La Tierra del Agricultor y Ganadero · Cuadernos

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sumario

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Agricultura familiar y biodiversidad Lorenzo Ramos Silva

Una agricultura que piense también en la biodiversidad Elena Espinosa

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La conservación de la biodiversidad, como un elemento esencial en el futuro del mundo rural Jesús Casas Grande

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Biodiversidad y medio rural.Compañeros de camino José Jiménez García-Herrera

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La biodiversidad como generadora de riqueza Ana Leiva

Biodiversidad y sostenibilidad Luis M. Jiménez Herrero

Y ADEMÁS…

28 • Biodiversidad agraria y agricultura ecológica / Juana Labrador...................................................................... 30 • La trashumancia tradicional para conservar la biodiversidad / Jesús Garzón .................................................... • Campos y alondras: algunas claves para entender las repercusiones de la actividad agraria sobre la biodiversidad / Eduardo de Juana Aranzana .................................................................................................................. • • •

38 El desarrollo rural desde la perspectiva de la convergencia rural-naturaleza / fernando Serrano Norena ................ 42 Biodiversidad aliada del medio rural / Juan Carlos del Olmo y Celsa Peiteado ................................................. 45 Cuestiones básicas sobre cooperativas agricultura y biodiversidad ................................................................. 48

AÑO VI. Nº 16 • NOVIEMBRE 2010

EDITA UNIÓN DE PEQUEÑOS AGRICULTORES Y GANADEROS (UPA)

FUNDACIÓN DE ESTUDIOS RURALES

FUNDACIÓN DE ESTUDIOS RURALES

REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN Agustín de Betancourt, 17-3.ª 28003 MADRID Tel.: 915 541 870 Fax: 915 542 621 latierra@upa.es www.upa.es

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Una agricultura que piense también en la biodiversidad ■ ELENA ESPINOSA Ministra de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino

no que tiene, paradójicamente, que reactivarse en algunos casos, y en algunos lugares, precisamente para evitar que el abandono o a la inactividad generen nuevos riesgos y desastres ambientales. Y esa es, precisamente, la parte que explica la importancia que tiene la agricultura en la conservación de nuestro patrimonio natural.

Contribución de la agricultura a la biodiversidad

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urante milenios la agricultura europea ha intervenido en la conformación del paisaje. Si esto es cierto en el ámbito continental, lo es aún más en nuestro país en donde habría que referirse, más exactamente, a las “agriculturas” debido precisamente a la altísima variedad de cultivos, técnicas y manejos agrarios. Nuestros paisajes, y por extensión nuestros ecosistemas también, tienen detrás de sí la mano del hombre. Y eso ha tenido dos consecuencias que se han resuelto de manera diferente. Por una parte, tras la consolidación definitiva de la intensificación y especialización agraria a partir de mediados del siglo XX, nuestro sistema agrario incrementó en producción lo que perdió en diversidad. Se hizo más simple, desde el punto de vista de la diversidad biológica, pero mucho más eficaz en términos económicos.

A la par que el sistema agroalimentario y la industria de transformación, especialmente, crecían y se consolidaban bajo el modelo de referencia de la agricultura industrial, lo hacían también los problemas asociados en el ámbito del medio ambiente, la contaminación, el consumo excesivo de insumos y la pérdida de variedades y razas locales. A finales del pasado siglo, las voces críticas contra los problemas ambientales generados por la industrialización afectaban también a la agricultura. A la reflexión sobre la necesidad tanto de mantener la actividad agraria como de minimizar sus impactos ambientales se suma ahora la evidencia de que la agricultura no sólo tiene que solucionar simultáneamente sus problemas ambientales, de generación de renta, de mejora de la distribución interna de la misma y de competitividad, si-

La alta diversidad de especies silvestres, de hábitats y de ecosistemas de España está relacionada, en determinados espacios, con la historia local de la agricultura. La forma en la que algunas culturas campesinas han organizado el territorio, han manejado los recursos naturales y han adaptado los conocimientos agrarios a las condiciones biogeográficas del medio ha propiciado un notable incremento de la diversidad biológica que se expresa en una gran variedad de semillas, cultivos y razas ganaderas y, además, la generación de hábitats y oportunidades para las especies silvestres. La silvicultura, la ganadería o la agricultura, cuando se desarrollan dentro de lógicas de gestión apoyadas en principios de la ecología, resultan fundamentales para conservar y mejorar la naturaleza. Tratar de llevar a la práctica esta realidad debe ser una prioridad especialmente destacable en nuestro país por dos razones. Primera, porque, como ya hemos dicho, por nuestras características biogeográficas –somos un país peninsular, con un par de archipiélagos y con una orografía muy variada– disfrutamos de una alta biodiversidad. Las cifras revelan de esta circunstancia: de los 226 tipos de hábitats reconocidos como de interés comunitario en Europa, 121,


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La alta diversidad de especies silvestres, de hábitats y de ecosistemas de España está relacionada, en determinados espacios, con la historia local de la agricultura

es decir, el 54%, se encuentran en España. Segunda, porque sobre esas bases biológicas y naturales se ha desarrollado históricamente una actividad agroecológica, ganadera y forestal extensiva que ha servido para conformar numerosas razas, cultivos y hábitats tan en peligro de extinción como nuestras más representativas especies silvestres. Muchos de esos hábitats y especies, construidos a medias entre el hombre y la naturaleza, no se vieron afectados por la industrialización –que, por otra parte, fue en España muy tardía en relación con otros países europeos– y constituyen hoy en día un patrimonio paisajístico, cultural y natural de gran interés. Por eso nuestra preocupación por la biodiversidad lo es tanto por la silvestre como por la agropecuaria, consolidada a través de los siglos por las culturas campesinas que mantuvieron hábitats y procesos ecológicos vitales para numerosas especies. Existen, por ello, sobradas razones, desde la ética a la economía, para situar la defensa de la biodiversidad en un lugar preferente de la agenda política. Si de los perjuicios que la actividad agraria provoca al medio se ha hablado mucho, en cambio, de lo segundo, de la importancia estratégica y los impactos positivos para el medio ambiente y la conservación de la naturaleza a través de determinadas actividades agrarias se ha dicho más bien poco. Si la agricultura industrial ha provocado nu-

merosos “perjuicios” que ahora debemos reparar, sobre la agricultura que construyó el paisaje campesino –inexactamente llamado paisaje “natural”–, han caído demasiados “prejuicios” que ahora debemos superar. Es por ello hora de trabajar en las dos direcciones: en la que minimiza el papel de la agricultura como actividad perturbadora del medio ambiente y en la que la potencia como actividad clave para el equilibrio ecológico del territorio.

Los retos de la agricultura para el futuro Finalizada la expansión industrial y en los albores de una nueva era, la agricultura se encuentra ante uno de los mayores retos de su historia. En un mundo cada vez más poblado, y con graves problemas de inestabilidad ecológica global, a la agricultura se le piden al menos cuatro cosas: que produzca más y mejor alimentos y fibras; que dé respuesta a la demanda social de bienes públicos vinculados al medio rural y natural; que sea un elemento sustancial en el proceso de construcción del territorio y, por último, que haga todo eso de manera sostenible desde el punto de vista medioambiental, social y económico. Para caminar en esa compleja dirección, tanto en el contexto de la Unión Europea, como en nuestro país, son numerosas las

referencias a la “cohesión territorial” y a la “ecocondicionalidad” con las que ir diseñando una agricultura más sostenible, eficiente, orientada al mercado y, también, como una aliada insustituible para la construcción y la gestión de territorios. Como es sabido, nuestro Ministerio aglutina competencias de medio ambiente, de agricultura, de biodiversidad y de medio rural. Es combinación de competencias tiene una intencionalidad política que la conecta, precisamente y entre otras cosas, con el intento de consolidar una agricultura capacitada para estar a la altura de las circunstancias. Estamos, por tanto, trabajando para diseñar una política agraria española –en el contexto general de la PAC y las políticas europeas– que pueda hacer frente a las exigencias anteriormente descritas. Tenemos una decidida apuesta por la sostenibilidad y la provisión de bienes económicos y ambientales; el ahorro y la eficiencia energética; la eficacia en el uso del agua; la conservación de los suelos; la conservación de la biodiversidad, tanto silvestre como agraria, y la mitigación de catástrofes naturales. En definitiva, nuestra apuesta política no es sino una propuesta gubernamental que pretende incentivar a agricultores y consumidores para construir entre todos, entre los que viven en la ciudad y los que lo hacen en el campo, una nueva relación entre lo urbano y lo rural, prestigiar y actualizar la


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profesión de la agricultura y contribuir a su transición hacia los objetivos ambientales y sociales expuestos. Es preciso recordar que, además, estamos enfrentándonos a un grave problema de erosión de conocimientos tradicionales, y de pérdida de recursos fitogenéticos, como consecuencia de la adopción de una agricultura altamente tecnificada sobre pocas variedades. Y a eso, a la activación de las agriculturas de base orgánica y objetivo multifuncional, también debemos dedicar atención. Son muchos, afortunadamente, los agricultores que están explorando esos caminos a través de la agricultura de conservación, de la ecológica, de la integrada o que se aplican en la defensa de las razas ganaderas locales. Son muchos también los que desde sus explotaciones intensificadas están preocupados por el reciclaje, la utilización de residuos, la producción de energías renovables o la optimización en el uso responsable del agua. Los agricultores se han puesto manos a la obra y la sociedad en su conjunto empieza a apreciar su esfuerzo.

La construcción de una política de compromisos entre productores y consumidores En esa transición hacia la nueva agricultura será imprescindible la puesta en práctica de lo que se ha dado en llamar una “política de compromisos” entre los productores y los consumidores. Eso implica fomentar tanto los medios y sistemas productivos compatibles con la calidad ambiental como el gusto de los consumidores por esos productos y por esas formas productivas sostenibles. La opinión pública española y europea se manifiesta, a través de encuestas y estudios de tendencia, proclive a que los agricultores incluyan entre sus objetivos no sólo la producción de alimentos de calidad, sino también la conservación del paisaje, la mitigación del cambio climático, el uso de energías renovables o la conservación de hábitats y procesos agroecológicos que favorecen la biodiversidad. En los próximos años veremos cómo se concretan esas intenciones, pero lo cierto es que asoman en el horizonte atisbos que, como la punta del iceberg, nos anuncian que lo más importante no ha emergido todavía.

Las cooperativas de agricultores que venden desde sus propias tiendas, los productores que venden directamente a una cartera de clientes construida a través del uso de Internet, los restaurantes que ofrecen productos de “km 0” o los que incluyen en su oferta gastronómica variedades de la huerta que hace no mucho tiempo sólo vivían en los bancos de germoplasma, forman parte de esas expresiones de la nueva agricultura de pequeña escala que, operando en circuito corto, demuestran que otras agriculturas son posibles. Todo dependerá de que el vínculo entre producción y mercado opere en nuevas claves de compromiso, de ayuda mutua, de exploración de nuevos ámbitos de relación. Lo cierto es que la innovación se ha desatado y estamos asistiendo a un esperanzador cambio de registro que supera algunos de los handicaps de la agricultura del pasado industrial. La economía agrícola seriada y de escala ya no es sólo la única opción.

La biodiversidad no sólo se defiende en los tratados internacionales o en las declaraciones de principios Somos conscientes de que la biodiversidad proporciona bienes y servicios fundamentales para el desarrollo mismo de la vida y, obviamente, para el desarrollo económico y el bienestar de nuestra sociedad. Existen sobradas razones, desde la ética a la economía, para situar la defensa de la

biodiversidad en un lugar preferente de la agenda política. Pero sólo con declaraciones institucionales, con alegatos o con declaraciones de principios no conseguiremos el objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad, incrementar el abanico de variedades de la agrobiodiversidad en nuestra alimentación o frenar el proceso de erosión genética en recursos agrarios y en conocimientos tradicionales. Si las organizaciones agrarias, los agricultores y los consumidores no orientan sus preferencias y objetivos en esa dirección, los tratados internacionales se convierten en papel mojado, en decálogos de buenas intenciones. Siendo importantes los acuerdos internacionales, lo es aún más la movilización ciudadana en esa dirección. La defensa de la biodiversidad es un asunto ciertamente complejo, y absolutamente fundamental, para salvaguardar con justicia, equidad y solidaridad los derechos de las generaciones venideras. No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante la pérdida de nuestro patrimonio, o mejor dicho del patrimonio que nos han dejado en usufructo las generaciones venideras. Estoy segura de que entre todos, entre las instituciones, los agricultores y sus organizaciones y entre los consumidores podemos, si nos aplicamos con decisión, compromiso y lealtad, superar los problemas y los retos a los que se enfrenta la agricultura en su proceso de vinculación al mantenimiento de la biodiversidad. ■


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Agricultura familiar y biodiversidad ■ LORENZO RAMOS SILVA Secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA)

on la edición de este número de La Tierra-Cuadernos, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos quiere aprovechar la oportunidad de la celebración del Año Internacional de la Biodiversidad para dar a conocer el compromiso del sector agrario con la conservación de la biodiversidad. El medio ambiente rural es, en primer lugar y sobre todo, un entorno vivo, donde la fauna, la flora, los hábitats y las actividades agrarias se han desarrollado de forma interdependiente. A lo largo de los siglos se ha creado una verdadera simbiosis: el mantenimiento de una serie de especies y ecosistemas depende de la continuación de ciertas actividades agrarias, y la agricultura también es la primera beneficiaria de la diversidad biológica. Las actividades agrarias han desempeñado, y siguen desempeñando, un papel significativo, moldeando el paisaje europeo. La agricultura es el origen de muchos ecosistemas con una gran biodiversidad y contribuye al mantenimiento de la diversidad

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de especies y de un gran banco de genes. Incluso si las tierras agrícolas sirven, ante todo y sobre todo, para producir alimentos sanos y de alta calidad y materias primas renovables, la preservación de la biodiversidad y de una actividad agraria sostenible están totalmente interrelacionadas. Por consiguiente, no se puede poner fin a la pérdida de biodiversidad ni evitar la degradación de los servicios del ecosistema si no se comprometen activamente los agricultores a ello, al ser éstos los principales gestores del territorio. Sin embargo, la producción agraria no debe entrar en competencia con la contribución que aporta la agricultura prestando servicios ambientales, tales como la preservación de la biodiversidad. Al contrario, ambas funciones deben coexistir. Los hombres y mujeres que trabajamos en la agricultura y la ganadería pedimos la oportunidad de contribuir, como asociados, a la conservación de la biodiversidad, por lo que la cooperación entre la comunidad de conservación de la naturaleza y los

agricultores es crucial. Es esencial que se reconozca el empeño con el que los agricultores han mantenido durante siglos la gran diversidad de paisajes europeos. Sólo así se sentirán motivados y dispuestos a contribuir activamente a la protección de la biodiversidad. Es importante hacer hincapié en que se han conseguido mejoras significativas mediante recientes reformas de la Política Agraria Común para integrar mejor la biodiversidad en la misma.

Beneficios de la biodiversidad para la agricultura La conservación de la diversidad biológica es un factor decisivo en las actividades agrarias: en el centro de los diferentes procesos biológicos utilizados por la agricultura, la biodiversidad permite a los agricultores producir alimentos y productos no alimentarios, además de servicios. Inclu-


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so si la búsqueda de la autosuficiencia en la producción de alimentos ha venido centrándose en las últimas décadas en una serie limitada de especies de plantas y semillas, se ha alcanzado la seguridad alimentaria principalmente gracias a la adaptación y la mejora del germoplasma, que han permitido una producción agraria de calidad apta para desarrollarse a una escala adecuada en entornos muy variados. De este modo, la utilización de la biodiversidad en la agricultura permite crear nuevas variedades y semillas para el logro de objetivos económicos, de salud, técnicos y ecológicos. La utilización sostenible de la diversidad biológica en la agricultura contribuye a cambiar ciertas prácticas que, citando algunos ejemplos, pueden referirse a una reducción del uso de insecticidas mediante la acción de insectos beneficiosos (“lucha biológica”), reduciendo el arado mediante una mayor actividad biológica del suelo o incrementando los rendimientos gracias a una mayor polinización.

Beneficios de la agricultura para la biodiversidad A su vez, la evolución de la actividad agraria en ciertos casos enriquece la biodiversidad. Crea y mantiene ecosistemas y hábitats especiales, como el mosaico de campos cultivados y las lindes demarca-

das por setos y zanjas que proporcionan refugio y constituyen fuentes de alimento para ciertos individuos de la flora y la fauna y de la microfauna. La agricultura ha moldeado un entorno seminatural donde a menudo han sobrevivido especies endémicas (exclusivas) y amenazadas. Este es el caso por ejemplo de la chova, cuya supervivencia depende del mantenimiento del pastoreo tradicional en ciertas zonas, y la avutarda, que prospera en las extensas estepas cerealistas de España, pero también de un gran número de especies de plantas e insectos que dependen de los pastos seminaturales (el abandono del pastoreo extensivo en algunos hábitats seminaturales ha provocado la pérdida de más del 60% de sus especies pratenses). La agricultura no intensiva mantiene así las especies de plantas y animales silvestres y domesticados, las variedades o razas, así como los ecosistemas que a veces están en peligro de extinción. Gestionando una gran parte del territorio, la agricultura conserva en algunos casos muchos ecosistemas específicos que desaparecerían si se abandonaran las actividades agrícolas y ganaderas. La limpieza del sotobosque y de la maleza por las ovejas en zonas de difícil acceso, la prevención de la erosión frente a la acción del agua y del viento gracias a la cubierta vegetal, el mantenimiento de la diversidad de la flora en los pastos seminaturales gracias al pastoreo, la conservación de humedales, son

algunos ejemplos de los beneficios que la agricultura comporta para la biodiversidad. El sector agrario es consciente de su dependencia de ecosistemas sanos, habiendo identificado como prioridades clave tanto la conservación de las externalidades positivas de la producción agraria como la reducción de su impacto medioambiental adverso. Compromisos de mejora de la biodiversidad a menudo tienen impactos financieros y de gestión significativos sobre las actividades agrarias y, por esto, es necesario realizar una correcta evaluación de los beneficios producidos y prever una compensación adecuada para alcanzar esta meta. La agricultura y la biodiversidad están estrechamente interrelacionadas. Esta interdependencia mutua queda muy bien expresada con el término “biodiversidad agraria”. Abarca todos los componentes de la diversidad biológica que sean relevantes para la producción alimentaria y agraria: la variedad y variabilidad de animales, vegetales y microorganismos a nivel genético, a nivel de la diversidad de especies y al nivel de ecosistemas, así como los ecosistemas agrícolas específicos.

El papel de los agricultores y ganaderos a favor de la biodiversidad La actual Política Agraria Común (PAC) contiene elementos y acciones a favor de la conservación de la biodiversidad. El desacoplamiento de los pagos directos de la producción agraria a través del sistema de pago único por explotación es un paso importante hacia la conservación de la biodiversidad. La introducción de la condicionalidad ha contribuido a una mejora aún más significativa de las normas medioambientales. Sin embargo, el impacto positivo sobre la biodiversidad de los trabajos de los agricultores en los últimos años no será visible sino dentro de algunos años. Dado el papel que tiene la realización de una agricultura sostenible a favor de la biodiversidad, las diversas Administraciones deberían contribuir con los fondos necesarios para mejorar los impactos medioambientales positivos de la agricultura y para fomentar el uso sostenible de los recursos biológicos. Los agricultores y ganaderos deberían ser apoyados financieramente para poder desplegar los grandes es-


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fuerzos necesarios para el mantenimiento de los ecosistemas rurales en condiciones de elevado nivel de biodiversidad. En este sentido, el concepto de acuerdos y pagos voluntarios para los servicios de los ecosistemas debe desarrollarse más para las tierras agrícolas. En relación a la Red Natura 2000, establecida a nivel europeo con objeto de conservar los ecosistemas de valor y proteger las especies amenazadas, y que en nuestro país ocupará el 27% del territorio, incluyendo miles de explotaciones agrícolas y ganaderas, se debe disponer de suficientes fondos para compensar la pérdida de ingresos y permitir a los agricultores y ganaderos atender a las demandas de la sociedad. Además, es vital realizar un diálogo constructivo entre las Administraciones gestoras y los agricultores para asegurar una aplicación exitosa de la Red Natura 2000, y especialmente atender los intereses agrarios a la hora de la elaboración de los respectivos planes de gestión de dichos espacios, aprovechando los conocimientos locales.

Propuestas de UPA Reconocimiento de la labor de los agricultores en favor de la biodiversidad De generación en generación, la actividad agraria ha desembocado en la abundancia de especies y hábitats que hoy merece la pena proteger. El mantenimiento del uso sostenible de las tierras agrícolas es crucial para proteger la biodiversidad y para mantener el paisaje abierto y evitar el abandono de las tierras.

No se debe poner en peligro la competitividad de las explotaciones agrícolas Es necesario compaginar la creciente demanda de productos alimenticios y energía renovable con la necesidad de poner fin a la pérdida de biodiversidad. UPA hace un llamamiento a que se ayude a los agricultores a actuar de manera positiva para la biodiversidad sin poner en peligro la rentabilidad, la competitividad y la sostenibilidad de la agricultura y, por tanto, el futuro del sector agrario y la viabilidad de las zonas rurales.

Fomento de las medidas voluntarias contractuales de conservación y de las medidas agroambientales Como mejor se puede seguir progresando y alcanzar resultados positivos en lo relativo a la protección de la biodiversidad, es a través del enfoque cooperativo y del compromiso de los agricultores de manera voluntaria. Allí donde la agricultura está específicamente adaptada para alcanzar los objetivos de la biodiversidad, debería tratarse como una actividad empresarial y ser recompensada como tal. En este sentido se deberían fomentar los denominados “contratos territoriales de explotación” como instrumento útil de cara a conservar la biodiversidad ligada al medio agrario.

Incentivos financieros y asesoramiento para las prácticas respetuosas de la biodiversidad Deben ponerse a disposición los fondos apropiados. Los agricultores y ganaderos deberían contar con el apoyo de una formación profesional y con servicios de asesoramiento para incrementar los conocimientos ecológicos y permitirles prestar servicios al ecosistema, que resulten en beneficios para la sociedad, la naturaleza y los agricultores.

Necesidad de un fondo financiero europeo para espacios protegidos Establecimiento de una dotación presupuestaria para dar apoyo a los mecanismos de compensación necesarios para desarrollar con la máxima eficiencia y sensibilidad socioeconómica la Red Natura. Dentro de las diversas opciones posibles, UPA cree conveniente implantar un nuevo Fondo Estructural dedicado a aspectos medioambientales, en los que el desarrollo de la Red Natura debería tener un carácter preferente, otra alternativa sería reforzar de manera adecuada el instrumento financiero Life para dar apoyo a esta red.

Medida horizontal en el Marco Nacional de Desarrollo Rural 2007-2013 destinada a la Red Natura en espacios agrarios Es indispensable que se establezca la obligatoriedad de aplicación en todo el territorio nacional de indemnizaciones para los agricultores y ganaderos que vean mermados sus ingresos por posibles limitaciones provenientes de la aplicación de los planes de gestión en zonas Red Natura, tal y como permite el propio reglamento de desarrollo rural comunitario. Todos los Programas de Desarrollo Rural (PDR) de las CCAA deben desarrollar por tanto esta medida.


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Es necesario fortalecer los instrumentos legales y financieros con objeto de preservar las razas autóctonas de nuestra ganadería y las variedades tradicionales vegetales, ya que forman parte íntegra de la biodiversidad y contribuyen a la conservación de valiosos hábitats

Mayor interlocución, transparencia y participación con el sector agrario

Aplicación del “pago por servicios ambientales “ (PSA)

La implantación, gestión y regulación de los Espacios Naturales Protegidos y de la Red Natura, así como con los asuntos relacionados con el desarrollo y aplicación de la Ley del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, deben tener como principales interlocutores a los representantes legítimos de los agricultores y ganaderos (es decir, a las OPAS), como propietarios y gestores de los territorios que albergan esos recursos naturales. Por tanto, es preciso mejorar los instrumentos de interlución, dotar de una mayor transparencia a los procesos de gestión y dar cabida en los diferentes órganos consultivos y gestores (comisiones de seguimiento, patronatos, etc.) a las OPAS.

Instauración de medidas que vayan dirigidas a lograr que en determinados tipos de explotación los agricultores y ganaderos reciban algún tipo de pago por servicios ambientales en base a programas de protección de fauna y flora silvestres y de los espacios naturales.

La investigación e innovación agrarias, al servicio de la biodiversidad Las innovaciones técnicas, tanto en medios de gestión como en maquinaria, pueden ayudar a responder mejor a las necesidades de biodiversidad, a la vez que se mantiene un sector agrario competitivo. Es necesario reforzarse en el ámbito de la investigación para comprender mejor la interacción de la gestión agraria con la biodivesidad y para promover una agricultura respetuosa con el medio ambiente.

Mantenimiento de la diversidad genética en la agricultura y ganadería Es necesario fortalecer los instrumentos legales y financieros con objeto de preservar las razas autóctonas de nuestra ganadería y las variedades tradicionales vegetales, ya que forman parte íntegra de la biodiversidad y contribuyen a la conservación de valiosos hábitats.

Compensación a los agricultores y ganaderos por daños de la fauna silvestre protegida Los perjuicios causados por la fauna silvestre que tenga determinados grados de protección no deben ocasionar más problemas añadidos a los agricultores y ganaderos que los sufren, por este motivo las Administraciones responsables y competentes deben sufragar esos daños en su integridad y ofrecer medidas que los prevengan y mitiguen, independientemente de que los daños se hubiesen causado en espacios protegidos o fuera de ellos.

Fomento de acciones de “custodia del territorio” La custodia del territorio constituye un conjunto de estrategias e instrumentos que pretenden implicar a los propietarios y usuarios del territorio en la conservación y el buen uso de los valores y los recursos naturales, culturales y paisajísticos. Para conseguirlo, se promueven acuerdos de carácter voluntario y mecanismos de colaboración continua entre propietarios, entidades de custodia y otros agentes públicos y privados. El acuerdo de custodia es un procedimiento voluntario y una entidad de custodia para pactar el modo de conservar y gestionar un territorio. Los propietarios pueden recibir beneficios a través de posibilidades de financiación, incentivos fiscales u otro tipo de medidas incentivadoras. ■


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Biodiversidad y medio rural. Compañeros de camino versidad (TEEB) estima en 153.000 millones de euros el valor global de la polinización, realizada por especies silvestres, de los cultivos. Además, diferentes estudios científicos han demostrado que la presencia de polinizadores naturales (insectos, aves, murciélagos…) que habitan en bosques próximos a cultivos cafeteros aumentan en un 20% la producción del café y mejoran su calidad. Tanto por motivos éticos como económicos y sociales estamos todos obligados a asegurar el mantenimiento de los procesos ecológicos y los sistemas básicos que conforman el patrimonio natural y la biodiversidad. En estos servicios se sustenta nuestro propio bienestar y prosperidad y de ellos depende la continuidad de la mayor parte de las actividades en las que se basa nuestra economía, en especial las ligadas al medio rural. De este modo, trabajar por la biodiversidad es trabajar por el desarrollo sostenible del rico medio rural español. ■ JOSÉ JIMÉNEZ GARCÍA-HERRERA Director general de Medio Natural y Política Forestal. Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino

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l Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino tiene el cometido, a través de la Dirección General de Medio Natural y Política Forestal, de garantizar para todos los ciudadanos la conservación, el uso sostenible, la mejora y la restauración del patrimonio natural y de la biodiversidad como parte del deber de conservar y del derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, establecido en el artículo 45.2 de la Constitución Española. La Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio natural y de la biodiversidad, es el principal instrumento para el logro de este importante reto. La biodiversidad, tal y como la define el Convenio de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, es la “la variabilidad de organismos vivos de todas las clases, incluida la diversidad dentro de las especies, entre las especies y de los ecosistemas”. La

biodiversidad abarca, por tanto, todo lo que contribuye a la variedad de la vida y de sus manifestaciones en la naturaleza. La biodiversidad tiene un valor intrínseco pero también económico y social, ya que nos proporciona bienes y servicios esenciales para nuestro desarrollo y calidad de vida: alimentos, medicinas y materias primas; regulación del clima y de los ciclos hidrológicos, purificación del aire y el agua; fertilización y protección del suelo; polinización de cultivos; ocio y recreación; en fin, una lista interminable. Además está indisolublemente ligada a la cultura de todos los pueblos. La biodiversidad son ecosistemas en funcionamiento que sustentan la existencia del ser humano en la Tierra y, como tal, es un componente clave de la sostenibilidad. Por citar un ejemplo sobre el valor económico de la biodiversidad, el Estudio sobre la Economía de los Ecosistemas y la Biodi-

Un esfuerzo compartido Afrontar el reto de utilizar de modo racional y sostenible los recursos naturales necesita de la participación decidida de todos los sectores, en especial del sector agrario, que ha sido garante de la conservación de buena parte del medio natural de España y, como hemos visto, debe estar especialmente preocupado por el declive generalizado de la biodiversidad. Por ello, vamos a cooperar cada vez más y vamos a aunar esfuerzos para, entre todos, salvaguardar nuestro patrimonio común como base de nuestro desarrollo. Hay que conseguir que las actividades agrarias sean cada vez más sostenibles y se apliquen prácticas que sean a la vez rentables ambiental y económicamente. Esto será un seguro de vida para nosotros y el mejor legado para las generaciones futuras. El Plan Estratégico Estatal del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, creado por la Ley 42/2007, establecerá objetivos, acciones y criterios que promuevan la conservación, el uso sostenible y, en su caso,


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la restauración del patrimonio, de los recursos naturales y de la biodiversidad. Para la elaboración de este plan se está contando, como no podía ser de otro modo, con la participación de UPA, ya que consideramos necesario hacer partícipe a todo el sector agrario en la definición y aplicación de este importante instrumento. La integración es un principio fundamental sobre el que gira toda la filosofía del plan. Creemos imprescindible incorporar los objetivos y metas para la biodiversidad como parte esencial de todas las políticas sectoriales, en particular las agrarias.

Incentivar las buenas prácticas en los ecosistemas agrarios Los agrosistemas o ecosistemas agrarios de alto valor natural son sistemas originados por la acción humana donde el mantenimiento de un mosaico ambiental, unas explotaciones extensivas y unas prácticas de gestión sostenibles se asocian a un buen estado de conservación de su biodiversidad. Estos sistemas están frecuentemente amenazados por el abandono de la actividad debido a su poca rentabilidad en términos económicos. En cambio generan importantes externalidades ambientales positivas, servicios para toda la sociedad en forma de protección de suelos, paisajes, tradiciones o especies de fauna y flora que los hacen merecedores de una consideración especial. Si se considerase adecuadamente el valor económico global de todos estos servicios asociados a la biodiversidad, estas explotaciones demostrarían su gran rentabilidad, lo que avalaría una intervención más decidida para asegurar su conservación y mantenimiento. En eso estamos, desde la Dirección General de Medio Natural y Política Forestal trabajamos por incorporar el valor económico de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas en la toma de decisiones a todos los niveles. Y es que no es lo mismo el valor que el precio. La Ley 42/2007 ya habla de los incentivos a las externalidades positivas teniendo en cuenta los servicios prestados por los ecosistemas. Creemos firmemente que hay que avanzar en el establecimiento de sistemas de pago por servicios ambientales en España, como se reclama insistentemente en los foros internacionales y comunitarios sobre biodiversidad, que compensen a aquellos

propietarios de terrenos que con sus buenas prácticas ambientales contribuyen a proteger y mejorar el patrimonio común de todos que es la biodiversidad. De este modo se incentivarán las buenas prácticas y se reorientarán aquellas más perjudiciales e insostenibles que comprometen nuestro futuro. Los montes son un ejemplo paradigmático de servicios ambientales. Un monte en buen estado, además de producir madera, leña, hongos, resinas o caza, protege el suelo de la erosión, captura carbono, depura el agua, regula el clima y nos proporciona un entrono ideal para el ocio y el recreo. Por ello, ¿no sería justo compensar al propietario por los servicios prestados a la sociedad siempre y cuando se asegure que la gestión de ese monte se realiza de un modo racional y sostenible, teniendo en cuenta los factores productivos, sociales y, por supuesto, ambientales? Esta misma filosofía se podría aplicar a otras explotaciones, como las dehesas, los pastos tradicionales de montaña, los sistemas extensivos con rotación de cultivos o los viñedos, olivares y huertas mediterráneas, por citar algunos ejemplos. España cuenta con múltiples ejemplos de sistemas agrarios que contribuyen a la conservación del patrimonio natural y la biodiversidad que tenemos que mantener y defender. La agricultura y ganadería ecológica o los

bosques certificados generan productos siguiendo criterios de sostenibilidad que tienen un gran valor añadido con reflejo en el mercado. Son un buen ejemplo de una rentabilidad económica no reñida con la conservación de la biodiversidad que habría que fomentar aún más. Estos sistemas de producción agraria, además, fomentan un desarrollo rural. Los sistemas de producción agraria que integran adecuadamente el patrimonio natural y la biodiversidad tienen múltiples efectos positivos sobre el entorno social y medioambiental, ya que la proximidad de las explotaciones al consumidor final reduce tanto el gasto en combustibles fósiles del transporte como el número de intermediarios. La mayor calidad alimentaria es otro elemento a tener en consideración. Hay que insistir en poner en valor la contribución que los conocimientos tradicionales asociados al medio agrario han realizado al patrimonio cultural de nuestro país. Las prácticas y conocimientos tradicionales son un elemento que durante siglos ha asegurado la sostenibilidad de múltiples actividades y habría que considerarlas y adecuarlas al contexto actual. No podemos permitir de ningún modo que este patrimonio se pierda, ya que puede realizar una contribución esencial para el futuro. Siempre es difícil incorporar cambios en sectores tan complejos como el agrario, pero es absolutamente necesario que nos adaptemos a los tiempos para asegurar un próspero futuro para el medio rural de España. Lo entendemos como un esfuerzo conjunto para generar un cambio de modelo en clave de sostenibilidad, que garantice el desarrollo rural sin comprometer la biodiversidad ni los servicios de los ecosistemas. La Política Agraria Común debe contribuir a este reto articulando pagos para el mantenimiento de la biodiversidad gestionados en los que las unidades administrativas dedicadas a su conservación tengan un papel relevante para contribuir al logro pleno de sus objetivos. En un contexto de crisis global, de cambio climático y de pérdida de biodiversidad, es preciso dar un nuevo giro de tuerca para cambiar el rumbo de las cosas. Desde la Dirección General de Medio Natural y Política Forestal queremos contribuir a ello con nuestro esfuerzo y contamos con el sector agrario como compañero de camino y aliado. Trabajemos juntos para mejorar nuestra calidad de vida. ■



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La conservación de la biodiversidad, como un elemento esencial en el futuro del mundo rural ■ JESÚS CASAS GRANDE Director general de Desarrollo Sostenible del Medio Rural. Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino

ste es un buen momento para hablar de biodiversidad. No sólo porque es el año en que se celebra, sino también porque en esta búsqueda imparable de alternativas al mundo rural, ya sabemos todos que la preservación de las especies es una condición imprescindible para que las generaciones futuras puedan seguir viviendo dignamente. Esta idea forma parte de esa visión global que nos permite comprender que entre los humanos y el resto de las especies, ya sean flora o fauna, tiene que haber, además de cualquier otra cosa, respeto y equilibrio. De hecho, la Dirección General de Desarrollo Sostenible del Medio Rural se dedica fundamentalmente a insinuar cómo es posible organizar el territorio rural para que la convivencia de intenciones, usos y per-

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sonas sea armónica. Nuestras actuaciones están destinadas a demostrar que la convivencia de plantas, animales, paisajes y personas (hombres y mujeres) es posible y viable y que, al mismo tiempo, todos somos complementarios. Miramos el territorio en su conjunto, intentando equilibrar las políticas sectoriales que se desarrollan desde otras áreas del Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino. Somos un híbrido entre bisagra y perejil, tratamos de permitir moverse autónomo lo que tiene que estar indisolublemente unido, y aspiramos a, sin monopolizar ni mediatizar, estar en todos los guisos, en todos los acuerdos. El ejemplo más claro de todo ello, entre los temas que el Ministerio está poniendo en marcha a través de esta Dirección Ge-

neral, es el Programa de Desarrollo Rural Sostenible. Un formidable esfuerzo conceptual que probablemente está suponiendo el mayor esfuerzo de participación y puesta en común territorial realizado nunca en nuestro medio rural. Todas las comunidades autónomas, con sus lógicas luces y sombras, se han puesto manos a la obra y han preparado, siguiendo las directrices de la norma básica, su propia zonificación para la aplicación de este modelo de cohesión y desarrollo rural. En estos momentos, más de 200 territorios de España están elaborando sus planes de zona, en un esfuerzo de planificación ascendente y participativa que, sin duda, debe suponer un cambio irreversible en la forma de hacer construcción rural en nues tro país.


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servicios ambientales que el uso racional del medio rural conlleva. Lejos de ser cuestiones antagónicas, se está, sin duda, ante un camino que hay que recorrer juntos. Por eso no deja de ser sorprendente que, en no pocas ocasiones, cuando desde los sectores conservacionistas ya se reconoce claramente el valor del mantenimiento del uso agropastoril del medio rural como argumento básico de preservación, algunos en los sectores implicados todavía no lo perciban así e incluso hagan la lectura contraria.

Diversidad biológica y procesos ecológicos en el medio rural

También, con esa misma intención de maridar y buscar puntos de encuentro, hemos construido la Red Rural Nacional. Ésta está funcionando como un lugar de diálogo y debate entre todos los agentes sociales, comunidades autónomas, organizaciones sindicales y ecologistas que quieren seguir trabajando en la realización de actuaciones singulares, de intercambios de experiencias o de visibilización de buenas prácticas. En este sentido, una de las grandes apuestas del desarrollo sostenible es el apoyo a la realización de proyectos de innovación y modernización de nuestro mundo rural con iniciativas novedosas y atractivas. En total hemos invertido cerca de 60 millones de euros en estos dos últimos años, en más de 60 proyectos de cooperación entre grupos de acción local y 56 proyectos de actuaciones singulares de carácter piloto. Un esfuerzo financiero que, a pesar de la crisis, vamos a tratar de mantener e incluso de incrementar. Todos estos beneficios no son precisamente sólo para productores de alimentos, que también… Pero aspiramos a incorporar a todos los sectores generadores de otras actividades como: turismo, nuevas tecnologías, formación, conservación, consultoría, asesoramiento, automoción, textil, energías, patrimonio cultural, etc. Los habitantes del campo son iguales y tienen las mismas

necesidades e ilusiones que los urbanos, no hay razón para que las cosas que se pueden hacer en el medio urbano no puedan hacerse en igual medida en el medio rural. Y debemos trabajar para que realmente sea así. Se trata en definitiva de apoyar y visibilizar cómo hacer sostenibilidad en el medio rural mediante la cooperación y el pilotaje, dando soporte a la colaboración entre grupos de acción local y organizaciones e instituciones. Fomentando proyectos que estén destinados a mujeres, jóvenes y personas con discapacidad del medio rural, así como al empleo de nuevas tecnologías y a la mejora del medio ambiente. Tratando de predicar con el ejemplo en eso tan fácil de decir, pero tan difícil de hacer de dejar a la gente que decida, que tome protagonismo, que asuma responsabilidad, y que agarre los deseos de construir futuro. Desde esta perspectiva, aunar voluntades y hacer coincidir proyectos ha sido uno de los pilares de nuestro trabajo. La interrelación de conservacionistas y usuarios del territorio, venciendo posibles estereotipos del pasado que aún pueden existir, ha sido una de nuestras metas. Como he venido afirmando, la conservación de la biodiversidad está llamada a convertirse en un aliado fundamental del sector agrario. Es, probablemente, el mejor sensor en donde la sociedad pueda apreciar y valorar esos

Para empezar, hay que ser conscientes de que la mayor aportación financiera que actualmente se hace a la conservación de la biodiversidad es resultado de la asignación de los fondos comunitarios, vía los programas agroambientales del eje 2 del FEADER en el marco de la Política Agraria Común (PAC). Algo funciona mal cuando la Red Natura 2000 es entendida mayoritariamente en el medio rural como un lastre, y nadie parece darse cuenta que la conservación de esta red recae, básicamente, en fondos agrarios. Este convencimiento nos ha llevado, a demanda de todos, a organizar una plataforma para el diálogo entre organizaciones agrarias, grupos ecologistas y responsables de las redes de desarrollo rural denominado “Observatorio de la Diversidad Biológica y los Procesos Ecológicos en el Medio Rural”. Se trata de un germen de entendimiento que tiene como finalidad última contribuir a la integración plena y duradera en el medio rural. Partiendo de la base de que el 60% de la Red Natura 2000 está sobre zonas agrarias hemos entendido que era necesario crear esta estructura que permitirá equilibrar los procesos ecológicos y las actuaciones humanas con el objetivo, como prioridad inicial, de establecer un cauce para hablar, discutir, acordar y, en definitiva, entenderse. Como se puede comprender, se trata de un compromiso que implica impulsar el desarrollo sostenible a través de la conservación, recuperación, puesta en valor e imbricación socioeconómica de los ecosistemas y sus componentes en el medio rural. En el observatorio participan, además del MARM, representantes de las organizacio-


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nes agrarias UPA, ASAJA y COAG; las asociaciones ecologistas como SEO, WWF y Ecologistas en Acción; y las redes supraautonómicas de desarrollo rural REDER y REDR, así como con representantes de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Algunos trabajos ya están iniciados. El equipo técnico del Observatorio presentó en la última reunión indicadores específicos del estado y tendencias de la biodiversidad en el medio rural. En este sentido estamos actuando sobre los diferentes ámbitos del medio rural como son la agricultura, la ganadería, la selvicultura, el paisaje, la valoración de productos locales, el impulso del turismo rural, las energías renovables, la recuperación de espacios degradados y la gobernanza en la sostenibilidad del medio rural. Este instrumento de gestión se configura como una plataforma abierta y flexible de debate y proposición en torno a la situación y tendencias del patrimonio natural en la actual dinámica de desarrollo rural sostenible, con participación de visiones institucionales y sectoriales diversas que procuran su integración en el territorio. Esperemos que sirva para eso, y para más cosas. Esperemos que sea así, porque tiene que ser así. El territorio rural se vertebra desde la integración, la implicación de los sectores y la cooperación. Nadie sobra, todos los sectores tienen cosas que decir, y además tenemos que construirlo con un medido equilibrio de las responsabilidades, en donde los actores territoriales tengan capacidad para proponer, para asumir cometidos y riesgos, y para sentirse protagonistas. El mundo rural solo tendrá futuro si lo tiene su gente. No hay que olvidar que el 85% del territorio es rural y que en esas zonas vive el 20% de la población española. En estos paisajes conviven los valores naturales con el uso y la presencia humana, pero las condiciones de vida de estos hombres y mujeres del medio rural todavía no están equiparadas a los que habitan en las ciudades o en los núcleos urbanos más poblados. No basta con las palabras, hay que conseguir las mismas características de calidad y modernidad, tenemos que hacer cosas para conseguir el equilibrio. Y todavía tenemos mucho por hacer, todavía la igualdad de derechos y capacidades en el medio rural es una palabra hermosa que resuena en algunos sitios como mera esperanza de futuro y en otras, todavía más desgraciadamente, como vana ilusión.

La búsqueda de la igualdad ciudadana, y el reconocimiento de los derechos individuales nos han llevado a creer que todos nuestros ciudadanos tienen el mismo peso colectivo, y que una vez reconocidos jurídicamente estos derechos (la educación, la salud, la comunicación, la seguridad) ya está todo resuelto en términos globales. Pero esto sólo es una verdad a medias. Puede que estemos orgullosos de que el 90% de los españoles tenga acceso a banda ancha, pero ese 10% que no tiene son todos ciudadanos rurales. Ciudadanos rurales aislados y marginales que, probablemente, les resulte más imprescindible disponer de la banda ancha de forma cotidiana que a muchos ciudadanos urbanos. Y esto es sólo un ejemplo. Los ciudadanos rurales están siempre en el resto hasta cien de las estadísticas. Los ponemos los primeros en reconocimiento y añoranza, pero son los últimos a los que llegan, si llegan, los avances de la sociedad del bienestar. Y, sin embargo, la transcendencia colectiva de la pérdida de un ciudadano rural es muy superior a la de un ciudadano urbano. El valor de presencia de nuestros rurales es un hecho que ni se reconoce ni se valora adecuadamente. Cada pueblo que se vacía es una tragedia humana, pero sobre todo es un jirón en la desvertebración territorial del país. No podemos tratar co-

mo iguales a los que no pueden ejercer como iguales. No podemos pensar en términos de igualdad cuando nuestros rurales no sólo nos están dando de comer, sino que están manteniendo todos los servicios ambientales, toda la entidad de estado y toda la visión territorial. El territorio importa, y la gente que queda allí se agiganta en sus necesidades y compromisos, y todos deberíamos así entenderlo y reconocerlo. El Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino ha hecho una apuesta decidida y paralela con los elementos que componen el mosaico de lo rural: personas, paisajes, árboles, plantas y animales. Todos asentados en el mismo territorio compartiendo un proyecto viable y de futuro, con la misma calidad de servicios, independientemente del hecho geográfico y de la rentabilidad concreta. Todos apostamos por conservar la biodiversidad.

Del desarrollo rural al desarrollo territorial Pero volvamos a la eterna pregunta: ¿qué significa exactamente apostar por la biodiversidad? Es cierto que algunos aún lo entienden como poner radiotransmisores a las aves, pero otros muchos ya conside-


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ran que también la PAC, a través de la financiación para medidas agroambientales, es un puntal económico de primer orden que resulta imprescindible para favorecer a las especies y a los espacios. Y somos muchos los que cada vez más empezamos a entrever que la única posibilidad de conservar biodiversidad es devolver responsabilidad al territorio, es dejar de hacer cosas desde los despachos y las minorías ilustradas, y jugar a dejar que sean los ciudadanos los que asuman cuotas de responsabilidad y de protagonismo. No se trata sóo de hacer, se trata fundamentalmente de dejarles hacer. Digámoslo sin vergüenza: hace falta apoyo público singularizado y claramente dirigido hacia el medio rural. Incluso en esta sociedad global, adoradora del mercado y del libre comercio, en el medio rural sigue siendo imprescindible el apoyo público. Hay déficit esenciales a los que lo privado nunca va a querer llegar, y es que, por mucho que no queramos verlo, la preservación y el equilibrio territorial no se pueden construir desde un apriorismo que sólo tenga en cuenta parámetros económicos. Cuando la situación de partida no es de igualdad, no se puede pretender que las reglas inicialmente puedan ser sólo las del libre mercado. Hay que apostar por realizar políticas públicas de aplicación singularizada, y buscar soluciones a los problemas que van

surgiendo dictadas con criterios de solidaridad. Esta unión de elementos es la clave para el despegue de la sociedad rural en la que se integran los puntos de vista conservacionistas, la preservación del patrimonio y la cultura, así como la capacidad para aportar materias primas que crean economía y consolidan una seguridad alimentaria. Lo que parece sencillo de decir, no necesariamente es fácil de llevar a cabo. Cada territorio necesita un estudio propio, un análisis de sus componentes y una solución específica. No hay reglas mágicas, por mucho que pongamos normas generalistas. Trabajar en el medio rural es reconocer que no hay regla común, y que cada caso requiere sus propias soluciones. Y en la totalidad de los casos la solución no es una solución; la solución es la suma de muchas pequeñas cosas que posibilitarán que las aguas estén limpias y los campos preparados. En este afán por encontrar alternativas meditadas e intelectualmente elaboradas hemos estado trabajando en un documento que se ha hecho público recientemente y que ha sido redactado por un foro de reflexión y debate con el director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC), Eduardo Moyano, a la cabeza. La denominación de este estudio es “Del desarrollo rural al desarrollo territorial”, título significativo del meollo del tema que nos ocupa. En este foro, independiente de institucio-

nes políticas o administrativas, han confluido personas diversas y con procedencias variadas que van desde especialistas del mundo académico (universidades y centros de investigación científica) hasta representantes del sector agrario (vinculados a los sindicatos y organizaciones profesionales y al cooperativismo) y de las redes de desarrollo rural. También han participado actores relevantes del movimiento ambientalista y responsables destacados de los diversos departamentos de la Administración pública (tanto nacional como regional), así como profesionales con experiencia contrastada en los temas agrarios y rurales. A todos les ha unido su interés por el desarrollo territorial y por el futuro de nuestro mundo rural. El documento tiene vocación de equilibrio en ideas, reflexiones y estilo. También tiene un objetivo evidente y es que se vieran reflejados en él tanto los que están más volcados en los temas agrarios como los que están más sensibilizados ante el medio ambiente, el paisaje y la protección de la naturaleza. Entre las conclusiones hay una propuesta que me gustaría destacar como colofón a la búsqueda de soluciones. Me refiero a la necesidad de potenciar, sin miedo y sin rémoras, el enfoque territorial. Ahora más que nunca comprendemos que el futuro de las áreas rurales pasa por la diversificación de las actividades, incluyendo una agricultura eficiente económicamente y ambientalmente sostenible. Pero también sabemos que no habrá futuro en un país sin un territorio rural vivo que sea capaz de proponer, de forma proactiva, sinergias para el uso y disfrute de los recursos naturales y para el aprovechamiento de los bienes públicos que conlleva el medio rural.

La PAC del futuro Los próximos meses, metidos ya de hoz y coz en la nueva definición de la Política Agraria Común, van a ser determinantes. Antes de que finalice el año la Comisión pondrá encima de la mesa su primer documento de intenciones, y a partir de ahí sería bueno que las posiciones y las ideas estuvieran suficientemente claras y maduras. Durante estos últimos meses hemos visto cómo se han dibujado dos posibles vías para profundizar en la política rural. La pri-


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mera es la tradicional que plantea que el desarrollo rural es una parte accesoria de los temas relacionados con la producción, en la comprensión siempre de un segundo pilar de la PAC como un elemento adicional, complementario, de acompañamiento del primer pilar. La segunda supone, al hablar de desarrollo rural, dar un gran salto conceptual y pasar de lo rural a lo territorial para consagrar un equilibrio en donde los aspectos productivos y los aspectos territoriales sigan relacionados, pero en ningún caso tengan una relación de condicionalidad o dependencia. Por otra parte, no nos engañemos, el futuro de los pagos directos del primer pilar pasa inequívocamente por incorporar consideraciones territoriales y visiones transversales en su formulación. Mantener un escenario de apoyo al sector agrario en condiciones de seguir produciendo y suministrando alimentos de calidad y con la seguridad alimentaria que exigen los países avanzados es razonable, pero también lo es que toda actividad volcada a consolidar habitantes en las zonas rurales y a suministrar bienes públicos de alcance general tengan un reconocimiento basado en esa orientación territorial y asociada a los servicios inmateriales (o inevaluables) que suministra. La conservación de la biodiversidad en este contexto no es atrezzo, es servicio.

El protagonismo de las mujeres rurales Me gustaría hacer una pequeña mención a las mujeres rurales, cuya importancia en la preservación del medio rural es sencillamente esencial y nunca suficientemente reconocida. Las mujeres han estado olvidadas durante muchos años, aunque por todos es conocido que eran, y son, el pilar de toda la actividad rural. Desde esta Dirección General trabajamos para impulsar la igualdad de género, la no discriminación y el reconocimiento de los derechos y deberes de esa más de la mitad de la población que vive en el campo. Curiosamente, en la mayoría de los casos cuando se pasa a la escala de lo que realmente está ocurriendo en el territorio, las mujeres están haciendo actividades más sostenibles, son las pioneras en la sensibilidad ambiental, y forman los núcleos directivos más comprometidos con una nueva forma de

hacer futuro y territorio rural. En este sentido, la creación de una mesa de mujeres, la promoción de la titularidad compartida, el establecimiento de premios a la innovación rural promovida por mujeres rurales y el apoyo de forma efectiva a los proyectos de mujeres dirigidos por y para mujeres son nuestra carta de presentación. De forma concreta, durante la celebración del Foro de Mujeres Rurales en Cáceres, coincidiendo con la Presidencia española de la Unión Europea, promovimos una declaración en la que se pedía: “Alcanzar la completa equidad entre las mujeres y los hombres, integrando la perspectiva de género en todas las políticas, y aplicando sus consecuencias institucionales, jurídicas y técnicas mediante los instrumentos comunitarios”. Para conseguirlo se instaba a tomar medidas en los Estados miembros de la Unión y aplicar medidas específicas para favorecer la igualdad de acuerdo con los principios de la Unión. Todo parece indicar que el Gobierno de España, una vez concluido el dictamen que el Consejo de Estado ha elaborado al efecto, recogerá pronto el guante y pondrá en marcha nuevas actuaciones en este sentido. Con todo he pretendido dibujar un bosquejo de cómo pensamos que es posible encardinar conservación de la biodiversidad y futuro para los ciudadanos del medio rural en un territorio vertebrado, sano, cohesionado y viable. Indudablemente, todo lo di-

cho, todas las ideas desarrolladas no son nuevas y es posible que se hayan dicho muchas veces. A mí lo que me interesa, porque estoy convencido de ello, es dar a entender que nuestro patrimonio cultural y natural, nuestra forma de vida en todos los aspectos, incluidos la alimentación y las costumbres, son un referente que nos ha permitido avanzar en libertad y respeto. Nuestra idiosincrasia cultural y nuestro territorio son una valiosa joya en la que se mezclan colores, orígenes, especies y formas de ver la vida. No desaprovechemos la ocasión que nos brinda este mundo tan revuelto y en crisis. Tratemos de salir de la crisis con los ojos abiertos. Finalmente, quiero agradecer a la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) que haya contado conmigo para tratar de ilustrar un poco sobre esta mezcla difícil, pero apasionante, que supone integrar las políticas agrarias con las de conservación. Además, si me permiten y para concluir, hago un llamamiento a la acción y a la innovación. Ha llegado el momento de empujar todos en una dirección que nos lleve a la fusión, a la tolerancia y a la convivencia. No estoy seguro de saber cuál es el camino correcto para llegar, incluso creo que debe haber bastantes caminos alternativos, pero sí estoy convencido de que no hay otro destino posible, y el que conoce su destino, ya tiene hecho lo más importante. ■



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La biodiversidad como generadora de riqueza

■ ANA LEIVA Directora de la Fundación Biodiversidad

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a actividad agraria sostenible está en el origen de muchos ecosistemas con una gran biodiversidad. Biodiversidad y aprovechamiento sostenible son, por tanto, dos términos en la base de una función social vital, en estrecho vínculo con la salud, la calidad de vida y el bienestar de las personas. La pérdida de biodiversidad le cuesta, anualmente, a la humanidad una pérdida de cerca de un 7% del Producto Interior Bruto mundial. El informe “La economía de los ecosistemas y de la biodiversidad” (TEEB, por sus siglas en inglés) alerta de que esta pérdida afecta especialmente a las sociedades más empobrecidas, ya que la agricultura, la ganadería, la pesca y la silvicultura son los medios de subsistencia más afectados por un medio ambiente degradado. Y es que, sin duda, pocas actividades dependen tanto del medio ambiente como las del sector primario. En España, particularmente, el medio rural representa el 90% del territorio, acoge al 35% de la población y concentra la práctica totalidad de los recursos natura-

les. Alberga una muestra tan representativa de la biodiversidad mundial que se parece a un continente en miniatura. Además, reúne una parte significativa del patrimonio cultural. Y es en este importante espacio donde la trashumancia viene a representar uno de los principales legados culturales heredados. Su influencia se traduce tanto en el paisaje como en su paisanaje, en el intercambio cultural que ha favorecido y en la pervivencia de tradiciones seculares hoy muy amenazadas. Apenas uno de los ejemplos de recurso endógeno que puede brindar mucho al territorio, aportar todos sus valores naturales, culturales y educativos. Apoyar la conservación de los recursos naturales y de la biodiversidad constituye un activo económico que garantiza las actividades agrícolas, forestales y ganaderas. Para que ello sea verdaderamente posible, es preciso recurrir a métodos de producción agraria compatibles con el medio ambiente, técnicas tradicionales de agricultura, ganadería, silvicultura y gestión adecuada de pastos que mantienen o aumentan la bio-

diversidad y que permiten la preservación de la diversidad de hábitats naturales y de la flora y la fauna silvestres. Porque mantener una base suficiente de capital natural permitirá que los ecosistemas sigan suministrando al ser humano servicios vitales que son muy difíciles de sustituir.

El valor de lo ambiental La agricultura ecológica es la forma más novedosa de cultivar respetando el medio ambiente. Es, además, compatible con el desarrollo tecnológico. En el conjunto de políticas del Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino y, transversalmente, del Gobierno de España, la agricultura ecológica representa el modelo europeo de producción, ya que en éste confluyen los tres ejes de la sostenibilidad: medioambiental, social y económica. Y es a partir de las excepcionales condiciones naturales de este país y de sus métodos tradicionales de producción que hoy por hoy España se ha convertido, con 1,6 mi-


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llones de hectáreas, en el primer Estado miembro de la Unión Europea en superficie dedicada a la agricultura ecológica. La superficie ecológica cultivada supera las 570.000 hectáreas, con un incremento del 22% respecto a 2008, principalmente en el tipo de producción mediterránea de cereales, olivar, frutos secos y vid. El sector ganadero de producción ecológica también ha avanzado significativamente en 2009, creciendo un 20% con respecto al año anterior. Partiendo de estas cifras y de los beneficios descritos puede entenderse por qué la agricultura ecológica es una prioridad para la Fundación Biodiversidad, fundación pública dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino, con más de una década de trayectoria trabajando en la preservación del medio ambiente y por el desarrollo sostenible. Es que sabemos que la agricultura ecológica favorece la conservación del patrimonio natural, a través de la protección de la biodiversidad biológica en todo el sistema agrario y de las superficies de cultivo y el entorno medioambiental. También contribuye al desarrollo rural, ya que permite la gestión del territorio con métodos extensivos tradicionales, y favorece el mantenimiento de su población, incluidos los más jóvenes. Adicionalmente, la agricultura ecológica tiene un alto potencial para generar empleo, ya que requiere un tercio más de trabajadores a tiempo completo por explotación que las explotaciones convencionales. Según el “Informe Empleo verde en una economía sostenible”, de la Fundación Biodiversidad y el Observatorio de Sostenibilidad de España (OSE), presentado en abril de 2010, el número de personas ocupadas en actividades de contenido ambiental en España ha pasado de 158.500 puestos de trabajo en 1998 a alrededor de 531.000 en 2009. Un cambio que representa un incremento del 235%. La agricultura y ganadería ecológicas, con 49.867 puestos de trabajo, se encuentran en el quinto lugar en las actividades de empleo verde tradicional, representando el 9,4% del total. Efectivamente, se trata de sectores en plena expansión en la actualidad, al igual que el de las energías renovables, y presentan un elevado potencial para la generación (o reconversión) de empleos en España. En este escenario, mejorar la calidad de vida en el medio rural es un requisito básico para fijar población y para mantener un uso del territorio que garantice su cuidado y

buen estado de conservación. Todo esto, a su vez, dando impulso a una sólida política de igualdad de género para potenciar el papel de las mujeres en el mundo rural. Visto así, no cabe duda de que gran parte de las oportunidades de futuro para el mundo rural vienen de la puesta en valor de lo ambiental, tanto desde el punto de vista de su reconocimiento como de su apreciación. Actualmente, existen perspectivas muy interesantes de empleo y de negocio en el sector de la agricultura ecológica y su cadena de suministros, tales como granjas y huertas, negocios rurales, ecoturismo, profesionales en bienestar animal e investigación científica. Además de las certificadoras y de los canales de comercialización que manejan cada vez mayor volumen de negocio (allí están las grandes superficies, que están incorporando productos ecológicos en su oferta al consumidor)… O la hostelería, otro sector en que se halla buena parte de su potencial. Así, desde la Fundación Biodiversidad apostamos por potenciar estas actividades que crean riqueza en las zonas rurales, teniendo en cuenta que la producción ecológica contribuye a la diversidad biológica y a la preservación de las especies y los hábitats naturales; promueve el bienestar y la salud de los animales y las personas; presta atención a los equilibrios locales y regionales, y promueve el uso de los recursos in situ, y aumenta la vida en el suelo y su fertilidad natural, así como la calidad del agua.

Algunos proyectos en marcha La Fundación Biodiversidad apoya la producción ecológica, promoviendo diferentes iniciativas enfocadas a proteger la naturaleza y contribuir al desarrollo sostenible, así como a la creación de empleo en el medio rural. Se puede mencionar, por ejemplo, un proyecto que promueve la agricultura ecológica en la preservación de la biodiversidad, que aspira a conservar y dinamizar la actividad agrícola, aliviar la presión del paisaje urbano y familiarizar a la sociedad con métodos de producción sostenible de alimentos y con el consumo sano y responsable. Una propuesta similar es el “Programa de formación para la sostenibilidad ambiental: huertos urbanos y familias sostenibles”, que cede pequeñas huertas a poblaciones municipales preparadas para su explotación hortícola mediante prácticas agrícolas ecológicas o tradicionales, y asesorarles en su cultivo. Otra iniciativa en esta misma línea es la “Gestión sostenible y revalorización de los agrosistemas de las Sierras de Béjar y Francia”, que tiene como objetivo conservar y revalorizar el paisaje agroforestal en estos sectores de la provincia de Salamanca y sus recursos asociados, mediante la propuesta de un modelo con enfoque agroecológico de los recursos naturales, lo cual se pretende que redunde en un aumento de la bio diversidad de sus ecosistemas.


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Destaca también la “Restauración paisajística de parcelas agrícolas abandonadas en el entorno natural protegido de la Marjal dels Moros”, que busca poner en marcha un modelo de agricultura ecológica en una finca de siete hectáreas y transferir las metodologías y los conocimientos tecnológicos a los agricultores de la zona. Asimismo, la Fundación Biodiversidad ha avalado la reactivación del sector agrario a través de la producción ecológica, que busca fijar población rural en sus territorios, manteniendo una renta digna a partir de la práctica de la agricultura y la ganadería ecológicas. Los destinatarios son trabajadores del medio rural pertenecientes al sector agroganadero. En el aspecto referido a conservación de variedades autóctonas y biodiversidad, puede mencionarse un estudio del potencial forrajero de especies autóctonas de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote; la recuperación, a través del uso, de la agrobiodiversidad en los espacios de la Red Natura 2000 en Cataluña, y el rescate de variedades autóctonas como estrategia combinada de conservación de la biodiversidad y desarrollo sostenible del medio rural. Una propuesta a destacar es “SOS VENENO 2009/2010. Acciones de voluntariado y clínicas veterinarias contra el uso de cebos envenenados en España”, que busca erradicar el uso de cebos envenenados para el control de depredadores, que afecta críticamente a especies protegidas y amenazadas. Por medio de acciones propias, como los Premios Fundación Biodiversidad, la Fundación Biodiversidad ha dado, asimismo, un espaldarazo a emprendedores e innovadores, aplicando criterios que demuestran que la generación de riqueza y la conservación del medio ambiente pueden ir de la mano y reforzarse mutuamente. En la categoría Innovación y Acción de la convocatoria 2009 de este certamen, que está próximo a elegir los ganadores de su edición 2010, se reconoció, por ejemplo, la labor realizada bajo el paraguas del proyecto “Agricultura y conservación de la naturaleza en áreas de alto valor ambiental”. La Experiencia de Riet Vell se trata de una acción en la que participan productores y entidades ambientales, que impulsa el cultivo ecológico del arroz en el delta del Ebro y que pone en valor productos y actividades agrarias necesarias para la conservación de espacios naturales.

Empleaverde nace con la misión de favorecer la formación ambiental de los trabajadores, autónomos y empresarios, promocionar y mejorar el empleo verde, impulsar la sostenibilidad de las actividades económicas y fomentar la modernización y la creación de empresas Las actividades agrarias y el Programa empleaverde La Fundación Biodiversidad continúa adelante con su ambicioso programa para la creación de empleo, el Programa empleaverde. Con un fuerte impacto positivo en empresas y trabajadores, el programa cuenta con una dotación de 44,1 millones de euros hasta 2013. empleaverde nace con la misión de favorecer la formación ambiental de los trabajadores, autónomos y empresarios, promocionar y mejorar el empleo verde, impulsar la sostenibilidad de las actividades económicas y fomentar la modernización y la creación de empresas. Dos son las metas a alcanzar: apoyar a más de 50.000 personas y promover la creación de unas 1.000 empresas en el sector ambiental. El programa está financiado por el Fondo Social Europeo (FSE), en el marco del Programa Operativo Plurirregional de Adaptabilidad y Empleo. Este fondo es el instrumento financiero de la Unión Europea más importante para la promoción del empleo y de la adaptación de los trabajadores a los cambios tecnológicos, económicos y sociales que repercuten directamente en el mercado de trabajo. Los proyectos gestados en empleaverde benefician a agricultores, ganaderos, pescadores, gestores forestales, distribuidores y

comercializadores, y restauradores dedicados en exclusiva a preparar alimentación ecológica, ya sea en restaurantes tradicionales, comedores escolares o de empresas públicas o privadas. Así, a partir de esta sinergia, se obtienen productos ecológicos diversos que van desde las frutas, hortalizas, verduras, cereales, pasando por la leche de vaca, cabra, huevos, carnes, hasta llegar a vinos procedentes de uvas ecológicas, cervezas, yogures y zumos de frutas que pueden adquirirse en comercios, supermercados y mercados locales, incluyendo nuevas formas de empaquetado ecológico y de transporte sostenible. Algunas de las propuestas promovidas en estrecha relación con actividades agrarias se asientan en la producción del olivar ecológico, pistacho ecológico, productos hortícolas, frutales, vinos ecológicos, algodón ecológico y queso artesanal, entre otros. Además, hay proyectos vinculados con la cadena de suministros de los productos de la agricultura ecológica, como la creación de empresas de artesanía alimentaria ecológica, distribución y venta; el fomento de la producción ecológica mediante huertos ecológicos; cocina ecológica y formación a inspectores del sector de la producción; la colocación de productos ecológicos en el mercado, y la mejora en el manejo y en la comercialización de las explotaciones agrarias. Las iniciativas de empleaverde son ejecu-


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Algunos proyectos de empleaverde ◆ Sector ganadero y pastoreo Mediante acciones para la modernización del pastoreo se busca potenciar, mejorar y dignificar la profesión del pastor y promover la creación de empresas ganaderas. ◆ Desarrollo rural Impulsar la truficultura como alternativa productiva del ámbito forestal con viabilidad económica, lo cual puede contribuir al asentamiento de la población en el medio rural. Otro proyecto sobre agricultura ecológica como fuente de empleo rural aspira formar a trabajadores de agricultura y agroindustrias sobre protección vegetal, control biológico de plagas y conservación de la biodiversidad cultivada y agricultura ecológica, entre otros tópicos. Destacamos, especialmente, el proyecto “Mujer, medio ambiente y desarrollo rural”, desarrollado en Galicia. Apoyamos esfuerzos como éste, que buscan consolidar un protagonismo creciente de las mujeres rurales en los nuevos yacimientos de empleo relacionados con el medio ambiente.

tadas por distintas entidades, entre las que se encuentran sindicatos, agrupaciones ambientales y asociaciones de productores. Según los objetivos de los proyectos ligados a la agricultura ecológica aprobados en este marco se calcula, para el periodo 2008-2011, que casi 7.000 destinatarios participarán en las acciones de formación. También se estima que se creará un centenar de puestos de trabajo y se fundarán nuevas empresas o se reconvertirán a la agricultura ecológica más de 600 actividades. Con el desglose de acciones descrito brevemente en estas líneas, sólo queremos trazar un pequeño esbozo de lo que para la Fundación Biodiversidad significa caminar por la senda del desarrollo sostenible. Es una realidad que se está tejiendo hoy y que permitirá avanzar hacia un modelo de crecimiento más estable, más equitativo y de mayor calidad, sin descuidar jamás la protección de la biodiversidad, porque de su buen estado de conservación depende la disponibilidad de recursos para sostener la actividad económica, porque proporciona una fuente de servicios ecológicos que son imprescindibles para la salud y el bienestar de los ciudadanos. Este es el mensaje que Naciones Unidas ha querido difundir en este año 2010, declarado Año Internacional de la Biodiversidad. La Fundación Biodiversidad no dejará de trabajar en ello. ■

◆ Sector agrícola Destacamos las iniciativas orientadas a potenciar la producción agroecológica como alternativa a la agricultura convencional, mediante la puesta en marcha de cursos de formación práctica sobre el manejo sostenible de los recursos naturales. Apoyamos, por tanto, la agricultura ecológica en todos sus ámbitos, promoviendo el incremento de la superficie dedicada a la producción agrícola y ganadera, fomentando las empresas de transformación de productos ecológicos y mejorando su distribución y venta. ◆ Gestión forestal “El futuro del bosque está en tus manos” es un proyecto desarrollado en todo el territorio español, que persigue mejorar y rearticular el sector forestal, aumentando las capacidades y la cualificación de los trabajadores en temas ambientales, cambio climático y sostenibilidad y fomentando la modernización del mismo. Otra iniciativa en este mismo ámbito, pero centrándose en espacios rurales, es la de “Conservación de los bosques y el desarrollo rural”, que busca generar alternativas de empleo innovadoras, ofreciendo, para ello, información, formación y asesoramiento en termas de gestión forestal sostenible, certificación forestal y economía social.


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Biodiversidad y sostenibilidad ■ LUIS M. JIMÉNEZ HERRERO Director ejecutivo del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE). Profesor de la UCM

a biodiversidad configura el núcleo viviente del capital natural y es una riqueza patrimonial que tiene un enorme valor ambiental, económico y sociocultural. Sin embargo, su incesante pérdida a todos los niveles amenaza cada vez más la funcionalidad de los sistemas naturales y el propio bienestar humano. Los sistemas humanos están ejerciendo una presión destructiva sobre los ecosistemas, los cambios en el uso de la tierra, la contaminación, a lo que se une el cambio climático y el cambio global que se está produciendo a escala planetaria. Las amenazas que se ciernen sobre la biodiversidad se producen de forma generalizada en todo el mundo, y afecta especialmente a Europa y a España, en particular. La comunidad internacional no ha logrado alcanzar el objetivo, comprometido en 2002, de reducir de manera significativa la pérdida de biodiversidad en el mundo en 2010. Pero tampoco la UE lo ha conseguido. Los más recientes informes confirman que la UE no ha cumplido su compromiso a pesar de que en los últimos años se han hecho progresos significativos. Y todavía esta problemática no ocupa un lugar tan prioritario como se merece en la agenda política internacional, si bien es crucial que se concrete una estrategia mundial y europea para después de 2010, que sea suficientemente amplia y sólida para establecer una protección efectiva de la biodiversidad y los ecosistemas a largo plazo. Precisamente este es el mayor reto y a la vez el objetivo principal de la Conferencia de Nagoya de octubre de 2010 (1). A la Unión y a España nos va mucho en ello.

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Situaciones cada vez más preocupantes El panorama mundial es decepcionante, en la medida que las presiones sobre la biodiversidad siguen en aumento. Informes del PNUMA indican que entre un 12%

y un 55% de algunos grupos de vertebrados, invertebrados y plantas están amenazados de extinción en todo el mundo (2). Desde finales de los años setenta se ha destruido una superficie de selva tropical mayor que la Unión Europea, principalmente para la explotación de su madera, el cultivo de productos como el aceite de palma y la soja y para la cría de ganado. Cada tres o cuatro años se destruye una superficie equivalente a la de Francia. Otros ecosistemas variados, como humedales, tierras áridas, islas, bosques de zonas templadas, manglares y arrecifes coralinos, sufren pérdidas similares. Varios informes autorizados confirman el hecho de que la biodiversidad se encuentra gravemente amenazada en todo el mundo y de que se están registrando pérdidas a un ritmo entre 100 y 1.000 veces superior a lo normal. El análisis sobre la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (MEA) confirma que más de un tercio de las especies evaluadas están al borde de la extinción, y se calcula que el 60% de los eco-

sistemas del planeta se han degradado en los últimos 50 años, con consecuencias para los servicios que prestan. La biodiversidad marina también está sometida a presión, y aproximadamente el 90% de la biomasa del planeta se encuentra en el océano. Solamente 4 de los 24 servicios de los ecosistemas analizados en la Evaluación de Ecosistemas del Milenio han mejorado: cultivos, ganadería, acuicultura y secuestro de carbono. En contraste, otros 15 servicios se han degradado, incluyendo las capturas de pesca, la producción de madera, el abastecimiento de agua, el tratamiento de los residuos, la purificación del agua, la protección frente a riesgos naturales, la regulación de la calidad del aire, la regulación del clima regional y local, la regulación de la erosión y muchos beneficios culturales (espirituales, estéticos, recreativos y otros). En el caso de Europa, este informe indica que los ecosistemas europeos han sufrido una fragmentación debida a la actividad humana superior a la registrada en los demás continentes (3).


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Las evaluaciones sobre la conservación de las especies y hábitats en Europa indican que, a pesar de haberse registrado algunos éxitos, la situación general es de deterioro: solamente el 17% de las especies y tipos de hábitat de interés para la conservación en la UE se encuentran en un estado favorable de conservación. Por ejemplo, sólo puede considerarse “intacto” entre el 1% y el 3% de los bosques de Europa Occidental. Desde los años cincuenta, Europa ha perdido más de la mitad de sus humedales y la mayor parte de sus tierras agrícolas con alto valor natural. Se han degradado muchos ecosistemas marinos de la Unión Europea. En lo que se refiere a las especies europeas, un 42% de los mamíferos autóctonos, un 43% de las aves, un 45% de las mariposas, un 30% de los anfibios, un 45% de los reptiles y un 52% de los peces de agua dulce están amenazados de extinción. En España tenemos la mayor riqueza biológica del continente europeo, tanto por ser el país de transición entre Europa y África como por tener las islas Canarias. Pero perdemos biodiversidad y capital natural de una forma acelerada que compromete seriamente los procesos de sostenibilidad ambiental y la cohesión territorial.

Aprendizaje y acciones insuficientes Ante este panorama tan decepcionante se han tomado medidas significativas y el proceso de aprendizaje también ha sido relevante. Pero son todavía claramente insuficientes. Hay que aprender y hacer más y mejor. Así, la Comisión reconoce que la UE ha tratado de reducir el impacto de su elevado consumo en el resto del mundo, así como el impacto del comercio internacional en la biodiversidad y los ecosistemas mundiales. Entre las medidas adoptadas figura la firma de los primeros acuerdos de asociación voluntarios destinados a luchar contra la explotación ilegal de los bosques. Europa tiene su parte de responsabilidad sobre la situación mundial en tanto que en los últimos cuarenta años, la huella ecológica de Europa, que compara la demanda humana con la capacidad ecológica del planeta, aumentó un 33% (4). En la UE se lanzó en 2006 el Plan de Acción para la Biodiversidad, que ha concluido con cerca de 150 acciones diferentes,

algunas específicas, relativamente satisfactorias, destinadas a invertir la tendencia al declive de especies y hábitats amenazados. La Red Natura 2000 se ha extendido de manera significativa y ahora incluye 26.000 espacios, que representan el 18% de la superficie terrestre de la UE. En España, la Red Natura alcanza ya el 28% de superficie sobre el total nacional. Además de la financiación de LIFE+ en favor de la biodiversidad, y la aplicación de un sistema de indicadores de biodiversidad (SEBI 2010), hay que destacar la nueva directiva sobre la estrategia marina para proteger los ecosistemas marinos y de agua dulce, que han sido ámbitos menos atendidos hasta la fecha. Este plan de acción ha permitido comprender mejor las causas de la pérdida de biodiversidad (como el cambio climático), la interconexión entre la biodiversidad y otras actividades sectoriales, y el papel fundamental que desempeñan los ecosistemas, en particular en la mitigación y adaptación al cambio climático. Y la experiencia obtenida será sumamente valiosa para abordar los nuevos objetivos y realizar los esfuerzos necesarios de cara a 2020, tanto para detener la pérdida de biodiversidad y la degradación de los servicios ecosistémicos en la UE e intensificar al mismo tiempo la contribución europea al logro de los objetivos mundiales. La nueva meta de 2020 ha sido refrendada posteriormente en la Estrategia “Europa 2020”, donde, con el planteamiento central de conseguir un crecimiento inteligente y sostenible, se pone de manifiesto la importancia de lograr los objetivos de

biodiversidad, en particular mediante la puesta en marcha de una iniciativa de eficiencia de los recursos (5). Como señala la Comisión,”la integración de las consideraciones relacionadas con la biodiversidad y los ecosistemas en otras políticas de la UE será fundamental para la estrategia posterior a 2010”. Las reformas previstas de ámbitos políticos que tienen importantes repercusiones sobre la biodiversidad, como la Política Agraria Común y la Política Pesquera Común, constituyen importantes oportunidades, tanto en términos de reducción de los impactos sobre la biodiversidad como de financiación potencial de medidas de conservación y restauración de la biodiversidad (6). Uno de los principales temas de la Conferencia de Nagoya será garantizar que los beneficios derivados de la utilización de los recursos destinados a la elaboración de productos tales como los productos farmacéuticos y los cosméticos se compartan con el país de origen de esos recursos (COM ). Precisamente este es uno de los tres puntos esenciales del Convenio de la Biodiversidad firmado en la Cumbre de Río´92. El “reparto equitativo de los beneficios” (7) es consustancial a la “conservación” y al “uso sostenible” de la biodiversidad.

La respuesta en clave de sostenibilidad ante escenarios inciertos Los fenómenos bio-físicos se entremezclan con otros socio-económico-culturales que actúan como causas subyacentes de la pérdida de biodiversidad y que condicionan los procesos de desarrollo hacia un mayor o menor grado de sostenibilidad. Así. la dinámica sociodemográfica, conjuntamente con los estilos de vida, las pautas de consumo, la expansión de la economía globalizada y los fallos de gobierno, de las instituciones y de los mercados por no tomar en cuenta el verdadero valor del capital natural, también contribuyen a la pérdida de biodiversidad y a la destrucción de los ecosistemas. Las mayores presiones futuras que afectarán a la biodiversidad vendrán aun en mayor medida del aumento de la actividad económica, con los cambios asociados de patrones de consumo y producción, en la medida que éstos no se reconduzcan por


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sendas sostenibles. La población mundial en 2030 puede ser un 30% superior a la actual y la expansión de la economía mundial aumentará las presiones sobre los ecosistemas, según recientes informes de prospectiva de la OCDE (8). Casi todos los escenarios globales sugieren que será necesaria la conversión de hábitats naturales en cultivos y plantaciones forestales para poder proveer de alimento, fibra y otros servicios de aprovisionamiento a una población mundial elevada y que va en aumento, lo que lleva asociado un mayor riesgo de extinción de especies y la degradación de otros servicios ecosistémicos. La pérdida de especies se producirá, según la OCDE, debido en gran parte a la expansión de las infraestructuras (principalmente de transporte y urbanización) y de la agricultura y también al cambio climático. La producción combinada de alimentos y biocombustibles exigirá un 10% de incremento de tierra de labor en todo el mundo, con la consecuente pérdida añadida de hábitats para la vida silvestre. La mayor parte del “capital natural” (el stock de riqueza que produce un flujo valioso de bienes y servicios en el tiempo) no puede ser sustituido por “capital hecho por el hombre” (bienes de producción para producir) y su preservación resulta imprescindible para el mantenimiento de la vida y la continuidad del bienestar humano a lo largo del tiempo. Una economía orientada por la “eco-lógica” hacia la sostenibilidad se preocupa por ajustar los valores del capital natural y de la vida silvestre para enseñarnos a “vivir de los intereses” que éste produce sin agotarlo, o “consumir sin empobrecernos”. El tratamiento económico de la biodiversidad necesita ir más allá del mercado. Pero también hacen falta otros principios, más allá de los del uso sostenible de los recursos, debido a la insustituibilidad del capital natural, a la irreversibilidad de los procesos, a la incertidumbre del fenómeno de cambio global. Por eso hay que incluir otros principios como los de precaución, estándares mínimos de seguridad, niveles de capital natural crítico, umbrales de coexistencia racional y de copropiedad con las generaciones futuras. Los ecosistemas y la biodiversidad proporcionan al sistema socioeconómico multitud de bienes y servicios “gratuitos”, pero imprescindibles para el ser humano, en forma de materias primas (alimentos, com-

en los precios de mercado, pero los recursos naturales deben tener reconocido su valor tanto si se usan como si no, para plantear y manejar opciones que no pertenecen al mercado. Cada vez existen más investigaciones sobre el valor monetario que tienen la biodiversidad y los ecosistemas y, por lo tanto, de los costes que supone su pérdida. A este respecto, valga señalar que la pérdida anual de servicios ecosistémicos se estima que equivale a 50.000 millones de euros, y que para 2050 las pérdidas acumuladas de bienestar supondrán el 7% del PIB (9).

bustibles, fibras y medicamentos, etc.), a lo que se suma el valor de las funciones reguladoras (mantenimiento de la fertilidad del suelo y ciclo de los nutrientes, regulación del ciclo del agua, del aire y del clima). Pero además hay que considerar, por otro lado, las importantes repercusiones económicas del uso de los sistemas naturales sobre la productividad, el empleo y las condiciones y calidad de vida, que son parte esencial del bienestar humano. No obstante, más allá del mercado, hay que reconocer que la complejidad de las interacciones económicas y ecológicas no sólo requiere una nueva lógica, sino también un cambio axiológico con nuevos esquemas de valores. Es necesario plantear un análisis más profundo de la “naturaleza del valor” y del “valor de la naturaleza”. La tradicional concepción económica de valores de uso y de cambio, en un contexto de mercado, tiene que dar paso a otros sistemas de valores más congruentes con otras formas éticas de concebir las relaciones entre los sistemas humanos y ambientales mirando al futuro, al menos para garantizar niveles mínimos de seguridad. Y eso supone el reconocimiento de nuevos esquemas de valoración de la naturaleza y la biodiversidad en base a su propia existencia y por las funciones ecológicas que prestan los sistemas naturales y los servicios de soporte, regulación, producción e información que ofrecen para mejorar el bienestar humano. Muchas materias primas que suministra la naturaleza al proceso productivo, así como muchos de los servicios de los ecosistemas, no están mínimamente reflejados

Consideraciones sobre biodiversidad, agricultura y sostenibilidad rural Una integración ambiental efectiva del sector agrario, que implique tanto una mejora de la competitividad de la producción como una mejora ambiental y con mayor cohesión social a través de buenas prácticas agrarias, es fundamental para progresar en la sostenibilidad rural. Las áreas rurales constituyen el 90% del territorio de España y albergan al 30% de la población. Desde tiempos históricos la agricultura ha modelado el paisaje y ha contribuido a la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, en las décadas recientes, por una parte, la intensificación y la especialización y, por otra, la marginalización y el abandono de las explotaciones menos rentables han tenido como resultado una reducción de los sistemas agrícolas tradicionales extensivos, con la consiguiente pérdida de biodiversidad. Las relaciones entre la biodiversidad y el desarrollo rural en el ámbito de la UE han tenido un importante desarrollo en estos últimos años. Efectivamente, la Política Agaria Común (PAC) es el instrumento estratégico con mayor impacto sobre la biodiversidad de las zonas rurales. Y en este conjunto de relaciones el ajuste de las buenas condiciones agrarias y medioambientales (BCAM) de la condicionalidad es uno de los temas de especial relevancia. Según confirma la Comisión (10), uno de los efectos negativos en relación con la biodiversidad fue la supresión de la retirada obligatoria de tierras. Introducida en la PAC en 1988 y obligatoria desde 1992, la retirada de tierras contribuyó de manera sig-


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nificativa a la protección y la mejora de la biodiversidad. No obstante, el “chequeo” de la PAC supuso otros cambios positivos importantes para la biodiversidad, tal como se percibe desde la Comisión Europea, como por ejemplo: ◆ La identificación de la biodiversidad como uno de los cinco nuevos retos de la PAC. ◆ La introducción de una nueva norma BCAM facultativa sobre el establecimiento y/o mantenimiento de hábitats. ◆ La introducción de una nueva norma obligatoria sobre la creación de franjas de protección en las márgenes de los ríos. ◆ Una mayor transferencia de fondos del primer pilar de la PAC al segundo (por medio de la «modulación»), disponiendo así de financiación suplementaria para la biodiversidad. ◆ Adopción de nuevas directivas sobre razas y variedades de plantas hortícolas amenazadas por la erosión genética y adaptadas de forma natural a las condiciones locales y regionales. Desde el punto de vista de la gestión, la clave consiste en que la políticas agrarias y de desarrollo rural lleven implícitas la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, con un reparto equitativo de sus múltiples beneficios a favor de las comunidades locales. Y para ello es esencial, por un lado, recuperar las relaciones entre la cultura rural y la naturaleza e, incluso, modernizarlas con las nuevas técnicas no agresivas con el medio ambiente y, por otro, que los agricultores y ganaderos perciban rentas compensatorias por conservar la biodiversidad con sus actividades, de tal forma que los habitantes de las zonas rurales puedan equipararse cada vez más a los de las ciudades en cuanto a calidad de vida, empleo y bienestar. Existe una interrelación determinante entre las formas de uso del capital natural y el capital cultural, siendo éste un tipo de capital que contiene códigos de información no sólo de la genética humana en sentido estricto, sino también referidos a expresiones diversas de los modos de vida de las sociedades. Y esto resulta básico para abordar un planteamiento estratégico del desarrollo sostenible, entendiendo la cultura como proyección misma de la diversidad natural. Ambos capitales son “críticos” para mantener de forma perdurable la existencia humana y los sistemas naturales. Los conocimientos tradicionales del uso de recursos naturales y de los proce-

sos de la ecología humana son una reserva de conocimiento extraordinario para permitir adaptaciones estratégicas a las transformaciones de los sistemas y, en consecuencia, para orientar la transición hacia un desarrollo sostenible.

Reflexiones finales ¿Vale más el capital natural que el artificial? Existen argumentos convincentes sobre las características superiores del primero. Esto es debido a la enorme oferta de diversidad biocenótica y estabilidad ecológica que proporciona la naturaleza, lo cual beneficia no sólo a la especie humana (como sucede fundamentalmente con el capital hecho por el hombre), sino también a los sistemas ambientales, permitiendo, con ello, que se protejan los derechos y necesidades de las otras especies vivas, además de las propiamente humanas. Los beneficios de la diversidad biológica se derivan no sólo de su aportación directa al sistema productivo que incide sobre el bienestar material, sino que contribuye a través de variados mecanismos a la seguridad, la resistencia al cambio, las relaciones sociales, la salud y la libertad de opciones y de acción. Ciertamente, una alta variedad de especies aumenta la capacidad de resiliencia de un ecosistema para hacer frente a los cambios ambientales que puedan ocurrir, como el cambio climático, y, por tanto, contribuye a nuestra seguridad. Los enormes beneficios de la biodiversidad y el inaceptable coste de su pér-

dida deben integrarse en la lógica económica y reflejarse en el mercado y en los sistemas de contabilidad en el marco de una economía sostenible. Es necesario encontrar una respuesta en clave de sostenibilidad a las tensiones que surgen entre la estabilidad y funcionalidad de los ecosistemas con respecto a las actividades económicas. La agricultura, la pesca y la silvicultura han sido actividades que han ocasionado presiones significativas sobre la biodiversidad, pero siguen siendo elementos estratégicos para la consecución de un desarrollo sostenible. Una cuestión clave para ello es conseguir el reparto equitativo de los beneficios de los servicios de los ecosistemas, atendiendo particularmente a las comunidades locales, asumiendo nuevos mecanismos de compensación como el “pago por servicios ambientales” para afianzar las estrategias de sostenibilidad rural y garantizar el uso sostenible de la biodiversidad con el fin de mejorar el capital natural. La sociedad no puede seguir siendo testigo impasible de la continua pérdida de la biodiversidad como una cuestión ajena a las principales preocupaciones relacionadas con la pobreza, la salud, la seguridad, el cambio climático y el cambio global. Es por ello urgente y prioritario incorporar la biodiversidad en los procesos de toma de decisiones de los gobiernos, las instituciones y del sector privado desde el ámbito local al mundial. Algo especialmente relevante para contribuir a los procesos de sostenibilidad agraria y rural con equidad social y con el reconocimiento de los derechos de la naturaleza. ■

NOTAS (1) En la décima Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que tendrá lugar en Nagoya, Japón, del 18 al 29 de octubre, se debatirán los nuevos objetivos mundiales para la biodiversidad. (2) Global Biodiversity Outlook 3, 2010. (3) Milenium Ecosystem Assesment, 2005. (4) Global Footprint Network 2010. (5) Estrategia “Europa 2020”, 2010. (6) COM. (7) Los beneficios de los servicios de los ecosistemas no se distribuyen equitativamente entre las personas, sino que producen, en la mayor parte de los casos, efectos perjudiciales sobre los más pobres, particularmente sobre las población rural de los países en desarrollo, que dependen de forma más directa de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos y son, por tanto, más vulnerables a su degradación. (8) OCDE (2008) Prospectiva Medioambiental para el 2030. OCDE, París. (9) El estudio financiado por la Comisión Europea “The Economics of Ecosystemas and Biodiversity” ha puesto de manifiesto que los costes de la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas, hasta hace poco, se subestimaban. Informe Comunidades Europeas 2008. (10) Ibidem.


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La trashumancia tradicional para conservar la biodiversidad

■ JESÚS GARZÓN Asociación Concejo de la Mesta

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as Naciones Unidas han declarado 2010 Año Mundial de la Biodiversidad, considerando que es “esencial para nuestro planeta, para la Humanidad y para la supervivencia e integridad cultural de las personas”. La Unión Europea, en su IV Programa de Medio Ambiente, estableció también como objetivo prioritario “detener la pérdida de la biodiversidad en Europa para 2010”, aunque ha tenido que reconocer su incapacidad para lograr este objetivo, “si no se mantienen los procesos evolutivos de los ecosistemas, garantizando la conectividad entre ellos, especialmente los que constituyen la Red Europea Natura 2000”. España tiene una importancia extraordinaria para la conservación de la biodiversidad, tanto a nivel europeo como mundial. Aún sin considerar la gran riqueza biológica de los mares y océanos litorales, todavía insuficientemente valorada, en nuestro territorio están representadas cuatro de las

“La protección de la diversidad biológica en España es una prioridad no sólo europea, sino mundial” MARGOT WALLSTRÖM (2002) Comisaria Europea de Medio Ambiente

siete regiones biogeográficas existentes en la Unión Europea, alpina, atlántica, macaronésica y mediterránea, esta última con la mayor superficie continua de todo el planeta. Se conservan aquí más del 50% de los hábitats cuya protección es prioritaria en Europa, con más de 80.000 taxones distintos, que son en muchos casos endemismos únicos en el mundo o poblaciones relictas de especies amenazadas, fundamentales para garantizar su supervivencia a nivel global. El 80% de todas las plantas vasculares europeas están presentes en nuestro territorio, con unas 9.000 especies de las que más de 1.500 son endémicas. Se han descrito

además unas 20.000 especies de hongos, 2.000 de líquenes y 1.000 de musgos, 70.000 de animales invertebrados y unas 800 de vertebrados terrestres. A ello hay que añadir la importancia de España, desde octubre a marzo, como refugio invernal para unos 500 millones de aves procedentes de otros países europeos. En otoño y primavera es también un área de paso fundamental para otros 1.000 millones de aves durante sus migraciones intercontinentales. Todo ello representa un gran privilegio y un sinfín de oportunidades para nuestro país, pero también una enorme responsabilidad, pues estamos obligados a garantizar su adecuada conservación.


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La existencia de tan excepcional diversidad biológica en un espacio geográfico tan reducido como nuestra península ha requerido de procesos dinámicos, a lo largo de un período muy dilatado de tiempo, para que las distintas especies fuesen seleccionadas y distribuidas por los parajes idóneos de nuestro territorio. Y el principal factor que, junto con el clima y la orografía, ha caracterizado nuestros ecosistemas durante al menos los últimos veinte millones de años ha sido la acción intensa y continuada de los grandes herbívoros gregarios. Ramoneando los árboles y arbustos, pastando las hierbas, hollando la tierra hasta incorporar al suelo la materia orgánica, las semillas y el estiércol, sus manadas contribuyeron a crear, día tras día y milenio tras milenio, los paisajes y biotopos que ahora conocemos. Esta actividad de los herbívoros fue generalizada en amplísimas extensiones de Eurasia, pero la gran singularidad de nuestro país, además de haber sido un refugio climático fundamental para numerosas especies durante las glaciaciones, es haber sabido luego conservar hasta nuestros días las grandes migraciones estacionales de los herbívoros gracias a la trashumancia.

La trascendencia ecológica de la trashumancia tradicional La trascendencia ecológica que ha tenido y tiene la trashumancia tradicional de nuestras razas autóctonas de ganado, caminando dos veces cada año entre los valles y las montañas por cañadas, cordeles y veredas, nunca ha sido valorada suficientemente a pesar de su extraordinaria importancia histórica, cultural y social. Entre finales de abril y mediados de mayo suele generalizarse en la mitad sur de España la prolongada sequía estival, típica de nuestro clima mediterráneo. Granan entonces las semillas del pastizal y se produce la resiembra de las plantas anuales, mientras crecen también en esta época, protegidas por la hierba, las encinas y alcornoques de las bellotas que germinaron en noviembre y diciembre, pero cuya parte aérea no comienza a desarrollarse hasta mediada la primavera. Para la mayoría de las especies faunísticas, los meses de mayo y junio constituyen igualmente una época crucial para culminar sus procesos reproductivos, tanto para los invertebrados, caracoles, arañas, hormigas, mariposas, escarabajos, saltamontes..., co-

mo para los pequeños y grandes vertebrados. Se afanan por completar su metamorfosis las larvas de sapos y ranas, tritones y salamandras, en una dramática carrera contra el tiempo para terminar su desarrollo antes de que el ganado se beba o el calor evapore en pocos días el agua de charcas y arroyos. Lagartijas, lagartos y culebras cazan entre la vegetación, progresivamente más seca, donde también buscan cobertura las crías de conejos y liebres. Las aves están en plena reproducción, con muchas especies anidando entre la hierba, como alondras, cogujadas y calandrias, codornices, perdices, sisones, avutardas y aguiluchos cenizos. Es fácil deducir la inmensa importancia que para la gran mayoría de estas especies representa la trashumancia. Hasta unos cinco millones de cabezas de ganado, principalmente ovejas pero también numerosas cabras, vacas y caballerías, abandonaban hasta principios del siglo XIX las dehesas del sur a finales de abril o principios de mayo, para recorrer durante cuatro o cinco semanas las vías pecuarias hasta las montañas, donde permanecían hasta principios o mediados de octubre. Durante cinco o seis meses al año las dehesas, y durante unos ocho meses las montañas, muchos millones de hectáreas del norte y del sur, del este y oeste de nuestro país, quedaban prácticamente desiertas, permitiendo a la fauna

y a la flora silvestres reproducirse y prosperar sin la presión de ganados, perros y pastores. Para ello, comarcas y regiones distantes entre sí cientos de kilómetros, pero con recursos pastables complementarios en diferentes épocas del año, estaban relacionadas por una extensa red de vías pecuarias que, a pesar de más de medio siglo de abandono, aún conserva 124.336 kilómetros de longitud y 421.018 hectáreas de superficie, bienes de dominio público que constituyen un patrimonio histórico, cultural y natural único en el mundo. Sin embargo, a partir de finales del siglo XIX el transporte en tren hizo innecesarios los prolongados desplazamientos andando, saliendo los rebaños cuatro o cinco semanas más tarde, reduciendo a muy pocos días el traslado del ganado. Esto ha supuesto una excesiva presión en primavera sobre los ecosistemas del sur, donde no han vuelto a crecer prácticamente nuevas encinas y alcornoques durante los últimos cien años, afectando a otras muchas especies y a la biodiversidad en general. El pastoreo trashumante es imprescindible por tanto para conservar y mantener la funcionalidad de nuestros ecosistemas, conectando entre sí los espacios protegidos de la Red Natura 2000, evitando el abandono de los valiosos pastizales de montaña y el sobrepastoreo de las dehesas, permitiendo la regeneración de su arbolado. Ignorar estos condi-


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de nuestros recursos naturales, que nos permita adaptarnos cuanto antes a los problemas y necesidades acuciantes de las próximas décadas, tanto a nivel nacional como global.

Recursos naturales para acabar con el hambre

cionantes ambientales, como ha ocurrido durante el último siglo, implica una pérdida irreversible de biodiversidad debido a la degradación de nuestros valiosos pastizales y arboledas, fomentados durante milenios de correcta gestión ganadera. Ello está provocando también una creciente erosión de los suelos, con contaminación y falta de retención del agua en las laderas, la propagación de incendios forestales y la desaparición de puestos de trabajo tradicionales, cercenando las expectativas de desarrollo para amplísimas comarcas rurales de nuestro país, que van quedando progresivamente abandonadas, con desaparición de conocimientos tradicionales fundamentales para la adecuada gestión del territorio como un componente intangible o cultural de la diversidad biológica.

Una situación delicada y preocupante La situación actual es, sin embargo, muy preocupante debido a la intensa alteración y fragmentación que sufren nuestros ecosistemas, al abandono de las zonas rurales y también a la creciente incidencia del cambio climático. Un 5% de nuestro territorio sufre ya procesos de erosión extrema, con más del 10% afectado por niveles elevados

de pérdida de suelo, con cientos de miles de hectáreas arrasadas por los incendios forestales durante los últimos años. Un 30% de las especies o subespecies de la fauna ibérica están consideradas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como vulnerables o en peligro de extinción, y también se encuentran amenazadas el 10% de las especies de flora, el 42% de las variedades vegetales cultivadas y el 66% de las razas ganaderas autóctonas. España es uno de los países europeos que resultará más perjudicado por el cambio climático que sufre nuestro planeta, lo que hace imprescindible facilitar con urgencia la adaptación de nuestro territorio a las previsibles condiciones ambientales de las próximas décadas. Las temperaturas medias serán varios grados superiores a las actuales, con calores y sequías extremas, menor disponibilidad de recursos hídricos por evaporación y por falta de innivación en las cordilleras, lluvias más irregulares y torrenciales que agravarán los procesos erosivos colmatando ríos, embalses y estuarios, mientras la subida progresiva del nivel del mar afectará a playas, dunas, deltas, rías y marismas, pero también a muchas de las tierras más fértiles y pobladas de nuestro litoral. Es necesario potenciar urgentemente para ello un aprovechamiento sostenible

Entre los ocho Objetivos del Milenio, aprobados en septiembre de 2000 por todos los jefes de Estado y de Gobierno de las Naciones Unidas, el primero y de máxima prioridad es reducir antes de 2015 el hambre en el mundo, que ya afecta a más de 1.000 millones de personas. Para lograrlo, la ONU ha hecho recientemente un llamamiento dramático a todos los países para que adapten su producción ganadera al consumo de pastizales naturales, sin consumir cereales y leguminosas que son imprescindibles para una población mundial que rebasará los 9.000 millones de personas hacia mediados del siglo. En un futuro inmediato, la agricultura y la ganadería deberán proporcionar a la Humanidad suficientes alimentos y materias primas, conservando la biodiversidad, garantizando los servicios esenciales de los ecosistemas como el abastecimiento de agua limpia y los sumideros de carbono. Simultáneamente deberán reducirse las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero por laboreo, residuos ganaderos, utilización de combustibles fósiles y fertilizantes inorgánicos. Estas demandas de las agencias internacionales para la alimentación y el desarrollo, de tan difícil aplicación en la mayoría de los países desarrollados, forman parte sin embargo en España de nuestras principales tradiciones agroganaderas. El pastoreo itinerante con razas autóctonas, perfectamente adaptadas a las condiciones ambientales de cada comarca, cumple en este sentido una función insustituible, que en buena medida ha generado y permitido conservar hasta nuestros días la extraordinaria biodiversidad de los hábitats españoles. Hay que considerar que las diferencias climáticas entre la mayoría de nuestros grandes valles y los principales macizos montañosos suelen ser de cuatro a seis semanas. Es el tiempo que tarda en deshacerse la nieve y en florecer la vegetación de las cumbres, a mediados de junio, tras haberse secado los campos y las fuentes en el sur a principios o mediados de mayo. Lo mismo ocurre en otoño, pues las primeras nevadas en las


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montañas a mediados de octubre suelen coincidir con las primeras lluvias en las dehesas, que no dispondrán de pastos hasta cinco o seis semanas más tarde. Por tanto, estos dos períodos de primavera y de otoño son los que aprovecha la trashumancia tradicional para sus desplazamientos por las cañadas y son fundamentales para la conservación de la biodiversidad y la regeneración de la hierba y del arbolado tanto en los valles como en las montañas.

Una riqueza genética erosionada La erosión genética por la pérdida de especies de plantas cultivadas y de razas ganaderas asociadas al abandono y a la uniformidad rural es también muy preocupante. Según datos oficiales, en España se conocen 750 variedades de cultivos y 174 razas ganaderas, pero actualmente se encuentran en peligro de extinción el 42% de las plantas cultivadas y el 66% de las razas autóctonas. Este proceso se verá agravado por el progresivo abandono de explotaciones agrarias y el envejecimiento de la población rural. Todo ello hace que sea urgente desarrollar proyectos innovadores en este sentido, implicando a la población rural, especialmente a las mujeres y jóvenes, en la conservación del territorio y la gestión adecuada de los recursos naturales, para lograr su puesta en valor y su contribución a generar empleo cualificado, principalmente en aquellas comarcas más amenazadas por el despoblamiento. Y en España, el extraordinario patrimonio que supone la milenaria red de vías pecuarias, que enlazan entre sí desde hace siglos la mayoría de las comarcas y municipios de las diferentes comunidades autónomas, debe constituir un eje fundamental para el desarrollo sostenible de nuestro territorio, contribuyendo decisivamente al aprovechamiento racional de los recursos naturales y a la conservación de la excepcional biodiversidad de nuestro país. Los cultivos actuales son en la mayoría de los casos verdaderos desiertos monoespecíficos, donde las cañadas constituyen los oasis que sirven de refugio a multitud de especies y permiten alimentarse a otras muchas, que ocupan un amplio entorno, pero que desaparecerían sin la existencia de las cañadas, que cumplen en este sentido una doble función. Estas franjas de pastizal que representan las cañadas entre bosques o es-

pesuras de arbustos y matorrales constituyen ecotonos, con efectos de borde muy favorables para la biodiversidad, pues al no haber sido labrados nunca ni tratados con abonos químicos ni con herbicidas han podido sobrevivir aquí numerosas especies, exterminadas ya en las áreas cultivadas. Son también eficaces cortafuegos en caso de incendios forestales, sin los problemas erosivos y paisajísticos o inversiones económicas y consumo de combustibles fósiles de la maquinaria pesada. Los pastizales que caracterizan las cañadas, cordeles y veredas utilizadas regularmente por los ganados trashumantes, de anchura variable entre veinte y varios cientos de metros, constituyen en sí mismos ecosistemas valiosos constituidos por un césped denso con gran variedad de plantas y con arbustos o arbolillos más o menos dispersos: tomillos, cantuesos y retamas, majuelos, zarzas, rosales silvestres y carrascas, juncos y helechos en las vaguadas, con majanos donde brotan cardos, dedaleras y ortigas entre las piedras. Son los setos que describía poéticamente Alejandro Casona: “De Extremadura a León, los setos y los espinos peinan al paso la lana de los rebaños merinos”. Ese “peinado” de las matas arranca precisamente las semillas que luego son transportadas a gran distancia por las ovejas prendidas en su vellón, y otras muchas

son dispersadas con su estiércol. Semillas de nuestros tréboles llegaron así incluso hasta Australia, trasladadas por las ovejas merinas exportadas a aquellos territorios en el siglo XIX tras el expolio anglofrancés de nuestros mejores ganados durante las guerras napoleónicas, y constituyen allí un valioso recurso forrajero, que incluso ahora importamos nosotros desde las antípodas. Los minuciosos estudios llevados a cabo por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid han demostrado científicamente la extraordinaria importancia ecológica de la trashumancia tradicional para la conectividad de los ecosistemas españoles. Cada oveja consume diariamente unas 5.000 semillas, que serán dispersadas luego a decenas o cientos de kilómetros a lo largo de las vías pecuarias. Durante un mes de trashumancia, recorrido habitual de unos 500 o 600 kilómetros, un rebaño de mil ovejas o una manada de cien vacas trasladan así más de 150 millones de semillas, de las que germinarán más del 30% al estar predigeridas, abonadas por su estiércol y enterradas por sus pezuñas. Por tanto, el pastoreo trashumante ha contribuido así a la conservación de unos pastizales naturales que atesoran la mayor biodiversidad de hierbas conocidas en el mundo, con más de 40 especies por cada metro cuadrado de terreno. Se estima que por cada especie de planta


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existen al menos otras diez especies asociadas, lo que puede dar idea de la inmensa importancia para la biodiversidad que tienen los movimientos estacionales del ganado, practicados desde hace unos seis mil años por los pastores ibéricos. Más de 6.000 especies de coleópteros y 4.000 especies de lepidópteros, que sobreviven en España, el 15% de ellas endémicas, están ligadas en su inmensa mayoría a los ecosistemas silvopastoriles, donde es máxima su densidad y diversidad. Otras especies tan espectaculares como las grandes aves necrófagas, el buitre negro y el leonado, el alimoche o el quebrantahuesos, que conservan en España algunas de sus mayores densidades a nivel mundial, con más de 100.000 ejemplares, sobreviven también fundamentalmente gracias a nuestra ganadería extensiva, a pesar de las ignorantes medidas sanitarias de la Comisión Europea.

La trashumancia como herramienta para minimizar el cambio climático En el contexto actual de cambio climático, los desplazamientos ganaderos a larga distancia por las vías pecuarias cobran especial interés para la conservación de nuestra biodiversidad, al incrementar enormemente las posibilidades de adaptación de las especies más amenazadas a las nuevas condiciones ambientales, lo que es imprescindible para evitar extinciones masivas a corto y medio plazo. Se estima que el 25% de las especies de la flora y de la fauna terrestre se extinguirá por este motivo durante las próximas décadas, y los principales factores de riesgo son precisamente la alteración y la fragmentación de sus ecosistemas, agravados por el actual proceso de desertificación debido al cambio climático, que afecta ya al 30% de nuestro territorio. El aporte de fertilidad que proporcionan al terreno los ganados trashumantes es de gran importancia en este sentido, pues permite evitar la erosión, incrementando la capacidad de los suelos para almacenar carbono y facilitar la infiltración y retención de agua en profundidad. Cada 1.000 ovejas o 100 vacas distribuyen diariamente por el terreno de 3 a 5 toneladas de estiércol repleto de semillas, realizando también una importante función al incorporar al suelo con sus pezuñas la materia orgánica, desmenuzando los restos vegetales, hojas, frutos y ramas finas.

El pastoreo trashumante también es muy positivo para incrementar el carbono en el suelo, que puede alcanzar valores de 8 a 10 t/ha, superiores incluso al de los bosques y matorrales, manteniendo la valiosa diversidad vegetal y animal de estos ecosistemas. La clave de la alta capacidad del pastizal para almacenar carbono está en su sistema radical: maximizando su productividad mediante el pastoreo rotacional se alcanzan niveles de sumidero superiores a los 0,5 t/ha/año, que se almacenan en la biomasa subterránea, fuera del alcance del ganado y en forma difícilmente degradable y retornable a la atmósfera. Las nuevas demandas de servicios ambientales y las prioridades para enfrentarse a los grandes retos de las próximas décadas y cumplir los Objetivos del Milenio tienen en el fomento de la ganadería extensiva y trashumante las soluciones más eficaces a corto y medio plazo. La mitigación del cambio climático favoreciendo los pastizales como sumideros de carbono, la mayor capacidad de adaptación de los ganados mediante su desplazamiento andando según las circunstancias ambientales de cada momento, la fertilización del suelo para luchar contra la erosión y facilitar la recarga de acuíferos, el ahorro de agua y energía, de piensos y forrajes importados, el control de incendios forestales, la producción de alimentos de alta calidad sin competir con otros usos prioritarios del territorio, la conservación de la biodiversidad, de las razas autóctonas y de las variedades cultivadas, etc., constituyen evidentes alternativas para un desarrollo sostenible con gran capacidad de generar empleo entre las mujeres y los jóvenes del medio rural. Se lograría así un aprovechamiento racional y ejemplar de recursos naturales ahora infrautilizados, evitando el abandono de los pueblos y manteniendo familias campesinas que garanticen la transmisión de valiosos conocimientos mediante el relevo generacional.

Un marco legal amplio El marco legal para el fomento de la trashumancia tradicional en España ha comenzado a ser amplio durante estas dos últimas décadas. En junio de 1992, las Naciones Unidas celebraron en Río de Janeiro la llamada Cumbre de la Tierra para el Medio Ambiente y el Desarrollo, aprobando entre otros importantes convenios internaciona-

les el de la Diversidad Biológica. En su art. 8j) establece que los Estados miembros, “respetarán, preservarán y mantendrán los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida, pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica…”. Para contribuir a estos fines fundamos aquel mismo verano la Asociación Concejo de la Mesta para recuperar la trashumancia tradicional. La concesión de un proyecto LIFE de la Comisión Europea, desde 1993 a 1996, nos permitió apoyar a los ganaderos en sus desplazamientos a larga distancia por las vías pecuarias, facilitándoles equipamientos modernos para el desarrollo de su labor, como vehículos todo terreno con remolque y conductor, rediles eléctricos, teléfonos móviles, tiendas de campaña, sacos de dormir y otros materiales de acampada, bombas de agua y generadores eléctricos, pero también carneros mansos para dirigir los rebaños, caballerías con alforjas para abastecer a los pastores en parajes sin acceso para vehículos, perros careas para auxiliar en el manejo del ganado y perros mastines para su defensa frente a los ataques de lobos y osos. El 23 de marzo de 1995, las Cortes Generales aprobaron por unanimidad la Ley 3/95, de Vías Pecuarias, considerando su importancia para la cabaña ganadera nacional


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que se explota en régimen extensivo, con favorables repercusiones para el aprovechamiento de recursos pastables infrautilizados y para la preservación de las razas autóctonas. También han de ser consideradas las vías pecuarias como auténticos “corredores ecológicos” esenciales para la migración, la distribución geográfica y el intercambio de las especies silvestres. También la Ley 43/2003, de Montes, considera los pastos como objeto obligado de ordenación a través de los correspondientes Planes de Ordenación de los Recursos Forestales, con especial atención en su Art. 31.6.b a las actividades tradicionales y a las vías pecuarias. En su art. 34.5 dispone: “En los instrumentos de gestión se incluirán, en su caso, medidas concretas a fin de establecer corredores biológicos entre estos montes y otros de similar catalogación, o entre estos montes y otros espacios naturales protegidos o de interés, a través de ríos, cañadas y otras vías de comunicación natural, con el fin de evitar el aislamiento entre poblaciones, y de fomentar el trasiego de especies y la diversidad genética”. Más recientemente, la Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, destaca también en su art. 20 el papel de las vías pecuarias como corredores ecológicos a fomentar y proteger, instando a las Administraciones públicas para que las consideren elementos priori-

tarios en sus instrumentos de ordenación y planificación ambiental y territorial. Su art. 46 resalta su importancia para dar coherencia y conectividad a la Red Natura 2000, de la que España participa con un 25% de su territorio. La Ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, considera por su parte en el Art. 24.b el papel de la ganadería en la regeneración y limpieza de montes, así como la actividad del pastoreo en aquellas zonas con mayor grado de abandono o riesgo de incendios, y en su art. 24.f la importancia de la adaptación de las actividades y los usos de los habitantes del medio rural a las nuevas condiciones ambientales derivadas del cambio climático. Además de la óptima gestión ganadera, con productos de alta calidad y conservación de pastos, suelos, aguas y biodiversidad, los pastores trashumantes contribuyen también a evitar los incendios forestales al disminuir la biomasa combustible, tanto en las fincas de invernada como en las cañadas y en las áreas de montaña, podando y guiando el arbolado, controlando el exceso de matorrales y arbustos, adecuando fuentes y charcas de gran interés para la fauna, y fomentando otras actividades multifuncionales, como la apicultura, la caza, la producción de bayas y setas, el turismo de naturaleza, la artesanía, la gastronomía, la cultura y la música tradicional, conservando el lenguaje y la toponimia, conocimientos tradicionales de plantas medicinales y alimenticias, y colaborando en multitud de actividades que mantienen vivo y pujante el mundo rural. A pesar de las dificultades surgidas para los desplazamientos ganaderos por la grave incidencia de las sucesivas epidemias sufridas durante esta década, como la enfermedad de las vacas locas (encefalopatía espongiforme bovina), la brucelosis, la tuberculosis bovina y la lengua azul (fiebre catarral ovina), son cada vez más las familias ganaderas interesadas en recuperar la trashumancia andando por las vías pecuarias. Las razones son principalmente económicas, debido al gran incremento del precio de los piensos y de los combustibles, generando el desplazamiento por las vías pecuarias un gran ahorro al pastar los animales durante los meses de subida y bajada en terrenos de dominio público, con importantes ventajas también para el bienestar de los animales y para los pastos, tanto de las explotaciones de origen y de destino como de las propias vías pecuarias.

Las cañadas son fundamentales ante todo para garantizar la libertad de tránsito de los ganaderos españoles con sus rebaños a lo largo y ancho del país, tanto para trayectos cortos como a media y larga distancia. A pesar del abandono y destrucción que actualmente sufren las cañadas, aún se desplazan por ellas más de medio millón de cabezas de ganado. En muchas comarcas serranas es emocionante asistir a la llegada, a finales de junio, de numerosos rebaños de ovejas, cabras, yeguas y vacas, cruzando pueblos y carreteras de intenso tráfico, y a cargo frecuentemente de chicos y chicas muy jóvenes, orgullosos de ayudar a sus padres durante las vacaciones escolares. Las cañadas permiten manejar los rebaños según las necesidades de cada ganadero, evitando condiciones desfavorables en sus propios terrenos y acudiendo caminando fácilmente a otros parajes, próximos o lejanos, para aprovechar recursos que de lo contrario resultarían desperdiciados: pastos de montaña, rastrojeras y espigaderos de cereal, hojas y pámpanos de las viñas tras la vendimia, terrenos de regadío tras las cosechas de tomates, pimientos, maíces, remolachas, frutales, alfalfas, etc. Para los agricultores, estos aprovechamientos complementarios suponen un valor añadido a sus explotaciones, que se benefician además del estiércol que aporta el ganado y evitan o limitan el uso de herbicidas y la quema de rastrojeras, de efectos ambientales tan negativos. España tiene que apostar decididamente por una agricultura y una ganadería de calidad que cumplan una función productiva, pero que sean también protectoras de la naturaleza y fomenten el desarrollo social y económico de las poblaciones rurales. Sostenible, por estar basada en nuestros propios recursos naturales, conservando y promocionando las razas y las variedades autóctonas, respetando el medio ambiente, los ecosistemas, los paisajes y las culturas tradicionales, contribuyendo a fomentar los sumideros de carbono para luchar contra el cambio climático. Los escándalos derivados de una política agraria intensiva en energía y fertilizantes químicos, basada en importaciones y controlada por unas pocas industrias especulativas, está generando problemas como los de las vacas locas, la fiebre aftosa, la peste porcina, los piensos contaminados con dioxinas, antibióticos, hormonas o por productos transgénicos, provocando una crisis humanitaria sin precedentes y comprometiendo la seguridad alimentaria a nivel mundial. ■


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Biodiversidad agraria y agricultura ecológica La oportunidad de producir conservando Sabemos hoy más que nunca que el nexo de unión entre producción y conservación en ambiente mediterráneo es la biodiversidad agraria y este patrimonio natural expresado en el paisaje mediterráneo es la muestra más palpable de la interacción exitosa del ser humano con su medio. La complejidad de la biodiversidad agraria y de su conservación, dentro de un contexto agrario como el actual, así como su vital importancia por ser un patrimonio de creación lentísima –inviable de reproducir a escala temporal humana– nos debe obligar a generar desde la multidisciplinaridad científica, desde el conocimiento experimental y desde el saber de los agricultores y ganaderos, una base teórico-práctica fuerte, que evite el uso de un término vacío de contenido o de difícil aplicación en la dinámica productiva.

Aproximándonos al concepto

■ JUANA LABRADOR Presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica

a biodiversidad del planeta está siendo severamente afectada por las modificaciones inducidas por las actividades humanas sobre los ecosistemas. Este dato, que hasta hace unos años sólo preocuparía a los especialistas en el tema, hoy –junto con el cambio climático– forma parte de la agenda política de los países desarrollados y “menos” desarrollados, entre otras razones porque son numerosos los argumentos y las evidencias que demuestran la contribución de la biodiversidad a la seguridad alimentaria, la calidad de vida y el bienestar de las sociedades humanas.

L

España es el país de la UE con más diversidad, de hecho es común señalar la diversidad geográfica, agraria y biológica como una de las principales características distintivas de la agricultura española, con la particularidad añadida de que la mayor parte de la biodiversidad existente en España está vinculada al medio agrario –biodiversidad agraria–; y aunque asociada tanto a sistemas extensivos como intensivos, su enorme importancia resulta más evidente en los hábitats agrarios de alto valor natural, también denominados “sistemas naturales con usos agrarios”, que suponen entre el 10 y el 30% de la superficie agraria nacional.

El término biodiversidad agraria ha sido siempre un concepto difícil de definir y ha evolucionado para ir integrándose y adaptándose, de una manera operativa, a la dinámica agrosistémica. En general, la biodiversidad agraria refleja la variedad de organismos vivos y los sistemas diferenciados por la intervención del ser humano –sistemas de uso de recursos– para producir alimentos y otros productos. Puede ser descrita en términos de sus componentes, de modo que la biodiversidad agraria abarcaría: los recursos genéticos –vegetales, animales y microbianos– silvestres y domesticados, usados para la alimentación y la producción agraria; los elementos culturales que incluyen el conocimiento tradicional y local de la biodiversidad agraria, así como su manejo y su conservación dentro y fuera del agrosistema. Su conceptualización abarca igualmente a la funcionalidad de los elementos que la componen –diversidad funcional– que son,


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tanto los caracteres funcionales y los procesos –interacciones entre individuos y entre individuos/medio– que proporcionan servicios ecosistémicos tan vitales como el mantenimiento de la fertilidad del suelo y del ciclo hidrológico, la polinización de los cultivos, el control de plagas y enfermedades o la regulación del clima, como las respuestas a factores ambientales naturales o antrópicos, que posibilitan la resiliencia del agrosistema –capacidad de reacción ante perturbaciones gracias a la presencia de diferentes grupos funcionales y de las interacciones entre ellos–. Herencia genética y cultural, servicios derivados de un balance cuantitativo y cualitativo que abarca no sólo a la suma de sus componentes, sino también a sus funciones y un manejo sabio y coherente; todo ello expresado en un mosaico de paisajes en los que multitud de ambientes diferenciados conviven con frecuencia en escalas pequeñas de espacio, dentro de un continuo flujo de nutrientes, agua y energía, y que son la muestra de la posibilidad de una convivencia armónica entre producción y dinámica de la naturaleza.

El peligro de perder biodiversidad agraria La conservación de la biodiversidad agraria está directamente influida por las modalidades de gestión, más que por los usos del suelo. Las pérdidas de biodiversidad agraria están asociadas mayoritariamente a la intensificación e industrialización agraria, a erróneas intervenciones conservacionistas que conllevan la supresión de actividades agrícolas y ganaderas tradicionales, a la gestión forestal con especies inadecuadas, al abandono de la actividad agrícola y ganadera extensiva debido al éxodo rural, a la fragmentación del territorio con fines no agrarios y, en los últimos años, hemos de añadir un factor más de inestabilidad, como es la introducción de cultivos OGM. Éstos cultivos, implantados desde una lógica comercial e industrial siguiendo los criterios agronómicos convencionales, sólo muestran en el menor de los casos rasgos productivos de interés, pero ninguna cualidad homeostática –capacidad de mejora del suelo, funciones atractoras de fauna benéfica, etc.– o adaptativa sobresalientes, que redunden en la capacidad de

regulación general de los sistemas agrícolas, en la reducción global del empleo de insumos, en la economía de los trabajos culturales y, en general, en la autonomía, soberanía y seguridad de los agricultores. Sabemos que a lo largo del siglo XX se ha producido la pérdida de aproximadamente el 90% de la diversidad biológica agrícola y todo ello en un corto espacio de tiempo que coincide significativamente con la denominada “revolución verde” basada en la adopción de estrategias de producción altamente oportunistas, marginando cualquier elemento de estabilidad. La erosión genética que supone la pérdida de biodiversidad agraria abarca: ◆ A centenares de variedades locales –leñosas y herbáceas– cultivadas durante milenios, que además de mostrar unas cualidades productivas concretas reunían capacidades notables en términos adaptativos, incluyendo su aportación al componente social y que han sido sustituidas por “unas pocas” variedades comerciales. ◆ Al enorme capital natural representado por las especies silvestres utilizadas cualitativamente para una gran diversidad de usos –alimentación, textil, sanitarios, religiosos– susceptibles igualmente de ser sometidas a procesos de domesticación y mejora para usos agrícolas y ganaderos y que han sido arrinconados o eliminados de nuestros paisajes y agrosistemas mediante roturación, fragmentación, eliminación de la ganadería extensiva y herbicidas.

A la biodiversidad edáfica, representada por macro y microorganismos de vida libre o asociados a las raíces de las plantas, ligados a la diversidad vegetal, al aporte mayoritario de materia orgánica –de procedencia vegetal y animal–, a la rigurosidad climática, al laboreo superficial, a una enorme diversidad de hábitats y microclimas, capaces de aportar servicios decisivos para la sostenibilidad no sólo de nuestros suelos, sino de la biosfera. ◆ A las razas autóctonas caracterizadas por su rusticidad, enormemente capacitadas para defender su descendencia en zonas con presión de depredadores y buscar alimentos de forma autónoma en ambientes austeros –en particular en las zonas de topografía compleja– y consumir forrajes variados; adaptadas a grandes desplazamientos en el territorio –trashumancia– para aprovechar los picos de productividad; responsables de la incorporación al suelo de enormes cantidades de materia orgánica en forma de deyecciones; organizadoras al fin y al cabo del territorio –áreas de campeo, querencias, refugios, etc– y de buena parte de nuestro paisaje agrario. ◆ A la pérdida de la “capacidad de acogida” y alojamiento de recursos filogenéticos que suponía la adaptación en su medio y a lo largo del tiempo de variedades y razas tradicionales o de nuevas variedades, pérdida debida fundamentalmente a la degradación del suelo de cultivo, de la calidad del agua y a la variabilidad ambiental. Pero la pérdida no es sólo genética sino cultural, la del conocimiento tradicional de las mujeres y los hombres del agro, sobre su manejo, su selección y conservación. Con la pérdida de la biodiversidad agraria no sólo perdemos servicios ecosistémicos, sino una herencia natural y cultural que generaba el mayor espacio de potencialidades, promesas y soluciones para la continuidad y la mejora de las condiciones de vida de nuestra especie. Desgraciadamente, la ceguera política fomenta que las pérdidas se solucionen una vez que la perturbación ha sucedido, dejando el verdadero significado del principio de precaución en entredicho; la agroecológica propugna que la mayor parte de ellas sean anticipativas, internalizándolas con tecnología, conocimiento y manejo en la propia estructura y dinámica del sistema agrario.


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Un enfoque cooperativo: la cuestión política, la sensibilización social y el compromiso de los productores Hemos empezado la cuenta atrás hace ya mucho tiempo, como consecuencia son numerosas las acciones políticas que han planteado y plantean abordar la pérdida de biodiversidad –la mayoría sin centrarse en la biodiversidad agraria–. De hecho, no existe en este momento mayor y más rica literatura “política” inspirada en rigurosos trabajos científico, que abordan la defensa de la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, son evidentes los indicios que nos muestran la imposibilidad de conseguir esta meta desde las viejas premisas que sirven de base a los objetivos fijados. Por ejemplo, en una agricultura mayoritariamente industrial, en la que la biodiversidad edáfica ha estado ligada a “plagas, enfermedades o malas hierbas”, las acciones técnicas puntuales que trabajan exclusivamente sobre la biodiversidad visible no solucionan los problemas de fondo; el fomento de las acciones de conservación de la biodiversidad ex situ en bancos de germoplasma es necesario, pero no permite la adaptación continuada de esa variedad a su medio, y además se pierde el conocimiento sobre su manejo; al fin y al cabo, son sólo “parches” en la enorme “herida” abierta en la conservación de la diversidad agraria De hecho, la Política Agraria Común (PAC) ha sido tradicionalmente motor de un modelo de actividad agraria altamente agresivo con la biodiversidad –hasta la reforma de la PAC de 2003 en que se ve un cambio de tendencia–. La pérdida de la biodiversidad agraria y su conservación sólo pueden abordarse desde una estrategia amplia, en la que se impliquen todas las políticas ambientales relativas a los sectores claves implicados en la degradación del medio y se fomente el desarrollo de nuevas políticas de conservación a nivel sectorial que tengan por objetivo la integración de la conservación de la biodiversidad en el sector agrario. Unido a lo anterior, las estrategias para la conservación de la biodiversidad agraria exigen de la cooperación internacional, sobrepasando las fronteras entre países, y abordando –además de los aspectos productivos– las cuestiones éticas, políticas y jurídicas derivadas de la conservación

de los recursos genéticos y exigiendo jurídicamente que se cumplan los acuerdos. Los ejemplos de la incoherencia en la colaboración internacional son numerosos, así tenemos un apoyo claro a la conservación de la biodiversidad, y en el mismo “paquete” acciones que no favorecen en absoluto a la misma, como el desacuerdo internacional en las medidas para adaptar y mitigar el cambio climático, el bloqueo de la propuesta de directiva por la que se debería establecer un marco legislativo para la protección del suelo, o la aprobación de cultivos OGM, pretendiendo últimamente dar libertad a los países de la UE para que decidan sobre su utilización. En el otro extremo, un claro ejemplo de colaboración fue la ratificación del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura por 122 países –el TIRFAA entró en vigor en 2004-. El marco teórico del Tratado aborda entre otras cuestiones: que la conservación de los recursos genéticos para las generaciones futuras pasa a ser una obligación jurídica para todos los países, reconociéndose algo importante los derechos del agricultor sobre el material genético –art. 9–; la utilización sostenible de los mismos incluyendo una utilización más amplia de las variedades poco utilizadas y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados del uso de estos recursos. Sin embargo, desde la entrada en vigor en España del TIRFAA, el 29 de junio de 2004, se ha trabajado sobre biodiversidad pero poco o nada para poner en marcha los nuevos compromisos adquiridos para la conservación, promoción, uso e intercambio de la biodiversidad agrícola. Mientras el sistema agrario tradicional, máximo exponente de la conservación in situ de la biodiversidad agraria, desaparece, los gobiernos conservan ex situ en bancos de germoplasma como la Bóveda Mundial de Semillas de Svalbard (Noruega) los recursos filogenéticos que un día pueden salvarnos de la hambruna. En un mismo mundo y en el ámbito de la producción, la mayor parte del sector agrario sigue obligado por la lógica de la productividad, el mercado global y el beneficio de las multinacionales a permanecer invisibles en sus monocultivos huérfanos de diversidad y en la dinámica de “guerra de guerrillas” marcada por la agricultura industrial estableciendo sus luchas particulares –plagas, enfermedades, malas hierbas, bloqueos y

deficiencias nutricionales– contra un medio, su suelo de cultivo, su sistema de producción, su paisaje al que debería tratar como aliado y base de su futuro. El excelente trabajo de recopilación realizado por Copa-Cogeca, que muestra numerosos ejemplos a nivel europeo del buen hacer de los agricultores y ganaderos para favorecer la recuperación de la biodiversidad agraria en sus tierras y en las áreas colindantes, es toda una lectura esperanzadora, de la que destacamos: cómo el productor está dispuesto a volver a recuperar su compromiso con la biodiversidad, siempre que ese compromiso se vea recompensado –a veces con ayudas económicas como las agroambientales u otro tipo de ayudas específicas– pero otras veces esa compensación va de la mano de conseguir acuerdos con la administración para que puedan seguir produciendo, con sus limitaciones en agrosistemas valiosos –como la Red Natura 2000– o compromisos con otros productores como los apicultores. En este sentido, la sociedad no puede permanecer impasible ante lo que está sucediendo, ya que está en juego su futuro alimentario. Sabemos por experiencia que los gestores políticos tienen poca capacidad de respuesta en un corto espacio de tiempo, por lo tanto es aquí donde la presión social es enormemente importante. Como sociedad debemos ser conscientes de la “hipoteca” que sobre el escaso capi-


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rias, porque el objetivo no es la biodiversidad agraria como elemento individual, el objetivo es recuperar la funcionalidad del agrosistema, una funcionalidad que se manifiesta en servicios ambientales y en producciones de calidad económicamente rentables para él y la comunidad rural de la que forma parte. Y es ahí donde la agroecología tiene una mayor capacidad de acción.

La agroecología como generadora de alternativas para la conservación de la biodiversidad agraria

tal natural dejamos a nuestros hijos al perder biodiversidad agraria. Informados y sensibilizados, la ciudadanía puede ejercer una útil influencia para exigir modelos de producción verdaderamente compatibles con la conservación de la biodiversidad –en todos sus ámbitos– participando activamente en los procesos de decisión de la política agroambiental, acortando los “tiempos de respuesta” y democratizando las decisiones. Igualmente, la colaboración con los agricultores y ganaderos en este empeño puede ir unida a la utilización de la cesta de la compra para elegir alimentos de calidad producidos en sistemas agroecológicos o altamente protectores de la biodiversidad; a emplear el tiempo de ocio en un turismo verde, asociado con áreas rurales más comprometidas con la biodiversidad y libres de transgénicos o bien a recuperar la enorme cultura gastronómica tradicional que puede evitar que ciertas variedades desaparezcan de los escenarios productivos. En el informe mencionado vemos cómo el productor está dispuesto, preparado para adoptar nuevos modelos de producción pero necesita apoyo técnico, reconocimiento de sus producciones diferenciadas, redes de mercados, formación agraria especializada. Necesita ver que detrás hay un compromiso político, científico y social que lo apoya y por supuesto necesita ver que las técnicas que realiza no son contradicto-

La sostenibilidad agraria sólo se consigue si los modelos de producción respetan las características de los ecosistemas sobre los que se apoyan. En este sentido, la agroecología, como disciplina que desde la ecología estudia la dinámica de los sistemas agrarios, tiene como objetivo principal el conocimiento de los elementos y procesos claves que regulan el funcionamiento de los agrosistemas, con el fin de establecer las bases científicas para una gestión eficaz de los sistemas agrarios en armonía con el medio ambiente y con el factor socioeconómico. La agroecología nos aproxima a las bases científicas de la agricultura del futuro, basando el éxito de la misma en el conocimiento de los usos “pasados”, ya que parte de su cuerpo teórico lo desarrolla desde el conocimiento tradicional sobre el manejo de los recursos. Este saber provee a la agroecología de esa visión holística que posteriormente los avances científicos han verificado como necesaria. De hecho, cada vez es más evidente que para el estudio de los vínculos existentes entre biodiversidad agraria, sus interacciones y funciones suministradoras de estabilidad y servicios ecosistémicos y su relación con el bienestar humano, las tradicionales disciplinas científicas de carácter sectorial resultan poco útiles, siendo imprescindible fomentar una verdadera ciencia interdisciplinar. A la importancia de establecer vínculos de colaboración multidisciplinar debería añadirse la necesidad de trabajar más estrechamente con los gestores con capacidad de decisión, los técnicos de campo y los agricultores y ganaderos, estableciendo puentes sólidos entre la investigación, la gestión y la sociedad como único cami-

no para poder superar los tradicionales modelos en los que sociedad y naturaleza son gestionados de manera independiente. A nivel técnico, uno de los pilares que caracterizan la gestión agroecológica es el manejo del hábitat, es decir el manejo de la biodiversidad a través de otras acciones como: diversificar la vegetación espacial y temporalmente, incrementar la entomofauna benéfica y aumentar las interacciones y sinergismos entre los componentes de la biodiversidad y del agrosistema; pero este paradigma está unido al otro pilar de la gestión agroecológica que es la gestión orgánica del suelo: a través del aporte de materia orgánica, la mejora de la vida en el suelo –biodiversidad edáfica– y la conservación de una estructura agregacional estable y ambos pilares están absolutamente interconectados, de manera que el diseño agroecológico debe hacerse con vistas al funcionamiento óptimo de los dos. Por lo tanto, para la agroecología la integridad del agrosistema, como unidad ambiental en la que se desarrolla la actividad agraria, depende de las sinergias entre un modelo concreto de uso de los recursos, la diversidad de plantas cultivo y no cultivo y el funcionamiento continuo de una comunidad macro y microbiana dentro y fuera del suelo; estando la vida edáfica, como no podía ser de otra manera, sustentada por un medio rico en materia orgánica. La complejidad de este tipo de planteamiento en el manejo agrosistémico nos muestra la necesidad de ampliar nuestras miras para que las soluciones técnicas puntuales realizadas para evitar la pérdida de la biodiversidad agraria y favorecer su conservación formen parte en un futuro inmediato de una reconversión más amplia; un planteamiento de cambio global en la forma de producir que también seguro tendrá sus consecuentes cambios en la totalidad del sistema alimentario. Por el momento, consideramos que la protección de la biodiversidad nos conduce a retomar modelos agroecológicos territoriales de manejo, reconvirtiendo los factores limitantes en señas de calidad diferenciada, identidad cultural y estabilidad económica y social y, al mismo tiempo, exigir para este “diferencial” de calidad y de conservación normativas concretas, formación técnica específica y apoyo de las políticas agrarias y ambientales europeas. ■


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Campos y alondras: algunas claves para entender las repercusiones de la actividad agraria sobre la biodiversidad ■ EDUARDO DE JUANA ARANZANA Presidente de SEO/BirdLife

A Francisco Suárez Cardona, recientemente fallecido, amigo entrañable y maestro en el estudio de las aves de los medios agrícolas

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as relaciones entre la biodiversidad y las actividades agrarias y ganaderas, a las que viene dedicado este número monográfico de La Tierra-Cuadernos, son muy estrechas y muy complejas como ya habrá podido inferir el lector a estas alturas. El estudio científico de dichas relaciones se encuentra todavía en mantillas por lo que se refiere a un gran número de elementos de la biodiversidad, en los ámbitos de la zoología, la botánica o la ecología. El modo en que los agricultores y ganaderos gestionan sus tierras tiene enormes repercusiones en la flora y la fauna, pero éstas se desconocen o se entienden pobremente en la mayor parte de

los casos. Las aves son, hasta cierto punto, una excepción y por ello creemos oportuno dedicarlas las líneas que siguen, en la confianza de que puedan ayudarnos a entrever mejor el alcance de estas cuestiones. ¿Por qué las aves? Pues hay razones poderosas y fáciles de entender. La capacidad de volar de estos vertebrados les permite desarrollar una vida diurna y relativamente expuesta: no tienen que esconderse bajo piedras o en madrigueras y salir a comer de noche, como la mayoría de los demás animales. Sólo algunas aves nocturnas, por ejemplo los búhos y los chotacabras, constituyen en esto una excepción. Por eso las

aves son relativamente fáciles de observar, y quien dice observar, dice censar o estudiar. Son, además, animales que para muchas personas presentan un especial atractivo, lo que quizás explique la relativa abundancia de ornitólogos tanto profesionales como aficionados. Hoy en día la observación de las aves en el campo constituye casi un deporte de masas, al menos en países como el Reino Unido o los Estados Unidos de América. Pero en cualquier país europeo existen ya ornitólogos en número suficiente y con la organización necesaria como para conseguir información de buena calidad acerca de una mayoría de las especies de aves, al menos en lo que se refiere


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a los tamaños de sus poblaciones y sus tendencias en el tiempo. Conocer estas tendencias poblacionales ha permitido ponerlas en muchos casos en estrecha relación con los cambios en las técnicas agrícolas y ganaderas, y dar así un paso esencial de cara a vislumbrar los citados nexos de unión entre actividad agraria y protección de la biodiversidad. En otros grupos de animales o plantas se está todavía, por lo general, muy lejos de ese primer paso. A partir de la información que obtienen los ornitólogos de campo, las asociaciones ornitológicas europeas –en nuestro país principalmente SEO/BirdLife– están aportando datos muy relevantes: los índices de población de las aves ligadas a los medios agrícolas no hacen más que decrecer durante las últimas décadas, al contrario de lo que ocurre en los demás conjuntos de aves donde predomina la estabilidad o incluso el incremento. Algo pasa en el campo –en los campos de cultivo– que no está ocurriendo en otros ecosistemas y que hace que progresivamente se estén volviendo inhóspitos para las aves que los pueblan.

Aves que dependen de la actividad agraria Quizás, antes de seguir, conviene que digamos algo a propósito de qué aves son estas que dependen de la agricultura y la ganadería, las actividades que, como es bien sabido, afectan a la mayor parte de la superficie territorial de España y Europa. No son, por supuesto, todas las especies de la avifauna, pero sí una fracción muy considerable. De hecho, en el conjunto de Europa los medios agrícolas albergan más especies de aves que cualquiera de los otros, incluyendo bosques, humedales, costas o terrenos de alta montaña, y también, sorprendentemente, mayores cifras de especies amenazadas, necesitadas de medidas especiales de conservación. Pero es que los medios agrícolas son, además de muy extensos, relativamente variados y capaces de albergar conjuntos de aves de características diferentes. Pensemos, por ejemplo, en los secanos de cereal –con alondras, perdices y avutardas–, en los arrozales –con patos, garzas y gallinetas– o en las dehesas arboladas –con carboneros, rabilargos y otros pájaros forestales–. Y no en todos estos conjuntos muestran las aves iguales tendencias demográficas, pues

son las de los secanos cerealistas las que, con diferencia, más nos preocupan, mientras que las aves forestales y las de las zonas húmedas tienden, por diversas razones, a incrementar sus poblaciones durante los últimos tiempos. Las aves de los secanos –que muchas veces coinciden con las de los pastizales– son un grupo ya mucho más reducido, especializado y, a lo que se ve, más vulnerable. Reciben con frecuencia la denominación de aves “esteparias” y cierto es que muchas de sus especies tienen los centros de distribución en las estepas de Eurasia o en los desiertos norteafricanos, desde los cuales parece que debieron desplazarse en el pasado para ocupar las campiñas que la mano del hombre iba abriendo paulatinamente en los bosques de Europa. Típicamente son aves que anidan en el suelo y esto las permite competir con ventaja en la explotación del campo abierto, frente a las que necesitan árboles, arbustos, acantilados o edificios para instalar sus nidos. En este grupo se encuentran pájaros como las gangas, las avutardas, las perdices, las codornices, los alcaravanes, los aguiluchos, las collalbas y, de forma muy destacada, puesto que cuentan con bastantes especies, las alondras. Pues bien, éstas precisamente son las aves que en Europa están sufriendo mayores disminuciones en los últimos tiempos. En el Reino Unido, por ejemplo, las poblaciones

de alondra común han bajado más de un 60% en los últimos veinte años y peor les ha ido aún a especies que antaño fueron comunes o muy comunes y ahora figuran en los libros rojos, como la perdiz pardilla, el triguero o el gorrión molinero. Por aquellas tierras hay ya quien habla de una Segunda Primavera Silenciosa, recordando a la que parecía desencadenar el DDT en los años 60. ¿A qué se debe semejante situación? Después de mucho trabajo de investigación, los ornitólogos creen estar en condiciones de responder con razonable seguridad: la culpa la tiene la intensificación agraria, entendiendo por ella la utilización de medios tecnológicos cada vez más potentes y sofisticados (maquinaria, abonos, insecticidas, herbicidas, concentración de parcelas, monocultivos, nuevas variedades, etc.) con el fin de aumentar a toda costa el rendimiento de las cosechas. Algo que cuenta sin duda con poderosos argumentos económicos, no lo dudamos, pero que de no situarse en unos límites sensatos llevará indefectiblemente a que desaparezcan de nuestros campos las aves –salvo, quizás, las más vulgares y oportunistas– y muchos otros elementos de la biodiversidad. Y algo que es posible que, a modo de efecto boomerang, acabe por afectar a la propia fertilidad y capacidad productiva de las tierras. Las evidencias científicas en este sentido


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son de índole muy diversa. Con frecuencia derivan de comparaciones entre distintas épocas, zonas o países con diferentes grados de intensificación. A escala europea se ha podido encontrar, por ejemplo, una relación inversamente proporcional entre los rendimientos del cereal, en kilos por hectárea, y las tendencias en los índices de población de las aves propias de medios agrarios. En los países del antiguo bloque soviético estos índices de población no sólo no bajan, sino que incluso aumentan, pero, en contrapartida, los rendimientos del cereal son allí del orden de la mitad que en los países del oeste de Europa. También en España, concretamente en Castilla y León, se ha podido encontrar recientemente una relación negativa entre el rendimiento medio en secano de los cereales y las abundancias de la alondra común. Otro tipo de datos útiles para valorar las afecciones de la intensificación de la agricultura sobre las aves derivan del estudio de las preferencias de hábitat de las distintas especies, preferencias que, en general, se decantan claramente por los paisajes heterogéneos, en mosaico, con variedad de sustratos (parcelas pequeñas, cultivos de distinto tipo, abundancia de linderos, proporción alta de barbechos, etc.) en los que las aves pueden cubrir mejor sus diferentes necesidades a lo largo del ciclo anual.

Sumamente crítico desde este punto de vista es el periodo reproductor, en el que cada especie necesita un determinado microhábitat y no todas, ni mucho menos, se revelan capaces de anidar dentro de los sembrados. Igualmente ilustrativos, aunque por desgracia no abundan, son los estudios relativos al éxito reproductor, que apuntan a que diferentes especies no pueden en las condiciones actuales producir suficiente descendencia para mantener a la larga sus poblaciones, bien porque no disponen de las cantidades de presas necesarias para alimentar a los pollos (debido al efecto de los insecticidas y herbicidas) o bien porque sufren tasas de mortalidad muy altas, asociadas al laboreo (por el adelanto de las cosechas, el labrado de los barbechos durante la primavera u otras causas).

Estado de conservación de las aves en España Hemos hablado del panorama general en Europa, pero ¿hasta qué punto es de aplicación a nuestro país? Pues bien, el primer informe sobre el “Estado de conservación de las aves en España”, publicado por SEO/BirdLife hace unos meses, muestra que en su programa de seguimiento de aves el índice de población ha bajado entre 1989 y 2009 a un ritmo anual del 1,1% en el conjunto de las aves ligadas a los medios agra-

rios y del 1,4% en el subconjunto de las que son propias de los cultivos de cereal. Puede, por tanto, que estemos algo mejor a este respecto que en los países del centro-oeste de Europa (donde las poblaciones de estas aves andan ahora por la mitad o menos de lo que fueron hace sólo veinticinco años), pero aun así las perspectivas son muy sombrías. Con el agravante de que España supone una suerte de último bastión en Europa para numerosas especies: avutarda, sisón, ganga ibérica, ganga ortega, alondra ricotí, calandria común, cogujada montesina, terrera común, terrera marismeña, curruca tomillera, camachuelo trompetero... Nuestro país, por diversos condicionantes entre los que destacan los de tipo geográfico (proximidad al continente africano), orográfico (elevada altitud media) y climático (relativa aridez en buena parte del territorio), constituye un edén para este tipo de aves que, ciertamente, nos singularizan en el concierto europeo y suponen uno de los mayores atractivos para el turismo ornitológico, cada vez, por cierto, más importante y rentable. Pero que también implican una mayor responsabilidad desde el punto de vista conservacionista, porque si no somos capaces de mantener a estas aves aquí, puede que desaparezcan de toda Europa. Por ley, y porque la ciudadanía así lo reclama, estamos obligados a conservarlas.

Conservación y colaboración con agricultores y ganaderos Aquí hemos llegado, me parece a mí, a la madre del cordero: ¿se puede hacer algo para mejorar la situación de estas especies? La respuesta nos exige presentar previamente a dos actores imprescindibles en cualquier escenario que queramos imaginar: los agricultores y la Política Agraria Común. En un hipotético mercado libre europeo, sin regulaciones ni subvenciones de ningún tipo, la ley de la oferta y la demanda forzaría a los primeros a producir cuanto les fuera posible y, por tanto, a continuar intensificando la agricultura y reduciendo en la misma medida la biodiversidad, o bien a abandonar su actividad en el caso de que no fueran capaces de competir. Esta segunda posibilidad, por desgracia, es fácilmente predecible en mucho de nuestro territorio y constituiría una catástrofe más grave aún que la intensificación para esas aves esteparias que nos


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preocupan (de hecho, en páramos y otros terrenos marginales, la rápida regeneración de la cubierta vegetal tras el abandono de los cultivos está ya expulsando a las alondras, collalbas y demás aves esteparias). El otro actor de relieve, la PAC, fue hasta hace relativamente poco un sistema de ayudas orientado exclusivamente a incrementar la producción y, en esa medida, un agente muy poderoso en la destrucción de la biodiversidad. Sin embargo, en su formulación actual (tras una serie de reformas que se remontan a los años 80 y que –hay que decirlo– se orientaron no tanto a la conservación de la naturaleza como a la reducción de los excedentes agrícolas y a la mejora de las posiciones europeas en las negociaciones sobre comercio internacional) y más aún en las perspectivas de la nueva estructura que adopte después de 2013, puede suponer una puerta a la esperanza. Ésta radicaría en que, a través de la potenciación y mejora de instrumentos ya existentes como la condicionalidad, el desacoplamiento, las medidas agroambientales u otras ayudas de los programas de desarrollo rural, la PAC permita esa suerte de cuadratura del círculo que la sociedad demanda a los agricultores en nuestros días: producir alimentos y, a la vez, mantener o incrementar la biodiversidad de sus campos. Ante este panorama, los conservacionistas tenemos muy claro que debemos trabajar

estrechamente con los agricultores y ganaderos. No hay más remedio: multitud de especies precisan de su actividad y, entre ellas, muchas que se encuentran seriamente amenazadas. Pero para conseguirlo tenemos que ser pragmáticos: pedir una vuelta a la agricultura del pasado es tan ingenuo como, sin duda, abocado al fracaso. Se trata más bien de idear, basándonos en la mejor ciencia disponible, medidas sencillas y que no supongan mermas sino, en lo posible, beneficios económicos para los agricultores que las ejecuten. Y esto es algo que ya se ha revelado como factible, por ejemplo en Inglaterra para favorecer a especies como la alondra común o el escribano soteño, o en las estepas portuguesas de Castro Verde para mantener sus importantes poblaciones de avutardas y sisones. Las medidas agroambientales llevadas a cabo hasta la fecha en España no se han evaluado en general debidamente, pero algunas, o muchas, parecen inútiles cuando no contraproducentes (por ejemplo, las reforestaciones de tierras agrarias), mientras que otras se han aplicado en muy escasa medida, bien porque no se han difundido adecuadamente o bien porque su incentivación económica ha sido insuficiente o sencillamente ridícula. Se echa de menos en nuestro país, en general, una mayor implicación de las Administraciones y, sobre todo, una adecuada coordinación entre los departamentos encargados del medio am-

biente y los que tienen que ver con la producción agraria, dentro incluso del Ministerio que mezcla ambas esferas de actuación. Da la impresión, muchas veces, de que en esto de las medidas agroambientales se trata únicamente de canalizar fondos desde Bruselas, sin que a nadie le importe que efectivamente cumplan con su objetivo de conservar la biodiversidad. Con muy pequeños porcentajes de lo que estas medidas suponen se podría y se debería estar trabajando seriamente para mejorar su diseño, controlar su aplicación y evaluar su efectividad, tanto en relación con los objetivos ambientales como para mejorar la viabilidad de ciertos sistemas agrarios marginales. Esto es precisamente lo que demandamos desde SEO/BirdLife y en esto es en lo que estamos dispuestos a trabajar codo con codo con Administraciones y sindicatos de agricultores. Nuestro Proyecto Ganga, un proyecto piloto en el marco de la Red Rural Nacional que empezó en 2009 y se prolongará hasta 2012, subvencionado por el Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino y el FEADER, se orienta precisamente a la evaluación y el fomento de las medidas agroambientales dirigidas a la conservación de las aves esteparias. Ojalá tenga éxito y ojalá tengamos ocasión de contárselo aquí en un futuro próximo. ■

PARA PROFUNDIZAR MÁS… Algunas referencias útiles: – Bota, G. y otros (2005). Ecology and conservation of steppe-land birds. Lynx, Barcelona. – Carricondo, A. (2009). Sistemas agrarios, aves y naturaleza. La Tierra, 212: 38-39. – Carricondo, A. (2010). La superficie agraria como espacio protegido. Agricultura Familiar en España 2010, pp. 186-192. Fundación de Estudios Rurales, Madrid. – Donald, P. F. (2004). The Skylark. T & AD Poyser, Londres. – Pain, D. J. y Pienkowski, M. W. (1997). Farming and birds in Europe: the Common Agricultural Policy and its implications for bird conservation. Academic Press, Londres. – SEO/BirdLife (2010). Estado de conservación de las aves en España en 2010. SEO/BirdLife, Madrid. – Suárez, F., Hervás, I. y Herranz, J. (2009). Las alondras de España peninsular. Organismo Autónomo Parques Nacionales, Madrid.


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El desarrollo rural desde la perspectiva de la convergencia rural-naturaleza ■ FERNANDA SERRANO NORENA Gerente de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

a Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, creada en 2004 por la familia del gran naturalista, tiene como objetivo fundamental el mantener y seguir divulgando el legado de Félix y desarrollar y ejecutar proyectos alineados con su filosofía, con su intemporal forma de entender las relaciones del ser humano y la naturaleza, en definitiva entre “el hombre y la tierra”. Nuestra visión es la de Félix, ser un espacio independiente de referencia para el encuentro y la comunicación de todos los agentes del ámbito urbano, rural y natural, relacionados con la biodiversidad, con el objetivo de trabajar en común por la conservación y la gestión sostenible del territorio. Nuestra misión es la de comunicar para concienciar a la sociedad sobre la impor-

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tancia de la conservación de la biodiversidad y con ello contribuir al reencuentro entre “el hombre y la tierra”.

Nuestras líneas estratégicas

sus recursos y para su cuidado, incorporando a sus vidas un diálogo fructífero y recíproco con el medio que los sostiene. Una vez identificados, estudiar y dar a conocer sus modelos de desarrollo, apoyar y facilitar su cultura y modo de vida y promover el reconocimiento de su trascendental labor para la sociedad.

La huella de Félix Esta línea tiene como objetivo recuperar el legado de Félix Rodríguez de la Fuente y revitalizarlo a través de proyectos que den a conocer su vida y obra.

“El hombre y la tierra” Esta línea tiene como objetivo reconocer a personas que viven cerca de la tierra, de

Concienciados En el marco de nuestra misión esta línea tiene como objetivo acercar, de un modo creativo, intuitivo y entretenido, cuestiones relativas al conocimiento científico/natural, así como una información y formación que pueda cambiar la vida de cada persona y la de su entorno, involucrando al ciudadano para que pueda generar un cambio.


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Fundación Félix Rodríguez de la Fuente La actualidad pone de relieve ante la sociedad, y especialmente ante las organizaciones como nuestra fundación, problemas devenidos de circunstancias socio-económicas concretas y de falta de información generalizada respecto al tema de la biodiversidad, que afectan de manera clara a nuestros recursos naturales. Como resultado de todo ello la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente ha implementado líneas estratégicas de trabajo paralelas en las que ha desarrollado y está ejecutando proyectos concretos destinados a colaborar con la resolución de los problemas detectados, relacionados fundamentalmente con: ◆ La falta de comunicación y estrategias de desarrollo comunes entre actores del ámbito rural-natural. ◆ La escasa información que recibe la sociedad acerca de la relación entre las actividades económicas y la conservación de la biodiversidad. ◆ El desconocimiento de las herramientas que permiten incorporar la biodiversidad como un valor añadido a las actividades económicas. ◆ El despoblamiento y desertización del ámbito rural-natural del territorio español. ◆ La pérdida de recursos naturales generada por el abandono de sistemas productivos, como consecuencia de las actuales políticas agrarias y de mercado. Frente a todas estas cuestiones la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente trata de colaborar en las distintas soluciones mediante diferentes proyectos: La propia visión de la fundación la hace partícipe de un proceso de consenso establecido entre los actores del ámbito ruralnatural, necesario para buscar soluciones y trasladar a la sociedad estas cuestiones de máxima importancia. El Plan RuNa, de Convergencia Rural Naturaleza tiene como objetivo fundamental el establecimiento de un marco de encuentro y consenso de todos los actores implicados en el ámbito rural-natural de nuestro país, con el fin de desarrollar estrategias que permitan devolver el equilibrio territorial a nuestras regiones y con ello promover la consolidación de un tejido social y económico que permita una calidad de vida a sus pobladores , la protección del medio ambiente y la conservación de los recursos naturales, el paisaje, la biodi-

versidad, la cultura y las tradiciones de nuestro país. El trabajo conjunto de las Administraciones públicas, las empresas privadas, las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación, y, en definitiva, de la sociedad es esencial para conseguir este reto y es la base sobre la que se sustenta el Plan RuNa. El Plan RuNa se organiza en dos programas fundamentales: el Programa RuNa y el Programa RuN@Emprende, integrando cada uno de ellos varios proyectos.

Proyecto Plataforma RuNa Está basado en un portal de recursos 2.0 sobre el mundo rural y la conservación de la naturaleza y de la biodiversidad. Contiene blogs, foros, grupos de trabajo de expertos en diferentes materias, así como un gran apartado para divulgar experiencias ejemplares en el territorio. Espacios en la web: ◆ Experiencias ejemplares. Amplio espacio web dedicado a divulgar experiencias ejemplares de producción y actividad económica sostenible en el territorio, como modelos de actuación y con el fin de reconocer su valor y sus productos frente a la sociedad. ◆ Arbolado singular. Observatorio del Arbolado Singular y Monumental de España. Trabajos desarrollados en torno a la conservación, mantenimiento y cues-

tiones legales del arbolado singular de nuestro país. Organización de cursos, seminarios, edición de material informativo, campañas de participación ciudadana… Trashumancia “Caminos de Biodiversidad”. Participación activa con los actores del territorio y organizaciones diversas en la defensa y recuperación de la trashumancia como actividad ganadera ligada a la conservación de los espacios y especies de nuestra biodiversidad Colaboraciones. Establecimiento de convenio y acuerdos de colaboración con organizaciones relacionadas con el territorio para el desarrollo de estrategias y ejecución de proyectos conjuntos: UPA, COAG, ASAJA, FADEMUR, AFAMMER, IMELSA…

Proyecto Custodia del Territorio Es un proyecto basado en la participación de la fundación en el foro Estatal de Custodia del Territorio, formado por las redes y entidades de custodia de nuestro país en las siguientes actividades: ◆ El apoyo a la constitución y consolidación del Foro Estatal de Custodia del Territorio, asumiendo el compromiso de ostentar la secretaría técnica ◆ La actuación como difusores del concepto de custodia del territorio entre la sociedad en general, aprovechando la Plataforma RuNa y todos los canales a nuestro alcance, con el fin de acercar a los actores clave esta filosofía de conservación y gestión. ◆ Aprovechando la custodia del territorio como herramienta para alcanzar los objetivos de convergencia dentro del Programa RuNa, desarrollando proyectos de actuación propia, con la colaboración de la red de expertos de custodia del territorio.

Consumo Responsable para la Biodiversidad Es un proyecto destinado a trasladar al ciudadano la importancia de asumir un consumo responsable para proteger la biodiversidad producida y la biodiversidad silvestre y que está basado en una gran


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campaña de comunicación al consumidor. Sus objetivos son: 1. Cambiar los hábitos de consumo de la población: ◆ Fomentando el consumo responsable para la biodiversidad. ◆ Creando instrumentos de decisión para la acción directa. ◆ Creando un indicador de consumo responsable para la biodiversidad (ICRB). ◆ Creando un espacio y un canal, de información y de comunicación, abierto. 2. Motivar y estimular la participación de los agentes locales. 3. Frenar la erosión genética.

Red de Espacios Naturales Protegidos y Red Natura 2000 España es un importante reservorio de la diversidad biológica. Con 152 especies de mamíferos, 515 de aves, más de 10.000 especies de plantas y unas 20.000 especies de hongos, líquenes y musgos, es uno de los países europeos con mayor diversidad biológica. Son numerosas las especies en peligro o amenazadas: el 12% de las plantas vasculares y el 26% de las especies de vertebrados están incluidas en las categorías extinguida, en peligro, vulnerable o rara de la UICN. Un total de 209 especies de flora y 43 especies de vertebrados se encuentran en peligro de extinción. Por otra parte, el 28% de la superficie del territorio español está ocupada por la Red de Espacios Naturales Protegidos y la Red Natura 2000. En España se estima que hay 25.600.000 hectáreas, es decir, un 54% de la superficie total, dedicadas a usos agrícolas, ganaderos y silvícolas, lo que nos hace suponer la incidencia que esta actividad tiene no sólo sobre nuestra economía, sino sobre el medio natural en el que se desarrolla. Es una actividad impactante desde muchos puntos de vista, pero no hay que olvidar que también es una actividad ligada a un enorme patrimonio natural, cultural y paisajístico objeto de imprescindible conservación. Por otra parte, es necesario destacar que el 28% de España pertenece a la Red Natura 2000, la cual incluye prácticamente la totalidad de los Espacios Naturales Protegidos declarados en nuestro país (Parques Nacionales y Parques Naturales prin-

cipalmente). Esto pone de manifiesto el enorme y diverso patrimonio ecológico que alberga España, que en muchos casos está estrechamente ligado a una actividad económica desarrollada de forma compatible con el medio que nos rodea. España es el país europeo de mayor biodiversidad. Su mosaico de ecosistemas proporciona una rica y variada colección de especies de fauna y flora, no sólo silvestres, sino con destino productivo, nuestras especies y variedades autóctonas. A la vista de los datos sobre superficie, ámbito rural, ámbito urbano, espacios protegidos… se llega a la conclusión indiscutible del tremendo y peligroso desequilibrio territorial que sufre nuestro país. El ámbito rural-natural está prácticamente despoblado y en muchos casos en clara fase de desertificación, fruto de un éxodo del campo a la ciudad que comenzó en el siglo pasado y que no ha cesado, haciendo de nuestros pueblos lugares donde el crecimiento vegetativo es negativo, la población está seriamente masculinizada y envejecida y carecen, en la mayoría de los casos, de los servicios básicos, de carácter público y privado, necesarios para desarrollar nuevas actividades económicas sostenibles y con ello fijar población. No podemos olvidar el grave peligro que esto supone para los recursos naturales. Nuestro ámbito natural lleva siglos intervenido por el quehacer del ser humano y ante su presencia especies y ecosistemas desaparecieron o se adaptaron, y el hombre se convirtió en el custodio del territorio, en el garante de la conservación de espacios y especies gracias a la gestión del territorio, buscando siempre en ella el

triple beneficio social, económico y medioambiental en su actividad. El abandono del territorio tiene, pues graves, consecuencias en todos los sentidos y especialmente sobre la naturaleza.

Conclusiones La única solución a medio y largo plazo para abordar estas cuestiones de máximo interés para el desarrollo humano y la conservación de nuestros valiosos recursos es reforzar el vínculo entre el hombre y la tierra y contribuir a que la sociedad comprenda la importancia de la actividad de los pobladores del medio rural-natural, auténticos custodios de nuestros territorios y garantes de la conservación de nuestros espacios y especies, de nuestra extraordinaria biodiversidad, del paisaje, nuestras tradiciones y nuestra cultura. Hacer de las “zonas rurales un lugar más atractivo en donde vivir y trabajar, en un escenario en donde puedan encontrar una vida mejor gentes cada vez más diversas de todas las edades“, invirtiendo el proceso de envejecimiento y despoblación de las mismas, dotándolas de medios para que generen su propio desarrollo, se adapten a las nuevas circunstancias económicas y sean valoradas como merecen por el conjunto de la sociedad. La sociedad debe reconocer el servicio que le aportan los hombres y mujeres que habitan nuestro territorio y deben contribuir a mantenerlo económicamente, ya que reportan la conservación y el mantenimiento de un bien general para todos. ■


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Biodiversidad aliada del medio rural ■ JUAN CARLOS DEL OLMO y CELSA PEITEADO WWF España

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ada dos años WWF presenta el Informe Planeta Vivo, una evaluación periódica que nos permite analizar la situación de la biodiversidad global y medir la demanda de la población sobre los recursos naturales de la Tierra. Las conclusiones de la octava edición de este pormenorizado “chequeo médico” no pueden ser más preocupantes, ya que muestran con claridad cómo la salud de los ecosistemas ha disminuido un 30% y cómo la huella ecológica se ha duplicado, y confirma sin lugar a dudas que la tendencia de pérdida de riqueza natural de los últimos 40 años se mantiene constante. Un ejemplo contundente es el Índice Planeta Vivo (IPV) global, un indicador utilizado por WWF para la elaboración de este informe que analiza las tendencias de casi 8.000 poblaciones de vertebrados de más

de 2.500 especies de todo el mundo y que se ha reducido de media un 30% entre 1970 y 2007. Especialmente dramático resulta el descenso del IPV en las zonas tropicales, en las que llega a un 60% como consecuencia de la rápida destrucción de los bosques tropicales ocasionada por el avance de la agricultura y ganadería intensivsa. También hemos analizado la situación de la biodiversidad en los diferentes biomas constatando que son las especies de agua dulce las que han sufrido una reducción más drástica, casi un 35% en el periodo analizado, como consecuencia de la demanda de agua para agricultura en todo el mundo, la fragmentación de ríos por la construcción de grandes presas, la contaminación o la introducción de especies exóticas. Llama también la atención la alarmante disminución de un

25% en el bioma marino como consecuencia de la sobrepesca de una gran parte de las especies analizadas. En este informe seguimos con detenimiento la evolución de la huella ecológica, es decir, el área requerida por las personas para proporcionar los recursos que utilizan, las infraestructuras que precisan y para absorber el CO2 emitido. Esta huella ha aumentado más del doble entre 1961 y 2007 y el consumo mundial de recursos ha superado tanto la capacidad regenerativa de la Tierra, la biocapacidad, que la población mundial utilizó el equivalente a 1,5 planetas en 2007 para sostener sus actividades. Especialmente alarmante resulta el aumento de la huella de carbono, que ha aumentado once veces desde 1961. Si se continúa con la gestión tradicional, la humanidad necesitaría 2 planetas en 2030 y casi 3 en 2050 para satisfacer sus demandas. El informe hace hincapié en la necesidad de conservar las plantas, animales y microorganismos que forman redes complejas e interconectadas de ecosistemas y hábitats para poder seguir disponiendo de la miríada de servicios ecosistémicos de los que dependemos y que la tecnología no puede reemplazar. Incluso organismos como la OCDE, hasta ahora alejados de esta visión, han empezado a reconocer el valor estratégico de los ecosistemas y la biodiversidad para el desarrollo humano y así Ángel Gurría, su secretario general, recuerda en el Informe Planeta Vivo 2010: “La protección de la biodiversidad y los ecosistemas debe ser una prioridad en nuestra búsqueda por construir una economía mundial más fuerte, segura y limpia”. El Año Internacional de la Biodiversidad está tocando a su fin y este mensaje se hace más urgente y necesario que nunca si se quieren alcanzar los objetivos planteados por la Unión Europea o la ONU. Para WWF, la agricultura es un sector clave para alcanzar estas metas, pues determina la forma en que gestionamos más de la mitad de la superficie de nuestro planeta y, con ello, el estado de conservación de


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los recursos naturales o la biodiversidad. Frente al modelo agroindustrial que intentan imponernos, de producción intensiva, desvinculado del territorio y sus gentes, incapaz de frenar el éxodo rural y de proporcionar una renta digna a agricultores y ganaderos, existe un modelo opuesto. Un modelo de agricultura y ganadería territorial extensiva, en equilibrio con el medio ambiente, que compatibiliza la producción de alimentos con la conservación del agua de nuestros ríos y acuíferos, preserva la fertilidad natural de la tierra y da cobijo a especies en extinción. Es posible avanzar hacia este nuevo –o más bien deberíamos decir antiguo– paradigma, pero no será posible si no se ponen en práctica políticas públicas que apoyen los cambios necesarios. En esa búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo rural en el que los tres pilares de la sostenibilidad –económica, social y ambiental– estén al mismo nivel, y que permita alcanzar los objetivos ambientales y territoriales de la Unión Europea, es necesario apostar por esos agricultores y ganaderos que saben que cernícalos o zorros son formidables aliados en el control natural de plagas; que cultivan especies o crían razas autóctonas adaptadas a las condiciones de nuestro clima y suelo, aunque sean menos productivas, porque valoran la diversidad; o que conservan la vegetación y el arbolado en las lindes porque frenan la erosión y dan cobijo a la fauna. Agricultores y ganaderos que, con una gestión respetuosa de

sus explotaciones, serán la clave para asegurar la conservación de la biodiversidad, conocedores de que solamente protegiendo hoy los recursos naturales podrá la agricultura tener futuro en el siglo XXI. Porque no se trata solamente de que el modelo actual destruya biodiversidad, sino que además resulta insostenible. En España, una gran parte de los acuíferos, auténticas reservas estratégicas de agua, está en estado de sobreexplotación, hecho que se agrava en las zonas costeras por la intrusión de agua salina. Esta situación no sólo puede poner en riesgo el abastecimiento de agua a la población local, sino la continuidad de la agricultura de regadío. En nuestro país el 13% de la superficie de regadío obtiene el agua de acuíferos sobreexplotados o salinizados, hecho que se verá agravado por la disminución de precipitaciones debida al cambio climático.

Herramientas para el cambio Para impulsar la transformación son múltiples las herramientas disponibles, desde una reorientación de las políticas agrarias en apoyo a estas explotaciones más sostenibles hasta un cambio en nuestros patrones de consumo. No debemos olvidar el papel que los ciudadanos pueden jugar realizando un consumo positivo y responsable y apoyando este modelo de agricultura que asegura la conservación de los recursos na-

turales y la biodiversidad, y con ello su propio futuro. Una de esas herramientas es la Red Natura 2000, la iniciativa europea más poderosa para preservar hábitats y especies en peligro. Esta red ecológica busca poner en valor la gestión sostenible del territorio, compatibilizando, en el caso de la agricultura, la producción de alimentos de calidad con el respeto al medio ambiente. España tiene la fortuna de contar con algo más de 14 millones de hectáreas declaradas como Natura 2000, con un 75% de su superficie bajo algún tipo de uso agrícola o ganadero. Lejos de suponer una amenaza para los agricultores, Natura 2000 depende en muchos casos de aquellas prácticas o cultivos que –acordes con la capacidad del medio– han dado cobijo a especies emblemáticas como linces, cigüeñas negras, avutardas o sisones. Contrariamente a lo que habitualmente se piensa, en muchos casos la principal amenaza para Natura 2000 es el abandono de la agricultura o ganadería tradicional o, lo que es peor, su intensificación. Bien aprovechada, la Red Natura 2000 puede convertirse en motor del desarrollo rural en zonas donde la agricultura tradicional no puede competir con modelos más intensivos, como pueden ser las zonas desfavorecidas –acosadas por el despoblamiento–, a los que se enfrenta en desigualdad de condiciones. Nuestro país cuenta, además, con un área


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similar de Sistemas de Alto Valor Natural. Estos sistemas, normalmente dehesas o prados y pastizales, combinan prácticas agrarias extensivas con el mantenimiento de elementos naturales, como setos o sotos. Así, además de albergar especies amenazadas, tienen otros efectos positivos sobre el medio ambiente: un menor uso de fertilizantes y fitosanitarios permite preservar la calidad del suelo y del agua, mientras su vegetación natural les hace funcionar a modo de corredores ecológicos, permitiendo la adaptación de las especies al cambio climático. Quizás uno de los ejemplos más significativo de estos Sistemas de Alto Valor Natural sea el de la trashumancia. El movimiento de los rebaños a lo largo de la red de vías pecuarias permite el aprovechamiento de la superficie pastable, fertilizando el terreno y asegurando la dispersión de millares de semillas silvestres a su paso. Estos rebaños se nutren de rastrojos o pastos, sin requerir de piensos importados, contribuyendo a controlar de manera natural la materia combustible y actuando como auténticos guardianes del monte en la lucha contra incendios. Las fincas en Natura 2000 o los Sistemas Agrarios de Alto Valor Natural, además de su contribución a la protección de la biodiversidad, presentan un mayor potencial para proporcionar fuentes de ingresos alternativos, dado el carácter diversificado y de calidad de sus producciones y sus valores ambientales, paisajísticos y culturales asociados. Actividades como el turismo rural o gastronómico dependen en gran medida de que se continúe con la actividad en estas explotaciones, en un claro ejemplo de multifuncionalidad. Pero, a pesar de haber constituido durante siglos la forma de gestión de tierras más extensa del planeta, hoy se encuentran en grave regresión acosados por el abandono o por el cambio hacia usos más intensivos. Todo esto porque sus bondades antes señaladas no se ven adecuadamente compensadas a día de hoy, ya que los bienes que producen no tienen valor en el mercado y faltan políticas de apoyo claras. Como hemos demostrado WWF y SEOBirdLife, la actual Política Agraria Común (PAC) distribuye una gran parte de sus ayudas entre un pequeño número de explotaciones de grandes dimensiones o más intensivas, con indudables impactos sobre el medio ambiente. Así, mientras el 18% de los beneficiarios acaparan el 85% de las

ayudas, las fincas de agricultura familiar, de pequeño y mediano tamaño, con el mayor potencial para contribuir a los objetivos ambientales de la Unión Europea, quedan prácticamente al margen de esta política (WWF España y SEO/BirdLife. ¿Quien contamina cobra? Relación entre la política agraria común y el medio ambiente en España. Junio 2010). Sin embargo, cada vez son más numerosas las voces que se alzan a favor de recuperar este modelo de rebaños extensivos, de cereales, legumbres y barbechos o de zonas de dehesa, en las que agricultura y medio ambiente no son rivales, sino aliados naturales. Sólo reconociendo los servicios, no sólo ambientales, que prestan al conjunto de la sociedad estos agricultores y ganaderos seremos capaces de promover un cambio en la política agraria, en el que la protección de la biodiversidad, el suelo y agua o la lucha contra el cambio climático se integren al mismo nivel que los objetivos de producción. Ese cambio también podría evitar la pérdida de la agrodiversidad (cultivos y razas autóctonas) que son a diario sustituidas por especies seleccionadas, en teoría más productivas, pero con mayores requerimientos y manejo más complicado. La desaparición de estas especies autóctonas, adaptadas a las condiciones locales, supone una pérdida de patrimonio genético irrecuperable en muchos casos.

La FAO ha estimado que en el último siglo han desaparecido un 90% de las variedades cultivadas y más de medio centenar de razas autóctonas. Hoy, sólo 15 tipos de cultivos y ocho razas animales aportan el 90% de los requerimientos calóricos de la alimentación mundial. Esta dependencia de un mínimo número de cultivos y razas nos hace mucho más vulnerables ante la ocurrencia de plagas o enfermedades, y también ante los estragos del cambio climático. En el actual escenario global, con el riesgo permanente de crisis alimentarias, la conservación de esta otra agrodiversidad, la que depende de la elección de agricultores y ganaderos en cuanto a qué razas y cultivos producir, es además una herramienta clave para garantizar la seguridad alimentaria. Como muestra el informe Índice Planeta Vivo de WWF, nos encontramos ante una auténtica encrucijada y es vital reducir la huella ecológica apostando por el consumo de productos con un impacto positivo y un cambio en la forma en que los producimos para que se garantice la conservación de la biodiversidad y de ecosistemas de gran valor para la sociedad como los incluidos en la Red Natura 2000. Para lograrlo se necesita una intervención urgente que evite su abandono y su transformación, y el apoyo decidido a una emergente generación de agricultores y ganaderos comprometidos con el respeto a la naturaleza y con la salud del Planeta. ■


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Cuestiones básicas sobre agricultura y biodiversidad ES LA BIODIVERSIDAD?

ES SEO/BIRDLIFE?

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L

a biodiversidad o diversidad biológica es la variedad de la avida. Este reciente concepto incluye varios niveles de la organización biológica. Abarca a la diversidad de especies de plantas y animales que viven en un sitio, a su variabilidad genética, a los ecosistemas de los cuales forman parte estas especies y a los paisajes o regiones en donde se ubican los ecosistemas. También incluye los procesos ecológicos y evolutivos que se dan a nivel de genes, especies, ecosistemas y paisajes. El concepto fue acuñado en 1985, en el Foro Nacional sobre la Diversidad Biológica de Estados Unidos. Edward O. Wilson (1929 - ), entomólogo de la Universidad de Harvard y prolífico escritor sobre el tema de conservación, fue quien tituló la publicación de los resultados del foro en 1988 como “Biodiversidad”. Los seres humanos hemos aprovechado la variabilidad genética y “domesticado” por medio de la selección artificial a varias especies; al hacerlo hemos creado una multitud de razas de maíces, frijoles, calabazas, chiles, caballos, vacas, borregos y de muchas otras especies. Las variedades de especies domésticas, los procesos empleados para crearlas y las tradiciones orales que las mantienen son parte de la biodiversidad cultural. En cada uno de los niveles, desde genes hasta paisaje o región, podemos reconocer tres atributos: composición, estructura y función. La composición es la identidad y variedad de los elementos (incluye qué especies están presentes y cuántas hay), la estructura es la organización física o el patrón del sistema (incluye abundancia relativa de las especies, abundancia relativa de los ecosistemas, grado de conectividad, etc.) y la función son los procesos ecológicos y evolutivos (incluye a la depredación, competencia, parasitismo, dispersión, polinización, simbiosis, ciclo de nutrientes, perturbaciones naturales, etc.).

EO/BirdLife es la Sociedad Española de Ornitología, una asociación científica y conservacionista fundada en 1954 dedicada al estudio y la conservación de las aves y de la naturaleza. Es, por lo tanto, la decana de las ONG de conservación de la naturaleza en España, con más de 50 años de actividad ininterrumpida. Está declarada de Utilidad Pública y ha recibido, entre muchos otros, el Premio Nacional de Medio Ambiente (1994) y el Premio BBVA a la conservación de la biodiversidad (2004). SEO/BirdLife, que cuenta con más de 11.000 socios, considera que la conservación de las aves y de su entorno precisa tanto del esfuerzo del aficionado como del rigor del experto científico. Por eso, trata de que se interesen por las aves el mayor número de personas posible, al mismo tiempo que desarrolla proyectos de investigación para conocer en qué estado se encuentra la avifauna de nuestro país. SEO/BirdLife es la organización representante de BirdLife International en España, una federación que agrupa las asociaciones dedicadas a la conservación de las aves de todo el mundo y que tiene representación en más de cien países. Los fines y objetivos de SEO/BirdLife son conservar las aves silvestres y su hábitat en territorio español; realizar estudios científicos para aumentar los conocimientos sobre las aves silvestres y su hábitat, en particular como herramienta indispensable para su conservación; difundir entre los ciudadanos el conocimiento, aprecio y respeto a las aves y a la naturaleza en general; realizar actividades de educación ambiental y formación del profesorado en las materias objeto de los fines anteriores, y realizar actividades relacionadas con la cooperación internacional para el desarrollo, como motor fundamental para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad en los países en vías de desarrollo.



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ES LA FUNDACIÓN FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE?

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a Fundación Félix Rodríguez de la Fuente fue creada en 2004 por la familia del naturalista, que murió hace treinta años, con el objetivo de salvaguardar y proyectar su vida, obra y legado, actualizándolos a través de nuevos proyectos que fomentan la armonía entre “El hombre y la Tierra”. Es una fundación privada, independiente, de interés público y ámbito nacional. La fundación impulsa y desarrolla proyectos relacionados con la comunicación y la concienciación, enmarcados en tres líneas estratégicas principales: “La huella de Félix”, “El hombre y la Tierra” y “Concienciados”.

ES WWF ESPAÑA?

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WF España es la sección española de WWF, una de las mayores y más eficaces organizaciones internacionales independientes dedicadas a la conservación de la naturaleza. WWF fue creada en 1961 y en España se formó en 1968. WWF trabaja por un planeta vivo, por detener la degradación ambiental de la tierra y por construir un futuro en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza, conservando la diversidad biológica mundial, asegurando que el uso de los recursos naturales renovables sea sostenible, promoviendo la reducción de la contaminación y el consumo desmedido. En la actualidad, WWF opera en más de 100 países, con el apoyo de cerca de cinco millones de personas en todo el mundo. Sus iniciales y el famoso logotipo del panda se han convertido en el emblema de la causa común de quienes se preocupan por el futuro del planeta y quieren ayudar a conservarlo de manera sostenible. La red de WWF consta de 30 oficinas nacionales, 20 de programa y 4 de organizaciones asociadas a WWF. El éxito de WWF se ha forjado en torno a un enfoque de la conservación objetivo y científico, centrado en seis áreas globales prioritarias: bosques, aguas continentales, mares, costas, especies en peligro y cambio climático para cada una de estas áreas. Para alcanzar estos objetivos, WWF lleva a cabo más de 1.200 proyectos en todo el mundo, además de campañas de gran impacto que impliquen en lo posible a la opinión pública y las instituciones responsables. Actualmente, casi 4.000 personas integran el equipo de profesionales de WWF en todo el mundo. Son personas que han decidido brindar su esfuerzo y experiencia en aras del bienestar de la tierra. WWF es una organización global, independiente, multicultural y apolítica. Utiliza la mejor información y recursos científicos disponibles para abordar todos los temas medioambientales y para buscar el diálogo con todos los sectores sociales y evitar conflictos innecesarios. Asimismo, desarrolla sus actividades de manera efectiva en términos de costes y aplica los fondos de sus donantes de forma transparente.

ES EL AÑO INTERNACIONAL DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA? La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 2010 Año Internacional de la Diversidad Biológica, con el fin de atraer la atención internacional al problema de la pérdida continua de la biodiversidad. El objetivo principal de esta proclamación es destacar la importancia de la biodiversidad en la vida humana, reflexionar sobre los logros en la conservación de la biodiversidad y redoblar los esfuerzos para reducir significativamente el ritmo de pérdida de biodiversidad. Con el Año Internacional de la Biodiversidad 2010 se quiere reflejar los objetivos de las organizaciones que trabajan en todo el mundo para salvaguardar la biodiversidad. Se pretende mejorar la conciencia pública sobre la importancia de salvaguardar la diversidad biológica y también sobre las amenazas subyacentes a la biodiversidad. Además, se pretende aumentar la conciencia de los logros para salvar la diversidad biológica que ya han sido realizados por las comunidades y los gobiernos y se quiere alentar a las personas, las organizaciones y los gobiernos a tomar las medidas inmediatas necesarias para detener la pérdida de la biodiversidad. Finalmente, también se pretende promover soluciones innovadoras para reducir las amenazas a la biodiversidad.


FECHAS DE INICIO DE SUSCRIPCIÓN DE LAS PRODUCCIONES ASEGURABLES


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Subvencionado por:

Fondo Europeo Agrario de Desarrollo Rural: “Europa invierte en zonas rurales”


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