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Estatutos de los Caballeros Hospitalarios de Jerusal茅n y de Malta Autor Caballeros de Malta- 1588 d.C
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A tormenta aquelada foí, et seu mast`adubaron, et log a Santa María de Salas s’acomendaron; et ouueron tan bon uento, que na mannáa chegaron a Aer’e perderon medo et todos máos penssares A Madre de Iesu-Christo que C’éos, terras et mares…
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GENERACIÓN
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Aquel día en el que me perdí, perdí gran parte de mi vida, algo que se convierte en irrecuperable, y en el peso de un mundo sin fin. Aquel escolástico día, mi madre me envió a comprar unos panes a la panadería que se encontraba a escasos diez pasos de mi casa. Vivíamos en Vistabella, y en frente de nosotros estaba la hoy, vieja panadería de barrio. Al cruzar la calle y entrar en la panadería, se pierde mi memoria sentado frente a un plato de sopa. Apenas recuerdo como fue la perdida del conocimiento, mi cuerpo, mi vida, cayendo en una espiral de colores, en el abismo del tiempo y la nada. Hoy llegan a mi memoria como flashes, unos pequeños retazos de escenas, en donde me tapan la boca con cinta adhesiva, mientras los grises visitan la guardería del chalet de Vistabella, -hoy convertido en clínica veterinaria- acompañados por unos señores, pero la escena que más acecha mi descanso, es en la que me veo a mí mismo, acostado en una camilla, -en el hospital universitario de Canarias- en la que una mascara negra que me suministra oxígeno y mantiene con vida, me atemoriza como si fuera una mano negra que me estrangula, mientras me internan en un sitio frío y lóbrego, en el que me rodean hombres vestidos de verde.
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La generación a la que pertenezco yo, perdió la memoria porque no se atreven a recordar, por miedo, o por vergüenza tal vez. Yo recuerdo mi pasado y llego más allá de lo que deseo recordar, pues la verdad, si no nos hace libres, ordena la casa de nuestro espíritu y nos da las alas que perdimos al olvidar como pueden los hombres volar. ¿Quién soy? Tal vez esa respuesta no deba darla yo, aunque lo sepa desde hace muchos tiempos, yo soy el que soy. Los médicos más diestros son los que aman su profesión, y los que pasan las mayores horas del día, con cuerpos enfermos. Pero no es el cuerpo con lo que se cura y cuidan otros cuerpos, es con el alma que abriga el cuerpo, con lo que el cuerpo puede encontrar la sanación y la eternidad. Y al igual que los jueces, los que intentan gobernar las almas de los cuerpos por mediación de las otras almas sanas, a las cuáles no se les puede pedir ni exigir las formas en la formación desde el nacimiento de la cuna, en el trato para con el resto de las almas enfermas. Hay en aquel barrio urbano de la tierra de España, una calle como otras tantas, de la ciudad de los Adelantados. Antes una ciudad plácida y tranquila, hoy una ciudad triste y desordenada como otros muchos pueblos de esta nación.
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Y una casa con dos ventanas, y una preciosa terraza en la que se alzan ángeles y caballeros de espada, y en la que soplan los huracanes y los vientos fríos de España, ella, que mudó a templo y en el templo que fue casa, el niño encontró al niño perdido, que fue muerto entre cañaverales, perdido entre los panes, secuestrado y escondido de sus padres, encontrado por el hombre que fue niño, entre el abrigo de la tierra y los huesos que descansan en el solar olvidado de aquella calle de narciso. Una calle como otra cualquiera. Las generaciones del olvido despiertan a los olvidados, y son los corazones que engullen lágrimas y golpean el alma, los que resucitan a los muertos del ayer, a los olvidados del pasado, aquellos que regresan a las puertas de los sentimientos escogidos y dignos del amor y el respeto. El sentimiento de la dignidad humana y de la razón es un bosque y el hombre crucificado por las arpías, por el nefasto brujo burlón, por el mercader de sueños y cobrador de impuestos, es la fuente que alimenta el bosque de la verdad y la justicia. Aquel niño que un día salió obedientemente a hacerle el recado a su madre, de comprar el pan, ya mas nunca regresó a aquella casita, pero
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sí acompañó a su amada mama, hasta las entrañas de los infiernos, en donde la rescató luchando contra el mismísimo Satanás. El niño, tenía muchas más razones y conocimientos para despreciar, odiar y repudiar todo aquello concebido como derecho, normas y Estado de derecho. El niño se hizo hombre y fustigado por el dolor y la abominación, así como la constante humillación, siguió su camino entre las tinieblas de un bosque taciturno y triste. ¿Dónde comienza el camino? ¿En el fin de la historia o en su principio? El principio es una casa en Vistabella, una casa de dos alturas y cuatro ventanas y la antigua panadería del barrio que se enfrenta a su espejo, mirándose ufana y arrugada. El puerto de partida, desde donde todos los días sale aquel barco, es la casa que fue campo santo y hoy es templo en la sabiduría del bosque de la verdad y la justicia. ¿Cuál es el principio y en donde se encuentra la salida del laberinto de la vida? ¡Yo sé quien soy! ¿Y tú? Tan suave era el viejo camino real, y tan frescos estaban los caballos, y tan veloz iba yo, que ya estaba a mitad del sendero entre el principio y el fin, entre la entrada y la salida, desde donde se encuentra
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la puerta del bosque y el océano se ensancha para dejar entrar la enorme nave que llega del otro lado del atlántico. Cuando encontré la llave. Es una llave rara –pensé- tan extraña como familiar, y aquella sensación me hizo recordar, iluminando mi memoria, que yo era la llave y aquella llave era yo. El alma de la tierra a la que un niño desaparecido, marcado por el destino, humillado, convertido en lazarillo de un pueblo de ciegos, en esclavo, en gladiador de titanes, y que se encontró caminando entre elefantes. ¡El alma del niño hecho hombre, obligado por ese “destino” a yacer con hombres, putas y ladrones! Y a padecer la más angustiosa de la soledad, aquella en la que estas entre gentes, que sólo desean de ti, la nada de lo que tienes y la compañía que te abriga. El alma de esa tierra, es el amor que cualquier hombre de España pueda sentir al oler la humedad del invierno y sentir el calor del verano entre sus manos. Tal vez el mercader de sueños, aquel que empujó al niño hecho hombre a la trampa macabra de la muerte, a la de volver a utilizarlo como lazarillo y reclamo de favores, en el circo de la mentira, en el teatro de la santería, en el cine de la falacia. Alimentándolo a través del hilo de la radio, del teléfono, y del látigo.
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Empujándolo al abismo de la desesperación, del hambre y la miseria. ¡No contaba con el silencio del bosque y la fuente de la lealtad! Si el niño no caminaba entonces mucho más, es porque sabía que estaba marcado con el hilo tras su nuca adolescente. Si el hombre hoy no camina mucho más, es porque sabe que sigue marcado. Si la templanza, el honor y la lealtad lo llevaron por el sendero de la lucha entre gladiadores, fue porque el niño y el hombre aman tanto a España como a su propia alma. Ellos dicen que el niño les falló. Y el niño afirma, que nunca les debió nada, nada más que vengarse de ellos. Y sobre todo, fallarles en todo. Vosotros tuvisteis su cuerpo, humillasteis su camino y ajasteis su destino, así como su vocación. ¡Vosotros sois culpables de la muerte de aquellos cientos de vidas que pudieron haber sido salvadas por el! Hoy por ayer, ayer por hoy, la verdad sea un espejo frente a todas vuestras vidas y descendencia. Habéis entrado en el laberinto de su reino. Habéis tomado el pulso al viento, el tacto al glaciar de los espíritus condenados, helados, desapacibles como la atmósfera que respiráis.
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¿Qué voz tiene el viento? ¿Cómo son las voces de los espíritus que reclaman vuestras almas como precio a vuestra planeada traición a través de un niño? Yo os lo diré. .- Yo era aquel niño. Y Él es el hombre
Fernando de Monreal Clavijo H2OX7 En España a 10 de marzo del 2013
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Descripci贸n de Malta Autor - Abela, Giovanni Francesco, 1582-1655 Fecha de creaci贸n -1647 d. C.
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