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Colegio de artes de Quito
No creo que mi caso haya sido singular, sino algo muy común en la sociedad de aquel entonces, en el sentido de priorizar las necesidades del grupo antes que la realización personal (…). En aquel entonces lo que se esperaba de una chica, en la gran mayoría de la sociedad, era su formación a través de alguna carrera técnica de nivel medio y su realización a través de fundar una familia a temprana edad (…). El problema fue que con catorce años intuí y manifesté que ese no sería mi modelo a seguir, porque mis aspiraciones y necesidades eran distintas a las convencionales. No es mi intención condenar o juzgar a nadie, estoy en paz con la familia y muy agradecida por las experiencias compartidas. Pretendo ir más allá; comprendo el contexto social y la matriz de la época en que me tocó vivir, porque considero que se formaba a la gente, sin que esta tuviese conciencia de ello, atada a un sistema que pensaba al individuo y lo fabricaba de acuerdo con las necesidades preestablecidas, haciendo de la persona una pieza de un sistema, no un sujeto pensante, y esto fue inhumano (H. García, comunicación personal, 6 de agosto de 2018b).
Al siguiente año, pese a la negativa de sus padres, Helena García consigue entrar al cuarto curso del Colegio de Artes Daniel Reyes, de San Antonio de Ibarra, donde realiza estudios de pintura, modelado en arcilla, dibujo
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artístico, dibujo técnico, anatomía artística, etc. Los profesores que guían sus primeros pasos son Enma Montesdeoca, conocida entre los alumnos como mamá Enma, profesora de dibujo; Carlos Yépez, profesor de diseño gráfico, y Édgar Reascos, de pintura, entre otros.
Debido al traslado laboral de su madre a Quito, Helena se ve obligada a desplazarse también a la capital, debiendo abandonar los estudios poco después de haber iniciado el quinto año. Este cambio de ciudad provoca la pérdida de más de un mes de clases, lo que la deja fuera del sistema educativo por el período de un año. Al incorporarse nuevamente al colegio, la madre intenta apuntarla otra vez en un colegio con la especialidad en sociales, a lo que la joven se niega rotundamente, logrando ingresar al Colegio Universitario de Artes Plásticas de Quito.
Por unos desajustes en la malla curricular del Colegio Daniel Reyes —que no ofrece la materia de tallado en madera—, Helena García se ve obligada a tomar esta materia durante un año antes de poder formalizar sus estudios en el Colegio Universitario. Mientras esto sucede, la artista se dedica a estudiar por su cuenta el arte ecuatoriano precolombino, y realiza visitas constantes al Museo del Banco Central
del Ecuador, donde queda fascinada con las piezas arqueológicas que años más tarde serán parte sustancial de su obra. Además, tiene la suerte de ser aceptada en la Compañía Nacional de Danza, estudiando por la mañana artes y por la tarde danza, especialidad que con el tiempo se ve obligada a abandonar para concentrarse en los estudios de artes.
Aprobada la materia de tallado en madera, ingresa formalmente al quinto curso del Colegio de Artes de Quito. Son sus maestros el artista y docente José Cela, profesor de dibujo artístico y director del trabajo de grado; Pablo Barriga, profesor de estética; Fernando Venegas, de pintura, etc. Quizá uno de los maestros que más le influyen en este período es Pablo Barriga, por su capacidad de análisis y reflexión respecto al arte. Indica la artista que sus clases eran francas, y enseñaba a los alumnos a investigar desde la observación y la realidad. Uno de los ejercicios planteados por el docente, y que resulta revelador para Helena García, es la realización de doscientos dibujos del Quito colonial, porque abre su capacidad de análisis y cuestionamiento, algo fundamental para dar el salto de la formación tradicional a la propuesta y al discurso estético (García, 2018b).
Figura 85, Helena García. Apuntes de acuarela sobre papel. Colegio de Artes Plásticas. Universidad Central. 1986-1987.
Fuente: Colección de la artista