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Jugar con la ciudad El juego es un elemento fundamental en la creación de una mente equilibrada y activa, mediante el cual aprendemos, nos atrevemos a ir más allá y averiguamos de qué somos capaces. Como afirmaba el sociólogo Roger Caillois, es un acontecimiento libre y voluntario, y se desarrolla en un ambiente espacial y social de absoluta libertad. Nadie «fracasa» en un juego, eso es un terreno destinado al deporte. Además, en él las identidades humanas se difuminan, por lo que podemos ponernos en la piel de un dragón, de un espía, de un árbol, de un ladrón o de un policía. Es, por tanto, un gran transmisor de contenido simbólico, al mismo nivel que la literatura o la religión. Aplicar el juego a la ciudad es lo que busca la iniciativa PlayDay, que en origen tiene su rúbrica en dos conocidos de la investigación urbana de Euskal Herria. María Arana y Gorka Rodríguez surcan la línea entre el urbanismo, la arquitectura, la sociedad y la comunicación entre todos esos elementos en el proyecto 48 zazpika

BAT (Berrikuntza eta Arkitektura Topaguneak). Usando el juego como herramienta de interacción entre las personas y los espacios, BAT ideó este PlayDay por un corto periodo de tiempo. La iniciativa se llevó a cabo el año pasado en la calle Dos de Mayo de Bilbo y hace poco el Ayuntamiento de la capital vizcaina asumió el proyecto llevándolo al bilbaino barrio de Otxarkoaga. La idea principal surge de unas reflexiones comunes a muchas iniciativas que plantean la transformación de la ciudad como elemento democrático: el uso de lo público ha cambiado, cada vez se juega menos y los habitantes de la ciudad se ven relegados a ser simples consumidores del espacio. ¿Cuándo fue la última vez que alguien vio en una ciudad de Euskal Herria a un grupo de ancianos jugando a las cartas alrededor de una mesa y unas improvisadas sillas de playa? ¿Cuántas calles se han utilizado como cancha de baloncesto? ¿Cuántos muros

traseros de iglesia como frontis? Es una estampa que es habitual en muchos pueblos, pero la ciudad, la que sufre las agresiones de un urbanismo más vertical, solo ve cómo se suceden las regulaciones de espacio público y normativas que pretenden asegurar el «decoro», la «seguridad» y la «convivencia». Sin embargo, ¿puede haber algo más seguro que una calle repleta de personas jugando? El vaciamiento de la vía urbana no acarrea más que problemas de seguridad. ¿Puede haber algo más que fomente la convivencia que un juego, donde las personas olvidan los roles que la sociedad les ha impuesto y se visten con otros nuevos, más igualitarios? Entre las iniciativas recogidas en las ediciones de Dos de Mayo y Otxarkoaga aparecen elementos de recreo de lo más variopinto, desde equipos que, simplemente, con unas tizas, cuerdas, una bola y una raqueta pueden conseguir que una esquina se convierta en una pista de badminton, hasta un complejo juego de Hundir la Flota que se disputa online con una propuesta paralela en Valencia. En el camino, pasamos por juegos de bolos realizados por tubos de cartón, Tangram de tamaño XXL, un mirador tropical encima del Ibaizabal, una ginkana a través de la cual aprender la historia del barrio, una ballena de papel...

La recuperación de los elementos low son los mejores garantes de una necesidad de transformar sin reformar. A menudo, en la cultura de la Europa meridional, cuando se habla de transformar un espacio, se refieren en realidad a construir, destruir, cavar y levantar. Es curioso cómo se destinan recursos para, por ejemplo, la peatonalización de las calles, cuando lo único que se necesita para transformar radicalmente un espacio son unos conos de señalización y unas sillas de plástico, como se comprobó en la primera fase de la peatonalización de Times Square en Nueva York. Un pequeño complejo de «nuevos ricos». Es este un momento en el que los ambientes intelectuales que analizan la ciudad y la arquitectura dentro de Occidente han asumido como imposible la escalada formal y energética que se venía dando desde la anterior crisis energética. Son este tipo de iniciativas las que nos permiten volcar la mirada sobre lo que realmente «hace» ciudad. ¿Hace ciudad una calle, una plaza? ¿Hace ciudad un monumento? ¿Una carretera? ¿Un edificio? ¿No será, tal vez, más importante la relación que tengan los habitantes de la ciudad con estos elementos lo que realmente crea la ciudad?

Varios momentos de la experiencia llevada a cabo por la iniciativa Play Day en Otxarkoaga y que buscaba la interacción entre las personas y los espacios urbanos a través del juego. Fotografía: Zaramari

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