UNA ESPIRITUALIDAD SIN DOGMAS
El ego solo quiere enredar y las religiones instituidas son muchas veces caldo de cultivo para que el ego crezca en lugar de decrecer. Así se crean rencillas, conflictos, afán de dominio, tendencias a devaluar y humillar a los otros, cenagosa y espesa burocracia y adoctrinamientos que roban la lucidez mental. Y esto sucede tanto en el cristianismo como en el budismo tibetano u otros sistemas filosófico-religiosos. Siempre que hay jerarquías o linajes se abona más el terreno para que el ego pueda robustecerse, y en lugar de surgir la unión (religión), brote el enfrentamiento, la desunión, la petulancia, el aferramiento ciego a las ideas y convicciones religiosas. Entonces la religión institucionalizada, sea teísta o no, se convierte en una especie de cárcel, de mordaza, de atadura, y en lugar de poner alas de libertad, pone cadenas de esclavitud. Surge el dogma, la mentalidad sectaria y, detrás, el fanatismo y la hipocresía, todo ello arropado bajo el aparataje eclesiástico (sea cristiano, lamaísta, o de otro tipo), y se crean toda clase de grupúsculos religiosos o pseudorreligiosos que incitan al borreguismo más que a la sabia utilización del discernimiento, encegeciendo la consciencia en lugar de esclareciéndola.
El Dharma palpita en mí, o sea la enseñanza autentica, pero nadie tiene el monopolio de la Verdad y las sendas hacia la cima son innumerables y al final uno mismo es su propia senda y su propio maestro, sin tener por qué rendir pleitesía a nadie y menos obediencia ciega y abyecta, se trate del Papa o del Dalai Lama, de un gurú o de un pastor o rabino. Sin embargo, todas las creencias puras son respetables, si bien al final tendrán que conducir a la experiencia personal, se siga la senda del Buda, de Jesús, de Lao-Tsé o de Mahavira. El maestro es la Enseñanza. Pueden fallar los seguidores, pero la Enseñanza es pura en su comienzo, medio y fin, aunque haya sido tan vapuleada por los profesionales de la religión, tanto las monoteístas como las que no lo son, o esos grupos sectarios pseudoespirituales que, sean cristianos o hindúes, budistas o de otro tipo, siempre hay que poner bajo rigurosa sospecha, vengan también de Oriente o de Occidente. Mucha gente nace libre y se muere sierva de las ideas con las que otros, más ciegos les adoctrinan y que no conducen a la experiencia y la verificación personal. Hay una historia: El diablo y uno de sus acólitos vienen a darse un paseo
30 |Noviembre 2019