Sobre la proliferación de técnicas terapéuticas en las últimas décadas. Estamos asistiendo en la actualidad en nuestro país a una maravillosa expansión de las terapias naturales. Si bien con algunas resistencias por parte de las autoridades administrativas, son cada vez más las fórmulas terapéuticas existentes y mayor el público que se acerca a mejorar su salud (en sentido amplio) a través de ellas. Sin embargo, lo que por un lado siento como beneficioso para todos, por otra parte, tengo la impresión de que puede convertirse en un exceso. Me explico. La terapia natural no es sólo una forma de sanar. La terapia natural pretende un cambio en la percepción de las cosas, una transformación más profunda que el mero bienestar físico, emocional o psicológico. La terapia natural, alternativa, complementaria, tradicional o como se la quiera calificar, es el brazo ejecutor de un sentimiento mucho más profundo: la necesidad de una transformación interior en el ser humano. Esta transformación, desde mi punto de vista, requiere de una salida, al menos parcial, de creencias o dogmas aprendidos sobre la vida, las relaciones, la sociedad o el dinero. De he-
18 |Marzo 2020
cho, diría yo, que de lo que se trata, en esencia, es de salir de los preconceptos de la mente y acostumbrarnos a vivir desde otro sitio, desde la mera manifestación actual del propio ser en cada instante. Decir esto puede parecer fácil, pero, en efecto, son tantas las cosas aprendidas, tanta la ideología imperante, tantos los mecanismos del sistema, que una cosa es estar convencido de algo y otra, muy distinta, vivenciarlo cada día como algo propio. Una cosa es limpiar la mente consciente de prejuicios —incluso aquellos con los que solíamos estar de acuerdo— y otra, muy diferente, que el inconsciente individual o colectivo no siga influenciándonos a la hora de actuar. Digo esto, porque me parece que las terapias naturales, hoy en día, y posiblemente sin darse cuenta, están cayendo en un “exceso de especialización” propio del sistema productivo en el que vivimos. Antes de que el lector o la lectora abandone en este instante este escrito, permítame decir algo más. No digo que nada sea malo. Todo es perfecto. Con mis propios ojos y a veces en carne propia he visto y vivido las bon-