Literatura hispanoamericana

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Literatura Hispanoamericana

A

Jorge Valenzuela GarcĂŠs


FACULTAD DE EDUCACIÓN DECANO Dr. Carlos Barriga Hernández DIRECTORA ACADÉMICA Dra. Elsa Barrientos Jiménez DIRECTOR ADMINISTRATIVO Prof. Enrique Pérez Zevallos PROGRAMA DE LICENCIATURA PARA PROFESORES SIN TÍTULO PEDAGÓGICO EN LENGUA EXTRANJERA DIRECTORA Mg. María Emperatriz Escalante López COMITÉ DIRECTIVO Dra. Edith Reyes de Rojas Lic. Walter Gutiérrez Gutiérrez Literatura Hispanoamericana A ©

Jorge Valenzuela Garcés

Serie: Textos para el Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera Segunda edición Lima, febrero de 2010 ©

Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera Facultad de Educación, Universidad Nacional Mayor de San Marcos Av. Germán Amézaga s/n. Lima 1, Ciudad Universitaria UNMSM - Pabellón Administrativo de la Facultad de Educación - 2.º piso, oficina 203 Teléfono: 619-7000 anexos 3021, 3022 / E-mail: prog_idiomas_edu@unmsm.edu.pe Website: www.unmsm.edu.pe/educacion/licenciatura/index.htm

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.º 2009-07830 ISBN N.º 978-612-45040-0-6 Diseño de la carátula: Jorge Valenzuela Garcés Diagramación e impresión: Centro de Producción Editorial e Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos Local principal: Jr. Paruro 119, Lima 1. Telf: 619-7000 anexos 6009 / Fax: 1004, 6016 Ciudad universitaria: Av. Germán Amézaga s/n (ex puerta N.º 3) Rotonda del Pabellón de Letras, Telf: 619-7000 anexo 6015 E-mail: ventas.cepredim@gmail.com / Página web: www.cepredim.com Este libro es propiedad del Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o utilizada por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico o cualquier otro medio inventado, sin permiso por escrito del Programa.


ÍNDICE INTRODUCCIÓN PRIMERA UNIDAD: LITERATURAS PREHISPÁNICAS Introducción 1. LITERATURA NÁHUATL 2. LITERATURA MAYA 3. LITERATURA QUECHUA ACTIVIDADES SEGUNDA UNIDAD: CARTAS, RELACIONES Y CRÓNICAS DEL DESCUBRIMIENTO Y LA CONQUISTA Introducción 1. Cartas, Relaciones y Crónicas 1.1. Cartas relatorias 1.2. Relaciones 1.3 Crónicas: El discurso hispano 1.3.1 Cronistas del descubrimiento 1.3.2 Cronistas de la conquista 1.3.3 Cronistas de la colonización o Cronistas de Indias 1.3.4 Cronistas de las Guerras civiles 1.3.5 Cronistas pre toledanos 1.3.6 Cronistas toledanos 1.3.7 Cronistas post toledanos 1.4 Crónicas: El discurso mestizo e indio 1.4.1 El Inca Garcilaso de la Vega


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1.4.2 Phelipe Huamán Poma de Ayala ACTIVIDADES TERCERA UNIDAD: EL BARROCO HISPANOAMERICANO COLONIAL Introducción 1. Lírica hispanoamericana colonial 1.1.Sor Juana Inés de la Cruz 1.2. Juan del Valle y Caviedes 2. Épica hispanoamericana colonial 2.1 Alonso de Ercilla y Zúñiga 2.2 Fray Diego de Hojeda 3. Teatro hispanoamericano colonial 3.1 El teatro quechua colonial 4. La novela hispanoamericana colonial 4.1 Pablo de Olavide 4.2 José Joaquín Fernández de Lizardi ACTIVIDADES

CUARTA UNIDAD: LITERATURA DE LA EMANCIPACIÓN E INICIOS DE LA REPÚBLICA Introducción 1. La prosa doctrinaria y las ideas de la Ilustración 1.1 El Mercurio Peruano 1.2. Juan Pablo Viscardo y Guzmán 2. La prensa emancipadora y la creación de la opinión pública 3.Poesía de la Emancipación 3.1 José Joaquín Olmedo

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3.2 Andrés Bello 3.3 Mariano Melgar 4. El costumbrismo hispanoamericano 4.1. Manuel Ascencio Segura 5. El romanticismo hispanoamericano 5.1 José María Heredia 5.2 Carlos Augusto Salaverry 5.3 José Hernández 5.4 La novela romántica 5.4.1 Domingo Faustino Sarmiento 5.4.2 José Mármol 5.4.3 Jorge Isaacs 5.5. Esteban Echeverría 5.6. Ricardo Palma ACTIVIDADES BIBLIOGRAFÍA

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Introducción Este es, ante todo, un manual de literatura. Su formato, su estructura y el manejo de las fuentes empleadas para su elaboración, lo convierten en un libro cuyo propósito es sistematizar información y destacar los aspectos más relevantes de un proceso literario bastante complejo. Es un manual, también, porque contiene de manera abreviada los conceptos fundamentales de la materia que trata. Identificada su naturaleza, diremos, pues, que este es un manual de literatura hispanoamericana cuyo propósito es cubrir y explicar varios periodos de tiempo, periodos que van desde las manifestaciones “literarias” prehispánicas de culturas como la náhuatl, maya y quechua hasta las primeras codificaciones estéticas de nuestras nacientes repúblicas a comienzos del siglo XIX. La literatura hispanoamericana es, en sentido estricto, aquella que se produce y escribe en castellano y que se empieza a generar (sobre todo por españoles y criollos) desde el inicio de los procesos históricos de descubrimiento y conquista en las regiones del antiguo México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica y que continúa hasta nuestros días. Sin embargo, para entender cabalmente el proceso de la literatura hispanoamericana es imprescindible tratar las manifestaciones artísticas prehispánicas cuya influencia será decisiva en la producción, sobre todo lírica, que se dará a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. La historia de la literatura hispanoamericana, que comenzó con las primeras cartas relatorias de Colón sobre el descubrimiento, puede ser segmentada en varias etapas. Nosotros hemos optado por respetar las historias convencionales que segmentan el proceso de nuestra literatura en tres: la prehispánica, la de la dominación colonial y la de la emancipación y república. En este primer manual nuestro interés llega hasta las manifestaciones literarias de las nacientes repúblicas hispanoamericanas tales como el costumbrismo y el romanticismo. Aunque durante mucho tiempo existió consenso sobre el carácter ancilar de la literatura producida durante la Colonia (al punto de calificarla como un simple eco de la peninsular), los estudios recientes sobre el periodo demuestran que, por ejemplo, el barroco producido entre nosotros puede ser considerado como una muestra de las extraordinarias capacidades de asimilación y resignificación de nuestros escritores, de los códigos estéticos de la cultura dominante. En cuanto al periodo colonial, nos ocupamos de las cartas relatorias, relaciones y crónicas en sus variadas manifestaciones. Nuestro propósito es observar la forma en que los diferentes momentos de la dominación colonial tuvieron una expresión en las crónicas y


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sus diversas posibilidades estéticas e ideológicas. También nos ocupamos de la lírica, la épica y el teatro hispanoamericano de los siglos XVI y XVII y XVIII, momentos en los que se alcanzaron grandes cumbres como las de los poemas heroicos escritos por Diego de Hojeda o Alonso de Ercilla o la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz. Con respecto a la literatura hispanoamericana de la emancipación e inicios de la república, es importante destacar su papel rector en un contexto bastante difícil para nuestras nacientes repúblicas. Esta producción y sus pretensiones extraliterarias marcarán todo el curso de nuestra literatura por unos buenos años en los que será imposible desligar a la actividad y la institución literarias de un fin o propósito, llámese político, educativo o moral. Los comienzos del siglo XIX son importantes para nuestra literatura pues las ideas de la Ilustración desempeñarán un rol determinante en la gestación de los movimientos libertarios que conducirán a la independencia de muchas naciones del yugo español. Lo importante de este fenómeno es observar la manera en que esa influencia ideológica, en concordancia con la historia política, generó una serie de conformaciones textuales acordes con las demandas de la emancipación del poder colonial. Pensemos en las cartas, los himnos o las proclamas o en los periódicos que se multiplicaron entonces y ejercieron un papel decisivo en la constitución de la llamada opinión pública. Este manual se cierra con un acercamiento sumario a programas estéticos como el costumbrista y a movimientos como el romántico que, entre nosotros, lograron producir a figuras tan notables como Manuel Ascencio Segura y Jorge Isaacs, respectivamente. Como se verá, este manual busca presentar los hitos de la literatura hispanoamericana de manera sintética y sistemática, apelando al consenso que hasta hoy prima en la constitución del canon de nuestra literatura.

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PRIMERA UNIDAD

LITERATURAS PREHISPÁNICAS

1. 2. 3. 4.

Objetivos Identificar los núcleos culturales en el ámbito prehispánico. Determinar las principales manifestaciones literarias de las culturas prehispánicas. Comprender la naturaleza de las manifestaciones literarias prehispánicas. Valorar los aportes literarios de las culturas prehispánicas.


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INTRODUCCIÓN La producción literaria prehispánica está conformada por textos orales, registros, inscripciones y escritos ideográficos elaborados por los integrantes de las culturas originarias de América Central y de Sudamérica, cuya existencia es previa a la llegada de Cristóbal Colón a esta parte del mundo. Conocemos esta producción gracias al trabajo de transcripción realizado por sacerdotes, cronistas, navegantes, conquistadores, mestizos e indios. Este hecho es crucial para abordar este corpus de textualidades que, sin duda, influenció en los propios textos, de manera que es posible observar en ellos las marcas de un discurso que no es propiamente el aborigen o nativo y que más bien evidencia la dominación colonial. Si nos atenemos a la escritura alfabética, es cierto que nuestras culturas originarias no conocieron ese tipo de registro. Su forma de trasmisión fue más bien oral o ideográfica, con lo cual es posible imaginar las severas dificultades que los transcriptores tuvieron que enfrentar para poder entender el significado de ese conjunto de mitos, cantos, plegarias, himnos, inscripciones, dibujos y formas que su curiosidad llevó a traducir al castellano. De otro lado, un aspecto polémico con respecto a toda esta producción tiene que ver con las hipótesis formuladas en torno a la cristianización de gran parte de los textos (sobre todo en el área andina) que, precisamente, han quedado, a pesar de esa influencia, como testimonio de la inventiva de nuestros pueblos. No es el caso, sin embargo, de la producción mesoamericana cuyo registro pictórico e ideográfico permite observar todo tipo de acontecimientos relacionados con rituales o ceremonias asociados a un universo estrictamente maya o azteca.

Los quipus formaban un sistema mnemotécnico mediante el cual se registraba la información necesaria. Podía tratarse de noticias censales, de montos de productos y de subsistencias conservadas en los depósitos estatales. Los cronistas mencionan también quipus con noticias históricas pero no se ha descubierto aún como funcionaban. En el Incario, personal especializado manejaba las cuerdas y el quipucamayo mayor tenía a su cargo las cuerdas de toda una región o suyu. (María Rostworowski, Los incas).

En el área andina nuestros quipus y sus nudos son

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el testimonio de una forma de registro cuya función sigue sorprendiendo a los investigadores por su capacidad para almacenar información. La combinación de colores, el grosor de los nudos, la distancia entre ellos, nos hablan de una tecnología informativa muy desarrollada. Como se sabe, los quipus no sólo servían para llevar cuentas o realizar operaciones con cantidades, sino que se utilizaban como registro de sucesos históricos y como un medio a partir del cual se podía acceder a un conocimiento de naturaleza conceptual. 1. Literatura náhuatl Se conoce como literatura náhuatl a la producida, fundamentalmente, durante el periodo mexica (azteca) en los doscientos años anteriores a la llegada de los españoles y transcritas al alfabeto latino debido a la labor de misioneros y cronistas. De esta literatura han perdurado algunos códices elaborados por los propios aztecas. Estos son los conocidos códices del llamado Grupo Borgia, designados de esa manera debido al apellido de uno de los poseedores. Estos códices contienen pinturas y signos pictográficos y tratan de ilustrar la concepción religiosa del pueblo azteca, los principales rituales y las fiestas y celebraciones de victoria. Un motivo presente en muchos de los códices precolombinos aztecas es el relacionado con el famoso calendario astrológico de 260 días. Para sus registros, los aztecas empleaban un sistema conocido como el de la escritura pintada. Este “era un sistema consistente en la representa-ción de objetos materiales cuya colocación en uno u otro sentido, la acentuación o deformación de ciertas partes y los colores con que estaban realizados, determinaban su significación. La serpiente, por ejemplo, aludía al tiempo; una lengua, quería decir conversación; un pie significaba un viaje...” (Iturburu 1944: 63). Mediante esta escritura pintada publicaban las leyes que los regían y controlaban el pago de los impuestos de las regiones que se encontraban bajo el dominio de los aztecas.Esta escritura pintada se realizaba sobre telas, pieles de animales y sobre una especie de papel elaborado con las hojas de la planta del maguey. De otro lado, ha quedado, en los códices elaborados a partir de la escritura alfabética, el registro, a manos de los transcriptores españoles, de una serie de composiciones líricas (entiéndanse genéricamente como poemas o cantos, cuícalt ), cuya manifestación incluía el baile o alguna representación. Éstas son de diversa naturaleza. Veamos las siguientes: •

teocuícatl o cantos divinos

xochicuícatl o cantos floridos

icnocuícatl o cantos de reflexión

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cuecuechcuícatl o cantos eróticos

huehtlahtolli o discursos de la antigua palabra

teotlahtolli o palabras de contenido religioso

ihtoloca o narraciones históricas y legendarias

yaocuícalt o cantos guerreros

La literatura náhuatl explota las metáforas y refiere situaciones en las que queda evidenciado el tránsito del ser humano por este mundo, como en el poema que reproducimos líneas abajo, escrito por el gobernante Nezahualcóyolt de Texcoco (1402-1472). Mencionemos el hecho de que la escritura de estos diversos géneros se enseñaba a los jóvenes pertenecientes al entorno del poder azteca en los llamados colegios (calmecac) y que también existían las casas de canto (cuicalli) en las que se enseñaba los secretos del canto. Otros nombres de poetas aztecas son Aquiauhtzin y Tlaltecatzin. La que sigue es una poesía escrita por el tlatoani (gobernante) Nezahualcoyolt cuyo nombre significa zorro hambriento: ¿Acaso en verdad se vive en la tierra? No para siempre en la tierra, solamente un poco aquí. Aunque sea jade, se rompe. Aunque sea oro, se hiende, y el plumaje de quetzal se quiebra. No para siempre en la tierra, solamente un poco aquí. Otros ejemplos de la poesía azteca: ¡No te amedrentes, corazón mío! Allá en el campo de batalla ansío morir a filo de obsidiana. Oh, los que estáis en la lucha: yo ansío morir a filo de obsidiana. Sólo quieren nuestros corazones la muerte gloriosa. Llovieron esmeraldas; ya nacieron las flores: Es tu canto. Cuando tú lo elevas en México, el sol está alumbrando.

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2. Literatura maya Maya, que podría significar Venado-del-Agua, está compuesta por la raiz May, asociada a la acción de coger, capturar. Diccionarios especializados como el de Motul la relacionan con pezuña. Con May se designa a su vez al venado. El sufijo -a, por otro lado, se usa en esa cultura para referir lo líquido. Maya es el nombre con el que se conoce a la cultura que floreció, en su primera etapa, en las famosas ciudades de Tikal, Copán y Palenque, ubicadas en las tierras bajas y tropicales de Guatemala y parte de Honduras durante los años 300 a 960 de nuestra era. Algunos siglos después los mayas dejaron ese espacio para fundar, en la península de Yucatán, en México, su nueva sede. Ciudades como Uxmal, Chichen Itzá y Mayapan fueron el escenario de luchas internas y de invasiones de tribus extranjeras que finalmente ocasionaron su destrucción. Los historiadores del periodo refieren que los “chichimecas”, del lado mexicano, fueron los responsables de ese hecho alrededor de año 1300. Con respecto a la escritura se sigue afirmando que los mayas fueron los únicos que, en América, desarrollaron un sistema de escritura propiamente dicho, si se entiende éste como el sistema de escritura ideográfica en el que cada símbolo es la representación de una idea. Sobre esta escritura Francisco Carrillo dice que “constaba de aproximadamente 350 caracteres, y con ellos registraban toda clase de acontecimientos: desde los históricos hasta los religiosos, de manera cronológica. Escribían sobre una especie de papel vegetal o en pieles de venado preparadas en largas tiras o en los templos, monolitos o estelas. Estos escritos se denominan Códices” (Carrillo 1983:2). El registro de información en la cultura maya es muy rico. Las inscripciones se realizaron en la superficie de los huesos, en objetos de cerámica, en estelas de piedra y en todo soporte que lo permitiera. Su origen se remonta al periodo inicial que corre hasta el siglo X. En el caso de los mayas se conservan dos famosos códices que incluyen signos pictográficos y pinturas propiamente dichas de tema religioso-astrológico e histórico. Nos referimos al Popol Vuh o libro de los consejos y a los libros del Chilam Balam respectivamente. Su existencia se debe a la transcripción alfabética realizada después de la conquista. Los libros del Chilam Balam se ocupan de referir fundamentalmente sucesos históricos. Mencionemos, también, dentro de la literatura maya a los Cantos de Dzitbalché, de gran belleza y profundidad poética, el Rabinal Achí, de carácter dramático, recién descubierto en 1850, el Memorial de Sololá, el Título de los Señores de Totoniacapán, Las historias de Xpanyzay y el Códice de Calkiní.

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El Popol Vuh El Popol Vuh o libro de los consejos o libro de la comunidad, es conocido como el libro sagrado de los indios quichés, población nativa que ocupaba la actual zona de Guatemala. En este libro se explica la cosmogonía maya, el origen de los propios indios mayas y se narra cronológicamente la historia de todos los gobernantes. La palabra Popol, de origen maya, significa reunión, comunidad, casa común, asamblea. El término Vuh, significa, libro o árbol del que se fabricaba el papel. Este manuscrito fue llamado Popol Vuh por el misionero Charles Etienne Brasseur de Bourbourg quien lo tradujo al francés recién en el siglo XIX. Aunque el libro no está segmentado en partes, se pueden determinar tres. La primera describe cómo fue creado el mundo y postula un hermoso mito en el que se sostiene que el origen del hombre maya, después de varios intentos, fue hecho de maíz, precisamente su sustento alimenticio. La segunda parte nos narra las peripecias de semidioses como Ixalanqué y Hunahpú. La tercera parte tiene carácter histórico, pues es un recuento cronológico de las etapas por las cuales pasaron los pueblos afincados en la zona de Guatema. Ciertamente este capítulo se centra en la etnia quiché y sus conquistas de los pueblos aledaños antes de la invasión española. Existe consenso en reconocer que la mitología contenida en el Popol Vuh fue creada originariamente por lo mayas aunque el texto que se dispone sea una versión del texto latino. Esta situación trae nuevamente a escena el problema de las transcripciones a las que fueron sometidos los textos prehispánicos. El texto del Popol Vuh en su primera versión escrita fue realizada sobre piel de venado. Su trascripción al latín data de 1542 y fue hecha por Fray Alonso del Portillo de Noreña. La versión al castellano fue realizada sobre este último texto mostrado, por los propios mayas en 1701, al fraile dominico Francisco Ximénez quien lo tradujo. Esta versión del padre Ximénez permaneció en el Convento de Santo Domingo” hasta 1830. Ese año fue archivada en la Universidad de San Carlos de Guatemala. En 1854, el austriaco Dr. Charles Scherzer, recupera el manuscrito y lo publica en Viena tres años después, bajo un título inconveniente: Las Historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala. René Acuña, uno de los más notables estudiosos del Popol Vuh cuestiona el carácter quiché del texto y sobre todo su composición. Citemos lo que dice: “el Popol Vuh es un libro diseñado y ejecutado con conceptos occidentales. Su unidad de composición es tal, que da pie para postular un solo recolector de las narraciones. Y no parece que éste haya sido un autodidacta espontáneo nativo, que se puso a redactar las memorias de su nación”. Sobre la transcripción y traducción del texto Acuña sostiene que : “si la fidelidad con que Ximénez copió y tradujo el texto quiché fuera el criterio para establecer la autenticidad del

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Popol Vuh, habría, de inmediato, que declararlo falso. [...] Enumerar a detalle todos las alteraciones que Ximénez introdujo podría justificar un trabajo de páginas cuyo número no se puede cuantificar. [...] Ante la imposibilidad de efectuar aquí un examen pormenorizado de las traducciones que hizo Ximénez del Popol Vuh, tendré que limitarme a decir que son desiguales y muy infieles, y que el fraile omitió traducir un elevado porcentaje del texto. Mi apreciación se basa en el minucioso análisis comparativo que he realizado de las primeras 1180 líneas del Popol Vuh con las dos versiones españolas de fray Francisco. Pero mi intención no está dirigida a desacreditar la competencia lingüística de este religioso, sino a hacer manifiesto que, con el escaso conocimiento de la lengua quiché que poseía, resulta natural que haya desfigurado la obra al copiarla”.

“POPOL VUH” (o “Libro del Indígena Quiché”) Primera Parte Capítulo Primero Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban. Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán. El primero se llama Caculhá-Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es RaxáCaculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo.

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Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento. -¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron. Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: -¡Tierra! -dijeron, y al instante fue hecha. Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montanas; y al instante crecieron las montañas. Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie. Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo : -¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, RaxáCaculhá! -Nuestra obra, nuestra creación será terminada -contestaron. Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas. Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua. De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.

Los Libros del Chilam Balam Con el nombre de Chilam se designaba, en la cultura maya, a la clase sacerdotal encargada de interpretar los signos de la naturaleza y la voluntad de los dioses. Aunque Balam es un nombre de familia, con Balam se designaba al más famoso de los sacerdotes Chilames que existieron antes de la llegada de los conquistadores españoles. Balam puede significar jaguar o brujo, pero en la cultura maya se utilizaba para caracterizar a los que decían palabras sagradas. La palabra significa “el que es boca”. Chilam Balam es, pues, el sacerdote que habla, el sacerdote por antonomasia. Balam vivió en Maní, en la época de Mochán Xiu. Una clasificación bastante general de los libros del Chilam Balam puede contemplar textos de carácter histórico, religioso, astronómico, literario y sobre rituales. Dada la

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diversidad de su contenido y el alcance en el tiempo, los libros permiten abarcar todas las fases y facetas culturales del pueblo Maya. Con respecto a los libros del Chilam Balam debe mencionarse que los textos existentes resultan ser copias de copias. Esto se debe a que su uso frecuente hacía necesaria esta profusión de ejemplares cuando se producía el deterioro del ejemplar. Como en todos los textos prehispánicos, en estos libros del Chilam Balam es posible advertir la intromisión del discurso occidental. Es por ello que en algunos pasajes tenemos a los chilames narrando pasajes de la Biblia o asumiendo una identidad sacerdotal cristiana. 3. Literatura quechua En principio, debe quedar establecido, respecto de lo que llamamos “literatura quechua”, que su soporte de trasmisión fue eminentemente oral y que, dada esa condición, tenemos testimonio indirecto de ella a partir de la obra de cronistas indios como Felipe Huamán Poma de Ayala o Santacruz Pachacuti Yamqui; mestizos como Garcilaso de la Vega o españoles como Blas Valera o Pedro Sarmiento de Gamboa. En el caso de estos cronistas puede hablarse de un interés por la cultura inca (1400-1530)que les permitió registrar un conjunto de canciones, himnos y narraciones que, de otro modo, hubiera sido imposible conocer. Aunque esta producción registrada por los cronistas (registro que se da aún en nuestros días a través de etnólogos) sigue siendo motivo de polémicos estudios, sobre todo cuando se atiende a su condición, naturaleza y objetivos (Higgins 2006:17), es importante remarcar que no toda la producción recogida por los cronistas antes mencionados sufrió un proceso de acondicionamiento a propósitos de evangelización o adoctrinamiento. Frente a esto, y contra el argumento del presunto monoteísmo que no conocieron los incas y que mostraría la manipulación evangelizadora, se presentan casos, en la literatura náhuatl, como los textos de Netzahualcoyotl que evidencian una fuerte orientación moniteísta. De otro lado, es importante destacar el hecho de que entre los propios cronistas se formulan diversas lecturas sobre este aspecto de la creación literaria de los incas. La producción literaria quechua se formalizó a través de la práctica de los amautas o poetas oficiales y de los haravecs o poetas populares. La primera, asociada al canto o celebración de los hechos imperiales y la segunda, para registrar o comunicar contenidos asociados a festividades familiares, sentimientos personales de dolor o de alegría o sucesos de índole comunitaria como la siembra o la cosecha. Una nota relevante de la producción quechua es la perspectiva colectivista del mundo desde la que se genera y en la que el escenario agrario marca la actividad del sujeto y

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de la comunidad. Este hecho es importante debido a que esta perspectiva eliminará la figura del autor convencional para postular una autoría colectiva y en permanente estado de cambio. Como se verá, el diálogo del hombre andino con la naturaleza es crucial en esta producción. La lírica quechua En la perspectiva desde la cual nos interesa enfocar el mundo andino y su producción literaria, es relevante destacar la dinámica de producción e intercambio que movilizaba a sus pobladores en el propósito de perdurar como civilización. Tanto historiadores como antropólogos coinciden en señalar que las formas de intercambio económico y social se sustentaban en una idea: la del bienestar común. De modo que las posibilidades de acumulación personal de riqueza eran prácticamente inexistentes. Un mundo como el andino, en la etapa del imperio inca, se sustentaba en relaciones de parentesco y reciprocidad. Parentesco para relacionar económicamente a los integrantes de una familia y reciprocidad para lograr el control o la sumisión de los señoríos bajo el mando del estado Inca. María Rostoroswki lo dice en estos términos: “ sólo con la redistribución de la riqueza se podían mantener las grandes redes de reciprocidad” (2006:52). Un escenario como el inca, en el que la socialización como estrategia de desarrollo es esencial para su supervivencia cultural, promovió, consecuentemente, una red de relaciones a partir de las cuales los pobladores se vieron en contacto con aquellas fuentes que les permitían producir riqueza. Nos referimos a la propia mano de obra, a la tierra y a la ganadería. Estos elementos sumados a la presencia omnímoda de la divinidad serán centrales en la constitución de un cuerpo de cantos, mitos y relatos. La fuerte presencia de los dioses en las producciones literarias quechuas se sostiene sobre la necesidad de referir la fuerza de esos dioses y de sus poderes a través de elementos que podemos identificar en la realidad circundante. Como dijimos, tenemos conocimiento de los textos que constituyen la llamada poesía quechua debido a los cronistas. De los mencionados comentaremos la aproximación de Garcilaso de la Vega y Huamán Poma de Ayala, quienes la interpretan de distinta manera. Para Garcilaso de la Vega la poesía es, aparte de otros elementos, una muestra del avanzado nivel de desarrollo de los incas. En sus Comentarios reales de los Incas (1985: 87) se refiere a esta práctica de la siguiente forma:

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“De la poesía alcancaron otra poca, porque supieron hacer versos cortos y largos, con medida de sílabas, ellos ponían sus cantares amorosos con tonada diferentes, como se ha dicho. También componían en verso las hazañas de sus Reyes y de otros famosos Incas y curacas principales, y los enseñavan a sus descendientes por tradición, para que se acordasen de los buenos hechos de sus passados y los imitasen. Los versos eran pocos porque la memoria los guardase, empero muy compendiosos, como cifras. No usaron de consonante en los versos; todos eran sueltos. Por la mayor parte semejavan a la natural compostura española que llaman redondillas. Una canción amorosa compuesta en cuatro versos me ofrece la memoria; por ellos se verá el artificio de la compostura y la significación abreviada, compendiosa, de lo que en su rusticidad querían decir. Los versos amorosos hazían cortos, porque fuesen más fáciles de tañer en la flauta. Holgará también poner la tonada en puntos de cantos de órgano, para que se viera lo uno y lo otro, más la impertinencia me escusa del trabajo . La canción es la que sigue y su traducción al castellano: Caylla llapi

Al cántico

Puñunqui

Dormirás

Chaupituta

Media noche

Samúsac

Yo vendré

A partir de este texto podemos deducir que Garcilaso juzga a la poesía quechua a partir de patrones estéticos y formales asociados al Renacimiento. Su mirada es la de quien juzga una textualidad ajena, atribuyéndole características que no pertenecen al mundo quechua, pero destacando su naturaleza oral, sobre todo cuando se refiere a la transmisión de esta poesía y al modo en que era producida para asegurar esa transmisión. Garcilaso se refiere a las canciones amorosas y a las hazañas de los reyes como dos ejes temáticos centrales a partir de los cuales se puede deducir que la poesía servía, en el mundo inca, tanto para referir aspectos de la vida privada como de la vida pública.

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En el caso de Huamán Poma de Ayala la experiencia poética es referida en su Nueva coronica y buen gobierno como un acontecimiento, no como un discurso exclusivamente letrado sino como un acto que concierne la participación del propio agente, de los que lo acompañan así como de los elementos de la naturaleza que los rodean. Formas de la lírica quechua Dentro de la llamada lírica quechua podemos establecer algunas modalidades. Las principales son las siguientes: El arawi o harahui Es una forma de composición que se asocia, principalmente, a la expresión de sentimientos íntimos como el amoroso o con la manifestación de una experiencia vivida por el sujeto y expresada intensamente desde su interioridad. El arawi, es un modo de expresión que puede ser útil para situaciones de diversa naturaleza en las que el sujeto sufre o padece algún tipo de acontecimiento o situación. Es en suma y en términos genéricos, una canción utilizada para referir situaciones domésticas, personales, comunales que involucran al sujeto. Tenemos por ello harahuis de diversa motivación: de amor doliente, de bienvenida, de separación, de jornadas agrícolas. El jailli Por su contenido, el jaylli refiere un universo vinculado con lo religioso o con las gestas heroicas, pero también con una experiencia colectiva: las labores agrícolas. Se sostiene que fueron los amautas los autores de estos textos. Es un canto coral que expresa el triunfo, la victoria alcanzada y cuyo propósito es honrar al Inca, por ello este canto se asocia con la oda, esto es, con un formato en el que se puede expresar la alegría del pueblo en un contexto de celebración imperial o gubernamental. Cuando la celebración era religiosa, los jayllis exaltaban a los dioses del imperio. El wawaki De acuerdo con el padre Jesús Lara, el wawaki es “un poema de sabor peculiar, que se cantaba en forma dialogada. El amor chancero, el ingenio aguzado por el afán galante del hombre y la posición de apariencia defensiva de la mujer daban vida a este estilo de composición. Un coro formado de individuos de un sexo iniciaban el canto y era respondido por otro del sexo opuesto” (1979:82). Como se aprecia, se trata de un canto cuyo propósito es crear una atmósfera de cierto erotismo en el que el intercambio ocurrente de palabras marca la pauta para el disfrute.

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Literatura Hispanoamericana I

El wayñu Es una composición lírica que es bailada, cantada y musicalizada. A través del wayñu se consigue acceder a un estado de completa comunicación con el mundo circundante y con la pareja o el grupo de parejas con el que se comparte la armonía de la música, la intensidad de la palabra y la fuerza y entrega que el baile permite. La qhashwa Es la manifestación lírica de la alegría que contemplaba la danza y el canto. Ejecutada sobre todo por jóvenes de ambos sexos, esta composición los vinculaba con la naturaleza en un marco de festividad, de celebración que no excluía al amor. Lírica quechua A LA PLANTA Bella planta, árbol frondoso Cuya sombra me acogió, Triunfo! Tu supiste abrir tus brazos A nuestra generación. Triunfo! Triunfo querida planta, triunfo! Tu abandonas tus raíces Llevas tu hermoso verdor, Triunfo! A dar sombra al trono excelso Donde descanse el señor. Triunfo! Triunfo querida plata, triunfo! (De la gramática de Anchorena) QHASWA A nuestro Inca hagámosle regocijar, Cuando entre los cerros Atrapemos a la luna,

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Hagámosle bailar; Dulces canciones pongámonos a cantar, A nuestro Inca hagámosle bailar. Calandria mía, paloma de oro, No te asustes Cuando agarremos a la luna; Jugando tú a la estrella de oro, Nos encontraremos los dos En el prado multicolor y florido (Texto de Carlos Flores Pino; traducido por Edmundo Bendezú) CANCIÓN DE LA GALLARDIA Inka ¡La canción, la canción! ¡Caramba, la canción! ¡La canción, oh la canción! Reinas e infantas ¡La canción! Hombres ¡La gallardía, oh, la gallardía! ¡Como me gusta la gallardía! ¡Ah, la gallardía! ¿Hay hombres en tu sementera? ¡Vendrá con el pretexto de las flores! Un hombre ¡He ahí la reina! Una mujer ¡Hurra, sí esa es la dama! ¡Hurra, ahí está, en el borde! ¡Hurra, sí, es la infanta! ¡Hurra, sí, es la hermosa! ¡Hurra! (Texto de Guamán Poma de Ayala. Traducido por Jesús Lara)

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PADRE CONDOR Llévame Padre cóndor, Condúceme Hermano halcón Avísale a mi madrecita: Que ya son cinco días Que no como ni bebo. Señor recadero y cómplice, Chasqui portador de mensajes: ! Le suplico que lleven Mis palabras y mi corazón A mi Padre querido, Que le cuenten a mi madrecita (Texto de Guamán Poma de Ayala. Traducido por Jesús Lara) PACHACAMAC ¡Padre: Señor de la creación! ¿En qué parte del universo estás? ¿en el cielo o del mundo o aquí en la tierra? Vierte tus aguas, Para tus pobres, Para tus hombres. (Texto de Guamán Poma de Ayala; Traducido por Edmundo Bendezú) VEN AÚN (Himno) Ven aún, Verdadero de arriba, Verdadero de abajo, Señor, Del universo El modelador. Poder de todo lo existente, Único creador del hombre; Diez veces he de adorarte Con mis ojos manchados. ¡Qué resplandor!, Diciendo

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Me prosternaré ante ti; Mírame, Señor, adviérteme. Y vosotros pájaros, Dadme vuestras fuerzas, Todo lo que podáis darme; Ayudadme a gritar Con vuestras gargantas, Aun con vuestros deseos, y recordándolo todo Regocijémonos, Tengamos alegría; Y así, de ese modo, henchidos Yéndonos, nos iremos. (De Santa Cruz Pachacuti Yamqui; traducido por José María Arguedas) Narraciones quechuas Las narraciones quechuas de carácter mítico organizan, fundamentalmente, experiencias relacionadas con el trabajo en el campo y en el mar. Son relatos que refieren situaciones conflictivas ocasionadas por la administración de recursos como el agua y que, en el espacio creado por la narración, son resueltas a través de situaciones sobrenaturales. Los relatos míticos también refieren y organizan un horizonte en el que se explica el poder de las deidades y por ende la forma en que fue creado el mundo. Son relatos de fundación u organizadores de la cosmovisión de la comunidad andina. Este modelo de mundo se organiza en tres espacios: El mundo de arriba (Hanan Pacha), el mundo de la superficie terrestre (Kay Pacha) y el mundo de abajo (Hurin Pacha). La clasificación de esta narrativa, llamada también épica, establece las siguientes tipos: 1. Mitos de la costa. En este apartado destaca la Leyenda de Naylam del norte del Perú recogido por Miguel Cabello Valboa o el famoso mito de Kon recogido por Gómara en su Historia General de las Indias. 2. Mitos costeños-andinos como El mito de la creación: Illa Tici-Wiracocha recogido por Cristóbal de Molina. 3. Mitos andinos como la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo ( que aparece en los Comentarios reales de Garcilaso) o como el mito de los hermanos Ayar.

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Mitos quechuas La laguna de los Allauca En tiempos muy antiguos había un hombre que se llamada Anchicara. Este Anchicara estaba siempre junto a un manantial que se llamaba Puruy; cuidaba el agua a fin de que fuera a las chacras de los Allauca. Cuando se encontraba así, cuidando, llegó al sitio una mujer muy agraciada, de Surco: la mujer se llamaba Huayllama. Llegando, le dijo: -Hermano: a mí chacra llega sólo un poquito de agua. ¿Tú eres el único que llevas toda esta agua? Y nosotros ¿de qué hemos de vivir?”. Luego que habló, se metió, al ojo del manantial; allí se sentó. Anchicara, éste del que hablamos, se enamoró al instante de la mujer, porque era muy hermosa, y la saludó con gratas palabras. La mujer entonces no permitió que soltara el agua hacia aquí (lugar donde habla el narrador). Anchicara le habló “no, hermana, no hagas eso. ¿De que han de vivir mis hijos?”.Y volvió a dirigirse a ella, gratamente. En ese momento se presentaron los hijos de éste a quien hemos llamado Anchicara y echaron la corriente del agua hacia la laguna que lleva el nombre de Lliuya. Esta laguna está formada por dos pequeñas que se encuentran muy cerca del manantial del que hablamos, un poco abajo; se llaman Liuyacocha y Tutacocha. En esta laguna hay ahora tres o cuatro piedras largas, pequeñas, de formas parecidas entre sí. Están de pie, sobresaliendo del agua. Dicen que son los hijos de Anchicara. Si los hijos de Anchicara no hubieran desviado el agua del manantial hacia la laguna, aquí (el lugar de origen del narrador) habría llegado muy poco agua, pues, aún así la que ahora sale de la laguna es escasa. Cuando Anchicara concluyó por no ceder el agua a la mujer Huayllama, pecaron ambos, y: “Aquí hemos de quedarnos para siempre”, diciendo, se convirtieron en piedra. Esa piedra está allí, ahora como los hijos de Anchicara se encuentran en la laguna de Lliuya. Esto es todo lo que sabemos de estas cosas que hemos contado. Luego, mucho tiempo después, cuando ya vivían en ese pueblo, entonces, los huacasas de Allauca iban al manantial Puruy. Cuando acababa el tiempo o turno de las lluvias, iban a limpiar el acueducto. Entonces los huacasas, fueran muchos o pocos, en cuanto llegaban a la laguna Lliuya soplando y tocando sus antaras, tomaban el agua de la superficie de la laguna; luego, iban a saludar al agua donde está Anchicara, y al tiempo de saludarlo, le ofrendaban un poco de coca. Volvían, enseguida, a la laguna después de haber saludado a Anchicara, y adoraban a los hijos de éste, en la misma laguna Lliuya Tutacocha, y a la propia laguna también la adoraban. En los tiempos antiguos sacrificaban llamas, ahora en la actualidad, como ya no tienen llamas les ofrecen sólo cuyes, sólo ticti, o cualquier otra cosa. Cuando concluían las ceremonias, empezaban el trabajo de la limpieza de las acequias para toda la gente. Aquí termina el relato sobre cómo fueron y son las cosas de que hemos hablado. (De Dioses y hombres de Huarochirí. Traducción de José María Arguedas)

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Como se hizo el cielo y la tierra en el Perú Que trata del Con Tici Viracocha, que ellos tienen que fue el hacedor, e de cómo hizo el cielo e tierra e las gentes indios destas provincias del Perú. En los tiempos antiguos, dicen ser la tierra e provincias del Perú escura, y que en ella no había lumbre ni día. Que había en ese tiempo cierta gente en ella, la cual tenía en ella cierto Señor que la mandaba y a quien ella era subjeta. Nombre desta gente y del Señor que la mandaba no se acuerdan. Y en este tiempo que en esta tierra era toda noche, dicen que salió de una laguna que es en esta tierra del Perú en la provincia que dicen de Collasuyo, un Señor que llamaron Con Tici Viracocha, el cual dicen haber sacado consigo cierto número de gentes, del cual número no se acuerdan. Y como éste hubiese salido desta laguna, fuese de allí aun sitio ques junto a esta laguna, questa donde hoy día es un pueblo que llaman Tiaguanaco, en esta provincia ya dicha del Collao; y como allí fuese él y los suyos, luego allí en improviso dicen que se hizo el sol y el día, y que el sol mandó que anduviese por el curso que anda; y luego dicen que hizo las estrellas y la luna. El cual con Tici Viracocha dicen haber salido otra vez antes de aquella, y que enesta vez primera que salió, hizo el cielo y la tierra, y que todo lo dejó escuro; y que entonces hizo aquella gente que haía en el tiempo de la escuridad ya dicha; y que esta gente le hizo cierto deservicio a este Viracocha, y como della estuviese enojado, tornó esta vez postrera y salió como antes había echo, y aquella gente primera y a su Señor, en castigo del enojo que le hicieron, hízolos que se tornasen piedra luego. Así como salió en aquella mesma hora, como ya hemos dicho, dicen que hizo el sol y día, y luna y estrellas; y que esto echo, que en aquel asiento de Tiaguanaco, hizo de piedra cierta gente y manera de dechado de la gente que después había de producir, haciéndolo en esta manera: que hizo de piedra cierto número de gente y un principal que la gobernaba y señoreaba y muchas mujeres preñadas y otras paridas y que los niños tenían en cunas, según su uso; todo lo cual ansí echo de piedra, que lo apartaba a cierta parte; y que él luego hizo otra provincia allí en Tiaguanaco, formándolos de piedra en la manera ya dicha, y como los hobiese acabado de hacer, mandó a toda su gente que se partiesen todos los que él allí consigo tenía, dejando solos dos en su compañía, a los cuales dijo que mirasen aqulleos bultos y los nombres que les había dado a cada género de aquellos, señalándoles y diciéndoles:”estos se llamarán los tales y saldrán en tal fuente en tal provincia, y poblarán en ella, y allí serán aumentados; y éstos saldrán de tal cueva, y se nombrarán los fulanos, y poblarán en tal parte; y ansí como yo aquí los tengo pintados y echos de piedras, ansí han de salir de las fuentes y ríos, y cuevas y cerros, en las provincias que ansí os he dicho y nombrado; e iréis luego todos vosotros por esta parte (señalándoles hacia donde el sol sale), dividiéndoles a cada uno por sí y señalándoles el derecho que deba de llevar”. (de Juan de Betanzos, Suma y Narración)

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Literatura Hispanoamericana I

ACTIVIDADES 1. ¿Cuáles serían las principales coincidencias entre las manifestaciones literarias de las tres culturas analizadas? 2. ¿Considera que es una desventaja que las culturas prehispanicas carecieran de escritura alfabética? 3. De acuerdo con el texto, ¿qué consecuencias tiene la labor de transcripción de los “textos” prehispánicos realizada por los sacerdotes? 4. Realice una breve investigación sobre la influencia de la música y la danza en la producción lírica prehispánica. 5. Confeccione un cuadro sinóptico de las principales manifestaciones de la lírica quechua. 6. ¿Qué implica que la lírica quechua sea entendida como un acontecimiento? 7. ¿Por qué razón los relatos míticos quechuas problematizan la administración de recursos naturales? Postule una explicación.

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SEGUNDA UNIDAD

LITERATURA HISPANOAMERICANA DE LA COLONIA

Objetivos 1. Identificar las diferentes conformaciones textuales empleadas para dar cuenta de fenómenos sociales como el descubrimiento y la conquista. 2. Problematizar la condición o naturaleza de las crónicas del descubrimiento y la conquista. 3. Comprender, desde el ámbito de la producción discursiva, las interpretaciones de fenómenos como el descubrimiento y la conquista realizadas por españoles,mestizos e indios.


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INTRODUCCIÓN Destaquemos, desde el inicio, que la producción literaria que se genera en el contacto de los españoles con los pobladores del nuevo mundo ha sido reivindicada tanto por los peninsulares como por nosotros. De hecho, algunos críticos le encuentran más sentido incorporar a su tradición literaria cartas, relaciones y crónicas escritas por los propios españoles con el propósito de informar a la Corona sobre lo descubierto, que reconocer a esa producción como “hispanoamericana”. Sin embargo este no es un problema de sencilla resolución: la materia de la que se nutren todos esos textos dan cuenta de nuestra realidad y nos van construyendo como sujetos y también a los españoles, obviamente en el contacto que establecen con nosotros. Es cierto que mientras dura la colonización la mayor parte de la producción literaria es española, pero el contacto de las dos civilizaciones y la asimilación de los códigos estéticos occidentales por parte de nuestros escritores durante la dominación, permiten hablar de una literatura propia: allí están los ejemplos de Garcilaso y de muchos otros cronistas mestizos que van construyendo nuestra propia tradición e identidad a través de los textos. Son muchas las motivaciones que impiden que se desarrolle una literatura hispanoamericana propiamente dicha. No nos son familiares géneros como la novela o la poesía y por lo tanto no es dable esperar que se gestionen de inmediato textos con las características de esos géneros, pero contra lo esperable el milagro de escritores como Garcilaso, Guamán Poma de Ayala, Sor Juana Inés de la Cruz no se hace esperar a comienzos del siglo XVII. La literatura que se produce en el contexto de la dominación es hecha por soldados o historiadores. En ambos casos se trata de dar cuenta de una realidad nueva teniendo el propósito cimero de informar sobre la totalidad de los objetos, de los hombres y costumbres de las nuevas tierras “descubiertas”. En ese afán se comisionan, en algunos casos, a expertos, a hombres cultos. Cuando no se trata de ese tipo de crónicas y cuando se apela a la épica tenemos como telón de fondo grandes enfrentamientos bélicos o guerras como en La Araucana o el canto dramático de la pasión de Cristo que se universaliza en autores que son, fundamentalmente, sacerdotes, como en el caso de Diego de Hojeda en La Christiada. Incluimos, a continuación, a modo de lectura, un polémico escrito de Washington Delgado en el que problematiza la naturaleza de las crónicas y de ciertos prestigios reconocidos por la crítica. Consideramos necesaria su lectura porque abre la posibilidad de una nueva reflexión en torno de estos textos cuya hibridez sigue siendo todo un problema para los especialistas. “A partir de la conquista y hasta los primeros años del régimen colonial las páginas escritas en el Perú o acerca del Perú no pertenecen propiamente a la literatura. Son informes, relaciones, cartas y crónicas: se vinculan a la historia, no a la poesia. Su pro-

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Literatura Hispanoamericana I

pósito es dar cuenta del nuevo mundo descubierto y conquistado, de su población, su entorno geográfico, su fauna y flora, sus riquezas naturales, su organización política y su cultura. Lo hacen con mayor o menor vivacidad, con cierta imparcialidad o con claras deformaciones ideológicas o doctrinarias. A los primeros escritores de la materia peruviana les preocupa muy poco, o nada, la belleza expresiva y, por lo general, su lenguaje es incorrecto. Tienen importancia para la indagación histórica, pocas veces se prestan al análisis literario o al simple placer de la lectura. Las fronteras entre historia y literatura no son estrictas ni precisas. Muchas obras literarias (las epopeyas homéricas, el Poema del Mío Cid, las novelas de Walter Scott o de Alejandro Dumas), encierran variadas informaciones históricas, en ocasiones de mayor importancia que los áridos documentos. En el otro lado, los relatos históricos pueden obedecer a definidos criterios estéticos. Tal como sucedió en la antigüedad grecorromana, de Herodoto en adelante y a tal punto que la historia, en esa edad clasica, no era considerada tanto una ciencia como un género literario, hasta tenía su musa inspiradora: Clío quien patrocinaba tanto la historia como la poesía épica. De la enorme cantidad de cronistas que sobre el Perú escribieron en el siglo XVI y a comienzos del XVII, cabe destacar a varios por la calidad de sus informaciones o por sus virtudes estilísticas. La mayoría escribía mal, en un castellano endiablado, con pobre vocabulario, vacilante ortografía y sintaxis bárbara; eso no los descalifica totalmente, pues su importancia no radica en la forma sino en el contenido. Bajo una mala capa, dice un donaire antiguo, se esconde un buen bebedor; asi, también, bajo una prosa detestable suele esconderse un observador sagaz y acucioso, un humanista en el espiritu ya que no en la letra. Unos pocos de estos cronistas escribían correctamente y hasta con elegancia lo cual les ha granjeado el favor de los lectores tanto en el pasado como en la actualidad. (...) Al empezar a consolidarse el régimen virreinal, acabados los avatares y urgencias bélicas de la conquista y las guerras civiles, en las últimas decadas del siglo XVI y las primeras del XVII, comienza a desarrollarse una actividad propiamente literaria en el Perú. Quedan atrás la subliteratura y la paraliteratura, los desmañados romances de las guerras civiles, vástagos de los romances populares españoles del siglo XV y las crónicas, obras de carácter histórico aunque, en algunas levantadas ocasiones, se adornen con galas literarias y posean valores estéticos no desdeñables” ( 2002:9-11). En lo que sigue de este segundo capítulo nos ocuparemos de las cartas relatorias, de las relaciones, de la épica y de la poesía escrita por autores españoles. También nos ocuparemos de las crónicas escritas por españoles y mestizos o indios cuya importancia los ha ubicado con justicia en el canon de nuestra literatura. Para este efecto usaremos la propuesta de Walter Mignolo incluida en su artículo “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista” incluido en el libro Historia de la Literatura Hispanoamericana coordinado por Luis Íñigo Madrigal. También contaremos con los aportes de Raúl Porras Barrenechea en su conocido libro Los cronistas del Perú y el estudio de Washington Delgado ttiulado Literatura colonial.

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1. Cartas, Relaciones y Crónicas 1. Cartas relatorias La forma de estas cartas relatorias se ajusta al formato de la epístola, a sus modos y demandas, a la convención en la que se funda. Walter Mignolo (1982:59) dice que los primeros textos escritos en torno del Nuevo Mundo tienen este formato y que no fueron realizados por escritores profesionales sino por navegantes-descubridores y conquistadores. Por ello dice también que el objetivo principal de “hombres como Cristóbal Colón y Hernán Cortés no era el de escribir, sino el de descubrir y conquistar. Escribir era secundario y, en cierto sentido, una obligación; aunque esta haya sido, en el caso de Cortés, aparentemente también un placer.(...) Con respecto a la carta que los reyes le escriben a Cristóbal Colón dándole indicaciones para su cuarto viaje, ordena: “facer memoria de todas las dichas islas, y de las gentes que en ellas hay y de la calidad que son, para que de todo nos traigas entera relación”(1982: 59). El Diario de navegación de Colón (1451-1506) es, como dice Mignolo, el primer texto de la serie, el que funda la tradición de las cartas relatorias del descubrimiento y el que cumple con las obligaciones de informar verazmente a los reyes sobre lo que sus ojos van descubriendo a diario. Su carácter básicamente informativo y su respeto de la cronología lo convierten en un modelo que muchos navegante siguen después. Son dos los grandes temas renacentistas tratados por Colon en su carta relatoria: el hombre natural, feliz y lleno de virtudes y la naturaleza vista como un espacio paradisiaco. Estos dos elementos componenen el llamado utopismo americanista, interesado, por un lado, en construir una imagen del Nuevo Mundo capaz de atraer a grandes multitudes de interesados y por otro de legitimar la empresa del descubrimiento.

Cristobal Colón

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Los críticos insisten en que los textos de los navegantes-descubridores se esfuerzan por construir un nuevo lenguaje que dé cuenta de una realidad que no conocen y que observan por primera vez, de modo que este primer contacto les demanda un esfuerzo cognitivo, un esfuerzo que supone una habilidad relacionada con la traducción e interpretación de lo nuevo. Citemos, al respecto, el punto de vista de Mignolo que trata de explicar lo que le sucede a Colón cuando toma contacto con nuestra realidad: “Nada más natural, en casos semejantes, que ver el nuevo objeto con los ojos conformados al entorno que conocemos. Lo cual quiere decir, expresarlo mediante el lenguaje con el que nos expresamos y nos


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referimos a los objetos conocidos” (Mignolo 1982:61). Esa, pues, es en suma la experiencia narrativa de Colón. Hernando Cortés, quien escribe principalmente sus cartas al Emperador Carlos V, da cuenta del proceso de conquista de la llamada Nueva España. Si bien las cartas son enviadas al rey para que se encuentre informado de todo lo que acontece y es percibido por el propio Cortés, esta información no es solicitada oficialmente, lo que no impide que sea obligatoria. Mencionanos este detalle porque es esencial para diferenciar al texto de Cortés de las relaciones oficiales que fueron demandadas oficialmente tiempo después. Para complementar esta información cabe mencionar que las cartas relatorias fueron utilizadas por el conquistador para la comunicación entre sus hombres situados en lugares alejados dentro de la península de Yucatán, de modo que este formato va ampliando, por las propias demandas de la comunicación, su propio registro informativo y sus funciones pragmáticas, lo que no resulta sorprendente dadas las calidades intelectuales de Cortés y quien, como Colón, estuvo obligado a informar. Como en el caso de Colón es posible advertir en Cortés esta primera incapacidad para referir un mundo que se desconoce. “Por no saber poner los nombres no los expreso”dice o “No hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de la cultura indígena”. Se ha incidido mucho, dada la formación intelectual de Cortes, en que es posible advertir en sus textos cierto manejo de los formalismos latinos. Mignolo sostiene que “Cortes era muy consciente de las exigencias retóricas impuestas a la epístola.(...) Una detenida lectura de las cartas nos muestra que Cortés se esforzaba por no dejar cabos sueltos, ni en los párrafos, ni en la totalidad de las cartas: del párrafo a la carta, y de una carta a las anteriores, siempre encontramos las indicaciones necesarias para no perdernos en la organización de lo narrado (Mignolo 1982: 67). En sus descripciones Cortés prefiere dejar de lado lo ordinario para referir lo que le resulta extraordinario y pueda sorprender al que se encuentra lejos, en la península, como era el caso de los reyes. Por ello se centra en grandes edificaciones o prodigios, o en la narración de situaciónes que permiten observar el gran caudal de riquezas que pueden explotarse en las tierras recién descubiertas.

Hernán Cortés

Con todo, Cortés no deja de ser un conquistador y por ello de ser obediente a las demandas de la Corona a la que le debía lealtad. Si bien pontifica sobre la belleza de una cultura, su actuación con respecto a ella es destructiva, si bien busca que todos los indios se conviertan al cristianismo.

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CARTA PRIMERA ENVIADA A LA REINA DOÑA JUANA Y AL EMPERADOR CARLOS V, SU HIJO, POR LA JUSTICIA Y REGIMIENTO DE LA VILLA RICA DE VERACRUZ, A 10 DE JULIO DE 1519 Muy altos y muy poderosos excelentísimos príncipes, muy católicos y muy grandes reyes y señores: Bien creemos que vuestras majestades, por letras de Diego Velázquez, teniente de almirante en la isla Fernandina, habrán sido informados de una tierra nueva que puede haber dos años poco más o menos que en estas partes fue descubierta, que al principio fué intitulada por nombre Cozumel, y después la nombraron Yucatán, sin ser lo uno ni lo otro, como por esta vuestra relación vuestras reales altezas podrán ver; porque las relaciones que hasta ahora a vuestras majestades desta tierra se han hecho, así de la manera y riquezas della como de la forma en que fue descubierta, y otras cosas que della se han dicho, no son ni han podido ser ciertas, porque nadie hasta ahora las ha sabido, como será ésta que nosotros a vuestras reales altezas enviamos; y trataremos aquí desde el principio que fué descubierta esta tierra hasta el estado en que al presente está, por que vuestras majestades sepan la tierra que es, la gente que la posee y la manera de su vivir, y el rito y ceremonias, seta o ley que tienen, y el fruto que en ellas vuestras reales altezas podrán hacer y della podrán recibir , y de quien en ella vuestras majestades han sido servidos; porque en todo vuestras reales altezas puedan hacer lo que más servido serán. Y la cierta y muy verdadera relación es en esta manera: Puede haber dos años, poco más o menos, muy esclarecidos príncipes, que en la ciudad de Santiago, que es en la isla Fernandina, donde nosotros hemos sido vecinos en los pueblos della, se juntaron tres vecinos de la dicha isla, y el uno de los cuales se dice Francisco Fernández de Córdoba, y el otro Lope Ochoa de Caicedo, y el otro Cristóbal Morante; y como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos dos navíos y un bergantín para que de las islas dichas trujesen indios a la dicha isla Fernandina para se servir dellos, y creemos, porque aún no lo sabemos de cierto, que el dicho Diego Velázquez, teniente de almirante, tenía la cuarta parte de la dicha armada; y el uno de los dichos armadores fue por capitán de la armada, llamado Francisco Fernández de Córdoba, y llevo por piloto a un Antón de Alaminos, vecino de la villa de Palos, ya este Antón Alaminos trujimos nosotros ahora también por piloto; Lo enviamos a vuestras reales altezas, para que dél vuestras majestades puedan ser informadas. Y siguiendo su viaje, fueron a dar a dicha tierra, intitulada de Yucatán, a la punta della que estará sesenta o setenta leguas de la dicha isla Fernandina, desta tierra de la rica tierra de la Veracruz, donde nosotros, en nombre de vuestras reales altezas, estamos; en la cual saltó en un pueblo que se dice Campoche, donde al señor dél pusieron por nombre Lázaro, y allí le dieron dos mazorcas con una tela de oro; y porque los naturales de la dicha tierra no los consintieron estar en el pueblo y tierra se partieron de allá y se fueron la costa abajo hasta diez

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leguas, donde torno a saltar en tierra junto a otro pueblo que se llama Machocobón, y el señor del Champoto, y allí fueron bien recibidos de los naturales de la tierra; mas no los consintieron entrar en sus pueblos, y aquella noche durmieron los españoles fuera de las naos, en tierra. Y viendo esto los naturales de aquella tierra, pelearon otro día por la mañana con ellos, en tal manera, que murieron veinte y seis españoles y fueron heridos todos los otros; y finalmente viendo el capitán Francisco Fernández de Córdoba esto, escapó con los que le quedaban con acogerse a las naos. Viendo, pues, el dicho capitán como le habían muerto más de la cuarta parte de su gente, y que todos los que le quedaban estaban heridos, y que él mismo tenia treinta y tantas heridas, y que estaba cuasi muerto, que no pensaría escaparse, volvió con los dichos navíos y gente a la isla Fernandina, donde hicieron saber al dicho Diego Velázquez cómo habían hallado una tierra muy rica de oro, porque a los naturales della lo habían visto traer puesto, ya dellos en las narices, ya dellos en las orejas y en otras partes, y que en la dicha tierra había edificios de cal y canto y mucha cantidad de otras cosas que de la dicha tierra publicaron, de mucha administración y riquezas, y dijéronle que si él podía enviase navíos a rescatar oro, que habría mucha cantidad dello. Hernán Cortés (Primera Carta de Relación)

1.2. Relaciones Mignolo distingue claramente a las relaciones de las cartas relatorias, vistas en el apartado anterior, y también las distingue de las crónicas o de la historia escrita al estilo de Garcilaso, que veremos más adelante. Las diferencias, sostiene, son tanto pragmáticas como organizativas. Para él, los textos que ejemplifican esta forma narrativa son las Relaciones geográficas de Indias. En cuanto a la organización, las relaciones responden a las demandas informativas de un cuestionario oficial hecho por el Consejo de Indias (por lo menos a partir de 1574). Esta es una primera diferencia que hay que tomar en cuenta. La segunda tiene que ver con su carácter oficial y obligatorio. Mignolo dice que, aceptadas estas condiciones, pueden observarse tres momentos en los que se desarrolla esta conformación textual: “1) el periodo no oficial, pero obligatorio, que se extiende desde 1505 hasta 1574; 2) el periodo oficial y obligatorio posterior a 1574, y 3) los libros que se modelan, en parte, bajo el mismo principio organizativo de las relaciones cuya base es el cuestionario” (1982: 71). Estos periodos se corresponden con algunas características que es posible advertir en los textos. En las primeras relaciones no se transcribe “la observación libre de quien escribe, de lo que ve quien escribe, sino que responden de alguna manera, a los pedidos oficiales” (1982:71), es decir de los reyes cuya curiosidad guiará la pluma de los relatores. Estos escriben con los ojos de quienes demandan información. Cuando los reyes empiezan a pedir una “entera relación” de las islas, de las gentes y de lo que hay


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en ellas, Mignolo sostiene que ya se puede hablar de los antecedentes de las que en el futuro serán las relaciones oficializadas estructuradas a partir de un cuestionario. De hecho, en 1533 ya se formula un embrión de cuestionario para la redacción de una relación. Mencionemos la información que se desprende de la cédula de 1533 fechada el 8 de marzo elaborada para “asegurar los frutos económicos durante el reinado de Carlos V, y dirigido a “vos el nuestro governador y oficiales de la provincia del Perú: 1)que se informe de los nombres de todas las provincias, poblaciones, etc. 2) que se averigüe quiénes fueron los primeros conquistadores; 3) que se diga cuántas provincias hay pobladas de españoles, 4) que se determine en qué lugares hay minas de metales, piedras, pesquerías de piedras etc. 5) que se determine qué tributos podrá dar a la Corona cada encomendero, 6) que se determine qué tierras convendrá reservar para pobladores que en adelante vayan a las Indias y 7) que se regule la justicia y hacienda en las provincias y cabeceras que quedaren en la Corona (1982:72). 1.3. Crónicas: el discurso hispano La crónica se reconoce hoy como género periodístico; sin embargo no siempre fue así. Los lejanos antecedentes de lo que hoy conocemos como crónica nos la muestran en el Perú, en los siglos XVI y XVII, respondiendo a la necesidad de construir un discurso cronológicamente estructurado que permita reconocer en el tiempo un conjunto de hechos relevantes. Su filiación realista por una parte, y su mirada subjetivista e hiperbólica, por otra, para referir objetos y sucesos, mostraron su sentido y cometido. Pero a la misión de informar sobre sucesos o hechos acaecidos cronológicamente se sumó otra, la de denuncia. Intelectuales como Bartolomé de las Casas, Bernardino de Sahagún o Guamán Poma de Ayala, imprimieron a sus textos la marca de la denuncia abierta frente al abuso e injusticia que el proceso de invasión española ocasionó al Nuevo Mundo. Posteriormente, la función de la crónica ha variado conforme el hombre encontraba nuevas formas de relacionarse con la realidad y, sobre todo, de observarla. Hoy, como dijimos, la crónica se ha articulado al periodismo, pero los intentos de liberarla de ese estricto y estrecho campo son serios y sólidos. Francisco Carrillo, en un trabajo importante, ha sostenido que la crónica para Raúl Porras Barrenechea era “una expresión apasionada, partidaria de los acontecimientos” y que “si el autor no presenciaba los acontecimientos o no se expresaba con pasión ya no era cronista sino historiador”(1987:85). Estas características determinadas por Porras para referirse al cronista trasplantado al Perú o al mestizo o indio que escribe bajo los patrones de la crónica, nos muestran la carga subjetiva con la que se escribieron y lo polémico que resulta esbozar una interpretación final sobre ellas. Mignolo, por su parte, sostiene que el término crónica tiende a confundirse con el de historia. Para esclarecer esta confusión o para determinar la manera en que con el paso

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del tiempo la historia absorve a la crónica, realiza un interesante deslinde. Inicialmente el concepto de historia (informe de lo visto o aprendido, en su acepción original) carecía del elemento temporal y al parecer desde los clásicos romanos la historia servía para informar sobre cosas que rodeaban contemporáneamente al autor, de allí que Tácito, para diferenciar sus textos, empleara el concepto de anales para referirse a hechos del pasado. De allí también que en los siglos XVI y XVII el concepto de historia careciera en España del componente temporal. La prueba, dice Mignolo es que se manejara el concepto de “historia natural”, un tipo de relato en el que simplemente se levantaba un informe sobre lo visto. La crónica, sin embargo, “más que relato o descripción, en su sentido medieval, es una “lista” organizada sobre las fechas de los acontecimientos que se desean conservar en la memoria” (1982: 75). Como su mismo nombre lo señala, la crónica era un informe del pasado “fuertemente estructurado por la secuencia temporal”(75). Mignolo dice que cuando ambos conceptos coexisten es decir la historia y la crónica, es que se pueden encontrar “crónicas que se asemajan a las historias; y el asemejarse a la historia, según los letrados de la época, proviene del hecho de escribir crónicas no sujetándose al seco informe temporal sino hacerlo mostrando más apego a un discurso bien escrito en el cual las exigencias de la retórica interfieren con el asiento temporal de los acontecimientos. Las dos actividades que designan ambos vocablos sienden con el tiempo, a resumirse en la historia la cual, por un lado, incorpora el elemento temporal y, por el otro, desplaza a la crónica como actividad verbal” (76). Al parecer, sigue sosteniendo Mignolo, este desplazamiento ya ha ocurrido cuando empiezan a escribirse las primeras historias (crónicas) sobre el descubrimiento y la conquista. Por ello, aunque se emplee el término crónica en realidad estamos ante escritores de historiae (narración del tipo gesta o del tipo vitae, este último que irá conformando la biografía). Elementos que, por lo demás, podemos advertir en los escritos de cronistas como Garcilaso que mezcla ambos elementos. Mignolo se refiere también a los aspectos que caracterizan a la historiografía como formación discursiva. Sostiene que quien escribe historia no lo hace como lo hacían los que escribían cartas y relaciones. Su finalidad, es otra: “El fin de la historia (del escribir historia) se caracteriza, por un lado, en un nivel filosófico y, por otro, público. En cuanto al primero, sabemos desde Aristóteles que la historia se diferencia de la poésia por ocuparse de verdades particulares, en tanto que la poesía lo hace de generalidades verosímiles. El fin público de las verdades particulares es el de la utilidad comunitaria. Los propósitos, sin embargo, pueden variar de acuerdo a lo fines. Así, por ejemplo, Las Casas comienza analizando las causas que movieron a diversos historiadores a escribir. Siendo teleológico el sentido que tiene en este caso la palabra causa, Las Casas está buscando más los motivos o propósitos que impulsaron a los escritores a escribir historia: algunos, nos dice, deseosos de fama y gloria eligieron escribir historia por «pulidas y limadas palabras, dulzura y hermosura suave de decir»;

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otros para servir y lisonjear a los príncipes; otros para rescatar los hechos acaecidos en su tiempo del olvido; otros «compelidos por la necesidad de contar lo que de sus propios ojos vieron». El fin y el propósito se resumen en la frase siguiente: «Resta pues afirmar, con verdad solamente moverme a dictar este libro la grandísima y ultima necesidad que por muchos años a toda España, de verdadera noticia y de lumbre de verdad en todos los estados della cerca deste indiano Orbe, padecer he visto». Si bien el ejemplo es flaco y no podemos aquí detenernos en estos principios definitorios de la formación discursiva historiográfica, baste para decir, repitiendo, que cuando la formación discursiva existe es esta la que de alguna manera dicta la forma y los motivos por los cuales se emprende la actividad de escribir. Y, si no en todos los casos lo vemos tan claramente formulado como en el padre Las Casas, toda atenta lectura los revela diseminados en los prólogos y en aquellos enunciados que no son descriptivo-narrativos sino «palabra del historiador»; donde este «toma posición» y hace explicitas las reglas del juego que adopta. Un segundo y fundamental aspecto es el de la «causa eficiente»: el historiador. Como en toda formación discursiva, ésta regula las condiciones que deben cumplir los agentes de tal actividad. La historia exige que el historiador cumpla con determinadas condiciones. De nuevo Las Casas se hace cargo de este aspecto: “Tampoco conviene a todo género de personas ocuparse con tal ejercicio, según se entendía de Methástenes, sino a varones escogidos, doctos, prudentes, filósofos, perpicasísimos, espirituales y delicados al culto divino como antes eran y hoy son los sabios sacerdotes”. En una palabra, la escritura de la historia no puede dejarse en manos de cualquiera sino de los letrados. No obstante la historiografía indiana brinda una excepcion a la regla dadas las circunstancisas históricas que hace a capitanes y soldados tomar a su cargo una tarea que no están en condiciones de hacer. Por esta razón encontramos, en los casos en los que la historia ejercita por personas no “adecuadas” para tal practica, los “pedidos de disculpas” que no solo manifiestan el tópico de la «falsa modestia», sino también la conciencia de estar ejercitando una practica que tiene sus preceptos y, entre ellos, aquel que atañe a las personas indicadas para hacerla. Finalmente, la formacion discursiva se cararacteriza también por las divisiones internas que establece. Aunque no podemos decir que haya, en los siglos XVI y XVII, criterios claros sobre la division de la historia, hay al menos ciertos principios generales compartidos que podemos resumir de la manera siguiente: 1) Historia Divina

Historia Natural

vrs. Historia Humana 2) Historia Universal

Historia Moral vrs.

General y Particular.

La division 1) se basa sobre el «contenido» de la historia. Como se sabe, la «historia natural y moral» cubre lo que con posteriooridad al siglo XVIII se divide, por un lado,

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en disciplinas independientes (botanica, zoologia, sociologia, psicologia, etc.). Por otro lado, la «historia humana» se produce en un marco epistemico que no marca todavia el conflicto que veremos aparecer hacia finales del siglo XIX bajo la division de «ciencias naturales» versus «ciencia humanas o del espiritu». La segunda division atañe no a la materia sino a los límites temporales (cronológicos) y geográficos (topográficos) en los que se enmarca la materia. La «historia universal» comprenderá así una historia que comienza con el origen del mundo (a la cual suele a veces denominarse tambien general, por ejemplo, «La General Historia»). La «historia general», en el caso de Indias se delimita la mayoria de las veces topográficamente. Finalmente, la «historia particular» lo es de una nación de una region. De acuerdo a estas divisiones vemos que en la hisstoria del siglo XVI predomina lo «general; moral y natural»; en tanto que hacia el XVII la tendencia más marcada es hacia la «historia particular». Lo cual, de ninguna manera indica que no hubiera «historias particulares» en el XVI ni «historias generales» en el XVII” (Mignolo 1982:77-78). Después de la delimitación de las características de las crónicas, pasemos ahora a observar algunos ejemplos a partir de la clasificación realizada por Raúl Porras Barrenechea en su libro Los cronistas del Perú (1528-1650). Mencionemos que la selección es inevitable debido al formato de este libro y a la gran cantidad de cronistas registrados en el libro mencionado. Sin embargo en la selección del material hemos procedido según el criterio de la calidad y de la representatividad. Esta muestra se complementa con la referencia a algunos cronistas de la llamada Nueva España. 1.3.1. Cronistas del descubrimiento Francisco de Xeres (1497 -¿ ?) Dentro de los cronistas del descubrimiento tenemos a Francisco de Xerez, el secretario de Francisco Pizarro. Como se sabe, este personaje desempeñó este cargo en el tercer viaje del conquistador al Nuevo Mundo. Raúl Porras, al referirse a su crónica, la famosa Relación Xamano Xeres nos dice que “es sumente breve -tan sólo cinco páginas manuscritas- pero trascendental para la historia del Perú. Es el único relato directo e inmediato de los dos viajes preliminares. Describe las primeras peripecias de Pizarro por las costas de Colombia y Ecuador y el hallazgo del Imperio Incaico por la nave del piloto Bartolomé Ruiz y el encuentro de la balsa de tumbesinos, la primera embarcación a la vela que los españoles hallaron en América. La descripción del pequeño barco conserva intacta su emoción de asombro” (1986:53). Llama la atención en este cronista la capacidad para resaltar detalles relacionados con la balsa, las posesiones de los indios y de sus vestimentas. Es evidente que la mirada privilegia el universo material, físico y que a partir de esa mirada es ostensible el esfuerzo cognitivo del cronista que se explaya en la búsqueda de equivalencias para efectuar la traducción de todo lo que ven sus ojos.

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Incluimos un fragmento de la Relación Xamano Xeres y, como complemento, incluimos un fragmento de la crónica de Fray Gaspar de Carvajal sobre la llegada de los españoles a un pueblo indio. Este sacerdote es uno de los primeros cronistas del descubrimiento.

Selección de la Relación de Sámano-Xerez (1528) En el año pasado de mil e quinientos e veynte e cinco (1) años estando pedrarias de avila gobernador de la tierra firme que es cierta parte de la tierra firme a que llaman castilla del/oro en la ciudad de panama que es fundada en la costa de la otra mar del sur se ofrecieron al señor governador los capitanes francisco piçarro e diego de almagro a hazer a sus despensas cierto descobrimiento hazia la parte del levante (2) que es al oriente de la dicha cibdad y lo que hizieron y hallaron es lo que se sygue. los dichos capitanes teniendo notiçia de una provinçia que se dize el peru que es en la misma costa de tierra firme en la parte del mar del sur de donde es la cibdad de panama hazia al levante partieron en el año de veynte e cinco con doss navios de cuarenta y setenta toneles y un bergatin pequeno y asta ciento y çinquenta hombres (3) companeros de tierra y sus maestres y marineros que discurriendo por la costa hasta dar en la dicha provinçia y allaron algunos pueblos junto a la mar: pequeños y con algunos dellos asenntaban sus pazes .y pasaban de largo tovieron noticia en aquellos pueblos que entrando la tierra dentro detras una sierra que se haze grande avía muchos pueblos a do avía mucha cantidad de oro y que la tierra hera muy Ilana y enchuta todo porla mayor parte pradros e poco montuosa y que hera tan caliente en çierto tienpo del año que no podían andar los yndios sin Ilevar debaxo de los pies unas cortezas de arboles hechas de manera de chinelas porque descalços se quemaban los pies y unos sombreros hechos de ojas de arboles sobre las caveças / hiendo por la costa adelante dejando estos pueblos pequeños que digo hallaron que la costa hera algo mas aspera y volbieronse atras al paraje de aquella tierra caliente para tomar contrataçion con los yndios todos los pueblos que avian dexado en la costa hallaronlos quemados y los yndios alçados y hidos la tierra dentro pareçe que aquellos pueblos solos se sirven los yndios de pesquerias y hazer sal para proveer los otros de la tierra dentro procuraron de entrar: los capitanes e gente a un pueblo (4) de que tovieron notiçia que hera grande y bueno y dieron sobre el hallaronle barreado todo de madera e rama al combatir fueron heridos algunos xpianos y quebraron el ojo al capitan diego de almagro (5) las armas que tenian heran lanças y tiraderas y macanas y piedras al fin entraron el pueblo y herieron e mataron algunos yndios ellos tenian alçado toda la hazienda mugeres y hijos / y los capitanes por curar los enfermos tornaron se al navio y porque la tierra hera muy aspera de cienagas e muy montuosa por toda aquella costa la dicha provinçia que es hasta ochenta legaas no aunque es la costa llana para la tierra dentro no se mandan por camino ninguno salbo por los rios e canoas porque lo de mas es todo çienagas e montes muy espesos e muchas partes de palmas espinosas y porque los capitanes no tenian navios sotiles para por los rios no entraron si no en tres o quatro partes y no podian ser sino vistos y hallavan los yndios alçados y no podian

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conseguir otro efecto syno proveerse de algunos mantenimientos para en los navios de algunos alcances que siguieron tomaron algun oro e pieças que los yndios tienen para sus personas hallaronse unas madexas de hillo de oro que pesaba mas de seyçientos castellanos de muy fino oro e de lo mesmo se avia hallado mucho oro en aquellos publeçuelos que digo/pequerias pero no les avian tomado nada por guardarles paz pensando que las pudieran hatraer a ella viendo la espereça daquella tierra y que no tenia gente ni aparejo para poder atravesar las sierras para ir a los pueblos grandes que arriba dize digo que es caliente e rica / seguieron la costa adelante que va por la mayor parte discurriendo norte sur y bieron se en muchas necesidades en tienpos contrarios porque se hacen muchas puntas en algunas partes y hallaron algunas yslas despobladas çierca de tierra fueron a dar a un rio grande que pusieron nonbre san juan (6) Y allaron ay algunas poblaciones y por ser vistos antes que pudiesen dar en ellas se fueron los yndios con lo que tenian y algunos pueblos quemaron los capitanes aposentaronse en un pueblo y los yndios vinieron a dar sabre ellos y les pusieron en arta neçesidad pero al fin se fueron los yndios y quedaronse aposentados y procuraron de hazer paz con ellos pero no ha fecho. (l)

El presunto Estete dice: “el año de veintitres o veinticuatro”. Xerez, secretario de Pizarro, da la fecha exacta: “14 de noviembre de 1524”.

(2)

El primer nombre geográfico dado al Perú fue el de: Levante. La empresa descubrid ora del Perú, de Pizarro y Almagro, era llamada en Panamá: “la armada del Levante”. Por oposición se Llamaba a Nicaragua, situada al norte de Panamá, “el Poniente”. Esta anomalía geográfica subsistía aun, diez años después, cuando Pedro de Alvarado organizó su expedición al Perú. El Rey le había autorizado a ir hacia el Poniente y los partidarios de Pizarro y Almagro le reprocharon y le acusaron por haberse dirigido hacia el Levante, que era el Perú.

(3)

Xerez dice que eran 112 españoles y algunos indios de servicio.

(4)

En la Información de servicios de Nicolás de Ribera el Viejo se aclara que Llamaron a este sitio: el Cacique de las Piedras. “y estando adereçando el dicho navio bolbio el dicho don diego de almagro quebrada un ojo y muerta mucha gente que le avian desbaratado en el dicho cacique de las piedras donde nos avian herido a my y al dicho capitan françisco piçarro”.

(5)

En Xerez: “y el capitan almagro hubo otro encuentro con los indios de aquel pueblo y también fue desbaratado y le quebraron un ojo”. En la Información hecha por Almagro en Panamá en 1526 dice el testigo Alonso de Cáceres: “e queste testigo violo tuerto de un ojo al dicho capitan é le vido la herida no bien acabada de sanar é el dicho ojo seco, etc”.

La balsa de los tumbesinos Este navío que digo que tomó, tenía al parecer hasta treinta toneles de cabida. El plan y quilla eran hechos de unas cañas tan gruesas como postes, ligadas con sogas de lo que llaman henequén que es como el cáñamo. Los altos eran hechos de otras cañas más delgadas ligadas con las dichas sogas y donde venían las personas y las mercaderías juntos porque en lo bajo se mojaban. Traía sus mástiles y antenas de muy fina madera y velas de algodón del mismo talle como nuestros navíos y muy buena jarcia del dicho henequén que digo es como cáñamo y las potalas por anclas a manera de muela de barbero.

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Traían muchas piezas de plata y oro para el adorno de sus personas y para hacer rescate con quienes iban a comerciar y en el que habían coronas y diademas y cintos y puñetes, armaduras como de piernas y petos y tenazuelas y cascabeles y sartas y mazos de cuentas y rosecleres y espejos guarnecidos de la dicha plata y tazas y otras vasijas para beber. Traían muchas mantas de lana y algodón y aljubas y alcaceres y alaremes y otras muchas ropas todo lo más de ello muy labrado de labores, muy ricas de colores de grana y carmesí y azul y amarillo y de todas otras colores de diversas manera de labores y figuras de aves y animales y pescados y arboledas y traían unos pesos chiquitos de pesar como hechura de romana y otras muchas cosas. En algunas sartas de cuentas venían algunas piedras pequeñas de esmeraldas y cazadonias y otras piedras y pedazos de cristal y además de todo esto tenían para rescatar, unas conchas de pescados de las que ellos hacen cuentas coloradas como corales y blancas que traían el navío casi cargado de ellas Aquellos tres indios que digo que se tomaron en el navío y que se llevaron a los capitanes, aprendieron nuestra lengua muy bien. Parece que ellos eran de una tierra y pueblo que se llama Calangane. Es gente en aquella tierra de más calidad y manera que indios porque ellos son de mejor gesto y color y muy entendidos y tienen un habla como arabígo y a lo que perece tienen dominio sobre los indios de tacamez y de la bahía de San Mateo y de Nancabez y de Tovirisimi y Conilope y Papagayos y Tolona y Quisimíes y Coaque y Tonconjes y Arapaxaos y Picuaxa y Cara Lobes Xamaxejos Came y Amotape Docoa. Todos los pueblos de dicha tierra llana que van descubriendo por la costa y todo lo otro aparte de la costa en aquel pueblo de Calangane que está formado en realidad por cuatro pueblos: el dicho Calangane o Calangome y Tusco zerecapez y Zalango juntos todos bajo un Señor. Allí hay muchas ovejas y puercos y gatos y perros y otros animales y ánsares y palomas. Allí se hacen las mantas de lana y algodón que arriba digo y las labores y las labores y las cuentas y piezas de plata y oro. Es gente de mucha civilidad. Según lo que parece tienen muchas herramientas de cobre y otros metales con las que labran sus heredades y sacan oro y hacen toda clase de labores de granjería. Tienen sus calles muy bien trazadas y muchas clases de hortalizas. Tienen mucho orden y justicia entre sí. Las mujeres son muy blancas y bien ataviadas y todas en su mayor parte bordadoras. Hay una isla en el mar junto a los pueblos donde tienen una casa de oración echa a madera de tienda de campo, toldada con muy ricas mantas donde tienen una imagen de una mujer con un niño en los brazos que tiene por nombre María Mejía. Cuando alguno tiene una enfermedad en algún miembro, les fabrican este miembro de oro y plata en tiempo determinado se le ofrecen a la imagen sacrificándole ciertas ovejas. (Relación de Sámano-Xeres en Las Relaciones Primitivas de la Conquista del Perú de Raúl Porras Barrenechea). Selecciones de Fray Gaspar de Carbajal Llegan los españoles a un pueblo indio Al cabo de dos leguas que habíamos ido el río abajo, vimos venir por el río arriba cuatro canoas llenas de indios a ver y requerir la tierra y como nos vieron dan la vuelta a gran

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priesa. Dando alarma, en tal manera que en menos de un cuarto de hora oímos en los pueblos muchos atambores que apellidaban la tierra, porque se oyen de muy lejos y son tan bien concertados que tienen su contra y tenor y triple: y luego el capitán mandó que a muy gran priesa remasen, los compañeros que llevaban los remos en las manos, porque llegásemos al primer pueblo antes que las gentes se recogiesen; y así fue que a muy gran priesa comenzamos a caminar, y llegamos al pueblo adonde los indios todos están esperando a defender y guardar sus casas, y el capitán mandó que con muy gran orden saltasen todos en tierra y que todos mirasen por uno y uno por todos que ninguno se desmandase y como buenos mirasen lo que tenían entre manos, y que cada uno hiciese lo que era obligado: fue tanto el ánimo que todos cobraron en viendo el pueblo, que olvidaron toda fatiga pasada, y los indios dejaron el pueblo con toda la comida que en él había, que no fue poco reparo y amparo para nosotros. Antes que los compañeros comiesen, aunque tenían harta necesidad, mandó el capitán que corriesen todos el pueblo, porque después estando recogiendo comida y descansando no revolviesen los indios sobre nosotros y nos hiciesen daño, y así se hizo. Aquí comenzaron los compañeros que se vengar de lo pasado, porque no hacían sino comer de lo que los indios tenían guisado para sí y beber de sus brebajes, y estos con tanta agonía que no pensaban verse hartos; y no se hacía esto muy al descuidado, porque, aunque comían como hombres lo que habían menester, no olvidaban de tener cuidado con lo que les era necesario para defender sus personas, que todos andaban sobre aviso, las rodelas al hombro y las espadas debajos de los sobacos, mirando si los indios revolvían sobre nosotros; y así tuvimos en este descanso que tal se puede llamar para nosotros según el trabajo(que) habíamos pasado, hasta dos horas después del mediodía, que los indios comenzaron de venir por el agua haber qué cosa era, y así andaban como bobos por el río; y visto esto por el capitán, púsose sobre la barranca del río, y en su lengua, que en alguna manera los entendía, comenzó de hablar con ellos y decir que no tuviesen temor y llegasen que les quería hablar; y así llegaron los indios donde estaba el capitán, y les alagó y quitó el temor y les dio de lo que tenía, y dijo que fuesen a llamar al señor. Que les quería hablar y que ningún temor tuviese que les hiciese mal ninguno; y así los indios tomaron lo que les fue dado y fueron luego a decirlo a su señor, el que vino luego muy lúcido donde el capitán y los compañeros estaban, y fue muy bien recibido del capitán y de todos, y le abrazaron, y el mesmo cacique mostró tener en sí mucho contentamiento en ver el buen recibimiento que se le hacía. (De la Relación del descubrimiento del famoso río grande de las Amazonas)

1.3.2. Cronistas de la Conquista El capitán Cristóbal de Mena (¿1488? - ¿ ?) Porras nos dice que en “abril de 1534 aparecía en Sevilla (...) un impreso de 12 páginas in folio titulado: La conquista del Perú: llamada la Nueva Castilla, en que se refería minuciosamente por un testigo presencial, el descubrimiento y conquista realizados por

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Pizarro, principalmente la escena de Cajamarca hasta la muerte de Atahualpa (...). Es posible atribuir esta obra al Capitan Mena. Cartas e informaciones de los gobernadores de Panamá, atestiguan que Mena fue el primero en llegar a Panamá en agosto de 1533 con la noticia de la captura de Atahualpa y que llevaba una “relación que va a fazer a su Majestad”. Francisco de Xeres, anota que Mena era el principal pasajero llegado a Sevilla, en la primera nave del Perú arribada a esa puerto el 5 de diciembre de 1533. “El relato de Mena, tiene en primer lugar la preeminencia en el tiempo. Es el más inmediato a los hechos mismos. Es más aún: es el primero de todos. En él la verdad no ha tenido tiempo de ser deformada. Es además, un relato espontáneo. No se trata de un relato oficial como el de Xeres o de Sancho(...) sino la relación de un testigo desligado de la empresa y libre para decir su opinión imparcial sobre ésta”(1986:86). La crónica de Mena es “la más fresca y espontánea de todas, la que guarda más fiel e intacta la emoción de los sucesos de Cajamarca. Sumárisima para relatar las etapas del viaje marítimo, acentúa su micuciosidad a medida que los españoles se acercan al Inca” (1986:86). Con respecto a esta crónica importa destacar que para Porras logra reflejar “el ambiente de la conquista de una manera más palpable en éste que en ningún otro relato. Indios y españoles son menos convencionales, se siente el choque de las dos razas, tal como fue, y no se omiten las rudezas imprescindibles de él.(...) Mena es el único cronista español que refiere las torturas impuestas por Soto a Calcuchima para hacerle declarar dónde estaba los tesoros de Atahualpa, el primero que trae noticias de los cadáveres de indios colgados en los caminos incaicos por orden de Atahualpa y describe el tambor humano del Inca, hecho del pellejo disecado de su hermano y su vaso fúnebre, labrado en el cráneo del mismo”(1986:87). Porras destaca el manejo del lenguaje y el tono personal de la crónica como sus mejores atractivos. Sostiene que el soldado español es visto en su verdadera dimensión humana: en la experiencia de sus afectos, pasiones, odios, codicia, ambición, temor u osadía.

LOS TRES MENSAJEROS AL CUZCO (1534) El cacique dixo al governador que el oro no podia venir tan presto: que como el estava preso, no hazian los indios lo que mandava: que embiasse tres christianos al Cuzco. que estos traerian mucho oro: que desguarnecerian ciertas casas que estavan chapadas con oro: y que traerian mucho oro que avia en Xauxa: y que podian yr seguros. que toda la tierra era suya. El governador los despacho encomendando los a Dios. y llevaron mucha gente que los llevavan en hamacas. y eran muy bien servidos Y llegaron a un pueblo que se dize Xauxa. donde estava un gran hombre capitan de Atabalipa. este era el que prendio al Cuzco. y tenia todo el oro en su poder: y dio a los christianos treynta cargas de oro. ellos lo estimaron poco: y mostrando que tenian poco temor del le dixeron que

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era poco; el les mando dar otras cinco cargas de oro: esto embiaron a donde quedava el señor governador con un negro que llevavan. y ellos passaron adelante: y allegaron al pueblo del Cuzco alli hallaron un capitan de Atabalipa que se dize Quizquiz. que en su lengua quiere dezir barvero. Este estimo muy poco a los christianos. aunque se maravillo mucho dellos. y ovo christiano que se quiso llegar a el a dar le de estocadas. y no oso por la mucha gente que tenia. Dixo les aquel capitan que no Ie pidiessen mucho oro. que si no quisiessen dar por rescate al cacique. que el lo yria a sacar. y luego los embio a unos bohios del sol en que ellos adoran. Estos bohios estavan de la parte que sale el sol chapados de oro de unas planchas grandes: y quanto mas les venia dando la sombra del sol tenian mas baxos oro en ellos. Los christianos fueron a los bohios. y sin ayuda ninguna de indios (porque ellos no les querian ayudar porque era bohio del sol, diziendo que se moririan) los christianos determinaran con unas baarretas de cobre de desguarnecer estos bohios: y assi los desguarnescieron segun por su boca ellos lo dixeron. y mas desto juntaron por el pueblo muchos cantaros de oro, y los truxeron a los christianos. que los llevasse por rescate de su señor. En todas aqueellas casas del pueblo dizen que havia tanto oro que era cosa de maravilla, En otra casa entraron donde hallaron una silla de oro donde hazian sus sacrificios. esta silla era tan grande que pesava diez y nueve mil pesos: y se podian echar dos hombres en ella. En otra casa muy grande hallaron muchos cantaros de barro cubiertos con hoja de oro: que pesavan mucho, no se los quisieron quebrar. por no enojar a los indios. en aquella casa estavan muchas mugeres. y estavan dos indios en manera de embalsamados: y junto con ellos estava una muger biva con una maxcara de oro en la cara ventando con un aventador el polvo y las moscas y ellos tenian en las manos un baston muy rico de oro. La muger no los consintio entrar dentro, sino se descalçassen. y descalçandose fueron aver aquellos bultos secos. y les sacaron muchas pieças ricas. y no se las acabaron de sacar todas. porque el cacique Atabalipa les avia rogado que no se las sacassen diziendo que aquel era su padre el Cuzquo: y por esso no osaron sacar le mas. Assi cargaron su oro: que el capitan que alli estava les dio el aparejo que pudo. Los christianos hallaron en aquel pueblo tanta plata. que dixeron al governador que havia alli una casa grande quasi llena de cantaros y tinajas grandes y vasos y otras pieças muchas: y que mucho mas truxeran. sino por no se detener alli mas. y porque estavan solos. y mas de dozientas y cincuenta leguas de los otros christianos. Cerrada la casa y las puertas deella. y puesto un sello por su magestad y por el governador Francisco piçarro. y assi mesmo dexaron guarda de indios: y pusieron señor en el pueblo. que assi les era mannuado. y tomaron su camino con el oro: en que trayan pieças muy hermosas. entre las quales avia una fuente muy grande de oro muy fino hecha de muchas pieças. pesaba esta pieça mas de doze mil pesos. estas y otras muchas cosas truxeron. (De La conquista del Perú, llamada la Nueva Castilla de Cristóbal de Mena)

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1.3.3. Cronistas de la colonización o Cronistas de Indias Bartolomé de las Casas (1474-1566) Uno de los más grandes reproches a Fray Bartolomé De las Casas es que nunca estuvo en el Perú. Ese reproche busca descalificarlo a él y a su obra, cuyo fundamento no se sustenta en lo testimonial o presencial, es decir en el hecho de haber visto y vivido lo narrado, sino en la recusación a todo el proceso de la colonización desde una posición altruista y ética. Su obra cumbre es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias publicada en 1552 en la que postula que la evangerlización debía de caracterizarse por su pacifismo. Su tesis central mencionada en todas las historias de la colonización es la siguiente: O los españoles se volvían a la península y dejaban las cosas como las encontraron o conquistaban a fuerza de agua bendita pidiendo permiso a los indios. Porras le reconoce muchos méritos, pero el mayor de ellos tiene que ver con lo siguiente: De las Casas es el “exponente legítimo del alma española” (1986:199). Esta legitimidad estaría dada por el hecho de que De las Casas encarna un gran espíritu de contradicción. Su gran mérito desde este punto de vista es que “al protestar contra la crueldad de los conquistadores y encomenderos, al condenar en masa a todos sus hermanos de sangre, al no ver sino el aspecto desfavorable de la colonización, sin reparar en sus beneficios, al reclamar el envío de labradores negros y españoles Fray Bartolomé De las Casas para que reemplazaran a los indios en las agotantes faenas agrícolas y mineras, ponía en evidencia el defecto de su piedad desasosegada y unilateral. Su bondad irritada e iconoclasta no se ejerció nunca ni a favor de los negros ni de sus propios hermanos los españoles”(1986:199). Son muchos los valores de su obra a pesar de que De las Casas no era escritor sino un sacerdote, un ganador de almas a la causa del cristianismo. Es, en principio, un gran desmitificador de la codicia que impulsaba a los conquistadores. En ese sentido es un fino ironista que sabe despojar a la causa de la colonización de sus máscaras, de su hipocresía, de esa estupenda, pero débil coartada que es la evangelización de almas. Porras le critica que no se conmoviera con los suplicios que los indios empleaban cuando capturaban a un español “infinitamente más crueles que la hoguera y el garrote”. Para Porras él “seguía considerando a los indios como niños inocentes dotados de una dulce e idílica filantropía”(1986:199). Este aspecto de su carácter, muy criticado por sus contemporáneos, lo llevó a España a debatir en grandes escenarios en los que siempre dejó una huella imborrable por su preparación y capacidad argumentativa. Porras recoge un testimonio del fraile Motolinía en el que De las Casas no es bien visto: “no procuró saber

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sino lo malo y no lo bueno, ni tuvo sosiego en esta Nueva España, ni aprendió lengua de indios, ni se humilló ni aplicó a les enseñar” (199). Es cierto que como evangelizador en México fue un fracaso y que no cumplió, como debía, con las obligaciones del Obispado de Chiapas que abandonó después de tres años, pero, diga lo que se diga, la indignación de sus escritos no deja de anunciar una problemática contemporánea. Nadie puede dudar de que De las Casas pone el dedo, en el siglo XVI, sobre cuestiones tan cruciales hoy en día como el racismo, la discriminación y la expansión colonialista. Citemos un fragmento de su monumental obra.

COSTUMBRES FUNERARIAS Era grande el cuidado que tenian cerca de sus entierros y sepolturas y difuntos. en Lo cual eran en gran manera religiosos, celando y guardando Los cuerpos de Los difuntos. Los yungas. que son Las gentes de Los Llanos, hacian sus sepolturas grandes y huecas en Los campos y arenales debajo del arena. donde Los enterraban. estas eran de forma de una alberca cuadrada de quince o veinte pies de cuadra honda de dos estados, unas mayores y otras menores, segun era La cualidad de La persona que se habia de sepultar. En cada pared de Las cuatro, por La parte de adentro. hacian una bóveda donde cupiesen cuatro o cinco personas, tan alta como un hombre. con una puerta pequeñita y angosta. Dentro de aquella bóveda entierran al señor con algunas personas que éI mas amaba y con algunos servidores que le iban a sevir alla, no tantas como de dejimos de La Nueva España. EntierraLas alrededor dél alli todas sus joyas y vasos y piedras preciosas. Toman Luego a cerrar La portezueLa con barro y piedra o adobes. que parece no haber alli nada. Hacen lo mismo a las otras tres partes o bóvedas, que son para en que los hijos y nietos se han de sepultar. Después hinchen de arena todo el hoyo. que dijimos ser como alberca cuadrada. hasta con el otro suelo la emparejar Otras veces la ciegan de arena hasta el medio. por no tener quizá tanto trabajo. La gen-te comun hace sus sepolturas mayores o menores, según la calidad de cada uno. pero todos se entierran en hueco y cubiertos con maderos y barro y como tienen la posibilidad. Sepúltanlos a todos envueltos en muchas mantas. cada uno según tiene el caudal, cubiertos los rostros. calzados los pies, y los hombres con sus paños menores. Lavanlos primero que los envuelvan en las mantas. Entierran con los hombres los instrumentos con que la tierra o las otras cosas de sus oficios labraban. con las mujeres las ruecas y husos y los telares y aspas con que tejian y devanaban. Poníanles comida y bebida para tres o cuatro dias. guisada. y en ellos no cerraban las sepolturas. parece que creyendo que habían menester comer aquel tiempo que debía de durar el camino que llevaban. Poníanlos echados. el rostro hacia arriba. y atabanles con unas cuerdas recias los muslos y los brazos junto al pecho, como nosotros. e cruzados.

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De la misma manera que los servian en la vida era servido despues de muerto de sus familiares. conviene a saber, poniendo delante la sepultura comida y bebida. donde la quemaban. desta traían mucha todos los que lo venían en su muerte a honrar. Renovándole la ropa. y del ganado que poseía cuando vivo. Ie señalaban cierta parte, que tambien Ie quemaban. Finalmente. en muchas cosas Ie servian despues de muerto. como en la vida servirle acostumbraban, creyendo que su anima vivian en otro mundo aunque del presente faltaba. Tenianle gran reverencia, veneracion y amor y temor, lo cual, despues de muchos tiempos, llendo creciendo. llegaba y se convertia en idolatria; porque munchas veces acaecia que, habiendo sido algunos señores buenos y para sus pueblo provechosos y déllos muy amados, acaecía que, andando el tiempo, crescia tanto el amor y veneracion, que por dioses los reputaban, y con sus ofrendas y sacrificos y plegarias ocurrian a ellos en sus necesidades, como a tales, Y este discurso al principio llevó en el mundo poco a poco. cuando se intridujo estimar los hombres ser dioses, la idolatría, como parece por el libro de la Sabiduria, cap. 14. donde se asignan délla algunas causas. Y aunque los errores destas gentes, haciendo de hombres dioses, los movian a ofrecerles dones y sacrifios, y a los idolos ropa, maíz, pino, plumas, ovejas, oro y plata y otras cosas preciosas suyas, pero, que en los tiempos antiguos, que ofreciesen hombres, nunca se ha entendido ni sospechado. (De Historia de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas)

Fray Toribio de Benavente “Motolinía” (¿1482?- ¿1569?) Sacerdote franciscano que, junto con once frailes de su orden, realizaron una expedición evangelizadora a México. Conocidos como los doce apóstoles, estuvieron bajo las órdenes de Fray Francisco de los Ángeles. Su llegada al Nuevo Mundo se produjo en el mes de febrero de 1524. Fray Toribio de Paredes, nació en Benavente, provincia de Zamora y fue conocido en México como Motolinía, término náhuatl que significa el que es pobre o sufre aflicción. Al igual que Bartolomé de las Casas, con el que tuvo algunos desencuentros, Motolinía luchó por la causa de los indios a los que defendió de los abusos de los españoles. Es conocida su oposición a que la Real Audiencia iniciara una política de cobro de impuestos a los indígenas y su lucha para que no pagaran el diezmo. En su condición de franciscano, Motolinía se enfrentó a los dominicos con quienes su orden se disputaba la fundación de las ciudades. Su oposición a las políticas de Bartolomé de las Casas, por ejemplo, mostró las discrepancias entre las órdenes religiosas afincadas en América. Con el dominico, Motolinía tenía discrepancias teológicas y también prácticas, relacionadas con la mejor forma de educar e integrar a los indios a la dominación colonial.

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En una conocida carta a Carlos V, Motolinía acusa a Bartolomé de las Casas de anticolonial y de ser una sacerdote idealista, alejado de las condiciones de convivencia cotidianos en los que se desarrollaba la colonización. Llega incluso a decir que de las Casas perturba y destruye la gobernación de la Corona. Su obra más conocida es Venida de los doce primeros Padres, y lo que llegados acá hicieron. Escrito originalmente en latín, a Motolinía se le atribuye el Doctrina christina, mexicano idiomote, un catecismo escrito expresamente para convertir a los indios al cristianismo. 1.3.4. Cronistas de las Guerras Civiles Para los efectos de esta sección, en donde incluimos un fragmento de la crónica de El Palentino, consideramos importante citar los comentarios del crítico Francisco Carrillo, quien expone con claridad las condiciones históricas de producción de los textos de este convulsionado periodo: “Así como los hechos del descubrimiento y conquista ofrecen el material básico de las primeras crónicas, los hechos históricos de las primeras décadas de la colonia siguen ofreciendo el material básico de las siguientes crónicas: la fundación de Lima (1535); la rebelión de Manco Inca (1536), las Guerras Civiles, primero entre los Pizarristas y Almagristas (1538 - 1541), y después las causadas por las Nuevas Leyes de 1542 en favor de las Indias y contra los intereses de los conquistadores. El primer ciclo de estas guerras -la rebelión de Manco Inca- no es en verdad una guerra civil sino la “guerra de resistencia del noble Inca ante el dominio español de los Pizarro. Las guerras entre los Pizarro y los Almagro se explican por un deseo de poder, pero el historiador Juan Pérez de Tudela sugiere que, más alla de la ambición por el poder, había una discrepancia de origen social: los Pizarro eran de humilde origen; en cambio, los “almagristas presumían de ser hidalgos de buena cuna”. La muerte de Francisco Pizarro en 1541 cierra esta primera etapa de las guerras civiles. Las nuevas leyes significaron un viraje en lo que iba sucediendo en el Perú. Los conquistadores, vencido Manco Inca, empezaron a asentarse, a ser los dueños del Perú, a repartirse con más seguridad los indios, las tierras, las riquezas. El gobierno español con estas leyes intentó-y a la larga logró- quitar el Perú del control de los conquistadores y asegurarse el propio desde la península. Porras afirma que estas guerras son causadas por los intereses encontrados entre los nuevos pobladores de las ciudades y los primeros conquistadores. Nos dice: “Es el resentimiento típico de los mercaderes y juristas contra la clase guerrera y conquistadora”.

Blasco Núñez de Vela, el primer virrey, fue nombrado en 1543. Gonzalo Pizarro lo vence y lo mata y 1546 es su año de pleno dominio del Perú. La Gasca vence a Pizarro en 1548, en Jaquijaguana, con lo que acaba la parte más cruda de las guerras civiles. Más tarde, en 1553, se levanta Francisco de Hernández Girón contra la Audiencia, pero es vencido al año siguiente. Todos estos hechos son magníficamente narrados en las

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crónicas, en documentos fríos algunas veces, pero mayoritarimente en crónicas llenas de emoción y colorido. Por otro lado, las guerras civiles marcan el cambio. Se pasa de la escritura de relaciones a la escritura de la historia o crónicas. La relación de los soldados de la conquista fue, cada una de ellas, relativamente breve, de pocas páginas. La historia o crónica de las guerras civiles es extensa, más meditada. El autor ya no es un conquistador sino, generalmente, un soldado menor, subvencionado por el virrey, por el gobernador o por algún otro poderoso. Es un soldado que ha leído libros; es culto, o más o menos culto, que filosofa sobre la vida, la historia o la rueda de la fortuna. Sobre la moralidad de los protagonistas a quienes con frecuencia califica duramente. Este cronista hace hincapié en sus fuentes; afirma su calidad de testigo a cada paso y, cuando no es testigo directo, lee documentos -y los transcribe muchas veces- o entrevista a otros testigos de los acontecimientos. Más de uno también se aprovecha de otro cronista cuyo documento espera publicación en alguna oficina gubernamental. Este cronista recibe una paga por su trabajo, o esa es su intención, y así es cronista aulico y cortesano; su filiación coincide con las ideas de quien le paga; pero tiene también sus odios y pasiones personales y con estos puntos de vista describe traiciones y fidelidades, valentías y cobardías, crueldades y aventuras, y las fugaces expansiones que hay entre batalla y batalla. La conquista y los pueblos indios están un poco en la penumbra, la geógrafa es somera y al paso de los batallones; las ciudades se miden por los vecinos combatientes, por los ahorcamientos y por las entradas triunfales de los vencedores. Es época de drásticas y violentas decisiones: se está con uno o con otro, se es realista o pizarrista, y un error puede costar la hacienda, la honra y la vida. Y aún los curas y los obispos saben ceñirse las espadas con los colores de sus banderías partidarias. Y no fueron pocos los que se aprovecharon de un viraje político hecho a tiempo; sobre estos cambia-banderas los cronistas son minuciosos. Pero quien destaca en la galería de personajes de las guerras civiles es, sin duda, el sin par Francisco de Carbajal, el demonio de los Andes; ante él todo cronista siente que le tiembla la mano. Las guerras civiles son narradas por don Alonso Enríquez de Guzmán, el gran pícaro español que pasó al Perú en los momentos más difíciles del conflicto entre los Pizarro y Almagro; par de Agustín de Zárate y muy novelescamente par Pedro Gutiérrez de Santa Clara. Otros cronistas fueron Pedro López; Diego Fernández, el Palentino; Borregán. Igualmente, Cieza de León tiene varios libros dedicados a las guerras civiles. Aunque no vinieron al Perú, consideramos pertinente incluir en esta sección a Juan Cristóbal Calvete de Estrella y a López de Gómara quien estuvo muy bien informado sobre los hechos de la conquista y de las guerras civiles” (Carrillo 1989: pp.15-16). Diego Fernández El Palentino Porras sostiene que El Palentino es el cronista áulico, cortesano por antonomasia de las Guerras Civiles; es decir el que asume el punto de vista de quien le manda a escribir

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dada su condición de pagado. Escribió primero la historia de la revolución de Hernández Girón por encargo del Marqués de Cañete y luego la historia de la revolución de Gonzalo Pizarro mandado por Francisco Tello de Sandoval. Ambas narraciones constituirán lo que luego sería su libro Primera y segunda parte de la Historia del Perú publicada en 1571. En el caso de las crónicas de este periodo es imposible tentar a la objetividad dado que los escritores son partidarios de los que combaten por el poder. Con respecto a El Palentino, Porras sostiene que sobre todo su segunda parte es insincera y artificiosa. Citemos: “recarga las culpas y los adjetivos sobre “la loca y luciferina soberbia” de Gonzalo Pizarro a quien acusa de querer coronarse rey del Perú y contra la crueldad y codicia de su “infernal ministro” el maese de campo Francisco de Carbajal”(1986:225). En el pasaje que incluimos a continuación es visible, en efecto, advertir los elementos antes destacados. Un feroz retrato de la codicia de Carvajal nos lo muestra en situación de peligro ante una conjura que sin embargo es develada.

GENIALIDADES DE CARBAJAL “Grande era la codicia de Francisco de Carvajal en allegar y juntar plata, mas no por tanto daba cosa alguna a los soldados de que muchos estaban desabridos, asi por esto como por su áspera y cruel condición. De suerte que vinieron a conjurarse para Ie matar, Luis Perdomo, Alonso Camargo, Pero González de Prado, Diego de Luján, Julián de Humarán, Balboa, Morales de Abad (el Resucitado que llamaron), Llantadilla y otros, que serian todos hasta viente y seis soldados, y era el concierto que una noche que fuesen de guarda Diego de Balmaseda y otros que Francisco de Carvajal tenia por amigos, Ie diesen de puñaladas y matasen tambien a Alonso de Mendoza y al capitan Castaneda y otros tres o cuatro; y estando concertado para lo efectuar, visperas de San Miguel, se juntaron en casa de Luis Perdomo, Julian de Huamarán. Pero González de Prado, Balboa, Llantadilla y otras cuatro o cinco. y en casa de Alonso Camargo se juntaron Diego de Balmaseda. Morales, Diego de Luján y otros tantos como en casa de Luis Perdomo, y los demas conjurados estaban por espias para darles aviso al tiempo que Carbajal estuviese menos acompañado, por razón que cada noche le tenía palacio más de dos horas de la noche la mayor parte de la gente, y Carbajal los entretenia en buena conversación, contando cuentos muy donosos; y aquella noche acudio mucha gente, y Francisco de Carbajal se despidio luego diciendo que se sentía mal dispuesto y fuese a acostar. De lo cual siendo avisado Alonso Camargo, fue con sus compañeros a Luis Perdomo y los demas y dijoles lo que pasaba, y tratando del negocio algunos, dijeron que si aquella noche no se efectuaba todo era perdido, y que pues Francisco de Carvajal dormía con tanto recato que no se podía entrar en donde estaba, que Ie pusiesen fuego al galpón de su morada y voceando que era muerto alzasen bandera por el Rey y apellidasen su

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nombre. Otros contradecían esto diciendo que lo dejasen para el día siguiente; y luego trajeron allí un crucifijo donde todos juraron de guardar secreto, quedando acordado que otro día siguiente (que era de Señor San Miguel) se juntasen para lo poner por obra, y con esto se despidieron, y de ahí a hora y media, teniendo Carbajal aviso de la conjuración, puso gran diligencia para prender los conjurados, poniendo guardas alrededor de la villa para que no se huyesen. El primero que prendió fue a Alfonso Camargo, y queriendo aprender a Luis Perdomo se huyó que no Ie pudieron haber; prendió algunos sospechosos aquella noche. después casi todos los de la en trada, y luego que fue de día, mando hacer Cuartos a Alonso Camargo, y queriendole ya sacar, llegó un fraile de Santo Domingo con una mujer de amores, llamada doña María de Toledo, y dijo a Carbajal. “Señor, por amor de Nuestro señor, que Vm. me oiga”. Respondió Carbajal: “Diga su reverencia”. “ Dijo el fraile “Señor, ya sabe Vm. que Alonso Camargo es de la tierra del señor gobernador Gonzalo Pizarro, y que es muy servidor de su casa, y que esto que agora se dice sin falta se Ie ha levantado. porque él no se hallaría en ello habiéndole ya Vm. perdonado. Pero Gutiérrez de Zafra daba a la noche a Vm. seis mil pesos porque Ie perdonase: suplico a Vm. Ie perdone, y dárselos ha, y él se casará con esta mujer. En lo cual Vm. hará buena obra y la sacará de pecado “. Carbajal le respondió. “Padre, padre, a eso que , reverencia dice. quiérole contar un cuento. ha de saber que en un pueblo sucedió un negocio a un hombre muy honrado, sobre que si quiso matar al corregidor de aquel pueblo él y otros. Sabido por el corregidor, prendiole, y sabida la verdad, condenóle a muerte, y sacándole a ajusticiar los alguaciles, salió una putana felona, muy bellaca, con una cuchilladaza por la cara y muy sucia, dando gritos: “Señores, señores, no matéis al señor Fulano, dádmelo par marido”, y en aquella tierra era ley (como en otras) que cuando una mujer que está ganando con su cuerpo pidiese por marido a uno que ,estuviese condenado a muerte, que, si aquél quisiese casar con ella, no le matasen, y a gritos que daba la mujer, pararon los alguaciles, y como llegó diciendo dádmele por marido, dijeron los alguaciles: “Señor fulano, casaos con esta y no moriréis” El volvió la cabeza, y como la vio que debía de ser del arte de esa mujer, y como él era hombre honrado y de tanta presunción, dijo: “Señores, ande el asno, ande el asno, que no quiero tal mujer”. Asi que, padre reverendo, el señor Alonso Camargo, vecino y regidor e esta villa, ha de decir lo que dijo aquel buen hombre, y él sin falta morirá, y el señor Balmaseda y otros muchos caballeros de la entrada del Rio de la Plata. que me querían matar sobre tratarlos bien y hacerlos más honra que a los servidores del gobernador Gonzalo Pizarro, mi señor “. Con esto se fueron el padre y la mujer muy desconsolados, y luego sacaron a cuartear a Alonso Camargo y a Balmaseda, día de Señor San Miguel; y envió a Diego Caballero con diez arcabuceros a Paria y otros tantos a Chuquiabo, para buscar algunos que se habían huido y ausentado, echando asimismo gente de caballo por los alrededores de la villa, y puso chasquis por los caminos (que son indios que corren a legua y legua y media a manera de postas)”. (En Primera y segunda parte de la Historia del Perú en PÉREZ DE TUDELA (editor) Crónica del Perú , 1963, I, pp. 113-115).

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1.3.5. Cronistas pre-toledanos Los cronistas pre-toledanos se incriben dentro de un periodo muy concreto de la historia del Perú: desde 1550, época del pacificador La Gasca que llega para detener las Guerras Civiles entre los españoles, hasta 1569, año de la llegada del virrey Toledo. Francisco Carrillo sostiene que estos cronistas son “en su mayoría funcionarios que muestran antipatías por los primeros conquistadores(...) A diferencia de los cronistas del descubrimiento y la conquista, los cronistas pre toledanos iniciaron la reivindicación del Incario; encontraron en el indio gran aptitud intelectual , perfección y bondad en la organización del Imperio. Iniciaron, además, la polémica sobre el dudoso título que los españoles ejercían sobre el incario vencido” (1989 b:13). Juan de Betanzos (Galicia 1510- Cuzco 1576) La vida de Betanzos, referida por Porras, se caracteriza por su oscuridad. Por Porras sabemos que no estuvo en los momentos cruciales del descubrimiento ni de la conquista. Incluso un crítico como Washington Delgado no le reconoce mayores virtudes a su obra a la que califica de opaca y sin valores (2002:11). Quizá sus vinculaciones con la familia real de Huayna Capac (se casó con Mas Colque, hija del Inca) le permitieron conocer el quechua y ser intérprete de Pizarro. Este hecho, desde luego, le otorgó alguna ventaja sobre los demás cronistas. Ello explicaría el contenido de su crónica Suma y narración de los Incas escrita hacia 1551 que proporciona información de primera mano sobre los Incas hasta Pachacutec. Se sabe que trabajó como traductor del quechua cuando se estableció en el Cuzco y que sus esfuerzos se orientaron a difundir la Doctrina Cristiana entre la población indígena. Mencionemos, que Betanzos escribe, como lo dice en el prólogo a su obra magna dirigida al virrey Antonio de Mendoza, porque desea corregir a los conquistadores que “escribieron muy lejos de lo que los indios usaron”. Su libro, para Porras, es “una historia de los Incas, desde la leyenda de su origen hasta el reinado de Pachacutec, en que se interrumpe el manuscrito” (1986: 310). Sin embargo el propio Porras nos dice que debido a la desaparición de gran parte del manuscrito, la crónica de Betanzos se centra en los reinados de Viracocha y Pachacutec. “En realidad es una biografía del Inca Yupanqui, príncipe imperial y capitán, cuasi rebelde de los ejércitos de Viracocha, que bate a los chancas y reina luego en la vida de su padre bajo el nombre de Pachacutec, demostrándose gran administrador, reedificador de Cuzco, canalizador de la ciudad, reformador del calendario y reformador de la organización económica y social. Es también la reseña más detallada de la guerra de los Incas contra los chancas y la historia de la segunda fundación del Cuzco” (1986: 310). Formalmente, la crónica de Betanzos es pobre en recursos. Como se puede ver en el fragmento que incluimos, el lenguaje es muy elemental. Porras dice que “carece de

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agilidad y de gracia, y es incapaz de un comentario personal”(1986:310). En este pasaje se observa el momento en que se ofrece el poder a Pachacutec para que reemplace a su padre y la negativa de este a aceptar tal ofrecimiento.

WIRACOCHA Y SU HIJO PACAHACÚTEC Todo lo cual ansí hecho e acordado por ellos, se salieron muy alegres, pensando que habían acordado con que el Inca le fuese agradable; y esto ansí acordado, se salieron todos ese fueran, ansí todos juntos como estaban, a la casa del Inca; al cual hallaron que no estaba ocioso, el cual estaba pintando e debujando ciertos puentes y la manera que habían de tener, e como habían de ser edificados; y ansí mesmo debujaba ciertos caminos que de un pueblo salían y iban a dar a aquellas puentes e ríos. Como esto fuese ageno del entender de aquellos señores, que quisiesen ver este debujo, luego que llegaron do el Inca estaba, despues de le haber saludado y hecho su debido acatamiento, le preguntaron ¿que era aquello que ansí venir a todos juntos, todos los cuales habían entrado muy alegres delante dél: “Decime vosotros, ¿qué demanda traeis todos juntos e a que venís, que me parece que venís alegres? ¿Que es esto que me preguntais? Cuando sea tiempo, yo os lo diré e mandaré que ansí se haga y a cada uno de vosotros, en la suerte que ansí le cupiere; e no me lo torneis a preguntar, porque, como ya os digo, yo os lo diré; que ya habreis entendido de mi, que cuanto ha que de aquí salió mi padre que yo no (he) entendido sino ha sido en cosas que os convengan e más bien o sea vuestro; lo cual, tened de mi, que todo el tiempo que yo viviere, siempre haré y acostumbraré a hacer”. Los señores le rendieron gracias por ello e le rogaron que ansí lo hiciese, e por ellos mirase; y el Inca les dijo que le dijesen a lo que venían, y que luego se volviesen porque le hacían perder el tiempo, Y ellos le dijeron, que a lo que ellos allí habían venido, era a rogarle que les dijese qué cúando pensaba tomar la borla del Estado, porque les parecia que era ya tiempo; e que ellos querían dar orden e proveer los menesteres e cosas que para ello eran necesarias. e para la fiesta e ceremonias e ayunos que en tal caso ansí se habían de hacer, e como, el Inca esto oyese, dicen que se rió e dijo: que estaban muy lejos, e que sus pensamientos dellos estaban muy atras de do el suyo iba caminando, e que ellos pasaban muy adelante al suyo. el dellos que, al presente, que no gastasen tiempo con sus pensamientos en semejante cosa, porque (a) ellos hacia saber, que mientras su padre viviese, él no pensaba ponerse tal cosa en su cabeza, porque él pensaba que su padre había de dar la tal borla a su hijo Inca Urco después de sus días, la cual él pensaba irsela a quitar de la cabeza. e la cabeza juntamente con ella, por las palabras que su padre le había dicho. que fueron. que pisase Inca Urco las insignias del Chanca Uscovilca, que él venciera; e que les prometía de no tomar la tal borla mientras su padre viviese, si no fuese en tal manera, o si no fuese que su padre viniese a la ciudad del Cuzco a se la poner él de su mano en su cabeza, e de aquella manera, que él la acetaría. Que él les agradecia la voluntad que para aquello ellos le habían mostrado

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e que les juraba, que él les satisfaría la deshonra que su padre les hiciera a ellos y a su dudad en desampararla. Y restituyendo el cual juramento, hizo en esta manera: que tomó un vaso de chicha en sus manos, e vaciólo por el suelo, diciendo, que su sangre fuese derramada bien ansí como el había vaciado aquel vaso de chicha por el suelo. si él de la tal afrenta no tomaba satisfacción de su padre, e haciéndole a su persona otra tal cual él a ellos les hiciera (e) a su ciudad. A todo lo cual, conociendo de Inca Yupanqui aquellos señores su voluntad, para en lo que tocaba a lo que ellos habían venido, viéndole enojado no le respondieron a aquella cosa. E luego les dijo, ¿qué si querían otra cosa? si no que se fuesen. E los señores le respondieron que no había venido a otra cosa mas de aquello que le habían dicho. (De Suma y narración de los Incas)

1.3.6. Cronistas toledanos Seguimos en este apartado a Francisco Carrillo quien tiene importantes anotaciones sobre este periodo: “Los cronistas toledanos son los que giran alrededor del gran impulsor de la política virreynal. Francisco de Toledo llegó al Perú en 1569 y gobernó hasta 1581. Vino este “inteligente” virrey a organizar el Perú, a poner orden después de las guerras civiles, a consolidar el poder del Rey, a aumentar el rendimiento fiscal, a hacer que el clero reconociera la soberanía del Estado. Para poder lograr sus propósitos hizo una exitosa visita por todo el Perú en compañía de diversos asesores en diversas áreas de la cultura y la política. Ordenó que se realizaran nuevas y más exactas informaciones que era entonces la manera más práctica de conocer el pasado y presente de los incas; organizó las reducciones de los indios que vivían aislados conforme a sus antiguas costumbres; creó la cátedra del idioma quechua y obligó a que el sacerdocio aprendiera los antiguos idiomas peruanos; aumentó los impuestos a los indios y organizó el terrible sistema de la mita que, eventualmente, destruyó gran parte de la población india; redujo y mandó matar a Túpac Amaru, el último Inca de Vilcabamba. Lo más grave que intentó el virrey fue -como explica el padre Gustavo Gutiérrez- la “manipulación de la historia”. ‘’Toledo lleva su fervor hasta el punto de realizar una verdadera Francisco de Toledo campaña entre los indios mismos tratando de demostrar la ilegitimidad que sobre ellos ejercieron los Incas. Falsear la memoria de un pueblo oprimido es mutilar su capacidad de rebeldía y es un arma para someterlo”. Para lograr

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sus propósitos congregó a lo más valioso de la inteligencia de la época: José de Acosta; Polo de Ondegardo; Juan de Matienzo; Cristóbal de Molina, el Cuzqueño y el gran aventurero Sarmiento de Gamboa. Entre otros, estos cronistas cumplieron con parte de sus proyectos. También auspició a cronistas soldados de otras épocas, como a Pedro Pizarro y a Diego de Trujillo. Porras expone las “tendencias”, no las “consignas” de los cronistas toledanos. Estas fueron las siguientes: a) Demostrar que el Imperio se formó súbitamente por la violencia y las armas, en los reinados de Pachacutec y Túpac Yupanqui. b) Probar que los Incas fueron gobernantes tiránicos y belicosos, que tuvieron crueles ritos y costumbres guerreras y practicaron los sacrificios humanos. c) Mostrar admiración por el régimen social y económico del Incario. d) Realizar un estudio intensivo de las supersticiones e idolatrías incaicas y condenar sus ideas morales y religiosas. e) Obrar de acuerdo a un criterio político imperial. Continúa Porras explicando que “ninguna de estas tesis las inventaron Toledo y sus colaboradores, acusados por los historiadores sajones de sentimientos de odio y venganza para los indios, sino que se hallaban ya muchas de ellas en los cronistas anteriores. La obra de los cronistas toledanos no es una invención ex nihilo sino un resultado, el coronamiento de la obra que iniciaron Estete, Betanzos, Cieza y los cronistas primitivos”. Creemos que con Toledo y sus secuaces estas tesis ganaron preeminencia; en todo caso el virrey las auspició con gran alborozo, en especial las tesis más anti-indigenistas” (1989 b: 14-15). El padre Cristóbal de Molina (El párroco cuzqueño) ¿1529?-1585 Fue predicador de indios en lengua quechua, según Porras. Y se sabe que fue el virrey Toledo quien le ofreció “un salario de 150 pesos anuales por su labor de predicación a los naturales y le nombró visitador del Cuzco y sus parroquias en 1572 y 1575.

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LA FIESTA DEL CAPACRAMY El “huarachico”: torneo, deporte y caballería de los Incas Al mes de nouiembre llamauan Capac Raymi que quiere deçir fiesta del señor Ynca Hera vna de las fiestas señaladas del año de las tres fiestas prinçipales que ellos haçian. En aquel dicho mes armauan caualleros y les oradauan las orejas, y dauan braagas, que en su lengua ellos llaman guara, para la qual dicha fiesta y armar los dichos caualleros todos los padres y parientes los ocho dias primeros de dicho mes, de los que auian de seer armados caualleros, entendian en adereçar las ojotas, que era el calçado que para ello haçian, de vna paja que llaman ocya, muy delgada, que casi pareçia de color de oro y en hacer unas guaracas de nervios de cameros, que para aquel efeto se haçian; y en pegar los rapaçejos alas camisetas con que auian de salir para ir la huaca llamada Huanacauri. Chumpiçacico eran vnas camisetas cortadas de lana leonada fina con unos rapaçejos de lana fina, negra, que pareçia seda, de poco mas de palmo y medio; y mas mantas que llaman supayacolla, de lana blanca, largas y angostas, pero no tenian mas de dos palmos de ancho. y largo hasta las coruas; las que les atauan al pescueso con vn ñudo. y de alli salia vna cuerda de lana. el cauo de la qual tenia vna borla colorada. Los llaytos que este dia se ponian heran negros, adereçados; todo lo qual. al noueno dia, salian todos a la plaza par la mañana, asi los padres de los que se auian de armar caualleros como los parientes; y los parientes y padres salian bestidos de vnas uestiduras que llaman collca onco y auian con que heran diferençias de uestidos que tenian. para conforme a las fiestas que haçian. Las mantas leonadas y las plumas que se ponian a la caueça. heran negras de vn pajaro que llaman quito. y asi las llamauan quitotica. E a los que hauian de armar caualleros los tresquilauan. y acauados de tresquilar se uestian las rropas ya dichas; y mucha cantidad de donzellas que para seruir en la dicha fiesta heran deputadas y excoxidas, salian el dicho dia a la plaza uestidas de vnos uestidos que llaman cozco axo y cochilliquilla, y heran de edad de onçe. y doze y catorce años. Heran de prinçipal casta; llamauanlas ñusta callixapa. seruian de lleuar vnos cantaricos pequenos de chicha y destas puestas emparados con ella, como adelante se dira. todos uestidos como dicho es; y con los padres y parientes yban a la casa del Sol y Trueno a traellas a la plaza donde las ponian; y luego salia el Ynca y se ponia en su lugar junto ala estatua del Sol. y los que se auian de armar caualleros se leuantauan e yban por su orden hacienda la mocha, que es a manera de adoracion alas dichas huacas. Sacauan tambien vna figura de muger. que era la huaca de la Luna, la qual llamauan Passamama; tenianla a cargo mugeres, y asi quando salian de la cassa del Sol, donde tenia su aposento por si. a do agora es el mirador de Sancto Domingo, la sacauan ellas en hombros. La raçon porque la tenian a cargo mugeres: porque deçian hera muger como en su figura pareçe. Y echa la dicha adoraçion, estauan vn poco parados mientras venia la hora de media dia; en pareçiendoles que lo hera, booluian a haçer su reberençia a as guacas y pedian liçencia al ynca para yr a haçer sus sacrificios en la forma siguiente: Cada vno de los que asi se auian de armar caualleros tenian ya aparejado vn camero para harer sacrifiçio y yban ellos y los de su linage al çerro llamado Huanacauri. Y este

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dia dormian al pie del çerro, en vn lugar que se llama Matahua; y otro dia siguiente, al salir del Sol, que es el decimo dia, todos en ayunas. por que ayunauan este dia, suuian al çerro arriua hasta llegar a la guaca Huanacauri Dexauan los cameros que para el sacrifiçio lleuauan al pie de dicho çerro, en Matahua; arrancauanles a cada vno vn poco de lana los tarpuntaes, que son los saçerdotes que yban a haçer el sacrificio, y asi llegados todos arriua, los tarpuntaes tomauan çinco corderos y los quemauan delante de la dicha guaca, y repartian la lana que lleuauan en las manos entre los moços que se auian de armar caualleros y los caciques que alli yban. (De Relación de ritos y fábulas de los Incas)

1.3.7. Cronistas post-toledanos El padre Bernabé Cobo (1580-1657) Raúl Porras Barrenechea dice que “con el jesuita Bernabé Cobo, la crónica local y particularista del siglo XVI adquiere la dimensión de lo universal. El colosal monumento de su crónica Historia del Nuevo Mundo, inventario total de su época, síntesis de un siglo de colonización, catálogo de todas las plantas y animales del Nuevo Mundo, historia de todos los pueblos y razas indígenas,-de los aztecas y de los incas-, es el más grande esfuerzo de integración de América al cosmos” (1986:509). Hemos elegido un texto asumiendo, como Porras lo hace, que el padre Cobo es uno de los más grandes observadores de la naturaleza, de la fauna y de la flora del Nuevo Mundo. Es cierto, su capacidad para analizar, describir y clasificar es notable y de alguna manera sus textos han sido decisivos en el conocimiento que tenemos de nuestros productos nativos. Citamos el fragmento sobre la coca en el que se evidencia la perspectiva social empleada al momento de hacer la descripción de la planta que, para el mejor conocimiento del lector, compara con otras que conoce. La sutileza de las descripciones se nota en los detalles y en el carácter fuertemente visual de su prosa.

LA COCA “En este reino del Perú no hay cosa más conocida que la coca, cuyo trato es de los gruesos y de mayor ganancia que hay en las Indias y con que no pocos españoles se han echos ricos. Es la coca una mata no mayor que los manzanos enanos de España, de hasta un estado en alto; su hoja, que es la que tanto precian y estiman los indios, es del tamaño y talle de la del limón ceuti y a veces menor. Da una frutilla colorada, seca

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y sin jugo, tamaña como pequeños escaramujos, que solo sirve de semilla. Plantaban y cultivaban antiguamente la coca los naturales del Perú a manera de viñas. Y era de tanta estimación su hoja, que solamente la comían los reyes y nobles y la ofrecían en los sacrificios que de ordinario hacían a los falsos dioses. A los plebeyos les era prohibido el uso della sin licencia de los gobernadores. Mas, después que se acabo el señorío de los reyes Incas y con él la prohibición. con el deseo que la gente común tenia de comer de la fruta vedada, se entrego a ella con tanto exceso, que viendo los españoles el gran consumo que había desta mercadería, plantaron otras muchas más chácaras de las que antes había, especialmente en la comarca de la ciudad del Cuzco, cuyos vecinos tuvieron en un tiempo su mayor riqueza en estas heredades; porque solia rentar cada año una buena chacara de coca más de veinte mil pesos. Pero ya ha dado gran baja, y su contratación va de cada día adelgazando; lo uno, porque los indios han venido en gran disminución, y lo otro, porque con el trato y comunicación con los españoles. se van desengañando y cayendo en La cuenta de que les es de más provecho el pan, Vino y carne, que el zumo de chupaban desta yerba; y así de mejor gana gastan ya su dinero en estos mantenimientos. que no en la coca, tan preciada de sus antepasados. EI uso desta hoja es desta manera: délla, majada, hacen los indios unas pelotillas como un higo, y éstas traen de ordinaria en La boca, entre el carrillo y las encias, chupando el zumo sin tragar la hoja; y afirman que les da tanto esfuerzo, que, mientras la tienen en la boca, no sienten sed, hambre ni cansancio. Yo bien creo que lo mas que publican es imaginación o superstición suya, dado que no se puede negar sino que les da alguna fuerza y aliento, pues los vemos trabajar doblado con ella. Tiene sabor de zumaque, y la suelen polvorear con cierta ceniza que hacen de la rama de la quinua, de huesos, de piedras y de conchas de la mar quemadas (salsa por cierto bien semejante al manjar). Cógese cada ano muchos millares de cestos de coca en la tierras yuncas del Perú, que son las provincias de los Andes, de donde se lleva a todo este reino, mayormente a Potosí. Tragínase en grandes recuas de llamas, porque comúnmente lleva cada recua de dos a tres mil cestos”. (En Historia del Nuevo Mundo, en Obras. Madrid, 1956, pp. 214-216)

1.4. Crónicas: El discurso mestizo e indio El Inca Garcilaso de la Vega El Inca Garcilaso de la Vega nació en el Cuzco el 12 de abril de 1539. Su origen, en el que se asocian lo español y lo indígena, es crucial para entender su obra y su vida. Fue hijo del capitán español Garcilaso de la Vega, oriundo de Badajoz y de la princesa incaica Chimpu Ocllo, nieta del inca Tupac Yupanqui y sobrina de Huayna Capac. Su nombre cristiano fue Gómez Suárez de Figueroa. Garcilaso creció en el contexto de las Guerras Civiles, por lo tanto puede deducirse que su visión de los españoles pudo verse afectada de alguna manera por estos hechos.

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En 1559, cuando tenía 20 años, murió su padre. Este le dejó un legado de 4000 pesos de oro y plata para que estudiara en España. En 1560, a los 21 años, Garcilaso emprende viaje a España a solicitar le sea restituido el patrimonio a su madre y a exigir el reconocimiento a su padre por los servicios prestados en el Nuevo Mundo. Esta petición, sin embargo, fue denegada. El licenciado Lope García de Castro, presidente del Consejo de Indias, demostró que el padre de Garcilaso había traicionado a la Corona ayudando a Gonzalo Pizarro en un espisodio de la batalla de Huarina. Este hecho marcó el fin de la presencia de Garcilaso en la corte y de sus pretensiones. Garcilaso de la Vega

La historia registra en 1563 un intento de retorno al Perú, pero no hay pruebas de que eso sucediera. Pocos años después aparece en Montilla, en la casa de su tío Alonso de Vargas. En 1570 se produce su intervención en la batalla de las Alpujarras contra los moros. Esa experiencia le permite ser designado capitán como su padre. En 1573, mientras se encontraba en Montilla, rodeado de pobreza, le llega la noticia de la muerte de su madre acaecida dos años antes. Los años que siguen los pasa en Montilla dedicado a la traducción al castellano de los Diálogos de amor del judío León Hebreo. Esta traducción , publicada en Madrid en 1590, fue un total éxito con respecto a las dos versiones anteriores de 1568 y 1574. Puede deducirse que la actividad de la traducción fue importante para Garcilaso dado que lo vinculó seriamente con la lengua castellana al punto que puede postularse que sin ese entrenamiento hubiera sido difícil que escribiese su obra magna Comentarios Reales de los Incas. Hacia 1587 se desplazó a la ciudad de Las Posadas en donde escucharía el testimonio de Gonzalo Silvestre sobre las peripecias del viaje de Hernando de Soto a la Florida. En 1591 se traslada a vivir a la ciudad de Córdoba. En ese ciudad se avoca al trabajo de redacción de su segunda obra La Florida del Inca que terminaría hacia 1599 año en que busca los permisos para su impresión. En 1602 le da la última corrección; en 1605 el libro aparece en Lisboa. Por esa época, también, Garcilaso desarrolla una relación amorosa con Beatriz de Vega, mujer a su servicio, con la que tiene un hijo natural. Durante los cuatro siguientes años, Garcilaso se dedicará al perfeccionamiento de una obra de la que sería la historia de sus antepasados incaicos. La primera parte de los Comentarios Reales de los Incas se publica en 1609 habiendo sido terminada, sin embargo en 1604. La segunda es póstuma y se publica un año después de su muerte, en 1617 con el título de Historia General del Perú.

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A comienzos de abril de 1616 dictó su testamento. En él pedia que se le enterrara en una capilla que había reconstruido en la catedral de Córdoba. Murió el 24 de abril. Los Comentarios Reales de los Incas (1609) Es el propio Garcilaso quien nos dice en el proemio a su obra que la escribió a partir de la obligación que le imponía su amor por el Perú. Ese amor que el recuerdo de su madre inspiraba en él y que, al parecer, nunca dejó de sentir, a pesar de haberse alejado del Perú a los veintiún años para no volver más. Esta fuerte inspiración marcada por la lejanía y por otros sentimientos, se encuentra en la base de su escritura y es el motor que la impulsa. Sin embargo no son suficientes si pensamos que a partir de ellos se pueda escribir “verdaderamente”sobre los Incas como pensaba Garcilaso. Uno de los presupuestos en que se funda su práctica escritural demanda la credibilidad del lector por el hecho de ser “hijo” o de “haber mamado la lengua quechua”, a diferencia de los españoles que no poseían esas cualidades, cuestión, por cierto, muy polémica. Sin embargo en Garcilaso hay que reconocer un hecho: pretende dar su versión de lo acontecido casi medio siglo antes con la ayuda de su amorosa memoria y con la información de cronistas que sí vivieron los acontecimientos. Si no se considera esa mediación y distancia es muy probable que no se entienda el sentido y la significación de su obra. Esto quiere decir que es probable que se encuentren muchos errores o falsificaciones cometidos por Garcilaso al momento de escribir, errores que cada día los historiadores se encargan de hacer visibles, pero frente a todo eso resulta más importante considerar lo que Jorge Cornejo Polar destaca de la obra a partir de algunas reflexiones de César Pacheco Vélez. Garcilaso logra “la hazaña de preservar mediante un esfuerzo conjunto de la memoria, el amor, la indagación y el poder verbal, la imagen del Imperio Incaico en lo esencial, en las líneas maestras de su visión del mundo (de su mentalidad) y en las peculiaridades de su psicología colectiva.(...) Debe recordarse además el carácter totalizador, enciclopédico que ostenta la presentación que hace del pueblo quechua en los nueve libros de la primera parte de los Comentarios Reales” (2000:30). Con respecto a las fuentes de las que Garcilaso se nutre, recurrimos a Aurelio Miró Quesada (1959:XXX), quien nos sorprende con su erudición: “Las fuentes a que recurre el Inca Garcilaso para cotejar y afirmar su relación (comentarios), son en esencia las siguientes: a) Los libros impresos, sobre materias de Indias, escritos por los cronistas e historiadores españoles. b) Relaciones manuscritas sobre temas específicos, como las de Alonso de Carmona y de Juan Coles que aprovechó para La Florida, o la de Blas Valera que utilizó en los Comentarios.

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c) Informaciones escritas, proporcionadas a su pedido por varios corresponsales, especialmente sus condiscípulos del Cuzco. d) Informaciones generales, y no exclusivas de él, como cartas annuas de la Compañía de Jesús, relaciones sobre la guerra de Arauco, etc. e) Fuentes orales españolas. f) Fuentes orales indígenas. g) Lo que vio por sí mismo, particularmente en los veinte años de su estancia en el Perú. “Aunque, en lo fundamental, el mismo criterio anima a las dos partes de su historia, hay también diferencias entre ellas, debidas, tal vez más que a la distancia en el tiempo de escribirlas, a la materia diversa que trataban y a su relación con los afectos o la vida del Inca Garcilaso. Así, en la Primera parte de los Cometarios, al tratar del gobierno, las leyes, las creencias y las costumbres de los Incas, su labor esencial es corregir, ampliar, precisar, interpretar; en suma, poner orden y concierto donde los cronistas españoles ponían a menudo vaguedad y confusión. “No escriuiré novedades que no se ayan oydo - escribe, por ejemplo, en el Libro I, capítulo 19 -, sino las mismas cosas que los historiadores españoles han escrito de aquella tierra, y de los Reyes della, y alegaré las mismas palabras dellos donde conviniere, para que se vea que no finjo ficciones en favor de mis parientes; ... solo seruiré de comento para declarar y ampliar cosas que ellos asomaron a dezir, y las dexaron imperfectas...; otras muchas se añadirán que faltan de sus historias, y pasaron en hecho de verdad, y algunas se quitaran que sobran, por falsa relación que tuvieron, por no saberla pedir el Espanol con distinction de tiempos y edades división de provincias y nasciones, o por no entender al Yndio que se la daua, o por no entenderse el uno al otro, por la dificultad del lenguaje ...” (1959:XXX). Según Miró Quesada “los cronistas españoles más citados y comentados por Garcilaso en la primera parte son: Pedro de Cieza de León en su Crónica del Perú (Sevilla 1553), el Padre José de Acosta en su Historia natural y moral las Indias (Sevilla 1590), Francisco López de Gómara en su Historia general de las Indias (la edición que poseyó Garcilaso es la de Zaragosa 1554) y Agustín de Zarate en su Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del Perú (Amberes 1555). De Cieza pueden hallarse más de treinta citas; de Acosta casi 30; de Gómara 15 y de Zarate 11. Pero si se analiza bien, o por lo menos si se atiende sólo a esas menciones y citas expresas, es poco lo que Garcilaso parece deber a esos autores; hasta el punto de que cabe tomar literalmente lo que en dos ocasiones dice de la obra de Zarate: que la leyó después de haber escrito sobre algunas costumbres de los Incas” (Libro II, cap. 7; Libro IV, cap. 4) (1959:XXXI). La mayor deuda , sin embargo, la tiene con la Historia del Perú del chachapoyano y jesuita Blas Valera, mestizo como Garcilaso. Miró Quesada sostiene que el jesuita es “para él un estímulo en verdad fundamental; lo trae a cuento en en pasajes de importancia; lo

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cita con elogio casi cuarenta veces; reproduce capítulos enteros de su obra truncada; y lo rodea de encarecmientos y alabanzas, hasta decir que cada vez que ve sus papeles rotos “los lloro de nuevo”y que todo lo que tenía escrito el Padre Valera eran perlas y piedras preciosas (Libro II, cap. 27)”. Lo que Garcilaso aprecia del padre Blas Valera es “ su coincidencia en dividir los tiempos, las edades y las provincias, para que se entendieran mejor las costumbres que cada nación tenía y en el cuidado por interpretar los nombres indígenas” (1959:XXXIV). La primera parte de los Comentarios Reales, que consta de nueve libros, se inicia con la inclusión de mitos y narraciones quechuas que el recuerdo de Garcilaso pone en valor. En este nivel la infancia del Inca es decisiva para la configuración de una mitología de origen: aquella de la fundación del Imperio. Sigue el libro con el tratamiento de las idolatrías, leyes, gobierno e instituciones pacíficas y bélicas, la vida del imperio, sus conquistas y “todo lo que fue aquel imperio y su república antes de que los españoles pasaran a él”. Resulta útil, en este momento, incluir el levantamiento temático realizado por Aurelio Miró Quesada de esta primera parte. Los resultados son los siguientes: “De los 262 capítulos, 58 se ocupan de economía, 38 de religión, 17 de política, 14 de organización social, 10 de arte, 7 de educación, 6 de ciencias, 4 de mitos, 3 de derecho, 3 de lenguaje, 2 de técnica, 2 de magia, 1 de moral y 1 de filosofía (1976:XXVI). La segunda parte llamada Historia del Perú, continúa con la narración del descubrimiento y conquista del Imperio y con pasajes de las Guerras Civiles en las que participó su padre. Concluye con la ejecución del príncipe Inca, “legítimo heredero de aquel imperio por línea recta de varón desde el primer Inca, Manco Capac hasta él”. En esta segunda parte sigue a Gómara, Agustín de Zárate y al padre Valera que fue mestizo como él. El punto de vista desarrollado por Garcilaso es parcial como lo es el de los cronistas españoles. A este hecho debemos asociar la deliberada intención del autor de recuperar una memoria que los años y la distancia habían casi borrado en él. En este sentido vale la pena recordar los múltiples mecanismos utilizados para ese propósito (cartas, objetos, recuerdos, testimonios, conversaciones, además de otros cronistas) cuyo producto final no es ciertamente una historia fidedigna, sino una versión muy personal de los acontecimientos. Esta versión de los acontecimientos no buscará sin embargo ocultar la violencia y la destrucción de la que fue víctima la civilización inca, eje central de una narración que por sobre todo busca reivindicar su valor y sus virtudes, que no fueron pocas. Cabe, no obstante lo dicho, percibir también en la obra de Garcilaso cierta perspectiva que justifica la epopeya castellana. Este aspecto, más polémico, más contradictorio, se articularía a ese tono de disculpa que con frecuencia suele asomar cuando se trata de explicar ciertos comportamientos o ciertas políticas implementadas por los españoles. Los Comentarios Reales, como todo libro importante, se constituyó a lo largo de los siglos en una amenaza para la dominación española. Un momento clave en la historia

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del libro lo constituye el año 1782 en el que, después de la rebelión de Tupac Amaru, se decretó por Real Cedula “recoger sagazmente la historia del Inca Garcilaso donde han aprendido estos naturales muchas cosas perjudiciales”.

DEL ORIGEN DE LOS INCAS “Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de tierra que vees eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hazer de vestir; vivían de dos en dos y de tres en tres, como acertavan a juntarse en las cuevas y resquicios de peñas y cavernas de la tierra. Comían como bestias, yervas del campo y raízes de árboles y la fruta inculta que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas de árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma vivían como venados y salvajinas y aun en las mujeres se habían como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y conoscidas. Adviértase, porque no enfade el repetir tantas vezes estas palabras “Nuestro Padre del sol”, que era lenguaje de los Incas y manera de veneración y acatamiento decirlas siempre que nombravan al Sol, porque se preciavan decendir dél, al que no era Inca no le era lícito tomarlas en la boca, que fuera blasfemia y lo apedrearan. Dixo el Inca: -Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y hubo lastima deellos y embió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctinassen en el conoscimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviessen por su Dios y para que le diesen preceptos y leyes en que vivíessen en razón y urbanidad, para que habitasen en casas y pueblos poblados, supiessen labrar las tierras, cultivar las plantas y miesses, criar los ganados y gozar dellos y de los frutos de la tierra como hombres racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que esta ochenta leguas de aquí, y les dixo que fuesen do quisiessen y doquieran que parassen a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo y dos dedos en gruesso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra se les hundiesse con solo un golpe que con ella diesen en tierra, ahí quería el Sol nuestro Padre que parassen y hiziessen su asiento y corte. A lo ultimo les dixo: “cuando hayáis reduzido essas gentes a nuestro servicio, los mantendréis, en razón y justicia, con piedad, clemencia y masendumbre, haciendo, en todo, oficio de padre piadoso para con sus hijos tiernos y amados a imitación y semejanca mía, que a todo el mundo hago bien, que les doy mi luz y claridad para que vean y hagan sus haziendas y les caliento cuando hace frío y crío sus pastos y sementeras, hago fructificar sus árboles y multiplico sus ganados, lluevo y sereno a sus tiempos y tengo cuidado de dar una buelta cada día al mundo por ver las necesidades que en la tierra se ofrescen, para las proveer y socorrer como sustentador y bienhechor de las gentes. Quiero que vosotros imitéis este exemplo como hijos míos,

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enviados a la tierra sólo para la doctrina y beneficio de estos hombres, que viven como bestias, y desde luego os constituyo por Reyes y Señores de todas la gentes que así doctrináredes con vuestras buenas razones, obras y gobierno”. Habiendo declarado su voluntad nuestro Padre el Sol a sus dos hijos, los despidió de sí. Ellos salieron de Titicaca y caminaron al sententrión, y por todo el camino, donquiera que paravan, tentaban hincar la barra de oro y nunca se les hundió, assi entraron en una venta o dormitorio pequeño, que está siete u ocho leguas al mediodía, desta ciudad, que hoy llaman Pacárec Tampu, que quiere decir venta o dormida que amanezce. Púsole este nombre el Inca porque salió de aquella dormida al tiempo que amanescía. Es uno de los pueblos que este príncipe mandó poblar después y sus moradores se jactan hoy grandemente del nombre, porque los impulso nuestro Inca. De allí llegaron él y su mujer, nuestra Reina, a este valle del Cosco, que entonces todo él estaba hecho montaña brava. -”La primera parada que este valle hizieron –dixo el Inca– fue en el cerro llamado Huanacauri, al medio día de esta ciudad. Allí procuró hincar en tierra la barra de oro, la cual con mucha facilidad se les hondió al primer golpe que dieron con ella, que no vieron más. Entonces dixo nuestro Inca a su hermana y mujer: -”En este valle manda nuestro Padre el Sol que paremos y hagamos nuestro asiento y morada para cumplir su voluntad. Por tanto, Reina y hermana, conviene que cada uno por su parte vamos a convocar y atraher esta gente, para los doctrinar, y hazer el bien que Nuestro Padre el sol nos manda”. Del cerro Huanacauri salieron nuestros primeros Reyes, cada uno por su parte, a convocar las gentes, y por ser aquel lugar el primero de que tenemos noticia que huviessen hollado con sus pies, y por haber salido de allí a bien hazer a los hombres, teníamos hecho en él, como es notorio, un templo para adorar a Nuestro Padre el Sol, en memoria desta merced y beneficio que hizo al mundo. El príncipe fué al sententrión y la princesa al mediodía. A todos los hombres y mujeres que hallavan por aquellos breñales les hablavan y dezian cómo su Padre el Sol les havía enviado del cielo para que fuesen maestros y bienhechores de los moradores de toda aquella tierra, sacándoles de la vida ferína que tenían y mostrándoles a bivir como hombres, y que en cumplimiento de lo que el Sol, su Padre les havía mandado, ivan a los convocar y sacar de aquellos montes y malezas y reduzirlos a morar en pueblos poblados y a darles para comer manjares de hombres y no de bestias. Estas cosas y otras semejantes dixeron nuestros Reyes a los primeros salvajes que por estas sierras y montes hallaron, los cuales, viendo aquellas dos personas vestidas y adornadas con los ornamentos que Nuestro Padre el Sol les havía dado (hábito muy diferente del que ellos traían) y las orejas horadadas y tan abiertas como sus decendientes las traemos, y que en sus palabras y rostro mostravan ser hijos del Sol y que venían a los hombres para darles pueblos en que viviesen y mantenimientos que comiessen, maravillados por una parte de lo que veían y por otra aficionados de las promesas que les hazían, les dieron entero crédito a todo lo que les dixeron y los adoraron y reverenciaron como a hijos del Sol y obedecieron como a Reyes. Y convocándose los

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mismos salvajes los unos a los otros y refiriendo las maravillas que havían visto y oído, se juntaron en gran numero hombres y mujeres y salieron con nuestros Reyes para los seguir donde ellos quisiessen llevarlos. “Nuestros príncipes, viendo la mucha gente que se les allegava, dieron orden que unos se ocupasen en proveer de su comida campestre para todos, porque el hambre no los bolviesse a derramar por los montes; mandó ó que otros trabajasen en hazer chozas y casas, dando el Inca la traca cómo las havíam de hazer. Desta manera se principió a poblar esta nuestra imperial ciudad, dividida en dos medios que llamaron Huanan Cozco, que,como se sabe quiere decir Cozco el alto, y Hurin Cozco, que es Cozco el baxo. Los que atraxo el Rey quiso que poblassen a Hanan Cozco, y por eso le llamaron el alto, y los que convocó la Reina que poblassen a Hurin Cozco, y por esso le llamaron el baxo. Esta división de la ciudad no fue para que los de una mitad se aventajassen de la otra mitad en essenciones y preminencias, si no que todos fuessen iguales como hermanos, hijos de un padre y una madre. Sólo quiso el Inca que hubiesse esta división de pueblo y diferencia de nombres alto y baxo para que quedasse perpetua memoria de que a los unos havía convocado el Rey y a los otros la reina. Y mandó de entre ellos huviesse solo una diferencia y reconoscimientos de superioridad: que los del Cozco alto fuessen respetados y tenidos como primogénitos, hermanos mayores, y los del baxo fuessen como hijos segundos; y, en suma, fuesen como el brazo derecho y el izquierdo en cualquiera preminencia de lugar y oficio, por haver sido los del alto atraídos por el varón y los del baxo por la hembra. A semejan desta huvo después esta misma división en todos los pueblos grandes o chicos de nuestro imperio, que los dividieron por barrios o por linaje, diciendo Hanan aillu y Hurin aillu, que es el linaje alto y el baxo; Hanan suyu y Hurin suyu, que es el distrito alto y baxo. “Juntamente, poblando la ciudad, enseñava nuestro inca a los indios varones los oficios pertenecientes a varón, como romper y cultivar la tierra y sembrar las miesses, semillas y legumbres que les mostró que eran de comer y provechosas para lo cual les enseñó a hacer arados y los demás instrumentos nessesario y les dió orden y manera como sacassen acequias de los arrollos que corren por este valle del Cozco, hasta enseñarles el calçado que traemos. Por otra parte la reina industriava a las indias en los oficios mujeriles, a hilar y texer algodón y lana hazer de vestir para sí y para sus maridos e hijos: dezíales cómo habían de hazer los demás oficios del servicio de casa. En suma, ninguna cosa de las que pertenescen a la vida humana dexaron nuestros príncipes de enseñar a sus primeros vasallos haziéndose el Inca Rey maestro de los varones y la Coya Reina maestra de las mujeres”. “Los mismos indios nuevamente assí reduzidos, viéndose ya otros y reconosciendo los beneficios que havían recibido, con gran contento y regocijo entravan por las sierras, montes y breñales a buscar los indios y les davan nuevas de aquellos hijos del Sol y les dezían que para bien de todos ellos se havían aparecido en su tierra y les contavan los muchos beneficios que les havían echo. Y para ser creídos les mostraban los nuevos vestidos y las nuevas comidas que comían y vestían, y que vivían en casas y pueblos. Las cuales cosas oídas por los hombre silvestres, acudían en gran nímero a ver las

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maravillas que de nuestros primeros padres, Reyes y señores, se dezían y publicavan. Y haviéndose certificado dellas por vista de ojos, se quedavan a los servir y obedescer. Y de esta manera, llamándose unos a otros y passando la palabra déstos a aquéllos, se juntó en pocos años mucha gente, tanta que, passados los primeros seis o siete años, el Inca tenía gente de guerra armada e industriada para se defender de quien quisiesse ofenderle, y aun para traer por fuerça los que nom quisiesen venir de grado. Enseñóles hazer armas ofensivas, comoarcos y flechas, lancas y porras y otras que se usan agora”. “Y para abreviar las hazañas de nuestro primer Inca, te digo que hazia el levante reduxo hasta el rio llamado Paucartampu y el poniente conquistó ocho leguas hasta el gran rio llamado Apurimac y al mediodía atraxo nueve leguas hasta Quequesana. En este distrito mando poblar nuestro Inca mas de cien pueblos, los mayores de a cien casas y otros de a menos, según la capacidad de los sitios. Estos fueron los primeros principios que esta nuestra ciudad tuvo para haberse fundado y poblado como la vees. Estos mismos fueron los que tuvo este nuestro grande, rico y famoso imperio que tu padre y sus compañeros nos quitaron. Estos fueron nuestros primeros Incas y Reyes, que vivieron en los primeros siglos del mundo, de los cuales descienden los demás Reyes que hemos tenido, y destos mesmos descendemos todos nosotros. Cuántos años ha que el Sol Nuestro Padre embió estos sus primeros hijos, no te lo sabré decir precisamente, que son tantos que no nos ha podido guardar la memoria; tenemos que son mas de cuatrocientos. Nuestro Inca se llamó Manco Cápac y nuestra Coya Mama Ocllo Huaco. Fueron, como te he dicho, hermanos, hijos del Sol y de la Luna, nuestros padres. Creo que te he dado larga cuenta de lo que me la pediste y respondido a tus preguntas, y por no hacerte llorar no he recitado esta historia con lágrimas de sangre, derramadas por los ojos, como las derramo en el coraçón del dolor que siento de ver nuestros Incas acabados y nuestro Imperio perdido”. Esta larga relación de origen de sus Reyes me dió aquel Inca, tío de mi madre, a quien yo se la pedí, la cual yo he procurado traducir fielmente de mi lengua materna, que es la del Inca, en la ajena, que es la castellana, aunque no la he escrito con la majestad de palabras que el Inca habló ni con toda la significación que las de aquel lenguaje tiene, que, por ser tan significativo, pudiera haverse estendido mucho más de lo que se ha hecho. Antes la he acortado, quitando algunas cosas que pudieran hacerla odiosa. (Garcilaso de la Vega Comentarios Reales. Libro Primero, capítulos XV y XVI)

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CAPTURA DEL INCA Entrando hasta la mitad de la plaza, reparó allí e salió un fraile dominico que estaba con el Gobernador a hablarle de su parte, que el Gobernador le estaba esperando en su aposento, que le fuese a hablar. E díjole cómo era sacerdote e que era enviado por el emperador para que les enseñase las cosas de la fe, si quisiesen ser cristianos. E díjole que aquel libro eran las cosas de Dios. Y el Atabaliba pidió el libro e arrojóle en el suelo e dijo: -Yo no pasaré de aquí hasta que deis todo lo que habéis tomado en mí tierra; que yo bien sé quién sois vosotros y en lo que andáis. E levantóse en las andas e habló a su gente e hubo murmullo entre ellos, llamando a la gente que tenían las armas. El fraile fue al Gobernador e díjole qué hacía, ya que no estaba la cosa en tiempo de esperar más. El Gobernador me lo envió decir. Yo tenía concertado con el capitán de la artillería que, haciéndole una seña, disparase los tiros, e con la gente que, oyéndolos, saliesen todos a un tiempo. E así se hizo. E como los indios estaban sin armas, fueron desbaratados sin peligro de ningún cristiano. Los que traían las andas e los que venían alrededor de él nunca lo desampararon hasta que todos murieron alrededor de él. El Gobernador salió e tomó a Atabaliba. E por defenderle, le dio un cristiano una cuchillada en una mano. La gente siguió el alcance hasta donde estaban los indios con armas: no se halló en ellos resistencia ninguna, porque ya era noche. Recogiéronse todos al pueblo, donde el Gobernador quedaba. (Garcilaso de la Vega Comentarios Reales. Libro Primero, capítulos XV y XVI). EL TEMPLO O MEZQUITA DE PACHACAMAC Los caciques comarcanos me vinieron a ver e trajeron presente. E allí, en la mezquita, se halló algún oro podrido, que dejaron cuando escondieron lo demás. De todo se juntó ochenta y cinco mil castellanos e tres mil marcos de plata. Este pueblo de la mezquita es muy grande e de grandes edificios; la mezquita es grande e de grandes cercados e corrales, fuera de ella está otro cercado grande, que por una puerta se sirve la mezquita. En este cercado están las casas de las mujeres, que dicen ser mujeres del diablo, e aquí están los silos, donde están guardados los depósitos de oro. Aquí no entra nadie donde estas mujeres están. Hacen sus sacrificios como las que están en las otras casas del sol, que arriba he dicho. Para entrar al primer patio de la mezquita han de ayunar veinte días para subir al patio de arriba, han de haber ayunado un año en ese patio de arriba suele estar el obispo. Cuando suben algunos mensajeros de caciques, que han ya ayunado su año, a pedir

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al Dios que les dé maíz e buenos temporales, hallan el obispo, cubierta la cabeza e asentado. Hay otros indios que llaman pajes del dios. Así como estos mensajeros de los caciques dicen el obispo su embajada, entran aquellos pajes del diablo dentro a una camarilla, donde dicen que hablan con él e que el diablo les dice de qué está enojado de los caciques e los sacrificios que se han de hacer e los presentes que quieren que le traigan. Yo creo que no hablan con el diablo, sino que aquellos servidores suyos engañan a los caciques, por servirse de ellos; porque yo hice diligencia por saberlo, e un paje viejo, de los más privados de su dios, que me dijo un cacique que había dicho que le dijo el diablo que no hubiese miedo de los caballos, que espantaban e no hacían mal, hícele atormentar y estuvo rebelde en su mala secta, que nunca de él se pudo saber nada más de que realmente le tienen por dios. Esta mezquita es tan temida que todos los indios, que piensan que si alguno de aquellos servidores del diablo le pidiese cuanto tuviese e no le diese, había de morir luego. Y, según parece, los indios no adoran a este diablo por devoción, sino por temor, que a mí me decían los caciques que hasta entonces habían servido aquella mezquita porque le habían miedo, que ya no había miedo sino a nosotros, que a nosotros querían servir. La cueva donde estaba el ídolo era muy oscura, que no se podía entrar en ella sin candela, e de dentro muy sucia. Hice a todos los caciques de la comarca, que me vinieron a ver, entrar dentro, para que perdiesen el miedo. E a falta de predicador les hice mi sermón, diciendo el engaño en que vivían. (Ibid.)

1.4.2. Phelipe Huamán Poma de Ayala (¿1534-1615?) Es poca la información con que se cuenta sobre el cronista indio. La que se conoce (y es muy polémica) proviene de su propia obra El Primer Coronica y Buen Gobierno. A partir de ella se sabe que nació en San Cristóbal de Suntullo y que fue hijo de Martín Huamán Mallqui de Ayala y de Juana Curi Ocllo. El apellido que llevaba su padre, Ayala, se debió, según versión del indio cronista, a que don Martín salvó la vida de don Luis de Ávalos de Ayala en la batalla de Huarina contra Gonzalo Pizarro. En agradecimiento, don Luis se lo concedió después de que se hizo cristiano. Este hecho, sin embargo, es custionado por Porras quien denuncia un “enredo mental del cronista, pues el capitán Ávalos no estuvo en el sitio de Lima (1536) ni Phelipe Huamán Poma de Ayala fue herido en Huarina (1547). Llegó un año más tarde de este suceso y siete años después cayó herido en Villacurí (1554)” (1986: 621).

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Huamán Poma era descendiente de los nobles de Huánuco, conocidos como los señores de Chinchaysuyo. La influencia de su hermano mestizo, el padre Martín de Ayala (otro dato discutible) al parecer fue decisiva en su formación marcadamente clásica. Este hecho explicaría que en un momento de su vida se convirtiera en ayudante de un extirpador de idolatrías, Un dato esencial en su vida es que fue desterrado por el corregidor de Lucanas en 1594, cuando Huamán Poma tenía sesenta años. De ese modo, empieza el largo peregrinaje por distintas ciudades del Perú. En 1613 regresó a Huamanga para reclamar sus derechos, pero no lo consigue. Este hecho determina que se dirija a Lima para elevar su reclamo al virrey. Este reclamo tiene la forma del libro que hoy todos conocemos y que es producto de muchos años de observación, de meditada reflexión sobre las injusticias cometidas por los españoles en el Perú. El Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno (1615) Es imposible prescindir de la historia editorial de este texto. Perdido por más de trescientos años, el manuscrito por fin apareció en 1908, año en que el americanista Richard Pietschmann lo descubrió en la Biblioteca Real de Copenhague. Cuatro años más tarde el curioso investigador dio a conocer su descubrimiento en el Congreso de Americanistas de Londres. En 1936 el manuscrito fue publicado por el Instituto Etnológico de la Universidad de París que dirigía Paul Rivet, en una edición fascimilar.Desde entonces, hasta hoy, el interés por el texto-imagen es creciente. Según Porras “el manuscrito consta de 1179 páginas y se halla dividido en dos partes perfectamente distintas e independientes: la primera parte a la que conviene el título de Nueva Corónica y la segunda que es el Buen Gobierno. La primera parte tiene 435 páginas y la segunda 740. La primera es la historia antigua “de nuestros antepasados aguelos y mis padres y señores que fueron antes del inga”. El cronista acentúa, desde la portada de su obra, la atención para la época anterior a los Incas: “me determine a escribir la historia de los primeros reyes y señores y capitanes nuestros aguelos y des (sic) prencipales y vida de yndios y sus generaciones y desendencia desde el primero yndio llamado uari uiracocha...”. La segunda parte es la descripcón de la vida provincial bajo el régimen español denunciando sus vicios y abusos, la explotación del indio por las demás clases sociales y proponiendo reformas necesarias a su juicio. Es, a la vez, alegato y memorial, sátira disimulada entre alabanzas y jaculatorias, sorna cazurra de los dibujos, proyectismo ingenuo, alabanza servil de indio mediatizado y a veces grito herido y franco de dolor y protesta. La primera parte tiene interés para la arqueología y el folklore prehispánicos, la segunda para la historia social de la Colonia” (1986: 637). El texto fue enviado por Guamán Poma de Ayala en 1615, al Rey. El texto constaba de más de mil folios y de alrededor de doscientos dibujos. La intención, algo ingénua por cierto, era darle recomendaciones al Rey para una mejor administración de los recursos y un mejor tratamiento a los indios explotados vilmente por los encomenderos a través

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de una perspectiva bastante diferente a las conocidas entonces. Se supone que Guamán Poma de Ayala quería que lo designaran protector de los indios. El sentido del nombre de su libro Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno cobrá así su sentido original: el de constituirse en la primera crónica que atendía a las verdaderas necesidades de los antiguos peruanos, a diferencia de las crónicas anteriores que repetían un modelo ya caduco, y el de proponerse como un manual de gobierno que partía de un supuesto: la administración llevada a cabo por los encomenderos dirigidos por el virrey, era inadecuada. La doble estructura del libro, ser texto e imagen a la vez, le otorga una especial naturaleza al libro. Es importante preguntarse por qué Guamán Poma de Ayala decide otorgarle esa doble estructura. La primera respuesta es que su escaso manejo de la lengua de Castilla lo obligaba a buscar formas de expresión que pudieran canalizar toda la indignación que lo motivaba a escribir. Los dibujos cumplen, en primer término, esa función, reemplazan a la escritura, se constituyen en otra escritura, esa que ilustra o proyecta lo que los ojos del cronista ven. Es cierto que su castellano era incipiente y que su relato está poblado de palabras quechuas y aimaras; pero este hecho debe verse en su real dimensión. En realidad nos muestra a un quechuahablante tratando de expresarse en la lengua del imperio con todas las dificulatades que eso supone para Guamán Poma. Visto así, el texto puede ser considerado como “un precioso documento, un admirable testimonio del proceso de mezcla, combinación y mestizaje de dos culturas (la occidental española y la quechua) e una de sus manifestaciones mayores que es la lengua. Así pues, la lengua de la Nueva Corónica es un incomparable testimonio de las etapas tempranas de la transculturación y la resistencia de la lengua quechua a desaparecer. Se trata de una especie de simbiosis lingüística que no volverá a aparecer en textos de gran importancia cultural (Garcilaso, eximio dominador de la prosa castellana, es un caso diametralmente opuesto en este aspecto), pero que en cambio se sigue presentando aún hoy en día en numerosos hablantes quechuas que aprenden al castellano, pero no llegan a dominar cabalmente por lo que su habla se asemeja a la de Guamán Poma” (Cornejo Polar 2000: 34). El punto de vista de la Nueva Coronica es el de un sujeto que cuenta desde el sufrimiento, desde la derrota producida por la invasión española, pero también de quien considera que la misión evangelizadora debe ser continuada. Los reclamos de Guaman Poma de Ayala abren un espacio para la comunicación. A continuación, y a modo de lectura, incluimos un texto de Washington Delgado cuya acerada pluma sirve para abrir la polémica en torno al cronista indio. “La cronica de Guamán Poma de Ayala está escrita en un castellano deplorable, de pésima sintaxis, cambiante ortografia y taraceada con multitud de frases y vocablos quechuas o aimaras, lo cual no es impedimento suficiente para su lectura pues se halla colmada de noticias y datos diversos, de vivencias personales y ancestrales recuerdos

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que acicatean al lector y lo hacen olvidar las dificultades de su lectura. Ademas, el torpe estilo de Guamán Poma no es algo singular en el mundo de las crónicas, ni se debe a su condicion de indio o mestizo. Como lo han indicado buenos conocedores del género, muchas de las crónicas del Perú, escritas por españoles, como la de Betanzos, son igualmente enmarañadas en el estilo, vacilantes en la ortografia, torpes y primitivas en la sintaxis. En cambio, el texto de la Nueva Crónica se ve aligerado y realzado por una buena cantidad de dibujos, de clara intención explicativa e ingenua confección, debida a la misma pluma del autor quien, adelantándose a su tiempo, parece haber pensado que una imagen vale por mil palabras. A primera vista el valor histórico de la Nueva Corónica es muy discutible. En su acumulación de datos diversos, no sigue un plan ordenado y suele caer en múltiples contradicciones, según reproche de historiadores contemporaneos. Su intención, en cuanto al panorama histórico, consiste en integrar la historia peruana dentro de la historia universal, basado en la tradicion bíblica asumida por occidente. De la misma manera, aunque con más orden procedieron otros cronistas, Garcilaso entre ellos. No hay aquí novedad, ni cabe reproche; lo singular en Guamán Poma es que recoge tradiciones y creencias regionales, de Ayacucho o de Huánuco, que no pertenecen a los quechuas cuzqueños y prestan nuevas luces a la historia prehispánica y a la preincaica. Sus noticias sirven, también, a otras ciencias humanas: la sociologia, la etnologia, el conocimiento del folklore. Particularmente interesantes, para el estudio de la literatura, son los fragmentos poéticos que reproduce en su lengua original y que traduce al castellano. Con razón, dice Raúl Porras: “La parte mas sustantiva e interesante de la obra de Guamán Poma es seguramente la que se refiere a las fiestas incaicas. El cronista nos refiere, mes por mes, las fiestas y canciones -arauis, hayllis y taquis- de los indios de las diversas regiones del Perú. Recoge en quechua o en aymara y en otros dialectos los textos mismos de las canciones indígenas y nos describe los instrumentos musicales en los que las acompañaban. Están allí las canciones de la siembra y de la cosecha, el aynoray cuando se llevaba el maiz a los trojes, los cantos de los pastores o Uamamiches y los cantos regionales de los colllasuyos, los condesuyos y los bárbaros andesuyos”. La obra de Guamán Poma no es solamente una crónica original de sucesos pasados ni un repertorio de usos y costumbres incaicas. Es, también, una denuncia de los males que sufre el Perú a partir de la conquista. Guamán Poma revela, con dolida y enérgica voz, los abusos, la sevicia, las exacciones de la fatídica trilogía opresora del indio: el encomendero, el cura y el corregidor, acompañados por numerosos satélites: escribanos, curacas, mandoncillos y hasta esclavos de los amos blancos. Las acres denuncias verbales se ven subrayadas por candorosos y conmovedores dibujos que muestran los maltratos sufridos por los indios y las indias. La denuncia de Guamán Poma no se agota en la protesta contra la salvaje crueldad de los conquistadores, su perenne lujuria y su insaciable avidez de riquezas. Su denuncia es más profunda, nos muestra cómo estos inacabables abusos y maltratos contribuyen al empobrecimiento y

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ruina del Perú. Guamán Poma pone de relieve la continua pérdida de tierras cultivables y la creciente despoblacion del territorio lo que redunda en el deterioro de la economía. Enérgicamente, dice al rey en un apartado: “sin los indios Vuestra Majestad no vale gran cosa, porque se acuerde que Castilla es Castilla por los indios ... “ “Las quejas y denuncias de Guaman Poma se completan con una serie de propuestas para mejorar el buen gobierno de las tierras peruvianas. Además de la reforma, corrección o supresión de mitas, encomiendas, reducciones, obrajes y labores de minas, propone la separación de los pueblos español e indio, cada uno administrado o gobernado por gente de su nación, así los antiguos curacas recobrarían su preeminencia, las encomiendas serían adjudicadas a indios principales, en el campo vivirían los indios y en las ciudades, los españoles, mestizos, negros y mulatos. Para Guamán Poma, curiosamente, uno de los grandes males del Perú es el mestizaje que contribuye al decaímiento del campo y la agricultura. El extraño y voluminoso libro de Guamán Poma es algo más que una crónica y un repertorio folklórico. Es un ideario lleno de reflexiones que empiezan a ser desentrañadas y comprendidas. En un primer momento, seduce o disgusta la virulencia de algunas páginas y dibujos. En una lectura más calmada, nos enseñia mucho del Perú, no solamente del Perú historico y pasado sino del Perú actual, todavía desgarrado y sin remedio”(2000: 12-14). La Nueva Corónica y Buen Gobierno, a diferencia de los Comentarios Reales de los Incas no tuvo ninguna influencia sobre los sectores indígenas hasta su descubrimiento en 1908. Este hecho es crucial para entender el proceso de nuestra producción literaria e histórica, para comprender los mecanismos a partir de los cuales se margina y oculta una protesta, se mantiene el dominio sobre los débiles.

CARTA INEDlTA DE HUAMAN POMA DE AYALA AL REY DE ESPAÑA Huamanga, 14 de febrero de 1615 SEÑOR Don Phelipe Guaman Poma de Ayala natural deste reyno y vasallo de vra. Mgd. y hijo legitimo que soy de Capac apo don martin guaman malque de ayala que fue hijo natural de los grandes deste reyno del peru segunda persona y su Virrey de topa inga yupangui dezimo rey que huuo en este reyno, y el dicho mi padre fue cassado con doña Juana curi ocllo coya hija legitima de topa ynga yupangui el qual dho. mi padre hassta que murio siempre sirvio a Su magd. con fuerza de yndios en conserva de la gente Y campos de guerra que V. Mgd. tuvo contra los tiranos que se quisieron alçar con estos reynos de V.

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Mgd. como fue muy notorio de que por otras cartas antes de agora tengo dado quenta a V. Mgd. acerca desto y de otras cosas muy del servicio de V. Mgd. Y de como desseaua mucho que de la notoriedad Y descendencia de los rreyes que antiguaamente auia hauido en este reyno hasta el ultimo rey que fue guascar Y nga se hallase notoriedad para que los tiempos venideros como de las grandes segundas personas caciiques, gouernadores que auia hauido y de sus ritos y cerimonias trajes y modos con que atabiauan sus personas Y gouernaban Y entretenian en sus fiestas Vanquetes y monteerias y passatiempos como de las minas de oro y plata principales que descubrieron en estos Reynos Y de la manera que han sido y son gouernados Los naturales dellos desspues que fueron conquistados y poblados en estas prouincias por los uirreyes y gouerrnadores corregidores, administradores y padres de doctrina euangelica Y del mal trataamiento que de todos ellos y de los Encomenderos han reçeuido hasta el dia de oy Y de otros danas y menoscauos que han pedecido y padezen. Me ha parecido hazer una coronica o historia general de todo lo que ha podido venir a saber Y alcançar en La edad de mi tiempo que es ochenta años La que tengo que he visto como de lo que he entendido por caciques principales antiquissimos destos Reynos que tenian entera relación y noticia de todo de sus antepassados para que (queede?) memoria durante La hera del mundo y que no se pueda es acrezer cossas tan grandes y memorables par falta de escriptura Y para que los historiadores de V. Mgd. puedan tener mas entera luz de la que yo entiendo han podido tener hasta aqui, para cuya aueriguación y satisfacción de enterarme de la verdad de todo ello a uista de ojos me ha sido forçosso el auerme ocupado tiempo de treinta años auiendo andado personalmente todas las prouincias destos reynos tomando La razon por escripto aunqe a mi rustico en tender de todos Los dichos caçiques y principales antiguos de la dha. mi edad y de mas de cien años para certificarme de todo, y todo para que V, Mgd. fuera mas seruido en cuyo tiempo y ocupacion referida yo, mi muger Y hijos auemos passado mucha necessidad pobreza y desnudez por no auer acudido a mis crianças de ganados y sementeras Llevandolo todo con gran paçiencia a fin de hazer un tan gran seruicio a dios nr. senor y a V. Mgd. en dar larga quenta en La manera que han sido tratados Los naturales destos Reynos despues que fueron conquistados y poblados despañoles para que V. Mgd. quede enterado de la berdad de todo y para que mande seacuda al remeedio que piden daños tan grandes pues a solo V Mgd. incumbe el mirar por ellos como su rey Y señor natural que es dellos y se duela de sus miserias calamidades y malos traatamientos y peores pagas que continuamente resciuen en general de todo genero de gente, tratandolos peor que a esclauos uenidos de Guinea que aun a estos los tratan mejor por costarles el precio que pagan por ellos y siendo V. Mgd. seruido hazerme a mi mrd. y a mis hijos Y sucçesores para que aya memoria durante el mundo attento a las causas referidas ya q. desciendo de la casa real de los reyes Yngas señores que fueron destos reynos que agora son de V. Mgd. que siendo necesario el querer sauer V. Mgd. de como soy el contenido podra dar a V. Mgd. entera noticia acerca dello el marrques de salinas presidente del real consejo de las Indias que la tiene de mi persona del tiempo que gouerno este reyno - que por ser yo natural y poco inteligente como Lo son Los españoles para pader encaminar a V. Mgd. el dicho tratado de coronica general no lo

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embio en esta armada a españa y assi suplico a V. M. siendo seruido se Ie mannde al Uirrey que governare este rreyno que Lo resciua y Embie a buen recaudo a Vuesstra Mgd. que yo estoy presto de se lo entregar Luego que me lo pidiere. Dios guarde la catholica persona de V. Mgd. del pueblo de santiago de chip° de la prouu. de los andamarcas Lucanas soras districto de La ciudad de guamanga a 14 de febrero de 1615. (En Archivo General de las Indias, Sevilla. Publicada por Guillermo Lohman Villena en Revista de Indias, Año VI, No. 20, 1945; pp.325-327)

ACTIVIDADES 1. Establezca las principales diferencias entre las cartas relatorias, las relaciones y las crónicas de la conquista y el descubrimiento. 2. Confeccione un cuadro sinóptico del tipo de crónicas escritas durante los siglos XVI y XVII y de sus autores. 3. ¿Por qué se considera la llegada del virrey Toledo como un hecho central en el proceso cultural hispanoamericano? 4. ¿Qué implicancias tiene el hecho de que el Inca Garcilaso de la Vega haya apelado, para la escritura de sus Comentarios reales, a diversas fuentes escritas? 5. ¿Cualés serían las principales coincidencias y diferencias entre las posturas del Inca Garcilaso de la Vega y Huamán Poma de Ayala frente al proceso de la colonización?

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TERCERA UNIDAD

EL BARROCO HISPANOAMERICANO

1. 2. 3. 4.

Objetivos Comprender el proceso de asimilación hispanoamericana del barroco español. Identificar las principales características de la lírica y épica barrocas desarrolladas en Hispanoamérica. Comprender la utilidad del teatro hispanoamericano colonial en el proceso de dominación colonial. Entender el proceso de gestación de la novela en Hispanoamérica.


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INTRODUCCIÓN El barroco artístico se manifiesta en América como una expresión del poder español sobre sus colonias. Es la expresión oficial de esa dominación. Desde este punto de vista es posible pensar al barroco como la manifestación artística que caracterizará a un largo periodo de estabilización o dominio en el que las colonias americanas están absolutamente bajo el control de la metrópoli española. Emilio Carilla, quien se ha ocupado de la lírica colonial hispanoamericana con gran agudeza, menciona los elementos del escenario social que se encuentran detrás de esta práctica artística: predominio de una sociedad aristocrática, franquicias a las clases gobernantes para el ejercicio de su poder y fuerte cohesión política, social y religiosa (1982:255). Este escenario es propicio para que se produzca la profundización del arte en todas sus formas, sobre todo el arquitectónico y pictórico, a través del predicamento religioso, que el imperio empezó a inculcar en sus colonias. En cuanto a las características del barroco, Carilla menciona a las siguientes: 1) Límite borroso entre clasisismo y anticlasisismo. 2) Predominio de valores religiosos, contrarrreformistas. 3) Dinamismo y contradicción como ejes productores de sentido. 4) Monumentalidad y pomposidad en la representación. 5) Contención ideológica (determinada particularmente por vallas políticas y religiosas). 6) Realismo (con inclinación a lo feo y lo grotesco). 7) Popularismo (mayor captación popular que el Manierismo). Dada la gran difusión que entonces tenían los escritores del barroco español sobre las colonias, no es dificil imaginar el impacto que esta estética tendrá sobre el segmento criollo y mestizo de la época (los únicos que practicaban el arte entonces). Lo curioso es que siendo el barroco expresión de un momento de estabilización colonial, sus fundamentos se planteen en los términos de una crisis generalizada del sujeto y de sus creencias religiosas. Crisis que por lo demás era consecuencia del agotamiento de la experiencia renacentista. Desde un punto de vista teológico el barroco literario trata de mostrar, al frágil e imperfecto ser humano (por la vía de la reflexión filosófica), la necesidad de renunciar a las cosas materiales de este mundo para abrazar la perfección, cuya expresión más acabada es Dios. El mundo, la realidad, lo material para la imaginación barroca, es ilusión, mentira y engaño, una trampa que esconde, tras las formas de la efímera belleza, el rostro de la muerte. La vida es vista así, como un tránsito, como un paso momentáneo hacia un mundo que

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se desconoce pero que se avizora, que se intuye desde la imperfección, desde las limitaciones que le impone al ser humano su propia naturaleza. Consciente de esta imperfección del ser humano, el escritor barroco se confronta con todas las formas del deterioro, con el semblante de la decadencia, de lo inacabado, de lo fugaz, de la putrefacción, para hacer más evidente la natural condena de vivir o de estar sometido a las limitaciones de los sentidos, cuya función es hacer aún más dolorosa la conciencia del dolor de estar vivo. En el propósito de recordarle al hombre el dominio de la muerte sobre todo lo existente, la estética literaria barroca crea escenarios ruinosos, inhóspitos y severamente tristes en los que pareciera imposible tolerar cualquier signo de esperanza. Se vive la condena de existir y sin embargo se insta a vivir lo más intensamente posible en medio de la amenaza de la inminente muerte. En la concepción del barroco, nada conserva su esencia, todo es corrompido por el tiempo, por los elementos de la naturaleza cuya fuerza e ímpetu se muestran ingobernables, adversos, ajenos al hombre que sólo puede observarlos ejerciendo su dominio contra él. Por ello el mundo del barroco es un mundo en permanente cambio, gobernado por lo inestable, un mundo en el que es imposible fijar un punto de referencia que no sea el divino. La lección del barroco parece, por todo lo dicho antes, ser la siguiente: En este mundo de apariencias lo único estable es Dios quien, sin embargo, nos ha proporcionado el libre albedrío, mecanismo que nos permite manejarnos en este mundo terrible en el que es inevitable optar por el buen obrar. En hispanoamérica, la experiencia del barroco adopta sus propias características. Mabel Moraña sostiene que es en este momento en que “aparecen las primeras evidencias de una conciencia social diferenciada en el seno de la sociedad criolla. Esas formas incipientes-y en muchos casos contradictorias- de conciencia social, hablan a las claras, sin embargo, de la dinámica creciente de las formacione sociales de ultramar y no es errado ver en ellas el germen, aun informe, de las identidades nacionales... El Barroco de Indias se corresponde históricamente con el proceso de emergencia de la conciencia criolla en los centros virreynales desde los que se establecían los nexos económicos, políticos y culturales con el poder imperial” (1988:234). Veamos algunos casos del Barroco de Indias como los de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz y la del peruano Juan del Valle Caviedes. 1. Lírica hispanoamericana colonial Comencemos por reconocer, como Carilla, que la mayoría de los escritores hispanoamericanos durante el barroco son poetas y que en ellos es notoria la influencia de la

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lírica española (hablamos de los poetas del Siglo de Oro) así como la de los inmortales clásicos. Son Góngora, Calderón de la Barca, Quevedo, Lope de Vega quienes marcan la pauta de nuestros poetas desde la metrópoli. De los clásicos reciben influencia de Horacio, Virgilio y Ovidio. De los no españoles destaca a Tasso. Los temas más comunes tratados por los poetas hispanoamericanos del barroco, de acuerdo a Carilla, son los siguientes: 1) La religión (religión y meditación; homenaje y canto). 2) El sentimiento amoroso (por lo común, hiperbolizado; con persistencia, aún, de petrarquismo). 3) El paisaje (estilizado, enriquecido; raramente con toques locales). 4) El homenaje o composición de elogio (tributo cortesano definido con una particular retórica). 5) El juego de ingenio o rasgo burlesco. 6) La sátira (de manera especial, la que refleja aspectos sociales). Los representantes más connotados serían los siguientes: Juan Ruiz de Alarcón, Luis de Tejada y Guzmán, Hernando Domínguez Camargo, Conde de la Granja, Juan de Espinoza Medrano, Juan del Valle y Caviedes, Carlos de Sigüenza y Góngora, sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Peralta y Barnuevo, la madre Castilla. Por las condiciones de este manual, en esta sección sólo nos ocuparemos de dos poetas: Sor Juana Inés de la Cruz y Juan del Valle y Caviedes. 1.1. Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) Conocida como Juana Ramírez de Asbaje, la mexicana nació en el pueblo de San Miguel de Neplanta en 1651. Su padre fue un militar español, Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca y su madre una criolla, Isabel Ramírez de Santillana. Al parecer, la condición de madre soltera de su progenitora, influyó de alguna manera en ella. Ese modelo de mujer independiente y muy segura al momento de establecer varios compromisos a lo largo de su vida, debió inspirarla por su valentía.

Sor Juana Inés de la Cruz

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Las vinculaciones de su familia con la corte del virrey de México la colocan a muy temprana edad en ese ámbito aureo como dama de compañía de


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la vierreyna, doña Leonor Carreto. En la corte, “era continuamente requerida a escribir versos para celebrar acontecimientos sociales e históricos conectados con la corte o con el clero: sonetos, silvas, redondillas, décimas, glosas, villancicos (...) A todo y a todos decía Juana que sí, todo lo probaba la joven con una destreza paralela a la grandeza ya moribunda de los reconocidos maestros de la lejana metropoli” (Sabat 1982:277). A los 17 años se ordena como monja en el convento de San Jerónimo en la ciudad de México, lugar en el que permanecerá hasta su muerte. Sueño (1692) Elejimos este poema escrito en la etapa madura de la poeta y publicado tres años antes de su muerte, porque concentra todo su conocimiento y saber, y por la belleza de su composición. Ese poema es todo un desafío al lector y un compendio del saber al que podía aspirar un intelectual durante el siglo XVII. En el caso de una mujer intelectual la hazaña de llegar a adquirir todo este saber resulta doblemente admirable dadas las condiciones y limitaciones que le imponía el medio social y cultural de entonces. El poema está compuesto en silvas (composición poética de un número indeterminado de versos heptasílabos y endecasílabos asonantados y aconsonantados) y consta de 975 versos. En este poema “la décima musa nos presenta una intrincada gama de conocimientos de todo tipo: mitología, teología, patrística, ciencia antigua y contemporánea suya, fisiología, filosofía; todo ello como base de la aventura vital en búsqueda de la verdad y de su lucha por conocer la realidad material del mundo” (Sabat, 1982: 283). Sabat dice también que no es posible determinar con exactitud cuando es que Sor Juana escribió el poema, pero sí que lo prefería dentro de toda su producción. Es posible advertir, sin embargo, que se corresponde con su etapa de madurez. Su contenido epistemológico y su carga anímica, dice, Sabat no pudo ser obra temprana. La influencia de los clásicos latinos es visible. Allí tenemos a “Cicerón y su explicación del universo y de la vida humana atisbada en el sueño; a la tragedia de Séneca Hércules furens donde aparece la lucha dramática entre las tinieblas y la luz personificadas por el sol y la noche, el Oriente y el Occidente, y también el tópico del sueño como cura de males y fatigas, pero engañador; y el poema Somnus de Estacio, que nos presenta la noción del “sueño universal” donde cielo, mar y tierra sucumben al reposo, excepto el enamorado que vela. En el Sueño del siglo XVII encontraremos : la montaña, la mirada desde lo alto y la bajada precipitada hacia el mar, el aguila, la torre sobre el agua, las bestias, el ciervo y el león, sombrías aves de la noche como acompañantes del silencio... (...) En su Sueño, sor Juana aparece como sabia conocedora de toda esta tradición; todas estas modalidades parecen haber sido digeridas, aceptadas y aprovechadas del mejor modo para los fines que se proponía” (Sabat 1982: 283-284).

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La estructura básica de las composiciones asociadas al sueño, a lo largo de la etpa del barroco, sigue un patrón formado por las tres etapas naturales de este fenómeno psicológico: “armonía exterior que invita al sueño, el sueño propiamente y el tercer momento, el despertar. Y esta estructura básica es la misma que hallamos en Sueño... (Sabat, 1982:284). En su poema se advierte “la combinación neoplatónica típicamente renacentista, de ciencia y poesía, que sor Juana heredaría del hermetismo” (Sábat 1982:284). Esta relación permanecerá a lo largo de todo el poema y será el marco que encerrará una gran reflexión sobre la creación universal. Sor Juana Inés de la Cruz escribió, también, villancicos y en el campo del teatro, loas, autos sacramentales (fuertemente influenciados por la obra de Calderón) y Comedias. Completemos su obra mencionando los textos que la jerónima escribió por encargo. Nos referimos a los llamados “arcos triunfales” o poemas de recibimiento de autoridades a las Colonias, dotadas de una fuerte carga alegórica. También un conocido texto que se constituyó en una famosa respuesta a un predicador, el padre Antonio de Vieira. Sueño Piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra, al Cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las Estrellas; si bien sus luces bellas -exentas siempre, siempre rutilantesla tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la pavorosa sombra fugitiva burlaban tan distantes, que su atezado ceño al superior convexo aun no llegaba del orbe de la Diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta, quedando sólo o dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba; y en la quietud contenta de imperio silencioso, sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves,

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tan obscuras, tan graves, que aun el silencio no se interrumpía. Con tardo vuelo y canto, del oído mal, y aun peor del ánimo admitido, la avergonzada Nictimene acecha de las sagradas puertas los resquicios, o de las claraboyas eminentes los huecos más propicios que capaz a su intento le abren brecha, y sacrílega llega a los lucientes faroles sacros de perenne llama, que extingue, si no infama, en licor claro la materia crasa consumiendo, que el árbol de Minerva de su fruto, de prensas agravado, congojoso sudó y rindió forzado. Y aquellas que su casa campo vieron volver, sus telas hierba, a la deidad de Baco inobedientes, -ya no historias contando diferentes, en forma sí afrentosa transformadas-, segunda forman niebla, ser vistas aun temiendo en la tiniebla, aves sin pluma aladas: aquellas tres oficïosas, digo, atrevidas Hermanas, que el tremendo castigo de desnudas les dio pardas membranas alas tan mal dispuestas que escarnio son aun de las más funestas: éstas, con el parlero ministro de Plutón un tiempo, ahora supersticioso indicio al agorero, solos la no canora componían capilla pavorosa, máximas, negras, longas entonando, y pausas más que voces, esperando a la torpe mensura perezosa de mayor proporción tal vez, que el viento

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con flemático echaba movimiento, de tan tardo compás, tan detenido, que en medio se quedó tal vez dormido. (Primeros versos del poema Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz) 1.2. Juan del Valle y Caviedes (1644-1697) Juan del Valle y Caviedes nació en Porcuna (Jaén), pero se crió en el Perú. Luis Alberto Sánchez dice que “se dedicó al comercio, y que por ello tenía un tenducho en los bajos del Palacio de Pizarro, en la cara que da al río Rímac, en uno de los llamados cajones de la ribera”. Debido a esto se le conocía como el “Poeta de la Ribera” (1980: 370). Son sus versos los que construyen la imagen de poeta que tenemos de él: en ellos se retrata como un hombre del pueblo que carece de una preparación formal y que apenas si conoce, de referencias, a los latinos, pero cuya inteligencia no le impide desplegar ese ingenio y picardía que caracterizará a su obra. Sus fuentes, dice, son los propios hombres, de quienes aprende absolutamente todo con la sola observación, instrumento que considera su mejor herramienta. Caviedes llega a Lima a los 25 años y combina las demandas del ejercicio poético con las del comercio, que le permite vivir. Diente del Parnaso El título completo de este libro que comprende toda su poesía satírica es Diente del Parnaso, guerra física, proezas medicinales, hazañas de la ignorancia, sacadas a la luz por un enfermo que milagrosamente escapó de los errores de los médicos por la protección de San Roque, abogado contra los médicos, o contra la peste, que tanto monta. El tono humorístico del título revela la condición del poema: ser, en principio, una elaborada parodia, con las distancias del caso, del Parnaso Español de Quevedo, a quien tanto admiraba el Poeta de la Ribera, pero sobre todo constituirse en una burla contra los médicos a quienes, a lo largo de sus poemas, considera una amenaza. Del Valle y Caviedes es el gran antecedente de la poesía satírica que se escribirá a lo largo del siglo XIX. Es el gran poeta de la burla descalificadora y el que descubre, a los ojos de los propios limeños, los prejucios sociales de la época. Su raigambre popular es un elemento que marca la diferencia de su poesía, de índole barroca, con respecto a la producción de otros poetas académicos. Como todos los poetas de la época será permeable a la influencia de Góngora y Quevedo. La crítica se ha ocupado de compararlo con este último, pero la influencia que recibe se da sólo en la actitud satírica. Las formas de Del Valle y Caviedes carecen

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de ese retorcimiento expresivo propio del barroco. Su poesía busca, de manera directa, construir un discurso más bien moralizador. Su obra, que circuló como manuscritos durante su vida, sólo fue recogida después de su muerte. Ella se concentra, simbólicamente, cuando se trata de poesía satírica, en una exasperada como ácida crítica al sector de los médicos limeños, los poetas sin talento y las mujeres de vida liberal. En general, su obra respira ese aire de desengaño que se encuentra en el corazón del barroco. La denuncia de las apariencias sociales es central en ella como también esa sensación de pérdida, de crisis interior que conduce a quien la experimenta, a mostrar, como lo hace Caviedes, la degradación de valores centrales en la comunidad, valores como el respeto, el heroísmo, la virtud y la verdad. Ese mundo chato y ramplón de la dominación colonial ya estabilizada por una ilimitada y sutil violencia (en que pululan desorientados, atorrantes y vanidosos) es el mundo que ridiculiza acerbamente el Poeta de la Ribera adoptando no la perspectiva de los académicos sino la del común, la del hombre de a pie. En ese mundo donde ya no hay héroes, el honor se mancilla a cada momento y las honras vaciadas de virtud se sustentan en el inane abolengo y vacua nombradía. Ese mundo que, si se mira bien, ya prefigura el de Ricardo Palma. Quizá por eso, y de manera simbólica, Caviedes elige a los médicos para burlarse de la sociedad de entonces (como lo hace Palma con lo virreyes). Ser médico concentraba el prestigio de toda una clase social (la criolla) y es posible imaginar que su comportamiento como grupo estuviera marcado por graves defectos. Los personajes que satiriza Caviedes son ignorantes, falsos, vanidosos y suelen engañar a los demás. Y “aparte de los médicos (y de los abogados: hay una buena galería), otros personajes desfilan grotescamente por sus versos. Espejo de un mundo variado y colorido, más visible en los vicios que en las virtudes, su obra daba fisionomía característica a aquella Lima de los virreyes: aventureros, cortesanas, beatas, “caballeros chanflones”, “doctos en chafalonía”, “chauchillas”...”( Carilla 1982: 262). Por su actitud satírica y por su capacidad para atender a los tipos sociales, Caviedes es nuestro contemporáneo. El poema Los privilegios del pobre, que incluimos a continuación, es sumamente aleccionador. En él, el poeta, en base a la técnica del contrapunto irónico, nos presenta una cadena de prejuicios contra el pobre que, por su condición, se ve incapacitado de construirse una imagen social. Excluido, marginado, deslegitimado, silenciado, es imposible reconocerle alguna virtud desde la mirada del que ostenta el poder. Ese es el estado de discriminación que se cultiva en el contexto de la colonización, estado que segmenta, separa, segrega y clasifica, y que opera como un disociador clasista.

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Los privilegios del pobre El pobre es tonto, si calla; y si habla es un majadero; si sabe, es un hablador; y si afable, es embustero; si es cortés, entrometido; cuando no sufre, soberbio; cobarde, cuando es humilde; y loco, cuando es resuelto; si valiente, es temerario; presumido, si es discreto; adulador, si obedece; y si se excusa, grosero; si pretende, es atrevido; si merece, es sin aprecio; su nobleza es nada vista, y su gala, sin aseo; si trabaja, es codicioso, y por el contrario extremo un perdido, si descansa Miren si son privilegios! Poema Endechas de Juan del Valle y Caviedes Atiende, ingrata Dafne, mis quejas, si escucharlas te merecen mis penas, siquiera por ser tú quien me las causas. Bien sé que son al viento decirlas a una ingrata; pero yo las publico para que sepas solo a quien agravias. Escucha mis suspiros, que no porque mis ansias con sentimiento explique te han de obligar mis voces a pagarlas. Pues no tan fácilmente se mueve una tirana,

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y asi puedes sin riesgo serme benigna y entenderme, ingrata. Si bien te pareciera, qué mucho me amaras? porque el favor, advierte, se hace más fino cuando más se ama. Merecer tus cariños y dármelos es paga, y el que paga no deja la voluntad afecta ni obligada. Finge que amor me tienes y aunque me engañes, falsa, haz siquiera de vidrio una esmeralda para mi esperanza. No me des desengaños con claridades tantas, que el infelice vive el tiempo que se engaña o que le engañan. Solo un triunfo consigues si de una vez me matas: Dame un vez la vida para que muchas tenga que quitarla. 2. La épica hispanoamericana de la Colonia Pedro Piñero sostiene que con La Araucana, publicada en 1569, se inicia la larga lista de la obras pertenecientes a la gran épica hispanoamericana de la Colonia. Las razones que presentan los especialistas para explicar este fenómeno tendrían que ver con tres factores. El primero guarda relación con la madurez alcanzada en el siglo XVI por la lengua castellana; el segundo, con la supremacía histórica del género, planteada en las preceptivas desde la poética de Aristóteles; y el tercero, con la necesidad de legitimar el discurso de los conquistadores empleando la poesía heroica (1982: 161). Habrá que anotarse en ese sentido que gracias a la empresa de la conquista y colonización es que la épica logra sus más altas cimas, reformulando las convenciones del género a partir de las demandas de una gesta que se traduce como heroica. No es casualidad que este fenómeno social y su lectura en el registro de la inmolación religiosa como en La Christiada, se haya constituido en el alimento a partir del cual la épica se constituye en el género por antonomasia. Esta épica, dice Piñero, trata de mantenerse a distancia de la crónica rimada y de la epopeya clásica. “Su caso, sostiene, es bien distinto, por las motivaciones extraliterarias.

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Los españoles en América y los primeros criollos volvían a vivir tiempos épicos. La aventura del descubrimiento, la temeridad de la conquista de territorios amplísimos y desconocidos, la sorpresa ante una nueva naturaleza, con flora y fauna nunca soñadas, y la conciencia de que nacía y hacían un nuevo mundo, propició el desarrollo de un género muy literaturizado, pero que en esas particulares circunstancias cobraba nueva vida, sin perder nunca, claro está, la conciencia de que escribían un género muy marcado por la larga tradición poética anterior”(1982:163). Para Piñero, la novedad en la épica hispanoamericana estuvo, fundamentalmente, en: 1) Los asuntos cantados. 2) La inmediatez de los acontecimientos que el poeta narraba. 3) La doble condición de poeta y soldado del autor real. 4) La literaturización de la anécdota heroica. Formalmente, el poema épico hispanoamericano hereda de la tradición española el empleo de la octava real, heredada a su vez de la tradición italiana. Este tipo de estrofa destaca por sostener un aliento narrativo que tiene el efecto de demorar el periodo poético hasta otorgarle un aliento epopéyico. Hay que destacar, en este sentido, que los poetas épicos realizan, para evitar la monotonía, una serie de variantes de los acentos del verso endecasílabo. Técnicamente el poema épico desarrolla una estructura que se repite de un poema a otro: el poema se inicia con la fórmula de comienzo “que expone en los dos primeros versos el objeto o tema del poema, y a continuación invoca la ayuda de las musas (...) para llevar a buen término la obra” ( Piñero 1982: 173). El empleo de la técnica in medias res también está presente en la épica hispanoamericana: “Con ello se pretende destacar la diferencia entre el tratamiento histórico y el poético de un mismo asunto, además de buscar romper la monotonía de la narración lineal comenzada desde el principio” (174). La idea es explotar, a través de este recurso, las posiblidades de la composición, de modo que el lector pueda valorar la forma y apreciarla. Otro recurso es el que permite al autor implícito representado ceder la narración a algunos de los personajes. A continuación analizaremos dos casos emblemáticos: el de Alonso de Ercilla y el de Diego de Hojeda. 2.1. Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) En la figura de Alonso de Ercilla se concentran dos identidades: la del soldado español y la del poeta épico. Su importancia, al margen de su posición y condición de español, se da en los términos del valor literario de su gran poema épico La araucana.

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Ercilla nació en Madrid en 1533 en el seno de una familia noble cuyos vinculos con la Corona le permitieron servir desde muy joven como paje del principe Felipe II a quien acompañaba a sus viajes. En uno de ellos a Flandes y Londres recibe la noticia de la sublevación de los indios de la araucania cuyo impacto fue decisivo en su vida. Este hecho tiene como consecuencia que en 1556 llegara al Perú acompañando al virrey García Hurtado de Mendoza quien había sido comisionado para participar en la expedición contra los araucanos.

Alonso de Ercilla y Zúñiga

La campaña contra los araucanos duró año y medio y lo obligó a usar la pluma debido a la fascinación que le produjo advertir la resistencia heroica y el carácter indomable de estos indios, por un lado y la entrega y heroísmo de los españoles conquistadores por otro. Los avatares de la vida lo llevaron a enemistarse con García Hurtado de Mendoza, situación que lo obligó, a los 28 años, a regresar a España en donde lo esperaba una plácida vida en la corte. Allí desempeñó labores de censor literario. Más adelante, en 1564, fue nombrado Duque de Lerma. La Araucana Este poema épico está conformado por trentaisete cantos distribuidos en tres partes. Su publicación se da entre 1569 y 1589. Tanto la primera como la segunda parte fueron escritas durante la campaña contra los araucanos. El poema empieza en el primer canto con la descripción de la región, de los habitantes, sus hábitos e incluye un pasaje en donde se da cuenta de la llegada de los españoles. Desde el segundo hasta el décimo primer canto se describe las luchas de Pedro de Valdivia, 1553, contra el fuerte Tucapel tomado por los indios araucanos; la venganza de éstos, las derrotas de los españoles y las celebraciones de los araucanos. Con esto se cierra la primera parte. La segunda se inicia con el arribo de García Hurtado de Mendoza al Perú, la forma como auxilia a los españoles; la famosa escena en la que Villagrán aniquila a las huestes de Lautaro. Siguen los ataques araucanos y narración de los acontecimientos que se suceden en España en esos momentos. Hace su aparición Caupolicán quien reorganiza sus fuerzas. También cobra protagonismo Tegualda, hija del cacique Brancol quien le narra a quien escribe el poema, la desgracia de haber perdido a su

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esposo. En esta segunda parte, la escena de la mutilación de Galvarino se convierte en el eje de la narración. Viene el desafío de Caupolicán y la batalla en la que pierde a sus huestes. Muerte definitiva de Galvarino. Todo esto va del canto XII al XXVI. La tercera parte contiene hermosas descripciones de ciudades de España, Asia, América y África. Esta parte se inicia con la derrota de los españoles en Purén. Episodio del encuentro de la india Glaura quien le cuenta al poeta sus desdichas. Nuevas derrotas de Caupolicán, últimas arremetidas y derrota definitiva del líder araucano. Prisión y muerte de Caupolicán quien recibe el bautizo cristiano antes de morir. Regreso de los españoles al Perú y luego a España. Reafirmación del poderío de Felipe II y confirmación de su derecho al trono de Portugal. (Cantos del XXVII al XXXVII). La araucana es uno de los mejores ejemplos de las posibilidades de la épica para procesar la historia durante el proceso de conquista. Es, por antonomasia, el género que procesa ideológicamente la historia con el objetivo de dejar sentada una lectura, una mirada de los hechos. En el caso de este libro no puede dejar de reconocerse el valor de la perspectiva personal que Ercilla logra imponerle al poema. De otro lado, el libro cumple con un requisito básico en todo poema épico: la transformación de un personaje histórico en un héroe, figura que asume las características de un ser más que humano. En este sentido, La araucana cumple con ennoblecer tanto a los personajes españoles como araucanos. El reconocimiento de las caulidades excelsas en ambos contendores es un elemento que eleva al libro de la simple narración de odios o mezquindades propias de una guerra de colonización, al relato de una contienda que termina ennobleciendo también a las naciones representandas por sendos héroes. Como en todo relato épico en La araucana también se produce un proceso simultáneo de oscurecimiento y de protagonismo que construye la imagen del héroe y que elimina a las grandes masas de guerreros. De hecho, es imposible referir la historia de todos los participantes en un relato épico e incluso la de los personajes de una novela contemporánea sobre una guerra. El poema fue compuesto por Ercilla en octavas reales, es decir, en estrofas de ocho versos endecasílabos que tienen la siguiente rima: ab ab ab cc. Estos son versos que permiten la narración, el aliento largo de la épica, LA ARAUCANA Canto Primero No las damas, Amor, no gentilezas de caballeros, canto, enamorados, ni las muestras, regales y ternezas de amorosos afectos y cuidados;

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mas el valor, los hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados que a la cerviz de Arauco no domada pusieron duro yugo por la espada. Chile, fértil provincia y señalada, en la región antártica famosa, de remotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa: la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida. Las armas de ellos más ejercitadas son picas, alabardas y lanzones, con otras puntas largas enastadas de la facción y forma de punzones; hachas, martillos, mazas barreadas, dardos, sargentas, flechas y bastones, lazos de fuertes mimbres y bejucos, tiros arrojadizos y trabucos. Canto Segundo Tomé y otros caciques me metieron en medio de estos bárbaros de presto y con dificultad los departieron, que no hicieron poco en hacer esto: de herirse lugar aún no tuvieron, y en voz airada, ya el temor pospuesto, Colocolo, el cacique más anciano, a razonar así tomó la mano: «-Caciques, del estado defensores, codicia del mandar no me convida a pesarme de veros pretensores de cosa que a mí tanto era debida: porque según mi edad, ya veis, señores, que estoy al otro mundo de partida; mas el amor que siempre os he mostrado a bien aconsejaros me ha incitado.

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¿Qué furor es el vuestro, ¡oh araucanos!, que a perdición os lleva sin sentillo? ¿Contra nuestras entrañas tenéis manos, y no contra el tirano en resistillo? Teniendo tan a golpe a los cristianos, ¿volvéis contra vosotros el cuchillo? Si gana de morir os ha movido, no sea en tan bajo estado y abatido. Volved las armas y ánimo furioso a los pechos de aquellos que os han puesto en dura sujeción con afrentoso partido, a todo el mundo manifiesto; lanzad de vos el yugo vergonzoso; mostrad vuestro valor y fuerza en esto: no derraméis la sangre del estado, que para redimir nos ha quedado .. En la virtud de vuestro brazo espero que puede en breve tiempo remediarse, mas ha de haber un capitán primero, que todos por él quieran gobernarse; éste seráa quien más un gran madero sustentare en el hombro sin pararse; y pues que sois iguales en la suerte, procure cada cual ser el más fuerte». 2.2. Fray Diego de Hojeda Diego de Hojeda nació en Sevilla en 1571? y murió en 1615. A los veinte años se trasladó a Lima debido a un desacuerdo con su padre, quien no permitió su ingreso en una orden religiosa. En Lima, en 1591, se ordenó de dominico y se vinculó con el círculo petrarquista de la Academia Antártica cuya influencia en su obra será decisiva. Como dominico se desenvolvió como prior en las ciudades de Lima y Cuzco. Sus biógrafos destacan que, precisamente en esta última ciudad, sufrió los rigores de un simbólico exilio después de enfrentarse con la orden que ya había tomado la decisión de despojarlo de su condición de prior y de reconocerlo como un simple fraile. La Christiada Para comenzar diremos que La Christiada (Sevilla, 1611) es considerado el mejor poema épico religioso de la época colonial.

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El poema esta dividido en doce cantos, está escrito en octavas reales y su núcleo temático se concentra en los últimos años de la vida de Cristo: desde la cena con sus apóstoles, hasta que es descendido de la cruz y es sepultado; es decir, se concentra en la pasión de Cristo. A partir de la elección de este tema observamos que Hojeda respeta una de las convenciones de la épica: narrar un suceso histórico. Enrique Anderson Imbert nos informa, con respecto a las fuentes de las que se nutre Hojeda, lo siguiente: en La Christiada hay un solo tema: “Canto al hijo de Dios, humano y muerto. Sus fuentes doctrinales fueron los Evangelios, trabajos de la Patrística, sermones castellanos, tratados religiosos, vidas de santos, ideas de San Agustín, Santo Tomás y aún de Suárez; pero la literatura vino a ayudar a su pluma: Homero, Virgilio, Dante, Girolamo Vida, Tasso, Du Bartas, Hernández Blasco, Ariosto, Boiardo y también poetas españoles del siglo XVI y los barrocos principales del siglo XVII” (1967:105). El recorrido narrativo construido por Hojeda sigue escrupulosamente lo narrado por los apóstoles en los Evangelios, sin embargo se observa en el poeta un esfuerzo por demorar la narración, fijando todo su arte en la recreación de detalles cuyo propósito es dramatizar los acontecimientos. Hojeda también se toma la libertad de interpretar la vida de Cristo cuidando en todo momento de no alterar o contradecir los dogmas sobre el hijo de Dios. Es evidente, a lo largo de toda la lectura, que Hojeda busca concentrar la atención del lector en el sufrimiento vivido por Jesucristo y que su estrategia se orienta a crear efectos en los que quede evidenciado ese sufrimiento. Para ese propósito, por ejemplo, es memorable la descripción de los doce pecados capitales inscritos sobre la túnica de Cristo cuyo efecto es hacer visible, sobre la tela, todo el mal generado por los hombres, o la poetización de episodios como la crucifixión en el que, sin embargo, nunca se aparta del registro realista. Otra de las estrategias utilizadas por Hojeda es el diálogo dramático en que el hablante lírico asume la voz de un pecador que dirige sus palabras a Cristo y en el que se busca ilustrar la culpa de los humanos y el castigo que nos merecemos. Este recurso, usado por los místicos en su intento de acercarse a la divinidad, es explotado por el sevillano con mucho éxito pues consigue enaltecer de forma absoluta la figura divina. Agreguemos a este recurso el de la atribución de cualidades humanas a entidades o seres sin ánima: es el caso de la condición de personajes como el miedo y la oración que desempeñan roles actanciales en el poema, y también, el abuso del recurso del milagro a través del cual se solucionan muchos problemas de lógica interna en el texto.Debe mencionarse que el poema incluye episodios en los que se narra la vida de mártires y santos con el propósito de acercar a los humanos la experiencia del sufrimiento. También se incluyen breves episodios sobre los padres fundadores de la Iglesia. A diferencia de los poemas épicos como La Araucana, el de Hojeda se aparta de los grandes horizontes o del espectáculo de una confrontación. No hay grandes descripciones

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y mucho menos multitudes comprometidas en ellos. Tiene, sin embargo, otras virtudes: gran profundidad refexiva, demorada exploración en los sentimientos, explotación de efectos dramáticos como la conmiseración y el dolor y una gran dosis de espiritualidad. Para terminar mencionemos el debate en torno a los defectos de los que adolecería el poema. En este sentido se ha acusado a Hojeda de ser un poeta en exceso didáctico, muy expositivo y con una fuerte tendencia a la apología. Estos que se ven como defectos, son algunas de las características de la épica. Es imposible, al momento de referirse a Jesucristo, no ser un apólogo si, además, se es cristiano como lo era Hojeda. La Christiada (el descendimiento de la cruz) Al fin siendo ya tarde, un caballero, Josef llamado, que al Señor seguía, a Pilato con ánimo sincero entró y con singular y alta osadía, y el cuerpo del mansísimo Cordero que, muerto, el mundo como Dios regía, le pidió. Y preguntando si era muerto, lo concedió, sabiéndolo de cierto. Fue Josef con aquesto al gran Calvario, donde halló a la Virgen Soberana y a sus devotos junto al relicario que encierra al mismo Dios en carne humana. Llegó y apercibió lo necesario, ya con ternura y caridad cristiana, cuando vino el gravísimo maestro en ciencia claro, en enseñarle diestro. Nicodemus, que cien libras preciosas de mirra y áloes trajo consigo, y adorando primero las piadosas llagas del buen Señor y dulce amigo, con pecho humilde y manos religiosas, y tierno llanto, de su amor testigo, de la cruz alta a Cristo decendieron y en lugar conveniente le pusieron. La Madre, que vio cerca al Hijo amado, con lágrimas, con vista y con razones pidió que antes de verlo sepultado

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le dejasen gozar de sus pasiones. Gozo con llanto y con dolor mezclado, pero debido a tristes corazones, que más se quietan cuando más se cansan y su mismo dolor creciendo amansan. Los dos varones dársele temían, y también de quitársele dudaban: su vehemente pena conocían y por no la aumentar no se le daban. Y la razón por otra parte vían de más dolor, si al fin se le quitaban. Venció, pues, la razón, como era justo, y este le concedieron triste gusto. Y ya en su virginal regazo puesto, comenzó a remirar el cuerpo santo con ojos graves y ánimo compuesto, pero con digno y valeroso espanto. Y el bello contempló rostro modesto con tanta ofensa y con desprecio tanto herido, y parecía que en su cara se transfundía aquella ofensa rara. Y viendo la corona, sus espinas le iban el corazón atravesando, y aquellas luces, de respeto dignas, le abrasaban su injuria contemplando. Los corales y perlas peregrinas de boca y labios, su beldad notando antigua y ya su pálida tristeza, también le marchitaban su belleza. Consideraba aquellos lindos brazos, y allí se le ahogaba el alma entre ellos, si bien le fueron siempre amigos lazos, prisiones dulces y collares bellos. Ceñíalos con tiernos mil abrazos; mas el retorno le faltaba en ellos. Y esta visible mortandad penosa la eleva sangre y alma y faz hermosa.

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A las manos llegaba, y con sus manos tocaba las heridas blandamente, y sin sentir los hierros inhumanos, otro dolor sentía vehemente. Miraba aquellos miembros soberanos del cuerpo, más que el sol resplandeciente, y le quedaban los distintos huesos y azotes crudos en el alma impresos. Vino al fin a la llaga del costado, a la preciosa llaga descubierta, para mirar el corazón sagrado como por ancha y venerable puerta. Viólo y dejólo en lágrimas bañado, y otra llaga en el suyo vido abierta; llaga espiritual y llaga viva, de la llaga del muerto compasiva. 3. Teatro hispanoamericano colonial Kathleen Shelly y Grinor Rojo (1982:319) aportan una interesante crítica a las tradicionales clasificaciones sobre las representaciones teatrales durante la Colonia. Ambos críticos sostienen lo siguiente: “Por lo general, los críticos las separan en tres grupos: las de teatro misionero, las de teatro escolar y las de teatro criollo. Esta tipología puede resultar engañosa, ya que produce la impresión de que sólo el teatro misionero se interesó en asuntos de carácter religioso. Pero la verdad es que casi toda la creación dramática del siglo XVI gira alrededor de tales asuntos: los que se vinculan, de una u otra manera, a la difusión y realce de la doctria católica. Difusión entre los indígenas, a los que se ansía aliviar de sus costumbres paganas; realce entre los ya convencidos, los españoles, y algo más tarde los criollos, a los que se trata de garantizar la justeza (y justicia) de sus convicciones” (1982:319). Desde este punto de vista hablamos de un teatro que impregna todas las manifestaciones de la vida. Su tarea, desde luego, en primer lugar, es la de catequizar a los indígenas y conseguir su absoluta adhesión al predicamento católico por varias vías, ya sea a través de la educación con escenificaciones sociales, como a través de la religión. El teatro hispanoamericano es un recurso artístico que es usado para cubrir varios escenarios. Además del escenario propiamente catequizador, que podría darse en los momento de celebración de las fiestas religiosas, el teatro es usado para destacar y ennoblecer eventos sociales.

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Shelly y Rojo dicen que “además de las fiestas eclesiásticas, otros acontecimientos tenían también la potencialidad para sucitar representaciones dramáticas: la llegada de un nuevo virrey, la instalación de un arzobispo, la canonización de un santo, etc.”(1982: 319). El teatro misionero, dicen los críticos antes mencionados, cumple con defender a los indígenas del exterminio y, en este contexto, que no busca reconocerlos como sujetos de derecho, los incorpora como destinatarios imaginándolos como minusválidos mentales. Este teatro cumple así un rol eficaz, mantener en vida a una mano de obra que en otros espacios había corrido la suerte del exterminio. En cuanto a los métodos utilizados por los misioneros para desarrollar su labor educativa a través del teatro, Marilyn Ekdahl ha destacado la importancia que tuvo el empleo de la lengua indígena en la puesta en escena. Este elemento clave, asociado al tratamiento de las costumbres, como a la explotación de las imágenes poéticas y a la estructura del pensamiento aborigen, permite deducir una estrategia general que se sustentaba en el aprovechamiento de la propia cultura del lugar para introducir conceptos y pensamientos occidentales. Shelly y Rojo dicen que el teatro misionero, sobre todo en México, era un teatro “de piezas breves que eran quebradas por intervalos de música y baile. Los temas diferían, pero la mayor parte eran sacados de la Biblia y de hagiografía, Las piezas se representaban al llegar una larga y elaborada procesión a la iglesia misionera o a la parroquia indígena. Al darse cuenta los clérigos de que la gran multitud no cabía en las iglesias, comenzaron a construir las “capillas abiertas”, una nave central que daba al patio y en la que el público podía ver el espectáculo. En ocasiones, como dice Fray Toribio de Benavente, las piezas podían representarse en el transcurso mismo de la procesión. Música, baile, efectos especiales (los fuegos artificiales, símbolos macabros del fuego infernal) voces desde fuera del escenario, la presencia de elementos sobrenaturales y de una escenografía complicada añadían atractivo al espectáculo. Los actores, así como también quienes construian el decorado, eran miembros de las cofradías indígenas adjuntas a las iglesias” (1982: 321). En cambio, el teatro que se destina a un público español y criollo es diferente. Este teatro, que no deja en nigún momento de ser religioso, sirve para legitimar la causa evangélica de la conquista y para ganar y reafirmar la fe de la naciente clase criolla. En este teatro se “cultiva el entremés, la aparición de algunas palabras de origen americano, las referencias a costumbres regionales, unido todo ello a la alternancia de unos cuantos momentos cómicos en las piezas religiosas, son características que se privilegian de ordinario(...). Los autores que se conocen son tres: Juan Pérez Ramírez (México,1545-?) , Cristóbal de Llerena (Santo Domingo c. 1540-1610) y Fernán González de Eslava (España, residente en México, 1534-1601)”(1982:323).

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Cuando se trataba del teatro alegórico “la tarea del dramaturgo consistía en seleccionar un acontecimiento cotidiano y dotarlo de signifcado religioso(...). La explicación del nexo entre los datos cotidianos y su proyección alegórico-religiosa se da siempre mediante el diálogo entre un ignorante y alguien que es un iniciado en los secretos de la religión. Este tipo de diálogo, que a primera vista sugiere una especie de técnica educativa, es en realidad sólo un pretexto para demostrar la perfección de la alegoría” (1982:324). El teatro durante el siglo XVII se manifiesta dentro de los parámetros del barroco y fue ejercido por autores cuya pertenencia se asocia al segmento criollo. Es sabido que los costos de producción de una pieza teatral eran muy elevados si un autor novel quería asumir los costos, por ello “es comprensible que el aspirante a dramaturgo (...) empezara su labor sirviendo en las fiestas especiales a propósito de la coronación de un rey, de la canonización de un santo, de un nacimiento principesco, etc. También las fiestas del Corpus Christi eran oportunidad propicia para la representación de una obra salida de la pluma de un escritor de la nobleza media” (1982:328). Shelly y Rojo dicen que “tardiamente se desarrolló en Hispanoamerica un teatro de Palacio. Hacia fines del siglo XVIII, el virrey solía invitar a los oidores de la audencia a ver junto a él una pieza recién estrenada por alguna de las compañías teatrales que se hallaban de paso. Después, el establecimiento de pequeñas academias, en torno a la corte virreynal, abrió las puertas al montaje de piezas escritas por letrados criollos, aunque condicionado esto, es claro, a las pretensiones intelectuales del virrey.(...) Recursos últimos del dramaturgo criollo eran el teatro de convento y el teatro escolar. Limitado obviamente a los residentes del monasterio del caso, el primero se hacía con piezas breves sobre asuntos de interés para la comunidad religiosa.El segundo, en cambio, contaba a veces con un público más diversificado, compuesto por la clase alta española y criolla. En cuanto al contenido de las piezas del teatro escolar, versaban habitualmente sobre las vidas de los santos predilectos de la Compañía de Jesús” (1982:329). Son muchas las divisiones que se hacen del teatro hispanoamericano colonial, pero la clasificación de Juan José Arrom (citada por Shelly y Rojo) en su Historia del teatro hispanoamericano, quizá sea la más acertada. Arrom identifica dos momentos: el primero corre de 1600 hasta 1681, el segundo se proyectaría hasta mediado del siglo XVIII. “En la segunda mitad del siglo XVII, los géneros que predominan son la alegoría religiosa mezclada con elementos paganos, la pieza hagiográfica con abundantes adiciones ficticias, el auto sacramental calderoniano y la comedia o auto o tema bíblico” (1982:330). Los autores más representativos del la primera etapa barroca (1600-1689) en México son Juan Ruiz de Alarcón (1581?-1639), Francisco Bramón, Matías Bocanegra (México 1612-1688). En Perú tenemos a Diego de Ocaña, Diego Mejía de Fernangil, Juan de Espinosa Medrano (1639?-1688). En Colombia, a Fernando Fernandez de Valenzuela (1616-1677?), Juan Cueto y Mena (1604-1699).

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Los representantes de la segunda etapa barroca (1689-1750) son, en Mexico, Francisco de Acevedo, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y Manuel Zumaya. En el Perú, Juan del Valle y Caviedes (1645-1697?), Lorenzo de las Llamosas (1665?-1705), Pedro Peralta y Barnuevo (1664-1743), Jerónimo de Monteforte y Vela, Fray Francisco de Castillo (1716-1770), entre otros. En Argentina, Antonio Fuentes del Arco. En Cuba, Santiago Pita ( ?-1755). 3.1. El teatro quechua colonial Es cierto que el teatro indígena sufre, como toda manifestación cultural nativa, las políticas de exterminio de la dominación colonial y que su práctica se realiza, si se da, en condiciones bastante duras. Pero sus formas de resistencia, y la conservación de la memoria colectiva estimulan a los autores teatrales anónimos a persistir en la tarea de convertir, en una práctica social, la representación de hechos sociales traumáticos. Jesús Lara sostiene que el cronista Nicolás Martínez Arsans y Vela da cuenta en su crónica Historia de la Villa Imperial de Potosí de una representación teatral que, al parecer, observó en la Plaza de Armas de esa ciudad. El cronista incide en que esa pieza muestra “la entrada de los españoles al Perú, prisión injusta que hicieron de Atauhuallpa, tercio décimo inga de esta monarquía, los presagios y admirables señales que en el cielo y el aire se vieron antes que le quitasen la vida, tiranías y lástimas que ejecutaron los españoles en los indios; la máquina de oro y plata que ofreció porque no le quitasen la vida y muerte que le dieron en Cajamarca» (1957: 10). Por la cita es evidente que se trata de la muerte del inca Atahuallpa y que ese tipo de representaciones era usual entre los indígenas en el universo andino. Durante la colonia la fracción de los indígenas que acogieron el mito de la reconstrucción del imperio incaico utilizaron, como hemos visto, la escena de la muerte del inca Atahuallpa para conservar, desde esa escena, una identidad en este caso agraviada. La tragedia del fin de Atahuallpa “se ha expresado en múltiples versiones que han dramatizado la muerte del Inca y el sufrimiento de su pueblo por el hecho simbólico de representar no sólo la muerte física e injusta del monarca sino también el fin de una civilización y una sociedad cuyos integrantes quedaron separados del elemento integrador” (Silva Satisteban, 2000: XXXVI). El texto fue descubierto por Jesús Lara en 1955. El quechua empleado, según el especialista César Guardia Mayorga, es el quechua del antiguo Chinchaysuyo. Citamos a continuación el inicio del texto hasta el primer cambio de escenario. Esta primera parte muestra la angustia del inca a partir de los presagios, en realidad fatalidades conocidos a través del sueño. Se muestra, también, la presencia de Walla Wisa, el adivino, quien trata de interpretar esos sueños. Las ñustas sirven de coro.

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ATAU WALLPA Adorables y tiernas princesas mías, mi corazón se sume en honda pena, una extraña ansiedad mi ser devora, la razón me abandona. He amanecido acongojado. ¿Por que será que dos noches seguidas el mismo sueno infausto ha venido a turbarme? Ambas veces he visto al Sol, purificador Padre nuestro, oculto en negro y denso humo, y toda la extensión del cielo y las montanas todas ardiendo con el mismo rojo que hay en el pecho de los pillkus. Quizá la muerte estará cerca. Quizá el Sol y la Luna, nuestros depuradores padres, de su presencia nos apartaran. Ay, mi adorable Qhora Chinpu, ay, mi dilecta Qúyllur T’ika, tiernas princesas mías, nos anega la pena amanecemos a la angustia Así se torna nuestra vida. QHORA CHINPU Amado y único señor, Atau Wallpa, Inca mío, dinos, pues, si en tu sueno repetido en dos noches viste algo más. ATAU WALLPA Ay, mi adorable Qhora Chinpu,

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ay, mi dilecta Qúyllur T’ika, tiernas princesas mías, me ha dado un wak’a un negro augurio, dos veces ya me ha embrujado, me ha mostrado en mis sueños una escena increíble, difícil de ser admitida, imposible de ser narrada. Tal vez sea evidente que hombres vestidos de agresivo hierro han de venir a nuestra tierra a demoler nuestras viviendas, a arrebatarme mi dominio, Qhora Chinpu, princesa mía. QHORA CHlNPU Amado y único señor, Atau Wallpa, Inca mío, fuera acaso veraz tu sueño. Qué suerte entonces, qué suerte nos aguardaría a tus criaturas. Convoca, pues, al sumo sacerdote, tu primo hermano, señor que sabe presagiar durmiendo, a fin de que en su sueño aclare debidamente lo que tú has soñado. Si el albur se confirma, llamaras a todos tus hijos y a tus primos hermanos para que ellos convoquen a todos tus vasallos. Y entonces sin ceder nuestros guerreros al rigor de sus hondas arrojarán a los osados. Eso te digo, único señor, Atau Wallpa, Inca mío. Qué hermoso fuera si el Sol, nuestro padre, que purifica y es lumbre del mundo, quisiera que así sea, que así sea.

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ATAU WALLPA Muy amado Inca Waylla Wisa, señor que sabe dormir, dónde están mis dos serpientes de oro, dónde mi hacha de oro; dónde está, Inca Waylla Wisa, mi dócil y fiero anutara, dónde está mi honda de oro de invencible poder. Dónde están mis vasallos todos, por qué no vienen a inquirir por su Inca, Waylla Wisa. WAYLLA WISA Venera do señor y poderoso Atau Wallpa, Inca mío, el Sol excelso, nuestro padre, que alumbra al mundo, bien te guarde. ATAU WALLPA Igual te guarde a ti también, gran sacerdote que durmiendo agora, WAYLLA WISA Tus dos serpientes de oro tienes aquí, tienes también aquí tu hacha de oro, también tu honda de oro de invencible poder, aquí también está tu dócil y feroz anutara. ATAU WALLPA Waylla Wisa, Inca que durmiendo agora, mi primo hermano, tu residiste solitario

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antaño en 1as montanas para hallarte más cerca del Sol, nuestro padre que lava. Tu sabes lo que hablan esas montanas. Tu escuchas de la boca áspera de las chullpas lo que nadie ha escuchado. Acércate ahora y óyeme. Dos noches sucesivas en mis sueños no he visto nada lisonjero. Al despertar, una turbia zozobra, una ansiedad horrible me ha invadido. Durante los dos sueños hombres cubiertos de irritante hierro innumerables han brotado como de las entrañas de la tierra, han arrasado nuestras casas y han saqueado codiciosos los templos de oro de todos nuestros dioses, y el cielo y las montanas han ardido con llamas rojas, rojas, como el pecho del pillku. Ve, Inca Waylla Wisa, ve, y duerme un poco en tu morada de oro. Puede ser que durmiendo llegues mi sueño a descifrar. Anda, pues, Inca Waylla Wisa, mi primo hermano. WAYLLA WISA Bien, mi poderoso señor, bien, mi Inca, el que me ordena, cumpliré tu mandato. Tal vez durmiendo un poco, me sea dado interpretar tu sueño. Iré con el valor del waychu, señor poderoso, Inca mío.

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ATAU WALLPA Padre sempiterno de todos, el misericordioso Qhápaj Manko, hijo del Sol que purifica, fue honrado y venerado. Y fue de él descendiente Wiraqocha, Inca poderoso. Fue él quien vio en su desdicha enemigos de férreas vestiduras y así supo él, ya en aquel tiempo, que a nuestra tierra ellos vendrían. Y yo soy Atau Wallpa, hijo del Inca Wayna Qhápaj. Ahora con mi recio poderío mil lagos de sangre verteré por doquiera. Por qué vienen a hollar mi tierra, mis dominios aquellos hombres vestidos de agresivo hierro. Si habrá razón para pensar que es cierto que han venido por mí enemigos de barba roja que sólo saben de victorias. Quizá ellos piensan adueñarse de nuestra tierra después de darnos muerte. Luego veremos, y sabremos si el Sol que purifica y luz da al mundo, nuestro padre, querrá alejarse de nosotros y abandonarnos, o si al contrario, sin remedio convertirá en ceniza a aquellos que han venido codiciosos de nuestro oro y de nuestra plata. (Primer acto de la Tragedia del fin de Atahuallpa. Traducción del quechua de Jesús Lara)

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Ollantay El argumento ¿Quién es Ollanta? Es un general de Pachacutec, pero a la vez es el gobernador de una provincia. Su historia personal lo sitúa en un lugar de privilegio frente a sus superiores, quienes reconocen en él a un triunfador. Su drama se configura a partir de la pasión que siente por Cusi Coyllur hija del emperador inca, pasión que lo conducirá a enfrentársele. Anahuarqui Ccolla, la esposa del Inca y madre de Cusi Coyllur, conoce la relación prohibida. Ollanta, en un momento de la historia, decide pedir la mano de su amada, pero Pachacutec se la niega debido a que su destacado general no pertenece a su panaca o círculo familiar. Frente a este atrevimiento, Pachacutec decide confinar, en la casa de las vírgenes del sol, a Cusi Coyllur quien espera un hijo de Ollanta. Ante esta situación, Ollanta se subleva con el apoyo de sus seguidores quienes lo proclaman jefe del Imperio. En este contexto se produce el enfrentamiento de los hombres de Ollanta con de los de Rumiñahui, el general incaico, en el Cusco. El asedio a la fortaleza de Sacsayhuaman dura años en los que Ollanta resiste sin ser derrotado. Después de la muerte de Pachacutec, Rumiñahui decide aliarse con el sucesor al trono, Tupac Yupanqui en el propósito de derrotar a Ollanta del modo que sea. Así, teje una artimaña en la que cae el general rebelde quien luego es entregado, junto con sus lugartenientes, a Tupac Yupanqui. Preso, Ollanta es perdonado por el nuevo Inca quien se muestra benévolo reconociéndolo en su viejo cargo y haciéndolo su representante en el Cusco. Por otra parte, la hija de Ollanta y Cusi Coyllur, Ima Sumac ha comprobado que su madre se encuentra encerrada en el acllahuasi. Por ello decide escaparse del cuidado de Salla, su dama de compañía, para pedirle al Inca que la libere. Así sucede al final del drama. En la última escena se produce el reencuentro de Ollanta y la princisa Cusi Coyllur. El problema Ollantay Considerado como un problema para la crítica (en principio el de su fijación textual), el drama Ollantay motivó, con respecto a su origen, tres hipótesis. La primera, llamada incaísta, que hoy ya nadie defiende, se desarrolló a lo largo del siglo XIX por historiadores como Clemente Markham y Sebastián Barranca. Esta posición postulaba el origen prehispánico del drama y se sostiene, básicamente, en los argumentos presentados por Juan Sebastián Barranca. Hagamos un breve resumen. En el Ollantay no hay alusiones a la cultura cristiana ni al contexto social en el que se produce

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el drama. Los cantos, los harawis que refieren un universo muy natural, incluidos en los pasajes intermedios, se siguen cantando en los sectores más incontaminados del mundo andino. La lengua en que está escrita la obra muestra un estadio de desarrollo aún incipiente, propio de la época incaica. En el drama hay voces que se corresponden con la época prehispánica, solo recogidas en repertorios posteriores, durante la Colonia. El lenguaje de la corte empleado en los parlamentos es genuinamente incaico. El mundo que sirve de telón de fondo es pagano y el vestuario también es inca. La conformación de las escenas no se corresponde con las disposiciones del drama de los siglos XVI o XVII, ni tampoco la introducción de los coros. La segunda posición postula el origen colonial del texto. Sus argumentos pueden ser resumidos de esta forma: El gracioso, el que hace de Piqui Chaqui en la obra, se inscribe en la tradición hispana de personajes de ese tipo. El sentimiento de la honra, expuesto en la obra, es un tema hispano. La mención de ciertos símbolos como la guadaña de la muerte o de ciertas referencias caracterizadoras de la belleza femenina propias del renacimiento, son de origen occidental. La existencia del drama como tal, no existía en el mundo prehispánico, a lo más, y de acuerdo a Garcilaso, se postula la existencia de coreografías o bailes que enmarcaban ciertas ceremonia oficiales. En esta posición colonialista, destaca, sin embargo, el argumento de Middendorf, quien distingue con claridad la leyenda del general Ollanta (claramente incaica), del drama inspirado en ese leyenda (de origen colonial). La postulación de un autor mestizo, se confirma sobre la base del tratamiento de las situaciones dramáticas que incorporan elementos netamente occidentales como la alusión a animales ajenos al mundo quechua o de una sensibilidad e idiosincracia que no son puramente indígenas. Sumemos a estos elementos la influencia de El cantar de los cantares en algunos pasajes como en el que se canta en harawis y se instala una dimensión asociada al campo y a la naturaleza. La tercera posición, conocida como la posición neutra o intermedia, identifica elementos tanto incas como españoles y en realidad no se diferencia mucho de la colonialista en la medida en que le reconoce elementos tanto andinos como occidentales. En principio, esta posición reconoce que el núcleo del drama es de estricto origen prehispánico y que fue escrito (o finalmente registrado a través de la letra) durante la Colonia. Curiosamente, es José de la Riva Agüero quien ha articulado este punto de vista sosteniendo que no es el sentimiento de honra (castizo) el que se debate en el drama, sino el deseo de venganza (deseo que podría justificarse en un autor mestizo en un contexto de dominación colonial). Otras de sus razones sostienen que el comportamiento de Cusi Coyllur se instala en la dimensión de una auténtica sumisión de caracteres femeninos indígenas; que la experiencia del amor se puede leer en la sensibilidad de la poesía quechua y que la representación de la naturaleza incluye elementos del mundo andino. De otro lado, Riva Agüero destaca, en su libro El Perú histórico y artístico, elementos castizos en el drama: “el empleo de metros distintos y series de asonancia pareados o monorrimas, como los cantares de gesta europeos”. Esta posición se diferencia de la colonialista

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en la medida en que sí reconoce elementos estructurales y estilísticos quechuas en el drama junto con los hispanos y mestizos; los colonialistas sólo le reconocerían el núcleo quechua, después del cual se habría operado una profunda operación de reescritura absolutamente hispana. Incluimos, a continuación, la Jornada Primera, del Ollantay. JORNADA PRIMERA Entra Ollanta con manto entretejido con hilos de oro. Lleva una clava colgada del hombro. Detrás de él entra Piki Chaki. OLLANTA ¿Has visto, Piki Chaki, a Kusi Qóyllur en su casa? PIKI CHAKI Jamás el Sol permita que yo me ponga por allí. ¿No te da miedo por ventura que ella sea hija del monarca? OLLANTA Pese a todo amaré a esa paloma, dueña de toda mi ternura. Ya en lo hondo de mi corazón voy sólo en busca de ella. PIKI CHAKI El pie estará metiendo en ti el demonio. Quizá tú desvarías. Hay por doquiera tiernas mozas. Aspiras demasiado. El día que el monarca sepa tus atrevidos pensamientos, la cabeza te cortará y carne asada serás tú.

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OLLANTA ¡No me detengas, hombre! No sea que aquí te estrangule. Con tus sermones no me vengas, pueden mis manos destrozarte. PIKI CHIAKI Anda, pues, y lo mismo que si fuera un perro muerto, arráncala. Quizá de esa manera «Anda, Piki, a buscarla» no me dirás año redondo, y cada día y cada noche. OLLANTA Ya te declaro, Piki Chaki, por mucho que con su segur la muerte y las montañas todas, pero todas, en enemigas mías se tornaran, incluso así me plantaría y batiríame con ellas. Mas, entretanto desfallezco y en todo creo ver a Qóyllur. PIKI CHAKI ¿Y si el demonio se te apareciera? OLLANTA También daría cuenta de él. PIKI CHAKI Estás ahora presumiendo porque no le ves la nariz.

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OLLANTA Como tú quieras, Piki, pero dime sin andar con tapujos, ¿no es cierto que la Qóyllur que tú has visto es la flor entre todas? Dímelo. PIKI CHAKI ¡Sólo con Qóyllur loqueando estás! Yo no la he visto, pero sería tal vez ella, o quién sería. Ayer, en medio de un conjunto de cándidas doncellas por ahí apareció. Semejante al sol era, mas en luna se convirtió. OLLANTA Era, pues, ella. He ahí que la conoces. Tan hermosa es y siempre tan ufana. Ahora mismo te encaminarás con mi mensaje más gozoso. PIKI CHAKI No me hallo capaz de ir en pleno día a su palacio. Ahí ya también, envuelto en líos, yo no podría conocer a nadie OLLANTA Pero dices que la conoces. PIKI CHAKI Eso lo he dicho por decir. Qóyllur sólo de noche alumbra y es de noche no más que la conozco.

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OLLANTA ¡Largo de aquí, so brujo! Mi Qóyllur adorada, cerca del sol mas ilumina y por sí sola resplandece. PIKI CHAKI He ahí que ahora va saliendo un viejo, tal vez una vieja, pues se va pareciendo a una mujer. Viene quizá por tu mensaje; dáselo. En cuanto a mí, un pusilánime, el que menos diríame correveidile. Mencionemos, para terminar, algunas obras del teatro quechua colonial: Rapto de Proserpina y sueño de Endimión de Juan de Espinosa Medrano; El pobre más rico de Gabriel Centeno de Osma y El desgraciado Inca Huascar de Juan Lucas Caparó Muñiz. 4. La novela hispanoamericana colonial Introducción Dos son las preguntas claves sobre la novela en Hispanoamérica durante la Colonia. La primera es por qué no se escribieron novelas durante ese periodo. La segunda, cuándo y por qué es que los intelectuales estuvieron, en nuestro continente, en condiciones de hacerlo. Hablamos, claro está, de la novela cuyo prototipo moderno es Don Quijote de la Mancha o sus derivados. Para los efectos de esta sección, utilizaremos las reflexiones de Marina Gálvez Acero (1990) quien ha investigado sobre este campo y ha abierto un interesante debate sobre la existencia de la novela durante el virreynato. Comencemos con una cita sobre la opinión que sobre este tema se ha venido imponiendo entre los críticos hispanoamericanos. La opinión de que en realidad no existió novela en la Colonia “es la que tradicionalmente se ha venido manteniendo, a pesar de que muchos críticos -sobre todo los hispanoamericanos- se han resistido a admitir este vacío, de modo que para llenarlo han ido sugiriendo una serie de títulos a los cuales, los más prudentes (al no reconocerles por completo la jerarquía de novela), los han ido denominando con otros términos, como «protonovelas», «remedos» (A. Yáñez, 1944), «prosa elocuente» (A. Imbert, 1960), «prosa novelís-

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tica» (J. J. Arrom, 1978), «crónica novelesca» (L. Leal, 1978) o, entre otros apelativos, «esbozos de relatos de ficción» (Orjuela, 1984) (16)”. Este primer análisis demuestra que son más las intenciones que las verdaderas pruebas las que alimentan las posturas de los críticos sobre la existencia de una novelística durante el virreynato entre nosotros. Los esfuerzos por acercarnos a una imagen de novela demuestran, más bien, la dependencia de nuestra imaginación crítica con respecto a los géneros canónicos europeos. Desde luego, resulta del todo imposible, dada la condición básicamente oral de nuestra “literatura” que un género burgués como la novela se generase entre nosotros y más aún en un contexto de control colonial. La referencia de Gálvez a que los conquistadores españoles estaban familiarizados con las novelas de caballería y con la prosa didáctica de los siglos XIV y XV induce a pensar que ese conocimiento tuvo consecuencias practicas en la generación de cierto tipo de textos. Citemos: “Se sabe que los conquistadores conocían muy bien alguna de las modalidades narrativas, como la novela de caballería de la tradición peninsular (v. Leonard, 1959). En realidad, aquellos primeros hombres de la colonización llevaron a América la importante tradición narrativa española de entonces: por una parte, la relacionada con la épica y los romances, que desemboca en la prosa burguesa de las novelas de caballería, pastoriles y picarescas; por otra, la de la prosa didáctica de los siglos XIV y XV, que va desarrollándose en los siguientes hasta desembocar en unos textos caracterizados por fragmentos narrativos, ejemplos y moralidades, prosa conversada, simbólica o alegórica, etc. Esta última vertiente, con ocasionales préstamos de la primera, es la que encontramos durante los primeros siglos en América”(17). Otro aspecto relevante de la problemática de la novela en hispanoamérica durante el virreynato tiene que ver con el discurso histórico o con la incipiente historiografía que se va configurando a lo largo de los siglos XVI y XVII. Es importante recalcar que la propia historia escrita por los españoles se ve contaminada en su expresión por formas provenientes de la ficción. Esto quiere decir que las formas narrativas de la época se manifestaban de esa forma sin llegar a configurar el género de la novela. Este carácter híbrido sigue determinando hasta hoy que las Cartas de Relación y las Crónicas del decubrimiento y la Conquista sean vistas como textos fronterizos y que aquellos textos cuya naturaleza narrativa se acercó al paradigma del relato ficcional y de ocio, fueran, en puridad, textos pertenecientes a la tradición literaria española, dado que sólo los españoles podían producirla. Sobre la base de estas determinaciones puede explicarse que la novela bajo esta hegemonía discursiva no tuviese manera de expresarse durante el virreynato. Marina Galvez lo dice de este modo: “Pero es preciso tener en cuenta que los modelos historiográficos de la tradición peninsular que se llevaron a América (clasicos, medievales o del humanismo renacentista) permitían en mayor o menor grado la utilización de recursos expresivos propios de la narrativa de fic-

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ción, y desde luego la mezcla indiscriminada de lo real y lo fantástico o lo no probado . Habría que tener en cuenta asimismo que los textos americanos de los primeros años fueron escritos por hombres de mentalidad básicamente medieval (Gandía, 1929; Gorman, 1958; Elliot, 1970, etc.), y que sus contenidos versaron sobre dos cuestiones fundamentales: la que cuenta lo relativo a todos los contextos de la nueva y diferente realidad recién descubierta, cuya existencia y entidad, además, habían roto a los lectores europeos, a quienes básicamente iba dirigida, los más importantes esquemas ideológicos de la época, y aquella otra que trata de explicar, sobre todo al lector americano, unas doctrinas (religiosa, moral, política, administrativa) con la pretensión de organizar la recién descubierta realidad según el conocido modelo peninsular. Tanto unos como otros, por sus circunstancias, exigieron recurrir a lo narrativo (e incluso a lo imaginario), pero, a mi juicio, no podemos olvidar su pretensión original, que, al menos en los textos hasta ahora conocidos, nunca fue la de ocupar un ocio, la de proporcionar un entretenimiento, por más que se aprovechase esta circunstancia para enseñar, denunciar o cualquier otra finalidad añadida. Los textos narrativos de estos primeros años fueron libros históricos, didácticos o doctrinales, por muchos préstamos que se tomaran de la tradición narrativa de ficción. O bien, en el caso de los citados como tales, a mi juicio pertenecen, en puridad, a la literatura española, en cuya tradición se insertan sin ninguna violencia; en ningún caso han contribuido a la creación de la propia tradición americana” (18). Marina Gálvez sostiene que las razones que se presentan con respecto a la inexistencia de novelas en hispanoamérica, pueden clasificarse en tres apartados: Las primeras explican el hecho sobre la base de la inexistencia de una base social burguesa en hispanoamérica capaz de producir un género como la novela. Citemos: “Efectivamente, en la sociedad americana de aquellos primeros años era escasa la existencia de un lector sedentario, con un tiempo de ocio y una consecuente necesidad de entretenimiento. A pesar de que la forma de colonizar española propiciara, frente a la anglosajona, una mayor concentración urbana (v. J. L. Avellán, La idea de América, 1972), lo cierto es que no eran los habitantes ciudadanos de una sociedad estable y consolidada. Por el contrario, esta sociedad, aún los de dentro de la organización urbana, estaba sometida continuamente a impulsos encaminados a conseguir meritos por conquista, colonización o padrinazgo, lo cual era causa de una frecuente movilidad, tanto social como espacial. Además, debido a la idiosincrasia del régimen teocrático y señorial existente, el mismo modelo de sociedad español que pretendía imponerse estaba falto de una fuerte clase burguesa, a pesar de los intentos de reforma llevados a cabo por los erasmistas. Una organización social no burguesa condicionó, por tanto, la falta de producción de novelas durante esos primeros años” (1990:18).

Las razones de segundo tipo presentadas por Marina Gávez “consideran que la inexistencia o escasez de novelas durante el virreinato se debe no tanto a la falta de un orden burgués como a la sobreabundancia de novedades, de nuevas imágenes y de acontecimientos extraordinarios, que recibía cotidianamente el hombre que habitaba en aquella realidad americana. Téngase en cuenta, además, que allí se proyectaron de inmedia-

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to las viejas utopías europeas y las más fantásticas leyendas. Esta situación es para muchos razón suficiente para explicar el aparente desinterés de aquellos hombres por las inventadas historias de unas ficciones que difícilmente podrían superar el carácter extraordinario y fantástico de lo que vivían o podían conocer durante aquellos años” (Gálvez 1990:19) El último tipo de razones tienen que ver con las prohibiciones, con el carácter subversivo que tales interdicciones le atribuían a la novela. “Efectivamente, se ha comprobado que se dicta la primera pragmática real en 1506, mediante la cual se prohibía en La Española vender «libros profanos, de vanidades o de materias escandalosas», términos que, sin duda, apuntaban hacia los libros de ficción, muy mal considerados desde el punto de vista moral de la época. La segunda prohibición se dicta en 1531 y se sobrecarta en la Real Cédula del 13 de septiembre de 1543, dirigida a la Casa de Contratación de Sevilla, en donde se lee: “Sabed que de llevarse a las dichas Indias libros de romance y materias profanas y fabulas (en el siglo XVI se desconocía la palabra novela) ansí como son los libros de Amadis y otros desta calidad de mentirosas ystorias se siguen muchos ynconnvenientes, porque los indios que supieren leer, dándose a ellos dexaran los libros de sana y buena doctrina, y leyendo los de mentirosas ystorias deprenderán en ellos malas costumbres e vicios, y además desto de que sepan que aquellos libros de historias vanas han sido compuestos syn haber pasado, ansí podría ser que perdiesen la abtoridad y crédito de nuestra Sagrada Escritura y otros libros de dottores santos, creyendo como gente no arraigada en la fee, que todos nuestros libros heran de una autoridad y manera ... (J. Torre Revello, 1940, citado por Curcio Altamar, 1969: 55-60). “Y por fin, todavía en 1575, se vuelven a prohibir con parecidos términos, además de enviar de nuevo a la Casa de Contratación la orden de que se ponga una especial atención en este extremo sobre la carga que se fleta para América. Cedulas, pragmáticas y ordenanzas reales (firmadas, en ausencia del emperador Carlos V por su hijo, el futuro Felipe II, y por la reina) estaban encaminadas, como ha podido comprobarse, a tratar de evitar la confusión que estos libros podían crear en la mente de los indígenas (evangelizados o por evangelizar), confundiendo la doctrina religiosa con las historias de la ficción. A pesar de la ingenuidad que presupone la posibilidad de una lectura por parte de unos indígenas analfabetos en su gran mayoría (suponiendo que conocieran el castellano hablado), la actitud de las autoridades españolas hay que entenderla situando el dato en su contexto preciso. La doctrina religiosa era en la estructura política de la administración española un elemento de cohesión indispensable, y en cuanto a tal, de ineludible exigencia en todos los súbditos de uno u otro lado del Atlántico (de ahí también la impropiedad del nombre colonial para los anos del virreinato. v. J. Höffner, Christentum und Menschenwürde..., 1947). No obstante, se ha comprobado la ineficacia de tales prohibiciones. Investigaciones primero de Rodríguez Marín (1911) y más tarde de Leonard (1933) demostraron fehacientemente que tales prohibiciones no evitaron que los libros profanos pasasen a América (hasta tal punto, aseguran estos investigadores, que la primera edición del Quijote se distribuyo allí en casi su totalidad), sino solo aquellos que estaban en el Índice” (1990:20).

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Para terminar esta sección, creemos que es importante incluir un cuadro (elaborado por Cedomil Goic y publicado en su libro Historia de la novela hispanoamericana) sobre la novela escrita por españoles o por criollos en hispanoamerica durante el virreynato. Cuadro de tipos de novela durante la colonia Novela de Caballería

Claribalte (Valencia, 1519), de Gonzalo Fernández de Oviedo.

Siglo de Oro en las selvas de Erífile (Madrid, 1608), de Bernardo de Ballbuena. Novela Manierista Historia tragicómica de D. Enrique de Castro (Paris, 1617),de Francisco Loubayssin de la Marca.

Novela Barroca

Novela moderna

Los sirgueros de la Virgen (Mexico, 1620), de Francisco Bramón. La endiablada (Perú, ca. 1624), de Juan de Mongrovejo de la Cerda (variante de la novela barroca: «fantasia satírica»). a) Novela rococo: Sueño de sueños (México, 1792), de José Mariano de Acosta Enríquez (1779-1816) (variante de la fantasía Satírica barroca). Genealogía de Gil BIas de Santillana (Madrid, 1792), de Bernardo María de la Calzada. Evangelio en triunfo (Madrid, 1797), de Pablo de Olavide. «Novelas ejemplares», de Pablo de Olavide, destaca: El incógnito o el fruto de la ambición (Nueva York, 1828). b) Novela neoclásica (en la zona limítrofe del período). Entre ellas: Xicotencal (Filadelfia, 1826), anónima. Periquillo Sarniento (México, 1816), Don Catrín de la Fachenda de Fernández de Lizardi. El cristiano errante (1847) de Antonio José de Irisarri.

4.1. Pablo de Olavide Considerado como uno de los primeros cultores del género novelístico en Hispanoamérica, Olavide nació en Lima en enero de 1725 y murió en 1804. Es posible observar en Olavide, a partir de su precoz inteligencia, a un hombre lleno de talento. Seguramente su formación jesuita lo llevó por el camino del éxito, de modo que a los 17 años, después de doctorarse, ya había ganado una cátedra en la Universidad

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de San Marcos. A los veinte, según Estuardo Núñez “fue designado abogado de la Real Audiencia de Lima y asesor del Tribunal del Consulado y del Ayuntamiento” (1970:12). La vida de Olavide se ve afectada por sus ideas liberales. En 1778 es condenado por la Inquisición a través de un auto particular de fe por “haber conocido a Voltaire y Rousseau, haber tenido correspondencia epistolar con el primero, por haber tenido libros prohibidos y haberlos presentado, por haber dado fe a las herejías de Galileo y Copérnico; y ser, en conclusión, hereje positivo y formal”. En 1780, a raiz de la condena que la impone la Inquisición, Diderot, el enciclopedista, escribe una breve biografía en la que lo presenta como el modelo de hombre que se enfrenta a los rigores de la Inquisición debido a sus “ideas avanzadas” (Núñez, 1970:25). Mencionamos esta información porque consideramos que a partir de ella es posible calibrar el valor y la importancia de Olavide para Hispanoamérica. Núñez sostiene que “no sólo se trataba del homenaje a un hombre injustamente perseguido sino también de tomarlo Pablo de Olavide como instrumento eficaz de una acción política liberal y de una campaña destinada a socavar el poder político del clero español -aliado a las clases más conservadoras-y representativo de la opresión de conciencias, de la persecución de las ideas liberales y de la subsistencia de criterios oscurantistas” (1970:25-26). Recién en 1798 Olavide puede regresar a España en donde se dedicará a la literatura sacra. Allí muere en 1804. Las novelas de Olavide La labor de recuperación de la obra de Olavide se la debemos a Estuardo Núñez. Su trabajo de investigación en las bibliotecas de importantes universidades norteamericanas dio como fruto el descubrimiento de un repertorio de novelas que constituyen las primeras muestras de un ejercicio consciente de las demandas estructurales de ese género literario. Para valorar en su justa medida el aporte del autor del Evangelio en triunfo citemos a Núñez: “Olavide intenta y realiza por primera vez la ficción, plenamente consciente, del menester novelesco. Entra a reivindicar, en el filo de los siglos XVIII y XIX, de un lado lo que había sido la novela ejemplar cervantina de los siglos de oro, y de otro, lo que acababa de reinventar la novela inglesa de mediados del XVIII. Olavide era artesano consciente de una técnica novelística moderna consistente en soslayar lo real y cultivar lo verosímil, en no relatar lo sucedido sino lo ficticio, aunque rija el cartabón moralizador y culmine la moraleja didáctica o la crítica de una sociedad decadente” (1970: 108). Con respecto a la novelística de Olavide es claro que, como sostiene Núñez, debido a la fuerte impregnación del neoclasismo, sus historias tienen el carácter ejemplarizante

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y doctrinario de las novelas europeas de la época y que la relación de su novelística con el espacio americano y con los hombres de estas tierras es nula. Si sus historias transitan por Madrid, por la corte real, Vizcaya o excepcionalmente Valencia, ese hecho, para Núñez las aleja de esa condición de americanas y las emparenta con muchas de su época; pero habría que analizar si este hecho realmente las aleja de esa condición. Una novela “americana” no deja de serlo por el hecho de transcurrir en espacios no americanos. En realidad basta con que el autor sea hispanoamericano. Con todo, para Núñez, esta circunstancia hace que Olavide sea el primer novelista americano en el tiempo, pero no en los temas o en el tratamiento del espacio. Mencionemos, finalmente, que todas las ediciones de las novelas de Olavide encontradas por Núñez tienen como fecha 1828. Los títulos de sus novelas más conocidas son las siguientes: El incógnito o el fruto de la ambición; Paulina o el amor desinteresado; Sabina o los grandes sin disfraz; Marcelo o los peligros de la corte ; Lucía o la aldeana virtuosa y Laura o el sol de Sevilla. 4.2. José Joaquín Fernández de Lizardi José Joaquín Fernández de Lizardi nacido en México en 1776 es considerado como el autor de la primera novela propiamente hispanoamericana: El periquillo sarniento, publicada por entregas en 1816. Periodista de vocación, nuestro autor fundó en 1812 en México el famoso periódico “El pensador mexicano” en un momento crucial para el continente: la apertura que significó las Cortes de Cádiz. Su actitud beligerante en defensa de la libertad de imprenta lo lleva a criticar al virrey Venegas quien inmediatamente cancela la posibilidad de seguir publicando su periódico y cualquier otro, debido a su carácter irreverente, satírico y anticlerical. En 1822 lo encarcelan durante seis meses y lo declaran hereje debido a la publicación de un folleto en el que defiende la francmasonería. Fernández de Lizardi escribió otras novelas como La Quijotita y su prima (1819) y Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda (publicada póstumamente en 1832). Lizardi murió en 1827 de una tuberculosis pulmonar. José Joaquín Fernández de Lizardi

El periquillo sarniento La novela responde a la postura del neoclasicismo por su intención didáctica, pero no deja de tener elementos de la picaresca de la que se reclama deudora. Destaquemos,

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en este sentido, elementos que la filian con esa tradición: el autobiografismo, el carácter descriptivo del realismo, la preferencia por ámbitos degradados, el desplazamiento del personaje por diversas actividades o trabajos, el servicio a diferentes patrones y el afán de moralizar. El personaje principal es Pedro Sarmiento quien nos cuenta su vida después de que en ella han acontecido las más dramáticas situaciones. Su intención es que sirva como escarmiento. En la voz que narra hay una conciencia afectada por una vida difícil. La explicación del sobrenombre con el que lo llaman nos revela a un hombre con ese espíritu humorístico del pícaro, pero también a una víctima de las circunstancias. Le llaman Periquillo por una deformación “cariñosa” de su nombre Pedro, y sarniento porque en el colegio se enfermó de sarna. Huérfano muy pronto, hereda el dinero de su padre y comete el error de dilapidarlo en mujeres y diversión. Esta situación lo conduce a la cárcel en la que conoce a don Antonio de quien heredará una gran fortuna. Nuevamente en libertad ejerce la medicina con los indios colonizados, se casa, se convierte en sacristán y después de que se queda viudo decide entergarse a las tareas del mar, ejerciendo de navegante. Conoce a mucha gente, entre ella, a un mandarín chino. Regresa a México, y es cuando muy cansado de una vida azarosa decide convertirse en una especie de santón. Convencido de que no puede mentirse a sí mismo, el relato termina con la frustración de quien sabe que su condición de pícaro no lo abandonará jamás. Quizá lo más polémico del texto tenga que ver con las posiciones que se defienden en ella con respecto a la abolición de la esclavitud, posiciones que no fueron aceptadas entonces por la censura española, lo cual entra en contradicción con aquellas lecturas que no quieren reconocerle valor al libro. Lo cierto es que, no obstante su tono festivo y su actitud cómica, el libro resulta ser una mirada crítica al México de finales de la Colonia. En otro plano sería interesante, a partir de esta novela, postular, como lo hace Marina Gálvez (1990:53) siguiendo a Larrea que el ejercicio del género novelístico en Hispanoamérica podría haberse dado “no tanto por la necesidad de eludir la censura, sino porque las características del paradigma de la novela de la época eran tales que ésta se le ofrecía (a Fernández de Lizardi) como otro más de los instrumentos idóneos a través de los cuales ejercer su labor didáctica y denunciadora”. Gálvez sustenta este parecer en el hecho de Fernández de Lizardi, bastante familiarizado con el periodismo, comprendió que la novela de la época compartía con la prensa muchos elementos. Ella menciona, por ejemplo, que en el Periquillo sarniento se incluyen los llamados géneros racionales: la biografía ejemplar, el diálogo y la polémica, el sermón y la sátira.

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ACTIVIDADES 1. Establezca la relación entre el proceso de estabilización colonial y el desarrollo del barroco hispanoamericano. 2. Realice un análisis de las características del barroco como código estético y compárelas con las características del barroco hispanoamericano. 3. Postule una hipótesis que sirva para entender las razones por las cuales Sor Juana Inés de la Cruz utiliza el espacio poético para vincular al ser humano con el universo. 4. ¿Consideraría a la obra de Juan del Valle y Caviedes como antecedente de la obra de Ricardo Palma? ¿Por qué? 5. Establezca las diferencias entre la épica de Alonso de Ercilla y Fray Diego de Hojeda. 6. ¿Qué función cumplió el teatro misionero en el contexto de la dominación colonial? 7. Haga una breve investigación sobre la supervivencia de la representación colectiva de la muerte de Atahuallpa en los andes peruanos.

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CUARTA UNIDAD

LITERATURA DE LA EMANCIPACIÓN Y DE INICIOS DE LA REPÚBLICA

1.

2. 3. 4.

Objetivos Comprender las relaciones entre las ideas de la ilustración y las conformaciones discursivas desarrolladas en el contexto de la emancipación de las nacientes repúblicas hispanoamericanas. Valorar el papel de la prosa doctrinaria y la prensa en la creación de la llamada opinión pública. Aprehender el programa estético del costumbrismo hispanoamericano. Aprehender el programa estético del romanticismo hispanoamericano.


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INTRODUCCIÓN Cartas, debates, arengas, discursos, proclamas, himnos, manifiestos, prosa doctrinaria, oratoria parlamentaria, poesía, hojas sueltas, pasquines, teatro,caricaturas, pinturas, canciones, proto novelas, cuadros de costumbres, artículos y una fuerte tradición de relato oral popular, son los principales formatos de una literatura estimulada y alimentada, en el contexto de la emnacipación, por la idea de patria. Esta idea es capital y sirve para la creación de imágenes literarias y propuestas ideológicas. Está en la base del lenguaje poético que explota la alegoria nacional y el epíteto encendido. Sirve como telón de fondo a la protesta, al encendido reclamo. Su existencia alienta la solidaria convivencia de valores como la libertad y la justicia. Su campo semántico hegemoniza el imaginario de entonces y fomenta la presencia de conceptos como independencia, ciudadanía, opinión pública, soberanía, autonomía, etre otros. La literatura de la Emancipación es una literatura de propaganda. Sus canales de difusión van desde las paredes de las ciudades hasta las gacetas aparecidas en grandes capitales. Van desde los papeles manuscritos hasta los círculos de comentario en los que se debaten las ideas. 1. La prosa doctrinaria y las ideas de la ilustración La lucha por la independencia de las que serían las nuevas repúblicas hispanoamericanas, estuvo antecedida de una literatura vinculada a la Ilustración. Esta literatura preparó, a nivel ideológico, a las élites criollas cuyos afanes separatistas buscaban legitimarse en valores como la libertad, la soberanía y la voluntad de autonomía de los pueblos. Esta primera literatura de filiación independentista estuvo vinculada con el periodismo y fue producida desde finales del siglo XVIII hasta comienzos de siglo XIX. La Ilustración como proyecto ligado a los valores de la autonomía, independencia y ejercicio de la razón, llegó de Europa con la fuerza de lo inevitable y, precisamente, encontró en los canales de un incipiente periodismo la vía para su difusión e influencia. Este movimiento tuvo una decisiva participación en el proceso de la emancipación y luego, en la independencia, y construyó entre nosotros a nuevos sujetos sociales, los mismos que serían protagonistas del cambio que se avecinaba. Esta llamada “nueva filosofía”, se enfrenta a la superstición y empieza a rebatir cierto tipo de saberes que se tenían por ciertos. Bayle, por ejemplo, tuvo el valor de denunciar la estupidez que era creer en los supuestos mensajes maléficos cuando asomaban los cometas en el firmamento. El pensamiento de la ilustración se enfrenta a todo paganismo o a las justificaciones más insensatas del cristianismo. Este pensamiento reivindica la idea de individuo como poseedor de creatividad y voluntad en el proceso de la búsqueda de su bienestar.

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En el pensamiento de la ilustración, la sociedad reemplaza a Dios como principio de juicio moral. Es la sociedad la que crea un orden por la voluntad general que se expresa en el acuerdo, en el contrato social. De allí que uno de los fundamentos de esta nueva doctrina reivindique al bien general como aliado de los intereses del individuo. Rousseau dirá que la voluntad general no puede estar por encima de los intereses y la voluntad de los individuos y opone al individuo frente al Estado. El individuo pasa a ser, entonces, el eje central que explica y justifica los programas sociales en la medida en que se tiene por cierto que sus derechos no son naturales sino sociales. En el pensamiento de la Ilustración el ser humano empieza a concebirse como un ser enteramente social e histórico. Otro de los valores que resalta el pensamiento ilustrado es el de la autonomía. Este pensamiento destaca el libre albedrío. Haciendo uso de la razón, el individuo se independiza de toda forma de autoritarismo para ejercer su absoluta libertad. El individuo entiende que la responsabilidad de sus actos en absolutamente suya y se aleja de todo tipo de justificación asociada a un poder superior u omnímodo. Es el momento en que el individuo es plenamente conciente de que puede desarrollar un pensamiento propio con el objetivo de desarrollar sus propios intereses sin oponerse a los de la sociedad en su conjunto. Finalmente se concibe al individuo como un ser con deseos, necesidades e intereses personales que deben ser administrados por su pensamiento racional. Esta fuerza que lo impulsa ahora, es la llamada voluntad personal, es un tipo de voluntad que está en la base de todo acto creativo y que articula su conducta. Es a través de esta voluntad que el individuo puede dirigir sus acciones, puede perseguir un propósito, puede dirigirse hacia la consecución de un objetivo. Estos valores son el fundamento del pensamiento ilustrado que empieza a difundirse a través de la prosa doctrinaria, prosa que empieza a generarse después de la apertura que significó, a fines del siglo XVIII, la llegada de las ideas de Rousseau o Voltaire. La crisis de la colonia empezó a manifestarse luego de que el proyecto de los Borbones dejó de asegurar las condiciones seculares de la dominación. Un proceso de apertura conocido como “liberalismo neoclásico” ayudó a que valores como la libertad fueran centrales en un momento en que, por ejemplo, la educación escolástica había llegado a su límite y era incontenible la renovación de la universidad pública. Este liberalismo neoclásico, visible en la prédica de “Los amantes del país”, encargados de la publicación del Mercurio peruano, alentará valores como el progreso, el humanitarismo o el estudio de la naturaleza. Como en todos los casos anteriores, nuestra Ilustración adoptó características singulares: la principal de todas fue exaltar nuestra condición americana destacando aquello que nos hacía únicos e insustituibles en el concierto universal.

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1.1. El Mercurio Peruano Los antecedentes de esta literatura pro independentista los podemos encontrar en las notas que sobre el Perú se escriben en la Enciclopedia (1751-1766) de Diderot y D´Alambert, quienes encargan a Jaucourt la redacción de las entradas pertinentes. En esos textos Jaucourt anuncia de una manera muy sutil la independencia del Perú y recomienda que ésta puede llevarse a cabo a través de la gestión de un hábil virrey. Aunque ingenua, la propuesta no deja de revelar el interés europeo por un mejor destino para nuestras naciones. La influencia que la prédica ilustrada tiene en nuestro continente produce sus primeros frutos hacia fines de 1790, con la aparición del prospecto del Mercurio peruano. Esta publicación, de aparición bisemanal, es de autoría múltiple y secreta, bajo la modalidad del seudónimo. Casi tres años después de circulación recién se conocen los nombres de sus forjadores: Jacinto Calero y Moreira, José Baquíjano y Carrillo, Hipólito Unánue y José María Egaña. Esta publicación contó, desde siempre, con el auspicio y protección del virrey. De esto puede desprenderse que la censura de los textos era inevitable.

Portada del primer número del Mercurio Peruano

El Mercurio peruano es el órgano de expresión de la Sociedad Académica de Amantes de Lima. Esta sociedad, como las de su época, se articula a la finalidad de las academias científicas. Sus miembros son integrantes de instituciones rectoras de la sociedad. Allí tenemos a la Universidad, la Administración Pública, la Iglesia y el Ejército. Las ideas presentadas por esta revista forman un cuerpo de doctrina que halla su justificación en la necesidad de conocer a nuestras naciones, a nuestros países y funda-

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mentalmente a nuestra geografía. Si bien el conocimiento del hombre americano, de su paisaje y de su clima es presentado como necesario, habría que estudiar puntualmente el sentido con que esa necesidad fue presentada. “Los amantes del país” lo eran en realidad de la geografía y de lo que ahora conocemos como antropología, del estudio del hombre en todad sus manifestaciones. De otro lado, cabe mencionar lo que no puede dejar de ser un reproche cuando se jusga su desempeño: su prédica no incitó a la sedición, no produjo rebeldes. Su espíritu se orientó hacia lo nuevo y a la búsqueda de la libertad, pero nunca se plantearon la reestructuración de las condiciones de dominación en las que el Perú o el continente americano se encontraban. Su obra puede ser vista hasta cierto punto como producto de una inteligencia aristocrática, como anotó Pablo Macera; sin embargo, con su aporte, nos informan sobre las reales condiciones de nuestro entonces naciente país y preparan a una población, es verdad, criolla, para el cambio del orden de las cosas.

PRESENTACIÓN DEL MERCURIO PERUANO En todas las Naciones, y Edades, ha sido muy lento el progreso de las Ciencias. Cuando los Templos de Egipto, y los Pórticos de Atenas eran los archivos de la Historia, y de la Filosofía, los conocimientos humanos quedaban en cierto modo estancados en el misterio de los Jeroglíficos, y en los preceptos verbales de los Maestros. Los romanos, sucesores de la ilustración de los griegos, propagaron en todo el Orbe la finura de sus nociones, juntamente con la gloria de sus armas triunfantes. Con la prosperidad del Imperio, incrementaban a un mismo tiempo la civilización, el estudio, y la literatura. No tardo mucho en cambiarse todo el risueño teatro. La bilocación del Trono en Oriente, y en Occidente; la sucesiva revolución de entrambos dominios; las Guerras, de los Barbaros; la inundación de estos en casi toda la Europa, y otros acontecimientos análogos, hicieron desaparecer las ciencias, y las bellas artes, y en cierto aspecto embrutecieron la sociedad entera. Entonces el Monje, retirado del mundo, o voluntariamente obscurecido en el concepto de los hombres, fue el único depositario de estas mismas artes, y ciencias, especialmente de las abstractas. En los Claustros se educaba el juez pacifico, el guerrero, y el monarca; de allí procedía la corta luz, que progresivamente se difundía entre los demás hombres. Todavía nos hallaríamos dependientes de la instrucción cenobítica, si el prodigioso, y utilísimo invento de la prensa no hubiese generalizado las ideas de literatura, facilitando al mismo tiempo su estudio, y su adquisición. La prensa asoció los ingenios de todo el orbe; y par medio de ella se transmitieron las meditaciones del adusto Hiponense hasta los últimos Britanos. Entre los diversos objetos, que ocuparon las prensas, ninguno fue más útil, que el de los papeles periódicos. Desde la adopción de ellos se puede casi fijar la época de la ilustración de las naciones., Londres sola sostiene un sin fin de folios volantes, que sa-

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len todos los días a publicar ya las noticias civiles, y nacionales, ya las externas, ya los resultados físicos y morales deducidos por aquellos sabios, que examinan al hombre en toda la extensión de sus complicadas relaciones. Nuestra corte ha llegado a entretener diez papeles periódicos, ya diarios, ya semanales, y ya mensuales (1): Cádiz, de entre las ruinas de su Pensadora, ha sacado también los suyos (2). La Francia, la Alemania, la Italia, etc. van casi a porfía en la publicación de semejantes obras. México ha tenido su tiempo bastante feliz, para mantener una gaceta, un diario civil, y otro de historia natural. Lima ha empezado ya a entrar en este predicamento. Tiene un diario económico que siguiendo la prudente dirección que se le está dando, extiende el plan de los asuntos interesantes a la vida sociable. Un papel de historia, literatura, y noticias públicas puede contribuir a amplificar este proyecto, y a perfeccionarlo. Esta es la obra, a la que se disponen unos hombres estudiosos, y verdaderos amantes de la Patria; en su nombre y en el mío la anuncio a este respetable público; y desde luego procedo a explicar los objetos que abraza, y los tramites de su publicación. La escasez de noticias, que tenemos del país mismo, que habitamos, y del interno; y los ningunos vehículos, que se proporcionan para hacer cundir en el orbe literario nuestras nociones, son las causas de donde nace, que un reino como el peruano, tan favorecido de la naturaleza en la benignidad del clima, y en la opulencia del suelo, apenas ocupa un lugar muy reducido en el cuadro del universo, que nos trazan los historiadores. El reparo de esta falta es el objeto primitivo del Mercurio, a cuya publicación me dispongo. La historia, no tomada por principios generales, o por relaciones desnudas de unos hechos tal vez alterados; sino contraída a la dilucidación y conocimiento práctico de nuestros principales establecimientos; la historia, digo en estos términos, será la primera, que subministre materiales a mi papel periódico. Tenemos un sin fin de obras públicas y pías, de fundaciones de lugares, y aun de ciudades, cuyo verdadero principio o se ignora, o se conoce bajo un punto de vista errado. ¿No será, pues, provechoso, y agradable el conocer física, y cronológicamente aquellos asuntos de que estamos rodeados, y que, por decirlo así, tocamos continuamente con mano incierta, y a obscuras de toda noticia positiva? Los datos de nuestro comercio, en la parte activa, y pasiva. El conocimiento de nuestra minería; el estado de nuestras artes, agricultura, pesca, y fabricas, sea de la península matriz, sea de este reino; los tramites de nuestra navegación costanera; la alternativa de nuestras felicidades, de nuestras mismas diversiones, y debilidades; estos son unos objetos, que aunque no forman una historia aparte, subministran ideas históricas y merecen la atención de todo buen ciudadano. Unas pequeñas disertaciones sobre estas materias, y otras semejantes, ocuparan la primera parte del Mercurio, y serán más o menos difusas, en razón de la capacidad particular del asunto, y del lugar, que respectivamente le permitan ocupar las demás noticias, que se les subsigan. (1)

Gazeta, Mercurio Político Diario, Semanario Erudito, Censor, Corresponsal del Censor, Apologista Universal, Espíritu de los mejores diarios de Europa, Memorial Literario).

(2)

El hebdomadario, Diario de la Bahía, etc.

(Fragmento inicial del Prospecto del Mercurio Peruano)

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1.2. Juan Pablo Viscardo y Guzmán Juan Pablo Viscardo y Guzmán nació en Arequipa en 1748 y murió en Londres cincuenta años después. Hizo sus votos en 1763 incorporándose a la orden de los jesuitas. Cuatro años después, el rey Carlos III ordena la expulsión de los integrantes de esa orden de todos los dominios españoles. Este hecho, crucial en su vida, será determinante para la actitud que adoptará en adelante con respecto a la movilización de los “españoles americanos” por la independencia de las colonias. Expulsado de América decide, como gran parte de la orden jesuita, viajar a Génova, Italia, desde donde emprende la tarea de recuperar el patrimonio heredado de sus padres y las rentas de las que disfrutaba. Hacia 1780 toma conocimiento del levantamiento de Túpac Amaru y se pone en contacto con el cónsul inglés John Udhy con el propósito de coordinar su apoyo a la causa de la independencia americana. Hasta 1791 en que escribe la Carta a los españoles americanos, Viscardo y Guzmán se traslada varias veces a Londres. Precisamente allí y en ese año, nuestro prócer escribe en francés su influyente texto. Como se sabe, la Carta se publica recién en 1799, en Londres, con pie de imprenta en Filadelfia. La traducción y la publicación al castellano se realiza en 1801. La Carta a los españoles americanos (1791) La Carta está dirigida a los que el abate denomina Hermanos y compatriotas. Con hermanos, sin duda, se refiere a los integrantes de la orden jesuita, y con compatriotas, fundamentalmente, a los criollos españoles. El documento se inicia con una invocación: “examinar nuestra situación presente” (Viscardo 1998:205). El propósito, al parecer, es “determinarnos a tomar partido necesario a la conservación de nuestros derechos propios, y de nuestros sucesores” (1998:205). De primera mano es posible advertir que este invocación es hecha sólo a los jesuitas y a los criollos, el posesivo “nuestra” revela esa intención. Esto se confirma por el hecho de que el universo social referido es el que se ha visto afectado por el despojo y por el exilio y el constituido por aquellos que no gozan de las ventajas que sí disfrutan los corregidores y los alcaldes mayores. De este universo social, aunque son mencionados, parece que los indios analfabetos y los mestizos están excluidos. Para Viscardo y Guzmán, la existencia de estos grupos se da solo en los términos de la absoluta subalternidad y aunque los considera como desgraciados, es evidente que nos los incluye dentro de su proyecto sino como presencias que sólo alientan la indignación. Y si en algún momento es citado Garcilaso, esta cita cumple un papel: denunciar el simpiterno abuso de la corona española contra los españoles americanos. La reacción contra España es clara y contundente. Es evidente que después del despojo y del exilio del que han sido víctimas, los jesuitas como Viscardo lo consideran como

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un país enemigo. La pregunta es clara, entonces: “¿Cómo curarnos de la dependencia española?”

Carta de Vizcardo y Guzmám

La Carta precisamente trata de responder, con argumentos, esa pregunta. Los argumentos van desde la apelación a la verdad como instrumento liberador, pasando por el derecho natural, hasta la denuncia del expolio económico realizado por los españoles durante cuatrocientos años de dominación. No deja de llamar la atención el hecho de que en la Carta sea posible rastrear la biografía de Viscardo y Guzmán y a través de ella podemos visualizar el triste destino de los jesuitas después de su expulsión de tierras americanas.

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Carta a los españoles americanos Hermanos y Compatriotas: La inmediación al cuarto siglo del establecimiento de nuestros antepasados en el Nuevo Mundo, es una ocurrencia sumamente notable, para que deje de interesar nuestra atención. El descubrimiento de una parte tan grande de la tierra, es y será siempre, para el género humano, el acontecimiento más memorable de sus anales. Mas para nosotros que somos sus habitantes, y para nuestros descendientes, es un objeto de la más grande importancia. El Nuevo Mundo es nuestra patria, y su historia es la nuestra, y en ella es que debemos examinar nuestra situación presente, para determinarnos, por ella, a tomar el partido necesario a la conservación de nuestros derechos propios, y de nuestros sucesores. Aunque nuestra historia de tres siglos acá, relativamente alas causas y efectos más dignos de nuestra atención, sea tan uniforme y tan notoria que se podría reducir a estas cuatro palabras: ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación; conviene sin embargo, que la consideremos aquí con un poco de lentitud. Cuando nuestros antepasados se retiraron, a una distancia inmensa de su país natal, renunciando no solamente el alimento, sino también a la protección civil que allí les pertenecía, y que no podía alcanzarlos a tan grandes distancias, se expusieron a costa propia, a procurarse una subsistencia nueva, con las fatigas más enormes, y con los más grandes peligros. (*) El gran suceso que coronó los esfuerzos de los conquistadores de América, les daba, al parecer, un derecho, que aunque no era el más justo, era a lo menos mejor, que el que tenían los antiguos godos de España, para apropiarse el fruto de su valor y de sus trabajos. Pero la inclinación natural a su país nativo, les condujo a hacerle el más generoso homenaje de sus inmensas adquisiciones; no pudiendo dudar que un servicio gratuito, tan importante, dejase de merecerles un reconocimiento proporcionado, según la costumbre de aquel siglo, de recompensar a los que habían contribuído a extender los dominios de la nación. Aunque estas legítimas esperanzas han sido frustradas, sus descendientes y los de los otros españoles que sucesivamente han pasado a la América, aunque no conozcamos otra patria que está en la cual está fundada nuestra subsistencia y la de nuestra posteridad, hemos sin embargo respetado, conservado y amado cordialmente el apego de nuestros padres a su primera patria. A ella hemos sacrificado riquezas infinitas de toda especie, prodigado nuestro sudor, y derramado por ella con gusto nuestra sangre. Guiados de un entusiasmo ciego, no hemos considerado que tanto empeño en favor de un país que nos es extranjero, a quien nada debemos, de quien no dependemos, y del cual nada podemos esperar, es una traición cruel contra aquel en donde somos nacidos, y que nos suministra el alimento necesario para nosotros y nuestros hijos; y que nuestra veneración a los sentimientos afectuosos de nuestros padres por su primera patria, es la prueba más decisiva de la preferencia que debemos a la nuestra. Todo lo que hemos prodigado a la España ha sido pues usurpado sobre nosotros y nuestros hijos; siendo tanta nuestra simpleza, que nos hemos dejado encadenar con unos hierros que si no

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rompemos a tiempo, no nos queda otro recurso que el de soportar pacientemente esta ignominiosa esclavitud. Si como es triste nuestra condición actual fuese irremediable, será un acto de compasión el ocultarla a nuestros ojos; pero teniendo en nuestro poder su más seguro remedio, descubramos este horroso cuadro para considerarle a la luz de la verdad. Esta nos enseña, que toda ley que se opone al bien universal de aquellos, para quienes esta hecha, es un acto de tiranía, y que el exigir su observancia es forzar a la esclavitud, que una ley que se dirigiese a destruir directamente las bases de la prosperidad de un Pueblo, sería una monstruosidad superior a toda expresión; es evidente también que un pueblo, a quien se despojase de la libertad personal y de la disposición de sus bienes, cuando todas las otras naciones, en iguales circunstancias, ponen su más grande interés en extenderla, se hallaría en un estado de esclavitud, mayor que el que puede imponer un enemigo en la embriaguez de la victoria. Supuestos estos principios incontestables, veamos cómo se adaptan a nuestra situación recíproca con la España. Un imperio inmenso, unos tesoros que exceden toda imaginación, una gloria y un poder superior a todo lo que la antigüedad conoció, he aquí nuestros títulos al agradecimiento, y a la más distinguida protección de la España y de su gobierno. Pero nuestra recompensa ha sido tal que la justicia más severa, apenas nos habría aplicado castigo semejante, si hubiésemos sido reos de los más grandes delitos. La España nos destierra de todo el mundo antiguo, separándonos de una sociedad a la cual estamos unidos can los lazos más estrechos; añadiendo a esta usurpación sin ejemplo, de nuestra libertad personal, la otra igualmente importante de la propiedad de nuestros bienes. (Primera parte de la Carta a los españoles americanos, Juan Pablo Viscardo y Guzmán)

2. La prensa emancipadora y la creación de la opinión pública Partimos del hecho de que durante la Colonia no se permitió la publicación de periódicos y que lo que actualmente llamamos información pública o noticias informativas tenía, con respecto a su difusión, un manejo bastante restringido. En 1812 las Cortes de Cádiz promulgaron la Ley de Imprenta. Con esta medida el virrey Abascal dio paso a la libertad de prensa, medida considerada decisiva dentro de un escenario en el que ciertos sectores intelectuales ya habían desarrollado, sustantivamente, conceptos como el de “americanismo”, “peruano”, “españoles americanos” o “peruanidad”. A partir de esta ley se empiezan a dar las primeras manifestaciones de lo que sería un periodismo libre. La experiencia, sin embargo, dura poco. En 1814 se produce la abolición de la mencionada ley. Los resultados de esa experiencia son un conjunto de periódicos cuya característica es el de ser medios de difusión de los intereses del gobierno y de los criollos y, en el caso de éstos, de auspiciar un proceso educativo en todos los niveles que comporta la sociedad.

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Citemos el propósito perseguido por un periódico de la época: el Satélite del Peruano de 1812, patrocinado por una sociedad de filántropos: “Hablar e instruir a todos -al más ínfimo de nuestros conciudadanos, el pobre artesano, el indio infeliz, el triste negro, el pardo, el ignorante-pues todos tienen derecho de oír y ser instruidos”. La experiencia permitió, sin embargo, que permaneciera en circulación la Gaceta del Gobierno, cuya función era de la brindar información oficial, domesticar la moral de los lectores y narrar aspectos anecdóticos de la cultura. Como quiera que fuese esta prensa se encargó de difundir, en esos dos años, ideas que favorecieron la formación de la llamada opinión pública. A comienzos de 1821 el último virrey José de la Serna autorizó la publicación de El triunfo de la nación. Mientras que los patriotas publicaron El pacificador del Perú de abril a setiembre de 1821. En este último periódico se postulaba a la independencia como “fundamento de la verdadera paz y de la coexistencia entre españoles y americanos que a su sombra podían vivir sin abrorrecerse, y ser felices los unos sin que los otros sean desgraciados”. El periodismo de la emancipación cumple con la tarea de construir el espacio ideológico para la transición pacífica de la dominación colonial a un gobierno de carácter constitucional. Sus publicaciones, por ello, tienden a la propaganda doctrinaria que propicia el diálogo y buscan crear una opinión pública capaz de movilizar intereses comunes. Así, por ejemplo, debaten sobre los fundamentos de determinada doctrina y sus efectos prácticos, registran noticias del extranjero que prueban la necesidad de un cambio político, argumentan en contra de la dominación colonial, discuten sobre el régimen de gobierno más conveniente para la nación, definen la condición del hombre y de la sociedad. En el plano formal, su apego a lo documental es básico. El carácter testimonial de este periodismo convoca formatos como la noticia, el artículo de fondo o el texto argumentativo en todas sus modalidades. Pablo Macera sostiene que los periódicos de la época eran una mezcla entre el volante y la revista. 3. Poesía de la Emancipación Puede hablarse de las primeras maifestaciones de la poesía de la Emancipación como de un conjunto de “documentos poéticos”. Es una producción, en principio anónima, debido a las costumbres literarias de una época como la de fines de siglo XVIII y a las condiciones sociales dentro de las que se genera. Es clandestina, marginal, no está integrada al sistema culto. Hablamos, desde luego, de una poesía asociada a la Revolución, pero que se genera al margen de la escuela del neoclasismo. Tenemos, en este campo, la llamada poesía popular y la poesía panfletaria de la revolución de Tupac Amaru. Tenemos también composiciones poéticas cuyo tema es la lucha contra los arbitrios e injusticias o contra los abusos de los corregidores.

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En segundo término tenemos a la literatura oficial. Esta literatura se enmarca dentro de los moldes del neoclasismo. Antonio Cornejo Polar es claro al postular que “no se detacta, en ningún caso, un gesto de independencia que separe a la creación peruana, en cuanto sistema de valores y prácticas textuales, de la literatura española coetánea o inmediatamente anterior. La explicación de este hecho se encuentra en los límites y restricciones de nuestra independencia, un acontecimiento de significación casi excluyentemente política (Bonilla: 1972)” (1980:15). Porras Barrenechea, quien es más duro con esta poesía, cita un reproche del libertador Simón Bolivar a José Joaquín Olmedo a quien le dice que sus helenismos poéticos no se ajustan a la epopeya americana, al punto de convertirla en una parodia de la Iliada. Citemos a Porras: “En ausencia de recuerdos históricos que aviven el sentimiento de la patria, estos españoles en la víspera, recurren todos a la invocación de los lejanos manes incaicos. La guerra de la Independencia, pasando sobre los tres siglos nefastos, viene a ser la venganza de la raza de bronce. No fue pues una peregrina invención de Olmedo la aparición de Huayna Cápac y su cortejo de vírgenes en el Canto a Junín”. Estas dos posiciones no hacen más que confirmar un hecho: la poesía de la Emancipación es una de las muchas manifestaciones culturales de la heterogeneidad dentro de la cual se gestiona nuestro discurso literario y supone un espacio en el que es posible ver aún las consecuencias, a nivel ideológico y estético, de la dominación colonial. 3.1. José Joaquín Olmedo Nacido en Guayaquil, Ecuador, en 1780, cuando esa ciudad pertenecía al Perú, José Joaquín Olmedo tuvo una vida política intensa. Su presencia en las Cortes de Cádiz en 1812-1813, como representante de su ciudad natal, es un antecedente de suma importancia para calibrar su desempeño futuro en el contexto de las gestas libertadoras. Por su actitud y entrega prefigura el temperamento romántico, pero su producción literaria es netamente neoclásica, por su formación, respeto de la retórica y por su apego a la norma.

José Joaquín Olmedo

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Sus vínculos con el Perú se dan a partir de su condición de exiliado (1822) después de luchar contra el anexionismo de Ecuador a la República de la Gran Colombia. Al llegar a Lima, se articula activamente a la lucha política logrando integrar el Primer Congreso Constituyente de 1822. Su permanencia en Lima dura algunos años luego de los cuales vuelve a Ecuador, después de su independencia


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en 1830, en donde es elegido presidente de la Asamblea Constituyente de Ambato de 1835. En 1845 intenta ser presidente constitucional, pero fracasa. Muere en la ciudad que lo vio nacer dos años después. Reseñamos la vida de Olmedo solo para determinar las condiciones extratextuales que produjeron la feliz escritura de su más notable oda: “La victoria de Junín”. “Oda a la victoria de Junín” (1826) Este es el mejor poema escrito por Olmedo. Su naturaleza contempla tanto el registro épico como el lírico. Es, en sentido estricto, una oda, es decir una composición lírica que moviliza sentimientos solemnes empleando un lenguaje enaltecedor, edificante y hasta gradilocuente. La oda tiene su origen en la antigua Grecia y es pariente del himno en la medida en que ambas composiciones sirven a un propósito: cantar con solemnidad. Por ello el texto de Olmedo se denomina también “Canto a Bolívar”. Las odas pueden ser sagradas o heroicas en primer término, pero también el canto puede relacionarse con el amor. Son irrenunciables, en todos los casos, al tono lírico. La “Oda a la victoria de Junín” consta de novecientos seis versos en los que el poeta desarrolla el siguiente esquema narrativo: Anuncio de la victoria de Bolívar; invocación del poeta; escenarización de la batalla de Junín y comparación con la guerra de Troya; canto de victoria; portentosa aparición del inca Huayna Cápac que recuerda el abuso español y anuncia la victoria de Ayacucho; Canto de las Vírgenes del Sol que predicen un futuro promisorio; presencia final del poeta. Este esquema que sirve como pauta para la creación del poema incluye, como se ve, ciertos elementos sólo explicables debido a la formación neoclásica de Olmedo. La profusión de personajes mitológicos mezclados con la historia antigua del Perú y el fácil recurso de la sorprendente descontextualización son un ejemplo de ello. Agreguemos, también, la atribución a estos majestuosos personajes de un lenguaje demasiado corriente para enaltecer su autoridad y ciertas contradicciones producto del deseo de loar al libertador Bolívar. Mencionemos el poco cuidado de Olmedo cuando critica acerbamente a los españoles sin diferenciar a aquellos que, finalmente, ganaron en Junín: es decir los criollos. Olmedo fue muy criticado por todo lo mencionado anteriormente. Sin embargo, en el marco de la poética neoclasíca, era tradicional la inclusión, en una oda, de un personaje emblemático que sirviera como eje para la articulación del presente con el pasado y el futuro. En ese propósito, Olmedo elige a Huayna Cápac y a través de él deja que se manifieste la ideología antihispanista del momento, que, por cierto demandaba de una figura tan preclara como el inca para hacer vivo el reclamo. Con todo, al propio Bolivar, quien le había encargado la oda a Olmedo, le pareció criticable el proceder del vate. Citemos su parecer: “Si yo no fuese tan bueno, y usted no fuese tan poeta, me avanzaría

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a creer que usted ha querido hacer una parodia de la Iliada con los héroes de nuestra pobre farsa. Más no; no lo creo. Usted es poeta y sabe bien, tanto como Bonaparte, que de lo heroico a lo ridículo no hay que un paso (...) Usted dispara... donde no se ha disparado un tiro; usted abrasa la tierra con las ascuas del eje de las ruedas del carro de Aquiles que no rodó jamás en Junín...”. ODA A LA VICTORIA DE JUNIN El trueno horrendo que en fragor revienta y sordo retumbando se dilata por la inflamada esfera, al Dios anuncia que en el cielo impera. Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta la hispana muchedumbre que, más feroz que nunca, amenazaba, a sangre y fuego, eterna servidumbre; y el canto de victoria que en ecos mil discurre, ensordeciendo al hondo valle y enriscada cumbre, proclaman a Bolívar en la tierra rbitro de la paz y de la guerra. Las soberbias pirámides que al cielo el arte humano osado levantaba para hablar a los siglos y naciones, - templos do esclavas manos deificaban en pompa a sus tiranos ludibrio son del tiempo, que con su ala débil las toca y las derriba al suelo, después que en fácil juego el fugaz viento borró sus mentirosas inscripciones; y bajo los escombros, confundido entre la sombra del eterno olvido, -¡oh de ambición y de miseria ejemplo! el sacerdote yace, el dios y el templo. Mas los sublimes montes, cuya frente a la región etérea se levanta, que ven las tempestades a su planta brillar, rugir, romperse, disiparse,

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los Andes, las enormes, estupendas moles sentadas sobre bases de oro, la tierra con su peso equilibrando, jamás se moverán. Ellos, burlando de ajena envidia y del protervo tiempo la furia y el poder, serán eternos de libertad y de victoria heraldos, que, con eco profundo, a la postrema edad dirán del mundo; “Nosotros vimos de Junín el campo, vimos que al desplegarse del Perú y de Colombia las banderas, se turban las legiones altaneras, huye el fiero español despavorido, o pide paz rendido. Venció Bolívar, el Perú fue libré, y en triunfal pompa Libertad sagrada en el templo del Sol fue colocada”. ¿Quién me dará templar el voraz fuego en que ardo todo yo? -Trémula, incierta, torpe la mano va sobre la lira dando discorde son. ¿Quién me liberta del dios que me fatiga ... ? Siento unas veces la rebelde Musa, cual bacante en furor, vagar incierta por medio de las plazas bulliciosas, o sola por las selvas silenciosas, o las risueñas playas que manso lame el caudaloso Guayas; otras el vuelo arrebatada tiende sobre los montes, y de allí desciende al campo de Junín, y ardiendo en ira, los numerosos escuadrones mira que el odiado pendón de España arbolan, y en cristado morrión y peto armada, cual amazona fiera, se mezcla entre las filas la primera de todos los guerreros,

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y a combatir con ellos se adelanta, triunfa con ellos y sus triunfos canta. Tal en los siglos de virtud y gloria, donde el guerrero solo y el poeta eran dignos de honor y de memoria, la musa audaz de Píndaro divino, cual intrépido atleta, en inmortal porfía al griego estadio concurrir solía; y en estro hirviendo y en amor de fama y del metro y del número impaciente, pulsa su lira de oro sonorosa y alto asiento concede entre los dioses al que fuera en la lid más valeroso, o al más afortunado; pero luego, envidiosa de la inmortalidad que les ha dado, ciega se lanza al circo polvoroso, las alas rapidísimas agita y al carro vencedor se precipita, y desatando armónicos raudales, pide, disputa, gana, o arrebata la palma a sus rivales. (Fragmento inicial de A la victoria de Junín de José Joaquín Olmedo) 3.2. Andrés Bello Andrés Bello nació en Caracas en 1781 y murió en Santiago de Chile en 1865. Su formación como docente le permitió ser mentor intelectual de Simón Bolívar. Luego del intento frustrado de la independencia de Venezuela en 1810, Bello parte a Londres en donde permanecerá hasta 1829. Esta permanencia será decisiva para el futuro de las ideas en América Latina pues Bello aprovechará esa estadía para abrirse, dada su formación neoclásica, a las expectativas y provocaciones del romanticismo. Es cierto que no vive la gran experiencia de la independencia por las condiciones de su exilio, pero en Londres se encargará, por ejemplo, de fundar las revistas Biblioteca Americana y Repertorio Americano de gran influencia entre los europeos identificados con la causa de la Independencia. Como se sabe, Bello terminó sus días en Chile desempeñando labores docentes y de jurisconsulto. Fue, en ese país, rector de la Universidad de Santiago y el encargado de

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presidir la comisión que elaboró el Código Civil en 1855. La vida de Andrés Bello tiene varias facetas, fue filósofo, historiador y lingüista, pero aquí rescatamos la de poeta. En este campo es en donde su aporte se traduce en el espléndido dominio de la silva (composición poética de un número indeterminado de versos heptasílabos y endecasílabos, asonantados o aconsonantados). En su caso son dos los textos que han pasado a la historia de la literatura por sus méritos. Nos referimos a “Alocución a la poesía” de 1823 y “Silva a la agricultura de la zona tórrida” de 1827. Estas dos composiciones son conocidas como las Silvas americanas y fueron escritas en Londres y publicadas en la revista Biblioteca Americana. Dada su proximidad y parentesco, es posible identificar un propósito común: cantar a los valores americanos y desligitimar los valores europeos encarnados en la dominación española. En la “Alocución a la poesía” el poeta confronta a la naturaleza americana con el paisaje europeo. Sobre la base de esta confrontación invita a la imaginación de los poetas y escritores a abandonar los motivos de una lánguida Europa para abrazar los de la naciente América. La “Silva a la agricultura de la zona tórrida”, tiene un carácter científico, poético y didáctico. En el poema se establece un diálogo entre la flora de nuestro continente y el hombre de nuestras tierras; se busca establecer un vínculo raigal, una filiación definitiva producto de la solidaridad entre el hombre y la naturaleza. Citemos un fragmento: Silva a la agricultura de la zona tórrida Para tus hijos la procera palma su vario feudo cría y el ananás sazona su ambrosía; su blanco pan la yuca sus rubias pomas la patata educa y el algodón despliega el aura leve las rosas de oro y el vellón de nieve 3.3. Mariano Melgar Mariano Melgar nació en Arequipa en 1790 y murió en 1815, heroicamente. Su vida, entregada al ideal de la libertad, es un hito en nuestra historia intelectual y constituye un ejemplo para los escritores hispanoamericanos. Melgar se formó inicialmente dentro de los estudios eclesiásticos, pero los abandonó para seguir los estudios jurídicos en la ciudad de Lima. En pleno desarrollo de su formación académica, Melgar vive una apasionada relación con una niña de 13 años, cuando él ya tenía más de veinte, María Santos Corrales, conocida como Silvia. Esta relación le afectó gravemente.

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En 1814 estalló la rebelión en el Cuzco encabezada por el general indígena Pumacahua. En ese contexto participa en la batalla de Umachiri en la que cae prisionero. Días después es fusilado por los realistas.

Mariano Melgar

Obra El aporte de Mariano Melgar a la literatura peruana de la emancipación es importante por varias razones. Sin embargo, la recuperación y el tratamiento del yaraví quizá sea su mayor contribución a nuestra tradición poética en un momento en que se debate el destino de las naciones latinoamericanas. Dentro de los varios méritos literarios atribuidos a Melgar se le reconoce, dada su formación neoclásica, la utilización de la fábula para realizar una labor doble: acercarse al mundo andino (a su animismo) con el cual se sentía afín, y llevar adelante el proyecto de críticar a la Colonia. Hay fábulas notables que encarnan ese doble propósito: “Las aves domésticas” o “Las abejas”. En ellas se condena la grave discriminación racial y de clase durate la Colonia o se cuestiona la naturaleza de la organización política del vierreynato. Melgar no deja de ser, en este plano, un moralista cuya inspiración se remite a los grandes fabulistas como Samaniego o Iriarte. A Melgar se le reconoce haber sido el introductor de un tipo de poesía amorosa cuya nota carácterística es la mezcla de ternura y agonía, de pasión desconsolada y de cuidado. Su poesía amorosa, por ello, resulta ser novedosa en una tradición como la de la Colonia en la que la intensidad sentimental era apenas insinuada o referida indirectamente debido al corsé de escuelas como el neoclasismo que Melgar asimiló problemáticamente. La obra de Melgar, en este sentido, nos permite ver las limitaciones de nuestra práctica literaria y abre las compuertas de una sensibilidad que muy embrionariamente prefigura lo que luego sería el Romanticismo. En cuanto al tratamiento que Melgar le da al yaraví, es importante, en principio, destacar lo siguiente: El yaraví es el nombre que adoptan las composiciones de sentimiento doliente producidas por mestizos a mediados del siglo XVIII y proviene del jaray-arawi

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quechua que se limitaba al amor no correspondido. Ambas comparten la misma intención: trasmitir el dolor producido por una experiencia que afecta al sujeto y lo vuelca en la tristeza. Cuando Melgar empieza a escribir yaravíes, este tipo de composición ya venía siendo producida por trovadores populares hacía unos buenos años y gozaba de gran popularidad. El mérito del vate radica en que lleva este tipo de composición a un plano de excelencia formal no vista antes. Su trabajo, además, se articula a una labor de apropiación en varios niveles: respeta su esencia dolorosa, trata de inscribirla dentro de los patrones formales y académicos de la época, intenta semejar la construcción estrófica propia de la tradición mestiza y destaca la dimensión metafórica del lenguaje, herencia del mundo andino. Por lo dicho podríamos concluir que Melgar refunda lo que podría denominarse una poesía mestiza (ya existía cuando empieza a escribir), que no por azar resulta rompiendo con las trabas y la ideología literaria de la Colonia. Soneto No nació la mujer para querida, Por esquiva, por falsa por mudable, Y porque es bella, falsa, miserable, No nació para ser aborrecida. No nació para verse sometida, Porque tiene carácter indomable, Y pues prudencia en ella nunca es dable, No nació para ser obedecida. Porque es flaca, no puede ser soltera, Porque es infiel, no puede ser casada, Por mudable no es fácil que bien quiera. Si no es, pues para amar o ser amada, Sola, casada, súbdita o primera, La mujer no ha nacido para nada. Yaraví Por más que quiero de la memoria borrar la gloria que poseí, por todas partes, cruel, me persigue

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siempre me sigue, siempre ¡ay de mí! Procuro en vano no dar oído, a aquel sonido que un día oí, cuando mi prenda juró ser mía, y me decía; “seré de ti”. 4. El costumbrismo hispanoamericano El costumbrismo es la primera manifestación literaria hispanoamericana después del proceso de emancipación e independencia formal de nuestros países de la metrópoli española. Sus productos o expresiones artísticas son el cuadro de costumbres, el artículo de costumbres y la pieza corta de teatro. La ideología literaria del costumbrismo se construye sobre la base de varias urgencias sociales cuya atención y solución son asignadas al discurso literario. Uno de los más insignes costumbristas peruanos, Felipe Pardo y Aliaga se refiere a ellas del siguiente modo en el “Prólogo” o “Prospecto” con el que presenta su periódico “El espejo de mi tierra” publicado en septiembre de 1840: “El cambio absoluto de sistema político, de comercio de ideas y de sociedad que ha experimentado nuestro país en los últimos diecinueve años con la brusca transición del coloniaje a la independencia, ha grabado en las costumbres el mismo carácter de inestabilidad que afecta a todas las cosas en semejante crisis. Las costumbres nuevas se hallan todavía en aquel estado de vacilación y de incertidumbre que caracteriza toda innovación reciente: las antiguas flaquean al embate de la revolución: ¿Qué coyuntura más favorable para los escritores que quieran mejorarlas?”. A partir de esta explicación podemos tentar un acercamiento a dos de los postulados centrales del costumbrismo. En primer término es visible la importancia que se le otorga a la coyuntura política, a la actualidad marcada por el cambio social. La fractura producida por la independencia ha creado un espacio en el que se ha instalado la inestabilidad. Observar el presente y las manifestaciones sociales (tipos, modos de comportamiento colectivo) como expresión de esa situación son la primera obligación de los escritores. La segunda tiene que ver con la idea de mejorar esas costumbres, esos modos de comportamiento a través de la crítica, desarrollando una actitud contestataria que, sin embargo, fija a los costumbristas en un irreductible antagonismo hasta cierto punto paralizante.

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En este cometido, el costumbrismo se propone identificar los tipos sociales, hacer un levantamiento de sus comportamientos cuyo arraigo e insulsa permanencia explica el atraso, el oscurantismo, la resistencia al cambio, de modo que luego se pueda proceder a su liquidación. La estrategia general de los costumbristas se desarrolla en un acercamiento a lo cotidiano, a lo prosaico, al acontecer menudo en el que diagnostican actitudes y modos de ser cuyo relevo es demandado de inmediato. El acercamiento es epidérmico, se limita a la fisonomía, a la descripción intencionada y hasta mordaz de la conducta del tipo social. Aunque la perspectiva de análisis difiere según el origen y la posición de clase de los escritores, un elemento que los homogeniza es la necesidad de descalificar, de satirizar, de condenar y, sobre la base de esta actitud, corregir. En el momento en que se inicia el predicamento costumbrista, también empieza a ganar presencia el romanticismo. Un elemento que podría diferenciarlos podría ser el de la actitud: los románticos abandonan, aunque no totalmente, la sátira como estrategia general para la representación mientras que los costumbristas se afianzan en las virtualidades de la descalificación por el humor, la burla y el sarcasmo. Esta actitud no implica un antivalor. En su momento los costumbristas cumplen con sus propósitos: convertirse en los censores de la sociedad, fomentar el escepticismo respecto de la democracia tal como era entendida entonces, denunciar el desorden en que se encuentra las nacientes repúblicas, criticar a las instituciones sociales rectoras como el sistema educativo, entre otros. La poética de costumbrismo El razonamiento costumbrista es inductivo. Sus conclusiones o su proceder se sustentan en el análisis de casos individuales a partir de los cuales se establecen principios generales. Este tipo de razonamiento se sustenta, como decía Pardo, en la idea de que las mejores leyes que puede dar un gobierno son las que se producen a partir de la generalización lograda después de atender a casos emblemáticos. Sólo sobre las bases sólidas de proposiciones generales se puede levantar un edificio de leyes idóneas. Para darle forma a este cometido Pardo consideraba que no había mejor instrumento que las “fábulas ideadas”. Diferentes a las “observaciones sueltas, generales y abstractas”, podemos imaginar a estas fábulas como narraciones breves cuyo contenido se relacionaba con el acontecer social y cuya estructura respetaba la presencia de un suceso central o unificador. Los costumbristas eligieron por ello el cuadro o artículo de costumbres como el mejor formato para llevar a cabo su empresa.

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Partiendo de la estrategia de la generalización, los costumbristas realizaban la tarea de personificación, es decir la representación de algo impersonal bajo la imagen de una persona humana o mítica. Así podían exponer a la consideración de ese naciente público “el vicio que se moteja” o “el mérito que se ensalza”, encarnados en sujetos que podían identificar a su alrededor. Este procedimiento es la base para la construcción de las alegorías de la nación que ya se encuentran presentes en los artículos de costumbres. El “cuadro” y el “artículo” de costumbres Pardo prefería llamar a sus composiciones “artículos de costumbres”, otros escritores de la época preferían el término “cuadro de costumbres”. Aunque la diferencia no es clara, sobre todo cuando nos aproximamos a los propios textos, quizá un elemento determinante para diferenciarlos pueda ser el de la movilidad narrativa. Hay artículos que movilizan una acción de manera sostenida hasta que se resuelven los acontecimientos, normalmente con una reflexión del narrador. Otros, que son considerados cuadros, tienden a la inmovilidad o simplemente presentan una escena de costumbres que es apreciada como una pintura o como un retrato. Se sustentan, en realidad, en la pura descripción sin mucho acontecer narrativo. Aunque discutible, en todos los casos la elaboración ficticia es clave cuando se trata de cuadros y artículos de costumbres. Estrategias como la generalización o la personificación apuntan en ese sentido. ¿De qué tratan los cuadros y artículos de costumbres? La crítica se ceba en el desorden social, la indisciplina, los atavismos, la inmadurez de una clase para afrontar sus responsabilidades, la organización social. Los sujetos criticados son, normalmente, los viejos e infantiles representantes de la vieja aristocracia, los militares, los capitalistas extranjeros, los arribistas, los chismosos, los beatos, los cursis y los imitadores de las modas extranjeras. 4.1. Manuel Ascencio Segura Nació en Lima en 1805 y murió en 1871. Hijo de un militar del ejécito español, a los 19 años ingresó al ejécito realista. Se mantuvo en la actividad castrence hasta 1841. Luego se dedicaría a trabajar como burócrata en el Ministerio de Hacienda, tarea que compartía con el periodismo. Fue también diputado por el departamento de Loreto en 1860. La obra de Segura es variada y se le considera el padre del teatro peruano debido a su aporte a la comedia costumbrista de la que es su más alto representante. Escribió poesía y artículos de costumbres marcados por el contexto político y social.

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Dentro del grupo de costumbristas peruanos, Segura representa con su obra los avatares y, cómo no, los intereses de la emergente clase media, entonces sin presencia política en el concierto de las fuerzas que gobiernan el país. Aunque en su caso sus cuadros tienen un carácter festivo o cómico, puede leerse en ellos una crítica a la situación y a las condiciones de una naciente república que excluye a esa clase. Es cierto que la base ideológica-política en muchos de ellos es bastante frágil, pero, con todo, articulan un discurso coherente en donde es posible identificar una protesta en cuyo centro se evidencian las marcas de esa exclusión, aquella que no les permite tener, como clase media, un papel decisivo en la política nacional. La aproximación de Segura a la realidad, vista así, no deja de ser nunca política. La idea es que el plano subtextual yace una feroz reconvención a los funcionarios del gobierno ya sea cuando el narrador implementado habla de su “esposa” o de la fiesta de los “carnavales”. En “Siempre soy quien capitula”, por ejemplo, estamos frente a un narrador que encarna a un marido que tiene una mujer gastadora, irresponsable y apegada a las modas del momento. Para completar el retrato, esta mujer es violenta y muy capaz de llevar una pelea física hasta las últimas consecuencias. En este punto, las alusiones quedan evidenciadas cuando este marido dice: “porque debo decir que mi casa es como cierto país del mundo, en donde todos mandan, menos sus dueños”. La alegoría a partir de la personificación de la esposa como el gobernante de un hogar que termina siendo la patria y que opera como un dictador desde las esferas del poder es clara. La humillación del esposo-victima-nación, su desatención y la permanente amenza con que es mantenido a raya posibilita una lectura cuyo eje es la verticalidad de las relaciones entre los gobernantes y la nación. Ciertamente “Siempre soy quien capitula” es un artículo divertido que establece con el lector una inmediata relación empática. Es imposible, por ejemplo, no solidarizarse con el narrador quien se autopresenta como una víctima. El uso de expresiones locales, la complicidad a partir del tono festivo, y el carácter fuertemente oral fomentan una llegada al lector sin mediaciones.

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SIEMPRE SOY QUIEN CAPITULA (Artículo de costumbres) Habrá un año que dije a mis lectores, no recuerdo en que periódico, que era casado, y que mi dichosa consorte tenía un geniecito tal, como muchas que se harán desentendidas. Leyendo este mí artículo, y que me echaran mil maldiciones porque saco a plaza sus quisquillas. ¡Pero cómo ha de ser! La memoria es frágil, y no es extraño que no se acuerden ya de lo que entonces les conté, mucho menos cuando en el año transcurrido han pasado cosas que no estaban en sus libros (pero si en los míos) que pasasen. Por lo tanto, pues, y antes de entrar en materia, me veo en la necesidad de hacer un recordaris sobre las gracias de mi mujer, y sobre la resignación con las que sufro; sin que esto perjudique en nada su buena opinión y fama; pues, a decir verdad no me ha sido infiel nunca, o lo menos no he tenido noticia de que lo haya sido. Que es a todo lo que puede aspirar un hombre de mi estado, si quiere vivir tranquilo en esta parte. No sé si diga si en mala o en buena hora me casé; porque como al cabo del día tengo tantos pareceres sobre el particular seria arriesgadísimo afirmar ahora una cosa que podría desmentir luego; dejo por consiguiente esta parte de mí articulo a la consideración de los que me ayudan a llevar la cruz, los que, estoy seguro, me harán justicia, sí estiman a sus prendas como yo a la mía. EI ultimo, paseo que hice el año pasado con mi esposa, y de que di cuenta al público, fue, si no me equivoco, el de la Vieja. Entonces me juró y rejuró por todos los santos del cielo no ser tan paseandera en lo sucesivo. Y yo tan bueno que casi le daba crédito; porque soy como el Perú, que cuando ve desvanecida una tempestad se le figura que no ha de asomar otra. En todo el tiempo que duraron sus propósitos, que solo fue el preciso para reparar el cansancio del camino, me prodigó tantas caricias y me atendió de tal manera, que echaba yo la baba de contento; pero poco a poco fue volviendo a las andadas. Y últimamente no bastaron mis consejos, ni mis ruegos para que no estuviera todo el día con la saya puesta. Y como la niña es tan comadrera que nunca le falta a su lado cuatro o seis camaradas que viven y engordan a mis costillas, siempre tiene quien le acompañe a todas parles, y quien le dé cuenta y razón de cuanto hay que ver en Lima; que así dejara ella de ir a todo, como yo volverme turco. Si alguna vez le hago presente sus deberes, o la reconvengo, cuando vuelve de sus paseos, ese día ni se come, ni se duerme en casa; porque todo él se la lleva regañando con sus criados, conmigo, con sus camaradas y con cuántos se le acercan. Todo lo tira, todo lo rompe, llora, patea, y en fin, permanecería en tal estado toda su vida, si yo no solicitase la paz, la que no consigo nunca sino haciendo mil sacrificios. Si por el contrario, no le digo una palabra, me sale entonces con que no la quiero y que por eso no se me da nada de que se la lleven los demonios y siempre los mismos pleitos y, siempre las mismas paces y siempre solicitadas por mí. Si me estoy en casa más de lo acostumbrado, a cada rato me esta diciendo: ¡Jesús! ¡Que pegoste es usted! ¡Parece que hubiera nacido usted junto conmigo! ¡Ni me deja usted resollar! Si es a la inversa me recibe como una furia con estas u otras palabras: ¡que poco se le da a usted las cosas de su casa! Toda la carga me la echa usted a mí. Es usted muy pechugón, muy indecente. No tiene usted más oficio que

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aplanar las calles. Poco le importa a usted de que una se caiga muerta... Si mis negocios particulares exigen alguna meditación, y me pongo pensativo, me dice con cierta risita amenazante ¡Qué picardías estará usted pensando ahí! No será cosa buena. el mal humor para su casa eso es lo que sabe usted: el fin es amolarme. Si estoy alegre, entonces me dice muy agestada: Me parece usted un granjero de comedia. De todo se ha de reír usted. ¡Jesús! ¡Qué simplonazo! ¡Qué cándido! ¡Qué dominguejo! ¡Qué pánfilo! Todas estas contrariedades, todas estas sandeces, las tolero con resignación cristiana, por no armar escándalo o hablando francamente, porque no tengo calzones para sostener mi dignidad: pues cuando quiero hacer del gallo, tengo que salir corriendo, y que volver a pedir la paz, aunque siempre soy el agraviado. Por otra parte, con dificultad se encontrará en Lima una mujer más gastadora que la mía. Las islas del guano no serian suficientes para satisfacer sus antojos, o sus caprichos, si las pusiesen a su disposición. Baste decir que en cigarros, en jazmines y en olores, gasta diariamente tres o cuatro pesos, por lo menos; así es que yo ando siempre como un mataperros, y debiendo a las once mil vírgenes, y a cada santo un peso. Cuando empezaron las óperas, le entró tal furor, como dice ella, por cantar con la Pantanelli que no quedó maestro, exceptuando los del país, que no llamase: pero como para nada tiene paciencia, ni firmeza, los despedía al poco tiempo porque no le metían de golpe en la cabeza cuantas arias y dúos había oído. Toda la casa estaba entonces regada de papeles de música, que había pagado a qué quieres boca, y que los criados, ignorantes de su valor, iban arrojando uno por uno a la basura. El peinado, el vestido, y el calzado, todo había de ser a la Rossi, y conforme se los ponía esta cantatriz en los diversos papeles que representaba; así es que muchos de ellos no se los pone, ni se los ha puesto nunca, por antiguos y extravagantes, pero los conserva aún por vanidad; y para mostrárselos a sus amigas. Mucho tiempo ha estado indecisa, este año, sobre si iría al Chorrillos o al Callao a pasar la temporada, y los sucesos políticos, que no han dejado de asustarla, han contribuido en mucha parte a mantenerla irresoluta; pero el lunes pasado se resolvió definitivamente a marchar al primer punto, después de que ella y yo representamos la siguiente escena. Las cuatro de la tarde habían dado ya, cuando me retiré a mí casa en ese día. Entro, pregunto por mí mujer, y no se me da otra contestación, sino que había salido desde la una, y que probablemente no volvería hasta las seis. La mesa estaba puesta; yo tenía hambre que me moría y por añadidura, que hacer una diligencia precisa a las cinco y media; pero no podía comer porque se había llevado la llave del armario en que se guardan los cubiertos y los platos. Aguarda, y más aguarda, nada. Dieron por fin las cinco y ya tenía sombrero puesto para mandarme a mudar a la calle, cuando entró mi dichosa mujercita, paso entre paso y quejándose amargamente de los callos. - ¿Es posible, hija mía, le dije cariñosamente, que me tengas hasta esta hora sin comer? ¿Por qué te has demorado tanto? - ¡Jesús que fastidioso está usted!, me contestó dándome un torcido y levantándome la voz. ¡Pues no faltaba más. Si no una se había de estar todo el día pudriéndose en su casa! ¡Por un momento que una sale, tanta cantaleta! ¡Pues yo no

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sé cómo se mete usted conmigo conociendo mí genio! - Nada de eso viene al caso, hija. Calla por Dios, que no tengo humor para pelear. Vamos a comer, y dejémonos de simplezas - Coma usted solo, yo no tengo gana. - Toma alguna cosa, niña, le dijo una de sus amigas que entró con ella. ¿No ves que estás en ayunas, y te puede dar fatiga? - Déjame; no me digas nada que tengo el estómago muy revuelto; contestó mi mujer sentándose en el sofá. - Bien te decía yo que no fuéramos a ver a los fusilados. - ¿Y has tenido el valor, mujer de Dios, repuse yo, de presenciar un espectáculo de esa naturaleza? ¿Qué juicio se podrá formar de una persona que se recrea en las desgracias de sus semejantes? - No, no es eso lo que me tiene enferma, sino la cicatería de usted. - ¡Mi cicatería! ¿En qué te falto yo? - En todo: sí señor, en todo. Ya estamos a mediados de febrero y todavía no me ha tomado rancho en chorrillos, sabiendo la falta que me hacen a mí los baños. ¡Ya se ve! ¿Qué le importa a usted que yo me muera? ¡Mejor se casara usted con otra. Pero un demonio le aguantará a usted nadie lo que yo le aguanto. - Pero ven acá, hija mía. ¿De dónde quieres que hagamos esos gastos? ¡Sabe Dios cómo nos vemos para comer! - ¡Ya empiezan las lamentaciones! Nada saca usted con eso. ¡Al chorrillo! ¡Al chorrillo! O habrá aquí una de todos los diablos. Ahora mismo vaya usted a hacer las diligencias. Y me agarró diciendo esto, diciendo esto, por un brazo, tirándome con todas sus fuerzas para que me levantase. Yo me enojé; alcé la voz; E hice mil tentativas, tanto por bien cuanto por mal, para disuadirla de su intento: todo en vano. Porque, a medida que yo hablaba recio, ella gritaba, maldecía, lloraba; y en fin llegó la cosa a tal extremo que se abalanzó sobre mí como una furia con el objeto de arañar; mas viendo que no pudo lograr sus miras, porque yo la contuve por el brazo, tiró entonces del mantel por una punta y echó a tierra los platos y la comida, que ya estaba sobre la mesa. Luego se tiró sobre el sofá, le dio la pataleta, y empezó a repartir trompadas y puntapiés a cuantos se le aproximaban. Los criados corrían de aquí para allí, trayendo agua, espíritus, y qué se yo. Las camaradas la agarraban, una del dedo índice, otra de los pies, otra de la cintura; y todas le acudían con remedios, y todas me maldecían; y todas daban órdenes a los criados; porque debo advertir que mi casa es como cierto país del mundo, en donde todos mandan menos sus dueños. Por último, la cosa vino a parar en lo que para siempre; en que yo solicitase la paz, y en qué ella le la concediese bajo condición sine qua non de llevarla esta semana a los chorrillos. ¡Qué hombre tan sinvergüenza!. Dirán algunos que lean este artículo, y de quienes, tal vez, harán cera y pabilo sus mujeres. ¡Qué buen marido! ¡Me vendría de perilla!, exclamarán, dando un suspiro, aquellas de mis paisanitas que aún no han atrapado uno de tantos. ¡De esto no hay en este tiempo! ¡Qué hombre tan de bien! ¡Qué prudente! ¡Qué cristiano!, Así dirán, poniendo la cara triste, a las que ha tocado en suerte uno que no aguante pulgas. En fin, dirán cuanto les dé la gana y harán muy bien; y como yo no les he de tapar la boca, pueden estar charlando hasta la conclusión de la guerra; a bien que no soy yo sólo del que se habla en este mundo, ni el que sufre el que se le diga hasta zamba canuta; porque hay hombres, y aún hay naciones, que aguantan esto y mucho más. Por otra parte, el fin de toda guerra, como dijo el otro, es hacer la paz y nada sacaría yo con batir en brecha a mi mujer, si al fin y al cabo tendría que capitular con ella.

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Vivamos en paz y en as Con todo bicho viviente; Aunque venga Barrabás, Y nos sople un fierro ardiente Por delante y por detrás. (Publicado en El cometa, el 12 de marzo de 1842)

5. El Romanticismo hispanoamericano Introducción En un sentido amplio el romanticismo es una respuesta a la estética e ideología del neo clasicismo. Supone por ello una revuelta, una revolución contra los presupuestos de la racionalidad y contra la sumisión del sujeto creador a los dictados de orden y la imitación en los que se inscribía la praxis artística entonces. El Romanticismo surge en Alemania a fines del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX en Francia, Italia e Inglaterra. En 1798 el alemán Friedrich Schlegel empieza a hablar de una “nueva espiritualidad”, tratando de traducir con esa expresión un estado del ser en que la inconformidad y lo perturbador buscaban enraizar en contenidos liberados y nuevos, fuera de todo control. Puede decirse, también, que este movimiento concluye hacia los años 30 del siglo XIX. Se le denominó romanticismo apelando al término “romantic” que en Inglaterra se usaba para indicar ese nivel de realidad que solo tenía lugar en las novelas y que por lo tanto se asociaba a lo imaginario o ficticio. Progresivamente se le concibió como una “nueva sensibilidad” apelando a sus posibilidades expresivas, a su fuerza incontenible, a su capacidad para movilizar contenidos y motivos inusitados, desconocidos y por ello nuevos. Así, en el campo del romanticismo, se terminan incluyendo aspectos de la realidad como el legendario, fantástico, histórico, maravilloso, irracional, misterioso, extraño y, cómo no, el amoroso sentimental. Este último aspecto terminó marcando el registro de las principales novelas románticas quizá por el hecho de concebir al amor como el dispositivo más propicio para la apertura de la razón, para su absoluto cuestionamiento. Mencionemos que el romanticismo descubre o le otorga al sujeto representado en la obra de arte, una dimensión histórica y le permite inscribirse problemáticamente en la profundidad que los acontecimientos del pasado van tejiendo a su alrededor. Sus características generales son las siguientes:

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1) Alejamiento de la realidad objetiva o preferencia por el tratamiento de un nivel de realidad imaginario. 2) Libertad creativa y reformulación de los tópicos literarios. 3) Fuerte subjetivación de las figuras de lo real. 4) Manejo de una ideología liberal que fundamenta el poder del individuo. 5) Supremacía de los sentimientos sobre el devenir lógico-causal. 6) Figurativización de la naturaleza como espacio para la realización del sujeto. 7) Inserción del sujeto en la dimensión histórica, mítica y legendaria. 8) Ejercicio de una libertad irrestricta en la vida privada y social. 9) Práctica de géneros como la poesía, la novela, el ensayo y el teatro. EI Romanticismo en Hispanoamérica se desarrolla y convive con el costumbrismo después de la independencia de nuestras nuevas naciones. Su duración en el tiempo es problemática pues se imbrica también con el modo realista, que le hereda cierta aproximación maniqueísta a la realidad. Puede, con todo, postularse que corre desde 1830 hasta 1880, años más, años menos. Como testimonio de una época convulsionada por la lucha política, el romanticismo hispanoamericano registra los vicios del caudillismo, la ferocidad de la dictadura, el estado de generalizada anarquía de nuestras naciones, la naciente creencia en los valores de la igualdad, la belleza de nuestra inhóspita naturaleza como un escenario para la plena realización de nuestros proyectos, las primeras idealizaciones de un futuro orden social y la recuperación de un pasado que se trata de nacionalizar. En el plano cultural, con las novelas del romanticismo se consolida la existencia de un conglomerado de lectores que pasan a constituir un público consumidor de historias en las que pueden leerse como sujetos definidos por el lugar que ocupan frente al poder o frente a un orden social gobernado por la anarquía disolvente que produce en ellos la necesidad de crear un proyecto alternativo. La literatura, en el contexto romántico, cumple una función rectora. Las novelas románticas pasan así a constituirse en versiones o propuestas de un orden social (modelos de nación) que se desea más articulado y coherente con el proyecto de una naciente clase media que no se identifica necesariamente con los valores de los criollos o de la secular aristocracia limeña. El romanticismo, tanto poético, como prosístico, alentó, como lo hizo el costumbrismo en su momento, la creación de la opinión publica a través de la consolidación de un nuevo sujeto: el ciudadano con derechos. Por ello le fue tan natural entender que los lectores buscaban reflejarse en los textos con el propósito de imaginarse como integrantes de

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una nación. De allí, al proyecto de las literaturas nacionales del cual el romanticismo es principal responsable, no hay distancia alguna. En su vertiente hispanoamericana el romanticismo adopta algunas características propias. Además de las anotadas líneas arriba, mencionemos que el nuestro se proyecta en la vida misma de los actores comprometidos; es decir, nuestros escritores y sus protagonistas literarios llevan una vida romántica ligada al ejercicio de los valores patrióticos que los llevan al exilio, la persecución y la muerte civil cuando no física. En autores como Palma la presencia del pasado histórico y de su nacionalización nos muestran las posibilidades del romanticismo en su tarea de construir un imaginario en el cual podamos reconocernos como nación. En él se da el prodigio de la consolidación de una especie literaria propia como la Tradición. En otros como Echeverría, Mármol o Sarmiento, el presente implacable y peligroso nos vincula con las urgentes demandas de nuestras repúblicas en formación. Su obra establece contacto directo con valores sociales cuyo tratamiento se articula a la construcción de Hispanoamérica. Valores como la democracia, el ejercicio de la libertad o el respeto a la justicia. En ellos es también visible la condena a la dictadura y a la complicidad de una Iglesia temerosa del poder de los abusivos. Poesía del romanticismo 5.1. José María Heredia José María Heredia y Heredia nació en Cuba en 1803 y murió allí mismo en 1839. Una existencia corta por cierto, que tuvo como escenario principal la ciudad de México a la que el joven poeta emigra con sólo dieciséis años. Si bien era inevitable que su formación se inscribiera dentro de los cánones del neoclasicismo (imitar el modelo y traducir eran sus principales valores), es indudable que su conciencia poética le permitió sintonizar con los nuevos vientos de la libertad creadora. De esa forma pudo traducir a Goethe, Byron, Alphonse de Lamartine y Foscolo, cuyos versos, sin duda, tuvieron una notable influencia en él. Heredia es un poeta que nos permite observar el paso de una sensibilidad a otra. Formado dentro de la tradición latina, su acercamiento a la poesía de los románticos franceses será decisivo para forjar en él un sentimiento de desarraigo que su propia condición de exiliado le produce. Como dice Anderson Imbert: “este tono doliente de su poesía es en él lo más valedero”(1967:208). Tono que lo filia a la prédica romántica y que no le exime de tratar temas relacionados con la libertad de su patria, pero desde una mirada del que recuerda con nostalgia. Como los primeros románticos hispanoamericanos, la imagen que construyen sus poemas sobre espacios reales está fuertemente subjetivada e idealizada debido a la lejanía y a veces debido a la pérdida de las raíces nacionales. A partir de este hecho es posible

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postular que en él comienza a encarnar esa sensación de desarraigo que excede lo puramente territorial para proyectarse sobre la condición metafísica del poeta. Anderson Imbert dice que Heredia sufría el destierro como lírico más que como ciudadano (1967:208). Esta característica de su poesía tuvo desarrollos posteriores en tanto su obra termina demandando un clima de absoluta tranquilidad, quizá debido a la imposibilidad de constituirse como un ciudadano en el ejercicio pleno de sus derechos en un país determinado. Heredia representa así la figura del poeta que construye un yo lírico enajenado, ausente, pero paradójicamente individualista. El poema “En el teocalli de Cholula” cuya última versión aumentada data de 1835, es visible observar todos los talentos del poeta. Citemos a Anderson Imbert: “La melancolía, el espectáculo de las ruinas, la comparación del monumento con el volcán, la reflexión sobre la naturaleza y la historia y el sentimiento del tiempo indicaban una imaginación fresca. La percepción de cada matiz de color, de cada perfil de las cosas aparece con extraordinaria nitidez; y, sin embargo, esa descripción tan precisa que es como si nos regalara con un nuevo par de ojos, no es física: no hay realidad exterior sino la del alma en pena que contempla, se siente vivir y medita. El crepúsculo es un movimiento de sombras en la intimidad de una conciencia que se ha escapado de su tiempo” (210). En este poema es visible ya la inscripción del hablante lírico en el paisaje, supone el enclavamiento del yo que se explica a sí mismo a través de una naturaleza que lo sobrepasa, que lo abruma, pero que no deja de admirar.

José María Heredia

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En el teocalli de Cholula ¡Cuánto es bella la tierra que habitaban los aztecas valientes! En su seno en una estrecha zona concentrados con asombro se ven todos los climas que hay desde el Polo al Ecuador. Sus llanos cubren a par de las doradas mieses las cañas deliciosas. El naranjo y la piña y el plátano sonante, hijos del suelo equinoccial, se mezclan a la frondosa vid, al pino agreste, y de Minerva al árbol majestuoso. Nieve eternal corona las cabezas de lztaccíhuatl purísimo, Orizaba y Popocatépetl; sin que el invierno toque jamás con destructora mano los campos fertilísimos, do ledo los mira el indio en púrpura ligera y oro teñirse, reflejando el brillo del Sol en Occidente, que sereno en hielo eterno y perennal verdura a torrentes vertió su luz dorada, y vio a Naturaleza conmovida con su dulce calor hervir en vida. Era la tarde: su ligera brisa las alas en silencio ya plegaba y entre la hierba y arboles dormía, mientras el ancho sol su disco hundía detrás de Iztaccihuatl. La nieve eterna, cual disuelta en mar de oro, semejaba temblar en torno de él; un arco inmenso que del empíreo en el cenit finaba como espléndido pórtico del cielo de luz vestido y centelleante gloria, de sus últimos rayos recibía los colares riquísimos. Su brillo desfalleciendo fue: la blanca luna y de Venus la estrella solitaria en el cielo desierto se veían. iCrepúsculo feliz! Hora más bella que la alba noche y el brillante día, ¡cuánto es dulce tu paz al alma mía!

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5.2. Carlos Augusto Salaverry Carlos A. Salaverry es considerado como el mejor poeta lírico de la generación de románticos peruanos. Nacido en Piura en 1830, fecha clave para el movimiento, fue hijo de un caudillo nacionalista, el general Felipe S. Salaverry, cuya muerte por fusilamiento habría de ser un hecho decisivo en la vida del joven poeta. Aunque no fue criado por su madre biológica sino por su madrastra, doña Juana Pérez e Infantas, se sabe que tuvo una instrucción notable y que cumplió con el destino que todos los hijos de militares seguían entonces: abrazar la carrera castrense. A los 15 años pasa a integrar el Batallón Yungay. Desde ese momento, hasta que cumple casi los cuarenta años y escapa a Francia debido a un duelo y a constantes fracasos amorosos, comparte su vida militar con las demandas de la poesía. Permanece en Francia hasta 1878,año en que regresa a Lima. Luego apoya al gobierno de Francisco García Calderón durante la ocupación chilena. Sus últimos años los pasa en Paris a donde vuelve y en donde muere en 1891. Obra poética El segundo poemario de Salaverry, Diamantes y perlas de 1869 construye un universo en el que el poeta demanda sosiego y protección. Ante la fiereza de la realidad, ante la miseria del mundo y ante la propia condición humana que se observa despojada de amor, el hablante lírico busca sobreponerse, con peticiones, a un espectáculo desfavorable: la pobreza, la carencia de esa intensidad necesaria para vivir. Apelando a la identidad de un romántico como Salaverry resulta comprensible que los poemas adopten la forma de un refugio en el que es posible vivir lo que al poeta, en la realidad, le es negado. Por ello el carácter apelativo de los versos. Citemos el poema “Ilusión” incluido en Diamantes y perlas. Ilusión Venid a mí sonriendo y placenteras visiones que en la infancia he idolatrado ¡Oh recuerdos! ¡mentiras del pasado! ¡Oh esperanza! ¡mentiras venideras! Ya que huyen mis lozanas primaveras quiero ser por vosotros consolado en un mundo fantástico, poblado de delirios, de sombras de quimeras. Mostradle horrible la verdad desnuda a los que roben, de su ciencia ufanos

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a todo lo ideal su hermoso aliño; Pero apartadme de su estéril duda y aunque me cubra de cabellos canos dejadme siempre el corazón de un niño. Así como la pérdida de las esperanzas es poetizada, también el amor tiene lugar en la obra de Salaverry. En la primera recopilación de sus textos poéticos de 1858 Cartas a un ángel se incluyen textos como “Acuérdate de mí”. Este poema es una elegía en la medida en que el canto se convierte en un lamento motivado por el desengaño, por el recuerdo de una experiencia que se añora desde una conciencia devastada por el dolor. En este poema emblemático es admirable la manera cómo se combinan el desgarro personal y la expresión fina, cuidada, mesurada, contenida. El poema nos muestra a una conciencia afectada por la separación, por la distancia, por el dolor causado por el alejamiento del ser querido. El espacio del poema se convierte así en un medio para abreviar esa distancia, para apaciguar en la imaginación del hablante lírico el dolor de la adversidad. Sin embargo, este dolor, como se aprecia en el poema, es tratado románticamente, es decir, es idealizado, sublimado en imágenes compensatorias que permiten creer en que el sentimiento amoroso es capaz de vencer cualquier obstáculo. Acuérdate de mí ¡Oh, cuánto tiempo silenciosa el alma mira en redor su soledad que aumenta! Como un péndulo inmóvil, ya no cuenta las horas que se van, ni siente los minutos cadenciosos al golpe igual del corazón que adora, aspirando la magia embriagadora de tu amoroso afán. Ya no late, ni siente, ni aun respira petrificada el alma allá en lo interno: tu cifra en mármol con buril eterno queda grabada en mí. No hay queja al labio ni a los ojos llanto; muerto para el amor y la ventura, está en tu corazón mi sepultura, y el cadáver aquí.

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En este corazón ya enmudecido cual la ruina de un templo silencioso, vacío, abandonado, pavoroso, sin luz y sin rumor; embalsamadas ondas de armonía elevábanse un tiempo en sus altares, y vibraban melódicos cantares los ecos de tu amor. ¡Parece ayer! ... ¡De nuestros labios mudos el suspiro de ¡adiós! volado al cielo, y escondías la faz en tu pañuelo para mejor llorar! ¡Hoy! ... ¡Nos apartan los profundos senos de dos inmensidades que has querido, y es más triste y más hondo el de tu olvido que el abismo del mar! Pero ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio? ¿qué la distancia, ni los altos montes? ¿Ni qué son esos turbios horizontes que miro desde aquí, si al través del espacio y de las cumbres, de ese ancho mar y de ese firmamento, vuela por el azul mi pensamiento y vive junto a ti? ¡Si yo tus alas invisibles veo, te llevo dentro el alma, estás conmigo, tu sombra soy y dónde vas te sigo de tus huellas en pos! ¡Y en vano intentan que mi nombre olvides; nacieron nuestras almas enlazadas, y en el mismo crisol purificadas por la mano de Dios! Tu eres la misma aún: cual otros días suspéndese tus brazos de mi cuello; veo tu rostro apasionado y bello mirarme y sonreír; aspiro de tus labios el aliento

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como el perfume de claveles rojos, y brilla siempre en tus azules ojos mi sol, mi porvenir. Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido; mi nombre está en la atmósfera, en la brisa, y ocultas al través de tu sonrisa lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta, y a pesar tuyo por mi amor suspiras, y hasta el ambiente mismo que respiras te repite mi amor. ¡Oh! Cuando vea en la desierta playa, con mi tristeza y mi dolor a solas, el vaivén incesante de las olas, me acordare de ti; cuando veas que un ave solitaria cruza el espacio en moribundo vuelo, buscando un nido entre el mar y el cielo, ¡acuérdate de mí! Poesía gauchesca Una de las más extraordinarias manifestaciones de la poesía romántica hispanoamericana es la poesía gauchesca. Su universo está constituido por la sensibilidad y la cultura del gaucho de la zona del Río de la Plata. La poesía gauchesca se asocia, genésicamente, a la poesía de la emancipación. Se ha fijado el año 1812 como aquel en que empiezan a aparecer las primeras manifestaciones, en realidad coplas, de esta poésia. El contexto de la campaña militar del prócer José de Artigas sirve como telón de fondo para su producción. En estas coplas llamadas “cielitos”, debido a que este término se repetía como estribillo, tiene su aparición como personaje literario el gaucho, caracterizado como un solitario rebelde, hombre que encarna a la tierra y que persiste como un ejemplo de la alianza entre la naturaleza y los valores más nobles del ser humano. Es Bartolmé Hidalgó el primero en cultivar esta forma cuya procedencia se puede ligar a la tradición oral y que se constituye en un canto espontáneo, un canto de libertad, en medio de un contexto pre revolucionario. No es propiamente poesía patriotica, en el sentido que puede atribuirse a las odas o a los himnos que se generarán luego, pero su fuerza expresiva y su apoyo a la causa de la independencia lo ligan a esa poesía.

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La poesía gauchesca se formaliza en la copla, composición poética popular que puede darse en cuartetas, romances, redondillas u otras combinaciones breves. La tarea de los primeros versificadores como Hidalgo reside en que, sobre la base de ese formato, trabajan con referentes americanos a través de un lenguaje básicamente popular. Ganada la independencia, este tipo de poesía se emancipa de su carácter patriotico y se orienta a la consolidación de valores permanentes como el paisaje y la propia identidad gaucha. Este movimiento excede los límites de esta poesía fuertemente oral, de modo que se proyecta al campo de la academia culta que lo legitima como una práctica literaria prestigiosa en el contexto del romanticismo. Son representantes de esta poesía, los argentinos Ascasubi, autor de un notable poema narrativo Santos Vega y Estanislao del Campo; así como el uruguayo Lussich. Sumemos a estos nombres el de José Hernández, el más recordado de todos los de su generación gracias al poema Martín Fierro. 5.3. José Hernández José Hernández nació en Chacra de Puyrredón en 1834 y murió en 1886. Fue poeta y militar como muchos en su época y participó en varias batallas. Mencionemos las de Cepeda, Pavón y Ñaembé. Esta doble condición que, en estos tiempos, podría ser considerada contradictoria, era sin embargo complementaria pues alentaba la convivencia de intereses patriotas o políticos con los intereses de la pura expresión poética. Hernández, a diferencia de muchos novelistas románticos, era federalista, pero también un político que podía aceptar la necesidad de una reforma. Detrás de esa posición se encontraba la idea de que las provincias debían de ser autónomas y que por lo tanto en el interior del país debían seguir funcionando ciertas formaciones político regionales tradicionales. Entiéndase que este federalismo no suponía la suscripción ni la aceptación de modos feudales de existencia, pero sí el respeto de la autonomía política de ciertas comunidades como la gaucha que sustentaba su existencia precisamente en ese federalismo. En 1871 concluye un breve periodo conocido como la rebelión gaucha encabezada por el General Ricardo López Jordán. Este hecho propició el exilio de José Hernández al Brasil después de una derrota en la que la población gaucha quedó diezmada. Un año después publicará su obra magna, Martín Fierro.

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En los años subsiguientes, Hernández cumplió tareas como político en las que defendió, desde el periodismo y la curul, las posiciones federalistas, ya sin apoyo popular.


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Martín Fierro A diferencia de la poesía gauchesca previa al Martín Fierro, la de Hernández no busca ser remedo ni sátira, y menos ideario político. Renuncia, claro está, a acompañar con sus versos una gesta guerrera. Su propósito, más cercano a la prédica del romanticismo, se ajusta a la construcción de un héroe, de un ser singular, de un paradigma cultural y étnico: el gaucho de la pampa. El autor no tiene más que la fuerza de la voz y la presencia del personaje para construir un poema cuya autonomía artística, precisamente, se funda en esa espontaneidad que le dan los elementos naturales (el lenguaje sobre todo) de su propia vida. Por ello el autor se inscribe en el romanticismo, por esa necesidad de reconstruir un paisaje personal y natural a partir de la palabra que, en este caso, es tradición, leyenda, pero también vida. Como decía el propio Hernández: “pretendo presentar ese tipo original de las pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces y que al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo”. En el plano lingüístico, el poema se instala en el nivel coloquial de la lengua y busca registrar, a través de ciertos efectos, esa oralidad que se encuentra en todos los dialectos. La presencia de sinalefas (la unión de dos o más vocales al final de palabra y comienzo de la siguiente)en el poema, es uno de los recursos en los que se sustenta esa necesidad de trasladar al poema esa condición popular. La irrespetuosidad de la norma se observa en la reproducción de la forma en que el pueblo gaucho acentúa las palabras y también en la forma en que las pronuncia. El poema comienza con un lamento que tiene la forma de un canto. La forma versificada es consecuencia de esa naturalidad con la que, al gaucho, le brotan las coplas, de esa facilidad que el poeta ha asumido como un rasgo natural de su personalidad. El poema se publica en dos partes. La primera en 1872 y la segunda en 1879. Consta el poema de siete mil doscientos diez versos octosílabos. Las estrofas son de diverso tipo aunque predomina la sextina. Se ha apuntado que esta estrofa, en realidad, es una quintilla encabezada por un verso cuya independencia se evidencia porque no busca rimar con otro verso. Otras formas estróficas empleadas son los romances, las seguidillas y las redondillas. La primera parte del poema podría titularse “El gaucho Martín Fierro” y nos presenta al personaje envuelto en una dinámica violenta: de un estado de apacibilidad natural el personaje es arrancado y trasladado, por la violenta leva, a los cuarteles. Allí, vive el abuso de quienes lo maltratan y lo humillan. Ante esta situación decide rebelarse y desertar. Al regresar a su casa encuentra que ésta ha sido destruida y que su familia ha tenido que huir a un lugar desconocido. La venganza, entonces, no se hace esperar. Martín Fierro asume una nueva identidad, la del matador, la del asesino. La policía lo persigue y lo enfrenta; en ese estado gana a un aliado, el sargento Cruz quien desarrolla una admiración

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por él. Hacia el final de esta primera parte ambos pasan la frontera y se pierden en el desierto en el que viven los indios. La segunda parte que trata sobre el regreso de Martín Fierro, se inicia con otro conflicto que enfrenta al personaje principal con los indios. Éstos toman de rehenes a Cruz y a Fierro y los mantienen separados por dos años. En ese escenario se produce una epidemia que diezma a gran parte de la población e incluso a Cruz. Fierro vuelve a enfrentarse con los indios, mata a uno y tiene que huir. Atraviesa el desierto, pero esta vez lleva consigo a una prisionera. Al regresar se entera que sus antiguos perseguidores lo han indultado. A todo esto han pasado diez años de su vida, momento en el que por fin puede reunirse con dos de sus hijos quienes por su lado nos van informando de sus propios infortunios. Hacia el final, un nuevo duelo se le presenta a Fierro, pero el enfrentamiento no se da. El poema se cierra con la separación de la familia y con los consejos que le da a sus hijos, consejos llenos de esperanza y no de amargura y menos de resignación. A partir de este argumento podemos llegar a algunas conclusiones: El personaje encarna, por sus acciones, un espíritu imbatible e indomable que lucha contra las fuerzas que intentan coactar su libertad. Corajudo, valiente, dispuesto a morir, el gaucho se nos presenta como un ser íntegro aunque bestial. Primitivo y básico pero, sobre todas las cosas, digno. La forma del poema La elección del tipo de estrofa y su tratamiento en Martín Fierro supone un elemento que se aparta de la tradición clásica. Sumemos a esto el hecho de que cada una de las estrofas del poema busca su propia independencia en la medida en que puede leerse al margen de las demás, como si cada una de ellas fuese un breve canto. Como dijimos, el autor utiliza la sextina cuya rima a b b c c b le otorga a cada estrofa una sonoridad narrativa, la sonoridad propia de una narración a pesar de que los versos estén rimados, excepto el primero que hace la tarea de una introducción. Al parecer esta elección no es gratuita porque es la estrofa que le permite al poeta cantar épicamente. Al iniciar cada estrofa, el primer verso introduce el tema o la idea central. Los tres siguientes versos lo desarrollan y los dos últimos concluyen con la mención de algún aspecto de ese tema o idea que puede configurarse mediante una sentencia y pocas veces en un refrán. En la primera estrofa del poema, por ejemplo, se anuncia la acción de cantar y al final se concluye con la idea de que cantar consuela. Este proceder le otorga al poema una densidad conceptual y cómo no, filosófica.

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El Gaucho Martín Fierro I Aquí me pongo a cantar al compás de la vihuela, que el hombre que lo desvela una pena estraordinaria como el ave solitaria con el cantar se consuela. Pido a los Santos del Cielo que ayuden mi pensamiento: les pido en este momento que voy a cantar mi historia me refresquen la memoria y aclaren mi entendimiento. Vengan Santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda y se me turba la vista; pido a Dios que me asista en una ocasión tan ruda. Yo he visto muchos cantores, con famas bien obtenidas, y que después de adquiridas no las quieren sustentar: parece que sin largar se cansaron en partidas. Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar; nada lo hace recular ni los fantasmas lo espantan, y dende que todos cantan yo también quiero cantar. Cantando me he de morir cantando me han de enterrar,

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y cantando he de llegar al pie del eterno padre: dende el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar. Que no se trabe mi lengua ni me falte la palabra: el cantar mi gloria labra y poniéndome a cantar, cantando me han de encontrar aunque la tierra se abra. Me siento en el plan de un bajo a cantar un argumento: como si soplara el viento hago tiritar los pastos; con oros, copas y bastos juega allí mi pensamiento. Yo no soy cantor letrao, mas si me pongo a cantar no tengo cuándo acabar y me envejezco cantando: las coplas me van brotando como agua de manantial. Con la guitarra en la mano ni las moscas se me arriman, naides me pone el pie encima, y cuando el pecho se entona, hago gemir a la prima y llorar a la bordona. Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno; siempre me tuve por güeno y si me quieren probar, salgan otros a cantar y veremos quién es menos. No me hago al lao de la güeya aunque vengan degollando, con los blandos yo soy blando

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y soy duro con los duros, y ninguno en un apuro me ha visto andar tutubiando. En el peligro, ¡qué Cristos! el corazón se me enancha, pues toda la tierra es cancha, y de eso naides se asombre: el que se tiene por hombre ande quiere hace pata ancha. Soy gaucho, y entiendaló como mi lengua lo esplica: para mí la tierra es chica y pudiera ser mayor; ni la víbora me pica ni quema mi frente el sol Nací como nace el peje en el fondo de la mar; naides me puede quitar aquello que Dios me dio lo que al mundo truje yo del mundo lo he de llevar. Mi gloria es vivir tan libre como el pájaro del cielo: no hago nido en este suelo ande hay tanto que sufrir, y naides me ha de seguir cuando yo remuento el vuelo. Yo no tengo en el amor quien me venga con querellas; como esas aves tan bellas que saltan de rama en rama, yo hago en el trébol mi cama, y me cubren las estrellas. Y sepan cuantos escuchan de mis penas el relato,

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que nunca peleo ni mato sino por necesidá, y que a tanta alversidá sólo me arrojó el mal trato Y atiendan la relación que hace un gaucho perseguido, que padre y marido ha sido empeñoso y diligente, y sin embargo la gente lo tiene por un bandido Narrativa del romanticismo 5.4. La novela romántica Los años cuarenta del siglo XIX son testigos de la aparición de las primeras novelas románticas en Hispanoamérica. Es cierto que esta aparición se articula al romanticismo europeo surgido a finales del XVIII, pero en nuestro caso son las condiciones históricas y políticas y el desarrollo de nuestras capas intelectuales las que precipitan su eclosión. El escenario es propicio para este acontecimiento literario. En medio de los primeros esbozos de nación trazados por las nuevas repúblicas, los caudillos y dictadores hacen su aparición polarizando la sociedad, imponiendo sus modos incivilizados y dejando a su paso una estela de muerte y destrucción. Esta inestabilidad social y política que se debate entre la negación del pasado y la construcción del futuro, le otorga a novelas como Amalia o María esa profundidad histórica esencial en este tipo de textos. Como se sabe, la eliminación de formas de relación económica feudales es motivo de luchas intestinas en nuestros países. En un contexto en que Hispanoamérica se resiste a cambiar, el poder que sustenta los grandes latifundios y la proterva alianza del Estado y la Iglesia, lucha por mantener su vigencia a costa de todo. En este escenario las corrientes políticas, dada una insalvable oposición, fomentan un estado de anarquía en que ningún grupo logra legitimar sus intereses ni una propuesta sólida frente a ese monstruo que es la formación de una nación. De otro lado, en el intento de formar esas ansiadas naciones, la novela romántica funda sus intereses en aquello que puede resultar inmarcesible, inmutable y característico del continente. Por eso reflejan el paisaje, las costumbres, los tipos humanos, elementos confiables, raíces en las que se puede fijar la nacionalidad. Por todo los dicho, la novela romántica puede leerse como el escenario de esa gran conflictividad política y social de la época. En ella, es posible leer la diversidad de la posiciones políticas enfrentadas, las continuas y a veces ridículas revoluciones, el carácter

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nacionalista de las empresas que se llevan adelante; todo en medio de una atención a las preocupaciones del presente que no desligan el discurso romántico del pasado. Una pregunta, sin embargo, queda pendiente: ¿qué es lo que permite la eclosión de la novela como género entre nosotros? Lo objetivo es que, a diferencia de las manifestaciones novelísticas previas, aisladas y de poco valor, las del romanticismo consolidan la practica sostenida de la novela entre nosotros. Con este movimiento puede postularse el primer gran momento de la novela en Hispanoamérica. Tipos de novela romántica Para esta tipología hemos considerado oportuno seguir la clasificación hecha por Mirta Yánez en su excelente compilación sobre la novela romántica (ver bibliografía). Esta tipología se sostiene en “las relaciones estrechas entre los fundamentos económicos y políticos, y sus repercusiones en la literatura”(1978: 13). En primer término mencionemos a la novela romántica social, representada por Sab, la primera novela de este tipo publicada en 1841-1842 de Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cuba, 1814-1873). La novela ensayo , representada por Facundo (1845)de Domingo Faustino Sarmiento (Argentina 1811-1888), también conocida como, Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. La novela política, cuya mayor expresión romántica es la Amalia (1855) de José Mármol (Argentina 1817-1871). Tenemos María, la novela romántica sentimental por antonomasia escrita por Jorge Isaacs (Colombia 1837-1895). La novela romántica de carácter histórico es representada por Enriquillo (1882) de Manuel Jesús Galván (Santo Domingo 1834-1910). La novela romántico costumbrista El zarco (1901) de Ignacio Manuel Altamirano (México 1834-1893). Principales exponentes de la novela romántica hispanoamericana 5.4.1. Domingo Faustino Sarmiento Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) inicia, en su condición de político, educador y escritor, la tradición de los presidentes novelistas en Hispanoamérica. En efecto, entre 1868-1874, nuestro autor, ejerce la presidencia de Argentina, después de vencer a Bartolomé Mitre, en un momento en que las clases medias empiezan a asentarse en ese país.

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Sarmiento había nacido en 1811 en San Juan y pertenecía a una familia en la que el padre, soldado del ejército, combatió bajo las órdenes del libertador José de San Martín. Por ello fue también subteniente de la armada apoyando en su momento las posiciones liberales cuando la Guerra Civil estalló en su país. Exiliado a Chile en los años que corren de 1831 a 1836, durante el primer gobierno del dictador Juan Manuel de Rosas, trabajó como docente. En 1840, después del exilio, es apresado nuevamente debido a su oposición a la dictadura. En ese momento Sarmiento decide vivir en Santiago de Chile. Como muchos que sufren ese castigo, de inmediato se ocupa de desarrollar una labor de denuncia y resistencia al gobierno dictatorial instalado en su país. A partir de mediados de 1845 empieza a aparecer por entregas en el diario El Progreso su novela ensayo Facundo. Polémica, renovadora, violenta e imaginativa, esta novela es uno de los mejores alegatos contra las dictaduras hispanoamericanas. La labor de este escritor siempre se vio complementada con la tarea de educador y de político. Sus viajes auspiciados por el gobierno de Chile para que investigase los sistemas educativos norteamericano y europeo tuvo como consecuencia una serie de libros en los que ya se observa ese eje que será central en su reflexión a lo largo de su vida: la civilización y la barbarie. En 1852 participa en la batalla de Caseros junto a las fuerzas de Justo José de Urquiza. Esa batalla determinó el final de la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Tras desarrollar labores educativas como profesor universitario y políticas como senador, nuevamente en Argentina, decide postular a la presidencia de su país en 1868 ganando las elecciones frente a Mitre. La historia dice que tuvo un gobierno exitoso cuya característica central fue la inmensa fe depositada en la idea de que la educación era la clave para la instalación de la democracia. Domingo Faustino Sarmiento

A partir de 1875 Sarmiento se dedica de lleno a la educación y al periodismo. Ese año es nombrado director general de las escuelas públicas de Buenos Aires. El 11 de septiembre de 1888 la muerte lo encuentra en la capital paraguaya en donde asesoraba al gobierno en cuestiones educativas.

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Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga Esta novela híbrida, mezcla de ensayo y ficción, es uno de los testimonios más aleccionadores de la forma en que el discurso novelístico puede verse afectado por las urgencias de una sociedad en proceso de transformación. La novela en sí misma es una propuesta cuyo discurso, fundamentalmente literario, incorpora elementos históricos y sociológicos para lograr el objetivo de informar y convencer a un público ansioso de respuestas. El título completo de la obra es Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Pero, ¿quién es Juan Facundo Quiroga? Es un modelo de caudillo que sirve a Sarmiento para liquidar esta nefasta figura de nuestra historia contemporánea. En la vida de este caudillo el autor concentra todos los defectos del poder y los asocia a la barbarie, al abuso, a la violencia. A pesar de todo el libro se abre a la esperanza, a la civilización que es el futuro, a la promesa por cumplir. El autor divide el libro, en la primera edición, en dos partes, pero como sostiene Alberto Palcos “en los hechos consta de tres. En la primera describe a la pampa y a los tipos que engendra. Lo hace intuitivamente: nunca había estado en la Pampa. En su niñez sólo llegó hasta San Luis y Córdoba. (...) Llena la segunda parte del libro la dramática narración de la vida de Quiroga: adquiere un relieve único. Sabrosas anécdotas lo presentan de cuerpo entero. Además de pintor, Sarmiento es el psicólogo de Quiroga. Parece como insinuarse entre los más escondidos repliegues de su alma.(...) Al caudillo lo explica el medio geográfico e histórico en que actúa. (...) En la tercera parte el tono lírico se apodera del autor: habla del porvenir argentino. No importa que un Quiroga más astuto haya sojuzgado a la patria. Sus días están contados. (...) Mientras le reprocha todo lo que pudo hacer y no hizo, traza el firme programa del nuevo gobierno.(...) Y desfilan luminosamente los puntos de oro de aquel programa: régimen constitucional, libertad de los ríos interiores, atracción de las corrientes inmigratorias, difusión de la enseñanza primaria...” (1978: 255-259). Como hemos podido apreciar por las referencias a Facundo, es inevitable postular su carácter ficcional. Más recreación que registro objetivo, más ficción que realidad, este libro ha sido leído como un texto que “escapa a toda clasificación”, pero este aserto sería insuficiente. Hay procedimientos que permiten postular el carácter novelístico de la obra. La fuerte subjetivación de las figuras o paisajes provenientes de lo real (me refiero a la recreación de una pampa nunca vista por el autor) y la reconstrucción idealizada (por información recibida indirectamente a través de testimonios) de una biografía que sirve como contraejemplo o ejemplo negativo a un proyecto de reconstrucción nacional, son las muestras de un proceder literario antes que sociológico. Pero eso no es todo, discursivamente el libro de Sarmiento no busca, como los libros de sociología o historia, demostrar una verdad. Lo que en realidad hace es persuadir con la expresión, con la belleza de la forma, con la anécdota, con el hecho literaturizado, ficcionalizado. Facundo es una historia de vida, es la narración de una vida marcada por lo azaroso e injusto que es

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el destino, por la forma en que éste puede influir negativamente en un hombre. El autor por ello busca conmover, emocionar y, sobre todo, producir la indignación del lector.

Fragmento de Facundo Media entre las ciudades de San Luís y San Juan un dilatado desierto, que, por su falta completa de agua, recibe el nombre de travesía. El aspecto de aquellas soledades es, por lo general, triste y desamparado, y el viajero que viene del oriente no pasa la última represa o aljibe de campo sin proveer sus chifles, de suficiente cantidad de agua. En esta travesía tuvo lugar, una vez, la extraña escena que sigue: Las cuchilladas, tan frecuentes entre nuestros gauchos, habían forzado, a uno de ellos, a abandonar precipitadamente la ciudad de San Luís, y ganar la travesía a pie, con la montura al hombro, a fin de escapar de las persecuciones de la justicia. Debían alcanzarlo dos compañeros, tan luego como pudieran robar caballos para los tres. No eran, por entonces, sólo el hambre o la sed los peligros que le aguardaban en el desierto aquel, que un tigre cebado andaba hacía un año siguiendo los rastros de los viajeros, y pasaban ya de ocho los que habían sido víctimas de su predilección por la carne humana. Suele ocurrir, a veces, en aquellos países en que la fiera y el hombre se disputan el dominio de la naturaleza, que éste cae bajo la garra sangrienta de aquélla: entonces, el tigre empieza a gustar de preferencia su carne, y se llama cebado cuando se ha dado a este nuevo género de caza, la caza de hombres. El juez de la campaña inmediata al teatro de sus devastaciones convoca a los varones hábiles para la correría, y bajo su autoridad y dirección se hace la persecución del tigre cebado, que rara vez escapa a la sentencia que lo pone fuera de la ley. Cuando nuestro prófugo había caminado cosa de seis leguas, creyó oír bramar el tigre a lo lejos, y sus fibras se estremecieron. Es el bramido del tigre un gruñido como el del cerdo, pero agrio, prolongado, estridente, y que, sin que haya motivo de temor, causa un sacudimiento involuntario en los nervios, como si la carne se agitara, ella sola, al anuncio de la muerte. Algunos minutos después, el bramido se oyó más distinto y más cercano; el tigre venía ya sobre el rastro, y sólo a la larga distancia se divisaba un pequeño algarrobo. Era preciso apretar el paso, correr, en fin, porque los bramidos se sucedían con más frecuencia, y el último era más distinto, más vibrante que el que le precedía. Al fin, arrojando la montura a un lado del camino, dirigióse el gaucho al árbol que había divisado, y no obstante la debilidad de su tronco, felizmente bastante elevado, pudo trepar a su copa y mantenerse en una continua oscilación, medio oculto entre el ramaje. Desde allí pudo observar la escena que tenía lugar en el camino: el tigre marchaba a paso precipitado, oliendo el suelo y bramando con más frecuencia, a medida que sentía la proximidad de su presa. Pasa adelante del punto en que ésta se había separado del camino y pierde el rastro; el tigre se enfurece, remolinea, hasta que divisa la montura,

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que desgarra de un manotón, esparciendo en el aire sus prendas. Más irritado aún con este chasco, vuelve a buscar el rastro, encuentra al fin la dirección en que va, y levantando la vista, divisa a su presa haciendo con el peso balancearse el algarrobillo, cual la frágil caña cuando las aves se posan en sus puntas. Desde entonces ya no bramó el tigre: acercábase a saltos, y en un abrir y cerrar de ojos, sus enormes manos estaban apoyándose a dos varas del suelo, sobre el delgado tronco, al que comunicaban un temblor convulsivo, que iba a obrar sobre los nervios del mal seguro gaucho. Intentó la fiera dar un salto, impotente; dio vuelta en torno del árbol midiendo su altura con ojos enrojecidos por la sed de sangre, y al fin, bramando de cólera, se acostó en el suelo, batiendo, sin cesar, la cola, los ojos fijos en su presa, la boca entreabierta y reseca. Esta escena horrible duraba ya dos horas mortales: la postura violenta del gaucho y la fascinación aterrante que ejercía sobre él la mirada sanguinaria, inmóvil, del tigre, del que por una fuerza invencible de atracción no podía apartar los ojos, habían empezado a debilitar sus fuerzas, y ya veía próximo el momento en que su cuerpo extenuado iba a caer en su ancha boca, cuando el rumor lejano de galope de caballos le dio esperanza de salvación. En efecto, sus amigos habían visto el rastro del tigre y corrían sin esperanza de salvarlo. El desparramo de la montura les reveló el lugar de la escena, y volar a él, desenrollar sus lazos, echarlos sobre el tigre, empacado y ciego de furor, fue la obra de un segundo. La fiera, estirada a dos lazos, no pudo escapar a las puñaladas repetidas con que, en venganza de su prolongada agonía, le traspasó el que iba a ser su víctima. “Entonces supe lo que era tener miedo”, decía el general don Juan Facundo Quiroga, contando a un grupo de oficiales este suceso. También a él le llamaron Tigre de los Llanos, y no le sentaba mal esta denominación, a fe, la frenología o la anatomía comparadas, han demostrado, en efecto, las relaciones que existen entre las formas exteriores y las disposiciones morales, entre la fisonomía del hombre y de algunos animales a quienes se asemeja en su carácter. Facundo, porque así le llamaron largo tiempo los pueblos del interior, el general don Facundo Quiroga, el excelentísimo brigadier general don Juan Facundo Quiroga, todo eso vino después cuando la sociedad lo recibió en su seno y la victoria lo hubo coronado de laureles. Facundo, pues, era de estatura baja y fornido, sus anchas espaldas sostenían sobre un cuello corto una cabeza bien formada, cubierta de pelo espesísimo, negro y ensortijado. Su cara, poco ovalada, estaba hundida en medio de un bosque de pelo, a que correspondía una barba igualmente crespa y negra, que subía hasta los pómulos bastante pronunciados para descubrir una voluntad firme y tenaz. Sus ojos negros, llenos de fuego y sombreados por pobladas cejas, causaban una sensación involuntaria de terror en aquellos en quienes alguna vez llegaban a fijarse, porque Facundo no miraba nunca de frente, y por hábito, por arte, por deseo de hacerse siempre temible, tenía de ordinario la cabeza siempre inclinada, y miraba por entre las cejas, Por lo demás, su fisonomía era regular, y el pálido moreno de su tez sentaba bien a las sombras espesas en que quedaba encerrada.

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Facundo Quiroga fue hijo de un sanjuanino de humilde condición, pero que avecindado en los Llanos de la Rioja, había adquirido en el pastoreo una regular fortuna. En 1799 fue enviado Facundo a la patria de su padre a recibir la educación limitada que podía adquirirse en las escuelas: leer y escribir En la casa de sus huéspedes, jamás se consiguió sentarlo a la mesa común; en la escuela era altivo, huraño y solitario; no se mezclaba con los demás niños sino para encabezar actos de rebelión, y para darles de golpes. El magister, cansado de luchar con este carácter indomable, se provee una vez de un látigo nuevo y duro, y enseñándolo a los niños aterrados : “éste es, les dice, para estrenarlo en Facundo”. Facundo, de edad de once años, oye esta amenaza y al día siguiente la pone a prueba. No sabe la lección, pero pide al maestro que se la tome en persona porque el pasante le quiere mal. El maestro condesciende; Facundo comete un error, comete dos, tres, cuatro; entonces el maestro hace uso del látigo; y Facundo, que todo lo ha calculado, hasta la debilidad de la silla en que su maestro está sentado, dale una bofetada, vuélcalo de espaldas, y entre el alboroto que esta escena suscita, toma la calle y va a esconderse entre ciertos porrones de una viña, de donde no se le saca sino después de tres días. ¿No es ya el caudillo que va a desafiar más tarde a la sociedad entera? Cuando llega a la pubertad, su carácter toma un tinte más pronunciado. Cada vez más sombrío, más imperioso, más selvático, la pasión del juego, la pasión de las almas rudas que necesitan fuertes sacudimientos para salir del sopor que las adormeciera, domínalo irresistiblemente a la edad de quince años. Desde que llega a la edad adulta, el hilo de su vida se pierde en un intrincado laberinto de vueltas y revueltas por los diversos pueblos vecinos; oculto unas veces, perseguido siempre, jugando, trabajando en clase de peón, dominando todo lo que se le acerca y distribuyendo puñaladas.

5.4.2. José Mármol José Mármol nacido en Argentina en 1817 es considerado como uno de los representantes del romanticismo hispanoamericano debido a la escritura de su novela política Amalia, publicada en 1855. De vida azarosa, pobre y a menudo marcada por el exilio, Mármol puede ser considerado como un luchador político, “oficio” que lo conduciría a los 23 años al destierro en Montevideo. Allí permanecerá doce años en los que, como los desterrados, emprende varios proyectos relacionados como la literatura (la influencia de los románticos españoles y franceses es notable en él) y la publicación de periódicos (de combate contra el dictador Rosas). En el exilio también publica su fa-

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mosa novela. Lo hace a través de la forma del folletín por entregas, en su periódico La semana. Cuando se instala nuevamente en Buenos Aires se integra al gobierno del general Urquiza quien venía de derrotar al dictador Rosas en febrero de 1852. Como diplomático de ese gobierno, cumple las tareas propias del cargo en Bolivia y Chile. Desde 1858 hasta 1871, año en que muere, cumple con las tareas de director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Amalia En principio cabría decir que Amalia es una novela de reconstrucción histórica. El periodo reconstruido es un momento álgido de la historia argentina: el año 1840 bajo la dictadura de Juan Manuel Rosas. El hilo conductor es una historia de amor, pero la lucha entre los unitarios y los federales y la cerrada persecución que éstos últimos realizan contra aquellos, es el eje de esta historia en la que los planos interiores y privados y los grandes escenarios de una nueva épica se combinan para ofrecernos un cuadro bastante acertado de una gran crisis política y social. Como si se tratara de una crónica anunciada, la redacción de Amalia coincide con el fin de la dictadura de Juan Manuel Rosas. Vale la pena reparar en este aspecto de la creación de la novela porque nos permite entender los modos en que los escritores de la época concebían a la escritura narrativa. En principio, como en el caso de la novela Facundo, ésta de Mármol se escribe también apelando al fragmento, a la progresión de la novela por entregas. Su publicación se realiza entre abril de 1851 y febrero de 1852, año en que cae Rosas. Al parecer este modo de publicación, que se prolongará hasta bien entrado el siglo XX, permite explotar los efectos buscados por el escritor en los niveles que comporta el argumento en cuyo centro, como en este caso, se encuentra una novela de amor. Parece, también, que las expectativas de la actualidad son convocadas en el texto, de modo que este se convierte en una crónica de acontecimientos en la que todos se pueden reconocer a pesar de que los hechos referidos datan de más de una época atrás. Es más, hay constancia de que algunos datos de la caída de Rosas, fueron incorporados en la novela. Amalia concentra todos los valores de la novela romántica: explota el efecto de las acciones en el lector, es fuertemente subjetiva, apela al hecho histórico, su estructura polar dinamiza los acontecimientos, se ceba en algunos lugar comunes y sus personajes tienden a ser esquemáticos dada la posición que ocupan en la sociedad. Estos valores se combinan para vehiculizar una serie de contenidos políticos: la persecución de los unitarios por los federales o el ejercicio terrorista de la mazorca, organización

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creada con la finalidad de expulsar a los intelectuales y a los unitarios argentinos al exilio. La historia de la novela se centra en un conflicto: la imposición del federalismo con el propósito de desarticular el poder y la influencia de la naciente burguesía comercial de las ciudades. En la novela es visible la lucha de las fuerzas retardatarias contra las modernizadoras. La alianza del poder de Rosas con el capital inglés, con los caudillos de provincia, con las posiciones conservadoras porteñas se enfrenta a las posiciones unitaristas de Daniel Bello, de Eduardo Belgrano, de la propia Amalia. La novela se complejiza aún más con un escenario en el que se desarrolla una guerra civil y una serie de acciones de guerra y de persecución que afectan directamente la vida de los personajes principales. De este modo las relaciones amorosas de Daniel y Florencia y Eduardo y Amalia, sufren una fuerte convulsión. Mencionemos sin embargo que la novela se expande gracias a hechos históricos como los movimientos del general Lavalle y su llegada a Buenos Aires y las condiciones que rodean a los exiliados en Uruguay como el propio Mármol. Personaje principales de Amalia Destaquemos en primer término la presencia del dictador Juan Manuel Rosas cuyo objetivo, a lo largo de toda la novela, es implantar el terror y destruir la iniciativa unitarista. Como aliada táctica tenemos a María Josefa Escurra, cuñada del dictador, cuya siniestra presencia se justifica en tanto constituye el agente que posibilita la represión y la tortura a la que son sometidos los opositores al régimen. Sirven a los federales Corvalán, Victorica, Mariño y a los asesinos de la mazorca. En el campo de los unitaristas tenemos la preclara figura de Daniel Bello y a su pareja Florencia (sus nombres simbólicamente refieren significados renovadores) cuya función de soporte a lo largo de la novela permite a la pareja Eduardo Belgrano y Amalia Sáenz sortear muchos peligros. No olvidemos a Pedro ni a Luisa. Los personajes, de otro lado, son los que encarnarán los principios en los que se funda la gran controversia de la novela. Destaquemos algunos ejes de oposición básicos planteados. El primero es el de civilización y barbarie del que se desprenden los demás como libertad y esclavitud, santidad o maldad, justicia o inequidad. En el plano de la experiencia los personajes viven situaciones extremas: esperanzadesesperanza o amor-odio. El argumento de Amalia La novela se inicia con la persecución a los unitarios que buscan huir de Argentina a bordo de un barco ballenero. En la reyerta, Eduardo Belgrano es herido y conducido

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por Daniel Bello a la casa de su prima Amalia Sáenz, la que luego sería el gran amor de Eduardo. Este hecho inicial funda el conflicto general de la narración que se enmarca en la gran disputa política entre federales y unitarios. La necesidad de mantener a salvo a Eduardo de los peligros de la represión es determinante para el desencadenamiento de la persecución y permite el ingreso de la totalidad de los personajes involucrados y sus conflictos en este nivel de la historia. Digamos, pues, que esta primera parte el narrador se ocupa de instalar todo el horizonte social comprometido. En la segunda parte los cuadros y retratos personales como el de Amalia y Eduardo se despliegan para informarnos de sus vidas y de sus relaciones amorosas. A contracorriente de los sucesos que se desarrollan en un plano público social, en esta parte se rearticula el universo de los unitarios y se viven momentos de felicidad con la declaración de amor de Eduardo a Amalia y el restablecimiento de este último. En el tercer capítulo se produce el viaje de Daniel Bello a Uruguay. Es el momento en que la dictadura se ceba más violentamente contra los unitarios. Persecuciones y identificaciones de víctimas como Eduardo ponen en la mira a Amalia quien en este sección de la novela sufre los embates de los esbirros de Victorica quienes la someten a vejaciones y atropellos. En la cuarta parte se produce el cerco a Amalia y Eduardo quienes se convierten en los sujetos de la represión dictatorial, en el centro que permite fijar todo el odio de los federales. Luego de huir de la solariega Casa Sola en la que vivieron momentos de felicidad, los amantes se refugian en la Quinta de Barracas en donde, contra todo pronóstico, logran casarse. Sin embargo son nuevamente ubicados y acribillados por obra de la mafia de la mazorca. Las escenas finales de la novela nos presentan un cuadro de terrible dolor en los que vemos a Eduardo, a Amalia y a Pedro finalmente muertos. Fragmento del inicio de Amalia

Traición El 4 de mayo de 1840, a las diez y media de la noche, seis hombres atravesaban el patio de una pequeña casa de la calle de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires. Llegados al zaguán, oscuro como todo el resto de la casa, uno de ellos se detiene, y dice a los otros: -Todavía una precaución más. -Y de ese modo no acabaremos de tomar precauciones en toda la noche -contesta otro de ellos, al parecer el más joven de todos, y de cuya cintura pendía una larga espada

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medio cubierta por los pliegues de una capa de paño azul que colgaba de sus hombros. -Por muchas que tomemos, serán siempre pocas -replica el primero que había hablado-. Es necesario que no salgamos todos a la vez. Somos seis; saldremos primeramente tres, tomaremos la vereda de enfrente, un momento después saldrán los tres restantes, seguirán esta acera, y nuestro punto de reunión será la calle de Balcarce, donde cruza con la que llevamos. -Bien pensado. -Sea, yo saldré delante con Merlo, y el señor -dijo el joven de la espada a la cintura, señalando al que acababa de hacer la indicación. Y, diciendo esto, tiró el pasador de la puerta, la abrió, se embozó en su capa, y atravesando a la acera opuesta con los personajes que había determinado, enfiló la calle de Belgrano, con dirección al río. Los tres hombres que quedaban salieron dos minutos después, y luego de haber cerrado la puerta, tomaron la misma dirección que aquéllos, por la acera prefijada. Después de caminar en silencio algunas cuadras, el compañero del joven que conocemos por la distinción de una espada a la cintura, dijo a éste, mientras aquel otro, a quien habían llamado Merlo, marchaba adelante embozado en su poncho: -Es triste cosa, amigo mío! Esta es la última vez quizá que caminamos por las calles de nuestro país. Emigramos de él para incorporarnos a un ejército que habrá de batirse mucho, y Dios sabe qué será de nosotros en la guerra. -Demasiado conozco esa verdad, pero es necesario dar el paso que damos... Sin embargo -continuó el joven, después de algunos segundos de silencio-, hay alguien en este mundo de Dios que cree lo contrario que nosotros. -¿Cómo lo contrario? -Es decir, que piensa que nuestro deber de argentinos es el de permanecer en Buenos Aires. -¿A pesar de Rosas? -A pesar de Rosas. -¿Y no ir al ejército? -Eso es. -Bah, ése es un cobarde o un mazorquero! -Ni lo uno ni lo otro. Al contrario, su valor raya en temeridad y su corazón es el más puro y noble de nuestra generación. -Pero, ¿qué quiere que hagamos entonces? -Quiere -contestó el joven de la espada- que todos permanezcamos en Buenos Aires, porque el enemigo a quien hay que combatir está en Buenos Aires, y no en los ejércitos, y hace una hermosísima cuenta para probar que menos número de hombres moriremos en las calles el día de una revolución, que en los campos de batalla en cuatro o seis

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meses, sin la menor probabilidad de triunfo... Pero dejemos esto, porque en Buenos Aires el aire oye, la luz ve, y las piedras o el polvo repiten luego nuestras palabras a los verdugos de nuestra libertad. El joven levantó al cielo unos grandes y rasgados ojos negros, cuya expresión melancólica se avenía perfectamente con la palidez de su semblante, iluminado con la hermosa luz de los veintiséis años de la vida. A medida que la conversación se había animado sobre aquel tema y se aproximaban a las barrancas del río, Merlo acortaba el paso, o parábase un momento para embozarse en el poncho que lo cubría. Llegados a la calle de Balcarce: -Aquí debemos esperar a los demás -dijo Merlo. -¿Está usted seguro del paraje de la costa en que habremos de encontrar la ballenera? -preguntóle el joven. -Muy seguro -contestó Merlo-. Yo me he comprometido a ponerlos a ustedes en ella, y sabré cumplir mi palabra como han cumplido ustedes la suya, dándome el dinero convenido; no para mí, porque yo soy tan buen patriota como cualquiera otro, sino para pagar los hombres que los han de conducir a la otra banda ¡y ya verán ustedes qué hombres son! Clavados estaban los ojos penetrantes del joven en los de Merlo, cuando alcanzaron la comitiva los tres hombres que faltaban. -Ahora es preciso no separarnos más -dijo uno de ellos-. Siga usted adelante, Merlo, y condúzcanos. Merlo obedeció, en efecto, y siguiendo la calle de Venezuela, dobló por la callejuela de San Lorenzo, y bajó al río, cuyas olas se escurrían tranquilamente sobre el manto de esmeralda que cubre de ese lado las orillas de Buenos Aires. La noche estaba apacible, alumbrada por el tenue rayo de las estrellas, y una fresca brisa del sur empezaba a dar anuncio de los próximos fríos del invierno. Al escaso resplandor de las estrellas se descubría el Plata, desierto y salvaje como la Pampa, y el rumor de sus olas, que se desenvolvían sin violencia y sin choque sobre las costas planas, parecía más bien la respiración natural de ese gigante de la América, cuya espalda estaba oprimida por treinta naves francesas en los momentos en que tenían lugar los sucesos que relatamos.

5.4.3. Jorge Isaacs Jorge Isaacs, el más reputado novelista del romanticismo hispanoamericano nació en Cali, Colombia, en 1837 y escribió su famosa novela María a los treinta años. Su vida no fue muy larga pues falleció a los 58 años en 1895.

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Al parecer su experiencia de vida fue crucial en la escritura de su novela pues es visible la presencia de una fuerte paisajística relacionada con el Valle del Cauca y con los ambientes de la hacienda “El paraíso” en donde paso su infancia. Isaacs provenía de una rica familia de origen judío británica que se mudó desde Jamaica al país sudamericano. En realidad, era hijo de un judío converso y de madre española. Sus biógrafos, sin embargo, refieren que la guerra del Cauca (1860-1863), en la que él participó como soldado, dejó a su familia en la más absoluta pobreza. Jorge Isaacs

Esta situación propició que Isaacs se trasladara a Bogotá en donde se dedicó a la literatura y a tareas relacionadas con la inspectoría de carreteras. Más asentado después de la fama que le proporcionó su novela, desempeñó cargos en la administración pública y en la diplomacia, siendo cónsul de su país en Chile y finalmente diputado. Es memorable la visita que le realiza a Ricardo Palma a su paso por Lima en 1894. Isaacs murió en 1895. Maria Como sostiene Enrique Anderson Imbert, la novela María de Jorge Isaacs se inscribe dentro de la tradición fundada por Saint-Pierre a fines del siglo XVIII: “En Paul et Virginie Saint-Pierre había creado el idilio de dos criaturas inocentes que, en medio de una naturaleza también inocente, se aman con un amor al que la muerte viene a sellar con una pureza definitiva” (1967: 288). Este que es el núcleo temático de la novela, debe sumarse a otras virtudes no menos importantes y quizá más necesarias para entender el proyecto que encarna el texto: “el yo de llaga viva que se crispa de dolor al menor roce con el mundo (...); la melancolía como blasón heráldico de una nueva aristocracia (...); lo exótico, que desde la lejanía manda su luz misteriosa, y el paisaje vernáculo, tan sensitivo como el alma del poeta; la creencia de que la verdadera naturaleza humana es espontánea, sentimental y tal vez andrógina; la simpatía para lo popular y lo lugareño y la nostalgia de cuanto había sido olvidado o desdeñado por los racionalistas; una prosa de violines; los tópicos de la mujer-ángel, el amor-conocimiento de la realidad y la fatalidadsigno de lo absoluto...”(1978: 328). Anderson Imbert agrega que, a diferencia de la tradición romántica europea, la obra de Isaacs trasunta un verdadero americanismo, sin renunciar a esas visiones exotistas que vinculaban a las novelas románticas de la época con espacios no conocidos o alejados. En María ese hecho se visibiliza en las descripciones de trabajo en África que le sirven al narrador para mostrar los contornos de la explotación y la esclavitud.

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El americanismo de María se sustenta en la presencia del paisaje agreste y salvaje visto como “un estado de ánimo” (1967:289) cuya influencia en la vida de los personajes es decisiva, tanto si es presentado como un paisaje idílico como si es presentado como una trampa infernal. La naturaleza por ello tiene una significación central en la novela. Ella permite que los escritores románticos como Isaacs proyecten sus sentimientos y sus expectativas. Ella es el instrumento a través del cual se busca lograr un equilibrio entre el universo interno y la realidad social que, para los románticos, era el resultado de un fracaso. Así lo dice el narrador en algún momento del relato: “ la naturaleza es la más hermosa de las madres cuando el dolor se ha posesionado de nuestra alma, y si la felicidad nos acaricia, ella nos sonríe”. En este contexto es inevitable la idealización de las costumbres. Esta sirve como marco para la inclusión de escenas con participación de los sectores subalternos negro e indio. La mirada no puede ser en este caso sino paternalista: la mirada sustenta una visión en la que el sistema esclavista es observado como natural y eficaz y en donde los rasgos pintorescos del habla, de los bailes y de los cantos le otorgan ese reconocido “color local” que ostentan muchas novelas románticas. Un aspecto importante es el relacionado con el tratamiento del amor. En su caso, esta novela trabaja con la idea del amor como pathos emocional, es decir como un sentimiento mórbido, fuente básicamente de dolor, pero a la vez de placer. Las manifestaciones de este amor se dan, paradójicamente, mediante la inhibición sexual o a través de una fuerte sublimación de la experiencia erótica. Por ello, en la novela, un recurso recurrente es el de la alegorización de la belleza, el de la referencia indirecta que apela a la naturaleza para la manifestación de fuertes sentimientos. El argumento de María Luego de pasar seis años en un colegio de internado en Bogotá, Efraín regresa a la casa paterna en el Valle del Cauca, en donde se produce el feliz reencuentro con su prima María, con la que había crecido desde la más primera infancia. El nuevo contacto y el escenario que opera como un telón de fondo imprescindible, se convierten, desde el inicio, en los dispositivos con los que se inicia la relación amorosa. Desde el inicio, también, se menciona la presencia de un elemento mórbido: la enfermedad que María heredase de su madre y que la convierte en un ser sumamente frágil. Debido a esta situación que afecta a María, el padre de Efraín decide que éste viaje a Europa a estudiar medicina. De ese modo viaja a Londres desde donde se establece un apasionado y frecuente intercambio epistolar entre él y la joven enferma. Esta forma de relación se mantiene durante un año después del cual María enferma gravemente. Cuando Efraín se entera de la situación gracias a un amigo cercano, decide el regreso, pero con pocas expectativas: cuando llega al valle del Cauca, María ya ha muerto. El final de la novela nos presenta a Efraín en un estado de disolución total que lo conduce simbólicamente a la propia muerte.

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Fragmento de María A mi regreso, que hice lentamente, la imagen de María volvió a asirse a mi mente. Aquellas soledades, sus bosques silenciosos, sus flores, sus aves y sus aguas, ¿Por qué me hablaban de ella? ¿Qué había allí de María en las sombras húmedas, en la brisa que movía los follajes del río?.. Era que veía el Edén, pero faltaba ella: era que no podía dejar de amarla, aunque no me amase. Y aspiraba el perfume del ramo de azucenas silvestres, que las hijas de José habían formado para mí, pensando yo que acaso merecían ser tocadas por los labios de María; así se habían debilitado en tan pocas horas mis propósitos heroicos de la noche. Apenas llegué a casa, me dirigí al costurero de mi madre: María, después de contestarme el saludo, bajo los ojos sobre la costura. Mí madre se mostró regocijada de mi vuelta, pues, alarmados en casa con la demora, habían enviado a buscarme en aquel momento. Hablaba con ellas ponderando los progresos de José, y Mayo quitaba con la lengua a mis vestidos los cadillos que se habían prendido en las malezas. Levantó María otra vez los ojos fijándose en el ramo de azucenas que tenía yo en la mano izquierda, mientras que me apoyaba con la derecha en la escopeta; creí comprender que las deseaba, pero un temor indefinible, cierto respeto a mi madre y a mis propósitos de por la noche, me impidieron ofrecérselas. Mas me deleitaba imaginando cuán bella quedaría una de mis pequeñas azucenas sobre sus cabellos de color castaño luciente. Para ella debían ser, porque había recogido durante la mañana azahares y violetas para el florero de mi mesa. Cuando entré en mí cuarto, no vi una sola flor allí. Si hubiese encontrado sobre la mesa enrollada una víbora, no hubiera sentido la emoción que me ocasionó la ausencia de las flores; su fragancia había llegado a ser algo del espíritu de María que vagaba a mi alrededor en las horas de estudio, que se mecía en las cortinas de mi lecho durante la noche .... ¿Conque era verdad que no me amaba? ¿Conque había podido engañarme tanto mi imaginación visionaria? Y de ese ramo que había traído para ella, ¿que podía hacer? Si otra mujer bella y seductora hubiese estado allí en aquel momento, en aquel instante de resentimiento contra mi orgullo, de resentimiento con María, lo hubiese dado a condición de que lo mostrase a todos y se embelleciera con él Lo llevé a mis labios como para despedirme por última vez de una ilusión querida, y lo arrojé por la ventana.

Otras formas de narración romántica La novela corta 5.5. Esteban Echeverría Esteban Echeverría nació en Argentina en 1805. Es considerado el escritor por cuya obra se inserta el romanticismo en su país. A los veinte años se muda con su familia a París y permanece allí desde 1825 hasta 1829. Es evidente que esta permanencia será decisiva

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para su formación intelectual que se realiza dentro del marco del segundo romanticismo. Durante la década de los treinta funda la sociedad secreta La joven Argentina contraria a los postulados federalistas del dictador Juan Manuel Rosas. Como muchos de sus compatriotas termina exilándose en Montevideo en 1840. Dos años antes, sin embargo, había escrito El matadero, relato con el que se inicia, propiamente, la narración romántica persuadida aún de elementos costumbristas, pero que, ideológicamente, está persuadida de un ideal romántico: la lucha contra la tiranía. Dogma socialista de la Asociación de Mayo (1846), es un libro cuyo contenido liberal lo convierte en el libro portaestandarte de su generación. Este último libro de Echeverría propone el camino de la independencia y el respeto de la soberanía de los pueblos. Esteban Echeverría

El matadero Es un lugar común reconocer a esta composición como un cuadro de costumbres sobre todo porque no escapa a la evidente necesidad de criticar, de corregir y de educar. Los que se limitan a ver en este texto un cuadro de costumbres olvidan que el relato se expande y profundiza el análisis de lo que denuncia: la infame trayectoria de un grupo de esbirros al servicio del dictador Rosas, la famosa mazorca rosista. Es cierto que el texto abusa de la técnica de la descripción y que gran parte del mismo se limita a destacar detalles sobre el espacio del matadero, pero lo cierto es que cuando el relato se ocupa de la mazorca, el texto adopta las característica de lo que será el futuro realismo. El relato consta de dos partes: La primera describe al detalle la forma y el funcionamiento de un matadero. Esta descripción incluye elementos naturalistas por lo violento de la narración y por el empleo de un léxico que no se inhibe en el empleo de términos obscenos y repulsivos. La segunda parte inscribe al lector en la ciudad de Buenos Aires bajo una especie de estado de sitio, una situación de terror en la que la mazorca impone su ley asesinado, matando, degollando, esparciendo la sangre inocente de todo unitario u opositor al gobierno del dictador. La novela corta de Echeverría, bajo esta estructura binaria, consigue construir una alegoría de la situación política argentina comparándola con la dinámica de un matadero: Buenos Aires es visto así como el lugar de la muerte o el lugar a donde se va a morir a manos de los sicarios de Rosas.

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La estrategia del relato es clara: establecer la complicidad entre la Iglesia y el gobierno de Rosas y mostrar a lo largo del relato la fragilidad de un pueblo expuesto a las maniobras de expertos matarifes. Una ciudad asolada por el hambre es, también, un elemento que sirve para resaltar el ritual que a lo largo de toda la primera parte tiene lugar en la novela: la matanza de las reses. La segunda parte de la novela se inicia con la narración de un hecho terrible: el arrastre, por las calles de Buenos Aires, de un opositor unitario atado a las cuatro patas de una mesa. Este hecho, que transcurre en la víspera del viernes santo, nos vuelca sobre el horror de la inmolación cristiana y busca incidir en las relaciones de la Iglesia con el gobierno de Rosas. Hacia el final, el prisionero logra liberarse de las ataduras, pero muere desangrado frente a los ojos enloquecidos e implacables de Matasiete, el líder asesino de la mazorca rosista.

Fragmento de El matadero A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes como acostumbran hacerlo los antiguos historiadores españoles de América, que deben ser nuestros prototipos. Tengo muchas razones para no seguir ese ejemplo, las que calló por no ser difuso. Diré solamente que los sucesos de mi narración, pasaban por los años de Cristo de 183 Estábamos, a más en cuaresma, época en que escasea la carne en buenos Aires, porque la iglesia, adoptando el precepto de Epicteto, sustine, abstine (sufre, abstente), ordena, vigilia y abstinencia a los estómagos de los fieles, a causa de que la carne es pecaminosa, y, como dice el proverbio, busca a la carne. Y como la iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios, el imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más y racional que vede lo malo. Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos católicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento, sólo traen en días cuaresmales al matadero los novillos necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos dispensados de la abstinencia por la Bula, y no con el ánimo de que se arte algunos herejotes, que no faltan, dispuestos siempre a violar los mandamientos carnificinos de la iglesia, y a contaminar la sociedad con el mal ejemplo. Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; nos pantanos se pusieron a nado y las calles de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro. Una tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el pie de las barrancas

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del Alto. El Plata, creciendo embravecido, empujó esas aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad circunvalada del Norte al Este por una cintura de agua y barro, y al Sur por un piélago blanquecino en cuya superficie flotaban a la ventura algunos barquichuelos y negreaban las chimeneas y las copas de los árboles, echaba desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte como implorando la misericordia del Altísimo. Parecía el amago de un nuevo diluvio. Los beatos y beatas gimoteaban haciendo novenarios y continuas plegarias. Los predicadores atronaban el templo y hacían crujir el púlpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está por venir. La cólera divina rebosando se derrama en inundación. ¡Ay de vosotros pecadores! ¡Ay de vosotros unitarios impíos que os mofáis de la Iglesia, de los Santos, y no escucháis con veneración la palabra de los ungidos del Señor! ¡ay de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los altares! Llegará la hora tremenda del vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad, vuestras herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor. La justicia del Dios de la Federación os declarará malditos. Las pobres mujeres salían sin aliento, anonadadas, del templo, echando como era natural, la culpa de aquella calamidad a los unitarios. Continuaba, sin embargo, lloviendo a cántaros, y la inundación crecía, acreditando el pronóstico de los predicadores. Las campanas comenzaron a tocar rogativas por orden del muy católico Restaurador quien parece no las tenía todas consigo. Los libertinos, los incrédulos, es decir, los unitarios, empezaron a amedrentarse al ver tanta cara compungida, oír tanta batahola de imprecaciones. Se habla ya, como cosa resuelta, de una procesión en que debía ir toda la población descalza y a cráneo descubierto acompañando al altísimo, llevado bajo palio por el Obispo, hasta la barranca de Balcarce, donde militares de voces conjurando al demonio unitario de la inundación, debían implorar la misericordia divina. Feliz, o mejor, desgraciadamente, pues la cosa habría sido de verse, no tuvo efecto la ceremonia, porque bajando el Plata, la inundación se fue poco a poco escurriendo en su inmenso lecho sin necesidad de conjuro ni plegarias.

5.6. Ricardo Palma Ricardo Palma nació en Lima en 1833 y murió en Miraflores en 1919. Dada su formación dentro de la escuela romántica, y la aplicación de ciertos presupuestos estéticos propios de esa escuela, nuestro autor puede ser considerado como el escritor que cierra esa secuencia, a nivel hispanoamericano, con la creación de una especie literaria como la Tradición. Palma se inició como periodista en una época en la que la tarea de los letrados era criticar acerbamente las condiciones en las que se producía la implantación de la nueva

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república. Prácticamente él nace con ella y, sin embargo, a través de su obra, se verá su progresivo alejamiento del presente para proceder a instalarse en el pasado prehispánico y colonial desde donde, y en su peculiar manera, procederá a “nacionalizar la colonia”, como sostuvo Antonio Cornejo Polar. Palma cultivó la poesía, el teatro, la tradición, la crónica, la historia, la lexicografía, la crítica literaria y lo largo de su vida mantuvo una gran correspondencia con importantes figuras intelectuales, lo que lo convirtió en un gran cultor del género epistolar. Realizó, también, antologías de la poesía romántica y escribió una de las mejores memorias de su generación : La bohemia de mi tiempo. Estuvo dos años desterrado en Santiago de Chile entre 1861 y 1863. Al parecer esos dos años fueron decisivos en su vida porque es evidente que a partir de ese momento su producción literaria gana en calidad y destreza. Podría postularse, incluso, que en esos dos años que pasa investigando en los anales de la Inquisición chilena se configura de manera primaria el formato y el estilo de lo que luego serán las Tradiciones peruanas. Palma fue uno de los primeros miembros correspondientes de la Real Academia de la Lengua Española. Entre sus obras de carácter lingüístico podemos mencionar Verbos y gerundios (1877), Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903). En el segundo libro mencionado, Palma plantea a la Real Academia de la Lengua, después de su famoso viaje en 1892 a España, la necesidad de incorporar al diccionario un conjunto de palabras, en realidad americanismos, cuyo largo uso por las gentes había terminado por legitimar su existencia en el tiempo. Este hecho, sin embargo, producirá un enfrentamiento de ingrata recordación entre Palma y la Academia. En la obra de Palma es posible identificar elementos provenientes del primer costumbrismo, del periodismo satírico, del discurso histórico y, cómo no, de estrategias discursivas como la ironía, el sarcasmo y la sátira. Las Tradiciones peruanas Considerada como una especie literaria, antes que un género, la tradición es, a nivel de la composición y del sentido con que surge frente a otros discursos, un feliz hallazgo, la conjunción de varios y complejos elementos, la máxima expresión de la imaginación romántica en este lado del mundo. Su sentido se nutre de un hecho central: la aparición de la conciencia histórica en el sujeto, la idea de que la naturaleza de los seres humanos no se da al margen de la historia, de que somos sujetos históricos. Mezcla singular de hecho real documentado, con la pura imaginación del autor en cuyo centro se despliega, sobre todo, una poderosa imaginación lingüística, la tradición constituye la síntesis de una serie de conformaciones discursivas forjadas lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Nos referimos, en primer lugar, a todos aquellos formatos que

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se consolidan en torno del periodismo satírico del cual Palma fue un importante cultor a través de los cuadros y artículos de costumbres y en el cual se forja esa magnífica habilidad para manejar la ironía. En segundo lugar, a la historia, como disciplina discursiva, cuya influencia se dejará sentir en las demás formatos desarrollados a lo largo del siglo XIX y que Palma desmontará a través de la Tradición atacando los fundamentos genealógicos en los que se sustentan. ¿Qué es una tradición? Comencemos diciendo que la tradición palmiana debe diferenciarse del cuento, del artículo o del cuadro de costumbres, de la leyenda, de la crónica y de la novela corta. Son varios los elementos que confluyen en la configuración de esta especie literaria y la convierten en una muestra singular de talento e ingenio. Y es precisamente esa confluencia la que dificulta una definición. Tentemos, sin embargo, de identificar en las más de quinientas tradiciones escritas por Palma, algunos elementos comunes. En el nivel de la forma, es visible, en principio, la brevedad. Estamos frente a textos cuya duración es corta y concentrada. El lenguaje es coloquial en la mayoría de ellas. Este elemento es una herencia recibida de la leyenda o de los cuentos de trasmisión oral y permite observar, a nivel lexical, una serie de palabras de marcado acento americano y, obviamente peruano. Permite además, la explotación de refranes y locuciones cuya presencia, en algunos casos, es protagónica. Quede claro que usar este nivel de la lengua no exime sino obliga a la Tradición a ser esmerada y precisa en su empleo. La Tradición se debate entre lo histórico y lo ficcional y afecta al documento de modo que puede hablarse, en su caso, de un procedimiento de adaptación o de fuerte subjetivación del hecho realmente acaecido. Su tono es evocativo por tratar temas o hechos históricos, pero siempre está presente la gracia, el ingenio, el humor, la irreverencia, la ironía y hasta el sarcasmo descalificador, por ello el tono también es festivo. El lenguaje, por ser oral, tiende a ser ágil y ligero, lo cual exime a la tradición de esa profundización de la novela moderna y le permite la caracterización rápida de los personajes y de los espacios y la sumarización de las acciones que tienden a concentrarse en torno a los personajes involucrados en ellas. Por ello la tradición tiende inevitablemente al esquematismo, lo que bien visto debe ser considerado como una ventaja dadas sus pretensiones. La tradición demanda la atención del narratario, es decir del destinatario intratextual, de ese lector que es convocado por el narrador y es convertido muchas veces en personaje. Este recurso es clave para la dinamización del relato. En otro plano, la tradición no supone, como podría pensarse, un enclavamiento o fijación en el pasado, supone, más bien, un diálogo con el presente, un mecanismo que nos permite dialogar con la actualidad, por ello no se debe atribuir a la tradición una actitud

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conservadora con respecto al pasado colonial. La inclusión, por referencias, del presente, permite la crítica, la desmitificación y la desacralización de ese periodo histórico. La tradición recrea hechos o anécdotas históricas. Mencionemos las diferentes fuentes utilizadas por Palma para la elaboración de sus magistrales narraciones. Las fuentes históricas son las crónicas, relaciones, anales, memorias, biografías, cartas, papeles y documentos legales. Las folclóricas se sustentan en decires, consejas, chistes, cuentos de pueblo, refranes, leyendas, chismes y anécdotas. Las fuentes periodísticas incluyen publicaciones como la Gaceta de Lima, el Diario de Lima, el Diario erudito y el Mercurio Peruano. Para la redacción de sus Tradiciones, Palma incluye, en principio, un subtítulo o un epígrafe que ayuda al lector a ubicarse en la época o a descubrir el sentido general del texto. A veces se refiere a la narración que va a emprender como una crónica o dice que su relato se sustenta en fuentes documentales, para ello cita la referencia histórica completa. Podríamos considerar a este primera parte como el famoso parrafillo histórico. Luego viene el relato del hecho recreado. Este hecho normalmente es una anécdota que reviste elementos que pueden ser explotados humorísticamente. Finalmente viene el epílogo que a veces puede contener un refrán o una despedida a modo de conseja. ¿De qué tratan las tradiciones? Las tradiciones pueden centrarse en la explicación de un dicho popular o de un refrán, pueden recrear un hecho vivido por el narrador en algún momento de su vida, pueden recrear un hecho pintoresco o interesante incluido en un libro. Como se ve, la recreación privilegia el hecho menudo, la anécdota. Por ello cuando Palma se ocupa del periodo de la Colonia lo que hace es centrarse preferentemente en sucesos de índole policial como venganzas, amores que terminan en un crimen dado su ilícito carácter, aventuras sexuales, reyertas, o disputas absurdas. El lugar que ocupan los santos en las tradiciones es importante. La desacralización de la Colonia es capital y funciona como un mecanismo a partir del cual podemos acceder al lado humano de estas preclaras figuras. Palma se burla de los virreyes, de las autoridades, de los arzobispos y obispos, de los curas y de los allegados al clero. Esta burla se sustenta en una convencida posición antihispanista e incluso anticriolla a la que cataloga como la clase en la que ve una prolongación de las prebendas de la Colonia. Por ello las tradiciones lo que tratan de legitimar es el discurso de una naciente clase media carente de un lugar en el horizonte político de entonces. En las tradiciones no está excluida ninguna etnia. Tanto negros, indios, mestizos o blancos son en algún momento protagonistas de su propia historia. Con respecto a los que acusan a Palma de privilegiar solo a Lima como escenario de sus historias se olvidan que las Tradiciones amplían el panorama geográfico frente a lo que entonces sí era una característica del costumbrismo.

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Los ratones de fray Martín (1610-1639) Y comieron en un plato perro, pericote y gato. Con este pareado termina una relación de virtudes y milagros que en hoja impresa circuló en Lima, allá por los años de 1840, con motivo de celebrarse en nuestra culta y religiosa capital las solemnes fiestas de beatificación de fray Martín de Porres. Nació este santo varón en Lima el9 de diciembre de 1579, y fue hijo natural del español don Juan de Porres, caballero de Alcántara, en una esclava panameña. Muy niño Martincito, llevolo su padre a Guayaquil, donde en una escuela, cuyo dómine hacia mucho uso de la cáscara de novillo, aprendió a leer y escribir. Dos 0 tres años más tarde su padre regresó con él a Lima y púsolo a aprender el socorrido oficio de barbero y sangrador, en la tienda de un rapista de la calle de Malambo. Mal se avino Martín con la navaja y la lanceta, si bien salió diestro en su manejo, y optando por la carrera de santo, que en esos tiempos era una profesión como otra cualquiera, vistió a los veintiún años de edad el hábito de lego o donado en el convento de Santo Domingo, donde murió el 3 de noviembre de 1639, en olor de santidad. Nuestro paisano Martin de Porres, en vida y después de muerto, hizo milagros por mayor. Hacia milagros con la facilidad con que otros hacen versos. Uno de sus biógrafos (no recuerdo si el padre Manrique o el médico Valdés) dice que el prior de los dominicos tuvo que prohibirle que siguiera milagreando (dispénsenme el verbo). Y para probar cuan arraigado estaba en el siervo de Dios el espíritu de obediencia, refiere que en momentos de pasar fray Martín frente a un andamio, cayose un albañil desde ocho 0 diez varas de altura, y que nuestro lego lo detuvo a medio camino gritando: ¡Espere un rato, hermanito! Y el albañil se mantuvo en el aire hasta que regresó fray Martín con la superior licencia. -Buenazo el milagrito, ¿eh? Pues donde hay bueno, hay mejor. Ordenó el prior al portentoso donado que comprase, para consumo de la enfermería, un pan de azúcar. Quizá no le dio el dinero preciso para proveerse de la blanca y refinada, y presentósele fray Martín trayendo un pan de azúcar moscabada. -¿No tiene ojos, hermano? -díjole el superior-. ¿No ha visto que por lo prieta más parece chancaca que azúcar? -No se incomode su paternidad -contestó con cachaza el enfermero-. Con lavar ahora mismo el pan de azúcar, se remedia todo. Y sin dar tiempo a que el prior le arguyese, metió en el agua de la pila el pan de azúcar, sacándolo blanco y seco. ¡Ea!, no me hagan reír, que tengo partido un labio. Creer o reventar. Pero conste que yo no le pongo al lector puñal al pecho para que crea. La libertad ha de ser libre, como dijo un periodista de mi tierra. Y aquí noto que, habiéndome propuesto sólo hablar de los ratones sujetos a la jurisdicción de fray Martin, el santo se me estaba yendo al cielo. Punto con el introito y al grano, digo, a los ratones.

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*** Fray Martín de Porres tuvo· especial predilección por los pericotes, incómodos huéspedes que nos vinieron casi junto con la conquista, pues hasta el año de 1552 no fueron esos animalejos conocidos en el Perú. Llegaron de España en uno de los buques que, con cargamento de bacalao, envió a nuestros puertos un don Gutierre, obispo de Palencia. Nuestros indios bautizaron a los ratones con el nombre de hucuchas, esto es, salidos del mar. En los tiempos barberiles de Martín, un pericote era todavía casi una curiosidad, pues, relativamente, la familia ratonesca principiaba a multiplicar. Quizá desde entonces encariñose por los roedores, y viendo en ellos una obra del Señor es de presumir que diría, estableciendo comparación entre su persona y la de esos chiquitines seres, lo que dijo un poeta: El mismo tiempo malgasto en mí Dios que en hacer un ratón, o a lo más dos Cuando ya nuestro lego desempeñaba en el convento las funciones de enfermero, los ratones campaban como moros sin señor en celdas, cocina y refectorio. Los gatos, que se conocieron en el Perú desde 1537, andaban escasos en la ciudad. Comprobada noticia histórica es la de que los primeros gatos fueron traídos por Montenegro, soldado español, quien vendió uno, en el Cuzco y en doscientos pesos, a don Diego de Almagro el Viejo. Aburridos los frailes con la invasión de roedores, inventaron diversas trampas para cazarlos, lo que rarísima vez lograban. Fray Martín puso también en la enfermería una ratonera, y un ratonzuelo bisoño, atraído por el tufillo del queso, se dejó atrapar en ella. Libertolo el lego, y colocándolo en la palma de la mano, le dijo: -Váyase, hermanito, y diga a sus compañeros que no sean molestos ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir en la huerta, y que yo cuidare de llevarles alimento cada día. EI embajador cumplió con la embajada, y desde ese momento la ratonil muchitanga abandonó claustros y se trasladó a la huerta. Por supuesto que fray Martín los visito todas las mañanas, llevando un cesto de desperdicios o provisiones, y que los pericotes acudían como llamados con campanilla. Mantenía en su celda nuestro buen lego un perro y un gato, y había logrado que ambos animales viviesen en fraternal concordia. Y tanto, que comían juntos en la misma escudilla o plato. Mirábalos una tarde comer en sana paz, cuando de pronto el perro gruñó y encrespose el gato. Era que un ratón, atraído por el olorcillo de la vianda, había osado asomar el hocico fuera de su agujero. Descubriolo fray Martín y, volviéndose hacia perro y gato, les dijo: -Cálmense, criaturas del Señor, cálmense. Acercose en seguida al agujero del muro y dijo: -Salga sin cuidado, hermano pericote. Paréceme que tiene necesidad de comer; apropíncuese, que no le harán daño.

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Y, dirigiéndose a los otros dos animales, añadió; -Valla, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres. Y el ratón sin hacerse rogar, aceptó el convite, desde ese día comió en amor y compaña con perro y gato. Y y y ¿Pajarito sin cola? ¡Mamola!. Los mosquitos de Santa Rosa (1581) Cruel enemigo es el zancudo de trompetilla cuando le vienen en antojo revolotear en torno de nuestra almohada, haciendo imposible el sueño, con su incansable musiquería. ¿Qué reposo para leer ni para escribir tendrá un cristiano si, en lo mejor de la lectura o cuando se halla absorbido por los conceptos que del cerebro traslada al papel, se siente interrumpido impertinente animalejo? No hay más que cerrar el libro o arrojar la pluma, coger el plumerio o abanico para ahuyentar al malcriado. Creo que una nube de zancudos es capaz de acabar son la paciencia de un santo, aunque sea más cachazudo que Job, y hacerlo renegar como un poseído. Por eso mi paisana Santa Rosa, tan valiente para mortificarse y soportar dolores físicos, halló que tormento superior a sus fuerzas morales era el de sufrir, sin refunfuño, las picadas y la orquesta de los alados musiquines. Y ahí va, a guisa la tradición, lo que sobre tema tal refiere uno de los biógrafos de la santa limeña. *** Sabido es que en la casa en que nació y murió La Rosa de Lima hubo un espacioso huerto, en el cual edificó la santa una ermita u oratorio destinado al recogimiento y penitencia. Los pequeños pantanos que las aguas de regadío forman son criaderos de miríadas de mosquitos, y como la santa no podía pedir a su Divino esposo que, en obsequio de ella, alterase las leyes de la naturaleza, optó que por parlamentar con los mosquitos. Así decía: -Cuando me vine a habitar esta ermita, hicimos pleito homenaje los mosquitos y yo: yo, de que no los molestaría, y ellos, de que no me picarían ni harían ruido. Y el pacto se cumplió por ambas partes, como no se cumplen ni los pactos politiqueros. Aun cuando penetraban por la puerta y ventanilla de la ermita, los bullangueritos y lanceteros guardaban compostura, hasta que con el alba, al levantarse la santa les decía: -¡Ea, amiguitos; id a alabar al Dios! Y empezaba un concierto de trompetillas, que sólo terminaba cuando Rosa les decía: -Ya está bien, amiguitos; ahora vallan a buscar su alimento. Y los obedientes sucsorios se esparcían por el huerto.

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Ya al anochecer los convocaba, diciéndoles: -Bueno será, amiguitos, alabar conmigo al Señor, que los ha sustentado hoy. Y repetíase el matinal concierto, hasta que la bienaventurada decía: -Al recogerse, amiguitos formalitos y sin hacer bulla. Eso se llama buena educación, y no la que da mi mujer a nuestros nenes, que se le insubordinan y levantan algazara cuando los manda a la cama. No obstante, parece que alguna vez lo olvidó la santa de dar orden de buen comportamiento a sus súbditos, porque habiendo ido a visitarla a la ermita una beata llamada Catalina, los mosquitos se cebaron de ella. La Catalina que no aguantaba pulgas, dio una manotada y aplastó un mosquito. -¿Qué haces, hermana? - dijo la santa - ¿Mis compañeros me matas de esa manera? -Enemigos mortales, que no compañeros, dijera yo - replicó la beata - ¡Mira éste cómo se había cebado de mi sangre y lo gordo que se había puesto! -Déjalos vivir, hermana; no me mates ninguno de estos pobrecitos, que te ofrezco no volverán a picarte, sino que tendrán contigo la misma paz y amistad que conmigo tienen. Y ello fue que, en lo sucesivo, no hubo zancudo que se le atreviera a Catalina. También la santa en una ocasión, supo valerse de sus amiguitos para castigar los remilgos de Frasquita Montoya, beata de la Orden Tercera, que se resistía acercarse a la ermita, por miedo de que la picasen los jejenes. -Pues tres te han de picar ahora -le dijo Rosa- : uno en nombre del Padre, otro en nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo. Y simultáneamente sintió la Montoya en el rostro el aguijón de tres mosquitos. Y comprobando el domingo que tenía Rosa sobre los bichos y animales domésticos, refiere el cronista Meléndez que la madre de nuestra santa criaba con mucho mimo un gallito que, por lo extraño y hermoso de la pluma, era la delicia de la casa. Enfermó el animal y postróse de manera que la dueña dijo: -Si no mejora, habrá que matarlo para comerlo guisado. Entonces Rosa cogió el ave enferma y acariciándola, dijo: -Pollito mío canta de prisa, pues si no cantas te guisa. Y el pollito sacudió las alas, encrespó la pluma y muy regocijado soltó un ¡Quiquiriquí! (¡Qué buen escape el que di!) ¡Quiquiricuando! (¡Ya voy que me están peinando!).

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ACTIVIDADES 1. Establezca el efecto que tiene el pensamiento de la Ilustración y la prosa doctrinaria en el contexto de la emancipación. 2. Desde su punto de vista, ¿podrían custionarse los interses que mueven a Juan Pablo Viscardo y Guzmán a escribir su Carta a los españoles americanos? ¿Por qué? 3. ¿Qué influencia tiene el periodismo en la conformación de la opinión pública en el contexto del proceso emancipatorio? 4. ¿Encuentra usted alguna contradicción entre la forma que adoptan los poemas de la emancipación y el contenido que proclaman? 5. Sistematice los puntos principales del programa costumbrista. 6. ¿Por qué resulta polémico el caso de Facundo de Domingo Faustino Sarmiento? Argumente. 7. ¿Considera que las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma son ideologicamente conservadoras? ¿Por qué?

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CEPREDIM

SE TERMINÓ DE IMPRIMIR 2009,

EN EL MES DE FEBRERO DE

EN LOS TALLERES GRÁFICOS DEL

CENTRO DE PRODUCCIÓN EDITORIAL E IMPRENTA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS JR. PARURO 119. LIMA 1. TELÉFONO: 619-7000 ANEXOS: 6011, 6015 / FAX: 6009 E-MAIL: VENTAS.CEPREDIM@UNMSM.EDU.PE TIRAJE: 1000 EJEMPLARES


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