Escuela Diocesana de
Discipulado misionero
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Tabla de contenido Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 El Plan Diocesano de Pastoral y La Escuela de Discipulado Misionero. . . . . . . . . . . . . . . . 4 Experiencias diocesanas anteriores. . . . . . 5 1
CONTEXTO
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METODOLOGIA
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Por qué una escuela. . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Para qué una escuela. . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Una escuela, ¿Para quiénes?. . . . . . . . . . . . . . 35
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Formar laicos, una necesidad apremiante . . . . . . . . . 7 Hechos que reclaman procesos de formación. . . . . . . 8 Formar laicos en un mundo complejo . . . . . . . . . . 10
Objetivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Destinatarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Dinámica de Trabajo. . . . . . . . . . . . . . . . . 38 Logística. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Material didáctico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
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MARCO DOCTRINAL
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Orientaciones generales del Magisterio . . . . . . . . . 11 Concilio Vaticano II. . . . . . . . . . . . . . . . . 12 Pablo VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Juan Pablo II. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Benedicto XVI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Indicaciones del CELAM . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Rio de Janerio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Medellín. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Puebla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 Santo Domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Aparecida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Encuentro kerigmático. . . . . . . . . . . . . . . . . 44 Etapas de formación. . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Después de la escuela . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 Pasos para implementar la escuela. . . . . . . . . . . 51 Vayan y hagan discípulos (Motivación final). . . . . . . 52
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Presentación Ante el gran desafío que la quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano manifestó en Aparecida de la urgente necesidad de formar discípulos misioneros para hacer posible la nueva evangelización del continente, la diócesis de SonsónRionegro ha querido asumir responsablemente este reto construyendo y madurando una propuesta viable y eficaz en este sentido. La formación de discípulos misioneros es, sin lugar a dudas, una tarea que debemos atender pronto y de la mejor forma posible, no tanto porque sea una necesidad de nuestro tiempo, sino porque es un deber que tenemos con todos aquellos que han recibido la gracia del bautismo y que forman parte de la Iglesia. Ser cristiano hoy exige una experiencia más propunda de la fe a partir de un encuentro y seguimiento de Cristo más cercano y real. Teniendo presente estas exigencias de la pastoral de nuestro tiempo y de todos los tiempos, hemos considerado oportuno poner en marcha una escuela de formación de discípulos misioneros de acuerdo con las orientaciones dadas por el Magisterio de la Iglesia y las distintas conferencias generales del episcopado latinoamericano para la formación de laicos. La escuela, siendo un medio que busca responder a una necesidad pastoral y a un deber con los bautizados, no pretende absorver todo el trabajo evangelizador, ni tampoco convertirse en el único modelo de formación de laicos. Se ofrece como una alternativa para quienes quieran asumirla libremente sin ningún tipo de presión. La propuesta busca implementar un proceso de
formación que responda de la mejor forma posible a la difícil tarea de formar discípulos misioneros en nuestro tiempo. Se ha madurado teniendo presente las diversas necesidades de la Diócesis y las exigencias de la evangelización trazando una metodología que contiene los elementos y estrategias necesarias para responder adecuadamente a un proceso de evangelización serio y profundo en orden a la formación de discípulos misioneros. La escuela nace como fruto de una larga reflexión llevada a cabo durante finales del año pasado y comienzos de este año por monseñor Ricardo Tobón con un grupo de sacerdotes de la Diócesis; propuesta que ha sido a su vez analizada en distintos espacios diocesanos para atender sugerencias y recomendaciones. Esperamos que este modelo pastoral pueda ser útil en la formación de nuestros fieles con el fin de continuar respondiendo a los desafíos de nuestro tiempo que reclama laicos realmente comprometidos con la misión evangelizadora de la Iglesia que tengan una profunda experiencia de Cristo y de su Evangelio y que posean una adecuada y oportuna formación, la cual debemos ofrecer sin escatimar esfuerzo alguno. Ponemos al servicio de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de nuestra Diócesis esta propuesta de formación de discípulos misioneros. P. Oscar Orlando Jiménez Gómez Vicario de pastoral P. Bernardo Arley Aristizábal González P. John Jairo Rivera Tamayo P. John Jairo Olaya Ballesteros
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El Plan Diocesano de Pastoral y La Escuela de Discipulado Misionero El Plan de Pastoral 2006-2010 que recoge las preocupaciones y aspiraciones de nuestra Iglesia Diocesana se anticipa de alguna manera a la solicitud de Aparecida de formar discípulos misioneros para responder eficazmente a los desafíos pastorales del nuevo milenio en América Latina y el Caribe. Ya desde la presentación del Plan de Pastoral Monseñor Ricardo Tobón nos recuerda que no “será posible la evangelización y la renovación eclesial sin evangelizadores convencidos, que hayan vivido la experiencia gozosa y la novedad sanadora del encuentro con Cristo; que conozcan por propia experiencia la fuerza transformadora del misterio de la Cruz y el gozo luminoso que irradia la resurrección; que vivan sin timidez una clara identidad y una profunda unidad eclesiales” (pag. 5)
por reconstruir el tejido social, etc. En este sentido, la Escuela de Discipulado Misionero busca fortalecer la experiencia de fe de nuestros fieles, ayudándoles a vivir mejor el Evangelio y a tener un compromiso más real y eficaz en la construcción del Reino de Dios mediante un proceso de evangelización vivencial y sistemático. (pag. 12)
Posteriormente, en la segunda parte del Plan, cuando nos hacemos la pregunta ¿Qué Diócesis queremos ser? (pag. 45) las directrices allí trazadas se concretizan de modo particular en la propuesta de la Escuela de Discipulado Misionero. En la exposición del principio fundante: la Palabra de Dios, se va a insistir en la necesidad de proporcionar a nuestros fieles una experiencia más profunda de Cristo que les permita escuchar mejor su Palabra, entender sus enseñanzas, acoger su propuesta de salvación, dar testimonio de Estos evangelizadores a los que hace mención Él, etc. En atención a esta solicitud que nos hace el Monseñor Ricardo no son y no pueden ser únicamente Plan Diocesano, la Escuela pretende facilitar esta los sacerdotes y religiosas presentes en la diócesis, experiencia de fe más profunda en nuestros fieles. son también y de manera muy particular los laicos que debemos incorporar cada día de modo más numeroso y Luego, cuando se establecen los ejes doctrinales mejor cualificados al trabajo pastoral; de lo contrario, del Plan, (pag. 52) se hace nuevamente hincapié continuaremos adelantando una pastoral clericalizada en la necesidad de tener un conocimiento y una experiencia de Cristo más vivencial que exige un de poco impacto y con resultados insignificantes. anuncio del kerigma, una espiritualidad que nos ayude En la lectura que hace el Plan de la realidad diocesana a configurarnos mejor con Cristo, una permanente se constató que “hay una deficiencia de procesos de educación en la fe y un renovado celo misionero. Estos evangelización que no lleva a una experiencia de cuatro ejes se convierten en la columna vertebral de la Jesucristo capaz de transformar la vida para anunciar Escuela de Discipulado Misionero que surge como una y construir el Reino de Dios.” Analizando este hecho propuesta de evangelización para responder mejor a se anota en repetidas ocasiones que la fe en Jesucristo los retos que tenemos en nuestras comunidades y a las no ha llegado a generar procesos de conversión, de directrices generales del Plan Diocesano de Pastoral. compromiso, de coherencia fe-vida, de esfuerzos
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Experiencias diocesanas anteriores La formación de laicos en la Diócesis no es una novedad que nace a partir de Aparecida; sacerdotes, religiosos y laicos han venido trabajando en este sentido de tiempo atrás a partir de experiencias distintas que han dado resultados diversos.
y no son pocos los frutos obtenidos.
A nivel de movimientos apostólicos en la Diócesis floreció de modo especial «Los Cursillos de Cristiandad» que ha venido formando a muchos de nuestros fieles desde hace varios años.
años han trabajado responsablemente en este sentido obteniendo frutos realmente loables para la gloria de Dios y el bien espiritual de sus fieles.
Igualmente se ha venido implementando en la Diócesis en los últimos años el proyecto de «Pequeñas Comunidades Eclesiales» que no sólo ayuda a vivir la fe en comunidad sino que además contribuye de modo La Escuela de Discipulado Misionero nace de alguna decisivo en la formación cristiana de nuestros fieles. manera como fruto de todos estos esfuerzos que se han En la actualidad existe en la Diócesis múltiples grupos hecho y por esa razón queremos considerar brevemente y comunidades que están asumiendo esta experiencia. algunas de estas experiencias de años anteriores que Pero no sólo se han adelantado esfuerzos a nivel han implementado modelos distintos y desarrollado diocesano, también han sido muchas las parroquias estrategias diversas, entre ellas las siguientes: y los sacerdotes que a lo largo de estos cincuenta
Así mismo, «la Renovación Carismática» ha sido también un espacio clave de formación en la fe que ha congregado a muchos fieles enriqueciendo su vida cristiana.
También se han adelantado distintas estrategias de formación de los fieles a través de los medios de comunicación, la catequesis para adultos, los grupos apostólicos, la universidad Católica de Oriente, etc.
Se han implementado igualmente espacios físicos para A nivel de modelos de formación también se han llevar a cabo esta tarea de la formación de nuestros adelantado distintas experiencias en la Diócesis entre fieles como fue la construcción y puesta en marcha de la casa de laicos San José en la Ceja. las que debemos mencionar: En fin, como podemos observar, la Escuela de Discipulado Misionero nace de alguna manera como fruto de todos estos esfuerzos que se han hecho y que han producido excelentes resultados. El éxito de esta nueva propuesta dependerá en gran parte de nuestro Otro modelo de formación fue «La escuela de deseo de seguir adelante con este trabajo emprendido Ministerios Laicales» que floreció en la Diócesis para durante todos estos años por muchos de nuestros formar laicos que a partir de sus dones y carismas hermanos sacerdotes y laicos. particulares pudieran servir a la pastoral parroquial en distintos espacios tales como la catequesis, la liturgia y el servicio caritativo o social. Muchos fueron los que tuvieron la oportunidad de vivir esta experiencia de fe Los «Animadores de la Fe», un proyecto impulsado por el padre Jairo Gómez que buscaba fortalecer la vida cristiana de los líderes comunitarios para que fueran a su vez multiplicadores en sus comunidades.
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“Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano.” Benedicto XVI
Discurso inaugural de Aparecida
Contexto
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Formar laicos: Una necesidad apremiante en nuestro tiempo. La evangelización es una de las principales prioridades de la Iglesia postconciliar. Una tarea que con el paso del tiempo se hace más urgente y a la vez más compleja y difícil. ¿Cómo anunciar el Evangelio en una sociedad como la nuestra postmoderna y globalizada y por tanto pluralista, relativista y secularizada? Para el cumplimiento de esta misión la Iglesia sabe que los laicos juegan, sin lugar a dudas, un papel fundamental. Pero para que puedan llevar a cabo su misión en la Iglesia y en el mundo es necesario que, además de una profunda experiencia de fe, los laicos tengan una sólida formación doctrinal. Pero la necesidad de «formar laicos» no puede responder a una simple estrategia de evangelización; se trata ante todo de cumplir con un deber que tiene la Iglesia de formar en la fe a quienes han recibido la gracia del bautismo para que puedan asumir de esta manera su misión en el mundo como verdaderos discípulos de Cristo.
Una de las tareas más urgentes de la Iglesia de hoy es la formación de los fieles laicos. «La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad cada vez mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión, (Christifideles laici, 58). Por tanto, esta debe ser una de vuestras prioridades. En el mundo secularizado de hoy, que propone modelos de vida carentes de valores espirituales, es una tarea más urgente que nunca. La fe muere cuando se reduce a costumbre, a hábito, a experiencia puramente emotiva. Necesita ser cultivada, ayudada a crecer, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. (Juan Pablo II. L’OSSERVATORE ROMANO No.17, 24 de abril de 1998)
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Hechos eclesiales que reclaman urgentemente formación de laicos. En no pocos estudios realizados y en muchas reflexiones adelantadas a través de foros y seminarios, se ha constatado entre otros hechos algunos que manifiestan la urgente necesidad de una verdadera formación de los laicos: ♦♦
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Ignorancia religiosa: se constata en muchos católicos un desconocimiento generalizado de la doctrina cristiana que los hace bastante débiles frente al embate de las sectas y que les impide vivir a la vez una fe auténtica y plena. Poca reflexión bíblica: el número de cristianos que leen y meditan asiduamente las Sagradas Escrituras no es muy alto en nuestro medio, más aún, son muchos los hogares católicos donde no se tiene ni siquiera la Biblia y si la tienen muchas veces es simplemente de adorno. Y quien desconoce las escrituras no puede afirmar que tiene un conocimiento profundo de Cristo, lo afirmaba categóricamente San Jerónimo. Religiosidad superficial: el informe del Celam titulado «El tercer milenio como desafío pastoral» manifiesta que “La religiosidad latinoamericana, por lo general, se fundamenta menos en lo dogmático y en lo doctrinal y más en lo afectivo y en lo ritualista. Esta característica la hace muy vulnerable frente al sincretismo, con una desvinculación entre moral y dogma que produce un tipo de cristiano que vive la fe a su modo, empleando sólo algunos aspectos de la religiosidad” Falta de compromiso cristiano: los cristianos latinoamericanos manifiestan, como lo describe el documento de Medellín, una separación entre fe y compromiso social. La fe aparece más como una adhesión a un credo y a una serie de principios morales que muy pocas veces lleva a un verdadero compromiso cristiano, quedándose en el plano de un simple paternalismo (Cf. Medellín, Pastoral de élites nro. 10) Pastoral despersonalizada y masificada: otro de los hechos que se constata a veces es la ejecución de una pastoral de masas que no trasciende el nivel de simples eventos que no logran generar procesos de formación personalizados. Frialdad en la práctica sacramental: la falta de formación del pueblo cristiano conlleva muchas veces a una práctica sacramental fría, motivada por el simple cumplimiento de un deber moral o por mera costumbre. Este hecho desencadena no pocos abusos en la celebración de la liturgia que puede terminar convirtiéndose en un acto de piedad sin ningún sentido y en ocasiones en un simple espectáculo musical o folklórico.
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A los laicos les corresponde testificar que la fe cristiana es la única respuesta completamente válida a los problemas, inquietudes y expectativas del hombre y del mundo de hoy. Juan Pablo II
Estos hechos, de fácil verificación en muchas de nuestras comunidades cristianas, manifiestan la necesidad de afrontar con responsabilidad procesos de formación que garanticen un mayor crecimiento en la fe y un conocimiento más claro de la doctrina cristiana. Junto a los anteriores factores “negativos” aparecen también otros aspectos positivos que favorece la formación de laicos. ♦♦
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Existe una mayor conciencia del laicado en la Iglesia: después del Concilio Vaticano II se viene insistiendo de modo particular en el papel de los laicos en la evangelización y por tanto de su necesaria formación. Se dispone de un ambiente cultural más propicio para la formación: a diferencia de épocas anteriores donde la mayor parte de la población era analfabeta, en la actualidad muchos de nuestros fieles adelantan estudios, cuando menos básicos. Se está dando un despertar espiritual: en una sociedad materialista como la nuestra se percibe al mismo tiempo un despertar espiritual que anima a muchas personas a una búsqueda espiritual más seria y profunda. Los medios de comunicación son mejores y más eficaces: aprovechar los medios de comunicación es un reto que la Iglesia debe asumir para una mejor evangelización, sobre todo en el ámbito de la formación.
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Formar laicos en un mundo complejo La formación de los laicos debe responder también a los grandes desafíos del momento histórico que estamos viviendo. Desafíos que reclaman necesariamente sólidos procesos de formación que permita a los fieles cristianos responder con mayor eficacia a los retos que estos fenómenos plantean. Mencionemos solamente cuatro de los principales desafíos actuales: ♦♦
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La globalización del mundo: gracias al desarrollo de los medios de comunicación y de transporte el mundo se está convirtiendo cada vez más en una ‘pequeña aldea’ donde los distintos acontecimientos regionales alcanzan un impacto mundial. Este hecho sociocultural tiene enormes repercusiones en la evangelización. A diferencia de otros tiempos donde la gente nacía y vivía bajo las condiciones culturales propias de su entorno social, en la actualidad las nuevas generaciones crecen en un ambiente cultural universal que ofrece múltiples opciones de alcance inmediato incluso de tipo religioso. El creciente secularismo: se percibe sin ninguna dificultad en los distintos sectores de la vida social una especie de rechazo a la fe que la relega al plano meramente personal. Este hecho ha venido configurando una sociedad secularizada que hace muy difícil la evangelización. Mientras que en otros tiempos la Iglesia tenía una amplia repercusión en la vida social de los pueblos cristianos, en la actualidad esta incidencia es mínima. El ocaso de la modernidad: la evangelización en la actualidad no enfrenta ya el racionalismo propio de la modernidad, sino el relativismo y pluralismo impuesto por los postulados postmodernos que hacen que la evangelización sea una tarea cada vez más exigente y difícil. Ya lo anotaba claramente el cardenal Ratzinger en el discurso pronunciado ante los cardenales antes de su elección papal. La crisis generalizada de la sociedad: los distintos valores sociales, religiosos y culturales que durante tantos siglos configuraron la identidad de nuestros pueblos, en la actualidad son replanteados y en ocasiones rechazados, generando desconcierto e incertidumbre. El consumismo, el dinero fácil, la violencia, la descomposición familiar, Mientras Occidente se descristianiza, hay por todas partes una vuelta confusa a lo sagrado, entremezclada e incluso disfrazada por la idolatría práctica del poder o del dinero. Esto lleva a una visión desencantada y pragmática de la vida. En esta situación los cristianos, y especialmente los fieles laicos, tienen una gran tarea por hacer.
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Marco Doctrinal En esta segunda parte vamos a considerar los aportes que el Magisterio de la Iglesia y el Celam han hecho sobre la formación de los laicos en el contexto actual del mundo y de la Iglesia. Queremos ofrecer una breve síntesis que nos permita descubrir el valor y la importancia que tiene esta tarea en nuestro quehacer pastoral.
Orientaciones del MAGISTERIO DE LA IGLESIA Sobre la formación de los laicos
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La formación de los laicos ha sido impulsada especialmente por el Vaticano II y la han continuado los papas que han guiado a la Iglesia desde entonces.
CONCILIO VATICANO II
Previo al Vaticano II es conveniente recordar la encíclica “Princeps Pastorum” del Papa Juan XXIII sobre el apostolado misionero. En este documento expresa el Romano Pontífice el puesto especial que tienen los laicos en las misiones: “Todo cristiano tiene que estar convencido de su deber primero y fundamental, el ser testigo de la verdad en que cree y de la gracia que le ha transformado” (Princeps Pastorum 16).
Pero señala el Papa inmediatamente que es necesario que los laicos tengan una buena formación para que puedan cumplir este objetivo (Cf. Princeps Pastorum Uno de los logros importantes del Concilio Vaticano 19-24). II fue el de haber redescubierto el papel del laico en la De este modo, la formación de los laicos, como veremos Iglesia. En varios de sus documentos se habla de ellos a continuación, será una inspiración del Espíritu Santo y de su misión. Surge entonces una pregunta, ¿qué se para la Iglesia de nuestros días que debemos asumir entiende por laicos? La Lumen Gentium responde: con responsabilidad. “Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. (LG. 31).
Esta definición no es puramente conceptual sino que explica ya la misión del laico, que está llamado también al apostolado (Cf. LG. 33). Pero para que los laicos puedan evangelizar el mundo la Lumen Gentium los invita a una sólida formación: “Trabajen los laicos celosamente por conocer más profundamente la verdad revelada e impetren insistentemente de Dios el don de la sabiduría” (LG. 35).
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E invita a los ministros sagrados para que le den a los laicos el puesto que se merecen y les ofrezcan una oportuna formación: “Los sagrados pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Hagan uso gustosamente de sus prudentes consejos, encárguenles, con confianza, tareas en servicio de la Iglesia, y déjenles libertad y espacio para actuar, e incluso denles ánimo para que ellos, espontáneamente, asuman tareas propias” (Lumen Gentium, 37. Cf. Presbyterorum Ordinis 9).
Si bien la Lumen Gentium dedica un capítulo para los laicos, el decreto Apostolicam Actuositatem está todo dedicado al apostolado de los laicos. Sobre la formación de los laicos nos dice: “Como los laicos participan, a su modo, de la misión de la Iglesia, su formación apostólica recibe una característica especial por su misma índole secular y propia del laicado y por el carácter espiritual de su vida” (AA. 29).
La formación del laico no es por tanto algo que se le añade, o que conviene realizar, sino que es propia de su ser, por eso la formación no debe ser una mera instrucción teórica sino que debe hacerse poco a poco: “Esta formación, que hay que ir complementando constantemente, pide cada día un conocimiento más profundo y una acción más oportuna a causa de la madurez creciente de la persona humana y por la evolución de los problemas” (AA. 29).
La formación es así mismo una obligación de cada bautizado, lo señala también claramente el Decreto: “Más aún, cada uno debe prepararse diligentemente para el apostolado, obligación que es más urgente en la vida adulta, porque avanzando la edad, el alma se abre mejor y cada uno puede descubrir con más
exactitud los talentos con que Dios enriqueció su alma y aplicar con más eficacia los carismas que en el Espíritu Santo le dio para el bien de sus hermanos” (AA. 30) .
Por su parte, el decreto Ad Gentes, sobre la Misión de la Iglesia, no encarga la misión sólo a los sacerdotes o a los religiosos, sino también a los laicos, y a todos les exige una sólida formación: “Los que hayan de ser enviados a los diversos pueblos como buenos ministros de Jesucristo, estén nutridos "con las palabras de la fe y de la buena doctrina", que tomarán ante todo, de la Sagrada Escritura, estudiando a fondo el Misterio de Cristo, cuyos heraldos y testigos han de ser (…) cada uno según su condición - han de prepararse y formarse para que no se vean incapaces ante las exigencias de su labor futura.” (AG. 26),
Luego muestra los diferentes niveles y ámbitos de dicha formación: “Aunque toda esta formación ha de estar llena de solicitud pastoral, ha de darse, sin embargo, una especial y ordenada formación apostólica, teórica y práctica”. (AG. 26). Hablando del deber misional de los laicos invita para que tengan una preparación técnica y espiritual. (Cf. AG. 41).
En la constitución pastoral Gaudium et Spes, por su parte, también se manifiesta la importancia de que los laicos conozcan las ciencias sagradas: “Más aún, es de desear que numerosos laicos reciban una buena formación en las ciencias sagradas, y que no pocos de ellos se dediquen ex profeso a estos estudios y profundicen en ellos” (GS. 62).
De esta forma, el Vaticano II no sólo muestra la importancia y el valor del laico en la Iglesia, sino que los invita a una sólida formación para que puedan asumir con responsabilidad su misión de ser apóstoles del evangelio en el mundo de hoy.
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PABLO VI
Luego el papa reafirmando la importancia de la formación y del apostolado le dice a los laicos: “Sólo vuestra unión personal y profunda con Cristo asegurará la fecundidad de vuestro apostolado cualquiera que sea”. (Pablo VI, octubre 15 de 1967).
En la encíclica Populorum Progressio, el Papa invita a los laicos para renovar el orden temporal, para penetrarlo del evangelio, pero para lograrlo señala que es indispensable una buena formación: “Si la función de la jerarquía es la de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este campo, pertenece a ellos, mediante sus iniciativas y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar del espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de su comunidad de vida” (PP. 81)
Por otra parte, en la encíclica Humanae Vitae, el Papa Pablo VI habla de la importancia de los laicos para defender el bien de la familia y de cómo los esposos deben ser guías o tutores de otros esposos: El Papa Pablo VI recibe las orientaciones del Concilio y trata de profundizar en el compromiso del laicado con la evangelización. En el tercer encuentro mundial del apostolado de los laicos el Papa los invita a sentirse en la comunión de la Iglesia:
“Una nueva e importantísima forma de apostolado entre semejantes se inserta de este modo en el amplio cuadro de la vocación de los laicos: los mismos esposos se convierten en guía de otros esposos. Esta es, sin duda, entre las numerosas formas de apostolado, una de las que hoy aparecen más oportunas” (HV. 38).
“Vosotros estáis aquí, en vuestra casa: la casa de la fe común; la casa de la caridad central; la casa de la unidad y de la universalidad cristiana”
En la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, la carta magna de navegación para la evangelización de nuestros tiempos, el Papa muestra la importancia del laicado y de su formación para cumplir esta misión evangelizadora. La primer tarea es despertar en ellos el sentido de Iglesia y educarlos en los tesoros de la fe, para que se puedan superar varias antinomias presentes en la eclesiología (Cf. EN. 33).
Y a los obispos del orbe presentes en este encuentro el Papa les pedía: “¡Quered a los laicos a vuestros laicos! ¡Sois su guía paterna, prudente, abierta, y dadles confianza plena, que no será defraudada! Es el Concilio quien os lo pide, es el Papa que os exhorta, confiado de encontrar en vosotros los estimuladores conscientes de las generosas energías del laicado”.
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JUAN PABLO II
(Cf. CT. 45). Tarea que exige organizar centros e instituciones idóneos, sobre los que los Obispos deben tener una atención constante (cf. CT. 71). En las encíclicas sociales que el Papa publicó también resalta el papel de los laicos para la posible superación de las dificultades del mundo, ya que a ellos les compete animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de paz y de justicia; pero para lograrlo con eficacia, señala el Papa en repetidas ocasiones, se requiere que los laicos reciban una adecuada formación.
El largo y fructífero papado de Juan Pablo II le permitió profundizar de una manera más sistemática en el laicado, esto se puede ver en sus documentos, en sus encuentros y homilías. La exhortación apostólica Catechesi Tradendae, sobre la catequesis, en cuanto a la formación de los laicos se refiere, dice que es un deber de los pastores educar a sus fieles y es un derecho que los laicos tienen por el hecho de ser bautizados (Cf. CT 14), a este propósito la Chistifideles Laici dice que la formación no es el privilegio de algunos, sino un derecho y un deber de todos (Cf. CFL. 63) que exige la profundización del Kerigma: “Las verdades que se profundizan en la catequesis son las mismas que hicieron mella en el corazón del hombre al escucharlas por primera vez. El hecho de conocerlas mejor, lejos de embotarlas y agostarlas, debe hacerlas aún más estimulantes y decisivas para la vida”. (CT. 25).
Para cumplir esta misión el Papa invita a que se multipliquen las iniciativas encaminadas a su formación cristiana con los instrumentos apropiados
En la exhortación postsinodal Chistifideles Laici (1988), documento central del Papa Juan Pablo II sobre los laicos, guiado por la imagen de la vid y los sarmientos habla de ellos desde el punto de vista de la Iglesia como misterio, comunión y misión y en el capítulo quinto aborda ampliamente el tema de la formación de los laicos: “La imagen evangélica de la vid y los sarmientos nos revela otro aspecto fundamental de la vida y de la misión de los fieles laicos: La llamada a crecer, a madurar continuamente, a dar siempre más fruto (…). En este diálogo entre Dios que llama y la persona interpelada en su responsabilidad se sitúa la posibilidad -es más, la necesidad- de una formación integral y permanente de los fieles laicos” (ChL, 57).
Para Juan Pablo II la formación del laico es la respuesta consciente a Dios que lo interpela, y por eso mismo debe ser una prioridad en cada diócesis: “la formación de los fieles laicos se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis y se ha de incluir en los programas de acción pastoral de modo que todos los esfuerzos de la comunidad (sacerdotes, laicos y religiosos) concurran en este fin” (Propositio 40).
La formación de los laicos tiene como objetivo
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principal el descubrimiento de la propia vocación y la disponibilidad para cumplir la propia misión. Es una tarea de los laicos, de todos los cristianos, conocer sin pausa alguna, las riquezas de la fe y del bautismo y vivirlas en creciente plenitud (Cf. ChL, 58). Señala igualmente que la formación de los laicos abarca varios aspectos, entre ellos: la formación espiritual, la formación doctrinal, especialmente en doctrina social de la Iglesia para que puedan participar eficazmente en la política y el crecimiento personal en los valores humanos (Cf. ChL, 60. Ver también Ecclesia in America, 54). Seguidamente el Papa se pregunta: “¿Cuáles son los lugares y los medios de la formación cristiana de los fieles laicos? ¿Cuáles son las personas y las comunidades llamadas a asumir la tarea de la formación integral y unitaria de los fieles laicos?” (ChL, 61). Y responde que el principal educador de su pueblo es Dios, seguidamente los fieles laicos son formados en la Iglesia y por la Iglesia, tanto universal como particular, dentro de la diócesis actúa la parroquia y dentro de ella tienen un papel fundamental las pequeñas comunidades eclesiales (Cf. ChL, 61). El papa señala además otros ambientes educativos de los laicos como son la familia, las escuelas y universidades católicas y los centros de renovación espiritual (Cf. ChL 62). Posteriomente, en su encíclica Redemptoris Missio (1990) el Papa recuerda que todos los laicos son misioneros en virtud de su bautismo (Cf. RM. 71), pero para cumplir este deber se necesita una adecuada formación. (Cf. RM. 83). Así mismo en el sínodo de los obispos de África ha puesto fuertemente el acento en la formación de los agentes de la evangelización, en particular
de la formación de los laicos, pidiendo que sea una formación completa que les ayude a llevar una vida plenamente coherente. (Ecclesia in Africa 54, Cf. también n. 75, 77, 90, 91). Y en la exhortación postsinodal Ecclesia in America (1999) llama a su vez la atención sobre la importancia de los fieles laicos en la renovación de la Iglesia, pero aportándoles una oportuna formación: “Es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación, en la vida pública, orientándola al bien común”. (Ecclesia in America, 44).
En su visita a Colombia, el Papa insiste de nuevo en la formación de los laicos con una adecuada pedagogía: “La formación cristiana de los laicos requiere una pedagogía pastoral que ilumine y oriente toda su vida con la luz y la fuerza de la fe. La fe profesada tiene que convertirse en vida cristiana.” ( Juan Pablo, Homilía en la misa para el laicado colombiano, Bucaramanga, Julio 6 de 1986).
Y en Argentina al explicar la misión de los laicos a partir del texto de sal y luz del mundo, dice: “Para iluminar a todos los hombres, habéis de ser testigos de la Verdad y para ello adquirir una honda formación religiosa, que os lleve a conocer cada vez mejor la doctrina de Cristo transmitida por la Iglesia”. ( Juan Pablo II, Homilía parque independencia de Rosario, abril 11 de 1987).
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BENEDICTO XVI
Benedicto XVI, un Papa que se ha preocupado por entablar un diálogo entre el cristianismo y el mundo de hoy, reconoce que para lograrlo los laicos tienen un papel fundamental. Los laicos tienen la misión incluso de llegar allí donde la Iglesia encuentra obstáculos: “Para los laicos son de gran importancia la competencia profesional, el sentido de la familia, el sentido cívico y las virtudes sociales. Aunque es verdad que están llamados individualmente a dar su testimonio personal, particularmente valioso allí donde la libertad de la Iglesia encuentra obstáculos, sin embargo, el Concilio insiste en la importancia del apostolado organizado, necesario para influir en la mentalidad general, en las condiciones sociales y en las instituciones” (Ángelus, noviembre 13 de 2005).
Pero para lograr este objetivo, el Papa ha manifestado en distintos momentos la necesidad de formar oportuna y responsablemente a los laicos.
En su discurso al inaugurar la asamblea diocesana de Roma sobre el tema «Jesús es el Señor. Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio», Benedicto XVI manifiesta que la educación en la fe, el seguimiento y el testimonio nos atañe a todos porque cada discípulo confiesa que Jesús es el Señor y está llamado a crecer en la adhesión a él, dando y recibiendo ayuda de la gran compañía de los hermanos en la fe. Pero seguidamente manifiesta que no se puede separar el testimonio de la formación: “La conciencia de estar llamados a ser testigos de Cristo no es, por tanto, algo que se añade después, una consecuencia de algún modo externa a la formación cristiana, como por desgracia se ha pensado a menudo y también hoy se sigue pensando, sino, al contrario, es una dimensión intrínseca y esencial de la educación en la fe y en el seguimiento, del mismo modo que la Iglesia es misionera por su misma naturaleza” (cf. Ad gentes, 2).
En conclusión, el Papa señala permanentemente que los cristianos están llamados a dar razón de su esperanza, lo que exige una sólida preparación y convicción para dar testimonio como los mártires: “También hoy, aunque de formas distintas, el mensaje salvífico de Cristo es contestado y los cristianos, no menos que ayer, están llamados a dar razón de su esperanza, ¡a ofrecer al mundo el testimonio de la Verdad del Único que salva y redime!”. (Benedicto XVI, Comunidad parroquial de Santa María del Rosario en los Mártires Portuenses, 16 diciembre 2007).
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Indicaciones generales del CELAM Sobre la formación de los laicos
Los aportes que las conferencias del Episcopado Latinoamericano han hecho sobre la formación de los laicos, especialmente Aparecida, reclaman un estudio más detenido que nos permita conocer mejor las directrices que nuestros obispos han formulado en este campo.
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1. Primera Conferencia General (Río de Janeiro 1955)
medios de comunicación de valores (familia, escuela, y otros) estaban impregnados de valores cristianos y donde la fe se transmitía casi por la misma inercia de la tradición. Hoy, sin embargo, las mismas transformaciones del continente exigen una revisión de esa pastoral, a fin de que se adapte a la diversidad y pluralidad culturales del pueblo latinoamericano.
La primera conferencia general del episcopado latinoamericano llevada a cabo en Río de Janeiro en 1955 tuvo como principal acento la preocupación por la situación de los evangelizadores, particularmente la escasez de clero. En este contexto hizo un llamado Posteriormente, cuando se abordan los principios particular a fortalecer la vida cristiana intensificando teológicos rectores del trabajo pastoral, se indica claramente la necesidad de adelantar una verdadera los medios de formación en la fe. formación de los cristianos que garantice la consecución Se analizó, entre otros fenómenos, el crecimiento de una fe lúcida y comprometida: de las sectas protestantes que se convertían en una seria amenaza para la tradicional cultura católica del Por consiguiente, la Iglesia de América Latina, lejos continente latinoamericano. Se consideró entonces la de quedar tranquila con la idea de que el pueblo en su necesidad de formar convenientemente a los católicos conjunto posee ya la fe, y de estar satisfecha con la tarea para que fieles al Evangelio pudieran defender su fe y de conservar la fe del pueblo en sus niveles inferiores, débiles y amenazados, se propone y establece seguir la de sus hijos (Cf. nro. 71). una línea de pedagogía pastoral que: Como se puede observar, desde la primera Conferencia ♦♦ Asegure una seria re-evangelización de las diversas se comenzó a manifestar la necesidad de formar áreas humanas del continente; convenientemente a los fieles católicos en su fe para ♦♦ Promueva constantemente una re-conversión y una hacer frente a los retos históricos del momento. educación de nuestro pueblo en la fe a niveles cada vez más profundos y maduros, siguiendo el criterio de una pastoral dinámica, que en consonancia con la naturaleza de la fe, impulse al pueblo creyente hacia la doble dimensión personalizante y comunitaria. La segunda conferencia llevada a cabo en Medellín en la perspectiva ya del concilio Vaticano II va a manifestar igualmente la urgente necesidad de formar convenientemente al pueblo de Dios.
2. Segunda Conferencia General (Medellín 1968)
En las conclusiones finales, cuando se aborda el tema de la evangelización y del crecimiento de la fe, se hace un reconocimiento que reclama acciones pastorales nuevas capaces de responder a las apremiantes exigencias históricas: Hasta ahora se ha contado principalmente con una pastoral de conservación, basada en una sacramentalización con poco énfasis en una previa evangelización. Pastoral apta sin duda en una época en que las estructuras sociales coincidían con las estructuras religiosas, en que los
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3. Tercera Conferencia General (Puebla 1979) En Puebla el tema del laicado se aborda con más insistencia y se reconoce con mayor claridad la necesidad de ofrecer una adecuada formación que les permita a los laicos asumir su papel en la sociedad como auténticos cristianos. Hasta cuando nuestro Continente no había sido alcanzado ni envuelto por la vertiginosa corriente de cambios culturales, sociales, económicos, políticos, técnicos de la época moderna, el peso de la tradición ayudaba a la comunicación del Evangelio: lo que la Iglesia enseñaba desde el púlpito era recibido celosamente en el hogar, en la escuela y era sostenido por el ambiente social. Hoy ya no es así. (76-77)
Puebla reconoce cómo va abriendo camino el papel de los laicos en la Iglesia (Cf. nro 125), pero señala al mismo tiempo que esta realidad exige “formar” y “acompañar” en la fe (Cf. nro. 155) En la medida en que crece la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en la misión de ésta en el mundo, se hace también más urgente la necesidad de su sólida formación humana en general, formación doctrinal, social y apostólica. Los laicos tienen el derecho de recibirla primordialmente en sus mismos movimientos y asociaciones, pero también en institutos adecuados y en el contacto con sus Pastores. (794)
Frente a esta necesidad, el documento final pide que se establezcan medios que permitan la formación de los laicos. Pedimos que se fomenten centros o servicios de formación integral de laicos que pongan adecuado énfasis en una pedagogía activa, completada por una formación sistemática en los fundamentos de la fe y de la enseñanza social de la Iglesia. (832)
Son los laicos quienes han de consagrar el mundo a Cristo en medio de las tareas cotidianas y en las diversas funciones familiares y profesionales. Juan Pablo II Discurso Inaugural de Puebla
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4. Cuarta Conferencia General (Santo Domingo 1992)
ignorancia va unida a una pérdida del sentido del pecado. Frecuentemente la religiosidad popular, a pesar de sus inmensos valores, no está purificada de elementos ajenos a la auténtica fe cristiana ni lleva siempre a la adhesión personal a Cristo muerto y resucitado. (39)
La Conferencia de Santo Domingo al abordar el tema de la nueva evangelización, la promoción humana y la consolidación de una cultura cristiana en América Latina manifiesta en repetidas ocasiones el papel que cumplen los laicos en esta triple tarea de la Iglesia. El documento señala, entre otros, dos hechos constatables en la mayoría de las iglesias latinoamericanas que ratifican la necesidad de formar adecuadamente a los laicos para responder con mayor eficacia a los grandes desafíos históricos del momento: la falta de formación doctrinal y la poca profundidad en la fe. Mientras no tengamos laicos con una fuerte experiencia de fe y con una adecuada formación doctrinal, será muy difícil poder cumplir la tarea evangelizadora de la Iglesia: Entre nuestros mismos católicos el desconocimiento de la verdad sobre Jesucristo y de las verdades fundamentales de la fe es un hecho muy frecuente y, en algunos casos, esa
La falta de formación doctrinal y de profundidad en la vida de la fe hace a muchos católicos presa fácil del secularismo, el hedonismo y el consumismo que invaden la cultura moderna y, en todo caso, los hace incapaces de evangelizarla. (44) La Nueva Evangelización exige una renovada espiritualidad que, iluminada por la fe que se proclama, anime, con la sabiduría de Dios, la auténtica promoción humana y sea el fermento de una cultura cristiana. Pensamos que es preciso continuar y acentuar la formación doctrinal y espiritual de los fieles cristianos (45)
Cuando el documento aborda las tareas que las iglesias particulares deben asumir en orden a una nueva evangelización, manifiesta que la renovación de la parroquia reclama, entre otras cosas, la conformación de pequeñas comunidades eclesiales y la formación y cualificación de los laicos, indicando la estrecha relación que existe entre ambos cometidos. La conformación de pequeñas comunidades y la formación de laicos se podrían describir como las dos
El Pueblo de Dios está constituido en su mayoría por fieles cristianos laicos. Ellos son llamados porCristo como Iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo, viña deDios, una tarea evangelizadora indispensable. Santo Domingo 94
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caras de una misma moneda que se reclaman la otra a la otra: Hemos de poner en práctica estas grandes líneas pastorales: —Renovar las parroquias a partir de estructuras que permitan sectorizar la pastoral mediante pequeñas comunidades eclesiales en las que aparezca la responsabilidad de los fieles laicos. —Cualificar la formación y participación de los laicos, capacitándolos para encarnar el Evangelio en las situaciones específicas donde viven o actúan. (60)
Santo Domingo señala por otra parte que si bien es cierto la participación de los laicos en la vida de la Iglesia es cada vez más amplia y se constata de diversas formas, se descubre sin embargo que muchos de estos laicos que colaboran en la tarea evangelizadora no han recibido una adecuada formación que les permita asumir su misión de la mejor forma posible. Muchas veces son personas con muy buena voluntad pero con una experiencia de fe todavía muy superficial y con una formación doctrinal muy elemental: Hoy, como signo de los tiempos, vemos un gran número de laicos comprometidos en la Iglesia: ejercen diversos ministerios, servicios y funciones en las comunidades eclesiales de base o actividades en los movimientos eclesiales. Crece siempre más la conciencia de su responsabilidad en el mundo y en la misión «ad gentes». Aumenta así el sentido evangelizador de los fieles cristianos. Los jóvenes evangelizan a los jóvenes. Los pobres evangelizan a los pobres. Los fieles laicos comprometidos manifiestan una sentida necesidad de formación y de espiritualidad. (95)
El Documento después de manifestar el papel que cumplen los laicos en la evangelización, en la promoción humana y en el establecimiento de una cultura cristiana y de señalar algunas deficiencias notables en este sentido, establece algunos criterios que deben tener en cuenta para adelantar una adecuada formación de los laicos y los mecanismos que se podrían implementar:
La formación de los laicos debe ser integral, gradual y permanente mediante organismos que faciliten «la formación de formadores» y programen cursos y escuelas diocesanas y nacionales. (99)
Esta tarea de formar convenientemente a los laicos, continúa precisando el Documento, la deben asumir principalmente los sacerdotes y las parroquias con responsabilidad, implementando procesos y mecanismos que les permita a los laicos asumir de la mejor forma posible su misión en la Iglesia y en el mundo: Los pastores procuraremos, como objetivo pastoral inmediato, impulsar la formación de laicos. (99) La importancia de la presencia de los laicos en la tarea de la Nueva Evangelización, que conduce a la promoción humana y llega a informar todo el ámbito de la cultura con la fuerza del Resucitado, nos permite afirmar que una línea prioritaria de nuestra pastoral, fruto de esta IV Conferencia, ha de ser la de una Iglesia en la que los fieles cristianos laicos sean protagonistas. Un laicado, bien estructurado con una formación permanente, maduro y comprometido, es el signo de Iglesias particulares que han tomado muy en serio el compromiso de Nueva Evangelización. (103)
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5. Quinta Conferencia General (Aparecida 2007) La quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano llevada a cabo en Aparecida (Brasil) en mayo de 2007 abordó de modo particular el tema de la formación de los laicos como uno de los grandes retos de la evangelización del continente a comienzos del nuevo milenio: “El reto fundamental que afrontamos – dicen los Obispos (consiste en) mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y de alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (14)
Mucho se había escrito sobre el papel de los laicos en la Iglesia, sobre todo después del Concilio Vaticano II, pero muy poco acerca de su formación. Aparecida aborda de modo directo este aspecto a tal punto que se puede afirmar que el documento final es un completo tratado sobre la formación de los laicos como discípulos misioneros de Jesucristo.
El Espíritu de Aparecida Después de considerar la vida de nuestros pueblos en el tiempo presente, haciendo un análisis de la realidad que vivimos, Aparecida inicia en lo que constituye la segunda parte del documento, la Vida de Jesucristo en los discípulos misioneros, siguiendo el siguiente derrotero: 1. La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el Evangelio de Jesucristo y en El la Buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación (cf. 103) 2. Posteriormente, en el capítulo cuarto, aborda la vocación del discípulo misionero a la santidad. Dios sale de sí para llamarnos a participar de su vida y de su gloria. 3. El el capítulo quinto el documento de Aparecida se detiene a considerar de modo amplio y preciso un principio fundamental que define la identidad y la misión de los discípulos de Cristo: la comunión en la Iglesia: La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesialy ella nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. (156)
4. Finalmente, en el capítulo sexto, Aparecida establece que la configuración del alma del discípulo misionero no es posible sin un itinerario formativo que no consiste en un proceso académico de aprendizaje de conceptos, sino en un encuentro con Jesucristo que da un nuevo horizonte a la vida. Se trata, como con los discípulos de Emaus, de acoger a Jesús y caminar con El.
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Exigencias del Itinerario formativo El documento de Aparecida comienza precisando algunas condiciones que son fundamentales en el itinerario formativo de los discípulos misioneros: ♦♦ El proceso de formación comienza a partir de una opción más clara por Cristo desde una experiencia profunda de fe. En este sentido, el Papa Benedicto XVI nos recuerda que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva” Se trata de una experiencia transformante (277-278). Solamente cuando la persona ha tenido una experiencia más viva de su fe, está en condiciones para asumir un proceso de formación que le permita un conocimiento más claro de Jesucristo. ♦♦ El proceso de formación debe llevar a un compromiso misionero del discípulo tal como lo manifiesta el Papa en su discurso inaugural: “Discipulado y En este contexto el documento de Aparecida puntualiza Misión son como las dos caras de la misma medalla: algunos aspectos claves que definen la naturaleza y el cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no sentido de la formación que se debe implementar: puede dejar de anunciar al mundo que sólo El nos salva (cfr Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe ♦♦ No se trata de una serie de eventos aislados sino de un proceso de crecimiento y maduración en la que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay fe en el que la persona tiene la oportunidad de ir amor, no hay futuro”. descubriendo el verdadero rostro de Cristo. ♦♦ El proceso de formación debe fortalecer la vida cristiana en comunidad para superar la tentación ♦♦ No se trata de un proceso uniforme sino de un proceso que contempla distintos espacios del hombre moderno de vivir una fe aisladamente. formativos respetuoso de los ritmos personales y Por eso, la formación de los discípulos misioneros comunitarios. debe llevar de alguna manera a la conformación o vinculación a pequeñas comunidades eclesiales. ♦♦ No se trata de una formación para impartir contenidos doctrinales sino para provocar “el acontecimiento” del encuentron de la persona con Dios. Sin este encuentro no será posible adelantar ningún proceso de formación. ♦♦ No se trata de un proceso aislado de la vida cristiana, sino de un itinerario que conlleve a un crecimiento en la santidad impulsado por la fuerza del Espíritu Santo y a un verdadero compromiso misionero.
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Elementos del proceso formativo
Etapas del proceso formativo
El documento de Aparecida comienza precisando algunos elementos que se deben tener presentes en la formación de los discipulos misioneros: 1. La espiritualidad que debe animar al discípulo misionero. El discipulado no es un título académico que se adquiere, sino una forma de vivir de acuerdo con el Evangelio. 2. Formación. El cristiano debe ser formado para que pueda vivir de acuerdo con lo que es. Evangelizar es ante todo educar en la fe y para la fe. 3. El crecimiento permanente: ser discípulo es un don destinado a crecer siempre y a dar frutos abundantes, para lograrlo, la iniciación a la vida cristiana y la catequesis permanente juegan un papel fundamental. 4. Los lugares propios para la formación de los discípulos misioneros: la familia, la parroquia, las pequeñas comunidades, los movimientos eclesiales, la escuela, etc. Teniendo presente estos elementos, se requiere precisar las metodologías y herramientas que permitan hacer operativo un proceso de formación tal como lo plantea la Conferencia de Aparecida.
El numeral 278 contiene los aspectos del proceso de formación de los discípulos misioneros que considera fundamentales y que constituyen de alguna manera las etapas del proceso: 1. El encuentro con Jesucristo: la formación de discípulos misioneros debe propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Sin este encuentro no hay ni discipulado ni misioneros. 2. La conversión: quien descubre realmente a Cristo, necesariamente cambia su forma de pensar y de vivir. 3. El discipulado: encuentro y conversión conllevan a buscar una mayor cercanía al Maestro para profundizar en el misterio de su Persona, de su ejemplo y de su doctrina. 4. La comunión: quien descubre a Cristo, descubre la Iglesia y por eso mismo se abre a la comunidad a través de la caridad. El discipulado se vive en comunidad, no aisladamente. 5. La misión: cuando se genera esta “amistad” con Cristo, se siente la necesidad inevitable de compartir con otros esta alegría. Esta enorme tarea que tenemos reclama entre otras cosas: • Un gran celo pastoral: la formación de discípulos misioneros no se puede adelantar si no existe un verdadero deseo de evangelizar respondiendo a los signos y exigencias de los tiempos. • Creatividad pastoral: la formación en la fe nos debe llevar a buscar siempre nuevos caminos que nos permitan anunciar el Evangelio de la mejor forma posible a las personas y comunidades, logrando un verdadero encuentro con Cristo, un cambio de vida y un compromiso con la misión de la Iglesia.
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Criterios de formación
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Primer criterio UNA FORMACIÓN QUE SEA INTEGRAL, KERYGMATICA Y PERMANENTE Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a encontrarse siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia y los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el mundo. Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir, que comprende variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad vital. En la base de estas dimensiones, está la fuerza del anuncio kerygmático. El poder del Espíritu y de la Palabra contagia a las personas y las lleva a escuchar a Jesucristo, a creer en Él como su Salvador, a reconocerlo como quien da pleno significado a su vida y a seguir sus pasos. El anuncio se fundamenta en el hecho de la presencia de Cristo Resucitado hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible del proceso de formación de discípulos y misioneros. Al mismo tiempo, la formación es permanente y dinámica, de acuerdo co n el desarrollo de las personas y al servicio que están llamadas a prestar, en medio de las exigencias de la historia.
Este criterio nos ofrece las CARACTERISTICAS del proceso formativo: • La formación debe partir de de una experiencia de fe que brote del anuncio kerymático. Sin una experiencia elemental de Cristo, la escuela corre el peligro de convertirse en un curso más o en un proceso frío de aprendizaje doctrinal. • La formación debe ser integral: no podemos formar verdaderos cristianos, si la formación que les ofrecemos no responde a las múltiples dimensiones humanas. • La formación debe ser permanente. La escuela no puede ser un simple curso académico. Debe ser un proceso que garantice una formación permanente de las personas que participen de ella. • La formación debe ser dinámica: educar, lo ha dicho recientemente el Papa Benedicto XVI constituye una tarea nada fácil dada su complejidad. Por esa misma razón, debemos encontrar caminos que nos permita ofrecer una formación cristiana a la altura y exigencia de nuestro tiempo.
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Segundo criterio UNA FORMACIÓN ATENTA A LAS DIMENSIONES DE LA PERSONA HUMANA La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera. a)
La Dimensión Humana y Comunitaria. Tiende a acompañar procesos de formación que lleven a asumir la propia historia y a sanarla, en orden a volverse capaces de vivir como cristianos en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad interior. Se trata de desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la realidad y abiertas al Misterio.
b)
La Dimensión Espiritual. Es la dimensión formativa que funda el ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestado en Jesús, y que lo conduce por el Espíritu a través de los senderos de una maduración profunda. Por medio de los diversos carismas, se arraiga la persona en el camino de vida y de servicio propuesto por Cristo, con un estilo personal. Permite adherirse de corazón por la fe, como la Virgen María, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su Maestro y Señor.
c)
La Dimensión Intelectual. El encuentro con Cristo, Palabra hecha Carne, potencia el dinamismo de la razón que busca el significado de la realidad y se abre al Misterio. Se expresa en una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del estudio que abre la inteligencia, con la luz de la fe, a la verdad. También capacita para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre la realidad y la cultura. Asegura de una manera especial el conocimiento bíblico teológico y de las ciencias humanas para adquirir la necesaria competencia en vista de los servicios eclesiales que se requieran y para la adecuada presencia en la vida secular.
d)
La Dimensión Pastoral y Misionera. Un auténtico camino cristiano llena de alegría y esperanza el corazón y mueve al creyente a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente. Proyecta hacia la misión de formar discípulos misioneros al servicio del mundo. Habilita para proponer proyectos y estilos de vida cristiana atrayentes, con intervenciones orgánicas y de colaboración fraterna con todos los miembros de la comunidad. Contribuye a integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y ofreciendo itinerarios pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad y otras condiciones propias de las personas o de los grupos. Incentiva la responsabilidad de los laicos en el mundo para construir el Reino de Dios. Despierta una inquietud constante por los alejados y por los que ignoran al Señor en sus vidas.
Este segundo criterio nos presenta las DIMENSIONES que debe contemplar el proceso formativo para que sea realmente integral: 1. .Formación humana y comunitaria 2. .Formación espiritual 3. .Formación intelectual 4. .Formación pastoral y misionera
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Tercer criterio UNA FORMACIÓN RESPETUOSA DE LOS PROCESOS Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él y su misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales. En la diócesis, el eje central deberá ser un proyecto orgánico de formación, aprobado por el Obispo y elaborado con los organismos diocesanos competentes, teniendo en cuenta todas las fuerzas vivas de la Iglesia particular: asociaciones, servicios y movimientos, comunidades religiosas, pequeñas comunidades, comisiones de pastoral social, y diversos organismos eclesiales que ofrezcan la visión de conjunto y la convergencia de las diversas iniciativas. Se requieren, también, equipos de formación convenientemente preparados que aseguren la eficacia del proceso mismo y que acompañen a las personas con pedagogías dinámicas, activas y abiertas. La presencia y contribución de laicos y laicas en los equipos de formación aporta una riqueza original, pues, desde sus experiencias y competencias, ofrecen criterios, contenidos y testimonios valiosos para quienes se están formando.
Este tercer criterio contiene las ESTRATEGIAS que exige el proceso formativo. • Se trata de un camino largo que no se puede recorrer de la noche a la mañana, por tanto, es necesario un proyecto orgánico de formación. • Se requiere de itinerarios diversificados según las personas y las comunidades. Estos itinerarios deben ser continuos y graduales respondiendo a las necesidades y psicología de las personas. • Se requiere de equipos de formación convenientemente preparados, integrados por sacerdotes, religiosas y laicos. • El acompañamiento se debe llevar cabo con pedagogías dinámicas.
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Cuarto criterio UNA FORMACIÓN QUE CONTEMPLE UN ACOMPAÑAMIENTO PERSONALIZADO Cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado, de acuerdo con la peculiar vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de la unidad en la diócesis mediante el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar; los presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo, en el cuidado del pueblo de Dios que les es confiado; los diáconos permanentes en el servicio vivificante, humilde y perseverante como ayuda valiosa para obispos y presbíteros; los consagrados y consagradas en el seguimiento radical del Maestro; los laicos y laicas que cumplen su responsabilidad evangelizadora, colaborando en la formación de comunidades cristianas y en la construcción del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto, capacitar a quienes puedan acompañar espiritual y pastoralmente a otros. Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a una actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo en el mundo vasto de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios y de otras realidades abiertas a la evangelización.
Este cuarto criterio presenta los COMPROMISOS que reclama el proceso formativo exige: • Un acompañamiento personalizado del obispo, los sacerdotes, los religiosos y los laicos de quienes participan del proceso. Cada uno de acuerdo con su vocación y misión. Este criterio deja claro que la formación es una responsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios y no de una sola persona o de un equipo de personas.
• Quienes participan del proceso deben ayudar en la transformación de la sociedad desde la perspectiva del Evangelio, siendo misioneros en el mundo, con una incidencia significativa. Se debe formar discípulos que asuman de modo responsable su misión en el mundo.
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Quinto criterio UNA FORMACIÓN EN LA ESPIRITUALIDAD DE LA ACCIÓN MISIONERA Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción misionera, que se basa en la docilidad al impulso del Espíritu, a su potencia de vida que moviliza y transfigura todas las dimensiones de la existencia. No es una experiencia que se limita a los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo con su fuego y su vida. El discípulo y misionero, movido por el impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana. Cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno. Así, se forma y desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de religiosos y religiosas, de padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que da profundidad y entusiasmo al ejercicio concreto de sus tareas. Así, la vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo.
En este último criterio, el documento de Aparecida nos ofrece los resultados o FRUTOS que debe generar el proceso. • La docilidad al Espíritu moviliza y transfigura todas las dimensiones de la existencia humana, generando una verdadera transformación de la persona. • El espíritu Santo que también penetra y configura la vocación específica de cada uno, hace a cada persona misionera en todos los ámbitos de su vida personal.
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La misión continental Durante la Conferencia de Aparecida los Obispos allí reunidos abogaron por la realización de una misión continental, propuesta que fue acogida y aprobada durante la realización de la Conferencia y posteriormente ratificada por el Papa Benedicto XVI. “He leído con particular aprecio las palabras... que expresan el anhelo de reforzar la formación cristiana de los fieles en general y de los agentes de pastoral en particular. En este sentido, ha sido para mí motivo de alegría conocer el deseo de realizar una “Misión Continental” que las Conferencias Episcopales y cada diócesis están llamadas a estudiar y llevar a cabo, convocando para ello a todas las fuerzas vivas, de modo que caminando desde Cristo se busque su rostro.” Carta Del Santo Padre Benedicto XVI A Los Obispos De América Latina Y Del Caribe 29 de junio de 2007
Esta misión continental no pretender ser un evento aislado y masivo, sino un proceso permanente de En este contexto, la formación de discípulos misioneros encuentro con Cristo, conversión, discipulado, se convierte en una prioridad en la ejecución de la comunión y misión que permita renovar el fuego del misión continental que no busca otra cosa distinta mas Espíritu para vivir más plenamente el Evangelio. Para que facilitar el encuentro de la persona humana con lograr este cometido, es necesario un acompañamiento Cristo para una revitalización de su fe. más personalizado de nuestros fieles a través de procesos pastorales más claramente definidos. La misión continental por tanto debe ser ante todo un esfuerzo por formar verdaderos discípulos de Cristo que irradien al mundo la vida que Él vino a comunicarnos. “Porque la propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una vida plena para todos. Por eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de la Iglesia, debe dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre y para cada mujer de América Latina y de El Caribe.” (nro. 361) Por tanto, “Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero.” (nro. 362)
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Puntualizaciones finales Después de analizar el camino recorrido por las distintas Conferencias del Episcopado Latinoamericano, podemos decir que en todas ellas se reconoce el papel de los laicos en la Iglesia y en el mundo, especialmente a partir de Medellín, manifestando al mismo tiempo la necesidad de establecer mecanismos de formación apropiados. Pero se puede observar también que el reconocimiento de la misión de los laicos y la exigencia de programas de formación para ellos es cada vez más clara en los textos conclusivos de las distintas Conferencias que se torna más enfático en los últimos documentos a tal punto que Aparecida se inscribe totalmente en esa dirección. «Formar discípulos misioneros» se convierte en la urgente tarea de la Iglesia latinoamericana en los momentos históricos que vivimos. De esta forma podemos señalar a modo de conclusión que: ♦♦
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Debemos asumir con espíritu de fe y con sentido eclesial la formación de laicos como una tarea urgente de nuestro tiempo. No se puede mirar como una novedad sino como un camino que debemos recorrer responsablemente con el fin de responder adecuadamente a los actuales signos de los tiempos. Para llevar a cabo esta tarea, la formación debe responder a procesos claramente definidos. Cuando afirmamos que la formación es un proceso no la entendemos como una acumulación de contenidos que vienen a aumentar los conocimientos de la persona, ni como una serie de etapas a recorrer por parte de cada uno con itinerarios pre-establecidos. La dinámica procesual tiene en cuenta los ritmos personales y ayuda a cada persona y comunidad a asumir su propio crecimiento de vida y de fe. La madurez de los laicos y el cumplimiento de su misión en la sociedad dependerá en gran parte de la solidez de su formación. Estos procesos deben estar orientados a la formación de discípulos misioneros: esto quiere decir que la formación de los laicos debe estar orientada a una experiencia más profunda de Cristo, con un conocimiento más claro de la riqueza del Evangelio, que le permita asumir un compromiso real y eficiente desde el evangelio con la causa de la salvación del mundo.
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Metodología A continuación exponemos la metodología de la escuela diocesana de discipulos misioneros, determinando sus objetivos y cada una de las etapas de crecimiento y madurez en la fe.
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La Diócesis de Sonsón - Rionegro de acuerdo con las directrices de la V conferencia del episcopado latinoamericano en Aparecida, asume el reto de implementar con responsabilidad un proyecto orgánico y sólido de formación de discípulos y misioneros que, a partir de una experiencia más viva de Jesucristo, asuman con empeño la misión de ser discípulos al servicio de la vida, anunciando el evangelio con creatividad y audacia en todos los lugares donde todavía no ha sido suficientemente anunciado o acogido.
¿Por qué una escuela? Un proyecto de formación exige mínimamente una estructura y organización que garantice la solidez del proceso y la consecución de sus objetivos. La formación de discípulos y misioneros, tal como lo reclama la conferencia de Aparecida, plantea de alguna manera la creación y consolidación de un mecanismo que apunta en cierta forma a una escuela.
Es importante tener presente que cuando hablamos de escuela estamos haciendo referencia a un espacio de formación y aprendizaje en orden a la vida y en este caso en orden a la fe. Una escuela es un lugar donde se aprende, donde se vive, donde comparte, donde se crece como persona, como ciudadano y como cristiano. Por tanto, una escuela no es un simple espacio físico y un currículum académico, sino sobre todo y ante todo un espacio vital donde la persona tiene la oportunidad de vivir y formarse en orden a su crecimiento personal de modo integral y sistemático. Por esta razón, hemos considerado oportuno plantear el proyecto de formación de discípulos y misioneros desde la perspectiva de una escuela.
O educamos en la fe, o no estaremos cumpliendo nuestra misión evangelizadora.
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¿Para qué una escuela? Como lo verificamos en nuestro contexto, hay muchas clases de escuelas: escuelas deportivas, escuelas de teatro, escuelas de conducción, etc. cada una de ellas con una finalidad específica y con un campo de aprendizaje especializado. Si miramos el Evangelio encontramos que una de las primeras tareas que hizo Jesús al comienzo de su vida pública fue la de organizar una escuela donde llamó a los que quiso, para que estuvieran con él, para enseñarles, para darles poder, para enviarlos a predicar. Sin este proceso de aprendizaje vital los apóstoles no habrían podido asumir de la forma como lo hicieron el anuncio del Evangelio. Si queremos formar discípulos y misioneros para nuestro tiempo, necesitamos retomar el modelo de Jesús y aplicarlo teniendo en cuenta las circunstancias y retos actuales.
Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida... os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros (1 Jn 1, 1. 3).
Una escuela... ¿para quiénes? El numeral 286 de Aparecida describe la realidad de muchos cristianos de nuestro tiempo Son muchos los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical, ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial. Sin olvidar la importancia de la familia en la iniciación cristiana, este fenómeno nos interpela profundamente a imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento a ellos para ayudarles a valorar el sentido de la vida sacramental, de la participación comunitaria y del compromiso ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento del mundo, con un identidad cristiana débil y vulnerable.
En el numeral siguiente (287), Aparecida reconoce que se trata de un gran reto que tenemos que afrontar con decisión, valentía y creatividad. O educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no estaremos cumpliendo nuestra misión evangelizadora. La escuela de formación de discípulos misioneros es por tanto para: • Todos aquellos fieles católicos de nuestras comunidades que sienten la necesidad de crecer en su fe para asumir mejor su misión en el mundo. • Quienes colaboran de buen corazón con el trabajo pastoral en las parroquias, pero que aún no han hecho una opción fuerte por Cristo ni conocen a profundidad su Evangelio: catequistas, servidores de la Palabra, acólitos, animadores de la fe, etc. • Los cristianos que manifiestan un cierto grado de liderazgo con capacidad de comunicación y de servicio, que juegan un papel importante en las veredas y sectores de nuestras comunidades: líderes comunales, profesionales, maestros, etc.
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Objetivos La escuela diocesana de discipulado surge de la necesidad apremiante que tiene la Iglesia en el momento histórico que vivimos para responder de modo más eficaz a los múltiples retos que tenemos. Se trata de una propuesta pastoral que tiene como principales objetivos: 1. Revitalizar la experiencia de Cristo y asumir con mayor radicalidad la conversión. No se puede hablar de verdaderos discípulos si no hay una experiencia fuerte de Cristo que nace de
un encuentro cada vez más profundo y vital con Él; encuentro que surge y se consolida mediante la escucha y aceptación del kerigma, la vida sacramental, la oración y las obras de caridad; encuentro que debe conducir necesariamente a una transformación de la vida.
2. Formar cristianos maduros en la fe. Una verdadera experiencia de Cristo debe llevar al cristiano a un conocimiento más amplio y profundo
del mensaje de Jesús. Así, va forjando su identidad cristiana con las convicciones fundamentales que brotan del Evangelio y va descubriendo el verdadero sentido de su existencia humana. Esta formación cristiana se consolida en torno a la catequesis que debe ser permanente, profunda y sistemática. Sin catequesis difícilmente se puede hablar de discipulado.
3. Intensificar la vida de comunión y fraternidad. El encuentro con Cristo, su conocimiento y amor cada vez más grande por Él debe llevar al discípulo
a valorar y vivir más intensamente la comunión y fraternidad. La fe no se puede asumir como una experiencia individual y aislada, sino como un don que se vive en comunidad; no se puede por tanto hablar de discipulado sin comunión. El cristianismo se consolida en la experiencia de comunión que se vive en una comunidad concreta. (Cf. Aparecida 156)
4. Concientizar y comprometer a los laicos en la misión de Jesús. Porque también a ellos los llama para que lo sigan y para que anuncien el evangelio del Reino a todas las naciones. Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma. (Cf. Aparecida 144)
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Destinatarios Aunque la escuela es un espacio de formación en la fe para todos los fieles de nuestras comunidades, sin embargo, se quiere que se consolide inicialmente un grupo de discípulos que después sean multiplicadores que colaboren con la parroquia en la formación de otros cristianos. Teniendo presente esta consideración, establecemos algunos criterios para la selección de los miembros para la escuela. Criterios de selección Para la selección de los candidatos que formarían parte de la escuela se pide tener presente: 1. Que sea un número limitado de candidatos entre 5 y 20 por parroquia. 2. Que las personas seleccionadas quieran tener una experiencia más profunda de su fe. 3. Que tengan la capacidad suficiente para asumir responsablemente el proceso de formación tanto espiritual como doctrinalmente. 4. Que manifiesten un vivo deseo de compromiso con la Iglesia y la sociedad. 5. Que hayan recibido los sacramentos de iniciación cristiana. 6. Que ojalá se invite a personas que aún no hayan tenido la oportunidad de vivir una experiencia de fe más profunda. 7. Que sean personas con cierto liderazgo y con capacidad de comunicación para que puedan después ser multiplicadores.
Compromisos que adquiere el equipo sacerdotal a través del sacerdote encargado: • Hacer una buena selección de los candidatos a través de una invitación personal. • Motivar y mantener el compromiso de las personas que participen de la escuela. • Acompañar semanalmente a los miembros de la escuela. • Subsidiar los costos del proceso.
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Dinámica de trabajo
La Escuela de discipulado misionero contempla tres componentes claves, estrechamente vinculados, que tienen como finalidad garantizar un conocimiento mejor de Jesucristo, siguiendo la propuesta que los Obispos presentaron en la Conferencia de Aparecida.
Encuentro kerigmático
Proceso de Formación
No se puede adelantar ningún proceso de formación en orden a una mayor madurez de la fe si no se parte de una experiencia más viva de Jesucristo que se puede intensificar mediante un retiro espiritual que le permita a la persona una opción más clara por Él.
Una vez que la persona descubre la necesidad de vivir mejor su fe, es necesario que adelante un proceso de formación integral que le permita conocer mejor la persona de Cristo y asumir la nueva vida que El propone.
El retiro se llevará a cabo en cada zona con una duración no inferior a dos días. Se busca propiciar a través del silencio, la oración y la reflexión una experiencia de fe.
La formación se llevará a cabo en cada parroquia siguiendo las etapas que propone la escuela y desarrollando los contenidos propuestos en las cartillas.
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Experiencia de comunión
Compromiso misionero
Cuando se ha conocido la Persona de Cristo y se ha hecho una opción por El, es necesario fortalecer la comunión y la caridad con los demás discípulos como clara expresión de madurez cristiana, incorporados a la vida parroquial.
El proceso formativo debe generar un compromiso misionero. No es posible ser verdadero discípulo de Cristo si no hay un compromiso misionero que en el caso de los laicos se inscribe de modo particular en la transformación del mundo.
La experiencia de comunión se llevará a cabo a través de encuentros a nivel parroquial, zonal y diocesano mediante diversas experiencias de fe.
El compromiso misionero de los laicos formados en la escuela se debe traducir en un servicio a la comunidad buscando el bien común.
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Logística La escuela de discipulado misionero se desarrolla a partir de distintos encuentros, cada uno de los cuales responde a una finalidad particular. Se busca con cada uno de estos encuentros trabajar aspectos fundamentales de la formación de los laicos.
Especificaciones
Encuentros PARROQUIALES 1. El trabajo de formación se llevará a cabo en cada parroquia, buscando que quienes participen de la escuela: ♦♦ Se sientan acogidos y vinculados a la vida parroquial. ♦♦ Revitalicen con su vida de fe, sus conocimientos y sus capacidades para el trabajo pastoral, convirtiéndose en verdaderos agentes de pastoral. ♦♦ Vivan su vida cristiana de un modo más coherente, siendo auténticos discípulos de Cristo. 2. La formación de los miembros de la escuela quiere: • Afianzar la vida espiritual desde la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos, especialmente de la misa dominical. • Ofrecer una sólida formación doctrinal. • Estimular el compromiso misionero mediante la vinculación de los miembros de la escuela a la vida parroquial. 3. Los encuentros se realizarán cada ocho días en día y hora acordada por los integrantes de la escuela y el sacerdote coordinador. 4. La formación doctrinal seguirá la metodología propuesta, estudiando los temas que contienen los módulos de las cartillas. Esquema de trabajo Los encuentros semanales de formación, con una duración aproximada de hora y media, tienen la siguiente dinámica: 1. Oración: puede ser la lectio divina, el rezo de una hora litúrgica o alguno de los métodos de oración propuestos por la Iglesia. 2. Formación: después de la oración se desarrolla el tema correspondiente. 3. Compartir: finalmente y con el fin de fortalecer la comunión y la fraternidad se sugiere adelantar alguna actividad festiva o lúdica.
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Encuentros ZONALES Los encuentros zonales buscan fortalecer la vida espiritual y los lazos de comunión, ofreciendo a los miembros de las distintas escuelas parroquiales la oportunidad de encontrarse para compartir la experiencia de la Escuela, revitalizar el proceso de formación, realizar sugerencias, profundizar los temas de estudio, etc.
Especificaciones 1. Los encuentros zonales se llevarán a cabo los primeros sábados de cada mes. 2. Tendrán como finalidad: • Vivir la experiencia de comunión desde la fe con los miembros de las escuelas de la zona. • Profundizar los temas estudiados durante el mes transcurrido. • Conocer cómo avanza la experiencia de la escuela en cada parroquia. • Presentar el trabajo para el mes siguiente. 3. Se ha determinado crear algunas zonas de acuerdo con las necesidades y circunstancias de la Diócesis, que estarán acompañadas por un sacerdote de la curia y coordinadas por un sacerdote de la zona.
Esquema de Trabajo 1. Acogida 2. Oración: se tendrá un momento fuerte de experiencia de oración. 3. Signos de comunión: en cada encuentro se propiciará algún signo que exprese la fraternidad y fortalezca la comunión entre los miembros de la escuela. 4. Taller: se ahondará en la temática del mes respondiendo algunas preguntas que después se socializarán en toda la asamblea. 5. Presentación del siguiente módulo exponiendo la línea temática y sus particularidades.
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Encuentros DIOCESANOS Los encuentros diocesanos buscan vivir la fe desde la comunión diocesana como Cuerpo de Cristo con el obispo, los sacerdotes y los laicos. Se considera un espacio de formación importante de los discípulos misioneros que les permitirá afianzarse en la vida diocesana.
Especificaciones 1. Los encuentros diocesanos tendrán como finalidad: • Vivir la fe desde la comunión diocesana. • Renovar los compromisos de los sacramentos de la iniciación cristiana: • Primer encuentro: renovación del sacramento del bautismo. • Segundo encuentro: renovación del sacramento de la confirmación. • Tercer encuentro: renovación del sacramento de la Eucaristía. 2. Estos encuentros se tendrán al finalizar cada etapa. 3. En el último encuentro (al finalizar la cuarta etapa de formación) se llevará a cabo la celebración de envío.
Esquema de Trabajo Los encuentros diocesanos tendrán la siguiente dinámica: 1. Acogida 2. Reflexión doctrinal sobre el sacramento que se renovará durante el encuentro. 3. Celebración presida por el Obispo y renovación del sacramento de iniciación cristiana correspondiente. 4. Signos de comunión: al igual que en los encuentros zonales, también a nivel diocesano se implementarán algunos signos de comunión para revitalizar la vida fraterna.
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Material didáctico Para la formación doctrinal la diócesis diseñará y publicará el material didáctico que servirá de guía para la formación doctrinal de los miembros de la escuela. Se busca con estas cartillas unificar el proceso de formación y ofrecer elementos doctrinales confiables. Para la formación doctrinal, cada etapa tendrá una cartilla compuesta por varios módulos. • En cada módulo se desarrolla un tema particular. • Cada módulo consta de tres lecciones. • Las lecciones se abordan con un lenguaje sencillo, pero con profundidad y sistematicidad. • Cada lección ofrece una dinámica y pedagogía particular de acuerdo a sus contenidos. • Cada lección contiene una ambientación o presentación general, un texto bíblico para la reflexión y como fundamentación del tema, los contenidos respectivos, un taller, una actividad didáctica y unas lecturas complementarias. • Los módulos incluyen además sugerencias de trabajo pedagógico para dinamizar la formación de acuerdo con los temas y las particularidades de cada grupo.
Además de las cartillas también se implementará una plataforma interactiva en la página web de la Diócesis para facilitar el intercambio de información con los miembros de la escuela. Se estará igualmente diseñando otras herramientas pedadógicas para apoyar los distintos encuentros parroquiales, zonales y diocesanos como material audiovisual, folletos, guiones para las oraciones y celebraciones litúrgicas, etc.
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Encuentro kerigmático El encuentro tiene como finalidad ofrecer una proclamación del Kerigma (primer anuncio), es decir, dar a conocer la salvación que propone el evangelio invitando a acoger el amor gratuito y paternal de Dios, de tal manera que llegando a un encuentro personal con Jesucristo como Señor y Salvador, la vida del creyente se transforme. Igualmente se espera que los participantes experimenten la efusión del Espíritu Santo que los haga testigos audaces de Jesucristo, capaces de anunciarlo con fuerza y valentía.
Momentos El encuentro kerigmático consta de tres momentos fundamentales que se realizaría en tres jornadas.
Primer momento
Segundo momento
Tercer momento
En el primer momento se anuncia el amor de Dios que ha tenido como respuesta el pecado del hombre, pero Dios que sigue fiel a ese amor envía a su Hijo Jesucristo como salvador para restablecer la amistad perdida.
El segundo momento es una invitación a responder al amor eterno de Dios con la conversión y la fe, este encuentro culmina con una renovación del sacramento del Bautismo a través de una celebración penitencial.
El tercer momento culmina con la proclamación del kerigma donde las personas reconocen a Jesús como su Señor. Luego de reconocer que el Padre cumple su promesa por Jesús enviándonos el Espíritu Santo que llegó a los discípulos y hoy nos llega a nosotros como un nuevo Pentecostés, se hace la opción por el proceso de formación propuesto por la escuela.
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Etapas de formación
El proceso de formación contermpla CUATRO etapas de formación con una duración flexible de acuerdo a su dinámica siguiendo el itinerario que presenta del documento de Aparecida.
Primera Etapa
Encuentro con Jesucristo y conversión La primera etapa tiene como objetivo fundamental propiciar un conocimiento más profundo de Jesucristo y de su Evangelio y la conversión que se sigue como consecuencia del encuentro con El y de la aceptación libre de su oferta de salvación.
Segunda Etapa
Discipulado La segunda etapa aborda el tema del discipulado que apunta a la configuración de la identidad cristiana a partir de lo que creemos, vivimos y celebramos. Busca aclarar quién es y cómo debe vivir un verdadero discípulo de Cristo.
Tercera Etapa
Comunión La tercera etapa aborda la formación para la comunión en el marco de una auténtica eclesialidad. El amor a la Iglesia exige un conocimiento claro de lo que es y de su papel en la obra de la salvación de la humanidad.
Cuarta Etapa
Misión
La última etapa se ocupa de la misión que los laicos tienen en la Iglesia y en el mundo, cultivando y poniendo al servicio de todos los talentos y carismas recibidos. Quien ha recibido debe aprender a compartir.
Primera etapa ENCUENTRO CON
JESUCRISTO y CONVERSIÓN
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Primer módulo: El hombre es capaz de Dios 1. El deseo de Dios en el hombre 2. El Dios en el que creemos 3. El Dios cristiano es el Padre de Nuestro Señor Jesucristo Segundo módulo: El amor de Dios 1. La creación obra del amor de Dios 2. Dios al encuentro del hombre (la Revelación) 3. La respuesta del hombre a Dios (la Fe) Tercer módulo: El pecado como rechazo del amor de Dios 1. El pecado original y sus consecuencias 2. El pecado como negación del amor de Dios 3. Dimensión social del pecado. Cuarto módulo: La salvación que Cristo nos da 1. El misterio de la Encarnación 2. El misterio de la Redención de Cristo 3. La experiencia personal de la salvación. Quinto módulo: La conversión: aceptación del amor de Dios 1. Jesús nos llama a la conversión 2. La conversión: cambio de pensar y de vivir 3. Los signos de la conversión Sexto módulo: Aceptar a Cristo como el Señor 1. Jesucristo es el Señor, mi Señor 2. Jesucristo: Señor de la historia 3. Suyo es el reino, el poder y la gloria. Séptimo módulo: El Espíritu Santo: don del Padre y del Hijo 1. El Espíritu de Dios en el proyecto del Padre 2. La Iglesia del Espíritu 3. La vida nueva del Espíritu. Octavo módulo: Injertados en Cristo por el Bautismo 1. El bautismo, vida nueva 2. Compromisos bautismales 3. Signos y celebración del sacramento.
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Segunda etapa
DISCIPULADO Primer módulo: Jesús, el Maestro 1. Jesús de Nazaret 2. Uno solo es el maestro 3. Todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer. Segundo módulo: El Evangelio del Maestro 1. Jesús, Evangelio del Padre 2. El Reino de Dios 3. El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todos Tercer módulo: El Maestro nos enseña a vivir 1. Jesucristo enseña un nuevo modo de vivir: las bienaventuranzas 2. Jesús nos enseña la misericordia del Padre 3. Jesucristo nos ofrece una vida digna y feliz Cuarto módulo: El Maestro nos comunica su vida 1. Por su Palabra 2. Por la oración y los sacramentos 3. Por la experiencia de su incorporación a Él. Quinto módulo: El seguimiento del Maestro 1. ¡Vengan conmigo! 2. Exigencias y características del discípulo de Cristo 3. María, modelo de discipulado. Sexto módulo: Discípulos y testigos: el sacramento de la Confirmación 1. Experiencia de Pentecostés 2. Efectos y compromisos de la Confirmación 3. Signos y celebración del sacramento
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Tercera etapa
COMUNION Primer módulo: Creados para vivir en comunidad 1. No está bien que el hombre esté solo. 2. El Evangelio de Jesús se vive en comunidad 3. La comunión en la Iglesia de Cristo. Segundo módulo: E . spiritualidad de comunión 1. La Trinidad modelo de comunión para la Iglesia. 2. La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia 3. Lugares eclesiales para la comunión Tercer módulo: L . as pequeñas comunidades eclesiales 1. Jesús comienza formando una pequeña comunidad de discípulos. La Iglesia nace en pequeñas comunidades. 2. Las pequeñas comunidades un espacio propicio para la iniciación cristiana y la catequesis permanente. 3. .El proyecto diocesano de pequeñas comunidades. Cuarto módulo: L . a vida fraterna solidaria 1. La Iglesia como comunidad profética da testimonio de la fe. 2. La Iglesia como comunidad profética da testimonio de la esperanza. 3. La Iglesia como comunidad profética da testimonio de la caridad. Quinto módulo: L . a Eucaristía sacramento de comunión 1. .La Eucaristía origen y fuente de fraternidad y solidaridad 2. El domingo, día del Señor 3. Signos y celebración del sacramento.
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Cuarta etapa
MISION Primer módulo: La misión es inseparable del discipulado 1. Experiencia de Cristo y deseo de anunciarlo 2. La fe se enriquece dándola 3. El anuncio como testimonio. Segundo módulo: La construcción del Reino de Dios 1. La promoción humana integral 2. Un reino de justicia, de amor y de paz 3. Un reino que comienza en este mundo ... Tercer módulo: Vocaciones y carismas para la misión 1. El laico, su misión en la Iglesia y en el mundo 2. Dones y ministerios 3. ¿Qué tenemos que hacer? Cuarto módulo: La alegría de ser enviados... 1. A la familia 2. Al mundo de la cultura 3. A los pobres y excluidos del mundo
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Después de la escuela Surge ahora una pregunta que muchos se pueden hacer, ¿después de la escuela que viene para quienes han hecho el proceso de formación? La formación de discípulos misioneros, tal como lo plantea la conferencia de Aparecida, debe generar un compromiso real, es decir, debe llevar a la misión. La parroquia debe por tanto ofrecer alternativas de vida cristiana y apostólica para quienes han hecho la escuela, de tal forma que el proceso de formación pueda producir los frutos que se desean.
A quienes terminen el proceso de formación contemplado en la escuela, se les puede invitar a: 1. Conformar o entrar a formar parte de una pequeña comunidad. 2. Vincularse a un grupo apostólico. 3. Colaborar en la formación de otros discipulos misioneros. 4. Apoyar el trabajo pastoral de la parroquia.
La escuela de formación de discípulos misioneros será sólo un medio para seguir impulsando la evangelización de nuestros fieles a través de las parroquias e instituciones diocesanas; no se trata por tanto de adelantar una propuesta que puede resultar costosa e infructuosa si no se tiene claro hacia dónde queremos llegar con la formación de discípulos misioneros según el espíritu del Evangelio, siguiendo el ejemplo de Jesús. Tanto los sacerdotes que asuman la propuesta como los laicos que participen de ella tendrán que tener claro a dónde quieren llegar y qué quieren lograr.
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Pasos
Para implementar la escuela Para llevar a cabo el montaje de la escuela a nivel diocesano se plantean los siguientes pasos: 1. Elaboración, maduración y presentación de la propuesta de la escuela diocesana de discipulado misionero mediante una cartilla guía. 2. Elaboración, diseño y publicación de las cartillas de formación. 3. Socialización de la propuesta con los sacerdotes de la Diócesis para que conozcan la metodología de la escuela. 4. Definición de calendarios y logística.
Para iniciar la escuela a nivel parroquial se seguirán los siguientes pasos: 1. Petición expresa de los sacerdotes de las parroquias a la Vicaría de Pastoral de la escuela. Se ha determinado que la escuela sea una propuesta libre para llevar a cabo sólo en aquellas parroquias que lo soliciten. 2. Elegir al sacerdote que se hará responsable de acompañar y orientar el proceso de formación en la parroquia. 3. Selección de los candidatos teniendo presente las sugerencias realizadas en la cartilla guía. 4. Implementación del proceso formativo de acuerdo a lo establecido por la Escuela.
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¡Vayan y hagan discípulos! No cabe duda que la V conferencia del Episcopado Latinoamericano ha logrado no tanto presentar un extraordinario documento sobre el discipulado misionero, sino que ha esclarecido nuevamente el horizonte hacia donde debemos caminar, un horizonte que no es otro distinto que el mismo que contemplaron los apóstoles antes de la ascensión: “id y haced discípulos” Aparecida nos recuerda que nuestra principal tarea consiste en hacer discípulos y misioneros de Cristo desde la riqueza del Evangelio. En eso consiste fundamentalmente la tarea evangelizadora. Por eso, Aparecida es más que un simple documento; es la encarnación del espíritu que debemos tener como evangelizadores. Nada haremos que realmente valga la pena mientras no seamos capaces de lograr que nuestros fieles sean verdaderos discípulos de Cristo y mientras no asuman responsablemente su vocación cristiana en la Iglesia y en el mundo. En esta tarea debemos empeñarnos cada día con mayor dedicación, sin ahorrar esfuerzo alguno, con el fin de lograr revitalizar la fe de nuestros fieles en el continente latinoamericano. Lo que hicieron los apóstoles después de la ascensión no fue otra cosa distinta más que “hacer discípulos de Cristo”; esa es la tarea que tenemos que seguir haciendo nosotros a comienzos de este nuevo milenio en esta pequeña porción de la Iglesia de Cristo. Formar discípulos y misioneros para que nuestros pueblos tengan vida en Él. En eso debemos empeñarnos, para eso hemos sido llamados y enviados.