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EL PSICร PATA
Caricatura de El Mosquito 11 de Abril 1880
En la escala de lo cรณsmico, solo lo fantรกstico tiene posibilidades de ser verdadero Teilhard de Chardin
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Tal vez, algún día, cuando tengas hijos, seas mejor persona que cuando lo fuiste antes de morir y tras tu nacimiento. Cual ha sido mi papel en el movimiento del mundo, de este mundo compuesto de infinitésimos micromundos, es la pregunta maestra en la que se cae el domador de leones en su circo, y sin llegar a una respuesta concreta en la curiosidad con la que su látigo cobra vida y le estrangula, arrastrándolo a través de las sombras, a la pérdida de su alma y anonimato al descubierto. Al contrario de los que muchos son hoy día, yo sigo siendo la misma persona que fui hace unos tiempos. Desde el principio de los tiempos, tomando notas desde el rincón de mi conciencia, escuchando a arlequines de la moral, y a pastores que predican con lengua de doble filo, sin ejemplaridad de credo. Me llamo Fernando Arturo, y soy un hombre de honor, sencillo, y con factores humanos, como los tienen todos los hombres. O al menos, los que lo son. Intentan algunos, descubrir que todo hilo tiene una relación, bajo un control piramidal, y al cabo de un cierto tiempo, llegan a
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descubrir, su propia ignorancia, inmiscuida en la vida de un mundo desconocido para ellos. Existen personas capaces de cambiar el mundo. Si. Y cuando existe una sola persona que es capaz de amarrar un haz de luz a un hombre, entonces, ese mundo gigante, habrá comenzado a cambiar. Es el altruismo de ese niño, de ese hombre, de ese mayor, el engranaje más débil y a la vez el más fuerte, cuyas sumas directas de sus espíritus inquebrantables, dan como resultado la cuadratura de un círculo universal. Un maestro, un profesor, que es lo que nos enseña sino una disciplina. No nos enseña quien es, sólo nos muestra lo que sabe, su conocimiento sobre su mundo. Este, es una pieza de un gigantesco puzle. Todo cambio comienza con una acción, y esa acción es la de sembrar una semilla, y esperar a que esta germine. Cuando la semilla comienza a germinar, nada volverá a ser igual que antes. Todo cambio es precedido por una acción, y toda germinación es un nuevo amanecer. Hace mucho tiempo, que el mundo se paró, el mundo en donde los hombres neutros y etéreos, se nutren del dolor de los hombres
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válidos. Un mundo extraño e insignificante, un mundo en donde las riquezas destinadas a cubrir las necesidades de los hombres que hacen que el mundo navegue a través de las vías del espacio del progreso, son repartidas como bagatelas, en feria de vanidades entre los hombres necios de los mundos soberbios. Hace muchos tiempos, que el mundo se paró. ¡Sí!
Y dijo,
simplemente: .- Basta El mundo, no espera muestras de generosidad, sólo lealtad y dignidad. Es el mundo del hombre, mi mundo. ¿Qué es el mundo del hombre hoy día y en que se ha convertido ese hombre? Un mundo en el que si le arrebatas al hombre, el empleo, el dinero y los servicios básicos destinados a la pervivencia del ser humano, lo arrojas al abismo de la desesperación y la muerte. Ese mundo, no pertenece a mi mundo, ese mundo es un extraño, un usurpador, un psicópata. Un invasor. Cabe esperar, del hombre de mi mundo, tras esta debacle, la vida tras la lucha, y la lucha tras la muerte.
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Existen mundos en los que el precio de una persona, es el regalo de un coche, o una vida acomodada, sin amor y un falso respeto en el espectáculo frío y distante de la vida. Las gentes, gradualmente, dejaron de tener interés por el mundo que les permitía vivir en libertad, dejaron de preguntarse, del ¿por qué? De las cosas, mucho después de haber dejado de aportar dignidad a sus propias vidas y reflexiones. Sabemos cuándo empezó todo,
tal vez con la llegada de la
Antítesis, sobre el control de masas, en la que los medios audiovisuales como la Televisión, componen notas al servicio de la autodestrucción psíquica, en no más que extrañas noticias y bulos mediáticos, cuyos nombres no se los creería ni el más torpe de los escribanos del S.XX. El preguntarme, ¿para qué sirve el dolor? Es una pregunta que debieran hacerse todas las personas. Pues con su respuesta, desenmascaramos los rostros tiranos que maltratan la nobleza del hombre que desea ser libre. Una vez, de niño, en Punta Prieta, un conocido de la infancia, niño como yo, metió la mano en la sartén, en ella se freían una docena de sardinas. El dolor que sintió al quemarse con el aceite hirviendo,
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sólo le enseñó lo que se siente al quemarse. Pero, si nuestros padres hubiesen estado a nuestro cuidado, y al cuidado del fogón, su dolor hubiese sido substituido por una sonrisa llena de vida y conocimiento. En este caso, por la cocina. El dolor no nos enseña, sólo nos obliga a tomar decisiones basadas en el sufrimiento, y estas decisiones toman la forma sobre lo que se ha cimentado nuestra moralidad. El tiempo durante el que hemos sufrido ese dolor gratuito, con el que la ingratitud nos ha brindado, es un tiempo que exige reparo en el tiempo y reflexión. Es este, un tiempo estafado a la vida, usurpado al hombre. A mi mundo. Los padres están para que los hijos no pongan la mano sobre los fogones, y los padres de la nación, para que sus hijos, ¡El pueblo! No padezca hambre, ni desesperación, ni muerte. Parece como si mi mundo, sufriera en los padres de la nación, esta enfermedad. La de unos padres que no están pendientes, ni de sus hijos, ni de los fogones. A veces, creo que nací de un huevo, y que mis padres perdieron ese huevo, un huevo que creyó hueco. Y esto sí que es preocupante.
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Creo que soy un mundo, una nación. Un pueblo en un sueño lleno de sombras, y que mi padre dice cosas que cree que harán las gentes, pero mi padre no se preocupa en qué estado se encuentra la gente. El solo piensa que la gente se siente orgullosa de él. Mientras mi madre, por él, siente lástima, porque sabe el dolor que padece su hijo. A llegado a mi mundo una luz, y junto a la luz una estrella. Mi mundo se ha dado cuenta, que a esa estrella le gusto yo. Pero es extraño, porque desde hace años, durante aquella noche extraña, un racimo de luces rodeó mi cuerpo, y desde entonces, durante el día y el transcurso de la noche, la luz ha sido mi estrella y mi guía. Tal vez, será, que se ha encarnado, la hermosa y bella luz de mi vida. El proyecto de mi vida, siempre ha estado basado en la lealtad a la amistad, el respeto por la vida, y la lucha por la dignidad de los hombres. Pero, acertando en todas las decisiones que he tomado a lo largo de todos estos años, y reflexionando sobre cada uno de mis pasos, la pregunta que me hago es, ¿Qué he conseguido llegar a ser? Pues aquello, que he hecho, ya lo sé. Hoy, aún hoy, la libertad que no tengo, es la respuesta. Un hombre, que no consigue llegar a unas determinadas metas de
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dignidad, es un esclavo, un reo, de la ingratitud y la soberbia, de la psicopatía de un estado que se ha mantenido al timón durante décadas. Soy un pueblo, un mundo, una nación que soporta la psicopatía posesiva de hombres neutros, de padres posesivos que han llevado a la ruina colectiva mi mundo. Es la propia figura del psicópata, un psicópata que encuentra fascinante poder dominarnos con dolor, controlarnos, que seamos, literalmente, de su propiedad. No comprenden y no aceptan que ya no queremos saber nada de él. Pero el tiempo pasa, y el final de la pesadilla acaba por producirse. De todas las malas experiencias, siempre aprendemos algo. Después del caos llega el silencio reconfortante. Para todas las cosas hay sazón, y todo lo que quisiéredes debajo del cielo tiene su tiempo determinado. Tiempo de nacer y tiempo de morir; Tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado. Tiempo de matar y tiempo de curar; Tiempo de construir y tiempo de reir;
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Tiempo de endechar y tiempo de bailar. Tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras; Tiempo de abrazar y tiempo de alejarse del abrazo. Tiempo de buscar y tiempo de perder; Tiempo de guardar y tiempo de derramar. Tiempo de romper y tiempo de coser; Tiempo de callar y tiempo de hablar. Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; Tiempo de guerra y tiempo de paz. La vida con un psicópata es tiempo de perder y tiempo de llorar. Hoy es tiempo de romper y tiempo de guerra. Pero debemos (todos) de preocuparnos de que no sea tiempo de morir, no debemos morir físicamente, no debe morir nuestro ánimo, no morirá nuestro corazón. No acabará con nosotros. A ese psicópata, le debemos, el vencerlo, desenmascararlo. Ý el nos debe, el tiempo, nuestro tiempo y el suyo. Diacono de Escuadra. Sión
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En España a 27 de Septiembre del 2016 H2OX7 Fernando de Monreal Clavijo
Fernando de Monreal Clavijo
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