L ACANIANAS
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INSTITUCIÓN DE LALENGUA EL GUSTO POR... PHILIPPE LACADÉE las palabras y el amor
a la lengua l LA PRÁCTICA DEL PSICOANÁLISIS con niños Por ANA RUTH NAJLES OTRA MANERA DE TRABAJAR con niños y adolescentes Por VILMA COCCOZ EL PASE Y LOS RESTOS de la identificación Por ERIC LAURENT l TENEMOS RAZÓN para rebelarnos Por BRUNO DE HALLEUX l LA PULSIÓN es voraz Por BERNARD PORCHERET EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO, entre medicina y psicoanálisis Por ARACELI FUENTES
imágen: Luis Herrera
LETRAS
R E V I S TA D E P S I C O A N Á L I S I S D E L A C O M U N I DA D D E M A D R I D - E L P
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Contenidos
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Letras Nº 6, 2013
INSTITUCIÓN DE LALENGUA Se trata de distinguir la lengua del sentido común y público, tal como nos lo muestra la escuela “desmaternalizante, de aquella que se habla, y de lalangue que todos nosotros olvidamos, salvo cuando intentamos la experiencia de la asociación libre”. CONT pg. 12 ➳
Editorial
Clínica: Institución de la clínica
02 Ana Lia Gana
Agenda 05 Cultura, Ideas, Política, Novedades
Dossier: Institución de lalengua 14 El gusto por las palabras y el amor a la lengua Philippe Lacadée 19 El deseo del analista y la subjetivación en la práctica del psicoanálisis con niños Ana Ruth Najles 26 La práctica lacaniana en instituciones: otra manera de trabajar con niños y adolescentes Vilma Coccoz 31 Investigación sexual infantil como motor del deseo de saber Rosa Liguori
46 Fragmentos Andrés Borderías 49 Fijar una errancia Ana Castaño 52 El goce del uno no es signo de amor: una reflexión sobre el odio Rosa López
Letras en la Ciudad 56 H omenaje a Eugenio Trías Jorge Alemán y Sergio Larriera 62 Un nuevo amor. Presentación del libro de Mercedes de Francisco Constanza Meyer , Rosa Calvet y Pablo Messiez 68 Mujeres Mal tratadas Ana Lía Gana
Varios 72 Normas de publicación Boletín de suscripción
El Pase 36 El pase y los restos de la identificación Eric Laurent 41 La pulsión es voraz Bernard Porcheret
“El lenguaje sin duda está hecho de lalengua. Es una elucubración de saber sobre lalengua. Pero el inconsciente es un saber, una habilidad, un savoir-faire con la lalengua. Y lo que se sabe hacer con lalengua rebasa con mucho aquello de que puede darse cuenta en nombre del lenguaje.” JACQUES LACAN - Seminario Aún
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Editorial LE TR AS
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Directora Ana Lia Gana Asesor Eric Laurent Comité de Redacción Oscar Caneda, Mirta García, Silvia Nieto, Graciela Sobral Colaboradores Carmen Bermúdez, Gabriela Medin, Pio Zelaya Traductores: Azucena Bombín, Diana Lerner, María Martorell Corresponsales: Gabriela Díaz de León, Uruguay Sofía Guaraguara, Ginebra Juan Pablo Zito-Carro, Alicante Ariane Husson, Reims Equipo Gráfico Ana Lía Gana, Silvia Nieto, Oscar Caneda, Sebastián Villalonga Edición Digital Pío Zelaya Distribución y Suscripciones Graciana Dithurbide (Responsable) Gabriela Díaz, José Alberto Raymondi Maquetación y Diseño BTO Design - Sebastián Villalonga Imprenta: Lavel, S.A.
“LETRAS” es una revista editada por la Sede de Madrid de la ELP. c/ Gran Vía nº 60, 2º izda. 28013 Madrid Tel: (+34) 915 591 487 email: suscripción@letraslacanianas.com Página web: www.letraslacanianas.com Facebok
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Letras es una revista sin ánimo de lucro, publicada bajo los auspicios de la ELP, la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis ISSN: Letras 2174-064X Depósito Legal: 16496-2011
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etras prosigue su andadura manteniendo su formato, su diseño y parte de su equipo editorial, pero a partir de este número presenta cambios entre los cuales hay que destacar su dirección y su nombre. Letras pasa en su edición en papel a llamarse Letras Lacanianas. Se suman a la labor de hacerla existir nuevos colegas. Todo ello debido a la permutación con la que algo cambia y algo permanece. Esta vez Letras Lacanianas se deja orientar por la política con Pipol: “Después del Edipo todos analizantes. El caso, la institución y mi experiencia en psicoanálisis”.
Es este “Después del Edipo” el que marca el estado de la sociedad actual, hiper moderna, tomada por un goce sin límite. Es este demasiado que no se reabsorbe en la estructura el que da lugar a los listados interminables de síntomas que la psiquiatría agrupa en trastornos. Desde el psicoanálisis se trata del uno solo para cada sujeto, y del saber hacer con eso para cada practicante que ha hecho o está haciendo su experiencia analítica. “Institución de lalengua”, nuestro título, se hace eco de las múltiples experiencias, en especial de aquellas referidas a la infancia, a la adolescencia y a las instituciones que sostienen un lazo analítico. La manera de nombrar en la institución permite seguir los surcos del deseo y hacer con el goce, alejándonos de las etiquetas que rechazan lo peculiar para dar lugar a la invención con las briznas de lalengua. En tanto está claro que el lugar es el deseo del analista y el lazo se establece con ese lugar, la institución de lalengua toma cuerpo en el diván, en las instituciones públicas y en los centros de orientación analítica, entre los cuales también tenemos ecos de lo que fue el CPCT-Madrid.
En el Seminario 20 se produce el pasaje operado por Lacan de la teoría del lenguaje como comunicación al lenguaje como vehículo de goce que implica cada lalengua. Se contrapone así la gramática normativizante a lalengua propia del estilo. Si cada uno de nosotros recoge lalengua en la asociación libre, Letras se toma el cuidado de recoger las invenciones de la misma, y cada colega lo hace con su estilo. Es así que cada texto, cada escrito nos muestra su modo de hacer a partir de su experiencia con el psicoanálisis para ir al encuentro de lalengua en el caso, en la institución. Nos ocupamos de los seres de lenguaje, que nos aportan, como en la literatura, un juego de sentido y de significaciones, pero cuando se hace intervenir la lógica en el dicho para ceñirlo, discernirlo, comprimirlo, se hace surgir la existencia. Cuando el lenguaje trabaja sobre lalengua, surge a partir de él algo de lo real, como nos lo dice claramente J.-A. Miller. Pero, ¿qué nos queda de esto después del Edipo? Nos queda una lógica orientada por lo real, que se cierne en el neologismo lalengua; se puede decir que aquí corresponde captar el lenguaje en el nivel de lo que se imprime en el cuerpo, y es en esta medida que el lenguaje puede ser considerado un aparato de goce. En tanto estamos en una época donde el teatro edípico palideció, se trata entonces de abordar las disrupciones, las efracciones de goce en las que el pragmatismo de nuestra acción tiene que dar cuenta de las invenciones de lalengua siguiendo el hilo de las formulaciones avanzadas por Lacan.
Ana Lía Gana Directora de Letras
Agenda
A Agenda
CU LTU R A | PERSON A J ES | PO LÍTIC A | I DE A S
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Noticias
Hasta una época reciente, nuestras brújulas tan diversas como fueran, todas indicaban el mismo norte: el Padre. Creíamos en el patriarcado como una invariante antropológica. Su caída se acelero con la igualdad de condiciones, la poderosa subida del capitalismo, la dominación de la técnica. Estamos en la fase de salida del Padre. Otro discurso está en vías de suplantar el antiguo. La invocación en el lugar de la tradición. Más bien que la jerarquía la red. El atractivo de lo venidero vence sobre el peso del pasado. Lo femenino toma la delantera sobre lo viril. Allí donde había un orden inmutable, flujos transformadores empujan incesantemente todo límite.
Jacques Lacan Seminario Libro VI, El deseo y su interpretación
An Allegory with Venus and Cupid, about 1545, Bronzino (The National Gallery- London)
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¿Qué muestra Lacan? que el deseo no es una función biológica; que no está coordinado a un objeto natural; que su objeto es fantasmático. Por eso, el deseo es extravagante. Inasequible a quien quiere dominarlo. Nos hace jugadas. Además, si no es reconocido fabrica síntomas. En un análisis se trata de interpretar, es decir, de leer en el síntoma el mensaje de deseo que encubre.
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Si el deseo desvía, en contrapartida suscita la invención de artificios, teniendo un papel de brújula. La especie animal tiene su brújula que es única. En la especie humana las brújulas son múltiples: son montañas de significantes, discursos. Dicen lo que hay que hacer: cómo pensar, como gozar, cómo reproducirse. Sin embargo el fantasma de cada uno permanece irreductible a los ideales comunes.
Freud es de la edad del Padre, ha hecho mucho para salvarlo. La iglesia acabó por percibirlo. Lacan ha seguido el camino abierto por Freud, pero le condujo a plantear que el padre es un síntoma. Lo muestra aquí en el ejemplo de Hamlet. Lo que se ha retenido de Lacan –la formalización del Edipo, el acento puesto sobre el Nombre-del-Padre- no era más que su punto de partida. El Seminario VI ya lo modifica: el Edipo no es la solución única del deseo, es sólo su forma normalizada, es patógena, no agota el destino del deseo. De ahí el elogio de la perversión con que termina el libro. Lacan le da el valor de una rebelión contra las identificaciones aseguradoras del mantenimiento de la rutina social. Este Seminario anunciaba “la revisión de los conformismos anteriormente instaurados, incluso su estallido”. Aquí estamos. Lacan habla de nosotros.
Jacques- Alain Miller. Traducción: Mariam Martín Ramos
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XIII CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL I.C.F. FRAGMENTOS DE REAL EN LAS CURAS DE NEUROSIS
El pasado mes de marzo, tuvo lugar la XIII Conversación Clínica del Instituto del Campo Freudiano bajo el título Fragmentos de Real en las curas de neurosis. Como cada año, seis casos presentados para su trabajo previo por Andrés Borderías, Vilma Coccoz y Laura Canedo; Elvira Guilañá, Gabriela Galarraga y Rosa Navarro. Coordinaban Miquel Bassols y Mónica Marín con la presencia de Jacques-Alain Miller. Sin embargo, en esta ocasión las cosas no sucedieron como estaba previsto. Los numerosos ecos de esta Conversación han llegado a muchos lugares, se han sucedido los comentarios y las reseñas. Nadie quedó indiferente.
La Conversación venía precedida por al menos dos acontecimientos que marcaron lo que sucedió. Por un lado, el éxito de la movilización internacional impulsada por Jacques-Alain Miller por la liberación de Mitra Kadivar, psicoanalista iraní que había hecho serie con las de Rafah Nached y Raja Ben Slama. Otro, la polémica generada a partir de la respuesta a Alain Badiou que le había calificado, junto a otros, de renegado.
El día antes de la Conversación circuló por las listas de la AMP la Decisión en 7 puntos. Recogiendo, la creación del Instituto Lacaniano Internacional. LILI, la organización de un ciclo de conferencias “Por un derecho de injerencia intelectual en los asuntos del mundo”, y un enorme plan de publicaciones: Ornicar?, Cuadernos para el Análisis. La publicación de los manuscritos y de los Seminarios restantes de Jacques Lacan en 2014 por la Editorial de la Martinière, y la publicación de Les Touts-seuls, primer curso de Jacques-Alain Miller. Así como la apertura de un local en París y la vuelta después de dos años del Curso de Orientación Lacaniana. Miller llegó relajado, Barcelona, decía, le parecían unas vacaciones después de la intensa campaña por la liberación de Mitra y también muy enfadado, el insulto en el preciso momento en que se realiza la incidencia política del psicoanálisis, era inaceptable. Y de eso habló, relajado y enfadado, finalmente de la AMP como una potente herramienta para defender lo singular y la diferencia en un mundo que cada vez la niega con más fuerza. Finalmente sólo se discutieron tres de los seis casos, los otros tres se discutirán en las próximas Jornadas de la ELP. Porque a veces, antes de poder hablar de nuestra clínica hay que recordar que nuestra práctica no está asegurada, que si no la defendemos, no solo en las consultas sino también fuera de ellas, el psicoanálisis puede desaparecer. Miller fue a Barcelona como ha hecho muchas veces a lo largo de la historia de la AMP a movilizar, porque cuando se ve una brecha hay que ir, ir, ir. Julia Gutiérrez
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OTRAS VOCES… UNA MIRADA DIFERENTE SOBRE EL AUTISMO
El estreno en Madrid de “Otras Voces… Una mirada diferente sobre el autismo” nos dio la oportunidad a los asistentes de ver un documental que no podía dejarnos indiferentes, de hecho sus efectos pudieron verse en el coloquio que se mantuvo después.
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“Otras Voces…”, con un discurso narrativo cuidado, un ritmo vibrante y sostenido presenta un modo respetuoso de acercarnos a la realidad de los niños autistas a través del relato de sus padres. Además contábamos con Albert, un joven diagnosticado de Síndrome Asperger, que nos hablaba de su mundo, laberíntico a veces, de zonas oscuras que ni siquiera él mismo comprende, pero lleno de entusiasmo que nos hace partícipe de todo lo que se pregunta y de lo que le resulta paradójico en su existencia, de todo lo que le interesa, mostrándonos la alegre frescura de sus dichos y una riqueza subjetiva que nos conmovió. Sentados sobre el diván y acompañadas de sus parejas, en un primer momento son las madres las que nos relatan los momentos de incertidumbre cuando empiezan a temer que algo les pasa a sus hijos, las preguntas que se hicieron y las preguntas que angustiosamente dirigieron a los que consultaron antes de recibir un diagnóstico. Su estupor ante lo que resultaba ser ya un hecho. Mucho más tarde fueron los padres los que nos relataron lo que tuvieron que asumir, en otras ocasiones, cómo se enfrentaron a un sentimiento de culpa -algo tenían que haber hecho mal-, y las preguntas que se hicieron, repetidas una infinidad de veces para darse una respuesta, aunque fuera para concluir que no hay respuesta. Entre medias hablaron los psicoanalistas, nos contaron muchas cosas, ¡muchas! a pesar de que alguna parte de la asistencia quedó insatisfecha, quizás porque no hubo discursos que se apostillaban con cifras, ni con el científicamente contrastado o verificado. Los colegas psicoanalistas se presentaron en pequeñas secuencias donde abordaron un amplio abanico de aspectos de un modo singular de habitar el mundo, el modo en que lo hace un niño autista. Nos hablaron de lo que no saben ellos mismos, de la insondable decisión del ser y de la enigmática elección de un niño autista. Nos contaron lo que supone el lenguaje, el silencio y la palabra. De cómo el ser hablante se constituye y habita mediante el lenguaje y cómo para los niños autistas la realidad les resulta intrusiva porque no tienen una pantalla que pueda dar sentido a lo que ocurre y, sin embargo si somos capaces de escucharles en su silencio, de captar algún hallazgo, grande o pequeño, que hayan construido estos niños, podremos ayudarles a afianzarlo para que puedan sostenerse en ellos y darles un lugar en el mundo, liberándolos del campo de concentración particular en el que cada uno de estos niños está inmerso de forma más radical que ningún otro ser hablante. Hablaron también de las instituciones, de los padres. Pero también de lo que los implicaba a ellos mismos, psicoanalistas, de como el encuentro con un niño autista supone ponerse en juego a uno mismo. Todo ello transmitido brevemente y con sencillez. Y en esta sucesión de secuencias, los padres que nos hablan de nuevo y esta vez de todo lo que han ido descubriendo y aprendiendo con sus hijos, de su alegría por lo que sus hijos llegan a hacer, por lo que van aprendiendo y cómo van abriendo puentes desde su mundo para habitar en el nuestro.
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Y además Albert que nos cuenta su viaje a Bruselas, acompañado de su familia, para visitar el museo Hergé donde puede encontrarse con todo el universo de las aventuras de Tintín que conoce de memoria, y que es su pasión. Y Albert que se encuentra con Iván invitándole a su pueblo, y diciéndole las 13 formas de cómo resultará su documental: fantástico, maravilloso, fascinante, magnifico, brutal… y por último “acostuflante”. Emocionados por todo lo visto y escuchado, se dio comienzo a un debate con la presencia del padre de Iván Ruiz que con gran entusiasmo nos explicó lo que ha supuesto para su nieto el encuentro con el psicoanálisis; con Sagrario Rojas, presidenta de APAT (Asociación de Padres de niños Autistas de Toledo) participante en el documental, que nos habló del momento de fundación de la Asociación para poder crear un instrumento de apoyo a los padres que se encuentran en circunstancias similares, porque del lado de las instituciones se han sentido siempre muy desamparados y no escuchados. En la mesa además Vilma Coccoz y Gracia Viscasillas que intervinieron también en el documental, Mariam Martín y Carmen Cuñat coordinando el debate. De la sala quiero tomar en consideración sólo dos intervenciones, una madre inicia un comentario planteando un cierto interés por el documental, pero apoyándose en su larga experiencia en distintos tipos de terapias y tratamientos, pues tiene un hijo adolescente autista, que se encontraba de pie junto a ella, considera que “el psicoanálisis es una filosofía interesante, muy buena incluso, pero que para lo verdaderamente ‘duro de la terapia’ no sirve, que en estos niños hay muchos problemas y tienen necesidad de tener talleres, entre ellos el de psicomotricidad, hay que intentar que aprendan, y otros temas que no se contemplaban”. Mientras ella seguía hablando su hijo iba mostrando una mayor agitación y aleteo más evidente. Cuando nos señala que su hijo está junto a ella, desde la mesa Vilma Coccoz le pregunta como se llama y le saluda, en ese mismo momento el joven deja su agitación y aleteo, responde fuerte y claro al saludo. Entonces podemos ver lo que ocurre cuando se da la voz a la subjetividad, tal como a lo largo de todos los testimonios y comentarios esas otras voces lo han plasmado y lo han querido transmitir en el documental. En otro momento un joven, nos dice él mismo que “desde su desconocimiento ha echado de menos otras posturas en el documental y una mayor información sobre el autismo que pudieran dar una visión menos parcial sobre el tema”. Después de indicarle desde distintas perspectivas que el documental aborda el autismo con una mirada diferente, son otras voces que hablan del autismo, sin embargo dicha respuesta no parece encontrar un eco en él y ante su nueva insistencia, se le señala que en la televisión pública se ha emitido un documental sobre autismo, quizás así puede tener otra visión, pero vuelve a no quedar satisfecho aún. Finalmente este joven nos deja ver en acto que lo que está en juego es una respuesta personal y que dicha respuesta no se encuentra ni del lado de la defensa apasionada de nuestra posición ni del lado de la información, sino que tiene que ver con una toma de posición y esto es un recorrido a hacer por cada uno. Realizar ese diálogo con el autismo de una nueva manera, confrontarse a él nos lleva inevitablemente a lo que se pone en juego para cada uno. ¡No está mal su insatisfacción! esperemos que pueda encontrar su respuesta de esta buena manera. Así tal como se decía en la convocatoria, el día 2 abril fue el día Internacional del Autismo, pero el día 3 de abril continuamos hablando de ello y dejamos abiertas muchas preguntas para todos. En esta ocasión nos reunimos en los cines Golem, esperamos que pueda haber otra ocasión para continuar dialogando con el autismo.
Marian Martín Ramos.
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LA CONSULTA PSICOANALÍTICA CON UN NIÑO ES TAMBIÉN CON LOS PADRES
EL NIÑO
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Consideramos al niño como un sujeto de pleno derecho, aunque por sus condiciones se encuentre La atención y acogida de un niño que requiere traen una estrecha dependencia del adulto. Le ofrecemos, metamiento generalmente viene precedida de un diante el juego, los dibujos y la palabra, un espacio de trabajo en pedido de los padres, quienes consultan porque el el que pueda aclarar el malestar que lo aqueja. niño presenta alguna dificultad que produce preoLo que preocupa al niño no siempre es igual a lo que inquieta a los cupación en ellos. padres. Como adultos responsables, los padres pueden busBrindar al niño un lugar donde poder desplegar su dificultad, a la que llacar ayuda en este momento en que se hace patente maremos síntoma, lo lleva gradual y paulatinamente a un apaciguamiento. el malestar de su hijo. En ese sitio podrá construir las respuestas a sus interrogantes, por La dificultad por la que consultan es variable : puede ejemplo: qué lugar ocupa, cómo integrar al nuevo hermano, la reconsser una inhibición que le impide relacionarse con los trucción de su mundo ante un cambio, cómo relacionarse con los otros demás, una inquietud generalizada que desemboca niños, qué inquietud lo lleva a estar desconcentrado en clase, poren el miedo, los celos que irrumpen por el nacimiento qué en determinadas situaciones se torna agresivo, o cualquier de un hermanito, problemas de aprendizaje; la desorienotro problema que lo aflija. tación debida a un momento de conflicto o separación En este camino a recorrer, el psicoanalista asume la responsade la pareja conyugal, o la dependencia del adulto, entre bilidad de acompañar al niño con su presencia en cada otros desencadenantes. encuentro, interviniendo para darle la palabra Las primeras entrevistas se realizan con los padres, que se que apacigua, orienta o aclara. hacen eco de esta dificultad del hijo. Ellos son los interlocutores que situarán la aparición en el tiempo y en la historia familiar de eso que actualmente les preocupa de su hijo.
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CÓMO TRATA EL PSICOANÁLISIS EL SÍNTOMA EN LOS NIÑOS
Carta a los padres LOS PADRES
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Los padres consultan y se hacen presentes también a lo largo del tratamiento. Es labor del psicoanalista orientarlos, indicarles la situación por la que atraviesa el niño o aclararles qué es lo que hace obstáculo para ese niño. No existen respuestas generales, así como cada niño encuentra en el tratamiento psicoanalítico sus respuesta, cada padre puede encontrar cómo hacer con ese niño por el que consulta.
LOS DIAGNÓSTICOS
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Hoy día, con la proliferación del discurso de la evaluación, de las buenas prácticas y de la eficacia nos vemos confrontados a la desaparición de la precisión clínica y a la degradación del valor del síntoma. Se construye el diagnóstico aglutinando las conductas estadísticamentemás frecuentes sin conexión con la particularidad subjetiva, bajo la modalidad del formulario y la cruz en la casilla correspondiente. Se escamotea de ese modo a qué responde la tristeza, el desánimo, el no poder parar, el pegar, el no querer comer, el comer sin límite, el no hacer la tarea o el no querer ir al colegio. Sólo la suma de las cruces en las casillas dará lugar a la ubicación del niño en las distintas categorías diagnósticas habilitadas. El psicoanálisis fundamenta y orienta su clínica por el diagnóstico de estructura; un diagnóstico que no es descriptivo, sino que apunta a las causas que están más allá de la conciencia .
LA MEDICALIZACIÓN EN LA INFANCIA
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Las etiquetas diagnósticas puramente descriptivas, distribuidas con cierta facilidad, toman para muchos el estatuto de un verdadero diagnóstico, incidiendo sobre el niño y su familia en sus ámbitos personales, escolares, familiares y sociales. En el caso, por ejemplo, del TDAH, -Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad-, este diagnóstico se convierte en una bolsa en la que cabe el comportamiento de la mayoría de los niños. Asistimos en España y en los países desarrollados a una epidemia diagnóstica de TDAH impulsada por la industria far-
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macéutica y los intereses del mercado, que se opone a una clínica que tenga en cuenta la subjetividad, es decir, lo particular de cada síntoma y de cada persona. Es así como, hoy en día, a todo niño inquieto se lo diagnostica con un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad y se lo medica. Si un niño no puede atender, si está inquieto, es porque hay algo que lo angustia. Habrá que atender a qué responde esa inquietud sin incluirla rápidamente en un trastorno ni en un déficit. Es fundamental considerar que estamos ante
un síntoma que nos indica que algo no va bien, y para remediar lo que no va bien, es preciso escuchar lo que el niño dice con el síntoma, no taparle la boca medicándole y modelando su conducta en un molde. Los psicoanalistas no somos contrarios a la medicación en los casos puntuales en que ésta es necesaria, pero rechazamos la generalización de su uso en la infancia. Nos oponemos a que la vida familiar esté regida por las coordenadas siempre sujetas a los vaivenes de las exigencias del mercado.
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Agenda
EL SÍNTOMA EN EL NIÑO
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La pregunta ¿qué es un niño? ha recorrido la historia de la humanidad, sus respuestas han estado sujetas a las distintas ideologías imperantes en la sociedad. La mirada sobre que lo que es considerado normal o anormal en el niño depende de los ideales de cada época. La idea de la infancia ha estado ligada al discurso social y científico predominante de cada momento histórico, y por ello es importante aclarar de qué niño se habla. Actualmente, las ciencias neurológicas hacen el aporte más mecanicista y biologista acerca del niño: todo es explicable desde la genética, los pliegues cerebrales o las sinapsis neuronales. Todo se reduce a soluciones. medicamentosas, eléctricas, quirúrgicas y/o reeducativas. Se trata de eliminar el síntoma sin escuchar el mensaje que transporta. Esta perspectiva desdeña lo más propio del psiquismo humano, lo que nos diferencia radicalmente de los animales: el sentido y el valor que cada uno otorga a sus pensamientos, a sus actos y a sus palabras. Para el psicoanálisis, el niño se está constituyendo y esta constitución no es exclusivamente biológica. Esta construcción comienza en la subjetividad de los futuros padres, sean éstos biológicos o de adopción. El futuro hijo es un ser hablado y nombrado ya antes de su nacimiento, forma parte de una historia familiar que le precede. Esas serán, junto con las de su cuerpo, las marcas que portará el niño.
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Esas marcas lo humanizan y lo hacen singular, diferente. Es con ellas que trabajamos en el encuentro con el niño, y no con las etiquetas de un pretendido diagnóstico que remiten a generalizaciones y borran toda diferencia y toda singularidad, precisamente lo que hace único a cada ser humano. Los psicoanalistas privilegiamos estas marcas familiares porque son la materia prima con la que cada niño teje su propia historia; a ellas se suman las contingencias y el azar que encuentre en su vida, por ejemplo, el nacimiento de un hermano, la separación de los padres, un cambio de residencia o de colegio, una enfermedad, en resumen, lo inevitable que cada niño encuentra en su existencia. Si en alguna encrucijada de su vida se encuentra desorientado, es posible que aparezca un síntoma con el que el niño trata de afrontar lo que le resulta problemático. En el tratamiento psicoanalítico el niño encuentra, con la ayuda del psicoanalista, el sitio necesario para desanudar lo que está cifrado en el síntoma. Esto le permite fabricar otros modos de orientarse respecto a lo que le angustia y afrontarlo de una manera más eficaz. Esta manera será un invento de cada niño, tan única y diferente como el niño mismo. Remite: Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños Ana Lía Gana, Graciela Kasanetz, Rosa Liguori, Mariam Martín, Mónica Unterberger
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HACIA LAS XII JORNADAS DE LA SECCIÓN DE PSICOANÁLISIS DE LA A.E.N.
HACER UNA TORTILLA SIN ROMPER LOS HUEVOS El síntoma perverso en la sociedad contemporánea, Madrid 19 y 20 de Abril de 2013.
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Se escucha con frecuencia que la época actual produce un empuje al goce y la perversión, y no parece desencaminado comenzar problematizando esta afirmación que a lo mejor se hace demasiado a la ligera. En otras épocas los intelectuales han advertido de la deriva hacia la degradación moral y de las costumbres: ¿cuál constituiría con respecto a las conductas “desviadas” o perversas la verdadera novedad epocal? Es posible que ésta resida en la hegemonía de una nueva modalidad de discurso, el capitalista, que ha colocado, como ningún otro antes, el objeto en el horizonte. Extremando las cosas, se podría decir que se sitúa en el límite del lazo social, en el sentido de que si los otros discursos constituían modos de lazo, en el discurso capitalista se disuelve dicho lazo, y se establecen relaciones entre los sujetos consumidores/consumidos y los objetos. En una mutación más, el capitalismo puritano del XIX -que Foucault llamó disciplinario- se convierte en “capitalismo pulsional” -para Bernard Stiegler- o “capitalismo caliente” -en palabras de Beatriz Preciado-, y obtiene además “beneficio del carácter politoxicómano y compulsivamente masturbatorio de la subjetividad moderna”. Además de la explotación de la fuerza de trabajo, en un proceso incesante de mercantilización que también produce restos,
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la intimidad, la violencia, la sexualidad y sus prácticas han devenido nuevas mercancías, convenientemente fetichizadas para aumentar su valor de mercado. Podría decirse que hoy el fetichismo de la mercancía lo penetra todo y a todo le confiere ese aire levemente perverso. Naturalmente, esto no es sin efectos sobre el sujeto, que -como afirma Enrique Rivasen este recorrido también “deviene un objeto más como consumidor-consumido, listo para padecer y mostrar la nueva genealogía de los síntomas contemporáneos”. El discurso que en el siglo XIX definió la perversión y la incluyó en minuciosos catálogos médico-legales, creía en un orden de la naturaleza y condenaba a las perversiones sexuales como “desviaciones” de un instinto natural. Esa visión contrasta en negativo con la que se extiende en el siglo XX, y si Freud afirmó que el Superyó condenaba al hombre de su época a defenderse del goce, con Lacan supimos que hoy le exige que goce hasta la extenuación. ¿Qué es lo natural hoy?, ¿qué conductas podían etiquetarse como perversas -con la innegable connotación moral que conlleva un adjetivo así- en una época que reivindica la legitimidad de cualquier práctica o experimentación con el propio cuerpo?, ¿qué papel ha tenido la incidencia del discurso psicoanalítico en esta “tolerancia social con las pulsiones” que se ha propagado como
un perfume?, ¿qué lugar le corresponde ocupar al psicoanálisis como “práctica moral” en “los debates de la ciudad”? Abordaremos estos y otros interrogantes en estas jornadas, en sucesivas mesas redondas, en las que trataremos de esclarecer la diferencia entre perversión, rasgo perverso, síntoma perverso y perversión generalizada en el sujeto contemporáneo; y de analizar la huella del síntoma perverso en la clínica contemporánea de las llamadas adicciones y patologías del acto y el objeto. En “Perversión y violencia” nos adentraremos en la violencia intrínseca en los lazos sociales y la clínica del pasaje al acto criminal desabonado del inconsciente. Y por supuesto, estudiaremos el lugar de la perversión en el campo de la sexualidad. Este no es un debate fácil en nuestros días, porque bordea prácticas que hasta hace poco se estigmatizaban como perversas y que hoy reclaman una despatologización... pero ante el que tampoco podemos retroceder. Porque -en palabras de Javier Frere- no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos. Antonio Ceverino Domínguez
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¿QUERÉIS UN AMO? ¡LO TENDRÉIS! ◗
Dentro del programa “Fisuras”, Juan Pérez Agirregoikoa expone en el Museo Reina Sofía su proyecto: ¿Queréis un amo? ¡Lo tendréis! Se presenta así, voy a verla. El encuentro con el espacio, dibujos y acuarelas impacta en el cuerpo, tensión muda, sin palabras, impresiona la ferocidad de esos medio animales, medio políticos. Cuerpos en blanco y negro, fieras salvajes domesticadas en cuerpos leales, serviles, al mismo que lo apalea le lame la mano a políticos cínicos, sórdidos, travestidos por la corrupción del poder. “Los mismos perros con distintos collares”, dice la gente de a pie que desconfía de los políticos a la vez que se desentiende de la política. Estén unos estén otros, nada cambia, todo sigue igual, da igual, se repite, el amo quiere que la cosa funcione, para esto no hay límite, no lo hay para nadie, ningún cambio así es posible. La frase que inspira y nombra esta impactante exposición evoca las palabras de Lacan a los estudiantes revolucionarios de Vincennes en una conversación improvisada: “la aspiración revolucionaria es algo que no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios, es a un amo. Lo tendrán” 1. La revolución (revolución) implica retorno, volver a lo mismo, consiste en un reforzamiento del amo, no hay salida, “promesa de una vida justa, ficciones de un estado futuro en el que se superarían las limitaciones que en el presente frustran nuestro goce”2. Oculta lo que está en juego, propone más sacrificios, más renuncias, más culpables de lo mismo. Frente al concepto de revolución, Lacan propone la subversión, se trata de algo nuevo, del orden de la invención. Una ética de la rebelión promueve saber hacer algo útil con ese goce, una 1. Lacan, J. (1992), vez que ha sido identificado, sin falsas promesas de felicidad en el horizonte, nos conduciría a separarnos El reverso del de lo que nos aliena y hacernos responsables de ello. Enseñanza planteada por el psicoanálisis lacaniano. Conmueve e interpela ésta apasionada y descarnada crítica política, que no deja indiferente a quien la ve, atrae la mirada que se recibe, sin poder dejar de mirar sus dibujos, buscando otro mordaz, grotesco, agudo detalle. Sorprende al descubrir uno u otro político de tal o cual partido, el presidente actual y sus acólitos, objetos socialmente disponibles, ideologías políticas, sin revisar ni cuestionar por una subjetividad social forcluída, un espejo de nuestra inverosímil actualidad que busca alternativas a la lógica sacrificial de una crisis neoliberal. Graciana Dithurbide Yanguas
psicoanálisis. Seminario 17 (19691970), Paidós, Buenos Aires, pág.. 223. 2. Mouffe, Ch. (1999), El retorno de lo político, Paidós, Buenos Aires.
TRACES D`UN EXIL LAS HUELLAS DE UN EXILIO ◗
La conferencia pronunciada por Ana Lía Gana en la Universidad de Ginebra Uni Mail, “Las huellas de un exilio” en donde transmitió la experiencia de lo que fue la Unidad de Inmigrantes del CPCT-Madrid. El punto de partida fue, todos somos exiliados de la casa del Otro, del lugar, del país. Siendo la separación el momento en que el sujeto deberá confrontarse al exilio del Otro. Gracias al tratamiento ofrecido en el CPCT, cada sujeto podía volver a los significantes de su historia y separarse de la buena manera, es decir vivir como un exiliado sin sufrirlo. Presentó el acto Sofía Guaraguara, miembro de la L`ASREEP – NLS – AMP.
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A Agenda Agenda “hacer” por no poder decirse). En lugar de “es hiperactivo”, se prefiere: “el goce le hace retorno en el cuerpo”. Este esfuerzo de arrancar el discurso ambiente de la institución de las coordenadas imaginarias, educativas o “científicas” del acontecimiento clínico a fin de localizarlo en la estructura, no es un simple humanismo de buenas intenciones ya que, cuando se dice las cosas de otra manera, se las modifica. Con el tiempo, estas fórmulas se vuelven parte del lenguaje institucional que determina la política de la institución ante lo real de la clínica. Al mismo tiempo, un practicante que ha hecho la experiencia analítica reinventa cada vez, en función del caso, un bien-decir inédito que se desplaza respecto del lenguaje institucional común sea cual fuere.
2º CONGRESO EUROPEO DE PSICOANÁLISIS (PIPOL 6)
DESPUÉS DEL EDIPO Diversidad de la práctica psicoanalítica en Europa 6 y 7 de Julio de 2013, Square Brussels Meeting Centre
¿De dónde viene esta capacidad de invención? Al hacer la lectura de su propia lalengua en su experiencia analítica, el practicante se vuelve disponible a la lalengua del otro. Lee en la narración del sujeto aquello que está escrito más allá de la pantalla de este lenguaje. Esta lectura del lenguaje más privado de un sujeto permite al practicante responder de manera inventiva, más allá del lenguaje institucional.
La institución como lienzo de la letra El caso, la institución y mi experiencia del psicoanálisis Leer la lalengua no siempre necesita este esfuerzo de atravesamiento de La institución es una manifestación del discurso del amo. El la narración del sujeto, pues a veces la lalengua está a cielo abierto. En ese antiguo paradigma de la institución es el Edipo familiar 1. No caso, el practicante se inmiscuye en esta lalengua participando y alentanobstante, definiendo el mundo contemporáneo con la expresión do al sujeto a elaborar un trabajo de la letra, enriqueciendo así su lalengua, Después del Edipo, Jacques-Alain Miller nos invita a ampliar sin insistir en comprender ni precipitarse a añadir un sentido a este lenguaje nuestra grilla de lectura de las instituciones sociales o sanitaprivado. Todos los elementos de la estructura institucional están a disposición rias. Después del Edipo otras éticas han venido a orientar las para implementar este trabajo de la letra: los espacios, las puertas, los vehículos, instituciones, supliendo el debilitamiento del lazo familiar las actividades, los talleres, etc. Entonces esta cooperación “sujeto-practicante” y ocupando el lugar que el padre ha dejado vacante. En puede trazar circuitos pulsionales y circular allí, bordear un goce enloquecido que este nuevo paisaje institucional, los casos más felices salpica los alrededores, pluralizar al Otro perseguidor y demasiado consistente, son aquellos que se dejan orientar por el psicoanálisis. condensar fuera del cuerpo un goce que invade al sujeto, encontrar un enjambre de En el Campo freudiano, se estudia desde hace musignificantes que permitan al sujeto comprometerse en la vía de un sinthome singular. chos años la cuestión del modo de presencia del psicoanálisis en una institución. Se percibe que Del lenguaje privado al lenguaje público el practicante que cuenta con la experiencia del Pero no sólo está la letra. En otros casos, el lazo de trabajo se teje arrancando al sujeto de psicoanálisis tiene a menudo una relación justa la dimensión autística de su lalengua para volcarla en el lenguaje. Esta operación, que va del y un saber-hacer inédito con lo real de la clínilenguaje privado al lenguaje público es una aplicación del principio lacaniano que concierne ca. Este es el punto que queremos explicitar a los niños autistas: “seguramente hay algo para decirles”2. Así, este principio se extiende más durante las simultáneas de PIPOL 6. allá del autismo stricto sensu hacia la dimensión autística de todo sujeto. Se trata justamente de hablar con aquello que no se dirige al Otro introduciendo la lalengua en el diálogo. El practicante Acerca del discurso y de somete entonces al sujeto la hipótesis del Otro del código. El sujeto dice: “aïne né ka la audornuit?”, la lalengua en institución y el practicante le responde: “pero sí, Nadine está aquí hoy, está en la cocina”. La sustancia institucioLa orientación psicoanalítica en instinal no sirve aquí de lienzo para trazar la letra sino que ofrece la materia para la construcción del Otro. tución pasa por un esfuerzo de bienUn elemento mayor en esta construcción del Otro es la reunión de equipo. Esta opera como un más decir, decir mejor, decir de otra allá del practicante al cual éste puede referirse. Si toda sesión analítica implica la presencia del Otro manera. En lugar de “roba todo el tiempo”, se prefiere: “descomple- del lenguaje como tercero, la reunión da a menudo la consistencia necesaria a este tercero en el trabajo institucional. Este lugar de más allá en el cual la palabra se encarna en varias voces que se intercambian, ta al Otro”. En lugar de “es muy aligera el peso de la relación imaginaria entre practicante y residente, forjando una forma de dialéctica allí violento”, se prefiere: “pasa al donde había certezas. acto a menudo” (el pasaje al acto es considerado como una palabra que pasa al Tener la experiencia del psicoanálisis Como hemos dicho, hay que hacer la experiencia del psicoanálisis para leer la lalengua. En primer lugar la propia, luego la del otro. Hay que hacer también la experiencia del propio goce, para poder manejarlo en el encuentro con el otro, sin pasar por el padre, la castración, la justicia, la moral. Hay que pasar por el diván para prescindir de los ideales de una institución y servirse de ellos al mismo tiempo. Sin embargo, el saber hacer del practicante no está establecido. Aunque este saber no se sabe hasta que el análisis termina, no obstante atraviesa tanto el saber que se elabora en la institución como la doctrina psicoanalítica en general. Pues bien, el proyecto audaz de las simultáneas de PIPOL 6 será abordar, mediante los dichos, ese punto indecible, poniendo en evidencia el triángulo que se forma entre el caso, la institución y la experiencia del psicoanálisis del practicante. Los practicantes-analizantes, sean o no analistas, hablarán a partir de un caso, de la manera en la que han podido apoyarse en su propia experiencia del psicoanálisis para leer la lalengua, sostenerla, volcarla en el lenguaje público y manejar el discurso de la institución para extraer y sostener las soluciones inventivas del sujeto. Gil Caroz, director del Congreso. EuroFederación de Psicoanálisis. Traducción de Laura Petrosino
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TESTIMONIOS | ENSEร ANZAS | CONVERSACIONES
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El gusto por las palabras y el amor a la lengua
Textos: Philippe Lacadée Imágenes: Máximo Parpagnoli, Bruno Caneda Breve comentario sobre Conversations sur la langue française. La petite Girafe, n°26.
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l libro Conversations sur la langue française [Conversaciones sobre la lengua francesa] nos invita a conversar en los jardines de la lengua viva. Compuesto de cuatro conversaciones que se realizan en cinco jardines diferentes, Palais Royal, Tullerías, Buttes-Chaumont, Museo Rodin y el jardín de Luxemburgo, nos invita a que nosotros mismos hagamos nuestro propio jardín a la francesa en esta lengua tan bella. Aquí la lengua nos hace conversar, y es un honor para nosotros sentirnos invitados en compañía del verdadero héroe de este libro: la lengua. Este libro manifiesta un decidido entusiasmo por el genio de nuestro héroe, que no pocos argumentos vertidos tanto por los medios de comunicación como por los políticos quisieran ya verlo agonizante frente al triunfo de su enemigo, el capitalismo triunfante del verbo inglés de comunicación internacional, muy distante del inglés literario. No, el francés es una lengua armada y una de las mejores dotadas para pasar el tiempo, y esta conversación entre dos amantes de la lengua nos invita a descubrir “la prodigiosa libertad creadora que propone nuestra lengua” 1. Además, es agradable pasar el tiempo sentado en su compañía, leyendo en voz alta nuestras bellas obras literarias para hacer resonar la riqueza de su equivocidad, allí donde Lacan nos hizo despertar a las resonancias de la palabra. Nuestra lengua está muy bien defendida por el trabajo colosal, sin parangón en el mundo, de nuestros muy eruditos gramáticos o lingüistas. Ella obtiene su fuerza no
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solamente “de este sabio trabajo” sino también “de su potencia política y militar”, como lo testimonian además los escritores africanos, allí donde se escucha una “verdadera franco-fonía” 2 . Ya sea lengua materna o de adopción, ésta posee, en efecto, ricos y sólidos fundamentos. La gramática y la retórica son dos de sus pilares que pueden dejar pasar tranquilamente los flujos migratorios; éstos, por otra parte, no dejan de enriquecerla, y permiten vivenciar apaciblemente el placer “de una ortografía cambiante” 3 , prueba de vida de las palabras. Así es nuestra lengua, sabe acoger no tanto a quien la respeta sino a aquél que sabe hacerla gozar haciendo resonar el poder de su palabra, en el sentido del don de la palabra. De este modo, hablar es tomar posición, a condición de consentir en hacer una pausa en las palabras dichas al Otro, o sea la lengua articulada, aquélla que sabe que un significante solo no quiere decir nada, que debe articularse al Saber del Otro para recibir a cambio un sentido, para que éste escuche que se le habla; esto siempre deriva de un poder 4 , justamente el de ocupar el espacio de la palabra, el que seguramente está en peligro en nuestra “modernidad balbuceante” 5 que se tapa los oídos mientras consume una nueva droga, el iPod. Esto sucede cuando un estado u hombre político, una vez que ha abandonado su iPod de practicante de jogging, quiere emprenderla contra la lengua equívoca, la maltrata y pone en peligro la democracia, la libertad de los sujetos y su posibilidad de
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imagen: Máximo Parpagnoli
crearse su propia lengua. Es cierto que, si bien hablamos francés, cada uno de nosotros, por medio de sus expresiones, sus entonaciones, su ritmo, su fraseado, tiene un estilo que da cuenta de su relación particular con el goce de la lengua, ese que crea la lengua en la medida en que consiente a hacerla gozar al hablarle. Es así como le hablamos a esta lengua de la que somos sus hijos. Esto no puede dejar de evocar la frase de Lacan en el Seminario sobre El Sinthome, donde dice: “uno elige hablar la lengua que uno habla efectivamente. De hecho, uno no hace más que imaginarse elegirla, y lo que resuelve la cosa es que esta lengua, al fin de cuentas, uno la crea.
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Uno crea una lengua en tanto que en todo momento uno le da sentido. No está limitado a las frases en que la lengua se crea; en todo momento uno da un pequeño retoque, sin lo cual la lengua no estaría viva. Ella sólo está viva en tanto que en todo momento uno la crea” 6. Tenemos entonces en este libro una versión muy entusiasta de este retoque que nos incita al debate. El francés está realmente en peligro, y nuestros queridos alumnos franceses hablan, en efecto, menos bien que sus ancestros. Por otra parte, ¿qué es realmente el francés cuando hay en la lengua una mezcla a partir del deseo de que vehiculice el mestizaje de nuestros “hablante-seres”,
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y nos dice que la piel de la lengua que tomamos como vestimenta no tiene color, excepto, como diría el poeta, el de “sus vocales” 7? Además, ¿existe la lengua francesa? Singular o plural, sólo nos lo dirán sus propios actores, a condición de que podamos dejarlos gozar de la lengua ambigua, esa que se honra de un territorio sonoro que se burla de las fronteras administrativas de una identidad nacional. Se trata de distinguir la lengua del sentido común y público, tal como nos lo muestra la escuela “desmaternalizante”, de aquella que se habla, y de lalengua que todos nosotros olvidamos, salvo cuando intentamos la experiencia de la asociación libre. “Hay, por lo tanto, muchas ‘lenguas’
“la lengua de los jóvenes,(...) escucharla como un trabajo de la lengua sobre sí misma y como una invención” francesas dentro del francés” 8 , lo cual no impide una relación unificadora de la lengua: una lengua unificada por la enseñanza y los medios de comunicación. Estas conversaciones dan la pauta de que el francés no se sabe nunca, tanto hablado como escrito. Pero lo que hace que nuestra lengua se destaque en la escena del mundo es, sobre todo, “que ésta se sostiene en una de las literaturas más ricas de la era cristiana” 9 . De este modo, ¿qué ganamos al tratar a nuestra lengua como una cosa casi muerta, cuando vemos que, según Lacan, tiene una “materialidad” muy viva en-cuerpo*, tal como lo demuestran nuestros dos autores? Nuestra lengua tiene la piel dura, aun cuando no sea tan antigua, y sigue estando muy viva por el hecho de nutrirse incesantemente de su historia y de su literatura tan rica, pero también de quienes la hablan, cada uno a su manera. Este capital literario está tanto más vivo en la medida en que nuestros estudiantes de enseñanza secundaria acceden a él, lo cual no les impide ser también unos virtuosos de la escritura de textos en el portátil y del chat en internet. Este libro se muestra decididamente optimista acerca de este tema, y llega incluso a alabar la manera de decir de nuestros jóvenes de los suburbios, precisamente donde el jardín a la francesa se reduce a un embaldosado de hormigón, donde las flores de la retórica clásica tienen dificultades para hacer eclosión. Pues bien, nuestros dos autores han elegido, ven allí una lengua que tiene carta de ciudadanía, y además ven que estos jóvenes tienen chances de enriquecerla, y de ese modo la ocasión de poder entrar ellos mismos en nuestra lengua tan bella, a condición de que, precisamente, al no despreciar su forma de hablar, sepamos hablarles. Los dos autores tienen una posición bastante cercana a la de François Bégaudeau cuando dicen: “Sería detestable querer privar a estos jóvenes de la lengua creativa que los identifica a sí mismos durante un corto período de su vida, pero tampoco debemos renunciar a abrir ante ellos el abismo de la lengua literaria que les revela lo desconocido, esa dura experiencia que hace aquí el personaje llamado Krimo” 10. Este libro ha suscitado una polémica intensa, educada y cortés, publicada en la revista Le Débat [El debate], entre nuestros autores que dicen “sí” a esta lengua, a la vez que encuentran una manera elegante de abrirla a otra lengua,
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y aquellos que, como Alain Bentolila, más bien dicen de entrada “no” a “estos pobres del lenguaje” 11 . En efecto, nuestros dos autores se entregan en su libro a una reflexión interesante sobre la lengua de los jóvenes, indicando que, lejos de tomarla como una destrucción del lenguaje, hay que escucharla como un trabajo de la lengua sobre sí misma y como una invención. Las características de esta lengua son la fonética, que la hace difícilmente comprensible, y el hecho de que es generacional; es la lengua de la más delicada de las transiciones, la de la crisis del adolescente, que es crisis de la lengua articulada 12 , dado que después de los dieciocho o veinte años se la comienza a abandonar para volver al francés aprendido con frecuencia en el colegio, puesto que en el entorno familiar hay toda una parte de la población inmigrante que lo habla poco o mal. Es una lengua prestada, hecha de mezclas de distintas lenguas, pero también surgida de la publicidad, una lengua tratada e incluso maltratada, a menudo reflejo de sus propias condiciones de vida: “ellos no se contentan con tomar prestadas estas palabras, las trituran, las deforman, las transforman, como lo ha hecho casi siempre la lengua hablada, obteniendo una lengua de una gran riqueza, llena de sorpresas y bastante fascinante para un lingüista. Quienes creen que las lenguas se empobrecen en sus usos no tienen ni idea de lo que sucede: ellas constituyen el sitio de un trabajo lingüístico permanente, fonético en primer lugar, según un método clásico que encontramos en las lenguas populares, pero también en todas las variedades de la lengua hablada” 13 . Pues bien, nuestros dos lingüistas están fascinados con esta variedad de la lengua, fascinación que Bentolila no comparte. Esta lengua procede por truncación con el objetivo de excluir al hablante del francés común. Utilizan figuras de la retórica con una preferencia por la aféresis: teur (inspecteur), leur (contrôleur) [tor (inspector), dor (controlador)], vail ( travail) [bajo (trabajo)]. La vernalización es utilizada como tratamiento de las palabras; aquí nos encontramos en el Reverso de la ciudad, lugar del Reverso de la lengua, que también sufre una mutilación efectiva bajo la forma de truncación o de alargamientos reiterados. En lo concerniente al habla de esta lengua, ellos señalan su velocidad, el ritmo particular que indica que algo del orden del cuerpo atraviesa la lengua, algo que no sucedía anteriormente: un movimiento pulsional, una inmediatez, un ímpetu que da cuenta de ese momento particular de la adolescencia que implica estar lo más cerca de la sensación, y de querer que se respete la consistencia de su vida. Si bien nuestros dos autores han dicho “sí” a esta lengua y han hecho valer su riqueza, no se detienen allí, pues contrariamente a lo que les reprocha Bentolila, proponen una solución. “Lo mejor que se puede hacer con esta lengua en la ESO es hacerla trabajar precisamente a quienes la hablan, mostrarles que están haciendo un trabajo lingüístico sobre el francés cuando hablan esta lengua, hacerles tomar conciencia de su amor por la aféresis, hacerles analizar las metáforas, las metonimias y anacolutos, como lo hacían Molière o Marivaux en una variedad escrita y literalizada del francés de su época” 14 . La fascinación de nuestros dos lingüistas encuentra entonces su
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límite, y ofrece una manera elegante de saber decir “sí” a esta lengua, autentificándola como una creación y poniéndola así a trabajar para que a su vez ésta pueda trabajarlos. Esta es entonces su tesis: “La unidad de la lengua francesa debe ser incesantemente conquistada por encima del desprecio o de la indiferencia respecto de sus variedades habladas no estándar, y sobre la ignorancia y el desinterés respecto de las variedades literarias más singulares” 15 . Cuando Bentolila conversa a su vez con ellos en la revista Le Débat, retoma lo que había escrito en sus dos libros 16 , donde al no reconocer en absoluto en esta lengua ninguna creación lingüística, sino al considerarla, por el contrario, muy pobre, deja caer a estos jóvenes en una inseguridad lingüística, y como ya no saben hablar francés, se quedan en un callejón sin salida. Este autor arremete contra “la imprecisión de sus palabras”. Estos niños no han sido educados en “el gusto de la exigencia”, “el apetito de la precisión”, algunos se han refugiado en “lo confuso y lo banal para no exponerse, para no mostrarse ante el mundo que los considera hostiles o peligrosos” 17. Es así que se han replegado sobre un vocabulario impreciso y reducido. La imprecisión pasa a ser “la regla de un juego lingüístico socialmente pervertido” 18 . Hemos pasado de la impotencia lingüística al imposible lingüístico. Al no haber ninguna manera de vehiculizar el sentido en esta forma de hablar, este lenguaje sólo se sostiene en la proximidad, vedando “de este modo las puertas de lo escrito a quienes son incapaces de afrontar en lo oral la distancia y lo imprevisible” 19 . Esta catastrófica situación es la consecuencia de haber soportado una exclusión y una marginalización. Ellos no tienen la menor idea del sentido de la palabra que utilizan, como el famoso bufón, y además su tesoro lingüístico es tan pobre que no detentan ningún poder lingüístico. Son los pobres del lenguaje 20. Sin embargo, no hay aquí un discurso despectivo: “pero tampoco es cuestión de ignorar, en nombre del derecho, a la creación lingüística o de la diferencia que recae sobre quienes sólo tienen el instrumento de la palabra, su derecho legítimo a dejar en los demás una huella singular” 21. Entonces ¿cómo distribuir de una manera más equitativa el poder lingüístico para que algunos dejen de estar excluidos de la comunidad de la palabra? Bentolila propone “enseñar a nuestros niños que la lengua está hecha en primer lugar para hablar a quienes no amamos” 22 . Esta posición, que lleva al lingüista a confundir inseguridad lingüística y de lenguaje, a no referirse a la diferencia entre enunciado y enunciación y a aliarse con el poder político, va a avalar las implicaciones extravagantes del informe Benisti.
“Hemos pasado de la impotencia lingüística al imposible lingüístico” Sabemos que lo que está en juego en esta lengua no deja de estar vinculado con lo que goza en su cuerpo, y que viene a indicar que eso que deja una marca en el cuerpo y que atraviesa la lengua no sucedía antes del mismo modo. Ya no opera aquello que anteriormente refrenaba, no por accidente sino por esencia, ese movimiento pulsional. Una
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imagen: Bruno Caneda
cierta consistencia de la vida que se acompaña con una lengua inédita tampoco puede ser refrenada de manera autoritaria por parte de un amo ciego o fascinado. Puesto que la lengua no está hecha solamente para comunicar, nuestros dos autores señalan el interés de continuar enseñando la literatura y de producir una apertura de estos jóvenes hacia el arte. Proponen una tesis interesante sobre la literatura que “consiste en forjar una lengua extranjera en su lengua materna, y al dar acceso a la literatura a los niños y adolescentes, estos descubren ese abismo que la misma crea en el interior de la lengua, esa alteridad vertiginosa entre la lengua cotidiana y la lengua literaria en el interior de la lengua francesa: con las palabras de la tribu. Esta división de la lengua es un lugar esencial de la constitución de la identidad del sujeto del lenguaje… El francés se aprende por el entorno, luego la escuela enseña a los niños una forma normativizada de la lengua colectiva, el francés escolar; más tarde, ella los pone en contacto con otras variedades del francés, el francés ilustrado, el de los grandes escritores, que no está allí para reconfortar su imagen de la lengua sino para inquietarla, resquebrajarla y también historizarla, abrirles otro mundo de expresión” 23 . Así, se trata de la literatura como lugar de aceptación de lo extranjero
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en uno mismo, de agujerear la propia lengua por medio del texto literario, verdadera ventana de la aceptación de lo extranjero que reside en el centro de mi lengua. De allí parte el formidable trabajo de los docentes con los textos de las obras de teatro, como lo pone de manifiesto Catherine Henri o la película L’esquive [La esquiva]. Al referirse en su conversación al hermoso libro de Jean Claude Milner L’amour de la langue [El amor a la lengua], nuestros dos lingüistas nos invitan a releerlo, precisamente por tratarse del amor a la lengua y no a tal o cual lengua. En efecto, no olvidemos que aún cuando el hablante-ser olvida su lalengua, la del goce de su balbuceo, la de lo escuchado previamente al sentido, él elucubra sobre ella, verdadero fundamento gozante del ser, un Saber con el cual se reviste y al que ama, y que tiene por nombre la lengua como única forma de saber hacer con el propio real de cada uno. De este modo, si para Milner existe una relación singular de la lengua con el amor 24 , está construida desde otra posición, puesto que él piensa la cuestión de la lengua en relación con el deseo y con la noción de no-todo de Lacan, es decir, una lengua que solamente puede cernirse a partir de un punto que le es exterior, y cuyo testimonio es el equívoco; de allí surge la inseguridad de lenguaje de cada uno cuando se aventura en el país de la lengua y apunta a aquello que lo produce, o sea ese imposible que el sujeto trata con la lengua y que se llama lo real. Allí es donde podemos, por nuestra parte, proponer los principios fundamentales de esas conversaciones que sostenemos con estos jóvenes, en la medida en que les ofrecemos no ya ser nuestro sujeto de conversación sino pasar a ser los actores vivientes de la misma, a fin de ayudarlos a atacar la lengua a partir de lo que para ellos todavía oficia como lalengua. Conquistar el verbo para ir a buscar al otro en el fondo de uno mismo, saber qué quiere decir hablar, una vez que se ha ubicado en su justo lugar la voluntad moderna del querer gozar. La palabra es un don de la lengua que se hace al otro basado en una promesa, y de ninguna manera un lugar donde alguien, por más pobre que sea, se reviste de palabras para verse amable e incluso digno de ser amado. Allí donde él quiera ser escuchado, sepamos decirle que se lo espera. Sepamos poner el acento donde es necesario, es decir, en la lengua de los jóvenes para evitarles el ayuno** de la lengua, lo cual implica poner algo de nuestra parte, como el hecho de sentarse a su mesa para recobrar con ellos el gusto por las palabras y el amor a la lengua. Traducción: Diana Lerner * Nota de traducción: en-cuerpo, en-corps en francés, homofonía con encore, aún ** Nota de traducción: Juego de homofonía entre jeunes (jóvenes) y jeûne (ayuno).
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EL AUTOR
Philippe Lacadée. A.P. Psicoanalista en Burdeos, Francia. Miembro de la ECF, NLS y la AMP. Docente en la Sección clínica de Burdeos. Email: phlacadee@wanadoo.fr
Notas
1 Encrevé P., Braudeau M., Conversations sur la langue française, París, Gallimard, 2007, p. 102. 2 Ibid., p.163. 3 Ibid. 4 Ibid., p. 73. 5 Walser Robert. 6 Lacan, J., Seminario 23. El Sinthome. Editorial Paidós Argentina, 2006. 7 Rimbaud, Arthur. 8 Encrevé, P., Braudeau, M., Ibid, p. 26. 9 Ibid. 10 Encrevé, P., Braudeau, M., Conversations sur la langue française, París, Gallimard, 2007. Pág.. 100. 11 Bentolila, Alain, Ne confondons pas variété et inégalité linguistiques ! (¡No confundamos variedad y desigualdad lingüísticas!), en Le débat, nº 144, marzo-abril 2007, p. 145. 12 Lacadée, Philippe, L’éveil et l’exil, Éditions Cécile Défaut, 2007. 13 Ibid., p. 94. 14 Ibid, p. 102. 15 Ibid, p. 102. 16 Bentolila, Alain, Le verbe contre la barbarie [El verbo contra la barbarie] y Tout sur l’école [Todo sobre la escuela], Odile Jacob. 17 Bentolila, Alain, en Le Débat, p. 143. 18 Ibid., p. 144. 19 Ibid., p. 144. 20 Ibid., p. 145. 21 Ibid., p. 146. 22 Ibid., p. 146. 23 Encrevé P, Braudeau M., op. cit., p. 76. 24 Milner J.-C., L’amour de la langue, Éditions du Seuil, 1978, p. 102.
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El deseo del analista y la subjetivación en la práctica del psicoanálisis con niños
Textos: Ana Ruth Najles Imágenes: Sebastián Rosso Conferencia pronunciada en el Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños de la Nueva Red Cereda de la Diagonal Hispanohablante el 12 de Junio de 2012.
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gradezco la invitación de Mónica Unterberger para estar aquí hoy con ustedes y plantearnos una serie de cuestiones que son realmente polémicas. En principio, creo que no hay ninguna diferencia entre la práctica del análisis con niños y la práctica del análisis con los así llamados “adultos”. Así entiendo la aserción de Lacan cuando dice en el Seminario XVI, De un Otro al otro, que el sujeto está en la frase al nivel del niño. Mónica Unterberger citaba mi primer libro, del año 1996, Una política del psicoanálisis, “una” política y, entre guiones dice “con niños”. Pero si se llama “una” política del psicoanálisis es porque estoy convencida de que la política del psicoanálisis es una sola, no hay dos, ni tres, ni cuatro. Se trata de que la política del psicoanalista es su deseo, como dice Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder, siendo ésta la primera definición que nos da del deseo del analista. Creo, como afirma Lacan en el seminario L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, que “Uno habla solo, a menos que se ponga a dialogar con un psicoanalista”. El diálogo analítico es lo que se escribe en la parte superior del discurso del amo o discurso del inconsciente, y es una
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responsabilidad, es la función del deseo del analista poner en forma ese diálogo.
S1¯S2 Esto equivale a decir que cualquiera que habla lo hace, como decía Lacan en el Seminario XX, como un chorlito; es decir, que el ser hablante habla solo, no le habla al otro, no hay intersubjetividad, en todo caso le habla a un objeto, no a otro sujeto. Pero para hablarle al Otro sólo puede hacerlo por medio de un analista que sepa ocupar el lugar de destinatario en tanto lugar del Otro. El ser hablante habla solo, es decir que se repite el S1 solo, que es también la letra del síntoma. Eso quiere decir, en sentido estricto, que el ser hablante, en principio, hablando en la vida cotidiana, es un desabonado del inconsciente en tanto no tiene la clave del saber de su inconsciente. Podemos pensar que en ese caso se trata del inconsciente real del que nos habló una vez Lacan. Esto implica llevar la hipótesis del desabonamiento del inconsciente tan lejos como puede ir una hipótesis ligada al hecho de que todos deliramos, porque todos
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hablamos alrededor de un agujero real. Por eso Miller puso de relieve en Lacan el “todos deliramos”. Por el contrario, el inconsciente en el dispositivo supone la articulación del Uno con el saber del Otro, que es el punto de partida de lo que se llama discurso del amo, o discurso del inconsciente. Esto quiere decir que el discurso del inconsciente no es el discurso del analista. El discurso del inconsciente es fundante de la subjetividad para todo ser hablante, tenga la edad que tenga, y supone que hay un analista que se ofrece como destinatario de todo lo que allí viene a decirse, que se ofrece en ese lugar del saber como lugar del Otro, y permite que aparezca entonces, como efecto de esta articulación, el sujeto, que es lo que Lacan llamó “sujeto supuesto al saber”. Este sujeto supuesto al saber, puesto por debajo de la articulación del inconsciente es éste:
S1¯S2 $ (SsS) // a +/Entonces, aparece como efecto el sujeto supuesto saber que, como bien dice Lacan, nunca está del lado del analista, sino del lado del analizante, del que habla. Una cosa es el saber del inconsciente y otra cosa es el sujeto supuesto saber, que es este efecto de puro vacío introducido por la articulación de los significantes. Ese lugar que ocupa el analista al principio, como destinatario de todo lo que se venga a decir en un dispositivo analítico, permite que aparezca no sólo el sujeto supuesto saber, sino algo del orden de una pérdida o producción de vida, lo que llamará Lacan: el plus de gozar. Sabemos que se puede articular como más o como menos ese plus, y de hecho Freud lo demostró con su ejemplo del exceso de goce en el fantasma obsesivo y la falta de goce en el fantasma histérico. Ese objeto plus de gozar es lo que tiene que producirse en esta puesta en forma del discurso del inconsciente para que pueda haber una entrada en análisis, porque el análisis está orientado por lo real del goce. El momento en que se pone en juego algo del goce, y el analista ve para dónde va el goce del que habla, es el momento de la entrada en análisis, porque por ese punto de goce no sólo se entra en análisis, sino que también se va a salir por ahí. Entonces, aquello que un analista intenta obtener por su posición es que aquél que viene presentándose para ser amado por el objeto que trae, por la ofrenda que es su sufrimiento, su malestar o su síntoma, se transforme -en
“El parlêtre no se dirige a nosotros sino al Otro” virtud de la transferencia, de la articulación con el saberen sujeto analizante: he aquí la subjetivación. Digamos que la subjetivación depende de que ahí haya un analista esperando, y no de que haya una buena madre, una madre suficientemente buena, por ejemplo, como decía en algún momento Winnicott, porque lo que
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retorna sobre el sujeto en ese caso es lo peor, ya que no se constituye el sujeto sino que el parlêtre queda en el lugar de objeto. Entonces, en todos los casos lo primero que tenemos que determinar es por qué alguien viene a hablarnos, cualquiera, pequeño, mediano, grande; evaluar cómo eso de lo que alguien viene a hablar puede transformarse o no en un síntoma analítico. De modo que podría ocurrir, por ejemplo, que un niño del que alguien viene a hablar (madre, padre, tío, abuela, etc.) quedara por fuera del dispositivo analítico. Podría no ocurrirle nada a este niño, por ejemplo, que no tuviera ningún problema, y que quedara en un tratamiento el que vino a consultar por ese “niño”. Eso no quiere decir nada más que esto, eso no quiere decir que uno no escuche al niño. Pero podría suceder que, después de escucharlo, uno determinara que al niño en realidad no le pasa nada, sino que fue el objeto por el que algún otro pudo recurrir a un analista. En mi primer libro presenté un caso de una mujer que era muy llamativo, porque ella vino a hablar, supuestamente, de un problema con su hijo, pero en ningún momento dijo un nombre, en ningún momento dijo “mi hijo”; en todo momento dijo “porque mi gordo…”, “porque mi gordo no puede tener amigos”, “porque a mi gordo no le va bien en el colegio”. No se sabía de qué hablaba, porque la significación fálica da para pensar cualquier cosa, no necesariamente que hable de una persona “niño” que sea su hijo. En este ejemplo se ve bien la posición de objeto en que está ubicado ése del que supuestamente se habla, porque nunca sabemos de qué habla alguien cuando habla, ni nosotros mismos sabemos de qué hablamos cuando hablamos como chorlitos en la vida cotidiana, porque tenemos inconsciente, es decir, porque estamos divididos, lo que equivale a decir que entre percepción y conciencia está el inconsciente, es decir, el fantasma del que nada sabemos. En este ejemplo se ve bien el lugar que tiene, para esta madre, ese niño en tanto objeto; es el “gordo” de ella, no sabemos otra cosa, es su objeto “gordo”, con lo cual cumple bien con la función de ser el objeto tapón de la falta fálica en la madre. Pero ocupa el mismo lugar que cuando alguien dice: “no soporto la relación con mi padre”, “no soporto la relación con mi marido”, “no sé qué hacer con los hombres”, “no sé qué hacer con las mujeres”, “no aguanto los dolores de cabeza”, “no me gusta el cuerpo que tengo”. Decir “mi gordo” o decir “mi hijo” es lo mismo que decir “mi dolor de cabeza”, en un sentido estricto. Después habrá que ver dónde la significación hace devenir lo propio del objeto que esconde ese dicho, pero ese dicho no dice nada más que la posibilidad de gozar mientras se dice. Lacan lo sitúa con mucha precisión, porque lo que nos plantea es que uno tiene que preguntarse, en definitiva, con qué objeto se habla; el objeto en Lacan tiene que ver con eso, con qué objeto pulsional habla alguien de eso que habla: la mirada, las heces, el seno, la voz; qué lugar de objeto viene a ocupar esa palabra que es Pepito, Menganito, mi hijito o mi gordito. ¿Cómo sabemos qué dice alguien cuando dice eso que dice? Ya sea niño o adulto, no sabemos lo que dice, porque
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si no vamos a ir por la vía del sentido y vamos a llegar a la religión. Cuando alguien viene a hablar no sabemos lo que dice con lo que dice. Entonces, el deseo del analista es despejar también con qué objeto habla ese que habla cuando viene a hablarnos, aunque venga solo, pague de su bolsillo y diga que es muy independiente. Nadie es independiente del Otro, salvo que sea un desabonado del inconsciente en sentido estricto, al estilo de una psicosis desencadenada, o nunca encadenada como pasa en la psicosis infantil. Se puede decir el inconsciente en lo real, con lo cual no hay inconsciente: los significantes retornan desde lo real; no hay el lugar del Otro. Lo que deja claro que no se habla de ese niño que se llama Pepito, por ejemplo, es que si se escucha a ambos progenitores es notorio que cada uno habla con un objeto distinto. Lo constatamos si no nos guiamos por el sentido sino por el discurso del inconsciente. El psicoanálisis, entonces, apunta a ofrecer el lugar del analista para que cualquiera que venga a hablar allí pueda constituir un síntoma analítico. Esto es lo que Lacan escribe con el discurso del inconsciente o discurso del amo. Ese S2 es el lugar que tiene que ocupar el analista cuando alguien viene, de receptor de lo que allí venga a decirse, o de hacer hablar al que allí venga, porque en realidad el S1 va a aparecer a posteriori, retroactivamente. Si lo que traen el padre o la madre, que son los que vienen a consultar por los niños, cuando ambos creen hablar de Pedro, por ejemplo, son cosas diferentes, es porque hablando a partir de Pedro hablan de cualquier otra cosa de la que nada saben. Ahora, construir el inconsciente como lugar en el dispositivo supone la puesta en forma del discurso del amo. Recordemos que Miller retoma los cuatro discursos en su curso El banquete de los analistas y cambia los nombres a dos de los lugares del discurso, cuestión que nos orienta. Así, al lugar del amo lo va a llamar lugar de la ignorancia, al de la verdad lo va a llamar lugar de la pereza. Mientras que el lugar del trabajo y el del producto mantienen su nombre.
ingnorancia pereza
S1 $
trabajo producto
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S2 a
Lo que se pone de manifiesto en el discurso del amo es que lo que se pone a trabajar es el saber del inconsciente, mientras que lo que holgazanea es el sujeto. En cambio, en el discurso analítico lo que se pone a trabajar es el sujeto. La función propia del analista es la de empujar al sujeto para que salga de la pereza y se ponga al trabajo –y esto desde el lugar de la ignorancia que, como decía Lacan, no es una ignorancia crasa sino que es una ignorancia docta, lo cual supone que hay que saber arreglárselas para poder hacer como que no se sabe nada cada vez que uno recibe a un supuesto analizante. Por eso Freud mismo decía que cada análisis es un nuevo análisis, en el sentido de que no hay que dar nada por sabido.
a S2
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$ (trabajo) S1
(saber del inconsciente)
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Entonces, en el discurso analítico el sujeto está en el lugar del trabajo. Esto es fundamental, porque en el lugar de la pereza va a estar el saber, que es el saber del inconsciente, el saber que en el discurso del amo o del inconsciente trabaja sin parar a partir de los “divinos detalles”, que son esos restos de cosas vistas u oídas de los que hablaba Freud cuando hablaba del fantasma fundamental, los divinos detalles que hacen que cada uno construya a partir de ahí un fantasma, que es lo que ocupa el lugar del inconsciente en tanto que es lo reprimido y es desconocido para el individuo que habla. Esto quiere decir que estar en ese lugar del trabajo, esperando lo que allí se le venga a decir, la direccionalidad de eso que venga a decirse es lo que da lugar para que aquí advenga un sujeto como efecto: el sujeto supuesto saber ($):
S1¯S2 $ (SsS) // a +/Durante mucho tiempo se han dejado pasar de manera flagrante posibles demandas de análisis de supuestos padres que consultaban por sus supuestos niños, transformándose los practicantes, como se ve en muchos casos en los controles, en receptores de un niño traído como paquete: “haga algo con este chico porque yo ya no sé qué hacer”. Eso es habitual en nuestra práctica, y está en el deseo del analista arreglárselas para no meter a presión a un niño en un dispositivo que quizás sea iatrogénico. Un pseudo-análisis o un intento de análisis puede transformarse en una manipulación que provoque un rechazo del inconsciente, de ahí para siempre. Por eso, hay que tener mucho cuidado en no terminar psicoterapeutizando a un niño para acomodarlo a la petición de los padres. Esto da cuenta del deseo del analista in situ: cualquiera que viene a hablar debe ser escuchado, hable de lo que hable. Lacan decía que con oferta creamos demanda; ofertar el lugar del S2 es abrir el espacio para que haya esa demanda, para que el S1 se constituya como demanda dirigida al Otro, y se constituya un espacio para la experiencia analítica para cualquiera que venga ahí: desde la maestra, la directora del colegio, la abuela, el tío, la madre, el padre o el niño. Lo que importa es, retomando a Freud, “extender la peste” a como dé lugar. Cualquiera que viene a hablar, viene a hablar de un paquete que desconoce; ese paquete puede tener el nombre de un niño, pero puede no tener nada que ver con el niño real que después nosotros escuchamos, lo cual no quiere decir que ese niño no pueda tener su propio paquete que quiera abrir, y que le venga bien abrir si ahí hay alguien que lo escuche desde ese lugar. Una vez que se ha producido el surgimiento del sujeto vía una formación del inconsciente, por ejemplo, un recuerdo o un acto fallido, un sueño, un lapsus, Lacan dice que de lo que se trata es que el analista empuje al sujeto desde el lugar de la pereza al lugar del trabajo. Pero esto no se produce sin lo que se llama la histerización del discurso, que es necesaria porque da cuenta en la experiencia de la pregunta por el ser que no se presenta sin angustia: ¿qué soy?, ¿quién soy?, ¿qué soy para el Otro?,
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¿qué quiero?, ¿puede el Otro perderme?, ¿por qué habré nacido?, ¿por qué no habré sido varón’?, son algunas de las preguntas que han sido formuladas en mi presencia a lo largo de los años. De lo que se trata es de que la puesta en acto de la pregunta sobre el ser da cuenta de la histerización del discurso y permite situar lo que Lacan llamó el discurso de la histeria, donde el sujeto queda absolutamente separado del Otro y del saber del Otro. Donde, como bien dice Lacan, el sujeto persigue inútilmente la verdad de goce sin poder alcanzarla nunca porque no existen palabras para decirla.
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Entonces, aparece la pregunta del sujeto; la pregunta típica en la histeria es: ¿qué es ser una mujer?, y en la obsesión sería: ¿estaré vivo o muerto? Después esto tiene sus matices y sus modalizaciones, pero son preguntas típicas. La cuestión es cómo hacer para que esa angustia que aparece bajo la forma de la pregunta se haga operativa. Recordemos en ese sentido la gran constatación de Freud y de Lacan de que todos los hechos, para el ser que habla, son hechos de lenguaje. No existe una realidad material que tengamos que ir a buscar y que sea previa a nuestra injerencia discursiva. Es por eso que el inconsciente se va a constituir a medida que se habla en el dispositivo, no está en las profundidades, como decía Freud, al inconsciente se lo efectúa por la puesta en acto del discurso analítico. El fantasma es el inconsciente mismo, detrás de la máscara del fantasma hay un agujero, el agujero de lo real. En todo caso, la máscara del fantasma como inconsciente construible o construido no es más que lo que vela el hecho de que no hay nada, más allá de esos semblantes, para decir por qué ese cuerpo goza como goza. Eso es lo que quiere decir que no hay relación sexual, no hay nada natural que diga por qué alguien goza como goza en el cuerpo y en el pensamiento; el goce no es sin el cuerpo y la cuestión es que el goce se demuestra a la larga, al final del análisis y antes, a lo largo del análisis, como absolutamente contingente, como sin causa. No
“Que sea un niño no quiere decir que no soporte una interpretación” tienen la culpa ni la mamá, ni el papá, ni la política del país, ni la economía mundial, ni la crisis; el cuerpo goza como goza porque ha sido tocado y recortado por ciertos significantes que han resonado de cierta manera, y que lo han marcado con ese modo de gozar. Además, eso no se cambia, hay que hacer otra cosa con eso, más allá de quejarse, de sufrirlo, de padecerlo; hay que hacer otra cosa que permita que eso, en lugar de ser un obstáculo, se transforme en un instrumento de acceso a los otros.
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Eso es cómo hacer del síntoma, en tanto modo de sufrir, que oculta el modo de gozar, un modo de gozar con los otros, no de los otros. Podemos decir que el deseo del analista es el deseo de dar lugar a la subjetivación de cualquier parlêtre que sufre por su posición de objeto del mercado. Todos nosotros en la calle somos simples objetos de goce del mercado; no se ilusionen, no somos más que eso, y es por eso que Lacan decía, y lo pone en acto cuando habla del discurso universitario, que el ser hablante es “la variable de ajuste del sistema”. Somos los que sobramos, los que no tenemos ningún interés para el mercado, nos pueden utilizar, si nos necesitan nos ponen, si no nos quitan, eso en la vida cotidiana es así. Este deseo del analista supone, entonces, la desubjetivación del operador, que se ofrece desde su posición de semblante de objeto, absolutamente desubjetivado, o como sinthome, como decía Lacan años después pensando en el cuarto nudo: entre imaginario, simbólico y real, el analista funciona como aquello que los anuda y los hace sostenerse. Es decir, que el analista funciona como un real fuera de la ley para vivificar la norma del goce: el S1, porque el S1 es, en principio, mortificante. Cuando Lacan introduce los cuatro discursos lo que intenta introducir es la vida, el cuerpo viviente, la vida pulsional que se va del lenguaje, y es por eso que la introduce por la vía del objeto a, del plus de gozar, que en ese momento, y hasta el Seminario XX, sitúa como real. A partir del Seminario XX el objeto a va a quedar en la vía del semblante, pero porque no hay discurso que no sea del semblante, dice Lacan; cuando estamos en el discurso estamos en el orden del semblante, porque de lo contrario estamos en El grito de Munch, un grito sordo, una boca abierta y nada que decir. El analista con su cuerpo -y por eso no puede haber análisis sin un analista presente en cuerpo- vivifica al significante, introduce la vida. Esto se ve muy bien con los obsesivos, porque realmente si uno no introduce la vida ahí de la manera en que a uno se le ocurra en el momento, por ejemplo con chistes, es fuerte lidiar con esa mortificación pesada, que se nos cae encima. Es por eso que cuando sorprendemos a un obsesivo con un chiste, el obsesivo se queda asombrado de que uno esté vivo. En la época de internet hay intentos, deseos de hacer funcionar ciertos dispositivos por las vías virtuales, y creo que sin el cuerpo del analista, sin todo el cuerpo, no es posible el análisis, no basta sólo con una voz en el teléfono, o la voz y la mirada en Skype. Ahí hay algo de lo vivo de un organismo que tiene que estar en presencia. Ya lo decía Freud, la transferencia es eso; nadie se cura de nada in absentia o in effigie, no hay manera de operar si uno no está ahí. El deseo del analista se orienta por el goce sin ley, el goce del síntoma; goce sin ley quiere decir sin causa, contingente, es así porque es así. Cuando uno le dice al niño: “es así porque es así, basta de preguntas, ya está”, eso le sirve para que sepa que no hay relación sexual, es decir, que no hay posibilidad de decirlo todo. Decir que “no” es la función paterna como tal, a pesar de que lo pueda proferir la mamá, la tía, la abuela. Es muy interesante esta cuestión de cómo se puede
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definir sencillamente la función del padre, es el “hasta aquí llegamos”, y es lo más difícil de lograr hoy en día con los padres modernos, que dicen que “sí” a todo. El exceso de satisfacción produce los peores males, no así la falta de satisfacción. Es el caso de un niño que tenía 11 años cuando me consultaron, que era de una violencia extrema, estaba totalmente enloquecido; no era psicótico, era un neurótico obsesivo. En los últimos años recibimos muchos niños enloquecidos, que son obsesivos o histéricas comunes y corrientes, que llegan en un estado de exceso de goce que les desborda el cuerpo. Este niño les tiraba sillas a la cabeza a los padres, las rompía contra las puertas, rompía todo, estaba obeso; luego comenzó a aparecer en el relato de los padres, que el frigorífico estaba siempre repleto, que nunca faltaba nada. Todo esto sobre el fondo de un secreto a voces: la madre había engañado al padre con un íntimo amigo de la pareja, marido de la íntima amiga de la madre y del padre. El niño, a partir de ese engaño, había comenzado a
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comportarse así, y supuestamente él no sabía nada. El niño empieza a hablar y empieza a surgir en el relato la cuestión entre hombres y mujeres, aparte del odio al padre. Su síntoma eran los terrores nocturnos. ¿Pero de qué tenía miedo?: de que entraran ladrones o secuestradores; de que lo secuestraran a él y se lo llevaran y que él no pudiera volver; de que los ladrones vinieran y mataran al padre y él no pudiera hacer nada. La cuestión es que estaba aterrorizado, aunque los 11 años no es una edad común para los terrores nocturnos. Nunca había tenido terrores nocturnos siendo más pequeño, esto había empezado en el momento del engaño de la madre al padre. Además, el padre sabía, perdonó y se lo aguantó. Era tan expuesto el goce de los padres peleando entre ellos delante del niño, que era imposible que el niño no estuviera enterado de todo. El niño trataba de no enterarse, pero no podía evitarlo, y eso lo tenía furioso contra la madre; no entendía cómo el padre no castigaba a la madre por cualquier cosa, por qué el padre no la tomaba con la madre en cualquier situación.
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imagen: Sebastián Rosso
psicoterapia: “la psicoterapia es hacerle creer a alguien que cree en el padre”; hacerle creer a alguien que cree en Dios Padre, o en algún dios, o en algún Otro que lo va a salvar. Es hacerle creer en la existencia del Otro. Y eso supone des-responsabilizarlo de su propio goce. Entonces, el deseo del analista orientado por el goce sin ley, por este goce real del cuerpo del ser hablante, da lugar a que se constituya el síntoma como letra, como ese agujero que no tiene causa, que es contingente, que indica un modo de gozar del cuerpo del que hay que hacerse cargo, al que hay que consentir. La causa analítica es contingente, lo cual quiere decir que el goce es sin causa. Es decir que el deseo del analista apunta a hacer aparecer, o dar lugar a que aparezca el síntoma singular en la experiencia analítica. Hacia el final de su enseñanza Lacan deja de hablar de cura analítica, porque es cierto que el psicoanálisis no es una cura, no nos curamos de nada en el análisis ya que no hay nada de qué curarse, esa es la cuestión. No estamos enfermos. El DSM viene a decir, en sus distintas versiones, que estamos enfermos y entonces nos tienen que curar; para eso nos van a dar los medicamentos que van a curar todos los males rápidamente. De este modo, cada vez hay más trastornos reubicados o reubicables de acuerdo al medicamento con el que se lo trata. Entonces desaparecen los síntomas, desaparecen los sujetos. Nosotros no somos enfermos sino seres hablantes, y como seres hablantes estamos ligados a la incompletud que el lenguaje introduce respecto del goce, respecto de la posibilidad de poder decir si el niño es para la niña o no. El “no hay relación” es eso: no hay nada predeterminado para la satisfacción de cada ser hablante; cada uno inventa su modo de satisfacción a partir de las marcas de goce de su cuerpo. El deseo del analista no supone sólo dar lugar a la subjetivación que implica la mortificación del lenguaje sobre el goce, sino que supone también la producción –en el sentido de separación- de un goce para, a partir de ahí, poder vivificar, poder hacer semblante de lo vivo de ese goce para causar el trabajo del sujeto, que es el que permite producir los significantes amos de su alienación, los que funcionan como superyó, los que lo hacen gozar, los que funcionan como ideal, que es la otra cara del superyó.
Él no podía castigar a la madre, salvo cuando le tiraba las sillas a la cabeza, que se las tiraba; la madre estaba aterrorizada porque el niño había roto una puerta de la casa a patadas. Era un chico brillante, hablaba, asociaba, estaba muy implicado con la experiencia. Si bien los pacientes van y vienen, el deseo del analista no. Los seres hablantes necesitan del deseo del analista para existir, y si nosotros no sostenemos ese deseo, los condenamos a la posición de objeto. Como dice Lacan, el deseo del analista de ponerse en el lugar de desecho de la humanidad es para causar el deseo de otro, es un deseo inédito. Es un deseo inhumano, además, porque es un deseo que no se rige por la virtud, la caridad, la esperanza, la bondad, la compasión. El deseo del analista, si se rigiera por esas virtudes se transformaría en el deseo de cualquier persona que se sitúa por identificación, y por eso un analista no es sujeto, porque el sujeto se identifica siempre, no puede no identificarse. “Un secreto a voces: La de-subjetivación quiere decir la la madre había engañado al padre” des-identificación de todo patetismo. Si uno compadece a un niño que viene a vernos, no lo analiza. Yo puedo decir que este niño era un encanto pero eso no me detenía cuando le tenía que mostrar su goce: “la El ideal dice: “debes ser esto”. Eso hace que uno viva flasatisfacción de ocupar el lugar del padre”, porque eso era gelándose porque nunca alcanza a ser eso. lo que hacía, castigar a la madre porque ese padre débil Una cuestión de la que nos advierte Miller, siguiendo no la castigaba, matando al padre al mismo tiempo por a Lacan, es que la gran tentación del psicoanalista es la ocupar su lugar, y eso se interpretaba. Que sea un niño no de convertirse en un clínico. El clínico es el que cura, y quiere decir que no soporte una interpretación; no sólo la el que cura de acuerdo a las clasificaciones de la clínica. soporta sino que la elabora perfectamente bien. Es cierto que nosotros debemos poder manejar las La cuestión es que el deseo del analista es el deseo de categorías clínicas, pero no somos clínicos. Eso quiere analizar. No es el deseo de curar, como decía Freud, no decir que somos operadores en una experiencia de la es el deseo de educar, no es el deseo de psicoterapeutisingularidad del goce de cada quien, para que cada uno zar. Recuerden siempre la definición que da Lacan de la experimente esa singularidad y se haga cargo de ella.
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El psicoanálisis como experiencia tiene más que ver analista; puede ser en un bar, no se necesita un consulcon una ascesis al estilo del zen. Es por eso que se puede torio, se necesita la persona del analista. El analista es plantear que la política del analista, pensándola como su el lugar, y por otro lado forma parte del lazo, porque por deseo, es lo que se puede leer en La dirección de la cura de estar ahí en el lugar del S2 genera el S1 y por generar el S1, Lacan como el lugar en donde el vacío del deseo funciona en ese retorno se efectúa el sujeto supuesto saber. como causa; al menos yo lo leo así. Ese deseo del anaJacques-Alain Miller, en el texto mencionado, habla lista es un vacío, nadie sabe qué quiere el analista de uno. de la importancia de la práctica del control, una de las A uno le dice: “hable”, y después no parece interesarse patas de la formación del analista, propuesta por Lacan mucho en lo que uno dice, pero uno sigue hablando, y eso en el Acta de fundación de la Escuela Freudiana de París en lo lleva a cualquier otro lado, y el analista corta la sesión y 1964, siendo las otras dos el propio análisis y la lectura e se hace cada vez más evidente que no se trata del sentido. interpretación de los textos de psicoanálisis. Dice Miller Es una operación en la que el vacío del deseo introdu- que el control recae sobre el lazo del analista con el lugar, cido por la presencia del analista funciona como causa es decir, que viene a verificar el grado de de-subjetivación para que el otro hable. del practicante en la experiencia, viene a verificar que En la primera clase de su curso El lugar y el lazo, Jacques-Alain Miller hace un recorrido por el tema del dis“El analista con su cuerpo vivifica positivo del control y dice con toda claridad algo que no parece evidente, al significante, introduce la vida” pero que es así, y es que si no hay psicoanalista no hay psicoanálisis. Es al revés del ejemplo de Ubú rey, que dice que si no hay Polonia no hay polacos. Si no hay haya operado como analista y no que se haya puesto en psicoanalista no hay psicoanálisis; por eso el psicoanálisis el lugar de una persona convocada a identificarse con ese depende de la producción de los analistas que la misma que estaba ahí. práctica genere. El control verifica, entonces, la posibilidad de operar Entonces, la política del analista, entendida como la del analista para conducir al ser hablante en la dirección política de su deseo, es lo que permite que haya psicoadel goce del síntoma que lo afecta. El analista tiene que nálisis; si funcionamos como analistas hacemos existir conducir al ser hablante que viene a hablar, es decir, tiene el psicoanálisis pero si no ocupamos el lugar de analistas que ubicarse ahí para hacer existir ese lugar del Otro en hacemos existir cualquier otra cosa, con lo cual el psicoatanto lugar del inconsciente. Cuando uno dice: “el ananálisis deja de existir. Definir qué es un analista se hace lizante me dijo”, es una falacia, ya que el parlêtre no se cada vez; cada uno de manera singular va a dar cuenta dirige a nosotros sino al Otro, en tanto lugar del inconsde lo que para él es lo que posibilita el deseo del analista. ciente. Si yo creo que me hablan a mí, como persona, voy No hay una fórmula. a obturar el lazo entre el que habla y el Otro. Siempre le Avanzada su enseñanza, Lacan va a terminar situando hablan al Otro, el practicante está en ese lugar para favoen el lugar vacío del deseo la existencia del inconsciente, recer ese lazo. es decir, lo real del goce como tal. Al final de su enseñanza, En el control se trata de verificar la posibilidad de el S1 solo, el del “Uno habla solo a menos que se ponga a operar del practicante para conducir al ser hablante en la dialogar con un psicoanalista”, ese S1 es lo que da cuenta dirección del goce del síntoma que lo afecta, pero mande lo inconsciente como ex-sistente, como por fuera del teniéndose el analista al abrigo del apego por el paciente. sujeto, por eso se necesita al analista para hacer existir la Si el practicante quiere al paciente, o lo odia, si tiene articulación, posibilitando que aparezca el sujeto como algún apego por el paciente, no puede conducir la expesujeto supuesto al saber y que se produzca, se separe, el riencia analítica. Si yo tengo un apego por el paciente no plus de gozar. opero como analista, porque justamente, el analista es En La tercera Lacan afirmaba que el acto analítico es inhumano, en tanto tal, no se apega a nada. siempre fallido, y que por eso el psicoanálisis tenía aseguLo que se verifica también en el control es el lazo del rado su porvenir. El acto analítico es un acto fallido, ¿por analista con el psicoanálisis. Si en principio no está en qué? Porque el único acto logrado para Lacan, lo dice en juego el lazo del practicante con el partenaire psicoanáliese mismo contexto, es el suicidio. sis, no habrá un psicoanálisis. Podemos pensar, entonces, el suicidio del analista La cuestión es que cada experiencia que reinventemos como tal en su práctica, que se produciría cuando la persea una experiencia analítica y no otra cosa. sona que sostiene la función se identifica con el sujeto supuesto saber, se cree el sujeto supuesto saber, es decir, cuando la función del analista es abandonada en provecho de la persona del practicante; ahí la persona del practicante impera desde su fantasma. Si Lacan afirmaba que el analista es un vertedero, el lugar donde se deposita la basura, es porque el analista LA AUTORA es un lugar, dice Miller, en el que se establece un lazo. Es Ana Ruth Najles. A.M.E. Psicoanalista en Buenos aires. decir, que el analista en su práctica tiene dos ubicacio- Miembro de la EOL y la AMP. Docente del Instituto nes: por un lado es el lugar, tiene que estar ahí, el dispo- Clínico de Buenos Aires. sitivo analítico se monta en cualquier lugar donde esté el Email: najles@arnet.com.ar
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La práctica lacaniana en instituciones: OTRA MANERA DE TRABAJAR CON NIÑOS Y JÓVENES
Textos: Vilma Coccoz Imágenes: Máximo Parpagnoli, Roberto Falto Texto original de la autora.
Lo verdadero es siempre nuevo - J. Lacan -
Una solución original al malestar Desde que Freud inventó el psicoanálisis como una solución original al malestar que padecemos los seres humanos debido a nuestra condición de hablantes, se llevaron a cabo muchos y diversos intentos destinados a aplicar el saber analítico al campo de la salud mental y la pedagogía. Con justa razón, debido a la enorme riqueza de “descubrimientos que el análisis nos procura sobre aquello que más interesa al hombre sobre su propio ser y por las relaciones que señala entre sus más diversas actividades”1 . El principio analítico “no hay sujeto sin Otro” traduce la formulación freudiana de que la psicología individual es, a la vez, social. El psicoanálisis surgió como un nuevo discurso entendido como lazo social, como una nueva interpretación respecto a “aquello que más interesa al hombre”, su deseo y sus satisfacciones, a partir de la consideración de la existencia del inconsciente y de las pulsiones. Lacan llegó a definirlo como el reverso del discurso del amo, cuya única meta radica en “que las cosas vayan bien” y por y para ello sus acciones se orien-
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tan por ideales. Habitualmente, la educación no consiste sino en ir proponiendo la lenta y trabajosa aceptación del imperio del discurso del amo en la regulación de nuestro cuerpo y de nuestras relaciones a partir del sojuzgamiento de las pulsiones, imperativas y antisociales. Fue a partir de la consolidación de los estados democráticos y convertida la felicidad “en factor de la política”2 , cuando los poderes públicos se vieron en la necesidad de ofrecer alternativas institucionales (educativas y/o terapéuticas) en todas aquellas circunstancias en que las dificultades de la incorporación de los menores “a la marcha del mundo” por medio de la educación se vuelven (a veces de forma transitoria, otras de manera definitiva), inconciliables con la vida “normal”. En muchas ocasiones, la labor que desde el inicio de la vida y hasta el final de la adolescencia tutelan los padres se interrumpe o, en casos extremos, ni siquiera llega a establecerse, y los padres no consiguen realizar su función más elevada, la de atemperar en sus hijos el desamparo consustancial al ser humano. Que tiene dos aspectos: uno, “exterior”, que determina la necesidad de alimento y cobijo; y otro, “interior”, vinculado a las angustias que produce el parásito del lenguaje en nuestra humana naturaleza, una tendencia incomprensible a la destrucción que Freud llamó pulsión de muerte, y que es inseparable de la vida. Res-
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imagen: Máximo Parpagnoli
pecto a esta fuerza, tan íntima como ignota, lo que los padres pueden hacer es, por estructura, limitado. Pero en la eficacia de dicha protección radica su fuerza moral, cobran sentido los signos de amor, y se asientan los logros de la educación.
Los discursos sobre el síntoma En la manera en que hablamos de los síntomas está comprometida la posición que tomamos a la hora de intentar ayudar a los pequeños y jóvenes y a sus familias a resolver el impasse en el que pueden encontrarse en el transcurso de su recorrido vital. En nuestro decir se implican
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nuestras ideas sobre la educación, sobre las relaciones, incluida la terapéutica. En definitiva, en nuestra manera de hablar y de interpretar los síntomas, “lo que no va” en la conducta de niños y jóvenes, se implica nuestra posición ética, porque “no sólo el sentido de ese discurso radica en el que lo escucha, sino que es de su acogida de la que depende ‘quién’ lo dice”3 . Existe una manera de hablar de los síntomas de la infancia y la adolescencia por la cual éstos son considerados “déficits”, anomalías, síndromes o trastornos. Esta manera de concebirlos trae aparejada la hipótesis de una etiología genética, neurológica, química, u otras. Son interpretaciones derivadas del paradigma cientificista, que propone
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clasificaciones universales y prescribe, por tanto, formas estandarizadas y protocolizadas de tratamiento. En la manera de hablar de los síntomas propia del discurso psicoanalítico, y aun con muchas diferencias entre autores, reconocemos una constante: los síntomas son considerados “intentos de curación”, es decir que, aunque fallidos, están al servicio de un trabajo de “defensa” del sujeto frente a la angustia. La clínica psicoanalítica toma en cuenta la “causalidad psíquica”, lo cual hace del
Los síntomas son considerados “intentos de curación” “psicoanálisis una práctica subordinada por vocación a lo más particular del sujeto”4 , a su manera de afrontar la realidad insoslayable de la condición humana. Aunque tomen una forma muy precaria, como las llamadas ecolalias y estereotipias, los síntomas son el resultado de un hallazgo que el niño ha realizado en un intento desesperado de reasegurarse ante traumas y angustias inconmensurables.
El síntoma particular y la institución ¿De qué manera hablar a aquéllos cuya defensa es extrema, radical? ¿Cómo dialogar con los que no hablan, o con aquéllos para quienes las palabras pueden desencadenar efectos desastrosos porque les despiertan agitación, violencia, mutismo? ¿Cómo dirigirse a aquéllos que no responden a la demanda o cuyas demandas son imperiosas, exigentes, perentorias? Si la mirada y la voz pueden llegar a tener un valor persecutorio, ¿cómo maniobrar con ellas? Estos interrogantes de la clínica se tornan acuciantes cuando el psicoanálisis se intenta aplicar a la terapéutica en el marco institucional, porque la dimensión “asocial” del síntoma se actualiza, se agudiza ante el reclamo de la convivencia, del “estar-con-otros”, que es el principio de la política según H. Arendt5 . Desde la época de Freud los psicoanalistas han contribuido al trabajo institucional en múltiples formas: en hospitales, servicios de psiquiatría, centros educativos y terapéuticos, residencias de acogida y un largo etcétera. También, en el curso de lo que Lacan llama las “variaciones del movimiento analítico”, fueron gestándose diversas propuestas comunitarias destinadas a plasmar las distintas teorías de diferentes autores. (A. Freud, Klein, Mannoni, Laing, Balint, etc). Sin lugar a duda, loables intentos, pero Lacan, en su célebre Alocución sobre las psicosis del niño, declaró que, en ese momento, en 1967, la cuestión estaba aún en el punto cero6. Justo en esos años Lacan inventa el objeto “a”; consiguiendo así aislar un elemento real de la estructura subjetiva, volviéndolo operacional por medio de la lógica. Era pues, necesario, “instituir” algo diferente, teniendo en cuenta dicha lógica, “establecer algo nuevo, dar principio a una cosa” con determinación y resolución7. Antonio Di Ciaccia lo hizo. En el año 1973, fundó L’Antenne 110. Según sus propias palabras, el dispositivo original que allí cobró forma lo aprendió de los niños
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autistas y psicóticos que estaban a su cargo, para ellos la palabra no producía un efecto benéfico y la estrategia debía tenerlo en cuenta. Jacques-Alain Miller bautizó este dispositivo “práctica entre varios” y definió su fin: “crear al sujeto”. A partir de entonces se fundaron en el mundo muchas instituciones lacanianas que adoptan este principio de funcionamiento. No sólo eso, también la inserción de los psicoanalistas en las instituciones tradicionales cambió radicalmente. Esta manera de tratar, a la vez, el síntoma singular y su dimensión social en estado de máxima dificultad o desorden simbólico tiene como axioma que el sujeto, incluso el autista, es efecto del lenguaje. Sin embargo, está fuera del discurso y se trata de “invitarle” a alojarse en él. El carácter “asocial” de los síntomas no radica en la carencia de “habilidades sociales”, como pretende la psicología sino en la deslocalización 8 de la función simbólica del destinatario o incluso, en su radical ausencia. “No se trata sólo de hablar, sino de hablarle a alguien” 9 . Cada vez que hablamos con alguien, invocamos, instauramos la función del destinatario y, así, hacemos existir la función simbólica que toma la forma de un lazo social, de un discurso, gracias al que creemos compartir una interpretación del mundo con los demás. Pero si esta función está deslocalizada surgen, en la relación dual con los otros, fenómenos intrusivos, excesivos, carentes de regulación, a-normales. La función del Otro, del lenguaje y la palabra se manifiestan desregulados; y aparece en primer plano la vivencia del Otro del goce, persecutorio, caprichoso, mortífero, que desaloja al sujeto, privándolo de su enunciación y de su sitio. La institución, en la medida en que ocupa el lugar del Otro, del destinatario, debe tener en consideración esta realidad clínica para evitar que tome consistencia la versión amenazante del Otro que padece el sujeto y que se muestra en su síntoma. La operación colectiva orientada por el psicoanálisis consiste en un tratamiento del Otro, destinado a vaciarlo de goce, promoviendo a cada instante su regulación para otorgar, en el mismo movimiento, un lugar al sujeto, hasta entonces víctima de la exclusión o la segregación. Este modo de hacer institución se caracteriza por un estilo de respuesta, por un modo de presencia que alivia al sujeto de tener que defenderse sin respiro, pudiendo entonces encontrar la pacificación necesaria para dedicarse a las actividades que suscitan su interés y su creatividad.
El Ciclo madrileño acerca de la práctica lacaniana en instituciones El Departamento de Psicoanálisis con Niños del Nucep en colaboración con el Espacio de Psicoanálisis con Niños de la Sede de Madrid de la ELP ha organizado un ciclo al que han sido invitados destacados psicoanalistas lacanianos, directores y responsables terapéuticos de importantes instituciones europeas. Bruno de Halleux, Bernard Seynhaeve, Daniel Roy y Philippe Lacadée fueron invitados a exponer el estado de la clínica institucional que toma en consideración la última enseñanza de Lacan.
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imagen: Roberto Falto
- La Antena 110 El Otro es “la atmósfera del sujeto, tan vital como el aire”. Así lo concibió Di Ciaccia al formular los principios de una práctica que dice “sí” al síntoma del niño autista, a fin de concederle la seguridad que necesita para afianzarse en la palabra y para encontrar la solución inédita que traiga consigo la regulación de su mundo subjetivo. Para llegar a ello es preciso tener en cuenta que, según Bruno de Halleux, con estos niños, se trata de “una clínica del objeto, una clínica donde el objeto reina soberano”10. Esto supone tomar en consideración los diferentes valores y significados que los objetos adquieren para el niño que se defiende de la angustia causada por la palabra. Este trabajo “entre varios” se soporta en cuatro ejes que se anudan en un mismo abrochamiento. 1) Los miembros del equipo, partenaires del sufriente; una “cadena humana” en la que cada operador es intercambiable pero, en cada situación, responsable de su acto. 2) La “reunión de equipo” en la que el saber se mantiene en suspenso, permeable a las sorpresas. Cada uno aporta su contribución a la espera de constatarlo con la producción del niño mismo. 3) La función del “director terapéutico”. No dirige los tratamientos ni al equipo, no es el sujeto supuesto saber. Vela porque en el trabajo institucional se respete el vacío central en el que las invenciones podrán inscribirse. 4) “El punto de referencia teórico-clínico”. Las enseñanzas de Freud y Lacan, con la orientación de Jacques-Alain Miller11 . - Le Courtil12 Hacía falta, afirma su fundador Alexander Stevens, “producir una institución que albergara en su interior
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tantas instituciones como sujetos la habitan”13 . Uno de los principios básicos de esta operación, decía B. Seynhaeve, consiste en garantizar que “la ley no es la regla, es decir, implica descompletar al Otro, hasta agujerearlo”14 en las vertientes del poder y del saber. En el momento en que los organismos tutelares solicitaron su reglamento interno advirtieron que nunca lo habían establecido, y esto por la razón de que una regla requiere tener en cuenta el caso por caso y se apoya, por tanto, en indicaciones clínicas. Así se consigue evitar la instancia del amo completo, porque se resguarda el no-todo que permite alojar lo nuevo. Y con ello no sólo se preserva el espacio de elaboración de los jóvenes sino que también se consigue mantener en los educadores la llama del deseo, del deseo de saber y de constituir una comunidad de trabajo viva, que no caiga en la rutina. Siempre con la idea de que la herramienta hace la política y no a la inversa; si no funciona, hay que cambiarla, no puede verse frenada por obstáculos burocráticos ni arquitectónicos. - El taller “Crecer sin padres” de Bulgaria15 . Una de las experiencias colectivas más emocionantes que se han llevado a cabo en el marco de nuestra red “tejida con el hilo del deseo”, como decía Freud, es, sin lugar a dudas, el trabajo con bebés y sus cuidadores en los orfanatos de Bulgaria. Su fundador y responsable durante años, Daniel Roy, ordenaba el surgimiento de esta experiencia como un encuentro en el que pueden distinguirse: 1) Las coordenadas imaginarias, otorgadas por la presencia de los cuerpos y los deseos que allí circulan. 2) Las coordenadas simbólicas, los significantes que enmarcan el encuentro, o los que son llamados por dicho encuentro. 3)
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Las coordenadas reales, es decir, las fuerzas presentes, el goce de los “combatientes”. Nuestra clínica es flexible, no requiere un encuadre previo, por eso no sólo es resistente a los choques sino que también los acoge. El “choque del encuentro” va a crear la institución misma. No hay que olvidar que una institución se edifica sobre el agujero del encuentro. Gracias al cual es posible la acogida del sujeto, sostenida por las leyes de la hospitalidad analíticas, las que vuelven caducos los llamados “criterios de admisión”16. Este “lugar alfa”17 fue instituido a partir del principio ético, derivado de la realidad sobre la que se trabajaba, se trataba, para estos niños, de “crecer sin padres pero no sin Otro”. - La Demi-Lune Este hospital de día para adolescentes psicóticos puso en práctica una versión particular de la “práctica entre varios”. Una vez reconocida la necesidad de un marco, según lo expone Philippe Lacadée18 , se debía contemplar la relación singular de cada uno con el lenguaje para resguardar el encuentro con el sujeto, favorecer su invención y autentificar la dimensión de su acto. El “cuadro” se organiza a partir del lugar del “Consejo”, una reunión quincenal a la que son invitados tanto adultos como adolescentes. Esta reunión encarna el lugar del no-saber, funciona como una conversación “entre varios” a partir de los distintos temas registrados en el “cuaderno de bitácora”. En este cuaderno cada uno puede dejar sus huellas, las de su dificultad o las de su invención. El Consejo funciona como Otro barrado, que permite inscribir la producción del sujeto, el mensaje de una enunciación inédita. El “Colegio de orientación” funciona como el punto éxtimo que permite tratar lo particular de cada uno más allá del Consejo gracias al anudamiento de la estructura triple del dispositivo. Vemos que el trabajo incansable de los psicoanalistas en los dispositivos institucionales destinados a socorrer al sujeto desprotegido de la función simbólica cumple con uno de los designios de Lacan al fundar su Escuela; el de devolver al psicoanálisis el lugar que le corresponde en nuestro mundo. Las subjetividades del siglo XXI, conmovidas por las sustanciales transformaciones que trae consigo una nueva configuración de los discursos, y una vez perimido el régimen edípico, necesitan de las aportaciones de un Lacan hipermoderno19 que orientan una clínica vigorosa y plena de sorpresas.
LA AUTORA
Vilma Coccoz. A.M.E. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP. Email: vilmacoccoz@gmail.com
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Notas
1 S. Freud. Nuevas Lecciones de Introducción al Psicoanálisis. O.C. Biblioteca Nueva. Tomo III. Madrid. 1973. Pág. 3190 2 J. Lacan. Seminario La ética del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. 1992.Pág. 348 3 J. Lacan. Variantes de la cura-tipo. En Obras Escogidas. RBA. Barcelona.2006. Pág 318 4 J. Lacan, Variantes de la cura-tipo. Pág. 344 5 V. Coccoz. Acerca de la política. Analítica del Litoral Nº 9. Santa Fe. Argentina. 2005. Pág.64 6 A. Di Ciaccia. Inventer la psychanalyse dans l’institution. En VVAA: Pertinentes de la psychanalyse appliquée. Ed Seuil. París. 2003. Pág.83 7 Según el Diccionario RAE. 8 Según lo ha desarrollado Alfredo Zenoni en L’autre pratique clinique. Editions érès. 2009 Toulouse. Pág. 200 9 J. Lacan: Seminario IV La relación de objeto y las estructuras freudianas. Ed. Paidós. Argentina 1994. Pág. 344 10 B.de Halleux. “Qualcosa da dire” al bambino autistico. Ed.Michèle. Roma. 20011. Pág. 55 11 M. Egge. El tratamiento del niño autista. Gredos. Madrid. 2008. Pág. 154-56 12 Le Courtil es una de las instituciones fundadoras de RI3. Fue fundada en el año 1983. Inicialmente recibía niños psicóticos y, desde 1992, también se ocupa de jóvenes adultos. Le Courtil está constituido por seis subconjuntos en los cuales son acogidos más de 200 niños y jóvenes. Cada subconjunto ajusta, permanentemente, la enseñanza que extrae de su experiencia clínica y de la de los demás. Internado completo, internado semanal, piso comunitario, piso individual, internado parcial, centro de talleres, centro de día: se modulan las actividades según diferentes dispositivos que permiten precisar la formas particulares de su acogida. La primera entrevista es mantenida con el Director, Bernard Seynhaeve que orienta al niño o al joven hacia el lugar que le conviene. 13 A.Stevens. L’institution: pratique de l’acte. VVAA. Pertinences de la psychanalyse appliquée. Seuil. París. 2002. Pág. 91 14 B.Seynhaeve. Extraído de su conferencia de Madrid 15 En el marco del programa subvencionado por Médicos del Mundo para la atención de niños y adolescentes en orfanatos y otras instituciones del estado de Bulgaria. 16 D. Roy. Extraído de su conferencia de Madrid 17 Según lo explicaba D. Roy, así definió J. A. Miller los lugares que instituye una práctica “portátil” del psicoanálisis: en ellos la conversación se convierte en pregunta y la pregunta, en respuesta. 18 P. Lacadée: La psychanalyse impliquée dans un centre pour adolescents. En Pertinences de la psychanalyse apliquée. Seuil. París.2002. Pág. 215-16 19 P. Lasagna. Lacan hypermoderne. La Cause Freudienne nº 79. Navarin Ed. París. 2011.Pág. 187
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Investigación sexual infantil como motor del deseo de saber
Textos: Rosa Liguori Intervención realizada en el Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños.
Introducción La entrada del niño a la escuela es un encuentro que lo enfrenta, en ocasiones, a una serie de dificultades en el ámbito del aprendizaje: no comprenden los contenidos de la enseñanza, no pueden seguir la lógica de un razonamiento, su atención puede ser lábil. Pueden presentar conductas de oposición, agresividad y de inquietud motriz. Esto tiene consecuencias en su desempeño escolar, deficiente respecto a los requerimientos del programa escolar. Estas dificultades -que el psicoanálisis eleva a la categoría de síntomas- lo exponen a ser catalogado protocolariamente como un niño con fracaso escolar o diagnosticado de Déficit de Atención con o sin hiperactividad, administrándosele medicamentos que resolverían “milagrosamente” su atención y resocialización. El sistema educativo español responde desde varios ángulos a esta problemática: programas de educación especial con enfoques multidisciplinarios para un “diagnóstico integral” y “tratamientos terapéuticos” para el aprendizaje, realizados por distintas disciplinas: La Pedagogía: los problemas tienen como base una deficiencia en el desarrollo cognitivo. La Psicología: “diagnostica” aplicando instrumentos
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de evaluación (test de la personalidad, pruebas psicométricas, de madurez perceptual y psicomotora), orientando a los profesores sobre las medidas correctivas para regularizar las deficiencias en el desarrollo infantil que vuelcan en sus estadísticas. La Medicina: Pediatría y la Neurología, toman las dificultades del aprendizaje como alteraciones del sistema nervioso, interviniendo con tratamientos farmacológicos, no siempre exitosos. La Sociología, a través del trabajo social trata las condiciones ambientales y familiares, materiales y económicas, trabajando la dinámica y estructura del grupo familiar, y su postulado se dirige a mejorar el desarrollo y bienestar del niño en su entorno. Estos discursos eluden el malestar en el sujeto niño. No se preguntan: ¿por qué se repite un mismo error? ¿qué dice un niño, un padre o un docente del no aprender del niño? Preguntas que podrían romper el enfoque problemático de la adquisición del conocimiento y abrir la mirada hacia otras modalidades de cómo un sujeto aprende o no. Conocer remite a procesar datos, recordar, olvidar, aprender… Hay que diferenciar el término “aprendizaje” que está del lado de las teorías del conocimiento y el “saber” del sujeto.
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Lacan define así el saber: “Lo que descubrimos en la menor experiencia del psicoanálisis es ciertamente del orden del saber y no del conocimiento. Se trata -el saberde algo que une a un significante S1 con otro significante S2 en una relación de razón” 1 . Para todo sujeto del inconsciente “el saber que importa es un saber sobre lo sexual, que está inscrito en la pulsión, pero no comporta el más mínimo acceso al conocimiento como tal” 2 .
“Freud presenta al niño como un pequeño investigador, que formula sus preguntas y respuestas ” Del saber extraído de la pulsión, el sujeto niño irá construyendo sus teorías sexuales a partir de los objetos pulsionales de los que dispone. Así - decía Freud – “a cada pulsión le corresponde una construcción del saber correlativa: la cloacal (los niños nacen por el ano), oral o escópica (se concibe a un niño a partir de un beso o una mirada) o incluso invocante (en la escucha de las peleas o gemidos de los padres)” 3 . El saber también puede ser extraído como resultado de la metáfora paterna, que sitúa al niño en relación a la significación fálica y en las identificaciones sexuales para abordar al Otro sexo. Por un lado, tenemos el saber de la pulsión, -que Lacan sitúa en el Seminario 12 del lado de la repetición- y por otro lado un saber en relación al falo en tanto significante de la falta y el deseo.
Las teorías sexuales infantiles y la pulsión de saber En Tres ensayos para una teoría sexual 4 -texto magistral en su riqueza- Freud indica que el momento inaugural del niño comienza cuando pregunta por el origen. Y sus preguntas, formalizadas según los tiempos del pequeño sujeto en su búsqueda de saber, se reformularán en el futuro cuando se enfrente a otros malestares. Freud sitúa el origen de los logros culturales en las pulsiones sexuales, dice: “¿Con qué medios se ejecutan estas construcciones tan importantes para la cultura personal y la normalidad posteriores del individuo? Probablemente a expensas de las mociones sexuales infantiles mismas, cuyo aflujo no ha cesado, ni siquiera en el periodo de latencia, pero cuya energía –en su totalidad o en su mayor partees desviada del uso sexual y aplicada a otros fines” 5 . En su artículo La sexualidad infantil, presenta al niño como un pequeño investigador, que formula sus preguntas y respuestas -para construir su propia teoría sobre la sexualidad-, y dice: “esta investigación sexual en la infancia es siempre solitaria, implica un primer paso hacia la orientación autónoma del mundo y establece un fuerte extrañamiento del niño respecto a las personas de su entorno”.6 Freud llamará pulsión de saber a la actividad del niño dedicado a investigar el acontecer sexual. Aunque la llama pulsión de saber no la incluye entre las pulsiones elementales, pero insiste en la comunidad existente entre
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la pulsión de saber con la vida sexual “porque la pulsión de saber recae en los niños sobre los problemas sexuales y es quizás despertada por estos”7. En ese artículo, Freud formalizará -en una fina lógica- que hay un “deseo de saber” (Wissentrieb) que a través de los múltiples ¿por qué? o ¿de dónde vienen los niños? o ¿por qué es diferente un niño de una niña? abren el espectro de la investigación sexual infantil, que es la “interrogación más antigua y ardiente de la humanidad”. La búsqueda del saber no es algo natural, como casi nada lo es en el humano. Freud dice que el wissendrang, empuje, esfuerzo de saber, es producto de la urgencia de la vida (lebensnot), que se pone en marcha a partir de ciertos acontecimientos que problematizan su propia existencia. La llegada de un hermanito, por ejemplo, puede precipitarlas, ya que ese semejante -que atrapa la mirada y el interés de sus padres- le hace evidente que él no era el supuesto ser que colmaba el deseo del Otro, ni el que causa el deseo de la madre: esto será un gran hallazgo que marcará los trazos para sus futuras creencias, saberes, ilusiones, y también decepciones. Este descubrimiento llevará al niño “si no está demasiado amedrentado”, aclara Freud, a dirigir sus preguntas a los padres, en tanto ellos detentan para el niño una suposición de saber, una transferencia de saber, y si el sentido de las respuestas a sus preguntas no le satisface, el niño se sentirá engañado. Cualquier respuesta que obtenga de los adultos, ya sea una evasiva, una información mítica o científica, una reprimenda, no será suficiente ni satisfactoria. Y esto es así por estructura: es imposible para cualquier sujeto responder por su ser sexuado. No hay un saber que pueda unir la subjetividad y lo sexual. Es lo que Lacan plantea a partir de Freud, para pensar la sexuación: se trata de un imposible referido a la mujer y a la relación sexual, que no están representados en el inconsciente. La investigación sobre la sexualidad que realiza el niño culmina con una renuncia, que muchas veces lleva a una detención de saber y, vaticina Freud, puede traerle problemas en la escuela. Dice: “La conducta de los niños en la escuela, que plantea a los maestros bastantes enigmas, merece en general, ser vinculada con la incipiente sexualidad de aquellos”, y recuerda que la excitación sexual puede producir efectos displacenteros como la angustia, el miedo. Planteando una paradoja: la concentración en una tarea intelectual tiene un efecto de excitación sexual.
La demanda, el deseo y el goce El niño no solamente debe ir a la escuela y aprender, sino que también tiene que desear hacerlo. Sin su deseo y su consentimiento, podrá tener los mejores maestros o escuelas, pero chocarán con la inhibición del niño a aprender. Es en este registro del deseo en el que debemos apoyarnos para poder comprender la relación entre demanda, deseo, goce y saber. ¿Por qué puede detenerse la investigación? Podemos leerla desde la estructura. Lacan 8 nos orienta sobre el significado de los síntomas de los niños:
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el síntoma del niño se encuentra en el lugar desde el que puede responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. Al entrar a la escuela, inicio del período de latencia, se supone que el niño está preparado para iniciar el aprendizaje, o como decía Freud se supone que ha superado la crisis edípica. A veces lo está, a veces no. Ir a la escuela implica, en cierta medida, renunciar a estar permanentemente protegido por sus padres. Se pone en juego su ser social: tiene que aprender a convivir en un grupo de semejantes y con sus normas. Esto implica un trabajo psíquico, no sin duelos, especialmente el referido a la separación con su madre y a la inversa (separación de la madre con su hijo), que puede dificultar el acceso a lo escolar, que no ocurre si ha operado el Nombre del Padre: una ley que separa al hijo de su madre y a ésta del hijo. Otra causa de la inhibición escolar, podría estar inscrita en el secreto que se mantiene oculto en la familia o la interdicción de un saber respecto a la estructura familiar. Esta prohibición de un saber sobre la verdad parental puede extenderse a todo el saber. El niño percibe que hay algo que no le está permitido saber y renuncia a aprender 9 . Pero la razón de estructura –de los síntomas que dificultan el saber en el niño-, es el reconocimiento de la castración materna: la madre tiene un deseo por fuera de su hijo y atiende a otros objetos de su propio interés. El goce del niño deberá entonces transformarse, lo que le permitirá el acceso al deseo y al saber.
Las respuestas y sus vicisitudes: inhibición, síntoma y angustia De acuerdo a las respuestas de los padres a las preguntas del pequeño investigador, podríamos localizar tres destinos del saber: 1- Si las respuestas recibidas están enlazadas a un saber que le dice no-todo, el niño hará un descubrimiento referido a su ser: que él no es idéntico al falo, que la igualdad no es la identidad y podrá dejar abierto un espacio para construir sus teorías sexuales y la articulación de su fantasma. 2- Si ha encontrado como respuesta la censura, el silencio o el sentido como saber absoluto y pleno, aparecerá una inhibición en la búsqueda de saber. 3- Si la respuesta es la renegación, aparece la angustia. Las dos últimas dificultarán la construcción de su fantasma: el niño no logrará darse ninguna respuesta, y le será difícil preguntarse sobre lo que le pasa. Puede que encuentre a alguien a quien formular dichas preguntas y de quien esperar respuestas o permanecerá sufriendo en silencio mostrando en la escena el precio de un saber sin cuestionar.
Problemas de hoy Ahora bien, ¿qué nos encontramos actualmente en la educación -tanto de niños como de adolescentes? En una conferencia de Hebe Tizio 10 encontramos algunas indicaciones que nos orientan:
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1- La función educativa Bien entendida, es la que intenta regular el goce por la vía de despertar el interés que dé una salida de futuro a los niños, ayudándose con los límites necesarios en la regulación del goce. Lo que nos encontramos hoy es la represión directa bajo el imperativo de un ideal homogenizador. Cuanto más se reprime o se intenta igualar los modos de vida, los fenómenos de rechazo se potencian. La vía freudiana de la educación apunta a “una regulación para que el sujeto pueda circular socialmente”: no se trata solamente de obtener conocimientos, su función estructurante es lo que importa. Como recuerda Lacan en Los nombres del padre, 11 los niños están hechos para aprender algo: deben aprender a ser cautos para que el nudo de la realidad se haga. 2- Diferencia entre síntoma social y síntoma subjetivo Los problemas de los niños y los jóvenes en las aulas hoy, se presentan como un síntoma social, es decir que son -dice Hebe Tizio- síntomas del Otro que pueden encarnar los padres, los educadores, los políticos y, podríamos agregar, los jueces. El síntoma social homogeniza la problemática, con predicados universalizadores al estilo de “los niños de hoy son hiperactivos” o “los adolescentes son violentos”, mediante la respuesta del ser para todos, en vez de particularizar a cada sujeto. Este es el punto ciego, si se lo toma como síntoma del Otro. Freud recomendaba a los educadores que se analizaran, para tratar ese problema como propio y no adjudicárselo al niño, para que puedan resolver lo que les angustia de sus alumnos, para poder “aislar lo singular de cada caso, para desagregarlo del conjunto y poder tratarlo”. 3- La pérdida de los pilares de la educación En el ámbito educativo encontramos la pérdida de dos pilares: la depreciación del saber y la depreciación de la función de la autoridad. Dice Hebe Tizio: “Para el psicoanálisis se trata de la pérdida del sujeto supuesto saber con la consecuente dificultad de la transferencia”, y esto es lo que está en la base del fracaso escolar y la llamada violencia en la escuela. El fracaso escolar pone en primer plano: el ataque directo al goce del sujeto, la pérdida del deseo del educador, la pérdida de promesa de futuro que la educación encarnaba. Pero especialmente, y en todos los casos, es la caída de la dimensión del sujeto supuesto saber que encarna el educador, haciendo aparecer la transferencia negativa como rechazo radical. 4- Un niño tiene que dar su consentimiento para desear saber Cada uno, a través de su modalidad de satisfacción, está dispuesto al reencuentro con lo íntimo en relación a su saber. Si esto está dificultado, el sujeto se pone como objeto del Otro. Dice Hebe Tizio: “El fracaso escolar es un no, a veces radical, y hay que ver cómo funciona y agrega, ...los modos de tratamiento del goce que tiene la educación son la represión y la sublimación. La educación implica poner límites, pero son límites para posibilitar, aunque para ello tenga que producir cambios de objeto pero manteniendo la vía pulsional”.
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6- La alarma social adjudicada a la adolescencia Los adolescentes están a la cabeza de la alarma social, ubicados en una posición de riesgo social, que a su vez abre el camino a la judicialización. Hay una dificultad de ubicar a la adolescencia como un momento de la vida, con su extravío de goce y su consiguiente actuación, que los hace extraños a los mayores. Hebe Tizio recuerda la importancia que le daba María Zambrano a la poesía en ese momento de la vida que ayuda a tratar “la intensidad del goce que no puede ser puesto directamente en palabras”. 7- Los cambios en la relación con los adultos y la familia Actualmente existe un cambio en la relación entre los niños y jóvenes con los adultos. Hay un cierto desamparo por parte de los adultos. En este tiempo del Niño generalizado o de la infantilización del adulto, hacen que “las políticas neoliberales penalicen estos fenómenos de desregularización y vacío de la institución familiar y, porqué no, también de otras instituciones”. Hasta no hace mucho tiempo existía una diferencia radical entre niño y adulto. Hoy las responsabilidades del adulto se han recortado, existe una dejación para asumir este amparo físico y psíquico que el niño necesita y hay una intervención demasiado intrusiva que declina a la judicialización de lo íntimo en lo familiar. El niño necesita del soporte de los adultos, y éstos parecen decaer cada vez más en sus funciones. Los significantes, antes aportados por la familia que determinaban sus funciones, hoy son reclamadas a la escuela o a la justicia. “Esto trae una reducción del vínculo social entre la familia y el niño”, nos sigue diciendo Hebe Tizio. 8- Las relaciones profesor-alumno Los maestros o profesores tienen hoy dificultades para mantener vivo el interés en la oferta educativa, que aloja al sujeto bajo ciertas condiciones: es el deseo del profesional el que debe mantenerlo abierto. Pero cuando esa oferta no funciona ese vacío se abre y marca la pérdida de la función del enseñante. Puede ser que el sujeto no acepte esa oferta, pero la pregunta no sólo está centrada en el sujeto, sino también en qué pasa con la transferencia al saber. 9- La transferencia de saber A través del psicoanálisis sabemos que la transferencia hay que causarla. No sólo en el sujeto, sino también en el educador. ¿Cómo causar la transferencia de saber? ¿cómo alejarla del discurso de la homogenización en el que se centran los protocolos? “El protocolo es así un atentado contra la transferencia”. Bajo transferencia se puede sintomatizar, fuera de ella está el extravío del goce. Se trata de ayudar al niño o al joven - también a los
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profesionales- a construir su síntoma frente a la angustia que opera en sus dificultades escolares, dándoles la palabra y sosteniéndolos para poder atravesar esa dificultad. Hebe Tizio nos recuerda que “hay que recordar que el Otro es necesario para la construcción del síntoma como mensaje, es decir, como construcción de un envoltorio para el goce autista que está en el núcleo”. En el caso de los profesionales, se trata de ubicar los problemas concretos y los recursos con los que cuentan en su práctica para tratar ese malestar y alojar desde su función, la problemática que sus alumnos presentan sin que se obture con la dificultad íntima del profesor. Si los maestros y profesores no se actualizan, se transforman en analfabetos que no saben leer lo que les pasa a sus alumnos. No son los jóvenes los que se van quedando atrás, sino los adultos los que se van quedando fuera del proceso. Para concluir cito nuevamente a Hebe Tizio: “¿Cómo producir esa transferencia cuando las propuestas de atención son homogeneizadoras y se centran en los protocolos de evaluación? ¿Acaso no sabemos que los protocolos son las nuevas formas de control social a dos bandas, es decir, controlan al sujeto y al profesional privándolo de realizar su verdadera función? (...) Pero, ¿ cuál es la particularidad del lazo social hoy? El modelo es de conexión y desconexión, casi como si vivieran en Internet los sujetos hacen redes, links, conectan y desconectan y es importante que en la transferencia haya puntos de referencia que permitan esa movilidad. Es decir, una transferencia flexible que sea orientativa”.
LA AUTORA
Rosa Liguori. A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Email: rosaliguori775@hotmail.com
Bibliografía
1 J. Lacan, Seminario 17 El reverso del psicoanálisis 2 A. Aromí, La elección en el saber, 7º Jornadas de NRC“La elección del niño en relación al deseo, al saber y al goce” 3 A. Aromí, op. cit. 4 S. Freud, Tres ensayos para una teoría sexual, 1905 5 S. Freud, Tres ensayos para una teoría sexual, capitulo II “El período de latencia sexual de la infancia y sus rupturas” 6 S. Freud “La sexualidad infantil” (1908) 7 S. Freud de Tres ensayos para una teoría sexual cap. V “La investigación sexual infantil” 8 J. Lacan, Dos notas sobre el niño 9 M. Oliver, El goce ¿un obstáculo al saber?, 7º Jornadas de NRC- “La elección del niño en relación al deseo, al saber y al goce” 10 H. Tizio, Síntomas actuales en la educación de los niños y adolescentes 11 J. Lacan, Los nombres del padre (inédito)
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5- El falso diagnóstico de la “hiperactividad” Los niños hiperactivos o hiper excitados muestran en general una falta de límites y regulaciones, por ejemplo en el dormir. Pero no se investigan estas cosas. De ahí a la medicación hay un paso. Los maestros demandan que los niños sean medicados y la respuesta a esto configura ya la hiperactividad como síntoma social. Otra vez sordos a escuchar lo que el niño tiene para decir sobre lo que lo inquieta.
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El pase y los restos de la identificación
Textos: Eric Laurent Imágenes: Matías Saleme Intervención realizada en las Jornadas de la ECF en Rennes, el 10 de Julio de 2010, cuyo título era: El nacimiento del deseo del analista en el Siglo XXI, y el cuadro de Botticelli había inspirado el cartel.
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diferencia de la Venus de Botticelli surgiendo de la ola, el deseo del psicoanalista supone una caída, una ruptura previa en la cadena de las identificaciones, particularmente las fálicas. Es necesaria una caída y la sustitución de una identificación por otra ligada al discurso analítico: tal es la metáfora del pasaje del discurso del inconsciente al discurso del psicoanálisis. Ahora bien, esta metáfora produce siempre restos. La elaboración del matema de uno mismo no es la transmisión íntegra de sí en silencio, como en las novelas de ciencia-ficción que fantasean con la teletransportación, o como en las de Michel Houellebecq donde los clones encarnan el mito de una identidad separada del cuerpo, conectada a un puro viviente, retorno del alma del mundo. Si el pase fuera esto, sería una soteriología1 para intelectuales distinguidos. El viviente no se trasmite integralmente. No hay eternidad, hay restos. Como el ser, el resto se dice de múltiples formas: son los restres 2 o los rêtres 3 .
Los restos del significante El recorrido de un psicoanálisis se inaugura con el establecimiento del inconsciente transferencial por la asociación de dos significantes S1 → S2. Termina sobre un horizonte
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en el que los significantes-amo del sujeto se desatan de los múltiples lazos que habían tejido y cobran desde ese momento una dimensión real. Su retorno en las cadenas identificatorias deviene imposible: S1 se encuentra aislado, separado de S2. Pero siempre quedarán significantes que no estarán lo bastante solos. No esperamos que todos los significantes–amo de un sujeto se produzcan de este modo, basta con que algunos lo sean de manera suficiente. De este modo, un sujeto evoca desde las primeras sesiones las tres generaciones de deseo que han provocado la dificultad en la que se encuentra. Primero, el matrimonio desigual del abuelo cuyos hijos son molestos para la familia. Después una madre que maltrata a sus propios hijos. Finalmente él, el hijo que se divorcia en la cuarentena con el firme propósito: “de no hacer sufrir a su mujer”, cuando lo que sucede es exactamente lo contrario. El analista tendrá que desenredar esta madeja enmarañada. Los significantes-amo circulan entre las generaciones, más allá de los individuos: esta es la bofetada que Lacan evocaba en la transmisión 4 . Producir estos S1 consiste en liberar al sujeto de su ingenuidad y de su perplejidad, y recorrer el laberinto de goce en el cual se anudan repetición, culpabilidad, agresividad, depresión y agitación frenética. Habrá que aislar los significantes familiares que, en su contingencia, contribuyen a la formación y a
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la estabilización de los modos de satisfacción que constituyen el fantasma. Se pasa, de este modo, del desarrollo de la cadena significante a las relaciones del sujeto con los objetos de su goce: $ ◊ a. Este paso se realiza gracias a la doble función del psicoanalista, por una parte como destinatario de las demandas del sujeto, por otra parte como objeto que dispone de la llave del goce imposible: a ►$. La identificación de un modo de gozar no es identificación con un modo de gozar. Es lo que nos enseña el final de “La dirección de la cura…” 5 . Mientras el psicoanálisis de la época trataba la identificación del sujeto con su fantasma, Lacan muestra cómo el sujeto es reenviado por la pulsión a la contingencia del amor. El fantasma puede “atravesarse”. La identificación de un modo de gozar modifica lo que entendemos por identificación. Como indica el seminario epónimo, el desarrollo de una serie donde se mezclan significantes y valor de goce — lo que puede escribirse (1 + a) — permite definir un valor de goce para
“La identificación de un modo de gozar no es identificación con un modo de gozar” toda la serie. Lacan esclarece de este modo los debates en los que el psicoanálisis se atascaba entre la transferencia en tanto repetición de la cadena significante y la transferencia en el presente articulada con la puesta en juego del fantasma en la realidad de la sesión. Una cura psicoanalítica no se realiza pues sin restos.
Los restos del pasaje entre el inconsciente y el modo de gozar El inconsciente es ese lugar del discurso en el que no reina el principio de no contradicción. Es una zona en la que se sale de la oposición entre el sí y el no, lo verdadero y lo falso. Estas oposiciones se levantan como el velo que cubría la división del sujeto por el goce [a ►$]. Cuanto más se despliega el análisis, más el sentido del síntoma conduce a su más allá. El sentido del síntoma constituye, en efecto, la primera vía hacia su identificación; la cura se convierte en el lugar de una nominación del síntoma; Lacan invocaba a propósito de esto La caza del Snarck de Lewis Carroll, ya que esta caza del significante que vendría verdaderamente a nombrar el síntoma se tropieza con el principio de sustitución: el Snarck era un Boojum 6. ¿La solución nos vendría dada por un contemporáneo de Lewis Carroll, Oscar Wilde, que describía la caza del zorro como “lo indecible en la búsqueda de lo incomible” the unspeakable in pursuit of the inedible? La identificación de un síntoma dará acceso a la identificación con el síntoma por la reintroducción del goce, en la medida en que el debilitamiento de la identificación a un significante amo — S1 — permitirá el estrechamiento de un agujero. Tomemos el ejemplo de un sujeto marcado por la escena en la que ha sorprendido los retozos parentales. Guarda el recuerdo de una frase enigmática de su madre: “volverás cuando el cielo sea violeta”. Los requerimientos del equívoco de la frase le han tenido mucho tiempo
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vagando del enamoramiento de jóvenes chicas andróginas a la contemplación fascinada de sexos desvelados en forma pornográfica. ¿Durante cuánto tiempo la fijación escópica del síntoma le mantendrá al resguardo de la constatación de que nunca volvió de esa convocatoria de la mujer prohibida, inaccesible? Del «significante-amo» al agujero en el lenguaje, el pasaje no se hace sin restos.
Los restos del pasaje por el agujero Mientras se desarrollan las identificaciones que han tramado la historia del sujeto se revela, no sólo que la identificación es múltiple, sino sobre todo, que es imposible. Nadie puede identificarse con su propio inconsciente. El sujeto puede soñar con aislar la fórmula, pero nosotros conocemos los límites de esta empresa: la prueba es la tentativa de Sèrge Léclaire 7 que buscaba reducir su inconsciente a su raíz “Poordjeli” y salir de la alienación por este sesgo 8 . La separación del Otro no se aloja en la cadena significante, incluso si está reducida a su mínima expresión. Queda la imposibilidad para el sujeto de significarse a sí mismo. No habrá última palabra, nos dice Sonia Chiriaco 9 , no hay univocidad tan absoluta con la que se alcance una universalidad literal. En compensación, la separación se aloja del lado del objeto a, agujero de la letra en la mediocridad de su sentido como lo evoca “Televisión” 10. Es en la vertiente de la cura, en tanto que experiencia lógica, donde se produce el agujero en el lenguaje del sujeto. Lacan aísla también la función lógica de la letra como argumento de una función F(x), la de un agujero en el lenguaje. Evoca el poder de “soplo” de la escritura: “Todos los animales son mortales, soplen sobre los animales y soplen sobre mortales y pongan en su lugar el colmo de lo escrito, es decir una simple letra” 11 . Esta concepción de la escritura no es la de la escritura como huella, ni la de una homología entre estas dos dimensiones que son la palabra y el lenguaje. Para que, a través de la repetición, el agujero puede ahondarse, hay que empezar por decir y no por escribir, en el sentido de la literatura. Lacan afirma al respecto: “El autoanálisis de Freud era una writing-cure y creo que es por eso que falló. Escribir es diferente de hablar. Leer es diferente de oír” 12 . Sin embargo, el agujero excavado de este modo en los enunciados del sujeto no es suficiente, aún es necesario que éste último se zambulla en el agujero abierto en y por el inconsciente, que Lacan compara con la concha 13 del apuntador. Después de haber evocado el acto analítico, precisa en efecto: “La única forma de pasaje al acto es una zambullida en la concha del apuntador, siendo el apuntador, naturalmente, el inconsciente del sujeto”. El analista marca el lugar de este agujero al mismo tiempo que lo vela [a → $]. Sin embargo, la operación lógica en la cura no puede reducirse a la escritura de funciones de goce como en una especie de Begriffschrift 14 psicoanalítica 15. Aunque esta escritura haga aparecer el agujero en los enunciados —a la manera de quien produce el argumento de la función—, el sujeto puede, no obstante, quedarse en el borde. En la serie de veinte conferencias pronunciadas en 2005 en France Culture, Jacques-Alain Miller exploraba lo que sucede “cuando las curas duran mucho tiempo” pero
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el sujeto no se zambulle en la concha del apuntador. Este punto señala un obstáculo en el que pueden tropezar los testimonios de pase. Por ejemplo, aquel que ha sido hijo de mamá, ha llegado a ser hombre mujeriego, y continúa queriendo seducir a la Escuela durante el procedimiento. Aquella que era la niña de su padre y rechazaba a su madre, le había gustado el pasador viril y había detestado a la pasadora mujer. El hombre marcado por el secreto familiar lleva con él una atmósfera de clandestinidad de la cual da testimonio en el dispositivo. Aquella que ha estado marcada por la soledad en la infancia quiere hacerse adoptar por la Escuela y encontrar en ella su nueva familia 16. Esta declinación de los restos muestra la presencia abismal del fantasma. ¿Cómo puede entonces producirse la llamada zambullida? Lacan da una indicación muy precisa: es necesario que el sujeto descomplete el síntoma del Otro. “Es necesario haber sido formado como analista. Sólo cuando se está formado, de vez en cuando eso se le escapa; estar formado, es haber visto como el síntoma se completa 17”. Sólo a través de la incompletud 18 el salto en el agujero podrá producirse. Esto supone que sean franqueados los restos de la identificación fantasmática y los restos de la identificación con el analista. imagen: Matías Saleme
Los restos de la identificación con el analista El principio del fracaso del acto analítico reside en última instancia en la identificación con el analista que se produce de dos formas diferentes. Por una parte, tenemos la identificación con el analista como adherencia al psicoanalista que ha sido el instrumento de la operación analítica: el sujeto se convierte en analista como lo quiere su analista o como es su analista. Angelina Harari ha mostrado perfectamente las consecuencias de estas autorizaciones engañosas 19 . La identificación con el analista se realiza a la sombra de estos juegos narcisistas en donde el uno es a imagen del otro. Identificaciones fantasmáticas y narcisistas se recubren como en los “juegos de la orilla con el mar […] que tanto han gustado […] al manierismo” 20 , nos dice Lacan. Esta identificación también puede producirse en el momento en el cual el sujeto, que ha sido nombrado pasador por el analista, no se presenta después en el momento del pase, quedando por lo tanto atado a la satisfacción obtenida de su analista. Por otra parte, tenemos la identificación con el analista como adherencia a un ideal o a una norma de lo que
esta perspectiva “Cromwell fue considerado el inglés más típico de su tiempo simplemente porque era el más raro”21. Esta lógica de la singularidad es aquella en la cual el vacío y el goce se ponen en juego más allá de los significantesamo que crean la ley para cada uno.
Producir una topología del resto
Para concluir propongo que nos confrontemos de nuevo con el dibujo atribuido a Rembrandt y que está expuesto en el museo de bellas artes de Rennes. Lacan se sirvió de él para oponer la construcción del sinthoma y los enredos del arraigo en la imagen del cuerpo. “Sólo en la medida en que los seres son inertes, es decir, sostenidos por un cuerpo, se le puede decir a alguien, como se hizo por iniciativa de Popilio: He fabricado un redondel alrededor de “El sinthoma es lo que permite no ti y no saldrás de este antes de haberme rebajar la singularidad a la prometido tal cosa”. individualidad o a la inercia del cuerpo” El sinthoma es lo que permite no rebajar la singularidad a la individualidad o a la inercia del cuerpo. Supone la puesta sería el analista: impide que esta perspectiva idealizante en juego de un recubrimiento de los orificios pulsionales y normativa sea abandonada. El esfuerzo de llevar a cabo del cuerpo y de los agujeros del inconsciente. En su “Nota el pase consiste en dejar de proyectar la existencia de un paso a paso” 23, J.-A. Miller nos invita a reconocer “en el analista en términos de la excepción a una regla, para des- círculo popiliano el conjunto vacío […]. Popilio solamente cifrar, por el contrario, a partir de la excepción, una faceta forma pareja con el presuntuoso monarca oriental si se de lo que es un analista. No partimos entonces de lo que lo separa de sus órganos consultivos y militares, y si se es común o corriente, sino de lo que es inhabitual. Según rebaja su inflación hasta reducirlo a una vejiga vacía”24 .
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Continuemos en esa dirección e imaginemos que el redondel que rodea a Antioco y la multitud y que forma un círculo alrededor de la pareja formada por Popilio y Antioco, está dibujando el borde de un agujero. En el lugar de Antioco, vestido suntuosamente, pongamos a Venus, suntuosamente desvestida. Abrámosle la boca, como hace Freud en su sueño de la inyección de Irma. El abismo que así se abre introduce la cuestión de la singularidad del modo de gozar que se aferra al cuerpo sin por ello reducirse a él. Para responder a la angustia que nos oprime, tenemos la suerte de poder responder a la invitación de Demócrito según la lectura que Lacan nos propone en Aún y en el Atolondradicho. El átomo de Demócrito, como el sinthoma de Lacan, es al mismo tiempo cuerpo y “elemento de significación que vuela”. El goce del cuerpo es al mismo tiempo cuerpo y vacío, “ni más cuerpo, ni más vacío” 25. Esta no es la última palabra, sino la articulación de una topología que está por hacer, la del lugar de “no queda nadie”. Traducción: María Martorell Linares
EL AUTOR
Eric Laurent. A.M.E. Psicoanalista en París, Miembro de la ECF y la AMP. Docente de la sección clínica de ParísSaint-Denis, doctorado de 3er ciclo de psicoanálisis, París 8. Email: ericlaurent@lacanian.net
Notas:
1 Doctrina referente a la salvación en el sentido de la religión cristiana. D.R.A.E. (N del t.) 2 Juego de palabras con restres y rêtres. Restres añade una r a restes que significa restos, de esta forma puede jugar con la siguiente palabra. Rêtres, tiene varias acepciones y es sinónimo de reître. 1. Jinete alemán, se asocia a las guerras religiosas. 2. Como broma de mal gusto compara a alguien con un mercenario para expresar su grosería y su barbarie. 3. Hombre que ha viajado por muchos países y tiene experiencia y astucia. 4. Hombre de edad que corre tras las mujeres. Hemos elegido para vieux rêtre la traducción viejo zorro, que es acorde con varias de estas acepciones. Para terminar el juego de palabras, en su nota a pie de página Eric Laurent propone la definición de r’être tomada del diccionario francés Littré (ver nota 3.). (N del t.) 3 Saint-Simon revive para nosotros este término en singular: “el viejo zorro muy preocupado, muy cuidadoso con los restos de su ser”. [Hemos encontrado esta cita en Gresset, Jean-Baptiste-Louis en“Requête au roi”, “Petición al rey” y no en Saint-Simon. (N del t.)] Littré inscribe en su repertorio el verbo re-ser: “Antigua expresión. Ser de nuevo, se conjuga como ser”. 4 Lacan J., “El psicoanálisis y su enseñanza”, Escritos 1, Editorial Siglo XX1, pág. 430. 5 Lacan J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Editorial Siglo XX1, 565-626. 6 “En mitad de la palabra que trataba de decir/ En mitad de su júbilo y su risa loca / Suave y repentinamente desapareció/ Porque el Snark era un Boojum, ya veis.” Lewies Carroll. La caza del Snarck.
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7 Cf. Léclaire S., “El sueño del unicornio”, Psychanalyzer, París , Seuil, 1968, p. 117. 8 Cf. Lacan J., “Posición del inconsciente”, Escritos, op. cit., p. 808. 9 En su testimonio publicado en las Jornadas de Rennes. Publicado en este mismo número, p. 9-14. 10 Cf. Lacan J., “Otros escritos”, París Seuil, 2001, p. 544. 11 Lacan J., El Seminario, libro XVIII, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, 2009. 12 Lacan, J., “Conferences et entretiens dans les universitées nord-américaines”, Yale University, 24 de noviembre de 1975, Sciliet, nº 7, 1976 p. 35-36. 13 Trou du souffleur. Literalmente agujero del apuntador. Souffleur: soplador, apuntador. (N del t.) 14 Escritura conceptual (N del t.) 15 Lacan J., El seminario, libro XV, “El acto psicoanalítico”, lección del 31 de enero de 1968, inédito. 16 Cf. Miller J.A. “Histoires de… Psychanalyse”. Conferencias en France Culture 2005, inédito. 17 Lacan J., “Conferences et entretiens dans les universitées nord-américaines”, loc. cit. 18 Término lógico introducido por Gödel en 1931, primer Teorema de Incompletud de Gödel. (N del t.) 19 Cf. su exposición en las Jornadas de Rennes, publicadas en este número. 20 Lacan J., Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad”, Escritos op. Cit., p. 660. Tomemos el siguiente ejemplo donde se ve que juncos y sueños están en espejo: “Las sombras de esa flor bermeja/Y de los juncos que la adornan/Parecen ser en esa gruta/Sueños del agua soñadora” [Tristan l´Hermite “El paseo de los amantes”, “Las cien mejores poesías líricas de la lengua francesa”, Editorial Maxtor, 2010]. 21 Cf. Geertz Cl., Bali, interpretation d’une culture, París, Gallimard, 1973. 22 Lacan J., El seminario, Libro XXIII, El sinthome, Paidós, 2006, p. 107. 23 En francés: “Notice de fil en aiguille”, expresión que significa pasar de una cosa a otra de forma gradual. (N del t.). 24 Miller J.A., “Nota paso a paso”, en Lacan, J., El seminario, Libro XXIII, El sinthome, op. cit., p. 219. 25 Lacan J., El seminario, Libro XX, Aún, Paidós, 2007 y “El atolondradicho”, Escansión nº 1. Se leerá también el comentario de Barbara Cassin en relación con la referencia de Lacan a Demócrito en Badiou, A. & Bassin, B. No hay relación sexual. Dos lecciones sobre El atolondradicho de Lacan. París, Fayard, 2010.
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La pulsión es voraz
Textos: Bernard Porcheret Imágenes: Matías Saleme Intervención realizada en el Espacio de Enseñanza de los A.E. de la sede de Madrid de la ELP, el 8 de Febrero de 2013.
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l niño que tose frecuentemente está enfermo. Cuando llega a la adolescencia, se libera del machete del furor sanandi materno. Interno en psiquiatría, los vómitos incoercibles de su primera mujer, entonces embarazada, desencadenan la primera demanda de análisis en 1974.
Disolución Inauguro allí mi novela familiar. Mi madre me comunica que mi padre tuvo una hermana pequeña, que murió cuando tenía, aproximadamente, un año. Y él, estuvo mucho tiempo al cuidado de una niñera, viendo poco a sus padres. También me informa de que su primer marido murió de tuberculosis. Veinte años más tarde, obligada a decir que va a cobrar una pensión por ser viuda de guerra, argumenta, obstinadamente, habérmelo contado antes. Mi padre, hombre agradable, es taciturno. La figura patriarcal de mi abuelo materno se impone. La complacencia capturada en el fantasma fundamental, aún desconocido, es señalada por el analista. “¿Qué me muestra usted?”, ¡cortó! 1 Pronto descubro que el grabado enmarcado que preside el diván está firmado por Lepère 2 . El fonema père 3 está incluido en el nombre de mi analista. Le digo que, decididamente, es demasiado. Abro mi consulta, dejo mi análisis y me dirijo a la EFP. Me citan, pero la puerta tarda en abrirse; desde ayer, la EFP
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no recibe más demandas. Disolución. El acta de Lacan, pulveriza la consistencia imaginaria del analista que quiero llegar a ser. Retomo mi análisis. El grabado ha desaparecido. Mi analista, del cual ignoraba que tomó partido a favor del recurso de urgencia contra Lacan, transmite esta interpretación. El análisis es más silencioso. Atribuyo al analista una mirada profunda y una boca fruncida; “es un verdadero fantasma”, dice. Espero a que se funde una nueva escuela: la ECF. Tras algunas infidelidades, el encuentro con la que será mi segunda mujer trastorna mi vida familiar. Es viva, ligera. El reloj de nuestro amor es insaciable, y el poeta escribe. Sigue un divorcio. La vida continúa, constructiva y alerta, negociando las dificultades, apoyada sobre la sólida base de este encuentro. Cárteles, supervisiones, la ECF…
El hombre apresurado En 1990, a los diez años, mi hijo padece un cáncer de muy mal pronóstico. Después de una operación mutiladora, el cirujano dice “puede que tres meses…” ¡Ironía de los semblantes! Tras la quimioterapia, se recuperó. Un lapsus repetitivo se entromete en mi cabeza. Cuando quiero decir “después de la enfermedad de mi hijo”, la palabra “muerte” sustituye a “enfermedad”. Además, antes de que
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imagen: Matías Saleme
estuviese enfermo, surgía el flash de su cabeza sin pelo, como la de los niños enfermos de leucemia, de los cuales me ocupaba entonces, siendo externo en pediatría. Un deseo de muerte me invade. Una culpabilidad sorda se instala, reforzada por la responsabilidad que atribuyo a la infidelidad conyugal durante mi primer matrimonio. Finalmente, un nuevo síntoma aparece, tras un acontecimiento del cuerpo. “Usted no tiene prisa”, me dijo mi segundo analista. “Sí, efectivamente, demasiado apresurado”, le respondí. Un sueño de desêtre 4 , me indica que mi análisis se reanuda en el lugar exacto en el que lo dejé diez años antes. Del lado del padre, desde hace tres generaciones, el segundo de los hermanos, que se limitan a dos, siempre hay un niño que muere o está en riesgo de muerte. La escena, ya localizada, de mi fantasma, se impone. Su valencia pulsional, anal y escópica, fijada en lo imaginario fálico, vuelve con fuerza. Progresivamente, se vuelve inconsistente, en respuesta a una interpretación ariete del analista. La cópula imaginaria, sostenida por la reciprocidad del amor, recubría una hiancia. El “¡y usted!”, atronador, actúa como un soplete que desuelda como un relámpago. La mirada que domina la escena continúa vaciándose. Palidece, se disuelve. No queda más que una
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frase freudiana: un niño está enfermo. La palabra seca, concluye el análisis. Demasiado seco, me devuelven. El cartel del pase elogia la construcción del fantasma y sus efectos, pero la travesía tropieza con su último enunciado no franqueado. No logro hacer comprender el hueso del síntoma. El propio procedimiento es sintomático, me acelero, lo embarullo. Me doy cuenta. Algunos meses más tarde, retomo mi análisis. Estar agobiado, apresurarse, agobiar al otro… formas transitivas e intransitivas, todas las formas puestas en juego en la combinatoria significante partiendo de este hueso: apresurado. El niño pequeño se apresura para satisfacer a su madre, ofreciéndole el regalo anal a la velocidad del relámpago. Más tarde, el adulto se precipita, para ignorar lo imposible. El remolino sintomático se apacigua. Entonces, creo haber descubierto lo que faltaba en mi primer pase. Como revancha, no hay invención sinthomática. Me quedo con una última palabra: “mujer”. No hago nada, es un tapón. Más tarde, mi padre y mi madrastra se asfixian en reanimación, cada uno en su hospital. Fallecen al mismo tiempo. Evito un infarto, por los pelos, a pesar de mis coronarias sanas. Las nubes significantes continúan precipitándose, y hacen surcos en el cuerpo silenciosamente.
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El síntoma se escribe ahí. Una difusa transferencia negativa acompaña este período –hay un agujero en el Otro-. Esta transferencia negativa muestra su valor positivo. No solamente no altera en absoluto mi vínculo con el psicoanálisis y con la Escuela, sino que lo vuelve más vivo y productivo.
Un tobogán bajo transferencia Una septicemia con choque séptico se complica con una infección hospitalaria, gracias a la cual una enfermedad, aún subclínica, puede diagnosticarse a tiempo. Operación mutiladora en un pulmón. La marca de la cicatriz indica una erosión más profunda. Un significante amo impone su materialidad: “tosfe-rina”. Mi tos ferina, que se hizo famosa, amenaza mi vida a la edad de un año, y deja a mis padres angustiados. Un segundo cáncer afecta a mi hijo. Entonces, surge el equívoco decisivo: “cáncer de lalengua”. Un agujero se ha abierto en mi inconsciente y por mi inconsciente. Pasaje al acto, zambullida en “la concha del apuntador” 5 6. Conduzco mi análisis a paso de marcha. Primer sueño: el cuerpo inconsciente del soñador está vivificado por espasmos, bajo el impacto de las balas, como en la película La chaqueta metálica. Un cuerpo se goza. Un segundo sueño acontece tras un curso que imparto,
“Mi encuentro con el deseo del psicoanalista estuvo jalonado por tres escansiones” en el cual me enredo, descuidando lo radical del carácter fuera de lo simbólico, forcluido, de la feminidad. El tapón del tramo precedente salta. Sigue el “sueño del pozo sin fondo”. Los órganos femeninos de una amiga se disuelven. Demacrada, muy débil, consumida, se deshace en mis brazos. La mujer se esquiva a sí misma. Después, el “sueño de la interjección”. Pinto al óleo. Me esfuerzo por aclarar una mancha. Un amigo me llama a lo lejos. Después de algunos metros, me doy cuenta de que he dejado el lienzo en medio de todos. Me asalta la idea de que mi hijo pequeño podría embadurnarlo. Vuelvo sobre mis pasos, ¡muy tarde! “¡Qué gilipollas!”, le grito. Despertar. Un deseo de muerte me invade. Mi neurosis es un juego de manos que transforma el significante que mata en deseo de muerte. El gilipollas soy yo, siempre tratando de aclarar y maquillar la mancha. La interjección se transforma: “el Uno se esconde bajo la deyección” 7. El “sueño de la tachadura”: tengo delante de mí un mapa impreciso de los relieves del norte de España. Mi analista pasa por mi lado, y hace una tachadura, con un marcador amarillo, sobre una especie de montón de escombros. Las letras del nombre de un pueblo, Llogar, con acento sobre la “o”. El analista me birla mi iPhone. Me quedo sin medios para acceder al saber. Angustiado, me reúno con él más lejos para recuperarlo. Sin mirarme, de manera descuidada, me da un teléfono roto, un juguete de niño. Despertar. Llogar, condensa lugar 8, lieu, y llegar, arriver. El acento, señala como un índice: llegas a este lugar. Bajo la deyección hay un
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agujero, producido por un trazo. La “o”, es un cero, barrado por el acento. Mi inconsciente responde con un juego de palabras. El equívoco sobre el ser y el esquema del último curso de Jacques-Alain Miller se imponen. ¿Qué sucede con mi consentimiento a esta tachadura, a esta marca inaccesible e intransmisible? “El” lapsus: después de una sesión, hablando de un asunto práctico, concerniente a la institución analítica, le digo a mi analista: soy un “alimento” apaciguador, en lugar de “elemento” apaciguador. Evidencia de la pulsión oral: hacerse engullir. El “hacerse” es fundamental. En el tramo anterior, sólo percibía su reversibilidad. El niño no acepta comer, hasta la edad del juicio, nada más que pan seco y agua rosada por un ligero velo de vino. Mi padre era representante de vinos. Sigue el “sueño del hombre-cae”. Desciendo las escaleras de un famoso pasaje, en Nantes, un hombre a mi lado. El hombre cae y, en el sueño, el soñador se dice: “sería tiempo de que se despertase, de que se levantase”. El equívoco 9 es fecundo. El padre de mi amigo del colegio era director de pompas fúnebres. Juegos entre las tumbas y, en el depósito, entre los ataúdes. Gano el primer premio de un concurso fotográfico. Había llamado a mi equipo “el equipo de pompas fúnebres”, suscitando la curiosidad entre el público, muy numeroso, de los padres allí reunidos. Más tarde, en la adolescencia, buscaba la estética, contemplativa y literaria, de los cementerios. Estudiante de medicina, en las fiestas bulliciosas me disfrazaba de enterrador, tirando de un ataúd sobre ruedas, con una cadena de perro… Después, unos días antes del sueño, me encuentro llamando la atención de mi mujer, con insistencia, sobre los cementerios blancos que se aprecian al acercarnos a las islas. Finalmente, el recuerdo confuso de una tumba de niño. Que se levante, de acuerdo, ¡pero no va a pasar todo el tiempo levantándose! “¡Que se levante!” Entonces, surge el comentario oracular de Pierre Martin, tras mi primera exposición en la ECF, hace veinticinco años: “Veo que los alumnos de Lacan, están bien educados, el propio Lacan se levantaba” 10.
Soplar, con tacto, sobre las ficciones del ser ¿Qué sucede con mi atuendo fálico? ¿Cómo fue construido? Una madre del deber, deprimida y angustiada, frecuentemente implacable, pero más afectuosa que la de Gide. Un padre, enamorado de ella, encantador con las damas, amándola, pero silencioso y sumiso ante sus palabras cortantes. El enunciado: “Te has escapado por los pelos”, de un compañero de la adolescencia que encontré después de treinta años, me hace decir que, finalmente, me las arreglo siempre para salir bien librado del juego. Juego mortal. El analista subraya, después, produce la “interpretación decisiva”. Camino hacia la puerta de salida, descuelgo mi abrigo de la percha. Silencio, no se escucha el ruido del picaporte, para ir a buscar al siguiente analizante. Me doy la vuelta, el analista, contingencia de la interpretación, se ha vestido ese día con un traje oscuro, de los que se utilizan para los momentos solemnes. En la penumbra del pasillo, detrás de la puerta de la consulta, está de cara a la pared, paralizado, imitando al enterrador. Pasmado, “asarado”, asombrado, separado…11.
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En la calle, unos metros más lejos, ligero, río. Surgió un decir: “soplo”. Algunas palabras, como salidas de un agujero, se escriben. Se ha producido un salto en la salida del tobogán. La interpretación ha hecho caer el significante amo “enterrador”, bajo el cual estaba aplastado. Imitándolo, silencioso y sin mirada, el analista me separa de él. Yo era esa mirada mirándose, esa voz invocándose. “Masca” 12 . Yo era esa boca a la que me ofrecía como alimento para domesticarla. La pulsión anuda la sexualidad, en el inconsciente, y la muerte. “Soplo”, se desanuda, asemántico. “Un saber hacer” con su soplo se ha liberado. Como analista, sólo me queda soplar, con tacto, sobre las ficciones del ser. Me apresuro para presentar mi demanda de pase. Extrañamente, me digo que no volveré a ver a mi analista hasta que haya recibido el acuse de mi demanda. Pasan dos semanas, espero. Falto a dos sesiones. Acting out. De vuelta, se lo digo a mi analista. Truena, a punto de asfixiarse: “¡Usted no vino!” Esto resuena con: usted no tiene prisa. Retroceso ético, recuerdo del Wo Es war soll Ich werden 13 . No quería ceder mi goce oral. Entonces, llega la avalancha de contingencias. Ciertamente, no sin límites, pero mi síntoma cavaba su lecho letal. Esto pone en evidencia un nuevo borde. “Soplo” es la “palabra discreta”. Indica lo absoluto de este goce fuera de sentido, tan singular. “¿Permanecerá usted discreto?”, me pregunta uno de mis pasadores. ¿Lograré hacerme entender? Desde hacía algunos años, algunas veces, mi voz casi se apagaba. Durante el procedimiento, a la entrada de su consulta, el analista me recibe con un hola muy sonoro, aún de cara a la pared. Acudo a la última sesión. Hacerse entender, de otra manera que no sea tosiendo, la tos de mi abuelo, de mi padre y la mía. Levantarse, “tomar la palabra”. Un malestar notable, en el avión que me lleva a Israel, al congreso cuyo título es: “Leer el síntoma”. Recuperado, bromeo. “El pequeño gracioso”; atrapo el sentido de este significante que surge de vez en cuando. Mi familia tuvo miedo. Era impúdico, “mostrándome, cuerpo gozándose, el yo en el exilio”. La pulsión es . Dos palabras se imponen: “prudencia” y “responsabilidad”. Conviene ser prudente con este juego mortal. Conviene también asumir la responsabilidad. Un último sueño, al regreso: he olvidado mi sesión. Voy a coger el siguiente tren, pero no encuentro las llaves para salir de mi casa. Los manuscritos del mar Muerto en sus vasijas. La última sala del Memorial en Jerusalén. Es una biblioteca circular, donde se identifican, números de serie y nombres propios: sólo cifras, sólo letras. En el centro, un pozo sin fondo. Y debajo, la vida de la gente, sus ficciones. Despertar. No tenía sesión ese día. Me levanto. Les digo a mis dos pasadores que, cada uno, ha sido designado por su analista como pasador, durante el procedimiento del pase. Sorprendidos, soplados, uno en una tienda, el otro en su coche –cada uno ríe, yo también-. Mi pase ha comenzado como un chiste. Traducción: María Martorell Linares
EL AUTOR
Bernard Porcheret. A.E. Psicoanalista en Nantes. Miembro de la ECf y la AMP. Email: bernard.porcheret@gmail.com
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Notas
1 Cortó, en francés es coupe, machete, en francés es coupe-coupe. (N de t.) 2 Lepère, en francés homófono con “le père”: el padre. (N de t.) 3 Padre. (N de t.) 4 désêtre, es un neologismo formado con el prefijo verbal dés, que denota negación o inversión del significado y être, que es el verbo ser. Su sonido es parecido a désert, que significa desierto. (N de t.) 5 Le trou du souffleur: Se refiere al agujero de la concha del apuntador (teatro). Souffleur (literalmente, soplador) (N de t.) 6 Lacan J., “Yale université 24 novembre 1975 ; Entretien avec les étudiants”, Scilicet n°6/7, pág. 35 7 La palabra deyección, tiene varios significados, tanto en francés como en español. El DRAE, aporta las siguientes definiciones: 1. Defecación de los excrementos. 2. excremento. 3. Conjunto de materias arrojadas por un volcán o desprendidas de una montaña. (N de t.) 8 Lugar y llegar, están escritas en español en el original (N de t.) 9 En el original L›home-tombe. Tombe, en francés, significa tumba, pero también puede ser la tercera persona del singular del presente de indicativo o de subjuntivo del verbo tomber, que significa caer. (N de t) 10 En esta oración, hay una homofonía entre élèves (alumnos) élevés (educados) y se levait (se levantaba). (N de t) 11 En el original es un juego de palabras que suenan parecido, sin llegar a ser homófonas: “Sideré (pasmado), sécaré (sin traducción), époustouflé (asombrado), séparé (separado)…”. (N de t.) 12 En el original: croque, que significa mascar, crujir, chascar. Forma parte del significante amo, enterrador, que en francés es croque-mort, la segunda parte de este significante, mort, significa muerte. Donde ello era, el yo debe advenir (N de t.) 13 Donde ello era, el yo debe advenir (N de t.)
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Fijar una errancia
Textos: Ana Castaño Imágenes: Sebastián Rosso Intervención en el Grupo de investigación de la Psicosis del NUCEP el 8 de mayo de 2013.
“Así se comprende mejor el curioso sentido que tiene la navegación de los locos y que le da sin duda su prestigio. Por una parte, prácticamente posee una eficacia indiscutible; confiar el loco a los marineros es evitar, seguramente, que el insensato merodee indefinidamente bajo los muros de la ciudad, asegurarse de que irá lejos y volverlo prisionero de su misma partida”. Stultifera Navis. Historia de la Locura en la época clásica. M. Foucault En unos meses tendrá lugar el Segundo Congreso Europeo de Psicoanálisis -PIPOL 6- en el que alrededor de un eje central: “Después del Edipo” convergerá la diversidad de la práctica analítica en Europa. Es la conjunción de estos dos elementos lo que me animó a escribir estas líneas sobre mi práctica en una institución pública de Salud Mental, que salvando las distancias, en sus propuestas de clasificar, evaluar, rehabilitar, y reconducir, en definitiva de segregar, se asemeja a una versión moderna de esa nave de los locos que describió Foucault. Trabajar en una institución de estas características lleva implícito estar alienados, nos guste o no, a ser garantes del orden público. En estos momentos a pesar de la
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democratización de los espacios, la cuestión del orden público toma un papel crucial en la demanda Psy. La presencia de lo jurídico cada día es más prevalente en el malestar de nuestra civilización y a los que trabajamos en estas instituciones nos coloca en una difícil posición: decidir sobre la responsabilidad del individuo en relación a lo que se entiende como norma. Los poderes públicos nos exigen esa regulación sobre quién puede circular y como ha de hacerlo para integrarse a la comunidad, se trata de entrar, salir y por supuesto volver dentro de lo estipulado. Lo que no entra dentro de este circuito se consideran modos de fugas. El problema, que no deja de tener su contradicción, es que en esta sociedad híper moderna del “Enjoy Coca-Cola”, del goza sin parar, las fugas, las errancias, son cada vez más frecuentes y la psiquiatría aumenta su listado de síntomas que se agrupan en torno a trastornos “dis”, “hiper”, “bi”….. Como nos señala Gil Caroz en la introducción para este encuentro hay siempre un demasiado que no se reabsorbe por la estructura. Este demasiado apunta al goce puesto en juego que los diagnósticos pretenden aglutinar y que desde el psicoanálisis de la última enseñanza de Lacan bien sabemos de lo que se trata: El uno sólo, L’un tout seul, para cada sujeto; es hacia esa particularidad, hacia ese real, que orientaremos al sujeto en una cura.
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Por lo tanto estar orientados por el Psicoanálisis se hace imprescindible para que más allá de los obstáculos que presente la institución llevemos a cabo esta tarea del bien-hacer para construir un bien-decir. Pienso que dar cuenta de la clínica, que no es sin una política del síntoma y una ética que nos orienta, es una de las formas de pasar de la práctica instituida a la práctica instituyente con efectos de formación para el practicante tomado aquí como analizante. En nuestro acto damos cuenta de hasta donde hemos llegado en nuestra propia experiencia analítica. Como nos recuerda Jacques-Alain Miller en su curso El ser y lo Uno, nos ocupamos de lo real también para nuestro uso, para orientarnos “para hacernos vislumbrar en que punto esta experiencia, aquella a la cual nos prestamos como analizantes y que ponemos en marcha cuando hacemos de ella una práctica, requiere la introducción de la referencia a lo real para ser pensada”. La modernidad va produciendo otras manifestaciones de la clínica que dificultan situar la estructura de forma inmediata, en muchos casos hay que tomarse un tiempo. La clínica de las suplencias de esta última enseñanza de Lacan nos permite dar cuenta de ciertos desanudamientos, de desamarres del punto de capitón, como sucede en la categoría de las psicosis ordinarias o en otros síntomas contemporáneos. Para poder llegar a este punto me parece fundamental transitar la clínica clásica y es por eso que he tomado un fragmento de un caso de psicosis desencadenada precisamente por lo que ésta nos enseña también en lo referente al Sinthome y las invenciones posibles en la época del “Después del Edipo” que son otras a las posibles en otra época. En este caso se revela la complejidad de orientar a un sujeto en el que el fuera-de-sentido está a cielo abierto así como las maniobras para sostener la transferencia cuando prima el inconsciente real. Mi apuesta tiene como horizonte no retroceder frente a la psicosis y al sujeto que la padece, a pesar de las dificultades que entraña cuando se está rodeada de métodos que apelan al cientificismo y reducen el malestar a una disfunción biológica. El caso que he escogido no es muy florido sino que más bien tiene un matiz de imposibilidad en su estructura que es del orden del extravío y que haría desistir, pero aun así me parece que brindarle la posibilidad de
“He ido colocando pequeños artefactos para armar una discreta red entre sus piezas sueltas ” una escucha, que no es una escucha cualquiera, puede hacer que su destino sea más amable y no se limite a un vagabundear al infinito poniéndose en riesgo a cada paso. He de decir que a la institución de Salud Mental llegan muchos sujetos de estas características que son tomados como crónicos, con los que se da por hecho que no hay nada por hacer si no se someten a ser uniformados para el higienismo dominante. Por suerte el psicoanálisis nos da otra perspectiva.
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“Para todos aquellos que por estructura se quieren no incautos su vida no es más que un viaje”. Jacques Lacan. “Les non-dupes errent”. M es un hombre de mediana edad, muy corpulento, originario de un país magrebí, que ya en su primera entrevista despliega que el Otro con su sola presencia le avasalla, le atemoriza. Al entrar con una bolsa de viaje, sudoroso y muy inquieto, me pide si puede dejar la puerta abierta a lo que le contesto calmadamente: Como usted desee….. Inmediatamente me insta: “¿No está escuchando lo que esos dicen de mí?”, le respondo: Por ahora no. Le invito a sentarse y a que me hable de por qué está aquí. Se presenta totalmente invadido por fenómenos elementales, interpelado por lo alusivo de la alucinación verbal, lo que es una dificultad a la entrada. ¿Cómo puntuar con precisión para no desbaratarle todavía más? Mirada y voz son los objetos que se le tornan insoportables y pueden llevarle a un pasaje al acto. Acceder a sus condiciones en esta primera vez permitió un viraje: se dio un mínimo de confianza para comenzar su relato del que me va haciendo partícipe durante varios encuentros. Resulta muy complicado seguir un hilo conductor de este relato ya que en algunas ocasiones se presenta muy desestructurado y con la necesidad de realizar constantes abluciones relacionadas con su religión para “no dejarse arrastrar por el demonio que lleva dentro, por su parte satánica”, incluso lleva una toalla al cuello por si precisa lavarse urgentemente en cualquier lugar para estar del lado de Dios y salvarse. Lleva en Madrid tres meses procedente de un país nórdico donde ha estado viviendo los últimos años y en el que le diagnosticaron y trataron la esquizofrenia que padece desde hace diez. Ha vivido en un sinfín de países, divorciado en cuatro ocasiones y con dos hijos a los que ve en contadas ocasiones. Estudió hasta 2º de empresariales, habla varios idiomas y realizó diversos trabajos para subsistir. El padre era militar, muy autoritario, pero de él guarda un grato recuerdo, se emociona al recordarle incluso hasta el punto de no poder continuar con la conversación, se desmorona, su cuerpo cae. Cuando fallece el padre, M se encuentra en el albor de su adolescencia, siendo un momento crucial para él: comienza a hacer cosas inusuales que están relacionadas con un exceso de goce y sorprenden a toda la familia ya que era muy correcto y educado. Lo único que dice de ese período es que le pasaban cosas raras “Me querían matar”. Podemos pensar que en este tiempo se produce un desencadenamiento que le lleva a iniciar su errancia en la que se siente atrapado y de la que dirá: “Después de viajar tanto no encuentro mi lugar”; durante una temporada se mantiene más o menos estable hasta su propia paternidad donde los fenómenos elementales le invaden exacerbadamente y presenta episodios de agitación que le llevan a un ingreso y a la separación de la madre de sus hijos. Estos fenómenos consisten en la visión de sombras amenazantes de diablos y espíritus que le instan a la maldad, escuchar el timbrar de un teléfono que interpreta
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como una señal para llamar a sus hijos o conversaciones sobre el bien y el mal donde siente que él es tres y, la mirada extremadamente hostil de los demás porque él les lee el pensamiento y se introduce en sus ideas. Para evitar un gesto violento, de hacer daño para defenderse, necesita hacer algo para distanciar la presencia de estos fenómenos: escribe cartas bonitas a los hijos, rompe sus documentos, se cambia de vivienda o de número de teléfono, si no lo hace se siente muy inquieto, no puede quedarse y se marcha o se daña -ha tenido varios intentos autolíticos-. Su estar en el mundo lo define como “Siempre estar en vigilancia y luchando para ganar la batalla”. Un día me dice apesadumbrado que no ha podido venir antes porque sintió que se enamoraba de mí, en esa parte del cerebro que no es la adecuada. Le señalo que hizo muy bien, se tranquiliza y habla de lo que le pasa con las mujeres, se ha vuelto a casar y ahora no sabe cómo salir del lío. Cuando está estable se arregla y muestra un semblante muy agradable que le permite conversar con mujeres pero “algo se mete dentro de mí y no puedo manejar, me manejan como una batería que se está descargando….”. Esto le lleva a terminar casándose y al poco tiempo la cercanía que implica el ser mirado, lo lleva a salir huyendo. Inicia trámites de separación que no puede concluir porque si lo hace “Le sale el hueco”. Este movimiento lo ha repetido varias veces aunque ahora piensa que no le va a pasar más, que se nota diferente pues me ha pedido ayuda para ello, ayuda que consiste en un papel con su diagnóstico y que no ha llegado a utilizar nunca. Este papel con mi firma le sirve como una especie de salvoconducto para no perderse del todo en sus fugas y regresar. Sometido al mandato de lo familiar, cada tanto se ve impelido a ir a visitar a su madre o a sus hijos, el problema es que lo familiar presenta todo el tiempo la cara de lo siniestro al descubierto y le desestabiliza en exceso. En relación a un próximo viaje expresa su deseo “de una vida sin papeles” a lo que le puntúo que los lugares familiares son ciudades de tránsito y que esté donde esté, aquí siempre puede volver. Esta intervención tiene un efecto apaciguador muy notable y le permite otro modo de estar entre los otros que no sea con “la condena de una emboscada permanente”. “Ahora pienso de otra manera, soy consciente que me pasa algo, soy como una hoja de árbol sin gravedad pero este lugar, usted, es mi punto de partida”. Va y viene de otra manera, se busca lugares adecuados para él como vivir en trasteros, ya que ha comprendido que los albergues no le convienen, demasiada gente, demasiadas miradas. Al mismo tiempo puede tomar el metro, no necesita llevar la toalla al cuello y aunque reza, ya que es un modo de estabilizarse porque “Dios es la lógica de las lógicas”, lo hace a solas. Esboza puntos delirantes alrededor de ese primer sintagma “Me quieren matar”, que no llegan a constituirse en metáfora y cada tanto irrumpe algo “real”, como él lo llama, que le hace comprobar en acto si yo continúo en el mismo lugar o constatar que era necesario venir sin cita previa por el color de mi ropa. En alguna ocasión me llama asustado desde su particular periplo por sus ciudades de tránsito y, con solo decirle no te va a pasar nada, sabe como volver. Ha logrado fijar parte de su errancia y esto hace virar la transferencia a un punto donde el estar del analista con su
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imagen: Sebastián Rosso
cuerpo es fundamental para que el desorden de su real se atempere. De la erotomanía en la transferencia del primer momento ha pasado a la necesidad de protegerme en la actualidad, lo que sigue siendo un escollo, la mirada sobre mi aún está muy presente y se puede tornar en una amenaza para él. Lo escrito tiene un valor para M, le calma. En alguna ocasión me ha traído, como un regalo especial, la heráldica de mi apellido y se fija especialmente en la caligrafía de un dibujo japonés de mi consulta. Creo que en el encuentro con este sujeto he ido colocando pequeños artefactos para armar una discreta red entre sus piezas sueltas y es a partir de ahora que se inicia un posible camino hacia una invención para M, que podría intuirse del lado de cómo hacer un uso de la letra que permitiría poner la mirada a la distancia adecuada. “El analista no piensa”. En su acto se borra, borra su pensamiento, retiene su voluntad de pensar y queda su presencia: debe estar allí. Jacques-Alain Miller, sesión del 30 de Marzo. Curso 2011.
LA AUTORA
Ana Castaño. A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Email: anakapicua@hotmail.com
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El goce del Uno no es signo de amor: una reflexión sobre el odio
Textos: Rosa López Texto pronunciado en XI Jornadas de la ELP: Un nuevo amor... destinos del amor en la experiencia analítica, A Coruña, Noviembre de 2012.
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n Aún Lacan escribe lo siguiente: “Cuando dije: Hay Uno, cuando pisoteé eso como un elefante todo el tiempo, se dan cuenta en qué les estaba metiendo”. ¿Hasta qué punto hemos calibrado las consecuencias de esta promoción del Uno? Con la última enseñanza de Lacan se nos acabó pensar la clínica desde la relación que el sujeto establece con el Otro porque entramos en el reinado del Uno de la soledad, el Uno del goce que no establece relación con nada de lo que al Otro le parece sexual y que no hace lazo social. El propio Lacan no acaba de captar la radicalidad de su cambio de paradigma cuando afirma “El goce del Otro, no es signo de amor”, fórmula que acabará resultándole precaria. La expresión goce del Otro es un oxímoron. El goce es siempre del Uno y al Otro le corresponde el deseo. La cuestión es entender cómo el goce Uno puede llegar a relacionarse con el deseo del Otro, y para ello tenemos que sumergirnos en ese otro goce que consiste en hablar del amor. El amor como contingencia surge cuando dos hablantes se reconocen en sus síntomas, en sus afectos, en sus fallas, en definitiva, en todo aquello que marca la huella de su exilio de la relación sexual. Por primera vez Lacan
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otorga al amor la dignidad de valentía frente al fatal destino de los unos solos. Si el goce Uno escribe incesantemente la soledad, dejando la huella de la ruptura del ser, sólo el amor, que se dirige al Otro, hace que dos soledades se unan en un destino común. Lo que despierta el amor por el otro es aquello de lo que cojea, su falta, el modo en que se encuentra afectado por el saber inconsciente -“A mí me pasa, lo mismo que a usted”, reza una conocida canción de amor...-. Entonces dos saberes inconscientes entran en sintonía. El problema surge cuando queremos saber “demasiado” sobre el otro y pretendemos captar su ser. Si la relación de sujeto a sujeto mueve al amor, la relación de ser a ser conduce al odio porque se dirige al goce. Cuando entra en escena el goce de cada uno, se rompe toda ilusión de compañía. Lacan creó el neologismo odioenamoramiento para indicar ese punto crucial de reversibilidad del amor en odio que transforma al partenaire en algo insoportable. Esa cara que antes nos fascinaba ya no podemos ni verla, y esa manera de ser que nos enternecía por sus fallas ahora resulta insufrible. No aguantamos ni lo que dice ni lo que hace porque sabemos demasiado sobre su goce que nos excluye. El odio es una manera de responder a ese modo
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Llegados a este punto propongo que pensemos si la reversión del amor en odio es absolutamente inevitable o, por el contrario, el análisis puede dar al amor otro destino. Hacer del amor algo más digno es no permitir que éste se degrade por la vía de la necesidad, que borra lo que hubo de contingencia única, para transformarlo en repetición fallida y en dependencia. Odiamos a aquel que amamos porque se nos ha convertido en algo necesario, y el sentimiento de dependencia vital nos lleva inevitablemente hacia el odio. También puede ocurrir que, guiados por la impaciencia, no esperemos a que se dé la verdadera contingencia del amor y nos agarremos a cualquier otro como a un clavo ardiendo. Aunque esta salida puede dar-
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LA AUTORA
Rosa López. A.M.E. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP. Email: rosamarialopezs@telefonica.net
página siguiente imágen : Gabriel Varsanyi
de goce del partenaire cuyos signos conocemos demase en cualquiera, hemos de reconocer que es más propia siado sin poder experimentarlo. Desafortunadamente el del sexo femenino, pues el hombre por su conexión con odio es un sentimiento más estable y radical que el amor el falo nunca está solo, mientras que la soledad es el verporque no depende de un discurso que lo sostenga. dadero partenaire de la mujer y a menudo se convierte en El analista sería tan ignorante como el dios de Empédocles una fuente de desesperación insoportable que la empuja si no conociera el odioenamoramiento, que por otra parte a elecciones disparatadas. En estos casos, el odio puede es lo que da relieve a la experiencia analítica mediante dominar una relación que no tuvo el contrapeso de la la transferencia. Para entender la función del saber en el contingencia amorosa. análisis es necesario situar el odio en su justo lugar. Nada que ver con la deriva post freudiana que confunde el odio “Lacan otorga al amor la dignidad con la agresividad, que lo nombra con el término bastardo de ambivalencia de valentía frente al fatal destino de o que lo reduce a los celos fraternales los unos solos” que hacían palidecer a San Agustín. Lacan va modificando su concepción del odio a lo largo de su enseñanza. En los inicios de la misma definía el odio como una de En la experiencia analítica el sujeto puede obtener un salas pasiones del yo (junto con el amor y la ignorancia). De ber sobre la letra de su propio goce, lo cual le permitirá este modo, nos indicaba que el odio es una de las formas “hacerse” con su síntoma y hacer con él. Esta operación de desconocimiento a las que el sujeto puede recurrir. debe distinguirse del querer saber sobre el modo de goce Sin olvidar esta dimensión imaginaria, en su Seminario del partenaire. El psicoanálisis no promueve esta última XX nos propone otro empleo del odio, esta vez al serviorientación del saber, propio de la sexología, que Lacan cio de la lucidez. Es el odio que guía a quienes no le atri- califica como “demasiado”, pues no conduce sino a lo buyen una suposición de saber y que le llevó a decir que peor. Muy bien podríamos hacernos expertos en el goce los que mejor le conocían eran aquellos que le odiaban. de la pareja mientras desconocemos el propio. Con esta nueva perspectiva Lacan cierra el seminario El resultado de un análisis no excluye completamente el dirigiendo a su auditorio una pregunta que tiene cierto odio y no nos convierte en bellas almas angelicales. Por tono de reproche: “¿Seguiré el año próximo? ¡Hagan sus el contrario, el odio cumple una función en la vida y tamapuestas! ¿Querrá decir que los que adivinen es porque bién en la transferencia, pues otorga la lucidez que hace me quieren? Saber lo que la pareja va a hacer no es prueposible situar algo de la letra. La cuestión estriba en que ba de amor”. Podemos deducir que ese saber sobre los acel odio no se convierta en una de las pasiones del ser que tos del otro no puede pensarse como una prueba de amor degrada constantemente el amor. sino más bien de odio. Estamos de lleno en el terreno de Podemos esperar, por tanto, que durante el proceso anala transferencia, donde la oscilación entre el amor admilítico -y no sólo en el final del mismo- se abra la posibilirativo al saber supuesto en el analista puede dar lugar al dad de soportar el modo de goce solitario del partenaire odio desconsiderado hacia ese saber, incluso a la crítica sin que eso provoque nuestro rechazo, ni se constituya más aguda. en una afrenta narcisista, o dé lugar a un sentimiento de Hay una diferencia fundamental entre el odio como abandono, pero fundamentalmente sin que la lucidez del desuposición del saber y el odio como rechazo del ser. El odio se convierta en una pasión que nos consuma. primero puede dar lugar a la lucidez que hace progresar el saber, mientras que el segundo apunta ciegamente a la destrucción del otro. En ciertos casos, el odio puede servir para leer entre líneas, trascender los límites del sentido y los espejismos idealizantes del amor, pero no es un medio imprescindible: sería un error elogiar su lucidez y otorgarle un carácter sistemático respecto al “saber leer”.
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Homenaje a Eugenio Trías
Textos: Jorge Alemán, Sergio Larriera Imágenes: Ana Soteras, James Lin Acto realizado en la Biblioteca de Orientacion Lacaniana de Madrid el 6 de Marzo de 2013.
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uis Teszkiewicz: Eugenio Trías fue un filósofo español, creador de un sistema filosófico propio: la filosofía del límite. Para muchos ha sido el más importante pensador en lengua española desde Ortega y Gasset. Autor de una treintena de libros ampliamente leídos para su género. Traducido a diversos idiomas (alemán, francés, italiano, inglés, sueco, portugués, esloveno, etc.). En el año 1995 le fue otorgado el Premio Internacional Friedrich Nietzsche, máximo galardón internacional al conjunto de una obra filosófica, honor que comparte, entre otros, con Jacques Derrida, siendo el único filósofo español que lo ha obtenido hasta el momento. Estas pocas líneas pueden señalar su importancia como filósofo. Los elogios fúnebres fueron casi unánimes, pero también fue casi unánime la omisión de su relación con el psicoanálisis. Para nosotros, analistas, el pensamiento de Trías tiene un valor añadido: su filosofía del límite hace lugar al inconsciente freudiano. Hizo su experiencia del inconsciente como analizante porque, como él mismo explica en su libro El árbol de la vida: “… el psicoanálisis se me aparecía ya entonces como el talismán propio de nuestra época y condición para que ese viaje pudiera llevarse a cabo, era el instrumento y alimento de nuestra edad para realizar el único imperativo ético que siempre he reconocido, el
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imperativo délfico y socrático que dice así: conócete a tí mismo, conoce tu propia medida”. Y agrega en una entrevista: “Pero también por esclarecer en un modo específico y singularizado mi propio contexto familiar y social, de manera que pudiese transformar mi ethos, mi conducta, en aspectos decisivos: en un avance hacia la verdad propia, hacia el propio destino, y en dirección a un sentido de responsabilidad (o sea, de libertad) que era mi máximo deseo. Mejoraron muchas cosas en mi vida. Siempre digo que, junto al nacimiento de mi hijo, la aceptación de la familia de la que procedo, y la elección de mi actual esposa, Elena, el psicoanálisis ha sido la mejor de las aventuras vitales en que me he embarcado. Fueron cuatro años muy intensos. Durante dos años: cuatro sesiones semanales.” También tuvo con el psicoanálisis un compromiso institucional, ya que fue Socio Fundador, y Vocal de la primera Junta Directiva, de la Biblioteca Freudiana de Barcelona, de tanta importancia en los inicios de la difusión del psicoanálisis lacaniano en España. Era consciente de esta excepcionalidad en el panorama filosófico español. Dice en el libro de Alemán y Larriera, Filosofía del límite e inconsciente. Conversación con Eugenio Trías, Síntesis, Madrid, 2004, pág. 15: “Y es que el psicoanálisis, cuando es de verdad, provoca siempre esta duplicidad en la recepción, máximamente en un
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imagen: Ana Soteras
país, España, en donde ha debido siempre vencer grandes resistencias, pues a causa de sus tradiciones altamente gazmoñas, clericales y carcamales, de un derechismo vital ampliamente arraigado, siempre produce aversión y sonrojo aquello que Freud puso sobre el tapete: la sexualidad; sobre todo la experiencia y la conciencia (o expresión verbal) de la propia sexualidad”. Su filosofía bebe en las fuentes del psicoanálisis. Dice en una entrevista: [Todas mis obras] “se hallan impregnadas de ideas psicoanalíticas, sobre todo a partir de los años ochenta, cuando –tras la experiencia de casi cinco años de cura psicoanalítica, cura por la palabra- comencé a fraguar mi filosofía del límite, la más ajustada al final de esa travesía con la que culminaron mis primeros cuarenta años de aprendizaje y andanzas”. Y en el libro de Alemán y Larriera (p.99): “Todo esto se proyecta sobre una nueva idea de sujeto; una nueva idea de sujeto que en cierta manera tiene la ventaja de que asume el cuestionamiento de la subjetividad sustancial que procede del ego cogito cartesiano, o del sujeto sustancial de Hegel, o del idealismo alemán; se asume, por tanto, la escisión del sujeto, o la divisoria de la subjetividad trazada por el inconsciente freudiano, o por sus prolongaciones”. Trías se interesa especialmente en las sombras que deja tras de sí la razón restrictiva (la locura, la sinrazón, lo siniestro, la pasión). Y afirma “En cierto modo, la idea
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de sombra procede de un diálogo con el psicoanálisis freudiano, que es el que me importa y compromete” (p. 107). Declara Trías en una entrevista: “Y luego descubrí la gran síntesis de ideas freudianas y metodología estructural que proponía Jacques Lacan. Me interesaron mucho las ideas sobre la Letra, el estadio del Espejo, el inconsciente “como un lenguaje”, la primacía del Significante, la reinterpretación de la ecuación falo/castración, la idea de Edipo revisitada, la primacía simbólica, el nombre del padre, etcétera”. Hacia el final del libro de Alemán y Larriera, Eugenio Trías realiza una crítica a la intelectualidad española y su generalizado rechazo del psicoanálisis: “… muchos de los protagonistas de esta cultura democrática mantienen profundas y radicales resistencias en razón de esos principios educativos [se refiere a los del nacional – catolicismo] que no han logrado eliminar del todo: y por esa razón se sienten demasiado intimidados e interpelados por la cultura que el psicoanálisis alienta, que es una cultura liberadora”. “Prefieren vivir (…) en el Castillo de Barba Azul (…) bien oscuro y cerrado, sin que salten cerrojos y bisagras, o puertas enteras”. “Yo conozco muchísimos protagonistas de la cultura de mi generación que desgraciadamente responden a este perfil: muy “liberados” en lo superficial, pero
L Letras en la Ciudad radicalmente inhibidos en las raíces que les permitieran una aceptación y acogida de ese imperativo del “conócete a ti mismo” que preside la obra de Freud y la cultura del psicoanálisis” (p. 122, 123). Para terminar esta breve introducción quisiera citar la proposición imperativa moral que propone Eugenio Trías y que, a mi entender, se acerca mucho al psicoanálisis: “Obra de tal modo que la máxima de tu conducta se ajuste a tu propia condición, que no es únicamente viviente ni puramente inteligente, que no es sólo animal ni puede ser divina” (p. 110). Ya, sin más, paso la palabra a Sergio Larriera. Sergio Larriera: Quiero comenzar mi intervención destacando que la densidad de esta audiencia y la seriedad de estas palabras que me han conmovido mucho más allá de lo que yo esperaba me fuera a suceder hoy. Hablar de Eugenio Trías muerto, para mí es algo casi verdaderamente impensable. Con Jorge conocimos a Eugenio Trías en el barrio de La Boca en Buenos Aires, en el año 1974, en ocasión de un evento cultural de presentación de unas revistas. Él era un joven filósofo español que en ese momento se encontraba viviendo en la Argentina, estuvo más de un año allí. Era un pensador que había logrado su fama en torno a sus obras juveniles La filosofía y su sombra y Filosofía y carnaval, sobre ello estaba ordenado y montado su brillo en ese momento cultural. Nosotros ni sospechábamos el hecho de que volveríamos a vernos en España ni pensábamos que vendríamos a España, ni nada de eso estaba entre los cálculos posibles, era simplemente el encuentro con un filósofo destacado, joven, de renombre que en ese momento empezaba a sonar. Ya aquí en España en la Escuela que precedió a la constitución de esta Escuela, fue la llamada Escuela Europea de Psicoanálisis, 1997, Jorge fue convocado para compartir con Eugenio Trías, desde el punto de vista psicoanalítico, una presentación que se hacía de él en el seno de la Escuela en Barcelona. A propósito de esa presentación, estuvimos revisando algunos textos fijando la atención especialmente en uno, La aventura filosófica(1987), publicado hacía relativamente poco tiempo. Preparando esa intervención de Jorge que iba a tener lugar en Barcelona, nos adentramos en la lectura y quedamos particularmente conmovidos y apresados con un esquema en el cual empezaba a esbozarse lo que posteriormente sería la topología de su filosofía del límite. En ese momento nosotros captamos la importancia de ese esquema en estos términos: primero, que en ese esquema estaba especialmente la posibilidad de articular el psicoanálisis con la filosofía de Eugenio Trías que ya en ese entonces, 1997, había tomado cuerpo, era una obra importante. ¿Qué nos había llamado la atención en ese libro y en particular en este esquema? La cuestión de una escritura de lo que él llamaba el gozne o la frontera que para él establecía las condiciones de posibilidad de una ontología del límite. ¿Qué era el límite para Trías en ese momento? El nombre de lo que mejor responde a lo que se llama ser, la problemática del ser. Es decir, había una traslación de la tradición que atravesaba toda la filosofía, para Trías el ser se ponía en escena de una manera particular en esta idea que estaba bosquejando de la cuestión del límite, la idea del gozne o frontera. El gozne es una copulación disyuntiva, hay cópula y disyunción, como
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es para los psicoanalistas, y por eso a nosotros nos capturó rápidamente pues tenía todas las resonancias y las reminiscencias de la famosa formulación lacaniana del ser, el sujeto, la relación del sujeto con el Otro, etc., lo que aparece en el Seminario 11. Ahí encontramos el modo de conectar con estas formulaciones de Trías. Él hablaba de un cerco del aparecer, lo que llamamos mundo, lo que aparece, lo que indudablemente tiene connotaciones y leyes, hay una necesariedad de lo que aparece. Y en contraste con este cerco del aparecer un cerco hermético o arcano, un misterio, es lo que se sustrae a la aparición. La relación de estos dos cercos se articulaba en un gozne, que constituía el límite con su doble frontera. Si recuerdan el esquema lacaniano lo van a entender perfectamente. A Trías le permitió, en esta primera aproximación desmontar, reescribir, y dar cuenta de una red de oposiciones que atraviesan toda la filosofía, fundamentalmente la idea de razón y revelación, o la idea de ciencia en oposición a lo sagrado, etc. Su filosofía consiste en que no se trata de procesar y dar cuenta solamente de lo que aparece, sino de tener en cuenta que a la razón se le sustrae aquello que justamente por naturaleza se oculta y es imposible de llevar al concepto, de llevar a la escena del aparecer. Para nosotros esto tuvo una amplia repercusión, pues a partir de este encuentro en esa circunstancia, se inicia una relación de amistad y de diálogo de Trías y Jorge Alemán donde, en sucesivos encuentros, van afinando una serie de cuestiones y entrando en resonancia, hasta que Jorge finalmente convence a Eugenio para que dicte un Seminario en Madrid. Ese Seminario se inicia en torno a 1999, tuvimos unos primeros encuentros en Cruce, Centro de Arte y Pensamiento, una institución hermana y amiga con la que colaboramos muy a menudo. Continuamos en nuestra consulta, donde estuvimos dos años, y de allí fuimos al escenario final de ese Seminario que fue el Círculo de Bellas Artes, donde comenzamos en una posición desplazada en una quinta planta, luego finalmente bajamos a la Sala de Juntas donde se le dio a Eugenio Trías y a su Seminario el lugar que le correspondía en el Círculo, y ahí estuvimos hasta el final, alrededor de 1910…, [risas ante el lapsus]….quiero decir 2010. Es difícil hablar de la muerte sin equivocarse. Aquí está el grabado esencial por el cual nosotros fuimos inicialmente atrapados y encontramos el factor de vinculación con la obra de Trías.
Cerco hermético
Cerco fronterizo
Cerco del aparecer
L Letras en la Ciudad Aquí está el cerco del aparecer, donde lo que aparece ahí como mundo; el cerco hermético es aquello que se sustrae. Lo que aparece, lo necesario, lo que se sustrae como imposible y en ese centro fronterizo, que es donde habita el fronterizo, habita el sujeto porque en determinado momento y en el libro donde conversamos con él lo recalca, el habitante del límite es el sujeto. Lo cual nos permitió establecer cierta relación transversal entre lo que es este modo de presentar las cuestiones, la idea de sujeto fronterizo, con lo que es el sujeto del inconsciente, de esa manera establecimos cierta conexión. Esto es el límite puesto en su mínima expresión: por un lado hay un arco que es el modo en que el misterio, lo arcano, lo hermético, eso que se sustrae, que sin embargo está operando como límite de lo que sería el campo de la razón del mundo de lo que aparece.
Lo que aparece pero mermado por la sustracción
Cerco hermético
Cerco fronterizo Lo que se sustrae pero participando simbólicamente del aparecer
Cerco del aparecer
En el siguiente esquema, una fórmula que habíamos acuñado en su momento con Jorge que era lo que aparece pero mermado por la sustracción en este arco del cerco del aparecer, y lo que se sustrae pero participando simbólicamente del aparecer. Es decir que, si el cerco hermético lo planteábamos del orden de lo imposible y siempre se sustrae a la presencia, no puede aparecer, y el cerco del aparecer por el contrario era como del orden de lo necesario, lo que necesariamente aparece, lo que se presenta con sus notas, lo que se agota en sus condicionamientos y en sus determinaciones, sin embargo, es posible que lo necesario deje de aparecer, es decir que se sustraiga, mientras que contingentemente lo imposible de aparecer del orden de lo hermético puede aparecer. Esta modalización ya pertenece a los retoques y ajustes que le fuimos dando con Jorge a nuestro modo de entrar en la filosofía del límite. Esto es lo esencial. Son distintos modos de establecer correspondencias y resonancias con lo que es la experiencia psicoanalítica, y en última instancia esta transversalidad entre lo que es el sujeto del límite, el sujeto fronterizo y el sujeto del inconsciente. A partir de este esquema, para un psicoanalista la obra de Trías es un agradable viaje, un conmovedor encuentro con la filosofía en muy distintos aspectos y manifestaciones. Lo recomendamos como punto de partida, a partir de nuestra conversación con él y de lo que pudimos ir estableciendo. En esa conversación hemos llegado a presentar aspectos de sus sueños e interpretarlos, darles una significación,
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encontrar un sentido para esos sueños, pero a partir no del psicoanálisis, no de una interpretación psicoanalítica sino del propio sistema de Trías. Eso fue un feliz encuentro con él, en ese sentido. Eso es un ejemplo, en este libro en la página 39: En una ocasión en que de niño padecía una fiebre muy elevada tuvo “una pesadilla que nunca he podido olvidar. Me hallaba suspendido en el eje de la Tierra. Pero lo que me envolvía era el vacío interestelar: Un “blanco sobre blanco” que no tenía fin, o que sugería de modo terrorífico la palabra que a veces se nombraba para designar uno de los atributos de la divinidad (y también del universo existente): la palabra “infinito”. Fíjense qué experiencia, qué intensidad esta pesadilla en esa absurda posición donde está suspendido del eje de la tierra. “Me deslizaba por el eje de la Tierra como si se tratara de un espantoso tobogán que no tenía principio ni término. Bajaba y bajaba a velocidades de vértigo, sin que nada ni nadie pudiese detener esa caída libre en picado en el más desolado de los vacío siderales”. Esta cuestión del vértigo en él tiene la importancia que podemos encontrar en Heidegger en la noción de angustia. El vértigo es una cuestión esencial en el desarrollo de Eugenio, y aparece en el libro El árbol de la vida, un libro para iniciar a los psicoanalistas, él asume con una muy valiente posición el compromiso de presentar lo que para él es la íntima e inextricable relación entre vida y pensamiento. Hasta el punto que relata infinidad de sueños e historias sexuales y dice que es imposible despojar a unas memorias de su contenido sexual. Su posición siempre está al lado o tocada o atravesada íntimamente por el psicoanálisis en todo lo que sostiene. En esta pesadilla, iniciamos un diálogo mostrando esa importancia, el hecho de que pudimos trabajar sus sueños desde su propia teoría. Es decir, desde la relación del cerco hermético con el aparecer como mundo, de qué modo ciertas ideas, ciertas vivencias de los sueños se plasmaban en un concepto filosófico. Eso se ve claramente en la noción espacio-luz que es una noción filosófico-poética-físico-astral un poco indeterminada, pero que tiene una gran importancia en su conceptualización. Eso era un ejemplo para nosotros, cómo en un sueño aparece una cuestión y luego suscita que de esa imposibilidad de comprensión de lo que está sucediendo quede una marca en el mundo del aparecer, hay una donde aquello imposible ha hecho de algún modo aparición. Aquello que se sustraía logra aparecer, de manera contingente. Vemos que las resonancias con el psicoanálisis son múltiples, indudables. Este fue el criterio de nuestra aproximación. Trías estuvo en esta Escuela, en la sede antigua de Martinez Campos, a propósito de la presentación del libro de La conversación… Evento que hemos recuperado gracias al recuerdo de Ana Ramírez que dejó una nota en La Brújula, Nº 287. Jorge Alemán: Gracias Sergio por este recorrido, porque tampoco sé cómo situarme en torno a todo esto. Es verdad, conocimos a Eugenio Trías en 1974 en el barrio de La Boca, casualmente se podría decir que es un barrio de fronteras, en el sentido de que la ciudad encuentra allí una suerte de límite. ¿Qué se buscaba en aquella época? La mesa redonda estaría compuesta por aproximadamente veinte personas, se hacía bajo la rúbrica de Psicoanálisis y literatura. Un aspecto que parece ser que después va a tener una gran tradición en la Argentina, la cuestión de
L Letras en la Ciudad los psicoanalistas escritores, estábamos Oscar Massota, Germán García, Lamborghini, Sergio, yo, estaba Eugenio. Creo que todos hablábamos bastante en serio, que no teníamos noticias de muchísimas de las cosas que tuvimos después. En aquel entonces era más probable que nos quedáramos toda la vida viviendo nosotros allí, Eugenio viviendo allí, a que nos volviéramos a ver en España. Estaba contento en su experiencia, en su “exilio” en Buenos Aires. Había escrito en aquel entonces algo que ya proyectaba lo que iba a ser su obra, ahora retroactivamente Trías aparece como un hombre muy serio, que hizo serie siempre en su vida. No le conozco nada que no esté todo el tiempo articulado a lo que a él lo causaba. Había escrito un libro que se llamaba La filosofía y su sombra, que ya manifestaba el interés por el exterior porque los rasgos notables de ese libro de 1969 eran la presencia de Lacan, Heidegger y Lévi-Strauss, un trío muy extraño y muy singular en un filósofo español. Por lo que conozco de la filosofía española en 1976, no creo que haya una obra donde comparezca un vértice definitivo del estructuralismo como Lévi-Strauss, Lacan y Heidegger. La idea de que la filosofía es la superficie de inscripción de meteoritos que vienen del exterior, esto es muy Trías, la filosofía no como algo que genera endógenamente y desde su interior el saber sobre las cosas, sino como una especie de lugar en el que impactan cosas. Él era especialmente sensible. Todos los que estábamos en esa mesa estábamos bajo todo tipo de impactos, intentábamos saber qué se podía hacer con lo que la vida había hecho con nosotros, recuerdo todavía que Masotta habló del derrumbe, su derrumbe personal a raíz de la muerte de su padre, así que se volvió ininteligible la mesa, recuerdo cientos de personas entre el público, muchos de los cuales luego desaparecieron, porque esa noche en especial, como era en el taller de Alberto Cedrón en La Boca, estaba muy frecuentado por la militancia de aquellos años. Esto es el comienzo en ese barrio fronterizo, Sergio ha relatado muy bien que después está este segundo momento del encuentro con Trías en Barcelona, y es verdad que ahí Sergio y yo trabajamos las estructuras topológicas de Trías porque nos pareció que la reforma que él le quería imponer a la razón era muy seria, no era alguien que quería pensar la religión o pensar lo que estaba más allá, sino que su proyecto era una reforma de la razón ilustrada posmoderna a través de
“El límite para él es un gozne, un operador que articula distintos espacios” un proceso topológico en donde iban a ser cambiados los límites mismos de la razón. Esta idea en la que él insiste tantas veces de que el límite para él no es un semáforo en rojo, ni es la cosa en sí kantiana ni es el límite hegeliano ni es el límite del mundo de Wittgenstein, sino que es un gozne, un operador que articula distintos espacios, fue crucial. Yo tuve la oportunidad de, en vez de entrar en los argumentos filosóficos de él, presentar los esquemas, él no tenía previsto eso y recuerdo que en la dedicatoria que me escribió puso algo así como: ‘por este encuentro con mi daimon’, llamaba daimon precisamente a eso que venía
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del cerco hermético, eso que era imposible, eso que estaba bajo la sustracción imposible y de manera contingente aparecía. Así retomamos nuestras conversaciones y quisiera destacar, a modo de homenaje, que ahora, esta tarde cuando leía el libro Conversación con Trías, pensaba que, vaya honor, qué gran honor haber estado un fin de semana en su casa con una grabadora intentando llevar las cosas al terreno de la filosofía del límite e inconsciente. Creo que es un libro raro en el paisaje intelectual incluso no sólo español. En el paisaje intelectual de nuestra lengua no creo que haya muchos libros donde se avance espontáneamente y con la libertad con que se lo hace en una conversación entre dos psicoanalistas y un filósofo y cuyo punto de partida, esto da el testimonio de la libertad que había, es escoger de entrada una pesadilla de él que Sergio y yo bautizamos en ese momento, y esto le hizo gracia, “una pesadilla epistemológica” porque nos propusimos mostrar que en el eje de esa pesadilla en su infancia temprana ya estaba la matriz topológica de la estructura de su pensamiento. Él había tenido un episodio donde un auto había atropellado a su hermanita, a raíz de eso empezó a tener una fantasía porque la fiebre le hacía ver que su cabeza se hinchaba y se hinchaba y se iba a producir un estallido. Luego relacionó el estallido de su cabeza con el embarazo de su madre que tuvo diez hijos, señalemos que la madre todavía vive y algunos de sus hijos ya han muerto. Nosotros en la corona que enviamos, junto con Mariví Gimbel pusimos ‘En la frontera siempre’ como modo de saludo póstumo. En esta pesadilla surge lo que mencionó Sergio, este sueño donde él se desplaza en el infinito y donde aparece lo ilimitado que él llama ‘espacio-luz’ que es condición de posibilidad de toda su estructura topológica. No creo que sea muy usual, ya me sorprende mucho a mí, que uno empiece en una casa con un filósofo una conversación de una pesadilla y le demuestre y él acepte esta demostración de que esta pesadilla es la vía regia no para interpretarla nosotros como psicoanalistas, sino hacer una lectura de cómo en esa pesadilla están todos los elementos que luego van a articular su construcción topológica. Nosotros vamos mostrando toda la concepción de la ciudad de Trías y la concepción de su filosofía y la concepción de su vida, hacen a lo mismo. Ese es otro aspecto, porque tal vez esos jóvenes de La Boca por lo que realmente estaban concernidos era por la relación entre la vida, y el pensamiento, de qué manera lo que sucede en una vida si se puede elaborar, determina el estilo de un pensamiento. Esto me parece que estaba en el espíritu de La Boca de aquel entonces, estaba informulado, pero es que a todos nosotros no nos interesaba la dimensión académica, ni la dimensión de gabinete, sino que aspirábamos en aquel entonces a que lo que fuera nuestra relación con el saber implicara algún tipo de transformación en nuestra vida. Creo que Trías encajaba perfectamente en aquel cuadro, él era, de todos nosotros, el único que no era porteño pero estaba en el espíritu de aquel asunto. Vida y pensamiento vuelven a aparecer porque estas memorias de El árbol de la vida, en nuestras conversaciones las comparamos con las Confesiones de San Agustín, también con las confesiones de María Zambrano. Y arrancamos con esta pesadilla no para tratar de demostrar, en el sentido
L Letras en la Ciudad psicológico, cómo pueden determinar el estilo de un pensador sus pensamientos infantiles... no se trata de eso, se trata de mostrar un logos en donde está comprometida la estructura del inconsciente y cómo su impacto transforma una filosofía. Esto es lo que el libro muestra muy bien: cómo él tuvo una filosofía del límite desde su infancia y la acuñó a través de una pesadilla y, gracias a la impronta que esa pesadilla dejó, su filosofía no es más que una reformulación secundaria de una formación del inconsciente. A nosotros eso nos parecía bastante impactante. Y vuelvo a sostener esto, no creo que haya muchos libros donde se preste un filósofo con esta libertad, donde él podría haber dicho no sé, lo tendrían que demostrar… después de todo él firma el libro con nosotros y además acepta de muy buen grado el desarrollo, dice que lo hace suyo. El libro desemboca en los capítulos finales que Teszkiewicz evocó, en un diagnóstico que él mismo hace sobre la relación entre España y el psicoanálisis. Nos pareció muy importante que ese diagnóstico lo hiciera él. No van a encontrar ninguna palabra nuestra acerca de cómo nosotros podemos hacer algún tipo de examen de la cultura española, porque fue él mismo quien nos dijo que el libro carecía de sentido si no se hablaba de la relación de España con el psicoanálisis. En el último capítulo él habla del nacionalcatolicismo, y tenía en sus manos todas las cartas para poder presentar este diagnóstico. Esto nos permitió a Sergio y a mí mantener algo que existe hace mucho y que trabajamos a solas la relación Lacan: Heidegger, esta vez fuimos Sergio y yo como el soporte de una conversación que se desplegaba, porque las cenas en el restaurante argentino en algunos aspectos se volvieron más importantes que el propio seminario porque se había inaugurado un estilo de asociación libre en las cenas, pero siempre siguiendo estos propósitos: poder hablar con la mayor libertad posible para que aparezca la sujeción pertinente a cada uno con sus propias inercias. En estas conversaciones intervenía el problema político, estético, ideológico en donde teníamos grandes diferencias, pero el pensamiento lograba imponerse de una manera bastante radical sobre estas diferencias. Fuimos viendo cómo él no quería ser un ensayista, cómo tenía el plan de una obra pero que ese plan no estaba premeditado de una manera obsesiva como quien tiene planificado un itinerario a priori, sino que en ese plan estaba siempre la posibilidad de que algún meteoro viniera de afuera, entre las cosas que vinieron de afuera Sergio nombró antes el vértigo en la estructura analítica de Trías. Es más importante que la angustia, él reemplaza la angustia heideggeriana por el vértigo. Luego vino la música, lo acompañamos como pudimos en conversaciones sobre la escritura musical, la teoría del significante, la relación entre el sonido y la letra, intenté hacerle escuchar a Piazzolla y no quiso saber nada, no tenía ya el oído con paciencia para esa aventura. Me gustaría destacar algo que me impresionaba mucho de nuestras conversaciones, que era su idea de la inmortalidad. Nunca había visto a nadie ateo, alguien no religioso en el sentido clásico, emanar, como él que estaba convencido de la relación entre los cercos, que decía que nacimiento y muerte no eran suficientes para pensar esta relación topológica entre estos tres cercos. Esto lo decía cuando ya tenía la certeza de su propia muerte; le parecía demasiado corto el cuento de nacimiento y muerte. Esto nos llamaba poderosamente la
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imagen: James Lin
atención porque no se trataba de la inmortalidad del alma de los católicos, ni de la reencarnación de las sabidurías orientales, pero sí tenía como una firme idea de que la cosa no terminaba con la muerte biológica, sino de este cerco hermético y de la relación limítrofe o frontera entre los dos cercos. También estaba convencido de que esa inmortalidad tenía algún tipo de relación con la música. De hecho, uno de los cánceres que tuvo él nos decía que lo había atravesado gracias a la música, buscando músicas que evitaran el dolor físico. Era interesante ver qué tipo de autores y músicas eran las que según Eugenio le permitían evitar el dolor físico. Todo esto pretende dar un testimonio, pero es evidente que suena a bastante poco cuando uno quiere hablar de un gran hombre o de alguien que era de un estilo de pensamiento notable, y destacar su génerosidad, a partir de la cual se explica que nosotros hayamos podido tener este orden de interlocución y de compromiso con él. Nada más, gracias.
Sergio Larriera: Me vienen unas palabras de Heidegger,
unos versos que dicen: “Que más instaurador que el instaurar, que más fundador que el pensar, permanezca el agradecimiento”.
Eugenio Trías era un hombre entrañable y nos dio una acogida y un trato muy especial. Sin perder nunca la relación con el maestro, uno sentía que la cosa fluía. Muy géneroso. Fue muy intensa la relación con este hombre, fue un maravilloso hombre, siempre de puertas abiertas, de brazos abiertos. Nada más. Transcripción: Graciana Dithurbide
LOS AUTORES
Jorge Alemán. A.M.E. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y de la AMP. Docente del I.CF-Nucep. Email: alemanteam@correo.cop.es Sergio Larriera. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y de la AMP. Docente del ICF- Nucep Email: sergiolarriera@yahoo.es Luis Teszkiewicz. A.P. Psicoanalista en Madrid. Socio de la Sede de Madrid de la ELP. Email: luismutti@hotmail.com
Notas:
http://www.temasdepsicoanalisis.org/ eugenio-Trías-y-el-psicoanalisis-una-entrevista
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Un nuevo amor, libro de Mercedes de Francisco
Textos: Constanza Meyer, Rosa María Calvet, Pablo Messiez Imágenes: Ivan Imarn Presentación realizada en Noches de la Biblioteca de la Sede de Madrid de la ELP el 20 de marzo de 2013.
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e da mucho gusto poder presentar este libro porque ha sido para mí un libro esperado e hiper consultado. Con frecuencia me lo encuentro en mi casa en los sitios más insólitos y otras veces lo pierdo, lo busco y no lo encuentro. El tema que aborda el libro tiene sin duda mucho que ver con esta sensación, ya que el nuevo amor es algo de lo que hablamos muy a menudo, pero que cuesta atrapar, alcanzar. En este sentido, la estructura misma del texto exhibe la dificultad de aprehender el amor por la vía del sentido, es, más bien, la invitación a emprender un recorrido un poco sin “ton” ni “son”, como señala su autora. Personalmente, me zambullí en este libro creyendo encontrar LA respuesta a todas mis preguntas sobre el amor, ilusión que, por otra parte, nunca acaba de perderse, pero terminé haciendo la experiencia de lectura que con 15 años había hecho con Rayuela de Cortázar, saltando los casilleros con números y perdiéndome en su laberinto, tratando de ir de la Tierra al Cielo. Lo leí como un libro de poemas, sin orden, ni desorden, porque esa lógica no es la que lo guía y porque cada artículo o reflexión que conforma el corpus textual que
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nos presenta Mercedes constituye en sí un fragmento aislado, una parte del cuerpo no-todo, en este caso del cuerpo textual. Así, de la mano del cine, de la literatura, de la clínica vamos acercándonos al tema del nuevo amor, y avanzamos distinguiéndolo con claridad del amor nuevo, de aquel que en apariencia se renueva porque cambia de objeto. Abordamos el amor por lo que no es y vemos que surge ante nosotros ahí, como en un albur, sin sentido y cuando creemos finalmente saber algo de él, ya se ha escapado. No obstante, cada trabajo, cada artículo es un acto de enseñanza en el que algo se abrocha, un paso en el camino. Las palabras de Elizabeth Smart, una mujer que sufrió de amor y por amor, que encontramos antes de entrar en el texto son en parte una clave de lectura, hablan de lo que el amor no es en términos de definición, de lo que no sabemos sobre lo que lo causa, de lo que desconocemos de su fin. Como contamos con la presencia de tres ponentes en la mesa, no voy a extenderme, aunque no quiero dejar de decir algo sobre un artículo que me ha gustado particularmente, un artículo que excede el simple análisis de un texto literario. Se trata del escrito que Mercedes de Francisco dedica a El mal de la muerte, relato de Mar-
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portada del libro “Un Nuevo Amor” de Mercedes de Francisco
guerite Duras, que le sirve para mostrar con claridad la lógica del no-todo, del amor y del lazo entre los sujetos. Así, podemos leer que el mal de la muerte es el que padece aquel que “rechaza lo femenino y por tanto sus consecuencias”. Es un mal que toma en el relato la referencia al cuerpo femenino, que como señala Mercedes de Francisco, introduce la alteridad absoluta. De esta manera se plantea en el texto la incapacidad de amar lo Otro, lo hétero, subrayando esta incapacidad como un alejamiento de la vida que es en sí misma disarmónica. Está claro que no nos encontramos sólo en el escenario de la relación con el partenaire, sino en el del lazo en general, aquél que puede dar lugar a la comunidad, a la sociedad, tema que, por otra parte, estamos abordando en el ciclo organizado por la Biblioteca titulado: Sujeto y comunidad. Como señala muy bien la autora apoyándose en el texto de Marguerite Duras: “El amor no respondería al orden, sino que sería más bien del caos, ´no ha conocido leyes´, hace falta para amar que en el corazón de lo mismo surja lo heterogéneo, lo Otro radical con el cual toda relación significa: no relación, y que hace comparecer la imposibilidad, una imposibilidad que no puede ser enmascarada por el amor cortés.”, (p.68).
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En este sentido, y en cuanto a la comunidad, Mercedes de Francisco señala la importancia de experimentar la imposibilidad en lo posible del encuentro sexual, porque es precisamente a partir de esta imposibilidad que podrá surgir la comunidad. “Los seres hacen comunidad, tratan de unirse para celebrar la verdad del fracaso de la unión perfecta, la mentira de la unión, pues esta unión se cumple no cumpliéndose”. De esta manera, el artículo se cierra con una actualización de la lectura del relato y nos invita a pensar lo político hoy a partir de la “cultura de la muerte”. Por último, invito a todos a la lectura del libro, una experiencia que verdaderamente merece la pena.
LA AUTORA
Constanza Meyer. A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Email: cmeyer@telefonica.net
L Letras en la Ciudad Un goce que reconstruye en una serie los significantes de la religión, la patria, el secreto y el silencio. Entonces, ¿Dónde está el Otro de la alienación al cual ofrece sus escrituras? Ha sido, para mí, la presencia de este Otro faltante una indicación precisa como lectora, como además practicante del psicoanálisis y mujer; tengo la suerte de ser tu amiga y puedo decir que me he ido acercando a esta falta radical con mis resistencias y mis dificultades.
Comentario de Rosa Calvet Un nuevo amor En primer lugar, quiero agradecer a Mercedes de Francisco su invitación que me permite estar por primera vez en la nueva Sede de la Comunidad de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psiconálisis. Mercedes nos presenta una serie de textos bajo el poema de Arthur Rimbaud: A una razón del que Lacan hace uso en el seminario Encore para dar cuenta de que si hay un cambio de razón, el sujeto cambia de discurso y el amor es signo de este cambio. He tomado únicamente del poema la primera estrofa para hablarles a ustedes de los efectos y los afectos que diversas lecturas de este libro, que se presenta como una sucesión de notas y artículos, han tenido en mí como lectora, practicante del psicoanálisis y “last but not least” en tanto que mujer. En el coloquio charlaremos con Mercedes de Francisco sobre alguno de los textos, si ella lo quiere. Cito la estrofa del poema: “Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía”. La estrofa habla de un nuevo equilibro de las proporciones entre las distintas partes de un todo, que Lacan utiliza para escribir los giros de vuelta del sujeto de la alienación determinado por los semblantes del Otro, al tiempo que sin saberlo está completado por el objeto de su fantasma. Esta operación calcula el valor de goce que un saber desconocido anuda a un tipo de amor, que en cada uno de los cuatro discursos nos da la medida del Otro, al que ese amor dirige, sus demandas de ser y de consistencia. Mercedes de Francisco, al contrario, nos hace signo de singularidad de un “sin ton ni son” -sinto(n)mático- ligado tanto al azar de su nacimiento como a las marcas que hicieron para ella causa del amor a la letra, una vez agotada la necesidad de que las cosas significaran algo para soportar las marcas del goce familiar.
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- Mercedes, pregunto por teléfono, ¿Cuál es la fecha de tal texto y puedes también aclararme si se trata de una conferencia o de una presentación? También envié algún mail imperativo al que paciente con mi impaciencia respondes y después charlamos por teléfono. - Dime, My blueberry nights y Anticristo, ¿cuándo los escribiste y para qué presentación? - No sé, entre tal y tal año me parece, no estoy muy segura. Rosa Calvet tratando de situar al Otro, - Vale, ¿era una conferencia, un texto que publicaste en algún lugar? - Creo que fue al salir del cine, llegué a casa y me puse a escribir sobre lo que me había afectado la película en cada ocasión. La cosa tuvo su intensidad, le di bastante el “latazo”, hasta que finalmente entiendo aquello de lo que se trata en el libro y de lo que no quería saber nada. Los textos del libro Un nuevo amor conforman una serie abierta que más bien nos lleva a lo que la lógica intuicionista nombra como “lawless”, sin ley, sin regularidad y en consecuencia, lectora Rosa Calvet, ríndete a la evidencia, por más que preguntes y te impacientes, te será imposible hacer cualquier predicción sobre el texto que viene a continuación, ya que en el lugar de un significante amo que ordena una serie regular, Mercedes envía signos de que este significante falta. Bien, respiro tranquila, ya puedo situarme en la lectura de los textos, porque sé algo de la lógica intuicionista, sé que es la raíz lacaniana de la lógica femenina del no-todo. Puedo entonces leer cada uno de los textos en su dimensión, ya sea azarosa, ya sea de acontecimiento imprevisto, más bien teniendo en cuenta un estilo borgiano del tipo infinito de El libro de arena en tanto oleajes de escrituras y reescrituras. Cada texto es imprevisto en relación a los otros de la serie. Cada uno de ellos es, como muy bien Mercedes indica, efecto de significaciones cifradas, caídas de algunos determinismos y también certeza de que tanto en los encuentros como en los desencuentros, una vez que estos ideales han sido descifrados, sólo el cuerpo gozante es garantía real, porque dispersas aquí y allá, insisten notas sobre la angustia, puntos de inteligible, índices de real que agujerean el entramado textual. ¿Cómo atrapar este nuevo amor? Diré siguiendo al Lacan de Televisión, que este nuevo amor de Mercedes de Francisco es subversivo porque bordea a un real que le es singular por la razón de que al igual que la mujer objeta al universal del Uno, ese nuevo amor no se cierra en la garantía de la excepción y en consecuencia no da lugar a la falta, es sintomático, sin las restricciones edípicas que al tiempo que destierra al mal de la muerte le permiten cuestionar a cada una de las políticas que hoy en día nos
L Letras en la Ciudad ofrecen soluciones a lo real de la no-relación entre los sexos por la vía del sentido. ¿Qué es lo verdaderamente nuevo de este amor lacaniano? Este nuevo amor es suplencia, es decir, pone en suspenso a la modalidad lógica de lo imposible de la relación sexual, que no cesa de no escribirse, introduce una “incompletud” en tanto verdad de la disyunción de los sexos y es al tiempo emergencia de un real o dicho de otra manera, es función de límite de la verdad, en consecuencia lo nuevo del amor lacaniano es que, a diferencia de los demás discursos que hacen lazo, no se sostiene en el olvido de esta imposibilidad real.
LA AUTORA
Rosa María Calvet. A.M.E. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y la AMP. Docente de la Sección Clínica de Barcelona del Instituto del Campo Freudiano. Email: rm-calvet@powercorreo.com
Comentario de Pablo Messiez El amor, o el intento de nombrar Escribir. Elegir las palabras y de alguna manera hacerlas aparecer. Escribir esperando que las palabras produzcan un efecto en el cuerpo del que lee. Aunque el que lea sea uno mismo ya otro, ya lector. Pero qué sensación maravillosa se produce cuando esas palabras son recibidas por otro. Cuando se genera ese encuentro que Goethe llamó sinfronismo, encuentro que trasciende al tiempo: eso que está ahí escrito me habla. Y habla por y para mí. Mi encuentro con Mercedes de Francisco fue provocado por la escritura. Sin conocernos, algo de lo que yo había escrito impulsó su invitación a que yo esté hoy aquí. Recibir la invitación me llenó de alegría. Primero porque era la invitación de una psicoanalista y lacaniana además, así que sin duda amante de las palabras. Y por otro porque era la comprobación de que al menos algunas de mis palabras habían llegado a otro, y habían provocado el acto de génerosidad que implica el regalo de nuevas palabras, las que componen Un nuevo amor. El efecto deseado por mí en tanto escritor convertido ahora en afecto, en el gesto de compartir y de establecer el diálogo. Que el tema del libro en cuestión fuera el amor generaba un plus de interés. Si bien la cuestión del amor siempre había estado presente en mi cabeza, solía nombrarla menos antes. Y en referencia al trabajo y al tema de las obras que montaba, le ponía el pudoroso nombre de “comunicación”. Decía, por ejemplo: me interesa el fenómeno de la comunicación, ese que se da cuando dos o más personas encuentran sentidos juntos. Cuando en
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todo el mar de misterios de esta confusión que es la vida (como diría Borges) encontramos a aquellos con quienes nombramos el mundo con intentos parecidos. Lo que sucedió hace unos meses, lo que hizo que ahora pudiera llamar al amor por su nombre, es que me enamoré. Y claro, necesito decirlo para que exista. Y ahora todos mis trabajos y mis días son de alguna manera un intento de nombrar esta experiencia. De ahí que el encuentro con el libro -aparecido-justo-a-tiempo de Mercedes generara tanto deseo. Exceptuando algún artículo o citas en textos de otros, debo confesar, antes de continuar hablando, que no he leído a Lacan. Por esta circunstancia -que espero remediar en un futuro cercano- ante algunos de los textos de Un nuevo amor me encontraba falto de competencias como para poder aprehenderlos. Sin embargo, había algo inquietante en esas palabras nuevas y en la mirada de Mercedes que hacía que la lectura de sus lecturas fuera siempre estimulante. Fue también una alegría (y un alivio para mi deseo de comprenderlo todo) el encontrar en el propio texto la clave de su lectura: es poesía. Léelo como poesía. Y si ya me sentía cerca de Mercedes a través de sus palabras, la mención de la poesía como modo de comprensión me hizo sentir en casa. El poeta palestino Mahmud Darwix dice en su libro En presencia de la ausencia: “¿Acaso no es la poesía el intento de enmendar un error?”. Desde que leí esas palabras, resuenan en cada texto que leo y en cada palabra que elijo. Volvieron a resonar con la lectura de Un nuevo amor y su referencia a un amor conectado con la imposibilidad de decir. Esa brecha entre las palabras y las cosas me hizo recordar el Rumbo a peor de Samuel Beckett. Allí, el hablante dice: “Dí por sea dicho. Mal dicho. Desde ahora dí por sea mal dicho. (..) Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Esta idea de la imposibilidad que pone en movimiento el habla, esta invitación a habitar la conciencia de la imposibilidad como estímulo para seguir, es otra de las nociones que reencontré con alegría en el texto que hoy nos reúne. Cuando en el primer capítulo (“Amores clandestinos”) Mercedes analiza la cita de Sollers: “El amor sólo puede ser clandestino. Es su definición”, termina su reflexión diciendo: “Es por eso que los amantes hablan y necesitan de las palabras del otro, porque en ellas está lo clandestino de ellos mismos”. Eso clandestino nombrado anteriormente como el propio secreto que es para ellos mismos este amor. La idea del secreto me hizo recordar o incluso comprender mejor, un ejercicio que solía hacer en mis clases de interpretación. El ejercicio consiste en mirar al otro evocando un secreto. Generar el doble movimiento de la evocación y la entrega, desde una mirada a la otra. A pesar de la sencillez de la consigna, solía generar una serie de preguntas, como para dilatar el momento en el que efectivamente habría que hacerlo. La más habitual era “¿Pero luego hay que contarlo?”. Era la más habitual y también la más lógica consecuencia del nivel de dominación que ejercían en la mayor parte de las clases de actuación las técnicas derivadas del Método de Lee Strassberg (lectura y reformulación norteamericana de las ideas desarrolladas por Stanislavsky a comienzos del siglo XX). Yo sos-
L Letras en la Ciudad pecharía de un método que se autodenomina “El método”, pero este mundo es muy raro y ahí estaban (y están) esa infinidad de ejercicios para los cuales la realidad existía y era una cosa, y la ficción se creaba y era otra. Entonces la sola mención de trabajar a partir de un secreto, hacía temer (o desear) un desenlace de confesiones y lágrimas. Había que aclarar entonces que el ejercicio era sobre el secreto y no sobre la confesión, que equivaldría a matar el secreto. Lo que resultaba atractivo una vez que finalmente el grupo abandonaba la resistencia, era ver como todo el cuerpo se veía afectado sutil o evidentemente por mirar al otro entrando en contacto con lo que no sería revelado. Ahora que leí Un nuevo amor, creo que plantearía el ejercicio en nuevos términos. Ahora diría: piensen en un secreto ignorado por ustedes mismos. Sería un ejercicio sobre el amor. Ahora creo que lo que cargaba de sentido a esos cuerpos mirándose a los ojos, era el deseo de comunicar algo a pesar de su condición de innombrable. El doble movimiento del intento de confesar lo inconfesable. Lo que volvía atractivos a esos cuerpos era que su acción los convertía en amantes. Otro de los temas desarrollados por Mercedes que me parece fascinante, es el de la declaración. Tal vez porque se trata de la acción constitutiva de las dos experiencias en las que empleo gran parte de mi tiempo ahora mismo: el amor y el teatro. Dice el texto: “De este amor que surge contingentemente y que tiende a ‘no cesar’ de escribirse no podemos decir gran cosa salvo declararlo”. El momento de la declaración, cada nueva declaración es un instante de una complejidad expresiva riquísima. Ese momento justo antes de decir las palabras que intentan nombrar al amor. Es un momento de gran dedicación, de cuidado y responsabilidad en el que todo el cuerpo está alerta, comunicado y comunicando. Pocas imágenes son tan
“El mal de la muerte es el que padece aquel que rechaza lo femenino ” eficaces a la hora de buscar cuerpos escénicos como la de pedir: evoca el momento justo antes de decir “te quiero”. Alain Badiou en su Elogio del amor se refiere a la declaración de amor como el momento en el que el azar del encuentro se fija, de alguna manera el azar se convierte en destino. “Sentido” y “destino” tienen las mismas letras. Y creo que todo el que haya vivido la experiencia puede decir que algo que se vive como “el sentido” aparece en ese momento de la declaración. En cuanto al teatro, creo que todo buen teatro es poesía. Porque todo buen teatro es también el intento de enmendar un error, el intento de volver a bordear con palabras nuevas lo indecible, el intento de fracasar mejor. En el teatro (como en el amor) las palabras deben ser elegidas con cuidado. Cada frase dicha como un nuevo intento. Cada nueva frase naciendo del fracaso de la frase anterior.
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Por otra parte, el cuerpo escénico es también hermano del cuerpo-amor al que hace referencia Mercedes. Es un cuerpo afectado por las palabras. El teatro esta hecho de palabras encarnadas. También quisiera referirme al cine, que (por suerte) está tan presente en el texto como referencia y fuente de análisis. Digo “por suerte” porque además de ser un fan absoluto del cine como experiencia, siempre me ha interesado el tema de los modos de representación (o modos de calmar la angustia, al decirnos el mundo). Ver cómo aquellos modos narrativos dominantes terminan por ser leídos como analogías de una supuesta realidad unívoca. Cómo algo tan hipercodificado como el lenguaje cinematográfico clásico (con sus planos, contraplanos, encuadres y recortes) es percibido como copia fiel, cuando evidentemente sólo es fiel a su propia forma narrativa. Cualquier modo de narración alternativo al hegemónico, aparece ajeno (basta pensar en la curiosa denominación de “cine de autor” para estas obras, como si el cine del mainstream careciera de uno). Y como si fuera demasiado insoportable aceptar que lo único que podemos hacer es nombrar (o encuadrar), que cada palabra deja fuera otras y que no nos queda otra que aferrarnos a esos soportes precarios en pos de alguno en donde hacer pie un rato más, se dice como en el comentario escuchado al salir del cine por Mercedes: “la vida real no es así”. Y en esa sentencia no sólo se censura la posibilidad de otros modos narrativos sino la de la alteridad sin más. La posibilidad de la diferencia y del misterio. Para terminar quisiera referirme al título del libro y a la idea de lo nuevo. Cuando era adolescente un maestro con el que tomaba clases de entrenamiento corporal para actores y bailarines nos decía “Respiro y sé de mi sabor. Y vuelvo a saber. Y vuelvo a saber.” A mí me fascinaban dos cosas: la vecindad entre los términos “saber” y “sabor” y la idea de renovar el saber con cada inspiración. Un tiempo después, en la Facultad me encontré con el mito del río Leteo según el cual antes de nacer las almas pasaban por ese río (el río del olvido) y al nacer ya no tenían recuerdos. Entonces la verdad (aletheia) era entendida como desolvido. El conocimiento era volver a saber algo que ya sabíamos y que estaba olvidado. Y vuelvo a saber... Y vuelvo a saber... (El otro día alguien me dijo que a los pocos meses de vida los bebes olvidaban todos los recuerdos de su nacimiento. He buscado en la web “bebes+olvido+memoria” y sólo aparecen páginas sobre gente que ha bebido y ha olvidado cosas, o gente que se ha olvidado bebes, así que no sé si será cierto. Pero sería bonito ese correlato del mito en nuestros cuerpos). Un nuevo amor entonces es también una nueva mirada, una nueva forma de volver a saber. Antes hice referencia al modo de representación clásico y de forma más diagonal al realismo como modo expresivo dominante en el teatro. El otro día en el telediario veo cómo cuentan la noticia de la muerte de un hombre que estaba acostado en su cuarto durmiendo cuando de repente la tierra, el espacio de tierra que ocupaba su cuarto, se hundió 10 metros y se lo llevó consigo. Sí. Había pasado eso. Se lo había tragado la tierra, “literalmente”. Inmediatamente
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imagen: Ivan Imarn
después venían noticias de la elección del Papa, y hablaban del Papaleaks del vaticano. Pensé: los realistas son mucho más aburridos que la realidad. Cómo dar cuenta de semejante variedad simultánea con palabras que llegan una a una, y que una a una fracasan. Es fascinante. Y la lectura del texto de Mercedes me hace pensar que el amor, la experiencia del amor vuelve la atención a las palabras. De ahí su importancia radical. Su poder transformador. Como un sacudón que te dice estás aquí, aquí está tu amado o amada. ¿Qué mundo vas a nombrar ahora que no estás solo? ¿Cuál será la forma de tu fracaso? La lectura de Un nuevo amor me ha permitido volver a preguntarme sobre el acto de amar, sobre la necesidad de nombrar y sobre la necesidad de volver a saber. Saber de nuevo, con ojos nuevos. Muchas gracias por permitirme ocupar mi cuerpo en tarea tan estimulante, Mercedes. Quisiera responder al regalo de tus palabras con otras palabras que son el final de la obra que estoy escribiendo actualmente. La obra se llama Las palabras (una historia de amor) así que creo que viene a cuento. En el mundo de la obra hay una peste. Se esta muriendo todo el mundo y no se sabe por qué. Por una circunstancia de la trama se descubre que hablando en verso, la gente se cura o al menos vive más días. Hasta que finalmente, luego de un tiempo en el que la gente ante el
terror de morir comienza a hablar en verso, se descubre por otra circunstancia que no se trata de rimar sino de elegir las palabras con dedicación (por eso es una historia de amor), se trata de ser responsable del propio discurso. Cuando ya la peste ha pasado, y la obra está a punto de terminar, un personaje dice: Después de tanta muerte repentina, después de tanta falta y tanta pena, tal vez no esté tan mal hablar en rima y pensar antes de hablar valga la pena. Tal vez tomarse dos o tres segundos antes de que nos salgan de las venas palabras que nos vuelven moribundos. O nos matan sin más. Nos envenenan. Yo lo vi. Esto ha pasado. Repetirlo otra vez no es cosa buena. No hay amor que descuide sus palabras y sólo con amor vale la pena.
EL AUTOR
Pablo Messiez. (Buenos Aires, Argentina, 1974). Actor, Dramaturgo y Director de teatro.
FE DE ERRATAS: el título correcto del texto de Christine E. Henderickx, que apareció en el nº 5 de Letras es: “Un esfuerzo de traducción”.
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Mujeres Mal tratadas
Textos: Ana Lía Gana Imágenes: Robert Storem Conferencia pronunciada en la UCM. Facultad de Derecho. DPTO Sociología III, el 11 de enero de 2013.
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n la época actual asistimos a la presencia a escala masiva de lo que se denomina “evaluación”, somos todos evaluados y devenimos así devaluados. Es una época de etiquetas, así “mujeres maltratadas”, “violencia de género”, ha devenido un fenómeno inadmisible social y políticamente, entonces la llamada violencia de género es una de las etiquetas de este fenómeno social. Pero, ¿qué encierra esta violencia dirigida al partenaire en la pareja, en el seno de lo íntimo, donde reina la confianza y el amor que enlaza a los sujetos? Ella es el cajón de sastre donde caben los individuos por compartir un rasgo, en este caso en particular por el acto violento. Sabemos que en la historia de la humanidad la violencia ha estado presente en las guerras entre los pueblos, en los genocidios, los asesinatos y en los llamados crímenes pasionales. Esto nos indica que en el ser hablante anida el mal. He titulado esta conferencia “Mujeres Mal tratadas”, porque permite ir de lo general de un fenómeno que insiste y se reitera en lo social a lo particular del caso. Siendo que el psicoanálisis se ocupa de lo particular, de la subjetividad de cada uno, es posible a partir de allí destacar rasgos que se elevan a lo universal, pero sin generalizar u homogeneizar a los sujetos. Podríamos decir que lo común en estos casos es el pasaje al acto en el que se desata la violencia.
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En primer lugar podemos decir que la violencia es un acto transclínico, es decir que se puede presentar en distintas estructuras clínicas desde la neurosis a la psicosis. La psiquiatría en su intento de clasificación y evaluación habla del “síndrome post-traumático” en el cual ubica la violencia dirigida a la mujer. Pero en este intento de clasificación y evaluación puramente descriptivo deja de lado la subjetividad. El psicoanálisis se ocupa de la subjetividad y podríamos interrogarnos sobre esta subjetividad, ¿qué queremos decir con ella? A diferencia del individuo, indiviso, el psicoanálisis se ocupa del sujeto, y podríamos interrogarnos sobre este sujeto. El sujeto tal como lo piensa el psicoanálisis es efecto del significante, de la palabra, es decir, del discurso que lo precede. Así cuando nacemos nos dan un nombre, ya antes de nacer se piensa cómo va a ser este niño, lo que se espera de él. Entonces el discurso del Otro encarnado en las figuras parentales y el deseo de ese Otro van a incidir sobre el niño. La única posibilidad de humanización pasa por esa alienación primera. Este sujeto del inconsciente se manifiesta en el decir, por eso cuando hablamos decimos más de lo que sabemos o, lo que es lo mismo, el yo desconoce lo que el sujeto dice. Hay una metáfora para explicar esto: el esclavo antiguo tenía tatuado en su espalda un códice en el cual estaba escrito su destino que él mismo desconocía. Es decir que
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imagen: Robert Storem
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L Letras en la Ciudad el sujeto porta las marcas del lenguaje. Son entonces las trazas del discurso del Otro lo que el sujeto porta sin saberlo. A ello se suma el encuentro contingente con la sexualidad, un encuentro azaroso, que determinará la manera de gozar. Si el psicoanálisis se ocupa de lo particular, del caso por caso, no atiende a generalidades, y si en la violencia de género, como una de las tantas formas de la manifestación de la violencia, se habla de víctima, el psicoanálisis sacude, hace tambalear esta etiqueta para ir al encuentro de lo más peculiar. Esta etiqueta promovida desde lo social, da consistencia y una falsa identidad, es necesario conmoverla para ir a lo particular de una historia, a los significantes amos que marcan una vida. Tenemos que interrogarnos sobre cómo cada época vive la violencia. La violencia no sólo se da en la pareja, se habla de actos criminales, es decir que en lo humano anida el mal, lo que llamaremos pulsión de muerte. Esta pulsión atenta contra el propio sujeto y ataca y destruye el lazo con los otros. El psicoanálisis hace una clínica de la civilización, está advertido de su época, una época donde los valores de la tradición han caído, ya no hay grandes ideales. En este contexto la mujer ha ido conquistando terreno en lo social y su ser mujer ya no se reduce a ser madre. En la sociedad patriarcal y en el código penal se toleraba que el padre de familia corrigiera la conducta desviada de su mujer y de sus hijos con una golpiza, ésta no debía superar los 15 días de lesiones en el cuerpo. Esto era así hasta el año 1973. Quiere decir que en la escena de lo íntimo esto era tolerado en una época dada, siendo el pater familias el portador de la ley. Lo íntimo ha devenido público, hay un mayor control social y hay conductas que son intolerables socialmente. Tras la sociedad patriarcal vivimos en una sociedad que ha visto el declive de esta figura de autoridad, y este declive de la autoridad ha tenido consecuencias sobre la virilidad dando lugar al advenimiento del autoritarismo. El hombre, el que llevaba los pantalones, tiene una posición más frágil en su virilidad, lo cual tiene consecuencias en el lazo con las mujeres, a las que toma por madres, estableciendo una dependencia abusiva en muchos casos, colocándose en una posición de niño caprichoso, demostrando su hom-
“La alteridad de la mujer es el principio de la degradación” bría con el golpe. Y yendo un poco más allá podemos decir que la impotencia para ejercer una función ha llevado a los hombres al ejercicio de un poder. Hombres impotentes, infantilizados, que frente a mujeres con derechos se ven amenazados y arremeten contra ellas. La diferencia entre el hombre y la mujer radica en que el hombre se da la lógica del tener, tiene bienes, propiedades, objetos y está amenazado de poder perder, está amenazada la lógica del tener. Las mujeres están en relación al ser y temen perder el amor que les da su ser. Esta
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lógica se ve amenazada entonces con perder el amor para ellas y perder sus bienes para ellos, entre los cuales está incluida la mujer como objeto. Entonces, ya tenemos aquí una hipótesis para pensar la violencia en la relación de pareja: la impotencia del hombre para ejercer su función lo lleva al ejercicio de un poder. Hoy en día se habla de mujeres maltratadas, de violencia de género. Prefiero hablar de las relaciones de pareja y lo que sucede en ese encuentro íntimo y afectivo y entonces seguir interrogándonos por qué en este marco se da la violencia. Para ello me voy a servir de una distinción clara que permite ubicar estructuralmente las cuestiones, a que hacemos entre pareja imaginaria y pareja simbólica. Siendo la pareja imaginaria una relación sometida a parámetros imaginarios, el amor se degrada en una identificación, quedando la diferencia reducida al máximo, por lo que el mundo del sujeto queda restringido a la dependencia del otro. Esto está propiciado por la historia del sujeto, constituyendo así el terreno oportuno para desatar la violencia Se ataca en el otro rasgos de uno mismo, el criminal se suicida, como solemos ver en muchos casos en los que después de asesinar a una mujer, el hombre, la pareja se suicida. Como bien se ve últimamente en los anuncios contra el maltrato hacia la mujer, en el que se presenta la degradación del partenaire, con palabras tales como: “tú no sabes”, “tú no puedes”, “eres una tal o cual”. Lo único que puede hacer una mujer es identificarse con eso que la nombra. Está el terreno propicio para cultivar el mal que hay en nosotros; la pulsión destructiva, la pulsión de muerte. En contraposición tenemos la pareja simbólica, donde los elementos que están en juego son el reconocimiento y la satisfacción. Si reconozco tu particularidad, te reconozco como sujeto y esto produce una satisfacción simbólica. Esta satisfacción es un límite al goce que está en juego en la pareja imaginaria. Se trata de un amor digno. Cuando aludo a lo simbólico, quiero decir el lenguaje, y ustedes conocen bien eso, es lo que se ha acumulado en los códigos en la historia de los tiempos y eso se diferencia del ser hablante, al que podemos, como dice Jacques Lacan, pensarlo en una cama, una cama para dos, entonces hablamos del goce. El derecho conoce esto cuando habla del derecho consuetudinario, es decir que reconoce el concubinato, dos que se acuestan, pero desconoce lo que está allí en juego. El derecho se sirve de un término que conoce muy bien, el usufructo, para designar que uno puede gozar de un bien a condición de no abusar de él, es decir, con un límite, no lo puede vender, ni empeñar, ni arrasarlo, ni estragarlo. Es decir que el derecho regula lo que tiene que ver con el goce. Podríamos hablar de mujeres estragadas, mujeres que siendo la posesión de un hombre, como dice el título de una película: ”La maté porque era mía”, son estragadas por la pareja. Se considera así a la mujer no como sujeto de pleno derecho sino como objeto de su partenaire. Y esto presentado así es la cara opuesta del amor, es la cara del goce.
L Letras en la Ciudad Es del goce que se ocupa el psicoanálisis, y lo que pone opone al amor, rechazando a la mujer por considerarla un límite al goce es el deseo, el deseo de reconocimiento o extraña y enemiga. De esta manera se enuncia que la el deseo de ser reconocido como sujeto. El goce es lo que mujer es Otra para el hombre, es decir que a este homno sirve para nada, no tiene que ver con lo útil. El goce, la bre primitivo le parece incomprensible, llena de secretos, manera de gozar de cada uno, es lo que se trabaja en un extranjera y enemiga. análisis para hacer una conducta, construyendo una ética. El temor se basa quizás en que la mujer es muy difeY su herramienta es el deseo. rente al hombre, mostrándose siempre incomprensible, Disfrutar es el imperativo que está presente hoy en día enigmática, singular y, por todo ello, enemiga. en la cultura, si hay un empuje al goce, puedes disfrutar Se puede oponer el hombre a la mujer como lo mismo más, ya que la sociedad capitalista te brinda los medios y y lo Otro. Otro no como adjetivo, sino como Otro radical, te llama a disfrutar. Frente a esto, entonces la política del incluso no semejante a ella misma. Esta alteridad de la psicoanálisis es satisfacción. Es la manera de reconocer mujer es el principio de la degradación. al sujeto transformado en consumidor de goce y perdido Freud toma de Crawley el tema del “narcisismo de en la multiplicidad de los objetos de consumo. Siendo este las pequeñas diferencias”, y deriva de él, de las pequereconocimiento el que produce satisfacción. ñas diferencias, la hostilidad. Es así que el odio se enlaza Los fenómenos de la violencia hoy en día están pre- al detalle de la diferencia, que en todas las relaciones sentes en la cultura y en la pareja, sea ésta homosexual o heterosexual. El tra“Lo íntimo ha devenido público, hay tamiento que se da mayoritariamente un mayor control social y hay conductas hoy en día a la violencia, es de índole educativo, se trata de reeducar a los que son intolerables socialmente” sujetos en relación a un ideal, pero de esta manera se deja de lado lo particular del sujeto, aquello que es su historia y su peculiar manera de gozar, desear y amar. humanas vemos sobreponerse a los sentimientos de El psicoanálisis sabe del amor porque hizo de él su confraternidad, tirando por tierra el precepto general lazo, la transferencia entre el analizante y el analista, de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En siendo este amor al saber el que va a permitir a un sujeto el narcisismo de las pequeñas diferencias lo que se odia encontrarse con esa parte de sí que desconoce, eso que es el goce del Otro. Eso tiene que ver con lo extranjero y anida en él que es su goce. El psicoanálisis llama a ese es el germen de todo racismo: el odio a lo diferente, a lo amor un nuevo amor, porque ese nuevo amor tiene algo extranjero y a la mujer. Con esta tesis tenemos que la viode inédito, y permite al sujeto saber de sus amores y de lencia tiene su causa en el odio a lo diferente, al goce del las repeticiones en la elección de su pareja. Esta elección Otro. Esto se puede hacer patente en alguna estructura está precedida por un encuentro contingente que acon- clínica que otra, en especial en la neurosis obsesiva, en la teció en la vida de un sujeto. Son los divinos detalles que que reina la ambivalencia como afecto, la ambivalencia es hacen de ese partenaire un ser único y excepcional. Esta que el amor se puede transformar en odio, -”no hay amor elección es diferente en el hombre y en la mujer. En el sin odio”- dice el dicho popular. Y llevado a su máxima hombre la elección es la de un partenaire que está fetiexpresión en la paranoia. chizado, por un rasgo que se destaca, imperceptible para Tenemos así esbozadas dos tesis que nos sirven de otros. En la mujer la elección es por amor. Es decir que orientación para pensar la violencia en el seno de la pareja, el hombre elige en relación al deseo y al goce y la mujer la primera se basa en la impotencia del hombre para ejeren relación al amor. Hay por lo tanto una disimetría. cer su virilidad y la segunda nos orienta en relación a la Esto viene a tirar por tierra el mito de la media naranja, pequeña diferencia en la que se enlaza el odio, ya que se el mito platónico del amor como complementariedad. odia la manera diferente de gozar, esta tesis tiene un senAhora bien, en esa elección, diferente para cada cual, la tido fuerte ya que es el origen de todo racismo. violencia puede aparecer, siendo la cara goce del amor. Tomaremos de Freud la tercera contribución a la Psicología de la vida amorosa, con la que cierra la serie de: Sobre una degradación general de la vida erótica y Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre. En esta tercera contribución El Tabú de la virginidad, en la que toma a la antropología como referencia y nos presenta a través del folklore de los pueblos primitivos, a la mujer como tabú. Lo primitivo hay que pensarlo como lo éxtimo, es decir como aquello exterior que tiene relación con lo íntimo. A partir de esta premisa, tenemos una dificultad interpuesta en el hombre para acceder al goce sexual, cuyo reverso se manifiesta en la mujer como una dificultad para soportar al hombre. Es decir que este texto nos presenta un tabú en el LA AUTORA acceso al Otro sexo: el tabú de gozar. Sabemos que se Ana Lía Gana. A.P. Psicoanalista en Madrid. erige un tabú allí donde se teme un peligro. Los usos Miembro de la ELP y la AMP. tabúes testimonian de la existencia de un poder que se Email: ganacoanli@gmail.com
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AFORISMOS: Án ge l d e Fr u to s S a l va d o r *
— Diga qué le pasa. — No estoy muerto. Actúa por deber —es un ser de obligaciones. — ¿Siempre pide permiso? — A veces, también pide perdón. — El deseo, mañana. — ¿Y hoy? ¡Como si la representación no fuera intimación! — Es inteligente. — El inconsciente es inteligente. En el psicoanálisis se fracciona el decir, para disponer el deseo. El bla-bla-bla y la idealización –sus formas de marear el amor. La gente hace las cosas por lo que no piensa; cree que las hace por lo que piensa. “¿Estoy vivo o muerto? ¿Soy objeto o sujeto?” Unas veces: o – o. Otras: ni – ni. Odiamante.
ÁNGEL DE FRUTOS SALVADOR Psicoanalista en Madrid. Escritor Ha publicado: “Los Escritos de Jacques Lacan. Variantes textuales”, Madrid, 1994; “Puentes en el desierto. Afuerismos”, Valladolid, 2007.
COLABORAN EN ESTE NUMERO Jorge Alemán, Andrés Borderías, Rosa Calvet, Ana Castaño, Vilma Coccoz, Araceli Fuentes, Ana Lía Gana, Bruno de Halleux, Philippe Lacadée, Sergio Larriera, Eric Laurent, Rosa López, Pablo Messiez, Constanza Meyer, Ana Ruth Najles, Bernard Porcheret, Graciela Sobral
LETRAS
Revista de Psicoanálisis de la ELP de Madrid
MidnightA, “A wooden swing on a snowy day”, Canada, Marzo 2011
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