Revista literaria universitaria
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alborada _ PRIMAVERA 2017
¡Hola! Desde el Consejo Editorial de Alborada queremos darte la bienvenida a una nueva etapa de la revista. Nuestro objetivo es que descubras a tus compañeros de universidad y profesores a través de sus escritos. Como ellos, tú también eres parte de este gran proyecto, pues, ¿qué es un escritor sin lectores? Gracias por compartir este espacio con nosotros. Esperamos seguir contando contigo. Consejo Editorial de Alborada
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Ilustraciones Portada. Carlota Fanjul. 1º de Diseño. Universidad de Navarra. Microcuentos. Celia Canseco. 1º de Economics, Leadership and Governance. Universidad de Navarra. Poesía. Sara Labalestra. Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas. Universidad de Navarra. Profesores. Sergio Helguera. Licenciado en Arquitectura. Universidad de Navarra.
Depósito legal: NA 1867-2012
Diseño y maquetación: Calle Mayor (www.callemayor.es)
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Microcuentos alborada / nยบ 13
Isabel Rodríguez 3º de Doble Grado Historia y Periodismo Universidad de Navarra
El Periódico Él se sentó en el sofá y abrió el periódico. De la cocina llegaba el sonido del entrechocar de los platos. Ella estaba recogiendo la cena. Las noticias eran desesperanzadoras: crisis, heridos de guerra que seguían llegando al país desde los frentes, protestas en las calles, aumento de la pobreza… Una vez pasada la euforia de la victoria, la realidad se había impuesto con crudeza. La victoria no remediaba los millones de muertos, el paro, el hambre, las tensiones. Y aquellas horribles imágenes. Revividas una y otra vez. Se presentaban sin previo aviso en forma de pesadillas, de peleas sin sentido con su mujer, de mal humor, de desgana. 4
El chorro de agua del fregadero dejó de sonar. Ella se secó lentamente las manos enrojecidas con un trapo. Echó una última mirada a la pequeña cocina y fue al salón. Se acomodó en el sofá al lado de su marido. Él pasaba las hojas lentamente. Ella acarició su brazo notando el tacto irregular de una enorme cicatriz reciente. Pero sabía que las heridas que más tardarían en cicatrizar eran otras. Desde el final de la guerra, él sólo había sonreído una vez: el día que la vio al volver a casa. Nunca habló del frente, ni de sus compañeros, ni de las muertes, pero ella sabía que a menudo le asaltaban los recuerdos. Como ahora. Estaba ausente, con la mirada perdida. Ella quería sacarle de ahí, pero era imposible consolar a alguien que no llora, que no habla, que simplemente está impasible. Tenía la sensación de que él ni siquiera reparaba en su presencia. Temía haberle perdido para siempre. Cogió la mano de su marido, casi inerte, y la apretó suavemente. Ojos ausentes. Encajó la cabeza en el hueco perfecto entre su hombro y su mandíbula. Mirada perdida. “Por favor”, pensaba ella, “vuelve conmigo. Vuelve, por favor”. Los ojos se empaparon y los cerró mientras dos lágrimas silenciosas dibujaron surcos en sus pálidas mejillas. Notó un ligero movimiento y él alzó el brazo para llevarse la mano de su mujer a los labios que la rozaron tiernamente. Cerró el periódico.
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Marcos Taboada 1º de Economics, Leadership and Governance Universidad de Navarra
Rosario - ¡Rosario! ¿¡Puedes servir el pollo de una vez!? - Enseguida voy, señora. Saco el pollo del horno y lo llevo a la mesa. Kike ya había devorado impaciente media barra de pan mientras esperaba. - Aquí tienen. -Gracias, Rosario. Puedes retirarte -vuelvo a la cocina para limpiar-. ------------Mamá, hoy en clase nos han puesto una película. Salía un banquete de unos romanos, una familia de patricios. La mesa estaba llena de platos deliciosos: uvas enormes, cerdos asados, huevos de codorniz... ¡Qué buena pinta tenía todo! Y los tíos eran listos. Cuando estaban llenos se provocaban el vómito y, ¡ala!, a seguir disfrutando del manjar. -----------Venga Kike, lávate las manos que tenemos que volver al cole. Rosario, ya puedes recoger. Kike ha dejado el plato casi sin tocar. ¡Qué suerte! Mi hija se va a alegrar mucho cuando sepa que hoy tiene pollo asado para cenar. Le encanta el pollo asado.
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Nicolás de Navascués 1º de Doble Grado Filosofía y Derecho Universidad de Navarra
Vendimia invernal
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La pareja pasea entre una nube de humo y otra de felicidad. La primera sale despedida de las cañerías de Brooklyn; la segunda, de años de relación. O eso supongo. Él tendrá veinticuatro o veinticinco años, ella, veintitrés. Sus manos entrelazadas contrastan con el camello que espera nervioso en la esquina. Un comprador con evidente mono aparece y le acerca un billete al camello. Éste, sin abrir la boca, tira el pitillo y saca una bolsita. El comprador alarga la mano; la pareja, en el otro lado de la calle, no se inmuta. Una farola parpadea, ilumina la escena y ¡clac! La bicicleta se le ha caído encima y la sangre empieza a brotar de su rodilla. Trozos de asfalto amenazan los contornos de la herida; suerte tendrá si no se le infecta. Su pelo dorado no impide que las lágrimas viajen por toda su piel y se desplomen gravitacionalmente. Mientras se desarrolla toda esta operación, una niña sin zapatos gira la esquina y se encuentra con la tremebunda situación. Es negra, y la ropa que lleva probablemente perteneció a varias generaciones de niñas rubias. Se planta frente a su ensangrentada homóloga. El cruce de miradas despide chispas. Con la boca abierta, esperando el final de la historia, desenfundo. Aguzo los sentidos. La niña negra, pasados unos segundos, da dos pasos hacia la niña rubia. Se agacha y la libera de la carga. Entonces llega el momento: con una sonrisa muestra sus dientes blancos y ¡clac! La sirena de la ambulancia me está torturando, pero me interesa el momento. Un Cadillac negro ha arrollado a un Daewoo blanco. Desde mi posición, los dos coches se encuentran frente a frente y sus respectivos conductores están tirados en el suelo esperando la ayuda médica. La escena recuerda más a dos trincheras enfrentadas en una llanura al norte de París que a un accidente al sur de Nueva
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York. La trama empieza a aburrirme (mi boca amenaza con un bostezo) pero la aparición de mi sujeto en la trama augura diversión. Trajeado, con el pelo aún mojado, camina rápido. Maletín al hombro y reloj en mano, teme por las acciones de alguna empresa de fármacos adulterados. A Wall Street no le gusta que sus sicarios lleguen tarde, me digo a mí mismo. Frena un poco el paso para mirar a los accidentados. Están solos en la carretera, y su salud deja mucho que desear. Entonces, el trajeado gira la cabeza como buscando algo. Tras dar varias vueltas sobre sí mismo, parece que por fin lo encuentra. Se acerca a un escaparate, se mira en él y ¡clac! Los visitantes se apiñan sobre la humanidad. El MoMA abre sus puertas para mostrar la exposición de fotografía: “Amor y egoísmo. Una aproximación a la bondad y a la maldad en tres fotografías”. Todos ellos comentan lo buenos y malos que son unos y otros. Cierro el ojo izquierdo y ¡clac!
alborada / nº 13
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Poesía
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alborada / nº 13
Enrique Ortega Cabello 3º de Comunicación Audiovisual Universidad de Navarra
Carta a Sole I
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¡Qué pequeño es nuestro mundo, Soledad! Un piso de 150 metros cuadrados donde no se puede armar mucho ruido porque los vecinos llaman a la policía, cuatro calles oscuras que aguantan como mucho cuatro litronas –esa chica no quiere bailar contigo, esa tiene novio, esa le gusta mucho a un buen amigo tuyo, esa de ahí, lo siento, es lesbiana¬–, seis cuerdas que apenas dan para decir la mitad de lo que puede abrigar una noche contigo, Soledad.
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II No sé si eres tú la que me corta las alas o soy yo el que me arranco las plumas, Soledad. ¡Es tan difícil ser feliz, que uno siempre acaba eligiendo una meta más sencilla: desparramarse en el sofá o emborracharse, o estudiar todo el día y leer mucho, o pensar en todo y creerse muy listo! ¡Qué! ¡Esta obra no tiene ningún sentido! ¿De verdad merece la pena seguir hasta el fin? ¡Qué! ¡qué! La vida pasa tan rápido y los segundos reptan tan despacio, Soledad… III El que no se fía de nadie, ese acaba en tus brazos, Soledad. Si tan solo alguien arrojara sobre nuestras calvas un grano de fe…
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Natalia León Azparren 4º de Publicidad y Relaciones Públicas Universidad de Navarra
Poesía Escapar de mí para ser otro. Erizarme en otra piel. Mirar desde otros ojos. Beber, directamente de la carne. Pasear, tropezar con mis entrañas. Escocer. 12
Que me abran en canal con un bolígrafo, un lápiz, una pluma. Ella. Que de tener un cuerpo que no fuese de hojas sería un viejo. Ojeroso y sonriente. Con carácter. Un bastón para apoyarse y reprimendas. Para enseñarme a ser. A entenderme. A que me entiendan. En ese orden.
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Y pegarme un tiro, vaciarme. Morir dos veces por semana. Doler. Dejar que sangré. Abrir la ventana, marcharme. Volar. Volver. Manchar de abril el invierno. Y subir a los árboles para caer solamente en otoño. Poesía. Porque sin ella morimos de a pocos.
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Daniel Franco 1º de Periodismo Universidad de Navarra
Reproche del tiempo
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Yo era un espectador como cualquier otro Que escribe novelas Y canta canciones. Vivía en la orilla, En la orilla del mar Por el que se camina con calma Y se deja su huella al andar. También en el pico de los alpes, Cerca del todo y la nada. Cómo me gustaba ver la vida pasar...
Era omnisciente, No existía, Y nadie me notaba. Lo conocía todo, Pero nada, nadie de mí.
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Un día, un alguien que pasaba, me miró a la cara, Me puso nombre, y me imaginó con barba. Todo mi goce lo perdí. Descubrió mis doce secretos, Mis sesenta costados, Me inventó un número y me condenó infinito. Antes que pudiera decirle algo, Antes de poder calmarlo, Echó a correr, Y yo detrás de él. Enfurecido con mi presencia Cambió mis piernas por afilados metales, Me convirtió en tic tac. Y me encerró en un cofre circular. Ahora se escuchan mis pasos, Y todos corren y corren, Sin dejarme nada que admirar.
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Jesús Dorado 5º de Historia y Periodismo Universidad de Navarra
Aquel hombre extraño Se me antoja difícil entender a aquel hombre extraño. tiene la mirada vacía y los labios desangelados. parece como si alguien le hubiera destrozado el corazón con infinito daño. Cuénteme sus pesares, venerable anciano, - ¿Quién le hizo qué para estar en ese estado? ¿Quién la dulce vida le ha robado? 16
- Fue por ella. Fui yo. La deje que volara lejos, alto, y para ello me fui de su lado. - ¿Por qué? ¿No estaba enamorado? - Por mi vida que sí. Demasiado.
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Invitados especiales
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Javier de Navascués
Al que madruga... Como todas las mañanas de domingo de los últimos treinta y siete años, don Epilobio Calvo se despierta para hacer un zumo de naranja a su señora. Le gusta madrugar y desayunar tranquilito en la cocina. Mientras exprime las frutas, descubre a Victoria Beckham que lo está mirando con ojos de pantera. A don Epilobio casi le da un soponcio pero es cierto: allí está, la mismísima Victoria, en medio de la cocina, en apretadísimo traje de baño y con un látigo en la mano. Antes de que los dos digan nada, la tía hace chasquear el látigo contra el piso.
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-Pero oiga, oiga, ¿qué hace usted?, salga de aquí o llamo a la policía, dice don Epilobio que no sabe inglés. Ni caso. La intrusa no le entiende porque, abriendo mucho sus ojos de felina, vuelve a dar otro latigazo y se le acerca muy despacio. Epilobio se va arrimando a la pared y, sin darle la espalda, sale pitando hacia la puerta. A Victoria de pronto no le importa, porque se empieza a beber el zumo. Hecho una pena de los nervios, Epi llama de inmediato al 092. -¡Policía! Hay una chica en mi casa que me está amenazando con un látigo! -¿Cómo dice que se llama? -Epilobio Calvo, para servirle. -No, la chica. -¡Yo qué sé! ¿Y qué importa! Vengan rápido, parece peligrosa. Es una loca, seguro. -Tranquilo. Está usted soñando. Lo mejor que puede hacer es volverse a la cama y dejar de soñar. Ella no está. -¿Qué dice? No estoy loco, le digo... -Ella no está ya. Hágame caso: somos la policía y lo sabemos todo.
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Epi cuelga el teléfono. ¿Y si es verdad? ¿Y si estuviera soñando? ¿Pero qué intenciones tendría la chica? Se asoma a la cocina y ya no está. Ni rastro. Ha sido un sueño, seguro. Vuelve al dormitorio y se mete en la cama. Estoy soñando, se dice. A su lado está durmiendo su señora. ¿Y la policia también sería parte del sueño? Da igual. Está soñando. Poco a poco se duerme. Aguanta una hora en la cama hasta que se reanima. Ya no se acuerda de nada. Como todas las mañanas de domingo de los últimos treinta y siete años, don Epilobio Calvo se despierta para hacer un zumo de naranja a su señora. Le gusta madrugar... Tomado de elsuresnorte.blogspot.com.es
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Gabriel Insausti
La campana ¡La campana de San Cernin! Oídla, qué honda y grave, cómo espanta las palomas de la torre, hace que tiemblen los tejados. Muy de mañana, cuando suena así en las calles, parece que llena el aire y se siente como un helor en el alma.
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Dobla por Francisco, el vecino. Vosotros lo conocisteis: aquel anciano enjuto, menudo, vivaracho, que os daba caramelos los domingos. Un día, no hace mucho, cuando se os extravió el muñeco por el Caballo Blanco, jugando distraídos, llegó él, tan bromista siempre, y entre la hierba encontró una pluma blanca. - Veis? –dijo-. Se lo ha llevado un ángel. Dicen que no se le vio en días. Hasta que unos sobrinos que lo habían echado en falta en un convite vinieron al portal, llamaron un buen rato, se decidieron por fin a echar la puerta abajo como un furioso ariete. Entonces, qué susto: lo encontraron ahí, tendido sobre el suelo de la sala, con la radio encendida, igual que el rumor de una letanía que velase al pobre Francisco. Pensar que esta semana, cuando pasábamos ante su puerta… Hoy lo comentaban en la plaza, donde la fuente, por todas partes.
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- Debió de caerse y se golpeó la cabeza. - Eran ya ochenta y tantos años. Y escucháis, callados, como asintiendo por dentro. ¡La de veces que os lo habréis cruzado por el río, o yendo con mucha prisa hacia la catedral, siempre solo! Ahora ya no, ya nunca volveréis a verlo ahí, ni os detendrá con una de sus bromas por la calle. Eso, que no, que no, que no, parece que repite y repite la campana. Y si os lo explico, preguntáis muy serios: - ¿Se lo llevó también un ángel? Tomado de La Sombra del Nogal (Editorial Renacimiento)
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Jaime Nubiola
Literatura que cambia la vida Me parece que en el ámbito de las novedades literarias el bosque no deja ver los árboles realmente valiosos. Comprendo que los escritores tienen que vivir de su trabajo, pero inundar el mercado de basura literaria es contaminar ese espacio creativo que el espíritu necesita para desarrollarse. Me ha impresionado el libro de Betsy Lerner The Forest for the Trees: An Editor’s Advice to Writers en el que describe estupendamente cómo el trabajo de una buena editora puede mejorar tanto el contenido de un libro, haciendo que su calidad crezca muchísimo. “Los correctores de pruebas —llega a afirmar Lerner con cierto énfasis— son los héroes ignorados, los hombres y mujeres que constituyen la última línea de defensa contra la caída de la civilización, tan fiera y exigente es su protección de la lengua inglesa”. 22
Por todo ello pienso que necesitamos libros que nos cambien la vida, obras literarias antiguas y nuevas. Escribir es una tarea de amor y no puede hacerse de prisa ni por dinero. Por eso, necesitamos libros escritos despacio, largamente meditados y corregidos tanto por el autor como por el editor: acertar con el título, hacer atractiva su estructura y su división en capítulos o secciones, eliminar errores, corregir sintaxis y ortografía, aligerar las descripciones superfluas, moderar la extensión del texto, etc. Todas ellas son tareas que requieren profesionalidad, buen gusto y acierto. Para que los libros puedan ser mejores, quizá sea preciso publicar menos nuevos títulos y habrá que decírselo así a las editoriales. Cada buen libro me parece siempre un milagro. ¡Eso es lo que necesitamos! Necesitamos libros que cambien la vida de los lectores, que la enciendan ensanchando su imaginación y la llenen de sentido. Para entretenimiento nos basta y sobra con las máquinas, los móviles y la televisión. “Un día leí un libro y toda mi vida cambió”. Con esta maravillosa frase —quizá la mejor del libro— comienza La vida nueva, la única obra que he leído del premio Nobel de literatura del 2006, Orhan Pamuk. Un solo libro cambió la vida del protagonista de esa novela ambientada en Turquía; muchos libros —escritos, editados y leídos con amor a la literatura— pueden cambiar también la nuestra. Tomado de FilosofiaParaElSigloXXI.wordpress.com
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Recomendación para leer en casa Por Jacin Luna.
La sombra de otro, Luis García Jambrina, Ediciones B, 2014. Novela histórica en la que se narra cómo un profesor de literatura encuentra en una librería actual, una confesión escrita desde la cárcel por el enemigo oculto de Miguel de Cervantes. En esta confesión el rival de Cervantes, Antonio Segura, narra cómo tratará de destruirlo de todas las maneras posibles. Historia de aventuras, conspiraciones, misterio, envidias y pasiones. Conoceremos la vida de la época, personajes históricos, a otros autores (Garcilaso de la Vega, Lope, Góngora) y también las grandezas y miserias humanas: amistad, lealtad, integridad, envidia, venganza, mentira, desencanto, traición, corrupción. Abarca un gran periodo de nuestra historia a caballo entre dos siglos y tres reyes: Carlos V, Felipe II y Felipe III. El autor consigue lo que pretende en todas sus novelas: “Entretener, enseñar y emocionar”.
DISPONIBLE EN LA SECCIÓN PLC DE LA BIBLIOTECA
consejo editorial Fabiola Vásquez - Marcos Taboada María Fernanda Callejón - Irene Guerrero
colabora
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