Relatocortoypoesia2014

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XLV CERTAMEN DE POESÍA EN CASTELLANO XVII CERTAMEN DE POESÍA EN EUSKERA XV CERTAMEN DE RELATO CORTO EN CASTELLANO IV CERTAMEN DE RELATO CORTO EN EUSKERA XV CONCURSO DE POP-ROCK CANTAUTORES

Actividades Culturales. Universidad de Navarra


© Universidad de Navarra © De esta edición: Publicaciones Calle Mayor

© Andrea Santiago Díez © Raquel Moraleja © Mar González Ruiz de Larramendi © Sergio Navarro Ramírez © Oskia Zalakain Ederra

Depósito legal: NA 3053-2006

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XLV Certamen de PoesĂ­a Castellano Universidad de Navarra

Pamplona 2014



XLV Certamen de Poesía Castellano XLV Certamen de Poesía en Castellano de la Universidad de Navarra, organizado por Actividades Culturales, abierto a todos los estudiantes matriculados en universidades españolas y a los empleados y graduados de la Universidad de Navarra con edad inferior a 30 años. El 20 de marzo de 2014 tuvo lugar la deliberación del jurado compuesto por: el profesor Javier de Navascués, Berta Sánchez Lasheras de Vicerrectorado de Alumnos, Jaione Inda de Actividades Culturales y el poeta Daniel Aldaya. En el fallo de dicho jurado se otorgó el premio a:

PRIMER PREMIO “CATEDRAL” Sergio Navarro Ramírez [Grado en Filología Hispánica y Comunicación Audiovisual. Universidad de Navarra]

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PRIMER PREMIO

“CATEDRAL” Sergio Navarro Ramírez

Catedral (St. Andrews) Mientras los muertos miran hacia el mar, el viento trae el olor de este silencio. Uno puede ser poeta en estas calles escuchando el gemido de las piedras, viejas de ser casas, cansadas de ser piedras. La torre de la catedral se eleva como un faro de antigua vocación. Cruje como los huesos cuando el aire la agita y la penetra. Pero todavía resiste, por el ímpetu de la piedra, por el impulso de la hierba, a las palabras de los muertos, que la agitan y la penetran, mientras le hablan al mar.

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XVII Certamen de PoesĂ­a Euskera Universidad de Navarra

XVII. Olerki Lehiaketa Euskara Nafarroako Unibertsitatea

Pamplona, IruĂąa 2014

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XVII Certamen de Poesía en euskera Universidad de Navarra

XVII Certamen de Poesía en Euskera de la Universidad de Navarra, organizado por Actividades Culturales, abierto a todos los estudiantes matriculados en universidades españolas y a los empleados y graduados de la Universidad de Navarra con edad inferior a 30 años. El 21 de marzo de 2014 tuvo lugar la deliberación del jurado compuesto por el profesor Gabriel Insausti, la coordinadora de Dirección de Estudios de ISSA Naiara Ardanaz y el doctor Joseba Cuñado. En el fallo de dicho jurado se otorgó el premio a:

PRIMER PREMIO "ZENTZUGABETASUNAREN XARMA BEREZIA" Oskia Zalakain Ederra [Grado en Farmacia. Universidad del Pais Vasco]

XVII. Olerki Lehiaketa. Euskara Nafarroako Unibertsitatea Nafarroako Unibertsitatearen XVII. Olerki Lehiaketa Kultur Jarduerek antolatu du eta Espainiako unibertsitateetan zein Nafarroako Unibertsitatean matrikulatutako 30 urte baino gutxiagoko ikasle guztientzat irekia dago. 2014ko martxoaren 21ean epaimahaiak erabakia hartu zuen. Epaimahaia Gabriel Insausti irakasleak, Naiara Ardanaz ISSA ikasketen zuzendaritzako koordinatzaileak eta Joseba Cuñado doktoreak osatu zuten. Epaimahai horrek honakoa saritu zituzten:

LEHENENGO SARIA "ZENTZUGABETASUNAREN XARMA BEREZIA" Oskia Zalakain Ederra [Farmaziako Gradua, Euskal Herriko Unibertsitatea]

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PRIMER PREMIO / LEHENEGO SARIA

“ZENTZUGABETASUNAREN XARMA BEREZIA” Oskia Zalakain Ederra

MAITE ZINTUDALA USTE NUEN Gogoratzen, postariak nik idatzitako poema lainotuak ekartzen zizkizunean? Mahai inguruko aulkiek ere barre egiten zuten, azentu harekin, ozen, keinu zabal-esankor-lohitsuekin aidera botatzen zenituenean. Bidea argitu zeniezadan eskatzen nizun; Maite zintudala uste nuen; Maite zintudala uste nuen…

2. KORDA Bueno, zuk kitarra bat ekarri zenidan, 2. korda faltan zuen kitarra bat. Nik ondoren euria aipatu nizun.

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Badakizu, euria, goitik behera erortzen den hori. Bai, eta zuk orduan ez ninduzula ikusi nahi esan zenidan, euria ari bazuen behintzat, nahiago zenuela ni etxean gera nedin. Eta nik orduan zera, ondo lo egiteko esan nizun, horixe bakarrik, ondo lo egiteko (goxo-goxo). Eta eskegi egin genuen telefonoa.

POEMA PARASITARIOA “Beraz, egia ez al da ba existitzen?” pentsatu zuen zistizerkoak bere hostalariaren hesteetan zehar paseiatuz. “Ez al naiz ba existitzen?, ez al naiz ba ni, benetako subjetu? eta nire izana, ez al da ba egia bat?”

IONOTROPO POSITIBOA Bai, bihotz erritmoaren abiaduraren areagotze nabarmena eragiten didazu ene begiradaren paisaian mutis egiten duzunean.

EGOISMOA? Ez zaitut maite nahi zuk maite ez banauzu.

JOAN EGIN BEHAR DUT Hurbildu egin zara,

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kafe aroma eta koilaratxo zikinduen artean. Bidea egin duzu niganaino. Kilimak egin dizkidazu zure betileekin. Eta nik, nik, “Joan egin behar dut� bota dizut aurpegira.

IDIOPATIKO NAIZ Ez daukat izateko kausa aparenterik. BEGIAK Begiek, globo okularrek, ez ei dute ikusten, informazioa prozesatzen baizik. Garuna ei da ikusten duena, seinaleak irudi bilakatzen dituena, koloreak kolore, kolore multzoak ortzadar.

INFINITOA Sinapsia gara, elektrizitatearen transmisio berehalakoa, neurona multzo amaigabea. Bizitzaz beteriko sarea dugu geure baitan, konplexutasun amaigabea duen sistema neurologikoa. Infinitoa zer den? Infinitoa gu gara. BIZITZA Tragikoa ez bada, zer ote da bizitza?

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XV Certamen de Relato Corto Universidad de Navarra

Pamplona 2014

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XV Certamen de Relato Corto Castellano XV Certamen de Relato Corto en Castellano de la Universidad de Navarra, organizado por Actividades Culturales, abierto a todos los estudiantes matriculados en universidades españolas y a los empleados y graduados de la Universidad de Navarra con edad inferior a 30 años. El 21 de marzo de 2014 tuvo lugar la deliberación del jurado compuesto por: el vicerrector de Alumnos Tomás Gómez-Acebo, la directora de Actividades Culturales Marta Revuelta, el profesor Javier Marrodán, Pepa Escribano de la Librería Troa y Javier López de Muniáin de la Librería El Parnasillo. En el fallo de dicho jurado se otorgó el premio a:

PRIMER PREMIO EX AEQUO “¿DÓNDE ESTÁN LOS ZAPATOS?” Andrea Santiago Díez [Grado en Comunicación Audiovisual. Universidad de Navarra] “LA HABITACIÓN VERDE” Raquel Moraleja [Grado en Periodismo. Universidad Complutense de Madrid]

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PRIMER PREMIO EX AEQUO

“¿DÓNDE ESTÁN LOS ZAPATOS” Andrea Santiago Díez

¡S

antiago! ¿Has visto mis zapatos?- chilla mi madre desde la única otra habitación.

- No- grito yo. Me alegra que Brais sea un bebé y no pueda hablar porque entonces se chivaría, porque eso hacen los hermanos, se chivan aunque hagas las cosas por ellos. Mi madre, Brais y yo vivimos en una casa con dos habitaciones. Compartimos el retrete con cuatro familias más, aunque Brais no porque lleva pañales y tiene la suerte de poder hacerse caca encima. Papá se marchó hace unos meses a la guerra a luchar, y somos la vergüenza del barrio, y desde entonces mamá está insoportable, y a mí me gustaría tener a alguien con quien hablar pero Brais es un bebé y aún no sabe. ¿Dónde están los zapatos de mamá? Y la respuesta es: no están. Brais y yo teníamos muchísimo frío y el fuego se estaba muriendo. Mamá dormía en la única otra habitación. - Tranquilo, Brais- le dije a mi hermano. Mis ojos se toparon con un trozo despegado de la suela de los zapatos de mamá. Me acerqué a cuatro patas y lo solté de un tirón. Al arrancar aquel trozo, se despegó otro pedacito de suela, que también cogí. Me acerqué a la chimenea, tiré los trozos de zapato y el fuego se avivó un poco. Me dio un escalofrío.

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- ¿Ves qué bien, Brais? Brais me sonrió desde las mantas. Nos quedamos un rato mirando la chimenea, pero el fuego se estaba muriendo otra vez y a mí se me iban los ojos hacia los zapatos de mamá. De todas formas, no podía dejar la suela tan desigualada. - Brais, espérame aquí, no hagas ningún ruido, y sobre todo, no hables. Me acerqué gateando a la única otra habitación, quité el único otro trozo de suela que quedaba y volví. El fuego se avivó, pero pronto empezó a morirse otra vez. Me levanté y empecé a dar vueltas por la habitación, y después, por la única otra habitación, buscando algo que echar al fuego. Miré los zapatos de mamá: uno tenía suela y el otro no, y se notaba muchísimo y mamá me iba a tirar de las orejas si se daba cuenta. Así que arranqué silenciosamente la suela entera del otro zapato, y volví corriendo con Brais. - Mira, Brais. Mira lo que he encontrado por ahí tirado- mentí. Total, era un bebé y no sabía hablar, y si no sabes hablar, ¿cómo vas a entender? Me alegré de que no supiera hablar porque entonces me diría que lo que había hecho estaba mal. Tiré la suela al fuego y se avivó, pero a los minutos empezó a morirse otra vez, y me dolían las manos de frío y Brais tenía la nariz colorada aunque estaba tapado, y eso significaba que estaba congelado, y yo no podía dejar que mi hermano bebé muriera por congelamiento porque entonces mi madre me tiraría de las orejas. Si cogía uno de los zapatos de mamá, seguro que el fuego duraba mucho más. Podía ayudarle a buscar el zapato perdido y después ofrecerme a ir a la calle para ver si nos lo habían robado, y nunca se daría cuenta de que había sido yo porque me estaría esforzando mucho para que mamá lo recuperase, incluso podría salir a la nieve y rebuscar con una pala, aunque me pusiese enfermo, porque eso era mejor que que tu madre te pillase una mentira. Aunque Brais no sabía hablar y no podía chivarse, le di la vuelta y lo puse mirando a la pared para que no me viese robar el zapato. Me acerqué gateando a la única otra habitación, cogí el zapato, volví y lo eché al fuego. Le volví a dar la vuelta a Brais de cara a la lumbre. Brais gorjeó. Empecé a sentirme mal. ¡Qué tonto había sido! ¿Cómo iba a decirle a mi madre que habían entrado a robarle un solo zapato? Lo lógico era que le hubiesen robado los dos.

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Volví a la única otra habitación y cogí el único otro zapato. Mamá roncó. - Brais, como te chives, te pellizco. Eché el único otro zapato al fuego. - Santiago, ayúdame a buscar los zapatos. Estoy tan nervioso que no puedo decir nada. Me da envidia que Brais sea un bebé y no sepa hablar porque entonces es imposible que mamá le pille una mentira. Empiezo a deambular por la única otra habitación, mirando detrás de los muebles. Le pido a Santiagoelapóstol, que se llama como yo pero es apóstol, que haga aparecer unos zapatos, y le prometo que si lo hace no volveré a robar nada nunca más. Pero pasan los minutos y no hay ni rastro de los zapatos. Me gustaría golpearme la cabeza y olvidarme de que he sido yo, aunque eso estaría doblemente mal porque los habría echado al fuego de todas formas. Me he enfadado con Santiagoelapóstol por dejarme tan tirado. Mamá está desesperada. - ¿Dónde están los malditos zapatos? Y la respuesta es: no están. Mamá empieza a soltar palabrotas tan fuertes que ni siquiera las dicen los del último curso de la escuela, y eso que les falta menos de un año para volverse hombres. Me da envidia que Brais sea un bebé y no pueda hablar y por eso tampoco pueda entender, porque oír tantos tacos me da mucha vergüenza y tendré que hacer un esfuerzo doble por olvidarlos. De pronto, mamá se da la vuelta y me mira fijamente. Sus ojos echan chispas. - Santiago, Brais es solo un bebé. No sé si quiere decir que Brais no puede hablar o que no puede robar. Miro a mi hermano de reojo. Él me devuelve una mirada acusadora. Miro a mi madre. Lo sabe. Es enorme y tiene los pies grandes y feos, y lo sabe. Antes mi madre era guapa pero después mi padre se marchó. Lo sabe. Me va a matar, lo sabe. No solo tiene los pies feos y grandes, sino que encima por mi culpa los tiene fríos, y ojalá yo fuese como Brais y no pudiese hablar porque ahora voy a morir y ni siquiera tengo nueve años. Mi madre me mira a pocos centímetros. - Santiago, ¿dónde están los zapatos? Yo le devuelvo la mirada, me escuecen los ojos. Si se lo digo, me mata. Si no se lo digo, muero más tarde cuando lo descubra por su cuenta o Brais aprenda a hablar y se chive. Prefiero lo segundo porque así me puedo escapar y puede que no muera y eso me alivia un poco porque ni siquiera tengo nueve años.

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- No lo sé. - Santiago, ¿ha entrado algún señor a casa? Me quedo en silencio unos segundos. - No lo sé, estaba durmiendo. Mamá gruñe como un animal y vuelve a rebuscar por todas partes, gritando algo de mi papá que se marchó y que no tiene con qué pagar y que ahora nos van a empezar a quitar todas nuestras cosas de valor para poder pagar el maldito alquiler, y no para de decir tacos y yo le tapo los oídos a Brais porque estoy tan asustado y me siento tan culpable que se me olvida que no entiende nada. Voy a esperar a que mamá vuelva a dormirse con Brais en la única otra habitación para escaparme. En vez de ir a la escuela, me iré a la mina de carbón, buscaré trabajo y me haré un hombre. Hablaré con el jefe de la mina de carbón, que es un señor piadoso y siempre les da dinero a los pobres y seguro que me contrata. Me paso toda la noche llorando porque nunca más veré a Brais. Me paso toda la noche llorando porque soy un mentiroso. Me paso toda la noche llorando enfadado con Santiagoelapóstol, que podría ser más caritativo. Me paso toda la noche llorando porque mañana me haré hombre. El sol no brilla por la mañana y mamá está de mal humor porque tiene los pies como dos berenjenas congeladas. Dice que si alguien se los cortase, ni se enteraría. Barre la habitación con la mirada, buscando sin esperanza. Me alegro de que Brais no sepa hablar, porque seguro que le daría un montón de pena y se acabaría chivando. ¿Dónde están los zapatos? Y la respuesta es: no están. - Voy a encender el fuego- dice mamá. No sé por qué, pero eso me pone nervioso, y no puedo mirar a mi madre. Saca una revista vieja de debajo de su colchón, suspira, la echa a la chimenea, y enciende una cerilla. Se forma un silencio tan inesperado como largo, y miro hacia donde ella está. Saca del fuego un pedazo carbonizado. - ¿Qué coño es esto?- grita, girándose hacia mí. ¿Dónde están los zapatos? Brais elige un mal momento. - San… ti- dice, y ríe desde las mantas.

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PRIMER PREMIO EX AEQUO

“LA HABITACIÓN VERDE” Raquel Moraleja

E

n el centro está la fotografía de la boda de mis padres. Mi madre parecía más vieja entonces que ahora. Su pelo negro se ensortijaba alrededor de una diadema de perlas y rosas blancas, uno de esos recogidos de los años 80 que nadie querría volver a ver. Mi padre llevaba una pequeña rosa amarilla prendida del traje gris. Dicen que tengo su nariz. A la izquierda, en ese mismo último estante del aparador lacado que ocupa toda la pared, estamos enmarcadas en madera mi hermana y yo, misma melena castaña, mismos ojos grandes y oliváceos, su nariz más pequeña y respingona que la mía, vestidas de comunión con un Cristo ella y un rosario yo. Al otro lado hay un viejo marco de latón. Está algo oxidado, y la luz de la lámpara arranca destellos mates de las esquinas desgastadas. Mi tía la pequeña, la que fue a la universidad y estudió Geografía y trabaja en el departamento comercial de una empresa de colchones viscoelásticos, y mi tía la mediana, que ya por entonces llevaba el pelo corto y granate, aplicada ama de casa y teleoperadora por necesidad. Un par de años después, en el estante de abajo, añadirían una fotografía sin marco, apoyada contra las viejas enciclopedias, de mi primo pequeño y único, rubio y endemoniado, creciendo aquella tarde en el bajo vientre de mi tía la pequeña sin que nadie, ni siquiera ella, todavía lo supiera. Mi abuelo está sentado en la butaca de su habitación. Con el brazo apoyado en el alféizar, mira ensimismado a través de la ventana casi cerrada algo que ya debe de haber visto millones de veces. Desde esta terraza se ve demasiado el patio, me vuelve a decir. Siempre quiso comprarse el tercero, que tenía una habitación más y desde el que se alcanzaba a ver el parque y la torre blanca de la Iglesia. Dice que deberíamos ir a rezar por todo lo que está por pasar. Yo nunca le he

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dicho que no rezo. Hay demasiadas cosas que nunca -nietas, hijas y mujer- hemos podido contarle. Cierra la puerta que se escapa el gato, solía decirme cuando era pequeña. Nunca tuvieron mascota. Me imagino al peluche de felpa blanco y gris, el que recuerdo desde que existo en esa estantería tan alta y con el que nunca me dejaron jugar, colándose entre los barrotes descascarillados de la terraza y precipitándose al patio. Mi madre se fue de casa con diecisiete años. Se asoma a la puerta y me dice que salga. Mira a su padre. Vuelvo al salón y ella aún le sigue mirando. Nos la llevamos al hospital. Él dice que no, y siempre he escuchado, tras el marco de la puerta o cuando me hacía la dormida en el sofá o cuando sentada a la mesa presenciaba una conversación que no debería escuchar pero que creían era demasiado pequeña para entender, que siempre será así, lo que él diga, aunque nos muramos, aunque se le caiga el mundo encima al maldito cabrón. Hay cosas, me han dicho, que no se pueden preguntar. Antes tenía mucha curiosidad por todo. Quería saber si a él le gustaba leer tanto como a mí, si se enfadaba a menudo, por qué tanta gente en el banco le sigue recordando y añorando -Jandro, el hombre, que bueno era-, si votaba a la izquierda o a la derecha, por qué no compró una casa en un barrio mejor, si le caía bien mi abuelo o fingía una educación que mi madre no le pidió nunca, si era de los que luchan hasta el último aliento o lo aceptó y nos besó en el pelo revuelto y le dijo que lo sentía, que podría hacerlo sola, y entonces se dejó ir. Con el tiempo he dejado de preguntar y me he limitado a escuchar, fingiendo que no presto atención cuando aparece como un recuerdo nublado en alguna conversación. Me conformo con las fotografías: la que hay en mi cuarto, en el estante más alto, él y mi madre cuando aún eran novios encuadrados en un marco infantil de lunas y estrellas que compré no sé cuándo; las tres que hay en el tocador de mi madre, de la boda y los dos bautizos -a veces, cuando entraba a su habitación para mirarme en la pared de espejos corridos siempre soleada, descubría un marco girado, oculta la memoria contra la pared, y yo lo devolvía a su posición original y ella volvía a girarlo y así mantuvimos durante años una lucha silenciosa-; y las siete de la mesita auxiliar del salón: dos retratos, dos bautizos, una boda, una suegra y una silla de madera contra una rejera mozárabe de la Alhambra, sonriente y dominguero. En la mesa de cristal del televisor está aquella que siempre me mira, congelando la misma esquina de años atrás en la que ahora está colocada. Su barba espesa y oscura rasca mi moflete rosado, aprieta mi vestidito de raso azul y yo babeo mientras miro curiosa el parche que le cubre un ojo que se muere. Siempre ha hecho un frío horrible en esta casa. Incluso aquella tarde, a finales de septiembre, cuando las flores se pochaban en el jardín y en la puesta de sol flotaban polvo, polen y bochorno, el frío de

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las baldosas nos congelaba los huesos. Sólo durante diciembre y enero mi abuelo encendía la calefacción. Era de las tierras altas de León y no llevaba abrigos cuando desguazaba y reparaba coches en un descampado, ni cuando estuvo con apenas quince años en el ejército sublevándose colina abajo contra esos rojos de mierda, ni cuando esperaba en la estación de Chamartín a que llegasen turistas que recoger y estafar en el taxi que pocos años después tuvo que vender. Mi tía la mediana cierra las puertas de cristal del salón, a ver si el piso retiene algo de calor, pero se enardece un olor espeso a gente sudada que murmura, comida que coge moho en la cocina, una pila de platos que lleva casi una semana en el fregadero, una carne vieja y enferma que se pudre y se desprende. Abre otra vez las puertas a ver si del jardín y los últimos rayos de sol entra algo más de calor, y al primer piso sube desde el patio un aroma a lavandas y a rosas –amarillas- que emponzoñan el olor a muerte. Un quejido llega desde la habitación verde, donde una vez durmió mi madre y después las dos últimas hermanas antes de que todas abandonaran esta casa, y sólo ella lo oye. Cierra de nuevo las puertas de la terraza y sale del salón. Me asomo al pasillo y oigo el llanto y huelo la grasa reseca. Me levanto de la butaca para dejársela a mi tía la pequeña, que se aprieta la tripa y se queja y le dice a su novio que seguramente sean gases. Se conocieron hace siete años, dos recién licenciados por la Universidad pública que sacaban sus primeros ahorros en la empresa de los colchones viscoelásticos. Se sentaron en el mismo banco durante el descanso para almorzar y él, vasco, grande y con ropa de firma, le ofreció la mitad de su bocadillo de chorizo. Llevan unos dos años viviendo juntos. Mi tía la mediana vuelve de la habitación verde, ve a la pequeña y mira fijamente la mano que se sujeta el vientre. Se miran y una frunce el ceño y la otra abre los ojos y la otra niega con la cabeza y la otra sigue mirando y la otra vuelve a negar y entonces mi tía la mayor se sienta en el sofá y mira a través de las puertas de cristal algo que está mucho más allá. Flota un polvo dorado por toda la terraza. El ambiente del salón es espeso y fuera las flores prometen aire fresco. Mi hermana sale al pasillo para que no la oigamos hablar por teléfono. Abro las puertas de cristal para salir a la terraza y el marido de mi tía la mediana entra de fumar su quinto o sexto cigarro negro. Justo entonces, de nuevo, un llanto. Hay una cafetería cerca de esta casa a la que sólo he entrado en una ocasión. Tenía un escalón para subir desde la calle, la puerta era una vidriera sucia y toda la fachada de madera. En el interior, algo oscuro, el suelo era de mármol y las paredes de contrachapado. Supongo que seguirán estando esas mesas redondas con sillas de madera y butacas para aquellas que quedaban más cerca de la ventana. La verdad es que no lo recuerdo bien. Mi madre y yo volvíamos de hacer la compra y mi tía la mediana estaba también por allí compran-

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do o vino desde su casa o nos la encontramos a la salida del médico. Entramos en esa cafetería y sí que recuerdo tomar tortitas. Yo arrastraba la masa fina por la compota de nata y chocolate. Mi tía lloraba, pero por aquel entonces yo era demasiado pequeña como para que algo me importara más que el dulce. Años después quise resolver aquella imagen enquistada entre mis recuerdos, pero mi madre sólo me decía que ya sabes que hay algunas cosas que no se pueden preguntar. Lo habían intentado, decía mi tía, una y otra y otra vez. Habían ido a muchos médicos de la seguridad social y a los del seguro privado. Era culpa de ella, eso lo sabían, pero a él le daba igual. Él no es el que está mal hecho. Probarían otros métodos. Tenían algo de dinero ahorrado. Después hablaron de una amiga de mi tía la pequeña, gorda y soltera, a la que acababan de despedir de la empresa de los colchones viscoelásticos. Y se puso a llorar como una histérica, le dijo a mi madre. ¡Qué vergüenza! Yo no puedo tener hijos ¿sabes? Y no voy por ahí montando el espectáculo. Sus ojos grises me miran desde la butaca al otro lado de la ventana. Ahora ya casi no ve. Más allá del portal se callan las calles y aparecen pequeñas luces. Me apoyo en la barandilla y respiro la hierba nocturna, la madreselva, las rosas –amarillas-, el agua del riego automático que encharca el barro. Dentro, en el salón, alguien enciende la luz del techo. Al final de la terraza, mi tía la mediana abre la puerta que da a la cocina y la oigo trastear con los fogones y los cacharros. Iba a pedirle algo, agua o un dulce, cuando se enciende la lámpara de la habitación verde. Bajo el resplandor, mi madre está sentada en una silla junto a su vieja cama. Moja un trapo en una palangana y se lo pasa a mi abuela por la frente, los labios, el cuello, los brazos, las manos, la pierna que aún le quedaba. Debajo de la ropa humedece y acaricia los moratones y arañazos que nunca, ni aún aquella tarde, habían dejado de estar ahí. Contemplé a la madre que lloraba por su madre, y entonces ésta me vio. Me sonrió al morir la tarde, al apagar las luces de afuera y encender las de adentro, cuando todos los secretos vuelven a encerrarse en sus casas, cuando más huelen las flores. Siempre se van los mejores. Mi madre se levantó y cerró la ventana.

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IV Certamen de Relato Corto Euskera Universidad de Navarra

IV. Kontaketa Laburraren Lehiaketa. Euskara Nafarroako Unibertsitatea

Pamplona, Iru単a 2014

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IV Certamen de Relato Corto Euskera IV Certamen de Relato Corto en Euskera de la Universidad de Navarra, organizado por Actividades Culturales, abierto a todos los estudiantes matriculados en universidades españolas y a los empleados y graduados de la Universidad de Navarra con edad inferior a 30 años. El 21 de marzo de 2014 tuvo lugar la deliberación del jurado compuesto por el profesor Gabriel Insausti, la coordinadora de Dirección de Estudios de ISSA Naiara Ardanaz y el doctor Joseba Cuñado. En el fallo de dicho jurado se otorgó el premio a:

PRIMER PREMIO “LUR BARRUKO KRESALA” Mar González Ruiz de Larramendi [Grado en Comunicación Audiovisual y Filología Hispánica. Universidad de Navarra]

IV. Kontaketa Laburraren Lehiaketa Euskara Nafarroako Unibertsitatearen Kontaketa Laburraren IV. Lehiaketa Kultur Jarduerek antolatu du eta Espainiako unibertsitateetan zein Nafarroako Unibertsitatean matrikulatutako 30 urte baino gutxiagoko ikasle guztientzat irekia dago. 2014ko martxoaren 21ean epaimahaiak erabakia hartu zuen. Epaimahaia Gabriel Insausti irakasleak, Naiara Ardanaz ISSA Ikasketen Zuzendaritzako koordinatzaileak eta Joseba Cuñado doktoreak osatu zuten. Epaimahai horrek honakoa saritu zituzten:

LEHENEGO SARIA “LUR BARRUKO KRESALA” Mar González Ruiz de Larramendi [Ikus-entzunezko komunikazioko eta Filologia Hispanikoko Gradua. Nafarroako Unibertsitatea]

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PRIMER PREMIO / LEHENEGO SARIA

“LUR BARRUKO KRESALAâ€? Mar GonzĂĄlez Ruiz de Larramendi

G

oizean itsasoratu zitzaigun herriko azken marinela. Leiho oholak ertsirik zeudela oraindik, nekazariak lo. Basoko bidea hartu du itsasorantz, zubi azpiko bidezidorretik abiatuta. Goizegi atera zen egunsentian, agur esan gabe. Lurralde honetan jaiotakoen hezurrak ongarri izan ohi dira gure larretan. Herrian sortu direnak herrian ehortzi behar dira. Mendi biztanleak garenez, debekuak ez dira gure lurretara iristen. Familia bakoitzak zaintzen eta lurperatzen ditu bere hildakoak. Lur azpitik zaintzen dituzte uztak arbasoek. Baina itsasoratu zen marinel zaharrak ez zuen gure artean hilobiratzerik nahi. Hil baino lehenago itsasoratuko zela errepikatzen zuen gauero. Ez ginen muturtzen, nahiz eta ezin ulertu; kanpotarra zen, atzerritarra. Arriskutsua izango litzateke gainera bere azal gazia ongarri gisa erabiltzea: hezetasunak kaltetu dezake gure lur lehorra. Ekaitz bortitz batean preso heldu omen zen. Trumoi erasoak itsasoan harrapatu eta urrutira jaurti zuela zioen, gure basoetaraino. Bertan aurkitu genuen guk, basoan, eta arrotza genuen ezezaguna. Iskanbila neurrigabea izan zen, basatia. Ez dira egunero kanpotarrak heltzen gure herrira. Bere etorrerak piztutako ehunka istilu konpondu behar izan genituen, hamaikagarreko sutea itzaltzen bageunde bezala. Hala ere, herriak zaindu zuen. Gazte zela heldu zitzaigun, gazte itsasoratu zelako. Haurtzaroa gertu, beldurrez sumatu zituen jaioterriko kantak azalean josten, amaren hitzak, etxeko beroa. Etxeminak ebatsi nahi zion itsasoa. Horre-

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gatik, goiz itsasoratu zen marinel gaztea, leiho- oholak hertsirik zeudela oraindik, agur esan gabe. Itsasoratu egin zen, sorlekura eusten zioten loturei tiraka, iragana korapilatzen zitzaiola hanketan. Bere senean jaso zuen zeru ertz gaziak eta uretan herdoildu zitzaizkion sorterriko gogoetak. Bizkor ahaztu zuen aberriaren izena. Baina berak ezin zuen jakin galkorrak direla itsasoarekin izenpetzen diren hitzarmenak. Ez zekien itsasoak seme hartzen dituen marinelen gorpuak, itsasazaletik hondora erakarri edo errukiz bultzatu lehorrera. Eta bere orrua sentiarazi zion marinel gazteari, haizearen burrunba eta trumoiaren hotsa. Olatuen artean harrapatu eta urrutira jaurti zuen, gure basoetara. Bertan aurkitu genuen guk, bere txaluparen bila. Basoetan ez dela txaluparik aurkitzen azaldu genion, itsasotik urrun geundela. Baina itsu da begiak ixten dituena, ez gintuen begiratzen, ezin gintuen entzun. Arreta beste nonbait zuen, itsasoan agian. Herriko nekazari batek bere etxea eskaini zion aterpe gisa, baina idorra iruditu zitzaion nekazariaren etxea, lehorregia. Ibai parean etzaten zen eguzkia itzaltzen zenean, gaueko hotzaren ziztadek esnatzen zuten arte. Herritarrek, gupidatuta, etxe heze txiki bat eraiki genuen ibai ertzean. Itsas-haizerik gabe azala arrakalatu zitzaion, bere ezpainek lur zaporea hartu zuten. Basoak goitik-behera miatu zituen txaluparen bila, eta gure inguruko geografiaren jakitun bihurtu zen. Itsaso zabala baino sakonago ezagutu zituen gure basoak. Kresala heldu zitzaion gero, lurrean jaiotako itsas zatia. Begi berde biziekin jaio zen udazken koloreko herri batean eta Kresala deitu zuten. Senean portu aldeko ur berdea zeramala zirudien. Marinela neskaren azalera lotu zen halabeharrez, itsasotik ebatsitako bizitzaren euskarria zelakoan, eta Kresalan galduta, txalupa aurkitzeko premia ahaztu zitzaion. Itsasoa gerturatzen zionak herrian ainguratu zuen, lehorrean. Eta Kresalaren besoetan, itsasoa falta zitzaion. Itsasminak itotzen zion zoriona, eta herriko tabernara gerturatzen zen gauero ardo bila. Pozoin beltzaren besoetan itsasoaren zorabioa zetorkion gogora, eta hil baino lehenago itsasoratuko zela errepikatzen zuen berriz eta berriz. Baina urrunegi daukagu itsasoa. Marinelak ekarri zuen gure artera, eta ez dugu ezagutzen, ezin dugu ikusi. Agian mendilerro zurrunaren bestaldean aurki daiteke, Kresalaren begietan edo basoak basati bihurtzen diren lautadetatik behera.


Eta hil baino lehenago itsasoratuko zen marinelak ez zuen ezagutzen itsasorako bidea, ez norabidea. Bart gauean, emakume batek heriotza ikusi zuen herriko kaleetan gora. Noraezean zebilen, itsasoak barkatu zuen marinel galduaren bila. Eta egunsentian itsasoratu zaigu herriko azken marinela, heriotza atzean zuelarik. Ibaira jauzi da, ez zuen itsasorako bidea ezagutzen. “Erreka oro itsasorat ari� zizelkatu du eraiki genuen etxearen egurrezko atean, eta goizegi itsasoratu da, agur esan gabe, Kresala eta itsasoa berarekin eramanda.

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XV Concurso de Pop-Rock Cantautores Universidad de Navarra Pamplona 2014

PRIMER PREMIO

“BLACK & WHITE” Ana López-Rúa Carral y Miguel Pérez Polanco “You are”, “Close to my soul”

SEGUNDO PREMIO NACHO SANSÓN “No vale”, “Arrastra el mar”

TERCER PREMIO “GARRASTAZU” Alejandro Parilli Moser, Lucas Villela Cotrim, Alberto Eguíluz Echeverría y Eduardo Eguileor Giné “Tarab”, “A sua voz”

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El fallo del jurado correspondiente a cada certamen se hizo pĂşblico el 2 de abril de 2014 en la gala de entrega de los PREMIOS VIDA UNIVERSITARIA de la Universidad de Navarra.

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