EDITORIAL
Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid
Toc-toc, el evaluador feroz golpea vuestras puertas
TEXTOS Ana Lía Gana* IMAGEN Nasa Archives
En respuesta a la célebre frase “el hombre es la medida de todas las cosas”, en nuestros días y en aras del control se mide al hombre. A partir de aquí, ¿qué concepción se tiene de la subjetividad?, ¿qué trato se le da? ¿Cuál es entonces el estado actual de la civilización? Estamos en una civilización que ha dejado la edad del malestar para entrar decididamente en la época del impasse, patente a nivel de la ética. Abordar la dimensión social de los conceptos fundamentales del psicoanálisis es pensar no sólo en la identificación, la cual es en sí misma un lazo social, sino también en la pulsión, cuyo compañero es el superyo, instancia ésta que sobrepasa al sujeto y sólo puede situarse en el nivel de la civilización, en tanto que Freud piensa en este nivel tanto las renuncias como también las sublimaciones. En esta perspectiva una civilización es un modo de goce, una repartición de los medios y maneras de gozar. La clínica psicoanalítica no es indiferente al régimen de la civilización, no es indiferente al desamparo organizado frente a los fundamentos del imperativo de rentabilidad. Es una civilización que angustia metódicamente al asalariado. Una sociedad que cuantifica aquello que no es cuantificable, nos muestra su estado actual: el nuevo amo es
el Uno, ya no se trata de la tiranía del príncipe o del monarca como decía la Boétie sino del imperio de lo cuantificable, como lo comenta J.A. Miller, esa es la nueva tiranía del Uno, producto del matrimonio del cientificismo y el capital. Ante esta servidumbre voluntaria la Boétie hacia un llamado a la indignación. Esta tiranía atraviesa la sociedad, y se infiltra en el hueco dejado por la caída de la autoridad en los distintos estamentos sociales y por el declive de la función paterna en el régimen familiar ¿Cuál es la operación que realiza el evaluador? En primer lugar se fija un consenso sobre lo que devendrá una norma, luego la norma se aplica ciegamente y se ubica al sujeto como índice en la norma: está por debajo, está por arriba, pertenece al conjunto tal o cual, y he aquí el resultado, se lo nomina: Toc -trastorno obsesivo compulsivo- o Tdah -trastorno por déficit de atención con hiperactividad- esto sólo a modo de ejemplo. Las siglas pueblan a sus anchas en nuestra sociedad. Las siglas lo designan y a partir de aquí el sujeto está evaluado. ¿Y que trato se le da a este sujeto así evaluado? Se lo reduce a ser un objeto producto de la evaluación, o se lo reeduca, o se lo medica para acallar su manera de gozar a condición de desconocer su goce y de ser subsumido en la norma. Este fenómeno de la evaluación, que se ha extendido a todos los ámbitos sociales, es una nueva forma de disciplina, de someter a los cuerpos y sus sentidos. El ser evaluado pasa así a ser devaluado y el evaluador en nues-
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tros días cobra la forma de un experto en aplicar una técnica. ¡Y si vosotros consentís en ser tratados de esta manera, vosotros servís al evaluador feroz! Freud hablaba de las servidumbres del yo frente al superyo, pero el superyo freudiano en consonancia con el Otro social de la época victoriana produjo cosas como lo prohibido, el deber, hasta la culpabilidad. El superyo lacaniano, produce un imperativo distinto: ! Goza !, siendo éste el superyo de la civilización actual. Es esa vocecita que pide y exige y que se torna en un imperativo de goce frente al cual el sujeto no puede cerrar los oídos. Ya no existe Ulises que frente al llamado de las sirenas se hacia atar en el palo mayor, para no ceder a esta voluntad. Al consentir al encanto de las sirenas, al llamado del evaluador sois gozados, sois devaluados. Os sometéis a la ferocidad de esta voz que os convoca y que os reduce a ser objeto de una nominación. Esta nominación, cual etiqueta, viene como en la mercancía a decir vuestro valor de uso, vuestro valor de cambio, obturando así lo mas particular, lo mas peculiar de cada uno. Si el psicoanálisis entra en la operación que dirige en calidad de semblante y se ofrece como causa del deseo del psicoanalizante para convocar al sujeto del inconsciente, a un pensamiento que se articula en el decir, esto es, orientarse por el discurso de lo particular en donde están inscriptos los nombres que el sujeto recibió, es decir los significantes que organizaron sus identificaciones, un deseo no anónimo que lo humanizó, y su peculiar gusto por aquello que lo excede. Pero el uso del semblante, tan extendido hoy en
día en lo social, es inoperante si no se admite lo real en juego. Hay un real en psicoanálisis, pero este real no es el del discurso de la ciencia que no tiene más remedio que abordarlo por los números. Se trata, por el contrario de lo real que el inconsciente testimonia, un real no cifrado y sin sentido. Saber que es lo que hizo ley para ese sujeto es ir en contra de una norma “para todos” en la que el sujeto queda preso de una etiqueta que lo obtura y le da un falso ser, es el ejemplo del niño que dice: soy hiperactivo. Este falso ser va en connivencia con el yo del sujeto en la dirección del desconocimiento, alienándose en este falso ser y por tanto desconociendo lo que hizo ley para él. Preso de un movimiento que lo agita, y por el cual es nombrado hiperactivo, ¿ no reconocemos en ello, una forma de su angustia? La cual habrá que sintomatizar para darle un tratamiento especial. En contra de la tiranía del amo moderno, en el reino de lo cuantificable en la que su súbdito es la subjetividad moderna y cuya política es la del control, en contra de la cifra, del hombre medible sometido a la norma del “para todo” apostamos por la peculiaridad del síntoma., en tanto que el síntoma lleva en si el germen de lo imposible, de lo imposible de domeñar, de lo imposible de calcular, de reducir al saber, porque hay un real en juego, un real con el cual cada uno tendrá que hacer su propia invención en contra todo cálculo, de toda homogeneización que supone el para todo. * Psicoanalista en Madrid, miembro de la ELP. ganacoanli@gmail.com
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ENTREVISTA
ENTREVISTA
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¿Quién le teme al evaluador feroz? 1
Editorial
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Índice y Staff
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Carmen Cuñat Las adicciones del yo
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Eric Laurent La servidumbre voluntaria y la pregunta por la mujer en el siglo XXI
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Montserrat Puig Psiquiatría Los límites de la operación de la ciencia
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Chus Gómez y José José María Alvarez Psiquiatría: Otra clínica es posible
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Eva Rivas Psiquiatra: La pulverización de la clínica
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Francisco Beltran De la Taxonomía a la Taxidermia. Bienvenidos
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Julio Rogero El trasfondo de todo proceso evaluador es un modelo económico
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Josep Ramoneda Extractos de una conversación con Josep Ramoneda.
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JavierPeteiro ¡ Que todos nos isofiquemos !
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Guy Briole La palabra frente a la evaluación
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Eugenio Trias La “ servidumbre voluntaria” en el contexto de la evaluación
Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid itatet volor sitat.
14 Germán Cano “Preferimos cosificarnos, naturalizarnos antes que arriesgarnos a ese guión impredecble que es la libertad” 15
Jorge Alemán Un Acto colectivo que invente retroactivamente su causa
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Amalia Rodríguez “Contra Uno”: El discurso del rey y otras servidumbres u olvidos
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C. Botello Las servidumbres femeninas en la literatura
18 Luis Seguí La Evaluación en los Procedimientos Judiciales ¿Está usted en su sano juicio? 19
José Ramón Ubieto Las nuevas servidumbres voluntarias en el campo psi
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Félix Rueda Hacia el segundo Forum
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Almudena Silva Cuestiones a una Evaluadora Atípica
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Ana Ramírez Un modelo perverso
Imágen — Máximo Parpagnoli
LAS ADiCCIONES DEL YO TEXTOS Carmen Cuñat* IMAGEN Máximo Parpagnoli
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Sttaf Directora Ana Lía Gana Comité de Redacción Susana Carro Mirta Garcia Julia Gutiérrez Mariam Martín Silvia Nieto Colaboradores Jorge Alemán Miguel Ángel Alonso Marisa Alvarez Andrés Borderías Margarita Bolinches Joaquín Caretti
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Ana Castaño Shula Eldar María Navarro Montserrat Rodríguez Garzo Elvira Tavernero Ana Ramírez Equipo Gráfico Silvia Nieto fsdfsdfs fsdfs dasdasdasda Distribución Mariano Maqueda
Maquetación y Diseño Bto Design Imprime Lavel El Periódico “Quién le teme al evaluador feroz” es una publicación única de la Escuela Lacaniana de Psicoanalisis como antesala del Foro: “Lo que la evaluación silencia: Las servidumbres voluntarias” a realizarse en Madrid, el 11 de Junio de 2011.
“Las Servidumbres del yo”, es el título del capítulo V del texto freudiano “El yo y el ello”. Así es como traduce Ballesteros “Die Abhängigkeiten des ichs”. Sin embargo, la traducción de Amorrortu, quizás menos literaria, dice “Los vasallajes del yo”. También podría traducirse como “Las dependencias del yo” o, si nos adentramos en el diccionario, como “Las adicciones del yo”. ¡Esto se pone interesante! Por otro lado, “La Servidumbre Voluntaria” de La Boétie ha sido traducida en alemán como “Von der Freiwilligen knechtschaft”; ahí se pone el acento más propiamente en la servidumbre, en la esclavitud. Pero guardemos la palabra adicción (Abhängig) pues una servidumbre además de voluntaria bien puede ser adicta. Es así como Freud reflexionaba sobre el Yo y sobre lo que los seguidores de la Psicología del yo y sus acólitos actuales, los abanderados de la autoestima, no quisieron ni oír hablar: “Una pobre cosa sometida -dependiente, esclavizada, adicta- a tres servidumbres, tres clases de peligro: el mundo exterior, la libido del ello y la severidad del superyó.
Anotemos que donde Amorrortu dice “libido del ello”, Ballesteros dice “libido del yo”. Esa libertad de traducción nos introduce en otra servidumbre de la que Freud no habla en este capítulo, aunque le dedicará una de sus grandes obras, “La introducción al narcisismo”.o habla de una manera literaria también, cuando dice que el yo “con miramiento por el mundo real se recomienda al ello como objeto libidinal, y quiere dirigir sobre sí la libido del ello… -Se convierte así- no sólo en auxiliador del ello sino en su siervo sumiso, que corteja el amor de su amo… -para- disimular los conflictos del ello con la realidad y los conflictos con el superyó. Con su posición intermedia entre el ello y la realidad el yo sucumbe con harta frecuencia a la tentación de hacerse adulador, oportunista y mentiroso, como un estadista que aun teniendo una mejor intelección de las cosas, quiere seguir contando empero con el favor de la opinión pública” Esta apreciación de Freud resulta cuanto menos de gran interés para intentar entender las servidumbres de aquellos que hoy nos gobiernan. J. Lacan sí que puso el acento desde el inicio en el narcisismo del yo. El yo, como formación imaginaria, siempre a expensas de que el semejante le devuelva la buena imagen y, por lo tanto, cuna de la agresividad humana. Lo que quiso
resaltar Lacan desde el inicio es que la llamada segunda tópica freudiana, su tripartición de las instancias psíquicas: yo, ello y superyó, ponía en el brete el principio de identidad consigo mismo que luego promovió la psicología del yo, apelando a la autoestima, al yo fuerte, a una supuesta parte no conflictual del yo. Para Lacan “el yo viene a servir en el lugar que ha quedado vacío para el sujeto” El sujeto, que no es otro que el sujeto del inconsciente, es el nombre de esa imposible identidad consigo mismo, el efecto del lenguaje sobre el viviente. En ese lugar puede venir también a alojarse no sólo la imagen del otro sino también el discurso del Otro, el superyó freudiano, y el goce, el eros freudiano intricado con la pulsión de muerte. Freud señala que “entre los vasallajes del yo, acaso, el más interesante es el que lo somete al superyo (… ) El superyó subroga la misma función protectora y salvadora que al comienzo recayó sobre el padre y después sobre la Providencia y el Destino”. Es el heredero del complejo de Edipo y como tal “conserva la facultad de contraponerse al yo y dominarlo. Es el monumento recordatorio de la debilidad y de la dependencia con la que el yo se encontró en el pasado y mantiene su imperio aún en el yo maduro. Así como el niño estaba compelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se somete al imperativo categórico: el superyó”. Bajo la forma de conciencia moral, de instancia crítica y, por qué no decirlo, de instancia evaluadora, el superyó representa a la ley para el yo, así que, más que protegerlo, lo conmina a sentirse culpable, nunca a la altura. Para Freud el superyó procede de las palabras oídas pero también retiene la
energía del ello. Obliga al yo a renunciar a las pulsiones, a retirar su libido de los objetos. Ahora bien, el ello no renuncia nunca, sino que se acopla a esta exigencia encontrando la satisfacción en la renuncia por medio del superyo. Esto hizo decir a Lacan que el superyó es esa instancia que oye -j’ouis- y a la vez ordena gozar -jouis-. Resulta quizás anacrónico volver sobre esta figura de autoridad en una época en la que no sólo la función de padre ya no parece tener ese lugar preponderante, sino que no se invita a renunciar a nada. Todo lo contrario, se invita a gozar más y más. Con ayuda del discurso de la ciencia todo puede ser posible. El imperativo actual es un imperativo de goce y el yo actual parece haberse convertido en un siervo ya no sufriente sino complaciente de ese imperativo superyoico, del ello y por supuesto de sí mismo. Es un yo que, en definitiva, no es libre de decir que no a nada, como lo intuía La Boétie. El yo del sujeto contemporáneo es el yo de la adicción, como lo vemos en la clínica actualmente. *Carmen Cuñat. Psicoanalista. Presidenta de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de España.
Bibliografía FREUD, S.(1968) “El yo y el ello” ´en, Obras Completas, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid. FREUD, S. (1993) “El yo y el ello” en Obras Completas, Tomo 19, Amorrortu, Buenos Aires. LA BOÉTI, E.(1983) Discours de la servitude volontaire, FLAMMARION, París. LACAN, J. (1966) «Remarque sur le rapport de Daniel Lagache» en Ecrits, Seuil, París. MILLER, J.-A. (2010) Extimidad, PAIDOS, Buenos Aires.
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ENTREVISTA
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Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid itatet volor sitat. Imágen — Elías Castro s/ Lección de Anatomía de Rembrandt
Imágen — S. Cueto
Psiquiatría. Los límites de la operación de la ciencia
La servidumbre voluntaria y la pregunta por la mujer en el siglo XXI
TEXTOS Eric Laurent* IMAGEN S. Cueto
Lacan va mas lejos de la oposición que hacen Sartre y Simone de Beauvoir, entre la existencia vacía de la mujer y todo lo que se dice de ella, que es dicho por los hombres. Esta denuncia de Beauvoir que la mujer, pura existencia, no tendría otro ser que aquel que el discurso que los hombres pronuncian sobre ella, es lo que Lacan llamó la difamación de las mujeres. Fue la base del proyecto feminista de Simone de Beauvoir en la segunda mitad del siglo XX. La solución era de hacer pasar a las mujeres al mercado del trabajo -para así de un sólo golpe hacerlas pasar a una posición de transformación del mundo en la objetividad y darles la palabra. Para Lacan, el punto de silencio de las mujeres no depende sólo de la sociología del trabajo, no es un punto donde la existencia pura está vinculada a un ser, que sería aprehensible por estas descripciones. Es un punto donde el goce indecible sólo está aparentemente vinculado a condiciones sociológicas, ya que de hecho, el goce está ligado a condiciones de estructura. Incluso, si las mujeres entran en el mundo del contrato laboral, todo lo que hace la nueva redefinición del estatuto de las mujeres no hará más que radicalizar el punto de articulación entre lo que puede decirse y lo que no puede decirse sobre el goce. En este sentido, la apuesta de situar el
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campo del goce a partir de la categoría de semblante es una manera de prepararnos a lo que será el siglo XXI, lo que ya está aquí pero irá en aumento. A pesar de que las mujeres ocuparán lugares eminentes en lo referente al campo del saber, lo que no es el caso, por el momento, en todas las profesiones -eso vendrá en el curso del siglo- los efectos denominados de paridad, de igualdad de derechos, algunos ya adquiridos, la efectividad de su aplicación. Todo lo que se construyó a partir de estos sueños que pudiera hacernos creer que la mujer es el porvenir del hombre, que pronto no habrá distinción, que serán parecidos, que x será igual a y, etc., se nos revelará “utopías peligrosas” que no permitirán articular y situar las dificultades en el laberinto propio de la articulación del goce de los hombres y de las mujeres. La insatisfacción de las dos mitades del cielo, lado mujer y lado hombre, será una apuesta decisiva sobre el estatuto dado a las mujeres y a la nueva Eva que el siglo XXI pone a punto. La tentación histérica de Occidente Es cierto que el denominado conflicto de los fundamentalistas está fundado sobre lo expuesto. Las sutilidades sobre el burka, el nikab, el velo, etc., son apuestas vinculadas a la cuestión de saber si las civilizaciones soportarán o no, que “La mujer” no existe. Enjaularla bajo diversas vestimentas es una manera de preservar esencialmente un “para toda mujer”, un “para todo x”. No es una jaula para la individualidad sino una jaula en función de … , una jaula que
permite preservar el sueño de un “para todo”. Las civilizaciones orientales intentan oponerse a la locura del desvelamiento occidental con una locura del velamiento. Responder así en espejo a la pornografía occidental, con un “no hay nada para ver”, todo está escondido, es una locura cada vez mayor que puede ir a más. La vestimenta inventada en un rincón perdido de Pakistán se convierte en un objeto de militancia en occidente, es una forma de responder a eso. Una locura responde así a la otra. Lo que hay, sobre todo del lado occidental, es la manera de defender el para todo, que es el estatuto de la histeria. El final del Seminario XVIII de Lacan, en particular el capítulo “Un hombre y una mujer y el psicoanálisis”, apartado dos, está centrado enteramente sobre la denuncia de la tentación histérica de occidente: ante lo que viene, ante el porvenir, lo que sólo es sostenible por Una mujer, el sujeto histérico se encarniza en querer que las propuestas sean tales, que puedan ser dichas “para toda mujer”. Que frente al “para todo hombre”, frente a la función fálica que define el “todo hombre”, respondería en espejo el “todo mujer”. Eso es la paridad histérica, una manera de preservar también, no bajo el modo de la tiranía machista, la función de La mujer. Pero desde el punto de vista del sujeto femenino en occidente, que tiene acceso a una palabra liberada -en todos los sentidos que Simone de Beauvoir daba a esta expresión-, y un acceso a la actividad profesional, quien es plenamente sujeto de la historia, persiste la tentación de sostenerse en el discurso de la histérica, tanto como para no percibir las condiciones del goce de Una, su propio goce, no el de toda mujer, no las generalidades, sino lo que define para cada uno su posición. La tentación occidental será, en el transcurso del siglo XXI, acentuar las formas renovadas del discurso de la histérica que hace, como decía Jacques Alain Miller, que la histe-
ria ahora ya no es del orden del teatro, es todo el mundo, es como todo el mundo. Introducir hombres y mujeres en la singularidad de su síntoma En consecuencia, el discurso psicoanalítico trata de operar sobre este discurso, para que hombres y mujeres den un paso más allá en lo que sería el desvelamiento de su relación, ya no para defender el “para todos”, de un lado y de otro, sino para introducirles en la singularidad de su síntoma, para que éste se convierta en el operador del programa de goce que es a la vez síntoma y fantasma, pero que sobre todo, trata de situarse en la articulación y más allá de la clínica en tanto que ella hace categorías generales más o menos extensas. El síntoma es a la vez un operador de disolución de los “para todos” y un factor de disolución de la operación clínica en tanto que es una lengua que apunta a categorizar. El síntoma que a la vez tiene un pie en la clínica, se presta en cierto sentido y en cierta medida a generalizaciones, que ya permiten deshacer los “para todos”, al menos hay multiplicidad de categorías, pero más profundamente el síntoma es también un operador de disolución sobre todos los lenguajes clasificatorios y digamos que la tarea del psicoanálisis en el curso de los decenios que nos esperan –al menos en los que vivamos, pues desgraciadamente sólo veré el principio- pueda tener una incidencia suficiente sobre el discurso de la civilización para permitir cierto despertar a la dimensión de la singularidad del síntoma. Es el paso a franquear para salir de la servidumbre voluntaria del falso universal. *Psicoanalista en Paris. Miembro de la Escuela de la Causa Freudiana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Docente de la Sección Clínica de ParísSan Denís, doctorado de 3er ciclo de psicoanálisis, París 8.
TEXTOS Montserrat Puig Sabanés* IMAGEN Elías Castro
Susana Carro, Psicoanalista y Miembro de la ELP, entrevista a Montserrat Puig Sabanés, Psicoanalista, Miembro de la ELP, Psiquiatra del Programa de Atención a la Crisis y Prevención del suicidio CSMA Dreta de l’eixample (Barcelona), Docente del ICF y de la sección Clínica de Barcelona. Compiladora del libro “Suicidio, medicamentos y orden público” colección ELP, editorial Gredos 2010 En la democracia del siglo XVIII se desarrollaron las ciencias cualitativas como la psiquiatría y el psicoanálisis cuyo horizonte compartían en la medida que iban en la dirección del sujeto y la posibilidad de su curación. En la democracia de este siglo XXI, el desarrollo de las ciencias cuantitativas recibe una gran acogida por parte de la sociedad en aras de contribuir a la prevención y la evaluación del sufrimiento del sujeto. En este sentido, este giro del discurso parece afectar y divorciar la relación entre el psicoanálisis y la psiquiatría. La psiquiatría de hoy se pliega al discurso de la ciencia donde pretende tratar el malestar del síntoma sin contar con el sujeto. Por otra parte, en esta deriva se le invita al sujeto de esta vida moderna a que crea que puede elegir, “libre elección”, el cómo se quiere sentir, y puede ir a demandar al psiquiatra el medicamento que le ayude a aliviar su sufrimiento, convirtiendo y consintiendo el psiquiatra a estar como expendedor de fármacos. Susana Carro: ¿No crees que la psiquiatría se ha perdido en el desvarío del medicamento en detrimento de la relación medico paciente? ¿Y que se presenta como un mercado más fácil de manipular que otros? Montserrat Puig Sabanés: El recurso al tóxico para soportar la vida no es algo
nuevo. Esto ha existido siempre, como bien nos lo recuerda Freud. El recurso a la religión, al trabajo o al tóxico son modos de vivir, donde cada uno de ellos comportan una ética distinta: el sentido, el esfuerzo o la anestesia. En la actualidad las sustancias tóxicas se han diversificado ofreciendo unas nuevas formas de gozar de nuestro cuerpo y los fármacos no cumplen una simple función anestésica. Efectivamente se nos presentan tanto como medios para aliviar el sufrimiento de vivir, como para sobrepasar los límites del cuerpo dados por la enfermedad o la vejez. De modo que han pasado a constituir un derecho ofrecido por la ciencia para hacer posible que nuestro cuerpo soporte o funcione en circunstancias que anteriormente no habría sido posible. Es un paso más en el repliegue de lo imposible en el avance científico. Nada tenemos que decir desde el psicoanálisis al respecto. No se trata de hacer un juicio moral acerca de la búsqueda del alivio del sufrimiento. Se trata más bien de estar advertidos de los límites de esta operación de la ciencia, de estar atentos a los nuevos síntomas que genera, a las nuevas formas de lo imposible que aparecerán y de las formas de retorno de la pulsión de muerte que esta operación sobre lo viviente pretende escamotear. El psicoanálisis está advertido de ello y acoge a los síntomas producidos para dirigir un tratamiento que no escamotee lo imposible obturado por la promesa de felicidad y bienestar permanente. Sí, es una manera de decir que la psiquiatría ha perdido el rumbo porque está atrapada en la promesa de bienestar. Es decir, en la promesa de que no existe un límite, en tanto que lo real escapa a su domesticación por el saber científico. Un ejemplo de ello es la denominación de “resistente” a las patologías que anteriormente eran denominadas de “crónicas”. De este modo se ve bien que se ha pasado de la aceptación de un límite terapéutico, que conllevaba la denominación de patologías cróni-
cas, a la supresión de dicho limite en casos que se presentan fuera de la norma, los llamados “casos resistentes”, a los que se trataría de poder aplicar una reforzada combinación terapéutica para poder obtener los resultados deseados. Lo imposible en la clínica, lo real, lo no terapéutizable parece haber quedado fuera de consideración. Por supuesto el cientificismo en el que ha caído la investigación farmacológica y el mercantilismo ha introducido este discurso de la omnipotencia terapéutica. ¿La farmacología como terapéutica es una servidumbre voluntaria o involuntaria para la práctica del psicoanálisis? La dicotomía entre fármacos o psicoanálisis hace tiempo que ha caducado. No se trata de cuestionar los fármacos sino de poner sobre la mesa cómo se utilizan, en lo que llamamos el debate sobre el “buen uso de la medicación”. Como recuerda Jacques-Alain Miller, el apaciguamiento de ciertos fenómenos que invaden al sujeto puede, en un sujeto decidido, posibilitar un tratamiento por la palabra. Y eso no sólo en las psicosis. En ocasiones el apaciguamiento inicial de la angustia desbordante puede requerir, por un tiempo, el uso de fármacos de modo que el sujeto se pueda tomar el tiempo necesario para su tratamiento. De modo que si lo planteamos en términos de servidumbre, sería una servidumbre voluntaria, acotada en el tiempo y calculada. La verdadera servidumbre en lo que se refiere a los fármacos es la de la psiquiatría actual que se ha doblegado a la clínica del fármaco perdiendo la orientación del síntoma. Como bien señala Jacques Alain Miller, en la ciencia hay un deseo de realización resistente a cualquier restricción sobre su despliegue ¿podríamos considerar el sufrimiento del síntoma como el modo en que el sujeto resiste al discurso de la ciencia? Por supuesto, el síntoma lleva la semilla de lo imposible en su interior. De lo imposible de terapeutizar, de lo imposible de curar, de lo imposible de reducir al saber, aunque sea un saber altamente tecnificado como el de la ciencia actual. Sin embargo, no debemos menospreciar los distintos modos terapéuticos que los seres humanos nos hemos inventado a lo largo de la historia. Cada uno de ellos tiene un discurso que lo sustenta y unos efectos sobre el sufrimiento.
Lo que sí es una novedad actual es el intento de que, frente a la diversidad de respuestas posibles al tratamiento del dolor de vivir, del sufrimiento posible a los malos encuentros en la vida, se plantee la tecnociencia, el cientificismo, como la solución y además la única. El fundamentalismo del cientificismo actual es lo que denunciamos desde el psicoanálisis. Le llamo fundamentalismo por haberse erigido en la verdad, por pretender la homogeneización y estandarización de los seres hablantes, borrando la singularidad de cada uno, y por haber iniciado una batalla activa contra otras ofertas de tratamiento del sufrimiento subjetivo. No olvidemos lo bien que casan actualmente el discurso de la iglesia y el de las terapias TTC o biologicistas aunque pudiera sorprender.
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ENTREVISTA
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Psiquiatría. OTRA CLÍNICA ES POSIBLE NO HAY FOTO?
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NO HAY FOTO?
TEXTOS Chus Gómez Y José José María Alvarez* IMAGEN Elías Castro
Desde “¿Quién le teme al evaluador feroz? Ana Lía Gana, psicoanalista y Ana Castaño, psicoanalista y psiquiatra se dirigen a Chus Gómez, psiquiatra y psicoanalista, Jefa de sección del Hospital Dr. Cabaleiro Goás en Toén -Ourensey José María Alvarez, psicoanalista, Tutor-Coordinador de Residentes del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid para conversar sobre el estado actual de la psiquiatría Ana Castaño, Ana Lía Gana: Sabemos que la medicina es uno de los ámbitos de empuje a la protocolización de la sociedad. El psiquiatra contemporáneo siguiendo las directrices de la medicina científica, del cognitivismo y de la lógica de gestión abandona la clínica en provecho de la automatización evaluadora. ¿Qué consecuencias tiene esto para el psiquiatra y para el sujeto objeto de la evaluación? Chus Gómez: Malas para ambos; al clínico lo empobrece, transformándolo en el brazo ejecutor de un amo que pretende eliminar la contingencia y especificidad de la singularidad de cada uno. Se elimina así uno de los aforismos clásicos de la medicina: no hay enfermedades hay enfermos. El mundo se transforma en un gran hospital, es el higienismo actual. Es el delirio de la ciencia y de las políticas sanitarias actuales que pretenden culpabilizar al ciudadano, bien por mal uso, bien por su conducta irresponsable, para justi-
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ficar así la reducción de prestaciones sanitarias en las que el amo nos ha embarcado. La salud ya no es un derecho, es un negocio en el que se han propuesto reducir los costes, un privilegio cada vez más tecnificado. El amo ha empezado a legislar sobre determinadas conductas -tabaquismo por ej.- hasta casi “criminalizarlas” y esto es el inicio, veremos lo que está por venir, y de este modo, pretenden construir un ciudadano ejemplar que puede elegir estar sano y ser casi inmortal. Delirio en el que el equilibrio y la armonía humana son posibles, y que con información y psico-educación la vida es un paseo, donde la felicidad es posible. Se obvia así la dimensión de goce del sujeto hablante. Las políticas actuales pretenden sujetos, objetos de evaluación transformados en objetos cosificados. y taxonomizados cuya palabra y subjetividad carecen de valor. En mi opinión existe este riesgo por la presión a la que el clínico está sometido desde diferentes frentes: administración sanitaria, proliferación de discursos cientificistas, intereses de la industria. Pero hay muchos clínicos que a nivel individual intentan ponerse a resguardo de este imperativo y apuestan por una clínica diferente. Desde mi punto de vista, en Psiquiatría hace muchos años que perdimos el norte, entendiendo por éste, la especificidad de nuestro saber, que no era otro que el buen hacer con la palabra, para trenzar biografía y patología, que aderezado con algo intransmisible, parte del arte que la medicina tiene, la transforman en algo más que “técnica sobre la salud”. Pero hoy, no tenemos historias ni teorías que contar, somos prescriptores de fármacos, técnicos de la conducta, asépticos y ateóricos, más atentos a cubrir formularios que al rescate de la particularidad de lo escuchado. Se pierde finura clínica y se evita el encuentro humano y con él que surja la chispa del olvido necesario para abordar cada caso, y evitar el camino de la repetición de: a igual diagnóstico igual respuesta, igual trato. ¿Existe otra alternativa? Chus Gómez: Sí, claro que existe; otra clínica es posible. En mi caso, en el psiquiátrico en el que trabajo, no estamos sujetos ni tenemos imperativos evaluadores de los que huimos; somos una excepción alejada de la norma; habitamos en los márgenes del discurso, en lo políticamente incorrecto, pero con muy buenos resultados clínicos, de contención de gasto farmacéutico y con un nivel de satisfacción de nuestros pacientes muy alto en el trato dispensado. Nuestra única preocupación son los pacientes, uno por uno. Siendo clínicos con formaciones diferentes, --en mi caso, mi formación como analista, el estudio de Freud y de Lacan, y de algunos clásicos que formalizaron un saber clínico imprescindible para orientarse con el sujeto que sufre-- compar-
timos algo crucial en nuestra manera de entender y entendernos con el sujeto psicótico: el respeto por las maniobras que hace en la gestión de su locura, la responsabilización sobre la dirección de sus vidas y una disposición al trato y al pacto, más que al tratamiento, entendido éste como mera prescripción de psicofármacos, intentando que sea lo mejor posible para beneficiarse de lo mejor de éstos, sin menoscabo de su integridad, en el sentido amplio del término. Además, compartimos un presupuesto básico: que la locura es un asunto de palabras y no de genes o de “enfermedad” en el sentido tradicional de la palabra, lo cual nos permite trabajar en una institución como un equipo que nos llena de entusiasmo, vital para sostenerse en una institución dura como un psiquiátrico, en donde el tedio tiende a devorarlo todo por el imperativo de la norma custodial y/o represora. La APA está haciendo una revisión del Manual Diagnóstico y Estadístico en el que se está deconstruyendo la enfermedad mental; este manual saldrá a la luz en el 2013. Esta revisión ¿qué consecuencias implica en la ferocidad evaluadora? ¿Qué se pretende clasificar con el DSM-V? ¿A dónde apunta?¿Cuál es su servidumbre? José María Álvarez: Desde el inicio de la psiquiatría científica, las clasificaciones de los trastornos mentales han estado sujetas a múltiples y vivas controversias. Estos desacuerdos se inician desde el momento mismo en que se pretende definir el objeto a clasificar, esto es, la enfermedad mental, un concepto poliédrico y resbaladizo sobre el que se multiplican los puntos vista. Además, las dificultades se acrecientan al tratar de aprehender las particularidades de cada sujeto, hecho que refuerza la impresión según la cual la realidad clínica supera cualquier tentativa de ordenamiento e inclusión en conjuntos o clases. De acuerdo con las fechas establecidas, en mayo de 2013 se publicará la quinta edición del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders). A tenor de las informaciones que se han ido publicando, el DSM-V, salvo algunas variaciones, continúa la tendencia inaugurada por el DSM-III, cuya dirección y redacción definitiva corrió a cargo del psicoanalista renegado Robert Spitzer. Conviene recordar que, a diferencia de sus predecesores, el DSM-III se elaboró siguiendo el ideal de la nosología médica, esto es, el de la existencia de enfermedades mentales naturales. Esta perspectiva ontológica del pathos ha suscitado numerosas críticas, en especial la que denuncia el encumbramiento de la enfermedad al precio de la dilución de la subjetividad. Insuflado de cientificismo mediante un ridículo barniz estadístico y un hipócrita enfoque “ateórico”, el DSM-III daba a entender que el sujeto no tiene nada
que ver con su malestar y, lo que es más grave aún, que ese mismo sujeto queda descartado como agente de su reequilibrio o estabilización. Con la perspectiva que confiere la historia, se puede afirmar que el DSM-III se creó para menospreciar al psicoanálisis, teoría y práctica clínica hegemónica durante décadas en EE.UU. Al respecto, las palabras de Spitzer, publicadas en Archives of General Psychiatry, en 1985, allanan cualquier vacilación: “Debido a sus raíces intelectuales en San Luis en lugar de Viena y con la inspiración proveniente de Kraepelin y no de Freud, el grupo de trabajo se consideró desde el inicio como alejado de los intereses de aquellos cuyas teorías y prácticas derivan de la tradición psicoanalítica”. Continuador de esta ideología, el DSMV, pese a eliminar el diagnóstico multiaxial, continúa multiplicando el campo de las patologías y estrechando el territorio de la normalidad. Para conseguir este objetivo, tan grato al comercio de psicofármacos, no sólo crecen el número de trastornos sino que éstos se amplifican sin mesura. El ejemplo por excelencia de esta tendencia lo constituye el Síndrome de Riesgo de Psicosis que, de acuerdo con los debates actualmente en curso, señalaría con el dedo de la vulnerabilidad psicótica --y, por ende, la diana de la psicofarmacología y la asistencia sociofamiliar de un posible enfermo mental grave-- a un amplio espectro de la población que refiere experiencias o ideas extrañas conforme a un criterio normativo social. Todos estos aspectos confieren a las taxonomías psiquiátricas actuales un cariz de artificio y arbitrariedad, impresión a la que contribuye la permanente renovación a la que están sometidas y los intereses extraclínicos que están en la base de muchos de los trastornos descritos. Algo falla en estas clasificaciones internacionales cuando las categorías propuestas, antes que estables y homogéneas, se revelan heterogéneas e interdependientes. Buena prueba de ello es la acción transnosológica de los medicamentos y las tasas de comorbilidad, sin parangón en otras especialidades médicas. A falta de una semiología clínica consistente y de una interpretación psicopatológica inspirada en las grandes teorías de la psicología patológica, estas clasificaciones ponen de manifiesto lo alejada de las ciencias de la naturaleza que se halla la psiquiatría de las enfermedades mentales y lo próxima que se halla a la ciencia ficción. Al respecto, uno de los promotores del DSM-V, el psiquiatra genetista Kenneth Kendler afirma sin rubor (Temas de investigación. DSMV. Depresión y trastornos de ansiedad generalizada, 2011): “La nosología es divertida. En cierto modo, establecer decisiones nosológicas es como determinar una política social. Se debe informar por la ciencia, aunque muchas partes de la misma no son científicas”.
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PSIQUIATRA: LA PULVERIZACIóN de la clínica TEXTOS Eva Rivas* IMAGEN Elías Castro
A Eva Rivas Cambronero, psiquiatra en el programa de Salud Mental Infantojuvenil del Centro de Salud Mental de Moratalaz-Vicálvaro, en Madrid, y psicoanalista socio de la Sede de Madrid de la ELP. Por iniciativa del Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños, en el debate sobre La Salud mental ¿Existe? Título del próximo Congreso, julio de 2011, se la entrevistó para interrogarla respecto de la clínica infanto-juvenil en este dispositivo público en donde intervienen psicoanalistas y otros profesionales ¿Cómo incide en la dirección de la cura la existencia de protocolos de evaluación? Los protocolos se realizan para evitar que, haciendo el diagnóstico diferencial, se dejen de tener en cuenta ciertos diagnósticos. El problema no son los protocolos de evaluación en general, sino cada protocolo en particular y la aplicación rígida del mismo. Por eso, mi opinión no es negarse a los protocolos, sino hacer unos protocolos no sólo útiles sino razonables y aplicarlos de forma flexible de acuerdo a lo que requiere cada paciente. Lo importante es qué ha guiado el protocolo en cuestión
-la investigación, la clínica, el gasto de recursos, etc. Otra cuestión es que se impongan protocolos rígidos, alienantes para el paciente y el profesional y excluyentes de la propia enunciación del sujeto. Por ejemplo, plantear que todo paciente con hiperactividad se deba medicar o evaluar únicamente por medio de cuestionarios cumplimentados por padres o profesores. El éxito, en el sentido de la difusión, que han tenido los protocolos en Salud Mental se basa en un autoengaño: permiten dar una respuesta inmediata a la demanda con una serie de actos profesionales, científicamente avalados, que hacen creer al practicante que sabe sobre lo que demanda el paciente. Son muy demandados por los profesionales inexpertos, al igual que los manuales. Pero, a poco que uno se enfrenta en la experiencia constata que los pacientes no se ajustan al protocolo, y no cumplen los criterios del manual, y los protocolos pierden interés. Es, entonces, cuando uno necesita enfrentarse a la incertidumbre del no saber, y ha de buscar la respuestas en lo que dice el paciente, aprende a devolver la pregunta del saber sobre el síntoma al paciente y así lo pone a trabajar situándose, ya no en la posición del que sabe, sino del que causa el deseo de saber del propio sujeto que consulta. Sin embargo, tampoco sería ético en la institución de salud mental protocolizar para todo paciente una propuesta
de psicoanálisis y si no se cumple, abandonarlo. En las entrevistas preliminares se trata de eso, cabe la posibilidad de acompañar al paciente durante toda su infancia, sosteniendo a los padres, apuntalando su relación al otro de la escuela y de la familia hasta que sea capaz de hacerse la pregunta años después, en la adolescencia. En muchos casos, el hecho de haber tenido un contacto con el psicoanalista en la institución permite que cuando el sujeto hace una demanda verdadera de trabajar sobre su responsabilidad en lo que le pasa, sea entonces cuando se inicie la rectificación subjetiva y el recorrido de una cura. Y esto lo permite la institución de salud mental, siempre y cuando haya un motivo de consulta y el pediatra o el médico de Atención Primaria hagan la derivación a Atención Especializada. Dado el auge de la medicalización como remedo al síntoma, ¿qué consecuencias se pueden extraer de la “medicación para todo síntoma” en la infancia y adolescencia? Es verdad que el efecto de la oferta social de disfrutar de la salud como un derecho hace de obstáculo. La oferta de sanar cualquier síntoma por medio de un fármaco está ahí y los pacientes o sus padres la demandan. Pero, es la labor del profesional de valorar hasta qué punto el fármaco es necesario, si está indicado o puede ser una ayuda. O sí, por el contrario, va a hacer de obstáculo a la posibilidad de una cura, lo cual sería una consecuencia nefasta del uso de la medicación “para todo síntoma”. Otra consecuencia, siguiendo a Eric Laurent es la “pulverización de la clínica”. Si todo es susceptible de un tratamiento medicamentoso (…) ¿dónde se sitúa, entonces, la frontera entre lo normal y lo patológico? La deducción de la sociedad, del “usuario” de los servicios
ha sido: si una conducta mejora con medicación, eso quiere decir que dicha conducta era patológica en el sentido bioquímico del término: si la depresión mejora con medicamentos serotoninérgicos es que su causa es un déficit de serotonina, si el trastorno bipolar mejora con litio es que su causa es un déficit de litio, si la psicosis mejora con antidopaminérgicos, se trataría de un exceso de dopamina y así sucesivamente, haciendo una simplificación extrema que, por supuesto, los buenos clínicos e investigadores biológicos desmienten, pero que funciona en la base de la demanda de medicamentos en Salud Mental. Es más, la rica clínica psiquiátrica clásica ha derivado en una nosología desprendida directamente de la existencia de cada familia de fármacos: nuevos psicoestimulantes hacen crecer la prevalencia del TDAH, la paroxetina hizo surgir la fobia social. Por el contrario, la ausencia de un fármaco para la paranoia, para el autismo o para la histeria ha hecho desaparecer de la clasificación a estas entidades nosológicas. ¿Qué consecuencias tiene a nivel de la clínica la orientación que promueven DSM y CIE? Otro motivo del empobrecimiento de la clínica psiquiátrica es el uso extendido de las clasificaciones de enfermedades, que actualmente, en aras del consenso y el entendimiento promovidos por la globalización, han dado lugar a las versiones actuales del DSM y de la CIE que hacen gala de prescindir de la teoría, que es lo que distinguió tradicionalmente a la escuela psiquiátrica alemana, a la francesa y a la inglesa. Las clasificaciones internacionales permiten un mal uso, un uso por parte de cualquiera sin una formación en los matices que la psicopatología clínica requiere para una práctica psiquiátrica de calidad.
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El trasfondo de todo proceso evaluador es un modelo económico Imágen — Octavio Collis
TEXTOS Julio Rogero*
De la Taxonomía a la Taxidermia
TEXTOS Francisco Beltran* IMAGEN Octavio Colis
Entrevista a Francisco Beltrán Llavador, Doctor en Pedagogía y Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universitat de València, evaluador de la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva en su Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. Entrevistado por Elvira Tabernero, psicoanalista y miembro de la ELP, para el Periódico del Foro ¿Quién teme al el evaluador feroz? Elvira Tabernero: Usted conoce la experiencia de la evaluación desde hace unos 30 años. ¿Qué cambios ha constatado en ese tiempo? Francisco Beltrán: En los años 80 inicio mi actividad y se pensaba que al profesorado en general le faltaba ‘cultura de la evaluación’ -hacer uso y someterse a procesos continuos de evaluación-. No era tan ingenuo para pensar que esas actividades no suponían riesgos -tanto por los formatos como el destino de los resultados- pero creí poder conjurarlos, difundiendo la autoevaluación. Pero, eso mismo resultó también una ingenuidad, porque se vulgarizó y se monopolizó su ejercicio por los autoinvestidos como ‘técnicos’. Los profesores se vieron expropiados del nuevo saber y quedaron de nuevo sometidos a quienes se atribuían el poder de su ejercicio. Se pasó de una época en la que prácticamente no se realizaba ningún tipo de
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evaluación -no confundir con control, examen ni calificación- hasta un presente en que esa cultura evaluadora está ya generalizada entre el profesorado, como algo a lo que inevitablemente resultan sometidos, sin capacidad para discutir las formas, la oportunidad o el destino de los resultados; meros actores pasivos u ‘objetos de’. Con el agravante de que el tiempo ha naturalizado las posiciones de unos y otros. Pero si antes éramos ignorantes sin consentimiento; ahora sumamos a ello ser cómplices por inacción. ¿A qué sinsentidos se enfrenta el evaluador? ¡Tienen poder! ¡No suelen enfrentarse a nada! Pero, el primero de todos es que los sujetos nunca pueden ser evaluados, y menos tomándola como la reducción de cualquier tipo de variables a categorías mensurables, codificables en términos numéricos. No sólo lo hace la educación sino también la ciencia médica y, en general, todas aquellas disciplinas que han reivindicado para sí el estatus científico, a partir del XVIII y sobre todo del XIX, aunque fuera para salvarnos de las especulaciones metafísicas y teístas. La educación también cayó en la misma trampa, porque pretendía salvar los escollos ideológicos y sus efectos políticos que, inevitablemente, forman parte de su travesía. Otra falacia, oculta en el mecanismo de la evaluación, es que ésta debe realizarse según ciertos criterios; pero no existe ninguna forma de discriminar esos criterios que, por tanto, deben extraerse del mismo fondo ideológico que se pretende evitar con la medición. Para revestir de objetividad lo no objetibable, se realizan pruebas estadísticas que definen la
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‘normalidad’. Así, la norma estadística coincide con lo socialmente convenido como extendido y común y, a su vez, siendo la ruta a seguir. ‘Esta’ evaluación es siempre conservadora y coercitiva. Primero, porque pretende preservar un status quo; segundo, porque al declarar el único camino lícito, sanciona las acciones y/o personas que se apartan. Al propio evaluador se le oculta el destino de los diagnósticos que realiza -¿van a servir para incrementar la explotación de los seres humanos, para hacerlos más dóciles?- o se da a entender que la propia evaluación tiene función ‘curativa’. Todos estos ‘sinsentidos’, ni los únicos ni los más importantes, permiten señalar que esa magnífica coherencia que supuestamente preside la razón, tiene más agujeros que un colador. ¿Qué criterios priman en la evaluación de las instituciones? ¿Cuáles son los objetos que evalúa: saber,competencias, etc? La evaluación institucional debería establecerse sobre criterios consensuados con los agentes de cada institución y en cada situación concreta. Nunca se puede lograr la evaluación ‘total’ de una institución, porque es una trama de relaciones que está en continua transformación. Así, se fracciona el objeto -la institución- en sus presuntos componentes, se descompone mecánicamente en piezas que por sí mismas nunca podrán explicar el funcionamiento, lo que sólo es posible ensambladas y sabiendo que van mutando continuamente. Entonces, nunca se puede obtener una visión realista sino una abstracción representada por una cifra a la que se reduce la totalidad. El nombre que esa
cifra ha recibido ha ido cambiando según modas pedagógicas o intereses espurios: en ocasiones objetivos, pero en otras ‘competencias’; a veces la ‘inteligencia’ -‘aquello que miden los test de inteligencia’- y en otras ‘déficits’ orgánicos; ‘integración’ social de los alumnos y otras, sus ‘capacidades”. Ante niños con dispersión, se aplican protocolos correctivos. ¿Se puede decir que la disciplina ha sido sustituida por la evaluación? Es que la evaluación no ha sustituido, se ha convertido en una forma más de disciplina. Una sustitución hubiera sido mentirosa; pero menos agresiva; una forma por otra. Pero lo que ha ocurrido -y sigue ocurriendo- es que a otras formas tradicionales de disciplina, sea ésta entendida como campo de saber o como sometimiento del cuerpo o sus sentidos, se ha añadido la evaluación. Ese es el fenómeno más nuevo y preocupante. Porque ahora se somete a los cuerpos, primero mediante un diagnóstico que los clasifica, califica y declara más o menos alejados de la norma y, a partir de ahí, se activan otra serie de mecanismos correctivos que, para no parecer menos objetivos ni científicos que el método anteriormente utilizado para nombrarlos como los ‘otros’ -frente a un ‘nosotros’ inclusivo-, se protocolizan, es decir, se objetivan en modos estandarizados de actuación, obedeciendo la clasificación previa que los ha colocado en su casilla correspondiente. De la taxonomía hemos llegado a la taxidermia. Bienvenidos.
Joaquín Caretti, Psicoanalista, Director de la Sede de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis se reunió con Julio Rogero, maestro y miembro del Movimiento de Renovación Pedagógica “Escuela Abierta”, de la Federación MRP de Madrid a fin de mantener un diálogo fluido sobre el tema que nos convoca el Foro y que este periódico les ofrece como un avance del mismo. Joaquín Caretti: Quería preguntarte qué te sugiere la primera parte del título del Foro del 11 de junio: “Lo que la evaluación silencia: las servidumbres voluntarias”. Julio Rogero: Me parece muy sugerente porque es mucho más lo que la evaluación silencia que lo que muestra. El paradigma del sistema educativo actual, que está centrado en la transmisión del conocimiento científico es,- en el mejor de los casos, un conocimiento basado en la disyunción del mismo en asignaturas, en campos muy parcializados, de los cuales sólo interesa medir cómo aprende el ser humano esos conocimientos que se le pretenden transmitir. El sistema educativo pretende la evaluación de eso sin más, es lo único que le interesa del ser humano. Todas las demás dimensiones del ser humano quedan ocultas. ¿Por ejemplo? Queda oculto el análisis contextual, las historias de vida de cada uno de los alumnos que condicionan los aprendizajes, las dimensiones emocionales, afectivas, relacionales que no se valoran para nada. Y sin embargo en la historia escolar del alumno están todas estas dimensiones, está todo su ser como sujeto. ¿Con qué tendría que ver esta tiranía evaluadora que se está imponiendo actualmente en el mundo?
El trasfondo de todo proceso evaluador es un modelo económico que propone un modelo de sociedad que implica la sumisión de todas las dimensiones del ser humano a la economía. El neoliberalismo, la gran acusación que hace al sistema educativo es que es ineficaz e improductivo. Por lo tanto, el sistema educativo ha de someterse a los criterios empresariales para dar los resultados que se le piden. La función de la evaluación es una función de control y clasificación, es una función de producción de la sumisión del sujeto. El telón de fondo es el sistema neoliberal que pide la conversión del ciudadano en cliente y la desaparición del Estado en función del mercado. Lo que se pretende es reconducir el sistema educativo en función de las pruebas de evaluación poniendo el curriculum en relación con los valores que propone el mercado. ¿Qué valores? De eficacia, de excelencia, de éxito, de esfuerzo, una cultura de sumisión en definitiva. La evaluación se extiende a todos los ámbitos de la vida. Se pretende que el sistema educativo reduzca el fracaso escolar pero haciéndolo entrar en la competitividad, en la competencia. En un artículo tuyo sobre “El marco ideológico de la LOCE” hablas de la servidumbre de los docentes al Acuerdo General de Comercio y Servicio (GATT) en lo referente a las propuestas educativas. ¿Podrías aclarar esto? La servidumbre del educador es la propia servidumbre del sistema educativo al sistema productivo. Una sociedad como la nuestra, radicalmente injusta, sólo se sostiene con seres humanos dóciles, obedientes, sumisos, acríticos. Es necesario tener un profesorado con estas mismas características, que se valore a sí mismo como neutral, que es la posición que se nos quiere dar en el proceso educativo: yo soy el agente neutral que valora tus conocimientos y tu persona y pretendo valorarte objetivamente. Cuanto más objetivo y neutral, seré más justo. Es un error de bulto gravísimo.
¿Por qué? Sencillamente, porque no hay objetividad posible en la evaluación de un ser humano, éste es inevaluable, aunque haya aspectos que tú pretendas evaluar. Tendría que ser una evaluación aproximativa y siempre subjetiva, aunque pretendas evaluar aspectos del conocimiento científico que se presentan como objetivos. Entramos en el debate de la objetividad de la ciencia. El modelo que pretendemos transmitir como profesores es el modelo de nuestro éxito personal. No hay ningún análisis de tipo contextual, de qué está pasando en la sociedad actual, de lo que algunos llaman la nueva infancia de la sociedad del conocimiento y de las nuevas tecnologías. Nuestros modelos son los clásicos y tradicionales. Y desde esa perspectiva hay una gran sumisión al poder y al corporativismo. Es una de las cuestiones más preocupantes dentro de los sistemas educativos. Y, específicamente: ¿Tú crees que hay algún cambio en la forma de evaluar en la educación? No. Creo que no hay cambios sustanciales. Hay cambios técnicos. Pero la exigencia de devolución de tu conocimiento es la misma. Hay mitos creados como que el nivel educativo baja, que los niños saben menos. En una no evolución del curriculum escolar, que está anclado en los finales del siglo XIX, es difícil plantear un nuevo modelo de evaluación. No hay un afrontamiento de los cambios sociales. Hay un texto de Jean Claude Michea, “La escuela del capitalismo total” donde habla de la escuela de la ignorancia. Afirma que hoy se pretendería aumentar el volumen de los conocimientos conceptuales para que de ese modo el ser humano fuera incapaz de analizar los problemas que el propio ser humano tiene con los demás y con el mundo y, así, no comprometerse éticamente con la transformación de la realidad. Desde esa perspectiva la escuela de hoy es una escuela de una profunda ignorancia: la sociedad de la ignorancia en el seno de la sociedad del conocimiento.
Sería un paradigma anti-ilustrado. Sí, sería llenar al sujeto de información significada por el poder. En realidad, es el no reconocimiento de que las características de la sociedad postmoderna, la modernidad líquida, son diferentes a los rasgos del conocimiento ilustrado. No se trata de rechazar el conocimiento ilustrado sino que la escuela de hoy debería trabajar en la perspectiva de organizar ese conocimiento críticamente, para que sea útil en el desarrollo del propio sujeto. Pensar. Exactamente. El desarrollo de la conciencia crítica como elemento central. Y la pregunta es cómo se evalúa eso. Es una buena pregunta. ¿Cuáles son los parámetros que evalúan eso? Porque el conocimiento ilustrado también implica el conocimiento del sujeto en todas sus dimensiones: emocionales, relacionales, afectivas y convivenciales. Sin embargo, estas dimensiones no son asumidas por el curriculum. La cuestión fundamental es cómo el ser humano, en el seno del proceso educativo, inicia, desde la heteronomía más absoluta a los dos o tres años, un recorrido creciente hacia la autonomía y la conciencia crítica. Para ser un sujeto libre, igualitario, justo… Un sujeto diferente a los demás. Radicalmente diferente. Diferente y con sus propias singularidades y que no es el individualismo que nos propone el sistema dominante.
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conversación con Josep Ramoneda TEXTOS Josep Ramoneda* IMAGEN XXXXXXXX
Extractos de una conversación con Josep Ramoneda. El Discurso de las servidumbres voluntarias está presente en sus escritos sobre actualidad, política y pensamiento. Josep Ramoneda es filósofo y escritor; actualmente dirige el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y preside L’Institut de Recherche et Innovation de París. Dirige las colecciones “Textos filosófics” de Edicions 62 y “Ensayo” de Tusquets Editores. Ha publicado numerosos ensayos; citamos el último: Contra la indiferencia, Galaxia Gutemberg, 2010. Conversamos con Josep Ramoneda sobre cuestiones planteadas por Shula Eldar y Montserrat Rodríguez Garzo, psicoanalistas y miembros de la ELP, alrededor de “la cultura de la indiferencia”. La importancia de La Boétie se debe a que la pregunta ¿por qué la servidumbre voluntaria; por qué todos obedecen a uno pudiendo ser más fuertes? no ha sido contestada y reaparece cada vez que hay un conflicto social, cuando es muy evidente dónde están los responsables y, aún así, todos lo aceptan. El caso más claro de servidumbres voluntarias se ve, actualmente, en cómo todo el mundo está dispuesto a aceptar, a la fuerza pero sin rechistar el que entre todos paguemos las pérdidas de los grandes bancos y que ellos se queden con los beneficios.. La pregunta sigue vigente y no hay respuesta clara. Las de La Boétie son interesantes pero no suficientes: el hábito, la costumbre, la
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pirámide de los intereses (...) hay muchas más razones. No siempre los mecanismos de control social son los mismos (…). En este momento se está desarrollando una cultura que se caracteriza por cuatro cosas básicas: la a-política, tomando en cuenta que la política es la forma que tiene presencia en lo público. Si el hombre renuncia a la política está mutilando una parte importante de sí mismo. Otra dimensión de la indiferencia es la desjerarquización. El “todo es igual”. En el mundo del control televisivo tiene exactamente el mismo valor el cadáver de un niño en el telediario que un “reality show”, la banalización es un mecanismo imparable. Tres imágenes de guerra en el telediario y la cuarta te da absolutamente igual. Eso genera adicción, se pide cada vez más. El tercer elemento es la indiferencia respecto a los otros. Hay una tendencia a insistir sobre la diferencia para luego declararnos indiferente a ella. Primero, decimos: “Tú eres diferente” y luego: “No quiero saber nada de ti”. Una cuarta cosa, que se ha sentido en la crisis, es la negación de la posibilidad de transformación social. Esta crisis está siendo presentada como una cosa absolutamente natural que deriva de las leyes de la economía contra lo que nada se puede hacer. La sensación de que la transformación social no es posible no sirve ni para reparar, ni para construir nada positivo, desde el punto de vista social. Para mí, son los cuatro temas de la cultura de la indiferencia que está en expansión y conduce al totalitarismo de la indiferencia que no tendrá la espectacularidad de las grandes manifestaciones y que tendrá un control social tanto más efectivo. Después, el control social será más teatral que efectivo, pero muy pesante. En nombre del miedo se acepta cualquier restricción de las libertades
¡Que todos nos isofiquemos !
y así se construirá una forma de totalitarismo con la convicción absoluta de que no hay alternativa. La política se hará en un nivel político-económico distanciado, reducida a una votación cada cuatro años y a una legitimación de los privilegios de los poderosos y un control audio visual. Esta me parece que es la perspectiva. No está cerrada pero no tardará en llegar si no hay una reacción fuerte (…) Hay países en los que ya se ha puesto en evidencia una capacidad de reacción que ha desmontado todos lo tópicos de occidente: las civilizaciones, la incompatibilidad de lo islámico con las ideas democráticas... todavía hay una capacidad de reacción en estos países. En estos momentos la esperanza viene de fuera del primer mundo, de fuera de Europa. He sustentado que es posible que la última etapa de estas revoluciones sea en Europa; que en algún momento en Europa estalle el malestar (…). En esta crisis tiene importancia la cuestión de las libertades sexuales. En Egipto, me explicaron, el coste de la dote se ha encarecido muchísimo generando un factor de tensión que jugó un papel en esta revolución (…) . A finales de los 70, principios de los 80 se produce la gran ruptura, mueren casi todas las cosas que habían sido importantes en la primera parte del siglo XX (…) Yo creo que en estos tiempos, hegemonizados por el discurso económico, las facultades de economía son los verdaderos ideólogos de la crisis actual hay .un discurso economicista que lo justifica todo en función de la cuenta de resultados (…). La idea de que la universidad tiene que estar al servicio del empleo me parece un disparate enorme (…). En la universidad es necesaria y fundamental
la transmisión del saber y punto. Después, a partir de aquí, se pueden hacer muchas derivaciones. Si el objetivo importante de la universidad es crear fuerza de trabajo cualificada entonces todo el edificio universitario se viene abajo y el respeto al conocimiento se hunde. Por un lado, las exigencias intelectuales de preparación técnica son altas y, por otro, el respeto al pensamiento fuerte es cada vez menor (…) La democracia está mermando desde los años 80 cuando empezó a ponerse en cuestión el estado del bienestar que dio a la Europa democrática las llamadas décadas gloriosas: igualdad de rentas, probablemente irrepetible. Esto se ha venido abajo y la democracia sale sensiblemente afectada. El peso de la desigualdad es enorme. Hemos visto, en esta crisis, la incapacidad del poder político, nacional y local, frente a los poderes económicos y financieros, ya globalizados. El gobierno no tiene autonomía para hacer una política propia, le dijeron basta y tuvo que desdecirse. y hacer la política que le obligan a hacer. Es evidente que estamos en un cambio del modo de producción. Me parece claro que es absurdo seguir pensando en términos de modos de producción superados, antiguos, que ya no funcionan. Ese disparate que es la Ley Sinde, es una ley que no se ha enterado que el mundo ha cambiado, de que querer regular el futuro por el pasado es un disparate (…) tiene razón Bernard Stiegler cuando dice que el problema del consumo es que te absorbe la libido y te deja solo con la pulsión y así es difícil crear trama social (…) No sé cómo se hace a partir de aquí una trama social sin la empatía, sin lo que puede invitar a relacionarte con los demás ¿a puñetazos?
TEXTOS Javier Peteiro* IMAGEN XXXXXXXX
Maria Navarro - psicoanalista, miembro de la ELP- entrevista a Javier Peteiro -Doctor en medicina y jefe de la sección de bioquímica del complejo hospitalario Universitario de A Coruña, autor del libro El autoritarismo científico- en este momento que se aproxima el segundo Foro que organiza la ELP acerca de lo que la evaluación, en tanto práctica insistente que el discurso del poder utiliza, silencia. María Navarro: Usted contribuyó en el anterior Foro con un adelanto de su libro El autoritarismo científico, al que me siento vinculada por partida doble, como psicoanalista, por lo que aporta a nuestro discurso y como editora. En esta ocasión, nuestro Foro lleva por título Las servidumbres voluntarias, evocando el discurso que La Boétie escribiera hacia 1553 acerca de la tiranía y por qué se somete quien la padece. Y que Freud vinculara al Superyo y Lacan mencionara como “la oscura voluntad del Otro” Javier Peteiro: Actualmente el poder político, legislativo, las instituciones y el saber universitario están inmersos en la lógica del todo, de la globalización, en el que la evaluación viene al lugar de la garantía y donde proliferan expertos que en nombre de la ciencia y de un saber sobre el cuerpo, las relaciones humanas y la conducta del individuo y de la colectividad sentencian acerca de lo que conviene a los sujetos sin considerar su singularidad en tanto sujetos de la palabra. Este discurso, ocupa el lugar de un ideal perversamente trasmutado
bajo el que los sujetos quedan identificados y seguros en lo que respecta a una garantía de bienestar que el Amo promete. Y a la vez, quedan prendidos, tomando la democracia como excusa, a una voluntad despótica, a un amo Uno, al que voluntariamente se someten en la complacencia de esa felicidad prometida que los lleva a lo peor, al renunciar a eso de sí que los hace únicos y no evaluables. Como científico, ¿qué nos puede decir de estas servidumbres? Que las constato. Veo cómo la actitud servil se extiende e incluso se preconiza, llegando a veces a calificarla de “inteligente”. La adulación parece muy ventajosa en estos tiempos, aunque sea a costa de perderse a uno mismo. Nunca fue tan desoída la frase evangélica:¿De qué sirve ganar el mundo si pierdes el alma? Podríamos decir que vivimos entre muchos desalmados, gente que ha perdido su alma por prebendas, a veces incluso insignificantes: una promoción profesional, un reconocimiento… Sin alma uno es esclavo. Pero también el sujeto colectivo; estamos más que nunca en manos de los “mercados” sin saber bien qué o quiénes son. Nuestra juventud está alienada con el alcohol y los videojuegos. Desconocemos quiénes manejan los hilos. Nunca llegamos a saberlo. Hablar de democracia en el contexto actual es patético. Podemos elegir cada cuatro años a diferentes nuevos ricos. No cabe la crítica en una sociedad servil. A quien es esclavizado contra su voluntad le queda la esperanza de la rebelión; al pueblo esclavizado la de la revolución. A quien se hace a sí mismo esclavo no le queda nada más que su propia esclavitud. La actitud servil se ve, porque es evidente, en todos los órdenes, pero quizá en mayor grado en la llamada intelec-
tualidad. La orientación mercantil de la investigación científica ha alcanzado hasta ahora un máximo histórico; es de esperar que aun vaya a más. La filosofía parece cosa del pasado o mero adorno cultural. Las lecciones de la Historia no se llegan a aprender y repetiremos lo peor del siglo pasado. ¿Cuáles considera que son las de la ciencia? La Ciencia como tal ha pasado a ser un fenómeno en cierto modo autónomo, emergente, independiente de quien la hace. Poderoso y a la vez ciego, sólo orientado por los intereses comerciales o bélicos. El científico promedio actual no busca el conocimiento liberador, sino que es esclavizado por la competitividad con otros en investigaciones productivas como patentes o en el orden meramente bibliométrico. Y el servilismo hacia los poderosos, hacia quienes otorgan puestos o becas, es ya difícilmente superable. La divulgación científica es en buen grado enseñanza de esclavitud: estamos regidos por nuestros genes, por nuestros neurotransmisores, por el entorno; cualquier reduccionismo estúpido es posible en contra de la libertad. ¿Dónde podemos ubicar el origen de la evaluación? Lejanamente, en Lord Kelvin, quien decía más o menos que sólo cuando uno puede medir sabe de lo que habla. Más recientemente, quizá el nacimiento de la Bioestadística, con personalidades como Fisher, sea la responsable. Sólo cuando el sujeto pasa a ser mero individuo muestral, bien en un estudio epidemiológico, bien en un ensayo clínico, se pueden establecer relaciones cuantitativas entre variables biológicas. Lo biográfico torna así en biológico. El nivel de significación probabilístico
se ha sacralizado y ante la pretendida evidencia estadística se desprecia la clínica en su conjunto. Se pretende que seamos en relación a la norma, sea ésta analítica, morfológica o psicométrica. Y lógicamente, se persigue también que actuemos, que vivamos, conforme a la norma traducida a protocolos. Es el tiempo de las ISO, término que coincide curiosamente con “isos” y es que lo que se pretende, en realidad, es que todos nos “isofiquemos”, es decir, que todos los esclavos sean iguales al servicio de un Amo que desconocen.
La orientación mercantil de la investigación científica ha alcanzado hasta ahora un máximo histórico. 11
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ENTREVISTA
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LA PALABRA FRENTE A LA EVALUACIÓN
TEXTOS Guy Briole* IMAGEN Nasa Archives
El empobrecimiento cultural de las sociedades modernas se lo pone fácil a la ciencia triunfante y al capitalismo insaciable que no necesitan, para propagarse, más que un stock reducido de palabras, un lenguaje simplificado, saltándose el esfuerzo de reflexión. El “¿cómo se disfruta?” se presenta antes del “¿cómo funciona?”, excluyendo el “¿para qué sirve?” Los objetos producidos en serie, para una satisfacción inmediata, enmascaran el malestar del sujeto del siglo XXI. Ahí está, listo para la evaluación, dócil a los significantes amos del capitalismo de hoy –rentabilidad, provecho inmediato, economía dirigida, utilidad, ajuste de medios, etc— apuntando todos a encuadrar el goce y la gestión de las masas. Esta operación se ve tanto más facilitada cuanto que estos significantes amos vienen a alojarse en el agujero dejado abierto por la pérdida generalizada de autoridad que va desde el padre, en la familia, a las diferentes figuras de autoridad de un estado. El derrumbamiento de las palabras El valor atribuido a la palabra dada atraviesa una verdadera crisis y el derrumbamiento de las palabras va a la par de una sensibilidad muy primaria ante la menor molestia que le pueda ocasionar a uno la presencia de los otros. Una mirada vale por un insulto y el golpe se dispara antes de que un diálogo haya podido establecerse. En el mundo, el ruido de los cañones precede a los murmullos sigilosos de la diplomacia allí donde, aún recientemente, la guerra firmaba el fracaso de los embajadores. La tendencia es imponer al otro —por la fuerza, por una sugestión sostenida, por una argumentación cientificista apremiante— lo que la evaluación razonada ha decidido que es bueno para los individuos que desconocían que era eso lo que anhelaban. Ahí están ahora informados y a veces convencidos, hasta tal punto atrapados en el torbellino de la econometría que ha asfixiado la economía. No hay necesidad de pasar
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Ausencia de palabra, falta de transmisión Esta sociedad del formateo por la evaluación empuja a la charla vana y reduce los intercambios a lo útil de una cotidianeidad sin sorpresas. Genera sujetos muertos para el deseo, cada vez más centrados en un goce prometido que se les escapa cada día más y que les estraga. Vale para todas las edades. Entonces, cada uno rivaliza y se agota en encontrar su parte de goce al precio de borrar las diferencias y de colmar los intervalos, aquellos donde la palabra podía alojarse y permitir una transmisión entre las generaciones. Jacques-Alain Miller y Jean-Claude Milner, en su conversación sobre la evaluación, ponían de relieve que Europa se encontraba en una encrucijada donde, después de haber inventado la sociedad moderna y de que ésta fuera –a consecuencia de dos guerras tan desastrosas en el plano humano— suplantada por el modelo americano, le hacía falta elegir su futuro retomando este último o inyectando sus veinte siglos de historia. Pero he aquí que “son también veinte siglos de Iglesia”. En la red de solidaridad habría que aceptar la evaluación, evaluarse a sí mismo, evaluar a los otros. “Hacemos como si la evaluación fuese el Evangelio. En realidad, se trata del terror conformista”.1 Es el como si que no conviene, la adhesión al sistema evaluativo que no responde a ningún acto de fe, a ninguna creencia en una religión que pudiera explicar, consolar. De hecho, se trata de entrar en el vasto laboratorio de los evaluados, en la diversidad de los animales sometidos uniformemente a la experimentación. Algunos, creyéndose más listos, pensaban haber eludido el sistema cuando, anticipando la respuesta, ¡habían arramblado con el trocito de queso del vecino! Después del astuto, hete aquí el reino de los paquidermos. Un rinoceronte surge en el paisaje urbano. “¡Mira, un rinoceronte!” exclaman asombrados los que le han visto “¿Cómo, un rinoceronte?” se alarman esos a los que se lo cuentan. Pero he aquí que muy rápido la sociedad se modifica y los rinocerontes se vuelven cada vez más numerosos. Son todos iguales y se comportan bien, el evaluador está satisfecho. Al principio nadie quiere parecerse a ellos, luego se habitúan, incluso se les encuentra un cierto encanto. Hay quienes, sin darse cuenta, se han convertido en uno. El evaluador goza. Esta multitud ya no piensa, se baña en la libido dominandi que le impone el amo moderno. Eugène Ionesco en su obra de teatro, Rinoceronte2 elige
este animal, no el cordero, para indicar que hay algo más que un consentimiento en esta transformación de una sociedad que se lanza, cabeza baja, el cuerno de frente, hacia sus modos de gozar. Hace falta una voluntad que el autor hace decir a uno de los protagonistas de la obra: “Te pisotearé, te pisotearé”. Sigamos un corto diálogo3 entre Jean, el dogmático, y Béranger, todavía dividido. Béranger explica a Jean que nosotros tenemos, contrariamente a esos individuos modernos, una filosofía, un sistema de valores irremplazables. ¡Siglos de civilización humana lo han construido! -Jean: Demolamos todo eso, nos sentiremos mejor -Béranger: No os creo. El hombre… -Jean (interrumpiendo): El hombre, ¡no pronuncié más esta palabra! - Béranger: Quiero decir el ser humano, el humanismo… -Jean: ¡El humanismo está caduco! Usted es un viejo sentimental ridículo. -Béranger: En fin, a pesar de todo el espíritu… - Jean: ¡Clichés! Usted dice tonterías. La escucha contra el modo de pensar único Es muy difícil hacerse escuchar en el ruido monocorde del modo de pensar único, vibrante de la cifra y la evaluación. El modelo de decisión de las instancias ministeriales no es ya el de una reflexión multidisciplinar referida a su contexto social, sino el de una estimación por los “expertos”. Las secuencias —una pregunta, un experto; un hecho social, “un peritaje”; una respuesta social, una evaluación— se suceden en una contracción brutal del tiempo llamada, hoy día, “eficacia política”. Un “experto” es el que tiene peso en la lengua del Otro del poder, cuyo prerrequisito se mide por su bibliometría.4 “¿Cuál es tu impact factor?”5 Hete aquí una pregunta que el psicoanalista no se hace. Sus interlocutores de hoy en día —en el campo psy, económico, político y social— sí. ¡El impact factor les interesa! No obstante, en un mundo psy que ha abandonado la clínica y la transferencia por las estadísticas, la biología y los protocolos, los únicos que permanecen cerca de los pacientes –en la consulta privada, en los hospitales, en los ambulatorios- son los psicoanalistas. La atención dada a quien nos habla de él, de los suyos, del contexto en el que vive es un buen criterio de evaluación. ¿Este “tiempo dedicado” escuchando no da al psicoanalista un lugar particular en esta sociedad? ¿Con quién es posible hoy, todavía, hablar de la vida, de la sexualidad, del futuro, de la enfermedad, de la muerte? Ni el médico, ni el político quieren —tampoco pueden ya que se niegan a enfrentarse a las cuestiones de la vida, reducidas a funciones estadísticas que les libran un futuro ya cuantificado— hacerse interlocutor de un sujeto frente a sus cuestiones existenciales. La “cifra” es la única respuesta “codificada” que saben manejar. Inutilizable tanto por el sujeto como por el ciudadano.
Ética de un derecho de injerencia El Foro se impone ante la urgencia de un derecho de injerencia que, si bien no tiene un estatuto jurídico, encuentra su fuerza en una ética que nos compromete a todos. Con el psicoanálisis, se da un valor a la palabra. Es una dimensión que compartimos con todos los que osan un modo de pensar distinto, con los actores de la cultura, también con una prensa comprometida, no sometida a los poderes. La cultura, como el psicoanálisis, se opone al formateo de la sociedad gestora con la subversión y la estimulación de los intercambios y el debate. La cultura no puede reducirse a la cifra. No está en competición con las industrias del ocio. Es de otro orden. ¡El María Guerrero no es el Santiago Bernabeu! Tampoco Disneylandia es Salzburgo. La cultura es alegre, abierta a las sorpresas, a los encuentros; lo opuesto al divertimiento planificado. El discurso psicoanalítico introduce un corte en los modos de gozar modernos. Este corte, que objeta lo normativo, es contingente a los traspiés del deseo. Se abre al gay sçavoir.6 En el deslizamiento metonímico permanente de la búsqueda de goce, el único que da, en la transferencia, consistencia y peso a la palabra es el psicoanalista. En el Foro, es esta palabra la que deberá hacerse escuchar –viva, incisiva, precisa. Sin embargo ¿tendrá la oportunidad de ser escuchada? *Psiquiatra, psicoanalista miembro de la ELP y de la ECF. Traducción: M. Martín Ramos Revisada por el autor.
Bibliografía 1 MILLER J.-A. MILNER J.-C. (2004) ¿Desea usted ser evaluado? MIGUEL GÓMEZ EDICIONES, Málaga, p. 53. 2 IONESCO E (1959) Rhinocéros. FOLIO THÉÂTRE, Paris, p. 277 3 Ídem, p.190-191 4 Bibliometría puede ser definida como la aplicación de las matemáticas y métodos estadísticos a los libros, artículos y otros medios de comunicación (Pritchard, 1969) para realizar un análisis cuantitativo de la actividad y de las redes dentro de la comunidad científica. Los estudios bibliométricos permiten cuantificar la comunicación de un individuo o de un grupo no sólo en términos de volumen, sino también de visibilidad, de influencia, de colaboración y de inserción en las redes, acordando el papel fundamental de la publicación en la actividad científica. (N. de la T). 5 Impact factor: Factor de impacto es una medida del impacto a escala de revista. Cuantifica el número medio de citaciones recibidas por un artículo de una revista en los siguientes dos años a su publicación. (N. de la T). 6 « Alegre saber», en LACAN J. (2001) «Télévision», in: Autres écrits, SeuiL, Paris, p 526
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Una mirada vale por un insulto y el golpe se dispara antes de que un diálogo haya podido establecerse
de nuevo por las palabras para abrir el espíritu a la controversia y a renovar los acuerdos entre los hombres en función de los momentos y de la realidad que atraviesan. Se les persuade de que, con sus instrumentos científicos que toman prestados del lenguaje matemático, los evaluadores les hacen un mundo a medida en el cual no queda más que deslizarse para gozar sin límite ¡Cuando yo quiero! ¡Ciertamente, pero a condición de que te calles; se habla por ti!
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ESTA FOTO ES MAL A Y NO PERMITE MÄS TAMAÑO
Preferimos cosificarnos, naturalizarnos antes que arriesgarnos a ese guión impredecible que es la libertad
La revolución norteamericana, no tenía nada que restaurar tras su consumación
El caldo de cultivo del resentimiento contemporáneo
La “ servidumbre voluntaria” en el contexto de la evaluación TEXTOS Eugenio Trías* IMAGEN Dante Ferrari
Entrevista realizada por Jorge Alemán, psicoanalista, miembro de la ELP y Consejero de Cultura de la Embajada Argentina a Eugenio Trías, Catedrático de filosofía de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Jorge Alemán: La “evaluación” -medida, cálculo, planificación, protocolo, encuesta, etc- ha devenido una de las figuras privilegiadas de lo que Heidegger llamó Ge-Stell, la “estructura de emplazamiento” o lo que tú en su día tradujiste como “Sistema”. De este modo la evaluación se ha convertido en la pieza clave a la hora de entender la experiencia humana. Esta evaluación es un procedimiento que testimonia de las diversas formas disciplinarias, descriptas por Foucault en relación al eje Saber-Poder. Se trata de distintas formas de dominación sobre -y en- los sujetos, donde estos, lejos de revelarse contra ellas, caen bajo su dominio convirtiendo la subjetividad en un nueva modalidad contemporánea de “servidumbre voluntaria”. Estas servidumbres voluntarias encuentran en nuestra época diferentes envoltorios: políticos, religiosos, etc., pero en todos los casos siempre se trata de reducir al sujeto a su “realidad objetivable y calculable”. Jorge Alemán: Tu propuesta filosófica -la Filosofía del Límite- permite pensar un sujeto fronterizo, que precisamente por ello, por estar radicalmente dividido, puede “alzarse” res-
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pondiendo a la voz que lo interpela desde su propia condición. ¿Podrías explicitar cómo el sujeto en la época de la dominación Técnica puede habitar su lugar propio -singular y colectivamente- teniendo en cuenta la dificultad, siempre recurrente, para “salir” de la antes mencionada forma de servidumbre contemporánea? Eugenio Trías: La edad, quizás, me hace ser cada vez más escéptico respecto a concepciones “holistas” y lo es la teoría de Heidegger de la Gestell, o lo que en los años setenta, en mi libro Meditación sobre el poder, llamé la Razón Formal Especulativa. El azar gobierna las cosas humanas; la derivación de esa rueda de la fortuna, que domina sobre individuos y colectividades, es lo que llamamos necesidad, o acaso fatalidad y destino. Creo en la libertad, individual y colectiva; la que se rebela contra un autócrata corrupto, o la que se alcanza a través de una conciencia madura sobre la diferenciación sexual, o sobre la propia condición sexual y erótica de cada uno -la gran revolución ética de nuestro tiempo. Corrijo a La Boétie: la servidumbre es involuntaria. Entiendo lo que quería decir el gran francés del renacimiento. Lo importante, en ética, en la vida, es estar despiertos -pero sin privarse de soñar-, como dice la mujer al marido al final de esa maravilla fílmica que es Eyes Wide Shut. Eres de los pocos filósofos en España que siempre ha guardado una amistad con el psicoanálisis. El libro Filosofía del Limite e Inconsciente donde Sergio Larriera y yo conversamos contigo a este respecto da testimonio de esta cuestión. Con respecto a este punto, ¿qué relación se puede esta-
TEXTOS Germán Cano* Imágen — Dante Ferrari “Serie Humanos”
blecer entre lo que tú consideras ontológicamente lo matricial y constitutivo de cualquier “existencia”, que usando tus propias palabras, siempre se nos presenta en “exilio” y en “éxodo” con la posibilidad de crear un espacio limítrofe de libertad, incluso de emancipación? Remitiéndome a nuestras queridas cenas de los lunes, y también a tu libro La política y su sombra, ¿es posible interrumpir el circuito RevoluciónTerror descrito por Hegel, y siempre confirmado en los procesos de emancipación? ¿Puede la virtud prudencial del Límite ir más allá de las figuras del “alma bella” y de la “conciencia activa”?, en definitiva, ¿podemos pensar en una emancipación que no se desentienda de la condición de “fundamento en falta” del sujeto Ha hecho mucho daño a los procesos de emancipación la fijación en el conceptofetiche de Revolución, que como Hegel dijo muy bien y tú me recuerdas, parece inexorablemente unido a Terror. Sin embargo la visión de Hegel es euro-céntrica, piensa en la Revolución Francesa. Yo creo mucho más interesante que ésta la revolución norteamericana, que no tenía nada que restaurar tras su consumación, y se libró del episodio del terror, y hasta postergó un siglo la gran revuelta antiesclavista de la guerra civil, con todas sus conocidas contradicciones. Habría que examinar si las revoluciones latinoamericanas apuntaban también a un futuro por escribir. La rusa, por desgracia, recompuso el más aciago despotismo asiático -para hablar en términos de Marx- en su etapa bolchevique. El totalitarismo, en versión fascista, nazi o estalinista, es
un fenómeno europeo que se exporta a Asia: a China, a Camboya. Con todas sus insuficiencias, las revoluciones en Norteamérica van conquistando, paso a paso, parcelas de libertad que nadie, por nada del mundo, deseará, en términos colectivos mayoritarios, eliminar: la lucha por los derechos civiles, la igualdad hombre-mujer, la reivindicación de la condición homosexual o lesbiana: todo esto es importantísimo y da el mejor perfil “de izquierdas” de la segunda mitad del siglo XX, y la que más futuro tiene en el XXI. ¡Gracias por recordarme la magna experiencia que fue nuestro libro sobre el Inconsciente y la filosofía del límite! ¿Qué rol pueden jugar las expresiones artísticas, por ejemplo la música, que tú has investigado tan intensamente en los últimos tiempos, pueden constituir “huecos” por donde sea posible escapar del control al que voluntariamente el sujeto está sometido, y si es así, esto sólo sería posible en las sociedades occidentales o es susceptible de ser pensada esta posibilidad de modo universal? El sujeto está sometido a sus propios fantasmas; y desde luego a situaciones de injusticia económica, social, cultural, educativa. La música es un universal antropológico. En toda cultura humana hay algo más que sonido: danza, tam-tam, rito y ceremonia que no puede prescindir de la música. El lenguaje se emancipa a través de la poesía y la buena prosa -prosa significa “lengua desatada”. El sonido halla su mejor forma de emancipación en la buena música, la que vive en la propia tradición de cada cultura musical, y la que mejor se ajusta a las demandas del tiempo.
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Entrevista realizada a Germán Cano, Profesor titular en la Universidad de Alcalá de Henares, especializado en filosofía contemporánea, por Miguel Ángel Alonso -socio de la sede de Madrid de la ELP- y Marisa Álvarez – psicoanalista, miembro de la ELP y Directora de la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Madrid para el periódico del Foro. Miguel Ángel Alonso y Marisa Álvarez: La cultura de la evaluación es astuta, su arte consiste en conseguir no sólo el consentimiento del evaluado, sino su solicitud, su demanda de ser evaluado, participando de este modo en su posible exclusión ¿Esta renuncia, esta clausura, no forma parte de la moral del esclavo contemporáneo, de la que hablas en tu artículo “el resentimiento como estrategia de poder”? Germán Cano: Sí, y no en vano habéis utilizado en vuestra pregunta la expresión “astucia”. No puede olvidarse que, en el ámbito de la reflexión contemporánea, tanto el Psicoanálisis como la Teoría Crítica de la sociedad en sus diversas formas, han advertido el mismo fenómeno. Ya contemplemos la “cultura de la evaluación” desde el prisma de la crítica de la racionalidad instrumental de la Escuela de Frankfurt, del “discurso universitario” en Lacan o desde las diferentes lecturas -de izquierda- de la nueva “moralidad de los esclavos” que partirían de Nietzsche -la biopolítica según Foucault, Deleuze- el diagnóstico es muy similar. Podríamos resumirlo así: una vez que el viejo horizonte de legitimación moral ha quedado eclipsado en manos de la lógica científica, los únicos valores que persisten son tecnocráticos, pragmáticos, y ligados a un comportamiento subjetivo marcadamente narcisista. Muerto Dios, cabría decir, todos somos conminados a devenir “empresarios autistas de nosotros mismos”. Este ensimismamiento, fruto, por otra parte, de la licuefacción del tejido social genera, a mi modo de ver, la imposibilidad
de dotar de sentido al malestar, con la consiguiente frustración. Éste sería el caldo de cultivo del nuevo resentimiento contemporáneo, que tendería a interpretar no tanto como “el odio de los desfavorecidos”, como ha hecho siempre la derecha, sino como una desviación ideológica de la negatividad política en actitudes, narcisistas, en última instancia, orientadas al victimismo, el cinismo, la subordinación voluntaria y a una suerte de “vigorexia” afectiva. En este contexto, cuanto más “líquido” se hace el mundo, más nos cuesta interpretar nuestro malestar desde mapas políticos de sentido y más blindamos nuestra herida narcisista con ortopedias imaginarias. El “resentimiento” sería esta astucia prostética de blindaje: un modo de subjetivación que hace, “astutamente” de necesidad, virtud; de impotencia, poder instrumental sobre las cosas y sobre los otros. Mediante esta “mala fe” preferimos cosificarnos, “naturalizarnos” antes que arriesgarnos en ese guión imprevisible que es la libertad. Spinoza hablaba muy justamente de “pasiones tristes”; lo paradójico hoy es que toda esta tristeza vaya de la mano de una obsesión imperativa por la “felicidad” a toda costa. ¡Qué felicidad tan triste!, podríamos decir… ¿Se puede establecer alguna relación entre la estructura de emplazamiento heideggeriana y los discursos evaluadores institucionales? Por supuesto, y estaría en relación con lo que he dicho antes. Jorge Alemán ha analizado con gran lucidez este desplazamiento dentro de la historia del nihilismo y en conexión con el discurso capitalista. Lo que añadió Heidegger al discurso nietzscheano en torno al nihilismo y la lógica de la voluntad de voluntad parece ajustarse como un guante a nuestra situación actual. Lo decisivo, creo, es, por un lado, complementar este diagnóstico con el análisis marxista acerca del fetichismo de la mercancía y, por otro, destacar cómo esta racionalidad evaluativa, a pesar de todas sus soflamas y retóricas, es intrínsecamente nihilista, esto es, no cree en nada, sólo destruye en medio de una fuga sin sentido hacia adelante: esta productividad por la productividad no es sino el eterno retorno del mismo vacío. Se trata de una
movilización insaciable que sólo puede entender sus fracasos como acicates para una autoafirmación posterior: esto es lo terrible. “La excelencia” es un significante que figura en muchos protocolos de evaluación y que se impone en todos los ámbitos, pero particularmente en la educación, como por ejemplo el bachillerato excelente. ¿No es una manera de imponer una frontera insalvable entre triunfadores y derrotados, entre élites y ejércitos de desinsertados y excluidos? Sí, hoy la “excelencia” es la palabra fetiche que esgrime el discurso “cultivado” de la derecha con una mano mientras que con la otra, la neoliberal, legitima el vaciamiento de sentido, la precarización existencial y la desertización de los universos simbólicos sociales. Aquí vemos cómo el viejo tema del resentimiento de las masas –esos niños barriobajeros que no quieren estudiar y entorpecen la carrera de los más aptos, perdón, los más listos- sirve para engrasar la lógica del mercado. Acabo de oír a Esperanza Aguirre en la radio y lo ha dicho sin ambages, porque ella es así, tan natural y campechana: del mismo modo que -la parafraseo- Rafa Nadal ha llegado a ser un “crack” porque desde pequeñito ha recibido un “entrenamiento” especial y singular, no podemos ignorar que nuestros “cracks” del futuro dependerán de esta educación especial y personalizada respecto a sus competencias. Independientemente del elocuente valor metafórico de la comparación -la educación no es otra cosa, según la “presidenta”, que rendimiento deportivo y producción de “cracks” -me imagino que no pensará en los económicos-, llama la atención que la Comunidad de Madrid, que ha reducido el presupuesto educativo en los últimos tiempos de forma sangrante, insista en que el problema social de la educación, de una complejidad supina, se reduce a una cuestión de “excelencia”… deportiva. Hay muchas voces, en la cultura, en el pensamiento, en el psicoanálisis, que se levantan contra el consentimiento generalizado en todos los ámbitos. Invitan al despertar, a salir de la autocondena, a abandonar la in-
diferencia. Hablan de la necesidad de respuestas colectivas, de la necesidad de recuperar la política. Sin embargo parece muy difícil rebelarse… Sí, es muy difícil, pero, ¿por qué? Se trata de un tema clásico: ¿por qué los hombres luchan por su servidumbre como si fuera su liberación? Observo entre mis alumnos, por ejemplo, a chicos y chicas que no tienen ningún futuro, precarizados, humillados y a la vez resistentes a politizarse porque, según me cuentan, sólo entienden por “política” las bajezas y miserias de nuestra clase gobernante, un mundo que nada tiene que decirles. No tienen nada que perder salvo sus cadenas, podríamos decir con Marx, ¿no? Pero no estiman suficientemente su frustración y precariedad como una posible energía de protesta, quizá porque viven su realidad excesivamente desde una ficción imaginaria, como de suspensión respecto a su realidad material concreta. Tengo la sensación de que lo que aquí falta es la posibilidad de ligar la indignación, la negatividad con una cartografía política de la situación, como si brillara por su ausencia la capacidad de dar sentido político al dolor cotidiano. Esa trama estética y afectiva que existía en generaciones anteriores como condición de politización no existe. Creo que en este escenario la exclusión del psicoanálisis es sintomática, porque hoy, desde una suerte de “mala fe” sartreana, la vía hacia la identidad impone alcanzar interiormente lo que ya nos es dado desde el exterior. A diferencia de lo que proponía Freud, se trata de sublimar de forma subjetiva las determinaciones que inevitablemente nos corresponden según la objetividad social. Como señala Marcel Gauchet, lo que antes eran características privadas -étnicas, religiosas, genéticas o lúdicasdentro del pluralismo democrático del Estado, que se trascendían para acceder a la actividad política, ahora son el contenido exclusivo de cualquier política y el título de legitimidad para intervenir en ella. La heterogeneidad de lo particular se convierte en una yuxtaposición de incomunicables homogeneidades, que sólo reclaman de las instituciones públicas la garantía de su derecho a no dejar de ser lo que son y tal como lo son.
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Contra Uno”: El discurso del rey y otras servidumbres u olvidos
Si esto no es así, que siga el capitalismo asistiendo al espectáculo de los últimos hombres parpadeando.
TEXTOS Amalia Rodríguez Monroy* IMAGEN Dante Ferrari
Pocas horas antes de que la ceremonia de los premios Oscar nos ensordezca y el éxito —más que probable— del film de Tom Hooper El discurso del rey aplaste y silencie lo más íntimo de sus efectos sobre el espectador, quisiera formular algunas impresiones. Giran en torno de la servidumbre voluntaria —como sostiene La Boétie— que rige toda acción humana. ¿Sería voluntaria en la medida misma en que es ne-cesaria, pues no cesa de escribirse en el registro de la historia, la Historia de la humanidad, la historia de cada uno de nosotros en tanto es la historia de nuestra vulnerabildad?
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Un Acto colectivo que invente retroactivamente su causa DEL YO TEXTOS Jorge Alemán* IMAGEN XXXXXXXX
Julia Gutiérrez, socia de la sede de Madrid de la ELP entrevista a Jorge Alemán, Psicoanalista, miembro de la ELP y de la AMP sobre el tema del próximo Foro. Julia Gutiérrez: La Boétie escribió su panfleto hace cinco siglos y la servidumbre voluntaria sigue resonando como una contradicción que nos concierne de alguna manera ¿A qué se sirve? ¿Qué hay de voluntario en la servidumbre? ¿Sería posible la liberación de las servidumbres? Jorge Alemán: En estos cinco siglos esa servidumbre voluntaria presentada por La Boétie ha sido reformulada de distintos modos, con distintas estrategias teóricas y apuntando a distintos problemas políticos. En cualquier caso, una cosa es cierta, la llamada Emancipación se deja imaginar mejor cuando se trata de una “Opresión externa”, pues en esas circunstancias una fuerza que parece exterior y ajena impide que el sujeto realice su propia esencia. Con variaciones, sabemos que durante siglos esto moduló la semántica de la emancipación, a saber, la liberación de una supuesta fuerza oprimida por los intereses dominantes ¿Pero qué sucede si se admite que, por distintos motivos, la opresión no es solo exterior, que el Amo esta sostenido por la investidura de los obedientes y sin embargo no se quiere ceder ni sobre la emancipación, .la justicia o la igualdad? El recurso a un proyecto emancipatorio de tipo ingenuo ya no vale, exige ser reinventado con lo que ya sabemos del sujeto y su relación con lo real. He aquí un problema típico de lo que considero con-
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jeturalmente la “izquierda lacaniana”. En este sentido para mí el problema esta en la expresión Voluntad ¿Qué es una Voluntad distinta de la que se puso en juego en los proyectos totalitarios? ¿Cuáles son las condiciones para pensar en una Voluntad que tenga otros soportes que aquellos que se pusieron en juego en los voluntarismos sacrificiales de la izquierda y en el decisionismo heroico de la tradición fascista? Habría que extraer el término Voluntad de la metafísica que lo dominó en el siglo XX, interrogarse si es posible la emergencia de una voluntad colectiva, contingente, no programada a priori ni exaltada por los ideales, pero que esté en condiciones de alterar el circuito de la servidumbre. Esto exige interrogarse seriamente acerca de qué es capaz un colectivo humano o si sólo esta abocado a la exaltación identificatoria. Por supuesto, cuando pienso en esta Voluntad no estoy refiriéndome a la deliberación critica a la que se remite la izquierda de tradición socialdemócrata. Trato de pensar en un Acto colectivo que invente retroactivamente su causa, porque no tiene por qué tener un fundamento a priori, y que tenga como soporte lógico lo que Lacan llamo en su día “deseo decidido”. Se me responderá que estos términos fueron pensados por Lacan en referencia a la particularidad del caso por caso, ahora bien, en primer lugar el asunto de la servidumbre voluntaria apunta a un hecho colectivo, en segundo lugar corregiría lo de particular por singular. La emergencia de una voluntad popular es una experiencia política singular y, por lo mismo, universal, aunque en términos lacanianos hablemos de un Universal roto, tachado por la incompletud y la inconsistencia. Sin apropiarnos del término Voluntad, desde la lógica lacaniana del deseo decidido,
me parece que no es posible pensar en la interrupción, aunque sea parcial, de la servidumbre voluntaria. La evaluación, en los distintos ámbitos en que se aplica, se justifica como la manera de hacer un juicio válido para todos, como un intento de hacer un reparto justo. Hoy cabría decir soy evaluado, luego existo, soy considerado, reconocido... Sin embargo, el psicoanálisis sostiene que la marca que el lenguaje produce en cada uno lo hace absolutamente singular, que no habría por tanto un válido para todos que pudiera prescindir de la particularidad de cada uno ¿Sería posible una evaluación que contemplara la singularidad? ¿Cómo afecta a los sujetos este empuje a la evaluación que invade todos los ámbitos? Lacan se refería enigmáticamente en Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje, su famoso e inaugural “Manifiesto de Roma” en los años 50, a una enajenación primordial promovida por el discurso de la Ciencia, donde el ser hablante se entregaba a un proceso de “objetivación” que iba a destruir su relación con la Verdad. Esto hasta un punto que Lacan le exige a la experiencia analítica, en aquellos momentos, intentar llegar al confín de la sabiduría. A mi modo de ver, esta objetivación hizo desaparecer en Europa la experiencia política en la dignidad de su subjetivación. Expertos, evaluadores, elecciones que no tienen consecuencia alguna, espectáculo, biopolítica etc. hacen a la misma cuestión: haber cedido lo singular a los paradigmas neoliberales. El discurso capitalista, en la estructura aislada por Lacan, sostiene que todo es posible, que cualquier límite es solo cuestión de tiempo o de dinero. Pero, por mucho que se presente con
el eslogan del “no hay alternativa”, es una construcción histórica, contingente. Entre la imposible vuelta a la autoridad y la revolución liberadora que retorna a lo mismo, parece que la política no tiene cabida y cada vez son más los pensadores que incorporan fragmentos de la enseñanza de Lacan en la búsqueda de alternativas. Tú llevas ya tiempo atento a esos planteamientos y recorriendo un camino que incorpora las limitaciones que marcaron Freud y después Lacan sin renunciar a la búsqueda de una política emancipatoria ¿Cómo ves la posibilidad de una política hoy? La veo rara, escasa, incipiente apenas sugerida, especialmente si la izquierda europea no ve otra opción que el dilema o totalitarismo o neo liberalismo. Habría que poder afrontar sin miedo los legados emancipatorios y la función historizante de los mismos a partir de la revolución francesa, la americana, la experiencia republicana española, las independencias de América Latina, la revolución cubana , la rusa, la china, el movimiento nacional y popular en argentina, los setenta en América Latina, mayo del 68 etc. y atravesar en diagonal las fantasmáticas que las nutrieron, pero sin temor a equivocarse, indagar el carácter decidido de esas irrupciones sin identificarse ni con sus actores ni con sus premisas, y sin forcluir la catástrofe a la que condujeron, pero respetando el legado enigmático y siempre a descifrar, cuando la Voluntad popular decide interrumpir la servidumbre transformándose a si misma, naciendo como sujetos a partir de su Acto. Si esto no es así, que siga el capitalismo en su inmanencia sin exterior, asistiendo al espectáculo de los últimos hombres parpadeando.
La proliferación de premios y galardones que, a través de los medios, manipulan tiránicamente el gusto del espectador, ahora reducido a consumidor, es ya indicativa de esa posición de dominados que tan eficazmente libera al sujeto de la carga de elegir, de discernir, de escuchar. La libertad es, con el olvido, el velo en que recubrimos púdicamente nuestras servidumbres, nuestros miedos, una vez que la esclavitud fue oficialmente abolida. Lacan lo plantea con su característica agudeza: “es claro, que si la servidumbre no está abolida, se puede decir que está generalizada . . . La duplicidad amo-esclavo está generalizada en el interior de cada miembro de nuestra sociedad” -Seminario 3-. Tras esa servidumbre, hay un mensaje secreto, un mensaje de liberación que queda reprimido y que Lacan distingue muy bien del discurso patente de la libertad, entendida ésta como autonomía individual. Ideal desmedido que, tomando la democracia como coartada, permite al ciudadano global hacer existir a ese amo Uno contra el que La Boétie escribe en 1576. El film de Hooper nos confronta de manera sutil a ese cul de sac: el rey no quiere ser rey; su tartamudez, o lo que hay tras esa imposibilidad de dar voz a su lugar de amo, le coloca en la angustiosa posición de asumir, inesperadamente, ante la renuncia de su hermano mayor, un destino para el que no cumple la condición mínima: sostener —con la palabra— la moral de un pueblo a las puertas de la invasión nazi. Una escena resume con humor británico el drama personal y también el drama histórico. La familia real ve en televisión el enardecido discurso que Hitler dirige a las rugientes masas ya bien alineadas en orden de batalla. La niña, que luego sería la reina Isabel II, le pregunta a su padre: “¿qué está diciendo?” El atribulado king-to-be le responde: “No lo sé, pero parece que lo dice muy bien”. Sabe que es a él a quien corresponde dar la réplica a la incendiaria voz del Führer. La desesperación del advenido rey ante esa inminencia propicia, no sin la deci-
dida colaboración de la reina, el encuentro con un logopeda de barrio tildado de “extravagante”. El término es el elegido por la máquina mediática, que describe la película como el relato de cuanto en ese encuentro hay de emoción, de lucha y de superación. Una historia de amistad profunda. También de ruptura con los prejuicios y las barreras de clase. Pero más allá del sentimentalismo, agazapada tras la máscara de extravagancia, hay otra dimensión que merece ser ‘escuchada’, pues es su marca singular, irrepetible; la que nos conmueve. La posición del humilde logopeda, actor australiano fracasado, puede darnos, en cada detalle, exquisitamente interpretado por el duo —duelo— de actores, valiosas pistas sobre su modo de hacer, de entender un oficio que consiste en trabajar con la demanda del paciente. Para Logue(peda) supone, de entrada, abordar la causa de su sufrimiento. Ese desplazamiento, al que su ‘real’ paciente se resiste tozudo al comienzo, es el que —cuando su Majestad consiente, abre para ambos la posibilidad de trans-formar esa demanda en síntoma y, desde ahí, abrir la pregunta por la causa de su padecimiento. Lección no de profesionalidad, sino de ‘oficio’: palabra anticuada que remite a una ética, a un deseo que la noción actual del ‘profesional’ ha dejado olvidada; oficio forjado no sobre la supuesta ‘autoridad’ que le otorgarían los títulos académicos, de los que carece (para escándalo del vigilante Obispo de Canterbury), sino sobre la experiencia vivida, atravesada del dolor de existir. Un ‘saber hacer’ con su propio fracaso en el terreno de la interpretación, arte que ama y no duda en poner en juego en la cura del paciente. Puede que no triunfara, pero sí logró mantener vivo su deseo. De su oficio Lionel Logue hace, así, un arte verdadero; arte de contención, de espera, de silencios, de manejo de las resistencias. Es arte porque es apuesta firme. Apuesta siempre nueva, invención arriesgada, en el registro de la sorpresa, si el criterio es, como en el caso de Logue, y como sostenemos en psicoanálisis, el trabajo del uno por uno. Partida a dos, desigual, sobre un tablero de ajedrez en que cada movimiento puede poner en jaque todo lo que ahí está en juego. Para Logue lo que está en juego es, antes que nada, la renuncia del terapeuta a tomar partido en el plano del discurso común, de los desgarramientos que producen en el sujeto las costumbres y el estatuto del individuo en la sociedad. Y que en su ilustre paciente han hecho estragos. Cuestión central, extravagante, sí, para el terapeuta del Rey, que opta — es todo un riesgo— por des(in)vestir a éste del manto de la realeza y transformarlo en Bertie, su apelativo familiar. Apuesta firme que tiene el efecto de hacer posible el trabajo con el síntoma. Apuesta, asimismo, por no reducir éste a un ‘problema mecánico’, pues sabe que hay algo más en juego. El acto de Logue-peda trasgrede, así, la
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NO HAY FOTO?
regla preestablecida por la deontología profesional, sea logopeda, didácta o psicólogo. No utiliza su posición de poder, que es poder de sugestión, sino para ponerse en el lugar que es consecuente con la estructura de la palabra, como si compartiera con el psicoanalista lacaniano la extra-vagante convicción de que su acto solo puede ser un acto de desciframiento a partir de algo que sobrepasa al sujeto —al terapeuta tanto como al paciente—. Para él, como para el psicoanalista, la palabra es la única que detenta su poder en el espacio secreto de la cura. Su condición es que ésta tenga lugar en su despacho, y no en palacio. Para el Rey, o mejor, para Bertie, es el peso de la palabra —palabra palaciega— lo que le enmudece. El saber hacer de Logue-artista le aleja del furor sanandi del terapeuta, y le permite sortear los peligros del ‘efecto Amo’ de la sugestión, para buscar, tras la demanda formulable (curar su tartamudez), lo real de la causa que la grave inhibición de Bertie esconde. Puede, entonces, llevar —de nuevo, le asiste su arte, su osada inventiva— al Rey a afirmarse como hablante, sacudiéndose ese peso paralizante. Nos lo muestran las preciosas escenas en que el cuerpo a cuerpo ha de agitarse, arrastrarse, gritarse, articularse, pre-figurando el desprendimiento que le libere de la losa mortal. Es a partir de ahí que el paciente entra en el juego y se instala algo del orden de la transferencia, del amor, y, con ella la ‘confianza’ que Logue le solicita, pues sabe que es la condición de posibilidad de la cura. Confianza no para ejercer de Amo que cree saber cómo responder al sufrimiento del otro, sino un poder de orden distinto, el poder discrecional del oyente, que tiene en cuenta que el sentido de lo que se dice depende enteramente de quien lo escucha. A partir de ahí el ‘real’ paciente puede —no sin trabajo— pasar de la mudez de la pulsión a la articulación del síntoma con que tendrá que arreglarselas para sostener a los británicos en el rechazo decidido a los delirios del nazismo. En esa partida todos estábamos concernidos en tanto peones del tablero de la historia. El artificio del Logue(peda) instaura el deseo en este Amo forzado que puede empezar a reconocer que siendo amo no es amo de sí mismo y que su deseo pende del deseo del Otro. Si la película nos conmueve es porque nos hace ver que no se trata de una extravagancia cualquiera; Otra-vagancia que se orienta por la vía del amor y la del arte como la que mejor puede sacarnos de las servidumbres acostumbradas. Para el psicoanalista advertido el film también tiene un ingrediente valioso. Si su propio análisis le preserva, en principio, de la posición de amo, la apuesta de Logue le permite constatar que el arte, ese ‘saber hacer’ particular, es la torre que en el tablero de ajedrez puede decidir que se mantenga o no abierta la partida.
Una extravagancia, una Otra-vagancia, que se orienta por la vía del amor y el arte capaz de sacarnos de las servidumbres acostumbradas.
Imágen — Pablo Alonso - Chewing gum space childrens (2004)
el registro de la Historia con mayúsculas), y que algunos tildan de excesiva y sentimental, condensa toda la emoción que guionista, director y actores fueron construyendo desde un lugar que se teje con el hilo de la verdad: el lugar del sufrimiento y sus raíces oscuras en la propia experiencia de haber sido, de ser, infans, sin voz, que también han recitado muchas veces el “To be or not to be”, antes de poder hacer del deseo acto. Notas 1. Se ha confirmado el éxito y, con él, las versiones mediáticas sobre el que denominan “producto anticuado”. El titular de El País resume: La realeza venció a la generación 2.0. Ejemplo de profesionalidad entendida como servidumbre: la voz de su Amo apunta al imperativo de lo nuevo, que estaría encarnado en la otra candidata, La red social, de David Fincher, historia del éxito de un precoz tiburón del negocio más rentable. En ese duelo hollywoodense entre el éxito inmediato (sus crueldades) a costa de traiciones sin fin, y el logro trabajado con amor, esta vez ganaron los trabajos del amor.
La escena final en que Jorge VI pronuncia el discurso crucial (estamos en
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ENTREVISTA
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En la disección de lo íntimo y oculto, se construyen novelas grandiosas que según Adorno, son una falsedad que hacen a la verdad más verdadera. Imágen — Nasa Archives
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El papel de los jueces se limitaría cada vez más a legitimar con su firma una sentencia que en realidad viene ya dictada por los profesionales de las “ciencias no jurídicas
Imágen — Elías Castro “mujer sentada”
Las servidumbres femeninas en la literatura TEXTOS Carmen Botello* IMAGEN Elías Castro
Margarita Bolinches, psicoanalista y miembro de la ELP, ha aprovechado la inauguración de la Feria del Libro en Valencia para entrevistar a la escritora y editora Carmen Botello que está firmando su último libro titulado El mejor amigo del hombre. Carmen Botello muy próxima a nosotros, colabora de forma generosa cada vez que en nuestra sede hemos solicitado su participación. Su interés por el psicoanálisis nos ha hecho, una vez más, encontrar en ella una interlocutora ágil y amena para el tema del próximo Foro en Madrid sobre Lo que la Evaluación silencia bajo el subtítulo Las servidumbres voluntarias, término extraído del libro de Étienne de la Boétie Discurso de la servidumbre voluntaria. Margarita Bolinches: Las servidumbres voluntarias, expresión que encierra una contradicción interna, orienta precisamente por esto la posición sintomática del sujeto que busca la causa de sus sufrimientos y desdichas en una exterioridad velando así lo que estructura su propio goce. ¿Qué decir entonces de las servidumbres femeninas de las que la literatura ha elevado, aunque no siempre, a iconos? Paradigmas de la insatisfacción, del sacrificio, del sometimiento al falo cuando no a los fantasmas masculinos. Carmen Botello: La mirada de muchos escritores sobre este asunto es extraordinariamente perspicaz. En el cerco a la verdadera pasión de un personaje, a su “cosa”, que suele ser la misma “cosa”
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que alienta al creador, en la disección de lo íntimo y oculto, se construyen novelas grandiosas –que según Adorno, son una falsedad que hacen a la verdad más verdadera-, o relatos sutiles, la lista de obras y escritores sería interminable. La aparición de los fantasmas masculinos a veces provoca hilaridad, como el personaje de Teresa Krumbholz, en Auto de fe de Canetti, que le sirve al autor para caricaturizar a la mujer brutal y mezquina, que carga de razón a los misóginos. Junto con las lánguidas, a lo Margarita Gautier, las insatisfechas a lo Bovary, las “pelanduscas” de Camil Petrescu, o las mujeres solas que quieren a toda costa atrapar a un hombre como las mujeres de los relatos de Jean Rhys, o Anna Kavan -en la compulsión a la repetición y la tiranía del goce de estos personajes femeninos hay algo que escandaliza y repugna, pero a la vez abre la puerta a la compasión, puesto que son mujeres en radical desamparo- efectivamente forman una pléyade con la que no resulta fácil encariñarse. Además los personajes femeninos, sobre todo aquellos construidos por escritores varones, dan cuenta con todos los recursos literarios de la dificultad que insiste entre los sexos, del desconocimiento que nos abruma, de la necesidad imperiosa que los personajes masculinos tienen de comprender lo que no es posible. Entonces nos dibujan esas mujeres frívolas y escurridizas, como Dania de Anton Holban, inaprensibles o duras, poderosas, locas de amor, volviendo locos también a los hombres. Y encontramos a esos hombres aspirando a la catalogación. Claro, cuando “algo” no se entiende lo mejor es tenerlo bajo control. Mejor desconfiar de ese “no entiendo” ¿Qué hay que entender cuando se trata de amor, de lealtad, de sentido de la responsabilidad, de decencia?
¿Qué ha de comprender Bronski de Ana Karenina? Simplemente no puede sostenerla en su desconsuelo. Leo bastante literatura escrita por mujeres. Les otorgo mucha fiabilidad porque me acercan a una cualidad diferente, esencial al leer un libro: que provoque cierta perturbación, una inquietud, un pequeño agujero que me deje con ganas de más. Y más es recordar la historia, evocar los momentos más intensos y extraer de ellos nuevas sensaciones, inquietarme y regresar al texto, incluso excitarme de tal modo, que el cuerpo no puede permanecer leyendo en reposo. Tengo una enorme fortuna porque hay algunas escritoras que me ofrecen ese extraño consuelo. Me someto voluntariamente a la conmoción que me producen. Me tocan, me vuelven del revés. Son Lispector, Marlen Haushofer y Anna Kavan. Cada una con sus razones. Y desde luego, los místicos. En tus personajes femeninos hay una gran variedad de matices que apuntan a la certeza de una búsqueda que las empuja sin un saber previo. Así en uno de tus primeros libros, titulado Un error, desde la desolación y la supervivencia en un mundo devastado, emerge una voz femenina, la de Zoe quien “supo sin comprender, que ella también deseaba con todas sus fuerzas transmitir una huella”. ¿Se podría decir que en algunos de estos personajes femeninos se puede leer de otro modo más ético la servidumbre voluntaria? Estoy convencida. Se trata de la responsabilidad y de decencia. “Lo verdaderamente inmoral es desistir de una misma” le escribía Clarice Lispector a una de sus hermanas desde Berna, preocupada porque su deseo no encontraba el cauce adecuado. “¿Ha actuado
usted en conformidad con el deseo que lo habita?”, dice Lacan en la Ética del psicoanálisis. No hay mucho que saber, hay que someterse al deseo, si es que se atina a identificarlo y a soportar que varíe constantemente. Si supiera, quizá Zoe R., no abandonaría el mundo oscuro en que vive. Lo exterior es incertidumbre. La lectura de un cuaderno, la huella de otro mundo, otro ser humano diferente, la conmueve en el sentido más profundo, le hace cambiar de posición. Ella se irá para encontrar su verdadero lugar en el desierto helado que habita. Y cuando decide sabe lo que pierde pero no tiene ni idea de lo que podría ganar. Pero está dispuesta a pagar el precio de ese impulso intangible y hacérselo pagar a los demás también, que es lo más difícil, porque ahí se la juegan el amor, la lealtad, la libertad, intereses contrarios. En cambio otro de los personajes femeninos de esta colección de relatos, una mujer sin nombre, se queda soportando las consecuencias catastróficas de un modo de vida, en cuya construcción participó. Esta mujer bascula sobre otra versión de la responsabilidad: para con los otros. No es casual. Zoe es una adolescente y su mundo se desenvuelve en un espacio que le ha venido dado, en cambio la mujer madura del relato “Después de lo que pasó”, está plenamente concernida por lo que ocurre. En los dos casos se trata de decencia puesto que sus decisiones “miden” el esfuerzo que han de hacer estos personajes para impedir que lo pulsional, su goce, sus costumbres, podríamos decir siguiendo a La Boétie, irrumpan en el deseo o bien deslicen al sujeto por la senda de la impunidad. Es entre la impunidad y el deseo donde la decencia se la juega.
La Evaluación en los Procedimientos Judiciales ¿Está usted en su sano juicio? TEXTOS Julio Seguí* IMAGEN XXXXXXXX
En el Blog de notas: Psicopatía de la evaluación -Revista El Psicoanálisis nº l0, Madrid, 2006-, Eric Laurent citaba el informe elaborado en el año 2005 por el Instituto Nacional de la Salud y de Investigación Médica francés -ERMF, titulado “Trastornos de conducta en niños y adolescentes”, fuertemente centrado en carencias biológicas determinantes para explicar la no identificación al otro como la ausencia de inhibición, rehusando cualquier intento de historización tendente a la singularización sintomática. No parece casual la coincidencia entre la nosología que caracteriza la impulsividad, la hiperactividad, los comportamientos psicopáticos y los altos niveles de atrevimiento en las conductas infanto-juveniles, utilizada para explicar la “propensión antisocial”, con el llamado “trastorno oposicional desafiante” -TOD- que el INSERM incluye junto con el factor genético. Se trata de evaluar a las personas desde edad temprana, medirlas en sus aptitudes, conocimientos, rendimiento, estimar su adaptabilidad a las normas y en su caso, corregir a tiempo las desviaciones en potencia o en acto. Acudir cada vez más a las teorías biologicistas y genetistas, se impulsan los estudios de neuroimagen de personas clasificadas como violentas o con propensión a la violencia, aplicados principalmente a comprobar la relación existente en-
tre ciertas deficiencias funcionales y estructurales que creen percibir en los lóbulos frontales y temporales, y los comportamientos agresivos. Así, no sólo se llevan a cabo estudios mediante tomografías de emisión de positrones -PET-, sino también otras investigaciones mediante técnicas de neuroimagen funcionales utilizando tomografías computarizadas por emisión de fotón simple -SPECT- y estructurales por resonancias magnéticas, todas ellas tendentes a explorar la relación de las emociones con la agresividad y la violencia. En España, la gobernanza del riesgo no ha avanzado tanto, pero las características que asumen los nuevos malestares muestran los desplazamientos que se operan en los significantes amos, y los nuevos síntomas derivados de esos desplazamientos. Dicho de otro modo, el discurso capitalista es el que exige definir las diversas formas en que se presenta el síntoma. El Estado y su lógica de “buena conciencia” quiere encerrar el malestar social en los protocolos de la enfermedad social, unas normas de actuación en las que tienen un rol decisivo todos los expertos del mundo psi. Es en el ámbito del Derecho penal, y también en la parte del Derecho civil que se ocupa de los conflictos familiares, donde más se percibe la influencia cada vez más determinante que tienen en las decisiones judiciales los informes y dictámenes de los peritos. Esto es especialmente comprobable en los casos criminales en los que hay que determinar la responsabilidad del sujeto, es decir, la capacidad legal para hacerse cargo de las consecuencias de su acto, circunstancia que -como lo estableció
una célebre sentencia del Tribunal Supremo- “el juicio de los tribunales es tributario de la ciencia médica”. En los casos de la llamada violencia de género la evaluación se pone en práctica desde el escalón institucional más bajo: una denuncia de la mujer, y la policía detiene de inmediato al presunto agresor, enviándolo ante el juez con un “Informe de valoración de riesgo”, puntuándolo como alto-medio-bajo. Esta evaluación no es vinculante para el juez, que en las siguientes 24 horas tiene que decidir qué hacer con el acusado: si dejarlo en libertad con una orden de alejamiento, por ejemplo, o meterlo en la cárcel. Pero con no ser vinculante, en la mayoría de los casos funciona como si lo fuera: ni los jueces ni los fiscales quieren arriesgarse a decretar la libertad de un acusado cuya conducta es impredecible -¿alguna lo es?-. La presión de la opinión publicada es demasiado grande y políticamente irresistible, de modo que entre la evaluación de la policía y la decisión judicial no hay espacio para la subjetividad. La Ley del año 2000 que regula la responsabilidad penal de los menores entre catorce y dieciocho años es muy ilustrativa del desembarco del mundo psi en el plano jurídico-penal. Comienza diciendo que “(…) en el Derecho penal de menores ha de primar (…) el interés superior del menor. Interés que ha de ser valorado con criterios técnicos y no formalistas, por equipos de profesionales especializados en el ámbito de las ciencias no jurídicas”. La respuesta al interrogante de cuáles serían esas “ciencias no jurídicas”,
y quiénes -los profesionales especializados” encargados de resocializar a los menores delincuentes- revela con meridiana claridad la orientación de la Ley: las medidas sancionadoras deben perseguir “la concreta finalidad que las ciencias de la conducta exigen”, lo que significa que los llamados “equipos técnicos” que deben informar al Ministerio Fiscal sobre “la situación psicológica, educativa y familiar del menor” actuarán siguiendo las teorías y las técnicas cognitivo-conductuales. Como lo expresó no hace mucho un profesor de Derecho Penal y Criminología, “en cuanto al tratamiento del delito, es hora de que las togas negras dejen paso a las batas blancas”. De consolidarse esta orientación, el papel de los jueces se limitaría cada vez más a legitimar con su firma una sentencia que en realidad viene ya dictada por los profesionales de las “ciencias no jurídicas”. Tan solo hay un espacio donde la justicia escapa -por el momento- a los condicionantes “científicos” que cada vez más determinan sus decisiones, y es aquel que la jurisprudencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos definió hace ya muchos años como political questions: los asuntos de interés político sobre los que se sustenta el discurso del amo, y que son demasiado importantes como para dejarlos en las manos de los técnicos. * Abogado, asuntos de familia. Articulista y ensayista. Miembro de la ELP y de la AMP.
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ENTREVISTA
ENTREVISTA
Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid itatet volor sitat.
Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid itatet volor sitat.
Imágen — Amy Chang
Imágen — Elías Castro “hombre sentado”
Hacia el segundo Forum
Las nuevas servidumbres voluntarias en el campo psi TEXTOS José R. Ubieto* IMAGEN XXXXXXXXXXXX
El Discurso de Étienne de La Boétie, del que toma el título este segundo Fórum, corresponde a un régimen donde el amo fundamentaba la servidumbre del “esclavo” en un liderazgo en el que el carisma tenía su incidencia. Hoy ese amo, sin desaparecer del todo, ha dejado paso a una nueva figura de la que podemos destacar su acefalía como rasgo principal. Esa nueva figura del amo basa su eficacia en lograr un mayor velo del goce del sujeto obediente ya que ni tan sólo aparece la oposición de los dos términos amo-esclavo. Incluso se presenta como una servidumbre disfrazada de liberación definitiva de viejas creencias y obsoletas teorías constriñentes de la libertad individual. Esa liberación del re-ligare de lo antiguo se apoya en el poder de la ciencia exorcizadora de las ataduras y contaminaciones de los viejos procedimientos que implicaban una “confusión” entre sujeto y objeto. La transferencia se sitúa así, en las modernas teorías psi, como una rémora del pasado, un “desperdicio” que complica la actuación del psi. La paradoja es que esa ciencia abusiva, o sea el cientificismo, acaba dando forma sólida a una nueva religión por su carácter holístico. El origen de esta ambición de colonizar el mundo a partir de la perspectiva cientificista es antiguo e implica al propio desarrollo de la psicología. 1845 es una
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fecha clave donde bulle el debate entre los defensores de la ciencia como “única noticia” y aquellos que la creen compatible con la poética. Un escritor como Poe tomó posición en la discusión, tal como leemos en su famosa La carta robada, publicado en 1845: “Las matemáticas constituyen la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es simplemente la lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad. El gran error está en suponer que incluso las verdades de lo que se denomina álgebra pura constituyen verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me asombra se lo haya aceptado universalmente. Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es cierto de la relación -de una forma y la cantidad- resulta con frecuencia erróneo aplicado, por ejemplo, a la moral. (…) Hay muchas otras verdades matemáticas que sólo son tales dentro de los límites de la relación. Pero el matemático, llevado por el hábito, arguye, basándose en sus verdades finitas, como si tuvieran una aplicación general, cosa que, por lo demás, la gente acepta y cree. Para los algebristas, que son realmente paganos, las “fábulas paganas” constituyen materia de credulidad, y las inferencias que de ellas extraen no nacen de un descuido de la memoria sino de un inexplicable reblandecimiento mental”. Ese mismo año se publicó Kosmos la obra de Humboldt, símbolo de esa oposición ciencia-poesía en la que Humboldt tomaría partido por la ciencia global. Sabemos la importancia que dio Lacan en su seminario (1956), dedicado al análisis del texto de Poe. No en vano lo eligió como portada de sus escritos porque allí anticipa la función
de la letra y la escritura como aquello que une lo real y el sentido, la fórmula matemática, que sostiene la ciencia, y la significación. Hoy, siglo y medio más tarde, esa discusión prosigue aunque por otros medios. Aquello que en un inicio se presentaba como un debate epistémico de consecuencias más limitadas, hoy aspira a borrar lo ilegible de la letra de goce, lo más singular del sujeto, gracias al recurso de la –nueva- tecnología. Lo potencial se hace posible por el poder de transformación que implica la técnica. Lacan señala en el Seminario XVIII1 que tenemos una nueva figura del progreso que no es otra que la aparición en el mundo de la programación y apunta que “el síntoma, el lapsus, el acto fallido, la psicopatología de la vida cotidiana sólo tiene, sólo se sostiene, sólo tiene sentido, si parten de la idea de que lo que tienen para decir está programado, es decir, para ser escrito”. Este seminario retoma la idea de la letra en un cambio de perspectiva en su enseñanza, por el cual lo que antecede al sujeto no es el Otro de lo simbólico sino que lo que antecede al ser que habla es el goce. Es esa dimensión del goce pulsional lo que la ambición cientificista psi quiere borrar con su “programación” del sujeto y las técnicas actuales de “gestión del caso” -case management- bien apoyadas en la idolatría digital. La paradoja, como señalábamos antes, es que lo reprimido retorna como desperdicio, como exceso inútil, como goce en definitiva. Una muestra reciente nos la ofrece el artículo publicado por la prestigiosa revista británica PLoS (Public Library of Science): “The impact of eHealth on
the Quality and Safety of Health Care: A Systematic Overview”2 que desmonta de un plumazo la creencia de que la aplicación de las tecnologías electrónicas a la salud -eSalud-, concretadas en la informatización de los dosieres médicos, aporta algún beneficio a la mejora de la salud de los pacientes, a pesar de las inversiones millonarias, o a la salud financiera de las instituciones que las utilizan. Las conclusiones no dejan lugar a dudas: no hay ninguna evidencia que justifique estos recursos y en cambio hay riesgos probados -inseguridad de datos, confusión de los diagnósticos, errores en la prescripción, disminución del contacto clínico-paciente, aumento considerable de las tareas burocráticas y de los gastos administrativo. Una nueva servidumbre se presenta para el clínico que, como señalan los autores, implica además “la intrusión de una tercera persona en la consulta que altera negativamente el vínculo clínico-paciente”. *Psicoanalista, miembro de la ELP. Bibliografía 1 LACAN, J (2009). De un discurso que no fuera del semblante. PAIDÓS, Buenos Aires, pg. 83. 2 Ashly D. Black and alt (2011) “The impact of eHealth on the Quality and Safety of Health Care: A Systematic Overview” consultable online en: http://www.plosmedicine.org/article/ info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal. pmed.1000387
TEXTOS Félix Rueda* IMAGEN XXXXXXX
El segundo Forum, promovido por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, que se celebrará el sábado 11 de junio de 2011, en la ciudad de Madrid, se inscribe en la serie de los Foros animados por Jacques-Alain Miller para combatir la ideología de la evaluación. Este segundo proseguirá la serie que inició el Foro celebrado el año pasado en Barcelona y que tuvo como punto de reflexión al autismo. Ya que, como manifestó la convocatoria para acudir a aquel primer Foro, el autismo se ha convertido en España en un caso urgente. Dos propuestas de regulación legal, una del PP dirigida al Senado de España y otra formulada por una asociación de padres al Parlament de Catalunya, expuestas ambas antes del verano de 2010, sembraron una gran alarma entre aquellos que dedicándose al tratamiento del autismo, lo vienen haciendo desde otra perspectiva que las terapias cognitivo conductuales. Ya que dichas propuestas legales entienden el autismo únicamente como una deficiencia cognitiva a ser reducida, o como una dificultad de aprendizaje a ser pedagógicamente tratada. El psicoanálisis, tal como afirmaba el manifiesto de convocatoria al Forum1,
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Más información: http://www.foroautismo.com/
entiende que el tratamiento del autismo no puede reducirse a modelos de adiestramiento de la conducta ni a ejercicios de comunicación del lenguaje humano. Porque el autismo no es una deficiencia ni sólo una categoría clínica, sino una manera límite del ser hablante de situarse en el lenguaje y en el vínculo social. Las viñetas clínicas que se presentaron en Barcelona nos enseñaron a través de la delicadeza de los detalles que un dialogo inédito es posible con el niño autista. Transmitiendo que es posible transformar un estrago, en una pequeña organización original, sirviéndose de un nuevo uso de los pedazos de lalengua. Asimismo, el Forum demostró que se puede salir del silencio, haciendo pública nuestra disidencia, para que el trabajo que queda por realizar se haga con nosotros. Esto es muy importante, ya que de nuevo, el pasado día 11 de enero de 2011, el grupo parlamentario de Convergència i Unió, presentó a la Comisión de Sanidad y Política Social del Congreso de Diputados en Madrid una “Proposición no de ley para la mejora de la atención a las personas con trastorno del espectro autista”, que fue aprobada con los votos de PSOE, PP y CiU. Esta proposición no de ley presenta, una vez más, un claro sesgo ideológico de consecuencias graves y preocupantes, al instar a estudiar la implantación de la atención a personas con trastorno del espectro autista únicamente desde la perspectiva conductual, ignorando y menospreciando así otras orientaciones
que desde hace años se ocupan de ello en las redes públicas, a menudo con resultados notables. La perspectiva que aparece en la literatura cognitivo conductual, ya sea en la descripción fenomenológica que hace del autismo (TEA), ya sea en sus métodos de “evaluación psicológica”, o en sus propuestas de atención es absolutamente homogénea con el fenómeno de la evaluación. Sosteniéndose su a-discurso en un rechazo decidido de las referencias clínicas clásicas, lo cual implica también un rechazo de lo más singular de la dimensión subjetiva de los niños autistas. Querrían eliminar toda articulación entre los signos psicopatológicos -las ecolalias, los balanceos, la agitación, la evitación de la mirada- y su dimensión subjetiva. Borrar que estos signos representan algo de los sujetos y dan cuenta de su esfuerzo por regular su relación al mundo. Se abandona un saber clásico por métodos de diagnósticos simples, que no requieren ninguna especialización. Valorándose que dichos métodos no necesitan formación clínica alguna, al tiempo que reclaman centros de especialización diagnóstica de una sola orientación, la suya, que basan su trabajo en estos protocolos diagnósticos que elevan a la categoría de algoritmos. Como planteaba una especialista en la formación de diagnosticadores cognitivos, frente a la pregunta que le hacía una psiquiatra infantil sobre la angustia por separación del ámbito familiar. Esta no está basada en la evidencia. La “evaluación psicológica” precisa que las emociones, las conductas, sean cuantificables, comparables2. Las que no lo son, como la angustia, no están basadas en la evidencia.
2 MiILLERr, J-A (2006) Las buenas noticias del progreso. El libro blanco del psicoanálisis. Elp-RBA, Barcelona.
Se verifica el esfuerzo que la “evaluación psicológica” realiza para evacuar lo imposible. De un lado, en la descripción fenomenológica a-subjetiva, en la que desaparece, no el sufrimiento -que ni existe-, sino los diversos trastornos (TDAH, TA, TOC, TOP), que solo serían secundarios al TEA, y en segundo lugar, en la voluntad por establecer una teoría biológica del desarrollo emocional3 como explicación causal. La conjunción de la llamada “evaluación psicológica” junto con la reducción del hombre a la cosa-cerebro4, forman parte del a-discurso que rechaza de manera extrema, forclusiva, la dimensión de la subjetividad en lo que tiene de más radical: la decisión del sujeto, con el empuje a la desresponsabilización que ello supone. Podemos afirmar, puesto que las hipótesis de causalidad genética que sostienen nunca han sido demostradas, que forman parte de un empuje ideológico, que no científico.. La diferencia entre la ciencia y una cosmovisión ideológica cientificista que tiene como pretensión, “revelar a partir de la ciencia de forma clara el sentido último de nuestras vidas, redefiniendo quienes somos y lo que somos” tienen un carácter reduccionista y autoritario, al negar la posibilidad de elección del tratamiento a las familias, y por qué no a los sujetos.
PROBLEMAS *Psicoanalista, miembro de la ELP.CON NOTAS DE PIDE DE PAGINA
3 LAURENT, E: La evaluación como síntoma y como estrago. Mediodicho nº 27 4 MiILNER, J. C. (2007) La política de las cosas. M GOMEZ ED Málaga 21
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Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid itatet volor sitat.
Vidi tesed mossintio. Igniam quas ad molorestrum ist, qui quibus, quis cus esequodi di officid itatet volor sitat. Imágen — Patricia Losada patricialosadacasanova@gmail.com Imágen — Nasa Archives
Cuestiones a una Evaluadora Atípica
Un modelo perverso TEXTOS Carmen Martínez*
TEXTOS Almudena Silva* IMAGEN XXXXXXX
Andrés Borderías, psicoanalista y miembro de la ELP, entrevista a Almudena Silva, que ha desarrollado su actividad en el ámbito de la investigación y evaluación de programas sociales durante más de 20 años, autora del libro De la evaluación a la calidad. Andrés Borderías: Usted desarrolla su trabajo desde hace años en el ámbito de la “Evaluación de Programas de Intervención Social”. ¿Puede explicarnos en qué consiste su práctica? Almudena Silva: “Evaluar” tal y como lo define la Real Academia Española significa “asignar el valor de una cosa”, es, por tanto, hacer un juicio de valor y para asignar un valor es necesario medir, por lo que la evaluación se asimila a la medición. Desde mi punto de vista, la evaluación en las ciencias sociales consiste en aplicar un procedimiento riguroso y sistemático de análisis sobre los programas y proyectos destinados a la intervención social, desde su concepción hasta su ejecución y la obtención de sus resultados y efectos. Todo ello destinado a emitir un juicio, una valoración y finalmente la toma de una decisión. Para ello, se aplican distintos métodos y técnicas provenientes de distintos ámbitos del conocimiento que se utilizan con este propósito y que han quedado unidas en una especie de corpus metodológico común a las evaluaciones. La evaluación no tiene un método propio. Lo que sí tiene es un
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propósito propio, que es finalmente lo que la define. El método, o mejor dicho, los métodos son todos aquellos que provienen de las diferentes disciplinas que la forman y que han demostrado su rigor para la obtención de datos y el análisis bajo premisas de fiabilidad y validez, y también sus limitaciones. En el caso que nos ocupa, la evaluación de programas sociales es una práctica vinculada a la planificación, que propone una forma de intervención social que sigue unos planteamientos y métodos determinados, que se vinculan a una concepción del Estado en su forma de intervenir en el ámbito de lo social. Su origen es la Teoría Social del Estado, cuyo fin es la consecución del bienestar de las personas. En la “Introducción al concepto de evaluación” de su libro La evaluación de programas en drogodependencias, usted afirma: “La evaluación de programas la podemos entender como una herramienta destinada al control de la realidad que se genera a partir de determinadas prácticas de intervención, en lo que a nosotros nos interesa, de intervención social”. Los denominados “programas” aparecen como un “instrumento” para la creación de esa “realidad social”, y la evaluación como el procedimiento para valorar la eficacia de dichos “programas”. ¿Cómo entiende usted ese proceso de creación de “realidad”? La planificación se constituye como herramienta de “intervención” en la “realidad” social y como tal, ayuda a construirla. No tanto en cuanto a la metodología que utiliza, a su lógica de intervención, ya que parte de unas premisas deter-
minadas, sino en cuanto a que maneja y opera a través de ideologías, teorías y valores, por lo que en definitiva contribuye a crear “una manera de entender e intervenir en lo real”. La Evaluación Social sigue en su mayoría las premisas del positivismo del siglo XIX y busca su legitimación en la cuantificación y en la medición. Al igual que las ciencias sociales colonizadas por los postulados del método científico de las ciencias naturales, encuentra muchas dificultades para expresar la naturaleza y el conocimiento de la cambiante realidad de lo social.
medible, entonces tenemos un grave problema, pero cuando la evaluación va más allá de la medición y su utilización se determina por su función de valorar, analizar y proporcionar conocimiento sobre un programa y sus resultados, y todo ello se establece bajo las reglas de la rigurosidad, entonces avanzamos mucho más en la comprensión de los individuos y de los hechos sociales. En mi opinión, no siempre tiene que haber una formalización matemática para evaluar, ni tiene que basarse la evaluación en la experimentación.
Usted aboga en su libro por la evaluación cualitativa. ¿Cree que la “evaluación cualitativa” pretende algo distinto a la “evaluación cuantitativa”? Sí, creo que hay importantes diferencias. La evaluación cualitativa trata de ampliar el campo de escucha y de investigación. Se adapta mejor al objeto de estudio y también permite hacer un juicio o valorar. No creo que se oponga a la cuantificación, ambas son complementarias. Como dicen Swartz y Jacobs, la diferencia es que son dos sistemas de notación distintos. Aunque la cuestión básica no está tanto en la oposición entre lo cuantitativo y lo cualitativo sino en el paradigma experimental y su aplicación a las ciencias sociales. Creo que la evaluación en lo social tiene que tender a enriquecer su fundamentación, sus métodos de aprehender la realidad, manteniendo el espíritu de las ciencias o si usted prefiere de generación de conocimiento. Si la evaluación de programas se reduce a medir y para ello tenemos que medir lo que, por su propia naturaleza, no es
¿Qué ha cambiado en el ámbito de la evaluación en estos últimos 20 años? La evaluación experimental se ha ido insertando como práctica unida a lo que se entiende como discurso científico; ésta es la posición más pobre que podía tomar. Pensar que algo que no es medible no existe y por tanto hay que desecharlo, me parece llegar a un reduccionismo y a un pensamiento único que nos va acercando al totalitarismo basado en la pseudociencia. Ya que trata de establecer procedimientos únicos de actuación que dejan fuera la riqueza, la subjetividad de cada uno de los individuos que forman el grupo social. La evaluación experimental se ha mostrado insuficiente para captar el mundo social a través de la experimentación, es casi imposible controlar todas las variables que inciden en la realidad social. Los evaluadores conocemos la necesidad de buscar otros paradigmas y métodos que nos permitan llegar mejor a la comprensión de los hechos sociales, las relaciones sociales y en definitiva, a nuestra condición humana.
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Entrevista a Carmen Martínez del Valle, Socióloga y Experta en Evaluación de Universidades, realizada por Ana Ramírez Izquierdo, Psicoanalista, Miembro de la ELP. Ana Ramírez: ¿Cuándo surge toda esta corriente evaluadora y bajo qué interés? Carmen Martínez del Valle: Surge en el mundo anglosajón, en la década de los 80, donde se empezaron a evaluar instituciones relacionando cumplimiento de objetivos con financiación; se introduce de manera explícita la visión capitalista del mercado en el ámbito de la Universidad, ejemplo de ello es que se empieza a hablar de clientes en vez de estudiantes, la unidad de medida de las horas de docencia se llama crédito. Los gobiernos dotan de mayor autonomía a las instituciones, pero a la vez, instalan sistemas de evaluación para juzgar el uso de dicha autonomía según los resultados obtenidos. Conviene destacar que la participación de las Universidades en la Evaluación se planteó como voluntaria y esto garantizó el éxito de la participación. Si se hubiera impuesto es posible que no hubiera tenido tanta aceptación, pues las Universidades tienen autonomía. Pero fue voluntario, y ahí... la servidumbre voluntaria. En España en 2003 se crea la ANECA -Agencia Nacional de Evaluación y Calidad- y se empieza a hablar de Garantía de Calidad, las Universidades deben
tener un sello de Calidad, en principio bajo el lema “Hágalo como quiera, pero garantíceme la calidad de su título”. Pero no ocurre así sino que se establece una metodología común para todas las Universidades, no sólo por interés del Estado, sino también porque las Universidades lo piden, no quieren ser diferentes, parece que les da miedo la libertad. Así, de antemano se conocen las “reglas del juego”, y el proceso pasa de voluntario a obligatorio con la legislación del plan Bolonia. ¿Qué opinión tiene usted del Modelo de Calidad? Estamos frente a una segunda etapa del Estado Evaluador, es posible advertir una tendencia a mayor control de los procesos de evaluación por parte de los gobiernos con la consecuente pérdida de control por parte de las instituciones, y una mayor ambigüedad respecto a los resultados de los procesos. El sistema es perverso. Baja el nivel y vende a los alumnos que tienen que hacer un máster. Es perverso porque se creó para reducir el número de grados y titulaciones para aumentar la calidad y se obtiene lo contrario, aumento de titulaciones. ¿Cuáles son las consecuencias del modelo en los sujetos, profesores y alumnos? El profesor es cada vez más gestor, se ocupa de procesos que le quitan tiempo para su formación, docencia e investigación. Al alumno se le infantiliza, se alarga su proceso de formación con el consiguiente coste económico y dependencia familiar. La inmadurez del alumno se perpetúa. Los profesores se pasan a la gestión. Son cargos políticos y obtienen un plus económico con que complementar su escueto sueldo.
¿En este modelo tiene cabida la singularidad del sujeto? ¿Aprende algo el alumno? Desde mi punto de vista el alumno pierde, se infantiliza. Primero, les gestionan todo el tiempo. Segundo, se incrementa el uso de las nuevas tecnologías de manera pasiva con el recorta y pega. El alumno recibe, traga y olvida. El sujeto está perdiendo grados de libertad. Tanto el alumno como el profesor. Y ahí, de nuevo, podemos enganchar con las “servidumbres voluntarias”. El plan es voluntario, perverso. Se trata de un sistema burocrático con mucho dinero para la gestión. Antes había grupos de profesores y estudiantes que se revelaban, ahora no se revela nadie. Es una política orientada a la gestión. ¿Sabe usted por qué? En nombre de la modernidad. El modelo se basa más en la apariencia que en el fondo. En el modelo único, anglosajón, las universidades piden que les den pautas y terminan con protocolos iguales. Buscan el cuantitativismo. ¿Cuál es el objetivo que persiguen? El del mercado. Al estudiante se le dirige para que realice un máster más costoso. Antes, esa formación la recibía en la titulación ordinaria. Se pueden cerrar titulaciones en nombre de la garantía de calidad y del mercado, no en nombre del conocimiento. Me planteo, a veces, sino estamos frente a la posibilidad de una vez realizada la mercantilización de la Universidad Pública, el siguiente paso no será su privatización en nombre de los costes, la calidad y del recorte del gasto social al que estamos asistiendo en estos momentos. Parece que quieren obtener un determinado tipo de sujeto. Sí, un sujeto más uniforme, más controlable por el Estado. La competitividad se hace más explícita. Los juniors que manejan las nuevas tecnologías llegan con publicaciones al peso. La pérdida
del maestro es total. Hay menos conocimiento y más técnicas. Con el mercantilismo la universidad pone dinero a fondo perdido para crear empresas, dedicadas a los alimentos para celiacos, a la pérdida de calidad del esperma... Si la empresa va, la universidad se anota un punto. ¿Qué orientación política o económica sostiene el modelo de Calidad? Es un modelo neoliberal, en el cual, en nombre de la libertad se incrementa el control y el espacio de poder. Te llaman como experto ¿experto en qué? Como experto de reconocido prestigio nos gustaría contar... Es el lenguaje vacío, la inmadurez como efecto del modelo. Tienen que mantener su fuerza como departamento, tienen que mantener clientes, repetidores. ¿Lo que importa es el alumno-cliente? Claro, el contrato que firma el alumno con la Universidad es el Plan de Estudios donde se matricula y paga según el número de créditos que compre. ¿Qué se hace con el malestar que genera el sistema? La propia institución lo asume. El poder busca votos, tipo servidumbre, para mantenerse. El malestar del profesorado se compensa repartiendo parcelas de poder, y el de los alumnos con aprobados o metiendo dentro del modelo a los que están en contra ofreciéndoles cargos. La evaluación pone sobre la mesa lo que se sabe y esconde lo que no interesa al propio modelo, al Estado. ¿Por qué el sujeto se da a la “servidumbre voluntaria”? Los responsables de los procesos son los rectores. Les gusta ejercer el nuevo poder de la gestión, evaluación-garantía de calidad, pues es una parcela más de poder que antes no existía.
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ENTREVISTA
Reflexiones Finales At laccusam esequat atiatur? Quis simusdae suntiis dolorehendi comniant aut aborect emolesectem vitium que ilit, consequiam qui re si dolore soluptatur sum aspita eatiis sint, ium el eturibus quatur, cumquam qui si ut as volectur ant, sit est ullatissit remporror aliciam venimus doluptam quis et laborro tem quam, oditio beratemossit ium vendusandam aut ut magnis magnis eturis nonsed qui con cusam aria nonserrum aut liquamu samendaerro inum ut list earum faccae mint et ario quae nimaxime pro eicim sam, quae mos repratur re erios enimagnatio quossi dolorent quiat volupta spiducite cus comnim as eum repudan imusam, sum quaepudae
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