Y LA PINTURA ESPAÑOLA
“Una mujer no tiene la necesidad de ser perfecta para llevar mis vestidos, el vestido lo harĂĄ por ella.â€?
‘Balenciaga y la pintura española’ en el Museo Thyssen, en imágenes Esta es la primera gran exposición dedicada al modisto vasco más admirado e in�luyente de todos los tiempos que se presenta en Madrid en casi 50 años y la primera que reúne, junto a sus diseños, una selección de cuadros de grandes nombres de la historia del arte español de los siglos XVI a XX, una de sus principales fuentes de inspiración. Cuadros de El Greco, de Zuloaga, de Velázque, obras impagables de Goya, de Zurbarán o de Romero de Torres... Retratos de reyes, personajes de la nobleza y del clero cuyas vestimentas inspiraron para diseños que encumbraron a Balenciaga hasta la cima. Unos y otros, retratos y vestidos, enfrentados a pocos metros, entre penumbras para que el brillo de la genialidad ilumine el concepto tan moderno y audaz del modisto vasco.
Diego Velázquez: Retrato de la reina Isabel de Borbón Dentro de la pintura española de corte el bordado adquirió un protagonismo; prueba de ello fue el conjunto de objetos que llegó a coleccionar Balenciaga con ricos encajes, bordados y adornos con abalorios. Todas esas piezas fueron motivo de inspiración para incorporar el bordado en muchas de sus creaciones como ese elegante vestido de novia en chantung de color mar�il con bordados de hilos de plata en clara correspondencia con el traje de Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, pintado por Rodrigo de Villadrando.
Francisco de Zurbarán. Sin duda, la in�luencia que tuvo Francisco de Zurbarán no solo como pintor sino como diseñador de moda al representar con maestría las telas y el movimiento de las mismas en sus óleos. En la muestra resulta de gran interés comparar los vestidos de novia diseñados por Balenciaga como el de Fabiola de Mora y Aragón para su boda con el rey Balduino de Bélgica en 1960 que armoniza con los blancos de Fray Francisco Zúmel, pintado por el extremeño en 1628, de rica textura; de Fray Jerónimo Pérez y del Venerable Jerónimo Miguel Carmelo, junto al último vestido de novia diseñado por Balenciaga para el matrimonio de Carmen Martínez Bordiú con Alfonso de Borbón, realizado entre 1971 y principios de 1972. En el caso de Balenciaga incentiva siluetas de formas geométricas; o cuando toma como referencia a las santas Casilda e Isabel de Portugal para crear un vestido y sobrefalda con esos volúmenes que también estaban presente en la mártir �ijada por Zurbarán.
Francisco de Zurbarán ejerció una fuerte in�luencia en el trabajo de Balenciaga. “Admiró estos hábitos sencillos de los monjes mercedarios, que con tan solo tres piezas de patronaje transmiten elegancia y misticismo, y los hace dialogar aquí con varios vestidos de novia. Destacan dos icónicos: el que hizo para Fabiola de Bélgica (bisnieta de la marquesa de Casa Torres) y el que diseñó para Carmen Martínez Bordiú. “Fabiola iba casarse con el rey de los belgas y Balenciaga dota al vestido de majestad desde la sencillez, con esta cola que sale del escote y que se hizo mítica". Curiosamente el vestido de Carmen Martínez Bordiú es similar. "Es muy especial porque es el último que hace el modisto. Aceptó el encargo en 1972, cuatro meses después de cerrar y unos meses antes de morir. ¡Este espacio habla de cómo hacer un hábito nucpial una pieza majestuosa!”.
El retrato de la duquesa , vestida de blanco. María del Pilar Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, (Madrid, 1762 - 1802), decimotercera duquesa de Alba, fue retratada por Goya en varias ocasiones. En este lienzo Goya retrató a la duquesa a la edad de treinta y tres años, ataviada con un elegante vestido blanco de talle alto que realza todavía más su �igura y en el que destaca la cinta roja atada a la cintura que hace juego con el lazo del mismo color colocado a la altura del pecho y en el pelo. Llama la atención la calidad de la tela del vestido pintado con una gran maestría así como la larga melena rizada oscura hasta la cintura, peinado de moda a �ines del siglo XVIII. Los colores blanco y rojo del vestido podrían referirse a los colores de la Casa de Alba, cuyo escudo de armas se rodeaba en el siglo XVIII de un manto de púrpura forrado de armiño. Su rostro no destaca precisamente por la expresividad lo que, según Gudiol, contribuye a crear una imagen que más parece un icono religioso que un retrato de una dama de sociedad. Con la mano extendida hacia el suelo señala la inscripción arriba mencionada. La muñeca izquierda la decora con unas pulseras doradas y por encima del codo lleva un brazalete también de oro y esmalte con las iniciales de sus ilustres apellidos, la S de Silva y la T de Álvarez de Toledo, de su marido. A su lado un perro blanco de lanas fue incorporado más tarde. Adorna la pata trasera con un pequeño lazo rojo a juego con el de la duquesa. Actualmente se cuestiona la habitual creencia de que el cuadro formara pareja con el retrato de su marido, el duque de Alba.
'El Salvador', del El Greco, junto a tres de sus modelos. 1608 - 1614. Óleo sobre lienzo, 72 x 55 cm. No expuesto Esta obra forma parte de un apostolado que procede de la Iglesia de Almadrones, Guadalajara, en el que se repite con escasas variaciones el modelo de los Apostolados de la Catedral de Toledo y de la Casa-Museo del Greco en la misma ciudad. Cuatro lienzos de la serie se encuentran en el Museo del Prado: El Salvador, Santiago (P02890), Santo Tomás (P02891) y San Pablo (P02892). Se percibe en ellos la participación en la ejecución del taller del maestro. Esta obra representa media �igura de Jesucristo visto de frente y en actitud de bendecir con la mano derecha, mientras que la izquierda se apoya en un globo terráqueo cristalino. La cabeza, ligeramente girada hacia la derecha, se enmarca por un halo romboidal.
El Salvador lleva únicamente una túnica roja, sin manto, aunque el plegado dibujado sobre el hombro izquierdo parece responder a una idea inicial de representar parcialmente el manto, tal y como ocurre en las versiones de Edimburgo (National Gallery of Scotland) y Reggio Emilia (Galleria Civica Parmeggiani), partícipes todas ellas de una misma concepción, derivada del modelo de Salvador creado para los apostolados de más de media �igura de la catedral primada y de la Casa-Museo del Greco. Esta tela del Prado se distingue de los citados ejemplos tanto por la referida eliminación del manto como por el sutil giro de la cabeza, aunque no rompa con ello la habitual proyección bizantina de este Salvator Mundi de rostro alargado, intensa mirada y barba larga y puntiaguda que se entronca con el Pantocrátor, el Cristo Todopoderoso que, en representaciones de busto ubicadas en cúpulas o ábsides, dominaba la representación de los doce apóstoles y los cuatro evangelistas.
Paginas de apoyo https://fundaciongoyaenaragon.es/
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/ https://elpais.com/elpais/ https://www.elperiodico.com/es/port/moda/20190708/
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