Nosotras las de ahora

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Aura Aguirre Aguirre

Nosotras las de ahora


Nosotras las de ahora

Aura Aguirre Aguirre


Copyright © 2013 por Aura Aguirre Aguirre ISBN:

Tapa Blanda Libro Electrónico

978 - 1 - 4633 - 4123 - 7 978 - 1 - 4633 - 4122 - 7

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cuaqlquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright. Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia. Este libro fue impreso en GraficPlus, Loja - Ecuador Fecha de revisión: 17/09/2014 Revisado por: Pedro Monteros Valdivieso, Coordinador General de Publicaciones Diagramación: Javier R. Auqui Herrera Segunda edición

Gustavo Villacís Rivas Mg. Sc. RECTOR

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOJA


Índice I.......................................................................................................................

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II.....................................................................................................................

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III....................................................................................................................

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IV.....................................................................................................................

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V......................................................................................................................

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VI....................................................................................................................

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VII..................................................................................................................

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VIII.................................................................................................................

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IX....................................................................................................................

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X......................................................................................................................

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XI....................................................................................................................

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XII...................................................................................................................

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XIII.................................................................................................................

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XIV..................................................................................................................

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XV...................................................................................................................

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XVI.................................................................................................................

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XVII................................................................................................................

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XVIII...............................................................................................................

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XIX.................................................................................................................

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XX...................................................................................................................

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XXI.................................................................................................................

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XXII................................................................................................................ 101 XXIII............................................................................................................... 102


Prólogo La obra no solo discurre sobre el desenvolvimiento de la novela como tal, sino que especialmente en su primera parte, se convierte en un ensayo filosófico sobre el devenir de la vida de las personas y de los grupos como el que ellas conforman y se adentra en el inconmensurable mundo de la realidad metafísica que es consubstancial al espíritu humano y también a los actos que sobrevienen alrededor de ellas, en un mundo que no siempre pueden dirigirlo, sino que obedece a otras fuerzas, incluso a veces sobrenaturales. Entre los grupos encontramos siempre diferencias y similitudes pero nunca procederes ni temperamentos iguales. Al hablar de “Nuestro Tiempo” se refiere a la vida de la mitad del siglo anterior, en donde “ los valores eran infranqueables” y “la familia era un núcleo fuerte”. Precisamente eso es lo que vemos en el diálogo que mantiene con Sara la arquitecta, cuando Isabel le dice “la vida no vale nada si pierdes algo que quieres”, “no acumules nada…”, “No importa el colchón en el que amanezcas porque nunca será tuyo para siempre ni las lámparas que pusiste en el cielo raso, ni los quejidos de amor que llenaron alguna vez la alcoba. Todo se va, es como el agua”. “Nosotras las de Ahora”, es una obra que vale la pena leerla, porque retrata de cuerpo entero, como es la sociedad en cualquier país latinoamericano, como son sus costumbres, sus tradiciones, su idiosincrasia... Por: Carlos Alberto Palacios Riofrío



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as cafeterías... ¿Qué tanto le importaba a él para que servían? Hay canciones que entonamos sin ponernos de acuerdo con la circunstancia, con tan sólo recordar algo que se nos ha quedado muy adentro; hay brillo en las lágrimas de los que se van a morir, como también en los ojos de los que nos empeñamos en vivir de los recuerdos, tarareando con silbidos nuestros miedos, intentando borrar los espejismos que por mucho tiempo, se extendieron más allá de nuestras realidades, envolviéndonos entre las sábanas de un mundo que en cada despertar nos originó la fuerza de una lucha por concretar nuestros ideales sea dentro de nuestros matrimonios, con nuestros hijos, o con la más sencilla de las interpretaciones de la vida dos amaneceres que valían la pena contemplarlos con la humildad del corazón que no hace preguntas sobre el mañana. Las cafeterías son en eso y en nuestro momento de interactuar: remanso para nuestras inquietudes, receso de actividades, rutinas, parte-aguas en nuestras vidas, impulso de alguna voz amigable que de repente con una palabra acierta a descifrar el crucigrama de alguna preocupación que al expresarla, se vuelve sin sentido. Disfrutar la experiencia de tener una amiga con quien hablar cuando los sinsabores de la vida nos rebasan o cuando la alegría nos invita a repartir ilusiones, es nuestro eje para humanizar el tiempo, compartir un complot de experiencias y sentimientos que al desflorarlos, como pétalos sobre una mesa, nos solidarizan en el acuerdo de que cada día es un reto sorpresivo y la lucha aunque el corazón, difiera, continua... 7


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Con Susana, en especial, hemos traspasado esa puerta de intimidad cobijadas en el afrodisíaco perfume de las cafeterías, dejando en cada sorbo de café, el temblor de las manos y en la loza curvilínea de las asas de marfil, inseguridades, sueños, porque entre los seres que atravesamos este viaje, el silencio resulta la peor mentira cuando no enfrentamos a tiempo, a nuestros retos. Esos cinco últimos años nos dieron la templanza para no romper definitivamente con nuestras relaciones de familia, matrimonios que si bien aún no los llevábamos cuestas, habían empezado a ahogarse en un aburrimiento invernal. La sensación de haber cruzado con agilidad el puente del pasado nos enfrentaba a la actual que era volver a ver y saber que aquel puente había desaparecido hacia el punto final del no regreso. Entendimos que no era falta de amor, ese sentimiento de hastío ensordecido en pensamientos de abandono. Nadie sería capaz de tirar los recuerdos por la ventana, patear una mascota, ser ingrato con aquella persona que sin ser de la familia, para bien o para mal se entremetió o fue seducido en nuestro viaje y estuvo dispuesto a compartir el lecho y los diarios sinsabores, convirtiéndose en artífice de la consecución de sueños imposibles que sólo el amor de pareja puede alcanzar y que sin embargo, el redescubrir de pronto que dentro de cada una de nosotras iba naciendo otra persona diferente, nos planteaba un crucigrama al que había que encontrarle la solución, humana y prudente... Era necesario compartir experiencias para sentir que no estábamos solas en esa parte del viaje. Con Susana, Tania, Sara, Clementina, Cumandá, Isabel, nos aproximábamos a la edad que hace temblar a propios y extraños y aunque nuestras vidas sentimentales se parecen entre sí, nadie quería dar el primer paso y aceptar que los problemas no eran totalmente diferentes a los de todas las mujeres que pisaban el umbral de los cincuenta, y no sólo dentro de esa confraternidad en la que el destino nos había involucrado. Este desfase ocurría entre la población femenina de todo el mundo sin que las perspectivas originales de nuestra existencia como mujeres se hubieran opacado por la maternidad, el cumplimiento de nuestras misiones en casa. No había nada que arrebatarle al tiempo, solamente caminar con confianza el trecho por venir a cuyo desconocimiento, a veces, anteponíamos nuestros miedos. Por eso nos reuníamos para enfrentarnos sin traicionarnos. De allí surgieron nuestras reuniones en las cafeterías y empezaron a ser frecuentes hasta que entendimos que teníamos que darles crédito a esos lugares donde nos citábamos con personas que ya podíamos llamar 8


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amigas, inscritas en los mismos problemas. Escucharnos, nos alertaba a comprender que no estábamos traspasando leyes, rompiendo cánones, desbaratando códigos sociales ni tabúes porque cada generación vive sus propias circunstancias, y a la altura de nuestras vidas teníamos que apresurarnos a reconocer que habíamos alcanzado la edad de oro en la que cada minuto es precioso y no hay vuelta atrás. “Como te veo me vi, como me ves te verás” aquella frase estremecedora que Clementina, la mayor del grupo, solía verbalizar con gran seguridad, en un tono solemne, un poco amenazador, y que a Susana le parecía que era un pretexto para taparse las arrugas de la piel, pedir perdón por su paso lento, su voz quebradiza, se vislumbraba como una verdad absoluta que hacía temblar la foto de adolescente que ese momento Susana sostenía entre las manos. Aquella foto ortodoxa, entronada en el álbum recorrido más de mil veces. La foto característica de los quince años. Pensó a la distancia en esos años, recordó la imagen del único fotógrafo de la ciudad, develando su antigua y peculiar cámara, en parapetada en el caballete y cuya misión era captar la imagen precisa, cuando la mano derecha del hombre, levantaba el manto negro y vampírico ocultándole la cabeza como si fuera un encapuchado y hacía sonar un “click”. Aquel “click”, ultimátum para que los ojos de las quinceañeras se fijaran en la cámara sin descuidar la belleza de la sonrisa, balanceada entre el pudor y el inocente deseo con el que bordaban sus primeros sueños de amor. Costaba mucho el material del negativo como para excederse en pruebas, pero era más difícil haber obtenido la aceptación de su padre para ingresar en ese debut extraño requerido por la sociedad y su sigiloso “que dirán” al que tenían que aprender a respetarlo con quebrantamiento de voluntad, sumisión, y negación de sus deseos más elementales. Los recuerdos agitaron a Susana, que estaba clavada en uno de esos lapsos en los que la vida nos pone a prueba con sus imprevistas circunstancias. Confusas, se le trepaban las emociones por la espina dorsal, como flechas, aguijones horadando la debilidad de las vértebras. Sentía que no estaba allí, en su propia escena, que quizá, nunca estuvo en ninguna parte, aunque blandiendo la seguridad de que en cualquiera hubiera dejado algún resabio. Que su espíritu se había embotellado como el de un genio, y se había olvidado de cómo seguir adelante, sin una matriz energética, con un planteamiento diferente dentro de la pareja. ¡Que hermosos! eran esos álbumes que la dibujaban perfecta en aquella 9


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noche en la que vestía el traje blanco, ajustado a su virginidad empeñada para el amor de su vida. Valía la pena resguardar esas fotografías que después siguieron llenando páginas y más páginas con los abrazos de Agustín, las sonrisas maternales de ella sosteniendo entre sus brazos a cada uno de sus hijos, hasta confundirse en un sueño del que apenas entendía su realidad. Su mirada, ahora empequeñecida a fuerza de enfocar, superando las premoniciones de la presbicia, se clavaba en una misión de reconocimiento al fijarse en aquel traje, con sus olores de azucena, sus miedos de menstruación adelantada. Aquel traje, que más parecía el de su primera comunión. Si, era cierto, como la gente decía... su obediencia le había procurado respeto para Agustín, y sobre todo la satisfacción de su madre que era quien se lo había elegido, y delante de quien, finalmente. Agustín, con la cabeza baja y las orejas rojas, le había perdonado que ella se encerrara en el baño, las pocas veces que fue a visitarla. La complicidad con la futura suegra le alivianaba el camino y aunque él no escuchaba las pláticas algo sonsas de la mujer que negociaba a su hija, optó por la perseverancia hasta que Susana, vencida, aceptara el matrimonio aunque por muchos años siguiera soñando en amar a un muchacho tan joven que no era Agustín. Pero, poco a poco, su carácter débil, su ternura, la sumisión, la hicieron entender que el motivo de una boda era sólo el de ser esposa y el motivo del matrimonio, la consecución de que con el tiempo, Agustín le enseñara a ser buena amante para al final, convertirse en esa solida compañera, a quien él le entregaría las riendas del hogar y la educación de los hijos. En los pliegues del vestido contó los años que vivió con Agustín y agradeció que el hombre la había respetado en la noche de bodas, le perdonó sus sollozos y la esperó hasta que se rindiera de llorar por algo que no entendía y que con los años se convirtió en la unión más fuerte de sus vidas. Las páginas del álbum le iban despertando los recuerdos en las fibras más íntimas del alma. ¡Cuántas fotos! si las sumáramos a las que existen en todo el mundo podríamos hacer una escalinata a Júpiter. Pero la realidad era que a estas alturas de la vida, los álbumes sólo estaban en el mejor de los casos, para decorar un closet, servir de apoyo a algún viejo candelabro, pretexto de conversación cuando alguien llegaba a casa y se deseaba convertirlo en un buen o buena amiga, en suma como un objeto, un daguerrotipo que suplicaba se le quite el polvo todos los días y muy pocas veces sugería su cometido que era el 10


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de despertar la misma sensación de recuerdos en ella, Ahora que Agustín, ella y sus rutinas se empecinaban en no aceptar que los hijos habían ya dejado el nido. Era de esperarse que a sus cincuenta años, las fotos cobraran menos importancia, pesaban en los álbumes contaminados al ser hojeados por tantos dedos, saliva, exclamaciones, alegrías, lágrimas y al final bien intencionado y real olvido. Ya nadie estaba en casa y los protagonistas de las fotos, empezaban a confundirse con personajes de algún episodio ajeno... A los novios o novias de sus hijos, ¿qué podría importarles una foto de ella con sus hijos?... después de todo Susana como sus amigas, estaba dando pasos hacia la recta final. Era el momento en que debía hablar menos, evadir dar consejos, aunque los tenía a flor de labios y eran precisos y hasta pactar consigo misma, lo que debía decir frente a las esposas de sus hijos. Su juicio final estaba vigente y aunque el pasado para sus hijos dentro del seno familiar, si no había sido, se convertiría en un tornado austero, empezaba a quedarse su discurso sin estilo, sin objetividad. Sus sugerencias, sin destino, sus preocupaciones sin un horizonte, aunque ella seguía sujetándose a esperanza de haber sido una buena madre. Había cruzado el paso al puente en el que tenía indulto sólo para observar a sus hijos, y a los nuevos dueños o dueñas de sus vidas. Observaba que también entre sus hijos, en el albor de sus nuevas relaciones, pese a su incredulidad, empezaban a surgir tragedias existenciales de independencia o rescate hacia los nuevos seres que iban incluyendo en sus vidas, y los buenos recuerdos de su estancia en la familia, solamente eran como pétalos de una rosa que o se marchitaban o volaban al viento. Nada más natural, los ciclos en la juventud nos aprestan al vuelo y en el impulso, sin el don de la experiencia, nos creemos poseedores de la sabiduría. En la profundidad de nuestro ser surge un ímpetu que nos llama a juzgar, restituir, alimentar la soberbia inventarnos una deidad: el egoísmo. Susana vivía ya sin asombro la situación de todos los padres del mundo. Una nueva generación que marcaba pautas irrevocables que no coincidían con sus códigos morales. Esperó consciente la comprensión de sus hijos, cuando ella se sorprendía de cómo los adolescentes reclamaban sexo antes del matrimonio, realidad que pretendía aceptar, y aunque no lo expresaba verbalmente, sus gestos la contradecían, la hacían caer en la vergüenza, en el ridículo de su probable 11


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ignorancia.” Había que cambiar el “chip” de su cerebro, como le decía alguno de sus nietos. Estaba como todas sus amigas, desfasada, su opinión hubiera sido tiranía en ese momento, al atreverse a verbalizar el asombro que le produjeron los preservativos que había dejado en la recámara, dentro de la casa materna, su hijo menor, quien estableció una nueva la lógica, para su comportamiento sexual, al determinar que la mejor decisión, después de todos sus alborotos sentimentales era la de salir a estudiar en el exterior. Por otro lado, encontraba bondadoso que sus hijos varones demostraban comprensión a sus novias y las respetaban en sus “días difíciles”, palabras imposibles de pronunciar entre las mujeres de nuestra generación, y cuyos ciclos debían ser ocultados con la inteligencia del sigilo. También se le venía encima la catástrofe de los hijos que ya se habían casado porque ellos mismos, estaban viviendo los ciclos que ella ya vivió, y aunque sabía que lo prudente era mantenerlos distanciados simbólicamente, pasaría mucho tiempo para que ellos recorran las mismas vías del tren de la vida y se sorprendan ante las historias de sus propios errores juzgados a través de la rebelión de sus hijos. Nada más angustioso para el incrédulo de esta realidad, pensó Susana, que las verdad plasmada en las pinturas sobre fondos azules de Picasso, anunciando que el ritmo de la vida después de los cincuenta se desajusta, contrarrestando la fuerza natural y pasional de Miguel Ángel en sus pinturas sacras como la de la Creación en la que si Eva diera la vuelta la cara a su compañero habría sexo. Irremediablemente escalofriante resultaba atraparse sentada sobre la orilla de la cama, tratado de disimular con las sábanas, aquella desnudez de la que había presumido siempre, y ahora tambaleaba cuando la fortaleza del amor era cuestionada y los huesos del puente de la razón flaqueaban.

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ensó que si no salía en el mismo instante, las paredes se le caerían encima, se ajustó el sostén para levantar los pechos caídos ante la magistral misión de su vida. Había amantado, sabia de aquel placer adjudicado solo a las mujeres, aquella sensación de entrega de vida y también de placer. Se vistió con la falda de tablones y blusa a cuadros que le hacían recordar los tiempos en que cualquier vestido le quedaba bonito. Pensó que esa vestimenta le quitaría algunos años y efectivamente, se sintió por el momento llena de energía, positivismo. Se había reinventado. Sin prisa, se encaminó al café. Tal vez no lo deseaba tanto, pero ese día, era imposible ausentarse. Sara llevaría algunas de sus pinturas para que le ayudemos a elegir entre todas, dos o tres, para una exposición. Estábamos admiradas que en medio de su total indisciplina, el genio de la pintura la abstraía de su realidad inventada y que en cierto modo participábamos de esos resultados artísticos. Mientras caminaba, Susana sonrió al sentir que había triunfado en su matrimonio. Comprendía que esa sensación de vacío que la perseguía, iba a ser pasajera; coincidía, tal vez, por auto complacencia, en que los seres más inteligentes son aquellos que tienen relaciones más largas, porque combinaban la realidad y sus obstáculos con el sentimiento de fidelidad y apoyo incondicional a la pareja. 13


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Tal vez, ahora ella le ponía un precio a su libertad contenida, durante los años en que fue madre joven, y le parecía en este momento que había sido un ciclo pesado, era porque juzgaba desde otra perspectiva sus acciones. Con la edad la energía se va apagando, como la de los soles que se mueren en el universo, poco a poco... Los años la habían alcanzado, y el recuerdo de tanta energía invertida en los chicos, podría justificarse, reconociendo que la lucha había sido mutua, y que la entrega del tiempo de Agustín, fue compartida con el de ella. Clave para que la relación entre ellos progresara: se querían. Nada de ingrato fue el tiempo compartido, los besos, la cama, los hijos, la vida que se fue pasando convirtiéndolos en dos seres que se identificaban con el paso de los años y con la complicidad de la rutina diaria, en columnas donde se levantó un pódium para el núcleo familiar que enraizaron y ahora quedaba sin hijos esperando un espectáculo de otoño. Ambos, enfrentaban la realidad de apartarse en cierto modo, en búsqueda de una vida propia. Recordó la mano de Agustín que le hizo una seña desde el jardín, cuando ella salía a encontrarse con sus amigas, y lo vio suyo. El cometa Ipson podría eclipsar la luna, más no lo que ellos habían vivido. Lástima que nada sea para siempre ni siquiera la insistencia del recuerdo en los campos santos, el olor del cuarto materno ahora convertido en oratorio, los pasos sobre los corredores chirriantes, las ventanas que aun parecen tener olor a cirio. Todo es efímero, pero en la punta del ice berg de cada ser humano, hay un ahínco por vencer la intemporalidad. Por eso ella se detuvo a mirar las palomas que picaban sobras de masa frente a un expendio de tortilla y gozó aquella ráfaga de tiempo en la que era un eslabón de la cadena sustentable de la eternidad. De esa eternidad que la amarraba a una intemporalidad eslabonada en sucesos terrenales. Existía, era real, de carne y hueso en función de la repetición de actos pensamientos y sentimientos que al ocurrir en otros seres humanos, en cualquier lugar del en mundo, y en ese particular momento, la tornaban cómplice de los que nacerán, pasarán y porque no, en ese momento, marchaban hombro a hombro con ella, en el ritual de las cafeterías y de las risas superficiales de los vecinos de mesa. Ese mundo alrededor de una mesa de café entre rostros conocidos, se convertía en virtual, y despejaba las incógnitas, o por lo menos las alejaba de sus rutinas, mientras escuchaban la música del genio pianista que recibía en pago por su misión de interpretar a Mozart, una taza de café, una copa de vino, 14


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una rebanada delgada de pastel, aunque no lleve a casa nada, porque asumía como suyas las quejas y el desprecio por el parte del dueño de la cafetería, que se quejaba de que ni las moscas se acercaban pese a la insistencia del piano… Aquellas indirectas que el viejo le lanzaba con ironía, le hacían temblar las manos, más nunca desatender el sonido indescriptible que emitían las teclas del vetusto piano ajustadas a los latidos de su corazón de bohemio incurable. ¡Cómo le alegraban el momento, los aplausos que de rato en rato le brindaba el público! Los ojos de la paloma que Susana se quedó mirando, brillaban con el don de la vida sin angustiarse por el siguiente paso. Ya en el café, Susana se confraternizó de inmediato, no era necesario cuestionar el expediente que las tenía juntas hasta ese momento. Todas con excepción de Cumandá habían firmado el articulo IV de la constitución, respetaron la tradición de nuestros patriarcados, más no por esto, dejaban de asimilar la actitud de las nuevas generaciones quienes no apelaban a esta ley, más bien la acogían, después de haber arriesgado su vida sentimental en múltiples relaciones, pasando por desapercibido el riesgo de no entender, que la madurez sexual y emocional van juntas. Hablaban sobre estos cambios que desarticulaban sus principios morales, y concluían que divorciadas o no, casadas o no, sin compañero, todas salieron ilesas dentro de sus situaciones de pareja, porque los proverbios del amor no se les habían derramado aun del corazón, y estaban seguras de que jamás habían sido poseídas en el anfiteatro de ninguna traición, ni habían traicionado. Notó, sin embargo, que estos sentimientos ya no la aferraban a la perpetuidad del amor, y temía que algún día el propio eco de sus miedos construyera una montaña de dudas... Últimamente, solía soñar con frecuencia que estaba de duelo consigo misma, asistía a su funeral, y negaba a su pensamiento la posibilidad de su propia existencia. ¿Realmente algún día había vivido? Sabía que hay circunstancias por las que no vale la pena ni llorar, porque las lágrimas podrían convertirse en estalactitas, catacumbas, inmóviles, terrenos donde el dolor abre surcos infinitos... Pero ¿eran los pocos obstáculos que le tocaron librar, realmente tan duros como para menospreciar otros dolores como el de Isabel, cuando perdió al amor más grande de su vida?.. ¿Era justo utilizar las muletilla de la “comprensión del dolor de otros” para no enfrentar el suyo?¿ Se traicionaba a si mismo cuando sentía la lejanía de Agustín? o solo eran ideas que revoloteaban por su cabeza. 15


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oincidimos incidimos en que somos casadas, viudas, divorciadas o madres solteras ya que nuestro grupo se caracteriza por la heterogeneidad y la edad.

Alguien nos puede visitar esporádicamente bajo la advertencia de que no somos especialistas en ningún tema, pero tampoco nuestros asuntos de plática son vanos, es más, venimos de generaciones en las que nuestros padres nos dirigían la palabra con corrección y buen estilo. Los sonidos, las silabas que quedaron grabadas en el cerebro cuando fuimos pequeños, marcaron y dejaron una huella tan exacta en nuestra conciencia como la del tiempo a la piel, de allí surgió la chispa empática del cerebro con la gramática. La belleza del lenguaje fue determinante en nuestra aristocracia intelectual. Eran otros tiempos en los que existía alguna autoridad de los padres hacia los hijos y a su vez, había una enseñanza diaria en la sobre mesa, al momento de la comida, ocasión en la que todos estaban reunidos, y los padres trataban asuntos de los hijos, prestándoles atención, en vez de depositarlos como paquetes en agotadoras clases, después de la escuela, para librarse de ellos. Tal vez en este punto empezó la deshumanización que ahora no entendemos, nuestros bellos nietos robotizados y nosotras inquietas por empezar el camino de la tecnología para no convertirnos en momias obsoletas. Los temas que abordamos están condicionados a nuestro estado de ánimo 16


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que por cierto es mutable dado el tinte pre o pos menopáusico por el que atravesamos; lo justo radica en aceptar la identidad de los genes y si a veces no son tan buenos, procurar que los autodestructivos, que todos llevamos consigo y se nos pasaron por el cedazo, queden bajo el control de la razón. Los pensamientos negativos no deben superarnos. Damos pie a alguna plática sin perder el gusto por ejercer las riendas. En la mayor parte de las discusiones asumimos que nuestro punto de vista es absoluto, aunque no nos amarramos a los resultados, ya que en la lógica de la discusión aceptamos y podemos advertir que estamos equivocadas, actitud contraria a la obsesión característica del género masculino que se gana la razón a golpes, o cambia su sentido de buen humor o adecuación cuando pierde. La negación impulsiva ante un problema no es necedad es un impermeabilizante para el espíritu, un estado de pre-conciencia. Cualquiera se enclaustra ante la incapacidad de discernir y de encontrar la manera de corregir. Esta negación se convierte en el primer paso positivo: la negación es parte de la solución. Podría decirse que la negación es el último “berrinche” contra aquello que no pudimos obtener. Cualquier sugerencia sería considerada como una arremetida. La sola intención de proporcionarle una solución lógica al problema, se convertiría en imprudencia fatal; algo así como aliarse a uno de los cónyuges cuando se disgustan. “Yo jamás haría esto” es ya una respuesta positiva. El “jamás yo haría esto o eso” lleva implícita la posibilidad de hacerlo de lo contrario, a nadie se le hubiera ocurrido ponerse en el caso, más bien esta premisa, es un lapsus para recibir retroalimentación de otras personas a las que terminamos convirtiéndolas en cómplices mientras el juego se mantiene y el absceso madura. Puede existir una salvedad en ciertos casos, al no aceptar una respuesta que al parecer lógica, predeterminada, puede ser un acierto, esta excepción se da en los genios que por intuición eligen sus propios caminos y evaden procesos de masificación o consejos piadosos. Cada edad cumple el ciclo con sus propios problemas, trabajando en estos, encontramos con más eficiencia la manera de enfrentar una situación nueva.

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IV

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usana saludó a Sara y se sentó desplomando de inmediato los brazos sobre el respaldo de la silla, en ese gesto que a cualquiera hace advertir que ella está siempre abierta, tentando a la vida, proyectando el tiempo, asentada con los dos pies sobre la tierra a diferencia de Sara que es escapista y a quien con dificultad logramos cercarla a su realidad. Fácil de diferenciarlas, Sara al sentarse frecuentemente, toma una pose encorvada llevándose de inmediato la mano al rostro, como si tuviera que cubrir alguna parte de él, como si esperara un regaño. “Es como si les temiera a las jaulas o los sitios cerrados donde pudiera ser cuestionada”, -suele decir Isabel- refiriéndose a Sara- “Parece que quiere liberarse hasta del tiempo”. - Solo esta quieta cuando pinta. Puede entonces jugar un juego de pinceles y colores sin distraerse. Ese es su verdadero amor, aun no lo entiende-. - Tal vez ella siente que el tiempo no existe, nos dice Tania- Cree que nosotros lo llenamos con nuestras actividades pretende ganarle tiempo al tiempo con su hiperactividad desmesurada, “como si la raya del final, no estuviera asignada a cada ser humano”-. La mente de Sara es una maraña de conocimiento sin prioridades. Este conocimiento para quien la tiene a su lado, resulta un tesoro. Las proyecciones de Sara son geniales. Desafortunadamente, carece de concentración, seguridad, paciencia o coraje para llevarlas a la práctica. 18


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La abundancia de sus conocimientos es como el caudal de un río. Ella es un río caudaloso del que cualquiera puede abastecerse y a cualquiera aporta. Hasta allí bien, pero cuando vamos a la práctica Sara es totalmente dispersa y lo sabe y saberlo, la consume y la coloca en un nivel de inseguridad permanente, cuyo único antibiótico es escapar de la realidad y pugnar por auto estima. Cuando Sara llega, sabemos que esta agitada. Sara esta pasada de peso, su índice de masa corporal es elevado y aunque no padece de obesidad mórbida, si se empeña en seguir comiendo, tendrá que recurrir pronto a una cirugía bariátrica. A Sara, como a nosotros, le cayeron los años como costales de arena sobre la espalda, no los vio llegar, no los vio pasar, enajenada en la crianza de sus hijos se olvidó que ella existía. Cincuentona, al igual, se distingue por su actitud juvenil. Sara es la admiración de Susana porque nuestra amiga tiene una tez mágicamente conservada y no usa cremas. Después de que dimos el veredicto sobre sus pinturas, Isabel empezó amenizar la plática, recordando la última aventura de Sara, cuando habían reído sin parar, en una de las riso- terapias más eficientes de la vida. Sara se atrevió a escapar al café por una de las estrechas ventanas de su casa, la de la cocina. Dejó enjabonado el último plato sobre el lavadero y resolvió que ese día, poco le importaban los platos llenos de espuma; su labor de ama de casa terminó cuando el mandil floreado que la preservaba del agua, voló en el aire y cayó sobre el depósito de agua para beber. Burlando la vigilancia enemiga de su esposo, salió. Esto, significó que llegara al café con lo que traía puesto en casa, más los zapatos y una muda de ropa en el bolso. Había encontrado una manera débil de escapar de su realidad. Decía que una maldición como la que le fue otorgada a la mujer de Lot y que la convirtió en estatua de sal, había caído sobre su esposo, quien parecía un ser de piedra, las lágrimas se le habían estacionado en los lacrimales, como les sucedió a los ángeles bellos, que sin piedad se rebelaron. Ella dice que desde ese momento, nunca más entendió las lágrimas de nadie, menos las de ella. Por supuesto, no creemos esta historia en su totalidad, porque cuando un buen estado de ánimo la rebase cambiará el tema totalmente. Un berrinche, 19


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desubicación momentánea, ninguna de nosotras sabemos exactamente lo que queremos en este momento de nuestras vidas. Encontrarle sentido a este laberinto es el secreto. En el café como ráfaga, entró al baño, se cambió de vestimenta para en pocos minutos salir transformada. Fue una de las veces en la que nos llamó la atención, el gran cambio que daba paso a una personalidad diferente, tal como diría Ana Banana. El traje negro contrastaba con su piel blanca y por un momento sentimos que ella se amaba, cuidaba de sí mismo y por lo tanto algo nuevo iluminaba su persona. Nuestra riso-terapia del café funcionaba. Nos explicó el motivo de la huida, con el corazón palpitante de emoción, asido al deseo muy encubierto, de que tarde o temprano, su esposo notaría su ausencia, aunque era de esperase que este nunca reparara en ella y no precisamente por ser un malvado, a estas alturas de la vida, los oficios dentro de casa están definidos y las guerras resueltas. Lo que se ganó esta firme y lo que se perdió es para siempre. Lo que sigue es una ruptura, y si bien hay cambios que son necesarios, otros manejables siempre que se tenga la honestidad de aceptar las pérdidas al igual que las ganancias. Sara ha sido madre de ocho hijos, prole aún más numerosa que la de Susana, producto de un largo matrimonio, que como es obvio, por la rutina fue perdiendo el encanto del romance, mismo que al no haber sido substituido por ningún otro elemento de identidad dentro de la pareja, produce hastío. Por intuición o seguir algún juego, ella prueba estas pequeñas armas románticas tal vez, tardías, tal vez, inocentes, pero si congruentes con su manera de ser. Ninguno de sus hijos vive con ella, es de comprenderse que a su edad, se sienta desplazada, como todas nos sentimos, aunque siempre tenga algo que hacer por algunos de sus nietos como levantarlos en vilo, acurrucados, darles de comer en la boca, malcriarlos, cuando llegan de visita, pese a que tiene prohibido levantarlos, debido a los estertores que sufre en la columna. Últimamente, debido a nuestra insistencia para que obtenga un diagnostico serio, sabemos que Sara necesita pastillas de quimio, para pelear el pequeño tumor del coxis. Sus dolores se sosiegan cuando tiene acurrucado en su gran rebozo al nieto más pequeño, entonces siente celos de cualquier persona que llame la atención del niño y lo haga sentir más plácido de cómo está entre sus brazos. La ley de los apegos todavía tiene a Sara convulsionada, pero hay de soledad 20


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a soledades, y si eso la mitiga, llegará el momento de darle a entender o por lo menos aclarar sin que se asuste, que esta obsesión que yo a llamaría miedo, es sólo un calmante para no pensar en que ni restituir los errores en la vida, ni volvernos presas de una maternidad ajena, nos redime. Los nietos son como las flores que debemos respetar y amar en sus propias ramas, con la seguridad de que fuimos el tronco y que la alimentación de esas ramas fue la adecuada. Hay duelos necesarios que tenemos que aceptar mirando nuestro propio féretro pasar, con todas las ilusiones cumplidas y no cumplidas. La realidad no es mala, depende de cómo la entendamos. Cada pareja enfrenta su ocaso de diferente manera. Lo importante es que ninguno de los dos traspase los límites. Sara invirtió la mayor parte de su vida, en una maternidad obcecada, olvidando el rol sexual y emocional que le tocaba a su pareja, situación que la hacemos muchas madres en mayor o menor escala. Procuró las camisas de su esposo bien planchadas, advertirle, sin tocarlo, sobre el gallo que lo despeinaba, aprestándole el peine, porque su figura debía ser impecable en la oficina, le acepto la ropa tirada sobre el piso, los vasos en el dormitorio, le propició toda clase de comodidad pensando que por esos detalles, él la querría sobre su inconsciencia, que estas, suplirían la armonía de la piel y de los besos. Se perdió el equilibrio. Era alarmante escuchar como ella hablaba de su conyugue y saber cómo el la maltrataba, aplicándole una violencia económica que la orillaba a la duda de no saber si el día de mañana iba a tener el pan sobre la mesa. - Su parte maternal me conmueve-, suele decir Isabel. “Es Mater-muniun”, obedece al derecho que bajo la ley le dio la constitución para ser madre, aunque ella lo cumpliría con ley o sin ella. Es de aquellas personas en las que la maternidad es innata Madre de ocho hijos profesionistas y gente de bien. Sus cinco hijas, salieron vestidas de blanco sin haberse “comido la torta en el recreo”. Y sus hijos con un título en la mano. Ese orgullo no iba a quitarle nadie. Junto a este orgullo también crecía la desilusión del dialogo apagado. Ella culpaba a la tecnología porque hijos y nietos se engancharon en ella. Así, los días viernes al sentarse a la mesa como de costumbre, en la casa paterna, evitaron cualquier clase de comunicación entre ellos.

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A eso se añadía que los niños vislumbrados por juegos costosísimos que enseguida se los aprendían de memoria para requerir un nuevo y ponerse a la moda, tenían que escoger entre un juego y una caricia. Un día, ante la abnegación de Sara, le escuché decir a Tania que es con la que más se lleva. ¿Para lo que le sirve el intento de acogerlos?”. Acto seguido, hizo un gesto de desdén, tomó su bastón trípode y nos dejó a todas sentadas mirándola. - Es que no es cuestión de servicio- contestó Sara, -es cuestión de querer hacerlo-. - Son los límites en los que no estamos de acuerdo-, le advirtió Tania solamente volteado a verla, estaba enojada. Si sacas toda la harina de un costal, lógico que se vacié y nada queda para el postre de la vejez. Reconocemos que Sara es una mujer que se comprometió con las normas sociales de ética de nuestro tiempo, y sentimos un verdadero apego a ese comportamiento. En nuestros tiempos solamente nos conducíamos por las leyes de Moisés, y creo era más fácil, nos aferrábamos tanto a nuestra fuerza de voluntad que nuestros valores eran infranqueables. La familia era un núcleo fuerte, La falta de técnicas modernas como anticonceptivos, asunto que quizá, no lo hubiéramos aceptado, debido a nuestros principios religiosos, nos ataba a familias numerosas, y ocupaciones múltiples. No es verdad que el cerebro se nos hubiera atrofiado, por el contrario teníamos muchos más asuntos que resolver, menos tiempo de pensar en nosotras mismas. Actualmente no es difícil borrar el chip que traemos integrado. Sentimos que incluso la modernización de la religión nos ha desubicado y nuestros cafés nos ayudan a platicar de esos temas que nos inquietan. El día en que Tania nos repartió las invitaciones para la boda de su hija, aprovechó para comentarnos la tristeza que tenia de que no iba a ser abuela de inmediato. Se había pasado años comprando chambras, y cualquier objeto inventado para un recién nacido, (por supuesto las compras eran a su gusto). Cuando ella abrió el cofre de novedades infantiles, los ojos de la novia se exaltaron: “Mamá no pienso tener un hijo de inmediato, y cuando lo tenga lo que compras serán antigüedades”. - Un pequeño recordatorio de por qué no se debe ser metiche-, dijo entonces Isabel, y claro, Tania se convirtió en un valle de lágrimas. Nuestra terapia duró más de lo indicado. Los contrayentes, resuelven cuando y donde tener a sus hijos. Los sacramentos se violan en el sentido estricto de la palabra. Los novios comulgan 22


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aunque los anticonceptivos promuevan una luna de miel aligerada. Embaucados en la simbología social, muchos comulgan, bajo pecado, Si mi padre no comulgó en mi boda, no fue un escándalo. Todos admirábamos su consecuencia con lo que creía y hacía. Pero este siglo en el que la nomenclatura de todo se ha cambiado, estos aspectos son cotidianos para evitar un cataclismo social, son reservas psicológicas que nos evitan altero tipias, de vez en cuando. El nuevo manejo de las relaciones sexuales ahora públicamente, despiertan nuestra curiosidad, las entendemos, pero no creemos, ni comprobamos que estas exposiciones o variaciones de conceptos, han mejorado las relaciones humanas, más bien han incrementado los niveles de egoísmo. Evitamos, bajo la imposición de esta transformación social, comentarles a nuestros hijos que para las madres de nuestra época, tener una menstruación después de la luna de miel, era una gran desilusión, que la virginidad era indispensable antes del matrimonio, que las tareas en el hogar eran exclusivas de las mujeres y nunca pensamos que eran castigos ni discriminaciones. Roles que favorecían a la sociedad matrimonial. Lo contrario a esto, era lo desechable. Quien no se guardaba para su boda, difícilmente se casaba, una mujer que no era de “casa”, no era elegible para esposa. No renunciamos a esta manera de asumir responsabilidades, solamente queremos ser respetadas en nuestra manera de ser. Aceptamos que los comportamientos también evolucionan, y así, la liberación de algunas tareas que antes se denominaban obligaciones morales, ya las pensamos muy bien. Nuestros nietos, por ejemplo, no son nuestros hijos y los vamos a maleducar, y a nuestros esposos o parejas, no deben caérseles las manos por servirnos una taza de café, que resulta una porción mínima del tiempo que hemos empleado en servirlos a ellos. “Tampoco nos gustaría que se despersonalicen”. Prefiero que ante mis ojos no pase un hombre demasiado servicial, no lo respetaría. - No, concluía Isabel, que sean seres humanos comunes y corrientes. Que lo demuestren de otra forma-. - Es lo antinatural en ellos -O machos, o “chillones” aportaba de vez en cuando Cumandá, con alguna frase, como esta, que no era incorrecta, pero nunca se sabía si hablaba en serio. A Cumandá, no la tomábamos muy en serio. Su vida fue la única diferente entre nosotras. Además se pasaba escribiendo versos. 23


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“Tenemos que salvaguardar algo de estima para nosotras mismas”, -nos sugería Susana-, porque el tránsito a la siguiente meta, será una verdadera tortura, sin hijos, con la juventud concluida, con la pareja en un involuntario descuido sexual, y tal vez, buscando una mascota, para entregarle el amor perdido que nos, o les pertenecía. En el amor hay complementos: una mascota puede ser un plus o una llamada de atención. Alguien está reclamando amor o atención y no puede decirlo, el amor obsesivo, a una tercera cosa, es una desviación de lo que se desea para uno, una manera de atormentar o levantar celos en la pareja. Un recurso insensato o arbitrario. Es sano cuando los dos participan con la misma carga emocional respecto a esa mascota. Y era verdad, estábamos corriendo el riesgo de perder para siempre el rumbo de la convivencia. Tenemos que aceptar que una fase hormonal nos empieza a transformar a nosotras, en personas más masculinas y a ellos en femeninas. - Lo que no se vale, es pelearse- dice Sara. - Menos engañarse e inventarse un mundo como el tuyo - dictamina Isabel. Sara enrojece. - El rencuentro con la pareja olvidada y dentro de los mismo, cánones en los que se vivió por muchos años, es como para un artista la decepción de borrar un lienzo en el que puse empeño y que se volvió necedad en el camino-. - No es que sea para él artista imposible recrear la obra, más bien, es que necesita tiempo de hibernación la nueva idea y nuestras emociones se descarrían sin permitir ese descanso honesto-. - Se corre el riesgo que una situación cómoda nos puede atrapar por mucho tiempo y acumular resentimientos-. Le regalamos un aplauso, por fin Isabel ha disertado. Nos aclara la situación de Sara. Lo que dice Isabel, tiene sentido. Si vemos a Sara, entendemos que ella escapa, vive las tragedias de otras personas, se preocupa por las catástrofes, por el mundo entero para no mirar la suya. Hoy, por ejemplo, para no darle cara a la displicencia con la que en público la trata su esposo, tuvo algo idóneo en que trasladar su frustración: Cumandá. 24


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oco le faltó a Sara para llorar cuando se dio cuenta de que su amiga sudamericana traía “ojos de pulga”. Parecía que le hubieran pegado las pestañas con cola loca, para cerrarle los ojos y volvérselos diminutos.

Cumandá es alérgica a los zancudos y por eso en las noches cuando escampa y la humedad pare zancudos, ella se pasa con un trapo fustigándolos, como si espantara las mismas moscas que molestaban a las vacas durante la ordeña en el rancho de su abuelo. En cada zarpazo del trapo, con el que las ahuyentaba, escuchaba el latigazo de la cola de la vaca tronado, intentando espantar las pandillas de insectos que se le volvían insoportables al picarla. Los animales bramaban cuando los piquetes alcanzaban los pedazos de piel desprotegidos, en los que fácilmente se incrustaban las garrapatas. Cumandá se ha pasado cerrando ventanas, dejando que zancudos que se quedaron atrapados para burlar la obscuridad y atacarla, se le acerquen uno por uno y apenas le rocen la piel propinarles un manotazo... Ya tiene algunos muertos embarrados en su propia sangre, Cumandá y su a veces, “soledad”. “Abuelo ya Tengo quince años, no me importa andar descalza en los potreros, las niguas que lloran ante la aguja al rojo vivo que la cocinera trae directo del fogón para desinfectarlas, y extraer los puntitos negros que lloran por no salir de mis dedos; no me molesta beber hasta ver el fondo del vaso de a litro, la leche recién ordeñada; terminarme el cuajo que convida la abuela... Me preocupan los brazos de Félix el vaquero buen mozo, ordeñando 25


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las vacas, me inquieta esa risita nerviosa de todas las empleadas y nanas que traemos de la ciudad que cuando lo ven, actúan como si jugaran a las escondidas... Me resulta inverosímil ser una de las pocas primas entre ese batallón de hermanos y primos porque sé que voy a entenderlos demasiado y por lo tanto, nunca sentir que son diferentes a mí, me alegro porque ya no compito con ellos por no ser varón, como cuando era chica, y me molestaba que orinen directo en cualquier árbol o rincón, pero sé que estoy desubicada en ciertos comportamientos, y aunque me dicen mis patriarcas que mis derechos y obligaciones son diferentes, dentro de mi conciencia ya está establecida la marca de inconformidad: ¡Seré libre por siempre!. Ser bella era el banquete más preciado que una mujer de quince años podía tener. Cumandá era la candidata perfecta, para el matrimonio perfecto, pero la imprudencia genética de una inteligencia especial, le cambio para siempre el panorama de la familia perfecta. Ahora entiende que por eso huyó aunque ella siempre pensó que fue el destino el que decidió por ella. Leer los libros que dejaban tirados en cualquier lugar sus hermanos, leerlos a escondidas, y aunque se estuviera más enterada que ellos, no atreverse a desafiarlos con preguntas, menos a demostrarles sus errores, fue el arte que aprendió para sobrevivir. Sabía que muchas veces planteaban hipótesis absurdas, pero el poder de ser emitidas por hombres las volvía aceptables. Ahora, tratamos de ayudar a Cumandá, cada vez que regresa de su país, para recordarle que está en su otra patria, y debe aterrizar con una noción diferente de tiempo, memorias, recuerdos. Su corazón gitano, a veces, no sabe a cuál patria llorarle; A las dos, las quiere ¡tanto!, a ninguna podía quitársela de encima en los recuerdos. Por eso, las huellas mnémicas de la memoria la traicionaban, eran el péndulo del pasado al futuro, se mecían como hamacas levemente impulsadas en vilo por los sueños, a la hora de la puesta del sol, en el patio de la finca de su padre... - ¡Sara no me toques!- Cumandá se asusta interceptada por las manos de Sara que la tocan por el cuello, y la obligan a claudicar de sus pensamientos. Sara, extrae apresuradamente de su bolso que más parece maleta, ungüento para las picaduras de los zancudos, no sin antes vaciar sobre la mesa todo lo que trasporta y que es inimaginable: tiras de papel blanco, recibos de los supermercados llenos al reverso con números telefónicos, correos electrónicos, peines, pintura barata para ojos, rímel escurridizo de pestañas, lápices labiales, un rosario, propaganda del día, cupones para desayunos, entradas libres a espectáculos, chicles trident, toallas desinfectantes para las manos, gafas, lentes binoculares, pomadas, un teléfono celular antiguo, y lo 26


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que provocó nuestra carcajada.: el teléfono inalámbrico. - ¡Dios mío!, ojala no me descubra-, exclama, -si me descubre me mata y no veré el asteroide Apófisis en el 2029-. Nos reímos sin dejar de observarla aterradora bolsa inmensa culpable de tantos accidentes; tumba niños, quiebra vasos aquella bolsa con la que un día por accidente, derribó a un niño que pasaba por el café de la mano de su robusto y amenazante padre. Al unísono, nos pusimos de pie para auxiliarla ante la mirada retadora del hombre que levantó en vilo a su hijo del piso, como si levantara una lentejuela, para en acto seguido mandarnos una mirada retadora misma que se fue tornando indefensa y se apaciguó completamente cuando vio que su hijo estaba a salvo, que no hubo mala intención, y agradecía los chocolates que Sara sacaba de su bolsa sin fondo.. Cumandá la mira con gratitud y parece salir de su disonancia cognitiva -Gracias- dice, -pero quiero que lo haga mi abuela, mi mama, mi hermana. Recuerda ahora a la abuela materna, meciéndose en la silla de esterilla, la del equilibrio, la que les encantaba a los nietos. La abuela con la cabeza descansada en el respaldo de vacíos romboides de esterilla bien tejidos, pensando en que probablemente le va a faltar el pan nuestro de cada día. De pronto, el milagro ocurre, y su hijo el coronel, sube las escaleras viejas, haciendo tronar las botas, chirriar las hebillas pegadas al cuero brillante, anunciándole que las premoniciones de su corazón se cumplían... el coronel si tiene quien lo quiera, ella y sus brazos diminutos, las lágrimas confundidas en alegría, tristeza, el abrazo que los confunde, el coronel inclinado sobre la cabeza cana, el coro de los tordos y las chirocas a las que ella enseñó a entonar con solemnidad el himno patrio. La abuela materna tendría para comer ese día, Cumandá estaba a salvo!, podría jugar con las muñecas de trapo que ella le cosía. “Si, pero Sara es casi todo eso”, piensa de inmediato. Se sosiega. Rompe el lazo del recuerdo antes que la estrangule. Se interesa en la plática nuevamente. Cumandá sufre de una disociación mental que le atribuimos a todos los problemas que se le han venido encima, además de haber perdido a su esposo, y vivir en nuestro país casi toda su vida, el asunto de viajar cada tres meses a unos de los países donde tiene raíces, no le permite establecer el lugar donde se ubica. A veces tenemos que recordarle donde está al principio de la plática, 27


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Cumandá, México Cumandá Ecuador Cumandá U.S.A. - Sara, te vamos a golpear la cabeza contra la pared más a menudo, dicen que eso quema ciento cincuenta calorías-. Habla Isabel quien tiene siempre algo apropiado para amenizar la charla. - No hay duda que tienes cerebro de estrella de mar, le contesta Sara. - ¿Tan pequeño? - Ninguno. Las estrellas de mar no tienen cerebro. - Nos reímos a gusto. - Te voy a mandar a la constelación austral de tucanes, Sara, le dice Cumandá. Suponemos que lo que quiere es mandarla lejos, al diablo, como diríamos los lojanos, a la chin... como dirían los mexicanos, al infierno, como dirían los norteamericanos. - Ustedes se van a sorprender, nos dice Susana, cambiando de tema. Me confiscaron la licencia de manejo-. - ¿A ti?..-.pregunta Isabel, a sabiendas de que a Susana jamás se le podría asumir un error de esa naturaleza ya que es muy ordenada. - Todo iba bien, y aunque debo reconocer que al principio, me alteré. Por un momento yo misma no supe lo que hice. Cuando el policía se me acercó, empecé a entender todo. S: era cierto. Me adelanté al cambio de luz de un semáforo. A la altura del club Alpha, me detuve en un semáforo que estaba en rojo. La flecha que daba salida a la izquierda también estaba en rojo. Me quedé esperando el cambio a verde para dar el giro a la izquierda, no sin antes fijarme que estaba despejada la vía. Una de esas veces que uno calcula mal, y claro, me paso el semáforo-. - ¿Tu ?- volvió a pregun tar Isabel. - Sí, eso puede sucederle a una perfeccionista como yo... nos cachan en el primer error. La patrulla que me estaba acechando, para completar la cuota del día, se me coló atrás, me obligó a detenerme Lo hice y mientras el policía me infraccionaba, mostrándome una boleta; de quien sabe dónde, sale mi defensor gritándole al policía: “Perro, te metes con la señora porque es de edad. Lo que quieres es lana para las “chelas”. De inmediato dirigiéndose a mí. Como si me conociera de toda la vida, me dijo: 28


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- ¡Madrecita, dele para los chescos y ya!-. El hombre seguía refiriéndose a mí como si fuera muy conocido, y al notar que el policía insistía con la infracción, lo retó. - Conmigo entiéndetelas , perro cobarde- le repitió crispando los puños. Me sorprendí, al principio, pero actué como si no estuviera enterada de semejante vocabulario, menos de que un hombre desconocido saliera a mi rescate. Mis intenciones, eran transar con el policía como siempre me han platicado, y yo jamás hubiera admitido, pero así son las tentaciones dé la carne, sobre todo en casos que uno desconoce. Con toda seguridad, las intenciones del policía eran las mismas, pero en vista de que el hombre lo seguía retando detrás de la malla alámbrica, y me defendía como si me conociera, empezó a levantar la infracción-. - ¡Tarado!, ustedes si aunque maten nadie los vigila. Continuó retando en voz alta-. - El policía, selló la boleta con su firma, arrojó el papel con copia para el usuario, sobre el asiento delantero del coche, dejando la puerta abierta, y fuera de control, con los pelos parados de furia, caminó de prisa hacia el retador, sin dejar de proferir insolencias no de menos envergadura que las de mi salvador. Cuando alcancé a escuchar que le decía al hombre que “no tenía inconveniente en liarse a golpes, si tan macho se creía” y firmemente dirigirse hasta donde estaba el pleito, sin otra alternativa, mientras ellos seguían el curso de la pelea,- mi salvador, detrás de la malla, el policía ordenándole que salga para ver quién era el más macho, recogí la infracción y hui. Llegué a casa algo nerviosa y un poco emocionada-. - ¿Emocionada? Preguntó Cumandá, dando la vuelta a la hoja de papel en la que escribía versos, y que ya le tenía llena. - Efectivamente. ¿No comprenden que en años, nadie se ha peleado por mí? ... Se soltó una carcajada y nosotras, duplicamos nuestra cuota de risa. Pasado el acceso, nos secamos las lágrimas de histeria y con seriedad, entramos a filosofar sobre varios temas. Sabemos que en la selva de asfalto, la vida humana no tiene garantías y los riesgos que tomamos son absolutamente nuestros, en contraposición con la jungla de los animales en donde ellos saben exactamente de quien cuidarse para sobrevivir, en que terrenos competir, desafiar o esconderse y quien será la única víctima de la manada. Nosotros que entendemos y analizamos esta teoría de la “selva de asfalto” 29


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estamos sentenciados a nunca acertar de qué conocido recibiremos la puñalada por la espalda, porque el asecho en el que vive el ser humano es impredecible y constante. Y si no existe una paz permanente dentro de cada ser humano es porque siempre estamos de algún modo en guerra permanente, sea con nosotros mismos o con los demás. Nos aferramos a un mundo beligerante eco de los traumas de la infancia, los dolores que no entendimos, los miedos que no nos explicaron y cuyas apariciones tuvimos que irlas dejando atrás con solitario esfuerzo, sin asumir que si no nos deshacemos de esos miedos, siempre serán fantasmas que tarde o temprano tendremos que matar, aunque la creencia o el dogma, o el pensamiento analítico, que debería ayudarnos en este intento, no existieran. - Si no fuera porque toma tanto tiempo, entenderlo-, refunfuña, Isabel… - Todo está contextualizado, explicado, pero las experiencias son individuales y la manera de enfrentarnos a nuestros problemas también, pero te aseguro que nadie se va sin pagar el tributo. Yo he pagado uno por uno mis errores-, dice Clementina. Mientras compartimos historias, vemos con claridad que aunque las soluciones las teníamos a la mano, al momento de aplicarlas, hicimos caso omiso de las opiniones objetivas de los que bien nos querían. La necedad, el orgullo, impiden, ver con claridad y preferimos el camino del sufrimiento en esa actitud que nos hace diferentes de cualquier otro ser viviente sobre la tierra: toparnos contra pared y que la experiencia nos pase la factura. El masoquismo siempre nos traiciona, la réplica del “valle de lágrimas”, ¡la vida no debió ni debe de haber sido un “valle de lágrimas”! Hay en lo profundo del ser humano ese reto a cambiar los resultados que ya han sido comprobados hasta la saciedad y aunque suene ilógico, volvemos a intentar aplicar las solucione que inventamos, utilizando nuestras sabias y a veces humillantes fórmulas cuyos resultados negativos, nos vuelven un poco ariscos, silenciosos, desconfiados. De allí que cuando alguien dice que el hombre es el único animal que se tropieza más de dos veces, asevera una verdad absoluta. El primer tropiezo es por error, el segundo para asumir ese error como un acto de libre albedrío, de soberbia o de responsabilidad heroica con uno mismo, el tercero para justificarlo y demostrar que se puede vivir muy bien con ese error aunque en el fondo, sabemos que es lo contrario.

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Con suerte habremos aprendido que mientras más miremos para atrás, o nos empecinemos en no reconocer nuestros errores, menos, tiempo tendremos de ubicarnos en el presente y por ende en la rectificación de los mismos. Nuestra vida como seres pensantes, es un constante reto a lo desconocido y arriesgando poco o a veces mucho, probamos nuestra fuerza interior que es como una cuerda tejida con fibra de paciencia y la única seguridad en la que nos podemos sostener, para conseguir nuestros propósitos: perseverancia y quebrantamiento de la voluntad. El juego al azar es tentador, nos convierte en sembradores de sueños y a veces en poseedores de conquistas. Solo los sueños pueden lograr, lo imposible. La inteligencia con el atisbo del raciocinio, es la pauta que nos salva de nosotros mismos y en un momento determinado, nos devela la única verdad objetiva en la vida: La vida es un juego y seremos más acertados si descubrimos a tiempo, el lugar que ocupamos en ese juego, sin dejar que este descubrimiento nos deslinde del privilegio de la esperanza, ejercicio de la libertad, humanidad, albedrío. Las contrahechuras de la vida nos abruman cuando algo nos impele de nuestra comodidad hacia un vacío en el que para salvarnos, tenemos que cambiar de estrategia y hacerle frente a un nuevo reto. Vivir es mantener el reto de cruzar el camino sin entorpecer la vida de los otros. Que fácil parece, ¿Verdad?... De allí que los cafés se hayan convertido en consultorios populares más confiables que los establecidos, porque nos fiamos de la experiencia, proponemos comparaciones sanas con gente de nuestra edad o situación social que trae los mismos problemas cotidianos. La diferencia es que en nuestras pláticas en primer lugar, contamos con un grupo que aplaude, estimula y concede, que puede llamarse la primera instancia después de la familia más cercana, en segundo lugar, estamos conscientes de que asistimos a intercambiar información sin compromiso y tercero, si no logramos una solución la catarsis ya está dada.

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espués de las risotadas que nos produjo el escape de Sara a quien nos la imaginamos en primer lugar, catapultada de una nave nodriza, con los ojos aun incendiados de las ultimas luces ovnis, con un pie atorado de alguna esquina de la ventana, cayendo de cabeza sobre su humanidad, haciendo algún ruido catastrófico (que nadie iba a escuchar) Y por qué no, quebrándose un hueso, e hiriéndose seriamente, leemos el libro que nos trajo Clementina. Señalamos algunas frases que se relacionen con el tema de “Cómo someter a un caballo viejo que ha perdido la idea de su viaje, de su estancia en la casa, sin el que sería imposible vivir”(muy fácil heno suave, avena caliente, paja limpia en el retablo, cama con sábanas de franela, un buen suavizante de telas, para añadir a la comodidad del lecho, colapsarlo con un buen champurrado de chocolate y galletitas de canela). Cualquier programa de televisión que no demande ni cambiar de canal, y unas cálidas buenas noches, un beso en la frente la amistad para siempre... que confortable... El tema se me ha quedado revoloteando en chispazos en el cerebro mientras arreglo mi maleta de mano, despido de beso, de mis amigas y ocupo el asiento delantero que me han reservado para trasladarme cortésmente al aeropuerto. Mi vida se ha convertido en un viaje sin paradero. En el avión, me entretengo con el recuerdo fresco de mi hijo, nuestras visitas a la biblioteca de Pittsburgh, en medio de un crudo invierno, el año pasado. ¿Que pasara ahora con mi nueva visita?...

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Observo las manos largas de mi hijo el campeón y pienso que para las madres los hijos no crecen, los imaginamos nuestros poseyendo el recuerdo desde que nacieron, y presiento que esto, es hasta la muerte, aunque cubramos ese amor con muchas máscaras, para evitar despertar inquietudes de los que los aman, los controlan, son participes de esas vidas ya no nuestras. El brillo de sus medallas y trofeos macizo como la fuerza de los triunfadores, el quebrantamiento inmediato de la distancia que en el momento con una mirada se vuelve cotidianidad. Atento sobre el volante, respuestas en monosílabos, su deseo de adoptarme. Sabe que estoy en una edad completamente lejana a la de él, lo relaciona ahora, que es padre, de mis nietos los pequeños intérpretes de Mozart y de Beethoven. Miro hacia afuera. Es tan duro el frío sobre el cuerpo de los árboles... La nieve los han despojado de sus vestiduras y han quedado como uno debe de quedar en aquel juego de “estatua de mármol” en el que cada jugador debe respetar la posición en la que fue sorprendido. De pronto, una voz interior me advierte: “El que se mueve no solo no sale en la foto; pierde el juego”. Esta frase, mexicanísima, ante el silencio del paisaje y del conductor empeñado en manejar con cuidado, me conduce a caminar imaginariamente, doce cuadras desde mi casa al portal de Puebla, sentarme frente a su catedral, única tan solo parecida en su diseño a la de San Marcos en Perú. Mi pensamiento ahora se embelesa, con el recuerdo del olor de los arboles vetustos, cerca de la fuente de San Miguel que brota agua limpia. En cada país la vegetación es diferente como las personas. Bajo la cordillera los Andes, en Ecuador, la vegetación tiene un color verde obscuro en el lomo de las montañas, verde caña en las praderas. La consistencia del suelo es diferente, de gran grosor, fertilizada por la misma naturaleza, su olor límpido de tierras menos explotadas. Hablando de cualquier país dentro de la gran cordillera andina, hasta el centro de México, es recurrente la historia de las culturas mesoamericanas, autárquicas, mágicas, cuyas referencias astronómicas indujeron a que las ciudades sean construidas hacia el oriente para no recibir ni mucho frío ni mucho calor. Vislumbro en el zócalo, implantada la monumental catedral, con su campana María, elevada por los ángeles custodios. Abajo en el primer cuerpo, diez campanas. 33


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La elevación de la campana María a tal altura con un peso de ocho mil quinientos diez, kilos, que sólo podía ser adjudicada a los ángeles, porque los que pensaban en extraterrestres, no lo se atrevían a proponer sus teorías. La Catedral, descrita en los sueños premonitorios de fray Garcés, fue concluida, con la perseverancia del trabajo de más de doscientos años de construcción, y entregada a los poblanos por Palafox y Mendoza constituye un desafío histórico que comprueba, que los sueños no tienen límites... Es apacible el silencio de los túneles trazados en las entrañas de la Catedral Angelopolitana, y conectan a los principales edificios de la ciudad. En ellos, hombres indígenas jóvenes, aportaron con su vida y fuerza de trabajo para socavar mil ojos a la tierra. En estos trabajos subterráneos, entregaron además del tributo de su trabajo, sus propias vidas, como condonación de deudas de sus familiares o propias. No lejos de esta imposición estaba la de los huasipungos en Ecuador construidos en las haciendas en las cuales se eternizaron generaciones de indígenas al servicio de los patrones. Hoy la humilde huachimania, rememora los despojos de una historia que significa una herencia inacabable en perjuicio de los pobres. El golpe de la conquista, fue mortal. En las calles, los comerciantes de obsidiana, vidrio volcánico fundido de la masa magmàtica de jade, pasean sus chucherías ante los ojos curiosos y a veces displicentes de turistas extranjeros, nórdicos, que por supuesto no compran nada, excepto posada y comida, necesidades que las resuelven comprando en los Oxos, pan de caja, jamón queso amarillo y mayonesa para no gastar en buenas comidas, probablemente hasta encontrarse con algún o alguna incauta que les ofrecerá hospedaje gratis, por ser tan lindos y güeritos. Estos turistas, son diferentes de los turistas de América latina, sin referirse a ninguna clase social en específico, y que son los turistas que saben viajar, que además de compartir raíces, hablan el mismo idioma, compran, hacen trueque, son generosos unos con otros. Junto al Palacio Municipal, las mesas de corte afrancesado indican la otra parte de su historia nacional, recuerdos del Porfiriato. Algunos citadinos orgullosos platican en voz alta sobre la heroica batalla de Loreto, del joven General Ignacio Zaragoza, que recuerda una época en la que los héroes si existían, se jugaban la vida y la perdían muchas veces, a edad temprana. Para ellos, la patria era primero, no como una consigna que se 34


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simula a gritos desde un balcón, el día de la patria, ser soldado en una batalla era una misión que ennoblecía. Los franceses fueron derrotados a manos de los soldados mexicanos cuyos generales sentaban ejemplo al entregar victoria para su Patria o muerte en su intento. Su testa sólo hacia la venia a la nación, al gobierno y al jefe en mando de las tropas. Puebla Vestida de gloria en los Fuertes de Loreto. Los cañones con sus montajes que aún se exhiben. La batalla contundente que marcó la historia el 5 de Mayo de 1863 coincidente con el día y el mes de la muerte del Gran Emperador Bonaparte. Recorrer la historia con solo cambiar de pensamiento, es como cambiar la página de un libro ya leído, que a veces re hojeamos, Ese don de los humanos, me lleva enseguida, a ubicar el espíritu de Carlota, la archiduquesa y de Maximiliano de Habsburgo, Emperador más por amor, derrotado en la locura de Carlota. Rondan los espacios tranquilos del jardín Borda en Cuernavaca. El a veces imperceptible chasquido del agua, en el solemne remanso, imita el roce de los vestidos de seda de ella, entre los jardines húmedos. Hay una energía tibia que emana de los muebles cercanos a la cama matrimonial, donde el amor sigue intacto sin esperar respuestas. Maximiliano, obsequiado con un imperio al que nunca impondría su corona. Suspicazmente desplazado por su hermano, el emperador de Austria y Hungría, quien en alianza con su madre, inventaron una corona para el hermano incómodo, aventurero, designándole un país del que no sabía nada... ¡Y cómo no dejar que la memoria salte a las marimbas en el centro de Veracruz! El café de « La parroquia” donde la gente espontáneamente se levanta y baila, gesto que podría considerase fuera de orden entre la gente del norte del hemisferio introvertida, cautelosa. Pero la nieve me atrae, me regresa a mi sitio físicamente, ya estoy con la chamarra enfundada hasta la nariz. La blancura de la nieve es infinita. Volteo a ver a través del cristal de la ventana del coche. Todo un esplendor ígneo. No es un mito cosmogónico, es la máxima expresión de los contrastes. Se puede apreciar los árboles cuyas siluetas agraciadas se han quedado como estatuas de marfil en una danza perfecta, como la del bailarín que en su clímax, controla hasta el último músculo y tendón del cuerpo. Miles de brazos tornados hacia el cielo, unificados en el momento en que 35


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fueron sorprendidos por las bajas temperaturas, convertidos en extensión de nieve, enmarcados por tejados de los que cuelgan estalactitas en formas puntiagudas, transparentes, como si innumerables gigantes hubieran suelto todas las lágrimas retenidas en muchos siglos. Una danza de fríos invernales en la que las figuras jamás pierden su postura erecta, su estilo de troncos delgados sin hojas, pegados unos a otros, como un ejército desfilando capturado en una soberbia fotografía, solidariamente intuyendo que protegiéndose unos a otros, podrán sobrevivir, seguir marchando sin notar quien cae, compartiendo el poco oxígeno que en invierno la naturaleza les provee, ellos como sus habitantes luchan desenfadadamente por vencer el clima. Imitan a esa raza guerrera cuyos pioneros aceptaron el castigo de la naturaleza a cambio de la libertad.

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VII

D

urante el trayecto, para respetar el silencio de mi hijo, abro mis notas en el phone, no quiero discontinuar mi obra.

Salta Cumandá con su extraño perfil ortodoxo, de misa diaria en latín, ayuno, abstinencia siempre. - Ave María Purísima-. - Sin pecado concebida-.

La extranjera Cumandá, se confiesa

- Si hija-. - “No puedo ser su hija porque usted tendría usted, ser Matusalén y he nacido en Sudamérica-. Cumandá piensa, sabe que ha entrado en sus crisis de exilio. - Padre, odio a alguien... Loquería. Ahora creo que lo odio y sé que eso no es cristiano. - Me deja su porquería en las alfombras, está esperando que yo salga para cumplir sus venganzas, no era así. Se lo digo con el alma entristecida. Ahora, es posesivo, despiadado. ¿Y tú crees hija, que de pronto ha ocurrido eso?.. Estoy seguro que no, 37


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siempre fue el mismo, humanízate, recuerda cuando lo tuviste entre tus brazos, y era tan tierno...tierno, (susurra)-.Y, dime si me equivoco- continua, esperando una respuesta -Acepta, hasta su pie chueco te gustaba-... Es cierto, por eso ella lo deja que siga hablando... - Son los ciclos de la vida, hija, ahora ya tienes menos fuerza y menos paciencia, olvidas la sabiduría de la tolerancia. Es la hora de tu verdadero sacrificio-. Cumandá creía en este sacerdote, uno de los pocos que había salido impoluto en su ejercicio de castidad, no le constaba, era cierto, pero en un pueblo pequeño no es necesario comprobar las malas noticias. Aquella castidad que para algunos seres humanos es innata como lo fue para algunos de los seguidores de Cristo, no era el simulacro de un sacrificio castrante que se hubiera impuesto contra la naturaleza humana. Era un don que con el tiempo si fue utilizado como maniobra de supervivencia económica para la iglesia católica. Por medio de la castidad se evitaba la descendencia y las herencias se quedaban dentro de las congregaciones. - ¿Tengo que vivir con un iliterato? piensa ella, ¡vaya destino! ¿Hablar en mi lenguaje florido a un impertinente? Y se responde a si misma: “lo he intentado” pese a que la intención resulte efímera hasta que me brinca a las panty medias cuando estoy lista a salir (y por seguro son las únicas panty medias en ese momento)... pero... No cabe confesar eso... “Usa pantalones hija”-, le contestará el sacerdote. - Claro piensa y “debajo de estos, me pongo pantaletas o calzonarias o bombachas, chones, tangas”,- le quiere dar un ataque de risa. Cumandá, siempre en la fina tela que define la sanidad de la locura. Pero esto, es real, el idioma nos juega trucos. Cuando uno va a otro país una indumentaria femenina pueda llamarse de diferentes maneras mientras que para la ropa interior del hombre hay pocas voces o quizá la universal: calzoncillos. A veces hay palabras cuyos significados nos desconciertan. “Hay muchos bichos aquí” le dijimos a la amiga paraguaya que nos visitaba en México. Se sonrojó hasta que por evitar que repitamos esa palabra, nos confesó que bicho en su patria, quiere decir pene. “! Entonces abran las ventanas-¡exclamó Tania!” y claro, imagínense el panorama. 38


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Cuando le hablamos de “lavar trastes”, la paraguaya en correspondencia a nuestra burla, se soltó una sonora carcajada, claro en su país traste es culo, pompa, nalgas, asentaderas, trasero. Ahora ella se rió a gusto de nuestra ignorancia porque lavábamos los trastes antes de salir de casa. Le recordé entonces a mi amiga paraguaya que gracias a mí, no tuvo problemas en el mercado cuando buscaba “mamones” en vez de papayas, ¡mamones! Escuchar a mi amiga ecuatoriana pidiéndole a su guagua (bebé) que se le bucha, o sea, que se le monte sobre la espalda, que se la change, o sea, que le dé un abrazo de piernas, que cuidado con chucarse, porque si uno come o bebe de prisa se chuca y si no pasa el trago puede amoratarse, es entender otro idioma de culturas inacabable. El lenguaje, delataba a las montubias convertidas en capitalinas, quienes eran tímidas, temerosas de que en su vocabulario surja alguna palabra quechua, delante de otras personas, porque temían ser juzgadas. Cumandá nos platicó sobre su vecina que emigró a la capital y le robó la identidad de ella y de su familia para progresar, y cuando la visitó en un departamento muy de lujo, su esposo empezó a llamarla con los apodos familiares que a Cumandá le habían dado sus familiares: “Chinita”, Yayita”... El susto de ambas ante aquel encuentro, se convirtió en un silencio de complacencia mutua-. Las damas no tenían por qué salir de su ciudad natal a otros lugares. “El pan caliente en su casa se vende”. Recordó Cumandá e íntimamente se sintió alegre de haber sido plagiada para tan buen fin. - ¿Ya hija?... Te voy a absolver-. La voz susurrante del sacerdote la vuelve a su realidad. A ella le quema la oreja que tiene pegada a la malla de la ventanilla del confesionario. Aterriza. - Solo algo más padre-, añade -no me absuelva con tanta culpa encima, “Cuando cierro la puerta y salgo, ya no lo odio tanto”-. - Escucha hija-, le contesta un poco molesto, -cuando hablas así de tu marido, escupes al cielo, no lo vuelvas a hacer. Vete en paz-, agrega- Reconcilíate. ¡No mereces ni penitencia!...-. Mientras el sacerdote la bendice, ella, se espanta... ¿“Marido?.. Hablo de mi gato’’-. 39


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Se calla, se retira, el sacerdote no podrá violar el canon 983 de Derecho Canónigo cuya confidencialidad, nunca ponemos en práctica las mujeres. Ahora que ella ya puede ver al sacerdote cara a cara, se enfrenta a un ser igual. El hombre casi anciano, delgado, esquelético, estira las manos y le envía una lluvia de bendiciones en la frente. Cumandá mira los dedos inmensos del anciano, las manos con la piel delgada, arrugada. Se mira y compara las suyas maltratadas por el trabajo de la casa. Ella prefiere las bendiciones que le da el cura, a las de cualquier cristiano iluminado, que dice tener credenciales divinas y ensoberbecido, se deja besar las manos de los ignorantes, permitiendo que esa gente humilde, se postre de rodillas. Cumandá, camina hacia la puerta, la alfombra roja se figura tan larga como si midiera cinco mil seiscientos metros, pesara cuarenta y siete toneladas y hubiera sido tejida por mil trescientos iranís. Se detiene, se arrodilla, se cubre la cara con las manos, musita el padre nuestro, recuerda a Jesús su único amigo, presente en el ahora convento del Pater Noster, Él es el hermano en el que si cree, el mismo que nos enseñó a rezar el Padre Nuestro. Se siente inmiscuida en un país que no es el suyo y sin embargo le parece tan suyo, piensa que si Jesús hubiera sido latinoamericano, y hubiera vivido en otro país que no era el suyo, también sentiría esa sensación de forastero, porque la tierra no es el mundo que gira alrededor del sol, con un puñado de seres humanos que la habitan, sino una división de gente que lo único que tiene en común es la mirada en los ojos y el mismo boleto para el viaje en el tren donde en cada estación perdemos un amigo. La torre de David cerca del puente de Jaffa, único recuerdo del sepulcro. Siente los pasos de los Hebuseos, Hebreos, hermanos de espíritu. No quisiera salir nunca de este remanso, aprovechar estos instantes, porque teme a esos momentos en los que sentirá que está padeciendo la disociación ideo afectiva del siglo XXI. Teme racionalizar los afectos, pasar por alto los sentimientos en su afán por resguardarse del mundo que la reta, la torea en una arena improvisada. Teme que en ese laberinto de soledad, sus venas empiecen a congelarse como les sucede a los Salvatruchas, quienes, caen en histerias o psicopatías, se deshumanizan y jamás reconocen el mal que han hecho, por el contrario, lo estampan en cada uno de sus tatuajes. (Si, si quiero a mi mishico, mi gato viejo, mi amenaza continua desestabilizador de caracteres, destructor de muebles, de zapatos y chamarras de piel de...). 40


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- Gracias Sara, musita Cumandá ante el olor del ungüento que se diluye en el aire con olor a campo, mientras aterriza de nuevo en el escenario del café. Los remedios caseros, la timolina, el té de borraja, de toronjil, de manzanilla, hierba santa, el médico familiar, los vecinos que se instalaban cuando alguien estaba en apuros, olvidando rencillas, era la parte mágica de la infancia. Todos éramos una sola familia. Nuestros hermanos mayores se negaban a salir a estudiar a la capital cuando después de sendas despedidas por parte de nuestras madres a quienes se les permitía llorar a gritos, se daban modos para regresar en una semana o dos, haciendo verdaderos berrinches, porque nada era igual a estar cobijados dentro del hogar y una ciudad que les pertenecía. Regresaban ante el gesto taciturno de los hermanos menores a quienes ya les habían cedido el derecho de una cama limpia, una bicicleta usada, un escritorio, hasta un lápiz. El tema del progreso no era suficiente como para desprenderlos de sus raíces. Tania le pasa a Cumandá el capuchino caliente que ha pedido. Lo asienta con un poco de fuerza, sabe que tiene que despertar a Cumandá. Desprenderla del planeta que a veces inventa, cuando regresa a su calidad de exiliada. Cumandá cae de sopetón en la realidad se siente observada como si Clementina apuntara sobre ella con un telescopio especial un hubble viajando a veintiocho mil kilómetros por hora, es más se siente como la galaxia ml04 en el catálogo de Messier a veintiocho millones de años luz, pero en ese instante descubierta por el ojo gigante. Tania ahora sonríe, su cabellera rubia, le cae sobre los hombros. Está pintándose de canas blancas que le dan un tono especial. Las canas son como las auroras boreales, el resumen de la belleza y edad de los cielos. - Me alegro que no tenemos que huir de nuestros problemas-, dice Tania, quien precisamente tiene el problema de haberse quebrado un hueso de la pierna derecha.-Nunca seremos esclavas de ellos-. - Nos llamarían maroonson si huyéramos de ellos. Dice Clementina. - Las infamias de la sociedad colonial han sido superadas-, añade Isabel, -ya ni los españoles actuales en la Madre Patria quieren celebrar el día de la conquista, también ellos saben que la conquista fue uno de los genocidios más grandes de la historia, si no el mayor. Un esclavo que huía hacia su libertad era llamado maroonson. Un maroonson que fallaba en su intento, era exterminado, colgado, atravesadas 41


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sus costillas, expuestos para escarmiento de los otros. Sus mujeres se negaban a tener hijos para que no nazcan esclavos. Pasando a otro tema, ‘dice Sara, santiguándose,” Que creen ustedes sobre preferencias sexuales. En nuestros tiempos poco hablábamos eso, ahora cualquiera lo hace. - La homosexualidad y el lesbianismo han despertado un doble juego y es el de la moda-. Isabel inmediatamente se aferra al tema. - Muchas veces los homosexuales o lesbianas, no son realmente lo que dicen, pero lo dicen, para llamar la atención, acomodarse económicamente, protegerse, repuntar en algún ambiente social que ya lo tiene ganado su pareja-, sugiere Tania. Individuos con existencia mediocres o sin menor importancia por sus cualidades morales, intelectuales, como honestidad, disciplina, trabajo, han encontrado una manera de llamar la atención declarándose en tal o cual bando, tratando de lograr que “su chicle pegue” y ya no sabemos si la proliferación es por declararse dentro de ese contexto sexual, para apantallar, beneficiarse de sus consortes o parejas, económicamente o realmente pertenecen a este grupo. Digo esto, porque en el reino vegetal el hermafrodismo es un fenómeno alternativo, claro que puede suceder esporádicamente. Incluso a falta de machos, en el reino animal, se producen mutaciones de sexo para proteger las especies. - Es admisible, nuestro chip discriminatorio del siglo pasado, puede abrirse, siempre y cuando los heterosexuales no resulten los “raros”-, dice Sara. Reímos, nuevamente ese epilogo de sanidad, soltar la risa a campanadas. - Si un homosexual es congruente con su genética, está dentro del parámetro de lo normal. Después de todo resultan un apoyo a la madre naturaleza cuando hay demasiados niños con hambre en el mundo, son útiles en el balance demográfico-. ¡Vaya! Isabel, ha dado cátedra sobre el tema. Nos desprendemos de la conversación que por seguro, no nos llevará a ningún acuerdo. Cae una carta sobre la mesa. - Mándame un David-, dice Tania (espadas) -Yo un Alejandro. - Magno (tréboles)-. 42


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- Por acá, un Cario V (corazones)-. - Yo me quedo con Julio Cesar. Aquí, ni los comodines son damas-. Las cartas ruedan sobre la mesa, Cumandá, huele aquel plástico con dibujos y funciones aritméticas, que entretienen al cerebro y le permiten fugarse en un momento de olvido. Sabe que en su país en los eventos como este, las mujeres se reúnen para pasarse las noticias del pueblo pequeño. Todos saben lo que les sucede a todos y los cuentos de Macondo realmente son verdaderos. A la leve e ingenua mala intención que puede existir en la crítica, sobrepasa el amor verdadero a la persona que en ese momento está prestando su reputación para ser motivo de esa crítica. A la par la música nativa triste con melancolía de montañas fluye en el ambiente. Cumandá ha conquistado la voluntad de uno de los meseros para que le pongan en el aparato de sonido, un compacto de música andina. Cumandá no juega, escribe: “... He pagado el peaje el agua que no bebí, la felicidad que sin buscarla me alivianó el camino. Y también.. he pagado con creces haber bordado con mi estambre de amor redes para atraparte vulnerando el recinto sagrado de mis besos, sólo para que no te fueras” Cumandá nos ha repartido en una hoja sencilla de libreta espiral, uno de sus poemas escritos con aquel lápiz amarillo que se va reduciendo ante la boca del sacapuntas que ella siempre lleva consigo. Nosotros lo guardamos como el postre para comer en casa.

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VIII

M

iramos al cielo que está descargando nubes grises. Los paraguas se abren buscando cubrir nuestros cuerpos mientras emprendemos la huida al coche. En la tarde, la lluvia habrá penetrado todo, y con el cambio climático no sabemos si caerá en verdaderas bolas de béisbol granizado o en pequeñas ráfagas de hielo que no afectan la temperatura, por lo cual, resultará romántico pararse detrás de un ventana desde donde se puede ver al agua correr sin ser detenida en sus cauces, sin tener que vengarse del hombre a quien se sometió por siglos, aportando para las cosechas, en ese entonces, sin negarle su fragilidad cuando se resignaba a ser cercada. Sin refutar a quienes le obstruyeron los cauces difamándola, culpándola de los tsunamis, de los desbordamientos, de las muertes de tantos seres humanos cuyas vidas llevan implícito el riesgo al aventurarse a edificar en los lugares letalmente peligrosos, porque nacieron pobres, indefensos ante la podredumbre y riqueza de los grandes, ahora dueños de sus tierras usurpadas en las que edificaron hoteles y edificios con los que a su vez, pisotearon el recuerdo de sus antepasados. Entubándola para servir en los jacuzzi del placer, apartándola de los campos agrícolas, negociando con la pobreza. Obligando a los campesinos a huir para vivir en jaulas dentro de la gran urbe y a sus hijas a prostituirse o terminar de sirvientas disfrazadas con delantales de nanas, en las casas de los que pujan por alcanzar niveles de vida que jamás los hubieran soñado tener con un trabajo honesto. 44


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Si solo la hubieran dejado correr en sus cauces, si no la hubieran invadido tan soezmente, quizá solo dirigido hacia la fecundidad de la tierra cuando esta es estéril, continuaría rodando sobre las piedras; limpia en los pequeños charcos para que los niños jueguen sus veleros de papel. Ahora turbia en el rezago de las constructoras que echan sus desechos sobre los causes, espantada por las tinieblas del hombre que la llena de mosquitos y enfermedades mortales.

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IX

U

na mosca ha caído en el café de Cumandá que se prepara a darle un sorbo, cuando Sara la detiene en su intento de beber casi obligándola a bajar el brazo.

Cumandá ríe al unísono de las carcajadas.

- No creo que beba mucho- dice, reparando en la mosca flotante que se balancea de un lado a otro en el líquido, dando la apariencia de un velero con alas transparentes. - Lo infectará todo- dice Sara con los brazos agitados pidiendo ayuda, incomodando a los clientes y a curiosos. La mesera acude para calmar la desesperación de Sara que ahora trata de tapar la taza, evitando que la mosca despierte. Según ella, la mosca, no está muerta. Nadie se inmuta tratamos de quitar del paso de la mano de Sara nuestras tazas previniendo accidentes acuáticos porque su bolsa es descomunal. Vemos alejarse el capuchino todo desgreñado, moviéndose en su cobija café con la canela disuelta, sin espuma, frío, perdiendo la compostura ante los capuchinos recién servidos que desfilan en charolas sencillas, mostrando la canela que flota sobre el blanco prístino de la espuma.. El silencio que se avecina, las miradas de reto contra la mesera, conspiración contra el establecimiento que permitió el naufragio de la mosca. 46


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Ya en casa Cumandá piensa que este no fue un día para tratar un problema como en otras ocasiones en las que al final de la jornada, obtienen alguna sugerencia para resolver un conflicto, sustento para reflexionar, consuelo para equilibrar el temperamento, menjunjes para las hormonas, apapachos, y repetición de historias similares que nos prueban que hay ciertos días en los que uno abre los ojos y advierte que el mundo se le cae encima y que una decisión tan sencilla como elegir la ropa limpia para mudarse, puede convertirse en un reto a las endorfinas del cerebro, una preocupación intolerable que si no la sabemos manejar, nos acarreara al siquiatra pagando un sueldo de por vida y habilitándonos a llamar a nuestro pobre desempeño: DEPRESIÓN. Los cafés remplazan en más de un setenta por ciento, la asistencia de los profesionales del comportamiento humano quienes han tenido la paciencia de hacer una lista de nuestras debilidades, un organigrama de pruebas escritas y orales, análisis de repetición de casos mismos que son una verídica muestra no sólo empírica, de cómo nuestra mente puede revirar contra nosotros mismos. La mente es un monstruo perverso que nos atrapa con más fuerza que un virus cuando la dejamos a la deriva. NO estamos reñidas con estos conductores del comportamiento humano a los que tarde o temprano por lo menos una vez en la vida, acudimos en el momento de nuestros desequilibrios y nos han prestado el hombro para llorar, son la tumba de nuestros secretos y tienen la cautela de no informarnos que los problemas u obstáculos en nuestras vidas son calcomanía de otras, dándonos el sentido de unicidad en el planeta. Es muy importante saberse único, por eso la psicología o siquiatría son ciencias y la practica hace a los profesionales, quienes tienen que saber escuchar y dar la receta correcta, al igual que un médico al despachar el antibiótico correcto. La mente es suspicaz y engañadora por eso a veces, demanda la asistencia de una persona especializada en descubrir nuestras artimañas que aunque no podemos llamarlas mórbidas, porque estamos bajo la influencia del “virus”, más bien son defensas naturales, producto del terror de tener que crecer cuando de pronto nos remueven de un ambiente tranquilo del que creíamos tener las riendas. La diferencia de estar en un café y no en un consultorio psiquiátrico, es que en un consultorio la atención es directa, en el grupo debido a sus variables en edad y situación social, no es directa, pero con el compartimiento de problemas, las soluciones resultan más naturales, no podemos escapar de ellas, tenemos que asumirlas con responsabilidad y la practica o medicina, depende de nosotros exclusivamente. 47


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No hay muchos aplausos, es como la lucha entre los rudos y los técnicos, (Sicólogos y siquiatras representan a los Técnicos que pelean contra los deprimidos o rudos) y cuando estamos en nuestro estado de noqueo, asumir nuestros problemas puede traernos más preocupación. Por ello es necesaria una dirección técnica. Nadie quisiera seguir el paso de la depresión. Pero cuando nos ataca, frente a nosotros esta un remolino. Indefensos sin armas y sin escudos, luchamos solos con nuestra piel y contra la palabra que nos hunde. Tratamos de encontrar los puntos cardinales de nuestra mente herida, para lograr la medida justa de nuestras fuerzas, pero hay esa voz interior que nos detiene, busca aplastarnos. El juego del bien y el mal es una eterna constante en los seres humanos. Los Santos dicen haber sido perseguidos por esos demonios hasta el fin de sus días. No existe perfección en este mundo. Existe el intento noble de la lucha. No hay momento más apabullante ni positivo en nuestras vidas que cuando reconocemos que nadie sino nosotros mismos tenemos el poder absoluto de impedir caer en estos hoyos, evitar recurrir a estimulantes que están a la mano como el alcohol o cualquier droga. La reunión en el café es como cualquier taller en el que hay interacción y posibilidad de descubrir nuestros recursos, para solucionar problemas cotidianos y concluir con riso terapia. No es fácil definir la sicología o comportamiento de cada una de nosotras. A veces entre de pronto cuando una amistad parece haberse concretado en todos los aspectos, habrá un tercero que trate de desbalancearla, porque una de nuestras perversiones inconscientes, es producir la disociación entre grupos. Cada persona tiene secretos que se los llevará a la tumba o sabrá a quien contarlos sin que se conviertan en represalias en un caso dado. Voy a hacer una pausa para presentar a una salvedad: Ana Banana, como la llamamos a Noemí. Este singular personaje que endulza y aburre a la vez, pero resulta un icono en nuestro grupo. Cabe anotar que cuando ella intempestivamente se nos presenta, cualquier tema de conversación puede cambiar y volverse superfluo y recreativo, bueno al menos hoy, de modo que ella es un acierto. Nohemí, asiste muy poco, a nuestros cafés porque tiene muchas ocupaciones y pertenece a varios grupos sociales por tratarse de una persona inmensamente social y política (nada original, ni de excelencia) y con el agravio o debilidad de creerse una intelectual absoluta. 48


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No debe negarse que tiene titilaciones de inteligencia. Sus características oscilan en un plano de inteligencia normal sumada a una actitud de repetición de señales para atraer a sexo masculino, actitud que le funciona muy bien y le permite colarse a buenos escritores, intelectuales, políticos o mafias establecidas, círculos que se le abren bajo la calculadora inteligencia masculina que indica hasta que dosis se le debe aplicar a esta clase de víctimas, es decir captan su medio alto desempeño y saben hasta qué nivel les permitirán arribar. Sin ser sicoanalista, Ana Banana es el fruto directo de una generación Sándwich o sea, apareció en el planeta tierra, una década después que nosotros y a diferencia de nosotras que estamos en cierto punto agradecidas de nuestros hogares patriarcales sólidos, con una dirección exacta, como un libro al que ya no se le puede hacer correcciones, ella tambalea entre ese pasado y el futuro incierto, cargado de cambios que a cualquiera lo pueden volver loco. Nos encontró porque necesitaba un escenario para brillar y aun no se daba cuenta que al empezar a decaer su belleza, si no estaba sustentada con otras adquisiciones permanentes, corría el riesgo de desaparecer en manos machistas. Imagínense ustedes viniendo de una generación en la que la primera necesidad de una niña era ser bonita, después, adiestrarse en las faenas de casa, vestirse muy bien, y elegir sus amistades con cuidado. Crecer en esa búsqueda encontrando seres que se le parezcan, ¡Qué horror! dirían nuestros hijos o nietos ahora que ellos intercambian viajes, visitas, sexo, costumbres con seres desconocidos, multirraciales, cuyas costumbres se fueron impregnando en la cultura de los nuestros, convirtiéndolos ante nosotros en seres desconocidos que actúan de una manera especial, por estar inmiscuidos en la influencia de estas nuevas y curiosas relaciones. Fuera de casa tienen un comportamiento diferente, cuando hablan por teléfono con sus contemporáneos, utilizan un lenguaje completamente desconocido para nosotras.. Por amor, y prevención de infartos evitan el dialogo y las explicaciones. Ellos manejan su propio nivel de frustración. Si sacamos a monos de cautiverio, lo primero que harán es caerse de los árboles. Nosotras, no somos monos, pero estamos en ciertos aspectos en ese cautiverio de costumbres. Más bien es admirable que Ana Banana se haya despegado de ese ambiente y estudiado, claro gracias a una “metida de pata”, al involucrarse con un bandido con poder que era su superior y ella admiraba quien la dejó con un retoño cuando ella reclamó su situación de pareja, a él, se le volvió incomoda. En esa puja desigual de poder lo mínimo que obtuvo, antes de cerciorarse 49


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que fue víctima de un engaño, y pasadas las tormentosas pasiones humanas, fue quedarse en la universidad. Hábilmente, se conectó con el mundo y las circunstancias que le tocaron vivir, pero nunca logró desprenderse de su comportamiento acicalado por veinte años dentro de su núcleo familiar, la educación que estaba arraigada en su hogar, fue una pauta en su comportamiento. Solía disfrutar de las ventajas de esta apariencia personal. Adherida a nuestro grupo, frecuentemente nos recuerda algunas reglas superfluas de supervivencia femenina como acatar los principios de la moda, no olvidarnos de mostrar una buena apariencia personal. Atrae temas triviales ya sea sobre sexo, actitudes para mantener la relación de pareja desde una perspectiva bastante diferente a la nuestra, podría decirse ingenua, ya que en el caso de apareamiento, (uno de nuestros temas recientes), creo que la naturaleza se dio el placer de proveernos con lo que necesitamos en el concreto dicho de nuestros viejos “cada oveja con su pareja 1, 2...” o como uno que me encontré en una panadería de San Miguel Allende: “los zapatos tienen que ser iguales para hacer pares”. Me pregunto si por un minuto no fuéramos parejas en los asuntos básicos de la vida y como los zapatos, desiguales. Por seguro, instalaríamos un circo. (Eso es lo que ocurre cuando las desigualdades en las parejas son irreparables). Nos atraemos por olores y nos identificamos por pieles y sabores. Existe la química desde que los seres humanos habitaron el planeta y fueron determinados sexualmente por sus características visibles. Un miembro es un macho una vagina es una hembra, con diferentes reacciones químicas, que son nuestros componentes sexuales. Nuestros componentes intelectuales como la educación, cultura adquirida, experiencias vividas, participan en la parte de identidad, que nos convierte en personas diferentes con aspiraciones diferentes. Estas características siempre se apoyan en las características sexuales visuales, cuando hablamos de ajustes en la pareja. Este cúmulo de experiencias que nos hace únicos como seres humanos, son el verdadero sentido de lo que somos y nos llevan a elegir con qué o quién queremos compartir nuestras vidas en cualquier plano. En nuestras generaciones por anacrónicas que parezcan, había cierta inteligencia en nuestros padres para sugerirnos nuestras parejas. Grupos reducidos de familias se conocían, estaban 50


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educados de la misma manera, sus aspiraciones eran las mismas. Nadie puede hacer que nos guste o disguste algo. Nosotros lo sabemos de antemano. Nuestras pasadas generaciones quienes no se atrevían a hablar del tema, lo comprobaban en su actitud cotidiana. Una persona cualquiera podía advertir cuales eran los matrimonios en los que las parejas estaban perfectamente ajustados uno al otro. En fin...Ana Banana, Nos recuerda que debemos frecuentar más el espejo, arreglarnos el peinado, y adquirir ropa un poco adecuada como lo exige nuestro círculo social, puesto que uno podría introducirse en la jungla con tapa rabos, mas nunca entrar en la jungla de asfalto, sin ciertos requisitos que exige la moda, en esto estamos completamente de acuerdo con Ana. Estas actitudes, son parte de la ética también y el gusto por hacerlo es parte de quererse a sí mismo, “nos dice, con seriedad”. En el grupo de “Heterogéneas” aceptamos estos principios cívicos, nos gusta que Ana Banana nos los recuerde. Ahora bien, cuando se trata de terapia de grupo, nuestro sistema es plantear el problema y escuchar a la que está más cuerda en ese singular momento, si la palabra cuerda palabra cupiera en definir al ser humano. Y es que las mujeres lo resolvemos todo, no es una falacia decir que incluso las revoluciones se llevaron a cabo, porque las mujeres de todas las clases se unieron para facilitar que nuestros héroes lleven a cabo sus estrategias, porque donde interviene una mujer se realiza un acto. Cada vez que una mujer aparece en la historia, ya sea con su revolución de cacerolas, privación de sexo o entrega de amor verdadero al macho, las revoluciones se definen, estallan, y se obtienen resultados inmediatos. El hecho de que la mujer permanezca ecuánime, es un mérito, hablando entre nosotras, pero realmente esa ecuanimidad, creatividad, y sobre todo aguante, se convierten en la rienda, el látigo, el control absoluto, porque de lo contrario el mundo sería un verdadero caos, una simple historia de “Gallos de pelea” Nuestro grupo no es de prosapia, es de identidad, por eso es que una nueva integrante tiene que ser perseverante, y no siempre va a quedarse, sobre todo si viene con una plática armada sobre asuntos superficiales, como la moda, la riqueza, la belleza, la filantropía. Nos rehusamos a creer en la filantropía limpia, la mayoría de los voluntariados son una explotación con jerarquías, - Siempre nos lo repite, 51


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Sara-, Son un modus vivendi de las voluntarias que entran a ejercer presión y autoridad ante los grupos menos afortunados. Se afianzan a su “hueso” como un político al suyo, aprenden la manera de buscar negocio en nombre de los desafortunados o sus causas. Vales de gasolina gratis para sus vehículos, choferes, vehículos que los hacen extensibles a su servicio particular, el excedente o lo mejor de las despensas que se lo llevan a casa y el más interesante negocio: llevar a las verbenas a colados, amigos o familiares gratis, repartir entre sus amistades la donaciones en especie, regalar boletos a funciones de lujo que las obtienen gratis, o venderlas por debajo de su precio a su beneficio y ante todo, pasar contando la historia de sus méritos y defendiendo su jerarquía. No dejan que ningún voluntario nuevo se introduzca en su negocio excepto que siga sus órdenes. Sin embargo, creemos que deben de existir, peor es nada y así como hay gente para todo negocio, también puede estar allí, la persona que haga la diferencia y no sólo sea el balance sino el ejemplo. Ojala y tuviéramos muchas Teresas de Calcuta. Las filantropías -nos dice Sara- tratando de sacarse la espina por haberse ido de voluntaria ordinaria a la kermesse, donde la habían invitado, atentan contra mi salud. - ¿Cómo creen ustedes?- nos cuenta, para afianzar el desprecio que dice tener por los voluntariados”, -Pedí a una conocida que me diera algún trabajo en la kermese para ayudar a recolectar fondos, Fue en uno de esos días en el que amanecí como que quería el bienestar de todo el mundo” Me designó el área de venta de pasteles. No me pareció mal, vender pasteles. Nos apresuramos a poner las mesas con sus mantelillos bordados, no recuerdo bien, pero creo que hasta un manojo de rosas frescas estaba en el centro de la mesa, recuerdo las uñas manicuradas de la dueña de la venta de pasteles. Mi confusión era tal, que si este momento me preguntaran de qué color era el uniforme que llevaba, no lo recordaría, solamente recuerdo la emoción de haber estado dentro de él ayudando a los pobres. Viendo el anuncio, de nuestro puesto, la gente respondió de inmediato y tuvimos los primeros clientes. Pedí a la dueña de la mesa de ventas que me entregara un pastel para diseccionarlo de inmediato. 52


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Ella llena de orgullo y pretensión por estar regalando su tiempo a los pobres, empezó a entorpecerme las ventas. Fingía no escucharme bien, mostrando el oído en el que tenía el aparato auditivo de ayuda. Fui por el lado derecho para hacerle la misma petición sin dejar de mirar como ella procuraba ocultar los pasteles en el refrigerador grande. - Aunque sea un pedacito del de rosca de canela-, me pidió uno de los antojadizos clientes.

Eso si escuchó perfectamente la gerente de puesto y respondió:

- De ninguna manera, ese es para Margarita. (Margarita es la presidenta del voluntariado)-. No podía creer, lo que estaba sucediendo. Osé por dirigirme al refrigerador y sacar dos pasteles grandes. La voluntaria responsable del negocio de pasteles, me vio de mala gana. Yo, era la única persona que no era de su familia. Ella ya tenía su equipo infernal. No había pasteles para vender y no porque la obra de beneficencia era obsoleta. Los pasteles donados llegaban en abundancia. La voluntaria que presidia la mesa de los pasteles, se negaba a exhibirlos. Después de chulear el mantel, los clientes fijaban de inmediato la vista sobre la torta de nuez solitaria, sin atreverse a preguntar por una rebanada de pastel. Nos regalaban un poquito de tiempo mientras nos poníamos de acuerdo sobre precios.. Los dos pasteles volaron. Hubo apretazones, manos interpuestas, pedidos a gritos pero una buena venta. Improvise, según yo, una caja para recibir el dinero de la venta. La caja se mantuvo intocable, mientras estaba bajo mi reguardo. La encargada de los pasteles seguía en su intento de bloquearme. - Si los cortas y los expones, no nos daríamos abasto en venderlos y se echarían a perder. Inocentemente, tardé más de una hora, en convencerla de que era la única manera de que la mercancía fluya. - Se echan a perder- me repetía. Me sentía nerviosa pues tal vez, era una buena razón para no exhibirlos, en fin era mi primera experiencia en ventas y tenía que ser cuidadosa. 53


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Arriesgándome a cometer un error, porque me di cuenta de que nada cambiaría, corté algunos pasteles de esos deliciosos, con betún de chocolate, almendrados, con merengue, porque empecé a sospechar que su intención era no venderlos para repartirlos entre los voluntarios de la familia. Sin dar paso atrás, mi despiadada carnicería con los pasteles, había empezado. ¡Si no fuera tan impulsiva! Santiguándome por mis malos pensamientos y lo peor, sometiéndome a mi declarada mala suerte, que me auguraba que por seguro se echarían a perder,- porque debo admitir que soy pesimista- traté de erradicar esos nefastos pensamientos sin renunciar a mi intento, apoyándome en el optimismo que Tania nos dice debemos guardar en cualquier acción. Continúe con la disección. Tratando de romper el esquema, como alma buena, ingenua, apersonándome de la caja, siguiéndoles los pasos a los muchachitos voluntarios que ayudaban a llevar los platos desechables con las rebanadas a vender, creí organizar el sistema que yo desconocía, pero resultó que al ser de la misma familia, los niños regresaban sin las rebanadas y sin el dinero de la venta, eso sí sirviéndose tacos, tortas, cualquier clase de comida que se había donado para la kermese. Habían resultados expertos en el “cambalache” En la caja apenas si caían algunas monedas como limosna de ricos. Así fue, los niños resultaron muy eficientes para el trueque y cuando reclamé a la que ya creía mi compañera, insinuándole el abuso de los niños, el más pequeño se lanzó a sus brazos y no paró de llorar y mirarme como si yo fuera un monstruo. - No llores, porque si lloras, la señora se va a enojar, y te roba- le decía al infante señalándome descaradamente. Por eso con toda la efusividad que requería el caso le contesté, con un buen grito que le quitó la respiración al llorón cuya mirada burlona, no me olvido. - Ni me enojo, ni me lo voy a robar. Edúquelo-. Supongo que ella quería ablandarme el corazón, pero, no, no soy cómplice de chantajes cuando de disciplina se trata, bueno, a veces con mis nietos, sí. Pese a este escándalo y por un milagro, todos los pasteles que estaban sobre la mesa se vendieron. Por fin terminó la kermese y sin reparar sobre mí existencia, la presidenta de la sección pasteles, entregó la rosca de nuez a la presidenta, recalcándole su 54


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situación de vaca sagrada en el voluntariado, actitud por la que recibió un gran abrazo y la promesa de invitarla a tomar café ese mismo día y con el mismo pastel. La encargada de la sección pasteles, agradeció sin dejar de quejarse de los quince pasteles que no fue posible vender. ‘‘Ya estuvo de Dios”- dijo en mi propia cara. Me quedé sin palabras. - No te preocupes-, le contestó mi amiga a su cómplice, dándole un golpecillo amoroso sobre el hombro. -Hemos hecho una obra buena-. Ninguna de las dos se dignaba verme, y eso que soy voluminosa. No había duda, me había convertido en una voluntaria improvisada y estorbosa, cuya inseguridad en ese momento, no me permitía diferir entre las verdades y mentiras que se compartían entre ellas. - ¡Uf!...- replicó Isabel, enrojecida, aventándose con un abanico, señal de la menopausia. ¿Conclusión?-. - Bueno-, nos dijo Sara-. -Yo di un ejemplo de dignidad y no me llevé ni un pedacito de pastel a casa, y siendo glotona como soy y además, -dijo con un tono en la voz con el que pretendía convencernos, -les entregué la caja con el dinero, integra-. ¡Como si eso sirviera para recomponer las cosas! - dijo Isabel con ironía-.

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l tema de Ana Banana, no puede quedarse inconcluso por lo cual, les sigo platicando que, de vez en cuando, en nuestros cafés, es un halago tenerla como un espejo provisional de lo que no queremos ser siempre, sólo de vez en cuando. A ella le permitimos no a menudo, su repertorio y hablar de las superficialidades más incoherentes que uno pueda escuchar y que probablemente serían cátedra en los grupos de mujeres un poco ignorantes, con aires de sofisticación. Una plática repetitiva de Ana Banana es la cantidad de pretendientes que tuvo en su juventud. Un ejemplo: ayer me encontré con mi cuate X (este individuo debe cumplir con muchos requisitos los prioritarios: provenir de una buena familia ser buen mozo y rico) la última parte de los requisitos cubre los demás pormenores. Obvio. El de ser solamente inteligente, no es un antecedente de éxito y esto lo digo porque un nivel alto de inteligencia no significa que a esa persona se le permita realizar su proyecto, beneficiarse del mismo, si no tiene el aditamento de una fortuna. Es el presta- nombres el que se beneficia siempre y hasta este puede ser solo es un intermediario medio mal pagado del que al final se “pone el saco’’. Se comercian con proyectos geniales cuyos autores no pueden llevarlos a la práctica porque el factor económico o político se los impide, o porque un genio con ética no piensa en lucro, sino, en el bien de la humanidad. 56


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En el mundo de la literatura por ejemplo, hay una cantidad de plagios por que los seudo-escritores, en general maestros, quienes están obligados a cumplir con ciertos requisitos, para sostener sus cátedras, como publicar un libro, y debido a su actividad, están cerca de las editoriales, utilizan a sus estudiantes para investigar temas que luego ellos los convierten en sus propias publicaciones. El desperdicio de papel es equivalente al del agua en un gran número de publicaciones. Las investigaciones de los estudiantes con dotes intelectuales excelentes, son plasmadas en los ensayos de sus maestros, los jóvenes no están interesados en publicitarse, más bien en graduarse, y en el fondo, el que posee realmente un habilidad como la genialidad del escritor, el pintor o el músico, y logran traspasar la mediocridad, son entes completamente generosos, por lo cual ser plagiados no modifica su proceso de creación, tal vez. Nuestro ejemplo es Sara, sus obras de pintura son magníficas, ella no sabe su valor económico. El afán de un buen escritor no es solamente ser publicado porque le es difícil saber cuál será su obra maestra, es más bien que su literatura tenga un sello un estilo propio y un mensaje permanente. El escritor mediocre publica en cantidad y por números se emboba con adicionar libros de bajo promedio, repetitivos, a su currículo y exhibirlos como obras importantes. Pero volviendo a Ana Banana quien vio pasar Juan José uno de los pretendientes de toda la vida, nos dice:- No me casé con él porque el barbudo ojo azul de su primo, me pretendía... (Un poco difícil hablarle de Lucy la pre humanoide que se tornó bípeda y fue abandonada por los simios machos cuando estos no la dejaron comer lo que habían cazado. Murió durante una larga travesía que para ella terminó en el río donde bebió el último sorbo de agua, sin dejar caer las piedras que traía en cada mano, con las que pretendía cazar, algo que no era su oficio pero si una premonición de auto suficiencia). La historia de Lucy no calza en su perspectiva de embobamiento de Ana Banana, no sería romántica desde su punto de vista. Ella posee el don de la seducción permanente y Lucy era una hembra simio. Que solo atraía en tiempo de celo. Ana Banana jamás reconocería que cualquiera de sus galanes no distan del comportamiento de los simios de esta anécdota, y que prosiguieron su éxodo, con una buena guarnición de alimento sin reparar en su compañera En los animales existe el alistamiento a la comida o al sexo en nosotros esa 57


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disponibilidad que la llamaremos amor, seducción sumisión, enamoramiento y en algunos casos se llama enajenamiento, que de pronto alteran la química de nuestro cerebro, proporcionándonos la imagen invertida de un mundo diferente en el que vivimos y emociones exclusivas que ventajosamente, sobre todo en el último caso, son temporales o de lo contrario nos aniquilaría como sucede en casos de suicidio. Una prueba de esto, fue visitar un zoológico en Minnesota que me dejó perpleja. Mi endeble anatomía contrastaba ante la imposición de los orangutanes que pegaban contra los vidrios, mostrando sus fornidos músculos tal gigantes de la película de King Kong. Era difícil mirarlos de frente y cuando armada de valor lo hice, supe que de pronto uno no podía quedárselos mirando porque cuando ellos sostenían la vista, cautivaban. Después de que uno empieza a acostumbrarse a los sorpresivos golpes que pegaban contra los vidrios, ya sin inconscientemente brincar del susto, sabemos que es interesante su caminar pesado, seguro, victorioso. Todos caíamos en la curiosidad de observarlos. A través de unas escaleras eléctricas, circulaba la comida, tal como sucede en las bandas de los aeropuertos con las valijas. La comida, que a cierta hora ellos festinarían, de acuerdo a sus preferencias; leche, vegetales, huevo, frutas, bananas, caña de azúcar, cacahuates, era fresca y apetitosa para cualquier ser humano, -yo siempre he incluido a estas especies a la nuestra- y excluyendo a ciertos seres humanos de esta categoría por su crueldad. Los machos dejan cualquier actividad y se lanzan a la comida fresca, mientras las hembras se alejan a un rincón protegiendo sus crías porque los machos adultos tienen que comer primero, algo curioso que se repite en todo el reino animal. Uno diría que eso es machismo injusto y se preguntaría ¿cómo es posible que ellas no se subleven? A los pocos minutos de abalanzarse al botín, regresan con las panzas tan llenas a las que no puede caberles ni una paja, por lo cual, con ojos de suplicio, ven a las hembras comer despacio y saborear no solamente lo que ellos dejaron intacto, sino la comida fresca que se va renovando al rotar por la escalera. Ellas han triunfado. Supieron esperar el momento de elegir lo mejor. Ana Banana no quisiera que se le cuenten estos cuentos de control que 58


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existen entre todas las especie, posee el embrujo de la seducción permanente, que es el control sobre todas las especies, mismo que le ha acortado muchos caminos, pero que cada vez más, conforme entra en edad avanzada, la exhibe en un plano ridículo cuando quiere usar por ejemplo, vestuario que las jóvenes usan, calcetines o panty medias rojas con zapatos blancos, moños de colores para ajustar y decorar sus trenzas ya delgadas o la apretada y deshilvanada cola de caballo. Se afana en enfundarse en botas de colores que muestran el desaparecido músculo de los muslos, ajuares que en una persona de su edad lucen estéticamente macabros. Repetidamente se cae porque no pone atención en la desintegración ósea, pertinente a nuestra edad y que debe ser vigilada con mucho cuidado, y eso, no es gracioso. Los moretones le toman ahora más tiempo en desaparecer. Cada vez que algún personaje la saluda respetuosamente comenta lo mismo: “Se me escapo de las manos” Acaso sobra la pregunta de si su mundo se llenó de semejantes pretendientes, ¿Por qué contrajo matrimonio con un desconocido de clase media, que no cumplía con esos requisitos y con una profesión humilde de publicista? Pero como ustedes notaran su comportamiento es algo inofensivo por lo tanto resulta una amenidad su plática cuando no hay temas interesantes, siempre que reconozca límites. Cuando Ana Banana ingresó esporádicamente a nuestro grupo, ante su porte y labia, no lo negamos, nos quedamos estupefactas, pero esta impresión abatió en enojo porque ninguna de nosotras la cuestionaba con valentía o tenía el coraje de decirle que el tiempo de exposición había terminado o que nos sabíamos de memoria su historia de prosapia, belleza irresistible. Ana Banana es la persona que en cualquier grupo demuestra su alto grado de egoísmo, no es la persona que sacrificaría sus intereses a los de la amistad, menos a las de un grupo que ella representa. “Primero yo enseguida yo y después yo” Sorprendentemente fue la más tímida del grupo, Isabel quien se atrevió a cuestionar a Ana Banana y dejarla muda cuando empezó con una de sus historias narcisistas. Fue el día en que Isabel volvió a remodelar su casa, Tania decía, que ese día, “su amiga se había tragado un gallo”, estaba furiosa. - Nos la sabemos de memoria- le dijo- a secas, sin siquiera dirigirle la mirada, -Además, a veces nos haces sentir como si nos estuvieras obligando, con tus lentejuelas y chaquiras a mirarte todo el tiempo; cansas, agotas-. - Tal vez, deberías ser la reina en la fiesta del el hermanamiento en la matanza de chivos, para el mole de caderas, donde la gente de los pueblos aledaños en 59


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Tehuacán se reúne, y se visten de gala, ellas con chaquira y lentejuelas como tú, ellos con calzones y camisas de lino, huaraches de cuero. - Pero esta vestimenta si tiene sentido en ese momento, porque están de fiesta y nos regalan un delicioso mole de caderas. Pero tu fiesta, no produce resultados. Pareces árbol de navidad-, terminó diciendo Isabel furiosa. En represalia Ana Banana dejó de frecuentar el grupo porque se dio cuenta que todas conocíamos sus historias y no le permitíamos repetir lo mismo. Esto le impuso ser más creativa y algo discreta a cambio de nuestra paciencia, lo que significó una aportación para la salud del grupo.

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ientras más leemos, menos atención ponemos a los libros de superación personal mismos que hace años cuando nuestra amistad fraguaba y nuestra inseguridad crecía con el asunto del “Nido vacío” nos los intercambiábamos sobre la mesa. Entre ellos hay algunos que nos impactaron como el de “Juan Salvador Gaviota” por su simplicidad y sabiduría. Será porque en el fondo cada ser anhela su libertad y temíamos habernos demorado en el proceso de obtenerla totalmente. Sólo cuando nos despojamos de nuestras vestiduras terrenales, somos libres. Parece fácil, cuando ni siquiera podemos deshacernos de nuestros zapatos viejos. Los apegos posponen nuestro encuentro consigo mismo y distorsionan nuestros comportamientos. La vida se ha encargado de suplir con la experiencia aquellos hoyos en los que caemos de vez en cuando y que ya sabemos convertirlos en cúmulos. Hemos comprobado que las experiencias nos indican igual que los recuerdos, de dónde venimos pero es a nosotros a los que nos toca decidir a dónde vamos. Compartiendo experiencias, nuestra amistad a la vez se vuelve sólida y transparente. 61


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Dentro del mismo grupo nos identificamos de diferente manera y según el suceso que se está viviendo. Últimamente platicamos sobre uno de esos libros-best Sellers- para amas de casa, que nació con gran impulso editorial y estuvo de moda, por aquello del capricho de la publicidad. La autora nos cuenta su vida, sus pesares y alegrías, sobre todo las grandes farras y festines que se dio en su juventud: Después en su madurez, enclavada en las clases políticas que le llenaron el ego y el estómago. Bebió, comió, disfrutó, se casó, se divorció con anulación de matrimonio por decreto eclesiástico-monetario. Actualmente está de moda tanto en escritores como productores de cine, aprovechar estos temas, sacar a la gente de su intimidad, echarla al ruedo para que la vejemos. Hay un morbo explícito en estas producciones de anti-valores. En fin la autora logró engancharnos a su morbo y al final de nuestro café nos sentimos algo avergonzadas de haber perdido el tiempo aunque el tema de “Perder el tiempo o gastarlo” sea discutible y lo dejemos para otro día. A raíz de esa lectura, Isabel nos había preguntado sobre el único punto que le había llamado la atención: el de la anulación del matrimonio eclesiástico ya que aunque a ella le importaba un pito, o “Madre” el papelito o la bendición de un quién sabe quién, ya que bastante tuvo que sufrir los embates sociales cuando el hombre con quien vivió por diez y siete años, murió bajo el castigo de su esposa que fungía como tal, con la dignidad a cuestas y con el costal de lágrimas y maldiciones que concluían en: “Primero muerto que yo te firme un divorcio”. ¡Aquellos tiempos! Cuando en la actualidad con que te presentes ante un juez y le digas que ya no quieres seguir en esta sociedad tan difícil, te divorcia. Fue Algo que a él le costó mucho perdonar, porque todo el intento por conseguirlo fue inútil, estaba doblegado ante el chantaje de suicidio de su mujer, miedo de perder su herencia, cobardía propia, deberes éticos, mal entendidos con la sociedad que lo obligaron a la salida lógica un infarto al miocardio. Clementina le explica a Isabel que si ella es creyente, mejor no pregunte tanto, porque según la Iglesia no hay disolución del matrimonio en esta vida. Tania interrumpe - ¿No?..- los ricos si pueden divorciarse y con la venia del pontífice, pero tienes que ser muy importante y tener la cartera inflada de billete para convencer al “abogado del diablo”.

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Pero cuidado, esta modalidad no es un factor eclesiástico legal que por supuesto incumba a los pobres, quienes se aman, viven en concubinatos felices, hasta que algún legitimador de causas los obliga al compromiso, matándoles la inocencia y la pasión. Los pobres no pagarían lo que no tienen, menos por algo en lo que no creen o simplemente ignoran. Te vas a rencarnar en “Julieta”- dice Tania burlándose de Isabel que cuando tocan el tema se descompone. Isabel no responde. Creo que no le agrada la broma todavía no supera su situación, lleva un año de duelo. - Pareces macaco, se burla Tania, (mono que usa palabras cortas.) Se nota que a Isabel las heridas después de la muerte del amor de su vida no le han sanado, porque sigue triste. A Clementina se le ponen los pelos de punta al escuchar esta conversación que según ella es blasfemia, aunque en el fondo también envidia ese amor que duró tanto entre Isabel y su pareja. Lo que no puede soportar es que Tania se atreva a insistir en lo de la rencarnación o traspaso del karma hacia los animales, asunto del que ya han empezado a platicar. Ni siquiera admite que realmente bajo ciertos procedimientos científicos, los macacos hablan o los ratones cantan después de pasar mutaciones en los laboratorios, aunque por cierto, esta clase de descubrimientos ponga a los animales como seres antisociales entre los de su misma especie. ¿Qué ratón quisiera vivir a lado de otro ratón que canta?... Rencarnamos es una posibilidad que Clementina no acepta, de allí que el ambiente se haya puesto tan tenso y urge que Susana invente una salida. Ella lo hace a las doce del día ya estamos en el centro comiendo memelas bien fritas en manteca de puerco con salsa verde y queso.

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oy nuestra tertulia será en el autobús. Hemos emprendido un viaje que lo habíamos pospuesto por algún tiempo.

Debido a reparaciones en la carretera, tuvimos que desviarnos por una ruta distinta. Pudimos ver las poblaciones afectadas por la lluvia. La cara sucia de la ciudad.

Casas en espiral, algunas a medio construir, otras con ventanas, resguardadas del temporal con trapos viejos. Amontonadas, expuestas a temblores e inundaciones que en un abrir y cerrar de ojos podrían desaparecer con todo: sus habitantes, su historia incómoda, desapercibida, solamente Impactante cuando los desastres suceden en tiempo de elecciones. La naturaleza había golpeado a estas poblaciones sacando la miseria de sus habitantes a la vía entrecortada por derrumbes y charcos, situación que hacia brillar al arriesgado reportero o reportera que conociendo su minuto de fama, colocaba un frío micrófono de brillantes colores, ante un damnificado que casi no podía expresarse, y sin embargo hacia un esfuerzo para no usar su lengua de origen. Asustada, humillada ante la presencia del reportero, doña Chonita, se echa para atrás y se queda sin palabras azorada de que en medio de la tragedia, frente a las ruinas y cadáveres de sus seres queridos, enterrados en lodo, el reportero que no viste como ellos, no habla como ellos, no tiene miedo como ella, hambre como ella, le pregunte: ¿Y usted cómo se siente Doña Chonita?, 64


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tratando de desatar ese valle de lágrimas que producen las telenovelas, pero que la gente humilde guarda ante la injusticia y sólo deja percibir ante la muerte de los suyos en resignados rictus de dolor. - Comi he de sentirme, diga usté...-. Tania refunfuñó por haber escogido esa ruta para el viaje en autobús, (a veces somos insensibles, la pobreza nos espanta) pero habíamos contratado el viaje de antemano, y el trecho de carretera casi inservible, que según el conductor teníamos que evadir, era muy corto. No había como echarse para atrás. - Ya se han caído algunas- comentó el conductor- refiriéndose a las casas, algunas de ellas que aun temblaban sus pilares hacia el vacío. -¿Y la gente?Sara compra la tragedia con su pregunta. - A los sobrevivientes los reubican-. - Unos, esperan a que las aguas se calmen y se regresan porque están arraigados a sus tierras, otros, obedecen al gobierno que los reubica en lugares exactamente iguales o sea a las orillas de la ciudad donde la topografía está en las mismas condiciones, por supuesto después de asegurarse que en el lodo ya no se oculten más cadáveres-. Llegan a dar el banderazo de las despensas y reconstrucción de viviendas y las entregan a cuentagotas o por intermediarios que vuelven a hacer su agosto con el negocio inesperado. No hay lugar para los pobres para los que fueron dueños de las tierras, ellos, no tienen la capacidad de réplica, ni esperanza de que alcancen nuestras posiciones, nuestra seguridad, confort. Casi imposible; sin la educación, desconocen sus derechos, y aunque los conocieran, ya sabemos cómo funcionan. La solución no está cerca, es un engaño, es tan difícil como tratar de estornudar con los ojos abiertos. - Claro-, dice Isabel, -no se daría el caso de que los reubiquen en “Punta Diamante”. Esas tierras, pasaron de gobierno a gobierno. Sólo presidentes, ex presidentes y sicarios del poder, las compraron baratas o simplemente, se las asignaron por el buen desempeño con el que ellos mismos se calificaron-. - No debemos hablar así, dice Cumandá, las palabras se las lleva el viento. Si el pueblo no recupera esas tierras a machete. Allí se quedan. Este asunto no es de seguirse quejando, es de hechos. - Las bombas explotan después de que son perfectamente diseñadas-, dice Sara, Toma tiempo diseñarlas, inteligencia, paciencia. 65


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unque nuestra tarea de alfabetización ha pegado bien entre los vecinos que tienen sus expendios en las calles. Clementina está un poco enojada, porque además de asistir a su madre con la comida que ella elija, tiene que buscar menú diario para su familia, atender una reunión de voluntariado y asistir a un diplomado en el que está interesadísima. Esto lo aclaro, porque no quiero dejar pensar al lector que siempre estamos rondando las cafeterías. Seguramente la presión de su corazón al latir lanza la sangre a más de diez metros de altura. Jadea al respirar, ya tiene su edad y creo que los viejos se aburren de las pláticas absurdas. Apuesto a que el primer síntoma de la vejez es empezar a aislarse en un mundo de sabiduría en el que cuesta dar entrada a los inexpertos. Seguro que los viejos saben el final de todas las historias. Imagínense entonces, lo terrible que debe ser escucharlas, una y otra vez, tal como sentarse en una butaca de cine para ver la misma película, indefinidamente de la cual, ya se sabe el final y no sólo eso, se la ha visto por décadas. Saber los finales de la mayor parte de los tropiezos del ser humano y no poder detener nada. Sin otra opción, repetir la película para por lo menos en un fugaz momento de emoción, darle el propio final y los amantes se queden a vivir felices para siempre. Clementina nos advierte que de una buena vez, debemos saber que hoy en el café no está permitido hablar sobre Huizilopoxtl y las siete tribus indígenas 66


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que se supone el Dios azteca dispersó para poblar México. Nos recordó que alguna vez esa discusión, casi nos lleva a un verdadero desenlace. Y es verdad en aquella ocasión, alguien sugirió que esa historia se parece mucho a la biblia y las tribus dispersas de Egipto. Para variar, Isabel filosofando continuó diciendo que “Después de todo, si realmente los aztecas hubieran tenido dioses buenos, los hubieran protegido, tenido piedad de ellos, no los hubieran enviado a vivir en la laguna tan inmensa de Texcoco junto a terrenos abruptos, llenos de serpientes y rocas, cuando habían lugares más cercanos y más propicios para la vida humana. Tal vez fue un error de captación de las sugerencias divinas. “Como el éxodo de los israelitas de cuarenta años” (se atrevió a decir aquella funesta vez, Isabel). Clementina se puso furiosa tuvimos que darle una sobredosis de la pastilla que toma para la presión alta. Isabel que se había desatado no se daba por enterada y seguía complicando la situación, hablando en tono de profeta-“También habían caminos geográficamente más cortos para obviar el éxodo de los israelitas. Todas seguíamos calladas. - Estamos en septiembre ya-, Sara rompió el hielo. Los bicentenarios a la orden-. - Naciste en el siglo pasado de modo que eres una persona mayor- dice Tania a Isabel, que no se defiende y ríe. Clementina hace como que no escuchara, ella es más que una persona mayor. Muchas casualidades en el mundo han sucedido en este mes-, dice Clementina. En septiembre de 1492, Cristóbal Colón parte de las Islas Canarias hacia el Oeste. Encuentra el nuevo mundo. En septiembre 11 de 1541, La ciudad antigua de Guatemala es destruida por el terremoto más grande acaecido en su historia telúrica. En Septiembre 7 de 1820, San José Martí captura Pisco y va a paso seguro a Lima. En septiembre 30 de 2010, en Ecuador hay un controvertido secuestro presidencial. - ¿Y las torres gemelas?-. - ¡Basta de eso!-, dice Clementina. -El derrumbe de esas torres es lo más 67


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negro de la historia mundial, ni Guarna Bin Landen muerto puede cesar la venganza. -

Muerte que se convertirá en la peor resistencia islámica yihadista- interrumpe, Susana- Cuando a un hombre se lo vuelve mercenario y se le enseña a pelear por dinero, cualquier causa será significativa para seguir peleando y matando. Muerto él, surgirán otros con distinto nombre como Aiman al- awahri blandiendo la bandera de Yihad. Los héroes muertos se vuelven símbolos-.

- ¡Esto es ¡aniquilante!- se queja Clementina.-Venimos a disfrutar el café, no a recordar cosas tristes-. (Como si el terremoto de Guatemala no fuera algo aún más impactante que las torres gemelas). No hay duda, somos buenos vecinos de los norteamericanos. En la vida todo es cuestión de criterios, puntos de vista, y cambios repentinos de ideales. Tanto la política como la religión, se adaptan al ser humano que es mutable por que tanto la una como la otra encuentran situaciones diferentes en su rumbo y el que no se adapta, desaparece. El maestro fue inmutable en sus principios, nos enseñó a vivir amando a su Padre y al prójimo, como a nosotros mismos. ¡Que sencillos sus principios! y a la vez difíciles para nuestra naturaleza humana. Fue el hombre que predicó y cumplió lo que enseñó, sin importarle las consecuencias. Dio muestra de su valor cuando regresó a Neftalí tierra en la que no era bien venido y corría peligro al seguir difundiendo la palabra, porque los valientes, no necesitan armas. El maestro y el gran misterio de su tumba donde la historia, la arqueología y la religión coinciden en un punto indescifrable.

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XIV

H

oy Sara nos sorprende con un libro de Pancho Villa, de esos con una edición demasiada modesta, el autor debe ser muy bueno, no tiene que vender publicidad, en vez de conocimiento.

Sara nos invita a cambiar cualquier de tema y contribuir con todo lo que conozcamos sobre este personaje, se trata de una charla ilustrativa. -

Cumandá, no aportará mucho, lo sabemos, dice Tania, se nos está dificultando hacerla aterrizar.

- Hay que darle un sopetón, que le remueva las tripas. Tendrá que comer algún rato antes de quebrarse. -Comenta Isabel. - Sus ayunos, no son a propósito- explica Clementina, su crisis no mejora, tenemos que empezar por allí. -Por lo menos escapa de su realidad escribiendo- concluye Isabel, no como otras... - O.K.- dice Susana. Aplaudiendo para llamar la atención. (o.k. - cero muertos-) así escribían los sobrevivientes norteamericanos en un pizarrón para contar el número de muertos. O.K.: cero killed. Siempre prácticos cruz o paloma: muerte o vida y pasar a ser un número en una estadística cualquiera. O.K., ahora todos mundialmente adoptamos ese vocablo para decir que esta todo bajo control. - Voy a entregar mis armas, -dice Cumandá guardando el lápiz y la libreta. 69


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Entregando a cada una el trabajo que había hecho, sin antes explicar para obviar preguntas posteriores. - en mi familia éramos seis. A veces, tengo miedo de mi sombra, del poder que en mi sangre reverbera miedo al dominio impuesto sobre mi corazón de la compasión y del aplauso. De la choza perdida en el recuerdo de la noche olvidada de la estrella cautiva. del camino llamándome sin el viaje elegido ...y sobre todo... Del plato azul de peltre, Las seis cucharas listas, para empezar la cena y, ¡tanta silla y tan poca gente! Le prometimos a Cumandá, guardar muy bien este nuevo poema, poniéndonos de acuerdo en que ella disciplinadamente pondría atención en lo que estábamos haciendo. En efecto, así lo hizo. Con el nuevo del libro y la apertura del grupo, habrá buenas discusiones. No siempre aceptamos la historia como nos la cuentan, tenemos temas de análisis, todas hemos leído de diferentes fuentes históricas, de modo que al discutir un tema hay elementos de análisis. Evitamos la verborrea de algunos conferencistas que se toman cualquier estrado para hablar, exaltando pasiones, con alguna oratoria de exclamaciones, o patrioterismo, amparados en el poder que encubre su ignorancia, a veces, mal leyendo alguna conferencia escrita por un literato pagado. 70


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Su cuota de poder los inmuniza contra sus errores. Su palabra de tanto escucharla, se torna resistible el oído, se enclava en la mente de la audiencia que acepta al menos por el momento, cualquier estupidez que digan. Es como en esas canciones que aunque durante todo el tiempo se repita la misma salvajada, de repente nos escuchamos nosotros mismos repitiéndola con emoción. Después de todo la política es un arte de repetición y desmemoria histórica, de haber subido tras empujones con la dignidad a cuestas, avizorando el reditúo económico. Y de pronto caer en un olvido fatal. - La mayor parte de los comerciantes ilegales y los políticos son iguales-, nos hacía caer en cuenta Cumandá, -los segundos se diferencian de los que fueron descubiertos y puestos tras las rejas, por su habilidad de no haber caído en ellas, usando las prerrogativas del poder-. Nuestro tema de discusión hoy fue entender la vida de esas personas involucradas en las causas revolucionarios a las que se adhirieron, cuando huían de su propia vida y tal vez, nunca soñaron ser héroes, más bien la vida los fue llevando a proyectarse en el camino, tal podría ser el caso de Doroteo Arango. Nos interesa hoy, la etnohistoria y la participación de la gente del pueblo con origen e identidad autóctona, propia. Sus embrollos sentimentales que los ubican en un nivel igualitario, experimentado por cualquier ser humano que va aprendiendo ese oficio democrático que ejercen las pasiones humanas y que resulta más permisivo en personas que ejercen de una u otra manera el poder. Los oficios cambian de legitimidad o peso de acuerdo a quien los ejerce. Por ejemplo, no es más prostituta la que ejerce en las calles, que la dama de compañía de algún empresario rico, que vive de su dinero, que la que se encubre en un matrimonio para ejercer el oficio, la única diferencia es que la primera, se descubre de la segunda se sabe, pero no se dice. La promiscuidad es una degeneración tanto masculina como femenina, coexisten, por supuesto. Para el hombre todavía no se han dado niveles en cuanto a su comportamiento libertino. Hay una tendencia general de exonerarlos de su promiscuidad, tal vez porque las mujeres sabemos que a ellos, ésta, los somete y los vuelve endebles. Pierden el control. También es válido hablar de grandes amores que cambiaron el rumbo de la historia. Un ejemplo de ese amor es el del Libertador de las Américas, Simón Bolívar por Manuela Sáenz, Ese amor, imprime huella en la independencia. Literalmente hablando, la epístola que usa el libertador para demostrarle su amor a esta compañera en ideales, y la misma en las cartas de ella, amerita su estado de cultura. Sus cartas, son un ejemplo de gramática y narrativa literaria. 71


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Es la huella del amor que todos los seres humanos seguimos con ímpetu y forma parte en los actos heroicos, que siempre tienen ese tinte erótico. No hay ser humano que no haya sucumbido ante las a veces incongruencias del amor, jugándose su propia vida y si lo hay, se ha perdido mucho. El final insólito de Manuela en Piura, y el destierro del libertador, quedan sobrepasados por el amor de ellos, la historia de la revolución en la que soñaron, vuelve a despertar en la realidad, en este siglo con la bolivariana unión de los pueblos andinos. Sara saca su libreta de apuntes. Solo ella la conoce, está llena de datos por todos los rincones al igual que su cámara llena de fotografías. Le gusta captar todos los instantes de la vida como si temiera que se le escape sola, sin que la convierta en cómplice. Está interesada en Pancho Villa, un caudillo dice ella, que bohémicamente Apareció en un punto cronológico de la revolución, para volverse héroe. Debemos admitir lo que ella dice, si es cierto que el azar es un punto impredecible en nuestras vidas, comparable a la ruleta rusa por lo desconocido del resultado, no por sus consecuencias drásticas. Todo oídos escuchamos a Sara - Es posible dice- que si muchos de aquellos héroes vivieran en el presente, no hubieran sido recordados y se sorprenderían por no haber sido juzgados debido a las desorientadas vidas sentimentales que llevaban. Y es que como La Patria es primero, todo lo que le sucedía a un caudillo o revolucionario en su vida personal; escándalos sentimentales, arbitrariedades con el sexo opuesto, absolutamente todo, quedaba absuelto, sin resquicios de maldad o inmoralidad, si ganaba una victoria. (Fue la televisión la que casi arruina a Mr. Clinton en la era moderna, en la cual importa el peso de la culpa, aunque el consenso no ha cambiado mucho). Los héroes se murieron a tiempo, y morirse permite la solidaridad de los que sobrevivimos, porque los idealizamos. No es igual cuando estamos frente a muertos ante cuyos féretros se profiere alabanzas, quizá porque al morir, a veces ayudados por un representante de curul suplente, un crimen pasional, o habiendo sido un hombre o mujer de virtudes valiosas, sin especificar, ellos son bien venidos, en su despedida final de este mundo, porque ya no ocupan un sitio de competencia o molestia. Por eso los despedimos de prisa. A veces, transcurren solo unos minutos de esta sensación de ausencia y escuchamos que los que conocieron al muerto, son sus peores enemigos en el mismo funeral, empiezan a criticar la vestimenta que portaba el muerto, el número de coronas, el contingente de asistentes, de quien fue más llorado. Hay un parámetro de comparaciones a gran escala y resulta que el muerto de inmediato pasa a segundo plano, cuyo escenario queda entre asistentes a la 72


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ceremonia y los deudos. Creo que el oficio de las plañideras después de todo era lo más acertado en los velorios. Deberíamos reinstalarlas. Si el espíritu de los difuntos pudiera ver lo que sucede en la tierra, eso, no lo sabemos, sentiría tristeza ante sus cuerpos decapitados, exhibidos, momificados, involucrados en una confusión histórica e irrespeto. Hay héroes o santos, cuyas cabezas siguen deambulando de un país a otro. Sus restos, peleados públicamente por diferentes instituciones, que desean guardar reliquias de estos personajes sea religiosos o políticos. Y cuando se eleva un monumento a sus virtudes ni siquiera así están a salvo y son respetados. Son destronados. Sus bustos vendidos como bronce, gracias a las nuevas tácticas de los ladrones. Refiriéndome a esto, uno de mis hermanos comentaba: “Los rectores de la universidad, actualmente imponen en vida sus monumentos sus nombres en las calles, sin darse en cuenta que en cuanto se mueran los cambiaran por otros, porque una cosa es usar el poder para implantarse y otra ser una persona respetable.” Todo al revés ya no se espera que la gente los eleve a monumentos después de muertos, por su nobleza o labor excepcional. El poder tiene el poder de empoderarlos. Ellos mismos colocan en vida sus monumentos. Quieren dejar huella con construcciones vanas, elefantes blancos, inicuas torres de Babel que a nadie sirven. Y no es ilógico aventurarse a pensar, que algún día, los restos de los santos o ilustres, también tengan finales desquiciados al movilizarlos de un lado a otro, pueden sufrir un percance como aquel de la domestica que aspiró las cenizas de su finado patrón o como el fin que tienen nuestros muertos cuando las casas nuevas se construyen en lugares que fueron cementerios y los niños pequeños encuentran en los cimientos para jugar fútbol, los cráneos más redondos.

Polvo eres y en polvo te convertirás”. Hay que dejar morir a los muertos.

Las momias de Guanajuato a quienes si un soplo de vida las hiciera revivir, se vengarían de todos los que las hemos visto en su situación de indefensión. Si bien, la plática de Sara, nos ha ilustrado, nos hemos desviado hasta las momias de Guanajuato. Para poder recuperar el tema, Sara nos ha dado la tarea de leer varias biografías de Villa para la siguiente reunión. 73


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XV

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ntes de irnos, hoy, Susana nos platica del amor que siente por la cultura japonesa. Nos habla del Sakura (delicadeza de una flor en japonés).

Nos dice cuan remarcable es para los japoneses la temporada de la primavera la fiesta de Hananies o Festival de la Flor. La Sakura flor de los cerezos cae antes de marchitarse en el árbol, embelleciendo paisajes- Es mencionada en el código Samurái como la “Flor que cae en su esplendor”, tal como debería ser la vida del hombre, caer afianzado a su sueño más alto para eternizarse. Morir a tiempo diría yo. Esta historia nos hace evocar la parte del universo a la que pertenecemos, recordar que incluso los desacuerdos, son los sonidos de la vida, que la sombra es luz sin ancla y de que en cada latido de nuestro corazón hay un tributo hacia lo eterno. En esos momentos de inspiración, cuando dejamos libre el hipocampo de la memoria, cerrándola en una sinopsis para recordar nuestras experiencias, seguimos amando, respetando el altar de los recuerdos. Susana se ha puesto sentimental y es necesario un brindis con una margarita bien servida: tequila, sal y limón. Tania se atrevió a pedir un mojito de ajo, cubano. Después del tequila y olvidadas de nuestras falencias, en aras de los recuerdos de amor y pasión, se nos atraviesa un Pancho Villa. 74


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La melata de su sonrisa nos perturba. Sara sabe que hemos leído mucho sobre el caudillo y después de habernos examinado con preguntas muy coherentes, se siente satisfecha. De pronto recuerdo aquella margarita que por primera vez probé en México cuando salí a un bar con mi amiga Lulú en Cuernavaca. Sudamericana inocente, desconocía el alcohol, menos degustar el afrodisiaco sabor del tequila y perder la cabeza escuchando mariachis. - Ah, si, ¿decíamos?...-, interrumpe Sara. - Que por qué no ha de ser su réplica-. - ¿Cuál replica? - Es mala educación no escuchar a Sara. Está hablando del hombre que acaba de entrar, Tania dice que se parece a Pancho Villa-, comenta Cumandá. - ¿Donde está?- pregunta Isabel, poniéndose los anteojos gruesos. Sus ojos miel miopes, saltones, parecen bonitos. - Ahí...-. La naturaleza manipula el patrón de manchas de un leopardo. Dicen que hay una rana que se encuentra en la Isla Borbei entre Indonesia y Malasia, que respira sin pulmones ¡Bravo por la boarbourula! Nunca padecerá enfisema. Todo es posible en este mundo, por qué no, una réplica de Pancho Villa - ¿Alguna de ustedes hubiera querido ser su Mujer?...-, pregunta Isabel, refiriéndose a nuestro Pancho Villa. - Como se ve que las hormonas flotan en el aire-, dice Susana. Nos echamos una risotada -

De a ratitos tal vez-, contesta Tania, otra risotada.

- Y es que en el mundo actual, es imposible encontrar a un macho. Están en proceso de extinción...- agrega Isabel. - Están como acorralados, como si fueran daguerrotipos de una época que ya pasó...-. - Eso es, lo que a las mujeres de nuestra época nos diferencia de las actuales...-. - Así es-, dice Sara, -para nosotras, la figura del hombre era completamente 75


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distinta, parece que de alguna forma empezamos a cambiarles tanto de color, que ahora están desdibujados y ya no encontramos hombres en cualquier parte-. - Yo no me imaginaria a Agustín de un modo diferente- dice Susana,-lo quiero hombre, no hombre a medias...-. - Preferiría vivir con un Pancho Villa, pero en Finlandia, porque allí las mujeres les suenan a los hombres-, dice Tania. -Me ha platicado mi hermana que vive en Merimasku. Los refugios o casas de protección son para hombres, no para mujeres-. - A eso me quiero referir- dice Clementina, -a esa desfiguración de la especie masculina-. La equidad de género, aun no me convence así como suena. Todos somos iguales y escogemos lo que queremos dependiendo también de las circunstancias. No podemos sentarnos sobre la nieve de Pensilvania a tomar un helado ni con una cobija en una playa en tiempo de verano. Creo que más bien debemos reeducarnos para saber que queremos. No debe haber discriminación de sexo, por supuesto, pero una lógica de lo que se espera de cada persona. Es más probable que una persona de estatura alta coloque un foco que lo haga una persona de estatura pequeña, aunque no quiere decir que una escalera no ayude. Es un asunto de entendimiento y división de tareas. Presiento un gran valor en aquellas mujeres que rompieron los tabúes establecidos que perjudican a las mujeres que nacieron en lugares donde fueron victimizadas, A nosotras nos toca lograr aceptar que no somos dependientes pasionales, corporales, emocionales, intelectuales de nadie. Nuestro chip, considerando que nacimos en el siglo pasado, no está afectado por esta nueva carga emocional. Creemos estar satisfechas con lo que somos, más bien estamos gozando privilegios que nos caen bien después de los cincuenta. - No se aparten del tema- dice Sara, con actitud de maestra, golpeando con los nudos sobre la mesa. - Mira, ¡que luceros lleva por ojos!- exclama Tania, por supuesto, sin dejar notar que nos estamos refiriendo al personaje nuevo que ya está atrapado en nuestra cámara escondida. - Creí que las mujeres casadas no podían fijarse en otros luceros más que los que eligieron para su cielo- digo, mientras tomo un sorbo de café, que sabe 76


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delicioso después de haberle cortado la espuma con la cucharita de cola larga. - Además eso que dices es un tabú también- aclara Isabel. Sara y Clementina que aún permanecen casadas, se miran, sonríen. No hemos leído el Koran, no tenemos un velo de siete kilos de la cabeza a los pies, Los suplicios del Burka son sólo una credencial para las talibanes. Nosotras si podemos disfrutar del sentido de la vista, estamos liberadas de esa lucha inútil de la mujer ante el hombre. Nuestro paso es seguro y nos vamos adaptando a las nuevas generaciones sin perder nuestro estilo. No hemos necesitado de un movimiento como el de Rawa, (movimiento de mujeres intelectuales en Afganistán en 1987 que cobró su primera víctima Ameena), para saber quiénes somos y cómo actuamos. Casi siempre, terminamos diciendo la última palabra- afirma Sara. - No todas de la misma manera. Muchas veces nos la callan. No nos dejan opinar-. Envalentonada por la plática Isabel prosigue -durante mucho tiempo creíamos que las mujeres debían sufrir para tener un hombre a su lado. Es una de las programaciones cerebrales más difícil de eliminar, marca una huella profunda. Nos acostumbramos a ver siempre a los hombres mejores que nosotras y jamás vivir la posibilidad de estar sin ellos. Mírenme a mí, estoy anulada prácticamente. Mi vida es un caos del que aún no puedo ver vislumbres de luz-. - Les Permitimos que ocupen los mejores asientos en un pódium- interviene Susana. En las celebraciones importantes, la figura de una mujer solamente está de adorno, paseándose de un lugar a otro con la excusa de llevar un papel, leer un programa en el micrófono o realizar una actividad propia de un niño de tercer año de primaria. Les cedemos el primer plato que se distribuye en cualquier mesa, tal vez porque queremos seguir jugando con su instinto de niños consentidos, reforzando su ego y nuestro poder oculto. - Vaya, Isabel empieza el camino de la liberación-Comenta Cumandá -¡Buen viaje!-. Mientras Cumandá divaga, la conversación ha tomado otro rumbo, Sara tiene paciencia y nos escucha, sabe que al final caeremos en sus blandas redes de instrucción. 77


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- ¿Por qué Pancho Villa no ubica su lugar?- pregunta Tania. -¡Mira!-. En efecto nuestro Pancho Villa está saludando a todas de beso. ¡Qué horror! y uno en dieta. Sabemos que los pashtunes han enmallado a sus mujeres y que ellas sólo pueden salir de su casa cuando se casan y cuando van a dar a luz, en lugares que no parecen hospitales más bien cementerios, ayudadas estrictamente por personal femenino, y en condiciones de higiene deplorables. Se sabe que ellas ingresan pero sin garantía si regresar con vida. Me pregunto -¿que habrá dentro del alma de esas mujeres?-, nuevamente Isabel lidera la conversación que se torna seria. - No olviden que hay muchas mujeres dependientes de los flagelos de sus maridos si no las pegan, les profieren insultos degradantes no hay goce, no hay oportunidad de redención-. Sucede en el mundo occidental también, donde las garantías para las mujeres se cumplen. No siempre es desconocimiento ni falta de derechos en las leyes de protección. Es un gene de primitivismo que arrastramos. Se ha analizado que tienen que concurrir diez años para que una mujer acepte que es violentada en cualquier aspecto de su vida; ¿Capacidad de resistencia o necedad? Y ese maltrato, puede ser de madres a hijos también. Tenía una compañera de clases que provenía de gente de muy buena clase social y cultural. Cierta vez su madre en mi presencia la obligó a callarse y aceptar chicotazos porque en la emoción del juego mi amiga le desobedeció a su progenitora. Éramos casi infantes. Cuando la chica estaba exhausta de tanto latigazo, la bañó en agua fría y le pasó con ortigas todo el cuerpo. Después empezó a peinarle las trenzas, le acarició el rostro y le prestó un libro para que lea. Hubo una codependencia toda la vida entre ellas. Este momento y a la vejez mi amiga cuida de su anciana madre quien sigue siendo su verdugo. -Yo no haría eso- dice Cumandá. Se coloca el índice sobre el pecho y repite -“yo no, ¿eh?” aunque soy la única autoridad en casa porque soy y seré madre soltera hasta la muerte, a mí nadie me pega ni yo pego a nadie. A mí nadie me insulta ni yo insulto a nadie, tan fácil como se oye...-. La escuchamos sin contradecirla, sigue con su cuento de madre soltera y escribiendo versos. - Sé que el estado ideal de una mujer es la viudez- continua -yo no tuve esa suerte-, se queja. 78


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Ya sabemos que Cumandá está diciendo todo lo contrario en cuanto a su estado civil. La ignoramos porque ella reconoce, que sus actitudes, y fingida demencia son parte de su recuperación sicológica, según le ha dicho su sicólogo personal, por lo tanto, su actitud es pasajera. Susana nos advierte a las que nos atrevemos regresar a mirar al caudillo, que nada es malo, mientras no se tenga una idea mala de su contenido, de modo que, veremos esos luceros. Las cejas enmarañadas, el bigote grueso, bien cuidado, le daban porte de caudillo aunque estaba dentro de un traje moderno. Nuestra memoria episódica nos conducía a esa visión, Allí estaba el recuerdo del caudillo revolucionario liberado de fantasmas. Sentado, solo, luciendo su cabello negro ensortijado. Clementina ha estado callada, respetando nuestras conversaciones y risotadas. Algo bueno ve en nosotras, no se ha quejado. Pronto nos pondrá en nuestro lugar dándonos una reseña de Pancho Villa, tema que era el asunto nuestro del día y por supuesto, para esto, Sara le ha cedido su lugar. De inmediato nos transportamos al héroe mexicano asesinado en el Parral de Chiguagua (1914) recordado por sus hazañas militares en la revolución. Batalla tras batalla en las que iba triunfando desde Chihuahua hasta Zacatecas y desde México hasta Casas Grandes. En algún punto aliado con el capitán Tracy Richardson, otro mentor revolucionario que tenía tropas en todo el mundo (locura, altruismo o modus vivendi). Robar para financiar una batalla, no suena tan malo como robar para hacerse de un patrimonio fantasma, aunque la acción no se deslinde por completo del principio ético. Villa seguía invadiendo, luchando por Francisco Madero, reclutando revolucionarios. La muerte de Madero lo cimbra. Unido a Carranza combaten a Huerta. Huerta era constitucionalista amigo de los empresarios. Les ofrecía seguridad. Villa era el tutor de los pobres. Carranza se une a los yanquies. Villa está cercado. Lo fusilan en Parral, Chiguagua. ¿Qué derrota habrá sido la más grande: la derrota de la traición o saber que 79


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su revolución aun no daba los frutos que esperaba? Nunca lo sabremos, por eso los héroes permanecen silenciosos, son solemnes, los respetamos cuando pasamos cerca de sus monumentos desde los que nos miran... Casarse veinte y seis veces como algunos biógrafos dicen ocurrió con Villa, (“que chulada de macho”, pensarían las beatas de mi Pueblo...) hubiera sido una causa legal para no llamarlo héroe, pero a este carismático personaje se le perdonó todo, al fin que ya había muerto cuando lo acogió la historia. Bueno, aparte de este proceso, las gallinas ya habían vuelto a su gallinero, y según últimos descubrimientos, la poligamia resulta ser una parte endémica del hombre que viene en el gen. Entonces, los musulmanes estaban siempre en lo correcto. Nosotros no compramos esas generalidades. Clementina por su parte asegura que el hecho histórico de robar las tierras de los terratenientes para entregarlas a las viudas y a los niños, insinúa sus dones de paternidad y responsabilidad frustrados, mismos que no podía practicar por su estado de vida gitanesco, paria. - Más parece que estuvieras leyendo- interrumpe, Isabel, toda chapeada como si su cerebro tuviera que hacer un gran esfuerzo para seguir las pláticas. - ¿Quién no quisiera galopar con ese caudillo? Hombre, fuerte, arrebatado, aventurero.- dice Tania, para impedir cualquier exabrupto en la conversación. El hombre ha mirado hacia la mesa de ellas. Todas, bajan la vista, disimulan. Sonríen. Han sido captadas por esa mirada penetrante. - ¿Podríamos tener un momento imaginario, apartándolo de su bigamia y de su historia?- dice Susana, casi no se le escucha, pero le leemos los labios. En esto nos parecemos a los matrimonios. Nos hemos aprendido todas las historias y anécdotas posibles y ya sabemos quien es el que mejor las cuenta.

Diríase que el narrador, tiene la palabra, por supuesto, con su gánster a un lado, checándole todas las equivocaciones, rectificándole, o ratificándole las fechas y los lugares como si realmente esos fueran los detalles importantes de la anécdota. Soltamos una carajada, seguimos con la estrategia de no mirar hacia la 80


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mesa donde está ya ubicada nuestra presa. - Está bien voy a terminar dice Clementina. Nos cuenta la historia de los acribillados que ya la sabemos. -

La guillotina era más decente- dice Isabel- cómo está eso de andar fusilando cristianos. Ojala a mí me toque desintegración por láser, y conste que aún no existe.

- Idea genial. - afirma Cumandá -aquí queda patentada-. Volteamos a ver, debemos haber estado mucho tiempo dispersas, porque nuestro personaje de bigote y piernas arqueadas, voz ronca, parecido a Doroteo Arango, ya no está. A nadie parece importarle, es hora de ver el reloj y asustarse, luego correr despavoridas. Después de todo nos vamos con la idea de que el hecho de que Doroteo Arango empezó su revolución cuando huyó, para evadir ser linchado, por asesinar al violador de su hermana, nos habla de sus buenos sentimientos, nos hace pensar que a veces la justicia que hacen los pueblos con su propia mano es más limpia.

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XVI

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oy estoy expiando culpas y con mi castigo a cuestas, me doy cuenta del contraste que existe cuando la serotonina está en orden. Entonces mi actitud es la normal de todos los días, cuando cambiarse de ropa es una acción requerida casi desde que nacemos y por lo tanto es un acto automático (salvando excepciones como las de Ana Banana que si este momento escuchara estas teorías, reprocharía eso de vestirse como uno quiera, por rutina, ya que ella viste como se debe.), sin embargo arrastro una sanción de conciencia grave. Desde hoy en adelante cada palabra mía que exprese un pensamiento negativo, será neutralizada con un acción positiva. Los santos nunca dejaron de tener malos pensamientos, lucharon contra ellos, y los que eran más sensibles e inteligentes, luchaban más, porque ya habían experimentado desde niños que el demonio ataca a la parte sensible de los seres humanos. Entendían que la lucha será hasta la muerte. Incluso ganarla es una gran incógnita porque mientras luchaban tenían que mantenerse como seres humanos sin soberbia, en un mundo de rufianes, ambiciosos, gente despiadada. Ellos sufrían como cualquier persona común o corriente o simplemente como cualquier animal al que se le pone la cabeza debajo de la guillotina para sacrificarlo y está consciente de ello. “Me voy a bañar con agua santa de la montaña, bien helada, que se me 82


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enjute el cuerpo”, solía decir Cumandá, y nosotros nos reíamos. Estaba saliendo de su depresión, ya no se negaba a vernos. Retomando el asunto de la depresión. En esos días de susceptibilidad imprevista la imagen de Ana Banana me atormenta. Ana Banana, poseedora de los últimos arrebatos de la moda femenina, de los gigantescos anillos y prominentes tacones, el manicure y el color dorado de cabello tinturado que a su vez coordina con los accesorios todos a la moda. Por lo general usa cadenas apabullantes que intimidan el ojo humano mismas que nunca me molestan si no estoy en este estado de ánimo. Hay ciertos momento en la vida en el que todos los seres humanos caemos presos de la moda, esto no es antagónico a nuestra herencia antropogénica, más bien nos humaniza y solidariza pienso, para humanizarme, comprenderla, no criticarla. Su manera de vestir, sin imitarla exageradamente, es un ejemplo de lo que no queremos ser siempre, pero lo necesitamos muchas veces. La moda es un requisito que podemos adoptar cuando se trata de asistir a un acto solemne o social de importancia en el cual hasta nos creemos de pronto Anas Bananas. Me alegro que mi mente empiece a captar estos pensamientos, hay vestigios de que algo positivo está en marcha, puedo aceptar a los seres humanos como son. Ana Banana, sabe que somos sinceras porque no nos colgamos al grupo de sus aduladoras, ni le demostramos de esa manera nuestra simpatía, porque no adularla es el modo de castigarle el ego.

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XVII

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oy me llamó Susana dice que Isabel ha reconstruido nuevamente su casa.

Digo nuevamente, porque no hace más de seis meses, después de la muerte de su marido y ante nuestra incredulidad derribó cuatro ventanas que daban al patio trasero, para poner un solo arco y habilitarlo. Decía y la dejábamos decir, en ese episódico suceso de viudez, que ella quería desde ese día en adelante, desplazarse en un solo piso “Me he quedado sola”, - nos dijo- haciendo un gesto de desdén ¿por qué tendría que subir y bajar escaleras? -Todo me queda grande hasta el silencio... su olor me persigue por las paredes. No admitiré su fantasma persiguiéndome, sobre todo cuando voy a la cama. Se colocó una chaqueta blanca con cuello de piel y se embutió en ella como una almohada a la funda. Isabel había quedado en puros huesos. - Mientras tengas con que darte estos caprichos...-, le dijo Sara, -adelante, pero cuando cambies los planos de tu casa, así sorpresivamente, particípame, me encantaría entrar en tu historia de remodelación y sobre todo del desenlace de vitrinas madera, cortinas, que despachas si reparar en costos-. Sara hablaba como arquitecta. - La vida no vale nada- dijo Isabel. -Si pierdes algo que quieres. No acumules nada, se libre. Piensa que no importa el colchón en el que amanezcas 84


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porque nunca será tuyo para siempre, ni las lámparas que pusiste en el cielo raso, ni los quejidos de amor que llenaron alguna vez la alcoba. Todo se va, es como el agua-. Abrió la puerta y se miró en el último espejo antes de salir. Se sonrió así misma. Funcionaba su nuevo objetivo; No había acabado de tirar el piso un día y al siguiente día ya lo restituía con innovaciones lógicas para ella. Cuando nos llamó a mostrarnos las paredes forradas de espejos nos quedamos sorprendidas. “Viéndome en ellos nunca más me sentiré sola”. -Me desnudaré y me veré tal como soy, sin miedo y amaré los gestos que haga porque así me amó Rutilio- nos dijo. Ahora siempre que entramos a su casa nos vemos tal como somos y hemos aprendido a querernos así.

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o puedo asistir hoy al café. Voy a visitar a mi hijo puede que eso me ayude a que la serotonina vuelva a su estado natural. El me asegura ya se separó de nuestra, casa (mía y de él) desde hace tres años, algo que no he logrado asimilarlo, mientras me aferró a mantener su recamara, unas cuantas prendas de su ropa, algunas fotos, de sobrecama, la colcha blanca, remanente de algunos de sus cambios de domicilio románticos, -¡que prendas tan elegantes compran los hijos para sus novias!. A través de las ventanas de la inmadurez los jóvenes amantes, creen que el amor es suficiente cuando realmente es pasión. Mi llegada con una maleta, convencional y zapatos deportivos, tennis, como se diría universalmente, o quetas como dirían en Ecuador, a esta clase de comodidad en los pies y que ante estas circunstancias, pasan de hacerme sentir comodidad a constituirse en un absurdo del paisaje, al estar caminando los pulidos pisos de en uno de los edificios colosales de Santa Fe, cuyas estructuras me transportan a los barrios de lujo de Miami o a las calles de Wall Street en Nueva York, donde bajo un farol uno se siente escritor de primera, recordando a los inmortales, al cruzar la quinta avenida. “Mujeres que cruzáis por la Quinta Avenida”..., hasta para “ellas” existió un poema. Para mí el poema en la vida después de quedarme sin mis hijos, parece haber terminado. He perdido las fuerzas, lo sé. No la batalla.

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En mi nada, pienso que esas desafiantes construcciones se doblan en remates artísticos minimalistas como la calidez humana abstraída, queriendo demostrar una elegante sumisión falsa, al punto inalcanzable de nuestra existencia. ¿Qué torre de Babel podrá alcanzar a resolver nuestras preguntas existenciales?.. Acaso no está la respuesta dentro de nosotros mismos?.. Para qué predicar si no hay ejemplo?...Que entretenidos estamos en nuestras calamidades que no son más que el resultado de nuestra debilidades. Ese afán grotesco de quedarnos con la última palabra, ese nauseabundo “Yo”, digo Yo pienso. Yo enseño, Yo soy la portadora del secreto de la felicidad de todos, yo te juzgo con mi vara en vez de quiero ser humilde, ayúdame a servirte. En “el Pantalón”, en el veintiunavo piso trabaja un batallón de abejas. Puertas automáticas trasparentes a través de las que es imposible ocultarse, donde el sistema antiquísimo de la oruga del caracol o la tortuga no existe. Se desconoce la tranquilidad, no hay tiempo de pensar en ella, el espíritu expuesto al miedo del vacío del poder. Mi corazón de ermitaña se acelera. No es que no comprenda lo que en aquellos casilleros de lujo extremo sucede, más bien es que mi vida es simple, llevo solamente el dolor de una madre que vuelve a ceder a un hijo. Descansando mi maleta sobre el piso de mármol. Me reclino. Extraño mi café, la riso terapia, pero ¡Vamos!, cuando regrese podré contarle a Sara, esta experiencia. Podré decirle a mi amiga Sara, que no todas las ranas son amables, que una que otra es venenosa. Que una lombriz con hambre se come a otra lombriz, que el gavilán conociendo su instinto carnívoro, nunca se aproxima a su hembra cuando tiene polluelos. Deja el sustento, cerca del nido, en la rama, más cercana desde donde los observa hasta que vuelan, porque tiene conciencia de su destino rapaz. Que la hembra del ruiseñor en una jaula, se niega a anidar en la jaula porque no quiere que sus polluelos vivan en cautiverio. Vestido de un traje impecable, simplemente bello, viene el ejecutivo que lleva mi sangre, me saluda como se saluda y respeta a una madre, nos tomamos un café, resumimos las noticias, nos reconocemos por las miradas en la actitud de María reconociendo a Jesús en el último y más audaz viaje de su espíritu. Que ¡exageración!, diría Isabel, pero así, somos las madres. Nos identificamos en una pequeña charla. Enseguida debo tomar un taxi. Voy de regreso a Cuajimalpa.

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A menos de quince minutos de Santa Fe, como si se diera la vuelta a la medalla está el sencillo pueblo de Cuajimalpa, con vendimias en las calles cercanas al mercado, panaderías y pequeños super mercados en el extremo de las calles criollas. Los puestos de fritangas unos seguidos a otros como si el orgullo de las vendedoras no estuviera en la competencia sino en la magia, en saber que un comprador elegirá su mercancía aunque esté rodeada de muchas de la misma especie. Es cuestión de suerte, del que haya sido elegido para vender primero y bendecir la moneda santiguándose. Así, tortillerías, panaderías, expendios de tacos, pambazos, gorditas, chanclas, memelas, picaditas, jugos, tamales, pueden estar cerca unos de otros y al momento de la venta, se prestaran cambio si no lo tienen, para resolver cualquier venta con billete grande. La competencia está en la suerte de cada día. Confían en el pan de cada día, no en el banquete de cada día, no hay ambiciones. Cuajimalpa es hermana de Santa Fe. La hermana pobre, abandonada, utilizada en la disputa del Encino, pretexto para desaforar a un gobernador que pedía espacio para construir una vía, donde está ubicado un hospital para unir a los pobres con los ricos. Cuajimalpa, en nada se le parece a Santa Fe. Pertenecer a la misma jurisdicción como a la misma sangre, no las homogeniza. En la primera se ha quedado el pueblo con su idiosincrasia, su cultura basada en la humildad, el compartimiento, la vida que parece haberse detenido en algún siglo lejano, en el sueño de una utopía donde no desaparezca el trueque, donde el dinero no sirva para nada, y que Cortes con once naves, traicionando en Cuba a Diego de Velázquez, nunca hubiera llegado a Veracruz por oro. La otra a pocos kilómetros, donde se levanta el orgullo, la opulencia de la economía y sus efectos plenipotenciarios, soberbios. La columna vertebral en la que sustenta la vida misma de la humanidad. El teje y maneje de dinero que se cuenta por billones. La de los negocios de los primos hermanos de Wall Street en New York. El planeta donde muchos seres humanos pueden traicionar y ser traicionados fácilmente. Y haciendo, balance, también están entre ellos los hombres honestos que con su trabajo de veinte y cuatro horas dan la cara para resolver los problemas financieros de su país, sin cuyo control, no podría existir un orden social, económico. Me siento entre dos mundos y sé que ninguno es mío, me alegro íntimamente de ser libre, porque sé que ya lo seré hasta la muerte, que puedo desprenderme en cualquier momento y volar sin estorbar con mis alas. 88


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espués de hacer compras en el mercado abierto, deslumbrada por los productos frescos, y de la manera como regalan muestras de lo que venden, con gran generosidad, tanto que uno ya no tiene que comer ese día (los supermercados en Norteamérica han imitado esto con gran técnica), me voy a platicar con un anciano que siempre se sienta cerca de la puerta de la iglesia, para llevar la información que él me regale, a mis amigas. Sentado en el umbral de la puerta de la iglesia, me platica sobre el códice colonial de 1540 documento pictográfico, puesto ya en mis palabras, de tipo tributario. En ese código se ha encontrado la manera de cómo después de la caída de Tenoxtitlan, que los pagos que se hacían al imperio, pasaron como tributos a la iglesia y seguían siendo en especie: cacao. Chile, cacahuate. En este documento escrito en códices se describía con exactitud los tributos que entraban y de donde provenían. Lo encontraron debajo del Cristo de Santo Domingo. Explica que los Tarascos y los Purépechas pagaban tributos a la nueva modalidad de conquista a través de la iglesia, cuando por fuerza habían accedido a que se les derrumbaran todos sus dioses. Me regreso al improvisado hogar de mi hijo. Es tarde. A dos pasos de la salita pequeña, estoy en la cocina. Parece que el pollo que he preparado voy a tener que comérmelo sola, pese a los estragos del colesterol. Sólo me alcanza el tiempo para una llamada telefónica. Regreso a Puebla en busca de mis amigas alguna de ellas estará en casa. Salgo a Ecuador mañana. Así de impredecible se ha vuelto mi vida, empiezo a correr la aventura sin final. Encargo las llaves en la taquería de la esquina para que se las entreguen a alguna de mis amigas, queda un gato encerrado” en esa casa. 89


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asar por Bogotá, después de haber sido esculcada en la primera aduana en México, es molesto más aun, cuando las empleadas del puesto de revisión con poca tolerancia, algunas y conociendo muy bien los privilegios que tienen ante los pasajeros que estamos de apuro por conectar al vuelo siguiente, empiezan a despojarlo a uno de lo ya revisado. Esta vez pierdo las botellas de tequila y algunos regalos que llevo. Le ocurre lo mismo a una muchacha que va adelante, quien presenta recibos de las compras a insistencia de las empleadas, quienes a su vez, con una sonrisa irónica hacen como que revisan los bouchers y se mofan, diciendo que no sirven ya que la mercancía no fue comprada en la aduana libre, como si el lugar cambiara el líquido o la especie aún bajo la misma marca. Ella se queda inútilmente pidiendo que la dejen hablar con algún representante o superior, lo cual es ingenuo porque ya todo está armado. A esas alturas, con el cansancio a cuestas, la satisfacción de terminar el viaje, nada importa solamente llegar a tiempo al siguiente vuelo y que el personal que nos incautó aquellos suvenires de la maleta, que con tanto cuidado y enfrentando el peso, los cargamos como si se tratase de verdaderos tesoros, se emborrache y sufra deficiencia hepática, ya que en este momento, estamos en sus manos y pensamos como cualquier persona de un pueblo abatido que lo único que le queda pensar ante el fracaso es en malos deseos, malas intenciones, blasfemias imaginarias y todo esto en una ráfaga de segundo. 90


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Me emociona pensar que yo voy a encontrarme con mi familia en Loja Mientras camino a prisa, reparo sobre los símbolos patrios, de este País, hermano bajo los sueños de Bolívar. Es agradable caminar hacia las puertas de salida porque se escucha la misma lengua y aunque estoy de paso, no niego que en cierta forma, me sigo sintiendo en casa. En este momento admito que me he apartado de la de la historia del virreinato de Nueva Granada, de la estancia del libertador Simón Bolívar y Manuela en ese país antes hermano, ahora vecino. Abordo el avión. Aquí no hay como detenerse. Mi corazón empieza a adquirir otro latido. Es emocionante estar sobre la cordillera de los andes. Pronto llegaré a mi otra patria. Espero llegar al aeropuerto Mariscal Sucre y volver a ver mi bandera y que al mirarla mi corazón se estruje de alegría. Tantas banderas en el mundo. Me pregunto si la globalización también pasará aplastando la singularidad de ellas o si después de cada ceremonia, los símbolos patrios, terminaran abandonados sobre cartones vacíos, bodegas mal cuidadas, si el apuro de desocuparse de ellos culminará en el irrespeto. Me esperan los tíos más viejos de la familia. Sus cabezas llenas de canas, bien acentuadas como sus sonrisas de felicidad, ya estoy a salvo en tierra firme, Quito, Luz de América, Quito, “La cara de Dios” la primera escala del corazón.

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arte de la libertad es de pronto, encontrarse en una calle conocida en la infancia buscando pan caliente. Recorrerla cuando dos generaciones se han venido encima y puedo pasar inadvertida. Busco pan. Me dijeron que frente al colegio de Las Marianas, para mí “Marianitas” podría encontrarlo. Fui por pan caliente no por complementar la ontogenia de mi cerebro que está a punto de detenerse, ya han pasado muchos años desde que me vestí de colegiala. Recuerdo el pasado en una sucesión de ontogenia que a la vez se plasmara en la filogenia de una historia de cuadernos y amores. Irremediablemente repito la calle de cemento con incrustaciones de rombos pequeños adornados con hileras de cuarenta dos puntos romboides, resaltados, que adornan cada baldosa de la calle. Los primeros amores asustándome a ratos como si me siguieran los pasos. La misma acera, intacta, aun no profanada con adoquín nuevo. Probablemente el bendito descuido de algún gobernante dejó este piso intocado. La calle me ha llevado al lugar indicado. ¿MI colegio seguirá así, por seculo seculorum?, hablando en el latín que aprendimos por completo para seguir las misas mañaneras a las que acudíamos todos los días, temprano, madrugando con el canto de los gallos, adelantándonos a la hora de la ceremonia para darle chance al novio que intentaba tomarnos de la mano y hacernos temblar por un momento. Eso 92


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era todo, esos fueron los amores de para siempre. Estaban negadas como blasfemias todas las preguntas que ahora cualquier insolente o bien intencionado las hace como; El papa es infalible y no muere nunca? Porque Dios es hombre? Por qué tiene que ser Virgen la Madre de Dios? Y no porque no se nos ocurrieran, eran dogmas incuestionables. A la salida del colegio, en comercio informal, en vez de Doña Mariquita, esposa del acólito Don Moisés, la mujer que batía la panela disuelta para hacer melcochas, y también el azúcar refinado para las blancas, que nos traía chupetes de varios colores, se ha colocado con una carreta transformada en pequeño comercio, un joven su con su improvisada mercancía” frutas, chifles, caramelos. A diferencia de las actuales estudiantes, nosotras las antiguas estudiantes masticábamos melcocha dura de pura caña de azúcar, y a la vez combinabas el dulce ya en la boca con pedazos de coco fresco, para añadir ese sabor neutro, fresco e indescriptible, al de la panela, que se escurría en la boca. La puerta de la entrada fue lo más curioso: Transparente. Cuando en nuestros tiempos, solo había un portón infranqueable, vigilado por una portera a estilo bulldog, que abría una pequeña ventanilla para ver quien tocaba el timbre y encargada de asustar con sus gritos a cualquier samaritano que se atreviera a traspasar límites. Una vez que entrabas al recinto quedabas sepultada. La ley de transparencia se ha inmiscuido por todos los rincones, más bien porque ya nadie confía en nadie, Nada es privado, nada recatado, todo pierde su gracia ante la exposición grotesca de las personas y los objetos tal como son. Unas adolescentes juegan en el patio es permitido observar desde afuera sus brincos. Veo mi colegio, siento melancolía, me ha costado mucho desprenderme del papel de víctima, de entender que en la vida no es necesario sufrir para ser una persona honesta, que el sufrimiento es ocasional y por lo tanto aprendemos a como dejarlo pasar sin oponerle resistencia, pero con miras a una redención inmediata.. Que el mayor bien de cualquier ser humano es llevarse la conciencia en el mejor estado posible. Mi teléfono suena. Mis planes cambian. Salgo a Malacatos. Tengo la oportunidad de viajar con un hermano bien informado que me contestará la mayor parte de mis preguntas. Me llevo de fiambre mi bolsa de pan. Voy a la tierra del chilalo que también, según él, lo llaman llangache y es un pájaro de tamaño regular, como un tordo, una chiroca, un mirlo, tiene color añil acanelado y reluce su pecho blanco. Es tan bello que me hace 93


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recordar al cardenal que visita mi jardín en Puebla. Todo rojo púrpura, con la cresta y pico negros. Que elegancia de clérigo, del chupaflor, con su pico más largo que el cuerpo. Comparo inconscientemente, todo, Siento mi dualidad, el amor a mis dos patrias. Malacatos cuyo nombre indica malos cactus, en esta época, es de exuberante vegetación. En el camino los expendios de fritada, chicharrón plátano frito, yuca y mote. Imposible pasar adelante sin detenerse en ello; los tempraneros tienen derecho a las visceras recién fritas, (antojos de mi cuñado) Los letreros bien puestos, sin faltas de ortografía lucen aquella cultura que se encierra en esta parte geográfica del planeta: Loja. La iglesia de Malacatos entre tres montículos, los colores pasteles agregan una sensación de paz, de encontrarse en otro micro universo creado para que el hombre ame la naturaleza. Nos desviamos. El Cerro del Carmen luce de pronto con sus cúspides reforzado la cordillera oriental en el punto mágico donde se encuentra con el nudo de Cajanuma.. Desde las casas pequeñas de madera se escucha el aullido de lebreles en los campos, y a la vista en los corredores de las casas, los perros descansan mansos. Hay variedad de frutos: chirimoya, guayabo, limón, naranja agria, capulíes, mandarina guineos, plátanos porotos, café, pimiento maíz caña de azúcar fresca como aquella que saboreábamos en la hacienda de nuestro tío en “El Porvenir” Éramos tantos primos y comíamos tantas cañas que cuando iban los cosechadores a iniciar sus tareas, al día siguiente de nuestra invasión, se asustaban, aducían, comentando entre ellos, que extraterrestres habían bajado a elaborar los grandes círculos vacíos de cañaverales, que dejábamos después de chupar tanta caña de azúcar. Algunas casas son ocupadas ya por extranjeros que han renunciado a su mundo material y practican la economía doméstica de muchos campesinos con quienes comparten enfermedades, trago, vestimenta pero sobre todo la alegría de vivir más años que los previstos cronológicamente para el ser humano, en buen estado de salud. Mi hermano llega a su finca con una gran bolsa de carne para alimentar a sus perros de pedigrí. Ellos saben que es su amo. Son fieles a diferencia de los gatos quienes cambian de amo a su comodidad. Los deja correr libres pero también les da órdenes de no asaltarnos a caricias, porque aunque son tiernos de edad, son imponentes. 94


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Podrían echaros al suelo de un manotazo. Sentarse en el patio de la casa rustica construida como cualquier campesino la hubiera soñado para residencia, escondido un horno de barro aun sin estrenar, es la experiencia más íntima que uno puede tener. Mirar al frente es sentir como si a propósito las montañas algunas del periodo terciario, nos pulsaran la historia y geografía de estos lugares privilegiados por el clima y la naturaleza. Da la impresión de que se detuviera frente a los ojos el paisaje estético más indescriptible para el ojo humano. Música de los años sesenta, una copa de shumir, y la vida es un embeleso. La tarde cae y de regreso a Loja en la esquina de la fritada se descompone el carro. Doña Keta ha salido a la ciudad, están sus hijas que ya han terminado con el negocio de la fritada de chancho. Amarro mi lengua mientras mi hermano se baja a inspeccionar lo que sabe en teoría. Nadie se acerca aun. Voy hacia las muchachas que están curiosas y sonríen como si supieran la solución del problema, para informarme sobre algún mecánico o hermano de mecánico que pudiera haber por allí. Me indican que a dos cuadras hay uno. La misma acera, intacta, aun no profanada con adoquín nuevo. Probablemente el bendito descuido de algún gobernante dejó este piso intocado. La calle me ha llevado al lugar indicado.. ¿MI colegio seguirá así, por seculo seculorum?, hablando en el latín que aprendimos por completo para seguir las misas mañaneras a las que acudíamos todos los días, temprano, madrugando con el canto de los gallos, adelantándonos a la hora de la ceremonia para darle chance al novio que intentaba tomarnos de la mano y hacernos temblar por un momento. Eso era todo, esos fueron los amores de para siempre. Estaban negadas como blasfemias todas las preguntas que ahora cualquier insolente o bien intencionado las hace como; El papa es infalible y no muere nunca? Porque Dios es hombre? Por qué tiene que ser Virgen la Madre de Dios?. Y no porque no se nos ocurrieran, eran dogmas incuestionables. A la salida del colegio, en comercio informal, en vez de Doña Mariquita, esposa del acólito Don Moisés, la mujer que batía la panela disuelta para hacer melcochas, y también el azúcar refinado para las blancas, que nos traía chupetes de varios colores, se ha colocado con una carreta transformada en pequeño comercio, un joven su con su improvisada mercancía” frutas, chifles, caramelos. 95


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A diferencia de las actuales estudiantes, nosotras las antiguas estudiantes masticábamos melcocha dura de pura caña de azúcar, y a la vez combinabas el dulce ya en la boca con pedazos de coco fresco, para añadir ese sabor neutro, fresco e indescriptible, al de la panela, que se escurría en la boca. La puerta de la entrada fue lo más curioso: Transparente. Cuando en nuestros tiempos, solo había un portón infranqueable, vigilado por una portera a estilo bulldog, que abría una pequeña ventanilla para ver quien tocaba el timbre y encargada de asustar con sus gritos a cualquier samaritano que se atreviera a traspasar límites. Una vez que entrabas al recinto quedabas sepultada. La ley de transparencia se ha inmiscuido por todos los rincones, más bien porque ya nadie confía en nadie, Nada es privado, nada recatado, todo pierde su gracia ante la exposición grotesca de las personas y los objetos tal como son. Unas adolescentes juegan en el patio es permitido observar desde afuera sus brincos. Veo mi colegio, siento melancolía, me ha costado mucho desprenderme del papel de víctima, de entender que en la vida no es necesario sufrir para ser una persona honesta, que el sufrimiento es ocasional y por lo tanto aprendemos a como dejarlo pasar sin oponerle resistencia, pero con miras a una redención inmediata.. Que el mayor bien de cualquier ser humano es llevarse la conciencia en el mejor estado posible. Mi teléfono suena. Mis planes cambian. Salgo a Malacatos. Tengo la oportunidad de viajar con un hermano bien informado que me contestará la mayor parte de mis preguntas. Me llevo de fiambre mi bolsa de pan. Voy a la tierra del chilalo que también, según él, lo llaman llangache y es un pájaro de tamaño regular, como un tordo, una chiroca, un mirlo, tiene color añil acanelado y reluce su pecho blanco. Es tan bello que me hace recordar al cardenal que visita mi jardín en Puebla. Todo rojo púrpura, con la cresta y pico negros. Que elegancia de clérigo, del chupaflor, con su pico más largo que el cuerpo. Comparo inconscientemente, todo, Siento mi dualidad, el amor a mis dos patrias. Malacatos cuyo nombre indica malos cactus, en esta época, es de exuberante vegetación. En el camino los expendios de fritada, chicharrón plátano frito, yuca y mote. Imposible pasar adelante sin detenerse en ello; los tempraneros tienen derecho a las visceras recién fritas, (antojos de mi cuñado) Los letreros bien puestos, sin faltas de ortografía lucen aquella cultura que se encierra en esta parte geográfica del planeta: Loja. La iglesia de Malacatos entre tres montículos, los colores pasteles agregan 96


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una sensación de paz, de encontrarse en otro micro universo creado para que el hombre ame la naturaleza. Nos desviamos. El Cerro del Carmen luce de pronto con sus cúspides reforzado la cordillera oriental en el punto mágico donde se encuentra con el nudo de Cajanuma.. Desde las casas pequeñas de madera se escucha el aullido de lebreles en los campos, y a la vista en los corredores de las casas, los perros descansan mansos. Hay variedad de frutos: chirimoya, guayabo, limón, naranja agria, capulíes, mandarina guineos, plátanos porotos, café, pimiento maíz caña de azúcar fresca como aquella que saboreábamos en la hacienda de nuestro tío en “El Porvenir”. Éramos tantos primos y comíamos tantas cañas que cuando iban los cosechadores a iniciar sus tareas, al día siguiente de nuestra invasión, se asustaban, aducían, comentando entre ellos, que extraterrestres habían bajado a elaborar los grandes círculos vacíos de cañaverales, que dejábamos después de chupar tanta caña de azúcar. Algunas casas son ocupadas ya por extranjeros que han renunciado a su mundo material y practican la economía doméstica de muchos campesinos con quienes comparten enfermedades, trago, vestimenta pero sobre todo la alegría de vivir más años que los previstos cronológicamente para el ser humano, en buen estado de salud. Mi hermano llega a su finca con una gran bolsa de carne para alimentar a sus perros de pedigrí. Ellos saben que es su amo. Son fieles a diferencia de los gatos quienes cambian de amo a su comodidad. Los deja correr libres pero también les da órdenes de no asaltarnos a caricias, porque aunque son tiernos de edad, son imponentes. Podrían echaros al suelo de un manotazo. Sentarse en el patio de la casa rustica construida como cualquier campesino la hubiera soñado para residencia, escondido un horno de barro aun sin estrenar, es la experiencia más íntima que uno puede tener. Mirar al frente es sentir como si a propósito las montañas algunas del periodo terciario, nos pulsaran la historia y geografía de estos lugares privilegiados por el clima y la naturaleza. Da la impresión de que se detuviera frente a los ojos el paisaje estético más indescriptible para el ojo humano. Música de los años sesenta, una copa de shumir, y la vida es un embeleso.

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La tarde cae y de regreso a Loja en la esquina de la fritada se descompone el carro. Doña Keta ha salido a la ciudad, están sus hijas que ya han terminado con el negocio de la fritada de chancho. Amarro mi lengua mientras mi hermano se baja a inspeccionar lo que sabe en teoría. Nadie se acerca aun. Voy hacia las muchachas que están curiosas y sonríen como si supieran la solución del problema, para informarme sobre algún mecánico o hermano de mecánico que pudiera haber por allí. Me indican que a dos cuadras hay uno. Algunos hombres, curiosos, amables, se van acercando al suceso. Todos opinan y tienen un criterio unánime: es la gasolina. Mi hermano se fija en la flecha que mide el combustible: el tanque está casi lleno. Con paciencia escucha las direcciones del hermano de un mecánico que a través del celular, diagnostica a su consanguíneo el caso. Chupa la manguera y se da cuenta que si hay gasolina. - Los platinos no pueden ser, ayer los repuso por nuevos mi mecánico de confianza- dice mi hermano. Una llamada a ese mecánico y las órdenes estrictas de este: no tocar el motor, (significaba dormir en media carretera). De pronto un hombre que apenas puede enunciar palabras porque tiene capacidades limitadas y es el hazmerreír del pueblo, se acerca. Es un personaje conocido en el pueblo. Casi al oído de mi hermano que ya está rojo de furia o concentración, le dice de una manera algo chistosa: “Lo que no tiene es gasolina”. La bomba estalla. MI hermano se regresa y le advierte que se desaparezca por voluntad propia. El hombre ríe, nos es menso, su actitud es un modus vivendi, ha logrado su objetivo: sacar a mi hermano de sus casillas. El hermano del mecánico ha colocado un papelito plateado de cigarrillo, doblado entre los platinos y milagrosamente el motor funciona. Casi sin hablar emprendemos el regreso. Me despido le agradezco a mi hermano su compañía y subo a la casa de mi hermana. De pronto empiezo a extrañar a Ana Banana y sus pulseras infinitas sonando como cascabeles de gato, anunciando su presencia. Sus aretes largos hasta los hombros, sus historias a veces cursis, pero entonadas, que uno tiene que escucharlas pensando que a la larga cambiaran en un buen suceso. Quiero llorar la ausencia de Sara, su voluminosa presencia mezclada con 98


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una agilidad que una yoguista envidiaría; Clementina y su sabiduría, Tania y su sentido de humor tan acertado, Susana, Isabel, y Cumandá la extraña sudamericana que abatió el exilio, ahora, según ella y su catarsis, convertida en madre soltera y profesionista. Extraño a todas como si extrañara a muchas muertes anunciadas, sucesos que pasaran y eventualmente se llevaran parte de la historia de este siglo. Extraño ese motivo que a uno lo impulsa a seguir adelante, Me agarro con la fuerza de mi alma que no se deja engañar y me invita a dejar una huella de amor sobre la tierra. Suena el teléfono. MI hija de Colorado, me recuerda que tengo un boleto para el lunes. Vamos al Grand Canon (gran Cañón). Vale anotar que los habitantes de esa área no quieren decirle Gran Cañón ni escribir así su nombre, para no identificarse con los mexicanos a quienes aunque los desposeyeron de estas tierras, no los sienten hermanos. Dos mudas de ropa. Son suficientes, lo que falta lo iré adquiriendo en el camino. Me esperan con el “Van” arreglado, los nietos, los abrigos gruesos, y la esperanza de que no me enferme en el camino. Al día siguiente partimos. No me imaginé la belleza del paisaje y los largos túneles que abrieron para penetrar la roca y subir a la montaña. Las rocas de diferentes colores formando montañas multicolores. Después de “Silver Plume” un poblado pequeño, (seguramente por no decir Pluma de plata) el cañón se extiende en túneles inmensos, iluminados, muy largos y cuando asomamos al otro lado, aparecen pequeñas ciudades como Idaho Springs que son réplicas de otras y sólo confirman el poco pasado histórico de Norteamérica. A la derecha las rocas. Sobre ellas cascadas de agua congeladas Parecen fotografías. Al frente una capa blanquísima ocultando los árboles. Los que quedan fuera de ella se ven erectos muy pegados unos a otros para sobrevivir o porque juntos como batallones, podrán resistir las avalanchas de nieve que se les vienen encima. Es un día de sol que contrasta totalmente con lo que se divisa desde la ventanilla. Hay excitación entre la gente que ha concurrido a esquiar, a desafiar la montaña. Jóvenes, adultos niños, completamente protegidos contra el frió esperan 99


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el momento de trepar la montaña para luego bajar en sus esquíes casi volando. La montaña, es un reto subirla y detenerse a ver los bosques inmensos, la nieve prístina al igual como la observamos en tarjetas postales. Estar allí, libera el espíritu del cuerpo, da un valor especial a la tarea de seguir subiendo porque subir una montaña es retarse a uno mismo. Trepar una milla y media hacia la montaña me ha sido posible gracias a mis facultades físicas que pelean con mis años, aún más cuando me he adaptado a los pesados zapatos de hielo que parecen sandalias de fierro sobre mis botas abrigadas. Un banquete nos espera en el albergue. Estamos felices. Me congratulo con la vida norteamericana de mis hijos y aunque quisiera quedarme prendida a ellos como lapo, no puedo. Seria renunciar a mi propio viaje que aunque todos lo tenemos en la mira es muy difícil entenderlo, hay que simplemente intuirlo. Esquiadores de países nórdicos llenan el ambiente y las competencias, concursos, porras y gritos llenan ese inmenso mar blanco que provoca pensar en la creación. Da antojo de tomarse un buen chocolate, “mayordomo” de Oaxaca, o “Abuelita” en cualquier ciudad de México, cacao delicioso de Ecuador, pero solo podemos tomar “Carob power”. Una rica bebida con sabor exacto a chocolate, sin cocoa, sin chocolate y sin cafeína... El desfile de esos cuerpos libres de grasa, mostrándonos a través de sus trajes de lycra hasta el último tendón, presumiendo el dominio que estos atletas tienen sobre sus músculos y el tiempo de práctica sobre los skies, emociona. Los nietos también bajan y suben la montaña, los niños hasta los más pequeños, con sus trajes de colores, suben bajan, caen, levantan. Nunca lloran.

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n el viaje de regreso, el sol ha producido cambios en la masa de nieve que se ha derretido en muchas partes. El panorama ha cambiado, los hijos, o sea los árboles se han comido a la madre nieve, como los alacrancillos se comen a la suya en cuanto nacen. Los árboles crecieron y se han salido de su vientre. Dominan los pequeños espacios que quedan de nieve que se consolida solamente en la cabeza de las montañas y los collados como un recuerdo de lo que fue ayer. La vida es evolución y tiempo recorrido. Ahora los árboles más fuertes, hacen sombra a los más pequeños. Millares de nuevas familias forman una vegetación verde, sólida. Faltan ojos para mirar el milagro de la vida, la certeza de la muerte.

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quí hubiera terminado el asunto de mi posible novela, de no ser porque se me ocurrió enviarle una copia por Internet a Susana. Susana es objetiva en la crítica y siempre me dirá la verdad.

Después de enviarle una copia de mi novela a Susana, y regocijarme en la postal donde venían las pinturas de Sara premiadas, y el libro de poemas de Cumandá, publicado; liberada del asunto de la novela, regresé a la playa de Ayanga, nuevamente a Ecuador, donde me esperaba mi hermana con su familia. Es casi imposible advertir cómo pasa el tiempo tan rápido entre un viaje a otro, y como uno puede movilizarse en un mismo día de un país a otro. Frente a un centoya, invertebrado de mar que nunca antes había visto, dejé volar a mi obcecada observación para mirar este ejemplar marino con su gran casi rectangular cráneo, su cuerpo como de molusco petrificado, dividido en extremidades toscas, color de piedra, del que estoy segura, era un extraterrestre y nosotros no nos dábamos cuenta y por eso, muy pronto terminará en un cebiche como terminaran esas hermosas langostas color naranja que las exhiben sobre un platón, vivas, y aunque se mueven mostrando signos de vida, nunca podrán desperezarse. En esa playa me quedé esperando el comentario de Susana. Llevaba ya dos días sin sus noticias, pero no perdía las esperanzas. Si algo tengo de bueno es la paciencia. Mi intuición no me falla a menudo, 102


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y había una certeza dentro de mí de que ese día me sorprendería alguna noticia de Susana. Tenía que darle crédito a mi intuición. Regresé a la cabaña y abrí mi computadora móvil. Con mayúsculas empezaba el comentario de Susana. Algo así como un título de esos que al leer, a uno se le escurre el corazón “NO TE CREÍ CAPAZ DE MATAR A TANIA, SOLAMENTE POR TERMINAR TU OBRA MAESTRA”. En efecto estaba tan apurada por cerrar este caso que pensé que el pretexto de una muerte, justificaría mi cambio de súbito de ubicación a otro país, nuevamente y podría terminar la novela. De inmediato empecé a leer los comentarios; “Primero, lo bueno. Tu obra alcanza algunos méritos, ¿por qué? : Se alinea perfectamente al Género Novelístico. Has encontrado un estilo propio. El manejo de los personajes apropiado y las situaciones, atmósferas, ambientes que los rodean, muy adecuadas a tu estilo algo melancólico y a la vez realista. Resuelves tus anécdotas, con gran sentido del humor y tratas de convencernos de que estamos todas haciendo lo mejor que podemos por nuestras vidas aunque yo lo dude, porque creo necesitar cien cafés en tu compañía, para tratar parecerme a ti en la trasformación hacia un ser liviano, volador y ubicuo, probablemente tus lectores si se van a quedar con esa impresión. Yo difiero de sus posibles opiniones, primero en la que tú asumes de que esta es tu obra maestra. No que dude de tus capacidades de escritora, más bien, porque cuando un autor cree que ha escrito su obra maestra, queda muerto en vida. Volviendo a las situaciones de nuestro grupo, yo que he vivido de cerca contigo nuestros eventos personales, te pregunto si evades los íntimos por no adentrarte en la vida de los personajes, cuidar sus conductas, o simplemente porque a ti no te importan, ya que ese no es el mensaje que quieres cruzar, lo cual es legítimo. A mí, si me importan nuestras situaciones, mis amigas, tu, y extrañaré siempre, los momentos que estuvimos juntas apoyándonos. Los resultados han sido los siguientes; Sara bajó veinte kilos y lo puso a su esposo en shock. Ahora no se le despega y le cumple todos sus caprichos. Además siendo triunfadora en la exposición de pintura, ahora ya es una maestra en dicho arte nos tiene a todas pintando, aunque sea las uñas. 103


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Me pongo en segundo lugar, porque el final es un poco más complicado. Logré mi objetivo y viajo a Japón, así es que no te llame la atención, si cuando regresas, no me encuentras. No puedo ni creerlo, Agustín facilitó mi viaje, y me ha dicho que lo realice con él o sin él, claro que cuando dice eso ya sé lo que quiere, y si lo invitare, y nos volveremos sólidos en nuestros propósitos del futuro, o sea de los pocos años que nos faltan por vivir ¡carajo!, y uno complicándose la existencia cuando tiene el pan en la mano. Sin duda, él siempre se dio cuenta de mi labor en casa y nuestros hijos nos alentaron para concluir este viaje y no creo que sea porque los visitamos mucho o invadimos sus hogares. Fue un gesto muy imparcial. Me preocupa Cumandá que anda en verdaderos problemas existenciales, sería bueno que sean al estilo Baudelaire y su generación decapitada, pero no. Esto, por primera vez. Su discurso poético, nada tiene que ver con su realidad algo esquizofrénica, o bipolar como tan usualmente se califica en estos días, la incapacidad de enfrentarse a uno mismo y que nuestros padres nos la curaban de un buen grito al que obedecíamos cabizbajas. No digo que lo uno sea mejor que lo otro, ni lo otro que lo uno... Resulta que después de haber según ella vivido una relación de felicidad completa con su marido y enviudado dignamente, cosa que nunca quiso aceptar, y que le aplaudimos efusivamente, porque ya no se presentaba como madre soltera, algo que sabíamos que no era cierto, pero respetamos siempre con apego a su recuperación. Después de habernos brindado en ecuaciones la descripción perfecta de los momentos de felicidad, tranquilidad, normalidad que tenían copada su vida con su esposo, envueltos siempre en la zarza de una pasión inmensa, y un amor angelical que los sostenía siempre en vilo, ahora, niega esa ascensión en vilo, y nos cambia la ecuación a 0 Si 0 es= 0 0 = ? Se ha enfurecido de tal manera, que tuvimos que detenerla para que no queme sus libros de poemas los cuales ella infería, que no eran dignos de tal mentira, y aduciendo casi demoniacamente, que todo fue al revés, que realmente sus momentos de felicidad con el amor de su vida, fueron escasos y que en todo caso, tuvo que proponérselos ella. Revirtió su estado de salud emocional, hasta llegar al extremo de encerrarse en un cuarto por días enteros. La crisis ha progresado y cuando creíamos que su duelo había terminado, 104


NOSOTRAS LAS DE AHORA

nos reta con su más soberbio logaritmo sentimental: dice que “eso de que su marido haya decidido morirse en un accidente de avión del que ella no pudo obtener sus restos, es una verdadera infamia, ya que ella no pudo llorarlo en la tumba como se debe”. Las misas que se le pasaron no sirven- nos gritó enfática y vimos tal ira y decisión en su mirada que aunque estoy segura que esto no será permanente, implica a que necesariamente salgamos al rescate. Asustadas, logramos ponerla en manos de una siquiatra respetable ya que temíamos que el trance le dure más de lo normal y que tendrían que suspenderse nuestros cafés para evitar que se produjera algún exabrupto. La profesionista le aconsejó que el remedio absoluto para su ira es “que a la brevedad posible, se monte un funeral con coronas, alfombras, cortinas grises, todo lo que involucra un velorio. Se Invite a deudos familias lejanas, amigos cercanos, solicitándoles que asistan de negro, en luto total, como el que se acostumbra en estos casos. Incluso el servicio de cafetería no se podría pasar por alto. Logrado este objetivo, al momento de darle el último adiós a su marido, que espiritualmente estaba en ese cofre, abra la caja para que se dé cuenta de que está llena de tierra, porque al fin y al cabo en eso, todos nos vamos a convertir”. La sicóloga nos sugiere seguir los pasos al pie de la letra si realmente queremos sacar a Cumandá de su miseria. Por supuesto tenemos a Cumandá en un régimen alimenticio preciso y agua de todas las hierbas posibles, mientras llegas, para ver si lo del funeral es la solución, o nos planteamos uno para la psiquiatra que le está dando semejantes ideas. -“Usted Puede aceptar esa tierra o patear el féretro- le ha dicho a Cumandá,- ante el sobresalto nuestro, “cualquiera de esos dos acciones la libraran de semejante pena”. Para variar, Tania está organizando su fiesta de cumpleaños, ya sabes con bombos y platillos y esperando que la situación de Cumandá no progrese. El hilo de la realidad y la locura es imperceptible. Ella y su optimismo descabellado cree que Cumandá no se convertirá en aguafiestas. Me pregunto, ¿Estaremos cuerdas? o todas traspasamos por situaciones fuera de contexto de pura coincidencia. Estos casos o sea de Cumandá y Tania, aunque parecen aislados son lo más cercanos que uno puede imaginar, por eso mientras el uno pueda imaginar por eso no se resuelva, peligra el otro. Viéndolo bien, no me iré de viaje, hasta que vengas y arreglemos todo equitativamente Isabel sigue igual, des 105


Aura Aguirre Aguirre

afanada con seguir recordando a su amor y estudiando organigramas sociales para una encuesta sobre si se debe dar plaza a los narco - traficantes para que actúen libremente y no involucren a gente inocente, o seguir en la lucha indiscriminada sin fijarse a que cartel le asestan el golpe. Confiamos en su genialidad ya que la astucia de todo el planeta se ha quedado corta en el tema. Nos consuela que en tres meses no ha vuelto a remodelar su casa, con excepción de unas hiedras que colgó en los muros libres de espejos, y su tarareo constante de una canción que si conoces y se llama “La hiedra”. Clementina si sufrió la pérdida de su madre, y te lo digo para que le escribas. Es nuestro tesoro, y una amiga que no quisiéramos perder nunca. Nohemí, nuestra Ana Banana, ha sido posicionada para ser la reina de la tercera edad, asunto que le molestó antes de que le explicáramos que en eso de las edades acaba de cambiar la humanidad con el descubrimiento de la fotogénesis en las células y que ahora ya hay una cuarta edad para la que le faltan cincuenta años. Ya tendrá en que entretenerse por lo menos un año, porque de que gana el título lo gana, y nosotros tela para nuestras tijeras. Pasaremos de ser de simples ciudadanas, a invitadas de honor “de vez en cuando” a sus presentaciones sociales. Trataremos de someterla a una neuro génesis para ver si con esta reparación celular se le quita lo sonsa, aunque bien sabemos que no queremos que se cure totalmente. Te deseo mucho éxito recomendándote que la próxima vez, termines tus novelas con serenidad, usando causa y efecto, sin improvisación, y no tomándote un pretexto que no es real, como la muerte de Tania, para salirte del sistema verídico que siempre usas cuando escribes. -Matar a los personajes en un acto endeble-. Una sensación extraña me invade, es la primera vez en mi vida que quise tomar a un personaje, en este caso mi amiga Tania, de pretexto para cerrar una historia. ¡Caramba! Cuando uno se ha metido en el camino de la verdad, ni cuando se escribe ficción, puede haber fugas. -Hemos llegado-, dice mi hijo. Se acerca navidad y temo que mis nietos me regalen aparatos electrónicos. Guardo mi lápiz y dejo de tomar notas. Veo caer la nieve desde el inmenso cristal de una ventana: ¡Viva la creación del mundo! 106



INICIACIÓN “También a él le dolió el cuerpo al penetrarla. Aunque se demostraron sus contornos, ella se humedeció aceptándolo. Mientras el aire despejaba aquel vaho caliente y sus ojos se desempañaban, el hombre, sin tocar la herida, entro en ella y regó el puñado de semilla. Entonces arrimó las dos manos sobre el mango de la pala dejando caer la quijada para descansar.”

Cuento Breve Iniciación. Primer Premio Concurso Barandal Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) Jurado Dr. Gerardo Sampedro del Villar y Gabriel Wolfson. Publicado en la revista literaria “Tierra Adentro”, México.


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