La gracia de perdonarte

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INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN EN BIO-ESPIRITUALIDAD

LA GRACIA DE PERDONARTE A TI MISMO A TRAVÉS DEL ENFOQUE BIO-ESPIRITUAL

EDWIN M. McMAHON, Ph. D. PETER A. CAMPBELL, Ph. D

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LA GRACIA DE PERDONARTE A TI MISMO A TRAVÉS DEL ENFOQUE BIO-ESPIRITUAL1 Traducido por María Esther Barnetche de Castillo2

RECONCILIACIÓN EN EL CUERPO ¿Qué es exactamente reconciliarnos con nosotros mismos, con Dios, con el Cosmos? ¿Qué necesita suceder dentro de nosotros para que ocurra una transformación sanadora? Perdonarnos a nosotros mismos no es tan sencillo como parece. No es un simple ejercicio mental que se realiza cuando se presenta la ocasión. El perdón envuelve una presencia sentida dentro del cuerpo. Pocas personas pueden entender realmente lo que esto significa o cómo es que una experiencia encarnada está involucrada en el proceso de la reconciliación. Nunca seremos capaces de perdonarnos y de perdonarnos unos a otros hasta que podamos reconciliarnos con lo que está aislado o atemorizado dentro de nosotros mismos. Perdonarnos, sin embargo, es totalmente diferente a disculparnos o a explicarnos las cosas más claramente. Darnos excusas y explicaciones son actos de la mente racional que nunca realmente tocan el conocimiento corporal. La culpa, el resentimiento, el enojo y el miedo, son llevados en el cuerpo. Necesitamos el DON de un proceso en nuestro cuerpo que vaya más allá de la razón para sanar nuestras heridas. El “pensar correctamente” es solo un superficial sustituto a la forma en que nuestro cuerpo está cargando esas experiencias. Hay un proceso diferente involucrado en la transformación de los sentimientos humanos. Es el proceso corporal-sentido que trae consigo un cambio real en la manera como llevamos esos sentimientos, lo cual es imposible para un proceso puramente mental. La mayoría de las personas cambian fácil y espontáneamente de la conciencia mental verbal a la corporal cuando se necesita. Por ejemplo, cuando abrazamos a un niño asustado dejamos que nuestros cuerpos le comuniquen seguridad, afecto, calor y cercanía. Mientras le hablamos, es el tono suave de nuestra voz, más que ningún contenido razonado, lo que le hace llegar al niño nuestro mensaje. Este sentido interno de comunicación a través de la conciencia corporal es muy diferente del sentir que resulta de sólo expresar ideas. Con el bebé, por ejemplo, permites que tu cuerpo comunique calor y amor protectores. No lo abrazas como si fuera un paquete del supermercado o una caja de manzanas. Tus brazos, tus manos, tu cuerpo se convierten en el mensaje mismo. Es lo mismo cuando cuidas a una persona muy enferma o moribunda. Cuando ya ha pasado el tiempo para las palabras, todavía hay tiempo para tocarla. La caricia tierna de una mano afable puede decir en esos momentos lo que las palabras nunca podrían expresar. Perdonarte a ti mismo significa llevarle una calidad de presencia corporal como ésta a tus propios sentimientos de culpa, miedo, resentimiento, ira y confusión. Llamamos a esto una “presencia cálida y cogedora” para distinguirla del acercamiento más racional que 1

Edwin M. McMahon & Peter Campbell, The Grace of Forgiving Yourself Through Focusing. Using Focusing to deal with guilt, resentment, anger and fear. Tasora. 2

Centro de Oración del Sagrado Corazón. http://www.enfoquebioespiritual.com.mx/recursos.html


generalmente usamos cuando tratamos de cambiar lo que no podemos aceptar en nosotros. El Enfoque Bio-Espiritual incluye esta presencia corporal. No es “imaginarnos” las cosas en nuestra mente. Es aprender a ser conducidos más allá del uso exclusivo de un acercamiento mental-racional-verbal. Con su trabajo pionero en la Terapia Centrada en el Cliente, Carl Rogers sentó las bases para la investigación de Eugene Gendlin sobre el proceso del Enfoque (Focusing). Rogers dirigió su investigación principalmente al ámbito de las relaciones interpersonales. Él probó que la relación terapéutica por sí misma es importante, explorando cómo estar presente más eficazmente para apoyar el cambio positivo en la persona. Gendlin tomó el siguiente paso, centrándose en el descubrimiento del proceso interior que está funcionando en el cuerpo del cliente cuando se da el crecimiento hacia la integración. Rogers descubrió una curiosa paradoja que nos ayuda a entender algo de lo que sucede en el proceso de perdonarnos a nosotros mismos. Él escribió: “Cuando yo me acepto a mí mismo como soy, entonces cambio. Creo que he aprendido esto de mis clientes tanto como de mi propia experiencia personal... no podemos cambiar, no podemos alejarnos de donde estamos hasta que aceptemos plenamente lo que somos. Entonces el cambo se da casi sin darnos cuenta” (1). El proceso de tal aceptación, sin embargo, es más que un ejercicio mental. “El individuo se convierte en más abiertamente consciente de sus propios sentimientos y actitudes tal y como existen a nivel orgánico” (2). Esto es la presencia sentida que mencionamos antes. Hemos añadido las palabras “gentil” y “acogedora” a nuestra descripción de esa presencia y que el proceso de reconciliación se inicia en nuestros cuerpos. “Gentil” describe una presencia especial que no es controladora y que está abierta a permitir el desenvolvimiento de las historias escritas en nuestro conocimiento corporal. A menos que una presencia sentida, orgánica, sea parte del proceso de cambio, no sucederá nada productivo. En las propias palabras de Rogers: “deben dejar que su experiencia les diga sus propios significados. En el momento en que tú le digas lo que significa, empiezas a estar en guerra contigo mismo.” (3). Los sentimientos negativos y difíciles no cambian porque los entendamos. El cambio se da cuando les ofrecemos un clima de aceptación interna organísmicamente sentido, catalizador del cambio real. La aparición de este clima nunca está bajo nuestro control. La transformación de lo negativo y de los sentimientos potencialmente destructivos es obra de la gracia. Pero, ¿cómo surge, entonces este clima que es gracia y cuales elementos sentidos forman parte de él? Puedes hacerte la siguiente pregunta: ¿Qué necesita suceder dentro de mí para que mis sentimientos negativos, difíciles, inaceptables, puedan confiar en mí lo suficiente para que puedan revelarme las historias escondidas y con ello darse el cambio? En cierto sentido, tus sensaciones-sentidas interiormente son un amigo que sufre y que te necesita. ¿Cómo puedes tú estar con esa parte de ti mismo que está enojada, herida, resentida?, ¿cómo tratarías de estar con un entrañable amigo para que la historia que está dentro de él pudiera empezar a desenvolverse? Podemos ver esto de otra manera, recordando la relación que existía entre Jesús y La Magdalena. ¿Qué hizo posible que esta rechazada social pudiera cambiar el patrón destructivo de su vida? Jesús no hizo uso de una condición para acercarse a ella: ‘si tú dejas tus caminos de pecado yo te aceptaré’. Él nunca puso precondiciones. La calidad genuina de su interés y amor vinieron sin necesidad de palabras. Ella supo que era aceptada tal y como era, desde un nivel orgánico, corporal. Esta experiencia sentida-en-su-cuerpo la motivó y le permitió comenzar una nueva vida.


La parte difícil, lastimada, de ti mismo es tu María Magdalena. Necesitas encontrar la manera de ser presencia gentil y amorosa para que las historias que se esconden bajo tus heridas puedan comenzar a desenvolverse. Le toca a cada uno de nosotros descubrir su forma única de tener una presencia gentil, amable, cariñosa, que pueda propiciar un clima para que las historias escondidas puedan desenvolverse, puedan ser escuchadas y sanadas. A veces, una palabra como ser “tierno”, “abierto”, “paciente” te puede ayudar a acercarte y a estar con un lugar lastimado dentro de ti. También puede ser útil la imagen de ver tu lugar lastimado como un niño abandonado que llora y necesita ser confortado, abrazado, sostenido. “La presencia gentil y acogedora” propicia un lazo de conexión sentida con los lugares solitarios dentro de nosotros; presencia que es un tipo de relación especial que anima a la comunicación abierta. A veces ayuda estar con una herida interna sintiéndola como “maestra” en lugar de tenerla como “enemiga”. Todos tenemos que aprender nuevas maneras de movernos más allá de los patrones de oposición y control, que son las formas en que por lo regular nos acercamos a esos sentimientos difíciles. Los lugares que producen temor dentro de nosotros necesitan de una presencia amorosa que les sea comunicada por nuestro propio cuerpo. Debe crecer un puente de confianza para que se dé la reconciliación. El desarrollo de esa confianza es una aventura sentida, dentro de nosotros o hacia otras personas. Se necesita el mismo cuidado gentil, el respeto y la integridad para establecer esos lazos de amistad con nosotros mismos y con los demás. Se trata de que cada uno de nosotros descubra el personalísimo modo de asumir responsabilidad por nuestros propios sentimientos y nuestro mundo interior. Demasiadas personas quedan atrapadas en el círculo sin fin de tratar de explicar sus sentimientos enredándose en un ciclo de culpar a otros o a las circunstancias por lo que les sucede. Tal vez haya factores objetivos en tu vida, personas y circunstancias que no están bien y que necesitan cambiar. Pero esto siempre es un asunto distinto del de los sentimientos internos generados dentro de ti por esas personas y esas circunstancias. A veces, por ejemplo, tú no estás reaccionando a la persona en turno que encuentras difícil. Más bien estás reaccionando a la persona a quien ese individuo te recuerda: “Es exactamente como mi padre, siempre exigiendo, nunca satisfecho”. Los sentimientos generados en nuestra vida diaria en relación a los demás son complejos, no tan sencillos como parecen. Hay sentimientos para los que tú puedes aceptar tu responsabilidad, tanto si son reflejos reales de tus circunstancias y relaciones actuales como si no lo son. Entonces, se lleva tiempo crear un clima corporal que nutra esos sentimientos que son reales, que son tus sentimientos. ¿De qué manera puedes empezar a HACERTE DUEÑO de ellos? Hemos mencionado brevemente dos cosas prácticas que puedes hacer para ayudar a crear un clima así. ¿Palabras como “gentil”, “cuidadoso”, “tierno” te animan a sostener esos sentimientos en una forma más corporal? ¿Te ayuda el imaginar que pones tus brazos alrededor de tu sentimiento como abrazarías a un niño pequeño enojado, confundido, atemorizado? A veces el conocimiento abierto y honesto de ti mismo: “algo en mí está asustado, “solitario”, “enojado”, “celoso”, “confundido”, puede hacer todo más ligero y puedes sentir tu cuerpo diciéndote: “¡Sí!” Una presencia gentil y amorosa no es para acallar, controlar, presionar o arreglar un sentimiento. Es sentarse junto al sentimiento con un deseo genuino de escuchar, de acompañar, de caminar la milla extra con lo que sea que necesite ser escuchado dentro de ti. La textura interior de esa presencia corporal no es la de “hacer bien las cosas”. Es una presencia abierta que no carga expectativas ni depende de una agenda preestablecida. Es entonces que tu lugar lastimado se dará cuenta de ello y sentirá que ya no hay presión; sentirá que las reglas han cambiado. En lugar de las demandas imperiosas: “¡compórtate!”, o “¡pongamos esto bajo control!”, debe estar presente la sensación corporal de disposición para el diálogo. De esto se trata estar buscando una calidad especial de presencia sentida en tu manera de relacionarte con tu cuerpo y con los sentimientos difíciles que llevas dentro.


Hay una historia debajo de cada uno de tus sentimientos; una historia que el Enfoque BioEspiritual y una presencia gentil y amorosa van a permitir que empiece a desenvolverse. La reconciliación dentro de tu propio cuerpo que resulta de la integración y la congruencia que crecen dentro de ti, te darán no solamente una dirección o un juicio más claro acerca de tu situación actual, también abrirán puertas a tu potencial para crecer espiritualmente que nunca habías imaginado. “ESTANDO EN-MÍ-MISMO” Y “ESTANDO EN-EL-OTRO” Hay una forma de conocer descrita en el Nuevo Testamento que nos revela la relación existente entre una forma gentil y amorosa y una teología de la reconciliación que empieza a surgir. Es claro que los autores hebreos y griegos experimentaron perspectivas totalmente diferentes acerca del significado de “conocer”. Para los hebreos, el conocimiento de Dios era un conocimiento organísmico y no sólo conclusiones especulativas para un debate filosófico. Tanto los escritores del Antiguo como del Nuevo Testamento, valoraban el conocimiento que incluía una experiencia sentida en el cuerpo. Cuando era dirigido hacia otro, ese conocimiento los ponía “en” la otra persona más que ofrecer conclusiones abstractas “acerca de” tal persona, porque conocer a otro los ponía “en” el otro: Jn 10:38, 14:20. Ellos conocían al Padre a través de conocer a Jesús. Jn 14:17 (4). La presencia cálida y amorosa del estar-en-el-otro está cimentada en la experiencia de antes haber estado con-en nosotros mismos. Esto es primordial para la maduración y el crecimiento de las relaciones humanas. Es una comunión encarnada y no sólo un contacto mental para intercambiar información. Es un proceso de integración salvadora-sanadora dentro de nosotros mismos, tanto como dentro del otro. La presencia empática nos permite estar en nosotros mismos en tal forma que nos facilita el “poseer” nuestros miedos y heridas. Esto crea un clima corporal para la reconciliación. El don que un ser humano puede ofrecer a otro es creer en la capacidad de la persona para descubrir sus propias respuestas dentro de ella. Esto crea un clima en el que una persona está en otra en una forma que le regala la capacidad de estar “en” y eventualmente creer en sí misma. Este es un componente importante del amor genuino. Es también una forma práctica en la que alcanzamos el misterio de Dios en una forma corporal. “Estar En” y “Creer En” son el lenguaje corporal de la integración. Cuando podemos arriesgarnos a estar en nosotros mismos, EN todo nuestro ser, entonces podemos arriesgarnos a estar en la experiencia corporal de Dios y a creer en Dios como algo más que una elaboración de nuestra mente. Alguien puede discutir que el objeto inmediato de ese amor y de esa fe, como superficialmente la describimos aquí, no parece ser Dios; que sólo se trata de la persona a la que estoy escuchando, o que simplemente es un terror sin nombre que se mueve en mi interior y me sobrecoge. Pero a nivel de la experiencia sentida, “estar en” es lo que se conoce en las Escrituras como conocimiento de Dios. Cada vez que yo me dejo ir, en fe, dentro del misterio de otro o del mío propio, y cada vez que recibo el regalo del crecimiento y la vida nueva, estoy siendo atraído más allá del angosto mundo del ego y del control. Entonces, un Misterio Mayor se manifiesta dentro de lo ordinario y común de la vida cotidiana. ¿Te has detenido alguna vez a pensar que la imagen de un Dios justiciero, condenatorio y duro ha salido probablemente de la experiencia de personas que no han podido perdonarse a sí mismas? Esa actitud hacia lo que encontramos inaceptable en nuestras propias vidas se le proyecta a menudo a Dios. Los sentimientos de culpa, resentimiento, ira, confusión y miedo, pueden permanecer encerrados donde están, tanto por nuestra experiencia de la religión, como por los bloqueos psicológicos que inhiben el crecimiento hacia la plenitud humana. Muy a menudo estamos


decididos a mantener nuestras patologías a costa de lo que sea, incluso haciendo un mal uso de la religión que apoya estas tendencias autodestructivas. En cierto modo, el Enfoque se parece mucho al camino hacia la India tan buscado por los primeros navegantes y exploradores porque nos ofrece el mapa que nos guía hacia una perspectiva más completa que habla el lenguaje de la revelación. El Enfoque Bio-Espiritual nos involucra en el movimiento encarnacional. El Enfoque Bio-Espiritual señala directamente aspectos prácticos de reconciliación en el cuerpo, más que generar especulaciones acerca de la reconciliación. El Enfoque es un proceso encarnacional; es una forma de vivir y no una filosofía nueva. Los Pasos del Enfoque Bio-Espiritual llevan nuestra atención -más allá del pensamiento abstracto- hacia el cómo llevamos en nuestro cuerpo nuestras relaciones y nuestros asuntos personales. El Enfoque nos cimienta en nuestro cuerpo desde el principio del proceso. Cuantas veces logremos ir más allá del culpar y logremos abrazar con una presencia gentil y amorosa todo aquello que tememos o evitamos dentro de nosotros, vamos a estar, finalmente, asombrados por la aparición de la “gracia”. Lo tangible de esa gracia que trabaja en nuestra experiencia es carne de Dios que podemos conocer. Aquí encontramos un ancla firme que se enraíza en nuestros cuerpos como presencia física, sentida, donde puede surgir la reconciliación que transforma nuestra vida diaria. El Enfoque Bio-Espiritual abre al camino a la plenitud/santidad (wholeness/holiness). Habiéndote dejado alcanzar en la frontera del conocimiento humano, disfruta la manera como tu cuerpo experiencia la Gracia, el Espíritu y la presencia escondida de Dios. Citas: 1. Carl Rogers, “On Becoming a Person”. Boston, Houghton Miffin Co. 1961, p. 17. 2. Énfasis nuestro, Ibid p. 115. 3. Ibid p. 114. 4. John L. McKensie. Dictionary of the Bible. Milwaukee: The Bruce Publishing Company. 1965, p. 487.


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