UN TIEMPO PARA ESTAR EN MÍ Recuerdo perfectamente aquel silencio. Todavía está vivo en mi mente. No fue el primero, ni será el último. Hacía tiempo que mi mente metía demasiado ruido. Me costaba concentrarme hasta en las tareas más sencillas. Necesitaba un tiempo de reflexión, de estar en mí, de salir de mis pensamientos. Necesitaba silencio, paz, calma. Había leído en alguna revista información sobre un retiro cerca de Madrid, llamé enseguida y sin pensarlo dos veces reservé. Las semanas pasaron más lentas que nunca. No veía la hora de parar esta locura. Por fin llegó el día.
Nada más llegar, me sentí como en casa, pero también con miedo. No un temor normal, no era una sensación conocida, era más bien como si hubiera dado un salto al vacío. Sí. En mi estómago se formó tal revoltijo que me entraron ganas de vomitar. El impulso fue huir inmediatamente. Pero resistí. Entregué mi teléfono y las llaves del coche. Decidí que me iba a implicar al 100%. Si no ¿qué hacía allí? Había ido a ganar.
Día 1. Salir del ruido Me instalé en mi habitación y rápidamente salí a dar un paseo. No había pasado ni una hora y ya estaba medio desesperada. Mis compañeras de cuarto aún no habían llegado. Intenté relajarme paseando por la finca, pero cada vez me encontraba peor. La cabeza no paraba de funcionar. Pensamientos y más pensamientos se agolpaban y no me dejaban en paz. En media hora era la presentación. Me-
20 | Febrero 2020
nos mal, algo de distracción.
Entramos poco a poco en la sala y nos acomodamos. Algunos en sillas, otros en unas colchonetas en el suelo… En esto que entró un tipo alto y espigado, con cara de mala leche. Se descalzó y avanzó por la sala como si estuviera solo. Se colocó delante de los presentes, que le observábamos con atención, y comenzó a hablar.
Día 2. Entrando en silencio Luis, que era como se hacía llamar aquel hombre, nos había explicado las normas y nos había dado algunas indicaciones. No podíamos comunicarnos de ninguna manera. Ni acercarnos la sal, ni aguantar la puerta al otro. Tampoco podíamos escuchar música ni leer, ni en definitiva realizar ninguna actividad que nos sacara de nuestra propia realidad. Ni siquiera hacer deporte. Todo para sentir al máximo. Todo preparado para hacer un viaje intenso a nuestro interior. Reconozco que mi mente rebelde intentaba todo el rato fastidiarme el plan. Leía todos los carteles que veía en el recinto: “Parking”, “Prohibido Fumar”. Pero enseguida me di cuenta de que era una trampa de mi mente para salir de mí misma. Parecía que las horas no pasaban. No sabía qué hacer. Empezaba a sentir ansiedad.
Día 3. Tormenta Me levanté fatal. Angustiada, sin ganas de nada. Sólo quería llorar. Pedí una escucha con un monitor. Solté y sentí alivio. La tarde se pasó mucho mejor, pero aún tenía