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Lo s Mi nero s del Tule
Lo s Mi nero s del Tule
El Art Nouveau, también conocido como arte modernista, fue un movimiento artístico y decorativo que tuvo desarrollo a fines del siglo XIX , permaneciendo hasta inicios del XX . Siendo parte esencial de la Belle Èpoque en Europa y con su extensión hasta América, asumió particularidades regionales y así fue como adaptó
diversos nombres acordes a estas: Art Nouveau en Bélgica y Francia, Sezession en Austria, Jugendstil en Alemania, Stile Liberty en Italia, Modernismo en España, Nieuwe Kunst en los Países Bajos, y Modern Style en Inglaterra. El Art Nouveau tuvo numerosos representantes en todas las áreas del diseño y el arte, entre los cuales destacan algunos de los siguientes artistas:
El Art Nouveau , “ubicado en una época de expansión económica debido a la Segunda Revolución Industrial, la urbanización de la ahora moderna y cosmopolita sociedad occidental, representa la ruptura de lo antiguo.”
Víctor Horta, Antonio Gaudí, René Lalique, Alfons Mucha, Gustav Klimt, entre otros. Se toma como una emulación de ideologías que tuvieron como referencia al Prerrafaelismo, y, en sí, decide encaminarse inspirándose un poco en el arte japonés y en las Arts & Crafts, estilo al que se le adjudica im-
portancia y reconocimiento como “la cuna” del Art Nouveau. Fue un estilo anticlásico que cuestionó los historicismos y reemplazó las estructuras establecidas por formas libres, dinámicas y naturales con un estilo ornamental. Además, que trataba de deshacerse de la jerarquía entre las artes mayores y meno -
res, acompañando así a los intereses y gustos de la burguesía. Adoptó la línea ondulante como rasgo distintivo, la asimetría, el eclecticismo, lo exótico, e implementó la mezcla de materiales y técnicas de la era industrial como integración al arte.
La corriente artística Art Nouveau, también conocida como “arte nuevo”, floreció en Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX como respuesta a los cambios sociales, económicos y culturales de la época. Este estilo revolucionario, con su énfasis en la naturaleza, la asimetría y la belleza orgánica, desafió las convenciones del academicismo y el historicismo predominantes, buscando una nueva estética en un mundo en rápida transformación debido a la industrialización. El objetivo de este ensayo es explorar esta corriente artística: detallar los principios estéticos que definen el estilo, su enfoque en el arte y su declive.
El Art Nouveau se distingue por su énfasis en las formas curvas y fluidas, inspiradas en la naturaleza y la figura femenina. Su búsqueda de equilibrio y armonía representa la incertidumbre de una era marcada por el cambio y la inestabilidad, particularmente con el telón de fondo del estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este movimiento se manifestó en una variedad de formas artísticas, desde la arquitectura y el diseño de interiores, hasta la joyería y las artes gráficas.
Durante su apogeo, el Art Nouveau alcanzó su máxima expresión en la Exposición Universal de París de 1900, donde destacados arquitectos y artistas como Víctor Horta, Antonio Gaudí, Otto Wagner y Héctor Guimard exhibieron sus innovadoras obras. Este movimiento estuvo arraigado en la cultura occidental y reflejó la lucha entre la individualidad artística y la creciente influencia de la industrialización en la producción en masa.
Una de las características distintivas del Art Nouveau fue su enfoque en la artesanía y el valor estético de los objetos cotidianos. Se buscaba la integración de la belleza en la vida diaria, desde el mobiliario urbano hasta las joyas, desafiando la jerarquía tradicional entre las artes mayores y menores. Las formas orgánicas y la inspiración en la naturaleza se mostraron en cada aspecto del diseño, desde la arquitectura hasta los detalles ornamentales.
Además de su búsqueda estética, el Art Nouveau también buscó expresar vínculos más profundos entre la psique humana y los procesos naturales. Esto se puntualizó en la representación de la figura femenina; más que simplemente ser representada como un objeto de belleza, la mujer fue vista como una fuente de inspiración y simbolismo profundo dentro de este movi-
miento artístico, reflejando su papel en el mundo espiritual y emocional, así como transmitir una amplia gama de emociones y significados, desde la serenidad y la inocencia, hasta la sensualidad y el misterio. La naturaleza, tanto en su aspecto físico como en su dimensión mística, sirvió como fuente de inspiración constante para los artistas del Art Nouveau. Sin embargo, a pesar de su impacto duradero en el arte y el diseño, el Art Nouveau experimentó un rápido declive a principios del siglo XX, con la Primera Guerra Mundial su desaparición definitiva se produjo principalmente durante y después del conflicto. La sociedad experimentó cambios significativos y surgió una nueva sensibilidad estética. Las formas geométricas y simplificadas del Art Decó ganaron popularidad, manifestando la modernidad y en contraste, el Art Nouveau, con su énfasis en la ornamentación orgánica fue considerado anticuado y pasó de moda rápidamente. Por otra parte, la industrialización eventualmente copió sus formas, llevando a la sobreproducción y la pérdida de calidad en muchos objetos asociados con el movimiento. La saturación del mercado con imitaciones baratas y una sobre ornamentación sin sentido condujeron a una simplificación de las formas y un abandono de los principios estéticos originales.
Mucha, A. (1899). Feder.
Mucha, A. (1896). Spring.
Mucha, A. (1896). Summer.
A pesar de su corta duración, el Art Nouveau dejó un legado perdurable en la historia del arte y el diseño. Su capacidad para capturar los cambios de su época y su habilidad para innovar en medio de la incertidumbre lo convierten en un movimiento significativo y relevante. Aunque desapareció con la Primera Guerra Mundial, su influencia sigue siendo evidente en las innovaciones posteriores en el arte y el diseño, demostrando su capacidad para adaptarse y evolucionar en respuesta a los desafíos de su tiempo.
Mucha, A. (1899). Primrose.
Meyer, H. (1900). Exposition Universelle de 1900. La Porte Principale.
En la última década del siglo XIX y hasta la Gran Guerra de 1914 tomó carta de naturaleza un movimiento artístico que se manifestó con un lenguaje renovador y moderno que nacía con la aspiración de romper con la tradición historicista y académica y atender a los gustos de una pujante sociedad industrial. En sus diferentes variantes ya sea Mouvement belge, Stile Liberty, Stile Floreale o Stile Inglese, Jugendstil, Sezessionstil, Art Nouveau en Francia o Modernismo en España, este estilo fin de siglo compartía desde el punto de vista formal el gusto por lo ornamental que tuvo su reflejo principalmente en la decoración de interiores, en el mobiliario, la joyería, la encuadernación y especialmente en las artes gráficas donde sus diseños curvilíneos gozaron de gran popularidad. La importancia que se concede a las artes aplicadas va a ser una de sus señas de identidad, una característica que nos permite reconocerlo aunque sus motivos sean de procedencia diversa. Para algunos autores en ese arte fin de siglo podemos ver reflejado el compromiso entre un viejo mundo cultural y uno de reciente formación, la difícil coexistencia de arte y técnica, la presencia de aspectos pragmáticos junto a aspectos sentimentales y decadentes.
La arquitectura fin de siglo estaba anclada en un eclecticismo agostado en el que se mezclaron orientaciones muy diversas, puntos de vista a menudo encontrados, pero que tenían en común la búsqueda de lo moderno y el objetivo de unificar las artes. La arquitectura del Art Nouveau o Modernismo, pronto se desligó de su compromiso con el pasado para dar paso a un lenguaje que se servía de los avances técnicos en el empleo de nuevos materiales y que por el contrario recuperaba técnicas artesanales tradicionales. Empleó en sus obras elementos decorativos neomedievales, neobarrocos, neorrococós y un rico repertorio de ornamentación árabe para conseguir conformar un lenguaje propio y exclusivo que es el que le proporcionara su aspecto inconfundible. El que podemos considerar como último estilo figurativo fue la consecuencia y la derivación de un eclecticismo ya exhausto que luchaba por mantenerse frente a los avances de lo que algunos críticos gustaron de calificar Modern Style o carencia de estilo, que pretendía romper con la historia. Como se ha puesto de relieve en muchas ocasiones la progresiva desornamentación de los edificios no era un signo de modernidad, sino que era la lógica consecuencia de la evolución de la arquitectura, si bien el empleo de la decoración Art Nouveau supuso la aparición de lenguajes ornamentales cada vez más inclasificables y antinormativos. Los arquitectos diseñaron sus obras acompañados por nutridos equipos de artesanos quienes con sus realizaciones en mobiliario, rejería, cerámica o vidriera, además de tejidos, contribuyeron a eliminar la tradicional distinción entre artes mayores y menores porque también la pintura o la escultura jugaron un papel importante para la consecución no sólo de una obra arquitectónica singular sino de la obra de arte total.
Meyer, H. (1900). Exposition Universelle de 1900. Le Grand Palais.
El teorico Henry Clemens Van de Velde (18631957), pintor frustrado, arquitecto y artista unitario, fue diseñador de objetos de uso cotidiano e incluso vestuario femenino, se convirtió en teórico y crítico de este arte fin de siglo. Escribió en su obra primera El arte futuro (1895): “Reconocemos el sentido y la justificación de la decoración en su función. Esta función consiste en estructurar la forma y no en decorarla, como normalmente se quiere hacer... Las relaciones entre esta decoración “estructural y dinamográfica” y la forma o las superficies han de ser tan intimas que parecerá que la decoración haya determinado la forma”. Van de Velde reflexionó sobre esa línea dinámica o “golpe de látigo” que el belga Victor Horta (1861-1946), desde la inspiración orgánica, convirtió en motivos no naturalistas que le sirvieron para conformar los distintos elementos que empleo en sus obras. Por su parte Van de Velde fue evolucionando su estilo, del que paulatinamente fueron desapareciendo los elementos curvilíneos, para encaminarse de forma decidida hacia el racionalismo.
Si algo caracterizó a esta arquitectura Art Nouveau fue su carácter internacional y sobre todo, exclusivo, destinado a una burguesía industrial y urbana de alto poder adquisitivo que gustaba de rodearse de aquellos objetos bellos u originales que podía adquirir o encargar en sus viajes. En arquitectura el Art Nouveau pronto se asoció con lujo y refinamiento. Las viviendas privadas se diseñaron siguiendo los gustos de estos propietarios que están bien reflejados en los escritos del crítico austrohúngaro Ludwig Hevesi quien en 1898 al referirse al hotel Tassel que Victor Horta había construido en Bruselas entre 1892 y 1893 escribió: “Esta es la primera de estas famosas viviendas que se adaptan a sus propietarios como los abrigos impecablemente cortados. La casa alberga al hombre para el que se construyó de la manera más perfecta concebible: tan perfectamente como la concha lo hace con el mejillón. Es de lo más sencilla y lógica... Pero, fijémonos en esto, no hay ni el más ligero eco de ninguno de los estilos históricos”. Hevesi fue el autor del lema que aparece en la fachada del pabellón de la Sezession de Viena: “A cada época su arte, al arte su libertad”.
La Exposición Internacional de París de 1900 fue el primer escaparate internacional del Art Nouveau, porque en ella estuvieron expuestas las novedades en mobiliario y decoración. No hay que olvidar que con motivo de la muestra se habían inaugurado en París los accesos al metropolitano diseñados por Hector Guimard (1869-1934) quien utilizando ese nuevo estilo, supo dotar de valores expresivos a elementos urbanos hasta entonces inexistentes. Los pabellones de los distintos países, por el contrario, prefirieron reflejar en sus construcciones sus señas de identidad nacional. El pabellón español, situado junto al pabellón de Alemania, fue encargado al arquitecto José Urioste y Velada (1850-1909) que había sido nombrado por el Ministerio de Fomento arquitecto jefe y director del servicio de Arquitectura en la Comisaría Regia para la Exposición Universal de París. Las referencias a la arquitectura de la Universidad de Alcalá, de la Universidad y palacio Monterrey de Salamanca eran la prueba del interés por mostrar con este edificio neoplateresco cuál era el genuino estilo español. El definitivo triunfo del Art Nouveau se produjo en la Prima Esposizione Internazionale d’Arte Decorativa Moderna celebrada en Turín, Italia, en 1902. Desde el mismo cartel anunciador, obra de Leonardo Bistolfi (1859-1933), hasta el diseño de los diferentes pabellones, mostraba el triunfo de una nueva sensibilidad, de un afán decidido por la renovación estética que rechazaba la mera imitación del pasado. Sólo se seleccionaron para la muestra aquellos productos industriales que demostraron inspiración y sentido estético. En su cuidada selección de ambientes, debidos a
los diseños de Victor Horta (1861-1946), de Charles Rennie Mackintosh (1868-1928), del alemán Peter Behrens (1868-1940) o del holandés Hendrik Petrus Berlage (1856-1934), se intentó que las obras respondieran a las necesidades de la sociedad y que por su carácter práctico e industrial no sólo estuvieran dedicadas a una clientela aristocrática o atendieran a criterios artísticos. En muchos casos lo artificioso de la oferta desbordó las intenciones de sus organizadores. La nueva sensibilidad no siempre fue bien recibida y la abundante ornamentación de origen vegetal fue objeto de críticas e incluso de burlas. Los que utilizaron esos motivos estilizados fueron denominados “végétariens”, vegetarianos, que podían con sus motivos sacados de la naturaleza cubrir fachadas o dar forma a sus objetos. El Art Nouveau con todas sus variantes cerró el siglo XIX y estuvo prácticamente desaparecido en 1914. Quien fue uno de sus protagonistas Henry Van de Velde lo definió en su autobiografía con estas palabras: “El leve paréntesis del Art Nouveau, aquel efímero movimiento sin más leyes que su propio capricho, fue seguido... por los vacilantes comienzos de un nuevo estilo, por fin disciplinado y proporcionado, el estilo de nuestro tiempo”. Así el estilo moderno ya no sería nunca algo que pudiera identificarse con la ornamentación, con la decoración como concepto de estilo. Adolf Loos (1870-1933) ya había asociado en su obra Ornamento y delito (1908) la decoración con delito. Para él la grandeza de la arquitectura moderna radicaba en no haber sido capaz de crear una nueva decoración.
Alfons Mucha, nacido el 24 de julio de 1860 en Ivančice, Moravia, fue un destacado pintor y artista decorativo checo, conocido por ser uno de los principales exponentes del Art Nouveau. A pesar de haber mostrado habilidades en el canto durante su juventud, su verdadera pasión siempre fue el dibujo.
Mucha se destacó en diversas áreas artísticas, incluyendo la pintura, la ilustración, el diseño y la escultura. Es ampliamente reconocido por sus representaciones de mujeres rodeadas de elementos vegetales, que se convirtieron en un sello distintivo de su obra. Además de su trabajo pictórico, Mucha dejó una marca indeleble en el arte del cartel, el diseño de tapices, joyería, empapelado y otros elementos decorativos. Entre sus obras más destacadas se encuentran “Savonnerie de Bagnolet”, "Destino", "Noche de Invierno", “Virgen de los lirios” y el cartel "Job”. Alfons Mucha falleció el 14 de julio de 1939 en Praga, dejando un legado perdurable en el mundo del arte.
Nacido en la ciudad austríaca de Baumgarten el 14 de julio de 1862, Gustav Klimt sigue siendo en la actualidad uno de los pintores más reconocidos y su obra ha sido definida por muchos críticos de arte como una de las más originales de finales del siglo XIX. Los mosaicos bizantinos que contempló durante un viaje a la ciudad italiana de Rávena fueron influencia para la obra de Klimt, que haría de la figura femenina, la sensualidad y los dorados los elementos principales de su estilo. Sería a partir de una obra de inspiración bíblica, Judith y la cabeza de Holofernes (Judith mit dem Haupt Holofernes), pintada en 1901, cuando el dorado empezaría a predominar en la mayor parte de sus pinturas. Con este cuadro, el artista inició su etapa artística más conocida, en la que decoraba todas sus obras con pan de oro, lo que lo acabaría convirtiendo en uno de los máximos exponentes del Art Nouveau.
Nacido en 1868, en Viena, Moser se convirtió en uno de los fundadores del Modernismo, tam bién llamado Art Nouveau.
El Modernismo temprano de Moser está lle no de formas curvas, vegetales y a veces exhuberan tes y se aproxima con ello al Art Nouveau francés y belga. Pronto desarrolló un diseño más “sereno”, geométrico y sencillo, cuyos productos son conside rados hoy en día los principales exponentes de la Era Moderna Vienesa.
Creó desde papeles pintados, cubiertas de li bro, papel de carta, muebles, objetos de plata, vitra les, carteles, e incluso logos, una palabra que en su época todavía no existía. Sin olvidar que también pintaba. Moser. (1899). Diseño de tela para Backhausen.
Dentro de un gran bosque, en lo más profundo del tronco de un árbol de tule, se encuentra la aldea de los nuevos, una gran ciudad de personas con características muy particulares, los nuevos tienen cuerpos cortos con cabezas extremadamente enormes, algunos, por esta especial característica y por ser tan viejecitos han optado por llevar con ellos algunas aves que por medio de cuerdas gruesas los ayudan a cargar sus enormes cabezotas.
En esta aldea podemos encontrar diversas colonias de ciudadanos; algunos, se encargan de cuidar las raíces del tronco, otros se especializan en hacer crecer las ramas del árbol, algunos otros, producen la tinta para dar color a las hojas del árbol de Tule en cada estación. Y entre tantos trabajos encontramos la colonia de los mineros, esta colonia en particular es la encargada de conocer los terrenos por los que cruzaran las raíces del árbol y llevarlas correctamente.
Dentro de la colonia encontramos a Viviana, ella es la menor de la familia Minero, y la escuela a la que su aldea asiste se encarga de prepararlos para trabajar en los subterráneos. Las jovencitas asisten a la misma escuela que los varones y aprenden las mismas tareas que ellos; sin embargo, a la hora del trabajo pesado son siempre los varones los que llevan el mando del trabajo; ellos se encargan de escarbar los caminos por los que conducirán las raíces del árbol, pero sobre todo de estar atentos con las rutas que cruzan porque en el camino, al lado de su aldea se encuentran un sin fin de mundos desconocidos, o tal vez, mundos por conocer.
— Ya quiero ser una minera y estudiar los planos para trabajar en las rutas de raíces—comenta Viviana, mientras sostiene el enorme casco de su padre en la cabeza—.
— Viviana, déjate de juegos y ayúdame a atar las cuerdas de los dapidos para que carguen la cabeza de tu abuela. (Dapidos: aves que habitan en la aldea de los nuevos, se encargan de cargar las cabezas de los nuevos cuando se vuelven ancianos).
— Mamá, es que no entiendes lo que te digo.
—Claro que lo entiendo, hija. Pero ahora necesito que vuelvas aquí arriba y me ayudes, deja los subterráneos debajo, donde pertenecen. Concéntrate un poquito. Te lo suplico hija, por favor.
—Sí, mamá. Ya voy.
Viviana ha soñado toda su vida con trabajar en los subterráneos al lado de su padre y sus hermanos. Ha crecido escuchando las historias que ellos cuentan y se las sabe de memoria, todo el tiempo pide que las repitan e invita a los demás a escucharlas con ella. Pero existe un pequeño inconveniente con Viviana. Generalmente, los nuevos ocupan sus enormes cabezas para soportar los deslaves de tierra o el crecimiento de raíz espontáneo, sin embargo, Viviana tiene un tamaño de cabeza irregular. La cabeza de Viviana es del mismo tamaño que su cuerpo y eso le ha impedido muchas veces realizar las tareas que todos en la aldea hacen normalmente.
— ¡Viviana, vamos a jugar roqueza! — dice Efraín, mientras deja salir una risita— ¡Corre!
Roqueza: Es un juego tradicional de los mineros y se basa en golpear una enorme roca con la cabeza. A manera de competencia el primero que logre llevarla al otro lado gana el juego.
— Sabes que no puedo hacer eso, deja de molestar. Normalmente, Viviana es un blanco fácil para las burlas, y eso hace que se desanime muy seguido.
Mientras esto sucede se acerca la abuela Carlota con sus dapidos sobre la cabeza.
—Ven Viviana, ayúdame a bajar al patio.
—Ya voy abuela—responde Viviana mientras avanza.
Viviana y su abuela caminan juntas, y durante el trayecto Viviana le cuenta a su abuela todo lo que quiere hacer en las minas, le dice que quiere descubrir qué hay más allá de los subterráneos, que sueña con preparar el terreno para que las raíces crezcan, y cada uno de los sueños que quiere realizar en las minas, pero de pronto, mientras están conversando uno de los dapidos se desata y comienza a volar muy lejos, Viviana está preparada para atraparlos cuando se van, pero el dápido es tan rápido que no puede alcanzarlo estando con la abuela y dice:
—Abuela, necesito dejarte aquí para perseguir al dapido. Espérame, ahora vuelvo.
La abuela Carlota se queda sentada en la banca del parque al que habían llegado y al mismo tiempo Viviana corre tan rápido que solo se le ve el polvo; logra alcanzar al dapido y cuando lo tiene en sus manos se escucha un crujido insoportable, que hace a Viviana cubrir sus oídos con las manos, entonces, deja escapar al ave. El sonido ya no se escucha, pero al correr tan rápido y perseguir con la mirada fija al dapido Viviana no se dio cuenta de que llegó a las minas; el inmenso camino de hoyos está solo a un paso de ella, así que decide aventurarse; al recorrer el lugar solo se escuchan ecos de palazos, voces y martillazos. Viviana sigue caminado cuando se encuentra con su papá.
—Viviana, ¿qué estás haciendo aquí abajo?
—Hola, papá. Estoy persiguiendo a uno de los dapidos de la abuela y sin querer llegue aquí.
—Vamos hija, no puedes quedarte aquí, tienes que subir.
—Espera papá, quiero ver más—dice Viviana mientras intenta dar un paso hacia delante.
—¡No, Viviana! Te dije que es momento de subir.
Viviana anhelaba tanto ver más allá que comenzó a forcejear con su padre y de pronto la tierra a los lados comenzó a resbalarse, pero a pesar de que intentaron sostenerla era muy pesada para sus pequeños cuerpos. Viviana y su papá comenzaron a correr, pero a pocos segundos de hacerlo su vista se tornó negra y se desmayó Cuando Viviana recuperó la conciencia se encontraba recostada en su habitación y solo se escuchaban pequeñas voces que decían:
—Estará bien. Despertará. Tranquila, solo fue una rama. Viviana solo sentía un fuerte dolor en su cabeza, todo le daba vueltas y le costaba mover su cuello. Resulta ser que en el momento en el que Viviana cayó a los caminos subterráneos, los mineros estaban trasladando una de las ramas, y mientras Viviana y su padre forcejeaban esta rama le dio un fuerte golpe a ella en su cabeza, al grado de volverla gigantesca igual que la de su familia y amigos. En el momento en que Viviana se levantó de su cama todos estaban asustados por ver cómo reaccionaría al verse en el espejo, y como se esperaba eso fue justo lo primero que hizo Viviana al estar de pie. Cuando se vio al espejo gritó: —¡Me veo como una nueva persona! Viviana tomó reposo durante algunos días, iba acostumbrándose a su nueva vida y los días comenzaron a ir mejor. Por cierto, es la mejor en la roqueza y nadie ha podido ganarle desde aquel día.
Un gran rosal se alzaba cerca de la entrada del jardín: sus rosas eran blancas, pero había allí tres jardineros ocupados en pintarlas de rojo. A Alicia le pareció muy extraño, y se acercó para averiguar lo que pasaba, y al acercarse a ellos oyó que uno de los jardineros decía:
—¡Ten cuidado, Cinco! ¡No me salpiques así de pintura!
—No es culpa mía —dijo Cinco, en tono dolido—. Siete me ha dado un golpe en el codo. Ante lo cual, Siete levantó los ojos y dijo:
—¡Muy bonito, Cinco! ¡Échale siempre la culpa a los demás!
—¡Mejor será que calles esa boca! —dijo Cinco—. ¡Ayer mismo oí decir a la Reina que debían cortarte la cabeza!
—¿Por qué? —preguntó el que había hablado en primer lugar.
—¡Eso no es asunto tuyo, Dos! —dijo Siete.
—¡Sí es asunto suyo! —protestó Cinco—. Y voy a decírselo: fue por llevarle a la cocinera bulbos de tulipán en vez de cebollas.
Siete tiró la brocha al suelo y estaba empezando a decir: «¡Vaya! De todas las injusticias...», cuando sus ojos se fijaron casualmente en Alicia, que estaba allí observándolos, y se calló en el acto. Los otros dos se volvieron también hacia ella, y los tres hicieron una profunda reverencia.
—¿Querrían hacer el favor de decirme — empezó Alicia con cierta timidez— por qué están pintando estas rosas?
Cinco y Siete no dijeron nada, pero miraron a Dos. Dos empezó en una vocecita temblorosa:
—Pues, verá usted, señorita, el hecho es que esto tenía que haber sido un rosal rojo, y nosotros plantamos uno blanco por equivocación, y, si la Reina lo descubre, nos cortarán a todos la cabeza, sabe. Así que, ya ve, señorita, estamos haciendo lo posible, antes de que ella llegue, para...
En este momento, Cinco, que había estado mirando ansiosamente por el jardín, gritó:
«¡La Reina! ¡La Reina!», y los tres jardineros se arrojaron inmediatamente de bruces en el suelo.
Ferdinand Hodler.(1895). The Halberdier.
Se oía un ruido de muchos pasos, y Alicia miró a su alrededor, ansiosa por ver a la Reina.
Primero aparecieron diez soldados, enarbolando tréboles. Tenían la misma forma que los tres jardineros, oblonga y plana, con las manos y los pies en las esquinas. Después seguían diez cortesanos, adornados enteramente con diamantes, y formados, como los soldados, de dos en dos. A continuación, venían los infantes reales; eran también diez, y avanzaban saltando, cogidos de la mano de dos en dos, adornados con corazones. Después seguían los invitados, casi todos reyes y reinas, y entre ellos Alicia reconoció al Conejo Blanco:
Alicia estaba dudando si debería o no echarse de bruces como los tres jardineros, pero no recordaba haber oído nunca que tuviera uno que hacer algo así cuando pasaba un desfile.
«Y además», pensó, «¿de qué serviría un desfile, si todo el mundo tuviera que echarse de bruces, de modo que no pudiera ver nada?» Así pues, se quedó quieta donde estaba, y esperó.
Cuando el cortejo llegó a la altura de Alicia, todos se detuvieron y la miraron, y la Reina preguntó severamente:
—¿Quién es ésta?
La pregunta iba dirigida al Valet de Corazones, pero el Valet no hizo más que inclinarse y sonreír por toda respuesta.
—¡Idiota! —dijo la Reina, agitando la cabeza con impaciencia, y, volviéndose hacia Alicia, le preguntó--: ¿Cómo te llamas, niña?
—Me llamo Alicia, para servir a su majestad —contestó Alicia en un tono de lo más cortés, pero añadió para sus adentros: «Bueno, a fin de cuentas, no son más que una baraja de cartas. ¡No tengo por qué sentirme asustada!»
—¿Y quiénes son éstos? —siguió preguntando la Reina, mientras señalaba a los tres jardineros que yacían en torno al rosal.
Porque, claro, al estar de bruces sólo se les veía la parte de atrás, que era igual en todas las cartas de la baraja, y la Reina no podía saber si eran jardineros, o soldados, o cortesanos, o tres de sus propios hijos.
—¿Cómo voy a saberlo yo? — replicó Alicia, asombrada de su propia audacia—. ¡No es asunto mío!
La Reina se puso roja de furia, y, tras dirigirle una mirada fulminante y feroz, empezó a gritar:
—¡Que le corten la cabeza! ¡Que le corten...!
—¡Tonterías! — exclamó Alicia, en voz muy alta y decidida.
Y la Reina se calló.
El Rey le puso la mano en el brazo, y dijo con timidez:
Considera, cariño, ¡que sólo se trata de una niña!
La Reina se desprendió furiosa de él, y dijo al Valet:
—¡Dales la vuelta a éstos!
Stockes, Marianne. Melisande.
Y así lo hizo el Valet, muy cuidadosamente, con un pie.
—¡Arriba! — gritó la Reina, en voz fuerte y detonante.
Y los tres jardineros se pusieron en pie de un salto, y empezaron a hacer profundas reverencias al Rey, a la Reina, a los infantes reales, al Valet y a todo el mundo.
—¡Basta ya! —gritó la Reina—. ¡Me estáis poniendo nerviosa!
Y después, volviéndose hacia el rosal, continuó:
—¡Qué diablos habéis estado haciendo aquí?
—Con la venia de su majestad— empezó a explicar Dos, en tono muy humilde, e hincando en el suelo una rodilla mientras hablaba--, estábamos intentando...
—¡Ya lo veo! —estalló la Reina, que había estado examinando las rosas —¡Que les corten la cabeza!
Y el cortejo se puso de nuevo en marcha, aunque tres soldados se quedaron allí para ejecutar a los desgraciados jardineros, que corrieron a refugiarse junto a Alicia.
—¡No os cortarán la cabeza! — dijo Alicia, y los metió en una gran maceta que había allí cerca.
Los tres soldados estuvieron algunos minutos dando vueltas por allí, buscando a los jardineros, y después se marcharon tranquilamente tras el cortejo.
—¿Han perdido sus cabezas? — gritó la Reina.
—Sí, sus cabezas se han perdido, con la venia de su majestad —gritaron los soldados como respuesta.
—¡Muy bien! —gritó la Reina—. ¿Sabes jugar al croquet?
Los soldados guardaron silencio, y volvieron la mirada hacia Alicia, porque era evidente que la pregunta iba dirigida a ella.
—¡Sí! —gritó Alicia.
—¡Pues andando! —vociferó la Reina.
Y Alicia se unió al cortejo, preguntándose con gran curiosidad qué iba a suceder a continuación.
—Hace... ¡hace un día espléndido! —murmuró a su lado una tí-
Alicia estaba andando al lado del Conejo Blanco, que la mira-
—Mucho —dijo Alicia—. ¿Dónde está la Duquesa?
—¡Chitón! ¡Chitón! —dijo el Conejo en voz baja y apremiante. Miraba ansiosamente a sus espaldas mientras hablaba, y después se puso de puntillas, acercó el hocico a la oreja de Alicia y susurró--: Ha
—¿Por qué motivo? —quiso saber Alicia.
—¿Has dicho «pobrecilla»? —preguntó el Conejo.
—No, no he dicho eso. No creo que sea ninguna «pobrecilla». He dicho: ¿Por qué motivo?»
—Le dio un sopapo a la Reina... —empezó a decir el Conejo, y a Alicia le dio un ataque de risa—. ¡Chitón! ¡Chitón! —suplicó el Conejo con una vocecilla aterrada—. ¡Va a oírte la Reina! —. Lo ocurrido fue que la Duquesa llegó bastante tarde, y la Reina dijo...
—¡Todos a sus sitios! —gritó la Reina con voz de trueno.
Y todos se pusieron a correr en todas direcciones, tropezando unos con otros.
Sin embargo, unos minutos después ocupaban sus sitios, y empezó el partido.
Grasset, Eugène. (1896). La belle jardiniere septembre.
Alicia pensó que no había visto un campo de croquet tan raro como aquél en toda su vida.
Estaba lleno de montículos y de surcos. Las bolas eran erizos vivos, los mazos eran flamencos vivos, y los soldados tenían que doblarse y ponerse a cuatro patas para formar los aros.
La dificultad más grave con que Alicia se encontró al principio fue manejar a su flamenco.
Logró dominar al pajarraco metiéndoselo debajo del brazo, con las patas colgando detrás, pero casi siempre, cuando había logrado enderezarle el largo cuello y estaba a punto de darle un buen golpe al erizo con la cabeza del flamenco, éste torcía el cuello y la miraba derechamente a los ojos con tanta extrañeza, que Alicia no podía contener la risa. Y cuando le había vuelto a bajar la cabeza y estaba dispuesta a empezar de nuevo, era muy irritante descubrir que el erizo se había desenroscado y se alejaba arrastrándose. Por si todo esto no bastara, siempre había un montículo o un surco en la dirección en que ella quería lanzar al erizo, y, como además los soldados doblados en forma de aro no paraban de incorporarse y largarse a otros puntos del campo, Alicia llegó pronto a la conclusión de que se trataba de una partida realmente difícil.
Los jugadores jugaban todos a la vez, sin esperar su turno, discutiendo sin cesar y disputándose los erizos. Y al poco rato la Reina había caído en un paroxismo de furor y andaba de un lado a otro dando patadas en el suelo y gritando a cada momento «¡Que le corten a éste la cabeza!» o «¡Que le corten a ésta la cabeza!».
Rodríguez Sánchez
Un día de primavera, el conejo salió a pasear y, al ver su sombra, se sorprendió de ser tan pequeño.
Pensando que le gustaría cambiar, fue a buscar al Señor de la Lluvia, para pedirle ayuda. Lo encontró junto a una cascada, rodeado de nubes.
–Señor; sueño con ser grande, ¡Ayúdame! –le pidió el conejo.
–Muy bien, pero antes deberás traerme una culebra y leche de leona –contestó el Señor de la Lluvia.
Sin perder un minuto, el conejo se alejó por el prado de flores. De pronto vio un destello azul: ¡Era una culebra! –Culebrita –dijo el conejo–, déjame ayudarte. Métete en este costal para protegerte de los que te siguen –y aunque nadie la perseguía, la culebra obedeció.
Con el costal a la espalda, el conejo siguió su camino hasta que, al atardecer, encontró a un grupo de leones.
–¿Qué llevas ahí? –preguntó mamá leona.
–Un conejito huérfano que, si no toma leche, morirá –respondió el conejo, mientras mecía el costal entre sus brazos.
– ¿De veras se va a morir? –dijo la leona.
–Si, ya se murió –contestó el conejo.
–¡Ay, no! –rugió la leona. –No, mira. Todavía no se muere, pero dame un poquito de tu leche –dijo el conejo. Entonces la leona se dejó ordeñar.
Por la noche, el conejo re gresó a la cascada. –Señor –dijo
orgulloso–. Traigo lo que me pediste.
–Ya veo. Pero dime, si tan pequeño logras lo que propones, ¿para qué quieres ser más grande?
–Quiero ser grande. Tú me lo prometiste –le recordó el conejo. El señor de la Lluvia lo tomó por las orejas y le dio tres jalones.
–Ya soy bien grande –pensó alegremente el conejo, sin darse cuenta de que sólo sus orejas habían crecido, pero su cuerpo seguía tan pequeño