CAPÍTULO I LA AYUDA, EL ORIENTADOR Y EL QUE SE ADIESTRA 1. Un modelo de trabajo para la ayuda u orientación facilita al que se adiestra a que comprenda la vasta literatura sobre la, relación de ayuda. 2. Se presenta aquí un modelo de trabajo para la ayuda, más que una teoría o una escuela. 3. Hay una crisis en la profesión de ayuda: muchas personas que "ayudan", simplemente no ayudan. 4. Muchos de los ayudados tienen problemas porque no poseen las habilidades que necesitan para enfrentarse a la vida, especialmente a la vida interpersonal. 5. Un orientador de alto nivel es socialmente inteligente, trabajador, orientado a la acción, se siente a gusto con la gente y en contacto con la condición humana. 6. Un adiestrador debe ser él mismo un orientador de alto nivel. Los que, se adiestran tienden a inhibirse o estimularse por el nivel de habilidades del director del adiestramiento.
¿Desorden o riqueza? El nombre del juego en la literatura que se relaciona con la orientación y la psicoterapia es complejidad o quizás, desorden. Si uno lee la sección de psicoterapia del Annual Revíew of Psychology o bien hojea libros que recopilan las diferentes "psicoterapias", (por ejemplo, Corsini, 1973; Ford y Urban, 1963; Jurjevich, 1973; Patterson, 1973; Stefflre, 1965), se asombra uno del número de
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escuelas y sistemas, aproximaciones y técnicas,' todos los cuales son propuestos con igual seriedad y reclamando un grado muy alto de éxito. El principiante, entonces, necesita una orientación que sea eficaz en sí misma y que le ayude a dar sentido a toda la vasta literatura que trata sobre relaciones de ayuda. En una palabra, el principiante necesita un modelo práctico de trabajo que le diga •
Lo que él debe hacer para ayudar a otros en malestar emocional
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Qué habilidades necesita para hacerlo
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Cómo adquirir estas habilidades
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Lo que debe hacer la persona que viene por ayuda en este proceso
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Qué habilidades necesita la persona que viene por ayuda para envolverse a sí misma en este proceso
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Cómo adquiere estas habilidades
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Qué pasos o etapas forman el proceso de ayuda
Si el principiante asimila tal modelo y las habilidades necesarias para implementarlo, podrá entonces ver el desorden de sistemas, escuelas y técnicas como riqueza favorable. Podrá hurgar lo que necesite en la literatura sobre ayuda, para desarrollar y perfeccionar este modelo abierto y adquirir técnicas que le capaciten para extender este modelo a las siempre amplias áreas de los problemas humanos. Un modelo de trabajo para la ayuda Este 1ibro no trata sobre escuelas específicas de orientación y psicoterapia. Una escuela, en el sentido con el cual se describe aquí, tiende a ser identificada con una figura histórica particular, como el psicoanálisis se identifica con Freud. Una escuela también usualmente se la relaciona con una bien elaborada teoría de personalidad y es de esta teoría que emerge su metodología terapéutica. Así pues el psicoanálisis es tanto una teoría de la personalidad como un sistema de psicoterapia. Las escuelas con frecuencia tienden a ser literarias en su tratamiento del hombre más que a ser limitadamente empíricas. Tanto la teoría de la personalidad como la práctica psicoterapéutica tienden a basarse en observaciones clínicas (muy a menudo en las observaciones del fundador de la escuela) más que en una investigación controlada. Me apresuro a agregar que las formas literarias de conocer al hombre tienen su propia validez y no necesitan defenderse, pero encuentro ciertas dificultades en usar formas literarias de conocimiento (que frecuentemente tratan con mitos y metáforas) como bases para la práctica psicoterapéutica. Yo prefiero un enfoque empírico en la orientación y la psicoterapia, complementado en la práctica con enfoques descriptivos sobre el hombre. Los enfoques de las escuelas en psicoterapia tienden a ser tan rígidos como demasiado vagos. Thorne (1973a) no ve valor en la proliferación de escuelas. Él afirma que las escuelas aparecen cuando sus practicantes redescubren viejos hechos y métodos y les dan nuevos nombres. "Novedad" y "vocabularios esotéricos" son signos de las escuelas. Para Thorne, entonces, algunas escuelas son solamente modas, mientras que otras son vino viejo en nuevos odres. Es mi sentir, por lo tanto, que el principiante no debe acercarse a la orientación a través de ninguna escuela específica, y que debe tener un modelo práctico para ayudarle a captar el sentido de las escuelas, teorías y técnicas de ayuda que existen. La ayuda, el orientador y el que se adiestra El orientador principiante necesita un marco referencial de trabajo de dos clases.
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1. Un marco práctico. El principiante necesita un sistema que le diga a él qué hacer para ayudar. El modelo de ayuda presentado aquí proporciona una estrategia práctica para ayudar. Indica tanto las etapas a través de las cuales, como regla general, se mueve el proceso de ayuda como las destrezas que el orientador debe ejercitar en cada etapa del modelo con objeto de lograr las metas de cada etapa. El modelo presentado aquí está respaldado por una gran cantidad de evidencia empírica. Vea los trabajos de Carkhuff, Ivey, y Strong y sus asociados, citados en la introducción, como sumarios de esta evidencia; nuevas evidencias están apareciendo continuamente en revistas especializadas. Esta evidencia sugiere (1) que el modelo, si se usa habilidosamente, trabaja; es decir, está relacionado con resultados positivos en la orientación (medidos por una variedad de criterios de resultado) y (2) que las destrezas mencionadas para el modelo son esenciales para su funcionamiento. Por lo tanto, el modelo trabaja si el orientador ha desarrollado las habilidades mencionadas por el modelo y si él usa estas habilidades en el proceso de ayuda. Un ayudante así es llamado de "alto nivel" y se le distingue del orientador de "bajo nivel" que es uno que no ha desarrollado las habilidades del modelo o que no ha dominado e1modelo mismo o que no usa las habilidades que tiene al tratar de ayudar. ¿Por qué se sugiere aquí que el principiante empiece con un modelo práctico de ayuda más que con una teoría o con una revisión de una variedad dé teorías? Alguna investigación muestra que en los orientadores principiantes hay con frecuencia una brecha entre su postura teórica inicial y su práctica real (Ross y Frey, 1973). Más aún, los orientadores de alto nivel que profesan teorías' diferentes frecuentemente se les ve bastante similares en la práctica (Fiedler, 1950), mientras que los practicantes con el mismo punto de vista teórico pueden verse absolutamente diferentes en la práctica (Lieberman, Yalom y Miles, 1973). Yo he elegido enfatizar la práctica de ayuda en este libro como algo más útil para el estudiante que se adiestra. La teoría no se ignora (vea la Introducción para algunas de las bases teóricas del modelo presentado aquí), pero la mayoría de las veces está implícita y subordinada a la práctica. 2. Un marco integrante. El principiante también necesita un marco de trabajo que le capacite para tomar ideas, técnicas y metodología de otras teorías y enfoques e integrarlos con su propio concepto y práctica de ayuda. Espero que este modelo provea esa clase de marco de trabajo, ya que es el producto tanto del tipo llamado "eclecticismo integrativo" (aunque yo prefiero el término "eclecticismo sistemático") exigido por Brammer y Shostrom (1968) y una herramienta práctica que ayudará al estudiante que se adiestra a empezar el proceso de forjar su propio estilo de "eclecticismo sistemático" (vea Thorne, 1973b). Es un modelo abierto, que puede tomar de cualquier escuela o enfoque. Es un modelo operacional y, como Thorne (1973a) anota, "Los enfoques operacionales simplifican el estudio de las varias escuelas de psicología y diferencian sus respectivas contribuciones" (pág. 882). La crisis en la ayuda Las profesiones de ayuda necesitan ayuda. En una serie de artículos, Eysenck (1952, 1960, 1965) ha sugerido que la gente que necesita ayuda emocional social puede ser rehabilitada con psicoterapia o sin ella. Carkhuff (1969a, b, 1972c) y Carkhuff y Berenson (1967) ven un panorama más desalentador. Orientar no es un , proceso neutral: o es para mejorar o es para empeorar. Si la persona con tensiones encuentra un orientador experto, probablemente va a mejorar-esto es, empezar a vivir más efectivamente de acuerdo con una variedad de criterios. Sin embargo, si ella está envuelta con un orientador de "bajo nivel", es absolutamente probable que ella se ponga peor. Aún más tremendo es el hallazgo de Carkhuff de que el orientador experimentado promedio, en un proyecto de investigación que se hizo, fue un orientador de "bajo nivel".
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Hay muchas profesiones de ayuda: aquéllas asociadas con el ministerio ,sacerdotal, con trabajo social, psiquiatría, orientación, enseñanza, psicología, leyes y otras más. Hay alguna evidencia de que estas profesiones son usualmente desempeñadas por orientadores de relativamente bajo nivel -es decir, orientadores que clasifican bajo en las habilidades esenciales del proceso de ayuda, tales como ser genuinos y concretos, poseer adecuado entendimiento empático y respeto. Por ejemplo, un estudio nacional de los sacerdotes católico-romanos (Kennedy y Heckler, 1971) indicó que un 70 por ciento de aquellos sujetos estudiados cayeron en una categoría titulada "subdesarrollado". Sin duda, una de las áreas principales de su falta de desarrollo eran las relaciones interpersonales. Esto no significa que los sacerdotes en general son pobres seres humanos ni tampoco que ellos sean peores (o mejores) que aquellos que pueblan las otras profesiones de ayuda. De hecho, una de las conclusiones de este estudio fue que "los sacerdotes de los Estados Unidos son hombres ordinarios". El problema es, sin embargo,, que "hombres ordinarios" (como se definió en el estudio) no hacen generalmente orientadores efectivos. Hay un interesante paralelo entre el adiestramiento de sacerdotes y el adiestramiento de otros en las profesiones de ayuda. El adiestramiento de los sacerdotes en el estudio antes citado ha sido altamente cognoscitivo en naturaleza, aún cuando ellos estuvieron siendo adiestrados para una profesión ,que demandaba una gran variedad de habilidades prácticas. Los sacerdotes no habían recibido prácticamente ningún adiestramiento en habilidades para las relaciones humanas y el que ellos recibieron no era sistemático. Si los varios programas de adiestramiento para sacerdotes hubieran sido estudiados bajo términos operacionales indicando clara y concretamente las dimensiones del proceso de adiestramiento, uno podría haber predicho que unos programas de adiestramiento tan demasiado cognoscitivos harían poco para producir orientadores efectivos. El adiestramiento en el seminario, en un tergiversado (pero infortunado) sentido, era "exitoso" porque producía la clase de orientadores que estaba diseñado para producir. El adiestramiento para otras profesiones de ayuda es también altamente cognoscitivo en naturaleza. Algunas veces los estudiantes graduados en psicología clínica se mueven directamente de una educación estrictamenteacadémica a la práctica internista, en la cual ellos son responsables de tratar clientes. Esta práctica parece no tener ética, pues el que se adiestra no ha tenido que demostrar un nivel adecuado de pericia en las habilidades básicas de ayuda. Carkhuff y sus asociados (Carkhuff, 1972d; Carkhuff y Berenson, 1967, págs. 7-11) encuentran evidencias al indicar que muchos estudiantes graduados en las profesiones de ayuda se vuelven menos capaces de ayudar debido al adiestramiento que ellos reciben. Son una devastadora combinación los programas de adiestramiento demasiado cognoscitivos, no sistemáticos, llevados por educadores que carecen de las habilidades básicas para ayudar. Nosotros necesitamos no sólo programas mejorados sino una revolución en el adiestramiento de orientadores. Hay muchos orientadores profesionales con las credenciales apropiadas (grados, licencias, etc.) pero sin las habilidades esenciales. Carkhuff llama a un orientador un profesional "funcional" si tiene las habilidades que se necesitan para la ayuda efectiva. Hay una gran necesidad de profesionales funcionales, tengan o no, credenciales. Otra señal de la necesidad de reforma en las profesiones de ayuda es la tendencia de muchos orientadores de dar más ayuda a quienes menos la necesitan (Goldstein, 1973; McMahon, 1964; Schofield, 1964; Shapiro y Asher, 1972; Williams, 1956). El cliente preferido de muchos orientadores es lo que Schofield llama el paciente "YAVIS" - young, attractive, verbal, intelligent, and successful (joven, atractivo, verbal, inteligente y con éxito). Por lo tanto, mucho del "éxito" experimentado por tales orientadores se debe al hecho de que ellos escogen clientes mínimamente perturbados y con óptimos recursos.
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Ivey (1973) pone en tela de juicio el conservadurismo de la profesión de orientación: Nosotros hemos sabido por años que lo que hemos estado haciendo no es particularmente efectivo (Eysenck, 1952; Bergin, 1971). Enfoques tradicionales de orientación y psicoterapia simplemente no rinden. Hay también nuevas técnicas tales como las discutidas por Carkhuff que sí rinden. Aún así, ¿qué encontramos en nuestros centros de orientación, en los centros de salud mental para la comunidad, en los hospitales? Todavía encontramos una predominancia de los mismos descuidados e ineficientes métodos de trabajo que Eysenck expuso tan claramente veinte años atrás (pág. 3).
La presente crisis puede verse o como un problema o como un aprieto. Cuando se ve como aprieto, se retuercen las manos y se critica, la clase de crítica que no hace nada más que suscitar más crítica. Sin embargo, si la presente crisis se ve como problema, podemos empezar a dar los pasos necesarios para resolverlo. Si existe una extensa literatura sugiriendo que los presentes programas de adiestramiento no producen orientadores efectivos, nosotros podemos diseñar programas que sí lo hagan. Si vemos que una de las fallas principales de estos programas es que ellos no proveen el adiestramiento sistemático en habilidades que se ha demostrado ser efectivas en el proceso de ayuda (Ivey, 1971; Matarazzo, Wiens y Saslow, 1966; Whitely, 1969), podemos desarrollar programas basados en tal adiestramiento sistemático. Este libro intenta ser una introducción para tales programas. Como Peter Drucker (1968) nota, todas las organizaciones son por sunaturaleza conservadoras. Aún los negocios cambian solamente cuando tienen que cambiar; y tienen un criterio relativamente claro para el éxito o el fracaso: ganancias y pérdidas. Las organizaciones que no tienen un criterio claramente definido para juzgar el éxito o el fracaso - la educación, el gobierno, la iglesia -pueden soportar el ser aún más conservadora que las de los negocios (¿cómo determina usted si una universidad dada tiene "éxito" en un año determinado?). Las profesiones de ayuda encaran los mismos problemas. Los profesionales tienden a transferir el peso del fracaso al cliente. No hemos ayudado a un cliente porque no está "inmotivado" o por que se "resiste" a nosotros o porque deja la terapia "demasiado pronto" y las excusas se multiplican. Las profesiones de ayuda tienen que elaborar criterios concretos de éxito y fracaso y delinear los procesos esenciales que conduzcan al éxito. Solamente entonces podremos determinar si el fracaso se debe a un cliente no motivado o a un orientador poco hábil. Destrezas y problemas socio-emocionales Este libro presenta un enfoque de destrezas para ayudar. Los presupuestos son (1) que el orientador es una persona experta, una persona que vive realizada y que ciertamente está viviendo más realizada que el cliente, en las áreas de los problemas del cliente y (2) que el cliente aprenda las habilidades que necesita para vivir más efectivamente a través del proceso de orientación. Una forma de mirar la conducta 1oca" de la persona con problemas socio emocionales es ésta: cuando una persona encara ciertas situaciones de vida llenas de tensión (por ejemplo, una mujer que trata de enfrentarse y manejar el problema de la bebida de su esposo), él o ella pueden no tener las habilidades necesarias para tratar sobre el problema y la tensión. Si una persona no tiene estas habilidades, se comporta en varias formas. Por ejemplo, persistirá en tomar soluciones ineficaces (por ejemplo, la esposa del alcohólico se pasará gritándole y regañándole, aún cuando esto no ayude nada a remediar el caso), o se pasará intentando grotescas pero ineficaces soluciones (por ejemplo, la esposa toma una sobredosis de píldoras para dormir o le dispara a su esposo), o simplemente se rinde (la esposa le abandona llevándose a los niños). La tendencia de ensayar soluciones locas" para problemas que necesitan habilidades es muy común. Los hombres andan tras otras mujeres porque no pueden comunicarse con sus propias esposas; beben porque sienten que no son necesarios; castigan a sus familias porque no pueden manejar sus asuntos con sus jefes; toman drogas porque la vida "no tiene sentido". Una persona que no tiene las destrezas para manejar una crisis dada, se ajusta a la conducta loca" de un hombre que golpea su cabeza contra la
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pared porque no tiene las destrezas necesarias para treparla, rodearla o alejarse de ella. Quizás su última solución sea sentarse catatónicamente en la base de la pared. Entonces, ¿cómo se ayuda a la gente? Una respuesta es que se les ayuda al ser adiestrados en las destrezas que necesitan para vivir la vida y para enfrentarse a sus crisis más efectivamente. Un conjunto de habilidades es de suprema importancia: habilidades para las relaciones humanas básicas, las habilidades que se necesitan para un efectivo envolvimiento con otros. ¡Con cuánta frecuencia se descubre que la gente casada no tiene siquiera las destrezas necesarias para ser honesta uno con el otro! Anthony (1973) llevó a cabo un experimento sugiriendo que la destreza en el uso de destrezas de relaciones humanas puede ser usada como un índice de ajuste psicológico total. Pierce y Drasgow (1969) demostraron que el mejoramiento en el funcionamiento interpersonal conduce al mejoramiento en otras áreas de la vida. Cuando ellos adiestraron a pacientes severamente perturbad os directamente en destrezas de relaciones humanas, estos pacientes mejoraron de acuerdo a una variedad de criterios. ¿Por qué son relativamente pocas las personas más realizadas que los "hombres ordinarios" del estudio sobre los sacerdotes? Una respuesta es que cuando los inexpertos en relaciones humanas se juntan íntimamente con otros inexpertos (como en el matrimonio y la vida familiar), no hay crecimiento humano o sus interacciones se vuelven destructivas. Todos los contactos humanos son para bien o para mal. Al crecer, el joven tiene mucho contacto con los "adultos significativos" en su vida, ya sean padres u otros tales como los maestros. Si estos adultos importantes carecieran significativamente de la destreza de expresar el respeto, el cuidado, ser genuinos y la comprensión no solamente fallará el niño en desarrollar estas destrezas, sino que también llegará a pensar de sí mismo como inmerecedor de cuidado (pues, después de todo, nadie se lo ha dado a él). Si el mismo proceso se repite en la escuela, el niño no aprenderá a valorarse a sí mismo más de lo que ya hizo en casa. No encontrará modelos efectivos en destrezas de relaciones humanas y, con más frecuencia, se encerrará en una situación de "aprendizajeparalelo", en la cual se comunicará muy poco con sus semejantes. El resultado neto es que la mayoría de los niños se convierten en los "hombres ordinarios" de] estudio antes mencionado, acosados, si son afortunados, por la "sicopatología del promedio" (Maslow, 1968) o, si son menos afortunados, por formas más serias de sicopatología. ¿Dónde aprenden los niños, en cualquier forma sistemática, las habilidades de relaciones humanas que son tan necesarias para una vida efectiva? Consideremos otro ejemplo. Juan y María se enamoran. Se casan y disfrutan de un período de "luna de miel" en su matrimonio, relativamente libre de problemas. Finalmente, sin embargo, los problemas que inevitablemente aparecen por la convivencia íntima se hacen sentir. Si hasta este punto Juan y María habían sido sostenidos solamente por las experiencias emocionales de valencias positivas uno con otro, entonces el problema se inicia. Encuentran, por ejemplo, que no pueden "comunicarse" entre ellos. La relación se deteriora. Viven en desgracia o se divorcian o pueden terminar-para bien o para mal-con alguien en una profesión de ayuda. Quizá ellos no han aprendido nunca las habilidades que necesitan para vivir juntos en tal intimidad. No han aprendido que las buenas relaciones humanas exigen muchísimo trabajo. Alguna gente tiene la buena fortuna de venir de familias en las cuales los padres poseen y modelan destrezas de relaciones humanas de alto nivel. En nuestro ejemplo, sin embargo, Juan y María, como tantos otros, no han sido tan afortunados. No solamente no aprendieron estas destrezas en el contexto de la vida familiar, ni tampoco las aprendieron en ninguna otra parte (ciertamente no en 12, 16 o aún 20 años de escolaridad). Juan y María no viven correctamente porque ni siquiera saben cómo; ellos no tienen las destrezas de comunicarse, entenderse y respetarse uno al otro. Yo no estoy sugiriendo un modelo conductual simplista de "falta de destrezas" que sustituya a un modelo médico más esotérico (pero aún simplista) de sicopatología.
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Yo estoy sugiriendo que la conducta humana errática e inmadura puede darse en parte a una falta de habilidades y que el déficit de habilidades puede ser un componente importante de cualquier problema de conducta. Si esto es así, entonces el adiestramiento en destrezas, como Carkhuff (1969b) e Ivey (1971) sugieren, será una modalidad preferida para tratar una amplia variedad de problemas de la conducta. La mayoría de nosotros probablemente ha visto parejas como la de Juan y María que resuelven mucho de la problemática en sus vidas después de haber aprendido habilidades básicas de comunicación honesta. White (1963) sugiere que la destreza en las relaciones interpersonales es un factor crítico en el desarrollo de un sentido de identidad. Entonces, es totalmente asombroso que la formación de la destreza interpersonal se deje tanto a la casualidad en nuestra sociedad. Es también asombroso que nuestros .sistemas educativos no hayan llenado el vacío creado en el hogar. No hay dudas en mi mente de que los niños deben ser sistemáticamente adiestrados en destrezas de relaciones humanas. (Nótese que tal adiestramiento no es el mismo que se necesita en el enfoque de un grupo de encuentro, al cual se le pide un alto descubrimiento de sí mismo en las relaciones humanas que tanta gente teme). Tal adiestramiento exigirla maestros que se relacionen unos con otros a niveles relativamente altos y, si la investigación de Carkhuff está correcta, el maestro "promedio" queda y demasiado lejos de esta meta. ¿Qué aprenden los niños sobre las relaciones humanas en la escuela o en sus contactos humanos diarios? La evidencia indica que ellos aprenden: • • • • • • •
Cómo Cómo Cómo Cómo Cómo Cómo Cómo
mantenerse superficiales construir fachadas ocultarse de ellos mismos y de otros reducir el riesgo en la relación humana manipular a otros (o tolerar ser manipulados) promover el interés propio lastimar y castigar a otros, si es necesario
Ni el cariño ni las habilidades esenciales para trasladar el cariño a la práctica se enseñan como un valor primario. Alguna gente afirma que los Estados Unidos están lo suficientemente bien como para cuidar de todos aquellos que necesitan ayudalos pobres, los enfermos, los ancianos, los huérfanos, los desvalidos-pero el bienestar no significa nada, relativamente hablando, en una cultura que no pone una alta prioridad en el cariño. ¿Qué significa cuando yo le pago a otro que no se interesa por mí para que me cuide? Retrato de un orientador ¿Cómo debe ser entonces un orientador? Idealmente, él mismo está esforzádonse por llegar a ser como dice Ivey (1971) una "persona intencional" o como dice Carkhuff (1969a, b) una persona "viviendo efectivamente" o como dice Maslow (1968) una "persona actualizada" o como dice Jourard (1971b) una persona "transparente". Es decir, un orientador antes que nada está comprometido con su propio crecimiento: físico, intelectual, emocional, social (la gente orientada religiosamente agregarla "espiritual"); ya que se da cuenta de que debe modelar la conducta que él espera ayudar a que otros alcancen. Sabe que puede ayudar solamente si, en sentido pleno del término, él es un ser humano "potente", una persona con voluntad y recursos para actuar. Muestra un respeto hacia su cuerpo a través de dieta y ejercicios apropiados. Hace que su cuerpo trabaje para él más que en contra de él. Se da cuenta de que si va a vivir efectivamente necesita un alto nivel de energía y sabe que un cuerpo pobremente atendido se manifiesta con pérdida de energía.
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Posee una adecuada inteligencia básica, es consciente de sus propias posibilidades intelectuales, respeta el mundo de las ideas. En referencia a su capacidad intelectual ni se subestima, ni pretende que tiene más de lo que realmente tiene. Puesto que las ideas son importantes para él, lee. Lee activa y ávidamente pues está ansioso en ampliar su vista acerca del mundo. Respeta la buena literatura y el mundo del mito y la metáfora, Respeta la buena teoría y la buena investigación, pero es una persona práctica, un "traductor", que hace que lo que lee trabaje para él. Porque es un buen aprendiz, es un buen traductor. Puede transformar la buena teoría y la buena investigación en programas prácticos que le capaciten para ayudar a otros más efectivamente y tiene la destreza adecuada para evaluar estos programas. Aún más importante, él tiene buen sentido común y buena inteligencia social. Está como en su hogar en el mundo socio-emocional, tanto en el suyo como en el de otros. Ha desarrollado un extenso repertorio de destrezas socio emociónales que le capacitan para responder espontánea y efectivamente a una amplia gama de necesidades humanas. Estas destrezas son una segunda naturaleza en él. Un buen orientador sabe que el ayudar pide mucho trabajo. Atiende a la otra persona tanto física como psicológicamente. Sabe lo que su propio cuerpo está diciendo y puede leer los mensajes no verbales de su cliente. Escucha atentamente al otro, conociendo que la acertada orientación es un proceso intenso en el cual se puede conseguir mucho si las dos personas están dispuestas a colaborar. Responde frecuentemente al otro, ya que está trabajando para comprenderlo. Responde desde el marco de referencia de su cliente, porque él puede ver el mundo a través de los ojos de su cliente. Respeta a su cliente y expresa su- respeto al estar disponible para él, trabajando con él, no juzgándole, confiando en las fuerzas constructivas encontradas en él y finalmente con la esperanza de que viva la vida tan efectivamente como pueda. Se interesa auténticamente por la persona que ha venido buscando ayuda; esto es, no está a la defensiva, es espontáneo y siempre dispuesto a decir lo que piensa y siente, siempre que sea en beneficio de su cliente. Un buen orientador es concreto en sus expresiones, trata con sentimientos reales y conducta real más que con formulaciones vagas, psicodinámicas oscuras, o con generalidades. Su hablar aunque cuidadoso y humano, es también llano y va al grano. Un orientador es un integrador. Ayuda al cliente a explorar su mundo de experiencias, sentimientos y conducta; mientras el cliente da datos acerca de sí mismo, el orientador le ayuda a integrar esos datos en una forma que le facilita al cliente el entenderse a sí mismo y a su conducta. El orientador en este proceso, no teme compartir sus propias experiencias, si ve que esto avanzará el proceso de ayuda. No teme confrontar a su cliente con cuidado, a hacerle demandas, si estas demandas emergen de la experiencia del cliente y no de las necesidades del orientador. No teme tratar abiertamente sobre el tema de su propia relación con el cliente, al grado que ayude al cliente a entender su propia conducta y su estilo interpersonal. Pero hace todas estas cosas con precaución y respeto, recordando que la ayuda es para el cliente; no permite que él mismo y sus necesidades interfieran en la ayuda. La acción es lo más importante para el buen orientador. Puesto que él es un , agente en su propia vida - uno que se apodera de la vida antes que someterse a ella -es capaz de ayudar a su cliente a elaborar programas de acción "que conduzcan a cambios constructivos de la conducta. Sabe que la propia comprensión no es suficiente y que el proceso de ayuda no está completo. Hasta que el cliente actúe según su entendimiento. Él es práctico: procurará todos los recursos posibles de ayuda que capaciten a su cliente a lograr sus metas. Indudablemente, se da cuenta de que el proceso de ayuda es evolutivo - que el proceso entero está llevando a un cambio constructivo de conducta por parte del cliente. Debido a su amplio repertorio de respuestas, el orientador puede "1legar a" un problema desde muchos puntos diferentes y ayudar a generar conductas alternas. No está atado a
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un solo curso de acción. Cuando usa una variedad de técnicas en el proceso de orientación, es el maestro de las técnicas que usa; él las posee, ellas no lo poseen a él. Sigue un modelo de orientación, pero no tiene miedo a divergir de él cuando tal divergencia podría probar ser más constructiva. Finalmente, no tiene necesidad de modelos o técnicas específicas, porque está viviendo efectivamente y ayudar es algo instintivo en él. El buen orientador está a gusto con la gente. No teme entrar en el mundo de otro, con toda su tensión; no se intimida por la problemática en las vidas de sus clientes. La intimidad del proceso de orientación no es un sustituto para él, porque no está incompleto, ni es una persona necesitada que se siente bien cuando encuentra gente con problemas como los suyos. Puede manejar crisis, puede movilizar sus propias energías y las de otros con objeto de actuar enérgica y decisivamente. Se da cuenta de que es un privilegio que se le permita entrar en la vida de otra persona, y respeta este privilegio. No es un hombre que nunca haya conocido problemas humanos, pero no se retira de la problemática de su propia vida. Explora su propia conducta y sabe quién es. Sabe lo que significa ser ayudado y tiene un profundo respeto por el proceso de ayuda y su poder para lo mejor o lo peor. Aunque esté viviendo relativamente con efectividad, siempre es un hombre en proceso. No ayuda a otros para satisfacer sus propias necesidades, pero sabe que "cuando hace posible para otra persona el escoger la vida, aumenta sus propias posibilidades de continuar escogiéndola" (Carkhuff, 1969a, I, XII). Este, por lo tanto, es el orientador ideal. Los siguientes capítulos tratan no solamente con el ideal sino también con lo que es mínimamente necesario para ser un orientador que sea "para bien" más que "para mal". Retrato del que se adiestra El mensaje fundamental de este retrato de un orientador es, obviamente, que ayudar es una profesión exigente. Es obvio que la preparación para esta profesión debe ser igual de exigente. El que se adiestra debe aprender a vivir efectivamente, física, intelectual y socio-emocionalmente. Ciertamente debe aprender a tratar con la problemática de su, propia vida, no de una vez por todas, sino continuamente, porque es una persona en proceso. Uno de los supuestos básicos de la ayuda, es que el orientador está viviendo más efectivamente que el cliente, al menos en las áreas en las cuales el cliente está teniendo problemas. Los exalcohólicos o adictos reformados con frecuencia son excelentes orientadores (vea Yablonsky, 1965), especialmente en los programas de rehabilitación de drogas y alcoholismo. Pero los drogadictos y alcohólicos corrientes son pobres orientadores, especialmente para programas contra la drogadicción y el alcoholismo. ¿Un orientador en prospecto, entonces, - se- le dará tratamiento o adiestramiento7 Este punto es importante. La respuesta a la pregunta es tanto "depende" o "ambos". Depende de cuán efectivamente el que se adiestra esté viviendo cuando ingrese al programa de adiestramiento. Si tiene problemas no resueltos que interfieran con su efectividad como orientador, debe trabajarlos durante el curso del programa de adiestramiento. Y, puesto que el adiestramiento efectivo en las destrezas propuestas por el modelo es al mismo tiempo tratamiento efectivo, el orientador prospecto está siendo tanto adiestrado como tratado. Miremos este asunto en otra forma. ¿De qué hablan los que se adiestran cuando practican las destrezas que están aprendiendo uno con otro? En sus programas de adiestramiento, Ivey (1971) usa clientes voluntarios que discuten problemas reales con los que se adiestran. Generalmente se les paga, pero algunos han rehusado el pago porque sienten que la ayuda que ellos recibieron era pago suficiente. Me gustaría sugerir que en programas de adiestramiento de alto nivel (esto es, en programas que cuenten con practicantes altamente motivados y llevados por
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adiestradores de alto nivel que sean orientadores efectivos), los practicantes traten con material real en su práctica de interacciones. El contenido de estas interacciones debe ser relevante para sus estilos interpersonales y de ayuda. Al principio, los practicantes pueden hablar sobre asuntos menos amenazantes (pero reales) hasta que la armonía y la confianza hayan sido establecidas y posteriormente hablar sobre temas más críticos. De esta manera, el programa ideal proveerá tanto un adiestramiento como un tratamiento (en la medida en que este último sea necesario). Es obvio, entonces, que los practicantes no llevarán el mismo paso, pues algunos tendrán más problemas con los que trabajen que otros; así pues, la suposición de que todos deben llevar el mismo paso no es correcta. Estas son las principales razones por las que yo prefiero usar problemas reales de clientes, más que el role-playing en sesiones de práctica. El que se adiestra en un programa de este tipo aprende, a veces dolorosamente, lo que significa ser uno que pide ayuda. Yo personalmente preferiría ser ayudado por alguien que tuviera tal conocimiento vivencial. Unas palabras de precaución. En las clases ordinarias de orientación, en la universidad, no se presentan todos los presupuestos mencionados arriba; por ejemplo, no todos los miembros de la clase tendrán el mismo tipo de motivación y características delineadas en esta sección; algunos estarán en la clase porque tienen curiosidad acerca de lo que es la orientación; otros porque necesitan un crédito de tres horas. Por lo tanto es mejor actuar con precaución. El primer principio es que el que se adiestra debe siempre permitírsele hablar acerca de lo que él quiera hablar; él debe siempre estar en control de su propio descubrimiento y de su propia exploración. Pero aún en la situación de clase en la universidad, los que se adiestran deben usar personalmente material relevante en sesiones de práctica, aún cuando ellos mismos se restrinjan en áreas relativamente seguras tales como estilos de vida interpersonal (“cómo parezco a los demás", "cuáles son mis fuerzas interpersonales", lo que me gustaría para mejorar en mis relaciones interpersonales" y así otras cosas). Mientras más real sea el proceso de adiestramiento, más beneficios obtendrá el que se adiestra. Puesto que ayudar es finalmente una acción (cambio constructivo de la conducta por parte del cliente) y el orientador es un agente de cambio en un proceso colaborativo de influencia social, el que se adiestra, también, debe ser un agente; esto es, él mismo debe esforzarse y envolverse activamente en el programa de adiestramiento antes que someterse pasivamente a él y nada más. Los años de escolaridad como se conducen generalmente, enseñan a los estudiantes a ser pasivos; es decir, los estudiantes aprenden a someterse a una educación. Esta pasividad es difícil de erradicar. tiene exigencias consigo mismo. Practica las habilidades del que se adiestra, fuera del salón de clases o lugar de adiestramiento, hasta que estas habilidades se vuelven una segunda naturaleza en él. Lee ávidamente, no sólo para contestar bien en las pruebas, sino porque está hambriento de las ideas que ensancharán su horizonte y que puedan servirle en el proceso de ayuda. La primera responsabilidad del que se adiestra es adquirir las destrezas que han demostrado ser efectivas en el proceso de ayuda: prestar atención, comunicar la empatía precisa, respetar, ser concreto y auténtico. Un segundo conjunto de destrezas esenciales gira alrededor de los principios del aprendizaje y el mantenimiento y cambio de la conducta. Puesto que estos principios sustentan la conducta, incluyendo conducta de ayuda, el que se adiestra debe aprenderlos o familiarizarse con ellos. Incluyen la naturaleza y función del refuerzo, condicionamiento, moldear conducta, estímulos aversivos y otros. Ya que este libro no es un texto sobre modificación de la conducta, se espera que el lector se familiarice con estos principios en otras fuentes; las leyes básicas de la conducta serán mencionadas frecuentemente y el estudiante que se adiestra debe empezar a aprender su aplicación, especialmente su aplicación en el contexto de este modelo.
Una destreza personal que el adiestrado debe adquirir durante el programa, es la de evaluar sus puntos fuertes y deficiencias reales en ayudar y en relaciones humanas. El modelo de adiestramiento provee un criterio para esta clase de evaluación. En mi experiencia con los que se adiestran para ser orientadores, descubrí pronto que, en general, ellos no eran buenos para su auto-evaluación: no podían ver un panorama concreto de sus áreas de fuerza y déficit. Esta destreza también debe enseñarse durante el programa de adiestramiento. A medida en que el que se adiestra domina el modelo de desarrollo básico y empieza a leer más ampliamente la literatura sobre la ayuda, puede empezar a descubrir técnicas de otros enfoques de ayuda que ampliarán su repertorio de habilidades y lo capacitarán a continuar desarrollando el modelo básico. El adiestrador El adiestramiento en el modelo de desarrollo de ayuda presentado en este libro, presume que los adiestradores mismos sean orientadores de alto nivel. Si el adiestrador no se está comunicando a un nivel más alto del que los que se adiestran, éstos últimos sufrirán, ya sea logrando poco o ningún progreso, o incluso, bajando al nivel del adiestrador. Del mismo modo que la ayuda, el adiestrar puede ser para bien o para mal. Ivey (1971) sugiere que una persona realmente posee una destreza solamente cuando es capaz de enseñarla a otros. El que se adiestra puede desear este logro: aprender, por la experiencia, las habilidades para ayudar en tal forma y hasta tal grado que él pudiera, finalmente, adiestrar a otros. Finalmente, el más exitoso practicante se vuelve un orientador que puede reproducirse a sí mismo. En un, sentido, entonces, no sólo es suficiente ser capaz de dar orientación efectiva; hay algo que es aún más productivo socialmente que el ayudar a los perturbados emocionales, y esto es el aumentar el número de orientadores. Los mejores practicantes se vuelven los mejores orientadores; los mejores orientadores son los mejores adiestradores (Carkhuff, 1972c).