Ciclo 122

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Ciclo literario / Número 122 Octubre - Diciembre 2017

Piccirilli Fernando Sorrentino

Fernando Sorrentino nació en Buenos Aires, Argentina el 8 de noviembre de 1942. Su literatura de ficción es una curiosa mezcla de fantasía y humor que discurre en un marco a veces grotesco y siempre verosímil. Su obra narrativa se compone de seis libros de cuentos, entre ellos Paraguas, supersticiones y cocodrilos, editado en México por el Instituto Literario de Veracruz, de los que forma parte el siguiente texto. Es también autor de dos libros de entrevistas: Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, 1974; Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares, 1992. Sus cuentos se encuentran en antologías en español, inglés, portugués, italiano, alemán, francés, finés, húngaro, polaco, chino, vietnamita y tamil. Escribe ensayos sobre literatura argentina que se publican en el diario La Nación, de Buenos Aires.

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esde hace tiempo, la capacidad de mi biblioteca se halla del todo colmada. Tendría que hacerla ampliar, pero la madera y la mano de obra son caras, y prefiero postergar esos gastos en favor de otros más urgentes. Mientras tanto, recurrí a una solución provisional: coloqué los libros horizontalmente y logré de este modo aprovechar mejor el poco espacio disponible. Ya se sabe que los libros —estén verticales u horizontales— acumulan polvo y bichos y telarañas. Yo no tengo tiempo ni paciencia ni vocación para efectuar la limpieza periódica que convendría. Hace unos cuantos meses, en cierto sábado nublado, me decidí, por fin, a sacar, uno por uno, todos los libros, a darles una cepillada y a pasar una franela húmeda por los anaqueles. En uno de los estantes más bajos encontré a Piccirilli. Pese al polvo de esos rincones, su aspecto era, como siempre, impecable. Pero eso lo advertí después. Al principio sólo me pareció un cordón o un trozo de género. Me equivocaba: ya era, de pies a cabeza, Piccirilli. Es decir, un hombrecillo cabal de cinco centímetros de estatura. Absurdamente, me resultó extraño que estuviese vestido. Desde luego, no había ninguna razón para que se hallara desnudo, y el hecho de que Piccirilli sea diminuto no nos autoriza a pensar en él como en un animal. Dicho, entonces, con más precisión: no me sorprendió tanto que estuviese vestido sino cómo vestía: botas altas desbocadas, chaqueta de amplios faldones, vaporosa camisa de puntillas, sombrero emplumado, espada a la cintura. Piccirilli, con su bigote erizado y su barbita en punta, era el facsímil viviente y reducido de D’Artagnan, el héroe de Los tres mosqueteros, tal como lo recordaba de viejas ilustraciones. Ahora bien: ¿por qué lo bauticé Piccirilli y no D’Artagnan, como parecería lógico? Creo que, sobre todo, por dos razones que se complementan: la primera es que su físico aguzado exige, literalmente, las pequeñas íes de Piccirilli y rechaza, en consecuencia, las robustas aes de D’Artagnan; la segunda es que, cuando le hablé en francés, Piccirilli no comprendió una palabra, lo que me demostró que, al no ser ningún francés, tampoco era D’Artagnan.

Piccirilli contará cincuenta años; por sus cabellos oscuros corren unas pocas hebras blancas. Así le calculo yo la edad, a la manera de los seres de nuestra dimensión. Sólo que no sé si, para la pequeñez de Piccirilli, el tiempo estipula idénticas proporciones. Al verlo tan diminuto, uno tiende —¿injustificadamente?— a pensar que su vida es más breve y que su tiempo transcurre más rápidamente que el nuestro, según lo entendemos en las alimañas o en los insectos. Pero, ¿quién puede saberlo? Y, aun en caso de ser así, ¿cómo se explica, entonces, que Piccirilli vista ropas del siglo XVII? ¿Es admisible que Piccirilli tenga cerca de cuatrocientos años? ¿Piccirilli, ese ser casi sin espacio, podrá ser dueño de tanto tiempo? ¿Piccirilli, ese ser de apariencia tan endeble? Me gustaría formularle estas y otras preguntas a Piccirilli, y que él las respondiera y, de hecho, se las formulo a menudo, y Piccirilli, en efecto, las responde. Sólo que no logra hacerse entender, y ni siquiera sé si comprende mis preguntas. Me escucha, sí, con semblante atento y, apenas yo callo, se apresura a contestarme. A contestarme: pero, ¿en qué lengua habla Piccirilli? Ojalá hablara en una lengua que yo desconociese: lo malo es que habla en una lengua inexistente en la tierra. A despecho de su físico propicio a la i, la vocecilla atiplada de Piccirilli sólo modula palabras en que la vocal exclusiva es la o. Claro que, siendo tan extremadamente agudo el timbre de voz de Piccirilli, esa o suena casi como una i. A la vez, ésta es una mera conjetura de mi parte, pues Piccirilli nunca pronunció la i, de modo que tampoco puedo asegurar, por comparación, que aquella o sea realmente una o y, en rigor, que sea ninguna otra vocal. Con mis escasos conocimientos he procurado determinar qué lengua habla Piccirilli. Los intentos resultaron infructuosos, salvo que pude establecer en ella una invariable sucesión de consonantes y vocales. Este descubrimiento podría tener alguna importancia, si uno estuviera seguro de que, en realidad, Piccirilli habla alguna lengua. Pues cualquier lengua, por pobre o primitiva que sea, tendrá una razonable extensión. Y el caso es que toda el habla de Piccirilli se reduce a esta frase: Sigue en Pág. 4


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Rosa Alice Branco Traducción de Rafael Antúnez

Rosa Alice da Silva Branco, nació en Aveiro, Portugal. Es poeta, doctora en filosofía y traductora. De su amplia bibliografía, vale la pena señalar: O que falta ao Mundo para ser Quadro (1993), Da Alma e dos Espíritos Animais (2001), y Soletrar o Dia (2004).

Gravitación universal

De nuevo el mar que espero sentada en la ventana que da al rosal. Que da hacia todas las calles por donde pasé con tus pasos. A esa calle donde volvimos el rostro para no ver un hombre desangrado en el suelo. Después comimos en casa de un amigo, Bebimos y hablamos como si la vida fuese eterna. De regreso la calle estaba limpia, sin rastros de sangre. Las luces sobre el mar en las dos márgenes y tu mano en mi pierna. Allá en el cielo un hombre destripado busca sus alas. Nada sé de los ángeles. Yo que espero el mar todos los días doy fe de la rotación de la tierra y de la ley de la gravedad. Pero cuando llegas mi cuerpo no tiene peso y las palabras vuelan a nuestro alrededor inundadas en sudor. Y llega el mar.

Fotografía: Bertil Stilling


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Piccirilli...

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—Dolokotoro povosoro kolovoko. La llamo frase por comodidad, pues quién puede saber qué encierran esas tres palabras. Si es que son palabras, si es que son tres: las escribo así porque ésas son las pausas que, en la monocorde elocución de Piccirilli, creo percibir. Que yo sepa, ninguna lengua europea posee tales características fónicas. En cuanto a lenguas africanas, americanas o asiáticas, mi ignorancia es total. Pero ello no me preocupa, pues, con toda evidencia, Piccirilli es, como nosotros, de origen europeo. Por eso le dirigí frases en español, inglés, francés, italiano; por eso intenté palabras en alemán. En todos los casos, la imperturbable vocecilla de Piccirilli respondía: —Dolokotoro povosoro kolovoko. A veces, Piccirilli me indigna; otras, siento pena por él. Es evidente que lamenta no poder hacerse entender y entablar así alguna conversación con nosotros. Nosotros somos mi mujer y yo. La intrusión de Piccirilli no produjo ningún cambio en nuestras vidas. Y lo cierto es que apreciamos, y hasta queremos, a Piccirilli, ese mínimo mosquetero que come atinadamente con nosotros y que guarda —quién sabe dónde— todo un ajuar proporcionado a su tamaño. Aunque no logro que conteste mis preguntas, sé que sabe que le decimos Piccirilli y no ha demostrado oposición a ser llamado así. En ocasiones, mi mujer lo llama, cariñosamente, Pichi. Esto me parece un exceso de confianza. Es verdad que la pequeñez de Piccirilli se presta a motes y diminutivos amables. Pero, por otra parte, es ya un hombre mayor, acaso de cuatro siglos de edad, y sería más adecuado llamarlo señor Piccirilli, salvo que se hace muy difícil llamar señor a un hombre tan reducido. En general, Piccirilli es atildado y muestra una conducta ejemplar. Sin embargo, a veces juega, con su espada, a atacar a las moscas o a las hormigas. Otras, se sienta en un camioncito de juguete y yo, tirando de una cuerda, le hago dar largos paseos por el departamento. Éstas son sus escasas expansiones. ¿Se aburrirá Piccirilli? ¿Estará solo en el mundo? ¿Tendrá congéneres? ¿De dónde habrá venido? ¿Cuándo nació? ¿Por qué viste como un mosquetero? ¿Por qué vive con nosotros? ¿Cuáles son sus propósitos? Estériles preguntas repetidas centenares de veces, a las que Piccirilli, monótono, responde: —Dolokotoro povosoro kolovoko. Cuántas cosas querría saber yo de Piccirilli, cuántos misterios se llevará con él cuando muera. Porque, por desgracia, Piccirilli se encuentra, desde hace algunas semanas, moribundo. Sufrimos mucho cuando cayó enfermo. En seguida supimos que enfermo de gravedad. ¿Cómo curarlo? ¿Quién se atrevería a someter al juicio de un médico el cuerpecito del ser llamado Piccirilli? ¿Qué explicaciones daríamos? ¿Cómo explicar lo inexplicable, cómo hablar sobre algo que ignoramos? Sí, Piccirilli se nos va. Y nosotros, pasivamente, lo dejaremos morir. Ya me preocupa saber qué haremos con su casi intangible cadáver. Pero más, infinitamente más, me preocupa no haber desentrañado un secreto que tuve entre las manos y que, sin que pueda evitarlo, se me escapará para siempre. * Del libro de cuentos Paraguas, supersticiones y cocodrilos, (Verídicas historias improbables) publicado por el Instituto Literario de Veracruz.


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Soy un pájaro Lorenzo León Diez Soy tú Se lo digo al verlo detenido en mi balcón Un minuto más y está en la rama Un minuto Dos minutos y ha volado a otro tronco Soy un pájaro Lo supe hace poco Pero ahora que cumplo 64 años suma de perfección se me revela con claridad al escudriñar mi pasado que mi cuerpo desde que asomó sus alas en la vagina de mi madre no ha dejado de moverse en los vastos caseríos de mis amantes Yo soy tú Le digo al ave gris con pecho rojo allí en tu corazón se reflejan los vientos invisibles caminos donde mis plumas dibujaron tránsitos que tienen llagas Yo soy tú le digo a esa herida que salta y luego se eleva y abre una musculatura casi soñada Yo soy tú le digo a un pájaro que tiene nombre raza un pasado como el mío esmerilado trasnochado hecho jirones como una bandera luego de la guerra constelación de himnos que fueron trinos y noche y punta desecha de cometa Yo soy tu le digo a esa cruz en el cielo ¿A dónde te diriges? ¿Cuál túnel se abre en el remolino de tu vuelo? ¿Cuántos soles tragas en ese camino que oscurece la soledad? ¿Dónde está en tu frágil cabeza el mapa para descender y rascar el destino? Tú eres yo me dice el pájaro sin nombre sin cédula sin placa y me mira como lo hacen los filósofos y los niños con tristeza asombrada curiosidad fértil donde se tienden cuerpos que fueron víctimas de ese juego que dicen comprender los picos que tienen hambre y cantan Es un lugar de señas el espacio esferas en los internos pensamientos de las aves Todas somos tú

me dice la parvada Allí vas adelante iniciando la ola Cada rastro en el cielo está sembrado de una transparente densidad donde se combate y se reza Tú eres nosotros me dicen brillando en una fronda los plumajes que visten esqueletos de cristal En los caminos perfectos de los vuelos se sabe que los fuegos son semillas que alimentan las repetidas noches donde las aves se envuelven a planear los días Otras cosas más se dicen en los secretos pasillos del cosmos Como que los pájaros son los válidos emblemas en el centro de los umbrales Hay libros abiertos entre los polvos de la luna donde las escrituras trinan Y solo son comprensibles para sus semejantes planetarios Es una conversación que va saltando las ramas de los años luz Donde se cuentan de ida y vuelta las generaciones de aves dormidas y despiertas vivas y muertas Todas son iguales Van buscando la misma pulcritud entre las capas trastornadas de diversos cielos y pueden confundirse entre las rocas que anillan Júpiter Y desde allá aquí en mi balcón me dice el pájaro de alas encendidas Yo soy tu ¿Qué misión me aguarda? Pregunto

Fotografía: Jeanloup Sieff 1986

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Soy un Pájaro...

Medir la lentitud de aquella estrella me ordena el relieve en el umbral Donde se tiende el árbol y el bambú Estoy descansando en mi terraza viéndote saltar entre mis dedos Y miro cómo voy de lecho en lecho dejando la huella de mi cansado esperma Tengo la intuición que algo está a punto de concluir Así lo leo en el tatuaje verde de aquella ave Es una leyenda que hasta hoy estaba sorda Ahora las cosas son muy claras Todas las aves que pasan sobre mi balcón dejan caer una sílaba de ciertos cantos que voy armando mientras fumo Y dicen tantas bellas cosas Y dicen tantas mentiras como estas que ahora tejo Con mis labios ¿Cómo comprenderte? le pregunto a ese ser cuyas patas son una posesión ¿Cómo destruir todo el recuerdo que carcome la luz? ¿Cómo estar completamente aquí? Son dudas que tú me expones pues yo soy tú Además ¿A quien le interesa? ¿Qué barco quiere llevar el cargamento destinado al naufragio? Un ave que nace en el océano está marcada por las heces del principio Y aún así orgullosa levanta sus alas para salir a extraños triunfos que huelen a sangre desmembrada donde se cuaja un linaje preciso Son esos que llevan su seña de pico curvo en sus espadas Signo depredador que siembran en los cadáveres del tiempo Ya casi nadie reza cuando vienen los vientos abrigando las carnes magras de pájaros rendidos

Portada

Age Dive de Deenesh Ghyczy Evocando el infame salto de Yves Klein, Into the Void, del pintor húngaro alemán Deenesh Ghyczy

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trata de figuras saltando o cayendo en un espacio pictórico indefinido, un territorio desconocido, física o mentalmente. El fondo abstracto que a menudo se compone con trazos de pintura sueltos, interactúa con las figuras que son más sólidas y naturalistas, a través de la superposición pictórica, algo que los lleva o los sostiene. Es este estado intermedio de la decisión solitaria de atreverse y saltar hasta la llegada al desconocido que le interesa al artista: el coraje esencial para el cambio, para dejar ir, dispersarse y desaparecer incluso, y tener fe en sí mismo, estirado en la eternidad.

8 de septiembre 2017

Pintura de Deenesh Ghyczy


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Léon Bloy: lo que estorba al amor son los sentidos Léon Bloy Diarios Acantilado 2007 Selección, traducción y prólogos Cristóbal Serra y Fernando G. Corugedo

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l Diario íntimo es un género literario que viene andando su camino desde hace muchas décadas…Los grandes autores siempre lo han tomado como una herramienta muy efectiva de trabajo, como una pala, un cincel, un pico…con el que se abre el autor camino a la profundidad de sí mismo. El Diario íntimo es un género que no luce en bambalinas, en marquesinas, no ocupa los principales titulares…si alguien muy estricto opina diría que es un “género menor”. No ocupa estructura. Es una instantánea, como bien demostró Anais Nin, con su “literatura fotográfica” que tanto irritaba a Henry Miller y Lawrence Durrel. “Clave ese mamotreto en una pared”, le espetaba Miller, desesperado al conocer cómo la autora está desprovista totalmente de “proyecto” narrativo, de ánimo trascendente. Hay diarios celebres: el de André Guide, kilométrico… quizá el autor que más penetró en el género y quien llevó al molino de la novela sus enigmáticas técnicas…pero está también el Diario de un escritor, de Dostoyevsky, donde nos encontramos con el minucioso autor que creo masas palabrales que nos alcanzan como grandes olas, manifestándose en su vida cotidiana…hay una antología de Diarios Intimos que una vez tuve en mis manos…lo traje enseñándo a mis amigos escritores, pobres y ricos…y todos suspendían su respiración al ver el índice de autores. “La palabra que surge del yo para regresar al yo”, explicaba el prologuista. De León Bloy hemos sabido los de a pie, por la referencia de Borges, en su_Biblioteca Personal: “Como Hugo, a quien mal quería por notorias razones, León Bloy suscita una deslumbrante admiración a un total rechazo. Desdichadamente para su suerte y venturosamente para el arte de la retórica, se hizo un especialista de la injuria. Escribió que Inglaterra era la isla infame, que Italia se distinguía por la perfidia, que conoció al barón de Rothschild y tuvo que estrechar “lo quede ha convenido en llamar su mano”, que el genio está severamente prohibido a todo prusiano, que Emile

Zola era el cretino de los Pirineos, que Francia era el pueblo elegido y que las demás naciones del orbe debían contentarse con las migajas que caen de su plato. Cito al azar de memoria esas inapelables sentencias”. “Deliberadamente inolvidables y trabajadas con esmero, borran al profeta y al visionario que se llamó Léon Bloy. Como los cabalistas y como Swedenborg, pensaba que el mundo es un libro y que cada criatura es un signo de criptografía divina. Nadie sabe quien es. Bloy escribía en 1894: “El Zar es el jefe y el padre de ciento cincuenta millones de hombres. Atroz responsabilidad que sólo es aparente. Quizás no es responsable ante Dios, sino de unos pocos seres humanos. Si los pobres de su imperio están oprimidos durante su reinado, si de ese reinado resultan catástrofes inmensas, ¿quién sabe si el sirviente encargado de lustrar e las botas no es el verdadero y solo culpable? En las disposiciones misteriosas de la Profundidad, ¿quién es de veras Zar, quién es rey, quién puede jactarse de ser un mero sirviente?” Pensaba que el espacio astronómico no es otra cosa que un espejo de los abismos de las almas. Negaba imparcialmente la ciencia y el régimen democrático”. “Abordó muchos géneros. Nos ha dejado dos novelas de índole autobiográfica y de estilo barroco. El desesperado (1886) y La mujer pobre (1897). Hizo una apología mística de Bonaparte, El alma de Napoleón. La salvación por los judíos data de 1892.” * León Bloy vivió el último medio siglo del XIX (nació en 1846) y los primeros años del siglo XX, (su muerte ocurrió cronológicamente a la hora de la Revolución rusa en 1917). Los traductores Cristóbal Serra y Fernando González, en sus prólogos, lo califican como el más acabado diarista que ha tenido la literatura europea. Y citan el registro que sobre


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él, también en su diario, escribió Franz Kafka: Bloy vitupera mejor que los profetas; su fuego se alimenta de todo el estiércol de nuestra época. Lo llaman un genio del profetismo francés, no solo en sus novelas, cuentos y ensayos, sino sobre todo en sus misteriosos y terribles Diarios que abarcan el periodo de 1898 a 1917. Su escritura –dicen- es de oleaje y lava primigenia. La edición que presenta Acantilado es una selección de volúmenes que el autor editó a partir de su verdadero diario, que abarca miles de páginas y en los que aún trabajan los especialistas. Son libros a los que el autor puso títulos: El mendigo ingrato (1892-1895),Mi diario (1896-1900), Cuatro años de cautiverio en Cochinos del Marne (19001904), El invendible (19041907), El viejo de la montaña (1907-1910) El peregrino de lo absoluto (1910-1912), En el umbral del apocalipsis (1913-1915), La puerta de los humildes (1915-1917). Son registros de una realidad sensible, pues cada vez que nuestro ojo la percibe, la creación se renueva. Bloy escogió voluntariamente ser pobre: En el fondo mi doctrina es la adoración del pobre. (.) Soy un artista pobre, voluntariamente pobre. (.) No tengo dinero, y ahorros menos.(.) Que un hombre como yo se vea forzado a consumir todas las horas de su vida en abyectas preocupaciones de dinero, en lugar de emplearlas únicamente en comer y beber la palabra de Dios, es un espectáculo de compasión para los ángeles. Él trató de vivir de su escritura, de sus artículos en los periódicos, de sus libros,de sus conferencias, cosa que nunca logró: Mi editor no vende un solo ejemplar de La salvación de los judíos. (.) Escribo libros que vivirán y no me dan para vivir. Así va con su sufrida familia, su esposa Jeanne y sus dos hijas, de casa en casa: Mudanza negra e instalación al fondo del callejón Coeur der Vey, en Montrouge, en un pabellón siniestro, horroroso. (.) Las larvas hormiguean y las tinieblas parecen ladrar. Frío atroz, siempre. (.) El calor tempestuoso, el hedor, el polvo de yeso y todo género de privaciones nos van matando. Al consignar su experiencia en las pocilgas nos ofrece una radiografía de la vida popular en Francia, las clases más bajas, los que son humillados y echados permanentemente de sus precarios hogares: Obsesión de una tendera con cara de tomate relleno, que exige con firmeza que le limpie su orinal, todas las mañanas, porque le debo unas pocas monedas.(.) Veo a esa madame Corbillard, la señora Coche Fúnebre, vieja descuartizadora de dientes amarillos; la veo siempre con ese mismo gesto con que se ceba a las ocas deslizando metódicamente en una larga bolsa de plata las desventuradas piezas de moneda que eran como sangre sacada de mis venas. Léon Bloy vivió las mismas condiciones de los que mueren de hambre y enfermedades contraídas en condiciones lamentables de higiene, de alimentación… como le sucedió a su pequeño hijo André.

León Bloy es un católico, pero no un católico contemporáneo a su siglo, sino profesa la fe cultivada en los primeros doce siglos de cristianismo europeo y que se condensa en la Biblia latina, su escritura está fluyendo siempre de esta fuente. Dicen los comentaristas: Nadie puede poner en duda que fue uno de los padres de la Iglesia de la futura Europa por extraer de la Edad Media y del cristianismo las más sublimes y sacramentales consecuencias. Jeanne, su mujer, quien tiene una voz constante en los diarios, dice de él: Léon Bloy permanece. Se lo ha querido matar con el silencio, el arma más cobarde y más mortífera contra un escritor. ¿Por qué? Porque no es como los demás; porque siente horror de vender su pensamiento, porque se ha tomado en serio el cristianismo. Las palabras de Bloy tienen el temple de las palabras que pronunciaron los profetas del antiguo testamento (testigos que se acordaban del Porvenir) y manifiestan la misma furia de Jesús cuando destruye los puestos de los mercaderes en el templo: Nunca hubo nada tan odioso, tan execrable como el mundo católico contemporáneo y yo renuncio a preguntarme que otra cosa con mayor seguridad podría atraer el fuego celeste. El género literario de este autor a quien se considera un precusor crítico de la modernidad, tiene sus referentes simbólicos en autores como el padre Karl Schmoger, alemán que escribió La vida de Anna Catalina Emmerick, visonaria a quien Bloy considera sin lugar a dudas como uno de los hombres más grandes del siglo. (.) No conozco nada más trágico, más misterioso que estas lágrimas que Ana Catalina Emmerick veía caer como gotas de fuego, en los pozos eternos. Esta fuente de inspiración que significa la monja canonesa agustina (1774-1824) santificada en 2004, se debe a sus lecturas de la biografía que escribió Schmoger a partir de los registros que hizo de las narraciones de Emmerlick el poeta Clemente Bretano en 40 tomos. Y aquí nos percatamos que el autor francés vive éxtasis y experiencias visionarias de la misma índole, según sus interpretaciones bíblicas: El texto sagrado no es oscuro, sino misterioso. El misterio es luminoso e impenetrable. La Oscuridad es esencialmente penetrable, puesto que el hombre puede realizar en ella más de una imersión.(.) Santas Escrituras. Cuanto más comprendo más me hundo en las tinieblas. (.)Soy un clarividente dentro de las más densas tinieblas y un ciego dentro de los deslumbramientos de la luz. (.) Desde hace más de veinte años cuento los días, en número desconocido, que me separan del gran día en que me será dado un poder que ignoro. En vela o sueños, oigo la llamada de los lugares profundos. En efecto, Bloy es un escritor y místico de esta estirpe santificada, una gaviota salvaje, que fue alcanzado y quedó clavado en la puerta fulgurante de la Iglesia, donde concibe la oración no como los cerdos sentimentales que se creen cristianos y practican una religión donde las lágrimas sin oraciones matan a los muertos. En cambio él reza como


Ciclo literario / Número 122 Octubre - Diciembre 2017 un ladrón que pide limosna a la puerta de una granja a la que quiere prender fuego.Y cita a Macabeos: la oración no es para obtener, sino para consolar a Dios. Bloy vive los gozos de la oración que le han sido dados con abundancia, como una voluptuosidad estéril que le llena el alma de horror y donde lo visible es la huella de los pasos de lo invisible. El escritor camina por delante de sus pensamientos exiliados en una gran columna de Silencio. (.) El silencio reina sobre mí en un magnífico trono de miseria. (.) Soy el yunque al fondo del abismo, el yunque de Dios que me hace sufrir porque me ama, pues el tiempo es un perro que sólo muerde a los pobres. (.) La miseria tiene esto de bueno, que nos fija, como clavos, en la Mano de Jesucristo. Y entra aquí, como en todos los momentos más fulgurantes, la voz de Jeanne, quien le recuerda a Jesús nuestra extrema indigencia: Dadme lo que hay en vuestra Mano, le dice su mujer a Jesús, abrid vuestra Mano. Entonces ha abierto su Mano y he visto que estaba perforada. Leer a Léon Bloy es una experiencia de un orden espiritual muy profundo, pues la vibración poética de su prosa responde a voces sacramentadas por la tradición católica que en su expansión y poder se ha encargado de desvirtuar: ¿Qué es el Azar? Es el nombre que modernamente se da al Espíritu Santo. Bloy odia a los sacerdotes que no logran comprender que no son más que un instrumento sobrenatural, un generador de infinito. Muy lejos están de la Felix culpa: el Pecado es la puerta del cielo, pues el que es incapaz de grandes crímenes, es incapaz de santidad. Para Léon Bloy la personalidad, la individualidad humana está escrita y firmada por Dios sobre cada rostro, y algunas veces impresa de modo formidable sobre el de un gran hombre, es algo del todo sagrado, algo para la Resurrección, para la Vida eterna, para la Unión beatífica. Y si todo escritor debe llevar sus libros impresos en el rostro, contemplemos la foto del artista donde encontramos esa expresión que impregna su escritura, un hombre que sostiene, viviéndolos a fondo: lo que estorba a amor son los sentidos. Bloy como crítico de sus colegas no tiene parangón: Balzac no pasó nunca de las superficies; Verlaine: literatura de borracho. ¡Pobre gran Verlaine! Maupassant: Uno de los hombres que más daño me han hecho. Edgar Allan Poe: Bellezas indiscutibles que se parecen, algunas veces, al esplendor. ¡Qué genio negro! ¡Qué imaginación de tinieblas! Dios está ausente, como si se tratara del infierno. Gustave Flaubert: La tentación de San Antonio, uno de los libros más necios y más abyectos con que se honra la literatura contemporánea. Pascal: su sombrío escepticismo y oculta mediocridad apenas me consuelan. Tolstoi: Célebre cretino moscovita. Víctor Hugo: Gran cagalaolla patriótico y literario. Zola: su muerte, feliz acontecimiento. Y del espíritu francés de fin de siglo: cadáver sin sepultar que va a envenenar el universo. El autor francés ha sido el mayor admirador de Napoleón, (lo llevo en la sangre. Todo libro que se refiera a la gloria de este Prodigioso me hace jadear, anhelar, casi sollozar, como si Dios pasara) a quien dedicó un libro emblemático en esta vasta bibliografía El alma de Napoleón (Cien del Mundo. Conaculta. 2015). Estas palabras que dedica al personaje histórico se pueden aplicar a él: En realidad, cada hombre es simbólico, y en la medida de su símbolo, es un ser vivo. (.) Cada hombre está sobre la tierra para significar algo que ignora. Y Bloy cumplió con creces su destino, su elección de escritor andariego, escritor errante, azotacalles sin compañero. En este oficio, el gran autor consiguió, lo que otros buscaron en vano: una leyenda. (LL)

Ira Mariana Pérez Villoro Adentro, tu pequeño garfio empuña mi aorta y púas nuevas en la coraza malva rasgan el pecho. En la cavidad del esófago, tu juego resuena: una cantaleta rítmica y precisa entume la médula. El vaporcillo que transpiras intoxica las fibras, las patadas de los zapatitos duros me fragmentan. Con tus uñas sucias escarbas el lindero y sales. En un arrebato, muestras tus colmillos de leche y, al borde del precipicio interno, exiges con ojos turbios que te mire. Que te acepte mía y te contenga.

Fotografía: Victor León

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Perseguido por los demonios Manuel Berman

Gordon Bowker Perseguido por los demonios. Vida de Malcom Lowry. Traducción del inglés de María Espinoza Meléndez.-México: FCE, 2008.

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ndagar en la vida del escritor inglés Malcom Lowry, significa adentrarse a un laberinto de sombras, callejones perdidos y espejos deformes y oscuros. No es de extrañar que uno de sus primeros críticos dijera que Lowry sería la auténtica desesperación de sus biógrafos. En su libro Perseguido por los demonios-vida de Malcom LowryGordon Bowker ha emprendido una sólida investigación sobre un hombre que constantemente se descompone y se evade: “Me veo como toda la humanidad encarcelada (.) con las manos tendidas hacia linternas en el océano, me veo como toda humanidad en espejos, balbuceando amor mientras el horror surge a su espalda”. Lowry siempre tuvo a la mano alguna ración mágica de whisky, tequila o mezcal con la que podía transformar su entorno y su persona, convertir la suciedad y desolación del manicomio en la visión de una ciudad lunática, hacer del paraíso infernal de México el escenario de la gran novela moderna sobre la lucha de la humanidad contra las fuerzas del mal. Sus dos grandes tiranos, a decir de Lowry, fueron la botella y la pluma, pero nadie acogería a estos dos verdugos suyos con más entusiasmo que él. Se dedicó a ellos, feliz, compulsivo y sin tregua. La pila de botellas que dejó tras de sí y el montón de manuscritos que produjo atestiguan el arduo trabajo de su vicio principal y de su mayor virtud. Vivió y escribió sin cesar; abandonó sus manuscritos, los perdió, los recuperó y reescribió; tuvo una enorme renuencia a terminar cualquier cosa. Una vez puestas las palabras en el papel, dejaban de ser suyas, y al reescribirlas lograba poseerlas de nuevo. La vida de Malcom Lowry, hombre complejo y atormentado, quedó marcada desde su infancia. El propio escritor lo refiere en un cuento de juventud sobre un incidente que ilumina la relación con

su padre, así como el despertar de un joven rebelde. En ese cuento Lowry refiere cómo todas las mañanas acompañaba a su padre en el automóvil familiar, conducido por un chofer, para que abordara el transbordador y cruzar el río Mersey, y así dirigirse a sus oficinas en Liverpool. En esa ruta se encontraban a un vecino que hacia el mismo recorrido, pero a pie. Este, un abogado, al verlos les sonreía siempre y levantaba su bastón como saludo, cortesía desairada con petulancia por el padre de Lowry. El chico se lo reprochó a su padre, quien le reviró que ése era un borracho sin disciplina personal, aunque Malcom le inquirió que si levantarse a diario a las cinco de la mañana y realizar un trayecto de once kilómetros no era disciplina, cuando era algo que ellos mismos no hacían. El padre no contestó; para él, cualquiera que bebiera era antisocial. El corazón del niño se fue con el hombre desconocido, dándole la espalda a la dureza de su padre: “El no supo que en sus adentros había decidido que de grande iba a ser borracho”. Este es un pequeño retrato de cómo Gordon Bowker nos lleva por la revuelta autodestructiva y trágica de uno de los grandes escritores del siglo XX. En 712 páginas, Bowker traza el camino del exceso que Malcom Lowry transitó, siempre hacia el palacio de la sabiduría. “El sucio accidente de la muerte de Lowry puso fin a una vida literaria extraña e importante, vida que transcurrió semi oculta para así actuar de manera distinta a los demás, vivir aislado y en presencia de otros, refugiarse en su mundo personal inspirado por el alcohol, lleno de espíritus protectores y demonios, y del fantasma obsesivo de su infancia y juventud maldita”. Lowry compartía una amistad sencilla con hombres comunes lubricada por el alcohol. Se sabe que hombres-como algunos de sus


Ciclo literario / Número 122 Octubre - Diciembre 2017 destacados contemporáneos de Cambridge-lo intimidaban, y se alejaba de quienes tenían pretensiones literarias. Sus problemas con las mujeres eran aún más graves pues vivía una intensa lujuria sexual y un miedo apabullante a las enfermedades venéreas. Su mujer ideal, según Jan Gabrial, su compañera durante muchos años, era una especie de madre buena en la cama, como lo señala María Aída Espinoza, traductora del libro del inglés al español. Señala que la información sobre Lowry es novedosa además de tener “la virtud del biógrafo de no buscar sobresalir en el texto, sino sólo aportar su trabajo, su investigación y su talento”. Otro punto que subraya la traductora es el papel fundamental del editor estadunidense Albert Erskine para la vida y concreción de la obra y fama del autor de Bajo el volcán, aspecto que no ha sido destacado en su importancia por estudiosos e intelectuales, pues a pesar del talento y excepcional escritura de Malcom Lowry, si no fuera por él no tendríamos ni al personaje ni la emblemática novela. Lowry era un desastre: no llevaba con orden sus manuscritos o los entregaba incompletos; era desordenado e incumplido, un desmadre total, explica el editor del libro Erskine. A él se debe en mucho que Lowry concluyera Bajo el volcán, y ante todo, es el gran responsable del lanzamiento que tuvo esta biografía. Gordon Bowker lamenta muy a su pesar los múltiples pecados y actos delictivos de Lowry, considerando que el autor inglés no fue un mal hombre sino más bien bueno con deficiencias fatales. Su obra, que muestra muchos momentos de gran sentido del humor, mantiene un ímpetu constante hacia la esperanza de salvación para la humanidad pecadora. Fluyen en el libro toda una estela de culpas: el alcoholismo agresivo, sus dos matrimonios, la pérdida de manuscritos, su tránsito por ciudades, prisiones, cantinas y sanatorios, su tormentosa relación con médicos, editores y familiares, todo en conjunto lo orillaron a una misteriosa muerte el día 26 de junio de 1957, víctima de grandes cantidades de barbitúricos. Gordon Bowker, fue además biógrafo de Orwell y Durrell. Nació en Birmingham, Inglaterra, y ha impartido cursos de filosofía, filología inglesa y sociología en la Universidad de Notingham.

Fotografía: Titus Morrison

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Vil pureza Guillermo Coello Torres

Le pido al demonio: aparta esa luz que lastima mis ojos, no permitas que hiera las tinieblas de mi corazón. Sostén del razonamiento, sé la piedra para mi pié Y que la piel se mantenga dura, vigilante de la pudrición total de todos y cada uno de los órganos, cartílagos y huesos; sangre, médula y flujos. Sacerdotisa fiel sepulturera, sombra esquiza de mi yo último y oscuro. Ser lunar que se desdobla siempre entre nubes, deslizante, delirante, danza múltiple de los fragmentos legendarios y míticos; ocasos sin fin de lo eterno y más allá de lo infinito.


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Análisis Fenomenológicos de la Arquitectura del siglo XXI

Museo de Etnología Du Quai Branly Jaches Chirac de París de Jean Nouvel Joel Olivares Ruiz

Cuando la desmaterialización se encuentra con la expresión de los signos se vuelve selectiva. Aquí la ilusión acuna a la obra de arte. Queda por inventar la poética de la situación: es un suave desfasaje, el jardín parisino se transforma en un bosque sagrado y el museo se diluye en sus profundidades. Jean Nouvel.


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l Museo Quai Branly (2006) reúne las colecciones etnográficas de Africa y Oceanía y se complementa con las de Asia y América, está ubicado en un predio de 26 400 mts2, enfrente del río Sena y al lado de la torre Eiffel. La vista al mueso de Jean Nouvel es una sorpresa sensorial de arquitectura urbana al ser diseñado como arquitectura de interiores o escultura arquitectónica, que como arquitectura tradicional de Museo es anónima en su temática figurativa, para dejar el protagonismo a las piezas exhibidas. De entrada llama la atención como forma al interpretarse como una instalación suspendida en un jardín en la zona central de Paris. Se trata en si de una arquitectura fenomenológica siglo XXI. Desde la entrada impacta con la barda todo en vidrio transparente de doce metros de altura y 200 mts de largo, esta hace una separación con el entorno urbano en una zona turística de la ciudad frente al río Sena, dejando ver el jardín diseñado de manera selvática con veredas para el ingreso que se encuentra en la parte posterior del conjunto de edificios, el central propiamente el museo en el segundo nivel, el auditorio en el sótano, la zona de investigación atrás, mimetizada, separado el edificio administrativo y venta de objetos, como lo sagrado del sitio de piezas etnográficas y de lo profano del mercadillo de los souvenirs. En la entrada al jardín se logra un espacio de tres o cuatro niveles de altura, lo que crea un gran vestíbulo o Hall, haciendo con esta estrategia la presencia determinante del jardín y al ser un pórtico predomina la vista del jardín, el edificio queda fuera de la visual al estar arriba y se puede ver los edificios de la calle de atrás, lo cual hace que la instalación ocupe el mínimo del espacio construido. Es un edificio suspendido e ingrávido, diseñado como ciudad puente, nos recuerda al Ponte Vechio de Florencia. Las columnas desfasadas y distintas que hace difícil ver la lógica constructiva, es el bosque como lo expresa su autor, lo que se logra percibir de arquitectura-instalación, es un bloque horizontal metálico y con la parte inferior del cuerpo central construido con partes fractales, este efecto lo hace ligero, suspendido e indeterminado, de color rojo quemado en contraposición con el verde del jardín como constraste simultaneo, pero matizado. La visión mas importante es el plafond, que al ser un plano complejo sin estructura y del mismo material metálico que los muros, con cuerpos rectangulares geométricos simples sin ventanas, lo vuelven escultórico. Es una interpretación fenomenológica del minimalismo. El interior del Museo es un gran espacio que se conecta con dos cuerpos principalmente, la zona de vestíbulo y la horizontalidad de la gran sala, la conexión se hace a través de una rampa en espiral que a la vez provoca la lentitud del recorrido, el silencio y el caminar en fila india por lo estercho, hace tomar una actitud respetuosa ante el juego de la penumbra, la teatralidad en la espera de la sorpresa hace que los efectos de luz, brillo y diferentes colores se hagan presentes, pero sobre todo este recorrido en espiral hace que se pierde la orientación. El control de la entrada está integrado a la barda de la rampa, que a su vez contiene el pasamanos, todo en blanco, con un material plástico de textura suave, como el Corian, que hace táctil el recibimiento, la ram-

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pa es estrecha lo que impide un camino tumultuoso, es el camino de la vereda de la selva, donde predomina, la instalación teatral del río de luz proyectada por el piso, como un torrente zigzagueante de palabras, todas juntas revelan lo común de la humanidad desde el punto de vista de la etnología, el lenguaje, tan diverso pero a la vez tan común. Los cambios de orientación, la penumbra los brillos en el piso y los muros, los colores continuos de gamas entre rojos y ocres, generan sensaciones visuales espectaculares. Cuando se llega a la gran sala esta esta delimitada por un muro continuo donde se van abriendo pasillos alternos, todo en recorridos curvilíneos. El muro nos representa la construcción mas común de los pueblos primitivos de África, Oceanía, Asia y América que es el adobe. Ahí están las piezas, los textos, las pantallas de video para también nos permite recargarnos y hasta sentarnos. El muro es la parte mas humana del trato que hace el arquitecto en una sala de exposición, el contacto con la materia a través de la textura invita a tocarlo, transformando el sentido de la división que mas que separara acerca. El muro y el río conforman el espacio continuo, lo hacen dinámico, pero también conforman el laberinto, nunca sabes la posición de donde estás, el espacio se agranda, carece de referencias racionales, entras al mundo mágico de la sinrazón. La arquitectura está llena de códigos de las culturas primitivas interpretadas en Diseño de Interiores, teatral, mágico, primitivo. La luz, la obscuridad, la penumbra, la textura y el color es el escenario que nos lleva a las sensaciones perceptivas de la visión borrosa, la textura visual y táctil, la complejidad del gran espacio dividido en estrechas calles, el olor a maderas de ébano y el sonido del agua, de la música en los videos con lenguajes autóctonos es una completa experiencia perceptiva del espacio, además del espacio teatralizado, arquetípico propio de las piezas en la exposición.


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Impresiones Fenomenológicas: La primera impresión es la barda de 12 metros de cristal que divide, pero invita a mirar el interior hacia el edificio, el cual se ve enorme desde esa perspectiva, sobresaliendo del plano inferior verde. La segunda impresión es que el edificio desaparece y se convierte en un gran Hall, similar al Museo Reyna Sofía en Madrid, diseñado por el mismo arquitecto. La tercera impresión es las veredas y el jardín que invade el interior del gran Hall, por ello el edificio se percibe como puente. La cuarta impresión son los cuatro cuerpos que componen el edificio, son distintos en forma y materiales. La quinta impresión es el vestíbulo, lleno de luz, enorme y el inicio de la rampa que conduce al museo. La sexta impresión es el centro de la rampa en espiral está diseñado un cuerpo en vidrio de varios niveles, donde está la bodega de piezas que no están expuestas, pulcramente ordenadas. La séptima impresión el rio de letras, las letras en desorden son la imagen babélica de las culturas juntas. Octava impresión el laberinto, la sensación de no saber donde estás y que no termina el recorrido te concentra en cada detalle, cada pieza, cada accidente espacial. Novena impresión el sendero conformado por los muros de piel. La textura icónica de los muros de adobe, que puedes tocar, recargarte y sentarte, es por mucho la diferencia con todos los museos, el color agradable, cálido y el tacto con la piel, es de las sensaciones mas agradables pues el sendero del muro te acoge y delimita el espacio pero por la altura no lo corta. Décima impresión la teatralidad de la luz y el color, la sombra y la penumbra. Este es un efecto teatral que en el Museo de Antropología en la sala central que es la Azteca es similar. Al bajar la luz y estar determinada por reflejos y la luz escénica sobre las piezas, el espacio se agranda, este efecto es diametralmente opuesto a la sala del museo Galería de la Academia en Florencia donde se encuentra el David de Miguel Ángel, ahí la luz envuelve toda la sala y la hace mas pequeña para que sobresalga en su blancura de mármol, la imponente escultura

de Miguel Ángel, el resto de esculturas pierden su escala. Pero en el caso de la Piedad de Miguel Ángel Buonarroti, en la capilla de la Basílica de San Pedro la luz se vuelve escénica. Undécima impresión las piezas de la colección, son de alta calidad, expuestas de manera directa, sin barreras, lo que permite la visión y sensación táctil, de proximidad. En las palabras del autor describiendo su obra nos dice que es un proyecto diseñado a partir de una colección, esto le permitió plantearlo de otra manera, no por el tipo de piezas a excibir sino por el concepto de su creación, que es primitivo, metafórico, religioso y totémico. Por lo que la diferencia con los museos tradicionales es la luz, en la mayoría se trata de manejar la luminosidad universal muy controlada para proteger a las piezas, aquí se maneja la penumbra como icono escenográfico para hacer vivas la pieza en su ambiente dialectal, pero en un edificio siglo XXI. Desde el punto de vista semiótico, explica el autor su metodología de Diseño, dejando atrás el funcionalismo del Moderno y el discurso del lenguaje del posmoderno, para pasar al discurso fenomenológico, donde el lenguaje lo interpreta directamente de las piezas exhibidas. Como arquitectura es una aportación al modelo de diseño de museos, pues existe una simbiosis de forma significado entre las piezas de la colección y el concepto formal de la obra. Además, que aporta a la ciudad de un jardín urbano que los vecinos y peatones pueden acceder libremente. Y es un modelo siglo XXI que rebasa los estilos del posmoderno. Un ultimo comentario, este edificio en mis dos anteriores visitas a París lo he dejado en la ultima parte de la lista de visitas, por sistema, los etnográficos son los últimos museos que suelo visitar, este por mucho es el mejor museo diseñado que he visitado porque mas que un monumento a la Arquitectura es un contendor escenográfico de las piezas expuestas.


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Xalapa, ciudad sustentable para el siglo XXI Joel Olivares Ruiz

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ste siglo nos depara un nuevo paradigma que se ha venido gestando desde los años 60s con las propuestas humanistas en Arquitectura y Urbanismo del Team10 frente al CIAM de Le Corbusier. La historia pareciera anecdótica pues Le Corbusier era, dentro de su carácter de genio, muy escéptico para liderar o pertenecer a grupos, por lo que su participación en el CIAM fue más bien ingenuamente comercial, para promover la arquitectura como diseño urbano con sus propuestas de la ciudad moderna. Estas, al ser rebatidas, ocasionó el abandono de uno de los principales urbanistas del moderno, aunque pudo aterrizar su modelo en Chandigard India y por extensión en Brasilia, capital de Brasil. Las interpretaciones de los seguidores Le Corbusianos crearon el paradigama del moderno, que en Europa sirvió para reconstruir las ciudades de la guerra, en México en cambio sirvió para entrar a la modernidad, para destruir las ciudades neoclásicas y romper los límites del crecimiento bajo la idea utópica social de que cada familia tenga una casa. El concepto de urbanizar se ha convertido desde entonces en pavimentar el territorio agrícola y construir miles de casas como ciudades dormitorio cada vez mas lejos de los centros de trabajo. La organización de la ciudad en esta era resulta desastrosa, porque no elige un modelo para crecer, sino que se deja al azar su desarrollo sea por las hipotecarias, de manera particular con recursos propios y hasta las lotificaciones hormiga ilegales, lo que crea siempre rezagos de infraestructura, por lo que los gobiernos municipales en su corta administración de 3 o 4 años, sólo van cubriendo emergencias. El discurso social utópico del Moderno, enfatizado al derecho humano, que cada habitante tenga su propia casa, ha desbordado las ciudades, el actual negocio de los bancos de invertir en hipotecas en lugar de la producción crea burbujas económicas con devaluaciones, rescates bancarios, pérdida del empleo y de la vivienda. La ciudad en estos términos parece como problema insoluble, en principio por la seguridad, el transporte y las comunicaciones, de los servicios básicos, principalmente el agua y la basura. Y todo esto se resuelve con Diseño. Lo cuestionable del caso es que pasan administraciones municipales sin ver el panorama del futuro de la ciudad, sólo en el tramo que les toca, todo esto sin tener un Gran Plan Municipal de Desarrollo Prospéctico con un modelo para siglo XXI. Sin embargo Xalapa en particular cuenta con un enorme potencial para acercarse a un Modelo Sustentable por la ubicación geográfica en la que se encuentra, entre la sabana y el inicio del bosque de niebla. Pero sobre todo por la cantidad de agua que pasa por su territorio en manantiales, riachuelos y lagunas. El clima con una media de 22º C y el tipo de suelo fértil aun con producción de café, cuenta con los elementos naturales para producir alimento que ahora se trae de lejos. Un Modelo Sustentable Municipal es aquel que administra la legalidad promoviendo las iniciativas para alcanzar la protección del agua, el aire, la vegetación, para hacer los desiertos oasis y no viceversa. Hay Modelos Sustentables de ciudades mexicanas y extranjeras que han logrado, si no de manera integral, si puntualmente, éxito en este enfoque. Una de ellas es Curitiba Brasil capital de la provincia de Paraná, muy similar geográficamente a Xalapa, clima semitropical húmedo y bosque de niebla. En los años 70s, bajo la propuesta del arquitecto Jaime Learn de no solo preever el crecimiento de la ciudad, sino de potenciarlo, de 500 mil habitantes a 2 millo-

Curitiba, Brasil

nes en 30 años se crea un plan radial de cuatro grandes avenidas de 80 metros de ancho fuera de la ciudad como crecimiento donde se canalizan los servicios urbanos de transporte, lo que ahora se llama flamantemente metrobus, instalando andenes y dejando el carril exclusivamente para el transporte público. Bajo este proyecto de Diseño Urbano Sustentable se negoció con las empresas de transporte colectivo organizándolos en una única sociedad con el fin de optimizar las rutas, programar los tiempos y que funcionara como solo un sistema, dejando a las empresas privadas la inversión y control administrativo, apoyando con préstamos, reducción de impuestos, adquisición de equipo para la renovación de las unidades y la introducción de unidades nuevas más grandes y con sistemas de puertas corredizas para ahorrar el tiempo en el ascenso y descenso de pasajeros, en el andén ya con boleto pagado. Ganaron los propietarios pues evolucionó su empresa a un sistema capitalista de acciones, a ellos ya no les importó donde estaba su unidad, ni pelearse entre si por la ruta con otras unidades, ni las broncas laborales, accidentes o el mantenimiento para no contaminar el aire. Es una pena que en Xalapa existan tantas empresas, parece ser algunas piratas y que impunemente contaminan el aire en las calles del centro de la ciudad. En el COP 16 presentamos una aplicación de este modelo prospéctico de Curitiba para Xalapa, en una época de grandes inundaciones en Xalapa y Veracruz. Paradójicamente Xalapa carece de agua potable pues los ríos cercanos están contaminados y los manantiales y lagunas no se usan. Hacer pantanos en la orografía de Xalapa es muy fácil protegiendo los veneros que los alimenten y canalizando el agua de lluvia, sería suficiente para poseer agua suficiente para uso humano y la agricultura. Está claro que ninguna administración municipal, por más rica que sea, puede asumir los costos de infraestructura con una visión a un futuro. Se requiere de la inversión privada en proyectos compartidos. La función de un gobierno es estimular la inversión con sentido social, no paliar los problemas regalando despensas para promover el voto. Pero hace falta un Plan con visión sustentable con los recursos naturales que tiene Xalapa, tener lagos y humedales, hortalizas y huertos familiares, separación y reciclaje de basura, movilidad peatonal y ciclista, transporte público sustentable económico y libre de contaminación, que haga innecesario o limite el trasporte privado. El futuro para Xalapa no es nada prometedor si no se toman las medidas necesarias para evitar el colapso, hoy ya nos acostumbramos al alto costo del agua, mañana vamos a pagar por el aire y lo que es lo peor, por el alto costo de la insuficiente comida.


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Imaginación Animal: cuando la descripción de lo real no alcanza Porfirio Carrillo Castilla

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odríamos partir reconociendo la capacidad que se describe en gran parte del reino animal (del cual el hombre es un auto tránsfuga imaginario), el poder reconocernos como individuos (autoconciencia) y por extensión (o más bien exclusión) reconocer a “los otros”. Incluso las sorprendentes neurociencias de nuestro tiempo han ido más allá y nos han demostrado que varias especies animales (nuestra especie también) son capaces no solo de saber quién es ese otro que no es “Yo”. Podemos saber incluso, con cierta certeza, qué esta pensando ese otro, inventarlo o imaginarlo, acertar o construir una historia de ello. Así las cosas nuestra capacidad de pensamiento, sobre nosotros y los otros, es la herramienta común de la supervivencia en el reino animal. La especie de Homo que somos lo ha llevado ciertamente a un grado de refinamiento creciente. Nuestra relación con los demás animales pasa por tiempos de profunda crisis, nos revelamos caníbales de los propios humanos, de los neardenthales a los vecinos más cercanos, los humanos andamos inventado categorías, gestos, territorios y símbolos para separarnos, para diferenciarnos , para aniquilarnos, para ganar, para sobresalir, para competir, para ser más miserables y más estúpidos. Pero nuestra capacidad destructiva más vergonzosa ciertamente es también la aniquilación de las especies animales. La historia del arca de Noé es metáfora y condición del esfuerzo presente. De la vaquita marina en el alto Golfo de California a los bisontes reintroducidos en el norte de México, las escenas de conservación de las especies son esfuerzos balbuceantes, la destrucción y extinción avanzan, parecen ser irreversibles en muchos casos. La vida de los animales fue para el hombre una vida simbólica mejor que una compañía indisoluble. De la Cueva de Chuavet a la escultura mesoamericana, del arca de Noé a la Casa verde de Vargas Llosa, de los bestiarios medievales a las guías del Smithsonian, de los caballos etruscos a los de María Izquierdo… todo está poblado de animales: Animalística y Zoología como brazos complementarios , y a veces muy distantes, para abrazar lo inabarcable, el mundo animal que

nos rodea, nos define y nos hace “humanos”. Nuestra capacidad de imaginar lo nunca visto, el rinoceronte de Durero, nuestra necedad de imaginar cuando lo real no alcanza, el dragón como primer animal citado en la obra de Sahagún , nuestra infinita pequeñez ante la muerte, los trofeos de caza en los selfies de los más “pudientes”, nuestra incapacidad emocional de convivir con la naturaleza sin domesticarla, los gatos y perros que hacen felices a los “amos”. Somos animales necesitados de dominar, someter, poseer a otros animales. Hasta en nuestras paradojas literarias lo hacemos, en el planeta de los simios somos esclavos de ellos, les asignamos a los pobres simios el sueño de nosotros mismos, dominar al otro. Así las cosas, no hay naturaleza que quede sin explorar, ni animal que quede por descubrir en el mundo natural, todo lo hemos creado e imaginado simbólicamente; de los seres monstruosos del jardín de las delicias a los gremlis o las tortugas ninja; el mundo natural vuelto al revés , objeto de nuestros sueños. Las paradojas de esta conversión simbólica da para casi todo, no hay recámara, o cuarto de bebé donde no se mecen, giran o chillan toda clase de animales con caras nobles y sonrientes; la ternura de peluche y plástico como escenario de Toy Story , mientras en el mundo real la destrucción de los animales se acelera, el antropoceno, en el mundo simbólico de Santa Claus y los Reyes Magos reparten osos, dinosaurios, caballos, perros, y hasta animales humanos vestidos de super héroes o villanos. Comida, compañía, símbolo, arte, moneda, dios, astro, vestido, abalorio, amuleto, todo es animal y el animal es todo. Al final queda la pregunta necesaria, nosotros que nos hemos humanizado siendo animales, ¿cómo vamos a preservar nuestra animalidad si solo sobreviven símbolos de animales más que los animales mismos?, esto es: ¿Qué se pierde de nosotros al extinguirse los demás animales? No hay respuesta posible aún, lo más una urgencia, una desesperación por desmitificar al hombre, no bastó Darwin ni Cuvier, no basta con detenker la extinción de las especies, no basta, hay que detener la sed de destrucción de ese salvaje animal que se cree hombre.


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Imaginación Vegetal: El arte de destejer un arco iris Rafael Antúnez

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enry Lee, un respetable hombre de ciencia victoriano, con algo de historiador y de sabueso, amigo y corresponsal de Mark Twain, se dio a la minuciosa tarea de rastrear las fuentes de «uno de los mitos más curiosos de la Edad Media» y no cejó en su intentó hasta alcanzar la verdad y mostrarnos «el verdadero Cordero vegetal y toda su real simplicidad y belleza», para que nosotros reconociéramos en él, «su forma y característica debajo de los variados disfraces que fue obligado a portar por los traficantes de maravillas de la Edad Media». Para lograr su empresa, fatigó libros y archivos lo mismo de viajeros que de eruditos y clérigos, historiadores y hombres de ciencia que, en sus viajes, reales o imaginarios, cartas y relaciones habían dado noticia de una de las más raras creaturas que la imaginación del hombre haya forjado: el cordero vegetal de Tartaria, también llamado «El cordero escita», «el Borametz» o «Barometz»; Jorge Luis Borges, en su ineludible El libro de los seres imaginarios nos informa de otras dos formas de nombrar a la curiosa criatura: «Polypodium Borametz», y «polipodio chino» y también nos da noticia de su singular composición, dado que «En otros monstruos se combinan especies o géneros animales»: en el Pegaso, el caballo y el águila; en el minotauro, el toro y el hombre; en la sirena, el pez y el hombre; en el grifo el león y el águila; en la mantícora, la cabeza de un hombre, el cuerpo de un león y las alas de un murciélago… pero en el Borametz, se da una combinación singular, no entre dos especies del reino animal, sino entre una del reino vegetal y otra del reino animal. El imaginario humano ha producido pocas criaturas con tal combinación. En un curioso libro, publicado en Londres en 1834, titulado El instructor (o repertorio de Historia, Bellas Letras y Artes), podemos leer en su volumen iv, lo siguiente: «Todas las clases de zoofitas pueden considerarse como abortos de la naturaleza, la que es admirable hasta en sus abortos». Uno de estos «magníficos abortos de la naturaleza» es la mandrágora, la cual grita al ser arrancada de la tierra y tiene el poder, al igual que las sirenas, de hacer perder la razón a quien la escucha. Como el cordero vegetal, es conocida bajo distintos nombres: mandrágora blanca, mandrágora negra, Pitágoras la llamó «an-

tropomorfa», el agrónomo Lucio Columela, «semi-homo» y el médico Dioscórides (90 d. C.) identificó la Mandrágora con la circea, o «hierba de Circe»; hasta el siglo xviii también era conocida como «la mano de la gloria» y según Chevalier «se le reputaba que devolvía el doble de lo que recibía: dos escudos de oro por un escudo, dos escudillas de grano por una escudilla». Simboliza la fertilidad y revela el porvenir, provee la buena fortuna, es afrodisíaca, pero también es un poderoso y letal veneno. Era extendida la creencia de que nacía del esperma de los ahorcados y, según cuenta Plinio «la raíz de esta planta, triturada con aceita rosado y vino, cura las inflamaciones y los dolores de los ojos». A diferencia de la mandrágora, del cordero vegetal no se obtenía más beneficio que su lana. Su carne era apreciada por los lobos de la estepa y, según aquellos que decían haber probado el sabor de la zoofita, éste era «como el de la carne de pescado» y el sabor de su sangre «tan dulce como la miel», pero a nadie se le ocurrió criar un rebaño de estos corderos, nadie hizo nada nada por lucrar con el néctar de su sangre. ¿Cómo era, dónde habitaba, quién lo había visto? Fueron preguntas que despertaron, primero la curiosidad, y más tarde la pasión de Henry Lee, quien, incrédulo, había leído las muchas y disparatadas descripciones que de esta criatura se habían hecho en el pasado. Provenientes de distintas fuentes, todas, como las capas de una cebolla, encerraban un misterio que él estaba dispuesto a develar. Enemigo de la superchería, este microscopista aficionado, armado de la razón y de la duda, acudió a las fuentes y una tras otra las fue rebatiendo, hasta llegar a la verdad desnuda. Una de esas fuentes, que todavía por esos años se juzgaba casi irrefutable, lo fue John de Mendeville (un increíble viajero de escritorio y heredero de una imaginación fecunda y una inventiva pliniana) a quien se le consideró durante mucho tiempo una de las más ricas y confiables fuentes sobre cordero vegetal. Mendeville (el desconocido autor amparado bajo el nombre de Mendeville) en su Libro de las maravillas del mundo, en el capítulo titulado «De los frutos que tienen dentro un animal de carne, hueso y sangre» da cuenta de la fabulosa criatura:


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Sabed que en el dicho reyno cresce una manera de fruto que quando es maduro hiéndenlo por medio y hallan dentro un animal en carne, huesso y sangre, assí como un cordero pequeño sin lana, de manera que el hombre come el fruto y el animal, y por cierto es gran maravilla d’este fruto, y también gran obra de natura. El animalito permanecía ligado a la planta por una suerte de cordón umbilical, devoraba la hierba a su alrededor y, cuando daba cuenta de ella, moría de hambre, pues no podía ir más allá de lo que la extensión de su atadura le permitía. Borges, en el libro ya citado, nos refiere que en el siglo xii un comentarista del Talmud, Simeón de Sens, refiriéndose a la mandrágora, redactó este curioso comentario que recuerda mucho al cordero vegetal: Una especie de cuerda sale de una raíz en el suelo y a la cuerda está atado por el ombligo, como una calabaza, o melón, el animal llamado Yadu’a, pero el Yadu’a es en todo igual a los hombres: cara, cuerpo, manos y pies. Desarraiga y destruye todas las cosas, hasta donde alcanza la cuerda. Hay que romper la cuerda con una flecha, y entonces muere el animal. John Ashton, quien vivió y escribió a final del siglo xix, nos da una versión ligeramente distinta, además de añadir una nueva propiedad (la adivinación) a los huesos del borametz. En su Curious Creatures in Zoology, cuenta que: En su Histoire Admirable des Plantes (1605) Claude Duret, de Moulins, trata del Borometz, y dice: «Recuerdo haber leído hace algún tiempo, en un muy antiguo libro hebreo titulado en latín el Talmud Ierosolimitanum, y escrito Por un rabino judío Jochanan, asistido por otros, en el año de la salvación 436, que un cierto personaje nombrado Moisés Chusensis (él siendo un nativo de Etiopía) afirmó, en la autoridad de Rabí Simeon, que había un cierto país de la tierra que llevaba un zoofito, o planta-animal, llamado en el hebreo Jeduah. Estaba en forma como un cordero, y desde su ombligo crecía un tallo o raíz por el cual este zoofito, o animal vegetal, estaba fijado, como una calabaza, al suelo debajo de la superficie del suelo y, según La longitud de su tallo o raíz, devoraba todo el forraje que podía alcanzar dentro del círculo de su correa. Los cazadores que iban en busca de esta criatura eran incapaces de capturarla, o de quitarla, hasta que lograron cortar el tallo con flechas bien dirigidas, o dardos, cuando el animal cayó de inmediato postrado a la tierra y murió. Sus huesos fueron colocados con ciertas ceremonias y encantamientos en la boca de uno que deseaba predecir el futuro, instantáneamente fue tomado con un espíritu de adivinación y dotado con el don de la profecía». Las noticias sobre la singular planta-animal cautivaron la imaginación de los europeos durante siglos y las noticias sobre el cordero vegetal reaparecían por aquí y por allá, siempre de segunda mano, siempre veladas, siempre fantásticas y siempre falsas. Henry Lee debutó como escritor con una monografía dedicada a una de sus grandes pasiones: los octópodos. The Octopus, or the Devil-Fish of Fiction and of Fact, la cual fue impresa en Londres en el año 1875. En su obra, Lee emprende una pequeña cruzada a favor de los pulpos y contra los mitos que los rodeaban, muy similar a la que emprenderá años más tarde con el cordero vegetal. «La obra –nos cuenta Roger Callois– está escrita por un amigo de los pulpos», un amigo que, a la vez, era quién más sabía sobre ellos en su tiempo. El libro fue muy bien recibido, al grado que

su autor «Mereció que se escribiera, no sin exageración, que fue para ellos lo que James Boswell fue para Samuel Johnson». Algunos años más tarde, con motivo de la Exposición de Pesca de 1883, escribió dos folletos que prefiguraban de manera más clara la forma en que procedería con la historia y el mito de la famosa zoofita: Sea Fables Explained y Sea Monsters Unmasked. Sí, el buen señor Lee era un hombre dominado por el espíritu científico que se dio a la tarea de explicar el origen y desenmascarar la falsedad de algunos mitos, pues, al fin hombre de su tiempo, Lee veía los mitos sólo como fábulas, ficciones o invenciones más o menos ingeniosas, más o menos poéticas. Una forma por completo distinta a la que, nos dice Mircea Eliade, tenían las sociedades arcaicas, dado que para estas, el mito «designa, por el contrario, una “historia verdadera”, y lo que es más, una historia de inapreciable valor, porque es sagrada, ejemplar y significativa». Reconociendo la imposibilidad de lograr una definición del mito que satisfaga a todos y que sea entendible para todos Eliade aventura la siguiente: «el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el relato de una “creación”: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser». Sin saberlo, Lee emprendió un viaje personal hacia ese principio en que una especie vegetal, empezó a ser. Viajó a la semilla del mito y nos trajo orgulloso, en una mano la verdad histórica, y en la otra una flor de algodón. John Keats y Charles Lamb deploraban que Newton hubiera destruido la poesía del arco iris al reducirlo a colores prismáticos, pues creían que la explicación del fenómeno, lo despojaba de su belleza y de su misterio, hoy sabemos muy bien que no es así y que no pocas veces el desenmascarar un mito no hace sino revelarnos una verdad no menos atractiva, no menos bella, no menos misteriosa y poética. En nuestros días, Joan Perrucho imaginó una criatura que no le va a la saga a la imaginada por los propagadores del mito del cordero vegetal: el «olocanto», el cual es «un árbol que anda, de instintos terribles y destructores, muy peligroso, pues ataca especialmente al hombre mediante un aguijón retráctil y veloz de unos tres metros de longitud». Imagino que, en un punto del futuro distante, alguien copilará las muchas menciones que sobre esta terrible planta-animal se han propagado a lo largo del mundo y alguien impregnado por el espíritu de Newton y de Lee habrá de develarnos la verdad, continuando con el juego de tejer y destejer el arco iris. *Prólogo a El cordero vegetal de Tartaria (una fábula de la planta de algodón) de Henry Lee que, bajo el sello del Instituto Literario de Veracruz aparecerá próximamente.


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Amazonas Lanhkeekhe (fragmentísimo) Alfredo Coello Torres No soy sabio pero tampoco ignorante. He sido feliz. Sé que esto dice muy poco: estoy vivo, y la vida me procura un placer enorme. Maurice Blanchot / La Locura del Día.

R

egreso a su territorio después de veintiocho años. Ah! Saudade! Porque ‘pisar tierra’ es una metáfora infinitamente imaginaria en este mundo acuático. Entre mis pisadas y las de mis acompañantes hay una distancia de siglos; hoy, aquella noche para mi desaparece y al mismo tiempo abre el arcoíris nocturno; la cosmología de todos los tiempos me acoge en sus misterios y todos los cielos nunca antes presentes acuden a la mirada de mi cuerpo. La primera vez habíamos viajado a bordo de un barco pequeño desde la ciudad de Manaos (capital del estado de Amazonas). Estábamos en el norte de Brasil y navegábamos el Medio Río Negro en compañía de una veintena de niños Waimirí-Atroarí hacia el área indígena que habita este grupo étnico. Fue una experiencia única en mi vida como antropólogo. Suavizar la memoria ahora es necesario, guardo los momentos, las noches cuando los guerreros Waimirí nos invitaron a acompañarlos a buscar Yacaré. Era de noche y la caza es con arco y flecha; por cierto, su arco mide dos metros con diez centímetros (dato etnográfico, lo medimos); y el trascurso por el río Alalaú a esas horas de luna llena fue inolvidable; escuchar el aullido de la Guariba toca lo imposible en lo visible y lo visible en lo creíble. El juego es la puerta de lo Imposible al transcribir y hablar de la sensación; única en su canto y yo a su escucha. Mi amigo Xará me explicó: le armonizan su canto de agradecimiento a la luna por permitirles ocupar y compartir su territorio con los indios Waimirí-Atroarí. Todavía hoy los recuerdo, seres humanos nobles y guerreros bravos. Pertenecen a la familia Karibe y en aquel entonces, todavía eran cazadores y recolectores; desnudos se amarran el pene con un especie de cordón que lo sujeta al bajo vientre y las mujeres usan una tanguita de coquitos que recolectan de la selva. Fue a mediados de los años ochentas del siglo pasado cuando viví y conviví con ellos junto a dos amigos brasileños, ambos antropólogos y comprometidos con la causa de los pueblos indios del Brasil. En aquel entonces realizamos un estudio de “Los impactos Etno-ecológicos en las área

Brasil. Queda para la historia…

indígenas, provocados por la construcción de Hidroeléctricas ”. Pero es otra historia la que quiero contar y sólo quise recordar fragmentos de ésta para situar en mi mapa temporal el decurso de mi presencia en el Amazonía Legal. Nada más para cerrar éste episodio, quiero dejar testimonio de los restos de bombas que encontramos en el recorrido por sus territorios y de cómo fueron agredidos por el ejército brasileño, en los años setentas, estos guerreros Waimirí-Atroarí para convencerlos, asesinándolos, a ceder parte de su territorio para construir la hidroeléctrica ‘Balbina’, que fue una catástrofe ecológica para la selva del amazonas y para el territorio de los indios. En nuestro informe de carácter antropológico discutimos y especificamos cómo fueron y son impactados estos pueblos indios del amazonas por los Grandes Emprendimientos: fue discutido en el congreso nacional de

Con los Baniwa del Alto Río Negro ¿Por qué regresé al Amazonas? Mi amigo Lino Joâo das Neves, antropólogo y catedrático de la Universidade Federal do Amazonas (UFAM), me invitó a participar en un programa de su universidad. Me interesó su propuesta. Resulta que han echado andar una “Licenciatura Indígena de Políticas Educativas y de Desarrollo Sustentable: Multilingüe” y con énfasis en la “Autonomía y Valores de las Culturas indígenas” en el Alto Río Negro. Por fin mi sueño interrumpido se iba realizar décadas y un siglo después (jé): navegar otra vez por el río Negro. Sólo que ahora sería por el Alto Río Negro. Esta región del Amazonas abriga múltiples y diversos sistemas eco- lingüísticos donde conviven 23 diferentes lenguas indígenas de cinco troncos lingüísticos diferentes: entre otras conviven ahí, el Tupí (Nheêgatu), Tukano Oriental (Tukano, Tuyuka, Desana, Wanano, Piratapuya, etc.), Aruak (Baniwa, Kuripaco, Tariano, Werekena) y Maku (Nadëb, Daw, Yuhup, Hupda), Yanomami, además del Portugués y el Español. (fuente: Ediciones de la UFAM)


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Bueno, este panorama lingüístico es sólo una referencia sencilla para quien le interese la complejidad cultural, lingüística y política de los pueblos indios que habitan el nicho ecológico de esta región del Amazonas que abarca desde Colombia, Brasil, Venezuela y Guyana. Y entre la frontera de Brasil con Colombia me encontré con la gente Baniwa y Kurripaco. Aquí quería llegar, he alcanzado la memoria acumulada en mi devenir como antropólogo en mis estudios y experiencias en Brasil, pero en este escrito esencialmente quisiera narrar lo que sucedió en mi caminar, fragmentos y anécdotas, entre las vividas como antropólogo y las del hombre que tuvo el privilegio de transitar por estos territorios culturales y acuáticos a los que pocos tienen la oportunidad de conocer (en el sentido del Conocimiento) y experimentar. Después de volar desde la ciudad de México a Sao Paulo y de ahí a Manaos (de nuevo), arribé a su aeropuerto, ahora totalmente diferente de aquel pequeño que conocí, super moderno y con un estacionamiento enorme y vacío e intransitable, una especie de fantasma blanco horrible. Las reformas obedecieron a las olimpíadas en Brasil. Y aquí da inicio mi viaje por el Amazonas. Otra vez diferente: vivir lo desconocido de lo invisible. En el recorrido por la ciudad me asalta el ‘progreso’: increíble. Manaos hoy en el 2017 tiene un población de un poco más de dos millones de habitantes. Manaos tenía cerca de cincuenta mil habitantes la primera vez que estuve ahí. Hoy, dice mi amigo, todas las motocicletas del mundo de menor cilindrada a 150, se fabrican ahí, en esta ciudad del Amazonas. Directo me conduce el taxi a la ciudad universitaria de la UFAM. Dicen, y les creo, es la única universidad en el mundo que se ubica en un nicho ecológico irrepetible. Interesante compartir aula de antropología en el mato de la floresta amazónica. Va el viaje hacia las profundidades de la selva. Nos tocó un período de sequías, dice la gente del lugar que pocas veces les había sucedido ver el río en los niveles bajos en que estaba. Esta situación nos impidió navegar hasta Sao Gabriel da Cachoeira. Abordamos temprano un jet pequeño de diez plazas. Sobrevolar esa parte de la selva abrió el horizonte de mi memoria Nos hospedamos en una casa que tiene la Universidade en esta isla. Ahí nos encontramos con varios lingüistas y sociólogos indígenas, algunos de ellos Sateré-Mawé, Kurripaco (con doctorado en filosofía). Todos ellos con destinos diferentes a impartir aulas en la ‘Licenciatura Indígena. Al día siguiente nos embarcamos rumbo al área de las aldeas Baniwa. Partimos temprano desde Sao Gabriel da Cachoeira. Navegamos todo el día por más de trecientos kilómetros de agua en una lancha de 40 caballos en motor de borda. En éste transcurso nos acompañó un guía Baniwa, sabio lector del espejo del río. En el río Içaná dejamos a un lado el Negro. Imposible relatar aquí todas la sensaciones de ese viaje. Nos asaltó la noche y tuvimos que pernoctar en la aldea Tayaçu. Nos recibieron con tucunarés moquedos y con la ya famosa pimenta Baniwa. Aquí viven sólo ocho familias y cada una tiene entre dos y tres casas. Super limpias y divididas por unos paisajes agradables. Cada quien vive a su manera y al mismo tiempo en comunidad. De madrugada me levanto de mi hamaca y el misterioso canto del cosmos cubre el cielo estrellado: casi nunca en mi vida he tenido la oportunidad de estar tan cerca de mi propia intimidad con el universo que nos cobija. Todo el cielo estrellado, las constelaciones, la vía láctea, el Cruzeiro do Sul y los fenómenos de luz son mi alucine y asombro. Presencié fenómenos nunca antes vistos (ahora sí) nunca antes me había tocado estar en su momento. Luces bellísimas aparecen y desaparecen en segundos, mi sensación es que están escondidas en los rincones de su oscuridad y de pronto, envían señales y yo las presencié. En la cosmología Baniwa el universo se estructura en múltiples camadas, todas ellas asociadas a varias divinidades, sensaciones espirituales y “otras gentes”, como ellos afirman. Según Hohodene (chamán) su cosmos es una arquitectura del universo original ordenada por cuatro niveles: Wapinakwa (el lugar de nuestro huesos), Hekewapi (este mundo), Apakwa Hekwapi (el otro mundo) y Apakwa Esnu (el otro cielo). La cosmogonía

Baniwa es de una complejidad imaginaria alucinante, nos cubre de asombro al platicar con sus chamanes. La lectura que hacen de las constelaciones no tiene nada que ver con la interpretación imaginaria de occidente, pues ellos, en lugar de leer en las estrellas los símbolos de la Osa Mayor o cualquier constelación leen en la oscuridad que sostiene las mismas contelaciones. En las noches cuando nos reuníamos a platicar, me enseñaron a leer su cosmos. Difícil, me tendría que quedar unos buenos meses ahí para estudiar a su lado. Al día siguiente continuamos nuestra navegación. Los Baniwas en la aldea Tunuí ya nos esperaban. Cerca de la fontera con Colombia y por lo mismo militares ‘vigilando’ la frontera de Brasil con sus vecinos. Tunuí da Cachueira es una comunidad en los confines del mundo imaginario de la Amazonia Legal. Y decir límites es hablar de un viaje, Mi amigo Lino abre su aula de la Licenciatura. Yo me dedico a saborer y beber el delicioso Açaí, bebida mágica que canta desde sus palmas. Dormimos en hamacas, en medio de ese silencio mágico de la selva que nos arrulla con la sinfonía de los instantes que inventa el gran río Negro. Veinte días con sus noches. Regreso; en aquel entonces, cuando llegamos a Tunuí remontamos el río Negro. Hoy acompañamos la corriente, las cascadas, los tiempos de su presencia en el ‘otro espacio’ de ése ‘otro cielo’ de los Baniwa. Bajamos el río. El paisaje es embriagador, este río Negro es un vértigo poético de imágenes y lugares sagrados. Para el observador primario no hay escondite ni refugio de relación entre el río, la selva, el cielo, las nubes y sus habitantes; es el misterio profundo que significa transitar en medio del río y de pronto, volver la mirada hacia las márgenes y escuchar ese silencio que lo envuelve todo, resulta ser un tiempo mucho más allá del presente. La realidad no es misterio, el misterio es la mismísima realidad. Si partimos de este simple fenómeno natural, en el estricto sentido de su significación, nos estamos enfrentando a varias posibilidades de que nuestro recorrido por el espejo del río se nos devele en sus propias entrañas. Y toda agua es universo de miradas y ensueños; contacté con los chamanes y espíritus del río. Asistí a una reunión: círculo de energías todas juntas. Los kocares de color en plumas rosas y azules. La luz era tenue pero bastante nítida para que yo pudiera distinguir los chamanes Baniwas. Conversaban en silencio, un silencio tan profundo que sólo en mi sueño pude percibir lo que me contaban y en sus miradas ocultas escribieron sus mensajes y consejos. Hoy me pregunto si con el tiempo terrenal que me queda ¿me dará tiempo para desentrañar su mensaje? No importa, su sola presencia me invadió y yo ahí... nadie mas... En las orillas profundas más profundas de cualquier profundidad en la noche de la Amazonia Legal entre los indios Baniwa. Mañana y hoy; los pueblos indios de este planeta van a ‘permanecer’ en nuestra lucha por la vida. ¡Duela a quien le duela!

Fotografia: Indígenas del Valle del Javarí, conocidos como “Flecheros”.


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PIEL DE LOS DELIRIOS Ludwig Zeller Dibujos de Susana Wald Poemas 21.5 x 13.8 83 p. Rústica 240 pesos

Este libro presenta poemas inéditos de Ludwig Zeller, cuya obra poética es considerada una de las más importantes en la lengua española, al mismo tiempo que una de las exponentes del surrealismo más lúcido. La poesía de Zeller es un ascenso y descenso a infiernos, cielos, ironías, erotismos, espasmos, cuadraturas de círculos, canallas, adorables señoras pervertibles, mundos oníricos y mundos de la perdición. José Miguel Oviedo en el prólogo a este libro afirma que “Su obra puede tener la fuerza tremenda de la locura, a cualidad hostil y cósmica de la naturaleza tal como la imaginaron Gaspar O. Friedrich, Poe, Lautréamont, Max Ernst. No hay piedad ni amparo en este mundo violento, a la vez fastuoso y opresivo. Álvaro Mutis ha afirmado que su obra es ‘una paciente exploración del abismo’. Por su ardiente pasión surrealista, Zeller sólo puede ser comparado con Moro y, tras la muerte de éste, considerado el último militante que queda en nuestra América”.

MERIDIANO BUTTERFLY. EL LOGOS DE LA SENSUALIDAD EN LA POESÍA DE RAMÓN BOLÍVAR Antonio Messtre-Dömnar Collages de Ludwig Zeller y dibujos de Susana Wald Ensayo Edición limitada numerada y firmada por Ramón Bolívar 11.8 x 21.8 cm. Un conjunto de escritos sobre la obra poética de Ramón Bolívar donde se destaca la luminosidad sensual, erótica y la conjunción de lo apolíneo y lo dionisico en los poemas de este poeta que ocupa un lugar importante en las letras mexicanas.

De próxima aparición EL ENIGMA GRINBERG Lorenzo León Diez 11.8 x 21.8 cm 140 p.

Jacobo Grinberg-Zylberbaum, notable científico e iniciado en varias tradiciones espirituales como la mesoamericana, la cabalística judía y la hinduista, desapareció sin dejar rastro alrededor del 8 de diciembre de 1994, días antes de cumplir 46 años. Grinberg tuvo una intensa relación con diversos chamanes, entre los que destacan la curandera Pachita y Carlos Castaneda. Postulados teóricos de su obra científica, que nombró Sintergía, (síntesis-energía) se veían comprobados en las acciones de los hombres y mujeres que llamó psicólogos autóctonos y estaban enraizados en la tradición cultural de Mesoamérica.


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