de conseguir una cuidadosa distribución de funciones y una clara segregación de grupos sociales. A la instalación de la refinería, la seguiría un matadero. Para usos como éste, se entregaban en arriendo terrenos en las áreas periféricas. Lo mismo se hacía con los sitios destinados a la vivienda de la población de menores recursos, a las posadas y los bares de los trabajadores que iban y venían desde el puerto. Exigían, además, estrictas medidas de higiene, y prohibían la formación de lodazales o basurales “que pudieran viciar el aire del lugar o que perjudiquen a los vecinos”. Más tarde se instalaría una barraca, una fábrica de cervezas, una bodega de vino y varias fábricas de ladrillos. Poco a poco, las industrias porteñas también comenzarían a trasladarse a Viña del Mar. La primera en hacerlo fue la fundición Lever y Murphy. En 1883 fue trasladada a las proximidades de Caleta Abarca, ante el aumento de demanda que debió atender a partir de la Guerra del Pacífico y la carencia de espacio para expandir sus instalaciones en plena calle Condell. La seguiría, la “Compañía de Fósforos Diamante” en 1901, la que, con el nuevo nombre de “Fábrica de Cerillas de Viña del Mar”, llegaría a ser la mayor de su tipo en Chile. Con el tiempo, esta tendencia continuaría aumentando hasta convertirse en el principal asentamiento industrial de la zona.

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Xxxxxxx No terminarían con Almagro y Pizarro las disputas para quedarse con el legendario oro del Perú. Una gran cantidad de calicheras inexploradas se encontraban en el llamado “Despoblado de Atacama”, que corresponde a gran parte de lo que hoy conocemos como la Región de Antofagasta. Esta situación haría surgir la discusión sobre cuál era exactamente la frontera chileno-boliviana. Esta disputa territorial se traduciría en definitiva en 1879 en la Guerra del Pacífico, la cual una vez resuelta en favor de Chile, permitiría a nuestro país ampliar su territorio a la totalidad de aquel inmenso desierto preñado de riquezas. Declarada la guerra, la angustiosa espera por el inicio de las hostilidades se prolongaba, hasta que una mañana de mayo de 1879, el Mercurio de Valparaíso publicó un breve telegrama de su corresponsal en Antofagasta en el que contaba que, dos días antes, se había producido un combate de tres horas, ignorando el resultado. Posteriormente, llegó la noticia de que había sido hundida la corbeta chilena “Esmeralda” en medio de gestos de valentía de su tripulación y disposición a luchar hasta la muerte. Esto habría impresionado al caballeroso almirante enemigo Miguel Grau, el cual enviaría a la viuda del capitán chileno, Arturo Prat, sus enseres personales y un respetuoso reconocimiento. Acompañaba a la “Esmeralda” la goleta “Covadonga”, nave que 14 años antes había sido capturada en la guerra contra España, la cual con hábiles maniobras logró hacer encallar a la fragata peruana “Independencia”. El 23 de junio ingresaba gloriosa a la rada de Valparaíso la Covadonga y la recepción de su Carlos Condell fue todo un acontecimiento. Los territorios obtenidos tras la Guerra del Pacífico dieron a Chile una riqueza que nunca antes había conocido. Quedó, prácticamente, con el monopolio de la explotación salitrera por las siguientes cuatro décadas en un proceso de producción creciente, subiendo de 500 mil toneladas anuales que se explotaban en 1880 a 30 millones de toneladas al llegar a 1920. Proliferaron en el desierto los tendidos ferroviarios que acarreaban el mineral entre los puertos nortinos y las llamadas, oficinas salitreras, pueblos completos a los cuales llegaban compañías de ópera que ni siquiera pasaban por Santiago.Testimonios de esa época de esplendor quedaron repartidos por el mundo, como la “Casa de Chile” de Hamburgo, edificio del arquitecto Fritz Höger, que pudo construirse en plena guerra gracias a la riqueza que de este desierto extrajo un acaudalado empresario salitrero y que constituye uno de los más notables ejemplos de la arquitectura expresionista alemana. La otra cara de este período de bonanza, eran las brutales condiciones laborales bajo las que se trabajaba en las calicheras, con tecnologías preindustriales y graves arbitrariedades como lo plasmaría Baldomero Lillo en su obra “Sub sole”. Se fijó un significativo impuesto a la explotación salitrera, que le dio al erario nacional una enjundiosa porción de estas riquezas y parte de ello llegaría por cierto a Valparaíso, pero el liderazgo salitrero indiscutido no lo volvería a tener este puerto. En la primera etapa después de la ocupación de Tarapacá,Valparaíso consiguió restablecer

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Disputas por el oro blanco No terminarían con Almagro y Pizarro las disputas para quedarse con el legendario oro del Perú. Una gran cantidad de calicheras inexploradas se encontraban en el llamado “Despoblado de Atacama”, que corresponde a gran parte de lo que hoy conocemos como la Región de Antofagasta. Esta situación haría surgir la discusión, sobre cuál era exactamente la frontera chileno-boliviana. La disputa territorial se traduciría, en definitiva, en 1879 en la Guerra del Pacífico, la cual una vez resuelta en favor de Chile, permitiría a nuestro país ampliar su territorio a la totalidad de aquel inmenso desierto preñado de riquezas. Declarada la guerra, la angustiosa espera por el inicio de las hostilidades se prolongaba, hasta que una mañana de mayo de 1879, el Mercurio de Valparaíso publicó un breve telegrama de su corresponsal en Antofagasta en el que contaba que, dos días antes, se había producido un combate de tres horas, en el puerto peruano de Iquique, ignorandose, el resultado. Posteriormente, llegó la noticia de que había sido hundida la corbeta chilena “Esmeralda” en medio de gestos de valentía de su tripulación y disposición a luchar hasta la muerte. La actitud de los combatientes chilenos, habría impresionado al caballeroso almirante enemigo Miguel Grau, el cual envió a la viuda del capitán chileno, Arturo Prat, sus enseres personales y un respetuoso reconocimiento. Acompañaba a la “Esmeralda” la goleta “Covadonga”, nave que 14 años antes había sido capturada en la guerra contra España, la cual con hábiles maniobras logró hacer encallar a la fragata peruana “Independencia”. El 23 de junio ingresaba gloriosa a la rada de Valparaíso la Covadonga y la recepción de su capitán, Carlos Condell fue todo un acontecimiento.

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parte de su rol anterior; sin embargo el auge sin precedentes que experimentaría el salitre a partir de 1886 no tendría por escenario Valparaíso sino Londres. Las compañías británicas formadas en aquella época se hicieron cargo de prácticamente la totalidad de las oficinas salitreras y crearon un holding de empresas dedicadas a servicios asociados con la explotación salitrera. A partir de 1890, el vínculo dentro de Chile con Tarapacá ya se había trasladado a Santiago. Fue en definitiva la debilidad relativa de la plutocracia porteña en relación con la oligarquía santiaguina y la burguesía londinense la que la marginó del negocio a quien había llegado primero. Quién sabe si acaso este desplazamiento de Valparaíso del negocio del salitre, sería

La Guerra del Pacífico Al crearse la República de Bolivia en 1825, se le otorgaron derechos sobre la caleta de Cobija para instalar allí su puerto. Sin embargo permaneció como un asunto controversial entre ambos países si esto significaba, para la recientemente creada república, un derecho soberano del denominado “Despoblado de Atacama” en su conjunto. En la práctica, desde 1842 Chile había comenzado a ejercer actos de soberanía hasta el paralelo 23º de latitud sur, sin embargo, las autoridades bolivianas consideraban que el límite se debía fijar en el paralelo 26º. En 1866 se firmó un tratado que fijó el límite en el paralelo 24º, comprometiéndose ambos paísesa compartir las riquezas obtenidas entre el 23º y 25º. Este tratado debió ser revisado a instancias de Bolivia, llegándose a un segundo acuerdo en 1874. En éste, se eliminó la zona de condominio de las riquezas a cambio de franquicias tributarias para empresarios chilenos por 25 años. Frente al incumplimiento de estos beneficios, por parte de autoridades bolivianas, una compañía anglo-chilena creada en Valparaiso, pidió apoyo al gobierno en Santiago. Considerando el hecho como un franco incumplimiento de los tratados, vista la falta de receptividad boliviana para encontrar una solución diplomática, y ante el inminente remate de las propiedades de la compañía en cuestión, el gobierno chileno terminó por ordenar la toma de posesión del territorio que consideraba dentro de los límites de su soberanía con anterioridad a ambos acuerdos. Argumentando que se trataba de un asunto que debían resolver los tribunales bolivianos, las autoridades altiplánicas confiaban en que,

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en caso de llegar a declararse las hostilidades, el pacto secreto de defensa mutua con Perú le daría la superioridad bélica necesaria. En febrero de 1879 desembarcaron dos compañías navales chilenas en el puerto de Antofagasta, situado en la zona territorial en disputa y habitada por una población mayoritariamente chilena, prácticamente sin oposición, dada la inferioridad militar de los destacamentos bolivianos apostados en dicho puerto. El 4 de marzo llegó a Valparaíso un diplomático peruano con el fin de buscar una salida al conflicto; pero existiendo antecedentes de la existencia del pacto secreto de su país con Bolivia, la propuesta peruana fue vista con recelo por la opinión pública y, en definitiva, las negociaciones fracasaron. Un mes después Chile declaraba la guerra a ambos países. Las primeras acciones bélicas se desarrollaron en el mar contra la flota peruana, a la cual siguió una campaña terrestre que culminaría con la toma de Lima en 1881. En 1883, se firmó la paz con Perú, en la cual dicho país entregó en forma definitiva la provincia de Tarapacá. Una franja entre Arica y Tacna debía quedar bajo administración chilena por diez años, lo que se prolongó en la práctica hasta 1929, fecha en la que se concordó la frontera definitiva. Bolivia, por su parte, firmó una tregua en 1884, según la cual, los territorios disputados y el resto de la provincia de Antofagasta hasta su límite con el Perú, quedaron sometidos a leyes chilenas. En 1904 Bolivia entregó definitivamente esos territorios a Chile a cambio de la construcción del ferrocarril de Arica a La Paz y el libre tránsito de sus mercancías por los puertos chilenos.


Disputas por el oro blanco

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Los territorios obtenidos tras la Guerra del Pacífico dieron a Chile una riqueza que nunca antes había conocido. Quedó, prácticamente, con el monopolio de la explotación salitrera por las siguientes cuatro décadas, en las cuales subió su producción de 500 mil a 30 millones de toneladas anuales. Proliferaron en el desierto los tendidos ferroviarios que acarreaban el mineral entre los puertos nortinos y las llamadas, oficinas salitreras, pueblos completos, en las cuales se disfrutaban lujos que no se veían en Santiago. Testimonios de esa época de esplendor quedaron repartidos por el mundo, como la “Chilehaus” de Hamburgo, edificio del arquitecto Fritz Höger, que pudo construirse en plena guerra mundial gracias a la riqueza que de este desierto extrajo un acaudalado empresario salitrero y que es considerado uno de los más notables ejemplos de la arquitectura expresionista alemana. La otra cara de este período de bonanza, eran las brutales condiciones laborales, bajo las que se trabajaba en las calicheras, con tecnologías preindustriales y graves arbitrariedades, como lo plasmaría Baldomero Lillo en su obra “Sub sole”. Se fijó un significativo impuesto a la explotación salitrera, que le dio al erario nacional una enjundiosa porción de estas riquezas y parte de ello llegaría, por cierto, a Valparaíso, pero el liderazgo salitrero indiscutido no lo volvería a tener este puerto. En la primera etapa, después de la ocupación de Tarapacá, Valparaíso consiguió restablecer parte de su rol anterior; sin embargo el auge sin precedentes que experimentaría el salitre a partir de 1886, no tendría por escenario Valparaíso sino Londres. Las compañías británicas, formadas especialmente con esta finalidad, se hicieron cargo de, prácticamente, la totalidad de las oficinas salitreras y crearon un holding de empresas dedicadas a servicios asociados con la explotación de este mineral. Dentro de Chile, el principal vínculo con la Provincia de Tarapacá, se trasladó a Santiago a partir de 1890. Fue en definitiva, la debilidad relativa de la plutocracia porteña en relación con la oligarquía santiaguina y la burguesía londinense, la que la marginó de un negocio al cual había llegado primero. Quién sabe, si acaso este desplazamiento de Valparaíso del negocio del salitre, sería la causa más íntima de la decadencia que llegaría a vivir el puerto en el siglo siguiente.

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Xxxxxxx La guerra victoriosa permitiría a la Armada conquistar el afecto popular e identificarse con el destino de Valparaíso. Se resolvió construir en la Plaza de la Intendencia (N°50), el mayor monumento que jamás había conocido la ciudad, dedicarlo a los héroes de Iquique. Fue inaugurado en 1886 y, dos años más tarde, se trasladaban a la cripta construida bajo este monumento, los restos de Arturo Prat y la tripulación de la Esmeralda. El desembarco y procesión por las calles de la ciudad con los cuerpos de los mártires, se realizó en medio de un sorprendente reconocimiento ciudadano que sería recordado por décadas. El monumento a Lord Cochrane, por su parte, que hasta entonces presidía la Plaza, fue trasladado nueve años más tarde a su actual ubicación en Plaza Bellavista (N°125). Posteriormente, Augusto Geiger diseñaría para este último, una nueva base, obelisco y placas conmemorativas. En 1883 se construía un nuevo Muelle de Pasajeros (N°49), de metal y madera con forma hexagonal. Este muelle subsistió hasta que se lo llevó un temporal en 1912. Para instalar el Monumento y Cripta de los Héroes, en 1883 se solicitó a la Bolsa y Cámara de Comercio, el terreno ocupado por su edificio frente al mar. La institución debió ser acogida provisoriamente en las instalaciones de la Comandancia de Bomberos (N°52) y, en 1887, se trasladaría junto con la Comandancia de Marina, la Gobernación marítima, el Resguardo y el Departamento de Obras Fiscales de Valparaíso a un nuevo inmueble, que se inauguraba en los terrenos de la actual Estación Puerto (N°54). El proyecto había sido encargado a Marcelo Dourgnon, quien propuso un edificio neoclásico que contaba con dos cuerpos laterales de dos plantas y uno central de tres. Antes de concluir el siglo, el edificio sería modificado, agregándosele dos torreones laterales y un aumento de altura del cuerpo central. Pero, el frente costero, no sólo, cambiaba su rostro fruto de las obras en el sector del Muelle de Pasajeros y la Plaza de la Intendencia. Contando con los recursos del salitre, entre 1886 y 1891 se llevó a cabo, la obra más descomunal que conociera el puerto para ampliar los terrenos de la ciudad hacia el mar. Sacando material de las quebradas, se construyó una escollera que permitió ampliar el suelo urbano en 42 hectáreas. Las obras estuvieron terminadas en 1891 y, una vez conquistados los nuevos terrenos, la vía férrea era trasladada al actual trazado de Avenida Errázuriz, en el tramo entre el Edificio Luis Cousiño (N°104) y la Estación Barón (N°200). En 1893 se inauguró la nueva estación de Bellavista, como la principal estación ferroviaria de la ciudad. Se trataba de un soberbio edificio de tres plantas y una torre central. A él se accedía desde una

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Las transformaciones del borde costero La guerra victoriosa permitiría a la Armada conquistar el afecto popular e identificarse con el destino de Valparaíso. Se resolvió construir en la Plaza de la Intendencia (N°50), el mayor monumento que jamás había conocido la ciudad, dedicarlo a los héroes de Iquique. Fue inaugurado en 1886 y, dos años más tarde, se trasladaban a la cripta construida bajo este monumento, los restos de Arturo Prat y la tripulación de la Esmeralda. El desembarco y procesión por las calles de la ciudad con los cuerpos de los mártires, se realizó en medio de un sorprendente reconocimiento ciudadano que sería recordado por décadas. El monumento a Lord Cochrane, por su parte, que hasta entonces presidía la Plaza, fue trasladado nueve años más tarde a su actual ubicación en Plaza Bellavista (N°125). Posteriormente, Augusto Geiger diseñaría para este último, una nueva base, obelisco y placas conmemorativas. En 1883 se construía un nuevo Muelle de Pasajeros (N°49), de metal y madera con forma hexagonal. Este muelle subsistió hasta que se lo llevó un temporal en 1912. Para instalar el Monumento y Cripta de los Héroes, en 1883 se solicitó a la Bolsa y Cámara de Comercio, el terreno ocupado por su edificio frente al mar. La institución debió ser acogida provisoriamente en las instalaciones de la Comandancia de Bomberos (N°52) y, en 1887, se trasladaría junto con la Comandancia de Marina, la Gobernación marítima, el Resguardo y el Departamento de Obras Fiscales de Valparaíso a un nuevo inmueble, que se inauguraba en los terrenos de la actual Estación Puerto (N°54). El proyecto había sido encargado a Marcelo Dourgnon, quien propuso un edificio neoclásico que contaba con dos cuerpos laterales de dos plantas y uno central de tres. Antes de concluir el siglo, el edificio sería modificado, agregándosele dos torreones laterales y un aumento de altura del cuerpo central. Pero, el frente costero, no sólo, cambiaba su rostro fruto de las obras en el sector del Muelle de Pasajeros y la Plaza de la Intendencia. Contando con los recursos del salitre, entre 1886 y 1891 se llevó a cabo, la obra más descomunal que conociera el puerto para ampliar los terrenos de la ciudad hacia el mar. Sacando material de las quebradas, se construyó una escollera que permitió ampliar el suelo urbano en 42 hectáreas. Las obras estuvieron terminadas en 1891 y, una vez conquistados los nuevos terrenos, la vía férrea era trasladada al actual trazado de Avenida Errázuriz, en el tramo entre el Edificio Luis Cousiño (N°104) y la Estación Barón (N°200). En 1893 se inauguró la nueva estación de Bellavista, como la principal estación ferroviaria de la ciudad. Se trataba de un soberbio edificio de tres plantas y una torre central. A él se accedía desde una gran plaza ubicada entre las calles Eleuterio Ramírez y Pudeto, de la cual en la actualidad prácticamente no quedan rastros. Magníficos edificios completaban el conjunto como el Grand Hotel. Tras el terremoto de 1906, la Estación perdió su torre central y, a pesar de que sobrevivió hasta la década de 1970, envejeció como un mendigo, del que nadie conoce su pasado nobiliario, oculto en la misma neutralidad desgastada por el maltrato que sufrieron sus vecinos destinados bodegas. Por último, fue necesaria su demolición para sanear las instalaciones del liceo que lo ocupaba y corregir la línea de edificación sobre la calle Errázuriz.

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Xxxxxxx El destino de los grandes teatros de Valparaíso estuvo siempre signado por la desgracia. Famoso fue el teatro Odeón, construido en 1869 en la calle que en su honor se llamaría del Teatro, actualmente Salvador Donoso, esquina Yerbas Buenas. En él se proyectó en 1902 la primera filmación hecha en Chile, la que mostraba un ejercicio de bomberos en la Plaza Sotomayor. En el momento culminante de una zarzuela se iniciaría un incendio que acabó con el Odeón. El Teatro de la Victoria ubicado en los terrenos de la actual Plaza Simón Bolívar (N°152), fue el primer gran teatro de la ciudad. Construido por encargo de los empresarios José Pedro Alessandri y Pablo del Río se inauguró en diciembre de 1844, entre elogios que lo calificaban como el principal coliseo de América del Sur. Su inauguración contó con una brillante representación de la opera “Capuletos y Montescos” de Bellini y sería quizás a causa de la polémica que se produjo por no contar con entradas para las autoridades, que posteriormente se acondicionó algún palco especial, que según Sara Vial se encontraba dentro del escenario, “lo que producía sin duda alguna confusión de ediles, tenores y sopranos”35.Tras incendiarse en 1878, la Municipalidad edificaría en el mismo sitio el más grande de los teatros que ha tenido la ciudad: el Gran Teatro de la Victoria, obra de Juan Eduardo Fehrmann fechada en 1886. Allí se estrenó Otello para América del Sur; allí actuó también Sara Bernhardt y cantó Carlota Patti, cuya voz superaba a la de su famosa hermana Adelina. Un heladero traído de París atendía a la conspicua concurrencia en un foyer con escaleras de mármol y adornado por dos leones, los cuales, junto a tres de las cuatro esculturas de la fachada se encuentran en la actualidad en el Parque Italia (N°170). En 1899 fue desmantelado con motivo de un embargo al municipio para pagar los trabajos de limpieza de los aluviones ocurridos ese invierno y, finalmente, el terremoto de 1906 sucedido de un incendio lo arruinaron por completo y debió ser demolido. Pero no sólo se destruyó el Victoria; el Teatro Nacional, se incendió la misma noche del sismo. Las importantes compañías de teatro y ópera que seguían llegando se presentaban en el Teatro Sócrates, que no era más que una barraca construida provisoriamente después del terremoto, hasta que en 1910 se construyó uno nuevo. Así el tercer Teatro Victoria se ubicó en Avenida Pedro Montt, junto al denominado Imperio. Sobrevivió hasta que hubo que derribarlo a causa de los serios daños sufridos por el terremoto de 1971.

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Los grandes teatros de Valparaíso El destino de los grandes teatros de Valparaíso estuvo siempre signado por la desgracia. Famoso fue el teatro Odeón, construido en 1869 en la calle que en su honor se llamaría del Teatro, actualmente Salvador Donoso, esquina Yerbas Buenas. En él se proyectó en 1902 la primera filmación hecha en Chile, la que mostraba un ejercicio de bomberos en la Plaza Sotomayor. En el momento culminante de una zarzuela se iniciaría un incendio que acabó con el Odeón. El Teatro de la Victoria ubicado en los terrenos de la actual Plaza Simón Bolívar (N°152), fue el primer gran teatro de la ciudad. Construido por encargo de los empresarios José Pedro Alessandri y Pablo del Río se inauguró en diciembre de 1844, entre elogios que lo calificaban como el principal coliseo de América del Sur. Su inauguración contó con una brillante representación de la opera “Capuletos y Montescos” de Bellini y sería quizás a causa de la polémica que se produjo por no contar con entradas para las autoridades, que posteriormente se acondicionó algún palco especial, que según Sara Vial se encontraba dentro del escenario, “lo que producía sin duda alguna confusión de ediles, tenores y sopranos”35. Tras incendiarse en 1878, la Municipalidad edificaría en el mismo sitio el más grande de los teatros que ha tenido la ciudad: el Gran Teatro de la Victoria, obra de Juan Eduardo Fehrmann fechada en 1886. Allí se estrenó Otello para América del Sur; allí actuó también Sara Bernhardt y cantó Carlota Patti, cuya voz superaba a la de su famosa hermana Adelina. Un heladero traído de París atendía a la conspicua concurrencia en un foyer con escaleras de mármol y adornado por dos leones, los cuales, junto a tres de las cuatro esculturas de la fachada se encuentran en la actualidad en el Parque Italia (N°170). En 1899 fue desmantelado con motivo de un embargo al municipio para pagar los trabajos de limpieza de los aluviones ocurridos ese invierno y, finalmente, el terremoto de 1906 sucedido de un incendio lo arruinaron por completo y debió ser demolido. Pero no sólo se destruyó el Victoria; el Teatro Nacional, se incendió la misma noche del sismo. Las importantes compañías de teatro y ópera que seguían llegando se presentaban en el Teatro Sócrates, que no era más que una barraca construida provisoriamente después del terremoto, hasta que en 1910 se construyó uno nuevo. Así el tercer Teatro Victoria se ubicó en Avenida Pedro Montt, junto al denominado Imperio. Sobrevivió hasta que hubo que derribarlo a causa de los serios daños sufridos por el terremoto de 1971.

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Xxxxxxx A mediados de la década de 1870 Fermín Vivaceta proyectó, en calle Urriola esquina Prat, la casa del empresario minero Francisco Ossa. Este edificio sobrevivió cien años en parte de los terrenos del actual Edificio Baburizza, donde hoy funciona el Banco BCI. Sería el primero de los muchos palacetes que encargarían las familias opulentas del puerto. Julio Subercaseaux nunca olvidaría aquellas tardes en que jugaba en los altos del palacete veneciano (N°29) que ordenó construir su padre en la Planchada. El último piso, iluminado por una claraboya albergaba la cocina y los servicios y es desde allí los niños veían el arribo de los barcos al puerto. Pero de todos los palacetes, ninguno superó la casa de doña Juana Ross de Edwards, obra de Juan Eduardo Fehermann edificada en 1885. Se ubicaba frente a la Plaza Victoria (N°152) por la calle del Circo, posteriormente rebautizada calle Edwards en honor al hijo de doña Juana, Arturo. La casa poseía un descomunal frente que ocupaba toda la cuadra, entre Chacabuco y Victoria (actual Pedro Montt), la que en aquel tiempo medía más de 52 metros.Viuda del hombre más rico de la historia de Chile en relación al Producto Interno Bruto (PIB) de su época, doña Juana vivía en este inmenso palacio en forma austera. Poseía escasa servidumbre, no acostumbraba una vida social demasiado intensa y siempre vestía de negro en señal de luto permanente. Fue una gran benefactora de instituciones religiosas y de caridad de todo tipo, no sólo en Valparaíso sino en La Serena, Copiapó y Santiago. Ella donó los terrenos para el antiguo hospital de San Agustín, posterior Hospital Deformes, y que actualmente son ocupados por el Congreso Nacional (Nº188). Financió la construcción de la Unión Obrera (N°41) en un terreno de su propiedad. Se dice que mientras ella se dedicaba de lleno a “hacer menos penosa la situación de los desgraciados”, a sus espaldas, en los salones del mismo palacio, se fraguaba la venganza en contra de los balmacedistas derrotados en la guerra civil de 1891. El palacio verde de la devota señora deslindaba por calle Victoria con el gran templo masónico construido por Vivaceta en la década anterior. En 1906 esos muros, ya cansados de escuchar las intrigas entre clericales y comecuras se vinieron abajo para siempre. Actualmente en esos terrenos se levanta la Catedral de Valparaíso (N°154), en la cual yacen los restos de la propietaria que donó el terreno al Obispado. Poco a poco, el antiguo barrio de San Juan de Dios comenzó a transformarse en el sector preferente de los palacetes. En 1888, la familia de Santiago Lyon encargó a Carlos von Moltke, el proyecto de un Palacio en calle Condell (N°132). Al año siguiente, doña Juana Ross encargó para su hermano Agustín, a Juan Eduardo Fehrmann, un palacete en la calle del Teatro (Salvador Donoso), donde hoy funciona el Club Alemán (N°127). En el mismo barrio, el marqués de Cars y su señora Teresa Edwards McClure encargaron a Pablo Grosser un enorme palacete en calle Esmeralda (N°135). La obra quedó paralizada a causa del terremoto de 1906, hasta que en 1916 la entonces viuda de Cars lo vendió al Círculo Naval. Los inmigrantes más prósperos también encomendaron sus residencias. Tal es el caso de Otorino Zanelli, vinculado al negocio del salitre, para quien Renato Schiavon y Arnaldo Barrison proyectaron, en 1916, un palacete en el cerro Alegre (N°60), En esta obra, ubicada junto

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Los palacetes de la plutocracia porteña A mediados de la década de 1870 Fermín Vivaceta proyectó, en calle Urriola esquina Prat, la casa del empresario minero Francisco Ossa. Este edificio sobrevivió cien años en parte de los terrenos del actual Edificio Baburizza, donde hoy funciona el Banco BCI. Sería el primero de los muchos palacetes que encargarían las familias opulentas del puerto. Julio Subercaseaux nunca olvidaría aquellas tardes en que jugaba en los altos del palacete veneciano (N°29) que ordenó construir su padre en la Planchada. El último piso, iluminado por una claraboya albergaba la cocina y los servicios y es desde allí los niños veían el arribo de los barcos al puerto. Pero de todos los palacetes, ninguno superó la casa de doña Juana Ross de Edwards, obra de Juan Eduardo Fehermann edificada en 1885. Se ubicaba frente a la Plaza Victoria (N°152) por la calle del Circo, posteriormente rebautizada calle Edwards en honor al hijo de doña Juana, Arturo. La casa poseía un descomunal frente que ocupaba toda la cuadra, entre Chacabuco y Victoria (actual Pedro Montt), la que en aquel tiempo medía más de 52 metros. Viuda del hombre más rico de la historia de Chile en relación al Producto Interno Bruto de su época, doña Juana vivía en este inmenso palacio en forma austera. Poseía escasa servidumbre, no acostumbraba una vida social demasiado intensa y siempre vestía de negro en señal de luto permanente. Fue una gran benefactora de instituciones religiosas y de caridad de todo tipo, no sólo en Valparaíso sino en La Serena, Copiapó y Santiago. Ella donó los terrenos para el antiguo hospital de San Agustín, posterior Hospital Deformes, y que actualmente son ocupados por el Congreso Nacional (Nº188). Adquirió y donó el edificio de la Unión Obrera (N°41) en Cerro Cordillera. Se dice que mientras ella se dedicaba de lleno a “hacer menos penosa la situación de los desgraciados”, a sus espaldas, en los salones del mismo palacio, se fraguaba la venganza en contra de los balmacedistas derrotados en la guerra civil de 1891. El palacio verde de la devota señora deslindaba por calle Victoria (Actual Pedro Montt) con el gran templo masónico construido por Vivaceta en la década anterior. En 1906 esos muros, ya cansados de escuchar las intrigas entre clericales y comecuras se vinieron abajo para siempre. Actualmente en esos terrenos se levanta la Catedral de Valparaíso (N°154), en la cual yacen los restos de la propietaria que donó el terreno al Obispado. Poco a poco, el antiguo barrio de San Juan de Dios comenzó a transformarse en el sector preferente de los palacetes. En 1888, la familia de Santiago Lyon encargó a Carlos von Moltke, el proyecto de un Palacio en calle Condell (N°132). Al año siguiente, doña Juana Ross encargó para su hermano Agustín, a Juan Eduardo Fehrmann, un palacete en la calle del Teatro (Salvador Donoso), donde hoy funciona el Club Alemán (N°127). En el mismo barrio, el marqués de Cars y su señora Teresa Edwards McClure encargaron a Pablo Grosser un enorme palacete en calle Esmeralda (N°135). La obra quedó paralizada a causa del terremoto de 1906, hasta que en 1916 la entonces viuda de Cars lo vendió al Círculo Naval. Los inmigrantes más prósperos también encomendaron sus residencias. Tal es el caso de Otorino Zanelli, vinculado al negocio del salitre, para quien Renato Schiavon y Arnaldo Barrison proyectaron, en 1916, un palacete en el cerro Alegre (N°60), En esta obra, ubicada junto al paseo americano, recogieron caprichosamente influencias del art noveau y el modernismo catalán. La herrería y los artesonados fueron encargados a artesanos italianos residentes en Valparaíso. Fue la primera vivienda urbana que contaba con un ascensor interior, el cual llegaba hasta la sala de juegos del último nivel. Contaba además con espacio para cuatro vehículos y una casa independiente para el chofer. En 1925 sería adquirida por el triestino Pascual Baburizza, quien encargó a Vicente Kollovitch rehabilitaciones interiores y cedió terrenos de su propiedad para mejorar el paseo, que en honor a él pasará a llamarse Paseo Yugoslavo (N°59).

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Xxxxxxx Ni todos los inmigrantes que llegaron a Valparaíso se convirtieron en exitosos comerciantes, ni todos pudieron establecer vínculos conyugales con la tradicional oligarquía criolla. Miles han de haber sido los forasteros anónimos, los desertores y los náufragos, que se quedaban en estas tierras “rompiéndose el lomo” para obtener su sustento; miles serían también los habitantes del campo chileno que, atraídos por el influjo de este puerto, buscaban sacudirse el yugo paternalista de algún hacendado; otro tanto sumaban los obreros que se dirigían a las salitreras y que, al no conseguir embarcarse, se quedaban, finalmente, en esta ciudad; y tampoco faltarían los gañanes itinerantes que veían en ella, mejores posibilidades de subsistencia. Valparaíso ofrecía una amplia gama de oficios formales e informales para estos hombres, tales como estibadores, obreros, pescadores, cargadores y vendedores ambulantes, embaladores, grapadores, etc. Para las mujeres, el campo laboral se restringía al lavado de ropa ajena, el servicio doméstico y la prostitución; con el tiempo también llegarían a ser obreras industriales. Desde tiempos inmemoriales, los más pobres instalaron sus casas en las laderas de los cerros. Primero fueron los indios, después los arrieros y cargadores y, por último, los miles de hombres y mujeres que llegaban persiguiendo una esperanza. Eran ranchos parados sobre pilotes que crecían verticalmente a falta de suelo, y desde los cuales escurrían hilos de aguas pestilentes. De tanto en tanto, estas chozas de palos, latas y desperdicios, se desmoronaban cerro abajo, junto con los grandes aluviones invernales. Con la presión demográfica del siglo XIX, las parcelaciones carentes de transacciones notariales, con sus pobres casas colgadas del cielo, se extendieron por todos los cerros que rodean el Almendral. Cuando no se podía disponer de un rancho, se solía arrendar algún “cuarto redondo”, recinto sin ventanas en las que una familia completa dormía comía, cocinaba, se aseaba y hacía sus necesidades elementales. Desde estas casas de los más pobres, flameaba sin pudor la ropa limpia de las familias más elegantes. Cerro arriba, cargando un gran saco de ropa sucia y, cerro abajo, cargando otro de ropa limpia, se cruzaban las lavanderas de piernas firmes que trabajaban para las familias del Plan. Los “aguateros” recorrían los senderos sentados en las ancas de una mula cargada con dos enormes tarros soportados en un armazón de madera y ofrecían el agua de los manantiales de los Cerros Barón y Alegre. Por las escalas se cruzaban los pregoneros de fruta seca, carne o charqui y los que ofrecían una popular golosina de maíz, llamada “mote mei”. Y abajo, en el fondo de las quebradas se juntaban los desperdicios, que más de algún miserable revolvía buscando “tesoros”. En las últimas décadas del siglo, el arrendamiento de habitaciones se había convertido en todo un negocio, y surgía la denominada “clase rentista”. En edificios construidos especialmente para el arriendo, se ofrecían piezas algo mayores que los cuartos redondos, dispuestas en torno a un patio o zaguán en el cual se lavaba, se criaban gallinas, jugaban los niños y se juntaban los vecinos. Por este patio central estas construcciones adoptarían el nombre de “conventillos”, pero lejos estaban de reproducir el bucólico ambiente de los patios ajardinados de los conventos. En ellos, además de múltiples bateas y tendederos, existía un barril, en el cual se acumulaba agua de lluvia para beber. Al fondo, se encontraba el excusado común, que

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Los que vivían en la pobreza Ni todos los inmigrantes que llegaron a Valparaíso se convirtieron en exitosos comerciantes, ni todos pudieron establecer vínculos conyugales con la tradicional oligarquía criolla. Miles han de haber sido los forasteros anónimos, los desertores y los náufragos, que se quedaban en estas tierras “rompiéndose el lomo” para obtener su sustento; miles serían también los habitantes del campo chileno que, atraídos por el influjo de este puerto, buscaban sacudirse el yugo paternalista de algún hacendado; otro tanto sumaban los obreros que se dirigían a las salitreras y que, al no conseguir embarcarse, se quedaban, finalmente, en esta ciudad; y tampoco faltarían los gañanes itinerantes que veían en ella, mejores posibilidades de subsistencia. Valparaíso ofrecía una amplia gama de oficios formales e informales para estos hombres, tales como estibadores, obreros, pescadores, cargadores y vendedores ambulantes, embaladores, grapadores, etc. Para las mujeres, el campo laboral se restringía al lavado de ropa ajena, el servicio doméstico y la prostitución; con el tiempo también llegarían a ser obreras industriales. Desde tiempos inmemoriales, los más pobres instalaron sus casas en las laderas de los cerros. Primero fueron los indios, después los arrieros y cargadores y, por último, los miles de hombres y mujeres que llegaban persiguiendo una esperanza. Eran ranchos parados sobre pilotes que crecían verticalmente a falta de suelo, y desde los cuales escurrían hilos de aguas pestilentes. De tanto en tanto, estas chozas de palos, latas y desperdicios, se desmoronaban cerro abajo, junto con los grandes aluviones invernales. Con la presión demográfica del siglo XIX, las parcelaciones carentes de transacciones notariales, con sus pobres casas colgadas del cielo, se extendieron por todos los cerros que rodean el Almendral. Cuando no se podía disponer de un rancho, se solía arrendar algún “cuarto redondo”, recinto sin ventanas en las que una familia completa dormía comía, cocinaba, se aseaba y hacía sus necesidades elementales. Desde estas casas de los más pobres, flameaba sin pudor la ropa limpia de las familias más elegantes. Cerro arriba, cargando un gran saco de ropa sucia y, cerro abajo, cargando otro de ropa limpia, se cruzaban las lavanderas de piernas firmes que trabajaban para las familias del Plan. Los “aguateros” recorrían los senderos sentados en las ancas de una mula cargada con dos enormes tarros soportados en un armazón de madera y ofrecían el agua de los manantiales de los Cerros Barón y Alegre. Por las escalas se cruzaban los pregoneros de fruta seca, carne o charqui y los que ofrecían una popular golosina de maíz, llamada “mote mei”. Y abajo, en el fondo de las quebradas se juntaban los desperdicios, que más de algún miserable revolvía buscando “tesoros”. En las últimas décadas del siglo, el arrendamiento de habitaciones se había convertido en todo un negocio, y surgía la denominada “clase rentista”. En edificios construidos especialmente para el arriendo, se ofrecían piezas algo mayores que los cuartos redondos, dispuestas en torno a un patio o zaguán en el cual se lavaba, se criaban gallinas, jugaban los niños y se juntaban los vecinos. Por este patio central estas construcciones adoptarían el nombre de “conventillos”, pero lejos estaban de reproducir el bucólico ambiente de los patios ajardinados de los conventos. En ellos, además de múltiples bateas y tendederos, existía un barril, en el cual se acumulaba agua de lluvia para beber. Al fondo, se encontraba el excusado común, que por lo general era un pozo negro, aunque en ocasiones sólo había un barril en el cual se acumulaban los excrementos. En 1885 ya había 430 conventillos con 16.000 habitantes y hacia 1916, su número ya se había empinado a 2.347, los que albergaban a 60.318 personas en 24.587 piezas. En promedio habitaban tres personas por habitación, pero las había hasta de diez. Entre los más famosos conventillos de Valparaíso se recordará por años “La Unión”, con sus 144 habitaciones, ubicado

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por lo general era un pozo negro, aunque en ocasiones sólo había un barril en el cual se acumulaban los excrementos. En 1885 ya había 430 conventillos con 16.000 habitantes y hacia 1916, su número ya se había empinado a 2.347, los que albergaban a 60.318 personas en 24.587 piezas. En promedio habitaban tres personas por habitación, pero las había hasta de diez. Entre los más famosos conventillos de Valparaíso se recordará por años “La Unión”, con sus 144 habitaciones, ubicado en Pedro Montt, el cual servía también como hotel galante, café chino y cocinería. El “Cabo de Hornos” de la calle Márquez, contaba con prostíbulo y era famoso por sus delincuentes. Se trataba de dos cuerpos de dos y tres pisos respectivamente, de tabiquería sobre albañilería. Tampoco se olvidaría con facilidad “El Troya” en la Calle Victoria (actual Pedro Montt), con más de 500 ocupantes; “El Liguria” en calle Chacabuco; “El Americano” en calle del Hospital (Colón); “El Domingo Costa”, donde más tarde se instalaría la fábrica del mismo nombre; “El 14 puertas” o el “Gran Conventillo Betancourt” del Cerro Barón. Para quienes podían pagar algo mejor, posteriormente aparecerían los primeros cités de Valparaíso. Se trataba de conjuntos destinados al arrendamiento de viviendas propiamente tales. Quedan aun en pie algunos de ellos en calle Colón y en Calle Independencia, y se destaca el notable ejemplo del Conjunto Hermanos Montgolfier (N°119) en Cerro Panteón.

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Los que vivían en la pobreza

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en Pedro Montt, el cual servía también como hotel galante, café chino y cocinería. El “Cabo de Hornos” de la calle Márquez, contaba con prostíbulo y era famoso por sus delincuentes. Se trataba de dos cuerpos de dos y tres pisos respectivamente, de tabiquería sobre albañilería. Tampoco se olvidaría con facilidad “El Troya” en la Calle Victoria (actual Pedro Montt), con más de 500 ocupantes; “El Liguria” en calle Chacabuco; “El Americano” en calle del Hospital (Colón); “El Domingo Costa”, donde más tarde se instalaría la fábrica del mismo nombre; “El 14 puertas” o el “Gran Conventillo Betancourt” del Cerro Barón. Para quienes podían pagar algo mejor, posteriormente aparecerían los primeros cités de Valparaíso. Se trataba de conjuntos destinados al arrendamiento de viviendas propiamente tales. Quedan aun en pie algunos de ellos en calle Colón y en Calle Independencia, y se destaca el notable ejemplo del Conjunto Hermanos Montgolfier (N°119) en Cerro Panteón.

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Xxxxxxx La viruela, el cólera, la peste bubónica, la neumonía y la tos convulsiva que habían acompañado desde siempre a la población de Valparaíso, comenzaban a hacerse más frecuentes y devastadoras en la medida que se aceleraba el proceso de urbanización y cundía el hacinamiento. Memorable sería la epidemia de escarlatina de 1831, que debió ser enfrentada por los únicos cuatro médicos con que contaba la ciudad. Durante estas epidemias se manifestaban más notoriamente, que no solo los estragos de la vida, sino también los de la muerte diferenciaban entre ricos y pobres. Mientras los primeros eran enterrados en las iglesias, los “pobres de solemnidad” eran conducidos en carreta en plena noche para ser sepultados a campo travieso. A partir de 1825 se dicta el primer reglamento de sepultación de difuntos y poco después se instalaron los cementerios Número 1 y el de Disidentes (N°117). Poco a poco fueron imponiéndose las ideas higienistas, difundidas en Valparaíso por el argentino Guillermo Rowson, y, uno de los asuntos que con mayor fuerza reivindicaron los liberales igualitarios de la década del 50, fue enfrentar los problemas de salubridad. El abastecimiento de carne fue uno de los problemas que más preocupación causaba, pues hasta 1848, los animales eran carneados en los patios o en la calle frente a la entrada de las casas. Ese año se instaló el primer matadero. Se encontraba en el sector del actual Mercado Cardonal (N°197), donde permanecería hasta 1905, fecha en la cual se trasladaría a Caleta Portales (N°6). El Intendente Francisco Echaurren fue amado y temido por sus medidas de saneamiento. Ordenó llevar a prisión a quienes arrojaran papeles y basura a las calles. De las muchas obras que hizo, la que más sería recordada fue la instalación de las “chaurrinas”, nombre con el cual, parafraseando las “vespasianas”, terminaron siendo llamadas las casetas pintadas de rojo, destinadas a servicios higiénicos, que hizo instalar en el malecón. En 1883 los cementerios pasaron a ser propiedad del Estado y en 1887 se resolvió construir un nuevo camposanto en Playa Ancha. La eterna falta de agua potable recién comenzó a resolverse 1890, cuando se abrió por primera vez la llave de una cañería proveniente del Lago Peñuelas a 16 kilómetros de Valparaíso, la que paulatinamente terminaría con el sistema de distribución por “aguateros”. Las redes de alcantarillado, por su parte, construidas poco antes, serían explotadas por la “Valparaíso Drenage Company”. Ninguna de estas medidas fue suficiente para impedir los estragos de la epidemia de viruela de 1905, la que obligó a mantener los cadáveres en las calles, con el fin de evitar el contagio, por ser insuficientes los carretones para retirarlos. En una serie de artículos publicados en 1884 en el diario “La Patria” de Valparaíso, el médico porteño Augusto Orrego Luco comenzó a hablar por primera vez de “la cuestión social”. Ese mismo año, por encargo del administrador del Cementerio de Playa Ancha, Carlos Lorca, se ordena la construcción de la Unión Obrera (N° 41) junto al Camino de Cintura, en lo que entonces era el borde superior de la ciudad. Se dice que el autor del proyecto habría sido el propio Fermín Vivaceta. Se trataba de un conventillo modelo y germen de una vivienda social. En ella se ha sustituido el concepto de “cuartos redondos” por el de un par de recintos de mayor tamaño,

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Del higienismo a la cuestión social La viruela, el cólera, la peste bubónica, la neumonía y la tos convulsiva que habían acompañado desde siempre a la población de Valparaíso, comenzaban a hacerse más frecuentes y devastadoras en la medida que se aceleraba el proceso de urbanización y cundía el hacinamiento. Memorable sería la epidemia de escarlatina de 1831, que debió ser enfrentada por los únicos cuatro médicos con que contaba la ciudad. Durante estas epidemias se manifestaban más notoriamente, que no solo los estragos de la vida, sino también los de la muerte diferenciaban entre ricos y pobres. Mientras los primeros eran enterrados en las iglesias, los “pobres de solemnidad” eran conducidos en carreta en plena noche para ser sepultados a campo travieso. A partir de 1825 se dicta el primer reglamento de sepultación de difuntos y poco después se instalaron los cementerios Número 1 y el de Disidentes (N°117). Poco a poco fueron imponiéndose las ideas higienistas, difundidas en Valparaíso por el argentino Guillermo Rowson, y, uno de los asuntos que con mayor fuerza reivindicaron los liberales igualitarios de la década del 50, fue enfrentar los problemas de salubridad. El abastecimiento de carne fue uno de los problemas que más preocupación causaba, pues hasta 1848, los animales eran carneados en los patios o en la calle frente a la entrada de las casas. Ese año se instaló el primer matadero. Se encontraba en el sector del actual Mercado Cardonal (N°197), donde permanecería hasta 1905, fecha en la cual se trasladaría a Caleta Portales (N°6). El Intendente Francisco Echaurren fue amado y temido por sus medidas de saneamiento. Ordenó llevar a prisión a quienes arrojaran papeles y basura a las calles. De las muchas obras que hizo, la que más sería recordada fue la instalación de las “chaurrinas”, nombre con el cual, parafraseando las “vespasianas”, terminaron siendo llamadas las casetas pintadas de rojo, destinadas a servicios higiénicos, que hizo instalar en el malecón. En 1883 los cementerios pasaron a ser propiedad del Estado y en 1887 se resolvió construir un nuevo camposanto en Playa Ancha. La eterna falta de agua potable recién comenzó a resolverse 1890, cuando se abrió por primera vez la llave de una cañería proveniente del Lago Peñuelas a 16 kilómetros de Valparaíso, la que paulatinamente terminaría con el sistema de distribución por “aguateros”. Las redes de alcantarillado, por su parte, construidas poco antes, serían explotadas por la “Valparaíso Drenage Company”. Ninguna de estas medidas fue suficiente para impedir los estragos de la epidemia de viruela de 1905, la que obligó a mantener los cadáveres en las calles, con el fin de evitar el contagio, por ser insuficientes los carretones para retirarlos. En una serie de artículos publicados en 1884 en el diario “La Patria” de Valparaíso, el médico porteño Augusto Orrego Luco comenzó a hablar por primera vez de “la cuestión social”. Ese mismo año, por encargo del administrador del Cementerio de Playa Ancha, Carlos Lorca, se ordena la construcción de la Unión Obrera (N° 41) junto al Camino de Cintura, en lo que entonces era el borde superior de la ciudad. Se dice que el autor del proyecto habría sido el propio Fermín Vivaceta. Se trataba de un conventillo modelo y germen de una vivienda social. En ella se ha sustituido el concepto de “cuartos redondos” por el de un par de recintos de mayor tamaño, debidamente iluminados y ventilados. Se trata de un edificio de tres plantas con un patio central, que alberga 54 Unidades que llegan hasta 64 metros cuadrados. Los servicios higiénicos, duchas y lavado de ropa se concentraban en una torre central, a la cual se accedía desde los tres niveles. Sobre la base de experiencias como ésta, en 1899 se dicta el primer reglamento de conventillos, que estableció ciertas condiciones arquitectónicas que deberían cumplir estos inmuebles.

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debidamente iluminados y ventilados. Se trata de un edificio de tres plantas con un patio central, que alberga 54 Unidades que llegan hasta 64 metros cuadrados. Los servicios higiénicos, duchas y lavado de ropa se concentraban en una torre central, a la cual se accedía desde los tres niveles. Sobre la base de experiencias como ésta, en 1899 se dicta el primer reglamento de conventillos, que estableció ciertas condiciones arquitectónicas que deberían cumplir estos inmuebles. En la misma época y particularmente después de la encíclica Rerum Novarum en 1891, el pensamiento católico y las elites conservadoras, asumían los asuntos sociales como una prioridad ética, y las viviendas de los más pobres comenzaban a ser puestas en el foco de la atención. Corrientes moralizantes que veían en los bolsones de pobreza la concentración de todos los vicios, impulsan a una acción más decidida por actuar en ellos. Posiblemente, fueron las encíclicas del papa León XIII las que decidieron a doña Juan Ross de Edwards en 1898, a adquirir la Unión Obrera y entregarla a la administración del arzobispado. Su ubicación, junto a la Capilla Santa Ana parecía ser la más indicada para fomentar los valores cristianos y “liberar a los pobres de conductas sociales desviadas”.

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Del higienismo a la cuestión social

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En la misma época y particularmente después de la encíclica Rerum Novarum en 1891, el pensamiento católico y las elites conservadoras, asumían los asuntos sociales como una prioridad ética, y las viviendas de los más pobres comenzaban a ser puestas en el foco de la atención. Corrientes moralizantes que veían en los bolsones de pobreza la concentración de todos los vicios, impulsan a una acción más decidida por actuar en ellos. Posiblemente, fueron las encíclicas del papa León XIII las que decidieron a doña Juan Ross de Edwards en 1898, a adquirir la Unión Obrera y entregarla a la administración del arzobispado. Su ubicación, junto a la Capilla Santa Ana parecía ser la más indicada para fomentar los valores cristianos y “liberar a los pobres de conductas sociales desviadas”.

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Xxxxxxx No obstante la pérdida de influencia sobre el salitre, y el influjo que ejercía Viña del Mar para atraer industrias,Valparaíso seguía siendo un núcleo de creatividad empresarial que tenazmente daba a luz nuevas fábricas. Los censos industriales del cambio de siglo revelan que en aquel momento el puerto era la segunda ciudad en cuanto a número de industrias instaladas, sin embargo superaba por lejos a Santiago en el grado de mecanización de ellas, el número de empleos que generaba y la estabilidad de éstas tenían en el tiempo. Entre las nuevas industrias de vestuario se desatacaban la fábrica de Juan Matas de “Camisas y Artículos de Lencería”, instalada en 1882, y la “Fábrica Nacional de Sombreros y Cintas”, instalada tres años más tarde. En el rubro de la industria metalmecánica sobresalía la “Fábrica de Envases” fundada en 1896. Diez años más tarde se creaba la Fábrica Nacional de Envases y Enlozados dedicada a los tarros de latas impresos, artículos de aluminio. En la industria del tabaco se instalaba en 1893 la Fábrica Nacional de Tabacos Bonsack, una sociedad anónima que fabricaba las legendarias marcas de cigarrillos Vencedores, Colón, Nacionales, Victoria, Progreso y Dandy. Dieciseis años más tarde, el español Fernando Rioja crea la Compañía Chilena de tabacos que llegaría a convertirse en la principal tabacalera de Chile con su famoso edificio de Avenida Colón (Nº181). Pero los más exitosos eran los industriales del rubro alimentario. Allí se desatacaba la Fábrica “La Fama”, de chocolate y cocoa, instalada en 1886, por los italianos Zanetta y Delepiani. Cuatro años más tarde, frente a la plaza Aníbal Pinto, en un lugar que desde entonces nunca ha dejado de ser panadería, el alemán Federico Hucke instalaba una fábrica de galletas y confites. Su negocio llegaría a ser tan próspero que en 1901 construiría su propio edificio. Tras un incendio encargaría al arquitecto Otto Anwandter armar un edificio industrial prefabricado por Barbücher-Hutte y traído de Saarbrücken, Alemania (Nº173), ejemplo de la llamada “arquitectura ingenieril” alemana, que se contraponía a las pretensiones de ocultar bajo un manto de historicismo las emergentes tecnologías del acero. En la misma época, el joven de 16 años Federico Costa trabajaba en una fábrica de caramelos en calle Pocuro y mostraba particular interés en el éxito de la firma, de suerte que antes de cumplir los 22 años ya era socio de la empresa. Un incendio destruyó la fábrica y se propuso reconstruir la empresa en forma independiente. Nacía así la fábrica de chocolates Costa. El éxito de obtenido le permitió hacia 1925 adquirir un terreno y construir un nuevo edificio y población para los trabajadores (Nº186). En 1898 el italiano Augusto Carozzi Passani, comenzó a producir pastas, alimento que era prácticamente desconocido en Chile. Con el tiempo llegaría a ser uno de los consorcios alimentarios más grandes del país. En el mismo rubro emprenderían los jóvenes Leopoldo Lucchetti y Carlos Traverso en 1904 una empresa familiar que cuarenta años más tarde se convertiría en una pujante sociedad anónima.

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Las industrias porteñas No obstante la pérdida de influencia sobre el salitre, y el influjo que ejercía Viña del Mar para atraer industrias, Valparaíso seguía siendo un núcleo de creatividad empresarial que tenazmente daba a luz nuevas fábricas. Los censos industriales del cambio de siglo revelan que en aquel momento el puerto era la segunda ciudad en cuanto a número de industrias instaladas, sin embargo superaba por lejos a Santiago en el grado de mecanización de ellas, el número de empleos que generaba y la estabilidad de éstas en el tiempo. Entre las nuevas industrias de vestuario se desatacaban la fábrica de Juan Matas de “Camisas y Artículos de Lencería”, instalada en 1882, y la “Fábrica Nacional de Sombreros y Cintas”, instalada tres años más tarde. En el rubro de la industria metalmecánica sobresalía la “Fábrica de Envases” fundada en 1896. Diez años más tarde que ésta, se creaba la Fábrica Nacional de Envases y Enlozados, dedicada a lproducir tarros de latas impresos y artículos de aluminio. En la industria del tabaco se instalaba en 1893 la Fábrica Nacional de Tabacos Bonsack, una sociedad anónima que fabricaba las legendarias marcas de cigarrillos “Vencedores”, “Colón”, “Nacionales”, “Victoria”, “Progreso” y “Dandy”. Dieciseis años más tarde, el español Fernando Rioja crea la Compañía Chilena de tabacos que llegaría a convertirse en la principal tabacalera de Chile con su famoso edificio de Avenida Colón (Nº181). Pero los más exitosos eran los industriales del rubro alimentario. Allí se desatacaba la Fábrica “La Fama”, de chocolate y cocoa, instalada en 1886 por los italianos Zanetta y Delepiani. Cuatro años más tarde, frente a la plaza Aníbal Pinto, en un lugar que desde entonces nunca ha dejado de ser panadería, el alemán Federico Hucke instalaba una fábrica de galletas y confites. Su negocio llegaría a ser tan próspero que en 1901 construiría su propio edificio. Después de un incendio encargó al arquitecto Otto Anwandter armar un edificio industrial prefabricado por BarbücherHutte y traído de Saarbrücken, Alemania (Nº173), ejemplo de la llamada “arquitectura ingenieril” alemana, que se contraponía a las pretensiones de ocultar bajo un manto de historicismo las emergentes tecnologías del acero. En la misma época, el joven de 16 años Federico Costa trabajaba en una fábrica de caramelos en calle Pocuro y mostraba particular interés en el éxito de la firma, de suerte que antes de cumplir los 22 años ya era socio de la empresa. Un incendio destruyó la fábrica y se propuso reconstruir la empresa en forma independiente. Nacía así la fábrica de chocolates Costa. El éxito de obtenido le permitió hacia 1925 adquirir un terreno y construir un nuevo edificio y población para los trabajadores (Nº186). En 1898 el italiano Augusto Carozzi Passani, comenzó a producir pastas, alimento que era prácticamente desconocido en Chile. Con el tiempo llegaría a ser uno de los consorcios alimentarios más grandes del país. En el mismo rubro emprenderían los jóvenes Leopoldo Lucchetti y Carlos Traverso en 1904 una empresa familiar que cuarenta años más tarde se convertiría en una pujante sociedad anónima.

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Xxxxxxx Fue en el antiguo Teatro Nacional de Valparaíso, que ocupaba parte de lo que hoy es la plaza O’Higgins (N°189), donde en 1886 el fundador de Viña del Mar, José Francisco Vergara desistió de su postulación presidencial, proclamando a José Manuel Balmaceda candidato del liberalismo. Balmaceda impulsó un gobierno modernizador que contó con los recursos del salitre para emprender un amplio programa de obras públicas y de mejoramiento de la educación.Tenía plena conciencia de que la bonanza del salitre podía ser pasajera, por lo que era necesario acelerar el proceso de industrialización. Consideró necesario dar pasos hacia la nacionalización de la riqueza salitrera, controlar el transporte ferroviario y crear un banco estatal, entre otras medidas. Pero ni los intereses salitreros, ni la oligarquía, más interesada en disfrutar de una riqueza que nunca había tenido, estaban dispuestos a aceptar tales cambios. Se producía como consecuencia de ello un dramático quiebre al interior de la clase dirigente que conduciría en definitiva a la guerra civil de 1891y al suicidio de Balmaceda.

Quiebre al interior de la clase dirigente Los cambios que pretendía impulsar Balmaceda provocaron un brutal enfrentamiento de intereses, que no conseguiría resolverse por los cauces institucionales. Se trataba del choque entre una visión netamente burguesa, innovadora, librepensadora, positivista, que buscaba dar sustentabilidad al crecimiento, con la visión de una oligarquía portadora de una tradición de trescientos años. Esta elite aristocratizante y señorial, comenzaba a aparecer como incapaz de administrar el potencial minero y el incipiente desarrollo industrial de un modo distinto a aquel, cómo lo había hecho hasta entonces con la tierra. Obraba, explotando mientras algo se produzca y vendiendo mientras alguien lo pague, sin mayor innovación que su capacidad para administrar relaciones de inquilinaje, alternando autoritarismo paternalista con alguna que otra dosis de brutalidad. La plutocracia emergente, estrechamente vinculada a la elite terrateniente por lazos familiares y comerciales, no había hasta entonces modificado, en esencia, esa matriz productiva señorial. El poderío financiero del salitre en manos británicas, asociado a los grandes

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banqueros, desequilibraría las fuerzas en pugna, inhibiendo la posibilidad de que el núcleo tradicional incorporara el instrumental crítico y modernizador, como siempre lo había hecho en las situaciones de peligro. El liberalismo, fraccionado y contradictorio, medio anarquizante y medio portaliano, no fue capaz de dar conducción a este complejo proceso en el que se enfrentaban, las familias de un mismo grupo gobernante. La tensión fue en aumento y, en ese contexto, para amplios sectores parlamentarios no resultaron tolerables las prácticas que hasta entonces habían sido tradicionales en los gobiernos conservadores y liberales, como el autoritarismo presidencial y el intervencionismo electoral. La lucha se expresó en una pugna de poderes entre el ejecutivo y el parlamento, llegando a adoptar la forma de disputa entre “presidencialismo” o “parlamentarismo”. La situación se quebró al no aprobarse oportunamente la ley de presupuesto de 1991, ante lo cual, el gobierno decretó que regiría el mismo presupuesto del año anterior, poniéndose con ello al margen de la constitución y siendo tachado de “dictadura” por sus oponentes.


BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

La rebelión de la oligarquía Fue en el antiguo Teatro Nacional de Valparaíso, que ocupaba parte de lo que hoy es la Plaza O’Higgins (N°189), donde en 1886 el fundador de Viña del Mar, José Francisco Vergara desistió de su postulación presidencial, proclamando a José Manuel Balmaceda candidato del liberalismo. Balmaceda impulsó un gobierno modernizador que contó con los recursos del salitre para emprender un amplio programa de obras públicas y de mejoramiento de la educación. Tenía plena conciencia de que la bonanza del salitre podía ser pasajera, por lo que era necesario acelerar el proceso de industrialización. Consideró necesario dar pasos hacia la nacionalización de la riqueza salitrera, controlar el transporte ferroviario y crear un banco estatal, entre otras medidas. Pero ni los intereses salitreros, ni la oligarquía, más interesada en disfrutar de una riqueza que nunca había tenido, estaban dispuestos a aceptar tales cambios. Se producía, como consecuencia de ello, un dramático quiebre al interior de la clase dirigente que conduciría en definitiva a la guerra civil de 1891y al suicidio de Balmaceda.

El suicidio de Balmaceda Después de abdicar, el Presidente permaneció sus últimos días en la legación argentina en Santiago. El día en el cual debía concluir su mandato se daba un tiro en la sien, convencido de que el inglés John Thomas North, conocido como “el rey del salitre”, había sido uno de los principales instigadores de la guerra civil. Tuvieron que transcurrir décadas para que la figura de Balmaceda fuese comprendida en toda su magnitud, pues en los años inmediatos

a su muerte sólo se lo recordó por las acciones represivas e inconstitucionales ocurridas durante la guerra. A su muerte se instauró la república parlamentaria, que con el tiempo caería en prácticas politiqueras estériles, que favorecerían el descrédito de la oligarquía que la llevará a su ocaso definitivo, y darían, por casi un siglo, argumentos a quienes suelen sembrar la sospecha de la política para ocultar su desconfianza en la democracia.

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Entre los líderes de la oposición a Balmaceda se encontraban las familias más influyentes de Valparaíso, vinculadas a la actividad financiera, a cuya opinión resultaban sensibles los círculos de oficiales de la marina. El conflicto armado estalló con la sublevación de la escuadra en Valparaíso, mientras el ejército permaneció leal al Presidente. El 7 de enero de 1891 la escuadra partió en dirección al norte y una vez ocupadas las provincias salitreras constituyó una junta de gobierno. En los meses que siguieron recrudeció el autoritarismo del gobierno y se reprimió brutalmente a los focos de sabotaje, entre los cuales se cuenta el fusilamiento del industrial porteño Ricardo Cumming, que pretendió inutilizar las torpederas que controlaban las tropas gobiernistas. Decididas a defender Valparaíso, las tropas leales fueron derrotadas definitivamente en las inmediaciones de este puerto. En las noches de agosto de 1891 que sucedieron a las batallas de Placilla y de Concón, miles de soldados heridos y maltrechos golpearían las puertas de las casas de parientes y amigos porteños buscando socorro y protección frente a sus perseguidores y en los días siguientes las casa de los más conocidos balmacedistas serían saqueadas en medio de una ciudad sitiada. Cuatrocientos peones, ocho días y cuarenta tarros de kerosene fueron necesarios para quemar los dos mil cadáveres que quedaron repartidos tras la batalla de Placilla y los desordenes de aquellos días en este puerto. No deja de rondarnos la pregunta de que un posible triunfo del bando balmacedista podría haber cambiado las perspectivas de Valparaíso, tanto para su desarrollo industrial como para la posibilidad de recuperar parte de su fugaz poderío salitrero.

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Una rebelión de la oligarquía

BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Entre los líderes de la oposición a Balmaceda, se encontraban las familias más influyentes de Valparaíso, vinculadas a la actividad financiera, a cuya opinión resultaban sensibles los círculos de oficiales de la marina. El conflicto armado estalló con la sublevación de la escuadra en Valparaíso, mientras el ejército permaneció leal al Presidente. El 7 de enero de 1891 la escuadra partió en dirección al norte y, una vez ocupadas las provincias salitreras, constituyó una junta de gobierno. En los meses que siguieron recrudeció el autoritarismo del gobierno y se reprimió brutalmente a los focos de sabotaje. Entre estas acciones, la que más descrédito le traería a Balmaceda, fue el fusilamiento del industrial porteño Ricardo Cumming, que pretendió inutilizar las torpederas que controlaban las tropas gobiernistas. Decididas a defender Valparaíso, las tropas leales fueron derrotadas definitivamente en las inmediaciones de este puerto. En las noches de agosto y septiembre de 1891 que sucedieron a las batallas de Placilla y Concón, las más sanguinarias que se recuerden en este país de guerras seculares, miles de soldados heridos y maltrechos golpearían las puertas de las casas de parientes y amigos porteños buscando socorro y protección frente a sus perseguidores, y en los días siguientes, las casa de los más conocidos balmacedistas, serían saqueadas en medio de una ciudad sitiada. Cuatrocientos peones, ocho días y cuarenta tarros de kerosene, fueron necesarios para quemar los dos mil cadáveres que quedaron repartidos tras la batalla de Placilla y los desordenes de aquellos días en este puerto. No deja de rondarnos la pregunta de que, quizás, un posible triunfo del bando balmacedista podría haber cambiado las perspectivas de Valparaíso, tanto para su desarrollo industrial como para la posibilidad de recuperar parte de su fugaz poderío salitrero.

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Xxxxxxx Para el espíritu romántico que navega por el siglo XIX, todo estaba en duda, menos la posibilidad del mito. Una comunidad atada a la era industrial como Valparaíso, no podría sustraerse a la pretensión romántica de construir una nueva mitología, cuyas historias y personajes, nacidos de lo informe, lo grotesco, lo horrendo y lo repugnante, fuesen también capaces de mostrar la veracidad, la pureza y la belleza genuina. Esta bahía no estuvo libre de conocer los buques fantasmas y otros relatos que recorrían los siete mares. El “Holandés Errante”, el “Caleuche”, el “Good Walter” o el “Santa María”, aparecían iluminando el horizonte en alguna noche sin luna. Incluso, se dice que un viejo de barba roja que pedía vino en las tabernas del Barrio Puerto, no era otro, sino el capitán de alguno de ellos. Tampoco faltarían los cantos misteriosos e irresistibles, como aquel que escuchaban las mujeres suicidas que se arrojan al mar desde la “Piedra Feliz”. Oreste Plath diría que en las algas que rodean esta roca, se dejan ver las caras de las malogradas damas. Los aparecidos y los fantasmas suelen rondar por este puerto. Un estudiante que conquistó a una muchacha en la costanera, le pasó su abrigo y convino con ella ir a buscarlo a su casa a la noche siguiente. Fue a la dirección indicada y, al encontrarse en el cementerio, creyó haber sido engañado. Encontró el abrigo junto a la tumba de la joven. También existió un caballo fantasma que se aparecía por los roqueríos de Playa Ancha. Dicen que había corrido enloquecido hasta matar a su amo. Los hijos de éste, indignados enterraron vivo al animal en la misma fosa que el jinete muerto y, desde entonces, el caballo no ha tenido descanso. Algunos aparecidos revelaban misterios de tesoros enterrados. Un soldado desertor, que escapó con las riquezas de los batallones leales al Presidente Balmaceda en 1891, fue muerto por el fuego de ambos bandos, despreciado por su cobardía y su codicia. Años más tarde, el difunto se aparecía ante un vendedor de carbón, indicándole que debía ir de noche a un lugar signado por una luz misteriosa y cavar, sin escuchar los ruidos, ni voltear la cabeza. Una vez rescatado el tesoro, debía rezar por el alma del soldado traidor. El carbonero no resistió los terroríficos sonidos de aquella noche y no cumplió el cometido. La luz y las riquezas desaparecieron apenas miró hacia atrás y el soldado todavía espera a otro más valiente que salve por su alma. Hay también muñecas macabras como las que tenía doña Charo, la intrigante vieja que vivía en el Camino de Cintura. Un día se vio a la anciana comprar comida en abundancia y se le oyó comentar que tendría invitados. Esa noche se escucharon risas en su casa y, después de varios días, la encontraron muerta, rodeada de muñecas con señas de haberse comido las tortas y pasteles. Ancianas o viudas con frecuencia son peligrosas, como aquella que solía pedir ayuda a algún transeúnte para cruzar una quebrada. Sin descortesías era necesario evitar acceder a su solicitud, y seguir con paso firme. La anciana insistiría y seguiría al caminante. Sin mover sus piernas lo alcanzaría por más que éste corra. En tales circunstancias, sólo era posible ponerse a salvo invocando el nombre de Cristo. Pronunciando los seis nombres de Satanás en algún lugar solitario por la noche, era posible contratar con el demonio algún pacto, entregándole el alma a cambio. Claudio Vicuña, lo hizo durante la guerra civil. Cuando llegó el día de pagar la deuda, partió a sus

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Mitología romántica Para el espíritu romántico que navega por el siglo XIX, todo estaba en duda, menos la posibilidad del mito. Una comunidad atada a la era industrial como Valparaíso, no podría sustraerse a la pretensión romántica de construir una nueva mitología, cuyas historias y personajes, nacidos de lo informe, lo grotesco, lo horrendo y lo repugnante, fuesen también capaces de mostrar la veracidad, la pureza y la belleza genuina. Esta bahía no estuvo libre de conocer los buques fantasmas y otros relatos que recorrían los siete mares. El “Holandés Errante”, el “Caleuche”, el “Good Walter” o el “Santa María”, aparecían iluminando el horizonte en alguna noche sin luna. Incluso, se dice que un viejo de barba roja que pedía vino en las tabernas del Barrio Puerto, no era otro, sino el capitán de alguno de ellos. Tampoco faltarían los cantos misteriosos e irresistibles, como aquel que escuchaban las mujeres suicidas que se arrojan al mar desde la “Piedra Feliz”. Oreste Plath diría que en las algas que rodean esta roca, se dejan ver las caras de las malogradas damas. Los aparecidos y los fantasmas suelen rondar por este puerto. Un estudiante que conquistó a una muchacha en la costanera, le pasó su abrigo y convino con ella ir a buscarlo a su casa a la noche siguiente. Fue a la dirección indicada y, al encontrarse en el cementerio, creyó haber sido engañado. Encontró el abrigo junto a la tumba de la joven. También existió un caballo fantasma que se aparecía por los roqueríos de Playa Ancha. Dicen que había corrido enloquecido hasta matar a su amo. Los hijos de éste, indignados enterraron vivo al animal en la misma fosa que el jinete muerto y, desde entonces, el caballo no ha tenido descanso. Algunos aparecidos revelaban misterios de tesoros enterrados. Un soldado desertor, que escapó con las riquezas de los batallones leales al Presidente Balmaceda en 1891, fue muerto por el fuego de ambos bandos, despreciado por su cobardía y su codicia. Años más tarde, el difunto se aparecía ante un vendedor de carbón, indicándole que debía ir de noche a un lugar signado por una luz misteriosa y cavar, sin escuchar los ruidos, ni voltear la cabeza. Una vez rescatado el tesoro, debía rezar por el alma del soldado traidor. El carbonero no resistió los terroríficos sonidos de aquella noche y no cumplió el cometido. La luz y las riquezas desaparecieron apenas miró hacia atrás y el soldado todavía espera a otro más valiente que salve por su alma. Hay también muñecas macabras como las que tenía doña Charo, la intrigante vieja que vivía en el Camino de Cintura. Un día se vio a la anciana comprar comida en abundancia y se le oyó comentar que tendría invitados. Esa noche se escucharon risas en su casa y, después de varios días, la encontraron muerta, rodeada de muñecas con señas de haberse comido las tortas y pasteles. Ancianas o viudas con frecuencia son peligrosas, como aquella que solía pedir ayuda a algún transeúnte para cruzar una quebrada. Sin descortesías era necesario evitar acceder a su solicitud, y seguir con paso firme. La anciana insistiría y seguiría al caminante. Sin

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terrenos de Placilla. En el camino, encontró al viejo sacerdote que había bautizado a sus hijos, y le pidió ayuda para evitar cumplir el compromiso con Belcebú. El cura debía orar y cantar letanías el latín durante la noche entera. Vicuña se durmió confiado, pero nunca más despertó. Espantados, sus empleados lo encontraron a la mañana siguiente y del clérigo no había rastro. El obispado emitiría un comunicado afirmando que el sacerdote había muerto mucho tiempo antes predicando en la Amazonía brasileña. Martín Busca fue más afortunado y, en el cementerio tres de Playa Ancha, se puede ver el mausoleo que le permitió salvar su alma. Había desembarcado de un velero y se dedicó por largo tiempo a pedir trabajo sin conseguirlo. El hambre lo llevó a hacer un pacto con el demonio y, un día cualquiera, se convirtió en millonario. Nadie lo envidió cuando se compró uno de los primeros automóviles que existieron en Valparaíso, pues era un generoso benefactor y todos sabían que podían recurrir a él. Muchos años después, agonizando contó que su dinero y su alma se las llevaría el diablo apenas su cuerpo tocara tierra. Pero tanto lo querían, que cuando le llegó la hora, entre todos discurrieron un modo de salvarlo. Fue un obrero el de la idea de que su cuerpo no tocara la tierra, sino que lo elevaran en un nicho. Un fundidor ofreció forrar el ataúd con plomo. Otros propusieron que el sarcófago se apoyara sobre patas de dragón de seis dedos, dispuestas sobre cuatro capas de granito y hormigón. Los demás agregaron un mausoleo en forma de bóveda, que resistiera cualquier terremoto por los siglos de los siglos. Lorena era casi una niña cuando se enamoró de Ismael Samaniego con uno de esos amores de antes. El marino la engañó y ni siquiera vino a hacerse cargo de los mellizos que engendró en su vientre. Tanto amaba al navegante que esperó con ansias esos niños. Incluso mató a su padre, que se oponía su maternidad. Con sus quince años, jugaba con los bebés como muñecas, hasta que también los mató. Decidió vengarse y se dedicó a seducir marineros en los bares del puerto para matarlos. No será la única asesina en serie, en toda ciudad industrial del siglo XIX existió más de alguno. El más famoso fue el francés Emile Dubois. Su verdadero nombre era Louis Brihier Lacroix, y se lo recuerda como un hombre elegante, cordial y galante, poeta y pintor, que había errado por América desde 1893, hasta que, huyendo de la policía de algún sitio, llegó a este puerto. Algunos dicen que, de tan artista, enloqueció y comenzó a matar para hacer de cada crimen una creación. Después de agredir a un dentista, salió corriendo desde el Hotel Donnay (N°109) y escapó hacia la Plaza Anibal Pinto (N°108), desapareciendo por el pasaje Melgarejo. Fue atrapado a la orilla del mar y alegó inocencia “yo también iba persiguiendo al asesino – dijo – iba primero y me atraparon por error”. Fue fusilado en 1907 en un paredón de la Cárcel (N°116). Hubo quienes creyeron siempre en su inocencia, otros dijeron que la muerte del Presidente Pedro Montt, tres años más tarde, fue su venganza. Pasó a convertirse en un santo milagroso, cuya veneración popular no tuvo parangón. Su tumba, llena de agradecimientos “por el milagro concedido”, puede ser visitada en el Cementerio de Playa Ancha. El cronista porteño Joaquín Edwards Bello, así como el filósofo lituano Hermann Keyserling coincidían en que en Chile existe un cierto culto a la fealdad. El poeta Armando Uribe agregará que el ejercicio de las artes y la literatura en esta tierra de desesperanzas, consisten justamente en tratar de sacar belleza de la fealdad. Según agrega Uribe, “en Valparaíso resulta más natural sacar belleza de las fealdades que pudiera haber, porque son fealdades cargadas de sentido”. Será por eso que el romanticismo se ha prolongado en Valparaíso hasta nuestros días y es bueno andar con prudencia porque

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Mitología romántica

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mover sus piernas lo alcanzaría por más que éste corra. En tales circunstancias, sólo era posible ponerse a salvo invocando el nombre de Cristo. Pronunciando los seis nombres de Satanás en algún lugar solitario por la noche, era posible contratar con el demonio algún pacto, entregándole el alma a cambio. Claudio Vicuña, lo hizo durante la guerra civil. Cuando llegó el día de pagar la deuda, partió a sus terrenos de Placilla. En el camino, encontró al viejo sacerdote que había bautizado a sus hijos, y le pidió ayuda para evitar cumplir el compromiso con Belcebú. El cura debía orar y cantar letanías el latín durante la noche entera. Vicuña se durmió confiado, pero nunca más despertó. Espantados, sus empleados lo encontraron a la mañana siguiente y del clérigo no había rastro. El obispado emitiría un comunicado afirmando que el sacerdote había muerto mucho tiempo antes predicando en la Amazonía brasileña. Martín Busca fue más afortunado y, en el cementerio tres de Playa Ancha, se puede ver el mausoleo que le permitió salvar su alma. Había desembarcado de un velero y se dedicó por largo tiempo a pedir trabajo sin conseguirlo. El hambre lo llevó a hacer un pacto con el demonio y, un día cualquiera, se convirtió en millonario. Nadie lo envidió cuando se compró uno de los primeros automóviles que existieron en Valparaíso, pues era un generoso benefactor y todos sabían que podían recurrir a él. Muchos años después, agonizando contó que su dinero y su alma se las llevaría el diablo apenas su cuerpo tocara tierra. Pero tanto lo querían, que cuando le llegó la hora, entre todos discurrieron un modo de salvarlo. Fue un obrero el de la idea de que su cuerpo no tocara la tierra, sino que lo elevaran en un nicho. Un fundidor ofreció forrar el ataúd con plomo. Otros propusieron que el sarcófago se apoyara sobre patas de dragón de seis dedos, dispuestas sobre cuatro capas de granito y hormigón. Los demás agregaron un mausoleo en forma de bóveda, que resistiera cualquier terremoto por los siglos de los siglos. Lorena era casi una niña cuando se enamoró de Ismael Samaniego con uno de esos amores de antes. El marino la engañó y ni siquiera vino a hacerse cargo de los mellizos que engendró en su vientre. Tanto amaba al navegante que esperó con ansias esos niños. Incluso mató a su padre, que se oponía su maternidad. Con sus quince años, jugaba con los bebés como muñecas, hasta que también los mató. Decidió vengarse y se dedicó a seducir marineros en los bares del puerto para matarlos. No será la única asesina en serie, en toda ciudad industrial del siglo XIX existió más de alguno. El más famoso fue el francés Emile Dubois. Su verdadero nombre era Louis Brihier Lacroix, y se lo recuerda como un hombre elegante, cordial y galante, poeta y pintor, que había errado por América desde 1893, hasta que, huyendo de la policía de algún sitio, llegó a este puerto. Algunos dicen que, de tan artista, enloqueció y comenzó a matar para hacer de cada crimen una creación. Después de agredir a un dentista, salió corriendo desde el Hotel Donnay (N°109) y escapó hacia la Plaza Anibal Pinto (N°108), desapareciendo por el pasaje Melgarejo. Fue atrapado a la orilla del mar y alegó inocencia “yo también iba persiguiendo al asesino – dijo – iba primero y me atraparon por error”. Fue fusilado en 1907 en un paredón de la Cárcel (N°116). Hubo quienes creyeron siempre en su inocencia, otros dijeron que la muerte del Presidente Pedro Montt, tres años más tarde, fue su venganza. Pasó a convertirse en un santo milagroso, cuya veneración popular no tuvo parangón. Su tumba, llena de agradecimientos “por el milagro concedido”, puede ser visitada en el Cementerio de Playa Ancha. El cronista porteño Joaquín Edwards Bello, así como el filósofo lituano Hermann Keyserling coincidían en que en Chile existe un cierto culto a la fealdad. El poeta Armando Uribe agregará que el ejercicio de las artes y la literatura en esta tierra de desesperanzas, consisten justamente en tratar de sacar belleza de la fealdad. Según agrega Uribe, “en Valparaíso resulta más natural sacar belleza de las fealdades que pudiera haber, porque son fealdades cargadas de sentido”. Será por eso que el romanticismo se ha prolongado en Valparaíso hasta nuestros días y es bueno andar con prudencia porque siempre es posible encontrar en alguna escalera mal iluminada a un asesino canonizado por el pueblo, a un soldado en pena, a alguna vieja o joven fantasma, o al mismo demonio dispuesto a hacer alguna transacción.

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Xxxxxx Fue el escritor Liborio Brieba quien propuso a las autoridades la instalación de un funicular, a la manera de las grandes ciudades europeas, como un medio de conectar a al población de los cerros con “el Plan”. El primer ascensor, instalado en 1883 en el Cerro Concepción (Nº89) funcionaba por medio de un sistema de contrapesos de agua. Ambos carros contaban con un estanque de dos metros cúbicos y un pequeño motor a vapor bombeaba agua al carro que se encontraba arriba. Al quitar el freno, el carro superior descendía por el peso del agua, elevando al otro carro con el estanque vacío con su propio peso. En 1887 se construiría uno similar en cerro Cordillera (Nº32), y habrá que esperar diecisiete años para que aparezca el tercer ascensor de la ciudad en el cerro Artillería (Nº216). En 1897 se instaló el ascensor Bellavista, al cual se accedía desde el pasaje de acceso desde calle Condell, donde hoy funciona el tradicional bar “Jota Cruz”, y cuatro años más tarde se construyó uno que subía al cerro Panteón. En 1901, en el ascensor el Peral (Nº58), se inauguraba la primera maquinaria de tracción a vapor, la pequeña chimenea ratificaba la imagen de ciudad industrial, en la cual se ponía a disposición del bienestar ciudadano los adelantos tecnológicos. Durante los quince años siguientes, en los diferentes cerros de la ciudad, surgirían ascensores a un ritmo promedio superior a uno por año, utilizando diversas tecnologías. En 1909, la compañía de tranvías de Valparaíso estableció en el Cerro Barón el primer ascensor con un equipo eléctrico con un motor fabricado en Berlín por la AEG, que se encuentra en funcionamiento hasta nuestros días. Todavía en 1915 se inauguraban ascensores con el sistema de balanzas de agua, como el del cerro Lecheros, que con el tiempo lo renovaría por un motor a vapor y finalmente por un motor eléctrico Siemens-Schukert. De los ascensores aun existentes, el Polanco fue el último en ser construido en 1616, pero con posterioridad, se instalarán todavía tres que actualmente ha desaparecido, los ascensores Delicias y las Cañas de 1925 y las Perdices de 1932. Llegaron a ser 28 en total, se trataba de un negocio muy fructífero. A pesar del impacto que significó la aparición de nuevos sistemas de transporte público, en la actualidad continúa siendo un sistema de transporte muy eficiente y utilizado. En nuestros días existen 16 ascensores en funcionamiento y trasladan 3,77 millones de personas al año.

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BREVE HISTORIA DE VALPARAISO

Los Ascensores porteños Fue el escritor Liborio Brieba quien propuso a las autoridades la instalación de un funicular, a la manera de las grandes ciudades europeas, como un medio de conectar a al población de los cerros con “el Plan”. El primer ascensor, instalado en 1883 en el Cerro Concepción (Nº89) funcionaba por medio de un sistema de contrapesos de agua. Ambos carros contaban con un estanque de dos metros cúbicos y un pequeño motor a vapor bombeaba agua al carro que se encontraba arriba. Al quitar el freno, el carro superior descendía por el peso del agua, elevando al otro carro con el estanque vacío con su peso. En 1887 se construiría uno similar en cerro Cordillera (Nº32), y habrá que esperar diecisiete años para que aparezca el tercer ascensor de la ciudad en el cerro Artillería (Nº216). En 1897 se instaló el ascensor Bellavista, al cual se accedía desde el pasaje de acceso desde calle Condell, donde hoy funciona el tradicional bar “Jota Cruz”, y cuatro años más tarde se construyó uno que subía al cerro Panteón. En 1901, en el ascensor el Peral (Nº58), se inauguraba la primera maquinaria de tracción a vapor, la pequeña chimenea ratificaba la imagen de ciudad industrial, en la cual se ponía a disposición del bienestar ciudadano los adelantos tecnológicos. Durante los quince años siguientes, en los diferentes cerros de la ciudad, surgirían ascensores a un ritmo promedio superior a uno por año, utilizando diversas tecnologías. En 1909, la compañía de tranvías de Valparaíso estableció en el Cerro Barón (Nº215) el primer ascensor con un equipo eléctrico. Su motor que se encuentra en funcionamiento hasta nuestros días., habia sido fabricado en Berlín por la AEG. Todavía en 1915 se inauguraban ascensores con el sistema de balanzas de agua, como el del cerro Lecheros (Nº210), que con el tiempo lo renovaría por un motor a vapor y finalmente por un motor eléctrico Siemens-Schukert. De los ascensores aun existentes, el Polanco (Nº203) fue el último en ser construido en 1616, pero con posterioridad, se instalarán todavía tres que actualmente ha desaparecido, los ascensores Delicias y las Cañas de 1925 y las Perdices de 1932. Llegaron a ser 28 en total, se trataba de un negocio muy fructífero. A pesar del impacto que significó la aparición de nuevos sistemas de transporte público, en la actualidad continúa siendo un sistema de transporte muy eficiente y utilizado. Existen 16 ascensores en funcionamiento y trasladan 3,77 millones de personas al año.

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Xxxxxxx “Mi vida en Valparaíso se concentra en ya improbables o ya hondos amoríos; en vagares a la orilla del mar, sobre todo por Playa Ancha; invitaciones a bordo de los barcos por marinos amigos y literarios; horas nocturnas, ensueños matinales y lo que era entonces mi vibrante y ansiosa juventud” Rubén Darío Un taciturno provinciano nicaragüense de diecinueve años, desembarcaba en Valparaíso en 1886. Naufrago de amores, traía consigo una carta del militar y diplomático salvadoreño Juan José Cañas para el poeta Eduardo Poirier, quien lo recibió como un hermano. Comenzó escribiendo algunas crónicas para El Mercurio y, algunos meses más tarde, partió a Santiago. En la capital entabló amistad con el hijo menor del Presidente Balmaceda, con quien realizaba encuentros poéticos en la buhardilla del palacio de la Moneda. Fue así como Rubén Darío, se vinculó con lo más granado de la sociedad santiaguina. Eran jóvenes que cultivaban la belleza en todas sus formas, despreocupados del dinero, inquietos por explorar, por epatar, y por sacudirse de la cultura aun excesivamente conservadora. Darío, sin embargo, no se encontraba en condiciones de olvidar de sus dificultades económicas y, ocho meses más tarde, regresó a Valparaíso, donde consiguió un empleo inspeccionando y marcando mercadería en los malecones del puerto. “Para qué decirles que Darío no inspeccionaba nada…!” recordaría más tarde su amigo Poirier. Este puerto de ensueño ofrecía demasiados desafíos para su temperamento juvenil, insaciable de aventuras para los sentidos. Incluso la famosa anécdota, de que habría sido despedido del diario el Heraldo “por escribir demasiado bien”, es puesta en duda por algunos que prefieren creer, que la verdadera causa, fue su incapacidad para sustraerse de la vibrante vida bohemia de Valparaíso y atenerse a los rigores de un trabajo convencional. Entre sus correrías por este puerto, anclado en el mundo, y su contacto con el dandismo santiaguino, se debe haber ido configurando el Darío cosmopolita, conocedor de la moda literaria francesa, cuyo genio terminaría por revolucionar las letras en lengua española. Con la publicación de “Azul”, dos años después de su llegada a Valparaíso, Rubén Darío dará el impulso definitivo al modernismo, anticipando la aparición de un lenguaje artístico latinoamericano inspirado en las vanguardias europeas, que marcaría a varias generaciones de poetas chilenos. Poco después de la partida del Darío, las tensiones políticas invadieron la vida cultural. Entre los escritores modernistas porteños que recogerán su legado, destaca una corriente católicista y conservadora, representada por autores como Carlos Walker Martínez, conspicuo diplomático y político que llegaría a ser uno de los más virulentos adversarios de Balmaceda. La corriente laica y positivista, heredera de la tradición literaria de 1842, por su parte, está representada por Luis Orrego Luco, compañero de Darío en el diario La Época y por Eduardo de la Barra, su amigo personal que lo incentivó a participar en torneos literarios, y que más tarde prologó “Azul”. El debate entre una producción cultural, considerada excesivamente europeizada, y una búsqueda por lo nacional, se expresaría

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Dandies y bohemios “Mi vida en Valparaíso se concentra en ya improbables o ya hondos amoríos; en vagares a la orilla del mar, sobre todo por Playa Ancha; invitaciones a bordo de los barcos por marinos amigos y literarios; horas nocturnas, ensueños matinales y lo que era entonces mi vibrante y ansiosa juventud” Rubén Darío

Un taciturno provinciano nicaragüense de diecinueve años, desembarcaba en Valparaíso en 1886. Naufrago de amores, traía consigo una carta del militar y diplomático salvadoreño Juan José Cañas para el poeta Eduardo Poirier, quien lo recibió como un hermano. Comenzó escribiendo algunas crónicas para El Mercurio y, algunos meses más tarde, partió a Santiago. En la capital entabló amistad con el hijo menor del Presidente Balmaceda, con quien realizaba encuentros poéticos en la buhardilla del palacio de la Moneda. Fue así como Rubén Darío, se vinculó con lo más granado de la sociedad santiaguina. Eran jóvenes que cultivaban la belleza en todas sus formas, despreocupados del dinero, inquietos por explorar, por epatar, y por sacudirse de la cultura aun excesivamente conservadora. Darío, sin embargo, no se encontraba en condiciones de olvidar de sus dificultades económicas y, ocho meses más tarde, regresó a Valparaíso, donde consiguió un empleo inspeccionando y marcando mercadería en los malecones del puerto. “Para qué decirles que Darío no inspeccionaba nada…!” recordaría más tarde su amigo Poirier. Este puerto de ensueño ofrecía demasiados desafíos para su temperamento juvenil, insaciable de aventuras para los sentidos. Incluso la famosa anécdota, de que habría sido despedido del diario el Heraldo “por escribir demasiado bien”, es puesta en duda por algunos que prefieren creer, que la verdadera causa, fue su incapacidad para sustraerse de la vibrante vida bohemia de Valparaíso y atenerse a los rigores de un trabajo convencional. Entre sus correrías por este puerto, anclado en el mundo, y su contacto con el dandismo santiaguino, se debe haber ido configurando el Darío cosmopolita, conocedor de la moda literaria francesa, cuyo genio terminaría por revolucionar las letras en lengua española. Con la publicación de “Azul”, dos años después de su llegada a Valparaíso, Rubén Darío dará el impulso definitivo al modernismo, anticipando la aparición de un lenguaje artístico latinoamericano inspirado en las vanguardias europeas, que marcaría a varias generaciones de poetas chilenos. Poco después de la partida del Darío, las tensiones políticas invadieron la vida cultural. Entre los escritores modernistas porteños que recogerán su legado, destaca una corriente católicista y conservadora, representada por autores como Carlos Walker Martínez, conspicuo diplomático y político que llegaría a ser uno de los más virulentos adversarios de Balmaceda. La corriente laica y positivista, heredera de la tradición literaria de 1842, por su parte, está representada por Luis Orrego Luco, compañero de Darío en el diario La Época y por Eduardo de la Barra, su amigo personal que lo incentivó a participar en torneos literarios, y que más tarde prologó “Azul”. El debate entre una producción cultural, considerada excesivamente europei-

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a partir de 1889, con la creación del Ateneo de Valparaíso, punto de encuentro de escritores de todo el país. Fue el mismo Eduardo de la Barra, quien, siendo rector del Liceo de Hombres de Valparaíso, nombró profesor de dibujo al pintor Juan Francisco González. Influido por la producción artística europea de final de siglo, particularmente la andaluza, González conseguirá liberarse de los rígidos cánones del academicismo y sentar las bases para una profunda transformación de la pintura chilena con miras al nuevo siglo. En 1916, Juan Francisco González, junto a un grupo de escritores, músicos, arquitectos y pintores porteños y santiaguinos fundaron el grupo de los diez. A través de su manifiesto, inauguraba el grupo Pedro Prado, escritor y arquitecto que, con el tiempo, se radicaría en Viña del Mar. En Valparaíso se reunían en una casa junto al Ascensor Artillería, que llamaban la “Pajarera Verde”, en Santiago, en una casa colonial con una torre perturbadora. En medio de un ambiente lúdico y refinado, reproducían el clima de la belle epoque parisina. El “Hermano Errante” era el apodo misterioso que se la adjudica a Augusto D’Halmar, escritor que amó tanto a Valparaíso, que se inventó un nacimiento en este puerto que lo vio crecer. Carlos Pezoa Veliz encarnó en su obra su pugna interior, signada por sus afanes imposibles por convertirse en dandy y poeta social a la vez. El terremoto lo dejó inválido y una apendicitis incurable lo hizo terminar sus días en el hospital San Vicente de Paul. No podemos determinar cual fue la vinculación entre este movimiento y los arquitectos porteños, que por la misma época se encontraban dedicados a la febril reconstrucción de la ciudad tras el terremoto. Sin embargo resulta claro, que en el paso entre el Ernesto Urquieta de la afrancesada Intendencia (N°50) a la Universidad Católica (N°198) o de un Geiger del Banco Alemán Trasatlántico (N°88) a los gasómetros, existe una evidente evolución, que bien puede considerarse análoga a lo que ocurre en las otras ramas de la creación: un proceso, por medio del cual, se sacuden el academicismo y van sentando las bases para la modernidad.

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zada, y una búsqueda por lo nacional, se expresaría a partir de 1889, con la creación del Ateneo de Valparaíso, punto de encuentro de escritores de todo el país. Fue el mismo Eduardo de la Barra, quien, siendo rector del Liceo de Hombres de Valparaíso, nombró profesor de dibujo al pintor Juan Francisco González. Influido por la producción artística europea de final de siglo, particularmente la andaluza, González conseguirá liberarse de los rígidos cánones del academicismo y sentar las bases para una profunda transformación de la pintura chilena con miras al nuevo siglo. En 1916, Juan Francisco González, junto a un grupo de escritores, músicos, arquitectos y pintores porteños y santiaguinos fundaron el grupo de los diez. A través de su manifiesto, inauguraba el grupo Pedro Prado, escritor y arquitecto que, con el tiempo, se radicaría en Viña del Mar. En Valparaíso se reunían en una casa junto al Ascensor Artillería, que llamaban la “Pajarera Verde”, en Santiago, en una casa colonial con una torre perturbadora. En medio de un ambiente lúdico y refinado, reproducían el clima de la belle epoque parisina. El “Hermano Errante” era el apodo misterioso que se la adjudica a Augusto D’Halmar, escritor que amó tanto a Valparaíso, que se inventó un nacimiento en este puerto que lo vio crecer. Carlos Pezoa Veliz encarnó en su obra su pugna interior, signada por sus afanes imposibles por convertirse en dandy y poeta social a la vez. El terremoto lo dejó inválido y una apendicitis incurable lo hizo terminar sus días en el hospital San Vicente de Paul. No podemos determinar cual fue la vinculación entre este movimiento y los arquitectos porteños, que por la misma época se encontraban dedicados a la febril reconstrucción de la ciudad tras el terremoto. Sin embargo resulta claro, que en el paso entre el Ernesto Urquieta de la afrancesada Intendencia (N°50) a la Universidad Católica (N°198) o de un Geiger del Banco Alemán Trasatlántico (N°88) a los gasómetros, existe una evidente evolución, que bien puede considerarse análoga a lo que ocurre en las otras ramas de la creación: un proceso, por medio del cual, se sacuden el academicismo y van sentando las bases para la modernidad.

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Xxxxxxx Ni en las guerras de independencia, ni en las luchas entre pipiolos y pelucones, ni en los levantamientos liberales de mediados de siglo, ni en la guerra civil de 1891 tuvieron participación significativa los obreros, mineros, campesinos y artesanos. Todas ellas fueron “peleas entre futres”, “asuntos de los patrones”, disputas entre miembros de la oligarquía. El movimiento obrero haría su aparición en torno a reivindicaciones propias con total independencia de esos acontecimientos. La respuesta, la mayor parte de las veces, sería enérgica, por lo general brutal. Frente a ese tipo de movilización social se esfumaba el pragmatismo y la disposición a adaptarse al cambio que caracterizaban a la oligarquía. Era evidente allí no había empate y ante la posibilidad de subvertir “el peso de la noche” se actuaba con energía. Ya en 1853 se había constituido en Valparaíso la Sociedad Tipográfica, sin embargo se considera a la Sociedades de Artesanos, creadas a partir de 1861, la primera expresión de mutualismo, germen del sindicalismo moderno. Uno de los principales impulsores de esta iniciativa había sido el carpintero, ebanista y constructor de ideas proudhonianas Fermín Vivaceta Rupio, quien llegaría a convertirse en uno de los más destacados arquitectos chilenos del siglo XIX. En 1865 instaló su residencia en Valparaíso, cuando durante la guerra con España se alistó en el Batallón Cívico de Voluntarios de este puerto. Se incorporó además a la cuarta Compañía de Bomberos y a la Sociedad de Artesanos de esta ciudad. En 1877 Vivaceta fundaría la Asociación de Trabajadores de Valparaíso. Muchos han creído ver en ella una expresión local de la Primera Internacional creada en Londres en 1864. Refuerza esta idea el hecho de que Francisco Mora, fundador del Partido Socialista Obrero Español, le escribe a Federico Engels, a la sazón encargado para América de la Primera Internacional, que “se han dado los primeros pasos para la constitución de un núcleo de la Internacional en Valparaíso”. Si bien no se puede establecer si Mora habla de la misma organización o de algún grupo de activistas europeos que ha arribado al puerto, el hecho es que, al poco tiempo, la asociación se convertiría en una cooperativa de construcción. Pero las organizaciones de trabajadores impulsadas por Vivaceta no eran las primeras en surgir en el puerto. Los jornaleros portuarios estaban organizados desde la Colonia. La legislación que regía sus sueldos, también desde tiempos coloniales, establecía un sistema tarifario dependiente de las fluctuaciones del comercio. En 1874, al exigir un aumento de tarifas, el administrador de aduanas expulsó a los principales dirigentes, lo que provocó una huelga de jornaleros. Aquella sería la primera huelga de la historia de Chile. Los dirigentes y activistas serían apresados y el gremio fue disuelto. Con el fin de garantizar el consumo de carne entre segmentos de menores ingresos, en 1888 se impulsa una ola de movilizaciones en las principales ciudades, para exigir la liberación de aranceles de la carne argentina. En las décadas siguientes las movilizaciones más significativas se daban en el mineral del carbón o en las salitreras y no

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Obreros en pie de lucha Ni en las guerras de independencia, ni en las luchas entre pipiolos y pelucones, ni en los levantamientos liberales de mediados de siglo, ni en la guerra civil de 1891 tuvieron participación significativa los obreros, mineros, campesinos y artesanos. Todas ellas fueron “peleas entre futres”, “asuntos de los patrones”, disputas entre miembros de la oligarquía. El movimiento obrero haría su aparición en torno a reivindicaciones propias con total independencia de esos acontecimientos. La respuesta, la mayor parte de las veces, sería enérgica, por lo general brutal. Frente a ese tipo de movilización social se esfumaba el pragmatismo y la disposición a adaptarse al cambio que caracterizaban a la oligarquía. Era evidente allí no había empate y ante la posibilidad de subvertir “el peso de la noche” se actuaba con energía. Ya en 1853 se había constituido en Valparaíso la Sociedad Tipográfica, sin embargo se considera a la Sociedades de Artesanos, creadas a partir de 1861, la primera expresión de mutualismo, germen del sindicalismo moderno. Uno de los principales impulsores de esta iniciativa había sido el carpintero, ebanista y constructor de ideas proudhonianas Fermín Vivaceta Rupio, quien llegaría a convertirse en uno de los más destacados arquitectos chilenos del siglo XIX. En 1865 instaló su residencia en Valparaíso, cuando durante la guerra con España se alistó en el Batallón Cívico de Voluntarios de este puerto. Se incorporó además a la cuarta Compañía de Bomberos y a la Sociedad de Artesanos de esta ciudad. En 1877 Vivaceta fundóla Asociación de Trabajadores de Valparaíso. Muchos han creído ver en ella una expresión local de la Primera Internacional, creada en Londres en 1864. Refuerza esta idea el hecho de que Francisco Mora, fundador del Partido Socialista Obrero Español, le escribe a Federico Engels, a la sazón encargado para América de la Primera Internacional, que “se han dado los primeros pasos para la constitución de un núcleo de la Internacional en Valparaíso”. Si bien no se puede establecer si Mora habla de la misma organización o de algún grupo de activistas europeos que ha arribado al puerto, el hecho es que, al poco tiempo, la asociación se convertiría en una cooperativa de construcción. Pero, las organizaciones de trabajadores impulsadas por Vivaceta, no eran las primeras en surgir en el puerto. Los jornaleros portuarios estaban organizados desde la Colonia. La legislación que regía sus sueldos, también desde tiempos coloniales, establecía un sistema tarifario dependiente de las fluctuaciones del comercio. En 1874, al exigir un aumento de tarifas, el administrador de aduanas expulsó a los principales dirigentes, lo que provocó una huelga de jornaleros. Aquella sería la primera huelga de la historia de Chile. Los dirigentes y activistas fueron apresados y el gremio fue disuelto. Las organizaciones sindicales femeninas nacieron también en Valparaíso, cuando en 1887, ciento cincuenta mujeres se organizaron en la “Sociedad de Obreras N°1”. Seis años más tarde, nació la “Federación Cosmopolita de Obreras en Resistencia”. En 1888 se desató una ola de movilizaciones sociales en las principales ciudades chilenas, con el fin de garantizar el consumo de carne a los grupos de menores ingresos. Se exigía la liberación de aranceles aduaneros a la carne argentina. En las décadas siguientes, las movilizaciones más significativas se daban en el mineral del carbón o en las salitreras y, no sería hasta 1903, que ocurriría una nueva huelga en Valparaíso, la cual sería recordada como uno de los acontecimientos más trágicos de la historia de las luchas obreras. Ante la actitud imperturbable de la Compañía Sudamericana de Vapores, frente a la petición de aumento de sueldo, tres mil trabajadores portuarios decidieron ir a huelga en abril de 1903. Después de veinticinco días de espera infructuosa, presentaron un petitorio al Intendente, quien consideró que no le correspondía inmiscuirse en el asunto. Al día siguiente, los

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sería hasta 1903, que ocurriría una nueva huelga en Valparaíso que sería recordada como uno de los acontecimientos más trágicos de la historia de las luchas obreras. Ante la actitud imperturbable de la Compañía Inglesa y la Sudamericana de Vapores, frente a la petición de aumento de sueldo, tres mil trabajadores portuarios decidieron ir a huelga en abril de 1903. Después de veinticinco días de espera infructuosa, presentaron un petitorio al intendente, quien consideró que no le correspondía inmiscuirse en el asunto. Al día siguiente, los obreros, contando con la solidaridad de otros gremios, se agrupaban en los malecones para impedir el embarque. La notoria presencia de refuerzos policiales exaltaba más los ánimos y la tensión crecía y comenzaban a proliferar las escaramuzas acompañadas de piedras hacia la fuerza pública en distintos puntos de la ciudad. Fue asaltado un tranvía y los soldados actuaron en contra de los transeúntes, a causa de lo cual en Plaza Echaurren murió un huelguista, eso fue lo que encendió la chispa. La ciudad cerró sus puertas y el barrio puerto se convirtió en un campo de batalla. Creyendo poder controlar la situación, un diputado pidió el retiro de la fuerza pública, sin embargo sólo consiguió que se desatara el pillaje y los incendios. Los obreros más exaltados incendiaran el edificio de la Sudamericana de Vapores y el malecón ardía en varios puntos, las mercaderías eran arrojadas al mar, y se iniciaba una ola de saqueos a las tiendas. Los propios trabajadores de la imprenta El Mercurio debieron defender su empresa de los asaltantes. Finalmente las partes en conflicto concordaron la participación de un mediador, sin embargo el saldo de la jornada habían sido cincuenta muertos y doscientos heridos. A los acontecimientos de Valparaíso lo seguirán matanzas de obreros en diferentes sitios del país, tales como Santiago en 1905, Antofagasta en 1906, Iquique en 1907, Puerto Natales en 1919, San Gregorio en 1921, La Coruña en 1925, Copiapó en 1931, Ranquil en 1934 entre otras. Fruto del incremento de la lucha social en los años siguientes, en 1909 se crea la Federación de Obreros de Chile y tres años más tarde, bajo el liderazgo del tipógrafo porteño Luís Emilio Recabarren se fundaba el Partido Obrero Socialista, el que diez años más tarde, bajo el influjo de la revolución rusa, se convertiría en Partido Comunista. De otras vertientes ideológicas irían confluyendo a lo largo de las décadas siguientes nuevos grupos que enarbolaron el ideario de la justicia social alimentando un movimiento obrero y popular que progresivamente iría encauzándose en dirección a la revolución socialista.

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Obreros en pie de lucha

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obreros, contando con la solidaridad de otros gremios, se agrupaban en los malecones para impedir el embarque. La notoria presencia de refuerzos policiales exaltaba más los ánimos; la tensión crecía y comenzaban a proliferar las escaramuzas acompañadas de piedras hacia la fuerza pública en distintos puntos de la ciudad. Fue asaltado un tranvía y los soldados actuaron en contra de los transeúntes, a causa de lo cual, en Plaza Echaurren murió un huelguista, eso fue lo que encendió la chispa. La ciudad cerró sus puertas y el barrio puerto se convirtió en un campo de batalla. Creyendo poder controlar la situación, un diputado pidió el retiro de la fuerza pública, sin embargo sólo consiguió que se desatara el pillaje y los incendios. Los obreros más exaltados incendiaran el edificio de la Sudamericana de Vapores y el malecón ardía en varios puntos, las mercaderías eran arrojadas al mar, y se iniciaba una ola de saqueos a las tiendas. Los propios trabajadores de la imprenta El Mercurio debieron defender su empresa de los asaltantes. Finalmente, las partes en conflicto concordaron la participación de un mediador, sin embargo, el saldo de la jornada habían sido cincuenta muertos y doscientos heridos. A los acontecimientos de Valparaíso lo seguirán matanzas de obreros en diferentes sitios del país, tales como Santiago en 1905, Antofagasta en 1906, Iquique en 1907, Puerto Natales en 1919, San Gregorio en 1921, La Coruña en 1925, Copiapó en 1931, Ranquil en 1934, entre otras. Fruto del incremento de la lucha social en los años siguientes, en 1909 se creó la Federación de Obreros de Chile y en 1911, bajo el liderazgo del tipógrafo porteño Luís Emilio Recabarren, se fundó el Partido Obrero Socialista, el cual diez años más tarde, bajo el influjo de la revolución rusa, se convertiría en Partido Comunista. De otras vertientes ideológicas irían confluyendo a lo largo de las décadas siguientes nuevos grupos que enarbolaron el ideario de la justicia social, alimentando un movimiento obrero y popular, que progresivamente iría encauzándose en dirección a la revolución socialista..

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Xxxxxxx La mañana del 16 de agosto de 1906, amaneció sin una sola nube en el cielo pero a eso de las diez de la mañana comenzó a caer sobre Valparaíso una suave y persistente llovizna. No se había olvidado aún la noticia del terremoto de San Francisco, ocurrido cuatro meses antes. A las ocho de la noche se hizo sentir un sordo bramido y, antes de que dejara de oírse, ya había comenzado un enloquecedor movimiento que desencajaba el suelo, abría grietas y tiraba los edificios en medio de un ruido espeluznante. Cuatro minutos duró el movimiento y la ciudad quedó a oscuras. El terror se apoderó de los habitantes que corrían despavoridos sin saber dónde ponerse a salvo, pedían socorro o gritaban impotentes ante la imposibilidad de auxiliar a sus seres queridos bajo los escombros. Un fenómeno atmosférico desconocido puso el cielo completamente rojo y tras quince minutos de calma, otro sacudón breve de un minuto pero mucho más intenso terminó de botar una gran cantidad de edificios que habían quedado dañados. Por diferentes partes surgieron focos de incendios que la pertinaz lluvia no conseguía sofocar. En improvisados alojamientos se acomodaban los afectados en calles y plazas a prudente distancia de los edificios ruinosos y la fuerza pública recorría la ciudad para capturar a los salteadores que eran fusilados en el lugar donde fueran sorprendidos robando. Las comunicaciones se cortaron por completo las autoridades santiaguinas no se enteraron de la situación del puerto hasta los días siguientes. Tres mil muertos, dejó como saldo este terremoto. El Almendral quedó en ruinas y gran su actual nivel de terreno es el resultado de los rellenos que dejó este sismo. Se destruyó el mercado Cardonal en Avenida Brasil, la más imponente iglesia de Valparaíso era el templo de la Merced (Nº189) hasta que fuera destruido por este sismo, no tardaría demasiado en construirse una nueva iglesia ochenta años más tarde también sería destruida por un terremoto. En la Plaza Victoria se destruyó el edificio consistorial y un incendio esa misma noche acabó con el Teatro de La Victoria, el inmenso palacio de doña Juana Ross quedó herido de muerte y debió ser derribado. En la Plaza Sotomayor seriamente dañado resultó el edificio de la Comandancia de Marina y la Comandancia de bomberos. Los nuevos terrenos rellenados 15 años antes en cambio, no se vieron mayormente afectados.

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El gran terremoto República de Chile Armada Nacional Pronóstico sobre fenómenos atmosféricos: La Sección de Meteorología de la Dirección del Territorio Marítimo ha pronosticado fenómenos atmosféricos y sísmicos para el día 16 del presente mes, basada en las siguientes observaciones: El día fijado habrá conjunción de Neptuno con la Luna y máximo de declinación norte de ésta. A causa de estas situaciones de los astros, la circunsferencia del círculo peligroso pasa por Valparaíso y el punto crítico formado con la del Sol cae sobre las inmediaciones del puerto. Cap. Arturo Middleton Valparaíso, agosto 6 de 1906. El 16 de agosto de 1906, amaneció sin una sola nube en el cielo, pero a eso de las diez de la mañana comenzó a caer sobre Valparaíso una suave y persistente llovizna. No se había olvidado aún la noticia del terremoto de San Francisco, ocurrido cuatro meses antes. A las ocho de la noche se hizo sentir un sordo bramido y, antes de que dejara de oírse, ya había comenzado un enloquecedor movimiento que desencajaba el suelo, abría grietas y tiraba los edificios en medio de un ruido espeluznante. Cuatro minutos duró el movimiento y la ciudad quedó a oscuras. El terror se apoderó de los habitantes que corrían despavoridos, sin saber dónde ponerse a salvo. Pedían socorro o gritaban impotentes ante la imposibilidad de auxiliar a sus seres queridos bajo los escombros. Un fenómeno atmosférico desconocido puso el cielo completamente rojo y, tras quince minutos de calma, otro sacudón breve, de un minuto, pero mucho más intenso, terminó de botar una gran cantidad de edificios que habían quedado dañados. Por diferentes partes surgieron focos de incendios que la pertinaz lluvia no conseguía sofocar. En improvisados alojamientos se acomodaban los afectados en calles y plazas, a prudente distancia de los edificios ruinosos. La fuerza pública recorría la ciudad para capturar a los saqueadores, que eran fusilados en el lugar donde fueran sorprendidos. Las comunicaciones se cortaron por completo, y por consiguiente, las autoridades santiaguinas no se enteraron de la situación del puerto hasta los días siguientes. Tres mil muertos, dejó como saldo este terremoto. El Almendral quedó en ruinas y gran parte de su actual nivel de terreno, es el resultado de los rellenos que dejó este sismo. Se destruyó el mercado Cardonal en Avenida Brasil. La más imponente iglesia de Valparaíso, el templo de la Merced (N°189), también fue destruida, pero no se tardó demasiado en construir una nueva, la cual ochenta años más tarde también sería destruida por un terremoto. En la Plaza Victoria se destruyó el edificio consistorial, y un incendio, esa misma noche, acabó con el Teatro de La Victoria. El inmenso palacio de doña Juana Ross quedó herido de muerte y debió ser derribado. En la Plaza Sotomayor, seriamente dañado resultó el edificio de la Comandancia de Marina y la Comandancia de Bomberos. En cambio los terrenos rellenados 15 años antes en el borde costero, no se vieron mayormente afectados, y su edificación permaneció casi intacta. .

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Xxxxxxx Aun no se habían retirado los escombros del terremoto, y apenas se habían enfriado las brasas de los incendios, cuando comenzaron a reunirse los vecinos más influyentes, no sólo para organizar la solución de los problemas inmediatos, sino también para planificar la ciudad en el mediano y largo plazo. A seis días de ocurrida la catástrofe, en las dependencias del Banco de Chile (N°79) se realizó la primera reunión para la “salvación y remodelación” de Valparaíso. Tres días más tarde, los titulares de prensa proclamaban “De Valparaíso destruido debe surgir una ciudad moderna y un gran puerto comercial”, y daban a conocer un proyecto de ley, que contenía algunas de las medidas que, con posterioridad, serían adoptadas. Los críticos de la ciudad industrial veían en el desastre un acontecimiento de limpieza natural de estructuras frágiles, vetustas y mal construidas, y los amantes del progreso apuntaban, que las condiciones del suelo, particularmente en el Almendral, requerían de la incorporación de tecnologías constructivas modernas y renovación completa del tejido urbano. Con el tiempo, la tarea la tomaría la “Junta de Reconstrucción del Almendral”, creada por el gobierno central. Cuatro meses más tarde, se promulgó una Ley de Reconstrucción, y en enero de 1907 se publicó, en la revista “Sucesos”, el nuevo plano del Almendral. Una voluntad de airear este populoso sector, conducía a la decisión de crear una Plaza frente a la iglesia de la Merced, que más tarde se denominaría O’Higgins (N°190), y en los terrenos que hasta entonces ocuparan los malogrados Teatro Victoria y Edificio Consistorial, se creaba la Plaza de Simón Bolívar (N°153). Después de un largo debate y de examinar varias alternativas, en 1909 se decidió encomendar el proyecto al ingeniero Alejandro Bertrand, cuya oferta contaba con 32 millones de pesos, destinados a financiar las indemnizaciones de 1.232 predios expropiados. La reconstrucción obligó a un empréstito estatal, pero además, se exigió a la Municipalidad y a los vecinos, desembolsar una contribución especial para efectuar los rellenos y las pavimentaciones. Los terrenos del Almendral, que se habían consolidado sin mayor planificación, presentaban marcados desniveles, situación que fue corregida con este plan, que se propuso controlar los eternos lodazales y racionalizar la instalación de las redes urbanas. De esta forma, los escombros de las casas más conspicuas de Valparaíso vinieron a formar parte de una gran capa de relleno. Se aprovechó de hacer ciertas mejoras al trazado vial, entre las cuales estaba el ensanche de la Avenida Victoria y Avenida Maipú demoliendo todo su

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Otra vez de pie y celebrando Aun no se habían retirado los escombros del terremoto, y apenas se habían enfriado las brasas de los incendios, cuando comenzaron a reunirse los vecinos más influyentes, no sólo para organizar la solución de los problemas inmediatos, sino también para planificar la ciudad en el mediano y largo plazo. A seis días de ocurrida la catástrofe, en las dependencias del Banco de Chile (N°79) se realizó la primera reunión para la “salvación y remodelación” de Valparaíso. Tres días más tarde, los titulares de prensa proclamaban “De Valparaíso destruido debe surgir una ciudad moderna y un gran puerto comercial”, y daban a conocer un proyecto de ley, que contenía algunas de las medidas que, con posterioridad, serían adoptadas. Los críticos de la ciudad industrial veían en el desastre un acontecimiento de limpieza natural de estructuras frágiles, vetustas y mal construidas, y los amantes del progreso apuntaban, que las condiciones del suelo, particularmente en el Almendral, requerían de la incorporación de tecnologías constructivas modernas y renovación completa del tejido urbano. Con el tiempo, la tarea la tomaría la “Junta de Reconstrucción del Almendral”, creada por el gobierno central. Cuatro meses más tarde, se promulgó una Ley de Reconstrucción, y en enero de 1907 se publicó, en la revista “Sucesos”, el nuevo plano del Almendral. Una voluntad de airear este populoso sector, conducía a la decisión de crear una Plaza frente a la iglesia de la Merced, que más tarde se denominaría O’Higgins (N°190), y en los terrenos que hasta entonces ocuparan los malogrados Teatro Victoria y Edificio Consistorial, se creaba la Plaza de Simón Bolívar (N°153). Después de un largo debate y de examinar varias alternativas, en 1909 se decidió encomendar el proyecto al ingeniero Alejandro Bertrand, cuya oferta contaba con 32 millones de pesos, destinados a financiar las indemnizaciones de 1.232 predios expropiados. La reconstrucción obligó a un empréstito estatal, pero además, se exigió a la Municipalidad y a los vecinos, desembolsar una contribución especial para efectuar los rellenos y las pavimentaciones. Los terrenos del Almendral, que se habían consolidado sin mayor planificación, presentaban marcados desniveles, situación que fue corregida con este plan, que se propuso controlar los eternos lodazales y racionalizar la instalación de las redes urbanas. De esta forma, los escombros de las casas más conspicuas de Valparaíso vinieron a formar parte de una gran capa de relleno. Se aprovechó de hacer ciertas mejoras al trazado vial, entre las cuales estaba el ensanche de la Avenida Victoria y Avenida Maipú demoliendo todo su costado norte y conformando una gran vía central del sector. Más tarde ésta sería bautizada como Avenida Pedro Montt, en homenaje al Presidente que dirigió esta titánica recuperación. Con el fin de resolver definitivamente las continuas inundaciones del Almendral a causa del agua que escurría desde las quebradas, la Junta de Reconstrucción se hizo cargo, además, de materializar los cauces subterráneos de Las Delicias (Avenida Argentina), de Jaime (Avenida Francia), de la Merced (Avenida Uruguay), Tivolá (Rowson), Rodríguez, San Ignacio, Freire, Las Heras y Edwards, mejorando radicalmente las condiciones del Almendral para enfrentar las lluvias del invierno. Contando aún con los recursos del salitre, Valparaíso no se amilanaba. El ritmo de la construcción se intensificó, produciendo toda una generación de edificios post terremoto. En 1907 se contabilizaban más de doscientos edificios en ejecución, entre los que se contaba la nueva Intendencia (N°51) que había comenzado su reconstrucción seis años antes del sismo, el Banco Central (N°54), la Bolsa de Valores (N°82), El Banco de Londres (N°88), el Banco Alemán Transatlántico (N°89), entre otros. En 1910 Chile y Argentina se encontraban enfrascados en discusiones fronterizas, sin embargo eso no fue obstáculo para fortalecer la amistad entre ambos pueblos. En mayo de aquel

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costado norte y conformando una gran vía central del sector. Más tarde ésta sería bautizada como Avenida Pedro Montt, en homenaje al Presidente que dirigió esta titánica recuperación. Con el fin de resolver definitivamente las continuas inundaciones del Almendral a causa del agua que escurría desde las quebradas, la Junta de Reconstrucción se hizo cargo, además, de materializar los cauces subterráneos de Las Delicias (Avenida Argentina), de Jaime (Avenida Francia), de la Merced (Avenida Uruguay),Tivolá (Rowson), Rodríguez, San Ignacio, Freire, Las Heras y Edwards, mejorando radicalmente las condiciones del Almendral para enfrentar las lluvias del invierno. Contando aún con los recursos del salitre, Valparaíso no se amilanaba. El ritmo de la construcción se intensificó, produciendo toda una generación de edificios post terremoto. En 1907 se contabilizaban más de doscientos edificios en ejecución, entre los que se contaba la nueva Intendencia (N°51) que había comenzado su reconstrucción seis años antes del sismo, el Banco Central (N°54), la Bolsa de Valores (N°82), El Banco de Londres (N°88), el Banco Alemán Transatlántico (N°89), entre otros. En 1910 Chile y Argentina se encontraban enfrascados en discusiones fronterizas, sin embargo eso no fue obstáculo para fortalecer la amistad entre ambos pueblos. En mayo de aquel año, el Presidente Pedro Montt visitó el país trasandino con motivo de la conmemoración de los cien años de su independencia y diez días después se inauguró el ferrocarril que conectaba Valparaíso con la ciudad de Mendoza. El proyecto contemplaba cremalleras para salvar las pronunciadas pendientes andinas y durmientes de acero. Tenía numerosos túneles y cobertizos protectores frente a las avalanchas de nieve y rocas. El ferrocarril utilizó locomotoras a vapor hasta su electrificación, treinta años más tarde. Ni los estragos del terremoto, ni el luto, a causa de la muerte de dos Presidentes de la República durante el año 1910, iban a aguar las esperadas celebraciones del Centenario de la Independencia de Chile. Las colonias extranjeras, deseosas de participar de ellas, hicieron sendos regalos para la ciudad. La colonia británica donó un gran arco en la Calle Brasil (N°158) y la francesa una columna que se instaló en la calle de Jaime, que acababa de cambiar su nombre por el de Avenida Francia. Pero sin duda, en lo que respecta a obras, lo más importante de aquel año de celebraciones, fue el inicio de las faenas del Molo de Abrigo (N°1). Desde mediados del siglo XIX se venía discutiendo cómo superar las endémicas deficiencias de la bahía, hasta que, finalmente, se encargó al holandés Jacobo Krauss un proyecto. Después de numerosos estudios, éste propuso en 1905 un rompeolas en la Caleta las Habas, otro en Punta Duprat y una dársena en Barón (N°2). Poco tiempo después, este proyecto fue desechado por considerarse excesivamente caro y se pidió una nueva proposición al francés Adolfo Gerard, quien sostenía, a diferencia de Krauss, que las condiciones de la bahía sí permitían construir un molo de mil a mil quinientos metros de longitud. En el parlamento solían burlarse del presidente Pedro Montt por su obsesión por construir un molo de abrigo en Valparaíso, sin embargo, el tenaz mandatario consiguió crear una comisión de puertos, la que tuvo a su cargo adaptar el proyecto Gerard. La obra definitiva consistió en un rompeolas con un tramo de 200 y otro de 720 metros, el cual, en su punto de mayor profundidad, alcanzaba 63 metros. Desde la cantera de las Salinas en Viña del Mar se extrajo el material y junto a ella, se hicieron las piezas de hormigón prefabricadas. El estallido de la guerra en Europa provocó que los costos finales superaran el

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Otra vez de pie y celebrando

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año, el Presidente Pedro Montt visitó el país trasandino con motivo de la conmemoración de los cien años de su independencia y diez días después se inauguró el ferrocarril que conectaba Valparaíso con la ciudad de Mendoza. El proyecto contemplaba cremalleras para salvar las pronunciadas pendientes andinas y durmientes de acero. Tenía numerosos túneles y cobertizos protectores frente a las avalanchas de nieve y rocas. El ferrocarril utilizó locomotoras a vapor hasta su electrificación, treinta años más tarde. Ni los estragos del terremoto, ni el luto, a causa de la muerte de dos Presidentes de la República durante el año 1910, iban a aguar las esperadas celebraciones del Centenario de la Independencia de Chile. Las colonias extranjeras, deseosas de participar de ellas, hicieron sendos regalos para la ciudad. La colonia británica donó un gran arco en la Calle Brasil (N°158) y la francesa una columna que se instaló en la calle de Jaime, que acababa de cambiar su nombre por el de Avenida Francia. Pero sin duda, en lo que respecta a obras, lo más importante de aquel año de celebraciones, fue el inicio de las faenas del Molo de Abrigo (N°1). Desde mediados del siglo XIX se venía discutiendo cómo superar las endémicas deficiencias de la bahía, hasta que, finalmente, se encargó al holandés Jacobo Krauss un proyecto. Después de numerosos estudios, éste propuso en 1905 un rompeolas en la Caleta las Habas, otro en Punta Duprat y una dársena en Barón (N°2). Poco tiempo después, este proyecto fue desechado por considerarse excesivamente caro y se pidió una nueva proposición al francés Adolfo Gerard, quien sostenía, a diferencia de Krauss, que las condiciones de la bahía sí permitían construir un molo de mil a mil quinientos metros de longitud. En el parlamento solían burlarse del presidente Pedro Montt por su obsesión por construir un molo de abrigo en Valparaíso, sin embargo, el tenaz mandatario consiguió crear una comisión de puertos, la que tuvo a su cargo adaptar el proyecto Gerard. La obra definitiva consistió en un rompeolas con un tramo de 200 y otro de 720 metros, el cual, en su punto de mayor profundidad, alcanzaba 63 metros. Desde la cantera de las Salinas en Viña del Mar se extrajo el material y junto a ella, se hicieron las piezas de hormigón prefabricadas. El estallido de la guerra en Europa provocó que los costos finales superaran el proyecto de Krauss. El día 14 de septiembre se iniciaron los actos oficiales de celebración del Centenario. En vista oficial se encontraban numerosos barcos de guerra extranjeros, y sus tripulaciones animaban la ciudad con ánimo de juerga. La bahía lucía pletórica de naves engalanadas de todos los tamaños, ocupando el sitio asignado. Disparaban salvas, mientras sus tripulaciones, formadas en las cubiertas, daban hurras al paso del Presidente de la República, embarcado en el crucero “Zenteno” que recorría la bahía. Desde los cerros, los porteños se apiñaban para ver el espectáculo. Por la tarde se realizó un desfile de las marinerías por la calle Brasil, el cual se desarrolló con dificultades ante el desmedido entusiasmo del público. El día 18 hubo un carnaval de embarcaciones engalanadas con motivos alegóricos. La ansiosa multitud no respondía ante la insistencia de la autoridad de despejar la Plaza Sotomayor para dar inicio al desfile del cuerpo de bomberos, cuyos carros engalanados simbolizaban aspectos de la gesta independentista. Finalmente, no encontrando más alternativa, los bomberos utilizaron sus mangueras para mojar a los indignados transeúntes. Los festejos incluyeron la realización de los primeros juegos poéticos de Valparaíso y el poeta ganador declamó sus versos ante la reina de belleza elegida aquella jornada. En cuanto a las celebraciones deportivas, no bastaron los casi setenta años que los marinos ingleses llevaban practicando el fútbol en este puerto. Tampoco fueron suficientes los veinte años trascurridos desde la fundación de los primeros equipos chilenos, los clubes porteños “Valparaíso Wanderers” y “Santiago Wanderers”. La selección local perdió tres goles contra cero frente a la delegación argentina. En las regatas la suerte fue más favorable y el crucero “Chacabuco” venció al alemán “Bremen” y al argentino “San Martín”. La reconstrucción de teatros también se aceleró con motivo de las fiestas, y sus carteleras se llenaron de los más atractivos programas, los que se prolongaron hasta el año siguiente, cuando se pudo escuchar un concierto bajo la batuta de Pietro Mascagni en el nuevo Teatro Victoria de Calle Pedro Montt.

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Xxxxxx Posiblemente fueron las encíclicas del papa León XIII las que decidieron a doña Juan Ross de Edwards a ordenar en 1898 la construcción de la Unión Obrera (N° 41). Se trataba de una unidad habitacional colectiva bastante más formal que los antiguos conventillos porteños. En ella se ha sustituido el concepto de “cuartos redondos” por el de una pequeña vivienda. Se trata de un inmueble de tres plantas con un patio central, que alberga …. Viviendas de …. M2 cada una. La batería de servicios higiénicos, ducha y lavado de ropa se concentra en una torre central que se accede desde los tres niveles. El sitio elegido fue junto a la Capilla Santa Ana en lo que entonces era el borde superior de la ciudad. Posteriormente se construiría junto a ello el hogar para niñas huérfanas María Goretti, con lo cual se revela la intención de vincular la acción social con el fomento de la fe y evitar conductas sociales consideradas “vicios”. Posteriormente aparecerían los primeros cités de Valparaíso, conjuntos de viviendas destinadas el arrendamiento. Quedan aun en pie algunos de ellos en calle Colón y en Calle Independencia y el notable ejemplo del Conjunto Hermanos Montgolfier (N° 119) en Cerro Panteón. Tras el terremoto de 1906, se dicta la “Ley de Habitaciones Obreras”, primera en su tipo en América Latina, considerada la iniciadora de la larga tradición de asistencia habitacional del Estado en Chile. En ella se crea el Consejo Superior de Habitaciones para Obreros que debía impulsar un proceso de reemplazo de viviendas más insalubres. En 1914 se forma la Liga de Arrendatarios. En los años siguientes las organizaciones populares enarbolan como una de sus principales reivindicaciones las demandas por mejoramiento de las condiciones de la vivienda y disminución de sus precios. La Asamblea Obrera de alimentación nacional se fortalece en torno a la reivindicación habitacional y el Comité pro abaratamiento e higienización de las habitaciones, impulsado por la Unión Femenina campaña en contra de los principales propietarios de conventillos. En 1922 se emprende una huelga en Valparaíso, Santiago, Osorno y Valdivia una huelga de no pago de arriendos en conventillos y tres años más tarde se realiza una segunda que recorre el país completo. Durante los seis meses que duró la huelga mitines de más de treinta mil personas protestaban por las calles de este puerto. La presión obligó al gobierno a limitar el valor del arriendo en un 50% para viviendas insalubres y crear los tribunales de vivienda. La medida no dejó satisfechos a los arrendatarios que buscaban una rebaja generalizada de los arriendos ni a los propietarios, que al ver amenazados sus intereses formaron la “Liga de Propietarios”. Sin embargo marcará una inflexión en las políticas de vivienda, al dictarse el mismo año a primera “Ley de Arrendamientos” y la “Ley de Habitaciones Baratas”.

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La vivienda obrera Posiblemente fueron las encíclicas del papa León XIII las que decidieron a doña Juan Ross de Edwards a ordenar en 1898 la construcción de la Unión Obrera (N° 41). Se trataba de una unidad habitacional colectiva bastante más formal que los antiguos conventillos porteños. En ella se ha sustituido el concepto de “cuartos redondos” por el de una pequeña vivienda. Se trata de un inmueble de tres plantas con un patio central, que alberga …. Viviendas de …. M2 cada una. La batería de servicios higiénicos, ducha y lavado de ropa se concentra en una torre central que se accede desde los tres niveles. El sitio elegido fue junto a la Capilla Santa Ana en lo que entonces era el borde superior de la ciudad. Posteriormente se construiría junto a ello el hogar para niñas huérfanas María Goretti, con lo cual se revela la intención de vincular la acción social con el fomento de la fe y evitar conductas sociales consideradas “vicios”. Posteriormente aparecerían los primeros cités de Valparaíso, conjuntos de viviendas destinadas el arrendamiento. Quedan aun en pie algunos de ellos en calle Colón y en Calle Independencia y el notable ejemplo del Conjunto Hermanos Montgolfier (N° 119) en Cerro Panteón. Tras el terremoto de 1906, se dicta la “Ley de Habitaciones Obreras”, primera en su tipo en América Latina, considerada la iniciadora de la larga tradición de asistencia habitacional del Estado en Chile. En ella se crea el Consejo Superior de Habitaciones para Obreros que debía impulsar un proceso de reemplazo de viviendas más insalubres. En 1914 se forma la Liga de Arrendatarios. En los años siguientes las organizaciones populares enarbolan como una de sus principales reivindicaciones las demandas por mejoramiento de las condiciones de la vivienda y disminución de sus precios. La Asamblea Obrera de alimentación nacional se fortalece en torno a la reivindicación habitacional y el Comité pro abaratamiento e higienización de las habitaciones, impulsado por la Unión Femenina campaña en contra de los principales propietarios de conventillos. En 1922 se emprende una huelga en Valparaíso, Santiago, Osorno y Valdivia una huelga de no pago de arriendos en conventillos y tres años más tarde se realiza una segunda que recorre el país completo. Durante los seis meses que duró la huelga mitines de más de treinta mil personas protestaban por las calles de este puerto. La presión obligó al gobierno a limitar el valor del arriendo en un 50% para viviendas insalubres y crear los tribunales de vivienda. La medida no dejó satisfechos a los arrendatarios que buscaban una rebaja generalizada de los arriendos ni a los propietarios, que al ver amenazados sus intereses formaron la “Liga de Propietarios”. Sin embargo marcará una inflexión en las políticas de vivienda, al dictarse el mismo año a primera “Ley de Arrendamientos” y la “Ley de Habitaciones Baratas”.

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Xxxxxxx Con el fin de modernizar el sistema de tranvías de este puerto, se constituyó en Berlín la empresa “Elektrische Strassenbahn Valparaíso” con capitales de la AEG y la Detsche Bank. Sus representantes en Chile era una casa comercial Saavedra Benard, conocida como Compañia de Tranvías Eléctricos de Valparaíso o Compañía Alemana de Tranvías Eléctricos - CATE. La empresa adquirió todos los carros, los caballos y las cocheras. En diciembre de 1904 salían a la calle los nuevos tranvías de marca “van der Zypen”, fabricados en Colonia, Alemania, los cuales fueron reemplazando paulatinamente los viejos carros tirados por caballos, puesto que debían adaptar sus ejes al ancho de la vieja trocha. A los pocos años la compañía introducía una segunda generación de carros de marca “Falkenried”, de mayor longitud y acoplado y ampliaría la cobertura. Abría también un recorrido por los cerros Barón y Playa Ancha, y una línea que subía por la quebrada de las Zorras. El éxito de la empresa alemana le permitió controlar también servicios de tracción y alumbrado en Montevideo y Buenos Aires. Como consecuencia de la guerra de 1914, comenzó a fallar el suministro de repuestos y empeoró el servicio. Los continuos desperfectos y los insoportables chirridos de los frenos, fueron provocando el malestar de los usuarios con la empresa. La molestia se incrementaba por la estrictez de los inspectores alemanes en hacer cumplir la disposición municipal de que no podían viajar más de dos pasajeros de pie en la cubierta del carro. El día 10 de marzo de 1920 junto a la Plaza Victoria, una disputa entre los pasajeros de que viajaban de pie y los inspectores, terminó en una batalla campal con apedreamiento de los carros. Una turba indignada se dirigió a la sede de la empresa en el palacio Ross e intentaron incendiar el inmueble. Los desórdenes se prolongaron toda la tarde y hubo que pedir refuerzos policiales a la capital. El saldo de la jornada fu un muerto, más de treinta heridos y 56 carros de tranvía destruidos. Como consecuencia de ese hecho, la empresa se fue a la bancarrota y tuvo que retirar sus inversiones en Argentina y Uruguay. El servicio de tranvías pasó a manos de una compañía inglesa, que en 1923 trajo tranvías belgas de dos pisos, con capacidad de 108 pasajeros. En el primer piso estaba la primera clase, con salón de fumadores, elegantes asientos forrados de cuero, plataformas retractiles y toda clase de comodidades. A partir de 1920 los tranvías tendrían que enfrentar la competencia minibuses Brockway, con modelos abiertos en verano y cerrados en invierno, más veloces que los tranvías y con mejor cobertura por su capacidad para subir a los cerros.

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Tranvías eléctricos Con el fin de modernizar el sistema de tranvías de este puerto, se constituyó en Berlín la empresa “Elektrische Strassenbahn Valparaíso” con capitales de la AEG y la Detsche Bank. Sus representantes en Chile era una casa comercial Saavedra Benard, conocida como Compañia de Tranvías Eléctricos de Valparaíso o Compañía Alemana de Tranvías Eléctricos - CATE. La empresa adquirió todos los carros, los caballos y las cocheras. En diciembre de 1904 salían a la calle los nuevos tranvías de marca “van der Zypen”, fabricados en Colonia, Alemania, los cuales fueron reemplazando paulatinamente los viejos carros tirados por caballos, puesto que debían adaptar sus ejes al ancho de la vieja trocha. A los pocos años la compañía introducía una segunda generación de carros de marca “Falkenried”, de mayor longitud y acoplado y ampliaría la cobertura. Abría también un recorrido por los cerros Barón y Playa Ancha, y una línea que subía por la quebrada de las Zorras. El éxito de la empresa alemana le permitió controlar también servicios de tracción y alumbrado en Montevideo y Buenos Aires. Como consecuencia de la guerra de 1914, comenzó a fallar el suministro de repuestos y empeoró el servicio. Los continuos desperfectos y los insoportables chirridos de los frenos, fueron provocando el malestar de los usuarios con la empresa. La molestia se incrementaba por la estrictez de los inspectores alemanes en hacer cumplir la disposición municipal de que no podían viajar más de dos pasajeros de pie en la cubierta del carro. El día 10 de marzo de 1920 junto a la Plaza Victoria, una disputa entre los pasajeros de que viajaban de pie y los inspectores, terminó en una batalla campal con apedreamiento de los carros. Una turba indignada se dirigió a la sede de la empresa en el palacio Ross e intentaron incendiar el inmueble. Los desórdenes se prolongaron toda la tarde y hubo que pedir refuerzos policiales a la capital. El saldo de la jornada fu un muerto, más de treinta heridos y 56 carros de tranvía destruidos. Como consecuencia de ese hecho, la empresa se fue a la bancarrota y tuvo que retirar sus inversiones en Argentina y Uruguay. El servicio de tranvías pasó a manos de una compañía inglesa, que en 1923 trajo tranvías belgas de dos pisos, con capacidad de 108 pasajeros. En el primer piso estaba la primera clase, con salón de fumadores, elegantes asientos forrados de cuero, plataformas retractiles y toda clase de comodidades. A partir de 1920 los tranvías tendrían que enfrentar la competencia minibuses Brockway, con modelos abiertos en verano y cerrados en invierno, más veloces que los tranvías y con mejor cobertura por su capacidad para subir a los cerros.

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Xxxxxxx En 1914 se abre el canal de Panamá, con lo cual la ruta por el Cabo de Hornos deja de ser el paso obligatorio entre ambos océanos. Con ello,Valparaíso queda fuera de las grandes rutas comerciales. La ruta por los mares australes se limitó a ser usada para transportar el salitre chileno, el grano australiano y la madera que se llevaba a Sudáfrica. Con insistencia se indica que ésta ha sido la causa principal de la pérdida de liderazgo porteño. Nosotros preferimos pensar que la causa fue más compleja y multicausal y que algo nos faltó para haber convertido aquella crisis en una nueva oportunidad. Sin duda que influyó, pero tampoco se dio la debacle en forma inmediata. De hecho, las casas comerciales continuaron operando por bastante tiempo y la prestigiosa Cámara de Comercio de Valparaíso siguió siendo sede de encuentro de las múltiples agrupaciones comerciales nacionales que se frenaron a causa de la Primera Guerra Mundial. De cualquier modo debe haber sido un duro golpe al orgulloso primer puerto del Pacífico Sur ver de pronto la bahía sin las cientos de velas de otrora. Pero faltaba aún más. Habiendo declarado el salitre chileno como producto estratégico, durante la primera guerra mundial, los aliados bloquearon el abastecimiento de Alemania y el Imperio Austro Húngaro con este producto. Con ello, Chile no solo perdió temporalmente uno de sus principales compradores sino que se iniciaría el declive definitivo de la venta del salitre. Los alemanes se vieron obligados a acelerar la producción del salitre sintético para fabricar pólvora y una vez concluida la guerra, este producto, sensiblemente más barato comenzó a desplazar al salitre chileno. Entre 1913 y 1929, la participación chilena en los nitratos que consumía el mundo se redujo de un 55% a un 23%. La crisis mundial del año 29 daría su estocada final al salitre. La fabricación del nitrato sintético en sus propios países, no sólo permitía ahorrar divisas, sino también crear empleo. Como si fuera poco una nueva amenaza acompañaría a Valparaíso.Ya Ambrosio O’Higgins había reconocido como puerto exportador e importador a la rada de San Antonio, junto a la desembocadura del Río Maipo, a 80 km al sur de Valparaíso, y en la segunda mitad del siglo XIX se había construido las primeras instalaciones. En 1911 se contrataba la construcción de un molo de abrigo en aquel puerto, el que estaría terminado siete años más tarde y a partir de 1922 se emprendían nuevas obras. Poco a poco el nuevo puerto conseguiría ser una dura competencia para Valparaíso.

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Golpes fatales En 1914 se abre el canal de Panamá, con lo cual la ruta por el Cabo de Hornos deja de ser el paso obligatorio entre ambos océanos. Con ello, Valparaíso queda fuera de las grandes rutas comerciales. La ruta por los mares australes se limitó a ser usada para transportar el salitre chileno, el grano australiano y la madera que se llevaba a Sudáfrica. Con insistencia se indica que ésta ha sido la causa principal de la pérdida de liderazgo porteño. Nosotros preferimos pensar que la causa fue más compleja y multicausal y que algo nos faltó para haber convertido aquella crisis en una nueva oportunidad. Sin duda que influyó, pero tampoco se dio la debacle en forma inmediata. De hecho, las casas comerciales continuaron operando por bastante tiempo y la prestigiosa Cámara de Comercio de Valparaíso siguió siendo sede de encuentro de las múltiples agrupaciones comerciales nacionales que se frenaron a causa de la Primera Guerra Mundial. De cualquier modo debe haber sido un duro golpe al orgulloso primer puerto del Pacífico Sur ver de pronto la bahía sin las cientos de velas de otrora. Pero faltaba aún más. Habiendo declarado el salitre chileno como producto estratégico, durante la primera guerra mundial, los aliados bloquearon el abastecimiento de Alemania y el Imperio Austro Húngaro con este producto. Con ello, Chile no solo perdió temporalmente uno de sus principales compradores sino que se iniciaría el declive definitivo de la venta del salitre. Los alemanes se vieron obligados a acelerar la producción del salitre sintético para fabricar pólvora y una vez concluida la guerra, este producto, sensiblemente más barato comenzó a desplazar al salitre chileno. Entre 1913 y 1929, la participación chilena en los nitratos que consumía el mundo se redujo de un 55% a un 23%. La crisis mundial del año 29 daría su estocada final al salitre. La fabricación del nitrato sintético en sus propios países, no sólo permitía ahorrar divisas, sino también crear empleo. Como si fuera poco una nueva amenaza acompañaría a Valparaíso. Ya Ambrosio O’Higgins había reconocido como puerto exportador e importador a la rada de San Antonio, junto a la desembocadura del Río Maipo, a 80 km al sur de Valparaíso, y en la segunda mitad del siglo XIX se había construido las primeras instalaciones. En 1911 se contrataba la construcción de un molo de abrigo en aquel puerto, el que estaría terminado siete años más tarde y a partir de 1922 se emprendían nuevas obras. Poco a poco el nuevo puerto conseguiría ser una dura competencia para Valparaíso.

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