4 minute read
Comentarios finales
CUARTA PARTE CUARTA PARTE Comentarios finales Comentarios finales
La síntesis del diagnóstico de las comunidades ayoreas Degüi y Garay muestra claramente el mal estado de los equipamientos comunitarios, deterioro del paisaje urbano, alto grado de hacinamiento e insuficiente como inestables estándares de protección y seguridad de las viviendas y la cobertura limitada de servicios básicos (baños higiénicos).
Advertisement
La carencia y limitaciones concurrentes de acceso a los servicios de salud, educación, culturales y económicos, en el caso de las dos comunidades ayoreas, con sus respectivas diferencias, patentizan en gran medida los fuertes impactos de las condiciones de habitabilidad en la calidad de vida de sus habitantes, las que se muestran descuidadas, segregadas, discriminadas y hasta desoladoras, con graves riesgos para la salud física y mental de sus miembros.
En el caso de la Comunidad Indígena Urbana Vallecito II, en cuanto a los indicadores urbanos, nos presenta un cuadro de situación que muestra la falta de conclusión de un porcentaje de las unidades habitacionales. Estos elementos podrían tener un gran impacto en la calidad de vida de la comunidad y probables riesgos para la salud física de sus miembros.
Por tanto, la estrategia de intervención en materia urbana supone un enfoque que contribuya a la construcción colectiva de una visión de desarrollo integral de la comunidad, que implique superar esfuerzos unilaterales de coyuntura y/o asistencial dominantes en este tipo de iniciativas; y que, por el contrario, puedan activarse mecanismos para que los comunarios se empoderen de la visión estratégica como principales actores y sujetos del cambio y participen de manera orgánica en las decisiones del proceso de ajuste e implementación del plan maestro y de los proyectos específicos, desde su concepción hasta su implementación.
Esta visión implica asumir un marco de trabajo integral, en lo ambiental, cultural, tecnológico, político, económico y productivo, que respete, además, las estructuras culturales, organizativas, significativas y simbólicas que actualmente sostiene cada comunidad indígena urbana.
De modo que los proyectos planteados deben asegurar nuevas jerarquías de trabajo, que fomenten la organización social de los involucrados, a través de programas prácticos de educación técnica, tipo escuelas taller alternativas, lo que les permita ser parte fundamental en el proceso de ejecución de los proyectos identificados y consensuados.
Este planteo permitirá que los miembros de cada comunidad indígena urbana afronten los futuros escenarios convergentes y contradictorios entre un barrio indígena y la ciudad abierta, entre el mundo ayoreo, chiquitano, yuracaré, mojeño y el mundo urbano, de una manera abierta y democrática, a fin de apropiarse de los mismos instrumentos y puedan renovar sus compromisos y responsabilidades para involucrarse en la resolución de sus conflictos, sus desafíos, sus derechos y reivindicaciones y sus necesidades con los medios y recursos adecuados externos
y, especialmente, también con los internos, heredados por la sabiduría ancestral que poseen.
Este proceso de interacción implica que los actores de ambos mundos tienen importantes conocimientos que compartir e intercambiar, sin que signifique abandonar sus rasgos y valores esenciales, ya que los unos y los otros se encuentran íntimamente relacionados para construir un camino que se desplaza del campo para afrontar los desafíos que la ciudad del siglo XXI les plantea.
Por otra parte, cabe señalar, que la experiencia de trabajar en estas tres comunidades indígenas urbanas posibilitó la oportunidad de obtener una mayor cantidad de aprendizajes y elementos claves para esbozar una estrategia de intervención urbana del hábitat territorial, de acuerdo a las expectativas y necesidades planteadas por sus habitantes.
Para ese fin, resulta fundamental incentivar y ampliar los procesos de participación orgánicos, continuos y vinculantes que garanticen el compromiso de los comunarios en las distintas etapas de definición en la construcción de su hábitat, para que, en la medida de su empoderamiento, hagan y formen parte de dichos procesos a efecto de lograr una mayor apropiación de los mismos.
La estrategia de intervención busca generar las bases técnicas urbanísticas para contar con espacios humanos dignos que contribuyan el desarrollo de las comunidades Degüi, Garay y Vallecito II. Esta dignificación supone reconocer varias dimensiones, entre la que se puede considerar como fundamentales la integridad de los valores humanos y las identidades culturales, así como la relevancia que tiene lo simbólico y su estructura tangible, aspectos que mantienen los pueblos originarios con su territorio, el medio ambiente y sus recursos naturales.
De modo que se cuenta, por una parte, con la documentación técnica necesaria para certificar los mejores y mayores atributos que explican, argumentan y justifican la consolidación de los derechos propietarios formales de sus asentamientos, de una manera sistemática y contundente; y, por otra, los distintos programas y proyectos con pertinencia indígena se sustentan en el respeto de valores y en el reconocimiento de los elementos socioculturales que definen y caracterizan a los pueblos indígenas, a fin que su inserción sea apropiada e integrada al espacio y tiempo en el ámbito cultural y ambiental que la define.
Con este trabajo se espera contribuir al conocimiento y valoración de los espacios públicos de los pobladores indígenas urbanos para que se visibilicen en el marco de un verdadero proceso de integración, sustentado en el respeto de sus derechos adquiridos; no solo humanos, sino también sociales, económicos y culturales.