AÑO NUEVO, VIDA NUEVA En las fiestas navideñas se celebra, entre otras cosas, el crecimiento de la Luz. A partir del solsticio de invierno los días comienzan poco a poco a ser más largos y luminosos. Comienza una etapa de expansión en nuestro hemisferio que tendrá su culmen justo antes del verano. Como todos los años, nos preparamos para cerrar un ciclo. Dejamos atrás lo viejo y damos paso a lo nuevo. Es una nueva oportunidad para volver a empezar. Es la ocasión perfecta para renacer y crecer como la luz de los días. Algunas personas preparan para el nuevo año una lista de buenos propósitos, de iniciativas para el cambio, una serie de compromisos que adquirimos con nosotros mismos y que, plasmados en papel, toman más fuerza. Dejar de fumar, hacer deporte, leer, estar con la familia, ahorrar… son los objetivos más comunes
que nos proponemos cumplir a lo largo del año. Pero existe un vacío que hace que una gran mayoría de personas fracase. No tienen dirección. Si nos falta dirección, si no sabemos a dónde nos dirigen todos estos propósitos, no tendremos la fuerza suficiente para conseguirlos. Y ¿cuál es nuestro objetivo final? ¿Cómo saber hacia dónde queremos ir? Pues está muy claro. Nuestro objetivo final, como el de toda la humanidad, es alcanzar la felicidad. Todo lo que hacemos está enfocado a aumentar nuestro nivel de felicidad. Si dejamos de fumar es porque eso nos hará más libres, y, por ello, más felices. Si queremos pasar más tiempo en familia es porque sabemos que nos aporta felicidad. Si nos proponemos hacer más deporte es porque mover nuestro cuerpo, mejoraremos