Letras 10 pruebas

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LACANIANAS LETRAS

CLÍNICA

ÍNDICE JULIO 2015

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E L PROCEDIMIENTO DE LOUIS WOLFSON

Antonio García Cenador

45 48

UN REAL EN EL NUDO Francesc Roca

E L PSICOANALISTA COMO SINTHOME

María Martorell

LETRAS EN LA CIUDAD

54 57

L A LUJURIA

Mercedes de Francisco

“ UNA VIDA COMPLICADA”, DECÍA WOLINSKI

Carmen Cuñat

60

PROGRESO, SENTIDO Y

MEDICINA

Javier Peteiro

62

TRANSCLÍNICA DE LO TRANS

67

E L NOMBRE,

Juan Carlos Pérez Jiménez

LO INNOMBRADO Y LO INNOMBRABLE

Carmen Bermúdez y Celeste Stecco Entrevistan a: Alberto Conejero y Pablo Messiez

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PIERPAOLOPASOLINI, LA BOCA SALADA

Aurora Freijo

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E L DESEO POÉTICO DEL ANALISTA (1ª PARTE)

Luis Miguel Rodrigo

VARIOS

80 PAGINA

CONTACTO

02

PAGINA

16

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34

facebook.com/pages/ Letras-Lacanianas

AGENDA ACTIVIDADES

DOSSIER: LA VÍCTIMA, ENTRE LO REAL Y LOS DISCURSOS

DOSSIER: VÍCTIMA: LA TENTACIÓN DEL SACRIFICIO

PASE: FEMINIZACIÓN, ENUNCIACIÓN

@LetrasLacan

POR VILMA COCCOZ

BEATRIZ GARCÍA

(PAG. 21) UN NIÑO ESCAPA DE SER VÍCTIMA

(PAG. 30) PASE:

POR ANA LÍA GANA

SANTIAGO CASTELLANOS

XIV Jornadas–ELP XV Conversación Clínica. Niños de la Ciencia. El tejido Joyce. Jornada CPA-Madrid. Cuerpo y Sexualidades XIII Jornadas AEN

PAGINA

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POR ANNA AROMÍ

(PAG 37) TELÉFONO

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Letras Lacanianas

DÉBORA RABINOVICH

SUSCRIPCIÓN www.letraslacanianas.com

FOTO INTERIOR DOMINIC LIPINSKI/PA WIRE

Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Editorial E

LETRAS L AC A N I A N A S

EDITORIAL LETRAS LACANIANAS Nº 10

DIRECTOR

Oscar Caneda ASESOR

Eric Laurent EQUIPO DE REDACCIÓN

Carmen Bermúdez, Elena Catania, Ana Lía Gana, Mirta García (coordinadora de redacción), Blanca Medina de Toro, Silvia Nieto, Juan Carlos Pérez, Celeste Stecco, Pío Zelaya TRADUCTORES:

Azucena Bombín, Diana Lerner, María Martorell CORRESPONSALES:

Gabriela Díaz de León, Uruguay Sofía Guaraguara, Ginebra Ariane Husson, Reims EQUIPO GRÁFICO

Oscar Caneda, Silvia Nieto, Juan Carlos Pérez, Sebastián Villalonga EDICIÓN DIGITAL

Pío Zelaya

MAQUETACIÓN Y DISEÑO

BTO Design - Sebastián Villalonga IMPRENTA:

Lavel S.A

LETRAS LACANIANAS

es una revista editada por la Sede de Madrid de la ELP. c/ Gran Vía nº 60, 2º izda. 28013 Madrid TEL: (+34) 915 591 487 EMAIL:

suscripción@letraslacanianas.com PÁGINA WEB:

www.letraslacanianas.com FACEBOOK

www.facebook.com/ letraslacanianas Letras Lacanianas es una revista sin ánimo de lucro, publicada bajo los auspicios de la ELP, la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis ISSN:

Letras 2174-064X DEPÓSITO LEGAL:

16496-2011

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Letr as Lacanianas | Nº8 2014

EDITORIAL — JULIO 2015

N Ú M E RO 1 0

La sociedad victimizada

E

ste número 10 marca el quinto año de andadura de Letras Lacanianas en el que se produce una nueva permutación en la dirección y se incorporan varios colegas a nuestro equipo editorial interesados en confrontarse con la experiencia de transmitir con la letra escrita. En esta ocasión el eje fue nuestro próximo encuentro en Pipol bajo el título Víctimas! con tres estupendas intervenciones aportadas por la sede de Madrid. En nuestra habitual sección “Pase” hemos contado con tres testimonios de gran alcance epistémico. Uno de ellos con sus ‘acrobacias’ apuntaba a algo del goce del

que utiliza Louis Wolfson para defenderse imperiosamente de la lengua materna, es decir, de una invasión de goce, que el sujeto neutraliza, modifica, anula, masacrando la lengua. En otro se trata de desentrañar un real que queda atrapado en la articulación de los tres registros: RSI. El último trata de articular la afirmación de Lacan “el psicoanálisis no es un sinthome, sí el psicoanalista”, entonces ¿Cuál sería la posición del analista en la clínica del sinthome? En nuestra “Ciudad” aparecen un ramillete de artículos que están en la frontera conversando con lo contemporáneo, con la ciudad, con lo que sucede en nuestro entorno, y con el artista: la lujuria como una de las paradojas de la libertad sexual, lo sagrado a partir de Buñuel y como en otra época se las han arreglado para enfrentarse al odio, al racismo, y a la xenofobia. Asimismo, el afán científico contemporáneo de copiar la vida y la consciencia, de ahí la ilusión de una Ciencia Máxima, o como dice su autor, de un mosaico de disciplinas científicas completas. La clínica de lo trans nos sitúa como un interlocutor de hecho ante este fenómeno cada vez más evidente en nuestra época y que demanda una visibilidad desprejuiciada y una reflexión profunda desde el psicoanálisis, cuando se superponen erróneamente las fronteras entre la perversión y la psicosis. Los tres últimos se ocupan de dialogar con el artista, desde el dramaturgo, el cineasta o el poeta, llevándonos a aprender de ellos.

Quinto año de Letras y nueva permutación cuerpo del que ahora puede hacer un nuevo uso, orientado a la causa analítica. Otro plantea la hipótesis de que entre enunciación y feminización puede haber un lazo, y ese lazo se esclarece en parte en la enunciación que aparece en el pase. El titulado “Teléfono” sitúa la cuestión del ‘no sé’. Un sueño que sitúa y transforma, entre la risa y la vergüenza, el ‘no sé’ inicial: -Quién era? No sé, nadie! Donde el sujeto quedó fijado a una ficción. Un ‘no sé’ que se declinó en un ‘no puedo’, ‘no podré ser mujer’, o ‘no puedo acceder al saber’, y un sueño que desentraña algo en la última sesión respecto de la feminidad: ¡Ni ella, ni yo, y en ningún idioma! En “Clínica” nos encontramos con el procedimiento fonológico

OSC A R C A N E DA DIRECTOR DE LETRAS LACANIANAS


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Agenda

EN ESTE NÚMERO

XIV JORNADAS – ELP

XV CONVERSACIÓN CLÍNICA.

NIÑOS DE LA CIENCIA. EL TEJIDO JOYCE. JORNADA CPA-MADRID. CUERPO Y SEXUALIDADES XIII JORNADAS AEN

Sobre las

XIV JORNADAS DE LA ELP CRISIS

¿Qué dicen los psicoanalistas?

12 y 13 diciembre 2015

World Trade Center Moll de Barcelona s/n

L

a palabra crisis está en boca de todos, cada uno tiene su versión de lo que está en crisis: el modelo económico, los valores, las identidades… Crisis es un trending topic tan extendido que invita a preguntarse: ¿Crisis?, ¿qué crisis? Porque en efecto, ¿de qué crisis se trata? Basta con abrir cualquier página de noticias, virtual

o de papel, para ver que bajo este término hay un intento de alcanzar, de nombrar, algo cuya existencia es bien real porque afecta a los cuerpos. Lo que afecta a los cuerpos está hecho de la materia de la que están hechas las palabras, por eso el psicoanálisis hace valer su derecho de entrar en conversación con la civilización.

La orientación lacaniana ha podido situar la crisis que es efecto de la entrada en la hipermodernidad, con la fractura del orden simbólico, la caída de los grandes ideales y su sustitución por la fabricación y el consumo de toda clase de objetos para una satisfacción inmediata y autística. La crisis del orden simbólico y el desorden en lo real de las satisfacLetr as Lacanianas | Nº10 2015

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ciones signan la salida del reinado del padre, de la época en que los sujetos se encomendaban y se regían, aún sin saberlo, según los designios de un Gran Otro. Hace tiempo que estamos en el más allá del Edipo. El Edipo, el Padre, el Gran Otro, ya no son lo que eran y no volverán a serlo. Ahora nos encontramos regidos, capturados, por el Big Pharma, el Big Data, el Big Money. La ciencia y el capitalismo dominan la escena, y la alianza de ambos socava sin cesar el lazo social e incluso la dignidad de lo humano. El avance de estos discursos conlleva la aparición de toda clase de recursos para abolir la subjetividad. El desarrollo de las tecnociencias, de la cifra y la estadística, de la producción generalizada de objetos que promueven el goce autista y las adicciones, todo ello no es sin consecuencias. Amplios sectores de la población que viven desprotegidos en el umbral de la pobreza, la segregación de lo diferente, los totalitarismos fundamentalistas, son expresiones de esta crisis del orden simbólico, manifestaciones de un imposible de soportar, de lo real. En los sujetos la crisis se produce cuando alguien se encuentra sometido a un imposible de dominar, de “gestionar”, a un imprevisto insoportable, cuando se confronta con algo que divide, supera y empuja a buscar una salida. El problema es qué salidas va a encontrar a su alcance. Y es que la dignidad de las personas queda

Las Jornadas se tejerán a partir de los siguientes hilos de trabajo:

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tocada cuando éstas se encuentran consideradas únicamente desde el punto de vista de las cifras: no hace falta ser griego para saberlo. Y el dolor también pierde algo cuando no se lo considera un elemento singular y original, que puede decir algo de la verdad de cada uno, sino una molestia, algo a hacer callar.

Par a el psicoanálisis una crisis es un faro de lo real El síntoma charlatán que descubriera Freud se ha transformado: no porque él haya dejado de hablar sino porque los sujetos están demasiado medicados o demasiado entretenidos con sus gadgets para escucharlo. Es Edipo pasando de la Esfinge, el enigma ya no atrae. Lo que engancha es el objeto con el que cada uno trata de distraerse. Distraerse de las preguntas fundamentales de la vida para las que no hay respuestas encapsuladas: cómo hacer con el sexo, con el amor, con el cuerpo, con la muerte… Para todo esto Big Data, Big Pharma y Big Money sólo ofrecen más y más objetos. Ellos son ahora nuestros síntomas, basta ver el tiempo y la energía que les dedicamos.

Por eso para el psicoanálisis una crisis es un faro de lo real. Esto significa que podemos hacerlo funcionar como un indicador, como una brújula. Krisis significa, en su etimología griega, oportunidad. Así, no resulta extraño que el psicoanálisis sea amigo de la crisis. Amigo en el sentido de que la conoce, la respeta y sabe servirse de su potencial. Por esto lo peor de una crisis no es solo el hecho de padecer sus efectos sino, sobre todo, dejar que se convierta en fallida, cuando no se aprovecha la oportunidad de leer en ella. Para el psicoanálisis leer es abrir, abrir la puerta a la interrogación, al cuestionamiento. Los psicoanalistas tenemos la responsabilidad de sostener la oferta de esa experiencia inédita que es emprender un análisis. Una oferta que es actual y subversiva porque abre a lecturas originales, diferentes, de lo que pasa en lo social y en lo personal. Pero los psicoanalistas no pueden ni quieren estar solos en esa tarea de lectura civilizadora. Otros muchos están convocados allí, cada uno desde lo específico de su disciplina, de su campo y de su deseo: los creadores y los artistas, los médicos y los científicos, los educadores y los trabajadores del campo social, los hombres y mujeres políticos, los periodistas, los filósofos… Lo que la crisis dice para el psicoanálisis es: manos a la obra, ¡hay mucho por hacer! ♦

• Falsa ciencia y abolición del sujeto, ¿por qué no nos quejamos? • Tragada la píldora, ¿dónde hay efectos de retorno? • Urgencias subjetivas, ¿qué queda después? • Familias, ¿para qué servís? • Parejas de usar y tirar, ¿qué dicen ellas?, ¿y ellos? • Crisis de lo hetero: ¿todo autoerótico? • Niños, ¿en qué soñáis? • Adolescentes, ¿de qué os quejáis? • Educar, ¿dónde está hoy lo imposible? • Del Malestar en la Cultura a la krisis de la civilización, ¿qué ha cambiado en los sujetos? • Crisis de la política, ¿hasta dónde se puede renovar la democracia? • Capitalismo, ¿en crisis? • Leer, escribir, ¿qué hay de nuevo? • Creación artística, ¿qué caminos se abren? • La experiencia de hacer un psicoanálisis, una crisis orientada

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CONVERSACIÓN CLÍNICA Próxima Conversación Clínica en 2016: "La protesta viril es unisex"

XV Conversación Clínica del Instituto del Campo Freudiano

“HOMOSEXUALES EN ANÁLISIS” EL 7 Y 8 DE MARZO BARCELONA

YA ANNA AROMÍ EN SU presentación

anticipaba algo del orden de la sorpresa, un real que es inherente a la clínica psicoanalítica. ¿De qué se trata ese real? De lo incurable, que es aquello de lo que se da cuenta en el pase. Es justamente por lo que no se cura que estamos en el terreno del psicoanálisis y no de la psicoterapia. El psicoanálisis se orienta por lo real, por esa “impureza”, por esa sorpresa. Y el ejercicio del psicoanálisis orientado por lo real, será solamente propiciado por el deseo de llevar un análisis hasta el final. Que el psicoanálisis se inventa con cada

paciente en su relación con cada analista, es lo que ha quedado verificado en esta Conversación Clínica. Del título, Manuel Fernández Blanco precisó que justamente no se trataba de establecer un tipo clínico: “homosexuales”, sino que se trataba más bien de conversar sobre

La homosexualidad no indica un tipo clínico (J.–A. Miller)

una clínica más allá del diagnóstico estructural, localizando el papel que juega la homosexualidad en cada uno de los casos. De todas maneras, fue inevitable la discusión sobre el diagnóstico estructural, particularmente en uno de los casos. Anna Aromí nos recordó que siempre estas Conversaciones han sido muy ricas en cuanto a la enseñanza que de ellas se decanta, como por ejemplo, que en la conversación sobre finales de análisis haya habido casos que eran falsas salidas; o conversaciones sobre la pareja y el amor en cuyos casos no había ni pareja ni amor; o conversaciones sobre neurosis que arrojaban casos de psicosis. Se presentaron seis casos clínicos, y contamos con la presencia de Jacques-Alain Miller, presente una vez más orientando la Conversación. De su orientación y de la diversidad de

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intervenciones que hubo en el público, he recortado algunas enseñanzas. La primera sorpresa es que no en todos los casos se pudo localizar tal homosexualidad pretendida en el título de esta convocatoria. Así, tenemos la diferencia entre lo que es un “homosexual” decidido, de aquello que Miller nombra como “apenas un homosexual”, que serían casos estos últimos en los que más bien se trata de una posibilidad de tener encuentros sexuales con un partenaire del mismo sexo, y

razón médica. Miller lo plantea como una premisa: nunca se consulta a un analista por una razón médica. Puede ser algo del orden del pretexto, del motivo, pero por el movimiento mismo del análisis, inmediatamente se da un sentido a eso que ocurre en el cuerpo. La cosa médica existe en el mundo médico; fuera de él, eso no existe. Dentro del discurso analítico, la cosa médica se disuelve rápidamente. El universo psicoanalítico convierte al discurso médico en otra cosa. Por supuesto que hay cosas que el discurso analítico no puede tomar a su cargo. Es decir, el psicoanálisis no cura las enfermedades médicas, sino que ciertas enfermedades por las que uno consulta implican una razón que se disuelve rápidamente cuando se entra en análisis. Retomando la cuestión del título de la Conversación, Miller subraya que en psicoanálisis hay que ser muy prudentes y cuidadosos con la palabra “homosexual” para no que muchas veces se concreta por acción del objeto. En este convertirla, como dije antes, en tipo clínico, ya que eso punto, y respecto del título de la Conversación, Miller rea- ha sido utilizado para cierta estigmatización. Tal como firmó: la homosexualidad no indica un tipo clínico. Primera él había dicho en unas Jornadas sobre “Gays en análisis”, valiosa enseñanza que quiero destacar, respecto del título el significante gay es un significante masificante, un S1 y de la selección de los casos. que implica un movimiento político. Un movimiento Supuestamente los distintos casos presentados habían sido que supone cierta cesión de lo más particular del deseo elegidos teniendo en cuenta como criterio que se tratara de suje- homosexual, en tanto el gay retrocede frente al propio tos que hacen una elección de un objeto del mismo sexo. Ese deseo homosexual. criterio permite hacer una clase lógica: la clase de los que tienen Los casos transmiten la importancia que tienen las como objeto una persona del mismo sexo que ellos. Pero esa entrevistas preliminares en el tratamiento analítico; es en clase lógica no constituye un tipo clínico, por la razón precisa ese tiempo cuando el analista tiene que ser más “activo” -si de que no podemos poner eso en términos de una implicación se quiere-; donde pregunta precisamente como un médico. lógica. ¿Qué quiere decir Miller con esto? Que por un lado pode- Y en ese mismo movimiento se trata de poder indagar la mos decir: “Si tal sujeto es homosexual, modalidad de goce del sujeto en su singularidad. Miller destaca la graentonces …”. Pero vemos que, a priori, no podemos deducir nada del hecho de hacer vedad de un caso en tanto se trata de una elección del mismo sexo. un hombre que, no sin sufrimiento, Sí que hacemos de la histeria una quiere saber dónde está la verdad de clase. Esto es muy distinto porque podesu goce -si del lado de los hombres o de mos decir: “Si este sujeto es histérico, va las mujeres-. En este punto se subraya a responder la estructura del discurso la manera “artificial” de referirse a lo que le gusta de una mujer. histérico”. Esto es, una implicación lógica: “Si… entonces…”. Tipos clínicos Miquel Bassols hace referencia a otra enseñanza, que nos ayuda a que nada tienen que ver con el caso de los homosexuales, en los que se trata relativizar no solo la idea de género más bien de una descripción, de un rasgo sino también lo que se entiende como elección de objeto según la del objeto de elección. Se podría hacer una selección de sujetos que tienen como descripción del objeto mismo. Y es rasgo el haber elegido como objeto una la referencia a lo hetero con lo que persona del mismo sexo. Pero de eso no un sujeto se encuentra. Esta es una se puede hacer una deducción lógica. El versión de lo hetero que no se define caso del que surge esta enseñanza, juspor la elección del objeto, sino -tal tamente nos hace ver la diferencia que como Lacan lo introduce- por la alteAlan Turing en Londres existe entre construir una clase lógica ridad del goce como tal. Se trata de lo de sujetos, y la implicación lógica. Son dos movimientos de hetero no como el otro sexo, sino como el sexo en tanto pensamiento muy distintos. Otro, un goce que habita en cada sujeto como alteridad, Otra enseñanza que arrojaron los casos tiene relación con como lo diferente. Entonces, en ciertos casos, la pregunta la demanda de tratamiento, con la importancia de ubicar es si la homosexualidad no se revela como un “rodeo” cuál es la demanda en juego. Porque se puede consultar para evitar la alteridad del goce mismo. por una cuestión relacionada con el cuerpo, pero lo que terOtra de las enseñanzas que rescato es que, sabiendo mina precipitando la consulta no tiene nada que ver con la que hay homosexualidades masculinas en las que fre-

Se trata de lo hetero no como el otro sexo, sino como el sexo en tanto Otro

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CONVERSACIÓN CLÍNICA JAM reafirmó: la homosexualidad no indica un tipo clínico

Conferencia de Oscar Wilde en Dublin, 1883 cuentemente se encuentra como rasgo el odio al padre -lo que le da también ese empuje de subversión, invención e innovación contrario al orden patriarcal- uno de los casos nos enseña lo contrario: lo que está en juego es el amor al padre, y la madre aparece más bien como aquella de la que se tiene que proteger. Tenemos entonces que hay en el caso una “positivización” del padre; y del lado de la madre, no se trata de la madre fálica, esa madre toda potente muy frecuente en las homosexualidades masculinas clásicas. Y esto, dice Miller, es lo más sorprendente. La enseñanza es entonces que hay algunas homosexualidades masculinas construidas sobre la vertiente de la madre, y otras sobre la vertiente del padre. En otro de los casos, como se dijo al principio, no se encuentra la homosexualidad, sino el fetiche, a la manera freudiana, como defensa frente a la homosexualidad. En este punto Miller considera que si bien hay casos que no son de “homosexualidad”, su pertinencia tiene que ver con que la heterosexualidad del objeto está falsificada por el sometimiento que se impone un sujeto a una mujer fálica. Si un sujeto no se vuelve homosexual, puede ser porque la elección de objeto es una mujer con particulares características, una mujer que vale como un hombre, es decir, una mujer fálica, lo que nos lleva a pensar en que algunas elecciones de objeto son falsamente heterosexuales. De este modo, un hombre puede refugiarse de la castración a través de una mujer dominante, una mujer que vale como un hombre, completa, que no tiene falta; puede gozar de la mujer la completa y que no se produzca la angustia de castración. También es muy interesante el rasgo de planificación que aparece en la modalidad de goce masoquista, que ilustraba muy bien uno de los casos de la Conversación. Una planificación que permite poner perfectamente en escena el teatro de su propio goce. Nos asalta nuevamente la sor-

presa, y esta vez, como también anticipé, tiene que ver con el diagnóstico estructural: ¿neurosis o psicosis? Una discusión clásica a la que se le da todo el tiempo necesario. Es que se trata en principio de una problemática fálica que se ubica como centro del debate. Más bien, la discusión se centra sobre el valor fálico en juego. ¿Es del orden simbólico, imaginario o real? ¿Se trata del “para todo fálico” o del “para nada fálico”? En cuanto al ordenamiento fálico del goce, se plantea la posibilidad de pensar la forclusión en dos registros: del sujeto mismo como falo de la madre, que no lo inscribe en ese registro de ser su “falo maravilloso”. Y sin embargo hay una palabra de la madre que se escribe en su cuerpo literalmente. Hay allí ausencia de metáfora, y aparece una certeza delirante. Se destaca que los casos presentados se resisten a ser incluidos en el grupo de “homosexuales”. Ni tan siquiera en la cuestión del gay como oferta de comunidad de goce. La respuesta de esos casos a esta convocatoria desplazaría de algún modo el título propuesto inicialmente. En esta línea se propone un desplazamiento del título “Homosexuales en análisis” a algo que nos convendría más, a partir de la última enseñanza de Lacan, que podría ser “Lo homosexual en análisis” o “Las homosexualidades en análisis”. También hubo casos que no abrieron la discusión diagnóstica, pero que nos mostraron su particularidad, la singular modalidad de goce en juego. La práctica masoquista nos enseña sobre eso que Lacan llama “desierto de goce”, en el movimiento mismo de intentar lograr reintroducir el goce en un cuerpo vaciado de goce. La Conversación termina con una apertura: la invitación a la próxima, en 2016, con el título “La protesta viril es unisex”. Veremos qué sorpresas y qué enseñanzas nos deparará ese encuentro.

Betina Ganim. Socia de la Sede Barcelona de la ELP.

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CONFERENCIA PROF. ANSERMET

NIÑOS DE LA CIENCIA DESAFÍOS ÉTICOS Y SUBJETIVOS EN EL ÁMBITO CLÍNICO

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su llegada a este servicio, heredero del Centro de Psicopatología del Desarrollo que fundara Julián Ajuriaguerra, el doctor Ansermet puso en marcha una importante reorganización. Creó nuevas estructuras destinadas a atender la especificidad de la clínica perinatal, así como el tratamiento e investigación de los problemas psíquicos del niño y del adolescente. Un dispositivo especial de hospitalización de urgencia y una unidad ambulatoria aseguran también una respuesta inmediata a estados críticos. Autoridad indiscutible en el campo de la paidopsiquiatría europea, su dilatada experiencia clínica en una práctica que ha denominado Clínica del origen le ha permitido configurar una red multidisciplinar de atención a la infancia, verdadera interfaz entre la pediatría y el psicoanálisis. Sus numerosos libros y contribuciones exploran el complejo abanico de cuestiones éticas que suponen los avances científicos en la reproducción asistida y en las intervenciones durante el embarazo, el parto y los primeros meses del bebé. Guiado por las enseñanzas del Dr. Jacques Lacan, sus investigaciones le han conducido a sostener un fructífero diálogo con neurobiólogos, neurolingüístas,

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especialistas en reproducción asistida, genetistas y especialistas en todos los campos de la atención perinatal, con una especial dedicación al problema del autismo. Ha ideado un original dispositivo de atención que incluye al bebé, los padres y los profesionales concernidos, destinado a la protección de la subjetividad de todos los implicados, ocupándose particularmente de los niños expuestos a traumas tempranos y a los fantasmas de los adultos que se ocupan de su cuidado. Estos lugares de atención se orientan por el principio psicoanalítico que relativiza las ideas de prevención y determinación, atendiendo al cuidado de las condiciones para el nacimiento de la vida, que se extiende más allá del organismo y se enlaza al lenguaje. Supone hacer un lugar a lo imprevisible, lo contingente, lo sorprendente. Aquello que hace, de cada uno de nosotros, un nombre y una experiencia inédita y singular de la especie hablante. Se realizó el 22 de mayo de 2015 en el Hospital Universitario 12 de Octubre de la Comunidad de Madrid, auspiciado por el EMPN de la DHH-NRC, Departamento de Psicoanálisis con Niños del Nucep, ELP sede Madrid y Universidad Complutense de Madrid.

DOCENTE INVITADO:

PROFESOR FRANÇOIS ANSERMET

Jefe de Servicio de Psiquiatría del Niño y el Adolescente del Hospital Universitario de Ginebra. Psicoanalista. Miembro de la ECF y de la AMP.


ZACARÍAS MARCO, El tejido Joyce, Un recorrido por Retrato del artista adolescente, Adenda Lacaniana: Joyce el sinthome, Arena Libros, Madrid, 2015.

PRESENTACIÓN

EL TEJIDO JOYCE DE ZACARÍAS MARCO POR MIRIAM L. CHORNE

➳ Me alegra mucho presentar el libro de Zacarías Marco y le agradezco que me haya propuesto para hacerlo, como así también a la Comisión de la Biblioteca y a su directora Amanda Goya, por haberme invitado. Zacarías escribió, en su afectuosa dedicatoria, que era “una alegría encontrarme en el camino que nos deparaba la aventura de la escritura de Joyce” y

quiero decirle que también lo es para mí. Quiero añadir mi enhorabuena a Zacarías Marco por este maravilloso y ambicioso libro. Y para transmitirles por qué hablo de ambición, me voy a permitir contarles que en las numerosas conversaciones -vía correo electrónicoque hemos tenido en este recorrido, me contó que lo habían invitado a un congreso de joyceanos

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el tejido Joyce

saber hacer con las astillas del lenguaje en Mallorca, un congreso de esos universitarios que Joyce predijo que se ocuparían de su obra durante centenares de años. Espero que no le parezca mal que lo haga público, así como también una parte de ese intercambio en que le pregunté con curiosidad, verdadera curiosidad, de qué les hablaría. Me respondió: “Al principio me pidieron que les presentara el libro, pero creo que voy a aprovechar también para introducirles un poco en el mundo lacaniano intentando levantar alguno de los malentendidos más habituales. El primero es el acercamiento a la obra de arte desde una perspectiva distinta a la de la traducción de la obra en términos de inconsciente. A partir de ahí, de cómo nos hemos acercado a Joyce para aprender de él. Después intentaré entrar en el detalle del planteamiento lacaniano, el hallazgo de un nuevo concepto, el sinthome, inspirado por el saber hacer de Joyce con las (para él) astillas del lenguaje. Quizás esto es más arriesgado que hablar de Retrato del artista adolescente desde otra perspectiva, pero se perdería una oportunidad de establecer un diálogo…” Creo que estas palabras les permiten atisbar cuánta ambición hay en este libro. Zacarías Marco es ambicioso. Esta virtud se acompaña de una gran y respetable prudencia. El libro está compuesto de dos partes: un recorrido personal por Retrato y una segunda parte configurada como una adenda lacaniana, porque como él mismo escribe “Siendo un escritor del todo inabarcable, del que se llegan a publicar libros exclusivamente bibliográficos, aportar una lectura ‘propia’ puede ser una manera de evitar una más que previsible parálisis”. También una más que previsible resistencia de haber mezclado esas dos partes, que en cambio se transforma en una suave introducción a cómo supo Joyce hacer con el lenguaje y cómo ese saber hacer sostuvo su existencia.

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Separar la reflexión sobre la aportación lacaniana que provocó una auténtica subversión en la teoría y la clínica psicoanalítica es un modo de concretar el dejarse enseñar por la obra de arte. En este caso, como dice Zacarías Marco, “es Joyce quien nos ofrece a estudio su embelesado trabajo sobre el murmullo del lenguaje”. Hay una interrogación, que alienta el recorrido y une las dos partes, acerca de la conexión entre el arte y la vida, pregunta del todo fundamental en Joyce. El libro de Stanislaus Joyce que lleva el sugerente título de El guardián de mi hermano, refiriéndose con él al episodio de Caín y Abel (Génesis 4-9) ¿Acaso soy el guardián de mi hermano? y que la editorial argentina que lo publicó cambió por el menos atrevido y más soso, Mi hermano James Joyce, tiene un magnífico “Prefacio” de T. S. Eliot, en el que el poeta afirma que “La curiosidad respecto de la vida de un hombre público puede ser de tres clases: la útil, la inocente y la impertinente.(…) La línea divisoria entre la curiosidad legítima y la simplemente inocente, y entre ésta y la vulgarmente impertinente, nunca puede precisarse con nitidez”. Y añade “En el caso de un escritor, la utilidad de una información

biográfica para acrecentar nuestra comprensión y hacer posible un goce más intenso o un juicio crítico más acertado, variará de acuerdo con el escritor y con el camino que haya empleado en sus libros para verter su propia experiencia. Es difícil que un

mayor conocimiento de la vida privada de Shakespeare modificara en gran medida nuestro juicio o aumentara el placer que nos producen sus dramas; ninguna teoría sobre el origen o la forma de composición de los poemas homéricos podría alterar nuestra apreciación de los mismos. Cuando se trata de un escritor como Goethe, por el contrario, nuestro interés por el hombre es inseparable de nuestro interés por la obra (…) En el caso de James Joyce hay una cantidad de libros, dos de los cuales, por lo menos, son tan autobiográficos en apariencia, que estudios posteriores sobre el escritor y su ambiente parecen sugeridos por nuestra propia curiosidad que, por otra parte, el mismo autor pareciera solicitar de nosotros”. Joyce se refirió a su capacidad de tomar las cosas dichas por otros como material, para transformarlas en obra artística. Es algo que despierta nuestra curiosidad. ¿Cómo lo hace? Lo señaló a Frank Budgen “¿Ha notado usted que cuando me apodero de una idea puedo hacer con ella cuanto quiero?” Richard Ellmann se refirió a ese talento, denominándolo con una feliz expresión: “plagio inspirado”, y lo definió como el don de transformar el material, no de crearlo. El aparato de referencias del libro es verdaderamente impresionante por lo amplio y a su vez el primor, la exquisitez con la que son seleccionadas las citas en la obra del propio Joyce y en la de los estudiosos de la misma, hacen que su lectura resulte no sólo instructiva sino sobre todo una fuente de disfrute. Daré algunos ejemplos: en la página 110 -toda la página que describe el definitivo retrato del padre, el descubrimiento por parte de James de que su padre es carente, es muy bella- pero tomo de ella el calificativo pescado por Zacarías de la amplia enumeración que Stephen hace a su amigo Cranly de los oficios del padre, como “político de estruendo”. Y Zacarías evoca a continuación con una frase: “Esta participación política del padre será la engañosa llamarada que precede al abatimiento”. Dice también más adelante “la frustración política es utilizada para plasmar la figura rota del padre. Esa es la última imagen de


el tejido Joyce esa cena, la que se queda grabada, (…) su padre con la cabeza baja y la cara anegada en lágrimas. ¡Pobre Parnell! ¡Mi rey muerto! Una imagen de padre huérfano, de padre sin padre y, por extensión, de país que pierde, que traiciona al que fue llamado ‘rey sin corona’”. Otro ejemplo, en las páginas dedicadas a Molly, la mujer que dice sí, hay una hermosa lectura comparada de Penélope y Molly. “Allí donde Penélope obstinadamente anuda y desanuda, controlando su producción e impidiendo que el tejido avance; Molly, en cambio suelta texto, lo derrama sin juicio ni control. La una no podía avanzar y la otra no puede detenerse. (…) Molly es toda posibilidad, un impulso vital que pareciera ser la versión femenina del sagrado decir sí de Zaratrusta. Definitivamente, Molly es la mujer que dice sí”. Siguen aún casi dos páginas que me hubiese gustado poder leerles, como no es posible, sólo evocar la maravilla con la que nos transmite lo que el sí de Nora significó para Joyce. En una carta a Budgen, Joyce afirma que el sí de Molly es “el pasaporte a la eternidad para Bloom”, y Marco añade que cierra de manera ejemplar el homenaje al sí de Nora, hecho esencial para devenir “el” artista. Hay una comparación con la obra de Marcel Duchamp Etant donnés con la que, con extraordinaria delicadeza, Zacarías ilumina el valor del sí de Molly como “la puerta carnal que da acceso al paraíso”. No se las pierdan. Quisiera pasar ahora a comentar la segunda parte del libro, la llamada Adenda lacaniana. La extraordinaria capacidad de síntesis de este apartado alcanza, en la discusión sobre lo que es sintomático y lo que es sinthome en Joyce, una finura y precisión particulares. Dedica algunas páginas (163 a 166) a discutir las diferentes respuestas proporcionadas por los psicoanalistas estudiosos de Joyce a esta cuestión. Por ejemplo, dice: “De todas formas, ubicar la epifanía del lado de lo sintomático en Joyce, como hace Schejtman, nos parece problemático. Coincide en esto, casi punto por punto, con la interpretación que diera Colette

Soler, para quien “lo que produce la suplencia es el hecho de que Joyce publique” dejando por ello su escritura del lado del síntoma. Pese a lo atractivo de esta propuesta, que liga la suplencia a la efectividad de hacer un lazo social -precisamente aquello en lo que una estructura desencadenada fracasa- y que no deja de mantener también la literalidad de la formulación lacaniana sobre el éxito de Joyce en darse un nombre, nos seguimos inclinando por otorgar al arte de Joyce la categoría de sinthome artístico. Y creemos que

¿qué hace que la liter atur a de Joyce sea artística y la de Wolfson no lo sea? Lacan termina expresándose en esta dirección de manera inequívoca. Así leemos: “es claro que el arte de Joyce es algo tan particular que el término sinthome es justo lo que le conviene”. Después de mostrar cómo para el propio Lacan la cuestión no resulta zanjada, de lo que hay numerosas huellas en las diversas ocasiones en que retoma la cuestión de la locura de Joyce a lo largo del Seminario, el autor propone que depende de dónde nos situemos para que se realce el aspecto de la imposición de la palabra o el saber hacer con ella. “Pensado desde la neurosis parece que destaca el primer aspecto. Pero si lo pensamos desde la psicosis se realza el segundo. (…) Recuérdese, por ejemplo, cómo hablaba Jung, analizando Ulises, de una escritura que podríamos calificar de esquizofrénica si no fuera por el control, el dominio y la ausencia de estereotipia. Jung esta comparando su escritura con la que sería una escritura neurótica”. (…) “Por nuestra parte podemos añadir, inversamente, un ejemplo del segundo aspecto, aquel que nos

ilustre su quehacer partiendo de la comparativa con una escritura que claramente lleve la marca de la psicosis. Escogemos para ello a un escritor esquizofrénico, Louis Wolfson, quien nos relata un modo de hacer que muestra un cierto paralelismo con los mecanismos de reconstrucción lingüística joyceanos”. Más adelante y en esta comparación con Wolfson, abre Marco otro tema de gran enjundia: ¿qué hace que la literatura de Joyce sea artística y la de Wolfson no lo sea? Es este un tema que tratara brillantemente Octave Mannoni3 en un artículo La otra escena y que figura en su libro del mismo título. En él discute por qué las Memorias de Schreber no son literatura. Zacarías, por su parte, nos dice que “Wolfson no introduce nada parecido a los múltiples planos simbólicos joyceanos, ni tampoco al goce del sonido. Joyce, por el contrario, busca compartir su humor y musicalidad y aspira a convencer al mundo, a cambiarlo incluso, gracias al éxito de su juego. Joyce consigue contener la imposición, desactivarla, desactivarla activándola, jugando gozosamente con ella y dejándose jugar gozosamente por ella. (…) La aplicación de la lingüística es en Wolfson quirúrgica, mientras que en Joyce es netamente artística”. Hay mucho más en este libro que les dejaré descubrir. Sólo, para terminar, decirles que es un libro singular que con estilo transparente habla del movimiento por el cual James Joyce consiguió que la entrega de su vida a la escritura -y hay que leer su biografía o la copiosa correspondencia para saber hasta qué punto llegó esa entrega- se hiciera bucle, invirtiéndose en una vida sostenida, amarrada por la escritura. Referencias bibliográficas 1 Eliot, T.S., Prefacio de Mi hermano James Joyce, Joyce, Stanislaus, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2000 2 Ellmann, Richard, Introducción a Mi hermano James Joyce, Ibíd. 3 Mannoni, Octave, La otra escena, Claves de lo imaginario, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1973.

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1ª JORNADA CPA-MADRID CENTRO DE PSICOANÁLISIS APLICADO- MADRID MADRID, 26 DE MAYO 2015

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n Septiembre de 2013 el CPAMadrid abrió sus puertas en el espacio cedido por el Ayuntamiento de Madrid en el Centro de Servicios Sociales MadridMaravillas, del Distrito Centro de la capital. Desde esa fecha, el equipo de psicoanalistas que componen el CPA-M ha atendido a más de 100 personas de todas las edades, en las condiciones de gratuidad y limitación temporal que caracterizan el modo de intervención del CPA-M. En estas Jornadas queremos transmitir y compartir con los asistentes algunas reflexiones derivadas de nuestro trabajo concreto. En muchas ocasiones, las personas que acuden a los servicios sociales y sanitarios se encuentran en situaciones de desinserción social: dificultades para mantener un vínculo con la familia, el trabajo, la comunidad social en la que viven. Dificultades que pueden colocar a estas personas en el límite de la marginalidad social y que pueden verse agravadas con otras problemáticas: depresión, adicciones, violencia, dificultades laborales, escola-

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res…etc. Muchas veces los profesionales que atienden a estas personas captan que “esa situación” es resultado de un complejo proceso de desinserción, cuyo origen es difícil de precisar. Precariedad subjetiva es el término con el que indicamos ciertas condiciones singulares en algunas personas, cuyas consecuencias se muestran en su dificultad para sostener su lugar en el mundo, pudiendo desembocar en situaciones de precariedad social, incluso de marginalidad. Por otro lado, la actual situación de crisis económica y en cierto sentido de crisis social, incide en la precariedad subjetiva. En definitiva, nos encontramos con personas cuyas dificultades se esclarecen cuando podemos situar la lógica de dicha precariedad. Vamos a situar nuestra reflexión en este terreno, en el que las condiciones sociales y las subjetivas entran en juego. Esta es la perspectiva que ilustraremos, a partir del tratamiento de algunos casos atendidos en este tiempo en el CPA-M, para dar paso a una conversación y debate con los asistentes a las Jornadas.


JORNADAS CANARIAS Cuerpo y sexualidades

Los días 23 y 24 de abril, se celebraron las Jornadas Canarias, dentro del Espacio Salud Mental y Psicoanálisis, vigente desde el año 2004.

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l salón de Actos del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria fue el punto de reunión de 72 profesionales diversos, algunos de ellos procedentes de otras islas, entre los que se encontraban: psicólogos clínicos, psiquiatras, auxiliares, enfermeros y trabajadores sociales, interesados en la orientación lacaniana. El espacio contó con la participación de Carmen Cuñat, Javier Garmendia, Mercedes de Francisco, Graciela Sobral y Josefa Rodríguez, organizadora del encuentro, todos ellos pertenecientes a la Sede de Madrid y Miembros de la ELP y de la AMP. También participaron la psicóloga clínica Fabiana Lifchitz, el psiquiatra Enrique Hernández Reina y la artista de performance Rosa Mesa. Josefa Rodríguez, que hizo la presentación de las mismas, señaló que el psicoanálisis encuentra lo sexual en la clínica, en los relatos de los pacientes. Destacó el protagonismo inusitado que ha adquirido el cuerpo a lo largo de este siglo y la presencia de un polimorfismo sexual que cuestiona la sexualidad normativa, refiriéndose a la sexuación. Las mesas estuvieron animadas por Javier Garmendia y Carmen Cuñat que supieron suscitar el interés con sus preguntas y comentarios. En cada una de las intervenciones, se puso de manifiesto la relación perturbada del ser hablante con el goce sexual: Carmen Cuñat nos puso al día de las nuevas orientaciones de la homosexualidad femenina, a partir de la última enseñanza de Lacan. Fabiana Lifchitz, psicóloga clínica, presentó un

caso de transexualismo masculino que generó un interesante debate. Enrique Hernández Reina, psiquiatra y Jefe de Servicio de Psiquiatría, en “Tránsitos de un cuerpo al otro”, nos describió el mundo moderno a partir de variados sintagmas e imágenes. Josefa Rodríguez, presentó dos casos clínicos de mujeres que ponían de manifiesto la repetición voraz del acto sexual, bajo el significante “infidelidad”. Mercedes de Francisco, en el “Cuerpo de la mujer”, bordeó la cuestión femenina y reflexionó sobre lo que supone abordar el cuerpo de la mujer a partir del registro de lo real en una época en la que está en vigencia la fascinación por la mirada. Graciela Sobral, en “Anorexia, cuerpo y sexualidad”, tomó el síntoma anoréxico como goce del rechazo para preguntarse dónde situar a estos sujetos en relación a su goce sexual. El cierre de las Jornadas contó con una performance de la artista visual Rosa Mesa, titulada “Genero Género”, inspirada en la famosa novela 50 sombras de Grey que fue debatida entre todos. Como fondo musical nos acompañaron las melodías de Erik Satie, Gymnopédie y el famoso Vals de la película, Eyes Wide Shut de Kubrick. El resultado de las mismas y la demanda de seguir manteniendo dicho espacio por parte del público asistente, nos anima a seguir trabajando y acercando a Lacan a las Islas Canarias.

JORNADAS CANARIAS

CUERPO Y SEXUALIDADES RESEÑA REALIZADA POR JOSEFA RODRÍGUEZ

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RESEÑA

XIII JORNADAS PSICOANÁLISIS DE LA SECCIÓN DE LA AEN. POR EVA RIVAS

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on el título de “La Concepción Psicoanalítica de la Estructura Familiar en la Época Contemporánea”, esta vez, la Sección de Psicoanálisis de la Asociación Española de Neuropsiquiatría ha querido abordar, en sus jornadas bianuales, un tema que sacude a la sociedad de nuestro tiempo y por tanto a la comunidad analítica. Las nuevas familias, monoparentales, homoparentales, reconstituidas, la reproducción asistida, interrogan especialmente al psicoanálisis. Esta nueva fenomenología es un hecho sociológico pero, ¿tiene repercusión en la formación de síntomas? ¿los sujetos contemporáneos se constituyen de forma diferente por advenir al lenguaje en estas nuevas familias? La evolución histórica de la familia ¿puede dar cuenta de cambios estructurales en ella? Se sucedieron las mesas con estos interrogantes de intensísima actualidad, junto a casos clínicos de la práctica de los ponentes. El psicoanálisis lacaniano aborda estas cuestiones des-

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LA FAMILIA SIEMPRE HA SIDO, ES Y SERÁ UN SÍNTOMA

de la consideración de que la familia encarna ciertas funciones (nombre del padre, deseo de la madre, objetos a…) estructurantes para el sujeto, independientemente de si las ejerce una mujer, un hombre, en pareja, en soledad, se haya engendrado por células de ambos progenitores, o solo de uno de ellos, o haya sido adoptado; ya que la paternidad/ maternidad es un hecho simbólico: un genitor no es padre espontáneamente, hace falta una atribución simbólica, un consentimiento del sujeto. Obtener algún estatuto simbólico, alguna significación sexual y de filiación, es necesario para que el sujeto sea algo más que lo real de su cuerpo, algo más que el pedazo de carne. Esto hace que el sujeto se estructure en una operación de defensa, neurótica, psicótica o perversa. Por otro lado en el análisis se trata de llevar al sujeto desde sus determinantes familiares (identificaciones, elecciones de objeto, etc.), desde sus vínculos y satisfacciones pulsionales intrafamiliares, a la desidentificación, a los objetos exteriores. Se trata de ir

de la causa familiar a la causa extrafamiliar. El debate mostró que, sin embargo, las encrucijadas en las que los sujetos contemporáneos, fruto de estas nuevas familias, nacen, no son indiferentes. Las viñetas clínicas nos fueron mostrando, por ejemplo, qué lugar hay para un hermano concebido para curar a un hijo enfermo, cómo se alegra una niña del cambio de sexo de la mujer que convive con su madre para la que aquella era “como un hombre”, cómo un niño adoptado consigue que sus padres, hombres ambos, se divorcien para eludir así la exclusión a la que la triangulación estructurante le condena… La familia siempre ha sido, es y será un síntoma y fallida, en tanto es una construcción del sujeto, su novela o su sinthome, que viene a suplir un desencuentro, es decir la imposibilidad de la relación sexual.


DOSSIER V íc t ima s / Dis c ur s o s / R e al / Niño s / S ac r i f ic io s

VÍCTIMA SACRIFICIO LA VÍCTIMA, ENTRE LO REAL Y LOS DISCURSOS Vilma Coccoz. UN NIÑO ESCAPA DE SER VÍCTIMA Ana Lía Gana. VÍCTIMA: LA TENTACIÓN DEL SACRIFICIO. Beatriz García

➝ AVEDON, fotografía de moda Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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LA VÍCTIMA ENTRE LO REAL Y LOS DISCURSOS TEXTOS: VILMA COCCOZ / IMÁGENES: MAN RAY

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DOSSIER

hubiera evitado el extravío de los mencionados Existe un sentido amplio, profesionales, que fueron generalizado, del signififinalmente descartados cante “víctima”, lo cual en favor de otros, permotiva que, en ocasiones, tenecientes a la policía sea difícil de atrapar, de científica. Porque los saber a qué se está refiniños víctimas apareceriendo exactamente quien rían como acusadores lo usa. frágiles a la audiencia, Por mi parte, propongo dado que producían un restringir su significado discurso siempre renoa aquella persona que, vado y contradictorio. habiendo sufrido un daño Laurent ilustra la dificulreal en su subjetividad, un tad de la pesquisa a partir El discurso analítico enseña que lo verdadero hecho traumático y brutal, de la clínica de la mitoma“va a la deriva cuando se trata de lo real” se ha quedado sin voz. Para nía. Alude al caso referido contarlo, para denunciarlo, por Jung a Freud, una de para reclamar, para testifilas primeras pruebas del car en su nombre. límite que la psicosis planteara al método analítico. DesEn cada una de estas acciones se pone en juego la pués de la primera sesión Jung se muestra entusiasmado dimensión de la verdad y, en función de la consideración por la inteligencia del paciente y el trabajo realizado. En un de la condición de víctima que se tenga en el discurso que segundo momento confiesa su perturbación, las sesiones recibe o admite la confesión de los hechos, se contemplará pueden llegar a durar horas. En un tercer momento cae en su credibilidad. la cuenta de que el paciente le interpreta a él. En el caso de los procesos judiciales que afectan a menoLa lectura de Laurent es muy precisa: “El sueño de res, habitualmente, son otros, mayores, quienes se hacen explorar la verdad de la palabra del niño era poder probar portavoces de los niños, víctimas de abandono, abusos o que es posible una traducción, una reincorporación del maltrato. Sin embargo, a partir de una cierta edad, se con- goce producido por el traumatismo que habían sufrido fiará fundamentalmente en la palabra esos desgraciados niños”1. Así, el de ellos para dilucidar la veracidad de niño se torna dos veces víctima: una, la denuncia. de aquellos que le tomaron como En este sentido es esclarecedor el objeto sexual; otra, en la tentativa comentario de Eric Laurent acerca de perversa del Estado de extraer el los procesos por pedofilia y prostitución objeto (en este caso en la forma de la infantil que tuvieron lugar en Outreau verdad) de las víctimas del trauma y Angers durante el año 2005. En esos en nombre de la razón. Frente al casos, explica Laurent, las razones de sin sentido de los fenómenos de la exclusión o miseria no alcanzaban psicosis a cielo abierto, que son muy para explicar lo sucedido y, por tanto, diferentes a los de la pedofilia perse penetraba en una zona complicada, versa, se confrontaba a los niños a la en la que se sabe y no se sabe. misión imposible de decir la verdad Se intentaba ubicar ese horror sobre lo real. haciendo de los niños “un vector de Concluye Laurent diciendo: “hay INTERVENCIÓN la verdad”. En la medida en que todo cosas que se pueden saber, pero la REALIZADA EN LA había girado en torno a la noción de verdad es otra cosa...”. credibilidad (la cual implica no sólo Siguiendo a Lacan, cada discurso TERCERA REUNIÓN su aspecto jurídico), fueron convocaconstituye un modo de tratamiento PREPARATORIA A PIPOL: dos “expertos” (médicos y psicólogos), de lo real a través de lo simbóVÍCTIMA! EL DÍA 21 encargados de recoger las informaciolico. En síntesis, cada discurso, DE ABRIL DE 2015 EN LA nes necesarias para saber la verdad. al incluir, por estructura, lo real Una correcta orientación clínica como lo imposible de decir, ofrece SEDE DE MADRID

Lo real y la verdad

DE LA ELP

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una interpretación de lo real. Y, como en cada uno de los cuatro discursos, el lugar de la verdad está ocupado por un elemento diferente, la verdad cobra un valor distinto en función del lugar que ocupen los demás elementos de la estructura. Un aspecto revelado por el discurso analítico, y que Jacques-Alain Miller ha definido como el “valor posicional de la verdad”. Cada discurso trata lo real de la víctima de acuerdo con la lógica interna que proporciona su interpretación de esta

En el discurso hipermoderno de la civilización, la verdad ha perdido su anterior prestigio condición. El discurso del amo se ocupará de la verdad según la cual el ordenamiento jurídico dirime responsabilidades y se encarga de ofrecer los medios democráticos de atención a las víctimas y reparación de los daños. El discurso universitario intentará establecer un saber sobre lo universal, lo que puede haber de común a tal condición humana, como lo muestra la nueva “ciencia” llamada Victimología. El discurso histérico se centrará en el reclamo por la verdad y en la denuncia de la injusticia que puede favorecer la formación de organizaciones y asociaciones en donde algunas personas oficiarán de portavoces de aquellos cuya voz les ha sido arrebatada. Por su parte, el discurso analítico enseña que lo verdadero “va a la deriva cuando se trata de lo real”. Ante la irrupción brutal y traumática de lo real se interrumpe la continuidad de la palabra. Sumiendo al ser hablante en el silencio, la enunciación subjetiva queda en suspenso y la verdad queda sin valor, por estar desgajada, desalojada del discurso. ¿Cómo crear las condiciones para que alguien pueda volver a tomar la palabra y hacer oír su voz? Es una pregunta cuya respuesta exige la consideración de uno por uno, acorde con los principios analíticos. Lo real y la verdad no pueden superponerse, siendo la verdad mediatizada por el saber, no es más que un efecto de su articulación. Lo que convierte a la verdad en un semblante de lo real, una ficción, una envoltura. Ello no disminuye su importancia, al contrario, pero aceptar su carácter limitado supone no sacarla de quicio, admitir que no puede decirse toda la verdad. Y en ello radica lo específico de la consideración de la verdad en el psicoanálisis, en su dimensión siempre singular, en constituir la única vía para atrapar algo de lo real de cada uno.

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En relación al autismo En cambio, en el discurso hipermoderno de la civilización2, la verdad ha perdido su anterior prestigio. En su lugar se ha impuesto el valor de las cifras. En boca de la autoridad de expertos, y manipulada por los medios, la prueba “científica” de los números puede adquirir un poder letal sobre la subjetividad desamparada. A la que Lacan se refirió, debido a la irrealización del mundo y del prójimo que ocasiona dicho discurso, como una “víctima conmovedora (...) en ruptura con la sentencia que condena al hombre moderno a la más formidable galera...”3. Es el caso de algunas asociaciones de padres de autistas quienes, como portavoces de los seres más privados, los más silenciosos, han pasado a ocupar un lugar destacado en el espacio público como víctimas del abandono, de la desatención, de la falta de medios. La segunda parte del excelente libro de Eric Laurent La batalla del autismo está dedicado a la desarticulación del “procedimiento explosivo” con el que se intentaban silenciar otras voces4 en pos del omnicognitivismo. Y que Laurent no duda en catalogar como “disfuncionamiento democrático”: “Una campaña mediática, orquestada por profesionales que se han hecho portavoces de algunas asociaciones de padres (...) cuya finalidad es promover terapias conductuales como única solución adaptada al autismo”5. Paso a paso es examinada esta “tentativa de intimidación mediática” que mediante una argumentación pretendidamente irrefutable y elaborada en una neolengua burocrática, perseguía el aislamiento de la orientación psicoanalítica y de la psiquiatría relacional en favor de las eufemísticamente llamadas “recomendaciones” que desacreditan el abordaje clínico en beneficio del método ABA. “El psicoanálisis es una disciplina crítica que ayuda a mantener viva la distancia ética necesaria respecto de los anhelos de erradicación a toda costa de los síntomas que nos molestan, o de conformidad frente a ellos. Nos ayudará a despertar de las pesadillas autoritarias que surgen como falsas soluciones y falsas ventanas, ante las dificultades crecientes de las democracias sanitarias para gestionar contextos multifactoriales en los que la ciencia sólo puede indicar vías de solución posible, sin disponer de LA solución del problema al que se enfrenta. Las tentaciones autoritarias se reactivan precisamente en las zonas donde el modelo “problema-solución”, promovido como la panacea, alcanza sus límites. El campo del autismo es una de ellas...”6. Siguiendo a Jean Claude Milner el par problemasolución, acentúa su carácter objetivo, es opuesto al de cuestión-respuesta, cuyo alcance es subjetivo. Por lo tanto, es propio de la cuestión permanecer abierta y el de las distintas respuestas no atentar contra esta condición7. Por eso,


a partir de la “solución final” al “problema judío” deben despertarse todas las alertas cuando las cosas se dirimen en estos términos. Lo cual suele ser frecuente cuando la “democracia social” ha sustituido a la democracia como sistema político. En este caso, la mayoría vale por el todo, la decisión de la mayoría pasa a ser la decisión de todos. Los menos numerosos deben renunciar a sus propias convicciones para adherirse a la mayoría. El análisis de la gestión del alma del hombre moderno por parte de los economistas que aporta Frank Schirrmacher es esclarecedor para entender el modo en que se gestan las mayorías en la era del capitalismo de la información. Este autor demuestra que gracias a la democratización del uso de Internet se ha impuesto un modelo que tuvo su origen durante la Guerra Fría. Se trata de una nueva “ciencia” basada en la rational choice theory, la teoría de la elección racional, conocida como teoría de juegos. Según este modelo el ser humano actúa siempre por móviles egoístas, se diseña una acción suponiendo que el contrincante, como el propio jugador, intentará sacar siempre el máximo beneficio, y que para obtenerlo no se privará de hacer uso de la falsedad. Lo único que puede establecer un límite es el miedo, el cual oficia de presión para una actuación “razonable”. Que recibirá entonces su recompensa. Según este modelo del ego, concebido como una ley natural, toda la complejidad del comportamiento humano puede traducirse al lenguaje de las matemáticas: las máquinas no entienden de psicología pero saben calcular muy bien cómo se maximiza el beneficio. La gestación del llamado por este autor “Número 2”, el nuevo ser humano surgido del cálculo de algoritmos, induce un estado mental similar al trance en el que la verdad ha sido sustituida por el mercado de las preferencias. Así, las decisiones no son gestadas en el interior de cada uno sino desde fuera, en la medida en que se está obligado a captar las señales de otros y a adaptar su comportamiento a las circunstancias8. Las campañas mediáticas digitadas de acuerdo con este modelo, están destinadas a eliminar las contradicciones con el acuerdo de la mayoría. En lo relativo a la campaña del autismo, “aunque el epicentro se sitúa en Francia hay que pensarlo a nivel global”9. No es de extrañar que la reacción de psiquiatras, psicoanalistas, asociaciones de padres ante el comunicado de la HAS (Alta Autoridad de la Salud) para el Segundo Plan Autismo haya supuesto un cambio táctico inmediato,

una moderación insólita de su lenguaje hostil. Pero, como empezamos a ver en el diseño del “Tercer Plan Autismo” ya en marcha, de ninguna manera ha significado una admisión de los argumentos críticos al método ABA. Aunque los más importantes provienen de los propios autistas que han comenzado a hacer oír su voz. Entre quienes destaca Michelle Dawson, investigadora canadiense, autora del texto La mala conducta de los conductistas. Retos éticos para la industria autismo-ABA10. La creación, por parte de Jean-Claude Maleval, de una web titulada Escuchen a los autistas11 se suma a las iniciativas de asociaciones de padres y profesionales del campo “psy” que reclaman un enfoque plural. Ofreciendo un lugar donde sus voces son tenidas en cuenta con el propósito de ofrecerles el acompañamiento que conviene a su sufrimiento.

Clínica de la víctima La clínica psicoanalítica de orientación lacaniana se distingue por considerar el síntoma como un modo singular de tratamiento de lo real mediante lo simbólico. Ello supone valorar en su estructura cuáles son los medios de la defensa, si se verifica la existencia del significante fálico para nombrar el goce o, por el contrario, se demuestra su ausencia, pudiendo afectar el más íntimo sentimiento de la vida. La categoría de psicosis ordinaria cuya puesta a punto debemos a Jacques-Alain Miller vino a resolver diversos enigmas de la clínica psicoanalítica ya planteados desde tiempos de Freud como lo demuestra su famoso caso El hombre de los lobos. La operación analítica deberá tener en cuenta si la vía de la interpretación por el sentido, la búsqueda de la verdad inconsciente y reprimida, cifrada en el síntoma, es posible. O si, por el contrario, debido a la forclusión, la palabra debe ofrecer una vía alternativa, de nominación de lo real errático e invasivo. Es preciso considerar si en la ficción del Otro que presenta el ser hablante se trata de repetición o de reminiscencia, es decir, si dicha ficción responde a la lógica temporal del inconsciente transferencial o si, por el contrario, es una mera expresión del inconsciente real12. El relato de la vivencia de humillación padecida, o del atropello que ha hurtado la voz que el sujeto intenta recuperar en el análisis supone pues, una distinción muy precisa de su lugar en la estructura. La clínica psicoanalítica

¿Cómo crear las condiciones para que alguien pueda volver a tomar la palabra y hacer oír su voz?

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no admite la simpleza del par víctima-verdugo. Si el maltrato infligido al ser hablante que le ha impuesto una condición de objeto puede vincularse al fantasma, el análisis, definido por Lacan como una operación verdad -en sentido lógico- hace posible su lenta construcción (no su interpretación) en el discurso, hasta llegar a la extracción del axioma, matriz de la realidad. En su texto Pegan a un niño Freud dejaba constancia de que la segunda etapa de construcción del fantasma jamás puede ser recordada. El goce no puede ser dicho en primera persona. Por eso Lacan modifica la fórmula del cogito cartesiano, “pienso, luego existo” y la convierte en “pienso, luego se goza”. Indica que el sujeto no es causa de sí mismo sino del significante y que el análisis puede ayudarle a “hacer algo con eso”, una vez reconocida su imborrable insistencia, su marca indeleble en el cuerpo, en su existencia. Sin embargo, no todo lo real puede pasar a una traducción simbólica, pudiendo quedar fragmentos fuera del sentido fantasmático que podrán ser incluidos en la estructura del sinthome. Pero en los casos en que la “operación verdad”, la operación del inconsciente no es posible al principio, el tratamiento de lo real supone acceder al “postulado de injusticia fundamental” padecido por el sujeto. A partir del cual un nombre de su lugar de objeto, sin recurso al Otro, introduzca una sanción simbólica del desamparo original. Permitiendo inaugurar así una semblantización de lo real13, una dialectización en el interior del discurso analítico que haga posible una rectificación de la posición de pasividad en que ha quedado encallado el sujeto, anegado por el goce mortífero. En este punto es fundamental la última concepción lacaniana del padre como “la función que se refiere a lo real y no es forzosamente la verdad de lo real. Eso no impide que lo real del padre sea absolutamente fundamental en el análisis. El modo de existencia del padre se vincula a lo real. Es el único caso en que lo real es más fuerte que lo verdadero”14. La función de padre concebida como un utensilio, como un elemento lógico del cual servirse está en la base de la multiplicación de los nombres del padre que postuló Lacan en su última enseñanza hasta llegar a convertir al síntoma en uno de ellos. Por esta razón, incluso en los casos de autismo en los que, por estructura, no se construye una versión del Otro en forma de atentado, la operación del análisis consiste en ofrecer la vía del síntoma, del tratamiento del traumatismo del lenguaje sobre el cuerpo que el sujeto ha iniciado a solas, y en silencio. El sujeto es equivalente a una cadena significante. Se trata de saber desde dónde es posible articularla cuando impera el silencio de lo real o cuando la letanía del goce mortificante condiciona una inercia en el discurso. Encon-

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tramos esta preocupación en la indagación en El yo y el ello, cuando Freud intentaba encontrar las raíces del enigmático sentimiento inconsciente de culpabilidad. Que puede arrebatar la enunciación personal, dejando al sujeto sin voz, sin un decir propio, muerto de la vergüenza. La ética del psicoanálisis no puede incluirse en un algoritmo de la teoría de juegos, supone dar lugar a lo incalculable de la posición subjetiva. Su lugar en este mundo es concederle la oportunidad al ser hablante de hacer oír su voz acallada y, desde allí, hacerse una conducta en la vida una vez recuperado su nombre propio.

Referencias bibliográficas 1 Laurent, E., Les nouvelles inscriptions de la souffrance de l’enfent, Le petite Girafe nº 24, p. 91. 2 Miller, J.-A., Una fantasía. www.congresoamp.es 3 Lacan, J., La agresividad en psicoanálisis. En Obras Escogidas RBA, Barcelona, 2006, p. 116. 4 Documental dirigido por Iván Ruiz. 5 Laurent, E., La batalla del autismo, Grama, Buenos Aires, 2013, p. 139. 6 Ibíd., p. 215. 7 J.C. Milner hace una distinción para explicar el modo en que fue tratado el Judenproblem, el problema judío. Más habitualmente conocido como Judenfrage, la cuestión judía. Esta podía orientar hacia una solución o una respuesta. Endlösung, la solución final, es el nombre con que se conoce el exterminio de los judíos europeos. Deja escapar algo fundamental: en el lenguaje de las cancillerías que utilizaba el partido nazi no había nombres propios o apropiados, se trataba de una solución definitiva. J.C. Milner Las inclinaciones criminales de la Europa democrática, Manantial, Buenos Aires, 2007, p. 12-13. 8 Schirrmacher, F., Las trampas del juego capitalista, Ariel, Barcelona, 2014. 9 Laurent, E., op.cit., p. 139. 10 Laurent, E., op.cit., p. 186. 11 Ecoutez les autistes.com. 12 Miller, J.-A., Curso de la Orientación lacaniana 2006/7. Inédito. Clase del 9/11/2006. 13 Según la expresión de Jacques-Alain Miller. 14 Lacan, J., Conférences en EEUU, Scilicet 6/7, p. 45 (traducción de la autora). LA AUTORA Vilma Coccoz. A.M.E. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP. Email: vilmacoccoz@gmail.com


UN NIÑO ESCAPA DE SER VÍCTIMA TEXTOS: ANA LÍA GANA / IMÁGENES: LOUISE BOURGEOIS

Intervención realizada en las Noches de la Escuela y BOL-Madrid: Hacia Pipol VII : Victima! ¿Cómo escapar? el 17 de Febrero de 2015 en la sede de Madrid de la ELP

Vivimos en una época donde se han conseguido importantísimos logros en relación a la infancia gracias a la Convención por los Derechos del Niño. Esta inscribe al niño como un sujeto de pleno derecho y los gobiernos están obligados a cumplir con esta convención. Ello no evita que en situaciones particulares el niño sea tratado como objeto. Ya Freud en el Malestar en la Cultura nos dice: “El hombre intenta satisfacer su necesidad de agresión a expensas de su prójimo, de explotar su trabajo sin compensación, de utilizarlo sexualmente sin su consentimiento, de apropiarse de sus bienes, de humillarlo, de infligirle sufrimientos, de martirizarlo y de matarlo”, es una definición de hombre que integra la pulsión de muerte, como bien dice Jacques-Alain Miller. Desde esta perspectiva una víctima es la que se encuentra capturada por el deseo de otro del cual ella es objeto no sin consecuencias para el sujeto. En la Poética, Aristóteles nos dice que sin acción no puede haber tragedia, de esta manera liga la tragedia a la acción. Parodiando a Aristóteles diré que sin acción no puede haber adolescencia. Por lo tanto el adolescente es un ser trágico en la medida que pone en acto aquello

Araña, Louise Bourgeois

que ignora sobre su propia existencia, allí está servido el encuentro contingente con la sexualidad. Es por ello que será fundamental que, en esta metamorfosis de la vida, los adultos que lo rodean, sean estos padres, profesores, instituciones o el analista, puedan investir la función del Otro.

Es en el tiempo de la pubertad y adolescencia donde se decide la elección sexual por algún acontecimiento que sobreviene al sujeto

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La analista es requerida para escuchar a un niño que fue víctima de un abuso sexual por parte de un adolescente. Los hechos acontecieron en el Centro donde el niño vive. La institución que lo acoge, no lo hace de la buena manera, abandona al niño, no lo protege, aparece como un testigo ciego, silencioso, es más, tapa, oculta, minimiza lo acontecido. Es otra institución la que es requerida, la institución de justicia, para sancionar el acto del cual fue víctima, para reparar el daño sufrido, para otorgarle el derecho al respeto.

Una víctima es la que se encuentra capturada por el deseo de otro del cual ella es objeto no sin consecuencias para el sujeto Es el deber del Otro actual devolverle la dignidad de sujeto y en este sentido el psicoanálisis ha aportado esta consideración con respecto al niño. Precisamente a la problemática del goce se refiere Jacques Lacan en su breve comentario sobre la obra de Robert Musil que lleva por título Las tribulaciones del estudiante Törless, se alarma ante la posición de los profesores, que dan la espalda, que no quieren saber nada acerca de la captura de los chicos en los fantasmas de sus camaradas. Hay un antes y un después a consecuencia del acontecimiento vivido, padecido por este niño. Siendo un niño alegre al que le gusta cantar y bailar, se encuentra triste, no quiere comer, vomita, dice sentir asco, se encierra en su habitación, padece insomnio, no quiere regresar al Centro en el que vive durante la semana. La madre comienza a sospechar que algo pasó, que este niño no quiere decir, que el Centro oculta la verdad, y que aquello que se llamó un juego entre niños, es de otro orden. Se precipitan los acontecimientos, la madre vuelve al Centro a averiguar sobre lo ocurrido y habla con su hijo. La tragedia ha acontecido, es el Juez el que es requerido para sancionar ese acto, castigar al culpable y reparar a la víctima. Alejandro, es un jovencito de 11 años de edad, se presenta a mi consulta acompañado de su madre y en ningún momento quiere separarse de ella. Tiene un físico menudo, presenta un aspecto aniñado, lo que se ve agudizado por la forma de vestir, la de un niño más pequeño, lleva pantalo-

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nes cortos. Presenta cierta fragilidad y un aire femenino. Siente vergüenza y no quiere hablar. Nacido en el seno de una familia monoparental, es internado en un Centro que recibe a niños sin hogar, de condición humilde, es decir, que alberga a los más desfavorecidos, en la concepción de una institución religiosa. Pasa los fines de semana con su madre, regresando al Centro el domingo por la noche.

De cómo se sucedieron los acontecimientos Era la noche de la víspera del Día del Padre, antes de regresar al Centro, Alejandro llamó por teléfono para felicitar a su padre, pero este no le respondió. Esa noche, ya en el Centro, se reunió en su dormitorio con dos amigas, incluyéndose en el grupo como una más, como veremos. En un momento dado ellas se pusieron a conversar por whatsapp con José, un joven de 16 años, Alejandro no tiene whatsapp y, queriendo incluirse en la conversación, lo llamó por teléfono y éste, al rato, se presentó en la habitación de Alejandro, donde se encontraban las niñas y él. Decidieron jugar a las tinieblas. Sabemos la carga erótica que tiene este juego, que se practica en estas y otras edades. En estas circunstancias se precipita el acontecimiento del abuso sexual. El asco se apoderó de Alejandro que salió corriendo de la habitación en busca de la cuidadora que no se encontraba en su puesto. Siguió corriendo hasta encontrarla y ésta le dijo que era solo un juego. Este acto, y la vivencia del mismo, es un acontecimiento que producirá reacciones y consecuencias en Alejandro, ya que es en el tiempo de la pubertad y adolescencia donde se decide la elección sexual por algún acontecimiento que sobreviene al sujeto, y que de ser contingente es factible de transformarse en algo necesario. Por lo tanto este acontecimiento no es sin consecuencias para este niño. Hay un antes y un después. Alejandro, no quiere en un principio hablar del tema. Las interpretaciones de los adultos, tanto del Centro como de la psiquiatra que lo atiende consideran el hecho como un juego, más tarde otra profesional interpreta este hecho como un posible abuso. Más allá del sentido que le dan los adultos, sabemos que Alejandro está conmovido por esta vivencia temprana de seducción en la que sufre pasivamente. Esto deja una marca, la del deseo del cual él es objeto y esto lo perturba de tal manera, que el niño cambió su semblante en los días posteriores, presentando así un aspecto triste, no comía y no podía conciliar el sueño. El fin de semana siguiente regresó con su madre, manifestando la misma actitud. Ser sometido como “la única”, “la elegida”, deja claro la feminización sufrida en acto que cristaliza ese tiempo


instalación Toxique, Guillaume Thomas con Araña, Louise Bourgeois

de la infancia temprana donde el niño se somete al padre por amor. Este llamar por teléfono al otro que insiste y se desplaza del padre a José, errando el destinatario, buscando una respuesta del otro, un signo de amor, allí donde él se presenta como “una más”, siendo “la elegida” no para el amor sino para el goce del otro, es más bien algo del lado del estrago que en este encuentro se produjo. Ello dejará una marca de goce como acontecimiento del cuerpo que viene a sellar una nominación dada en el Centro, “mariquita”. Pero esto viene de lejos, es la madre la que deseaba una niña. Él dirá que quería estar con José, pero de otra manera; ya se conocían y habían comido juntos, aunque José estaba en otro pabellón, separado de los menores. Si Alejandro reclama respeto, reclama entonces ser tratado como sujeto, un sujeto de pleno derecho. Ser respetado por el otro quiere decir, que se mantengan las distancias para que se instaure ese espacio necesario para la construcción del respeto. Ese espacio hay que instaurarlo, para recobrar la dignidad de este niño. A Alejandro le falló el padre que lo desatendió cuando era un niño, le falló José con el que quería estar pero de otra manera y le falló la institución que lo acogió pero no lo amparó, colaborando a su desamparo. El acontecimiento vivido aparece como respuesta al declive del padre que da paso a la lógica de red y a una victimización horizontal.

Este niño reclama el respeto una y otra vez, en tanto está en posición de objeto del goce del Otro, desconociendo tanto la parte que le toca, y su responsabilidad ante su posición de objeto. Alejandro hace un dibujo en el que aparecen una niña y un niño, la diferencia se hace presente y debajo del dibujo escribe la frase: “el país del nunca jamás”. Viene a dar cuenta de la no relación sexual, en su lugar, en el lugar de opacidad de la no relación, aparece el rechazo, el encuentro como acontecimiento del cuerpo de niña violada por un niño. Acto seguido dirá, que la realidad está hecha de violencia y violaciones. Sueña con ser famoso para que lo respeten, ello nos habla de su posición: se exhibe, es el centro y llama la atención. Él no está solo, tiene su tribuna privada, es el centro de la escena, se hace el centro, es la primera figura a la que hay que defender, son las chicas las que corren a su auxilio cuando José lo coge de los brazos. Las niñas gritan, él grita, ningún adulto viene a su auxilio, la fiesta está servida y él es el plato principal. La voz, viene como imperativo de goce, se somete a ella y luego siente asco, como última defensa cuando el cuerpo ha sido mancillado. Cuando no hay defensa posible, cuando se han traspasado todas las barreras, la del pudor, la de la vergüenza. Solo el asco es la manifestación de un rechazo. Sabemos que el pasaje al acto toma su lugar en la enseñanza de Lacan, a partir de las coordenadas de la Ética del

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Este actuar al que llamamos acting-out es fundamentalmente un mensaje. En él hay un sujeto, una escena y la mirada del Otro Psicoanálisis. Es lo que Jacques-Alain Miller ha ordenado en el tercer paradigma del goce, “El goce imposible”. El goce aquí, es real y para alcanzarlo, el sujeto no solo ha de atravesar la barrera simbólica, la que encarna la ley, y la barrera imaginaria, la de lo bello, sino que también ha de atravesar la barrera del real donde se encuentra Das Ding. El paradigma “El goce como imposible”, demuestra que deseo y fantasma no consiguen suturar lo que es, fundamentalmente, disarmónico entre el goce y el sujeto. La Cosa, Das Ding, solo puede alcanzarse a partir de la enorme transgresión que es el pasaje al acto. Pasado el juicio, contra la institución y contra José, se consigue que este otro niño compense económicamente a Alejandro, pero tendrá que ir a un segundo juicio en contra de la institución. Después de unos meses, la madre de Alejandro llama por teléfono mostrándose desesperada. No sabe qué hacer con Alejandro, se escapa de forma continuada de la institución, y se va con sus amigas a pasear por los centros comerciales.La cito junto con Alejandro, posibilitando que el joven hable. Se muestra muy enfadado, hace reproches a la madre, de lo que no le dio, de las cosas que la madre hizo sin pensar en él, del abandono del padre. Es víctima de la falta de cuidados y del desamor del otro materno. Dice que no quiere ir al instituto ni al colegio, que los niños se burlan de él, y que José anda por ahí, como si nada. Luego de algunas sesiones con ambos, Alejandro expresa su deseo de ir a vivir con la madre y allí nuevamente el desamor se hace patente, ella dirá que no puede. Esto hace que yo tenga algunas sesiones con la madre, en la que la imposibilidad va dando lugar a la posibilidad de que Alejandro vaya a vivir a casa de su madre. La sesión siguiente viene con Alejandro, y organizan cómo van a vivir, piensa en su habitación donde va a dormir, dice que la quiere arreglar. Le pide a su madre que le compre una lámpara para poder leer y estudiar y que lo cambie de colegio.

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A lo que Alejandro nos confronta es allí donde la actuación prevalece sobre el síntoma, es por ello que hay que situar las coordenadas estructurales que permitan dar cuenta de por qué un sujeto, más que hacer un síntoma, actúa. Este actuar al que llamamos acting-out es fundamentalmente un mensaje. En él hay un sujeto, una escena y la mirada del Otro. Es, entonces, algo que se muestra, que un sujeto muestra al Otro. Desde la estructura, el acting toma sus coordenadas de algo accidental. En realidad, la mostración del acting out señala más bien que el sujeto vuelve al instante de ver, es decir a un tiempo de exposición que precede la comprensión al cual remite el acting out. Dicho de una manera más trivial, el acting out significaría “hay que retomar el problema desde su inicio”, una manera de apuntar también, como lo veremos, que hubo un error en el modo de querer resolver la situación anterior. Así las fugas del Centro, son la manera que el sujeto encuentra de dirigirse al Otro, en el que le dice, esta vez a su madre, rectifiquemos, he padecido esto, ha sido sancionado, pero esto no basta, quiero salir de mi angustia, no quiero ser el objeto de burla del otro, el objeto de goce del otro, quiero retornar a mi vida anterior. La rabia, el enfado se hacen presentes. En este sentido el acting out es una manera de resolver la angustia, es una reacción para solicitar el registro de lo imaginario e invertir la libido sobre objetos de alguna manera ya sublimados o que pueden estarlo. Esta rectificación a la que llama el acting out, en este caso, nos muestra la posición ética del sujeto. Él dice, no quiero estar en la institución, sácame de aquí, acógeme, no quiero ser el objeto de goce del Otro, léase, la institución y el lazo degradado que él encuentra ahí. Es el intento de este niño de no quedar fijado como víctima y de ser reconocido como sujeto.

Referencias bibliográficas Lacan, J., Seminario VI, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014, cap. 5. Miller, J.-A. “Los seis paradigmas del goce”, El lenguaje aparato del goce. Colección Diva, Buenos Aires, 2000. Coccoz, V. “La clínica de las adolescencias: entradas y salidas del túnel”. Nucep. Pipol News. LA AUTORA Ana Lía Gana. A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Email: ganacoanli@gmail.com


VÍCTIMA LA TENTACIÓN DEL SACRIFICIO

TEXTOS: BEATRIZ GARCÍA / IMÁGENES: CLIP EDU / CARAVAGGIO / BRUNO CANEDA

Texto presentado el 17 de marzo de 2015 en el espacio Las Noches de la Escuela de la Sede de Madrid de la ELP en el marco de PIPOL 7 “¡Víctima! ¿Cómo escapar?” La victimización, que defino como la proliferación del número de personas que se sitúan bajo este significante así como la colectivización de las víctimas bajo rasgos de identificación comunes, es un fenómeno de la modernidad. A diferencia de lo que ocurría en las sociedades premodernas donde todo estaba más pautado, el hombre contemporáneo vive en un mundo incierto, donde no sabe lo que le espera ni puede hacer demasiados cálculos sobre su futuro. Como numerosos autores han puesto de relieve, la modernidad celebró la liberación del yugo de la tradición y la autoridad, la conquista de la mayoría de edad del ser humano. Esta alegría de la libertad, sin embargo, fue revelando progresivamente su cara de desconcierto. El poder en el mundo jerarquizado ciertamente sometía pero garantizaba un orden en el que inscribirse. No todo estaba a cargo del propio sujeto. En los sistemas democráticos cada sujeto está libre de cualquier sujeción a la jerarquía, de cualquier obligación por nacimiento, y es por tanto libre de hacer su propio camino. Paradojalmente, esta libertad puede resultar un tormento. No todo el mundo está preparado para asu-

mirla. La salida del mundo de la seguridad de la tradición ha puesto de manifiesto la proliferación de subjetividades frágiles que no pueden sobrevivir sin un modelo. Por otra parte, desde el psicoanálisis cabe preguntarse si esta libertad supuesta, donde cada uno sería su propio responsable, es posible de ejercer a partir del descubri-

Saber que de lo que uno es realmente víctima es de su propio goce

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miento freudiano del inconsciente, que nos muestra que, finalmente, en la existencia humana, uno sigue un guión escrito del que desconoce la mayor parte. Entonces, el psicoanálisis aparecería como el correlato necesario de la libertad moderna, una vez rota la ilusión cartesiana de la plena conciencia de uno mismo como guía. No es este, sin embargo, el derrotero que toman nuestras sociedades comandadas por la ciencia, el nuevo principio de autoridad, y plagadas de almas bellas ino-

El goce privado del que el sujeto no quiere saber nada lo sacrifica a sus dioses oscuros centes que denuncian el desorden que sufren. En su libro La tentación de la inocencia Pascal Bruckner comenta que, al menos antes, cuando uno se sentía desgraciado, podía culpar al oscurantismo de la Iglesia, la presión de la sociedad o a la arbitrariedad de las instituciones no democráticas. Pero hoy en día, ¿a quién culpar de mis desgracias? Curiosamente, cuanto más libre se presenta el sujeto moderno, cuanto más reivindica depender exclusivamente de sí mismo, más propenso estará, para liberarse de la duda y de la angustia inherentes a la libertad, a invocar la culpabilidad de un Otro responsable. Ayer los sujetos denunciaban las intromisiones intolerables de la sociedad en sus vidas y hoy acusan a la sociedad de abandonarlos a su suerte por autorizarlos a ser ellos mismos. La tristeza por no haber gozado de todo lo que anhelaban, la sensación de haber sido estafados, timados, decepcionados en lo más profundo. La vida del hombre libre tiene estructura de promesa, y cada uno de nosotros está sujeto a pensar que se merecía algo mejor y que debería recibir una compensación. “Reparación” es uno de los significantes amos de nuestra época. Cada uno gusta de considerarse un perseguido, una víctima. La libertad es un regalo envenenado que tiene una contrapartida terrible: a partir de ahora le corresponde a cada cual la tarea de construirse y de encontrarle un sentido a su existencia. Se trata de una responsabilidad que podemos calificar de ilimitada. Ser uno mismo es enormemente agotador. El individualismo desplaza el centro de gravedad de la sociedad hacia el individuo, de modo que si algo falla, yo soy mi propio obstáculo. Más allá de denunciar la mentira de la libertad individual en una sociedad donde el poder más que desaparecer

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se ha camuflado hábilmente tras la libertad de mercado, quiero centrarme, no en esto, que daría para otra exposición distinta, sino en cómo, en lugar de un movimiento hacia la asunción de la propia responsabilidad, en nuestras subjetividades contemporáneas lo que vemos es un movimiento doble, hacia la infantilización y hacia la victimización. La infancia es hoy objeto de adoración. Pero no se trata, como puede parecer, de que hoy se ame más a los niños. Lo que se ama es la despreocupación que caracteriza a la infancia. El niño no tiene que escoger ni responsabilizarse de sus elecciones. No es que los niños tengan más derechos, más bien hay una especie de reivindicación de cada cual del derecho a ser niños eternos, libres del cansancio de ser adultos responsables, capaces aún de creer en un Otro que garantiza una vida feliz y sin dolor, muerte, enfermedad o maldad. Aludiendo a un conocido slogan publicitario, diría que somos de la generación del “te lo mereces, y lo sabes”. La sociedad de consumo presenta a cada sujeto como sujeto de un derecho previo a haber hecho nada por merecerlo. Acicateado por el discurso de los derechos, cada cual puede reclamar su porción. La “victimología” se extiende como una plaga, como un modo de intentar dar sentido a lo que no lo tiene. Si existen los derechos y yo me veo privado, puedo reclamar el estatuto de víctima. Incluso el psicoanálisis freudiano entró en la cultura de masas entregando a cada cual un plantel de disculpas y pretextos para la propia conducta o frente a la imposibilidad de encontrar la felicidad: mi infancia desgraciada, mi madre mala, etc. Freud en su artículo Los de excepción habla del carácter de aquellas personas que a raíz de alguna enfermedad o desgracia padecida en la infancia se creen exentos de las obligaciones del común de los mortales. Consideran que ya han sufrido lo suficiente y la vida les debe una compensación. En realidad, dice Freud, en cada uno de nosotros encontramos una idea de desgracia, de haber sufrido un atentado en nuestra infancia, debido al hecho inevitable de haber sufrido afrentas a nuestro narcisismo. El daño ocurrido en la infancia se relaciona entonces con la caída del ideal, de esa supuesta perfección imaginaria a la que algo vino a poner fin. A ese algo, en psicoanálisis le llamamos “castración”. Lacan habla de la castración que introduce el lenguaje cuando golpea el cuerpo. El tener que pasar necesariamente por el lenguaje del Otro para humanizarnos produce dos operaciones: primero, una pérdida, el hecho de que perdemos la relación con la naturaleza y ya no hay el buen objeto de satisfacción que proporcionaba el instinto. Se pierde para siempre ese goce “total”, previo a la entrada en el lenguaje y se


convierte en un mito. Y simultáneamente, una recuperación: la entrada en el lenguaje deja un resto pulsional que las palabras no alcanzan a decir y queda fuera como algo separado. Es la parte de mí que a partir de entonces se constituye como lo más interesante, lo que voy a buscar en los otros, la causa del deseo. Este objeto perdido tiene que ver con un goce muy propio y a la vez lo vivo como muy ajeno, porque está fuera de todo el sentido con el que me configuro, está fuera del lenguaje y se vive como exceso, como displacentero, y sin embargo produce goce. Esto es clave: es en este exceso traumático que no se puede decir, que encuentro horroroso y ajeno a mí, que me hace sufrir, donde encuentro un goce profundamente mío del que no quiero saber nada. Esta singularidad de cada uno es la que produce el deseo que nos empuja hacia los otros y a la vez lo que imposibilita la felicidad y el entendimiento total con el otro. Esta imposibilidad es nombrada por Lacan como “no hay relación sexual”. Ahora bien, la idea de que esa “felicidad” no está perdida por estructura sino prohibida por el Otro, de que habría una completud posible, de que eso perdido se podría alcanzar: esta es la esencia de la neurosis, donde el sujeto se sostiene en un relato de porqué no logra gozar bien, y generalmente ese relato remite su falta de satisfacción a sus circunstancias familiares. Esto es lo que Freud llamaba el complejo de Edipo (el padre impide gozar de la madre) que Lacan va a poner en forma lógica mostrando cómo se trata de un aparato de simbolizar el agujero (traumatismo) de lo que no puede decirse, por la vía de darle algún tipo de sentido. En la neurosis el sujeto está sostenido por el fantasma, que sería como un guión de vida o unos cristales con los que miramos la realidad, otorgándole siempre un sentido bastante fijo, aunque esto sea a veces difícil de percibir con la conciencia. El fantasma llama siempre a una idea de completud (aunque no sea la del propio sujeto, puede ser un fantasma donde el Otro pueda gozar, el caso es que la posibilidad exista). La neurosis consiste en encontrar preferible creer en un Otro omnipotente que nos esclaviza antes que saber que lo más fundamental de nuestra existencia tiene que ver con una contingencia sin sentido, con un momento inaugural en el que algo del exceso pulsional no pudo ser pasado por el aparato del sentido y quedó “sacrificado” para poder constituirse como ser hablante. Me interesa intro-

ducir aquí la idea de sacrificio, que es la primera acepción del término víctima en el diccionario de la Real Academia Española (persona o animal sacrificado o destinado al sacrificio), porque hay un sacrificio estructural, inherente a la constitución del sujeto como sujeto del lenguaje: la pérdida del goce mítico, total. Pero podríamos decir que hay también un segundo sacrificio en el que también consentimos, pero del que podríamos prescindir en el mejor de los casos: es el sacrificio ligado al intento de reparar la incompletud del Otro para hacer de él el garante de un orden simbólico al que nada escaparía: todo estaría ordenado por el lenguaje, por la razón. Con el sacrificio el sujeto cede la causa de su deseo al Otro (tengo que sufrir/gozar porque el Otro falla) y se entrega a la pasión de la ignorancia: a cultivar su yo, su identidad de víctima que desconoce su goce. Ese goce privado del que el sujeto no quiere saber nada, lo sacrifica a sus dioses oscuros (Lacan, Seminario 11: “El sacrificio significa que, en el objeto de nuestros deseos, intentamos encontrar el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro al que llamo aquí dios oscuro”). La tentación del sacrificio es esta: en lugar de tomar a su cargo ese goce, se dedica a dar consistencia a la idea de Otro completo garante de una seguridad ilusoria. Y el sujeto, eternizado en posición de objeto de goce de ese Otro completo, es el estatuto de la víctima. Identificado en ese lugar encuentra un falso descanso a su angustia, al precio de perder el deseo, quedarse detenido ahí. El psicoanálisis rompe con la idea de excepción que caracteriza a la víctima y con la idea de inocencia que también le es característica. No se trata de desconocer el sufrimiento que implica una situación de violencia, pero nos orientamos mejor si en lugar de compadecer, adoptamos una posición en cierto modo “inhumana”: la de buscar la posición del sujeto frente a su goce. En realidad cada uno de nosotros es una víctima porque no tiene más remedio que alienarse a los significantes del Otro, porque la civilización exige sacrificar algo del ser para entrar en ella y porque necesariamente uno afrontó en su infancia el encuentro con aquello que no tiene representación, es decir, con algo del orden del horror ante lo cual tomó una cierta posición. Ese goce dejó una marca y el sujeto está, a partir de entonces, confrontado a una cierta repetición del encuentro con ese innom-

detalle de Juan Bautista, Caravaggio

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brable. Eso sí, una repetición mediada por la pantalla del fantasma que le permite no saber que es él mismo quien busca esa repetición, cultivar la idea de un otro que gobierna su vida, ofrecerse a sus particulares servidumbres voluntarias, colocarse como víctima de aquello de lo que se queja y desconocer su implicación en ello. Deshacer esto es el trabajo de un análisis, salir de la posición de inocencia y de excepción, saber que de lo que uno es realmente víctima es de su propio goce, que es lo más íntimo y a la vez lo más ajeno a cada uno. Se trata de una experiencia ética que busca la reconciliación de cada uno con eso incurable. Se trata de saberse víctima de una marca de goce sin por eso sentirse víctima de ella, más bien, hacer un mejor uso de esa marca personal, ponerla al servicio de la propia causa. Porque, contrariamente a la creencia del neurótico, sentirse una víctima y sacrificar el propio goce, no sólo no trae tranquilidad y seguridad sino que alimenta más el goce, es el camino del masoquismo, que tiene algo de estructural en el ser humano. Cada cual es libre de continuar sintiéndose una víctima de lo que sea, es una opción, pero desde el psicoanálisis no lo recomendamos porque no sirve para nada ni es una buena posición para librarse del sufrimiento. Esto va a contracorriente de la idea de la víctima que comparte una experiencia común con las otras víctimas de un mismo trauma. Para el psicoanálisis no hay

lo común de la víctima. Lo que para uno es un trauma no tiene por qué serlo para otro, y si lo es, no lo es por las mismas razones. Sostener esto va contra la pretensión pseudocientífica de ser todos iguales y susceptibles de poder ser evaluados, prevenir los daños y garantizar nuestra seguridad, pretensión loca donde las haya, porque el goce, ese resto que queda por fuera de la operación del lenguaje sobre el cuerpo, ni se educa, ni se legisla, ni se previene. Hay que encontrar un saber hacer con ello a ser posible sin demasiado sufrimiento.

Bibliografía Bruckner, P., La tentación de la inocencia, Anagrama, Barcelona, 1996. Freud, S., “Algunos tipos de carácter descubiertos por la labor analítica, Los de excepción”, Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1972. Lacan, J., Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales, Paidós, Buenos Aires, 1987. LA AUTORA Beatriz García. A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Email: beatrizgarcim@hotmail.com

Bruno Caneda

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EL PASE Tr e s / Te s t imonio s

NUDO SINTHOME ACROBACIAS, Santiago Castellanos FEMINIZACIÓN, ENUNCIACIÓN, Anna Aromí. TELÉFONO, Débora Rabinovich

➝ GLORIA IRIS GARCIA, sobre los pasos de Lee Friedlander Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Gertrude Dewar, artista del equilibrio

Acrobacias Textos: Santiago Castellanos Imagen: Gertrude Dewar Testimonio presentado en Jornadas de Burdeos el 29 de noviembre de 2014, cuyo título fue: “Pasiones Deportivas”

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“toque de locura”: una respuesta sintomática a los encuentros con lo real

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Agradezco la invitación a participar en estas Jornadas en Burdeos con el título “Pasiones Deportivas”, además en un lugar como éste, un gimnasio, porque es un lugar que me resulta muy familiar. Pasé muchos años de mi vida dedicado a la vida del deporte. Mi primer síntoma.

Tras finalizar el análisis tengo un sueño. Estoy en la consulta del analista con el que solía controlar. Estoy tumbado en el diván y no puedo hablar, al mismo tiempo que experimento una serie de fenómenos extraños en el cuerpo, fenómenos de fragmentación corporal. Me asusto y vuelvo la cabeza hacia atrás, observando como el analista está haciendo movimientos muy extraños y pienso: “El analista está loco”. Me levanto y salgo corriendo de la consulta. “En la posición del analista hay un toque de locura”, me dirá el analista con quien realizo el control de un caso, a propósito del cual tuve que hablarle de este sueño. Este fragmento de real al que arribo al final del análisis tuvo efectos para mí en la práctica porque me liberó de los semblantes que constreñían el acto analítico, al mismo tiempo que introducía un punto de fuga, de sinsentido y de agujero en el saber. Hablaba de esto en uno de los testimonios en que he participado en la ELP y uno de los colegas que estaba en la sala me interrogó acerca de cómo el “toque de locura”, si era un resto de goce que quedaba al final del análisis, estaba ya en mi historia desde el principio. Sin haberlo pensado demasiado contesté con la siguiente historia. Jugaba en el patio del colegio, a los ocho o nueve años, haciendo el pino, caminaba con las manos. No puedo dar cuenta de por qué aprendí a hacerlo en la infancia. El profesor de gimnasia se acercó y me dijo “Tú, chaval, ¿dónde has aprendido a hacer eso?”. Le contesté que lo había aprendido solo. Así localicé en mi historia el “toque de locura”, una respuesta sintomática a los encuentros con lo real, agujeros en mi existencia, que fueron cernidos a lo largo del análisis. Un análisis permite vislumbrar los encuentros iniciales, contingentes, que fueron determinantes para cada sujeto y que operan como un programa de goce que no deja de escribirse y que es la fuente de la repetición. Mi pasión por el deporte demostró ser muy eficaz para tratar lo real.

2.-Hay que decir que el azar hizo que me encontrara con este profesor del colegio que, al mismo tiempo, era el entrenador de uno de los clubes de gimnasia deportiva más importantes del país, en la ciudad de Madrid. Así empezó mi vida deportiva, me fui a entrenar con él. De eso hace mucho tiempo. Lo que comenzó siendo un juego se convirtió en un deporte de competición, con el horizonte de las Olimpíadas de Moscú de 1980. Podría decir, que el mundo del gimnasio, el deporte, es el primer síntoma, que se prolonga hasta que los largos entrenamientos se hacen incompatibles con los estudios de medicina. La gimnasia deportiva fue en primer lugar una experiencia de satisfacción y de goce del cuerpo. Como dirá Lacan en su conferencia en la Salpetriere: “Pues lo que yo llamo goce es el sentido en que el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Incontestablemente, hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es solo a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de otro modo permanece velada”1. Cuando leí por primera vez esta referencia de Lacan me produjo mucho impacto porque rápidamente me resultó muy familiar. El gimnasio fue el lugar en que el cuerpo y su goce encontraron un tratamiento intensivo a partir de los nueve años. Fue una etapa muy divertida, con viajes, amigos y donde la pulsión se satisfacía con facilidad. Estaba la erótica de la mirada, que el gimnasio facilitaba, en los momentos de la adolescencia en que se trataba de ir al encuentro con el otro sexo. En el entrenamiento y en la competición, la mirada del Otro fascinado por las acrobacias propias del deporte, sostenía la satisfacción de la pulsión escópica (mirar y hacerse ad-mirar por el otro) y al mismo tiempo permitía que el goce del cuerpo encontrara la manera de esculpirse una y otra vez. Es difícil de explicar lo que se experimenta en el cuerpo cuando uno realiza un doble mortal atrás con una pirueta en el medio o los efectos de los largos entrenamientos en los que, a veces, perdía tres kilos de peso. Demasiado goce. El goce de la mirada tomó su consistencia en ese gran anfiteatro del gimnasio, cuya matriz real se encontraba en una escena infantil en que a la edad de tres o cuatro años se producen juegos sexuales infantiles, que se repiten. El cuerpo quedó marcado por un exceso de excitación Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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y la mirada como el objeto privilegiado de la economía libidinal, que localizaba algo de ese exceso, pero no todo. Un goce que no pudo ser simbolizado por su precocidad y la dificultad para darle algún sentido. Los entrenamientos se realizaban durante tres o cuatro horas sin apenas días de descanso, hasta la edad de 19 años. La tensión, sus desplazamientos, la caída, los golpes y el dolor del cuerpo se repetían, ahora puedo decirlo, en la búsqueda de otra escena reprimida. En esa escena, a la edad de siete u ocho años, me encuentro a mi padre caído en el suelo, uno de esos días en que voy a buscarlo al bar. Ese día había bebido demasiado. Una extraña sensación recorre mi cuerpo, un escalofrío, una perturbación que, como un “dolor”, me sacude. Angustiado, quedo aspirado por esa escena. Un agujero en mi existencia, un trozo de real que ahora puedo bordear de otra manera. La enfermedad y la muerte fueron mi pesado partenaire a partir de entonces. Levantarse, y salir de ese lugar, será la respuesta sujetiva y sintomática frente a lo real. Así funcionó el engranaje de la repetición. El entrenador, figura que hacía serie con el padre, repetía una y otra vez: ¡Arriba, arriba! porque en ese deporte uno trata de no caerse. ¡Arriba, arriba! Un S1 que se inscribe al mismo tiempo que es causa de goce. El dolor, una marca de goce que se repite, que itera en un borde alrededor de un agujero y que también fue parte del discurso materno. Los ecos de un decir que repercuten en el cuerpo. Allí estaban ya todos los ingredientes del goce que tomaron otras formas y otras máscaras en otros momentos de mi vida. La medicina: síntoma que anudaba lo real del padre con lo simbólico, que fue declinado en el análisis con la fórmula de padre, padeciente, paciente y que interpretaba mi temprana vocación en la lógica del deseo de curar al padre.

Aproximarme a una respuesta a esta pregunta tomó bastante tiempo. Hay que hacer siempre los recorridos por el discurso simbólico constitutivo del ser hablante, de los significantes amos, los anudamientos sintomáticos y el fantasma, y hacia el final del análisis hacer la experiencia de la inconsistencia y la incompletud, de lo imposible de decir. La elaboración que pude realizar durante el primer análisis, del lado del sentido, consistió en considerar que mi posición subjetiva estaba tejida del fantasma de salvar o curar al Otro. En ese tiempo se produjeron efectos terapéuticos importantes, pude resolver algo de los embrollos de la vida amorosa, encontrarme con el psicoanálisis, formarme, iniciarme en su práctica. Todo eso lleva tiempo, habían pasado ya diez años. Cuando inicio el segundo análisis, la práctica analítica era fuente de angustia. Había que dar una vuelta más. Durante este segundo análisis siempre se perfilaron dos grandes autovías por las que las palabras discurrían y encontraban sus impasses. En la primera estaban los “embrollos” de la vida amorosa que me conducían a hablar de la lógica fantasmática en que se sostenían. La segunda, yo la llamaba la autovía del padre, que me conduciría por el sendero del síntoma hasta alcanzar su real.

el gimnasio fue el lugar en que el cuerpo y su goce encontraron un tratamiento intensivo

3.-No es posible hablar del goce, en el sentido lacaniano del término, sin referirlo al cuerpo, el cuerpo vivo. No hay nada de lo que entra en la esfera del interés del ser hablante donde no se pueda ubicar un goce. Parafraseando a Lacan, nada es sin goce. Hay un goce del cuerpo, de la palabra, del saber, del pensamiento, aunque en última instancia el soporte del goce es el cuerpo. Tal y como nos señala Lacan, en su última enseñanza, el otro del ser es el cuerpo y en este matrimonio del ser y el cuerpo siempre hay algo sintomático. Lo que nos encontramos en la experiencia del análisis es que desde el punto de vista del goce, en el ser humano, siempre hay un error, ya sea por exceso o por defecto y de alguna manera puede sacudir la homeostasis de la vida y del placer y es entonces cuando alguien puede hacer una demanda de análisis. En mi caso la demanda se formuló a partir de la siguiente pregunta: ¿Por qué no podía separarme de una larga relación amorosa que me producía malestar?

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4.- Mi madre me dijo en una ocasión en que le manifesté mi vocación por la medicina: “Tienes algo especial, pero hay algo más que no te puedo decir”. Esta frase de la madre procuró cierta consistencia en la vertiente de la significación fálica y junto al objeto mirada dieron los elementos necesarios para constituir el fantasma. Ser especial y hacerse ad-mirar era la manera en que trataba de encontrar un lugar en el deseo del Otro. En mi caso el deporte fue un síntoma que pudo anudar de manera eficaz la neurosis, pero en la vida amorosa esa lógica fantasmática naufragaba sin saber por qué. Cualquiera sea el ángulo desde el cual se aborde el fantasma instituyente del sujeto es fálico y esto no fue sin consecuencias. El fantasma se interpone entre el sujeto y lo real, aquello donde se constituye para cada uno su ventana a lo real. Su franqueamiento permitirá tener una idea de lo que se trata. Para mí, esto se hizo evidente a partir de un sueño, dos años antes de la finalización del análisis. En el sueño, aparece un “magma” incandescente, como una masa o fuente de energía que se transforma en colores que brillan, lo que me perturba y me produce horror. ¿Qué es esa “Cosa” que brilla?, me pregunto. Me responderé, en el diván, diciendo que esa especie de “cosa, caca que brilla” soy yo, resto que cae, energía que se transmuta en colores y trata de brillar. El sueño, tratando de cifrar el goce opaco al sentido, responde con una representación imaginaria del propio goce y su elaboración supone un punto de viraje en el análisis. En la vida amorosa hacerse ad-mirar por el partenaire


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convirtió la relación en un tormento con todos los ingredientes de la pasión y el sufrimiento. Pretender escribir la relación sexual, que no existe, me condujo a encontrarme con su reverso. Entonces, la dificultad para la separación por la que inicié el primer análisis tenía una lógica al servicio de la satisfacción. En última instancia se trataba de facilitar un modo singular de goce. La relación con el Otro se produce a través de la ventana del fantasma, pero ese delirio estereotipado no es más que la cobertura de una manera de gozar del Uno solo. Su franqueamiento me permite vislumbrar la soledad más radical y absoluta, la de cada uno con su propio goce, cuya fuente se encuentra en la pura contingencia del encuentro con lo real. El goce de la mirada, una vez franqueada la ventana del fantasma, muestra su vertiente real. El goce de la mirada incluye lo vivo de las primeras escenas infantiles, de los juegos de curiosidad sexual que se repiten en la más temprana infancia; y la muerte, la mancha que me mira desde el momento en que aspirado por esa escena del padre caído, me hago acompañar por ella. Este lazo de la erótica de la mirada y de la pulsión de muerte es lo que podrá ser desanudado en la experiencia del análisis. 5.-Este franqueamiento no fue sin consecuencias. Tuvo efectos de saber, de desconcierto, cierto horror, afecto depresivo, cierta angustia, lo que indicaba que el análisis debía de continuar, aunque no sabía cómo. El analista me dice que hay que dar una vuelta más, lo que escucho como que tenía que construir mi propio caso clínico. Ahora puedo decir que se trataba del tramo necesario para finalizar el análisis en la perspectiva del sinthome. La experiencia de la fuga del sentido se hizo necesaria para dinamitar el horizonte que me había planteado de construir mi propio caso. Un sueño precipita el final del análisis. En el sueño aparecen cuatro letras -CPUT- y un guión. Cuando tengo la absurda idea de hacer una búsqueda en Google para encontrar un significado, me doy cuenta de que no puedo hacerla porque no sé entre qué letras poner el guión. Realmente hay un agujero. El guión, en lugar de un signo de articulación para las funciones del lenguaje, no puede alojarse en ninguna escritura. Es decir, no cesa de no escribirse, lo que podríamos hacer equivaler al aforismo de Lacan “no hay relación sexual”. Entonces, se acabó, no hay más, la certeza era radical. Le pregunté a mi madre una vez más acerca de su enunciado “hay algo más que no te puedo decir”. Su respuesta me produjo un gran asombro. A los pocos meses de nacer me llevó al médico porque tenía úlceras en la boca. El médico les dijo a mis padres que esas marcas eran la señal de que era un niño especial, pero que no se lo podían contar a nadie. Mis padres se lo

creyeron y lo mantuvieron en secreto. Ahora entiendo por qué mi madre siempre me habló de don Guillermo con una fascinación que me sorprendía, hasta el punto de que sin saber que lo sabía encarné durante muchos años ese mismo personaje. Esta historia casi delirante me produjo mucha risa, un absurdo más de los muchos que uno se encuentra a lo largo de su existencia. Me doy cuenta de que no fueron casuales los síntomas que la neurosis constituyó a lo largo de mi vida para tratar lo real y que había enunciado en el análisis con la metáfora de las estaciones del recorrido de un tren: el gimnasio, la medicina, la política y el psicoanálisis. De esos síntomas, una vez que han sido tratados por la maquinaria del psicoanálisis quedan las “piezas sueltas” de las que hablé en el testimonio que les presenté la primavera pasada. Un exceso de energía, un enunciado de la madre, una escena en la que un hombre caído es levantado y se levanta al mismo tiempo y un resto de goce: “el dolor” que queda como marca en el cuerpo, inscrito por fuera del sentido. El franqueamiento y la reducción de la apuesta fálica del fantasma no resuelve la cuestión del goce, queda lo real. Como nos dirá Miller en la clase del 4 de mayo de 2011 del seminario El ser y el Uno: “El síntoma, lo que queda de él una vez interpretado, cuando ya fue atravesado el fantasma, una vez conquistado el deser, ese síntoma no es dialéctico… cuando viene a quedar discernido, cuando en la experiencia y en la palabra, claro está, es capturado en su forma más pura, entonces muestra que es, como se dice en matemáticas autosimilar, es decir, uno se da cuenta que la totalidad es similar a una de las partes, condición que lo determina como fractal”. Un nuevo bricolage, un margen para la invención queda cuando uno trata de savoir y faire con esos restos de goce designados por Freud como restos sintomáticos, que ya estaban desde el principio en mi pasión por el deporte. El analista me dirá en una ocasión: “Usted es un acróbata”. No recuerdo en que contexto enunció ese significante, pero es evidente que apuntaba a algo del goce del cuerpo del que ahora puedo hacer un nuevo uso, orientado a la causa analítica. Y por eso he viajado a Burdeos, encantado, para estar con ustedes. 1 L acan, J., “Psicoanálisis y medicina”, en Intervenciones y Textos I, Buenos Aires, Manantial, 1985. EL AUTOR Santiago Castellanos. A.E. (2013-2016). Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP. Email: scastellanosmarcos@gmail.com

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Feminización, enunciación

Textos: Anna Aromí Imagen: Philippe Halsman Presentación realizada en el Espacio del Pase de la sede de Madrid de la ELP el día 22 de enero de 2015

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ace algún tiempo que sostengo la hipótesis de que entre enunciación y feminización puede haber un lazo, y que este lazo se puede elucidar, al menos en parte, si tomamos en cuenta la dimensión de enunciación que aparece en el pase, de la que cada AE puede hacer un uso inédito. En mi caso esta enunciación está ligada al ejercicio del sinthome, forma parte de la dimensión sinthomática del pase. Para la formulación de esta hipótesis hay que pasar, me parece, por plantear los problemas del lado del síntoma y del fantasma. Para decir algo de este lazo enunciación-feminización hay que pasar por las condiciones de posibilidad de dicho lazo. ¿Qué sería la feminización? El análisis en mi caso tuvo una dimensión, que lo recorrió desde el principio hasta el final, que fue como una especie de “trayecto

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de feminización”. En algunos testimonios lo llamé “un aprendizaje de la feminidad”, ahora no sé si lo llamaría así. Algo se aprende, desde luego, el uso de los semblantes por ejemplo. Pero lo verdaderamente difícil no fue aprender a usarlos sino consentir a ello, aceptar que del semblante se puede prescindir pero a condición de usarlo. Para mí no fue fácil. No sé si cuando digo que en análisis aprendí la docilidad, la ductilidad, llego a transmitir la dificultad de la cosa, porque antes del análisis yo era una integrista del falo. Del falo del Otro, por descontado. Ya he explicado de que manera yo sostenía la figura de un padre con los golpes. El análisis me había enseñado que la castración alcanza para humanizar a una niña, a una mujer, pero no para feminizarla. El goce femenino no depende del padre. La feminidad no depende de la castración, al menos no únicamente, en el sentido que es una condición necesaria pero no suficiente.


Philippe Halsman, Grace Kelly, retrato para cine

Yo llevaba muy lejos esta demanda de feminización y por eso el pegar estaba en el lugar de lo que no se puede decir. Pero yo no podía, ni quería, reconocer que hubiera algo que no se puede decir, o que no se puede dar, porque eso hubiera implicado concebir un Otro barrado. Por eso el problema de toda demanda es que mantiene a distancia la barra en el Otro, porque pedir es hacer existir un Otro que tiene para dar. De alguna manera esto estaba jugado desde el pedido inicial del análisis: “haga de mí una analista, haga de mí una mujer”. Lo que obtuve como respuesta fue un programa de trabajo, aunque entonces no lo percibiera así: “su problema es la fuerza, recibí como respuesta, lo cual la hace un caso muy interesante. Pero habrá que debilitar esa fuerza que la sostiene”. Yo había conseguido las cosas en la vida trabajando, poniendo todas mis fuerzas en juego. Mantenía un lugar viril, no me escondía de eso. Buena histérica, hacía el hombre. Perder el lugar fálico me dejó sin fuerzas, incluso físicamente. Me rompí el pie, me pincé la espalda… Me daba perfecta cuenta de que algo que me había estado sosteniendo se debilitaba definitivamente. “Es la sesión más difícil de su vida”, dijo un día el analista. Después me he dado cuenta de que no dijo “la sesión más difícil de su análisis”, sino de “su vida”. Porque estaba en juego la apuesta de una vida no sostenida fálicamente. Eso no quiere decir una vida sin falo, sería muy triste y muy poco vital, justamente. Se trata de una vida que no se juega en lo cotidiano sino que va más allá, que se sitúa

en un registro de ex-sistencia, porque la feminización que yo pedía al análisis no se logra cambiando los envoltorios, los vestidos, tenía que ser algo más “profundo”, algo que tocaría el nivel del ser, no solo del parecer. Me representaba a mi misma como un Frankenstein, hecha con trozos: trozos de identificaciones, de ideales, de imágenes captadas. Yo no había percibido a mi madre como mujer, sino muy ocasionalmente. Mi abuela y mi bisabuela, mujeres de teatro, se habían sostenido en la escena del mundo a partir de su belleza y de la mirada que sabían captar. Me preguntaba dónde agarraría la feminidad… “Usted -dijo el analista- se ha bricolée una feminidad con trozos de la virilidad del padre”. No entendí qué quería decir esta interpretación, y no por el galicismo, pero entendí que esa interpretación anunciaba que la feminidad que descubriría estaría “bricolée“. Sería algo construído en el análisis, bajo transferencia. Mi feminidad sería una feminidad analítica, tejida con la orientación lacaniana. Allí tendría que ir a buscar sus fuentes si quería saber algo de ella, pero solamente con el pase el analista y el análisis entraron a formar parte del cuadro.

Entonces, el padre Lo que el padre no recubre da vergüenza. Una parte de la sexualidad está autorizada en el padre, la niña-falo se ampara en el padre. Pero la feminidad como tal no tiene ese paraguas, parte del padre, pero queda al descubierto. Exactamente como en mi síntoma infantil de la vergüenza de enrojecer. Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Pase P El inconsciente me entregó el sueño de la gamba pelada. De ese sueño deduciría la equivalencia del ser como objeto a. Entre los calcetines y el uniforme escolar un trozo de pierna quedaba al descubierto, eso era el sueño. Esa rodilla era la zona donde se dejaba captar el borde del ni-ni (ni cubierta por la falda ni por los calcetines), la zona sin velo, sin protección. En análisis dije: “yo me hago equivalente a esa rodilla, a ese borde entre la falda y los calcetines. Ese trozo de real es lo que me mira por la calle (en el síntoma de la vergüenza yo enrojecía cuando me cruzaba con un chico por la calle). Yo soy ese objeto que captura la mirada, y el fantasma es lo que hace entrar ese trozo de real en un libreto”. Por eso, dije, en el fantasma la pulsión se mal-dice. En el inconsciente hay que creer, pero en la pulsión no hace falta porque la pulsión funciona sola. La pulsión es importante aquí porque tendría que pasar de estar ligada, organizada en el fantasma, a dejar captarse en el sinthome. Por eso la sesión, las sesiones, del sueño de la pierna-gamba las considero de viraje, la pulsión de alguna manera se desnudaba para poder engancharse a otra cosa. En el análisis empezó entonces el tiempo necesario para revestir esa gamba-pierna, esa representación del objeto a al que yo había captado que se reducía mi ser. Esa fue la época que llamé “aprendizaje de la feminidad”. Era la época en que entraba en las tiendas y hacía reír a las dependientas cuando les pedía: “por favor, ¿me ayudas a feminizarme?”. Es decir un tiempo para aprender el uso de los semblantes. Paralelamente, en la transferencia, el analista también se había reducido a un objeto, había pasado de ser el Otro que puede dar, dar un nombre, dar un ser femenino, a convertirse en un hilo de luz. Un hilo de luz al que yo acudía incansable porque me era indispensable para iluminarme el mundo y para iluminarme a mí misma. Empecé a recuperarme de la desvitalización, reivindiqué el derecho de estar viva (así lo dije en el Foro de la depresión). Sentía latir un corazón de mujer en un cuerpo todavía masculino. Desde el punto de vista lacaniano, pensaba entonces, todos somos travestis. Para que yo pudiera autorizarme en “mi deseo y mi autenticidad”, como me había señalado el analista, tendría que producirse una separación entre padre y causa. Reconocer que el padre no es la causa de la neurosis, la causa es la no-proporción, lo que implica reconocer que La mujer es un ser que no se alcanza nunca. El análisis enseña algo del punto ciego y vacío entre los sexos, del que el padre sólo es el velo que recubre el agujero. Entonces es cuando se puede parar de pedirle al padre, o a su subrogado, las claves de la feminidad.Llegado este momento en el análisis no acepté vestirme con identificaciones viejas,

no quise recubrir a la gamba con “cáscaras chupadas”. Puse toda mi fuerza, la que quedaba, al servicio del análisis. Solo a eso. No podía hacer otra cosa, apostarlo todo sin guardar nada. Eso signó la hecatombe del falo. Me aislé. No podía estar con otros. No podía interesarme en nada. En esa época solo podía leer testimonios de la Shoa, era lo único que sentía como experiencia humana cercana. El analista acompañó ese tiempo con su solo silencio. En ese desierto yo recordaba con nostalgia las buenas épocas, “la luna de miel” del análisis, los objetos que había recibido en la transferencia, las interpretaciones, los encargos, las complicidades, la revista El Niño… Todos esos vestidos para ir a la fiesta se me habían convertido en calabazas. Pero el análisis te enseña a ser dura contigo misma, pero dura de la buena manera, que no es la del superyó, que no es patemática sino lógica, matemática. En una sesión me dí cuenta: “¡Qué desierto ni qué niño muerto!”, dije. El análisis y el analista me habían dado muchísimo más de lo que yo nunca hubiera imaginado. Ese desierto no era más que el espejismo de la demanda, otra manera de pedir, más silenciosa, más insidiosa. El desierto de la demanda se acaba, no cuando te dan, sino cuando concluyes que la demanda no es solo pedir, en su cara más profunda es llevar al Otro a la impotencia de dar. Un modo desesperado de mantener al Otro completo. Reconocí que el analista, al principio, me había dado mucho, pero que al final me había dado algo todavía más valioso: su insatisfacción. “¡Bravo, escuché detrás, usted ha entendido. Eso es lo que algunos no pueden soportar!”. De ahí salí con la pregunta por el sinthome. Necesitaba “coserme” a un síntoma para tener otra brújula además de la angustia. Ya entonces percibía que la escritura era una forma de “coserme” a la vida, pero me faltaba otra pata para caminar, porque la escritura tiene una parte de mortificación, de pasividad, que no le convenía a mi caso porque no drenaba la fuerza. El goce de la fuerza se deja escribir en parte, pero eso no es suficiente en mi caso. A modo de conclusión diré que he entendido que autorizarse es autorizarse al semblante, pero en el punto en que uno sabe algo de lo real. La autorización entonces es sostener el poder de enunciación que uno tiene, y en mi caso eso tuvo que desembrollarse del superyó con el que estaba confundido.Autorizarse fue aceptar el poder de la fuerza y dejar de colocárselo al Otro.

Autorizarse fue aceptar el poder de la fuerza y dejar de colocárselo al Otro

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LA AUTORA Anna Aromí. A.E y AME. (2013-2016) Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y la AMP. Docente de la Sección Clínica de Barcelona del Instituto del Campo Freudiano. Email: a.aromi@ilimit.es


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Teléfono Textos: Débora Rabinovich Imagen: Katie Beavies Jornadas EOL. Noviembre 2014

El sueño que marcó el final de mi análisis. Un bosque. Algunas personas y mi perro. De pronto, un rinoceronte corre hacia mí y golpea contra mis piernas. Me choca, retrocede, toma impulso y nuevamente se me viene encima y me embiste. Si bien a lo largo de mi vida y de mi análisis diferentes animales tuvieron cierta importancia -el perro, la jirafa, las hormigas, las abejas, hasta las babosas- ¡el rinoceronte, jamás! Un rinoceronte era, hasta ese día, un animal muy alejado de mis intereses y preocupaciones. Algo totalmente extraño. Sin embargo, fue la imagen dotada con el enorme peso de esa bestia, lo que me quedó del sueño. Tomo el significante “rinoceronte”. Lo leí así con las resonancias de la lalengua con el francés y el español: Rit - No Se - Zero - Honte Rit: la sé risa. Zero honte: Cero vergüenza. Una ilusión, que apunta a un norte, ubicado, claro está, en el infinito. No sé: Encuentro ahí, alojado y transformado, entre la risa y la vergüenza, al no sé inicial. Ese primer no sé está presente desde mis cinco años. Sin embargo, ignoré su valor de trauma inaugural, hasta que

el analista, hace un tiempo -no tanto- lo situó. Fue de un modo totalmente sorpresivo. Mientras yo le relataba una escena muy desagradable de mi vida conyugal, mi analista hizo alusión a algo ocurrido durante mi infancia. Fue recién a partir de esa intervención, que releí la lógica de mi caso. Se despejaron entonces las coordenadas de mi no sé. El analista lo situó como el trauma y me señaló que en la escena traumática, el sujeto se encuentra en todos los lugares. Era una niña pequeña. Estaba en mi casa con mi madre. Sonó el teléfono. Atendí. El trauma irrumpió ahí, con ese llamado. Una mujer me preguntó si yo era Débora. Luego agregó: “Hola, soy la novia de tu papá”. No sé quién cortó. En todo caso, enseguida volví adonde estaba con mi madre. Ella me preguntó quién era. Mi respuesta fue inmediata: -No sé, nadie. Quedé fijada a mi ficción. Esa que inventé para proteger… ¿a quién? A mi madre, a esa mujer, a mi padre, a mí… Sabía que mi padre miraba, estaba, con otras mujeres que no eran mi madre. Durante larguísimos años, cual detective privado, yo iba recogiendo los indicios de su infidelidad. Los hombres pasaron a encarnar la categoría del Don Juan. Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Pase P Fue largo el tiempo en que participé intentando hacer consistir esa figura. Desde muy temprano estuve dividida. Por un lado, la creencia de que no había relación sexual. Por el otro, con el ideal de que el amor podría hacerla existir. Quería creer. Fue así que guardé la ilusión de un amor que haga existir la relación sexual. Esperé, demandé y exigí, que cesara de no inscribirse. Vuelvo al no sé. Que me inhibió y se expandió. El malestar de la entrada en la lecto-escritura en primer grado fue difícil. Estaba segura de que no sabía. Ese mismo no sé me condujo a mi primera demanda de análisis a los trece años. Convencida de que sería incapaz de aprobar el secundario. Más tarde, en el análisis, devino un no sé, no puedo, no podré ser mujer. Y no sé, no puedo acceder al saber. Saber que en mis infantiles fórmulas de la sexuación estaba situado claramente del lado hombre. Recuerdo cuando Bernardino Varón Horne hizo el testimonio de su pase en el curso de Jacques-Alain Miller. En mi sesión hablé de lo impresionada que estaba por aquello que venía de escuchar. El analista me dijo que para mí sólo un varón era capaz de hacer una exposición tan compleja. Hoy digo: era un niño. Al llegar a ese análisis la impresión era: soy una submujer. Surgió bajo la forma de un lapsus. Un día en mi sesión hablé de Frida Kahlo. La obra y la vida de esa artista me tenían muy impactada. Dije de ella que era una mujer subrealista. Fue recién al día siguiente, y porque resonaba de un modo extraño en mis oídos, que escuché lo que sin darme cuenta había invertido. Subrealista en lugar de surrealista. De mi madre, me decía que no me había dado ni sus finas manos ni sus ojos claros. Yo no tenía nada de lo que en ella situaba como femenino. De mi padre, por supuesto, no tenía aquello que yo situaba en él como lo más masculino: el saber. Había ido a un colegio inglés, y sido excelente alumno. Yo admiraba, de chica, la perfección con que hablaba ese idioma. Y también como dibujaba. Siendo arquitecto, lo hacía muy bien. Era un apasionado de la fotografía. Lo que sin duda comparto con él desde siempre es su gusto por la imagen y por el deporte. Sin embargo, no era lo suficientemente caballero. Y en esto, yo pretendía darle el ejemplo en acto. Es en ese punto donde me creía, intentaba, ser más viril que él. Me parecía que no sabía tratar a las mujeres. Al menos a nosotras, a mi madre, a mi hermana, y a mí. A los veintiún años atravesé el océano para ir a analizarme. Quería encontrar un analista tan poderoso que me pudiese dar todo aquello que me faltaba. Ahora veo que iba a pedir más consistencia fálica. Sin embargo, el analista, más que responder a mi demanda, se ocupó de molestar mis defensas. Diría: apuntó contra lo viril y lo infantil. Eso produjo que ambas vertientes, la viril y la infantil, se volvieran incómodas, por ridículas y vergonzosas. ¡Quedé durante un lapso

sin nada! Ser niño respondía por supuesto a mi posición fálica. Para ser el falo, ser un varón parecía la condición. ¿Qué es femenino, qué es masculino? La pregunta ¿soy hombre o soy mujer? recorrió la primera parte del análisis. En cierto modo, esa pregunta sigue estando. Ahora de una manera más lúdica. En un sueño cerca del final del análisis surge, me parece, bien enunciada. Hace tres años, días antes de la llegada de mi analista a Buenos Aires, soñé que me estaba poniendo lentes de contacto. Uno me resultaba incómodo. Lo saco, lo miro bien de cerca y veo que tiene pegado un sticker muy pequeño. Me digo: ¡Ah, por esto me molesta! En ese sticker estaba escrita la letra M. Pero, claro que, como un lente no tiene base, podía también haber sido una W. Tenía detectado el problema. Intento despegarlo, en un primer momento con el alivio de haber encontrado la solución. Con solo retirar el autoadhesivo vería nítidamente y ya no necesitaría anteojos. Pero como sucede a veces cuando se despega una calcomanía, inmediatamente me di cuenta de que sacarla era peor. Comenzaba a producirse un pegote. Entonces no era ésa la solución. En mi sueño, decidí que se vería mejor a través de la calcomanía que si intentaba despegarla. La letra estaba escrita con un trazo muy fino. No había nada que despegar. Al contrario, la calcomanía debía estar ahí bien colocada.

¡Ni ella, ni yo, y en ningún idioma!

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WoM Women or Man, mujer u hombre, sigue estando allí. Es uno de los restos. El analista dijo: lindo sueño. Es un concentrado, un depósito. El objeto a entre usted y el mundo. Nunca se trató, en mí, de una posición masculina al estilo marimacho. Lo que sí estaba en juego era algo del orden del cortejo, de lo galante, de cierto uso de algunos semblantes masculinos. Lacan dice en su Seminario 18, “Para el muchacho, se trata en la adultez de hacer de hombre (…) Uno de los correlatos esenciales de este hacer de hombre es dar signos a la muchacha de que se lo es. Para decirlo todo, estamos ubicados de entrada en la dimensión del semblante”1. Si había que cargar una valija, pagar algo, cambiar la rueda de un auto, yo era la primera dispuesta en hacerlo. Hice el pase con un pasador y una pasadora. No conocía a ninguno de los dos. Con el pasador tuve un solo encuentro. Fue en un bar. Al finalizar, por supuesto, me dispuse a pagar. Con humor, me sonrió y dijo: “Yo pago, vamos a decir que soy yo el hombre”. Mi estilo caballeresco iba de la mano de una sólida imposibilidad de acercarme a ciertas insignias de la mascarada femenina. Los tacos, los aros (pendientes), el esmalte para uñas… estaban vedados para mí. Intentar usarlos sólo sería posible para una fiesta de disfraces. ¡Y ni siquiera! ¡Esto, sin duda cambió! La diferencia, hoy, está en el modo de vivir ese no sé. En el análisis situamos algunas coordenadas de mi inmenso embrollo con lo femenino. Un año y medio


Teléfonos vintage, Katie Beavis

antes de mi nacimiento murió mi abuela paterna como consecuencia casi inmediata de una mordedura de un perro rabioso. Me contaron, una y otra vez, que cuando mi padre me vio, recién nacida, lloró. De esas lágrimas hay dos versiones: La materna, porque era la segunda niña, y él hubiese querido un varón. La paterna, porque su madre, mujer que él adoró, no podría conocerme. A mis ojos, mi abuela era la única mujer que él había amado y admirado. Mi interpretación incluyó ambas versiones. Por un lado, me llevó a intentar ser el varón de mi madre. Por el otro, me explicaba mis dificultades con lo femenino, por haberme perdido la posibilidad de conocer a aquella abuela que encarnó siempre, para mí, el lugar de La mujer. Solo ella, me decía, hubiese podido transmitirme algo sobre la feminidad. Linda, elegante, y sobre todo, con intensas historias de amor. Relaciones amorosas en las cuales mi padre, en su infancia y adolescencia, había sido su cómplice. Mi segundo nombre es Mariana y siempre me gustó pensar que llevaba una marquita de ella, que se llamaba Miriam. Durante años, firmaba todo escribiendo Débora M. Rabinovich. Fue recién después del análisis que supe que llevaba en mí algo más que esa letra de su nombre.

La anécdota de mi descreimiento Hace unos años llegando a la EOL me encontré con una analista muy querida. Le mostré el estado en que tenía

El analista, más que responder a mi demanda se ocupó de molestar mis defensas

los dedos de mis manos. Estaban verdes, blancos, congelados. Era doloroso, incómodo y poco estético. Y lo peor, me pasaba con muchísima frecuencia. Ella no se impresionó y me dijo: “Cuando hagas el pase, podrás hablar de eso”. Le sonreí, pero pensé: “Imposible, ni la menor idea de qué es esto”. Meses después de haber terminado los encuentros con mis pasadores, recibí un mail de la pasadora. Me decía que el encuentro con el cartel sería al día siguiente, y que le gustaría que le respondiera una serie de preguntas. Le propuse hacerlo por teléfono. Me dijo que no. Las respuestas las prefería por escrito. Su primera pregunta: “¿Conoces las circunstancias de tu venida al mundo?” Si bien las conocía, y les había dado varias vueltas en mi análisis, me dieron ganas de llamar a mi padre y pedirle que me contara una vez más lo que había sucedido. Mientras él me hablaba, yo escuchaba tranquilamente el relato de un cuento que ya conocía pero que no podía detallar tal como él lo estaba haciendo. “El perro rabioso había mordido en el mismo Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Pase P momento a dos personas además de a tu abuela. Pero a los otros dos no les causó la muerte porque las mordeduras habían sido en las piernas. En cambio, las de tu abuela habían sido en las manos y eso fue la causa de su muerte casi inmediata, un mes después”. Mientras escuchaba, miré mis manos. El fenómeno: los dedos de mis manos, indistintamente de una u otra. Algunos, no todos, no siempre los mismos, se me congelaban. Yo nombraba mi síntoma, diciendo: “Se me mueren los dedos”. Los estudios que me hicieron para descartar enfermedades dieron negativo. A los amigos, familiares y médicos que vieron mis manos, siempre los impresionó un poco. Tomaban un color blanco verdoso tal, que efectivamente parecían muertos. Pensaba que conviviría para siempre con ese fenómeno absolutamente enigmático. Hoy no se fue por completo. Pero, desde ese día, fueron muy pocos los momentos en que volvió. El paso dado en el análisis me condujo de una posición más bien fálica hacia una más femenina. Cayeron varias identificaciones, principalmente en relación con mis padres. Con mi madre. Un ejemplo. Ella tenía una profunda aversión a todo alimento que viniese del mar. Me pasó lo mismo hasta más o menos mis veinticinco años. Una noche, fui a cenar con un amigo y en el momento de elegir qué comer, incentivada por él, pedí un pescado, el primero de mi vida. Para mi asombro, lo disfruté alegremente. A mi padre. La identificación con él, no era sobre el tipo de elección de objeto, sino sobre el modo. Pasé entonces de lo múltiple a lo monogámico. Pero eso no vino sin dolor. Surgió en mí de la mano del estrago. Que esas identificaciones cedieran, aunque por supuesto no por completo, fue un giro subjetivo. Por un lado, me permitió ser madre. Tema que dejo para un próximo testimonio. Por el otro, en el encuentro con el partenaire, significó dejar de estar restringida a un mapa corporal que implicaba limitaciones bien establecidas. Lo femenino quedó más cerca de la devastación. Directamente ligado a la demanda de amor. Lacan dice en la primera clase del Seminario 20, “El amor aunque se trate de una pasión que puede ser la ignorancia del deseo, no por ello es capaz de privarlo de su alcance. Cuando se mira de cerca se pueden ver sus estragos”2. Cuando quise hacer consistir la relación sexual con el amor, lo que se puso de manifiesto fue mi incapacidad de desear. Y sí, cuando amé de ese modo, mi deseo, más allá del amor, padeció. Todo mi interés estaba centrado en el signo de amor del otro. La demanda de amor me llevó a la posición de perder. Perder, en primer término, la brújula del propio deseo. El estrago se alojó en el aún del amor. Mi demanda se escribió en un inicio con mi nombre, Débora.

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Luego con otro que usaba, a veces, más en la intimidad para nombrarme: abrojo. El abrojo se desprendió diría en dos tiempos. El primero, cuando dejó de parecerme algo tierno por el solo hecho de ser pequeño. Noté que era algo sin vida. Que se adhiere a pesar de ser errante. Y que pincha. El segundo tiempo, cuando con las resonancias del significante, escuche en el abrojo: abro ojo. Mi nombre Débora. Como le divertía llamarme a un pintor amigo, Débora devora Dora. El “devora” de Débora estuvo desde siempre. El analista lo tocó de innumerables maneras. Molestando de diversos modos a la devora alojada en Débora. En el anteúltimo sueño previo al pase, pude realizar una extracción de la devora que vivía en Débora. El sueño. Estoy con gente. En mi pierna veo un grano. Disimuladamente, lo aprieto. Me espanto porque lo que sale de ahí es un bicho. Intento esconderlo entre mis manos. Pero mi hijo lo ve. Lo pone en evidencia. ¡Es una babosa! Mi madre tenía un interés especial en matar las babosas de su jardín. Después de las lluvias salíamos, y juntas, esparcíamos sal sobre ellas. Las mirábamos deshacerse bajo los efectos del polvo blanco. Si mi madre ponía tanto interés y cuidado en matarlas era, sin duda, porque las babosas ¡se devoraban todo!

Una última sesión, un sueño En la sala de espera del analista solo somos dos personas. Una mujer y yo. La conozco. Representa para mí esa otra mujer desencadenante de la separación con mi marido. Es morena, alta, extranjera, y con un italiano perfecto. Sobre la mesa, en el lugar donde siempre está el florero con un lindo ramo de flores, hay un teléfono. Ella me pregunta, en francés, mientras lo señala, cómo se llama esa parte del teléfono. Miro, pienso, y digo no sé. Y no lo sé en ningún idioma. Me despierto muy tranquila. ¡Ni ella, ni yo, y en ningún idioma!

Referencias bibliográficas 1 Lacan, J., Seminario 18. De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 31. 2 Lacan, J., Seminario 20. Aún, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 12. LA AUTORA Débora Rabinovich. A.E (2014-2017). Psicoanalista en Buenos Aires. Miembro de la EOL, ECF y la AMP. Email: debora.rabinovich@gmail.com


CLÍNICA

P r oc e dimien t o s / R e al / Nudo s / S in t home

SIN SENTIDO EL PROCEDIMIENTO DE LOUIS WOLFSON Antonio García Cenador. UN REAL EN EL NUDO Francesc Roca. EL PSICOANALISTA COMO SINTHOME María Martorell

➝ JESSICA ARTUM, isolation Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Jenny Woods, Get angry and make art, never stop creating

El Procedimiento de Louis Wolfson

Textos: Antonio García Cenador Imagen: Jenny Woods Todas las citas corresponden al libro de Louis Wolfson: Le Schizo et les langues, nrf, Éditions Gallimard, París, 2009.

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LA ESCRITURA ANUDA EL LAZO ENTRE S y R

I.- Nota biográfica: L. Wolfson nació en 1931 en Nueva York. Desde su infancia fue tratado como esquizofrénico, con frecuentes internamientos y las subsiguientes huídas. Tras la muerte de su madre se traslada a Montreal y desde noviembre de 1994 vive en Puerto Rico, donde se hizo millonario tras haber ganado el gordo de la lotería. En 1970 publicó El esquizo y las lenguas o la fonética en el psicótico (ensayo de un estudiante de lenguas esquizofrénico). Le Schizo et les langues ou la Phonetique chez le psichotique (Esquisses d´un étudiant de langues schizophrénique). En 1977 publicó un segundo libro: Ma mère musicienne, est morte de malade maligne à minuit, mardi à mercredi, au milieu du mois de mai mille977 au mouroir memorial à Manhattan. (Mi madre música, ha muerto de enfermedad maligna a media noche, del martes al miércoles, en la mitad del mes de mayo de mil977 en el hospital para terminales (moridero) de Manhattan).

II.- Consideraciones generales sobre el escrito: El esquizo y las lenguas…, libro en el que voy a apoyar mi comentario, está escrito directamente en francés, a pesar de que el autor es americano. Es un hecho que no carece de interés como se verá a lo largo de la exposición. El autor se nombra a sí mismo como “el estudiante de lenguas esquizofrénico”, “el estudiante enfermo mental”, “el estudiante de lenguas demente”. Habrá que determinar la función de estos sobrenombres. ¿Son equivalentes a la función que desempeña “El artista”, en Joyce? De momento, destaco que se trata del impersonal, del uso que hace de la tercera persona. Y para captar el escamoteo de la enunciación viene bien la cita de Benveniste: “La tercera persona no es una persona; es incluso la forma verbal que tiene por función expresar la no-persona”1. El uso del condicional redobla la escritura impersonal, tal como podemos observar en estos fragmentos: “El estudiante de lenguas alienado tomaría una (e) del inglés tree y la intercalaría mentalmente entre la (t) y la (r), si no hubiera pensado que cuando se coloca una vocal después de un sonido (t), la (t) se convierte en (d)…”. “…Durante

este tiempo, la madre del estudiante alienado le habría seguido y habría llegado a su lado y le diría de vez en cuando algo totalmente inútil”. ¿De qué trata? “El estudiante de lenguas esquizofrénico narra con exactitud lo que “hace”. Este hacer –que describe minuciosamente– está gobernado por la necesidad imperiosa de defenderse de la lengua materna en general y más precisamente de las palabras de su madre. El arsenal defensivo va desde los diversos modos de taparse los oídos hasta el estudio de diferentes lenguas (francés, ruso, alemán y hebreo) y el uso que hace de este saber trabajosamente adquirido.

III.- ¿Por qué destruir la lengua materna? a.- Efectos en el cuerpo: Wolfson describe los efectos que las palabras y la voz de su madre tienen en su cuerpo: Siente que las palabras de la madre le enervan, le irritan, afligen, atormentan, le producen dolor, estupor; penetran profundamente, le agujerean y… durante unos 15 minutos resuenan y retumban en su cabeza impidiéndole pensar y estudiar. Tiene muy claro que la madre quiere gozar de él: “la madre parecía llena de una especie de alegría macabra por esta posibilidad de inyectar de alguna manera, las palabras que salían de su boca en las orejas del hijo, o –como ella había dicho de vez en cuando, su única posesiónpareciendo tan feliz de hacer vibrar el tímpano de esta única posesión y, en consecuencia, los huesecillos del oído medio de dicha posesión, su hijo, en unión casi exacta con las cuerdas vocales de ella y a despecho de él” (pág. 183). b.- ¿Cómo se defiende de este goce? El objetivo de sus rituales es defenderse del inglés y de las palabras de su madre en particular; pero el objetivo final de lo que voy a llamar su procedimiento fonológico, es “transformar, metamorfosear, desembarazarse, neutralizar, barrer, borrar, desecar, anular, masacrar” la lengua materna. Si se me permite el neologismo: nadificarla. ¿Por qué nadificarla? Ciertamente, para atenuar el sufrimiento y el estupor; pero en última instancia para no ser el objeto de goce de la madre, para no ser “su posesión”. Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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LA ESCRITURA ES REPRESENTACIÓN DE PALABRA Y ALGO DE LO QUE SE PUEDE HABLAR IV.- El procedimiento defensivo: a.- El ritual: Para no oír las palabras de su madre –que podía aparecer de improviso– fue perfeccionando un ritual que consistía en taparse los oídos con los dedos, hacer ruidos rítmicos con los dedos golpeando la superficie interior de los conductos auditivos y vibrando las cuerdas vocales. Posteriormente, mantenía una pequeña radio de onda corta (que él fabricó) provista de auriculares, permanentemente sintonizada en emisoras extranjeras y al mismo tiempo estudiaba uno de sus idiomas preferidos. Esto sólo era necesario si la madre estaba en casa. Cuando salía a la calle llevaba otro de sus inventos: un pequeño magnetófono al que acopló un estetoscopio para ir escuchando grabaciones de sus lenguas favoritas (pág. 122). b.- El procedimiento fonológico: “Como era imposible no escuchar algo de su lengua materna, trataba de desarrollar medios que le permitieran transformar casi inmediatamente las palabras que le molestaban especialmente, en palabras extranjeras. […] Todo esto para que él pudiera imaginarse que no se le hablaba en esta maldita lengua, su lengua materna, el inglés” (pág. 33). Su procedimiento es el siguiente: dada una palabra de la lengua materna, se trata de encontrar una palabra extranjera de sentido similar y, al mismo ha de tener fonemas comunes. Las lenguas más usadas eran: francés, alemán, ruso y hebreo. Cualquier frase materna o palabra será analizada en sus fonemas, para convertirla lo más rápidamente posible en una frase donde intervienen una o varias lenguas simultáneamente que se ha de parecer fonética y semánticamente a la frase original. Toda esta transformación se rige por reglas fonológicas generales incluso al precio de errores sintácticos e inexactitudes semánticas. El problema concreto reside en los fonemas consonantes, que son el esqueleto de la palabra.

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Ejemplo: call: La madre tenía la costumbre, cada vez que volvía a casa, de preguntar: ¿Ha habido una llamada (CALL)?. Wolfson se sentía aturdido porque no sabía cómo neutralizar, trasmutar, destruir este vocablo (call) que resonaba en su cabeza y le aturdía. Para desembarazarse de este vocablo tuvo la idea de hacer lo siguiente: “Tomar la palabra hebrea Kerîa: (e muda, i larga y a anterior larga y acentuada:= appel, entre otras) y del francés appel. La (k) y la (a:) del hebreo Kerîa – coup de téléphone, con su (k) y su (o) abierta, sería así fonéticamente mejor- así como la a y la l de appel anularía por el momento el dolor, el malestar, ya que no el furor provocado por este nombre común call, que (mediante este procedimiento) desapareció de su espíritu no siendo más que fonemas y caracteres de estos dos subtantivos: Kerîa y appel” ( págs. 73-74). A lo largo del libro, Wolfson describe la repetición de este trabajo con otras muchas palabras y frases hasta conseguir que su lengua materna se le hiciera soportable. Este es su testimonio: “Por lo demás, parece, felizmente que, a medida que el joven alienado prosiguió sus juegos lingüísticos basados en similitudes a la vez en el sentido y en el sonido entre las palabras inglesas y las extranjeras, su lengua materna, la de su entorno, se le hizo cada vez más soportable. Y hay incluso la esperanza (…) de que el joven enfermo mental será capaz un día, de nuevo, de emplear normalmente esta lengua, el famoso idioma inglés” (pág. 247).

V.- Un trabajo con la letra: “¿Se puede realmente rememorar el propio martirio sin ponerlo en palabras?” (L. Wolfson). Sabemos que muchos psicóticos escriben: Scheber narró su delirio. Rousseau escribió sus confesiones sin arrepentimiento, Joyce hizo el retrato de su vida en busca de hacerse un nombre… Louis Wolfson describe su procedimiento fonológico con exactitud y rigor lingüístico. Para cada uno, escribir tuvo una función. ¿Por qué la escritura les resultó útil? Lacan, en el Seminario 18: De un discurso que no fuera del semblante, indica que “la escritura anuda el lazo entre S y R”. Entre saber y goce. Y en Lituraterre formula que la escritura es un medio que permite la ubicación del texto y lo transforma en instrumento útil. “La escritura es representación de palabra y algo de lo que se puede hablar”. A partir de esta afirmación llegamos al concepto de litoral: el saber representado que hace borde (no frontera) entre el Saber y el Goce.

Referencias bibliográficas 1 Benveniste, E., Problemas de lingüística general I. Siglo XXI. 1979, Madrid. EL AUTOR Antonio García Cenador. A. P. Psicoanalista en Madrid y León. Miembro de la ELP y la AMP. Email: angarce@ono,com


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Un real en el

nudo

“… no es poca cosa dar pie con bola, ni dar el lector con un sentido” J. Lacan: El atolondradicho.

Textos: Francesc Roca Imagen: Sol Lewitt Texto original del autor

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artiré de una afirmación que podría considerar tanto como un axioma sobre el que sustentar el desarrollo de este texto que como un delirio inducido por mi relación, apasionada, con los nudos: el nudo de 4 elementos es asemántico, es decir, es un significante que al no significar nada es capaz de dar significaciones diversas1. En la exposición de esta idea tomaré alguna de las indicaciones que Pierre Skriabine hace sobre la clínica del nudo borromeo en un artículo del mismo título publicado en el nº 2 de la revista Estudios psicoanalíticos2. Tomo como primera referencia el momento en el que el nudo de 3 elementos aparece en la obra de Lacan, la lección 10 del Seminario XX. Allí Lacan tratará, es mi lectura, de representar de manera topológica el goce que queda atrapado en la articulación de estos 3 registros heterogéneos: Real, Simbólico, Imaginario. Esta articulación, basada en la propiedad que hace que un nudo sea borromeo, es decir, que si se suelta uno de sus elementos el nudo se deshace, esta propiedad digo es única y propia del ser hablante. Otra cosa es la lectura que

hagamos de esta articulación, normalmente a partir del primado de uno de sus elementos, con lo que se puede dar cuenta de aspectos clínicos como la inhibición (primando I), el síntoma (primando S) o la angustia (primando R). Entonces, podemos pensar que el nudo, en tanto que es borromeo, se corresponde con la estructura clínica de la neurosis, mientras que la psicosis aparecerá representada en esta articulación borromea como un defecto necesitado de reparación. Pero, en esta lectura que propongo vemos que sus elementos no son equivalentes sino que, como señala Pierre Skriabine, dos están libres y un tercero los sujeta. Esto pone en cuestión una de las particularidades del nudo: para su interpretación, para su lectura es necesaria la nominación de sus elementos, es necesario darles nombre y, de entre los nombres dados, primar uno de ellos para obtener las lecturas propuestas. Es justamente esta necesidad de nominación, esta necesidad de dar nombre a los elementos del nudo de 3 en el lenguaje de “l’Evie”3 lo que introduce un cuarto elemento, ya implícito por tanto en la construcción de 3 elementos, Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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EL NUDO BORROMEO SE CORRESPONDE CON LA ESTRUCTURA CLÍNICA DE LA NEUROSIS

el Complejo de Edipo: “Todo se sostiene en la medida en que el Nombre del Padre es también el Padre del Nombre, lo que vuelve igualmente necesario el síntoma”4 . Síntoma sí, ¿madequin?, pero de quién, podría preguntarme usando una de las primeras expresiones de Lacan para referirse al sinthoma, sinthomadequin. En mi lectura, o en mi delirio, que empiezo ya a no distinguirlos, identifico este sinthomadequin a Santo Tomás de Aquino en tanto que retomó la lógica modal de Aristóteles, citado más arriba en el Seminario XXIII5, lógica en la que ambos dejaron de lado lo singular para construir una lógica centrada en lo universal, ¹} ¹}, que inscribe la función fálica, ¹} ¹} …(}), como forma de obviar, de negar el no hay de la relación sexual, lo que Lacan en El Atolondradicho llamará la práctica del “dar sentido”6. Pero, volvamos de nuevo a los nudos y a la necesidad de nominación de sus elementos. El nudo de 3 elementos perfilaba en su primera construcción 3 espacios, 3 vacíos en los que inscribir 3 tipos de goce: el goce de sentido (intersección I,S), el goce fálico (intersección S,R) y el goce de un Otro descompletado, tachado (intersección R,I), así como un espacio central que participa de estos 3 tipos de goce y donde Lacan sitúa el objeto a. Es por ello que puedo pensar el nudo de 3 como a-semántico, como sostén de un sentido (semántico) posible en mi relación con la lectura de los textos propuestos por Freud y por Lacan, causa ambos de mi deseo. Pero mi fantasía semántica se desvanece, o al menos se tambalea, con la aparición explícita del cuarto elemento en el nudo borromeo, el sinthoma. La lectura ya no se hace evidente ni aun inducida por el universo de significantes que Lacan fue construyendo a lo largo de casi 30 años de su lectura de Freud y del desarrollo de una lógica que le fue propia ya que tomaba como punto de partida no lo universal del hombre, sino lo singular del ser hablante, del parlêtre. Así, en mi delirio puedo percibir este Seminario XXIII como la superposición de dos discursos: uno sobre el sinthoma que toma a Joyce como excusa y como argu-

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mento, y otro sobre los nudos que aparecen escritos una y otra vez de mil formas y que sólo ocasionalmente, me atrevería a decir, tienen relación con el Otro discurso al que ilustran, o pretenden ilustrar. Entonces, si prescindimos de la argumentación sobre Joyce y el sinthoma nos encontramos con mil y una maneras de representar este nudo de forma completa o parcial, empezando por el “friso inaugural” de este Seminario, expresión que tomo de Sergio Larriera7: 4 nudos de 5 cruces que no se sigue de ninguna explicación en el texto y a los que Lacan no volverá a referirse salvo para llamar a uno de ellos “el nudo de Lacan”8 y para comentar alguna de sus cualidades. Permítaseme ahora seguir un poco más con mi delirio, o con el desarrollo de mi axioma si lo prefieren. Pasar de esta cualidad de “a-semántico” que he propuesto para el nudo de 3 a la cualidad de “asemántico” que he propuesto para el nudo de 4 requiere de una manipulación del nudo, requiere por tanto de mi intervención, de mi interpretación si se quiere: plantear este 4º elemento, el sinthoma, como una reparación del nudo de 3, lo que supone pasar del goce del nudo que multiplica sus lecturas a “un goce”, el mío, que hace no existir, que me permite prescindir del goce de Lacan con su nudo de 4 elementos9, lo que hace posible mi lectura o, mejor aún, lo que me permite usar el nudo para mi lectura. Es decir, que puedo prescindir de la obra de Lacan para realizar lo que el propio Lacan llamaba una lectura “atentatoria” contra los límites del texto10. Pero si miramos más de cerca, ésta mi lectura sólo se hace consistente, semántica, con la reducción al nudo de 3 elementos, lo que sigue siendo delirante porque en ella puedo levantar la barra sobre el goce de Lacan y pensar que con este nudo sí sabía lo que hacía. Para poder seguir adelante citaré a Lacan en su Seminario III: “Pero aún es necesario que el sujeto adquiera el orden del significante, lo conquiste, sea colocado respecto a él en una relación de implicación que lo afecte en su ser, lo cual culmina en la formación de lo que llamamos en nuestro lenguaje superyó. No hace falta buscar demasiada


literatura analítica para ver que el uso que se le da a este concepto se adecua bien a la definición del significante, que es la de no significar nada, gracias a lo cual es capaz de dar en cualquier momento significaciones diversas”11. Ahora sí, mi resistencia hacia el nudo de 4 elementos se levanta y me libra su significación en la medida en que ahora sé porqué es así, ahora puedo dar mi lectura de este nuevo nudo. Si para ello voy a la representación de este nuevo nudo que aparece en la página 92 del Seminario XXIII me encuentro con que la estabilidad definida a partir de la articulación de los tres registros RSI en el nudo de 3 elementos se ha perdido ya que en esta ocasión éstos no se encuentran entrelazados sino superpuestos, sin formar un nudo. La “solución”, la estabilidad del nudo es por tanto individual ya que está garantizada a través del cuarto elemento que me representa como singular, el sinthoma. Ello me hace pensar en “todo el mundo delira” debido a que con la introducción de esta singularidad irreductible lo Real en juego ya no es un Real “natural” -el que podríamos pensar por ejemplo a partir de la diferencia de los sexosno es, por tanto, un Real producido por una ley natural, es un Real “sin ley”, un Real Uno que me somete a la no relación sexual y que hace que mi lectura sea necesariamente la mía. Este Real Uno va a transformar, a su vez, los tres registros anteriores, RSI, en Un Real, Un Simbólico y Un Imaginario, o si se prefiere en el Uno en su Real, en su Simbólico y en su Imaginario. Es aquí donde se pierde definitivamente la condición “a-semántica” del nudo borromeo de 3 elementos ya que el cuarto elemento me remite a la singularidad de mi lectura, a la singularidad de mi interpretación que pretende ordenarlo todo. También sé porqué ésta mi lectura sería delirante si en ella prescindiera el “hay de lo Uno”12 y colocara a Lacan como garante, como “sujeto inmiscuido” en esta mi lectura de los nudos a la que me quedé fijado pensando que con estos dibujos él quería decirme algo que yo debía esforzarme por entender13 . O, dicho de otra manera, el nudo se quedó fijado en el fondo de mi garganta si he de remitirme a la imagen de Freud en el sueño de la inyección de Irma viéndome obligado a preguntar a Lacan o a Miller por su significado tal como hacía Freud con los otros tres personajes de su sueño14 . En definitiva, si al nudo borromeo le añado una letra de goce, de mi goce con el psicoanálisis, éste pasará de ser “a-semántico” como indicaba respecto del nudo de 3 elementos en el que partía de la idea de que con él Lacan sabía lo que quería decir, a ser “asemántico” y, por tanto, a la espera de mi lectura que ahora puedo proponer a la aceptación o al desacuerdo de mis colegas, lo que en ambos casos me hace sentirme vinculado con ellos, cediendo en este acto parte de mi goce. Dejo aquí mi delirio en el que espero haber dado pié con bola. En cualquier caso, y parafraseando la farsa filosófica de Pirandello, así será si así os parece. N.B.: A Sergio Larriera, quien supo seducirme con su lectura del nudo borromeo.

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Referencias bibliográficas 1. Lacan, J., El Seminario, libro III: Las psicosis, Paidós, Barcelona, 1984, p. 271. 2. Skriabine, P., “La clínica del nudo borromeo”. Estudios psicoanalíticos nº 2, Dor, Madrid, 1994, p. 85-99. 3. Lacan, J., El seminario, libro XXIII: El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 13. 4. Ibíd., p. 23. 5. Ibíd., p. 14. 6. “…para todo x se cumple …(}) lo cual puede traducirse con una V que denota valor de verdad. Esto traducido al discurso analítico, cuya práctica es dar sentido, “quiere decir” que todo sujeto en cuanto tal, ya que es esto lo que está en juego en este discurso, se inscribe en la función fálica para obviar la ausencia de relación sexual (la práctica de dar sentido es justamente la de referirse a esta ausencia de sentido (ab-sens)”. CF.: Lacan, J., “Létourdit” Autres écrits, Ed. Seuil, Paris, 2001, p. 458. 7. Larriera, S., Nudos & cadenas, Miguel Gómez editores, Málaga, 2010, p. 25. 8. Ibíd., pág.: 91. 9. Lacan, J., El seminario, libro XXIII: El sinthoma, cf. el texto de J.A. Miller en la contraportada: “Diez veces un anciano de cabellos blancos aparece en escena. Diez veces resopla y suspira. Diez veces dibuja lentamente extraños arabescos multicolores que se anudan entre sí y con los meandros y volutas de su palabra una veces embrollada y otras liberada,…”. 10. Sobre la distinción entre obra y texto remitirse a: Leguil, F. “De notre intertextualité, Ornicar? nº 49, julio 1998, pág.: 32; Barthes, R., “De la obra al texto”: http:// teorialiteraria2009.files.wordpress.com/2009/06/ barthes-de-la-obra-al-texto.pdf 11. Lacan, J., El seminario, libro III: Las psicosis. Op. cit., p. 270-271. 12. Entiendo que hay un problema en la traducción que habitualmente se encuentra de la expresión “Il-y-a de l’Un” por “hay Uno” lo que equivale a un juicio de existencia de este Uno. Considero más adecuada su traducción por “hay de lo Uno” que incluye la preposición “de” en su valor de genitivo, lo que indicaría in juicio de atribución de una cualidad al “hay” (“de lo un”). 13. Lacan, J., El Seminario, libro III: Las psicosis, Op. cit., p. 276. 14. Ibíd. “(estos personajes) Están al margen de la interrogación de Freud, cuya preocupación principal en ese momento es la defensa. (…) La defensa, en efecto, es eso, en tanto tiene una relación esencial con el significante, no con la prevalencia de la significación, sino con la idolatría del significante en cuanto tal”.

EL AUTOR Francesc Roca. A.P. Psicoanalista en Valencia. Miembro de la ELP y la AMP. Email: pacoroca@telefonica.net

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El psicoanalista como sinthome

Textos: María Martorell Imágenes: Sol Lewitt, Mary Lasker Texto original de la autora

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omo nos recuerda Miller, el sinthome es un concepto que Lacan propone “allí donde no hay inconsciente”1. Lacan lo inventó “para designar lo singular, podemos decir, fuera de la clínica, fuera de la clasificación, lo singular en su carácter absoluto”2. En una entrevista realizada a Ana Ruth Najles por Angélica Marchesini, publicada en el boletín nº 5 de la AMP del año 2010, ante la petición de que defina el sinthome, Ana Ruth Najles responde: “Como no se trata de una formación del inconsciente, no se trata del desciframiento sino de su reducción a su vertiente de goce, a lo irreductible al sentido, al punto en el que no hay nada más para decir”3. Indica también la diferencia entre síntoma y sinthome: “La diferencia, entonces, que ubica Lacan entre síntoma y sinthome es que del síntoma, en tanto formación

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del inconsciente uno se cura, pero que del sinthome nadie se cura porque el sinthome es el modo de gozar de cada parlêtre, en tanto éste tiene un cuerpo”4, es decir, lo más singular. Miller se pregunta qué es un psicoanalista, y dice que se lo preguntará durante largo tiempo. “¿Qué es un analista en la clínica del sinthome? Por lo menos, es un sujeto que ha percibido su modo de gozar como absolutamente singular, la contingencia de ese modo de gozar, que ha captado -¿de qué modo?- su goce como fuera de sentido”5. Lacan percibió “que hay sinthome en cada uno”6, y la noción del analista como sinthome surge en respuesta a una pregunta que le fue formulada en su seminario sobre si el psicoanálisis puede ser considerado un sinthome. Lacan responde: “No pienso que el psicoanálisis sea un sinthome”7, y distingue el inconsciente de lo real diciendo:


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“En la medida en que el inconsciente conlleva una referencia al cuerpo, pienso que puede distinguirse la función de lo real”8, para inmediatamente proponer: “Pienso que el psicoanalista sólo puede concebirse como un sinthome. El psicoanálisis no es un sinthome, sí el psicoanalista”9. Otra pregunta que le dirigen es que si, según el Génesis, “Dios crea al hombre como una ayuda contra él. ¿Qué ocurre con el psicoanalista como ayuda contra?”10. A lo que responde: “El psicoanalista es una ayuda porque puede considerarse como una inversión de los términos del Génesis, puesto que además el Otro del Otro es lo que acabo de definir hace un instante como ese agujerito. Justamente, la hipótesis del inconsciente se sostiene en que ese agujerito por sí solo puede proveer una ayuda”11. “La singularidad del sinthome existe en cada uno, pero está recubierta”12. Lacan inventó el concepto para dar cuenta de lo singular en Joyce, que estaba “identificado con ese singular…”13. Es más “él encarnó el sinthome. Esta es la palabra que Lacan emplea”14 . Miller dice que “Lacan soñaba con eso, con poder encarnar su sinthome”15, esto lo dice para que comprendamos el valor que debe darse a la indicación precisa de Lacan de que Joyce encarna el sinthome16. En su curso titulado “Sutilezas analíticas”, Miller dedica una clase a la singularidad, y dice que “lo que Lacan formuló a propósito del sinthome en algunos lugares puede recordar a lo que dijo del objeto a. Pero lo que él llamaba objeto a era siempre un elemento de goce pensado a partir del inconsciente, a partir del saber, mientras que el punto de vista del sinthome consiste en pensar el inconsciente a partir del goce”17. “Sin duda, allí donde eso habla eso goza, pero la orientación hacia el sinthome acentúa que eso goza allí donde eso no habla, donde no produce sentido”18. Y termina esta lección así: “Y así como Lacan había invitado al analista a ocupar el lugar del objeto a, en El seminario 23 formula que el analista es un sinthome. Como está sostenido por el sin sentido, se lo exime de sus motivaciones, no se explicará. Más bien representará el acontecimiento corporal, el semblante del traumatismo. Y tendrá que sacrificar mucho para merecer ser –o ser tomado por- un trozo de real”19.

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Entonces, el analista ocupa el lugar del objeto a como semblante cuando se trata del inconsciente, del sentido, de “donde eso habla eso goza”20. Pero cuando se trata del analista como sinthome, ya no es un lugar. El analista como sinthome, encarna el goce indecible, el propio analista es un sinthome. De una conversación de los AE que tuvo lugar en Bruselas el 2 de junio de 2012, titulada La lengua y el cuerpo, en la que intervinieron Patricia Bosquin-Caroz, Sonia Chiriaco, Anne Lysy y Guy Briole, animada por Alain Merlet21, he tomado algunos fragmentos de la intervención de Sonia Chiriaco como ejemplo. Comienza así: “Lo que se experimenta en el cuerpo sólo puede aprehenderse con las palabras, con este intento arriesgado, a tientas, de acercarlo, de cercar sus contornos, en una palabra, decir algo sobre ello”22, “…sin embargo, se comprueba que la lalengua es impotente para traducir exactamente la sensación corporal. Todo esto se complica aún más por el hecho de que las propias palabras tienen un impacto sobre el cuerpo y resuenan”23. “En ocasiones el choque entre lo sin nombre y una sensación corporal dejará una huella traumática que un recuerdo revestirá, ya que el neurótico no puede abstenerse de cubrir lo que se desnuda”24 . Dice: “Lo sin nombre, lo encontramos muy pronto, ya que va de la mano con nuestra entrada en el lenguaje”25. A los siete años durante unas vacaciones, están bordeando un río y ella experimenta una gran dificultad. Le dicen que se dé prisa y ella siente “un agotamiento poco habitual, mi cuerpo ya no me obedece, he perdido todas mis fuerzas y sólo yo me doy cuenta de ello. No puedo comunicar a nadie lo que me ocurre, sé que es indecible. Mi soledad es inmensa”26. Ni la palabra que nombraba una enfermedad, que aún no le habían diagnosticado, ni ninguna otra alcanzarían nunca para “atrapar la inquietante extrañeza que experimenté en ese momento preciso en el que mi cuerpo me abandonó al borde del río”. Tres graves trastornos se produjeron en su cuerpo. El primero cuando nació, sobre el que no guarda ningún recuerdo, pero sí la frase de su madre al contárselo: “Te deseamos cuando supimos que te ibas a morir”27. El segundo cuando era muy pequeña, del que guarda un

SINTHOME ES UN CONCEPTO QUE LACAN PROPONE “ALLÍ DONDE NO HAY INCONSCIENTE”

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HAY UN SINTHOME EN CADA UNO (Jacques Lacan)

recuerdo precioso de un peluche que le regaló su padre. El tercero, el que le ocurrió a los siete años, “consolidó este destino de niña preparada para desaparecer, preludio de una identificación que será el lecho del fantasma”28. Sin embargo, “la sensación corporal experimentada cerca del río, quedará irremediablemente separada. […] reaparece furtivamente, tras momentos de agotamiento inesperados, acompañados de un inexplicable y fugaz desaliento que siempre estoy dispuesta a cazar. Traza insoluble, innombrable”29. Tras su primer análisis, el fantasma se escribía de este modo: “Desaparecer para ser deseada”30. Ella se pregunta por qué hizo falta un segundo análisis. Una pesadilla revela la siguiente fórmula: “Iba a ser descubierta”31. No sabía de qué, ¿qué culpabilidad?, ¿qué vergüenza?, ¿qué goce? “El significante descubierta resonaba con toda la serie de significantes amo que habían guiado mi vida, pero el tono había cambiado: era la propia vida lo que a partir de este momento me angustiaba y, especialmente, mi cuerpo vivo frente al cuerpo vivo del Otro. Lo experimenté en el mismo instante de encontrarme con mi segundo analista”32. Una interpretación del segundo analista la conmovió desde la primera sesión: “mentira ambulante”33 . Esta doble nominación condensaba su ficción edípica, los significantes del fantasma, su vergüenza y el goce de esconderse. Voluntariamente se vinculó más a mentira que a ambulante. “Un cuerpo ambulante atestado por los significantes de su historia, un cuerpo siempre en movimiento mientras el sujeto que lo habitaba ¡había creído en su postura mortificada!”34 . En un sueño el analista le dice: “Voy a enseñarle a mirar a los ojos. Apuntaba a un síntoma casi oculto para mí misma. Mientras se lo contaba al analista, éste respondió: Ahora comprendo por qué la mantenía cara a cara”35. Sólo en ese instante cayó el objeto, el fantasma se fracturó y pudo atravesarlo. “Al otro lado, solo había el desêtre, lo fuera de sentido, a los que tenía que enfrentarme sin red, sin tener ya la ayuda de la asociación libre”36. Un sueño le indica la salida: “Iban a abrir la tapa de su cráneo para extraer algo, sin duda la palabra final… pero ¿cuál era? La palabra parecía estar soldada al cuerpo, pero

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lista para ser separada. Aquí la palabra es tratada como un trozo de carne a extraer del cráneo que lo encierra”37. Cuando estaba relatando el sueño recuerda que la noche anterior había ido a recoger conchas, principalmente orejas de mar (ormeaux), hizo la siguiente asociación: “orejas de mar (ormeaux), palabra de oro (mot en or), muerte (mort), significante amo caído y, por supuesto, sin palabras (hors mot), equívoco que se llevaba con él toda esperanza de encontrar la palabra final ( fin mot). La cosa preciosa y repugnante que había que retirar del cráneo, ¡sólo era una broma! “Quiere usted terminar, me dice el analista. No de una manera tan tonta, le respondí. Escriba sobre el temor de ser tonta”38. Tras esto, Sonia Chiriaco puede reconciliarse con el goce, y encuentra una zona de tranquilidad que le permite acoger a los analizantes sin ser colapsada por el goce, permaneciendo “en estado de alerta (sur le qui-vive)”39. Esta expresión la atrapa cuando la está pronunciando y su cuerpo vacila. Este nuevo equívoco tocaba esa parte de goce indestructible. Al pronunciarlo, había resonado en su cuerpo. “Este estado de alerta (qui-vive) surgió del inconsciente para describir la posición de la analizante que pasa a la posición de analista, es un índice del goce indecible”40. Sin embargo, aclara que no es una nueva identificación con un significante, simplemente hace sonar lo vivo (vive). Compara el estado de alerta (qui-vive) con el mercurio (vif argent), metal líquido que tocamos y nunca se deja atrapar, y se pregunta si no es una definición del sinthome, si no es una tentativa más de nombrar lo innombrable que siempre se esconde. Diferencia lo sin nombre (sans mot) de lo innombrable, poniendo lo sin nombre del lado del tropiezo, de lo que no tiene nombre. Lo innombrable es lo que intentamos nombrar sin cesar. Coloca el estado de alerta (qui-vive) como una manera de nombrar lo innombrable, cuando intenta decir algo sobre la sensación corporal experimentada en el cuerpo que se barra, ese recuerdo es innombrable. Alain Merlet puntúa que la cosa misma es sin nombre pero empuja para ser nombrada, que es algo que se repite en todas las exposiciones. En la conversación que tiene lugar después, Sonia Chiriaco comenta que está trabajando para diferenciar el sinthome y el Uno del goce. “El analista me dijo: la escritura es su sinthome. Cuando atrapo todas las cosas reunidas en el estado de alerta (qui-vive), el Uno del goce, etc., hago una diferencia entre la iteración, el Uno del goce y el sinthome, que permite hacer algo con lo que se escapa todo el tiempo. El sinthome sería como la herramienta que permite hacer algo con esta cosa que no se atrapa realmente”41. Hay una última intervención en la conversación, realizada por Monique Kusnierek, que merece la pena reseñar. “Efectivamente, está el acontecimiento del cuerpo, primero, apenas aislable, y después está lo que dice el analista: por ejemplo, usted es una corredora. Es casi una escritura del sinthome, es su lectura, lo dice como una jaculatoria, parece que dice esto con su cuerpo. El analista es un sinthome. Algo de este acontecimiento de la lalengua es revestido en la cura a partir del sinthome, que es el analista que habla con su cuerpo”42. Me pareció oportuno reseñar esta intervención porque


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NO PIENSO QUE EL PSICOANÁLISIS SEA UN SINTHOME (Jacques Lacan)

para mí abre muchos interrogantes. Creo que un análisis pasa por diferentes momentos, como plantea Miller en Sutilezas analíticas, en un capítulo titulado “Tres modalidades de análisis”. Al principio, se despliegan todos los significantes, la historia del sujeto, y se obtiene la fórmula del fantasma. En el caso de Sonia Chiriaco “desaparecer para ser deseada”. Pienso que hasta aquí el analista ocuparía el lugar de Sujeto supuesto Saber. En un segundo tiempo, el analista ocuparía el lugar de semblante del objeto a. Siguiendo con la exposición de Sonia Chiriaco, aparece en un sueño en el que el analista le dice: “Voy a enseñarle a mirar a los ojos”, pero al mismo tiempo el analista le dice cuando lo está relatando: “Ahora comprendo por qué la mantenía cara a cara”. Esto es lo que provoca la caída del objeto a y abre el camino al tercer momento. Aquí el analista encarna el sinthome, el analista es el sinthome, pasa a encarnar el goce indecible. El analista le dice “Escriba sobre el temor a ser tonta”. Sonia Chiriaco dice sobre la escritura que le acompañó desde la infancia y le sirvió para contener ese gran flou en el que deambulaba, para sostener su cuerpo y calmar la angustia. La escritura tenía dos caras, una de defensa y una de goce, recién descubierta. La interpretación del analista la lleva a una relación con la escritura más libre y sin garantía. A posteriori, ella entiende esta interpretación como un “arrégleselas con eso”, con lo fuera de sentido final del análisis, con el resto, con la escritura. Si queda un modo de goce después del análisis, no podemos considerar, sin embargo, la escritura como estrictamente igual al goce, es más bien un medio para hacer algo con el resto no eliminable, insoluble, que acosa aún de muy distintas maneras”43. Pienso que los tiempos del análisis no son lineales y que el analista puede cumplir diferentes funciones a lo largo de la cura, sin que tengan que ser temporalmente consecutivas o separadas.

Referencias bibliográficas 1. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 91. 2. Ibíd., p.92. 3. http://ampblog2006.blogspot.com.es/2010/03/ boletin-amp-2010-numero-5.html 4. Ibíd.

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5. Miller, J.-A., Op. Cit., p.95. 6. Ibíd., p. 92. 7. Lacan, J., El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 133. 8. Ibíd. 9. Ibíd. 10. Ibíd. 11. Ibíd. 12. Miller, J.-A., Op. Cit., p. 93. 13. Ibíd., p. 92. 14. Ibídem. 15. Ibíd., p. 93. 16. Ibíd. 17. Ibíd., p. 107. 18. Ibíd. 19. Ibíd. 20. Ibíd. 21. Quarto 103 - est-ce un?, Ecole de la Cause Freudienne, Huysmans, 2013, p. 46. (la traducción es nuestra) 22. Ibíd., p. 52. 23. Ibíd. 24. Ibíd. 25. Ibíd. 26. Ibíd. 27. Ibíd. 28. Ibíd. 29. Ibíd. 30. Ibíd., p. 53. 31. Ibíd. 32. Ibíd. 33. Ibíd. 34. Ibíd. 35. Ibíd. 36. Ibíd. 37. Ibíd. 38. Ibíd. 39. Ibíd., p. 54. 40. Ibíd. 41. Ibíd., p. 59. 42. Ibíd. 43. Ibíd., p. 53. LA AUTORA María Martorell. Psicoanalista en Madrid. Socia de la Sede de Madrid-ELP. Email: maria.martorell.linares@gmail.com


CIUDAD L ujur ia / Tr ans/ Innombr ado / P oe sía

PALABRAS CUERPOS Mercedes de Francisco. Carmen Cuñat. Javier Peteiro. Juan Carlos Pérez Jiménez. Carmen Bermúdez y Celeste Stecco. Aurora Freijo. Luis Miguel Rodrigo

➝ PROTESTA CIUDADANA EN LA PUERTA DEL SOL DE MADRID Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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La lujuria Textos: Mercedes de Francisco Imagen: Thomas Ruff Texto presentado en el Ciclo Pecados, pasiones y goce: “La lujuria: paradojas de la libertad sexual”, en la BOL de Madrid, el 8 de abril de 2015

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a lujuria es uno de los siete pecados capitales de la religión católica, y a cada uno de estos pecados les corresponde una virtud que le hace contrapeso, en este caso la castidad. Aunque se trata de un pecado referido a los actos sexuales, tiene un costado más general y que puede servir para adjetivar cualquiera de los otros. De estos pecados se derivan todos los demás, y en ellos podemos encontrar lo que en nuestros términos sería una clasificación del “goce del ser hablante”. Los “excesos” recogidos en esta lista ya les resultaban problemáticos a los Antiguos. Pero desde luego contaban con ello, y Grecia de una forma y Roma de otra organizaron su vida social a través de costumbres, filosofía, leyes, para afrontar las tendencias excesivas del ser humano que consideraban degradantes y destructivas. Pascal Quignard en su ensayo El Sexo y el Espanto1 nos dice que nunca hubo homosexualidad griega ni romana y que la palabra “homosexualidad” apareció en 1869 y la de “heterosexualidad” en 1890. Para griegos y romanos la cuestión sexual pasaba por la división entre actividad y pasividad. La actividad estaba referida fundamentalmente al privilegio del “falo”, todo lo que tenía que ver con los “ori-

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ficios”, sobre todo entre los romanos, era considerado una impudicia. Para los romanos no importaban los excesos en sí mismos, si estos no atentaban contra el privilegio del falo y resguardaban la descendencia, el lugar del Pater. La lucha entre Eros y Tánatos estaba presente de manera continua en su vida. Eros representando la vida a través de la entronización de la potencia, y el germen de la vida a través del semen, y Tánatos todo lo que se opusiera a ello. Los romanos estaban verdaderamente obsesionados por el problema de la potencia masculina, cualquier signo de impotencia se consideraba efecto de alguna maldición, a la que había que poner remedio. Las supersticiones funcionaban como antídotos frente a esto que les atormentaba. Freud, pone de nuevo en primer plano este anudamiento entre la sexualidad y la muerte, a través de lo que escucha en sus pacientes, deduce de su propia vida y estudia sobre la Antigüedad y los Mitos. Vemos así, como el tema de la lujuria es atemporal, atraviesa todas las épocas. Pero hay distintas escansiones que pueden ser interesantes marcar. Los griegos, bien en su versión socrática-platónica, o bien en su versión aristotélica se dieron una organización de la polis; los romanos con sus estrictas leyes también;


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Fotogramas y negativos, Thomas Ruff

el cristianismo y la Iglesia asumieron la tarea de regular exhaustivamente estas tendencias a través de los pecados, pero sabiendo que son “ineliminables”. Y es a partir de aquí que el pecado, la culpa, el arrepentimiento, la confesión y el perdón, entran en nuestro entramado simbólico e imaginario. La influencia y el poder de la Iglesia Católica no están desvinculados de esta forma de abordar y tratar el goce. Por una parte, regulándolo exhaustivamente y, por otra, permitiéndolo por vía de la confesión. Los padres de la Iglesia saben de la imposibilidad de eliminar el goce que nos habita. Jacques Lacan nos habla de la religión católica como la religión del goce, lo que se pone fundamentalmente de manifiesto en el Barroco. Lo que atraviesa las épocas es lo que Jacques Lacan nos dice en su Discurso a los Católicos: “algo irremediablemente equivocado de la sexualidad humana”2. Y a partir de esto que atraviesa la historia de la humanidad podemos afirmar, que otra de las escansiones fundamentales ha sido la aparición de la verdad freudiana, que nos ha afectado cualquiera de las manifestaciones de nuestra cultura y nuestra vida. Tanto en los Antiguos como en el abordaje que la Iglesia hace de “la imposibilidad de la relación sexual”, queda de lado el goce femenino, el relacionado con los orificios, ese

misterio al que no convenía mirar de cerca pues implicaba un castigo. Tenemos así la medusa que petrifica al que la mira de frente, a Tiresias que como conoció dicho goce se quedó ciego, a Edipo… etc. Por ello las representaciones de la mirada en las pinturas romanas son de soslayo. Lo femenino no tiene la posibilidad de fecundar y por ello su goce es algo impúdico, inútil, “maléfico”, además no está afectado por la detumescencia, está referido al vacío… que lo puede aspirar todo. Es así como ellas son las que pueden llevar a la perdición… Cuando Freud se atreve a preguntarse por la sexualidad femenina supone una ruptura fundamental. Freud tuvo esa valentía y atrevimiento y no temió al “castigo”. Llegó a dejar abierta la pregunta qué quiere la mujer, y marcó las diferencias entre los sexos en referencia al falo, a las consecuencias de tenerlo o no tenerlo. Pero es Lacan el que recoge el guante dejado por Freud y se atreve a diferenciar claramente el goce fálico del goce femenino. Y nos plantea como la significación siempre es fálica, siempre cae en el imperio del más y el menos, del tener o no tener, de la presencia-ausencia, del todo y la excepción. De esta manera Jacques Lacan realiza algo de un alcance que considero se nos torna por momentos impensable. La zona prohibida, la barrera, el misterio, al que

Una de las formas del discurso del amo de tratar la lujuria ha sido a través del amor

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Lacan se asoma y del que hace surgir la lógica del no-todo. Después de siglos, de logos, de filosofía, de religión, es Lacan el que hace ingresar algo nuevo y se atreve a mirar eso que no se podía mirar porque había que sostener el pater, la descendencia. Si para Freud la cuestión del padre fue un límite, Lacan se sirve de Freud, padre del psicoanálisis, para atravesar este falso límite. Es así como introduce el acontecimiento del cuerpo en la experiencia analítica, como alumbra una nueva lógica que implica la posibilidad de un nuevo lazo social… ¿Incluso una nueva polis? Nos habla de un goce generalizado, que se caracteriza por ser del orden del exceso, el gasto, la hazaña, por tanto se trata de la lujuria generalizada… si esto es ineliminable, y cualquiera que mire un poco lo que pasa en el mundo puede tener constancia de ello, ¿cuál es la singular propuesta del psicoanálisis que no se confunda con una filosofía, una religión, una terapéutica, ni técnica posible? Una de las formas que ha tenido el discurso del amo, el pensamiento occidental de tratar la lujuria ha sido a través del amor, una forma de tratar la enfermedad incurable del ser que habla. Aunque ha servido para velar esta imposibilidad cuyo exponente es lo hetero, lo femenino, de alguna manera las diferentes formas de amor que han presidido las épocas no dejaba de contemplar esta diferencia. Los fenómenos de estallido del goce, anudados a los objetos y descubrimientos técnicos que vivimos en la actualidad son el producto del discurso capitalista que en su germen, como plantea Lacan, lleva el intento de erradicar lo imposible. Si los diferentes discursos para Lacan son una formalización del lazo social, este discurso es un contrasentido, porque implica la ruptura de dicho lazo. No es casual que se hable en esta época de la decadencia del amor, de un avance del solipsismo, de ruptura del lazo con el otro. Frente a este discurso que ya no es el del amo clásico, ¿qué puede aportar el psicoanálisis? Jacques Lacan, en su discurso a los católicos y el triunfo de la religión se pregunta por el futuro del psicoanálisis…, y nos dice que el psicoanálisis “no triunfará” sino que es la religión la que triunfará sin duda, y que se trata sobre todo para el psicoanálisis de sobrevivir. Frente a esta visión que “no es ni alarmista, ni angustiada”, como nos aclara Lacan en la entrevista El triunfo de la religión3, añadiremos ahora la pregunta ¿cómo hará el psicoanálisis para sobrevivir al empuje científico-técnico de este capitalismo salvaje y tardío?, al que le acompañan el terror y la destrucción que quieren imponer los fanatismos religiosos. Lacan nos habla de que el psicoanálisis no debe abandonar el lugar de síntoma del malestar en la cultura, que pone encima de la mesa lo femenino y lo hetero por excelencia, lo imposible y su tratamiento.

“Nuestro sinthoma” se caracteriza por el exceso en forma de iteración, de volver a ello una y otra vez, por no ser absorbido o regulado del todo por ninguna ley, y por ser lo que se pondrá en juego en el cuerpo a cuerpo con el otro sexo. El psicoanálisis no es una moral, ni una técnica, ni una terapéutica, se trata de una experiencia que asume con todas las consecuencias el hecho de lo femenino en el mundo y la imposible armonía entre los sexos. En su texto de la proposición del pase, Lacan nos dice que como la relación sexual es imposible, puede funcionar de cualquier manera. Se tratará de hacer posible la vida en común usando nuestra “extravagancia” como baluarte para el lazo, una extravagancia que no vaya a favor de la pulsión de muerte, del empuje destructivo hacia el otro como hacia uno mismo. “La religión se creó para que los hombres no se den cuenta de esto que no anda…”4, nos defendemos de este real abrazando la fe del sentido, y el psicoanálisis de orientación lacaniana funciona molestando esta defensa, poniéndola en cuestión. Expresaré un deseo con las palabras de Lacan “en muy poco tiempo encontrarán a Lacan en cada esquina”5, y con ello se estará advertido que la difamación y el maltrato a la mujer, porque en ella se ubica lo horroroso y lo maléfico, “la lujuria”, es una estrategia destructiva que ha marcado la historia de la humanidad. Un best-seller como 50 sombras de Grey, un producto ejemplar del capitalismo vuelve a ser la entronización del falo, sin detumescencia, sin flaquear, y además se hace creer que, a través de un contrato, se puede llegar a tornar posible la relación sexual. Un verdadero canto a Tánatos que ha ido siempre de manos de la fascinación por el falo, tanto para ellos como para ellas.

Los padres de la Iglesia saben de la imposibilidad de eliminar el goce que nos habita

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Referencias bibliográficas 1. Quignard, P., El sexo y el espanto, Editorial Minúscula S.L., Barcelona, 2014, p. 12. 2. L acan, J., El triunfo de la religión, Paidós Ibérica, Buenos Aires, 2005. 3. Ibíd. 4. Ibíd. 5. Ibíd. LA AUTORA Mercedes de Francisco. A.M.E. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP. Email: mdefrancisco@arrakis.es


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“Una vida complicada” DE CÍ A WOLI NSK I

Luis Buñuel durante una filmación

Textos: Carmen Cuñat Imágenes: escenas de Viridiana de Luis Buñuel Intervención realizada el 2 de Febrero de 2015 en la ECf (París) con ocasión de la Soirée anual organizada por el Consejo de la AMP, cuyo título fue: “La experiencia del psicoanálisis aún inédita para hacer frente al desencadenamiento de lo sagrado”

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ivimos en estos momentos una gran conmoción a raíz de los asesinatos de los periodistas de Charlie Hebdo y de los clientes –judíos– sorprendidos haciendo sus compras en el Hiper Cacher. Una conmoción de la cual nadie puede escapar gracias también al eco que este acto criminal ha tenido en las redes sociales. Sí, “nada es simple, todo se complica” decía también Sempé hace ya más de treinta años. Pero, ahora, parecería que todo se complica aún más. Antes sabíamos cuando estábamos a la derecha o a la izquierda y, si no lo sabíamos, siempre había un amigo que, de forma más o menos bien intencionada, nos lo hacía saber. Ahora no lo sabemos muy bien. No solo esto, si no que no sabemos cómo podría responder tal o cual persona en una situación política o social compleja. ¿Cómo salir de este embrollo? Hace unos días releía las memorias de Luis Buñuel. Conviene quizás volver la mirada sobre la opinión ilustrada de otros tiempos –como ya lo han hecho algunos de nuestros colegas en las páginas de Lacan Quotidienaunque solo sea para saber cómo otros en otras épocas se las han arreglado para enfrentar con cierta dignidad el

odio, el racismo, la segregación, la muerte por violencia de los seres queridos. Tomemos a Luis Buñuel, ese director conocido y aplaudido en Francia, donde hizo muy buenas amistades, entre otros con su compañero de ruta Jean Claude Carrière con quien escribió sus memorias bajo el título Mi último suspiro. Fue, en efecto, uno más en desplazarse a Francia buscando la protección de los valores republicanos, para escapar de la censura franquista y de otras cosas. Pero a Buñuel también le gustaba reconocerse como un fruto genuino de la esencia española. Hay que señalar que es sobre todo a partir de lo que vivió en España, a partir de sus adquisiciones “culturales” desde la infancia y, especialmente, su educación católica en su familia y con los jesuitas, pero también a partir de su perplejidad temprana frente a lo que ocurría a su alrededor; fue con este bagaje con lo que luego consiguió realizar sus películas. Resulta siempre conmovedor ver como Buñuel consigue transmitir lo que para nosotros, los españoles, era el pan de cada día, haciendo de ello una escena surrealista e irrisoria. Es así, en efecto, como consiguió llamar la atención sobre lo cotidiano más escaLetr as Lacanianas | Nº10 2015

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Viridiana, Luis Buñuel

broso y hacerlo pasar a la categoría de lo virtuoso o de lo sublime. Hacerlo pasar y a la vez señalar, sin proponérselo, la indecencia de los ideales donde se asientan las buenas intenciones. Nunca cedió, como él decía, “a hacer concesiones y siempre luchó por los principios en los que creía”. Su modo de mirar el mundo le llevó a aliarse también con las causas promovidas por los movimientos políticos e ideológicos del momento: era un republicano convencido, lo que le llevó al exilio. Participó desde el inicio en el movimiento surrealista, fue miembro del partido comunista y, sin embargo, se lee bien en sus memorias, no quería demostrar nada para convencer a los otros: “no utilizó el cine como un púlpito para predicar”. Sin embargo, no fue nunca cobarde para mostrar lo que quería mostrar; desde sus fantasmas más escabrosos hasta lo que él intuía detrás de las buenas acciones de los otros, cayera quien cayera: los santos, la burguesía con sus dulces encantos, pasando por la jerarquía eclesiástica y la guardia civil franquista. Tampoco pretendió hacer de su visión del mundo un tratado de simbología, como a veces se ha querido ver en su obra. En efecto y como dijo muchas veces odiaba las interpretaciones. En varios momentos, se interesó, como todo buen surrealista, en los relatos de los sueños y en el inconsciente. Pero no se sintió atraído por el psicoanálisis, al menos ese que le transmitieron sus contemporáneos. Solo fue amigo de algunos, entre ellos Lacan, que supo percibir en su película EL, su capacidad de captar lo real del sujeto paranoico y lo hizo valer frente a sus alumnos. “El paranoico, decía, descubre inmediatamente a su víctima como un halcón que ve una alondra”. Es decir, que en lugar de buscar el sentido de las acciones humanas, incluso de los sueños, más bien lo que hizo Buñuel fue mostrar en acto el sin sentido. Por otro lado, la idea de transparencia no estaba entre sus gustos, la emprendió incluso contra la libertad de prensa. Más bien consiguió lo contrario y ese fue su genio: hipnotizar al espectador de tal manera que alguna de sus películas logró milagrosamente escapar de las tijeras de la censura

franquista. En efecto, conocía bien el poder del cine tanto para velar lo real como para intentar mostrarlo. Propuso en algún momento que el cine tendía más bien a ser “un disfraz engañoso del arte”. Buñuel hacía gala de ser profundamente ateo, hacía gala incluso de convencer del ateísmo a otros, pero no se jactaba de ser irreverente, aunque muchos lo vieron así y aunque en realidad lo fuera. Buñuel no retrocedía en mostrar su cobardía, ni en mostrar su crueldad, aunque le molestaba que se lo dijeran. “No soy cruel cuando, por ejemplo, me dicen que pongo en evidencia a las bellas almas” tal y como puede verse en sus películas: Viridiana, Nazarín, Tristana, “al contrario, hago que destaque su bondad”. “No soy tampoco un blasfemo cuando hago que un crucifijo parezca un puñal, objeto que por otra parte se puede encontrar todos los días en las tiendas de Albacete… Únicamente la fotografía hace que ese objeto tome la apariencia de la blasfemia”. Hay que saber también que consideraba la blasfemia como una característica muy española, tal vez justamente para señalar, como otros han hecho, que su fuerza es directamente proporcional al deseo de hacerse salvar por Dios Padre. Como Buñuel mismo relata en sus memorias, la película Viridiana procede de una ensoñación. Desde la edad de 14 años soñó en múltiples ocasiones con poder acostarse con la Reina de España, “la bella reina Victoria” y para ello fantaseó que lo mejor sería drogarla, cuando estuviera dormida. Qué dirían ahora algunos de los movimientos feministas, cuyo último invento es intentar prohibir en España el piropo, y organizar una más de las asociaciones de víctimas del maltrato machista que se reproducen en este momento en España. Hay que decir que las asociaciones de víctimas han tomado todo su auge a partir también del terrorismo de ETA y a raíz de los atentados yihadistas del 11 de marzo de 2004 en la estación de Atocha de Madrid, donde hubo 199 muertos y muchos heridos más. Es urgente, en efecto, reflexionar sobre este empuje a la victimización generalizada. Habría que intentar saber a qué responde este

Que cada uno vea a qué goce responden sus ideales

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Viridiana, Luis Buñuel

empuje identitario contemporáneo y ver también si es posible sacar a las víctimas de esta homogeneización, de este lo mismo da que da lo mismo que, además, las deja bien atadas a su verdugo. Quizás lo más terrible de estos días es que a estos acontecimientos por más insensatos que parezcan, nos acostumbramos. Es decir, que hacemos de ellos, un instante después, un motivo más para adormecernos con la idea de que podría existir un mundo mejor. No era el caso de Buñuel. Tampoco para Freud y luego para Lacan, que asumieron desde el inicio las enseñanzas del psicoanálisis. Para ellos no existe la posibilidad de un mundo mejor. Existe más bien lo inmundo del goce de cada uno, frente a lo cual el psicoanálisis no pretende poner barreras, si no es invitando a que cada cual, el que lo desee, lo pueda cernir en la experiencia psicoanalítica, lo pueda someter a un bien decir y mostrar cómo se las arregla con ello, sin tener obligatoriamente que salpicar al otro con sus maldades. Entonces, antes de tomar partido, se trataría de que cada uno vea a qué modo de goce responden sus ideales. Después de todo, “el secreto” de Buñuel, parafraseando a Jacques-Alain Miller, estaría en hacer todo eso porque

“no podía no hacerlo” pues intuía que había un goce detrás irrenunciable. El único error de apreciación que nuestros amigos de Charlie Hebdo tal vez hayan cometido, es haberse quedado anclados a una forma de retratar lo real como se hacía antaño, sin tener en cuenta que los viejos fantasmas religiosos pueden volver en cualquier momento para devolver un sentido, pero esta vez no desde un estado católico o republicano en los que se podía hacer frente con la transgresión, incluso la subversión, si no desde un estado fantasma, anónimo, armado hasta los dientes de certezas y de kalashnikovs, frente a lo cual, por el momento, no hay dialéctica que valga. Bibliografía: Buñuel, L., Mi último suspiro, Randon House Mondadori, S.A., Barcelona, 1982. LA AUTORA Carmen Cuñat. A.M.E. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP. Email: ccunat@arrakis.es Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Progreso, sentido y M EDICI NA

Old dark house, cine

Textos: Javier Peteiro. Imagen: fragmento de “Old dark house”, 1932 Intervención realizada en el encuentro: “Psicoanálisis y medicina, hoy”. A Coruña

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n 1943, Maxence van der Meersch publicó Cuerpos y almas, una novela sobre médicos situada en una época en la que la tuberculosis hacía estragos. El título es significativo. Sería insólito que alguien usara ahora el término “alma” para una novela seria, ya no digamos para un texto científico. ¿Hemos progresado desde 1943? Parece que sí. La tuberculosis ya no aterra. El diagnóstico ha avanzado extraordinariamente, dolencias incurables han dejado de serlo e incluso una enfermedad emergente letal como el SIDA está siendo eficazmente controlada. El progreso científico parece imparable y, como en tiempos de Jesús se decía, se espera que la Ciencia consiga que los ciegos vean y los paralíticos anden. Parece sólo cuestión de tiempo. La Ciencia no puede predecirse a sí misma. La profesionalización de la investigación científica ha conducido a

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olvidar la benéfica influencia que lo contingente y lo lúdico han tenido en el propio desarrollo científico. Se atiende más bien ahora a un progreso basado en proyectos, incremental. Tal enfoque ha conllevado éxitos espectaculares como el proyecto Genoma. Craig Venter, uno de los implicados en él, prosigue esa vía. Sus trabajos le han conducido al descubrimiento de un genoma mínimo, es decir, aquél que soporta una forma simple de vida, a sintetizarlo y a introducirlo con éxito funcional en un citoplasma bacteriano (mycoplasma genitalium). Recientemente su grupo trabaja en un modelo computacional de la reproducción de esa bacteria. Copiar algo es un intento de entenderlo. Es conocida la importancia de la simulación por ordenador en aerodinámica. Una simulación in silico de un proceso biológico puede servir de orientación a programas experimentales y ayudar a la interpretación de lo descubierto.


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Al principio de su Metafísica nos dice Aristóteles que “la vista, mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos”. No sorprende la necesidad de facilitar el conocimiento de la vida mediante su copia a una imagen. Una copia que supone un mayor o menor grado de adecuación, desde el simple dibujo de lo observado hasta el sueño final de hacer una copia con las mismas propiedades, con vida. En nuestra época asistimos a una fase intermedia, el intento de recreación in silico. Es prematuro intuir hasta dónde alcanzará la perspectiva de Venter, pues hay que tener en cuenta la complejidad que suponen modelos teóricos anteriores mucho más simples como los autómatas de Wolfram, pero está en marcha un proyecto mucho más ambicioso, el Human Brain Project, sucesor del Blue Brain Project, que persigue la simulación en ordenador del cerebro humano. Copiar la vida y copiar la consciencia son sueños que dan lugar a que se consigan aportes económicos importantes para ese tipo de investigaciones. Pero, más allá del intento mimético, estamos ante un afán de completud que evoca la imposible Enciclopedia Máxima imaginada por Umberto Eco. Estaríamos ante la ilusión de una Ciencia Máxima o, mejor, de un mosaico de disciplinas científicas completas. Parece un sueño irrealizable pero, a diferencia de lo que ocurre con los límites científicos intrínsecos de la física, sólo el tiempo lo dirá. En todo caso, ese enfoque supone una deriva importante de recursos hacia una perspectiva de fuerza bruta que, como el proyecto Genoma, puede desengañar las esperanzas puestas en ella. En cualquier caso, copiar la vida no es entenderla. No tanto porque sea demasiado compleja, sino por la extraordinaria importancia de lo aleatorio en ella. Podríamos decir que no vemos simultáneamente en ningún momento dos bacterias iguales aunque lo sean genéticamente. Tiende a atribuirse la importancia del azar sólo al carácter aleatorio de las mutaciones y a contingencias del entorno que facilitan o no la adecuación a él de individuos. Pero el azar interviene constantemente, no sólo en la determinación genética. La propia expresión génica es ruidosa e incluso el ruido facilita, como resonancia estocástica, la percepción sensorial. El ruido es intrínseco a la vida. Como ocurre con lo contingente, el propio tiempo es un gran desconocido en las ciencias de la vida. Sólo una fracción muy pequeña de publicaciones científicas se dirige a estudiar aspectos biofísicos fundamentales, dinámicos, optando más bien por un reduccionismo bioquímico establecido en un contexto genético-informático, cibernético a la vez que estático. Abundar en el conocimiento de los procesos moleculares subyacentes no bastará para superar el problema de la finalidad, algo que parece más metafísico que científico. Aunque se diga que se utiliza el término “para” sólo de modo heurístico en la comprensión de lo viviente, lo cierto es que no debiera hacerse en absoluto desde una perspectiva estrictamente científica. No hay finalidad, a no ser que demos a este término un sentido distinto al habitual y que fuera no causal, no intencional, por la sencilla razón,

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dejando a un lado las extrañezas del mundo cuántico, de que el efecto no antecede a la causa ni es previamente conocido por nada ni nadie. No hay plan en biología. No se ha reconocido suficientemente la quiebra de sentido que implica la concepción científica del mundo ni la incoherencia que supone tratar de sostener una teleología no teológica. Tratar de salvar las apariencias refiriéndose al principio antrópico fuerte no deja de ser una reminiscencia fideísta. Se ha quebrado el sentido. La Ciencia nos priva de él. Podemos ser ecologistas, defender la biodiversidad, luchar contra el cambio climático, pero eso no tiene nada que ver con la vida ni con su posible significado; sólo con el modo en que se manifiesta ahora. Es improbable que el ser humano, por mucho que lo intente con sus despropósitos, consiga una extinción total de toda forma viviente en la Tierra y cualquier cambio, por malo que nos parezca, sólo supondrá una alteración del entorno que facilitará el desarrollo de unas formas de vida y la desaparición de otras. No se percibe con suficiente claridad, con fría lucidez, que desde la perspectiva científica somos un mero resultado colateral de un proceso evolutivo aleatorio. La muerte de Dios anunciada por Nietzsche no puede paliarse con falsas divinidades como una teoría de la evolución mal entendida (Stuart Kauffman ironizaba diciendo que todo el mundo creía comprenderla). Científicamente, no hay sentido ahí fuera. No podemos objetivarnos propiamente; sólo tratar de conocernos como sujetos a través del símbolo y del lenguaje en un ámbito cultural, histórico. No basta con la Ciencia para descifrar el gran misterio del ser y por eso el progreso científico sólo conducirá a radicalizar o eludir la cuestión metafísica pero no a darle respuesta. Antes de que apareciera la Ciencia, tal como la reconocemos ahora, ya existían la medicina, la literatura, la historia, la filosofía… íntimamente conectadas. La medicina subyace a la antropología, que es algo más que un conocimiento mecanicista. Al margen de condicionantes socioeconómicos, la práctica médica fue siempre una clínica interpretada. Que esa interpretación fuera mágica, humoral-hipocrática, arquitectónica-vesaliana o, más modernamente, atomística-celular, no afectó a la esencia del carácter relacional de la clínica, basado en el respeto al sujeto y en la comunicación con él. En esta época corremos el riesgo de que la fascinación por el conocimiento científico de nuestro organismo corporeíce algo tan importante como el alma, entendida en su sentido primigenio, como anima, como ψυχή. Si eso ocurre, el progreso científico facilitará una medicina desalmada y, por ello, inútil.

No basta con la Ciencia para descifrar el gran misterio del Ser

EL AUTOR Javier Peteiro. Doctor en Medicina. Jefe de Sección de Bioquímica y laboratorio de Alergia del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña. Email: javierpeteiro@gmail.com Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Transclínica de lo trans

Textos: Juan Carlos Pérez Jiménez Imágenes: fragmentos de “Morocco” y anónimo Texto elaborado a partir de su libro: De lo trans. Identidades sexuales y psicoanálisis (Grama Ediciones)

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o que hace medio siglo era un fenómeno casi desconocido, que atraía la atención de la clínica y de la sociedad en general por la espectacularidad mediática de los primeros casos, ya ha conquistado para sí un espacio propio en la forma de habitar la sexualidad humana. Coincido con la psicoanalista Catherine Millot en que “el transexualismo es hoy día un fenómeno social, incluso un síntoma de la civilización”1. Esta afirmación, hecha en 1983, treinta años después es aún más evidente. Apunta a una realidad social y psíquica que merece toda nuestra atención, y que demanda una visibilidad desprejuiciada que aún no se le ha otorgado y una reflexión profunda desde la teoría psicoanalítica que cuestione a fondo afirmaciones aún vigentes y no suficientemente fundadas. La nosología clínica situó la transexualidad históricamente en un lugar cercano a la psicosis, desde que Krafft-Ebing estudiara el caso de un médico húngaro que relató por escrito su propia experiencia vital y a quien catalogaría como “un fenómeno de transición entre la homosexualidad y la paranoia”2. También el caso Schreber, referencia canónica de la psicosis, es una evidencia recurrente de la relación entre psicosis y transexualidad,

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a raíz del cual Lacan acuña la expresión de “empuje a la mujer” para referirse a la “pendiente transexual”, como también la llama, que se da en algunos casos de psicosis. Pero el hecho de que en sus contadas referencias a la transexualidad Lacan sostenga que en la psicosis hay una pendiente transexual no implica necesariamente que se dé el proceso inverso. La vinculación temprana de la transexualidad con el caso Schreber ha dado lugar a un prejuicio en lo relativo al diagnóstico diferencial de la estructura de las personas “trans”. Será Robert Stoller el primero en disociar la emergencia de la transexualidad con el diagnóstico de una estructura psicótica. Tras estudiar decenas de casos de transexualidad haciendo seguimiento en muchos de ellos desde la infancia hasta la edad adulta, Stoller afirma en su obra Sex and Gender que “es posible que los niños estén severamente dañados en el desarrollo de su identidad de género y que aún así permanezcan bastante intactos en otros aspectos del desarrollo de su identidad y funciones del yo”3. En otros pasajes de esta obra de referencia, Stoller refiere casos concretos de pacientes transexuales a los que diagnostica explícitamente como “no psicóticos” y, en general, su experiencia le lleva a hablar de la “cordura” de los transexuales.


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berlin cabaret, anónimo

Durante el transcurso del Seminario 18, impartido en 1971 y bajo el título De un discurso que no fuera del semblante, Lacan recomienda y critica simultáneamente la obra de Stoller: “El libro en cuestión se llama Sex and Gender, de un tal Stoller. Resulta muy interesante de leer en primer lugar porque ofrece, sobre un tema importante que son los transexuales, cierto número de casos muy bien observados con sus correlatos familiares. Quizás sepan que el transexualismo consiste precisamente en un deseo muy enérgico de pasar por todos los medios al otro sexo, así sea operándose, cuando se está del lado masculino. Este libro les enseñará por cierto muchas cosas sobre el transexualismo, tiene observaciones que resultan enteramente útiles”. A renglón seguido, continúa Lacan su exposición detallando lo que Stoller no ha entendido de la transexualidad: “También aprenderán sobre su carácter completamente inoperante del aparato dialéctico con el que el autor trata estas cuestiones, lo que hace que para explicar estos casos se tope con mayores dificultades, que surgen directamente ante él. Una de las cosas más sorprendentes es que el autor elude por completo la cara psicótica de estos casos, por carecer de toda orientación, por no haber escuchado nunca hablar de la forclusión lacaniana, que explica de inmediato y muy fácilmente la forma de estos casos. Pero qué importa”4 . A raíz de este breve pasaje de Lacan, muchos psicoanalistas han derivado en una identificación radical entre transexualidad y psicosis. El hecho de que exista

Lacan acuña la expresión de “empuje a la mujer” para referirse a la “pendiente transexual”

una “cara psicótica” en relación con la transexualidad no permite concluir que todos los transexuales respondan a una estructura de psicosis, máxime en los casos en que no hay demanda de reasignación genital, y ni siquiera entre sujetos que no la descartan o que la han llevado a cabo. Y Stoller no es el único que disiente de ese diagnóstico generalizador. En las últimas décadas, la cuestión de la estructura de las personas “trans” está siendo sometida a revisión y es motivo de debate constante. La mencionada Catherine Millot, autora de una de la pocas reflexiones publicadas sobre transexualidad y psicoanálisis, identifica, por una parte “a los defensores del delirio parcial (posición frecuente entre los psiquiatras) para quienes el transexualismo es un síntoma psicótico, y del otro a aquellos que sostienen que entre los transexuales no se encuentran ni más ni menos neuróticos, perversos y psicóticos que en una muestra cualquiera de la población”5. Esta última concepción sería más exacta si se matizara que, al margen de su estrucLetr as Lacanianas | Nº10 2015

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tura, las personas “trans” se encuentran sometidas a un cuestionamiento permanente de su identidad, a situaciones de rechazo y a episodios de violencia figurada o real por parte del Otro, que también pueden acabar teniendo serias repercusiones en su equilibrio subjetivo. Por su parte, la propia Millot reconoce abiertamente que los síntomas psicóticos “están lejos de ser la norma entre los transexuales”, pero inmediatamente después se reserva el derecho de veto al afirmar que “una definición estructural de la psicosis relega a segundo plano el aspecto sintomático. Dicho de otra manera, la ausencia de síntomas psicóticos no excluye forzosamente la existencia de una estructura psicótica”6. En el Seminario 19, Ou pire..., Lacan hace una nueva referencia, de nuevo pasajera pero más profunda, a esta cuestión cuando afirma que el transexual comete un error cuando confunde “goce” con “falo” y cuando pretende forzar el discurso sexual a través de la cirugía, interviniendo en el quirófano sobre el significante falo para deshacerse de él, lo cual, en tanto que imposible, supone el pasaje a lo Real. Pero esta confusión puede no ser estructural, como demuestra el hecho de que muchas personas “trans” no encuentran necesaria la intervención quirúrgica para sentirse legitimadas a ocupar una posición sexuada que el Otro no le reconoce en primer lugar. Millot continúa su enjuiciamiento teórico refiriéndose tan solo a quien ella califica, con cierta violencia lingüística, como “el transexual masculino”, o sea, la persona que transita de hombre a mujer. Plantea la hipótesis de que “el síntoma transexual stricto sensu (convicción y demanda de transformación), corresponde al intento de paliar la carencia del Nombre del Padre (…). El síntoma transexual funcionaría como una suplencia del Nombre del Padre, en tanto que el (sic) transexual tiende a encarnar a La mujer”7. En su interpretación, el sujeto “trans” no ha incorporado los límites y las normas (lo que Lacan llama el Nombre del Padre o los Nombres del Padre) que permiten abandonar la omnipotencia infantil para ingresar en la neurosis, en la que la frustración o la falta son parte definitoria y necesaria en la identidad del sujeto. El sujeto “trans” de hombre a mujer se sitúa fuera de ese proceso, y aspira a conquistar una posición, a su juicio inexistente, la de La Mujer con mayúscula, la posición de la mujer universal y plena, la mujer Toda que en la teoría lacaniana simplemente no existe. Según Millot, “la posición del transexual es pretenderse Toda, toda entera mujer, más mujer que todas las mujeres y que vale por toda”. Esta conclusión a la que llega Millot no resiste la evidencia de que cada vez existen más sujetos “trans” que no se posicionan siempre y necesariamente como mujeres, y mucho menos como la mujer hiperfemenina cuyo ideal es una reina de belleza, una mujer plena. Se definen, en cambio, como integrantes de un género fronterizo con entidad en sí mismo, que converge con lo femenino sin renunciar a otras identificaciones.

Millot entiende que la convicción y demanda de transformación de las transexuales (no incluye aquí a los transexuales de mujer a hombre) funciona como el propio síntoma (lo que Lacan llamará más tarde el sinthome) capaz de suplir la función del Nombre del Padre: “El síntoma transexual tendría así una función estructural análoga a lo que Lacan atribuye a la escritura para Joyce”8. Con esta pirueta teórica consigue Millot mantener el diagnóstico de psicosis -una psicosis no evidenciada- a pesar de que no haya fenómenos elementales, posición melancólica ni ninguna otra manifestación de psicosis. Pero más adelante, refiriéndose sólo a las personas “trans” de mujer a hombre, se vislumbra la posibilidad de un reconocimiento de la estructura neurótica en casos de transexualidad: “Consultando la muy reducida literatura psiquiátrica acerca del tema, se constata ya que en el marco de la nosografía clásica el abanico se extiende desde manifestaciones claramente psicóticas a una sintomatología de tipo histérico”9. Es más, reconoce que en su experiencia con estas personas nacidas mujeres y transformadas en hombres “ninguna presentaba síntomas psicóticos manifiestos”10.

¿Transexualidad y psicosis? De manera similar a lo que ocurrió en la asimilación ya superada de homosexualidad y perversión, creo que ahora nos encontramos en el mismo punto con respecto a la transexualidad y psicosis. Y de la misma forma que el hecho de que la paranoia pueda estar relacionada en algunos casos con una tendencia homosexual reprimida no ha significado nunca que todos los homosexuales sean paranoicos, el hecho de que la psicosis pueda estar relacionada en determinados pacientes con un impulso transexual tampoco implica de ninguna manera que todos los transexuales respondan a una estructura psicótica. La explicación teórica parte de la idea de que la paranoia viene provocada por la conciencia del rechazo social que genera la homosexualidad en contextos conservadores y represivos, algo que sería aplicable también a la transexualidad. Pero lo que parece del todo inaceptable es extender un diagnóstico generalizado de psicosis a todos los sujetos que se coloquen en la posición transexual. Adentrándonos en la especificidad del lenguaje lacaniano, la interpretación que hace la psicoanalista Geneviève Morel, a partir de Stoller, del proceso de fijación de la identidad transexual es el siguiente: “No es sorprendente que ciertos transexuales hayan sido un objeto privilegiado por su madre, un objeto a, y que se hayan feminizado, ora por una identificación masiva y precoz con ella, ora porque fueron el objeto de un empuje-a-la-mujer. Se trata de un proceso psicótico de identificación forzada de un sujeto, ya sea anatómicamente hombre o mujer. El empuje-ala-mujer se debe a una interpretación delirante que el

Que Lacan sostenga que en la psicosis hay una pendiente transexual no implica lo inverso

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sujeto hace del goce que lo invade y que no está localizado por el significante falo, forcluido. Así es como el goce se interpreta como femenino. Desde el punto de vista fenomenológico, esta feminización forzada puede vivirse como una transformación corporal o exigir una castración real. También puede suceder que la femineidad se localice en una mujer idealizada y amada, como en ciertos casos de transexualismo femenino”11. Esta explicación de Morel abre más interrogantes de los que resuelve porque ¿cuál es la diferencia entre el proceso de feminización que se da en la niña anatómica y la “feminización forzada”, que tiene lugar en el niño anatómico que se sitúa en una posición transexual? ¿Hay acaso una interpretación clara y consensuada de lo que quiere decir Lacan con el empuje a la mujer? Hay que decir que Lacan utilizó la expresión empuje a la mujer para explicar los delirios transexuales del psicótico que se dan cuando existe un género masculino ya articulado que entra en crisis, no en procesos fundacionales de la posición sexuada del sujeto en la primera infancia, cuyo único indicativo de partida no es más que meramente anatómico, sin que se pueda atribuir una sexuación definitiva. Esta argumentación teórica de Morel, con su componente de ambigüedad críptica incontestable, remite en su libro a sólo dos casos clínicos concretos, que responden además a experiencias biográficas muy al límite. Todo lo cual parece insuficiente para extraer conclusiones generalizables sobre la estructura psicótica de todos los sujetos que se identifican con la posición transexual. Contribuyendo aún más a cuestionar la solidez de su argumentación, Morel especifica que se sitúa en el modelo clínico propuesto por Jacques-Alain Miller, quien considera que se da una “homología entre el campo de la neurosis y el de la psicosis, a partir del concepto de ‘punto de capitón’ (originado en el Seminario III de Lacan, capítulo XXI, pág. 293). En la neurosis, el punto de capitón es el Nombre-del-Padre; en la psicosis será otra cosa, que Lacan denominó sinthoma a partir del caso de Joyce en 1975”12. Así pues, si la homología entre neurosis y psicosis obliga a diferencias de finura, parece fuera de lugar establecer un a priori generalizado para todos los sujetos transexuales. No cabe duda de que la posibilidad de someterse a una operación de cambio de sexo es una entrega absoluta o un desafío frontal, según el caso, a ese espacio insondable del sujeto que se ha dado en llamar la “roca de la castración”. Dado que, entre otras cosas, se trata de una operación irreversible, con implicaciones físicas

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crónicas, que interviene sobre órganos biológicamente sanos y que las incidencias en la salud y la capacidad orgásmica pueden ser considerables, ante la demanda de someterse a una operación de reasignación genital se plantean una serie de cuestiones clave a despejar: hasta qué punto o en qué casos se trata de una decisión libre y legítima; en qué medida se trata de una demanda reactiva frente a actitudes sociales excluyentes y si existen otras formas de vivir con el propio cuerpo que puedan ser satisfactorias para el sujeto. O si, de hecho, la demanda de transformación genital responde a un delirio del cuerpo dentro de una estructura psicótica. Juana Ramos, activista transexual, consciente de los riesgos físicos que conlleva esta decisión, opina lo siguiente con respecto a la modificación del cuerpo: “En una sociedad hipotética, como la planteada por Beatriz Preciado13 no existiría seguramente la necesidad de modificar nuestro cuerpo sexuado para vivir la propia y sentida identidad, ya que el sistema social no presionaría a los individuos a adoptar unos concretos modelos determinados de sexo y género. Pienso que las personas transexuales sentimos la necesidad de modificar nuestro cuerpo debido a esta fuerte presión hacia los modelos establecidos e interiorizados también por nosotros/as. De esta forma la transexualidad posiblemente desaparecería, o por lo menos dejaría de ser esencial la modificación corporal”14 . Así pues, el foco se desvía de la demanda de transformación del cuerpo hacia una reivindicación política que demanda la transformación de un mundo “equivocado” en este terreno. El joven sociólogo trans Miquel Missé defiende con fuerza en sus intervenciones públicas una actitud creativa ante la vida y la identidad, así como en el libro del

Distintas experiencias clínicas obligan a repensar el diagnóstico de psicosis generalizada

fragmento de “Morroco”

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que es coeditor, El género desordenado, La mujer Toda o en un oportuno y clarificador docu- que en la teoría mental en el que ha participado, titulado lacaniana simplemente Guerriller@s: “Algunos de nosotros no existe no somos ni queremos ser hombres ni tampoco mujeres, somos personas que vivimos en un género como el resto de personas en nuestra sociedad, pero no pensamos que seamos hombres por el hecho de vivir en masculino”, afirma Missé15 . Y también denuncia la resistencia que encuentra en algunos frentes, incluida la psiquiatría, para poder ocupar el lugar en que cada uno desea estar. Una psiquiatría psicótica en sus certezas, dispuesta a empujar al quirófano a todo el que manifieste veleidades trans, que no acepta posiciones ambiguas, que se atreve a recomendar a aquellos que cuestionan su identidad que se abstengan de mantener relaciones sexuales hasta que se hayan reasignado genitalmente, según cuenta Missé por experiencia propia. A modo de conclusión, sirva recapitular algunas de las opiniones que cuestionan el diagnóstico generalizado de psicosis que hiciera Millot y con el que Lacan, por cierto, nunca fue tan categórico. Ya Stoller, desde su extensa experiencia clínica con sujetos transexuales, cuestionó en los años sesenta la adscripción indiscriminada de sus pacientes a la psicosis. Décadas más tarde, también la psicoanalista Patricia Gherovici sigue planteando que “el transexualismo no es necesariamente ni únicamente un fenómeno psicótico y lo ‘transgénero’ no es en sí mismo una estructura patológica”16. También Iria Prieto argumenta desde el psicoanálisis a favor de la despatologización de la transexualidad, tras estudiar de primera mano numerosos casos, y reclama una apertura diagnóstica que dé cabida a todas las posibles posiciones, tanto neuróticas como psicóticas17. La evidencia de la existencia de casos de transexualidad que no responden a una estructura psicótica, obliga por sí sola a repensar el diagnóstico de psicosis generalizada y, en este sentido, cada vez son más las voces que, desde la experiencia clínica, reivindican esa apertura diagnóstica. Se trata de un debate, planteado también desde otros campos, que demanda la incorporación de nuevas herramientas teóricas para profundizar en las preguntas sobre la identidad de género y las posiciones sexuadas al que el psicoanálisis no puede permanecer ajeno.

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Referencias bibliográficas 1M illot, C., “Exsexo”. Ensayo sobre el transexualismo, Ediciones Paradiso, Barcelona, 1984, p. 14. 2 Ibíd., p. 20. 3S toller, R., Sex and Gender. The Development of Masculinity and Femininity, Karnac, Londres, 1968, p. 31. 4 Lacan, J., De un discurso que no fuera del semblante. Seminario 18 (1971), Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 30-31. 5 Millot, C. op. cit., p. 20. 6 Ibíd., p. 21. 7 Millot, C., op. cit., p. 34. 8 Ibíd., p. 37. 9 Ibíd., p. 103. 10 Ibíd., p. 106. 11 Morel, G., Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis, Manantial, Buenos Aires, 2002, p. 78. 12 Ibíd. Morel cita aquí La Conversation d’Arcachon, cas rares: les inclassables de la clinique, Agalma, col. “Le Paon”, dirigida por Jacques-Alain Miller, París, 1997. 13 Filósofa y teórica queer, autora de Manifiesto contrasexual y Testo Yonqui entre otras obras. 14 Juana Ramos, “La construcción social del género y del cuerpo sexuado”, 15 de marzo de 2010, en http:// textosdixpersos.blogspot.com 15 Miquel Missé, “La lucha por la despatologización trans, una lucha feminista”, intervención en las Jornadas Feministas de Granada, diciembre, 2009, publicado en Página Abierta, 208, mayo-junio de 2010. También participa en Guerriller@s (2010), película documental de Montse Pujantell. 16 Gherovici, P., Please Select Your Gender. From the Invention of Hysteria to the Democratization od Transgenderism, Routledge, Nueva York, 2010, p. 183. 17 Prieto Payo, I. M., Identidad de género y Transexualidad. Revisión histórica y actualidad desde una perspectiva psicoanalítica, DEA correspondiente al Doctorado Fundamentos y Desarrollos Psicoanalíticos, Facultad de Medicina, Universidad Complutense, Madrid, 2010, p. 47. EL AUTOR Juan Carlos Pérez Jiménez. Psicoanalista en Madrid. Socio de la sede de Madrid de la ELP. Email: jcpj00@gmail.com


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El nombre lo innombrado y lo innombrable

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte... Sonetos del Amor Oscuro Federico García Lorca

Textos: Entrevista a Alberto Conejero y a Pablo Messiez autor y director, respectivamente, de La piedra oscura. Imágenes: Fotografías de la representación por MarcosGpunto. Entrevista realizada por Carmen Bermúdez, psicoanalista, Socia de la sede de Madrid de la ELP, y Celeste Stecco, psicoanalista, Miembro de la ELP y de la AMP.

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el encuentro entre estos dos creadores ha surgido la puesta en escena de La piedra oscura. Una obra de arte cuyo hilo conductor, la palabra, ha dado lugar a que el Centro Dramático Nacional haya decidido reponerla en otoño próximo. Este es el poder de la palabra.

Agradecemos a estos dos autores habernos permitido seguir la orientación que nos dio Lacan a los psicoanalistas: dejarnos enseñar por los artistas. Se trata de una obra sobre el ser hablante, sobre la palabra y el cuerpo, sobre el nombrar, lo innombrado y lo innombrable, sobre el peso de la culpa, la redención y la memoria de aquellos que se han quedado en los márgenes del relato oficial.

¿Qué queríais transmitir con esta obra? Alberto Conejero. Yo no elegí el tema, fue el tema el que

me eligió a mí. Cada vez dudo más acerca de cuándo se empieza a escribir una obra de teatro o a generarse cualquier artefacto artístico. No sé dónde está el origen y cada vez dudo más acerca de dónde está la raíz última de una obra de teatro o de un poema. Cada vez lo dudo más y cada vez me preocupa menos. Creo que son urdimbres de la vida. En La piedra oscura está, por una parte, lo que significa Lorca en mi mirada del mundo ejerciendo un misterioso magisterio para mí. Por otra parte, influye también el momento político Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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imagen de la obra “La Piedra Oscura”

que estamos viviendo. Yo nací con una constitución que nos alberga todavía, difícilmente. Y hay algo de la ruina de este sistema que estamos viviendo en nuestro país que me hacía preguntarme por alguna de sus raíces: ¿Qué somos?, ¿De dónde venimos?, ¿Por qué arrastramos estos desencuentros? Además, está la figura de Rafael Rodríguez Rapún. A mí me gusta la historia y me gusta fijarme en aquellos que han quedado en los márgenes de la foto oficial. Rodríguez Rapún es uno de los destinatarios de Sonetos del amor oscuro y siempre me intrigó quién era aquel ingeniero de minas tan joven que había compartido los últimos años con Federico. Me intrigaba lo poco que se hablaba de él, cuando estuvieron los últimos tres años de su vida juntos. Me preguntaba si hubiese sido una mujer qué hubiese ocurrido, incluso si se hubiese tratado de su esposa. El silencio clamaba. Luego están los fantasmas de cada autor. En La piedra oscura hay muchas de las obsesiones que me acompañan como voz. Hay también una necesidad de perdón y redención, de encuentro con el otro, de permanecer en el otro, de poder ser en el otro. Yo escribo… es luego cuando leo y pienso en lo que escribí. A lo mejor si lo pensara no escribiría, me trataría.

¿Sería la escritura un tratamiento? AC. Sí, para mí escribir es un tratamiento, es el escudo

con el que Perseo se enfrenta a la medusa. Escribir me permite encarar ciertas cuestiones desde un lugar en el que me siento medio guarecido. Uno no lo planea, acontece.

Pablo Messiez. En mi caso cuando hago una obra busco

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encontrar una matriz de teatralidad. El texto debe pedir escenario. Con La piedra oscura no buscaba transmitir sino generar que el público fuera testigo de un encuentro, y eso solo puede suceder en el teatro. Se trata de dos personajes, en principio antagónicos, que empiezan incluso espacialmente lejos y terminan en un abrazo difícil de separar. En el trabajo con los actores puse hincapié en olvidarnos de los datos históricos. Para mí los elementos importantes para explicar este paso de antagonista a amigo son la intimidad y la proximidad de la muerte; poder ver qué pasa cuando estamos frente al otro y cuando está ahí la muerte como un otro que nos produce la conciencia del sinsentido y ante esto uno hace lo que puede. Uno cree en una cosa y en la otra y en la otra “y enseguida anochece”, como dice el poeta. Frente a la muerte, justo en el borde: “¿Qué es lo que te importa?” La obra no responde a eso pero sí aparece claramente la necesidad de contacto como atenuante del dolor.

¿A qué te refieres con “la conciencia del sinsentido”? PM. Ese es el tema de mi vida, es el tema que más me

interesa, que me mueve a escribir obras, a hacer teatro. Ese es mi motor y mi muerte también. De tanto trabajar con la distancia y con la palabra, y de tanto ver cómo construimos nuestros munditos, a veces me caigo... En esos momentos evoco a Pessoa cuando dice “con la inútil conciencia de que todo es en vano”. Lo evoco por lo “inútil”, porque ¿qué haces con la conciencia?... Seguir haciendo y, de manera fugaz, vas encontrando sentidos. Yo los encuentro en el teatro. Encuentro chispazos de sensación, en el cuerpo, en la experiencia del puro presente. Creo que en oposición a la necesidad de encontrar sentido está la calma, aunque sea desaforada, de la pura sensación.


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A mí me interesa mucho el momento antes de hablar, el momento de la sensación experimentada de la simultaneidad de las cosas antes de que uno le ponga nombre, y el difícil salto a la palabra que le quite ambigüedad a eso, que ilumina la sensación, pero en una dirección. La palabra es la cárcel y la libertad de la sensación.

Los personajes atraviesan momentos de sin sentido... PM – Si, la muerte te pone en contacto radical con el sinsentido y uno ahí hace lo que puede.

¿Cómo fue el tratamiento de los personajes? AC. No me interesa construir personajes portadores

de ideas. En este caso están construidos sobre ciertos resortes: el perdón, la piedad, la necesidad del otro, la redención, el encontrarse con aquel que una hora antes era un enemigo. La piedra oscura habla de la destrucción de los prejuicios y de la capacidad salvífica del lenguaje. Se trataba de encontrar lo humano. En La piedra oscura dos seres humanos encuentran una luz en lo que debería ser la noche más oscura y creen el uno en el otro. Hay algo de la restitución de lo humano que el público comparte y se conmueve. Al público le conmueve el encuentro.

PM. A mí me interesaba mostrar que los personajes son hombres de carne y hueso y les pasan las cosas que les pasan a los cuerpos. Me interesaba quitarles de un lugar mítico y del peligro del embellecimiento de la cosa. Quería que apareciera lo feo, lo sucio, quería poner olor como fuera. Busqué molestar la identificación y el anclaje en el saber para que se pueda ver que ahí está pasando otra cosa. AC. La piedra oscura no es una obra sobre la guerra civil sino sobre el trauma de cada uno.

¿Cómo piensas el trauma? AC. Para mí un trauma es una herida.

Una herida que sigue abierta. La piedra oscura es una ocasión de sanar un trauma. Cada uno porta el suyo en sí mismo: la desaparición de sus seres amados, la destrucción de su modus vivendi… Uno alivia al otro. La vida les coloca en una guerra, pero el trauma no es ese. Ellos portan cada uno un trauma anterior y la culpa, y la guerra es el lugar adonde se encuentran, y en ese encuentro cada uno ve en el otro lo absurdo de su trauma, momento en el que algo se sana. Queda abierta la herida de la guerra pero la herida humana se ha curado. Creo que hay algo del trauma que tiene que ver con eso que del lenguaje no ha ocurrido.

No hay lenguaje ahí. Son solo palabras sueltas que repiten clausuradas sobre sí mismas. Sebastián repite palabras que no le pertenecen, palabras como muros que se van resquebrajando para ir deviniendo en enunciados vivos que tendrán un efecto inesperado en el otro. El arte los acerca y la palabra surge ahí donde cada uno se empieza a reconocer en el otro. Empezarán a hablar de verdad y ya no volverán a ser los mismos.

PM. La palabra es el gran tema de la obra. El nombre como modo de “no desaparecer del todo”. Sebastián y Rafael buscan curar su herida por medio de las palabras. Las palabras también buscan vencer al sinsentido, de la muerte en este caso. Rafael pregunta a Sebastián: “Nadie puede desaparecer del todo, ¿verdad?” Toda la obra resuena ahí, en esa pregunta que nace del miedo. La obra habla de la necesidad de nombrar, de contar, de relacionarse con el otro, de la historia y la realidad como relato y de lo que se desborda… del cuerpo. La palabra sana, salva, nombra, reconoce… ¿pensáis que también puede hacer surco?

AC. Yo tengo una confianza plena en la palabra. Para mí

es el depósito de lo humano, precede a la humanidad. La piedra oscura apela a la palabra… y a sus surcos también, sí, a lo que la palabra nos hace. Rafael necesita nombrar al otro, el nombre nos contiene, nos humaniza. Es una necesidad el ser nombrado y que nuestro nombre siga después de nosotros. La palabra es bálsamo, encuentro, amor, identidad, amparo. Hay una confianza plena en el lenguaje; donde el lenguaje sucede, el dolor tiene menos gobierno y los personajes logran nombrar sus dolores. PM. Sí, algo tan poderoso como la palabra tiene su contracara. Mi obra Las palabras surge de mi sorpresa ante el uso impune que se hace de las palabras en el discurso en general y, sobre todo, en el discurso político. Las palabras circulan haciendo heridas en el cuerpo y buscamos naturalizarlo.

El teatro no tiene que reparar la falta sino señalarla

¿Y en cuanto a lo humano y la palabra? AC. En la obra el lenguaje al principio está pervertido: “no te digo mi nombre… son protocolos…”, dice Sebastián.

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¿La palabra siempre alcanzaría? ¿Todo podría ser nombrado? AC. No, hay momentos donde el len-

guaje es insuficiente. Yo quiero pensar que no tenemos pronto el lenguaje, que aún no está el lenguaje para servir a eso, que es por la herida que no podemos nombrar las cosas, que tiene que ver con el impacto. Hay momentos donde las palabras no bastan y uno acude a algo más sensorial o mecánico para no perder pié hasta que el lenguaje vuelva a poder darse. En el texto, en los momentos de impacto, Sebastián se hunde en la música y Rafael resuelve ecuaciones; son momentos en los que no hablan, donde ya no hay lenguaje, solo sonidos y números. Hay algo inasible e inefable y el lenguaje intenta arañar y llegar hasta ahí. El lenguaje es una cicatriz de lo que no va a poder ser, es como la supuración de algo mayor que es inasible. Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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¿Cada personaje tendría una relación singular con la palabra y con lo inefable? AC. Sí, Sebastián se hace músico para llenar su corazón

de ruido, él vive en el trauma. El encuentro con Rafael lo va a transformar, le regala la palabra, le permite disponer del don de hablar con otro, le regala la necesidad del otro, el amor por el otro. Su relación con la palabra cambia.

PM. Creo que ante la imposibilidad cada uno de nosotros puede intentar decir o resignarse. Con las palabras se puede tener una actitud de resignación o una actitud de deseo, de no darse por vencido. En la obra no se dan por vencidos, comienza con el acto de nombrarse, intentan vivir en las palabras, vencer en alguna medida a la muerte por medio de ellas. Rafael intenta salvar a Federico con su desesperación por salvar sus palabras escritas. AC. La inmortalidad que da la palabra… Y cuando no está el decir ¿estaría el cuerpo? AC. Sí. Son personajes que cuando no pueden hablar buscan que el dolor físico ahogue el dolor del alma.

PM. En Sebastián cuando la ley le prohíbe hablar, su cuerpo le pide compañía. Para mí es muy importante jugar con los materiales para que las cosas y los cuerpos hablen, más allá del texto. Por ejemplo, las camisas en las butacas fueron un intento de hacer presentes las ausencias, señalándolas. Esto me parece fundamental en el teatro; en el texto está la voz de Federico pero en la obra no, porque no hay voz de Federico. ¿Qué voz se iba a poner? Me parecía que en una obra que habla de la ausencia de Federico, de la ausencia de esos huesos, no podía tratar de suturar la herida. El teatro no tiene que reparar la falta sino señalarla.

El concepto de víctima está hoy muy presente en diversos discursos pero está ausente en La piedra oscura ¿Qué pensáis de este modo de nombrar? AC. A mí no me gusta la palabra víctima, ni tampoco

verdugo. La evité. Creo que bajo la palabra víctima el ser humano queda reducido a una categoría que es muy tramposa. Es una palabra que otorga una identidad. Hoy se habla más de víctimas que de responsables. ¿A quién se le llama “víctima”? ¿Quién es? Para mí es una palabra comodín con una fuerza discursiva contraproducente… ¡Dales nombres! Creo que es una palabra que se ha pervertido, y su uso es síntoma de que algo podrido hay allí. Hoy vivimos en un discurso donde el ser humano no está. Considerarse una víctima genera monstruos; la víctima contiene al verdugo. Hay pueblos machacados que ahora machacan a otros. Rafael no es una víctima porque no tiene el discurso de una víctima. Lejos de acomodarse en el lugar del sujeto pasivo, dice: “Van a pagar por lo que han hecho”. Pienso que escribir la historia desde el dolor de las víctimas es muy peligroso.

PM. Sí, hoy los dos hombres podrían ser pensados como víctimas, pero yo tampoco los pensé así. A mí me interesó de la obra el hecho de no ubicar a los personajes en ningún lugar fijo. Noto en los discursos que nos rodean una cierta hipocresía en pos de sostener un discurso que, se supone, sostienen los buenos: las víctimas y los que las defienden. Creo que es un disfraz cobarde para no pensar “¿cuál es mi posición ante eso?”Para Rafael y Sebastián el tema no es si se es víctima o no, sino cómo sostener valientemente la carne de tus huesos. En la obra no hay un juicio moral acerca de quién es cada uno. La piedra oscura está anclada en la humanidad y en la carne, previa a la moral. AC. La piedra oscura tampoco es revanchista pero sí cree en la justicia para poder proseguir.

*La piedra oscura se representó en Madrid del 14 de enero al 22 de febrero de 2015 en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero. Volverá a reponerse del 18 de septiembre al 18 de octubre. LOS AUTORES Alberto Conejero es licenciado en Dirección de Escena y Dramaturgia por la RESAD, ha publicado varias obras, además de la que nos ocupa: La extraña muerte de una cupletista contada por su perro, Ushuaia, Húngaros, alguna de las cuales se han estrenado en Montevideo y Buenos Aires, además de Madrid, y ha sido galardonado por su labor como dramaturgo. Pablo Messiez ha desarrollado su carrera como actor, director, dramaturgo, tanto en su país natal, Argentina, como aquí en España. Las obras que ha dirigido son: Muda, Ahora, Los ojos, Las criadas, Las plantas, Las palabras, Los brillantes empeños y ahora La piedra oscura. Como actor ha trabajado recientemente en A-creedores.

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PierPaoloPasolini L A B O C A S A L A DA

Textos: Aurora Freijo Imagen: Pasolini durante la filmación de “Teorema” Texto original de la autora

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uan Ramón Jiménez escogió los lirios como Herta Müller los cerezos y como Pasolini los ciclámenes. Así son los poetas. Las fragilidades de los lirios para sentir los íntimos dolores de las tardes, el rojo de las cerezas para besar las cuencas de un cadáver humillado y las raíces de los ciclámenes para habitar fuera de palacio, en la periferia del poder, en los arrabales del capitalismo. No podía ser de otro modo, no habría podido ser otra flor, porque “la ráfaga de la desobediencia sabe a ciclamen”, como nos susurró con su tierna lucidez el poeta Pasolini. No olvidemos que poetas hay pocos -así lo advirtió Moravia ante el féretro de su amado amigo-. Y es que para ser poeta hay que tener una naturaleza algo inhumana, algo demasiado humana. Reconocen los poetas en los tiempos que vivimos tiempos de penuria, estrechos, de donde los dioses han huido y donde solo quedan sus huellas, como bien sabía Hörderlin. Y pueden los poetas, con su peculiar palabra -una palabra erguida, diría Gadamer, de tallo testarudoseñalar lo sagrado en la noche del mundo. Porque sin duda hay noche en el mundo, una que a veces pareciera que es eterna. Pero hay también sacralidad, es decir, la posibilidad de ofrecer resistencia ante la negrura de unos tiempos en los que pensar es casi una anécdota, preparando así la vuelta de los dioses huidos. Por eso Pasolini, que sabía de noches sin luciérnagas y de cuerpos desacralizados, no

era cineasta y tampoco intelectual: era un poeta. Y no es fácil la vida de poeta: siéndolo uno se hace ser de pasión, de una exuberante y fértil pasión que es padecimiento y a la vez goce de vivir. Tenía Pasolini ojos animales, capaces de ver lo abierto mirando desde la periferia, atendiendo dislocadamente. Visionario Pasolini, asiste con estupor al escenario de una sociedad de vidas niveladas, normalizadas -hechizadas si dijésemos con Artaud-, aturdidas de comportamiento y empobrecidas de mundo, que aparece al final del fascismo y comienzos de la glorificación de la democracia en Italia. Moderno Pasolini, lirio ambiguo, sabe con su doliente conocimiento de poeta, que la igualdad que predica esa recién llegada democracia no es más que una tela de tarántula que enreda y paraliza una vez que a ella se entra. Estando en sus hilos, en la confortable trama de consumo y bienestar, el pensamiento se detiene, entorpecido se vuelve estéril, cerrado en sí mismo; resulta tautológico y dedicado a proponer teoremas, produciendo una sociedad uncida que celebra lo que cree ser libertador, que está convencida de que habla, pero solo es capaz de parlotear; y que olvida, en su obsesión por el orden, que vivir es temblar. Su Italia de entonces, como nuestra globalizada cartografía ahora, se regala al progreso y al éxito sin advertir que se vive bajo un invisible y disfrazado toque de queda. Intempestivo Pasolini vive desfasado de su tiempo, como Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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Pasolini durante la filmación de “Teorema”

un Teseo liberado de su carga del hombre-camello que somos, de la aprendida naturaleza que nos hace arrodillarnos y pedir más carga; héroe sin comunidad pese a buscarla sin descanso, perteneciente al linaje subterráneo de los que cartografían nuevos parajes, de los que señalan lugares desde los que en verdad pensar y en los que poder vivir humanamente. Pasolini, “feto adulto”, Zaratustra contemporáneo, mala hierba este Pasolini: fuera de forma y de guías, hablando desde “el entre” con voz que pretende mapas y no calcos, en los arrabales de palacio con palabras que se ordenan en otras lógicas, en hermosos y revolucionarios “silogismos de hierbas” y no en sumisas argumentaciones. Más moderno que todos los modernos, Diógenes molesto, “buscando” siempre sin descanso “hermanos que ya no existen”, solo, dando vueltas por la Tuscolana, sin amo, sin sitio, con el dolor de saberse una fuerza del pasado, de estar fuera de sitio por su mirada des-astrada, que se aparta del astro al que todos siguen adormecidos, que le supuso treinta y tres procesos judiciales donde pasearon su apasionada homosexualidad y trasformaron su poderosa ansia de verdad en imputaciones de obscenidad, lenguaje soez, corrupción de menores o vilipendio a la religión del Estado. Pero su verdadera impudicia no se encuentra en su deseo infinito y enloquecidamente carnal, insoportable para algunos, sino en su capacidad para reconocer que la

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predemocracia a la que asiste es solo un nuevo fascismo, un tiempo de penuria aún mayor que éste, poblado de solícitos consumidores y devotos del tener. En ese paleocapitalismo de la Italia de los sesenta, el intelectual Pasolini adivina la sociedad del espectáculo de Debord, las sociedades de control de Foucault, el estado de excepción de Agamben o el simulacro de Baudrillard. Se anunciaban ya, a quien quisiera ver, nuestros actuales tiempos de engalanada miseria, adornados de luces y marcas; se advertían ya entonces tierras de dioses huidos. Al menos, cree el poeta Pasolini, el fascismo dejaba algo intacto: la posibilidad de resistencia que hacía de la sociedad fascista una sociedad con huecos de posible intervención, para trastornos transformadores, para huéspedes capaces de alterar. Entonces había pueblo, pueblo puro. Pasolini había llegado a Roma, su nueva Casarsa, con ganas de trabajar y amar desesperadamente, con una dificultad de amar -su homosexualidad, paseada con su amigo poeta Sandro Penna a orillas del Tíber, perseguida y acusada de pederastia por quienes no entienden de eros paganos- y la emoción de encontrar aún pueblo verdadero, lucciole, resistencias. Empecinado Pasolini creyó que podría aún quedar allí una clase libre de la marca biopolítica, un grupo de protohombres no incluidos del todo en lo social, sino conscientes de su existencia en una suerte de exclusión inclusiva, capaces de mantener


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aquello sagrado necesario para resistir al poder. Ingenuo Pasolini, creyó encontrarlo en su amado lumpen romano, en sus miserables y dolientes periferias que conservaban aún poderosos trazos de dialectos que aplazaban la reciente homogeneización de la lengua italiana, una lengua plana y afásica. Nunca dejó de llevar un trozo del mundo suburbial pese a las noches de dolce vita romanas con Fellini, Moravia, Elsa Morante o Ungaretti. Amaba ferozmente la vida, y en ese tiempo amaba Roma, pero sin duda ni medida la Roma de los Accattones y Alfredinos, la Roma de periferia, de la ropa tendida, donde encontraba de verdad la dulzura de vivir. Era una Roma tal vez feroz pero aún con trazos de sacralidad, la misma Roma que luego le defraudaría. Su profundo y político afecto le hizo retratar los barrios depauperados del suburbio romano como si de la Toscana y de los pintores del Renacimiento se tratase, mientras busca los rostros al estilo Dreyer. Sobre fondos fijos, abusando de los claroscuros, retrata a sus actores -todos gente de la calle- individualizándolos, sacralizándolos. El lumpen era esperanza y la miseria promesa. Pasolini buscó luces de resistencias, necesariamente discretas pero con la persistencia de la fragilidad en los suburbios de barracas de una Italia que olía a jazmín y a sopa de pobres, que él amaba y que acompañaban sueños aún “íntegros de poesía”. Quizá por esas ganas indomables de vivir, este Pasolini delirante tardó en reconocer la perfecta maniobra política en que consiste la exclusión inclusiva que anula cualquier posibilidad de subversión. Su querido subproletariado no era en verdad pueblo: se había borrado en él cualquier trazo de heterogeneidad social, toda posibilidad de resistencia había desparecido; los ragazzi deseaban pertenecer a la exuberancia del capitalismo y se alienaban en las colas de los candidatos a burgueses y consumidores. Ahora sus Accattones andaban deseosos de pastar codo con codo en las reservas señaladas para ello, orgullosos de su pequeño terreno como propietarios bobos. No encuentra ya rostros de humilde cotidianidad sino máscaras uniformes postulantes a modernos, candidatos a matar sus almas a base de ver televisión, a perderlas a cambio de alienación, a olvidarse de la piedad por una vacía hedoné. El “pueblo” quedó asumido en el gran “Pueblo” votante y consumidor de la democracia y el capitalismo, en el modo de una peculiar existencia, la de la inclusión que siempre esconde una disimulada exclusión. Para el poeta de Friuli está aconteciendo el derrumbe de la historia. Y así lo manifiesta el Pasolini parresiastés, el solitario perteneciente a la comunidad de aquellos que no tienen comunidad, aquel que dice desde fuera de palacio la verdad donde no quiere oírse, quien dice en verdad aun arriesgando la vida, como una Clitemnestra, como una Antígona. Por esa vocación de verdad conoce desde siempre el dolor de quedarse rezagado en la manada, el de buscar fraternidad sin hallarla jamás. Como Rilke, Pasolini no vuela al unísono, no es ave migratoria de vuelo comunitario; es pájaro sobrepasado y tardío. Lúcido Pasolini desconocía el coste de su clarividencia, ignoraba que -siguiendo la sentencia de Cioran- la lucidez es incompatible con la respiración.

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¿Quién podría oponer algo de sí a esa crecida de los grandes focos del capitalismo incipiente en su Italia de posguerra, a sus promesas de bienestar? Lo hace voz de sal del testigo Pasolini perdiéndose en los aires romanos. Los muchachos que él amaba, sus ragazzi di vita, presos de una desorbitada pasión por el progreso, se acomodaron a la moda de las ciudades, se uniformaron perdiendo la belleza que les individualizaba. Anhelantes de capitalismo, esclavos del gusto democrático, sus cuerpos se desdibujaron. Feos muchachos ahora por ello, lejos de los rostros que Pasolini tomaba para sus películas, los rostros de individuo concreto, rostros de resistencia. Feos por abandonar su lado sagrado, el más humano y piadoso. Ahora ya no poseen rostros sino máscaras; se han convertido en idénticos, apasionados por militar en el bando de la razón afirmadora, compitiendo por un poco más de normalidad, siempre un poco más de integración. Ignoran que ahora sus cuerpos, que creían ya libres al terminar el fascismo, han devenido cuerpos muertos, incapaces de pensar, inútiles para la resistencia y el deseo. Se han tornado porteadores complacidos, camellos orgullosamente arrodillados, aspirantes a burgueses. Melenudos obedientes que se piensan desobedientes, sin pasión ni sacralidad ni hospitalidad hacia ninguna alteridad, ni propia ni ajena. Ya no hay pueblo, ni palabras, ni risas, sino parloteos y risotadas delatores de una extrema pobreza de mundo, de una vida que se juega en sí misma como en una partitura musical que solo ellos escuchan. Sordos y ciegos, tan insensibles en su pasión por seguir la tarea disciplinariamente encomendada que, como abejas, podría seccionárseles el abdomen y seguirían libando. Por eso Saló de Pasolini no es un análisis de una realidad pasada sino de la del presente en los años setenta en Italia, y de la nuestra ahora, cuarenta años más tarde, donde nuestros cuerpos de órganos ordenados están sometidos voluntariamente a la ley de los grandes amos. Tiempos de penuria. La representación que se juega en nuestras democracias es la de la vocación del sometimiento, la demanda insaciable de cuerpos hambrientos de órdenes. Somos esclavos vestidos de democracia. Ya no hay posibilidad de historia, cree Pasolini. Allí termina, donde deslumbran potentes focos de progreso y consumo que impiden ver las posibles luciérnagas -las lucciole de las noches campesinas del Friuli materno- si es que aún quedasen. Hemos destruido nuestra intimidad. Pasolini, el amador, deja entonces esa Roma desleal buscando un sur, aún un sur más, husmeando restos de sacralidad en Nápoles y luego en África: Yemen, Mali, Eritrea, India. Excava allí como un perro para hallar ese punto de subdesarrollo capaz aún de proponer una poshistoria donde pueda darse una sociedad viva y deseosa de estar en pie. Los olorosos aires de ese sur negro de casas rosadas le hacen resucitar de su pasión-padecimiento y rueda su Trilogía de la vida, con las fuerzas aún de su exaltación campesina, poética y política. El espectro de su querido subproletariado asoma en África donde las noches parecen alumbrar luciérnagas. Tal vez allí podía darse de nuevo la posibilidad de estar fuera de la historia -si por historia se entiende la falacia del

nos hacen falta poetas en tiempos de penuria, para recordarnos que podemos no volar al unísono

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progreso-, la efectiva manifestación de un pueblo inocente, espontáneo, franciscano. Pero una vez más, cansado ya irremediablemente, agotado de buscar hermanos que ya no existen, Pasolini reconoce la imposibilidad de cualquier sacralidad: todo estaba corrupto ya desde siempre. La inocencia que creía ver en las periferias estaba solo en su mirada de poeta. Cuánta soledad para Pasolini. Y entonces Saló, el retrato desesperado y desesperanzado de la historia. Porque su Saló no es el estado fascista; Saló es el mundo capitalista, la producción sistemática de estados de excepción que en realidad es la democracia. Teoremática Saló debió llamarse Teorema, advierte Deleuze, como tituló Pasolini una de sus anteriores películas; en Saló no se da una sociedad problemática, no hay posibilidad alguna de solución, porque no hay afuera, mientras que en Teorema Pasolini permite que entre un ángel en la casa burguesa que volteará insoportablemente la casa misma. Nuestras sociedades son teoremas disimulados, democracias no muy lejanas a los totalitarismos, si seguimos el parecer de Agamben. Impenetrables ya. Compactas en un juego de exclusiones inclusivas que neutralizan todo porvenir y animan a una externa pobreza del pensamiento. Hiperconsumo y sinóptico. Población en lugar de pueblo. Sin sacralidad ni piedad. Vivimos en un teorema. Donde nuestra única posibilidad es dejar lugar a la hospitalidad, a la alteridad, a la que nosotros mismos somos, nuestra no coincidencia nunca con nosotros mismos, y la que el otro confronta. Eso ya lo supo Pasolini, con su pasión instintiva y sensual, sintiéndose testigo del genocidio humano que es la muerte por deseo de aburguesamiento, la nivelación sorda que aniquila toda forma de resistencia. Por eso prefería pasear mejor con Sade que con Rousseau y elegía el atraso y la pobreza a la humillación consentida y agradeciente. Como si hablase por Nietzsche, con la boca salada, apocalíptica y auguradora, acaba aceptando que no hay comunidad posible, si acaso una comunidad de amigos de los que no tienen comunidad -que diría Derrida-, de los que, aun con sus ganas inmaculadas, no pueden ser sino amigos de la soledad, porque acaban resultando el espantapájaros, el simulacro inquietante, el artefacto de harapos, el autómata para asustar los pájaros. Sin duda Pasolini, carne de pasión, de un eros excepcional, pertenece pese a él a esa estirpe de la comunidad de amigos de la soledad. Y “hay que ser muy fuerte para amar la soledad/hay que tener buenas piernas y una resistencia fuera de lo común/…/hay que saber hacerlo sin pensar mucho; sentarse no se puede, especialmente en invierno, con el viento sobre la hierba mojada y con las piedras entre la inmundicia, húmedas y fangosas; /no hay ninguna gratificación, de eso no hay duda,/salvo la de tener por delante un día y una noche/sin deberes o límites de ningún genero”. Sus palabras de sal se cumplieron. A mayor sumisión menor sacralidad. Nosotros, como entonces los muchachos asimilados, insistimos en nuestra servidumbre voluntaria, en nuestra cómoda reserva que no deja de ser jaula, en nuestro pastar que no es más que un apacentarnos con viento, con nada. En nues-

tra modernidad líquida difícilmente hay pensamiento, solo parloteo de viento, solo luces brillantes que no permiten la espesura que se da en la sombra, solamente apariencia de luz. Y “¿cómo no odiar -nos dice Bataille- la apariencia de luz que proviene de los parloteos?” Escuchar hoy a Pasolini es hacer el ejercicio que nos reclama: leer con una lectura de goce, que incomode y nos ponga en estado de pérdida, haga temblar la tierra bajo nuestros pies. No está Pasolini para lecturas de placer, de espíritus anoréxicos, las que contentan, uncen y colman. Pasolini el corsario, que amó a Ninetto, muchacho granujiento, aprendiz de carpintero, de risa incausada, de risa heroica, amoral por inocente. El profesor Pasolini que regalaba poemas a sus alumnos de la escuela de Ciampino. Pasolini de altura, el escritor que habla desde abajo, que dice con una escritura menor la que se hace inmensa a fuerza de aminorar, que desterritorializa su palabra, una palabra que en cada trazo y en cada imagen hace revolución. Pasolini escribidor extranjero y nómada, que talla cada imagen que filma y cada palabra que escribe con la delicadeza y la verdad justas para conseguir provocar un ruido, un cambio de aliento, una mirada nueva. Sus textos y sus imágenes, con la delicadez de un Giotto contemporáneo y un Masaccio lumpen, insaciables de claroscuros y de realismo románico y arcaico, son por ello máquinas de guerra. La noche antes de su muerte ya nos lo advirtió: todos estamos en peligro. Su boca salada trajo esos presagios. El peligro es la sordera y la niebla en los ojos. Por ello desobedientes nos querría hoy Pasolini, como su ciclamen, resplandecientes de luces tenues, como las discretas luciérnagas desaparecidas de su campo friuliano, perdidos para el progreso como perros en la Via Apia romana. No perros adiestrados como los de Licurgo, sino perros espantados. Nos quiere Dionisos desuncidos y no Teseos porteadores, Diógenes molestos y no Sócrates ciudadanos. Nos pretende Pasolini liberados, fracasados, lejos del adormecido espectro de los exitosos, de los integrados y de los excelentes sumisos que cada vez más insistentemente habitan el mundo: los siervos voluntarios que no saben actuar sino solo comportarse, a los que ninguna acción les acompaña sino únicamente el actividaje del que se toman por protagonistas. Nos prefiere bárbaros, autores de una barbarie arcaica que se codearía con lo sagrado en Bataille, incitadora de líneas de fuga, rebelde y transgresora, capaces de abrir teoremas, desuncidos. Por eso nos hacen falta poetas en tiempos de penuria, para recordarnos que podemos no volar al unísono. Mientras, la boca de sus palabras siempre deletreándonos una insistente sofística de la Pasión.

Una sociedad uncida (…) que olvida (…) que vivir es temblar

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LA AUTORA Aurora Freijo Corbeira es filósofa, autora de los ensayos: Perdidos para la literatura. Modos narrativos de la decepción (Plaza y Valdés, 2012) y Tanta luz. Pasolini (en imprenta en Aperion Ediciones). Email: aurorafreijo@gmail.com


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El deseo poético del analista (1ª parte)

Textos: Luis Miguel Rodrigo Imágenes: Thomas Ruff, Demetrio Poliorcetes Texto original del autor

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ita Octave Mannoni, en su trabajo sobre la metáfora, las palabras de Mallarmé aparecidas en su inacabada obra Fragmentos del libro: “La poesía remunera el defecto de las lenguas”. El verso nos es presentado por el poeta parisino como herramienta compensatoria de las deficiencias congénitas de los idiomas, un intento de reparación que remiende la fisura entre la palabra y lo real. Pretensión —indefectiblemente fallida— de ir más allá del significado, a la captura de lo imposible de decir debido al vaciamiento que el lenguaje introduce. La palabra poética, disconforme, se entromete justo “ahí, donde fracasa la palabra”1, no se arredra en su aproximación a lo real, aunque sepamos que se escabulle sin remedio. De lo real no es posible hablar, es cosa aparte. De la muerte de la cosa solo se puede hacer el responso, decir unas palabras por lo ausente. Toda referencia que hagamos al registro de lo real no es más que pura suposición. “Incluso sería demasiado decir que hay real, porque decirlo es suponer un sentido”2. Tanto la poesía como el psicoanálisis incursionan por estas grietas, carencias inherentes a la lengua que deja intactos terrenos periféricos no cernidos por el orden simbólico, espacios extralingüísticos fuera de los mapas, sin rutas topográficas ni coordenadas que se puedan apala-

brar. Porque no puede haber orden donde no hay ley, y lo real, sabemos, es sin ley3. Si la escucha poética, lo que el poeta extrae de la lengua, lo que en ella lee y, por lo tanto, traduce, va más allá del significado, captando el ritmo, la cadencia, la musicalidad —otro lenguaje, el musical— de las palabras, la interpretación psicoanalítica apunta a un más allá del sentido de la significación, al equívoco. Es gracias a ese tambaleo que la intervención del analista introduce que se pueda acceder a algo del orden de lo real. Aborda una analizante al término de su sesión su acentuada necesidad de demostrar constantemente sus capacidades, haciéndola temer la posibilidad del fracaso al que nombra como “el ogro”, lo cual abre un interrogante. “¿Has dicho el ogro o el logro?”, pregunto. “Las dos cosas”, responde. Una abertura queda al descubierto, una hiancia en su discurso. La molestia en la defensa pertrechada a cal y canto que entreabre una posibilidad a lo diferente, en contraposición a lo petrificado en la repetición de lo pulsional. Psicoanálisis y poesía buscan otra cosa entre palabras, entre líneas, entre dientes, al margen de lo que las meras voces proclaman 4 . Algo de otro orden, marginal, que no obedece, no se somete a las normas, no permite ser normativizado: no es normal, mayoritario5. Por fuera de la lógica del discurso ordinario. Para adentrarnos en estas Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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regiones difusas y mal iluminadas que no se dejan regir (¿será por esto que ni los practicantes de psicoanálisis ni los aficionados a la poesía seamos regimiento?) se precisan herramientas nuevas, eso sí elaboradas con los materiales preexistentes: la palabra. La interpretación, tal y como Freud propone, debe tender a la construcción6, proponiendo que “el delirio es una tentativa de curación, una reconstrucción, un intento de dar una solución de continuidad entre el Yo y el mundo exterior (…) En la psicosis se produce un avance enmendando el daño y restableciendo contacto con la realidad a modo de reparación, compensándose la pérdida de la realidad, pero no a costa de una limitación del yo sino creando una nueva realidad (…) La tarea del psicoanalista es hacer surgir lo olvidado a partir de las huellas que ha dejado tras de sí o, más correctamente, construirlo. El psicoanalista emite una construcción de modo que pueda actuar sobre el analizado. Y luego con lo que este responde construye otro fragmento. Estas construcciones son las interpretaciones, forma de definir la intervención del analista.Y Jacques-Alain Miller7 escribe: “En la interpretación el analista da carácter de saber a los destellos de verdad que obtiene, que no son trozos de real sino de verdad y con ellos hace una construcción”. En esta cita queda plasmada la diferenciación entre verdad y saber, puesto que el saber no puede abarcar la verdad; “la verdad es lo que falta en el saber para su realización”8. Tanto la interpretación como el poema son invenciones, por fuera de lo convencional, de lo multitudinario. Quizá sea este el desarrollo que toma la interpretación a partir de Lacan, más dirigida a la in(ter)vención que a la cataplasma de sentido que acabe por obturar el surgimiento de lo real; intervención como una invención surgida de a dos, vía la transferencia. Invenciones, edificaciones novedosas con la impronta de lo original, lo único. Psicoanálisis y poesía tratan de uno. Llega a preguntarse Lacan si el psicoanálisis no será un autismo de a dos, lo cual lo convertiría en una estafa, aunque sería una estafa no mayor que la poesía. Abordan lo más íntimo, en su extimidad, de aquello que el otro a duras penas puede atisbar si no es por mediación de la experiencia. Si toda invención sucede ineludiblemente por el surgimiento de lo nuevo, una ruptura y una transformación han de tener lugar; una separación de lo anterior, lo que antecede, lo antiguo. Una desorganización y una posterior reorganización significante. “El inconsciente no puede ser colectivo (…) Es el inconsciente siempre particular, el inconsciente de cada uno (…) en la medida en que cada uno, a cada instante, da un retoquecito a la lengua que habla”9. El poema podría ser descrito como acción reconstructiva, con el retoque particular. Poética proviene de poiesis: acto, construcción, creación, producción. Heidegger se refiere a este arte como “iluminación”. La metáfora no solo sustituye, ilumina algo, da a luz. La alucinación también da a luz lo no aprehensible por lo simbólico. Da a ver algo de lo invisible. La metáfora, aunque sustituyendo, construye. Es acto creativo.

La proximidad lingüística entre los verbos creer y crear quizá pueda deberse a que el creador no pudo continuar haciendo equilibrios sobre la cuerda floja, demasiado angosta y deshilachada, de su creencia original, viéndose obligado a producir una invención. No encontrando manera de sostenerse en la creencia, crea. Creación como soporte sustitutivo a la caída de los inservibles ideales identificatorios primigenios. Otro modo de plasmar el “creo”. Saber hacer ahí, como respuesta a lo imposible de curar, es la propuesta lacaniana en relación al sympthome en su última enseñanza. Saber que no es asimilable a lo intelectual, en la línea desarrollada por Nietzsche: “El intelecto, que hemos inventado para compensar nuestra debilidad biológica, en el arte es libre, no actúa como siervo amoldado a unas convenciones establecidas”10. Que no sea servil no significa que el arte sea inservible, carezca de utilidad. Si bien, al quedar por fuera de lo comercializable como producto de consumo que responda a las necesidades de los consumidores, así pueda parecer. Celebración de lo inútil intitula un poemario Víctor Izco. Lo inútil para una mayoría puede ser de enorme provecho para uno. Y la extracción de goce que se produce tras la localización del objeto a en el análisis es algo a celebrar, aunque solo proporcione rédito a uno mismo. Y en el pase, a los aspirantes. También la poesía guarda relación con el delirio. Si delirar deriva de delirare que en latín significa salir del surco al arar la tierra; y en la actualidad hace referencia a aquello que se sale de la norma establecida, no podemos obviar que el lirismo reintroduce algún tipo de ordenación en esta extraterritorialidad, en este descarrilamiento del lenguaje. Una salida creativa por la vía del significante, “una invención de un cierto sentido que apacigüe los fenómenos de goce que aparecen”11. “El goce es destacado fuera del sistema, es estructuralmente inaccesible y solo se accede a él por transgresión”12. Afirma una paciente con una acentuada inclinación hacia la poesía —que padece alucinaciones en las que ve animales enjaulados, caídos, maltratados, atados o muertos— que tras dejar salir sus poemas, sus animales, antes encajonados y ahora sueltos, ha dejado de percibir estas imágenes. Al dar a luz sus poemas, según sus palabras textuales, las alucinaciones cesaron por un tiempo. Si la poesía se aproxima a lo real subvirtiendo el orden simbólico, es necesario tomar la lengua para con posterioridad salirse de sus convencionalismos, transgredirla, desordenarla, torcerla, reconvertirla; jugar con las palabras para que no sean únicamente ellas las que jueguen con nosotros. Torsión, torcimiento que puede suponer para el lector poco acostumbrado al verso una tortura al quedar trastocadas las estructuras lingüísticas cotidianas. Juego de retoque que alcance a tocar lo intocable, por inaprensible, de lo real. El verso como versión —subversión, tergiversación— de lo real más allá del sentido. Solo mediante la versión podemos conversar. Porque lo real indecible solo se puede mediodecir, maldecir. “El traductor de psicoanálisis tendrá que aprender a poner en

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práctica el maldecir. No cualquier maldecir: uno que se inscriba en el surco del maldecir del autor al que se traduce. La falta es lo que no falta en la traducción”13. No se puede describir; solo circunscribir, rodear, acorralar. “El arte es un modo de circunscribir la Cosa”, escribe Lacan en La ética del psicoanálisis. La poesía es el arte de asediar la fortificación de lo que no se puede decir, lo que no cesa de no escribirse; de cavar con la pala de la palabra el agujero de lo indecible para labrar algo nuevo. “El arte nace para impedirnos morir por la verdad”14 . Invento elaborativo es el poema. “Escribir un poema es descubrir”, escribió el poeta americano Robert Frost. Un modo de escapar de los significantes del Otro, reconfiguración realizada con nuevos significantes15. Poetizar, gestar nuestra más personal escriatura, versionar aquello que nos era aversivo, lo que no podíamos incorporar, lo abolido, lo repelido y por indigerible, elidido. La parte inasequible de la Naturaleza, que describía Goethe en sus conversaciones con Eckermann: “Hay en la Naturaleza una parte asequible y otra inasequible. Es menester distinguir una de otra y no perder nunca de vista esa distinción, aunque realmente sea difícil precisar dónde acaba lo uno y dónde empieza lo otro”. “Cuando el poeta nos hace presenciar sus juegos o nos cuenta aquello que nos inclinamos a explicar, como sus personales sueños diurnos, sentimos un elevado placer que afluye de numerosas fuentes. Cómo lo consigue el poeta es su más íntimo secreto; en la técnica de la superación de aquella repugnancia relacionada indudablemente con las barreras que se alzan en cada yo y las demás, está la verdadera ars poetica”16. Juegos de palabras, lúdica reordenación significante para acercarnos a lo a-versivo, lo intramitable. Juegos a los que no se puede responder mediante el pensamiento, proceden de otro lugar: “Para pensar no sirve de nada pensar”, escribió Goethe. Lo poético no puede ser elaborado únicamente con material simbólico, aunque se sirva de este para lograr inscribirse. De aquí que sean los versos los que se imponen al poeta, le poseen; le son ajenos. Poesía-poseía. No es el poeta el que posee, más bien el poeta es poseído por la poesía que se entromete, se inmiscuye; desborda desde no se sabe dónde. Desde fuera. Los escritos fuera de sí es el título de un libro de Sergio Laia referido a Joyce. En el poema hay algo más que palabras. Una joven veinteañera con un problema de adicción (a-dicción, algo no dicho ha tomado cuerpo) a los porros comenta que gusta de ir a fumar a un estanque que hay en un parque cerca de su casa; con posterioridad afirma que uno de los lugares que frecuenta a diario es el estanco. Mi in(ter)vención: “Parece que hay mucho estancamiento”. De esta rueda de consumo no puede salir desde los catorce años, lo cual hace que la inmovilización se haga cada vez más circular y neutralizante. “El objeto a entendido como real, ese objeto que la serie significante proseguida en el análisis llega a circunscribir”, escribe Miller. Mediante un rodeo, una circunvalación, se puede atisbar, señalizar, la zona vedada de lo real. El agujero en lo real, no transmisible, no escriturable, solo

puede ser demarcado, igual que las vallas en mitad de la calzada dan aviso de una avería en la red de suministro de agua para indicar la existencia de un socavón, un roto imperceptible en lo profundo. De este roto hacemos rotonda, rodeamos la rotura, la vallamos y señalamos, la señalizamos y le otorgamos ubicación. El señalamiento que apunta a lo imposible. Rotura que da pistas de nuestras señas de identidad, nuestras señales más propias, nuestros desgarros. “Justamente por definirse lo real como excluido del sentido, puede ponerse sentido sobre lo real. No digo en lo real, digo sobre (lo real)”, afirma Miller. Con posterioridad podremos quizá adornar la rotonda con los materiales más llamativos e inverosímiles, ornamentarla e incluso nombrarla y hacer de ella plazoleta, lugar de encuentro, emplazamiento con fuente o estatua ecuestre, pero nunca eliminar o reabsorber completamente lo subterráneo intangible. A lo sumo acercarnos a sus bordillos, los bordes que la rodean17, y dejar allí, como neumáticos pasados de frenada, la huella de nuestra dentellada en sus contornos. Nuestra escritura en torno a lo real “dando forma a lo amorfo”18. Capturar la letra como extracción de lo real, letra encriptada en el cuerpo que habla a través del síntoma que la da a leer. Nuestra máxima aspiración, que en la traducción de lo que nos dice no se pierda demasiado. “La poesía es lo que se pierde en la traducción”, escribió el arriba citado Robert Frost19, verso que da título a una película de Sofia Coppola: Lost in Traslation. Psicoanalista y poeta se involucran en un proceso de lectura y traducción —subrayemos que tanto a la labor actoral, a la puesta en acto musicalmente de una partitura ajena, así como al ejercicio profesional de la traducción vocal se les denomina interpretación, esto es, una lectura novedosa y particular de aquello que está escrito por otro a lo cual se añade una aportación particular— con la pretensión de atrapar lo huidizo20, lo que no condesciende a dejarse capturar. Interpretación que es inter, entre; algo del otro ha de, irremisiblemente, entrar, entrometerse; algo externo, de fuera, proveniente de otra singularidad. A causa de esto es que algo de traición haya siempre en la traducción, infidelidad inevitable a causa de la imposibilidad de ceñirse absolutamente al texto original. Traducción que debe permanecer al margen de lo tradicional, de lo estipulado por consenso. “¿Cómo no va a afectar la traducción al original? ¿No está el original a la espera de traducciones que desplieguen sus posibilidades provocando la sorpresa de un decir no estandarizado? (…) De cada escrito, de cada concepto y en cada lengua, múltiples versiones son posibles. (…) Toda traducción es interpretación” 21. El lector/traductor versiona. Que la versión haga revivir el original, a lo que la traducción aspira. Eso perdido, extirpado e inencontrable es lo que se pretende localizar con la palabra en el dispositivo analítico. Y a través de la acción poética. Comenta en sesión un hombre atrapado en un dispositivo familiar al que se refiere como “la secta” y que gusta del deporte, que cuando limpia su bicicleta lo hace a fondo. Con lo único que no se atreve es con los cambios. ¿Qué

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cambios están inhibidos, aparte de los desarrollos de su vehículo de dos ruedas? El lenguaje haciéndose cargo de lo que no se puede decir encontrando modos originales de expresión. Varios meses después asumirá que si comienza a tomar decisiones, a generar cambios, se dará inicio a una guerra familiar, hasta entonces eludida mediante los procesos inhibitorios. Lo inexplicable se notifica, se hace notar, se anota. De ello se da fe, como un notario sella una escritura, una plasmación simbólica de un real, en un registro. El registro simbólico de la propiedad; lo propio, lo que es de uno, lo unario, lo que nos da estatuto de existencia; las marcas de cada cual, lo que nos significa. Lo que al significarnos nos permite sentirnos un poco menos insignificantes, al precio de quedar sujetos al predicado mediante el abrochamiento de los significantes. Sujeto prendido a los significantes provenientes del Otro que acaban por apresar al ser en el fantasma: lo único de la ex-sistencia verificable. Frase fantasmática, texto inscrito en una cadena significante que fuerza a una obediencia ciega: la repetición que marca el circuito de la pulsión. Alrededor de esta rotonda circula el sentido: el flujo de vehículos lingüísticos circulan en un orden regido por una normativa sintáctica, gramatical. Los giros lingüísticos y los chistes, atestiguan que algo del lenguaje fracasa en su pretensión de describir. Por esa hendidura se infiltra lo real. Por esto es del orden del improperio lo que del sujeto del inconsciente surge en el análisis. Lo impropio del discurso que desliza en el lapsus lo indecible, en cuyo seno yace la marca de lo impropio de la lengua, inapropiada para capturar completamente lo real. Lalengua que canaliza lo de uno, lo que sí es propio de uno por fuera inevitablemente de la lengua común, de las frases hechas en serie, del idioma al uso, automatizado, ordinario. “Estar tumbado como un fáquir” expresa una analizante a su analista en un momento de máxima dificultad en la transferencia debido a la incomodidad que le producía el diván. A lo cual el analista responde: “Es faquir. No fáquir”. Sin embargo, la proximidad sonora entre fáquir y fuck you, quizá pudiera dar pistas de la no del todo desacertada traslocación lingüística.

Referencias bibliográficas y Notas del autor 1 González, Á., Palabra sobre palabra, Barcelona, Seix Barral, 2011, p. 280. 2 Lacan, J., “Hacia un significante nuevo. La estafa psicoanalítica” Colofón, Nº 25, Granada, 2005, p. 31. 3 Escribe Jacques-Alain Miller en “Lo real es sin ley”: “La ley es del orden de la construcción, de la futilidad de la construcción. Lo que prueba que esta no es real es que cambia”. 4 A lemán, J. y Larriera, S., “La vecindad de Poesía y Psicoanálisis”, Colofón, Nº 25, Granada, 2005, p. 21. 5 De ahí la dificultad de comercialización por el mercado que ofrece artículos para satisfacer las necesidades mayoritarias. 6 Los textos “Neurosis y psicosis”, “La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis” y “Construcciones en psicoanálisis” son atravesados por esta problemática. 7 Miller, Jacques-A., “Lo real es sin ley” en El lugar y el lazo, Paidós, Buenos Aires, 2013.

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8 A llier Montagno, Eugenia, “El concepto de verdad en Lacan: los escritos”, artículo de internet. 9 Miller, Jacques-Alain, El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 72. 10 Fernández Castañeda, L., “Comentario sobre Verdad y mentira en sentido extramoral”, artículo en internet. 11 Castellanos, S., El dolor y los lenguajes del cuerpo, Grama, Buenos Aires, 2009, p. 106. 12 Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 232. 13 Braunstein, N., “La traducción de lo intraducible en psicoanálisis”, artículo en internet. 14 Nietzsche, F., Voluntad de poder, Edaf, Madrid, 2006. 15 En “Hacia un significante nuevo” Lacan se pregunta “¿Por qué no inventar un significante nuevo? Un significante sin ninguna especie de sentido (…) Servirse de la palabra para otro uso”. 16 Freud, S., El poeta y los sueños diurnos, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p. 1.348. 17 I gual que los bordes pulsionales. 18 Recalcatti, M., “El trauma de la poesía”, Colofón, Nº 25, Granada, 2005, p. 28. 19 Rodríguez, A., “Traducir el goce y la letra en Emily Dickinson”, artículo en internet. 20 El término traducción proviene del latín traductio, -onis, y significa hacer pasar de un lugar a otro. Si dicho proceso transformativo se realiza oralmente se denomina interpretación. 21 Braunstein, N., “La traducción de lo intraducible en psicoanálisis”, artículo en internet. EL AUTOR Luis Miguel Rodrigo. Lic. en Medicina, Tétrada del Nucep. XXV Premio de Poesía Blas de Otero con Mala letra, Ed. Alacena roja. Email: luismirod06@hotmail.com Letr as Lacanianas | Nº10 2015

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