Figuras, rostros y mascaras - Parte 1

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PRESENTACIÓN

En la actualidad el tema de las identidades es muy debatido en las ciencias sociales, desde donde se ha irradiado a la sociedad boliviana en vinculación con el auge de las luchas indígenas y de los sectores excluidos. En una coyuntura en la que las reivindicaciones étnico culturales y regionales han adquirido gran relevancia, en la que los pueblos y grupos sociales buscan reconocerse a sí mismos y posicionarse enfatizando los rasgos comunes a sus miembros y las diferencias frente a otros pueblos y grupos, las luchas identitarias han ocupado el centro de la agenda política reproduciendo o demandando cambios profundos en las relaciones de poder. En este contexto es una tarea de primer orden indagar sobre las identidades actuales en Bolivia: ¿cuáles son esas identidades, de dónde provienen, cuáles son sus especificidades, sus diferencias y denominadores comunes? Con el objetivo de encontrar respuestas a esas preguntas, la Fundación UNIR Bolivia organizó procesos de investigación que se desarrollaron entre los años 2006 y 2007 en las cinco grandes regiones del país: altiplano, valles, Oriente, Amazonia y Chaco, a cargo de equipos de investigadores de alto nivel y con reconocida experiencia de trabajo en las ciencias sociales, a quienes la Fundación UNIR expresa su reconocimiento. Los resultados de estas investigaciones, que constituyen un aporte académico significativo para el país, han sido recientemente publicados.* Recogiendo y sistematizando los resultados de esas cinco investigaciones —tarea a la cual contribuyó inicialmente Mauricio Casanovas, a quien UNIR agradece—, y

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mediante un trabajo de recopilación y análisis de información adicional existente en el país, se elaboró el presente texto que ofrece una aproximación a la compleja problemática de la identidad en Bolivia. El texto busca dar a conocer qué es la identidad, cómo ha cambiado a lo largo de la historia, quiénes somos actualmente y cómo nos vemos a nosotros mismos y a los otros. Para ello aborda el tema de la identidad desde el proceso histórico de la ocupación territorial del país, considerando las identidades étnicas, mestizas, de las elites, las identidades urbanas, el impacto de la migración en la construcción identitaria, la influencia de la actividad económica, de la religión, de las expresiones culturales, las identidades políticas, así como la visión de las regiones y del país desde las identidades. Con esta publicación, la Fundación UNIR Bolivia aspira a ofrecer a un público amplio de estudiantes, profesores y personas interesadas en conocer mejor la historia y situación actual del país y sus regiones a través de los procesos identitarios, un material de consulta que resulte útil y accesible.

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Calla et al., 2007. ¿Indígenas u obreros? La construcción política de Identidades en el altiplano boliviano, texto publicado con modificaciones en 2009 por Arnold, et al. bajo el título Procesos en la construcción de las identidades políticas actuales en la región altiplano de Bolivia; Sánchez et al., 2008, Narrativas y políticas de la identidad en los valles de Cochabamba, Chuquisaca y Tarija; Molina et al., 2008, Sociedades y territorios culturales en la región amazónica de Bolivia; Peña y Boschetti, 2008, Desafiar el mito camba - colla. Interculturalidad, poder y resistencia en el Oriente boliviano; Galindo et al. El Chaco: génesis de identidades múltiples. (doc. no publicado).

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I

LAS IDENTIDADES, LA CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA



¿Qué son las identidades? ¿Cómo se construyen? ¿Quiénes somos los bolivianos hoy?, ¿cómo llegamos a ser lo que actualmente somos? Estas preguntas nos llevan, necesariamente, a preguntarnos por la identidad: ¿qué es la identidad?, ¿cómo se construye? Responder estas interrogantes no es tarea sencilla porque estamos hablando de construcciones sociales múltiples y cambiantes, que proyectan imágenes que pueden parecer sólidas, pero son más bien provisionales. Intentar responder estas preguntas nos permitirá acercarnos a la configuración actual de nuestra sociedad y entender cómo nos vemos, cómo vemos a los Wos y nos diferenciamos de ellos, cómo vemos al país y sus regiones. Actualmente, dentro de las ciencias sociales existen distintas posiciones1 que buscan explicar la problemática de las identidades, entendida la identidad como una categoría de análisis: Una primera postura plantea que la identidad es producto de una construcción social y base de la acción social y política. Puede estar influenciada por la posición que los individuos o grupos ocupan en la estructura social (en los modos de producción, en el mercado y en la estructura ocupacional) o por el lugar que ocupan en un espacio multidimensional definido por la raza, la etnicidad, el género y la orientación sexual. Una segunda posición entiende la identidad como un fenómeno colectivo que se da a partir de atributos compartidos por los miembros de un grupo. Tales atributos se manifiestan en una conciencia compartida, solidaridad y acciones colectivas. Una tercera postura —la denominada esencialista— concibe la identidad como un atributo natural dado por nacimiento, de manera que concierne a la esencia misma de las personas y de los grupos sociales; por tanto, se la concibe como algo inmodificable. Esta posición ha sido

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Brubaker y Cooper, citados en Sánchez et al., 2008.


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fuertemente cuestionada en razón de su escaso apoyo en la realidad, aunque tiene importancia por su efecto político y de movilización social. La postura constructivista —que recoge lo planteado por la primera, al concebir la identidad como una construcción social— se opone a la esencialista, pues considera que la identidad cambia de acuerdo con el contexto social e histórico específico de los individuos y los grupos sociales. Por tanto, asume la identidad como un producto de la acción social y política que puede ser, incluso, manipulable. Finalmente, la posición llamada postmodernista comprende la identidad como el producto de múltiples discursos en competencia, es decir, como el resultado de luchas por los sentidos en una sociedad históricamente concreta. Podemos concluir, considerando el escenario del país y los debates que actualmente se desarrollan en Bolivia, que existen dos visiones contrapuestas. Por un lado, la esencialista, según la cual los límites que separan unas identidades de otras son fijos e inmodificables: la identidad A permanecerá siempre igual a sí misma y nunca podrá convertirse en B, y viceversa. Por otro, las visiones constructivista y postmodernista, que consideran estos límites móviles y cambiantes: A podría convertirse en B o en C porque la identidad no es algo dado que las personas o los grupos sociales poseen, sino, como sostiene Nelly Richard, el resultado de juegos interpretativos que recurren a múltiples escenificaciones y teatralizaciones.2 Asumiendo estas últimas visiones —las más aceptadas y las que, desde nuestro punto de vista, permiten una aproximación más apropiada a los procesos sociales— podemos afirmar que la identidad es un conjunto de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores, símbolos) a través de los cuales los actores (individuales y colectivos) demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás actores en una situación determinada, todo ello dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado.3 La identidad es, pues, un proceso abierto y ambiguo, resultado de la delimitación de los campos nosotros - otros, así como una estrategia implementada por los sujetos para resistir y adaptarse a su contexto histórico. Por tanto, el proceso de construcción identitaria es resultado del contacto y de la interacción social; como tal, es una categoría eminentemente política.4 Si la identidad es un fenómeno histórico, relacional, contextual, procesual y cambiante, los grupos identitarios que hoy existen en el país probablemente no puedan ser reconocidos como existentes en el pasado y pueden desaparecer mañana. Si la identidad es relacional y no algo 2

Richard, 1997 citada en Molina et al., 2008.

3

Jiménez, 2005 citado en Calla et al., 2007.

4

Peña y Boschetti, 2008.


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intrínseco, ciertamente las personas y los grupos sociales poseen múltiples identidades, que pueden cambiar según los contextos de interacción e interrelación. Así, pueden tener una identidad étnica y a la vez de género, profesional, generacional, territorial u otra, expresadas en distintos contextos relacionales. Sin embargo, la identidad posee su propia paradoja, es decir que, si bien cambia constantemente según los contextos relacionales, puede hacer que las personas y los grupos permanezcan iguales a sí mismos. Esta noción de permanencia genera una coherencia con el pasado —ya sea éste real o mítico— y da lugar a sentimientos y sentidos de pertenencia con la historia y el devenir. Por otra parte, las identidades individuales y las colectivas no se oponen, más bien, se complementan. Es posible distinguir varios tipos de identidades colectivas (identidades políticas, culturales, de clase, etc.) como resultado de los procesos desarrollados en las distintas esferas de la sociedad, que generan sentimientos de pertenencia y de diferenciación respecto a “los otros”. Estas identidades se construyen a través de procesos que no son neutros, sino que implican y están atravesados por relaciones de poder. El reconocimiento de pertenencia a una identidad o la autoafirmación, implica efectuar una tarea de selección: mientras se enfatizan ciertos rasgos, se olvidan otros. Así, las identidades se van modificando con plasticidad de acuerdo a las relaciones de fuerza que operan en la sociedad.5 Las identidades son resultado de la confluencia de un conjunto de factores y elementos distintos, entre los que podemos mencionar los siguientes: –– El género determina una serie de características que diferencian a quienes se identifican como mujeres o como hombres. –– La edad determina identidades particulares de los diferentes grupos etáreos: niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad. –– La posición en la estructura económica de la sociedad establece diferenciaciones: la construcción identitaria es distinta si se trabaja en el área productiva o de servicios, si se es empresario u obrero, minero o agricultor, comerciante o empleado doméstico, etcétera. –– La pertenencia territorial: la identificación como miembro de un país, de un departamento, de una provincia, de un municipio, de una ciudad, de un pueblo.

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Jacob, 1982 citado en Calla et al., 2007.


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–– La condición étnica —entendida como el conjunto de atributos invocados por un grupo para crear solidaridad: lazos familiares basados en la ascendencia común, raza, similitud cultural, lengua y religión— define también la identidad.6 –– La religión: la identidad de un católico es diferente de la de un protestante, de quien practica la religiosidad andina, de un musulmán, etcétera. –– La opción sexual: las agrupaciones de homosexuales desarrollan construcciones identitarias propias, que los distinguen de los heterosexuales. –– El fenómeno de la migración coloca a las personas en contacto con visiones y prácticas distintas a las propias; como resultado de esa influencia, las identidades originales se modifican o se construyen nuevas. –– El fenómeno de la globalización o “glocalización” —caracterizado por la economía transnacionalizada y su correlato cultural también globalizado— pone en circulación símbolos y contenidos culturales que son consumidos en el planeta en su conjunto e influyen fuertemente sobre las identidades, modificándolas o creando nuevas. Influyen especialmente en las generaciones jóvenes, dando lugar a “identidades cibernéticas”, que son desterritorializadas y cambiantes.7 No siempre se puede establecer cuáles son los elementos que juegan un papel determinante para marcar la identidad del grupo, ya que esto depende de las circunstancias y del contexto; los actores recurren a estrategias identitarias que responden a un momento, una situación o a un objetivo específico, y pueden priorizar ciertos elementos y dejar de lado otros. Existe, por tanto, una racionalidad práctica que configura la identidad en una determinada situación. La identidad como construcción originada en una base material y en condiciones concretas de vida de las personas —como su posición en la estructura económica y social, el territorio o región a la que pertenecen, su nivel de educación y otros factores— es por esencia dinámica, tan cambiante como los rasgos de cada grupo; dichos rasgos evolucionan permanentemente por el contacto e interacción con otros grupos, transformando sus formas de expresión. La identidad de una persona o de un colectivo nunca es unívoca, realmente son varias las identidades que se encuentran en cada uno. Por ejemplo, un productor de coca puede asumir una identidad “cocalera” determinada por su actividad, pero al mismo tiempo puede identifi-

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Nelson, 1989 en Pérez Argote, citado en Molina et al., 2008.

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Hill y Wilson, 2002 y Sánchez Parga, 1997; citados en Sánchez, et al., 2008. La “glocalización” expresa tanto los procesos de homogeneización (global) como la diversidad (local), en tanto partes del mismo fenómeno.


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carse como productor campesino, por trabajar la tierra, y adicionalmente como evangelista, diferenciándose de otros cocaleros y campesinos que no profesan esa fe, puede reconocerse también como cochabambino, distinguiéndose de los productores de coca de Yungas y de otros campesinos, y a la vez puede sentirse “ciudadano del mundo” porque accede a la telefonía celular y a Internet para comunicarse con parientes en el exterior y recibe remesas desde otros países. Como vemos, las identidades son una mezcla de planos que conforman rasgos cambiantes en el tiempo y configuran diferentes áreas de adscripción. El testimonio de un cochabambino respecto a su identidad resulta iluminador y permite comprender mejor la naturaleza de esta construcción múltiple: “Ahora soy ‘colcapirhueño’ más que cochabambino; soy de Piñami. Aunque cuando me reúno con amigos de infancia hablamos de nosotros, los verdaderos ‘quillacolleños’, pues no te olvides que a Quillacollo llegaron, como yo, muchos migrantes de las minas. Ahora, en otros períodos de mi vida, soy cochabambino. Es decir, mi identidad territorial cambia según los períodos de mi vida. Otro matiz en mí, por ejemplo, es la presencia de mi identidad potosina o minera; no te olvides que en Cochabamba hay cerca de ciento cincuenta barrios de migrantes mineros. Es decir, depende del contexto en que estoy, mi identidad cambia de acuerdo a momentos, circunstancias etc. También en las fiestas: dependiendo de qué tipo de fiesta sea en la que estoy, con quiénes estoy, asumo un tipo de identidad. En realidad, juego con eso; soy conciente de que hay un abanico de identidades”.8 Más que identidades unívocas, lo que encontramos en la realidad son identidades múltiples: un mismo sujeto, individual o colectivo, puede identificarse simultáneamente de modos distintos, incluso de maneras aparentemente contradictorias entre sí, o puede identificarse de diferentes maneras de acuerdo con el contexto, el interlocutor, etc. Una encuesta realizada por la Fundación UNIR en 2006 muestra cuán fluida es la identidad: 68.9% de la población urbana del país se autoidentificó como mestiza y, al mismo tiempo, 65.5% se reconoció indígena.9 Al ser la identidad relacional, está constantemente en proceso de construcción, reconstrucción y deconstrucción; además, puede ser manipulada, negociada y modificada. Ello la hace fundamentalmente inestable. Los sujetos individuales y colectivos despliegan sus identidades dependiendo del contexto y del momento en que se encuentran, las manipulan y transforman como estrategias de poder.

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Entrevista a Víctor Hugo Calisaya, intelectual quechua, en Sánchez et al., 2008.

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Fundación UNIR Bolivia. 2006. Encuesta sobre Diversidad Cultural hoy.


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Un ejemplo de cómo operan las construcciones identitarias es lo que se produce a partir de la revolución de 1952 cuando el nacionalismo estatal intentó legitimar una nueva identidad —la mestiza— como nacional, borrando las múltiples identidades —indígenas y no indígenas— existentes en el país. Como crítica al Estado oligárquico, y frente al problema de la desigualdad y de la diferencia entendida también como un problema, el nacionalismo formuló el discurso del mestizaje y el proyecto de construcción de una nación de ciudadanos homogeneizados cultural y lingüísticamente; en ese contexto, los individuos y grupos indígenas buscaban identificarse como campesinos mestizos. En sentido inverso, durante los últimos veinte o treinta años se produce un cambio identitario en el país que deja atrás la construcción homogenizante de 1952 y da a luz una multiplicidad de identidades centradas en lo étnico y con un claro posicionamiento político; en este nuevo contexto, quienes se habían identificado como campesinos mestizos buscan hacerlo ahora como indígenas. Para Castells10 la identidad se constituye a partir del discurso, desde esa óptica propone la siguiente clasificación: –– Identidad nacional o legitimadora: configurada y difundida por los actores dominantes de la sociedad para extender y racionalizar su dominación. –– Identidad de resistencia: generada por los actores en condiciones subalternas, en base a principios opuestos a los reinantes en las instituciones políticas de la sociedad. –– Identidad proyecto: los actores sociales pugnan por institucionalizar una nueva identidad, redefiniendo su posición en la sociedad y buscando la transformación de la estructura social. La identidad únicamente puede expresarse a través de las narrativas de los individuos y las sociedades. La narrativa es comprendida como un conjunto de discursos lingüísticos —escritos y orales—, mediante los cuales la gente narra su identidad; y discursos no lingüísticos, dispositivos culturales como la organización social, los sistemas productivos, la construcción del territorio, el uso del espacio, la religión, la vestimenta, los códigos y símbolos, los ritos, las festividades y la arquitectura. La narrativa es la forma en la que las personas y los grupos expresan sus identidades; de tal manera, la narrativa construye la identidad de los sujetos y de los colectivos, y no al revés.11

10 Castells, 1998. 11 Vila, 1995 citado en Sánchez et al., 2008.


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Las narrativas de identidad no solamente buscan establecer similitudes entre los miembros del grupo y diferencias frente a los otros, sino también construir sujetos políticos mediante la lucha por los sentidos, que es una lucha por el poder. Así, unas narrativas intentan imponerse sobre las otras estableciendo visiones e interpretaciones sobre el pasado, el presente y el futuro, buscando crear hegemonía. Esa lucha por los sentidos está vinculada con los sistemas clasificatorios existentes en las sociedades. En Bolivia, por ejemplo, los términos indio, cholo, mestizo, blanco, originario, k’ara, karai, gringo y otros son clasificaciones identitarias cargadas de información acerca de cómo se ve a sí mismo cada grupo, cómo ve a los demás y cómo se relacionan unos con otros. Al cambiar el contexto social y, por lo tanto, cambiar el sistema clasificatorio, se produce también un cambio de esas construcciones identitarias.



II LAS REGIONES EN BOLIVIA



1. Concepto de región Como señala Denise Arnold,1 el término región es el más impreciso de la geografía, representa una delimitación administrativa específica, un espacio geográfico particular (la región natural) y, además, entidades poco definidas entre lo nacional y lo local (nuestra región). Asimismo, el término región puede denotar un aspecto local (dinámica de la región) o internacional (integración de la región). En las ciencias sociales, la noción de región se relaciona con las cuestiones de identidad, tanto cultural como política. Y muchas subdisciplinas de la economía e incluso de los estudios del desarrollo emplean la noción de región en tanto base territorial para entender la circulación y los flujos de poblaciones y de productos en las economías de mercado o en las sociedades no mercantiles.2 Existen, pues, distintas comprensiones acerca de la región, su especificidad, su alcance, su delimitación, etc. Con el fin de aproximarnos al concepto de región, podemos recurrir al siguiente: …el término región comparte dos significados fundamentales: el primero hace referencia a la noción abstracta de un ámbito en cuyo interior se cumplen ciertos requisitos de semejanza u homogeneidad, el segundo refiere a ámbitos concretos de la realidad física y sus elementos, porciones determinadas de la superficie terrestre, definidas a partir de criterios específicos y objetivos preconcebidos, y diferenciadas en función de factores naturales o geográficos, o con arreglo a determinaciones sociales: una región tiene sentido y existencia sólo cuando en ella se asienta un conglomerado humano, que es el que le otorga forma y extensión.3

1

Arnold citada en Calla et al., 2007.

2

Ibídem.

3

Palacios, 1993 citado por Arnold en Calla et al., 2007.


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Asimismo podemos citar aportes a la reflexión sobre el concepto de región a partir del contexto educativo colombiano: …espacios que generalmente tienen identidad perdurable, en donde sus pobladores establecen relaciones de interacción determinadas o condicionadas por factores de tipo geográfico, económico, social y cultural.4

Por tanto, en la categoría región está implicada la idea de un espacio de interacción condicionada por una serie de factores con identidad étnica, cultural, política, de clase, etc., y ciertas expectativas de desarrollo. En el caso de Bolivia se pueden agregar otros elementos que contribuyen a la configuración del concepto de región: la constitución étnica de los territorios (los ayllus del norte de Potosí, el territorio moxeño, etc.), la construcción histórica de los territorios (la región andina bajo dominio del Incanato, las misiones jesuíticas), el carácter lingüístico de los territorios (de habla aymara, quechua, guaraní, castellana, etc.), los aspectos culturales y las situaciones geográficas en las que las culturas se han desarrollado, el impacto de centros culturales (Tiwanaku en el pasado lejano; Sucre, La Paz y Santa Cruz en el pasado reciente y en la actualidad), los pisos ecológicos (puna, valles, costa), el carácter productivo de las regiones (minero, hidrocarburífero, agropecuario, forestal), las regiones incipientes (el “altiplano marítimo”: sur del Perú, norte de Chile y parte de La Paz) y las regiones “inteligentes” (considerando las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación), entre otros. En los últimos años se han conformando nuevas unidades territoriales con contenido sociopolítico y cultural —como las mancomunidades de municipios, las tierras comunitarias de origen (TCO) y los distritos indígenas— que tienen intereses y expectativas comunes.5

2. Las grandes regiones del país El presente trabajo ha considerado —quizá siguiendo un razonamiento más bien tradicional y con fines prácticos, sin desmerecer otro tipo de ordenamientos o de clasificaciones— la existencia de cinco grandes regiones en el país:

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Ramírez, 2004 citado por Arnold, ibídem.

5

Arnold, ibídem.


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–– Altiplano, en los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí. –– Valles, en los departamentos de Cochabamba, Chuquisaca y Tarija. –– Oriente, en el departamento de Santa Cruz. –– Amazonia, en los departamentos de Beni, Pando, el norte de La Paz y el norte de Cochabamba. –– Chaco, en los departamentos de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija. Es necesario considerar que estas regiones —especialmente el altiplano andino, la Amazonia y el Chaco— se extienden más allá de los límites nacionales, conformando extensas regiones en el subcontinente. Asimismo se debe considerar que ni los límites político administrativos internacionales ni los del interior de cada país están vinculados con los límites de las ecoregiones, por lo que la delimitación de las cinco grandes regiones antes mencionadas no es nítida.

La región del Altiplano El altiplano andino es parte de una región mayor, que abarca el altiplano central y meridional de BoliviWna), el noroeste de Chile (Tarapacá y el noreste de Antofagasta, Atacama y Coquimbo), y el noroeste de Argentina (Jujuy y noroeste de San Juan). El altiplano boliviano es una meseta no completamente plana, ubicada entre las cordilleras Oriental y Occidental, a una altura media de 3.700 msnm y con una superficie de 130.000 km2. Se extiende por el suroeste del departamento de La Paz, todo el departamento de Oruro excepto su extremo oriental y Potosí excepto la parte este, desde el piedemonte occidental de la Cordillera Oriental por el Este hasta la frontera con Chile y Argentina por el Oeste.6 La cuenca endorreica del Altiplano —llamada así porque no tiene desagüe hacia el mar—

6

Arnold, ibídem.


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comprende cinco subcuencas: la del lago Titicaca (compartida con el Perú), la del lago Poopó, la del salar de Coipasa, la de Lípez y la del salar de Uyuni. En términos generales, en el altiplano se pueden diferenciar tres subregiones: –– El altiplano norte en las proximidades del lago Titicaca, de clima semihúmedo, donde el período húmedo puede durar hasta ocho meses. En esta subregión se desarrolla una vegetación de pradera de gramíneas y arbustos, como la tola (Baccharis spp.) y el ichu (Stipa ichu); también crecen algunos árboles aislados de keñua o kewiña (Polylepis spp.) y kiswara (Buddleja coriacea), ambas especies nativas, y eucaliptos introducidos.7 –– El altiplano central incluye el sur del departamento de La Paz, la mayor parte del departamento de Oruro y el sector occidental del departamento de Potosí. En esta subregión se encuentra una vegetación de matorrales de tola (Baccharis spp.) e ichu (Stipa ichu), chiji (Distichlis humilis), así como gramíneas (Festuca y Calamagrostis). –– El altiplano sur —que abarca la zona de Potosí fronteriza con Chile, al oeste y sur de los salares— tiene clima seco, el período húmedo no dura ni un mes. Presenta grandes extensiones de suelos salinos y un césped bajo de gramíneas, chiji (Distichlis humilis) y yaretilla (Junellia minima), arbustos pequeños de kauchi (Suaeda fruticosa), tola de varias especies (Baccharis incarum, B. boliviensis, Fabiana densa, Parastrephia lepidophylla) y lampaya (lampaya castellani), especie que fija la arena.8 –– ––

7

Morales, 1990.

8

Ibídem.


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Entre las plantas cultivadas propias de la región altiplánica se encuentran la papa (Solanum batatas), la oca (Oxalis tuberosa), la papalisa (Ullucus tuberosus), el maíz (Zea mays), la quinua (Chenopodium quinoa), el amaranto (Amaranthus caudatus) y la cañahua (Chenopodium pallidicaule). El departamento de La Paz tiene una superficie de 133.985 km2, una población que en 2003 alcanzaba a 2.350.466 habitantes con una tasa anual de crecimiento de 1,53, y una proyección poblacional para 2007 de 2.715.016 habitantes.9 El departamento de Oruro posee una superficie de 53.588 km2, una población que en 2003 alcanzaba a 391.870 habitantes con una tasa anual de crecimiento de 0,78, y una proyección poblacional para 2007 de 440.657.10 El departamento de Potosí tiene una superficie de 118.218 km2, una población que en 2003 alcanzaba a 709.013 habitantes con una tasa anual de crecimiento de 0,52, y una proyección poblacional para 2007 de 776.568 habitantes.11

La región de los valles Los valles constituyen una franja de pequeñas porciones de territorio, con una altura que media entre 1.800 y 2.800 msnm; se ubican como encajonados entre las cordilleras Occidental y Oriental que corren de Norte a Sur, haciendo un codo en el centro del país y dividiendo las tierras altas (altiplano) de las bajas (Amazonia y Chaco). Aunque los valles interandinos se extienden por los departamentos de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca, Potosí y Tarija, los considerados propiamente vallunos en razón de que sus ciudades capitales se sitúan en esta región, son Cochabamba, Chuquisaca y Tarija. Los valles se caracterizan por su gran diversidad climática y de paisaje debida a los diferentes relieves de la cordillera. Se denominan valles mesotérmicos porque durante 9

www.ine.gov.bo Indicadores demográficos, enero 2008.

10 Ibídem. 11 Ibídem.


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primavera, verano y otoño las temperaturas medias sobrepasan los 15o, la humedad varía dependiendo de la orientación y del régimen de vientos, y el promedio de precipitaciones es de 400 a 800 mm. El bosque natural ha sido destruido casi en su totalidad, quedando escasa vegetación arbórea y arbustiva, con especies como el molle (Schinus molle), algarrobo (Prosopis alba), churqui (Prosopis ferox), acacias (Acacia macracantha y A. laevigata), chacatea (Dodonaea viscosa) y tola (Baccharis dracunculifolia y Eupatorium buniifolium).12 Las especies cultivadas propias de los valles son el maíz (Zea mays), la papa (Solanum batatas), el tomate (Lycopersicum peruvianum), el ají (Capsicum annum frutescens), el locoto (Capsicum pubescens), la palta (Persea americana), la chirimoya (Annona cherimolia), el tumbo (Passiflora mollisima) y la lúcuma (Lucuma obovata), entre otras. En los departamentos que tradicionalmente se han asumido como vallunos, los valles ocupan porciones menores de territorio, excepto en Chuquisaca. En Cochabamba, la mayor parte del territorio corresponde a los yungas y llanos amazónicos, y en Tarija, una importante fracción es chaqueña. El departamento de Cochabamba posee una superficie de 55.631 km2, una población que en 2003 alcanzaba a 1.455.711 habitantes con una tasa anual de crecimiento de 2,15, y una proyección poblacional para 2007 de 1.747.906 habitantes.13 El departamento de Chuquisaca tiene una superficie de 51.524 km2, una población que en 2003 alcanzaba a 531.522 habitantes con una tasa anual de crecimiento de 1,56, y una proyección poblacional para 2007 de 621.383.14 El departamento de Tarija posee una superficie de 37.623 km2, 12 Brockmann, 1986 y Morales, 1990. 13 www.ine.gov.bo Indicadores demográficos, enero 2008. 14 Ibídem


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una población que en 2003 alcanzaba a 391.226 habitantes con una alta tasa anual de crecimiento de 2,59, y una proyección poblacional para 2007 de 484.249 habitantes.15

La región amazónica La Amazonia es uno de los grandes biomas del planeta, abarca una extensión de seis millones de km² en territorios de Bolivia, Perú, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Surinam y Venezuela. La definición del territorio amazónico en Bolivia no es precisa. Por una parte se considera que abarca cerca del 30% del territorio nacional, comprendiendo los departamentos de Pando y Beni en su totalidad, así como el norte de los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, con una superficie aproximada de 280.120 km2.16 Por otra parte, se define como amazónico únicamente el territorio pandino y el norte del Beni (provincia Vaca Díez), que tienen condiciones agroecológicas y socioeconómicas similares, historia común y abarcan un área total de 85.000 km2, según algunas estimaciones, y de 104.561 km2, de acuerdo con otras.17 Generalmente, se reconoce como Amazonia el Norte, denominado también región castañera, que incluye el departamento de Pando y el norte de los departamentos de La Paz y Beni (provincias Iturralde y Vaca Díez, respectivamente). En los últimos cinco años se insiste en el esquema de un Norte amazónico, con lo que implícitamente se acepta que existe un todo amazónico, cuyo Sur amazónico estaría constituido básicamente por el Beni.18 Las tierras amazónicas son bajas, su altitud oscila entre los 300 y 500 msnm. El clima es tropical, con temperaturas medias por encima de los 25o. Las lluvias son muy abundan-

15 Ibídem. 16 PNUD, 2003 citado por Molina et al., 2008. 17 DHV, 1993; PROMAB, 2002; Beekma, Zonta y Keijzer, 1996 citados en Molina et al., 2008. 18 Molina et al., 2008.


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tes (1.300 a 2.300 mm) y ocasionan el desborde estacional de los ríos en las zonas bajas. La Amazonia está dividida en tres formaciones boscosas: el bosque amazónico, el bosque húmedo de llanura (la pampa de Moxos) y el bosque húmedo del Escudo Precámbrico. En estos ambientes se desarrollan numerosas especies arbóreas, como ambaibo (Cecropia ficifolia), sangre de toro (Virola sp.), palo maría (Calophyllum brasiliense), goma (Hevea brasiliensis), castaña (Bertholettia excelsa), verdolago (Terminalia amazónica), mara (Swietenia macrophylla), ochoo (Hura crepitans), chonta (Astrocaryum chonta), motacú (Scheelea princeps), sumuqué (Syagrus sancona), etc. En las sabanas crecen pastos de buena calidad para el ganado, como el arrocillo (Leersia hexandra) y la cañuela (Hymenachne y Luziola), y otras gramíneas de escaso valor forrajero, como la cola de ciervo (Andropogon bicornis).19 Las plantas cultivadas propias de la Amazonia son la yuca (Manihot utiissima), el maní (Arachis hyupogaea), el plátano (Musa paradisiaca), la piña (Ananas comosus), la lúcuma (Lucuma bifera), la coca (Erithroxylon coca), etcétera. El departamento del Beni tiene una extensión territorial de 213.564 km2 y una población que en 2003 alcanzaba a 362.521 habitantes, que en su mayoría (74%) se encuentran concentrados en las provincias Vaca Diez (116.421 habitantes), Cercado (82.653 habitantes) y José Ballivián (68.174 habitantes). La tasa anual de crecimiento de este departamento alcanza a 1,80 y la proyección de población para 2007 es de 422.434 habitantes.20 El departamento de Pando tiene una superficie de 63.827 km2; su población en 2003

19 Brockmann, 1986 y Morales, 1990. 20 www.ine.gov.bo Indicadores demográficos, enero 2008.


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alcanzaba a 52.525 habitantes con una tasa anual de crecimiento muy alta: 4,01, y una proyección poblacional para 2007 de 72.427 habitantes.21 Cobija es la única ciudad del departamento, cuenta con algo más de 30.000 habitantes (que representan 70% de la población departamental). Los municipios pandinos aglutinan a más de 320 comunidades, con localidades menores a los dos mil habitantes. La mayor parte de la población del Norte amazónico (69%) vive en la provincia Vaca Diez, sólo un 31%, en el departamento de Pando.22

La región del Oriente El Oriente boliviano comprende al departamento de Santa Cruz de la Sierra, que tiene una superficie de 370.621 kms2 (la tercera parte del territorio nacional), con tierras de pradera y bosque semihúmedo bajo y montañoso, a una altitud de 470 msnm en la llanura y de 1.500 msm en los valles y montañas. En el Oriente boliviano se encuentran extensas zonas de bosque húmedo, semihúmedo y subhúmedo; con especies arbóreas como palo santo (Virola surinamensis), cuchi (Astronium urundeuva), ajo ajo (Gallesia integrifolia), laurel (Nectandra sp.), tajibo (Tabebuia impetiginosa), mara (Swietenia macrophylla), roble (Amburana cearensis), cedro (Cedrela odorata), morado (Machaerium scleroxylon), paquió (Himaenea courbaril), serebó (Schizolobium parahyba) y palmeras de cusi (Orbignya phalerata); con leguminosas como Acacia sp., Centrosema sp. y Machaerium sp., y gramíneas de importancia para el pastoreo, como Hemartrhria sp., Leersia hexandra y Paspalum densum.23 Los cultivos tradicionales más importantes de la región son el trigo (Triticum vulgare), la yuca (Monihot utilissima), el arroz (Oryza sativa), diversas hortalizas y el algodón (Gossypium 21 Ibídem. 22 PNUD, 2003 citado en Molina et al., 2008. 23 Brockmann, 1986 y Morales, 1990.


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herbaceum). Desde hace algunas décadas se han intensificado los cultivos industriales, como la caña de azúcar (Saccharum officinarum, especie originaria de la India), la soya (Glycine max, originaria de China y Japón) y el girasol (Eliantus annu). Se puede identificar las siguientes subregiones24, diferenciadas por el promedio de precipitaciones pluviales, la temperatura media anual y la humedad relativa: –– Subregión central ubicada en la provincia Andrés Ibáñez, abarca toda el área metropolitana compuesta por los municipios de Santa Cruz de la Sierra, Warnes, La Guardia, El Torno, Cotoca y Porongo. –– Subregión integrada o Norte Integrado conformada por las provincias Warnes, Ichilo, Sara y Obispo Santiesteban; comprende las áreas de producción, transformación y transporte de la agroindustria cruceña, y funciona como el hinterland o área de influencia de la región metropolitana. –– Subregión chiquitana formada por la Mancomunidad de Municipios de la Gran Chiquitania, comprende las provincias Velasco (municipios San Ignacio, San Miguel y San Rafael), Ñuflo de Chávez (municipios Concepción, San Javier, San Ramón y San Antonio de Lomerío), Chiquitos (municipios San José de Chiquitos y Roboré), Ángel Sandóval (municipio San Matías), Germán Busch (municipios Puerto Suárez y Puerto Quijarro) y Guarayos (municipios Urubichá y El Puente). 24 Plan Departamental de Desarrollo Económico y Social 2006 - 2020 (versión preliminar, sin publicar) elaborado con datos de SENAMH y de “Estadísticas del Departamento de Santa Cruz 2006” (INE, versión digital), citado en Peña y Boschetti, 2008.


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En esta subregión se encuentran los corredores de transporte situados en las provincias Chiquitos y Germán Busch, por donde pasan la carretera y la línea férrea que une Santa Cruz con Brasil. En 2003 el departamento de Santa Cruz contaba con 2.029.471 habitantes, de acuerdo con la proyección para 2007 habría alcanzado los 2.546.881 habitantes,25 casi la cuarta parte del total de la población nacional. La ciudad de Santa Cruz de la Sierra concentra la mayor población y el mayor flujo económico de la región.

La región chaqueña El Chaco es otro de los grandes biomas del planeta; cuenta con una superficie estimada en más de un millón de km2 en el centro de Sudamérica, en territorio argentino (59%), paraguayo (23%), boliviano (13%) y brasileño (5%). El Chaco boliviano está ubicado en el sureste del territorio nacional, ocupa una superficie de 12.8 millones de ha26 (11,6% del territorio nacional) en los departamentos de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija; limita con Paraguay al Este y con Argentina al Sur. La región chaqueña presenta una topografía casi totalmente plana interrumpida por dunas y depresiones, con una altura de entre 450 y 270 msnm. Las temperaturas son extremas, pudiendo llegar a 50º C en verano y descender bajo cero en invierno. En el Chaco subhúmedo, en las proximidades del río Pilcomayo, las precipitaciones fluctúan entre 1.200 y 700 mm; en el Chaco semiárido, oscilan entre 750 y 500 mm; y en el Chaco árido, en el extremo occidental, varían entre 500 y 300 mm por año.

25 www.ine.gov.bo Indicadores demográficos, enero 2008. 26 PNUD, 2008.


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En gran parte de la llanura domina un bosque xerofítico ralo, que forma los característicos quebrachales y matorrales. Entre las principales especies se encuentran el soto (Schinopsis haenkeana), el quebracho blanco (Aspidosperma), el quebracho colorado (Schinopsis lorentzii), el toborochi (Chorisia insignis) y el algarrobo (Prosopis). También se desarrollan gramíneas como Aristida sp., Erogrostis orcutiana y Chloris sp., y leguminosas como Cassia chloroclada.27 Las plantas cultivadas propias de la región chaqueña son el ají (Capsicum annum frutescens), el frejol (Phaseolus Vulgaris), el maní (Arachis hyupogaea), el maíz (Zea mays) y diversas frutas. Más recientemente se han introducido cultivos como la soya (Glycine max) y el girasol (Eliantus annu). De acuerdo con datos del Censo de 2001, la población chaqueña era de 294.378 habitantes y se estimó que para 2006 alcanzaría a 341.622 habitantes (3,55% de la población total del país). La mayor parte de la población chaqueña se encuentra en los municipios de Yacuiba con 83.518 habitantes (28.37%), Ca-

27 Brockmann, 1986 y Morales, 1990.


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miri con 30.897 (10.49%), Monteagudo con 26.504 (9%), Charagua con 24.427 (8.3%) y Villamontes con 23.765 habitantes (8%), representando en conjunto 64,2% de la poblaci贸n total del Chaco. Las cuatro ciudades m谩s importantes de la regi贸n son Yacuiba, Camiri, Villamontes y Monteagudo, que concentran 49% de la poblaci贸n total28.

28 Galindo et al. (doc. no publicado).



III

LAS IDENTIDADES REGIONALES



1. Las grandes regiones del país y el proceso histórico de su ocupación Durante la época prehispánica el territorio de lo que actualmente es Bolivia estuvo poblado por distintos pueblos, algunos de ellos han perdurado hasta el presente, otros se unificaron con otras etnias y perdieron su especificidad, y otros desaparecieron.

El poblamiento del Altiplano Alrededor del año 2.500 a.C., la región del altiplano estaba poblada por grupos de cazadores recolectores. Mil años después se establecieron los primeros asentamientos de agricultores, pastores, pescadores y cazadores de aves en las orillas del lago Titicaca.1 El sitio de Chiripa es un centro ceremonial de esta cultura temprana que surgió alrededor del 1500 aC., al parecer, unificó a diversos grupos circunlacustres alrededor del 800 a.C.2 En 1.400 a.C. surgieron la cultura Wankarani, en el territorio del actual departamento de Oruro, y la cultura Lípez, en el altiplano sur. Ambas culturas desarrollaron actividades de caza, recolección e intercambio con las re1

Arnold en Calla et al., 2007 .

2

Barnadas, 2002.


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giones de Cochabamba, la costa pacífica y el norte argentino, y establecieron sitios a partir de las rutas de las caravanas de llamas.3 Entre 600 y 1.000 d.C. emergió el imperio teocrático de Tiwanaku-Wari, con centro ceremonial en Tiwanaku y centro administrativo y militar en Wari. Al parecer el imperio era pluriétnico, con habitantes de lenguas uru, pukina y aymara. Mantenía colonias estratégicas y productivas en sitios lejanos, como la costa y los valles orientales. En la plataforma de Akapana se han encontrado entierros masivos en los que se desarticularon y reordenaron los huesos para simbolizar las alianzas políticas entre el centro imperial y los grupos bajo su dominio.4 Al desarticularse el imperio de Tiwanaku - Wari, diferentes grupos étnicos, al parecer llegados desde el Suroeste, se asentaron en la región como reinos independientes: los colla en las riberas noroeste del lago Titicaca, en las cuencas de los ríos Pucara, Ranis y Coata; los lupaqa en la margen sureste del lago; los pacaja en territorio del actual departamento de La Paz —lupaqa y pacaja conformaron dos señoríos aymaras principales, como unidades político-administrativas mayores, con capitales en Chucuito y Hatuncolla, respectivamente—; los kallawaya al noreste del actual territorio paceño; los sora, quillaca y caranca en territorio del actual departamento de Oruro; los caracara, chicha, charca, chui, atacama y lipi al Suroeste, hacia el actual departamento de Potosí. Por su parte, los uru se encontraban a lo largo del río Desaguadero, en las proximidades de los lagos Titicaca y Coipasa5 El Imperio Incaico o Tawantinsuyu surgió alrededor de 1.200 d.C. en la zona de Cuzco; a través de diferentes períodos fue desarrollándose y consolidando su poder sobre una 3

Ibídem.

4

Arnold, en Calla et al., 2007.

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Molina, 2006 citado en Calla et al. 2007.


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vasta región. En el siglo XV Pachacutec inició la expansión del Imperio con la conquista del Collasuyo, en el actual territorio boliviano, y posteriormente Tupac Yupanqui consolidó ese proceso, permitiendo que los incas ocuparan los territorios del sur de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, así como el norte de Argentina y Chile. Sometieron a una diversidad de pueblos: huanca, tarma, cajamarca, cañari y chachapoya (en territorio del actual Ecuador); chanca, chimú y otros (en el actual Perú); colla (aymara) y lupaca (en la meseta del altiplano); omaguaca, atacama, huarpe y diaguita (en el norte de los actuales territorios de Argentina y Chile). Los incas trasladaron a la región de los valles del actual territorio boliviano miles de mitmaqkuna6 o colonizadores de los pueblos cana, cancha, colla y otros reducidos, estableciéndolos en Moco-Moco, Ambaná, Chuma, Ayata e Italaque; en los valles de Larecaja (Sorata, Quiabaya, Combaya e Hilabaya) asentaron grupos de mitmaqkuna charca y provenientes de Collado y chinchasuy (norte de Perú); en los valles de Cochabamba, Chuquisaca y en la costa del Pacífico establecieron mitmaqkuna caranca.7 En 1532, Atahuallpa fue ejecutado por Francisco Pizarro; este hecho marcó el fin del Imperio Incaico y el inicio de la conquista española. Algunos años después, en 1545, se descubrieron los yacimientos del Cerro Rico (Sumaq urqu), lo cual inició la era de la producción de plata y promovió el establecimiento de un campamento minero dentro de la jurisdicción municipal de La Plata; dicha jurisdicción obtuvo su autonomía en 1561 y se convirtió en la Villa Imperial.

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El término mitmaqkuna o mitimae proviene del quechua mitmac, que significa esparcir. El Imperio Incaico inició la política de trasladar familias separadas de sus comunidades hacia zonas conquistadas o a la inversa, con el fin de dividir a las poblaciones que constituían una amenaza para el Imperio. Los mitmaqkuna cumplían funciones productivas y de defensa.

7

Molina, 2006 citado en Calla et al., 2007.


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Desde sus inicios, la ocupación espacial de la ciudad por españoles e indígenas estuvo claramente diferenciada: los primeros se ubicaron al norte del río La Ribera, y los indígenas al sur de éste. Antes de cumplir tres décadas, Potosí contaba ya con 120.000 habitantes (población igual a la de Londres y mayor que la de Sevilla o París) y en 1650 alcanzó a 160.000 habitantes. Con la declinación de la producción de plata, iniciada en el siglo XVII, la población de Potosí fue disminuyendo; en 1779 sus habitantes no llegaban a 25.000 y en el momento de la Independencia eran aún menos.8 La producción de plata en Potosí era cuantiosa; en la etapa de mayor auge (1580 - 1599) alcanzó una producción registrada de 15.532.000 de marcos de plata. El trabajo en las minas estaba a cargo de los indígenas, bajo la figura de la mita,9 que había sido recuperada por los españoles del sistema incaico y transformada en la obligación comunal de enviar una cierta cantidad de hombres para trabajar en la mina. Más de una decena de provincias de la región andina mandaban anualmente una séptima parte de la población masculina adulta (entre 18 y 50 años) para trabajar en Potosí durante una de cada tres semanas, por el lapso de un año.10 Las provincias proveedoras de mitayos eran Quispicanche, Canas, Tintacanches, Cabana y Cabanilla, Azángaro y Asilo, Paucarcolla, Chuchito, Pacajes, Omasuyos, Sica Sica, Paria, Carangas, Cochabamba, Chayanta y Porco.11 Aunque los mitayos percibían un salario semanal de dos reales,12 éste podía serles sustraído empleando recursos como multas, castigos y otros; muchas veces, las multas excedían el monto del salario semanal.13 Las condiciones de trabajo eran extremadamente duras; los mitayos estaban mal alimentados y en contacto permanente con polvos y gases

8

Barnadas, 2002.

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La mita colonial era una institución por la cual los indígenas estaban obligados a trabajar durante ciertos períodos en las haciendas, en las minas y en los obrajes a cambio de un salario.

10 Barnadas, 2002 11 Abecia, 1988. 12 Barnadas, 2002. 13 Abecia, 1988.


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tóxicos que deterioraban gravemente su salud. Las epidemias de enfermedades nuevas —como gripe, viruela y sarampión— contribuían también a que la mortandad fuese alta. A mediados del siglo XVI, el Virrey Francisco de Toledo estableció las bases de la estructura colonial: reglamentó la mita minera y consolidó la autoridad real, empleando el justificativo de que los incas no ejercían una posesión justa del Imperio. La ciudad de La Paz se fundó en 1548, en la localidad de Laja; poco después fue trasladada al sitio denominado Chukiyapu (chacra de oro) debido a la extracción aurífera que se efectuaba en el río del mismo nombre. La mayor parte de lo que posteriormente fue el corregimiento de La Paz pertenecía al señorío Pacaja, cuyo territorio estaba dividido en dos secciones: Urucusuyo y Umasuyu, que incluían la actual hoyada de La Paz y Achocalla. Cuando Francisco Pizarro llegó al valle de Chukiyapu, existía en él una población de quinientos habitantes, algunos seguían al cacique Quirquincha y otros al cacique Otorongo.14 Nuestra Señora de La Paz debe su nombre a la paz alcanzada después de la guerra civil originada por la insurrección de Gonzalo Pizarro contra el primer virrey del Perú, Blasco Núñez Vela. La nueva ciudad fue concebida como un punto de enlace entre Potosí y la sede del Virreinato del Perú. Potosí se constituyó en el principal mercado para los productos paceños, el más importante de los cuales era la coca producida en las haciendas de Yungas. Tal es así que, al final de la etapa colonial, 95% de todo lo consumido en la Villa Imperial provenía de La Paz.15 La nueva ciudad estaba completamente rodeada por poblaciones indígenas; con la reducción dispuesta por el Virrey Toledo, se originaron los pueblos de San Pedro y Santiago de Chukiyapu. La población española de Nuestra Señora de La Paz se concentraba alrededor de la plaza y la catedral (parroquia española); y la población indígena se distribuía en las parroquias de indios, espacios semiurbanizados dependientes de las autoridades eclesiásticas y de las del

14 Soux, 2007. 15 Barnadas, 2002.


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cabildo: San Pedro y Santiago, San Sebastián y Santa Bárbara. Alrededor de la parroquia de San Sebastián se encontraban ayllus, comunidades indígenas y descendientes de mitmaqkuna incaicos, que desarrollaban actividades artesanales. En el siglo XVIII, esta parroquia se convirtió en el centro artesanal de todo el valle, producía textiles, sombreros, objetos de platería y otros.16 También se asentaron en esta parroquia grupos mestizos que realizaban otras actividades económicas en tiendas y alijarías, dándole dinamismo a la urbe. A fines del siglo XIX, la ciudad aún mantenía la diferenciación colonial en el uso del espacio: la zona de “intra puentes” ubicada alrededor de la plaza y de la catedral era el espacio del poder político y comercial, y la zona “fuera de puentes” era la de las antiguas parroquias de indios17. La ciudad de Oruro se fundó en 1606, con el nombre de Villa de San Felipe de Austria, a solicitud de los mineros de la plata que deseaban valorizar sus bienes. Al año de su fundación, cuando la minería potosina atravesaba un momento de declive, había ya 76 vetas de plata en explotación en los cerros cercanos y el número de habitantes de la Villa había subido a 30 mil, de los cuales la mayoría eran indígenas y mestizos, y sólo mil españoles. En 1680, en el momento de mayor auge de la producción minera, la ciudad llegó a tener 60 mil habitantes. Posteriormente la población fue decreciendo; en el momento del nacimiento de la República sólo quedaban cinco mil habitantes en la ciudad de Oruro.

El poblamiento de los valles Antes de la llegada de los incas, los valles interandinos fueron escenario de una gran diversidad cultural y humana. Los valles cochabambinos estaban poblados por grupos agropastoriles quta, qawi, chuy y una parcialidad de la jefatura sura. En los valles chuquisaqueños se encontraban los yampara, churumata, charka, qhara-qhara y muyu-muyu.18 En los valles de 16 Arze, 1994 citada por Soux, 2007. 17 Barragán en Calla et al. 2007. 18 Ibídem.


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Tarija y Cinti había grupos tomata y churumata. Posteriormente, hacia la época de la conquista española, grupos guaraní ocuparon el este del valle central, la zona de la serranía del Cóndor, extendiéndose hacia las estribaciones más bajas y el Chaco. Al parecer, en los valles se produjeron desarrollos locales distintos a los del altiplano que se caracterizaban por un poder centralizado. La región de Quila Quila habría sido un espacio de convergencia, un punto de encuentro entre las tierras altas y bajas.19 Algunos autores20 sostienen que la población de los valles era diversa, poniendo en duda la teoría de la “verticalidad” andina y planteando más bien una suerte de “horizontalidad” en las interacciones. Los valles de Tarija funcionaron como una “frontera” en relación con la presencia inca y guaraní durante el período prehispánico. Así había un espacio de dominio inca con presencia de mitmaqkuna en la porción occidental, hacia la cordillera de Sama, y otro espacio vinculado con los asentamientos guerreros guaraní hacia el oriente del valle central, en la serranía del Cóndor. El Tawantinsuyo modificó drásticamente la estructura poblacional mediante su política de colonización con mitimaqkuna movilizados desde las tierras altas y desplazamiento de los grupos locales chuy, quta, churumata, yampara, chicha, qawi y otros por todos los valles, dándose así continuidad al proceso de diversificación poblacional. A fines del siglo XV, bajo los reinados de Thupa Inka Yupanki y Wayna Cápac, los valles cochabambinos fueron convertidos en un enorme granero estatal. Miles de mitmaqkuna agrícolas altiplánicos21 fueron llevados a los valles bajo, central y de Pocona; la población local que residía en esas zonas antes de la llegada de los incas se encargó de la vigilancia de los nuevos agricultores. Los quta fueron trasladados por los incas a Pocona y Mizque, donde se había asentado a otros mitmaqkuna provenientes de los señoríos karanqa, sora, colla, chicha, charka y otros.22

19 Lima Torres, 2000 citado en Sánchez et al., 2008. 20 Janusek et al.,1995 citado ibídem. 21 Wachtel, 1981 y Schramm, 1991, 1995; citados ibídem. 22 Molina, 2006 citado por Arnold y Spedding en Calla et al., 2007.


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Asimismo, los valles de Chuquisaca sufrieron un profundo proceso de reestructuración poblacional debido a la llegada de grandes contingentes de mitmaqkuna provenientes de todo el Tawantinsuyu; esta población fue instalada en Guata, Copavilque y Paccha —en la zona fronteriza entre Tarabuco y Presto— a fin de defenderla contra los chiriguanos.23 Este acontecimiento marcó profundamente las identidades locales al generar procesos de etnogénesis24 que posteriormente, durante la Colonia, se vieron complejizados. Según algunos estudiosos, cuando los españoles llegaron a los valles de Tarija no existía en ellos población nativa ya que ésta había sido trasladada o había huido, dejando esas tierras desocupadas.25 Otros autores26 plantean que en estos valles se encontraban grupos tomata y churumata, y que durante el Incario mitmaqkuna de diversos pueblos indígenas fueron establecidos en el valle central. La relación entre los primeros colonizadores españoles y los guaraní era tensa; poco a poco éstos fueron desplazados fuera del valle central, consolidándose una “frontera” que coincide con la transición entre los valles interandinos y los subandinos. La dinámica de “frontera” del valle de Tarija se consolidó durante la Colonia, estableciéndose un espacio español en torno al valle central y otro espacio guaraní, “salvaje”, hacia el Chaco.27 En 1559 se estableció la Real Audiencia de Charcas, dependiente del Virreinato del Perú, como centro político y administrativo del actual territorio boliviano y del norte de Argentina y Chile. La sede de la Real Audiencia era la ciudad de La Plata (actual Sucre), fundada anteriormente —en 1538, 1539 o 154028— por Diego Centeno en territorio del antiguo señorío yampara; era la única ciudad colonial en la que se admitía a los indios en la plaza. La población de la Real

23 Molina, 2006 citado por Arnold y Spedding, ibídem. 24 Etnogénesis es el proceso mediante el cual un grupo socila se convierte en un colectivo distinto en términos étnicos. 25 Barragán, 2006 citado en Sánchez et al., 2008. 26 Molina, 2006 citado por Arnold y Spedding en Calla et al., 2008; y Presta, 1995, 2001 citado en Sánchez et al., 2008. 27 Sánchez et al., 2008. 28 No hay acuerdo sobre la fecha de fundación de La Plata.


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Audiencia en 1570 era de 737.000 habitantes; de ellos 1.350 eran vecinos, 7.000 blancos, 30.000 negros, mestizos y mulatos (reunidos en una sola categoría), y 700.000 indios.29 Entre 1571 y 1574 se fundó la ciudad de Cochabamba con el nombre de Villa de Oropesa, como parte de la infraestructura de apoyo y servicios para Potosí; en Cochabamba se producían cereales (maíz y trigo) y manufacturas (tocuyo, textiles, calzado, pólvora y vidrio). La Villa de San Bernardo de la Frontera (ac30

tual Tarija) se fundó en 1574 en territorio de los tomata, como punto de conexión con el Río de la Plata. Durante la Colonia, los valles recibieron población altiplánica llegada a las haciendas como “forasteros sin tierras”; esta se sumó a la población originaria y a los extranjeros (algunos de ellos europeos) que se habían establecido en la sede de la Audiencia de Charcas. Por tanto, la composición poblacional valluna era diversa y compleja. En la época republicana, los valles continuaron siendo una región receptora de inmigrantes, pero también expulsora (hacia las minas, las salitreras en el Pacífico o la zafra argentina), consolidándose así la imagen de trashumancia del valluno. La zona subtropical de Yungas fue ocupada por población de origen andino antes de la llegada de los incas, como los quirua, que eran intermediarios de la coca. Durante el Incario, Chapi Yunkas era la microregión comprendida entre los ríos La Paz y Tamampaya, que constituían una barrera natural contra las incursiones de los chunchos o grupos selváticos del Norte. Existen diversas huellas de la presencia incaica en esta zona: fortificaciones por encima de la banda occidental del Tamampa-

29 Crespo, 1977. 30 Barbadas, 2002.


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ya, sitio tiwanacota e incaico de Pasto Grande por encima de la banda occidental del río La Paz31, los sitios de Incapucara, Incachaca e Incalacaya y la comunidad llamada Mitma (por los mitmaqkuna lupaqa establecidos en Chicaloma)32. Los colla de la banda oriental del Lago Titicaca y de los valles adyacentes acudían estacionalmente a trabajar en los cocales de Yungas y luego transportaban la coca empleando recuas de llamas hasta el altiplano.33 Durante la Colonia, los Yungas estaban divididos en dos microrregiones: una al oeste del Tamampaya, en el actual sector de Coripata, denominada Peri Yungas (por la cuenca del río Peri), que sólo tenía una comunidad originaria: Milluguaya; otra llamada Are Yungas, se situaba en el actual territorio de Coroico, estaba muy poco poblada, carecía de comunidades originarias y se encontraba expuesta a ataques externos. En general, todo el territorio de los Yungas fue ocupado por haciendas de españoles y de criollos, quienes buscaban aprovechar las oportunidades económicas ofrecidas por el comercio de la coca.34 En la Colonia, y probablemente también durante los primeros años de la República, se introdujo en los Yungas población negra, la cual permanece hasta la actualidad en algunas localidades.

El poblamiento de la Amazonia El proceso de formación del espacio amazónico puede dividirse en tres grandes períodos: prehispánico del siglo XII al XVI, misional del siglo XVI al XVIII, y republicano a partir del siglo XIX. Los hitos que marcan el desarrollo sociohistórico regional son el establecimiento de las misiones jesuíticas35 (1674 -1767), la actividad ganadera (1840-1860, 1930-1980), y

31 Spedding en Calla et al. 2007. 32 Saignes, 1985 citado por Spedding en Calla et al. 2007. 33 Murra, 1991 citado por Spedding en Calla et al., 2007. 34 Klein, 1993 citado por Spedding, ibídem. 35 Las misiones o reducciones eran una institución religiosa mediante la cual los sacerdotes de distintas órdenes reunían a la población indígena, hasta entonces dispersa, con el fin de evangelizarla y de instruirla en prácticas como la ganadería, la carpintería, etcétera.


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la producción de quina, goma elástica y castaña en los siglos XIX y XX.36 En la etapa prehispánica, los territorios amazónicos del Norte estaban poblados por distintos pueblos indígenas dedicados a la caza, pesca y recolección, como los araona, esse ejja, moré, chacobo, tacana, pacahuara, cavineño, yaminahua, machineri y toromona. El centro y el sur del Beni y las zonas aledañas se encontraban habitadas por diversos grupos humanos dedicados a la caza, pesca y recolección; aunque algunos practicaban también la agricultura, como los moxeño (denominativo introducido por los jesuitas para reducir la diversidad de nombres utilizados por los distintos grupos locales), que construyeron grandes obras, terraplenes, canales y camellones artificiales, lo que supone la existencia de una población numerosa y de estructuras jerarquizadas con fuertes liderazgos.37 También se encontraban los pueblos sirionó (que migraron desde el Brasil y Paraguay antes de 1470), chimane (que no fueron reducidos), mosetene, baure, itonama, movima, canichana, cayubaba, yuracaré y otros. A fines del siglo XVII se establecieron misiones jesuíticas en los llanos de Moxos; la primera fue la de Loreto (1682), le siguió la de Trinidad en 1686 o 1687 (no existe información precisa al respecto), en 1689 se fundó la de San Ignacio, en 1691 la de San Javier y en 1691 la de San José. Se aprovecharon las lomas artificiales prehispánicas para establecer las misiones porque, al ser sitios elevados, protegían de las inundaciones estacionales. Entre 1682 y 1744, los jesuitas establecieron 26 reducciones en la región moxeña.38 Por otra parte, en la zona de Apolobamba, en el norte de La Paz, a partir de 1680 se establecieron misiones franciscanas 36 Gamarra, 2005 citada en Molina et al., 2008. 37 Denevan, 1980 citado en Lehm, 1999, 38 Lehm, 2004.


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(como las de Tumupasa, Ixiamas y San José de Uchupiamonas), que dieron origen a las actuales sociedades locales. Las misiones modificaron profundamente la forma de vida de los pueblos indígenas —antes dispersos y en permanente movilidad territorial— al concentrarlos, sedentarizarlos, generalizar el idioma moxo como lengua franca e introducir la cultura hispana, la religión católica y la cría de ganado bovino. Las misiones funcionaron de manera exitosa ya que tanto los jesuitas como los indígenas obtenían beneficios: los primeros, el trabajo y la evangelización de los nativos; los segundos, algunos bienes (como herramientas y otros de los que carecían) y la protección de los sacerdotes frente a los españoles. Sin embargo, esto no significa que no hubiera existido resistencia indígena al régimen misional.39 Durante los primeros años republicanos, algunas familias provenientes de Santa Cruz se asentaron en los antiguos centros misionales de Yacuma, San Joaquín e Itonamas, y expandieron la ganadería: “…se dedican al buen pasar y agarrando reses cerriles en las dilatadas pampas forman estancia”.40 La ocupación de las llanuras benianas por la ganadería fue configurando sociedades locales conformadas por una localidad urbana, en base al ex centro reduccional, y por comunidades indígenas compuestas, a su vez, por familias evadidas de los centros misionales.41 A diferencia de las zonas central y sur del actual departamento del Beni, en el norte amazónico la ocupación territorial se produjo a partir de la colonización privada para la producción de quina y de goma, a cargo de comerciantes y casas comerciales “habilitadoras” nacionales y extranjeras. Así se sentaron las bases de las actuales ciudades de Villa Bella, Cachuela Esperanza, Riberalta y Cobija, fundadas sobre los cimientos de las antiguas barracas gomeras. La producción de goma elástica, cuyo auge se produjo entre 1870 y 1910, culminó hacia mediados del siglo XX. En este período cerca de 80.000 personas —procedentes de Santa Cruz, de los antiguos centros misionales, de Larecaja y de Apolobamba, en la zona subtropical de La Paz, 39 Lehm, 1999. 40 Parada, 1997 citado en Molina et al., 2008. 41 Lehm, 1996 y Molina, 2003 citados ibídem.


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y de las minas— colonizaron la región. Los pueblos moxeño, tacana, cayubaba, apolista y otros fueron reclutados y trasladados hacia el Norte para la extracción de goma, por lo que entraron en contacto con los esse ejja, araona y otros grupos étnicos locales42. Cuando la producción de goma declinó, la población criollo mestiza se trasladó hacia el centro y sur del Beni43. Hasta 1830 los territorios del norte de La Paz se encontraban poblados por grupos indígenas; a partir de entonces, población criollo mestiza y algunos extranjeros atraídos por la explotación de la quina se establecieron en Apolo, Atén, Santa Cruz del Valle Ameno, Ixiamas y Tumupasa. Posteriormente, la producción gomera incentivó la llegada de nueva población, con lo cual creció notablemente el número de haciendas agrícolas y ganaderas. Al establecerse nuevas haciendas, se fue desplazando a los pueblos indígenas de sus tierras, con la aquiescencia del Estado, interesado en abrir a la colonización esos territorios y consolidar su presencia en éstos.44 Durante la Colonia, los territorios de los actuales departamentos de Beni y Pando conformaban la provincia Moxos, cuya autoridad política se ejercía desde la ciudad de Santa Cruz.45 Durante el siglo XIX, la República desarrolló una serie de acciones que ampliaron la presencia estatal en la región: la creación del departamento del Beni en 1848, de las Delegaciones Nacionales en los ríos Purús y Madre de Dios en 1890 y del Territorio de Colonias del Noroeste en 1900, el establecimiento de autoridades estatales, oficinas administrativas y presupuesto para mantener la burocracia local, la exploración fluvial y la publicación de la cartografía nacional y departamental46. Si bien hubo presencia estatal en la región, ésta no se orientó a generar desarrollo y a integrarla físicamente, sino a captar los recursos provenientes de la explotación de la goma47. En 1938 —luego de largas disputas entre políticos trinitarios y riberalteños respecto a la formación de un nuevo departamento— se definió la creación del departamento de Pando, pero se mantuvo la pertenencia de Riberalta (como parte de la provincia Vaca Díez) al departamento de Beni.48 La articulación física entre las localidades amazónicas, especialmente en Pando, es muy precaria, a tal extremo que algunos municipios pandinos tienen que vincularse a través de Riberalta (población beniana) o incluso empleando carreteras brasileñas. Felizmente, esta situación ha empezado a cambiar como resultado de la asignación de mayores recursos a los municipios. 42 Gamarra, 2006 citada en Molina et al. 2008. 43 Lehm, 1999. 44 Salinas, 2007. 45 Roca, 2003 citado en Molina et al., 2008. 46 Roca, 2003 y Cortéz, 2006 citados en Molina et al. 2008. 47 Roca, 2003 citado en Molina et al. 2008. 48 Ibídem.


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El poblamiento del Oriente En la época prehispánica, el territorio del Oriente boliviano estaba poblado por los pueblos chané, varios grupos antecesores de los actuales chiquitano, como los pinoca, penoquiquia, tobacicosi, terrapecosi, tamacosi, cibaracosi, aramacosi, parani, subareca, palcono, gorgotoqui, zambiqui y kozopakara, y los guaraní, llegados poco antes que los españoles y divididos en más de cuarenta subgrupos.49 La conquista del Oriente fue tardía y se llevó a cabo desde el Virreinato del Río de la Plata, precedida por varias expediciones en busca de El Dorado y del Gran Paitití. En 1559 se fundó la Nueva Asunción en las llanuras del Grigotá, y en 1561 Santa Cruz la Vieja a orillas del Sutó, en territorio chiquitano50. En 1590 se fundó San Lorenzo de la Frontera a orillas del río Grande o Guapay, al año siguiente se trasladó a Cotoca, en la otra margen del río, y en 1595 a la margen derecha del río Piraí. Finalmente, en 1621 la población de Santa Cruz se trasladó hacia la punta de San Bartolomé y se unificó con la de San Lorenzo bajo el nombre de Santa Cruz de la Sierra51. La región del Oriente no tenía mayor interés económico para la Corona española debido a la ausencia de oro y plata; por ello, se le asignó la función de frontera y zona de contención de los bandeirantes portugueses. La colonización quedó entonces en manos de los jesuitas, quienes a fines del siglo XVII establecieron las misiones de Chiquitos. La primera fue San Javier, fundada en 1692 con grupos pinoca y penoquiquia. En los años siguientes se fundaron San Rafael (1696), San José de Chiquitos (1698), San Juan Bautista (1699), Concepción (1709), San Miguel (1721) y San Ignacio de Chiquitos (1748).

49 Peña y Boschetti, 2008. 50 Ibidem. 51 Ibidem.


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Los distintos pueblos fueron agrupados, cristianizados y organizados en función de los trabajos agrícola y manufacturero. Las misiones producían azúcar, cera, hilados de algodón y cuero, que se destinaban al consumo interno y a los mercados del Alto Perú y del Río de la Plata; y adquirían sal, vino, harina de trigo y otros.52 Así, la región oriental se constituyó en la periferia del núcleo socioeconómico de Potosí, debido a sus condiciones geográficas y climáticas, y a que las misiones funcionaban como unidades productivas relativamente autárquicas. Para la población indígena, las misiones jugaron dos papeles: por una parte, ocasionaron la pérdida de su riqueza cultural, pero, por otra, se constituyeron en una protección, evitando que los indígenas fueran trasladados a las minas como fuerza de trabajo (en muchos casos, los propios indígenas solicitaban “asilo” en las misiones). El régimen misional funcionó hasta 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados por la Corona española; tal medida ocasionó el saqueo de las misiones y la destrucción de su organización social. El ganado vacuno fue conducido a las estancias de los cruceños mestizos, y la población indígena fue esclavizada. Esta situación no mejoró con la República; a partir de 1880, cuando se produjo el auge del caucho, los indígenas varones fueron “enganchados” para trabajar en los gomales del Norte amazónico. En la época colonial la población que habitaba la región del Oriente era básicamente mestiza, el número de indígenas, españoles y negros era muy reducido.53 Algunos pueblos indígenas se concentraban en las misiones; los que nunca llegaron a ser sometidos vivían sin vínculo alguno con la población de la ciudad, y los negros libres huidos del Brasil eran muy escasos.54 52 Sandoval, 2003 citado en Peña y Boschetti, 2008. 53 Peña, 2003 citada ibídem. 54 Ibídem.


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En 1825, Santa Cruz era una provincia formada por los partidos de Cercado (actuales provincias Ibáñez, Sara, Warnes, Ichilo y Santiesteban), Vallegrande, Cordillera, Mojos y Chiquitos.55 En los primeros años del siglo XX, el Oriente se encontraba en una situación de aislamiento económico y político, lo que empezó a cambiar en la década del veinte y especialmente a partir de la aplicación del Plan Bohan en los años cincuenta. Siguiendo la idea de que las tierras bajas del país eran territorios “vacíos”, se aplicaron políticas y planes de colonización nacional (andina) y extranjera (japonesa y menonita); proceso que se denominó “marcha hacia el Oriente”. La colonización tuvo diversas modalidades: colonización dirigida, en la cual el Estado determinó los sitios, proporcionó tierras y dotó de los elementos necesarios a los colonizadores; colonización semi dirigida, en la cual el apoyo del Estado se limitó a definir la zona, repartir la tierra y proveer un mínimo de servicios básicos; y colonización espontánea, en la cual el proceso de constitución de asentamientos humanos se realizó sin ningún apoyo estatal.56

El poblamiento del Chaco Durante el siglo XVI se asentaron distintos grupos étnicos en el territorio del Chaco, como los payzuno, chané, payaguá y guaraní, que constituyen el origen de los pueblos indígenas que actualmente se encuentran en la región57. Entre los siglos XVI y XVIII el Chaco era una región vasta y de límites imprecisos, que se extendía entre las gobernaciones de Buenos Aires, Tucumán, Santa Cruz de la Sierra y Paraguay, hasta los ríos Paraguay, Paraná, Salado y Parapeto. Durante la primera mitad del siglo XVI se iniciaron las expediciones españolas en busca de una “montaña de plata”, la conquista del Chaco fue realizada desde las ciudades de La Plata y Asunción. 55 Peña, 2003 citada ibídem. 56 Sandoval, 2003 citado ibídem. 57 Combès, 2005 citada en Galindo et al. (doc. no publicado).


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En 1559 se fundó Santo Domingo de la Nueva Rioja sobre la orilla del río Parapetí, con la finalidad de contener los ataques guaraní; en 1564 la población fue asaltada58. En 1571 el Virrey Toledo encabezó una expedición armada contra los guaraní que aislaban a Santa Cruz y Tarija de La Plata y Potosí, dificultando su abastecimiento y destruyendo los caminos59. Desde Chuquisaca, Tarija, y Santa Cruz se conformó un “frente pionero mestizo” y la región del Chaco se convirtió, durante trescientos años, en un campo de batalla entre mestizos e indígenas por el control del territorio60. Los sectores mestizos no pudieron consolidar una presencia estable en la región, limitándose a rodearla con puntos de avanzada: Santa Cruz la Vieja y San Lorenzo al Noroeste, Tomina, La Laguna y Sauces al Oeste y Suroeste, y Tarija al Sur.61 De acuerdo a cronistas de la época, durante el siglo XVII los guaraní, que habían sometido al pueblo chané, vendían cautivos de esta etnia a los hacendados fronterizos. Durante el siglo XVIII, se establecieron alianzas y coaliciones entre las capitanías guaraní para enfrentar a los españoles.62 No obstante, en momentos de paz, los guaraní mantenían relaciones mercantiles con los asentamientos fronterizos, acogían a los misioneros, hacían trabajo temporal en la zafra de caña y algodón de las haciendas, y realizaban viajes a La Plata e incluso hasta Potosí para intercambiar productos, como loros, tabaco, miel y otros, por vestidos, utensilios metálicos, caballos y armas.63 Aunque desde la fundación de la Gobernación de Santa Cruz hubo interés por ocupar el Chaco, el avance cruceño en la región recién comenzó en 1787, cuando se construyó el fuerte de San Carlos de Saipurú cerca de Charagua; dicho fuerte, junto con el de San Miguel de Membray, en las proximidades de Camiri, fueron puntos clave en la lucha contra los guaraní. Los fuertes

58 Combès, 2005 citada en Galindo et al. (doc. no publicado). 59 Pinckert, 1978 citado en Galindo et al. (doc. no publicado). 60 Lema, 1998 citada en Galindo et al. (doc. no publicado). 61 Combès, 2005 citada en Galindo et al. (doc. no publicado). 62 Ibídem. 63 Saignes, 1990 citado ibídem.


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demandaron alimentos y servicios, lo cual determinó el establecimiento de población civil. Fue en esta época que se inició la ganadería y alguna producción agrícola estable en la región.64 Los capitanes Ramón Urganibis y José Lorenzo Chávez fueron los primeros en establecer estancias en el Chaco, ya no con fines bélicos, sino productivos. Y el coronel Antonio Seoane de los Santos, titular de la subdelegación de Santa Cruz, se estableció en la actual provincia Cordillera de Santa Cruz.65 Durante el siglo XVIII se instalaron en la región misiones franciscanas, dominicas, agustinas, mercedarias y diocesanas; la única que tuvo algún éxito fue la franciscana, que brindaba cierta protección a los indígenas ante la penetración ganadera desde Santa Cruz. En 1775 se fundó en Tarija el Colegio de Propaganda Fide de la orden franciscana y, a partir de entonces, se fundaron 22 misiones; la principal fue la de Avopó, fundada en 1771 y considerada modelo para otros centros misionales. Otras misiones franciscanas fueron Piray y Cabezas (1772), La Florida (1781), Takurú (1786), Yamirí (1787), Saipurú (1788), Masavi (1788), Yvyrapukuti (1798), Takuarembó (1791), Pirití (1792), Ovay (1793), Gran Parapeto (1795) y Tapyta (1795). En la zona del Pilcomayo sur, el trabajo misional tuvo muchas dificultades puesto que los hacendados tenían mejores relaciones con los guaraní que con los misioneros; por ello, la única misión que logró consolidarse fue la de Rosario del Valle de Salinas (1767). Las misiones franciscanas continuaron funcionando en el Chaco hasta que fueron secularizadas en 1919.66 Con la creación de la República se incrementaron tanto el despojo de tierras indígenas (las leyes de Bolívar a favor de los indios fueron desconocidas en la región), como el establecimiento de latifundios privados.67 Aquellos que se destacaron en la Guerra de la Independencia recibieron extensas concesiones de tierra, es el caso del coronel José Manuel Mercado, en la provincia Cordillera, y de su hijo, José Mercado Aguado, que se estableció entre los ríos Piantindi e Ibasiriri. Posteriormente el gobierno de Belzu concedió “tierras baldías”, a Mercado Aguado se le adjudicó Ipapandi, que incluye Ipati, Kapiatindi, Yapiroa y otros.68 Otros cruceños que se establecieron en la región fueron Carlos Santiesteban y Alba, su hijo José Belisario Santisteban (fundador de las estancias Amboró y Ñacunday en el Parapeto) y José Manuel Sánchez (quien se estableció en territorio izoceño, al otro lado de la serranía de

64 Roca, 2001 citado ibídem. 65 Sanabria, 1977 citado ibídem. 66 Pifarré, 1989 y Saignes, 1990 citados ibídem. 67 Roca, 2001 citado ibídem. 68 Combès, 2005 citada ibídem.


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Charagua). Estas tierras, aptas para la ganadería, sirvieron para proveer de productos pecuarios a todo el Oriente boliviano.69 La Reforma Agraria de 1953 no tuvo mayor impacto en el Chaco por tratarse de una región que no se encontraba en el eje de los conflictos sobre la propiedad de la tierra. Pese a que existen referencias acerca de que los Capitanes Grandes del Alto y del Bajo Isoso habían realizado trámites para la recuperación de tierras, no se tiene información cierta sobre el resultado de esas gestiones.70 Durante aquellos años se expropiaron tierras indígenas que fueron a parar a manos de terratenientes; en algunos casos los terratenientes sometieron a las comunidades a condiciones de cuasi esclavitud, originando así el fenómeno de las “comunidades cautivas” o empatronadas. El Plan Bohan abrió nuevas perspectivas de desarrollo para las tierras bajas del país. En ese marco, la construcción del ferrocarril Santa Cruz - Yacuiba generó un polo de desarrollo en la región, aunque se orientaba a satisfacer las necesidades de Santa Cruz, antes que a vincular al Chaco. Por ello, la única estación importante (San Antonio, cerca de Charagua) servía para sacar la carne que producía la región al mercado interno de Santa Cruz.71 A fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, se produjo un auge de la producción petrolera en la zona de Camiri, lo que convirtió a la región chaqueña en atractiva para una inmigración de carácter temporal.72

2. Identidad y territorio Considerando que el territorio es el escenario de relaciones sociales y un espacio de poder, el sentido de pertenenecia al territorio y las relaciones entre identidad y territorio son múltiples, complejas y cambiantes, ya que las colectividades humanas están marcadas por las características de su territorio y, a su vez, dejan profundas huellas en el territorio que habitan a través del uso de los recursos que éstos les brindan. En este sentido resulta importante considerar la lógica de las culturas asentadas en los lugares, poniendo en relación los aspectos culturales con los ecológicos, económicos y tecnológicos; y centrar el análisis en las prácticas de uso de los recursos locales, pues son éstas las que construyen las ideas de las poblaciones e incluso sus nociones de identidad.73

69 Sanabria, 1961 y Roca, 2001 citados ibídem. 70 Combès, 2005 citada ibídem. 71 Rodríguez, 1993 citado ibídem. 72 CORDECRUZ, 1978 citado ibídem. 73 Escobar, 1995 citado por Arnold en Calla et al., 2007.


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Para realizar un análisis del territorio es necesario tomar en cuenta diversos elementos que podrían resumirse de la siguiente manera: –– Recursos naturales: suelo, subsuelo, recursos no renovables, recursos hídricos, atmosféricos, vegetación y fauna. –– Población: originaria del lugar, la que se ha ido asentando en éste y la que emigra; las características demográficas. –– Organización social: instituciones y formas de administración local, las reglas del juego político y el gobierno del territorio. –– Actividades económicas: los mercados, las redes de intercambio, etcétera. –– Conocimientos técnicos y competencias: acceso a tecnologías y control de estas, capacidad de investigación y de desarrollo. –– Cultura e identidad territorial: valores compartidos, intereses, formas de reconocimiento y patrimonio histórico. –– Infraestructura física y equipamiento, patrimonio arquitectónico. –– Imagen y percepción del territorio, tanto interna como externa. En Bolivia la idea de territorio tiene distintas acepciones; en la región andina, por ejemplo, está vinculada al “control vertical de pisos ecológicos”, estrategia que permitía acceder a distintos espacios con capacidades productivas diferentes y obtener una diversidad de productos propios de las tierras altas, de los valles y de las “tierras calientes”. Esto convierte al territorio en un espacio amplio, dinámico y flexible. En las tierras bajas la idea de territorio se refiere a un espacio lo bastante amplio para permitir el desarrollo de las actividades extractivas de recursos naturales. Un hito fundamental en los procesos de construcción y fortalecimiento territorial de los últimos años es la municipalización impulsada por la Ley No. 1551 de Participación Popular de 1994, que ha permitido profundizar la democratización de los municipios, convirtiéndolos en instancias fundamentales de la planificación del desarrollo, otorgando niveles de autonomía a los municipios urbanos y rurales, incrementando considerablemente los recursos financieros de que disponen, y reconociendo legalmente a las organizaciones locales de base y su participación en la planificación del desarrollo. La municipalización ha contribuido a superar el centralismo de las capitales departamentales, lo que es especialmente notorio en la Amazonia y el Chaco. Si antes la provincia era un espacio que generaba sentido de pertenencia y una identidad territorial, con la municipalización


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el municipio se convirtió en el principal referente de las demandas de desarrollo. Por otra parte, este proceso ha dado como resultado el desarrollo de una mayor conciencia sobre el territorio y probablemente ha contribuido al fortalecimiento de identidades locales74. En los últimos años el proceso de organización territorial se ha complementado con la figura de la mancomunidad, cuya base de conformación es un territorio extenso con un sistema propio de relaciones económicas, ecológicas y sociales. La mancomunidad permite articular municipios en torno a objetivos comunes, evitando el excesivo localismo. Actualmente en Bolivia existen 327 municipios y más de 70 mancomunidades o asociaciones de municipios con objetivos comunes. No es clara la existencia en el país de identidades relacionadas con la región o el departamento. Al parecer, este tipo de identidades no tiene mayor vigencia en la región del altiplano debido a la pervivencia de fuertes lazos de identidad comunal que no han desarrollado un proceso de articulación mayor. En la región de los valles, la situación varía: mientras que en Cochabamba se encuentra igualmente este rasgo de fragmentación interna, en Chuquisaca y especialmente en Tarija existe perspectivas regionales más evidentes, mucho más visibles en términos de reivindicaciones y demandas. Por otra parte, en los últimos años el concepto de región ha resurgido con fuerza en los departamentos amazónicos y ha sido utilizado por distintos actores como parte de sus discursos reivindicativos, especialmente en la región del Oriente boliviano.

Organización territorial en el Altiplano En la región altiplánica, como se puede apreciar en el siguiente cuadro, los municipios alcanzan al centenar, distribuidos entre los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí. Si bien en la región del altiplano el sentido de pertenencia territorial no parece estar claramente orientado hacia un espacio específico, la pertenencia a la provincia y a la comunidad parecen ser las más sólidas. Según datos de una encuesta realizada recientemente en las áreas rurales de La Paz y de Oruro, 35% de la población afirma pertenecer a la provincia, 27% a la comunidad, 22% al cantón, 11% al municipio, 3% a la marka y 1% al ayllu; no se expresó sentido de pertenencia alguno hacia el departamento.75

74 Pereira, 2000; Dory y Manzano, 2000; Oporto, 1999 citados en Sánchez et al. 2008. 75 FES- ILDIS, 2007.


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Cuadro 1: Municipios de la Región Altiplánica según Subregión y Departamento SUBREGIONES

Altiplano norte

DEPARTAMENTO

La Paz

MUNICIPIOS

Achacachi Ancoraimes Puerto Acosta Puerto Carabuco Viacha Guaqui Tiahuanacu Desaguadero El Alto Coro Coro Caquiaviri Calacoto Comanche

La Paz

Charaña Waldo Ballivián Nazacara de Pacajes Santiago de Callapa Malla Cairoma Colquiri

Pucarani Laja Batallas Puerto Pérez Copacabana San Pedro de Tiquina Tito Yupanqui

Sica Sica Umala Ayo Ayo Calamarca Patacamaya Colquencha Collana San Pedro de Curahuara Papel Pampa Chacarilla Santiago de Machaca Catacora

Altiplano central

Oruro

Oruro

Antequera

Caracollo

Huanuni

El Choro

Machacamarca

Paria

Pampa Aullagas

Challapata

Sabaya

Santiago de Quillazas

Chipaya

Corque

Toledo

Choque Cota

Eucaliptos

Curahuara de Carangas

Santiago de Andamarca

Turco

Belén de Andamarca

Huachacalla

Totora

Escara

Santiago de Huari


Las identidades regionales

SUBREGIONES

DEPARTAMENTO

MUNICIPIOS

Cruz de Machacamarca Yunguyo de Litoral Oruro

Esmeralda Poopó Pazña

Altiplano central

Potosí

Cochabamba

Oruro

Altiplano sur Potosí

Potosí Tinguipaya Yocalla Urmiri Uncía Chayanta Llallagua

La Rivera Todos Santos Carangas Huayllamarca Colquechaca Pocoata Ocurrí Caripuyo Porco Puna Caiza “D”

Arque Tacopaya Bolívar Salinas de Garci Mendoza

Coipasa

Colcha K San Pedro de Quemes San Pablo de Lípez

Tahua

Mojinete San Antonio de Esmoruco Uyuni Llica

Fuente: Elaboración propia en base a MAGDR, en Calla et al., 2007.

San Agustín

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Atlas de la diversidad en bolivia

Organización territorial en los valles Actualmente en la región de los valles los municipios suman 73. Como se observa en el siguiente cuadro, 42 de ellos se encuentran en el departamento de Cochabamba, 24 en Chuquisaca y 7 en Tarija. Cuadro 2: Municipios de la Región de los Valles según Departamento

Departamentos

Cochabamba

Municipios

Cochabamba

Sipe Sipe

Quillacollo

Tiquipaya

Aiquile

Vinto

Pasorapa

Colcapirhua

Omereque

Sacaba

Ayopaya

Colomi

Morochata

Tapacarí

Tarata

Totora

Anzaldo

Pojo

Arbieto

Pocona

Sacabamba

Entre Ríos

Arani

Mizque

Vacas

Vila Vila

Arque

Alalay

Tacopaya

Punata

Capinota

Villa Rivero

Santivañez

San Benito

Sicaya

Tacachi

Cliza

Cuchumuela

Toko

Bolivar

Tolata

Tiraque

Sucre

Villa Alcalá

Yotala

El Villar

Poroma

Tarabuco

Azurduy

Yamparaez

Tarvita

Camargo


Las identidades regionales

Departamentos

Chuquisaca

Tarija

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Municipios

Sucre

Villa Alcalá

Yotala

El Villar

Poroma

Tarabuco

Azurduy

Yamparaez

Tarvita

Camargo

Zudañez

San Lucas

Presto

Incahuasi

Mojocoya

Villa Serrano

ICLA

Camataqui

Padilla

Culpina

Tomina

Las Carreras

Sopachuy

Villa Vaca Guzmán

Tarija

San Lorenzo

Padcaya

El Puente

Uriondo

Entre Ríos

Yunchará Fuente: Elaboración propia en base a datos del Atlas estadístico de municipios, 2005.

Los estudios muestran que si bien el proceso de modernización del Estado promovió la creación de una identidad ciudadana municipal y vecinal, así como el empoderamiento de los ciudadanos frente a las élites políticas locales y gubernamentales, también ocasionó un desborde de la participación ciudadana; tal desborde se expresó mediante protestas sociales que cambiaron la dirección de los procesos de gestión municipal en muchas alcaldías.76 Este empoderamiento fue impulsado por algunas instituciones que incidieron en los procesos de fortalecimiento de la gestión municipal y de los agentes locales, creando así un imaginario ciudadano con identidad municipal.77 Además de la identidad municipal surgió también una identidad ciudadana vecinal a partir de las Juntas Vecinales y una identidad territorial con las Organizaciones Territoriales de Base

76 CERES, 1996, CERES-FORHUM, 2001 y CERES, 2002; citados en Sánchez et al., 2008. 77 Solíz, 2003 y CIPCA, 2004, 2006; citados ibídem.


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Atlas de la diversidad en bolivia

(OTB), las cuales desarrollan sus funciones en el marco de un Estado en proceso de descentralización.78 Las OTB y los Comités de Vigilancia son instancias cada vez más consolidada y activas.

Organización territorial en la Amazonia Actualmente en la Amazonia existen 42 municipios, 19 en el Beni, 15 en Pando, 5 en La Paz y 3 en Cochabamba, que se pueden clasificar en tres grupos: –– Municipios poblados desde la época de las misiones jesuíticas, y cuya actividad principal es la ganadería: Trinidad, San Javier, Loreto, San Ignacio, San Ramón, San Joaquín, Magdalena, Santa Ana, Baures, Reyes y San Borja. –– Municipios surgidos de la ocupación extractiva de las selvas amazónicas: Riberalta y Guayaramerín en el Beni, Cobija y los otros municipios de Pando. –– Municipios creados por intervención directa del Estado: San Andrés, Puerto Siles, Rurrenabaque, Santa Rosa, Exaltación y Huacaraje, en el Beni, los dos últimos surgieron como resultado de la Participación Popular cuando se crearon nuevas secciones en las provincias Yacuma e Iténez79. Cuadro 3: Municipios de la Región Amazónica según Departamento Departamentos

Beni

Municipios

Trinidad

San Borja

San Javier

Riberalta

Loreto

Guayaramerín

San Ignacio

San Andrés

San Ramón

Puerto Siles

San Joaquín

Rurrenabaque

Magdalena

Santa Rosa

Santa Ana

Exaltación

Baures

Huacaraje

Reyes

78 Moreno, 2003, citado ibídem. 79 Molina et al. 2008.


Las identidades regionales

Departamentos

Pando

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Municipios

Cobija

Exaltación

Campo Ana (Porvenir)

Bolivar (Sena)

Mukden (BOLPEBRA)

Nacebe

Costa Rica (Bella Flor)

Ingavi

Victoria (Puerto Rico)

Nuevo Manoa

San Pablo

Villa Nueva

Arroyo Grande (Filadelfia)

Eureka

Agua Dulce (Gonzalo Moreno)

La Paz

Apolo

Ixiamas

Tipuani

Caranavi

San Buenaventura Cochabamba

Puerto Villarroel

Chimoré

Puerto Tunari

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Atlas estadístico de municipios, 2005.

En los municipios benianos de origen misional, la población mantiene una relación de comunidad en torno a un santo patrono y a su localidad (el pueblo), y se adhiere a los valores históricos y folklóricos de ésta, como expresión de la identidad local.80 La población del norte del Beni (que no tuvo influencia misional) y la de Pando se encuentran en una situación distinta; cuando se les pregunta cómo se reconocen más allá de su propia comunidad, asumen una identidad departamental.81 Excepto en Cobija, en Pando no existen sociedades propiamente locales, esto se debe a que su formación data de hace algunas décadas, cuando las antiguas barracas gomeras se disgregaron, lo cual no significa que no existan localidades semiurbanas o comunidades con una identidad referida a su propio lugar. Con la municipalización se produjo un cambio de actores: los comités cívicos empezaron a actuar dentro del ámbito municipal, al igual que los comités de vigilancia, las organizaciones indígenas, las organizaciones de productores ganaderos y otras, relegando así al único actor estatal de la provincia —la subprefectura— a una representación más bien simbólica y dedicada a resolver pequeños conflictos, o a la actividad política partidaria cuando no hay afinidad entre 80 Ibídem. 81 Ibídem.


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el prefecto y el alcalde municipal. Los concejeros departamentales que pugnan por canalizar recursos hacia sus provincias son actores en proceso de consolidación.82 Actualmente existen cinco mancomunidades en el departamento del Beni, una de ellas involucra municipios de la provincia Vaca Diez y municipios pandinos vecinos de Riberalta. En el departamento de Pando se han conformado tres mancomunidades: Filadelfia, BOLPEBRA y Norte Amazónico. Esta última —conformada por Riberalta y Guayaramerín en el Beni y por Gonzalo Moreno, Puerto Rico y El Sena en Pando— constituye un caso interesante, pues configura un sistema de relaciones económicas que evidencia la presencia de una lógica de región. Hasta fines del siglo XX, los estudiosos de la historia del Beni reconocían en el período jesuítico el origen sociocultural del departamento; sostenían que el pasado misional había otorgado unidad espiritual, cultural, civil y moral al departamento. Sin embargo, es importante advertir que el Beni —como comunidad política y cultural— tiene caracteres laicos y es producto de la articulación política, geográfica y socioeconómica con el Norte amazónico. De otra parte, la producción de goma conformó definitivamente la identidad geográfica beniana, razón por la cual no es propio hablar de una “conciencia beniana“, sino hasta finales del siglo XIX. Tanto la identidad beniana como la pandina son resultado de los procesos de socialización mediante la escuela, los rituales, la invención de la historia, entre otros.83 El departamento de Pando funciona a partir de dos regiones: una se articula con Cobija, y otra con Riberalta. La centralidad de Cobija se encuentra en proceso de desarrollo: es sede de la gestión política del departamento y la Ley de Descentralización otorga roles importantes a la Prefectura y al Consejo Departamental. En la última década, con las políticas de descentralización y redistribución de los recursos nacionales, ha cuadruplicado sus ingresos, lo que le permite hacer inversión directa, en cambio, aunque Riberalta y Guayaramerín duplicaron sus ingresos, están limitadas por su condición de municipios. El traslado de instituciones que antes operaban en Riberalta, así como la constitución de organizaciones de alcance departamental, contribuyen también a afianzar el rol central de Cobija, aunque aún no ha logrado un adecuado relacionamiento con otros ámbitos departamentales debido a su posición geográfica y a la falta de vías de comunicación con las provincias y los municipios.84

82 Ibídem. 83 Ibídem. 84 Ibídem.


Las identidades regionales

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Organización territorial en el Oriente El Odepartamento de Santa Cruz está dividido en 15 provincias y 56 municipios, 50 se sitúan en la región del Oriente boliviano y los restantes corresponden al Chaco. Cuadro 4: Municipios de la Región del Oriente Municipios

Santa Cruz

Santa Rosa del Sara

Concepción

Cotoca

Colpa Bélgica

San Javier

Ayacucho

Cabezas

San Ramón

La Guardia

Valle Grande

San Julián

El Torno

Trigal

San Antonio de Lomerío

Warnes

Moro Moro

Cuatro Cañadas

Okinawa Uno

Postrer Valle

San Matías

San Ignacio

Pucara

Comarapa

San Miguel

Samaipata

Saipina

San Rafael

Pampa Grande

Puerto Suárez

Buena Vista

Mairana

Puerto Quijarro

San Carlos

Quirusillas

C. Rivero Torrez

Yapacaní

Montero

Ascensión de Guarayos

San Juan

Gral. Saavedra

Urubichá

San José

Mineros

El Puente

Pailón

Fernández Alonso

Roboré

San Pedro

Portachuelo Fuente: Elaboración propia en base a datos del Atlas estadístico de municipios, 2005.

La mancomunidad de municipios de la Gran Chiquitania —una de las más importantes de la región— articula 14 municipios: San Ignacio, San Miguel, San Rafael, Concepción, San Javier, San Ramón, San Antonio de Lomerío, San José de Chiquitos, Roboré, San Matías, Puerto Suárez, Puerto Guijarro, Urubichá y El Puente, en seis provincias: Velasco, Ñuflo de Chávez, Chiquitos, Ángel Sandoval, Germán Busch y Guarayos. La mancomunidad comprende los corredores de


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Atlas de la diversidad en bolivia

transporte situados en Chiquitos y en Germán Busch, por donde pasan la carretera y la línea férrea que unen Santa Cruz con Brasil.85

Organización territorial en el Chaco Actualmente, en el Chaco boliviano existen 16 municipios: 7 en Santa Cruz, 5 en Chuquisaca y 4 en Tarija: Cuadro 5: Municipios de la Región Chaqueña según Departamento Departamentos

Santa Cruz

Municipios

Lagunillas

Gutiérrez

Charagua

Camiri

Cabezas

Boyuibe

Cuevo Chuquisaca

Villa Vaca Guzmán

Monteagudo

Machareti

Huacareta

Huacaya Tarija

Yacuiba

Caraparí

Villa Montes

Entre Ríos

Fuente: Elaboración propia en base a Atlas estadístico de municipios, 2005.

Al igual que en otras regiones, en el Chaco, el proceso de Participación Popular ha permitido liberar parcialmente la región del centralismo de las capitales. Por otra parte, la municipalización ha influido notablemente en la generación de identidades locales, pues en los últimos años se ha desarrollado una fuerte identificación territorial con los municipios.86 La mancomunidad del Chaco Boliviano (MANCHABOL), constituida en 2000 con base en 15 municipios, es una de las mancomunidades emblemáticas de Bolivia. Junto a las provincias argentinas Chaco y Corrientes y a la paraguaya Chaco, considera la realización de esfuerzos para el desarrollo del Chaco sudamericano.

85 Peña y Boschetti, 2008. 86 Galindo et al. (doc. no publicado).


Las identidades regionales

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Organización étnica del territorio Los procesos de Participación Popular y de municipalización hicieron posible el surgimiento de una nueva forma organizativa del territorio, los distritos municipales indígenas, con el propósito de impulsar el desarrollo local a partir de las visiones y prácticas propias de los pueblos indígenas, revirtiendo así la tendencia a privilegiar los centros urbanos. Si bien la existencia de una comunidad cultural, de una forma común de uso de los recursos naturales, y de una sola organización que integre y represente a las comunidades, son aspectos importantes para la crearción de un distrito municipal indígena, no siempre se ha considerado la lógica de territorio; frecuentemente, las necesidades inmediatas de administración han sido las determinantes en su constitución. Por otra parte, desde 1996, la base territorial indígena en Bolivia son las Tierras Comunitarias de Origen (TCO), consagradas por la Ley Nº 1715 del Servicio Nacional de Reforma Agraria. Dicha ley otorga títulos colectivos y establece que las tierras no pueden ser revertidas, enajenadas, gravadas, embargadas ni adquiridas por prescripción; asimismo, reconoce el derecho de sus titulares a participar del uso y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales renovables existentes en ellas. El concepto de TCO comprende el de territorio indígena, entendido como la tierra, los recursos naturales, los sitios sagrados reconocidos como tales por la tradición de los pueblos, los lugares donde están enterrados sus antepasados y las normas de convivencia. En ciertos casos, las TCO constituyen distritos municipales indígenas, como unidades de planificación del desarrollo municipal. En Bolivia existen actualmente alrededor de 60 TCO, en distintas etapas del proceso de saneamiento y titulación, las cuales representan una extensión que cubre aproximadamente 30% del territorio nacional. Cuadro 6: Tierras Comunitarias de Origen según región y departamento Región

Departamento

La Paz Andina

TCO*

Marka Qamata Jacha Suyu Pakajaqui Jacha Carangas

(altiplano y valles) Oruro

Marca Salinas de Garci Mendoza Saucarí


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Atlas de la diversidad en bolivia

Región

Departamento

TCO*

Nor Lípez Potosí

Jatun Ayllu Yura Ayllu Andamarca

Andina (altiplano y valles)

Yucas Jatun Ayllu San Juan de Orkas Chuquisaca

Ayllu Valle Quillacas Marka Pojpo Marka Valle Tinquipaya de Poroma

Cochabamba

Ayopaya Raqaqpampa Lecos de Apolo Lecos de Larecaja

La Paz

Tacana I Tacana II Araona

La Paz – Cochabamba

Mosetén

La Paz - Beni

Pilón Lajas Yaminahua Machineri

Pando

Multiétnico II Chimán Multiétnico

Amazónica

Baure Itonama Joaquiniano Beni

Sirionó Tacana Cavineño Chacobo Pacahuara Cayubaba Moré

Beni - Cochabamba

Isiboro Sécure Yuqui

Cochabamba

Yuracaré


Las identidades regionales

Región

Departamento

TCO*

Yuracaré Moxeño Ichilo Bajo Paraguá Oriente

Santa Cruz

Guarayo Monteverde Lomerío Zapocó Charagua Norte Charagua Sur Isoso Santa Teresita Guaye Rincón del Tigre

Santa Cruz

Takovo Kaaguasú Guaraní Kaami Lupaguasú Itikaraparirenda Katipipendi Karovaicho

Chaqueña

Tobité II Cirpas Avatiri Huacareta Avatiri Ingre Guaraní Chuquisaca

Tentayapi Machareti Carandaiti Ñancaroirza Itikaguasú

Tarija

Weenhayek Tapiete Samaihuate Guaraní Yacuiba

* TCO en distintas etapas del proceso de titulación y saneamiento. Fuente: Elaboración propia en base a datos del Instituto Nacional de Reforma Agraria, 2007.

73


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Atlas de la diversidad en bolivia

El reconocimiento de las OTB ha permitido la promoción de las identidades indígenas respecto al territorio; dicha promoción ha tenido resultados diversos y a veces poco satisfactorios. Si bien esta nueva forma organizativa del territorio busca reconocer las formas colectivas indígenas, en los hechos las deja fuera del ámbito de la producción y del mercado puesto que no ofrece posibilidades en estos ámbitos ni facilita infraestructura productiva u otros recursos, aunque las poblaciones que conformaban las OTB tienen gran importancia para el país en términos productivos. Por otra parte se observa que la disputa por los recursos municipales llevó en muchos casos (en el norte de Potosí y en Oruro) a una reinvención instrumental de identidades étnicas locales o provinciales, en términos de unidades menores.87

3. La identidad en el imaginario regional En Bolivia las identidades regionales han sido construidas por los grupos de poder, a través de procesos de elaboración de representaciones, valores, normas y códigos dirigidos a perfilar una homogeneidad que encubre las diferencias y contradicciones internas. existentes. ¿Cuáles son esas construcciones identitarias en el imaginario de las distintas regiones del país? En la región del altiplano la identidad está vinculada con la idea de lo indígena, puesto que —a diferencia de otras regiones del país— nuna fue posible disimular ni obviar su presencia. Pero este imaginario no recupera al indígena real, sino que se encuentra a caballo entre la idea del “buen indígena” (trabajador sumiso) y la del indígena sublevado que se constituye en factor de amenaza; es, en consecuencia, un imaginario ambivalente y conflictivo que no permite un reconocimiento del verdadero carácter de la región. Por otra parte existen diferencias entre la identidad paceña y las de los otros departamentos de la región. En la identidad de los paceños, la idea de que su departamento es el centro político del país y el motor del desarrollo nacional —aunque esto último comienza a debilitarse frente al empuje económico de Santa Cruz— es aún sólida y ofrece cierta seguridad y jerarquía frente a los otros, pero tiene la desventaja de otorgarle a La Paz la condición de “tierra de nadie”, donde la preocupación es más bien nacional y no regional. En cambio, en las identidades orureña y potosina pesa fuertemente el sentimiento de pobreza y de abandono, más aún cuando se contrasta el glorioso pasado minero —y el fundamental aporte de ambos

87 Arnold en Calla et al., 2007.


Las identidades regionales

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departamentos a la economía colonial y republicana— con su actual situación de postergación. Habrá que ver las consecuencias del resurgimiento minero de los últimos años, especialmente en Potosí, sobre el imaginario regional. En los valles cochabambinos la identidad presenta emblemas rurales —como la chicha, la comida, las festividades y el idioma que mezcla castellano y quechua— junto con elementos de la modernidad en una coexistencia complementaria entre lo rural y lo urbano. Dichos emblemas identitarios vallunos de carácter mestizo se distinguen de los propios de las zonas altas (ayllus de Tapacarí, Arque y Bolívar en las sierras Sur y Oeste del departamento) y del Chapare (yuracaré, yuqui y cocalero) y los eclipsan, aunque los valles representan una pequeña porción del territorio de Cochabamba en relación a las zonas andinas y amazónicas.88 Las ferias y las festividades vinculadas con la comida, la bebida, la música y la danza han trascendido los ámbitos local y regional para convertirse en hegemónicas incluso a nivel nacional. En ese sentido puede considerarse que la interacción entre lo moderno cosmopolita y lo tradicional es un elemento constituyente de las identidades vallunas mestiza, campesina y de élite.89 Los elementos constitutivos de estas identidades —la competitividad, la ritualidad vinculada con la comida y la bebida, la sociabilidad, la trashumancia, la fluidez cultural— han sido cuestionados: la competitividad ha sido rotulada como “envidia” y la ritualidad mediante la comida —vinculada con la seguridad alimentaria— ha sido denostada con la aseveración “viven para comer y no comen para vivir”.90 Por otra parte se ha introducido una nueva categoría en el sistema clasificatorio regional: el “cochabambinismo”, entendido como “uno de los elementos del discurso que define la identidad regional y que es muy utilizado por dirigentes cívicos, empresariales e intelectuales (...) para explicar las causas del atraso y la depresión económica de la región”. El “co88 Sánchez et al., 2008. 89 Ibídem. 90 Ibídem.


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Atlas de la diversidad en bolivia

chabambinismo” sería, pues, una categoría empleada por las élites regionales para designar la indolencia e indiferencia de la población frente a la situación general de la región. Tal “cochabambinismo” estaría vinculado con la “inexistencia de un grupo social orgánico y coherente, capaz de proyectar hacia el conjunto social un proyecto histórico, un destino utópico. (...) Quizás por eso, sobre el ‘cochabambinismo’ se pueden erigir movimientos populistas vigorosos y efímeros”.91 La identidad territorial chuquisaqueña en general —y del sucrense en particular— está profundamente marcada por la idea del otro: el otro interno (el indígena), y el otro externo (la ciudad de La Paz, como causante de la pérdida de la capitalidad). Es “como si mantuviera en su horizonte intelectual sólo dos fechas que reaniman su temor a la verdad histórica: el asedio de los indios a la ciudad de La Plata en 1871 y la derrota de los jóvenes chuquisaqueños en Ayo Ayo en los vericuetos de la guerra civil frente a los aymaras (1898), cuando las élites criollas se olvidaron de sus diferencias regionales para aliarse otra vez contra sus enemigos indios”.92 Los sucesos recientes de Sucre en torno a la demanda de capitalidad plena —en un contexto de alta polarización política— muestran cuánta actualidad tiene en el imaginario regional la amenaza del otro interno y externo. Otro elemento importante del imaginario sucrense que conforma su identidad es el de la “culta Charcas”, que conduce a valorar la cultura oficial y a invisibilizar las culturas de las zonas peri urbanas de la ciudad pobladas por migrantes rurales. Así la “culta Charcas” y la “ciudad blanca” hacen alusión no sólo a las actividades culturales y la política cultural, sino a una población que se piensa a sí misma como hispana y castellano hablante, opuesta a la masa indígena.93 Un tema central en el imaginario tarijeño es la crítica al centralismo del Estado, que habría excluido a Tarija.94 Esta crítica —que parte de las élites locales y atraviesa a la población tarijeña en su conjunto— ha fijado en la memoria histórica el momento en que, concluida la Guerra de la Independencia, el pueblo tarijeño decidió pertenecer a Bolivia y no a Argentina. Se subraya así la condición cuasi asociativa del departamento al Estado boliviano, con el cual no compartiría más lazos identitarios que los originados por dicha asociación. El discurso regional refiere un origen español de los habitantes del valle tarijeño; se asume incluso una identidad de “Andalucía boliviana” asentada en factores raciales y culturales que permitirían una clara

91 Laserna, 1996 citado en Sánchez et al., 2008. 92 Rossells, 1997 citada ibídem. 93 Betanzos, 1999 y Flores, 2006 citados ibídem. 94 Gaite, 2002, Oliva, 2005, Ávila, 2005, Vacaflor, 2005, Ruiz, 2002 y Valdez, 2006;citados ibídem.


Las identidades regionales

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diferenciación con las otras regiones del país. Si bien no todos los tarijeños serían españoles en términos raciales, sí lo serían en términos de identidad cultural; por eso los campesinos chapacos, aunque descendientes de los tomata conquistados, serían culturalmente hispanos. Probablemente la manifestación de identidad y pertenencia nacional más fuerte en Tarija sea la de los campesinos, quienes son denominados en Argentina —adonde migran estacionalmente— “bolis”, “cabecitas negras” y “bolivianos”, mientras que en Tarija son tarijeños y chapacos. Así, el tarijeño adquiere en Argentina verdadera conciencia de ser boliviano95. En la Amazonia existe la percepción de que el Estado boliviano ha subestimado a la región y sus potencialidades, y le ha otorgado una condición de periferia, de punto lejano y olvidado. Frente a ello, los discursos provenientes de la ciudad de Cobija reivindican un sentimiento de fuerte bolivianidad, destacando las virtudes patrióticas del pandino y su condición de centinela de la nación respecto a lo brasileño.96 En el imaginario pandino, su identidad está vinculada con la naturaleza, se resalta la relación con los bosques y la cultura del extractivismo forestal. Pando se define como una tierra promisoria que acoge a migrantes de diversos orígenes, quienes construyen la región con un carácter multicultural. El proceso de construcción de la identidad pandina se basa tanto en las costumbres y tradiciones de las culturas locales, como en la fuerte influencia de las culturas andinas y de los inmigrantes brasileños.97 En los llanos del Beni la identidad se vincula con las ideas de pampa, río, misiones jesuíticas, macheteros y ganadería, como elementos que configuran el repertorio recurrente en los discursos regionales. Un símbolo de esta visión se encuentra en el escudo beniano, en el que están representados un batelón navegando por el río, árboles de goma y el “gavirú” (vaca de raza criolla), en una síntesis histórica que reconoce y articula la región amazónica con la sabana. En realidad, es ésta una visión clasista “pampeana” de la historia, que omite la presencia indígena y el hecho de que la castaña tenga más importancia económica que la ganadería.98 En el Oriente la identidad regional camba es construida por los grupos dominantes, mediante el encubrimiento de las diferencias internas y el establecimiento de fronteras que permiten a los habitantes del Oriente reconocerse frente al “otro” indio, colla, occidental, etc.99 Esta identidad cruceña —cuya construcción se habría iniciado con la fundación de la ciudad de Santa

95 Punch, 2001, Hinojosa, 1999, Pérez, 2004 y Prikken, 2004 citados ibídem. 96 Molina et al., 2008. 97 Rojas, 2005 citado ibídem. 98 Soria, 2006 citado ibídem. 99 Peña y Boschetti, 2008.


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Atlas de la diversidad en bolivia

Cruz y sería producto de la unión de las culturas española y nativa— busca unificar la diversidad existente; parte de la idea de que, a lo largo de la historia, la región habría vivido en el aislamiento, marginación y avasallamiento debido al “centralismo altoperuano” y a la “invasión colla” por la presencia de migrantes andinos.100 El discurso regional enfatiza ciertos valores, atribuidos a los cruceños, que los diferenciarían de los collas: espíritu emprendedor, capacidad empresarial, pragmatismo, audacia, hospitalidad, extroversión, alegría. Así, en el discurso ideológico cruceño, los cambas representarían una homogeneidad sin conflictos. La identidad chaqueña, especialmente la indígena, está vinculada a la idea de la “tierra sin mal”, que se remonta a Kaa Poti, la capitana guaraní del siglo XV, y los tumpas, hombres dioses que llevan al pueblo guaraní hacia un futuro de bien y libertad. La tapie té, hombres libres, expresa esta idea de una existencia sin dueños, ni opresores101. En el imaginario de los bolivianos, el Chaco está vinculado a la riqueza del petróleo que puede contribuir a sacar al país de su atraso y pobreza, a la ganadería vacuna extensiva, y a la cruenta guerra del Chaco que si bien hizo posible el reconocimiento de los bolivianos en su pluralidad, significó la pérdida territorial con el Paraguay102. Desde una perspectiva internacional, el extenso territorio del Chaco constituye un puente de integración entre Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay, dicha integración se basa en las prácticas comunes de sus habitantes mestizos (los “vaqueros” de las llanuras); en este sentido, el Chaco es una de las regiones más importantes para la integración sudamericana.103

100 Peña, 2003 y Bergholdt, 1999 citados ibídem. 101 Galindo et al. (doc. no publicado). 102 Ibidem. 103 Ibídem.


IV LAS IDENTIDADES, LA SOCIEDAD Y LA CULTURA



1. Autoidentificación identitaria La práctica de la autoidentificación identitaria se introdujo en el país a partir del Censo Nacional de Población y Vivienda (CNPV) realizado en el año 2001. Hasta entonces, los censos no consideraban la autoidentificación identitaria; durante la Colonia y las primeras décadas republicanas hasta 1900, la contabilización de la población estaba directamente vinculada con el cobro de tributo,1 por lo cual interesaba distinguir a los indígenas. Es a partir del siglo XX que, dejando de lado esta motivación, se empieza a indagar sobre la raza de la población y se la clasifica en las tradicionales categorías de indígena, mestiza, blanca y negra. El censo de 1950 modificó esta tendencia al plantear solamente dos categorías: indígena y no indígena; pero no buscó la autoidentificación, sino la calificación de los encuestados a través de ciertos rasgos visibles, como las características faciales y la vestimenta.2

Cuadro 7: Población por Categorías, según los Censos de 1846, 1854, 1900 y 1950

POBLACIÓN

1846

1854

Blanca y mestiza

629.195

635.167

Indígena

710.666

930.988

1900 776.120

Blanca

231.088

Mestiza

484.611

Tribus, neófitos y no civilizados (*) Indígena y tribus (**)

1

Molina, 2005.

2

Molina y Albó, 2006.

760.000

91.000

1.690.988

867.120

1950 1.703.371


82

Atlas de la diversidad en bolivia

POBLACIÓN

1846

1854

1900

Total con tribus y neófitos

1.378.896

2.326.155

1.582.819

Total sin tribus y neófitos

1.381.856

1.566.155

1.491.819

Total documento

1.381.856

2.326.155

1.816.271

1950

2.704.165

(*) En esta categoría se incluía a los pueblos indígenas de tierras bajas. (**) Esta categoría no se encuentra en los documentos; se ha insertado para tener una aproximación a la población indígena total. Fuente: Barragán en Calla et al., 2007 .

Cincuenta años después, el CNPV de 2001 planteó por primera vez el reconocimiento de la población indígena, a través de la autoidentificación. Con ese objetivo, presentó dos tipos de preguntas: por una parte, la de pertenencia a un pueblo indígena; por otra, la de lengua hablada y en la que se aprendió a hablar. Ambos tipos de datos permitieron definir la magnitud de la población indígena en Bolivia. Este cambio en la manera de abordar la clasificación de la población boliviana dio un resultado importante: gran parte de la población se definió como indígena, 62% de los mayores de quince años declaró pertenecer a algún pueblo indígena, 31% al quechua, 25% al aymara y 6% al guaraní, chiquitano, moxeño y otros nativos. De acuerdo a estos datos, el Occidente del país concentra los mayores porcentajes de población indígena: Potosí (83.9%), La Paz (77.5%), Cochabamba (74.4%), Oruro (73.9%) y Chuquisaca (65.6%), frente a las tierras bajas en las que esta proporción decrece dramáticamente: Santa Cruz (37.5%), Beni (32.8%), Tarija (19.7%) y Pando (16.2%).3 Como cabía esperar, el área rural se consolidó como un ámbito fundamentalmente indígena, considerando tanto el indicador de lengua como el de autoidentificación. En el área urbana, la población autoidentificada como indígena también resultó muy importante, especialmente en el Occidente del país: 49.6% y 74.2% de la población de las ciudades de La Paz y de El Alto, respectivamente, se reconoció como aymara. Es interesante observar que en las áreas urbanas el número de quienes se identificaron como aymara es mayor que el de quienes hablaban la lengua originaria. Este fenómeno podría explicarse considerando que parte importante de la población indígena urbana ha perdido su idioma a causa de los procesos educativos y, en general, de la subalternización de lo indígena; pero seguramente también responde al hecho de que ciertos sectores, aún no siendo indígenas, se declararon como tales para expresar su solidaridad con estos pueblos.

3

Ibídem.


LAS IDENTIDADES, LA SOCIEDAD Y LA CULTURA

83

La inclusión de la categoría de autoidentificación indígena en el censo 2001 respondía a la necesidad de visibilizar a este sector de la población boliviana —que había estado oculto bajo el denominativo de campesino, introducido por el Estado del 52— para plantear políticas que reconozcan derechos diferenciados, además de los comunes a todos los ciudadanos bolivianos. Sin embargo, al no haberse considerado otras categorías —como la mestiza y otras— se introdujo cierto sesgo que ha tenido dos resultados importantes: por una parte, se consiguió visibilizar a la población indígena, diferenciando además entre pueblos; por otra, dicho sesgo opacó la presencia de sectores de la población boliviana no indígenas, pues no existe información que permita saber en qué proporciones el restante 38% (respecto al 62% autoidentificado como indígena) se considera mestizo, criollo, blanco u otro, y si tales sectores se consideran distintos a los indígenas. Como señala Lavaud, se pueden obtener resultados diferentes de acuerdo a cómo se plantee la cuestión sobre la identificación con una categoría étnica, racial u otra, y ninguna de éstas permite establecer conjuntos de poblaciones con límites y fronteras claras y precisas.4 Podemos corroborar esta afirmación —reconociendo que la identidad es una construcción social compleja, flexible y cambiante, que se transforma de acuerdo al contexto y, por tanto, con límites poco claros— comparando los resultados del censo 2001 con los de encuestas realizadas posteriormente que incluyen preguntas de autoidentificación con distintas alternativas de respuesta, no restringidas a la indígena. En 2004, 76% de los bolivianos se identificaban como mestizos, al igual que 89% de los quechuas, 64% de los aymaras y 83% de las personas de otros pueblos indígenas.5 La encuesta realizada por ILDIS el mismo año muestra que 60,6% de la población se autoidentificaba como chola o mestiza, 19,4% como blanca, 15,6% como indígena y 0,5% como negra.6 Asimismo, la encuesta de la Fundación UNIR, llevada a cabo en las nueve ciudades capitales y en la ciudad de El Alto en el año 2006, revela que 68,9% de la población urbana de Bolivia se considera mestiza y que 65.5% se reconoce indígena. Resulta interesante que la mayoría de quienes dicen pertenecer a algún pueblo indígena se identifique también como mestiza. Así, 56,2% de los aymara se identifican como mestizos, 40,8% se identifican como indígenas y 2,1% como blancos; 76,1% de los quechuas se identifican como mestizos, 14,8% como indígenas y 8,5% como blancos; 71,8% de los guaraní se identifican como mestizos, 19,1% como indígenas y 9,1% como blancos; 79,2% de los chiquitanos se identifican como mestizos, 0,3% como indígenas y 16,5% como blancos; 76,4% de quienes declaran no ser indígenas se identifican como mestizos y 20,7% como blancos.7

4

Lavaud, 2007.

5

PNUD, 2004.

6

Verdesoto y Suazo, 2006.

7

Fundación UNIR, 2006.


84

Atlas de la diversidad en bolivia

Si bien el censo de 2001 mostró que gran parte de la población urbana del Occidente del país se autoidentificó como indígena, esta identificación no implica la existencia de una identidad fija y excluyente. No significa que todas las personas que se autoidentificaron, por ejemplo, como aymara se sientan indígenas, conformen un grupo cohesionado con demandas de tipo étnico ni se adhieran a un mismo proyecto político. La identidad aymara se vincula fundamentalmente con el origen, el idioma y ciertos elementos culturales; lo cual no impide que los sujetos puedan tener, al mismo tiempo, otros referentes culturales y sentirse también mestizos. La población aymara y quechua urbana desarrolla actividades en el comercio informal y la producción manufacturera en pequeñas empresas familiares, por lo que su autoidentificación indígena está lejos de las ideas de comunidad, reciprocidad y solidaridad. Sus reivindicaciones y demandas se expresan a través de las juntas vecinales y de las organizaciones laborales; no se formulan como cuestiones indígenas, sino más bien como planteamientos de vecinos o de trabajadores.8

2. Identidades étnicas Indio es un término genérico introducido durante la Colonia y aplicado a la población autóctona, independientemente de su origen étnico. Además de constituir una categoría racial, era también una categoría fiscal puesto que los indios estaban sujetos al pago de un tributo a la Corona. Los elementos que servían para identificar a la población como india, mestiza o española eran la lengua, la vestimenta y el tipo de acceso a la tierra, lo que resultaba en clasificaciones muy imprecisas. Para evitar confusiones se dictaban normas como la promulgada en 1695 por el Corregidor de La Paz Conde Olmos, que obligaba a los indios a vestir como “naturales” y no como españoles, y castigaba las infracciones.9 No obstante, durante el siglo XVII muchos indígenas migraban a las ciudades y modificaban sus rasgos distintivos para aparecer como mestizos y evadir así las obligaciones fiscales. La estructura colonial distinguía a los indios nobles de los comunes; éstos últimos estaban sujetos al pago de tributo y a la prestación de servicios en las minas, haciendas y obras públicas. Se establecía una situación jurídico-legal diferenciada para éstos, considerando su condición

8

Arnold en Calla et al., 2007.

9

Money, 1983 citada en Salazar, 1999.


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de “miserables” debido a sus limitaciones intelectuales, su pobreza, su reciente conversión a la fe y su incapacidad para gobernarse por sí mismos.10 En el siglo XIX, ya en la República, indio dejó de ser una categoría jurídica con un fuero especial, aunque los indios continuaron pagando tributo y prestando servicios. Asimismo, dejaron de ser considerados “miserables” para pasar a figurar como “pobres de solemnidad”.11 En 1900 era considerado indio quien pagaba tributo y estaba exento del servicio militar; pero en los años veinte y treinta empezó a considerarse indio a quien trabajaba en el campo. Es decir que se lo definió a partir de su ocupación y de la propiedad de la tierra, lo cual condujo a una “indianización” de la población boliviana.12 Desde los años cincuenta, los indígenas fueron considerados oficialmente campesinos, como parte del esfuerzo de construcción de una nación homogénea. Esa situación se mantuvo hasta fines de siglo, cuando se produjo un resurgimiento de las identidades étnicas vinculado con las políticas internacionales multiculturalistas y las luchas por la reivindicación de los derechos indígenas. Los pueblos indígenas —como casi todos los grupos humanos— están lejos de ser puros, sin mezcla, ni siquiera en la Amazonia, donde la penetración desde el Occidente del país se realizó de manera tardía. Desde tiempos remotos se generaron diversos tipos de intercambio y de relacionamiento entre pueblos y grupos sociales, lo cual dio lugar a formas recíprocas de afectación. Antes de la conquista española, los distintos pueblos originarios se mezclaron entre sí; posteriormente, se mezclaron con los españoles —quienes también eran producto de diversas mezclas— y con los inmigrantes de orígenes varios que arribaron al país en diferentes épocas. La evidente ausencia de pureza de los pueblos indígenas del país —y de la población boliviana en general— no significa que ésta sea mestiza en su conjunto en el sentido de que debido a las múltiples mezclas todos se hayan homogeneizado y perdido sus identidades específicas. Contra lo previsto por los pensadores de inicios del siglo XX, los pueblos indígenas perviven, como lo muestran los resultados de los censos y de las distintas encuestas realizadas. ¿Cuáles son esos pueblos y grupos étnicos?, ¿cuál es su historia y situación actual?

Los pueblos indígenas de la región andina En la región andina se encuentran hoy asentados pueblos indígenas descendientes de la pluralidad de etnias existentes en las épocas prehispánica y colonial. Actualmente, los aymara, 10 Barragán en Calla et al., 2007. 11 Ibídem. 12 Ibídem.


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quechua, uru y kallawaya constituyen un importante porcentaje de la población total de la región; aunque los aymaras y quechuas no se han establecido exclusivamente en la región andina —se halla población de este origen incluso en el Norte amazónico y en Tarija— el grueso de su población se encuentra en esta región. Cuadro 8: Pueblos Indígenas y Originarios de la Región Andina PUEBLOS INDÍGENAS Y ORIGINARIOS DE LA REGIÓN ANDINA (altiplano, VALLES Y YUNGAS)

POBLACIÓN

UBICACIÓN

1.525.321

Ciudades de La Paz, El Alto y Oruro, altiplano norte de La Paz y Oruro, provincias Daniel Campos de Potosí y Tapacarí de Cochabamba, valles y yungas de La Paz.

2.281.198

Valles de Cochabamba, Chuquisaca y Potosí, distritos mineros de Oruro, provincias Inquisivi, Camacho y Muñecas de La Paz.

Aymara

Quechua

Kallawaya

sd

provincia Bautista Saavedra de La Paz. 1.795

Uru (iruito, morato y chipaya)

Municipios de Charazani y Curva en la

Provincias Ingavi de La Paz, Sud Carangas, Poopó, Eduardo Avaroa, Sebastián Pagador y Sabaya de Oruro.

Fuente: elaboración propia en base a datos INE 2003, Arnold en Calla et al., 2007, Sánchez et al., 2008.

Muchos de los rasgos culturales distintivos de los aymara de la actualidad son extensivos a los quechuas y a los uru, por lo que se trata, más bien, de rasgos propios de los pueblos andinos. Algunos autores creen que en Bolivia existe una sociedad dual: un mundo indígena y otro no indígena que transcurren de manera paralela. En este sentido, Albó considera que lo aymara urbano constituyen una variante de lo rural: los migrantes conservan elementos propios de su cultura originaria, como las fiestas de los barrios y de los gremios ocupacionales, en torno a las cuales se dan cargos y responsabilidades, se organizan en grupos de baile y música en una dinámica que se prolonga durante meses, la relación con el lugar de origen prevalece en los centros de residentes, los ritos tradicionales (con adaptaciones al contexto urbano) siguen funcionando en ambientes íntimos y familiares, la medicina tradicional coexiste con la moderna y


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las ferias y mercados constituyen importantes extensiones del ámbito familiar.13 Por otra parte, la sociedad dominante buscaría la modernización del país, asimilando las diferencias y segregando y discriminando al mundo indígena. El migrante campesino se debatiría entonces entre el deseo de ascenso social para llegar a ser como los miembros de las clases dominantes, y la necesidad de conservar su propia cultura, expresada en el idioma y ciertas prácticas que lo diferencian del mundo criollo mestizo. De esta manera, lejos de darse un proceso de asimilación a la cultura dominante, se mantendrían las prácticas culturales que si bien no se desarrollan en el ámbito público, son vigorosas en el ámbito privado, en la familia y en el barrio. Por el contrario, otros autores consideran que en Bolivia no existe tal dualidad, que no hay dos mundos paralelos, sino una única sociedad articulada con variantes culturales.14 Sin embargo, en los últimos años ha prevalecido la primera posición, que enfatiza lo indígena —y específicamente lo aymara— como un mundo aparte.

Aymara La identificación de una etnia aymara en la época precolombina es una labor compleja. Al parecer, los hablantes de una lengua emparentada con el jaqi aru o aymara eran pastores andinos que llegaron a su territorio actual, en el altiplano y valles adyacentes, después de los uru y pukina. Los estudios refieren que los primeros aymarahablantes poblaron la cuenca del lago Titicaca en las postrimerías del imperio de Tiwanaku - Wari; probablemente la expansión aymara esté relacionada con la caída del imperio. Hacia 1471 los distintos señoríos existentes en la región —aymara, caranga, sora, quillaca, pacaje y otros— fueron sometidos por los incas; tal dominación se mantuvo por alrededor de sesenta años, hasta la llegada de los españoles15. Tanto la toponimia como los primeros documentos coloniales y la lingüística histórica demuestran la existencia de variedades de aymara en un territorio más amplio que el actualmente ocupado por este pueblo, desde las alturas de Lima hasta el sur de los Andes bolivianos. En todo caso, el término aymara se aplicaba a la “gente de altura”, diferenciándola así de la que habitaba los valles, a quienes se denominaba runasimi o quischwa.16

13 Albó, 1987 citado por Arnold en Calla et al., 2007. 14 Greaves, 1973 citado por Arnold, ibídem. 15 Señorío es el término introducido por los españoles —recuperando el vocablo medieval utilizado para el feudo— para denominar las unidades sociopolíticas mayores existentes en la región andina. 16 Barnadas, 2002.


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Al parecer, en el período prehispánico la identidad social aymara se determinaba por la pertenencia a determinados ayllus17 o confederaciones de ayllus. La Colonia desarrolló una conciencia étnica más vasta —como identidad india— debilitando las identidades previas, concentrando a la población en las reducciones toledanas, rompiendo los vínculos internos de los ayllus dispersos en distintos pisos ecológicos y fortaleciendo la lengua con fines evangelizadores. De esa manera, se produjo un cambio: las identidades basadas en la filiación pasaron a basarse en la residencia,18 hecho que determinó una importante reducción del territorio aymara en favor del quechua. En el siglo XV, Killaka - Asanaqi era una federación de señoríos aymara que junto con Karanqa, Q’ara q’ara, Chicha y otros formaba la gran confederación Charka.19 Durante la Colonia —bajo la estructura de las dos repúblicas: la española y la india— Killaka y Asanaqi eran naciones autónomas en cuanto a su gestión territorial, situación que continuó vigente con pocos cambios durante la República20. La República aceleró el proceso de desestructuración de las unidades político-administrativas prehispánicas al aplicar un nuevo ordenamiento político administrativo en departamentos, provincias y cantones. Durante el siglo XIX se produjo una mayor fragmentación de los núcleos étnicos en “neo-comunidades”.21 Finalmente, la Reforma Agraria de 1953 introdujo un modelo distinto de asentamiento —acorde al nuevo modelo de ciudadanía— caracterizado por 17 El ayllu es la comunidad familiar extensa que reconoce una ascendencia común y trabaja en forma colectiva en un territorio de propiedad común. En el Incario los ayllus eran la base del Imperio; los miembros de cada ayllu trabajaban su tierra y tenían la obligación de trabajar también la tierra del Estado para asegurar la alimentación de gobernantes, nobles, el ejército y los artesanos. 18 Saignes, citado en Barnadas, 2002. 19 Barnadas, 2002. 20 Arnold en Calla et al., 2007. 21 Albó, 1972 citado por Arnold, ibídem.


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el establecimiento en la comunidad de escuelas, postas sanitarias y ferias como instancias del Estado y del mercado. Esta transformación estuvo acompañada por otros cambios importantes, como la conversión de los ayllus en sindicatos y el ingreso a las áreas rurales de nuevos actores sociales, como los transportistas y los intermediarios de la comercialización de productos, organizados también en sindicatos, todo lo cual determinó el surgimiento de nuevas visiones de desarrollo.22 En algunos sectores aymara se conserva la organización del ayllu y las autoridades tradicionales, mientras que en otros prevalece la figura moderna del sindicato. El ayllu —o unidad social que agrupa a un número de familias con lazos de parentesco en un territorio específico— no tiene límites fijos: en algunos casos es posible asimilarlo a la idea de comunidad, pero en otros puede ser mayor o menor que ésta. Actualmente existen cerca de tres mil comunidades en las tierras altas del país que conservan algún tipo de autoridad tradicional. El ayllu —aunque ya no se basa en el parentesco, sino en la comunidad territorial— sigue vigente en distintas zonas de los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí.23 En la actualidad, la población aymara se encuentra en las ciudades de La Paz, Oruro y especialmente El Alto (la principal urbe aymara del país), en el altiplano norte de los departamentos de La Paz y Oruro, en la provincia Daniel Campos de Potosí, en parte de la provincia Tapacarí de Cochabamba, y en los valles y Yungas de La Paz.24 Además —debido al fenómeno de la migración— hoy puede encontrarse población aymara en lugares tan distantes de sus territorios originales como Santa Cruz, Pando y Tarija, desarrollando actividades agropecuarias y de servicios, especialmente comerciales. Los datos censales de 1992 registraron 1,2 millones de hablantes de esta lengua. El censo de 2001 ratificó esta cifra: 1,2 millones de personas se autoidentificaron como aymara. Es importante notar que, si bien los últimos censos muestran un aumento en el número absoluto de aymarófonos, existe una disminución de su importancia porcentual en el total nacional. 22 Ibídem. 23 www.csutcb.org 24 Montes de Oca, 1997.


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Uru25 En el período prehispánico el pueblo uru habitaba un extenso territorio en el noroeste de Bolivia y el altiplano meridional del Perú, en torno a los lagos Titicaca y Coipasa, a lo largo del río Desaguadero. Según la historia oral de los uru,26 sus antepasados llegaron hace siglos a la región del lago Titicaca desde las tierras bajas del Brasil, “pasando siempre por los ríos”; quizá por ello la lengua uru posee rasgos de las lenguas de tierras bajas, algunos estudiosos han planteado un nexo particular con el arawak. Uno de los grupos que llegó al lago Titicaca se quedó allí y conformó las comunidades uru de los sectores boliviano y peruano del lago y de la desembocadura del río Desaguadero. Otros grupos siguieron en balsa por el sur del Desaguadero hasta llegar al lago Poopó, donde formaron los grupos uru-morato. Otro grupo llegó por el río Lauca a Chipaya, en la actual provincia Sabaya del departamento de Oruro. Otros habrían llegado hasta el actual territorio chileno donde conformaron la comunidad de Isluga. También se dice que existen grupos uru en Ecuador, probablemente a causa del envío de mitmaqkuna realizado por los incas. Según los estudios históricos, los quechuas llegaron al territorio uru aproximadamente en el siglo XIII y los aymaras en el siglo XV, poco antes de la conquista.27 El término uru no es una auto denominación, la población asentada en la región del Desaguadero se autoidentificaba como uchumi, uchumi-tschay, utschumataku o kjotsuñi, y su lengua se denominaba uchumitaja, kjehua uchumatakutschay o tschischuaki-tschaym. A fines del siglo XVI se denomina a esta lengua uruquilla; los uru llaman a su lengua pukina o uchu maa taqu (“nuestra lengua madre”). Algunos estudiosos piensan que hubo una relación lingüística entre el uru de la familia uruquilla (o uru-chipaya) y el pukina, lengua extinta en el siglo XVIII. Otros consideran28 que las diferentes hablas uru son parte de un

25 Arnold en Calla et al., 2007. 26 Historia narrada por don Lorenzo Inda de Irohito, citada por Arnold, ibídem. 27 Torero, 1992 citado por Arnold, ibídem. 28 Polo, 1951, Vellard, 1957, Guerra, 1984, Delgadillo, 1988, Del Altillo (s.f.) citados por Arnold, ibídem.


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mismo idioma denominado genéricamente uru o uruquilla. Los distintos grupos uru se identifican por la lengua, vestimenta (ira o túnica, qhawa o poncho corto, gorro blanco y pantalón de bayeta para los hombres; y allmilla, derivada del aksu incaico para las mujeres) y por otros rasgos culturales, el más importante de los cuales es su asociación económica y simbólica con el agua.29 Los saberes y conocimientos uru son, en general, poco reconocidos y valorados. Su destreza en el drenaje de los campos salinos de Coipasa no estaría solamente relacionada con su “experiencia inmemorial de las aguas”30, sino también con su pasado como constructores de camellones y de complejos de drenaje31 —lo que suele atribuirse a los aymara— en las orillas norte y sur del lago Titicaca. Al parecer, los uru heredaron parte de los saberes de los pukina, principalmente en materia religiosa y médica;32 por ello, los especialistas uru de Chipaya gozan de reconocimiento ritual y médico en el pueblo de Isluga en Chile.33 La identidad cultural de los uru se funda en su pasado común, se identifican con la civilización de Tiwanaku, mucho más que las poblaciones aymara. En la actualidad, los uru conforman tres bloques: los de Iruitu asentados en el borde del río Desaguadero, los uru morato distribuidos en diferentes comunidades en las márgenes del lago Poopó, y los uru-chipaya en las proximidades del río Lauca y del salar de Coipasa. Los uru de Iruito, en la provincia Ingavi del departamento de La Paz, llamados qut suñi (“hombres de agua”), viven en torno a los lagos Titicaca y Coipasa. Los uru morato viven en ocho estancias ubicadas en las márgenes del lago Poopó: San Agustín de Puñaca, Huchusuma, Tacagua, Vilañique, Llapallapani, Lechechoto, Calzarvinto y Chollasi, en las provincias Sud Carangas, Poopó, Eduardo Avaroa y Sebastián Pagador del departamento de Oruro. Los uru-chipaya viven en una pampa irrigada por los tributarios del río Lauca, a 220 km al sur de la ciudad de Oruro. La comunidad chipaya con sus cuatro ayllus —Unión Barras (Ayparavi), Wistrullani, Manasaya y Aransaya— se encuentra en la tercera sección de la provincia Sabaya de Oruro.34

29 Arnold en Calla et al., 2007. 30 Wachtel citado por Arnold, ibídem. 31 Saignes citado por Arnold, ibídem. 32 Ibídem. 33 Arnold, ibídem. 34 Ibídem.


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A diferencia de los demás grupos uru, la mayoría de los habitantes del pueblo de Chipaya y sus estancias todavía hablan su propia lengua; los niños aprenden la lengua en el hogar y castellano en la escuela, los viajes fuera de la comunidad y el relacionamiento con otros grupos vecinos les permiten aprender más tarde el aymara y el quechua. La mayoría de los uru-chipaya es bilingüe uru castellano, trilingüe uru, aymara y castellano y, en algunos casos, hablan incluso cuatro lenguas, uru, aymara, castellano y quechua.35 Actualmente la población uru-chipaya se encuentra marginada debido a las dificultades de acceso a tierras aptas para el desarrollo de actividades agropecuarias y a las difíciles relaciones que mantienen con sus vecinos aymara y quechua. Las relaciones con los aymara son particularmente tensas ya que el territorio uru-chipaya se va reduciendo cada vez más en medio del territorio aymara. Chullpa puchu (sobra de los chullpas) es la expresión que utilizan los aymara para insultar a los uruchipaya.36 Las pugnas por tierras son frecuentes y en los últimos años se han tornado más violentas. Durante incursiones aymara se han cometido actos violentos, como la quema de casas, que dieron lugar a actos de revancha; en el año 2002, los dirigentes uru solicitaron al Presidente de la República el respaldo de las Fuerzas Armadas para proteger sus tierras. Por otra parte, la degradación ambiental de la región de Chipaya ha contribuido a empeorar las condiciones de vida de la población. La inundación del año 2000 causó grandes daños e impulsó a doscientas familias a migrar temporalmente a Iquique y Pisiga, donde los varones trabajan en la agroindustria y las mujeres como empleadas domésticas. Es común que los jóvenes chipaya vayan a Chile para concluir el colegio o en busca de mejores oportunidades; migran inclusive para realizar el servicio militar, por las ventajas que este país les ofrece.37 Históricamente, la población uru ha ido declinando. En 1575 los uru aún constituían una cuarta parte de la población de la región situada entre el Cuzco y Potosí. En la actualidad, la 35 Ibídem. 36 Wachtel, 2001. 37 Arnold en Calla et al., 2007.


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población uru se distribuye en diez comunidades con entre cinco y siete mil habitantes; aunque las cifras oficiales reconocen únicamente 2.13438, de acuerdo con el censo de la propia comunidad, el pueblo de Chipaya en 2001 contaba con 1.814 habitantes. Familias uru viven temporalmente en el Beni, en los Yungas de La Paz y en la región costera de Chile, por lo cual el pueblo uru puede concebirse en términos de territorios discontinuos, unidos por una cultura y una lengua comunes.39

Quechua Los quechua constituyen la población indígena más importante del país en términos demográficos; de acuerdo con el censo de 2001, su población alcanzaba a 1,5 millones de habitantes. Los quechua se encuentran establecidos fundamentalmente en los valles de Cochabamba, Chuquisaca y Potosí, así como en los distritos mineros de Oruro; aunque también hay enclaves quechua en las provincias Inquisivi, Camacho y Muñecas del departamento de La Paz.40 Al igual que los aymara, los quechua muestran alta movilidad en el territorio nacional; ello ha determinado su presencia en distintas regiones del país, fuera de su territorio originario. En la zona del lago Titicaca y sus alrededores se conservó tanto la lengua aymara como sus rasgos culturales, pero en los valles y las zonas del norte del departamento de La Paz se impuso el quechua. Entre los pueblos de habla quechua descendientes de las distintas etnias que poblaron la región de los valles en la época prehispánica y durante la Colonia se encuentran los que actualmente reclaman para sí identidad propia, como raqaqpampeños, yampara, jalq’a y otros. Tal vez la zona donde más se ha desarrollado el tema de la identidad étnica valluna es Raqaqpampa, en Mizque (Cochabamba), donde las reivindicaciones de sus pobladores contaron con el apoyo de distintas instituciones que contribuyeron al fortalecimiento de la identidad territorial indígena, basada en ciertas estrategias productivas, tecnología agraria, lazos comunales y sistemas de reciprocidad que han sido propuestos como parte del patrimonio intangible de la región.41 Los raqaqpampeños han gestionado una TCO sin renunciar a sus derechos de propiedad privada, lo cual es una figura interesante en una región donde prima la lógica de la propiedad individual de las tierras y de la organización sindical. La misma opción han tomado las comunidades de

38 Censo 2001 citado por Arnold, ibídem. 39 Arnold, ibídem 40 Montes de Oca, 1997. 41 Sánchez et al., 2008.


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Ayopaya que han aprovechado las posibilidades que ofrece la figura de TCO sin dejar de lado la propiedad privada de sus tierras y el sindicato como instancia organizativa. Los yampara son originarios de la región de los valles chuquisaqueños (actuales provincias Oropeza, Zudañéz y Yamparáez), donde su asentamiento era anterior al Tawantinsuyu. Los incas introdujeron mitmaqkuna de los señoríos charca y colla y de otras etnias en el territorio yampara, en la zona situada detrás de las fortalezas de Qhusqhut’uru y Urunquta. Las referencias históricas revelan que el establecimiento de la actual ciudad de Sucre en territorio de este antiguo señorío fue facilitado por los kuraca yampara.42 Respecto a los jalq’a, algunos estudios antropológicos plantean que constituyen una etnicidad reciente, producto de un proceso de etnogénesis moderno.43 Otros sostienen que en el pasado fueron parte de una unidad política mayor, junto con los yampara. Más allá de cuál haya sido su origen, lo cierto es que actualmente los jalq’a poseen una fuerte identidad étnica que se manifiesta a través de los textiles y de la música. Aunque es probable que la población de los valles de Tarija tenga en parte ascendencia quechua, o de otros grupos indígenas, no se manifiestan allí reivindicaciones explícitamente étnicas. Seguramente ello se debe a que los campesinos chapacos hablan castellano, tienen una cultura distinta a las de los grupos indígenas del departamento (guaraní, weenhayek y tapiete) y están inmersos en procesos de incorporación social urbana, por lo cual no se reconocen como indígenas propiamente.

42 Ibídem. 43 ASUR citado en Sánchez et al., 2008.


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Kallawaya Los estudiosos de los kallawaya plantean distintas hipótesis sobre su origen. Según algunos autores,44 los kallawaya habrían mantenido nexos con la población pukina de Tiwanaku; la prueba de este hecho sería que en el léxico médico especializado —la lengua secreta de los herbolarios profesionales de la región— perviven restos de la lengua pukina. El Inca Garcilazo de la Vega relata que entre los incas vivían herbolarios famosos, encargados de atender la salud y las necesidades religiosas de la aristocracia incaica. Se trataba de los kallawaya o qollawayu (expresión que en aymara significa “portadores de hierbas medicinales”), quienes transmitían sus conocimientos únicamente a sus hijos: La fama de estos notables herbolarios, ha debido ser tal, que los incas llegaron a denominar el territorio que habitaban y a sus adyacentes ‘Qollasuyo’, como si se tratara de significar que en dichas tierras vivían los Qollas... o Qolliris (curanderos) o que eran éstos de las tierras donde se obtenían qollas o medicamentos. De todos modos, la denominación de qollas, ha debido tener íntima relación con la práctica medicinal y negocio de yerbas medicinales a que se dedicaban los kallawayas.45

Así pues, los kallawaya habrían mantenido estrecho contacto con la nobleza incaica. De ella habrían asimilado las prácticas de culto reservadas para el linaje real y el idioma sagrado de los incas; esta lengua destinada en principio a la comunicación exclusiva entre la realeza, habría sido conservada por los kallawaya para comunicarse entre ellos de forma privada. De acuerdo con esta hipótesis, los herbolarios fueron reclutados por los incas en Charazani (cuando éstos conquistaron el Collasuyo), por lo cual serían originarios de esa región.46

44 Oblitas 1969 y 1978; citado por Llanos y Spedding en Calla et al., 2007. 45 Oblitas 1969 y 1992 citado por Llanos y Spedding en Calla et al., 2007. 46 Ibídem.


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Otros autores sostienen que los kallawaya fueron asentados por los incas como parte de la nobleza —entre sacerdotes, astrónomos, portadores de la litera real y otros— en la antigua provincia colonial de Carabaya, en la frontera entre los aymara y los leco, con la finalidad de crear condiciones para la expansión incaica. Desde la última etapa de la expansión incaica, los kallawaya habrían vivido en la región de Charazani, donde se especializaron en el arte de curar con plantas y otros recursos; al mismo tiempo, habrían sido mitmaqkuna que contribuyeron a la conquista de los habitantes de los Andes orientales.47 Actualmente, los kallawaya se encuentran asentados en los municipios de Charazani y Curva, en la provincia Bautista Saavedra del departamento de La Paz, y continúan desarrollando su labor de médicos naturistas, por la que son ampliamente reconocidos.

Afroboliviano La población negra existente en el territorio de lo que hoy es Bolivia no constituye un pueblo indígena originario, pero sí un grupo étnico con especificidades que lo distinguen de otros. Su origen no está claramente definido, aunque existe información sobre la presencia de negros esclavos en Potosí. Arzáns relata que en 1557 murieron 14 españoles y 18 negros esclavos debido a una nevada continua y a la escasa protección existente entonces en la Villa Imperial. Por su parte, Fabián Velarde de Santillana, teniente general del corregidor, emitió una orden en 1649 en razón de que “los negros alborotan la villa por pendencias que tienen con otros negros y negras con quienes tratan, de lo cual resulta gran escándalo y alboroto”. Por tal motivo, se prohibió que salieran de la Casa de la Moneda ni siquiera los domingos bajo pena de doscientos azotes; es claro que el objeto de esta prohibición era evitar el robo de plata.48 Sin embargo y pese a estos datos sobre su presencia en Potosí, no parece sostenible la idea de que hayan existido negros esclavos en las minas potosinas; si bien algunos trabajaron en la Casa de la Moneda y otros fueron ocupados en el servicio doméstico o como artesanos urbanos, la abundancia de mano de obra indígena no hacía necesario importar negros esclavos —cuyo costo era elevado— para arriesgarlos en el clima hostil y las duras condiciones de trabajo de las minas.49 La región de los Yungas del departamento de La Paz es la única de Bolivia donde actualmente se encuentra población afroboliviana agrupada; todas las comunidades con presencia afro son ex haciendas. No existe información precisa sobre la llegada de población de origen 47 Saignes, 1985 citado por Llanos y Spedding, ibídem. 48 Crespo, 1977. 49 Spedding en Calla et al., 2007.


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africano a los Yungas debido a que la mayor parte de la documentación colonial trata de esclavos urbanos; pero al parecer su presencia se remonta a la época colonial, pues algunas de las haciendas tenían trabajadores negros, es el caso de Mururata, propiedad del Marqués de Pinedo, en las proximidades de Coroico. En la etapa republicana también se introdujo población negra; el Mariscal Andrés de Santa Cruz trajo negros del Perú para trabajar en las haciendas yungueñas. La hacienda Dorado Chico, en Coripata, tenía ocho esclavos afro en 1828 y dieciocho en 1854; pero no queda claro si eso se debía al simple crecimiento vegetativo o si se introdujeron más esclavos negros en el país en aquel lapso.50 Se puede concluir que desde los primeros tiempos de la Colonia se introdujo al actual territorio boliviano población negra, si bien en pequeñas cantidades, y que probablemente se lo siguió haciendo durante los primeros años de la República, cuando llegaron negros ladinos (nacidos en América) desde el Perú, más que bozales (traídos directamente desde África). Hasta la abolición de la esclavitud dispuesta por Belzu en 1856, los afrodescendientes constituían un grupo específico que figuraba como tal en la documentación oficial, a partir de entonces, desaparecieron de los archivos. En el siglo XX ya no existía una población afro distinguible en las ciudades, seguramente en razón de los matrimonios mixtos. Algunos estudios51 indican que la mayor parte de los negros de Chicaloma consideran conveniente “hacer perder la raza” a través de matrimonios mixtos; es posible que, de esta manera, los afro se hayan mimetizado con el resto de la población. Aunque ésta no sea una política expresa, es innegable que el fenómeno ha ocurrido: ya no se observa población afro en lugares donde se la encontraba hasta hace unas décadas, como en la zona de la ex hacienda Chimasi en Sud Yungas, o en Miguillas en Inquisivi. El tema de los matrimonios mixtos es delicado; en privado, algunos activistas sugieren que su deber político es unirse únicamente con afros, pero que no son rechazados como

50 Ibídem. 51 Leons citado por Spedding en Calla et al., 2007.


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pareja por otros grupos sociales, de manera que su postura ideológica los coloca en una encrucijada entre el afecto y el deber que, a veces, parece conducir a la soltería vitalicia como única solución. Aunque no se dispone de datos oficiales sobre la población afroboliviana, se estima que sería de entre 20.000 y 30.000 personas.52 Al distribuirse la población esclava entre distintos dueños y en diferentes lugares, era muy poco probable que grandes grupos permanecieran juntos y pudieran conservar su lengua y sus prácticas culturales. Así, adoptaron primero el castellano y luego el aymara, y asumieron distintas prácticas aymara, como el masticado de coca, la adivinación empleando esta hoja, el uso de pollera y de trenzas entre las mujeres, y otras.53 Al ser los afrodescendientes una población reducida, nunca llegaron a poblar haciendas enteras, ni siquiera haciendas pequeñas, no eran suficientemente numerosos como para fugarse y establecer comunidades libres de cimarrones, como ocurrió durante la Colonia en la costa peruana. Los afro convivieron con los colonos de origen andino y trabajaron con ellos, adquiriendo tanto el idioma aymara como sus hábitos culturales y religiosos. La principal diferencia entre los afro y otros habitantes de los Yungas es que los negros están vinculados exclusivamente con lo yungueño porque carecían de lazos de parentesco en el altiplano. Actualmente, la lengua materna de los afro mayores es el castellano y su segunda lengua, el aymara, hablada especialmente por las mujeres, pues los hombres se resisten a hacerlo; los jóvenes y quienes han vivido mucho tiempo en las ciudades parecen desconocer esta lengua. El aymara se utiliza activamente sólo entre los mayores de edad, y esto aumenta a medida que la población envejece; al parecer entre los ancianos únicamente se habla esta lengua.54 Otro elemento que distingue a los afro de los demás yungueños, además del color de la piel, son sus manifestaciones musicales, especialmente la saya, y otras formas musicales menos extendidas (como el mauchi o canto funerario, al parecer limitado a la ex hacienda de Tocaña en Nor Yungas). Hoy en día, la saya se ha convertido en un emblema de lo afroboliviano. 52 Hinofuentes en Gutiérrez y Escárzaga, 2006; Spedding en Calla et al., 2007. 53 Spedding en Calla et al., 2007. 54 Ibídem.


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Los pueblos indígenas amazónicos En la Amazonia boliviana considerada en términos amplios —es decir, los territorios de los departamentos de Beni, Pando y el norte de La Paz y de Cochabamba— existen diversos pueblos indígenas, los cuales, de acuerdo con distintos autores, serían más de veinte. En el Norte amazónico se puede identificar la presencia de ocho pueblos: cavineño, tacana, esse ejja, chacobo, pacahuara, araona, yaminahua y machineri. En el departamento del Beni algunos autores identifican quince pueblos, otros dieciséis e incluso diecisiete; para zanjar esto se suele concluir que son más de quince pueblos, lo que representa aproximadamente la mitad de todos los pueblos indígenas del país.55 A diferencia de los pueblos indígenas de tierras altas, varias de estas etnias tienen poblaciones muy reducidas, especialmente en el Norte amazónico, como resultado de su cuasi exterminación por la explotación gomera. Actualmente constituyen una proporción muy minoritaria de la población total y, en varios casos, se encuentran en situación de alta vulnerabilidad por su reducido número. Tal es el caso de los yaminahua y machineri (con menos de 200 y 50 miembros, respectivamente), los araona (con 200 miembros), los pacahuara (con sólo una familia contactada y asimilada a los chacobo) y los esse ejjas (con 700 miembros aproximadamente).56 Los pueblos que fueron catequizados por los jesuitas en misiones presentan características comunes en cuanto a su vida comunitaria y sus principios religiosos (la mayoría son católicos y dan gran importancia a sus fiestas patronales), a diferencia de los pueblos que sólo tuvieron contacto con evangélicos, sin llegar a ser reducidos, o de los pueblos indígenas del Norte que fueron contactados recién en el siglo XIX, a partir de la producción gomera.57

55 Molina et al., 2008. 56 Ibídem. 57 Molina et al., 2008.


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Cuadro 9: Pueblos Indígenas y Originarios de la Región Amazónica PUEBLOS INDÍGENAS

POBLACIÓN

UBICACIÓN

Araona

200

Municipio de Ixiamas en la provincia Iturralde de La Paz.

Baure

590

Concepción de Baures en Beni.

Canichana

582

Municipio de San Javier en Beni

Cavineño

2.000

Municipios de Riberalta y Reyes en Beni y Pando.

Cayubaba

800

Municipio de Exaltación en Beni.

Chácobo

500

Municipios de Riberalta y Exaltación en Beni.

Chimane

6.000

Esse Ejja

700

Municipios de San Borja, San Ignacio de Moxos, Rurrenabaque y Santa Ana de Yacuma en Beni. Municipio de Ixiamas, en La Paz y en Beni y Pando.

Itonama

2.000

Municipios de Magdalena, Huacaraje y San Ramón en Beni.

Joaquiniano

1.000

Municipio de San Joaquín en Beni.

Leco Machineri

132 50

Municipios de Guanay y Apolo en La Paz. Municipio BOLPEBRA en Pando.

Moré

200

Municipio de San Joaquín en Beni.

Mosetén

948

Provincias Sud Yungas, Caranavi, Larecaja e Inquisivi de La Paz, provincia Ballivián del Beni y provincia Morochata de Cochabamba.

Movima

6.516

Moxeño trinitario Moxeño ignaciano Pacahuara

30.000 10.000 21

Sirionó

600

Tacana

6.000

Yaminahua Yuqui Yuracaré

60 150 - 200 3.000

Municipio de Santa Ana del Yacuma, Exaltación y San Ignacio de Moxos en Beni. Municipios de Trinidad, San Andrés, Loreto y San Ignacio en Beni. Municipio de Riberalta en Beni. Pampas e islas de bosque del sudeste de Beni. Municipios de San Buenaventura, Apolo e Ixiamas de la provincia Iturralde de La Paz, Rurrenabaque y Riberalta en Beni y Pando. Municipio BOLPEBRA en Pando. Municipio de Chimoré en la provincia Carrasco de Cochabamba. Municipios de San Ignacio de Moxos en Beni y Villa Tunari en Cochabamba.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de Montes de Oca, 1997, Lema, 1998, CNPV, 2001, López, 2007 y Molina et al., 2008.


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Araona58 El pueblo araona, perteneciente a la familia tacana, habita el municipio de Ixiamas en la provincia Iturralde al norte del departamento de La Paz. Tradicionalmente los araona se organizaban en grupos de hasta 35 familias bajo el mando de un cacique llamado ecuai, cargo hereditario que tenía atribuciones también sobre asuntos religiosos. Cada comunidad araona estaba dividida en dos mitades patrilocales y exogámicas: los araona y los caviña. Con el tiempo, solamente la mitad araona perduró, por lo 59

que actualmente los matrimonios se realizan al interior de la comunidad. Durante el siglo XVIII se hicieron esfuerzos para reducirlos en las misiones de Tumupasa, Ixiamas y Santiago de Pacaguaras sin mayor éxito puesto que huían y atacaban, tanto a los religiosos, como a los indígenas tacana. En el siglo XIX, grupos araona fueron reducidos durante algún tiempo en misiones del norte de La Paz. A partir de 1880, la mayor parte de los araona fueron enganchados para trabajar en las barracas gomeras. Las duras condiciones de vida en los gomales y las nuevas enfermedades, para las cuales no tenían defensas, terminaron diezmando su población. A principios del siglo XX, dos familias que lograron huir de las barracas se encontraron y conformaron la comunidad de Puerto Araona; posteriormente se constituyó la comunidad de Puerto Castañero. A fines de los años cincuenta del siglo pasado, el Instituto Lingüístico de Verano estableció contacto con los araona. Y, desde la década del sesenta, la misión evangélica Nuevas Tribus ha estado trabajando con ellos; al momento ha reubicado a la población de Puerto Castañero en las inmediaciones de Puerto Araona. Actualmente, la población araona es muy reducida. Según datos del Censo de 2004, realizado por la Confederación Nacional de Nacionalidades Indígenas y Originarias de Bolivia (CONNIOB), alcanza sólo a 200 personas.

58 Teijeiro, J. et al. s/f., Lema, 1998, Molina et al., 2008. 59 Patrilocal es la residencia en la localidad del padre; exogamia es la práctica del matrimonio fuera del grupo.


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La comunidad más importante es Puerto Araona, núcleo aislado desde donde resulta dificultoso acceder a los centros urbanos, eventualmente se dirigen por río a la ciudad de Riberalta. Los araona están dispersos, aunque tienden a hacerse sedentarios con el objeto de acceder a los servicios escolares. Hasta ahora conservan su propio idioma. Su actividad económica principal es la recolección de castaña para la venta, practican también la cacería, la pesca y la agricultura para autoconsumo. La organización araona está afiliada a la Central de Pueblos Indígenas de la Paz (CPILAP) y a la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia (CIRABO). Cuentan con una TCO reconocida.

Baure60 Los baure son un pueblo indígena perteneciente a la familia lingüística arawak. Los jesuitas que los contactaron los consideraron muy cultos y desarrollados. Se les atribuye, junto a los moxeño, las grandes obras hidráulicas realizadas en la época prehispánica, como los camellones y las lomas artificiales. En 1720 fueron reducidos en la misión jesuítica de Magdalena, junto con otros pueblos de lengua baure que habitaban la zona; en conjunto, se los denominó baure. Posteriormente se fundaron otras misiones en las que también ingresaron. La mezcla entre distintas etnias, la influencia misional y el posterior arribo de gente desde Santa Cruz y otras regiones para explotar la goma fue debilitando su identidad indígena. Actualmente la lengua baure no se habla en las comunidades, sólo algunos ancianos la conservan como parte de su memoria histórica. Los baure se encuentran asentados en los municipios de Baures, Huacaraje y Magdalena, con una población de algo más de mil habitantes, según datos de su propia organización; aunque según el Censo Indígena Rural de Tierras Bajas (CIRTB) alcanzaban sólo a 590. La tradición baure es más bien urbana: gran parte de su población vive en la localidad de Concepción de Baures y el resto se distribuye en comunidades, con un promedio de diez familias cada una. Las comunidades practican la agricultura —cultivan principalmente maíz, yuca, frijol y arroz— complementada por la crianza de animales menores. Algunas familias poseen también ganado bovino y elaboran artesanías, especialmente hamacas de algodón, sombreros y otros productos de fibras vegetales. En el área urbana realizan tareas domésticas y trabajan en estancias ganaderas.

60 Teijeiro, J. et al. s/f., Lema, 1998, y Molina et al., 2008.


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A nivel comunal, los baure aún conservan la organización colonial del cabildo indigenal. El conjunto de cabildos conforma la Subcentral Indígena del Pueblo Baure, con sede en la localidad de Baures y afiliada a la Central de Pueblos Indígenas del Beni (CPIB). Cuentan con una TCO.

Canichana61 Los canichana, de familia lingüística no clasificada, fueron reducidos en la misión jesuita de San Pedro de los Canichanas en 1696, donde aprendieron oficios nuevos como la ganadería, carpintería y platería. En la época de la producción de goma, los canichana fueron reclutados y destinados especialmente a la conducción de canoas. Actualmente, y pese a la disgregación que han experimentado, se encuentran ubicados en el municipio de San Javier, su asentamiento principal se denomina San Pedro Nuevo. La población canichana alcanza a 582 habitantes, según datos del CIRTB de 1996. Sus actividades económicas se ven limitadas debido a la falta de tierras, por lo que practican una agricultura de subsistencia y la ganadería menor. Se emplean también como peones en las estancias ganaderas. Su organización es la Subcentral Indígena Canichana afiliada a CPIB. Este grupo étnico no ha presentado demandas territoriales en razón de la falta de tierras disponibles en la zona que ocupa.

Cavineño62 Entre los pueblos más numerosos del Norte amazónico se encuentra el cavineño, perteneciente a la familia lingüística tacana. Los cavineño ocupaban la zona de los ríos Beni y Madidi. En la segunda mitad del siglo XVIII pasaron a formar parte de las misiones franciscanas. Posteriormente la explotación gomera tuvo un fuerte efecto en este pueblo que fue sometido a condiciones de semi esclavitud. Ya en el siglo XX los religiosos de la orden Maryknoll realizaron una labor misional con los cavineño, llegando a considerar sus tierras como propias, incluso vendieron una parte y entregaron otra al Estado cuando dejaron la región; los cavineño reclamaron la devolución de sus

61 Teijeiro, J. et al. s/f. y Lema, 1998. 62 Lema, 1998 y Molina et al., 2008.


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tierras, pero éstas fueron entregadas a la Fuerza Naval. En la década del setenta, el Instituto Lingüístico de Verano trabajó con este pueblo promoviendo la educación bilingüe. Su población actual alcanza aproximadamente los dos mil habitantes, que conforman seis comunidades pequeñas —de diez a veinte familias semi dispersas— en los municipios de Riberalta y Reyes del departamento de Beni, y en Pando. La comunidad cavineña más importante es Puerto Cavinas. Practican una agricultura de subsistencia, la caza y la pesca y recolectan castaña, ésta es su principal actividad económica y su vínculo más importante con los mercados urbanos. También producen artesanías y venden su fuerza de trabajo. Conservan aún la lengua propia. La organización cavineña está afiliada a la Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonia de Pando (CIPOAP) y a CIRABO, con sede en Riberalta. Los cavineño poseen una TCO compartida con el pueblo tacana en el departamento de Beni, y otra en Pando compartida con los pueblos esse ejja y tacana.

Cayubaba63 El pueblo cayubaba, de familia lingüística no clasificada, se encuentra ubicado en el municipio de Exaltación del departamento del Beni. En 1704 se fundó la misión de Exaltación de la Santa Cruz, donde fueron reducidos; ésta y otras misiones tuvieron fuerte influencia en su cultura. Posteriormente fueron reclutados masivamente para la producción de la goma, lo que puso en crisis su población. De acuerdo con el Plan de Gestión Territorial Cayubaba, la población actual de esta etnia alcanza los 800 habitantes distribuidos en comunidades pequeñas, con un promedio de diez familias; la mayoría son vecinas de Exaltación. Los cayubaba conviven y se relacionan estrechamente con los movima. El idioma cayubaba se ha perdido, únicamente algunos ancianos lo utilizan todavía. Su actividad económica principal es la agricultura para la producción de arroz, yuca, maíz, plátano, frijol y zapallo. También practican la pesca, utilizando canastas a manera de redes, y la ganadería en pequeña escala. Asimismo venden su fuerza de trabajo en las estancias ganaderas. Actualmente se han insertado en el comercio legal de cueros de saurios. La organización cayubaba es la Subcentral del Pueblo Cayubaba, afiliada a CPIB. Esta etnia cuenta con una TCO.

63 Teijeiro, J. et al. s/f. y Molina et al, 2008.


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Chácobo64 Los chácobo, pueblo de familia ingüística pano, no fueron nunca reducidos. Habitan las provincias Vaca Díez, Yacuma y Ballivián del Beni. En la actualidad, la población chácobo es muy reducida, no existen más de quinientos habitantes asentados junto a un minúsculo grupo pacahuara en la margen derecha del arroyo Ivón y en sus alrededores, así como en los ríos Yata y Benicito. Las comunidades tienden a adoptar un patrón seminucleado, la más importante es Alto Ivón. No mantienen una población urbana estable. Aunque las comunidades chácobo pertenecen administrativamente a los municipios de Riberalta y Exaltación, se relacionan sobre todo con la ciudad de Riberalta donde comercian y prestan servicios. El idioma chácobo aún se mantiene vivo en las comunidades. Practican la agricultura para autoconsumo,y recolectan castaña y palmito como fuente de ingresos. Los chácobo de Alto Ivón conservan lugares que sirven como “pascanas” o campamentos temporales para la época de recolección, es el caso de California, que en la actualidad no cuenta con familias asentadas y sirve sólo como campamento para la extracción de palmito. También practican la caza y la pesca como actividades complementarias. El pueblo chácobo está organizado junto con lo que queda del pacahuara en la Capitanía Chácobo y Pacahuara, vinculada con iglesias evangélicas, y en la Subcentral Chacobo - Pacahuara, afiliada a CIRABO. Ambos pueblos han obtenido, de manera conjunta, una TCO chácobo - pacahuara, la cual se encuentra titulada.

Chimane65 El pueblo chimane ocupa el área de serranía y pie de monte, en un amplio espacio con continuidad territorial —extendido por los municipios benianos de San Borja, San Ignacio de Moxos,

64 Ibídem. 65 Molina et al., 2008.


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Rurrenabaque y Santa Ana de Yacuma— cuyo eje de articulación es el río Maniqui. En razón de su importancia poblacional (seis mil habitantes), el chimane es el segundo pueblo de la región amazónica después del moxeño, constituyendo el 20% de la población municipal de San Borja. Los chimane viven en asentamientos pequeños de tipo nuclear, generalmente ubicados en las orillas del río Maniqui y sus afluentes; integran comunidades conformadas por entre diez y veinte familias. Practican una economía diversificada en base a la caza, recolección, pesca y agricultura. La importancia de la cacería —que resuelve sus necesidades proteínicas— y la práctica de la recolección determinan que los chimane se encuentren en permanente movimiento. La Tierra Comunitaria de Origen Chimane (TICH) tiene una superficie de 401.322 ha, extendidas por los municipios de San Borja, Santa Ana del Yacuma y San Ignacio de Moxos. La sección ubicada en el municipio de San Borja ha sido declarada Distrito Municipal Indígena Chimane. A pesar de que entre los chimane rige la práctica del matrimonio endogámico, también conforman matrimonios interétnicos, principalmente con los pueblos yuracaré y moxeño. El matrimonio interétnico no necesariamente trae consigo el mestizaje; de acuerdo con la percepción de los propios chimane, la inclusión de nuevos miembros que “se hagan chimanes” dependerá del lugar que habiten y no tanto del “predominio” del pueblo indígena de uno de los cónyuges. La identidad chimane se encuentra muy fortalecida y su cultura les otorga capacidades de adaptación, gracias a ello poseen ventajas para la reproducción de su grupo étnico. Para los chimane, el idioma —hablado por la totalidad de sus miembros— es uno de los factores principales de cohesión grupal. La organización chimane se basa en el parentesco y la familia nuclear. En las comunidades la organización principal es la propia


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comunidad y la autoridad política, el corregidor. Este pueblo no tuvo mecanismos de autoridad ni organización jerárquica hasta 1992, cuando se creó el Gran Concejo Chimane como representación territorial y étnica de todas las comunidades de San Borja. Los chimane tienen una larga tradición — desde la época prehispánica— de contacto y relaciones tanto comerciales como culturales con diversos grupos. “Los mojeños se proveían de sal que los chimanes sacaban de Patsene (Pachene) y las relaciones interétnicas están basadas en la cuestión comercial: las plumas de los pájaros que cazan las venden a los indios yuracarés, que son sus vecinos hacia el este”,66 lo cual demuestra que la sociedad chimane está predispuesta a las relaciones interétnicas y al cambio cultural. No obstante, ciertas cuestiones han limitado el acceso pleno de los chimane a los derechos ciudadanos; por ejemplo, la carencia de libreta de servicio militar impide a los varones mayores de edad elegir y ser electos. Dicha carencia se debe a que, en la cultura chimane, el desarraigo del hábitat es uno de los peores sucesos, razón por la cual sus miembros huyen del servicio militar que implica el alejamiento de su comunidad.

Esse Ejja67 El pueblo esse ejja pertenece a la familia tacana. Su territorio tradicional se encuentra al norte de La Paz, a lo largo del río Beni, en el municipio de Ixiamas; aunque también existe población de esta etnia en Beni y Pando. Al parecer, en la época prehispánica la población esse ejja sufrió la presión de los incas, por lo cual se trasladó desde sus territorios originales, en la ceja de selva, hacia las llanuras. En el siglo XVII, los franciscanos hicieron contacto con ellos. El enganche para la producción de goma afectó tanto a su población como a su cultura. Ya en el siglo XX, el Instituto Lingüístico de Verano ejerció una fuerte influencia sobre uno de los grupos esse ejja.

66 Bogado, 1993 citado ibídem. 67 Molina et al., 2008.


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Actualmente, su población es de algo más de setecientos habitantes;68 viven en comunidades de entre cinco a veinte familias, con patrón disperso y viviendas aisladas unas de otras. No tienen comunidades grandes ni poseen asentamientos urbanos, la comunidad más conocida es Portachuelo Bajo. Llegan por temporadas a las ciudades de Riberalta y Rurrenabaque. La caza, la pesca y la recolección son sus principales actividades; aunque también practican la agricultura de subsistencia y recolectan castaña para el mercado. Además, una misión evangélica les ha prestado apoyo para la producción ganadera. El uso del idioma esse ejja es fluido y cotidiano, su conservación —así como la de sus sistemas de valores y de las normas de convivencia social— puede atribuirse en gran medida a dos factores: en primer lugar, se mantuvieron en un sistema social cerrado, al margen del circuito económico productivo instaurado en la región; en segundo lugar, mantuvieron un espíritu guerrero e indomable hasta la década del sesenta del siglo pasado, cuando los misioneros evangélicos los sedentarizaron. Los esse ejja son conocidos en la región como “chamas”, apelativo que tiene carácter despectivo. Para los esse ejja varones, el matrimonio con mujeres de otros pueblos ha estado restringido. No sucede lo mismo con las mujeres esse ejja, existen casos de matrimonio entre mujeres de este pueblo y hombres tacana. La Capitanía Indígena del Pueblo Ese Ejja de la Amazonía (CIPEA), creada en 1997, se encuentra afiliada a CIRABO. Esta etnia posee una TCO compartida con los pueblos cavineño y tacana.

Guarayo69 Los guarayo de Moxos son un grupo cuya especificidad cultural e histórica difiere de la de los pueblos amazónicos. Este pueblo estaba tradicionalmente asentado en el norte del departamento de Santa Cruz. Durante la Colonia, la misión de Trinidad incluyó a un grupo guarayo de origen guaraní. Actualmente, varias localidades benianas presentan una mayoría relativa de población guaraya, es el caso de Naranjito, Casarabe, El Encerrao y Villa Cruz. Además, hay familias guarayas en las comunidades de San Lorenzo, Elvira, Nueva Alianza, San Andrés, Puente San Pablo, El Carmen del Iténez, Somopae, Sachojere y Perotó (todas en el municipio de San Andrés)

68 Información de la propia organización indígena. 69 Molina et al., 2008.


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e incluso en la ciudad de Trinidad. Debido a que el registro de pueblos indígenas del Beni no los incluye, esta población no se reconoce. Tanto en la ciudad de Trinidad como en las comunidades cercanas existe una actitud despectiva hacia los guarayo, frecuentemente se emplea el término “guarayo” como calificativo negativo para referirse a grupos distintos al propio. Para los miembros de este pueblo, ser guarayo tiene un sentido positivo que marca la diferencia frente al “indio”; sin embargo la complejidad de este fenómeno se advierte a través de lo dicho por una mujer guaraya entrevistada: “Cuando nos peleamos, él me dice india… y yo le insulto de guarayo”.70 Los niños y jóvenes, no obstante identificarse como pertenecientes a la etnia, desconocen lo que esto significa. La inserción de los guarayo en la economía y sociedad benianas se desarrolla en base a una estrategia de adaptaciones culturales, ampliación del parentesco y, sobre todo, de institucionalización de distintos sistemas de solidaridad con el fin de lograr la reproducción étnica71.

Itonama72 Los itonama, de familia lingüística no clasificada, habitaban tradicionalmente los extensos llanos del actual departamento del Beni. En 1704, el padre Legarda encontró 26 aldeas de la etnia con una población de seis mil habitantes. Entre los siglos XIX y XX, la explotación de la goma afectó a dicha población, al igual que a la de los otros grupos indígenas de la región. En la actualidad se encuentran asentados principalmente en la localidad de Magdalena, en el municipio del mismo nombre, aunque también existen comunidades rurales en los municipios de Huacaraje y San Ramón. Las comunidades están formadas por grupos de cinco a diez familias articuladas en torno al Cabildo, la capilla y la escuela. Su vinculación con la ciudad, con fines comerciales y para participar en las fiestas, es intensa.

70 Melgar, 2002 citada ibídem. 71 Ibídem. 72 Molina et al., 2008.


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Según registros de la propia organización indígena, la población itonama supera las dos mil personas. La lengua itonama ya no se practica; únicamente algunos ancianos la conocen, pero no la emplean por falta de interlocutores. La agricultura es la base de su economía. La pesca es también una actividad importante, ya que se encuentran asentados en las proximidades de los ríos Blanco y San Martín, además practican la caza. Sólo algunas familias se ocupan de la ganadería, en pequeña escala. Los itonama urbanos se dedican a la venta de leña y de animales menores, y venden su fuerza de trabajo en las estancias ganaderas. La Subcentral Indigena del Pueblo Itonama tiene su sede en la ciudad de Magdalena y está afiliada a la CPIB. Este grupo étnico cuenta con una TCO.

Joaquiniano73 El pueblo joaquiniano es descendiente de los baure que migraron desde Concepción de Baures hasta el río Machupo, en el actual municipio de San Joaquín, en el departamento del Beni. Su población asciende aproximadamente a mil habitantes. La mayor parte se encuentra en la localidad de San Joaquín; en el área rural se distribuyen en unas diez comunidades, con un promedio de diez familias cada una, emplazadas en forma relativamente dispersa. Llegan frecuentemente al pueblo de San Joaquín para comercializar sus productos y abastecerse de lo que requieren. En el ámbito urbano trabajan en actividades domésticas, en la comercialización de leña y en la producción de ladrillos y de artesanías.

73 Ibídem.


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En las comunidades practican la agricultura y la crianza de animales menores; recientemente se han iniciado en la producción de chocolate ecológico para la exportación. Asimismo venden su fuerza de trabajo en las estancias ganaderas. La lengua joaquiniana se ha perdido hoy en día; se trata del mismo idioma baure desaparecido hacia 1950. A partir de la marcha indígena de 1990, dirigentes joaquinianos comenzaron a hablar en nombre del “pueblo indígena joaquiniano”, el cual hasta entonces había sido reconocido —por ellos mismos y en informes oficiales— como campesinos descendientes de los baure. La Subcentral Indígena Joaquiniana, con sede en San Joaquín, está afiliada a la CPIB. Este grupo étnico posee una TCO.

Leco74 En el período prehispánico, el pueblo leco, de familia lingüística no clasificada, ocupaba los territorios tropicales de las actuales provincias Larecaja y Franz Tamayo, al parecer tuvieron relación con los incas. En la Colonia se constituyeron en una amenaza para las haciendas cocaleras de Yungas. Durante los siglos XVII y XVIII hubo varios intentos para establecerlos en misiones franciscanas, agustinas y dominicas, finalmente fueron reducidos por los agustinos. Actualmente están asentados en los municipios de Guanay y Apolo, al norte de La Paz. No hay datos claros sobre su población, lo que probablemente se deba a su intensa aculturación resultado de la presencia de población de origen andino en su territorio y de la consiguiente mezcla con ésta. Datos del censo de 2001 establecían una población de 132 habitantes, pero el censo de 2004 realizado por CONNIOB señala una cifra de 2.700 personas. Su actividad económica principal es la agricultura de arroz, maíz, yuca, cítricos y cacao; también realizan aprovechamiento maderero y muchos jóvenes venden su fuerza de trabajo para la minería aurífera. Su organización era de tipo sindical, los leco se encontraban afiliados a los sindicatos de colonizadores. Desde los años noventa han conformado organizaciones de carácter étnico: la Central Indígena del Pueblo Leco de Apolo (CIPLA) y el Pueblo Indígena Leco y Comunidades Originarias de Larecaja (PILCOL), que forman parte de CPILAP. El pueblo leco cuenta con dos TCO, una en Apolo y otra en Larecaja.

74 Teijeiro, J. et al. s/f. y Lema, 1998.


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Machineri75 Los machineri, pertenecientes a la familia lingüística arawak, llegaron al actual territorio boliviano desde tierras del Brasil y se establecieron al noroeste, en las márgenes de los ríos Purus, Tahuamanu y los tributarios del Acre. A fines del siglo XIX entraron en contacto con los caucheros que invadieron sus tierras. Su ubicación actual es la comunidad de San Miguel, en el municipio de BOLPEBRA en Pando, mantienen una relación frecuente con la ciudad de Cobija. También tienen presencia en territorios de Perú y Brasil. Los registros muestran que su población es sumamente reducida: alrededor de 50 miembros. Han perdido el idioma propio, que ha sido sustituido por el castellano y por el portugués. Sus actividades económicas más importantes son la agricultura de subsistencia (arroz, frijol, plátano, yuca) y la caza; además, practican la pesca y recolectan castaña para comercializarla en el mercado urbano. La organización del pueblo machineri está afiliada a CIPOAP, con sede en la ciudad de Cobija, y a CIRABO. Cuentan con una TCO conjunta con el pueblo yaminahua

Moré76 Los moré, pertenecientes a la familia lingüística chapacura, eran un pueblo cazador y guerrero. A mediados del siglo XVIII fueron reducidos en la misión jesuítica de San Miguel, la cual se mantuvo por muy poco tiempo; desde entonces este grupo continuó su vida dispersa. Actualmente, la población moré alcanza sólo a 200 personas, establecidas en el municipio de San Joaquín, en la confluencia de los ríos Mamoré e Iténez, en la frontera con Brasil. También existen algunas familias en Puerto Siles y Guayaramerín y en Costa Márquez, en el país vecino. Sus comunidades se hallan concentradas, con viviendas emplazadas muy cerca unas de otras, confluyendo hacia la plaza; la más importante es Monte Azul. Practican la agricultura, junto con la pesca y la recolección de palmito y de castaña; actividades que los conectan con los mercados urbanos de las ciudades de Guayaramerín y Costa Marquez, donde venden esos productos y ofrecen sus servicios.

75 Ibídem. 76 Ibídem.


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En razón de su ubicación, distante de los centros urbanos, el uso del idioma propio es general y no corre riesgos de desaparición. Su organización es el Gran Concejo Moré, con sede en Monte Azul, que está afiliado a la CPIB. El pueblo moré posee con una TCO.

Mosetén77 La etnia mosetén, de familia lingüística no clasificada, fue reducida en misiones franciscanas durante el siglo XIX; la primera en fundarse fue de la Muchanes, en 1804. Desde fines del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX, este grupo fue ocupado en la explotación de la quina. A mediados del siglo XX se vio desplazado de su territorio por colonizadores de origen andino. Los mosetén habitan actualmente las provincias Sud Yungas, Caranavi, Larecaja, Inquisivi (en el departamento de La Paz), Ballivián (en el Beni) y Morochata (en Cochabamba). Sus comunidades principales son Covendo y Santa Ana de Mosetén. Según datos del censo 2001, tendrían una población de 948 habitantes; pero el censo de 2004 de CONNIOB indica que son más de tres mil. Su actividad económica principal es la agricultura; la practican en chacos de tres a cinco hectáreas por familia cada año. Adicionalmente practican la caza, la pesca y la recolección; más recientemente han desarrollado actividades artesanales empleando fibras vegetales. También han incursionado en la producción forestal a través de un proyecto comunal de comercialización de madera semi procesada y de productos forestales no maderables. Debido a la presencia masiva de colonizadores en su territorio, los mosetén temen que los inmigrantes terminen apropiándose de sus tierras mediante matrimonios con mujeres de la etnia, por lo que han desarrollado algunas estrategias defensivas, como la práctica de la endogamia. La organización de este pueblo se denomina Organización del Pueblo Indígena Mosetén (OPIM) y está afiliada a CPILAP. Su logro más importante es la titulación de una TCO con una superficie de 96.808 ha en la zona de Inicua, Santa Ana y Muchanes, donde conviven con algunas familias moxeño trinitarias.

77 Teijeiro, J. et al. s/f., Lema, 1998.


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Movima78 En la época prehispánica el pueblo movima, de familia lingüística no clasificada, ocupaba el territorio ubicado entre el río Iruyañes (al Norte), San Ignacio (al Sur), San Borja (al Sudoeste) y el territorio cayubaba (al Este), donde se había asentado de forma dispersa. En el siglo XVIII, se fundó la misión jesuítica de Santa Ana, la cual concentró a la población de esta etnia. Con el auge del caucho, muchos movima fueron enganchados y otros se dispersaron por la región. Posteriormente, al declinar la economía de la goma, los indígenas regresaron a su zona y se produjo una especie de segunda fundación de los asentamientos. A lo largo del siglo XX, el territorio movima fue ocupado por estancias ganaderas; esta ocupación ejerció fuerte presión sobre la población indígena, la cual se vio obligada a vender su fuerza de trabajo en las estancias. Hoy en día, el área de ocupación de los movima se encuentra en el municipio de Santa Ana del Yacuma, en el departamento del Beni, aunque algunas familias de esta etnia conforman comunidades en los municipios de Exaltación, San Joaquín y San Ignacio de Moxos. Las comunidades están formadas por grupos de cinco a veinte familias, con viviendas dispuestas alrededor de la plaza o la cancha de fútbol. En la localidad urbana de Santa Ana, la población movima es numerosa. De acuerdo con el CIRTB de 1996, la población total era de 6.516 habitantes, aunque otros datos refieren una población de más de diez mil habitantes. La situación demográfica no es clara porque la mayor parte de los pobladores del municipio de Santa Ana del Yacuma se identifica como movimas, pero no como indígenas, lo cual da lugar a confusiones. La lengua movima casi no es usada por los miembros de la etnia, sólo unos pocos ancianos la utilizan en su vida cotidiana. En el ámbito urbano, los movima se ocupan en actividades de servicios, como la venta de productos agrícolas, también desarrollan faenas ganaderas. En las comunidades, la actividad principal es la agricultura, pero también se practica la cría de ganado menor y —en

78 Lema, 1998 y Molina et al., 2008.


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pequeña escala— de bovinos; además, los movima han incursionado en la comercialización de cueros de saurios. La organización movima es la Subcentral Indígena del Pueblo Movima, cuya sede se encuentra en la localidad de Santa Ana, y está afiliada a CPIB. Los movima han demandado un pequeño territorio como TCO.

Moxeño79 Los moxeño son el pueblo indígena más numeroso del Beni. Se calcula su población en cuarenta mil habitantes, con comunidades dispersas en las zonas sur y central del departamento, en la extensa provincia Moxos, a la cual corresponde una parte del Bosque de Chimanes y el Parque Nacional Isiboro Sécure. En la etapa prehispánica, estos pueblos de origen arawak y de lenguas diversas se encontraban asentados a orillas de los ríos, desde donde se movían constantemente en un área mayor para cazar, pescar y recolectar. Poseían dos tipos de sacerdotes o hechiceros: uno curaba a los enfermos y otro dirigía el culto a las deidades. Carecían de una autoridad superior; quienes dirigían las aldeas solamente imponían su poder en circunstancias excepcionales, como guerras, traslados y otras. Según los jesuitas, “…súbditos obedecían lo que ellos mandaban a mucho ruego y súplica y siempre y cuando lo que se les mandaba estuviese muy de acuerdo con su parecer”.80 Los pueblos moxeño desarrollaron grandes obras hidráulicas, como las lomas artificiales y los camellones destinados a evitar que las inundaciones estacionales afectaran las áreas de cultivo y las viviendas. A partir de 1682 los moxeño formaron parte de las misiones jesuíticas de Trinidad, San Javier, Loreto y San Ignacio de Moxos. Durante el auge de la producción gomera fueron “enganchados” hacia los centros de recolección, donde conformaron nuevas sociedades. El denominativo moxeño no es originario, fue introducido por los jesuitas; por lo tanto es resultado de una denominación externa destinada a reducir la diversidad de nombres de los grupos locales. En el inicio de la etapa misional, los miembros de las etnias locales no usaban el nombre moxo para designarse a sí mismos, pero con el paso del tiempo se fue perfilando una identidad basada en los nombres de las misiones: trinitarios, loretanos, javerianos e ignacianos. El escenario reduccional es el que amalgamó cultural y lingüísticamente la diversidad de

79 Ibídem. 80 Marbán, 1676, Aller 1668 y Altamirano, 1715 citados en Lehm, 1999.


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pueblos existentes, y conformó lo que hoy se conoce como el pueblo moxeño. Un aspecto característico del pueblo moxeño es el movimiento denominado Búsqueda de la Loma Santa, que desde tiempo muy antiguo los impulsó a trasladarse por los llanos de Moxos en migraciones periódicas para llegar a la Loma Santa, un paraíso de abundancia y libre de todo tipo de opresión. Esta idea se construyó a partir de tres vertientes: la religión prehispánica (que consideraba que los dioses habían designado un territorio para cada pueblo), la influencia guaraní (con la búsqueda de la Tierra sin Mal) y la cristiana introducida por las misiones.81 La situación actual del pueblo moxeño varía entre quienes viven en áreas urbanas y quienes habitan áreas rurales. Los establecidos en las ciudades se diferencian de acuerdo con su profesión y su nivel de ingresos. Aunque no existen empresarios moxeño (ganaderos u otros) con grandes capitales, como ocurre entre los quechua y aymara, algunas personas han incrementado su capital cultural gracias a las políticas dirigidas a reducir la pobreza y la exclusión, y a los proyectos de apoyo a pueblos indígenas (que han capacitado a dirigentes, otorgado becas universitarias, fijado cupos para técnicos indígenas como contraparte en proyectos, etc.). Por otra parte, existen iniciativas personales de profesionalización y alianza con partidos políticos para acceder a cargos estatales y mejorar la posición social. Los moxeño trinitarios habitan en los municipios de Trinidad, San Andrés, San Ignacio y Loreto; también existen comunidades trinitarias en la zona de influencia del río Mamoré, en la frontera Beni - Cochabamba. Es la parcialidad moxeña más numerosa (treinta mil habitantes) y de mayor dispersión en el espacio amazónico e incluso más allá de sus límites, pues se encuentra incluso en la ciudad de Cochabamba. Los moxeño trinitarios constituyen el grupo étnico más grande de la Amazonia.

81 Ibídem.


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La comunidad trinitaria conforma barrios en la ciudad de Trinidad, el más importante es el del Cabildo. Las comunidades están constituidas por un promedio de diez familias, generalmente concentradas en torno a la plaza o a la iglesia. La comunidad de Santísima Trinidad, cerca de Eterazama, tiene trescientos miembros y es una de las más grandes. Los habitantes de las comunidades rurales mantienen nexos con Trinidad, pues la visitan con frecuencia. El uso del idioma moxeño trinitario es frecuente en las comunidades, aunque se reporta una pérdida de éste entre los niños en edad escolar, probablemente por influencia de la escuela. Los trinitarios urbanos se representan por el Cabildo; los que se encuentran en otros municipios pertenecen a la Subcentral del TIPNIS o al Cabildo de Puente San Pablo, organizaciones afiliadas a CPIB. El Cabildo, con el Corregidor como principal autoridad, fue introducido por los misioneros jesuitas al fundar la misión de Trinidad. El Cabildo y las festividades son elementos centrales en la constitución de la identidad trinitaria; las fiestas se organizan de acuerdo con el complejo sistema de cargos y funciones del Cabildo. Si en la comunidad rural la reciprocidad entre las familias contribuye a la cohesión étnica y cultural, en el Cabildo trinitario esta función la desempeñan las fiestas con el aporte en productos y recursos de las comunidades, y el aporte monetario y en trabajo de los moxeño urbanos. La actividad económica principal de las comunidades trinitarias es la agricultura, complementada con la pesca y la caza; también practican la ganadería bovina. Algunas familias participan en actividades de manejo forestal, y venta de cacao y de cueros de lagarto. Los moxeño ignacianos se encuentran en el municipio de San Ignacio de Moxos, conforman barrios en la ciudad de San Ignacio. La tradición de este pueblo es urbana, su población alcanza casi a diez mil personas. Las formas de ocupación del espacio y la autoridad comunal son las mismas que las de los trinitarios. Dependiendo de su localización, reconocen al Cabildo de San Ignacio, a la Subcentral de San Ignacio de Moxos o a la Subcentral del Territorio Indígena Multiétnico (TIM) como sus organizaciones representativas. Su organización matriz es la Central de Pueblos Moxeños del Beni (CPMB), afiliada a CPIB. La economía de los ignacianos depende fundamentalmente de la agricultura, actualmente están desarrollando también la ganadería y el manejo de lagartos, de peces y de madera. Aunque se reporta un uso frecuente del idioma ignaciano, dicha práctica no se verifica en las escuelas. El pueblo moxeño cuenta con dos TCO tituladas: el TIPNIS y el TIM, las cuales comparten con miembros de los pueblos movima, yuracaré y chimane.


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PACAHUARA En el período prehispánico, los pacahuara y otros grupos de la familia lingüística pano ocupaban la zona comprendida entre los ríos Acre, Abuná y Madera, desde su confluencia con el río Itenez hasta el lago Rogaguado. Durante la Colonia, los pacahuara ofrecieron resistencia a las misiones. Recién en 1785, cuando se estableció la misión de Cavinas, algunos miembros de esta etnia fueron reducidos; sin embargo, otros grupos pacahuara dispersos la asediaron constantemente. Tiempo después se fundó la misión de Santiago de Pacahuara con miembros de esta etnia. En la época de la producción de caucho, los pacahuara fueron enganchados para el trabajo en los gomales, lo que ocasionó la rápida declinación de su población, que desde entonces ya no pudo recuperarse, actualmente se encuentra al borde de la extinción, quedando únicamente dos familias de algo más de una veintena de personas en el municipio de Riberalta en el Beni. Por ello se han asociado al pueblo chácobo, junto con el cual se han organizado y logrado el reconocimiento de una TCO conjunta.

Sirionó82 Los sirionó son un grupo étnico perteneciente a la familia lingüística tupi – guaraní, que migró desde el sur del continente (de los territorios actuales de Brasil y Paraguay) antes de 1470. Hasta principios del siglo XX ocupaban una gran extensión de territorio entre los departamentos del Beni y Santa Cruz, donde desarrollaron su vida bajo un sistema de movilidad poblacional permanente. Aunque conocían la agricultura, dependían de los recursos del bosque, por lo que se desplazaban continuamente en pequeños grupos familiares para la caza y la recolección.

82 Lehm, 2004; Molina. et al., 2008.


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Hubo distintos intentos de reducción de los sirionó que tuvieron relativo éxito. Algunos miembros de la etnia fueron incluidos en las misiones de Buena Vista y Santa Rosa de los Chiriguanos porque, al parecer, su lengua era semejante al guaraní. En 1924 los misioneros franciscanos concentraron a algunos sirionó en la misión yuracaré de San Antonio del Chapare; en 1927 un grupo que había sido muy afectado por las enfermedades ingresó a la misión de Santa María en territorio guarayo. Finalmente, en la misma década se estableció una misión evangélica en la zona del Ibiato con siete familias sirionó, ésta se fue ampliando hasta llegar a concentrar a doscientas familias. Los misioneros evangélicos los sedentarizaron y convirtieron en agricultores que trabajaban de manera organizada bajo la vigilancia de capataces. En 1937 se fundó la escuela de Casarabe, como una reducción laica del Estado boliviano, en la cual vivían 360 sirionó.83 Además de estos grupos, había familias sirionó trabajando en las estancias ganaderas y otros grupos se mantuvieron libres en los bosques. Actualmente los sirionó viven en las pampas e islas de bosque del sudeste del departamento del Beni y mantienen un lugar fijo de residencia, desde donde se desplazan a zonas boscosas en busca de recursos. Cazan y pescan durante la semana para abastecer de carne a sus familias, y recolectan cotidianamente miel silvestre; también realizan actividades ganaderas y agrícolas en pequeña escala. El pueblo sirionó alcanza una población de aproximadamente seiscientos habitantes, agrupados en dos comunidades: Ibiato y Pata de Águila. En 1990 se reconoció el Territorio Indígena Sirionó (TIS), con una extensión de 62 mil hectáreas; este derecho fue ratificado en 1996 mediante la otorgación de un título de propiedad como Tierra Comunitaria de Origen, actualmente en fase final de saneamiento. El TIS está rodeado por estancias ganaderas privadas y la comunidad de Ibiato (la más importante) se encuentra a sólo 70 km de la ciudad de Trinidad, en un área próxima a la carretera Trinidad - Santa Cruz, lo que lo hace muy frágil frente a las influencias externas. Pese a ello, los sirionó conservan sus costumbres y han avanzado en la consolidación legal y física de su territorio con apoyo de algunas instituciones privadas y de la cooperación internacional. La organización sirionó es el Concejo del Pueblo Sirionó, afiliado a CPIB. Los siriónó son parte de la vida urbana de Trinidad: llegan durante el día a la ciudad para comercializar sus productos (especialmente miel de abeja, leche, leña y madera), y retornan por la noche a sus comunidades. También existen algunas familias sirionó que residen en Trinidad. Pese a que la vinculación con la capital beniana data ya de medio siglo, y aunque parte de su

83 Lehm, 2004.


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territorio corresponde al municipio de Trinidad, no se asumen como trinitarios. La población trinitaria suele referirse a ellos como “chori”, término que posee una connotación despectiva. Los sirionó solían usar a lo largo de su vida diversos nombres que los identificaban como personas en relación a su grupo cercano. Pero debido a que el sistema de filiación nacional exige un nombre y apellidos paterno y materno, se les ha asignado un primer nombre en castellano y, como primer apellido, el nombre propio sirionó del padre o de la madre.

Tacana84 Los tacana son parte de la familia lingüística tacana que ocupaba los territorios ubicados entre el río Madre de Dios y Riberalta, el río Beni hasta San Buenaventura, y la zona de Apolo hacia los ríos Tuichi, Manuripi y Orthon, formando un arco sobre la frontera con el Perú. Existen referencias acerca de que, en la época de dominio incaico, los tacana se constituyeron en una suerte de intermediarios entre el imperio inca y los pueblos amazónicos; abastecían a los incas de “pieles y plumas de animales exóticos, frutos, resinas, vanillas y otros recursos naturales de la región”.85 No obstante, algunos autores consideran que los tacana, los leco y los aguachile —hoy extintos— ofrecieron dura resistencia a los incas que no consiguieron dominarlos. Los tacana se ocupaban de la agricultura, la caza y la pesca. Vivían en asentamientos comunales, de cien a trescientas personas, y mantenían frecuentes conflictos con los leco y los mosetene. El primer registro sobre los tacana data de 1539, durante la expedición realizada por Pedro Anzures. Cuando Anzures, en su búsqueda del gran Paititi, llegó a los llanos de Apolobama encontró a este pueblo.86 84 CIPTA, 2002 y Molina, et al., 2008. 85 Chiovoloni, 1996, citado en CIPTA, 2002. 86 Armentia, 1905 citado ibídem.


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Las misiones franciscanas concentraron a los tacana en Atén en 1699, en Santísima Trinidad de Yiariapu en 1713 (actualmente Tumupasa), en San José de Uchupiamonas en 1716, y en San Antonio de Isllamas (hoy Ixiamas) en 1721;87 aunque algunos grupos se internaron en los bosques para evitar ser reducidos. Los indígenas de estas misiones pertenecían a grupos étnicos diversos que, en su mayoría, eran de la familia lingüística tacana; la vida misional los transformó profundamente y dio lugar al surgimiento de un grupo con un solo idioma y una sola cultura. A fines del siglo XIX, los cronistas franciscanos ya se referían a los pobladores de estas misiones con el nombre genérico de tacana. Con el auge de la producción de quina y de goma, los grupos tacana fueron reclutados como fuerza de trabajo, afectando severamente a sus poblaciones y ocasionando la dispersión de algunos que huían del enganche, lo cual originó la formación de comunidades en las márgenes de los ríos Madre de Dios, Beni y Manuripi. A fines de los años treinta se establecieron en la zona las primeras escuelas rurales. En los cuarenta se instalaron pistas de aterrizaje en Rurrenabaque e Ixiamas, hecho que permitió una mayor vinculación con el mercado e influyó en la cultura tacana. Los miembros de este pueblo empezaron a adoptar una identidad campesina con el fin de lograr la dotación de tierras, lo que incidió en la declinación de la lengua tacana. Posteriormente, la apertura de caminos facilitó la colonización de la provincia Iturralde por población aymara y quechua, la cual se asentó en tierras de los tacana. Al presente, la población tacana es de seis mil habitantes, que se encuentran asentados en los municipios de San Buenaventura, Apolo e Ixiamas en la provincia Iturralde del departamento de La Paz, así como en Rurrenabaque y Riberalta en el Beni y en las provincias Madre de Dios y Manuripi en Pando. Sus principales comunidades son Tumupasa y San José de Uchupiamonas; son comunidades de tipo nuclear, con un promedio de diez familias concentradas en torno a la escuela. No poseen asentamientos urbanos. 87 Ibídem.


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Los tacana practican la agricultura combinada con la caza y la pesca. Algunas comunidades realizan también aprovechamiento maderero y de otros recursos forestales (como la vainilla y el copaibo). Asimismo producen artesanías con fines comerciales y desarrollan el turismo ecológico. Además existen comunidades recolectoras de castaña. Pese a la desarticulación de su entorno, los cambios resultantes de los procesos de migración y la pérdida de sus prácticas culturales, los tacana conservan su identidad y tienen un alto grado de autoestima. Hablan la lengua tacana, aunque de manera localizada en las comunidades del norte de La Paz. De acuerdo con su ubicación territorial, los tacana se afilian a la Organización del Pilón Lajas, al Concejo Indígena de Pueblos Tacana o a la Organización Indígena Tacana de la Amazonía, OITA, afiliada a CIPOAP de Pando, a CPILAP y a CIRABO. El pueblo tacana posee una TCO, titulada desde el año 2003.

Yaminahua88 Entre los grupos étnicos más reducidos de la Amazonia se encuentra el yaminahua, perteneciente a la familia lingüística pano. Los yaminahua nunca fueron reducidos; en la época de la producción de goma, huyeron hacia sitios inaccesibles para evitar el enganche. Recién en 1974 se los agrupó en la misión cristiana de Puerto Yaminahua. Actualmente los yaminahua habitan la comunidad de Puerto Yaminahua, situada en el municipio de BOLPEBRA del departamento de Pando. Informes de campo señalan que su población es de sólo sesenta personas; al parecer existen matrimonios frecuentes entre personas yaminahua y machineri. La lengua yaminahua se encuentra en franco proceso de extinción. La recolección de castaña es su actividad principal que les permite generar ingresos monetarios; también practican la agricultura, la cacería y la pesca con la finalidad de complementar

88 Lema, 1998 y Molina et al., 2008.


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su alimentación. Los yaminahua frecuentan la ciudad de Cobija para realizar gestiones y, más recientemente, para realizar trabajos eventuales. La organización comunal yaminahua está afiliada a CIPOAP, cuya sede se encuentra en Cobija, y a CIRABO. Este grupo étnico posee una TCO compartida con el pueblo machineri.

Yuqui89 El pueblo yuqui pertenece a la familia lingüística tupi - guaraní. Se encuentra ubicado entre los ríos Ichilo y Yapacaní, en el área de Chimoré, en la provincia Carrasco del departamento de Cochabamba. Al parecer, los yuqui llegaron a la zona que actualmente habitan debido a conflictos suscitados al interior de su grupo guaraní original; tales conflictos los impulsaron a emprender la marcha hacia la región amazónica y convertirse en nómadas. Posteriormente los yuqui formaban una unidad con los sirionó, pero se separaron a raíz del proceso reduccional en la década de 1930. A principios de este siglo, la población yuqui alcanzaba a quinientas familias, pero fue mermando debido a la ocupación de su territorio por colonizadores, madereros, petroleros y cocaleros, con quienes se produjeron enfrentamientos. A estos problemas se sumaron los de salud, la incidencia de la tuberculosis y de otras afecciones pulmonares, y la pervivencia del infanticidio (se acostumbraba dejar morir a las niñas recién nacidas).90 Actualmente, su población es muy reducida; según algunos autores oscilaría entre 150 y 200 personas,91 aunque ellos mismos sostienen que alcanza a 300 habitantes. El proceso de sedentarización de los yuqui se llevó a cabo en la década del ochenta del siglo pasado. La misión evangélica “Nuevas Tribus” fue incorporándolos progresivamente a su campamento. Si bien la misión los salvó de la extinción, también provocó su rápida aculturación. Su presencia en Chimoré ha dado lugar a numerosos conflictos de carácter cultural. Los habitantes de esta localidad mantienen una actitud despectiva y discriminadora hacia los yuqui, y en ocasiones han actuado incluso violentamente. Los yuqui tienen una sola comunidad, denominada Bía Recuaté, expresión cuyo significado es “donde vive nuestro pueblo”. Se dedican a la caza, la pesca y la recolección de productos del bosque. Además elaboran artesanías que comercializan en los pueblos del 89 Lehm, 2004. 90 López, 2006. 91 Montes de Oca, 1997 y López, 2006.


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trópico cochabambino, esta actividad constituye hoy en día su principal fuente de ingresos. Sus condiciones socioeconómicas son muy difíciles, al punto que peligra su propia supervivencia. El pueblo yuqui está organizado en un Concejo Yuqui, afiliado a la central de Pueblos Indígenas del Trópico Cochabambino (CPITCO); dicho Concejo ha logrado el reconocimiento y la titulación de una TCO Yuqui-CIRI, con una extensión de 116.000 hectáreas. Dentro de la TCO se encuentran asentados campesinos, colonizadores, cocaleros y madereros que explotan los recursos naturales.

Yuracaré92 El grupo étnico yuracaré, de familia lingüística no clasificada, se encuentra asentado en el sur del Beni y norte de Cochabamba, en los municipios de San Ignacio de Moxos, Villa Tunari y Chimoré. Las comunidades que se ubican en Cochabamba frecuentan la localidad de Villa Tunari, y las que se encuentran en el Beni se relacionan con la ciudad de Trinidad. Los yuracaré vivían dispersos, sin una organización jerarquizada. Desde el siglo XVIII se realizaron esfuerzos para reducirlos. Posteriormente, en la época republicana se establecieron misiones franciscanas, como la de San Antonio del Chapare, hecho que, junto con la colonización de la región, los obligó a dispersarse. En las décadas del cincuenta y del sesenta del siglo pasado entraron en contacto con el Instituto Lingüístico de Verano y con la misión evangélica Nuevas Tribus, que ejercieron una fuerte influencia sobre ellos. Su población actual está calculada en aproximadamente tres mil habitantes. Las comunidades están conformadas por cinco a veinte familias; mantienen un patrón disperso, con viviendas aisladas unas de otras. La comunidad más importante es La Misión. Las actividades económicas fundamentales de los yuracaré son la agricultura (para la producción de maíz, arroz, café, maní, frejol y otros) combinada con la pesca y, en menor medida, con la caza y la recolección; algunas familias poseen también ganado bovino. Debido a la necesidad de generar ingresos se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. Pese a que los misioneros han modificado gran parte de su cultura, los miembros de esta etnia conservan el idioma yuracaré, que sigue siendo de uso mayoritario y cotidiano entre la población adulta.

92 Teijeiro, J. et al. s/f. y Molina et al., 2008.


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Las comunidades se organizan dependiendo de su ubicación: pueden afiliarse al Concejo Yuracaré, al Concejo Indígena del Río Ichilo - CIRI o al Concejo Indígena del Isiboro Sécure - Sur - CONISUR, todos afiliados a CPITCO. Los yuracaré poseen una TCO.

Los pueblos indígenas del Oriente Los pueblos indígenas de la región del Oriente boliviano son actualmente cinco: ayoreo, chiquitano, guaraní, guarasug’we y guarayo. Estos pueblos son descendientes de la diversidad de etnias nómadas —dedicadas a la caza, la pesca y la recolección de recursos del bosque— que poblaban en la época prehispánica el territorio del Oriente. Durante la Colonia, entre los siglos XVII y XVIII, los jesuitas intentaron reducir y cristianizar a estos pueblos, pero sólo consiguieron concentrar en misiones a las etnias hoy conocidas como pueblo chiquitano. Posteriormente, durante el siglo XIX, los franciscanos redujeron a los guarayo; finalmente, ya en el siglo XX, los ayoreo fueron reducidos en misiones por evangélicos. Los guaraní nunca fueron reducidos. Cuadro 10: Pueblos Indígenas y Originarios de la Región del Oriente PUEBLOS INDÍGENAS

POBLACIÓN

UBICACIÖN

Ayoreo

2.000

Provincias Ñuflo de Chávez, Chiquitos, Ángel Sandóval, Germán Busch y Andrés Ibáñez.

Chiquitano

47.000

Provincias Ñuflo de Chávez, Velasco, Chiquitos, Ángel Sandoval y Germán Busch.

Guaraní (*)

s/d

Ciudad de Santa Cruz, provincias Warnes, Sara, Obispo Santiesteban y Nuflo Chávez.

Guarasug’we

31

Cercanías del río Paraguá.

Guarayo

7.200

Provincias Guarayos y Ñuflo de Chávez.

(*) Pueblo chaqueño. Fuente: Elaboración propia en base a datos de Riester, 1977 y Peña y Boschetti, 2008.

Las misiones modificaron profundamente la forma de vida de estos pueblos, los religiosos les enseñaron la agricultura y la ganadería, unificaron sus lenguas y sus creencias religiosas, e introdujeron nuevas expresiones culturales y formas organizativas. El Cabildo Indigenal funcionaba bajo la tutela de los misioneros con el objetivo de velar por el adecuado comportamiento de los indígenas, se llegaba incluso a aplicar castigos a quienes se apartaran de la


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moral religiosa. La sociedad misional se encontraba organizada bajo un régimen teocéntrico y paternalista. El producto del trabajo de los indígenas se distribuía entre la Iglesia y sus propias necesidades, durante cuatro días a la semana los indígenas trabajaban colectivamente para la Iglesia, y por dos días lo hacían en sus cultivos individuales. Se producía chancaca, azúcar, algodón y otros productos para comercializarlos en Santa Cruz.93

Ayoreo94 Los ayoreo, de lengua zamuco, eran un pueblo nómada dedicado a la caza y la recolección. Recorrían el territorio en bandas de veinte a cien personas, con un líder que actuaba en caso de conflictos internos o externos. Las rutas seguidas por las diferentes bandas se vinculaban con las tres salinas situadas en la frontera paraguayo - boliviana, de las cuales extraían sal. La recolección de este producto era una actividad importante: mientras se llevaba a cabo, los grupos pactaban no atacarse. La recolección de miel era otra actividad importante para complementar la dieta alimenticia. Su agricultura era muy reducida, estaba limitada al cultivo de joco y de frijoles en claros del monte. Los lazos sociales de los ayoreo derivaban del parentesco y de la pertenencia clánica. Incluso hoy este pueblo está conformado por siete clanes:95 cikenói, etakóri, pikanerái, dosapéi, kutamuahái, posonhái y nurumini.96 Al interior de una aldea, los pobladores se agrupaban alrededor de la familia extensa. No tenían autoridades, pero contaban con figuras de prestigio: Asuté, guerrero y cazador, el de mayor consideración social, Daishnái, chamán cuyo poder no siempre era benigno y el Conocedor de cantos y fórmulas terapéuticas. A fines del siglo XVII, los jesuitas intentaron infructuosamente reducir a los ayoreo en la misión chiquitana de San Ignacio de los Zamukos. Su contacto con la sociedad nacional se produjo recién en 1948, cuando ingresaron en misiones evangélicas ante la situación crítica en la que se encontraban debido al inicio de la actividad petrolera, al establecimiento de grandes latifundios ganaderos y a la penetración de colonos desde el Paraguay, que ponían en riesgo su territorio y su propia supervivencia. El proceso de abandono del monte duró cerca de veinte años, concluyendo a mediados de los años sesenta del siglo pasado.97 93 Mihotek, 1996 citada en Peña y Boschetti, 2008. 94 Peña y Boschetti, 2008. 95 Clan es un grupo humano unido por relaciones de parentesco, que reconoce una ascendencia común, real o mítica, y un padre fundador que simboliza la unidad del clan. 96 Zanardini, 2003 citado en Peña y Boschetti, 2008. 97 Riester y Weber, 1998 citados ibídem.


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Los autores difieren respecto a la actual distribución y población de los ayoreo. Algunos sostienen que habitan las provincias Ñuflo de Chávez, Chiquitos, Ángel Sandóval, Germán Busch y Andrés Ibáñez, a ambos lados de la vía férrea Santa Cruz Puerto Quijarro, con una población de dos mil quinientas personas en Bolivia;98 otros reconocen su existencia en las provincias Chiquitos, Ñuflo de Chávez y Germán Busch, en un área de 650 km situada entre la comunidad norteña de Zapocó y la sureña de Motacú, con una población de dos mil habitantes.99 También su señala su presencia en la región chaqueña. La agricultura es su principal actividad económica, la practican en chacras familiares de aproximadamente una hectárea —aunque tienen propiedad colectiva de la tierra— donde producen maíz, arroz, yuca, plátano, zapallo y frejol; en algunos casos, dos o tres familias emparentadas entre sí cultivan una sola chacra. La caza es cada vez menos importante como fuente alimenticia debido a la ocupación de su territorio por cazadores furtivos y distintas actividades económicas. Eventualmente extraen madera, venden su fuerza de trabajo en la zafra de caña de azúcar y algodón, producen artesanía e incluso se dedican a la mendicidad y a la prostitución.100 La situación actual del pueblo ayoreo es crítica puesto que su territorio tradicional ha sido afectado por estancias ganaderas y por la explotación petrolera, maderera y de piedras semi preciosas (La Gaiba), así como por la construcción de la hidrovía Paraguay - Paraná. Ha perdido gran parte de su acervo cultural debido a la influencia de las misiones católicas 98 Ibídem. 99 Díez y Murillo, 1998 citados ibídem. 100 Ibídem.


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y evangélicas; según algunos autores, han caído en un “vacío ideológico” a causa de la pérdida de su religiosidad y de sus normas e instituciones tradicionales, lo que causa graves problemas de integración, comunicación y control social interno. Esta situación explicaría el alto índice de alcoholismo y drogadicción existente entre los jóvenes que viven en las ciudades y en zonas aledañas.101 A pesar del contexto adverso en el que se desenvuelve este pueblo, ha logrado preservar algunos rasgos fundamentales de su sociedad, como los lazos de parentesco y la familia extendida, la socialización de los recursos económicos y el apoyo mutuo, la acumulación individual de bienes sigue siendo mal vista. 102 El pueblo ayoreo está organizado en la Central Ayoreo Nativa del Oriente Boliviano (CANOB), afiliada a la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC) y a CIDOB. Las Tierras Comunitarias de Origen que en 2007 estaban en distintas etapas del proceso de saneamiento y titulación, son cuatro: –– Guaye, en la provincia Germán Busch; comunidades Rincón del Tigre, Manantial, Corechi y Pilay con 97.743 ha en proceso de saneamiento y titulación. –– Tobité, en la provincia Chiquitos; comunidades Tobité y Ticuña con 26.104 ha tituladas. –– Santa Teresita, en la provincia Chiquitos con 77.545 ha tituladas. –– Zapocó, en la provincia Ñuflo de Chávez con 43.344 ha tituladas. Algunas tierras, como Poza Verde y Puesto Paz están registradas a nombre de las iglesias evangélicas Nuevas Tribus y Sudamericana, que mantuvieron a los ayoreo en sus reducciones, o a nombre del Vicariato de Chiquitos, otras son meras posesiones sin ningún documento legal que reconozca al pueblo ayoreo el derecho propietario.

101 Ibídem. 102 Suaznábar, 1995 y Zanardini, 2003 citados ibídem.


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Chiquitano103 Los chiquitano, pertenecientes a la familia lingüística chiquito, son el pueblo más numeroso del Oriente boliviano. Su población alcanza a 44.000 habitantes,104 distribuidos en más de 300 comunidades. Otros datos contabilizan 47.000 habitantes.105 El pueblo chiquitano habita en las provincias Ñuflo de Chávez, Velasco, Chiquitos, Ángel Sandoval y Germán Busch, en el área de transición entre el Chaco y la Amazonia del departamento de Santa Cruz. Las principales comunidades chiquitanas son San Ignacio, San Miguel, San Rafael, Santa Rosa de la Roca, Alto Paraguá, Bajo Paraguá y Santa Ana en la provincia Velasco; San Javier, San Ramón, Concepción y Lomerío en la provincia Ñuflo de Chávez; San José, Roboré y Germán Busch en la provincia Chiquitos. Antes del establecimiento de las misiones, en la región de Chiquitos existían numerosos pueblos que fueron reunidos por los jesuitas y unificados y la lengua chiquitana fue impuesta por encima de las lenguas de los distintos grupos étnicos.106 Les enseñaron artes y oficios, como el tallado en madera, la talabartería, la fabricación de instrumentos musicales, la composición musical, el canto, etc. La agricultura y la ganadería se transformaron en las principales actividades económicas, en desmedro de la caza, pesca y recolección. Con el advenimiento de la secularización, los chiquitano pasaron a depender de patrones mestizos, produciéndose así una continuidad de dependencia ideológica y económica que pervivió hasta el siglo XX. Los chiquitano se dedican principalmente a la agricultura para la producción de maíz, yuca, arroz, plátano, algodón tradicional y otros. También practican la caza, la pesca y la recolección, elaboran artesanías en made-

103 Peña y Boschetti, 2008. 104 Mihotek, 1996 citada ibídem. 105 CIRTB Censo, 1996 citado ibídem. 106 Díez y Murillo, 1998 citados ibídem.


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ra, cerámica y tejidos de algodón, cuya venta constituye una importante fuente de ingresos. Cuando el año agrícola es malo, en el período entre la siembra y la cosecha se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. Aunque prevalece la familia nuclear (con residencia matrilocal), muchas veces se recurre a la familia extensa como estrategia económica, al igual que a la minga (ayuda mutua) para la construcción de casas, el desmonte y la cosecha. Algunos autores señalan que los chiquitano se encuentran aculturados en lo referido a sus prácticas cotidianas, pero que han conservado ciertos elementos de su cultura. Pese a la imposición de una lengua única, persisten ciertos rasgos lingüísticos diferenciados entre los miembros de este pueblo.107 Al presente, se encuentran en proceso de construcción de su identidad, aunque la misma esté ya mestizada.108 Actualmente la organización tradicional del Cabildo se encuentra bastante debilitada (se reduce a organizar fiestas religiosas) debido a la introducción de autoridades estatales y a la prohibición patronal de obedecerlo. Los sindicatos agrícolas tampoco tienen mucha importancia. Las organizaciones principales son las centrales indígenas comunales y la Organización Indígena Chiquitana (OICH), que agrupa a todas las organizaciones intercomunales y que está afiliada a la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), la cual a su vez integra CIDOB. El pueblo chiquitano cuenta con la TCO de Monteverde.

107 Metraux y Krekeler citados ibídem. 108 Díez y Murillo, 1998 citados ibídem.


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Guaraní109 La migración guaraní de los grupos ava e izoceño hacia la ciudad de Santa Cruz se incrementó a partir de los años cincuenta del siglo pasado debido a la presión sobre la tierra en la región chaqueña, a la oferta de trabajo temporal en los ingenios azucareros y a los desastres naturales —como sequías e inundaciones— ocurridos en sus territorios. Los guaraní se encuentran asentados en diferentes barrios periféricos: Villa Primero de Mayo, Plan 3.000 (distrito 8), avenida Tres Pasos al Frente y Los Lotes (distrito 9); estos distritos son los que cuentan con mayor presencia migrante colla y karai del Chaco, y tienen mayor índice de crecimiento. Los guaraní citadinos se emplean en diversos trabajos asalariados, aunque generalmente de carácter precario.

Cuadro 11: Comunidades y Barrios Guaraní según Provincias Provincia

Andrés Ibáñez

Warnes

Comunidades

Jorori Santa Fe

Villa Belén El Carmen Santa María Tapera

Barrio guaraní

Barrio integral*

Barrio Nuevo Puerto Nuevo Samaria

Villa Paraíso San Jorge Luján San Martín

Chané - Justiniano

Las Barreras Azuzaquí Guajojó Futuro Proyecto Villa Rosario Nuevo Horizonte

Sara

La Bélgica

Obispo Santiesteban

Betania

Ñuflo de Chávez

16 de marzo

Puerto Caimanes Álamo / Bibosi

Fuente: Ros et al., 2003 citado en Peña y Boschetti, 2008. * En el barrio integral los guaraní conviven con personas de otras culturas, sean migrantes o no. Ros et al. 2003, citado en Peña y Boschetti, 2008.

109 Peña y Boschetti, 2008.


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Los guaraní asentados en Zonacruz, a diferencia de los que se encuentran en la ciudad, viven todavía en comunidad siguiendo la lógica tradicional: el hombre en el chaco y la mujer en la casa. La comunidad comprende un espacio para la vivienda, la siembra, la caza y la pesca. Se dedican principalmente a la agricultura, ya sea en su propia tierra o como jornaleros agrícolas, aunque también — y cada vez más frecuentemente— se emplean como taxistas, obreros, etc.110 La titulación individual de tierras y la compraventa de éstas aumenta y, en general, la economía comunal va desapareciendo en beneficio de una economía asalariada más individual, aunque de carácter precario.111 Los guaraní de Zonacruz han logrado conservar su lengua; aunque se reporta la existencia de 80% de bilingüismo, se observa una preferencia por expresarse en guaraní antes que en castellano. La presencia de iglesias evangélicas no ha conducido a la pérdida de la religiosidad tradicional, se mantienen las creencias en los espíritus de la naturaleza (iya), el poder curativo de los chamanes, los brujos y hechiceros.112 La organización tradicional de los guaraní continúa basándose en la comunidad. Cada comunidad (tenta) elige en asamblea a su dirigente; el conjunto de comunidades forma la Capitanía Grande (tenta guasu), encabezada por un Capitán Grande (mburuvicha guasu). Los guaraní de Zonacruz están organizados como una Capitanía Grande fundada en 1992 a partir de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), afiliada a CIDOB.

Guarasug’wé - Pauserna Este pueblo se denomina a sí mismo guarasug’wé, mientras que los mestizos y chiquitano los llaman pauserna (pau significa madera, y cerne el interior del árbol o la parte dura de la madera), al parecer debido a la costumbre de plantar postes de madera en recordación de sus muer110 Ros et al., 2003 citado ibídem. 111 Ibídem. 112 Ibídem.


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tos y de las personas ausentes de la comunidad durante mucho tiempo. Los guarasug’wé consideran este apelativo como un insulto.113 Como ya se dijo, a inicios del siglo XVI se inició una migración tupi guaraní hacia el actual territorio boliviano; la misma tomó diferentes rumbos,uno de los grupos se dirigió a la zona del Iténez - Paraguá - Campo Grande, y constituyó al pueblo guarasug’wé. Las primeras informaciones acerca de la existencia de este pueblo provienen del año 1741, cuando buscadores de oro brasileños se encontraron con guerreros guarasug’wé .114 Tradicionalmente habitaban el norte de la provincia Velasco del departamento de Santa Cruz, entre los ríos Paraguá, Iténez y Pauserna, en una zona de monte denso y al borde de una gran pampa. Posteriormente se congregaron en las cercanías del río Paraguá. La población de esta etnia se ha reducido dramáticamente a lo largo de los años. En 1876 existían entre seis y ocho comunidades guarasug’wé, pero la extracción de la goma afectó severamente a su población. En el año 1965 sólo existían 50 personas de este pueblo, y en 1970 —después de la huída de parte del grupo a Brasil tras el asesinato de su capitán— quedaron reducidos a 39 habitantes.115 Debido a la pequeñez del grupo, los guarasug’wé se vieron forzados a buscar pareja fuera de su etnia, generalmente entre los chiquitano, lo cual influyó en la pérdida de su identidad cultural. En general, conservan una visión negativa de la población criollo mestiza, a la que responsabilizan por la desaparición de su pueblo. Aunque Riester sostuvo que en 1974 ya no quedaba población guarasug’wé alguna,116 el Censo Indígena realizado entre 1994 y 1995 estableció una población de 46 habitantes117 y, según el censo realizado por CONNIOB en 2004, aún existen 31 personas de esta etnia.

113 Riester, 1977. 114 Ibídem. 115 Ibídem. 116 Ibídem. 117 Ros, 2003.


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Sus actividades económicas tradicionales son la caza, la pesca y la recolección de frutos del bosque y de la pampa; también practican la agricultura en zonas de monte para la producción de arroz, maíz, yuca, plátano, camote, frijol, tabaco, algodón y otros. Han gestionado la otorgación de una TCO en la zona del Alto Paraguá, donde conviven con población chiquitana y guaraya. Debido a que no fueron evangelizados (sólo esporádicamente tuvieron contacto con religiosos católicos y evangelistas), conservan sus creencias religiosas tradicionales y una rica mitología. Yaneramai es el ser supremo, a quien atribuyen la creación de la Tierra, el origen de la vida y la creación de los seres humanos a partir de semillas de zapallo. Creen que durante la vida es posible llegar a la “tierra sin mal”, donde habita Yaneramai. El deseo de llegar a este paraíso es el que impulsa las migraciones, una de las últimas fue realizada entre los años 1964 y 1967.

Guarayo118 El pueblo guarayo pertenece a la familia lingüística tupi-guaraní. Se cree que llegó a la zona que hoy ocupa a inicios del siglo XVI, procedente del actual territorio paraguayo,119 en búsqueda de la “tierra sin mal”, paraíso mítico que ha provocado movimientos poblacionales en distintas épocas. Los guarayo eran cazadores y recolectores; se organizaban en redes de familia extensa y vivían en grandes casas, llamadas malocas. Creían en un dios supremo y poseían una amplia mitología. El chamán era una figura importante dentro de la comunidad, que aseguraba su reproducción cultural mediante mitos y relatos tradicionales. Durante el siglo XVIII, los misioneros jesuitas intentaron inútilmente evangelizar a la población guaraya; posteriormente, durante el siglo XIX fueron reducidos en las misiones franciscanas. Las últimas misiones fueron las de San Pablo y Salvatierra, fundadas en 1900 y 1938 respectivamente. En las misiones practicaron la agricultura y la ganadería, lo cual modificó profundamente su modo de vida, sin embargo, su cultura no desapareció.120 118 Peña y Boschetti, 2008. 119 Riester, 1977. 120 Díez y Murillo, 1998 citados en Peña y Boschetti, 2008.


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A partir de 1939, la secularización de las misiones franqueó la región a la ocupación blanco mestiza y la población indígena fue despojada de sus tierras y obligada a emplearse como peones en las haciendas recientemente creadas. Al presente, los guarayo se encuentran en las provincias Guarayos y Ñuflo de Chávez, al norte de Santa Cruz, en la región de transición entre la Chiquitania y el Beni y en la frontera sur de la Amazonia. Los asentamientos más importantes coinciden con las misiones franciscanas de Ascensión de Guarayos, Urubichá, Yaguarú, Yotaú, San Pablo y Salvatierra. Existen diversos datos en relación a la población guaraya: 13.000 habitantes,121 11.000122 y 7.200.123 La principal actividad económica de los guarayo es la agricultura: producen maní, arroz, maíz, plátano, frejol, yuca, zapallo y frutales. También crían animales menores. La caza sigue siendo una actividad importante, aunque hayan disminuido los animales de monte.124 La pesca es una actividad tradicional, al igual que la recolección de la palmera de cusi, cuyo fruto sirve para hacer aceite. La artesanía es otro rubro de significación económica; se desarrolla a través de cooperativas e instituciones de desarrollo, las cuales proveen material y aseguran mercados con precios favorables. El coro y la orquesta de Urubichá, así como las actividades asociadas (el tallado en madera, la fabricación de violines y el turismo), han permitido generar empleos e ingresos y fortalecer la identidad guaraya. No obstante, el vender la fuerza de trabajo en estancias, aserraderos o para la zafra de caña y algodón sigue siendo una constante. Los hombres se ausentan durante varios meses para llevar dinero a sus hogares; en tanto que las mujeres buscan trabajo como empleadas domésticas en pueblos y en las ciudades de Montero y de Santa Cruz. La organización guaraya es la Central Oriental del Pueblo Nativo Guarayo (COPNAG), que se ha dividido en dos fracciones, una de ellas reconocida por CIDOB y la otra cercana al Comité pro Santa Cruz. El Cabildo Indigenal ha reducido sus actividades a la or-

121 Mihotek, 1996 citada ibídem. 122 Díez y Murillo, 1998 citados ibídem. 123 Censo Indígena de Tierras Bajas citado ibídem. 124 Riester, Suaznábar, 1990 citados ibídem.


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ganización de fiestas religiosas y cívicas. Hoy el pueblo guarayo es culturalmente mestizo en muchos aspectos: la familia nuclear es la base de su organización social, profesan el cristianismo y están organizados en sindicatos agrarios; sin embargo han dejado de lado su identidad laboral para reivindicar su derecho a la tierra y al territorio como pueblo indígena. El pueblo guarayo posee una TCO.

Los pueblos indígenas del Chaco El Chaco boliviano está actualmente habitado por los pueblos indígenas guaraní, tapiete y weenhayek. De acuerdo con el Censo 2001, los pueblos indígenas originarios de la región constituían 19% del total de la población chaqueña; el más representativo es el guaraní (con 40.000 habitantes), seguido por el weenhayek (con 3.000) y el tapiete (con sólo 120 miembros).125 Las mayores concentraciones de pueblos indígenas originarios de la región se encuentran en Charagua (7.579 habitantes), Gutiérrez (4.530) y Camiri (4.325).126

Cuadro 12: Pueblos Indígenas y Originarios de la Región del Chaco

PUEBLOS INDÍGENAS Guaraní Tapieté Weenhayek

POBLACIÓN 40.000

UBICACIÓN Provincias Cordillera en Santa Cruz, Luis Calvo y Hernando Siles en Chuquisaca, y O´Connor y Gran Chaco en Tarija.

120

Municipio de Villamontes.

3.000

Municipio de Villamontes.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de Galindo et al. (doc. sin publicar).

Guaraní127 El pueblo guaraní pertenece a la familia lingüística tupi - guaraní, compuesta también por los pueblos yuqui, sirionó, guarayo y guarasug’we, que se extiende por Brasil, Paraguay, el norte de Argentina y Bolivia, con más de tres millones de hablantes y 60 dialectos.128 En Bolivia, el gua125 SIGEL-PNUD, 2005 citado en Galindo et al. (doc. no publicado). 126 INE, 2001. Autoidentificación étnica para habitantes mayores de 15 años, citado ibídem. 127 Ibídem. 128 Díez y Murillo, 1998 citados ibídem.


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raní es el pueblo más importante de tierras bajas en términos demográficos, con una población de aproximadamente 40.000 habitantes, según el Censo indígena de 1994 - 1995, y 50.000 habi tantes según datos de Weber de 1994.129 Los guaraní no son originarios de la región; varias olas migratorias tupi guaraní partieron de la provincia Itatín (actual Río Apa en el Paraguay) y del Brasil a principios del siglo XVI, y se dirigieron hacia las ramales orientales de los Andes en el Chaco, donde se establecieron. Al parecer, su migración se originó por una crisis política acaecida en sus comunidades, o bien por la búsqueda de hierro o de la “tierra sin mal”. Posteriormente, durante la Colonia continuaron los flujos migratorios.130 Los migrantes tupi guaraní ganaron espacio enfrentándose con los pueblos que entonces habitaban la región, entre los que se encontraban, según los cronistas —quienes se referían a los tupi guaraní como “recién llegados”— los gorgotoqui y los chané.131 El pueblo guaraní es llamado también chiriguano o guaraní - chiriguano, lo que alude a su condición migrante y mestiza, siri significa irse, apartarse y expatriarse; guana era la autodenominación de los chané, etnia con la que se mestizaron.132 Algunos autores consideran que el denominativo guaraní se empezó a utilizar luego de la conquista española,133 mientras otros sostienen que esto ocurrió ya en la República.134 Sin embargo, y atendiendo a que los miembros de este pueblo consideran que el denominativo chiriguano no es adecuado, utilizaremos únicamente el término guaraní. Actualmente este pueblo se diferencia internamente en tres grupos: el grupo ava se ubica en las provincias Cordillera, de Santa Cruz, y Luis Calvo y Hernando Siles de Chuquisaca; el grupo simba también se halla al sur de las provincias Luis Calvo y Hernando Siles, y en las provincias Gran Chaco y O’Connor de Tarija; el grupo izoceño o tapi se encuentra en el bajo Parapetí, en la provincia Cordillera, a lo largo del río Parapetí. Desde la segunda mitad del siglo XVII, los jesuitas intentaron convertir a los guaraní a la religión católica, sin mayor éxito. Varias pudieron ser las razones de este fracaso: las misiones no respondieron a las expectativas de las comunidades, el tipo de misión establecido en otras regiones no se adaptaba al modo de ser de este pueblo, el esfuerzo de los jesuitas no tuvo suficiente respaldo de la Corona española, los religiosos chocaron sistemáticamente con los colonos españoles, la urgencia geopolítica de establecer comunicación entre las misiones 129 Ros, 2003. 130 Saignes, 1990 y Combès, 2005 citados en Galindo et al. (doc. no publicado). 131 Pifarré, 1989 citado ibídem. 132 Combès y Saignes, 1991 citados en Ros, 2003. 133 Combès citada por Galindo et al.(doc. no publicado). 134 Roca citado ibídem.


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de Paraguay y las de Perú —que se expandían rápidamente dentro de la zona hostil del Chaco— no se avenía al ritmo de la evangelización;135 lo cierto es que los guaraní nunca llegaron a ser evangelizados. Durante la Colonia y después, en el siglo XIX, se produjeron numerosos alzamientos contra el poder establecido, mientras continuaban las rivalidades internas entre los grupos indígenas. En 1892 se produjo la batalla de Kuruyuki que puso fin a la larga serie de levantamientos guaraní. Ese año, durante todo un mes se produjeron ataques y contraataques entre capitanías guaraní y puestos ganaderos, a raíz de la violación y muerte de una mujer guaraní (pariente de un capitán local) perpetrada por el corregidor de Cuevo. Los enfrentamientos fueron continuos, aunque algunas capitanías se mantuvieron neutrales e inclusive apoyaron la represión del movimiento.136 Según distintos autores, Kuruyuki fue el Apocalipsis de los guaraní; en dicha batalla murieron casi un millar de indígenas. Para los actuales guaraní, Kuruyuki constituye un hito y un importante referente de identidad. Durante la primera mitad del siglo XX, un importante contingente guaraní emigró a Argentina y otro ingresó voluntariamente a una misión franciscana.137 Pero los más fueron sometidos por hacendados, madereros y contratistas de la zafra; o bien fueron llevados al trabajo de la goma en la Amazonia, o temporalmente al norte argentino.138 Al parecer, esta situación obligó a las mujeres guaraní a consumir bebidas esterilizantes o a abortar; también se produjo el abandono de los poblados139.

135 Pifarré, 1989 citado ibídem. 136 Combès, 2005 citada ibidem. 137 Saignes, 1990 citado ibidem. 138 Villavicencio, 1989 y Pifarré, 1989 citados ibidem. 139 Saignes, 1990 citado ibídem.


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La Guerra del Chaco colocó a los guaraní en una situación sumamente difícil puesto que su población se encontraba asentada tanto en Bolivia como en Paraguay. Muchos fueron enrolados a la fuerza por el ejército boliviano; desde Guakakambi, comunidad cercana a Mboipitarenda, ochenta hombres fueron llevados a trabajar en la construcción del camino Tarija - Villamontes. Los ancianos relatan que el ejército entraba en las comunidades —como en Ñaguanaurenda, en la provincia O’Connor— no sólo para llevarse a los hombres, sino también al ganado.140 Considerando muertos, heridos y prisioneros, se calcula que entre diez y quince mil guaraní desaparecieron, los más afectados fueron los grupos de Macharetí y del Isoso.141 Por otra parte, más de seiscientos isoseños se quedaron en Paraguay y se integraron a la sociedad del país vecino; sólo alrededor de novecientas personas regresaron a sus comunidades.142 El pueblo guaraní ha sabido adaptarse a las condiciones de su medio y ha desarrollado una serie de conocimientos para aprovechar los recursos a su alcance, son fundamentalmente agricultores, pero también ganaderos, cazadores, recolectores y pescadores. Las dificultades de acceso a tierras adecuadas para el desarrollo de sus actividades, así como la disminución de especies de flora y fauna tradicionalmente utilizadas, los han obligado a vender su fuerza de trabajo en el campo o a migrar a las ciudades. En la zona de Villamontes, los guaraní poseen pequeñas parcelas cuya producción es de autoconsumo; no practican la caza ni la recolección y la pesca se realiza con muchas dificultades debido a la falta de cuerpos de agua con recursos piscícolas. En la zona Yaku-igua, las comunidades de Aguayrenda, Timboyti Guasú y Pananti tienen acceso a tierras comunales de cultivo, aunque éstas no son suficientes para satisfacer sus necesidades; el resto de las comunidades debe arrendar parcelas o vender su fuerza de trabajo. Prácticamente no desarrollan otras actividades.

140 Combès, 2005 citada en ibidem. 141 Villavicencio, 1989 citado ibidem. 142 Pifarré, 1989 citado ibidem.


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En la Zona Itika-Guasu, algunas comunidades ribereñas aprovechan los peces del Pilcomayo; otras son agricultoras y practican también la caza y la recolección allí donde los recursos del monte aún están disponibles. Las familias de la segunda sección de la provincia Gran Chaco son predominantemente agricultoras y recolectoras. Más al Norte, en los municipios de Cuevo, Gutiérrez, Lagunillas y Boyuibe, combinan la recolección con una ganadería incipiente y formas de agricultura muy precarias. En la zona del Isoso, de características similares, se pueden encontrar plantaciones más extendidas y una economía comunitaria con tendencia a incorporarse al mercado. En los municipios chuquisaqueños de Muyupampa y Huacareta, la economía es comunitaria; se basa en la producción de frutales, aunque la avicultura y la cría de otro tipo de ganado también se practican en pequeña escala. Se estima que más de dos mil quinientos guaraní sirven como mano de obra casi gratuita en haciendas de los municipios de Muyupampa, Huacareta, Cuevo y Lagunillas. Familias completas “empatronadas” trabajan durante más de ocho horas diarias, con un pago irregular y frecuentemente en especie, víveres, ropa y medicamentos a precios que muchas veces superan los del mercado, de modo que siempre quedan en deuda. Estos trabajadores suelen cultivar para su subsistencia pequeñas parcelas en tierras del patrón.143 La estructura organizativa del pueblo guaraní parte de las comunidades o tentas, donde la autoridad es un Mburuvicha o Capitán y una Kuña Mburuvicha; a ellos se suman los responsables de las áreas PISET (producción, infraestructura, salud, educación, y tierra y territorio). El conjunto de comunidades definido por afinidad espacial conforma una zona, con su Mburuvicha Zonal y sus responsables PISET. Las zonas conforman la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) regional y son parte de la APG nacional, la cual aglutina a los guaraníes que viven en los departamentos de Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz. Los guaraní de Tarija están organizados de acuerdo con los sectores que habitan. Es así que existe una organización regional en la provincia O’Connor, otra en las cercanías de Yacuiba y otra en las proximidades de Villamontes. Recientemente se ha conformado una instancia política para representar los intereses guaraní a nivel departamental, el Concejo de Capitanes Guaraní de Tarija (CCG -T), en base a organizaciones zonales: las zonas 1, 2 y 3 forman la regional Itika Guasu, que representa a 34 comunidades; la zona Villamontes representa a nueve comunidades, la zona Yaku-igua representa a 15 comunidades y la zona Caraparí está en proceso de reorganización comunal.

143 Entrevista a Gerardo Suárez (Capitán guaraní, miembro de la APG) en Camiri, en octubre de 2006 citada en Galindo et al. (doc. no publicado). Declaraciones del Viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz, citadas en Observatorio Fundación Tierra; 11 de marzo de 2008.


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En Chuquisaca igualmente existe un Concejo de Capitanes. La Capitanía del Alto y Bajo Isoso (CABI), que representa a los dos Isoso, tiene como máxima autoridad a un Capitán Grande o Mburuvicha Guasu, este cargo hereditario ha dado lugar a una especie de “casa real”.144 Si bien hay rupturas en la memoria colectiva de los guaraní, en la actualidad existe un imaginario colectivo en torno a una identidad guaraní fuerte, articulada por la APG. Los guaraní tienen varias TCO en la región chaqueña de los departamentos de Santa Cruz, Chuquisca y Tarija.

Tapiete145 Los tapiete son parte de la familia lingüística tupi guaraní. El término tapï ete significa “hombre libre”, y tiene particular sentido porque entre los siglos XV y XVII los ancestros chané de este pueblo fueron esclavizados por los guaraní, lo que condujo a que se trasladara hacia la zona de Entre Ríos, en la actual provincia Gran Chaco del departamento de Tarija, y a la ex provincia Azero en el Chaco chuquisaqueño, también se desplazó por el Chaco argentino y paraguayo. Los tapiete poblaron las tierras chaqueñas por el margen izquierdo del río Pilcomayo, hacia el Norte y el Noreste, llegando incluso hasta los límites de los ríos Parapeto y Grande. Dejaron la existencia nómada y se establecieron en comunidades. Cuando sus tierras empezaron a ser ocupadas por estancias ganaderas, se dieron casos de “cacería de vacas” que fueron entendidos como robo y dieron lugar a enfrentamientos y a la muerte de muchos tapiete. Durante la Guerra del Chaco, que dificultó grandemente su sobrevivencia, la mayor parte de los tapiete migraron hacia Paraguay y Argentina. Hoy en día, los hombres tapiete migran en busca de empleo o de pareja debido a la falta de mujeres. Por otra parte, la costumbre

144 Combès, 2005 citada en Galindo et al. (doc. no publicado). 145 Vargas, 2002 y Galindo et al. (doc. no publicado).


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señala que cuando alguna persona muere todos aquellos que habitaban con él deben trasladarse a otro lugar. Desde los años cincuenta del siglo pasado, una misión evangelista sueca ha estado prestándoles apoyo en temas de salud y de educación y proveyendo materiales agrícolas e implementos de caza. Se dedican a la agricultura (producen maíz, poroto y anco o zapallo), aunque tienen serios problemas de acceso a la tierra y, en general, baja productividad. La caza es una actividad importante no sólo como fuente de alimentación, sino también porque permite la transmisión de conocimientos sobre la conducta de los animales y el medio ambiente en general, aunque en la actualidad se encuentra en declinación. También practican la pesca temporal en las riberas del río Pilcomayo. Por otra parte, elaboran productos artesanales (como sombreros, hamacas, arcos y flechas) en madera y fibra de caraguata. Por lo común, no venden sus productos, los intercambian por azúcar, harina y otros. Los tapiete son uno de los pueblos más reducidos; su población es de aproximadamente ciento veinte habitantes concentrados en la comunidad de Samayhuate. La organización social tapiete se basa en la familia nuclear combinada con la familia extensa. Tiene una estructura organizacional conjunta con el pueblo weenhayek, ORCAWETA, que ha conseguido la titulación de una TCO con una extensión de 24.800 hectáreas.

Weenhayek146 Los weenhayek pertenecen a la familia lingüística matako-mak’a, dividida en seis parcialidades ubicadas en el Chaco boliviano, paraguayo y argentino. La parcialidad mataco noctene es la que corresponde a los weenhayek. El nombre weenhayek está ligado con el proceso reciente de recuperación de su identidad; tradicionalmente eran denominados “matacos”.

146 Galindo et al. (doc. no publicado).


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Este pueblo habitaba las márgenes de los ríos chaqueños, especialmente del Pilcomayo; conocía muy bien el área desde las faldas del Aguaragüe hasta más allá de la frontera con Argentina y Paraguay. Eran nómadas, se movían de acuerdo a sus necesidades de obtener recursos y a la presión de otros grupos étnicos, con los que se enfrentaban o celebraban alianzas. Durante la conquista del Chaco —caracterizada por expediciones punitivas, despojo de tierras y exterminio de poblaciones enteras— la población weenhayek se vio amenazada. Primero las misiones evangelizadoras de jesuitas y luego las de franciscanos lograron evitar su exterminio. En el siglo XVII ingresaron a la misión de San Francisco del Pilcomayo (hoy Villamontes), así como a la de San Antonio. Su población es de alrededor de tres mil habitantes147 asentados en las comunidades de San Antonio, Capirendita, Quebracheral, Algarrobal, San Bernardo, Bella Esperanza, Resistencia, Visacheral, la Purísima, Crevaux, Yuchán, Sauzal, La Mora, Samayhuate, Timboy, Antezana, Tintey, El Cruce, Kilómetro 1, Tres Pozos, y Cuevas de León, en el municipio de Villamontes y a lo largo del río Pilcomayo. La organización social de los weenhayek se basa en las relaciones de parentesco; como son endógamos, casi todos son parientes en algún grado.148 La familia está conformada por los padres, los hijos solteros y los casados con sus cónyuges. El padre es el dueño (lewúk) de la unidad doméstica; los hijos y los yernos son ayudantes (lakaós), mientras que entre sí son compañeros (kalayis). El yerno o el hijo casado únicamente se convierte en lewúk cuando construye su propia casa.

147 SIGEL, 2005 citado ibídem. 148 Rivera y Murillo citados ibídem.


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Sus actividades económicas principales son la caza y la pesca. Se ha intentado incorporarlos al trabajo agrícola a través de diferentes proyectos, las comunidades de San Antonio y las ribereñas del río Pilcomayo desarrollaron algunos intentos de agricultura que no prosperaron. Una actividad tradicional mantenida hasta el presente es el tejido en palma. Eventualmente se emplean como jornaleros. La organización conjunta de los pueblos weenhayek y tapiete, ORCAWETA, está establecida en la comunidad de San Antonio, en las afueras de Villamontes. Mediante la acción de ORCAWETA se ha logrado el reconocimiento de una TCO ya titulada, con una extensión de 195.659 hectáreas.

3. Identidades mestizas La estricta clasificación de la población según categorías jurídicas y sociales realizada durante la Colonia dio lugar a la categoría de las “castas”, aplicada a quienes tenían ascendencia mixta de españoles e indígenas. Estas personas eran objeto de discriminación jurídica y de desprestigio social, pues con frecuencia se los consideraba hijos ilegítimos.149 Documentos del siglo XVII demuestran que muchos indígenas migraban del campo hacia las ciudades y cambiaban sus rasgos distintivos para aparecer como miembros de castas mixtas y así evadir las obligaciones fiscales. En la etapa colonial se desarrolló una importante población mestiza en las distintas ciudades y en los centros mineros de Potosí y Oruro.150 Inicialmente, en el siglo XIX se utilizó la categoría de “artesanos y obreros” para designar a la clase intermedia de la República; en esos años, dicha clase atravesaba una situación peor que la de la población indígena, la cual por lo menos disponía de tierras.151 Posteriormente, se identificó como mestizos a los artesanos urbanos, quienes eran los pobres de la República.152 En los censos de la primera mitad del siglo XIX, los mestizos fueron contabilizados junto con los blancos, seguramente para no dejar a éstos en situación de clara minoría. Este hecho determinó que los blancos se sintieran próximos a los mestizos y se consideraran una mezcla. Se pensaba que los europeos habían engendrado criollos, los cuales —si bien conservaban los

149 Barnadas, 2002. 150 Ibídem. 151 Barragán en Calla et al., 2007. 152 Barragán, Ibidem..


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caracteres físicos y la inteligencia de aquellos— no mostraban ya un color tan blanco ni tenían toda la energía y disposición al trabajo de sus ancestros.153 En las últimas décadas del siglo XIX, los registros censales empezaron a diferenciar a los blancos de los mestizos; esto se debía al protagonismo de los artesanos, a su creciente presencia en la burocracia estatal y a su enfrentamiento con las élites durante el gobierno de Belzu. Además, la clasificación oficial unió la categoría racial con la ocupacional; de ese modo, un zapatero o cualquier otro artesano era categorizado como mestizo, no como indígena ni como blanco.154 La “invención del mestizo” responde, pues, a la necesidad de una sociedad profundamente desigual y jerárquica de reinventar continuamente las diferencias y fronteras entre los distintos grupos.155 En esa época los mestizos se dedicaban a las actividades manuales, al comercio por menudeo y al servicio doméstico. En las ciudades, el término mestizo era entendido como equivalente de artesano, mientras que en las áreas rurales hacía referencia a quienes vivían en los pueblos.156 La población mestiza —identificada también como “clase media”— creció aceleradamente, especialmente en algunas regiones del país como Cochabamba. El crecimiento de los mestizos puede deberse, en gran parte, a prácticas de “camuflaje” como las antes señaladas. A principios del siglo XX, con el auge del darwinismo social, la visión que desde los sectores dominantes se tenía sobre los mestizos era tan crítica o más que la que había respecto a los indígenas. Alcides Arguedas sostenía: “En cualquier género de actividades que despliegue el cholo muestra siempre la innata tendencia a mentir y a engañar porque se le figura que éstas son condiciones indispensables para alcanzar éxito en todo negocio”.157 Sin embargo, el tan estigmatizado mestizaje empezó a ser admitido con la finalidad de lograr que la población indígena dejara sus particularismos y se sintiera parte de la comunidad nacional, al menos en términos simbólicos. Puede entenderse en este sentido la Ordenanza de 1904 que prohibía a los indígenas que vivían en la ciudad de La Paz o transitaban por ella vestir sus ropas características, al igual que la disposición dictada en 1925, en ocasión del centenario de la República, que obligaba a los indios a quitarse el poncho y usar zapatos para que no fueran mal vistos por los visitantes extranjeros.158

153 Baldomero Menendez, 1860 citado ibídem. 154 Barragán, ibídem. 155 Ibídem. 156 Ibídem. 157 Arguedas, 1909. 158 Salazar, 1999.


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Como crítica al Estado oligárquico, la revolución de 1952 formuló un discurso nacionalista en el cual el mestizaje tenía un papel central. Mediante el mestizaje se buscaba resolver el problema de la desigualdad (diversidad) del país y avanzar en la construcción de una nación de ciudadanos homogénea, mestiza, con una sola lengua y cultura. Así, la figura del mestizo se convirtió por primera vez en paradigma del boliviano. A pesar de ello, en los años cincuenta y hasta el presente la categoría de mestizo desapareció de la clasificación oficial. Silvia Rivera señala que aunque gran parte de la población negó su condición indígena y adoptó la lengua castellana, la propiedad privada, la vestimenta y muchos otros rasgos culturales de Occidente, esta negación, paradójicamente, se constituyó en una nueva marca de etnicidad. El “cholaje” andino habría prolongado así su status subalterno, precisamente a causa de estas conductas arribistas, de mímesis cultural, que lo llevan a representar en forma caricaturizada el mundo cultural dominante. La estigmatización de las conductas de mímesis cultural aparece claramente en la vestimenta de la chola paceña. En sus inicios, en el siglo XVIII, dicha vestimenta era parte de una estrategia de las indígenas migrantes para cambiar su identidad y acceder a las esferas dominantes; pero la pollera, el mantón de Manila y el sombrero borsalino han terminado por convertirse en emblema de una etnicidad discriminada y excluida. Las mujeres migrantes constituyen un sector mestizo muy discriminado, ubicado a medio camino en el proceso de occidentalización y ciudadanización. El desarraigo étnico, el cambio de categoría tributaria, la negación por los hijos de sus orígenes y su cultura,159 entre otras prácticas, han sido los mecanismos que han constituido históricamente el espacio mestizo.160 Lejos de la pretendida homogeneidad que el discurso del mestizaje postula, los mestizos reales siguieron constituyendo una diversidad de grupos de orígenes distintos: descendientes de indígenas, de europeos, de africanos y de asiáticos; católicos, protestantes, judíos y ateos. Algunos viviendo como campesinos pobres y otros con una cultura más urbana y cosmopolita; divididos entre sí por el racismo de la colonialidad interna del país, los más blancos y ricos despreciando a los morenos y pobres.161 Aunque estos sectores mestizos —cholos— no gozaron de un apoyo económico estatal privilegiado, fueron poco a poco ocupando espacios económicos importantes, especialmente en la intermediación comercial. Primero coparon la comercialización interna de productos, luego la articularon con el transporte provincial de pasajeros, incorporaron después el co159 Peredo, 1992 y Rivera, 1993; citados en Rivera, 2004. 160 Rivera, 2004. 161 Navarrete, 2004 citado por Arnold y Spedding en Calla et al., 2007.


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mercio de contrabando y, finalmente, se hicieron cargo del transporte pesado de mercancías y de pasajeros en largas distancias.162 En las últimas décadas, el paradigma del mestizaje cayó en descrédito. Las organizaciones indígenas rechazaron su integración al sector mestizo —su hibridación— y demandaron, en cambio, el reconocimiento y el respeto de su diferencia cultural.

Los mestizos en el Altiplano La población mestiza artesana era importante en La Paz durante el siglo XIX. Mientras los hombres se desempeñaban como carpinteros, pollereros, herreros, zapateros y sombrereros; las mujeres eran costureras, juboneras (confeccionistas de blusas), chicheras y cigarreras. Las mujeres mestizas se dedicaban también al comercio al detalle de frutas y de vegetales en los mercados, donde se las llamaba “regatonas” y “gateras”, así como al servicio doméstico, actividad en la cual un 73% eran mestizas y un 26% indígenas.163 Al presente, el mestizaje en la región del altiplano es muy amplio, en razón del contacto de la población campesina con las ciudades de El Alto, La Paz y Oruro, al igual que con las ciudades intermedias. Una encuesta realizada en 2006 a personas que trabajan en mercados y comercios informales164 estableció que —en términos de clase— la gran mayoría se identifica como clase media, sobre todo quienes trabajan como comerciantes callejeros. La identificación con la clase popular, en cambio, fue ligeramente más importante en los mercados. Las comerciantes se identifican principalmente como mestizas (45%) y secundariamente como aymaras (25%). Entre la población identificada como mestiza, 63% declaró pertenecer a la clase media y 24% a la clase popular; entre la población identificada como aymara, 52% se consideró de clase 162 Toranzo, 2006. 163 Barragán en Calla et al., 2007. 164 Barragán, 2006 citada por Barragán y Solíz, ibídem.


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media y 28% de clase popular. Esto implica que no existe una correspondencia entre categoría de clase y categoría de auto identificación étnica. Por otra parte, las encuestas muestran que, lejos de que los miembros de la clase alta y adinerada sean admirados o constituyan un posicionamiento al que se aspira, se los critica y deslegitima. Los adjetivos calificativos que describen a la clase media son, en cambio, muy positivos, se sostiene que sus integrantes son humildes, amables, buenos, sencillos, sinceros y respetuosos.165 Un personaje emblemático del mestizaje en la región andina, especialmente en las ciudades de La Paz y El Alto, es la chola, vendedora de mercado, comerciante, empresaria, pasante de fiestas, como el Gran Poder, y, en los últimos años, también profesional y política. Si bien se siente orgullosa de su pollera —que es símbolo de status—, espera que sus hijas puedan insertarse en el mundo criollo mediante la educación y el cambio de vestimenta.

Los mestizos en los valles Durante la Colonia se profundizó el mestizaje biológico y cultural iniciado en etapas anteriores en la región de los valles, convirtiéndose en una estrategia de los indígenas para no pagar tributo y dando lugar a nuevas identidades mestizas.166 En el siglo XIX aparecieron los piqueros o pequeños propietarios mestizos, con una identidad distinta de la de los colonos mestizos adscritos a la hacienda, los que se convirtieron en importantes agentes políticos que posteriormente contribuyeron a la consolidación de la Reforma Agraria.

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Durante toda la República, el proceso de mestizaje continuó desarrollándose

en desmedro de las identidades indígenas, las cuales quedaron relegadas a la sierra sur y al trópico cochabambino. En el imaginario nacional está inscrita la idea de que Cochabamba es un departamento de mestizos, lo que es asumido de manera consciente incluso por quienes en algún momento se 165 Ibídem. 166 Gordillo, 1988, y Gordillo y Jackson, 1987; citados en Sánchez et al., 2008. 167 Azogue y Rodríguez, 1986, Gordillo y Jackson, 1987, Larson, 1992, Sánchez, 1992 y Rodríguez, 1995 citados ibídem.


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sentían “blancos”. La gran mayoría de los cochabambinos (80%) se consideran a sí mismos y a sus coterráneos como mestizos, ya sea por opción o nacimiento. En Cochabamba, en términos étnicos, sobre todo hay mestizos. La gran mayoría son mestizos. De hecho los cholos son mestizos. Yo, por ejemplo soy blanco de origen pero me considero un mestizo más.168 Son más mestizos que en Sucre o Tarija, además el mestizaje tiene valoración, es reconocido, lo que no ocurre en Sucre, por ejemplo. En Sucre cuenta mucho el apellido, la familia o el color, aquí no. Aquí se acepta fácilmente a los mestizos incluso en círculos de clase alta.169 El surgimiento del sector campesino —que no se identificaba como indígena, sino como mestizo— en los valles de Cochabamba fue una consecuencia de la Guerra del Chaco; los sindicatos campesinos del valle alto fueron la base de la Revolución de 1952 y rápidamente se convirtieron en una fuerza hegemónica, adueñándose del mundo rural en su conjunto.170 Estos actores rurales reivindicaron una identidad campesina que remplazaba a la de “indio” y servía para negociar mejor con las élites gubernamentales y políticas;171 pero, al transformarse en parte integrante del proyecto hegemónico de mestizaje y ser apropiada por las élites, la identidad campesina se debilitó como proyecto. La recuperación de la hegemonía política por parte de los campesinos vallunos ocurrió recién con el surgimiento del movimiento cocalero, el cual se fue fortaleciendo a partir de las políticas estatales de erradicación de cultivos y desarrollo alternativo. Actualmente el movimiento cocalero cuestiona la categoría de “campesino” y plantea la identidad de productor; esta categoría aparece también en la identidad de los productores de leche, agrícolas y otros.

168 Entrevista a empresario formal cochabambino, ibídem. 169 Entrevista a mujer chuquisaqueña en Cochabamba, ibídem. 170 Pajuelo, 2004-6 citado ibídem. 171 Gordillo, 2000 citado ibídem.


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En Tarija el habitante rural valluno se ha identificado tradicionalmente como campesino, no como indígena. Probablemente esto se deba a su origen mestizo y a que es hispanohablante, aunque la lengua presenta algunas incorporaciones del quechua.

Los mestizos en el Oriente La figura central del Oriente boliviano, el camba172 —como se llaman a sí mismos hoy los cruceños— es, según distintos autores, un mestizo: El año 1561 no sólo marca la fundación de la ciudad ñufleña sino también el inicio de la formación de la identidad cultural cruceña. El conquistador hispano trae consigo la cultura europea, fundamentalmente española y cristiana; esta cultura se adapta a las nuevas circunstancias y para sobrevivir toma elementos de la cultura indígena; así, la cultura conquistadora se hace mestiza, se hace cruceña.173 Lo cruceño “(…) es el producto de la unión de la cultura española y la nativa (…)”174 (…) el mestizaje tuvo lugar inmediatamente después de la fundación de Santa Cruz la Vieja (…) el papel jugado por las mujeres indígenas, fue de reproductoras del mestizaje (…)175 Decir, hace 20 años, que aquí en Santa Cruz somos mestizos, era una aberración, una barbaridad” comenta Alcides [Parejas] para mostrar cómo han cambiado los aires que se respiran. Antes todos creían en aquella sangre española no contaminada, y ese era el fundamento de vida de los patricios de bigotes largos a la sombra de las palmeras.176

El proceso de mestizaje en Santa Cruz se observa en todos los niveles y clases sociales. Mediante alianzas matrimoniales, la clase dominante cruceña ha incorporado a migrantes del occidente de Bolivia y de otros países, fundamentalmente europeos. Igualmente, la clase media está conformada por gente de procedencia diversa —naturales de Santa Cruz y migrantes del occidente del país y de las provincias— que desarrolla actividades como profesionales y empleados públicos y en el área del comercio y los servicios. La clase media no es sólo producto del mestizaje con el español, sino que tiene un origen provincial y rural, de allí sus diferentes

172 Para una explicación sobre lo camba, véase en el capítulo VI el tema de identidad y visión regional y nacional. 173 Parejas (prólogo) en Sandoval, 2003; citado en Peña y Boschetti, 2008. 174 Peña, 2003 citada ibídem. 175 Prado et al., 2005 citado ibídem. 176 Archondo, 2000 citado ibídem.


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rasgos, motivaciones, lenguas, etc. Actualmente está dividida en dos tendencias: una que cree que es necesario superar la exclusión y desigualdad de la sociedad boliviana, y otra que piensa que el futuro de Bolivia está en el modelo cruceño, capitalista y liberal, sueña con un negocio o una actividad independiente, imitando a los sectores dominantes, y apoya a los cívicos. 177

Los mestizos en la Amazonia Como en el resto del país, en la región amazónica el mestizaje es una realidad; un importante porcentaje de la población es resultado de la mezcla de descendientes de extranjeros, de cruceños llegados en el siglo XIX y principios del siglo XX, y de gente llegada del occidente del país en las últimas décadas. Pese a ello, no parecen existir colectividades que se autoidentifiquen como mestizas. Desde el punto de vista indígena, el mestizaje implica la negación de las particularidades y, en ese sentido, es una construcción social que busca neutralizar el empoderamiento de los pueblos indígenas, probablemente por ello los indígenas no se asumen como mestizos. Solamente algunos sectores intelectuales urbanos y políticos adoptan el discurso del mestizaje con el objetivo de restar fuerza al movimiento indígena al disolverlo en un todo mayor homogéneo.178

Los mestizos en el Chaco Según algunos autores,179 68,5% de los mayores de 15 años censados en el Chaco boliviano en 2001 serían mestizos, puesto que dijeron no pertenecer a ningún pueblo indígena. Siguiendo este criterio, las mayores concentraciones de mestizos se encontrarían en los municipios de Monteagudo (85,81%), Caraparí (81,11%) y Entre Ríos (79,13%), y en las ciudades de Yacuiba, Monteagudo y Camiri. Las menores concentraciones estarían en los municipios de Gutiérrez, Cuevo y Lagunillas. 177 Lavaud, 1998 citado ibídem. 178 Molina et al., 2008 . 179 Galindo et al. (doc. no publicado).


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Parte importante de la población chaqueña que vive en el campo se siente campesina mestiza karaí y no indígena, porque su construcción territorial está relacionada con el municipio antes que con la noción de territorio y porque participa en organizaciones sindicales. Este sector mantiene fuertes vínculos con las ciudades por razones comerciales y por los estudios de los hijos (frecuentemente los ganaderos envían a sus hijos a estudiar a Camiri o Yacuiba, e incluso a Santa Cruz, Tarija y Sucre), entre otras. 180 Para el imaginario regional, el chaqueño de “pura cepa” es el hombre del campo, el ganadero no indígena, con sombrero de ala ancha, que canta y baila chacarera, y toma mate. Esto no corresponde a la realidad de una región con una elevada presencia indígena y un acelerado proceso de urbanización, que ha conducido, en los últimos años, a que la mayoría de la población se encuentre establecida en ciudades.

4. Identidades de las elites Tradicionalmente las elites bolivianas se han identificado como criollas o blancas. La “raza blanca” era descrita como “la más bella, viril, de inteligencia natural y cualidades físicas superiores”,181 como “honrada y de estimación”;182 a fines del siglo XIX era asociada con la población europea.183 De ese modo se consolidó la correspondencia entre la “raza blanca” y la superioridad en todos los sentidos. Esta categoría se encontraba en la cúspide de la pirámide social heredada de la Colonia y, al igual que la de indio,implicaba la homogeneización de una población que en realidad era diversa y la eliminación de las diferencias existentes en España entre hidalgos y no hidalgos: “Assi ahora entre los Indios los mas viles Españoles se tienen, y reputan por mas dignos de honra, y estimacion que los mas nobles Indios”.184 En la República, los hombres blancos generalmente eran registrados por el ejercicio de profesiones liberales y por el comercio (importación de diversos artículos y exportación de minerales y productos agrícolas)185, mientras que las mujeres se registraban como propietarias

180 Casos de las familias Galarza, Antúnez, Sánchez, Caballero, y Mercado de Camiri; familias Brú, Aré, Reynoso y Camacho de Yacuiba; y familias Porras, Bulacia, Carrazana y Abularach de Villamontes citados ibídem. 181 Dalence 1848-1975 citado por Barragán en Calla et al., 2007. 182 Diccionario, 1824 citado por Barragán, ibídem. 183 Nuevo Diccionario, 1883 citado por Barragán, ibídem. 184 Solórzano, 1739 citado por Barragán, ibídem. 185 Crespo, 1909-1910 citado por Barragán, ibídem.


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ya que administraban las haciendas como una extensión del trabajo doméstico.186 Según la clasificación censal de 1881, en que la cual las categorías raciales estaban vinculadas con la situación ocupacional, cada “raza” estaba vinculada a ciertas ocupaciones, por lo tanto un comerciante importador sólo podía ser identificado como blanco.187 Desde la década del cincuenta, la categoría de blanco desapareció de las estadísticas oficiales. El Estado boliviano se constituyó sin la base de una aristocracia terrateniente ni de una burguesía portuaria —como ocurrió en otros países latinoamericanos— pues el litoral no se encontraba sólidamente integrado con el espacio nacional y las guerras indígenas de los años 1780 a 1782, así como la Guerra de la Independencia, trastornaron las propiedades agropecuarias. Como resultado de ello, en el período de 1880 a 1930 el poder estaba concentrado en un reducido número de familias.188 Las élites construyeron su modo de vida en base a los ingresos que provenían de los recursos fiscales; desarrollaron una cultura rentista que en gran parte dependía del tributo indígena y de las manipulaciones de las tierras. Como consecuencia, esta clase social —con poca iniciativa empresarial— construyó un país sin crecimiento productivo.189 Tanto la minería de la plata como la del estaño crearon mercados internos y circuitos productivos y comerciales que dieron lugar a una comunidad cosmopolita más allá de las fronteras nacionales; sin embargo, ésta funcionó en contra de los intereses de Bolivia. Los nexos comerciales y la cultura generada por éstos obstaculizaron el nacimiento de una conciencia plenamente nacional en las elites y en los sectores populares. El Estado nacional logró cristalizarse solamente cuando las elites nacionales absorbieron a comerciantes de Europa y de los países vecinos, en la segunda mitad del siglo XIX. Los intereses políticos y económicos del mercado externo penetraron a las elites bolivianas; así, sus intereses se volcaron hacia afuera, en vez

186 Qayum et al., 1997 citada por Barragán, ibídem. 187 Barragán, ibídem. 188 Demélas, 2003 citada en Arnold y Spedding, ibídem. 189 Arnold y Spedding, ibídem.


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de dirigirse a las necesidades propias del país. De esta suerte se creó un polo centrífugo de intereses en las elites bolivianas, que se consolidaron mediante redes de parentesco entre las familias comerciantes, nexos entre comerciantes mayoristas y minoristas, y redes regionales que burlaban el control estatal del comercio. La precariedad de las elites se relaciona con la dependencia de los ciclos del mercado internacional de recursos naturales, los períodos de auge podían enriquecerlas y los colapsos arruinarlas, obligándolas a vivir de las rentas acumuladas sin posibilidades de dinamizar su economía. El traslado de actividades y recursos hacia otros rubros más atractivos en el momento resultaba difícil, dada la distante ubicación geográfica de la nueva actividad respecto a la anterior.190 La ausencia de una estrategia empresarial planificada atentaba también contra la posibilidad de generar actividades productivas duraderas; la mayor parte de las fortunas provenía de descubrimientos fortuitos, es el caso paradigmático de Patiño. Esto hizo que no se valorara suficientemente el esfuerzo intelectual y no se invirtiera en la educación de los hijos para que ellos pudieran consolidar y desarrollar las actividades económicas familiares; por estas razones, el “capital cultural” de las elites era más bien pobre.191 La revolución del 52 liquidó a la oligarquía minero feudal y se propuso desarrollar una burguesía nacional, como la nueva clase dominante, que permitiera la industrialización del país y la creación de un mercado interno. Sin embargo, estos esfuerzos no condujeron a la creación de una sólida burguesía industrial, sino a la de una burguesía comercial de carácter especulativo con extensiones hacia el sector financiero que construyó su patrimonio comprando y vendiendo al Estado con recursos del propio Estado.192 Solamente se desarrollaron dos pequeños núcleos productivos: en el Occidente una burguesía minera —denominada “minería mediana” por su tamaño reducido en comparación con la minería estatal recién creada— que progresiva y paralelamente al decaimiento de COMIBOL fue adquiriendo la estatura de gran minería; y en el Oriente se conformó una burguesía agroindustrial que se desarrolló a la sombra del Estado, aprovechando los créditos y otras facilidades que éste le otorgaba. En los últimos veinte años, las empresas transnacionales de hidrocarburos, comunicaciones, seguros y otras han tenido un rol fundamental en la economía nacional. Estas empresas establecieron —a través de sus representantes, de modo parecido a como ocurría en el siglo XIX— lazos con las elites nacionales que les aseguran la protección de sus intereses.193

190 Arnold y Spedding, ibídem. 191 Spedding, 1999 citada por Arnold y Spedding, ibídem. 192 Toranzo, 2006. 193 Echazú, 1997 citado por Arnold y Spedding en Calla et al., 2007.


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Las elites en el Altiplano A principios del siglo XX, la elite paceña tenía intereses en las minas, los bancos, los ferrocarriles y las líneas de vapores del lago Titicaca, y estaba vinculada a la producción de coca en los Yungas, así como de quina y caucho en el Norte amazónico.194 Desde la época colonial, las haciendas cocaleras de los Yungas eran las más ricas del país y tenían un amplio mercado; sin embargo, y pese a estas condiciones, no se desarrolló una elite terrateniente de carácter permanente. La mayoría de las haciendas cambiaba de dueño cada década, únicamente la hacienda Machaqamarka de Chulumani estuvo en poder de una misma familia durante ciento veinte años. Los propietarios de haciendas del departamento de La Paz no acumularon fortuna en la época colonial ni desde los inicios de la República, se enriquecieron con la venta de comunidades indígenas a partir de las leyes de exvinculación de tierras. Durante el siglo XIX, la estrecha vinculación existente entre las elites nacionales y los intereses extranjeros no permitió plantear una política proteccionista, lo que tuvo graves consecuencias para las economías regionales de los ayllus, cuya producción agropecuaria había sido de gran importancia.195 Las actividades más lucrativas de las elites de la región andina eran, sin duda, las mineras. Sin embargo, la minería no generó un empresariado consolidado; algunos grandes propietarios mineros se convirtieron en políticos, como Arce y Pacheco, lo que les permitía asegurar políticas públicas que los beneficiaran.196 En general buscaban ocupar cargos directivos en el Estado, más que ocuparse del desarrollo de las actividades productivas, sea la agropecuaria o la industria, lo que no permitió un crecimiento sostenido de estos sectores.197

194 Ibidem. 195 Langer, 2003 y Platt 1982, citados por Arnold y Spedding, ibídem. 196 Demélas, 2003 citada por Arnold y Spedding, ibídem. 197 Arnold y Spedding, ibídem.


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En las últimas décadas se ha desarrollado un nuevo empresariado, básicamente aymara, en las ciudades de La Paz y El Alto, que controla la industria textil, la producción de medicinas en base a productos naturales, y que maneja circuitos comerciales vinculados con la piratería y la reconstrucción de los automóviles llamados “chutos”. Este sector es muy emprendedor y genera nuevas industrias y empleos.198

Las elites en los valles En los valles, las elites estaban tradicionalmente vinculadas con la tierra. Los fértiles valles cochabambinos, chuquisaqueños y tarijeños permitieron el surgimiento de un sector hacendatario —también vinculado con la administración del Estado— que hasta la revolución de 1952 mantuvo relaciones semifeudales. La convivencia de los patrones con los trabajadores indígenas de las haciendas dio lugar a ciertas influencias mutuas, y determinó que los propietarios aprendieran el quechua, pero ello no acortó las distancias entre el mundo criollo mestizo y el indígena. La fragmentación de las haciendas no implicó la desaparición de las elites terratenientes en términos de poder simbólico. Al contrario, en la primera mitad del siglo XX y ante al abandono del gobierno central, las elites lograron plasmar su imaginario de modernidad y desarrollaron un rápido proceso de urbanización, financiado mediante la imposición de un impuesto a la chicha.199 Estos procesos de urbanización y modernización originaron nuevos imaginarios de progreso frente a los imaginarios tradicionales, más vinculados con el agro. Sin embargo, dado que las inversiones fueron improductivas, no permitieron la consolidación de una elite empresarial local, por lo que el decaimiento del sistema de hacienda ocasionó el debilitamiento de todo el complejo agrario económico de la región.200 198 Arnold y Spedding, ibídem. 199 Rodríguez y Solares, 1990, y Solares, 1990 citados en Sánchez et al., 2008. 200 Ibídem.


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Actualmente, ante la postración agropecuaria y la falta de desarrollo industrial, las elites cochabambinas son elites “burocráticas” ligadas a la prestación de servicios en las entidades públicas.201 La ciudad de La Plata (hoy Sucre), como capital de la Audiencia de Charcas, tuvo gran significación cultural durante la Colonia. Esta condición se prolongó en la República, de manera que durante el siglo XIX y principios del XX las elites y los sectores urbanos sucrenses mantuvieron una identidad vinculada con la idea de la “culta” e “hispana” Charcas, y una mirada volcada hacia Europa. A pesar de sus limitaciones, este sector logró desarrollos significativos en las artes y permitió la aparición de algunas personalidades artísticas importantes. Así, las elites chuquisaqueñas mostraron “una disposición especulativa pura, realizadora de grandes análisis y de vastas síntesis abstractas, pero con un claro rechazo hacia la cultura indígena”.202 El mestizaje y la democratización progresiva de la ciudad y de su cultura no significaron la desaparición del complejo cultural y aristocrático de la mentalidad chuquisaqueña. Ya avanzado el siglo XX, dos hechos históricos siguieron pesando en su imaginario: el asedio indígena de 1871 a la ciudad de La Plata y la derrota de los jóvenes chuquisaqueños en Ayo Ayo, en 1898, durante la Revolución Federal, consolidando su alejamiento del mundo indígena.203 Otro elemento que se encuentra fuertemente establecido en el imaginario de los sectores dominantes de Chuquisaca es el reclamo de la capitalidad plena, lo plantean empresarios, dirigentes de partidos políticos, líderes sindicales y comunicadores sociales. En Tarija las elites tradicionales eran agrarias, estaban vinculadas fundamentalmente con la producción agropecuaria y de vino. Posteriormente incursionaron en la producción de madera, lo que constituía un buen negocio dada la laxitud de las normas estatales en materia forestal. En los últimos años está surgiendo un nuevo y poderoso sector empresarial moderno, ligado principalmente con la industria de la construcción.

Las elites en la Amazonia En la Amazonia, el origen social de las elites es mestizo criollo y urbano. Son elites carayanas, de acuerdo con el denominativo utilizado popularmente -principalmente por los indígenas-, y en algunos casos con una carga peyorativa, para diferenciar al grupo social que se atribuye ascendencia extranjera. 201 PIEB, 2008. 202 Mendoza, 1975 citado ibídem. 203 Rossells, 1997 citada ibídem.


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Los empresarios ganaderos, forestales y castañeros conforman las elites económicas y políticas de la región, que ejercen gran influencia sobre otros sectores de la población. En torno a esos sectores económicos y a sus organizaciones se generan formas de patronaje social que aseguran la lealtad política y electoral de los trabajadores. Aunque desarrollan sus actividades en el campo, es en las ciudades y pueblos donde conforman su colectividad y reproducen los lazos culturales que los configuran como grupo. La visión de estas elites respecto a la región es la de un territorio apto para la extracción intensiva de recursos naturales, sin preocuparse por invertir en ella en términos de desarrollo. La representación política regional ha sido copada por dichas elites, principalmente por los sectores ganadero y castañero. Estos empresarios y, en menor medida, los madereros —de identidad todavía difusa y cuestionada por sus formas de aprovechamiento del bosque y su implicación en actos ilegales y de corrupción— gozan de reconocimiento social, pues las actividades que desarrollan se consideran importantes y valiosas para la región. Los comerciantes no han logrado constituirse aún en verdaderas elites con incidencia visible en los espacios políticos, manteniéndose en una situación de menor jerarquía frente a los empresarios. ganaderos y castañeros.

Las elites en el Oriente En el Oriente, la elite es a la vez tradicional y moderna; ha sabido vincular lo camba con lo nacional y lo institucional con lo informal, mostrando así una sorprendente capacidad para lograr hegemonía. La característica central de la construcción del poder en esta región es la capacidad de los sectores dominantes para lograr integración, articulación económica y legitimación social.204 Si bien el proceso de Reforma Agraria no afectó a los hacendados cruceños, los importantes cambios políticos y sociales que se produjeron modificaron la estructura social y la forma de ser de las elites. En los años posteriores, familias relacionadas con el gobierno de la Revolución nacional accedieron a extensas propiedades agrarias, mientras que los colonizadores del Occidente del país recibieron tierras cuya extensión no superaba las 50 hectáreas.205 Se inició así un proceso de concentración de tierras en pocas manos vinculado con la agricultura del algodón y de la caña de azúcar y con la ganadería.

204 Peña y Boschetti, 2008. 205 Lavaud, 1998 citado ibidem.


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Durante los años setenta se produjo un crecimiento espectacular de la industria cruceña relacionado, principalmente, con la agricultura y la producción forestal;206 éste se extendió a la actividad financiera, que fue ganando cada vez más peso en la economía local. Los sectores dominantes cruceños —sobre todo el agrícola y agroindustrial que acumuló su capital en los años sesenta y setenta— surgieron y se desarrollaron al amparo del Estado. Así, los recursos financieros del Estado sirvieron para desarrollar una agricultura capitalista y para constituir una nueva clase dominante.207 Los principales rasgos que caracterizaban a la economía y al empresariado cruceño en los años ochenta eran los siguientes: –– Concentración del capital en un número limitado de familias emparentadas entre sí y descendientes tanto de cruceños y paceños, como de alemanes, árabes, yugoslavos y judíos. –– Legitimación de los recién llegados y de los nuevos ricos mediante matrimonios con miembros de la elite cruceña y su adhesión al cruceñismo. –– Manejo de los negocios por el grupo familiar, el cual funciona de manera patriarcal. –– Organización del empresariado en instituciones que lo representan y tienen una cierta jerarquía, ocupando los industriales el sitial más alto. –– Diversificación de las actividades económicas. Inversión creciente en actividades comerciales y de servicios, lo que provocó que, a fines de la década del setenta, el sector financiero lograra la integración de los grupos dominantes cruceños.208 Una caracterización actual209 reafirma lo dicho: la elite cruceña está conformada por clanes familiares. Muy pocos de ellos provienen de familias tradicionales; la mayoría es producto del

206 Ibídem. 207 Lavaud, 1998 citado ibidem. 208 Ibidem. 209 Frado, 2008.


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ascenso social de la pequeña burguesía local, del empresariado paceño y son descendientes directos de inmigrantes extranjeros. Estos grupos económicos se iniciaron en la actividad agropecuaria, luego pasaron a la agroindustrial y de ésta al sector terciario, comercio, finanzas y medios de comunicación; tienen una marcada tendencia a la concentración de la riqueza y del poder, prácticamente no existen espacios en los cuales no tengan fuerte presencia, gracias, sobre todo, a la propiedad de los medios de comunicación. Es un sector abierto a la innovación y al riesgo, es cosmopolita pero políticamente conservador. Ha demostrado una notable capacidad para generar un proyecto político colectivo, presentando sus intereses de clase como los de toda la comunidad. Tiene gran capacidad para crear símbolos y mitos fuertemente unificadores y movilizadores, enraizados en la historia y la cultura locales. Su debilidad radica en que el discurso regional no tiene la misma fuerza en el resto del país, por ello se está añadiendo al discurso “cruceñista” uno de “cultura emprendedora”, que se considera válido para todo el país. Así, el discurso de los sectores dominantes cruceños presenta al sector empresarial como el verdadero representante del cruceñismo ya que únicamente la empresa privada sería eficiente y todas las mejores realizaciones de Santa Cruz, serían obra suya.210 Los miembros de la elite construyen y refuerzan sus lazos mediante su participación en directorios de empresas y de organizaciones empresariales, como la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), la Federación de Ganaderos de Santa Cruz (FEGASACRUZ), la Cámara de Industria y Comercio (CAINCO) y la Cámara de Exportadores (CADEX). Asimismo participan en asociaciones profesionales y agrupaciones sociales, entre las que destacan las fraternidades y comparsas carnavaleras, los clubes y los círculos sociales. Las fraternidades se forman a partir de grupos carnavaleros, que buscan preservar su identidad cultural frente a los migrantes. Están cerradas a los no cruceños y asumen, por lo general, posturas políticas conservadoras; contribuyen así de manera importante a la organización y preservación del Comité pro Santa Cruz. Los clubes sociales, como el “24 de Septiembre”, se construyeron como gestores y protectores de las elites. Otros círculos sociales tradicionales, como el “Círculo de Amigos” y el “Círculo de Amigos Ramón Hurtado Moreno”, han perdido parte de su influencia a favor de instituciones ligadas con el campo productivo y gremial. Actualmente, el Country Club “Las Palmas”, el Club de Tenis y el Club de Golf “Mapaizo” son los espacios más exclusivos de los sectores dominantes.211

210 Prado et al., 1986 citados en Peña y Boschetti, 2008. 211 Ibídem.


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La Feria Exposición de Santa Cruz, pese a ser un evento eminentemente empresarial, tiene gran convocatoria entre los sectores populares; ello pone en evidencia la capacidad hegemónica de las clases dominantes cruceñas, logran seducir a los sectores populares haciendo pasar sus éxitos como pertenecientes a todos los cruceños.212 Por otra parte, la migración intensificada en los últimos años de sectores profesionales, inversionistas y empresarios de clase media alta y alta desde el Occidente del país y de zonas del mismo departamento (como Vallegrande), ha permitido el establecimiento de relaciones comerciales entre empresarios cambas y collas, lo cual ha dado lugar a lo que se puede denominar “burguesía chola”. Debido a los mecanismos de construcción de poder propios del Oriente, esto no ha significado una modificación en la configuración del poder político; si bien esta “burguesía chola” ha logrado un importante sitial económico, ello no implica que tenga influencia en la actividad política y social. Hay una “burguesía chola” en Santa Cruz pero que está sin discurso, está silenciosa y por el momento está exclusivamente dedicada a la acumulación de capital. Esa “burguesía chola” es mixta, es chola de origen andino, [también] es burguesía vallegrandina, que no tiene poder, pero está acumulando capital. Yo diría que en Santa Cruz hay esa “burguesía chola”, pero no ha hecho ningún discurso y está simplemente en el proceso de la acumulación del capital. 213

Tal falta de incidencia política de un sector económicamente poderoso puede deberse a sus características propias, pero también se relaciona con el proceso de construcción del poder político en la región.

212 Prado et al. 1986 citados ibídem. 213 Entrevista a Fernando Prado, ibídem.


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En cuanto al acceso a espacios de poder local existen limitaciones, una serie de filtros institucionales que no están explicitados, pero que establecen muchos pasos previos, a través de la participación en comparsas, fraternidades y otros, para acceder a la dirigencia de las grandes organizaciones empresariales. Existen, pues, sectores con poder económico que, a pesar de detentarlo, no son aceptados como parte de la elite cruceña. Eso fue lo que ocurrió con el empresario Max Fernández, que llegó a acumular un importante poder político sin que éste le franquee las puertas de los círculos dominantes.214 En Santa Cruz, la diferencia de clase tiene un peso mayor que la diferencia étnica y cultural, lo cual es evidente tanto en las relaciones al interior de la burguesía como entre los vecinos de los barrios marginales. Así, la pertenencia y la conciencia de clase determinan en gran medida la identificación o la distancia respecto al discurso hegemónico. En las tierras bajas del país el término “blanco” (carayana para los moxeño, cojñone en ayoreo, y karai en guaraní y guarayo) evoca la raza, se refiere al producto de una formación histórica y social específica. El término “blanco”, desde la perspectiva de los chiquitano, abarca a toda la población no indígena que incluye a mestizos, inmigrantes de Santa Cruz, colonos del altiplano y del extranjero, y constituye una categoría aglutinadora social y no racial.215 Depende de cómo se sitúa la persona o el grupo indígena, desde qué posición mira al otro, para delimitar el alcance de su designación: cuando la idea de “nosotros” implica una delimitación más cerrada, se catalogará como “blancos” no sólo a los sectores dominantes, sino también a los campesinos no indígenas y a los colonizadores.

5. La migración y la construcción de identidades La migración interna es una práctica antigua que en Bolivia se remonta al período prehispánico, cuando en las tierras bajas se produjeron importantes movimientos poblacionales de distintos grupos étnicos, como el arribo de los pueblos guaraní al actual territorio nacional y su búsqueda de la “tierra sin mal“, y las prácticas milenaristas de búsqueda de la “loma santa” de los pueblos de los llanos de Moxos; en las tierras altas, los incas trasladaron a miles de mitmaqkuna o colonizadores de una región a otra. Las migraciones continuaron desarrollándose bajo otras modalidades durante la Colonia. 214 Entrevista a Dunia Sandoval, ibídem. 215 Riester, Zolezzi y Rivero, 2001 citados ibídem.


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Aunque el Estado nacional buscó desde sus primeros años ocupar el territorio boliviano en su conjunto (la primera ley de colonización e inmigración data de 1833),216 y durante el siglo XIX la producción de quina y goma atrajo importantes contingentes poblacionales hacia la región amazónica, recién en los años cincuenta del siglo pasado se produjo la ocupación de las tierras bajas del país por pobladores del Occidente, a partir de las políticas de colonización del gobierno de la Revolución nacional y de la apertura de la carretera asfaltada Cochabamba - Santa Cruz. Los objetivos de la colonización definidos por el Decreto Supremo Nº 07765 de 1966 fueron la ampliación y diversificación de la economía nacional, estimulando el surgimiento de industrias derivadas de las actividades agropecuaria y forestal.217 Desde entonces, se desarrollaron distintas corrientes migratorias —algunas dirigidas y otras espontáneas— hacia el departamento de Santa Cruz, el norte de La Paz, el sur del Beni y el trópico cochabambino. En los últimos años, el fenómeno migratorio se ha ido intensificando considerablemente y se ha desplegado en dos sentidos: como migración interna (del campo hacia las ciudades y entre áreas urbanas) y como migración internacional (hacia Argentina, EEUU, España y otros países). Cada una de estas modalidades ha tenido una serie de efectos y resultados distintos que fueron modificando la estructura poblacional del país, las prácticas productivas y mercantiles, la disponibilidad de recursos e incluso la configuración identitaria. La tasa de migración interna en Bolivia es de 15,2%, lo cual indica que quince de cada cien bolivianos vive en un departamento distinto a donde ha nacido. Pero esta cifra sólo refleja los traslados realizados a nivel de departamentos, no considera los ocurridos entre provincias y municipios. La migración dentro del país no acontece de la misma manera en todos los departamentos, mientras algunos tienen saldos migratorios positivos, es decir, reciben más población de la que expulsan, como Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Pando, otros son fundamentalmente expulsores de población, es el caso de Potosí, Oruro, Chuquisca, La Paz y Beni.218 La migración interna urbana es un fenómeno especialmente significativo: 52,7% de los migrantes nacionales provienen de otra área urbana; en tanto 47,2% provienen del área rural. Según la Encuesta Continua de Hogares realizada en 1999, las razones fundamentales que determinaban la migración en Bolivia son la necesidad de acceso a educación (25,6%) y la búsqueda de trabajo (18,2%).219 Esto parece haberse modificado pues, de acuerdo con datos de INEMECOVI de 2002, la causa principal de la migración es la búsqueda de trabajo.

216 Salinas, 2007. 217 Quiroga, y Salinas, 1996. 218 INE 2003 en PIEB, 2005. 219 Lykke Andersen, 2002 en base a la encuesta MECOVI de 1999; citado en Peña y Boschetti, 2008.


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Cuadro 13: Razón de la Migración Interna según Departamento LA PAZ

COCHABAMBA

SANTA CRUZ

POTOSÍ

EL ALTO

Búsqueda de trabajo

CAUSA DE LA MIGRACIÓN

1.008

10.815

26.634

3.894

18.991

Educación

2.627

3.493

4.172

577

9.202

764

469

11.219

2.346

1.808

878

Traslado de trabajo

588

Salud Familiar

942

9.888

29.983

12.537

36.562

Otra

4.239

2.896

10.285

1.606

16.727

Total

9.044

29.438

73.646

19.961

92.701

Fuente: Mercado e Ibiett, 2006 en base a INE-MECOVI, 2002.

En cuanto a los resultados de la migración, al parecer una elevada proporción de migrantes ve frustradas sus expectativas de mejorar sus niveles de ingreso. La ciudad de El Alto es la que parece satisfacer menos las expectativas de los migrantes, lo cual se explica por las condiciones de vida de esta ciudad. En cambio, en las ciudades de La Paz y Santa Cruz, 75% de los migrantes lograron ubicarse en una actividad laboral cuyo salario es mayor al que hubieran alcanzado en su ciudad de origen.220 La mayor proporción de los migrantes que llegan a estas ciudades son hombres, la ciudad de El Alto presenta la proporción más elevada. La mayoría de los migrantes hombres tiene diez años de escolaridad o más, esto indica que las posibilidades de migrar en busca de trabajo aumentan con el mayor nivel de educación. En el caso de las mujeres, es interesante observar que algo más de un cuarto de las migrantes por razones de trabajo tiene un nivel de educación superior al bachillerato; aunque cabe anotar que cerca de un tercio tiene un nivel de escolaridad de entre cuatro y nueve años. Los migrantes de La Paz son los que tienen mayores niveles de educación comparados con los de otras ciudades, Santa Cruz se ubica en el tercer puesto, y El Alto es donde se registran los menores niveles de educación.221 Una encuesta realizada en las nueve ciudades capitales y en la ciudad de El Alto por la Fundación UNIR en el año 2006 aporta información interesante sobre el fenómeno migratorio: –– Cerca de 43% de la población urbana no nació en el lugar donde habita. Este dato coincide con el de la encuesta realizada en 2004 por ILDIS, la cual señalaba que 44,8% de la población urbana se encontraba en un lugar distinto al de su nacimiento.

220 Mercado e Ibiett, 2006 citados ibídem. 221 Ibídem.


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–– 45% de las personas migraron dentro del mismo departamento (La Paz, El Alto, Potosí y Trinidad), 36% lo hicieron entre ciudades capitales (Santa Cruz, Cochabamba Sucre y Tarija), y 19% migraron de localidades de otros departamentos (Pando, Cochabamba y Tarija). –– 62% migró hace más de diez años. Las ciudades con migrantes más antiguos son La Paz, El Alto y Santa Cruz. 11% de la población migró en los últimos cinco años. –– Los jóvenes muestran una mayor tasa de migración: 66% de la población entre 18 y 25 años ha migrado. –– Los indígenas presentan una mayor tasa de migración: 60,9% de quienes se identifican como indígenas migraron. –– Las ciudades que actualmente reciben mayor cantidad de migrantes son Cobija (50,5%), Santa Cruz (49,4%), Tarija (48,7%) y Oruro (48,6%). La emigración del país, debida fundamentalmente a la falta de empleo (la tasa de desempleo abierto es de 9,1%),222 tiene un fuerte impacto; una muestra de lo profundo de sus repercusiones es la importancia de las remesas, que se incrementan año a año. La migración es un fenómeno muy significativo en los procesos de construcción de identidades, ya que pone en relación y contacto directo a poblaciones diferentes, con lo que se producen una serie de cambios por influencias mutuas y procesos de adaptación, dominación o resistencia. Sea cual fuere el tipo de migración y sus motivos, el migrante se ve en la necesidad de romper con sus vínculos primarios, desarraigarse y entrar en un mundo desconocido que tiene pautas diferentes y le impone roles nuevos.223 Pero el migrante no sólo acepta incondicionalmente los modelos que rigen en el nuevo medio social en que se encuentra; en la práctica cotidiana, se produce un constante juego de aceptación - rechazo de estos modelos.224 Así, al perder sus apoyos y vínculos habituales y experimentar situaciones nuevas, surge el dilema entre adaptarse en forma pasiva, empobrecerse y perder su identidad individual o, por el contrario, asimilar creativamente las nuevas situaciones hasta lograr una integración creadora. El nuevo ambiente donde se encuentra el migrante puede ser hostil y discriminador, o bien receptivo y cordial. Pero de todos modos le exigirá transformaciones culturales, de lenguaje, de valores, de normas de relación y comunicación, y lo obligará a abandonar la comunidad que era la base de su competencia social, de su identidad personal y de su autoestima. 222 INE, Estadísticas 2008. 223 Yampey, 1982 citado en Peña y Boschetti, 2008. 224 Tamagno, 2000 citada ibídem.


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Los dilemas surgidos en el proceso de adaptación se expresan en problemas de identidad, alienación y tensión. Existe una ambivalencia básica entre la necesidad de acomodarse a los nuevos usos y normas, e incluso asimilarlos, y el esfuerzo por mantener los valores anteriores. Durante este período, los migrantes generalmente organizan su existencia en torno a dos polos: por un lado, su familia y otros miembros de su comunidad de origen, en un contexto cultural parecido al de su lugar de nacimiento; por otro lado, su trabajo y su vida pública en una cultura que no les es familiar. Esta dicotomía alcanza su máxima expresión en el manejo de dos instrumentos lingüísticos autónomos: la lengua materna utilizada en el ámbito privado, con la familia y los amigos, y un lenguaje especializado para el trabajo y la vida pública, que carece de connotaciones afectivas. Coexisten, así, un lenguaje de poder y un lenguaje de afecto.225 Uno de los mayores problemas que la población migrante del campo a las ciudades debe enfrentar es la discriminación. Pese a las importantes transformaciones políticas y sociales que se han producido en el país en los últimos años, la discriminación es aún una realidad cotidiana que afecta fundamentalmente a estos migrantes.

La migración en el Altiplano En la región del altiplano, El Alto es una ciudad sui géneris puesto que se conformó a partir de sucesivas migraciones de distintas épocas. La mayor parte de los inmigrantes proviene de las provincias Omasuyos, Larecaja y Manco Capac del altiplano paceño; aunque también llegaron migrantes desde la propia ciudad de La Paz y de otros departamentos. En 1993, 53% de la población de El Alto era migrante, 40% de esta población era originaria de las áreas rurales del altiplano paceño y 13% de zonas rurales de otros departamentos.226 Actualmente, El Alto ya no es predominantemente una ciudad de migrantes porque 51% de su población nació en ella; en el grupo etáreo de 20 a 24 años, el porcentaje de nacidos en El Alto es de 55%, y en el de 15 a 19 años alcanza a 71%.227 La migración de jóvenes a El Alto ha disminuido notoriamente en los últimos años, constituyendo sólo 26% de los inmigrantes recientes. Un 60% de los jóvenes inmigrantes proviene de áreas rurales; en contraste, 40% llega desde centros urbanos pequeños del departamento de La Paz y de las ciudades de Santa Cruz y Oruro.228

225 Ibídem. 226 Antezana, 1993 citado por Barragán y Solíz, ibídem. 227 Rossell y Rojas, 2002 citados por Barragán y Solíz, ibídem. 228 Ibídem.


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La población alteña no es un bloque monolítico; es posible identificar significativas diferencias internas según el origen de los migrantes y el tiempo de su residencia en la ciudad. Por un lado están los inmigrantes aymara rurales antiguos, quienes pasaron por procesos de apropiación, adaptación, readecuación y reinvención que les confieren una personalidad específica; por otro, están los migrantes de otras regiones del departamento y del país (como los centros mineros de Oruro y Potosí), quienes llegaron con la relocalización; finalmente, están los migrantes de la ciudad de La Paz, quienes portan elementos culturales más ligados con el mundo criollo-mestizo. La zona norte de El Alto es considerada un reducto de migrantes aymara pertenecientes al estrato social más bajo, provenientes del área rural del departamento de La Paz; sin embargo, al parecer la concentración de actividades artesanales, de manufactura y de comercio en las villas 16 de Julio, Ballivián y Alto Lima está conformando una clase media urbana aymara. En la zona central de El Alto, en Ciudad Satélite, se ha ubicado población proveniente de los rebalses de la ciudad de La Paz y de otros departamentos, que es considerada de clase media (muchos empleados públicos se cuentan en ella). En la zona sur de El Alto (Aeropuerto y 61 villas, entre las que se encuentran Villa Adela, Villa Bolívar, Nuevos Horizontes, Pacajes-Caluyo, Primero de Mayo, Santiago, etc.) también existe población procedente de la ciudad de La Paz y de los departamentos de Oruro, Cochabamba y Potosí; dicha población desarrolla actividad comercial en pulperías, hornos de pan, quintas, bares, pensiones, agencias de cerveza, etcétera.229 Otro punto tradicional de recepción de migrantes es la zona de los Yungas. Si bien la colonización de esta región se produjo desde tiempos prehispánicos, los habitantes de la “zona tradicional” de Sud Yungas —descendientes de aquellos migrantes— perciben que la población de localidades como La Asunta está compuesta por gente “de todo lado”. Los actuales flujos migratorios proceden de las cabeceras de valle del norte de La Paz, en particular de Ambaná en la

229 Arze, 1995, y Sandoval y Sostres, 1989 citados por Barragán y Solíz, ibídem.


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provincia Camacho, y en menor medida de las localidades de Puerto Acosta, Santiago de Huata (en la provincia Omasuyos) y Copacabana (en la provincia Manco Capac); aunque la migración desde Ambaná y Copacabana sucedió ya en el siglo XIX. La gente de Omasuyos viaja a los Yungas para comercializar pescado, charque de llama y de oveja, y queso, que son muy demandados y para llevar coca de retorno a sus comunidades. En la década del treinta del siglo pasado, ante la falta de mano de obra en los Yungas debido a la Guerra del Chaco, se produjeron flujos migratorios desde Moho y Huancane en el Perú; si bien la existencia de una localidad denominada Huancane en Sud Yungas hace pensar que no se trató de un fenómeno nuevo. En los años ochenta se reconocía abiertamente que había muy pocos “yungueños legítimos”, entendiendo por tales a quienes tenían ancestros en los Yungas.230 Por otra parte, es importante mencionar el fenómeno de migración temporal desde distintos puntos fronterizos de La Paz y de Oruro hacia Chile, donde los migrantes se emplean principalmente en labores agrícolas. En algunos casos, dichas migraciones temporales han acabado por convertirse en definitivas; pero ello no impide que el emigrado regrese durante un año a su comunidad para cumplir con el cargo de autoridad que le corresponde y así conservar sus derechos comunales.

La migración en los valles Cochabamba es un importante receptor de migrantes internos; una muestra de ello es que debido a la fuerte presencia de migrantes, algunos barrios de la ciudad de Cochabamba, como Alto Cochabamba, Cerro Verde y otros, han adquirido la fisonomía característica de las ciudades de Oruro y La Paz.231 La “relocalización” minera de 1985 produjo un importante flujo migracional orientado al departamento de Cochabamba, tanto hacia la ciudad como hacia la zona del Chapare. Estos procesos migratorios han incidido

230 Spedding, ibídem. 231 Sánchez et al., 2008.


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fuertemente en las relaciones económicas y sociales locales, ocasionando modificaciones en la vestimenta, las costumbres alimenticias y la dinámica general urbana - rural; además, dieron lugar al surgimiento de nuevas identidades urbanas distintas a la tradicional identidad mestiza regional. Cochabamba es también un departamento expulsor de población. Los importantes flujos hacia otros países están causando cambios que se expresan en la estructura y organización familiar, originando desagregación y desórdenes en los procesos de producción y en las lógicas económicas de quienes permanecen en la región, así como en el surgimiento de nuevas expresiones artísticas e incluso en la arquitectura de ciudades y pueblos. Por otra parte, los emigrantes que retornan del extranjero parecen tener un mayor conocimiento y ejercicio de su ciudadanía, así como una mayor orientación hacia los derechos individuales232; se estarían produciendo también nuevas formas de concebir la territorialidad —ampliándose e incluso transnacionalizándose—, cambios en el uso de lengua, en la religiosidad, en las festividades, en las redes de solidaridad, etc.233 En Arbieto, uno de los municipios cochabambinos con mayores índices de emigración, la arquitectura está cambiando, al parecer por influencia de la migración: si quien emigra es el jefe de hogar, las remesas suelen destinarse a realizar refacciones en la casa, manteniéndose su estructura tradicional; en cambio, si quienes emigran son los hijos, los recursos son invertidos en la construcción de nuevas casas con diseños europeos, americanos o argentinos, que rompen con la tradición arquitectónica local.234 En 1950 el departamento de Chuquisaca tenía una mayoría poblacional rural que llegaba a 82%, en 1976 se redujo a 78% y en 2003 a 58.9%. En los años recientes, la migración hacia las ciudades ha continuado debido a la escasez de tierras aptas para el cultivo y a la falta de alternativas productivas en las comunidades. La migración campesina hacia la ciudad de Sucre ha generado un cinturón urbano periférico, los barrios Patacón, 6 de junio y Urkupiña 232 Ibídem. 233 Ibídem. 234 Ibídem.


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están conformados por migrantes del norte de Potosí que ofrece mano de obra barata como albañiles, cargadores y empleadas domésticas. Por otra parte, la migración chuquisaqueña se dirige también al Chapare y al Oriente del país. Generalmente, los migrantes rurales mantienen vínculos con sus comunidades; así, los comunarios de Quila Quila, por ejemplo, poseen una segunda casa en los barrios San Martín y el Tejar. También la población chuquisaqueña ha empezado a emigrar del país, especialmente hacia Argentina; se conoce que gente de las comunidades Huasa, Ñujcchu y Escana ha formado barrios en las ciudades de Buenos Aires y Salta.235 La creciente migración desde el Occidente del país y desde las áreas rurales del departamento hacia la ciudad de Tarija la han convertido en los últimos años en una urbe multicultural. Los migrantes llegan apoyados en redes de solidaridad y parentesco que contribuyen a su establecimiento en la ciudad. Por otra parte, las duras condiciones de vida del pequeño campesino parcelario del valle tarijeño central lo obligan a migrar a la República Argentina, como parte de una estrategia económica para recuperarse de períodos de sequía o de discontinuidad en la producción agropecuaria familiar, y también siguiendo la tradición de “hacerse hombre”, afirmar la identidad masculina y la mayoría de edad mostrándose capaz de ganarse la vida en tierras lejanas236.

La migración en la AmazonÍa La migración ha tenido enorme relevancia sobre la composición y las tendencias demográficas de las distintas localidades de la región amazónica. Durante el auge de la goma, en el Norte amazónico se produjeron importantes migraciones procedentes de Santa Cruz que incidieron en la diversificación de la composición social regional y en la urbanización de pueblos como Villa Bella, Cachuela Esperanza, Riberalta y Cobija. Con la finalidad de contar con fuerza de trabajo para la recolección de la goma, se hacían contrataciones y reclutamientos forzosos entre los grupos étnicos locales, por ello numerosas familias indígenas de los llanos de Moxos se dispersaron por el campo como una estrategia de resistencia, originando así la formación de comunidades. Las sociedades de Cobija, Guayaramerín y Riberalta —conformadas a partir de la migración— han recibido migraciones interdepartamentales e intradepartamentales en los últimos veinte años. Hoy en día, en el departamento de Pando los inmigrantes nacionales constituyen

235 Ibídem. 236 Ibídem.


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32,3% del total de su población; 19,0% de éstos proviene del Beni y 6,3% de La Paz. Recientemente, las ciudades benianas de San Borja y Rurrenabaque han recibido igualmente considerables corrientes migratorias.237 La mayoría de los inmigrantes provienen de los departamentos de Potosí y Oruro, así como de las áreas rurales de La Paz y Cochabamba. Son comerciantes que residen en las ciudades de Trinidad, Cobija, Riberalta, San Borja y Guayaramerín; campesinos, denominados colonos, asentados en áreas como Yucumo, Rurrenabaque y el Parque Nacional Isiboro Sécure, conformando sindicatos rurales; y campesinos, denominados comunarios, que se han integrado en comunidades de municipios de Pando y de la frontera entre Beni y Cochabamba. El incremento de la población de la localidad de San Ignacio de Moxos se debe a la migración desde las áreas rurales del municipio, y también a la llegada de familias de origen andino. La ubicación de San Ignacio puede convertirlo en un eje de la dinámica económica y poblacional entre Cochabamba y Beni, y en un punto de articulación entre las ciudades de Santa Ana, San Borja y Trinidad hacia Cochabamba; además, la apertura de la carretera San Ignacio - Villa Tunari - Cochabamba hace prever un incremento de la migración.238 A una hora de San Borja, en el tramo Yucumo - Rurrenabaque, se encuentran asentadas numerosas familias de colonizadores; en Yucumo las provenientes de las áreas rurales de la Paz y Oruro, y en la localidad de El Palmar las provenientes de Potosí. Estas comunidades de colonizadores están organizadas en sindicatos agrarios que, en su conjunto, conforman la Federación de Colonizadores. Como resultado de la transición hacia lo urbano experimentada por la localidad de Yucumo, y de las nuevas expectativas económicas —la agricultura, la ganadería y el comercio son las actividades económicas que se desarrollan actualmente— se está gene-

237 Molina et al., 2008. 238 Ibídem.


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rando una diferenciación económica interna. Estos inmigrantes están construyendo una nueva identidad territorial como yucumeños; aunque los mayores siguen identificándose en relación a su origen territorial y étnico (como aymaras, quechuas, paceños, orureños o potosinos), sus hijos nacidos en Yucumo reivindican la pertenencia territorial a este lugar. Para la gente de las ciudades vecinas de San Borja y Rurrenabaque, ya sea indígena o carayana, los migrantes y sus hijos son collas o colonos, y los perciben de manera negativa puesto que se los vincula con la deforestación e incluso se les ve como invasores de tierras.239 En la ciudad de Trinidad habitan migrantes antiguos. Aunque la población se muestra abierta hacia ellos en las relaciones cotidianas, no les ofrece igualdad de oportunidades, sobre todo en relación al empleo, por lo que deben dedicarse al comercio y, en el caso de las mujeres, ocuparse como empleadas domésticas. A tiempo que se reconoce a los migrantes como gente trabajadora, en busca de bienestar y de un futuro mejor, también se los percibe como “cerrados”, probablemente por su actitud que responde a la discriminación o es una estrategia de resguardo cultural.240 Los grupos étnicos nativos que conviven con los migrantes —como el trinitario y el yuracaré en el TIPNIS, y el chimane en San Borja— los identifican globalmente como “collas“ o “paisanos”, dejando de lado la identidad étnica específica, quechua o aymara. Los moxeños, en particular los dirigentes y técnicos de la organización indígena, son quienes poseen una percepción más negativa sobre los colonizadores: aunque reconocen que son organizados, emprendedores y trabajadores, los ven como avasalladores de tierras, destructores y contaminadores, percepción que ha sido respaldada por los discursos políticos de sectores cívicos y empresariales.241 Un caso particular de migración es el de las comunidades campesinas de Potosí y Cochabamba vinculadas con una iglesia evangélica (religión israelita), que arribaron a la región buscando la tierra prometida. Mantienen una serie de rasgos distintivos, tanto en la vestimenta (los hombres llevan cabello y barba largos, las mujeres se cubren la cabeza con un manto y usan vestidos largos) como en las normas de trabajo, configurando una identidad comunal centrada en la adhesión a mitos bíblicos. Han conformado las comunidades de Arca de Israel y Gran Cruz, donde trabajan comunitariamente la tierra para producir maíz, tomate y maní, que venden a brasileños, distribuyendo las ganancias equitativamente entre los miembros de las comunidades.242

239 Ibídem. 240 Ibídem. 241 Ibídem. 242 Ibídem.


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La migración en el Oriente En la década del cincuenta se inició la migración hacia Santa Cruz desde el occidente del país, a partir de la instalación de la insdustria azucarera que ofrecía fuentes de empleo. Si bien la migración hacia la región parece haberse mantenido constante desde entonces, la composición de los migrantes se ha modificado; ya no son únicamente personas de escasos recursos las que migran hacia Santa Cruz en busca de trabajo y mejoras salariales, sino también profesionales, inversionistas y empresarios de clase media alta y alta que buscan una “cultura emprendedora” y mayor seguridad para sus actividades. En la mayoría de los casos, la búsqueda de mejoras laborales ha sido el motivo que impulsó a los migrantes a dirigirse a Santa Cruz. A su vez, la migración ha representado una fuente permanente de oferta de mano de obra barata en ocupaciones poco calificadas, como albañilería, servicio doméstico y otras. Al interior del departamento, trece de las quince provincias cruceñas son receptoras de migrantes; Andrés Ibáñez (donde se encuentra la ciudad de Santa Cruz) es la que recibe el mayor flujo migratorio, le siguen Ñuflo de Chávez (por la presencia de ciudades receptoras como San Julián, San Javier, Concepción y otras), Guarayos (Ascensión de Guarayos y Urubichá) y las ciudades de Warnes y Okinawa 1. Yapacaní y San Julián concentran migrantes antiguos del Occidente del país, especialmente quechuas. Los municipios de Santa Cruz, Montero y San Julián son los que reciben mayor migración en todo el departamento; mientras Camiri, Boyuibe (en la provincia Cordillera) y Pucará (en la provincia Valle Grande) son municipios expulsores.243 La mayoría de los migrantes pobres llegados a la ciudad de Santa Cruz se asientan en zonas periféricas, en los barrios cercanos a los mercados y en la ciudadela “Andrés Ibáñez” - “Plan 3.000”, en el distrito N° 8, donde el crecimiento demográfico es más acelerado y la pobreza es mayor, la población se hacina en viviendas precarias sin agua potable, alcantarillado, ni electricidad. Casi la mitad, 45% de los hogares del Plan 3.000 son pobres, 43% son

243 Peña y Boschetti, 2008.


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moderadamente pobres y 1,9% son indigentes.244 La principal actividad económica de los habitantes de este barrio es el comercio (63%), a través de pequeños emprendimientos de tipo familiar; son pocas las alternativas de empleo y capacitación, lo cual limita la posibilidad de mejorar los niveles de ingreso de la población.245 Los migrantes perciben la migración como una necesidad, como la única alternativa posible, lo que sustenta sus esfuerzos y justifica sus sufrimientos, por grandes que sean. En general mantienen lazos con sus lugares de origen y con sus parientes; cuando éstos migran o mueren, esos lazos se rompen y se diluye el deseo de retornar. En el Oriente la discriminación se presenta más como discriminación de clase que de carácter étnico - cultural. La diferencia étnica no constituye un problema en la vida cotidiana de los migrantes; los testimonios evidencian su voluntad de integración a las pautas culturales cruceñas. Sin embargo, el discurso hegemónico que enfatiza la diferencia étnica como una oposición insalvable ha provocado un recrudecimiento de la discriminación en la relación camba - colla.246 Por otra parte, existen importantes asentamientos de población de origen extranjero en el departamento de Santa Cruz. Es el caso de las colonias japonesas y menonitas que se establecieron en la región a partir de la década del cincuenta con las políticas estatales de promoción de la inmigración, y se dedican sobre todo a las actividades agropecuarias. Más recientemente, la región ha recibido inmigrantes argentinos y de otras nacionalidades, quienes se han asentado en la ciudad de Santa Cruz.

La migración en el Chaco Desde que se fundó la gobernación de Santa Cruz, ésta se interesó por ocupar el Chaco. Sin embargo, el avance de empresarios cruceños a la región recién comenzó en 1787, cuando cerca de Charagua se construyó el fuerte de San Carlos de Saipurú; éste, junto con el de San Miguel de Membray en las proximidades de Camiri, fueron puntos clave en la lucha contra los guaraní. El establecimiento de estos fuertes atrajo a una población civil que dio inicio a la ganadería y a algunos cultivos agrícolas estables, lo cual cambió definitivamente la región. Aunque la colonización del Isoso por los karai se inició a fines del siglo XVIII, su ocupación efectiva —con todos

244 Fundación PAP, 2006 citada ibídem. 245 Ibídem. 246 Ibídem.


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los abusos que ello implicó— ocurrió recién entre 1844 y 1854.247 En el siglo XX se inició la migración de población quechua y aymara proveniente del Occidente del país, que se asentó tanto en áreas rurales como en localidades urbanas, principalmente en la ciudad de Yacuiba; la mayor parte de estos inmigrantes arribó a la región entre las décadas del ochenta y del noventa. Los inmigrantes quechua se dedican a la agricultura en las zonas de pie de monte, mientras que los aymara desarrollan actividades comerciales en las ciudades de frontera y a lo largo de la carretera Yacuiba - Santa Cruz. En general, conservan su identidad originaria, sus formas organizativas (el sindicato) y sus ritos, como ocurre con la celebración del “martes de challa”. El desarrollo urbano de la ciudad de Camiri es resultado de la llegada de trabajadores durante los años del auge de la producción petrolera, esta población está muy ligada a la dinámica de Santa Cruz,248 también existe una cantidad importante de inmigrantes quechuas provenientes de las zonas rurales del departamento de Chuquisaca y de la ciudad de Sucre. En Villamontes, el crecimiento urbano ha sido impulsado principalmente por el auge petrolero que se experimenta actualmente. El peso de los inmigrantes andinos, sobre todo quechua, en la configuración demográfica chaqueña es importante. Según datos del censo 2001, había más de diez mil quechua —y sólo dos mil trescientos aymara— en Yacuiba, dos mil quinientos quechua en Monteagudo, mil novecientos en Camiri, mil doscientos en Cabezas y mil en Villamontes.249 Después de los guaraní, los quechua ocupan el segundo lugar entre los pueblos indígenas presentes en el Chaco, con 20.395 habitantes (32%); y los aymara el tercero, con 3.636 247 Combés, 2005 y Roca, 2001 citados en Galindo et al. (doc. no publicado). 248 Combés citada ibídem. 249 Bazoberri, 2004.


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habitantes (5,7%). La mayor concentración de población quechua y aymara se encuentra en Yacuiba, con 12.485 habitantes mayores de 15 años.250 Por otra parte, la población extranjera en el Chaco es también relevante. En los municipios de Charagua y Cabezas, en la provincia Cordillera de Santa Cruz, existen asentamientos menonitas establecidos a partir de los años setenta del siglo veinte, que se dedican a la actividad agropecuaria. Asimismo, hay colonias menonitas en la zona de Caiza, en la provincia Gran Chaco de Tarija.

6. Identidades urbanas En los últimos años Bolivia ha dejado de ser un país rural, actualmente 62,4% de la población vive en áreas urbanas. Esta situación se aplica a la mayoría de los departamentos del país. Los que tienen mayores índices de urbanización son Santa Cruz (76%), Beni (68%), La Paz (66%) y Tarija (63%); y los departamentos aún predominantemente rurales son Chuquisaca, Potosí y Pando. Entre los años 1976 y 1992, la población urbana registró un incremento mayor a 92%; en cambio, el área rural creció menos de 1%. Durante el mismo lapso, el ritmo de crecimiento urbano fue de 4,2% anual, en tanto que el rural de 0,04%. En el siguiente período, entre 1992 y 2001, el crecimiento urbano fue menos intenso y llegó casi a 40%; mientras que el área rural aumentó su población aproximadamente en 14%. En ese tiempo, el ritmo de crecimiento urbano alcanzó una media anual de 3,6%, y el rural una media anual de 1,4%251. El crecimiento urbano de las tres últimas décadas se debe, fundamentalmente, a la conversión de áreas rurales en urbanas y a la migración hacia las ciudades. La gran mayoría de la población urbana del país (72%) reside en siete grandes ciudades, lo que muestra la existencia de un proceso de alta concentración. La gente ya no se establece

250 Galindo et al. (doc. no publicado). 251 INE, 2003.


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en ciudades intermedias o pequeñas,252 sino que se dirige hacia las ciudades capitales, con la consecuencia de un rápido crecimiento urbano sin planificación ni adecuado desarrollo de la infraestructura y de los servicios necesarios para atender a la población. El crecimiento urbano ha ocasionado, por otra parte, que algunas ciudades intermedias, como El Alto y Quillacollo, se hayan unido con las ciudades de La Paz y Cochabamba, conformándose grandes manchas urbanas.

Cuadro 14: Población según Departamento y Área DEPARTAMENTO

PORCENTAJE

Bolivia

8.274.325

Área urbana

5.165.230

62,42

Área rural

3.109.095

37,58

La Paz

2.350.466

Área urbana

1,552,146

66,04

798.32

33,96

Área rural Cochabamba

1.455.711

Área urbana

856.409

58,83

Área rural

599.302

41,17

Oruro

391.870

Área urbana

236.110

60,25

Área rural

155.760

39,74

Chuquisaca

531.522

Área urbana

218.126

41,03

Área rural

313.396

58,96

Potosí

709.013

Área urbana

239.083

33,72

Área rural

469.930

66,27

Tarija

391.226

Área urbana

247.736

63,32

Área rural

143.490

36,67

Santa Cruz

252 PIEB, 2005.

POBLACIÓN

2.029.471


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DEPARTAMENTO

Área urbana

POBLACIÓN

PORCENTAJE

1,545,648

76,16

Área rural

483.823

23,84

Beni

362.521

Área urbana

249.152

68,72

Área rural

113.369

31,27

Pando

52.525

Área urbana

20.820

39,63

Área rural

31.705

60,36

Fuente: Elaboración propia en base a datos del INE, 2003.

La urbanización del país durante los últimos treinta años se debe fundamentalmente a la migración de la población rural por la crisis del agro. Dicho proceso ha tenido dos consecuencias importantes: en primer lugar la pérdida en el campo de población en edad de trabajar, permanecen allí sobre todo mujeres, niños y ancianos, lo cual significa que las posibilidades de desarrollo de muchas comunidades rurales se ven gravemente limitadas, aunque parte de la población emigrada retorna a sus comunidades en épocas de trabajo agrícola; en segundo lugar ha ocasionado la indigenización de las ciudades, antes reductos de la población mestiza criolla. Aunque el tema de las identidades de género y generacionales ha estado casi ausente del debate sobre identidades, las mujeres y los jóvenes son indudablemente actores importantes en las ciudades. Las lecturas marxistas, el discurso del mestizaje y las posturas etnicistas llevaron a considerar que —independientemente del género y de la edad— lo determinante es la pertenencia a una clase social o a una cultura y un territorio. Sin embargo, distintos estudios sociales y culturales demuestran que las especificidades de género y generacionales son importantes e influyen en la conformación identitaria. Aunque poco reconocido, sin duda el rol de la mujer es protagónico en la sociedad boliviana en distintos ámbitos, incluido el económico. Cada vez más mujeres son jefes de hogar y deben cumplir la famosa doble jornada de trabajo: la correspondiente a las tareas tradicionalmente “femeninas” de cuidado de los hijos y del hogar —actividades no remuneradas ni valoradas— y la correspondiente al desempeño de actividades que les permitan generar ingresos para sostener o contribuir al sostenimiento de sus familias, frecuentemente en el sector terciario (comercio y servicios, sobre todo en el ámbito de la informalidad), como se puede apreciar en el siguiente cuadro.


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Cuadro 15: Población Femenina Ocupada según Rama de Actividad RAMA DE ACTIVIDAD

Agricultura, ganadería, caza y silvicultura

30,3

Pesca

14,3

Explotación de minas y canteras

8,0

Industria manufacturera

38,5

Electricidad, gas y agua

10,3

Construcción

2,5

Comercio por mayor, menor y reparación

55,9

Hoteles y restaurantes

73,2

Transporte, almacenamiento y comunicación

PORCENTAJE

6,8

Intermediación financiera

39,7

Servicios inmobiliarios, empresariales y alquiler

31,2

Administración pública, defensa, seguridad social

22,3

Educación

56,9

Servicio social y salud

62,6

Servicios comunitarios

46,6

Hogares privados

95,6

Organizaciones extraterritoriales

46,5

Fuente: INE, 2001

Pese a que el mandato familiar sigue indicando que la mujer debe preparase para atender su hogar, por lo cual no es importante que estudie y cuente con una profesión u oficio, las mujeres jóvenes lo están impugnando y buscando su propio rumbo, incluso en áreas de ocupación tradicionalmente reservadas a los hombres: Me dijo mi papá y mi mamá: “¡Tú para la casa, no para el estudio! Tú… buscate marido…” Y mi papá me dio su ropa para lavar… Así me ha aconsejado, pero nada es difícil y estoy estudiando carpintería.253 Vi a mi padre trabajar en la llantería, ahora yo hago lo mismo y mis dos hijas me ayudan en el taller, trabajan junto a mí, nos gusta nuestro trabajo.”254

253 Testimonio de mujer de veinte años en Quispe et al., 2007. 254 Testimonio de mujer de 28 años, ibídem.


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Sin embargo, la discriminación de género existente en la sociedad boliviana hace que este tipo de opción laboral no siempre sea visto con buenos ojos: Vienen los clientes y dicen: “¿Dónde está el que atiende, dónde está el llantero?” Y les digo “yo soy la que atiende aquí”, un poco me desanima eso, pero ¡no! Algunos se retiran pensando que lo vas a hacer mal, no conocen nuestro trabajo.255

Un actor importante en las ciudades es la mujer migrante de origen rural. Esta mujer percibe que su condición indígena la hace diferente y que esta diferencia implica desigualdad, por eso opta por una especie de “suicidio identitario” impulsando el cambio de lengua, de vestimenta y de hábitos de sus hijas, busca que ellas se eduquen y estudien para no ser como ella, para que no sufran como ella y para que puedan ascender socialmente.256 Estas mujeres migrantes se insertan en uno de los pocos espacios laborales abiertos para las indígenas: el trabajo doméstico. Las trabajadoras del hogar cumplen un sinnúmero de tareas, frecuentemente sin horarios; dichas labores hacen posible que tanto los miembros de los sectores de elite como los de clase media e incluso de sectores populares puedan estudiar y trabajar fuera del hogar. A pesar de ello, el nivel salarial de estas trabajadoras es por lo general extremadamente bajo, en 1994 no alcanzaba ni al 50% del salario mínimo.257 La vida cotidiana de estas mujeres es sumamente dura, pues a las penurias y sufrimientos de género se suma el desprecio de la sociedad por su condición de indias o cholas.258 La pobreza y la continua migración del campo a la ciudad aseguran una abundante oferta de empleadas domésticas, quienes pueden ser contratadas en condiciones muy desventajosas. Un resultado importante de esta situación —con consecuencias negativas para el conjunto de la sociedad— es la postergación indefinida de la corresponsabilidad doméstica de los varones.259 Por otra parte, las mujeres indígenas urbanas contribuyen a reproducir la etnicidad, ésta es su “tercera jornada de trabajo”: cumplen aynis, mantienen relaciones de parentesco y compadrazgo, y organizan actividades económicas en base a circuitos de reciprocidad. Estas tareas permiten, además de la sobrevivencia económica, la reproducción cultural.

255 Ibídem. 256 Salazar, 1999. 257 ILDIS-CEDLA, 1994 citado en Rivera, 2004. 258 Criales, 1994 citado ibídem. 259 Ibídem.


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Si bien los bajos niveles salariales del empleo doméstico, la duplicación de cargas laborales para las mujeres jefas de hogar y la emigración selectiva afectan tanto a las comunidades indígenas, como a quienes migran a las ciudades, las organizaciones indígenas no los consideran dentro de su agenda como temas prioritarios. La lucha por la dignidad es, pues, aún una tarea pendiente en áreas urbanas y rurales; mientras no se desarrollen propuestas políticas indígenas que presenten alternativas para las mujeres, no bastarán los avances logrados con el reconocimiento legal del carácter multiétnico del país; mientras las organizaciones indígenas no trabajen por los derechos de las mujeres migrantes, su propia noción de derechos quedará limitada y fragmentada; mientras las organizaciones indígenas no asuman la opresión de género y la realidad de numerosos hogares indígenas encabezados por mujeres, la noción de derechos humanos será retórica260. Por otra parte, como sabemos, Bolivia es un país con población fundamentalmente joven; los menores de 25 años constituyen aproximadamente 60% de la población total del país.261 Los jóvenes son, por tanto, actores fundamentales; sin embargo, la situación de este sector es incierta, los indicadores nos muestran que no cuentan con las condiciones adecuadas para asegurar su desarrollo. La mayor parte no logra concluir sus estudios ni formarse adecuadamente para incorporarse al mundo del trabajo: en el año 2001, 39,9% de los jóvenes que cursaban la secundaria en las áreas urbanas del país no pudieron concluirla (39,2% de varones y 40,5% de mujeres).262 Son diversas las causas del abandono de los estudios secundarios, pero éste se debe principalmente a las condiciones de pobreza que obligan a los adolescentes y jóvenes a trabajar muy temprano. El proceso de globalización cultural, así como la revolución digital y de las comunicaciones, tienen un fuerte impacto sobre los jóvenes, modifican sus imaginarios, valores y prácticas e incluso sus identidades. Gran parte de los jóvenes pasan muchas horas al día ocupados con 260 Ibídem. 261 Estadísticas demográficas. INE, 2008. 262 Ministerio de Educación, 2004.


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juegos electrónicos, televisión e Internet, conociendo otras realidades y comunicándose con jóvenes de otras regiones del mundo, lo cual permite el desarrollo de un imaginario y de códigos distintos a los de sus padres y de su comunidad, que los acercan a jóvenes de otras culturas y países con quienes terminan compartiendo visiones.

Identidades urbanas en el Altiplano Las ciudades de La Paz y de El Alto tuvieron un crecimiento muy significativo entre los años setenta y noventa, pasando de 635.238 habitantes en 1976 a 1.137.906 en 1992.263 El carácter de esta enorme población urbana —en gran parte compuesta por migrantes— dio lugar a distintas interpretaciones: desde las que la consideraban eminentemente mestiza, una suerte de síntesis de los diversos orígenes, hasta las que criticaban esta posición y planteaban la existencia de un grupo criollo occidental y otro de indígenas urbanos, con lenguas, ocupaciones y espacios diferenciados,264 pese a que los indígenas urbanos se autoidentifican como mistis o mestizos, e intentan alejarse todo lo posible de lo rural.265 En la ciudad de El Alto, las relaciones internas —entre zonas y entre pobladores de origen urbano o de clase media y migrantes de origen campesino— son jerárquicas y están atravesadas por la discriminación. Para los sectores medios, los ex-campesinos son indios ignorantes; para los migrantes de origen rural, sus vecinos de origen urbano son cholos que mantienen elementos culturales de origen andino. La cultura criolla se ubica en el polo positivo, a partir de ella se configuran múltiples estamentos y un sector reprocha al nivel inmediato inferior su “indianidad”, que es vista como sinónimo de ignorancia y pobreza.266 Se ha considerado que existe una identidad alteña, suma de las distintas identidades; también se ha propuesto que El Alto es una textura de múltiples identidades reunidas pero diferenciadas, y que su identidad se construye permanentemente a partir de múltiples procesos de sincretización, articulación y enlace, con el consiguiente distanciamiento de los contextos de origen. Se ha señalado también que es una ciudad mestiza en la cual —de acuerdo con el predominio aymara— los procesos de sincretización y articulación han dado lugar a la constitución de un amplio espacio cultural habitado por numerosas identidades sólidas y por un número aún mayor de subidentidades en proceso de transformación, entre las cuales se daría una diná-

263 Barragán y Solíz en Calla et al., 2007. 264 Albó, Greaves y Sandoval, 1983; Albó, 1987, 1988, 1990 citados por Barragán y Solíz en Calla et al., 2007. 265 Barragán y Solíz, ibídem. 266 Sandoval y Sostres, 1989 citados por Barragán y Solíz, ibídem.


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mica pautada por la mezcla y/o enlace.267 Por otra parte —y como ya se dijo— se ha planteado que El Alto es una ciudad eminentemente aymara, una especie de variante urbana de la versión original rural.268 En todo caso, pareciera que la población alteña de hoy se identifica al mismo tiempo como indígena, aymara, mestiza, vecina, productora y comerciante. Un grupo particularmente importante es el de los hijos jóvenes de los migrantes. A pesar de las duras condiciones que enfrentan los pobladores de la ciudad de El Alto, los jóvenes alteños han logrado mejorar sus condiciones de vida respecto a las de sus padres migrantes. Una muestra de ello es que los jóvenes trabajadores cuentan con mayores niveles de educación: 62% del grupo de 21 a 24 años ha terminado el bachillerato y 36% ha iniciado una carrera universitaria,269 lo que les proporciona mayores oportunidades y una visión distinta de la de sus mayores. Los jóvenes alteños se agrupan en organizaciones de tipo cultural (dedicadas a la práctica de danza, música, teatro y declamación), deportivas, educativas y religiosas; las mismas les permiten tanto reforzar lazos con sus pares como distanciarse de sus padres.270 Los jóvenes oscilan entre el deseo de diferenciarse de sus padres y la búsqueda de autoafirmación y autenticidad. Probablemente la música sea una de las expresiones juveniles mediante la cual plantean la distancia con sus padres: mientras que éstos prefieren la cumbia local, los jóvenes optan por el tecno y la cumbia argentina. Al parecer, existe también una diferencia entre los propios jóvenes, pues a los migrantes les gusta la música “chicha” y a los ya nacidos en la ciudad la cumbia argentina y el tex mex. Las fiestas de las villas o en las comunidades de origen de los padres a las cuales los jóvenes acuden a bailar, al igual que los campeonatos de fútbol, funcionan como puentes generacionales y culturales: la fiesta, la música y el baile permiten a los padres transmitir a sus hijos los valores culturales andinos. A medida que se hacen adultos, los jóvenes participan en

267 Antezana, 1993 citado por Barragán y Solíz, ibídem. 268 Albó, 1990 citado por Barragán y Solíz, ibídem. 269 Rossell y Rojas, 2002 citados por Barragán y Solíz, ibídem. 270 Méndez y Pérez, 2007 citados por Barragán y Solíz, ibídem.


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las actividades de sus padres a través de los “ritos de paso”, como el matrimonio, el bautizo o la rutucha, en los cuales se reproducen las tradiciones familiares y se usan ciertos códigos; esta participación se torna más intensa cuando llega el momento de su propio matrimonio o convivencia en pareja.271 La mayoría de los jóvenes alteños (70%) reconoce su identidad cultural aymara; en general, muestran un profundo rechazo hacia los partidos políticos por la corrupción y el mal gobierno, y 61% dice que no se identifica ni siquiera con los movimientos sociales porque la política les provoca disgusto. Sin embargo, hacen política a través de la cultura y se expresan mediante el hip hop, que mezcla la música de origen norteamericano con la lengua aymara.272 El tránsito del ámbito rural al urbano es un proceso difícil y doloroso que se expresa en la distancia existente entre los jóvenes y sus padres. Los líderes indígenas aymara no han generado un discurso ni propuestas específicas para la población indígena del área urbana, pues su discurso y sus proyectos se dirigen casi exclusivamente al mundo rural y al ayllu; esto significa que no se piensan a sí mismos en la ciudad, a pesar de que cada vez es mayor la población indígena urbana y pese a que las nuevas generaciones ya no regresarán al campo.273 Las mujeres urbanas de origen rural andino constituyen un grupo con grandes diferenciaciones internas de clase, de prestigio y de status.274 Sus espacios son el mercado y las calles ocupadas por el comercio. En el casi centenar de mercados existentes en la ciudad de La Paz, con más de dos mil puestos de venta, las mujeres se organizan en un sistema jerárquico de maestrerío: maestra mayor, maestra menor, alcalde mayor, alcalde menor y porta estandarte. Por su parte, las vendedoras callejeras —80% de los más de cuarenta mil comerciantes callejeros son mujeres— se han organizado en un sistema de turnos: madrugadas (6%), mañanas (32%),

271 Guaygua, 2000 citado por Barragán y Solíz , ibídem. 272 Samanamud, Cárdenas y Prieto, 2007 citados por Barragán y Solíz, ibídem. 273 Arnold, ibídem. 274 Salazar, 1999 citada en Barragán y Solíz, ibídem.


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mediodías (20%), tardes (24%) y noches (18%). Las comerciantes se aglutinan en asociaciones que conforman federaciones con distribución territorial propia.275 La chola es más que una mera intermediaria entre el mundo urbano criollo y el mundo rural andino, en tanto expresa la voluntad de diferenciarse de ambos mundos. Mientras conserva la pollera como símbolo de status —puesto que dejar de usarla e incorporar el vestido sería renunciar a la cúspide del mundo donde es reconocida y quedar indiferenciada— impulsa a sus hijos para que se inserten en el mundo criollo.276 Los procesos de diferenciación en el ámbito urbano no están exentos de conflictos y de tensiones; existen diferentes niveles de alejamiento de lo andino y cada uno recibe nombres precisos. Por ejemplo, entre las mujeres se establecen diferencias a partir de la vestimenta: las cholas visten pollera; las chotas visten falda, mandil y llevan una trenza; las birlochas visten falda o pantalón, blusas modernas y llevan el pelo suelto o con algún peinado de moda. La diferenciación incluye también una serie de hábitos que alejan o acercan a las personas de determinada categoría.277

Identidades urbanas en los valles Al igual que en la mayor parte de las áreas urbanas del país, en las ciudades de los valles los procesos de migración de las áreas rurales han generado espacios vinculados con la economía informal, que están dando lugar a nuevas formas de categorizar a los campesinos asentados en el área urbana. Así, los mercados informales aparecen como espacios propicios para procesos de reconstrucción de las identidades agropecuarias, ya sean campesinas, indígenas o productoras de bienes. Se ha generado una cultura de la informalidad con emblemas identitarios propios, como la música “chicha”. Un símbolo emblemático de esta cultura de la informalidad es 275 Barragán, 2006 citada por Barragán y Solíz, ibídem. 276 Barragán y Solíz, ibídem. 277 Guaygua, Quisbert y Riveros, 2000 citados por Barragán y Solíz, ibídem.


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la cancha, espacio privilegiado de la construcción y pugna entre identidades de productores informales, campesinos y empresarios.278 En los años posteriores a la Revolución de 1952, las mujeres del valle cochabambino fueron excluidas de los espacios públicos construidos mediante los procesos de movilización campesina; de ese modo, los sindicatos, comandos y otros ámbitos organizativos se convirtieron en espacios prebendales y de mediación clientelar masculina,279 aunque justamente la actividad mercantil y social de las mujeres, como empresarias de la chicha y de otros rubros, permitió a los hombres dedicarse a la actividad sindical y política. Sin embargo, el tema de las identidades de género ha sido considerado de manera importante en los valles, seguramente debido a la significación que la mujer como símbolo (“warmi valiente”) ha representado hasta la década del noventa. En los últimos años, esta identidad femenina vinculada con la chola, la fertilidad de la tierra y una idea de nación mestiza280 ha empezado a ser cuestionada, introduciéndose nuevos elementos, como el étnico y el productivo, y priorizándose lo masculino en la identidad regional. En la ciudad de Sucre, las mujeres que migraron del área rural de Potosí enfrentan una situación crítica, tienen serios problemas económicos y familiares, sufren violencia física y psicológica, desconocen sus derechos y carecen de ayuda. Al parecer existe una correlación entre condición étnica y violación de los derechos ciudadanos.281 La ciudad de Tarija se ha convertido en un escenario conflictivo debido a que los nuevos actores sociales —campesinos tarijeños trasladados a la ciudad y migrantes indígenas del Occidente del país— han provocado rupturas culturales que han generado el rechazo y la intolerancia de los sectores tradicionales, principalmente hacia los andinos.282

278 Sánchez et al., 2008. 279 Lagos, 1988 y Paulson, 1992 citados en Rivera, 2004. 280 Velasco, 1999 y Godkowitz, 1995, 1997, 2000, 2003 citados en Sánchez et al., 2008 281 Quintela, 2002, 2004 citado ibídem. 282 Olarte, 2005 citada ibídem.


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Las identidades de los jóvenes de las ciudades vallunas son distintas de las identidades de las anteriores generaciones; los modernos medios de comunicación han acortado las distancias al poner en contacto realidades distintas y generar mutuas influencias. A este respecto, es interesante observar que 20 de los 45 municipios existentes en Cochabamba cuentan con cibercafés.283 Incluso en las áreas rurales, los jóvenes están construyendo identidades distintas de las de sus mayores, esto se debe a los cambios ocurridos en el país, al mayor contacto entre el campo y la ciudad, al fenómeno de la migración temporal nacional e internacional que permite conocer e interactuar en ámbitos distintos al propio, y a la influencia de los medios de comunicación.

Identidades urbanas en la Amazonia La región amazónica se caracteriza por la existencia de varias ciudades medianas y pequeñas con una importancia demográfica y socioeconómica similar a la de las ciudades capitales, a diferencia de las otras regiones del país donde las ciudades capitales concentran la mayoría de la población y de las actividades. La multiculturalidad —debida a la presencia de miembros de distintos pueblos indígenas y de migrantes de otras regiones del país, y a las necesidades de intercambio y de provisión de servicios— es una de las características de las ciudades amazónicas. Si bien los actores regionales gradualmente van reconociendo esta cualidad multicultural, esto no significa que la cotidianeidad esté exenta de tensiones y de prejuicios. Buena parte de las mujeres provenientes de la región andina se emplean como trabajadoras del hogar; todos quieren una “cholita” como empleada doméstica porque trabajan más, son más calladas y se las puede contratar por un menor salario.284 Riberalta es una ciudad industrial; esta característica se refleja en el imaginario de sus diversos actores, trabajadores, empresarios y profesionales articulados con el negocio de la castaña y ligados al ámbito del comercio in-

283 Ramírez y Sánchez, 2005 citados ibídem. 284 Molina et al., 2008.


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ternacional, que conocen los precios del mercado, las condiciones sanitarias que demandan otros países, etcétera.285 En la ciudad de Cobija existen distintas identidades que le confieren un carácter multicultural: la de los propios cobijeños, la de los inmigrantes de la región andina, la de los benianos y la de los brasileños. A los inmigrantes andinos se los percibe como un grupo sólido, involucrado en actividades de comercio y de servicios, con valores y prácticas positivas, pero con tendencia a conformar un círculo cerrado. Por su parte, los inmigrantes andinos perciben a los pandinos como hospitalarios, amables y amistosos, aunque regionalistas, lo cual parecer haberse incrementado en el último tiempo. Actualmente los límites entre lo urbano y lo rural se van acortando y está produciendo una articulación gradual entre los territorios comunales y las ciudades, al punto que mucha gente afirma que se puede ser urbano y rural, las dos cosas al mismo tiempo. Es el caso de los yaminahua que llegan a la ciudad de Cobija, donde permanecen entre una semana y un mes y medio en los predios de la Central de Pueblos Indígenas de Pando, las mujeres aprovechan la oportunidad para trabajar en actividades de limpieza urbana. Los yaminahua también visitan con frecuencia la población de Assis, en Brasil.286

Identidades urbanas en el Oriente La ciudad de Santa Cruz de la Sierra es, desde luego, el principal centro urbano del Oriente. En los años sesenta del siglo pasado, la ciudad inició un proceso de planificación de su desarrollo, a partir de un modelo radiocéntrico que permitió la modernización de la que hasta entonces había sido una ciudad de atmósfera tradicional y provinciana. El rápido crecimiento urbano experimentado por Santa Cruz ha dado lugar al surgimiento de un área metropolitana que hoy incluye a los municipios de Warnes, La Guardia, El Torno, Cotoca y Porongo. Pese a haberse convertido en el núcleo industrial, comercial y financiero de mayor relevancia nacional, los niveles de pobreza de la población cruceña originaria e inmigrante son altos: 29% de los hogares son pobres. La mayor incidencia de pobreza se encuentra en los distritos doce y ocho, así como en otros cuatro distritos (ubicados fuera del cuarto anillo) de los doce existentes.287

285 Ibídem. 286 Ibídem. 287 Fundación PAP, 2006 citada en Peña y Boschetti, 2008.


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Montero se ha desarrollado también como una importante ciudad intermedia; cuenta con una población cercana a los cien mil habitantes, muchos de los cuales son inmigrantes de áreas rurales del mismo departamento o de origen andino. Dada la cercanía con la ciudad de Santa Cruz (sólo 50 km), Montero ha seguido una lógica de crecimiento parecida. Actualmente es el segundo de los municipios cruceños en razón de su crecimiento poblacional y se ha convertido en un importante centro agroindustrial, comercial y financiero. Santa Cruz es una ciudad fundamentalmente joven: 50% de su población tiene menos de veinte años,288 hecho que otorga a la urbe una fuerte vitalidad. En el imaginario cruceño, el modelo de hombre es el empresario industrial, ganadero y agricultor; mientras que el de la mujer cruceña está vinculado con los roles tradicionales del hogar, la maternidad y el papel de “embajadora” cumplido por las numerosas modelos y reinas de belleza289. No obstante, más allá de estos estereotipos, las mujeres cruceñas desarrollan diversas actividades que contribuyen al desarrollo económico de la región. Las mujeres que migraron a la ciudad de Santa Cruz desde las zonas rurales del departamento, y sobre todo desde el Occidente del país, trabajan principalmente como empleadas domésticas o cuidadoras de niños ya que carecen de preparación para realizar otras tareas. Al parecer, existe una preferencia por las mujeres del interior para el trabajo doméstico debido a que “trabajan de la mañana a la noche y no se quejan”; en cambio, para tareas de oficina se elige a mujeres cruceñas.290 El empleo doméstico permite a las mujeres acceder a techo y comida, y reduce sus gastos hasta que consigan un empleo mejor remunerado o cuyos horarios les permitan completar sus estudios o disponer de tiempo para ocuparse de sus hijos. La situa288 Ibídem. 289 Ibídem. 290 Entrevista a mujer migrante, ibídem.


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ción desventajosa de estas mujeres —imposibilitadas de regresar a sus lugares de origen, sin familiares cercanos a quienes acudir, sin dinero ni vivienda— deriva en el establecimiento de relaciones de poder que permiten a sus empleadores desconocer la legislación laboral e incluso cometer abusos y violaciones.291

Identidades urbanas en el Chaco En la región del Chaco existen tres centros urbanos de significación: Yacuiba, Camiri y Villamontes; ninguno de ellos es una ciudad capital, pero todos concentran una importante población (alrededor de 60% de la población chaqueña es urbana) y poseen una dinámica económica muy significativa. Sin embargo, en el Chaco la identidad urbana se mezcla aún con la rural mestiza, la originaria guaraní y la de los migrantes quechua y aymara. Actualmente una serie de factores determinan que los centros urbanos chaqueños tengan una fuerte influencia internacional y de los procesos de globalización, lo que incide en la identidad de la población regional. Las principales ciudades se encuentran muy próximas a fronteras con países de mayor desarrollo económico, la economía regional está fuertemente ligada con la producción de hidrocarburos (que requiere tecnología de punta y se orienta hacia los mercados internacionales), y el comercio (internación de productos provenientes de otros países) es una actividad de central importancia, especialmente en ciudades como Yacuiba.292 El análisis de los efectos de estas influencias en las ciudades fronterizas muestran que se está desarrollando una identidad de nuevo tipo: muy urbana y con perspectiva hacia el mercado externo, y en general hacia los procesos internacionales. Respecto a la situación de la mujer chaqueña, en los últimos años se ha incrementado notablemente su participación en distintos ámbitos. Así, las mujeres representan un 63% de la

291 Peña y Boschetti, 2008. 292 Galindo et al. (doc. no publicado).


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PEA de los municipios chaqueños;293 las migrantes de origen andino desempeñan un rol fundamental en el ámbito económico, especialmente en el comercio. En la actividad política también existe una fuerte presencia femenina; clara muestra de ello es la existencia de seis concejalas en los dieciséis municipios, una alcaldesa en el municipio de Muyupampa y diez en los municipios del Chaco cruceño, aunque en términos generales el rol político de la mujer chaqueña aún es percibido como secundario.

7. Idioma e identidad El lenguaje es el medio mediante el cual se articulan los procesos culturales, ya sea a nivel individual o grupal. Por tanto, el lenguaje es a la vez estructurador y facilitador.294 Actualmente en Bolivia, además del castellano, existen quince familias lingüísticas y más de treinta lenguas. Las tierras bajas presentan mayor diversidad: doce familias lingüísticas y más de treinta lenguas; mientras que en las tierras altas existen sólo tres familias lingüísticas (quechua, aymara y uru) y cuatro lenguas, si se incluye la lengua hablada por los especialistas kallawaya. Pero ¿en qué situación se encuentra esa diversidad de lenguas? Según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2001, 49,8% de la población boliviana habla sólo castellano, 33,2% habla castellano y una lengua nativa, y 11,6% habla sólo lengua nativa. En otras palabras, 83% de la población habla castellano, ya sea como única lengua o en adición a otra nativa; frente a 44,8% de hablantes de lenguas nativas, como única lengua o en adición al castellano. Como es lógico, la mayor concentración de quienes hablan únicamente lenguas nativas se encuentra en el área rural (88%), y la de quienes hablan únicamente castellano en el área urbana (79%).295 Una comparación con la situación lingüística del país hace una década muestra que el proceso de castellanización se ha ido consolidado en detrimento del uso de lenguas nativas: si en 1992 casi la mitad (46,8%) de los mayores de seis años eran bilingües castellano - lengua nativa, en 2001 más de la mitad (52,6%) de éstos son monolingües en castellano.296 Esto se explica porque el castellano es la lengua oficial, la de mayor prestigio social y la que, dada la organización

293 Vargas, 2004 citado ibídem. 294 Arnold y Yapita en Calla et al., 2007. 295 Molina y Albó, 2006. 296 Ibídem.


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de la sociedad boliviana, permite a las personas desenvolverse mejor en ámbitos educativos y laborales. El proceso de castellanización se hace también evidente en el hecho de que, a diferencia de lo que ocurría hasta 1992 cuando la tendencia general era pasar del monolingüismo nativo al bilingüismo castellano - lengua nativa, en los últimos diez años la tendencia es del bilingüismo al monolingüismo en castellano.297 Si analizamos la situación específica de cada lengua, vemos que el castellano es el idioma de mayor uso (con 82,6% de hablantes), seguido por el quechua (con 27,6%), el aymara (con 18,5%), el guaraní (con 0,8%), las más de treinta lenguas existentes englobadas en el censo bajo la categoría “otro nativo” (con 0,6%), y los idiomas extranjeros (con 3,0%).298 La situación de las lenguas nativas no corresponde con la que nos presenta la autoidentificación con pueblos indígenas y originarios; si contrastamos el porcentaje de 62% de la poblacieon que en 2001 dijo pertenecer a algún pueblo indígena con el porcentaje de 52,6% que ese mismo año era monolingüe castellano, se evidencia que el idioma no es ya un indicador válido de pertenencia étnica.

Los idiomas del Altiplano A lo largo de la historia la región andina ha sido una comunidad plurilingüe. Las familias lingüísticas quechua y aru (esta última llamada también familia jaqi o aymara) desplazaron la diversidad de idiomas que se hablaban hasta el siglo XVIII y, en algunos casos, hasta el siglo XX. Por su parte, el castellano se ha extendido y continúa haciéndolo hacia la zona de habla quechua; a su vez, el quechua está desplazando al aymara.299 Las lenguas nativas mayoritarias en la región siguen siendo el aymara y el quechua, pero es claro que están sufriendo un proceso creciente de desplazamiento por el castellano. A nivel departamental, la situación es la siguiente: en La Paz del total de 2.347.131 habitantes, 1.973.708 personas (84,0%) hablan castellano y 1.181.593 (50,3%) hablan aymara, aunque no como únicas lenguas. En el departamento de Oruro se habla principalmente castellano y, de manera casi proporcional, quechua y aymara: de los 391.566 habitantes, 342.332 (87,4%) son castellano hablantes, 134.289 (34,2%) quechua hablantes y 127.086 (32,4%) aymara hablantes. En el departamento de Potosí la situación es distinta, pues aún existe un predominio del quechua sobre el castellano: de los 707.365 habitantes, 514.421 (72,7%) hablan quechua y 297 Ibídem. 298 Ibídem. 299 Arnold y Yapita en Calla et al., 2009.


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438.204 (61,9%) castellano; el uso de aymara es muy minoritario, sólo 57.738 personas (8.1%) hablan esta lengua.300 El censo de 2001 muestra que en un período de nueve años, desde el Censo anterior (1992), se ha producido una disminución en el número total de hablantes de aymara y de quechua; disminución que es igual a la ocurrida en todo el período anterior de dieciséis años, entre los Censos de 1976 y 1992. El número de niños aymara y quechua hablantes de 6 a 12 años ha disminuido en igual proporción en ese período. Aunque el número total de hablantes de estas lenguas ha aumentado por el crecimiento demográfico, dicho aumento no se acerca al incremento general de la población nacional. Un caso dramático de pérdida de la lengua es el sufrido por los uru; actualmente sólo en la comunidad de Chipaya la mayoría de la población habla uru-chipaya y los niños aún aprenden la lengua en el hogar. Según el censo de 2001, había 1.568 hablantes de la lengua en toda la región de Chipaya.301 En las zonas quechua esta lengua se mantiene vigorosa en la vida cotidiana, aunque el castellano está muy difundido; casi la totalidad de los varones son bilingües y/o trilingües, hablan castellano, quechua y aymara. En Charazani, en el departamento de La Paz, se habla el denominado “idioma secreto de los kallawaya” o mach’ajuyay que, a nivel de vocabulario, posee algunos rasgos de la lengua pukina y elementos de la estructura gramatical del quechua.302 Algunos lingüistas sostienen que el pukina fue la lengua dominante de la cultura Tiwanaku, y no el aymara; el hecho de que los topónimos terminados en waya sean a menudo pukina sería una evidencia de ello. En la práctica, quienes conocen el idioma mach’ajuyay son los varones mayores de las comunidades kallawaya, aunque no lo utilizan en la comunicación cotidiana, sino en contextos rituales profesionales fuera de la región; sin embargo, los ritos se desarrollan en quechua, aymara o castellano, según el cliente. Las mujeres no tienen conocimiento de esta lengua, y las reglas sociales prohíben que se expresen en ella. En el censo de 2001 (que no incluía la opción de lengua kallawaya), todas las mujeres de las comunidades kallawaya se identificaron como quechuas, mientras que algunos varones lo hicieron como kallawaya y otros como quechua.303

300 Molina y Albó, 2006. 301 Arnold y Yapita en Calla et al., 2007. 302 Adelaar y Muyksen, 2004, y Fabre, 2005 citados por Arnold y Yapita, ibídem. 303 Arnold y Yapita, ibídem.


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Cuadro 16: Historia y Situación Actual de las Lenguas Originarias del Altiplano y de los Valles LENGUA

HISTORIA / SITUACIÓN ACTUAL

Aymara

Lengua hablada por un importante sector de la población, aunque se encuentra en proceso de declinación.

Chango

Se hablaba en Lípez, cerca de la actual frontera con Chile.

Kallawaya o machaj-juyay

Lengua profesional de los médicos kallawaya. Tiene la misma estructura del quechua y vocablos del pukina.

Kapillu

Montaño Aragón (1992) identifica restos de esta lengua, por ejemplo, en sistemas de conteo: “mayti, payti…” Podría ser uruquilla.

Kunza, atacameño o lipe

Se hablaba en el sur de Lípez.

Pukina

Desapareció en el siglo XVIII.

Quechua

Lengua hablada por un importante sector de la población, aunque se encuentra en proceso de declinación.

Quillaca

Hablaban su propia lengua, según Montaño Aragón (1992).

Uru-chipaya

Existían tres grupos de hablantes: irohito, uru-morato y chipaya; de ellos, sólo los chipaya la hablan todavía.

Urukilla

Se hablaba en varias zonas del altiplano

Yampara

Lengua hablada.

Fuente: Arnold y Yapita en Calla et al., 2007.

Los idiomas de los valles En la región de los valles la lengua nativa principal es claramente el quechua; a excepción de los valles tarijeños, donde la presencia del castellano es fundamental. En Cochabamba, del total de 1.453.066 habitantes, 1.101.822 (75,8%) hablan castellano y 872.010 (60%), quechua. En Chuquisaca, de 530.853 habitantes, 376.071 (70,8%) hablan castellano y 298.050 (56,1%), quechua. En Tarija, de 390.054 habitantes, 365.710 (93,7%) son castellano hablantes (88% de éstos monolingües) y 37.337 (9,5%) son quechua hablantes; el uso de otras lenguas, incluidas las nativas, es muy minoritario: 7.219 personas hablan aymara (1,8%), 4.578 (1,1%) guaraní y 2.468 (0,6%) otras lenguas nativas.304

304 Molina y Albó, 2006.


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En el departamento de Cochabamba, el quechua es hablado por gran parte de la población, tanto por aquellos autoidentificados como originarios quechua como por personas de clase media e incluso de la elite, debido a que éste siempre fue un departamento con fuerte vinculación agraria. Si consideramos que 66,1% de la población se autoidentificó como quechua en el censo de 2001, se puede plantear que, en este caso, existe una suerte de homología entre lengua y pueblo. No ocurre lo mismo con los aymara hablantes, pues si bien sólo 3,6% aprendió a hablar en esta lengua, la autoidentificación como aymara llega al 6,9%, lo cual sugiere que la auto adscripción puede hacerse sin haber aprendido a hablar en ese idioma, o bien ese dato refleja el proceso de migración aymara desde el altiplano hacia los valles cochabambinos.305 En Chuquisaca, la autoidentificación como originario muestra también una distinción respecto al idioma en el cual se aprendió a hablar. En el caso del quechua, 61,1% se autoidentifica como quechua, aunque solamente 47% aprendió a hablar en este idioma. Lo mismo sucede con el aymara, si bien sólo 0,4% aprendió a hablar en esta lengua, la identificación como aymara llega a 1,2%.306

Los idiomas de la Amazonia En la región amazónica existe una diversidad de lenguas nativas, aunque el idioma claramente mayoritario es el castellano. En el departamento del Beni, del total de 362.192 habitantes, 331.547 (91,5%) hablan castellano y sólo 16.695 (4,6%), alguna lengua nativa; además existe presencia de las lenguas originarias del Occidente del país debido al asentamiento de colonizadores: 8.643 (2,3%) quechua hablantes y 7.910 (2,1%) aymara hablantes. En el departamento de Pando, de los 52.413 habitantes, 45.969 (87%) son castellano hablantes, 1.848 (3,5%) aymara hablantes y 1.708 (3,2%) quechua hablantes. Por las mismas razones anotadas para el Beni, la presencia de hablantes de lenguas originarias de la región es ínfima, llega sólo a 861 personas (1.6%).307

305 Sánchez et al., 2008. 306 Ibídem. 307 Molina y Albó, 2006.


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Cuadro 17: Lenguas Originarias de la Amazonia y su Situación Actual según Pueblo PUEBLO

LENGUA

SITUACIÓN

Araona

Araona

Se conserva

Baure

Baure

Sólo los ancianos, como memoria

Canichana

Canichana

Sin información

Cavineño

Cavineño

No se conserva

Cayubaba

Cayubaba

Se usa poco, sobre todos por ancianos

Chacobo

Chacobo

Se conserva

Chimane

Chimane

Se conserva

Esse Ejja

Esse Ejja

Se conserva

Itonama

Itonama

Se usa poco, sobre todo por ancianos

Joaquiniano

Itonama

Se usa poco, sobre todo por ancianos

Leco

Leco

No se conserva

Machineri

Machineri

Se usa poco, sobre todo por ancianos

Moré

Moré

Se conserva

Mosetén

Mosetén

Se conserva

Movima

Movima

Se usa poco, sobre todo por ancianos

Moxeño

Se conserva

Pacahuara

Moxeña (trinitaria e ignaciana) Pacahuara

Sirionó

Sirionó

Se conserva

Tacana

Tacana

Se conserva

Yaminahua

Yaminahua

Sólo los ancianos, como memoria

Yuqui

Guaraní

Sin información

Yuracaré

Yuracaré

Se conserva

Sin información

Fuente: Elaboración propia.

El uso activo o decreciente de las lenguas nativas está estrechamente relacionado con los procesos de cristianización y de educación pública. La labor misional y la de la escuela han tenido una incidencia tanto positiva como negativa: positiva por la educación y la reducción del analfabetismo, y negativa por la pérdida del idioma propio, es decir que han permitido la formación escolar a un costo muy alto: el desplazamiento del idioma propio por el castellano. Los pueblos que formaron parte de misiones presentan menor cantidad de miembros hablantes del idioma propio (casos extremos son los baure e itonama en el Beni), pero también menor tasa


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de analfabetismo y mayor continuidad en la formación escolar básica. En cambio, los pueblos que no fueron reducidos —como los chimane, los yuracaré y los araona— mantienen su idioma, pero presentan altas tasas de analfabetismo y abandono escolar.308 El desafío consiste, entonces, en lograr que la escuela, a tiempo de superar el analfabetismo, favorezca la conservación de la cultura y la lengua originaria. Que la totalidad de la población chimane hable su idioma, que por lo menos 70% de los adultos sea bilingüe chimane - español y que el chimane sea para los niños el idioma de ingreso al mundo son hechos de gran importancia; sin embargo, es necesario avanzar en la alfabetización y educación escolar de esta población.309 Un caso especial es el de los yaminahua y machineri, quienes son trilingües; además de su lengua —aunque cada vez menos utilizada— hablan castellano y portugués en razón de su frecuente contacto con la ciudad de Cobija y con el Brasil.310

Los idiomas del Chaco La mayor parte de la población chaqueña (75%) habla castellano, la segunda lengua en importancia en la región es el guaraní (11%), en tercer lugar se encuentra el quechua de los inmigrantes (7%), y en cuarto las lenguas extranjeras (5%).311 Cuadro 18: Lenguas Originarias del Chaco y su Situación Actual según Pueblo

PUEBLO

LENGUA

SITUACIÓN

Guaraní

Guaraní

Se conserva

Tapiete

Guaraní

Se conserva

Weenhayek

Weenhayek

Se conserva

Fuente: Elaboración propia.

La principal lengua indígena del Chaco es el guaraní, aunque sólo un porcentaje reducido de la población se expresa en ella. Los religiosos misioneros del siglo XVIII manifestaron su admiración por esta lengua; el padre Ignacio Chomé decía lo siguiente:

308 Molina et al. 2009 . 309 Ibídem. 310 Ibídem. 311 Molina y Albó, 2006 citados en Galindo et al. (doc. no publicado).


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Confieso que, teniendo algún conocimiento de la lengua, extrañé mucho hallar en ella tanta majestad y energía. Cada palabra es una definición exacta que explica la naturaleza de lo que se quiere dar a entender, y da de ello una idea clara y distinta. Nunca hubiera imaginado que, en el centro de la barbarie, se hablase una lengua que, en mi juicio, por su nobleza y armonía, no es inferior a las que había aprendido en Europa. Tiene por otra parte sus delicadezas y agrados, y pide muchos años para poseerla con perfección.312

Respecto a la importancia actual del guaraní, se pueden anotar que 9,7% del total de la población chaqueña aprendió a hablar en este idioma; de esta población, 3,1% habla únicamente guaraní y la mayor parte (9,4%) es bilingüe guaraní - castellano.313

Los idiomas del Oriente En el departamento de Santa Cruz, el idioma principal es el castellano. Del total de 2.026.914 habitantes, 1.846.263 (91%) son castellano hablantes y sólo 45.574 (2,2%) hablan guaraní; la presencia de lenguas propias del Occidente del país es significativa: 256.480 (12,6%) quechua hablantes y 52.698 (2,5%) aymara hablantes.314 Cuadro 19: Lenguas Originarias del Oriente y su Situación Actual según Pueblo PUEBLO

LENGUA

SITUACIÓN

Ayoreo

Ayoreo zamuco

Se conserva

Chiquitano

Bésero

Se conserva

Guaraní

Guaraní

Se conserva

Guarasug’wé

Guarasu

Casi desaparecida, dada la situación de la etnia

Guarayo

Guarayo

Se conserva

Fuente: Elaboración propia.

312 Chomé, 1732 citado ibídem. 313 Atlas estadístico de municipios, 2005, citado ibídem. 314 Molina y Albó, 2006.


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8. Cosmovisión e identidad La cosmovisión es el conjunto de ideas y creencias de un grupo a partir de las cuales éste percibe e interpreta su propia realidad y la de los otros. El término deriva de la voz alemana Weltanschauung (visión del mundo), concepto acuñado por el filósofo Dilthey. Los grupos sociales tienen cosmovisiones propias, así los valores, las creencias, los códigos y las prácticas del pueblo aymara son distintos de los de los guaraní y de los propios de los esse ejja y de los que poseen los weenhayek y los mestizos urbanos, etc., aunque pueden existir también aspectos comunes, esto ocurre con algunos elementos que, por ejemplo, los diferentes pueblos andinos reconocen como propios.

La cosmovisión ANDINA En el altiplano y en los valles interandinos, tanto en los ámbitos urbanos como rurales, la fuerte presencia indígena y su interacción de larga data con el mundo mestizo criollo han generado una serie de influencias mutuas. Por ello, si bien pueden reconocerse cosmovisiones indígenas, éstas no están exentas de elementos de distinto origen, así como la cosmovisión mestizo criolla no está desprovista de elementos propios del mundo indígena. Sin embargo existe un discurso indígena esencializado que plantea la existencia de una cosmovisión que guía todos los aspectos de la vida de los pueblos indígenas, la convivencia social, la actividad económica y la actividad política, y que sería opuesta al punto de vista occidental315. Este discurso plantea que la cosmovisión y las prácticas indígenas son de carácter colectivo, están fundadas en la reciprocidad y son armónicas con la naturaleza, dejando de lado la realidad de la existencia de prácticas productivas tradicionales que no son apropiadas y que ocasionan daños ambientales en varios sectores del país.316 Este discurso considera que la cosmovisión andina es agrocéntrica, encerrando así la identidad andina en el mundo rural y campesino, reproduciendo los prejuicios sociales que imponen la desindianización como parte necesaria para pasar del campo a la ciudad y al mundo moderno317. Restringir la economía de los pueblos indígenas a lo agropecuario y a la producción artesanal elimina la posibilidad de que puedan acceder a otros espacios, como los profesionales y técnicos:

315 Arnold en Calla et al. 2007. 316 Ibidem. 317 Canessa, 2004; Gerbrandy y Hoogendam, 1998 citados por Arnold en Calla et al. 2009.


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En la cosmovisión andina, sucede que, así como la comunidad humana “hace chacra” bajo la tutela de la comunidad de wak’as y a partir de los elementos de la comunidad de la sallqa, así también la comunidad de wak’as tiene su propia chacra constituida por la comunidad de la sallqa y la comunidad humana. De ahí pues que haya reciprocidades y diálogos entre tales chacras.318 La tecnología andina es, más que un conjunto de técnicas, un sistema coherente e inspirado en una cosmovisión propia… el ayllu andino incluye tres “comunidades”: la comunidad humana, la comunidad de wak’as, o deidades (Pachamama, Achachilas, Serenos y todas las deidades locales y universales) y la comunidad de la sallqa, la naturaleza salvaje.319

Esta manera de encarar las cosas establece una separación entre los sectores populares, que tienen una posición más de tipo clasista, y los indígenas, que enfatizan lo espiritual por encima de la lucha de clases y la pugna por los recursos naturales, y puede despolitizar los movimientos sociales y reforzar una identidad indígena de tinte folklórico y arcaizante.320 Por otra parte, dentro del folklore valluno hay tres elementos que conforman la identidad regional cochabambina: “la clima”, “la wilster” y “la lloyd”.321 La consideración del clima como elemento de construcción identitaria tiene antecedentes en las postulaciones teluristas de principios del siglo XX; a la imagen pétrea y homogénea del altiplano, las elites locales contrapusieron la imagen de la fecundidad y abundancia de los valles, cuya metáfora más potente es la “chola valluna” o la “cholita cochabambina”. Este imaginario de fertilidad femenina expresa la fecundidad agrícola de Cochabamba vinculada con el maíz y la producción de chicha, que posee antiguos referentes históricos: la llegada de mitmaqkuna altiplánicos a fines del siglo XV y la constitución de Cochabamba en abastecedora de maíz del mercado potosino durante la Colonia.322 Pero esta imagen idílica oculta los conflictos internos de exclusión social y explotación de las poblaciones indígenas y de las mujeres en el régimen de la hacienda. El amplio proceso de mestizaje ocurrido en Cochabamba, que al parecer se habría iniciado ya en la época prehispánica, dio lugar a que la identidad regional se exprese a través de la figura de la chola valluna323.

318 Grillo, 1991 citado por Arnold, ibídem. 319 van Kessel y Condori Cruz, 1992 citados por Arnold, ibídem. 320 Arnold, ibídem. 321 Laserna et al., 1995 citado en Sánchez et al., 2008. 322 Gordillo, 1987 y Larson, 1992 citados ibídem. 323 Sánchez et al. 2008.


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La cosmovisión en laS TIERRAS BAJAS En la Amazonia, los ámbitos culturales y la cosmovisión varían entre el Norte y el Sur. En las ciudades y pueblos de los llanos de Moxos, como Trinidad, Santa Ana del Yacuma, San Borja, San Joaquín, San Ramón, Magdalena, Concepción de Baures, Reyes y San Ignacio de Moxos, el eje de la identidad local está constituido por elementos de origen milenario, pre republicano y religioso. En contraste, en el Norte amazónico son los símbolos nacionales y laicos los que otorgan cohesión social y expresan la forma en la que se conformaron las sociedades locales.324 Los pueblos indígenas amazónicos han construido una visión holística del mundo, la que pese a la influencia de la cultura mestizo criolla y de la lógica del mercado, se mantiene, aunque ya mermada. Nuestros abuelos creían que existían los abuelos de los animales, de la naturaleza, como espíritus que estaban cuidando todas las cosas. Cuando yo era chico e iba con mi abuelo al bosque, cuando llegaba a la laguna o donde tenía que pescar, él empezaba a saludar y pedir que le regale pescado, o si iba a cazar que le regale algún bicho. Bueno, los espíritus para nosotros eran buenos porque cuando se les pedía algo siempre se nos concedía.325

En la región chaqueña la cosmovisión está permeada por la lógica guaraní que, dentro de los pueblos indígenas es el más numeroso y el que ha impreso un huella más profunda en la mentalidad regional. Al igual que en la Amazonia, en el Chaco se conserva el ideal de una “tierra sin mal”, donde reina el bien y hay abundancia de recursos. Esta idea, como ya se dijo, está vinculado a Kaa Poti y a los tumpas, hombres - dioses que, de acuerdo al mito, conducirían al pueblo guaraní hacia la libertad. La tapie té es una muestra de esta proyección del deseo de liberarse de toda forma de opresión326.

324 Molina et al., 2008. 325 Entrevista a persona guaraya citada por Flores en Nicolas et al., 2007. 326 Galindo et al. (doc. no publicado).


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9. Religión e identidad Bolivia es un país tradicionalmente religioso, en el que la fe católica ha sido un referente fundamental a lo largo de la historia; sin embargo, ésta no es la única religión existente en el país. En los últimos años se ha incrementado de forma significativa el número de creyentes evangélicos y de otras religiones cristianas. Además, pese a su invisibilidad en las cifras oficiales, junto con la fe cristiana subsiste la religiosidad indígena, cuyas creencias y prácticas se encuentran muy arraigadas no sólo en las áreas rurales, sino también en las ciudades. Datos de 2004 muestran que la población católica en el país alcanza a 80%, seguida por otros cristianos con casi 15% (9,6% evangélicos y 5,2% cristianos); el porcentaje que no profesa religión alguna es de solamente 2,9%.327 Los valles aparecen como la región con mayor porcentaje de católicos; en las tierras bajas, Amazonia, Oriente y Chaco, se encuentra el mayor porcentaje de cristianos no católicos, y en el altiplano el mayor porcentaje de quienes no profesan ninguna religión, probablemente ello enmascare a otros creyentes que no se reconocen como católicos ni como otros cristianos. La emergencia de credos religiosos no católicos en las últimas décadas está incidiendo en la conformación de nuevas identidades a partir de ciertas actitudes y prácticas específicas: el uso de los medios de comunicación para la evangelización, la negativa a participar en fiestas y a consumir alcohol, el incentivo al ahorro y otras, que difieren grandemente de las tradicionales.

La religión en la región andina En el altiplano 78,3% de la población se asume como católica, 16,0% como cristiana y 4,6% dice no profesar ninguna religión.328 En los valles, la población es predominantemente católica (84.3%), 12,7% profesa otra religión cristiana y 2,7% no profesa ninguna.329 La base de la religiosidad andina está en la comunidad, la cual se extiende al mundo de los difuntos que conviven con los vivos, y a la naturaleza que forma parte de la existencia familiar al ser las personas parte de la naturaleza y del cosmos. La andina es una religiosidad fundamentalmente ritual; los diferentes momentos del ciclo vital, así como las actividades productivas y económicas en general, están marcados por ritos que buscan preservar el equi-

327 Verdesoto y Suazo, 2006. 328 Ibídem. 329 Ibídem.


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librio de la comunidad.330 La integración con el cristianismo ha ocasionado la ampliación de este mundo hacia lo sobrenatural cristiano, dando a elementos foráneos un lugar dentro de la religiosidad propia. En los Andes la Pachamama es la deidad principal. No es una figura unívoca; en realidad tiene muchas caras, por un lado es la madre universal, la tierra que alimenta a todos, por otro lado está vinculada a la Virgen María, y hay también una visión campesina que la reconoce tanto en su faceta generosa, como dadora de buenas cosechas, como en su faceta maligna de esposa del “Tío,” la figura diabólica de la mina que causa enfermedades y castiga.331 Según algunos estudiosos, la feminización de la divinidad principal es una consecuencia de la Conquista, cuando pueblos andinos fundamentalmente guerreros fueron avasallados por los españoles y forzados a adoptar el posicionamiento de los grupos autóctonos relacionados con la tierra;332 otros autores plantean que la Pachamama no es exclusivamente femenina y que, a menudo, se la relaciona con la divinidad masculina de los cerros.333 También existen otras deidades y seres míticos: Tunupa (señor del fuego), Copacabana (señor de los peces del lago Titicaca), Viracocha (creador de todo lo existente), Illapa (señor del rayo), y las sirenas Quesintu y Umantu. A lo largo del tiempo, a las figuras míticas iniciales se les fueron sobreponiendo —sin hacerlas desaparecer— otras deidades: a Tunupa se sobrepuso Viracocha, a éste el Sol y a éste el Dios cristiano; asimismo, sobre la de Illapa se sobrepuso la figura del apóstol Santiago, y sobre la Pachamama la de la Virgen María.334 Los Andes presentan una compleja geografía sagrada, configurada por las montañas, los ceques, las rutas de peregrinaje, los lugares de adoración y las lagunas. Las elevaciones naturales

330 Barnadas, 2002. 331 Harris, 2000 citada por Arnold en Calla et al., 2007. 332 Montes, 1986 citado por Arnold, ibídem. 333 Gavilán y Carrasco, en prensa; citados por Arnold, ibídem. 334 Gisbert et al., 2003.


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(cerros y piedras de gran tamaño) son consideradas deidades; los uywiris (cerros tutelares) representan la relación de la comunidad con sus antepasados. Las wak’as constituyen el nivel superior de toda la geografía sagrada, permiten cartografiar el territorio y establecer territorios identitarios. A nivel familiar, las piedras sagradas llamadas qunupa definen la relación entre la identidad espiritual y el hogar; a nivel del linaje, esta identidad se ordena en torno a la figura de los mallki o ancestros momificados, que relacionan entre sí al conjunto de hogares; a nivel regional, las wak´as son ordenadores de la identidad espiritual-política; a nivel panandino, las wak’as más sobresalientes y las divinidades cósmicas como el Sol (Punchao o Inti), la Luna (Phaxsi o Killa), las estrellas (Oncoy) y el rayo (Libiac o Illapa) son ordenadores de estas identidades.335 Cualquier lugar con nombre puede ser una wak’a y, como tal, objeto de atenciones rituales; aunque se considera que sólo algunos poseen poderes significativos. Estos sitios se encuentran jerarquizados en base a su altura, los cerros suelen ser las wak’as más importantes. Los grandes cerros nevados, como el Illimani, el Illampu o el Sajama, son las wak’as que dominan los territorios más amplios;336 los cerros regionales también son wak’as, como el Uchumachi para los Yungas paceños, al igual que los cerros locales, como el Torini para el sector de Chulumani y el Jurukusini para la comunidad de Takipata.337 En el territorio chipaya, que es totalmente plano, se construyen montículos artificiales para señalar los sitios sagrados.338 En el siglo XVI las poblaciones indígenas dejaron de cumplir sus ritos en los cerros por temor a la represión de la Iglesia, pero los realizaban en sus casas.339

335 Chacama, 2003 citado por Arnold en Calla et al., 2007. 336 Tschopik, 1951/1968 citado por Arnold, ibídem. 337 Arnold, ibídem. 338 Wachtel, 1990/2001 citado por Arnold, ibídem. 339 Tovar Pinzón, 1993-6 citado por Arnold, ibídem.


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Si bien es cierto que se establecen vínculos particulares con los sitios sagrados, la presencia en éstos no es imprescindible; así lo demuestra el hecho de que los curanderos kallawaya, que tienen una especial relación con los espíritus de los lugares donde recibieron sus poderes, también pueden comunicarse con ellos desde la distancia, a través de los espíritus de los cerros locales. Un ejemplo de ello es que gente de Lawachaka, en la provincia Aroma de La Paz, hace ritos en los cuales invoca a los achachilas o espíritus de los cerros tutelares de Salta.340 Los ritos andinos no buscan solamente el diálogo y la reciprocidad con las deidades y con la naturaleza, sino también con otras fuerzas y eventualidades, como los riesgos de las carreteras en mal estado, la competencia comercial o los altibajos de la economía globalizada.341 Pueden significar también división y oposición, pueden fortalecer identidades en conflicto, e incluso pueden fungir como una ideología de clase y como un instrumento de lucha.342 Gran parte de la ritualidad andina posee una finalidad económica, como el culto de los santos y la “teología de la prosperidad” de algunos grupos evangélicos. De acuerdo a ciertas interpretaciones, las expresiones rituales constituyen una relectura de los patrones impuestos por los grupos dominantes y una forma de resistencia que ha configurado la cultura de la región,343 mediante el rito se descomponen ideas y elementos foráneos y se los reconstruye para que la comunidad pueda apropiarse de éstos; es lo que ocurre con la incorporación de santos y vírgenes cristianos en los ritos indígenas, la ofrenda de mesas rituales en la inauguración de obras de infraestructura y el uso de elementos andinos en celebraciones católicas por algunos sacerdotes344 Una muestra de la religiosidad de la población valluna son las numerosas festividades religiosas existentes. En 1996 se registraron más de noventa fiestas patronales

340 Arnold, ibídem. 341 Arnold, ibídem. 342 Gose, 1994/2001 citado por Arnold, ibídem. 343 Glave, 1992 citado por Arnold, ibídem. 344 Arnold, Yapita et al., 2000 citados por Arnold, ibídem.


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sólo en la ciudad de Cochabamba, es claro que en el conjunto del departamento este tipo de manifestaciones es aún más amplio, como se puede apreciar en los calendarios de festividades.345 En Tarija la fiesta de San Roque es un verdadero referente identitario, a través del cual se diferencia el habitante urbano del campesino, y el chapaco del colla, ya que según los tarijeños se celebra con auténtico espíritu religioso y sin consumir bebidas alcohólicas. La Navidad es una fiesta en la cual se diferencian también los sectores dominantes —cuyas prácticas son occidentales— de las clases medias bajas y de las comunidades campesinas, que la celebran con el Niño y las trenzadas. En el campo la celebración religiosa está ligada con la producción agropecuaria, la reproducción ritualizada del ciclo agrario permite mantener una relación de reciprocidad con la Pachamama y otras deidades.346

La religión en las tierras bajas En las tierras bajas de Bolivia, que incluyen el Oriente, la Amazonia y el Chaco, 79,1% de la población es católica, frente a 18,2% de cristianos no católicos y a 1,8% de personas que no profesan ninguna religión.347 La relación de los pueblos indígenas de las llanuras benianas con lo religioso católico, y la de los grupos étnicos del Norte amazónico con lo evangélico, deviene de las misiones establecidas en distintas épocas. Esta vincu345 Sánchez et al., 2008. 346 Ibídem. 347 Verdesoto y Suazo, 2006.


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lación ha sido fundamental en la definición de sus patrones de ocupación del espacio, su relación con las ciudades, y las características y componentes de sus identidades actuales.348 Las creencias y prácticas religiosas aprendidas en la etapa misional han arraigado profundamente en los pueblos indígenas del Beni, especialmente en el pueblo moxeño, lo que se puede apreciar en el hecho de que a principios del siglo XIX la celebración de Semana Santa incluía flagelaciones destinadas a alcanzar la salvación: La procesión salió por la noche. Llevaban los diferentes grupos estatuas y todos con la espalda desnuda… se deban azotes con unos látigos de gruesos nudos. (…) Unos arrastraban un enorme pedazo de madera por medio de una cuerda atada a la cintura y cuyos nudos, hechos expresamente, penetraban en la carne y se martirizaban con garfios de hierro en las piernas o con unas disciplinas armadas de puntas… Los indios moxos, entre los que ahora me encontraba, son los más fanáticos de la provincia….349

Esto se advierte también en la importancia fundamental que actualmente tiene para estos pueblos la celebración de las festividades patronales en Trinidad y en otras localidades, como Santa Ana, San Ignacio, San Joaquín, Magdalena y San Ramón, donde la presencia de valores religiosos en torno al santo patrono y la fiesta patronal es central en la formación de la identidad local.350 La profunda religiosidad católica de estos pueblos no ha sido obstáculo para que se conserven también creencias y mitos provenientes de la religiosidad prehispánica, como los dueños del monte, de los anima348 Molina et al., 2008. 349 D’Orbigny, 1832 citado en Lehm, 1999. 350 Molina et al. 2008.


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les, de las aguas, etc., a quienes se respeta y solicita autorización para aprovechar los recursos naturales. La situación es similar en el Oriente, donde la gran mayoría de los chiquitano, por ejemplo, profesa el catolicismo, aunque todavía practica la religión tradicional en los momentos cruciales de la vida, como en las ceremonias que rodean el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Asimismo se conservan relatos mitológicos, y los chamanes continúan vigentes.351 Igualmente, los guarayo: “…al mismo tiempo que rezan y cantan en latín, mantienen un gran respeto por sus lugares sagrados, como la Chapacura, lugar al límite norte del territorio guarayo, o Cerro Grande. También conservan las creencias animistas sobre los ‘dueños’ del bosque, de las aguas, de ríos y lagunas y de los animales”.352

10. Expresiones culturales e identidad Entre las expresiones culturales más importantes de Bolivia se encuentra la fiesta. La fiesta es un espacio fundamental de socialización y expresión cultural, a través de ésta se producen procesos de construcción y de reafirmación identitaria. Debido a su alto nivel de convocatoria, permite la transmisión de imaginarios sociales, económicos, políticos, religiosos, etc. En la fiesta se celebra la pertenencia a un grupo o a un territorio, se genera identificación colectiva, se logra que los individuos se consideren a sí mismos como parte de una identidad diferenciada con valores y códigos propios. 353 La fiesta es un fenómeno cultural y una forma simbólica de reconstrucción de la comunidad. En ésta —de forma colectiva, cíclica y repetitiva— se renueva la pertenencia, se reconstruye la

351 Peña y Boschetti, 2008. 352 Díez y Murillo, 1998 citados ibídem. 353 Peña y Boschetti, 2008.


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identidad y se reformula la imagen.354 Las fiestas son forjadoras y revitalizadoras de la identidad; constituyen, pues, la celebración de las identidades.355 Las fiestas cívicas contribuyen a la formación de imaginarios de nación, constituyen una puesta en escena de estos imaginarios. Además, estas festividades permiten la construcción de lazos de reciprocidad entre el gobierno central y las regiones. Otras fiestas de importancia para la consolidación de la identidad nacional y regional son las religiosas que se celebran bajo diversas modalidades en todo el país, frecuentemente mezclando elementos católicos con otros propios de la religiosidad prehispánica. La música es un elemento cultural de fundamental importancia en el país, que sirve para marcar la identidad étnica, de clase, regional o generacional, así como los cambios que ésta sufre por efectos de la migración o de otros factores.

Expresiones culturales andinas Una de las fiestas más importantes es, sin duda, el carnaval, especialmente el de la ciudad de Oruro, declarado por la UNESCO “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” en el año 2001. El carnaval de Oruro es un reflejo de la gran riqueza y diversidad cultural y folklórica del país. La danza de la diablada, que escenifica la lucha entre el bien y el mal personificados en el arcángel Miguel y en Lucifer, es la más representativa del carnaval de Oruro. Además de ésta se presentan otras danzas indígenas y mestizas, como morenada, incas, llamerada, kullawada, waca tokori, auqui-auqui, tinku, chunchus, caporales, etcétera. La celebración del carnaval concluye con una misa a la cual asisten todos los bailarines y con una serenata de madrugada, en la que todas las bandas de música tocan en honor de la Virgen del Socavón. A fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX se prohibieron las danzas indígenas en las procesiones, por lo que se trasladaron al carnaval y le otorgaron un cierto sentido religioso en el que el culto de la Virgen María se mezcla con el del Tío de la Mina. Según Bernabé Cobo, la idea del Tío se originó porque: “los mismos indios cristianos… como no tuvieron en su lengua D sino que en lugar de ella usaban esta letra T, así en lugar de decir Dios, suelen pronunciar Tíos.” El Tío personifica las entrañas del cerro, la mina, y, por tanto, el anverso de la Pachamama, que se identifica con la Virgen María.356 354 Ibídem. 355 Martínez, 2001 citado ibídem. 356 Gisbert, 1989.


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En la ciudad de La Paz la fiesta del Gran Poder se realiza por las principales arterias del centro, congregando a la población paceña en su conjunto. Esta festividad se inició en los años veinte en la zona de Chijini con unos pocos grupos de danzas autóctonas, como los sicuris; con el tiempo fue creciendo y desarrollándose hasta alcanzar la envergadura que tiene hoy, en 2008 congregó a cincuenta mil bailarines de 59 fraternidades y a una cantidad inmensa de espectadores. En la región andina, la música tradicional indígena está regida por el calendario anual dividido en dos estaciones vinculadas con las labores agrícolas: el período seco o awti pacha, y el de lluvias o jallu pacha. Así, en la época seca se tocan sicus de distintos tipos con el objetivo de atraer las heladas necesarias para la elaboración del chuño, y en la época húmeda se toca el pinquillo para atraer la lluvia y evitar las heladas, alternativamente con la tarka, que atrae la sequía cuando las lluvias son excesivas. Otra expresión cultural de importancia crucial en la región andina son los textiles que presentan enorme diversidad y riqueza. Los textiles utilizan una serie de símbolos que, a manera de una escritura, “narran” la historia de la región, sus condiciones ambientales, los recursos naturales existentes, su economía, la organización del territorio, sus dioses y mitos, etcétera. Durante la Colonia se prohibió la representación de los dioses y mitos andinos pues remitían a los indígenas a sus orígenes, así el Virrey Toledo expidió un Ordenanza que establecía: …y por cuanto dichos naturales también adoran algún género de aves y animales, y para el dicho efecto los pintan y labran en los mates que hacen para beber y de plata, y en las puertas de sus casas, y los tejen en los frontales, doseles de los altares, y los pintan en las paredes de las iglesias. Ordeno y mando que los que hallaren los hagáis raer y quitaréis de las puertas donde los tuvieren y prohibiréis que tampoco los tejan en la ropa que visten poniendo también en ésto especial cuidado.357

357 Gisbert et al., 2003.


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A raíz de ello, en algunas zonas los textiles se modificaran por completo, es el caso de Tarabuco, donde se eliminó de los tejidos toda huella original y se la sustituyó por elementos barrocos de influencia virreinal. Sin embargo, muchos textiles siguieron mostrando deidades y mitos originarios gracias al aislamiento en que se encontraban algunas comunidades y, en otros casos, de manera disfrazada para evitar represalias. Aunque a lo largo del tiempo los textiles han ido asimilando las marcas culturales de las diferentes etapas históricas del país, conservaron algunos elementos propios que se remontan a los pueblos prehispánicos —como los correspondientes a Paracas y Tiwanaku—, si bien lo que ha prevalecido es la estética aymara originaria con influencias incaicas, coloniales y republicanas.358 Así, los tejidos contienen elementos diversos que se fueron incorporando con el tiempo, algunos antiguos como la estrella de ocho puntas y los tocapus incaicos;359 otros foráneos, como el águila bicéfala (símbolo de los Austria) que se encuentra en los textiles del lago Titicaca, y el caballo que aparece en los de Tarabuco;360 y últimamente, figuras de máquinas modernas, como camiones, helicópteros y otras. Más allá de su utilidad como prendas de abrigo y para guardar y transportar objetos, los textiles han cumplido funciones de gran trascendencia. Por una parte, se han constituido en verdaderos mapas y como tales fueron usados en las Cortes para el tratamiento de asuntos jurídicos; es el caso de los tejidos de la comunidad de Coroma, entre Potosí y Oruro, que sir-

358 Ibídem. 359 Tipo de diseño textil. Según la mitología andina, Tocapu es el tercer Viracocha vinculado con la producción de tejidos. 360 Gisbert et al., 2003.


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vieron como documentos para reclamar territorios en disputa.361 Las mujeres de los ayllus de Oruro y del norte de Potosí elaboran en sus textiles mapas históricos del territorio; en el ayllu Qaqachaka se acostumbra que la mujer teja una vez en su vida un aguayo que refiera la historia regional, ubicando los ayllus dentro de las unidades políticas mayores de la región.362 Por otra parte, los textiles también sirven para hacer una relación de los recursos naturales y de la producción local, lo que les otorga la capacidad de ser marcadores de identidad cultural y política.363 Por otra parte, durante un siglo, entre 1690 y 1790, en las tierras altas de la Audiencia de Charcas se desarrolló un nuevo estilo artístico llamado barroco mestizo o barroco andino, que se manifestó especialmente en la arquitectura y en las artes plásticas. Los maestros de obra y otros artesanos indígenas y mestizos tomaron elementos del barroco espanol y los adaptaron con gran creatividad y destreza a su propia visión; dejaron de lado aspectos importantes del barroco europeo y conservaron otros, como el horror vacui u horror al vacío que lleva a sobrecargar el espacio de elementos diversos. Así, aparecen mezclados ejemplares de la flora y fauna de los trópicos con sirenas, mascarones y diversos elementos pertenecientes a la tradición cristiana (aves, vides, etc.), como se puede observar en las iglesias de San Francisco de la ciudad de La Paz y San Lorenzo de la ciudad de Potosí, en el Museo Nacional de Arte y en el Museo de Etnografía y Folklore de La Paz. Muestras importantes del barroco mestizo en la pintura son las hermosas pinturas murales de la iglesia de Curahuara de Carangas en la provincia Sajama del departamento de 361 Bubba, 1997 citada por Arnold en Calla et al., 2007. 362 Arnold y Espejo, 2004 citados por Arnold, ibídem. 363 Arnold, ibídem.


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Oruro, en las que junto a las imágenes religiosas aparecen motivos de aves, flores, frutas y follaje policromados; así como las de la iglesia de Carabuco en la provincia Camacho del departamento de La Paz, ambas testimonios de la originalidad de los pintores indígenas.

Expresiones culturales de los valles En la región de los valles, la música es una de las expresiones culturales de mayor significación en la construcción de identidades. Durante la Colonia, la música fue importante dentro de la política cultural de asimilación, era empleada para difundir la ideología religiosa y para seducir a los nativos. Esto se prolongó en la Republica y sigue aconteciendo incluso en la actualidad.364 A partir de la década del sesenta del siglo pasado, la música folklórica ha sido parte importante de las narrativas nacionalistas, contribuyendo a la construcción de una comunidad política unitaria y homogénea, como respuesta de las élites a la diversidad cultural del país. Esta narrativa, vinculada con una identidad nacional homogénea y unitaria, ha sido esencial en la creación de una acústica nacional.365 La música ha servido como un mecanismo más de diferenciación entre el campo y la ciudad, entre la elite y los sectores populares; así, la cueca y el bailecito chuquisaqueños —vinculados con las élites locales— alcanzaron un grado de exquisitez en la obra de los maestros Valda, Verdecio y Auza. La Normal de Música de Bolivia establecida en Sucre fue un centro de irradiación de las corrientes musicales nacionalistas. Por su parte, las élites cochabambinas desarrollaron un nacionalismo musical como propuesta estética e identitaria; en ese marco, artistas como Teófilo Vargas tuvieron gran impacto en la sociedad local.366 364 Rossells, 1996 citada en Sánchez et al., 2008. 365 Ibídem. 366 Sánchez et al., 2008.


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Frente a la música folklórica como símbolo de la homogeneidad del país, la música autóctona fue parte de los movimientos musicales urbanos y, si bien se vinculó con el discurso nacionalista, lo hizo desde una línea de investigación, recuperación y revalorización. La música también ha servido como narrativa de grupos étnicos específicos —como los yuqui y yuracaré— que buscaban consolidar sus propias identidades frente a la identidad nacional. La música indígena andina está vinculada con esta identidad, aunque refleja también los cambios producidos en el proceso de transición entre la tradición y la modernidad que viven muchas comunidades indígenas, como las de Tapacarí y de otras zonas inmersas entre lo rural y lo urbano.367 Las coplas que se cantan en el valle cochabambino constituyen espacios de interacción entre distintas identidades: de género, generacionales y otras. Ciertas formas de música popular han sido comprendidas como narrativas que reinventan, negocian y replantean las identidades de los grupos migrantes; así ha sucedido con la cumbia chicha y con la música de los campesinos andinos que migran a la ciudad de Cochabamba, las ciudades intermedias y al Chapare.368 Una de las fiestas religiosas más importantes en la región es la de la Virgen de Urkupiña, que funciona como un espacio de cohesión y convergencia de la diversidad nacional, aunque en ella ocurran disputas por el sentido entre indígenas y no indígenas, entre clases medias y sectores tradicionales y modernos. La fiesta de Santa Vera Cruz aparece como una expresión de interculturalidad, aunque también es un lugar de disputas simbólicas diversas, entre lo religioso y lo pagano y entre otros elementos.369 Como herencia de la Colonia, la actividad religiosa en el departamento de Chuquisaca es intensa y forma parte de la identidad regional. Las fiestas religiosas —como la Navidad, la Semana Santa, la fiesta de la Virgen de Guadalupe y otras— son expresiones no sólo de la religiosidad de los chuquisaqueños, sino también de su propio ser. Pese a que las culturas indígenas no son apreciadas por las elites urbanas, el folklore de Yamparaes, el Carnaval (Phujllay) de Tarabuco y otras manifestaciones culturales son consideradas parte de la identidad chuquisaqueña y se intenta promocionar su valor turístico.370 Por otra parte, los textiles de los distintos grupos étnicos de Chuquisaca son expresiones culturales de gran importancia que expresan su visión de mundo. Así, mientras los jalq’a repre-

367 Ibídem. 368 Ibídem. 369 Ibídem. 370 Ibídem.


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sentan en sus tejidos animales y k’urus (seres en formación pertenecientes al submundo) en tonos rojos y negros, los tarabuco representan elementos luminosos del mundo actual (bailarines del Phujllay, caballos, aviones, trenes, helicópteros, etcétera).371

Expresiones culturales de la Amazonia En la región amazónica la fiesta cumple un papel importante en la integración simbólica de las sociedades locales, definiendo la forma de pertenencia al territorio. Participar en la fiesta significa marcar límites respecto a otros actores y espacios; en la fiesta los roles de los indígenas y de los karayanas son diferentes: unos realizan la fiesta y otros la miran, pero ambos mantienen su adhesión a ciertos valores históricos y culturales comunes.372 En los últimos veinte años, los municipios del Beni que tienen origen étnico-misional han entrado en una verdadera competencia por promocionar las fiestas patronales de cada pueblo. Así, lo más importante de la identidad trinitaria se expresa en las fiestas en honor del santo patrono, celebradas a lo largo del año. En la fiesta patronal se expresan las principales tradiciones culturales y artísticas a través de la música y la danza. La identidad trinitaria mojeña se expresa principalmente durante la Chope Piesta, que permite unificar a todos los indígenas, porque representa a la Santísima Trinidad. Lo que une e integra a los trinitarios mojeños son principalmente las costumbres y tradiciones ancestrales. Estos factores contribuyen a que los pueblos indígenas mantengan una identidad vigorosa.373 Otra es la situación en el Norte amazónico; en Cobija, Riberalta, Guayaramerín y otras localidades, estos elementos culturales están ausentes. Las sociedades locales adhieren, más bien, a las tradiciones y rituales republicanos, como los actos cívicos en las fiestas nacionales, que sirven para reforzar los lazos y la identidad locales. El 6 de agosto, el 23 de marzo, así como las fechas de fundación del departamento y de las ciudades, son festividades de gran significación que contribuyen a la articulación social. En lugar de santos y vírgenes, los emblemas son banderas bolivianas, estandartes, escudos y marchas militares.374

371 Sánchez, et al., 2008. 372 Molina et al., 2008. 373 Entrevista a mujer trinitaria dirigente del Cabildo de Trinidad, ibídem. 374 Ibídem.


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Expresiones culturales del Oriente La cultura del Oriente boliviano puede ser definida como fundamentalmente festiva. Las fiestas constituyen uno de los elementos culturales más característicos de la sociedad cruceña que expresa en éstas los valores que la sustentan, el gusto por el disfrute y la ostentación.375 A través de las fiestas se construye la identidad oriental. Durante todo el año se suceden fiestas de distinto tipo: religiosas, cívicas, tradicionales, populares, sociales, etc., además de un sinnúmero de ferias y festivales que expresan los valores, creencias y formas de organización social. Estas festividades construyen y reafirman la identidad cultural cruceña y sustentan una importante industria del ocio que dinamiza la economía local, dando trabajo a diversos sectores de la población. La fiesta es un elemento de diferenciación social, la situación socioeconómica de sus participantes queda claramente evidenciada por el tipo de fiesta en el que participan y por las características de la institución organizadora. El carnaval es, sin duda, “la fiesta grande de los cruceños”, un instrumento de defensa de la identidad y de los valores regionales. El carnaval cruceño es muy distinto de los del Occidente del país, tiene carácter ciudadano y estructura clasista. Cada sector social participa de manera distinta y en escenarios separados, pudiéndose distinguir dos eventos principales: el corso principal o “Corso del centro”, que representa a las clases dominantes; y el “Corso de los barrios” o ciudadelas, propio de los sectores populares. El carnaval también establece una clara

375 Díaz, 2004 citada en Peña y Boschetti, 2008.


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división de género: excepto siete, las 161 comparsas existentes están integradas solamente por hombres porque: El elemento masculino, aunque siempre inspirado en la mujer, en nuestra sociedad es indiscutiblemente el poseedor del poder político, económico y social; por lo tanto es quien se encarga de la organización de tan trascendente manifestación cultural.376

Las comparsas constituyen verdaderos indicadores de los estratos sociales cruceños, ya que la pertenencia a éstas permite conocer la edad del individuo, su situación económica, la relación que mantiene con la estructura de poder, sus relaciones sociales, sus gustos, etcétera. Más que una fiesta que convoca a todos para ridiculizar el poder, como era en sus orígenes, el carnaval es una fiesta utilizada para expresar las diferencias sociales al establecer una división entre protagonistas y espectadores. El espectáculo carnavalero de cada año responde a la situación regional y nacional, y a la orientación que en ese momento tiene el discurso hegemónico cruceño. Así, en el año 2004 la carroza más destacada fue “El tren del carnaval”, en alusión a Santa Cruz como la “locomotora económica” de Bolivia, en su interior bailaba un selecto grupo de empresarios cruceños y dirigentes del Comité Cívico. El espectáculo del carnaval de 2007 se llamó “Rueda grande chiquitana”, su objetivo era mostrar la inclusión de los grupos indígenas del Oriente, así como su apoyo a la causa autonomista; el carnaval de ese año fue, a decir de los medios, el más cívico por la cantidad de carros alusivos al tema de la autonomía.377

376 Gandarilla, 2004 citado ibídem. 377 Ibídem.


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En las fiestas cruceñas existe un uso simbólico e ideológico de lo femenino. Todas las fiestas cuentan con azafatas, modelos o reinas —existen incluso reinas infantiles y reinas “de antaño”— como elementos de fundamental importancia en la construcción del imaginario regional a partir de ciertas peculiaridades étnicas: mestiza, blanca (de “raza oriental”), de lengua castellana y de cultura y valores cambas. Los más de cuarenta certámenes de belleza celebrados cada año consolidan la idea de que Santa Cruz es la tierra de las mujeres más hermosas de Bolivia.378 Las fiestas religiosas contribuyen también a la construcción de la identidad oriental, fundamentalmente la de la Virgen de Cotoca, Patrona del Oriente, llamada “Mamita” y “Reina de reinas” haciendo referencia a los dos aspectos atribuidos a la mujer cruceña: belleza y carácter de mujer - madre: El peinado y el vestido que lucirá la Virgen de Cotoca el próximo 8 de diciembre está garantizado. Pippo Galarza será el encargado de arreglar la cabellera de la Patrona del Oriente, mientras que en el Santuario están preparados tres vestidos que fueron donados por diferentes devotos. (…) En los días previos, según Galarza, la peluca que utilizará la Virgen es sometida a un proceso especial de limpieza, baños de cremas y sesiones de ruleros. (…) “Lo más grande que me ha podido suceder es que Dios me haya concedido la oportunidad para peinar a la verdadera reina del Oriente boliviano”.379

Las fiestas son una muestra del complejo espacio cultural de Santa Cruz en el que coexisten distintas culturas locales, nacionales y extranjeras, fruto del intenso proceso migratorio de las últimas décadas. Así, junto a las fiestas tradicionales cruceñas se desarrollan las que los migrantes llevaron consigo; coincidiendo con la celebración del 24 de septiembre se realiza

378 Ibídem. 379 El Deber, 28/11/02 citado ibídem.


LAS IDENTIDADES, LA SOCIEDAD Y LA CULTURA

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la feria de alasitas que es rechazada por los sectores hegemónicos que la consideran una forma más del “avasallamiento andino”.380

Expresiones culturales del Chaco En el Chaco se celebran numerosas fiestas tanto religiosas como de otro tipo. Entre las primeras se encuentra la festividad de San Pedro que se realiza con novenas, misas, procesión y serenata de música folklórica y danzas en las que participa toda la población de Yacuiba. Por otra parte, desde hace más de veinte años se lleva a cabo en Yacuiba el Festival de la Frontera (FESTIFRON), que rescata la música y danza chaqueñas (como la chacarera, el gato, el triunfo y el escondido), y presenta también danza y música del Occidente del país, en una trama simbólica que expresa la multiculturalidad de la región del Chaco. En la localidad de Entre Ríos, la fiesta grande reúne a los indígenas montados a caballo y cubiertos de grama, en un acto que representa los enfrentamientos entre pueblos ocurridos en el pasado y que —en una expresión del sincretismo religioso— celebra también a la Virgen de Guadalupe.381 Asimismo se realiza anualmente el Festival de la Tradición Chaqueña en la localidad de El Palmar, con actividades diversas: rodeo, marcada de ganado, carreras de caballos, doma de potros, riña de gallos, juegos de taba y sortija, danzas y música folklórica.

380 Ibídem. 381 Galindo et al. (doc. no publicado).



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