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LA JUVENTUD JAPONESA Y EL TRABAJO

Por Alfredo Álvarez Pérez

Introducción

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Este trabajo tiene como intención alentar la reflexión sobre las vicisitudes que los jóvenes enfrentan en su vida laboral y la relación que esto tiene con los grandes problemas de Japón. Éste es un país desarrollado, altamente industrializado y es la tercera economía más grande del mundo. Por ende, problemas como la precariedad laboral y la pobreza relativa pueden parecer de dimensiones distintas para quienes están familiarizados con otras realidades. Sin embargo, existen problemas agudos cuyo estudio puede sugerir preguntas y soluciones a problemáticas similares en otras partes del mundo. Además, Japón ofrece un ejemplo de cómo una sociedad que alcanzó los objetivos de erradicar la pobreza y de tener un país de clase media puede perder terreno y enfrentar aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa nuevamente problemas de pobreza y de disparidad social.

Así pues, para alcanzar este objetivo, el presente trabajo comienza por exponer algunos de los problemas que la estructura demográfica de Japón representa para los jóvenes. Después presenta algunas de las condiciones laborales que suponen problemas para los jóvenes, incluyendo ejemplos basados en los datos de censos poblacionales. Finalmente, la argumentación destaca que en la política económica y en la superación de muchos estereotipos sociales hay una llave para aliviar los problemas que muchos jóvenes enfrentan en su vida laboral y para resolver, por lo menos en parte, algunos de los grandes problemas de Japón, que enfrentarán los jóvenes de hoy en el futuro próximo.

Condiciones demográficas del Japón del Siglo XXI

En marzo de 2021 la población de Japón sumó 125.48 millones de personas, y continuó con el rápido ritmo de disminución que comenzó en 2008 (SBJ 2021). El rango de edad de los jóvenes, según la clasificación del gobierno japonés, es entre 15 y 39 años. Los varones son 16.48 millones (13.14% del total) y hay 15.68 millones mujeres (12.5% del total); en conjunto suman 32.17 millones de personas (25.64% del total). En contraste, la población de más de 65 años es de 36.271 millones de personas (28.91%), de entre 40 y 64 años de edad hay 42.11 millones (33.56%), y los menores de 15 suman 14.925 (11.89%) (SBJ 2021). Las estimaciones demográficas que hace el gobierno japonés con base en las tasas de natalidad (1.8% en 2019) y en las expectativas de vida (en promedio más de 80 años), indican que para 2050 la población de Japón rondará en 90 millones de personas y el porcentaje de la población mayor de 65 años será de más del 40% (MSTB 2021).

¿Qué implica esta estructura demográfica para la juventud japonesa? En breve, entre los efectos negativos están las relaciones inherentes del decremento poblacional con una menor actividad económica, y del envejecimiento con una mayor carga económica para mantener las prestaciones de seguridad social y el sistema de pensiones. En otras palabras, los jóvenes de Japón enfrentan una inercia demográfica que en el transcurso de su vida resultará en una mayor dificultad para mantener el crecimiento económico y en una mayor <<<ara carga económica para conservar las garantías sociales de todos. Ahora bien, estos problemas no son nuevos. El decremento poblacional comenzó en 2008 y se ha acelerado desde entonces, y desde mucho antes se sabía del comportamiento de estas tendencias. No obstante, como se observará en las siguientes secciones, en buena medida las condiciones laborales y sociales que se viven en el Japón del siglo veintiuno, previenen cambios significativos a esta inercia demográfica; y aunque la política económica trazada por los últimos gobiernos busca revertir estos problemas, no ha logrado avances significativos.

Los shakai-jin y los underclass

Un momento importante en la vida social de los japoneses es cuando llega la hora de convertirse en shakai-jin, literalmente, persona de sociedad. Uno de los principales atributos de un shakai-jin es el hecho de que con su trabajo remunerado contribuye con la sociedad, tanto por el valor intrínseco de su trabajo como por su aportación fiscal con la que se mantienen pensiones, bienes y servicios públicos. Por su parte, la sociedad le brinda esta oportunidad al shakai-jin, y otras más que tratan de subsanar las carencias que eventualmente pudieran poner en desventaja económica a una persona o a una familia frente a sus similares. En esencia se trata de una relación simbiótica en la que ambas partes se benefician de lo que una aporta a la otra y convertirse en shakai-jin implica tomar todas las responsabilidades que esta relación requiere. Entre otras implicaciones, ser shakai-jin comporta la posibilidad de independizarse de los padres y de formar un nuevo núcleo familiar, una nueva unidad social. Asimismo, salir a la sociedad representa una responsabilidad, tanto para el individuo, como para el núcleo familiar del que proviene; y no salir o retrasar la salida puede ser incluso un motivo de vergüenza. Estos atributos y responsabilidades, entre otros, son parte del ideario y del sentido común en Japón. Sin embargo, la sociedad es cada vez menos capaz de ofrecer las mismas oportunidades para todos, y para muchos jóvenes resulta cada vez más complicado cumplir con todas las expectativas sociales.

Los primeros pasos de un shakai-jin suelen ser determinantes para el resto de su carrera. Como explica Miyamoto Michiko, la sociedad japonesa es muy dura con quien comienza mal. Aunque también lo es con quienes sufren algún tropiezo en el camino. Por eso, convertirse en shakai-jin es un parteaguas en la vida de los jóvenes japoneses, y también por eso es importante la preparación previa. Así, la competencia por llegar bien preparados es feroz, y cada vez más desigual. Como lo expuso en abril de 2019 la profesora Chizuko Ueno en su discurso de bienvenida ante estudiantes de nuevo ingreso de la Universidad de Tokio, no se trata de una competencia justa. Desde temprana edad muchos jóvenes son conscientes de las oportunidades que les brinda la sociedad actual y de los desafíos que les presenta, sobre todo en comparación con la situación que vivió la generación de sus padres. Con base en condiciones como la calidad de la educación a la que pudieron acceder y su aprovechamiento, se hacen una idea de la posición que podrán ocupar en el futuro dentro de la sociedad. Esto es, en buena medida, debido al vínculo que ha existido en Japón entre las empresas y las universidades. Quienes logran ingresar a las universidades más prestigiosas tienen mayores posibilidades de obtener mejores empleos, condiciones laborales e ingresos. Muchas de las mejores instituciones de educación son públicas, pero incluso éstas son muy costosas para el nivel de ingreso de muchas familias. Estas condiciones de competencia y desigualdad se han agudizado en los últimos 30 años, y juegan un papel importante en la vida de los jóvenes, en la vida pública y en algunos de los grandes problemas del país.

Si las condiciones que enfrentan muchos jóvenes antes de convertirse en shakai-jin son complicadas, ya como personas de sociedad, pueden ser aún más difíciles. La precarización del trabajo, el ijime (bullying), la disparidad de género y otros problemas y estereotipos del imaginario social juegan en contra de muchos jóvenes. M comienzos del siglo veintiun entorno y en una economía donde la competencia no es solo donde sus expectativas de c suelen no ser mejores que las de La realidad laboral enfrenta a con el estancamiento de los sal condiciones laborales poco atr muchos casos. Una de las decisiones al buscar empleo es s de contratación, por ejemplo, tra régimen laboral regular (seiki régimen laboral irregular (hiseiki koyō). Aunque el mercado para trabajadores regulares no es capaz de emplear a toda la fuerza laboral, así que muchos jóvenes en realidad no tienen esta opción. Ambas formas de contratación son formales, pero los trabajadores irregulares tienen menores prestaciones sociales y sobre todo mayor inestabilidad de ingreso. Esta diferenciación de esquemas de contratación ha sido regulada por reformas laborales sucesivas desde la década de 1980, y es parte del origen de muchas de las desigualdades sociales de la actualidad (Tanaka 2016). Otra de las causas que amplifican estas desigualdades y otros problemas es la disparidad del ingreso entre hombres y aaaaaa mujeres. Así pues, para una mujer con un empleo irregular y con la responsabilidad de mantener un hogar, la pendiente cuesta arriba es aún más pronunciada. Por eso, a pesar de los apoyos económicos a los que tiene derecho una familia en estas condiciones, la pobreza relativa en Japón afectó en 2018 al 15.7% de la población según datos del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar (MSTB 2020).

Fuente:https://s.nikkei.com/3L29eqF

Condiciones económicas y sociales como estas han dado lugar al crecimiento de una clase social denominada por científicos sociales, como Kenji Hashimoto y Michiko Miyamoto, como la subclase (underclass). La subclase es un estrato social que queda por debajo de las clases sociales que se reconocían en el Japón de la segunda cuando incluso se utilizaba el término “los cien millones de clase media” ( 億総中流) para denotar que todos los japoneses (en los 1970s) eran de clase media. Como explica Miyamoto Michiko, cerca de una quinta parte de la población juvenil de Japón forma parte de la subclase, y son personas que se emplean en el régimenmitad régimen irregular, que entran y salen del mercado laboral por periodos prolongados, por lo que su ingreso es aún más inestable y tienen menos posibilidades de acceder a beneficios de la seguridad social como el seguro de desempleo o el seguro médico

(Miyamoto 2021).

Para muchos jóvenes cuya situación no es tan mala, pero por contar con un ingreso relativamente bajo, es común evitar o aplazar la decisión de formar una familia, y en lugar de eso buscan mantener, en la medida de lo posible, la calidad de vida que tuvieron bajo el cobijo de su familia. Muchos jóvenes en estas circunstancias además optan por prolongar su vida bajo el techo paterno o materno, a pesar del estigma social que pudiera traer esta decisión. Esta situación también repercute negativamente en problemas que enfrenta Japón, como la baja tasa de natalidad y el estancamiento de la economía. No obstante, la política económica de los últimos años no ha logrado aliviar sustancialmente los problemas como el estancamiento de los salarios, la disparidad laboral de género, la pobreza y en términos generales la precarización del trabajo; y por otro lado, la pandemia de Covid-19 ha exacerbado muchos de estos problemas.

Salarios y género

El estancamiento que los salarios han sufrido durante las últimas dos décadas es una de las circunstancias que enfrentan los jóvenes a la hora de buscar empleo y planificar a mediano y largo plazo. Entre 2001 y 2019 el salario mensual promedio aumentó de 305.8 mil yenes a 307.7 mil (MSTB 2020b). Un aumento de 0.62% en veinte años. A pesar de ser un incremento marginal, si lo observamos desde una perspectiva de género, la situación resulta ser peor. El salario de los hombres, en realidad, disminuyó de 340.7 mil a 338 mil yenes; mientras que el salario de las mujeres aumentó en un 11.39%, de 222.4 mil a 251 mil yenes. El incremento salarial promedio de las mujeres explica el aumento del promedio ponderado total, sin embargo, es importante tomar en cuenta que la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 74.3% (MSTB 2020c). Esto significa que en promedio, el ingreso de las mujeres es 25.7% menor que el de los hombres. Visto desde esta perspectiva, es posible argumentar que el incremento salarial de las mujeres –y por lo tanto el incremento general– no es en realidad un incremento, sino simplemente un cierre de la brecha salarial entre hombres y mujeres.

Más aún, se trata de un cierre a la baja, pues el salario de los hombres disminuyó 0.8% (MSTB 2020b). En el mismo periodo de tiempo, entonces, la brecha de género en materia salarial se ha ido cerrando; pasó de 65.3% en 2001 a 74.3% en 2019 (MSTB 2020c). No obstante, el ritmo ha sido lento. Si este ritmo se mantuviera, la brecha se cerraría en 35 años. Pero tomando en cuenta que se trata de un promedio, para las ocupaciones donde la brecha salarial es mayor se requeriría de más tiempo.

Además de la brecha salarial, las mujeres tienen que enfrentar otros obstáculos en el sitio de trabajo provocados por las expectativas de los roles de género arraigados en la cultura laboral. Así, por ejemplo, puede ser muy complicado para una mujer embarazada mantener su trabajo, tanto por el esfuerzo físico que implican el mismo trabajo y las costumbres extralaborales japonesas, como por el estereotipo arraigado de la madre que se dedica exclusivamente al cuidado de los hijos. Esta situación aplica de igual manera para el cuidado de los viejos y los enfermos. Aunque los servicios para atender a este sector de la población han aumentado drásticamente en Japón, siguen siendo muy caros para muchas familias, y la mayor parte de la carga de estas situaciones recae sobre la mujer. Esta situación, como se detallará más adelante, es especialmente complicada cuando el ingreso familiar depende en buena medida –si no totalmente– del ingreso de la mujer.

Fuente:https://bit.ly/3JWeJ9j

Las reformas laborales de la década de 1980 y posteriores, introdujeron nuevas formas de contratación con el objetivo de “flexibilizar” el trabajo y atraer una mayor cantidad de mano de obra al mercado laboral. Esta flexibilización se refiere a una forma de contratación por hora, por proyecto, o por el tiempo definido que al contratante convenga. Esta forma de contratación es de alguna manera atractiva para personas que no pueden dedicar todo su tiempo y energía a un trabajo de tiempo completo, o regular, ya sea por la necesidad de atender otras responsabilidades, como la educación de los hijos o el cuidado de alguna persona enferma, por ejemplo. Para otras personas en realidad es una salida después de no haber conseguido una buena opción en el mercado laboral regular. Y para muchas otras personas es necesario contratarse de esta manera para complementar su ingreso. Sin duda, también están los casos de personas que prefieren las condiciones laborales de un empleo irregular, o que lo hacen solo por tener una ocupación remunerada. Sin embargo, la otra cara de la moneda para los trabajadores bajo este esquema es tener que contar con un salario en promedio más bajo que el de un trabajador regular, con menores prestaciones sociales, con menores probabilidades de ascender en su carrera profesional, y sobre todo con una mayor inestabilidad en su ingreso. puede ser despedido en cualquier momento. Los trabajadores tipo haken (outsourcing), por ejemplo, pueden ser asignados a trabajar en una empresa ahora y luego a otra en cualquier momento, sin que se les pague las horas no laboradas durante la transición de un trabajo al otro; no tienen oportunidad de acumular antigüedad ni obtener los beneficios que ello conlleva. Desde este punto de vista, buena parte de quienes trabajan en el régimen irregular son una reserva de mano de obra disponible y en cierta manera desechable.

La diferencia de ingreso entre trabajadores regulares e irregulares es sustancial, al igual que la diferencia por género. En promedio, el ingreso mensual de una trabajadora bajo esquema regular es de 269.2 mil yenes, mientras que el de una trabajadora en el régimen irregular es de 193.3 mil yenes; un diferencial de 28%.

Para el trabajador regular el ingreso promedio mensual es de 350.7 mil yenes, cuando el del trabajador irregular es de 240.2 mil yenes; una brecha de 31.5%. La diferencia salarial entre el esquema regular y el irregular se explica por varios factores. Probablemente el más importante sea la inestabilidad del empleo irregular. Un trabajador regular tiene normalmente incrementos salariales anuales y la continuidad en un sitio de trabajo que en teoría le permite ascender de posición en el tiempo. Por otra parte, un trabajador irregular está sujeto al pago por hora y puede

Grosso modo, de esto se trata la flexibilidad del mercado laboral. Si por un lado el objetivo fuera ampliar las opciones laborales para los trabajadores, por otro lado el resultado es la precarización de las condiciones de trabajo. En consecuencia, la flexibilidad que utiliza el lenguaje de esta política laboral, en la práctica se traduce en la inestabilidad del ingreso y de las perspectivas laborales de los trabajadores. Cabe señalar que esto, por de facto, no tendría porqué ser así; pudieran conservase las características de flexibilidad y brindar salarios competitivos y prestaciones sociales iguales que las de trabajadores bajo el régimen regular. Pero este no es el caso actualmente. Estas condiciones representan un verdadero desafío para muchas personas en Japón, en particular para aquellas familias o individuos cuyos ingresos provienen en mayor medida del régimen irregular.

Para ilustrar esto con un ejemplo, tomemos el caso de un trabajador bajo régimen irregular con el salario promedio de 240 mil yenes al mes y sin dependientes económicos. Después de impuestos, esta figura queda en aproximadamente 190 mil yenes mensuales. El gasto mensual apenas por encima de la línea de la pobreza es de aproximadamente 110 mil yenes por mes. Esto incluye todos los gastos necesarios para la vida, es decir, alimentación, renta, servicios, transporte, educación, etc. Aunque para alguien que vive en algún centro urbano como Tokio, este gasto es bastante austero. Aún así, esta persona podría ahorrar 80 mil yenes al mes, nada mal. Empero, introduciendo condiciones como la inestabilidad del régimen irregular y el pago mensual del salario, la situación puede ser un poco más complicada. La persona de nuestro ejemplo puede ahorrar 80 mil yenes al mes mientras tiene trabajo, pero ¿qué pasa cuando la empresa de recursos humanos que lo contrató no le asigna algún sitio de trabajo? En principio, el trabajador, aunque está dispuesto a trabajar, no recibe remuneración alguna por el tiempo que está detenido, y tiene que vivir de sus ahorros. Si su ahorro es de 80 mil yenes por mes y su gasto de 110 mil yenes, entonces tiene un déficit mensual de 30 mil yenes. En otras palabras, para vivir un mes de sus ahorros debe de trabajar 1.37 meses, o aproximadamente, trabajar 3 meses para poder mantener el mismo gasto por dos meses sin trabajo.

La inestabilidad del ingreso bajo este régimen depende mucho del tipo de trabajo y de las condiciones generales de ofe oferta y demanda de la economía. Sin embargo, para el trabajador del ejemplo es difícil pensar en incrementar su gasto sin poner en riesgo su futuro, a la hora de no tener empleo por tiempo indefinido. Esta situación es mala tanto para el trabajador como para la economía en su conjunto, pues desalienta el consumo en particular de bienes y servicios de alto valor agregado y mantiene al trabajador en una situación de gasto mínimo. Ahora, si este ejemplo considerara que el trabajador tiene gastos más allá de lo mínimo para vivir sobre el nivel de pobreza, o si además tuviese más dependientes económicos y un sueldo por debajo del promedio, la situación sería bastante distinta. El trabajador tendría que trabajar más tiempo para subsistir de ahorros, y bajo el régimen irregular, esta circunstancia de incertidumbre puede llegar a ser muy pesada de distintas maneras. Es en casos como estos donde la situación comienza a ser bastante complicada para muchas personas.

La pobreza juvenil

¿Qué se considera pobreza en Japón? Para calcular en índice de pobreza en Japón se utiliza la metodología establecida por la OCDE que se basa en definir una línea de pobreza, es decir, un ingreso mínimo. En 2018 la línea de pobreza relativa en Japón fue de ¥1.27 millones por persona por año.

En otras palabras, se considera que una persona vive en condiciones de pobreza relativa cuando cuenta con un ingreso disponible anual menor a dicha cantidad. En 2018 el porcentaje de la población bajo esta línea fue de 15.7% (MSTB 2020). Este porcentaje corresponde a 19.7 millones de personas.

Ahora, ¿qué significa ser pobre o relativamente pobre en Japón? En términos generales, además de la precariedad material y la calidad de ciertos servicios a los que se tiene acceso, probablemente la mayor implicación es la propia dificultad para salir de esta condición de pobreza. Como se observó anteriormente, esto está correlacionado con el nivel de la educación a la que los miembros de familias pobres pueden tener acceso, y también en cierta medida con el nivel de ingreso durante su vida productiva. Esto comporta la replicación generacional de la pobreza y el crecimiento de las disparidades sociales. En el tiempo, este fenómeno da lugar a la formación de un estrato social pobre, con pocas posibilidades de movilidad social. Como se observó anteriormente, en Japón se ha denominado a este grupo social como la subclase (underclass).

Para tener una idea un poco más concreta de las implicaciones de la pobreza en un país como Japón, vale la pena hacer un ejercicio con los datos que presenta el último Censo Nacional de Población sobre las condiciones básicas de vida, de 2019 y publicado en 2020. Una de las primeras circunstancias que resaltan es la desproporción de la pobreza en viviendas sostenidas por madres solteras. En 2019, el número de viviendas cuyo jefe de familia es una madre soltera es de 644 mil (MSTB 2020, 30). El 35.1% de estas viviendas integra el primer quintil del ingreso, topado en 2.03 millones de yenes por vivienda al año. Tomando este ingreso para el ejemplo, el ingreso disponible después de descontar los impuestos aplicables (aproximadamente el 21%), es de 1.6 millones de yenes al año. Por tratarse de una vivienda cuyo jefe de familia es una madre soltera, es posible inferir que la vivienda se compone por lo menos de dos integrantes, la madre como proveedora y un infante como dependiente económico. Por el método de raíz cuadrada, el ingreso anual disponible correspondiente a cada integrante de la vivienda es de 1.13 millones de yenes, por debajo de la línea de pobreza de 1.27 millones. Es decir, por lo menos el 35% de las viviendas cuyo jefe de familia es una madre soltera, vive en condiciones de pobreza relativa, lo que indica que, por lo menos 225 mil madres solteras viven bajo estas condiciones. Este ejemplo esboza una situación favorecida dentro de este grupo, en la que la madre soltera sólo tiene un dependiente económico. Evidentemente, a mayor cantidad de dependientes económicos, aaaa menor será el ingreso disponible por persona, por consiguiente, no solo viviendas del primer quintil de ingreso cuyo jefe de familia es una madre soltera están sujetas a esta condición de pobreza relativa. Asimismo, mientras el ingreso sea menor, menor será el ingreso disponible por persona. situación es peor aún. En el rango de 20 a 39 años, los salarios promedio van de 1.8 a 2 millones, por lo que con tan solo un dependiente económico y un único ingreso, el ingreso familiar queda por debajo del de la pobreza relativa.

Este ejercicio deja en claro la fragilidad de una familia que depende del ingreso de una madre soltera (aunque el caso de los padres solteros no resulta mucho mejor). Para entender de mejor manera esta situación, vale la pena recordar algunas de las circunstancias expuestas en secciones anteriores relativas a las vicisitudes que viven las mujeres en el trabajo. Lo complicado que es mantener un trabajo regular cuando se es responsable del cuidado de infantes u otros dependientes; las presiones que ejerce la cultura laboral, que castiga el embarazo en el sitio de trabajo; la disparidad salarial en términos de género; entre otras. Por eso, es importantísimo componer estas fallas sistemáticas. Asimismo, son importantes las redes sociales de apoyo que pueden aliviar las condiciones económicas de estas familias. Por un lado, la familia suele ser un apoyo, aunque no es así en todos los casos, por ende, el Estado se vuelve un actor importante en este sentido. No obstante, por diversos motivos los apoyos gubernamentales no siempre llegan a quienes lo necesitan

Fuente: https://bit.ly/3MlLDl4

Entonces, ¿cuánto debe de ganar una madre soltera para estar por encima del umbral de la pobreza? Si en la familia hay un solo dependiente económico, el ingreso bruto familiar debe ser de aproximadamente ¥2.27 millones de yenes al año; si hay dos dependientes, ¥2.78 millones anuales; y con tres dependientes de ¥3.21 millones. Si contrastamos estos cálculos con los salarios promedio por edades del último censo de población, notamos que las mujeres dentro del rango de edades de 20 a 24 años con empleo regular tienen un salario promedio anual de 2.13 millones, por lo que sin otra fuente de ingreso y con un dependiente económico su ingreso familiar quedaría por debajo de la pobreza relativa. En los siguientes rangos de edades (de 25 a 29 y de 30 a 34) y bajo las mismas condiciones laborales, el salario promedio es de 2.39 y 2.58 millones, por lo que sólo este ingreso les permitiría mantener un dependiente económico sin quedar debajo la pobreza, pero no más de uno. Ni siquiera el salario promedio anual de una trabajadora regular en el rango de 35 a 39 años (2.73 millones) le permitiría hacerse cargo de dos dependientes económicos sin quedar por debajo de la línea de pobreza. Ahora bien, si observamos los salarios promedio de las mujeres con empleos irregulares, la

Conclusiones

Las condiciones laborales que enfrentan muchos jóvenes en Japón son complicadas y en algunos casos incluso precarias. Esta situación influye ampliamente en otros aspectos de su vida, en su percepción del futuro y en sus hábitos de consumo. Por otra parte, la sociedad japonesa tiene altas expectativas de los jóvenes. Espera de ellos, entre otras cosas, que contribuyan al mantenimiento de la seguridad social de todos y que construyan familias bajo ciertos estereotipos. De las mujeres se espera que cumplan con roles marcados, como la atención intensiva de los hijos, de los viejos y de los enfermos. Pero por otra parte, la sociedad es cada vez menos capaz de ofrecer oportunidades a todos los jóvenes para que cumplan con estas expectativas. Antes de iniciar la vida laboral, los niños y jóvenes compiten por su preparación bajo circunstancias desiguales. A pesar de que la productividad de la economía japonesa ha crecido en las últimas décadas, los salarios no lo han hecho al mismo ritmo, y desde una perspectiva de género, en realidad los salarios han disminuido y la brecha entre hombres y mujeres sigue siendo muy grande. Asimismo, la llamada flexibilización del trabajo, que aquí es más bien caracterizada como la inestabilidad del trabajo, ha coadyuvado al crecimiento de los problemas de pobreza, disminución del consumo y ralentización de la economía.

Japón en las últimas décadas. Si bien las políticas neoliberales en materia laboral y educativa no son el único factor que ha influido negativamente en el crecimiento de estos problemas, es clara la correlación entre las condiciones laborales propiciadas por estas políticas y las vicisitudes que viven amplios sectores de la población juvenil de Japón el día de hoy. Al mismo tiempo, la realidad que viven estos jóvenes y sus expectativas sobre el futuro tienen también un impacto importante en los grandes problemas que la economía japonesa enfrenta. En conclusión, mientras el gobierno japonés no pueda ofrecer los incentivos adecuados para que los jóvenes mejoren sus expectativas sobre el futuro, mediante cambios de políticas, y mientras la sociedad no recupere la capacidad de ofrecer a los jóvenes mejores oportunidades y una menor desigualdad, será difícil ver los cambios que requiere el país para aliviar sus grandes problemas.

En conjunto, estas condiciones han contribuido al engrosamiento de los problemas estructurales que ha enfrentado a

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