Parques del Río en Medellín Integrar el río a la vida urbana. Mejorar la movilidad. Aumentar el espacio público. ¿Quién podría estar en desacuerdo con estos fines? La pregunta sería: ¿podemos lograrlo sin hacer el Parque del Río, tal y como está concebido hoy? Comparto algunas reflexiones e inquietudes: Se ha planteado que el recién aprobado POT invierte la pirámide de movilidad de la ciudad, dejando en la cúspide el atormentado peatón, pero en notas recientes de prensa de El Tiempo, Semana y El Colombiano puede leerse que el proyecto Parques del Río, en su totalidad, duplicaría el área para tránsito vehicular. Esto no parece muy coherente. Pasar de 4 a 7 carriles en la primera etapa del proyecto es una evidente contradicción entre discursos y prácticas, aun entendiendo la jerarquía de la vías que se intervendrán, los problemas de infraestructura vial y de movilidad en el Valle de Aburrá, y estando de acuerdo con la necesidad de fortalecer sistemas públicos integrados y modalidades no motorizadas de transporte (sin generar mecanismos arbitrarios e infundados de exclusión). ¿Abordar otras intervenciones contempladas en el Plan Maestro de Movilidad permitiría mejorar la movilidad metropolitana, de una manera más costo-eficiente? El Proyecto promete numerosas áreas de espacio público (senderos peatonales, ciclorrutas, áreas de esparcimiento) y esto no puede ser más que bienvenido en una ciudad con un déficit alarmante de espacio público (en algunas comunas, el índice de espacio público verde es menor a 1 m2/habitante). Pero, ¿a qué costo de construcción y mantenimiento? ¿Con qué nivel de apropiación de las “preexistencias”, como herencias socioecológicas e infraestructurales del paisaje de hoy? Y ¿con qué riesgos políticos, económicos y climáticos (por citar sólo algunos)? Mientras tanto, amplios y valiosos espacios como el Club El Rodeo y El Campestre, entre otros, hoy cumplen parcialmente su función ecológica pero no la social, sin que la ciudadanía conozca por qué no se concretan para un uso público que contribuya a suplir de manera importante (y más económica) el déficit de parques para la recreación pasiva y activa de todos. Por otra parte, instrumentos y esfuerzos técnicos tan valiosos como el Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes Urbanos, el Sistema Metropolitano de Áreas Protegidas, la Propuesta de Gestión Integral de la Biodiversidad para Medellín, y la Estructura Ecológica Metropolitana, garante de la provisión de una parte importante y socialmente muy sensible de los servicios ecosistémicos que requieren los ciudadanos, siguen sin implementarse decidida y adecuadamente, sirviendo a lo sumo como sustento técnico para intervenciones desafortunadas, contrarias a sus propósitos. Tampoco el Fondo de Compensación Metropolitano, meta de la autoridad de planificación metropolitana en su Plan de Acción “Pura Vida” del Área Metropolitana, que permitiría implementar los citados estudios, es hoy una realidad. Mientras tanto, el futuro de los bordes urbanos y rurales, y sus imperiosas necesidades de gestión, quedan diferidas a más planeación (macroproyectos de borde), a intervenciones paliativas, y a la "autogestión" de los poderes fácticos.