Anals de la Real Acadèmia de Cultura Valenciana nº 90 (2015)
Carlos Martínez Herrer
La educación en la ciudad de valencia en la segunda década del siglo xx. especial atención al patronato de la juventud obrera de valencia.
RECEPCIÓN: 17-08-2014 REVISIÓN: 19-09-2014 ACEPTACIÓN: 24-11-2014 PUBLICACIÓN: 20-01-2015
la educación en la ciudad de valencia en la segunda década del siglo xx. especial atención al patronato de la juventud obrera de valencia
Resumen: En la Valencia de la segunda década del siglo XX no sólo había educación de calidad para las élites, también había educación de calidad, confesional, eso sí, para los hijos de los obreros: el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia. La institución devino la obra educativa y asistencial más popular de la ciudad de Valencia en el primer tercio del siglo XX, conjugando, bajo la dirección espiritual y efectiva de la Compañía de Jesús, la piedad propia de las congregaciones marianas, el activismo asistencial de los católicos sociales y los recursos materiales y pedagógicos de la incipiente Educación Social.
Palabras clave: Historia de Valencia, educación jesuita, educación popular, educación social, patronatos obreros.
EDUCATION IN THE CITY OF VALENCIA IN THE SECOND DECADE OF THE TWENTIETH CENTURY. THE SPECIAL CASE OF PATRONATO DE LA JUVENTUD OBRERA IN VALENCIA
Abstract: During the second decade of the twentieth century in the city of Valencia, there was not only quality education for the elite, there was also quality education, confessional, although, for the children of the workers: “el Patronato de la Juventud Obrera” in Valencia. The institution became the most popular educational and welfare institution in the city of Valencia in the first third of the twentieth century, combining, under the spiritual and effective government by the Society of Jesus, the Congregation of Mary’s Pity, the welfare activism in Catholicism and the teaching and material resources for the emerging Social Education.
Keywords: History of Valencia, jesuit education, popular education, social education, worker youth.
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1. Introducción Tiempos recios los que tocaba vivir a los habitantes de la ciudad de Valencia en la segunda década del siglo XX. La ciudad de Valencia mantenía la misma partición en barrios (Centro, Audiencia, Universidad, Teatro, Hospital, Misericordia, Museo, Puerto, Vega) de fines del siglo anterior. Los empleados consumeros, hasta la abolición de fielatos y consumos por Canalejas, en junio de 1911, abordaban desde sus casetas, a la entrada de cada barrio, a los agricultores y transeúntes, para que pagaran el canon por los productos que transitaban. Según las estadísticas de 1914 del Instituto de Reformas Sociales1, un 64 % de la población laboral de la provincia de Valencia trabajaba entre 10-11 horas, y un 30 % entre 8-9, mientras que el salario medio del obrero se situaba en 0,50 pesetas la hora. Hasta el Real Decreto de 3 de abril de 1919 no se fijaría obligatoriamente la jornada máxima de ocho horas. Las condiciones laborales de la mujer habían quedado fijadas por el presidente Dato en 1900, con un máximo de 11 horas de trabajo diario. La estadística citada de 1914 del Instituto de Reformas Sociales eleva la población activa femenina al 40 % del total, centrándose en la industria de la alimentación, el textil, la confección y el tabaco, sin contar con las, al menos, 7.000 criadas y un número sin determinar pero elevado de costureras a domicilio. Las huelgas, alentadas por el republicanismo blasquista y la vertiente radical de Rodrigo Soriano, que ganarían todas las elecciones municipales en la ciudad hasta 1911, se sucedían desde 1900. Desde El Mercantil Valenciano,diario republicano enfrentado al diario conservador rival, Las Provincias, y desde el diario Pueblo, fundado por Blasco Ibáñez mostraban su pugna ideológica contra el sistema vigente a través del anticlericalismo. El Instituto publicó un boletín mensual desde su aparición en 1903, continuador de la Comisión de Reformas Sociales, hasta su desaparición en 1924. Se puede consultar en Boletín del Instituto de Reformas Sociales (1903-1924): Edición conmemorativa del primer centenario de la creación del Instituto de Reformas Sociales. Ministerio de Trabajo, 2003.
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Época de pistoleros, duelos y atentados. Valga como muestra la accidentada vida del diputado republicano más influyente en la ciudad en la primera década del siglo XX (Blasco Ibáñez dejaría la ciudad para vivir en Madrid, con acta de diputado, en 1905, dejando la dirección de Pueblo en Félix Azzati): Rodrigo Soriano. De ascendencia noble y familia vasca, llegó a tener incidentes con tres importantes militares en la historia de España: los generales Valeriano Weyler y Arsenio Linares Pombo, y con el entonces coronel Miguel Primo de Rivera, quien un año después de acceder al Gobierno, en 1924, lo desterraría a Fuerteventura junto a Miguel de Unamuno. Sonados fueron también sus duelos con el Ministro de Gobernación Sánchez Guerra y con un hijo del presidente conservador Maura, éste en 1914. Pero el duelo más recordado lo protagonizó con el que fuera su amigo de antaño, Blasco Ibáñez, hombre al que se le conocieron también varios desafíos. La ocasión acaeció en una finca del distrito de Hortaleza, no lejos de las Cortes, en Madrid, el 13 de julio de 1903. Llovía cuantiosamente cuando los duelistas llegaron acompañados de sus padrinos por Soriano el periodista y abogado valenciano Luis Morote(conocido por apedrear el rosario de la aurora de la “chusma clerical”, cada madrugada, al salir de la redacción del Mercantil Valenciano), e Ignacio de Santillán, redactor del periódico madrileño El País (1887-1921), apadrinando al autor de Cañas y Barro. Se dispararon cuatro descargas a distancias de 23 y 29 pasos. Ambos salieron ilesos. Soriano disparó al aire pero, se dice, Blasco Ibáñez procuró, estérilmente, fijar bien la puntería. El 17 de febrero 1917, Rodrigo Soriano resultó herido de gravedad en un atentado cometido en Valencia. Fue alcanzado en el cuello por dos disparos que habían partido de un grupo de pistoleros apostados frente a la Colegiata de San Bartolomé. Se le apreciaron dos heridas en el cuello: una con agujero de entrada y salida en la parte lateral, y otra producida por un proyectil alojado al borde de la rama posterior de la mandíbula. Tras ser intervenido quirúrgicamente en el Hospital Provincial salvó la vida milagrosamente.Con admiración, el diario madrileño La Correspondencia Militar publicó la reacción de Soriano ante este hecho: “No es nada, señores. Gajes del oficio. Dos tiros nada más. Esto puede considerarse un accidente de trabajo”. Nada excepcional. El que fuera alcalde dela ciudad de Valencia entre 1913-1915, miembro del Partido Conservador y por tanto nombrado por el Gobierno del turno, Francisco Maestre, Conde de Salvatierra de Álava, sería asesinado en 1920 mientras
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regresaba a su casa con su esposa y su cuñada, la marquesa de Tejares, después de dar un paseo por el puerto. Unos desconocidos se allegaron al coche en el que viajaban, y los tirotearon. Esta sociedad tensada y con enfrentamientos internos tampoco tenía concordia en materia estrictamente educativa. Los librepensadores y los católicos valencianos se enfrentaban al Gobierno por la mayor o menor permisión gubernativa de las escuelas laicas,por la cuestión de la enseñanza de la Religión (“el catecismo”) en las escuelas y por la reforma de la Ley de Asociaciones, denominada “Ley del Candado”. En el primer tercio del siglo XX, la política educativa es deudora de los acontecimientos de todo orden de finales del siglo XIX. Conservadores y liberales se van turnando en el poder implantando normativamente los códigos que orientan su ideología: Los liberales dinásticos y la izquierda fuera del encasillado del turno (krausistas, demócratas, republicanos, socialistas y anarquistas) abogan por la “europeización” como medio de regeneración social; los conservadores, por la “revolución desde arriba”. Todos sin excepción reivindican a Joaquín Costa y desean la regeneración educativa (escuela-despensa) por vías diversas. Y a la verdad, que la situación no es nada obsequiosa: el 56 % de la población española es analfabeta en 1900; el 43 % en 1920, el 32 % en 1930 y el 23 % en 1940. La mujer alcanza, a principio de siglo, el 66 % de analfabetas; el 35 % en 1920 y el 28 % en 1940. Y si ésta es la situación cultural de la población adulta, no le va atrás la infantil, ya que en 1908 sólo el 51 % de los niños españoles de 6 a 12 años están escolarizados, y unos años más tarde (1920) el 60 %. Todo ello, a pesar de la Real Orden de 1910, extendiendo la enseñanza obligatoria para niños de 6 a 12 años2. El asunto escolar deviene más complejo si se atiende a los sucesivos y numerosos gobiernos del turno que rigen la nación durante estos años. Los acontecimientos, de signo político, van determinando otros de carácter pedagógico, de impronta liberal en su mayoría hasta la Dictadura primorriverista: la regulación de la enseñanza mixta en la escuela pública y creación de la Escuela Superior del Magisterio (1909), Residencia de Estudiantes (1910), restablecimiento de escuelas laicas y 2
Vid. Vilanova, M. y Moreno, X.: Atlas de la evolución del analfabetismo en España de 1887 a 1981. CIDE, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1992.
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reorganización de la Inspección de Enseñanza Primaria (1910), Dirección General de Enseñanza Primaria y Escuela Hogar y Profesional (1911), Instituto-Escuela (1918), Escuela Nacional de Puericultura (1923), creación de la Escuela Social (1925), creación del Patronato de Misiones Pedagógicas (1931), creación de la sección de Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid y supresión de la enseñanza de la Religión (1932), y prohibición del ejercicio de la enseñanza a las Órdenes (1933). 1.1. Laicismo y escuela en Valencia. De 1910 a 1913 el enfrentamiento entre liberales y conservadores tiene como causa la cuestión religiosa, tomando como excusa la enseñanza del catecismo; de 1913 a 1923 el problema es el de la libertad de enseñanza, libertad no deseada, paradójicamente, por los primeros y ya defendida por Andrés Manjón en el VIº Congreso Católico Nacional, de Santiago de Compostela (1902), y corroborada por los Obispos en su Mensaje al rey Alfonso XIII, demandando el respeto al artículo 11 de la Constitución (de 1875), y derechos de la familia y de la iglesia. Corresponde hablar de la política escolar oficial, púbica, y no de la privada, razón por la que apenas se menciona. Con todo, será bajo la IIª República cuando el enfrentamiento entre la izquierda (en el poder, en conjunción republicano-socialista) y la derecha llegue al límite, sobre todo, por la implantación constitucional de la escuela laica. Recordemos que el Gobierno Largo del conservador Maura había conseguido en 1909 la supresión de algunas de dichas escuelas, mostrando el episcopado español gran preocupación, a la vez que oposición, a su reapertura en 1910. Las escuelas laicas serán tachadas de ilegales y antirreligiosas en múltiples pastorales episcopales: así dos prelados que ocuparon la sede de la ciudad de Valencia, Salvador y Barrera, a la sazón obispo de Madrid, en “El laicismo en la enseñanza” (1914), o el cardenal Guisasola, a la sazón cardenal Primado de Toledo, en su “Carta pastoral sobre el laicismo” (1915)3 lo hicieron. Con la II República se llegará a la supresión Cfr. Delgado Criado, B. Historia de la educación en España y América: La educación en la España contemporánea (1789-1975), Madrid, Fundación Santa María, 1994, p. 571.
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de la Religión (1932) en los planes de estudio y prohibición del ejercicio de la enseñanza a los religiosos (1933). El apoyo del republicanismo al ideal educativo de la Institución Libre de Enseñanza se fraguó en los códigos de la política educativa del Partido Socialista, emanada del XIº Congreso de 1918 de la mano del pedagogo Lorenzo Luzuriaga, y más tarde plasmada por los ministros Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos (sobrino del fundador de la I.L.E.) y Francisco J. Barnés. Como indica el profesor Esteban León4: la escuela laica, en la II República, es la escuela socialista, societaria al comienzo, y única al final, antirreligiosa, obligatoria, gratuita, coeducativa, profesional, higiénica, “democrática” y autogestionaria, sin margen, por lo tanto, a la enseñanza privada ni a la libertad de enseñanza. En la ciudad de Valencia, el gran interés despertado por la educación en los primeros años del siglo XX entre las clases populares produce un considerable incremento en la demanda de puestos escolares que el Estado (con la sucesión de partidos del turno) y el Ayuntamiento (con los alcaldes nombrados en Madrid, pero con mayoría de concejales electos republicanos) no pueden atender por falta de recursos económicos. La obligatoriedad de la escolarización, entre los 6 y los 12 años, introducida por el Conde de Romanones en 1910, resulta imposible por la escasez de escuelas y de maestros, y sólo los niños de las familias pobres que asisten a la escuela pública reciben la enseñanza gratuita. Las escuelas están instaladas en locales que no reúnen las debidas condiciones higiénicas ni pedagógicas. Bajo la dirección de un solo maestro hay un elevado número de niños de diferente edad y nivel cultural: son las denominadas “escuelas unitarias”. Resulta muy difícil introducir reformas. Sin embargo, las nuevas tendencias educativas son conocidas y defendidas por los maestros que, utilizando todos los medios disponibles, intentan que se lleven a cabo las reformas que requiere la enseñanza, y así poder equipararse a los países más civilizados. Frente a tres tendencias muy activas, una liberal (ILE), otra anarquista y la católica, de renovación educativa, se encuentra la escuela pública, pobre y anticuada, inhábil para resolver los muchos problemas planteados. La situación de la enseñanza es, en general, deficiente en esta época. Así, la organización escolar no responde a las aspiraciones del Magisterio y a las nuevas corrientes renovadoras de la pedagogía. En la ponencia “Política educativa en el primer tercio del siglo XX”, dentro de las Jornadas Pedagógicas Avemarianas, presentada el 25 de septiembre de 2009, en el colegio el Ave María de Benimámet, con motivo del centenario de la Institución.
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La batalla entre los partidarios del laicismo y los defensores de la Iglesia cobraría nuevos impulsos después de la Semana Trágica (1909), cerrándose por orden del Gobernador Civil de Valencia la Escuela Moderna de la ciudad, como tantas en toda España, la cual contaba con dos sedes en sendos Casinos Republicanos. Sin embargo, a pesar de la impresión que daba la prensa católica, las escuelas laicas se encontraban en este período, en la ciudad de Valencia, en manifiesta inferioridad numérica frente a las escuelas primarias de las congregaciones religiosas. En Valencia sólo había 12 escuelas laicas, según la Memoria que acompañó el Conde de Romanones al presupuesto de Instrucción Pública de 1911. En las Actas del Ayuntamiento del Cap i Casal se encuentra un listado muy completo de las escuelas que funcionaban, con motivo de la concesión de subvenciones; las hay de orientación católica, como las escuelas parroquiales, las escuelas de la Asociación de Católicos, las de la Unión Social Cristiana, las del Asilo de S. Juan de Dios y también las del Patronato de la Juventud Obrera, a las que nos referiremos más adelante. Había muchas surgidas en sindicatos, con el apoyo de los republicanos de Blasco Ibáñez y de Rodrigo Soriano: Escuela Racional, Sociedad Marítima Obrera, Sociedad de Obreros Tallistas, Sociedad de Instrucción Laica La Luz, Sociedad las Germanías del Casino de Ruzafa, la Sociedad de Socorros Mutuos la Mercantil, etc. Había también excepciones a la insalubridad y falta de calidad de las escuelas. Tres destacaríamos de la ciudad de Valencia: El denominado Grupo Cervantes, las Escuelas del Avemaría (estilo Manjón) y el Patronato de la Juventud Obrera. 2. Grupo Cervantes5. En mayo de 1909, cuando el rey Alfonso XIII inauguró la Exposición Regional, dedicó un par de horas a inaugurar el Colegio Nacional Cervantes, que se abriría en el curso siguiente. En 1910, sería visitado por la reina Victoria Eugenia. El arquitecto, Eugenio López Aracil, siguiendo las directrices del delegado regio de Educación, el diputado conservador Serrano Morales, había iniciado la construcción del colegio en 1905, sobre la planta de un antiguo matadero, como un modelo de progreso. En los cimientos del edificio se colocó una “cápsula del tiempo”: una caja de plomo Seguimos en este punto la tesis doctoral Escuela pública y renovación pedagógica en la ciudad de Valencia a comienzos de siglo (1900-1910), defendida en 1988 por el profesor de la Complutense Francisco Canes Garrido.
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que contenía el acta en pergamino, diferentes monedas en curso, periódicos de la época y una biografía de Cervantes. Se inspiraba en el estilo alemán de educación que Friedrich Fröebel, el llamado “pedagogo del Romanticismo”, creador de la educación preescolar y del concepto de “jardín de infancia”, había impuesto en toda Europa a lo largo del siglo XIX. El Colegio Cervantes, primer colegio municipal graduado por niveles, se organizó en sendos pabellones, un patio central abierto y sendos patios laterales, cada uno para niños y niñas. La Real Orden de 20 de junio de 1922 lo habilitó además como Escuela Maternal (ya con anterioridad actuaba como Escuela Normal y como Escuela de Adultos). Según destacó la prensa de la época costó 250.000 pesetas, incluso el mobiliario infantil fue traído de Alemania. 3. Escuelas del Ave María.6 En 1906, el sacerdote diocesano Miguel Fenollera Roca visitó las Escuelas del Ave María fundadas por D. Andrés Manjón en el Sacromonte de Granada en el año 1888, para niños pobres. El sacerdote y profesor universitario Andrés Manjón7 fue el verdadero dinamizador de la educación popular confesional en España hasta su muerte, en 1923. La relación con el padre Manjón le llega a Fenollera através de su amistad con el jesuita P. Antonio Vicent, creador de los círculos obreros católicos en Valencia y consiliario del Patronato de la Juventud Obrera de Valencia, una institución que, como veremos, asumió muchos principios pedagógicos de Educación Social que también eran aplicados por Manjón.
Seguimos en este punto la tesis doctoral del año 1976 Una solución católica a la regeneración del hombre español: Miguel Fenollera, del profesor de la Universidad de Valencia J. Tabernero Íñiguez. 7 Andrés Manjón y Manjón (1846-1923). A finales de 1888, cuando pasaba ante una de las cuevas en el Sacro Monte, oyó a unos niños gitanos recitar el Ave María, en una “escuela de migas”, lo que le llevó a iniciar su obra pedagógica con aquellos niños, acompañando a la maestra que les enseñaba. Allí mismo funda las Escuelas del Ave María, su obra capital, a las que dedicó todo su dinero, su empeño y su tiempo. Además de la centralidad del Catecismo en el plan de estudios de sus escuelas, gran parte de las clases se desarrollaban al aire libre. Manjón se considera un introductor en España, en la vertiente confesional, de la Escuela Activa. La idea fundamental de la Escuela Activa la dio a conocer Pestalozzi, influido por la filosofía de Kant y Fichte, la empezó a aplicar en los jardines de infancia, intentando despertar la actividad propia del niño en diversos sectores, y fue continuada por el alemán Fröebel. Pero el impulso de la Escuela Activa vino de la mano de la educadora italiana María Montessori y del alemán Kerchensteiner, el cual trató de aplicarla en los institutos de Múnich, oponiéndose a la “escuela libresca” que dominaba hasta entonces. En España inspiraría gran parte de los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. Escuela experimentadora, con el juego, los cantos, los títeres y la Naturaleza como elementos de aprendizaje, las escuelas del Ave maría fueron un fuerte contrapunto a la visión tradicional de la enseñanza en los Institutos Religiosos. 6
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Manjón y Vicent mantuvieron abundante relación epistolar, fruto de su mutua influencia y admiración. A principios de siglo XX escribía Manjón estas palabras: «No sé por qué he retrasado el contestarle… Me convenía el trato con usted y dejaba pasar la ocasión que me brindaba. Doy a usted la enhorabuena por haberse penetrado del problema social y por los trabajos que para resolverlo ha realizado, haciendo de este punto todo un apostolado… Ojalá que los demás entendiésemos como usted lo que la sociedad de hoy necesita, y trabajásemos con el celo y la perseverancia que usted, que algo más se conseguiría; pero no nos damos cuenta, ni del problema, ni del deber de resolverlo en cristiano y cuanto antes… Dar pan, y con él la fe, y tras esto lo que se quiera; he aquí todo, a mi juicio. Los obreros de aquí están yendo tras del socialismo, que les halaga y promete vida más fácil y barata, y aunque no lo conseguirán, por lo que tienen de impíos y socialistas, ése es el camino… En fin, Padre, me excedo hablando y debo escuchar lo que usted diga; si tiene a bien contestarme y enseñarme, le oiré o leeré con sumo gusto»8. Fenollera es enviado a Roma en 1906 para informar al cardenal Merry del Val, secretario de Estado del Papa Pío X, de la labor realizada por el P. Vicent con las clases más desfavorecidas de la sociedad (en 1894 Vicent había organizado, con la ayuda del Marqués de Comillas, una peregrinación a Roma, con 18.000 obreros, para visitar al papa León XIII). En Roma se entrevistaría con el cardenal Merry del Val y con el papa. De estas reuniones nace la idea de fundar un Instituto Religioso que atendiera congregacionalmente las obras educativas creadas por Andrés Manjón, extremo (la fundación de un Instituto Religioso para la asistencia de obras educativas) que los superiores de Vicent no le permitieron al jesuita9.
Cfr. del Valle, F. El Padre Antonio Vicent y la acción social católica española, Madrid, Ed. Bibliográfica Española, 1947, pp. 99-100. Videre también El Diario del P. Manjón, Madrid, BAC, 1973, edición a cargo de Prellezo García, J. M., pp. 204, 269, 300-1, 318, 343, 375, 418 y 425-7. 9 Antonio Vicent S. J., del que escribiremos en el capítulo siguiente, pretendió crear un Instituto Religioso para la enseñanza y asistencia de los Patronatos de la Juventud Obrera y sus superiores jesuitas no le dieron el permiso. Se conserva la carta de Vicent al Padre Asistente de España, J. J. de la Torre, fechada el 10/8/1893, reveladora del papel de Vicent en el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia: «Sabe V. R. P. que la obra general de los Círculos Católicos son los Patronatos [no el Patronato de Valencia, anterior e independiente del Círculo], porque en ellos se da instrucción cristiana gratuita a los socios y a los jóvenes pobres de la población. Las escuelas son nocturnas durante todo el año, excepto los meses de agosto y septiembre. En Valencia solamente, tenemos en el Patronato 2.500 niños, que son los pilletes y jóvenes perdidos por las calles, que concurren los domingos al Patronato durante toda la tarde y por la noche dos horas todos los días a las escuelas del mismo Patronato. Tenemos sección dramática y banda de música que en certámenes ha ganado ya premios. Lo más selecto de 8
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Fenollera visitó Francia, Italia, Suiza, Alemania, Holanda, Belgica e Inglaterra, estudió diversos idiomas y profundizó en los métodos pedagógicos de Pestalozzi, Montessori y Fröebel. El 14 de Abril de 1909 Fenollera comenzó la edificación de la Colonia Escolar Pío X en un terreno cedido por sus padres en la pedanía de Benimámet, que con el tiempo se transformaría en el Colegio El Ave María. La primera promoción de hermanas avemarianas fueron ordenadas el 27 de febrero de 1910. El Colegio de El Ave María de Benimámet era un colegio típicamente manjoniano: gratuito, para los niños y niñas sin recursos, con una capilla en lugar preferente de la edificación, aulas luminosas, altas y amplias, y con los patios preparados para impartir clasesy practicar juegos al aire libre. El 11 de Marzo de 1910 el Arzobispo de Valencia, D.Victoriano Guisasola bendijo la Colonia Escolar Pío X en Benimámet y el 24 de Agosto de 1921 se procedió a la erección canónica, como Instituto de Derecho Diocesano, a las avemarianas, siendo arzobispo de Valencia don Enrique Reig Casanova. Hoy hay escuelas del Ave María en España (Bilbao, Madrid, Zaragoza, Burgos, Albacete, Manresa, Barcelona, Benimámet y Motril), así como en Chile, República Dominicana y Puerto Rico.
entre ellos constituyen la Congregación de San Luis Gonzaga y la Escuela de Cristo. Hacen ejercicios espirituales todos los años y ya cuentan más de 27 religiosos que han salido del Patronato. Todo esto lo podrá V.R. leer en el prólogo del Reglamento del Patronato en el [libro] Socialismo y Anarquismo. El santo fundador del Patronato, pobre carpintero D. Gregorio Gea, suspiraba continuamente para que una congregación religiosa se encargara de la dirección y enseñanza de tanto niño pobre de la Valencia, y de las escuelas de adultos del C.C. [círculo católico] de Valencia [de las que se encargaba el Patronato]. Como desde 1885 me hallo de director del Patronato de Valencia y veo que, como anda, no puede durar tan santa institución, a mis ruegos hace ya cuatro años [en 1889] salió para Barcelona, para ver si los salesianos convenían para el Patronato, D. Fernando Núñez Robles [Marqués de Montortal, Conde de Pestagua y vocal de la Junta Directiva] vio que la Congregación de los Salesianos con sus talleres no respondían a nuestra institución. Pasó a París para ver la situación del Patronato de S. Vicente de Paúl y le sucedió lo mismo. De aquí que en toda la junta se ha suscitado la idea de la fundación de una congregación de PP. y HH. de San Francisco Xavier, que tengan por especial objeto la enseñanza gratuita durante las clases nocturnas de los socios pobres de los Círculos Católicos y de los niños de los Patronatos». El original se halla en el Archivum Romanum Societatis Iesu (citado en Revuelta González, 2008, p. 812).
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4. El Patronato de la Juventud Obrera 4.1. Jesuitas y obreros. Desde la Restauración borbónica y durante todo el primer tercio del siglo XX, entre los muchos problemas que ofrecía a la acción de los católicos el ancho campo social, había uno que merecía fijar particularmente la atención de la Compañía de Jesús. Nos referimos a la educación y moralización de los jóvenes obreros, de los aprendices de fábricas y talleres. En esta tarea se verán ayudados por los padres de alumnos y los propios ex-alumnos de sus colegios (centros de educación secundaria), que presidirán las principales asociaciones benéficas y culturales creadas por los Padres de la Compañía. En Valencia, el colegio de San José, que había sido fundado en 1870, fue un semillero de vocaciones jesuitas, junto con las congregaciones marianas que tenía la Societas Iesu a modo de Orden Tercera. En todas las obras de apostolado, y los centros de enseñanza para obreros eran una obra de apostolado para la Compañía, instituyeron piadosas congregaciones marianas para la edificación espiritual de los laicos que en ellas se incardinaban. Una de las acusaciones más repetidas a la educación jesuita ha sido siempre su entrega exclusiva a los ricos y su despreocupación por los desfavorecidos. Los jesuitas, al observar la apostasía que se había producido durante el siglo XVIII entre ciertos, “Ilustrados” creyeron francamente que era su obligación la formación de las clases dirigentes y profesionales, y además redundaría en favor de toda la sociedad. A finales del curso 2930 había en España 21 colegios de la Orden, que proporcionaban educación a más de 6.000 alumnos. Los alumnos y ex-alumnos del Colegio de San José, en Valencia, que había sido fundado en 1870, agrupados en congregaciones marianas, trabajaban de consuno con los padres jesuitas en la evangelización de los obreros y personas sin recursos. Sin embargo, muchos padres jesuitas se dedicaron de lleno al apostolado social y a la enseñanza de las clases populares, en clases dominicales, escuelas nocturnas, escuelas de primeras letras, patronatos, círculos obreros, reuniones del Apostolado de la Oración, congregaciones marianas…10 En 1888 había 179 escuelas domini10
Hasta 15 congregaciones marianas jesuíticas había en la ciudad de Valencia en 1906, según las actas del Primer Congreso Regional de las Congregaciones Marianas, celebrado en Valencia: la Congregación Sacerdotal de la
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cales extendidas por toda España, incluidas las del Patronato de Valencia, a la que asistían más de 17.000 jóvenes. En Madrid los jesuitas dirigían la Asociación de Señoras, fundada en 1869. En 1880 esta asociación sostenía 27 escuelas frecuentadas por unos 8.000 niños y niñas. Su director, el padre Joaquín Cotanilla S. J., introdujo en España, en 1878, a los Hermanos de las Escuelas Cristianas para que se encargaran de la Escuela de Chamberí. El padre Francisco Butiñá S. J. inspiró la fundación de las Hijas de San José y sus Talleres de Nazaret, y el padre Miguel Herranz S. J., la de las Hijas de Jesús. El padre Francisco Colina S. J. fundó en Valladolid, en 1881, la Asociación Católica de Escuelas y Círculos de Obreros, llamada a convertirse en un importante centro educativo y social. Las residencias de jesuitas, a través, sobre todo de las congregaciones marianas, crearon en muchos sitios patronatos y escuelas. El Patronato de Valencia estaba encomendado a la Casa Profesa de Valencia. En la última década del siglo muchas residencias se lanzaron a promover círculos y escuelas nocturnas para obreros adultos. Ya en el primer tercio de siglo, en Barcelona, además de las escuelas de las congregaciones, funcionaban las escuelas del Apostolado de la Oración; en Santander y Burgos, las del Círculo Católico; en Gijón, las de la Acción Católica; en Valladolid, las de la Asociación de Escuelas Católicas y Apostolado de la Oración; en Sevilla, las de la Asociación de Madres Cristianas; en Jerez, las de las Conferencias de San Vicente de Paúl, y en Madrid, las de la Asociación de Señoras Católicas y las de la Asociación de las Doctrinas. Inmaculada Concepción; la Congregación de la Inmaculada Virgen María y San Luis Gonzaga, de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús; la Congregación de la Inmaculada Virgen María y San Estanislao de Kotska, de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús; la Congregación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga, del Colegio de San José, sección de alumnos internos; la Congregación de la Inmaculada y del Santo Ángel Custodio, del Colegio de San José, sección de alumnos mediopensionistas; la Congregación de la Inmaculada y San Juan Berchmans, del Colegio de San José, sección de alumnos externos; la Congregación de Nuestra Señora de los Ángeles y San Luis Gonzaga, de la iglesia de San Miguel (la del Patronato); la Congregación catequística de la Inmaculada y San Francisco Javier, de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús; la Congregación Mariana del Magisterio Valentino; la Congregación de Hijas de María, de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús; la Congregación de la Inmaculada Concepción y San Luis Gonzaga, de la iglesia parroquial de Ruzafa; la Congregación de la Inmaculada Virgen María, San Vicente Ferrer y San Luis Gonzaga, del Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer; la Congregación de la Inmaculada Virgen María, San Vicente Ferrer y Santa Teresa de Jesús, del Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer; la Congregación de la Inmaculada Virgen María y San Luis Gonzaga, de la Universidad Pontificia, y la Congregación de la Inmaculada Virgen María y San Juan Berchmans, también en la Universidad Pontificia (Cfr. Primer Congreso Regional de las Congregaciones Marianas establecidas en Aragón, Baleares, Cataluña y Valencia, Valencia, Tip. Moderna, 1907, p. 46).
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En este contexto tenemos que situar la obra pedagógica del Patronato de la Juventud Obrera de Valencia en el primer tercio del siglo XX. Institución fundada en 1883 por un carpintero llamado Gregorio Gea11, dinamizada y regulada jurídicamente por Antonio Vicent, y dirigida desde 1901 por el beato Narciso Basté S. J, un sacerdote licenciado en Derecho que recala en Valencia sin haber salido nunca de su Cataluña natal, en octubre de 1901 y que gobernaría la Obra hasta enero de 1932, fecha de expulsión de la Compañía por el Gobierno de la II República. Detallar estos usos pedagógicos, en la forma en que los utilizó el Patronato de Valencia, es el objeto que nos proponemos a partir de este apartado de la presente exposición12. Hacia 1880, el carpintero Gregorio Gea empieza a acoger los domingos en su casa a grupos de jóvenes obreros, a quienes tras una lección de catecismo, ofrece merienda y algunos regalos. Pronto la casa se queda pequeña porque los jóvenes superan ya el centenar y entonces se acercan a la Pechina (cauce del río Turia próximo a la casa), donde los muchachos se pueden solazar y bañar cumplidos los deberes piadosos. En pocos meses el número de muchachos alcanza varios centenares (brigadas, en el lenguaje de la época). Es entonces cuando Gregorio Gea toma la decisión de dar al movimiento recién nacido una continuidad para el futuro. Se pone en contacto con algunos amigos y conocidos (era vocal de la junta del Círculo Católico de la ciudad de Valencia) y pone en marcha el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia. La Real Sociedad Económica de Amigos del País (RSEAP) decide apoyar la recién nacida empresa. El 29 de mayo de 1884 el Cardenal Monescillo aprueba los estatutos de la nueva sociedad y pocos días después tiene lugar en el paraninfo de la Universidad de Valencia el multitudinario acto oficial de presentación del Patronato. Gregorio Gea ostenta la presidencia de la Junta Directiva de la que forman parte conocidos académicos y miembros de la nobleza valenciana, entre ellos el presidente a su muerte, en 1886, Antonio Rodríguez de Cepeda (también presidente de la RSEAP). La primera casa social se alquila en la Plaza de la Merced y es allí donde se crea la Congregación Mariana de jóvenes obreros de Nuestra Señora de los Ángeles y San Luis Gonzaga, formalizándose la relación con la Orden de San Ignacio. Cfr Sánchez Navarrete, M. Gregorio Gea. Fundador del Patronato de la Juventud Obrera. Valencia, P.J.O., 1984. 12 Las principales citas bibliográficas del presente trabajo las encontrarán en el opúsculo del Padre Basté Patronatos de jóvenes obreros, descripción razonada del Patronato de la Juventud Obrera en el año 1924. El Joven Obrero, periódico mensual del Patronato, nos da noticias de su vida interna. Editado en la Tipografía Moderna de Miguel Gimeno, conoció dos épocas: 1911-1920; 1927-1930. El archivo del Patronato conserva en formato digital 36 números: de 1911, el nº 6; de 1913, los números 24 y 30; de 1914, los números 34 y 42; de 1915, los números 44, 45 y 52; de 1916, el nº 59; de 1917, los números 63, 64, 65, 66, 67 y 72; de 1918, los números 73, 74, 75, 77, 78, 82, 83 y 84; de 1919, los números 86, 88, 89 y 90; de 1920, los números 96, 97 y 98; de 1927, los números 96, 97, 98 (numeración repetida) y 100; de 1928, los números 105 y 108. En enero de 1934, y hasta finales de 1935, volvería el Patronato a publicar otra revista, Esperanza, de la que constan 22 números maquetados en la Imprenta de J. Nácher, en Valencia. En la Hemeroteca Municipal de Valencia se puede localizar un ejemplar de Esperanza, de mayo de 1934 (año I, nº 5). En la Hemeroteca Municipal de Valencia tambien se pueden localizar dos ejemplares (el nº 30 y el nº 41) de una publicación anterior del Patronato: El trabajador, que debió publicarse quincenalmente entre 1896 y 1897. El 15 de enero de 1897 se publicaba el nº 30, de donde entresacamos su opción política: «el concepto de nacionalidad española es completamente desconocido para los liberales; únicamente los católicos que aman las tradiciones patrias son los que pueden llamarse españoles» (p. 1). La revista España cristiana, 286 (1896), pp. 2291-2 nos determina su filiación, como propiedad del Consejo diocesano de las Corporaciones católico-obreras que había instituido el Padre Antonio Vicent. Videre Bernardo Ares, J. M., Ideología y opciones políticas a finales del siglo XIX. Córdoba, Diputación Provincial, 1981, pp. 490-2. Muchas fuentes se pueden contrastar con las noticias impresas en la prensa valenciana de la época; especialmente dio noticias del Patronato de la Juventud Obrera La Voz de Valencia, diario fundado por D. Rafael Rodríguez 11
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4.2. Los patronatos de jóvenes obreros. Los “patronatos” fueron una novedad para la educación de la juventud obrera, en la España de finales del siglo XIX, a imitación de otras parecidas que venían desarrollándose en el sur de Francia, Bélgica, Alemania… Surgen en el contexto sociohistórico de la respuesta del catolicismo social al avance de las ideas materialistas, entre el proletariado urbano, y conviven, en una España convulsa, con movimientos pedagógicos que pretenden la implantación y primacía de la escuela laica frente a la escuela religiosa (krausismo, escuela moderna, escuela nueva, escuela racional, escuela natura y escuela societaria). Como institución circum y post-escolar, que en su seno albergó escuelas de primera enseñanza tanto nocturnas (para jóvenes y adultos obreros), y diurnas (para hijos de obreros), requería de medios pedagógicos alternativos a los escolares, que atrajeran al adolescente desfavorecido. Los patronatos se constituían así en una suerte de vanguardia en la pedagogía social y en la pedagogía del ocio y del tiempo libre. Como institución religiosa dirigida a los obreros, requería que éstos se formaran en doctrina cristiana y prácticas de piedad.Como institución socioeducativa dirigida a los trabajadores, requería que sus actividades fueran gratuitas para los socios, o que su aportación fuera modesta, siendo sufragadas sus actividades, en gran parte, por la caridad de los católicos (“los patronos”).
de Cepeda, quien fuera presidente del Patronato desde 1897 hasta su muerte, en 1918. El anónimo (aunque fundadamente atribuimos al Padre Basté en las citas bibliográficas) Patronato de la Juventud Obrera de Valencia, Breve noticia de su origen, progreso y actual estado, del año 1910. Del mismo año es la crónica de J. Sallaberry en la desaparecida revista jesuita Cartas Edificantes de la Asistencia de España, que tituló en 5 páginas, “Valencia. Patronato de la Juventud Obrera”. Las Cartas Edificantes de la Provincia de Aragón, que se publicaron desde 1912 hasta 1930, refieren crónicas del Patronato en 1913 y en 1927. Del año 1951 es el folleto titulado “El Patronato de la Juventud Obrera a la Compañía de Jesús en el Quincuagésimo Año de su labor entre nosotros y al R. P. Narciso Basté S. J.”. Amparo Sánchez Andrés recoge profusión de datos históricos en su tesina de licenciatura en Filosofía y Letras, del año 1969, para la Universidad de Valencia. En 1982, Cándido Ruiz Rodrigo dedicó al Patronato de Valencia 10 páginas (de la 169 a la 179) de su interesantísima Catolicismo social y educación. La formación del proletariado en Valencia, Valencia, Facultad de Teología S. Vicente Ferrer. Más recientemente, en 2008, Manuel Revuelta González S. J., catedrático emérito de Historia en la jesuita Universidad Pontificia de Comillas, ha dedicado 8 páginas al Patronato de Valencia en su magna obra La Compañía de Jesús en la España contemporánea. Vol. III. Más reciente (2011) es la tesis doctoral de C. Martínez Herrer La pedagogía de la religión en el padre Basté s.j, síntesis de religiosidad y cultura. La congregación mariana del Patronato de la Juventud Obrera de Valencia en el primer tercio del siglo xx.
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Antonio Vicent intuyó, en contacto con los prohombres valencianos del apostolado social de la época (Rodríguez de Cepeda, Reig Genovés, los Trénor…), el valor pedagógico para la juventud obrera de instituciones complementarias a las escuelas. Narciso Basté, desde la dirección de la congregación mariana del Patronato de Valencia, organizó estas instituciones complementarias, como las colonias escolares (las primeras que hubo entre los niños valencianos, en 1906), las salidas campestres, los huertos pedagógicos, las pláticas y juegos al aire libre, las actividades deportivas (el Patronato de Valencia fue pionero, entre otros, del fútbol en Valencia) las representaciones teatrales, las veladas literarias… Desde mediados del siglo XIX, los patronatos, y más concretamente las escuelas de los patronatos, eran iniciativas de laicos que mantenían financieramente obras de tipo benéfico-caritativo, como roperos, y que, en dependencia con una congregación religiosa a la que se le encomendaba la dirección, incluían una escuela para niños o jóvenes desfavorecidos. «Llámanse de patronato aquellas escuelas fundadas y sostenidas por particulares, con carácter benéfico-docente. De su funcionamiento se encarga un patronato en el que figuran el fundador o fundadoras y sus herederos, el Ministerio de Instrucción y las personas que se nombren al efecto. Estas fundaciones se clasifican en dos grupos, según la Real Orden de 25 de agosto de 1911: a) escuelas sometidas a disposiciones generales de Instrucción pública, b) escuelas sujetas a cláusulas fundacionales especiales13». Hasta la reglamentación y sistematización de los mismos que realizó el Padre Vicent, en 1887, no pasaban de meros institutos asistenciales para gente desfavorecida, que intentaban continuar la labor de los desaparecidos gremios. Es conocida, y sale de los límites de este trabajo, la presencia de la Iglesia en la vida de los antiguos gremios. En las fiestas patronales con su misa y procesión, en la enseñanza de la doctrina cristiana y en la asistencia espiritual y material a los miembros de cada gremio existían cauces para la actividad de la Iglesia. La supresión de los gremios significó también la muerte de estos cauces. En la añoranza hacia el sistema gremial que se observa en los ambientes eclesiásticos en esta época y en las siguientes, se puede detectar también la nostalgia de un sistema y unos tiempos en los que la 13
Anuario de la enseñanza elemental, técnica y superior. Madrid, Imp. Fortanet, 1920, pp. 26-7
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Iglesia se hallaba presente en el mundo laboral. Porque, cuando a los gremios les sucedieron las asociaciones y sindicatos, el panorama cambió de signo. Las asociaciones obreras fueron abandonando estos vestigios gremiales. Y en algunos sectores de la Iglesia empezó a pensarse en la necesidad de promover asociaciones propias. 4.3. Los Patronatos y Antonio Vicent S. J. Los Patronatos de jóvenes obreros, ya bajo la égida jesuita, fueron una concreción del pensamiento social del Padre Antonio Vicent14, quien pretendió crear una institución para jóvenes y aprendices que dependiera de los Círculos Católicos. El primero fue fundado en Valencia en 1883 por el carpintero Gregorio Gea, del que era amigo y confesor; el segundo, en 1884, en Alcoy, ligado a las Conferencias de San Vicente de Paúl. En los años inmediatamente siguientes apareció alguno más, en la misma zona. Y, en 1887, el Padre Vicent tuvo la idea de ligarlos indisolublemente a los Círculos de obreros que venía formando, al exigir que cada uno de éstos albergara uno de aquéllos. Según el Reglamento general15 que él mismo diseñó para tales instituciones, No es motivo del presente trabajo glosar la figura del Padre Vicent, verdadero padre de la propaganda social católica en España, pero es justo reflejar que Antonio Vicent S. J. y Narciso Basté S. J. coincidirían, desde 1901 y hasta 1912 (fecha del fallecimiento de Vicent) en el Patronato; Basté, como director de la congregación mariana; Vicent, como consiliario de la Junta directiva. Léase la reseña que el sociólogo Severino Aznar hacía en la revista de la Compañía Razón y Fe sobre la magna figura del Pare Vicent, en el año 1941: «Crea el movimiento de la asociación obrera católica recorriendo España en una campaña de catorce años. »Crea el movimiento de asociación agraria católica recorriendo España en una campaña de de diez años. »Inicia a los católicos en las instituciones de cooperación, mutualidad y crédito con folletos, asambleas y en centenares de conferencias. »Funda centenares de obras y da estatutos para que se funden otras. »Concibe el pensamiento de Volksverein español. »Concibe el pensamiento de la Hermandad Nacional de Propagandistas Sociales, que tendremos que realizar nosotros [la Asociación Católica Nacional de Propagandistas]. »Funda el Consejo Nacional, autoridad suprema de la acción social católica en España. »Predica desde 1902 la federación de las asociaciones obreras. »Esboza en 1912 la federación de las asociaciones agrarias. »Defiende con tesón, en unión de sus discípulos, la franca confesionalidad de las obras sociales, táctica consagrada por Pío X en 1909. »Defiende desde hace diez años el Sindicato obrero puro, táctica que sólo ahora comienza a prevalecer. »Estimula todo el movimiento de cultura social, la creación de cátedras de Sociología, la publicación de revistas y bibliotecas, la formación y organización de propagandistas (...) »Ésa es la obra colosal del Padre Vicent en el orden de la acción social, no superada por nadie en España». Cfr. Aznar, S., pp. 277-8. 15 Reglamento que presentó, junto con el de los Círculos Católicos de Obreros, en la Asamblea Nacional de Corporaciones Católicas, celebrada en 1887, en Tortosa. Cfr. Vicent, A. Socialismo y Anarquismo. La encíclica de nuestro santísimo padre León XIII “De conditioneopificum” y los círculos obreros católicos. Valencia, Imprenta de José Ortega, 1893, 1ª ed. 1895, 2ª ed. 14
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«Entiéndese por Patronato de la Juventud Obrera una reunión de socios protectores y activos que se proponen fomentar las buenas costumbres y la instrucción literaria y cristiana entre los jóvenes patrocinados». (art. 2) El artículo 3 describía los fines de la Institución de este modo: «1.º El religioso, que consiste en enseñar el Catecismo y la moral cristiana a los patrocinados, tanto por los socios activos como por los sacerdotes directores de los mismos. »2.º El instructivo, que se dirige a enseñar a leer, escribir y cuentas a los mismos jóvenes patrocinados, procurando por todos los medios persuasivos que no haya ningún joven pobre en cada población sin dichos conocimientos. Según la localidad y el aprovechamiento de los jóvenes patrocinados, podrán ampliarse los conocimientos estableciéndose a este fin clases de francés, inglés, contabilidad, música, dibujo, etc. »3.º El recreativo, que se cumplirá proporcionando a los jóvenes patrocinados una prudente expansión en los domingos y días festivos16». 4.4 El Patronato de Valencia y su congregación mariana. El Patronato, bajo la égida de Vicent, y después de Narciso Basté, era el lugar de encuentro y apostolado de las congregaciones marianas jesuíticas17. El Patronato y su congregación mariana tenían tal relación entre sí, se compenetraban y se complementaban de tal manera que ninguno de ellos hubiera podido dar aisladamente el fruto deseado que unidos conseguían. Era imposible hablar del Patronato sin sobreentender la congregación mariana obrera, ni de ésta sin sobreentender aquél,
Cfr. Vicent, 1895. pp. 586-7. No es este trabajo el lugar para destacar la influencia social de la Orden de San Ignacio en el cuerpo social a través de las congregaciones marianas, pero Vicent reclutó entre las congregaciones marianas a sus principales colaboradores. Uno de los principales cuidados del Padre Vicent fue buscar auxiliares y formar discípulos que le ayudasen en la formación social del obrero. De entre sus numerosos amigos, discípulos unos del Colegio de S. José, otros de la Congregación Mariana de jóvenes universitarios que dirigió por varios años, escogió unos cuantos hábiles y entusiastas propagandistas a los cuales inició en los problemas sociales, de cuya fogosa elocuencia y juvenil entusiasmo se servía para sus nuevas fundaciones. Algunos los veremos en el Patronato; otros, en la Derecha Regional Valenciana; muchos, en la Acción Católica. Nueve son los que menciona el mismo Padre en la introducción de su obra Cooperativismo Católico (1905), a saber: Rvdo. Carlos Ferrís, Rafael Rodríguez de Cepeda, Luis Gestoso, Manuel Oller, Leopoldo Trénor, Juan Pérez Lucia, Gregorio Lluch, Pablo Meléndez y José Soler, pero hubo muchos más: Miguel Fenollera, fundador de las avemarianas, era uno de ellos; el beato Pablo Meléndez fue vocal de la junta del Patronato a finales de siglo.
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pues eran como el alma y el cuerpo que mutuamente se complementaban para formar una sola y única personalidad. Los niños y jóvenes que acudían al Patronato atraídos, bien por sus escuelas,bien por sus juegos y entretenimientos, son los que nutrían las filas de la congregación mariana, y recibían de ella su formación moral y religiosa, por parte de los sacerdotes jesuitas y los miembros de otras congregaciones. Los números de la Congregación con la llegada de Basté a la dirección son elocuentes: en 1900, menos de dos años antes de hacerse cargo de la Obra el nuevo director, contaba solamente con 129 miembros entre congregantes y aspirantes; en 1910 ya llega a alcanzar 1.178 miembros, y en 1924, 1.310 miembros. Era, aquel año, la obra socioeducativa con mayor número de inscritos de la ciudad de Valencia. 4.5. El ingreso en el Patronato. El trabajo más serio y eficaz que se hacía en el Patronato, por parte de los sacerdotes de la Obra, era el preparatorio para el ingreso en la Congregación (el aspirantado), el cual daba acceso al congregante al conjunto de actividades que el Patronato desarrollaba en su seno. Los niños y jóvenes eran atraídos por los juegos que el Patronato tenía en la Casa de Campo o bien en la Casa Social18, de ordinario por un amigo. Para poder disfrutar de estos beneficios, el niño se tenía que registrar en una denominada “secretaría de aspirantes”, donde recibía un “pase” para las instalaciones del Patronato. Cuando en la secretaría se acreditaban cuatro semanas de asistencia, el niño podía solicitar el ingreso en la Congregación y pasaba a ser “aspirante”.
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La Casa Social del Patronato estaba, desde 1916, en la calle Landerer de Valencia, en el barrio de Velluters, muy cerca de la iglesia de S. Miguel. Contenía una capilla con Reservado; las escuelas diurnas de la Inmaculada, en dos grandes aulas; las escuelas de Dibujo, Modelado y Solfeo; una biblioteca; habitaciones para las distintas secciones de la Congregación; columpios y terrazas; un salón de juegos y billares y una sala de teatro (la actual sala Escalante, arrendada a la Diputación de Valencia). El Patronato disponía, desde 1885, de un gran espacio al aire libre, de un campo propio de más de 17.000 metros cuadrados, 22 hanegadas de tierras de huerta en el antiguo pueblo de Campanar (junto al río Turia, en el denominado Paseo de la Pechina) donde las tardes de los días festivos los jóvenes afiliados a la incipiente institución podían reunirse y, después de recibir la plática doctrinal de Gea y sus seguidores, entregarse libremente a sus juegos, sin molestia para nadie. La Casa de Campo era el lugar de esparcimiento habitual de los socios y congregantes del Patronato, y la sede de numerosas actividades. La casa social era conocida como “Patronato de dins” y la Casa de Campo, “Patronato de fora” o Parque de la Pechina.
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El único requisito que se exigía a los niños y jóvenes aspirantes era acreditar en la Secretaría la asistencia y la comunión a la Misa dominical. A medida que el instructor de aspirantes (un catequista laico, congregante mariano) se iba formando cabal concepto de los niños que estaban a su cuidado, iba anotando los de mayor capacidad y constancia, y de ellos, cada tres meses aproximadamente, según el número de niños, formaba una lista que entregaba al Padre Director (Narciso Basté) para su aprobación. Por espacio de un mes, Basté celebraba todas las noches conferencias en forma de conversación familiar o diálogo de instrucción con los aspirantes, siempre en tono amistoso y de confianza, en un conjunto ordenado de lecciones que editó el año 1935 bajo el título de Catecismo de Apologética. La instrucción de los aspirantes era considerada por Basté «el mayor bien que puede hacerse a los jóvenes, y es para el Patronato la base de su buen espíritu, vida de familia y paz interior, ya que no podría marchar sin esta formación, como no puede funcionar una máquina si no se prepara previamente y se ajustan con precisión las piezas que la forman19». Terminada esta preparación, para la cual se aprovechaba la oportunidad en que los niños tenían más entusiasmo por los juegos y atractivos del Patronato, se les imponía la medalla y eran admitidos de un modo solemne en la Congregación. 4.6. La vida interna de la Congregación. Los niños que eran admitidos en la Congregación continuaban con su itinerario de formación religiosa, pues como decía Basté: «Tal vez podrá parecer exagerada tanta enseñanza religiosa; pero no hay nada de exageración. Es imposible que los jóvenes que ignoren las verdades de nuestra fe las amen y las practiquen, y, desgraciadamente, es muy ignorante en estas materias la nueva generación»20.
Basté, N., 1924, p. 17. Ibidem, p. 21.
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La Congregación tenía sus reuniones piadosas todos los domingos del año y demás fiestas de precepto en la antigua iglesia de S. Miguel, en la que estaba instalada canónicamente desde 1902. Allí los congregantes asistían a la Santa Misa, comulgaban y oían la plática y avisos del Padre Director. Esta plática y avisos se consideraban como el acto más necesario y característico para la vida del congregante. En la plática Basté iba recordando las verdades de la Fe y movía y exhortaba a los congregantes a vivir conforme a ellas. En los avisos procuraba avivar el espíritu de corporación, el fervor y el entusiasmo en cada una de las secciones y sociedades que se iban formando en el interior de la misma. Los lunes por la noche, los niños que no habían podido asistir al acto dominical recibían una plática ad hoc, amén de que debían certificar en la Secretaría haber asistido a la Misa de la domínica. Además, cada congregante pertenecía a una sección piadosa de la misma (a las secciones de la Congregación las denominaba Basté “escuelas teórico-prácticas de virtud”), según su inclinación. Las secciones se reunían, al menos semanalmente, bajo la presidencia del Padre Director. Recibían sus avisos e instrucciones, destinados a mantener el espíritu y fervor propios de cada sección, y se encargaban de practicar obras de celo y caridad. En 1924, existían, v.gr., la Sección de Visita al Santo Hospital, la Visita al Asilo de Ancianos Desamparados, Guardia de Honor y Oración, Misiones y Santa Infancia, Santo Rosario y Lectura Espiritual, Catecismo, Misa y Comunión diaria y Celo y Constancia. La vida espiritual de los congregantes se resumía en la “regla de vida”. Ésta se componía de las siguientes cinco prácticas: la oración diaria,el examen de conciencia,la frecuencia de sacramentos, la dirección espiritual y los ejercicios espirituales según el método de san Ignacio. La espiritualidad de sus miembros era ignaciana, tal como se contiene en el libro de los ejercicios espirituales de san Ignacio y en la tradición de la Compañía de Jesús. La incardinación de los niños y jóvenes en las distintas secciones era de suma importancia para Basté: «En la vida del adolescente hay un tiempo crítico en el cual ya no atraen los juegos de la niñez, y entonces, para retenerles, sólo queda el recurso del temor de Dios y de la sólida piedad»21.
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Ibidem p. 22.
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4.7. Las actividades socioeducativas en los fines del Patronato. «Buscar a los niños y hablarles de Comunión, de Misa, de Rosario y ejercicios, de perfección y santidad, sería perder el tiempo, porque no vendrían ninguno al Patronato, o si venían, serían los que menos necesitarían de nuestros cuidados, por ser ya los más inclinados naturalmente a la vida espiritual. Es necesario apoderarse de su imaginación con juegos y bagatelas para que se acerquen al Patronato y puedan ponerse al alcance de recibir la instrucción religiosa y ser instruidos en la vida del espíritu»22. En el plan de Basté, los juegos del Patronato eran un poderoso atractivo para ser congregante, y un premio a la constancia en la Congregación. Los preferidos por el Padre Director eran los juegos al aire libre, porque eran los más higiénicos y los que más esparcían los ánimos sin ningún estímulo de lucro ni ganancia. Recordemos que el Patronato de Valencia, para sus fines propios, y entre ellos los recreativos, disponía de una Casa Social, en el centro de Valencia, y una Casa de Campo en las afueras. Sistematizando la profusión de obras socioeducativas que albergó en su seno el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia, las podríamos dividir en escuelas, actividades en la Casa Social, actividades en la Casa de Campo e instituciones de cooperación y ahorro, amén de las secciones piadosas de la congregación mariana. Desarrollémoslas en los capítulos siguientes. 5. Las Escuelas del Patronato. Tratándose de una obra educativa, lógico es empezar la panoplia de secciones del Patronato con sus escuelas. El Patronato de Basté, y aun antes el del fundador Gea, no fue una institución docente al uso, sino una institución circum y post-escolar. Bien es cierto que en sus orígenes ya contaba con escuelas nocturnas para obreros, formación doctrinal en las escuelas dominicales, clases de Solfeo, de Dibujo y de Modelado, etc.
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Ibidem, pp. 28-9.
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Del conjunto de las escuelas del Patronato podemos extraer una idea-fuerza: la religión era el centro de la vida académica, en los temarios, que incluían Doctrina Cristiana e Historia Sagrada; en el solapamiento de los actos escolares con los de la Congregación; en la moralidad de los maestros y auxiliares del Padre Basté. Los maestros del Patronato, al frente de los cuales D. Emilio LLuch Arnal23, eran mucho más que “técnicos” docentes. Eran congregantes marianos de la máxima confianza del Padre Director, una pieza esencial en el engranaje evangelizador de la Obra y su congregación, y un modelo de comportamiento para sus alumnos. Los profesores debían asistir al frente de sus alumnos a las Comuniones reglamentarias; debían averiguar los alumnos que no hubieran recibido la Primera Comunión, y disponerlos para recibirla; debían anotar en una lista los nombres y apellidos de los alumnos que concurrían (o no) a estos actos, para que les fuera entregado (o no) su correspondiente “pase” o contraseña al parque de Campanar; debían rezar con sus alumnos el Padrenuestro al principio y término de la clase. Veamos con detalle estas escuelas. Cuatro instituciones escolares albergó en su seno el Patronato: las escuelas nocturnas para obreros, las Escuelas de la Inmaculada, las colonias escolares y las Escuelas de Perfección Cristiana y Reforma Social. 5.1. Las escuelas nocturnas. Las escuelas nocturnas fueron erigidas en el Patronato en 1884, y en 1892 incorporaron los alumnos de las escuelas, también nocturnas, del Círculo Católico de San Vicente Ferrer. Abarcaban, además de las materias de la enseñanza primaria, clases de Dibujo y Modelado, y tres cursos de Solfeo e Instrumental. Iban dirigidas a jóvenes trabajadores, en horario de siete a nueve de la noche. Con Narciso Basté S. J. se mantuvo pujante la vida de estas escuelas, hasta mediados los años 20, con una media aproximada de 600 alumnos anuales.
Emilio Lluch Arnal sería académico de número de la RACV entre 13/05/43 - 11/01/55, fecha de su muerte. Maestro de las escuelas nocturnas del Patronato, director de la Colonia que el Patronato tenía en Serra, director de la Escuela diurna de la Inmaculada desde 1906 y presidente de la congregación mariana obrera del Patronato desde 1916. Es conocido por ser el autor de Historia del Antic Regne de Valencia, en 1926, para uso escolar y en lengua valenciana.
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Valga como testimonio historiográfico la relación de materias y profesores que reseña, en el curso 03-04, La Voz de Valencia: «Clases de 1ª enseñanza elemental: D. Ricardo García. »Clases de 1ª enseñanza superior: Profesor D. Generoso Hernández. »Clase de dibujo elemental; secciones de lineal, adorno, figura, paisaje y artes plásticas. »Clase de dibujo superior; secciones de antiguo y natural. »Clase de escultura. El director de estas tres clases artísticas es D. José Gamón. »Clase de contabilidad: profesor, don Rafael Lucía. »Clase de lengua francesa: profesor, don Carlos Guastavino. »Clase de solfeo: profesor, D. Baltasar Martínez. »Clase de música instrumental: profesor, D. Pascual Rodríguez. »Todas estas clases son gratuitas, á excepción de las de contabilidad y lengua francesa, en las que ha de abonarse una pequeña retribución24». 5.2 Las Escuelas diurnas de la Inmaculada. Las Escuelas diurnas de la Inmaculada comenzaron a funcionar en octubre de 1905, en los locales de la Casa Social del Patronato, por iniciativa directa de la Sección de Escuelas de la Obra de Protección de los Intereses Católicos de Valencia. El 11 de diciembre de 1904, la diócesis de Valencia organizó una procesión conmemorativa del quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Al pasar por la calle S. Vicente, de Valencia, frente a la iglesia de S. Martín, dos congregantes marianos fueron asesinados a tiros por anticlericales blasquistas. Las escuelas diurnas del Patronato, bajo el patrocinio de Inmaculada, constituían un gesto de reparación a la Virgen y a la memoria de los congregantes. Llegaron a tener cuatro cursos (grados), en dos clases (aulas) de hasta 100 alumnos, atendidos por un maestro director (el historiador Emilio Lluch Arnal, desde 1906) y un maestro auxiliar, con alumnos comprendidos entre los 10 y los 13 años, edad en la que el joven obrero marchaba al taller a realizar el aprendizaje laboral. El grado Preparatorio y el grado Primero compartían aula y venían encomendados al auxiliar. El maestro director se reservaba la “enseñanza superior”: los grados Segundo y Tercero que, asimismo, debían compartir aula. 24
La Voz de Valencia, nº 891, 25/9/03.
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Para ingresar en esta escuela se requería ser hijo de obrero y haber cumplido los 10 años, lo cual se acreditaba con la partida de nacimiento de la parroquia. El grado de los nuevos alumnos se asignaba en el momento de la matrícula, mediante un examen detenido realizado por el director, “con toda la amplitud de criterio necesaria para que el personal resulte distribuido de manera prudencial entre las dos clases”, según prescribía al artículo 29º del Reglamento para el Régimen Interior. Si el niño carecía de las más mínimas nociones de lectura, escritura y cálculo ingresaba en el primero de los cuatro grados, el grado Preparatorio. La enseñanza era completamente gratuita. Comprendía las materias previstas en la Ley Moyano, de 1857: Lectura, Escritura, Doctrina Cristiana, Historia Sagrada, Gramática, Aritmética, Geometría, Geografía, Historia de España, Ciencias Físico-Naturales, Gimnasia y Trabajo manual. Como complemento a estas asignaturas obligatorias, el Reglamento proponía Lectura, Caligrafía, Dictado, Prácticas de Ortografía y Redacción, Ejercicios y Problemas de Aritmética, Ejercicios y Problemas Gráficos de Geometría, Dibujo e Iluminación de Mapas, Cuadros sinópticos de Historia de España, Canto y Declamación, Análisis Gramatical y Ejercicios Prácticos de Urbanidad y buenas formas sociales. El número de asistentes creció los primeros años. El segundo año, ya con D. Emilio Lluch Arnal de maestro, contó con 125 alumnos, y el tercero con 167 (según La Voz de Valencia, de 10 de diciembre de 1909). LaMujer Católica refiere en su número 70, de 1918, que en la escuela del Patronato se cursaban en 1912 todas las materias de la primera enseñanza superior «disfrutando además los niños de recreos diarios en los patios de la escuela, salidas semanales al campo, utilizando, para ello, el hermoso local que en la Pechina posee el Patronato, donde reciben las lecciones al aire libre, y excursiones y visitas a fábricas, talleres, etc.25».
Cfr. La Mujer Católica nº 70, 1918. Revista de La Obra de Protección de Intereses Católicos. Se había creado en 1901, teniendo como presidenta a la Condesa viuda de Pestagua y Marquesa de la Roca. Su marido había sido
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5.3. La vida interna de las escuelas. La emulación. El libro de asistencias. El historial del alumno. La “emulación”, esa institución pedagógica jesuita donde la imitación de los mejores estimula al perfeccionamiento, impelía al joven, que se había acercado al Patronato a jugar con sus amigos, a ser congregante. Bien es cierto que en la emulación de los colegios jesuitas funcionaron normas de competencia académica que también se conocieron en el Patronato, como las concertaciones, o torneos académicos; además hubo otras dos formas concretas de premiar a los niños congregantes estimulándoles a la virtud. La primera, fomentaba la propaganda: el niño o joven que traía a la iglesia de San Miguel a otro niño o joven recibía 6 “puntos” (fíjense bien que se refiere a atraer a los niños a actos de la Congregación, no a los juegos del Patronato). La segunda, consistía en otorgar títulos o diplomas de “congregante de mérito”, en un papel imitando vitela, a favor de los congregantes que se hubieran señalado en piedad, amor y constancia. Una forma muy concreta de emulación, en las escuelas diurnas, común a los colegios jesuitas, fueron las disputas entre romanos y cartagineses, denominadas “desafíos”. Dos grupos de alumnos recibían las dignidades de los ejércitos romano y cartaginés: emperador, cónsul, centurión, edil…, y se enfrentaban en un juego de preguntas y respuestas que, hacia final de curso, sin duda venía muy bien para poner al día los conocimientos adquiridos. En los exámenes importantes, disputaban verbalmente, a requerimiento del maestro, para mantener las dignidades recibidas, o bien recibirlas de nuevo, incluso con público externo (familiares, bienhechores…), lo cual constituía un premio honorífico anejo al hecho de superar el examen de la disputatio.
un prominente vocal de la Junta directiva del Patronato, Fernando Núñez Robles, quien se encargara de las infructuosas gestiones para que la Congregación Salesiana dirigiera el Patronato (videre nota 9 del presente trabajo). En 1911 el arzobispo Guisasola la dota de un nuevo reglamento y aparecen, como presidenta general, la condesa de Montornés, y, como secretaria, Carmen Rodríguez de Cepeda, es decir, respectivamente, las mujeres del vicepresidente y del presidente del Patronato de la Juventud Obrera.La Obra sufragó las escuelas de la Inmaculada desde su creación, en 1905. El último acto de patrocinio de las Escuelas de la Inmaculada del que tenemos constancia por la Obra es de 1918, antes de su transformación en la Acción Católica de la Mujer.
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La emulación y los juegos podían atraer en un primer momento a los niños aspirantes a la Congregación, pero era necesario un registro fiel de la asistencia a los actos piadosos de la Congregación, de tal manera que todos los alumnos del Patronato devenían en congregantes marianos, a diferencia de los colegios jesuitas tradicionales, donde sólo devenían congregantes marianos los alumnos selectos escogidos por los Padres26. El “libro de asistencias” se renovaba anualmente, y estaba arreglado de la manera más sencilla para saber la asistencia de los congregantes; cada uno de éstos tenía su línea respectiva para su nombre y apellidos, junto a su curso u oficio, y a renglón seguido las casillas correspondientes a los días de congregación de aquel año; estas casillas debían llenarse con letras para indicar, Básicamente, la Congregación siguió con el Padre Basté el modelo de los colegios jesuitas, aunque con una diferencia de primer orden: si bien en los colegios jesuitas los congregantes eran los alumnos selectos (en inteligencia y piedad), en el Patronato, los alumnos de sus escuelas tenían la obligación de pertenecer a la Congregación, pues la Congregación era el medio idóneo para que los alumnos vivieran la piedad cristiana. En el Colegio de S. José, otroramente, los padres jesuitas sólo afiliaban a los “mejores” en las congregaciones del colegio: «La Congregación fue instituida con la intención de convertirla en fragua de piedad colegial, en el foco principal de la formación cristiana de un grupo de alumnos selectos, a partir del cual irradiase a todos los demás la influencia formativa del ejemplo (…) [El P. Cabré S. J.] Escogió a los veintiséis alumnos que más se distinguían por su ejemplar conducta y constante aplicación para que fueran los fundadores (…) Quería que el ser congregante fuese la principal y más honorífica de las dignidades colegiales, puesto que virtualmente comprendía las demás». (Llull, p. 530) Esta doble afiliación Patronato/Congregación, que es explicada en la nota 46, fue una regla metodológica de primer orden: si los alumnos/socios del Patronato eran congregantes, las actividades sociales y recreativas venían imbuidas de un mismo ambiente de piedad, y constituían un premio a esa piedad. El Reglamento de 1909, para el Régimen Interior de las escuelas de la Inmaculada (que estuvieron abiertas hasta los años 70 del siglo pasado, pues los locales de la calle Landerer no se pudieron adaptar a las exigencias de la Ley General de Educación de 4 de agosto de 1970, del ministro Villar Palasí) abunda en artículos donde se hace expresa mención a la Congregación y a los actos de piedad en la Escuela. La doble afiliación, como novedad metodológica de Basté, era un elemento democratizador, altamente igualador, pues los tres meses de aspirantado a la Congregación eran un “rodillo” catequético y formativo que marcaba a los alumnos y futuros congregantes. El sistema de emulación propio de la pedagogía jesuita ofrecía amplias oportunidades a gran número de escolares. Muchos niños que no eran distinguidos por su conducta en la proclamación de dignidades ni por su inteligencia en la distribución de premios, al ser admitidos en la congregación tenían la posibilidad de experimentar en ella un ideal de perfección. No era pues, la congregación mariana, la vivencia religiosa de un grupo selecto y consagrado de escolares, un grupo subsidiario del Patronato; la congregación mariana, el conjunto de los escolares, no se podía, en la práctica, distinguir de sus iniciativas exteriores, es decir, de la obra civil del Patronato. Los escolares, en el umbral de la adolescencia, tenían la edad ideal para sentir intensamente la mística congregacionista, reforzada con el atractivo que les producían las ceremonias y símbolos. La espera y aprendizaje de los aspirantes, la fiesta de admisión de los congregantes, la consagración a la Virgen, la imposición de insignias y medallas, la inscripción en el libro de la Congregación, la identificación con banderas o imágenes peculiares, la recepción del diploma, la aparición en listas, cuadros y catálogos, las plegarias y cánticos de la felicitación sabatina, el acceso a la sala de su sección, capilla, y otros lugares propios, constituían poderosos alicientes para entusiasmar a los colegiales. Los que además eran elegidos para la junta de la Congregación por el Padre Director recibían una dignidad muy estimada.
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respectivamente: a, asistencia; C, comunión; m, motivo o causa; e, enfermedad, y, f, fuera de la localidad; si quedaban en blanco denotaban que el individuo correspondiente ni asistió al acto, ni había dado razón de su falta. Las asistencias se obtenían exactamente por el cuaderno, que el congregante (o escolar) adquiría el día de su ingreso, y que llevaba en cada una de sus hojas el nombre del individuo; con este medio cada hoja arrancada servía de asistencia, como papeleta o tarjeta de visita propias que cada cual entregaba en el acto de entrar en la función de la Congregación. Con este método, los celadores destinados al efecto buscaban sus nombres en el libro de asistencias y se les escribía la letra a (o la letra C, si había habido comunión) en la casilla correspondiente al día en que habían asistido. Si los congregantes que no habían asistido querían evitar en su lista una casilla en blanco, debían avisar al Padre Director el motivo o causa justificada de la inasistencia, y entonces se les llenaba la casilla, según queda dicho, con las letras convencionales citadas. El Padre Director certificaba en papel la dispensa a los que no habían podido comulgar en el acto ordinario de la Congregación, y con el certificado, podían asistir a los juegos de la Casa Social o del Parque de la Pechina, que el Patronato poseía en la huerta de Campanar. El libro de asistencias del Patronato tenía, en la segunda cara de la cubierta, las distintas secciones que lo componían: Columpios; Teatro; Cine; Balompié; Patín (un tobogán gigante); Equitación; Navegación en el lago (paseos en barca de remos); Huertos; Gimnasio; Salidas campestres; Frontón; Clases nocturnas y diurnas de 1ª Enseñanza, Dibujo lineal, geométrico, adorno, figura, paisaje y clases de modelado; Solfeo; Biblioteca; Ahorro postal; colonia de vacaciones. La presencia de estas secciones (las actividades que podía disfrutar) en la cubierta del libro del congregante era un poderoso estímulo para ser buen congregante; en la tercera cara del libro aparecía un croquis con la situación de la iglesia de San Miguel y de la Casa Social del Patronato; en la cuarta cara, un fotograbado con una vista de la casa de colonias de Serra. Con este método, el libro de asistencias venía a ser el retrato moral del congregante, el registro fiel de la vida congregacional y el medio más poderoso de que podía echar mano el Director para escoger personal idóneo, especialmente en la renovación de la Junta Anual, como premio a su puntual asistencia; como aviso a los flojos y descuidados por sus faltas de asistencia y, en caso de pertinacia y mala voluntad, como eventual expulsión de la misma Congregación.
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«También los congregantes tienen su especial Secretaría y no de escasa importancia. El libro principal que se lleva en dicha Secretaría es de asistencia, en el cual se anotan también las comuniones, la sección a que cada uno pertenece y todos los detalles de cada congregante, incluso el retrato, domicilio, profesión, cuotas, reuniones, avisos particulares, etc. Aquí, dada la mayor formalidad de los niños, disminuye la variedad de pases, y hasta se llega a prescindir de ellos cuando el joven es bien conocido por su virtud y constancia27». Las hojas del “Historial del alumno” expresaban la mutua relación entre las notas académicas y los actos de la Congregación, entre el conocimiento de las materias y los valores del educando, lo cual requería un registro minucioso de los actos escolares de los niños, a la manera que el libro de asistencias requería un registro minucioso de los actos religiosos de los niños. Al final de cada mes se remitía a los padres de los alumnos una papeleta con las notas merecidas en conducta, aseo, aplicación, puntualidad y asistencia. Estas notas también venían expresadas por las letras a, e, i, o y u, que significaban respectivamente “muy bien”, “bien”, “regular”, “mal” y “muy mal”. Para determinar estas notas, se sumaban los puntos correspondientes a cada uno de los conceptos mencionados y se añadía a esta suma el número de faltas. El cuadro que determinaba la nota era el siguiente: a........................... Cero puntos e.......................... De uno a diez puntos i........................... De once a veinte puntos o.......................... De veintiún a treinta puntos u.......................... De treinta y un puntos en adelante A la suma de los puntos correspondientes había que añadir el número de faltas, por suponerse que el niño que faltaba no aprendía la lección. Cada falta suponía un “punto malo” (un negativo) en cada uno de los conceptos determinativos de la nota (de no introducir este factor de corrección, se daría la paradoja de que quien más faltase tendría menos puntuación que quien asistiera todos los días. Además, con ello se estimulaba a los niños a cuidar de no cometer ninguna falta). Por tanto, si un alumno tenía, v. gr., tres puntos de conducta, cuatro de aplicación y cinco faltas, para determinar la nota se contaba ocho puntos de conducta y nueve de aplicación. 27
Basté, op. cit. pp. 8-9
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Cuando un niño merecía “a” en todas las notas y, además, no tenía falta alguna a la Congregación, comunión de turno y misa diaria, se le ponía en la papeleta A mayúscula (que significaba “excelencia”). Las notas recogidas en este “Historial del alumno”, y reflejadas en la papeleta que se entregaba mensualmente a los padres, eran guardadas en la secretaría del centro para poder comparar cada mes con el anterior, pero además servía como medio de clasificación en la calificación definitiva de fin de curso, en una suerte de liguilla interna entre los escolares. El día uno de cada mes, y teniendo en cuenta la puntuación obtenida en el anterior, se cambiaban los sitios que cada uno ocupaba en la clase, tomando como base, primero, la aplicación; si en ello empataban, se recurría a la conducta; si persistía la igualdad, se recurría a la piedad, siguiendo así hasta que cada uno quedara en el lugar que correspondía. Por el orden en que resultaban colocados en esta suerte de liguilla, los alumnos se sentaban en las bancadas y perduraban así hasta el fin de cada semana, en que cambiaban los sitios según el resultado de los lugares perdidos o ganados en la lección de cada día. La obsolescencia de estos recursos pedagógicos, como esta clasificación interna de los alumnos, no puede, sin embargo, negar la voluntad emulativa de la metodología empleada, el afán de superación que se quería inculcar a los niños en su relación con los demás compañeros. Era, además, un empeño con pretensión de objetividad (hasta para la colocación de los niños en la clase se seguía el baremo), con un registro minucioso en Secretaría, revisable semanalmente (según el ritmo de aprendizaje de las lecciones) y mensualmente (según las papeletas de notas), teniendo presente siempre la superior autoridad del maestro, quien podía alterar el orden en la clase cuando podía ser conveniente para el buen orden y disciplina de la escuela. 5.4. Los repartos de premios. La emulación de los mejores conllevaba incluso premios en forma de “vales” para los niños en cuyo “Historial” tenían “a” minúscula, “A” mayúscula y los incluidos en el Cuadro de Honor. El capítulo XV del Reglamento de régimen interno de la Escuela de la Inmaculada trata de la inscripción de los mejores alumnos en el Cuadro
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de Honor. A principio de cada mes quedaban reflejados en un lugar preferente de la Casa Social los nombres de los alumnos que más se hubieran distinguido en Piedad, Conducta, Aplicación, Aseo y Asistencia, quienes, además, no debían tener ninguna falta a los actos de la Congregación. Pensemos que los 25 “vales” que recibían los niños inscritos podían ser canjeados en las instalaciones del Parque de la Pechina, en el economato del Patronato, en su peluquería…, constituyendo un buen estímulo material para añadir a la satisfacción personal del alumno y su familia. Además de estos “vales”, también se premiaba a los alumnos con diplomas, medallas, cortes de traje, libros… La cuantía y la calidad de estos premios las ordenaba la Junta de Patronos, de acuerdo con Basté y según la posibilidad económica de la escuela, respondiendo, de ordinario, a los títulos de “Premio de Honor”, “Premio de Mérito”, Sobresaliente y Notable. Para clasificar a los que merecían estar en el Cuadro de Honor, se procedía de la manera siguiente: se tomaban de las hojas de “Historial del alumno” los nombres de todos los que tenían cero puntos, y se agrupaban en cada uno de los conceptos motivos de la inscripción (Piedad, Conducta, Aplicación, Aseo y Asistencia) y lo mismo se hacía en los que tenían la máxima puntuación en los tres conceptos de Congregación, Comunión y Misa reunidos. Los “repartos de premios” más solemnes coincidían con momentos especiales del curso, como los exámenes finales, o festividades señaladas. El artículo 123 del Reglamento de Régimen Interior de las Escuelas de la Inmaculada prescribía que la distribución de premios se celebrara con la mayor solemnidad en uno de los días que mediaran entre la fiesta de la Inmaculada y el día de Navidad del curso siguiente. El Salón de Actos de la Casa Social, abarrotado de alumnos y familiares, se adornaba convenientemente, con la presencia principal de la imagen de la Inmaculada. En la tribuna tomaban asiento los miembros del Consejo directivo del Patronato (los patronos), las damas de la Obra de Protección de Intereses Católicos (que sufragaban las escuelas diurnas de la Inmaculada) y la jerarquía eclesiástica. El programa del acto tenía, por lo general, el siguiente desarrollo: palabras de presentación a cargo de un alumno; parlamentos del Padre Basté y alguna persona relevante; parlamento del director de la escuela (D. Emilio Lluch, el cual solía leer la Memoria del curso anterior, cuando el reparto de premios se verificaba en el final de curso); recitación de poesías o interpretación de alguna obra dramática infantil;
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intervención musical (Orfeón del Patronato); reparto de premios; reparto del “Premio de Honor” al alumno más aplicado; breve discurso del alumno premiado; parlamento final a cargo de Basté o algún invitado relevante de la tribuna y, finalmente, el obsequio de una merienda a todos los alumnos. 5.5. Los exámenes finales. Ligados a los premios de fin de curso estaban los exámenes finales. Los exámenes, en la práctica docente de las escuelas diurnas, y habida cuenta de la edad de los infantes (entre los 9 y los 13 años, es decir, la clase que la Ratio Studiorum denominaba de infima) debían intentar evitar el nivel de presión psicológica añadida que la realización de pruebas objetivas de evaluación tenía (y tiene) sobre los alumnos. Asociados a la fiesta de final de curso y a la entrega de premios, el acicate para desempeñar un buen papel en los exámenes ante los maestros, unido a la sana competitividad entre los compañeros, eran estímulo externo (y previo a la fiesta) para la realización de los ejercicios. Éstos, de ordinario, eran orales; constituidos los profesores en tribunal colegiado, cada uno de los vocales hacía unas breves preguntas al alumno, de modo individual. Los mejores, además de mejores notas académicas y de la posibilidad de algún premio (como libros, prendas de ropa, etc.) eran invitados a realizar alguna declamación en público el día de la fiesta de fin de curso. No era infrecuente tampoco que, para algunas materias, fueran invitadas al tribunal personas externas a las escuelas, que también podían hacer preguntas a los colegiales y comprobar, por partida doble, el nivel de conocimientos de los alumnos y el nivel general de la escuela. Fue frecuente, hasta 1911, fecha de su fallecimiento, la presencia del maestro de música D. Salvador Giner en estos tribunales, para comprobar la aptitud musical de los educandos. Tampoco era infrecuente que a estos tribunales concurrieran los miembros de la Junta del Patronato, o sus esposas, si bien se les reservaba la presencia en los exámenes orales de los alumnos más destacados. El examen de estos miembros de la Junta no se podía tomar como base para la concesión de ningún premio, sino que éstos se concedían con arreglo a lo que resultare de la puntuación anotada en la hoja “Historial del alumno”, aprovechando el reparto de los premios tras los exámenes para impresionar a los niños y obligarles a estudiar. La nota que a cada niño correspondía en la que hoy llamaríamos “evaluación final”, también prescindía de todo atisbo de arbitrariedad por los examinadores. Los criterios de calificación eran realmente complejos y, como ya se ha visto en los actos de
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la Congregación, era necesario un minucioso registro del “Historial del alumno”. Se sumaban separadamente los puntos correspondientes a todos los conceptos en la Hoja Historia y se dividía cada número por el número de meses de asistencia a clase. Tomando los cocientes de la primera columna, correspondiente al mes de octubre, primer mes lectivo, se colocaban las papeletas en el orden de menos a más, anotando al margen en cada hoja el número correlativo que le correspondía, empezando desde el 1 en adelante. Con las siguientes columnas se hacía lo mismo. Anotados todos los números correlativos correspondientes a las ocho columnas (los restantes meses lectivos), se sumaban éstos, siendo evidente que el alumno que en todos los conceptos de nota tuviera siempre mejor puntuación tendría las cifras correlativas más bajas y, por tanto, la suma de estas cifras, daría un número tanto menor cuanto mejores notas se hubiera merecido cada mes. Teniendo en cuenta esta cifra total se formaba la lista de méritos, agrupando separadamente las hojas pertenecientes a cada grado (Preparatorio, Primero, Segundo y Tercero), correspondiendo al primero de tercer grado el Premio de Honor, al segundo el Accésit, a los tres siguientes el Premio de Mérito, y, luego, por el orden indicado, tantos sobresalientes y notables como maestros y director consideraren convenientes, según el número total de alumnos y el mérito que hubiesen contraído en el estudio. A los grados segundo y primero sólo les correspondía las notas de sobresaliente y notable y su número también era discrecional, mientras que los niños que no obtenían nota recibían la calificación de aprobado, que no daba derecho a premio de ningún género. Para obtener el Premio de Honor era condición precisa haber asistido a la escuela tres cursos completos «(…) pues cifrando la escuela su ideal en la mejor y más sólida formación moral del alumno, formación que no puede adquirirse en sólo dos cursos y menos aún en uno sólo, y siendo el Premio de Honor la recompensa que aquélla otorga como ejecutoria de aquella total y completa formación, la prudencia aconseja no se otorgue sino al que durante el ciclo educativo e instructivo que comprende los tres cursos completos, haya probado no sólo su suficiencia sino su conducta irreprensible, su
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arraigada piedad, la bondad de su carácter y la docilidad de su alma, sujetándose a cuanto ordenar pudieran los encargados de su educación28». El texto es elocuente. Basté, autor formal del Reglamento, compendia en un artículo el ideal de formación moral de la escuela; introduce el concepto actual de “ciclo” para nombrar a los tres años de escolaridad primaria completa; separa el aspecto instructivo del educativo y, finalmente, asocia como premio de la “completa formación” no sólo la suficiencia académica, sino la piedad, bondad y docilidad de alma, en obediencia a sus formadores.Estos “medios externos” para conseguir la asistencia de los alumnos (los juegos, las secciones, la emulación, el libro de asistencias, los premios) no pueden olvidar, sin embargo, la pronta motivación intrínseca que adquiría el joven por participar de la vida de la Congregación. Los “medios externos” no eran sino recursos, nunca coercitivos, para que el niño y el joven se acercaran a las cosas sagradas. Una vez conocían la Doctrina Cristiana, los “aspirantes” entraban a formar parte, por firme y libre adhesión de su voluntad, en la vida de la congregación y sus secciones piadosas. La congregación devenía así el “centro moral” de las escuelas y las secciones recreativas del Patronato. 5.6. Colonia de vacaciones y salidas campestres. Las colonias constituyeron en la época que nos ocupa una interesante respuesta, desde una perspectiva reformadora, ante los problemas higiénico-sociales que padecían los niños de las clases más desfavorecidas. Nacían empujadas por dos fuerzas, pedagógica una, social otra, las cuales pugnaban por constituir un sistema educativo lo más completo, y con la mayor calidad posible. Narciso Basté S. J., atento a las novedades pedagógicas que acaecían por Europa, instituyó, pioneramente en Valencia, las colonias escolares del Patronato de Valencia29. Cfr. Artº 121. Reglamento de Régimen Interior Escuelas de la Inmaculada. Las colonias escolares se desarrollaron ampliamente, desde 1876, por toda Europa. Las iniciativas corrieron a cargo de todo tipo de instituciones: Ministerios, Juntas, Diputaciones, parroquias, Institución Libre de Enseñanza, Municipios, públicas, privadas de distinto signo, de confesionalidad católica, protestante, judía… La primera bien documentada es aquella en que el pastor protestante de Zurich M.W. Bion llevara a las montañas de Appenzeell a 68 muchachos. El pionero en España fue el director del Museo Pedagógico Nacional y uno de los representantes más destacados de la Institución Libre de Enseñanza, Manuel B. Cossío , quien en 1887 organizó la primera colonia en S. Vicente de la Barquera. El Ministerio de Instrucción Pública pronto las regularía, sin aportar apoyo financiero, en
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Dos rasgos hicieron novedosa a la colonia del Patronato en los ambientes higiénicosociales de entonces: 1º. Se ensayó el verano de 1906, el año de su inauguración, la modalidad de colonia individual-familiar, bastante frecuente en algunos países nórdicos, pero no así en España: «Temiendo que fracasara en absoluto el intento de la colonia, y deseando ensayar varios procedimientos, se clasificaron los jóvenes en dos grupos: uno formado por los que tenían proporción de salir al campo [colonia individual], utilizando la casa de un amigo o pariente, dejando en el otro todo lo demás30». 2º. La colonia no iba dirigida propiamente a escolares, sino a jóvenes obreros. Como bien decía Basté, la diferencia no era sólo la edad de los niños (el período escolar comprendía legalmente hasta los 14 años, aunque de ordinario abarcaba desde los 7 a los 12 años) sino «las causas que contribuyen a debilitar la naturaleza de un niño son aún más intensas en el taller que en la escuela31». Ensayada la experiencia de las colonias en el Santuario de Altura (Castellón) durante seis veranos, el Patronato buscó una casa en propiedad que reuniera la independencia necesaria, las ventajas higiénicas y las comodidades requeridas para su objeto. En 1913 inauguraría la Casa de S. José, en Serra (Valencia), que más o menos ininterrumpidamente, desarrolló turnos de colonias hasta 1931.
las Reales Órdenes de 26 de julio de 1892 y 14 de febrero de 1894, para «promover su desarrollo y fomentar la realización de esta obra de la caridad, guiada por el Médico y ejercida bajo la hábil dirección del Maestro». (Orden de 26/7/1892. Gaceta de Madrid, nº 209, 27/7/1892) En Valencia, hubo un primer antecedente de colonias escolares en 1893, organizado por la Sociedad Protectora de los Niños, de Madrid y Valencia, en la playa del Cabañal, a la que le sucedería en 1907 una nueva iniciativa, esta vez organizada por el “Excursionista escolar” de Madrid. Pero ya en 1906, y con vocación de permanencia, aparecen las colonias del Patronato. 30 Basté, N. op. cit, p. 45. 31 Ibidem, p. 44.
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Todos los jóvenes que de algún modo estaban inscritos en el Patronato podían solicitar la admisión en la colonia. Para el ingreso se atendía principalmente al estado de salud, pero en igualdad de circunstancias, eran preferidos los que ofrecían más garantías de no entorpecer la alegría y bienestar de sus compañeros y de no causar graves disgustos, es decir, los congregantes aplicados. El artículo 11º del Reglamento de la colonia, de 1912, prescribía la vida religiosa en la misma: «Durante su permanencia en la Colonia se esforzarán en cumplir con más exactitud sus deberes de piedad, al levantarse y al acostarse rezarán en común el ejercicio del cristiano, oirán Misa todos los días, bendecirán la Mesa antes de comer y darán gracias después de haber comido; al anochecer rezarán el santo rosario, comulgarán en los días que tengan devoción, especialmente los domingos, y dos veces cada semana tendrán una plática o instrucción doctrinal32». Con el tiempo se ensayaron las excursiones que Basté denominó “eucarísticas”. Requerían que los expedicionarios se proveyeran en su casa de comida de fiambre, con el fin de evitar el trabajo de preparar una comida en el campo para tanta gente y poder llegar a puntos más lejanos: «Otra clase de excursiones se organizan también, que llamamos eucarísticas. En ellas se va directamente, en tranvía o en tren, a un pueblo cercano, cuyo párroco, previamente avisado, prepara una Misa de Comunión. Cuando llegan los expedicionarios se celebra esta Misa y en ella comulgan los que quieren, que ya se han confesado antes de la Misa o lo hicieron la víspera, en Valencia33». En la celebración de la Misa no difería de las expediciones ordinarias. Pensemos que los días de excursión eran, de ordinario, los domingos, y Basté no podía considerar que los expedicionarios obviaran la Misa semanal (como tampoco podían obviar la plática doctrinal del Padre Director) y las devociones de la Congregación. Esta Misa de Comunión en las poblaciones cercanas tenía un valor edificante para las gentes del lugar, y permitía a los expedicionarios, sin la impedimenta de provisiones y útiles de cocina, visitar el pueblo (y otros pueblos cercanos), en una suerte de periplo turístico. La salida concluía con una visita al Santísimo, y el rezo del Rosario. Desde el último pueblo, se organizaba el regreso, utilizando el tren o tranvía, como a la ida. 32 33
Ibidem, p. 162 Ibidem, p. 53.
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5.7. Escuelas de Perfección Cristiana y Reforma social. Estas escuelas, creadas para la formación en doctrina social de la Iglesia de los jóvenes obreros, fueron ingeniadas por el consiliario Antonio Vicent S. J., quien moriría pocos meses antes de ver en marcha su obra, en 1912, aunque la idea estaba pergeñada, al menos desde 1896, fecha de la primera edición de El Manual de las Escuelas de Perfección Cristiana y Reforma Social. En este opúsculo el Padre Vicent explicitaba el afán de perfeccionamiento moral de la clase obrera, frente a las doctrinas materialistas, y la necesidad de formación de dirigentes en lo que él denominaba “el apostolado social”. En 1911, un año antes de su puesta en marcha, escribía Vicent una segunda parte a su manual, del que se hicieron en pocos años tres ediciones numerosas. Al comienzo del librito pone la lista de los señores Obispos que aprobaron la iniciativa, y eran casi todos los de España. En el manual, podemos entrever el funcionamiento futuro de estas escuelas: cada semana o quince días, los obreros tendrían una reunión con un orden del día en el que combinarían ejercicios espirituales (preces, meditación) con conferencia religiosa o social sobre un tema previamente encargado que luego se discutía (círculo de estudios), trabajos de la escuela para sus fines, colecta y preces finales. La Junta Rectora de las escuelas estaría formada por seis miembros, de los cuales dos eran sacerdotes y los cuatro restantes, entre patronos y obreros. Vicent unía esta obra de formación de propagandistas católicos a los Círculos de Estudio (fue el promotor del primer Círculo de Estudios Sociales de Valencia, con el nombre de Cátedra teórico-práctica de Economía Social). Los Círculos de Estudios surgieron como iniciativa de la Asamblea Nacional de las Corporaciones Católico-obreras, celebrada en Valencia en 1905 y de la que Vicent había sido miembro fundador, y serían el semillero en la formación de las Asociaciones de la Juventud Católica. 6. Actividades en la Casa de Campo Conocida la Casa de Campo en la nota 18, procede en este apartado sistematizar, aun brevemente, algunas de las actividades de ocio y tiempo libre que podían disfrutar los alumnos, socios y congregantes en el Parque de la Pechina, de Campanar (Valencia): a) Los huertos pedagógicos. Los huertos pedagógicos, los huertos escolares y los huertos para obreros, fueron iniciativas que también vinieron de Europa. Ya
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Pestalozzi y sus discípulos, a comienzos del XIX, permitieron campos anejos a las escuelas donde los niños pudieran completar su cultura intelectual. Los niños habían de intervenir en la preparación de la tierra, siembra y abonado, y en la plantación de árboles y su cuidado, como si de algo propio se tratara. Su objetivo, simple, más allá de la eficacia práctica del consumo de lo producido, era hacer comprender y amar la vida rural, como complemento necesario de la educación elemental. La parte laborable de la Casa de Campo se hallaba dividida en pequeñas parcelas de tierra, llamadas “los huertos”. Llegó a haber, a principios de los años 20, doscientas setenta de estas parcelitas. Cada uno de estos huertos se adjudicaba a un grupo de dos o tres niños, para que cultivaran en ellos flores o legumbres. Estos huertos se otorgaban, como es natural, a los congregantes que más lo merecían entre los solicitantes, los cuales debían conocer un breve reglamento. Al tiempo de la adjudicación, se les entregaba un pequeño título de propiedad, interno del Patronato, para dar mayor solemnidad al acto. b) Los columpios. Era tal vez el atractivo que reunía las mejores condiciones, por ser el más económico y el más apetecido por los niños. Famoso fue un tobogán gigante que se instaló a principios de la segunda década de siglo, conocido como “Patín” o “Tobogán Siglo XX”. También había balancines y trapecios instalados en la terraza de la Casa Social. c) El fútbol. Hay fuentes muy fiables que sitúan al Patronato, y más concretamente al Padre Basté, que había conocido el “foot-ball” en Barcelona, como uno de sus introductores en la ciudad. El Padre quería atraerse a los muchachos callejeros en un período de plena efervescencia futbolística, y habilitó tres campos en los terrenos de la Pechina, en las márgenes del río Turia. Queda documentado que a fines de 1912 se reunieron varios amigos pertenecientes al Patronato, y en unión de Amador Sanchís Mora, hijo del profesor de Dibujo de las clases nocturnas de la Institución y quien después llegaría a ser presidente del Levante UD y de la Federación Valenciana de Fútbol, solicitaron al Padre vallar y acondicionar un campo de fútbol para el club. Éste accedió. En el año 1915, el Gimnástico Patronato quedó campeón de la Liga de Asociaciones de Valencia. Consta la presencia en el equipo de jugadores históricos del fútbol valenciano: Calvo, Amador, Ventura, Aliaga, Antonio, Figueroa, Vivó, Cubells, Balbastre, Molina y Palmero. Este equipo, al año siguiente, abandonaría definitivamente las instalaciones del Patronato,
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para poder entrar en la Federación de Fútbol, constituyendo su sede social en la Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer, (que también fundara el Padre Basté, con Rafael Rodríguez de Cepeda, en 1908). d) El lago. Valencia, a principios del siglo XX, estaba alejada del mar. Aprovechando la abundancia de agua que servía para regar los huertos, existía en la Casa de Campo un espacioso lago, a modo de azud, donde los jóvenes se bañaban en verano y paseaban en barca el resto del año. Los jóvenes llegaron a constituir para ello una “Sociedad de Remeros”. e) Los paseos en burro. La Casa de Campo permitía montar en sus terrenos (Basté, de hecho, sabía montar dignamente). Sin embargo, el Patronato sólo poseyó en propiedad, como montura, un modesto burro llamado “Moro” que, pacientemente, sufría los entusiasmos de la gente pequeña. f) Los festivales. Con motivo de alguna festividad (v. gr., la Inmaculada) o acontecimiento (v. gr., el final de curso), se solían organizar algunos festivales que daban más variedad a los entretenimientos ordinarios de los congregantes. Además, con la celebración de estos festivales acudían gran número de jóvenes y niños, para quienes estos festivales eran poderoso reclamo. El programa de estos festejos se solía componer de varios números de juegos populares valencianos, como frontón, ejercicios acrobático-gimnásticos, simulacros de corridas de toros, partidos de fútbol, elevación de aerostatos, juegos de obstáculos, juegos de artificio… Todo ello ejecutado por los patrocinados, que lo preparaban con tiempo, seriamente. Además, a estas funciones se permitía la asistencia a las familias de los mismos. Y es que el Parque de la Pechina, la Casa de Campo, el “Patronato de fora”, por oposición al “Patronato de dins” (locales situados en la calle del Portal de Valldigna desde principios de siglo y, desde 1916, en la calle Landerer), reunía las condiciones más avanzadas en educación ambiental del momento. Las conclusiones del Primer Congreso Español de Higiene Escolar recogían: «Al mismo tiempo deberían crearse otros terrenos escolares de gran extensión y alejados de la ciudad, a los que sucesivamente podrían asistir los alumnos de las varias escuelas para jugar y ejercitarse prácticamente durante una tarde, y aún mejor, un día completo, al aire libre34». 34
Pro Infantia, nº 40, 1912. Pro Infantia apareció en 1909 y era el Boletín del Consejo Superior de Protección a la Infancia y represión de la mendicidad, órgano incardinado en la Sociedad (médica) Española de Higiene.
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Los atractivos de la Casa de Campo eran los juegos con los que se atraía a los niños y jóvenes a la Congregación, y el premio para el congregante y alumno aplicado: «Nuestros juegos son tan eficaces que ya hacen bien a los niños antes de que hayan venido al Patronato. La fama que han adquirido en la ciudad es el poderoso imán de que se valen los jóvenes socios para traer a los nuevos; son los instrumentos de que se sirve la Providencia para encauzar suavemente a nuestros niños por el camino del bien35». Nunca hubo medios de coerción física. Lo explica muy bien el propio Basté: «Los castigos que se suelen imponer son: privarle la entrada en la sala de juegos de la Casa Social, o en la biblioteca, en la Casa de Campo, por algún tiempo (…) Da muy buen resultado, para no dejar sin castigo las faltas pequeñas, la imposición de multas, procurando que su pago esté al alcance de los niños, los cuales pagan con gran conformidad, deseosos de reponer su falta. Estas pequeñas multas son destinadas al dinero de Misiones y Santa Infancia36». En cambio sí que había posibilidad de redención para los que aprendieren la lección o reconocieren sus faltas, a los cuales se les volvía a permitir la entrada al Parque de la Pechina. 7. Actividades en la Casa Social En este bullicio de actividades, Basté resume los principales atractivos para los niños en la Casa Social (el “Patronato de dins”) en: a) Los juegos de salón. Para Basté, el niño que tenía temor de Dios y conciencia delicada no gustaba de pasatiempos callejeros. Basté prefería los juegos no sedentarios, pero no siempre era posible. Si no había oportunidad de ir a la Casa de Campo, por la hora o por el estado del tiempo, necesitaba algo que distrajera su ociosidad en las horas libres,
Basté, N. op. cit, p. 9 Ibidem.
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«pues en la familia no halla frecuente ambiente de piedad o no tiene compañía para sus juegos ni quien esté dispuesto a escuchar su anhelo de comunicación37».
En la sala de juegos había preparadas al efecto buen número de mesas, varios juegos de damas, asalto, aduana, dominó, billar y otros análogos, que además tenían la ventaja de la fácil instalación, adquisición económica y sencilla conservación. b) La biblioteca. La sala de lectura del Patronato estaba instalada en uno de los mejores salones de la Casa. El bibliotecario siempre fue una de las personas de más confianza del Padre Director. Funcionaba también como biblioteca de préstamo, lo cual permitía a los padres de los jóvenes, con la lectura de los libros prestados a sus hijos, acceder a lo que Basté denominaba “coeducación”, término que tiene un sentido totalmente distinto al actual. La biblioteca prestaba a las demás secciones del Patronato y de la Congregación libros acomodados a los fines de cada una, formando en ellas a manera de pequeñas sucursales de la biblioteca principal. Contaba también con una biblioteca ascética o de libros religiosos, para los jóvenes más inclinados a la vida espiritual. c) Las terrazas. En las terrazas de la Casa Social, además de columpios, había una parte encerada, donde los niños podían patinar aprovechando la pendiente del suelo. Además, las terrazas servían para tomar el sol en invierno y el fresco en verano, por lo que siempre estaban muy concurridas. d) El teatro38. A principios de siglo, y durante toda la época que nos ocupa, corren paralelas dos corrientes bien definidas y desiguales en el teatro de 37 38
Ibidem, p. 37. El teatro de la Casa Social, en la calle Landerer de Valencia, aún subsiste, arrendado por el Patronato a la Diputación Provincial, desde 1978, y es conocido comercialmente como Sala Escalante. El Patronato puso su sede en una antigua casona de la calle Landerer (la antigua Casa de la Cartuja de la Valldigna) frente a una esquina en la que figura todavía esta inscripción: “1799 plaza de Valldigna”. Su fachada conserva un pórtico adintelado en piedra, con escudo heráldico, que da acceso a un patio con dos arcos rebajados. Es curiosa una columnita y dos pequeños arcos adosados que han quedado empotrados en el muro del primer piso que da al patio, como posible recuerdo de la construcción anterior. Entre los elementos del actual edificio hay que considerar la capilla y el pequeño teatro, de cierto interés artístico, y que fueron diseñados en 1919 por el arquitecto Manuel Peris Ferrando. La primera es una estancia pequeña y estrecha, adintelada, con una cupulita sobre pechinas y dos boveditas de cañón con lunetos a cada lado; en el presbiterio, éste se separa del resto del oratorio por dos columnitas en hierro que sostienen tres arcos, peraltado el central y rebajados los laterales. La decoración es de tipo rococó con rocalla en escayola. La cúpula tiene una pintura al fresco de Nuestra Señora de los Ángeles, obra del congregante Vicente Gay Prefaci. El decorado en escayola es de Francisco Monleón Zúñiga y el dorado de
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la Casa Social del Patronato: la del teatro religioso popular, con “Belenes”, dramas sacros y variantes de los “milacres”, dedicados a glorificar los hechos del patrón de Valencia, San Vicente Ferrer, y que gozarían de gran predicamento después de la Guerra Civil, y otra, más densa y nutrida, con el teatro profano moralizante.En el teatro del Patronato, en lengua valenciana las representaciones cómicas, y en lengua castellana los demás géneros, aparecen dramas, comedias, sainetes, juguetes cómicos, farsas, apropósitos, zarzuelas, dramas históricos, pasiones, belenes, etc. Es decir, todos los géneros y subgéneros dramáticos tuvieron representación en la Institución. El teatro del Patronato era un teatro de congregación, de sus congregantes y para sus congregantes, con una finalidad aleccionadora, al mismo tiempo que de cultivo de un sano ocio. Cuando el Patronato tenga programación abierta al público en general, no pondrá precio a las entradas, como una compañía de teatro mercantil, sino que en sus programas de mano solicitará “donativos” o “limosnas” (bien generales, para la Institución, bien particulares, como las funciones que se representaban todos los años, desde 1927, a beneficio de las colonias). De aquí podemos deducir también que las entradas al teatro de la Casa Social fueron una fuente de ingresos, quizá no desdeñable, para las siempre mermadas arcas de la Institución. Estas limosnas también retribuían con algo a los actores que mejor y más trabajaban, y sirvieron para mantener una programación más o menos estable en la Sala de la Casa Social, con cómicos asalariados, aunque no profesionales, pero de buenas costumbres y amigos de la Institución. Basté, en este punto, nunca abandonó la perspectiva moral: «Esta retribución es un medio de asegurar la formalidad y el cumplimiento de los cómicos, y evitar las envidias y emulaciones entre ellos, procurando que los jóvenes congregantes más formales y fervorosos permanezcan alejados de la actuación del teatro39». Juan Frucio. Las imágenes son modernas sobresaliendo las de los titulares de la Congregación: Nuestra Señora de los Ángeles y San Luis, que es bastante digna, y preside el único altar; a su lado hay dos repisas con San Juan Berchmans y San Estanislao de Kotska (santos jesuitas que, al morir jóvenes, eran propuestos como modelo para la juventud), en madera policromada. El teatro ofrece un aire modernista por las guirnaldas que lo decoran, siendo también interesantes las columnas de hierro vistas, algunas de las cuales están forradas de cemento, columnas procedentes de un buque afectado, por hundimiento, o más bien captura, por la guerra de 1914-1918. 39 Ibidem, pp. 40-1.
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e) El cine. El teatrito de la Casa Social acogió sesiones de cine desde 1911 hasta el año 1916, pero cedieron ante la pujanza de las representaciones teatrales. Además, Basté encontraba dificultades para conseguir películas moralmente recomendables a niños y jóvenes: «Si el director de una institución católica tuviera la seguridad de encontrar un programa agradable para el público y exento de peligros para la moral, sería preferible el cine para la honesta diversión que se busca; pero, desgraciadamente, hasta ahora ha sido esto imposible. Sólo en las grandes ciudades, y buscando con diligencia durante toda la semana, se puede conseguir para el domingo un programa menos malo; por eso en el Patronato ha desaparecido casi el cine40». f) La música. Sucesivamente el Patronato había tenido su banda de música, su rondalla y orfeón, y desde sus orígenes contaba con clases de Solfeo e Instrumental. Basté, sin embargo, consideraba que la banda de música no tenía eficacia moralizadora en los músicos (muchos eran contratados por los cafés de la ciudad) y, amén de los gastos que reportaba y los ruidosos ensayos, decidió mantener únicamente el orfeón para los actos de los domingos. g) Las veladas apologético-sociales. Aunque decayeron por las funciones de teatro, en la primera década de siglo abundaron este tipo de veladas. Veamos un ejemplo reseñado en la prensa de la época: «Comenzó la fiesta con una sinfonía ejecutada por la banda de música de la institución. D. Emilio Campos leyó una bien escrita Memoria por el secretario D. Pablo Meléndez (…) Los alumnos de la clase de solfeo cantaron, con un gusto y una precisión admirable, el coro titulado “Niños y mariposas” (…) »Después se procedió al reparto de premios (…) »El obrero Miguel Soler, presidente de la “Unión Social Cristiana”, pronunció un discurso muy oportuno (…) »El alumno Sr. Navarro cantó a su vez una preciosa aria (…) »El Rvdo. P. Basté, director de la Congregación, habló indicando los peligros que rodean a los jóvenes, y señalando las instituciones de educación cristiana como remedio para evitarlos. »La banda ejecutó la “Gavota turca” de Kassals41». 40 41
Ibidem, p. 42. La Voz de Valencia, 21/10/1902.
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8. Instituciones de Cooperación y ahorro. Cuatro instituciones del Patronato podríamos subsumir bajo el epígrafe de “cooperación y ahorro”: a) Socorro a los enfermos. La visita y el socorro a los enfermos era una de las actividades de misericordia principales de la Congregación, y una de las secciones de la misma preferidas por el Padre Director. Evidentemente, como obra de caridad apostólica, los primeros en ser atendidos eran los propios congregantes. Si la enfermedad y circunstancias de la familia lo requerían, se les facilitaba médico y medicinas (en una época en que la Seguridad Social era incipiente). b) El economato y los “vales”. En la primera década del siglo tuvo el Patronato un modesto economato de artículos de alimentación y ropero. Admitía como papel moneda “vales” emitidos por el Patronato, que se repartían a los congregantes en función de sus méritos: las notas escolares, traer un amigo a los actos de la congregación, premios de conducta o piedad…Además, la cuota de 10 céntimos mensuales conque los congregantes participaban en los gastos del Patronato en 1924, también era canjeada por estos “vales”. De este modo, aunque los niños pagaban una modesta cuota, en realidad sólo tenía la apariencia, como elemento educativo. c) Bolsa de trabajo. El boletín mensual del Patronato, El Joven Obrero, tenía una sección casi fija dedicada a la Bolsa de trabajo. Entre junio y diciembre de 1911, v.gr., se ofrecieron trabajos de aprendiz y oficial en los siguientes oficios: pintor decorador, sastre, escultor, guarnicionero, litógrafo, platero, carpintero, dorador, pintor de abanicos, barbero, zapatero, encuadernador, hojalatero, dependiente de comercio, broncista, tallista, dorador, electricista, óptico y pulimentador: «Bolsa de trabajo. –Con este organismo que hace ya muchos años funciona de un modo regular y constante en el Patronato, se ha logrado que en él nunca se encuentre parado ninguno de sus socios. Al presente, y esto es lo que sucede de ordinario, son muchos los patronos de muy diversos oficios que nos piden aprendices y oficiales, sin que nos sea posible atenderles por estar bien ocupados todos nuestros jóvenes42». Cfr. El Joven Obrero, nº 30, 2/11/1913.
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«Esta pequeña Bolsa de trabajo, no sólo sirve para proteger a los obreros, proporcionándoles ocupación, sino también ayuda a los fines del Patronato, procurando que los patronos sean de tal suerte que no malogren la educación que reciben nuestros patrocinados43». d) Caja Postal de Ahorros. El Patronato quedó constituido como una sucursal de la Caja Postal para sus socios y escolares; tenía reconocida la firma para abrir libretas por cuenta de los congregantes (especialmente de los analfabetos). La imposición mínima era de cinco céntimos (la mitad de la cuota mensual de socio activo del Patronato, en el año 1924). El Estado proporcionaba un 3% anual, y el Patronato una bonificación de 15 céntimos por peseta, hasta llegar a reunir 25 pesetas (es decir, ¡un 15%!). Sin embargo, a pesar de tantas facilidades, el fomento del ahorro se topaba con la falta de la “cultura del ahorro”, que ha venido pareja al desarrollo de los sistemas financieros modernos, y la falta de peculio de los jóvenes congregantes: en 1924, apenas un centenar de congregantes tenían abierta libreta en la Caja Postal. Para Basté, las libretas de ahorro escolar constituían un medio pedagógico muy importante para sus educandos, pues consideraba el ahorro como una virtud moral. 9. A modo de conclusión: Congregación Mariana y Patronato. En la Valencia de la segunda década del siglo XX no sólo había educación de calidad para las élites. Treinta años antes de la aparición del Instituto Obrero de Valencia44 también había educación de calidad, confesional, eso sí, para los hijos de los obreros: el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia. El Padre Narciso Basté S. J. fue un buen formador jesuita y, por ende, fiel a las instituciones pedagógicas que la Compañía de Jesús estaba manteniendo a principios de siglo XX en sus establecimientos educativos. Cuando es destinado al Patronato de la Juventud Obrera, de Valencia, en 1901, tiene oportunidad de convivir con dos magnos personajes del Basté, N. op. cit., p. 55. Primer Instituto Obrero creado por el Gobierno de la Segunda República Española en la ciudad de Valencia en 1936, iniciada ya la Guerra Civil Española, con la finalidad de dotar a las clases populares de un nivel adecuado en formación y conocimientos, para elevar el nivel cultural del país y, a la vez, preparar a un grupo de personas para las labores de reconstrucción que serían necesarias cuando finalizara la guerra. Tras el ensayo positivo en el Instituto Obrero de Valencia se crearon otros Centros: en Sabadell (Provincia de Barcelona) donde se creó el segundo Instituto Obrero; en Barcelona el Instituto Obrero de Barcelona, y en Madrid el Instituto Obrero de Madrid.
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catolicismo social de principios de siglo: Rafael Rodríguez de Cepeda, presidente del Patronato de Valencia, y Antonio Vicent S. J., consiliario del Patronato, confesor de Gregorio Gea y divulgador de los Círculos Católicos Obreros por toda España. Basté se ve en la obligación de acomodar reglas metodológicas que la Compañía estaba aplicando en sus elitistas colegios (él había conocido como inspector de brigada el Colegio de Sarriá, en Barcelona) a una realidad docente circum y postescolar: el patronato, y a unas clases sociales que no eran propias de los colegios congregacionales: los obreros. Al Patronato se acercaban así los jóvenes que, al menos, no sentían rechazo hacia lo religioso, rechazo muy frecuente entre la masa obrera valenciana, seducida por socialistas, anarquistas, liberales, republicanos, blasquistas, sorianistas, etc. Como bien indica el académico de la RACV Sanchis Guarner45, el republicanismo de corte anticlerical de la ciudad de Valencia lograba que el ambiente de la ciudad fuera claramente tenso. «Aunque apenas hay lugar de ello en nuestra Congregación, porque los jóvenes de conducta poco arreglada, capaces de faltar a sabiendas, no suelen prosperar entre nosotros, por no encontrar ambiente adecuado a sus gustos en el orden y piedad que reinan en el Patronato (…) En un Patronato en que cada niño es lo que debe ser, si llega alguno de mal espíritu no prospera, porque al no encontrar el ambiente malsano que apetece, muy pronto se marchará por sí mismo, si no entra en camino de corregirse46». Las prácticas religiosas, en consonancia con la formación de los colegios jesuitas, no se consideraban un obstáculo en la educación del Patronato, sino que, como es de ver en el Reglamento para el Régimen Interior de las Escuelas de la Inmaculada (las escuelas diurnas): «[artº77] dado el carácter esencialmente religioso de la escuela, las prácticas piadosas han de ocupar en ella un lugar preferente, si bien nunca han de ser obstáculo para el completo desarrollo del programa escolar, antes bien han de ser el complemento y el espíritu que lo anime y lo haga fecundo». Vid. Sanchis Guarner, M.: La ciutat de València. Síntesi de Historia i de Geografía Urbana, Círculo de Bellas Artes, Valencia, 1972, pp. 476-7. 46 Ibidem, p. 19. 45
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Bien es verdad que muchos de los actos de la Congregación eran voluntarios para los alumnos, pero si no participaban en ellos, en especial la asistencia a la Misa semanal, no podían «[artº 88] tomar parte en los juegos colectivos del primer tiempo los días de salida al campo por corresponder este tiempo a los niños que en toda la semana no cometieron falta de ningún género, pero sí podrán hacerlo en el segundo si hubieran sabido la lección». Narciso Basté S. J, de consuno con Antonio Vicent S. J., revitaliza la congregación mariana obrera.La congregación mariana deviene así el centro de las múltiples actividades educativas y secciones culturales, sociales o recreativas, que eran premio y accesorio a la piedad de los congregantes y alumnos. Basté formula la obligatoriedad de la doble afiliación Congregación/Patronato47, en lo que se separa de las demás congregaciones marianas de los colegios de la Compañía, que sólo admitían a alumnos escogidos. En las escuelas, las técnicas educativas de la Ratio Studiorum, convenientemente adaptada, siguieron aplicándose con fruto. Las más importantes eran las que fomentaban la asimilación personal de los conocimientos, como las composiciones, los ejercicios prácticos, las repeticiones, las veladas públicas centradas en un tema monográfico, las Academias, etc. Utilizó la emulación jesuita, pero sin la rivalidad que los émulos mantenían en los colegios de la Orden: exámenes frecuentes, lectura pública de notas, distribución de premios, proclamación de dignidades; la doctrina cristiana impregnaba, en las escuelas diurnas y nocturnas de primera enseñanza A la doble afiliación ya nos hemos referido en la nota26. A esta regla metodológica, Basté la llama “compenetración necesaria” (vid. Basté, N. 1924. p. 13), quizá porque el término “afiliación” pudiera tener un sentido político (la doble afiliación fue común a las organizaciones obreristas no confesionales: v.gr. la pertenencia al PSOE, fundado en 1879 por el tipógrafo Pablo Iglesias, conllevaba en sus estatutos jurídicos la pertenencia al sindicato UGT, fundado por el propio Iglesias en 1888): «El Patronato y la Congregación tienen tal relación entre sí, se compenetran y se complementan de tal manera, que ninguno de ellos podría aisladamente dar el fruto deseado, que unidos consiguen (…) es imposible hablar del Patronato sin sobrentender la Congregación, ni de ésta sin sobrentender aquél, pues son como el alma y el cuerpo que mutuamente se complementan para formar una sola y única personalidad». (Ibidem, p. 13). El artículo 3º del Reglamento del Patronato de la Juventud Obrera de Valencia, con las introducciones realizadas el 1 de marzo de 1904, incidía en esta regla de la doble afiliación Congregación/Patronato, más allá de la pertenencia a las escuelas: «Los congregantes numerarios de la Congregación del Patronato, mayores de 17 años serán considerados como socios activos. Los demás individuos inscritos en el Patronato que no fueren socios activos, serán considerados como alumnos o socios protegidos». (Ibidem, p. 126). Ser congregante y tener al menos 17 años comportaba, estatutariamente, ser socio de la Obra
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que regentaba el Patronato, el contenido del resto de asignaturas; nunca se valió de la coerción física, no lo necesitó: los “pases” para disfrutar de las actividades del Patronato eran premio y estímulo suficientes para ser un buen congregante y un buen alumno. El Patronato de la Juventud Obrera, según el lema latino in omnibus respice finem, tenía como finalidad hacer buenos obreros cristianos, y los testimonios reunidos en torno a Narciso Basté S. J. y su obra, y aun antes, en torno a Gregorio Gea y Antonio Vicent S. J., demuestran que la cumplió.
civil del Patronato. La doble afiliación era novedad incluso sobre la congregación mariana del Patronato preexistente, pues hasta la llegada de Basté a Valencia (1901), «Forman esta Congregación los alumnos más piadosos y de mejores condiciones morales». (Vicent, A., 1893. p. 410). Hay que entender que la apertura de las Escuelas de la Inmaculada (1905) permite a Basté aplicar esta regla metodológica, que hubiera sido difícil de llevar a cabo en las escuelas nocturnas o en las reuniones dominicales.
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