Termina un año 2008

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Comunicado Fin de año 2008 Termina un año muy especial. Los acontecimiento que se desarrollaron en el 2008, tanto en el mundo como particularmente en el Paraguay, marcarán el comienzo de un nuevo modo de ver las cosas. Nada será igual a partir de la crisis financiera, como nada será igual a partir del final de 60 años de hegemonía de un partido en nuestro país. Paraguay ha experimentado también cambios que serán determinantes. Nuestro país no será el mismo después de las elecciones del 20 de abril del 2008. En las urnas se le dijo basta a un sistema se apoyaba en el olvido de la ética, en el fomento de la corrupción como herramienta de control social y en el desprecio de la ley sostenido por un sistema de impunidad que permea todos los estamentos. Ese sistema tenía y tiene, además el lamentable soporte de una mediocridad profesional que, ha sido incapaz de generar un país pujante y de sólido crecimiento. Algunas estructuras empresariales y algunos sectores de la sociedad civil han sido capaces de cambiar y crear espacios de desarrollo que están sacando a país del atraso y la miseria. No se puede dejar de reconocer el crecimiento de la producción agrícola y el desarrollo de la ganadería. Se han desarrollado estructuras de producción y se han profesionalizado algunos sectores que hoy no tienen nada que envidiar a los del primer mundo. Hemos de reconocer, sin embargo, que ese crecimiento ha tenido sus lados negativos. En muchas ocasiones no hemos sabido ser incluyentes. Sin embargo, desde hace algunos años, han nacido y crecido, cada vez con más fuerza, iniciativas incluyentes. Quizás han resultado pocas las iniciativas, pero no por falta de voluntad sino por la complejidad de los problemas generados por años de abandono que postergó a los trabajadores del campo. Hemos comenzado a extender lo que sabemos hacer, con capacidad profesional, a quienes nos rodean en el ambiente rural hasta hoy ignorado por las autoridades. Ese esfuerzo hoy está golpeado por nuevas preocupaciones. La crisis en el mundo en primer lugar y la violencia y la inseguridad en nuestro país han puesto una traba a la fuerza dinamizante de la economía paraguaya. Por encima de estas condiciones y como un peligro aun mayor se cierne una ideología perversa que considera al trabajo exitoso como malo de por si. Este “paraguas ideológico” permite la serie de generalizaciones que hoy atacan a la producción agropecuaria. En este contexto hay políticos e intelectuales que piensan que los logros de un sector significan fracasos de otro, El progreso de la agricultura puede y debe ser el progreso del agricultor. Para quienes ven al mundo con esos ojos todo lo que se hace en el campo es malo. Esgrimen la muletilla de los agroquímicos como si todos los productores fueran unos irresponsables capaces de emplear técnicas de trabajo que enfermen a sus familias y


destruyan la tierra, su propia herramienta de supervivencia. Como en todos los campos de la actividad humana hay gente que viola las leyes, pero eso no autoriza a condenar a todo un sector. Las condenas generalizadas obedecen a dos propósitos: generar una justificación para persecuciones injustas o incapacidad de aplicar la ley. Se culpa a la agricultura mecanizada –y se utiliza la expresión sojero en forma despectiva- por la migración del campo a la ciudad en una simplificación tremenda que oculta la raíz del problema: la falta de empleo. En el campo no faltan tierras, falta empleo que genere ingreso digno, al igual que en todo el país. Como todos los paraguayos vimos con esperanza el cambio de gobierno y pusimos todos nuestro apoyo a las nuevas autoridades. Lo hicimos a pesar de que, aún antes de que asumieran el cargo, sentimos que cargaban sobre la producción agropecuaria moderna la culpa de lo que no funcionaba por falta de políticas públicas. Aunque no vimos signos claros desde un principio acompañamos con esperanza los cuatro meses que mediaron entre las elecciones y la toma de posesión. Sin embargo nos encontramos con un gabinete que no llenó las expectativas y donde no aparecieron, salvo excepciones, profesionales con la capacitación que requiere la situación del país sino un cuoteo que refleja la interna de la alianza que llegó al poder e incluso, internas de internas. Al mes de la asunción no pedíamos resultados pero llamamos la atención del gobierno y la ciudadanía solicitando planes y programas. Se nos respondió con una reunión apresuradamente convocada en la residencia presidencial, donde vimos un plan, pero no los pasos para su ejecución. Pasó el tiempo y la situación siguió sin respuestas, mientras aumentaba la violencia y, sobre todo, el acoso al campo. Tanto con la violencia física como la verbal que justificaba la primera. En ese lapso, el 29 de setiembre, estalló de manera clara la crisis mundial, largo tiempo anunciada. Esperamos alguna reacción de las autoridades y nos encontramos con que aún planteaban la aplicación de nuevos impuestos basados en castigar al que produce eficientemente como solución de los problemas de la pesada burocracia estatal. Para nuestras autoridades la crisis no llegaría al Paraguay, como si no formáramos parte del mundo. Han transcurrido tres meses y aún no parecen tener planes para enfrentarla. En todo el mundo y en la región, se han elaborado y comenzado a aplicar planes anticíclicos para reactivar la economía y aquí no conocemos esos planes sino unas declaraciones del responsable de la política económica que habla de” economía de guerra”. ¡¡A contramano de todo lo que se está haciendo en el mundo!! A mediados de octubre surgió una nueva invitación a la residencia presidencial a donde acudimos con preguntas al presidente. Buscábamos respuestas para saber qué hacer. El campo está acostumbrado a planificar a largo plazo, de un año en adelante, y necesitamos conocer con anticipación hacia donde se orientará la gestión de gobierno. No obtuvimos respuestas y seguimos sin saber cuáles son los planes ni como se enfrentará la crisis.


Escuchamos atentamente el mensaje de Navidad del Presidente Lugo. Habló de reconciliación y de unidad y afirmó que será incluyente, propuestas con las que coincidimos, pero hasta ahora sus discursos han discurrido por caminos paralelos a los de sus acciones y gestos. Comenzó instalando la descalificación y la discriminación cuando acusó de terrorismo a los productores agrícolas ante las Naciones Unidas en una simplificación y generalización dignas de un discurso de barricada, pero no de un Jefe de Estado. Esa descalificación, como otras aplicadas a lo largo de la historia, han sido una indirecta justificación de la violencia contra los grupos o sectores así denigrados. Habló de diálogo y reconciliación y sin embargo cuando se le solicitó formalmente una reunión tardó dos meses en responder y lo hizo solo ante la inminencia de la movilización ciudadana anunciada para diciembre. Luego dejó plantados a los productores con la excusa de que llegaron al Palacio después de la hora marcada. Habían sido demorados por una de las tantas marchas que hoy no dejan trabajar al Paraguay y que se han erigido en el sistema para lograr los objetivos: la violencia indiscriminada. No recibió ni habló con los sectores que movilizaron a más de 90.000 personas en todo el país. Lo hicieron en forma pacífica, ordenada y respetuosa de los demás. Sin violar ninguna ley. Sin embargo recibió rápidamente en la residencia presidencial a representantes de un grupo no mayor a mil personas que vandálicamente atacaron la sede del Ministerio Público, intimidando a los funcionarios que intentaban ingresar a trabajar y destrozando a pedradas lo que estuviera a su alcance. ¡¡Estos son los gestos del presidente Lugo que dejan un mensaje claro!! // Estos son los gestos del presidente Lugo que contradicen a sus palabras que llaman a la reconciliación y la inclusión!! Cerramos el año aún con esperanza, pero exigimos al presidente que lo sea de todos los paraguayos y no de los grupos liderados por activistas radicalizados y sectarios. Exigimos al presidente que de una vez por todas entienda que acabó la campaña política y comience a gobernar con y para todos los ciudadanos. Hacen falta acciones y decisiones de las que depende el trabajo de miles de paraguayos. No se pueden hacer concertaciones excluyentes, donde se invita a algunos y se deja fuera a otros. El país no aguanta más divisiones ni enfrentamientos y se está desperdiciando una oportunidad única de cambiar. Exigimos al presidente que deje de justificar la violencia con sus gestos mientras indica con palabras a sus ministros que la controlen. El campo y la ciudad están en manos de la delincuencia y la mafia. Y contra estos enemigos no se lucha solo, o desde posiciones ideológicas dogmáticas y excluyentes. La realidad señor presidente es dura y no acepta los clichés de la Teología de la Liberación o de cualquier otra receta de biblioteca y sacristía.


A la mafia y la delincuencia hay que enfrentarla con todas las fuerzas del país y para eso hace falta reunirlas en torno a una meta amplia e incluyente. Que el 2011 nos encuentre unidos, porque sino nos encontrará dependientes y la gesta de hace 200 años, rubricada con sangre en dos guerras tremendas, habrá sido en vano. Tenemos las condiciones para salir adelante. Solo falta que la conducción elegida por los paraguayos el 20 de abril pasado se haga cargo del desafío y convoque a todos a realizarlo. Nosotros estamos dispuestos a poner nuestro trabajo, como lo hemos hecho hasta ahora.


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