Diario de un español en tierras de españah2ox720052015

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LA ÚLTIMA EXPEDICIÓN DE SHACKLETON 1914-1917

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DIARIO DE UN ESPAÑOL EN TIERRAS DE ESPAÑA

Tomó en su mano el clavo, y su derecha el pesado martillo, dio golpe a Sísara, rompióle la cabeza, le machacó y atravesó las sienes.

Cántico de Dévora (JUECES/5)

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A veces tenemos la sensación de haber perdido –en algún momento de nuestra vida- el control de nuestras vidas, y que pareciera que nuestro navío es controlado por las continuas embestidas de las olas nacionales, surgidas por las perennes ocurrencias de políticos apátridas, a los que sólo les visita la musa endiablada de la corrupción y la crueldad.

Ha pasado el verano, ha sido un verano solitario y triste. Mi mujer y mi hija han huido de la inevitable envestida de la ola del hambre. La iniquidad de un juez –de lo social de Guadalajara- político vendido a las prebendas de los bucaneros, nos ha dejado en la hambruna.

El último día, antes del equinoccio de verano, tuve que salir a robar los huevos – para hacerle la cena a mi hija- que los patos ponen a la orilla del laguito municipal.

Es de noche, una noche cerrada y gélida, bajo un enorme cielo en donde se hace difícil ojear en el horizonte. Me he conectado a internet y he lanzado un SOS. Espero que llegue a mis amigos.

Hace ya una semana que permanezco sólo, recluido en un pueblo deshumanizado y solitario. Gobernado por apátridas y concejales que nunca se han leído la Constitución y que no conocen las leyes

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españolas. Aunque tienen la doble nacionalidad, no son españoles, aunque sí sectarios.

La última vez que hablé con mi hija, estaba triste porque yo no estaba con ella, también estaba contenta porque tiene nuevos amigos.

Le he contado que el colegio Valdeluz ha cerrado, por falta de apoyo municipal. Desde el ayuntamiento no informaban del colegio y los desviaban al de Yebes.

Han pasado varios días, he vuelvo a enviar el SOS, no dispongo de saldo para llamar por teléfono. Y en el pueblo no existen cabinas telefónicas. En la despensa sólo me queda un paquete de arroz y uno de lentejas. No me queda aceite para cocinar, tampoco otros ingredientes que me hagan más fácil la ingestión y digestión.

Durante siete días mi dieta ha consistido en arroz blanco cocido solo con agua. Siento como mis fuerzas me flaquean y guardo un vaso de arroz en la despensa y me paso a las lentejas. Están me darán un poco de fuerzas.

Es una mañana muy fría, puedo observar como a las once de la mañana la cencerrada en gruesa, muy gruesa y ruidosa. No dispongo de calefacción, la única manta que tengo para abrigarme es una

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antigua esperanzera, hilada en la Isla de Tenerife, y que siempre me ha acompañado a lo largo de estos últimos siete años. El resto de la ropa la tengo embalada en cajas. A la espera de poder escapar de este infierno.

Son las cinco de la tarde de cualquier día, ya no me importan los días de la semana, sólo el poder irme de esta pobre tierra gobernada por miserables. Siento fatigas por la falta de alimento, y salgo al campo de Castilla la Mancha, dentro del mismo pueblo. Llevo con migo un bolso y un hacha de zapador. Pienso en que los patos me pueden saciar el hambre, pero si mato los patos me quedo sin sus huevos.

La suerte me sonríe y me hago con una –marica- hurraca, le corto la cabeza y la desplumo. La hago a las brasas y me la como con el vaso de arroz que he reservado.

El frío es persistente, mi resistencia a los diferentes climas me hace menos vulnerable a esta emboscada en la que he caído.

Todos los días subo a la terraza del ático y me entreno durante una hora, físicamente me encuentro bien. El muro de la terraza me sirve de silueta, en el descargo los ochenta kilos de fuerza de mis puños. En 150 golpes de implosión.

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He salido a buscar serpientes en la ladera vecina al campo de golf. Pero sólo he podido encontrar dos sapos bien grandes, cada uno pesa unos 250 gramos. Los he cocinado.

Llevo bañándome con agua fría durante quince días. Ya no siento nada, hace tiempo que no siento el frío helado del agua en mi cuerpo. Los síntomas sólo se pueden apreciar en el pelo rígido de mi cabeza. ¡Ay mi cabeza! Pobre juez sin patria.

Son las diez de la mañana, he conseguido un arbusto de romero, y he recolectado lavanda. Desayuno un té de lavanda bien caliente, lo que me alivia la tensión que he acumulado en la laringe. Las heladas intentan hacer meya en mis cuerdas bocales.

La suerte me ha vuelto a sonreír. Un amigo de UVE SOCIEDAD ha respondido al SOS. Me ha devuelto un favor que le hice hace tiempo. Ahora sólo me falta conseguir un transporte que me lleve a la capital. Tengo que ser muy rápido, mi agilidad mental no me abandona y consigo estar a las 11:45 horas en la oficina de correos de Guadalajara. El giro inmediato ha sido mi salvación.

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Antes de gastar la ayuda que me han girado debo pensar que comprar.

Y para ello me hago un cálculo mental y una lista de supervivencia militar.

Las proteínas son fundamentales para mantener la cordura, y mis sentidos deben estar despiertos. Es vital el poder dormir con un ojo despierto y el otro descansando. Frente al Mercadona hay una carnicería que es mucho más práctica, me llevo bien con el carnicero.

He podido comprar un Corazón de Caballo, y dos cartones de huevos.

Harina y levadura para hacer pan. Un poco de vino, arroz y lentejas.

El corazón del Caballo – tres euros- me suministrará carne para quince días, y aún me queda dinero para terminar el mes.

Ha pasado ya un mes y la compra del siguiente mes ha sido la misma, con un pequeña variedad, hoy he podido comprar pierna de pavo, estaba de oferta a 1,50 la pieza. Y junto al corazón de caballo podré pasar un mes más.

A veces pensamos que la vida no vale nada, que más valdría morir. Han pasado dos meses y la rutina es la misma. Sigo atrapado con todas mis pertenencias embaladas, custodiando mi propia fortaleza, abandonado ¿por quién? Por esta mafia política que ha

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arruinado mi patria, que han vendido ayuntamientos y poder a extranjeros que sólo cuidan de los suyos, de extranjeros en tierras de España.

Hace una noche terriblemente fría, esta tarde cayó un rayo sobre una vivienda y rompió un muro. Las baldosas de los edificios se rompen y caen de las fachadas. ¡Ciudad Valdeluz es una verdadera ruina! Una trampa de la muerte.

Son las dos de la madrugada, vuelvo a estar sin recursos económicos. El implante de acero que llevo en mi muela derecha no deja de infringirme microondas, - el debe estar cerca disfrutando del show- más tarde en Tenerife, el gerente de Vital Dent en los cristianos y su cirujana, quedarían estupefactos con la radiografía y el ovni de mi muela. Aunque llevo otro en el cuello. ¡Parezco un tablón de anuncios que nunca cobra!

Son las tres de la madrugada y el dolor de cabeza no cesa, no tengo no me quedan medicamentos que me alivien del dolor, me he duchado la cabeza once veces -con el agua congelada que sale del grifopero la migraña es severa, noto los latidos en mi cerebro y los sonidos de frecuencias en mis sentidos, mis oídos son como grandes altavoces

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que escuchan la continuo e incesante resonancia, que parece ser una frecuencia desconocida pero familiar.

Son las cinco de la mañana, es dolor es espasmódico, siento que voy a morir, que me va a dar un infarto, los pies parecen querer retorcerse, girarse al revés, saco el valor de mi interior y me pongo de pié, -es como si me hubiesen disparado en la cabeza destrozándome el cráneo- y logro subir por las escaleras hasta el cuarto de baño del ático, abro el agua, es los mismo, la azul o la roja, porque el agua es helada, pongo el tapón en la bañera y me sumerjo en un intento de ahogar el dolor, de congelarlo, de hacerlo desaparecer. ¡El amor por ella, por mi hija, me ayudó a vencer de nuevo, a la muerte!

Ha amanecido, son las ocho de la mañana. La suerte me ha vuelto a sonreír, he recibido de mi madre un giro, hacía tiempo que no sabía de ella, me ha dado tiempo de vestirme y llegar a la parada de la guagua. Intento ignorar el dolor, que es menos grave, me quedan apenas unos euros justos, para coger la guagua - el autobús- y llegar a Correos e ir directamente a la farmacia de Guadalajara. En ella le pido a la farmacéutica me dé un poco de agua, y me tomo en su mostrador, el medicamento para la migraña.

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Han pasado cuatro meses, y hoy tomo el avión con rumbo a mi hija.

Sigo siendo FENIX.

En España a 20 de Mayo del 2015 H2OX7 FENIX – AGAPE

A todos mis amigos ¡Jamás os rindáis! Ante todo somos hombres, hombres patriotas de nuestros pueblos de España!

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