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ECONOMÍA a

Las profesiones como moderadoras y transformadoras de la incertidumbre

ENFOQUE

Eugenio Sánchez Gallego Uno de los aspectos más perturbadores de nuestra existencia es convivir con una elevada incertidumbre, asociada frecuentemente con el miedo. Conceptos con los que nos hemos familiarizado más debido a la pandemia de COVID. Ha cundido la sensación de reducción del control y pertinencia sobre muchas de nuestras acciones, y de los efectos esperables que podemos obtener de ellas. Un marco cognitivo que tiende a generarnos, en suma, incomodidad y sentido de vulnerabilidad por la ausencia notable de certezas, pues una señal sobre la incertidumbre de un evento futuro nos puede conducir a tener expectativas sesgadas de resultados negativos según Grupe y Nitschke (2011). Desencadenantes y medidas Si nos aproximamos a medir el grado de incertidumbre en una sociedad, hemos de definir el espectro de situaciones que puedan originarla para facilitar su identificación. Bloom (2009 y 2011) apuntó que esta parece aumentar drásticamente con motivo de las grandes crisis económicas y políticas o las catástrofes naturales, y disminuye en los periodos de bonanza. La literatura económica nos brinda diversas fórmulas para capturarla. El Banco de España (2017) recogía algunas como observar la volatilidad de los mercados de valores, la dispersión de las previsiones económicas realizadas por los expertos, los errores en la predicción de modelos estadísticos de tiempo real o la reiteración de la publicación en prensa de algunos términos sobre política económica. Otros indicadores clásicos y novedosos Basta introducir la palabra crisis en Google Trends para comprobar que sus dos picos de búsqueda en todo el mundo se produjeron en octubre del 2008, tras la quiebra de la compañía Lehman Brothers, y en marzo del 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el estado mundial de pandemia por COVID. Un ejemplo latente aparece en el terreno sanitario donde la intolerancia a la incertidumbre es una característica central en diversos trastornos de ansiedad conforme a la creciente evidencia que mencionan Bomyea, Ramsawh et al. (2015). En las estadísticas de salud de la OCDE un dato ilustrativo proxy o indirecto sobre el grado de incertidumbre y su intolerancia sería el consumo de ansiolíticos, el cual nos muestra que para España la dosis diaria por cada 1.000 habitantes en el periodo 2000-2020 ha sido creciente y marcó su cima en el 2020 con 57,9. Un hecho que fue similar en buena parte de los países de la OCDE. Otros indicadores más clásicos se pueden reflejar de forma inversa al calibrar la confianza empresarial y del consumidor, o en la evolución de las tasas de ahorro de los hogares

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para protegerse de pérdidas de ingresos estables, menores tasas de inversión de las empresas o incrementos de los tipos de interés del crédito como describen Jackson y Kliesen (2019). Todo ello sin olvidar que también ocurre un fenómeno de protección del dinero al invertirlo en valores refugio como los metales preciosos o las deudas soberanas más estables. Cambiar el enfoque y aprovechar su sentido Este repaso sobre la incertidumbre y su evaluación tiene una importancia significativa si lo que pretendemos es manejarla y moderarla a niveles más sostenibles. En la medida de su naturaleza insalvable en muchos casos la lógica nos conduce a dos líneas de acción: de un lado, reforzar nuestra flexibilidad ante su parte irreducible para no condicionar nuestro desempeño y, por otro lado, cuando sea posible, trabajar aquellos aspectos de un asunto que nos la produce, de manera que nos permita acotarla y mitigarla. En ambas tareas las profesiones nos ayudan a aceptar y transformar sus derivadas más desfavorables mediante su reconocimiento y gestión, labor donde la psicología juega un papel central, pero a su vez, el resto de profesiones en sus respectivas áreas nos arroja luz con su criterio para mejorar la calidad de nuestras decisiones, habitualmente de carácter sensible.

Las profesiones nos ayudan a aceptar y transformar sus derivadas más desfavorables mediante su reconocimiento y gestión A este cometido se suma cada vez con mayor precisión la inteligencia artificial al procurar beneficios en la prestación de servicios profesionales. Sin embargo, cuando la incertidumbre es excesiva, la evidencia recogida por Dietvorst y Bharti (2020) se inclina a sostener que, si hemos de elegir, todavía preferimos optar por el juicio humano pues, aunque su abanico de variabilidad y error suele ser mayor, puede ofrecer una predicción más exacta que la artificial, sin soslayar que el trato humano induce más confianza. Buscando otro enfoque podemos plantearnos si la incertidumbre es siempre dañina o si su verbalización es un símbolo de debilidad. Lo razonable es que su origen no sea caprichoso, sino un estado de sensación de búsqueda adaptativa ante un cambio de paradigma. En esta línea se movería la escritora y crítica social Maggie Jackson al defender que la incertidumbre actuaría como un trampolín hacia un pensamiento mayor para encontrar soluciones ante nuevos retos.

nº 195 g enero-febrero 2022


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