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ValorEsCultura EL CONEJO
En un bosque en el cual sucedían cosas fascinantes, siendo una de estas el que la flora y la fauna se comunicaban entre sí con un lenguaje muy peculiar tal como lo hacen los humanos, y con estos detalles, ocurrió esta fábula que les voy a reseñar.
En ese bosque había una casa que era habitada por una anciana que disfrutaba el sembrar plantas y criar animales, principalmente conejos. Se llamaba Gloria y era considerada la abuela del bosque. Gustaba de hablar con los animales y las plantas, y cuentan que por las mañanas le gustaba darle los buenos días a los árboles y ellos les respondían a su saludo moviendo con bonito ritmo sus ramas y sus hojas.
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La abuela criaba a unos conejos y solía platicar con ellos cuando les daba de comer. Un día la coneja consentida dio a luz a unos conejitos y al verlos la abuela quedó extasiada, pues uno de ellos resaltaba por su belleza. Era negro y con unos grandes ojos rojos. El conejito se dio cuenta de la admiración que causaba en la abuela y movía su colita con gracia al escuchar a la abuela que le pondría por nombre “Bonito”. Pasó el tiempo y mientras sus hermanitos jugaban Bonito se la pasaba viéndose a la orilla de un arroyuelo de cristalinas aguas, que cual espejo reflejaba su imagen y se decía él mismo que era el más bonito de todos los conejos del bosque. Resulta que un día se fue solo al bosque, pues deseaba ver su bella imagen reflejada en el arroyo y de esa manera regocijarse con ella, pues se consideraba el más bello en ese hábitat.
Ese bosque maravilloso colindaba con un pueblo y sucedió que un día llegó a dicho pueblo un circo donde presentaban diversos espectáculos con animales y al enterarse Bonito que la gente festejaba y admiraba la belleza y actuación de los animales que se presentaban en el circo eso incrementó más la vanidad de nuestro conejo. Bonito atraído por la espectacularidad de los animales del circo sin avisar ni despedirse de nadie en el bosque decidió irse con ese circo para conocer el mundo y llegar a ser el mejor animal del espectáculo circense. Bonito se hizo famoso pues hasta los lo anunciaban como el conejo más hermoso del mundo. Caminando graciosamente sobre la pista y admirándose así mismo en diversos espejos que colocaba para que el conejo vanidoso se luciera ante el público en su mayoría infantil que lo aplaudían porque era una actuación muy graciosa. Algunos de sus compañeros en el circo el trapecista, el payasito y el domador de leones, sabiendo lo vanidoso que era Bonito el día de su cumpleaños, que por cierto ese día lo paso en el circo alejado de su verdadera familia que muy alejados allá en la casa del bosque lo extrañaban, le regalaron en lugar de un pastel un enorme espejo para que cuando terminara su actuación se mirara en él y así viendo su bella imagen satisficiera su ego se hizo tan famoso que el circo fabricaba conejos de peluche a su imagen los cuales se vendían como pan caliente como recuerdo para los niños. Aun así Bonito no era feliz y por las noches lloraba. Sus compañeros del circo notaron su tristeza y le preguntaron el motivo de ella y él les dijo que se sentía solo, que extrañaba a la abuela, a sus padres y a sus hermanitos y el bosque maravilloso en el que vivía. Sus compañeros en el circo, el payaso, la trapecista, la mujer araña, la mujer con barba, el mago, el enanito y el domador de leones que lo veían con sus ojos llenos de lágrimas, le dijeron que lo envidiaban porque ninguno de ellos tenía una familia ni un hogar, como él, pues su único hogar era el circo y la rutina de presentar sus espectáculos de pueblo en pueblo. Todos al unísono le aconsejaron a Bonito que se fuera en busca de esa felicidad, que siempre la tuvo en sus manos y que la había perdido por vanidoso. Bonito decidió seguir el sabio consejo de sus compañeros del circo, pues extrañaba los arrumacos de la abuela, el cariño que le brindaban sus padres y cuando jugaba con sus hermanitos. Así que una noche después de su presentación decidió ir en busca de la felicidad, regresar a su casa y sin rumbo fijo caminó y caminó por el bosque en la noche os- cura hasta perderse.
Pasaban los días y las noches y Bonito nunca entraba al camino que lo llevaría a su hogar. Tenía hambre y sed y su pelaje ya no lucía hermoso, pues lo tenía sucio, enredado y lleno de cadillos. Las uñas le crecieron y su cuerpo enflacó y oh tristeza, Bonito recostado entre la maleza y la obscuridad de la noche recordaba las jugosas zanahorias que le daba la abuela y las lambidas para limpiar su pelaje de su mamá, los hermosos juegos con su papá y sus hermanitos y su casa que tontamente había abandonado. Pensando en todo esto se acercó a un riachuelo a tomar agua y al ver su fea y desaliñada imagen lloró de tristeza, se dio la media vuelta y decidido a encontrar su verdadero hogar… Siguió caminando Y oh! alegría, de pronto vio a lo lejos su casa y se acercó con las últimas fuerzas que le quedaban. Ahí lo recibieron con gran cariño, con abrazos y besos la abuela y su familia, los que festejaron su regreso, la abuela le dio un gran baño y un suculento plato de zanahorias frescas y en la noche mientras sus hermanitos dormían pegados a su cuerpo para darse calor y su mamá y su papá lamían su pelaje como muestras de cariño, dos hermosos ojos rojos se veían en la obscuridad y por la cabecita de bonito pasaban los pensamientos de que no volvería a ser vanidoso, pues reconocía que la verdadera belleza no era su imagen, si no lo era su casa su familia, la abuela y que todo esto no lo había sabido valorar por su enfermizo ego, así que de ahora en adelante procuraría vivir y disfrutar todo este bello entorno.
A veces nos ciegan falsas vanidades como la del conejo de nuestra historia y no nos damos cuenta que antes que el exterior está el corazón, pues la apariencia física no importa, pues es un disfraz en el transitar existencial tras el cual se esconde la verdadera belleza. Debemos de comprender que así como esas nueces que habitan en el bosque de nuestro conejo, su belleza no radica en su cáscara, sino en el corazón de la de la misma nuez. Amiguitas y amiguitos que bueno que nuestro conejo vanidoso abrió su corazón

