Introducción a la Lingüística

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Raymundo Casas Navarro


FACULTAD DE EDUCACIÓN DECANO Dr. Carlos Barriga Hernández DIRECTORA ACADÉMICA Dra. Elsa Barrientos Jiménez DIRECTOR ADMINISTRATIVO Prof. Enrique Pérez Zevallos PROGRAMA DE LICENCIATURA PARA PROFESORES SIN TÍTULO PEDAGÓGICO EN LENGUA EXTRANJERA DIRECTORA Mg. María Emperatriz Escalante López COMITÉ DIRECTIVO Dra. Edith Reyes de Rojas Lic. Walter Gutiérrez Gutiérrez

Raymundo Casas Navarro Introducción a la lingüística Serie: Textos para el Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera Segunda edición Lima, junio de 2009 ©

Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera Facultad de Educación, Universidad Nacional Mayor de San Marcos Av. Germán Amézaga s/n. Lima 1, Ciudad Universitaria UNMSM - Pabellón Administrativo de la Facultad de Educación - 2.º piso, oficina 203 Teléfono: 619-7000 anexos 3021, 3022 / E-mail: prog_idiomas_edu@unmsm.edu.pe Website: www.unmsm.edu.pe/educacion/licenciatura/index.htm

Ilustración de carátula: Master of the Duke of Bedford, “Torre de Babel”, c. 1423. British Library, Londres Tomada de: http://www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq000/esp115e.asp Diseño, diagramación e impresión: Centro de Producción Editorial e Imprenta de la UNMSM Este libro es propiedad del Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o utilizada por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico o cualquier otro medio inventado, sin permiso por escrito del Programa.


ÍNDICE INTRODUCCIÓN .......................................................................................................7 PRIMERA UNIDAD: EL LENGUAJE 1. La comunicación.....................................................................................................10 2. Rasgos del lenguaje humano .................................................................................12 3. Lenguaje y cerebro .................................................................................................18 4. Lenguaje y cultura ..................................................................................................21 5. La lengua estándar .................................................................................................23 6. Las lenguas criollas ................................................................................................25 7. Lengua y dialecto ...................................................................................................26 8. Diglosia ...................................................................................................................28 ACTIVIDADES............................................................................................................33 SEGUNDA UNIDAD: LA LINGÜÍSTICA 1. Delimitación del objeto de la lingüística..................................................................36 2. Condiciones epistemológicas de la lingüística .......................................................37 3. El papel de la idealización en el método científico .................................................44 4. Los dominios de la teoría lingüística ......................................................................45 5. Breve historia de la lingüística ................................................................................51 6. La revolución de Noam Chomsky...........................................................................57 7. ¿Es útil la noción de paradigma en la historia de la lingüística? ............................62 ACTIVIDADES............................................................................................................67 TERCERA UNIDAD: LA FONOLOGÍA Y LA MORFOLOGÍA 1. La fonética ..............................................................................................................70 2. Los órganos del habla y la producción de los sonidos ...........................................71 3. Los sonidos del lenguaje ........................................................................................72


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4. La fonología ............................................................................................................75 5. El fonema ...............................................................................................................76 6. Los rasgos distintivos .............................................................................................80 7. Los procesos fonológicos y la formulación de reglas .............................................83 8. La morfología..........................................................................................................84 9. El morfema .............................................................................................................87 10. Tipos de morfemas ...............................................................................................88 11. Flexión y derivación ..............................................................................................90 12. La formación de palabras .....................................................................................92 13. Morfología productiva y semiproductiva ...............................................................95 ACTIVIDADES............................................................................................................96 CUARTA UNIDAD: LA SINTAXIS Y LA SEMÁNTICA 1. La teoría sintáctica .................................................................................................98 2. Modelos gramaticales.............................................................................................98 3. La estructura de la frase .........................................................................................102 4. La noción de oración ..............................................................................................104 5. La sintaxis categorial ..............................................................................................105 6. La sintaxis funcional ...............................................................................................118 7. La sintaxis relacional ..............................................................................................110 8. La gramática de las valencias ................................................................................111 9. La teoría de principios y parámetros ......................................................................112 10. Las tareas de la teoría semántica ........................................................................115 11. El significado.........................................................................................................116 12. Fenómenos semánticos .......................................................................................118 14. Semántica composicional .....................................................................................123 15. Semántica y pragmática .......................................................................................126 ACTIVIDADES............................................................................................................128 BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................130

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INTRODUCCIÓN El presente manual tiene como objetivo medular proporcionar a los lectores un conocimiento básico de las nociones, enfoques y métodos de la lingüística contemporánea. La lingüística ha alcanzado un alto nivel de abstracción y puede mostrar resultados de impacto en sus diversas aplicaciones. Sin embargo, dada la naturaleza introductoria de este manual, hemos evitado los aspectos demasiado técnicos de la disciplina en aras de perseguir la claridad en la exposición. El conocimiento del lenguaje es un capítulo esencial de la revolución cognitiva y ha recibido un tratamiento iluminador, especialmente, en la última década del siglo XX, gracias a las indagaciones sobre el cerebro humano. Actualmente, hay una reflexión profunda y gravitante sobre el lenguaje y la evolución, dimensión que era vista en el pasado como un misterio insondable. Dado que la lingüística es una ciencia en ebullición, en este manual presentaremos sus enfoques de manera dinámica; es decir, vincularemos los conceptos y las teorías con los problemas que resuelven. De ese modo, el lector se percatará del aspecto racional de la investigación lingüística, así como del soporte fáctico de la disciplina. El manual se divide en cuatro grandes unidades. Cada unidad desarrolla una serie de conceptos, teorías y métodos. La exposición se rige por los criterios del orden y la nitidez, de tal manera que los contenidos sean comprendidos a cabalidad por un lector diligente. Al final, hay una serie de actividades que persiguen afianzar el aprendizaje y, gracias a la retroalimentación, fomentan la asimilación crítica de los contenidos. La primera unidad gira en torno a la noción de lenguaje. La idea principal es entender al lenguaje como un fenómeno mental, pero inseparable de la cultura en la que se inserta. También presentamos nociones como ‘lengua estándar’, ‘lengua criolla’ y ‘diglosia’ en virtud de su importancia intrínseca y de las consecuencias teóricas que conllevan. La segunda unidad apunta a dos aspectos: la naturaleza epistemológica de la ciencia lingüística y un recuento de su desarrollo histórico. Debido a limitaciones de espacio, estos aspectos son presentados con brevedad. Con todo, la exposición se orienta a lo esencial y puede servir de fundamento para obtener una sólida comprensión de los temas tocados. La tercera unidad presenta los conceptos claves de la fonología y la morfología. En particular, se dan las bases para que el lector pueda asimilar la naturaleza del análisis lingüístico en estos componentes de la teoría lingüística.


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La cuarta unidad dilucida los aspectos conceptuales y fácticos de la sintaxis y de la semántica. Al explicar los principales enfoques sintácticos, se incide en ejemplos que permiten una visión más clara de teorías que han llegado a un nivel superlativo de abstracción. Respecto de la semántica lingüística, se incide especialmente en las condiciones que debe satisfacer toda teoría del significado. La última parte de la unidad aborda la cuestión interesante de la delimitación entre la semántica y la pragmática.

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PRIMERA UNIDAD

EL LENGUAJE Objetivos a) Deslindar entre comunicación y lenguaje. b) Comprender la naturaleza específica del lenguaje. c) Determinar las bases biológicas y culturales del lenguaje. d) Precisar la noción de lengua e ideas afines.

Contenido 1) La comunicación. 2) Rasgos del lenguaje humano. 3) Lenguaje y cerebro. 4) Lenguaje y cultura. 5) La lengua estándar. 6) Las lenguas criollas. 7) Lengua y dialecto. 8) Diglosia.


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1. LA COMUNICACIÓN Suele definirse el lenguaje vinculándolo con su función más notable: la comunicación. Sin embargo, la comunicación es una noción que no se puede reducir al lenguaje, dado que su alcance es más variado. En efecto, hay diversos sistemas de comunicación en el mundo animal: las hormigas, las abejas, las aves, los caballos, los delfines, los bonobos, los chimpancés, etc. se comunican entre sí en virtud de un sistema de signos más o menos elaborado. Hacia la primera mitad del siglo XX, Karl von Frisch descubrió que las abejas se comunican a través de una serie de movimientos que el zoólogo describió como una danza, la llamada ‘danza de las abejas’. Las abejas pueden informar, con bastante precisión, el tipo de comida y la localización en la que se encuentra. Por ejemplo, al volar siguiendo trayectorias en forma de ocho, las abejas indican la distancia y la dirección del alimento. Posteriores indagaciones descubrieron que la comunicación de las abejas es ciertamente compleja: emplea una combinación de factores como el movimiento corporal (la danza), el sonido producido por la vibración de las alas y un intercambio de comida. Para definir el concepto de comunicación, se hace uso de un modelo hexagonal (Sebeok 1976) que articula el proceso en función de seis factores esenciales: código E

mensaje

R

canal contexto El emisor (E) y el receptor (R) (o destinatario) son los actores del proceso comunicativo: el emisor envía el mensaje hacia el receptor. Para que la comunicación sea un proceso técnicamente viable, los actores deben compartir el mismo código, esto es, un sistema de signos en virtud del cual se pueda entender el mensaje. La comunicación se inicia cuando el emisor decide enviar un mensaje (una cadena de signos que porta una determinada información) al receptor. En tanto que el emisor codifica el mensaje (dado que la información se vierte empleando los signos del código pertinente), el receptor se encarga de descodificarlo. El proceso comunicativo no se da en el vacío, sino en una determinada situación en la que se insertan tanto el emisor como el receptor: es el contexto. El último factor del proceso es el canal, constituido por el medio físico de contacto (necesario para transmitir los mensajes) y los mecanismos de difusión.

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Sobre la base del modelo hexagonal explicado, podemos establecer las fases sucesivas del proceso de la comunicación: a) En primer término, el emisor selecciona la información que desea transmitir. b) Luego, el emisor codifica la información y produce un mensaje. c) En tercer lugar, se da la transferencia del mensaje a través del canal correspondiente. d) A continuación, el receptor descodifica el mensaje y, finalmente, aprehende el contenido y actúa en consecuencia. En síntesis, la comunicación se entiende como el proceso mediante el cual el emisor transmite un mensaje al receptor en virtud de un código compartido, un canal que sirve de medio de contacto y un contexto que le da sentido global al mensaje en cuestión. El modelo hexagonal descrito es un patrón general que describe todo proceso comunicativo, sea animal o humano. En los animales, por ejemplo, el modelo sirve para entender una situación comunicativa que se da entre los elefantes (Fisher 2003): Gracias a sensores remotos, se ha logrado determinar una comunicación infrasónica entre elefantes que se encontraban a una distancia superior a los cuatro kilómetros. El emisor es el elefante hembra. El mensaje es una llamada para el apareamiento (un conjunto de berridos lentos y graves que, gradualmente, se hacen más intensos). El receptor, obviamente, es el elefante macho. Dado que se trata de sonidos, el canal es el aire; y el contexto es la fase de celo o reproducción. También el modelo se puede aplicar a la comunicación lingüística. Por ejemplo, Luis le dice a Pedro: “Mañana, es el examen de Lógica”. El emisor es Luis y el receptor es Pedro. El código es la lengua castellana y el mensaje es “Mañana, es el examen de Lógica”. El canal es el aire, si se trata de lenguaje oral, y el contexto está determinado por una asignatura en una institución universitaria. Ahora bien, estudios recientes han determinado que el proceso de comunicación necesita de la activación de mecanismos de inferencia para optimizar la interpretación correcta por parte del receptor. La descodificación se atiene al mensaje explícito, pero eso no basta para garantizar la eficacia comunicativa. Para entender bien el mensaje, se debe reconocer los contenidos implícitos y ello se hace en virtud de mecanismos inferenciales. Gracias a la inferencia, el receptor se percata de los contenidos ocultos en el mensaje, pero que son cruciales para tener una idea clara del mensaje transmitido por el emisor. Por ejemplo, en un mensaje como “Sofía es tan veloz como una tortuga”, la inferencia desempeña un rol determinante para reconocer la ironía que está en juego y obtener una interpretación adecuada del mensaje (Sofía, en realidad, es una persona lenta). Así como hay factores que optimizan el proceso de comunicación, hay elementos que reducen la eficacia del proceso: los ruidos y las barreras. Los ruidos son interferencias que disminuyen la calidad de la comunicación y las barreras constituyen impedimentos

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totales del proceso comunicativo. Un ruido puede ser el desconocimiento de una palabra en una oración (por ejemplo, si el receptor no sabe el significado de ‘perspicuo’). Una barrera es el desconocimiento del código en aspectos esenciales (por ejemplo, al querer leer un libro escrito en una lengua desconocida, fracasaremos en el intento).

2. RASGOS DEL LENGUAJE HUMANO La noción tradicional de faculté de langage ha sido cambiada en los últimos tiempos por expresiones como órgano del lenguaje (Chomsky 1983) o instinto del lenguaje (Pinker 1995). El propósito principal de estas denominaciones es entender que el lenguaje tiene una naturaleza específica, esto es, sólo se da en la especie humana. Ciertamente, hay sistemas de comunicación en el mundo animal, pero son sistemas muy distantes del lenguaje humano en aspectos centrales. El lingüista americano Charles Hockett (1958) propuso un conjunto de rasgos para dar cuenta del gran hiato que hay entre la comunicación animal y el lenguaje humano. Una breve elucidación de tales características será útil para los fines de la presente unidad. El uso de un canal vocal auditivo. El lenguaje emplea notablemente este canal que constituyó un gran salto a partir del sistema gestual basado en la mano. En los albores de la humanidad, la voz garantizaba que la transmisión de mensajes se liberase de barreras (como una noche oscura). Asimismo, el uso de los sonidos articulados permitía que el lenguaje coadyuvase en la dinámica del propio trabajo, lo que resultaba muy difícil cuando los mensajes se transmitían mediante gestos manuales. Aunque puede haber canales sucedáneos o alternativos (como se da en el caso del lenguaje de los sordomudos), el canal vocal tiene preeminencia. De hecho, los seres humanos escuchamos y hablamos más de lo que leemos y escribimos. Si se hiciera una investigación para determinar qué es lo que más hacemos, el acto de escuchar sería uno de los más preponderantes (lo que se podría explicar por el hecho de que desde que nacemos tenemos el oído bien desarrollado, a diferencia de la capacidad visual). Cuando se habla de lenguaje, hay una tendencia a entenderlo como lenguaje oral, con lo que se pone de relieve el canal vocal auditivo. Esto no significa que los gestos carezcan de importancia en el lenguaje humano; por el contrario, los gestos son elementos que ayudan mucho en la configuración del mensaje. Por ejemplo, los aborígenes andamanes solamente tienen los numerales 1 y 2; sin embargo, gracias al empleo de gestos, pueden llegar hasta el número nueve (Bernárdez 1999: 204). El empleo de gestos está tan anclado en el sistema cognitivo de los seres humanos que hacemos uso de ellos, incluso, cuando son innecesarios: una joven japonesa habla por teléfono con una persona y se inclina en señal de respeto, por más que la persona a quien se dirige no pueda ver esa actitud. Transmisión irradiada y dirección unidireccional. Este es un rasgo directamente vinculado con el empleo de un canal vocal auditivo: el sonido se expande en todas las direcciones a partir de una fuente y el receptor puede determinar, con facilidad, el origen

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del sonido. Es más, de acuerdo con el efecto Doppler, el sonido se torna bajo cuando la fuente es distante y es agudo cuando la fuente está próxima. Dado que emplea el canal vocal auditivo, el mensaje lingüístico puede sortear obstáculos que serían fuertes impedimentos en el caso de una comunicación gestual. Desvanecimiento rápido. El célebre adagio latino Verba volant, scripta manent expresa, en su primera parte, una de las consecuencias más notables del empleo del canal vocal auditivo: el carácter efímero, evanescente del sonido. En efecto, en los mensajes orales, las palabras vuelan (verba volant). El carácter raudo del desvanecimiento del sonido es una ventaja en el siguiente sentido: se puede dar una buena cantidad de información en poco tiempo. Si consideramos las condiciones en las que tuvo que sobrevivir el hombre de Cromañón, aquilataremos en su justa medida la relevancia de este rasgo. Resulta crucial que la transmisión del mensaje sea rápida, cuando es una información que debe procesarse en poco tiempo (por ejemplo, la presencia inminente de un terrible depredador). La naturaleza de este rasgo obliga a un desarrollo de la memoria, dado que se debe recordar los signos con precisión en caso de mensajes más complejos. Por ello, la oralidad primaria, propia de las culturas que no han desarrollado un sistema de escritura (Ong 1982), se caracteriza por ciertos recursos mnemotécnicos muy eficaces. En la Ilíada y la Odisea se pueden notar estas estrategias de la memoria, dado que son textos originalmente orales. Intercambiabilidad. Este rasgo se refiere al hecho de que el emisor y el receptor son roles intercambiables en la comunicación lingüística. Cuando nos referimos al hablante de una lengua, en realidad queremos decir hablante-oyente, dado que hay una solidaridad en estas actividades: si una persona es capaz de emitir un mensaje, también es capaz de recibirlo; si alguien tiene la facultad de recibir un mensaje, queda implicado que tiene la capacidad de emitirlo. En diversos sistemas de comunicación animal, este rasgo brilla por su ausencia. El elefante hembra emite la llamada de apareamiento y el elefante macho sólo la recibe, nunca es capaz de emitirla. Las abejas obreras son las que hacen los movimientos para informar sobre la comida que han hallado; en cambio, la abeja reina y los zánganos solamente reciben el mensaje. En el caso del lenguaje, la intercambiabilidad implica la ocurrencia del circuito de la comunicación: E

R

Retroalimentación. El lenguaje humano implica una retroalimentación en la medida en que el emisor es el primero en recibir el propio mensaje. Cuando un sujeto humano habla, a la vez se está escuchando y ello le permite tener un control absoluto de la emisión de su mensaje. En el caso de la voz, uno puede modular el tono, puede acelerar el ritmo o hacerlo más lento, según lo que más conviene a la ocasión. Si el hablante no pudiese escuchar sus proferencias orales, su voz sería muy diferente y, sin duda, estaría llena de

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imperfecciones. Sin retroalimentación, el uso del lenguaje perdería eficacia. Ahora bien, la retroalimentación está ligada con la autocensura, esto es, la manera como evitamos el uso de un término o una expresión en virtud de ciertas consideraciones sociales, culturales o personales. Especialización. La sabiduría popular tiene una expresión que resume el contenido de este rasgo: “Hablar no cuesta nada”. Se dice que alguien es un especialista cuando la eficacia en la realización de una tarea implica un consumo exiguo de energía. En cambio, un trabajo no especializado implica un alto consumo de energía. Cuando alguien domina una lengua, puede hablar con relativa facilidad y con gran eficacia. Podemos comparar este dominio especializado con la experiencia de hablar una segunda lengua cuyo aprendizaje está en proceso. A decir verdad, resulta difícil la tarea de dar un discurso en una lengua que no conocemos a cabalidad; en cambio, la misma actividad será una tarea sencilla en nuestra lengua materna (o en una segunda lengua en la que somos competentes) porque somos especialistas en ella. Semanticidad. Dado que todo sistema de comunicación garantiza la función semiótica, se puede decir que la existencia del proceso comunicativo implica la presencia de semanticidad. Del mismo modo, el lenguaje humano es semántico en virtud de que une dos polos: el polo fonológico y el polo semántico. El polo fonológico equivale al plano de la expresión y el polo semántico, al plano del contenido. La semanticidad aparece en el mundo animal, dado que hay una asociación solidaria entre una expresión y un contenido. Por ejemplo, el pez grumete emite un ruido característico (un zumbido intenso, resonante) que constituye la llamada a la hembra. La expresión es el zumbido y el contenido es la llamada a la hembra; ergo, hay una nítida semanticidad. La prueba palmaria de esto es que una vez que aparece la hembra, cesa el zumbido. En lo que respecta al lenguaje, la semanticidad responde a la unión entre un significante (la expresión) y un significado (el contenido). La diferencia que hay entre la semanticidad de la comunicación animal y la semanticidad humana es el alto nivel de abstracción de esta última. En el caso de los animales, la generación de significados se caracteriza por la concreción y está supeditada al apareamiento, a conseguir alimento y a evitar el peligro contra la supervivencia. En el caso de los seres humanos, la semanticidad supera esta atadura a la supervivencia y puede llegar hasta niveles relacionados con el universo de la ficción o el platónico mundo de las ideas. Arbitrariedad. Este rasgo se refiere a que entre el significante y el significado no hay un vínculo natural. La arbitrariedad es el antónimo de la iconicidad, dado que el icono es un signo natural en el que el significante guarda una semejanza estrecha con el significado. En el diálogo platónico Crátilo, el personaje Hermógenes aducía, como argumento para su teoría, que un mismo concepto (significado) tenía nombres distintos en lenguas diferentes. Por ello, concluía que los signos lingüísticos son arbitrarios. Así, el significado ‘casa’ tiene diversos significantes en castellano (casa), en francés (maison), en quechua (wasi) y en inglés (house). Si el signo lingüístico fuese icónico, habría una semejanza

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fuerte en todas las lenguas, lo que no es el caso. Cuando se quiere garantizar una comunicación universal, el empleo de iconos es lo más aconsejable. Por ejemplo, en los restaurantes se pone el icono respectivo para indicar que el baño es de varones o es de mujeres. Carácter discreto. El término ‘discreto’ es el antónimo de ‘continuo’. Se dice que algo es discreto cuando solo se puede dividir en números enteros, esto es, en unidades. Por ejemplo, el número de hijos de una familia es una cantidad discreta, dado que nadie puede tener tres hijos y medio. Los signos lingüísticos son discretos, por cuanto se cuantifican en unidades enteras. Una palabra se puede segmentar en cuatro o cinco morfemas, pero no en 4,3 morfemas. Así, una oración como “El río es caudaloso” contiene cuatro palabras, de tal modo que hay discreción en este sentido específico. Desplazamiento. En tanto que la comunicación animal se refiere a espacios inmediatos o ligeramente extensos (como sucede con las abejas que pueden comunicar una información referida a una distancia de once kilómetros), el lenguaje humano tiene una ingente e inconmensurable capacidad de desplazamiento, tanto en el tiempo como en el espacio. El filósofo Immanuel Kant, gracias al lenguaje, podía desplazarse a lugares jamás vistos por él y, en su curso de Geografía universal, podía describir con lujo de detalles paisajes americanos y orientales, a pesar de que nunca salió de Alemania. En virtud del lenguaje, podemos hablar del pasado más remoto y del futuro más lejano: el hombre ha descrito lo que ocurrió en los tres primeros minutos del universo (hace 15 mil millones de años) y también lo que ocurrirá con el Sol cuando se convierta en una enana blanca dentro de algunos miles de millones de años. Debido a esta capacidad de desplazamiento, Hamlet pudo expresar el bello pensamiento que tanto embelesó a Jorge Luis Borges: “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito” (Shakespeare, Hamlet, segundo acto, escena 2). Es más, el desplazamiento nos puede conducir a los mundos imaginarios propios de la fantasía literaria o de las recientes teorías físicas que hablan de universos de diez o más dimensiones. Doble articulación. Es un rasgo explicado por Martinet (1971) y ha sido considerado por varios lingüistas como la característica distintiva de las lenguas humanas frente a todos los demás sistemas de comunicación (Mounin 1976: 47). ¿En qué consiste la articulación? En la posibilidad de segmentar una cadena en unidades discretas, dado que en latín articulus significa miembro, parte, subdivisión. Ahora bien, en función de la elucidación de Martinet, el lenguaje tiene dos articulaciones. La primera articulación se produce cuando las oraciones se dividen hasta llegar a las unidades mínimas dotadas de contenido. Una oración como “El niño salta en el patio” se articula en seis palabras, pero el análisis puede continuar porque palabras como ‘niño’ y ‘salta’ se pueden escindir en unidades más pequeñas llamadas morfemas: niñ-o y salt-a. La palabra ‘niño’ se segmenta en dos morfemas: niñ- y -o. De manera que la primera articulación es un proceso de división que termina en los morfemas, las unidades mínimas provistas de significado. En efecto, el morfema -o significa ‘masculino’ (por oposición a -a que significa ‘femenino’ en

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niñ-a) y el morfema -a significa ‘tiempo presente’ (por oposición a -ó que significa ‘tiempo pasado’ en salt-ó). Los morfemas ya no pueden dividirse en unidades más pequeñas y, por ello, marcan el límite de la primera articulación. La segunda articulación se produce cuando los morfemas se dividen en otro tipo de unidades: los llamados fonemas. Los fonemas, las unidades de la segunda articulación, son unidades mínimas desprovistas de contenido, pero que son capaces de distinguir entre significados; por ello, se definen usualmente como unidades mínimas distintivas. Así, la palabra ‘niña’ se divide en dos morfemas, pero se segmenta en cuatro fonemas: /n, i, ñ, a/. Gracias a la doble articulación, el lenguaje gana en economía de expresión y se puede ver como un sistema altamente rentable desde el punto de vista comunicativo. En efecto, en virtud de un pequeño cambio se puede dar un mensaje diferente, lo que Simone (1990) conceptúa como la sutileza de la gramática. Así, la enorme diferencia entre ‘moral’ y ‘amoral’ está dada por la presencia de una vocal que constituye un morfema con sentido privativo. Asimismo, la diferencia entre las palabras ‘peso’ y ‘beso’ radica en la distinción entre dos fonemas (/p/ y /b/). Uso creativo del lenguaje. Aunque Hockett (1958) se refiere a este rasgo como productividad, en los últimos tiempos la expresión chomskiana (creatividad del lenguaje) se ha impuesto y ha ganado cierto consenso. Además, Hockett se equivocaba al explicar la productividad en términos de la analogía, dado que la operación analógica es muy pobre para dar cuenta de la potencia de la creatividad del lenguaje. Hay, asimismo, una distinción útil: creatividad cartesiana (por alusión a Descartes, el gran filósofo de la Edad Moderna) y creatividad chomskiana. Se entiende por creatividad cartesiana el hecho de que los mensajes lingüísticos están libres de la determinación por el estímulo. En el mundo animal, la fuerza del estímulo es imperante e inevitable: en caso de peligro (un tipo de estímulo), la hormiga segregará las feromonas respectivas de manera determinante; si no hay tal peligro, las feromonas no se producirán. En los seres humanos, no se da ese imperio del estímulo. Ante un estímulo determinado, el hablante tiene un abanico variado de posibles respuestas e, incluso, puede hacer uso del silencio. Es más, el hablante puede emitir un mensaje a falta de estímulos, solo por el placer de hablar. En ese sentido, el lenguaje es creativo y, en consecuencia, se torna impredecible. La creatividad chomskiana está vinculada con una noción clave: la recursividad. Esta noción se entiende como la propiedad fundamental de la facultad de lenguaje en sentido estricto (Hauser, Chomsky y Fitch 2002: 1571) y consiste, esencialmente, en hacer uso de un conjunto finito de elementos para generar un número potencialmente infinito de expresiones discretas. Mediante la recursividad se puede dar el fenómeno de expansión gramatical y, en virtud de este mecanismo, se puede generar una cantidad potencialmente infinita de oraciones. Así, una oración como “La niña fue al mercado con sus padres” se puede expandir de muchas maneras: “Ayer la niña fue al mercado con sus padres”, “Ayer la niña fue al mercado con sus padres y hermanos”, “Ayer la niña fue, como siempre, al mercado con sus padres y hermanos”. Teóricamente, no hay límite para la expansión gramatical y podríamos generar una oración con más de mil palabras. Obviamente, por razones

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prácticas y por consideraciones que tienen que ver con el procesamiento de la memoria, solemos hablar con oraciones no tan largas, pero la posibilidad es un fuerte argumento para la creatividad y sería muy tortuoso explicar la recursividad con la analogía, como propone Hockett. Transmisión cultural y tradicional. Aunque el niño nace con un formato abstracto llamado ‘gramática universal’ que le permite construir, desarrollar o madurar una lengua específica, apropiada al entorno, gran parte del vocabulario depende de la cultura en la que se inserta. La gramática universal tiene una base genética evidente y es la mejor explicación de la unidad biológica de la especie humana. Sin embargo, la lengua que el niño va a desarrollar depende del entorno cultural en el que vive. Si dos chinos se casan y tienen un bebé, y este nace y se desarrolla en China, adquirirá la lengua china; si hubiese nacido en Rusia, el mismo bebé habría adquirido la lengua rusa; y si hubiese nacido en una comunidad asháninka, habría adquirido la lengua asháninka. La adquisición de la lengua depende de la tradición y se transmite por la cultura. Si bien es cierto que las lenguas muestran una gran similitud en virtud de que comparten rasgos universales, también es verdad que hay aspectos idiosincrásicos, esto es, particulares a las lenguas y ello las vuelve vehículos de cultura. Esto último se da, sobre todo, en el componente del léxico. Falsedad. De acuerdo con Hockett (1958), es un rasgo distintivo del lenguaje humano, dado que el hombre es el único ser biológico que puede emitir enunciados que no correspondan a la realidad. Con el lenguaje no necesariamente decimos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. La falsedad se define semióticamente como la falta de adecuación entre el signo empleado y la realidad que designa, y es la base para la mentira, la ficción y el error. La mentira se define como un acto deliberado por el cual el mensaje es falso respecto de la realidad. Cuando Ptolomeo decía que la Tierra estaba en el centro del universo, decía algo falso (ahora, lo sabemos), pero no mentía: se equivocaba. Si alguien dice algo falso a sabiendas (por ejemplo, que Plutón es más grande que Saturno), miente. Aunque la mentira se ha condenado desde el punto de vista de la moral, no se puede negar que, en ciertos contextos, resulta conveniente (las llamadas mentiras piadosas). El lenguaje humano permite emitir mensajes falsos y si esta propiedad la vinculamos con la ficción, constituye una gran ventaja para la humanidad. No olvidemos que el progreso se ha sustentado, no pocas veces, en las visiones utópicas, en el desarrollo de la fértil imaginación; en resumen, en la posibilidad de construir imágenes mentales que no correspondían a la realidad. Ahora bien, las investigaciones etológicas señalan que en la comunicación animal también habría una forma de mentira y los mejores ejemplos de simulación tienen que ver con el comportamiento de camuflaje. Dado que el camuflaje es fundamental para la supervivencia, la deducción inevitable es que el sistema de comunicación animal ha podido desarrollar algunas señales que no corresponden con la realidad, pero que confieren cierta ventaja en términos de la lucha por la supervivencia. La opinión de Hockett acerca de la inexistencia del rasgo de la falsedad (o

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prevaricación, en su terminología) en el mundo animal obedece a que los estudios zoosemióticos empezaron con fuerza en la segunda mitad del siglo XX. Esto es, Hockett no sabía de tales resultados que obligarían a una interpretación diferente (Diamond 1994). Reflexividad. Este rasgo apunta a la capacidad que exhibe el lenguaje de poder referirse a sí mismo y se vincula con la función metalingüística. Ningún sistema de comunicación animal puede ostentar este rasgo, razón por la cual se constituye como una característica única y específica del lenguaje humano. La reflexividad implica la existencia de niveles de lenguaje; en principio, son dos: el lenguaje objeto y el metalenguaje. Si una gramática de la lengua inglesa está escrita en castellano, el lenguaje objeto es el inglés y el metalenguaje es el castellano. Ahora bien, esta propiedad no solo es cumplida por los estudiosos o científicos del lenguaje; toda persona hace uso de ella cuando emplea conectores como o sea, es decir, o cuando emplea expresiones como quiero decir que, en otras palabras, etc.

3. LENGUAJE Y CEREBRO La relación que hay entre lenguaje y cerebro se ha determinado en virtud de trabajos experimentales y un razonamiento causal. Para saber que una zona del cerebro es responsable de una capacidad verbal en las personas normales, se requiere averiguar lo que ocurre en personas que tienen dañada esa zona del cerebro o lo que sucede en ciertas condiciones experimentales. Si un paciente muestra un daño en una zona cerebral y, en virtud de esa lesión, pierde una capacidad lingüística, el razonamiento causal nos lleva a sostener que esa zona tiene participación en esa capacidad lingüística. Desde las investigaciones de Paul Broca (1865) en el siglo XIX, se ha logrado establecer que el lenguaje tiene una base biológica y es indudable que se encuentra localizado en una parte específica del cerebro. Broca descubrió que las lesiones producidas en el córtex anterior (hemisferio izquierdo) se vinculaban con la dificultad para producir el habla y también comprobó que una lesión similar en el hemisferio derecho no producía el mismo efecto. Ello lo condujo a afirmar con plausibilidad que la producción del lenguaje depende del hemisferio izquierdo del cerebro, razón por la cual una lesión cerebral puede causar algún tipo de afasia, esto es, una pérdida de las capacidades lingüísticas. A decir verdad, el lenguaje no está en todo el cerebro. El accidente de Phineas Gage, acaecido en el verano de 1848 en Nueva Inglaterra, lo confirma patentemente. Una barra de hierro atravesó la parte frontal del cerebro de Phineas y, milagrosamente, no le causó la muerte. Luego de un mes, Gage se recuperó y su capacidad lingüística estaba intacta. La conclusión era obvia: el lenguaje no se halla en la parte frontal del cerebro. Evidentemente, el impacto de la barra ha dejado secuelas en la mente de Gage, sobre todo en el control de sus emociones, lo que implicó un drástico cambio en su personalidad (Damasio 1996). Ahora bien, ciertos traumatismos cerebrales ocurridos en la zona lateral izquierda sí de-

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terminan la pérdida del lenguaje, sin afectar otros sistemas cognitivos, lo que se puede entender como una buena evidencia de que el cerebro humano está funcionalmente especializado. El área de Broca (situada en el hemisferio izquierdo) es una parte esencial del cerebro humano responsable del habla y los gestos. Por ende, una lesión en el área de Broca puede determinar un deterioro de la capacidad lingüística. La evidencia más importante a favor de la conclusión de Broca procede de los pacientes a quienes se les ha practicado una comisurectomía. La operación consiste en seccionar las conexiones callosas responsables del contacto entre los dos hemisferios. Dado que en estos individuos los hemisferios funcionan de modo separado, ello permite averiguar las funciones específicas de cada uno de los hemisferios. La conclusión es que el hemisferio izquierdo se encarga del procesamiento gramatical y el hemisferio derecho carece de relevancia al respecto (excepto para una minoría de zurdos). También se cita la técnica de la escucha dicótica como una prueba experimental de que el lenguaje está localizado en el hemisferio izquierdo. Así como un golpe en la mano derecha se procesa en el hemisferio izquierdo del cerebro, un signo lingüístico recibido por el oído derecho irá al hemisferio izquierdo. Del mismo modo, un signo lingüístico recibido por el oído izquierdo irá al hemisferio derecho del cerebro. La técnica de la escucha dicótica opera sobre la base de esta premisa básica. El experimento es el siguiente: Un sujeto es provisto de dos auriculares, uno para el oído izquierdo y otro para el oído derecho. Luego, de modo simultáneo, el sujeto recibe dos signos lingüísticos, uno por el auricular derecho y otro por el auricular izquierdo. ¿Qué signo se identifica mejor? El que se escucha por el oído derecho. La explicación es muy simple: El signo que se escucha por el oído derecho va al hemisferio izquierdo, donde es procesado lingüísticamente. En cambio, el signo escuchado por el oído izquierdo va al hemisferio derecho y de ahí tiene que ser enviado al hemisferio izquierdo para su procesamiento. Algo diametralmente opuesto sucede con las señales acústicas no verbales, dado que éstas son procesadas por el hemisferio derecho. Sin embargo, el área de Broca (el córtex anterior del habla) no es la única región relacionada con el lenguaje. También guardan una relación con el lenguaje las siguientes zonas cerebrales: el área de Wernicke, el córtex motor y el fascículo arqueado. El área de Wernicke (o córtex posterior del habla) fue determinada por las investigaciones de Carl Wernicke, médico alemán que, en 1870, descubrió que las personas con una lesión en esa parte del cerebro presentaban serias dificultades en la comprensión del habla. De modo que el área de Broca es una zona implicada en la producción del habla y el área de Wernicke es la zona involucrada con las tareas de comprensión. El córtex motor es un área motora, pues controla el movimiento de los músculos en general. La zona más cercana al área de Broca es la parte que controla los músculos articulatorios de la cara, la mandíbula, la lengua y la laringe. Se ha logrado determinar experimentalmente (Penfield y Roberts 1959) que el córtex motor participa activamente en

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la producción normal del habla: al aplicarse una cierta cantidad de corriente eléctrica en zonas concretas del córtex motor, se producía interferencias en el uso normal del habla. Wernicke también descubrió que el fascículo arqueado (fasciculus arcuate), un conjunto de fibras nerviosas que conecta las áreas de Broca y de Wernicke, cumple un papel crucial en las capacidades lingüísticas. El fascículo arqueado está involucrado en las tareas de transferencia que son determinantes en la comprensión y producción de mensajes verbales. Probablemente, uno se percata del valor de algo cuando lo pierde. En el terreno lingüístico, lo anterior se traduce en que el tema de las afasias puede constituir una ventana adecuada para conocer más sobre las relaciones entre el lenguaje y el cerebro. La afasia implica quedar excluido del mundo simbólico del lenguaje y es una enfermedad considerada gravísima, peor que la epilepsia. La afasia se define como “la pérdida del lenguaje como resultado de un daño cerebral” (Gardner 2001: 311). La causa más frecuente de la afasia es un ataque de apoplejía, aunque un traumatismo craneal también tiene incidencia. Dado que los adultos mayores son más proclives a estos accidentes, la afasia es más frecuente en los individuos de ese grupo etario. Como la lesión cerebral es localizada, la disfunción lingüística es también específica, y la descripción de los problemas lingüísticos es la mejor manera de determinar los tipos de afasia. La afasia de Broca se caracteriza por una reducción sustancial del habla en la medida en que la articulación es muy lenta y fatigosa, incluso distorsionada. El que padece este tipo de afasia no puede emitir las palabras funcionales (por ejemplo, las preposiciones) y, en consecuencia, sólo emplea adecuadamente lexemas (por ejemplo, los sustantivos). Sin embargo, el afásico de Broca tiene un cierto nivel de comprensión de lo que se le dice. Debido a las anteriores consideraciones, este trastorno también es conocido como una afasia gramatical. La afasia de Wernicke se caracteriza por una grave disfunción en la comprensión auditiva. Quien padece este tipo de afasia tiene fluidez verbal, no tiene problemas articulatorios, es capaz de producir los sonidos del lenguaje. Sin embargo, el problema es de coherencia, lo que dice es muy difícil de entender. El afásico de Wernicke no tiene problemas en emplear las palabras funcionales (como las preposiciones y las conjunciones), pero presenta problemas cuando quiere emplear lexemas determinados (como los sustantivos y los verbos). Con frecuencia, se equivoca mucho al elegir, por ejemplo, sustantivos; razón por la cual produce galimatías. En virtud de estas puntualizaciones, esta afección se describe como una afasia semántica. La afasia de conducción es un trastorno menos frecuente que se relaciona con una lesión del fascículo arqueado. Esta afección es sufrida por pacientes que articulan bien los sonidos del lenguaje, pero pueden mostrar ciertas pausas y dudas. Son capaces de comprender mensajes, pero tienen grandes dificultades cuando se les pide que repitan una palabra o frase. Esto probaría que el fascículo arqueado se encarga de la transfe-

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rencia de signos, porque el signo comprendido no puede ser transferido de la región de comprensión de signos al área de producción del habla. En la siguiente figura, se pueden observar las áreas de Broca y de Wernicke, así como otras áreas del cerebro relacionadas con las funciones nerviosas. corteza motora primaria área premotora

surco corteza central somatosensorial primaria área del sabor área de asociación somatosensorial área visual asociativa

área prefrontal

corteza visual

área motriz del lenguaje (área de Broca)

sector cognitivo lingüístico (área de Wernicke)

área de asociación auditiva corteza auditiva primaria

4. LENGUAJE Y CULTURA Dado que el lenguaje es un hecho simbólico, no se puede desligar de la cultura en la que se desarrolla. Incluso, se ha propuesto la relevancia de un nuevo concepto: la linguacultura. De acuerdo con Agar (1994), la linguacultura es una realidad compleja, una construcción en proceso que incluye a la lengua y a la cultura. La linguacultura es el verdadero eje que sirve para construir una verdadera cosmovisión y es la compleja realidad simbólica que los niños aprehenden desde que se desarrollan en su sociedad. Por ello, la linguacultura es el paradigma humano fundamental porque se encuentra en las raíces más profundas del simbolismo humano. De ese modo, los discursos que sirven para llevar a cabo la comunicación efectiva entre personas se configuran en el marco de las relaciones sociales que se dan entre los miembros de una comunidad. Así, hablar una linguacultura implica desarrollar una competencia en todas las dimensiones de los escenarios discursivos. Esta competencia simbólica fundamental permite establecer diversas prácticas comunicativas en los diferentes círculos culturales (la familia, la comunidad, el partido político, el mercado, etc.). Desde una edad temprana, se puede decir que el hombre domina una linguacultura y esto le permite desarrollarse en una sociedad, de un modo sutil, complejo y plenamente adaptado. El significado lingüístico depende de imágenes que, en gran parte, están estructuradas

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por la cultura (Palmer 2000), razón por la cual el significado lingüístico está incorporado dentro de la visión del mundo de la cultura correspondiente. Esta incorporación es dinámica, por cuanto el lenguaje expresa y constituye, al mismo tiempo, la visión del mundo. De tal manera que la construcción de símbolos es un proceso situado, dado que se inserta dentro de una tradición cultural y presupone la existencia previa de escenarios discursivos. En coeur d’alene (lengua amerindia del norte de Idaho), la palma de la mano se concibe como una superficie posterior, de modo diferente a la cultura occidental. Un individuo kaluli ve a un ave de una manera distinta a como la vería un francés, puesto que la semántica kaluli le da a ciertas aves un valor cultural vicario, esto es, el rol de mensajero entre los vivos y los muertos. Por ello, decía Fillmore (1975: 114), “cuando seleccionas una palabra, arrastras una escena entera”. La comprensión de un mensaje está anclada en el contexto de la cultura y, en esencia, consiste en aplicar patrones convencionales a situaciones nuevas. Por ejemplo, Basso describe un escenario discursivo propio de los apaches occidentales que sirve de sanción moral a los individuos que han transgredido una norma de su cultura. Personas alejadas a la cultura apache verían el carácter sancionador como una alusión vaga e indirecta, como algo soterrado, pero los miembros de la cultura lo ven con claridad meridiana. Inclusive, presentan la sanción moral, metafóricamente, como una hiriente flecha. La situación es la siguiente: Una joven apache ha cometido una falta grave en términos de su cultura. Al volver a su pueblo desde el internado, para asistir a la ceremonia de entrada a la pubertad, de manera impropia, se dejó el pelo sujeto con rulos rosa de plástico (cuando el pelo debe estar suelto en función de las tradiciones de la cultura apache). Luego de dos semanas, Basso (1990: 122) describe la fuerte sanción moral, la flecha, que sufre la joven en una fiesta de cumpleaños: Después de comer empezaron a charlar y la joven se sentó en el suelo al lado de su hermana pequeña. Y entonces –sin revuelo alguno, con habilidad y sin avisar– su abuela narró una versión del cuento histórico sobre el policía apache que se comportaba prácticamente como un hombre blanco. Poco después de terminar la historia, la joven se levantó, se dio la vuelta sin decir nada y se marchó a su casa. Sin entender bien lo que había sucedido, le pregunté a su abuela por qué se había ido. ¿Acaso la joven se había puesto enferma de repente? “No”, respondió su abuela. “Le he lanzado una flecha”.

Las reflexiones anteriores no deben entenderse en términos de un relativismo cultural, dado que las culturas humanas están regidas por ciertas restricciones universales. Todos los seres humanos guardamos similitudes básicas como la forma y las funciones universales de nuestro cuerpo y nuestro cerebro, así como todos compartimos experiencias universales relativas a la gravedad, a la luz solar, a los colores básicos, etc. Evidentemente, hay rasgos particulares en las culturas, pero hay también patrones universales, cuya importancia sirve para recusar todo relativismo. El vínculo entre lenguaje y cultura es innegable, pero no debe ser interpretado en los términos radicales de Whorf (1956). Según Whorf, la lengua determina el pensamiento, de tal manera que si dos lenguas son muy diferentes, las estructuras mentales de los

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hablantes también serán muy diferentes. Este determinismo es conocido en la literatura como hipótesis de Sapir-Whorf, dado que Whorf se inspiró en las ideas del lingüista norteamericano Edward Sapir. De acuerdo con la hipótesis de Sapir-Whorf, los indios hopi de Arizona percibían el mundo de forma radicalmente distinta a como lo hacían los occidentales, en virtud del poder de su lengua. Dado que en la lengua hopi las nubes y las piedras pertenecía al género ‘animado’, los hopis estaban obligados a pensar que las nubes y las piedras gozaban de vida. Ahora bien, el error de Whorf consiste en hacer una extrapolación injustificada de las categorías lingüísticas. Por ejemplo, en castellano la palabra ‘jarra’ es gramaticalmente femenina, pero ningún hablante del castellano está obligado a pensar que la jarra es sexualmente femenina. La cultura y el pensamiento no sólo están en relación con el lenguaje, hay otros fenómenos como el arte, la música, la religión, la ciencia que establecen lazos fuertes con la cultura. Whorf ha puesto el énfasis en la diversidad, pero ha olvidado que las lenguas humanas tienen propiedades comunes, explicables por la unidad biológica de la especie humana. Según Pinker (1999), la adhesión a la hipótesis whorfiana revela falta elemental de sentido crítico, dado que se puede desmoronar con relativa facilidad. Por ejemplo, el idioma chino carece de modo subjuntivo, pero sería erróneo inferir a partir de esta constatación que los chinos están negados para el pensamiento hipotético.

5. LA LENGUA ESTÁNDAR Dado que los comportamientos lingüísticos exhiben un alto grado de variación en función de factores temporales (eje diacrónico), espaciales (eje diatópico), sociales (eje diastrático) y situacionales (eje diafásico), toda comunidad lingüística siente la necesidad de construir un puente que permita la comunicación más allá de las diferencias. Esta necesidad es una expresión de la fuerza centrípeta que propende a la uniformidad de la lengua y desemboca en la eclosión y desarrollo de la denominada variedad estándar como un nivel que garantiza el cumplimiento de ciertos patrones sociales, considerados esenciales por los miembros de la cultura o sociedad. Inclusive, en sociedades sin escritura, surge un patrón estándar que sirve como elemento de cohesión, se erige en criterio de estatus y es el encargado de ser el vehículo de funciones sociales de prestigio en la comunidad: “Hasta los samoanos tienen una forma de hablar “culta”, socialmente reconocida, y otra más coloquial […] Esta distinción la tenían antes de que el samoano se convirtiera en lengua escrita y es un ejemplo de cómo puede existir un “estándar” aunque la lengua sea “solamente” una lengua hablada” (Bernárdez 1999: 37-38). Ahora bien, en sociedades en las que se ha llegado a un nivel especializado de ciencia, tecnología, organización política compleja, arte y filosofía, el aprendizaje de la lengua estándar no puede ser un proceso espontáneo. Las instituciones educativas son las responsables principales del desarrollo lingüístico hacia el nivel estándar, dado que la

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lengua estándar es el vehículo para transmitir los conocimientos científicos y sirve para plasmar la vida institucional de la sociedad. El desarrollo de la vida académica exige el dominio de la lengua estándar, dado que los libros, los manuales, las asignaturas se imparten en ese nivel de lengua. La escritura formal implica, por ello, el dominio de la lengua estándar y este dominio tiene dos fuentes complementarias: el aprendizaje formal en el seno de instituciones educativas especialmente diseñadas para ello y la aprehensión de modelos escriturarios que puede hacer el individuo especialmente interesado en adentrarse en el reino del conocimiento objetivo. La lectura de periódicos formales, ensayos académicos, revistas especializadas, libros científicos, textos filosóficos, etc. provee de modelos al lector, con los cuales puede forjarse un sólido dominio de la lengua estándar. La lengua estándar es muy diferente de los dialectos regionales, razón por la cual el dominio de la lengua estándar implica un bidialectalismo, dado que el hablante adquiere naturalmente un dialecto regional. Se da, entonces, la situación de que un hablante domina su dialecto regional y la variedad estándar. Puesto que el estándar es la forma de lengua socialmente aceptada como la más adecuada para usarla en los contextos formales, hay que distinguir la lengua estándar (erigida sobre la base de criterios sociales) de lo que se puede llamar la norma sancionadora. Esta última no es un modo de hablar (como lo es la lengua estándar), sino un conjunto de preceptos que buscan imponer el criterio de corrección idiomática, es decir, define lo ‘correcto’, el ‘hablar bien’ y, sobre todo, es pertinente en la escritura (de ahí que la ortografía se entienda como la escritura correcta). Por cierto, la norma sancionadora apela a la variedad estándar, pero la lengua estándar va más allá del mero normativismo: el estándar admite diferencias. Por ejemplo, en España la lengua estándar prefiere el empleo de ‘septiembre’ y de ‘vosotros’, pero en América hay una variación: se prefiere ‘setiembre’ y se usa ‘ustedes’. Ahora bien, nadie podría decir que ‘setiembre’ o ‘ustedes’ sen formas incorrectas, que merecen una sanción o algo por el estilo. Simplemente, hay dos estándares. La lengua estándar no puede ser impuesta por ninguna institución. Más bien, las instituciones tienen que ajustarse al criterio del estándar en la medida en que es una variedad que emerge en virtud de un contrato social implícito. Así, la Real Academia Española ha tenido que retroceder en su condena de la forma ‘élite’ y, ahora, la acepta como forma idiomática correcta. Aunque algunos autores llaman a la variedad estándar ‘norma culta’, la expresión no es feliz. El término ‘norma culta’ se refiere al hecho de que los hablantes competentes en el estándar son personas ‘cultas’ (tienen cierto nivel de instrucción y se caracterizan, en las sociedades con escritura, por el hábito de la lectura), pero el vocablo ‘culta’ en este contexto es un tanto borroso, por lo que no sirve para una definición científica.

6. LAS LENGUAS CRIOLLAS 24


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El surgimiento de una lengua histórica como el castellano es difícil de precisar. Los autores que datan con precisión el origen del castellano y hablan de la edad del castellano, en realidad, dicen algo diferente. Simplemente, se registra el primer documento escrito en una variedad que ya no es latín hispánico y que se puede adscribir al castellano en su forma prístina o primigenia. Ahora bien, la escritura es posterior a la lengua oral, razón por la cual se puede inferir que el castellano existía antes de ese primer testimonio escrito. El paso del latín hispánico al castellano fue un proceso gradual, continuo y, en consecuencia, resulta muy difícil precisar el punto en el que se originó el castellano. Sin embargo, en el caso de las lenguas criollas resulta más fácil determinar su origen, porque el nacimiento de una lengua criolla se da en un lapso de tiempo preciso: una o dos generaciones. Históricamente, se da la situación de que personas de distintas lenguas se ven obligadas a comunicarse para efectos prácticos. Dado que no pueden emplear su lengua materna, elaboran espontáneamente una lengua de contacto, denominada pidgin. El pidgin es una variedad bastante simplificada que sirve para comunicaciones concretas, sobre todo de tipo comercial. Por esta razón, se suele decir que el origen de la palabra pidgin proviene de una adaptación del vocablo inglés business (‘negocios’). Los pidgins son un medio de contacto que puede aparecer siempre que los hablantes de varias lenguas distintas tengan que comunicarse sin poseer ninguna lengua común. En las fases iniciales de su desarrollo, un pidgin es una forma de protolenguaje: es decir, carece de cualquier tipo de estructura formal. Las expresiones de un pidgin consisten en pequeños grupos de palabras de contenido reunidas de una forma puramente ad hoc. (Calvin y Bickerton 2001: 297).

Todo pidgin se caracteriza por la ausencia de morfología gramatical compleja y por un reducido vocabulario. Por ejemplo, la forma del inglés estándar two books (‘dos libros’) tiene la siguiente forma correspondiente en pidgin: tu buk. La sintaxis de los pidgins no obedece a patrones complejos y se basa meramente en la yuxtaposición. Por ejemplo, la estructura jerárquica castellana (a) en pidgin se traduciría en una estructura como (b): (a) El niño patea

la pelota

patea

la pelota

(b) El niño

Ahora bien, el pidgin no es una lengua elaborada y no sirve para procesos comunicativos

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más complejos. ¿Qué sucede cuando nacen niños que solo oyen hablar esta forma básica de lenguaje? El pidgin se convierte en una lengua criolla. La lengua criolla o el criollo es inventada por los niños a partir de las expresiones del pidgin que escuchan a sus padres. Un pidgin es hablado en circunstancias especiales como un puente lingüístico entre personas que necesitan comunicarse para efectos prácticos y no tienen a la mano un auténtico idioma. Las expresiones del pidgin son cortas y carecen de estructura compleja, mientras que las oraciones de las lenguas criollas evidencian rasgos estructurales complejos como los tiene cualquier idioma. Este proceso de criollización ha ocurrido en muchas ocasiones: por ejemplo, en Surinam se ha formado una lengua criolla conocida como sranan tongo (esto es, la lengua de Surinam: Suriname Tongue) a partir de un pidgin basado en el inglés. El sranan es una lengua como cualquier otra y sus estructuras pueden ser muy diferentes a las del inglés. Por ejemplo, se da la siguiente construcción verbal en serie: Mi teki nefi koti brede (traducción literal: yo cojo cuchillo cortar pan; mensaje: yo corto el pan con un cuchillo). Enrique Bernárdez (1999: 170) establece el contraste entre el pidgin (piyin, en su propuesta de castellanización) y la lengua criolla: El piyin sirve de poco en la vida cotidiana, es una “mala lengua” porque no permite expresar todo lo que uno necesita. El criollo, en cambio, es una lengua como cualquier otra, y puede tener muchos más hablantes que algunas más “naturales”: el sranan de Surinam tiene más de 300.000 hablantes, unos 200.000 el papiamento y casi 300.000 el chabacano o zamboangueño, un criollo de base española hablado aún en el sur de Filipinas; de manera que son lenguas que, por el momento, no corren ningún peligro.

Al analizar la forma de los tiempos en una lengua criolla como el papiamento, se puede reconocer una estructura lógica, muy útil para la expresión de mensajes complejos. El presente es mi ta beni (‘yo vengo’); el pasado, mi a beni (‘yo vine’); el futuro, mi bo beni (‘yo vendré’). Incluso, la forma potencial se construye con una combinación que resulta bastante coherente: mi bo a beni (‘yo vendría’, esto es, un hecho futuro inscrito en el pasado).

7. LENGUA Y DIALECTO Gracias a una abstracción, se puede hablar de lengua castellana, lengua inglesa, lengua quechua. En la tradición saussuriana, la lengua se define como un sistema de signos arbitrarios inscrito en el plano social, esto es, como una institución social. Al decir, por ejemplo, que los franceses hablan la lengua francesa queda implicado que se trata de un sistema homogéneo y uniforme, cuando ese no es el caso. Hay mucha variación lingüística. Por esa razón se dice que la lengua no es un sistema, sino un diasistema (esto es, un conjunto de sistemas). Para hacer una analogía con la dinámica newtoniana, la lengua se caracteriza por un equilibrio dinámico, esto es, hay en ella una tensión entre dos fuerzas: la fuerza centrípeta (la tendencia hacia la uniformidad) y la fuerza centrífuga (la tendencia hacia

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la variación). La fuerza centrípeta se debe a los grupos conservadores, que se resisten al cambio. En cambio, la fuerza centrífuga se da por la innovación y produce la variación lingüística. La variación lingüística se da en cuatro ejes fundamentales: el tiempo, el espacio geográfico, el espacio social y el estilo. En función del primer eje, la dimensión del tiempo, se da la variación diacrónica. A veces, las personas de 50 años no entienden a los adolescentes, por más que hablen la misma lengua. Y si consideramos un contraste temporal más pronunciado, constataremos diferencias notables. En el siglo XVI, el verbo ‘recordar’ en castellano significaba ‘despertar’, se empleaba una palabra como ‘fiuzia’ (para ‘confianza’) y se empleaban fonemas que hoy ya no forman parte del sistema fonológico del castellano. En virtud del segundo eje, la dimensión geográfica, se da la variación diatópica. El castellano hablado en América es diferente al castellano hablado en España. Asimismo, hay una variación en cada país. El castellano amazónico es diferente al castellano andino, y la manera como se habla en Piura difiere del modo de hablar limeño. Por ejemplo, en el castellano hablado en el Perú hay zonas yeístas (en las que palabras como ‘pollo’ y ‘poyo’ se pronuncian con un solo fonema) y zonas lleístas (en las que las palabras como ‘pollo’ y ‘poyo’ se distinguen por el empleo de dos fonemas diferentes). El tercer eje implica la dimensión social: dado que el factor determinante es la estratificación social, se trata de la variación diastrática. En virtud de la posición de clase, nivel educativo u otros parámetros sociales, se producen ciertas variaciones que se llaman dialectos sociales. El estudio clásico de Labov (1972) determinó tres dialectos sociales en el inglés de Nueva York sobre la base de una correlación entre el estatus socioeconómico y las diferencias de pronunciación. El método consistía en describir la pronunciación de una frase como fourth floor (‘cuarta planta’) entre vendedores de tres grandes almacenes neoyorquinos: Saks (clase alta), Macy’s (clase media) y Klein’s (clase baja). Labov halló que la diferencia en la pronunciación de la [r] podía constituirse en marca de clase social. La variación diastrática se puede ver con claridad en la situación sociolingüística conocida como desacriollamiento (el hecho de que los hablantes abandonen la lengua criolla para adoptar la lengua de prestigio como el inglés), lo que ha sucedido, por ejemplo, en Jamaica. De tal manera que se pueden establecer tres estratos sociolingüísticos, desde el más básico, estigmatizado, hasta el más alto, de elevado prestigio: a) El basilecto. La variedad más básica, que emplea las formas locales propias de la lengua criolla. Así, el mensaje ‘es mi libro’ tendría la siguiente forma basilectal: a fi mi buk dat. b) El mesolecto. La variedad o variedades intermedias cuya característica es emplear rasgos criollos combinados con expresiones de la lengua de prestigio. El mensaje anterior tendría la siguiente forma mesolectal: iz mi buk.

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c) El acrolecto. La variedad más cercana al modelo de prestigio, en este caso la lengua inglesa. El mensaje tomado como referencia tiene la siguiente forma acrolectal: it’s my book. El cuarto eje tiene que ver con el estilo e implica la variación diafásica. Un mismo hablante cambia su lenguaje en función de la situación comunicativa en la que esté involucrado. En una situación formal (cuando da una conferencia o cuando sustenta una tesis universitaria), empleará un estilo de lengua y cuando se encuentre en una situación informal (si, por ejemplo, está en un bar con sus amigos) empleará otro estilo de lengua. Probablemente, un individuo, en estilo informal, empleará palabras como ‘monse’; pero en un estilo formal usará una palabra como ‘tedioso’. En el habla informal, podrá usar la expresión ‘estiró la pata’ para referirse a la muerte de alguien; pero en un contexto formal, se referirá al hecho con otras palabras como ‘deceso’. Ahora bien, desde el punto de vista estrictamente lingüístico, no hay diferencia entre lengua y dialecto. Se suele decir que la lengua es un dialecto con ejército, para indicar que lo que se denomina lengua es un dialecto con cierto poder y con cierto valor ideológico. Los dialectos han sido estudiados desde hace tiempo y esta investigación ha configurado una disciplina lingüística importante como la dialectología. Esta rama de la lingüística busca identificar rasgos de habla presentes en un área geográfica y no en otra, y con esmero se ocupa de los detalles para encontrar, rigurosamente, dialectos regionales. El límite entre un dialecto y otro se hace gracias a la noción de isoglosa. Si en un área se denomina a los niños con la palabra ‘churre’ y en otra área se emplea la palabra ‘chico’, el dialectólogo traza una línea imaginaria y separa las dos áreas en virtud de esa diferencia. La isoglosa es justamente esa línea y representa un límite entre diferentes áreas en función de un elemento lingüístico. Así como una golondrina no hace el verano, una isoglosa no basta para la constitución de un dialecto; se requiere de un haz de isoglosas. Solamente si hay un conjunto de isoglosas que refuerzan la distinción entre esas áreas, se habla de un límite dialectal. Por ende, un dialecto es una región delimitada por un conjunto de isoglosas. Una consideración importante: Lo más probable es que la diferencia entre dos áreas o regiones sea gradual, antes que abrupta. Para que haya una diferencia dialectal abrupta, tendría que haber un límite geográfico como un río o un accidente geográfico que impida la comunicación entre los hablantes de un lado y del otro. Normalmente, las fronteras dialectales implican la existencia de un continuum, lo que implica que las diferencias dialectales se tornen borrosas en ciertos contextos. Es más, puede darse el caso de un bidialectalismo, esto es, la situación en la que un mismo individuo hable dos dialectos contiguos.

8. DIGLOSIA Si bien el término diglosia (del griego διγλοσσία) tiene una larga tradición (Mauro Fernández 1995), fue Ferguson en un afamado artículo aparecido en Word (1959, 15: 325-

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340) quien le dio impulso decisivo en las discusiones sociolingüísticas. Ferguson intentaba esclarecer una situación lingüística especial en la que dos variedades genéticamente relacionadas (A y B) se usaban con funciones distintas y claramente definidas. La variedad alta o A es más prestigiosa, socialmente hablando, y se superpone a la variedad baja o B que se limita a las esferas íntimas e informales (la langue de cuisine). He aquí la detallada y cuidadosa definición de Ferguson (1974: 260) La DIGLOSIA es una situación lingüística relativamente estable en la cual, además de los dialectos primarios de la lengua (que pueden incluir una lengua estándar o estándares regionales), hay una variedad superpuesta, muy divergente, altamente codificada (a menudo gramaticalmente más compleja), vehículo de una considerable parte de la literatura escrita, ya sea de un periodo anterior o perteneciente a otra comunidad lingüística, que se aprende en su mayor parte a través de una enseñanza formal y se usa en forma oral o escrita para muchos fines formales, pero que no es empleada por ningún sector de la comunidad para la conversación ordinaria.

De esta manera, Ferguson dio forma a lo que se puede denominar “diglosia clásica”. La diglosia clásica surge, entonces, cuando dos variedades de una misma lengua coexisten en una comunidad y cada una de ellas cumple con una función definida y especializada, sin cruces ni interferencias. Debido a los rasgos característicos de la variedad superpuesta (alta codificación, prestigio literario, aprendizaje formal, etc.) es considerada la variedad A, con mayor rango social, una suerte de acrolecto. El rasgo más importante de la aproximación fergusoniana es la especialización de funciones de A y de B. Todo lo demás de su prolija definición puede dejarse de lado o puede abstraerse de la discusión. De acuerdo con Ferguson, la diglosia puede ser estable y durar por siglos, pero ello puede cambiar si se dan ciertas condiciones: por ejemplo, cuando aumenta el grado de alfabetización en una sociedad, la diglosia puede desaparecer. La disolución de la diglosia entraña que la variedad B comienza a ser usada para los fines que, en la situación diglósica, sólo estaban destinados a la variedad A. La estabilidad de la diglosia, por el contrario, sería un efecto de cierta inercia social, de la ausencia de movilidad en el plano lingüístico. Aunque la noción de Ferguson tiene un núcleo fuerte (a saber, la diferenciación de funciones comunicativas), despliega otras condiciones que pueden ser revisadas y, de hecho, han acarreado una serie de reajustes en investigaciones posteriores. En este sentido, Fishman (1967) procede a redefinir la noción fergusoniana, poniendo énfasis en lo que caracteriza a la sociedad diglósica: el reconocimiento de dos o más lenguas (o variedades) para diversos fines comunicativos dentro de la sociedad. Según Fishman (1967), podemos considerar cuatro posibilidades: Diglosia con bilingüismo. Las lenguas están especializadas y los hablantes son bilingües. El caso del Paraguay (castellano y guaraní) se cita como ejemplo de esta posibilidad. Bilingüismo sin diglosia. Los individuos son bilingües, pero no hay especialización de funciones. Se ejemplifica esta situación con lo que sucede en Yugoslavia donde la

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comunidad eslovena aprende el italiano y la comunidad italiana aprende el esloveno, y se configura una situación estable. Diglosia sin bilingüismo. Las lenguas están especializadas, pero la gente en su gran mayoría no es bilingüe. Esta situación podría ejemplificarse con un periodo de la Rusia zarista, durante el cual estaba de moda que los nobles sólo hablaran en francés, mientras que las masas rusas sólo hablaban ruso. Ni diglosia ni bilingüismo. Esta posibilidad es planteada por Fishman como una especie de ejercicio lógico, por cuanto sería muy difícil presentar un ejemplo real. Quizás la sociedad cubana (una nación pequeña, relativamente aislada y aparentemente homogénea) pueda servir para ilustrar esta eventual situación. Otra posibilidad sería el caso del Uruguay, debido a que no hay lenguas autóctonas que entablen contacto con el castellano, aunque en zonas fronterizas se da un fuerte contacto entre el castellano y el portugués. A decir verdad, Fishman toma como aspecto central de la diglosia la jerarquía en las funciones. Así, una lengua o variedad se restringe a la esfera íntima, mientras que a la lengua superpuesta o variedad alta le corresponde exclusivamente la formalidad. De esta manera, la diglosia clásica fergusoniana puede abandonar su rigurosidad para abarcar otras posibilidades sociolingüísticas. Ralph Fasold (1996: 87-106) ha dilucidado una serie de posibilidades interesantes, a través del análisis de la cuestión de la binaridad de la diglosia: Diglosia con doble superposición de lenguas. Primero, se establece una diglosia clásica entre las lenguas A y B. Luego, la lengua B deviene A frente a otra lengua (que asumiría las funciones de otra lengua B). Es lo que ocurre en Tanzania, donde el inglés es la lengua A y el swahili es la lengua B; y luego el swahili deviene A frente a las diferentes lenguas vernáculas de Tanzania (las lenguas B con respecto al swahili). Diglosia de esquema doble. Primero se establece una diglosia clásica entre A y B. Luego, la variedad A se subdivide en dos variedades, reproduciendo una diglosia clásica al interior de A. Asimismo, la variedad B se subdivide en dos variedades, reproduciendo otra diglosia clásica al interior de B. Este esquema doble se presenta en la India, donde la variedad alta es el hindi y la variedad baja es el khalapur. Luego, el hindi se escinde en dos estilos diglósicos (oratorio y conversacional) y el khalapur en dos subvariedades: saf boli (“habla limpia”) y moti boli (“habla vulgar”). Poliglosia continua. Como señala el mismo Fasold, este tipo es el único que obligaría a una revisión sustancial de la noción clásica de diglosia, por cuanto no se puede reducir a la binaridad. La poliglosia continua no puede interpretarse en los términos de los esquemas anteriores porque entraña “un modelo glósico complejo que incluye una o más variedades altas, una o más variedades medias y una o más variedades bajas” (Fasold, 1996: 93). La comunidad que exhibe esta suerte de escala poliglósica son los chinos

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malasios educados en inglés. La escala incluye una de las lenguas chinas habladas en Malasia, una de las lenguas chinas del sur, algo de inglés malayo formal, algo de inglés malayo coloquial, un poco de malayo bahasa y el malayo de bazar. Inclusive, para complicar el panorama, se debe tener en cuenta una “variedad alta falsa”, esto es, una variedad de gran prestigio, pero que no se utiliza en ningún ámbito. Dado que Fasold reconoce que la diferente función de las variedades es “la espina dorsal del concepto de diglosia”, sugiere un reajuste de la definición con un nuevo término, la diglosia amplia (Fasold, 1996: 100): La DIGLOSIA AMPLIA consiste en reservar los segmentos más estimados del repertorio lingüístico de una comunidad (que no son los primeros que se aprenden, sino que se aprenden más tarde y más conscientemente, normalmente en la educación formal) para las situaciones que se sienten como más formales y distantes, y reservar los segmentos menos valorados (que son los primeros que se aprenden, con poco o ningún esfuerzo consciente), los cuales pueden tener cualquier grado de relación lingüística con los segmentos más valorados (desde diferencias estilísticas hasta ser diferentes lenguas), para las situaciones percibidas como más informales e íntimas.

La explicación de Fasold es algo diferente del concepto de diglosia de Ferguson y de Fishman. La diferencia de perspectiva se puede notar en la predicción acerca de la diglosia. Mientras que Ferguson consideraba la posibilidad de que la diglosia se desvanezca dadas ciertas condiciones (verbigracia, mediante la creación y consolidación de un estándar nacional), Fasold (1996: 106) sostiene que la “diglosia nunca se acaba, es un universal humano”. El cambio más radical del concepto elaborado por Ferguson ha venido de la sociolingüística catalana. Este enfoque coloca la situación de diglosia dentro de una estructura de conflicto sociolingüístico. Así, la edulcorada expresión “lenguas en contacto” (situación lingüística aparentemente arcádica) esconde una realidad de discrimen, de expoliación, porque, en realidad, las lenguas están en conflicto (o, mejor dicho, las comunidades que las hablan). Por cierto, en esta posición no es cierto que la variedad A conviva establemente con las variedades B: hay mecanismos de opresión contra los hablantes de la lengua B. Y esto se puede observar en las actitudes hacia las lenguas. Cuando nos burlamos de una persona cuyo idiolecto castellano exhibe muchas interferencias por el contacto con una lengua amerindia (esto es, que muestra algún grado de “motosidad”), inconscientemente operamos con un discrimen o racismo lingüístico que nadie podría justificar racionalmente. Para Ninyoles (1972), en particular, la sociedad hegemónica detenta el poder económico y este poder da cauce a mecanismos de opresión lingüística que se expresan en la imposición de su dialecto: el dialecto de más prestigio es algo que se impone ideológicamente, por cuanto no hay ninguna razón lingüística que sustente la superioridad de un dialecto sobre otro. La asimetría en las relaciones de poder acarrea, por lo tanto, una situación social de diglosia, esto es, un estado de subordinación de las lenguas minorizadas frente a la lengua oficial y dominante.

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Una consecuencia de este planteamiento es que toda sociedad es diglósica porque las sociedades están estructuradas jerárquicamente y la jerarquía social determina una discriminación lingüística: La diglosia sería una especie de variable dependiente de la jerarquía social. Miguel Siguán (2001) ha caracterizado este tipo de diglosia conflictiva (muy diferente, en verdad, de la diglosia clásica fergusoniana) como una situación lingüística en la que uno de los idiomas tiene un estatus privilegiado, frente al otro que es minoritario o minorizado. En este misma línea, Siguán define al individuo diglósico como la persona que no tiene la misma facilidad para expresarse en los dos idiomas (aunque, cabe remarcar, que la medida empleada para establecer la fluidez verbal suele proceder del idioma privilegiado). Se nota que la situación es conflictiva y entraña una cierta subordinación de las lenguas minorizadas con respecto a la lengua dominante. Como ha visto con claridad Alan Hudson (1991), se debe proponer una aguda distinción entre la situación descrita por Ferguson y la situación planteada por la sociolingüística catalana. Se trata de realidades distintas que deben ser recogidas mediante términos diferentes. Si no se hacen distinciones para captar los hechos y sus matices, lo más probable es que se caiga en la confusión con las penosas consecuencias que ello acarrea. Como la distinción conceptual se puede reforzar con una distinción terminológica, la diglosia clásica de Ferguson (definida por la complementariedad funcional) debe separarse tajantemente de lo que se puede denominar heteroglosia (definida por la situación de conflicto entre lenguas de diverso estatus). La distinción entre diglosia clásica (complementariedad funcional) y heteroglosia (lenguas en una dinámica conflictiva) se justifica por cuanto en la diglosia clásica el uso de una variedad u otra está determinado por el contexto social. En cambio, en la heteroglosia el uso de una lengua u otra está determinado por la identidad social. Asimismo, el desarrollo de la diglosia supone que la variedad B desplace a la variedad A. En contraste, el conflicto heteroglósico tiende a que la variedad B sea desplazada o sustituida por la variedad A. La distinción entre diglosia clásica y heteroglosia se puede notar en el espinoso tema de las actitudes hacia las lenguas. Así, en la diglosia clásica los hablantes respetan armónicamente las funciones de cada variedad o lengua. En efecto, la variedad A se usará normalmente en los contextos formales y si un hablante la emplea en otro contexto, hará el ridículo. Esto se aplica, mutatis mutandis, a la variedad B. En cambio, la heteroglosia nos abre una gama de actitudes, en concordancia con la situación de conflicto que la define. El heteroglósico puede identificarse con el grupo dominante, puede permanecer fiel a su primera lengua (la lengua minoritaria o minorizada) o puede mostrar una actitud ambigua.

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ACTIVIDADES 1.

¿El modelo hexagonal de la comunicación se puede aplicar al caso de las abejas? Ilustre su respuesta con un ejemplo.

2.

A su juicio, ¿cuáles serían los rasgos esenciales del lenguaje humano? ¿Por qué?

3.

¿La afasia comprobaría la diferencia entre lenguaje y pensamiento? ¿Por qué?

4.

Haga una investigación sobre alguna lengua diferente al castellano y determine las diferencias culturales entre las lenguas.

5.

¿Por qué el sistema educativo debe privilegiar la lengua estándar? Elabore un comentario personal.

6.

Haga una investigación sobre el origen de los pidgins. Redacte una breve explicación al respecto.

7.

Determine la variación diastrática en el lenguaje empleado por hombres y mujeres. Elabore un breve ensayo al respecto.

8.

¿El lenguaje podría dar cauce a un conflicto intergeneracional? Complemente su explicación con un relato alusivo.

9.

Haga una investigación sobre el denominado ‘spanglish’ y caracterícelo, desde la perspectiva sociolingüística.

10. ¿La situación lingüística peruana sería descrita mejor con la noción de diglosia o con la noción de heteroglosia? ¿Por qué?

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SEGUNDA UNIDAD

LA LINGÜÍSTICA Objetivos a) Comprender las bases epistemológicas de la lingüística. b) Distinguir los dominios de la teoría lingüística. c) Entender el esquema de la evolución de la ciencia lingüística.

Contenido 1) Delimitación del objeto de la lingüística. 2) Condiciones epistemológicas de la lingüística. 3) El papel de la idealización en el método científico. 4) Los dominios de la teoría lingüística. 5) Breve historia de la lingüística. 6) La revolución de Noam Chomsky. 7) ¿Es útil la noción de paradigma en la historia de la lingüística?


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1. DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE LA LINGÜÍSTICA Al decir que la lingüística es el estudio científico del lenguaje, en realidad no se avanza mucho, dado que se necesitaría explicar los conceptos de ciencia y de lenguaje con prolijidad. La lingüística ha configurado como objeto de estudio dos aspectos íntimamente involucrados: la investigación sobre las diversas lenguas naturales como el inglés, el castellano, el francés, el aimara, el samoano, etc. y sobre lo que tradicionalmente se ha denominado la facultad del lenguaje. La facultad de lenguaje alude a la capacidad lingüística innata en virtud de la cual el niño puede adquirir la gramática de su lengua. La comprensión científica del lenguaje se da en función de estos dos aspectos. El estudio de las lenguas naturales nos conduce a aspectos específicos, idiosincrásicos. Por ejemplo, hay lenguas como el euskera o el shipibo que muestran el fenómeno de la ergatividad (una marca morfológica para denotar el agente de la acción), fenómeno morfológico que no se encuentra ni en el quechua ni en el castellano. El estudio de la facultad del lenguaje nos remite a los llamados universales lingüísticos. Por ejemplo, como apunta Jackendoff (2002: 78), un rasgo formal universal es la arquitectura básica de configuración oracional. Según esta arquitectura, toda oración en toda lengua se configura en una estructura fonológica, una estructura sintáctica y una estructura semántico conceptual. La lingüística ha hecho notables avances en lo que respecta a la delimitación de los fenómenos que se deben incluir como parte del estudio científico del lenguaje. La consideración del lenguaje como fenómeno mental ha sido importante para establecer los objetivos de la teoría lingüística y la determinación de los métodos apropiados para poder hacer investigaciones adecuadas. Concebir al lenguaje como fenómeno mental implica establecer que los modelos gramaticales deben ser entendidos como representaciones mentales o como estructuras cognitivas (Jackendoff 2002) que dependen de ciertas funciones cerebrales. Así, el análisis de una oración es un modelo de una estructura cognitiva inserta en la mente-cerebro del hablante. Una frase como ‘la estrella de la mañana’ se puede analizar en virtud de un encorchetamiento o de un diagrama arbóreo: [FN [espec la] [N’ [N estrella] [Comp de la mañana]]] FN espec

la

N’ N

comp

estrella

de la mañana

Donde, FN = frase nominal; espec = especificador; N = nombre; comp = complemento.

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Ahora bien, el encorchetamiento o el diagrama arbóreo son modelos aproximados de una estructura cognitiva. Entonces, cuando una persona emite o escucha la frase ‘la estrella de la mañana’, su cerebro configura un espacio mental en el que cada elemento toma una determinada posición. El resultado final es representado por el encorchetamiento o por el diagrama arbóreo o por cualquier otro modelo de representación gramatical. Una distinción importante es la que se establece entre un lenguaje-I y un lenguaje-E, vale decir, un lenguaje interno y un lenguaje externo. El lenguaje-I es la estructura del lenguaje desde la perspectiva mentalista o cognitivista y es el objeto principal de estudio de la lingüística. El lenguaje-E no debe confundirse con lo que se denomina actuación (performance), porque designa o bien el comportamiento lingüístico externo de los hablantes, o bien el lenguaje como un objeto externo a las mentes humanas, un objeto que se sedimenta en la comunidad. En particular, Chomsky considera que el estudio de la actuación puede tener cierto interés teórico (Chomsky 1965), pero le niega todo valor al estudio del lenguaje-E. Ahora bien, dado que el lenguaje siempre se da en un contexto social, este hecho configura un reto interesante para el marco cognitivo y obliga a considerarlo como un aspecto del objeto de la lingüística. Como ha sido puntualizado por Clark (1996), la comunicación lingüística implica una suerte de negociación entre hablantes y oyentes con el fin de asegurar la eficacia en la transmisión de mensajes. El habla oral recurre a los gestos, a las expresiones faciales y a otros recursos que ayudan de manera gravitante en la construcción y en la interpretación de los mensajes. No es lo mismo escuchar ‘Yo confío ciegamente en Enrique’ si se dice de modo neutral que escuchar a alguien proferir la misma secuencia con un guiño de ojos. La lingüística cognitiva, por ello, amplía su horizonte conceptual al poner de relieve que el objeto de su interés es la mente en la sociedad. Una importante delimitación en este asunto tiene que ver con la distinción entre lingüística teórica y lingüística aplicada. El deslinde se relaciona con una diferencia en el propósito de la investigación lingüística. La lingüística teórica estudia las lenguas y la facultad de lenguaje en aras de comprender la forma y la función del lenguaje sin necesidad de satisfacer intereses prácticos. En cambio, la lingüística aplicada utiliza los logros de la lingüística teórica con miras a la solución de los problemas prácticos. La lingüística aplicada se orienta a proporcionar tratamientos para un conjunto diverso de tareas como el adecuado desarrollo fonológico en los niños, la atención a los déficits verbales, la política lingüística integradora, la operación de la traducción, la enseñanza de una segunda lengua, etc. (Bouton 1982).

2. CONDICIONES EPISTEMOLÓGICAS DE LA LINGÜÍSTICA Cuando se habla de condiciones epistemológicas de una disciplina, se hace referencia a las condiciones que debe cumplir para ser considerada una ciencia, en sentido estricto.

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Ahora bien, la ciencia puede ser formal (las matemáticas, la lógica) o factual (ciencia natural o ciencia social). En general, la ciencia implica un conocimiento sistemático, riguroso que implica un método crítico. La diferencia entre ciencia formal y ciencia factual se basa en dos aspectos: Primero, la ciencia fáctica estudia los hechos y las regularidades de la realidad; la ciencia formal estudia las estructuras abstractas. Segundo, la ciencia fáctica, en última instancia, se sustenta en un método de contrastación observacional o experimental; la ciencia formal se apoya en un método deductivo y algorítmico. Sin embargo, la ciencia factual utiliza el lenguaje matemático como herramienta. La lingüística es una ciencia factual o fáctica porque estudia un objeto que pertenece al mundo natural (el lenguaje) y somete sus hipótesis a los datos fácticos pertinentes. La ciencia factual, fáctica o empírica se puede caracterizar con ayuda de los siguientes ocho rasgos: Sistematicidad. La ciencia es un conjunto de conocimientos que se organiza en sistemas que se llaman modelos, teorías, paradigmas. No hay en ciencia hipótesis aislada; toda hipótesis se inscribe dentro de una constelación. En la gramática generativa, por ejemplo, las hipótesis se relacionan para dar cuenta del lenguaje como fenómeno mental de manera sistemática. Contrastabilidad. Las teorías y las hipótesis científicas se evalúan mediante la comparación con los hechos pertinentes. La contrastación científica puede conducir a la confirmación (cuando los hechos concuerdan con la teoría) o a la refutación (cuando los hechos entran en conflicto con la teoría). A la ciencia se le exige contrastabilidad, en principio; esto es, a veces una teoría no se puede contrastar por el momento, pero debe haber la posibilidad del examen con los datos pertinentes. Una hipótesis psicolingüística sobre el procesamiento de los enunciados proferidos debe contrastarse con experimentos que determinen su validez o invalidez. Racionalidad. La ciencia es un conocimiento racional, esto es, que se ampara en criterios de plausibilidad lógica. La racionalidad se puede entender mínimamente como consistencia. Hay dos tipos de consistencia: interna y externa. La consistencia interna asegura que un enunciado científico es coherente en sí mismo y no puede ser autocontradictorio (por ejemplo, un enunciado como “En todas las lenguas hay vocales y consonantes, pero en muchas lenguas solamente hay consonantes” es contradictorio en sí mismo). La consistencia externa plantea que un enunciado no puede contradecir los conocimientos básicos aceptados en otras ciencias. Una teoría lingüística no puede contradecir el conocimiento básico aceptado en la biología. El criterio de la consistencia externa se puede poner en suspenso cuando estamos ad portas de una revolución científica. Inicialmente, la teoría de Chomsky no tenía consistencia externa con respecto a la psicología conductista dominante en su tiempo, pero Chomsky comenzaba una revolución científica. Predictividad. La ciencia busca adelantarse a los hechos. No es un signo de madurez científica estar siempre a la zaga de los descubrimientos científicos. La ciencia debe

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adelantarse a los descubrimientos. Cuando se trata de un descubrimiento de un hecho pasado, se habla de retrodicción (que sirve como predicción). Cuando se trata de un descubrimiento de un hecho futuro, se habla de predicción en sentido estricto. Mediante la predicción se logra hacer dos cosas esenciales: se contrasta la teoría y se hace un significativo aumento del conocimiento. Por ello, la auténtica predicción científica no es trivial. Dado que la vigencia de una lengua se sustenta en la transmisión intergeneracional (el hecho de que los padres transfieran su lengua a los hijos), se puede predecir que una lengua que rompe con ese tipo de transmisión se extinguirá. Objetividad. La ciencia no es un saber subjetivo. La objetividad de la ciencia se entiende de tres modos interrelacionados: a) La ciencia se refiere al mundo objetivo (las lenguas existen independientemente de nuestros estados de ánimo). b) La ciencia es una empresa intersubjetiva, implica que es comunicable (por ello, los conocimientos científicos se despliegan en publicaciones periódicas, en certámenes públicos; así la lingüística despliega su saber en congresos, en simposios, en revistas especializadas). c) La ciencia es un saber reproducible. Si un científico descubre un fenómeno mediante la realización de un experimento, otro científico competente debe poder reproducir el descubrimiento en las mismas condiciones. Así, si un lingüista reporta que en una lengua determinada existe el caso ergativo y no se ha equivocado en el análisis, otro lingüista podrá llegar a la misma conclusión. Progresividad. Aunque no es lineal ni mecánico ni infalible, hay un progreso científico. El progreso puede seguir la forma de un bucle, pero a la larga la ciencia avanza. Por cierto la ciencia puede estancarse dado que hay impedimentos u obstáculos como la intromisión ideológica o el factor económico. La ciencia progresa porque es falible y perfectible. Es falible, esto es, puede fallar. Es perfectible, vale decir, puede ser mejorada. La evolución de la gramática generativa implica un patente camino hacia el progreso (Jackendoff 2002: 109-110). Teoría estándar (1965): Reglas de estructura frasal

Lexicón Estructura profunda

Representación semántica

Componente transformacional Representación fonológica

Estructura superficial

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Teoría estándar extendida (1972): Reglas de estructura frasal (Teoría X’)

Lexicón

Estructura profunda Componente transformacional Representación fonológica

Representación semántica

Estructura superficial

Teoría estándar extendida revisada (1975): Teoría X’

Lexicón Estructura profunda Componente transformacional

Representación fonológica

Estructura superficial

Representación semántica

Teoría de principios y parámetros (1982): Teoría X’

Lexicón Estructura-p Movimiento de α Estructura-s Movimiento de α (movimiento encubierto)

FF (forma fonética)

FL (forma lógica)

Representación semántica

La última fase de la gramática generativa (a partir de 1993) se denomina programa minimalista e implica una reducción radical de la teoría. Se eliminan los niveles de representación estructura-p y estructura-s con el fin de construir las estructuras sintácticas

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a partir de operaciones mínimas. La idea clave del programa consiste en afirmar que el principio del mínimo esfuerzo es esencial para entender el diseño óptimo del lenguaje. Carácter metódico. La ciencia se organiza en términos de una tríada: problema → teoría → evidencia. El método científico (que consiste en una idealización de la actividad indagatoria del científico) tiene los siguientes pasos: a) Formulación precisa de un problema (una laguna en los conocimientos). b) Planteamiento de una hipótesis consistente y atingente al problema. c) Derivación de la implicación contrastadora. d) Contrastación (observación, experimento, simulación). e) Análisis de los resultados. Por ejemplo, un problema es saber la procedencia del finés (la lengua de los finlandeses). La hipótesis, en virtud del método comparativo, fue que el finés es una lengua urálica del Norte de Asia. La implicación contrastadora puede ser analizar genéticamente a los finlandeses para determinar si son asiáticos o no. Los genetistas han determinado que los polimorfismos Y (mutaciones masculinas extremadamente infrecuentes que abundan en Asia) son prevalecientes en Finlandia. El análisis de los resultados nos lleva a confirmar la hipótesis: los finlandeses son de origen asiático. Naturalista. La ciencia es un conocimiento de las leyes naturales y, por definición, excluye todo lo sobrenatural. Un fenómeno es natural cuando cae en los confines de las leyes. La ciencia no puede entender los milagros ni puede pronunciarse (a favor ni en contra) de las entidades sobrenaturales. La lingüística es una ciencia natural y, por tanto, se ajusta al estudio basado en leyes. De acuerdo con nuestro análisis, la lingüística exhibe los rasgos fundamentales de la ciencia y, en una primera aproximación, hay garantía suficiente para decir que la lingüística es una ciencia. Ahora, debemos considerar el asunto desde la perspectiva de las hipótesis y, en especial, de las teorías. Las hipótesis científicas no se plasman aisladamente, sino que se configuran de modo sistemático para conformar verdaderos corpora científicos. Una proposición científica cobra significado sólo en relación con el sistema científico del que forma parte. La estructuración científica implica una jerarquía conceptual y se puede decir que las teorías científicas son sistemas hipotético deductivos. Son sistemas porque son un conjunto de enunciados legaliformes que guardan entre sí relaciones determinadas (compatibilidad, refuerzo, implicación). El sistema es hipotético porque está conformado de hipótesis (esto es, proposiciones que se enuncian con el fin de resolver un conjunto de problemas científicos). El sistema es deductivo porque las hipótesis se conectan conforme a las leyes de la lógica. Sin embargo, conviene indicar que hay una diferencia sustancial entre hipótesis y ley científica: una hipótesis se eleva a ley cuando tiene un alto nivel de corroboración, aunque cabe decir que una ley no puede ser considerada absolutamente verdadera. Asimismo, la axiomatización es un ideal epistemológico que consiste en que las teorías puedan formalizarse como sistemas axiomático deductivos. Para que una teoría lingüística sea considerada rigurosamente científica, debe satisfacer un conjunto de criterios propuestos por Bunge (1972). Estos requisitos son sintácticos

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(corrección sintáctica y sistematicidad), semánticos (exactitud lingüística, interpretabilidad empírica, representatividad y simplicidad semántica), epistemológicos (consistencia externa, capacidad explicativa, capacidad predictiva, profundidad, capacidad unificadora, fecundidad y originalidad), metodológicos (escrutabilidad, refutabilidad, confirmabilidad y simplicidad metodológica) y filosóficos (parsimonia de niveles, solidez metacientífica y respeto a la Weltanschauung o visión de mundo). En lo que sigue, dilucidaremos brevemente los requisitos señalados por Bunge: Corrección sintáctica. Las proposiciones han de estar bien formadas para garantizar su manipulación lógica (es decir, su articulación inferencial). Si bien es cierto que una teoría puede ser confusa al inicio, debe mostrar un claro progreso en su evolución en lo que respecta al criterio de corrección sintáctica. Sistematicidad o unidad conceptual. Los conceptos de la teoría deben estar ligados entre sí. La teoría debe mostrar un grado de cohesión que puede desarrollarse aún más con el tiempo. Vale decir, las teorías científicas son sistemas en expansión. Exactitud lingüística. Dado que la teoría debe ser interpretable, debe reducir la ambigüedad y la vaguedad de sus conceptos. Si una teoría usa conceptos vagos, con el tiempo debe propender a su nitidez conceptual. Interpretabilidad empírica. A partir de la teoría se deducen enunciados que se pueden comparar con datos fácticos. Una teoría suele ser abstracta, pero debe vincularse con hechos observables para que pueda ser evaluada. Representatividad. La teoría debe referirse a procesos reales que vayan más allá de las apariencias. El carácter representacional se opone al carácter fenomenológico. La ciencia intenta ser una comprensión profunda de la realidad, por ello no se puede reducir a enfoques fenomenológicos. ¿Por qué son importantes las teorías representacionales? Tienen valor predictivo e implican un conocimiento profundo de la realidad. Simplicidad semántica. No se debe abusar de la conjetura. Debemos ser prudentes y actuar con parsimonia. Cuantos menos conceptos emplee una teoría, ganará más en simplicidad. Si una teoría reemplaza a otra reduciendo los conceptos y sin perder capacidad explicativa, es signo inequívoco de progreso científico. Consistencia externa. La teoría ha de ser consistente con la mayor parte del conocimiento aceptado. Las teorías revolucionarias en la ciencia son sólo incompatibles con un segmento del universo científico. En su revolución, Chomsky se oponía a los modelos conductistas imperantes, pero reivindicaba la tradición mentalista de origen cartesiano (del siglo XVII). Capacidad explicativa. Ésta se entiende como alcance + exactitud. Por cierto, el alcance no puede ser ilimitado, porque, en ese caso, la teoría se trivializaría. La teoría debe tener un adecuado poder explicativo, pero sería grave que lo explicara todo. Si una teoría explica por qué una lengua está emparentada con otra lengua y por qué no lo está, se volvería una teoría banal y dejaría de ser considerada científica.

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Capacidad predictiva. Se trata de una predicción de hechos nuevos e insospechados. Cuando la ciencia descubre hechos de modo inesperado se habla de la capacidad serendípica. La palabra serendipity fue acuñada por Horace Walpole, en el sentido de accidente feliz, dado que los descubrimientos usualmente son accidentales. Profundidad. La teoría debe dejar de lado los aspectos superficiales para centrarse en la realidad subyacente. Una teoría debe ser profunda porque de ese modo puede lograr la unidad en medio de la diversidad. Capacidad unificadora. La teoría debe poder expandirse para abarcar nuevos ámbitos. Por ejemplo, en la actualidad, el enfoque chomskiano se extiende a analizar el tema de la evolución y el lenguaje. La biolingüística y la psicolingüística son expresiones concretas de la capacidad unificadora de la teoría lingüística. Fecundidad. Este rasgo se refiere a la capacidad indagatoria o heurística. La teoría se inscribe en un programa científico que debe ser fértil, esto es, debe ser capaz de guiar nuevas investigaciones y tener éxito en la indagación. Originalidad. La teoría debe ser nueva en comparación con los antecedentes. Una teoría no debe ser redundante, no debe consistir en una paráfrasis, en una mera reformulación de una teoría anterior. Pero la búsqueda de lo nuevo no debe conducir a las hipótesis exóticas o descabelladas. Escrutabilidad. Las teorías científicas deben someterse al escrutinio público mediante el método científico de contrastación. La ciencia excluye o tiende a excluir los conceptos inescrutables como el flogisto (en la química) o el éter (en la física). Si alguien quisiera explicar el acto por el cual hablamos con nosotros mismos a partir de una conjetura sobre un homúnculo en nuestro interior, fallaría en el criterio de escrutabilidad. Refutabilidad. Si la teoría no fuese refutable, no podría ser considerada científica. Sería considerada como una tautología, esto es, un enunciado sin contenido empírico. La refutabilidad es una condición importante en el sistema de la ciencia. Confirmabilidad. La teoría debe tener apoyo fáctico, es decir, debe mostrar éxito en algunas predicciones. Una teoría meramente especulativa no puede ser considerada científica. Obviamente, este criterio no se puede pedir desde el inicio porque la confirmación, a veces, exige ciertas condiciones técnicas que no se dan en el momento. Simplicidad metodológica. Ha de ser técnicamente posible someter a prueba las hipótesis de la teoría. Una teoría cuya contrastación es un proceso sumamente complejo no tendría muchas credenciales científicas. Parsimonia de niveles. Los conceptos teóricos no deben cruzar los niveles si no hay necesidad de la interrelación. La investigación interdisciplinaria es posterior. Este criterio atenta contra los programas reduccionistas que persiguen traducir las leyes de un nivel (por ejemplo, el nivel del lenguaje) a un nivel más básico (por ejemplo, el nivel de la neurología).

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Solidez metacientífica. Compatibilidad con los principios metacientíficos más notables. Una teoría axiomatizada tiene un alto estatus, aunque no por ello es verdadera. Una teoría es adecuada cuando implica una epistemología seria. Respeto de la Weltanschauung. Se trata de un criterio que se ha ido complejizando con el tiempo. Por un tiempo, las teorías científicas se aceptaban si no contravenían la visión del mundo dominante (el catolicismo, la ética protestante, el materialismo dialéctico), pero ahora este criterio se aplica con moderación.

3. EL PAPEL DE LA IDEALIZACIÓN EN EL MÉTODO CIENTÍFICO De acuerdo con la concepción de Peirce (1878), el método científico consiste en la aplicación armónica de tres razonamientos: la abducción, la deducción y la inducción. Mediante la abducción se llega a una hipótesis nueva en virtud de analizar un problema con un enfoque diferente al dominante. La abducción necesita un procedimiento mental denominado desautomatización de la percepción. Mientras que la comunidad científica sigue con sus patrones perceptivos instaurados en la tradición, el científico creativo abandona esos patrones perceptivos y se apresta a ver las cosas con otra mirada. Esta es la condición previa para poder hacer un descubrimiento de impacto. En los tiempos de Chomsky, los lingüistas estaban enmarcados en una visión conductista que los ataba a un corpus. Dado que un corpus era un conjunto finito de enunciados finitos, tales lingüistas tenían una venda que les impedía ver la capacidad generativa del lenguaje. Chomsky no participaba de ese enfoque y, por ello, estaba preparado para ver lo que estaba negado para los lingüistas descriptivistas: que las oraciones de cualquier lengua son potencialmente infinitas. Siempre se puede extender una oración. Si X piensa que ha construido la oración más larga porque cuenta con mil palabras, cualquiera puede romper fácilmente el récord al producir una oración de 1003 palabras: X dice que (y se repite la oración). Y se podría romper el nuevo récord, potencialmente, hasta el infinito. Entonces, gracias a la abducción, Chomsky pudo plantear su enfoque generativo que se basa en la noción de recursividad. Ahora bien, una vez que la abducción nos lleva a la nueva hipótesis, se puede trabajar con la deducción y la inducción, en ese orden secuencial. La deducción es útil porque permite obtener consecuencias nuevas a partir de la nueva hipótesis. Dada la hipótesis, las reglas de inferencia sirven para extraer enunciados que se derivan de ella. Gracias a la hipótesis medular del enfoque generativo, se extrae que todas las lenguas exhiben el patrón de expansión gramatical y se deriva la condición innata de la facultad de lenguaje. La inducción se aplica en tercer lugar y persigue confirmar o refutar las teorías. Si las consecuencias derivadas de la hipótesis se confirman, inductivamente se puede decir que la hipótesis se ve reforzada. Aunque no se trata de una prueba concluyente, desde el punto de vista lógico, sirve como evidencia hasta que se pruebe lo contrario.

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La interrelación entre abducción, deducción e inducción opera sobre la base de la idealización que es el procedimiento de la ciencia madura. Galileo logró determinar los principios del movimiento fundamentales en la gran revolución científica del siglo XVII cuando aplicó la idealización en su análisis de los fenómenos involucrados. El sabio italiano se preguntó qué sucedería si dejamos de lado el papel del aire, el rozamiento y variables como el peso al analizar la caída de los cuerpos. En virtud de ese razonamiento, vio con claridad la naturaleza del movimiento y llegó a formular las célebres leyes que hicieron progresar la física de manera radical e impactante. En la lingüística, la idealización (el estilo galileano de hacer ciencia) ha sido crucial para hacer avances significativos en el conocimiento del lenguaje. Gracias a la idealización, el conocimiento puede llegar a ser universal, en la medida en que se dejan de lado los aspectos particulares, idiosincrásicos. Asimismo, con la idealización apuntamos a los rasgos fundamentales, en la medida en que se dejan de lado los aspectos irrelevantes para la comprensión científica del fenómeno lingüístico. En Chomsky (1965) se enunció, sin ambages, el principio de idealización al formular que la teoría lingüística se ocupa primordialmente de un hablante-oyente ideal. Lo que Chomsky enfatizaba era que el lingüista debe hacer abstracción de las limitaciones en la memoria, de los errores ocasionales conocidos como lapsus linguae, de la distracción o de problemas articulatorios, dado que el objeto de estudio era el conocimiento lingüístico como fenómeno mental. La idealización es un tipo de modelización, esto es, una forma de rodeo con la cual se llega mejor a la realidad. Hoy sabemos que, realmente, una bola de plomo y una pluma caen con igual aceleración, pero era un aspecto de la realidad que estaba oculto por una serie de factores que ahora consideramos irrelevantes. Aunque suene a paradoja, para conocer la realidad hay que dejar de lado algunos rasgos reales que, en verdad, producen una distorsión. Si un hablante está nervioso y se equivoca al producir una oración, ¿se trata de un hecho relevante para conocer como funciona su sistema gramatical?, ¿o se trata, más bien, de una distorsión que puede omitirse en la investigación? El adecuado uso de la idealización permite avanzar en la ciencia en la medida en que se logre establecer cuáles son los aspectos relevantes de la investigación y cuáles son los aspectos irrelevantes que se pueden dejar de lado.

4. LOS DOMINIOS DE LA TEORÍA LINGÜÍSTICA Con el fin de comprender a cabalidad el objeto de la investigación lingüística, abordaremos, de modo esquemático, los dominios medulares de la teoría lingüística: la lingüística general, la adquisición del lenguaje, el uso del lenguaje y el cambio lingüístico. La lingüística general se encarga de precisar la noción de lengua humana posible. Para ello, se han establecido dos aspectos: uno de carácter empírico y otro de carácter teórico.

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El primer aspecto concibe a la lengua como un sistema cognitivo inscrito en la mente-cerebro de los hablantes y describe las propiedades gramaticales de las diversas lenguas naturales. Dado que se asume el innatismo, los estudios empíricos tratan de determinar el formato de la gramática universal concebida como el estado inicial de la facultad de lenguaje. Por ello, la teoría de la gramática universal es una explicación del estado inicial del lenguaje anterior a toda experiencia con el entorno. La lingüística general se aboca al estudio de los universales. Algunos de ellos son evidentes y de apariencia trivial (como el hecho de que todas las lenguas utilicen nombres y verbos); otros sugieren fenómenos muy interesantes (como la presencia de anáforas en todas las lenguas en virtud de las cuales dos palabras en una oración implican la misma referencia: En ‘María se peinó’, ‘se’ es una anáfora de ‘María’). El aspecto teórico de la lingüística general se vincula con la dilucidación de la noción de gramática humanamente posible. Chomsky (1983) formuló, al respecto, la hipótesis de la finitud, según la cual el conjunto de gramáticas humanamente posibles es bastante restringido, de tal manera que establecer los principios de la gramática universal se torna una tarea asequible. En tal sentido, se tiene un conjunto de instrucciones bastante definido, la gramática universal, a partir del cual se construyen las diversas gramáticas de las lenguas del mundo. Dado que la gramática universal se concibe como el formato de la mente humana que es responsable de los rasgos comunes presentes en todas las lenguas del mundo, la tarea de la lingüística general es explicitar las características de este formato. La teoría de la adquisición del lenguaje es uno de los dominios más importantes de la teoría lingüística y ha llamado la atención por la relativa celeridad y homogeneidad en que ocurre. A partir de un estado inicial (dado por la gramática universal), el niño desarrolla o adquiere una lengua (un estado relativamente fijo) en virtud de una maduración lingüística y un contacto con el entorno cultural en el que se inserta. Se conjetura que el estado inicial es innato por el argumento de la pobreza del estímulo. El argumento no tiene que ver con la cantidad de mensajes que recibe el niño, sino con la calidad de los estímulos lingüísticos. En realidad, se trata de un estímulo bastante pobre si lo comparamos con el conocimiento tan sutil que construye el niño tan pequeño. Por ello, el argumento de la pobreza del estímulo da pie para sostener la base innata (esto es, genéticamente determinada) de la gramática universal, el estado inicial a partir del cual el niño desarrolla su conocimiento del lenguaje. Esta consideración es la premisa fundamental para sostener que los principios involucrados en la adquisición de la primera lengua deben ser específicos del lenguaje. Esto es, resultaría muy difícil el desarrollo del lenguaje sobre la base de mecanismos generales de aprendizaje o en virtud de una inteligencia general de aplicación omnímoda (multipurpose). Las etapas en el proceso de adquisición son las siguientes: a) Etapa prelingüística. Hasta, aproximadamente, los doce meses, el niño emite balbuceos. Los primeros sonidos reconocidos son las vocalizaciones. Hacia los seis

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meses, aparecen las primeras sílabas como pa y ma. Al llegar a los diez u once meses, el niño hace juegos sonoros y tiende a imitar a los adultos. b) Etapa holofrástica. Aproximadamente, entre los doce y dieciocho meses, los niños utilizan unidades simples que pueden estar constituidas por una sola palabra o varias, pero que se interpretan unitariamente e integralmente, esto es, de manera holofrástica. En esta etapa, el niño todavía no es capaz de hacer un ensamblaje y construir una frase compleja. c) Etapa de las dos palabras. Alrededor de los veinte meses, el niño combina dos palabras y ya parece que puede entablar una comunicación con las personas de su entorno. d) Habla telegráfica. Entre los dos y tres años, aproximadamente, el niño comienza a generar más expresiones con varias palabras. Se trata de un habla telegráfica en virtud de que las estructuras están simplificadas y carecen de morfemas flexivos, pero es una fase que denota un progreso significativo en la adquisición de la lengua materna. Hacia los dos años y medio, ocurre el fenómeno de la explosión léxica, esto es, el vocabulario del niño sufre una expansión notable: crece de forma exponencial, dado que el niño aprende una palabra cada hora. En Mehler y Dupoux (1994: 54) aparece un gráfico que ilustra el fenómeno con transparencia: Número de palabras 2600 2400 2200 2000 1800 1600 1400 1200 1000 800 600 400 200 0

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e) Estado fijo. A los tres años, el niño va más allá del habla telegráfica al incorporar algunos morfemas flexivos en los nombres (por ejemplo, el plural) y en los verbos

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(por ejemplo, el pasado). Gradualmente, el niño se acercará al habla de los adultos y si comete algunos errores, estos se deberán a la presencia de irregularidades en las lenguas. Así, la célebre construcción ‘yo sabo’ se debe a que el niño ha sobregeneralizado una regla. Algo similar sucede con la forma ‘rompido’ en vez de ‘roto’. En castellano, decimos ‘No quiero nada’, pero sí elevamos el término ‘nada’ queda ‘Nada quiero’, esto es, se suprime la palabra ‘no’. Ahora bien, los niños se demoran en advertir la obligatoriedad de esta supresión y pueden decir ‘Nada no quiero’ por un tiempo. La adquisición del lenguaje se da por fases y esto se aplica al desarrollo fonológico, sintáctico y semántico (Serra et álii 2000). Por ejemplo, la negación en inglés (Yule 1998) implica la sucesión de tres etapas. La primera consiste en el empleo de una estrategia simple según la cual la palabra negativa not debe estar al inicio de cualquier construcción: not fall (‘no caer’). En la segunda etapa, se introducen gradualmente las formas negativas don’t y can’t. En esta etapa, la negación se coloca antes del verbo y no ya al principio de la oración: I don’t know (‘yo no sé’), You can’t dance (‘tú no puedes bailar’). La tercera etapa se complejiza con la introducción de formas como didn’t y won’t: I didn’t caught it (‘no cogí esto’), She won’t let go (‘ella no dejará ir’). Poco a poco se abandonan definitivamente estructuras como This not ice cream (‘esto no helado’) y se incorpora la forma isn’t. La teoría del uso del lenguaje establece la manera en que los hablantes utilizan el lenguaje en un contexto comunicativo concreto. Si un niño le dice a sus padres “Hoy, obtuve un diez en la prueba de matemáticas”, el enunciado será interpretado muy diferentemente en función del sistema educativo: en el Perú, será una mala noticia; en un sistema educativo en el cual la nota diez sea el máximo valor, será una excelente noticia. Y, obviamente, las consecuencias serán diametralmente opuestas: en un caso, un castigo, una punición (hay que olvidarse del play station por un tiempo); en el otro caso, una buena recompensa. Al usar el lenguaje, los hablantes interpretan más de lo que escuchan o leen porque el contexto les permite hacer inferencias que, normalmente, son muy eficaces en la comprensión de los mensajes. Dado que el rol de las inferencias y el papel del contexto son determinantes, se ha propuesto la noción de competencia pragmática o comunicativa (Hymes 1972), como una manera de entender que la competencia gramatical es insuficiente para una interpretación plena de los mensajes. Hay diferentes tipos de contexto. El contexto lingüístico (denominado cotexto) es el conjunto de palabras o expresiones que acompaña a la palabra o expresión que se quiere interpretar. El cotexto es crucial para interpretar correctamente el significado de una palabra que guarda homonimia con otra palabra. Consideremos la palabra ‘llama’ que puede significar ‘masa gaseosa en combustión’ o ‘especie de mamífero rumiante’. El cotexto sirve para precisar qué tipo de significado debemos elegir en nuestro procesamiento. Si aparece en el siguiente cotexto “La llama es un animal que se alimenta

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del pasto que hay en la sierra”, inferimos que el segundo significado es el pertinente. Si aparece en otro cotexto como “La llama mortecina del candelabro me llena de nostalgia”, inferimos que el primer significado es el pertinente. Es más, si la palabra aparece en el cotexto de un verso becqueriano (‘la llama de tu amor’), se infiere un sentido metafórico desarrollado a partir del primer significado, no del segundo. También el contexto físico permite interpretar el significado de las palabras. Por ejemplo, un enunciado como “Cuidado con la llama” se interpretará de una manera si es un cartel dentro de un parque zoológico (el contexto físico de la comunicación). La teoría del uso del lenguaje no apunta a los análisis sintácticos de la oración (dado que esta actividad no depende del contexto), sino a la interpretación de actos de habla. Un acto de habla se define por la intención comunicativa que le imprime el hablante y no se ajusta necesaraimente a la forma de la expresión. Una expresión puede ser formalmente una pregunta, pero esta forma puede corresponder a una intención comunicativa de índole conativa (una orden o una solicitud). Si una persona X le pregunta a Y ‘¿Sabe la hora?’ y Y le responde ‘Sí’ y se va, la persona Y evidencia cierta incapacidad pragmática (o la existencia de un serio problema que le impide comunicarse bien). La aparente pregunta ‘¿Sabe la hora?’, en realidad, es una petición para que le informen sobre la hora. Se trata de un acto de habla indirecto y para comprenderlo es crucial la competencia comunicativa o pragmática. La comunicación se sustenta en interpretar, sobre todo, lo que se quiere decir (esto es, la intención comunicativa o lo que se denomina técnicamente fuerza ilocucionaria). Dado que es muy frecuente el empleo de actos de habla indirectos, se pone de relieve el valor del contexto y la aplicación de ciertos mecanismos inferenciales para interpretar correctamente lo que la persona quiso decir (pero no dijo). Inclusive, se debe tener en cuenta los conocimientos previos (una suerte de contexto de presuposiciones) para hacer las interpretaciones correctas. La teoría del cambio lingüístico apunta a aclarar la naturaleza dinámica de las lenguas. En la lengua castellana, por ejemplo, se dio el siguiente cambio en el sonido de la /f/ inicial: /f/ > /h/ > Ø; esto es, se dio una erosión gradual del sonido que terminó en su desaparición. En el Poema de Mio Cid (siglo XII) hallamos la forma fablar, dado que aún se pronunciaba la /f/ inicial. En el siglo XIV, el sonido se aspiró (se convirtió en /h/) y luego desapareció (aunque ha dejado una huella en la escritura). El cambio lingüístico es imperceptible por los hablantes, pero no entraña una fluctuación azarosa, dado que está gobernado por ciertos principios, ciertas pautas, ciertas restricciones: en castellano, la /f/ inicial se mantiene dadas ciertas condiciones (por ejemplo, cuando acompaña a diptongos acentuados como en fuerte o fuego). El cambio es un proceso lento y continuo, que deja huellas o reflejos. La difusión del cambio es un proceso gradual que no puede darse de la noche a la mañana. El cambio lingüístico está motivado por el uso y se asienta sobre las bases de la comunicación. Por ello, el cambio no puede ser abrupto porque atentaría contra la comunicación, contra la inteligibilidad del mensaje.

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No hay un solo factor responsable del cambio lingüístico. Por ello, se distingue entre dos grandes tipos de causas del cambio: causas sistemáticas y causas extrasistemáticas. Entre las causas sistemáticas, tenemos la variación sistemática, la propensión a la simetría y las cadenas de propulsión o de tracción. Hay varias causas extrasistemáticas, pero las más importantes tienen que ver con las nociones de sustrato y adstrato. La variación sistemática considera que todo sistema lingüístico tiene fluctuaciones y ello se concreta en que una unidad lingüística admite variantes. Estas variantes se encuentran en tensión por un período, hasta que una variante acaba por imponerse. Por ejemplo, actualmente, en castellano el fonema /s/ en posición implosiva (final de sílaba) tiene dos variantes [s] y [h] (un sonido aspirado); inclusive, hay una variante más: Ø, o sea, la pérdida total del sonido. Si, luego de un tiempo, la variante [h] se impone, se producirá un cambio lingüístico en virtud de la variación sistemática. La propensión a la simetría establece que los sistemas lingüísticos tienden al equilibrio. En consecuencia, las lenguas afianzan un cambio si éste permite lograr la simetría o el equilibrio. En el siglo XVIII, el inglés poseía pares de sonidos fricativos (sordos y sonoros), pero el fonema fricativo palatal sordo (el sonido inicial de la palabra ship ‘barco’) no tenía el correspondiente sonoro, lo que constituía una falta de simetría. Por ello, en el siglo XIX, se creó la pareja sonora de la fricativa palatal, que se oye en palabras como pleasure o beige. Este cambio se explica por la búsqueda de la simetría. Los procesos de cambio no se dan de manera aislada, sino en cadena. Hay cadenas de propulsión y de tracción. Una cadena de propulsión se da cuando un cambio impulsa otro cambio. Una cadena de tracción se da cuando un cambio atrae otro cambio. Si una consonante oclusiva bilabial sorda cambia a sonora (p > b), puede impulsar (en cadena de propulsión) el cambio de la oclusiva sonora a fricativa (b > β). Esto es, la oclusiva sorda se torna sonora y empuja a la oclusiva sonora que evoluciona a un sonido fricativo (β). Esquemáticamente: [p] → [b] → [β]

CADENA DE PROPULSIÓN (→)

Si la fricativa /β/ se fortalece y se hace oclusiva /b/, este cambio producirá una cadena de tracción y el sonido /b/ se transformará en /p/. Si el sistema cuenta con /p/, la cadena de tracción puede producir un segundo cambio: el sonido simple /p/ se hará doble /pp/, lo que se denomina geminación. Esquemáticamente [pp] ← [p] ← [b] ← [β]

CADENA DE TRACCIÓN (←)

Como causas extrasistemáticas importantes se mencionan los factores de sustrato y adstrato. El sustrato es una influencia de una lengua hablada anteriormente en el territorio. Aunque la lengua en cuestión ha desaparecido, deja una huella de su presencia en la lengua nueva, lo que se conoce como sustrato lingüístico. Por ejemplo, se ha aducido que la erosión de la /f/ inicial en castellano se debe a un sustrato ibérico, esto es, a una lengua ibérica que se hablaba en la península y que ya ha desaparecido. Se trata de una

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explicación propuesta por el eminente filólogo Ramón Menéndez Pidal, pero está sujeta a controversia. El adstrato es una influencia de una lengua que está en contacto con la lengua que sufre el cambio. Actualmente, el quechua sufre cambios por su contacto con el castellano, y el castellano ha sufrido cambios (sobre todo, en el léxico) por su contacto con el inglés.

5. BREVE HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA Si la lingüística es el estudio del lenguaje, los primeros estudios sobre el lenguaje se dieron en India y Grecia (primer milenio antes de nuestra era). En la antigua India hubo atinadas reflexiones sobre la fonología y el análisis gramatical. Respecto de este último, los lingüistas de la tradición sánscrita enunciaron que las reglas debían formularse de la manera más económica y clara posible. Se pone de relieve la gramática de Pānini como la cúspide de esta tradición. En el mundo de la Grecia clásica, destacan los estoicos quienes dividieron el estudio del lenguaje en fonética, gramática y etimología (la historia de las palabras). Respecto de la descripción gramatical, es destacable el trabajo de Dionisio de Tracia, de enorme trascendencia en la tradición gramatical occidental. Aunque los romanos estuvieron bajo la sombra de los griegos, se debe destacar las ideas innovadoras de Varrón (siglo I antes de nuestra era). Hace una aguda distinción entre flexión (piens-o, piens-as, piens-a) y derivación (pensar, pensamiento, pensativo). En virtud de las diferencias flexivas, Varrón establece cuatro clases fundamentales de la palabra latina: nombre (flexión de caso), verbo (flexión de tiempo), participios (flexión de caso y de tiempo) y adverbios (ni flexión de caso ni flexión de tiempo). En la época medieval, la labor más interesante quedó en manos de los gramáticos especulativos conocidos como modistœ porque escribieron diversos tratados con el nombre de De modis significandi (Sobre los modos del significado). Estos gramáticos reflexionaron sobre la idea de una gramática universal, esto es, una gramática válida para todas las lenguas. Imbuidos de la búsqueda de la universalidad, los modistœ elaboraron una teoría de la estructura oracional que postulaba la existencia de niveles estructurales profundos. Luego de la época medieval, las indagaciones sobre el lenguaje tuvieron un cariz filosófico, tendencia que cambió a inicios del siglo XIX, gracias a la adquisición de nuevos datos y la ampliación del horizonte de las reflexiones sobre el lenguaje. Poco a poco se erigió el método comparativo, un enfoque científico que transformó radicalmente el estudio sobre el lenguaje en virtud de sus impactantes descubrimientos. Ya en 1786, William Jones pronunció una conferencia en la que establecía el parentesco del sánscrito con el griego, el latín, el gótico, el celta y el antiguo persa. El parentesco se establecía sobre la base de comparaciones y, como permitía deducir que las lenguas vinculadas genéticamente procedían de una lengua ancestral común, se elaboró el método histórico comparativo.

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Dado que los conocimientos obtenidos estaban garantizados por un método riguroso, se puede decir que en el siglo XIX surgió la auténtica ciencia del lenguaje: la lingüística histórica y comparada. En 1808, Friedrich Schlegel acuñó el término Vergleichende Grammatik (gramática comparada) para referirse a la necesidad de dedicarse al estudio de la estructura interna de las lenguas con el fin de descubrir las relaciones genéticas, esto es, el parentesco entre las lenguas. Sobre la base de las indagaciones del danés Rasmus Rask, Jacob Grimm publica en 1822 un tratado en el que enuncia la famosa ley de Grimm: un cambio que se produce en las consonantes de las lenguas germánicas (el gótico, el escandinavo, el frisón, el inglés y el alemán). Entre 1833 y 1852, Franz Bopp da a conocer su trabajo sobre la evolución de las formas flexivas del sánscrito, del griego, del latín y de las lenguas germánicas. Bopp es importante porque, de manera novedosa, logró incluir al lituano, el armenio, el albanés y la familia de las lenguas celtas y eslavas dentro de la gran familia indoeuropea. La lingüística histórico comparativa postula que las diferencias en las lenguas se deben a los cambios producidos a partir de una lengua ancestral común. Las lenguas con diferencias más pronunciadas revelaban un distanciamiento temporal mayor. El método comparativo consiste en establecer la relación entre lenguas por medio de la comparación, lo que conduce a reconstruir la protolengua, esto es, la lengua ancestral común. Según el método comparativo, cuando dos lenguas (L1 y L2) presentan un cierto número de semejanzas (no explicables en virtud de préstamos), se puede postular la existencia de una lengua común anterior. El vínculo entre las lenguas se explicita gracias a reglas diacrónicas (leyes del cambio) que permiten postular un origen común como explicación de sus similitudes y dan cuenta de sus diferencias en virtud de su separación en el tiempo. Al analizar lenguas emparentadas como el galés, el inglés y el alemán, se constata que el galés y el alemán resultan más diferentes, razón por la cual se concluye que el galés está más próximo al inglés que al alemán. En el último cuarto del siglo XIX, el escenario de la ciencia del lenguaje fue dominado por un grupo de lingüistas llamados los Junggrammatiker o neogramáticos. Estudiosos como Hermann Osthoff y Friedrich Karl Brugmann apuntalaron la teoría neogramática, cuya idea principal era que los cambios fonológicos estaban gobernados por leyes estrictas que afectan a toda variante, sin excepción. En función de un contexto determinado, un sonido evolucionará siempre de la misma forma. En este escenario, fue un triunfo impresionante para los neogramáticos el trabajo de Karl Verner (1877) sobre una aparente excepción a la ley de Grimm. La primera parte del siglo XX está marcada por el trabajo de Ferdinand de Saussure quien, inicialmente, fue un neogramático (sus primeros trabajos revelan el influjo del modelo de los Junggrammatiker). Sin embargo, Saussure, en sus célebres cursos de lingüística general (1907-1911), se aleja de los neogramáticos y trata de establecer los fundamentos de la ciencia lingüística sobre la base de presupuestos muy diferentes. Mientras que los neogramáticos son atomistas (dado que analizan un segmento, una

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unidad lingüística, un sonido), Saussure propone un enfoque estructural. Si los neogramáticos incidían en el estudio de la evolución de fenómenos aislados, la pregunta clave de Saussure es cómo funciona la lengua en su totalidad. En este sentido, una distinción conceptual y metodológica de Saussure apunta a esclarecer tres nociones: lenguaje, lengua y habla. El lenguaje es la facultad humana universal y se presenta como un conjunto heteróclito, abigarrado. Dentro de esta facultad, la lengua (langue) se define por ser un sistema de elementos y relaciones; y el habla (parole) está conformada por actos individuales y concretos. La lengua es un sistema abstracto que puede realizarse de muchas maneras. Para ilustrar este punto, Saussure recurre a la metáfora del ajedrez. Así como en el ajedrez lo que importa es la función que cumple cada elemento en el conjunto, en el sistema del juego (no interesa la sustancia material de las piezas, si están hechas de arcilla, de metal, etc.), en la lengua lo relevante es el valor de cada unidad en función del sistema. Así, la lengua es un sistema de valores que se definen por su delimitación, por su oposición funcional: es el principio de negatividad. Una diferencia esencial con respecto a los neogramáticos es la célebre distinción saussuriana entre sincronía y diacronía. En tanto que los neogramáticos ponían énfasis en la evolución, en las leyes de mutación histórica, en la diacronía (el desarrollo de las unidades lingüísticas a través del tiempo), Saussure sostenía que la investigación lingüística primordial es sincrónica, esto es, cómo funciona la lengua en un estado de tiempo. La teoría lingüística debe abocarse a la sincronía, al estudio del estado de la lengua en sí mismo. Una vez que se agote el estudio sincrónico, se puede estudiar la dimensión diacrónica, esto es, los estados de lengua sucesivos. Ahora bien, las ideas de Saussure nos han llegado a través de la edición que Charles Bally y Albert Sechehaye hicieron, en 1916, de los apuntes que reunieron sobre los cursos saussurianos (Saussure 1998). En rigor, esa edición titulada Cours de linguistique générale (Curso de lingüística general) y atribuida a Saussure no se basa en ningún escrito de Saussure, razón por la cual técnicamente es apócrifa. Dada la importancia del pensamiento de Saussure, se ha investigado mucho en la obra del maestro y en 1996 se encontró un manuscrito fundamental redactado por el propio Saussure y que lleva por título “De la doble esencia del lenguaje” (Saussure 2004). En el manuscrito saussuriano, se explica la noción de identidad lingüística, la noción de signo, como el punto de encuentro entre forma y sentido. Desde la perspectiva de la lengua, ese encuentro es inseparable y constituye el punto de partida para la indagación lingüística. Las entidades lingüísticas son dobles, tienen una naturaleza doble y se comprenden cuando se capta su convergencia. Esta es la teoría del signo como unión de significante (imagen acústica) y significado (imagen mental). Según Saussure, en la lengua no hay signos aislados, dado que los signos guardan relación con otros en virtud de las diferencias. Como consecuencia, un signo tiene una dimensión negativa, opera sobre la base de diferencias. En virtud de lo anterior, se define

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el objetivo central de la lingüística como el estudio del estado de lengua concebido como un sistema que une formas y contenidos (significantes y significados). Para establecer los fundamentos de la ciencia del lenguaje, Saussure formula dos cuestiones relacionadas: a) ¿Cómo opera la lengua en tanto totalidad? b) ¿Cómo debemos estudiarla? La respuesta a la primera pregunta radica en aseverar que la lengua es un sistema de valores, que se fundan en la oposición. Por ejemplo, la distinción entre /r/ y /l/ es parte de la lengua castellana porque tales fonemas son valores (en el sentido saussuriano) de nuestro sistema fonológico. En cambio, en japonés no constituyen valores, dado que no se encuentran en una relación de oposición. Dado que el sistema lingüístico opera sobre la base de dos ejes (sintagmático y paradigmático), el estudio de la lengua debe contemplar esos niveles: el nivel de las relaciones sintagmáticas y el nivel de las relaciones paradigmáticas. El eje sintagmático establece las reglas de combinación, esto es, se refiere al modo como se combinan los signos lingüísticos en una cadena. El eje sintagmático funciona horizontalmente. En castellano, ‘la casa de adobe’ es una cadena que satisface las reglas sintagmáticas porque hace una adecuada combinación de signos. En cambio, ‘la casa adobe de’ es una expresión que transgrede las reglas sintagmáticas del castellano. El eje paradigmático establece las reglas de selección y la permutación, esto es, apunta a la clase de signos que son posibles dentro de una posición. El eje paradigmático funciona verticalmente. Si tenemos la secuencia castellana ‘María es inteligente’, en la posición de ‘María’ puede estar un pronombre como ‘ella’, dado que los nombres y los pronombres conforman una misma clase paradigmática. En cambio, el término ‘María’ no puede ser permutado o sustituido por una preposición como ‘hacia’, porque se atentaría contra una regla paradigmática de la lengua castellana. La riqueza del enfoque saussuriano se puede notar en que sirvió de base para la constitución de varias corrientes del estructuralismo lingüístico europeo en la primera mitad del siglo XX. Dos de las más influyentes son el Círculo Lingüístico de Praga y el Círculo Lingüístico de Copenhague. El Círculo Lingüístico de Praga comenzó en 1928 y terminó abruptamente en 1938. Se basó en las ideas de Saussure contenidas en el libro editado por Bally y Sechehaye. El espíritu que guiaba a los miembros del Círculo fue bien resumido por Jakobson (1985: 116): El Cours de linguistique del Maestro de Ginebra es sin duda alguna uno de los libros más importantes y fecundos de la lingüística general. La ciencia produce dos tipos de obras maestras: por una parte están los trabajos que recogen y coronan las aspiraciones, progresos y fundamentos de una escuela, ofreciendo de este modo una doctrina acabada y por entero madurada […]. A estas obras de síntesis podemos contraponer las obras que señalan, más que la feliz conclusión de una corriente, el prometedor comienzo de otra. En lugar de darnos un edificio acabado, preanuncian un período turbulento y agitado, la

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introducción a grandes rasgos de una investigación y construcción nuevas. El mencionado libro de Ferdinand de Saussure pertenece a esta clase. No es ninguna conclusión de síntesis de las obras completas del maestro y sus contemporáneos; al contrario, se trata de un audaz intento por superar la herencia de una escuela con sus hábitos metodológicos propios y abrirse camino hacia una concepción nueva. No son normas doctrinales definitivas, sino innovadoras hipótesis de trabajo y agudas intuiciones lo que constituye el contenido de esta brillante obra. El libro se encuentra en la línea divisoria de dos épocas y dos tendencias; de ahí que un libro semejante, por genial que sea, no puede nunca estar libre de contradicciones. […] Es peligroso y equivocado tomar este Cours de linguistique como un compendio, como una doctrina acabada y o bien tratar de ocultar sus contradicciones o bien, y como consecuencia, ignorar lo que el libro tiene de fundamental.

El Círculo Lingüístico de Praga se alejó de las ideas de Saussure en lo que respecta a su tajante distinción entre sincronía y diacronía, y se interesó en estudiar los nexos entre lenguaje y cultura (sobre todo, por el lingüista Trnka). Sin embargo, el aspecto más importante avanzado por los miembros del Círculo Lingüístico de Praga es la teoría del fonema. Considerado como el segmento mínimo de la corriente fónica, se define estructuralmente por su capacidad distintiva y su relación sistemática. Un fonema se caracteriza por estar inserto en un sistema de oposiciones con valor distintivo. Al poner de relieve el valor de la oposición funcional, Roman Jakobson logró formular la teoría de los rasgos distintivos y, en consecuencia, definió al fonema como un haz de rasgos distintivos. Así, el fonema /d/ se define en función de tres rasgos: oclusivo, dental y sonoro. Con la teoría de los rasgos distintivos, la teoría fonológica ganó mucho en simplicidad y en universalidad, dos requisitos esenciales de una ciencia madura. Hacia 1934 se fundó el Círculo Lingüístico de Copenhague y la obra fundamental escrita por uno de los miembros del Círculo es Omkring sprogteoriens grundlœggelse (traducida como Prolegómenos a la teoría del lenguaje) de Louis Hjelmslev (1969). En esa obra fundamental, se ponen las bases para que la lingüística se eleve a una ciencia rigurosa. La lingüística debe configurarse a partir del principio empírico, según el cual la descripción de la lengua debe respetar tres condiciones: a) Estar libre de contradicciones. b) Ser exhaustiva. c) Ser simple. El principio es de naturaleza jerárquica, de tal modo que el criterio a) tiene mayor relevancia que b) y el criterio b) es prioritario respecto de c). Hjelmslev, en la línea de Saussure, aclara la naturaleza solidaria del signo lingüístico como una unión entre expresión y contenido, y dilucida que cada lengua estructura su significación de modo diferente. Una misma idea (sustancia de pensamiento) puede ser configurada de distintas formas en lenguas diferentes. Por ejemplo, la idea universal de ‘no saber’ aseverada por la primera persona tiene los siguientes formatos en castellano, danés, inglés, francés y esquimal:

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Castellano:

No sé.

Danés:

Jeg véd det ikke.

Inglés :

I do not know.

Francés:

Je ne sais pas.

Esquimal:

Naluvara.

En castellano, se puede suprimir el pronombre personal (yo) y la marca de negación antecede al verbo. En danés, hay un complemento obligatorio (det) y la negación aparece al final (ikke). En inglés, hay un auxiliar (do) necesario en la construcción. En francés, hay una negación discontinua (ne … pas). En esquimal, la construcción se deriva a partir de nalo ‘ignorancia’. Las lenguas, pues, estructuran las ideas de modos especiales, como se puede ver en estas configuraciones distintas en castellano, francés y alemán: Castellano leña madera bosque selva

Francés bois

forêt

Alemán holz

wald

De modo que los signos lingüísticos, esto es, signos pertenecientes a una determinada configuración lingüística, son entidades que ensamblan una forma de la expresión con una forma del contenido: SUSTANCIA DEL CONTENIDO FORMA DEL CONTENIDO FORMA DE LA EXPRESIÓN

SIGNO LINGÜÍSTICO

SUSTANCIA DE LA EXPRESIÓN Una de las ideas geniales de Hjelmslev es la definición de la lengua como sistema de figuras, no de signos. Dado que los signos son potencialmente infinitos, concebir la lengua como sistema de signos haría muy difícil, si no imposible, la satisfacción del criterio de exhaustividad. Por ello, al caracterizar a la lengua como sistema de figuras se logra algo importante, dado que las figuras son no signos que sirven para construir signos (así como los rasgos distintivos componen los fonemas). Además, puesto que las figuras

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constituyen un inventario reducido, la descripción lingüística puede ser consistente, exhaustiva y ganar en simplicidad. En Norteamérica, también se dio impulso a una corriente llamada estructuralista, pero en ella no hubo influencia de Saussure. El estructuralismo norteamericano tuvo dos fuentes: a) El estudio de las culturas y las lenguas de los pueblos originarios de América del Norte; y b) el influjo de la psicología conductista. En virtud de la primera fuente, se obtuvo una nueva visión sobre la variedad de las estructuras de las lenguas y surgió la necesidad de contar con nuevos conceptos descriptivos. Sobre la base de la segunda fuente se excluyó lo mental y se trató de fundar la descripción lingüística en métodos operacionales. El estructuralismo norteamericano tuvo como paradigma clásico el trabajo de Leonard Bloomfield (1933). Los estructuralistas estaban contra la introspección y, por ello, establecieron métodos objetivos en la descripción de lenguas. Esta variante del estructuralismo se denomina estructuralismo prechomskiano, debido a que fue desplazado por el enfoque lingüístico sugerido por Noam Chomsky. Tal desplazamiento es una revolución en la ciencia que, por su amplitud y trascendencia, merece ser examinada aparte.

6. LA REVOLUCIÓN DE NOAM CHOMSKY Se puede sostener con plausibilidad que las innovaciones de Noam Chomsky fueron revolucionarias en la lingüística. El impacto de las indagaciones chomskianas en la ciencia del lenguaje fue decisivo contra el estructuralismo lingüístico imperante en Estados Unidos. El término ‘estructuralismo’ no es unívoco y, en consecuencia, se puede prestar a muchas confusiones. En muchas mentes, está asociado a la figura epónima de Ferdinand de Saussure, pero en la historia de la lingüística norteamericana se vincula con una propuesta diferente: el trabajo de Leonard Bloomfield (1933) que marcó una verdadera era en la investigación lingüística (Fischer 2003: 211). La era bloomfieldiana se distinguió por métodos rigurosos que sustentaban análisis objetivos y formales. En el breve, pero notable, estudio de Bierwisch, la lingüística norteamericana es denominada apropiadamente estructuralismo antimentalista (Bierwisch 1971: 39). Dado que Bloomfield se adhería al conductismo radical, su enfoque era antimentalista, en los rigurosos términos planteados por Watson (1925). Como un corolario de este enfoque, se postulaba que la investigación lingüística debía hacerse con prescindencia del significado porque, como decía el mismo Bloomfield, con el ruido era suficiente (Bloomfield 1936). El estructuralismo norteamericano se asentó sobre asunciones capitales como las siguientes: El análisis lingüístico debía anclarse en un corpus. La investigación lingüística debía regirse por procedimientos de descubrimiento (de índole inductiva). El nivel de

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la sintaxis era autónomo y el análisis lingüístico no podía mezclar niveles. La variación lingüística era ilimitada, razón por la cual las diferencias entre las lenguas no se podían reducir a unos patrones básicos. Aunque el estructuralismo prechomskiano fue una corriente importante en la historia de la lingüística, en la década de 1960 entró en una crisis. La crisis se puede notar en los siguientes aspectos: a) El programa estructuralista aspiraba a llegar hasta el nivel de la sintaxis a partir de la fonología o análisis fonémico, pero casi nunca los lingüistas de esta corriente hicieron análisis sintácticos. Al quedarse en la morfología, no mostraban señales objetivas de progreso científico, lo que podía verse como una bancarrota científica. b) La filosofía de la ciencia en la que se basaba el estructuralismo, el empirismo o positivismo lógico, se comenzó a desmoronar. Así, se vio con nitidez que el objetivo de la ciencia era la explicación, y no la mera descripción. Como el estructuralismo antimentalista había puesto de relieve la descripción (por ello, también se denomina enfoque descriptivista o taxonómico), sus credenciales científicas se pusieron en tela de juicio. c) Los lingüistas antimentalistas lanzaron su anatema contra el significado, pero lo readmitieron para dar cuenta de casos de ambigüedad estructural. d) En el análisis de los rasgos suprasegmentales, como los fenómenos de juntura, los descriptivistas cayeron en incoherencias, puesto que se veían obligados a mezclar niveles, lo que contradecía sus postulados metodológicos. La idea era ir del fonema al morfema, razón por la cual estaba vedado emplear información morfológica en los análisis de nivel fonológico. Asimismo, los diversos modelos descriptivistas (como el análisis lineal de los constituyentes inmediatos) no podían dar cuenta de morfemas discontinuos (como el inglés be … ing o el francés ne … pas). Cuando Noam Chomsky tenía 18 años conoció a uno de los líderes del descriptivismo norteamericano: Zellig Harris. La relación discipular comenzó cuando el joven fue encargado de corregir las pruebas de Harris (1951). Gracias a esa tarea, aprendió los secretos del análisis estructural y decidió estudiar lingüística. Se puede decir también que al tratar de aplicar las ideas de Harris, Chomsky fue el primero en percatarse de que algo andaba mal con la teoría dominante en el escenario norteamericano. Por ello, Newmeyer dice que la revolución chomskiana “de la lingüística fue, en gran medida, una revolución desde dentro” (1982: 57). Con toda seguridad, la mente lógica de Chomsky fue seducida por los elegantes análisis del maestro estructuralista. En efecto, Harris mostraba con claridad que en la sintaxis había un criterio de jerarquía y que los modelos matemáticos eran muy útiles en el análisis lingüístico. Asimismo, proponía el cedazo de la simplicidad para dirimir entre sistemas formales equivalentes. Sin embargo, había desacuerdos profundos, lo que puede explicar

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el desdén con que recibió Harris las primeras aproximaciones del enfoque chomskiano. La idea principal de Harris era que la estructura de la lengua consistía en una combinación de elementos no equiprobables. Ello era así porque la esencia de una lengua radicaba en restricciones de coaparición. Una cadena lingüística era, pues, el resultado de restricciones absolutas o distribucionales (que se definían en términos del cálculo de probabilidades). Podemos resumir las principales diferencias entre ambos enfoques: a) Mientras que Zellig Harris establecía con rigor los procedimientos de descubrimiento, Chomsky prefería hablar de procedimientos de evaluación (lo que, más tarde, desembocaría en el enfoque de principios y parámetros). b) Mientras que Harris era anticognitivista, Chomsky defendía el mentalismo en la lingüística. Para Harris el modelo gramatical no tenía por qué representar el proceso de adquisición de una lengua y, en realidad, creer en ello, a su juicio, era caer en el error del psicologismo. Un corolario de esta posición era considerar que la lingüística era una ciencia autónoma, lo que iba en contra del criterio chomskiano de una concepción unificada de lingüística, psicología y filosofía. c) Aunque Harris empleó transformaciones, su noción es muy distinta del concepto chomskiano. Para Harris, la transformación es simplemente una operación de equivalencia entre dos estructuras superficiales (como pasa en lógica con las proposiciones ‘Algunos héroes son griegos’ y ‘Algunos griegos son héroes’). En efecto, Harris utiliza la operación de transformación para dar cuenta de la relación entre una oración activa y una oración pasiva. En cambio, el análisis transformacional chomskiano conduce a postular un nivel subyacente. d) Mientras que la lingüística de Harris se orientaba al estudio del denominado lenguajeE (un objeto externo al hablante como un corpus de enunciados), el nuevo enfoque chomskiano es un estudio del lenguaje-I (un estado biológicamente determinado inscrito en el cerebro del hablante). Además, en las reflexiones chomskianas quedaba claro que una indagación en el lenguaje-E era un camino desbocado, habida cuenta su carácter heteróclito o abigarrado. Chomsky se graduó en Pennsylvania (en 1951) con un trabajo sobre morfofonología del hebreo. De 1951 a 1955 estudió en Harvard, ya convencido de que la lingüística taxonómica era esencialmente errónea. Su nuevo enfoque fue desarrollado en un estudio monumental intitulado La estructura lógica de la teoría lingüística (1955), pero era una prédica en el desierto: la lingüística descriptivista agonizaba, pero muy pocos se daban cuenta de ello. Habiendo obtenido su doctorado con un capítulo de su obra magna, Chomsky no había logrado insertarse en el seno de la comunidad científica. Un artículo suyo fue rechazado por una revista especializada en temas lingüísticos y no encontraba editorial que quisiera

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publicar su trabajo de 1955. Con todo, gracias al acicate de Morris Halle, decidió redactar una versión muy condensada de sus ideas con el título de Estructuras sintácticas (1957), obra que fue publicada por una editorial marginal (Mouton de La Haya). Y allí empezó todo. El libro causó una fuerte conmoción en el ámbito estadounidense gracias a una reseña laudatoria (pero no hiperbólica) que apareció en la prestigiosa revista Language. El autor de la reseña, Robert B. Lees, sostenía sin ambages que Estructuras sintácticas significaba un nuevo rumbo en la lingüística, lo que iba a ser corroborado en los congresos y conferencias a las que fue invitado su autor. En especial, las historias de la lingüística mencionan un congreso celebrado en Texas en 1958, en el cual un joven lingüista de treinta años enfrenta a los principales lingüistas descriptivistas y les demuestra con sólidos argumentos que los análisis taxonómicos son profundamente erróneos. Por su espíritu polémico y la fuerza de sus demostraciones, Chomsky es conocido como un verdadero enfant terrible, deseoso de poner el epitafio definitivo al enfoque taxonómico con el fin de inaugurar un nuevo camino. Carlos-Peregrín Otero (1970: 7) cuenta un testimonio revelador de 1965: un catedrático de la Universidad de California se refiere al niño maravilla de la lingüística como alguien que sólo “tiene 37 años, da la impresión de que tiene 27 y se comporta como si tuviera 17”. Dado que Chomsky inscribía la lingüística en el campo de la psicología, se enfrentó con el enfoque conductista desarrollado por Skinner en su clásico Verbal Behavior y lo sometió a una demoledora crítica que apareció en la forma de una extensa reseña publicada en 1959 por la revista Language (versión castellana en Chomsky 1977). En resumen, el fuerte análisis chomskiano concluye que la posición conductista es una burda imitación de ciencia ya que ni siquiera tiene valor descriptivo. Lo que la reseña dejó en claro era que, a diferencia de Zellig Harris, Chomsky era un mentalista en el sentido de que asumía la teoría lingüística como un modelo de un aspecto de la mente-cerebro. ¿Qué de nuevo hay en la teoría denominada gramática generativo transformacional? Como dice correctamente Fischer (2003: 215), se da una brecha en la tradición de la lingüística, dado que desarrolla una auténtica teoría de la sintaxis, la gran deuda del estructuralismo norteamericano. Desde el punto de vista teórico, la gramática generativa es una gramática explícita. Tal como se presenta en Chomsky (1965), la gramática consta de tres componentes: la sintaxis, la semántica y la fonología. Sólo el primero es generativo, los otros son considerados interpretativos. El componente sintáctico, a su vez, consta de dos subcomponentes: el subcomponente de base y el subcomponente transformacional. El subcomponente de base especifica la estructura profunda de las oraciones. El objetivo del subcomponente transformacional es relacionar el nivel de la estructura profunda con el nivel de la estructura superficial. Con esta nueva teoría, se resolvían elegantemente muchos de los rompecabezas de la lingüística taxonómica (los morfemas superficialmente discontinuos, el fenómeno de la ambigüedad estructural), pero lo más importante es que planteaba problemas más sustanciales e inauguraba

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un horizonte muy interesante como perspectiva científica: la teoría lingüística entendida como un estudio de la mente. Este enfoque iba a inaugurar una nueva era en la ciencia del lenguaje con profundas implicaciones en otros campos del saber humano. Si el estructuralismo descriptivista se encontraba en una crisis, ese estado era el caldo de cultivo para la emergencia de una revolución científica. Se puede analizar la emergencia de la revolución chomskiana en términos de la teoría epistemológica de Lakatos (1983). De acuerdo con Lakatos, un programa de investigación es revolucionario cuando supera racionalmente a otro programa. En la terminología de Lakatos, un programa se define por la defensa de un hard core, el núcleo duro de asunciones fundamentales que son consideradas irrefutables, desde el punto de vista metodológico. Este núcleo es acorazado por un protective belt, un cinturón protector de hipótesis auxiliares que sí se someten a la posible refutación. El hard core del programa chomskiano es la asunción de que las estructuras lingüísticas son endógenas y que la sintaxis es un sistema computacional del lenguaje. Este núcleo ha permanecido invariable a través de los diversos enfoques de la lingüística chomskiana, razón por la cual se puede decir que se trata de un programa fundamentalmente progresivo, en términos de Lakatos (1983). Es más, se puede decir que la secuencia de teorías o enfoques de la gramática generativa está gobernada por un sentido: tratar de fortalecer el hard core con propuestas teóricamente sólidas y empíricamente fructíferas. El programa minimista (Chomsky 1999), la última versión de la gramática generativa, es un avance importante en la línea del hard core porque plantea la pregunta de si se pueden hallar las especificaciones mínimas de diseño del lenguaje (Chomsky 2002: 24). La drástica reducción de la sintaxis se entiende como una manera de reducir la carga computacional y este ahorro se convierte en un modelo adecuado de la mente. ¿Por qué se puede hablar de una revolución chomskiana en la lingüística? En virtud de las siguientes consideraciones: a) Gracias a Chomsky, la lingüística adquiere madurez científica, dado que se pone de relieve que una teoría científica es un sistema hipotético deductivo. El nivel de formalización al que ha llegado la gramática generativa es un aspecto saludable que equipara a nuestra ciencia con los más avanzados capítulos de la ciencia natural. De ese modo, se logra satisfacer criterios metateóricos fundamentales como la corrección sintáctica, la exactitud lingüística y se avanza mucho en los niveles de simplicidad (Bunge 1972). Asimismo, se consolida la idealización que es el procedimiento de investigación de la ciencia madura y que en el enfoque chomskiano se ha revelado como algo provechoso (Smith 2001). b) Debido al desarrollo del enfoque chomskiano, se ha logrado fijar el verdadero objeto de las indagaciones lingüísticas: el lenguaje-I, un estado de la mente-cerebro. Con esta asunción, la ciencia lingüística puede consolidarse en la medida en que se tiene un objeto pasible de investigación científica. De ese modo, la ciencia del lenguaje

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puede elevarse a la deseable universalidad que es un requisito fundamental de toda ciencia madura. En resumen, Chomsky produjo una revolución trascendental en la lingüística porque dio inicio a un programa progresivo que superó racionalmente a los enfoques anteriores: Desarrolló el enfoque lingüístico como sistema hipotético deductivo y plasmó el saludable compromiso ontológico del lenguaje-I, una realidad subyacente de enorme valor para la constitución de la lingüística como ciencia.

7. ¿ES ÚTIL LA NOCIÓN DE PARADIGMA EN LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA? Thomas Kuhn (1970) ideó la noción de paradigma como una manera de entender el desarrollo de la ciencia natural (la llamada revolución copernicana, la mecánica cuántica, etc.). Ello podría llevarnos a pensar que el concepto kuhniano solo se puede aplicar en el campo de las ciencias naturales. Sin embargo, como señala Kuhn (2000), no hay una diferencia de principio entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, razón por la cual no hay un obstáculo insuperable para que una disciplina humanística pueda elevarse a la categoría de una ciencia normal (en términos kuhnianos). Como reconoce el mismo Kuhn (2000), el vocablo ‘paradigma’ ha dado pie a múltiples confusiones, cuando su cometido inicial fue aclarar la naturaleza de la investigación científica. Sin entrar en el debate epistemológico suscitado en torno a la concepción kuhniana, creemos que la noción de paradigma es útil para entender la naturaleza de la investigación científica porque: a) Permite entender de manera adecuada que una ciencia consiste esencialmente en una actividad de resolución de problemas. Fundamentalmente, la investigación científica es la resolución de un problema, de índole empírica o de tipo conceptual. Un problema científico entraña una laguna en los conocimientos que se asume como un reto por la comunidad científica. El concepto de problema es medular, a nuestro juicio, para entender la praxis de la ciencia, y la actividad paradigmática es una manera idónea de entender el vínculo entre tradición científica y problemas de investigación. b) Da cuenta de los compromisos ontológicos que (consciente o inconscientemente) subtienden la investigación científica en una disciplina. Aunque la ciencia es una empresa pragmática (esto es, consiste en resolución de problemas), los científicos se guían por una concepción sobre el objeto de su disciplina (esto es, la ontología de la ciencia). Puede ser que esta concepción no sea explícita en la comunidad científica, pero su fuerza es gravitante porque da la pauta para reconocer los problemas que pueden ser abordados por los científicos. En la práctica científica, un problema no se entiende nunca como un misterio, dado que la existencia del problema implica metodológicamente la existencia de una solución.

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c) Explica la naturaleza progresiva que debe tener la ciencia en la medida en que establece parámetros objetivos de progreso teórico o empírico. Dado que los problemas son definidos por los compromisos ontológicos del paradigma, la solución de un problema es un claro indicio de progreso dentro del paradigma. La relevancia de un problema se define en el marco de asunciones de la disciplina en cuestión y se da un consenso en la comunidad científica acerca de los problemas sustantivos que se deben resolver en el contexto paradigmático. En lo que sigue, presentaremos tres paradigmas de la ciencia del lenguaje para determinar el valor del concepto kuhniano en la historia de la lingüística. En primer término, presentaremos el paradigma estructuralista. Para ganar claridad expositiva, vamos a hacer una enorme abstracción con el fin de quedarnos con las líneas programáticas fundamentales de los diversos enfoques estructuralistas. En verdad, resulta muy difícil establecer el núcleo común de las teorías estructuralistas, razón por la cual trataremos de incidir en los compromisos ontológicos fundamentales y en las cuestiones metodológicas medulares. Incluso, en una mirada amplia, la lingüística chomskiana podría adscribirse al estructuralismo (Bierwisch 1971), pero esta adjunción salta muchas barreras conceptuales y, en consecuencia, es problemática, desde un punto de vista más estricto. El compromiso ontológico fundamental del estructuralismo es que la lengua es un objeto externo, social, poseído por una comunidad de hablantes. De ahí que en algunos autores se explicite un antimentalismo o anticognitivismo radical (Bloomfield 1936, Harris 1951). Asimismo, el paradigma estructuralista defiende una indagación lingüística basada en el corpus y define (con rigor y exhaustividad) los procedimientos de análisis lingüístico (desde el nivel fonético hasta el nivel semántico). El postulado metodológico de la exhaustividad se puede notar en autores tan dispares como Louis Hjelmslev (1969) y Leonard Bloomfield (1926). El paradigma estructuralista significó un gran avance en la descripción de las lenguas y, en función de una batería de métodos (como el análisis distribucional, las operaciones de la conmutación y la combinación, el análisis de constituyentes inmediatos), se logró aprehender las estructuras fundamentales de muchas lenguas. Sin embargo, ya en la década del sesenta del siglo pasado, se puede decir que el paradigma estructuralista entró en una crisis de paradigma. Uno de los criterios para determinar una crisis de paradigma es la proliferación de versiones alternativas y, en consecuencia, el surgimiento de métodos incompatibles. Con ello, ya no se puede definir un criterio objetivo de progreso, lo que es un virus mortal para toda empresa científica. La proliferación de versiones alternativas entraña el planteamiento de enfoques contradictorios como el funcionalista (Martinet 1970) y el distribucionalista (Firth 1957), así como de métodos sustancialmente incompatibles para determinar las secuencias de las unidades gramaticales.

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La crisis del paradigma estructuralista motivó que surgiera en Estados Unidos un nuevo enfoque, el paradigma generativo, liderado por Noam Chomsky. Este paradigma ha tenido una historia trepidante desde el primer modelo (Chomsky 1965), en el cual se definía que la sintaxis era el componente generativo y que las transformaciones eran operaciones que relacionaban dos niveles de representación: la estructura profunda y la estructura superficial. El segundo modelo, conocido como teoría estándar extendida, tiene como loci clasici a Chomsky (1971) y a Jackendoff (1972). A partir de 1977, la teoría estándar extendida se somete a una profunda revisión que desemboca en una especie de espera o descanso (por ello se conocía como REST en inglés; tenemos en castellano una versión en Chomsky 1982). Esta profunda revisión desembocó en el modelo conocido como Principios y Parámetros (Chomsky 1981, 1988, 1989). Un examen conceptual de este modelo ha desembocado en el denominado programa minimalista (Chomsky 1999, 2002). Gracias a este programa, se han perfilado mejor las ideas sobre el lenguaje como órgano mental (Chomsky 1983) y queda como una tarea para el futuro desarrollar las ideas de la gramática generativa en términos de una biolingüística (Chomsky 2006). La idea principal del programa minimista o minimalista es que una teoría representativa (no fenomenológica) de la cognición gramatical necesita desprenderse de conceptos superfluos. Así como el capitán de un barco en naufragio echa por la borda elementos que pueden ser innecesarios con el fin de aligerar la embarcación, los teóricos minimalistas buscan quedarse con los constructos estrictamente indispensables. Así, se ha dejado de lado dos niveles de representación (la estructura-p y la estructura-s), y la teoría de la rección se suprime a favor de principios más simples como la condición de localidad. El programa minimalista se subtiende sobre el siguiente criterio epistemológico: Una teoría más restrictiva gana en potencia explicativa, en contrastabilidad científica y, en consecuencia, puede encauzar el progreso científico por una ruta promisoria. El desarrollo trepidante de la gramática generativa ha buscado depurar el hard core del programa porque los modelos iniciales eran muy barrocos y por ello carecían de adecuación explicativa, en términos chosmkianos. Dado que los nuevos desarrollos hicieron más abstracto el nivel de la estructura superficial (con la introducción de huellas, por ejemplo), hubo un cambio en la denominación y se habló de la estructura-s (y, después, este nivel ha sido abandonado en las últimas versiones). Por lo tanto, el programa minimalista se puede conceptuar como un desarrollo coherente del modelo de principios y parámetros que busca eliminar lo redundante de acuerdo con principios de economía y de simetría. La drástica reducción de la sintaxis se entiende como una manera de reducir la carga computacional y este ahorro persigue fundamentalmente construir un modelo adecuado de la mente. En ese sentido, Fitch, Hauser y Chomsky (2005: 184) sostienen que las indagaciones minimalistas permiten aclarar el constructo de facultad de lenguaje en sentido estricto, dado que este se entiende como un mecanismo recursivo (véase también Hauser, Chomsky y Fitch 2002).

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El paradigma generativo tiene como compromiso ontológico medular la tesis de que la lingüística es una ciencia del lenguaje-I (un objeto interno que pertenece a la arquitectura de la mente-cerebro). Su método de indagación aplica un grado fuerte de idealización (Smith 2001: 27-32), razón por la cual el trabajo incide en los aspectos formales del conocimiento gramatical. Contra una investigación lingüística basada en el corpus, los generativistas analizan oraciones sofisticadas que casi ningún hablante ha proferido en su vida, pero que puede entender con facilidad en virtud de su competencia lingüística. Se puede defender que el paradigma generativo implicó una revolución sin precedentes en la historia de la lingüística, no sólo porque pudo superar una serie de rompecabezas del paradigma anterior (a veces, llamado por ello lingüística prechomskiana), sino porque estableció una nueva problemática y delineó la manera como la disciplina lingüística podía incrementar su bondad teórica y empírica. Si bien en la década del sesenta se hizo la crítica de que los generativistas construían sus hipótesis sobre la base sólo de la lengua inglesa o de lenguas occidentales, hoy esa crítica es inválida porque la teoría se ha aplicado a una enorme variedad de lenguas (incluidas las lenguas amerindias). Si aplicamos la propuesta metateórica de Imre Lakatos (1983), se podría sostener que la empresa generativa es un programa científico sustancialmente progresivo. Desde 1970, un sector de la comunidad científica inscrito en la tradición de la gramática generativa comenzó a plantear nuevos enfoques que se llegaron a conocer como semántica generativa. La semántica generativa asumió que el nivel sintáctico de la estructura profunda era prescindible y se abocó a analizar la estructura semántica abstracta de las oraciones. Aunque tempranamente, esta aproximación se llamó ya gramática cognitiva, la gramática cognitiva como tal surge en la última década del siglo pasado con las reflexiones de Ronald Langacker (1987) y su discípula Adele Goldberg (1995), entre otros. Así, se da inicio a un nuevo enfoque: el paradigma cognitivo. La gramática cognitiva entiende que los mecanismos gramaticales implican un proceso de automatización conocido con el modelo de la gramaticalización. La idea central de este paradigma es que la función fundamental del lenguaje es la categorización. Si bien este paradigma se centra en la cognición, se asume que la mente está ‘embodied’ [inserta en el conjunto de experiencias humanas] y, por lo tanto, las construcciones gramaticales están en constante interacción con el entorno cultural y las estructuras sociales. La lengua y la cultura son facetas de la cognición que están imbricadas. El compromiso ontológico de la gramática cognitiva asume al lenguaje como un puente entre la mente y la cultura, razón por la cual los aspectos culturales son necesarios para dar cuenta de las construcciones gramaticales. En tal sentido, la gramática cognitiva apuesta por un programa maximalista en la medida en que expande sus presupuestos hasta complementarse con los postulados de la pragmática y la lingüística cultural (Palmer 2000). La empresa de la gramática cognitiva se apoya sobre los siguientes postulados: a) La

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estructura semántica es idiosincrásica en alto grado porque depende de una imaginería [imagery] atada a los factores culturales. b) La sintaxis no es un nivel autónomo de representación. Más bien, la sintaxis es la simbolización convencional de la estructura semántica. c) No hay una distinción tajante entre gramática y léxico; por el contrario, el lexicón, la morfología y la sintaxis conforman un continuum. d) El lenguaje es parte integral de la cognición humana; en consecuencia, el desarrollo lingüístico depende de factores experienciales y de una matriz cognitiva general. Un corolario de esta asunción es la objeción de la gramática cognitiva a la tesis fuerte de la modularidad: los cognitivistas están en contra de la insularidad de la gramática, dado que consideran que la gramática se vincula con los otros componentes de la mente. La fuerte incompatibilidad entre chomskianos y langackerianos (Hsiao 2003) se puede notar en la aproximación sobre la gramática de construcciones propia del cognitivismo y en diferencias capitales en cuestiones de método. Una construcción es una unidad de significado impredecible, por lo que no se puede someter a un análisis composicional. Por ejemplo, “He sent a letter to Susan” y “He sent Susan a letter” tienen el mismo valor de verdad (alguien envía una carta a Susan), pero exhiben significados diferentes en virtud de las diferentes imágenes que portan (en la primera, se resalta la dirección; en la segunda, el resultado). En cuestiones de método de exposición, los cognitivistas hacen uso de las metáforas como expedientes idóneos para presentar sus hipótesis. Asimismo, no se atan a la formalización per se, dado que un alto grado de formalización no garantiza un alto grado de adecuación empírica. En síntesis, creemos que la utilidad de la noción de paradigma en la historia de la lingüística se defiende por razones pragmáticas. Asumir cada enfoque teórico como un paradigma es una manera de encauzar las investigaciones lingüísticas en la senda del progreso científico. La bondad de un paradigma es que nos da criterios para definir problemas de investigación y nos brinda pistas adecuadas para resolverlos. La lingüística seguirá avanzando como ciencia en la medida en que se comprenda que el progreso se

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logra a través de un paradigma. Una investigación fuera del paradigma se ahoga en la confusión y, desde el punto de vista pragmático, no es promisoria.

ACTIVIDADES 1.

¿Qué diferencias hay entre las concepciones de Saussure y Chomsky sobre el objeto de estudio de la lingüística?

2.

Evalúe la teoría generativa sobre la base del criterio de la simplicidad semántica y la solidez metacientífica.

3.

¿En qué casos una idealización sería incorrecta en la ciencia? Brinde un ejemplo.

4.

Haga una investigación y determine las diferencias entre la adquisición de la lengua materna y el aprendizaje de una segunda lengua.

5.

Haga una investigación y redacte un comentario sobre la importancia de los neogramáticos en la historia de la lingüística.

6.

¿Por qué es esencial para Hjelmslev definir la lengua como sistema de figuras y no como sistema de signos?

7.

Haga una investigación y resuma la crítica de Chomsky contra el conductismo.

8.

¿Por qué se dice que la ciencia es una actividad pragmática? Brinde un ejemplo.

9.

Haga una distinción entre consistencia interna y consistencia externa de una teoría científica.

10. ¿Por qué en la gramática generativa se prescinde del análisis de un corpus de enunciados proferidos por un hablante?

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TERCERA UNIDAD

LA FONOLOGÍA Y LA MORFOLOGÍA Objetivos a) Comprender la naturaleza de la fonología. b) Comprender la naturaleza de la morfología. c) Aprehender las pautas del análisis fonológico. d) Aprehender las pautas del análisis morfológico.

Contenido 1. La fonética. 2. Los órganos del habla y la producción de los sonidos. 3. Los sonidos del lenguaje. 4. La fonología. 5. El fonema. 6. Los rasgos distintivos. 7. Los procesos fonológicos y la formulación de reglas. 8 La morfología. 9. El morfema. 10. Tipos de morfemas. 11. Flexión y derivación. 12. La formación de palabras. 13. Morfología productiva y semiproductiva.


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1. LA FONÉTICA Se puede decir que la fonética se encarga de estudiar la sustancia de la expresión, es decir, el aspecto material de los sonidos; de manera que se aboca a describir los sonidos del habla que ocurren en las lenguas del mundo (Ladefoged 1975). La fonética es una rama de la lingüística que tiene como objeto principal de estudio las propiedades de los sonidos que son empleados en las distintas lenguas naturales. En su estudio, la fonética prescinde de la función lingüística (el valor) de los sonidos; por ello se centra en los sonidos del habla. La descripción fonética es muy precisa y detallada porque es capaz de medir la duración del sonido, su frecuencia y su intensidad física, a base de patrones físicos confiables. Asimismo, puede describir rigurosamente la posición exacta de la lengua o el volumen de la cavidad bucal, al momento de ser articulado un sonido. Según Ladefoged (1975), la primera tarea del fonetista es determinar lo que hace el hablante-oyente cuando emite sonidos y cuando los escucha. Por ello, la fonética estudia centralmente los mecanismos de producción de los sonidos del habla. Los sonidos del habla se pueden describir a partir de tres enfoques: el articulatorio, el acústico y el perceptual. La fonética articulatoria estudia los sonidos en virtud de su producción por los denominados órganos del habla (es decir, responde a la pregunta de cómo se articulan los sonidos del habla). La fonética acústica busca aproximarse a los sonidos en virtud de sus propiedades físicas, esto es, cómo las ondas sonoras se propagan por el canal del aire y llegan hasta el oyente. La fonética perceptual (o auditiva) trata de determinar la manera como el oyente percibe los sonidos, proceso en el cual hay una intensa actividad cerebral. Las investigaciones psicológicas han establecido que la percepción está determinada por ciertas expectativas y ello se aplica a la percepción fonética. La percepción fonética del habla se ayuda mucho de la interpretación que da el oyente; por ello, Pinker (1995: 174) dice que es como un sexto sentido. Así, un hablante del castellano percibe pausas en un enunciado como “La casa de Pedro está inundada”, mientras que el hablante de otro idioma percibirá una secuencia continua. La fonética es una ciencia de larga tradición y tiene un vasto campo de aplicaciones. Por ejemplo, se puede aplicar en la llamada patología del habla cuyo objeto de interés son las personas con deficiencias articulatorias. En este caso, el fonetista puede ser de gran ayuda para que el hablante morigere sus problemas o los resuelva en gran medida. Asimismo, la fonética se puede aplicar en las máquinas sintetizadoras de voz que son computadoras que “hablan” (el gran físico inglés Stephen Hawking no puede hablar, pero dicta conferencias con la ayuda invalorable de una computadora sintetizadora de voz). La fonética es muy útil en la enseñanza de lenguas extranjeras y ofrece un servicio importante a las personas (verbigracia, actores profesionales) que desean reducir su acento regional. La llamada fonética forense tiene su aplicación en casos legales de identificación de hablantes por la voz y en el análisis de grabaciones de la voz de algunas

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personas. Si alguien ha emitido un mensaje intimidatorio o injuriante, un análisis fonético podría ser de ayuda para identificar al responsable de esa reprobable acción.

2. LOS ÓRGANOS DEL HABLA Y LA PRODUCCIÓN DE LOS SONIDOS Aunque se llaman órganos del habla porque participan en la producción de los sonidos, en realidad tales órganos cumplen con funciones fisiológicas más básicas, independientes de su función lingüística. En tal sentido, el rol que desempeñan en el lenguaje puede considerarse una función secundaria. Por ejemplo, los pulmones cumplen un papel en la producción de los sonidos del habla, pero su función fundamental tiene que ver con la respiración. Se puede decir, en virtud de la anterior consideración, que la función lingüística de estos órganos es una suerte de valor agregado. Los órganos del habla son los órganos directamente involucrados en la producción de los sonidos y conforman el denominado tracto vocal. Son los siguientes: Labios (inferior y superior), dientes (superiores e inferiores), alvéolos, paladar, velo del paladar, úvula, ápice de la lengua, dorso de la lengua, posdorso de la lengua, faringe, epiglotis y las cuerdas vocales. La producción de los sonidos se lleva a cabo en el tracto vocal y son fundamentales dos procesos: a) El proceso aerodinámico (el sistema respiratorio comprime y dilata el aire, y lo pone en movimiento; de tal modo que se brinda la energía requerida para que se produzca el sonido del habla). b) El proceso orgánico (los órganos del canal vocálico adoptan una configuración específica que modifica la corriente del aire). Los componentes de la producción de los sonidos (Alonso-Cortés 2002) son la fuente de energía creada por la corriente de aire, la resonancia generada por la configuración de los articuladores y la fonación. Los articuladores son los que modifican la corriente de aire y mediante una mayor o menor constricción producen los sonidos de las lenguas naturales. Hay dos tipos de articuladores: activos y pasivos. Los articuladores activos son los que tienen capacidad de movimiento como la lengua y los labios. Los articuladores pasivos son los que carecen de movimiento como el paladar. Si el velo del paladar está en posición baja, la corriente de aire puede desviarse hacia la cavidad nasal. Cuando el aire sale por la cavidad nasal, se producen los sonidos nasales como m, n, ñ (consonantes del castellano) o las vocales nasalizadas (propias del francés). Los pulmones expulsan el aire hacia la laringe, a través de la tráquea. En la laringe están las cuerdas vocales. Se trata de dos pliegues que determinan una abertura inmediatamente anterior a la laringe. Ese espacio o abertura se llama glotis. Las cuerdas vocales tienen dos posiciones básicas:

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a) Cuando las cuerdas están juntas, el paso del aire de los pulmones las hace vibrar repetidamente. Al vibrar las cuerdas vocales (una especie de zumbido), se producen los sonidos sonoros (como la b). b) Cuando las cuerdas están separadas, el aire de los pulmones pasa entre ellas sin obstáculo alguno y, en consecuencia, no hay vibración. Sin vibración en las cuerdas vocales, se producen los sonidos sordos (como la p). Para experimentar físicamente la diferencia entre estas dos posiciones, se pone la yema de un dedo sobre la laringe (arriba de la nuez) y se percibirá la vibración en caso de pronunciar sonidos como la b o la d; en cambio, no habrá vibración en caso de pronunciar sonidos como la p o la t.

3. LOS SONIDOS DEL LENGUAJE Los sonidos de las diferentes lenguas naturales se clasifican de acuerdo con los siguientes criterios: mecanismos del aire, estados de la glotis, posición del velo del paladar, modo de articulación y punto de articulación. En función de los mecanismos del aire, los sonidos pueden ser ingresivos o egresivos. En el primer caso, el aire es impulsado desde la cavidad bucal e ingresa ejerciendo un tipo de succión. Los sonidos producidos por este aire ingresivo (esto es, no pulmonar) son llamados ingresivos: por ejemplo, los clicks de las lenguas khoisan. Los clicks suenan como chasquidos. El click se produce por un cierre u oclusión principal en varios articuladores (de modo que hay varios tipos de clicks) y por un cierre secundario denominado oclusión de apoyo. La segunda oclusión siempre es velar. El aire egresivo es el que sale de los pulmones (aire pulmonar) y se dirige a la cavidad bucal o nasal. Los sonidos egresivos son, pues, los producidos por este aire pulmonar; por ejemplo, las consonantes del castellano. Los estados de la glotis son básicamente tres: las cuerdas vocales pueden estar separadas, semicerradas o cerradas. En función de estos estados de la glotis, se determinan diferentes clases de sonidos: sordos, sonoros, murmurados, laríngeos y aspirados. En los sonidos sordos, las cuerdas vocales están separadas de tal manera que no pueden vibrar al efectuarse el paso del aire (por ejemplo, p, t, k, s). En los sonidos sonoros, las cuerdas vocales están juntas, posición que les da cierta rigidez y determina que vibren al pasar el aire de los pulmones (por ejemplo, las vocales y consonantes como b, d, g). En los sonidos murmurados, las cuerdas vocales están relativamente separadas y con poca tensión, de tal modo que el paso del aire genera una turbulencia. En el hindi hay sonidos murmurados. En los sonidos laríngeos, hay un pliegue de las cuerdas vocales que produce cierta vibración caracterizada por una constricción (o cierre total) de la glotis. El mazateco, una lengua americana de la familia otomangueana, posee sonidos laríngeos. En los sonidos aspirados, las cuerdas vocales están completamente separadas, de tal

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manera que se produce una glotis amplia, sin ningún tipo de constricción glotal. La lengua africana bembe, por ejemplo, distingue entre consonantes sordas simples (p, t, k) y consonantes sordas aspiradas (ph, th, kh). Según la posición del velo del paladar, los sonidos pueden ser orales o nasales. En los sonidos orales, el velo del paladar está en posición elevada, de tal manera que el aire sólo sale por la cavidad bucal (por ejemplo, b y d en castellano). En los sonidos nasales, el velo del paladar está en posición baja o caída, de tal manera que el aire egresa por la cavidad nasal (por ejemplo, m y n en castellano). En el francés, hay una notoria diferencia entre las vocales orales (como la a) y las vocales nasalizadas (como la ã). De acuerdo con el modo de articulación, los sonidos son oclusivos, fricativos, africados, laterales, vibrantes y redondeados. Este criterio tiene en cuenta la manera como se pronuncian los sonidos. En los sonidos oclusivos, el paso del aire se corta completamente en virtud de una oclusión o cierre de los articuladores. El sonido consonántico resulta, entonces, del efecto de esta oclusión; por ejemplo, p, t, k, b, d, g son consonantes oclusivas. En los sonidos fricativos, el cierre no es total y, en consecuencia, el paso del aire produce una fricción. En castellano, hay fricativas sordas como f y s. En los sonidos africados, se combinan dos modos: una oclusión momentánea y una cierta fricción que se dan de manera casi inmediata. La palabra castellana ‘chato’ empieza con una consonante africada. En los sonidos laterales, hay una oclusión en un punto articulatorio, pero se deja que la corriente de aire pase por ambos lados de la lengua. El sonido de la lateral l, por ejemplo, se produce cuando el aire egresa lateralmente al momento en que la lengua toma contacto con los alvéolos. Al momento de ser pronunciados, en los sonidos vibrantes se producen una o varias interrupciones breves de la corriente de aire. En castellano, tenemos el sonido vibrante simple (que aparece en una palabra como caro) y el sonido vibrante múltiple (que aparece en una palabra como carro). Algunos autores hablan de consonantes líquidas para incluir a las laterales y a las vibrantes. En los sonidos redondeados, se puede notar un cierto abocinamiento de los labios (por ello, también se llaman sonidos labializados). En alemán, las vocales redondeadas se distinguen de las vocales no redondeadas. Según el punto de articulación, los sonidos son bilabiales, labiodentales, dentales, alveolares, palatales, velares y uvulares. Los sonidos bilabiales se producen al utilizarse ambos labios, por ejemplo p, b y w. Los sonidos labiodentales se producen con los dientes superiores y el labio inferior. En castellano, la f suele describirse como labiodental y en francés el sonido [v] es labiodental y sonoro. Los sonidos dentales se forman con la punta de la lengua detrás de los dientes superiores centrales. En castellano, los sonidos d y t son dentales. En el castellano peninsular, hay un sonido [θ] que es interdental, puesto que se articula con la punta de lengua entre los dientes (se pronuncia en palabras como cine y zona). Los sonidos alveolares se forman con el ápice (la parte frontal de la lengua) tocando o rozando los alvéolos, la zona rugosa inmediatamente posterior a los dientes superiores. En castellano son sonidos alveolares s, n, l y las vibrantes.

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Los sonidos palatales involucran la participación del paladar (parte superior detrás de los alvéolos). Los sonidos palatales se producen con el dorso de la lengua apoyada en la parte anterior y media del paladar. El sonido inicial de ‘chico’ es palatal. Los sonidos velares involucran la parte superior de la boca posterior al paladar, una parte blanda llamada velo del paladar. En castellano, son sonidos velares las oclusivas k y g, así como el sonido fricativo representado fonéticamente como [x] que se encuentra al inicio de la palabra jugar. Los sonidos uvulares se producen cuando la zona posdorsal de la lengua se levanta hacia la úvula (extremo terminal del velo del paladar). En la lengua quechua hay un sonido [q] que es uvular oclusivo. En francés, hay una vibrante uvular (que se pronuncia, por ejemplo, al inicio de la palabra rouge). Para describir los sonidos vocálicos, hay que emplear ciertos parámetros especiales, dado que las vocales se pronuncian con un flujo de aire libre. Por definición, las vocales son sonidos sonoros. El lugar de la articulación de las vocales está determinado por el espacio interior de la boca que tiene una parte anterior (frontal) y una parte posterior, y un área alta y otra baja. Los cinco sonidos vocálicos del castellano se describen de la siguiente manera: ANTERIOR

POSTERIOR

ALTA

i

u

MEDIA

e

o

BAJA

a

Para describir los sonidos vocálicos, se emplean tres criterios: la altura de la lengua, la posición dentro del espacio interior de la boca y si hay o no labialización (redondeadas frente a no redondeadas). Por ejemplo, el sonido [o] se define como una vocal media, posterior y redondeada. Con el fin de describir los sonidos consonánticos, se utilizan tres parámetros: modo de articulación, punto de articulación y si hay o no vibración de las cuerdas vocales (sonoras frente a sordas). Por ejemplo, el sonido [k] se define como una consonante oclusiva, velar y sorda. Tradicionalmente, los sonidos han sido representados ortográficamente, pero debido a la evolución de las lenguas ocurre que la representación ortográfica suele ser engañosa respecto de la pronunciación real. Dado que esta situación lleva a un caos intolerable para la ciencia, los fonetistas decidieron uniformizar la representación del sonido mediante el empleo de un alfabeto fonético internacional, desde 1888, para estandarizar la transcripción fonética. La Asociación Fonética Internacional (IPA, por sus siglas en inglés) ha modificado el alfabeto fonético con miras a describir los sonidos de todas las

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lenguas. Así, da herramientas para que los lingüistas puedan representar los sonidos faríngeos (articulados con la faringe) y los sonidos glotales (articulados con la glotis). Convencionalmente, los sonidos lingüísticos se representan entre corchetes: [p], [x], [θ]. En cambio, los fonemas –que implican un nivel de abstracción por su nivel mental– se representan con barras: /p/, /x/ /θ/.

4. LA FONOLOGÍA Si la fonética estudia la producción de los sonidos en virtud de consideraciones físicas o fisiológicas, la fonología estudia los sonidos de acuerdo con criterios funcionales. Esencialmente, la fonología es la descripción del sistema de los sonidos de una lengua. Por ello, no apunta a la producción física del sonido, sino al valor (en el sentido saussuriano) representado en la mente del hablante de una lengua determinada. En ese sentido, la fonología apunta a la representación subyacente, abstracta que puede concretarse en sonidos diferentes, desde el punto de vista de la articulación física del sonido. En castellano, la representación abstracta /b/ en palabras como base, acaba, comba, subvención se refiere al mismo fonema castellano, aunque, desde el punto de vista articulatorio, el sonido de la consonante en base sea [b] y en acaba sea [β], esto es, un sonido oclusivo y un sonido fricativo, respectivamente. Ahora bien, la diferencia entre sonido oclusivo y sonido fricativo carece de relevancia en el fonema /b/, pero sí tiene importancia en la distinción entre los fonemas /g/ y /x/, dado que esa diferencia tiene consecuencias para el significado de las palabras castellanas. Así, la diferencia entre jota y gota se basa solamente en la distinción entre los dos fonemas, uno oclusivo sonoro, /g/, y otro fricativo sordo, /x/. En consecuencia, la fonología estudia los sonidos de manera abstracta y funcional, es decir, se interesa en las diferencias que produzcan una distinción en el significado de las palabras. La fonología “se ocupa de la abstracción de los sonidos de una lengua, de lo que nos permite distinguir el significado a partir de los sonidos físicos que oímos y decimos” (Yule 1998: 66). Las unidades fonológicas conforman un sistema estructurado, abstracto, de naturaleza mental y cuyo objetivo central es diferenciar las unidades significativas (por ejemplo, distinguir entre beso y peso). Al fonólogo le corresponde hacer la representación fonológica de las unidades significativas, así como dar cuenta, sistemáticamente, de las variaciones que hay en la representación fonética de dichas unidades. La diferencia entre la representación fonológica y la representación fonética se explica en virtud de ciertos procesos regulares (formalizados en términos de reglas fonológicas). La palabra castellana ‘jamón’ (representación ortográfica) tiene las siguientes representaciones fonética y fonológica: [xamóŋ] y /xamón/. La palabra castellana ‘guindado’ (representación ortográfica) tiene las siguientes representaciones fonética y fonológica: [gindáđo] y /guindado/. La relación entre las representaciones se explica en virtud de un

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proceso y se formaliza mediante una regla fonológica, como se ve a continuación para el caso de la palabra castellana ‘ave’ (representación ortográfica): Representación fonológica:

/ábe/

Proceso: b > β Representación fonética

[áβe]

Regla fonológica:

/b/ → [β] / v – v

El proceso se denomina fricativización o espirantización (dado que fricativa es sinónimo de espirante) y la regla enuncia que el fonema /b/ se manifiesta en el fono [β] en un contexto intervocálico. En lo que respecta a la teoría fonológica, se puede mencionar dos direcciones principales: la fonología lineal y la fonología no lineal. La fonología lineal corresponde a las llamadas teorías fonémicas que se centran en el análisis de la secuencia de segmentos y es, por así decirlo, unidimensional. La fonología no lineal sostiene que la representación fonológica necesita de más dimensiones y, por tanto, no se centra en una secuencia de segmentos, sino en varias secuencias. La fonología no lineal surgió porque se hallaron varias limitaciones a la fonología lineal. Por ejemplo, un segmento desaparecía de la cadena y, sin embargo, no se eliminaba del todo porque un rasgo podía persistir a pesar de la supresión del segmento. Para superar los acuciantes problemas de la fonología lineal, los modelos no lineales postulan varias cadenas de segmentos en estratos jerarquizados.

5. EL FONEMA La entidad abstracta, de naturaleza mental, que permite distinguir significados se llama fonema. Es la unidad mínima distintiva correspondiente a la segunda articulación, según la propuesta de Martinet. Una propiedad esencial del fonema es que funciona por oposición. Sabemos que el fonema /d/ se opone a /t/, sin importarnos que se pronuncie de una manera en dama, de otra manera en pasado, de otra en padre y de otra en amistad. Por ello, el criterio operativo básico para determinar fonemas en una lengua es la ocurrencia de pares mínimos. Un par mínimo es un par de palabras con significado diferente y cuya distinción reposa exclusivamente en la oposición entre dos fonemas. En castellano, dado que /k/ y /g/ son fonemas diferentes, ello se debe probar con ayuda de pares mínimos como ‘cama’ /káma/ y ‘gama’ /gáma/. De manera que si se sustituyera un

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fonema por otro en un vocablo determinado, la palabra sufriría un cambio de significado: por ejemplo, si cambiamos /t/ por /k/, en vez de ‘codo’ tendríamos una palabra de significado muy diferente, a saber, ‘todo’. El fonema es, entonces, la unidad abstracta, mental, que se realiza o expresa en versiones o variantes diferentes en el habla real. Las manifestaciones físicas de un fonema (esto es, expresiones físicas del habla real) se denominan fonos que son unidades fonéticas, no fonológicas. Cuando un conjunto de fonos son variantes de un mismo fonema, los fonos reciben el nombre de alófonos. Por ejemplo, la pronunciación del fonema castellano /b/ en las palabras ‘base’ y ‘haba’ son diferentes. En el primer caso, se da una pronunciación oclusiva [b]; en el segundo caso, se da una pronunciación fricativa [β]. Así, el fonema /b/ tiene dos alófonos: [b] y [β]. La diferencia entre fonema y alófono es que el último carece de capacidad distintiva. Por ello, al cambiar un fonema por otro (como en /pólo/ y /póro/) se produce un cambio en el significado; pero al cambiar alófonos, el significado permanece inalterado. Si alguien pronuncia [bóβo] y, luego, hace un cambio y articula [bóbo], no se altera el significado, dado que es la misma palabra: ‘bobo’. Ahora bien, la fonología describe los sistemas fonológicos de las lenguas. Por ello se puede dar el caso de que una diferencia alofónica en una lengua constituya una diferencia fonológica en otra lengua. Por ejemplo, en castellano el sonido /s/ tiene dos alófonos: [s] y [z]. El alófono [z], fricativo alveolar sonoro, aparece en palabras como ‘musgo’ y ‘rasgo’. En cambio, en el idioma francés son fonemas diferentes: /s/ y /z/. Por ello, en francés hay una diferencia semántica entre ‘poisson’ (/s/) y ‘poison’ (/z/). Con /s/ la palabra alude a un animal acuático y con /z/ significa ‘veneno’. Castellano

Francés

[s] [kúsko] /s/

fonemas diferentes alófonos

[z] [múzgo]

/s/

/z/

/pwasón/ ‘poisson’

/pwazón/ ‘poison’

Hay que notar que, en castellano, hubo una época en que el sistema fonológico funcionaba como el francés y había una distinción fonológica entre los sonidos que, hoy, son alófonos. En virtud del análisis fonológico se determinan los fonemas de una lengua. Esta determinación se sustenta en dos criterios, a saber, la similitud fonética y la distribución. Se puede conjeturar que segmentos similares son alófonos, si cumplen con otros requisitos; y se puede decir lo mismo de los segmentos que están en distribución.

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Dado que el fin de la teoría fonológica es el establecimiento de un sistema fonológico, debe haber procedimientos que permitan la identificación de los fonemas. Los procedimientos son los siguientes: a) Cuando en una lengua, dos fonos presentan similitud fonética, ocurren en el mismo contexto y se permutan sin alterar el significado, se concluye que los fonos son alófonos del mismo fonema. En castellano, los fonos [n] (alveolar) y [ŋ] (velar) son similares, pueden ocurrir en el mismo contexto (final de palabra) y al permutarse no se altera el significado; por ello, concluimos que son alófonos del fonema /n/. En efecto, si decimos [kon] o [koŋ] el significado es el mismo: la preposición ‘con’. b) Cuando dos fonos similares aparecen en el mismo contexto y, al someterse a la permutación, se produce un cambio en el significado de la palabra, se concluye que son fonemas diferentes. En castellano, los fonos [o] y [u] pueden aparecer en el mismo contexto. Por ejemplo, observamos tales fonos en las siguientes cadenas: [brúma] y [bróma]. La permutación altera el significado porque hay una diferencia semántica entre las palabras ‘bruma’ y ‘broma’. En consecuencia, [o] y [u] son verdaderos fonemas del castellano: /o/ y /u/. Por la explicación dada, este procedimiento aplica el criterio de la distribución equivalente. Dos fonos se encuentran en distribución equivalente cuando aparecen en los mismos contextos: ataque (o inicio) y coda (final). Por ejemplo, en castellano, las consonantes líquidas [r] y [l] están en distribución equivalente: soto y loto, sor y sol. En este caso, la distribución equivalente produce un contraste semántico, dado que al permutar los fonos, se produciría un cambio en el significado. En consecuencia, las líquidas son dos fonemas distintos en castellano: /r/ y /l/. c) Cuando dos fonos similares no aparecen nunca en el mismo contexto, se determina que están en distribución complementaria en virtud de ciertas condiciones. Al hallarse en distribución complementaria, son alófonos del mismo fonema. Por ejemplo, en castellano los fonos [d] (oclusivo) y [đ] (fricativo) no aparecen en el mismo contexto, dado que el fono [đ] solamente aparece en un contexto intervocálico. En consecuencia, [d] y [đ] son alófonos del fonema /d/. La distribución complementaria establece que los fonos no aparecen en los mismos contextos: si un fono se da en un contexto determinado (por ejemplo, entre segmentos sonoros), el otro fono se produce en otro contexto complementario (por ejemplo, entre segmentos sordos); de tal manera que el sistema hace una distribución de los fonos en virtud de este criterio complementario. Así, en algunos dialectos del castellano se da una distribución complementaria entre los fonos [s] y [h] del fonema /s/: [loh]

‘los’ (al final de sílaba)

[sol]

‘sol’ (al inicio de sílaba)

Observamos la siguiente distribución complementaria:

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[s] / al inicio de sílaba /s/

distribución complementaria [h] / al final de sílaba

A partir de los criterios anteriores, y en virtud de criterios funcionales, se concluye que el fonema es un elemento abstracto (definido por un conjunto de rasgos), capaz de distinguir signos lingüísticos. Un asunto relevante es la manera como se combinan los fonemas para formar sílabas, aspecto que está comprendido en la fonotáctica de una lengua y que forma parte del conocimiento lingüístico de un hablante. En las lenguas, hay restricciones que impiden ciertas combinaciones. La secuencia ‘condad’ no es una palabra castellana, pero podría serlo dado que no hay ninguna restricción que opere contra ella. En cambio, la secuencia ‘spleen’ no es una palabra castellana ni podría serlo, porque hay una restricción que impide en castellano la secuencia inicial ‘sp’. Spleen es una palabra inglesa que ha ingresado al castellano, pero ha tenido que adaptarse: ‘esplín’. La fonotáctica se aplica a la sílaba. En castellano, la sílaba puede estar formada por una vocal (a) o por una combinación de consonante y vocal (da). Los elementos básicos de la sílaba son el ataque (una o más consonantes) y la rima. La rima se compone de la vocal (el núcleo) y la coda (una o más consonantes). El núcleo puede formar por sí solo una sílaba (por ejemplo, las dos primeras sílabas de ‘aedo’). Una estructura simple como ‘da’ es una sílaba con ataque y núcleo, pero sin coda: se trata de sílabas abiertas o libres. En sílabas como ‘sol’, ‘con’, ‘tez’, sí hay coda y se denominan sílabas cerradas o trabadas. El siguiente diagrama representa la estructura general de la sílaba en castellano: sílaba ataque

consonante(s)

rima núcleo

coda

vocal

consonante(s)

Tanto el ataque como la coda pueden estar conformados por más de una consonante. En castellano, la secuencia CC (consonante + consonante), en posición de ataque, exige

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que la segunda consonante sea una líquida (l o r): plano, presión, blando, bromo, atlántico, tramo, adlátere, droga, clave, cromo. La palabra ‘psicología’ no es una excepción, porque es sólo una expresión ortográfica. Se puede escribir ‘psicología’ (o ‘pseudónimo’), pero la representación fonética es [sikoloxía].

6. LOS RASGOS DISTINTIVOS La teoría fonológica de la Escuela de Praga (Trubetzkoy y Jakobson) trató de explicar la capacidad distintiva del fonema en virtud de un proceso más profundo. Por ello se definió al fonema como un haz de rasgos con función distintiva. Así, la diferencia entre fonemas nos conduce a una diferencia entre rasgos. ¿En virtud de qué factor el fonema /p/ y el fonema /b/ tienen pares mínimos, esto es, signos cuya diferencia semántica radica solamente en el empleo de uno u otro fonema (como en el par de palabras beso / peso)? Un fonema se diferencia de otro por los rasgos: /b/

+ sonoro

/p/

- sonoro

Esto es, los fonemas /b/ y /p/ comparten otros rasgos que no hacen la diferencia; solamente el rasgo sonoro es el que marca la diferencia: /b/ es + sonoro, /p/ es - sonoro. Las anteriores consideraciones condujeron a centrar la teoría fonológica en los rasgos distintivos, al asumir como idea clave que el fonema se definía como un haz de rasgos distintivos. La primera teoría fonológica desarrollada en estos términos es la expuesta en Jakobson y Halle [(1980); edición original de 1956]. Dado que la teoría era de carácter universal, se podía aplicar a los sistemas fonológicos de todas las lenguas y, en efecto, el sistema de rasgos distintivos fue aplicado en la descripción de la fonología por algunas décadas. La principal limitación del sistema era su naturaleza acústica y ello creó la necesidad teórica de formular un sistema de rasgos distintivos en términos articulatorios. En virtud de que ciertos rasgos no eran necesarios para unas lenguas y a partir del hecho de que unos rasgos presuponían la existencia de otros rasgos, Jakobson estableció la jerarquía en los rasgos, idea capital corroborada psicolingüísticamente: la jerarquía en los rasgos coincide con el desarrollo fonológico en los niños y con la pérdida del lenguaje en la afasia. Así, la distinción entre /ö/ y /ϋ/ es aprendida por el niño después que ha adquirido la distinción entre vocales abiertas y vocales cerradas. En la afasia, inversamente, el individuo pierde en primer lugar la distinción entre /ö/ y /ϋ/, y después pierde la distinción entre vocales abiertas y vocales cerradas. En consecuencia, el sistema de rasgos distintivos es muy elemental y está ordenado jerárquicamente. Una propiedad del sistema es su binarismo. El rasgo se define por un minus (-) y un plus (+). Así, el fonema, entendido como un haz de rasgos distintivos, se entiende como

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una sucesión de decisiones binarias. En castellano, la secuencia p, t y k tiene el valor minus para el rasgo de sonoridad; en cambio, la secuencia b, d y g tiene el valor plus. Este binarismo conduce a una representación en términos de una matriz de rasgos distintivos. Por ejemplo, la secuencia /seda/ se configura en la siguiente matriz (bastante simplificada): Rasgo distintivo

/s/

/e/

/d/

/a/

consonántico

+

-

+

-

silábico

-

+

-

+

continuo

+

bajo

-

+

En la teoría de Jakobson, se da una utilidad a los rasgos redundantes. En principio, estos rasgos son superfluos y, por tanto, innecesarios y prescindibles. Sin embargo, los sistemas lingüísticos hacen uso de rasgos redundantes. ¿Por qué? Gracias a los rasgos redundantes, las secuencias lingüísticas se tornan más claras y evitan la mala comprensión acústica de los mensajes. Asimismo, los rasgos redundantes facilitan el trabajo de la memoria, dado que si solo se operara con los rasgos mínimos, la operación de la memoria se vería dificultada por la sobrecarga de procesamiento. Como explica acertadamente Schane (1979: 78): La redundancia en la lengua no es algo impuesto simplemente al código a fin de hacerlo eficiente y práctico. Gran parte de la redundancia de secuencias, por ejemplo, es resultado de limitaciones e imposiciones internas sobre el funcionamiento fisiológico del mecanismo oral.

Puesto que el sistema jakobsoniano era de índole acústica, se vio su inadecuación para la descripción del sistema fonológico de las lenguas. Para superar la propuesta de Jakobson, Chomsky y Halle (1968) formularon un sistema de rasgos en términos articulatorios. En la propuesta chomskiana, conocida como fonología generativa, se asume que los rasgos distintivos son binarios, abstractos y tienen una función diferencial o clasificatoria. El sistema de la fonología generativa se sustenta en un tipo de fonación denominado fonación espontánea: la posición del tracto vocal inmediatamente antes de hablar. Dada la naturaleza introductoria del presente libro, en lo que sigue vamos a presentar una versión simplificada del sistema de Chomsky y Halle (1968) sobre la base de la introducción de Schane (1979). La simplificación obedece al objetivo de permitir que los rasgos sean de ayuda en análisis fonológicos sencillos. En los rasgos de clase mayor se incluyen el +/- silábico, el +/- consonántico y el +/sonante. Estos rasgos son grandes clasificadores y permiten distinguir a las vocales de las consonantes. El rasgo +/- silábico caracteriza el papel que un segmento juega

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en la estructura de la sílaba (el rol de núcleo). En general, las vocales son + silábicas y las consonantes son - silábicas (excepto las nasales y las líquidas que pueden ser + silábicas). El rasgo +/- consonántico se refiere a la constricción de la cavidad oral (ya sea una oclusión o una fricción). Mientras que las oclusivas, las fricativas, las africadas, las nasales y las líquidas son + consonánticas; las vocales y las semivocales son - consonánticas. El rasgo +/- sonante se refiere a la cualidad resonante de un sonido. Las vocales, las nasales, las líquidas y las semivocales son + sonantes. Las oclusivas, las fricativas y las africadas son - sonantes. En los rasgos de modo se incluyen el +/- continuo, el +/- distensión prolongada, el +/estridente, el +/- nasal y el +/- lateral. El rasgo +/- continuo se refiere a una fricción continua; en tal sentido son + continuas las consonantes fricativas; en cambio las oclusivas y las africadas son – continuas. El rasgo +/- distensión prolongada se refiere a la existencia o no del tiempo de relajamiento en la articulación del segmento. Las africadas son + distensión prolongada y las oclusivas son - distensión prolongada, dado que terminan de modo instantáneo. El rasgo +/- estridente se aplica al efecto del paso del aire. Este rasgo sirve para distinguir segmentos como los bilabiales (- estridentes) de los labiodentales (+ estridentes), los interdentales (- estridentes) de los alveolares (+ estridentes), los velares (- estridentes) de los uvulares (+ estridentes). El rasgo +/- nasal distingue a las nasales (como la /n/ y /m/) de las líquidas (como la /l/ y /r/); asimismo este rasgo permite distinguir a las vocales nasalizadas (como /ã/) de las vocales orales (como /a/). El rasgo +/- lateral distingue entre las líquidas, de tal modo que /l/ es + lateral y /r/ es - lateral. Entre los rasgos referentes al punto de articulación, tenemos el +/- anterior y el +/coronal. Estos rasgos tienen que ver con la articulación producida en distintos puntos de la cavidad oral. El rasgo +/- anterior se refiere a la producción del segmento en la zona frontal o más avanzada de la cavidad oral. Son + anteriores las labiales, dentales y alveolares; en cambio son - anteriores las palatales, las velares y las uvulares. El rasgo +/- coronal se refiere al empleo del articulador corona (el borde del predorso de la lengua) en la producción del segmento. Son + coronales las dentales, las alveolares y las palatales; son - coronales las labiales, las velares y las uvulares. Entre los rasgos relativos al cuerpo de la lengua y la forma de los labios, tenemos el +/- alto, el +/- bajo, el +/- posterior y el +/- redondeado. Para describir los segmentos vocálicos, se emplean los parámetros siguientes: alto, medio, bajo, posterior y redondeado. Para precisar a las vocales medias dentro de un esquema binario se procede de la siguiente manera: Rasgo distintivo alto bajo

Vocales altas + -

Vocales medias -

Vocales bajas +

Dado que el cuerpo de la lengua es un articulador para las consonantes palatales, vela-

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Introducción a la Lingüística

res y uvulares (definidas como una clase de - anteriores y - coronales), se pueden aplicar los rasgos +/- alto y +/- posterior en su descripción: Rasgo distintivo alto posterior

Palatales + -

Velares + +

Uvulares +

Hay rasgos que sirven para hacer distinciones puntuales. Por ejemplo, el rasgo +/- tenso se aplica para distinguir una vibrante simple (- tensa) de una vibrante múltiple (+ tensa). El rasgo +/- distribuido, referido a la mayor o menor longitud de la constricción producida en el canal oral, se usa para precisar que las consonantes bilabiales, alveolares, palatales y velares son + distribuidas. En el libro de Chomsky y Halle (1968) se ofrece un sistema más complejo (se incluyen rasgos para describir los clicks que se dan en las lenguas africanas), pero eso no quiere decir que esté exento de críticas fundadas. La postulación de rasgos distintivos se basa en una serie de criterios, no es una propuesta arbitraria. En primer lugar, tienen una cierta base fonética (ya sea articulatoria, acústica o perceptual). Hay que tener en cuenta, claro está, que esa base fonética está en interrelación con la configuración mental (lo que Hjelmslev llamaba la forma del plano de la expresión). En segundo lugar, deben mostrar adecuación descriptiva para caracterizar las diferencias de los segmentos. En tercer lugar, los rasgos deben ser adecuados para dar cuenta de los alófonos presentes en una lengua. Por ejemplo, el rasgo +/- aspirado es útil para describir un alófono [h] de algunos dialectos del castellano. En cuarto lugar, los rasgos deben cumplir con una función clasificatoria. Por ejemplo, en castellano los segmentos /p/, /t/ y /k/ se deben adscribir a una clase y el sistema de rasgos debe ayudar en esa tarea. En quinto lugar, los rasgos deben ser binarios con fines de lograr el anhelado criterio de la simplicidad científica. Un sistema no binario puede ser más representativo, pero atenta contra la economía, la simplicidad y la simetría, características fundamentales de las teorías científicas maduras.

7. LOS PROCESOS FONOLÓGICOS Y LA FORMULACIÓN DE REGLAS La teoría fonológica debe dar cuenta de los procesos fonológicos que se dan en las lenguas. Por ejemplo, cuando aparecen dos segmentos en una secuencia y un rasgo de uno de ellos es, por así decirlo, copiado por el otro, se ha producido un proceso llamado asimilación. Así, la vocal /a/, en castellano, se define como un segmento oral, pero si aparece al lado de un segmento nasal como /m/ o /n/, puede copiar el rasgo pertinente del fonema nasal. En otros términos, la /a/ asimila la nasalidad del segmento contiguo. Del mismo modo, la /n/ en castellano es alveolar, pero si aparece al lado de un segmento velar como /g/, la /n/ puede asimilar el punto de articulación de la consonante y deviene

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en [ŋ], esto es, un segmento velar (variante alofónica). Para dar cuenta de estos procesos, se postulan dos niveles de representación relacionados por reglas fonológicas. Las reglas fonológicas son enunciados formales que describen los procesos, como el de asimilación: Representación fonológica

Proceso fonológico

Representación fonética

Regla fonológica

En castellano, la palabra ‘anda’ se aborda de la siguiente manera: Representación fonológica:

/anda/

Representación fonética:

[ãnda]

Proceso fonológico:

/a/ → [ã]

Regla fonológica:

/a/ → [ã] / - /n/

La regla fonológica se lee así: El fonema /a/ se concreta en el fono [ã] ante consonante [n]. En términos de rasgos distintivos, la regla se formula de manera más abstracta, lo que permite hacer una adecuada generalización y, además, permite dar cuenta del proceso de asimilación con transparencia: + silábico + sonante + posterior + baja

+ nasal

C + nasal

8. LA MORFOLOGÍA Dado que la noción de palabra es muy difícil de abordar científicamente, la definición clásica de morfología como el estudio de la palabra debe ser mejorada. En realidad, la palabra no es el último objeto de análisis morfológico, puesto que es una unidad mayor, por tanto compleja y no primitiva (Matthews 1980: 88). Al ser una unidad compleja, la palabra se compone de unidades menores: los llamados morfemas. Entonces, una

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propuesta consiste en definir la morfología como el estudio de los morfemas, esto es, las unidades mínimas dotadas de significado, unidades de primera articulación en la propuesta de Martinet. Así, una forma como nitakupenda (en swahili) se estructura de la siguiente manera: ni-ta -ku -penda

primera persona singular marca de futuro segunda persona, objeto verbo ‘querer’

De tal manera que nitakupenda equivale a toda una oración en castellano: “Yo te querré”. El hablante de swahili tiene la competencia para interpretar esa forma en esos términos. Por ello, el estudio morfológico tiene como objetivo dilucidar la competencia del hablante en la formación de las palabras a partir de los elementos básicos llamados morfemas. Una palabra castellana como ‘prehistórico’ se compone de cuatro morfemas: pre-, histor-, -ic, -o. El primero es un prefijo que denota anterioridad temporal, el segundo es un morfema raíz o radical, el tercero es un sufijo que significa ‘relativo a’ y el último es un sufijo que es una marca de género masculino. Dado que los prefijos y los sufijos se engloban en la categoría de afijos, la palabra se puede definir como una unidad mayor compuesta de raíz y afijos. La raíz es el elemento común obtenido por la comparación con una serie de palabras de una misma procedencia (historia, histórico, historiador, historieta, historiar, etc.). El afijo es el elemento formativo que contribuye a la constitución de la palabra. En síntesis, la estructura de la palabra es: Raíz + afijos La raíz es la base para la configuración de la palabra, de tal modo que funciona como núcleo y, desde la perspectiva semántica, tiene significado lexical. Los afijos pueden ser derivacionales o flexivos. Los derivacionales determinan un nuevo significado lexical (por ello, enriquecen el léxico de una lengua) y los flexivos precisan el significado gramatical a base de brindar información de número, género, persona, caso, tiempo, modo y aspecto. En la estructura de la palabra, los afijos derivacionales aparecen antes que los afijos flexivos. Se parte del morfema para llegar a la palabra, en las lenguas que tienen a la palabra como unidad estructural (lenguas aglutinantes y flexionales). En las lenguas aislantes (como, por ejemplo, el vietnamita) se pasa directamente del morfema a la frase o a la oración. Las tareas de la morfología, como rama de la lingüística, son determinar la naturaleza de la flexión, dilucidar los procedimientos de formación de palabras en las lenguas y la determinación del valor de los morfemas. El análisis morfológico busca determinar los

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morfemas de una lengua (en tanto que unidades de forma y contenido), así como la existencia de alomorfos en virtud de contextos precisos. La distinción entre morfología y sintaxis no es tan clara. Tradicionalmente, se presenta la diferencia conceptual sobre la base de la siguiente estipulación: la morfología estudia la estructura de la palabra; la sintaxis, la estructura de la oración. La morfología describe la manera en que los morfemas constituyen una palabra. La sintaxis describe el modo como las palabras ensamblan una oración. De manera que la palabra se ve como el límite entre morfología y sintaxis. Sin embargo, hay lenguas (denominadas aislantes) en que esa distinción no funciona (la palabra no existe como categoría de análisis), dado que no hay flexión. Es un punto explicado por Quesada (2003: 138): De acuerdo con nuestro punto de vista, la distinción entre la morfología y la sintaxis no constituye un universal lingüístico, sino es una necesidad que surge cuando las lenguas poseen la palabra como unidad de la gramática. Existen lenguas en que las unidades básicas son los morfonemas, es decir, que la oración es el resultado de la combinación de morfemas. Este rasgo, que se observa en ciertas lenguas, define una gramática de base morfémica por cuanto se carece de palabra. Por tanto, en este caso no es necesaria la distinción entre morfología y sintaxis, sino sólo se debe hablar de gramática, como el estudio de los morfemas y su combinación para formar unidades como la oración.

Asimismo, en una perspectiva histórica, la distinción se torna borrosa. En las lenguas romances el cambio morfológico y el cambio sintáctico se encuentran íntimamente vinculados: lo que en latín se expresaba morfológicamente (por ejemplo, la indicación del objeto indirecto), en castellano se expresa sintácticamente (a base de preposiciones). De tal suerte que es mejor una mirada de conjunto, esto es, una visión morfosintáctica. En tanto que el latín era una lengua muy sintética, el castellano es una lengua menos sintética: LATÍN

CASTELLANO

mēnsae

de la mesa

La relación genitiva (esto es, de pertenencia) se establece en latín con el sufijo -ae. En castellano, se establece con ayuda de la preposición. Se puede ver la diferencia con los siguientes diagramas arbóreos: N R

mens-

9. EL MORFEMA 86

Fprep suf

-ae

prep

de

FN det

N

la

mesa


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El análisis morfológico persigue obtener los morfemas de una lengua y se debe tener en cuenta que cada morfema (postulado en virtud del análisis) se definirá como una forma que posee un significado, un determinado valor. Mientras que en la palabra castellana ‘posdata’ hallamos dos morfemas (pos- y -data), en la palabra castellana ‘corredor’ encontramos tres morfemas: corr-, -e- y -dor. De tal suerte que, como ya indicamos, el morfema se puede definir como la unidad mínima de significado (sea significado léxico o significado gramatical). La diferencia entre significado léxico y significado gramatical reside en que el último tiene que ver con la función gramatical (por ejemplo, información sobre género, número o tiempo). Así, ‘muchacha’ se segmenta en muchach- y -a, y el morfema -a porta significado gramatical porque es una marca de femenino. Así, la diferencia entre ‘alumnos’ y ‘alumnas’ es de índole gramatical, por cuanto son formas con idéntico significado léxico (dado por la raíz alumn-); solo difieren en los morfemas -o / -a (masculino versus femenino), es decir, en la información gramatical relativa al género. Los criterios operativos básicos para la determinación de morfemas fundan el análisis morfológico y se formulan en la siguiente secuencia: a) La unidad mayor (por ejemplo, la palabra) se segmenta en morfos, esto es, unidades propias de la representación fonética. Por ejemplo: canciones gatos alhelíes

→ → →

cancion- + -es gat- + -o + -s alhelí- + -es

b) Los morfos se asignan a sus respectivos morfemas en calidad de alomorfos. Un principio es que el morfema tiene variantes fonéticas en función del contexto en el que aparecen. Las variantes de un morfema se denominan alomorfos (por analogía con la noción de alófono). En castellano, mientras que la palabra ‘gatos’ tiene a -s como marca de plural, la palabra ‘canciones’ tiene a -es. Si se procede a efectuar un análisis morfológico, se determina que el morfo de plural -s aparece cuando la palabra termina en vocal no acentuada y el morfo de plural -es aparece cuando la palabra termina en consonante o en vocal acentuada. Dado que los morfos -s y -es aparecen en virtud de determinados contextos, se pueden asignar al morfema de plural en castellano en calidad de alomorfos, según el siguiente esquema: Morfema de plural: [-s] / vocal no acentuada {-s}

alomorfos [-es] / consonante vocal acentuada

Ahora bien, consideremos los siguientes ejemplos:

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Descamisado → Actualización →

des-

camisa-

-do

prefijo

raíz

sufijo

actual-

-iza-

-ción

raíz

sufijo

sufijo

En virtud del análisis morfológico de estas palabras, se puede establecer que la estructura de la palabra se puede descomponer en raíz + afijos. Cuando el afijo se ubica antes de la raíz se llama prefijo y cuando sigue a la raíz se denomina sufijo. El afijo incrustado en la raíz se denomina infijo. En torno al morfema raíz (llamado también radical o temático), se estructura la palabra.

10. TIPOS DE MORFEMAS En lo que sigue, presentaremos los tipos de morfemas que se pueden encontrar, en virtud del análisis, en las diferentes lenguas naturales. Nuestra presentación se apoyará sobre los siguientes criterios: posición de los constituyentes, distribución, alteración de la forma, valor y modo de aparición. Por la posición de sus constituyentes, los morfemas pueden ser continuos o discontinuos. Los morfemas continuos tienen constituyentes adyacentes o contiguos. En castellano, el morfema radical tigr- es continuo, dado que sus elementos constituyentes son contiguos. En los morfemas discontinuos, se da una ruptura de la contigüidad, como sucede con el morfema de negación en francés ne … pas en el siguiente enunciado: Je ne veux pas. En función de su distribución en la palabra, los morfemas pueden ser prefijos, infijos o sufijos. Los prefijos anteceden al morfema raíz (también llamado morfema radical). Los infijos se incrustan en el morfema raíz. Los sufijos van pospuestos a la raíz. En castellano, hay palabras con prefijos como re-comenzar, anti-natural, pre-historia, etc. Hay lenguas que emplean infijos como el tagalo, lengua en la que el morfema raíz lakas acepta el infijo -um- y se forma lumkas, cuyo significado es ‘llegar a ser fuerte’. El castellano es una lengua que no trabaja con infijos, salvo en palabras aisladas como Cesítar, en la que el diminutivo -it- se incrusta en la raíz César. En castellano, abundan los sufijos como en las palabras buen-ísim-a, entrena-dor-es, etc. Según la alteración de su forma, los morfemas pueden ser sustractivos o reduplicativos. El morfema sustractivo implica la supresión de cierta parte del morfema. Aunque en francés, ortográficamente, hay dos palabras sot y sotte (cuyos significados son ‘tonto’ y ‘tonta’, respectivamente), lingüísticamente, la palabra femenina es /sot/ y el masculino se expresa mediante la sustracción de /t/, esto es, /so/. El morfema reduplicativo se basa en la repetición parcial o total del morfema. En tagalo, tupu significa ‘crecer’ y tutupu es ‘crecer intensamente’.

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Por su valor en el sistema, los morfemas pueden ser lexicales o gramaticales. Los morfemas lexicales son los que constituyen las unidades del léxico de la lengua. Por ejemplo, en castellano son morfemas lexicales sol, mar, poro, huelga, etc. Los morfemas gramaticales proporcionan información gramatical, esto es, son marcas que expresan aspectos relacionados con la función gramatical. En castellano, son morfemas gramaticales y (conjunción), -s (plural), -o (masculino), -rá (futuro), etc. Usualmente, los morfemas gramaticales acompañan a los morfemas lexicales en la estructura de la palabra: En la palabra perr-o-s, mientras que perr- es un morfema lexical, -o y -s son morfemas gramaticales. Por su modo de aparición, los morfemas pueden ser libres o ligados. Los morfemas libres son los que pueden aparecer por sí solos, esto es, constituyen formas lingüísticas independientes. Hay morfemas libres lexicales como pan, mes, té, etc.; y hay morfemas libres gramaticales como con, que, de, sin, etc. Los morfemas ligados deben estar necesariamente unidos a otro morfema para aparecer en una palabra. Los afijos son morfemas ligados como -es en panes, -r en cantar, pre- en prenupcial. Este criterio admite un tipo especial de entidad morfológica, el llamado morfo cero, representado por Ø. Se trata de un morfo que, a decir verdad, es un constructo del analista. Cuando se describen los morfos de un morfema, hay ciertos contextos en los que no aparece ninguna forma lingüística, pero sí hay una función morfológica clara. En esos casos, el analista propone el morfo cero para completar su descripción morfológica. Por ejemplo, en el plural del castellano hay dos morfos: -s (luego de vocal no acentuada) y -es (luego de consonante y de vocal acentuada). Sin embargo, no aparece ningún morfo cuando la palabra (no aguda) termina en /s/. Entonces se postula un morfo cero. Luego, el morfema de plural tiene tres alomorfos: Morfema de plural {-s}

[-s] / vocal no acentuada

[-es] / consonante vocal acentuada

[Ø] / [s]

llamas

amistades

tórax

alces

ajíes

sílex

nazis

álbumes

tesis

osos

canciones

crisis

pututus

púberes

lapsus

11. FLEXIÓN Y DERIVACIÓN La flexión es la variación que sufre una raíz para precisar el significado gramatical de la

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palabra. Puede haber una flexión nominal (esto es, un cambio en la terminación de los nombres) y una flexión verbal (esto es, un cambio en la terminación de los verbos). Un nombre como ‘osos’ se analiza en los siguientes términos: osos

os-

-o

-s

Donde, os- es un morfema radical lexical, -o es un morfema flexivo que indica género masculino y -s es un morfema flexivo que indica número plural. Si cambiamos el morfema flexivo -o y ponemos el morfema flexivo -a, obtenemos nuevamente un nombre: osas. Solo hay un cambio en el género (de masculino a femenino). Ahora bien, un verbo como ‘cantó’ se analiza en los siguientes términos: cantó

cant-

ó

Donde, cant- es un morfema radical lexical y -ó es un morfema flexivo que indica, entre otras cosas, tercera persona del singular. Si cambiamos el morfema flexivo -ó y ponemos el morfema flexivo -é, obtenemos nuevamente un verbo: canté. Solo cambia la persona (de tercera persona singular a primera persona singular). Sobre la base de la explicación anterior, se colige un rasgo fundamental de la flexión: no altera la categoría gramatical de una palabra. Además, no cambia el significado básico de la raíz. La flexión sólo produce una versión de la palabra que puede diferenciarse en un tipo de información gramatical (en el caso de nombres, por ejemplo, género o número; en el caso de verbos, por ejemplo, persona o tiempo). Las palabras ‘gatos’ y ‘gatas’ son idénticas desde el punto de vista lexical, solo son diferentes en su contenido gramatical. Al ser idénticas, aparecen bajo la misma entrada en el diccionario (normalmente, la forma masculina). Dado que la flexión no produce una alteración radical en el significado, aparece después de los morfemas derivativos. La flexión no permite formar nuevas palabras. La derivación es un procedimiento que consiste en introducir afijos (morfemas derivativos). Estos afijos pueden modificar la categoría gramatical de la palabra, esto es, pueden generar un verbo a partir de un nombre o un nombre a partir de un verbo. Los afijos derivativos, a diferencia de los flexivos, alteran el significado de la palabra de base. Si a una palabra como ‘erosión’ le agregamos un morfema derivativo como ‘-ar’, obtenemos una nueva palabra: erosionar (un verbo): [V [N erosion] [MD ar]]

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Introducción a la Lingüística

N

V

erosión

N

MD

erosion

-ar

Donde V es verbo, N es nombre y MD es morfema derivativo. Se puede establecer que el morfema derivativo -ar es un verbalizador, dado que convierte nombres en verbos. Si a una palabra como ‘zapato’ le agregamos un morfema derivativo como ‘-ero’, obtenemos la palabra ‘zapatero’. La nueva palabra tiene un significado diferente. Incluso, el cambio semántico puede ser radical como se ve en el par ‘tipo’ y ‘tipejo’, ya que ‘tipejo’ adquiere un sentido despectivo y sirve como insulto contra alguien. En castellano, un caso de derivación viene dado por la introducción del sufijo -mente que convierte adjetivos en adverbios, de tal modo que el referido sufijo es un adverbializador: Adjetivo: ágil

Adverbio: ágilmente

Adjetivo: rauda

Adverbio: raudamente

Adjetivo: feliz

Adverbio: felizmente

Adjetivo: fría

Adverbio: fríamente Adv

Adj.

MD

ágil

-mente

El proceso de derivación es importante en las lenguas y, en particular, en la lengua castellana. Guillermo Lorenzo (1998: 169) lo dilucida de la siguiente manera: Un primer aspecto que conviene destacar al hablar de la derivación consiste, precisamente, en que las diferentes partículas derivativas se aplican de forma muy selectiva sobre las bases léxicas, en el sentido de que cada una de las partículas tiene claramente delimitada la categoría gramatical de las bases sobre las que se puede aplicar. Asimismo, cuando una partícula derivativa tiene la capacidad de cambiar la categoría gramatical de la base, lo hace en un sentido bien preciso, es decir, dando como resultado una categoría gramatical igualmente definida de partida.

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12. LA FORMACIÓN DE PALABRAS En este rubro, hay dos hipótesis fundamentales: la hipótesis de base morfémica y la hipótesis de palabra base. La hipótesis de base morfémica sostiene que el componente de formación de palabras consiste de una lista de morfemas y reglas para la combinación de ellos. La lista básica y las reglas combinatorias definen, conjuntamente, la clase de palabras posibles. De acuerdo con esta hipótesis, la formación de palabras se entiende como una concatenación de morfemas. Podemos ilustrar esta hipótesis con el modelo de la palabra ‘alamedas’: P → [P[ML alam-] [MD -eda] [MF –s] Donde, P es igual a palabra, ML es igual a morfema lexical, MD es igual a morfema derivativo y MF es igual a morfema flexivo. La hipótesis de palabra base ha sido defendida por Aronoff (1976). La propuesta explicatoria de Aronoff guarda coherencia con la hipótesis lexicalista chomskiana, según la cual la palabra debe ser tomada como base. La idea clave en la propuesta de Aronoff es que las reglas de formación de palabras operan sobre palabras y no sobre morfemas. Según Aronoff, todos los procesos regulares de formación de palabra toman a la palabra como base, de tal modo que una nueva palabra se forma mediante la aplicación de una regla sistemática a una palabra simple ya existente. Una consecuencia de la propuesta de Aronoff es que una nueva palabra no se puede formar a partir de una palabra posible, pero inexistente. Otra consecuencia de la hipótesis de Aronoff es que la formación de palabras no se puede basar en frases ni en morfemas. De acuerdo con esta hipótesis, la formación de palabras consiste en añadir morfemas a una palabra básica, de acuerdo con reglas de reajuste, como se ve en el siguiente modelo, la palabra ‘arboleda’: [N árbol] → [N [N arbol] [MD eda]] Dentro de los procesos de formación de palabras, mencionaremos la creación, el préstamo, la composición, la mezcla, la reducción, la acronimia, la derivación y la parasíntesis. La creación de palabras consiste en la invención de términos totalmente nuevos. Se trata de un proceso poco común que se basa, generalmente, en una sinécdoque. Por ejemplo, la marca de un producto se convierte en el nombre general. Así, la palabra ‘rímel’ designa un cosmético que embellece las pestañas y su origen está ligado a la marca de un producto creado por Eugène Rimmel. La palabra ‘bivirí’ designa una camiseta interior masculina y su origen tiene que ver con la marca registrada BVD (en inglés). En la lengua inglesa, hay una D que ha sido interpretada como ‘r’ en castellano, dado que la pronunciación de la letra ‘d’ equivale a un sonido denominado flap (un aleteo del ápice sobre los alvéolos superiores), muy parecido a la vibrante simple castellana. El préstamo consiste en tomar una palabra de otra lengua. Dado que el préstamo se

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adapta a la estructura de la lengua, con el tiempo el hablante de la lengua puede no advertir la naturaleza exógena del vocablo. Así, la palabra ‘yate’ es un préstamo del inglés (yacht), ‘yogur’ es un préstamo del turco y ‘alcohol’, del árabe. Hay una tradición purista que se opone a los préstamos y los censura con acritud. Sin embargo, la perspectiva científica consiste en aceptar que los préstamos constituyen una forma de creación de palabras y nada se puede hacer para evitarlos. El idioma inglés ha mostrado mucha flexibilidad para asimilar vocablos de otras lenguas. La composición consiste en concatenar dos o más palabras para producir una forma única. En inglés, boy (‘niño’) y friend (‘amigo’) se concatenan para componer boyfriend (‘novio’). En castellano, ‘correveidile’ (persona que lleva y trae chismes) es un compuesto de varias palabras. Las palabras que se combinan para formar una palabra nueva pueden pertenecer a la misma categoría o pueden pertenecer a categorías diferentes. El compuesto sordomudo es un adjetivo que procede de la composición de dos adjetivos (sordo y mudo); pero el compuesto camposanto es un nombre que se origina a partir de la composición de un nombre (campo) más un adjetivo (santo). Observamos que en sordomudo la composición produce un efecto de mera adición semántica (el ‘sordomudo’ es un individuo que es sordo y mudo), mientras que en camposanto no hay una mera adición porque el compuesto significa algo nuevo: ‘cementerio’. Veamos las estructuras de sordomudo y camposanto en representaciones arbóreas: adj

N

adj1

adj2

N

sordo

mudo

campo

adj santo

La mezcla se diferencia de la composición en que sólo toma el principio de una palabra para combinarlo con el final de otra. En inglés, la palabra smog es una mezcla de smoke ‘humo’ y de fog ‘niebla’. Como tal, la palabra smog ha sido tomada por el castellano en la forma esmog. En castellano, la palabra de uso coloquial tarúpido se ha formado por mezcla. La reducción (también denominada acortamiento) implica que una palabra polisilábica se reduce a una forma más corta. El proceso empieza en el habla coloquial y puede llegar a estilos más formales. Así, la palabra fotografía se ha reducido y se emplea con más frecuencia foto. El mismo proceso se da en motocicleta → moto. Hay reducciones que no van más allá del habla coloquial. Por ejemplo, las reducciones profe y bici (a partir de profesor y bicicleta, respectivamente) se restringen todavía al ámbito coloquial.

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La acronimia se forma a partir de las grafías iniciales de un grupo de palabras. La palabra láser es un acrónimo porque procede de light amplification by stimulated emision of radiation (‘amplificación de la luz por emisión estimulada de la radiación’). Del mismo modo, sida es un acrónimo de síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Los acrónimos se escriben con minúsculas y pueden sufrir otros procesos de derivación (sídico, sidoso). Como ya se explicó, la derivación es un proceso de formación de palabra por el cual una base léxica se modifica al añadírsele afijos. La derivación puede alterar la categoría gramatical y, definitivamente, produce un cambio de significado. Ahora bien, la derivación no siempre cambia la categoría gramatical; por ejemplo rosa → rosal es una derivación de nombre a nombre. Lo que sí hace la derivación es el cambio de significado y por ello es un tipo de formación de palabra muy utilizado en las lenguas. La derivación puede producir nombres a partir de verbos (salir → salida), verbos a partir de nombres (lucha → luchar), adjetivos a partir de nombres (caudal → caudaloso), nombres a partir de adjetivos (turgente → turgencia), adjetivos a partir de verbos (opinar → opinable), verbos a partir de adjetivos (vital → vitalizar), adverbios a partir de adjetivos (verdadero → verdaderamente), adjetivos a partir de adverbio (cerca → cercano). En algunos casos, la derivación necesita la aplicación de un ajuste fónico (por ejemplo, la supresión de un segmento). Por ejemplo: [N [Adj bell(o)] [nom eza]] [V [N alet(a)] [verb ear]] Donde, N = nombre, Adj = adjetivo, nom = sufijo derivativo nominalizador, V = verbo, verb = sufijo derivativo verbalizador.

La palabra ‘belleza’ es un nombre que se deriva a partir del adjetivo ‘bello’ más un sufijo derivativo -eza, presentado como nominalizador, es decir, afijo con capacidad de convertir una palabra en nombre. Notamos que la palabra ‘bello’ ha sufrido la supresión de la vocal /o/. La palabra ‘aletear’ es un verbo que se deriva a partir del nombre ‘aleta’ más un sufijo derivativo -ear, presentado como verbalizador, es decir, afijo capaz de convertir una palabra en verbo. Se observa que en la palabra ‘aleta’ se ha suprimido la vocal /a/. La parasíntesis es un procedimiento de formación de palabra en el que participan la composición y la derivación de manera conjunta. La parasíntesis fusiona los dos procesos, de tal manera que las palabras parasintéticas son compuestos y derivados, a la vez. Esto se puede ver en el ejemplo tan citado de palabra parasintética, a saber, picapedrero: pica + piedra COMPOSICIÓN

+

-ero

DERIVACIÓN

13. MORFOLOGÍA PRODUCTIVA Y SEMIPRODUCTIVA 94

picapedrero PARASÍNTESIS


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Es una distinción formulada con claridad por Jackendoff (2002). La morfología productiva se basa en la regularidad. Un caso prototípico de morfema productivo es la forma -ing del inglés (saying, reading, dancing, doing, making, parking), puesto que se aplica, sin excepción, a todos los verbos del idioma. En castellano, el morfema del participio pasado en los verbos terminados en -ar es ciertamente productivo: cantado, amado, ganado, hablado, besado, estudiado, pensado, alertado. La productividad da base a la predictividad. Así, si se crea un verbo como concienciar, se puede predecir confiablemente que su participio pasado será concienciado. Como bien anota Jackendoff, la morfología productiva no está confinada a la morfología flexiva, dado que se puede ver también en la morfología derivacional. En inglés, el sufijo derivativo -ly es productivo al convertir adjetivos en adverbios (friendly, slowly, obviously). Igual ocurre en castellano con el sufijo -mente, dado que deriva adverbios a partir de adjetivos (regularmente, sinceramente, prudentemente). El proceso ocurre también en francés con el sufijo -ment (évidemment, doucement, vraiment). El hecho de que la productividad esté vinculada con la predictividad fue probado experimentalmente por Berko (1958). Se crea una palabra arbitraria wug y el experimentador formula la pregunta “Esta divertida cosita es un wug. Ahora, hay dos de ellas. En consecuencia, hay dos ….”. Hasta los niños de cinco años responden acertadamente: wugs. El experimento utiliza una palabra arbitraria, inventada especialmente para la ocasión, con el fin de medir una propiedad morfológica. Si se hubiese empleado una palabra conocida, no se podría haber descartado que la respuesta se debiera a un conocimiento previo y no solamente a una aplicación de una regla morfológica. La morfología productiva es la base para la comprensión de nuevas expresiones y es una buena ayuda para la memoria lingüística. Así, no es necesario que en el lexicón mental se guarden las palabras y sus respectivos plurales, lo que implicaría una carga onerosa para el procesamiento léxico. Basta que en el lexicón mental se encuentren las raíces y los sufijos; la formación de los plurales es tarea de la morfología productiva. La morfología semiproductiva se basa en regularidades parciales. Por ejemplo, en el caso de las formas irregulares del pasado del inglés, se puede postular una generalización: en los verbos monosilábicos, se forma el tiempo pasado con un cambio de vocal. Sin embargo, no hay base para hacer una predicción confiable, dado que hay cierta inestabilidad en la aplicación de la generalización (esto es, el cambio de vocal): ring-rang, wring-wrung, spring-sprang, sting-stung. En castellano, hay un proceso de morfología semiproductiva en la transformación de adjetivos en nombres. Así, tenemos una serie como duro-dureza, puro-pureza, noble-nobleza, bajo-bajeza, vil-vileza. Sin embargo, no se puede hacer predicciones totalmente seguras. Veamos: oscuro-oscuridad, aleve-alevosía, alto-altura, senil-senilidad.

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ACTIVIDADES 1.

Imagine un caso en el que se pueda aplicar la llamada fonética forense.

2.

Aplicando los rasgos distintivos, ¿cómo se distinguiría entre la vibrante castellana de la palabra ‘razón’ (segmento alveolar) y la vibrante francesa de la palabra ‘raison’ (segmento uvular)?

3.

Cuando un hispanohablante aprende el inglés, pronuncia la palabra inglesa ‘star’ de la siguiente manera [estár]. Describa el proceso involucrado.

4.

¿Cuál es el papel de los pares mínimos en el análisis fonológico? Ilustre su respuesta con ejemplos.

5.

¿Por qué las formas plurales de las palabras inglesas rope ‘soga’, robe ‘manto’ y rose ‘rosa’ son diferentes? Formule la regla respectiva.

6.

¿Por qué en el léxico castellano de la informática abundan los préstamos del inglés? Ilustre su respuesta con ayuda de ejemplos.

7.

Si alguien sostuviera que el morfema de género en castellano corresponde al sexo, ¿cómo se podría refutar tal aseveración? Brinde ejemplos en su argumentación. [OBSERVACIÓN: Puede ayudarse en su respuesta con la definición de género que ofrece Pinker (1995: 27)].

8.

Determine si el sufijo castellano -esco es flexivo o derivativo. Sustente su respuesta con ejemplos.

9.

¿Por qué el vocablo inglés scooter se ha adaptado al castellano en la forma escúter?

10. Analice morfológicamente las siguientes palabras castellanas: inconstitucionalidad, desnaturalizada, sacacorchos, almacenero.

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CUARTA UNIDAD

LA SINTAXIS Y LA SEMÁNTICA Objetivos a) Comprender la naturaleza de la sintaxis y el fundamento de las diferentes teorías sintácticas. b)

Comprender la naturaleza de la semántica y el fundamento de las diversas teorías semánticas.

c)

Aprehender las pautas del análisis sintáctico.

d) Aprehender las pautas del análisis semántico.

Contenido 1.

La teoría sintáctica.

2.

Modelos gramaticales.

3.

La estructura de la frase.

4.

La noción de oración.

5.

La sintaxis categorial.

6.

La sintaxis funcional.

7.

La sintaxis relacional.

8.

La gramática de las valencias.

9.

La teoría de principios y parámetros.

10. Los objetivos de la teoría semántica. 11. El significado. 12. Fenómenos semánticos. 13. Rasgos semánticos y roles semánticos. 14. Semántica composicional. 15. Semántica y pragmática.


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1. LA TEORÍA SINTÁCTICA El objetivo fundamental de la teoría sintáctica es construir un modelo simple y suficientemente explicativo que comprenda las gramáticas humanamente posibles con arreglo a las siguientes especificaciones: a) El modelo debe ser riguroso y restrictivo, de tal modo que pueda caracterizar adecuadamente el estado inicial de la mente-cerebro a partir del cual se llega al estado en que se fija el conocimiento de una lengua particular. b) El modelo debe ser suficientemente abstracto, de tal suerte que sus conceptos tengan validez (o aplicabilidad) para todas las lenguas naturales. Un modelo que sólo sirve para una lengua pierde una característica fundamental de la ciencia: la universalidad. c) El modelo debe ser refutable empíricamente. En tal sentido, el modelo debe formular aserciones no triviales sobre la gramática de las lenguas y debe ajustarse a las condiciones metodológicas de toda ciencia (simplicidad, elegancia, naturalidad). d) El modelo debe fundarse en un sistema deductivo, de tal manera que sus propuestas puedan evaluarse con transparencia. Toda teoría gramatical debe atenerse a la naturaleza bipolar del lenguaje, esto es, el lenguaje consiste en la asociación de dos polos: el polo fonológico (la imagen acústica, en la terminología saussuriana) y el polo semántico (la imagen mental, según Saussure). Para la glosemática hjelmsleviana, se trata de una unión entre el plano de la expresión y el plano del contenido. En términos de la gramática generativa, se habla de una forma fonética (FF) y de una forma lógica (FL).

2. MODELOS GRAMATICALES La ciencia intenta capturar la realidad mediante un rodeo: los modelos científicos. Dentro de la sintaxis como disciplina lingüística, se han formulado modelos gramaticales con el fin de captar mejor la naturaleza sintáctica de las lenguas naturales. El modelo gramatical es una representación de las propiedades relevantes de las gramáticas humanamente posibles. Un modelo formal es una representación abstracta que utiliza un lenguaje exacto para representar un determinado sistema. En el caso de la teoría sintáctica, el modelo formal representa los sistemas gramaticales de manera simplificada y explícita, con especial atención a determinados aspectos de la estructura gramatical. En la teoría gramatical, se han planteado diversos modelos con el fin de hacer explícitas las propiedades de la sintaxis de las lenguas naturales. En lo que sigue, presentaremos algunos de ellos: a) Gramática de estados finitos. Es un modelo que se puede utilizar para analizar una oración como una secuencia de estados finitos, esto es, se concibe que una oración no puede ser infinita (esto es, son imposibles las oraciones con palabras ilimitadas).

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Se parte de un estado inicial y, mediante una cadena sucesiva de transiciones, se llega al estado final. Dado que la oración es una secuencia de palabras, el estado final representa el límite de la estructura oracional. La principal limitación de este modelo radica en su incapacidad de explicar la propiedad recursiva de las construcciones gramaticales. b) Modelo sintagmático. Se trata de un modelo que busca representar la estructura de la oración en la forma de una construcción jerarquizada. Una versión popular de este modelo es el análisis de la oración en términos de constituyentes inmediatos. Según esta versión, la estructura oracional se descompone en segmentaciones sucesivas hasta llegar al nivel inferior: el de los morfemas, esto es, los últimos constituyentes inmediatos. Se puede ilustrar el modo de operación de este modelo con la representación en cajas de la oración “El niño patea la pelota”: El niño patea la pelota El niño patea la pelota El niño patea la pelota El niñ- -o pate-a la pelota El niñ- -o pate-a la pelot-a

1 2 3 4

El modelo sintagmático también puede emplear un diagrama arbóreo para representar con más nitidez la jerarquía gramatical, dado que con ese tipo de diagrama cada punto del análisis recibe un rótulo específico: O FN

FV

Det

N Rn

V Mg

Rv

FN Mg

Det

N Rn

El

niñ-

-o

pate-

-a

la

pelot-

Mg -a

Donde O = oración, FN = frase nominal, FV = frase verbal, det = determinante, N = nombre, V = verbo, Rn = raíz nominal, Rv = raíz verbal, Mg = morfema gramatical.

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El árbol de arriba representa la descripción estructural de la oración en la perspectiva del modelo sintagmático de los constituyentes inmediatos. Es un modelo que sirve para describir oraciones simples y lo hace de manera económica y rigurosa; sin embargo, no es un modelo adecuado si se tiene que describir oraciones complejas o estructuras con morfemas discontinuos (como la negación ne … pas en francés). Por estas consideraciones, se puede concluir que es un modelo inadecuado, dado que no da cuenta de fenómenos sintácticos frecuentes en las lenguas. Otra limitación seria del modelo radica en su incapacidad de dar dos descripciones estructurales diferentes para una oración ambigua. Así, el modelo no explica la intuición del hablante competente que da dos interpretaciones a un enunciado como “María llegó con su prima vestida de rojo”. ¿Quién llegó vestida de rojo? Según una interpretación, María. Según otra interpretación, la prima de María. c) Modelo transformacional. Es un modelo que permite superar algunas limitaciones del modelo sintagmático. Este modelo postula dos niveles de representación (uno subyacente o ‘profundo’ y otro patente o ‘superficial’) relacionados con la operación de transformación. Así se explicaba la existencia de morfemas discontinuos y el fenómeno de la ambigüedad. Una oración ambigua, en realidad, nos remite a dos estructuras subyacentes diferentes que coinciden en una estructura patente o superficial. De ese modo, se explica la intuición del hablante que da dos interpretaciones a la misma oración (el fenómeno de la ambigüedad sintáctica). Gracias a este modelo, también se explica que dos estructuras superficiales correspondan a una sola estructura subyacente. Un hablante del español sabe que la oración “Ella es la amiga de todos” significa esencialmente lo mismo que “De todos, ella es la amiga”. Hay probablemente un pequeño cambio en el énfasis, en asuntos que corresponden a la pragmática, pero las oraciones tienen el mismo valor de verdad y el mismo significado referencial. El modelo transformacional da cuenta de esta intuición al establecer que la forma más básica (“Ella es la amiga de todos”) se transforma en la estructura derivada (“De todos, ella es la amiga”). En este caso, la regla de transformación es muy simple: consiste en desplazar la frase preposicional “de todos” al inicio de la oración (fenómeno llamado elevación en castellano y raising en inglés):

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Regla de estructura sintagmática Estructura básica, profunda o subyacente:

Ella es la amiga de todos.

O FN

FV V

FN FN

Ella

es

Fprep

Det

N

la

amiga

de todos

Regla de transformación [Desplace “de todos” al inicio de la oración] Estructura derivada, patente superficial:

De todos, ella es la amiga.

El modelo transformacional presenta varias ventajas respecto del modelo sintagmático: Primero, hace explícita la relación entre dos oraciones con estructuras superficialmente diferentes. Segundo, da cuenta de las diferentes interpretaciones de una oración ambigua. Tercero, la formulación de reglas es simple. Cuarto, explica la aparente violación de algunas restricciones (por ejemplo, en la oración citada es necesario que la frase “la amiga” tenga un complemento, lo que no se observa en la estructura superficial; ello queda explicado con la transformación del complemento). El costo de estas ventajas es la introducción de un nuevo tipo de reglas en la gramática: las transformaciones. Cuando las reglas transformacionales se hicieron muy complicadas y aumentaron vertiginosamente, el modelo fue muy criticado. Actualmente, el aparato transformacional se ha reducido drásticamente a una sola regla: el movimiento de α (donde α designa cualquier elemento de la oración). Leamos el siguiente comentario de Smith (2001: 91): Es importante señalar que las transformaciones no tienen nada de sacrosanto: son un mecanismo ingenioso para la descripción, que en su día facilitaron la descripción de una serie de propiedades generales de las lenguas comúnmente aceptadas como significativas. Su justificación es el éxito explicativo. En concreto, los nombres y las propiedades de los niveles no son especialmente significativos. Los árboles generados por las reglas de estructura de frase eran, por definición, estructuras profundas, y los árboles producidos por las transformaciones aplicadas a estas estructuras profundas

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eran, también por definición, estructuras superficiales. “Profundas” y “superficiales” no son más que etiquetas aplicadas a constructos formales de la teoría, y no guardan relación con la profundidad filosófica o la prioridad psicológica.

d) Modelo glosemático. La glosemática hjelmsleviana propone un modelo de análisis basado en la noción técnica de catálisis. La catálisis es una operación analítica obligatoria que consiste en reponer un elemento (funtivo, en la terminología de Hjelmslev) cuando no es visible en la cadena oracional. En una cadena castellana como “Si estudias con ahínco, obtendrás una buena nota”, la operación de catálisis repone un elemento no visible (entonces), de tal manera que la cadena explícita es “Si estudias con ahínco, entonces obtendrás una buena nota”. Con la catálisis, la glosemática puede cumplir con el criterio de llegar a una descripción exhaustiva. El modelo glosemático se inscribe dentro de la gramática estructural y permite dar cuenta de la recursividad gramatical con la noción de interpolación (esto es, la posibilidad de expandir la cadena mediante la inserción de nuevos elementos lingüísticos). Asimismo, explica que una misma idea recibe diferentes configuraciones en diversas lenguas, de tal modo que las cadenas representan esta diferencia estructural: No hace calor

(castellano)

Il ne fait pas chaud

(francés)

Es ist nicht warm

(alemán)

En castellano, la cadena empieza con la negación. En francés, hay un elemento llamado expletivo (il) y se observa el fenómeno de la negación discontinua (ne … pas). En alemán, también hay un expletivo (es) y la negación aparece después del verbo. Son diferentes configuraciones para la misma idea.

3. LA ESTRUCTURA DE LA FRASE Según los enfoques estructuralistas, la frase (también conocida como sintagma) es una unidad conformada por constituyentes menores. Los constituyentes menores (los morfemas) permiten construir la frase, en tanto que unidad caracterizada por ciertas relaciones sintácticas. En una frase castellana como “mar azul”, la construcción hace incidir un adjetivo (‘azul’) en un nombre (‘mar’). Antes del desarrollo de la teoría generativa, la noción de frase era un tanto borrosa porque se asumía que la frase era una unidad mayor que la palabra, pero menor que la oración. Tradicionalmente, la frase se entendía como una construcción basada en una regla. Por ejemplo, la frase castellana “mar azul” se construye con la siguiente regla: FN → N + Adj

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La regla se lee así: La frase nominal se forma con un nombre más un adjetivo, en ese orden. El símbolo FN equivale a SN (sintagma nominal). Más recientemente, la frase se define como una estructura constituida por un elemento obligatorio (el núcleo) y otros elementos opcionales que lo modifican. En la teoría de la X’ (X con barra) se brinda una definición formal universal de frase: la categoría que constituye la proyección máxima de un núcleo. Si el núcleo es un nombre, se constituye una frase nominal; si es un verbo, una frase verbal. Una secuencia como “La belleza de Afrodita” es una frase porque es la proyección máxima a partir del núcleo. Dado que el núcleo es un nombre (‘belleza’), se trata de una frase nominal. Una secuencia como “Leyó el libro” es una frase porque es una proyección del núcleo ‘leyó’; dado que el núcleo es un verbo, se trata de una frase verbal. Veamos los diagramas respectivos (bastante simplificados) para hacer más intuitiva la relación de proyección: N’’ Especificador

La

N’ N (núcleo)

Complemento

belleza

de Afrodita

V’ V (núcleo)

Leyó

N’ (complemento) Especificador

N

el

libro

Este esquema se aplica a todas las frases o sintagmas posibles, de tal modo que se trata de un patrón universal. El núcleo puede tener dos proyecciones, como se ve en el diagrama de la frase nominal tomada como ejemplo. El núcleo es X (puede ser cualquier categoría) y puede tener una proyección intermedia (X’) y una proyección máxima (X’’). La proyección máxima, a partir del núcleo, es la frase.

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4. LA NOCIÓN DE ORACIÓN Antes de presentar las teorías sintácticas más conocidas, conviene dar algunas ideas sobre la oración. Trataremos de ver la definición de oración (no exenta de problemas) y de los principales aspectos involucrados en su estudio. Tradicionalmente se definía la oración como el nivel más alto de la sintaxis. Así, los denominados cursos de sintaxis superior llegaban hasta la oración, como si fuese el santo grial de la gramática. Dado que la oración es la unidad de más alto rango, se desprende que las oraciones están constituidas por unidades de rango inferior. Un modelo gramatical era denominado de la oración al morfema porque descomponía la oración en frases, las frases en palabras y las palabras en morfemas. Para comprender la naturaleza jerárquica de la oración, se estableció que el núcleo oracional es el verbo finito (esto es, con una marca temporal; lo que excluye a los verbos infinitivos considerados como verboides). De acuerdo con el criterio de Bloomfield (1933), la oración es una forma lingüísticamente independiente no incluida en ninguna forma mayor en virtud de alguna construcción gramatical. Esto quiere decir que la noción de oración es estructural y, en tal sentido, su organización es independiente. En cambio, el texto es una unidad diferente que no se define por criterios sintácticos; razón por la cual un texto no debe definirse como una cadena de oraciones. La mejor manera de entender el texto es definirlo como un conjunto de enunciados, no de oraciones. Como noción estructural, la oración se entiende como un constituto formado a partir de constituyentes inferiores. En una primera segmentación, las frases son constituyentes de la oración; en una segunda, las palabras; y en una tercera, los morfemas. Fin del análisis, porque recordemos que los fonemas, en sí, carecen de valor significativo y corresponden a otra articulación del lenguaje. En el análisis de la oración se contemplan tres aspectos: las categorías, las funciones y las estructuras. En la oración, tenemos dos grandes clases de categorías básicas: las categorías lexicales y las categorías funcionales. Las categorías lexicales consisten en nombres, verbos, adjetivos y preposiciones (o adposiciones porque también se incluyen las posposiciones que ocurren en ciertas lenguas). Las categorías funcionales son la negación, la concordancia, el tiempo, la flexión, los determinantes y los complementadores. Las categorías léxicas tienen un contenido semántico relativamente independiente de la frase en la que aparecen. Las categorías funcionales no tienen contenido referencial, sino que obedecen a las configuraciones de la gramática exclusivamente. Si queremos explicar el significado de la palabra ‘perro’, podemos designar un animal que pasa por la calle. Si queremos explicar el significado del término inglés ‘did’, debemos recurrir a la configuración gramatical inglesa. El otro aspecto de la oración, las funciones, se vincula con los comportamientos de las unidades lingüísticas dentro de la oración. La función se entiende como una relación de

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dependencia y, en este rubro, debemos nombrar las siguientes funciones sintácticas: sujeto, predicado, objeto y complemento. El sujeto es la función gramatical que identifica al elemento que desencadena la concordancia (concordancia de sujeto) en el predicado. Los sujetos pueden ser explícitos (‘María come muchos chocolates’) o tácitos (‘Come muchos chocolates’). El predicado es la función lingüística que denota una acción, un estado, una propiedad referida al sujeto. En la oración ‘María salta’, ‘salta’ es el predicado por cuanto denota un acción llevada a cabo por María. El objeto es la función gramatical que expresa la relación entre el predicado y el verbo. Los objetos pueden ser directos (‘El niño comió la fruta’) e indirectos (‘La policía infligió una papeleta al chofer’). El complemento es la función gramatical que expresa una relación determinada con el núcleo (‘La casa de María’). El tercer aspecto se vincula con la constitución de la oración: la estructura de los constituyentes que la componen. La constitución oracional es de naturaleza jerárquica y se organiza, por ello, con un sistema de dependencias. Este aspecto es el objeto de estudio de la gramática estructural y del modelo que la desplazó: la gramática generativa. En el marco teórico inicial de la gramática generativa, la oración era el punto de partida del análisis gramatical, esto es, la base para la descripción gramatical. Su símbolo era O y constituía un constructo para representar el conocimiento de la mente del hablante. Así, una regla como O → FN FV establecía que la oración se construía mediante una frase nominal más una frase verbal. En los modelos más recientes, hay una tendencia a excluir la noción de oración como constructo de la gramática, al quedar definida como la proyección máxima de la flexión verbal (lo que es compatible con la idea de que el verbo flexionado es el verdadero núcleo oracional). De esa manera, el símbolo O desaparece y la oración se entendería como sintagma flexivo (de flexión) representado por el símbolo SFlex. En inglés, flexión es ‘inflexion’, por lo que en la literatura en inglés el símbolo es I. La nueva manera de entender la oración se da sobre la base de las siguientes fórmulas (Lorenzo y Longa 1996: 62): SFlex → SN Flex’ Flex’ → Flex SV De modo que Flex es el núcleo y la proyección máxima es el sintagma flexivo SFlex. Esta nueva formulación persigue obtener universalidad y simetría en la teoría gramatical.

5. LA SINTAXIS CATEGORIAL Como su marbete lo indica, la sintaxis categorial analiza la oración en términos de categorías. La derivación de la estructura de la oración radica en asignar una categoría a los constituyentes segmentados, con el fin de que el rótulo ayude en el procesamiento.

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Un modelo de gramática categorial está formado por un conjunto de categorías, un conjunto de operadores y un conjunto de reglas. Los operadores se aplican sobre las categorías con el fin de formar nuevas categorías y las reglas se utilizan para combinar las categorías. El sistema de reglas debe ser muy restrictivo y pequeño para elevar su poder y grado de simplicidad. Dado que esta teoría se desarrolla en un cierto nivel de formalización, brinda la siguiente definición de ‘categoría’ (Solias Arís 1996: 33): (i) A es una categoría básica si pertenece al conjunto de categorías (CAT). Por ejemplo, O (oración) es una categoría básica y también el N (nombre), por cuanto pertenece al conjunto primario de categorías. (ii) Si A y B pertenecen a CAT, entonces A/B (‘A se debe concatenar con B situado a su derecha’) también pertenece a CAT. Por ejemplo, SN/N (‘categoría que debe concatenarse con un nombre, situado a la derecha, para formar un sintagma nominal’, esto es, el determinante).

Si la definición (i) nos da el conjunto de categorías básicas, la definición (ii) nos da el conjunto de categorías complejas o funtoras. Una categoría compleja o funtora debe combinarse con otra categoría para formar una nueva categoría. Las asunciones fundamentales de la gramática categorial son (Solias Arís 1996) el lexicalismo, nivel único de representación, estructura funtor-argumento, computabilidad y estructura flexible de constituyentes. Según el lexicalismo, los análisis gramaticales operan sobre la base de unidades léxicas proporcionadas por el diccionario. La unidad léxica recibe una categoría gramatical constituida por un tipo sintáctico (propiedades sintagmáticas), además de un tipo semántico (para fines de la interpretación) y de un tipo prosódico (orden de palabras y aspectos del sonido). La gramática categorial lleva a cabo el análisis en un único nivel de representación, en el que se computa, a la vez, toda la información lingüística pertinente. El único nivel de representación se sustenta en las categorías, tales como son definidas por esta teoría. La estructura funtor-argumento emplea términos que reemplazan al término ‘constituyente’ con el fin de precisar mejor el análisis. Esta asunción se basa en la noción matemática de función. La función se analiza entre dos tipos de categorías: funtores y argumentos. Si el funtor toma un argumento, se produce un valor (esto es, una nueva categoría gramatical). Un ejemplo puede verse en la relación entre la noción ciudad capital (funtor) y la noción país (argumento). Si el funtor ciudad capital toma el argumento Francia, se produce ‘París’; si toma el argumento Inglaterra, se produce ‘Londres’; si toma el argumento Italia, se produce ‘Roma’. La computabilidad exige que el análisis gramatical se formule de modo preciso y explícito. Nada debe ser dejado para ser completado, porque ello es causa de confusión en el análisis. La idea fundamental es desarrollar algoritmos que describan simplemente el procesamiento real (en la mente del hablante) de las oraciones. El objetivo de la

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gramática categorial es proveer modelos con los que los ordenadores puedan procesar el lenguaje humano (o partes de él). La estructura flexible de constituyentes es una característica de la gramática categorial que la aleja de los modelos clásicos de constituyentes inmediatos. De este modo, se puede ofrecer análisis simples de fenómenos complejos y así se superan varias objeciones formuladas contra el análisis clásico de constituyentes inmediatos. Podemos presentar los fundamentos de la sintaxis categorial a través del ejemplo del análisis que brinda Solias Arís (1996) al problema de la negación, en particular al tópico de los tándems negativos. Al ser una teoría formal, esta aproximación goza de una rigurosa fundamentación, por cuanto sus análisis son rigurosos y explícitos. Ahora bien, aunque el lenguaje no es, en sí, un objeto matemático, los modelos formalizados son útiles en la medida en que proponen una manera precisa, no ambigua, de estudiar los fenómenos lingüísticos. Si bien la gramática categorial persigue el objetivo de construir gramáticas con las que los ordenadores puedan procesar el lenguaje humano, el criterio que utiliza (construcción sencilla de analizadores) la lleva a “intentar construir programas que correspondan de forma más natural al procesamiento real” (Solias, 1996: 31). Solias Arís (1996: 130) habla de doble negación para referirse, en realidad, al fenómeno de la concordancia negativa (en la forma de tándems negativos), pero ese es un punto de índole terminológica que no tiene relevancia. En su análisis, Solias compara estructuras castellanas y catalanas. Ambas lenguas se parecen en que un término de polaridad negativa en posición posverbal exige la presencia previa de una palabra negativa. Por ejemplo: CASTELLANO

CATALÁN

No llega nadie

No arriva ningú

Sin embargo, cuando el término de polaridad negativa se halla en posición preverbal, las cosas cambian. Mientras que el castellano no admite la negación en la forma fonética, el catalán admite como posibilidad la presencia de la palabra negativa. En castellano, la manifestación de la negación está prohibida; en catalán, es opcional: CASTELLANO *Nadie no llega / Nadie llega.

CATALÁN Ningú arriva / Ningú no arriva.

El tratamiento formal que aplica Solias intenta captar la diferencia entre el catalán y el castellano, y la diferencia no consiste en las operaciones sintácticas propiamente dichas, sino en las prosódicas (esto es, el orden de las palabras en las proferencias fonéticas). De ese modo, se explica que, en castellano, ‘Nadie no llega’ se da a nivel de la forma lógica, pero no se manifiesta en la forma fonética por una restricción que se aplica en castellano, pero no en catalán.

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Lo especialmente interesante del abordaje propuesto por Solias es que, de manera deliberada, rechaza todo recurso ad hoc. Así, todo mecanismo de la gramática categorial se revela fértil en la medida en que tiene un rango de aplicación general. De esa manera, se abre la posibilidad de ajustar los modelos formales a los mecanismos de computación lingüística que operan en la mente humana.

6. LA SINTAXIS FUNCIONAL Si bien es cierto que la gramática categorial hace uso de la noción de función, no lo hace en el mismo sentido de la sintaxis o gramática funcional. La gramática categorial emplea la noción matemática de función, lo que no ocurre con la sintaxis funcional. Como es explicado por Dik (1981), la sintaxis funcional se opone a los modelos formales. Los modelos formales caracterizan las gramáticas de las lenguas naturales en términos de reglas formales de la sintaxis, con prescindencia de los aspectos semánticos y pragmáticos. La indagación formal pospone el asunto del significado o del uso; esto es, la semántica y la pragmática son niveles en los que se puede explorar, una vez que se haya logrado determinar el nivel independiente de la sintaxis. La gramática funcional, tal como la defiende Dik, concibe la lengua como un instrumento de interacción social entre seres humanos y, en consecuencia, sirve para la comunicación. La lengua se concibe esencialmente como un instrumento y, por tanto, el uso efectivo que se hace de ella es crucial para entenderla bien. La gramática funcional explicita las reglas gramaticales en virtud de la función que cumplen en las interacciones verbales, esto es, teniendo presente su intención comunicativa. De manera que la gramática funcional se construye con la idea expresa de incorporarse dentro de una teoría pragmática de la interacción verbal. Las principales asunciones de la gramática funcional son las siguientes: La lengua se debe entender en la perspectiva funcional siguiente: una lengua es un instrumento de interacción social. El lenguaje cumple varias funciones (es multifuncional), pero la comunicación es la función primaria del lenguaje. El verdadero correlato psicológico de una lengua es la competencia comunicativa. A diferencia de la mera competencia gramatical, la competencia comunicativa radica en la capacidad para llevar a cabo interacciones sociales por medio del lenguaje. Al analizar la gramática de una lengua, no se debe prescindir de los fundamentos funcionales de la comunicación humana. Desde el comienzo, el estudio del sistema lingüístico debe inscribirse dentro del uso del lenguaje en una comunidad. La adquisición del lenguaje no es un proceso aislado ni modular. El niño descubre el sistema lingüístico gracias al contacto con otros miembros de su comunidad.

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Tanto la sintaxis como la semántica deben estudiarse en el marco globalizador o integrador que da la pragmática. La sintaxis se subordina a la semántica y la semántica, a la pragmática. La gramática funcional especifica las relaciones funcionales en tres niveles diferentes: semántico, sintáctico y pragmático. Las funciones semánticas establecen los roles de las palabras en términos referenciales. Las funciones sintácticas expresan la configuración de las palabras dentro de la expresión lingüística. Las funciones pragmáticas vinculan el estatus informativo de las unidades lingüísticas con el contexto comunicativo en el que se inserta el enunciado. Son funciones semánticas agente, meta, receptor, etc. Son funciones sintácticas sujeto y objeto. Son funciones pragmáticas tema y coda, tópico y foco. El agente, como función semántica, es la entidad que controla la acción (‘El carpintero corta la madera’). La meta es la función semántica que denota la entidad a la que el agente aplica la acción (‘El estudiante lee el libro’). La función semántica de receptor es la entidad a la que se transfiere algo (‘Carmen entregó el libro a Soledad’). En la teoría de la gramática funcional, solo se trabaja con dos funciones sintácticas: el sujeto y el objeto. El sujeto no coincide con el agente ni tampoco el objeto con la meta, por ello Dik dice (1981: 106) que las funciones de sujeto y objeto enmascaran la influencia de la función semántica subyacente sobre la marca de los constituyentes en cuestión. Ahora bien, cuando hay concordancia entre el verbo y cualquier otro constituyente en la oración, el sujeto es el primer candidato y el objeto, el segundo para la determinación de la concordancia. En “El gato fue atacado por la jauría”, ‘el gato’ es el sujeto de la oración, pero no es el agente. En “Los pobres reciben medicinas”, ‘medicinas’ es el objeto de la oración. El tema es la función pragmática externa que especifica el universo del discurso con respecto al cual la predicación subsiguiente se presenta como pertinente. Una oración como “Luis le dio el libro a Guillermo” puede tener como tema una pregunta que inquiría por esa acción. La coda es la función pragmática externa que presenta una información adicional a la predicación con el fin de aclararla o modificarla. Una oración como “La encuesta determinó que el 60% votaría por el sí” puede tener una coda como “Sin embargo, parece amañada”. El tópico es una función pragmática interna que presenta la entidad referida por la predicación. Por ejemplo: “Creo que le queda muy poco dinero”. El foco es la función pragmática interna que presenta la información más sobresaliente o importante en el escenario oracional. Por ejemplo: “Ya me acordé, Sandra Bullock, es el nombre de su artista preferida”.

7. LA SINTAXIS RELACIONAL

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De acuerdo con la gramática relacional (Perlmutter 1983), las nociones gramaticales como sujeto, objeto directo y objeto indirecto no siempre se pueden identificar mediante una posición específica en la oración, contra lo supuesto por el enfoque chomskiano. En lenguas cuyo orden de palabras es muy libre (como el latín clásico), las relaciones de sujeto u objeto no se determinan por la posición en el orden de palabras, sino por un rico sistema flexivo. En una lengua configuracional, como el inglés, el orden de palabras establece una posición determinada y, por ello, permite definir la relación gramatical de sujeto, por ejemplo, en virtud de la posición en la oración. En una lengua no configuracional (como el latín clásico) este procedimiento no es viable. Para lograr una explicación universal, la gramática relacional abandona el esquema de la posición (dado que tiene limitaciones) y se encamina por una nueva ruta de análisis. La idea central de la sintaxis relacional es que las relaciones gramaticales (tales como sujeto, objeto directo y objeto indirecto, etc.) son necesarias con el fin de cumplir tres propósitos de la indagación gramatical (Perlmuter 1983): a) Caracterizar la clase de construcciones gramaticales identificadas en las lenguas. b) Construir gramáticas de las lenguas particulares con suficiente nivel de adecuación. c) Formular universales del lenguaje. Para esta teoría gramatical, el análisis se sustenta en la relación gramatical entre los argumentos y el predicado. Dado que la oración se define como una red de relaciones gramaticales, se especifica una oración cuando se determinan sus relaciones gramaticales en la red. La oración “José regaló rosas a María” se puede representar con ayuda de este diagrama (cada arco simboliza una relación): José regaló rosas a María P

1

2

3

regaló

José

rosas

María

Como se nota en el diagrama, esta oración se representa fácilmente, dado que se ha estructurado configuracionalmente. P simboliza el predicado, el arco 1 es el sujeto, el arco 2 es el objeto directo y el arco 3 es el objeto indirecto. Sin embargo, hay procesos sintácticos que alteran la configuración y el análisis implica aumentar un estrato para ver la relación con el primer estrato. Cuando hay un cambio en la configuración de las relaciones gramaticales, podemos notar ciertos desplazamientos en el diagrama sobre la base de estratos. Por ejemplo, se ve esto con el proceso de elevación de objeto directo:

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José regaló rosas a María Rosas regaló José a María P

1

2

3

P

chô

1

3

regaló

rosas

José

María

Dado que el objeto directo ha sido desplazado, se halla en una posición normalmente no empleada por esa relación y, por ello, se denomina con el término francés chômeur (desempleado).

8. LA GRAMÁTICA DE LAS VALENCIAS Es una teoría gramatical avanzada por Tesnière (1959). En su perspectiva, el verbo es el núcleo en torno al cual giran todos los elementos de la oración. De manera que, en la jerarquía de la oración, el verbo es el elemento principal, la auténtica columna vertebral en la construcción del resto de la oración. La gramática de las valencias postula que el nivel sintáctico es un armazón que configura el nivel semántico (la base de la comunicación). La teoría de Tesnière se sirve de la siguiente metáfora: la oración es una obra de teatro. En una obra de teatro tenemos tres elementos capitales: los actores, la acción y el decorado. En la oración, los elementos claves son el verbo (la acción), los actantes (los actores) y los circunstantes (el decorado). El verbo ostenta la jerarquía mayor, dado que los actantes tienen un papel determinado en virtud de la acción verbal y los circunstantes son, a veces, prescindibles. Los verbos se distinguen según el número de valencias: ‘corre’, por ejemplo, tiene una valencia (alguien corre); ‘hablar’, por ejemplo, tiene dos valencias (alguien habla de algo); ‘dar’, por ejemplo, tiene tres valencias (alguien da algo a alguien). En consecuencia, hay verbos monovalentes, bivalentes y trivalentes. Veamos los siguientes diagramas: corre

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alguien habla alguien

de algo da

alguien

algo

a alguien

La gramática de las valencias es de base semántica y ello le permite dilucidar algunos fenómenos recalcitrantes para una teoría puramente sintáctica. Por ejemplo, las oraciones “El himno fue cantado por el tenor” y “El himno fue carbonizado por el fuego” tienen una idéntica estructura sintáctica (en términos de FN + auxiliar participio + Fprep), pero esa configuración no ayuda para hacer una buena interpretación, dado que se necesita analizar la naturaleza semántica de los verbos. La naturaleza de los verbos determina que los actantes (el tenor y el fuego) cumplan roles actanciales diferentes. ‘Tenor’, tal como aparece en la oración, es un actor en la terminología de Tesnière (el sujeto animado que impulsa deliberadamente una acción). En cambio, ‘fuego’, tal como aparece en el escenario oracional, es un agente en la terminología de Tesnière (el ente inanimado que causa la acción). Como se ve, Tesnière usa el término ‘agente’ en un sentido más restrictivo que la noción de Dik.

9. LA TEORÍA DE PRINCIPIOS Y PARÁMETROS La teoría de principios y parámetros es el modelo más avanzado en el programa de investigación conocido como lingüística generativa. Debe tenerse en cuenta que este enfoque no apunta directamente a describir los detalles idiosincrásicos o específicos de una lengua en concreto. El objetivo medular de este programa es formular los principios subyacentes que determinan todas las gramáticas humanamente posibles (se dejan de lado las gramáticas artificiales de los lógicos y, en caso de que las hubiera, las gramáticas de los simios, los delfines y las abejas). Obviamente, los gramáticos generativistas estudian las gramáticas de las lenguas individuales, pero con miras a establecer generalizaciones de valor universal. Al estudiar la gramática específica de una lengua como el tagalo, el shipibo o el castellano, el lingüista generativo tiene en mente dos cosas: En primer lugar, busca determinar las propiedades universales del tagalo, del shipibo o del castellano. En segundo lugar, al

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analizar propiedades individuales de una lengua, tratará de establecer el vínculo de ellas con los principios de la gramática universal. De lo anterior se desprende que el trabajo en gramática generativa debe ser interlingüístico, esto es, debe apoyarse en la comparación entre lenguas diferentes para determinar las propiedades de la gramática universal y las elecciones que su aplicación desencadena. Al pensar así, se dio inicio conceptual a la teoría de principios y parámetros (Haegeman 1994). El enfoque comparativo practicado por los gramáticos generativos tiene una finalidad psicológica, esto es, busca dilucidar el conocimiento de la gramática presente en la mente-cerebro de los seres humanos. Para lograr este cometido, es fundamental determinar los elementos invariantes en todas las lenguas (por lo tanto, atribuibles a la gramática universal) y describir los aspectos específicos de las lenguas, esto es, los elementos que son variaciones de la gramática universal. Con el fin de responder las dos cuestiones gravitantes (sobre los universales y sobre los aspectos variantes), la teoría de principios y parámetros propone una solución elegante y altamente plausible en la medida en que se apoya en una fuerte evidencia empírica y conceptual. La gramática universal nos brinda los principios universales de todas las gramáticas humanamente posibles. Ahora bien, adicionalmente, se enfoca la variación como un conjunto de parámetros subtendidos a partir de la gramática universal. Los principios de la gramática universal se postulan porque brindan un marco que hace inteligible el proceso de adquisición del lenguaje (en virtud del argumento de la pobreza del estímulo) y porque la variación sintáctica no es exagerada. Los parámetros se postulan con el fin de explicar la variación interlingüística. La indagación sintáctica ha determinado que las variaciones entre las lenguas no corresponden, término a término, a un parámetro; se da el caso de que un conjunto de variaciones corresponde a un parámetro. Para entender qué es un parámetro vamos a centrarnos en uno de ellos (Haegeman 1994): el parámetro de sujeto nulo (pro drop). Gracias a este parámetro, podemos distinguir a lenguas que muestran el parámetro como el castellano (o el italiano) y lenguas que no lo tienen como el inglés. En castellano, el sujeto de una oración finita (verbo con flexión temporal) puede omitirse: Es una mujer linda. En inglés, necesariamente, debe aparecer: She is a pretty woman. Ahora bien, esta propiedad (la omisión del sujeto) tiene consecuencias en otros fenómenos de variación interlingüística entre las lenguas pro drop y las lenguas no pro drop. De tal manera que el parámetro pro drop desencadena una constelación de variaciones y esto no es un hecho arbitrario. En castellano y en italiano, el sujeto puede ocupar una posición posverbal:

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Llegó Juanito. È arrivato Gianni. En inglés, ello no es posible (como queda señalado por el símbolo * que designa agramaticalidad): *Is arrived John. Como sucede en italiano, en castellano el sujeto de una cláusula subordinada puede desplazarse al dominio de la cláusula principal, al formular una pregunta. Dada una oración como “Crees que él ha telefoneado”, se puede formular la pregunta haciendo el desplazamiento: ¿Quién crees que ha telefoneado? Este desplazamiento no es posible en inglés: *Who do you think that has telephoned. En cambio, la siguiente construcción es perfecta en inglés: Who do you think has telephoned. En castellano (así como en italiano), en verbos como llover, los sujetos deben ser necesariamente omitidos. En cambio, en inglés (así como en francés) los sujetos deben ser realizados con un pronombre: Llueve.

*Él llueve.

Piove.

*Ciò piove

*Rains.

It rains.

*Pleut.

Il pleut.

Ahora bien, en castellano el sujeto pronominal puede aparecer en la oración. Ello obedece a efectos semánticos o pragmáticos. Si no aparecieran los pronombres en la siguiente construcción, la oración sería ambigua: Ella sale y él entra. La omisión del sujeto en castellano es una propiedad que se pone en paréntesis cuando hay una fuerte razón para que aparezca el sujeto. Una fuerte razón puede ser evitar la ambigüedad o imprimirle un determinado énfasis a la expresión (“Ella es la culpable”). En la literatura especializada se ha abordado la correlación entre el tipo lingüístico flexivo y el parámetro pro drop. Veamos lo que ocurre con las cuatro lenguas consideradas (castellano, italiano, inglés y francés): Castellano

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Italiano

Inglés

Francés


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1 p. sing. 2 p. sing. 3 p. sing. 1 p. pl. 2 p. pl. 3 p. pl.

yo hablo tú hablas él habla nosotros hablamos vosotros habláis ellos hablan

io parlo tu parli lui parla noi parliamo voi parlate loro parlano

I speak you speak he speaks we speak you speak they speak

je parle tu parles il parle nous parlons vous parlez ils parlent

Si se analiza lo que ocurre en inglés, salta a la vista la necesidad de expresar siempre el sujeto pronominal. El sujeto pronominal es fundamental para dar cuenta de la concordancia con el verbo. Si el inglés omitiera el sujeto, habría mucha ambigüedad en la lengua, lo que atenta contra el procesamiento del lenguaje. La lengua inglesa es una lengua flexivamente pobre, por lo que necesita el sujeto para expresar la categoría de concordancia. En cambio, el castellano y el italiano son lenguas flexivamente ricas y, por ello, no necesitan pronombres para expresar las relaciones de concordancia; la diferencia entre la primera persona y la segunda persona se establece morfológicamente (a diferencia del inglés). En consecuencia, los idiomas flexivamente ricos son, frecuentemente, lenguas con parámetro pro drop (como el castellano y el italiano). ¿Qué sucede con el francés? No es tan pobre como el inglés (si se cotejan, especialmente, las formas plurales), pero no tiene la riqueza del castellano o del italiano. Si se tiene en cuenta que, en francés, la diferencia de la segunda persona es sólo ortográfica, también habría espacio para la ambigüedad. Luego, no sorprende que el francés, como el inglés, sea una lengua con el parámetro no pro drop.

10. LAS TAREAS DE LA TEORÍA SEMÁNTICA Señala Ray Jackendoff (2002: 267) que el significado es el santo grial de los científicos cognitivos (incluidos lingüistas, psicólogos, filósofos, informáticos y neurocientíficos). Por ello, el estudio del significado es una de las metas más altas que hay en las ciencias cognitivas. En esta sección, nos vamos a centrar en la semántica lingüística. En primer lugar, ¿qué es la semántica lingüística? Dado que la semántica se define como el estudio del significado, la semántica lingüística se aboca a estudiar el significado tal como se expresa en las palabras, frases y oraciones de las lenguas naturales. Se trata de aspectos del significado codificados en expresiones lingüísticas relativamente independientes de su uso en ocasiones particulares (el significado ocasional o del hablante es un tema de la pragmática). De modo que la semántica lingüística aborda el significado, pero luego que este concepto ha sido sometido a un proceso de abstracción o idealización que consiste en aislar las intenciones enmascaradas del hablante, sus estados emocionales, los aspectos socioculturales e, inclusive, el contexto no lingüístico.

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Una vez delimitado el objeto de estudio de esta manera, ¿qué es lo que debe hacer una teoría semántica para cumplir con su cometido? Estas son sus principales tareas (Cann 1993): a) Capturar para cualquier lengua la naturaleza del significado de las palabras, frases y oraciones, así como explicar la naturaleza de las relaciones entre ellas. b) Sobre la base de una explicación plausible, predecir las ambigüedades en las expresiones de las lenguas. c) Al describir el sistema semántico de una lengua, caracterizar y explicar las relaciones sistemáticas de significado entre las expresiones de esa lengua. d) Dar cuenta de la facultad referencial de las expresiones lingüísticas.

11. EL SIGNIFICADO La noción de significado es polisémica. Veamos los siguientes enunciados que revelan, parcialmente, esa polisemia: a) Ella significa mucho para mí. b) La bandera roja significa peligro. c) El humo significa que hay fuego. d) ‘Ictiófago’ significa que come peces. e) Tu presencia en el certamen significa la importancia del tema. Podemos ver la polisemia (los significados de significado) si proponemos términos que podrían reemplazar al término ‘significa’ en los enunciados. En orden, serían gravita, simboliza, indica, se define como, expresa. Conceptuar el significado no es, pues, algo sencillo; razón por la cual hay varias nociones del significado: a) El significado como referencia. En esta noción, el significado está estrechamente vinculado con la denotación o la designación, esto es, la representación de las entidades del universo real. Sin embargo, hay algunas cuestiones que no se resuelven bien con esta noción. ¿Cómo se entiende el significado de lo que carece de referencia (el concepto de infinito, vacío, los unicornios o los mundos de Joyce)? b) El significado como imagen mental. Se concibe el significado como la representación mental que se halla en un individuo. Esta noción también tiene limitaciones porque no da cuenta acertadamente de las propiedades objetivas que debe tener el significado, así como de entidades abstractas que, difícilmente, pueden tener imágenes mentales nítidas. c) El significado tal como lo ve el conductista. Se estipula que el significado es la rela-

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ción entre un estímulo y una respuesta (conducta verbal). Con esta teoría la polisemia llegaría al paroxismo, dado que hay muchas reacciones para un estímulo (y lo grave es que son reacciones que necesariamente no guardan afinidad semántica, a menos que se razone en círculo). d) El significado como uso. El significado se entiende como uso efectivo en el habla. Es una noción importante para la pragmática, pero para la semántica no sirve de gran ayuda, dado que la semántica debe fijar el significado antes del uso efectivo en los enunciados. Esta noción, además, no da cuenta de los significados que se depositan en la memoria semántica sin haber sido empleados. Por ejemplo, ningún hablante castellano (incluso, con un nivel educativo modesto) muestra especial dificultad en entender una palabra que no haya oído nunca como ‘inviable’ (dado que en su memoria semántica tiene los significados de ‘in-’, ‘vía’ y ‘-ble’). e) El significado como noción verificable. La concepción verificacionista sostiene que el significado cognitivo debe sustentarse, necesariamente, en un método de verificación (esto es, un cotejo con la realidad para determinar su verdad o su falsedad). Dos corolarios inadmisibles se extraen de esta noción: Primero, los términos emocionales carecerían de aspectos cognitivos. Segundo, los conceptos insondables (como, por ejemplo, la noción teológica de Dios y las once dimensiones de algunas teorías físicas contemporáneas) carecerían de significado. f) El significado como el mejor prototipo. El enfoque de la semántica de los prototipos sostiene que el significado no es una noción que se pueda definir en términos de condiciones necesarias y suficientes, dado que tiene zonas diáfanas (el núcleo del significado) y zonas borrosas (la periferia del significado). En tal sentido, el significado se entiende mejor como una categoría radial (una configuración que parte de un núcleo central y se proyecta en diferentes direcciones). Aparentemente, esta definición es un avance, pero en realidad carece de capacidad predictiva y se aleja de las tareas que debe cumplir toda teoría semántica plausible. De acuerdo con Lyons (1997), en el análisis del significado, se deben distinguir tres niveles: el significado léxico, el significado oracional y el significado del enunciado. El significado léxico apunta al nivel de los lexemas y se basa en dos operaciones: la denotación y la especificación de rasgos semánticos. La denotación es la clase de objetos que el lexema incluye, según el sistema de la lengua. Así definida, la denotación difiere de la referencia, dado que esta última tiene aspectos espaciotemporales definidos y, por tanto, pertenece al habla y no a la lengua. La denotación de ‘gato’ es la clase de todos los gatos. La referencia de ‘gato’ depende del enunciado en el que está inscrito. Si digo ‘mi gato’, el lexema hace referencia a un gato particular; si se dice ‘el gato de Schrödinger’, el lexema hace referencia a un gato ficticio en un diseño experimental del gran físico. Mediante la especificación de rasgos semánticos, se construye el significado del lexema. Se utilizan rasgos como +/-animado, +/- humano, +/- natural, etc.

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El significado oracional es compuesto en función del significado léxico y en alto grado es independiente del contexto. Una oración como “El equipo tuvo una participación decorosa” tiene un significado oracional independiente del contexto y apunta a señalar que la actuación del equipo no fue superlativa, pero es aceptable. El significado del enunciado, al contrario, está determinado, en mayor o menor medida, por el contexto porque el enunciado es una categoría del habla (es, en verdad, un texto mínimo). Dentro de la perspectiva del habla, el enunciado “El equipo tuvo una participación decorosa” puede tener muchos significados: para un equipo de fútbol acostumbrado a luchar por la baja, una participación decorosa puede significar quedar a media tabla de posiciones; en cambio, para un equipo acostumbrado a pelear el campeonato, quedar a media tabla no sería una participación decorosa.

12. FENÓMENOS SEMÁNTICOS Dado que la teoría semántica debe dar cuenta de las intuiciones del hablante acerca de las relaciones entre las expresiones lingüísticas, debemos precisar algunos fenómenos semánticos involucrados en esta actividad. Es la mejor manera de entender la semántica como una empresa mentalista, esto es, guiada a dilucidar la competencia semántica de los hablantes. Hay oraciones que, desde el punto de vista meramente sintáctico, no tienen relación, pero todo hablante competente las relaciona. Si el hablante las relaciona como parte de su competencia semántica (y no por arte de magia o por un proceso de insania), se debe postular un mecanismo de relación semántica. Por ejemplo, consideremos las siguientes oraciones: Adolf Hitler se suicidió. El autor de Mi lucha perdió la vida. Primero, se establece una relación de identidad entre ‘Adolf Hitler’ y ‘el autor de Mi lucha’. Luego, se da una relación de entrañe entre las oraciones (si la primera oración es verdadera, la segunda también lo es; si se afirma la primera y se niega la segunda se genera una contradicción, pero no hay contradicción si se afirma la segunda y se niega la primera). Con la anterior dilucidación, explicamos por qué un hispanohablante competente relaciona las dos oraciones, lo que también se aplica a los significados lexicales. Es más, ciertas propiedades lexicales tienen efectos en la oración y en el enunciado. Veamos algunos casos: Hiponimia. La competencia semántica del hablante determina que hay una relación entre ‘gato’ y ‘animal’. La relación se puede esclarecer si se determina que ‘gato’ es un

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hipónimo de ‘animal’; esto es, el significado léxico de ‘gato’ contiene el rasgo +animal, pero el significado léxico de ‘animal’ no contiene el rasgo +gato. La última aclaración nos permite decir que ‘animal’ es un hiperónimo de ‘gato’. Los hipónimos son términos semánticos incluidos dentro de un término mayor (hiperónimo). Los hiperónimos son términos semánticos que incluyen a términos menores (hipónimos). Sinonimia. Un hablante competente del castellano ve una relación entre las palabras ‘piscívoro’ e ‘ictiófago’. Esta relación se capta bien con la conocida noción de sinonimia, la que mejor manejan los no especialistas en lingüística y la que más se discute en los dominios especializados de la ciencia del lenguaje. Dos palabras sinónimas tienen el mismo significado, de tal modo que se pueden cambiar en una oración sin alterar el significado oracional: “Ese animal es ictiófago/piscívoro y le gustan, sobre todo, las anchovetas”. Antonimia. Al tener competencia semántica en la lengua castellana, se sabe que hay una determinada relación de oposición entre las palabras ‘vida’ y ‘muerte’. Esta relación se da cuenta con la noción de antonimia que funda el grado más fuerte de incompatibilidad semántica, ligado con la contradicción o la contrariedad. Anomalía semántica. Un hispanohablante competente sabe, al menos intuitivamente, que ciertas palabras son anómalas en algunas colocaciones. Por ejemplo, el hombre puede pernoctar, pero el libro no. La anomalía semántica se explica por el hecho de que ciertos rasgos semánticos son inaplicables en ciertas palabras. Así, la palabra ‘pernoctar’ contiene el rasgo +humano, de tal modo que sería una desviación aplicarla a la palabra ‘libro’ (que contiene el rasgo -humano). Polisemia. Un hablante competente del castellano se percata de que en ‘el pie de una dama’ y ‘el pie de una montaña’ hay una determinada relación, aunque la palabra ‘pie’ no tenga significado idéntico en ambos casos. Asimismo, el referido hablante nota que en ‘usa la cola para pegar la cola del animal de juguete’, las formas en negrita son palabras diferentes, carecen de relación semántica (aunque sean idénticas fonológicamente). La relación entre ‘pie’ (de una dama) y ‘pie’ (de una montaña) se explica por la polisemia (el significado múltiple). La polisemia vincula palabras que comparten un rasgo semántico (en el caso de ‘pie’ es +inferioridad). La falta de relación semántica entre ‘cola’ (para pegar) y ‘cola’ (de un animal) se explica por otro concepto: la homonimia. En la homonimia no se comparte ningún rasgo semántico pertinente y se explica por el fenómeno de la evolución convergente: ‘cola’ (como pegamento) procede del vocablo griego ‘kōlla’ y ‘cola’ (como extremidad posterior’) procede del término latino ‘cauda’. Ambigüedad. Un hablante competente del castellano sabe intuitivamente que “Perdí mi caballo” no se puede interpretar de una sola manera. Semánticamente, ello se explica por el concepto de ambigüedad de la palabra ‘caballo’ (puede denotar el caballo en tanto que animal solípedo o el caballo del juego de ajedrez). Ahora bien, sin ambigüedad léxica, se puede dar una ambigüedad oracional, cuando una oración se puede analizar con dos estructuras diferentes (ambigüedad estructural). Por ejemplo, la oración “Ella

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vio a Manuel con su hermana” es ambigua, aunque la palabra ‘hermana’ carezca de ambigüedad léxica. Dado que es una ambigüedad estructural, debe explicitarse con dos diagramas: O FN

FV V

ella

FN

vio

N

Fprep

a Manuel

con su hermana

O FN N

ella

FV Fprep

V

con su hermana vio

FN

a Manuel

En el primer diagrama se interpreta que la hermana es de Manuel, y en el segundo caso se interpreta que la hermana es de ella. La ambigüedad estructural tiene efectos semánticos: en el primer caso, la hermana es meta; en el segundo caso, la hermana es agente (en los términos de Dik) Eufemismo. Todo hispanohablante competente relaciona las siguientes expresiones ‘pasó a mejor vida’ y ‘morir’. Así, cuando uno asiste a un velorio y habla con el deudo, le dice que su familiar pasó a mejor vida, con la esperanza de que esa expresión pueda significar algún consuelo. En cambio, una palabra como ‘murió’ se podría ver un tanto molesta en ese contexto. La buena intuición del hablante se explica con la noción semántica de eufemismo. ¿Qué es el eufemismo? Se define como una expresión agrada-

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ble alternativa, o sucedánea, a un término. El eufemismo se usa cuando el hablante cree que el término denotativo puede considerarse agresivo, soez, molesto o impropio, por alguna razón. El eufemismo morigera o enmascara la fuerza semántica negativa del término contraproducente. Hay una noción complementaria: el disfemismo. El disfemismo es una expresión agresiva que reemplaza a un término cuando se considera que éste es muy débil o neutral. Si alguien se comporta de manera impertinente o, inclusive, odiosa, una solución es enfrentarlo lingüísticamente y, en ese caso, no son efectivas las palabras edulcoradas: se requiere un disfemismo. Dada la naturaleza del eufemismo, para producirlo se utilizan algunos mecanismos lingüísticos especiales: la circunvolución (‘maquillar la verdad’ por ‘mentir’), la hipérbole (‘tiene un amor en cada puerto’ por ‘infiel’), la metonimia (‘es de la isla de Safo’ por ‘lesbiana’), la metáfora (‘campana’ por ‘participante en un asalto’), la antonomasia (‘tartufo’ por ‘hipócrita’, ‘cyrano’ por ‘narizón’), la meiosis o atenuación (‘ha tomado unas copitas’ por ‘borracho’), la abreviatura (‘TBC’ por ‘tuberculosis’), la sinonimia (‘blenorragia’ por ‘gonorrea’).

13. Rasgos semánticos y roles semánticos Los rasgos semánticos son los componentes (figuras, los llamaría Hjelmslev) del significado conceptual del lexema y son necesarios para una buena interpretación semántica. La anomalía semántica implica una mala adjudicación de rasgos semánticos, como ya hemos visto. Si se dice que “el cereal come hombres” hay algo anómalo, pero si se dice que “el hombre come cereales” todo es perfecto. ¿Por qué? La explicación radica en que el verbo ‘comer’ implica la presencia de unos rasgos en sus sujetos. Fundamentalmente, el rasgo +animado; dado que ‘cereal’ es –animado, no puede ser el sujeto del verbo ‘comer’. Un procedimiento de la semántica es analizar el significado léxico a partir de rasgos semánticos. Así como sucede en fonología, un solo rasgo semántico puede producir una diferencia entre lexemas. Los lexemas ‘caballo’ y ‘yegua’ sólo se diferencian con el rasgo +/- macho, de tal suerte que ‘caballo’ es +macho y ‘yegua’ es -macho. Yule (1998: 134) presenta un diagrama que diferencia, a base de rasgos semánticos, las siguientes palabras castellanas mesa, vaca, niña, mujer, niño, anciano:

animado humano macho adultez

mesa -

vaca + +

niña + + -

mujer + + +

niño + + + -

buey + + -

anciano + + + -

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senectud

-

-

-

-

-

+

+

Con los rasgos semánticos, se pueden hacer dos tipos de análisis semánticos interesantes. Primero, definir un lexema a partir de rasgos semánticos. Por ejemplo, el lexema ‘sacerdote’ (en la religión católica) se puede definir a base de los siguientes rasgos: [+humano], [+macho], [+adulto], [+célibe], [+capacidad eucarística]. No hemos citado el rasgo [+animado] porque basta con el rasgo [+humano] en este contexto. Segundo, hacer predicciones y restricciones de coaparición en una colocación dada en virtud del rasgo semántico pertinente. Por ejemplo, si tenemos la secuencia abierta “Usa ese _________ para tu aseo personal”, determinaremos que los rasgos semánticos pertinentes son -animado, +objeto, +artificial, +higiénico, +aplicado a personas. En tal sentido, podemos predecir que son posibles los lexemas jabón, champú, dentífrico, así como debemos restringir lexemas como detergente, betún, lavabo. Los roles semánticos son las funciones semánticas que las palabras cumplen en la oración y su determinación ayuda mucho para la interpretación plena de la oración. En una oración sencilla y clásica como “El niño pateó el balón”, se pueden distinguir dos papeles semánticos como agente y tema. Dado que el niño es la entidad que lleva a cabo la acción, cumple el papel de agente (actor, lo llamaría Tesnière). Dado que el balón es la entidad implicada por la acción, cumple el papel de tema. En la oración “Ariadna cortó la torta con un cuchillo”, el cuchillo desempeña otro rol semántico: instrumento (la entidad empleada por el agente para realizar la acción). Si una frase nominal designa a una persona que tiene un sentimiento, una percepción o un estado, cumple el papel de experimentador. Así, en “Lucio escuchó la canción que pasaban por la radio”, Lucio desempeña el rol de experimentador. Otros roles semánticos son la ubicación, el origen y el destino. El papel de ubicación designa dónde se encuentra una entidad en el escenario de un evento. El rol semántico de origen denota a partir de qué lugar se desplaza una entidad y el destino designa a qué lugar se dirige. En “El estudiante leyó el libro en la biblioteca”, la biblioteca cumple el papel de ubicación. En la oración “De Lima a Chorrillos de un salto llegué”, Lima desempeña el rol de origen y Chorrillos es el destino.

14. SEMÁNTICA COMPOSICIONAL Mientras que la semántica léxica estudia unidades simples, la semántica composicional (Escandell Vidal 2004) aborda las expresiones complejas (construidas sobre la base de unidades simples). Las expresiones complejas son elementos lingüísticos formados por la combinación de unidades simples, de acuerdo con los patrones de la gramática.

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Dentro de las expresiones complejas se puede mencionar a las palabras compuestas, a los sintagmas, a las oraciones simples, a los grupos oracionales, a las oraciones complejas. Si se incluye dentro del mismo rubro a las palabras derivadas (como sugiere Lyons 1997), quedaría muy poco para la semántica léxica. Con todo, la semántica composicional no estudia las lexías, dado que estas se interpretan holísticamente y, en realidad, son unidades simples formadas por varias palabras (como, por ejemplo, la unidad ‘luna de miel’ entendida como el intervalo de tiempo vivido por los recién casados para iniciar su vida conyugal). La interpretación de una expresión compleja se hace en virtud del principio de composicionalidad. Este principio adquiere plausibilidad si se supone razonablemente que, por ejemplo, el significado de una oración debe relacionarse con los significados de los lexemas que ella contiene. Más bien, sería contraintuitivo considerar que la relación entre el significado de la oración y los significados de los lexemas constituyentes es totalmente aleatoria. Las lexías constituyen una minoría porque una gran cantidad de lexías atentaría contra la economía del lenguaje. El principio de composicionalidad se formula de la siguiente manera: El significado de una expresión compleja es una función monotónica del significado de sus constituyentes. La función se entiende como una operación que deriva un solo resultado (un output) a partir de una entrada (input) específica. La función debe ser monotónica porque las palabras deben tener el mismo valor sintáctico y semántico. Por ello, se debe restringir algunas alteraciones en el orden de lexemas si se altera el criterio de la función monotónica. Por ejemplo, las oraciones “Carlos y Luisa fueron al concierto” y “Luisa y Carlos fueron al concierto” se interpretan idénticamente porque el cambio en el orden de palabras no altera la función monotónica. En cambio, las siguientes oraciones sí alteran la función monotónica: El perro se come al gato. El gato se come al perro. En las oraciones de arriba, ‘perro’ y ‘gato’ no cumplen con la función monotónica. En la primera, ‘perro’ es agente y ‘gato’ es paciente. En la segunda, ha habido un cambio de papeles y eso altera drásticamente la oración. Por ello, no pueden ser oraciones equivalentes. El principio de composicionalidad explica por qué un cambio en una sola unidad puede alterar el significado de toda la expresión. Veámoslo con un ejemplo: El león se escapó del circo y está asustando a la población. El tigre se escapó del circo y está asustando a la población. El cambio en una unidad simple (tigre por león) modifica el significado de la expresión. Se trata de otra consecuencia de la monotonicidad. Asimismo, la condición monotónica

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da cuenta de los juegos de palabras conocidos como retruécanos: No es lo mismo trabajar para vivir que vivir para trabajar. No quiera que la olvide; no olvide que la quiero. Tus deseos son órdenes para mí y tus órdenes son deseos para mí. Como parte importante de la semántica, la semántica composicional tiene un objetivo central: dar cuenta de la competencia semántica del hablante al interpretar expresiones complejas en función de las unidades simples. El problema central de la semántica composicional es cómo abordar científicamente un objeto de estudio tan vasto, dado que las expresiones complejas son infinitas. Para salir del impasse, la semántica composicional recurre a dos ejes fundamentales: la productividad gramatical y la composicionalidad. Según la productividad gramatical, el número potencialmente infinito de expresiones complejas se puede abordar centrándose en un conjunto limitado de unidades simples básicas y en un conjunto aún más limitado de reglas de combinación. Las reglas de combinación se deben caracterizar por la recursividad, esto es, la ciclicidad de la aplicación. Como ya hemos explicado, la composicionalidad establece que el significado de una expresión compleja es una función del significado de las unidades simples que la componen. La frase “es una función de” se entiende en tres sentidos imbricados: total determinación, predecibilidad, dependencia rigurosa. De ese modo se explica adecuadamente la sistematicidad y la productividad de la comprensión semántica. Por ejemplo, si un hablante entiende “Los niños saludaron al profesor”, también debe entender “El profesor saludó a los niños”. Dado que la composicionalidad nos da un método algorítmico en el análisis del significado, se desprende que no se puede aplicar a significados muy sensibles al contexto. Para dar una mirada esquemática a los fundamentos de la semántica composicional, describiremos algunas relaciones de significado entre oraciones, de acuerdo con este enfoque: Independencia. En realidad, la independencia es la ausencia de relación entre dos oraciones. Así, las siguientes oraciones no guardan nada en común: “El tigre asustó a los barranquinos” y “En África hay interés en Chomsky”; de tal modo que sus valores de verdad no se determinan. Entrañe o implicación lógica. Es una relación asimétrica. Si p entraña q, de la verdad de p se infiere con garantía la verdad de q, mas de la verdad de q no se sigue fiablemente la verdad de p. La oración “Rocky es un perro” entraña la oración “Rocky es un animal”, dado que si Rocky es un perro, se infiere necesariamente que es animal; sin embargo, si Rocky es un animal no se infiere necesariamente que sea un perro. No se debe confundir la noción de entrañe con la inferencia por defecto (by default). La inferencia por defecto establece una relación entre dos oraciones en virtud de la alta frecuencia

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Introducción a la Lingüística

con que los estados de cosas que describen se determinan mutuamente, pero la alta frecuencia no es un entrañe lógico. Así, entre “Algunos alumnos aprobaron” y “No todos los alumnos aprobaron” hay inferencia por defecto, pero no hay entrañe, dado que la primera oración no implica la segunda oración, desde el punto de vista lógico. Del mismo modo entre “Cheryl es un ave” y “Cheryl vuela” hay inferencia por defecto, pero no hay entrañe, puesto que la primera oración puede ser verdadera y la segunda, falsa (si, por ejemplo, Cheryl designa un ave corredora como el ñandú). Equivalencia o paráfrasis. Es una relación simétrica, en virtud de que resulta de un doble entrañe. Si entre p y q hay equivalencia, se sigue que p entraña a q y q entraña a p. Por ejemplo, la oración “Los alumnos tradujeron este libro de semántica” es equivalente a “Este libro de semántica fue traducido por los alumnos”. Asimismo, la oración “El universo no tiene principio ni fin” es una paráfrasis de la oración “El universo es eterno”. Presuposición. Una oración como “César dejó de jugar fútbol” presupone que “César jugaba fútbol”. Sin embargo, una oración como “César no dejó de jugar fútbol” también presupone que “César jugaba fútbol”. A partir de estos ejemplos, se puede definir la noción de presuposición del siguiente modo: Una oración p presupone una oración q, cuando la verdad de q es una condición necesaria tanto para la verdad de p como para la verdad de no p. De modo que hay una diferencia nítida entre presuposición y entrañe: la presuposición se mantiene incluso cuando se niega p, lo que no sucede con el entrañe. Se puede decir, entonces, que la presuposición es un entrañe especial, dado que una determinada presuposición entraña a una oración y, a la vez, a su negación. Otra diferencia importante: el entrañe no sirve en las oraciones interrogativas; en cambio, la presuposición se mantiene en las interrogaciones. Contrariedad. Una oración p y una oración q son contrarias cuando una excluye lógicamente a la otra, de tal modo que si p es verdadera, q es necesariamente falsa; y si q es verdadera, p es necesariamente falsa. Es decir, p entraña la negación de q. Por ejemplo, las oraciones “María tiene ojos azules” y “María tiene ojos pardos” son contrarias. Las oraciones contrarias no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo, pero sí pueden ser falsas al mismo tiempo (por ejemplo, si María tuviera ojos verdes). Contradicción. Una oración p y una oración q son contradictorias cuando ambas se excluyen mutuamente. Es decir, p entraña la negación de q y q entraña la negación de p. Por ejemplo, son contradictorias las siguientes oraciones: “Su abuelo está vivo” y “Su abuelo está muerto”. Las oraciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas ni falsas, a la vez.

15. SEMÁNTICA Y PRAGMÁTICA

De acuerdo con Lyons (1997), la diferencia entre la semántica y la pragmática reside en que la primera se ocupa del significado de la oración (en el que el contexto es prescindible) y la segunda tiene como objetivo el significado del enunciado (en el que el contexto es determinante). Por ejemplo, una oración como “El niño obtuvo un diez en su prueba

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de comprensión lectora” tiene un significado oracional preciso que se puede entender sin considerar el contexto. En cambio, para interpretar el significado del enunciado, debemos considerar el contexto, dado que su significado enunciativo puede variar enormemente. Si se enuncia en un contexto educativo como el peruano, tiene determinadas consecuencias lamentables (los padres se preocuparán y el niño se olvidará por un tiempo de jugar play station). Si se enuncia en un contexto educativo en el que 10 es el máximo puntaje, acarreará consecuencias felices (los padres premiarán al niño, por ejemplo). La perspectiva pragmática es una matriz disciplinaria abigarrada centrada en la relación entre significado, intención, contexto e interpretación. ¿Cuál es el objeto de estudio de la pragmática? La pragmática analiza los medios lingüísticos o simbólicos, en general, por los cuales los hablantes transfieren sus intenciones comunicativas y los oyentes logran reconocerlas. Dado que la interpretación pragmática depende crucialmente del contexto, se puede definir como la ciencia del contexto (Max Black propuso llamara Contextics). El contexto es determinante para interpretar plenamente el enunciado, dado que el contexto cumple con varias funciones comunicativas importantes. El contexto sirve de completador (llena las lagunas o huecos semánticos), árbitro (dirime entre dos interpretaciones posibles), especificador (señala la situación comunicativa concreta) e implicador (determina lo implícito con claridad). Asimismo, el contexto permite reconocer la intención comunicativa del hablante. Así, una pregunta como “¿Tienes una moneda de un sol?” puede obedecer a una intención comunicativa clara (el pedido de la moneda) si el contexto situacional es el siguiente: Dos amigos están en un ómnibus y para pagar el pasaje, un amigo se percata de que no tiene monedas para cancelar el servicio. La relación que establece la pragmática entre contexto e intención nos conduce a definir el enunciado como un acto de habla intencional (esto es, definido por un propósito comunicativo). Por ejemplo, un guiño puede ser no intencional (si es producto de un tic nervioso involuntario) o intencional (si obedece, por ejemplo, a un coqueteo). Si “Es una belleza” se interpreta como enunciado, para interpretarlo plenamente se necesita establecer el propósito comunicativo. Por ejemplo, a qué se refiere: ¿a la fórmula de Einstein E = mc2, a una pintura de Rembrandt, a una actriz de cine? O, incluso, ¿es una hipérbole o una ironía? Para aclarar el análisis pragmático del significado, ha sido muy importante el aporte de H. P. Grice (1957, 1975, 1989). Según la propuesta de Grice, el hablante tiene una intención y produce un efecto verbal para que se pueda reconocer esa intención. Se trata de un vínculo tan fuerte que puede llegar al éxito comunicativo, a pesar de los errores (los llamados lapsus línguae). Ahora bien, el reconocimiento de la intención es un proceso inferencial, dado que el oyente logra reconocer la intención comunicativa del hablante a base de determinar el valor implícito del mensaje. Por ello, se suele decir que la pragmática se interesa por el significado invisible (pero que es crucial para entender el acto de habla).

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La fórmula de Grice es la siguiente: Un hablante H quiere decir algo mediante una emisión E si intenta 1) producir, a través de E, una repuesta en un auditorio A; 2) que A reconozca su intención comunicativa; y 3) que el reconocimiento señalado en 2) funcione como la razón para la respuesta de A. La teoría de Grice presupone un principio de bona fide (buena fe) en la lógica de la conversación. La racionalidad comunicativa establece que el hablante optimiza al máximo su intención comunicativa (trata de ser lo más claro posible) y el oyente optimiza al máximo su capacidad interpretativa (pone todo su esfuerzo en tratar de aprehender la intención del hablante). Una comunicación que no se oriente por este criterio racional llevaría a algún grado de fracaso comunicativo o, inclusive, a la incomunicación. Grice ha explicitado el fundamento de la racionalidad comunicativa a base de formular el denominado principio cooperativo sustentándolo en cuatro máximas: Máxima de cantidad: Da la información necesaria. Evita los datos superfluos. Máxima de cualidad: Haz que tu contribución sea verdadera. No des datos falsos a sabiendas. No digas algo si careces de pruebas mínimas. Máxima de relación: Debes ser relevante (Be relevant). Debes atenerte a la situación comunicativa. Máxima de modo: Sé claro. Evita la oscuridad. Evita las anfibologías. Sé ordenado.

ACTIVIDADES 1.

Analice las siguientes oraciones según el modelo de caja de los constituyentes inmediatos: a)

La familia de mi novia vive en una hermosa casa de tres pisos.

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b) 2.

3.

4.

Los traductores pueden proponer diversas versiones castellanas para un mismo texto escrito en inglés.

Represente sintácticamente, mediante diagramas X’, las siguientes frases: a)

Blanco humo (referido a un matiz de color blanco).

b)

Humo blanco (referido al humo que sale cuando se elige al Papa).

c)

En el ángulo oscuro del salón.

d)

Ella estudia en una academia.

Con ayuda de los diagramas de arcos de la sintaxis relacional, dé cuenta de la relación entre las siguientes oraciones: a)

El periódico propaló esa noticia falsa.

b)

Esa noticia falsa fue propalada por el periódico.

Explique la ambigüedad sintáctica de las siguientes oraciones: a)

La madre mira a la niña sentada en el parque.

b)

El maestro castigó al niño porque estaba enojado.

c)

Rosa y María leían el mismo libro, pero ella tuvo que interrumpir la lectura. Ilustre su explicación con diagramas arbóreos.

5.

La siguiente oración “El analfabeto escribió un libro de filosofía”, ¿sería anómala? ¿Por qué?

6.

Reflexione sobre las funciones sociales del empleo de eufemismos. Presente ejemplos para ilustrar su comentario.

7.

Describa algunas clases de frijoles y analice los lexemas que los designan a base de rasgos semánticos. Como conclusión, elabore un diagrama que diferencie los lexemas con los rasgos.

8.

Analice las siguientes oraciones en términos de los roles semánticos que cumplen las palabras:

9.

a)

Los niños vieron una enorme cucaracha en la pared.

b)

Ella sola abrió la puerta de una patada.

c)

El joven construyó un avioncito de papel y molestó a sus amigos con el avioncito.

d)

Los atletas corrieron desde el Estadio Nacional hasta el Estadio Monumental.

Las relaciones entre oraciones en la semántica composicional se pueden reducir a la relación de entrañe. De este modo ¿qué requisito epistemológico cumpliría la

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Introducción a la Lingüística

semántica composicional y por qué? 10. Determine qué relación semántica (equivalencia, contrariedad, presuposición o contradicción) se da entre los siguientes pares de oraciones: a)

Ariadna, la bella hermana de Darío, obtuvo una beca para Italia.

b)

Darío tiene una bella hermana que se llama Ariadna. Relación de …………………………………………….

c)

En Islandia siempre hace un frío inclemente.

d)

En Islandia siempre hace un calor bochornso. Relación de ……………………………………………….

e)

Griselda se caracteriza por ser puntual.

f)

Griselda se caracteriza por ser impuntual. Relación de ……………………………………………..

g)

Algunos periodistas argentinos admiran a Pelé, el rey del fútbol.

h)

Edson Arantes es admirado por algunos periodistas argentinos. Relación de …………………………………………………………..

BIBLIOGRAFÍA

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