La ciudad (es)casa

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LA CIUDAD (ES)CASA PEQUEÑA COLECCIÓN DE DOMESTICIDADES URBANAS


Con textos de: Bartlebooth, Braulio Gómez, Cotidiana, David Bravo, Inés Sánchez de Madariaga, Laia Forné, Nomad Garden, n´UNDO, Pablo Sendra, Pedro Torrijos, Radithor, Surco Vain, Tonet Font, Ula Iruretagoiena




LA CIUDAD (ES)CASA PEQUEÑA COLECCIÓN DE DOMESTICIDADES URBANAS


Edición, Diseño y Maquetación Urbanbat Oficina de Innovación Urbana Uribitarte, 22-3ºC 48001 Bilbao, Bizkaia info@urbanbat.org www.urbanbat.org Textos Bartlebooth, Braulio Gómez, Cotidiana, David Bravo, Inés Sánchez de Madariaga, Laia Forné, Nomad Garden, n´UNDO, Pablo Sendra, Pedro Torrijos, Radithor, Surco Vain, Tonet Font, Ula Iruretagoiena. Fotografías Urbanbat, excepto citadas en pie de foto. Tipografías Roboto PT Serif Las tipografías utilizadas son OFL (Open Font License) ISBN 978-84-09-39798-3 Depósito Legal BI 00534-2022

CC BY-NC-ND 4.0 Esta obra está sujeta a la licencia: Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional de Creative Commons. La obra puede ser copiada y distribuida siempre que se mencione la autoría de los textos y no se efectúe una explotación comercial, sin permitir una obra derivada. Impresión PRINTHAUS S.L Bilbao-Galdakao Errepidea, 18 48004 Bilbo, Bizkaia




LA CIUDAD (ES)CASA TONET FONT

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LA CIUDAD (ES)CASA CUANDO PRÓXIMA n´UNDO

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ESA GRAN URBANISTA LLAMADA ESCASEZ DAVID BRAVO

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POSTALES DE DOMESTICIDAD URBANA ULA IRURETAGOIENA

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¿Y TÚ? ¿CON QUÉ UTOPÍA SUEÑAS? LAIA FORNÉ

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GÉNERO Y URBANISMO: ¿DÓNDE ESTAMOS? INÉS SÁNCHEZ DE MADARIAGA

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LA CIUDAD ESCASA DESDE LA MIRADA DE LOS EXCLUIDOS BRAULIO GÓMEZ

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UNA HIPOTECA MUY GRANDE NO TE DEJA RESPIRAR BARTLEBOOTH

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ARCAS URBANAS NOMAD GARDEN

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ABANDONADOS EN UN ÁREA DE SERVICIO SURCO VAIN & OLGA RUIZ

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LA CIUDAD CONTRA LO INHABITABLE PEDRO TORRIJOS

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BOTXO RADITHOR

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COTA CERO A RITMO DE POPURRI COTIDIANA

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LA INFRAESTRUCTURA SOCIAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA: GRANVILLE COMMUNITY KITCHEN PABLO SENDRA

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PEQUEÑA COLECCIÓN DE DOMESTICIDADES URBANAS

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Tonet Font es arquitecto y urbanista. Enseña en la ETSAB y en la URL. Es miembro de Arquitectos de Cabecera. Desde 2001 su trabajo se ha dedicado a la vivienda social, la regeneración urbana y el desarrollo local. Anteriormente responsable del Pla de Barris de Barcelona, y actualmente asesor en innovación social en la alcaldía.

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TONET FONT

De la ciudad dentro de casa a la ciudad (es)casa Cuando la cotidianidad ha tenido que ser concentrada en apenas unas pocas habitaciones (La ciudad dentro de casa) la pandemia ha puesto en evidencia las limitaciones de nuestras viviendas. Desde la ventana o el balcón hemos observado detenidamente apenas un retazo de ciudad soñando recuperar vivencias, situaciones y relaciones que siempre dimos por descontadas y que la pandemia ha truncado durante meses. Con todo, el fin del confinamiento nos ha permitido salir de casa a una ciudad que miramos ahora con nuevos ojos y que se nos hace (es)casa. La ciudad que hemos heredado, la ciudad que está planificada oficialmente, la ciudad que experimentamos en el día a día, la ciudad que se proyecta en el futuro… sufre innegables carencias ante los retos, las desigualdades y las inevitables incertidumbres contemporáneas. Su disposición, diseño, procesos, transformación y agentes que la transforman merecen más dudas que certezas ante el futuro que se intuye. ¿A qué futuro tenemos derecho?

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LA CIUDAD (ES)CASA

“BITARTEAN” el intersticio entre lo superado y lo incierto Salimos de casa y nos detenemos en el vestíbulo, con la mirada renovada por las incertidumbres ambientales, sociales, económicas… Y transitamos por un lugar de paso con la tensión entre un modelo heredado que parece desvanecerse como referencia y unas alternativas que despuntan sin convertirse en norma. Experiencias, prototipos y proyectos siempre en el margen se acumulan en el imaginario de las utopías disponibles pero ¿cómo damos el paso del laboratorio al continuo urbano? ¿Qué dejamos en el zaguán y qué cogemos de él para adentrarnos en la ciudad que sea casa? ¿Cómo hacemos reales las ensoñaciones de las largas horas que hemos pasado mirando por la ventana? Ya en la calle, no podemos evitar observar cómo la ciudad heredada ha centrado su atención en lo “productivo”, reduciendo los cuidados, lo “reproductivo”, a la opacidad de la esfera doméstica. Un mayor protagonismo de las relaciones entre vecinas y vecinos debe repensar la calle y lo público desde la amabilidad y la domesticidad. La calle debe ser menos pasillo y más recibidor, dando la bienvenida a la calle a más actividades y vecinas, sacando partida de los límites ambientales a los que debemos acostumbrarnos y compartiéndola mejor con el resto de las especies animales y vegetales como nuevos ecotopos (zoópolis). Y, con todo, lo “productivo” no debe orillarse ni apartarse sólo a la esfera de lo digital, la calle renovada merece ser también el lugar de nuevas actividades económicas de barrios productivos.

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Alargando nuestro paseo hacia la ciudad menos consolidada se nos ocurre que los planes oficiales de los espacios urbanos considerados obsoletos suelen llevar apareada la degradación planificada como hecho recurrente, conllevando el borrado del capital físico y social, entre lo informal que sí hace ciudad y lo formal que la convierte en solar. Entonces, ¿cómo pensar la transición del plan urbanístico como dibujo de una realidad acabada al plan-proceso como agenda y camino que no recurra al abandono y al derribo sino a la sustitución e incorporación paulatina de espacios, actividades, agentes y vecinas y vecinos? El vaciado y sustitución versus la reutilización del patrimonio mediante el reescalado social del patrimonio, el papel del urbanismo táctico pero también del patrimonio táctico, la medida de las operaciones, el mantenimiento y fortalecimiento del capital social y relacional, el urbanismo comunitario frente al “urbanismo de los propietarios” nos parecen entonces ingredientes inexcusables del plan-proceso y del plan-agenda siempre revisable versus el plan-dibujo como pacto, a veces imposición, enseguida obsoleto. De vuelta a casa, descubrimos que al lado de la ciudad de nuestras ensoñaciones la ciudad paseada de nuevo se nos ha hecho escasa. Pero la ciudad es casa, una parte fundamental de ella: el lugar de la serendipia, del anonimato de partida, el espacio necesario de lo imprevisto y por tanto de lo no planificable. Un espacio que dé sentido a seguir imaginando por la ventana.

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Frente a la construcción como vía tradicional para mejorar nuestro entorno, n’UNDO demuestra que es posible construir más y mejor NO HACIENDO, REHACIENDO o DESHACIENDO, acciones que garantizan la sostenibilidad económica, social, cultural y ambiental. n’UNDO fundamenta su trabajo en la crítica, el debate y la reflexión, desde donde desarrolla su base teórica, la cual da lugar a diversas prácticas y actuaciones basadas en la participación y en los procesos multidisciplinares.

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Es tiempo de acomodar la ciudad, poniendo en valor sus mejores parámetros, para conseguir que esa desigualdad que otorga la vivienda, desaparezca en el espacio público.


LA CIUDAD (ES)CASA CUANDO PRÓXIMA

A lo largo del pasado año y medio, se ha cerrado y abierto nuestro círculo de interacción con el entorno con prudencia, respeto y miedo. Nos hemos re-conocido en este proceso, que ha implicado, en mayor o menor medida, re-pensar, re-sentir y re-tomar nuestra relación con el mundo. Durante un tiempo, 1 kilómetro a la redonda fue la ciudad de cada uno y cada uno tuvo ciudades diferentes. Hubo quien en esos 15 minutos de paseo no pudo escapar de la monotonía del mar de casitas idénticas, sin encontrar nada que no fuera residencial. Un plano de ladrillos y asfalto con pequeñas perforaciones donde relacionarse con el exterior. Un pequeño mundo privado donde estar a salvo frente a las amenazas exteriores. Sin embargo un mundo donde no hallar lo externo, salvo repartidores y paquetes. Barrios convertidos en no lugares digitales, donde lo virtual, lejos de permitir el nomadismo, como en aquellas primeras intuiciones de Toyo Ito1, nos ancla más a los propios metros cuadrados y a lo individual. Aquí la casa es casa y quizá nos protege frente a los temporales del mundo, pero nos aleja de la necesidad primera de las personas; el entorno social, la cives, las relaciones humanas.

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n´UNDO

Esa ciudad monocultivo, donde el refugio individual ha creado escenarios postapocalípticos de edificios y centros comerciales vacíos, como esqueletos de un modelo fallido, presenta un futuro hueco de relación y acción social. Es cierto que nunca fue ese su objetivo, nunca vendió progreso, sino una falsa imagen de prosperidad y unos réditos económicos disparatados. La ciudad del negocio como contrapunto de la ciudad social. La ciudad de lo propio y lo individual como opuesto al urbs, al marco físico donde posibilitar los vínculos. Este modelo de ciudad incívica es quizá el máximo exponente de un patrón no solo poco equitativo sino absolutamente insostenible, puesto que en sus parámetros generativos no existen palabras como entorno, ambiente, cultural o asociativo. Aquí la casa es casa y es ciudad, porque no existe nada más, quizá una barbacoa, una piscina, un riego automático. La pandemia que comenzó desde el miedo con el ideario de un posible mundo mejor donde olvidar el consumo y el exceso, nos ha devuelto un nuevo cartel de promoción individual y casita independiente. Frente a esto, seguimos creyendo que el único modelo posible para poder tener un futuro, pasa, no por inventar ciudades inéditas que colonicen como un nuevo virus el territorio, sino por trabajar para otorgarle un futuro a ese bien tan preciado y nuestro que es la ciudad mediterránea. La ciudad compacta, diversa y densa; la ciudad próxima. Un lugar donde el reto es cómo establecer o controlar esas nuevas necesidades de distancia y respeto, pero donde el marco y el entorno siguen posibilitando el cuidado y la producción de ciudad por parte de la ciudadanía, para crear un futuro conjunto y común. Sí, porque vivir con éxito en un mundo de sistemas complejos significa expandir no solo horizontes de tiempo y horizontes de pensamiento; sobre todo significa ampliar los horizontes del cuidado. Hay razones morales para hacerlo, por supuesto. Y si los argumentos morales no son suficientes, entonces el pensamiento sistémico proporciona las razones prácticas para respaldar las morales. El sistema real está interconectado. No estamos separados del ecosistema global2.

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Connected network” Imagen de n¨UNDO


n´UNDO

20 Imagen de n´UNDO


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Puede parecer que este modelo no es válido, que no es ya una referencia, y desde luego será preciso trabajar con nuevos materiales, tan antiguos como nuestras urbes, pero empleados muy poco todavía: tiempo, flexibilidad e incertidumbre, porque la ciudad se adaptará y volverá a ser el antecedente del ser social que somos. La ciudad, a diferencia de la casa siempre ha sido un proyecto abierto que se ha ido edificando a lo largo del tiempo, que lo ha modelado según avatares y necesidades y que se ha hecho y rehecho una y otra vez. La ciudad, como el universo, es desordenada. Es no lineal, dinámica. Se autoorganiza y evoluciona. Crea diversidad, nunca uniformidad. Es ahora tiempo de acomodarla de nuevo poniendo en valor sus mejores parámetros, para conseguir que esa desigualdad que otorga la vivienda, desaparezca en el espacio público, desaparezca caminando 15 minutos para encontrar aquellas cosas que eran nuestra cotidianidad y que nunca deberíamos haber sustituido por la promesa de la significación del éxito en páramos aislados. En la casa, la especialización de las habitaciones ha probado la inutilidad de su función. El armario empotrado, inamovible, la terraza cerrada – trastero, el espacio monofuncional, el cofre que demuestra su incapacidad para ser nada cuando se ha devuelto la joya, tras el hastío de sus brillos. Esa vivienda donde todo está empaquetado, milimetrado, formateado para un modelo de vida, y que tras un cambio brusco sirve para poco. Los jardines, las terrazas, las plazas, los caminos, los cajones... se han mostrado como el espacio polivalente necesario para convertir la casa en ciudad y la ciudad en verdadera polis. Soportes para lo flexible, el tiempo y la incertidumbre, para poner en valor los espacios no construidos, los vacíos que configuran lo público, una casa de muchos metros cuadrados, de parques y calles. Porque el parón del confinamiento demostró, además, que el planeta necesita un respiro, que la huida hacia delante buscando la tecnología que permita paliar nuestros excesos debe ser sustituida por una reflexión y puesta en valor de lo verdaderamente sostenible, primero ambiental, luego social y cultural y por último económico. Nos parece una reflexión lógica, necesaria y urgente. Cómo a través de la situación dramática vivida, nuestro reencuentro con lo cercano nos ha permitido valorar esa ciudad de un kilómetro de radio. Y cómo salir de casa y encontrarse con la ciudad próxima, era y es un regalo.

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n´UNDO

re-pensar

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re-sentir

re-tomar


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Notas 1

Pao For The Tokyo Nomad Girl fue un conjunto de instalaciones realizadas entre 1985 y 1989 por Toyo Ito, que cuestionan el modo de habitar imperante en el contexto de una sociedad tardo-capitalista y postindustrial, así como su relación con el entorno y la realidad. Desapegada de toda relación material (no tiene procedencia ni posesiones), la chica nómada no necesita ya un contenedor en el que desplegar su intimidad y almacenar bienes superfluos, sino un medio flexible en el que las funciones y escala se reducen, el perímetro se difumina y los usos se superponen. Arquitectura de límites difusos. Ito, Toyo. Ed Gustavo Gili.

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Bailando con Sistemas. Meadows, Donella. Whole Earth, 2001.

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LA CALIDEZ DE LA CASA EN EL ESPACIO PÚBLICO

“Para poder disfrutar de la ciudad y sentirnos como en casa en el espacio público, hay que cuidar todas las escalas, sobre todo la escala pequeña y de proximidad. Para ello tenemos que intervenir la mayor cantidad de agentes posibles en su diseño.”

Koldo Telleria UPV/EHU


PÍLDORAS URBANAS


David Bravo es arquitecto y comisario. Forma parte de estrategia ATRI (sistemas de vivienda táctica contra la gentrificación) y desde 2003, colabora con el CCCB en los Premios Europeos del Espacio Público Urbano. Ha comisariado Adiós al coche! ¿Cómo liberar Barcelona del vehículo privado? (2018) en Sala Beckett y Piso Piloto (2015), expuesto simultáneamente en el CCCB y en el Museo de Antioquia de Medellín (Colombia). Imparte clases en varios centros como ETSAB, COAC y ELISAVA.

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Un urbanismo de la escasez haría posible la transformación radical —de raíz— de los tres principales focos de emisiones y consumos: el transporte de personas y mercancías, la construcción y acondicionamiento de viviendas y la producción agrícola e industrial.


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“Es más fácil enviar recetas que pasteles o galletas”. Lamentablemente, no está claro que la cita pueda atribuirse a John Maynard Keynes. Hubiera sido elocuente comenzar este texto citando a uno de los economistas más influyentes del siglo XX, esa centuria que, ya en 1934, el premonitorio tango de Julio Sosa calificaba de “cambalache problemático y febril”. Bien entrado el siglo siguiente, todavía parece utópico superar la distopía del derroche infinito, que agrava el problema de las desigualdades y le sube la fiebre al planeta. En cualquier caso, la cita señala algo crucial para la planificación estratégica de las ciudades. No es nada descabellado sospechar que cada vez será más viable transmitir bits —recetas— que desplazar átomos —galletas, personas o camisetas—.

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DAVID BRAVO

Para empezar, la sospecha se funda en la digitalización exponencial de los hábitos sociales, que durante la pandemia se ha evidenciado con una impensable explosión del teletrabajo y la consecuente disminución de la movilidad laboral. En segundo lugar, también respalda la sospecha la cacareada necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para detener el calentamiento global. Por ejemplo, cada vez resulta más impresentable tomar un vuelo transcontinental para impartir presencialmente una charla sobre ciudades sostenibles en lugar de ofrecerla a distancia, mediante una videoconferencia digital. Pero todavía hay un tercer fundamento de la sospecha del que no se habla lo suficiente, ni mucho menos. Vendría a ser lo que en inglés se conoce como un “elefante en la habitación”. Se trata del plausible advenimiento de una era de escasez energética. Ya sea por su innegable contribución a la crisis climática o porque son recursos finitos y sujetos al agotamiento, los combustibles fósiles podrían tener los días contados. Basándose en datos publicados por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el investigador del CSIC Antonio Turiel sostiene que el pico del petróleo —el punto álgido en la extracción mundial de crudo convencional— ya se ha producido y que tuvo lugar en 2005. Las evidencias sobre el agotamiento del oro negro son contundentes. Desde 2014, la inversión de las petroleras en la búsqueda de nuevos yacimientos ha descendido un 60%, lo que sugiere que la oferta irá cayendo por debajo de la demanda, seguida de un irremediable encarecimiento. En los años sesenta, por cada barril consumido en el mundo, se encontraban otros seis; hoy, se queman siete por cada uno descubierto. Los peores escenarios de la AIE contemplan una caída del 50% del suministro de crudo para 2025. Tampoco son halagüeñas las perspectivas de disponibilidad de gas natural, especialmente para Europa, cuyas calefacciones dependen peligrosamente de Rusia o Argelia. Según el propio Turiel, la verdadera razón por la cual los gobiernos impulsan una “transición energética” no es una sincera preocupación por el clima, sino la inconfesable certeza de que los combustibles fósiles escasearán más pronto que tarde. A falta de una bola de cristal que confirme tales predicciones, no está de más preguntarse qué consecuencias podrían tener en las ciudades. Durante más de dos siglos, el carbón, el gas natural y, sobre todo, el petróleo han sido los garantes de una insólita abundancia energética sin la cual hubieran sido impensables la Revolución Industrial, la explosión demográfica, el desarrollismo económico o la globalización comercial. A lo largo de este período, el peso de los combustibles fósiles en la forma, el tamaño y el metabolismo de las ciudades ha sido determinante.

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En su ausencia, no se explicarían fenómenos como las migraciones del campo a la ciudad, las burbujas inmobiliarias o la masificación del vehículo privado. Así pues, el urbanismo, la arquitectura o la ingeniería deberían estar muy ocupados preguntándose qué ocurrirá tras la era de la energía fósil. Dos escuelas dan respuestas contrapuestas a este interrogante. Una de ellas lo apuesta todo a la innovación tecnológica. Su discurso es hegemónico, ampliamente respaldado por las administraciones, las grandes corporaciones y los medios de comunicación. Asume que, por primera vez desde la Primera Revolución Industrial, el progreso técnico conseguirá desacoplar el crecimiento económico —tomado como premisa incuestionable— respecto del consumo energético o las emisiones nocivas. Hinchada de tecnoeuforia, esta escuela confía en que el perfeccionamiento de la eficiencia de los artefactos humanos o el descubrimiento de una fuente de energía milagrosamente limpia, segura e inagotable —supuestamente, las renovables o la fusión nuclear— vendrán al rescate del capitalismo y lo harán a tiempo de evitar una hecatombe ambiental. Una paradójica fe en la ciencia le lleva a obviar los límites biofísicos del planeta y a creer que los automóviles eléctricos, los aviones de hidrógeno o los barcos nucleares le permitirán al sistema mantener su acelerado tren de vida como si no hubiera un mañana. Sin embargo, su optimismo choca de frente con la denominada “paradoja de Jevons”. Ya en 1865, ese economista y filósofo británico detectó cómo el consumo de carbón se disparaba en Inglaterra a medida que las máquinas de vapor se hacían más eficientes, rentables y, por lo tanto, abundantes. En otras palabras, lo que William Jevons comprobó es que el consumo de un recurso aumenta a medida que mejora la eficiencia de los dispositivos que lo usan. Desafortunadamente, la norma sigue cumpliéndose a rajatabla siglos después. La mayor eficiencia de los aviones, por ejemplo, ha hecho posible la masificación del turismo low-cost, multiplicando así los consumos y las emisiones atribuibles a la aviación. Lo mismo ocurre en tantos otros sectores y en un mundo, no hay que olvidarlo, sujeto a la explosión demográfica y al aumento del consumo per cápita de gigantes como China, la India o Brasil. Además, a la luz del cambalache del siglo pasado, no sería de extrañar que, en lugar de destinarse a disolver desigualdades, las futuras innovaciones técnicas o energéticas se emplearan en majaderías como instalar escaleras mecánicas en los Alpes o campos de golf en el Sáhara.

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Fotografías de David Bravo



DAVID BRAVO

Por el contrario, la otra escuela aboga por el decrecimiento como receta frente a los desbarajustes ambientales y al agotamiento de recursos. En el contexto de un capitalismo tan voraz como insaciable, este discurso suena antipático, si no perturbado o incluso maléfico. Por ello suele ser ridiculizado, ninguneado o directamente silenciado. Desde la periferia mediática, sus partidarios advierten que, por muchos avances técnicos que vengan, es ineludible para la supervivencia de la humanidad que las sociedades industriales renuncien al extractivismo material y al derroche energético. Según ellos, esta renuncia llegará por las buenas o por las malas, ya sea mediante un racionamiento consciente de los recursos disponibles o tras el hundimiento del orden económico y social. Tachados a menudo de tecnófobos o de apocalípticos —algunas veces, merecidamente—, a los decrecentistas no les resulta fácil librarse de las profecías incumplidas del malthusianismo. A principios de la Revolución Industrial, el economista inglés Thomas Robert Malthus predijo que la humanidad estaba abocada a la pauperización o incluso a la extinción, puesto que su crecimiento demográfico responde a una progresión geométrica, mientras que la disponibilidad de recursos lo hace en progresión aritmética. Es innegable que Malthus se equivocó, pero no lo es menos que nunca antes la humanidad se había enfrentado a amenazas tan graves como el calentamiento global o la actual polarización de las desigualdades. Esto lo admite incluso un científico tan poco sospechoso de apocalíptico como Steven Pinker, uno de los pensadores más elocuentes a la hora de argumentar que la humanidad nunca había gozado de niveles de vida tan altos como los de hoy. Pero quizá la voz más autorizada respecto a la necesidad de superar el paradigma desarrollista y empezar a decrecer sea Vaclav Smil, el autor vivo predilecto de Bill Gates y el principal experto mundial en energía según la revista Science. Smil sostiene que “nuestra única esperanza pasa por percatarnos de lo derrochadores que somos” y por “reducir deliberadamente nuestro nivel de vida”. Toda una herejía para la mayoría de gobiernos actuales, incluso los más izquierdosos. Sea como fuere, las leyes de la termodinámica siguen estando por encima de las humanas. Nada iguala al petróleo en densidad energética y su sustituto, ni está ni se le espera. Al menos, esa es la convicción de Smil, que califica la hoja de ruta de la transición energética para 2050 como una “fantasía”. Como no siempre luce el sol o sopla el viento, las fuentes eólica y solar son intermitentes. Por ello, los aerogeneradores y las placas fotovoltaicas solo rinden durante un tercio de su breve vida útil, aparte de que su fabricación consume energía fósil y depende de una compleja geopolítica de materiales raros. Por su parte, la nuclear no emite CO₂, pero también está sujeta al agotamiento del uranio.

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Y lo que es peor: si los antiguos romanos la hubieran usado, todavía hoy habría que gestionar sus residuos radiactivos. Hay que confiar mucho en la estabilidad de las instituciones humanas para defenderla. En cualquier caso, la principal limitación de las renovables y la nuclear es que solo se usan para generar electricidad. Y la electricidad representa únicamente el 20% de la energía final consumida en los países “desarrollados”. El 80% restante se consigue quemando carbón, gas o petróleo en procesos que son muy difíciles de electrificar. En fin, mal que les pese a los tecnoeufóricos, parece que la termodinámica se decante por el decrecimiento. Una verdadera transición energética no puede consistir únicamente en electrificarlo todo, sino, más que nada, en ahorrar, en decrecer, en parar máquinas. En otras palabras, la energía más limpia es la que no se consume. Pero, ¿es eso realmente tan apocalíptico? ¿Es la escasez energética una dolorosa renuncia? Todo depende de cómo se repartan sus cargas. Si el decrecimiento implica la desposesión de las mayorías sociales y la concentración de recursos en pocas manos, traerá consigo más pobreza energética, despidos masivos, recortes en servicios básicos y un insoportable encarecimiento de productos de primera necesidad. Con el sufrimiento, el pánico y la rabia, cundirán los populismos, las migraciones o desórdenes de alcance impredecible. En cambio, si el decrecimiento se encauza de forma justa y sostenible, podría desembocar en modos de vida más sensatos, equilibrados e incluso agradables. La cocina popular es una perfecta muestra de lo que puede dar de sí este segundo escenario. A su lado, los platos de la gastronomía vanguardista o los preparados de la industria agroalimentaria se antojan caprichosamente derrochadores. A lo largo de generaciones, las recetas tradicionales han logrado sacar el mayor provecho de alimentos escasos y perecederos, expandiéndolos tanto en el espacio como en el tiempo. La paella es un claro ejemplo de expansión espacial. Como un Robin Hood que reparte entre los pobres lo expropiado a los ricos, su arroz consigue saciar múltiples estómagos con poco pescado, tan exquisito como caro, robándole el sabor e incluso mejorándolo. Por su parte, el buen jamón es un ejemplo de expansión temporal. Aunque haya una única matanza por San Martín, el curado conserva durante el resto del año algo mucho más sabroso que la carne de cerdo fresca. Estas técnicas de expansión son pruebas empíricas de cuán rico puede llegar a ser lo austero. En efecto, la palabra “austeridad” merece ser rescatada de la pobreza. De hecho, los que la defendían durante la última crisis financiera son precisamente los mismos que ahora denostan el decrecimiento.

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Fotografías de David Bravo



DAVID BRAVO

Pues bien, al igual que la cocina popular, el urbanismo podría darle la vuelta a la escasez para promover ciudades más austeras y ricas al mismo tiempo. No las ciudades dispersas y segregadas que ha dejado tras de sí la era del derroche energético. Ciudades compactas y mixtas como las de toda la vida. Vaya por delante que ello no significa volver a los carros de caballos o a los mercados con moscas. Al contrario que la dispersión, la compacidad le conferiría a las ciudades escala humana, reduciría sus gastos, repartiría sus beneficios y evitaría la depredación territorial y la consiguiente pérdida de biodiversidad. Al contrario que la segregación social y funcional, la mixtura de poblaciones y usos reduciría desplazamientos, enriquecería el paisaje urbano y disolvería guetos facilitando la cohesión y el sentido de pertenencia a un proyecto común. Aunque el urbanismo contemporáneo se empeñe en obviarlo, el retorno a la ciudad mixta y compacta constituye una de las mejores herramientas de las que dispone una humanidad cada vez más urbanita para hacer frente a la crisis climática y la escasez energética. Un urbanismo de la escasez haría posible la transformación radical —de raíz— de los tres principales focos de emisiones y consumos: el transporte de personas y mercancías, la construcción y acondicionamiento de viviendas y la producción agrícola e industrial. Tres ámbitos tan interdependientes como necesitados de un cambio de paradigma. En primer lugar, el urbanismo de la escasez permitiría un cambio de paradigma en el modelo de movilidad. Para librarse de su adicción al automóvil, las ciudades deben empezar por admitir dos verdades como puños. Por un lado, no hay coches limpios: el vehículo eléctrico contamina tanto como el de combustión y sigue jugando sucio en términos de segregación espacial o de dispersión urbana. La electrificación del parque móvil actual no solo implica perpetuar una de las principales fuentes de injusticia e insostenibilidad de las ciudades; también supone un fraude científico del todo impracticable desde el punto de vista energético y material. En otras palabras, el fordismo está acabado y solo las élites dispondrán de coches eléctricos, motivo de más para dejar de pagarles autopistas o aparcamientos. Por otro lado, el vehículo privado no existe: todos los coches están altamente subvencionados. En lugar de regalarles calles, construirles infraestructuras, estimular su compra o rescatar a sus corporaciones, las administraciones deberían reservar la energía disponible para los vehículos esenciales —transporte colectivo, servicios de ambulancias o bomberos, distribución de mercancías o maquinaria agrícola e

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industrial— y, sobre todo, defender la única movilidad auténticamente sostenible, justa y viable, que no es otra que la activa —andar o pedalear— o la compartida —usar el transporte público—. En este caso, la muestra de que el decrecimiento no comportaría una dolorosa renuncia es evidente: en lugar de llevar a los niños al colegio en coche, sufriendo atascos, estrés o incomunicación, es mucho más agradable hacerlo a pie, contemplando el cambio de estaciones, haciendo ejercicio o jugando al veo-veo. En segundo lugar, el urbanismo de la escasez permitiría un cambio de paradigma en el modelo habitacional. Las ciudades tienen que dotarse urgentemente de buenos parques de vivienda asequible y sostenible. Por un lado, la asequibilidad impediría la gentrificación de los barrios y aliviaría el sobreesfuerzo económico de los hogares. La expansión sistemática del parque de viviendas públicas o cooperativas no solo sería una fuente de empleo estable y cualificado en ámbitos como la rehabilitación o la prefabricación; también funcionaría como una Renta Básica Universal en especies que compensaría la pérdida de puestos de trabajo derivada de la digitalización y la automatización. Por otro lado, la sostenibilidad permitiría superar el uso de materiales altamente contaminantes como el hormigón y mejoraría la eficiencia térmica e hídrica de las viviendas. Basta con comparar el olor de las sábanas tendidas al sol con el de las salidas de la secadora para imaginar que aquí el decrecimiento tampoco tiene por qué ser una dolorosa renuncia. Además, las ciudades deben entender que la primera infraestructura de movilidad sostenible es la vivienda asequible situada en barrios equipados, caminables y bien servidos por el transporte público. Cuando el encarecimiento de la energía apague los motores, esta será la única alternativa viable para los habitantes de las periferias dispersas, que tendrán que ser abandonadas. Por último, el urbanismo de la escasez permitiría un cambio de paradigma en el modelo productivo. En lugar de poner todos los huevos en la misma cesta, las ciudades deben diversificar su economía para reducir su dependencia de sectores inviables como la automoción o el turismo. Hay que facilitar su reconversión hacia actividades más sensatas y necesarias, como la prefabricación ligera y en seco de viviendas sostenibles o el intercambio de conocimiento por canales digitales. Mucho más que la innovación tecnológica, son la proximidad y la circularidad las que harán posible la soberanía energética o la descarbonización de la economía.

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DAVID BRAVO

Relocalizar la producción industrial reduciría emisiones y mitigaría la precariedad o la estacionalidad del empleo. Relocalizar la producción agrícola mejoraría el equilibrio territorial entre lo rural y lo urbano revirtiendo el despoblamiento del campo y la encefalitis metropolitana. Basta comparar los puestos de un mercado municipal con las estanterías de un hipermercado para darse cuenta de que los productos locales y de temporada no son ninguna renuncia respecto a los precocinados plastificados. En definitiva, las ciudades deben revertir el error cometido a finales del siglo XX, cuando permitieron que la mundialización se llevara la producción agrícola e industrial a lejanías globales donde era más fácil explotar a los trabajadores y al medio ambiente. Es del todo insensato confiar en que la coreografía transoceánica de los vuelos low-cost o los barcos portacontenedores siga suministrándoles just-in-time turistas, camisetas, pasteles o galletas. Es mucho más sabio confiar en la escasez para hacer de las ciudades lugares más justos, sostenibles e incluso agradables. La escasez, esa gran urbanista.

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Fotografía de David Bravo

ESA GRAN URBANISTA LLAMADA ESCASEZ


LA CIUDAD HOGAREÑA A TRAVÉS DE LAS FÁBRICAS CULTURALES

“La ciudad es escasa porque se plantea desde un lado contrario a lo que es la casa en sí. (…) La ciudad y la casa tienen que ser uno porque sin casa no hay hogar y el hogar es lo más importante para el ser humano.”

Manu Gómez-Álvarez Hacería Arteak


PÍLDORAS URBANAS


Ula Iruretagoiena es arquitecta, urbanista y profesora en la Escuela de Arquitectura de la UPV-EHU. Co-comisaria de Ciudad y otras políticas de Tabakalera-Donostia, un proyecto que cuestiona las políticas que atraviesan las acciones y estrategias de gobierno y control sobre lo público.

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POSTALES DE DOMESTICIDAD URBANA ULA IRURETAGOIENA

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ULA IRURETAGOIENA

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Este campo de cultivo que procura la incertidumbre es fértil para atrevernos a prototipar escenas domésticas de calle y hagamos que su observación empírica y no apriorísta se convierta en la base de la disciplina urbanística.


POSTALES DE DOMESTICIDAD URBANA

En la sociedad occidental contemporánea, la acción de salir a la calle conlleva toda una serie de preparativos que tienen que ver con una manera de entender el espacio fuera de la casa. Un afuera donde nos hemos aleccionado como brillantes alumnas bajo el manual del ciudadano, que habla sobre el comportamiento correcto, los buenos modales, las posiciones corporales adecuadas e incluso define una vestimenta que es propia de la calle. Este civismo y formalidad angustia —y agota— las posibilidades infinitas que ofrece el espacio convivencial más allá de la sala de estar y el recibidor de casa. Hemos sido bien instruidas para entender que lo privado y lo público son dos esferas rígidamente separadas, que lo uno no cabe en lo otro, que son antagónicas y difícilmente se entienden. Sin embargo una apuesta por la conciliación entre lo público y lo privado promovería la promiscuidad, el mestizaje y la porosidad entre ambas dimensiones, aceptando las diferencias como oportunidades y expandiendo y enriqueciendo los puntos de encuentro. 47


ULA IRURETAGOIENA

Qué de vida aporta una playa urbana o un parque urbano a una ciudad, donde las formas de estar en los espacios comunes toman un cariz más informal, más relajado, más doméstico. Los cuerpos se desparraman por el suelo, arena o hierba, la desnudez de pies y cuerpo se desinhibe, los movimientos son más ondulantes que direccionales, el mobiliario urbano se enriquece con sillas y mesas con un abanico amplio de colores, tamaños y formas, incluso las fachadas decimonónicas se rejuvenecen. O cuando es tiempo de fiestas patronales, las ciudades y pueblos se travisten con adornos, el sonido y la presencia del automóvil se silencia, y la experiencia urbana se mezcla con otras prácticas que estamos acostumbrados a comprenderlas como más propias del espacio casa, como cocinar, comer, recoger, limpiar, organizar, bailar, reir, con la particularidad de estar creando un momento de vivencia doméstica en un entorno con gente conocida y no tan conocida. Estas son situaciones urbanas que suceden bajo la condición de la excepcionalidad. Pero aun siendo permitidas por su singularidad y limitación en el tiempo y espacio, poseen una potencialidad de cambio por el mismo hecho de ser circunstancias y vivencias colectivas que conectan con el bienestar, y ello las convierte en una semilla con poder transformador encomiable. La sensación de haber vivido una realidad que es beneficiosa en los aspectos de sociabilidad relacional, de pertenencia de comunidad y sororidad, y tomar consciencia de lo que el espacio urbano puede proporcionarnos en los aspectos de calidad de vida, no es nada desdeñable. Podríamos situar el shock colectivo que produjo el impacto en nuestras vidas el periodo de confinamiento en este tipo de acontecimiento-simiente. Sería este entonces un momento propicio para disponernos a abrir las puertas de las ventanas de casa de par en par y disponernos a mirar a través de ellas para encontrar las maneras de habitar la casa que hay en la calle. Seguramente una coyuntura donde no se sabe qué va a ocurrir, donde se hace difícil proyectar si no es replicando los esquemas aprendidos, augura un urbanismo con vocación cada vez más diagnóstica-propositiva y estratégica, creadora de coyunturas que posibiliten testear situaciones deseables. Es decir, este campo de cultivo que procura la incertidumbre es fértil para atrevernos a prototipar escenas domésticas de calle y hagamos que su observación empírica y no apriorísta se convierta en la base de la disciplina urbanística. Esto supondría planificar con afirmaciones no cerradas y desprendernos de explicaciones de comportamientos normativos y predecibles —limitantes—, para actuar como punto de partida, con procesos de diseño con estatus de prototipo.

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POSTALES DE DOMESTICIDAD URBANA

Sería tarea previa a ponernos manos a la obra, la reformulación del vocabulario asociado al espacio público, el abordaje de algunos miedos en relación a la apertura de la calle como casa, la aligeración de la vía principalmente restrictiva con la que se encara el orden público del espacio de convivencia —como espacio de poder que es—, la ampliación de las asociaciones interiorizadas de lo que un espacio público podría ofrecernos, y considerar que un espacio saludable no se ciñe a las características físicas, sino que habría que considerar los aspectos que atañan a la dimensión emocional y relacional —que si bien no son el campo de actuación de la arquitectura, no puede desligarse de ella—. Sirvan las siguientes postales de palabras que se exponen a continuación como imágenes de futuros probables que nuestras cámaras digitales pudieran captar en algún rincón de nuestras ciudades del mañana. Algunas postales recrean escenarios urbanos que pudieran tener connotación de exaltación del pasado y se imaginarán en blanco y negro, por la cotidianidad perdida que rezuman. Lo cierto es que cualquier impulso de actividad doméstica en la calle habría que sobreprotegerla para que el mercado económico no lo capitalizase y sucumbiese a su comercialización, ya que esa ha sido la deriva sufrida por el espacio público en el último siglo. La falta de domesticación de la calle está en relación con el proceso de monetización del espacio público, que ha hecho que se ponga en venta. Para contrarrestar esta mala costumbre, las postales que se presentan tienen vocación de insuflar humanidad y cuidados a las escenas rudimentarias de nuestras calles y plazas, acentuando la belleza intrínseca en la interacción fortuita y provisional de dos o más desconocidos.

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Occupations. Imagen de base: Bosch.Capdeferro



Postal 1: Pasar el suelo Un hombre de mediana edad y en zapatillas de casa canturrea mientras mueve su fregona de lado a lado. Se encuentra en la calle de la panadería, a la altura de la mercería. Previamente ha barrido las hojas, la arenita que se aglutina en las esquinas de los peldaños de piedra y ha retirado con una espátula un chicle aplastado en el suelo. Sus movimientos son lentos pero cuidadosos, eliminando todo elemento que pudiera considerarse resbaladizo y guardándolo concienzudamente. El cubo de la fregona se apila junto con otros materiales de limpieza en un almacén que se encuentran disponibles en la esquina del quiosco.



Postal 2: Regar las plantas Unos niños cogen agua de la fuente de la plaza y se acercan a las caléndulas, kalanchoes y estevias que se encuentran en diferentes macetas alrededor de una repisa de ladrillo caravista que se compone de varias alturas y que resuelve un salto de nivel entre las calles que limitan el espacio central. Han acordado con la propietaria de las plantas que se ocuparían de cuidarlas para poder jugar en los juegos del patio trasero de su vivienda, y al mismo tiempo las plantas que adornan la ciudad le proporcionan a su propietaria aprovechar el compost comunitario para el abono de su jardín privado del patio trasero.



Postal 3: Preparar la comida La imagen de una calle aterrazada abre el apetito. La alta ocupación de varias superficies de calle que dan frente a edificios de viviendas muestran que es la hora de comer. Algunos comensales se nutren de caracoles y tomates que dotan desde sus viviendas. Otras portan carros con utensilios traídos de viviendas con localización más alejada, atraídas por la coyuntura arquitectónica para hacer un picnic. No parece un acto ocasional; se percibe una relación amistosa entre algunas mesa, y comparten productos. Es el comedor de la ciudad.



Postal 4: Echarse un rato Los tilos que habitan en esta parte de la ciudad no forman ni un parque ni una calle. Es un espacio delimitado por edificaciones que deja un espacio de vegetación que puede transitarse de forma lineal. La sombra y la superficie mullidita vegetal invita a una siesta colectiva; unos retozan en el suelo, otros tomando el tronco como apoyo, otros se sirven de su ropa para acomodarse. Una mujer pasea descalza y recibe un masaje en los pies. os d Cuerpos se a miom l p s de toman una trama de la ciudad.



Postal 5: Haciendo labores Varios corros de personas, pequeñas y adultas, toman los petriles de la calle para compartir trabajos; pelan avellanas, se concentran en los deberes de escuela, zurcen y tejen, afinan instrumentos, colorean camisetas, arreglan bicicletas. El caminante que sale de la tienda se interesa sobre la actividad que desarrollan. La vecina del segundo baja para ofrecer limonada. Otros vecinos observan desde sus balcones. La estructura-calle demuestra sus posibilidades como teatro, con escenario y palcos.


ULA IRURETAGOIENA

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POSTALES DE DOMESTICIDAD URBANA

Bibliografía inspiradora 1

Chinchilla, Izaskun. La ciudad de los cuidados. Madrid: los libros de la catarata, 2020.

2

Bosch.Capdeferro. Occupations, graphic vocabulary for public space domestication.

3

Mayorga Morón, Manuel. Domesticando la calle. Expansión de los espacios domésticos sobre el espacio público urbano. TFM Escuela Técnica Superior Arquitectura de Madrid, 2017.

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LA CIUDAD COMO EXTENSIÓN DE LA CASA

“La casa debería ser como una especie de gran jardín de todos los habitantes, donde pueden reunirse, donde pueden ocurrir cosas increíbles que no pueden hacer dentro de las otras partes de la casa. Como por ejemplo hacer frente a retos colectivos como el cambio climático, haciéndose autosuficientes energéticamente, produciendo su propia comida y encontrándose con la naturaleza.” Elisa de los Reyes Pez Estudio


PÍLDORAS URBANAS


Laia Forné es socióloga urbana, especializada en temas de planeamiento urbano, democracia y bienes comunes, siempre desde una mirada feminista. Actualmente es miembro del Instituto de Investigación La Hidra Cooperativa con el que ha realizado diferentes proyectos de investigación y consultoría. Ha trabajado también en administraciones públicas y recientemente como asesora en el área de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Barcelona.

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¿Y TÚ? ¿CON QUÉ UTOPÍA SUEÑAS? LAIA FORNÉ

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“ LAIA FORNÉ

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Recuperar aquellas ideas feministas en las que la casa y la ciudad se pensaban de forma complementaria, proyectando ciudad a través de pensar la casa, los equipamientos y el espacio público como un todo, como un conjunto funcional, y diseñando el espacio público como una correa de transmisión entre el espacio privado y la calle.


¿Y TÚ? ¿CON QUÉ UTOPÍA SUEÑAS?

Aproveché los primeros días de descanso de verano para leerme el libro Utopía no es una isla, en el que Layla Martínez nos recuerda que la historia de la humanidad está repleta de utopías que han acompañado los pasos de nuestros antepasados. Utopías sobre tesoros escondidos, unicornios azules o ciudades lejanas en las que la guerra y las injusticias no tenían lugar. Relatos acompañados siempre por una nube de incertidumbre sobre su materialidad real. Pero reales o no, esas utopías se mostraban, no como deseos inalcanzables, sino como imaginarios posibles compartidos que abrían otros horizontes y dibujaban nuevas maneras de habitar y de organizar el mundo. Es cierto que si algo caracteriza a las utopías es que apuntan hacia futuros imposibles con la intención de mejorar el mundo. Señalar lo inviable puede ser transformador, pero también ampliar el archivo de evidencias sobre la terca e injusta realidad. Asimismo, como nos recuerda la poesía de Eduardo Galeano, si bien las utopías son horizontes que se alejan según nos acercamos, sirven para caminar. El drama es que la carga contradictoria de las utopías no acaba aquí. 69


LAIA FORNÉ

Tal vez por eso son tan sugerentes como perturbadoras. En ese sentido, las palabras del novelista de ciencia ficción China Miéville siempre me resuenan con fuerza. Decía el autor de La ciudad y la ciudad que hay que prescindir de las críticas banales a la utopía, de esas calumnias que aseguran que la aspiración visionaria de mejorar las cosas las empeora. Esos embustes solo ayudan a la inmovilidad, a no caminar. Sin embargo, Miéville insistía que la limitación de la utopía es otra, y tal vez no mucho mejor: ya vivimos en una utopía, pero no es la nuestra. Lo que nosotros vivimos como distopía, puede ser el deseo materializado de otros y que durante un tiempo les parecía inalcanzable. ¿Qué es sino eso que llamamos neoliberalismo? El neoliberalismo se presenta como una utopía fundada en la libertad, cuando realmente opera como una práctica dirigida por el orden y la coerción. Resulta que hay utopías que no son emancipadoras. Tampoco debería ser ninguna sorpresa asegurar que los pensamientos y acciones de la especie humana pueden tener efectos contrarios a los deseados. De nada sirve negar lo que experimentamos a diario. Para sacarnos de estos meollos, Layla recupera historias de piratas e islas perdidas porque siente que en la sociedad actual estamos huérfanas de imaginarios que planteen otros mundos posibles. ¡Ya no tenemos la capacidad de imaginar otro mundo que no sea el actual! Y, cuando lo hacemos, planteamos futuros apocalípticos que la industria del cine se apresura a visualizar a través de grandes producciones en las que la única salvación posible pasa por salvarse a una misma. Sin duda Mark Fischer tenía razón. El “realismo capitalista” no solo se basa en normalizar e integrar en nuestro imaginario cómo vivimos, sino en convencernos de que cualquier alternativa es inviable. Vincular deseo y realidad es incierto, complejo y puede llegar a ser frustrante, pero no podemos dejar de hacerlo. No creo que haya una tarea política más importante frente a la época que vivimos. Sin embargo, esta idea de “no-utopía”, de la imposibilidad de imaginar o incluso de desear algo imposible, me ha acompañado todo el verano y me ha enfrentado con mi “yo niña”, con la niña que no solo luchaba por una ciudad justa, sino que lo hacía convencida de que un cambio social era posible y que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Entre caña, baño y atardecer veraniego se me iban reapareciendo imágenes de las llamadas ciudades utópicas proyectadas en los inicios del siglo XX: el soñado Manhattan de los años 30 con rascacielos conectados por túneles aéreos en dónde todo pasaba a metros de altura del suelo urbano; las ciudades jardín de grandes formas geométricas, milimétricamente diseñadas como si el solo hecho de vivir en ellas bastara para el bienestar y la felicidad; o los centros urbanos de los socialistas utópicos con altos niveles de colectividad, organización social y autogobierno.

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Bloque de viviendas en Logroño. Dos en la carretera. Actividad de URBANBATfest 10ª Edición ¿Y TÚ? ¿CON QUÉ UTOPÍA SUEÑAS?

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LAIA FORNÉ

Se llamaron ciudades utópicas porque muchas de ellas no llegaron nunca a materializarse, pero las ciudades que tenemos actualmente son un reflejo también de estas utopías que, aunque no llegaron nunca a desarrollarse como tales, han dejado imprenta en los planos y calles. Y todavía con el recuerdo de la sal del verano en los labios, me gustaría sumarme a la reivindicación de Layla y lanzar el reto de imaginar cómo las utopías del presente describirían las ciudades del futuro. Si pienso en cuál sería mi “ciudad utópica”, esta sería claramente feminista. Aunque ellas no se definían utópicas, sí podrían formar parte de ese imaginario las ciudades proyectadas por las urbanistas feministas. La Covid-19 y la nueva vida en pandemia nos lleva todavía más a recuperar aquellas ideas feministas en las que la casa y la ciudad se pensaban de forma complementaria, proyectando ciudad a través de pensar la casa, los equipamientos y el espacio público como un todo, como un conjunto funcional, y diseñando el espacio público como una correa de transmisión entre el espacio privado y la calle. La separación entre espacio público y espacio privado aparece sobre todo fruto del proceso de industrialización en el que, por primera vez, las tareas de reproducción y producción se separan, sacando así la producción de la casa para llevarla a las fábricas. Esta separación ha significado la invisibilización de las tareas domésticas y la desvalorización de los cuidados, la sumisión del trabajo reproductivo al trabajo productivo mercantil, ha hecho las ciudades más inseguras privatizando el espacio público, relegando los conflictos domésticos al espacio infranqueable del hogar y ha contribuido al desmantelamiento de los lazos comunitarios. Resulta que cuando se construían las fábricas, o más bien la ciudad fabril, no sólo se trataba de edificar enormes recintos cerrados con cadenas de montaje en su interior. La construcción de un espacio adecuado para la producción fabril también afectaba a otros lugares ubicados más allá de los muros de la fábrica. La espacialidad de la ciudad-fábrica afectaba, literalmente, a toda la ciudad. Desde los espacios más pequeños, los domésticos, a los espacios más vastos, como las periferias geográficas de la propia ciudad, y también a los supuestamente improductivos, como las grandes moles pensadas para el consumo durante el tiempo sobrante de la jornada laboral. La producción de ciudad, el profundo rediseño del territorio y sus posibles usos, se adecuaba a los requerimientos del capital. Alguna lección podemos extraer de este enorme despliegue de la geografía del capital; entre otras, que nuestra ciudad utópica, por fuerza, debe incluir imágenes de cómo sería ese territorio no diseñado en función de los circuitos del dinero, sino ligado a la trama de la vida.

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¿Y TÚ? ¿CON QUÉ UTOPÍA SUEÑAS?

Una ciudad feminista es una ciudad facilitadora de los vínculos comunitarios que contribuye a la organización social, política y cotidiana. Una ciudad feminista es una ciudad en la que el espacio público no se privatiza ni comercializa con fines especulativos. Se prioriza así la propiedad colectiva del suelo y del espacio público y la gestión público-comunitaria de las infraestructuras urbanas. Es una ciudad que trata por igual todos los trabajos, y que no se vuelve insegura para quienes no disponen de la condición de “ciudadanía” o ejercen trabajos penalizados en la vía pública. Es una ciudad que acompaña a los oprimidos, poniendo la calle como espacio seguro. Una ciudad que acompaña los tiempos de vida y que se piensa desde la interdependencia y la vulnerabilidad, disponiendo de espacios para compartir tareas, el apoyo mutuo y la socialización de los cuidados. Una ciudad abierta al pensamiento y a la cultura. Una ciudad que se construye colectivamente, donde cada hogar se siente parte y corresponsable de su vecindad, y la vecindad de su cuadra, y la cuadra de su manzana, y la manzana de su barrio, y el barrio de su barrio colindante, y todos los barrios juntos se sienten una misma ciudad, sin distinciones de clase, género o raza, aunque con distintos aromas, sabores, colores, sueños, lenguajes, presentes y futuros. Una ciudad que, si pudieras escoger, sería tu mejor casa del mundo. Pensando en todo esto, he recordado una idea poderosa del historiador E. P. Thompson. El valor del utopismo no debe encontrarse en alzar pancartas en el desierto, sino en ofrecernos una imagen de la potencia de nuestras propias vidas, influenciando tantas elecciones sociales como haya en la dirección que se desea. Ese es el valor incuestionable y explosivo de las utopías: ofrecernos una imagen de la potencia de nuestras propias vidas. ¿Y tú? ¿Con qué utopía sueñas?

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LA CIUDAD VIVA: DISEÑAR LA CALLE PARA LOS PEATONES

“Para estimular espacios urbanos vivos que posibiliten los cuidados es importante garantizar las rutas de las personas, ubicando usos diferentes a su alcance y conectándolos correctamente para los peatones.”

Itsaso Larramendi Cooperativa TIPI


PÍLDORAS URBANAS


Directora de la Cátedra UNESCO de Género y profesora titular de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid. Inés Sánchez de Madariaga es Vicepresidenta de la Asamblea General de Socios y miembro de AGGI, el Grupo Asesor de Género de la Directora Ejecutiva de ONU-Hábitat. Es miembro del Consejo Asesor de la Red Española de Desarrollo Sostenible. Su trabajo investigador, en las instituciones y en la práctica profesional para introducir la perspectiva de género en el urbanismo, pionero en España e internacionalmente, ha sido reconocido con el Premio Matilde Ucelay en su primera edición, otorgado por el Ministerio de Transportes y Agenda Urbana a su trayectoria de tres décadas apoyando la igualdad de género en la planificación y el transporte.

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GÉNERO Y URBANISMO: ¿DÓNDE ESTAMOS? INÉS SÁNCHEZ DE MADARIAGA

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INÉS SÁNCHEZ DE MADARIAGA

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La integración de la perspectiva de género en el urbanismo va mucho más allá de gestionar procesos participativos en los barrios. Por el contrario, exige una plena institucionalización de las dimensiones de género en el gobierno del territorio, a todas las escalas (...)


GÉNERO Y URBANISMO: ¿DÓNDE ESTAMOS?

Han pasado más de 30 años desde mi interés inicial en el tema del género en el urbanismo, despertado cuando era estudiante en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y allí en Estados Unidos se estaban produciendo las primeras aproximaciones académicas al tema. En estas tres décadas he trabajado con innumerables instituciones y colegas, españolas y extranjeras. Desde que el Instituto de la Mujer financió las primeras investigaciones sobre género y urbanismo en una universidad española, las que dirigí en el Departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura de Madrid a partir de 1999, hasta los trabajos profesionales que actualmente desarrollamos desde la Cátedra UNESCO de Género de la Escuela de Arquitectura de Madrid para múltiples instituciones públicas y privadas españolas e internacionales, el camino ha sido largo y difícil, pero extraordinariamente fructífero. Han sido muchas las compañeras con las que hemos hecho este recorrido, muchas de ellas también pioneras en sus países, como las arquitectas Teresa Boccia, Franziska Ullmann, Mario Roberts, y tantas otras, en España, Europa y otros continentes. Con ellas hemos recorrido el camino que nos ha traído al punto en que nos encontramos hoy. Entre las instituciones que han contribuido decisivamente al proceso de trasladar las investigaciones a la práctica, es indispensable mencionar al Gobierno Vasco, la Junta de Extremadura, la Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento de Irún, y ADIF. Todas ellas han jugado un papel pionero en implementar políticas, leyes, planes, proyectos y programas urbanísticos y territoriales con perspectiva de género. En el ámbito internacional, entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo, ONU-Habitat, con AGGI su Grupo Asesor de Género, y el Banco Mundial, son todos ellos organismos que han abierto caminos para explorar cómo trasladar esas primeras investigaciones a la práctica. 79


Tras la merienda Barrio de Txurdinaga. Bilbao.


GÉNERO Y URBANISMO: ¿DÓNDE ESTAMOS?

Porque el urbanismo actual responde desproporcionadamente a las realidades vitales de las personas, mayoritariamente hombres, que desempeñan un empleo remunerado y no tienen responsabilidades de cuidado de otras personas, una idea que se puede ilustrar muy bien con el concepto de “movilidad del cuidado” que desarrollé en 2008 en un trabajo para el entonces Ministerio de Fomento. Se trata de una categoría paraguas que permite cuantificar y visibilizar los viajes realizados por motivos vinculados a la reproducción de la vida (el cuidado de otras personas y el mantenimiento del hogar), que mayoritariamente hacen las mujeres. Los motivos estándar normalmente utilizados por las encuestas de transporte infravaloran estos viajes, que están subsumidos y dispersos en muchas pequeñas categorías: visitas, paseos, compras, otros. La categoría “movilidad del cuidado” como motivo de viaje es un ejemplo de cómo el análisis de género nos permite construir nuevas visiones de las necesidades diversas de las personas en la ciudad, que marcan un camino para reconsiderar las prioridades de las políticas urbanas y de transporte. Hoy, al integrar en el urbanismo y el transporte las dimensiones de género, lo que hacemos es avanzar un paso más. Porque hoy, el elefante en la habitación de nuestras ciudades son las madres trabajadoras, las cuidadoras de personas mayores, las mujeres cabeza de familia, las que limpian casas y oficinas en horarios intempestivos. Todo ello lo ha puesto meridianamente claro la pandemia. Después de la pandemia, la perspectiva de género debe ser la herramienta que permita la construcción de ciudades más justas e inclusivas, que acojan mejor la vida de las personas que cuidan a los demás. Aunque todavía incipiente en la práctica real, el hecho es que, de una posición minoritaria y marginal, el género se ha convertido en estos últimos tres o cuatro años en un tema relevante del debate profesional actual en España. Este cambio radical ha sido propiciado en primer lugar por varias sentencias judiciales que, aplicando la legislación vigente, anularon planes generales por carecer de evaluaciones de impacto de género. En segundo lugar, ha influido sin duda el cambio respecto al feminismo, que, de ser un movimiento visto con malos ojos por una gran parte de la población, ha pasado a lo contrario, a ser adoptado como algo positivo por una opinión pública mayoritaria. En estos cinco últimos años hemos pasado de la investigación a la acción profesional e institucional, apoyada en el amplio despliegue legislativo de años precedentes, en la investigación académica y en el activismo feminista de las asociaciones. Desde el año 2002, con la Ley Urbanística de Andalucía, que fue la primera en integrar cuestiones de género, ha habido un buen número de acciones legislativas, tanto a nivel estatal como autonómico, que proporcionan el marco de referencia para la acción. 81



GÉNERO Y URBANISMO: ¿DÓNDE ESTAMOS?

Las experiencias de integración del género en el urbanismo que se han desarrollado hasta la fecha en distintos lugares del territorio español abordan prácticamente todos los temas sectoriales relevantes para el urbanismo, desde la vivienda, el transporte, el espacio público, a los equipamientos y los lugares de empleo. Existen ya experiencias pioneras a variadas escalas de planeamiento: desde la territorial, como son las Directrices de Ordenación del Territorio del País Vasco, a la municipal, como el Plan General de Irún o la Modificación del Plan General de Madrid para la Operación Madrid Nuevo Norte, o a la del barrio, como son los innumerables procesos participativos en barrios realizados en muchas ciudades españolas. Desde un punto de vista cuantitativo, sin embargo, las herramientas aplicadas con mayor frecuencia se corresponden todavía con instrumentos de tipo voluntario: los talleres participativos y metodologías similares que se usan para recoger ideas y prioridades de las mujeres en los barrios, como los llamados paseos de Jane, por Jane Jacobs, popularizados en estos últimos años, o las marchas exploratorias de seguridad según la metodología desarrollada en Canadá hace tres décadas. No existen todavía experiencias que puedan propiamente calificarse como actuaciones urbanas de iniciativa pública más allá de algunos proyectos piloto, un tipo de actuaciones que, además se encuentra en declive generalizado desde hace décadas en todo occidente. También son todavía pocas las experiencias de planes urbanísticos en sus distintas escalas. Dado el momento inicial de integración de las dimensiones de género en el urbanismo, no puede sorprender que los instrumentos menos costosos, tanto en lo económico, como en lo político y en lo técnico, sean los que más se hayan usado hasta la fecha. Desde algunos ámbitos se argumenta que la participación ciudadana es el camino principal para la consecución de un urbanismo y unas ciudades feministas. Yo discrepo de esta opinión. Los posicionamientos actuales que abogan por la participación como herramienta principal para avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres en el urbanismo se pueden situar en marcos teóricos de referencia desarrollados en Estados Unidos en los que el urbanista deja de ser fundamentalmente un tecnócrata al servicio de la administración, para vincularse a organizaciones de base local que median entre el Estado, la sociedad civil y los agentes económicos, a menudo en oposición a estos últimos y también al Estado. Estos modelos han sido desarrollados en países de cultura política liberal y pluralista con una fuerte sociedad civil bien organizada que ya describió Tocqueville en el siglo XVIII.

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INÉS SÁNCHEZ DE MADARIAGA

Aquí querría dejar algunos breves apuntes a las limitaciones de estos planteamientos. Por un lado, es necesario hacerse ciertas preguntas, como, por ejemplo: ¿Cuál es el contenido normativo de la agenda de los distintos movimientos sociales? ¿El derecho a ser diferentes o el derecho a separarse? ¿En qué medida lo que resulta coherente intelectualmente, y bueno, para un grupo, entra en conflicto con lo que resulta coherente y bueno para otro grupo? ¿Cómo se define el bien común, cuando se parte de enfatizar lo que separa a grupos concretos, y se da prioridad a la diferencia sobre la unidad, en lugar de dar prioridad a lo que puede haber de compartido? ¿Cómo se decide qué prima entre objetivos encontrados? ¿Es la diferencia un valor en sí, o hay valores comunes a los seres humanos que deben tener preeminencia sobre ésta? Si el procedimiento y la diferencia priman sobre una idea de valores normativos universales, potencialmente todo es igualmente válido. Si la transparencia del proceso democrático, la inclusión y el derecho a la diferencia constituyen el valor máximo, saldrá ganando quien mejor utilice las reglas del juego, independientemente de la bondad de sus fines. Será en última instancia un puro juego de poder. Los procesos participativos pueden fomentar actitudes egoístas y miopes, como el llamado nymbismo, y a menudo hacen al proceso de toma de decisiones rehén de intereses particulares que poco tienen que ver con opciones urbanísticas equitativas, eficientes, o sostenibles. Cabría considerar varias cuestiones entrelazadas, que marcan el alcance y los límites a la efectividad de los procesos participativos en el urbanismo. Por un lado, está el tema de la escala más allá del nivel del barrio donde se desarrolla la vida cotidiana. El ámbito sustantivo y espacial de los procesos urbanísticos sujetos a participación es importante. Es extremadamente difícil que los procesos participativos desde abajo aborden los grandes temas urbanísticos de manera amplia, sistemática, y solvente, tanto por la complejidad de su temática, como por su escala espacial, que marcan la dificultad técnica de conocer las implicaciones de todo tipo de las posibles alternativas por parte de personas sin conocimientos técnicos. Por otra parte, los procesos participativos en las actuales sociedades modernas, en períodos de estabilidad política, social y económica, se desarrollan en un entorno jurídico, legal e institucional, al que en última instancia debe trasladar sus resultados cualquier proceso de participación, en forma de planes y regulaciones, para tener alguna clase de impacto real en la construcción de la ciudad. Los procesos participativos no son algo separado, independiente de la maquinaria institucional del planeamiento, sino algo necesariamente integrado en esta maquinaria.

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GÉNERO Y URBANISMO: ¿DÓNDE ESTAMOS?

Es también de ese entorno legal e institucional del que normalmente obtienen sus fuentes de financiación y de legitimación los agentes que gestionan los procesos de participación. Este es el caso por ejemplo de los numerosos procesos participativos desarrollados en Cataluña al amparo de la Ley de Barrios de 2004. En nuestras modernas sociedades europeas solo los agentes que representan a grupos económica o políticamente poderosos disponen de los recursos que les pueden permitir una actuación de amplio alcance al margen de los recursos públicos, lo cual tiene, en última instancia, varias derivadas: la primera, una posible dependencia de la propia administración pública; la segunda, una menos deseable obediencia a intereses económicos o políticos particulares. En otras palabras, la única manera viable de actuar desde esta posición es si no se necesita tener ingresos para vivir. El contexto norteamericano desde el que escriben los principales teóricos de la participación en el urbanismo es ligeramente diferente, pues allí existe un potente tercer sector que no obtiene sus ingresos de las arcas públicas, sino de donantes privados filantrópicos que a veces financian este tipo de actuación profesional. Desde mi punto de vista, la integración de la perspectiva de género en el urbanismo va mucho más allá de gestionar procesos participativos en los barrios. Por el contrario, exige una plena institucionalización de las dimensiones de género en el gobierno del territorio a todas las escalas, y haciendo pleno uso de todos los poderes públicos urbanísticos a disposición de las administraciones, desde los legislativos, pasando por los planes a todas sus escalas, la inversión y acción pública directa en todos los ámbitos sectoriales relevantes por los instrumentos disuasorios e incentivadores, hasta la panoplia de instrumentos “soft”, voluntarios, de creación de consenso, conciencia, formación, y difusión, entre los que se inscribe la participación. Si bien la transversalización de género en el urbanismo español es un proceso que se encuentra todavía en sus inicios, la variedad de experiencias desarrolladas, en cuanto a diversidad de herramientas, sus tipos, los temas abordados, así como las escalas de los planes y proyectos desarrollados, permite ya vislumbrar cuál puede ser el alcance de unas políticas amplias y sistemáticas para la transversalización del género en el urbanismo y el transporte. En esas políticas, la participación será uno de los instrumentos, integrado en una amplia panoplia de otras herramientas que hagan uso en toda su capacidad, de todos los poderes públicos al servicio de la construcción de la ciudad. Será necesario un gobierno del territorio que integre de manera normalizada las dimensiones de género y las realidades de las vidas de las mujeres en la ciudad.

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LA CIUDAD CUIDADORA DE SU INFRAESTRUCTURA SOCIAL

“Necesitamos que la ciudad cuide y proteja más todo lo que es interacción social, construcción de vínculos y sentimiento de pertenencia, y quizás en la vejez con mayor intensidad en un sentido de reciprocidad.”

Eva Salaberria Donostia Lagunkoia


PÍLDORAS URBANAS


Braulio Gómez es politólogo y sociólogo. Investigador en la Universidad de Deusto y Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Complutense. Actualmente es corresponsable del DeustoBarometro Social y forma parte del Consejo de Dirección del Deusto Cities Lab, que tiene como principal objetivo la generación y aplicación del conocimiento desarrollado en la Universidad de Deusto a la mejora de la calidad de vida de las ciudades.

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LA CIUDAD ESCASA DESDE LA MIRADA DE LOS EXCLUIDOS BRAULIO GÓMEZ

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BRAULIO GÓMEZ

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Los ciudadanos pobres y excluidos están cuantificados, están tipificados por su situación, pero generalmente su voz no entra ni en el diseño de la ciudad ni en el debate sobre la ciudad ideal.


LA CIUDAD ESCASA DESDE LA MIRADA DE LOS EXCLUIDOS

La pérdida de capital social durante la pandemia ha tenido unos efectos demoledores en las personas desfavorecidas de las ciudades. La desigualdad, el mayor problema urbano, está relacionada con el capital social. Los ciudadanos excluidos o en riesgo de exclusión se han quedado sin la posibilidad de ampliar los contactos que necesitan para poder acceder en igualdad de oportunidades a los recursos escasos que posibilitan la oportunidad de conseguir sacar adelante un proyecto de vida autónoma en su ciudad. El capital social está unido umbilicalmente al empleo. El peso de los contactos en la inserción laboral de los jóvenes ha aumentado en la última década y se ha convertido en una característica estructural del mercado de trabajo: el uso de contactos para acceder al empleo tiene un peso importante tanto en la economía formal como la informal, tanto en los puestos de alta cualificación como en los de baja. La inclusividad de las ciudades y su capacidad para reducir las desigualdades entre sus habitantes sería uno de los indicadores necesarios para considerar una ciudad ideal entre aquellos que defienden un modelo de ciudad donde, por el ejemplo, el espacio público no esté en manos de intereses privados. Por otro lado, desde una óptica liberal, se podría considerar como ejemplar una ciudad independientemente del nivel de su desigualdad social, reduciendo sus indicadores de ejemplaridad al potencial para atraer inversiones, al desarrollo económico y a la creación de empleo. Existe una tensión en el debate teórico sobre el desarrollo de las ciudades donde se contraponen, de forma un poco simplista, dos modelos como respuesta a la gran crisis económica. Uno bebería de la tradición liberal, según la cual todos los habitantes de una ciudad podrían a través de su mérito y capacidad desarrollar su proyecto vital siempre que se garantizara, protegiera e impulsara el desarrollo económico y la creación de empleo a través de la iniciativa privada. En el otro lado, bebiendo de fuentes republicanas, de lo que se trataría es de corregir las desigualdades que impiden que exista una verdadera igualdad de oportunidades, a través de la educación, la salud y la vivienda y la intervención en el espacio público. Ninguno de los dos modelos suele incorporar la propia visión de los ciudadanos que sufren en su piel los malos resultados de una ciudad en los indicadores que miden la desigualdad y la pobreza. Los ciudadanos pobres y excluidos están cuantificados, están tipificados por su situación, pero generalmente su voz no entra ni en el diseño de la ciudad ni en el debate sobre la ciudad ideal. Los debates sobre distintos modelos de ciudad no acostumbran a incorporar el punto de vista de los ciudadanos y mucho menos el de los ciudadanos que están en peores condiciones económicas y sociales para que su voz entre en la agenda pública urbana. 91


BRAULIO GÓMEZ

¿Qué modelo de ciudad prefieren los ciudadanos más desfavorecidos? Existe un arraigado consenso sobre el carácter multidimensional de la exclusión social, aunque no existe una medición estándar universalmente utilizada. Desde un inicio se ha llamado la atención sobre su carácter multidimensional, es decir, que las privaciones afectaban a varios planos del individuo. No existe un consenso sobre el peso que cada una de las carencias tiene en el proceso de exclusión social, pero la mayoría de los estudios coinciden en señalar como condiciones mínimas para clasificar a una persona como excluida: la ausencia de recursos financieros y capital social, por una parte, y la presencia de obstáculos importantes para poder recuperarse de esa ausencia. Para comprobar cuál es el modelo de ciudad que tienen los ciudadanos que hemos clasificado en riesgo de pobreza y/o exclusion he utilizado los datos del Flash Eurobarometer 419, Quality of Life in European Cities, implementado en 2019 en 79 ciudades europeas de 28 países. En este estudio se hicieron 40.798 entrevistas y están incluidas todas las capitales europeas. Una forma de ver modelos ideales compuestos por varios indicadores es medir la importancia relativa de sus diferentes componentes. Cuando se pregunta a los ciudadanos por la relevancia que tiene para ellos una serie de dimensiones relacionadas con lo que sería su ideal de ciudad, no les dan a todas el mismo valor. Por ejemplo, los ciudadanos que se encuentran en situación de riesgo de exclusión o de pobreza dejan fuera de sus preocupaciones más relevantes a los indicadores relacionados con el modelo de ciudad verde. (Ver gráfico 1)

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EMPLEO

SALUD

SEGURIDAD

EDUCACIÓN

VIVIENDA

17%

SERVICIOS SOCIALES

15%

TRANSPORTE PÚBLICO

CALIDAD DEL AIRE

RUIDO

% de personas que encuentran cada preocupación como una de las 3 principales en su ciudad.

45%

34%

30%

22%

18%

7.5%

Gráfico 1 Fuente: Flash Eurobarometer 419, Quality of Life in European Cities (2019)

LA CIUDAD ESCASA DESDE LA MIRADA DE LOS EXCLUIDOS

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51%

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En el gráfico 2 se puede ver que las principales preocupaciones de los ciudadanos en riesgo de pobreza y/o exclusión sobre lo que consideran más importante para su ciudad coinciden en la mayoría de los indicadores con los del resto de los ciudadanos. Los ciudadanos que se encuentran en situación de riesgo de pobreza y/o exclusión priorizan por encima de todo el acceso a un empleo. Sería lo que valorarían más en una ciudad y el factor que tiene más peso dentro de su modelo ideal de ciudad. Existen diferencias significativas con el grupo de ciudadanos que podemos llamar incluidos, que consideran más importantes aspectos relacionados con el ejercicio de los derechos sociales como el fácil acceso a servicios sanitarios. Es muy relevante ver que su orden de prioridades coincide con la de los ciudadanos incluidos y que no consideran más importantes todos los aspectos relacionados con la garantía de los derechos sociales, ya sea educación, salud, vivienda o servicios sociales. A pesar de estar en unas condiciones en las que tendrían más dificultades para acceder por su cuenta a esos servicios básicos, no consideran con más intensidad que el resto de ciudadanos su relevancia dentro de su modelo ideal de ciudad. De hecho consideran más importante la seguridad, que los problemas relacionados con la vivienda y los servicios sociales.

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DESEMPLEO

SERVICIOS DE SALUD

EDUCACIÓN

22%

SEGURIDAD

18% 18,5%

VIVIENDA

SERVICIOS SOCIALES

% de personas que encuentran cada problema como una de las 3 principales en su ciudad.

47%

44% 40%

37% 34%

31% 30%

20%

Gráfico 2 Fuente: Flash Eurobarometer 419, Quality of Life in European Cities (2019)

Personas excluídas Resto de personas

LA CIUDAD ESCASA DESDE LA MIRADA DE LOS EXCLUIDOS

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51%

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La satisfacción con su ciudad de los ciudadanos en situación de riesgo de exclusión y/o pobreza Hay gran variedad de estudios que tratan de medir la satisfacción en las ciudades. Desde la calidad de vida en las ciudades relacionada con el diseño urbano, a la lealtad hacia la ciudad donde uno tiene sus raíces. El nivel de satisfacción urbana también depende de la actitud positiva y de confianza hacia sus vecinos. Desde otro punto de vista, la disponibilidad de trabajo sería el factor determinante de una satisfacción urbana relacionada con la especialización económica de las ciudades en la línea de los defensores teóricos de un modelo liberal de ciudad. También existen estudios que han intentado integrar todos los posibles factores en una misma explicación para ver cuál tiene más relevancia para explicar la satisfacción con la ciudad. En este sentido el trabajo de Weziak-Bialowolska podría ser el más ambicioso al intentar dar por primera vez un sentido a los factores determinantes de la satisfacción con la ciudad integrando en su modelo explicativo tanto las características físicas de la ciudad, como su nivel de seguridad y el de lealtad. Los datos presentados en este estudio concluyen que lo que más influye en la satisfacción de los ciudadanos está relacionado con la seguridad y la situación financiera. Y llega a la conclusión de que los servicios públicos como la salud o la educación no tienen tanta influencia en la satisfacción. Los factores sociales, relacionados con el capital social y las redes personales, sí que tendrían una influencia en la satisfacción con la ciudad. Precisamente los factores que más ayudan a la entrada o mejora en el mundo laboral. Aunque hay una gran variedad entre los niveles de insatisfacción de los ciudadanos europeos dependiendo de la ciudad en la que vivan, la variable explicativa que tiene más relación con el sentirse cómodo en la ciudad es el empleo y después la seguridad en la mayoría de las urbes.

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70

60

62

50

30

EMPLEO

75

VIVIENDAS BARRIO

70

SALUD

71 66

60 54 49

40

30

20

16

10

0

Gráfico 3 Fuente: Flash Eurobarometer 419, Quality of Life in European Cities (2019)

80

EDUCACIÓN

90

SEGURIDAD BARRIO

100

CIUDAD

Niveles de satisfacción sobre 100 con cada uno de los ámbitos

Resto de personas

Personas excluídas

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BRAULIO GÓMEZ

En este texto se presentan datos que permiten incorporar el punto de vista de los ciudadanos más desfavorecidos de las ciudades europeas al debate sobre los distintos modelos de ciudad que están en confrontación y su valoración de los indicadores que sienten más relevantes para sus vidas. La escasez de empleo es la que hace más insoportable la vida en una ciudad. El modelo liberal que hace competir a las ciudades trabajando su atractivo fiscal y adaptando el marco legal a las necesidades de la iniciativa empresarial privada no se ha visto afectado por el impacto de la crisis económica y el deterioro de las condiciones laborales. A pesar del surgimiento de una nueva clase social, el precariado, que aporta como novedad la existencia de trabajadores pobres, los más desfavorecidos siguen confiando en el empleo como el principal servicio que tiene que ofrecer una ciudad para sacarte de una situación de riesgo de pobreza y/o exclusión. La regeneración del capital social que necesitan todas las ciudades afectadas por la pérdida de las relaciones sociales provocada por la pandemia no se tiene que argumentar solo en claves solidarias, cooperativas o de inclusividad. Es necesario colocar en primer plano su importancia para corregir las desigualdades urbanas por su influencia en el acceso al mercado laboral de las personas excluidas y que sufren más la escasez de espacios sociales en las ciudades. El relato de reestructuración del espacio público no puede olvidarse de su función productiva sino quiere alejarse de las necesidades de los más desfavorecidos.

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LA CIUDAD ESCASA DESDE LA MIRADA DE LOS EXCLUIDOS

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ESTRATEGIAS PARA COMPLEMENTAR LA CIUDAD EXISTENTE

“La ciudad es escasa para la vida cotidiana porque es el resultado de la priorización de las lógicas económicas sobre las lógicas humanas, porque está degradada por la sistemática y planificada exclusión de las personas del centro de su planificación, y porque está planificada desde el vaciado y la sustitución en lugar de desde la complementación y la reutilización.” Gentzane Goikuria Behark Arkitektura


PÍLDORAS URBANAS


Fotografía de Laura Tabarés

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Bartlebooth es una plataforma de edición e investigación que examina la práctica espacial contemporánea, desarrollada en la actualidad por Antonio Giráldez y Pablo Ibáñez. Ha sido expuesta y reconocida en diferentes espacios y contextos: Premio de Publicaciones de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo BIAU (2019), Muestra de Investigación de la XIV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (2018) Premio Arquia/Innova (2018) y Pabellón Español en la 16ª Bienal de Venecia (2018) entre otros.


UNA HIPOTECA MUY GRANDE NO TE DEJA RESPIRAR BARTLEBOOTH

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BARTLEBOOTH

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Más allá de la responsabilidad de promotores, especuladores, gobernantes y plataformas audiovisuales, es necesario revisar la complicidad técnica de la arquitectura en este empobrecimiento espacial y estas violencias estructurales para construir nuevas formas de construcción espacial.


UNA HIPOTECA MUY GRANDE NO TE DEJA RESPIRAR

“Y una hipoteca muy grande no te deja respirar, por eso la cabecita sacá por el ventanal” canta Califato ¾ en Bucca y Catura. Un sentimiento compartido por más de una generación que ha visto como, desde la Gran Recesión de 2008, la vivienda se ha ido convirtiendo en una atmósfera cada vez más claustrofóbica. La anterior a la nuestra, convencidos en oficinas bancarias de una promesa de bienestar y 3D hiperrealistas de nuevas promociones inmobiliarias que, al poco de ser compradas, se transformaron en restrictivas cláusulas. Y nosotros, que hemos cumplido la mayoría de edad con la quiebra de Lehman Brothers, nos hemos visto abocados a navegar entre las ruinas de un mercado inmobiliario en descomposición, trampeando contratos de alquiler, subarrendando habitaciones o compartiendo pisos “en negro” con la siempre acechante presencia de una vivienda transformada en un espacio hostil. Los muros de ladrillo enfoscado de casas y apartamentos, al revés que en La Casa de Hojas de Danielewski, se iban constriñendo cada vez más, no sólo en metros cuadrados y garantías espaciales sino como un espectro monstruoso que transforma lo doméstico en algo extraño, inquietante, siniestro.

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Mientras tanto, el capitalismo de plataformas, como buen antagonista de toda historia de terror, intenta convencerte de que ese espacio está bien. Que todo está bien. Y no, claro que no lo está. Los medios de comunicación, a través de artículos virales promocionados, te hablan de las ventajas de compartir piso, del nesting, de lo exótico de la precariedad, de viviendas colmena, de naves industriales reconvertidas en viviendas de estilo industrial. Los estándares espaciales de la vivienda tardofranquista de cualquier periferia son sustituidos hoy por los mínimos, aún más escasos, de cualquier promotora. Netflix, por su parte, te presenta a una asesora inmobiliaria que te dará toda clase de consejos para vivir libre de hipotecas: desde construir ilegalmente en zonas de vertidos industriales hasta alimentar a tus hijos con arroz durante diez años, acampar en una granja o convertir una barcaza en una suerte de loft holandés. Y, por si esto fuese poco, como solución envenenada, el mismo villano que ha intentado expulsarte de tu vivienda subiendo desproporcionadamente los precios del alquiler en pos del turismo aparecerá en la pantalla de tu móvil disfrazado ahora de start-up, intentando convencerte de reducir aún más tu espacio vital alquilando esporádicamente algún cuarto de tu vivienda. Este es el inquietante espacio doméstico contemporáneo que nos ha tocado vivir, y no como una metáfora teórica de académicos norteamericanos, sino plenamente encarnado en contratos abusivos de alquiler, metros cuadrados, ventanas a patios interiores y tabiques de cartón-yeso sin aislamiento acústico. Y, al igual que el detonante de toda historia de fantasmas victoriana, es este trauma generacional el que invoca a toda una serie de espíritus a manifestarse. Espíritus que se vuelven carne y realidad en kWh y tarifas de luz, con cada nuevo arrendamiento, con un aumento repentino de turistas en tu zona o con esos misteriosos hombres encorbatados paseándose por los barrios periféricos de cualquier ciudad. Y, así, ante cada aparición fantasmagórica en nuestra vivienda transformada en activo bancario o en renta pasiva de un casero, ante la imposibilidad de retornar a ese espacio doméstico seguro y familiar, aparece un malestar que nos obliga a sacar la cabeza por la ventana para paliar un ataque de ansiedad recurrente, a tomar aire como alternativa a los antidepresivos o a directamente escapar de ella.

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Frame de la película Candyman (1992). Bernard Rose. Propaganda Films, Candyman Films, Polygram Filmed Entertainment.


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Podríamos pensar que, al otro lado de la ventana, la situación ha cambiado, que la atmósfera siniestra y opresiva desaparece al dar el salto al espacio público. Un espacio al que, por definición, todo el mundo tiene acceso por igual. Sin embargo, la situación sigue siendo muy similar. Si en el interior de la vivienda la historia se parecía al terror victoriano, ahora la visión de la ciudad se asemeja a cualquier páramo post-colapso o gran centro urbano en ruinas con cadáveres caminando y profusa vegetación. No hay esperanza al otro lado de la ventana dado que las mismas lógicas del mercado, los mismos antagonistas y villanos, han logrado parasitar y fagocitar la riqueza y complejidad del espacio público hasta dejar sólo un caparazón vacío donde todo está mediado a través de relaciones comerciales, un esqueleto o cadáver de lo que en otros tiempos se imaginó que podía llegar a ser. Y, es que precisamente, si el proyecto arquitectónico moderno y socialista reclamó el carácter redistributivo del espacio público convirtiéndolo en un pilar fundamental de las políticas urbanas dotado de toda clase de servicios y un acceso universal a él, el realismo capitalista de las últimas décadas logró desposeerlo y eliminar cualquier vestigio de esta mera idea. Esa misma presencia acechante que ha convertido las viviendas en algo siniestro lo ha hecho también con el espacio público. Poco a poco fue eliminando o dejando morir infraestructuras urbanas o comunitarias: los lavaderos y lavanderías comunitarias hoy son franquicias automatizadas que se multiplican en las esquinas de cada barrio, las posibilidades de uso de cada zona han sido reducidas al mínimo y toda disidencia convertida en un foco de criminalización y persecución. Mientras tanto, los centros de las ciudades, hipertrofiados con dotaciones y equipamientos de toda clase en un loop extenuante que tiende al 24/7 ¡danzad, danzad malditos! son caparazones fósiles dispuestos a ser devorados por el turismo y la productividad. Y, a la vez, zonas de concentración absoluta de riqueza, programas y actividades frente a unas periferias urbanas cada vez menos dotadas y más dependientes del espacio comercial. No queda ya ni rastro de su carácter redistributivo. Por otro lado, al poseer la misma materialidad que calles, edificios y aceras, del mismo modo que los ladrillos, gotelé y hormigón de cualquier vivienda, sólo podemos apreciarlo como algo siniestro, inquietante, un espectro tenebroso de lo que algún día fue y que, aún hoy, permanece en nuestro imaginario.

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UNA HIPOTECA MUY GRANDE NO TE DEJA RESPIRAR

Reconstruir las relaciones espaciales y los parámetros de la pesadilla espacial que nos rodea implica repensar las formas de acción disciplinares, situadas cómodamente entre la heroicidad moderna y la complicidad con este realismo de la plusvalía. Más allá de la responsabilidad de promotores, especuladores, gobernantes y plataformas audiovisuales, es necesario revisar la complicidad técnica de la arquitectura en este empobrecimiento espacial y estas violencias estructurales para construir nuevas formas de construcción espacial. Si ha habido una individualización del malestar que alude a la química cerebral de cada individuo, es nuestra labor técnica volver a colectivizarlo a través de una mirada atenta que ponga el foco en las verdaderas condiciones que lo provocan. Interrogar a lo siniestro y lo espectral para sacar a la luz los monstruos que siempre habían estado allí. La historia reciente y ejemplos contemporáneos de prácticas espaciales contiene casos de valor a través de los cuales sacudir los estándares y parámetros que definen estos violentos entornos. Cooperativas contemporáneas, viviendas obreras y hasta (los hoy anacrónicos) ejemplos domésticos de paternalismo industrial de mediados del s. XX son, a la vez, precisos ejemplos y rara avis de cómo reconstruir las relaciones espaciales dominantes de los homogéneos planes parciales y los atrofiados parques de viviendas que ocupan las periferias de cualquier ciudad. La altísima repercusión de superficie de espacios comunes en la superficie de vivienda de la cooperativa La Borda, en Barcelona, haría su desarrollo inviable para cualquier promotor encorbatado. Los espacios comunes de Santa María Micaela, en Valencia, serían difíciles de encontrar en cualquier bloque actual. Solo reformular los modelos de producción de la arquitectura nos posibilitará generar otros (y más justos) productos espaciales. Invocados ya los verdaderos espectros que acechan el espacio doméstico y el espacio público, conocedores de los saberes arcanos que el neoliberalismo se ha encargado de erradicar de nuestros repertorios disciplinares y sumando a estos nuevos saberes traídos de otras disciplinas, estamos listos para exorcizar el espacio que nos construye y oprime. Es necesario que nos pensemos como técnicos y entendamos nuestra participación en el empobrecimiento y violencias que nos rodean. A la vez, entender las lógicas de todos estos villanos y espíritus para contestar sus procesos y comprometernos positivamente con aquellas comunidades que nos rodean. Solo así podremos escapar de esta pesadilla.

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DOMESTICAR LA CIUDAD: LO CONSTRUIDO Y LO NATURAL

“Intentar aportar desde una arquitectura de calidad resignificar espacios abandonados, intentando que a través de ellos se refuerce la idea de comunidad.”

Iñigo Berasategui AZAB


PÍLDORAS URBANAS


Nomad Garden es una iniciativa que desarrolla proyectos y herramientas para poner en valor la ciudad como jardín de coexistencia. Sus trabajos han sido reconocidos, entre otros, con el premio New European Bauhaus, S+T+Arts for Social Good, XIV Bienal de Arquitectura y Urbanismo de España o el COAS de territorio y paisaje.

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ARCAS URBANAS NOMAD GARDEN

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NOMAD GARDEN

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Contemplar la ciudad como un arca potencial (de abundancia) requiere de un compromiso situado con las otras presencias que nos rodean. Esto significa no cerrarse a un plan, a una imagen o a un propósito concreto, sino abrirse a nuevas alianzas creativas con lo existente. Cartografiar, celebrar y polinizar la ciudad como una Terra exuberantis es nuestro deseo…


ARCAS URBANAS

Recientemente hemos comenzado a leer la obra Lo-TEK: Design by Radical Indigenism de Julia Watson (Ed. Taschen, 2019). Una publicación que aborda la emergencia de paisajes ejemplares a través de las interacciones sostenidas y beneficiosas de comunidades con su entorno. En una cita directa al antropólogo Fikret Berkes, la autora resume las cualidades que propician estos modelos: 1.

El conocimiento exhaustivo de las plantas, animales, suelos y paisajes por parte de las comunidades implicadas.

2.

La gestión de los recursos a través de prácticas, herramientas y tecnologías accesibles que propician la diversidad y no la agotan.

3.

La aparición de instituciones de gobernanza singulares, distribuidas y flexibles que permiten la autocorrección del sistema.

4.

El afloramiento de manifestaciones artísticas, creencias y ritos que transmiten y actualizan dichos vínculos en la comunidad.

Atendiendo a la capacidad de estos colectivos para entrelazar recursos aparentemente desvinculados en prósperos ecosistemas, podríamos aventurar que la escasez o abundancia de una realidad también depende de nuestra capacidad para establecer relaciones creativas y sostenibles con presencias no siempre contempladas. Seducidos por esta idea y salvando las distancias, disponemos a continuación un conjunto de notas que hemos ido recopilando sobre nuestras experiencias urbanas y sobre lecturas que las han ido consolidando o problematizando. Fragmentos que, de manera ambigua, también podrían leerse como una arqueología ficticia de una comunidad en ciernes. Una colectividad con capacidad para precipitar paisajes urbanos más simbióticos a través de la alineación paulatina de conocimientos, prácticas, instituciones y expresiones culturales más situadas y sostenibles. 115


NOMAD GARDEN

nota 1: pensamiento salvaje E. Smith Bowen narró amenamente su confusión cuando, desde su llegada a una tribu africana, quiso comenzar por aprender la lengua… “para estas personas las plantas son tan importantes, tan familiares como los seres humanos… Me encuentro en un lugar en el que cada planta, silvestre o cultivada, tiene un nombre y un uso bien definido, en el que cada hombre, mujer y niño conoce centenares de especies.” (El pensamiento salvaje, Levi Strauss, p.22, Ed. Fondo de Cultura Económica, 1964).

nota 2: recolectores urbanos A principios de agosto fuimos a cenar al Puratasca, un bar del barrio sevillano de Triana. Nuestra mesa estaba justo debajo de uno de los árboles alineados de la calle. Entonces llegó un hombre pakistaní en bicicleta, la apoyó en el tronco, desplegó una bolsa medio llena y empezó a recoger fruta. Entonces nos dimos cuenta de que en realidad era un limonero. El único de toda la calle, según nos explicó. Le indicamos que en el lado de la mesa había una rama con grandes piezas. Nos pidió permiso para acercarse y solo tomó uno amarillo… “uhm, ¡están muy buenos! Los otros los dejaré para otro día”. Se despidió y continúo en busca de sus limones urbanos. Al marcharnos, también cogimos uno.

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ARCAS URBANAS

117 Jardines en el aire. Nomad Garden. Sevilla


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nota 3: atlas botánico Mientras el joven recogía frutas consulté Garden Atlas, una plataforma de cartografía participativa de plantas urbanas que estamos desarrollando desde hace 5 años. Tenía ganas de contarle que allí podría ver donde hay otros limoneros en la ciudad, aunque intuía que él ya lo sabría. Abrí rápido la ficha y descubrí que, de los 307 ejemplares identificados, justamente aquel aparecía como un naranjo amargo. Avergonzado callé y me guardé el teléfono en el bolsillo. Ahora acabo de recordar que teníamos que actualizarlo. Ya hay 308 especímenes en la base de datos de Sevilla. Al hacerlo he tomado conciencia de que el limonero procede del Punjab, entre India y Pakistán.

nota 4: amigos de los jardines Desde hace más de 30 años la asociación sevillana de Amigos de los jardines de la Oliva identifica informalmente las plantas de la ciudad y organiza visitas por los parques. A su vez recolectan semillas de especies botánicas a punto de desaparecer y las siembran en un pequeño vivero que ocupa un vacío urbano en el barrio de la Oliva. Cuando los plantones están suficientemente maduros, los trasplantan a colegios y jardines cercanos. Rosa, Jacinto y amigos, exploran así, pacientemente, la diversidad latente de la ciudad y su potencial capacidad reproductiva.

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ARCAS URBANAS

Sevilla, una casa de vecinos. Purger &Co, München. Photocromiekarte. (1942)

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NOMAD GARDEN

nota 5: calles de vecinos Sobre la mesa hay una antigua postal donde aparece una casa de vecinos sevillana. Es un paisaje exuberante que parece brotar de una multitud de pequeñas decisiones cotidianas y hospitalarias. En esta calle de vecinos coexisten personas y plantas que protegen, embellecen, alimentan, aclimatan… Las calles públicas, sin embargo, están regidas por ordenanzas y normativas que impiden una implicación directa de los ciudadanos en sus cuidados bajo criterios de seguridad, movilidad, etc. En los márgenes surgen excepciones. El lepero José Manuel Aguaded comenzó hace años a injertar los naranjos amargos de su calle con especies comestibles. Una práctica que se ha ido expandiendo, fomentada por las peticiones concretas de sus vecinas. Ahora el barrio es un vergel de frutales atentamente cuidados.

nota 6: ecosistemas artificiales Más de 300.000 dispositivos de aire acondicionado se propagan por Sevilla. Presentes en más del 80% de las viviendas, representan un 25% de la energía consumida en los hogares y se estima que aumentan entre 1-2 ºC la temperatura urbana. También, es cierto, que evitan muertes por calor y producen entre 1 y 2 litros de agua a la hora. Extrapolando datos, los climatizadores condensan más de 2.000.000 de litros diarios en verano. La iniciativa Jardines en el aire fomenta, como un caballo de Troya, la reutilización de agua condensada por los aires acondicionados para cultivar plantas adaptadas al entorno y así crear un paisaje exterior más fresco, diverso y habitable en Tres Barrios Amate. Para cumplir con la legalidad vigente, la iniciativa hackea la normativa que permite la colocación en fachada de dichos aparatos, haciendo emerger una suerte de mobiliario urbano vertical que permite albergar no solo máquinas, sino también plantas, nidos, luces o armarios accesibles desde las ventanas…

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nota 7: la ciudad es(casa) “La calle es una habitación por consenso. Una habitación comunitaria cuyas paredes aportan los que allí viven, entregadas a la ciudad para su uso colectivo” (Louis I. Kahn citado en La calle y la casa. Urbanismo de interiores, Xavier Monteys, Ed. Gustavo Gili, 2017).

nota 8: huertos urbanos Los vecinos de Miraflores, agotados de esperar 20 años la creación de un parque público planificado, decidieron ocupar y transformar un espacio marginal- un vertedero de obras- en un espacio donde pudieran jugar sus hijos y donde cultivar alimentos. Hoy, es uno de los parques más bellos de la ciudad y aunque en su transcurso ha sufrido sucesivas ampliaciones, la zona más activa sigue siendo la de los huertos. Esta tendencia también se observa en otros parques con experiencias similares, y también se intuye en los datos de la encuesta realizada para conocer el apoyo a la ampliación de la red de huertos públicos en los parques de Sevilla. En ella se constata que el 94% de los ciudadanos secundan la propuesta y también que el 84,5 % desearía cultivarlos. Precisamente, muchos de los ciudadanos que actualmente los cultivan son pensionistas o parados, personas situadas al margen del mundo laboral que recuperan y reclaman su utilidad social a través de su implicación en estos espacios. Demuestran así su capacidad para crear paisajes hospitalarios en medio de un mundo indiferente e incluso hostil a su existencia. Teniendo en cuenta las previsiones futuras, resultaría aconsejable aprender de estas experiencias para promover situaciones urbanas donde las personas puedan involucrarse de manera activa y significativa en la producción y cuidado de sus entornos vitales.

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NOMAD GARDEN

nota 9: ecosistema monetario En el distrito Rabot, uno de los barrios más deprimidos de Gante, incentivan la implicación de los ciudadanos en el cuidado de los jardines urbanos a través de una moneda social llamada Toreke. Impulsada por el reconocido economista Bernard Lietaer, la estrategia comenzó con la cesión temporal de parcelas de cultivos a los vecinos, que tenían que ser pagadas en Torekes. Para obtenerlos, previamente era necesario realizar tareas de mantenimiento de jardines, de limpieza pública o de cuidados a la tercera edad. Con el paso del tiempo, los torekes no solo sirven para acceder a parcelas de cultivo en “De Site”, sino también para ser intercambiados por otros servicios como transporte, cine, teatro o compras en locales del barrio. Así, poco a poco, ha ido floreciendo un ecosistema monetario en Rabot con sensibilidad para reconocer y retroalimentar los cuidados en el barrio.

nota 10: jardines en el aire1 Seducidos por la posibilidad de explorar otras vías de producción y mantenimiento de la vegetación urbana, la iniciativa Jardines en el Aire lanzó un perfume, cuyos beneficios se destinan al programa de arte y ciencia ciudadana en la Asociación Educativa de La Candelaria. El aroma, compuesto por Barnabé Fillon, articula una experiencia que moviliza esencias de plantas que crecen en el patio de la asociación, las calles aledañas o el cercano parque Amate. Entre los criterios que motivaron su selección estuvo la de elegir plantas con suficiente densidad en la ciudad para poder ser recolectadas y destiladas localmente. Posteriormente, en un segundo cribado se seleccionó, al menos, una especie proveniente de cada uno de los continentes de las diferentes comunidades migrantes que habitan la zona. De esta forma el perfume no solo destila los terpenos que inundan las calles, sino también la memoria de uno de los barrios más diversos y cosmopolitas de la ciudad…

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123 Luces de barrio en los huertos de Miraflores. Nomad Garden (2015). Sevilla


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nota 11: sinergias Como un reflejo sinestésico del jardín y del perfume, la joven compositora Desirée Martín compuso una polifonía que explora la multiplicidad de voces -humanas y no humanas- que conforman el periférico barrio de Tres Barrios-Amate. Para ello contó con la colaboración en el trabajo de campo de Antropoloops, Vibra-tó, Amigos del Parque Amate y Seo Birdlife, y con la dirección e interpretación de Carlos Cansino y proyectoeLe. En un plano racional, la obra celebra los vínculos y asociaciones entre las distintas comunidades de personas, plantas y pájaros del barrio. En un plano sensorial, la obra invoca otros estados, otros modos de ser… reconociendo en su balbuceo un ensamblaje heteróclito de lenguajes misteriosamente sintonizados.

nota 12: la ciudad escasa Contemplar la ciudad como un arca potencial (de abundancia) requiere de un compromiso situado con las otras presencias que nos rodean. Esto significa no cerrarse a un plan, a una imagen o a un propósito concreto, sino abrirse a nuevas alianzas creativas con lo existente. Cartografiar, celebrar y polinizar la ciudad como una Terra exuberantis es nuestro deseo… y para ello, esta ciudad es suficiente.

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Notas 1

Jardines en el aire es un proyecto del programa Luces de Barrio, promovido por el ICAS (Ayuntamiento de Sevilla), comisariado por Nomad Garden, producido por El Mandaito, relatado por Surnames y creado junto a multitud de comunidades, artistas, científicos… https://jardinesenelaire.gardenatlas.net

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PERSONAS Y NATURALEZA, UN ÚNICO ECOSISTEMA

“Creo que la ciudad es una casa escasa porque los humanos, las personas, estamos configurados para las zonas rurales. Nuestro organismo, nuestros sensores, están preparados para los espacios naturales (…) necesitamos vivir en un hábitat natural e integrarnos en un ecosistema, uniendo comunidad y naturaleza.”

Leire Rodríguez Uliako Lore-Baratzak


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ABANDONADOS EN UN ÁREA DE SERVICIO SURCO VAIN & OLGA RUIZ

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SURCO VAIN & OLGA RUIZ

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ABANDONADOS EN UN ÁREA DE SERVICIO

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ABANDONADOS EN UN ÁREA DE SERVICIO

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ABANDONADOS EN UN ÁREA DE SERVICIO

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ABANDONADOS EN UN ÁREA DE SERVICIO

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Hemos sido negados, despreciados, arrinconados, condenados a no encontrarnos hundidos en el olvido Hemos sido desechados en la cuneta de un kilómetro cualquiera Luces agotadas en la noche Casas abandonadas Objetos consumidos por el espacio, por el óxido y el barro Tráfico incesante Lugares de paso Música de carretera Un instante de otro tiempo Y sin embargo, tan cerca, imágenes de vidas rememoradas en los no-lugares.

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RECUPERACIÓN DE ESPACIOS PORTUARIOS E INDUSTRIALES

“Las transformaciones urbanas de los espacios portuarios e industriales que se quedan obsoletos y se recuperan para la ciudad brindan la oportunidad de recuperar la conexión perdida con la naturaleza y también con el agua, y además son espacios idóneos para generar espacios ligados con la historia de la ciudad y con la identidad propia.”

Marta González G&C arquitectos


PÍLDORAS URBANAS


Pedro Torrijos cuenta historias. Y cuenta historias porque eso es lo que ha querido hacer siempre. Músico y arquitecto de formación, lleva desde 2011 contando historias de todas las maneras y en todos los formatos. En artículos en periódicos y revistas. En paisajes sonoros para podcast y radio. En el lenguaje único de las redes sociales. En fiestas, bautizos y conferencias. Y si os lo encontráis por la calle, seguramente os contará una historia.

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Y para conseguir vivir bien en un lugar esencialmente inhabitable, donde el frío se vuelve imposible por culpa del viento, lo que hicieron fue vivir en un cortavientos. (…) El muro habitado de Fermont sigue en pie y en perfecto estado y, a todos los efectos, es una ciudad casa y una ciudad refugio.


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El 12 de abril de 1961, en el cosmódromo de Baikonur, la Unión Soviética lanzó al espacio la pequeña cápsula Vostok 1, modelo 3KA-3. En su interior viajaba el coronel Yuri Gagarin, quien antes del despegue exclamó: Poyekhali! ¡Allá vamos! El vuelo espacial de Gagarin apenas duró una hora y cuarenta y ocho minutos, pero significó conquistar la última frontera del ser humano: la que nos separa del universo. Había comenzado la era espacial. 167


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Ciudad autónoma En ese mismo año 1961, el colectivo británico Archigram imprimió su primera publicación: Archigram I. La cosa no tuvo especial difusión, esencialmente porque se trataba de poco más que un panfleto en blanco y negro editado por un puñado de arquitectos treintañeros —y alguno veinteañero— sin predicamento ninguno en el mundo de la arquitectura académica del momento. Sin embargo, en sus páginas había ideas que no se habían visto nunca y que, en realidad, no se verían nunca en ningún sitio porque lo que Peter Cook, Ron Herron, Michael Webb y los demás componentes del grupo proponían no era ni remotamente una visión realista del futuro de la arquitectura o el urbanismo; lo que había dentro de Archigram I era un torbellino de gráficos y esquemas, de collages y señalética, de hipertecnología modular asociativa, optimismo consumista y cápsulas espaciales. Es decir, algo que tenía bastante más que ver con Popular Science o la versión más amable de Amazing Stories que con la revista oficial del Royal Institute of British Architects. Y aún faltaba lo gordo, que llegaría tres años después. En 1964, Archigram dio a conocer la Walking City, proyecto estrella de Herron y símbolo instantáneo tanto de la arquitectura radical de los sesenta como del propio colectivo. La Walking City era una megaestructura polimórfica de edificios y calles montadas sobre un sistema de patas telescópicas que tocaban el suelo en unos pocos puntos. Aunque estaba dibujada con un detalle exquisito, lo cierto es que no resolvía los problemas estructurales, constructivos o sociopolíticos que el concepto lanzaba porque el propio concepto, desde el nombre, era tan potente que se llevaba por delante casi cualquier objeción. Una ciudad que no había crecido en el terreno, que no respondía a un entorno geográfico o paisajístico, que no dependía de accidentes orográficos. Una ciudad móvil, autónoma y autosuficiente. Una ciudad que camina.

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Ciudad refugio La coexistencia temporal de Gagarin y Archigram era perfectamente lógica porque, en esos primeros años 60, había un trasvase conceptual y estético entre las artes plásticas, la arquitectura, la ciencia ficción y la ciencia. Más aún cuando la carrera espacial puso en la órbita de pensamiento del ser humano la posibilidad de colonizar la galaxia. Por supuesto que era algo a muy largo plazo y más de ejercicio intelectual que de cosa factible, pero ahí estaba; sobre la mesa de unos cuantos ingenieros. El problema es que, en el espacio, las cosas están muy lejos. Muy lejos. Mucho más lejos de lo que podemos casi abarcar en el pensamiento. Por ejemplo, gracias a las ilustraciones esquemáticas del Sistema Solar, solemos creer que la Tierra y la Luna son como dos bolitas puestas una al lado de la otra cuando, en realidad, en los 384.400 kilómetros que nos separan de nuestro satélite cabrían todos los planetas del sistema solar juntos, y aún nos sobrarían más de 8000 kilómetros. Así, si usáramos tecnologías de propulsión convencionales, tardaríamos la bonita cifra de ochocientos mil años en llegar a Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano al nuestro. Esto es, más tiempo del que lleva el hombre sobre la Tierra. Ante lo inconcebible de la empresa, durante las pasadas décadas se han llevado a cabo varias investigaciones, independientes y más o menos utópicas, sobre sistemas de propulsión que acorten el tiempo del trayecto. Más allá del exótico motor superlumínico de Alcubierre, uno de los más estudiados, el motor de propulsión nuclear de pulso, iniciado en los años cincuenta con el proyecto Orion, continuado en los setenta con el Daedalus y en la actualidad con el programa Icarus Interstellar. Este tipo de impulsor podría alcanzar velocidades en torno al 9 %-12 % de la luz y conseguiría que el viaje a Alfa Centauri se redujese a apenas dos o tres centenares de años, abriendo así la puerta al único vehículo razonablemente plausible con el que el ser humano colonizará la galaxia: la nave generacional, el arca interestelar. Porque viajar rodeado del vacío asesino del espacio durante un par de siglos es una locura, pero es una locura asumible siempre que entendamos que el contenedor de los viajeros no es una cápsula como la Vostok, la Apollo o la ISS. Es un lugar que habitarán centenares de colonos, quizá miles. Un lugar donde varias generaciones de seres humanos nacerán y morirán; pero también vivirán. Por eso, el arca interestelar nunca será un vehículo. Será una casa, y aún más, una ciudad.

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Ciudad arca En 1974, el doctor en física Gerard K. O’Neill organizó un pequeño simposio de dos días en la universidad con el nombre de “Primera conferencia sobre colonización espacial”. La convención fue un éxito. Entre el público asistente se encontraban futuros astronautas, futuros ingenieros aeroespaciales, representantes de la NASA y también el decano del periodismo científico estadounidense Walter Sullivan, quien escribió un artículo que aparecería en la primera página del New York Times del 13 de mayo con el título “Los científicos consideran propuestas factibles para la colonización humana del espacio”. Cuatro meses después, Physics Today publicó el paper que lo inició todo y, en 1975, la misma NASA inyectó quinientos mil dólares para financiar los estudios de O’Neill. En 1977, el profesor recopiló todo su trabajo en un libro que publicaría bajo el título The High Frontier: Human Colonies in Space, traducido al español con el nombre Ciudades del espacio. El volumen apareció en todas las librerías y se publicaron más de diez ediciones. Fue un éxito absoluto. En sus páginas se proponían las posibilidades más realistas y más minuciosas de eso que Archigram dibujó doce años antes en forma de boutade: una ciudad autónoma y autosuficiente, tan despegada del terreno que ni siquiera está apoyada en ningún terreno. O’Neill las llamó Island One, Island Two y Island Three. La Island One era una esfera de Bernal, basada en el diseño que John Desmond Bernal propuso en 1928. Como su propio nombre indica, se trata de una esfera hueca ocupada en sus paredes interiores y cuya gravedad se conseguiría gracias a fuerza centrífuga de la rotación sobre su eje, si bien las condiciones óptimas tan solo se darían en el ecuador. La Island Two acotaba su superficie a la del segmento ecuatorial, adoptando así la forma de un toro. Se le llamó toro de Stanford. La Island Three se erigía en el modelo más avanzado, recibiendo el nombre de su creador: el cilindro de O’Neill. Se trata esencialmente de un toro extruido o cilindro hueco que, de este modo, aumenta enormemente la superficie aprovechable manteniendo las condiciones óptimas de gravedad, habitabilidad y soleamiento en todos sus puntos. Los diferentes diseños de hábitats espaciales bebían de la ciencia ficción y, a su vez, inspiraron numerosas narraciones del género. Sin embargo, en esa misma época se desarrollaron unas cuantas experiencias de ciudad-refugio sensiblemente más apegadas a la realidad. Eran bastante más modestas y no tenían ni la voluptuosidad formal ni la capacidad de ensoñación de las islas estelares de O’Neill, pero tampoco carecían de un fascinante sentido de la maravilla. Posiblemente porque de lo que se refugiaban no era el vacío asesino del espacio sino del clima asesino de un par de lugares de nuestro viejo planeta Tierra. La más interesante fue el muro habitado de Fermont. 172


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La ciudad contra el planeta Tierra Fermont está cerca de la frontera entre Quebec y Labrador, y se fundó en 1971 por la Québec Cartier Mining Company para explotar los enormes depósitos de hierro que se encuentran en las montañas próximas. De hecho, su nombre es la contracción francesa de Fer y Mont; el monte de hierro. Es la única localidad minera de la zona, lo cual es bastante lógico porque el pueblo se levanta en una latitud superior al paralelo 52 y, ejem, disfruta de un clima subártico con inviernos muy largos y muy severos y veranos cortos y bastante frescos. Además, de septiembre a marzo, Fermont es azotado por fortísimos vientos de componente norte que añaden más frío al frío. Entonces, ¿por qué alguien querría vivir en semejante infierno blanco? Pues en primer lugar porque, gracias a la minería, el pueblo es uno de los más ricos de Canadá. Casi 150.000 dólares de renta media anual por cada familia. El otro motivo que hace que allí vivan casi 3.000 personas es, probablemente, que en Fermont se vive bien. Y para conseguir vivir bien en un lugar esencialmente inhabitable, donde el frío se vuelve imposible por culpa del viento, lo que hicieron fue vivir en un cortavientos. A finales de los 50, Ralph Erskine ya había investigado sobre la idea de la ciudad perfectamente adaptada al clima ártico. En sus formidables dibujos, que parecían más extraídos de un cómic de ciencia ficción (otra vez las influencias cruzadas) que de un proyecto de arquitectura, siempre apostaba por una gran barrera edificada y habitable que, además, serviría de protección contra el viento al resto de la ciudad. En 1965 y en 1970, Erskine tuvo la oportunidad de poner en práctica su visión en la localidad sueca de Svappavaara y en el asentamiento canadiense de Resolute Bay, pero la cosa no funcionó y apenas se construyeron unas pocas decenas de metros de su gran muro. Tan solo un año después, los arquitectos Maurice Desnoyers y Norbert Schoenauer, encargados del diseño de Fermont, recogieron la idea de Erskine y, esta vez sí, consiguieron llevarla a término de un extremo a otro. El resultado fue un edificio arquitectónicamente único: un muro de 1,3 kilómetros de largo con cinco plantas y 16 metros de altura. Obviamente, lo llamaron The Wall y, desde el principio, se convirtió en el icono del pueblo.

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La monumental estructura funciona como cortavientos para la ciudad, pero es también un eficaz edificio de usos múltiples que incorpora viviendas y también comercios como hoteles, bares, restaurantes y supermercados, además de la escuela primaria y la secundaria, un centro de salud, una piscina pública climatizada (por supuesto), el ayuntamiento, la comisaría de policía e incluso la cárcel municipal, aunque solo tiene tres celdas. En El Muro viven 440 familias, casi el 60% de los habitantes, que suelen pasar los seis meses que dura el invierno sin necesidad de salir del edificio porque todas sus necesidades están cubiertas dentro. El muro habitado de Fermont sigue en pie y en perfecto estado y, a todos los efectos, es una ciudad casa y una ciudad refugio. Y no es una ciudad arca porque la gente suele marcharse de Fermont en cuanto se jubila; que una cosa es que el edificio-pueblo esté perfectamente adaptado al clima infernal y otra que les guste vivir rodeados de lo inhabitable.

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Fotografía del Código Fuente Audiovisual con Pedro Torrijos. Actividad de URBANBATfest 10ª Edición Accede al vídeo en el QR Fotografía de Olga Ruiz

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Yeray Portillo, alias Radithor, es dj, cofundador del sello Eclectic Reactions y del fanzine Uhin; ha participado en Distopia Club, y en 2015 inauguró la primera edición de Mugako Festival de música electrónica. En 2019 publicó su primer larga duración, Al Aire, para el sello Crystal Mine. Su música mezcla estilos como el ambient, experimental, electroacústico, industrial, jazz, breaks, noise, drone…

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RADITHOR

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BOTXO Una pieza sonora elaborada por Yeray Portillo Murillo, alias Radithor, para URBANBATfest 2021

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Espectro sonoro de la pieza completa

8m 02s

Escucha la pieza aquí: 181


RADITHOR

La pieza de 8 minutos de duración incluye más de 50 grabaciones de campo recogidas exclusivamente en la localidad de Bilbao. Partiendo en una primera parte de disonancias y sonidos ásperos, comienza a introducir paisajes sonoros de la ciudad que resultan molestos y negativos en el desarrollo de la sostenibilidad acústica de la capital vizcaína, reflejando procesos como la gentrificación y la destrucción urbanística bilbaína (martillo neumático, obras, camiones, ambulancias, tranvía, metro, niño llorando… // grabación de las explicaciones de un guía turístico como definición sonora de la gentrificación y el turismo).

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1m 58s

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RADITHOR

En una segunda parte central, la pieza se orienta hacia el tono y la armonía recuperando los sonidos naturales no humanos de la ciudad (la ría de Bilbao, ladridos de perro, gorriones, mirlos, gaviotas, patos…) reflejando entonces sonoridades mas amables.

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BOTXO

1m 58s

5m 38s

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RADITHOR

Finalmente en un giro hacia técnicas compositivas mas complejas y propias de la electrónica contemporánea, reivindica los sonidos producidos por el ser humano utilizando soundscapes obtenidos en La Terminal de ZAWP, donde se desarrolla URBANBATfest, para acabar en un final que busca recuperar la armonía en equilibrio con sonidos mas modernos.

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BOTXO

5m 38s

8m 2s

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Para su composición el autor, subjetivamente, no ha dejado de lado su relación emotiva con la ciudad, pero ha tratado mediante la introducción de los paisajes sonoros de reflejar el menester de avanzar hacía un equilibrio urbanístico y arquitectónico contemporáneo sostenible teniendo en cuenta conceptos como la ecología acústica, denunciando procesos negativos para la ciudad (gentrificación y especulación urbanística, destrucción del patrimonio urbano e histórico) y reflejando la necesidad de espacios donde sean posibles la vanguardia contemporánea artística y cultural bilbaína.

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Cotidiana es una cooperativa compuesta en la actualidad por Eva Morales y Cristina Alba, arquitectas con trayectorias complementarias que conciben la arquitectura y la ciudad integrando la perspectiva medioambiental y el del cuidado a las personas que habitan los espacios. Para ello desarrolla proyectos de arquitectura bioclimática y construcción sostenible, junto con estrategias de co-creación, diseño abierto y otros modos de gestión social del habitar desde la práctica, la investigación y la docencia.

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Lo que sucede en las plantas bajas es el espejo del alma de los barrios. La vida en vecindad está muy condicionada con lo que los edificios ofrecen a esta cota, con lo que vemos a la altura de nuestros ojos, aquellos espacios que nos permiten encontrarnos con las vecinas y vecinos de nuestro u otro bloque día a día, con aquellos que hacen de transición entre el interior y el exterior.


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Lo que sucede en las plantas bajas es el espejo del alma de los barrios. La vida en vecindad está muy condicionada con lo que los edificios ofrecen a esta cota, con lo que vemos a la altura de nuestros ojos, aquellos espacios que nos permiten encontrarnos con las vecinas y vecinos de nuestro u otro bloque día a día, con aquellos que hacen de transición entre el interior y el exterior. ¿Qué puede ocurrir en estas plantas bajas, en esta calle? Las aproximaciones a esta cuestión venidas del movimiento City at the eye level impulsado en los Países Bajos, nos hablan de la importancia de la “experiencia peatonal, el comportamiento humano y las emociones” que evocan las plantas bajas (Karssenberg, Laven, Van t’Hoff, 2016:310). En una estrategia que concibe toda la calle o barrio, en lugar de los edificios de manera separada (Karssenberg et al. 2016). 193


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Prácticas que Jan Gehl propone en La ciudad a la altura de los ojos (2014), dejándonos ver la necesidad de cuidar las percepciones del espacio de la ciudad a la altura de los ojos para que las ciudades sean más humanas, para que “la gente camine, se pare, se siente, observe, hable y escuche” (Gehl, 2014:118), herencia de la indiscutible aportación a otra manera de ver la ciudad de Jane Jacobs (2011). Por su parte, Everyday Urbanism pone en valor lo que sucede en la calle poniendo el foco, entre otros, en aquellos usos temporales, informales y no planificados que ocupan el espacio de la ciudad y que la transforman por un tiempo determinado (Oswalt, Overmeyer, Misselwitz, 2013). Asumiendo el interés de “encontrar posibilidades imprevistas en lugares cotidianos que requieren de invención y creatividad” (Crawford, 2008: 15). Imprescindible la aportación del urbanismo feminista que pone el énfasis en la vida cotidiana y de cuidados, a menudo invisibilizados, asumiendo la importancia de una comunidad consciente que sostenga las necesidades reproductivas y asuma unas cualidades del espacio urbano, apostando por garantizar proximidad, diversidad, representatividad, vitalidad y autonomía (Ciocoletto, 2014). Mirando desde estas perspectivas, aterrizamos en el barrio de La Cooperativa en San Juan de Aznalfarache, Sevilla. Un lugar en el que Cotidiana está desarrollando el proyecto Barrios Convivenciales ante la emergencia climática y social, junto con otras entidades aliadas como ACPP, CAIS, Escuela de Arquitectura de Málaga y la Escuela de Arquitectura y Paisaje de Lille. Un trabajo en colaboración con el Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache y la alianza estratégica de EMVISESA. Todo ello con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso. Cuando hablamos de “regeneración de barriadas” de los años 60-70 nos encontramos a menudo con unos espacios entre bloques peatonales con gran potencial, algo que muchas viviendas sociales construidas posteriormente difícilmente han podido ofrecer. Si bien, es un espacio que no siempre cuenta con el uso que podrían tener, son espacios de oportunidad para repensar la vida en “la ciudad de los cinco minutos” de las vecinas y vecinos que la habitan. Aquella donde los espacios de cuidado se conciban desde la diversidad que compone esta comunidad, como espacios de autonomía, inclusivos y seguros. Se trata de una urbanización reivindicada por las asociaciones vecinales de los años 80 al Ayuntamiento del momento, tras la construcción de los bloques sobre tierra, en una lucha por un barrio digno que supuso el asfaltado de calles, la dotación de saneamiento y de mantenimiento municipal. Una movilización vecinal para ser un barrio más del municipio. A día de hoy, en una revisión que quiere dotarles todavía de más valor, vemos algunos elementos y cualidades que proponemos ser repensadas: 194


Barrio La Cooperativa, Sevilla. Fotografías de Cotidiana


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Prohibido jugar a la pelota Carteles prohibiendo jugar a la pelota dejan ver la concepción de un espacio público en el que la visión de las personas adultas ha prevalecido sobre la de las personas de corta edad. La dificultad de convivencia entre personas con diferentes edades, ritmos de vida, usos y horas del día es una cuestión que requiere ser abordada desde la diversidad de realidades y miradas. No nos olvidemos que una ciudad adecuada y segura para las niñas y niños lo será para todas las personas y humanizará el espacio (Tonucci, 2001). También es necesario revisar la dominación del juego de la pelota sobre otros juegos más inclusivos, que dificultan el uso del espacio de manera integradora. ¿Mantenemos los carteles?

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Locales vacíos La apertura de un centro comercial ubicado cerca del barrio ha propiciado el cierre paulatino de los comercios locales, generando una importante sensación de abandono e inseguridad en estos rincones. Los pequeños comercios son buenos activadores de la vida a cota de calle, especialmente bajo edificios residenciales. No sólo con comercios locales podemos activar la vitalidad de las plantas bajas, otros usos vinculados con oficinas, ocio o el cuidado comunitario podrían tener un impacto positivo (Karssenberg et al. 2016).

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Plantas bajas ensimismadas, cerradas Las fachadas de las plantas bajas, con usos diferentes en función de la zona del barrio, suponen un límite encerrado en sí mismo. Además de los locales vacíos comentados, encontramos garajes cerrados, que podrían ser espacios potenciales para actividades diversas, temporales, creativas y abiertas al exterior. Por otro lado, empezamos a encontrar algunas viviendas en planta baja que se protegen del exterior encerrándose en sí mismas, cuyas fachadas se podrían repensar, así como posibles espacios intermedios y de transición entre el uso público y el privado (Karssenberg et al. 2016).

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Parterres acotados y desvinculados de la vida cotidiana de las familias Estos espacios de vegetación intercalados en la zona peatonal tienen un valor indiscutible, pero son espacios encerrados en sí mismo e innaccesibles. Plantas cuidadas por el vecindario con mayor o menor dedicación. En especial destaca La huerta de Bárbara, que ha cambiado las flores por una huerta de productos alimenticios. Supone una implicación y cuidado de mayor esmero y de manera cotidiana por parte de esta familia, además del interesante trueque que se genera con el vecindario. Pero en el resto de casos, se trata de parterres cerrados y acotados que podrían conformar espacios de encuentro y juego en entornos vegetales.

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Espacios para el encuentro Un espacio peatonal de estas dimensiones podría propiciar de manera improvisada el encuentro, la charla, la parada y, por lo tanto, todavía más espacios comunitarios al aire libre. Prevalece actualmente el tránsito y las zonas de paso frente a espacios para estar.

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Superficie dura. Isla de calor urbana El suelo, como cota cero de superficie dura, impermeable y hormigonada que potencia la “isla de calor urbana”, separándose de la tierra que tiene debajo, del subsuelo sobre el que están ubicados los edificios. Sin dejar de valorar la urbanización reivindicada por la vecindad, se podría repensar la superficie del suelo, su funcionamiento y uso a nivel medioambiental para que no fomente el aumento de temperaturas altas que se sufren en el sur durante muchos meses de verano.

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Fachadas aireacondicionadas Una envolvente deficitaria provoca la reacción en el tiempo de inversiones individuales en aires acondicionados para aliviar los efectos cada vez más elevados del calor, sin ser conscientes de cómo también a su vez se está alimentando la “isla de calor urbana”. Estrategias de mejora de esta envolvente resultan necesarias, pero entendiéndolo como un proceso técnico-social. Por un lado para facilitar la protección térmica, por otro para facilitar la interacción interior-exterior, vínculo entre espacio de vecindad y el espacio doméstico que, a su vez, pueda suponer mejoras en la ventilación, además de nuevas capas de relación que fomenten espacios intermedios y de protección.

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El proyecto Barrios Convivenciales ante la emergencia climática y social trabaja desde el fortalecimiento del ámbito local para adaptar este barrio, como prototipo, a los retos climáticos y sociales, asumiendo que los tejidos residenciales obsoletos tienen un valor indiscutible que hay que repensar y estimular con políticas públicas para su regeneración. Se propone para ello abordar líneas de trabajo estratégicas como: • • •

Fortalecimiento y cuidado de la comunidad Viviendas: espacios resilientes Vecindad en Transición o Una ciudad de los cinco minutos

Se propone trabajar desde la cogestión de actores: administración pública, la comunidad y las personas técnicas y, además, las Escuelas de Arquitectura, para definir qué necesitamos mejorar y cómo, en un trabajo a varias bandas, durante un tiempo relativamente dilatado como para poder asentar y entrelazar diferentes visiones y aproximaciones a esta mejora barrial, así como para que tenga incidencia real en las políticas públicas locales. La estrategia de calle que se está llevando a cabo tiene varios formatos de acción, en una búsqueda por generar un espacio de confianza y de trabajo común entre los diferentes actores, que pueda tener en el futuro incidencia institucional y política. En los primeros pasos se quiere poner en valor el sentimiento de comunidad, y para ello se está trabajando desde lo performativo, la celebración y el juego con Cia. Dicotómica, una compañía de teatro que trabaja la comunidad con metodologías del Teatro Foro. Unas primeras acciones sucedieron en primavera de 2021, en las que tras unas entrevistas a personas clave del barrio una video-creación anunciaba la mudanza de Eva al barrio. Un personaje ficcionado, una nueva vecina que se quiere venir a vivir a La Cooperativa y que para ello hace un recorrido por las personas y rincones especiales del barrio, poniéndolos en valor, invitándonos a recibirla como una más, incidiendo en las brechas identitarias y generacionales detectadas en el mismo. La temporada de otoño de 2021 comenzó con la realización de una verbenita donde lo performativo siguió siendo una herramienta de inclusión de la diversidad de generaciones, vidas y culturas que viven en el barrio. Una invitación a través de juegos cooperativos para que conocieramos a vecinas y vecinos que no conocíamos hasta el momento, amenizado con unos sketches teatralizados que nos hicieron reír y nos invitaron a participar en la tómbola, a correr por el barrio en busca de los mensajes de la gincana, para terminar bailando juntas a ritmo de popurrí.

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Aquello fue la antesala para la siguiente acción comunitaria, una sesión teatral “gastronómica” en la que se aprovechó el hecho de cocinar juntas para realizar dinámicas teatrales colectivas. Para terminar, se plantó la semilla del grupo, a través del compartir y generar acciones donde poner en valor las acciones comunitarias. Actualmente, se están programando próximas actividades, convencidas del estímulo que tienen las acciones performativas para promocionar la interacción social a cota de calle, para crear espacios íntimos que permitan a las vecinas y vecinos sentirse de manera confortable y segura, proporcionando vida y entretenimiento de manera inclusiva, gratuita, que pueda adaptar su registro, lenguaje y formato a la diversidad de sectores de población. Una manera viable de rejuvenecer el espacio de vecindad sin necesidad de nueva infraestructura, tan sólo el arte callejero (Karssenberg, Laven, Van t’Hoff, 2016:316). Acciones que serán la antesala y guía para la elaboración de estrategias de mejora para el medio-largo plazo. Propuestas que tengan repercusión en políticas públicas locales que faciliten la vida y el uso de los espacios de vecindad, en cota cero, y en otras cotas, de barrios como La Cooperativa.

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Bibliografía 1

Ciocoletto, A; Col.lectiu Punt 6 (2014). Espacios para la vida cotidiana. Auditoría de Calidad Urbana con perspectiva de Género. Editorial Comanegra.

2

Gehl, J. (2014). Ciudades para la gente. Ed. Infinito 2014. Primera edición en español. 2010 edición en danesa.

3

Jacobs, J. (2011). Muerte y vida de las grandes ciudades. Ed. Capitán Swing

4

Crawford, M. (2008). The current state of everyday urbanism en Everyday Urbanism. Editado por John Leighton Chase, Margaret Crawford, and John Kaliski. The Monacelli Press.

5

Oswalt, P.; Overmeyer, K.; Misselwitz, P. (2013). Urban Catalist. DOM Publishers.

6

Karssenberg, H.; Laven, J.; Van t’Hoff, M. (2016). 80 Lessons to a good city at the eye level en The city at the eye level. Lessons for street plinths. Second and extended version. Eburon.

7

Tonucci, F. (2001). La ciudad de los niños. Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Place Making Europe https://placemaking-europe.eu/ The city at the eye level. https://thecityateyelevel.com/

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LA INFANCIA TOMA PARTE EN EL DISEÑO URBANO

“Si queremos diseñar la ciudad para la infancia tenemos que escucharlos como personas autónomas, sin quedarnos a esperar su respuesta, sino trabajando y compartiendo el diseño con ellos y ellas.”

Adur Ezenarro Ayuntamiento de Ordizia


PÍLDORAS URBANAS


Pablo Sendra es profesor en Planeamiento y Diseño Urbano en la Bartlett School of Planning, University College London (UCL). Combina su carrera académica con la práctica profesional a través de su estudio Lugadero, que trabaja en procesos de co-diseño. Es uno de los fundadores de la red CivicWise. En UCL, es el Director del programa de Máster MSc Urban Design and City Planning, subdirector del grupo de investigación de Diseño Urbano, y coordinador de Civic Design CPD Course. Es co-autor (con Richard Sennett) del libro Diseñar el Desorden, del libro Community-Led Regengeration (con Daniel Fitzpatrick) y co-editor del libro Civic Practices (con Maria Joao Pita y CivicWise).

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LA INFRAESTRUCTURA SOCIAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA: GRANVILLE COMMUNITY KITCHEN PABLO SENDRA

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Debemos de dejar de cuantificar los proyectos en número de viviendas y superficie de espacios de trabajo, para empezar a cuantificarlos en función de la infraestructura social que provocan.


LA INFRAESTRUCTURA SOCIAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA: GRANVILLE COMMUNITY KITCHEN

La pandemia que aún estamos viviendo ha evidenciado la importancia de la infraestructura social, entendiendo infraestructura social como los edificios y espacios de nuestro entorno construido que permiten la socialización y el apoyo mutuo entre personas, así como las organizaciones (instituciones, grupos formales o informales) que también hacen posible estas relaciones sociales, de cuidados y de ayuda mutua1. En este breve ensayo, me gustaría hablar de un ejemplo de infraestructura social con el que he estado colaborando desde hace un tiempo a través de mi práctica de investigación-activismo. Se trata de Granville Community Kitchen2, una cocina comunitaria localizada en el municipio londinense de Brent (para ubicarse en Londres, el mismo municipio donde está el estadio de Wembley, en el norte de la ciudad). Granville Community Kitchen está situada en el centro comunitario Granville, que se encuentra dentro de la barriada de viviendas sociales South Kilburn, la cual está pasando por un proceso de “regeneración” que consiste en una demolición en fases de todo el barrio, para construir un barrio de mayor densidad. El centro comunitario en el que se ubica Granville Community Kitchen no escapa de este proceso de “regeneración”. La autoridad local tiene planeado un proyecto de regeneración que convertiría los dos únicos edificios comunitarios de un barrio muy grande que está duplicando su densidad en un complejo de usos mixtos que incluye viviendas y espacios de trabajo, lo que reduciría considerablemente la superficie de usos comunitarios y también los espacios verdes, actualmente utilizados para socializar y como huertos comunitarios.

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Antes de la pandemia, Granville Community Kitchen organizaba cenas comunitarias casi todos los viernes por la noche. Estas cenas eran un espacio social esencial para el barrio. Los platos de comida eran gratis y cualquier persona – independientemente de donde vivía o de sus ingresos – era bienvenida en la cena y compartir mesa con el resto de asistentes. A nadie se le preguntaba nada al entrar, las puertas estaban abiertas a todo el mundo. Esto generaba que las personas se sintiesen bienvenidas y, para familias de ingresos muy bajos, no existía la barrera psicológica asociada con acudir a un banco de comida, ya que el ambiente no era el de un espacio para recibir caridad, sino para socializar y compartir con tus vecinas y vecinos. Era una fiesta comunitaria cada viernes, que daba la oportunidad de ver a habituales y nuevas personas e intercambiar momentos con ellas. Además de esta iniciativa, Granville Community Kitchen lleva a cabo numerosas iniciativas relacionadas con la seguridad alimentaria, incluyendo un huerto comunitario en el jardín de Granville, al que cualquier persona puede acercarse en cualquier momento y coger las verduras que quiera. Este tipo de infraestructura social es lo que realmente le da valor a nuestras ciudades. Disfrutamos de vivir en ciudades diversas como Londres porque nos dan estas oportunidades de conocer a personas de diferentes culturas e intercambiar momentos con ellas. También nos gusta vivir en entornos urbanos porque sentimos que tenemos una red de apoyo a través de nuestras relaciones sociales, algunas más cercanas y otras menos, que satisfacen nuestras necesidades como seres sociales. En cambio, los desarrollos urbanos se han olvidado o ignoran el valor de estas infraestructuras sociales. El planeamiento urbano en Reino Unido está fundamentalmente guiado por estudios de viabilidad económica que no cuantifican el valor de las infraestructuras sociales. Esto ha resultado en una priorización de las actividades productivas sobre las reproductivas, lo cual está acabando con la esencia de nuestras ciudades. Si se sigue por este camino, muchos de los espacios y las organizaciones que hacen a las ciudades espacios en los que queremos vivir desaparecerán. En el caso concreto de Granville Community Kitchen, el espacio que ocupan, Granville, y el edificio de al lado, Carlton, los cuales son los dos únicos edificios de usos comunitarios en la zona, se planea transformarlos en un complejo de usos mixtos que incluye viviendas sociales, espacios de trabajo co-working y una pequeña proporción de espacios comunitarios. Este proyecto supone una substancial pérdida de espacios comunitarios en un barrio que está duplicando su densidad, y una enorme pérdida de espacios verdes. De hecho, el huerto comunitario que Granville Community Kitchen mantiene se vería abocado a pasar a ser una cubierta verde, lo que perdería ese carácter abierto que actualmente quiere. Este es un claro ejemplo de priorización de actividades productivas sobre las reproductivas.

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Granville Community Kitchen Fotografías de Leslie Safran


PABLO SENDRA

Desde que la pandemia llegó a Londres a finales de marzo de 2020, Granville Community Kitchen, como ya no podía organizar las cenas comunitarias, reorganizó sus actividades para centrarse en la ayuda a distribuir comida a las familias y personas en riesgo. Esto lo hacía distribuyendo cestas de comida a domicilio o también a través de la recogida en el centro comunitario Granville, dependiendo de si estaban aislados para protegerse del virus, como era el caso para las personas de riesgo. Granville Community Kitchen ha estado repartiendo desde entonces cestas de comida a cientos de familias cada semana, convirtiéndose en una infraestructura social esencial para que las personas de ingresos más bajos y más en riesgo tengan qué comer en momentos donde muchas personas han perdido su empleo. Además de esta actividad tan esencial como tener acceso a comida saludable en los peores momentos de la pandemia y en la crisis social y económica asociada a ella, Granville Community Kitchen ha seguido siendo esencial para el encuentro y las relaciones sociales en los momentos de “distancia social”. Cada semana, mientras hacían cola para recoger su cesta de comida en el jardín en frente del centro Granville, las personas tenían la oportunidad de verse y hablar de cómo les había ido la semana. Era un momento de encuentro en un momento en el que había que estar encerrado en casa. Este papel esencial de Granville Community Kitchen como infraestructura social, y también de los edificios comunitarios Granville y Carlton, se ha hecho aún más evidente durante la pandemia. Es evidente que necesitamos amplios espacios comunitarios, con zonas verdes asociadas a ellos, que nos permitan socializarnos y que también permitan que prosperen iniciativas y actividades reproductivas como Granville Community Kitchen. Estas iniciativas deben ser apoyadas con espacios y recursos que las fortalezcan. Debemos de dejar de cuantificar los proyectos en número de viviendas y superficie de espacios de trabajo, para empezar a cuantificarlos en función de la infraestructura social que provocan.

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LA INFRAESTRUCTURA SOCIAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA: GRANVILLE COMMUNITY KITCHEN

Notas 1

Ver la definición de infraestructura social del Early Action Task Force (2018). Valuing Social Infrastructure. http://www.civilexchange.org.uk/wp-content/uploads/2018/06/ Valuing-Social-Infrastructure-final.pdf

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http://granvillecommunitykitchen.org.uk/

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Todos los resultados del festival (vídeos, fotografías, textos y otros documentos) se encuentran disponibles en la web: http://10festival.urbanbat.org/


Libro realizado gracias al apoyo de: Eusko Jaurlaritza / Gobierno Vasco Departamento de Cultura y Política Lingüística Bizkaiko Foru Aldundia / Diputación Foral de Bizkaia Departamento de Euskera, Cultura y Deporte Bilboko Udala / Ayuntamiento de Bilbao


Urbanbat es una oficina de investigación y mediación en procesos de transformación urbana. A través de su trabajo, promueven la innovación social y la creatividad ciudadana con el propósito de favorecer una cultura de la participación que contribuya al cuidado y la mejora del entorno.

urbanbat arquitectura urbanismo innovación social


“La ciudad (es)casa” es una recopilación de textos de diferentes autores escritos con motivo de la celebración de la 10ª edición del festival de arquitectura, urbanismo e innovación social URBANBATfest. Cuando la cotidianidad ha tenido que ser concentrada en apenas unas pocas habitaciones (la ciudad dentro de casa) la pandemia ha puesto en evidencia las limitaciones de nuestras viviendas. Con todo, el fin del confinamiento nos ha permitido salir de casa a una ciudad que miramos ahora con nuevos ojos y que se nos hace (es)casa. La ciudad que hemos heredado, la ciudad que está planificada oficialmente, la ciudad que experimentamos en el día a día, la ciudad que se proyecta en el futuro… sufre innegables carencias ante los retos, las desigualdades y las inevitables incertidumbres contemporáneas. Su disposición, diseño, procesos, transformación y agentes que la transforman merecen más dudas que certezas ante el futuro que se intuye. ¿A qué futuro tenemos derecho?

ISBN 978-84-09-39798-3 DL BI 00534-2022


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