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CRECER EN CRISTO

Autor: Federico Ruiz Salvador Titulo: Caminos del Espiritu Editorial: De Espiritualidad. Madrid.1998 Pps: 549-597

En el marco de la dinámica de la iglesia realiza cada cristiano el proceso de santificación personal: inicio, desarrollo, plenitud, muerte, resurrección. Si hacemos del crecimiento individual una historia de salvación en pequeño, le podemos aplicar los principios dinámicos y claves de interpretación que acabamos de analizar en la dinámica eclesial: alianza, éxodo, fidelidad, caminos largos, peregrinación y misión, esperanza activa de plenitud. La dinámica eclesial presta un gran servicio para entender y realizar el proceso individual. Antes que paralelismo de esquemas, existe un influjo y reinflujo de contenidos y experiencias. Juntas maduran la vida espiritual personal y la incorporación eclesial. El interés concentrado en los procesos colectivos puede perder de vista la responsabilidad e iniciativa de cada personas en su proyecto individual. Antes era frecuente el fenómeno inverso: escaso interés en lo comunitario, exigencia y detalle en lo personal. En teología espiritual, el crecimiento de la vida cristiana ha ocupado siempre un lugar privilegiado como objeto de experiencia y tema de reflexión. Desde sus comienzos es uno de sus capítulos más importantes. Últimamente la dinámica espiritual se ha convertido en perspectiva característica de la teología espiritual en su modo de tratar la totalidad del misterio cristiano. La tradición espiritual nos proporciona gran variedad de experiencias y esquemas para el estudio y la pedagogía de este sector. Dada la importancia del sector, lo he cuidado con particular esmero. Aunque hablamos de la persona individual, su crecimiento espiritual es obra de muchos agentes: elección e impulso del Espíritu, comunión activa de los hermanos, docilidad, proyecto y esfuerzo personal. Debido a la conciencia más viva de la historia, de la temporalidad y de la gradualidad de los procesos vitales, el tema ofrece novedad y necesita revisión. Teología, psicología, mistagogía están en condiciones de enriquecer notablemente los contenidos y enfoques del tema 1. 1. 2. 3. 4. 5.

El crecimiento en Biblia y teología. Progresar espiritualmente. Maduración humana. Trayectoria espiritual. Vocación y proyecto personal.

1. El crecimiento en Biblia y teología La gracia-don se convierte en ley de vida y grave responsabilidad personal. Se contraponen 1

F. RUIZ SALVADOR, “Hacerse personalmente adultos en Cristo”, en AA.VV., Problemas y perspectivas de espiritualidad, Salamanca, 1986, pp. 295-321; S. CASTRO, Teología de la maduración personal. Crecimiento en Cristo: RevEspir, 39 (1980), 613-670; S. DE FIORES, “Itinerario espiritual”, en NDE, Madrid, 1991, pp. 999-1021; D. DE PABLO MAROTO, El “camino espiritual”. Revisiones y nuevas perspectivas: Salmanticensis, 34 (1987), 17-60; S. GAMARRA, Teología espiritual, Madrid, 1994: doctrina y bibliografía en cc. 5 y 9.


los términos, no la realidad. El crecimiento espiritual desvela la naturaleza íntima de la vida cristiana. Más que capital recibido o acumulado, es un núcleo vigoroso y germinal, que se desarrolla favorecido con nuevos dones, capacidades y exigencias. El desarrollo pertenece a su ser mismo, y no es añadidura devocional. La santidad del cristiano se presenta como ideal, llamada urgente, posibilidad de cada momento, posesión original del bautismo. Vidas evangélicas a) Al asumir la condición humana, Jesucristo no desdeña esta ley del crecimiento, que es dinamismo y delata por consiguiente la fuerza de su plenitud: "Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,52). Crece en la conciencia y el ejercicio de su propia misión. Además de crecer en conciencia y sabiduría, aprende por experiencia: el amor, la familia, el campo y la naturaleza; lo que es el trato con las personas, con los pobres y enfermos, con los niños, con las muchedumbres, con las autoridades religiosas y políticas; lo que es arriesgarse, ser criticado, mal interpretado. Lo sabe ya, pero no lo ha "experimentado" en vivo. Lo va aprendiendo paso a paso: es tentado y sufre la debilidad de nuestra condición, a excepción del pecado (Hbr 4,15); aprende padeciendo con gemidos y lágrimas lo que es obedecer, amar hasta la muerte, dar la vida (Hbr 5,8). b) María llena de gracia y envuelta en el misterio, avanzó en la "peregrinación de la fe" hasta la cruz (LO 58). Se siente desbordada constantemente por los dones y las exigencias de Dios a través de los acontecimientos. Observa y conserva, se sorprende y maravilla de lo que Dios va haciendo. No conoce de antemano las implicaciones de su maternidad divina, desconoce el itinerario de Jesús, con las consecuencias que trae para ella. Toda su vida es "peregrinación de fe", un itinerario lleno de incógnitas y de graves exigencias vinculadas a los misterios de Cristo 2. c) En la vida de los Apóstoles se hace patente la gradualidad del crecimiento espiritual en gracia, vocación, seguimiento, en todos los planos: adhesión a Cristo, coherencia moral, capacidad de servicio y misión. Tres años de convivencia íntima, enseñanzas, milagros, correcciones, no han bastado para transformar la mentalidad y el corazón de estos "amigos" de Jesús. En el momento crucial de la Pasión, quiebra su fidelidad. En el momento de la Ascensión aún manifiestan por enésima vez esperanzas de reino terrestre y deseos de primeros puestos. Jesús mismo sigue a ritmo lento y gradual en la manifestación de su misterio, en dones y exigencias. Deja al Espíritu Santo continuar la obra de formación en el amor, la verdad, la fortaleza. Dinámica espiritual en san Pablo Entre los autores del Nuevo Testamento es san Pablo sin duda el más rico en elementos explícitos de experiencia y de doctrina sobre la dinámica espiritual. Plantea con riqueza de ideas y fuerza de lenguaje las inmensas virtualidades de la gracia cristiana bautismal y la necesidad de su desarrollo pleno en el Espíritu y en la libertad. Sus enseñanzas ofrecen una buena base de reflexión a las perspectivas cristianas y culturales de la teología espiritual contemporánea. San Pablo es el gran maestro del crecimiento cristiano: gracia, ciencia, experiencia. Ofrece abundantes datos autobiográficos y doctrinal es, para seguir la trayectoria cristiana, desde el bautismo hasta la plena

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Cf. LG 57-59. La exhortación apostólica Redemptoris Mater explícitamente le aplica a María ss. Fases concretas y duras del itinerario espiritual cristiano, como la noche oscura de san Juan de la Cruz: “María lleva en si la radical ‘novedad’ de la fe... No es difícil, sin embargo, notar en ella en estos momentos una particular fatiga del corazón, junto con una especie de ‘noche de la fe’ –para usar palabras de san Juan de la Cruz-“ (Redemptoris Mater, 17).


conformación a Cristo. Presentamos las líneas generales de la exposición paulina 3. 1. Experiencias de vida personal. Por dos veces ha hecho el entero recorrido. Primeramente, como judío, alcanza la perfección, hasta ser irreprochable. Con la conversión deja de lado las anteriores conquistas y reempieza de cero a conocer a Cristo (Fil 3). El bautismo tiene, en la vida de san Pablo, plenitud desacostumbrada: visión de Cristo glorioso, conversión, milagro de la vista, bautismo, misión a los gentiles. Es "insaciable", como cristiano y como apóstol. No tienen término ni medida sus aspiraciones de conformación a Cristo: conocerle y amarle como es conocido y amado de El. Tampoco tienen límite sus deseos y proyectos de predicar el Evangelio hasta los confines del mundo conocido: Asia, Roma, España. Este dinamismo se mantiene íntegro y creciente en sus años de madurez y ancianidad. 2. Experiencia de comunidades. Tiene también múltiples experiencias en la formación y guía de las nuevas comunidades. Muchas veces le ha tocado re empezar o poco menos en el cuidado pastoral por sus iglesias. Las hay de pleno ritmo de crecimiento (Filipenses). Otras de fácil entusiasmo y de fácil inconstancia (Gálatas). Y también de lentitud y dureza (Corintios). Se advierte la diferencia en la experiencia, en la pedagogía, en la confianza misma de Pablo. 3. Bautismo. Es el núcleo germinal y síntesis total. Para Pablo, el bautismo tiene lugar en un marco especial, que conlleva: encuentro con Cristo resucitado, conversión, la vista recuperada, la misión especial entre los gentiles, etc. Su experiencia individual influye un poco en la descripción exuberante que hace el Apóstol de la gracia y experiencia bautismales. No es éste el caso de la mayoría de los cristianos. Doctrinalmente ha vinculado el crecimiento a la incorporación al misterio de Cristo muerto y resucitado. La incorporación arranca, ontológica y cronológicamente, del bautismo con carácter de gracia pura y al mismo tiempo de proyecto y vocación. El bautismo no es solamente un comienzo, sino que, en su plano, realiza la incorporación total: perdón de los pecados, pertenencia a la iglesia, filiación divina. Conviene insistir en este aspecto: el punto de partida hacia la santidad es gracia y plenitud. La santidad cristiana no es producto de programa y esfuerzo. 4. Verificación personal gradual. "Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1Cor 6,11). La gracia recibida en el bautismo es esencialmente dinámica. Todo está concedido y todo queda por verificar: presencia de la Trinidad, condición de hijos de Dios, conformación a la muerte y resurrección de Cristo, incorporación a la iglesia, virtudes y dones: sois ya, debéis haceros. Como consecuencia, la plenitud de la gracia inicial pasa a ser proyecto y tarea de toda una vida: tiempo de salvación. El impulso en el camino espiritual nace de lo ya poseído, y no solamente de atracción hacia lo que queda por conseguir. La meta gloriosa es atrayente, porque responde a las capacidades y ansias que están actuando ya. 5. Combate espiritual. Entre el bautismo y la plenitud escatológica se extiende un largo camino. No basta tiempo y andar, como insinúa la palabra peregrinación. El simple caminar se convierte en lucha, dada la cantidad de enemigos declarados y de resistencias que se encuentran dentro y fuera. Al aspecto de peregrinación la imagen del "combate" añade tenacidad, lucha, riesgo; es decir, la presencia de enemigos que te pueden quitar los bienes y aun la vida. Combate contra las potestades de fuera, contra la ley de la carne que se rebela contra el espíritu. Es un esfuerzo 3

K. RAHNER, “Sobre el problema del camino espiritual hacia la perfección cristiana”, en Escritos de Teología, III, Madrid, 1961, pp. 13-33; F. RUIZ SALVADOR, “Verso la pienezza della conoscenza e dell’amore”, en AA.VV., Il messagio spirituale di Pietro e Paolo, Roma, 1967, pp. 267-287; P. BARBAGLI, “Il combattimento spirituale”, i.b., pp. 231-264.


constante de fidelidad para vivir en coherencia con la gracia recibida. El sentido de lucha llena las páginas de la Biblia, como doctrina y como experiencia. San Pablo cuenta con una larga experiencia personal de lucha (2Cor 11). y sugiere como medio de defensa y ataque la "armadura de Dios" (Ef 6,10 ss.). Estas imágenes paulinas reciben amplio desarrollo en la tradición espiritual, generalmente en el marco de la ascesis. 6. Grados de madurez. Todo ello evidentemente cuenta con la libre colaboración de los llamados a esta gracia. La libertad del hombre, en normales circunstancias, impone a Dios medidas, formas, ritmos impropios de la gracia inicial y de la madurez vocacional. En esa perspectiva se puede en cierto modo hablar de "grados" a propósito del crecimiento espiritual: grados de fidelidad teologal y moral, de resultados conseguidos en madurez personal. San Pablo utiliza las antítesis: niños-adultos, carnales-espirituales, discípulos-maestros, imperfectos-perfectos, hombre viejohombre nuevo. De ese modo intenta poner de manifiesto el contraste existente entre dos maneras de vivir la vocación cristiana, que pueden ser modalidades sucesivas en una misma persona, o caracterizar categorías de personas con diferente calidad espiritual. 7. De niños, retrasados, adultos. Se nota la preocupación de san Pablo por que los cristianos no se queden en los rudimentos de su vida en Cristo. "Yo, hermanos, no pude hablaras como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no os di comida, porque aún no la admitíais. Y ni aun ahora lo admitís, porque sois todavía carnales" (1Cor 3,13). "Hermanos, no seáis niños en el juicio; sed párvulos sólo en la malicia, pero adultos en el juicio" (1Cor 14,20). "Los que después de tanto tiempo debíais ser maestros, necesitáis que alguien de nuevo os enseñe los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y os habéis vuelto tales, que tenéis necesidad de leche en vez de manjar sólido" (Hbr 5,12 ss.). 8. Maestro y mistagogo. La gracia del bautismo es gracia, capacidad, proyecto y tarea para llenar una vida y una eternidad. Es Dios quien nos hace "conformes con la imagen de su Hijo" (Rom 8,29). Pero requiere empeño personal del sujeto y ayuda fraterna. El Apóstol es consciente de ello y se siente responsable: "Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros" (Gal 4,19; cf. Ef 4,13). Se siente educador de la fe, y no se limita a sacramentalizar. Casi se gloría de no haber bautizado a muchos. Como padre y pedagogo, sigue a las comunidades y a cada cristiano a todo su proceso de crecimiento, formación y educación hasta la plena conformación con Cristo. Su "evangelizar" tiene carácter vitalicio y total: alcanza a las personas y las comunidades en todo su vivir y obrar, hasta el final. Pablo se mantiene fiel a todo lo que una vez empezó. La aportación experiencial y doctrinal de san Pablo se concentra en algunos puntos: a) valoración elevada del punto de partida, gracia inicial de conversión o bautismo; b) elemento esencial o punto de referencia es el conocimiento de Cristo, la conformación a su misterio; c) el crecimiento personal es participación creciente en la función comunitaria, y viceversa (Ef 4,11-16); d) los grados más altos del proceso actúan en compenetración de conocimiento y amor; e) esboza ya un esquema de división en etapas. "Todo esto demuestra que no se consigue la perfección con el acto decisivo de la conversión. La vida sucesiva no es simplemente una ratificación, idéntica e inmutable, de la actitud fundamental tomada una vez por todas; implica más bien crecimiento y maduración, progreso y aumento." "Todos estos textos delatan en san Pablo una preocupación muy marcada; comprueba en muchos cristianos la tentación frecuente y perezosa de contentarse con un inicio de religión, de una religión que no ha sido asimilada ni profundizada; semejante


actitud, carente de todo dinamismo, es un peso terrible en el cuerpo de Cristo" 4.

Orientaciones en teología Vistos por separado, gratuidad y dinamismo responsable resultan dos aspectos normales y necesarios de la gracia cristiana: el bautismo realiza la transformación, pero también exige toda una existencia dedicada a verificar esa vida nueva infundida como don gratuito. A la hora de armonizarlos, se deja sentir la dificultad en varios sentidos: fe, justificación, obras (bíblico); justificación y santificación, gracia y mérito (dogmática) A título informativo, hago alusión a tres planos en que el problema se plantea y se explica, y que repercuten en la espiritualidad. a) Justificación y santificación. Tema clásico en las relaciones y discusiones de la teología católica con la posición de Lutero. Este carga todo el peso sobre la justificación inicial, preocupado éste por evitar que la "gracia" se convierta en objeto adquirido y poseído por el cristiano con medios que él mismo se puede asegurar: recepción de sacramentos, indulgencias, etc. La teología católica acentúa el proceso de santificación, preocupada de que la pura pasividad despersonalice la gracia y la reduzca a una aplicación exterior de la misericordia divina, sin llegar a una verdadera transformación del sujeto redimido. 5 b) Crecimiento de la gracia y las virtudes. La teología dogmática se ha ocupado tradicionalmente del tema, bajo el título "aumento de gracia y virtudes"; y también del mérito. Conviene tener en cuenta el hecho y sus conclusiones, porque todo ello ha sido asumido por la espiritualidad, que no ha hecho esfuerzos por elaborar esquemas doctrinales propios al respecto. Sobre esta teología fragmentada de distinciones y análisis se ha venido apoyando la teología espiritual 6. c) Desarrollo integral de la persona. La perspectiva teológica ha cambiado en este punto. Y esto vale tanto para la dogmática, como para la espiritualidad. Presta mayor atención a la persona en su conjunto, en sus relaciones con Cristo y en su novedad de vida y ser consecuentes. Teología y espiritualidad coinciden en una verdadera teología espiritual, y se ponen de relieve las varias dimensiones del crecimiento cristiano, humano y espiritual. "La teología actual prefiere concebir el progreso espiritual, sobre todo, bajo el perfil de la unificación progresiva en la personalidad moral del creyente, porque toda la existencia humana tiene un sentido, en virtud de la profundización y de la aplicación intensa de la opción fundamental por Dios. En ese modelo antropológico, el crecimiento espiritual no se reduce tan sólo al perfeccionamiento ontológico, descrito como el crecimiento de la gracia santifican te, ni tampoco solamente al progreso ascético, considerado como perfeccionamiento de comportamientos virtuosos, sino que es considerado como un cambio que implica el uno y el otro, que consiste formalmente en una orientación personal de diálogo y está producida por la causalidad personal de Cristo, considerada como influencia convergente del mensaje, del testimonio, de la personalidad y mediación sacra mental del 4

La primera cita es de K. RAHNER, l.c.; la segunda, de L. LELOIR, Maturité de la foi et de la charité: NRT, 85 (1963), 41. Cf. S. LYONNET, “La vocation chrétienne à la perfection selon saint Paul”, en AA.VV., Laïcs et vie chrétienne parfaite, Roma, 1963, pp. 13-32; P. BOURGUIGNON y F. WENNER, Combat spirituel: Dspir 2, 1135-1142. 5 Cf. Th. F. O’MEARA, justification and sanctification: Cross and Crown, 22 (1970), 160-170. 6 Cf. Th. DEMAN y F. LANVERSIN, Accroissement des vertus: DictSpir, 1. El artículo está redactado por dos autores que desarrollan separadamente el mismo tema, cada uno según la línea de la escuela de teología que representan.


Salvador. Particularmente en la comparación entre la conversión sociológica y la conversión personal, la teología pone su atención en los puntos de contacto entre el crecimiento espiritual y el proceso de socialización, inseparablemente unidos a la vida de toda institución. En efecto, la sinceridad personal del progreso espiritual no exige, en absoluto, que el individuo invente por sí mismo la forma de su cristianismo, sino que se basa en la acentuación (no sólo teóricamente decidida, sino también psicológicamente realizada) de una cultura, o de un espíritu objetivo crecido en la tradición viviente de una comunidad de la que el individuo se siente miembro" 7. 2.Progresar espiritualmente Hablar directamente de crecimiento o progreso espiritual comporta ciertos riesgos. Es normal esa reflexión explícita sobre el "progresar" en un análisis técnico. Pero no lo es tanto cuando se convierte en centro de la atención y del deseo: progresar, triunfar, sobresalir, etc. Son términos del lenguaje social, cargados de antropocentrismo, cuando no de egoísmo. Para encuadrar bien este apartado, hay que completarlo haciendo explícitos contenidos o temas que son objeto de capítulos especiales: vida teologal, Cristo, santidad, oración, etc. Forman la gracia y la vida cristianas que se van desarrollando hacia mayor plenitud. En el capítulo correspondiente a cada tema hemos visto el dinamismo propio de cada una de ellas. Ahora lo veremos en conjunto, con sus varios factores y aspectos. La conciencia cristiana ha ido descubriendo y elaborando los principios y leyes de la libre colaboración del cristiano con la gracia del Espíritu. El dinamismo espiritual que acabamos de comprobar en personas dotadas de especial plenitud (Jesucristo, María, Apóstoles) alcanza de lleno al cristiano que purifica y desarrolla su gracia vocacional. La plenitud de gracia es fuente de vida y de misión a ritmo creciente, ya que Dios da gracia sobre gracia. Proceso y progreso no se limitan a simple secuencia cronológica o acumulación de méritos y tareas. Ni la posesión inicial quita novedad, ni la novedad se desvincula de la raíz inicial. El crecimiento se refiere a la evolución integral del hombre mismo en su "totalidad personal". No basta que se den algunos cambios de conducta, o se sustituyan unos medios por otros más adecuados. Es preciso que exista una vocación, un proyecto integral, en cuya realización el hombre se hace más y mejor 8.

¿Qué significa "crecer" y 'progresar"? Familiarizarse con la terminología corrientemente utilizada en este sector es un primer paso para comprender la realidad. Camino, proceso, crecimiento, progreso, son términos comúnmente empleados para hablar del tema. En general, expresan la totalidad de la santificación, desde el punto de vista del sujeto. Otros términos, como "unión", tienen horizonte más teologal. Se han utilizado y se siguen utilizando otros muchos para designar y caracterizar de algún modo el dinamismo espiritual de la vida cristiana. Los hay de carácter simbólico, otros de tono conceptual. Hacen resaltar diferentes modalidades del complejo dinamismo: subida, escala, camino, combate, unión y purificación, encuentro, diálogo, progreso y proceso, santidad, desarrollo y crecimiento, etc. 9 7

Z. ALSZEGHY, Relaciones entre crecimiento psicológico y crecimiento espiritual. Precisiones desde la teología: Vida Religiosa, 42 (1977), 338. Cf. Mysterium Salutis, 9 (it.), Brescia, 1975, pp. 298 ss. 8 F. RUIZ SALVADOR, “Hacerse personalmente adultos en Cristo”, en AA.VV., Problemas y perspectivas de espiritualidad, Salamanca, 1986, pp. 295-321. 9 Cf. J. SUDBRACK, Montée ou rencontre?: Christus, 16 (1969), 474-488. Las imagines sirven para indicar el dinamismo de comunión, docilidad, esfuerzo, dificultad, aspectos y tareas varias que implica. Con frecuencia el interés del lector y del analista se desplaza a grados y subdivisiones, perdiendo de vista el objetivo central: las modalidades en que actúa la gracia y la persona camina hacia la plenitud vocacional.


"Progresar". Esta palabra nos pone en la pista de esclarecimientos necesarios para la sana inteligencia del crecimiento espiritual. De su interpretación básica depende lo que luego se diga en teología y pedagogía, proyectos y medios de vida espiritual. Se trata de definir a qué llamamos progreso espiritual, en qué consiste ese "progresar" que hace de soporte a toda determinación ulterior. "Progreso" significa avance, dar pasos hacia adelante, en el orden físico o espiritual: "proceso" indica más bien transformaciones orgánicas en el viviente o en la materia. Se complementan. a) El haber utilizado el término para designar la segunda etapa del camino espiritual (proficientes) ha tenido efecto negativo, tanto en el plano conceptual como en el pedagógico. Denominación doctrinalmente impropia y pedagógicamente desorientadora. Estabiliza las etapas de principiantes y perfectos, como si se tratara de simples puntos de salida y de llegada. "Progresar" es actitud fundamental del entero itinerario, ya que salida y llegada no son instantáneas, sino partes graduales y prolongadas del mismo proceso. Progresan igualmente los principiantes y los perfectos. b) Progresión integral. "Otra tendencia de interpretación y descripción, más antigua, de la vida espiritual se propone diferenciar las etapas de una evolución dinámica y permanente. No se trata aquí de una trayectoria entre dos límites (conversión y perfección), sino de un proceso espiritual, que se desarrolla en espiral, englobando todos los niveles y todas las dimensiones del ser humano. No es cuestión de un cambio formal y objetivo, de una etapa a otra, del contenido teológico (la gracia santificantes) o moral (de categorías superiores de actos o virtudes), sino de un proceso espiritual y místico de interiorización de las modalidades divinas. La toma de conciencia del hombre es transformada profundamente, no porque haya algún contenido diferente, sino porque el centro de gravedad de toda su personalidad se halla poco a poco transferido de sí mismo en Dios. Este proceso no puede ser uniformado y realizado de una vez, ya que asume gradualmente todos los diferentes sectores de la naturaleza humana" 10. c) Progresar es vivir en fidelidad atenta la gracia de la vida y de la vocación; resultado normal en quien vive de verdad, y no centra su interés y conciencia refleja en "progresar". a') "Vivir" es la palabra primordial y la base de todo progreso. Ser lo que uno es y lo que Dios le asigna y le pide en este momento. Ser lo que es con totalidad y hondura: calidad, intensidad, extensión. Vivir para la vocación y los servicios implicados. Así es como se produce el auténtico progreso, más que de estar "pensando" directamente en progresar, que puede terminar en narcisismo y muerte de la vida teologal. b') La atención no se centra en el progreso mismo, sino en Dios, en sus dones y llamada, las situaciones en que se manifiesta e interpela, en que se acoge y responde. c') Hemos visto a María, a los Apóstoles, a Jesús mismo, que en su crecimiento de santidad y fidelidad siguen los pasos de su vida y vocación, cada vez más exigentes, dando una respuesta cada vez más comprometida e incondicional. Dimensiones de la santificación cristiana En la unidad de cada persona se van realizando y transformando los varios aspectos y dimensiones, factores naturales y sobrenaturales, no siempre en perfecto paralelismo, ni en igual medida y orden. De algún modo, todas ellas están presentes y actúan en cada una. Son aspectos del entero desarrollo, cortes longitudinales; hablaremos luego de etapas, que significan cortes transversales. Alcanzan a toda la persona, en su vida personal y existencia social. Crece la persona. La literatura espiritual tiende a acentuar unilateralmente devoción y vida interior en sus expresiones directamente religiosas: culto, piedad, etc., en el proceso de maduración cristiana. Con semejante parcialidad, la 10

H. BLOMMESTIJN, “Progrès-Progressants”: Dspir, 12, 2383-2405.


hace inconsistente e irreal, es decir, marginal a la existencia y transformación de la persona. Repasamos en breve cada uno de estos rasgos, que en otros lugares son presentados con mayor amplitud. Al ser obra y camino de santificación, presenta las mismas cuatro dimensiones que hemos examinado al hablar de la santidad cristiana: dimensión teologal, moral, eclesial y psicológica (cap. 7). Son denominaciones abstractas, que indican realidades vivas de la gracia y la experiencia: misterio de Cristo y de la iglesia, caridad y oración, muerte y resurrección 11. a) Teologal. La dimensión teologal es cima y fuente de todas las demás. Las virtudes son fruto del ser transformado, y el servicio eclesial forma parte de la elección-misión de Dios. Al decir teologal, se entiende la iniciativa y acción total de Dios, no solamente el ejercicio de las virtudes teologales de parte de la persona. Vida espiritual dinamizada y personalizada por la inhabitación comunicativa y transformante del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Comunión en fe, amor, esperanza, es la sustancia de la vida espiritual. Se advierte en los nombres que damos a la perfección cristiana: unión, perfección, conformación a Cristo. Comunión interpersonal, gratuita y pasiva, recíproca. La vida teologal está hecha de misericordia y redención continuada, de gratuidad siempre nueva. Con carácter fundamental receptivo, dan el impulso para la búsqueda y el servicio de Dios en la historia y en las mediaciones. Cualifica todas las dimensiones siguientes. Esa comunión que llamamos santidad no se encuentra solamente al final del camino, sino que es ya intensa y operante desde el mismo principio, que es el bautismo. Se manifiesta en la existencia concreta y en el tratamiento de la varias mediaciones. Antes de ser conclusión teológica, es la experiencia de los santos. No sienten la novedad que se obra en ellos, como creciente claridad intelectual O síntesis doctrinal, sino como experiencia de presencia, don, misericordia, comunión de Dios, gratuita y exigente. b) Moral. Fruto y exigencia de la gracia recibida y de la vida nueva, la progresión moral y ética ocupa un puesto relevante en la perfección cristiana. El aspecto moral resulta más directamente perceptible y organizable. De hecho se ha insistido en la práctica y desarrollo de las virtudes, como criterio ascético de crecimiento general; y se toman las virtudes "heroicas" como criterio de santidad canonizable. La perfección moral y ética es reflejo de la transformación teologal que se lleva a cabo. Y también manifiestan el perfeccionamiento del hombre y su liberación. La liberación y lucha contra el pecado forma parte de la transformación teologal. Por eso, los dos aspectos se armonizan. El encuentro de Dios con el hombre es incondicional, gratuito, independiente de circunstancias o disposiciones humanas; actúa en el sujeto con creciente inmediatez e intensidad. Pero la otra cara de la misma realidad es que la intervención libre de Dios se hace preceder y seguir por ciertos reflejos humanos: iniciativas, pureza de conciencia, cumplimiento de la voluntad de Dios12. c) Eclesial. A medida que el cristiano madura teologalmente, se desarrolla esta dimensión esencial de la gracia: caridad, eclesialidad, solidaridad. Es la misma caridad teologal indivisible, orientada a las personas y a la comunidad, a la comunión fraterna y al servicio. Las más altas gracias de santificación personal tienen función de carismas para el bien de los demás y edificación de todos. El elemento eclesial es básico en la estructura y desarrollo de la vida espiritual de cada creyente. Afecta de lleno al plano del ser, y no solamente de la actividad y ayuda en favor de los demás. En razón de la solidaridad y el servicio, confía Dios a cada persona gracia y vocación, capacidades y misiones. 11

Se puede comprobar cierto paralelismo en el desarrollo más o menos paralelo de las cuatro dimensiones. Pero no hay perfecta correspondencia. Las explicaciones y posturas apuntan en tres direcciones: paralelismo estricto, contraste, convergencia parcial. Cf. F. Ruiz, “Hacerse personalmente adulto en Cristo”, o.c., p. 307. 12 Ch. A. BERNARD, Vie morale e croissance dans le Christ, Roma, 1973.


d) Psicológico. La gracia trabaja en la persona y con la persona. Los procesos espirituales tienen lugar en las facultades humanas, y en procesos psíquicos. Por tanto, se ven afectados por ellos. Y al mismo tiempo, los transforman. La caridad potencia y rectifica el amor humano. La sabiduría y la fe, el conocimiento y los criterios, etc. No borra límites y defectos; lo que sí se supera es la dureza de la permanencia y afirmarse en ellos. Un santo puede tener defectos naturales y espirituales. Lo que más daño hace es afirmarse en ellos y tomarlos o defenderlos como virtudes. Docilidad y esfuerzo en la vida espiritual Necesitamos esclarecer algunos aspectos problemáticos, a propósito de las dimensiones que acabamos de presentar; concretamente, las relaciones entre teologal y moral, gratuidad y esfuerzo. El tema tiene graves resonancias en la totalidad de la vida espiritual. La dificultad surge cuando se aíslan y contraponen: gracia teologal como gratuidad divina, y esfuerzo moral como obra de creación humana. En realidad, la misma gracia que comunica el don comunica también la capacidad y libertad personales de respuesta. En las virtudes teologales, Dios se comunica personalmente y da la capacidad de corresponder no solamente a su gracia, sino con su gracia. Es decir, con el Espíritu Santo. El esfuerzo moral forma parte del don gratuito a persona libre; desarrollar la gracia con iniciativa es la única manera de recibirla verdaderamente 13. Obra y gracia del Espíritu. En el evangelio figuran como protagonistas los "niños" y los "violentos". Dos imágenes y actitudes que conviven unidas en la misma persona: abandonarse en manos de Dios, y al mismo tiempo obrar con astucia y violencia por entrar en el Reino de los cielos. El Espíritu Santo como autor y guía principal del camino espiritual, de todo crecimiento, es un dato primordial. El transforma, purifica, hace amar, orar, misionar, según el evangelio. Y también los carismas y vocaciones particulares, que forman la vida y la santidad de cada uno. Docilidad y fidelidad. Es una ayuda sistemática con un programa y ritmo relativa regular. De manera que realiza el misterio de Pentecostés en cada persona. El Espíritu obra con orden 14. Esfuerzo y disciplina. El hombre movido por el Espíritu se responsabiliza de todo, con la libertad, el discernimiento, la fidelidad vocacional, iniciativas... Se trata de colaborar libremente con la gracia recibida, a partir de una nueva gracia que mueve y sustenta la libertad. Esfuerzo para poner la vida entera en las manos de Dios. Esfuerzo para dejarse cambiar programas, o realizar fragmentos que no encajan en el programa ideal o idealizado. Búsqueda y rupturas, creatividad constante. Ya que el tipo de realización que pide el Espíritu exige la aplicación continua y creadora del entendimiento, la voluntad, la libertad, etc. La verdad es que el esfuerzo no está reñido con la gracia ni con la mística. Al contrario, es exigido. El encuentro parcial con Dios provoca mayor hambre, búsqueda. Toda vida interior sana conlleva tensión espiritual, no psíquica. Como la amistad, significa orientación total del ser hacia una persona, vocación. El esfuerzo tiene función insustituible en todos los dones y las mediaciones de la gracia. Se aplica concretamente a los sectores más salientes de la vida espiritual. Para el crecimiento de la vida espiritual, juega un papel decisivo en las mediaciones primordiales: la oración, la vida sacramental (eucaristía y confesión en especial), ascesis, apostolado, solicitud por las cosas de Dios. El esfuerzo y empeño personal forma parte del proceso de asimilación de la 13

La integración de estas cuatro dimensiones del proceso espiritual da lugar a ciertos desequilibrios: entre teologal y moral, teologal y eclesial, eclesial e individual. Dos tendencias reaparecen con diferentes nombres y ropajes en la historia de la espiritualidad. “Pelagianismo”: de quines acentúan unilateralmente la iniciativa y la capacidad de realización humana, reduciendo al mínimo la acción de Dios y de su gracia. “Quietismo”: al contrario, exalta al máximo la acción de Dios, y reduce al mínimo la iniciativa, libertad, responsabilidad del hombre. Son “desequilibrios” que se repiten en todo tiempo, al menos como tendencias. 14 Obra del Espíritu, docilidad, pobreza. Cf. Tomás ALVAREZ, “La guía personal del Espíritu”, en AA.VV., Vivir en el Espíritu, Madrid, 1981, pp. 141-159.


gracia 15. Rupturas y oscuridades. El desarrollo de la vida espiritual no es homogéneo y regular. La docilidad y el esfuerzo programado deben contar con este hecho "normal", para no desalentarse o perderse en itinerarios de fantasía, al margen de los proyectos de Dios. En la historia de salvación, la alianza no sigue un crescendo regular y continuo. Al contrario, atraviesa fases de ruptura y desconcierto, que ponen a prueba la fe y la fidelidad. Como consecuencia, en cada época necesita el pueblo nuevas luces, profetas, para afrontar situaciones históricas imprevistas, tentaciones y cansancios interiores. Lo mismo sucede en la vida de cada creyente. Se abren fases de gracia y responsabilidad que no estaban explícitamente nombradas en el proyecto. No basta cumplir la voluntad de Dios. Hay que identificarla en las variaciones de la historia. Acierta el samaritano del evangelio, que interrumpe a destiempo su plan y viaje para descubrir y seguir los planes de Dios. Toda programación de la vida espiritual debe contar con este hecho recurrente: presencia de anomalías, rupturas, imprevistos; de origen interior o provenientes de circunstancias históricas. Buena parte del esfuerzo se dirige, por tanto, a discernir la presencia y acción del Espíritu, para poder cumplirla. Se dan a menudo rupturas del proyecto de vida interior y externa, no por infidelidad al compromiso, sino al contrario, por fidelidad al mismo y a la vocación. No consiste el progreso espiritual en... Señalo algunos equívocos que frecuentemente se producen en personas con deseos de progreso espiritual. Aplican el mayor esfuerzo a tareas, que no son las principales en calidad ni en eficacia para la perfección cristiana. Son complemento o ayuda. Así completamos las anteriores descripciones del crecimiento espiritual. No es creciente toma de conciencia refleja. Si así fuera, contaría la palabra como vida, la cultura como ser, el pensar como obrar. Sucede con frecuencia lo contrario: la mejor oración y la mejor caridad son las que se ignoran. La conciencia refleja es ayuda para el discernimiento, e incluso para la comunión de amor. Pero en sí misma no es sabiduría, y menos aún, amor. Las personas de fe sencilla tienen algunas ventajas para comprender y vivir el evangelio. La formación cultural, las responsabilidades y funciones obligan a cultivar intensamente la información y la reflexión espiritual. Es ventaja y peligro. Tampoco la autoobservación psicológica, el examen, las encuestas sobre la experiencia religiosa son experiencia por sí mismas. La conciencia pertenece a la inteligencia, más que a la caridad. La excesiva introspección puede resultar contraproducente, por el cansancio mental que genera y el entorpecimiento que crea el estar constantemente atento a sí mismo. De san Juan Berchmans narra un compañero y testigo: "Una vez que me contaba lo que hacía desde que empezaba la mañana, y lo que iba siempre añadiendo de nuevo, le dije que no podía durar si no seguía otra conducta, asegurando las cosas más principales, sin pedirse cuenta a sí mismo de todas las otras menudencias, y hacer trabajar con tanta sutileza en las cosas espirituales la mente, fatigada tanto en los estudios; y lo que le dije, pronto se verificó" 16. No es pureza de conciencia creciente. A medida que la persona crece y madura, sus compromisos y actuaciones adquieren mayor complejidad, responsabilidad, agobio, por la dificultad de las situaciones. Responde con generosidad y heroísmo, pero aumentan igualmente los fallos, las equivocaciones e imprudencias, las debilidades y hasta los pecados. "Como en la soledad hay menos ocasiones de ofender a Dios, parece anda el alma más limpia; que si es temerosa de 15

Cf. C. BAUMGARTNER, La place de l’effort dans la vie spirituelle. Christus, 6 (1959), 196-210; lo aplica a oración, ascesis, apostolado, crecimiento; R. VERNAY, “Effort”: Dspir 4, 331-339. 16 Cf. A. ROLDAN, introducción a la ascética diferencial, 3ª., Madrid, 1968, p. 344.


ofenderse, es grandísimo consuelo no haber en qué tropezar... Aquí, hijas mías, se ha de ver el amor, que no a los rincones, sino en mitad de los ocasiones; y creedme, que aunque haya más faltas y aun algunas pequeñas quiebras, que sin comparación es mayor ganancia nuestra. Miren que siempre hablo presuponiendo andar en ellas por obediencia o caridad" 17. No es acumulación de méritos. Por lo menos, ese ingrediente no es criterio decisivo. De hecho, se dice que los méritos ganados no disminuyen, la perfección sí. Una persona tibia sigue haciendo obras buenas y por tanto merece; Y al mismo tiempo se degrada constantemente. En la experiencia de los santos no se atiende a la acumulación, sino a la mejora del ser. Siguen sintiéndose pobres y desvalidos. No se limita a cuidar y aumentar los ejercicios de piedad. Por bien que se vivan los tiempos y ejercicios de piedad, no basta como criterio de auténtica maduración cristiana. Se requieren obras, autenticidad en las relaciones de caridad, los servicios vocacionales, el modo de ser y vivir la entera existencia. 3. Maduración humana El progreso espiritual afecta a la persona en todos sus dinamismos, naturales y sobrenaturales, indisolublemente unidos. La gracia y naturaleza actúan en proyectos comunes y diferentes competencias. En el desarrollo es cuando la armonía y contraste entre ellas se manifiesta con mayor evidencia y complejidad. La integración de los factores humanos en la vida espiritual se hace hoy de manera más consciente, tanto en la experiencia como en la reflexión. De manera especial la psicología se interesa por aspectos comunes o limítrofes con la espiritualidad, y ofrece aportaciones de gran interés. De pauta puede servir la doble afirmación establecida por un psicológico: "Dado que el crecimiento espiritual se efectúa utilizando las estructuras y los procesos psíquicos de la persona, el estudio científico de ésta aclara aspectos importantes del crecimiento espiritual... Sin embargo, esta contribución es necesariamente parcial, ya sea porque la psicología ignora los fines últimos del hombre o del cristiano, ya sea porque toda decisión debe tener en cuenta todos los componentes de la situación, y no solamente los de la psicología" 18. En este contexto no me ocupo directamente de la ciencia psicológica y su caminos de maduración personal. El objetivo es más bien señalar modalidades del crecimiento espiritual, que le vienen de su arraigamiento en los procesos del psiquismo humano. Al tratar más adelante del "itinerario espiritual", los tendremos de nuevo en cuenta para división técnica 19. El tiempo, espacio de Dios y del hombre El tiempo forma parte de la vida humana y espiritual del hombre: Homo viator. Es tiempo de 17

SANTA TERESA DE JESÚS, Las fundaciones, 5,14-15. A. RONCO, en Vida Religiosa, 42 (1977), 343-345. Cf. G. DHO, “La personalità dinamica del cristiano”, en AA.VV., Educare, III, PAS, Zurcí, 1964, pp. 17-34; A. RONCO, Relaciones entre crecimiento psicológico y crecimiento espiritual. Precisiones desde la psicología: Vida Religiosa, 42 (1977). 19 Doctrina y bibliografía en los estudios ya citados: F. RUIZ SALVADOR, “Hacerse personalmente adulto en Cristo”; S. DE FIORES, “Itinerario”. Cf. también J.D. GAITÁN, Oración y etapas de la vida personal: CONFER, 25 (1985), 529-550: acentúa la incidencia de las varias edades en el camino espiritual, con bibl.; F. RUIZ SALVADOR, “Le “età” nella vita spirituale”, en AA.VV., Tempo e vita spirituale, Roma, 1971, pp.83-110. A cada una de las edades se le aplican estilos con nombres particulares; pedagogía, andragogía, psicogerontagogía. 18


salvación: espacio de la gracia, de la libertad y de las mediaciones históricas. Es tiempo no de sólo fechas sucesivas, sino de "hechos personales" de Dios y del hombre. El tiempo real a que ahora nos referimos es el espacio de Dios, en su larga historia de acercamiento, de búsqueda y de encuentro con el hombre. Se van revelando y distribuyendo gracias, dones y exigencias, siglo tras siglo, año tras año. Para ello, sigue los ritmos lentos o acelerados de la historia humana. Espacio del hombre, donde éste se mueve, hace o deshace su vida y vocación, impulsando o entorpeciendo los planes de Dios. Es el espacio de la libertad, confrontación con la voluntad de Dios en la historia, despliegue de la gracia recibida en el bautismo, para hacerse y llegar a ser lo que ya es. La duración entra en la definición misma de "dinámica": proceso en el tiempo. Tiempo de siembra, cultivo y cosecha. Campo labrado produce frutos; no cultivado, da espinas y hierbajos. Gracia y vocación cultivadas producen santidad en el tiempo. Donde hay negligencia, se arraigan y multiplican los vicios con el paso del tiempo. La persona no realiza transformaciones repentinas, ni en sí misma ni en el mundo alrededor. Necesita y tiene a disposición días y años, para llevar a cabo lo que no logra hacer en un instante. A largo plazo se aprecia y recoge lo que es fruto maduro de lentas germinaciones. Con perseverancia, humildad, esfuerzo, paciencia. La madurez espiritual de una persona vocacionada en camino está hecha de una línea y muchos fragmentos. El espejismo y engaño de la técnica hace más dolorosa e incomprensible la lentitud de los procesos espirituales. La técnica elimina o reduce vertiginosamente los tiempos de espera, de producción, de viaje. Ahora se construye o se viaja cómodamente en pocas horas lo que antes requería años de esfuerzo penoso. Inconscientemente aplicamos esos esquemas mentales al mundo espiritual, y el tiempo intermedio parece rémora que paraliza el ritmo de la voluntad. Cuesta admitir que se necesitan muchas acciones monótonas, muchas generosidades inútiles, mucha fidelidad sin respuesta, para que un día salga a relucir una novedad sustancial. Una virtud sólida requiere "años" de ejercicio constante y probado. Se necesita sabiduría y prudencia para discernir y controlar las "prisas" 20. Las edades de la vida humana Más íntimamente afecta el "tiempo personal", es decir, la edad. Las "edades" se han aplicado en teología espiritual con valor de imagen y analogía entre la edad biológica y el curso del tiempo. De la analogía tenemos que pasar al influjo real. La edad natural ejerce, con sus energías y deficiencias, un poderoso influjo en la evolución espiritual del individuo: impone o favorece en la vida espiritual ritmos de entusiasmo, cansancio, sabiduría, repliegue o creatividad. Se trata de "tiempo personal", que la psicología evolutiva estudia con detalle, factor positivo o negativo con el que la espiritualidad tiene que contar. No se puede forzar el paralelismo, ni vincular una edad determinada a un grado de vida espiritual: hay santos niños, y principiantes en la ancianidad. Sin embargo, queda en pie el principio de la interdependencia. Fases espirituales objetivamente idénticas, vividas por sujetos de edades diferentes, cambian totalmente de signo. Un principiante de cincuenta años difícilmente encuentra los fervores y la docilidad de uno de quince años; ni éste posee la prudencia y la experiencia de aquél. Todas las edades tienen ventajas y limitaciones. Cuando el acercamiento entre edad biológica y edad espiritual se mantenía en el plano de analogías, no figuraba la ancianidad como última etapa, ya que podía sugerir decadencia final en el camino de la santidad. En cambio, se coloca en primer término, por razón de imagen, la infancia, que tiene menor influjo real. En la confrontación de edad personal y vida espiritual es necesario rehabilitar e incluir la ancianidad y todos los pasos de la edad 20

L. BEIRNAERT, Experiencia cristiana y psicología, Barcelona, 1966: “Tiempo y crecimiento espiritual”, pp. 94-99.


adulta, rebajando un poco la infancia como experiencia espiritual. Ahora intentamos ver la función propia de cada edad en una misma persona, evitando las comparaciones. Sólo Dios sabe quién vale más y quién presta mayores servicios en su iglesia. Si comparamos a una persona consigo misma en distintos períodos de su vida, obtenemos el mismo resultado. Evoluciona, gana y pierde en diferentes aspectos. Si ha habido esfuerzo y fidelidad, la impresión se debe a la mayor complejidad de su existencia y compromiso 21. Infancia: Sensibles a la doctrina evangélica, esta primera etapa de la vida humana ha dado nombres a muchas experiencias y doctrinas espirituales vividas en otras edades: si no os hacéis como niños..., infancia espiritual, símbolos de debilidad y confianza... En ese mundo de vitalidad semiinconsciente encontramos también manifestaciones muy valiosas de la gracia. Evitando idealizaciones 22. Juventud: Representa la energía, el entusiasmo, la generosidad, la donación sin reservas, disposición al sacrificio, al amor. Pesa sobre ella el mal de la inexperiencia, la impaciencia, sentimentalismo y superficialidad. Fácilmente confunden la sinceridad espontánea con la autenticidad personal. La vida gravita hoy en torno a la juventud. Se la considera como un título de gloria, mérito y de calidad personal. Hay apego a la edad juvenil, deseo de eternizarla. La edad tiene una misión; una vez cumplida, el progreso la rebasa. Si uno prolonga la niñez, hablamos de "infantilismo". Si uno prolonga las fantasías de juventud, hablamos de "juvenilismo" en sentido peyorativo. A la juventud está encomendado el impulso y la necesidad de abrir caminos y crear futuro 23. Adultez. Es en conjunto la edad más plena. Goza de mayor estabilidad, energía concentrada y aplicada con criterio, realismo, comprensión de la maldad humana, de los límites propios y ajenos, del valor de.! tiempo. El tiempo "vivido" proporciona experiencia de Dios y de los hombres, sabiduría, conocimiento de sí mismo y de los demás, visiones de conjunto y proyectos de sano realismo. Su contrapartida es el desencanto incipiente y la crisis del meridiano, que puede acabar con edificaciones sólidas. Debe tener en cuenta que la santidad no se cuenta por años 24. Ancianidad: Es visión panorámica y síntesis de la vida entera. Favorece experiencia universal, humildad en las acciones, confianza en Dios. Pero sufre de falta de adherencia a la realidad presente, insistente rememoración, malhumor frente a los cambios, reprobación de la juventud. En la ancianidad se acumula historia y experiencia; pero se atrofia el presente y el futuro, con lo que el sujeto queda en parte inutilizado para aprovechar esa historia y experiencia. El anciano pierde visión recia y sensible a los acontecimientos, reflejos para intervenir en ellos, acercarse con sensibilidad a las personas... Esto no es un pecado. Simplemente pone de manifiesto la pobreza de los logros humanos, que no crecen indefinidamente en la tierra, sino que a partir de un cierto momento se marchitan y empeoran por falta de sujeto en que sustentarse 25. 21

R. GUARDINI, La aceptación de sí mismo. Las edades de la vida, Madrid, 1970; A. ULEYN, Les phases de la vie humaine et leurs implications pour la vie de foi et de priére: Carmelus, 22 (1975), 21-51. 22 Bruno de JESÚS MARIE, L’enfant et la “Voie d’Enfance”: Etudes Carmélitaines, 19 (1934), 18-106. 23 Cf. H. LUBIENSKA DE LENVAL, Le silence à l’ombre de la Parole. Tournai, 1957, pp. 74-76. 24 “Nos parece que hemos de tasar nuestro aprovechamiento por los años que tenemos algún ejercicio de oración; y aun parece queremos poner tasa a quien sin ninguna de sus dones cuando quiere y puede dar en medio año más a uno que a otro en muchos... Quien tuviere talento de conocer espíritus... juzga por los efectos y determinaciones y amor y dale el Señor luz para que lo conozca. Y en esto mira el adelantamiento y aprovechamiento de las almas, que no en los años; que en medio puede haber alcanzado más que otro en veinte” (S. TERESA DE JESÚS, Vida, c. 39,9-10). F. RUIZ SALVADOR, “Adulto”, en NDE, pp. 41-46. 25 Cf. F. RUIZ SALVADOR, “Le età della vita spirituale”, en AA.VV., Tempo e vita spirituale, Roma, 1971, pp. 83-110; B.J. GROESCHEL, Crecimiento espiritual y madurez psicológica, Madrid, 1987; AA.VV., I


Las crisis... También en el desarrollo humano se producen rupturas y anomalías. La psicología las estudia con detenimiento y competencia, aportando datos muy útiles a la teología espiritual. En el desarrollo de la vida humana se observa el repetirse de momentos críticos, experiencias anómalas prolongadas, que cuestionan íntimamente el ser, el vivir, el crece de la persona. Se denominan "crisis", término que en sí no tiene significado peyorativo, como ya se dijo al hablar de la iglesia (cap. 1.2,3). Las crisis son fenómeno normal en la vida: desarrollo, cambios biológicos y psicológicos, inserción en la historia y en la sociedad. Las crisis se dan en todos los momentos del desarrollo vital. Con mayor frecuencia, gravedad en los momentos de desarraigo y transición. R. Guardini caracteriza como crisis los pasos entre las diferentes edades o fases de la vida humana. Es una experiencia, que se da en todas las condiciones de vida, y se repite de manera más acentuada en los momentos de "transición" en el desarrollo: cansancios, desbordamiento de nuevas energías, etc. Algunas características de la cultura moderna, de la psicología de las personas, los ritmos de la evolución, la mayor toma de conciencia de las vivencias, hace que la persona se sienta con frecuencia desbordada por los fenómenos que le suceden y tienen en ella hondas repercusiones incontrolables. Este fenómeno humano tiene con frecuencia origen e incidencia espirituales. Es necesario tener en cuenta su normalidad humana, para no buscar solamente causas y remedios espirituales, sino contar con la totalidad de elementos, muchos de ellos analizados con todo detalle por las ciencias humanas. Abundan los libros que estudian las crisis espirituales integrando las dos perspectivas, religiosa y psicológica 26. Crecimiento espiritual y maduración humana La incidencia de los factores y procesos psicológicos en el desarrollo de la vida espiritual es un hecho de relieve y de inmediata evidencia. Se condicionan mutuamente con sus valores y deficiencias. Además de intercambiar datos sueltos, se habla de un posible ensamblamiento general entre sus ritmos respectivos. Para definir la interacción a lo largo del proceso se ha recurrido explícita o implícitamente a tres modelos: paralelismo, contraste, coexistencia de ambos. a) Paralelismo estricto: a mayor capacidad humana y equilibrio psíquico, mayor dinamismo y mejores resultados en el progreso espiritual. Este modelo garantiza la correspondencia sustancial de los dos procesos, el de madurez humana y de progreso espiritual. Se fija en los santos de personalidad más completa y equilibrada, personas de relaciones y eficacia, en quienes el equilibrio psíquico coincide con la plenitud espiritual. Esta explicación pone de manifiesto el "ideal", pero no problemi spirituali della vecchiaia, Firenze, 1962: con bibliografía-boletín “Saggio bibliografico sulla vecchiaia”, de I. COLOSIO (pp. 198-208); J. HENDRIX, Perspectivas y problemas de la tercera fase de la vida: Concilium, 60 (1960), 136-146; L. LACORRE, La troisième âge: Chistus, 19 (1972), 29-38; Y. CONGAR, Les voies du Dieu vivant, Paris, 1962: “La jeunesse de l’âme”, pp. 381-390. “Tenemos la edad de nuestros pecados. Nuestro desgaste es de orden espiritual” (F. MAURIAC); “Cuando se envejece, todo se va, pero Dios viene” (R. BAZIN). 26 Sobre las crisis de juventud, cf. A. ROLDÁN, Las crisis de la vida en religión, Madrid, 1967. La más amplia y característica se considera comúnmente de la “media edad”. Sobre el tema de la crisis de media edad y sus repercusiones espirituales, cf. F. RUIZ SALVADOR, “Le “etá” della vita spirituale”, l.c.; P. BOUGET, Le demon de midi, Paris, 1956; M. EXK, La cinquantaine, Paris, 1969; B. BASET, The Noon Devil, Westminster, USA, 1964; t. Hockey, The Catholic Sister at Mid-life: Review for Religious, 29 (1970), 104110; F. WULF, Der “Mittagsdemon” oder die Krise der Lebensmitte: Geist und Leben 38 (1965), 241-245. A. GRÜN, La mitad de la vida como tarea espiritual. La crisis de los 40-50 años, Madrid, 1988. Narra e interpreta A. Grün una experiencia concreta de crisis colectiva desde la espiritualidad (Taulero) y desde la psicología (Jung)


responde a los hechos; y tiene pedagógicamente el riesgo de desmoralizar a cristianos dotados de grandes dones sobrenaturales, que sufren limitaciones o anomalías psíquicas. b) Contraste: a mayores capacidades humanas, mayor peligro de autosuficiencia y mayor dificultad para ponerse en manos de Dios, que es quien obra la santidad. Acentúa la divergencia entre los dos procesos: la exaltación de valores humanos lleva al olvido o marginación de los valores evangélicos; y viceversa, el potenciamiento de lo divino lleva a la mortificación del elemento humano. Parece suministrar buen argumento san Pablo: Dios escoge lo más despreciable de la naturaleza, lo necio y loco, para confundir a los sabios de este mundo (1 Cor 1). Es una mentalidad que ha influido en ciertos estilos de vida espiritual. Ahí está la demostración del poder de Dios. Pero no se puede convertir en régimen normal de santificación lo que son libertades de Dios. c) Coexistencia: las cualidades y los factores humanos facilitan la acción y el desarrollo de la gracia, pero no dan su ritmo ni medida, que dependen de Dios y de la libertad del hombre. Compagina paralelismo y contraste, es el modelo que mejor responde a los hechos históricos y la reflexión teológica. Hay elementos de paralelismo y los hay de contraste. Las limitaciones humanas pueden en ocasiones estimular al cristiano a abrirse a la acción del Espíritu. En otros muchos casos, el desequilibrio personal desemboca en compensaciones humanas y será un grave obstáculo al desarrollo espiritual. Frente al acercamiento entre los proyectos de maduración psicológica y el itinerario de crecimiento espiritual existen dos posturas contrastantes y útiles ambas para la teología espiritual. 1. Numerosos esquemas y propuestas: existen numerosos ensayos y propuestas en esta dirección, provenientes de diferentes psicólogos y escuelas. Algunos de carácter general, otros más minuciosos, influyen en los libros de espiritualidad, y en la vida de muchas personas. Utiles por los datos psicológicos que presentan quedan lejanos en cuanto a perspectiva y jerarquía de valores. 27 2. Denuncias y llamadas de atención: frente a la invasión de las técnicas psicológicas en la programación del camino espiritual. Exceso de introspección y autoconfianza: piensan haber encontrado el secreto de las grandes transformaciones espirituales en programas psicológicos de autoanálisis, relaciones, autoprogramaciones detalladas. Se hace necesario deslindar terrenos y competencias en conformidad con el objetivo que se intenta en las diferentes disciplinas. 28 4. Trayectoria espiritual Queda por configurar el movimiento espiritual a partir de los principios ya establecidos. La teología espiritual tiene función pedagógica y directiva, especialmente cuando se trata de crecimiento espiritual. Debe señalar fases y tareas correspondientes, ofrecer esquemas operativos, que sean concretos, y a la vez flexibles y abiertos a las variaciones de la gracia, de la libertad y de las circunstancias. El movimiento tiene carácter unitario e integral, comprometiendo a la persona en sus diferentes aspectos: teologal, moral, eclesial, psicológico; aun cuando éstos no sigan un desarrollo estrictamente paralelo. 27

Se pueden ver los esquemas de algunos autores, Cf. F.K. NEMECK y M.T. COOMBS, Nuestra trayectoria espeiritual. Umbrales y etapas críticas de la génesis espiritual adulta, EDE, Madrid, 1988. Presenta, en columnas paralelas con el desarrollo espiritual, las fases de la vida humana según los esquemas de Levinson, Kohlberg, Selman, Erikson, Piaget, Fowler (p. 297); AA.VV., Psychological aspects of spiritual development, Cath. Univ. AMER., Wahington DC, 1964. 28 M. NEUMAN, Am I growing spiritually? Elements for a Theology of Growth: Review for Religious, 42 (1983), 38-49.


Es una tarea que ha realizado muchas veces a lo largo de su historia, con esquemas más o menos difundidos y duraderos. El esquema de las vías y los estados es el más afortunado, que ha llegado con vigencia hasta nosotros. No es el primero ni el único ni el último. Sirve como orientación general y en la lectura de las fuentes. Para no mezclar esquemas y ocupar demasiado tiempo en distinciones o críticas, el esquema tradicional de las tres vías lo presentaré brevemente al final del apartado. Mantiene valores de base y complemento. La cuestión de método y grados del crecimiento espiritual ha sufrido recientemente graves alteraciones. Se ha mantenido durante siglos metodicidad rigurosa en el cultivo de la vida espiritual; sigue un periodo de rechazo o alergia frente a métodos, esquemas,. Grados, prácticas fijas; se deja sentir nuevamente la necesidad de esquemas y de cierta metodicidad. Para reorganizar el tema con mayor amplitud y libertad, haré previamente algunas reflexiones introductorias sobre tales esquemas: valor histórico, legitimidad teológica, la utilidad pedagógica, límites y condiciones de aplicación. Luego trataré de elaborar una visión orgánica que incorpore los datos que ofrecen la espiritualidad y la cultura actuales. El título “trayectoria” indica la continuidad del movimiento y suaviza la impresión de corte y cambio que puede causar la sucesión de etapas o fases bien definidas. También se modificarán los varios momentos del proyecto, sus denominaciones y respectivas fundaciones. 29 a) Legitimidad teológica. La división en vías, grados y etapas es formulación espontánea de la vida de la gracia, en cuanto comunicación de Dios y transformación gradual de la persona. El método, bien utilizado, no quieta espacios al Epíritu, ni libertad a la persona. Responde al “metodo” que Dios mismo sigue en la santificación de las personas. San Juan de la Cruz fija tres principios, para orientarse y colaborar en los caminos y libertades de Dios: “Conviene primero poner tra fundamentos: 1. El primero es de san Pablo ad Romanos (13,1), donde dice: “Las obras que son hechas, de Dios son ordenadas”. 2. El segundo es del Espíritu Santo en libro de la Sabiduría (8,1): la sabiduría de Dios dispone todas las cosas con suavidad. 3. El tercero es de los teólogos, que dicen: "Dios mueve todas las cosas al modo de ellas... De esta manera va Dios llevando al alma de grado en grado hasta lo más interior. No porque sea siempre necesario guardar este orden de primero y postrero tan puntual como eso... Pero la vía ordinaria es conforme a lo dicho" (Sub 11, 17,2.4). b) Utilidad pedagógica. Permite señalar medios concretos, intercambiar experiencias y escarmientos, descubrir inductivamente las vías del Espíritu en su convergencia esencial y variedad existencial, discernimiento, experiencias positivas y negativas. Esos métodos son fruto de larga observación de personas, vidas, hechos. Así los utilizan los grandes maestros, directores y autores de espiritualidad. Algunas indicaciones para la utilización espiritual de este recurso. Los grados y etapas son medios para ayudarse y ayudar a caminar, no para contarlos y presumirlos, o para entretenerse en distinciones y comparaciones. No tienen por objeto establecer categorías de valor moral o teologal, sino que sirven a cada persona para conocer la situación de fidelidad en que se encuentra, y responder a su gracia y vocación en creciente fidelidad. Comparan a cada persona consigo misma, no con otros. El avance gradual no siempre se refleja en la conciencia de la persona, que por tanto debe trabajar en amor pobre y desnudo.

29

F. RUIZ SALVADOR, “Hacerse personalmente adultos en Cristo”, en AA.VV., Problemas y perspectiva de espiritualidad, Salamanca, 1986, pp. 295-321; S. DE FIORES, “Itinerario espiritual”, en NDE, pp. 9991021; C. GARCIA, Corrientes nuevas de Teología espiritual, Madrid, 1971, pp. 187 ss.; D. DE PABLO MAROTO, El “camino espiritual”. Revisiones y nuevas perspectivas: Salmanticensis, 34 (1987), 17-80.


c) Variedad de esquemas propuestas. Se han hecho infinidad de propuestas, desde san Pablo hasta nuestros días. Más razonados empiezan a surgir en la época patrística. Con mayor detalle se afirman a partir de la Edad Media; son estas últimas las que han permanecido hasta ahora. La división "clásica" y generalizada ha sido la de las tres vías (purgativa, iluminativa, unitiva) y los tres estados (principiantes, proficientes y perfectos). Inicialmente, las vías se referían al desarrollo de la oración, los estados al crecimiento de la caridad. Luego se funden los dos esquemas como equivalentes 30. d) Críticas y rechazo. Recientemente han surgido críticas y rechazo del esquema tradicional de las vías y estados. Se fundan en diferentes motivaciones, que no podemos examinar en particular. Los motivos apuntan en varias direcciones: 1. Rechazo de toda programación metódica del camino espiritual; hay quien lo hace porque encuentra mejor ayuda entregándose a sus deberes vocacionales con espontaneidad, y hay también quien rechaza los métodos, por llevar vida de tibieza y dispersión incontrolada. 2. Temor al riesgo de egocentrismo: auto-contemplación y autocontrol, constante toma de conciencia y atención a sí mismo, paladeando esfuerzos y progresos. 3. Desvaloración de los esquemas habituales, que fijan el progreso en sólo actos de piedad y actos interiores, con escasa atención al curso de la vida humana y cristiana en la historia. 4. Reservas frente a los grados con sus respectivas actividades tomados como "categorías" de valor moral o espiritual. Vemos que hay personas con calidades de auténtica santidad, que siguen utilizando los medios asignados a principiantes: oración vocal, penitencia por el pecado, etc. 5. Imprecisión y convencionalismo de las tareas propuestas para las diferentes etapas del camino espiritual. e) Límites y flexibilidad. De las limitaciones de tales esquemas han sido conscientes los maestros y teólogos de la espiritualidad. Dejan amplios márgenes de discrecionalidad en la aplicación a personas y grupos espirituales. El esquema tradicional es un punto de referencia general, que tiene en cuenta lo que sucede en la mayoría de los casos. No excluye la originalidad personal, ni las circunstancias irrepetibles en que se mueve cada persona. Los antiguos maestros espirituales lo han utilizado con discernimiento teológico y pedagógico. No han sido esclavos del rigor metódico. Baste citar un autor influyente de primeros del siglo XVI, García de Cisneros: "Has de saber que, aunque cada una de aquestas vías tiene nombre determinado y propio modo de proceder, no por eso se excluye que en cada una de ellas, prevenido por la gracia del Señor, no te ejercites en todas tres; conviene a saber, en la purgativa, iluminativa y unitiva, reconociendo tus miserias, haciendo gracias y ensanchando tu ánima a adorar y magnificar a Dios." "A unos aprovecha estar mucho en oración; a otros meditar; otros más fácilmente son atraídos por el juicio de la razón; otros por compasión de los prójimos; otros por consideración de los beneficios divinos; otros son más provechosos a la vida activa; otros a la contemplativa" 31 . Exigencias y criterios de una nueva división El nuevo proyecto se aprecia mejor en su origen y peculiaridades, conociendo de antemano los motivos y experiencias a que responde, al mismo tiempo que los criterios con que intenta responder. Resulta difícil, para un lector moderno, situarse dentro de los esquemas evolutivos que proponen los antiguos tratados de ascética y mística o de espiritualidad. Hay en ellos dinamismo y sucesión, pero sus tiempos y ritmos no corresponden a experiencias significativas de la experiencia religiosa actual. Algunos de los nuevos factores religiosos y culturales que exigen ser integrados los formula 30

Cfr. D. DE PABLO MAROTO, El “camino espiritual”. Revisiones y nuevas perspectivas: Salmanticensis, 34 (1987), 17-60. Trabajo de síntesis: M. ANDRÉS, La teología española en el siglo XVI, II, Madrid, 1977, especialmente pp. 177ss. 31 GARCIA DE CISNEROS, Ejercitatorio, c. 12. Cf. M. ANDRES, o.c., p. 126.


sintéticamente un autor: 1. El sentido vivo de la personalidad humana como algo original e irrepetible pide esquemas que tengan en cuenta los diversos ritmos de maduración, la variedad de opciones y recorridos. 2. La asunción de la condición histórica y de sus compromisos no acepta una concepción privatizada del itinerario, orientado exclusivamente hacia prácticas culturales o separado de la vida social. 3. El despertar de la conciencia social y comunitaria se opone a orientar el camino en forma individual a la salvación y perfección del alma. Debe contar con la vida de la iglesia. 4. Las ciencias psicosociales hacen necesaria la confrontación entre la maduración del hombre y la del cristiano en puntos decisivos. El itinerario espiritual no puede verse como subida gradual y armónica 32. Teniendo en cuenta estos hechos y experiencias influyentes, presento algunas indicaciones previas, en que se apoya la programación más detallada de "trayectoria espiritual" que ofreceré a continuación. Se trata de trayectoria larga y accidentada, en que se suceden, sobreponen experiencias y tareas, sin orden riguroso ni exclusividad. Las varias fases se caracterizan por predominio, duración o urgencia de algunas de ellas. En espiral: el camino avanza y vuelve. La trayectoria no es rectilínea ni circular. Vuelve una y otra vez sobre las mismas realidades: amor, pecado, misericordia, cruz, oración, etc. No se distinguen las etapas por el cambio de estos ejes. Reaparecen los mismos en pasos sucesivos, con nueva luz y vigor. Como en la "escalera de caracol": se vuelve una y otra vez hacia los mismos paisajes, mejorando altura y horizonte. Determinadas experiencias y tareas "predominantes" caracterizan la fase o etapa, si bien se conservan activas todas ellas a lo largo del proceso. Reaparecen integradas en nuevas formas, unificadas, esenciales... Vuelve la conversión e iniciación, vuelve o se mantiene la noche, el reclamo de la interioridad, las virtudes incorporadas y sencillas. Se trata de períodos decisivos, en que se llevan a cabo transformaciones necesarias, por obra de la gracia y la libertad. Esto cuenta más que el orden de factores. Se pueden juntar, invertir, subdividir, las varias experiencias o fases; pero hay que hacerlas todas. Diríamos que son como los cursos de una "carrera de estudios"; se puede modificar el orden por razones pedagógicas o prácticas, pero en rigor no se dispensa de ninguno. El nuevo esquema amplía considerablemente en largo y en ancho el horizonte de vías y estados; lo hace de manera especial en tres momentos decisivos de la trayectoria, añadiendo: al principio, la "iniciación cristiana"; la "noche oscura" en el medio; y al final la "muerte-glorificación". En ancho: incluye la totalidad de la vida y existencia, maduraciones y pruebas en el ámbito religioso, existencial, social. Actúa con otros presupuestos teologales y pedagógicos. Ordena el proceso siguiendo los núcleos de la experiencia efectiva y de la gracia transformadora; destaca tiempos vitales de la asimilación del misterio cristiano: iniciación cristiana, personalización de la fe, noche oscura, muerte efectiva y resurrección; con mayor relieve los elementos teológicos o ascéticos del organismo sobrenatural. Itinerario espiritual: nuevo proyecto Para convertir en pedagogía espiritual esas tendencias, necesitamos elaborar un proyecto en forma 32

S. DE FIORES, “Itinerario espiritual”, en NDE, pp. 1012ss.


concreta de pensamiento y acción en el ámbito espiritual. El que presentamos a continuación es una propuesta que tiene en cuenta las exigencias anteriores, y las traduce en un proyecto operativo. Lo podemos calificar como "trayectoria", ya que deja mayores espacios a los diferentes rumbos y ritmos de la maduración personal. Tendré en cuenta datos de los varios autores y esquemas que he citado en notas anteriores. Por razones de unidad y brevedad, me limito a exponer uno en concreto, que parece responder a la experiencia del Espíritu, a la sensibilidad cultural ya las esperanzas de personas comprometidas en el camino espiritual 33: - Iniciación cristiana. - Personalización de la fe. - Interiorización espiritual. - Noche oscura. - Perfección y madurez en camino. - Muerte y glorificación. 1. Iniciación cristiana. La vida espiritual del cristiano empieza en el bautismo, que es raíz y síntesis de todo el proceso espiritual, y no simple punto de partida o comienzo temporal. La experiencia espiritual se realiza al tiempo mismo del bautismo, o es anticipada en una preparación consciente e intensa, o posteriormente toma conciencia del sacramento recibido en la infancia. Con el bautismo van unidos eucaristía y confirmación, como sacramentos de la iniciación cristiana. Comunica la gracia y el programa de la santidad cristiana: hijos de Dios, miembros de Cristo, incorporación a la iglesia, virtudes teologales y morales, misión de amor y servicio. Sacramentos de transformación efectiva de la persona, el bautismo fuente y programa para todo el desarrollo de su vida. Fase vivida y revivida.

Esta fuente y base de la vida cristiana no ha sido integrada por la espiritualidad en sus etapas del crecimiento. Los motivos pueden ser: costumbre de iniciar la vida espiritual por momentos de fervor, el bautismo de infancia que no va acompañado de experiencia y compromiso personales, etc. La valoración cristiana de estos sacramentos hace de ellos una fase de vida espiritual en sentido fuerte. El elemento dogmático se va acompañado de experiencia espiritual, en ese momento sucesivamente: formas de catecumenado para adultos ya cristianos 34. 2. Personalización de la fe. No se refiere únicamente a la virtud de la fe, sino a la "vida de fe". Tras la iniciación, se presenta Con urgencia una experiencia-tarea verdaderamente decisiva, que designamos con ese título teologal y pedagógico. Es más radical y amplia que la llamada "segunda conversión" o paso al fervor espiritual. Obliga a todos por igual: a) a quienes se convierten de la increencia y adhieren a la fe cristiana por libre elección personal en edad adulta; b) para quien, después de recibir el bautismo, ha vivido en la indiferencia y desempeño religioso; c) también para quienes han recibido y vivido su fe cristiana a manera de herencia familiar y cultural. Con razón se puede afirmar: "Todo cristiano adulto es un convertido" (A. Liégé). Si esa persona en plena adultez es y sigue siendo creyente, deberá hacer o haber hecho un proceso de conversión personalizada, en 33

En el esquema aquí propuesto resumo y en algún caso modifico el estudio ya citado desarrollado este esquema: F. RUIZ SALVADOR, “Hacerse personalmente adulto en Cristo”, en AA.VV., Problemas y perspectivas de espiritualidad, Salamanca, 1986, pp. 295-321. 34 Cf. J. CASTELLANO, “Iniciación cristiana”, en NDE, pp. 965-985; J.M. CASTILLO, La alternativa cristiana, Salamanca, 1979: “El bautismo: punto de partida para una auténtica alternativa”, pp. 273-301; G. ANGELINI, I problemi dell’iniziazione cristiana in prospettiva teologica pratica: Scuola Católica, 107 (1979), 181-224. Ahí se puede ver la temática y problemática pastorales sobre el bautismo de infancia y en edad adulta. Para la espiritualidad, puede hacer en uno u otro momento, el que se demuestre más oportuno, pero con los correspondientes procesos de asimilación, antes o después.


cualquier hipótesis: haya sido o no cristiano, practicante o indiferente. Se trata de una toma de conciencia comprometida de la gracia y vocación recibida en el bautismo. Esta es la verdadera "segunda conversión". En el campo de la fe y de la caridad tiene el cristiano que tomar las primeras medidas y reforzar la conversión teologal. Ha vivido su cristianismo de manera convencional o en un mundo extraño, otros centros de interés completamente ajenos, otras ideas y juicios de valor. Lo exige también su libertad y madurez social. Necesita una fe "viva y adulta", capaz de desarrollarse en las circustancias y responsabilidades de nuestra cultura. El paso es grave y decisivo, y lo han de hacer tanto los adolescentes como los adultos, en su convicción íntima y en su actuación pública: "A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado con la continuación, renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo. Esto se logra principalmente con el testimonio de una fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer" (GS 21). Esta madurez alimentada con los medios a disposición: S. Escritura, coherencia moral, sacramentos, comunión con los hermanos en la fe 35. Le he dado el nombre de personalización u opción personal a este paso decisivo en que el cristiano acoge y construye su vocación personal, establece jerarquías y organiza en torno a ella las gracias que recibe y las propias capacidades. Los ejercicios de vida espiritual, como oración y virtudes forman parte de esa unidad de visión y de vida. Por lo general, en esta fase tiene lugar la elección de vocación y estado de vida: matrimonial, sacerdotal, religiosa; la vinculación a grupos que favorecen comunitariamente el desarrollo de esa misma vocación. 3. Interiorización. Se puede considerar en algunos aspectos parte de la personalización de la fe. La intención no es introducir nueva "etapa" en el camino espiritual, sino un momento o transformación importante en el proceso. Pero sí tiene suficiente contenido espiritual caracterizado como para dedicarla atención y cultivo particular. La interioridad espiritual y psíquica abre un nuevo horizonte, en el que resaltan: presencia y acción del Espíritu Santo; sentido de gratuidad, docilidad e instinto vocacional, pasividad y fortaleza, oración comunional como fuente de vida, etc. Es decir, todo el sector de la abertura íntima a la trascendencia, que destacaba poco en la fase de fe personalizada. La interiorización cumple una función urgente y peculiar del proceso. La experiencia y la participación en el misterio de la fe se hacen más profundas. "Interioridad" significa: vida, presencia, comunión recíproca, conciencia, autenticidad psíquica y teologal. El proceso espiritual va de lo más externo y sensorial a la comunión honda y personal con Dios, con personas y cosas. La interioridad cristiana vive en constante armonía dialéctica con la exterioridad del hombre y de la historia; no rehúye el compromiso para refugiarse en la introspección. Ya he hablado de interioridad y de hombre interior en el cap. 5. Presenta diferentes formas: 1. Interioridad teologal: La vida teologal vuelve a sus raíces de comunión y plena reciprocidad con Dios: docilidad activa y responsable al Espíritu Santo, que ilumina criterios y motivos; la contemplación, adoración y alabanza, amor y servicio de gratuidad; fortaleza y virtudes pasivas, capaces de afrontar situaciones duras, libremente asumidas, 35

O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, “Fe y herencia histórica del español que nació cristiano”, en su obra Meditación teológica desde España, Salamanca, 1970, pp. 17-50. El adulto cristiano puede mirar su fe desde diferentes perspectivas: don, herencia, costumbre, conquista, vivencia personal y libre. ¿Cómo hacer el paso de una fe heredada a una fe personal convencida y libremente asumida? Descubrimiento, posturas, dificultades, pasos de un proceso regenerador. Cf. también A. VERGOTE, Pour une foi adulte: Lumen Vitae, 23 (1968), 341-444: autonomía y obediencia, peligro de infantilismo religioso, superación del egocentrismo, acogida de la fe dogmática; asumir las responsabilidades sociales de la fe, abrirse al componente contemplativo. Cuando no se lleva a cabo este proceso, hablamos de cristianos de nacimiento, cristianismo sociológico, etc.


transformadas con iniciativa. 2. Interioridad psíquica: La maduración espiritual requiere buena dosis de interioridad psicológica para actuar a ciertos niveles de vida teologal, ya que los procesos espirituales se realizan en las facultades psíquicas y requieren la preparación y participación interior de éstas. El tema de la interioridad psíquica y espiritual goza hoy de particular atracción y urgencia. En algunos grupos de tradición oriental se ha elaborado un sistema o método detallado para ayudar en este proceso de interiorización. Tiene tres momentos: a) reducción de las actividades periféricas, imaginativas, reflexión; b) intensificación de las "energías pasivas", actividades no sensoriales ni discursivas; c) aplicación de las energías pasivas desarrolladas a la vida y vocación de cada uno 36. 4. Noche oscura, crisis. Como fruto de la maduración espiritual creciente, esperaríamos encontrar las primeras manifestaciones de santidad visible y gratifican te. Sucede más bien lo contrario. Se interpone una experiencia rara que parece bloquear el crecimiento y cerrar todo horizonte de progreso. Los espirituales han experimentado desde siempre aridez, abandono, desolación, pruebas de todo género. San Juan de la Cruz le ha dado derechos de ciudadanía al identificar la noche oscura como experiencia decisiva en el proceso espiritual. En lenguaje bíblico y a la vez psicológico, se habla de la crisis y de las crisis. Se está dando a este fenómeno universalidad y profundidad cada vez mayor, y se inserta en el proceso normal con planos derechos. Alcanza a todos los estados, grupos, movimientos, experiencias, compromisos. En realidad, no se trata de un método espiritual, sino de la ley cristiana fundamental de muerte-resurrección de Cristo. El misterio que aquí se vive con particular intensidad está presente en todas los pasos del camino cristiano. En términos culturales, se habla más frecuentemente de crisis. En realidad, las crisis funcionan como ruptura de equilibrios prematuros, para impulsar hacia madurez superior. En muchos casos realmente la llamada crisis de fe o de vocación lo que hace es descubrir la falta de consistencia o la inexistencia de convicciones y motivaciones serias. Otras veces las pone a prueba, purifica y robustece. Los frutos de la crisis se pueden apreciar en varias líneas: a) verificación del estado real de la persona en su ser y obrar vocacional; b) consolidación de estructuras y purificación de motivaciones y adherencias residuales; c) abertura a nuevos horizontes personales y comunitarios 37. 5. Santidad en camino. La verdadera santidad cristiana se realiza en plena vida. La canonización es un "título" eclesiástico con carácter póstumo. En el contexto dinámico del itinerario espiritual, la santidad cristiana encuentra su lugar propio y su clave de interpretación. Es plenitud personal y eclesial, madurez relativa alcanzada en un largo proceso de santificación, que inicia en el bautismo y sigue abierto hasta culminar en glorificación. La fase de "santidad terrestre" ocupa sólo un espacio de este arco de tiempo vital. La santidad in via entra plenamente en el proceso de maduración cristiana, impulsándolo hacia adelante, no para paralizarlo y concluirlo en la etapa intermedia de esta vida temporal. Este carácter de relativa plenitud y al mismo tiempo de provisionalidad se refleja en el campo de la madurez divino-humana: en sus plenitudes y carencias, que juntas reflejan la presencia y acción de Dios omnipotente y misericordioso. La imagen de la santidad cristiana ha sido idealizada tanto por los naturalistas como por los "sobrenaturalistas". El santo vivo no es la superación constante de las facultades y estilos humanos; ni tampoco la realización acabada del modelo psicológico. Ni la experiencia ni la historia se prestan a idealizaciones. Dios ha puesto la santidad en el amor de comunión con El y con los hombres, y ahí es donde se encuentra el santo en plenitud. El propio santo no percibe su plenitud en forma de 36

Cf. W. JOHNSTON, La música callada, Madrid, 1974. Al tema he hecho referencia en el anterior cap. 11. Vale igualmente y aún más directamente en perspectiva personal la bibliografía que allí citaba. Cf. L. DE CÁNDIDO, “Crisis”, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Madrid, 1983, pp. 287-301. Este último asume y valora la crisis en toda su amplitud, riqueza y exigencia: bíblica, teológica, espiritual, psicológica, social. 37


síntesis intelectual y conclusiva. En la canonización misma figura como condición el que la santidad pueda apreciarse desde al menos diez años antes de la muerte. Las mejores relaciones de experiencias que delatan santidad en sus autores están escritas por lo general muchos años antes de su muerte. Siguieron viviendo y creciendo. 6. Muerte y glorificación. No concluye el proceso cristiano de santificación en una forma de plenitud fija de carácter abstracto, sin referencia a la concreción histórica de la persona. La espiritualidad cristiana se ha contagiado de las repugnancias y prevenciones que la sensibilidad humana experimenta frente a la muerte. La ha hecho desaparecer de la trayectoria de la vida como decaimiento de la persona y corte del proceso espiritual. De manera extraña hace terminar el proceso de perfección en la fase de santidad terrestre y plenitud humana que acabamos de presentar. Deja fuera del itinerario un largo trecho del desarrollo con experiencias de primer orden: plenitud, desgaste, ancianidad, enfermedad, muerte, resurrección. ¿A qué se debe esta marginación? El olvido de la glorificación proviene del corte de horizonte en la vida cristiana, que se alimenta de experiencia presente y de mirada retrospectiva hacia la revelación histórica. La condición gloriosa figura como gloria-premio, no como etapa del camino de la redención. Si en la programación básica del bautismo figuraba la configuración a la muerte-resurrección de Cristo como clave de la vida cristiana, no tiene sentido eliminar ese misterio precisamente cuando se realiza con mayor fuerza espiritual y realismo existencial. El olvido de la muerte tiene fácil explicación en un planteamiento idealizado o una experiencia ideal del "desarrollo", sin referencia al misterio esencial de Cristo muerto y resucitado. No se puede afirmar que la espiritualidad se ha desinteresado de la ancianidad con su apagamiento y penalidades. En este medio siglo, el tema de la vejez y la muerte se trata en espiritualidad, pero con carácter de consolación y de aliento, sin integrar esas realidades en el itinerario continuado de la santificación cristiana. Los autores no se atreven a colocarlas sistemáticamente en el interior del proceso. Y resulta provechoso, ya que esta fase de experiencias fuertes pone en cuestión esquemas y procedimientos, ya que no se presta a interpretaciones de conveniencia. Tanto en la vida de Jesús como en la vida de Pablo, el final negativo no es paréntesis ni retroceso, sino la coronación más apropiada de una existencia vivida enteramente en Dios y para Dios. De la glorificación no sabemos hablar con detalle hasta después 38. 5. Vocación y proyecto personal Esquemas de itinerario y etapas, dinámica personal y comunitaria, todo se mueve en plano de ideas y proyectos generales, adolece de imprecisión existencial. Dejan fuera los pasos de Dios en la vida de cada persona y el camino de cada uno hacia Dios. Aún está por determinar el núcleo de la gracia vocacional, donde convergen todos los elementos de la dinámica espiritual, y adonde sólo llegan el Espíritu y la libertad. La mistagogía ofrece algunas orientaciones concretas, sin pretensiones de crear leyes generales para lo singular. Me limito a sugerir algunas líneas operativas, que cada uno pueda utilizar en la forma y medida que juzgue más conveniente. Tocan situaciones y experiencias apremiantes del crecimiento personal. Vocación personal El plan salvífico de Dios, los caminos y medios, vicisitudes y experiencias de cada creyente tienen carácter eclesial e individual. Cada persona es única en su ser y vocación, con singularidades que 38

G. DAVANZO, “Anciano”, en NDE, pp. 65-71; AA.VV., Religiosos ancianos, fruto del Evangelio: Vida Religiosa, 74 (1993), 241-320.


afectan a todo su vivir y obrar: gracia y psiquismo, misión y tareas, trato y circunstancias, salud y cultura, todo ello influye en el proceso espiritual. Originalidad profunda e íntima, que no implica aislamiento o autonomía frente a la comunidad. "A cada uno lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del otro" 39. Creaciones de la libertad. Frente a la gracia y a los esquemas generales, la iniciativa individual es obligatoria, no sólo legítima. Tenemos un ejemplo en que lo hemos dicho de la oración eclesial y personal. En la misma oración comunitaria, aun usando las mismas fórmulas y escuchando los mismos textos bíblicos, cada uno lo vive, entiende y aplica desde su propia experiencia, cultura y sensibilidad. Rezamos lo mismo, y seguimos siendo orantes diferentes. La persona se incorpora plenamente en la comunidad, pero no puede "abandonarse" a ella. Sigue siendo individuo, potenciado en su amor, oración, sufrimientos; aun cuando los comparte y comunique con sus hermanos. El espiritual cultiva vida personal en comunidad, y no solamente lleva vida de comunidad; y viceversa. Los excesos amenazan por ambas partes: por evitar colectivismo, se queda sin comunidad; por luchar contra el individualismo, se queda sin personas, que son la fuente de toda creación vital y carisma efectiva en la comunidad. El problema comunidad-individuo a que me refiero ahora no es el de vivir dentro o al margen de la ley común. Ese es un problema de menor importancia, frente a la grave responsabilidad que tiene cada persona vocacionada de recrear constantemente su vida y traducir observancias y tareas en respuesta diaria de servicio y santidad. Esta libertad no plantea la alternativa de cumplir una ley o vivir al margen, sino en llenar ese espacio amplio de obligaciones y posibilidades con auténticos contenidos de amor, servicio, oración, sacrificio, que lo sean de verdad. Observando de cerca la vida, los ideales y experiencias de los santos, vemos que viven con espíritu comunitario; y al mismo tiempo poseen un "mundo personal" riquísimo, que los mismos que comparten su carisma y comunidad ni imaginan. La ley común ofrece espacios, ideales y rumbos, pero llenar o desperdiciar la propia vida lo hace cada uno con sus creaciones originales. Cada vida vocacionada es original; y la fidelidad al Espíritu le exige no solamente cumplir, sino además crear. Verificación existencial. El salto de las ideas y los libros a la vida real y concreta es un paso decisivo en el nacimiento y desarrollo de la vida espiritual. Experiencia desconcertante, gozosa y dolorosa a la vez. Los autores espirituales hacen la comparación: como pasar de lo pintado a lo vivo, de la fotografía a la persona. Experiencia gozosa, porque la realidad nos afecta en todo el ser, mientras la idea queda en noticia superficial. Dolorosa, porque la realidad es resistente y no se deja manipular. Al final de su experiencia dramática, Job le habla al Señor: "Yo antes te conocía de oídas; mas ahora te han visto mis ojos" (Job 42,5). Eso mismo le sucede a la persona espiritual, en todos los elementos decisivos de su vida. Por libros, noticias, observaciones de vidas ajenas, lo sabemos todo: comunión con Jesucristo en persona, orar en vivo día a día, humillación, amar al hermano, experiencias de cruz, enfermedad, los gozos de la generosidad y el esfuerzo, la convivencia, incluso la muerte, etc. Ahora pasa de la ciencia a la experiencia. Como dice san Bernardo, los grados de la humildad son para subirlos, no para contarlos. Aquí tropieza el espiritual con las realidades, que antes conocía "de oídas". En el primer contacto, le parecen nuevas y desconcertantes; no se parecen a lo que sabía por lectura y meditación de la Biblia y de libros espirituales. Todo esto está marcado por la originalidad, y lo estrena cada uno como de principio, aunque nos 39

SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama, 3,59. “Nadie fue ayer, / ni va hoy / ni irá mañana / hacia Dios / pos este camino / que voy yo. / Para cada hombre guarda / un rayo nuevo de luz el sol... / y un camino virgen / Dios” (León Felipe).


instruyan sobre ellas los mismos que las han vivido intensamente. "Como yo pasé tanto, he lástima a los que comienzan con solos libros, que es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo que después de experimentado se ve" 40. Vitalidad permanente y formación continua En ambientes espirituales y sociales se habla mucho de "formación permanente". La rapidez de los cambios acumula situaciones, experiencias, obligaciones; causa, desgaste y desfase de las personas frente a las nuevas situaciones culturales y religiosas, y obliga a una constante actualización de capacidades, medios, respuestas. Con mayor razón se deja notar esa urgencia en el ámbito de la espiritualidad, tan expuesta a todas las vibraciones de la historia y de la vida. a) Vitalidad permanente. Es factor decisivo en la continuidad y ritmo de una vida espiritual. La vitalidad teologal y psíquica es dato primordial, que se manifiesta en la solicitud y cuidado, la vigilancia y diligencia en vivir y responder de lleno a la gracia siempre nueva de la vocación y a los estímulos del Espíritu. Es rasgo distintivo de vida encaminada a santidad. Esta expresión quiere decir algo más que las fórmulas acostumbrada: vocación vitalicia, profesión perpetua, compromiso irrevocable, y similares. Significa que las vidas así configuradas conservan vivos el impulso y la motivación original a lo largo de toda su trayectoria; y no solamente en el punto de arranque, dejando la continuación al peso de la inercia o a vinculaciones legales. Cuando se habla de "perpetuidad" en ciertas vocaciones y compromisos para toda la vida, hay que distinguir entre perpetuidad jurídica y perpetuidad espiritual. No basta comprometerse y estar dentro de por vida. Es necesario que efectivamente "la vida" misma se mantenga y desarrolle en pleno vigor dentro de la vocación asumida y profesada. Sólo cuando existe la vitalidad permanente se puede hablar de fidelidad espiritual, de profesión perpetua y de compromiso vitalicio. Las vocaciones y formas de vida con carácter de perpetuidad están expuestas a quedar sostenidas en el aire por el grupo, la costumbre y el vínculo jurídico, sin vitalidad personal. En todas sus edades, la persona vive sucesiva y creativamente el compromiso vocacional. Se habla de edades en la vida espiritual, por analogía y sobre todo en sentido real. En este segundo caso, las edades han servido para "comparar" personas y grupos: los jóvenes, los ancianos, los de media edad. Más importante que hacer comparaciones es marcar la coherencia y continuidad de una misma persona o un mismo grupo, que vive las diferentes edades, asumiendo espiritualmente el hecho de la propia temporalidad. Una misma persona vive su vocación y proyecto de vida en el dinamismo cambiante de la fidelidad: juventud, adultez, edad avanzada, hora suprema 41. b) Formación continua. Para alimentar la vitalidad fiel y permanente, y mantener o acelerar el ritmo, se introduce la formación permanente. Supone lo anterior, ya que sin ello no tiene eficacia. Se ofrecen los medios de la "formación permanente". Si falta la primera, la formación permanente se reduce a información o actualización periódica en el campo bíblico, teológico, espiritual, pastoral. Es decisivo, para todo programa de formación permanente, la "recepción formativa" de los medios que se ofrecen. Semejante recepción está caracterizada por las cuatro notas de la 40

S. TERESA DE JESÚS, Vida, c. 13,12. Cf. Vita consecrata, nn. 69-70. En el contexto de la vida consagrada denomina juventud de espíritu a lo que llamamos vitalidad permanente: “Hay una juventud de espíritu que permanece en el tiempo y que tiene que ver con el hecho de que el individuo busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso que realizar, un modo específico de ser, de servir y de amar”. Se da una secuencia de pasos: inserción en la actividad apostólica, edad madura, edad avanzada, con sus correspondientes riesgos: de rutina y desilusión, de autosuficiencia, de apagamiento, etc. 41


"espiritualización integral": convicción lúcida, amor y entrega, praxis comprometida, formas concretas de realización. En todos estos pasos, la persona se siente interpelada y se deja cuestionar por el Espíritu desde su ser y vivir. Imposible comunicar formación permanente a una persona que no recibe más que noticias, ideas y problemas. c) Ritmos de crecimiento. El "ritmo" es factor decisivo en la valoración de la vida espiritual. El vivir que se limita a "sobrevivir". El ritmo señala el nivel de vitalidad y entrega que alcanza la vocación. La vitalidad permanente lleva ritmo constante y duradero. Se puede caminar a paso lento, normal, acelerado; y también con retrasos y hasta retrocesos. Las diferencias en el ritmo se aprecian fácilmente en las vidas: las hay de acelerados, intensos, sostenidos; hay también ritmos lentos de tibieza, lentísimos de gradual degeneración; por último, en la vida espiritual es posible el fracaso y la degradación total. No son especulaciones, sino fenómenos frecuentes y fácilmente observables. ¿Es posible el "fracaso" en la vida espiritual? Se puede dar y se da con cierta frecuencia, a juzgar por las vicisitudes y riesgos que conocemos de la propia vida y lo que se puede observar. Fracaso no significa condenación, destrucción total, sino "mediocridad" de muchas vidas que contaban con vocación, dones de gracia y naturaleza para realizar grandes cosas por el Reino y quedan reducidas a una supervivencia vulgar. Dios sabe y juzga en cada caso 42. Cansancio y desgaste en la vida espiritual El vivir espiritual, como el físico y psicológico, comporta al mismo tiempo desarrollo y desgaste. Esta experiencia se manifiesta en dos formas o dimensiones: tibieza y cansancio. Son cosas muy diferentes, aunque presentan algunos rasgos en común. Las trataré por separado. Hay una forma espiritual de cansancio: el de los hombres de Dios, que han trabajado y siguen creyendo y amando con toda verdad y pasión. Pero se deja sentir el desgaste, la monotonía en la vida y convivencia, la oración, el apostolado, etc. El cansancio es normal, la reacción en esas circunstancias es lo que marca la continuación. Grandes figuras de santidad, bíblicas y posteriores, las encontramos también en momentos de cansancio: Moisés, Elías, san Pablo, etc. Espirituales de vida ferviente, a cada paso 43. La persona humana está llamada a conquistar la madurez, la integración de su potencial psicoafectivo e intelectual y la armonía interpersonal y cósmica. Pero tanto su estructura profunda como su quehacer en el mundo constituyen una fuente incesante de conflictos, tensiones y frustraciones. Cultivar hoy una vocación viva y experiencia espiritual de dinámica creciente requiere buena dosis de realismo. Hay que contar con las propias fuerzas y resistencias, Con las ayudas y las resistencias que vienen de fuera. Se presentan en formas variadísimas y en diferentes grados a lo largo de toda la vida. Una vocación o proyecto que no cuente con ellas está destinada al fracaso desde el mismo punto de partida. La "desvitalizción teologal" es efecto del cansancio, que se convierte en degradación espiritual. Este fenómeno se manifiesta en la pérdida de visión de fe y de interés afectivo en lo que se refiere al 42

M. BELLET, La vie spirituelle peut-elle etre un échec?: Christus, 13 (1966), 147-160. No debemos ocultar esta dura realidad, velándola con el término genérico de prueba o “crisis”. Fracaso es en algunos caos la única palabra exacta. 43 J. MARTÍN VELASCO, El cansancio en la vida espiritual: Sal Terrae, 72 (1984), 843-854. El autor señala: a) Causas: la condición humana, etapa del camino hacia Dios, forma o ambiente inadecuados de existencia o de servicio, la edad. B) Remedios y recursos: ver las cosas con sano realismo, paciencia, fidelidad, fraternidad, oración. Id., La dimensión personal y espiritual de la Formación permanente: Sal Terrae, 69 (1981), 769-779; J.A. GARCIA MONGE, El desgaste psíquico, afectivo y relacional del hombre de la Iglesia: Sal Terrae, 74 (1986), 311-324.


misterio sobrenatural y a los valores espirituales. Se vuelve irreal e ininfluyente, como contenido específico y como criterio de acción histórica, todo eso que llamamos "mundo sobrenatural". Puede uno seguir trabajando en el campo religioso, pero con el corazón viviendo fuera. El interés se desplaza hacia formas compensatorias y gratificaciones inmediatas. Sus manifestaciones son numerosas y bastante claras: a) Irreligiosidad: pérdida de visión sobrenatural y de tener la propia existencia insertada en el misterio de Dios. b) Temas y problemas: El mundo sobrenatural de realidades espirituales vivas: Dios, Cristo, alianza, eucaristía, resurrección, anuncio, formas de oración, etc., dejan de ser dones, gracias, presencia de Dios, compromisos de vida, para convertirse en objeto de análisis, información y debate. c) Oficios y cargos: forma de evasión que lleva a vivir sólo de cara al público, con la imagen de alguna función. d) Comunidad sustitutiva: vivir del grupo, con el grupo, para el grupo, sin fe, amor, esperanza verdaderamente personales. Crisis personal: esquema operativo Ya conocemos el término, con su carácter agresivo, interpelan te, cargado de consecuencias. Hace referencia a la vida teologal, seguimiento de Cristo, cruz y resurrección. Tiene también aspectos de riesgo y negatividad: esfuerzos y contrariedades, desgaste y monotonía, frustraciones y sucesos que desbordan la capacidad de comprensión y aceptación. Rasgos de esta experiencia: oscuridad, desgana e impotencia. Se presenta en formas de mayor o menor amplitud y profundidad, en tono depresivo o agresivo. La hemos estudiado antes como fase "normal" en el desarrollo de la vida humana y espiritual. Es la fragua de la fidelidad. Ahora añado un breve esquema operativo que ayude a vivir la experiencia, interpretar su sentido y actuar con criterio y eficacia. El esquema se refiere preferentemente a las crisis que sobrevienen a una persona en plenitud de vida vocacionada: con un pasado de realizaciones válidas, el presente en condiciones de proyectación y eficacia, capacidades y posibilidades concretas de futuro fecundo. Estas condiciones van más allá de lo que suele llamarse crisis de "media edad" en sentido estricto. Mejor utilizar términos corrientes y síntomas de la común experiencia. Evito terminologías elevadas, como "noche oscura", que el sujeto no reconoce fácilmente. 1. Experiencia dura y oscura para el sujeto. En primer lugar presentamos la experiencia general, tal como la vive e interpreta el protagonista. Es el punto de partida, no solamente por su realismo subjetivo, sino también por motivo teologal: de esa manera está "sintiendo" la gracia y la vocación. Síntomas y vivencia: desgana y pérdida de ilusión, descubrimiento de los propios errores, impotencia psíquica ante el mal y el desaliento que lo invade, cansancios en la fe, en la afectividad, en el trabajo y la convivencia, derivación de la energía hacia nuevos horizontes y caminos. Interpretación: además de constatar y sufrir la situación anímica, esboza una interpretación subjetiva de la misma, repartiendo culpas y responsabilidades: malicia de las personas, vaciedad de las cosas y pegas de la vida, culpa de las estructuras y la mala formación, mala suerte, yo no tengo remedio. Reacción espontánea que, tratándose de una persona en plena vida, comporta derivación de la energía bloqueada en tres posibles direcciones: reasumir la propia vida y vocación en lucidez y humildad, entrar en jubilación anticipada dentro de la misma estructura, cambiar de camino y probar emociones en otros mundos. 2. Comprensión honda y objetiva. No es posible desde fuera experimentar lo que el sujeto siente y como lo siente él. En cambio, se pueden aportar luces de experiencia y sabiduría acumuladas, para que el sujeto mismo complete su propia visión y pueda recibir ayuda de otros. Para comprender y


aplicar los remedios adecuados, distinguimos cuatro niveles: Psicológico. Influyen la edad, el cansancio físico y psíquico, la enfermedad, los disgustos; incluso el desgaste que conllevan la perseverancia en las cosas buenas, como la convivencia, el ejercicio de la caridad, la interioridad orante, la renuncia a ciertas gratificaciones, etc. Sociológico. Cambios culturales y estructurales, que eliminan modelos, valores, leyes, logros pasados, y dejan a la persona sin apoyos. Fenómeno muy influyente en el posconcilio. Pedagógico. Corte de la formación que queda reducida a los primeros años; mientras la vida, las penas y las responsabilidades se desarrollan a ritmo creciente. Todo ese material (psíquico y cultural) sobrevenido después de la síntesis juvenil produce un grave y peligroso desfase. Espiritual. Además y dentro de esos varios factores se encuentra la nueva gracia con que el Espíritu trabaja a la persona y la lleva a visiones más hondas, esenciales, religiosas, hacia la entrega y disponibilidad a ser "instrumento vivo", humilde y pobre en las manos del Señor. 3. Actuación orgánica. No basta sufrir, comprender y diagnosticar la situación. Se necesitan actuaciones concretas e inmediatas, en colaboración. Ni el sujeto se basta a sí mismo para poner remedio, ni las ayudas de fuera obran eficacia sin contar con él. He aquí algunos posibles pasos de colaboración orgánica: El sujeto mismo. Clarividencia y lucidez para darse cuenta de que se encuentra mal, y no proyectar el malestar sobre personas y valores objetivos; paciencia de procesos lentos, apertura. Ayuda informal. Ordinariamente el recurso primero y más a mano es el amigo o la persona de confianza y madurez, que escucha y acompaña, capaz de sintonizar, y también de relativizar las ansiedades del sujeto; impone discreción y reserva, no actuar sin contar con el sujeto. Orientación vocacional y espiritual. Las crisis fuertes remueven desde su base la vida de la persona, y hacen necesaria una reestructuración de conjunto. Lo puede hacer una persona experta, la dirección espiritual durante un cierto período. Ayuda oficial. En muchos casos se hacen necesarios medios externos: tiempo de renovación, descanso, cambio de ambiente o tarea, etc. Esto pueden hacerlo los superiores o personas que tienen la responsabilidad; es un recurso normal, sin esperar a situaciones extremas. 4. Frutos de vida nueva. Esta gracia-experiencia produce frutos de vida y madurez. Algunos se aprecian ya mientras se vive y otros lucen después. Identidad personal. Después de tantos sueños, modelos y disfraces, la persona se encuentra a sí misma, tal y como es: con su gracia, psiquismo, dotes y defectos, vocación y posibilidades de hacer el bien. Humildad y realismo. Regeneración vocacional. En algunos casos se sigue como un descubrimiento de la propia vida y vocación a nueva luz; a la vez que todo, Dios y el mundo, personas y cosas, el propio ser y obrar, todo parece diferente, fruto de una nueva creación. Gratuidad: fortaleza y fidelidad. Ha experimentado en vivo el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, la mano de Dios. Comprueba que ha hecho o resistido más de lo que es capaz de hacer y resistir. Experiencia clara y reconfortante de la Presencia.


Proyecto de vida En esta secuencia de realidades se coloca y puede ser de utilidad seguir un proyecto de vida espiritual sencillo, ordenado y concreto. Responde a la originalidad de la gracia personal, ayuda a tomar conciencia de la misma y a encauzar el esfuerzo de la libertad en la misma dirección en que actúa la gracia. La vocación se convierte en proyecto de vida y lo asume como gracia y empeño. Puede ser escrito, o también cordial o mental. No es introspección o complacencia de capacidades y progresos, ni libro de cuentas con Dios. El proyecto es un medio de prudencia evangélica, de discernimiento de la gracia y exigencia del Espíritu, de administración fiel y prudente de los talentos recibidos. Se modifica al ritmo de la vida, las situaciones, los resultados. Hay una manera de idear el "plan de vida", como ordenación de toda la jornada, sus actos religiosos y ocupaciones, con variantes para cada día de la semana. No es eso lo que aquí se propone. Se trata más bien de intensificación de sectores o dimensiones importantes de la propia vida, que por razón de abundancia o de carencias piden especial cultivo. Cada uno de esos núcleos centran el proyecto durante un tiempo: semana, mes, etc. La utilización del proyecto de vida requiere ciertas condiciones para su aprovechamiento. Hay personas de vida espiritual espontánea, que alimentan de actitudes teologales estímulos ambientales, más que de atención particularizada. Otros tienden al control minuciosos de la vida y los procesos de la conciencia. Pueden servir algunas indicaciones: a) cuidar la pobreza espiritual, evitando complacencia y controles obsesivos; b) atención a circunstancias y hechos, que no responden a previsiones y menos aún a decisiones previas; c) flexibilidad e inventiva: la solución no siempre se halla en la realización de métodos fijos y esquemas prefabricados; en la vida sobrevienen voces del Espíritu y sucesos interpelantes fuera de toda programación; d) la vida es para vivirla en amor de Dios, servicio de los hermanos: para hacerlo mejor, se utiliza el proyecto y la introspección. He aquí una posible secuencia de elementos para su elaboración personal. 1. Llamada del Espíritu en situación. Todo proyecto que busque plenitud de vida prolonga gracia original y se organiza en consonancia con la vocación recibida. Sólo dentro de esta vocación y fidelidad tiene sentido y fuerza el proyecto espiritual. Hay que contar con la situación concreta, interior y exterior, cuando se planifica mejorar espiritualmente las cosas. a) Es necesario hacer un "inventario" de capacidades y debilidades en el orden natural y sobrenatural, si se quiere trabajar con realismo y garantía de continuidad. b) Es indispensable también contar con las circunstancias favorables y desfavorables en que uno lo tendrá que realizar. Tener en cuenta las experiencias pasadas, positivas y negativas, en el mismo sector. 2. Iluminación. El Espíritu ilumina y despierta la sensibilidad frente a un misterio, gracia, aspecto de la vocación. Ilumina y apasiona. Hace descubrir aspectos de la vocación, capacidades no desarrolladas, deformaciones que la destruyen. En el dinamismo de una vocación, la obra del Espíritu exige colaboración y cultivo. Este mismo cuidado especial hay que aplicarlo no solamente a virtudes o defectos de la propia vida, sino también a aspectos del misterio. La iluminación puede venir por diferentes caminos: inspiración interior, una carencia habitual o caída que pone en evidencia las raíces del mal interior, el impulso del Espíritu Santo que lleva a más y mejor; y también realidades vivas que necesitamos tener despiertas e influyentes en el corazón de la existencia: eucaristía, cruz, misiones, fraternidad, paciencia, interioridad, piedad mariana. 3. Punto focal. Determinar el sector y el punto concreto en que la gracia abre nuevos horizontes de crecimiento y de mayor fidelidad; o descubre entorpecimientos y desviaciones, que están paralizando la vida y vaciándola de fervor y contenido teologal. Con ayuda del discernimiento y


examen de vida, observar los caminos que Dios señala con nuevas luces y exigencias. Ese punto lo inspira el Señor y lo descubre cada uno en su propia vida... Escogerlo bien entre las posibilidades que se ofrecen, y mantenerlo como núcleo de convergencia de los varios componentes de la vida espiritual. Conviene mantener un mismo núcleo atencional por un cierto tiempo: una o varias semanas. Así da tiempo a que impregne el espíritu y la sensibilidad. Toda la jornada se ilumina y vivifica con un buen proyecto. 4. Con medios concretos. Hay que mantenerlo y alimentarlo con medios espirituales y humanos: la presencia de Dios, eucaristía, recogimiento; una imagen, lectura o frase repetida y recordada. Entre los medios que ayuda eficazmente están: a) una lectura adecuada, como un capítulo o escena fuerte de la Biblia, o de algún otro autor, que se pueda repetir entera o parcialmente casi todos los días; b) alguna práctica externa concreta, que arraigue y configure la actitud espiritual también en expresiones sensibles y concretas. 5. Examen y revisión periódica. De cuando en cuando, una mirada detenida al objetivo, a los medios aplicados, a los resultados. Examen de ser y vida, y también de eficacia. Tanto los resultados conseguidos como los fallos persistentes son motivo para dar gracias, pedir perdón, y seguir trabajando en la misma línea. 6. Callar y obrar. El proyecto espiritual debe ser operativo, activo, perseverante, como cualidad básica de todo proyecto espiritual. No queda en modo de pensar y leer nuevas ideas, sentir y decidir. Todo se Supone hecho en la primera fase y continuado como recurso de apoyo. La función y la fuerza del proyecto espiritual está en la acción concreta, repetida y fiel. En las circunstancias de vida y de trabajo en que uno se encuentra. Callar y obrar es la última palabra.


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