Nuestro Tiempo 716

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China se levanta El gigante asiático contra su Gobierno en las protestas del folio blanco Pornografía Cómo prevenir esta nueva adicción Trabajo digno Un ensayo sobre empleos que esclavizan y otros que liberan

DESESPERADOS

Estados Unidos ha entrado en un «estado del malestar». El suicidio, la droga y el alcohol devoran la esperanza de vida en el país. La solución pasa por dotar a la comunidad de significado.

NUESTRO TIEMPO
NÚMERO 716 ABRIL 2023 14 euros

«El trabajo no es solo una fuente de dinero; es la base de los rituales, las costumbres y las rutinas de una vida de clase trabajadora. Si se destruye el trabajo, con el tiempo el estilo de vida de la clase trabajadora no podrá sobrevivir. Es la pérdida del significado, la dignidad, el orgullo y la autoestima que acompañan a la pérdida del matrimonio y de la comunidad lo que causa la desesperación, no solo, o ni siquiera principalmente, la pérdida de dinero»

Angus Deaton, premio Nobel de Economía, y Anne Case, profesora emérita de la Universidad de Princeton, en su libro Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo

Una educación platónica

Yo tendría ocho o diez años en aquel viaje a Asturias. Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo me impresionaron sobre todo —creo— por la pasión con la que mi padre, que es arquitecto, hablaba del prerrománico. Las diferencias con el gótico las asumí con naturalidad. Luego, cuando en clase las estudiamos en un libro de texto con imágenes y recuadros de colores, me parecieron obvias. Caí por primera vez en la cuenta de que lo de la escuela es, más que nada, instrucción; la educación empieza y se completa en casa a través del asombro, a fuerza de admirarse imitando.

El banquete de Platón es un diálogo sobre el amor y, sin embargo, se suele interpretar como un texto educativo. Los pasos que ha de dar el aprendiz para llegar a saber son, ay, los mismos que recorre el enamorado, y ambos con idéntico motor: la atracción atávica de la Belleza. Aunque tarde o temprano todos necesitamos método —sea Montessori o no—, lo irrepetible no se puede enseñar sino solo mostrar. El mero docente da al alumno las fuentes y la taxonomía; le enseña a resumir y esquematizar, le corrige las faltas. Pero solo el maestro contagia el divino fuego prometeico, porque señala con su vida todo lo que ama.

Mi hija soltó el otro día su primera palabra, caca, que me pareció a mí, primerizo, signo inequívoco de una inteligencia fuera de lo común. Y no pude evitar preguntar-

me cómo voy a educar yo, con mi poco pesquis, a esta niña que se zambullirá de cabeza un día de estos en un mundo de pantallas inhóspito y bullying, malas influencias, descerebrados planes de estudios y toda esa riada de preocupaciones bien fundadas de los padres de la ESO. Pensé entonces que poco podré hacer por ocultarle lo feo del mundo, más aún en el alud de información que es internet. Pero sí puedo intentar que le asombre lo asombroso, que le apene lo triste, que ame lo verdaderamente amable y disfrute lo bueno. Ya dará sus inocentes pasitos vacilantes, luego decididos, hacia esa Belleza a la que se refería Platón. No sabemos hasta qué punto nuestros amores y dolores —que son bastante más que filias y fobias— pueden empujar a un alma hacia el bien.

O sí. Ahora que lo pienso, es claro como el agua de dónde viene mi veneración por la sobriedad románica, la idea de bailar a Franco Battiato en la ducha y esa especie de fijación con que la familia es siempre siempre lo primero. Parece mentira no haberme dado cuenta antes. Él no lo sabe, pero yo me acuerdo con precisión de la primera vez que vi a mi padre romper a llorar. Todavía hoy me impresiona verlo de rodillas en misa. Y, cada vez que me quejo del poco tiempo que tengo para mí, se me viene a la cabeza el armazón de una maqueta de barco que empezó a construir hace cuarenta años y aún no ha tenido tiempo de terminar. Dice que ya cuando se jubile.

LA VENTANA es doctora en Filosofía y columnista cultural en los diarios ABC y Vozpópuli Además, nos alegra contarte que nuestro programa de edición de revistas culturales con estudiantes

Querido lector:

En este número hemos incorporado una nueva columnista al equipo de NT: Mariona Gúmpert firmará desde hoy «Búhos a Atenas». Nuestro nuevo fichaje

ya da frutos. El reportaje De lo artificial en el arte, la columna «Mind the Gap» y una de las reseñas los han escrito algunos de nuestros alumnos como parte de su aprendizaje periodístico.

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GRANDES TEMAS

#716 De lo artificial en el arte

—Hi, Dave! ¿Te paso con mamá?

David Hornback

recibió en 1990 el Pulitzer, pero su mirada empezó mucho antes.

Sus primeras imágenes dormitaron veinte años en una caja de zapatos en Wichita. David Hornback y Ana

Eva Fraile Página 18

EPIDEMIA DE DESESPERACIÓN

Los profesores Angus Deaton y Anne Case han descubierto una epidemia que asola Estados Unidos: los suicidios, las enfermedades relacionadas con el alcoholismo y las sobredosis de droga.

Victoria De Julián Página 8

CAMPUS Y ALUMNI

Las zapatillas del papa

Un homenaje a Benedicto XVI, doctor honoris causa por la Universidad.

China no pudo censurar el silencio

La política «covid cero» que dictó Xi Jinping ha acabado por colmar el vaso. Miles de chinos salieron a la calle con folios blancos cuyo mensaje hizo temblar al Gobierno de Pekín.

Sofía Caruncho

Página 30

Hackear el país con electroshocks de datos Jaime GómezObregón lleva cuatro años tendiendo en la red los trapos sucios de las instituciones. Cuenta la verdad sin colores y sin padrinos.

Álvaro Sánchez

León

Página 40

Dejar el porno, recablear el cerebro

La pornografía genera una narrativa sexual de violencia y uso. Su impacto tiene unas consecuencias nefastas, especialmente en los jóvenes.

Entrevista

Marta San Miguel, escritora: «Uno no puede saltar solo. El amor es el impulso».

Paola Bernal

Página 76

Acompañamos a la profesora Gómez Lavín, la segunda doctora investida por la Universidad, a los orígenes de su investigación. Josean Pérez Caro

Página 62

NUESTRO TIEMPO

Redacción NT

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Lucía Martínez

Alcalde

Página 66

Somos

Nuestro Tiempo es la revista cultural y de cuestiones actuales de la Universidad de Navarra. Intentamos tomarle el pulso a la vida contemporánea desde 1954. Redacción

Teo Peñarroja [Fia Com 19], editor. Ana Eva Fraile [Com 99], redactora jefe. Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14].

Escuela de periodistas

Paola Bernal [His Com 23], Mariana Betancourt [Fia Com 25], Claudia Burgos [Fia Com 25], Malena Cortizo [Com 25], Izaro Díaz [Filg 24], Juan González Tizón [Com 24], Nuria Martínez [LEC 24], Hombeline Ponsignon [Fia Com 26], Andre Quispe [Fia Com 26] y Paula Rodríguez [His Com 25].

¿Puede ser creativa la inteligencia artificial? Se lo preguntamos a los autores de la obra más cara generada con IA vendida hasta la fecha.

Juan González, Nuria Martínez y Hombeline Ponsignon

Página 48

Carta desde... México

Regresar a casa, a Culiacán, por la familia, fue para Claudia la mejor decisión.

Claudia Blanco

Página 82

Fotografía

Manuel Castells, David Hornback, Miriam Mora, José Ortiz Echagüe y Eva Palazuelos. Ilustración

Alberto Aragón [portada], Bea Crespo, María Expósito y Diego Fermín. Diseño Errea

Impresión MccGraphics

Edita Universidad de Navarra

04—Nuestro Tiempo abril 2023
«ÁNIMO, CARMEN, QUE AHORA EMPEZAMOS»

¿Este ejemplar no es tuyo? Puedes recibir Nuestro Tiempo en tu casa colaborando con un proyecto de la Universidad de Navarra. Escanea el código QR para más información.

OPINIÓN

CULTURA

CINE

AHORA BIEN

Lee el poema triste

Enrique G.-Máiquez

Página 28

2022: una cosecha de oro para el cine español

Página 92

Críticas de cine

FIRMA INVITADA Empujados a lo sublime

David Cerdá

Página 38

MIND THE GAP Héroes nacionales chapados en oro

Paula Rodríguez

Página 74

BÚHOS A ATENAS

Palabra

Mariona Gúmpert

Página 84

Ana Sánchez de la Nieta

Página 94

LIBROS «ORTODOXIA» DEL JOVEN CHESTERTON

Joseluís González

MÚSICA ¿Por qué redescubrir a Haydn hoy?

Edgar Martín

Página 98

ENSAYO

HISTORIAS MÍNIMAS El guerrillero pop

Ignacio Uría

Página 104

VAGÓN-BAR

Almas en ayunas se van de compras

Paco Sánchez

Página 112

Web nuestrotiempo.unav.edu

Atención al lector

Palmira Velázquez

T 948 425 600 (Ext. 80 2590) pvelazquez@unav.edu

DL: NA 10-58 / SP-ISSN-0029-5795

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Página 86 Reseñas de libros Lucía Martínez, Paola Bernal, Teo Peñarroja, José María Sánchez, Pablo Blanco, Joseluís González, Álvaro Villagrán, Enrique G.-Máiquez, Carmen Camey, Izaro Díaz, Raquel Menéndez, Ana Eva Fraile y Alejandro Navas. Página 88

SERIES

The Bear: un suculento estrés culinario

Alberto Nahum García

Página 96

ESCENA

La visión tras el relato

Felipe Santos

Página 100

ARTE

Los museos, templos de emoción

Ana Eva Fraile

Página 102

TRABAJAR A UNA VELOCIDAD HUMANA

El crecimiento económico no debería ser un objetivo a cualquier precio. ¿Qué pasaría si más empresas se tomaran en serio la dimensión humana y creativa de su labor? ¿Y si familia y trabajo constituyeran dos polos de un ecosistema?

Ana Marta González

Página 106

7 827 ejemplares/ número (2022)

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Member of CASE Esta revista recibe una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte.

DISPAROS AL AIRE

NOSTALGIA. José Ortiz Echagüe tomó esta imagen en Fez (Marruecos) en 1965. El fotógrafo —y empresario y piloto y militar y también ingeniero, pero esa es otra historia— retrataba, para detener el olvido, un mundo que poco a poco dejaba de existir. ¿Nostalgia? ¿Memoria histórica? A veces se colaban en sus escenas fallos de raccord. Por ejemplo: en esta foto, en la parte derecha de la puerta de Bab Chorfa, notará usted una mancha redonda. Cuando Ortiz Echagüe presionó el disparador había una señal de tráfico que prohibía el paso a las bicicletas. El autor se esforzó por enmascararla porque aquella molesta intrusión de modernidad le estropeaba el relato. Él trataba de documentar un mundo en desaparición, y por eso necesitaba borrar los signos del progreso. Lo que para su obra artística era virtud se vuelve en la vida vicio. No sirve de mucho maquillar la realidad cuando no nos gusta; equivale a quedarse el último del ayer, acaso para apagar las luces y cerrar la puerta. Es preferible arremangarse y trabajar para llegar los primeros al mañana. Y saber que la imaginación acaba respetando la realidad, como reflejó aquel fotógrafo minucioso y observador.

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Fez 4 (1965) © José Ortiz de Echagüe, Museo Universidad de Navarra, VEGAP, Pamplona 2023.
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Epidemia de desesperación

La globalización ha destruido muchos empleos entre la clase trabajadora, lo que cercena su sentido de comunidad, autoestima y orgullo y los aboca a la desesperación. Aunque la pandemia y el paro han sacudido todo el mundo, el nobel de Economía Angus Deaton y la economista Anne Case han descubierto en Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo (2020) una epidemia que asola Estados Unidos hasta el punto de hacer descender su esperanza de vida: los suicidios, las enfermedades relacionadas con el alcoholismo y las sobredosis de droga.

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Grandes temas Desbrozar el sinsentido
texto Victoria De Julián [Fia Com 21] ilustración Alberto Aragón

Ssísifo sube todos los días, cuesta arriba, una pesada piedra. Debe llevarla a la cima de la montaña y después una fuerza la hace caer hasta la llanura para volver a empezar desde el principio. Lo hace en soledad. Según el mito griego, este rey hizo enfadar a los dioses, que le castigaron con semejante tarea inútil. El filósofo Albert Camus retomó en 1942 esta imagen para ilustrar los sufrimientos del hombre moderno y presentar la encrucijada de si la vida vale o no la pena. Por eso, abre así su ensayo: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio».

Angus Deaton y Anne Case conocen bien los padecimientos del pobre Sísifo: se parecen a los de los estadounidenses. Son profesores eméritos de la prestigiosa Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. Deaton recibió en 2015 el Nobel de Economía. Fue el reconocimiento a su compromiso con la investigación de las raíces de la pobreza. Case no tiene el Nobel, pero ha sido galardonada con el Premio Kenneth J. Arrow por sus estudios sobre los lazos entre salud y economía.

También son un entrañable matrimonio que veranea en Montana. Les gusta trabajar juntos: desde investigar hasta cocinar y pescar. En agosto de 2014 dedicaron sus vacaciones a emprender un nuevo proyecto: estudiar el vínculo entre felicidad y suicidio. Partían del hecho de que en su apacible Montana la tasa de suicidio cuadruplicaba la de Nueva Jersey. ¿Acaso la gente era menos feliz allí? ¿Por qué? Tiraron del hilo y vieron que el número de suicidios había aumentado en el país entero.

Pusieron estos datos en contexto y descubrieron que no solo se incrementaban los suicidios, sino todas las muertes. ¿Sería una cuestión del envejecimiento? No: detectaron un aumento de mortalidad entre la gente de mediana edad, entre los cuarenta y los sesenta años. ¿Sería a causa de la crisis de 2008? Tampoco: la tendencia comenzaba en 1990. Durante cinco años siguieron la pista a los datos, a través de los registros del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, y constataron que entre 2014 y 2017 también se acrecentó el número de muertes de estadounidenses. Se quedaron perplejos: la esperanza de vida nunca había caído durante tres años consecutivos. Solo había un precedente: entre 1915 y 1918, es decir, durante la Primera Guerra Mundial y la posterior epidemia de gripe.

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Grandes temas Desbrozar el sinsentido

El número de suicidios no era suficiente para explicar el aumento de muertes. Entonces, ¿por qué estaba muriendo la gente? ¿No había mejorado el capitalismo el nivel de vida y el bienestar material, como celebraba el propio Angus Deaton en su libro El gran escape? Deaton y Case encontraron un aumento en los «envenenamientos accidentales».

«¿Cómo podía ser? ¿Por alguna razón la gente bebía accidentalmente desatascador Drano o herbicida? En nuestra (entonces) inocencia no sabíamos que era la categoría que incluía la sobredosis de droga, o que había una epidemia de muertes debidas a los opioides», cuentan llanamente en su libro. Lo que había aumentado en Estados Unidos eran las enfermedades hepáticas por consumo de alcohol y, sobre todo, las sobredosis de droga; en concreto, de fármacos recetados para aliviar el dolor.

Suicidios. Opioides. Alcohol. Es difícil distinguir qué muerte fue accidental y cuál no. Si la sobredosis, en realidad, fue un suicidio. O si la persona que bebió hasta morir deseaba quitarse la vida. Por eso Deaton y Case las agruparon en lo que llaman «muertes por desesperación». Los tres tipos de defunciones tienen en común que son autoinfligidas, carecen de un agente externo y revelan «una gran infelicidad de vida».

blanco, mediana edad, sin estudios. En 2017 murieron en Estados Unidos 2 809 769 personas, un 1 por ciento de sus ingentes 325 millones de habitantes. La primera causa de muerte fueron las enfermedades cardiacas y la segunda el cáncer. 156 237 estadounidenses fallecieron por una de las tres muertes por desesperación. «Es el equivalente a tres Boeing 737 MAX llenos de gente que caigan del cielo cada día sin supervivientes», ilustran Case y Deaton. 70 237 sobredosis de opioides, 47 107 suicidios y 38 893 muertes por enfermedad hepática alcohólica ese año. Los profesores añaden que, en comparación, hubo 40 100 víctimas en accidentes de tráfico y 19 510 homicidios.

En su investigación observaron que la desesperación acechaba por igual a hombres y mujeres, a jóvenes y viejos. Pero no sucedía lo mismo con blancos y negros. Aunque los afroamericanos tienen la tasa de mortalidad más alta del país, desde 1990 han vivido un progresivo aumento de la esperanza de vida. La brecha de defunciones entre ambas razas se ha reducido porque la epidemia de muertes por desesperación afecta sobre todo a los caucásicos.

Desde aquel verano de 2014 en Montana, Angus y Anne consagraron los cinco años siguientes a la investigación de esa «gran infelicidad vital». El resul-

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tado lo publicó en 2020 Princeton University Press con el título de Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo. En España lo editó Deusto, del Grupo Planeta, con una portada negra y la palabra «muertes» estampada en grande. No hace justicia a la mirada lúcida, el tono esperanzado y la enérgica denuncia a las farmacéuticas de Case y Deaton.

El sociólogo Émile Durkheim, en su trabajo fundacional sobre el suicidio, publicado en 1897, detectó que la gente con mayor nivel de estudios era más propensa a suicidarse. Según Durkheim, la educación tendía a debilitar las creencias y los valores tradicionales que prevenían del suicidio. Desde luego, más de una vida se habría salvado si no hubiese bebido del romanticismo de las penas del joven Werther.

Ahora sucede lo contrario. En las personas nacidas en el periodo de 1935 a 1945 el suicidio era igual de habitual entre aquellos con y sin título universitario. A partir de 1950, los estadounidenses sin una licenciatura estaban más expuestos al riesgo de morir por esta causa. Más aún: Deaton y Case descubrieron que la gran mayoría de los blancos de mediana edad que morían por desesperación no tenían estudios universitarios.

Además del papel de la cultura en la formación de las personas, en nuestra sociedad meritocrática los títulos son el pasaporte para un trabajo y una vida mejores. Deaton y Case lo ilustran con datos de 2017: el 84 por ciento de los estadounidenses entre los veinticinco y los sesenta y cuatro años con al menos una licenciatura conservaban un empleo. Dentro del mismo grupo de edad, pero solo con el diploma de secundaria, apenas el 68 por ciento trabajaba. Puede parecer justo: si te esfuerzas y estudias, accedes a

una vida mejor. Si no, te expones a la epidemia de la desesperación. Deaton y Case citan entonces al profesor de Harvard Michael Sandel, quien denuncia que el sistema meritocrático es, en realidad, una aristocracia hereditaria. El ascensor social del american dream, del self-made man, está trucado. Según datos de Sandel recogidos en el reportaje de Nuestro Tiempo «¿Es justa la meritocracia?» [número 711], dos tercios de los estudiantes de la Ivy League proceden del 20 por ciento de las familias más pudientes del país. Tener mayor formación no es una simple cuestión de esfuerzo y mérito.

sin fiesta de navidad. Deaton y Case secundan otras dos tesis de Sandel. La primera es que la supuesta meritocracia siembra en los menos afortunados el, en palabras del profesor de Harvard, «desmoralizador pensamiento de que su fracaso es obra suya, de que simplemente carecen del talento y la voluntad necesarias para triunfar». La segunda es la determinante influencia que tiene la educación universitaria a la hora de acceder a un empleo mejor pagado. En concreto, Sandel advierte de que esto presume una degradación moral de las profesiones que requieren menos estudios.

Sin embargo, la desesperación de quienes no alcanzaron un título universitario no procede stricto sensu de la ausencia de un empleo bien pagado. La desmedida influencia de la educación superior no tiene solo que ver con dinero o bienes materiales. De hecho, la tesis que enhebra Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo es que lo que les falta es algo inmaterial.

Por una parte, la globalización hace que las empresas deslocalicen sus fábricas. Por otra, se sustituyen

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Grandes temas Desbrozar el sinsentido
La economía —el capitalismo— ha fallado a la clase trabajadora. El título universitario es un pasaporte para entrar en un mundo o en otro. En el del trabajo menos cualificado, preocupan el estancamiento de los salarios y la desestructuración de una vida con sentido.

las labores manuales por máquinas. Así, hay menos trabajo que hacer con poca cualificación. Y el que queda no está unido —ni física ni emocionalmente— al corazón de la empresa. Se subcontrata a limpiadores, bedeles, repartidores, conserjes, obreros, camareros, cocineros, conductores. No pertenecen a la empresa, lo que les resulta alienante. «Ya no están invitados a la fiesta de Navidad», ironizan los autores citando al economista Nicholas Bloom.

Case y Deaton esgrimen con frecuencia que la economía —el capitalismo— ha fallado a la clase trabajadora. El título universitario es un pasaporte para entrar en un mundo o en otro. En el del trabajo menos cualificado, denuncian el estancamiento de los salarios y la desestructuración de una vida con sentido, que se entrevé en la metáfora de la cena de Navidad. Explican este último punto, esencial en su investigación, volviendo a Émile Durkheim : «El trabajo no es solo una fuente de dinero; es la base de los rituales, las costumbres y las rutinas de una vida de clase trabajadora. Si se destruye el trabajo, con el tiempo el estilo de vida de la clase trabajadora no podrá sobrevivir. Es la pérdida del significado, de la dignidad, el orgullo y la autoestima que acompañan a la pérdida del matrimonio y de la comunidad lo que causa la desesperación, no solo, o ni siquiera principalmente, la pérdida de dinero. Nuestro discurso se hace eco de la explicación del suicidio que dio Émile Durkheim sobre cómo el suicidio tiene lugar cuando la sociedad es incapaz de proporcionar a algunos de sus miembros un marco dentro del cual pueden vivir una vida digna y con sentido».

adictos a los opioides. En 2019, los médicos dieron opioides a 98 millones de estadounidenses, más de un tercio de la población adulta. Este dato habla de un país dolorido. Este otro, de una industria negligente: en 2012 se prescribieron opioides suficientes para que cada ciudadano mayor de edad contara con reservas para un mes. Y este último retrata un país adicto, desesperado: los opioides recetados explican una cuarta parte de las 70 237 muertes por sobredosis de 2017. La heroína y el fentanilo —opioides ilegales— causaron el otro 75 por ciento de envenenamientos. El fentanilo es cincuenta veces más potente que la heroína y cien veces más que la morfina. Una dosis de dos miligramos unida a otros opioides o al alcohol resulta letal. En el mercado negro se importa desde China a través de México y se mezcla con heroína y

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cocaína para potenciar su efecto. Que la gente muera no disuade a los clientes de los camellos. Todo lo contrario: «Los adictos a los opioides están tan desesperados por no sentir nada que consideran una muerte como un indicador de que el proveedor es deseable», explican los autores para advertir de que detrás de las sobredosis hay intentos de suicidio. «La gente o bien quiere morir o le da todo igual excepto satisfacer su adicción, aunque les mate».

Según un artículo de Newtral, desde 2019 a 2021 las muertes por sobredosis de fentanilo aumentaron un 94 por ciento. Se estima que les arrebata la vida a casi doscientos estadounidenses al día. Esta herida desangra a los jóvenes: el fentanilo es la causa líder de fallecimiento de los estadounidenses de 18 a 49 años. Ya en 2015 la Administración de Control de Drogas (DEA), dedicada a la lucha contra el contrabando y el

consumo de estupefacientes, categorizó la crisis de los opioides como epidemia.

«¿Por qué la epidemia es mucho peor en Estados Unidos y apenas está presente en la mayoría de los demás países ricos? […] ¿Por qué, además, los estadounidenses con una licenciatura rara vez mueren de sobredosis y por qué estas son las causas del 90 por ciento de las muertes entre los que no tienen un título universitario de cuatro años?», se preguntan Deaton y Case. La razón se puede resumir en que el exceso de recetas legales acostumbró a la nación a una dosis. Cuando la industria corrigió esta tendencia, los estadounidenses ya eran adictos: toleraban la dosis y necesitaban más.

Deaton y Case explican esta «historia del dolor» en parámetros de oferta y demanda: «En la epidemia, el lado de la oferta fue importante —las empresas far-

Grandes temas Desbrozar el sinsentido

macéuticas y sus facilitadores en el Congreso, los médicos imprudentes con las recetas—, pero también lo fue el lado de la demanda —la clase trabajadora blanca, la gente con menos estudios, cuya vida ya de por sí angustiada era un terreno fértil para la avaricia corporativa, un sistema regulatorio disfuncional y un sistema médico deficiente—».

Además de en mortalidad, Anne Case es una experta en morbilidad, es decir, en la mala salud de los vivos. Para conocerla, junto con los análisis de sangre y orina, los médicos examinan los cuatro «signos vitales»: presión arterial, pulso, temperatura y frecuencia respiratoria. Como cuentan los autores, cada vez más preguntan por un quinto signo vital: el dolor.

Medirlo es como retratar algo invisible, como achicar agua con un colador. El dolor es como una amarga corriente de impotencia, frustración y soledad. Para cuantificarlo, la Encuesta Nacional de Entrevista de Salud visita todos los años, desde 1997, alrededor de treinta y cinco mil hogares. Consultan a la gente acerca de sus emociones y sus obstáculos para desempeñar tareas cotidianas: andar cuatrocientos metros, subir diez escalones, ir al cine y socializar con amigos. En estos últimos veinte años, las dificultades para estar con amigos se han duplicado entre los estadounidenses blancos sin estudios. Por eso, subrayan Deaton y Case: «Capacidades cruciales que hacen que valga la pena vivir están en riesgo, entre ellas la de trabajar y la de disfrutar de la vida con los demás».

farmacéuticas cómplices. Lo normal es que el dolor aumente con la edad, como sucede en el resto de países ricos e industrializados según la encuesta Gallup. En Estados Unidos no: los blancos de mediana edad sienten más dolor que la gente a los ochenta. Y, oh, sorpresa, lo están experimentando más los que no poseen un título universitario. Los estados en los que la gente sufre coinciden con los que registran más suicidios, más desempleo y más aislamiento debido a su baja densidad poblacional: Montana, Alaska, Wyoming, Nuevo México, Idaho y Utah.

En esos lugares solitarios, sin empleo, sin un plan diario, sin perspectiva de futuro, sin esperanza, la vida se asemeja a la de Sísifo. Entonces, algo libera a Sísifo de su carga: llega la oferta. Antes que el fentanilo apareció el OxyContin, el nombre comercial de la oxicodona, un analgésico que se vende solo con receta. Lo patentó Purdue Pharmaceutical y lo aprobó en 1995 la Administración de Alimentos y Medicamentos.

Este opioide legal es casi dos veces más potente que la morfina y se administra por vía oral en forma de pastillas de 10 a 80 miligramos para aliviar el dolor intenso de la artritis o el cáncer. La fórmula del OxyContin es de liberación lenta, lo que lo popularizó como un analgésico con el que dormir sin dolor toda la noche. En la calle lo apodan oxi o hillbilly heroin, que significa «heroína rústica». Heroína porque la oxicodona produce un estado de euforia muy parecido al de ese opiáceo semisintético. Por eso es altamente adictiva. Rústica porque es más barata y fácil de conseguir en el mercado negro que la heroína.

Las farmacéuticas abusaron de su fabricación. Los médicos abusaron de las dosis y las recetas. El excedente de oxi facilitó su acceso a la venta ilegal. Y los pacientes hicieron otro tanto. En vez de tragar la pastilla entera, la masticaban o pulverizaban para aspirar o inyectársela. Usarla así implicaba desarrollar tolerancia hacia sus efectos, es decir, aumentar la dependencia. Si necesitaban más, en el mercado negro ya había heroína y fentanilo. No fue hasta 2011 cuando Purdue ajustó la fórmula del OxyContin y advirtió de cómo debía tomarse. Aunque eso implicó que las muertes por sobredosis de opioides recetados dejaran de aumentar, Case y Deaton son muy críticos: «La reformulación permitió a Purdue renovar la patente, que estaba a punto de expirar, lo

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La investigación de Case y Deaton no va solo sobre muertes, sino también sobre el futuro del capitalismo. Estos dos profesores de Princeton observan un drama
complejísimo, una constelación de heridas que se infectan entre sí, pero ven en el fondo un fallo del sistema.

que probablemente preocupaba más a la empresa que salvar vidas».

Ya era tarde. Así narran los autores el punto de inflexión en la epidemia de los opioides: «Las muertes por sustancias con receta fueron sustituidas por decesos por heroína, y el total de fallecimientos por sobredosis siguió aumentando. Los camellos esperaban junto a las clínicas de tratamiento del dolor a los pacientes cuyos médicos les habían denegado nuevas recetas». Con el letal fentanilo en la calle y la responsabilidad de la adicción en las manos, Purdue intentó recular y creó un tratamiento asistido con medicación para tratar la adicción.

«Es como si el envenenador del agua corriente, tras matar y hacer enfermar a decenas de miles de personas, exigiera una enorme cantidad de dinero a cambio del antídoto para salvar a los supervivientes», denuncian Deaton y Case. No son los únicos críticos con Purdue. El afamado periodista de investigación de The New Yorker Patrick Radden Keefe publicó en 2021 El imperio del dolor, un libro que muestra la codicia, la corrupción y la avaricia de la hasta entonces aplaudida familia Sackler, propietaria de Purdue Pharma. Deaton y Case citan el artículo de 2017 con el que comenzó la investigación de Keefe, «La familia que hizo un imperio de dolor»: «La mayoría de las

prácticas cuestionables que impulsaron a la industria farmacéutica hasta convertirla en la calamidad que es hoy pueden atribuirse a Arthur Sackler».

Case y Deaton denuncian injusticias porque su investigación no va solo sobre muertes, sino también sobre el futuro del capitalismo. Estos dos profesores de Princeton observan un drama complejísimo, una constelación de heridas que se infectan entre sí, pero ven en el fondo un fallo del sistema: «La historia de los opioides muestra el poder que tiene el dinero para impedir que la política proteja a los ciudadanos corrientes incluso frente a la muerte».

Si a Sísifo le das una piedra más pesada de lo que puede soportar, sentirá dolor. Si su trabajo está desconectado de la comunidad, sin sentido de pertenencia, sin otra perspectiva que volver a ver rodar la piedra ladera abajo, lo razonable es que no encuentre significado a su esfuerzo. Si el sistema no ofrece a Sísifo la posibilidad de vivir una vida con aspiraciones, sino el analgésico para soportar su dolor, es lógico que tarde o temprano la adicción devenga en sobredosis. Por eso Deaton y Case rechazaron hablar del fracaso del capitalismo y eligieron el futuro del capitalismo. No está todo perdido. Que Sísifo busque con quien compartir su labor y disfruten juntos de las vistas desde la cima. Nt

Algunos estudios recientes apuntan a un incremento de fentanilo en el narcotráfico barcelonés, y los suicidios aumentan cada año en nuestro país. Sin embargo, el profesor Angus Deaton descarta en el corto plazo un panorama similar al de Estados Unidos gracias al correcto funcionamiento del sistema sanitario español.

Cabe preguntarse, en este mundo globalizado, por qué las muertes por desesperación son un fenómeno específicamente estadounidense y qué factores evitan su expansión a otros lugares. En conversación con Nuestro Tiempo, el Nobel de Economía Angus Deaton indicó que «también la clase trabajadora de Europa sufre los estragos del desempleo por la globalización y la pérdida de buenos trabajos para personas menos cualificadas».

Lo natural sería esperar una respuesta idéntica al mismo estímulo. Y, en efecto, en España se suicidan cada

vez más personas. Es la primera causa de muerte no natural desde 2008, cuando superó por primera vez a los accidentes de tráfico. En 2018, 3539 personas se quitaron la vida; en 2021, 4003: once al día. Aun así, en ese aumento influye más la pandemia que la «epidemia de la desesperación». La tendencia en España es menos pronunciada que en Estados Unidos. Deaton y Case entienden que un factor que dispara el suicidio es la existencia de medios para cometerlo. Mientras que en nuestro país es complicado disponer de un arma de fuego, en EE. UU.

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El sistema sanitario contiene las «muertes por desesperación» en España

La magnitud de la tragedia

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Tasa de mortalidad por suicidio, alcohol y drogas en personas blancas de 50 a 54 años en Estados Unidos

se consideran casi un bien de consumo. El estudio de los autores muestra que en los estados con menos densidad poblacional, peor salud y mayor tasa de suicidio es más común encontrar armas de fuego. Ante esta evidencia, manifiestan prudentes que hay una estrecha relación entre la desesperación de los blancos con menos estudios, el desamparo de la clase trabajadora y el voto a Trump Tampoco sucede en España, ni de lejos, la crisis de opioides ni la epidemia de fentanilo. Deaton y Case aducen que la clave está en la diferencia en el sistema

sanitario, pues en Estados Unidos «mucha gente no tiene un doctor habitual y no hay registros médicos unificados», lo que facilita el descontrol en la receta de opioides. En España no hay tal demanda —tal dolor— ni tal oferta irresponsable que provenga de la industria farmacéutica. Deaton señaló a Nuestro Tiempo que, para su estudio, no consideraron en absoluto el caso español. «No hemos encontrado un aumento de muertes por desesperación en Europa, excepto en los países de habla inglesa. Tenéis un sistema sanitario mucho mejor

que el estadounidense y no permitís a las farmacéuticas hacer adicta a la gente por dinero, por eso los opioides no suelen usarse fuera del ámbito clínico. Vuestro sistema sanitario es mucho más barato que el nuestro y no está financiado con impuestos fijos», asegura.

No obstante, varios estudios de 2022 del Hospital del Mar y el Hospital Germans

Trias i Pujol han detectado fentanilo en el narcotráfico de Barcelona. Analizaron las muestras de orina de 187 pacientes en tratamiento de desintoxicación y localizaron fentanilo

tras, el 8,6 por ciento. En una investigación anterior, lo encontraron en el 4 por ciento. Aumenta su presencia, pero es pequeña.

Aunque estos factores resultan alarmantes, la envergadura del problema no tiene punto de comparación con la de Estados Unidos. En cualquier caso, los suicidios, las enfermedades relacionadas con el alcoholismo y las sobredosis no dejan de ser síntomas de una profunda infelicidad en la clase trabajadora. Plantea un reto para los países ricos recuperar el sentido de comunidad en este grupo.

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en
muesPARA ENTENDER
dieciséis
Motivos de muerte en Estados Unidos
Muertes en Estados Unidos en 2017 1992 Muertes por 100 000 200 150 100 50 0 200 000 150 000 100 000 50 000 0 2000 Hombres no universitarios Muertes por desesperación Hombres universitarios Mujeres no universitarias Otras causas de muerte Mujeres universitarias 2010 2018 156 237 59 610 40 100 Accidentes de tráfico 19 510 Homicidios 47 107 Suicidios 70 237 Sobredosis de opioides 38 893 Enfermedad hepática alcohólica

—Hi, Dave! ¿Te paso con mamá?

Este es Patrick. Tiene siete años. En cuanto suena el riiin, Liz y él echan a correr por el pasillo para descolgar primero. Hoy ha ganado Pat. Cuando David Hornback (Los Ángeles, 1962) vuelve sobre las instantáneas que tomó en la adolescencia, ve las raíces del género con el que aún disfruta como un niño: la street photography. Una llamada que le lleva a sus orígenes. En las páginas de Where the Hell is Wichita?, sus hermanos y sus padres respiran, comen, hablan, duermen, juegan eternamente jóvenes. Su primer libro se publicó en 2020, pero las imágenes de Hornback pueblan los periódicos de Norteamérica y Europa desde mucho antes. El terremoto de San Francisco, por el que su equipo ganó el Premio Pulitzer en 1990, y la caída del Muro de Berlín son dos hitos de su carrera. Sin embargo, la esencia de su trabajo late en tres palabras: slices of life. Fotografía para proteger del tiempo los instantes, pequeños y fugaces, de la vida cotidiana.

texto Ana Eva Fraile [Com 99]

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—La conversación que no cesa. Patrick en 1978 subido a un cajón abierto para poder hablar desde el teléfono de la cocina.

a los quince años david hornback se convirtió en un cazador de momentos. Aparecía con sigilo, disparaba y luego se desvanecía en la jungla de su casa o se agazapaba en el jardín. Cuando dejó Wichita para ir a la Universidad de Kansas, aquellas fotos de su familia hibernaron casi dos décadas en el ático de sus padres. Hasta que durante una visita encontró las viejas cajas en las que había guardado los negativos y las hojas de contactos. Entonces descubrió un pasaje a otro mundo, como Alicia a través del espejo.

David Hornback vuelve a ser Dave al mirar esas fotografías. Recuerda cada detalle de cada instante. Anne, su hermana mayor, se cepilla el pelo antes de una cita; en la cocina, Mom le cuenta, con la suave luz de la tarde, cómo cose las colchas de patchwork; Dad se queda dormido delante del televisor después del trabajo; John practica golpes de boxeo con un amigo en el porche; Paul cuenta uno de sus chistes; Joe recrea el triple del último partido de baloncesto; Liz y Patrick juegan al escondite en el patio… «Todavía puedo sentirlos, puedo escuchar sus voces y dialogar con ellos», relata.

—¿Quieres bailar? Liz muestra su vestido nuevo antes de participar en su primer baile. Apenas podía caminar porque los zapatos le quedaban demasiado grandes.

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Grandes temas El pasado presente

Su familia se mudó a esta ciudad en el corazón de Kansas, «en medio de la nada», cuando él tenía cinco años. Su padre, Terry, dejó de limpiar sistemas de ventilación para diseñar aviones porque le ofrecieron un puesto de ingeniero en la compañía Cessna. Aunque a su mujer, Nancy, le encantaba vivir cerca de la costa de California, él —como explica Hornback— «prefirió Kansas, un estado más conservador y religioso, para criar a sus hijos».

Hoy la casa de Wichita ya no es su casa. Sus padres han fallecido. También el pequeño, Patrick. Fue en mayo de 2022, pero a Hornback le cuesta hablar del protagonista de tantos recuerdos. Sus otros cinco hermanos han echado raíces en diferentes rincones del país. Y él reside en Europa desde 1990. Sin embargo, el ayer continúa palpitando en blanco y negro. «A través de las fotos, el pasado es más bien un momento presente, tan vivo y real», matiza. Entonces David era un estudiante de secundaria que no se preocupaba por el futuro.

Una tarde a mediados de la década de los setenta, sacó un retrato de un árbol en el jardín trasero con la cámara Kodak Ins-

—Del revés. Patrick tumbado en el suelo del porche y Sparky, la mascota de la familia, en el banco. No parece importarles haber elegido el lugar equivocado.

—La siesta. Joe y Paul duermen tras un partido de baloncesto. Joe era el rebelde, siempre cuestionándolo todo, y Paul derrochaba sentido del humor.

—Once para siempre. Liz sopla las velas de su undécimo cumpleaños en 1980. Fue una de las últimas celebraciones que David inmortalizó antes de emanciparse ese mismo año.

—Adiós. Patrick en la tumba de un pájaro herido que habían encontrado unos días antes. Intentaron curarlo, pero no lo consiguieron.

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tamatic 126 que le regalaron por su duodécimo cumpleaños. Al cabo de unos meses, al salir a jugar, solo encontró hierba donde debería de estar el tronco. ¿Cómo es posible —pensó— que el árbol se haya ido pero aún exista sobre el papel? Comprendió así el poder de la imagen y se lanzó a fotografiar a todas las personas que amaba para salvarlas, mágicamente, antes de que también desaparecieran.

Capturar la fugacidad del tiempo pasó de un juego a una obsesión: «Quería congelar esos instantes cotidianos porque de alguna manera los hacía inmortales». Mientras en su cabeza borboteaban los grandes porqués, entre 1977 y 1980, aquel adolescente se dedicó a atrapar la luz, «esas fracciones de segundo donde ocurre la vida casi sin darnos cuenta», confiesa en la actualidad.

Su mirada, ingenua e inocente, remedaba a los mapaches. Se dice que el antifaz de pelo oscuro mejora su visión. Herederos de esa creencia, los wichita tatuaban sombras alrededor de los ojos de los jóvenes de la tribu para protegerlos del brillo del sol. Hornback se resguardó detrás de una caja negra y desafió en

—Cuerpo a tierra. Varios hermanos y un vecino ayudan a reparar el camión Plymouth 1940 de su padre. Terry trabajaba muchas horas, incluso compaginó tres trabajos, para sacar adelante a sus siete hijos.

—Enjaulado. Paul quería ser arquitecto e ideó varios fuertes y casas en los árboles, donde jugaba con sus hermanos. También fabricó esta jaula de conejos.

—El niño cebra. En una de sus expediciones fotográficas por la casa, David descubrió a su hermano Patrick dormido en el porche junto al bebedero de Sparky. Envió la imagen a un concurso de Kodak y ganó el premio: una medalla de oro y cien dólares.

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Grandes temas El pasado presente

duelo al reloj: quería salvaguardar lo que él llama slices of life, los pequeños momentos, o rebanadas de realidad, que configuran cada historia personal.

el pulitzer que sale a la calle a jugar. En el instituto asistió a su primer curso de fotografía y desde entonces la cámara es un apéndice que cuelga del hombro derecho de David Hornback. Su mano izquierda rodea el objetivo, siempre lista para enfocar. Estudió Fotoperiodismo en el campus de Lawrence y en 1984 le concedieron el premio al mejor fotógrafo universitario de los Estados Unidos. Con veintiún años hizo su primer encargo para National Geographic y destacaron en portada una de sus imágenes de la pantera de Florida.

Durante un viaje a Berlín Occidental, le cautivó la ciudad y vivió dos años a ese lado del Muro. En 1988 regresó a Norteamérica. Después de una etapa freelance en Tucson (Arizona), se trasladó a California, donde el San Jose Mercury News le contrató como reportero gráfico. El 17 de octubre de 1989 un terremoto de

—Despensa de recuerdos. Mom y Liz cenan tarde en la cocina. Su madre falleció en 2012 y su padre en 2015. No llegaron a ver el libro Where the Hell is Wichita?, pero David les regaló muchas copias de las fotografías cuando redescubrió los negativos.

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6.9 sacudió el centro de San Francisco y Hornback se enfrentó con veintisiete años a uno de los episodios más reveladores de su carrera. De entre las ruinas apocalípticas de la bahía, decidió poner el foco en la persona. Por ejemplo, aquel hombre que dormía dentro del coche en la montaña porque no soportaba estar bajo un techo. Había visto cómo su casa se derrumbaba y Hornback estuvo ahí cuando entró temblando en su hogar para recoger lo que se había salvado.

Día y noche a lo largo de tres semanas, el equipo del San Jose Mercury News —del que también formaban parte sus colegas

Mike Rondou, Judy Griesedieck, Jason Grow y Karen Borchers— se volcó en contar qué ocurría en la vida de quienes habían sufrido una experiencia tan traumática. Esa detallada cobertura de la catástrofe les hizo merecedores en 1990 del Premio Pulitzer, el galardón periodístico más prestigioso. Hornback se enteró de la noticia en Europa. Apenas veinte días después del seísmo, decidió tomar un vuelo hacia Berlín para dar testimonio de cómo el Muro se tambaleaba.

—Preparándose para la cita. Anne se cepilla el pelo en su habitación antes de salir un viernes por la tarde de 1979. Un año antes, la hermana mayor, en lugar de llamar a un fotógrafo profesional, pidió a David que le hiciera unos retratos. Él, que solo tenía dieciséis años, se alegró mucho.

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Grandes temas El pasado presente

Desde una terminal neoyorquina telefoneó a Bryan Moss, entonces director de fotografía del periódico, para disculparse por huir sin consultarle. Hornback le explicó que no podía perderse el mayor acontecimiento de la década. Su jefe le respondió con un largo silencio. Luego soltó una carcajada. «No te preocupes. Te cubro la espalda. Haz buenas fotos», le dijo. La frontera de hormigón armado que había partido la ciudad durante veintiocho años empezó a caer el 9 de noviembre. Hornback llegó al día siguiente, a tiempo para presenciar cómo los alemanes del Este cruzaban al otro lado de la Potsdamer Platz. Su objetivo puso el énfasis de nuevo en la intrahistoria con el reencuentro de tres generaciones de una misma familia.

Fue en Berlín donde David Hornback comenzó a modelar el proyecto titulado Where the Hell is Wichita? En 1999 se trajo de vuelta a Europa los negativos que habían permanecido ocultos, también de su propia memoria. Las imágenes del terremoto de Loma Prieta y del Telón de Acero inmortalizaron acontecimientos para la historia; sin embargo, el tesoro escondido en el ático

—Halo mágico. Patrick con una bengala el 4 de julio de 1978 detrás de la casa. Sus hermanos también le ayudaban a David a experimentar con la luz de una linterna.

—Rezando juntos. La familia reunida para la cena de Acción de Gracias en 1980. Dad preside la mesa y dirige las oraciones. Duncan, el novio de Anne, había venido desde Colorado a visitarlos.

—Shhh… Patrick protagonizó muchas de las imágenes de David. Cocinando en el barro, durmiendo la siesta en la mesa de pícnic del patio, bloqueando las escaleras para que nadie pudiera subir o escondiéndose en un cubo de basura mientras jugaban.

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le ayudó a construir su historia. Allá donde vivió —fuera Berlín, Sevilla o Bilbao— siempre le había perseguido, como una sombra, «la sensación de que lo que ve en una fotografía está vivo en otro lugar». Y en aquellas cajas olvidadas encontró las respuestas a sus porqués.

Después de cuarenta y dos años de trayectoria profesional, de haber colaborado con un gran número de revistas, agencias y periódicos norteamericanos y europeos, de haber cultivado casi todos los géneros, lo que más le gusta hacer a Hornback es lo que hacía de niño: salir a la calle para jugar, explorar el mundo como si lo descubriera por primera vez. En aquella forma de mirar se encontraba la base de la street photography, de la que es un referente.

En la actualidad, David Hornback vive en Bilbao, donde da clases en la escuela de fotografía Blackkamera. Él y su mujer, Erika Barahona , son cómplices mutuos en la gestación de sus proyectos artísticos propios. Ella dirige el departamento de Fotografía del Museo Guggenheim de Bilbao, donde trabaja desde hace veinticinco años, y le aporta una perspectiva única.

—Perdiendo la cabeza. Patrick de pie dentro de la ventana del viejo cobertizo. Como un cazador, David acechaba a sus hermanos para capturarlos: mientras estaban haciendo algo, disparaba sin que ellos le vieran.

—¡Basta! Mom rehuía la cámara de su hijo. David coleccionaba máquinas viejas que conseguía en ventas de garaje, pero la que entonces solía usar era una Mamiya Sekor con película de 35 mm.

—El sabor de la vida. Las especias de Mom alineadas en los estantes de la cocina. Tenía una gran colección y las utilizaba todas. Le gustaba usar los botes viejos.

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Grandes temas El pasado presente

Hornback no tiene secretos. Disfruta compartiendo lo que sabe en conferencias y talleres. Durante estos años, sus ojos se han curtido. Por eso, cuando regresa a la tierra donde creció, ya no siente la necesidad de escapar: «Antes aborrecía esa nada, ahora la he vuelto a redescubrir». Su hijo, Otto, conoce bien los escondrijos donde su padre se refugiaba en la infancia. Visitó Wichita por primera vez en 2002, con solo ocho meses, y juntos pasaron allí unas semanas cada verano hasta 2015, que murió el abuelo Terry. Mientras ordenaban la casa, Otto recorrió todas las habitaciones con una cámara de fotos. «¿Acaso no somos una colección de recuerdos?», sugiere Hornback. De sus orígenes, conserva lo esencial, algo que iluminó su mirada de manera espontánea. Curiosidad, amor y belleza a través de un objetivo de 50 mm. Nt

—Diáspora de deseos. Los pompones blancos de diente de león cubrían algunos veranos, de la noche a la mañana, el jardín delantero de la casa. David intentó capturar las semillas que salían volando mientras Paul soplaba. Ellos eran los encargados de cortar el césped, pero no siempre lo hacían bien.

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AHORA BIEN Enrique García-Máiquez

Lee el poema triste

pidiesen cuentas por no haber sido el rabí Akiba, respondería que un gran maestro no lo fue ni en sueños. Pero que si Dios le preguntase por qué no fue Zusya, ay, ay, entonces sí que no tendría excusa legítima. Nuestra auténtica obligación es ser nosotros mismos, alegres o sesudos, según. Todos tenemos que ser cada uno lo mejor que podamos. Yo lo ejemplifico con poetas porque somos más expuestos y dicharacheros, pero a la propia personalidad está llamado cada cual.

«Nuestra auténtica obligación es ser nosotros mismos, alegres o sesudos, según. Todos tenemos que ser cada uno lo mejor que podamos»

EL POETA CHARLES SIMIC LO CUENTA: «Norman MacCaig fue un practicante del poema breve, un mago de la semejanza y un caballero del principio del placer estético. “No soporto —declaró una vez en una lectura de poesía en Kilkenny en la que estaba presente en primera fila Robert Lowell, invitado de honor del festival—, no soporto la poesía triste y ambiciosa”; y comenzó a leer de su copioso almacén de partituras optimistas. Había plantado una duda sobre la tendencia épica y el tono elegíaco y logró arrastrar a los oyentes consigo, llevándonos a una tierra de promisión de imágenes lúdicas, algunas preadolescentes, otras curtidas y despeinadas como jefes de clanes. El público, en trance, le premió con un aplauso sincero, agradecido y prolongado. Era el momento inesperado de un bis y el ironista bajó la guardia un segundo: “¿Qué queréis que lea?”. “¡Lee el poema triste!”, gritó Lowell, rápido como el destello de luz de sus gafas. Y MacCaig, siempre caballeroso, leyó un poema de gravedad y tristeza inusitadas. Tras el poema, cabizbajo, bajó del escenario».

Hay quien cree —quizá el mismo Simic— que esta anécdota deslegitima la poesía celebratoria de MacCaig (que parece, por cierto, el primo escocés de Máiquez). A bote pronto, me saldría contraatacar con la historia jasídica de Zusya. Cuando le afearon su desenfadada forma de ser, respondió que, si en el Juicio Final le preguntasen por qué no fue Moisés, él replicaría que jamás había sido profeta. Si le exigiesen haber sido Jeremías, recordaría que él no era escritor. Si le

Luego lo he visto más claro cuando Julio Llorente, en una entrevista, me llamó la atención sobre el hecho de que en todos mis libros de poesía hay uno o, como mucho, dos poemas muy tristes. Aunque yo, como mi primo escocés, prefiero dar esquinazo a la poesía desesperanzada y pretenciosa, podría cumplir perfectamente con Lowell, y recitar mi poema triste, si él me lo pide. Esos pocos textos marcan el nivel básico a partir del cual el alma ha de levantar su vuelo. MacCaig solo no habría sido fiel a toda la verdad si hubiese renegado realmente de la «tendencia épica» —aunque yo sospecho que eso lo pone Simic por su cuenta—, porque la alegría implica el heroísmo de alzarse por encima de la melancolía gravitatoria y la elegancia de no elegir la elegía. Quizá Robert Lowell, que sabía que aquel poema triste existía, pues lo pidió, no pretendía sino recalcar el verdadero mérito de su colega: haber escrito solo uno, y luego haberse volcado en el vuelo. Y MacCaig cayó, leyó y calló.

A Claudio Rodríguez, en un poema inolvidable, titulado «Lo que no es sueño», le pasó exactamente lo mismo, pero al revés. Vio que en ese juego entre lo triste y lo alegre, lo más verdadero, siempre, es la alegría: «Déjame que, con vieja/ sabiduría, diga:/ a pesar, a pesar/ de todos los pesares/ y aunque sea muy dolorosa, y aunque/ sea a veces inmunda, siempre, siempre/ la más honda verdad es la alegría». Escribió su poema feliz.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

La razón de ser de este artículo es que nos conjuremos para evitar la impertinencia de exigir estados de ánimo al prójimo, poeta o no. Si alguien, como un mago de la semejanza y del placer estético, nos pone en trance con sus frases desternillantes o sus historias gozosas, no le demandemos el poema triste; porque, además, lo tendrá. Y viceversa: cuando alguien nos estremezca de ternura o de compasión o de dolor, recordemos que la más honda verdad, a pesar de los pesares, es la alegría. Y escuchemos en ambos casos sin interrumpir la magia. No seamos Pepitos Grillos.

¿Solemos diferenciar entre las críticas legítimas y necesarias porque no hemos alcanzado nuestro mejor yo y aquellas que nos juzgan con un criterio ajeno a nuestra vocación?

@NTunav Opine sobre este asunto en Twitter.

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Enrique García-Máiquez [Der 92] es poeta y ensayista. @EGMaiquez

China no pudo censurar el silencio

El gigante asiático estrenó a finales de enero el año del conejo. Parece también el comienzo de una época sin restricciones. La política «covid cero» que dictó Xi Jinping ha acabado por colmar el vaso. En la región de Xinjiang, donde la minoría uigur sufre persecución, se desataron en noviembre y diciembre de 2022 las protestas del folio en blanco. Miles de chinos salieron a la calle en todo el país con pancartas que no decían nada, porque no se puede censurar un no-lema. Pero su mensaje hizo temblar al Gobierno de Pekín, que tuvo que recular.

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Grandes temas Folios blancos

Una chica sostiene un folio en blanco que interpela al autoritarismo chino. Muestra la impotencia de los manifestantes y resulta una burla hacia la propia censura.

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una chica vestida de blanco está sentada y sujeta un ramo de margaritas, parece una novia. Pero, en vez de un velo, lleva un folio en blanco que le cubre el rostro. Su pelo negro contrasta con la albura que la envuelve. Hace frío este 2 de diciembre, pero solo la abriga un manto de hojas blancas que también se despliega a su alrededor. En torno a ella, en el suelo, más folios blancos. Detrás aparece una figura enfundada en un traje plástico níveo con las costuras selladas en azul. Pertrechada con mascarilla y una pantalla de protección en la cara, comienza a fumigar a la chica de blanco con tinta roja. Parece una sangría. Se trata de dos estudiantes emigrados de China en el campus de la UCLA, en California. Denuncian de forma artística la censura que enmudece a sus compatriotas. Quizá vuelven a encarnar ese lema de Mao: «El pueblo chino se ha puesto en pie».

Nueve días antes, el 24 de noviembre de 2022, un grupo de bomberos intentaba aplacar las llamas en un bloque de viviendas en Urümqi, capital de la región de Xinjiang, al noroeste de China. No quedó claro si el problema que les impidió el paso fueron unas vallas que cercaban el edificio para prevenir el contagio de la variante ómicron o más bien la cantidad de coches de residentes aparcados, aunque más adelante las autoridades insistieron en que no había obstáculos para acceder al lugar del incendio. Las imágenes, que se viralizaron, mostraban un chorro de agua que no alcanzaba el fuego de la planta 15. El suceso acabó con la vida de diez personas y dejó heridas a otras nueve. El motivo, según un funcionario local, fue «la falta

de conocimiento o habilidades de los residentes para ponerse a salvo».

La indignación pública explotó y los vídeos se propagaron por Weixin —el equivalente chino a WhatsApp, conocido en Occidente como WeChat—. El asunto era especialmente sangrante porque, a me-

ese barrio no abrió el cierre perimetral el sábado 12 de noviembre, sino que lo mantuvo hasta el día 20, y el jueves 24 las vallas seguían en el edificio.

Por eso, el 25 de noviembre de 2022, la ciudad de Urümqi, que llevaba recluida más de tres meses, se llenó de manifestantes. «¡Terminad el confinamiento!», gritaban los xinjiangren en su marcha hacia un edificio del Gobierno regional. El Gobierno prometió levantarlo por fases, pero ni dijo cuándo ni abordó las protestas, que se propagaron en cuestión de horas por todo el país. Ese mismo día, un ciudadano de Chongqing, a tres mil kilómetros de allí, se manifestó en solitario ante sus vecinos: «Solo hay dos enfermedades en el mundo: la falta de libertad y la pobreza. Ahora las tenemos todas». Se abría algo nuevo.

el estallido en xinjiang. Xinjiang ocupa un sexto del territorio de China —más de tres veces España— y se la conoce por sus vastos desiertos, los que atravesaba la Ruta de la Seda. La inmensa Xinjiang la habita una mezcolanza étnica de mayoría turco-uigur. Son musulmanes, al igual que otro grupo de la provincia sureña de Guizhou, los hui, a quienes envidian por tener muchas más libertades.

diados de ese mismo mes de noviembre, el Gobierno central había anunciado que la política de «covid cero» iba a flexibilizarse. Pero, ante la habitual falta de precisión de las instrucciones, los gobiernos locales las interpretaron a su manera, y los comités vecinales las reinterpretaron a la suya. Así,

Cada vez que, a lo largo de la historia, la civilización china conquistaba nuevas tierras, observaba y asimilaba poco a poco a los pueblos oriundos, que aportaban rasgos culturales o lingüísticos al grupo dominante, los han. Cuanto más sabio y virtuoso era el gobernante chinohan, mayor era el número de extranjeros que adoptaban sus costumbres. Pero, en

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Grandes temas Folios blancos

ocasiones, los nativos preservaron sus tradiciones, como fue el caso de Xinjiang, que se adhirió a China en el siglo xviii, con el ascenso de la dinastía Manchú-Qing. Después de la invasión, se dio orden de no discriminar a los indígenas en lo económico, ni imponer restricciones religiosas, ni permitir que empresarios y comerciantes hanes se aprovechasen de ellos. Pero lo cierto es que esa normativa nunca se cumplió, en parte porque los chinoshan consideraban a los uigures y demás xinjiangren culturalmente inferiores, una percepción que sigue vigente casi trescientos años después, tras haber pasado por una época de independencia entre 1911 y 1950. Desde 1955 forma parte de China como región autónoma.

La conciencia de invadidos no ha abandonado a los uigures ni siquiera hoy. En 2017, con la segunda candidatura de Xi Jinping —de la etnia han— a la presidencia de la república, se establecieron unos «centros reeducativos» que la mayoría de la población china ignora y que han sido criticados con dureza en Occidente. «Crímenes contra la humanidad» los definió el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Ese año, cuando la población uigur de Xinjiang ascendía a once millones, el Gobierno central llevó a cabo un testeo biométrico —incluyendo de ADN— a los ciudadanos de entre 12 y 65 años, a quienes clasificó como «fiable» o «no fiable». El Gobierno aseguró que fue una medida para aliviar la pobreza y que los centros tenían una misión reconductora de comportamientos religiosos extremos. Una investigación de BuzzFeed News calculó que en estas «pri-

siones al aire libre» recluyeron hasta 2021 en torno a un millón de turco-uigures en sus 347 campos para su adoctrinamiento, donde duermen hacinados y les someten a trabajos forzados, torturas y violaciones. El último censo de Xinjiang, en 2020, cifraba la población uigur en 11,6 millones

incendio de Urümqi. «Los uigures somos diferentes. Si nos atrevemos a decir esas cosas, nos llevarán a la cárcel o a los campos». Y a pesar de todo gritó desde su ventana: «Jiefeng!», que significa «¡Levantad el bloqueo!», y que acabó convirtiéndose en «Jiefang!», «¡Liberación!»

Quizá por el pasado de la región, quizá debido al carácter indomable de los uigures, o quizá porque la opresión les dio un último soplo de fuerza, el incendio en Urümqi, capital de Xinjiang, y no cualquier otro incidente —como el del autobús en Guizhou— provocó el fenómeno que hizo temblar a Pekín.

(frente a los 10 millones de 2010), aunque la etnia han creció aún más, de los 8,8 millones de hace una década a los 10,9 millones de 2020.

«Los chinos-han saben que no los castigarán si hablan en contra del confinamiento», explotó una vecina a propósito del

La noticia se propagó. La noche del sábado 26 de noviembre se organizó una vigilia en una calle de Shanghái que lleva el nombre de Urümqi para llorar por las víctimas. Los shanghaineses, que no protestaban por primera vez, llevaron flores, velas, notas de condolencias y folios en blanco; y la Policía, armas y pantallas de protección. «No queremos confinamientos, queremos libertad», cantaron los manifestantes de Shanghái. Repetían los lemas de un disidente que había desplegado una pancarta sobre el puente Sitong de Pekín unos meses antes, en vísperas de la reelección de Xi Jinping: «No queremos ser esclavos, queremos ser ciudadanos». Al día siguiente, domingo, Pekín replicó la escena a mayor escala: cientos de personas se aglomeraron en torno al río Liangma —un famoso lugar de pícnic— para velar por los muertos y oponerse a la restrictiva política «covid cero». La manifestación se prolongó hasta las tres de la mañana y acabó con detenciones de veinticuatro

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horas, igual que sucedió en 2015 por la proliferación de protestas feministas durante el primer mandato de Xi Jinping, y que se extendió a 37 días de arresto en el caso de las organizadoras.

marea de folios en blanco. La estrategia «covid cero» se volvió impopular cuando, ya superado el episodio originario en Wuhan, empezó a significar confinamientos de 48 horas que se justificaban con un solo caso positivo: edificios residenciales o de oficinas, universidades y hasta colegios. A esta medida se sumaron los testeos masivos de las zonas colindantes cada 72, 48 y hasta veinticuatro horas durante los picos más altos de 2022. Además, para los que querían entrar en el país, las cuarentenas oscilaron entre siete y veintiún días, además de restricciones para obtener visados, precios desorbitados en los billetes de avión (hasta ocho mil euros llegó a costar una ida Madrid-Shanghái entre 2021 y 2022) y constantes cancelaciones. La pesadilla se repetía una y otra vez. Algunos llegaron a viajar envueltos en trajes plásticos blancos y con viseras protectoras, idénticos al equipo de control de la epidemia, para asegurarse el negativo al llegar.

«¡Venid a por nosotros y arrestadnos! ¡Mejor estar en la cárcel que morir de hambre!», gritaron los ancianos de barrios como Bao’shan, al norte de Shanghái, que solaparon encierros desde marzo hasta junio de 2022 sin alimentos ni medicinas, y cuyos vídeos se censuraron a los pocos minutos de emitirse. Las imágenes impregnaban las redes y se eliminaban a la misma velocidad. Centros de cuarentena

infectos, bebés separados de sus padres en hospitales y mayores sin asistencia médica eran algunos de los casos que luego conformaron el vídeo de protesta «Voces de abril», que documentó las duras consecuencias del cierre de Shanghái durante el primer mes. «Algunas cosas no deberían

una metáfora contra la censura. «El folio en blanco representa todo lo que queremos decir pero no podemos», declaró a Reuters Johnny, de 26 años, que participó en las manifestaciones de Pekín. Pero también era una burla a las autoridades, ya que no podían arrestar a nadie por portar carteles sin mensaje. Además de en Shanghái y Pekín, miles de personas enarbolaron aquellas hojas vacías en Guangzhou, Wuhan y Chengdu, y pronto en otras ciudades dentro y fuera de China.

Si bien es frecuente ver protestas locales en el país por disputas ambientales, laborales y territoriales, esta ola de papeles silenciosos desafiaba al Gobierno. Los chinos vivían teléfono en mano, atentos a compartir cualquier actualización en Weixin, Weibo, Douyin y demás redes sociales. Ipso facto, irrumpían pantallazos en negro con una exclamación roja que anunciaban que el contenido había sido eliminado. Memes con una clara estética de propaganda maoísta ironizaban ante esta injusticia: tres puños alzados sobre un fondo rojo sujetaban smartphones bajo el rótulo de moda: «Actualmente sin permiso para ver esta actividad».

haber ocurrido, y no deberían olvidarse», publicó el creador en su perfil de Weixin poco antes de que lo censuraran.

El color blanco, que había pasado a ser la insignia del régimen «covid cero», fue el arma de los manifestantes de noviembre. Los papeles DIN A4 multiplicaron

Según Pekín, la censura ayudaba a controlar la propagación del coronavirus, ya que las imágenes de manifestaciones podían conducir a la desobediencia y, en consecuencia, a olas masivas de contagio y muerte. Tras los primeros días de revueltas, el 28 y 29 de noviembre de 2022, la Policía empezó a registrar y confiscar teléfonos y otros dispositivos a los transeúntes, una medida que hasta entonces solo había aplicado a los detenidos. Los chats de Weixin estaban en

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Grandes temas Folios blancos

blanco: ni un punto rojo, nada pendiente por leer. En algunos grupos circulaban mensajes de alguien que conocía a otro alguien de un periódico occidental que buscaba declaraciones en vivo. Todos contestaban lo mismo: «No queremos problemas». Muchos optaron por comunicarse vía Telegram, Instagram y otras redes prohibidas en China.

injerencia extranjera. Las agencias de noticias chinas y los canales de información en Weixin —similares a los canales de Telegram— hicieron como que no pasaba nada durante la semana que duraron las protestas. Mientras, en los medios occidentales parecía que por fin China se había despertado. «Han aprendido algo de Hong Kong», dijo Chongyi Feng , profesor asociado de Política China en la Universidad de Tecnología de Sydney. En 2003, los hongkoneses se manifestaron contra una ley de censura por difamación sobre China; en 2014, contra la influencia de China en las elecciones; y en 2019, durante más de seis meses, contra una ley de extradición que la política Carrie Lam, ex jefa ejecutiva, terminó por abolir.

En las redes sociales se compararon también ambos escenarios midiendo la participación de Estados Unidos en ellos. Ya se había demostrado que la Agencia Global Media financió con más de un millón ochocientos mil euros las últimas protestas de Hong Kong a través del Fondo Open Technology, que provocó una amonestación del Ministerio de Asuntos Exteriores de China. Pero no está tan claro que los norteamericanos intervinieran en las protestas del folio en

blanco con una estrategia de minorías. Aunque no sería de extrañar que los rumores se refirieran a la National Endowment for Democracy, una fundación estadounidense que promueve los valores democráticos, o, según el Ministerio de Asuntos Exteriores de China, el intervencionismo

Open Society Foundations, una red de subvenciones que aboga por la tolerancia, la justicia y la independencia mediática, de la que George Soros es su polémico fundador: «Mi interés en derrotar a la China de Xi Jinping va más allá de los intereses nacionales de EE. UU.», aseguró en The Wall Street Journal en 2019. El embajador de China en Francia, Lu Shaye, resultó más diplomático en su acusación: declaró a unos periodistas en una recepción que fuerzas extranjeras aprovecharon las protestas para «destruir» a China. «¿Dónde están ahora las fuerzas extranjeras? ¿En la Luna?», gritaba un manifestante en Pekín a modo de burla a los medios de comunicación estatales en un vídeo censurado. Según informó la CNN, el abogado y activista Teng Biao —que en 2011 estuvo encarcelado durante setenta días por defender los derechos humanos— admitió que «la revolución del folio en blanco ha conmocionado de verdad a las autoridades. Y el Gobierno quiere saber quién está detrás de las protestas».

a favor de sus intereses geopolíticos. Esta entidad invirtió más de seiscientos mil euros en Hong Kong a lo largo de 2019, de los cuales más de 181 352 euros se destinaron a «promocionar el desarrollo de la sociedad civil», según The Eurasian Times. Algunos también apuntaban a la

un funeral y la derrota del gobierno. Mianzi —que literalmente significa rostro— es la percepción que otros tienen sobre alguien, un equivalente al honor occidental. Define el lugar de dignidad que ocupa una persona en su entorno y en la sociedad, y es también la principal forma de medir su capital social. La mianzi se puede perder con malas palabras o actos, pero también se puede ganar con premios y reconocimientos públicos. A los que tienen más mianzi les suele resultar fácil utilizar su red de contactos para obtener recursos, por lo que aquellos

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que tienen menos mianzi pueden «pedirla prestada» como un favor o invitar a los más reputados a ciertos actos —como una boda o un funeral— para aumentar la suya.

El 30 de noviembre, en medio del caos provocado por las manifestaciones, falleció Jiang Zemin , antiguo secretario de Estado. A Jiang se le ha comparado en numerosas ocasiones con respecto a Xi por sus habilidades en las relaciones internacionales y su relativa apertura a Occidente. Sobrevolaba entonces la duda de si aquello podría desencadenar más protestas, como las vividas en la Plaza de Tiananmén en 1989 tras la muerte del exjefe del Partido Comunista Chino Hu Yaobang. Quizá por eso el Gobierno central organizó tan rápido el sepelio de Jiang Zemin, o quizá lo hizo por enmendar su propio mianzi, elevando así el funeral a la categoría de hito histórico, y avergonzar al «puñado de estudiantes», como los llamó Xi Jinping, que se estaba manifestando.

El asunto de la reapertura estaba entonces más tenso que nunca, y la situación económica demasiado debilitada por la política «covid cero». China tenía un crecimiento anual del PIB del 2,7 por ciento en 2022, muy por debajo del 5,5 por ciento que el Gobierno había pronosticado, y un alto desempleo: uno de cada cinco jóvenes chinos estaba sin trabajo.

El día en que murió Jiang Zemin se levantaron las restricciones en la ciudad de Guangzhou. La noche anterior, una multitud se envalentonaba frente a los antidisturbios que, vestidos con trajes protectores blancos y cubiertos con escudos, avanzaban en formación sobre vallas

derribadas mientras los rebeldes les lanzaban objetos. Al día siguiente, el gobierno local anunció el cese de la estrategia «covid cero»: equiparó la variante ómicron a una gripe e instó a los vecinos a ser responsables de sí mismos. A Guangzhou le siguieron Chongqing y otras urbes, y se

nía un plan de salida y no estaba para nada preparada», dijo en una entrevista en enero de 2023 Yonden Lhatoo, antiguo editor del diario de pago más creíble de Hong Kong, South China Morning Post, actualmente propiedad del grupo Alibaba. Un ejemplo: el desabastecimiento de las farmacias. Hasta entonces, quien quería comprar un medicamento para aliviar síntomas de fiebre o resfriado debía hacer una declaración escrita. De modo automático, su QR de salud se volvía naranja o rojo. Convertirse en sospechoso potencial de covid le impedía circular con normalidad. «La industria farmacéutica había dejado de producirlos por la política “covid cero”», aseguró Lhatoo.

empezó a hablar de que a finales de enero acabaría el aislamiento. Así, de la noche a la mañana, China eliminó toda sospecha de un virus que había sido adjetivado como altamente peligroso y mortal.

«Esta reapertura no estaba planeada, fue una decisión repentina. China no te-

hacia el año del conejo. En el momento del anuncio de apertura —que fue diferente en cada región—, los chinos entraron en pánico: no se atrevían a salir. Las calles de las megaciudades estaban desiertas, la gente se quedó en casa hirviendo jengibre para reforzar el sistema inmunológico, compró por las apps de servicio a domicilio Elema y Meituan tarros de melocotón en almíbar —una especie de capricho-placebo para curar enfermedades— y se lanzó a la búsqueda del tesoro de las medicinas. Por Weixin circulaban memes con las más cotizadas: el nombre de Chanel encima de una caja de Flowflex, un kit de prueba de covid-19; Prada encima de Nin Jiom Pei Pa Koa, un jarabe de regaliz para la tos; Burberry sobre una caja de aspirinas Bayer contra la fiebre...

Cuando la población china por fin salió, a principios de diciembre, hubo olas de

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Grandes temas Folios blancos

casos positivos y las noticias resultaron confusas. El Ministerio de Sanidad dejó de contar a los asintomáticos a mediados de ese mismo mes, dada la rápida propagación. Y, en cuanto a las muertes, aseguró que estaba todo controlado. Que si en el encierro de Shanghái —el más ruidoso—, que se alargó del 1 de abril al 1 de junio de 2022, hubo 588 muertes y unas 600 000 infecciones. Que si en Xinjiang los casos positivos fueron solo 3 089 y nadie murió. Pero las redes mostraban otra realidad: hospitales abarrotados y crematorios desbordados. Las pautas de la Comisión Nacional de Salud de China establecían que solo aquellos «cuya muerte está causada por neumonía e insuficiencia respiratoria después de contraer el virus se clasifican como muertes por covid». Una definición que a la OMS le pareció bastante limitada: «Quienes mueren de covid mueren por fallos de muchos sistemas diferentes, debido a la gravedad de la infección. Por lo tanto, limitar un diagnóstico (…) subestimará en gran medida el verdadero número de defunciones», dijo Michael Ryan, jefe de emergencias de la Organización Mundial de la Salud.

Según un estudio de la Universidad de Hong Kong de mediados de diciembre, se estimó, de cara a la apertura de fronteras, que las muertes por infección del virus ascenderían a casi un millón en una población que supera los 1400 millones de personas. Puede que por la presión de la OMS, que pidió más datos «rápidos, regulares y fiables», o puede que por la poca credibilidad de las solo doce muertes registradas en todo el mes de noviembre, China decidió hacer un nue-

vo recuento. Y el 15 de enero publicó sus cifras oficiales: 59 938 muertes en todo el país desde el 8 de diciembre. Unos días después, el 19 de enero, actualizó su porcentaje de vacunación: 89,52 por ciento.

«Liuanhuaming», decía un poema de la dinastía Tang, el Siglo de Oro chino: «Los

enjoyadas y, en las redes, fotos de una pletórica Michelle Yeoh, la actriz de origen malayo, con su Globo de Oro. Los que aún se preocupan del virus no hacen planes, y los que planean viajar al extranjero piden cita para su última —su increíblemente última— PCR.

La fecha de apertura de fronteras con Hong Kong se anunció para el 8 de enero, y ese mismo día, a las ocho de la tarde, 45 000 personas cruzaron en ferry a la China continental para reunirse con su familia. El Ministerio de Transportes estimó dos mil millones de traslados en los siguientes cuarenta días desde el 8 de enero, el doble que en 2021 y un 70 por ciento más respecto a 2019. La cifra incluía el periodo vacacional del Año Nuevo Chino, entre el 21 y el 27 de enero, que antes de la pandemia provocaba las mayores migraciones del país.

«Los chinos disfrutan de un cálido y seguro Festival de Primavera», rezaban los titulares del Global Times, el periódico insignia del Gobierno, durante las vacaciones, enmarcados entre dragones dorados, luces y caras sonrientes.

sauces son oscuros y las flores brillantes». Por fin la luz al final del túnel. Las líneas de teléfono arden, los billetes de tren se agotan, la gente empapela los dinteles de sus puertas con poesías chinas, compra los icónicos caramelos del Conejo Blanco Dabaitu naitang, cuelgan pósters con liebres

«A diferencia de algunos informes de los medios occidentales, que predijeron que las áreas rurales y las ciudades pequeñas de China verían infecciones masivas después de las vacaciones, […] la cantidad de casos positivos ha disminuido en gran medida […] y las megaciudades ya han superado el pico de infección».

Así despunta el año del conejo, el animal que tiene el mayor equilibrio de fuerzas yin y yang de todo el zodiaco chino. El conejo representa la protección, el afecto y la magia. Este es el año del fin de la pandemia. Nt

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FIRMA INVITADA David Cerdá

Empujados a lo sublime

en un nivel que tiene sus propias hechuras y reglas. De algún modo, no es algo que hacemos, sino que nos ocurre, aunque por supuesto pueda uno predisponerse. Por eso decía Jiddu Krishnamurti que no es posible dirigir el viento, pero hay que dejar las ventanas abiertas.

Trascender es afrontar lo indescifrable. Se instaura una economía imposible: sacar de casi nada un rédito extraordinario, la multiplicación de los panes y los peces. Un austero retiro en un convento, un gong cadencioso, la danza de los derviches… La mística tiene una base prosaica desde la que obtiene resultados insólitos. No hay experiencia más universal y democrática: cualquiera puede pensar lo incognoscible y querer por encima de todos sus deseos. El contemplativo se empequeñece y así se agranda, esa es la esencia de su particular milagro.

Lo insondable hace sentir una seguridad categórica que no admite racionalización. Es la máxima independencia a través de la máxima dependencia escogida, sucumbir por decisión propia a una fuerza irresistible. Pero no es un pasatiempo, ni es fácil; se vislumbra un acantilado, se camina entre riscos. Schiller anota en Lo sublime que, «para que la razón busque refugio en la idea de libertad, debe estar en juego algo grave».

«Lo insondable hace sentir una seguridad categórica que no admite racionalización. Es la máxima independencia a través de la máxima dependencia escogida, sucumbir por decisión propia a una fuerza irresistible»

TENEMOS UNA FACETA trascendente: aspiramos a sobrepasar el aquí y ahora de lo sensible. Este anhelo nuestro, del que no existen ni vestigios en otras especies, comporta vaciarse o llenarse en la realidad de un modo que no tiene que ver con nuestras otras experiencias y necesidades. Sea mediante un afecto religioso de disolución en lo absoluto, en un arrobamiento estético o en cualquiera de sus otras manifestaciones, buscamos alguna forma de ultimidad, porque este mundo se nos queda pequeño y algo tira de nosotros hacia lo sublime.

En la Encyclopédie, Louis de Jaucourt define lo sublime como «todo lo que nos eleva por encima de lo que éramos, y al mismo tiempo nos hace sentir esa elevación». Estamos sobredimensionados, optamos al infinito. El «cielo estrellado sobre mí» de Kant, las estatuas de la Isla de Pascua, el último movimiento —Resurrección— de la Segunda Sinfonía de Mahler, el desierto de Kalahari al caer la noche o la claraboya de una iglesia: puede uno inclinarse a una posibilidad u otra, lo que no puede uno es denigrarlas todas sin ponerse en evidencia. «Pusilla res est hominis anima, sed ingens res est contemptus animae»; como escribió Séneca en sus Cuestiones naturales, el alma es una cosa pequeña, pero es cosa tremenda el desprecio del alma.

Al trascender cedemos gozosamente ante un poder que se nos impone. Atisbamos una grandeza indecible y nos entregamos en un plano que no es biológico ni social ni afectivo,

Intelecto y emoción empujan al hombre a esta terra ignota. Una vez allí, lo dejan solo en un no-espacio y un no-tiempo en el que solo puede adentrarse de puntillas. Entre fogones, en medio de un olivar, de rodillas ante un altar se entabla una conversación con la realidad misma, se busca una conjunción con Dios, la humanidad entera o el cosmos (valga la redundancia). Hay dialectos, pero es universal el lenguaje porque lo es la experiencia. Tal vez lo de menos sea la vía. Hace unos años, después de una conferencia en Francia, al dalái lama se le acercó un señor que le dijo que tras escucharle pensaba renunciar al cristianismo para hacerse budista. La respuesta del dalái fue antológica: «¿Por qué va a hacer eso? ¡Si el cristianismo está muy bien!».

Los seres humanos nos procuramos realidades ultraterrenas en un visaje de expansión irrazonable. Shelley denominó a este gesto «el deseo de la polilla por la estrella»; una pretensión desorbitada. Si la trascendencia emparenta naturalmente con la moral, el amor y la belleza es porque las cuatro constituyen lujos orgánicos, extraños idiomas preciosos que, hasta donde nos consta, solo nosotros hablamos en el universo.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Cómo hay que concebir la libertad si decimos que es máxima libertad la trascendencia?

Esta quemazón por lo Otro es un fuego común que, no obstante, puede ser pabilo titubeante o bosque en llamas. La realicemos o no, la capacidad de trascender nos caracteriza. Cuando esta posibilidad se eclipsa, permanece latente, y el hueco que resulta puede incluso medirse, pues tarde o temprano aflora, ya sea en forma de mera insatisfacción o con trazas patológicas. Como explicaba José Ortega y Gasset, «el hombre a veces no tiene manos; pero entonces no es tampoco un hombre, sino un hombre manco».

@NTunav Opine sobre este asunto en Twitter.

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David Cerdá es profesor, consultor, conferenciante, escritor y traductor. Su último libro es Filosofía andante.

HACKEAR EL PAÍS CON ELECTROSHOCKS DE DATOS

Jaime Gómez-Obregón (Santander, 1981) lleva cuatro años tendiendo en la red los trapos sucios de las instituciones. A plena luz del día arrampla con información inaccesible en internet y la expone sin chantajes: chanchullos, fraudes, ineficacias y toda clase de fechorías que la política ejecuta detrás del telón. Ante una Administración que predica la transparencia pero oculta los datos con alevosía, él cuenta la verdad de la mano que mece la cuna pública. Sin colores. Sin ideología. Sin padrinos. Activista. Cántabro. Empeñado en la buena praxis de los Gobiernos. Es una catarsis con eco en partidos y parlamentos, y un referente del auténtico contrapoder que desatiende el periodismo.

texto

Álvaro Sánchez León

fotografía

Eva Palazuelos

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Ubicación: café distinguido en el Santander alto. Zona cinco estrellas. «Prefiero que no des más datos». Última conexión: Once de la mañana de un sábado de invierno. Día muy gris.

Cortafuego. Inhibidores. Tres horas de conversación-río entre tazas de alcurnia. Grabadora on the record.

Se llama Jaime Gómez-Obregón . Flash. 41 años. Vive por aquí. La gente informada le saluda por la calle. Ex joven empresario tecnológico. En 2004, recién graduado en Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universidad de Cantabria, donde se especializó en sistemas electrónicos, fundó y dirigió en ese sector la compañía ITEISA, en la que trabajó durante dieciséis años. La empresa se dedica a impulsar la transición digital de otros negocios. Hoy, Gómez-Obregón es un hacker civilizado. O un activista por la transparencia real de los Gobiernos. Un provocador de electroshocks que busca cambios en la sociedad civil. Un despertador de conciencias que navegan en el pasotismo, mientras se desgasta la democracia. Más tecno que friki. Ciencias y letras. Un mix.

La etiqueta es lo de menos, entre otras cosas porque él tampoco sabe explicar lo que hace en estos momentos de su historia: «Realmente no tengo ni idea. Me dedico a intentar que las cosas mejoren».

Es un señor y un gamberro legal. Es un influencer de la salud democrática que lleva cuatro años «dando un meneo al sector público». Por eso, un día temió naufragar en el exilio, y ahora sueña con acabar perdiéndose «en una cabaña pasiega del monte, sin cobertura, junto a un rebaño de cabras».

Pilota fórmula uno al otro lado de sus pantallas de ordenador. Hizo crack interior como emprendedor hiperactivo. Le dio al reset de su vida conectándose a la responsabilidad social a través de la

red. Contra la cultura de la queja que se regodea en un sofá, él se acomodó en el metaverso de la oscuridad del poder para ir sacando trapos sucios de la caja negra y tenderlos en las redes sociales. «Además de quejarnos por lo mal que van las cosas, podemos hacer algo útil —sostiene—. Humildemente, tengo un instrumento poderosísimo: tecnología más conocimiento. Saber programar es un superpoder».

Con luces y taquígrafos, en mitad de la vida ordinaria de la capital cántabra, Jaime Gómez-Obregón se dedica a programar vías para acceder a los datos que la todopoderosa Administración les birla a los ciudadanos, aunque sean, en teoría, públicos. Observa, analiza, cruza evidencias, conecta intuiciones avaladas por las cifras y exprime los números, las coincidencias y los match para contar sus conclusiones.

No es un agente político, ni un disidente vanidoso. «No soy la Madre Teresa de Calcuta, porque esto lo hago primero por mí», asegura. Solo es un ingeniero brillante adicto a los retos y a los hacks que solo quiere que su país «funcione bien y sea eficiente».

Una mochila. Un ordenador. Un teléfono. Un café. Y buenas vistas. Con esta modesta estructura y un horario líquido, el montañés más 2.0 lleva cuatro años agitando el cocotero de los chanchullos políticos para dar la batalla en internet.

Con el machete de su perspicacia tecnológica se metió en 2020 en la selva de los treinta mil expedientes del portal de transparencia del Gobierno de Cantabria para cruzar las adjudicaciones de contratos con las listas electorales de candidatos políticos y ha publicado su dictamen en Twitter y en contratosdecantabria.es. Ha desnudado el Boletín Oficial del Registro Mercantil para auscultar todas sus grietas. Ha puesto la lupa en los contratos públicos, y en las adjudicaciones, y en ese gazpacho de tejemanejes «donde poder y dinero coquetean con alevosía mientras el pueblo mira para otro lado».

rigor y datos para la transparencia. No para. «El camino para mejorar la eficiencia pública es infinito —dice—. Cuantos más pasos doy, más posibilidades me encuentro. Siento un cierto placer en detectar irregularidades protagonizadas por personas públicas. En este trayecto hacia la luz, me lo paso muy bien. Al principio lo hacía con un punto de mala leche, pero he canalizado positivamente la intención. Empecé metiendo dedos en los ojos con irreverencia, porque no me impresionan ni los excelentísimos ni los ilustrísimos. Ahora lo hago con más libertad y con una finalidad constructiva. El cambio es lento, pero es posible».

Entre sus hallazgos se cuentan presupuestos oficiales con partidas mal sumadas. Una empresa pantalla desconocida que donaba doscientos mil euros al Gobierno de Cantabria y cuya sede física en Reino Unido coincidía con la de un traficante de armas. Contratos a dedo entre amiguetes de partido. Corrupción en contratos menores. Las morcillas del Boletín Oficial del Estado.

Gómez-Obregón está empeñado en que nada público sea oficialmente transparente y evidentemente opaco. Entra a limpiar la res publica como quien entra a operar a un quirófano. Desinfección total. «No estoy adscrito a ninguna causa —cuenta—. No pertenezco a ningún partido. No profeso ninguna ideología. No formo parte de ninguna organización». Tira de las mantas de la izquierda, de la derecha y del centro. Persigue con ahínco absorber todo el Registro Oficial de Licitadores del Estado. Y ha limpiado la plata de la Casa Real poniendo el microscopio en todas las irregularidades que salpican la gestión de Juan Carlos I desde ladonacion.es. Casi todo está en su Chanchullopedia.

Una caza de brujas sin colores. Sus pesquisas han saltado a los medios, en los que protagoniza más de 1300 noticias, entrevistas y reportajes, y a los parlamentos. En el de Cantabria han debatido dos de sus proyectos. Incluso empieza a alimentar

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una conciencia creciente de ciudadanos más comprometidos con la auditoría del poder, también los casi setecientos particulares que financian su trabajo en el sitio web de micromecenazgo Patreon. «¡La que podemos liar desde la calle si nos ponemos!», exclama al contarlo.

Parece un tipo común, pero es un pirata elegante que arrampla con los datos, «porque son nuestros». «Siempre actúo dentro de la legalidad», explica. Al principio pasó miedo. «Una noche recibí una llamada inquietante, anónima y amenazante. Cogí el coche y me fui de aquí. Estuve desconectado una temporada». Pero ya no se siente perseguido. «Ahora

tengo un altavoz a través de las redes sociales [110 000 seguidores en Twitter al cierre de esta edición], que son una especie de salvaguarda personal. No me creo inmune, pero ya no siento miedo».

Su operación es nítida: «hackear el país y provocar cortocircuitos» persiguiendo malas praxis en la gestión operativa de la democracia. «Trabajo porque la Administración pública lo necesita —recalca—. Al final, las estructuras reflejan hacia fuera lo que son hacia dentro. Si tenemos una Administración electrónica disfuncional es porque este modelo de Estado difi -

culta la transparencia, la comunicación interinstitucional y la cooperación entre Administraciones. Este país requiere con urgencia funcionar de manera más eficaz. Estamos cansados de planes estratégicos, de comisiones de trabajo y de grupos de análisis y expertos. Sobran los PDF y falta arremangarse para empezar a mejorar las cosas».

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«Si tenemos una Administración electrónica disfuncional es porque este modelo de Estado dificulta la transparencia»

Su ingenio es su arma. Rigor y datos para explicar que las opiniones son muy secundarias en una sociedad emotiva. Que lo que tumba el fraude es la evidencia aséptica de una injusticia. Que así se consiguen cambios. Tecla a tecla. Excel a Excel. Partido a partido. Conquista a conquista. Small data Big data. En el universo de los informes de conclusiones oficiales de ochocientas páginas, él navega a contracorriente directo al grano.

—¿Buscando la verdad?

—No sería tan grandilocuente. Busco solo que seamos mejores.

Es el ventilador «de la hipocresía de la Administración». Bebe «del espíritu hacker de los años setenta». Su meta es «utilizar la tecnología para liberar a las personas, no para esclavizarlas». Se sabe de sobra que el poder ha convertido «la protección de datos en una excusa» y «la transparencia, en una tapadera».

«Nuestra burocracia institucional habla un idioma formalmente ético, pero ejecutivamente inmoral». Y en esa evidencia se recrea su vena de cirujano. «Trato de exponer con datos ese doble discurso para contrarrestar el marketing, porque la Administración tiene un gran poder para comunicar arrasando». A través de la ciencia de datos, su reto es simplificar «la madeja compleja» de las instituciones públicas para simplificar, también, la vida de los ciudadanos. «Y me da igual que sea el Gobierno de Cantabria o el Ministerio de Hacienda», sentencia.

quitacorrupciones y limpiaineficacias. Otro de sus objetivos es detectar ineficacias, duplicidades y calles sin salida donde se meten las Administraciones buscando el postureo del anuncio, pero con presuntos avances sociales que son fachadas de cartón piedra. «Como el metaverso del Gobierno de Navarra, que se disfraza de innovación cuando en este

sector todos sabemos que es una estupidez», ejemplifica.

Gómez-Obregón está al quite para ver si esas bombas de humo tienen sentido o se ponen en marcha solo porque está de moda acometer acciones digitales. Como «la pandemia municipal de los marketplaces» o las «tecnoiniciativas fallidas, que son como aeropuertos sin aviones». Como tantísimas licitaciones redundantes. Y su interés es apuntarlas con el láser y promover la máxima optimización, porque «esas medidas deben hacerse para que la vida de la gente sea más sencilla, y no por puro efectismo».

—¿La política es un reflejo de la sociedad? ¿Palpas que la corrupción de lo público tiene relación con las pequeñas corruptelas que, quizá, nos consentimos los ciudadanos?

—La picaresca es muy española, como cuenta el Lazarillo de Tormes. Es probable que cunda una cierta corrupción de

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«Humildemente, tengo un instrumento poderosísimo: tecnología más conocimiento. Saber programar es un superpoder»

baja intensidad. A veces incluso se ve como positivo un pequeño fraude contra la Administración, o un discreto desfalco. Los nórdicos no nos entienden, porque ellos saben bien que un mal contra todos también afecta a cada uno. De todas formas, desde que ingresamos en la Unión Europea, se ha reducido poco a poco la idea de que una cierta corruptela es tolerable. ¿Podemos pedir a los políticos lo que nosotros no vivimos, aunque sea a menor escala? ¿Estamos dormidos como sociedad civil porque a veces actuamos también como los malos de esta película? Dicho esto, tengo mis dudas de que la política sea el reflejo de la sociedad. He conocido a gente muy brillante del mundo de la empresa que jamás se acercaría a un partido, porque saben que saldrán manchados. La política española está mal pagada. Así es muy difícil tener buenos gestores públicos. Es una paradoja querer gente honesta, justa, eficaz y bien formada al frente de las instituciones, pero que no ganen suficiente dinero.

Gómez-Obregón vive de un crowdfunding selectivo de más de seiscientos ciudadanos que apoyan su trabajo, pero sin estrabismos. Son personas que están en contra de la corrupción, el fraude y el manoseo institucional. El hacker cántabro dice de sus mecenas que «no están señalados en política». Al principio sí eran más conservadores. «Por eso decidí meterme a investigar sobre los cien millones de dólares que el rey emérito recibió de Arabia Saudí —explica—. Aquello me sirvió para que se fueran los enfadados y se quedaran los que piensan: “Este tipo nos cuenta la verdad. No atiza solo a unos, ni los atiza por ser conservadores, liberales, del Barça o del Madrid, sino porque están haciendo las cosas mal”».

En ese equipo depurado de donantes, sus patronos ponen cinco o diez euros al mes. Algunos llegan a cincuenta, que es el máximo. «Contribuyen para que haga lo que me dé la santa gana —reconoce—. A

La Donación

La Chanchullopedia

La Donación es un proyecto de investigación y datos que reúne en un solo espacio todas las informaciones disponibles sobre el caso de los 65 millones de euros que el rey emérito Juan Carlos I de España transfirió a Corinna Larsen. La web no solo da acceso completo a los 273 documentos de 30 fuentes distintas que utiliza Gómez-Obregón, sino que los analiza al pormenor hasta detectar 599 nodos (personas, instituciones, fechas, lugares) y 809 relaciones (pareja de, pertenece a, sucede en…) navegables entre sí. El resultado es un relato complejo e interactivo de la información disponible. Se puede visualizar como un quién es quién —con las relaciones entre todos los personajes implicados—, como una línea cronológica exhaustiva o a través del mapa del mundo con todos los escenarios de la trama. Gómez-Obregón desarrolló este proyecto en apenas cuatro meses, de enero a abril de 2021. ladonacion.es

La web contratosdecantabria.es cruza los datos de más de 33 000 contratos públicos de Cantabria con unos 4500 licitadores. Muestra de un modo sencillo y navegable quién cobra por prestar qué servicio a la Administración en la comunidad autónoma. Incluye visualizaciones claras y actualizadas y herramientas útiles como un listado de los últimos contratos adjudicados o un ranking de las empresas que cobran más dinero público. A su vez, GómezObregón diseñó un algoritmo que compara los adjudicatarios de estas licitaciones con las listas electorales de la región. Esta herramienta informática localizó 236 adjudicaciones que beneficiaron a ochenta candidatos cántabros por valor de 1,3 millones de euros a través del procedimiento de contrato menor, una figura jurídica con poca vigilancia. A la colección de mangantes la ha bautizado La Chanchullopedia. Este descubrimiento se llevó a debate en el Parlamento de Cantabria. El caso que más interés mediático desató fue una donación de doscientos mil euros que una opaca empresa con sede en Edimburgo hizo al Gobierno de Miguel Ángel Revilla Actualmente, Gómez-Obregón trabaja en liberar los datos del Boletín Oficial del Registro Mercantil para poder aplicar el mismo algoritmo a las adjudicaciones de toda España. contratosdecantabria.es

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ellos no les pido consejo, ni les pregunto por dónde quieren que oriente mis investigaciones. Ni dios, ni amo. Me apoyan personas que creen en mi tarea y la consideran positiva».

—¿Eres contrapoder?

—Es posible. En teoría, el contrapoder lo ejercen los medios, pero ellos sí tienen intereses, adscripciones, ideología… Una pena. Mira en qué gallinero de entretenimiento se han convertido las televisiones, cuando podrían ser instrumentos poderosísimos para informar y hacer el bien. Me da rabia cuando veo que intentan que internet sea ese mismo volquete donde se remueve todo el desperdicio social.

este periodismo, la visibilidad y la influencia. Gómez-Obregón echa en falta los medios que informan con valentía, que invierten en investigar, que escriben para públicos inteligentes… Considera que la gente observa el ámbito público como quien asiste a un espectáculo. Y que las empresas informativas no hacen más que reflejarlo. «Estamos adocenados y somos parte de un rebaño», constata. «El periodismo ha caído en la trampa de generar bandos y poner etiquetas. Necesitamos otra manera de entender las cosas, otra perspectiva. El presente tampoco es

tan importante. Poner el foco en lo instantáneo forma parte del plan de la industria del atontamiento de la sociedad. Yo no necesito la constante y urgente actualidad».

«El periodismo es crucial y debería ser un pilar del cambio —continúa—, pero enfrenta demasiados problemas. Los ciudadanos hemos de pagar bien por la buena información. Cuando algo es gratis es que lo están pagando otros. Si el periodista está bien remunerado, generará información fiable y relevante. La sociedad tiene que hacer el esfuerzo de consumir periodismo de calidad, que es el que remueve y provoca reformas. Deberíamos ir hacia medios prestigiosos con audiencias prestigiosas, porque los lectores también influyen. Ahora se nos inyecta información, y eso genera la falsa sensación de estar informados».

El cruzado de la salud pública se hace muchas preguntas. Y su dedicación es parte de la respuesta. Piensa que «damos una importancia excesiva a la política, cuando los políticos tienen muy poco margen para cambiar nuestras vidas de verdad. Mucha visibilidad, pero poca influencia real, como sucede con los futbolistas». Cree que «estamos inmersos en un exceso informativo que provoca una sobrecarga cognitiva que nos hace poner toda la atención en la estupidez del momento, pero no

nos permite pensar con claridad». Sostiene que «la influencia a medio y largo plazo viene del mundo de la tecnología, de la ciencia y de los verdaderos intelectuales».

Asentado en estos sillones acolchados donde suele programar su reconquista de lo público, dice que «en las redes, en donde todo se polariza, se aplaude mi trabajo». Que apenas tiene haters . «Estoy sorprendido, porque, en general, lo que circula por allí es odio y adhesiones firmes». Twitter es su medio, aunque espera ir desarrollando herramientas digitales propias para explicar sus descubrimientos sin la faja de una red social, y sin los límites discursivos del imperativo de los máximos caracteres.

—¿Escribirás tu historia?

—Me apetece, pero tengo un problema: resulta mucho más potente y transformador escribir programas que un libro. Creo que es más útil. Siempre hay tiempo para ponerse con libros, pero es urgente escribir software que permita estructurar y entender tantos datos que necesitamos saber y convertirlos en historias.

Al otro lado del lado oscuro, Jaime Gómez-Obregón observa pasos positivos, como la Oficina del Dato, dependiente de la Secretaría de Estado de Digitaliza-

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Grandes temas El Robin Hood del Excel
«Es probable que en España cunda una cierta corrupción de baja intensidad. Los nórdicos no nos entienden, porque ellos saben bien que un mal contra todos también afecta a cada uno»
«El presente tampoco es tan importante. Poner el foco en lo instantáneo forma parte del plan de la industria del atontamiento de la sociedad»

ción e Inteligencia Artificial. «Aunque no dispone de presupuesto y, por tanto, no tiene capacidad real de transformar», se lamenta. Civio y su periodismo de calidad. Newtral y Maldita. «Pero somos moléculas y átomos, mientras la Administración sigue siendo un cuerpo sólido». Aplaude también el esfuerzo por la transparencia que están haciendo desde los Servicios Digitales de Aragón.

—En el debate público, a veces, por mucho que hablen los datos, sigue teniendo más peso la ideología. —Es algo natural en los seres humanos. La emoción siempre es más intensa que lo intelectual, que requiere más esfuerzo. El político lo sabe, por eso juega en el terreno del debate ideológico. Urge

Joven. Maduro. Itinerante, pero no nómada. Una casa y un mundo. Ingeniero de letras. Vocación humanística tardía. Inconformista social. De Linux —idealismo— a Mac —realismo práctico—. Ordenado.

Perfeccionista. Lee la Wikipedia con atención. Su diálogo es un río lleno de ramas que se va de madre sembrando frutos variados. Irreverente. Inquieto. Constructivo. Pacífico. Provocador. Ingenioso. MacGyver. Enganchado a la optimización hasta para que rinda al máximo su pasta de dientes. Literal. Irónico. Serenamente nervioso. Lobo manso y solitario. Celoso de su intimidad. Disperso en aspersor. Audaz. Temporal. Emprendedor. Ejecutivo. Fue de hierro y ahora es más de carne orgullosamente vulnerable. Sostenible. Fermentado entre una infancia sencilla, una casa rota, una adolescencia sensata, una primera juventud hiperresponsable, un infierno laboral autoimpuesto, su ruptura interior y una nueva libertad. Respira hondo. Familiar. Lector. Trabajo igual a reto. Apasionado. Sensible. Austero. Polémico. Minimalista. Ahorrador. Filósofo existencialista. Ateo. Montañés.

desapasionar los debates, y eso lo hacemos entre todos con datos honestos. No creo que sea una batalla perdida. Su ilusión es que el trabajo por la transparencia sirva «para elevar el nivel del debate público, como si fuésemos ciudadanos más maduros. A poco que uno intente instruirse y tener opiniones mejor formadas, ya está sumando».

Con sus acciones, quiere inspirar a otros para que se involucren en este recorrido hacia la luz del final del túnel. «Yo me veo en esto durante un tiempo, no para siempre», confiesa. Se le ve en los ojos: le brillan con el horizonte de descorchar el Boletín Oficial del Registro Mercantil, de dar a luz un estudio sobre los medios de comunicación que se trae entre manos, y un análisis sobre las apps

de instituciones públicas. Mar cantábrico de fondo.

Le han intentado comprar. «Pero soy incomprable —asegura—. Hablo por mí mismo y me represento solo a mí mismo. En otros ámbitos nadie tiene esta libertad de la que disfruto todos los días».

Unos instantes de silencio montañés. «Después de esta conversación, he sentido una catarsis interior. Si quieres, apaga la grabadora, nos damos un paseo por la bahía y te cuento ahora mi historia personal…».

Navega en lo hondo de esta conversación aquel punto de inflexión, «cuando me rompí en mil pedazos porque había convertido mi empresa en todo mi proyecto vital». Abrió los brazos. Se lanzó a una aventura social. Duerme mejor. Hace deporte. Es más feliz. Nt

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Retrato robot

¿Puede la inteligencia artificial ser creativa? ¿O es la creatividad una característica exclusivamente humana? En los últimos años se han desarrollado herramientas digitales como DALL-E 2, Stable Diffusion y Midjourney que desafían de manera radical la índole de los procesos creativos.

Seleccionado por la renombrada casa Christie’s, el colectivo de artistas Obvious, formado por Pierre Fautrel, Gauthier Vernier y Hugo Caselles-Dupré, protagonizó la primera gran subasta de una obra generada mediante algoritmos.

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texto Juan González Tizón [Com 24], Nuria Martínez [LEC 24] y Hombeline Ponsignon [Fia Com 26]

corre el mes de octubre de 2018 y en Nueva York los termómetros caen por sorpresa hasta los cinco grados. Entre la Quinta y la Sexta Avenida, perpendicular al edificio Rockefeller, se alza la casa de subastas Christie’s. Se fundó en Londres en 1766 y hoy día cuenta con apéndices en más de treinta países. Sus salas han acogido pujas de récord. Como la de Les Femmes d’Alger, de Pablo Picasso, que se vendió en 2015 por 179 millones de dólares. O Salvator Mundi, atribuida a Leonardo da Vinci, que dos años después se convirtió en el cuadro más caro de la historia al rebasar los 450 millones de dólares. El 25 de octubre, los jóvenes franceses Pierre Fautrel y Gauthier Vernier se encuentran entre sus pasillos. Esta subasta será la vara que mida el valor de su trabajo. Están nerviosos porque su lienzo, Retrato de Edmond de Belamy, no lo han pintado con pinceles: ha sido generado mediante una inteligencia artificial.

Los responsables de la obra, en realidad, son tres. Al otro lado del teléfono está Hugo Caselles-Dupré, el último integrante del colectivo de artistas Obvious. Se ha fracturado una rodilla y, resignado, sigue el evento desde París. No es el único en remoto. El lugar donde tantas veces han resonado las voces de los cazadores de arte con el brazo levantado ahora está lleno de sillas vacías y pantallas encendidas. Las indicaciones de los coleccionistas llegan, sobre todo, por teléfono y a través de internet. Solo las cámaras y micrófonos de los periodistas son testigos del momento.

Están en juego obras de Banksy , Jeff Koons e incluso unas serigrafías de Andy Warhol. Un cuadro elaborado con inteligencia artificial no es lo que el público suele encontrar. «Christie’s nos eligió porque buscaban artistas que crearan con algoritmos pero que también hicieran algo tangible, según los códigos del arte contemporáneo», explica Fautrel. Con este envite la marca se pronunció en sintonía con los cambios en el mercado. Como manifestó en un comunicado Richard Lloyd, al mando de la subasta, esta es su manera de participar en el diálogo sobre el impacto de la tecnología en la creación artística: «Será

Ocho meses antes de la subasta de Christie’s, Obvious vendió su primera obra, El conde de Belamy (2018), por diez mil euros.

emocionante ver cómo se desarrolla esta revolución».

Se presenta el lote 363. El Retrato de Edmond de Belamy, la única pieza sin artista, es la última venta de la jornada. Sobre el lienzo, una fórmula matemática ocupa el lugar de la firma. Fautrel y Vernier callan. Se miran. Aguardan. Christie’s ha estimado su valor en diez mil dólares. Han bromeado sobre este momento: sería un delirio llegar a veinte mil. Tragan saliva mientras las contraofertas escalan frenéticas hasta los doscientos mil. Entonces las apuestas se distancian. 350 000 dólares es la última puja. Después de seis minutos de batalla escuchan: «¡Adjudicado!». El precio final, incluida la prima, ascendió a 432 000 dólares.

¿Quiénes son estos artistas? En 2017, con veinticinco años, fundaron Obvious en un apartamento de París. En febrero de 2018, vendieron su primera obra, El

conde de Belamy, por diez mil euros al coleccionista Nicolas Laugero-Lasserre. Ese mismo verano Christie’s se interesó por su trabajo, y, solo unas semanas después, la cifra astronómica que pagó el coleccionista hongkonés K. Lai les catapultó a la fama. Vernier y Fautrel —dos hombres de negocios— y Caselles-Dupré —informático doctorado en Machine Learning— se conocen desde el instituto, pero fue hace seis años cuando decidieron unir sus trayectorias profesionales. Todo comenzó con esta pregunta: «¿Qué pasaría si generamos una obra de arte con inteligencia artificial?».

«Somos una hidra de tres cabezas», explica Fautrel. Tres amigos con el deseo de acercar arte y ciencia. Su logotipo representa al hombre de Vitruvio, un símbolo de trazos simples con el que rinden homenaje a Leonardo da Vinci. Como el genio florentino, persiguen mostrarlos como dos campos recíprocos que se alimentan. Rehúyen la palabra start-up porque su objetivo es crear obras visuales que despierten preguntas filosóficas en el espectador. Y cuentan con un ejército de algoritmos para llevarlo a cabo.

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De izquierda a derecha, Gauthier Vernier, Hugo Caselles-Dupré y Pierre Fautrel, los tres amigos que integran el colectivo de artistas Obvious.

el algoritmo de la creación. El término inteligencia artificial se refiere a la habilidad de los ordenadores para simular procesos de aprendizaje y razonamiento humano. El concepto de algoritmo informático lo inventó Alan Turing, el padre de la computación moderna, en 1936. Esta herramienta ha ido evolucionando hasta adquirir pautas, normas e incluso obligaciones. Desde las leyes de la robótica del Círculo vicioso (1941) —propuestas por el escritor y científico Isaac Asimov—, se ha cuestionado hasta qué punto el ser humano es irremplazable. Se pensaba que los robots solo servían para las fábricas, pero ahora también han aprendido a pintar, componer y escribir.

«Inteligencia artificial no significa nada, es un término de ciencia ficción», declara Fautrel. Los artistas de Obvious prefieren emplear el concepto machine learning para referirse a las últimas téc-

nicas de programación. Todos los procesos y herramientas clásicas de pintura se encuentran en manos de una infinidad de caracteres. Los algoritmos son para la inteligencia artificial lo que el estuche de pinceles es para el pintor: un mundo de posibilidades.

En el caso del Retrato de Edmond de Belamy alimentaron el sistema con quince mil retratos pintados entre los siglos xiv y xix. Después, utilizaron un algoritmo compuesto por dos partes —un generador y un discriminador— conocido como Redes Generativas Antagónicas (GAN, por sus siglas en inglés). El generador se ocupa de crear nuevas imágenes basadas en esa información. «No hace un promedio píxel por píxel de la información disponible —explica Fautrel—, sino que realmente comprende las reglas artísticas y las reproduce». Entonces, según detalla Caselles-Dupré, el discriminador va descartando aquellas en las que localiza diferencias respecto de las obras creadas por humanos. Sería parecido a un falsificador que entrena sus destrezas hasta hacerle creer a un detective que la nueva propuesta es un retrato real.

Obvious maneja una docena de algoritmos, que combina según el mensaje singular que quiere transmitir en cada proyecto. Fautrel compara su proceso de producción con el de un pintor «que se sirve de varios tipos de pinceles, brochas, cuchillos, de vez en cuando emplea sus dedos… En nuestro caso contamos con una paleta de algoritmos: generadores de imágenes, vídeo y texto, y conversores de texto a vídeo». Para los once retratos que integran la colección La familia de Belamy se inclinaron por un estilo clásico porque les parecía el más icónico. Como explicó Vernier a la revista Time, «al pensar en arte la mayoría de la gente visualiza un retrato antiguo con un marco dorado. Con este paralelismo pretendíamos subrayar la conexión de lo que hacemos con el arte propiamente dicho». Detrás del título de la serie se esconde un guiño al investigador que inventó en 2014 el método GAN, Ian Goodfellow, puesto que tradujeron su apellido al francés como bel ami.

Aunque Caselles-Dupré es el que teclea el código en el ordenador, las decisiones que se suceden en el desarrollo de una obra las toman los tres por unanimidad. Sus proyectos suelen dilatarse entre seis y nueve meses, pero dedican gran parte del tiempo a las fases de ideación y diseño. En realidad, el algoritmo trabaja muy rápido. «GAN tarda un día —apunta Fautrel—. Pero otros generadores de textos pueden dar resultados en unas tres horas».

¿hasta que se demuestre lo contrario? Desde 2018, el movimiento artístico protagonizado por algoritmos ha crecido. Incluso ya lo han bautizado: GANism es el nombre que ha sugerido el ingeniero de Google François Chollet «La tecnología está lista para usarse y al público le interesa este tipo de arte», sentencia Fautrel. En los cafés y medios de comunicación las conversaciones sobre inteligencia artificial ganan terreno. Y, como ante toda novedad, las opiniones se disparan.

El matemático Marcus du Sautoy se abre paso como uno de los principales profetas de la inteligencia artificial. Con sus libros Programados para crear y Creativity Code, defiende la necesidad de enten-

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der este fenómeno porque ya toma decisiones e influye en nuestras vidas. En una entrevista con The Guardian afirmó que tal vez en algún momento del futuro se llegará a producir una máquina con conciencia, ya que no hay ningún argumento fundado que evidencie lo contrario.

Más allá de su cátedra en Oxford, Du Sautoy divulga con entusiasmo para todos los públicos. En uno de sus vídeos propone la siguiente parábola: se celebra un festival literario y los asistentes ansían conocer a S. B. Ekhad, autor de una de las novelas más vendidas del año. Sobre el escenario han montado un ordenador, y la primera imagen que aparece en la pantalla provoca revuelo en la sala. ¿Qué es? Parece un rostro artificial. ¿Quién es? Las miradas reparan entonces en una mujer sentada al lado del equipo. No tardan en descubrir que la novela la ha escrito una máquina, y que la mujer es la matemática que la ha programado. He ahí la autora de la magnífica novela.

Du Sautoy prosigue su historia en una dirección sorprendente. La científica toma la palabra. Explica cómo fue ella quien creó el código y cómo lo preparó para que leyera todos los libros habidos y por haber. Durante ese proceso aprendió de las novelas, de la poesía, de la no ficción, y se transformó en un código completamente nuevo. El fruto la sorprendió: el algoritmo había escrito su propia novela. Shalosh B. Ekhad no era la mujer del escenario; era el nombre del código al que se le debía reconocer el mérito de la autoría.

Esta subversiva declaración también la defendió Obvious en sus inicios. Sus primeros comunicados lanzaban mensajes como «La creatividad no es solo cosa de humanos» o «Una inteligencia artificial ha logrado crear arte». Desde esta efectiva estrategia de marketing su opinión ha evolucionado. Ahora hablan de aprendizaje automático o machine learning, un término más preciso desde el punto de vista científico, para evitar humanizar la tecnología. A ese respecto, Fautrel es tajante: «Ningún programa informático posee conciencia: no tiene la capacidad de elegir, proponer o pensar por sí mismo. Por eso es siempre una herramienta en tus manos».

El miedo ante la novedad que parece amenazar al género humano también se refleja en la opinión pública. En septiembre de 2022, Jason Allen, un aficionado a la programación, presentó una obra titulada Théâtre D’opéra Spatial al concurso de arte de la Feria Estatal de Colorado (EE. UU.), y ganó el primer premio en la categoría de arte digital. La controversia sobre su legitimidad se desató porque había realizado el cuadro con Midjourney, un software que convierte líneas de texto en imágenes. Algunos medios de comunicación encendieron el contexto con noticias que destacaban a la inteligencia artificial como titular del galardón. Y en Twitter algún agorero se atrevía a predecir la muerte del arte.

Con la ley en la mano, no hay debate posible por el momento. Según explica Javier Fajardo, doctor en Derecho Civil, para que una obra de arte se considere como tal debe ser fruto del ingenio humano. Se trata de un requisito imprescindible. Por tanto, una obra resuelta por el algoritmo de un programa sin que medie intervención humana, ni es arte ni la ampara el marco legal. Tampoco estará, por tanto, protegida por el derecho de propiedad intelectual.

Sin embargo, incluso los propios algoritmos plantean problemas jurídicos. Volviendo a La familia de Belamy, el código que se empleó para generar la serie era un desarrollo, al parecer, del artista y programador Robbie Barrat. Por otra parte, aunque en el mundo creativo abundan los casos de apropiación, ¿atenta la inteligencia artificial contra los copyrights al nutrirse de miles de referencias obtenidas de bases de datos?

Si Obvious defiende que la autoría pertenece al artista y no a la máquina, Du Sautoy, en el polo opuesto, recurre a un paralelismo entre el programador, los algoritmos y la obra, por un lado, y los padres, el ADN y los bebés, por otro, para justificar el lícito reconocimiento de la autonomía de la inteligencia artificial. Con esta perspectiva, el debate se ensancha: ¿tienen —o llegarán a tener— conciencia las máquinas? Fautrel no atisba creatividad en ellas, las considera solo un medio en manos de un humano: «No-

sotros somos artistas al cien por cien. Lo importante es el proceso, el mensaje y el trabajo que resulta. Interactuamos con un ordenador y con programas informáticos para crear, pero no por eso se engendra algo con una entidad consciente».

¿Cuándo se llegará a dar el caso hipotético que propone la parábola de Du Sautoy? ¿En 2030? ¿2050? ¿Nunca? Son preguntas que no se estrenan ahora. Ya en 1953 Roald Dahl especuló acerca de un código escritor en «El gran gramatizador automático», uno de sus Relatos de lo inesperado. Narra la historia de un inventor que construye una máquina capaz de inventar grandes historias, como respuesta a todos los rechazos que él mismo recibió de las editoriales. Du Sautoy y tantos otros retoman sus fantasías, mientras auguran y promueven que se conviertan en realidad.

El profesor Fajardo explica que el orden jurídico refleja una forma de concebir el arte que nació en el Romanticismo y que reconoce esta maestría como fruto del genio humano. Pero advierte que la ley es fruto del pensamiento y, en consecuencia, podría cambiar si este concepto evolucionase o ante futuros desarrollos de la tecnología.

humanos de nueva generación. Hay dos hombres en una sala. Están separados por una mesa larga. El ventilador del techo gira perezoso sobre sus cabezas. Uno viste pijama sanitario, el otro traje. Es un interrogatorio, pero las preguntas que formula el caballero de la corbata no son muy habituales: «¿Me podrías contar cosas buenas de tu

Más de los artistas. El Parietal Burner #2 (2020) es una pintura rupestre generada por una IA que estudió la obra del grafitero Bond Truluv para explorar la relación entre los pintores y las paredes. La máscara Ubunifu (Creatividad), de la serie Caras de AGI (2020), se pregunta qué rostro tendría una mente como la humana. Saki del Lago Durmiente (2019) es la representación onírica del momento en el que la electricidad llegó a Japón, impresa sobre papel washi.

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k Mosaico Virus (2018), de Anna Ridler. En esta serie de obras, un algoritmo invita a reflexionar sobre el capitalismo. Una cuadrícula de tulipanes que evolucionan al ritmo de la cotización del bitcoin le sirve a la arstista para mostrar cómo fluctúa el mercado. La tulipmanía del siglo xvii es uno de los primeros casos de burbuja especulativa. Antes de caer al precio de una cebolla, los bulbos llegaron a costar lo mismo que una casa en Ámsterdam.

l Retrato sin rostro #1 (2019), de Ahmed Elgamal y AICAN. Esta impresión digital sobre lienzo es una colaboración entre el profesor Ahmed Elgamal, del Laboratorio de Arte e Inteligencia Artificial de la Universidad de Rutgers, y de AICAN, un algoritmo complejo que trabaja desde dos presupuestos: el conocimiento histórico sobre el arte y la orden de crear algo nuevo. Esta obra y la serie a la que pertenece se cuestionan el valor del rostro en la época del deepfake.

madre?». Con este peculiar cuestionario, encarnación del test de Turing, se pretende descubrir en la película Blade Runner (1982) si el personaje de blanco es, en realidad, una máquina. También Ex Machina (2014) plantea esta idea de la inteligencia artificial como sustituta del ser humano.

La primera vez que se mencionó la palabra robot fue hace un siglo. Concretamente, en una obra de teatro titulada R.U.R.: Robots Universales Rossum, que se estrenó el 25 de enero de 1921 en Praga. El señor Domin, uno de los personajes creados por los hermanos Karel y Joseph Čapek, dijo entonces: «La humanidad nunca se entenderá con los robots y nunca llegará a ejercer un control sobre ellos; se verá sobrepasada por un diluvio de estas horribles máquinas vivientes, será su esclava, viviremos bajo su merced».

Acerca de este escenario, Albino Prada, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo y ensayista, en un artículo publicado en InfoLibre, considera temerario confiar en la capacidad del ser humano para elaborar —al menos de

momento— una psique artificial porque ni siquiera puede entender del todo cómo funciona su propia mente. Aunque son muchas las preguntas que la neurociencia no puede responder todavía, tecnófilos visionarios como Ray Kurzweill —informático, inventor y director de Ingeniería en Google desde 2012— propugnan la posibilidad de crear una réplica funcional del cerebro humano, así como de alcanzar una inteligencia no biológica o una inteligencia artificial sobrehumana.

Pero ¿qué es lo que nos hace singularmente humanos? Como afirma el filósofo y catedrático José Antonio Marina en la revista Ethic, «no es exagerado decir que la creatividad es la protagonista del proceso de humanización». No obstante, en la búsqueda de datos y su combinación, dos elementos de ese procedimiento, las máquinas han dejado atrás al hombre. Asusta. Su silla la ocupan ahora ordenadores mejor cualificados. Sin embargo, según subraya Marina , todas las actividades creadoras —ya sean artísticas, científicas, técnicas, políticas o económicas— implican, además, su realización intencional y, después, un cierto evaluar.

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m Direction Study (2018), de Sougwen Chung. Chung pasó por el Media Lab del MIT y ahora dirige un estudio en Londres que explora la relación entre el hombre y la máquina. Este lienzo, como otros de la artista, se pintó a dos manos. Una fue la de Chung. La otra es un brazo robótico controlado por un algoritmo que copiaba en tiempo real los gestos de la artista. Es el primer paso de un estudio sobre la interacción entre humanos y robots en la creación artística.

n Memories of Passersby I (2019), de Mario Klingemann. Como el Retrato de Edmond de Belamy, fue una de las primeras piezas de IA vendidas en una casa de subastas. Sotheby’s golpeó el martillo por 46 760 euros el 6 de marzo de 2019. Se trata de un aparador conectado a dos pantallas. Dentro del mueble se esconde el cerebro de un algoritmo que arroja al plasma un ciclo infinito de retratos generados píxel a píxel. Las imágenes nunca se repiten y la máquina no utiliza ninguna base de datos.

«La creatividad consiste en encontrar formas nuevas y eficaces de resolver problemas», asegura. En el caso de Obvious, lo ingenioso sería el hecho de haber programado una máquina para que pinte, y no tanto lo que elabore después.

De los autores mencionados se puede remarcar que solo las personas tienen la capacidad de otorgar un significado a su trabajo. La comunicación simbólica es todavía una cualidad del todo humana. El filósofo Ernst Cassirer sostuvo que la simbología constituye la herramienta principal del ser humano para comprender el mundo. «Los símbolos —explicaba— son formas a priori, es decir, existen antes de que seamos capaces de reconocerlos o reconocer su función en nuestra forma de pensar». Cuando se trata de una inteligencia artificial, la calidad con la que escriba o pinte puede confundir, pero la diferencia que encierran respecto a la obra humana es radical.

Estas mismas dudas permearon los comienzos de Obvious. Desde hace seis años, el colectivo explora las fronteras entre el arte y la inteligencia artificial, intentando descifrar —como señala Fau-

trel— cuál es el lugar del artista y cómo la evolución de la tecnología influye en la historia del arte. «El simple hecho de utilizar la palabra inteligencia —continúa— no es más que un intento de humanizar la herramienta».

Aquella tarde de octubre de 2018 en Christie’s algo cambió. La barba de Fautrel ha crecido. Ha sustituido la camisa blanca y un modoso jersey azul por una camiseta de manga corta negra y un gorro de punto de Carhartt. Ni rastro de inseguridad detrás de sus gafas redondas. Fautrel da dos caladas a un cigarrillo electrónico. Ellos hacen arte. Y a partir de la histórica subasta el mundo lo reconoce. El diario Le Monde tituló así su crónica: «El mañana, ¿arte sin artista?», pero cuando él imagina el futuro no lo hace de manera antagónica. «Ya veremos si dentro de veinte años la gente se acuerda del Retrato de Edmond de Belamy como la primera obra de un movimiento en el que el artista colabora con la inteligencia artificial», comentó en una entrevista en 2020.

Obvious avanza deprisa. Desde 2019 sus obras se han exhibido en numerosas instituciones, como el Museo Nacional de Arte de China (Pekín), el Hermitage (San Petersburgo), el Museo Británico (Londres) o los Encuentros de Arlés. Y siguen conquistando hitos. En noviembre de 2022 se convirtieron en uno de los primeros artistas algorítmicos representados por una galería internacional e inauguraron en Danysz (París) su primera exposición individual. En la actualidad, están inmersos en el proyecto «Somos Marianne», para el que pretenden generar una nueva representación del icono galo a partir de miles de imágenes de mujeres francesas.

«Si se pudiera decir con palabras, no habría razón para pintar». Así explicaba el pintor americano Edward Hopper su visión del arte. A raíz de la venta del Retrato de Edmond de Belamy, la voz de los creadores que experimentan con la inteligencia artificial se ha amplificado. En este panorama de pinceles, teclas y números la pregunta de qué es el arte resurge con fuerza. Tal vez los algoritmos puedan aportar nuevas respuestas. Nt

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CAMPUS

amigos prestaron su ayuda con una aportación de 5,2 millones de euros, que se han destinado al programa de becas de grado, al apoyo de los centros de investigación de la Universidad y a la financiación del programa de becas de doctorado.

NOS VISITARON

ANNA SANMARTÍN

Subdirectora de la Fundación Fad Juventud

IÑAKI GABILONDO

Periodista y colaborador histórico de la Cadena SER

MARIAN ROJAS

Psiquiatra y escritora

[02.02.23 Instituto Cultura y Sociedad] Hay jóvenes que solo han conocido la crisis económica y la precariedad, una situación agravada por la pandemia. Como señaló Anna Sanmartín, subdirectora y responsable del área de investigación de la Fundación Fad Juventud, las encuestas revelan sus efectos psicológicos. En el marco del Reto ICS 22-23 del Instituto Cultura y Sociedad, la experta presentó cómo ha evolucionado el relato juvenil desde 2017. Acerca de la tercera oleada del barómetro, realizada en 2021, expuso que el global de quienes afirman gozar de buena salud ha caído de un 86,7 por ciento en 2017 a un 54,6 en 2021. Según subrayó, el 40,5 por ciento dice haber padecido problemas de salud mental. Los casos se han duplicado respecto a años anteriores y preocupa sobre todo la franja entre los quince y los diecinueve años, que son quienes menos ayuda profesional solicitan.

[10.01.23 Facultad de Comunicación] Iñaki Gabilondo [Com 63] volvió de nuevo a su campus para hablar de periodismo con mayúscula en una sociedad polarizada. «Los periodistas tenemos que construir territorios de confianza. La ética está en el principio y el fin de nuestra supervivencia», afirmó en un encuentro con estudiantes, profesores y alumni organizado por la Facultad de Comunicación. Gabilondo resaltó que «el periodismo nace con un compromiso inexorable con la sociedad y la democracia». Incluso lo equiparó al del cirujano con la vida de su paciente. Como «servidores públicos», recordó que los comunicadores deben ser referentes de solvencia a la hora de contar de manera exigente y rigurosa lo que el ciudadano tiene derecho a saber. Algo difícil en el contexto actual porque, según advirtió, «la verdad acostumbra a moverse muy incómoda en territorios de radicalidad».

[25.06.21 Open Day] «El 90 por ciento de las cosas que nos preocupan jamás suceden. Pero esos pensamientos —¿y si no apruebo?, ¿y si no encuentro trabajo?— tienen un impacto directo en nuestra salud». Así lo aseguró la Dra. Marian Rojas [Med 07] durante el Open Day en el campus de Madrid. Más de seiscientas personas estuvieron presentes en su intervención y cerca de ochocientas la siguieron online

La incertidumbre es connatural a la vida, por eso la psiquiatra considera imprescindible aprender a manejar el estrés. Para lograrlo, es necesario que cada persona se pregunte qué factores lo desencadenan y cómo reacciona ante él. «La felicidad —explicó— no deja de ser la capacidad de conectar de modo sano con mi realidad, de gestionar lo malo y disfrutar de lo bueno». Y también de saberle dar un sentido a la vida «habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro».

[21.02.23 Museo de Ciencias] El valor del regalo y la responsabilidad multiplicados por (casi) infinito. Con esta fórmula expresó Clara Grima su gratitud ante el premio Pasión por la Ciencia. Doctora en Matemáticas en la Universidad de Sevilla, dio sus primeros pasos como divulgadora con el blog Mati y sus matiaventuras, que ha recibido numerosos reconocimientos. Hoy día preside la comisión de divulgación de la Real Sociedad Matemática Española y disfruta de su mayor hallazgo: «La satisfacción de investigar es solo comparable a la de contar y enseñar lo que has descubierto».

Otros galardonados en la cuarta edición #LabMeCrazy! Science Film Festival, en que participaron 1115 producciones de 94 países, fueron el documental Carbon - The Unauthorised Biography, el programa de televisión El cazador de cerebros - Pinceles y pipetas en el Prado y el vídeo «I Was Just a Child».

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CLARA GRIMA Matemática y divulgadora
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ALFOMBRA ROJA

nuevos proyectos de investigación se han puesto en marcha este año en la Universidad gracias a los seis millones de euros concedidos por la Unión Europea. Doce de las iniciativas abordarán cuestiones de salud y medicina personalizada.

Tantaka: una década sembrando solidaridad en el campus

El lema de la última edición de Solidariun, la jornada dedicada a acercar a la comunidad universitaria la labor que desarrollan las ONG y las entidades sociales navarras, condensa el espíritu con el que nació Tantaka en noviembre de 2012: «Si no te gusta lo que ves, dale la vuelta». Desde entonces, cerca de ocho mil personas han nutrido el banco de tiempo solidario de la Universidad con miles de horas, conocimientos e infinitas ganas de tender una mano a los más vulnerables. Sofía Collantes, coordinadora del proyecto hasta 2020, recuerda que «ayudar a los que ayudan» fue el propósito fundacional de Tantaka. Los voluntarios ponen su tiempo al servicio de las necesidades de organizaciones locales porque «juntos podemos crear algo grande». Así, gota a gota, durante estos diez años se han consolidado iniciativas como el ciclo

formativo «Capacitarse para entender la discapacidad» y el programa Tantaka Inclusión, gracias al que 125 personas con discapacidad han realizado prácticas profesionales en distintos centros y servicios de la Universidad.

«El voluntario sabe que con su ayuda cambia la vida de las personas que reciben ese apoyo y también transforma su propia vida», afirma Collantes en un vídeo que conmemora el décimo aniversario. Natalia Couto, que recogió su testigo, asegura que en los próximos años Tantaka continuará alimentando esa capacidad de apertura a los demás entre alumnos y profesionales de los diferentes campus. Porque con solo una hora a la semana de nuestro tiempo se puede dar la vuelta a realidades sociales como la pobreza, la inmigración o la inclusión de personas con discapacidad.

NOVEDADES

Más ciencia en femenino

La falta de referentes es un hándicap para que más niñas quieran seguir una carrera científica. Por esta razón, el Museo de Ciencias lanzó en 2019 la serie de animación «La mujer en la ciencia», que ahora recibe un nuevo impulso en forma de libro. Este proyecto divulgativo acerca doce biografías de mujeres desconocidas para el público pero que han dejado huella con sus aportaciones: desde el ingenio de Ada Lovelace para crear el primer ordenador gracias a un telar, hasta la curiosidad innata de una niña como Mary Anning, que descubrió la existencia de los dinosaurios. La historia de la ciencia y la tecnología no hubiera sido la misma sin el tesón de June Almeida, Florence Nightingale, Janaki Ammal, Rachel Carson, Alice Evans, María Mitchell, Margarita Salas, Cecilia Payne, Lynn Margulis e Isabel Morgan. Sus vidas, fascinantes y llenas de obstáculos, seguro que pueden despertar vocaciones científicas.

Descarga gratuita del libro

Preparando el próximo curso

Tres nuevos programas de posgrado comenzarán a impartirse en la Universidad a partir de septiembre de 2023: el Master in Fashion Management (campus de Madrid), el Máster de Derecho de Familia (campus de Pamplona y Madrid) y el Máster de Formación Permanente en Derecho Matrimonial y Procesal Canónico (campus de Madrid).

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francisco javier pérez latre, profesor de la facultad de comunicación

Aliados para impulsar la investigación sobre inmunoterapia del cáncer

Del artículo «Polarización severa: la fractura del tejido social», publicado el 17 de febrero de 2023 en The Conversation

Las universidades de Oxford y Navarra han firmado un convenio para investigar y aplicar nuevas técnicas de inmunooncología. Este enfoque ha revolucionado el tratamiento de tumores sólidos y hematológicos: entre un 15 y un 30 por ciento de pacientes sobrevive a muy largo plazo. El acuerdo, el primero del Nuffield Department of Medicine con un centro universitario español, dinamizará la producción científica y los ensayos clínicos, en los que, como resaltó Richard Cornall, la Universidad de Navarra es un «modelo en Europa» durante la última década.

ricardo calleja, profesor de ética empresarial en el iese

Del artículo «¿Qué es un buen trabajo», publicado el 27 de enero de 2023 en ABC

La Unidad de Orientación y Bienestar da sus primeros pasos

Compass (brújula en inglés) es el nombre de la nueva Unidad de Orientación y Bienestar. La iniciativa, enmarcada en el eje de Educación transformadora de la Estrategia 2025, favorece que los alumnos compaginen el estudio con un estilo de vida saludable. Para ayudarles a enfocar las dificultades, la Unidad ofrece asesoramiento personalizado, guías y talleres psicoeducativos que promueven el autocuidado y el crecimiento integral. Además, apoya a los profesores en su labor de mentoring

eduardo ayesa, investigador de ceit y profesor de la escuela de ingeniería

De su intervención en el ciclo Bioma Talks, titula do «Innovación tecnológica y sostenibilidad: una mirada integral», que tuvo lugar el 1 de diciembre de 2022.

El arquitecto navarro Patxi Mangado [Arq 81] ha sido distinguido con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2022. Por su parte, el catedrático Miguel Ángel MartínezGonzález ha recibido el Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón de Medicina.

CAMPUS
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CON NOMBRE PROPIO
«El mundo es imperfecto. Nuestros trabajos también. A veces no son mucho más que terapias ocupacionales»
LAPIDARIUM
«El progreso que no colabora en la construcción de un mundo mejor no es progreso»
«La falta de confianza hace que los pilares que sustentan la sociedad se vuelvan frágiles y cunda el pesimismo»

Campanadas esperanzadas

Tratar las enfermedades oncológicas con mayor precisión y de forma personalizada es el objetivo del Cancer Center de la Universidad, que se presentó a principios de febrero en el campus de Madrid. El centro se asienta en más de cuatro décadas de experiencia y aúna el trabajo de 550 profesionales de la Clínica, el Cima y las facultades del área biosanitaria. En la lucha contra el cáncer, la Campana de los Valientes suena cada vez que la vida gana.

el eco de la campana en los pasillos de la Clínica pregona buenas noticias. Cuando Berta Rodríguez-Curiel salió de la cabina después de su última sesión de radioterapia, el 28 de diciembre de 2019, su familia la recibió con flores, globos, aplausos, abrazos… y una campana. Berta la tocó por primera vez, pero no se la llevó a casa: decidió regalarla al Departamento de Oncología Radioterápica para que otros pacientes, al superar su tratamiento, pudieran brindar esperanzados por una nueva etapa.

Este símbolo acompañó la gestación de la Unidad de Protonterapia, que comenzó su andadura el 17 de abril de 2020 en el campus de Madrid. La pandemia no frenó la actividad de esta iniciativa pionera en Europa, y 602 personas se han beneficiado de la radioterapia más precisa y segura que existe hoy día, ya que permite maximizar la dosis para tratar

el tumor sin irradiar el tejido sano circundante. Gracias a ella, la pequeña Ahinara Iglesias se agarró con fuerza a la cuerda y, ayudada por su padre, que la sostenía en brazos, sacudió el cuerpo de la campana en julio de 2020. Con solo seis años, esta niña procedente de Babahoyo (Ecuador) cruzó el mundo antes de que el covid-19 cerrara las fronteras para curar su tumor cerebral. Y se convirtió en la primera paciente pediátrica.

La aplicación de la protonterapia marca otro hito en la determinación de la Universidad por ayudar a los pacientes con cáncer. A principios de los años ochenta, la Clínica creó uno de los primeros departamentos de Oncología de España. En 2004, el Cima abrió una línea prioritaria de investigación aplicada en cáncer. Y en 2017, coincidiendo con la apertura de la sede del hospital en Madrid, se impulsaron los trabajos preliminares del Cancer

Center, que se presentó el 2 de febrero en Madrid.

Este nuevo centro enraíza en uno de los ejes de la Estrategia 2025: poner al servicio de la sociedad una medicina personalizada de vanguardia. En el núcleo de su ADN late el enfoque multidisciplinar y colaborativo, tan propio del quehacer universitario. Un total de 550 especialistas de catorce áreas —médicos, investigadores, docentes, profesionales de enfermería y de otros ámbitos— conforman el Cancer Center.

El proyecto reúne, coordina y potencia la actividad asistencial, investigadora y docente en torno al cáncer que se desarrolla en la Clínica, el Cima y las facultades biomédicas. Dirigido por el Dr. Antonio González, participará en el Plan Europeo de Lucha contra el Cáncer. Una de las medidas que contempla es la creación de una red que conecte los centros oncológicos integrales reconocidos en cada Estado miembro. Su ob-

jetivo: ofrecer a la mayoría de los pacientes el abordaje más adecuado de estas patologías en 2030.

Los antecedentes de este modelo se sitúan en Estados Unidos. Desde 1971, el National Cancer Institute acredita a hospitales del país para avanzar en métodos de prevención, diagnóstico y tratamiento. Entre los primeros designados, el MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas. Uno de sus pacientes fue el almirante Irve Le Moyne , quien, al completar la terapia para combatir un tumor muy agresivo, llevó la campana de bronce de su buque y la tocó. «Misión cumplida» es el significado de esa señal para los marines. El Cancer Center de la Universidad de Navarra ha heredado el sentido de esa tradición que surgió en Houston en 1996. Su afán por curar más y curar mejor garantiza que se siga escuchando el repique más esperado. Nt

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Campus Cancer Center
texto Ana Eva Fraile [Com 99] fotografía Rubén Calvo

Las zapatillas del papa

Hace veinticinco años, Benedicto XVI se dejó unas pantuflas en un colegio mayor de la Universidad de Navarra. También paseó por el campus de noche, solo por tomar el aire, charló con decenas de universitarios, se interesó por la investigación en bioética de la Clínica, presentó su autobiografía y recibió un birrete blanco con el doctorado honoris causa.

texto Redacción NT

fotografía Manuel Castells [Com 87] y Archivo Fotográfico Universidad de Navarra

el último día de 2022 falleció en el Vaticano una de las mentes más preclaras de nuestro tiempo: Benedicto XVI. Fue el primer papa que dejó por su propia voluntad la cátedra de Pedro desde hace más de setecientos años, el 28 de febrero de 2013. Lo hizo un lunes cualquiera, sin previo aviso y en latín. Es uno de los aspectos que primero se resaltan de su figura: el papa que renunció. Junto con esa infrecuente humildad de callarse y desaparecer, los biógrafos destacan unánimes su espíritu universitario y su talla intelectual.

Estudió Teología y Filosofía en Frisinga y Múnich (Alemania), donde se sintió muy atraído por el pensamiento de Heidegger, Jaspers, san Agustín y Dostoyevski, entre otros autores. Se doctoró en 1953, y seis años después se incorporó como profesor a la Universidad de Bonn. Ejerció la docencia después en otras: Münster, Tubinga, Ratisbona… En Tubinga impartía una asignatura, Introducción al Cristianismo —título de una de sus obras más conoci-

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in memoriam
Campus Benedicto XVI,
Benedicto XVI, entonces cardenal Ratzinger, con Mons. Javier Echevarría, Gran Canciller en 1998, y Mons. Fernando Ocáriz.

das— en la que hablaba con tanta claridad y exactitud, con tanta pasión por la materia, que asistían a sus clases más de mil estudiantes y hubo que instalar pantallas por los pasillos. Entre el auditorio estuvo don Pedro Rodríguez, quien a partir de 1967 fue uno de los profesores que pusieron en marcha las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra. Quedó tan impresionado por el cardenal Ratzinger que, en 1998, siendo ya decano de la Facultad de Teología, lo propuso como candidato al doctorado honoris causa de la Universidad.

El Gran Canciller, Mons. Javier Echevarría , invistió también en aquella ocasión a Julian Simon y a Douwe Breimer. A Joseph Ratzinger le emocionó que los laureados fueran «tres personas tan diferentes: un economista hebreo, un farmacólogo calvinista y un prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Esto —dijo en su discurso tras recibir el título— es el resultado de un espíritu de apertura que encuentra algo común en ese empeño por buscar la verdad y el bien de la persona».

Joseph Ratzinger llegó a Pamplona un viernes, 30 de enero, hace un cuarto de siglo. Se alojó esos cuatro días en el Colegio Mayor Belagua. Por entonces no solo había desarrollado una intensa carrera académica. Había participado de forma decisiva en la redacción de dos de los documentos fundamentales del Concilio Vaticano II, en el que se lo consideró un reformista. Lo consagraron obispo y nombraron arzobispo en 1977 y, unos meses después, Pablo VI lo creó cardenal. En 1982, Juan Pablo II se lo llevó de Alemania a Roma. Cuando vino al campus era ya uno de los hombres más relevantes del catolicismo, tanto por su teología como por el cargo que desempeñaba, señal clara de su sintonía con Juan Pablo II. El futuro papa, a sus 71 años, debía de creerse al final de su carrera, porque presentó su autobiografía, titulada Mi vida, el último día que pasó en la ciudad, en una rueda de prensa en la que le preguntaron de todo —un viaje del papa a Cuba, el terrorismo, el retroceso del catolicismo entre los jóvenes— excepto sobre su vida.

«Nos habían advertido de que era una figura importantísima en el Vaticano —recuerda Paz Ugalde, entonces delegada de alumnos, que asistió a la tertulia del cardenal en el Colegio Mayor Goimendi—, pero me pareció tan cercano que me animé a pedirle algo personal: que rezara por mi

nales, la investigación de células madre o la reproducción asistida… “¿Ustedes cómo actuarían?”, decía». Después de su elección como papa, Banús anotó en Nuestro Tiempo varios flashes de aquellas jornadas. «Queda en el recuerdo —escribió— aquel paseo por el campus, a las diez y media de la noche, [...] tras un día lleno de actividades: la sencillez de un paseo para estirar las piernas; y el recuerdo no de lo que hablamos, pero sí de que nos divertimos con los comentarios graciosos del secretario y los míos y los suyos».

Joseph Ratzinger se conmovió con el gesto que tuvo con él la Administración de Belagua, que le compró unas zapatillas nuevas para sustituir estas otras, ya muy gastadas, que aún se conservan en el colegio mayor.

hermano, que quería ser sacerdote». En otro encuentro en Belagua, los alumnos le hicieron al cardenal preguntas difíciles sobre la Teología de la Liberación o sobre el capitalismo. «El sistema capitalista y liberal, en sus raíces, es un sistema materialista —respondió Ratzinger—, y por lo tanto tampoco es radicalmente distinto de los sistemas marxistas». «Colaboradores de la Verdad» fue su lema episcopal, y ese empeño lo llevó tanto a dar respuestas incómodas como a callar cuando era preciso.

También habló con él durante su viaje la rectora, María Iraburu, que en 1998 era una investigadora treintañera. «Me llamó la atención entonces, y la valoro todavía más ahora, su capacidad de escucha, de interés auténtico por la visión de los demás; una sencillez y apertura —a la verdad, a las personas— casi conmovedoras», recordó tras su fallecimiento. Visitó la Clínica, donde, según el profesor Enrique Banús, que ejerció de traductor en la visita, «preguntó mucho sobre cuestiones del sida, trasplantes, la atención a pacientes termi-

Una de las anécdotas de ese viaje que quizá mejor reflejan la personalidad de Benedicto XVI sucedió entre bambalinas, mientras el cardenal andaba ocupado en aquellas visitas a las distintas facultades, a la Clínica y a los colegios mayores. Cuando fueron a limpiar y ordenar la habitación que ocupaba el purpurado, las mujeres que se dedicaban al cuidado y la atención de Belagua descubrieron que empleaba unas zapatillas de andar por casa vetustas y muy desgastadas. Les pareció cosa impropia de un miembro de la Curia, así que, con decisión, se fueron a comprarle otras nuevas y retiraron las viejas, que todavía se conservan en Belagua como un recuerdo entrañable del cardenal.

Debajo del solideo rojo y de toda aquella pompa, Joseph Ratzinger nunca había dejado de ser el hijo menor de una familia humilde —su madre fue cocinera y su padre, policía— de Baviera. Hasta el final de sus días recordó con inmenso cariño el hogar familiar, una pequeña granja en la aldea de Hufschlag, donde se crio. Su hermana mayor, María Ratzinger, que nunca contrajo matrimonio, cuidó de él hasta su repentina muerte en 1991. Fue esa figura maternal, hoy casi extinta, pero tan común en el pasado: la hermana soltera del sacerdote. Por eso, cuando, siete años después de la muerte de María, en un campus universitario en Pamplona, se encontró esa misma solicitud, el futuro papa quedó profundamente agradecido. Junto al diploma, el birrete y el anillo por su doctorado, se llevó las zapatillas nuevas, por supuesto. Nt

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«Ánimo, Carmen, que ahora empezamos»

Su memoria desmenuza con precisión de orfebre su periplo por saberes como la fisiología, la psiquiatría y la defensa de la vida en todas sus etapas. Carmen Gómez Lavín fue una de las pioneras de la Universidad. Con don Eduardo Ortiz de Landázuri y don Juan Jiménez Vargas abrió de par en par las puertas de la investigación en el antiguo Pabellón F del Hospital de Navarra. Su tesis, defendida en 1963, la segunda leída en el campus —primera por una mujer —, es una de las veinticinco sobre las que estampó su firma san Josemaría.

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la mirada le chispea. en no más de diez pasos alcanza desde su silla un coqueto y rústico aparador de madera oscuro que se levanta en un lateral de su consulta. Allí reposa un pequeño marco de plata con dos imágenes. «¡Qué guapa era…!», susurra como si retara al silencio. Habla de otra Carmen, su madre. La melodía acompasada de su voz vira con rapidez hacia la instantánea de Pablo, su padre. Sostiene un violonchelo. Carmen Gómez Lavín salta la barrera de los ochenta. Es hija de músico y de maestra. De Granada. «Pon de Granada —insiste—, de la zona de los catedráticos». Allí comenzó a estudiar Medicina. «Sin saber en qué lío me metía», suelta sonriente.

En la Universidad de Granada solo diez chicas cursaban esa carrera en 1955. Cuatro, en su clase. Las cuatro niñas, les decían. «Purificación Henares, Elvirina Ferres, Trinidad Espigares y yo», enuncia Carmen sin pausas y haciendo gala de buena memoria. «Que una mujer quisiera ser médico en aquellos años era rarísimo. Nosotras íbamos a estudiar, pero a estudiar de verdad», recalca. En el claustro de profesores coincidieron figuras clave en la posterior creación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra: Fernando Reinoso , Alfredo de Federico , Federico Conchillo , Luis María Gonzalo o don Eduardo Ortiz de Landázuri, entre otros. Don Juan Jiménez Vargas, primer decano de la Facultad, les

propuso a todos adherirse al proyecto. Y aceptaron. Lo hicieron escalonados después de Carmen , que llegó en octubre de 1957.

la hermana de pablo. Carmen vino a Pamplona alentada por María Casal Wismer para ayudarle en tareas docentes. La doctora Casal, una joven médico de origen suizo, era la directora de la Escuela de Enfermería. Carmen aceptó en 1957 a pesar de que le quedaban dos años para licenciarse en Granada. «No los completé en la Universidad de Navarra porque la carrera era más reciente —matiza— y los alumnos no habían llegado al curso que me correspondía». Aunque algunos profesores de allí se mostraron reticentes a que estudiara por libre, no fue complicado abandonar los aires de la Alhambra e instalarse en la capital navarra.

«LOS DE LA MALETA»

En esta duodécima entrega de «Los de la maleta», la serie de reportajes en la que contamos los orígenes de la Universidad de Navarra, viajamos con Carmen Gómez Lavín de Granada a Pamplona, donde sentó las bases de la investigación científica en el centro académico cuando aún era estudiante.

—Con la segunda promoción. A pesar de ser de las primeras de la Facultad y aunque terminó la carrera en Granada, Carmen se considera una alumni más de la Universidad. «¿A qué promoción quieres unirte? —me dijeron—. A la de mi hermano». En la imagen, Carmen, primera de la izquierda en la segunda fila, con su hermano Pablo, el primero de la izquierda en la última fila. También figuran, entre otros, Ángela Mouriz, don Juan Jiménez Vargas, Jesús Gastearena, don Ismael Sánchez Bella, José María Morondo, Pilar Herranz, Íñigo Zumárraga, José Miranda, Salvador González, José Luis Sinues o Jesús Vázquez.

Se alojó en Goroabe, en la plaza Conde de Rodezno, números 2 y 4, en pleno centro de la ciudad. Eran unas veinte jóvenes. Un año antes —el verano de 1956— participó allí en una convivencia. «Me gustó Pamplona», dice con firmeza. En Carlos III, a pocos metros de la entonces residencia —adoptó el rango de colegio mayor el 22 de marzo de 1961—, tomaba el autobús con destino a la Escuela Vieja, un pequeño y deteriorado edificio, cedido por la Diputación, al fondo del Hospital de Navarra. Constaba de una planta y un pequeño sótano que en su día sirvió de depósito de cadáveres. Carmen impartía clases prácticas de Terapéutica Dietética y Especialidades en Enfermería. Sin despegarse mucho de los libros. Tenía que terminar la carrera. Tampoco los abandonaba cuando regresaba a su Granada por Semana Santa: «Subía las cuestas de la Lona y de la Alhacaba, en Albaicín, con los apuntes en la mano. Mi hermano siempre me decía que era una empollona».

Pablo Gómez Lavín recaló en Pamplona en 1960 desde Granada. También para acabar Medicina. «Me conocían por ser la hermana de Pablo. Todas las chicas se enamoraron de él. Llamaba la atención, era muy atractivo y el único casadero, porque los demás estaban comprometidos», ríe al tiempo que se le empequeñecen los ojos marrones disimulados tras una fina montura roja. Su otra hermana, Cecilia, siguió los pasos de su madre y ejerció de

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Campus Los de la maleta

maestra. «Mis padres —recuerda Carmen— siempre tuvieron una gran inquietud por nuestra formación».

los caramelos de don eduardo. Septiembre de 1958. Eduardo Ortiz de Landázuri abandona Granada con Laurita —su mujer— y sus siete hijos para unirse a la todavía incipiente Escuela de Medicina. «Cuando yo estudiaba en Granada —cuenta— me dio clase de Patología Clínica y Médica Arsacio Peña, y no don Eduardo, que además era decano y vicerrector. Tenía un gran prestigio y muchos pacientes». En un viaje que la estudiante hizo a la ciudad andaluza a principios de 1958 tuvo noticia de sus intenciones de poner rumbo a Pamplona. Don Eduardo le mostró dos cartas remitidas por los médicos Gregorio Marañón y Carlos Jiménez Díaz, a los que había pedido opinión sobre la posibilidad de trasladarse de la universidad pública a la privada y que le alentaban a venir. En la segunda misiva se podía leer: «Ánimo, Eduardo, que más lejos fueron los Reyes Magos e iban solo detrás de una estrella».

De buen ánimo, en la latica, un Renault 4/4 gris, una expedición capitaneada por José Miranda recorrió Navarra en busca de pacientes. En contraste con lo que le sucedía a don Eduardo en Granada, no tenían «clientela». Visitaron Lodosa, Echauri, Olite… «Y les mandaban a Pamplona

para que les tomáramos los datos, hacerles la historia clínica y las exploraciones pertinentes. ¡Aquí les mirábamos hasta las uñas!», ríe Carmen. Pasaban consulta en la segunda planta de la Escuela Nueva, primer edificio del campus de la Universidad y que hoy conforma una de las alas del edificio de Investigación, en la zona de Ciencias. «No teníamos apenas recursos, pero sí mucha ilusión y voluntad. Como dijo un profesor francés que vino de visita, la Universidad de Navarra era, en aquellos años, mucho espíritu en poco cuerpo», señala. Entre los pocos medios materiales, un aparato de rayos X que don Eduardo se trajo de Granada en su equipaje.

En 1959, tras el visto bueno de la Diputación Foral de Navarra, acondicionaron un edificio en desuso: el Pabellón F. «Nos derivaban enfermos de otros departamentos —relata Carmen —. Muchos, con trastornos neurológicos y psicológicos». En esa etapa, supo que quería ser psiquiatra. El 7 de enero de ese año, con don Eduardo como jefe del Pabellón F, se inauguró la docencia clínica en la Escuela. «Allí comenzó la investigación. Fue la época en la que más publiqué», sostiene Carmen. La fisiología, el asma bronquial o la presencia de electrolitos en sangre fueron algunos de los temas que abordó en esos seis escritos.

Don Eduardo pasaba las noches allí. «Se hacía guardia un día sí y otro no. Y él

En el docto encierro de 1960. El 25 de octubre de 1960, el Estudio General de Navarra fue erigido por la Santa Sede como Universidad. Ese día tuvo lugar el primer desfile académico. Lo describe Francisco Gómez Antón en su libro Desmemorias: «El cortejo salió del Museo, camino de la Catedral. [....] Y desde las aceras y balcones del trayecto, cientos de vecinos contemplaban el brillante e insólito espectáculo... al que el ingenio popular puso enseguida el nombre de docto encierro, por la parcial coincidencia de su recorrido con el de los toros en los sanfermines». En ese grupo de profesores estaba Carmen, «sin puñetas en la manga porque todavía no había defendido la tesis».

nos dejaba caramelos para no quedarnos dormidos. No cobrábamos, pero ¡cuánto aprendíamos!», añade Carmen. Además de «entusiasta y exigente en el trabajo», don Eduardo era incansable. «¿Se da usted cuenta de que está amaneciendo?», le decía Carmen. «Y él me solía responder: “Ánimo, Carmen , que ahora empezamos”».

los artilugios del armero labarquilla. «Carmen, te queda un último examen. Tienes que hacer la tesis». La frase se la dijo un buen día don Juan Jiménez Vargas, primer decano de la Facultad de Medicina, con el que también colaboró en el famoso Pabellón F. «San Josemaría sentó las bases de la Universidad, pero don Juan fue un gran puntal», no duda en señalar. Hombre de pequeña estatura «y gran calidad humana», gesto serio y algo tímido, se desvivía por los demás. «Si alguien necesitaba ayuda y podía serle útil, le ayudaba. Igual que lo hacía con los médicos para que sacaran adelante la cátedra», relata. Para don Juan, la necesidad de investigar y publicar era primordial. En aquel pequeño y viejo sótano recolectaba aparatos rudimentarios para hacer experimentación. Algunos los traía de Alemania —costaban tres veces menos que aquí— y otros los fabricaba Jesús Labarquilla, un maestro armero del Ejército ya en la reserva con el que entabló amistad.

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Con esos artilugios, Carmen empezó la tesis en fisiología. Justo había terminado la carrera de Medicina en 1959 en la Universidad de Granada. Don Juan tenía ya una técnica montada en neurofisiología clínica y le convenció de que les iba a resultar sencillo obtener resultados. Trasladaron el expediente a la Universidad de Barcelona —de donde había sido catedrático don Juan— para hacer tres cursos monográficos a distancia y pidió unas becas. Y el propio don Juan, «que era muy sagaz», le planteó: «Si hay posibilidad de que las tesis doctorales se validen oficialmente en la Universidad de Navarra, vamos a intentarlo». En 1962, el Estado reconoció efectos civiles a los estudios completados en la Universidad, y los equiparó plenamente a los de los centros estatales.

Carmen defendió su tesis Investigaciones experimentales sobre fisiología y farmacología de reflejos de las vías respiratorias el 4 de noviembre de 1963 en el aula 5 del actual edificio de Investigación. En el tribunal, don Eduardo Ortiz de Landázuri, don Juan Jiménez Vargas , Fernando Reinoso y Enrique de la Figuera, de la Universidad de Zaragoza. Ejerció de secretario el doctor Carlos Olivares. En la sala, apenas tres o cuatro personas más. La de Carmen fue la segunda que se leyó en el campus de Pamplona, dieciséis días más tarde que la de Bernardo Pinto Mateos, también de Medicina. Un sobresaliente

cum laude al que no dio valor cuando llegó a casa y les contó la hazaña a las demás residentes: «No he vuelto a leer la tesis, pero con el tiempo me di cuenta de la importancia que tuvo en mi vida».

con la aurora de la virgen del carmen. Con el apoyo del doctor José Soria, trató de guiar de nuevo su camino hacia la psiquiatría. El doctor Soria era jefe de Psicología y Psiquiatría del Hospital de Navarra. «Me dio confianza y me enseñó mucho de lo que sé de esta disciplina. Tenía las ideas muy claras», reconoce Carmen, que en 1964 y «por cuestiones familiares» marchó a Madrid. Allí, desde donde supervisaba la actividad administrativa de la Clínica, vivió con Guadalupe Ortiz de Landázuri, la hermana de don Eduardo Al referirse a ella, Carmen quiere detener el tiempo. La conoció en Granada, en aquella zona de los catedráticos, y convivieron en Madrid y Pamplona. «Era muy inteligente, muy completa en todos los sentidos. Tuve la suerte de estar a su lado hasta el último momento», dice con gratitud. El 16 de julio de 1975, en la aurora de la Virgen del Carmen, la acompañaba cuando falleció tras cuarenta y cuatro días ingresada en la habitación 302 de la Clínica.

En el tiempo que permaneció en Madrid —de 1964 a 1969— Carmen se desligó casi por completo de la práctica psiquiátrica. «Solo asistí a alguna sesión clínica

Pabellón F, la puerta a la investigación. En la imagen, Monseñor Antoniutti y Enrique Delgado, entonces obispo de Pamplona, abandonan el pabellón tras una visita a sus instalaciones en 1959. Les acompañan don Ismael Sánchez Bella, que baja las escaleras, José Miranda, Diego Martínez Caro, José Luis Arroyo, don Eduardo Ortiz de Landázuri, Antonio Goñi y la propia Carmen. Este pequeño edificio en desuso cedido por la Diputación foral fue la cuna de la medicina asistencial; el germen de lo que hoy es la Clínica Universidad de Navarra, que se puso en marcha en 1962.

y mantuve algún contacto con el doctor Juan José López Ibor», matiza. Ya de vuelta a Pamplona, a su querido Goroabe, que dirigió desde Madrid en 1967, recibió la propuesta de Manuel Evangelista, primer director médico de la Clínica, de incorporarse al área de Psiquiatría. «¡Pero sentí que no estaba todavía preparada!», reconoce. Doctores como José Soria, José Ramón Varo, Vicente Madoz o Pedro Enrique Muñoz, con los que coincidió en los primeros años de la Clínica —cuando solo había diecinueve camas—, crearon en 1968 la Sociedad Médica de Estudios Antropológicos (SMEDA), hoy Fundación Argibide. Un grupo de una treintena de personas especializado en salud mental al que Carmen se unió. Trabajó allí durante una década.

Pero a su periplo vital aún le quedaba recorrido. Gracias al doctorado —«que no fue un examen más»— pudo ocupar la dirección de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Logroño durante treinta años. Lo compaginó con la actividad médica que ejerció desde 1979 en la Seguridad Social y a la que aún hoy da continuidad en su consulta de psiquiatría. En ese pequeño y acogedor despacho, donde brilla un pequeño marco plateado con una joven y guapa maestra y un virtuoso de la música, trata de seguir dando luz a las consecuencias psicopatológicas del aborto, su tema estrella. Nt

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Dejar el recablearporno, el cerebro

La pornografía es más adictiva que nunca antes y puede resultar incluso más peligrosa que cualquier droga. Genera en quien la consume una narrativa sexual de violencia y uso, y afecta a cómo se relaciona con los demás. Su impacto tiene consecuencias nefastas, especialmente en los jóvenes. Muchos de ellos se la encuentran por primera vez cuando aún creen en los Reyes Magos.

texto Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] ilustración María Expósito

imagínese un bosque en el que un primer excursionista ha ido abriéndose camino entre la maleza. Quien venía detrás siguió la misma senda porque la vegetación se encontraba ya un poco vencida. Los siguientes paseantes repitieron el procedimiento, y el paso frecuente acabó creando un camino que no existía antes.

Con esta imagen Morgan Bennett explica en su artículo «El nuevo narcótico» el efecto de la pornografía en el cerebro: «Crea vías neuronales que se vuelven cada vez “mejor pavimentadas” a medida que se recorren repetidamente con cada exposición. Esas vías neurológicas al final se convierten en el camino en el bosque del cerebro por donde se encaminan las interacciones sexuales». Así, se activa en

las personas, sin ser conscientes, un circuito neurológico que hace que su visión de la sexualidad se rija por las normas y expectativas de la pornografía.

Este es el problema: el porno recablea el cerebro de quienes lo consumen. Y no son una minoría. En 2021 en todo el mundo, las búsquedas de material pornográfico llegaban a ciento cuarenta millones de visitas diarias; este tipo de contenidos acapara un tercio de las búsquedas de internet. Tampoco es solo una cuestión de adultos. El 90 por ciento de los menores entre ocho y dieciséis años han visitado una web porno. En España, la edad media de inicio de consumo de la pornografía es de once años, aunque algunos estudios alertan de que a veces se comienza a los ocho.

Por lo general, los más pequeños no lo están buscando, pero se lo encuentran: en una ventana que salta en el ordenador mientras hacen la tarea, en el móvil de su hermano mayor… El consumo se generaliza hacia los catorce. Siete de cada diez adolescentes lo hacen de manera habitual, según un informe de Save the Children. Esta cifra es similar en el resto del planeta: más del 80 por ciento de adolescentes ve regularmente imágenes pornográficas, subraya el documental ¿Cómo afecta el porno a nuestras vidas?, producido por la organización Dale Una Vuelta.

Algunas voces matizan la gravedad de estos datos porque, dicen, la pornografía siempre ha existido. En efecto, siempre ha estado ahí, pero internet ha propicia-

66—Nuestro Tiempo abril 2023 Campus La
que entra por los ojos
droga

do que su contenido y el modo de llegar a él haya cambiado de modo radical en las últimas décadas. El acceso online comenzó en los años noventa, pero recibió el gran empujón cuando se popularizó el streaming, a mediados de los 2000. Los expertos hablan de las tres aes: accesibilidad —siempre que quieras, donde quieras; el 22 por ciento del tiempo que se pasa en línea se dedica a la pornografía—, asequibilidad —la mayor parte del consumo es gratuito— y anonimato —ya no hay que ir al kiosco o al videoclub para ver ese tipo de contenidos…—.

el porno te cambia. A estas aes, Maria Ahlin, CEO de Changing Attitudes —una organización que lucha contra el porno y todo lo que sea sexo de pago—, añade una más, en el documental de Dale Una Vuelta: «La accesibilidad es lo que está llevando a la aceptabilidad. Afecta a la cultura y afecta a nuestras actitudes». Ahlin pone el foco en la relación entre consumo de pornografía y violencia sexual: «La investigación no afirma que todos los que ven porno violarán a alguien, pero sí muestra que han aumentado las actitudes sexuales agresivas, y esto implica un factor de riesgo para cometer delitos sexuales. Con este consumo, especialmente los jóvenes, normalizan los actos violentos». Ahlin recalca que incluso el llamado soft porn tiene un efecto en las actitudes de los espectadores y modifica cómo tratan a las mujeres y cómo se entienden a sí mismos y su sexualidad.

«Aprender de sexo viendo pornografía es como aprender a conducir viendo Fast and Furious»: el documental contesta así de contundente a quienes defienden su utilidad para la educación sexual. La curiosidad es normal, sobre todo en los años en los que se descubre el propio cuerpo y el del otro. Por eso, los jóvenes necesitan una educación sexual de calidad, integral, que aborde también el plano afectivo, y que sean en primer lugar sus padres quienes proporcionen esa formación, porque, si no, buscarán respuestas en otro lado.

El informe de Save the Children afirma que el 54,1 por ciento de los adolescentes

«Denunciar los daños de la pornografía es simplemente ser coherente con el conocimiento biológico, epidemiológico y psiquiátrico»

«Hay que actuar siempre en los dos niveles: reducir la demanda y reducir la oferta, como con cualquier adicción»

«La frecuencia con la que se dé una conducta no la convierte en “normal” ni hace más felices o más sanos a quienes la siguen. Normal no es lo más frecuente en las estadísticas sino lo que sigue una norma»

miguel ángel martínez-gonzález

piensa que la pornografía les da ideas para sus propias experiencias y a casi al 55 por ciento le gustaría ponerlas en práctica. Con el aumento del consumo, crece ese deseo de emulación, y más del 47 por ciento de los que lo ven con más frecuencia han intentado imitar lo representado. Y lo que hay en esas imágenes es preocupante: el 88 por ciento de las escenas porno muestran violencia y el 94 por ciento de ella se dirige hacia la mujer, según datos recogidos por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción.

Lo que comenzó con unos arbustos un poco aplastados se ha convertido en autopistas perfectamente asfaltadas en las que placer y agresividad van de la mano. Al consumir pornografía se libera dopamina, un neurotransmisor que provoca la sensación de placer: se produce como recompensa cuando logramos algo y es el encargado de consolidar las conexiones neuronales que nos ayudan a realizar la

misma actividad en el futuro. Por ejemplo, al disfrutar de una comida, la dopamina ayuda a la persona a llevar a cabo acciones imprescindibles para sobrevivir. También se produce en las relaciones sexuales; en este caso, los expertos explican que sirve como refuerzo no para la supervivencia del individuo sino de la especie.

Pero la dopamina generada por la pornografía es diferente: «Cada imagen pornográfica lanza un chute de dopamina. Por lo tanto, mil imágenes pornográficas son mil chutes de dopamina, que generan un atracón en el cerebro», explica María Contreras, psicóloga, sexóloga y profesora de la Universidad de Navarra, en el documental de Dale Una Vuelta. Ante esta ingesta, «el cerebro baja el volumen de los receptores de dopamina, por lo que se necesita más estímulo para conseguir la misma sensación de placer». Esto se concreta en incrementar la cantidad de porno que se consume y prolongar el tiempo. Hay un paso más, como desarrolla Contreras: «En la medida en que los niveles de dopamina van bajando, un truco para acrecentar la excitación es añadir adrenalina, que se consigue por emociones fuertes: miedo, asco, sorpresa, shock… O sea: viendo hard porn». Este proceso conduce al recableado del cerebro, que cambia actitudes en el consumidor y le vuelve insensible frente a situaciones que antes le habrían parecido aberrantes.

En su libro Salmones, hormonas y pantallas, el catedrático Miguel Ángel Martínez-González afirma que esta pseudogratificación «no solo no calma la apetencia que llevó allí al adicto, sino que la aumenta. Eso es lo que hace que vender adicciones sea un negociazo». Como el refresco que promete quitarte la sed pero al terminarlo necesitas seguir bebiendo.

El catedrático y muchos otros especialistas explican que el consumo de pornografía afecta al cerebro de una manera similar a como lo hacen las sustancias químicas ilegales. Morgan Bennett la llama «el nuevo narcótico», inyectado directamente al cerebro a través de los ojos. Aunque, en su opinión, es más peligrosa que una droga física porque, mientras que

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Campus La droga que entra por los ojos

estas se metabolizan fuera del cuerpo, las imágenes permanecen en la memoria, por lo que no puede darse un «periodo de abstinencia que pueda borrar los “carretes” pornográficos de imágenes en el cerebro que continúan alimentando el ciclo adictivo».

No todo el que consume porno acaba enganchado, pero los estudios señalan su potencial adictivo. Según un estudio de la Universitat de les Illes Balears, el 87 por ciento de chicos jóvenes afirmaron haber visto porno y el 29 por ciento que hacía un uso abusivo de él; de ese porcentaje, un 8,3 por ciento se consideraba específicamente adicto. Unos datos muy diferentes en las chicas: un 2,6 pensaba que se podía considerar «un poco adicta» y un 1 por ciento admitía la adicción.

Esta brecha se percibe también en su frecuencia de consumo: en el informe de Save the Children, el 68,2 por ciento de adolescentes ha visto pornografía en los últimos treinta días, y ellos consumen el doble que ellas —81,6 por ciento frente a 40,4— y casi a diario. En ese trabajo, la mitad de los encuestados califican su consumo como responsable o no abusivo. Pero un 16,6 por ciento ha dejado de realizar actividades por ver porno.

cómo se crea un adicto. La interferencia en la vida cotidiana es uno de los indicadores que, según explicó María Contreras en la jornada «Adicciones comportamentales en un mundo digital», indica que se necesita ayuda profesional: cuando todo comienza a girar en torno a esa conducta, se desatiende a las personas queridas y otras actividades, surgen conflictos… Otro indicio es la falta de control: si se intenta dejar la actividad y no se consigue.

En muchas ocasiones, según Contreras, el comportamiento sigue la dinámica de un círculo vicioso: la persona comienza a consumir como una vía de escape ante una realidad que no le gusta, porque esa actividad le ayuda a sentirse mejor, así que ante la emoción negativa realiza la conducta y logra relajarse, pero luego aparecen la culpa o la vergüenza, por lo

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El 90 por ciento de los menores entre ocho y dieciséis años han visitado una web porno.

La neuroplasticidad del cerebro que ha posibilitado el desarrollo de los malos hábitos juega a nuestro favor a la hora de intentar conseguir otros buenos y saludables.

que vuelve a sentir malestar y repite esas acciones como modo de evasión.

Otras dos señales que alertan de posibles dependencias, señaladas por Gemma Mestre en la misma sesión sobre adicciones, son la tolerancia —cada vez necesita más para alcanzar el mismo nivel de excitación que antes— y el síndrome de abstinencia —si no puede acceder al objeto de su adicción, la persona se pone nerviosa, agresiva o irritable—.

¿Qué es lo que hace que algunas personas se vuelvan adictas a la pornografía y otras la consuman de modo esporádico? María Contreras explica que existen factores de riesgo que hacen que sea más fácil que la persona desarrolle esta adicción: tener una patología mental (TDAH, TOC, ansiedad, depresión), familias desestructuradas y clima de tensión en ellas, y la presencia de un trauma (el más prevalente, el abuso sexual en la infancia).

el porno contra el sexo. Hay quienes consideran que hablar de adicción a la pornografía es patologizar un hábito de

EN

consumo que cada vez es más frecuente y que, por lo tanto, lo mejor sería aceptarlo como un cambio en la sociedad. Preguntado por Nuestro Tiempo por estas objeciones, el doctor Martínez-González declara rotundo: «La frecuencia con la que se dé una conducta no la convierte en “normal” ni hace más felices o más sanos a quienes la siguen. Normal no es lo más frecuente en las estadísticas sino lo que sigue una norma. Denunciar los daños de la pornografía es simplemente ser coherente con el conocimiento biológico, epidemiológico y psiquiátrico». Recalca que en los últimos años han surgido muchos proyectos (webs, grupos de autoayuda, libros…) que tratan abiertamente de las consecuencias del consumo de porno: «Muchas de estas iniciativas han sido promovidas por exadictos. Sería cuestión de preguntarles a ellos lo que han sufrido y por qué han emprendido el combate contra esta nueva droga».

«No hay una cantidad saludable de pornografía. Cualquier cantidad ya es demasiado», afirma un exadicto al porno en la

En noviembre de 2022, el Colegio Mayor Belagua organizó en el Museo Universidad de Navarra el estreno del documental How does porn affect our lives?, producido por Dale Una Vuelta, una organización que busca concienciar sobre los peligros del porno a la vez que ofrece ayuda para superar la adicción. Entre los expertos que aparecen en la cinta se encuentra María Contreras, psicóloga y profesora de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra.

A comienzos de 2023, Miguel Ángel Martínez-González, director del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, publicó Salmones, hormonas y pantallas, un libro en el que proporciona argumentos sólidos desde la evidencia científica, recursos y apoyo para todos aquellos que quieren vivir un amor auténtico en una sociedad hipersexualizada.

El 12 de enero, el Instituto Cultura y Sociedad (ICS) organizó la jornada «Adicciones comportamentales en un mundo digital», en la que se trató de las dependencias a la pornografía, los videojuegos y las apuestas online. Las ponentes fueron María Contreras; Gemma Mestre, doctora en Medicina Traslacional e investigadora de la Universidad Internacional de La Rioja; y Marta Beranuy, doctora en Psicología, psicoterapeuta y profesora de la Universidad Pública de Navarra.

web de Dale Una Vuelta. Incluso el consumo esporádico impacta en la vida cotidiana, según los expertos de esta asociación: «La mirada se sexualiza, decae el interés por otros aspectos de la persona… [...] Es un modelo de excitación egocéntrico [...], no busca una actividad abierta a otros, por lo que no elimina la soledad, es una falsa sensación de compañía».

La pornografía es, como señala otro de los artículos en su página, «ciencia ficción del sexo». Y provoca un problema de expectativas y de comportamientos. El activista contra el tráfico de personas y la prostitución Ran Gavrieli cuenta, en una charla TEDx con más de 21 millones de visualizaciones, que en sus fantasías antes del porno «había siempre una narrativa de sensualidad y correspondencia. Después del porno perdí mi capacidad de imaginación». Comprender cómo afectaba a su vida sexual le llevó a dejarlo.

El uso de pornografía no solo disminuye la satisfacción sexual y el interés por el sexo, sino que también daña la confianza y la intimidad de las parejas. El doctor Martínez-González recoge en su libro que la adicción al porno se encuentra detrás de un porcentaje elevado de hogares que se rompen —en algunos estudios sobrepasa el 50 por ciento—.

El porno acostumbra a quien lo consume a un «sexo bajo demanda»: lo quieres, lo tienes. Las mujeres que salen en la pantalla nunca van a decir que no. No hay que esforzarse por conectar personal y afectivamente, y se da por supuesto que ellas siempre disfrutan con lo que sucede en los vídeos. Encontrarse en la tesitura de tener que competir con una actriz porno daña la autoestima de las mujeres. Muchas de las chicas que consumen este tipo de contenidos lo hacen movidas por el deseo de “estar a la altura” de eso que sus parejas están viendo.

Con el aumento del consumo también se ha comprobado un incremento de la disfunción eréctil en los varones. Si, antes de 2010, una media de un 2 por ciento de hombres la padecía, a partir de entonces —coincidiendo con la popularización del streaming— las ratios han ascendido en-

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EL FOCO

tre un 14 y un 35 por ciento, según recoge Gary Wilson en su libro Your Brain On Porn. Otros estudios arrojan datos similares.

Los expertos también advierten que los consumidores de pornografía presentan más síntomas de depresión y ansiedad, una calidad de vida menor y una salud mental más pobre. María Contreras explica, en el documental mencionado, que «con tanta dopamina dirigida por las grandes autopistas del placer sexual casi no queda dopamina que vaya por las pequeñas carreteras de los placeres de la vida ordinaria, y la persona deja de sentir alegría por lo que le rodea, incluso ante cosas que otras veces serían un gran motivo de alegría, como el nacimiento de un hijo».

recablear el cerebro, cambiar la mirada. Como de toda adicción, se puede salir, aunque no sea fácil. Es posible levantar los caminos fuertemente pavimentados en el bosque y crear senderos que discurran por rutas variadas y sin peligros, por donde en realidad se quiere ir y no por donde el porno ha abierto sus carriles. La neuroplasticidad del cerebro que ha posibilitado el desarrollo de los malos hábitos juega a nuestro favor a la hora de intentar conseguir otros buenos y saludables. El cerebro utiliza el sistema «use it or lose it»: las neuroconexiones que estimulas se refuerzan y desean ser activadas, mientras que las que ignoras se debilitan.

Para superar una adicción no es tan importante la motivación ni la fuerza de voluntad como la sinceridad, afirma Kevin Majeres, psiquiatra de Harvard Medical School, en el documental de Dale Una Vuelta: un anhelo sincero por cambiar «es el que empuja a la voluntad a ser capaz de sacrificar cualquier placer puntual por el bien del crecimiento y de los vínculos que tenemos con los demás».

¿Cómo afrontar las recaídas en el proceso de desintoxicarse? «Cuando la gente está muy atascada, yo les digo que lo que ha fracasado ha sido su táctica, no ellos mismos», explica el psiquiatra, y añade que gran parte del trabajo con quienes están luchando contra la adicción consiste

en ayudarles a buscar nuevas estrategias. Entre esos métodos, Majeres expone que lo que no funciona es el famoso «No pienses en un elefante rosa», esconder el sentimiento e intentar suprimirlo. «Las tentaciones de volver al consumo no son más que un tipo determinado de distracción, que nos saca de la vida que queremos vivir», señala, y por eso el enfoque que propone se basa en el mindfulness, que ayuda a conseguir un uso deliberado de la atención.

Con quien acude a consulta por este problema hay que plantear un abordaje integral, como expuso María Contreras en la jornada organizada por el ICS: «El consumo de pornografía es la punta del iceberg. Hay que ayudar a entender la parte oculta». La experta detalló que al paciente se le atiende desde el punto de vista biológico —algunos que desarrollan un comportamiento adictivo presentan comorbilidad (ansiedad, depresión, TOC, TDAH o trastorno del control de impulsos, entre las enfermedades más frecuentes asociadas con esta adicción)— y también se investiga la parte psicológica y los rasgos de personalidad —impulsividad, perfeccionismo, autoexigencia, falta de regulación emocional— y se trabaja sobre las actitudes a través de unas preguntas

«Con tanta dopamina dirigida por las grandes autopistas del placer sexual casi no queda dopamina que vaya por las pequeñas carreteras de los placeres de la vida ordinaria, y la persona deja de sentir alegría por lo que le rodea»

«El consumo de pornografía es la punta del iceberg. Hay que ayudar a entender la parte oculta» maría contreras

iniciales para reflexionar sobre por qué dejar la conducta. Asimismo se tiene en cuenta en el proceso la parte educativa y del entorno, dos ámbitos que desempeñan igualmente un papel importante a la hora de la prevención.

llegar antes que el porno. Mejor que enfrentarte a tener que superar una adicción es prevenirla. A nivel individual y a nivel social. Desde la educación y el ámbito familiar, el doctor Martínez-González habla muy claramente en Salmones, hormonas y pantallas de que resulta básico retrasar el acceso de los menores a móviles con conexión a internet: «Los padres inteligentes dan teléfonos tontos a sus hijos».

Cuando NT le pregunta sobre la preocupación de muchos padres por lo complicado que resulta llevar a cabo este plan, debido a la presión del grupo, responde: «Todo lo que vale… cuesta. Requiere esfuerzos continuos y también apoyo y argumentos sólidos. Hay que ofrecer recursos a los padres: que sepan cómo plantear las conversaciones cruciales; por supuesto, también es importante crear aficiones sanas que sustituyan esa dependencia esclavizante del móvil». Pero, subraya el catedrático, «lo más clave creo que es hablar, hablar y hablar, con sinceridad, confianza y empatía». Y, junto con eso, la ejemplaridad: «Los padres pueden perder toda su autoridad moral si sus hijos les ven excesivamente dependientes de los mensajes que les llegan, enganchados a una serie o ansiosos por mirar una pantalla, en vez de mirarles a ellos cuando les hablan».

Para avanzar en el aspecto preventivo, María Contreras mencionó en la sesión otros factores protectores, válidos para cualquier tipo de adicción comportamental. Por ejemplo, cuidar el descanso, ya que la calidad del sueño y las actividades de disfrute en el día a día ayudan a disminuir los niveles de tensión. A veces, como señaló la experta, los jóvenes no tienen un ocio estructurado y usan la tecnología para descansar. Otro muro frente a las adicciones: ahondar en el conocimiento de las propias fortalezas, cualidades y valores

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Campus La droga que entra por los ojos

para construir una sana autoestima, alejada de los altos niveles de autodestrucción y autoexigencia. Aprender a autorregularse es asimismo un cimiento firme: porque, en palabras de Contreras, «si eres consciente de tus propias emociones y de su significado, eres más libre».

Las adicciones no son solo un problema personal, sino un problema de salud pública, apunta el doctor Martínez-González

Del mismo modo la adicción al porno. Entonces, ¿por qué el Estado no hace más en este sentido cuando sí se implica, por ejemplo, contra el tabaco o los accidentes de tráfico? «Hay medidas que podrían ser muy eficaces, pero a los gobernantes les asusta perder puntos ante la opinión pública —explica el catedrático, que añade—: y tienen miedo de cómo reaccionarán las

grandes corporaciones multinacionales que se hacen de oro a base de explotar adicciones y abusos en temas de sexualidad». Las cifras están ahí: el porno genera más de tres mil dólares por segundo, según el documental de Dale Una Vuelta, lo que supone noventa y siete mil millones de dólares al año (de los cuales, tres mil millones proceden de la pornografía infantil).

Martínez-González resalta lo crucial de saber comunicar el sentido de esas medidas regulatorias para proteger la salud pública. En su libro puntualiza que no está hablando de prohibir la pornografía en general, sino de «arbitrar medidas para limitar su accesibilidad»: «Hay que actuar siempre en los dos niveles: reducir la demanda y reducir la oferta, como con cualquier adicción».

Recientemente, Francia ha propuesto un nuevo sistema de identificación digital para garantizar que los menores no puedan acceder a webs de contenido pornográfico, que quiere empezar a implementar en septiembre. En Luisiana (Estados Unidos) ya se exige un documento de identidad, y el Parlamento británico prepara una ley de seguridad en internet que obligue a las páginas de porno a verificar la edad de los usuarios.

La droga de la pornografía no va a desaparecer, pero se puede hacer mucho y desde distintas instancias para intentar acotar su campo de acción. Está en juego toda una visión de la mujer, del hombre y de la sexualidad que apuesta por proteger la dignidad de cada persona en un contexto de relaciones estables y sanas. Nt

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Los consumidores de pornografía presentan más síntomas de depresión y ansiedad, una calidad de vida menor y una salud mental más pobre.

Héroes nacionales chapados en oro

de los matices geoculturales. Primero, ser varón: después de Juana de Arco, las heroínas oficiales se pueden contar con los dedos de una mano, y sobran dos. Segundo, haber combatido en alguna batalla, mejor si es de independencia. Tercero, el factor curioso que lo vuelve único: desde el doble destierro del Cid hasta la huida de prisión gracias al pueblo escocés de William Wallace

Tras su fallecimiento, entra en vigor la conmemoración. Aunque no empieza de inmediato para todos; a muchos les admiran con retraso: Juana esperó poco más de tres siglos. Con este ascenso, el laureado inspira obras de arte y vemos sus huellas en la literatura o la música. Juan Santamaría, el héroe de Costa Rica, constituye un buen ejemplo: proyecta la imagen del costarricense originario del campo, humilde y dispuesto a sacrificarse por el futuro autónomo de la nación. Además, le ha regalado al país un día festivo, al menos cinco canciones sobre sus andanzas, tres estatuas y un nombre para el aeropuerto principal. Santamaría emerge en una tierra recién independizada de su metrópoli española, ávida de cultura e identidad.

Cuestionar lo que nos dicen sobre aquellos grandes del bien que nos antecedieron es poderoso porque les devolvemos la humanidad —los miedos, los errores, las dudas, las decepciones— que la documentación les quitó.

LA HISTORIA NO SERÍA la misma sin aquellas mentiras nobles que encontramos entre archivos vetustos o legajos en idiomas muertos que heredan la tradición oral. Esas huellas nos ayudan a comprender el pasado. Sin embargo, las figuras históricas se ven envueltas a menudo en relatos que recuerdan a fábulas. Los casos más evidentes de mitificación se podrían atribuir a los héroes nacionales, que la unanimidad ha investido con este título casi mesiánico.

En la lista de ejemplos que nos ofrece la historiografía, reconocemos en el Cid, William Wallace, Simón Bolívar y —para no irnos tan lejos— Gandhi, cómo se hermosean sus biografías. Imponentes, valientes y osados son algunos elogios que adjetivan sus hazañas hasta idealizarlos de intachables. Lo que se camufla en una admiración colectiva nos condena al peligroso juego de manipular la verdad.

¿Por qué se soba su historia? La misión principal de estos héroes es levantar la identidad de una nación o diseminar un mensaje ideológico. Pero, muchas veces, su significado trasciende a esa comunidad, y el papel les otorga una sobrecarga emocional para triunfar. Con un tono rayano en lo propagandístico, se les presenta como libertadores legendarios que derrotaron al enemigo feroz y, por amor a la patria, lucharon por sus ideales.

Se revelan similitudes en los criterios para aspirar al puesto de héroe nacional, a pesar

Cuando el rompecabezas encaja a la perfección, sin obstáculo alguno, merece la pena revisar con cuidado la realidad de los hechos o, incluso, cuestionar la propia existencia de la figura. Queda para los historiadores una labor esencial: desentrañar el mito en busca de los restos de la verdad, la pieza escondida de un puzle que parecía completo.

Preferimos las simplificaciones: héroes, y listo. De manera sutil, sus actos honrados y valientes eclipsan por completo sus serias faltas. Si desechar los logros —en caso de verosímiles— entra en guerra con la realidad, asimismo, desatender la otra mitad produce daños colaterales. El sociólogo francés Gustave Le Bon lo vio muy claro en su obra Las masas: un estudio de la mente popular de 1895: «Cuando el error se hace colectivo adquiere la fuerza de una verdad».

LA PREGUNTA DE LA AUTORA

Atraídos por el mito, tendemos a reflejar la vida en una historieta donde categorizamos de incorruptos a quienes, por naturaleza, tuvieron luz y sombra. Así, modelamos personajes perfectos inexistentes, que no dudan ni yerran. El guerrillero Che Guevara liberó a Cuba en los años cincuenta de una dictadura hegemónica estadounidense y la condujo a otra que ejecutó sin juicio a los opositores. Gandhi defendió desde Sudáfrica, donde vivió entre 1893 y 1914, a una minoría india, aunque, simultáneamente, discriminó a la población negra. Se puede —se debe— apreciar un acto y repudiar el otro.

¿Por qué se le podría quitar el título de héroe a un personaje histórico?

Observar con humanidad y ojos de hoy estas vidas requiere una buena dosis de curiosidad y reflexión crítica del pasado. Por eso, colocarse las gafas que contemplan el contexto sociocultural lejano resulta indispensable para curarnos de la miopía histórica Solo así nos percataremos de que son personas: héroes con rincones oscuros o villanos con destellos luminosos.

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MIND THE GAP
Paula Rodríguez Mora
Paula Rodríguez Mora [Com 25] es estudiante y de Costa Rica. @NTunav Opine sobre este asunto en Twitter.

Marta San Miguel «Uno no puede saltar solo. El amor es el impulso»

Marta San Miguel [Com 03] ha probado suerte en todos los géneros: poesía, relato, textos periodísticos… Y ha triunfado en cada uno. Ha recibido premios —el José Hierro de Poesía por Meridiano— y ha publicado la crónica Una forma de permanencia (Libros del K.O., 2019). Trabaja en El Diario Montañés y en octubre de 2022 estrenó su novela, Antes del salto (Libros del Asteroide).

¿A qué edad y sobre qué temas comenzaste a escribir?

marta san miguel tuvo la fortuna de conocer desde muy pequeña lo que le apasionaba. Tiraba del brazo de su familia cuando veía un caballo al que pudiera acercarse. Ante tal fascinación, a sus padres les pareció buena idea que recibiera clases de equitación. Ahí conoció a un amigo para toda la vida: su caballo Quessant. La acompañaba durante los entrenamientos los fines de semana y las competiciones que los llevaban a distintos puntos de España. Sacrificó dormir hasta tarde los sábados por compartir tiempo y medallas con él. Su madre fomentó otras de sus pasiones: la escritura y la literatura. A ella y a sus tres hermanos les aparecían mágicamente a mano libros que los embarcaban en nuevas aventuras. Falleció en 2007, un año después del caballo que le siguió desde los doce. Su ausencia fue uno de los saltos que más ha afectado a su vida y que, ahora que es madre de dos niños, tiene más presente que nunca. Para superar la pérdida se refugió en los libros y en mujeres que se convirtieron en sus referentes.

A pesar de su trayectoria profesional en la literatura y el periodismo, no se considera una persona especialmente talentosa. Cree que la perseverancia, la sabiduría y la fe que los demás depositan en ella es lo que la impulsa a saltar. Las prisas del día a día se frenaron cuando al esposo de Marta le ofrecieron una oportunidad de investigación en Lisboa y la familia se trasladó a la capital portuguesa. Empacó las maletas pensando que podría dedicarse a la escritura y antes de irse rescató un manuscrito de un cajón que se convertiría en ciento cincuenta folios. En esa nueva ciudad escribió Antes del salto, donde entre la realidad y la ficción, la maternidad y un caballo, descifra hasta qué punto la memoria configura nuestra identidad. Rescata del fondo de la caja sus recuerdos más felices y también los más amargos. Tiene la convicción de que los momentos que más nos marcan se consolidan como columnas sobre las que construimos quiénes somos y que, al agrietarse con el olvido, debilitan nuestros objetivos.

Empecé a escribir antes de ser consciente de ello. Cuando iba en el coche con mis padres imaginaba ficciones. Pensaba que lo hacían todos los niños y a la vista está que no. En 1991, con nueve años, escribí mis primeros cuentos en casa de mi abuela. Ella vivía con mi tía e iba a verla casi todos los fines de semana. Tenían una alacena llena de libretas y de bolis nuevos. ¿Sabes ese olor de las librerías a promesa, a potencial? Así me sentía cuando la visitaba. Mi tía Rosa Mari guardó mis cuentos manuscritos y los pasó a máquina.

Escribía sobre la cotidianidad que me rodeaba. Había un punto de fantasía, como un realismo mágico de parvulitos: animales que hablan, naturaleza que reacciona… pero siempre con un pie en la tierra. Con el tiempo, me he dado cuenta de que necesito ese anclaje a la realidad para hacer que las historias eclosionen.

Has cultivado varios géneros: relato, poesía, ensayos y ahora novela. ¿Hay uno favorito o es como preguntarle a una madre cuál es su hijo predilecto?

[Ríe] Cada registro te proporciona unas destrezas diferentes. He tenido la suerte de adentrarme en los distintos géneros y de ellos he aprehendido —con hache intercalada— esas herramientas. Todas me han servido para superar el siguiente salto. Sin la poesía no sería capaz de escribir como escribo, y el periodismo me ha ayudado a ver imágenes poéticas en lo cotidiano.

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texto Paola Bernal [His Com 23] fotografía Miriam Mora
Alumni Memoria sin nostalgia
Marta San Miguel admiró a los caballos desde niña. Ahora, uno de ellos inspira su último libro.

En Antes del salto se nota la influencia de la poesía en el estilo, en la palabra cuidada, en la sensibilidad. Después de los primeros cuentos, enseguida empecé con la poesía. De hecho, la culpa de ese meridiano desde el que se cuenta el tiempo para mí está en un poema de Miguel Hernández. Mi madre era muy lectora y nos sugería títulos; nunca insistía, pero los libros aparecían casualmente a mano. En la Elegía a Ramón Sijé hay unos versos que dicen: «Tanto dolor se agrupa en mi costado,/ que por doler me duele hasta el aliento». Lo leí en octavo de EGB, con trece años, y, como cualquier niña a esa edad, como mis dos hijos ahora, interpreté el poema de manera literal. Hasta que de pronto, corriendo por el pasillo del cole, pensé «¡Ah!». Guardo el recuerdo tan vívido porque comprender ese verso, comprender la literatura, fue una experiencia muy fuerte. Desde entonces estoy buscando ese flashazo en lo que escribo y en lo que leo.

¿Crees que la maternidad aporta una mirada distinta?

Ser madre me ha vuelto más precisa y certera por una razón práctica: tienes menos tiempo. Y también mucho más valiente. Antes dudaba. Sentía que lo que había contado se podía expresar mejor. Mi manera de escribir es algo espeleológica. Sin saber claro de qué o cómo voy a hacerlo, comienzo a escarbar y, al final, descubro lo que quería contar mientras lo estoy escribiendo.

¿Cómo armonizas la maternidad y la escritura?

Es tan difícil compatibilizar la escritura con la maternidad como la escritura con el periodismo. A veces mis hijos perciben que no paso tanto tiempo en el ordenador como quisiera y he sido muy franca y tajante con ellos en ese sentido: «Los dos libros que he escrito [Una forma de permanencia (2019) y Antes del salto (2022)]

«Me gustaría que el chispazo que sentí con unos versos de Miguel Hernández lo vivan otros lectores; que se ilumine una parte de sí mismos que hasta ese momento no conocían»

«Ser madre me ha vuelto más precisa y certera por una razón práctica: tienes menos tiempo. Y también mucho más valiente»

y los premios que he ganado han sido desde que vosotros existís». Lo cierto es que conciliar es muy muy complicado, y escribir ha supuesto una renuncia a pasar tiempo con mi familia.

La novela Antes del salto la gesté cuando nos mudamos a Lisboa. A mi marido le concedieron un proyecto de investigación y yo pedí una excedencia en el periódico. Por eso pude enfocarme en un texto de largo recorrido. Hasta entonces, los ritmos de un periódico solo me habían permitido escribir formatos pequeños. En ocasiones, mientras cubría una rueda de prensa, de repente, se colaba una idea en forma de semilla. A eso lo llamo el hueso de aceituna, porque ronda y a veces no sacas nada, pero otras germina y florece hasta que ocupa todos tus pensamientos. Yo escribo mucho con la cabeza; las manos vienen después.

En la novela te muestras vulnerable. ¿Recortaste o eliminaste fragmentos porque sentías que quedabas muy expuesta?

No, más que cortarme yo tuve que frenar a la Marta periodista. A esa le dije que me dejara en paz. Llevo veinte años intentando ser lo más fiel a la realidad. En eso soy extremadamente responsable y pudorosa. Y después de tanto tiempo con esa pulcritud, al escribir ficción la periodista me paraba la mano al principio y borraba lo que redactaba [Ríe]. Me lo pasé muy bien. A la protagonista le presto mi escenario vital, y sobre eso se construye la novela. Muchas cosas son mías, pero otras voy inventándomelas para llegar al lugar que quiero. En el siguiente libro me apetece juguetear más con la ficción. Me gustaría que el chispazo que sentí con los versos de Miguel Hernández lo vivan otros lectores; que se ilumine una parte de sí mismos que hasta ese momento no conocían. La inquietud hace que la tinta salga húmeda. Un periodista, un escritor, un poeta sin inquietud es como un boli seco.

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Alumni Memoria sin nostalgia
«Necesito un anclaje a la realidad para hacer que las historias eclosionen»

Para San Miguel, su escritura lleva impresa la sabiduría de los que la rodean.

¿Montar a caballo por primera vez y lanzarte a escribir provocan nervios similares?

No hubo una primera vez en ninguna de las dos. Nací con eso en la placa base: interpretaba el mundo como una escritora cuando no sabía qué significaba esa palabra. Sentarme a escribir era muy natural para mí. Y con los caballos, mi madre siempre me contaba que de chiquitina se me iba la cabeza: desde muy pequeña pedía uno a los Reyes Magos y quería que me llevaran a verlos. ¿Por qué somos lo que somos? Muchas veces no hay explicación: uno nace así. Lo que tienen en común escribir y montar a caballo es que has de ser humilde, dejarte llevar y a la vez confiar.

¿Hay alguna actitud que ayude a saltar?

Depende del tipo de salto que quieras dar. Tú galopas encima de un caballo que está entrenado para eso, se acerca el momento y estás preparada para no hacerlo demasiado cerca ni desde muy lejos. Interpretas el espacio, mides la distancia, y cuando ves que el caballo llega bien, le dejas ir y confías, aunque no sabes si va a saltar.

Al principio me daba muchísimo miedo, pero me encantaba. ¿Por qué volvía una y otra vez? ¿Por qué me exponía a caer de nuevo? Por el amor que sentía por ese animal; por el amor que sentía por la Marta que era capaz de pegar ese salto y volar a dos metros del suelo; por el amor que sentía por esa sensación de me propongo algo, lo intento y lo consigo.

Creo que el amor es el impulso para dar muchos saltos. Uno no puede saltar solo. Siempre se dice que la escritura es un ejercicio muy solitario. Es verdad, pero, cuando escribo, las manos de todos los escritores y periodistas que he leído están conmigo. He sido muy afortunada de rodearme de buenos libros que, a su vez, me han nutrido de nuevas lecturas.

¿Cómo afrontas el momento de la entrega, de saber qué opinan sobre tu obra? En el libro cito a Marguerite Duras , que dice que, si supiéramos lo que vamos a escribir, no escribiríamos nunca. Después de veinte años, veo la página en blanco y pienso «¿Voy a ser capaz?». Debes confiar en el método, en lo que sabes, en lo que has leído… y, de repente, ¡pum! Sale porque tienes una capa de sedimentos —saberes, experiencias

propias y ajenas— que te ayudan a llegar hasta ese punto final.

Al acabar, siempre le digo a mis colegas «Léelo bien», y me sigue temblando la mano. No es un temblor que paraliza, sino que reconoce la importancia de lo hecho. Sé que una palabra mal puesta cambia el sentido. El día que deje de sentirme así cuando entrego una página, tendré que pensarme lo de continuar como periodista.

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En el libro cito una película donde el padre de Batman le pregunta a su hijo para qué nos caemos. El niño está muy asustado, no dice nada, y el padre responde: «Para aprender a levantarnos». A mí eso me enfada, porque no: nos caemos para aprender a caernos. Es mucho más útil en la vida saber caerse y saber convivir con el temblor de la mano. Porque hay cosas que no podemos controlar.

Además de los saltos con Quessant y de la estancia en Portugal, ¿qué otros saltos han marcado tu vida? Hay saltos voluntarios e involuntarios. De los primeros, me marcó ir a estudiar a Pamplona. El primer curso me pasó un poco por encima, pero en segundo cogí postura y fui muy feliz. A menudo sueño que estoy en el aula seis de Fcom. Otras veces no me dejan entrar a la facultad porque no llevo la tarjeta.

Tuve la suerte de que uno de los periodistas y escritores que más admiro, Ander Izagirre, fuera mi profesor. Me gustaban muchísimo las clases de Alejandro Navas y María Teresa Laporte. Entrar en contacto con personas inspiradoras, con tanto conocimiento y entusiasmo, es un lujo.

Me acuerdo también de Jesús Zorilla, Enrique Sueiro y Gonzalo Redondo Suspendí su asignatura, Historia Universal, y me dijo: «Señorita, usted me está contando lo que pone en el libro de texto y yo no quiero saber lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, eso lo sabemos todos. Yo quiero saber por qué pasó». Sentí otro clac. Echo de menos esas sacudidas mentales. A eso vas a la universidad: a que te sacudan y a ordenar los muebles.

¿Y a qué saltos involuntarios te has enfrentado?

Otro de los saltos que di obligada fue perder a mi madre. Me convertí en una hija sin madre y esa identidad nueva conllevó

«Yo reivindico la memoria y recordar sin nostalgia, porque es un sentimiento que nos ancla en un momento en el pasado y no nos permite avanzar»

«En ocasiones se me cuela una idea en forma de semilla. La llamo el hueso de aceituna, porque a veces no sacas nada, pero otras germina y florece hasta que ocupa todos tus pensamientos»

«El libro es un alegato de que, si quieres saltar, la fuerza para hacerlo está dentro de nosotros: en la memoria y en esos apegos fundacionales que nos convierten en quienes somos»

Al llegar a Lisboa recuperó un manuscrito que convirtió en novela: Antes del salto

reajustar mi vida, convivir con su pérdida y adquirir otro rol. El libro es un alegato de que, si quieres saltar, la fuerza para hacerlo está dentro de nosotros: en la memoria y en esos apegos fundacionales que nos convierten en quienes somos. Conforme creces, tomas decisiones, cierras algunas puertas para abrir otras. Yo dejé atrás el caballo porque iba a empezar algo gigantesco, que era convertirme en periodista. Pero es importante no olvidar. A veces en nombre del progreso, de lo pragmático, de conseguir estabilidad, del relato lineal, renunciamos a cosas que no somos conscientes de necesitar.

En mi caso, la escritura y el caballo siempre han ido en paralelo. Cuando empecé a trabajar en el periódico, el caballo desapareció. Pero ahora, dos décadas después, reaparece como uno de los temas centrales de la novela. Es curioso cómo lo que nos gusta es lo que nos define. Cuando escribo o estoy cerca de un caballo, siento que todo está en su sitio, que mi identidad está en paz, completa. La gente dice que Antes del salto es un libro sobre las ausencias. Yo prefiero decir que es un libro sobre la presencia, sobre lo presente que está aquello que habíamos dado por perdido.

¿Crees que la nostalgia nos permite detenernos para percibir sentimientos o, por el contrario, nos puede paralizar?

Yo reivindico la memoria y recordar sin nostalgia, porque es un sentimiento que nos ancla en un momento en el pasado y no nos permite avanzar. En cambio, si tomas decisiones sabiendo de dónde vienes —los apegos que has tenido, de dónde has aprendido a querer, a sentir miedo, a ser valiente—, es mucho más fácil alcanzar ciertos hábitos.

En el libro también abordas la fuerza de la memoria. Antes yo ponía un cerrojo cuando alguien

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Alumni Memoria sin nostalgia

recordaba a mi madre. Tampoco hablaba con nadie de la época del caballo porque me parecía inútil. Durante muchos años lo práctico era lo importante. También, lo más fácil. Pero entonces me convertí en madre y ahí empezó el desdoblamiento. «¿Esto cómo se hace?», pensé. Comencé a recordar la figura de mi madre. Llorando solo reavivaba el dolor que me provocaba la pérdida. Mientras que en la memoria encontré la fuerza, la respuesta, que me ha devuelto los pedazos de ella que siguen ahí.

La escritura de este libro ha resignificado el duelo. Esta novela la lees con media sonrisa, con ese bienestar que te da encontrar algo que habías dado por perdido. Ahora mi madre está más presente en mi día a día y me relaciono de forma mucho más sana con su ausencia. Todos en algún momento, aunque parece que nunca tenemos tiempo porque nos arrastra la rutina, la vorágine, podemos pararnos y buscar dónde nace ese malestar, esa inquietud.

¿Qué representan los recuerdos en nuestra vida?

Me fascina esa pregunta y llevo muchos años reflexionando. En El tiempo vertical, uno de mis libros de poesía, la premisa es que visualizamos nuestra línea temporal de forma horizontal, que parece muy larga pero luego se acorta. El tiempo se convierte en una masa homogénea hasta que sucede algo inesperado que provoca un brinco. Te acuerdas perfectamente de qué pasó, la fecha, el sitio… ¿Por qué recuerdas justo eso? Por su capacidad para transformarte, de revelarte algo que hasta entonces no habías visto. Solo cuando pasan los años empezamos a comprender o a incorporar ese aprendizaje. Por eso reivindico lo cotidiano. La novela es una reflexión sobre las cosas que nos rodean, el protagonismo que tiene un tarro de pimienta para medir etapas. Si posees esa inquietud y la capacidad de asombrarte propia de los niños, el tiempo vuelve a estirarse. Somos máquinas de sentir, de percibir, y nuestra resonancia, que es como la de un grandísimo contrabajo, la estamos reduciendo a la de un instrumento diminuto. No debe ser así.

En ese doble viaje a Portugal y a la identidad, ¿qué papel juegan los recuerdos en un momento de transición? Cuando te mudas a otro lugar y comienzas de cero, debes tener claro qué es lo que quieres empezar. Yo había olvidado lo que quería hacer. Y en ese momento crítico recurres a lo fundacional para recordar quién eres. En la novela, Lisboa es otro personaje. Planteo este juego para reflexionar sobre cómo reconstruimos nuestras identidades. En el fondo funciona como espejo de la protagonista. «¿Recupero quién era a costa de no avanzar o avanzo incorporando quién era?» es lo que se pregunta durante toda la novela. Para eso tiene que hacer las paces con la ausencia de su madre.

¿Uno regresa distinto de una travesía por el recuerdo?

Los viajes a la memoria, como a otros países, cambian nuestra manera de mirar. Recordar es como ponerte las gafas: la realidad adquiere contornos nítidos. La memoria ayuda a comprender los pilares sobre los que has asentado tu presente. Nt

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Conectando los puntos de la vida

La intuición guio los pasos de Claudia Blanco de vuelta a sus orígenes. Tras graduarse en Pamplona, decidió regresar a México con su familia. Hoy tiene la certeza de que hizo lo correcto. En Culiacán, su lugar en el mundo, ha reescrito su historia y, sobre todo, ha disfrutado del mejor regalo: doce preciosos años junto a su madre.

culiacán [méxico]. Hay decisiones muy difíciles. Cuando les conté a mis amigos que volvería a Culiacán después de graduarme, muchos pensaron que me equivocaba. Me decían que la familia no era motivo suficiente para hacerlo. ¿Y dónde quedan tus sueños? ¿Vale la pena el sacrificio? En realidad, lo había decidido dos años atrás. De la noche a la mañana mi tía María Julieta falleció en 2007. Tenía sesenta años y, al igual que sus seis hermanas —también mi mamá—, padecía la enfermedad de Fabry, un trastorno genético hereditario raro donde la falta de una enzima puede afectar al riñón, al sistema nervioso o al corazón.

Aquel mes de octubre sentí la finitud del tiempo. Estaba en mi segundo curso en Pamplona, a tres vuelos de distancia. Skype nos ayudaba a sentirnos más cerca, pero no pude abrazar a mi familia. Comprendí en ese momento cuál era mi lugar. El 29 de septiembre de 2010 aterricé en Culiacán. Volver no resulta fácil. Porque también dejas atrás una cultura: Améri-

ca no es Europa, México no es España, y Culiacán, aunque más grande, tampoco es Pamplona.

Culiacán se encuentra al noroeste de México. Con un millón de habitantes, es la ciudad más poblada del estado de Sinaloa. Su economía gira en torno al campo, pero tristemente se la conoce como una de las capitales del narcotráfico: desde aquí opera el cartel del Chapo Guzmán. En enero fuimos protagonistas en el mundo por la captura de su hijo Ovidio y la ola de violencia que azotó nuestra región de nuevo. No vivimos en zona de guerra, pero sí sumergidos en una narcocultura que nos ahoga. Sin embargo, apenas se habla de este problema social porque existe la creencia de que afrontarlo lo normaliza.

A pesar de que me sentía extranjera en mi propia ciudad, estar cerca de mi familia me nutría. En esa época, mi papá decidió enfocar su negocio en el microcrédito, inspirado en modelos que seguían a Muhammad Yunus. Trabajar con él durante la búsqueda de inversores me hizo entender la presión diaria que soportaba. Por la tarde, los cafés con mis abuelos Tere y Héctor, rebosantes de anécdotas, me ayudaron a reconstruir las raíces de nuestra historia. Desde entonces valoro aún más el conocimiento y la experiencia de los mayores. Recordé también el consejo tantas veces repetido por los profesores de la facultad: aprender a escuchar.

Durante mi etapa universitaria, se despertó mi pasión por la literatura y el arte, algo que me abrió los ojos a ese Culiacán al que antes no prestaba atención. Como el museo de Sinaloa, donde descubrí el poder de la cultura para reflexionar sobre los terribles efectos del narco. Y el Cuadrante Creativo, un espacio municipal donde, entre otras actividades, se impartían talleres de escritura. Uno de los profesores fue Eduardo Ruiz Sosa y nos habló de la escritura como cauce de expresión ante la violencia que tiñe la vida en México.

En Culiacán también conocí a Jorge. En 2014, al cabo de tres años, celebramos nuestra boda y muchos amigos de promoción nos acompañaron: Jorge Lavalle y Andrea Parra, que residen en México,

Elisa Stahl vino de Guatemala y Jua Manuel Gari desde Uruguay. Meses después de casarnos hicimos un viaje largo con escala en Pamplona. Quería enseñarle a mi esposo mi alma mater , ese lugar del que siempre le platicaba con tanto entusiasmo. Pude presentarle a María Iserte, Alejandra Fedi y Lourdes Esqueda, algunas de mis primeras amigas en el aula 6. Durante dos cursos nos sentamos siempre juntas y ahora «las chicas de la tercera fila», como bautizamos a nuestro grupo de WhatsApp, seguimos en contacto.

También nos tomamos un café en Fcom con Bea Gómez y Antonio Martínez Illán. Me sentí tan acogida por ellos… Y visitamos a Karla Rosales. A ella, a Andrea y a Elisa las conocí en las jornadas de bienvenida. Primero nos hicimos amigas y luego compartimos piso. Reencuentros entrañables que Jorge y yo guardamos en nuestra mochila antes de emprender el Camino a Santiago. Fue increíble despedirnos del campus en marzo con nieve acompañando nuestros pasos. De vuelta a Culiacán, pensábamos iniciar nuestra vida de pareja en otro lado, pero casi diez años y casi tres hijos después —la familia crecerá en agosto— aquí seguimos.

todos a una, venga lo que venga. En el primer curso de la carrera analizamos el discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford y recientemente he vuelto a sus palabras sobre cómo conectar los puntos de la vida para ver mi regreso con esa perspectiva. ¡Me siento afortunada por haber seguido mi intuición! Además de encontrar mi voz como escritora, pude disfrutar de la compañía de mi mamá muchos años, doce para ser exacta.

Durante la pandemia, en septiembre de 2020, le diagnosticaron cáncer de colon en etapa cuatro. No hay una quinta. En nuestra familia rebrotó con fuerza aquello que la vida nos había enseñado entre 1994 y 1997: con siete años padecí leucemia y todos cambiaron su rutina para estar a mi lado. Una vez más, sus cinco hijos y mi papá buscamos la forma de acompañarla. Tras dos años de ir y venir a Estados Unidos, en julio de 2022 tuvimos que afrontar algo

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Alumni Carta desde... México

nuevo: cómo acompañar en el final. Juntos profundizamos en el verdadero significado de los cuidados paliativos. En nuestra desesperación, consulté con Víctor Santana, mi oncólogo pediatra y gran amigo. Nos explicó que en estas circunstancias las decisiones las debe tomar el propio paciente, por más doloroso que sea.

Ella eligió regresar a México. En pocos días adaptamos su habitación, y el cuarto de baño se convirtió en un almacén de farmacia. En una libreta anotábamos las horas en las que tomaba las medicinas, si había sentido algún dolor, sus signos vitales… Fueron jornadas difíciles y hermosas en las que nos preparamos para el momento de la despedida.

Cuando yo era niña nuestra experiencia nos regaló esperanza. Una esperanza que mis papás quisieron propagar a través de

la fundación GANAC: Grupo Amigos de Niños Afectados de Cáncer. La iniciativa creció inspirada en el St. Jude Children’s Research Hospital (Memphis, EE. UU.), donde recibí mis quimios. Su misión era que ningún niño muriese al amanecer de su vida, por eso se aseguraban de que los costos del tratamiento no fueran un obstáculo. Mi mamá adoptó la causa con todo su corazón, con esa claridad de que al recaudar dinero contribuía a salvar a otros.

En el verano de 2005, al graduarme de la preparatoria, salí de Culiacán con el corazón bastante roto. Semanas antes había fallecido la pequeña Atina con tan solo cuatro años. Padecía leucemia linfoblástica aguda, la misma que yo, pero no fue el cáncer lo que la mató, sino una bacteria. Cuando regresé una vez finalizados mis estudios universitarios, en una de mis

visitas al área de Oncología del Hospital Pediátrico de Sinaloa encontré, para mi sorpresa, un «Carro de la hora dorada». con todo lo necesario para atender, dentro de los primeros sesenta minutos, a los pacientes que presentan fiebre o síntomas de infección.

Pero ¿y si no se puede curar? Nosotros volvimos de Estados Unidos con mi mamá desahuciada y aquellos momentos sembraron una inquietud más grande: desarrollar un proyecto de cuidados paliativos para acompañar a los niños de la fundación y a sus familias en ese trance. Ella nos dejó el 25 de agosto de 2022 y, al conectar ahora los puntos de nuestra vida, me quedo con la idea de que, aunque siempre busquemos dar esperanza, es igual de importante permanecer juntos, venga lo que venga. Nt

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o
Una de las primeras fotos de familia, tomada durante las celebraciones navideñas, en las que se nota la ausencia de la abuela, Claudia Montaño de Blanco. Claudia rodeada por sus padres tras su graduación, en mayo de 2010. Despedida de Pamplona, en marzo de 2015, para hacer el Camino de Santiago.

BÚHOS A ATENAS Mariona Gúmpert

Palabra

Génesis? No encuentro apenas nada excepto ese ir bautizando lo creado, dándole nombre, algo que se asemeja al divino crear, aunque sea por lo que tiene de creativo.

Nombramos porque pensamos. La palabra nos distingue por encima de cualquier otro ser de la creación. Algunos animales aprenden a señalar cosas, pero no llegan al nivel cognitivo de la abstracción. A un simio se le puede inquirir por el significado de diferentes objetos, a los cuales apuntará, pero quedará perplejo si le preguntamos qué significa significar. La abstracción implica cierta reflexión, por eso la palabra griega logos puede traducirse tanto por palabra como por pensamiento. Palabra pensada.

«¿Qué tenemos en común con Dios? Nada, excepto ese ir bautizando lo creado, dándole nombre, algo que se asemeja al divino crear, aunque sea por lo que tiene de creativo»

ME ENCANTA ESTE AÑO. 2023. Si ignoro la primera veintena me queda un número precioso: el 23, que no solo es impar, ¡es primo! Adoro los números primos. En la imposibilidad de no poder ser divididos más que por ellos mismos —además de por el uno— encuentro una fuerza indómita, una reivindicación de la individualidad por la que se resisten a que los consideren un número más. El veintitrés escrito en números romanos me evoca también a Juan XXIII y a su gran legado, el Concilio Vaticano II, que, a pesar de coronarse con el número par por excelencia, es número, al fin y al cabo. Odio eterno a los pares, pero más aún a la falta de números, como me ocurre con el papa Francisco: al nombrarlo me quedo medio coja, como interrumpida. La inercia, la fuerza de la costumbre, nos llevaba al principio de su pontificado a decir «Francisco I», como lo haríamos con un rey o emperador.

Lo natural es enumerar lo que se nos presenta, empezando desde el uno (o, gracias a los árabes, desde cero). Y, antes de eso, nombrarlo. El Génesis nos cuenta que Dios creó todo, pero fue Adán quien otorgó un nombre a cada una de las criaturas. En este hecho radica parte del sentido de una de las frases más misteriosas del Génesis: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». El Verbo encarnado nos cabe a duras penas en la mollera por aquello que tiene de hombre. Ahora bien, si nos examinamos a nosotros mismos, ¿qué tenemos en común con el Dios inasible del

Logos es precisamente el término usado al inicio del Evangelio de san Juan, traducido normalmente como Verbo: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios». Dios, con su palabra, crea las cosas. El Verbo se hace hombre para salvarnos. Y el Verbo —en tanto que Dios— nos otorga el logos en minúsculas: capacidad de pensar —de nombrar— y, al nombrar, nos concede la facultad de «hacer cosas», como aseguró Austin. Adán, con su palabra, designa cada criatura. Con la palabra habla con Dios y con Eva. Habla también con la serpiente, que enseña no solo a desobedecer, sino a mentir: faltar a la palabra primero para faltar a la verdad después. Desde entonces nuestro logos está en tinieblas. No vemos, ni pensamos, ni hablamos con total claridad, verdad esta en la que puede coincidir cualquier persona sensata que en el mundo haya sido, al margen de sus creencias religiosas.

Seguimos, sin embargo, teniendo palabra, que hiere o acaricia, se toma a la ligera o une hasta la muerte al entregarse. Hablar compromete a menudo. Hipotecamos así el yo futuro, que se hace uno con lo dicho. Nos diseñamos a nosotros mismos desde la libertad y el logos, que debería unir en estos casos sus dos significados: palabra reflexionada. En consecuencia, deberíamos recordar siempre lo que decía un viejo amigo mío: «If you say it, you mean it». O en castizo: «A lo hecho, pecho».

LA PREGUNTA DE LA AUTORA

¿Qué palabra cambió su vida al pronunciarla?

Mariona Gúmpert [PhD Fia 16]

es columnista de opinión y cultura en ABC y Vózpopuli @MarionaGumpert

@NTunav Opine sobre este asunto en Twitter.

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Libros

NÚMEROS

2026

será el año de su 24.ª edición.

Ortodoxia del joven Chesterton

El treintañero Gilbert K. Chesterton —anglicano, abundante escritor en periódicos, novelista, poeta, conferenciante— no se quedaba ni callado ni al margen de los acontecimientos. Una certera traducción de Ortodoxia en Rialp reafirma su actualidad y su valor.

Un centenar de años nos queda siempre lejos, como una difícil cordillera nevada. Aunque a su autor no le convencía el título de Ortodoxia, un largo siglo después sigue siendo uno de los ensayos más admirados y leídos de aquel corpulento y grandulón londinense anglicano treintañero, aunque ágil de mente, sociable sin límites y amistoso polemista, Chesterton, que había conquistado temprano el aprecio de los lectores. Dedicó Ortodoxia a su madre. Un éxito. Sin embargo, desde 1908 una cadena montañosa puede haberse hecho más inclemente y cuesta arriba. Que nos ayuden en la travesía se agradece.

De agradecer es la tersa traducción aparecida en la editorial Rialp, la cuarta en lengua española, que facilita la lectura de este libro sobresaliente. Juan Luis Lorda, ingeniero industrial, y luego sacerdote, profesor universitario de Antropología Teológica en la Universidad de Navarra, ensayista y autor de una nutrida bibliogra-

Chesterton abrazó el catolicismo en 1922, 14 años después de escribir Ortodoxia.

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novedades —incorporaciones de términos, enmiendas y supresiones— actualizan el Diccionario académico. 3152
texto Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor @dosvecescuento

fía, colaborador asiduo en diversas cabeceras y medios audiovisuales, director de un colegio mayor, un hombre sensato que no para quieto y recoge y aprovecha las hebras de los minutos, ha logrado una luminosa y veraz versión del original de Orthodoxy. (He calibrado todos los demasiados adjetivos que llevo puestos. Que conste).

Parece un despropósito editar hoy la obra de Chesterton sin notas aclaratorias. O el Quijote o los versos de Quevedo. En el caso del orondo inglés, los cuentos del padre Brown se quedan achatados si no te explican por qué se sonríe ese cura detective al escuchar «It’s a such crooked nose» («Y qué nariz tan retorcida»), a qué puede saber una copa de Chablis o que la aristocracia se casa en la iglesia de san Jorge en Hanover Square.

En su fluida traslación española el profesor Lorda añade notas que alumbran la interpretación cabal de las trescientas páginas de este volumen fascinante. Pellizco más bien al azar algunos casos. ¿Qué significa vestirse de púrpura y oro? ¿Cómo puede entenderse la frase «… los hados son peor que mortales porque están muertos», «… the fates are worse than deadly; they are dead»? ¿O quiénes, por ejemplo, fueron George Herbert y Henry Vaughan? ¿Qué ocurrió con la blasphemy law en el Reino Unido? Y más. Parecen menudencias. Son las pestañas para engarzar un topacio en oro blanco.

G. K. Chesterton fue autor prolífico. A lo largo de sus 62 años de vida dio a la imprenta ochenta y tantos volúmenes. Aquel 1908 en que salió Ortodoxia, el primer libro que publicó fue su novela —segunda de las suyas— El hombre que fue Jueves. La subtituló Pesadilla. Una pesadilla controlada, alegre. Pero pesadilla, como el mayor de los pecados: no querer recibir perdón. Eso sí: la novela acaba al amanecer. Y no

destejo más la trama de esta especie de alegoría sobre el libre albedrío y la irracionalidad del mal. El 10 de septiembre apareció el segundo libro de aquel año, una colección de veinticinco artículos periodísticos: All Things Considered. Pero como Ortodoxia , escrito a galope, salió quince días más tarde, arrinconó aquellas colaboraciones de prensa.

Sentarse a llenar las nuevas cuartillas obedecía a un desafío. Cuando G. K. tenía 31 recién cumplidos, cierta popularidad y era provocadoramente joven y arremetía contra los intelectuales más granados de finales del xix —Nietzsche, Georges Bernard Shaw, luego gran amigo suyo; H. G. Wells, Kipling, Henrik Ibsen— sacó su ensayo Herejes (1905), es decir, hombres coherentes pero equivocados «cuya visión de las cosas ofrece la temeridad de diferir de la mía», retaba Chesterton. Era polemista pero respetuoso y dialogante. Su humor añadía humanidad. Un reseñista de Herejes le reprochó que demolía ideas ajenas pero que no exponía su propia visión. Y por eso compuso —tarde pero impetuoso— Ortodoxia

Lo escribió cuando era anglicano y prometía desarrollar en nueve capítulos el credo de los apóstoles. A su estilo. Caudaloso. Advirtió transformaciones radicales: la división en extremos irreconciliables que el marxismo propugna, lo inhumano del capitalismo, el error de aislar de nuestra civilización la antropología cristiana, el rechazo de la realidad no verificable, la supremacía de los factores económicos, el borrar de la conciencia las fronteras éticas objetivas… ¿Este escepticismo de hoy? La decadencia actual, suicida, procede de la razón desbocada, no de la imaginación, defiende convencido. Y cree de verdad en la alegría y en el gozo. Y en la democracia. Y en lo que nos hace mejorar. Nt

APUNTES

Un lector reflexivo de esta nueva traducción de Ortodoxia puede inferir que la fe —Chesterton era entonces anglicano— es un don de Dios y no deja de ser un desproporcionado regalo que la criatura humana ofrece a su Hacedor. Ese Ser supremo le pide la adhesión de su inteligencia, no la anulación de la razón. Este argumento es parte del cimiento de este ensayo. Más que permitir, Dios quiere, en consecuencia, que la búsqueda de la verdad que al género humano le corresponde sea también apertura a la verdad, y no vale el estrangularla acurrucándose en el absurdo ni negando la realidad. El absurdo lo vence la aceptación. Episodios evangélicos como el del centurión romano que intercede por un criado suyo o el de esa mujer, la hemorroísa, a la que le chorrea sangre por las piernas desde hace años lo corroboran: «El verdadero conocimiento es un conocimiento verdadero». No recuerdo a quién se lo leí. ¿A Bochenski?

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Bernard Shaw H. G. Wells Henrik Ibsen Álvaro Sánchez León Marta San Miguel Amélie Nothomb

Para coger impulso

Antes del salto

Marta San Miguel

Libros del Asteroide, 2022 192 páginas, 18,95 euros

Cuando se trasplanta un árbol, se le ve distinto hasta que se adapta al nuevo terreno; los jardineros hablan de que muestra «sentimiento». Mudarse a otro país es parecido. Remueve las raíces, las airea, y afloran así los recuerdos. En Antes del salto, el detonador viene, paradójicamente, por un olvido: la protagonista se percata, consternada, en el avión que la lleva a Lisboa, de que en su equipaje falta la foto de Quessant, el caballo que montó durante años.

Marta San Miguel [Com 03] construye una narración donde el pasado vivido, las anécdotas del presente y sus reflexiones se entrelazan en un equilibrio exquisito. Hay párrafos de auténtica belleza y también sitio para la risa. La memoria aquí no ancla, sino que se convierte en un trampolín. Aunque den miedo lo desconocido, la incertidumbre y las despedidas.

Un libro para disfrutar, también para quienes no sabíamos que existe un nombre para cada tipo de marrón de los caballos. Quessant era alazán.

Un alma tierna

Periodista flâneur

Diez años sin fuste

Primera sangre

Amélie Nothomb

Anagrama, 2023

152 páginas, 18,90 euros

¿Es verdad que antes de morir vemos el recorrido de nuestra vida? Amélie Nothomb retrata de este modo a su padre, Patrick Nothomb, en la novela Primera sangre. El hombre se encuentra frente a un pelotón de fusilamiento en el Congo en 1964. Ante sus ojos afloran los recuerdos de infancia: un padre fallecido, una madre ausente y dos pares de abuelos muy dispares. Rememora su metamorfosis de niño, cuando, aunque disfrutaba de una vida de lujo, prefería viajar en verano a un castillo, padeciendo hambre, frío y bromas pesadas, porque es donde se sentía feliz.

La autora desvela hasta qué punto la ausencia de un padre, la fobia a la sangre o tener «un cuerpo tan tierno como el alma» puede moldear a una persona. Refleja a través de la mirada de un niño la complejidad de crecer y descubrir cómo las ansias de vivir pueden superar los golpes del destino, desde un amor fallido hasta un secuestro diplomático.

El fondo del puerto

Anagrama, 2022

249 páginas, 19,90 euros

Este conjunto de reportajes que Joseph Mitchell escribió para The New Yorker en los años cuarenta y cincuenta sobre el puerto de Nueva York suena muy actual. Mitchell hizo un periodismo instintivo, kilométrico, íntimo y sin aspavientos. Sin miedo a la crónica en primera persona, expone con naturalidad los motivos y las curiosidades que lo llevaron a cada historia. Son siempre parecidos: el interés por unas ventanas tapiadas, el misterio de un pueblo abandonado, el apetito que despiertan las albóndigas del viejo Sloppy Louie, la conciencia de que los oficios portuarios tenían los días contados. Mitchell solo sale a andar por la bahía, se hace preguntas y habla con los paisanos. El resultado es un retrato contemporáneo de gente que lleva décadas muertas. La exhaustividad de los datos no cansa, aunque cuente las especies de rata y toda la flora de Nueva Jersey.

Dicho esto Hughes (Francisco Santas) Ediciones Monóculo, 2022 312 páginas. 20,90 euros

La editorial Monóculo repite el formato de antología de columnas. Tras Esperanza Ruiz, llega el turno de quien ha sido una firma muy destacada del diario ABC. Hughes constituye una tipología propia sin otro espécimen, aparte de RuizQuintano. En este libro se presentan casi cien piezas suyas —sin indicación de fecha—, agrupadas en tres categorías: crítica política y mediática; costumbrismo y perspectiva social; pandemia covid. Hughes habla de fútbol —su mourinhismo es continuación de su aversión al consenso por otros medios—, de religión, de los «liberalios» —«el liberalio se siente Zweig en medio de la catástrofe de Europa»—, de detalles cotidianos… Empezó colaborando en ABC con un blog que para él suponía un entretenimiento y que ha madurado en análisis densos y en burla de la impostura y de la «obsolescencia y desprestigio» en que decae la profesión periodística.

88—Nuestro Tiempo abril 2023 Libros

Benedicto a quemarropa

Cultivando vidas grandes

Emérito. Rebobinando a Ratzinger

Álvaro Sánchez León

Palabra, 2023. 316 páginas, 19,90 euros

El autor define su libro como «un retrato humano de Benedicto XVI realizado con el collage periodístico». Pero no es el producto del copy & paste tan propio de nuestra época. Dirige su mirada empática al papa recién fallecido y nos ofrece un relato entre la crónica periodística y la pieza literaria.

Surgen así diversos momentos de la vida de Ratzinger , contados de modo salteado, que confluyen en esos años de oración, silencio y trabajo de su retiro. Esta parece ser la clave interpretativa del relato, tal como avala el título. Recogen también estas páginas algunos testimonios curiosos e inéditos, sobre todo de los años romanos, que corroboran la labor periodística de Sánchez León

Acompaña a estas páginas un álbum de fotos con cierta entraña, en el que destaca un epígrafe titulado «Mala prensa». Pretende así hacer justicia poética a un papa en parte desconocido e incomprendido. Un retrato conmovido y conmovedor.

Byung-Chul Han, otra vez

Florecer

Daniel Capó y Carlos Granados Didáskalos, 2023 172 páginas, 8 euros

Este breve, intenso libro entronca con el movimiento del human flourishing , el «florecimiento», que tiende a la intensificación de la vida de la persona. Sustentado en la filosofía de Aristóteles, aplicado en Harvard —entre otros campus y centros educativos—, plantea una gradual educación que injerta gozo y asombro y crecimiento. El florecer humano busca aunar felicidad y satisfacción vital, salud mental y física, sentido del ahora y de la finalidad, carácter y virtudes —intelectuales y morales—, y relaciones sociales vivas.

Florecer hermana dos propuestas complementarias de dos ensayistas. Daniel Capó —una escritura sobresaliente, emocionante— enhebra episodios con referencias biográficas y culturales, para destacar el don de la paternidad y el privilegio de ser hijo, hija. Y una documentada reflexión de Carlos Granados guía un prometedor sistema educativo también capaz de agrandar la vida de los demás.

Joseluís González

En estado de desgracia

Vida contemplativa

Byung-Chul Han

Taurus, 2023

144 páginas, 14,90 euros

Algunos reprenden a ByungChul Han —que ha hecho del reposo su bandera— por su alto ritmo de producción o le reprochan la reiteración de un puñado de tópicos. Otros toman por cobarde su necesidad de sujetar cada párrafo a la cita de un filósofo. Todo esto, para bien o para mal, está presente en Vida contemplativa. Por sus páginas desfilan las preocupaciones recurrentes del autor: su crítica de la noción contemporánea de libertad o su rechazo de la tecnología digital y de la «trampa de la transparencia».

Han vitupera el concepto preponderante de la inactividad como descanso para garantizar el rendimiento. En su lugar, propone un modelo de ocio «con su propio lenguaje y su propia lógica», pero no precisa cuáles son. Aquí el ensayo revela sus costuras: hilvana aforismos evocadores sobre la potencia creativa de la contemplación, pero que no califican como nada más que autoayuda.

Orden de alejamiento

Jesús Beades

Visor, 2022

52 páginas, 12 euros

Iba a empezar mi reseña cuando leí esta nota impecable de la columnista Carmen Oteo: «Orden de alejamiento está escrito en estado de desgracia por un desamor muy enamorado que engancha y duele hasta al que lo lee. Abstenerse mentes equilibradas, da mucho vértigo...».

Jesús Beades (Sevilla, 1979) es un poeta de gran dominio técnico con varios títulos previos de nivel muy notable. Ahora ha encontrado su voz sobresaliente en libros unitarios, que le permiten explayarse como a él le gusta y escribir un ensayo lírico, a lo Ibáñez Langlois, con un desgarro personal que exprime toda su potencia expresiva. Tibidabo 10 (2018) a la muerte de su padre aportó un timbre propio a un tema universal. Lo ha vuelto a hacer con un asunto aún más manido: el desamor. En estos versos, Beades se acerca con estremecedora contemporaneidad: una radiografía exacta y catártica de la epidemia de rupturas trágicas.

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Un planteamiento integrador

Una mirada entre pasado y presente

De la mano de las mejores: Claves para un liderazgo sinérgico N. Chinchilla, P. García y E.Jiménez | 2022, 177 pág., 14,90 euros

El liderazgo femenino en las instituciones es cada vez más común. Por ello, necesitamos contar con guías para las líderes de nuestro siglo. Las autoras —Nuria Chinchilla, Pilar García Lombardía y Esther Jiménez López — exponen las historias de quince directivas que pueden inspirar a otras profesionales a encontrar su propio estilo.

Se trata de un libro esperanzador, que apuesta por un liderazgo que no compite con el hombre sino que aporta lo propio del talento femenino. Una lectura recomendada para cualquier mujer que quiera encargarse de puestos de responsabilidad y puede ser también valioso para hombres que deseen apoyar a sus colegas, parejas y amigas en este camino de crear un liderazgo femenino sinérgico.

Medios fiables para la casa común

Pamplona. Rincones del tiempo

2022

240 páginas, 16,90 euros

Benito Pérez Galdós decía que, «allá donde el hombre va, lleva consigo su novela». Y José María Iriberri no se queda atrás. A través de 72 artículos publicados, entre 2004 y 2015, en Diario de Navarra, relata lo sucedido en su Pamplona para que huya del olvido. Recuerda al cordelero Elizari, el puente de Santa Engracia, el olivo romano de Pompeyo… Rincones que visten a la ciudad de gala, como el rojo y blanco de los Sanfermines.

Los escritos de Iriberri rezuman ternura. Nostalgia. Dolor. Emociones que los jóvenes deben atender. Que los mayores quieren rememorar. Lo que pretende el autor es que abramos los sentidos. Pamplona tiene mucho que contar. O que callar. Solo ella lo sabe. Mientras tanto, zigzaguean por la memoria los pececillos del Arga, los ecos de los auroros, las hojas de los cipreses.

El viaje decisivo

Crisis de confianza. El descrédito de los medios Francisco Javier Pérez Latre 2022, 167 páginas, 11,90 euros

Frente a la visión ampliamente extendida de la comunicación como una mera actividad de transmisión o difusión de mensajes, cabe contraponer otra vinculada al encuentro de las personas y la creación de comunidad.

Desde esta perspectiva humanista, Pérez Latre describe y ejemplifica con solvencia cómo la desconfianza se ha instalado en el contexto cultural y social, lo que afecta a las relaciones entre personas, medios, gobiernos e instituciones.

El autor sugiere «prioridades para construir una antropología del trabajo del comunicador que ayuden también a restaurar la confianza». Entre las vías para conseguirlo destaca recobrar espacios y tiempos para la reflexión y la investigación, fomentar en las empresas un clima de innovación que impulse el crecimiento profesional y dar más protagonismo a los públicos, conociéndolos mejor a través de una «arquitectura de la escucha».

Gratitud y cuidados paliativos

M. Crespo y M. Arantzamendi

2022

236 páginas, 16,90 euros

Una terminal de aeropuerto donde se ayuda a las personas a preparar la maleta antes de que embarquen en el vuelo definitivo. Con esta imagen describió Marie , voluntaria de una unidad de cuidados paliativos, la labor de este equipo. En el epílogo de la vida, no hay espacio para un abrigo de entretiempo por si acaso. Amor, perdón y gratitud son el auténtico bagaje.

Frente a una cultura que evita afrontar la muerte y el sufrimiento, la obra editada por María Arantzamendi y Mariano Crespo abre los ojos a esta realidad. El libro fusiona quince miradas de clínicos y filósofos sobre el vínculo catártico que nace entre las personas enfermas —y sus familias— y los profesionales del cuidado. Más allá de aliviar el dolor corporal y otros síntomas, estas páginas revelan cómo la conexión humana profunda, la acogida serena, tiene la capacidad de trasmutar la máxima fragilidad en radical fortaleza.

90—Nuestro Tiempo abril 2023

La espiral del silencio

Elisabeth Noelle-Neuman Paidós, 2010

336 páginas, 22 euros

Se estrecha la espiral

El fenómeno es bien conocido, y lo encontramos formulado tanto por la sabiduría popular como por la academia: «¿Dónde va Vicente? Donde va la gente». «Aullar con los lobos». «Antes loco con todos que cuerdo a solas» (Baltasar Gracián). «Temían más la soledad que el error» (Tocqueville). El hombre es un ser social y busca, incluso necesita, el reconocimiento del grupo, no solo en el ámbito micro sino además en el macro. Gracias a experimentos como los de Asch y Milgram —que Elisabeth Noelle-Neumann cita— sabemos que la presión a la conformidad con el grupo puede llevar a muchas personas a negar la evidencia y a traicionar sus convicciones más íntimas. El mundo parece estar lleno de Vicentes.

La politóloga berlinesa Noelle-Neumann (1916-2010) acertó a medir esa condición y a darle una explicación basada en una teoría científica. Partía de cuatro supuestos: 1.º A los individuos de conducta desviada respecto a los valores dominantes, la sociedad los amenaza con el aislamiento.

2.º Los individuos temen el aislamiento. 3.º Por miedo a la soledad, los individuos inten-

tan permanentemente captar el clima de opinión de su entorno social. 4.º Esa apreciación influye en la conducta pública de los individuos, de modo particular al expresar o al silenciar opiniones.

La autora define así la opinión pública: «Opiniones y conductas, cargadas de valores y de juicios morales, que es obligado mostrar en público si se quiere evitar el aislamiento». Cuando la sociedad vive un proceso de cambio o un estado fluido, la obligatoriedad se afloja y aumenta el margen de libertad para expresar esas opiniones heterodoxas. Conclusión: las sociedades premian la conformidad y castigan la desviación, para lo que disponen de sofisticados recursos.

El libro de Noelle-Neumann ha conocido sucesivas ediciones —en vida de la autora, con ampliaciones que iban recogiendo los frutos de su discusión— y se ha traducido a ocho lenguas. La American Association for Public Opinion Research lo incluyó en 1997 — como único libro no americano— en la lista de las cincuenta aportaciones más destacadas en el estudio de la opinión pública.

DIEGO FERMÍN abril 2023 Nuestro Tiempo —91
Libros Clásicos: otra mirada

Cine

25

NÚMEROS 50 %

años se han cumplido desde el estreno de Titanic. ¿Te sientes viejo?

más que en 2015 cuesta la suscripción a una plataforma de streaming.

2022:

una cosecha de oro para el cine español

Durante el obligado barbecho pandémico, muchos directores y guionistas se dedicaron a soñar y pulir historias para la pantalla grande. Quizá sea esta la razón por la que la última cosecha del cine español ha sido sobresaliente.

texto y críticas

Ana Sánchez de la Nieta

Los hechos son los que son: una decena de películas sobresalientes. Me refiero a Alcarrás, As bestas, Cinco lobitos, La maternal, Girasoles silvestres, Un año, una noche, Suro, El comensal, El agua, Modelo 77 y no tengo en cuenta documentales interesantes, como El techo amarillo o El crítico, y comedias sencillas pero dignas, como Un novio para mi mujer o Voy a pasármelo bien En definitiva, la cosecha es abundante y de calidad. Una cosecha que, en muchos casos, se fraguó —bien la idea inicial, bien la escritura del guion— durante los días de aislamiento y en la que observamos algunas notas comunes.

Es significativo que la mayoría de estos directores rondan los cuarenta años. Pertenecen, por lo tanto, a una generación

diferente, más joven. Y, si no, que se lo digan a Woody Allen. Además de por edad, esta generación es mucho más neutral en su posicionamiento político. Pocos imaginamos a Carla Simón o a Rodrigo Sorogoyen en la célebre foto de la ceja a la salida de unos Premios Goya.

La protagonista de la gran gesta cinematográfica de 2022 fue Carla Simón , que ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín por Alcarrás, un notable drama familiar. Elena López Riera sorprendía en Cannes con su arriesgada El agua. Pilar Palomero se atrevía a meterse —con sensibilidad y profundidad— en el agitado jardín del embarazo adolescente en La maternal, y Alauda Ruiz de Azúa, además de ganar el Festival de Málaga, conseguía

92—Nuestro Tiempo abril 2023
De izquierda a derecha, As bestas, Alcarrás, Cinco lobitos y El comensal

que coincidieran la crítica y el público con Cinco lobitos, posiblemente la película española más conmovedora del año pasado. En definitiva, la incorporación de la mujer a la dirección le ha sentado de maravilla al cine español.

En cuanto a los géneros, barre el drama. En ese sentido, destaca As bestas, el magnífico thriller de Rodrigo Sorogoyen Basándose en un espeluznante crimen real, el cineasta madrileño ha vuelto a demostrar que es un maestro en el dominio del suspense. Un suspense que pone al espectador en un incomodísimo lugar —reconozco que la primera vez no logré terminar de ver la película— para luego empujarle a una severa reflexión sobre el perdón y la importancia de no dejar que

crezcan en el corazón las malas hierbas del rencor y de la envidia. Aunque más convencional, también resulta meritorio Modelo 77, el thriller de Alberto Rodríguez, basado asimismo en un hecho real, en este caso el motín en la cárcel Modelo de Barcelona en 1977.

Dos películas abordan las consecuencias del terrorismo y la dificultad de recordar y, al mismo tiempo, perdonar. El comensal, de Ángeles González Sinde, se centra en un hogar que ha sufrido el zarpazo del terrorismo de ETA. Décadas después, la sombra del dolor y la muerte atenazan el futuro de la familia. Un año, una noche traslada a la pantalla grande las memorias de un superviviente del atentado en la sala de fiestas Bataclán. Un oscuro y absorbente drama bien adaptado y dirigido por Isaki Lacuesta.

Pero si tenemos que encontrar un nexo casi común en muchos de estos títulos sería una visión de la familia muy positiva. Aunque hablamos de historias complejas —nada de mundos Disney— con problemas serios de incomunicación o abismo generacional, Girasoles silvestres, Cinco lobitos o Alcarrás transmiten una percepción alentadora: con sus claroscuros, la familia es un terreno firme. Quizás uno de los pocos en una sociedad en la que escasean los referentes morales. En la mayoría de estas películas el bote salvavidas es, al final, el amor imperfecto pero desinteresado de padres —y sobre todo madres— e hijos. Se acuerdan de otro momento reciente en el que descubrimos la importancia de la familia, ¿verdad? No digo nada.

Estas son solo algunas notas comunes. Y ustedes, queridos lectores, seguro que descubrirán otras si se dan una vuelta por la suculenta cartelera española de 2022. Nt

TELEGRAMAS

las próximas españolas

Se esperan cinco estrenos interesantes antes del verano: Mari(dos), de Lucía Alemany; Vaya vacaciones, de Víctor García León; Tin & Tina, de Rubin Stein; Los buenos modales, de Marta Díaz; y Como Dios manda, de Paz Jiménez. Cuatro de ellas son comedias.

alfombra roja

En los Goya, As bestas se alzó con nueve de sus diecisiete nominaciones (incluyendo mejor película, dirección, guion y actor principal). Alauda Ruiz de Azúa se ha llevado el Goya a mejor dirección novel y sus Cinco lobitos ha cosechado otros dos premios: actriz protagonista y de reparto. Alcarràs, a pesar de sus once nominaciones, se fue con las manos vacías.

hay ‘avatar’ para rato Después del estreno de Avatar: el sentido del agua, James Cameron planea otras tres secuelas de la saga de los gigantes azules. La segunda entrega costó 450 millones de dólares —ha sido una de las películas más caras de la historia—, pero la productora ya ha recuperado la inversión, así que hay vía libre para la siguiente.

abril 2023 Nuestro Tiempo —93
Rodrigo Sorogoyen Carey Mulligan Ángeles González Sinde Carla Simón James Cameron Tom Hanks

El origen del #MeToo

Al descubierto

Guion: Rebecca Lenkiewicz

Dirección: Maria Schrader

EE. UU., 2022

Para periodistas, historiadores y abogados.

En el origen del movimiento #MeToo, una corriente que llevó a denunciar los abusos que se cometían en la industria del cine en muchos países del mundo, está el artículo que en el año 2017 Megan Twohey y Jodi Kantor publicaron en The New York Times sobre el productor Harvey Weinstein.

Si había un hombre con poder en Hollywood, ese era Weinstein. Acumulaba nominaciones, óscares y récords de taquilla. Los rumores hablaban de abusos y de su actitud frente a las mujeres, pero no dejaban de ser eso, rumores. Hasta que estas dos periodistas consiguieron que algunas de sus víctimas denunciaran y se rasgara una especie de velo de silencio que había protegido un modo de funcionar absolutamente criminal.

Maria Schrader dirige un thriller periodístico clásico, en la línea de Todos los hombres del presidente o Los archivos del Pentágono , bien documentado y que refleja con acierto la investigación, la importancia de contrastar las fuentes y re-

Kurosawa vuelve a la pantalla Living

Guion: Kazuo Ishiguro

Dirección: Oliver Hermanus Reino Unido, 2022 Para amantes de lo british

cabar con rigor los testimonios sin dejarse llevar por opiniones o declaraciones sin firma. Las interpretaciones de todo el reparto son muy convincentes y destaca especialmente el trío protagonista, compuesto por Carey Mulligan, Zoe Kazan y Patricia Clarkson.

Hay que subrayar también la contención de un guion que elude totalmente el morbo —a pesar de estar tratando un material muy delicado y oscuro—, y un discurso feminista que, al mismo tiempo que expone y rechaza la visión sobre las mujeres del productor, es capaz de mostrar asimismo el papel de los hombres en la lucha contra la lacra del machismo y los abusos. Desde los maridos de las periodistas, que concilian con naturalidad, conscientes además del importante trabajo de sus mujeres, hasta el director del diario, dispuesto a denunciar los abusos a pesar de las presiones de Weinstein. En definitiva, un interesante e inteligente thriller.

La saga continúa

Avatar: el sentido del agua

Guion: J. Cameron, Josh Friedman

Dirección: James Cameron

EE. UU., 2022

Si disfrutas con los efectos especiales.

Hace sesenta años, en 1952, el cineasta japonés Akira Kurosawa dirigió Vivir , una obra maestra que narraba la historia de un funcionario gris y muy trabajador que, cuando descubre que padece una enfermedad terminal, decide que quiere dedicar el resto de su existencia a lo que no ha hecho hasta ese momento: vivir.

El sudafricano Oliver Hermanus estrena ahora un remake de aquella memorable película, protagonizado por un sobresaliente Bill Nighy Hermanus respeta de manera escrupulosa el fondo de una historia que bucea en la importancia de las relaciones humanas para alcanzar la felicidad y que muestra cómo la clave de una vida plena está más en el ser que en el tener.

Lo único que cambia es el telón de fondo, la Inglaterra de mediados del siglo XX, y un tono elegantísimo y british que sienta de maravilla a una cinta conmovedora.

Trece años después de revolucionar el cine —y especialmente el 3D— James Cameron vuelve a sorprender con una secuela que, sin ser superior a la primera, es capaz de mantenerle fija la mirada.

¿La historia? La saga de los gigantes azules continúa. Jake y Neytiri Sully han formado una familia, pero la vuelta de los humanos a Pandora les obliga a emigrar para salvar sus vidas.

La novedad, lógicamente, no es la misma, pero lo que la película pierde en originalidad lo gana en un tramo final muy potente con algunas escenas de acción magníficas. También aborda esta secuela cuestiones más profundas aunque no evita la visión panteísta teñida de new age —que ya no es muy new, todo hay que decirlo—, que se encontraba presente ya en la primera entrega.

Aunque cuesta un poco introducirse en el argumento, estamos ante una aventura espectacular que, eso sí, requiere una pantalla grande para disfrutar del viaje.

94—Nuestro Tiempo abril 2023 Cine

Con permiso de Dior

El viaje a París de la señora Harris

Guion: A. Fabian, C.Cartwright, K. Thompson, O. Hetreed

Dirección: Anthony Fabian

Reino Unido, 2022

Para todos los que han leído la novela.

Notable adaptación de la entrañable novela de Paul Gallico Flores para la señora Harris.

La protagonista, una viuda de guerra que trabaja de mujer de la limpieza en el Londres de los años cincuenta, decide un día ahorrar para conseguir un vestido de Christian Dior.

La película se rodó en París, Londres y Budapest en plena pospandemia, con muchísimas limitaciones, pero con todo el apoyo de la casa Dior, que, además de vestidos, cedió mobiliario de su sede y permitió al equipo acceder a diseños, planos y todo lo que necesitaran. Esta colaboración se percibe en una cinta maravillosa en su puesta en escena, localizaciones y, claro está, vestuario, obra de la oscarizada Jenny Beavan , que venía de ganar una estatuilla por Cruella

Sobresale también el magnífico casting de actores liderados por una entrañable Lesley Manville . Pero, sobre todo, hay que aplaudir a Anthony Fabian por su fidelidad a un texto que habla de los sueños y del valor de la belleza y de la

Pánico a morir

Ruido de fondo

Guion: Noah Baumbach

Dirección: Noah Baumbach

EE. UU., 2022

Para conocedores de Don DeLillo.

bondad en un mundo mucho más cínico que el que leyó por primera vez la novela de Gallico.

Dos niñas y un gruñón

El peor vecino del mundo

Guion: David Magee

Dirección: Marc Forster

EE. UU., 2022

Para reírse de las manías.

Noah Baumbach —director de películas tan interesantes como Historia de un matrimonio y Mistress América— aborda la compleja tarea de adaptar a la pantalla grande la inclasificable novela homónima de Don DeLillo.

DeLillo cuenta el trauma de un matrimonio bien avenido —al cuarto intento, eso sí— que lidia con el pánico de ambos a la muerte. Para colmo de desgracias, una nube tóxica amenaza con destruir el planeta. Y, al final, la única solución puede pasar por refugiarse en el capitalismo.

La novela es excesiva y bizarra, pero también lúcida. Su traducción al lenguaje cinematográfico, sin embargo, no llega en ningún momento a conmover y ni siquiera a divertir, excepto en unos escasos momentos. Lástima, porque Adam Driver y Greta Gerwig son dos actores con indudable carisma, pero sus personajes resultan artificiosos y poco empáticos.

Una costumbre relativamente frecuente es hollywoodizar películas europeas. Como este remake de la cinta sueca de 2016 Un hombre llamado Ove. La historia es idéntica, la de un hombre malencarado que trae por la calle de la amargura a todo su vecindario por su obsesión por el orden y las reglas.

Se trata de un emotivo relato de redención y cuenta con la baza fundamental de un Tom Hanks , como casi siempre, soberbio. Los matices de su personaje con el eficaz y, en algunos momentos, hilarante, contraste con su vecina mexicana hacen que el espectador conecte con una historia y un personaje que a priori podrían repeler. En este caso, el mérito es el de un guion capaz de equilibrar la emoción, el humor y el cinismo, sin que ningún ingrediente pese más que el resto y termine arruinando un drama que funciona como un reloj suizo… aunque en este caso es más sueco que suizo.

abril 2023 Nuestro Tiempo —95

NÚMEROS

5,49 1

millón de suscriptores perdió Netflix en 2022.

euros al mes cuesta en España el nuevo plan de la plataforma con anuncios. El estándar cuesta 12,99 euros.

The Bear: un suculento estrés culinario

Esta dramedia de Disney+ marida autenticidad, hondura y ritmo.

El energético piloto de la estupenda The Bear concluye con Carmy, el chef protagonista, lanzando un bote de tomate a la basura en señal de rebeldía. Tiene mérito hacer de un ingrediente misterio, salsa, metáfora y hasta pistola de Chéjov. Que un elemento cotidiano en cualquier restaurante pueda funcionar en tantos niveles semánticos sintetiza a la perfección la grandeza de The Bear, uno de los sorpresones de 2022.

En esta época de sobredosis de oferta, esta joya producida por FX ha vuelto a

demostrar que las mejores historias no necesitan de fuegos artificiales galácticos ni de premisas identitarias sofisticadamente modernas. La clave, como siempre, radica en la solidez de los conflictos dramáticos. Desde la Troya homérica hasta este tugurio que sirve el mejor bocadillo de ternera de Chicago, lo que nos hace vibrar son las dudas, las culpas, las pasiones, los egos, las heridas del alma y sus apósitos.

Y para encender todas esas hogueras del hombre puede bastar, como ocurre

96—Nuestro Tiempo abril 2023
Series
cultural Jeremy Allen White protagoniza The Bear, emitida por Hulu en Estados Unidos y por Disney+ en España.

en The Bear, con una premisa sencilla. Un joven cocinero que ha cabalgado estrellas Michelin decide regresar a casa. Su hermano mayor se ha suicidado y le ha dejado el restaurante familiar en herencia. Un antro con solera, sí, pero también con más grasa que sabor. Un caos que arrastra deudas y fantasmas. ¿Por qué alguien en la cresta de la ola decide abandonar el foie de nitrógeno líquido y el caviar esferificado para hacer sándwiches? Es el enigma que los ocho episodios de la primera temporada se afanan en responder.

Y lo hacen mediante una puesta en escena estresante, que deja al espectador sin resuello al meterle de lleno en la carrera contrarreloj que es toda cocina competitiva. Cuchillos que laminan cebollas a mil por hora, aceites que hierven, chefs que corretean trompeteando órdenes y pedidos online que se multiplican como plagas bíblicas. En este sprint continuo que es The Bear solo asoma la calma cuando los personajes fuman a las afueras o cuando se enfrentan a sus demonios interiores. Unas veces los encaran con la sutileza de una mirada sostenida durante planos largos; otras mediante monólogos emocionantes y doloridos de siete minutos en una reunión de adictos anónimos.

Porque ahí radica otra de las fortalezas de The Bear: en su versatilidad estética. La autenticidad realista de una cocina siempre a punto de derrumbarse se cuece con simbólicos sueños de plantígrados, la urgencia del presente se salpimenta con flashbacks a recetas caseras, el incesante martilleo de utensilios se adoba con una deliciosa banda sonora de indie-folk (Sufjan Stevens, cómo no), y la tensión del día a día alcanza su punto de ebullición en un infartado capítulo rodado en plano secuencia.

No obstante, todas esas virguerías audiovisuales carecerían de sentido si no fuera por un puñado de personajes que saben a muy reales. El creador, Christopher Storer, logra insuflar tridimensionalidad a sus criaturas, permitiendo que la diligencia laboral sazone grandezas y miserias personales. Hay caracteres que chocan al inicio y poco a poco se van reajustando, ronda el primo canalla pero eficaz, la aprendiz brillante y algo acomplejada, tenemos alivios cómicos muy salaos, y está ese pastelero que atisba la posibilidad de lograr el dónut perfecto. Un ecosistema variado y vibrante que Carmy intenta moldear, elevando los estándares, para salvar el negocio y quizá, también, para redimir su alma.

En este tiovivo emocional que cocina la serie —ajeno a lecciones moralizantes y excesos expositivos— resultan esenciales unos actores finos, detallistas, capaces de sugerir todo lo que no vemos. Ejemplares son, en este sentido, los gestos al probar tal o cual plato: un sutil arqueo de cejas o un morro asintiendo levemente deben transmitirle al espectador gustos y olores.

En un momento de respiro sentimental, Carmy reflexiona sobre la paradoja autodestructiva que le rodea tanto a él como al restaurante: «Este minuto en el que estás mirando el fuego y piensas: si no hago nada, este lugar se quemará y toda mi ansiedad desaparecerá». The Bear captura esa sensación de desasosiego, pero también la emulsiona con la esperanza: gentes que están completamente al borde del abismo… hasta que encuentran esa mano a la que agarrarse en medio del naufragio. Nt

APUNTES

una precuela de ‘la casa de papel’ Hace tiempo que los éxitos ya no se disfrutan, se ordeñan. Por eso es lógico que, tras la versión coreana, ahora llegue un spin-off de la serie española más exitosa de la historia. Para verano de 2023 se prevé el estreno de Berlín, que contará las andanzas pasadas del pérfido personaje con un tono más cómico. Nutricio.

el infinito universo marvel

Las apuestas procedentes del cómic que está haciendo Disney+ no terminan de funcionar como se esperaba. Sin embargo, el material no se agota. Secret Invasion es la gran baza para este 2023. Continuidad narrativa con el universo de las películas, mucho rostro conocido, producción de aúpa y una trama de espionaje, aliens y heroicos salvadores. Espectacular.

poe en la pequeña

pantalla

La exitosa Miércoles ha tenido sus guiños al maestro del relato corto de terror. Sin embargo, será Mike Flanagan (The Haunting of Hill House) quien se atreva a dar el salto. Convertirá el mítico cuento «La caída de la casa Usher» en una miniserie de Netflix. Terrorífico.

abril 2023 Nuestro Tiempo —97
Secret Invasion La caída de la casa Usher Christopher Storer Berlín

Música

SELECCIÓN

El autor ha creado una lista de reproducción con diez obras que pueden acompañar al lector en su acercamiento a la figura de Haydn

¿Por qué redescubrir a Haydn hoy?

Haydn tocando en cuarteto es el título de una pintura anónima que se conserva en Viena.

Algunos nombres no suenan tanto como deberían. El de Joseph Haydn es uno de ellos. En 2022 se conmemoró el 290 aniversario de su nacimiento y la historia ha tenido una nueva oportunidad para saldar parte de su deuda con la figura que cambió el rumbo de la música en el siglo xviii.

texto Edgar Martín, director de orquesta y divulgador musical colaboradora Ana Eva Fraile [Com 99]

Cruzamos puentes a diario. Casi sin darnos cuenta. Como si esas dos orillas no hubieran nacido separadas. Los recorremos creyendo que siempre han estado ahí, sin advertir que un día alguien ideó los pilares que sostienen nuestros pasos. En la historia de la música, Franz Joseph Haydn (1732-1809) fue el ingeniero que unió las riberas del Barroco y el Clasicismo. Se enfrentó con valentía a los cánones establecidos y cimentó la transición de un estilo recargado que exaltaba el contrapunto a otro galante en el que primaba la melodía acompañada.

Haydn se ganó el sobrenombre de «padre del Clasicismo». No obstante, su familia musical es numerosa. Se le atribuye

también la paternidad de las sonatas para piano, demostró su brillantez compositiva en los cuartetos de cuerda, hizo de la sinfonía la obra orquestal por excelencia… Aunque no se puede hablar de patrimonio exclusivo, el genio austriaco sublimó el legado barroco.

Insustituible hoy en la terna de grandes clásicos, junto con Mozart y Beethoven, en el siglo xviii Haydn fue el músico más reconocido de Europa. Nadie cuestiona su lugar en la historia, sin embargo, sus composiciones no llegan al público contemporáneo con la misma profundidad que las de sus compañeros de honores. Al igual que a veces un hijo no termina de comprender las palabras de su padre,

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© WIKIMEDIA COMMONS

Haydn puede resultar difícil de escuchar. Quizá por ello su nombre no ha frecuentado los programas culturales.

En 2022, con motivo del 290 aniversario de su nacimiento, numerosos conciertos aplaudieron su memoria. Una de las obras que más sonó fue La Creación, probablemente la mejor puerta para entrar en su increíble universo. Este precioso oratorio inspirado en Händel se estrenó el 29 de abril de 1798 en un palacio vienés, pero sus ocho minutos iniciales, escuchados sin prejuicios, podrían haber sido la banda sonora perfecta para cualquier película de George Lucas. La representación del caos, el primer número del libreto, ilustra de forma maravillosa el big bang.

Además de la belleza, otro camino para aproximarse a Haydn es hacerlo en clave de humor, tantas veces presente en sus partituras. Por ejemplo, en el cuarto y último movimiento del cuarteto op. 33 n.º 2, La broma (1781), juega con los oyentes: ¿cuántas veces habría aplaudido el auditorio creyendo que la pieza había terminado? Y en la sinfonía n.º 94, La sorpresa (1792), su famoso golpe de timbal irrumpe para, según el propio compositor, despertar a quienes dormitaban durante los conciertos.

Una célebre muestra del ingenio de Haydn es su sinfonía n.º 45, conocida como la de Los adioses. La interpretó por primera vez en 1772, tras once años al servicio de la casa Eszterházy. En 1766 se había convertido en primer maestro de capilla. Dirigió la orquesta del príncipe, que le acompañaba también durante largas temporadas en su palacio de Hungría. Los músicos, cansados de permanecer lejos de sus familias, pidieron a Haydn que intercediera. Para escenificar el descontento compuso una sinfonía con un

PRIMEROS PASOS

El pequeño Haydn recibió sus primeras lecciones musicales de su padre. Construía carruajes y, al volver a casa, en la aldea austriaca de Rohrau, solía cantar acompañándose al arpa. Su hijo —el segundo de doce— tenía una voz hermosa y se incorporó con ocho años al coro de la catedral de San Esteban de Viena. Allí escribió sus primeras composiciones.

sorprendente final. Hasta entonces, todos los instrumentos dejaban de sonar a la vez, pero en esta pieza lo hicieron poco a poco. Al concluir su solo, cada intérprete recogió en silencio su partitura, apagó la vela de su atril, hizo una reverencia y abandonó la sala hasta que sobre el escenario quedaron un par de violines. El príncipe Nicolás valoró la sutileza de la reivindicación y la corte regresó a Viena.

«En mis obras encontraréis siempre momentos joviales, ya que yo lo soy. Al lado de un pensamiento serio, reflexivo, encontraréis siempre otro alegre, como en las comedias de Shakespeare ». Así describía Haydn su propia música, como señala la revista El Ciervo. Una forma de ser que dibujó sobre los pentagramas de su extensa producción: 104 sinfonías, 68 cuartetos de cuerda, 62 sonatas para piano, catorce misas, trece óperas y muchas obras más.

En septiembre de 1790, al fallecer el príncipe, cerró una etapa de servidumbre que había durado casi tres décadas y comenzó a viajar. Alejarse de los pautados entretenimientos palaciegos sintonizó a Haydn con las inquietudes de su tiempo y le llevó a desarrollar su creatividad en un sentido más íntimo y profundo, desde el que exploró la tensión de las armonías. Como condensó Charles Rosen , que en 1971 analizó El estilo clásico, «te lleva al límite de las reglas que rigen la música, y, justo cuando crees que esta vez ha ido demasiado lejos, chasquea los dedos y de repente estás de vuelta con el tema de apertura».

Antes de partir hacia Londres, a Haydn no le preocupaba no saber inglés. «Mi idioma se entiende en todo el mundo», dijo. Quizá este sea un momento perfecto para poner a prueba el oído. Nt

APUNTES

amigo y maestro

Haydn conoció a Mozart hacia 1784. A pesar de la diferencia de edad —les separaban veinticuatro años— cultivaron una gran amistad y disfrutaban tocando juntos en cuarteto. Mozart admiraba a su mentor, que también dio clases de contrapunto a un joven Beethoven, recién llegado a Viena con 21 años.

haydn y españa

Que alrededor de 1795 José Álvarez de Toledo, el duque de Alba, posara para Goya mientras sostenía entre las manos una partitura de Haydn retrata la influencia del músico en los confines de Europa. Aunque el compositor austriaco nunca viajó a España, sí creó una obra financiada por el marqués de Valde-Íñigo, un aristócrata gaditano. Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz se estrenó en 1787 en el oratorio de la Santa Cueva (Cádiz) y se convirtió en una de sus piezas maestras. Concebida como música de meditación para la liturgia, «cada sonata, o cada texto, está expresado meramente por música instrumental, de tal manera que despierte la más profunda impresión en el alma», según explicó el autor en una carta. Haydn la adaptó para tres posibles ejecuciones: como oratorio, para orquesta y para cuarteto.

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Escena

el padre de tania, en la adaptación al teatro de ‘el monje negro’

«El hombre es como un arbusto resistente al frío»

La visión tras el relato

El director ruso Kirill

Serebrennikov descompone en narraciones paralelas el cuento

El monje negro, de Antón Chéjov, que abrió el Festival de Aviñón de 2022.

texto Felipe Santos [Com 93]

@ultimoremolino

fotografía ©Christophe Raynaud de Lage / Festival d’Avignon

En La visión tras el sermón, también conocido como La lucha de Jacob con el ángel, Paul Gauguin pintó en 1888 una escena en la que un grupo de campesinas bretonas, vestidas con trajes típicos a la salida de la iglesia, presencian una escena extraña. Un hombre con barba forcejea con un ser alado sobre el claro que se abre. La visión desataría el asombro, incluso el terror, pero el cuadro plasma un ambiente de recogimiento. Ninguno de sus personajes podría adivinar el sentido de todo aquello si no hubieran asistido al sermón previo, que habría versado sobre la lucha de Jacob con el ángel, una historia que se encuentra

en el Génesis. Gauguin lo presenta como una alucinación colectiva, una subjetividad conjunta que subraya en una carta a Van Gogh cuando aclara que «el paisaje y la escena de la lucha solo existen en la imaginación de las personas en la oración, después del sermón».

Algo similar quiso trasladar el director ruso Kirill Serebrennikov al patio de honor del Palacio de los Papas en Aviñón, como apertura del 76.º Festival de Teatro en julio de 2022. En El monje negro, un relato de Antón Chéjov, los tres personajes principales entremezclan sus aspiraciones y sus pensamientos en una narración

100—Nuestro Tiempo abril 2023
El momento en la representación en el que aparece el monje negro en escena.

FICHA ARTÍSTICA

El monje negro, dirigido por Kirill Serebrennikov sobre un relato de Antón Chéjov Espectáculo de 2 h 40 min en alemán, ruso e inglés subtitulado en francés.

Del 16 al 19 de marzo de 2023 en el Théâtre du Châtelet de París. Una grabación de esta producción puede verse gratis en la página web de arte.tv hasta el 8 de julio de 2024.

cronológica y lineal. Esta adaptación a la escena, que se estrenó en Hamburgo en enero de 2022, separa las subjetividades y nos cuenta la historia desde tres prismas diferentes, al que luego añadirá uno más. «Gracias, Andrei, por haber venido. En este lugar no estamos acostumbrados a los grandes sucesos. Aquí la vida transcurre apacible y monótonamente, sin ningún acontecimiento descollante. Siempre jardines, solo jardines y nada más que jardines». Tania agradece a Andrei Kovrin que haya decidido ir a visitarla a ella y a su padre, su viejo amigo Igor Semionovich. Los Pesotski lo reciben en el inmenso huerto de la propiedad, dedicado a la producción de frutas, trigo y cebada a los que su anfitrión se dedica con frenesí. Andrei tiene un trabajo intelectual, ha estado sobrecargado y esto le ha afectado a los nervios. Arrastrado por sus esperanzas de libertad y grandeza, decide aceptar la invitación de Tania e ir a descansar al campo. Allí tendrá la visión de un monje negro, que lo visita varias veces para confirmarle el sentido de su misión y el alto designio al que ha sido llamado con su obra. Pero no todos entenderán al nuevo y enfebrecido Andrei. Cada uno tiene para él unos planes muy diferentes, mientras sigue recibiendo las visitas del monje y se desliza poco a poco hacia la locura.

Chéjov era oriundo de Taganrog, una ciudad del óblast de Rostov, donde curiosamente también nació Serebrennikov. Su padre, Pável Yegórovich Chéjov, dirigió el coro de la parroquia y fue un devoto cristiano ortodoxo, pero violento y demasiado entregado al alcohol. Tuvo seis hijos — Antón era el tercero— a los que educó en una disciplina férrea que a veces adquiría rasgos despóticos, obligándolos a asistir al coro, a trabajar en el negocio familiar y a

estudiar simultáneamente. No es extraño que la libertad y la independencia planeen sobre sus cuentos. Chéjov escribirá este relato quince años después de que Gauguin pinte su cuadro. Sobre Europa estará extendiéndose por aquel tiempo la sospecha de que hay algo más allá de un mundo consciente y real, que tiene su lugar en los sueños.

Serebrennikov utiliza diversas artes (dramaturgia, cantos, coreografías y vídeos) para cuestionar la noción de libertad, dividida aquí entre la aspiración a la normalidad social y la búsqueda solitaria de la propia realización. Como les ocurre a los personajes chejovianos, nadie puede enorgullecerse de poseer la verdad. La misma historia contada por los diferentes protagonistas nos abre los ojos, como el observador que admira el cuadro de Gauguin

Y quizá está ahí uno de los hallazgos de esta puesta en escena: además de contemplar a los tres Andrei conversar entre ellos (el que Tania pretende que sea, el que imagina su padre más la propia autoconciencia de sí que tiene él mismo), el director añade un cuarto: la locura como personaje. En esta narración fragmentaria sobre lo real aparece representada en un Andrei que va quedando desnudo mientras intenta cubrirse el cuerpo de negro, en una escena que nos recuerda a otra vagamente familiar: «Y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales y luego sin más ni más dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco». Nt

APUNTES

Sobre el director

No es la primera vez que hablamos de Kirill Serebrennikov en estas páginas. Hace pocos números (ver Nuestro Tiempo, n.º 713) lo presentábamos para analizar su personalidad artística a partir de la producción que hizo en Múnich de la ópera La nariz, de Shostakovich, pero la actualidad convirtió su perfil en un breve ensayo sobre las relaciones entre la cultura y el gobierno de Putin en los años previos a la invasión de Ucrania. Por aquellas fechas, el director ruso cumplía una pena de cuatro años de arresto domiciliario. Ya liberado y con su país enfrascado en una guerra y en reprimir duramente la oposición a ella dentro de sus fronteras, decidió irse a Berlín, donde ha fijado su residencia.

abril 2023 Nuestro Tiempo —101

Arte

bilbao lució de plata

El lema «El arte inspira futuro» presidió el veinticinco aniversario del Museo Guggenheim Bilbao. La institución, que abrió sus puertas el 18 de octubre de 1997, recibió a 1 289 147 visitantes en 2022. Una cifra histórica solo superada en dos ocasiones: la celebración de sus dos décadas, en 2017, y su primer año de actividad.

Los

museos,

templos de emoción

Mucho se ha escrito sobre el poder del arte para expresar los sentimientos de su creador, pero ¿qué emociones despiertan las obras en el público que las contempla aquí y ahora? El proyecto interactivo que el Museo Guggenheim Bilbao inauguró en 2022 ofrece algunas claves.

Admirar La noche estrellada de Van Gogh y enamorarse. ¿Qué tienen en común estas dos experiencias? Semir Zeki, neurobiólogo del University College de Londres, ha indagado en ese vínculo durante un par de décadas y ha llegado a la siguiente conclusión: cuando observamos algo bello, el área del cerebro que se activa es la misma que cuando nos enamoramos. La visita a un museo, por tanto, puede desencadenar emociones como las que provoca la liberación de dopamina durante el flechazo.

Según ha demostrado el profesor Zeki mediante resonancia magnética fun-

cional, contemplar la belleza produce, en solo diez segundos, un aumento del flujo sanguíneo en la corteza orbitofrontal medial del cerebro, la región donde se localiza el centro de recompensa y placer. Su equipo del Wellcome Centre for Human Neuroimaging busca las bases biológicas de la creatividad y la belleza, pero más allá de la neuroestética, como se conoce a este campo de investigación, ¿qué otros sentimientos es capaz de despertar el arte?

En 2012, el proyecto Universo de emociones, impulsado por el divulgador científico Eduard Punset, el catedrático de

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La instalación «Artetik: From the Art» es la primera experiencia física de Google Arts & Culture en España. © fmgb guggenheim bilbao museoa, 2023. erika ede © fmgb guggenheim bilbao museoa, 2023 erika ede

Orientación Psicopedagógica Rafael

Bisquerra y los creativos de PalauGea, permitió visualizar más de trescientas emociones humanas. Las representaron agrupadas en seis galaxias: la alegría, el amor, la felicidad, el miedo, la ira y la tristeza. Diez años después, integraron en su propuesta —que, además de láminas, se compone de un libro y un diccionario— la sorpresa, el asco, algunas actitudes, así como otras emociones sociales y morales. Ese profundo cosmos afectivo se reduce a veinticinco palabras cuando se trata de especificar cómo nos hacen sentir obras de arte de diversas épocas. Así se desprende de la investigación que llevaron a cabo el catedrático Dacher Keltner y Alan Cowen, de la Universidad de California en Berkeley, en colaboración con Google Arts & Culture.

Su estudio se fundamentó en un sondeo: los científicos preguntaron a mil trescientas personas qué emociones les evocaban mil quinientos cuadros. Como explica Keltner en el vídeo de presentación de la iniciativa, a partir de esas respuestas, y aplicando «técnicas estadísticas de las que Cowen ha sido pionero», crearon un atlas interactivo. Este excepcional mapa muestra los nexos entre las emociones y reúne en órbitas las pinturas que recibieron una valoración similar. La investigación, que nació como un experimento digital, ha cobrado vida en el Museo Guggenheim Bilbao.

Dentro del programa conmemorativo de su veinticinco aniversario, el centro inauguró «Artetik: From the Art», una instalación que invita a acercarse, contemplar y vivir el arte de manera singular. Desde noviembre de 2022, la primera experiencia física interactiva desarrollada por Google Arts & Culture en España ex-

¿cómo sentimos los cuadros?

En mayo de 1890, dos meses antes de fallecer, Van Gogh pintó este Jarrón con lirios en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy (Francia), donde llevaba ingresado un año. El alma del artista, que vibraba en azul y amarillo, contrasta con la emoción principal descrita por los mil quinientos participantes en el Art Emotions Map de Google Arts & Culture: un 52 por ciento sintió calma y serenidad al observar el cuadro.

plora las emociones compartidas por las personas que han recorrido las salas del museo bilbaíno. Gracias a un algoritmo llamado Annoy, se dibuja un gráfico colectivo en constante cambio, que se completa conforme otros visitantes asocian sus propios sentimientos a algunas de las 145 obras del fondo permanente de la institución. Entre las piezas que han suscitado más reacciones del público se encuentran Puppy y Tulipanes, de Jeff Koons, y La materia del tiempo, de Richard Serra.

El lenguaje estético —los temas, las técnicas y las formas disruptivas que ha adoptado desde el siglo xx— no siempre resulta penetrable a primera vista. Sin embargo, basta una mirada abierta, alejada de los prejuicios y de la superficialidad, para desentrañar la esencia del arte: conocer mejor el mundo que nos rodea y también nuestra propia naturaleza. Esta es la perspectiva que defienden Fernando Echarri y Carmen Urpí, investigadores del grupo «Voces de innovación y creatividad en la educación y la sociedad» de la Universidad de Navarra, en el libro 10 claves para comprender el arte contemporáneo

Tanto el artista como los ojos que se detienen a escuchar qué resuena en su creación comparten esa honda inquietud de comprenderse a sí mismos. Un lienzo, una escultura, una canción o una sinuosa arquitectura de titanio, piedra caliza y cristal, como la que diseñó Frank Gehry, encierran sentido. Y en ese viaje hacia la interioridad, «el arte —decía Leonardo da Vinci— es la reina de todas las ciencias en comunicar a todas las generaciones el conocimiento». Nt

APUNTES

las 25 emociones del arte Según una investigación elaborada por científicos de la Universidad de California en Berkeley, estas son las palabras que 1300 personas eligieron para describir cómo se sentían al ver una selección de 1500 obras de arte: aburrimiento, alegría, amor, armonía, asco, asombro, calma, confusión, contemplación, curiosidad, deseo, diversión, dolor, enfado, entusiasmo, esperanza, gratitud, fascinación, inspiración, miedo, nostalgia, pena, sobrecogimiento, sorpresa y tristeza.

fiesta virtual a los 25 En 2017 el Museo Guggenheim Bilbao cumplió veinte años y celebró los primeros pasos de su colaboración con Google Arts & Culture. Desde entonces, la experiencia del centro en internet se ha amplificado, tanto en contenidos como en alcance, gracias a su exclusivo sitio web experimental (artsandculture.google.com/project/ guggenheim-bilbao). Un espacio engalanado durante el veinticinco aniversario con reportajes digitales sobre las obras maestras de la colección.

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HISTORIAS MÍNIMAS

Ignacio Uría

El guerrillero pop

la Universidad de Oriente, la segunda del país. Ante un auditorio repleto, explicó cómo la política revolucionaria mejoraría la educación superior. En el clímax de su discurso, afirmó con atroz sinceridad: «La vocación personal no cumple un papel determinante. […]. Solo el Estado tiene derecho a elegir qué estudia cada uno, si deben licenciarse diez abogados o cien químicos industriales. Algunos dirán que esto es una dictadura y tienen razón: es una dictadura».

«Con la dictadura y el odio se educaría al “hombre nuevo”. Con la dictadura y el odio se construiría el paraíso. El verdadero revolucionario debía ser un asesino nato, pero también un seductor. Como él mismo»

EL CHE GUEVARA SIEMPRE VUELVE. Esta vez con el estreno de un nuevo (otro) documental y las enésimas declaraciones pirotécnicas de López Obrador, el presidente incontinente (de México), que adora al Che «desde siempre y por idealismo». Nada me sorprende, soy perro viejo y el argentino, un compañero de fatigas vitalicio.

Hace ya treinta años, se dice pronto, escribí mi primera columna y fue sobre el Che. La publicó El Comercio, «decano de la prensa asturiana», dirigido entonces por Francisco Carantoña, al que conocí poco después en el Café Dindurra. «¿Estudias Periodismo?», me preguntó. «Derecho», respondí sin mirarle, algo avergonzado. «No te apures, yo soy químico y aquí me tienes».

Tres décadas más tarde, vuelvo a la casilla de salida, a Ernesto Guevara de la Serna, guerrillero dispuesto a morir (y matar) por la Revolución. Un mito imprescindible del siglo xx. Efigie de la cultura popular, rostro en camisetas y tazas de café. Revolucionario amable, líder moral y santo laico del comunismo. «El ser más completo de nuestra época», según Jean Paul Sartre, lo cual no es mucho decir.

La vida del Che es conocida, pero no así sus escritos. En sus diarios, discursos y correspondencia pervive, sin embargo, el verdadero Guevara, sus obsesiones y su carácter. Por eso debemos volver a las palabras del Che. ¿Fue un militar indomable o un homicida cruel? ¿Ambas cosas? ¿Acaso ninguna?

En octubre de 1959, Guevara visitó Santiago de Cuba para reunirse con estudiantes de

El Che creía en el asesinato como arma política y dejó tal herencia a los terroristas posteriores: de ETA a los jemeres rojos (carniceros educados en París). Guevara consideraba legítimo liquidar a sus enemigos porque «la revolución lo justifica todo». Lo repitió por última vez en 1967, poco antes de morir, en el Mensaje a los pueblos del mundo, donde presagió «un conflicto mundial, largo y cruel, para provocar la destrucción del imperialismo y alumbrar un nuevo orden socialista». ¿Cómo lograrlo? Con el odio: «un odio implacable hacia el enemigo, un odio que impulsa al hombre más allá de las limitaciones y lo transforma en una máquina de matar efectiva, violenta, seductora y fría. [...] Sin odio no hay libertad». Con la dictadura y el odio se educaría al «hombre nuevo». Con la dictadura y el odio se construiría el paraíso. El verdadero revolucionario debía ser un asesino nato, pero también un seductor. Como él mismo.

Al leer estas palabras uno se pregunta de dónde procede su influencia sobre la juventud izquierdista mundial. ¿Acaso son todos unos fanáticos? Alguien dirá que sí, pero esta respuesta se queda corta. Y después de haberlo pensado durante años he llegado a la conclusión de que procede, a partes iguales, de la desesperación de los oprimidos que ya no saben a quién encomendarse y, también, del atractivo de la personalidad rebelde de Guevara. De su coherencia —feroz— entre vida e ideología, del desprendimiento de los honores, de la cercanía a los pobres y de un afán moralizador irreductible que cree poseer la verdad. Todo eso convirtió al Che en la cuarta espada del comunismo, ejecutor de los delirios de Marx, Lenin y Mao, pero superior a estos, que murieron en la cama como buenos burgueses.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Son el odio y la violencia consustanciales al ser humano?

Poco antes de ser fusilado en Bolivia, donde lo traicionaron los mismos campesinos a quienes había ido a liberar sin preguntarles, el argentino escribió: «Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si retrocedo, matadme». Esta petición le acompañó durante toda su vida revolucionaria y la aplicó a rajatabla con los hombres a su cargo. Por eso tantos murieron a su lado y muchísimos más por imitarlo. Hoy todos duermen para siempre en tumbas olvidadas. A mayor gloria de Ernesto Guevara de la Serna, alias Che. El guerrillero pop.

@NTUnav Opine sobre este asunto en Twitter.

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Ignacio Uría [Der 95 PhD His 04] es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá.

ENSAYO Dignidad y desarrollo profesional

Trabajar a una velocidad humana

El crecimiento económico no debería ser un objetivo a cualquier precio. ¿Qué pasaría si más empresas se tomaran en serio la dimensión humana y creativa de su labor?

¿Y si familia y trabajo constituyeran dos polos de un ecosistema? Es posible que haya una forma más humana de organizar el trabajo.

ANA MARTA GONZÁLEZ

Catedrática de Filosofía y coordinadora de la línea de investigación «Trabajo, cuidado y desarrollo» de la Estrategia 2025 de la Universidad de Navarra.

¿qué es un trabajo digno o, como se dice ahora, decente? Con ocasión del Día Mundial del Trabajo Decente, varios medios de comunicación salieron a la calle y plantearon esta pregunta a distintas personas. Las respuestas recibidas merecen una reflexión. Algunas lo identificaban con un puesto bien remunerado. Otras consideraban también el horario, la seguridad del entorno, y, en general, los derechos laborales. Hasta aquí, todo previsible, en la línea de las orientaciones de la Organización Internacional del Trabajo, de las que se hace eco el objetivo 8 de desarrollo sostenible.

Sin embargo, dos respuestas en especial llamaron mi atención: una chica comentaba con naturalidad que, para ella, un trabajo decente era el que dejaba más tiempo libre y estaba bien pagado; en el otro extremo, un chico afirmaba que el trabajo era digno si tú podías reconocerte en él.

Si las palabras de la chica escondían una visión más bien negativa del trabajo —fundamentalmente es algo penoso; las alegrías habría que buscarlas fuera—; las del chico parecían apuntar en dirección contraria: en el trabajo existe una dimensión creativa en la que dejamos y desarrollamos algo de nosotros mismos. En ese algo nos podemos reconocer, y nos ofrece una

oportunidad de crecimiento personal. Eso sería lo que ante todo se debe preservar en un trabajo decente.

Resulta revelador de esta doble dimensión que el griego y el latín tengan sendos términos —ponos, ergon; labor, opus— para designar los elementos penosos y creativos de lo que nosotros reunimos en la única palabra trabajo. Si por su aspecto arduo se ha utilizado a veces a modo de castigo, por su faceta creativa contiene un elemento gozoso, que vuelve significativo el cansancio.

El hecho de que el trabajo se encuentre vinculado a la satisfacción de necesidades humanas explica que, en un primer momento, lo consideremos un campo ajeno a la libertad. Por eso Aristóteles lo caracteriza en su Política como «servidumbre limitada». No obstante, y a pesar de su insuperable vinculación con la necesidad, el trabajo humano —no solo los puestos altamente cualificados, sino cualquier empleo— también puede y debe ser un lugar de crecimiento personal.

De ordinario, reservamos la voz trabajo para la ocupación con la que nos ganamos la vida, que a su vez no se identifica sin más con el empleo remunerado en una economía formal. En efecto: si podemos afirmar que hay gente con empleo que trabaja poco y otra sin empleo que trabaja mucho, es solo porque empleo es una categoría socioeconómica, mientras que trabajo es una antropológica, que puede considerarse una metáfora de la vida. Según esto, toda nuestra existencia podría pensarse, en un sentido relevante, como trabajo, simplemente porque la satisfacción de nuestras necesidades y deseos no tiene lugar de manera espontánea, sino que exige que apliquemos la inteligencia y la libertad, es decir, que trabajemos. De ahí que nuestra condición humana se encuentre vinculada a lo que la polifacética y controvertida Simone Weil (1909-1943) acertó a denominar «ley del trabajo» en sus primeros escritos filosóficos.

En todo caso, nuestro propio desarrollo personal depende de la forma de afrontar esa realidad, de cómo la dotamos de sentido. Los mismos tiempos dedicados al ocio y a la fiesta —con los que manifestamos estar de algún modo por encima de la ley de la necesidad— resultarían insípidos y vacíos si no fueran precedidos de un trabajo significativo, si se convirtieran en simple evasión de una experiencia que percibimos como alienante.

abril 2023 Nuestro Tiempo —107
ILUSTRACIONES:
BEA CRESPO

ENSAYO Dignidad y desarrollo profesional

A evitar esto último apunta la demanda de un trabajo decente: todavía hoy advertimos que existen empleos en los que el ser humano se desarrolla, y otros en los que no. El crecimiento individual no depende en exclusiva de las condiciones objetivas del trabajo, pero es verdad que algunos planteamientos, situaciones y modos de organizarlo dificultan que la persona encuentre significativa su tarea, que la relacione con el bien social y con el desarrollo de su propia humanidad.

el valor no es solo el salario. Cuando leemos que Aristóteles asimilaba la ocupación asalariada a una actividad mercenaria, nos sentimos tentados de atribuirlo a una mentalidad antigua y aristocrática. Sin embargo, podemos interpretar sus palabras de otra manera: trabajar solo por dinero, sin encontrar propósito en lo que uno realiza, se aleja de lo que vislumbramos como una labor a la medida del hombre, y, por tanto, de lo que entendemos por trabajo digno. Para los antiguos, actividades liberales como la filosofía, y, en general, lo que podríamos llamar trabajos formativos, tenían sentido en sí mismas; otras, ordenadas a satisfacer necesidades humanas, y que incorporaban conocimientos de otro tipo —como la medicina, la enseñanza o el derecho— se hacían cargo también de valiosos bienes humanos y merecían por ello unos honorarios. Pero unas y otras podían envilecerse si, en lugar de orientarse por el bien propio a cada una de estas tareas, se realizaban solo por dinero. No porque el dinero sea malo, sino porque el bien intrínseco de aquellas actividades —el conocimiento, la salud, la justicia— es más valioso que el dinero que puede obtenerse por su ejercicio. Pero ¿acaso en todos los trabajos no está en juego un bien más grande que el dinero? Naturalmente: ni más ni menos que el desarrollo del trabajador. No

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«Los tiempos dedicados al ocio y a la fiesta serían insípidos si no fueran precedidos de un trabajo significativo»
«Allí donde ha prosperado la especialización, la posibilidad de reconocer una ocasión de crecimiento en cualquier oficio depende mucho del modo de organizarlo»

obstante, allí donde ha prosperado la especialización de tareas, la posibilidad de reconocer una ocasión de crecimiento en cualquier oficio depende mucho del modo de organizarlo. A fin de cuentas, no es igual acarrear piedras que acarrearlas con un propósito. En este sentido, resultan iluminadoras las palabras de Simone Weil en una carta —recogida en su libro La condición obrera— en la que relataba su experiencia en una fábrica en los años treinta del siglo pasado: «Es inhumano: trabajo en serie, a destajo [...] La atención, privada de objetos dignos de ella, se ve constreñida a concentrarse segundo a segundo en un problema mezquino, siempre el mismo, con variantes: hacer cincuenta piezas en cinco minutos en lugar de en seis, o cualquier cosa de este tipo. [...] Pero lo que me pregunto es cómo puede volverse humano todo esto [...] De manera general, la tentación más difícil de rechazar, en semejante vida, es la de renunciar por completo a pensar: ¡sabe uno tan bien que es el único medio de no sufrir!».

Ha pasado mucho tiempo desde entonces; los esquemas tayloristas y fordistas que dirigían la organización del trabajo en esa época, y que inspiraron a Chaplin su película Tiempos modernos (1936), están superados. La experiencia de Weil es ilustrativa de que, además de los salarios —cuya justicia ella no dejó de reclamar movilizando y secundando diversas reivindicaciones sindicales—, en el ejercicio del trabajo hay otros bienes en juego, de los cuales depende el significado que el trabajo reviste para quien lo desempeña. Weil hablaba de un sentimiento de la propia dignidad que se veía rebajado en esa cadena de montaje: «Me levantaba con angustia, trabajaba como una esclava, preocupada por dormir bastante (lo que no hacía) y por despertarme lo bastante temprano. El tiempo era un peso intolerable. El temor —el miedo— no dejaba de oprimirme el corazón más

que el sábado por la tarde y el domingo por la mañana. Y el objeto del temor eran las órdenes».

Se comprende que quien tenga una experiencia semejante del trabajo dé una respuesta a la cuestión sobre qué lo convierte en decente parecida a la de la chica que mencionábamos al comienzo: dinero y tiempo libre. De hecho, las observaciones de Weil anticiparon, entre otras cosas, la urgencia de adaptar las máquinas a las percepciones de los hombres, y no al revés; de reconsiderar la diferencia entre dar órdenes a un esclavo y darlas a un subordinado; en definitiva, la necesidad de desarrollar una visión humanista de la empresa, a la luz de la cual todos los implicados en la organización puedan entender la naturaleza y el sentido de la labor concreta que tienen encomendada.

más que pura técnica. Solo así, en efecto, las tareas particulares a las que aplicamos nuestros esfuerzos dejan de ser aisladas, mecánicas e instrumentales, para volverse una acción significativa, porque pasan a integrarse en una práctica más amplia, en la que uno se involucra junto con otros para sacar adelante un objetivo común, que encuentra sentido a los propios ojos. Solo en este contexto de sentido, el propio esfuerzo se convierte de verdad en trabajo humano, y, por tanto, en un lugar donde el trabajador crece y hace crecer la misma práctica en la que participa. El trabajo se revela entonces como una pieza clave del desarrollo de la persona y la sociedad.

Sin duda, el objetivo al que se oriente una determinada organización laboral puede ser muy variado, pero, en última instancia, tiene que responder a alguna necesidad reconocible. Sabemos que el mercado proporciona una medida de la necesidad de un bien o servicio; sin embargo, debemos recordar dos cosas: por un lado, que hay bienes que tienen sentido en sí mismos, antes de ponerse a prueba en el mercado — se han mencionado ya el conocimiento, la salud o la justicia—; por otro, que el servicio que presta una empresa tiene un límite interno en la dignidad de directivos y trabajadores, que han de poder desarrollarse mientras contribuyen al desarrollo de la corporación.

A este respecto, resulta ilustrativa la experiencia de una antigua alumna que, tras trabajar en varios medios de comunicación, ponderaba las diferencias entre ellos justamente en términos de crecimiento profesional: mientras que en una de las compañías no le prestaban apenas atención —ni reconocían su trabajo ni le corregían posibles deficiencias—, en otra se sintió estimulada a dar lo mejor de sí, a desarrollar su talento creativo, incluso fuera del horario.

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«Solo en un contexto de sentido, el propio esfuerzo se convierte de verdad en trabajo humano, y, por tanto, en un lugar donde el trabajador crece»

ENSAYO Dignidad y desarrollo profesional

Cabe objetar que no todos los trabajos tienen un componente inventivo tan evidente. Pero una organización que espolea la responsabilidad de sus miembros contribuye a despertar la imaginación y el sentido de pertenencia hasta en las tareas que parecen más rutinarias o anodinas; a pesar de que en algunas de ellas las máquinas puedan, o incluso deban, reemplazar a los trabajadores. En realidad, las máquinas no importan tanto como los argumentos que se esgrimen para introducirlas: sobre todo, en qué medida favorecen o impiden la humanización del trabajo. Si, en lugar de suprimir formas duras de trabajo, la automatización se emplea para externalizar procesos de decisión, limitando la capacidad humana de decidir sobre la propia tarea, o a modo de pura herramienta de vigilancia y control, habría llegado el momento de «repolitizar el futuro del trabajo», tal y como sugiere la investigadora Lauren Kelly en un artículo con ese título, con el único fin de humanizarlo.

Con carácter general, conviene tener presente lo que, sobre la organización del trabajo, escribía Weil al responsable de una fábrica en la que estuvo empleada: «No puedo aceptar las formas de subordinación en las que la inteligencia, el ingenio, la voluntad, la conciencia profesional no tienen que intervenir más que en la elaboración de órdenes por el jefe, y en las que la ejecución exige solo una sumisión pasiva en la que no intervienen ni la mente ni el corazón; de manera que el subordinado hace casi el papel de una cosa manejada por la inteligencia de otro».

Poner el foco en el desarrollo de los trabajadores significa asignarles tareas cuyo sentido pueden apreciar, y que pueden perfeccionar con sus aportaciones; significa organizar el trabajo de tal manera que las pautas genéricas recibidas puedan concretarse e incluso corregirse a la luz de la experiencia particular

de quien debe llevarlas a cabo. Como apuntaba Leonardo Polo en La interpretación socialista del trabajo y el futuro de la empresa, una división humana del trabajo no puede consentir que unos sean puros directivos y otros puros ejecutores de órdenes ajenas, pues de la experiencia surgen ideas relevantes a partir de las que pueden mejorarse las directivas iniciales.

En efecto: un trabajo en verdad humano es siempre más que una pura tarea técnica, pues se inserta en un contexto comunicativo, que presenta distintas facetas dependiendo de la naturaleza del trabajo en cuestión. Por eso, para que aporte al desarrollo del trabajador y de la empresa, resulta indispensable la formación humana e intelectual de empleados y directivos. Es hoy más pertinente que nunca para que el crecimiento económico no desatienda otros parámetros humanos.

En última instancia, el trabajo se humaniza en la medida en que contribuye al crecimiento integral de la persona, sin limitarse solo a su dimensión técnicoproductiva. En esa línea se pronunciaba en 1970 el venerable José Arizmendiarrieta , tras una larga trayectoria como impulsor de la fórmula cooperativista: «Humanicémonos plenamente, respetemos los cerebros y contemos con los corazones; más técnica pero también más afecto; más exigencia y más corresponsabilidad; más comunicación formal e informal».

Cuando el trabajo hace crecer, uno va contento a trabajar y eso repercute no solo en el bien de la persona, sino en la misma productividad, hasta el punto de que, efectivamente, resulta difícil decir si un empleado trabaja bien porque está contento o está contento porque trabaja bien. Este círculo virtuoso presenta además la virtualidad de expandirse más allá de la oficina o el taller: a las propias familias, que cooperan de forma indirecta en la marcha de la empresa, por el modo en que sostienen a los empleados.

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«Una organización que espolea la responsabilidad de sus miembros contribuye a despertar la imaginación y el sentido de pertenencia hasta en las tareas que parecen más rutinarias o anodinas»
«Un trabajo en verdad humano es siempre más que una pura tarea técnica, pues se inserta en un contexto comunicativo»

somos relacionales, no individuos puros. Un enfoque íntegro del trabajo humano no puede pasar por alto esta consideración: empleadores y empleados son seres relacionales y tenemos experiencia de que las dificultades familiares inciden de manera negativa en la calidad de su desempeño. Por esta razón, aunque los contratos los firmen individuos, en la práctica no se puede prescindir de sus familias. Trabajo y familia constituyen los dos polos de un ecosistema a través del cual no solo circulan valores instrumentales y monetarios, sino también valores morales y relacionales, que trascienden a la persona del trabajador e influyen en su entorno inmediato.

Organizar el trabajo de forma humana significa poner en el centro el desarrollo de la persona y favorecer el crecimiento orgánico de ese ecosistema; de ahí que no imponga un ritmo imposible, mecánico, a la producción. La misma antigua alumna que expresaba su satisfacción por su empleo actual manifestaba también ciertos interrogantes a propósito de la carga excesiva: «¿Me estaré convirtiendo en un ratoncillo que corre cada vez más deprisa al servicio de un mecanismo gigantesco que me supera?». La duda se comprende, pero pienso que está fuera de lugar allí donde empleo y familia se conciben como polos de un ecosistema humanamente sostenible, y no como realidades enfrentadas.

Con todo, la preocupación por un trabajo sin claro rumbo humano se hace eco de una inquietud hoy muy extendida que el sociólogo alemán Harmut Rosa ha condensado en una frase: «Cada vez corremos más para permanecer en el mismo sitio». La aceleración de la vida —de la que se viene hablando desde hace más de un siglo— es la marca de nuestro tiempo, y en lo fundamental se debe a una visión lineal del progreso económico, compatible con que asistamos a periodos cíclicos de recesión.

La referencia a un crecimiento sostenible trata de superar esa perspectiva. Configurar ecosistemas que, sin renunciar a la expansión económica, sitúen en el centro la dimensión humana del trabajo, constituye una manera orgánica de reconducir el funcionamiento de la economía, para que adquiera una velocidad más humana y sea sostenible también socialmente . Nt

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«Trabajo y familia constituyen los dos polos de un ecosistema a través del cual no solo circulan valores instrumentales y monetarios, sino también valores morales y relacionales, que trascienden a la persona»

VAGÓN-BAR Paco Sánchez

Almas en ayunas se van de compras

según ella, cuando llega algo al mercado, con el barullo publicitario y el saldo de los estrenos, presenta una calidad y un esmero que ya no repetirá después.

«Hacer la compra es un arte. Mi madre, con sus ochenta y nueve años recién gastados, va al súper todos los días, si puede. Se resiste a delegar su mirada, especialmente a la hora de escoger producto fresco»

DICE MI HERMANA que no se debe ir a la compra con hambre. Cuando la escuché, me entró la risa, así que se sintió obligada a explicarme que lo decía en serio. Si vas a la compra con hambre, compras de más sin querer y, por lo tanto, o te sobrará o comerás también de más. Sin contar lo seguro: habrás gastado por encima de lo necesario. Claro, me reí porque a los varones casi siempre nos sale más cara la compra que a ellas. Pensaba que ocurría por falta de costumbre, de pericia o de talento para esa actividad concreta. Pero quizá también porque vamos a comprar con hambre o porque nos entra el hambre cuando compramos. A lo mejor resulta que esa supuesta pasión femenina por las compras manifiesta más bien un miedo: el pánico a que compren ellos y desbarajusten en una mala tarde todo un presupuesto familiar de equilibristas. Ahora que caigo, a mi madre le pasaba eso con mi padre, quien a su vez se admiraba de la capacidad de ella para hacer rendir el dinero.

Hacer la compra es un arte. Mi madre, con sus ochenta y nueve años recién gastados, va al súper todos los días, si puede. Se resiste a delegar su mirada, especialmente a la hora de escoger producto fresco: frutas y hortalizas, pescado o carne. Pero no va solo por eso ni por dar una vuelta. El arte de la compra requiere una actualización profesional permanente. Nos asaltan marcas que vienen a competir con las conocidas o aparece mercancía nueva de las marcas viejas. De ordinario compra lo que esté en promoción de lanzamiento aunque en ese momento no lo necesite, porque,

Acude muy a menudo también porque se queja de que le cambian el súper de arriba abajo con muchísima frecuencia y tiene que repasarlo para no perderse ni perder nada. Cuando la acompaño a por cuatro cosas, compruebo con desesperación que recorre la tienda entera, como un general que revista sus tropas para asegurarse de que está todo el mundo en su sitio. Ahora ya no me canso, porque entiendo lo que hace y porque la veo disfrutar. Y porque aprovecho para aterrorizarme de cómo avanza el enemigo diet, light, cero e incluso cero cero: las mantequillas que no son mantequillas, las leches que no son leche, las hamburguesas que no son de carne, el azúcar que no es azúcar, el café sin cafeína, las cervezas sin alcohol, el tinto de verano sin vino, por no mencionar los preparados gourmet para perros y gatos, que ocupan cada día más líneas de expositores hasta completar pasillos enteros y afianzar posiciones de las que jamás retroceden. Como dice un amigo, columnista portugués, cada vez es más difícil comprar comida.

Pero a mi madre no la engañan. Sabe que debería comprar queso fresco desnatado y todo eso, pero compra queso de verdad «para cando veña o Francisquiño», que soy yo. Pero se lo come casi todo ella. Y hace bien. También maneja con maravillosa soltura las marcas: si da con otro mejor, abandona su aceite de toda la vida en un pispás y sin el menor remordimiento, sin volver la cabeza siquiera. No le hace ascos a la marca blanca ni venera las de relumbrón. Va a lo esencial porque piensa en los suyos y no en quedar bien, en las apariencias.

Con esa mentalidad, luego, en el mercado de las ideas se comporta de un modo muy semejante. No cae en las trampas de lo light ni de lo edulcorado. Especialmente a la hora de elegir producto fresco: difícil darle por bueno material revenido, chatarrilla abrillantada que ya le han querido cambiar por un dineral tantas veces. No va con hambre a ese mercado ni con el alma en ayunas. No se deja deslumbrar por caritas ni por caretas. No forofea como una partidista, que interviene en la discusión pública como el varón famélico que hace la compra sin atenerse a los rigores de la necesidad o del presupuesto. O como un bebé que llora o ríe según lo que sienta. Me dicen que en polaco bebé se dice «no hablante». En castellano se podría traducir partidista por «siempre hiriente», porque la incapacidad para razonar suele mantener cierta proporción con la de hacer daño.

Mi madre reserva la pasión, que es un gran motor, para cuidar. Por eso ahí, en esa cháchara, no la pillan.

Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] es periodista y profesor titular de la Universidade da Coruña. @pacosanchez

112—Nuestro Tiempo abril 2023

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