Circuloforma (3)

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO DIVISIÓN SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA FACULTAD DE PSICOLOGÍA

APROXIMACIONES AL PROCESO SALUD-ENFERMEDAD

MATERIAL DIDÁCTICO FOTOCOPIAS

CAPITULO V EL CIRCULO DE LA FORMA

ASESOR DE MATERIA: LIC. VICTOR MANUEL GAITÁN HERRERO


CAPÍTULO

V

EL CIRCULO DE LA FORMA

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Los fundadores de la biología científica no pensaban que hubiese que separar la sensibilidad y l;'\ motricidad en dos facultades distintas del organismo y tf&truir así la unidad del ser vivo. Sin duda, una necesidad -siempre creciente de interpretar los procesos reflejados por los fenómenos como funciones materiales concretas ha conducido a definir de una manera restrictiva la irritabilidad gen'eral, sea como movimiento (contractibilidad), sea como percepción (sensibilidad) 1 • Pero no se ha conservado largo tiempo esta visión unilateral de las cosas, y esta observación vale para hoy. Un estudio histórico de E. MARX 2 hace aparecer el movimiento ondulante que parece afirmar y anular alternativamente el dualismo. Se ve cómo nace la fisiología experimental sobre el transfondo constituido por la fisiología de la naturaleza de . los si_glos xvn y XVIII; sólo lentamente se separan de la noción rilosófica de la vida las ideas que corresponden al pro· ceso material. Entonces aparece un nuevo orden de proble· mas en la investigación anatómico-fisiológica: se intentan explicar los fenómenos vitales por las ideas materiales re· cientemente adquiridas. Lo que aparece en la vida debe provenir del proceso material. La fisiología no logra éxito en esta tentativa. No es sa· tisfactoria la explicación mecanicista de los rendimientos del órgano nervioso. Nuevas ideas, ilógicas, confusas y gc niales, aparecen en el mismo momento en que triunfa el pensamiento mecanicista. El apogeo de esta empresa es tam·

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Circulo de la Forma

bién el comienzo de su decadencia, que se extiende casi hasta hoy. Nos asombraremos de saber en qué momento la . doctrina del reflejo ha conocido su apogeo porque se con· . ~· · • . ..si_!iera. a. menudo al siglo XIX todo entero como el del mate· meé'ánicisino. Pt!to · E. Mi\RX· nos -demuestra rialisrrlo ·y·· que los años 1830 a 1840 marcan el triunfo de la fisiología del reflejo. Después viene su decadencia, si consideramos los verdaderos investigadores y no lo que se enseña en las cátedras. ¿Cómo se desarrolló esta evolución? La necesidad de conceder a los fenómenos vitales una base material fué sa· tisfecha en pz;:~mer lugar por la idea de un proceso de excitación que se propaga por la sustancia nerviosa. El camino de esta propagación por vías determinadas constituye el esquema más simple y más claro; la excitación va en primer lugar en sentido centrípeto y luego vuelve al múscu lo en una dirección centrífuga. Sin embargo, la diversidad ·y la~ condiciones particulares de los hechos obligan pronto a completar este esquema demasiado sencillo. Lo que ocu· rre en el centro nervioso se manifiesta como más complicado y pasa al primer plano. A pesar de esta complicación nueva, la teoría pura del reflejo implica siempre una consecuencia inevitable: la rup· tura del individuo, de la unidad orgánica que se produce en e' momento en que FLOURBNS introduce la excitabilidad periférica, el reflejo de la medula espinal como ,elemento autónomo. La ruptura con la noción de vida (que depen· de de la filosoña de la Naturaleza) estaba cumplida y, sin emb~rgo.. no se acepta con resignación; se intenta salvar, restablecer, la unidad. Es la subjetividad la que debe lo·grarlo y, por tanto, la sensación, .Io sensorial, adquiere una gran importancia, una posicióp. independiente. A la fi· siología del reflejo viene a añadirse la fisiología sensorial. Por la mayor intrincación de los problemas, la oposi· ción entre centrípeto y centrífugo es reemplazada poco a poco por una nueva antinomia entre sensación y moví· miento, subjetivo y objetivo. A partir de ese momento, el mecanismo e,s dejado atrás incluso si no se quiere reconocer, incluso '· sf se niega. El ser vivo, el hombre, puede ser restaurado de nuevo y esto significa que el organismo;. a su vez, no es·.. ya una parte de la naturaleza material, sino

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Sensación y movimiento 229 ,. '

un ser que le es opuesto y del cúal ella es el medio exterior. En ese desarrollo y una vez reintroducida la subjetividad, el intento de integraciót'l de la sensación en el proceso objetivo bajo el nombr.e de proceso fisiológico sen~p¡ial_ !ip~r~ce.... c.o.J?O. __una .sill)ple etapa de transición. Sin embargo, el conceptb···es ··n'f1#ldo: Le corresponde,. del . ....· -... . lado material, que se. hable del ¡;ilovimiento vivo como de un movimiento voluntario. Esos dps conceptos híbridos. vie· nen de la materialización de lo~ fenómenos vitales, pero conducen al restablecimiento de~ la oposición interna del ser vivo, que es a la vez sujeto y objeto, está ligado tanto ~

F.enómeno vital

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Proceso nervioso

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Settsación ;¡ movimiento

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Proceso sensorial

Proceso motor

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Mundo e;ctcr'ior

a un yo como a un mundo exter)or. Se puede resumir esto por un esquema 3 • ,· El pos-tulado que caracteriza ·.a esta época-que llamaremos época clásica, por analogía .con un término usual de la física-no es, pues, en fin de ct.i.entas el postulado mater ialista, según el cual la vida ser(a un proceso material, por ejemplo, mecánico; los investigaaores han sido casi siemprt demasiado prudentes y demasfado escrupulosos para em· plear palabras tan ambiciosas. Sin embargo, se admite im· plícitamente en fisiología que :lo que aparece en la vida proviene de un proceso materiaL Es el empirismo de la observación, al cual viene a añadir,se la teoría de la ilustración, lo que constituye la forma clásica de esta ciencia. Las observaciones de nuestros sentidos deben¡decidir si la teoría relativa a los hechos no observados airectamente explic~ los fenómenos. Hay ahí una ~ncepción sobre la relación del investigador y su objeto que nos parece evidente y que, sin embargo, no es la única po~ible. Podría ocurrir también que el fenómeno observado no; procediera del pro'ceso que se halla subyacente y que, por i~to, la teoría tampoco explicara el fenómeno a partir de e~e proceso. Podría ser que el


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Círculo de la Formtt

hombre, junto con la Naturaleza, hiciese aparecer lo qu'! aparece. Porque toda observación es ya un juicio y toda teoría es también una especie de observación. El fenómeno no vepdría, por tanto, del proceso ·(no observable), sino que sería ya un primer estadio de la teoría, y la teoría, a su vez, sería un fenómeno mejor observado. La tarea de 1.a ciencia sería entonces, no explicar los fenómenos, sino pro· dué:ir la realidad por un enlace entre los hombres y la Na· .~ura~za, .Enla.~ . que ...IJ.o...v.a!ctr.ía .sola.mente..para _.el. conoci,. ... miento, sino también para la ..realidad. Como esta concepción pu~de engendrar numerosas con· secuencias, de un alcance y ~de una exactitud difícilmente controlables, es necesario observar primero una cierta re· serva. En particular, no debemos aislar a priori la empres<J de la ciencia de otras activic(ades humanas bien conocidas. con las cuales tiene quizá rasgos comunes esenciales. Pero también es ésta una buena rázón para recurrir a un ejemplo, al parecer insólito, que . nos hará comprender mejor una cosa en adelante esencial, es decir, la manera como el hombre encuentra algo opuesto a él. Este ejemplo de· berá comportar tanto una c~señanza metodológica cuanto el ·hecho mism'o del encuentr~. También hace falta una alternancia de percepción y eh! movimiento, sin prejuzgar. sin embargo, su relación orgánica material. Consideremos, por ejemplo, una partida de ajedrez. El jugador no' es un investigador, pero es tanto un «observador» como un «teórico». Esto·,no quiere decir que explique las jugadas del adversario pór la ·teoría (reglas del juego, cálculo). Lo que es esencial es que las suponga y espere a ver si sus previsiones se confirman o no. Si las conociese no habría partida; ni la habría tampoco si la presunción fuese imposible. La realización del juego está, · pues, ligada esencialmente al respeto a l~s reglas del juego y a la li· bertad de la jugada, o sea, a_.la asociación de la previsión y de la observación y no a ~a de una causa y · un efecto conforme a una ley. No puepo ser al mismo tiempo ju· gador y adversario y no hay ·juego más que si no conoz. co de antemano con certidu~re la jugada contraria. Esta incertidumbre (parcial) es la 9ondición real de un tal acon· tecer. Se puede hablar de un •indeterminismo metódico en la génesis de esta clase de ~ealidad. Un naturalista, que no conoce sino la causa y el, efecto, es un «espectador•;

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Sensación y mpVimiento 231 mira el juego, pero no participa en él; c~9ce las reglas, pero no las emplea. , Se da uno cuenta de que ocurre lo mismo en política y en medicina, a pesar de las condiciones di~erentes del encuentro. Médico y enfermo, y lo que realii~h juntos, .están sujetos a ciertas reglas conocidas del juego, que son tam· bién leyes de la naturaleza. Pero en este caso también se conocen las posibilidades, pero no las decisione.s; se piensan .diferenres.. planes,. pero- sólo -la··decisi(m nnrestra si ' la ·reali'· · zación corresponde o no a la previsión. Todo ocurre conforme a lo que sabemos de la percepción y del movimiento, la percepción es percepción objetiva, es decir, que en la percepción se realiza una posibilidad objetiva; el movimien· to orgánico es intencional, y esto también significa que sólo la ejecución decide del resultado final. La percepción y · el movimiento se comportan como los jugadores de ajedrez, y esto constituye un rasgo común de ambos. Al resumirlos así estamos obligados a profundizar en su modo de relación. Se puede considerar en adelante la percepción obje· tiva y el movimiento intencional como dos ejemplos de un nuevo concepto de realidad, distintos del concepto clásico En la historia de la teoría del reflejo se señaló la asombro· sa intrincación de los problemas en la psicología que h~ hecho considerar los procesos unas veces como subjetivos . otras como objetivos, a veces como psíquicos, otras como físicos, condicionados o producidos de manera material o bien influenCiados o estructurados psíquicamente. Las co· sas cambian sin cesar, y como no siempre pierden sus nom· bres, resultan grandes dificultades terminológicas y de .comprensión. También ~n los párrafos de este libro, que son como una marcha hacia un objetivo, se perciben estos de· fectos. Sin embargo, se ganaría ya algo si se lograra reducir esas dificultades múltiples a un solo denominador. El sol brilla a través de las nubes, incluso cuando no las ha disipado todas. Se llegará a ese resultado, estoy convencido, ( l l t:uun to se haya comprendido que pertenecemos ·l In N 1tut lit '• pero que la Naturaleza, a su vez, form~ ¡Hlrt · de· tw·.• Ht't' El ejemplo de la partida de ajedrc-t. aw· lnclt 1 u lt 11 1. allá de la biología de la percepción y del movlmlrntu lmlu percepción y ' todo movimiento noccm dto un ••·,· m U\,11110


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productivo,· entre el hombre o el animal y su mundo ex· terior. Lo hemos formulado ya a menudo, en varias perífrasis de observaciones o de consideraciones históricas; si es exac· . to, debe ser, no . el resultado, sino el punto de partida de · . ' 'úii 'esh.~di'o ·ere· ambos:· Ef"aerecto 'de· método. <re fas··désérip- · . dones anteriores, que no se podrá vencer sino progresivamente, consiste en que todo lo que puede ser sólo origen tiene también apariencia de resultado, o sea, no puede ser de otra manera; se manifiesta la insuficiencia de la doctri· na clásica. La\!;'lemostraciÓn es, pues, sólo negativa, o, para emplear el lenguaje de un siglo pasado, la teodicea se sirve del ·método de la teología negativa. Es verdad que posterior· mente un siglo emancipado, ganado por el pánico ante la creación, ha separado esta idea de las ciencias naturales considerándola como inconcebible, demasiado especulativa y científicamente indemostrable y peligrosa. Este error puede desaparecer si se demuestra que ocurre lo contrario i que ;SOlamente esta idea puede producir algo verdadero y real. El primer paso ya está dado si se demuestra que la realidad solamente aparece cuando su posibilidad,. pero m su necesidad, está determinada de antemano. · Si~iendo la evolución histórica, no es sorprendente qutt el mundo haya empezado a aguzar el oído cuando la física ha comenzado a introducir un indeterminismo. La biologi~ acoge con júbilo a este aliado, porque era el rigor de la fi· . sica clásica el que se oponía a un indeterminismo biológico: no se podía admitir la coexistencia de dos conceptos con· tradictorios de"la Naturaleza. En adelante, la biología puede · comenzar a afirmar su indeterminismo con método y lógica y se manifiesta como una ley no más flexible, sino má~ rigurosa aún que el determinismo. l. DE LA FVNCION . HETEROGENEA AL PRINCIPIO DE COHERENCIA.-En todos los dominios de las ciencias naturales es normal que se admita que entre la inasa de los fenómenos sólo algunos y sólo en una medida limitada puesian ser comprendidos y explicados. Poco importa que esta selección se haga en el dominio del pensamiento o que esté ligada al empleo de condiciones experimentales sim· · plificadas, por medio de aparatos, por ejemplo. Pero lo que. hace más escéptic.o hacia esas intervenciones en el curso ..


._Función' heterogénea 233

de la Naturaleza es que se tiene fa impresión. de que se ha desgarrado un conjunto o una tinidad, que el investigador mismo ha perturbado la acción de las leyes. En todo caso es difícil fijar aquí límites. Se podrá decir que la disociación ae moléculas o de átomos. no tiene solamente efectos pert'utbadotés; ~sino ·-que ·revela.. ttlm:biétr'las ·leyes •perturba· · das; no se puede negar que la .excisión del corazón o b sección de la pata dé una rana ~mpiden poner en claro el rendimiento de esos órganos par.a el conjunto del animal. pues sólo en relación con él se! comportan como la vidt~ exige para que el animal subsista. Sin embargo, como es : difícil formular y definir· con pr~isión tales punto de vista, no se puede hacer más que señalarlos. Sacaremos, sin embargo, una 1Jrimera lección: no es na· tural que se pueda conocer un fenómeno cuando sólo se conoce parcialmente o cuando no es sino una parte de un todo mayor. Pretender esto es suponer que una parte posee una r:ealidad objetiva y suficiey.temente determinada aun· que esté aislada y separada del .todo. Incluso concediendo esto, hay que reconocer que se ig· . nora cómo se comportaría esta- parte si funcionáse en el conjunto. Se puede llamar a es.ta indeterminación una indeterminación por abstracción. ·: Otra clase de indeterminaciób es, la que resulta no de demasiado pocas sino de un excreso de causas o de condi dones, de la «complejidad>>, bieh conocida de los biólogos. El fenómeno permanece indeterxf¡inado en la medida en queno se podrán captar, en el caso·:de la marcha, por ejemplo, todos los reflejos, todas las inf1uencias ejercidas sobre las células ganglionares por la estructura, la nutrición, las hor· monas, el estado básico de los .'nervios y de los músculos. Aparte de esto, el órgano reacciona diferentemente según la actividad que se ha desarrolb1do con anterioridad en él: y en ~cuanto a ésta habría que 'retroceder infinitamente en el pasado. No hay sino desdef'ilt'r más o menos las influen· cías que no se pueden captar con precisión, o sea, que ha)' que casi abstraer nuevamente. ~ Por otra part ·, la indeterminación por abstracción o su forma especial la indeterminaciQn por complicación no han detenido la marcha de la ciencia. Hay que atribuir, pues, otro motivo a la necesidad de I~ Biología no de considerar esta indeterminación como una:· ineludible imperfección de


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la investigación, sino de completarla por hipótesis especiales y hacer de la totalidad un problema particular. Se dirá quizá que la impaciencia y el afán especulativo son la cau · sa de esto; para tt5capar a este reproche habrá que acudir a un punto de vis;ta opuesto, el de que estamos en pelign. no sólo de conocer demasiado poco, sino también de cono· cer demasiado de un fenómeno. ·•· ..•... ¿Qué opj~ti~os~y ~ué propósitos hacen que pueda haber un «exceso»? La vieja regla del· sltnpie" signum veri la .for- . muió e"identemei)te el entendimiento, esa cabeza rectora de nuestras repr~sentaciones. El sentimiento vivo, al con· trario, deseará ~segurarse innumerables confirmacione·s y por naturaleza i~saciable, verá en toda limitación dictada por el pensamier;tto lógico una mutilación peligrosa de su veracidad interna~ Es la repetición siempre idéntica del pro· ceso lo que imprime sobre el conocimiento intelectual e.l sello de la verdad, mientras que la evidencia del sentimien· to de la experien~ia vital crece, al contrario, con la riqueza con que un sentimiento se desarrolla en otras individualidades. Lo ·que en la,. vida sorprende al espíritu hwnano no es una fidelidad inquebrantable a las leyes; por éstas escapa a Ja zozobra de su incertidumbre y a la amenaza de la in· segu~.dad de su ,e xistencia. La vida nos maravilla más bieTJ por la riqueza il~mitada qe sus posibilidades; la abundancil\ de vida no vivid,a exc;ede inmensamente la pequeña porción de lo realmente ~·vivido. Si nos dedicásemos más allá de lo real, a todo lo ~ue sería posible, nuestra vida se destruiría a sí misma. La l}mitación no es, pues, esta vez result<,ldO del entendimiento li.umano desgraciadamente limitado; es una ley de la conservación del individuo. Si supiésemos, por que el futuro nos reserva no podríamos ejemplo, todo seguir viviendo, . y se puede decir lo mismo del pasado. Esas condiciones no se aplican solamente en gran esca· la; valen también en el detalle. Si se consideran los acontecimientos orgánici:>s y se intenta comprenderlos sob~e la base de sus estructt!,ras y funciones, se da uno cuenta de que surgen dos dif~tultades contrarias que parecen incluso en· gendrarse recíprocamente. Si se analiza· ~n reflejo, una sen· sación, aislados·, la unidad del rendimiento se oculta a la vista. Si, al contrario, se consideran como un fenómeuó vi tal conjuntamente, su mecanismo seguirá · siendo misterio·

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Función hete1·ogénea 235 so. Una síntesis del rendimiento a partir de los elemento-. aislados por el análisis es también imposible. En- cuanto a la historia de la ciencia después de la separación de la fisiología de la filosoña de la Naturaleza, no se encuentra ninguna posición consciente ante este problema, sino, más bien, tentativas inconscientes para resolverlo. Si la filosofía de la Naturaleza intentaba expresar lo que le aparecía como la esencia de lo vivo, la investigación de ·. ·los fenómenos.-materjale$.,c;l~~í~ H·f!F. C::P l~ .~l'?n!~<:_ión de querer ver en ellos esta esencia. S1 el fenómeno vivó prot!ettiér·" del proceso material, los espíritus poco C!)mplicados solían imaginarse que sabían lo que es en sí el proceso vital. Quizá se pensará que vamos hacia atrás desde el presen· te cuando vemos la psico-ñsica, la fisiplo,gía de los sentidos (y el vitalismo), como intentos de.~solución inconscientes provisionales del indeterminismo; porque los partidarios de esas doctrinas se reconocían inclinados por su conciencia al determinismo científico. Pero se nos concederá por lo menos que en la transición de la antigua filosofía de la Na· turaleza a nuestra concepción, la psicoffsica, la fisiología de los sentidos (y el vitalismo) representan un eslabón intermediario, un punto de transición que, alejándose del punto de partida, indica una vía cuya dirección nos permite ver clara y progresivamente la meta. En este período interm~· dio se nota que se trata de descubrir un misterio, pero n•J se logra siquiera formular claramente el problema. Se nos seguirá menos en la afirmación de que los investigadores, de los fenómenos vitales no han querido jamás redu· cirios a puras realidades físicas y químicas. Sin duda '3e señalará con razón el empleo preponderante de los méto• dos exactos y la derrota siempre renovada de las teorías vitalistas y otras filosofías de la N~turaleza. Pero con ~1 mismo derecho se pueden señalar :.~$ esfuerzos de invec;. tigadores minuciosos, que, a pesar de todo, atribuyen al ser vivo y a la vida .un carácter de unidad. En esto coinciden fisiólogos como PFLtlGER, du BOIS-REYJAOND O HERING y físi· cos como HELMHOLTZ o BoHR. Los pnncipales ejemplos son la psico-física, la fisiología de los sentidos y la investigación genética. Cuando la explicación fisiológica o físico-química de la vida fra<;asaba, ha habido que completarla. Si el fracaso era radical había que buscar un complemento radicalmente


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diferente. Pero si era de otra clase distinta, se podía poner fácilmente en peligro la unidad y el rigor de la ciencia Evitar esta amenaza era renunciar a resolver el problema ., del organis-mo; .. as\.lmi.cla_, ~OQducía__.ipevitiibleU}en~e a inéto· dos y a teorías nuevas, que se separaban'furÍdameritalmeif te de las ciencias naturales inorgánicas. Las tres ciencias que hemos nombrado han nacido de este peculiar modo. La primera completa· el aspecto corporal mediante el fenó · meno psíquico; la segunda analiza los procesos materiales con ayuda de los fenómenos psíquicos que dependen de ellos; la tercera analiza los organismos no según el model0 de la física, de la química o de la psicología, sino según una ley propia del desarrollo en un mundo. a) LA CIENCIA TRATA AL PROCESO VITAL COMO HETEROG~NF.O EN EL ASPECTO PSICO·F1SICO.-El peligro apareció desde el priu· cipio. Parece anodirio el que Ernst Heinrich WEBER afirmara que hace falta siempre aumentar a un peso la misma fracción para obtener una diferencia perceptible en la _im· presión de pesantez. Pero, ¿qué se mide exactamente con esta fracción? Una magnitud de sensación, ha contestado Gustnv Theodor FECHNER; así, las sensaciones son, pues, mensura· bies, y si lo jqn, hay también relaciones cuantitativas entre las magnitud~s psíquicas y físicas; existe la posibilidad de funciones psico-ñsicas y de una psico-física exacta . . Estos re~tados · han tenido extraordinarias' repercusio· nes. Sabemo~· por la biografía de FECHNER que representa· ban para él una puerta de escape para la desesperación que le in::.piraba el enturbamiento de la imagen de la Natura· leza por el poder del mecanicismo matemático. También tras la lucha en torno a la ciencia psico-ñsica se encuentra la que opuso a NEWTON y GOETHE, a KANT y SCHELLING; el combate queda indeciso y la heterogeneidad del objeto no se borra ya de la biología. La psico-física de FECHNER considera al estímulo y a la sensación verdaderamente como dos realidades comparables que coexisten en ci~rto sentido en la realidad. Pero como la comparación con la transformación de las formas de energía ha hecho aparecer la dispa· ridad radical entre las dos situaciones, se abandonó rápi· damente el paralelismo o la equiparación de lo físico, y Jo psíquico a la manera de FECHNER 4 De hecho, la inespacia· lidad de la sensación tiene como consecuencia arrancar al·


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. espacio la pura naturaleza de lo vivo. Pero. todas las fun'ciones matemáticas y naturales~ suponían hasta ahora una . existencia en el espacio. Ningupa ley de energía, ninguna ley mecánica o química podía aplicarse a lo inextenso. Si ·:la .sens.aciQJJ ..debe ser función del estímulo (y de la excitación nerviosa),"se 'prescrita ·una-,crn.ki. deL.c.anc.e_P.ta ge .espacio, y, por este hecho, una crisi~ del concepto de caus-a lidad ·, ... · :· física. Parecería preferible el otro :camino, el de no materializar la sensación como función, del estímulo, sino utilizarla simplemente como una señal e~ el análisis del proceso nervioso-sensorial. : Pero toda investigación físiCa parte de las percepciones sensoriales, sin las cuales no J;)uede hacerse ninguna obser· vación. No pienso que HELMHOLTZ se haya conformado con esta analogía cuando se convirtió en el repres·entante de la fisiología de los sentidos; no sé que la haya invocado nunca 5 • Sin embargo, hay ahí un. problema: que la utilización de la sensorialidad en la obsf\'l'Vación de los objetos físicos y en el análisis fisiológico de' las funciones orgánicas, sólo mediante las cuales podrían áparecer toda sensación y pe~·­ cepción, podría contener un ¿{rculo vicioso. O bien mi sensación es un producto de la ~nción nerviosa, y no me per· mite ninguna deducción· en .relación con los objetos exte· riores; o bien no es sino una' señal de sus procesos naturales h~terogéneos; pero no se puede entonces hacer de ella un producto funcional de la actividad sensorial. En el ,primer caso es una ilusión la física~ y en el segundo la fisiología de los sentidos. O para decirlo más brevemente, no se pue· den utilizar los datos sensoriales a la vez como función y como símbolo para represe~tar a la función 6 • Entretanto se había maÓifestado un problema del mis· mo orden en otro sector c;ionde la ciencia no tenía nada que ver con lo psíquico. F;n el dominio biológico .son, en primer lugar, las formas las que solicitan nuestra mirada y nuestra comprensión. Allí donde habla la forma viva, en la morfología, en la ontogenesis y en la filogénesis, parece haber ocurrido una evolución semejante, sin que la aplica· ción tan fructuosa de los métodos físicos y químicos haya producido una teoría propia de los fenómenos genéticos. Esto no ha impedido que ~e produjera, de manera particu· larmente clara, la misma ~risis de una hipótesis clásica. S~

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pensaba, en efecto, poder:. describir las formas en su mul· tiplicidad delimitando un~ forma tal como es para compa· rarla después con otras :formas; deducir de la identidad y de la diferencia el parentesco, el modo, la familia, el • así desde los individuos ele· género y el desarrollo y subir mentales a los conjuntos .s istemáticos; pero esta e~peranza es de hecho tan errónea corno el elementalismo sintético de la fisiología. La más sencilla comparación entre dos ejem· piares supone que existe 1:1na escala de medida o un punto .. -de -vista· para· la compa-rac~ón.··Per-o; '¿<:Óme> puede · saberse ·Ie -. · que es exactamente la cqsa comparada sin este punto de vista de la comparación? Esto · basta para poner en duda la realidad de la particulariliad individual. Porque si no po· demos reconocerla, ¿cóm~ podemos afirmar que existe? Resulta de ello para 1~ morfología genética la situaciór¡ de que se puede determinar el lugar ocupado por una forma en el curso de la génesis. Pero para precisar este lugar tenemos que saber lo ·que determinamos ahí. Esta cosa, este estadio existe, pero ~solamente en la medida en que proviéne de los estadios 1anteriores y se dirige hacia los ulteriores. En sí misma, c;:omo corte transversal aislado ·de la sucesión temporal, sólo existe como postulado. Sólo es reconocible como lo que aparece tras lo que antecede y an· tes de lo que sigue. El tiempo es aquí necesario para la delimitación de la forma, pero no como· esquema formal de la sucesión, sino como determinación del antes y del después. La morfología objetiva plantea, pues, el problema del tiempo matemático-homogeneo frente al concepto del tiem· po histórico, incluso donde parece que no se ocupa de la genética. ,; El dominio de la morfblogía no es para mí un sector de investigaciones habitual. El problema del tiempo ha sido tratado detalladamente en el aspecto neurológico. En el intento de buscar la línea de ruptura, que también en la morfología interrumpe el programa clásico para dar vía libre a las nuevas soluciones no hemos encontrado el con· cepto de totalidad. Pero \10 creo que la introducción de la totalidad pueda hacer superflua la del sujeto, y quizá sea esto lo que el biólogo que se ocupa del hombre puede su· gerir al zoólogo y al botár.lico. Y así como estos escapan demasiado fácilmente a la proximidad' luminosa del yo, el mé· ••


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·dico corre el riesgo de olvidar la omnipotencia de la Naturaleza como totalidad. b) FORMA DINÁMICA DEL CÍRCULO DE LA FORMA. PRINCIPIO EOUIVALENCIA.-Si la tentativa de representar lo psíquico y lo físico como una unidad natural acaba siempre por 'demostrar que no se pueden mezclar el agua y el fuego, no era esta heterogeneidad el único obstáculo para lograrla. No so· lamente el contenido, también la forma de esta síntesis ~· proyocab¡l .pif~cult~c;les. ¿Q-qizá. P.Od~all: reunirse mejor co~1 una forma correcta los contenidó's· opúestos y ·resofvíehoo' .,.. .el segundo problema solucionar el primero? La filosoña de aquella época ha discutido mucho si debíamos reconocer una causalidad o un paralelismo psico-físico. Esto corres· pondía en todo caso a la incertidumbre de los empiristas. que se preguntaban: 1) Si el cuerpo actúa sobre el alma. N.:. 2) Si el alma actúa sobre el cuerpo. .,.: 3) Si cada uno de los dos actúa sobre el otro. 4) Si los dos estaban además acoplado~ según un para· lelismo cualquiera. La sensación parecía ·¿Q.Qfirmar la pri· mera hipótesis, el movimiento voluntario la segunda. y los movimientos de expresión la tercera. Los comentarios he· chos alrededor de la ley J AMES·LANGE y las experiencias da PAVLOV reflejan estas dudas. Había aún otra posibilidad: si ni la acción rectilínea de la causalidad ni el paralelismo de la comunidad de dirección eran adecuados, se podía pen· sar aún en el orden circular, en· el cual cada uno de los dos miembros de la pareja actúa sobre el otro. Este ensayo de solución tenía orígenes muy diferentes. Algunos se hallaban fuera de la teoría biológica; se basaban en el sentimiento descubierto otra vez de la esencia de la comunidad huma· na. Los camaradas de guerra, los amantes, los .hombres unidos en el sentido más noble por la tarea profesional, no podían admitir que su unidad fuese sólo una relación externa entre dos sustancias: se sabían fundidos. La dualidad en ellos no podía ser descrita por los números, por las matemáticas o por la lógica formal. La vida se 1·evelaba en esta ocasión no lógica, sino dialécticamente, y la visión sin pre· juicios del acoplamiento, la fecundación, la división, el crecimiento y la reproducción sin cesar repetida daba a este sentimiento la más objetiva confirmación. Las fuerzas de la DE


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forma no dejan .éristalizar nada, sino que hacen que todo se ·, repita. La forma al parecer sólidamente constituida desapa· " rece, pero lo que parece desaparecido renace; tal es la , -vida~ .No- se··podria.. e~plicar- o--describir. e.ste -hesho . capital . · por medio de un elemento puramente exterior y visible. Por concreta que sea su desaparición . en la muerte, debe ocultarse tras lo exterior algo interno, pero que es capaz de exteriorizarse. , Esta estructura no es propia sólo de los grandes conjun· tos. La .visión de un rendimiento muy particular efectuado por un órgano nos conducirá a las mismas ideas. Si obser· vamos cómo .u n órgano tactil, la mano, que siente y cog~ .; a la vez, se · moldea sobre el objeto, y al mismo tiempo lo mueve de un lado a otro como si supiera ya lo que quiere palpar no se sabe si es la sensación la que dirige el movimiento o si es el movimiento el que determina el «aquí» y el <:ahora» de cada sensación. Porque el movimiento, i como un escultor, recrea el objeto y la sensación lo recibe como sentimiento. El acto de tocar no se revela al análisis solamente como un compuesto heterogéneo, sino también como una unidad formal dinámica; si se la divide en componentes motores y sensoriales, obliga a una reconstntcción di~ámica de esa unidad. Las investig~ciones experimentales surgidas de esto han dado un resultado. Se ha deducido primero que en lugar de construir. y de explicar por una teoría particular la unidad percepción-mo· vimiento, había simplemente que admitirla como dada. La presión ejercida por el dualismo tardío que separaba el sistema sensorial aferente y el sistema motor eferente fue bastante fuerte para que en esa época se pensara que se trataba solamente de conocer separadamente uno u otro de los dos sistemas. Había, pues, sólo una fisiolog.ía senso· rial mediante el . estímulo (externo), pero no mediante el auto-movimiento y ·había una fisiología del movimiento me· diante los reflejos, pero no por los impulsos voluntarios. Pero si la experiencia científica supone una definición exacta de las condiciones externas de la prueba, no prescribe que sólo un resultado psíquico o sólo un resultado flsico resul~e de ell~, Los dos pueden producirse al mismo tiem'. po de la misma manera que una reacción química tiene st- · multáneamen~~ efectos térmicos y eléctricos. Hay que ins· . -:ff.;. ·~~.'-. -. ~.,.


función heterogénea 241 tituir, pues, experiencias en las que se pueda registrar la correlación de las percepciones y. de · los movimientos que se pJ;oducen en ciertas condiciones.. PuRKINJE ha sido en esto un precursor. Desgraciadam~nte, ha tenido pocos imi. faél6tes· y· nb tenemoS' sino ttn·a ~se' éstrec'ha ·~obre '·la cua1 · npoyarnos. Un método debe hacer sus prttebas. O bien debe conducir a observaciones que permitarr' comprender unitariamente 1Jl1 gran número de hechos aislados, o bien debe decidir si un hecho supuesto existe o ·no existe. La conjunción de esas dos tareas es la ciencia · experimental. Nos parece que tal es el caso para el método de C9mposición y que este método hace así sus pruebas. Como primer ejemplo del resultado de este métqdo d'! composición señalaremos el cará~ter unitario del enlace de la percepción y el movimiento. En este dominio el conocí· miento científico ha cometido un error notable. Se ha creído ver en los hechos que la pertepción era en una amplia medida independiente del movimiento. Se admite que en ciertas condiciones-límite los movimientos pueden producir ilusiones; así se creen ver desplazamientos aparentes de objetos cuando se desplaza el gtobo ocular de su situación normal desde afuera. Pero, en general, se verían los objetos de manera siempre idéntica y «justa» cuando sólo se mueven los ojos o cuando se mueven juntamente con la cabeza y el cuerpo. Sean los que sean l~s cambios en las relaciones geométricas entre el organismo y el objeto; el objeto de la percepción es siempre dado de· manera idéntica (y justa). Se concluye de esto que la pex;cepción no está influída por esos movimientos. Pero no podia mantenerse esta concep ción tal como se presentaba. CO.nsiderando la cuestión bajo este ángulo geométrico fisiológi~o. se podía uno preguntar cómo ocurre que se vea lo mi~mo un objeto inmóvil (un coche) cuando el ojo se mueve~ que cuando el mismo ob· jeto en movimiento pasa ante el ojo inmóvil. O aún: ¿cómo es posible que se vea el objeto l<en el mismo punto» cuando ~1 ojo se mueve, es decir, cuando la imagen retiniana se mueve sobre la retina? Sólo se. podían explicar estas cosas limitando la independencia de lo sensorial de la motricidad. Se decía: el valor fisiológico dt¡ localización (el signo de localización) del elementd retiniano está modificado por el ·movimie~to. Nuevas investigaciones debían demostrar esta W!!IZSACKER-16


. 242 Círculo de . la Fortna

modificación, sus leyes. y sus límites. Así se produc~n numerosas observaciones ·y casos especiales. Pero la inultipli· cidad de esas dependencias de lo sensorial de lo motor y su acción ininterrump(da en la vida natural · lleva-en ese dominio por lo menqs-precisamente a una conclusión . opuesta, o sea, a que 1o sensorial debe ser absolutamente dependiente de lo . motor. ¿Cuál es, pues, el P.Unto de vista susceptible de aclarar la c~nt~a~~~ció_~ _9-~e-- :.;~-~n~. e~tre. ~~~~- f'?~~e:pcj~n~~. pp~~?- .._ - ' tás? El" problema· lótiii.a fomia en cuanto se vuelve uno consciente de las impl~aciones que ocasiona para la teoría del conocimiento el cot¡cepto de percepción, y én la descrip· ciqn de funciones simples se introduce la noción de veracidad. Se ha establecido 'siempre un enlace de hecho, pero no de derecho, entre la objetividad de la percepción y su contenido vivencia! compai;ándolos y a menudo identificándolos · ' · inconscientemente. Las contradicciones :Internas indican ya la nueva vía q)le seguirá la ciencia. Porque se advierte que un ser vivo no es solamente una parte de la Naturaleza, sino que está también enfrentado a ella. No sólo somos un fragmento del mun. do, sino también un ·contradictor de él; ésta es la condición que hace qu.e el mundo: nos aparezca, que lo percibamos, 'de manera justa o falsa. La nueva vía seguida debe tener _en cuenta esto. Todos los )ntentos de explicación parten de ·la relación entre el ser vi:vo con su mundo, que se llama mundo-en-torno desde J AKO~ VON UEXKÜLL. Hemos desarrollado ya esta idea en los dos tapítulos precedentes. La manera más . sencilla de describir los rendimientos biológicos _e s la de mostrarlos como confi&uraciones de la relación entre el yo y el mundo exterior; se pueden enumerar los hechos que prueban que no se trata de reflejos inmutables, sino de es· tructuras unitarias de l~ relación entre el yo y el mundo exterior. Pueden distinguirse de nuevo esas relaciones en detalle; hay movimientos de aproximación hacia los objetos del medio y movimientos ~e alejamiento; hay desplazamientos del yo en el mundo externo, liberaciones, crisis, rupturas de coherencia entre el yo y el mundo externo. En todo esto se ha podido descubrir la~significación del cambio de función. de las ilusiones; éstas son de una necesidad fundamental para la realidad de las': cosas percibidas, de nuestro propio · cuerpo, de los procesos que acontecen. !


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Función1,. heterog~nea 243 En el iQtento de desarrollar este n~evo punto de vista como principio y de descubrir sus leye$ se ha originado la teoría del círculo de la forma con el aspecto de una dinámica psicofísica. La he expuesto con más detalles en 1932 7 , partiendo del hecho de que en el sistema '·motor del equilibrio corporal se puede sustituir, más o menos completamente, una percepción de movimiento moviéndose uno mismo y que, inversamente, se puede ahorrar un auto-movimiento cuando se percibe un movimiento. Según la amplitud de f:~te . ·..inter-cambio; ·se pu-ede iuiólar·de· cómpróniiso · ó de· éómi>en: · · sación. Hay, pues, aquí una equivalencia casi cuantitativa entre la percepción y el movimiento en la medida en que pueden sustituirse el uno al otro y es lo que puede llamarse el principio de la equivalencia. Esta idea no ha nacido solamente bajo la influencia de la fisiología, sino que la clínica también ha contribuido a ella. La posibilidad de expresar una emoción insoportable en cri· sis motoras, la formación de síntomas psíquicos cuando se reprimen procesos corporales, son fenómenos bien conocí· dos de todo neurólogo y han sido descritos muy completa· mente por el psicoanálisis de las neurosis. También aquí se imponía al investigador la formulación de una dinámica, de una especie de transformación de fuerzas. Se ha buscado una fórmula más exacta de esos fenómenos, más bien descrip· tivos y no mensurables, incluso en un rendimiento fisiológi.· co como el equilibrio corporal y la integración del yo en el espacio de su mundo en torno; pero esta empresa ha 'demos· tnido posteriormente que persistía una diferencia funda· mental insuperable entre esos fenómenos y los de la diná· mica física. No se ha podido analizar el rendimiento bioló· gico en analogía con la dinámica física, ,.~ino que más bien se han transformado las formulaciones físicas en el sentido de la biología. 'La diferencia es capital. Sin embargo, nos hemos anticipado a los acontecimiento-; porque la luz no se ha hecho sino progresivamente. ;Había que evitar que la tentativa de una «dinámica psico-física>• cayese en las viejas faltas del materialismo psíquico, pero no se podía tampoco romper de nuevo el vínculo indisolu· ble al fin reconocido entre lo interno y lo externo y sacri· ficar así la especificidad de la· biología. ¿De qué se trataba? En el análisis del movimient~ hemos hablado ya de la intrincacióp del movimiento orgánico con su mundo externo


244 Circulo de la Forma

y descrito su coherencia indisoluble. Vimos allí que el mo· vimiento no ·podríc,i ser descrito sino en términos de relación formal. Pero, despreciando entonces la percepción :J renunciando a la relación psico-física, la descripción se con'·denabá 'a no "J))der-·-rebasal"·.el.nive)...d~l formalismo. Ahora ocurre de otro modo en el experimento diiÍámi~o i~'síco.Jísico. : De la misma manera que el médico o el clínico no se preocupa mucho 9M.a ndo establece un diagnóstico y fija la tera-· péutica apropi~~a, de saber si utiliza un hecho psíquico o físico y mezcta :y emplea los dos según su participación, el método experimental fundado sobre el drculo de la forma admite e incluso exige desde el principio la utilización de datos de ambas clases. Se puede representar este método por una figura de tres lados: un estímulo es dado, un movimiento y una percepción sensible son observados. He aquí ahora lo que da este método «triangular». Se ha indicado ya que en la dinámica del equilibrio cot· poral se podía sustituir una percepción de movimiento por un auto-movimiento. Exponemos el hecho con más detalk. En nuestra crítica anterior de la noción de reflejo habíamos señalado que los reflejos vestibulares, observados cuando se verifica una rotación del cuerpo sobre una silla giratoria, reaparecían cuando en vez del cuerpo se hacía girar una ca· bina alrededor de él. Los «reflejos» óptico-motores que surgen entonces son de forma idéntica que los reflejos vestibulares. Se dec.lucirá de esto inevitablemente que lo qúe importa en la ocurrencia es sólo el desplazamiento relativo entre. el cuerpo y el ambiente y no los estímulos sensoriales específicos. Pero ¿cómo se comportan en la experiencia tri· angular las percepciones respectivas? Cuando el cuerpo y el medio ambiente, giran en el mismo sentido y a la misma velocidad, faltan -los reflejos y falta, sobre todo, una clara vivencia del movimiento de ambos, del .cuerpo y del medio ambiente. Si no se mueve más que uno de los dos, se percibe un movimiento; pero no está enteramente predeterminado porque puede ser «Verdadero» o «falsO>>. Cuando lo que se hace girar es la cabina, lo que se percibe es o bien ese movimiento o bien un movimiento ilusorio del cuerpo. La misma ilusión puede producirse cuando sólo se hace girar el cuerpo. Hay, pues, esas experiencias para una misma si· tuación o constelación objetivas una libertad de percepción, una pluralidad de percepciones de esta situación. Si el

en

su-


Función heterogénea 245 jeto de la experiencia está de pie", sin apoyo, no se cae ni en un caso ni en el otro; conserva su equilibrio en las dos percepciones opuestas que se condj.¡cen como dos soluciones de una ecuación con varias incógn1tas. Las dos son intercam· biables. Y con esto llegamos al pdncipio de la sustitución o .ie"fa eqliiVálel.'lcia: 'El-equilibrio <;otp_oral. ~~. ~ant~~11.~. por Vl:l:· rios caminos: el principio del rendimiento se ve confirmado.-· ¿Qué es lo que deCide la elección · entre las distintas p~r· . cepciones posibles de una misma situación? En la cabina o bajo el pabellón giratorio se puetle comprobar que la atención hacia un objeto visible puel:ie constituir el factor de· terminante. Si el sujeto sigue con la vista las rayas de la cabina que pasan delante de él, aparecen en movimiento v el cuerpo en reposo. Si, al contr:ario, mira un dedo mante· nido inmóvil delante de sus ojos, la cabina que objetivamen· te gira puede aparecer inmóvil mientras que el cuerpo y el dedo parecen girar en sentido opuesto. El fenómeno corres· ponde a lo que se ha llamado i,tl.versión ,ó ptica e inducción óptica. Si se estudian de nuevo·. las diversas situaciones se encuentra uno frente a numeros~s teorías que se hallan cas.t siempre en estrechas relaciones:, con una concepción senso· rial fisiológica o con una doctri* de la percepción, pero no tienen en cuenta la motricidad· en el espacio vital del organismo~. «Mirar», «seguir con 1la vista», no constituyen so· lamente «direcciones de la atención», sino también actos motores en los que tiene lugar t,m movimiento físico. Ocurre lo mismo con el tacto. El esquema triangular permite inte· grar el movimientó físico en la descripción del acto biológico. '. Solamente así se .puede representar una relación de fun· ción entre la percepción y el mq'Vimiento, y he aquí lo que re· sulta en el experimento giratori.o en el caso de la inversión: si se hacen girar la cabina y e\: cuerpo en el mismo sentido y a la misma velocidad, no s~ ve ni se hace ningún movimiento. Si el cuerpo y la cabina se desplazan en sentido opuesto, una parte de los el~mentos móviles del cuerpo sigue al objeto visto en movimiento y captado por la mi· rada 9 • Se puede decir que donde tiene lugar un movimiento aparece también un a~to biológico mediante el cual aquél es a la vez ejecutado .¡y percibido. Es precisamen· te este «a la vez», que no s~ría para una psico-física paralelista sino upa simple asociación, lo que se trata de de· · finir aquí con la mayor exactitud.


246 Círculo de. la Form:{l. 1

En primer lugar, co~~ hemos visto, la experiencia de rotación nos enseña que n~ es una relación absoluta, es decir, respecto a la tierra o al•:espacio cósmico, sino solamente la relación de mi cuerpo r6.~pecto a su medio ambiente actual· mente visible lo q~e decide qué <<reflejos» motores aparecerán y qué movimientos ~erán percibidos. Si no hay un desplazamiento relativo, no ·.:habrá ni reflejo ni percepción d~ movimiento. En segundo· lugar, cuando se realiza tal despla. zamiento, persiste t?da:v~a. )~ U.P~rtad de ..percibir un movi~ · ·· · . . miéñt<f,' "sea""dél cúer¡jo", sea" del medio ambiente, cualquiera que sea el hecho objeti~o. Se puede asistir también a un reparto de la percepción del movimiento entre el cuerpo y el medio, independientent.ente de la objetividad. El cuerpo y el medio ambiente parece'n moverse en sentido inverso, cada uno a la mitad de la velocidad real. En tercer lugar, esta relatividad de nuestro pr"pio movimiento y del movimiento del medio ambiente no queda, sin embargo, expuesta al azar. Porque, por una part~. la cantidad del movimiento que aparece en una percepcióq (la impresión de movimiento) está fijada por lo regular por;ei principio de una constancia glo· bal: o bien en la percepción se mueve sólo el cuerpo o bien sólo el medio a ·la misma velocidad, o bien los dos, pero cada uno a la rrtitad de la' velocidad, etc. Por otra parte. y en relación· estrecha con esto, lo que aparece en la impresión de movimiento depende estrictamente de la velocidad del movimiento objetivo, sea del propio cuerpo, sea del medio ambiente, sea de la suma algebraica de ambos. Esta relación . entre la cantidad física objetiva y la «magnitud» de la im· presión del movimiento h~ inducido a una concepción psico· física ingenua: a hacer de la magnitud física la causa de la magnitud percibida en la impresión. Son los resultados de las investigaciones de la f.isiología sensorial y, luego, los del círculo de la forma, los ci,ue han señalado que las cosas no eran tan sencillas. Han d~mostrado que no hay paralelismo. sino un relativismo casi ~limitado, cuya regla fundamental sólo puede expresarse c\.fp.ndo se representan la magnitud física y la magnitud perd~ida no en una relación de paralelismo, sino de posibilidad. de .intercambio. Ocurre de hecho que en el acto biológico Il'!i movimiento puede ser sustituido por mi percepción y recíp.rocamente. Cuando monto a caballo, únicamente los movimientos por los cuales mantengo el contacto con mi cabalgadura me per·


Función heterogénea 247 . miten percibir correctamente el desplazamiento de mi cuerpo (y de mi caballo) en relación con el medio ambiente, aunque ese desplazamiento no sea producido por un movi· miento activo de mi cuerpo ni por el del ambiente (paisaje), sino por el caballo. De la misma manera mis movimientos cuando monto a caballo, son correctos en tanto percibo co· rrectamente (sin ser la causa) el desplazamiento de mi cuer· po en relación con el paisaje inmóvil. Los movimientos de mi cuerx?o al cab~lgar ~usti~uy~~· .al ~~t.Q:O)Qv¡miento. cuaflde. • ' .· · ·· · an-dó, ·sin el ciial ieríá ·inevitable una ilusión. Porque si el medio no se mueve y yo no desplazo mi cuerpo, y, sin em· bargo, se realiza un desplazamiento por intermedio de un tercero, un animal o un vehículo, sobre el que me encuentro resultará un movimiento ficticio o una caída, a menos que un nuevo acto biológico abarque a ese t~rcer objeto en un movimiento y una percepción. !0:1 Cuando muevo el ojo, y a pesar del desplazamiento de. la imagen sobre la retina, veo el paisaje inmóvil, este moví· miento sustituye a la visión del mundo en movimiento que sin él sería inevitable. Es el movimiento gracias al cual. en la marcha, en el salto, a caballo, no sólo evitamos la caída, sino que sustituimos también la vivencia que, de otro modo . los movimientos reales producirían en los órganos de los sen . tidos y en la percepción. Pero este rendimiento es orgáni· co; puede fallar, y entonces se provoca una ilusión de los sentidos o nos caemos (o las dos cosas). El principio de sustitución es tan general que merece ser descrito aparte. Por el momento intentaremos precisar su concepto exacto. ¿Qué significa sustituir? Se comprenderá mejor si se considera el resultado final. Se ha designado hasta ahora aquí éste con el nombre de «equilíbrio». Preci· semos que no se trata de un equilibrio mecánico. El equi· librio aquí es la conservación de la iden~ad biológica del ser vivo en su mundo. El concepto de equilibrio biológico no se refiere, pues, a una relación de dos cosas en el espa: cío, sino al comportamiento de una ccunid!\l~·organismo» res· pecto a su mundo. Anticipadamente llam¡i~emos a esta uni· . dad biológica el yo. Sin duda un pensamiento fuertemente · influido por las ciencias físicas consentirá difícilmente que consideremos la relación entre el yo y el medio no como una dualidad, sino como una unidad tan fundamental. Para un pensamiento acostumbrado a las Ciencias Natu·


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Circulo dt la Forma

rales es una exigencia difícil de aceptar pedirle que presuponga esa «relación» de yo y mundo exterior no como una dualidad, sino primitivamente como una unidad. Pedimos que, por lo menos, la suposición de una unidad primaria sea aceptada tan francamente, por lo menos, como la duíllidad ·..···primaria'. Párá 'facíli'úir ·está aceptaéiiln ·pedimos qÚe.. se· recuerde lo que pasa cuando con el cuerpo inmóvil y descansádo se dedica uno enteramente a la 'contemplación de un paisaje hermoso. Se verá entonces que en ese instante nada ocurre que recuerde una separación entre yo aquí y aquello allí: yo me encontraba allí y allí era aquí. No hay razón para minimizar el valor de esta experiencia en el cuadro de un análisis científico; la experiencia nos dice que el yo y el mundo, aun cuando sean «dos cosas» no lo son · siempre hasta tal punto que no puedan fusionarse una con otra. Pero entonces la dualidad podría proceder de la uní· dad. Es para expresar esta unidad por un término que contenga, por lo menos, el valor mínimo por lo que la hemo<; llamado coherencia. e) EL PARALELISMO COINCIDENCIAL {AUERSPERC).- Parece ahora como si Ja incorporación de la motricidad a la solución del pro'!J!ema psico-físico no hubiese sido sino un rodeo para pasar del dualismo alma-cuerpo a un monismo de la existencia biológica, en el que la dualidad original no habría · hecho su ap~~ción . Lo que se desarrolla a partir de la uni· dad no serlal,.'pues, una verdadera dualidad de sustancias corporal y espiritual-, sino una posición entre el yo y el mundo con el que se enfrenta, por tanto, una relación; no una relación de cosas dadas, sino la relación constituida por el hecho mismo de que hay algo dado. Porque para un yo no existe sino su mundo exterior; el mundo no existe sino en cuanto dado a un yo. Con esto la cuestión primitiva de la relación entre lo físico y lo psíquico, considerados como sus· tancias, es rechazada a la periferia. Sólo nos interesa, al margen de los hechos que ahora nos ocupan, cuando después de haber investigado la relación entre el yo y el medio podemos preguntar finalmente por lo que se encuentra en contraposi~ión. A esta pregunta formulada en términos concre~os, la teoría de la correlación no puede dar una contestación, porque la correlación exige solamente que esté presente algo que existiría también sin ella. Es, por decirlo así, una exi·


Función heterogénea 249 gencia mínima a la sustancialiqad autónoma dé lo psíquico y lo físico y nada más. Si el movimiento se manifiesta como una condición de la p~rcepción y ésta como una condición de aquél, no es ni posible ni necesario, a la luz y en los límites de esta exigepcia mínima, analizar esta conOieión·;· L"á · c:·ausalidad" ·· especiai ·o' el····p~raletismo · l'egular de los dos factores del movimi~nto físico y de la percepción psíquica no pueden ni deben ser investigados; basta que exista su correlación. · Es, pues, lógico que AUERSl'E~G 11 , al hacer una nueva investigación de la percepción, np haya querido saber de la relación psico-física más de lo que revelaban y permitían de· ducir las condiciones mismas de la experiencia, es decir, la coincidencia de un cierto estado físico, del lado del estímulo, con un determinado conténido de la percepción. Nosotros mismos hemos producidor esta situación física y, por tanto, la conocemos; obtenemoS: entonces una cierta percepción y conocemos su contenido; ·esto es todo lo que sabemos . y si se comprueba un «paralelis'mo» del estímulo y del contenido de la percepción no se puede decir sino que existe. Los dos fenómenos coinciden aquí y ahora, y esta coinciden· cia es todo lo que se sabe por el momento de su relación , ·AUERSPERG ha llamado a esta f4rma de la psico·físlca, inhe· rente sin disputa al método de análisis y que no va más allá de sus datos, «paralelismo coil~~idenciah. No dice más que esto: si ofrezco a los sentidos ·iuna estructura física de tal y tal carácter obtengo tal y tal.'percepción determinada. No se pu~de afirmar otra cosa sino· que esta coincidencia hunde sus raíces en la coherencia y qite no se posee ningún trans· formador que fabrique a partir del estímulo la percepción ~o la sensación. Se renuncia, pues, en primer lugar, a llenar los vacíos de la causalidad entre el estímulo }' la vivencia sensorial con la ayuda de la fisiología nervios~. La fisiología de los sentí· dos no puede servir a este efecto aun cuando pueda tener sus tareas propias. La relación· entre el proceso físico y lo percibido sensorialmente se li:{Dita a aquella coincidencia; no se puede concluir nada máS.. Por este hecho el' principio propio de la biología, en oposi'ción a la física y a la fisiología, se traslada a la vivenci~, lo que aéarrea consecuencias radicales. Admitir el principio de coherencia es admitir


250~. Círculo de la Forma

después el de la viv,encia, y de ese modo el sujeto se encuentra introducido en la biología. AUERSPERG y sus colaboradores han desarrollado en par· ticular el paralelismo coincidencia! a propósito de la percepción óptica de objetos en movimiento. Este análisis ha conducido en primer lugar a una crisis muy notable de la noción de tiempo. Hemos hablado ya de ello y lo hemos seguido hasta la introducción del concepto de tiempo biológico, CIJY~-~~t.r\lctur~ re.s.ultf\. del. hecho .de .que -todas .las-relaciones·· temporales tienen como centro el presente. Se ha mostrado también la cri~is anál\)ga sufrida por el concepto de espacio y la introducción def espacio biológico; en este último el rasgo esencial es que el «aquí» está en el centro de las relaciones. Lo que la teoría de la percepción de AUERSPERG ilustra con el ejemplo d~l mo_vimiento es la peculiaridad y especificidad biológica ~el movimiento percibido a partir de . la vivencia con relacipn al movimiento determinado física· mente. !: La percepción es :una «composición, con participación del tiempo, de miembr.os sucesivamente excitados». Hay que reconocer que el autor, por inteligente que sea y por dispuesto que esté a las consecuencias radicales de sus puntos de vista, no está totahpente liberado de la antigua teoría fi. siológica sensorial de ~a percepción y que quedan aún en él restos de la teoría de· Ja fabricación. Ha reconocido el peli gro inherente a todas 1as fórmulas «paralelistas» y, sin embargo, la palabra subsiste aún en su terminología. La razón es fácil de descubJ-ir: La coincidencia entre la vivencia y el estímulo objetivo exige también una correlación progre· siva fragmentaria y siempr~ repetida entre una ciertª percepción y un cierto e.stímulo objetivo. Hagamos girar un disco con velocidad creciente. La percepción hace aparecer. generalmente por saltos, fenómenos diferentes .. Resulta de ello una serie de cort,espondencias de tipo coincidencia!. Esta serie no es «patalela», pero sí aparece como una cadena de dos ramas. Lo que aparece aqúí es que el ser vivo Sl:: comporta frente a la naturaleza objetiva según ciertas leyes de correspondencia cua;ndo esta naturaleza misma. está sometida a ciertas leyes "de estructura. Veremos que el con· juntQ del sistema no vÚelve a ser, sin embargo, otro para- . lelismo psico-físico. AUERSPERG mismo no ha evitado una consecuencia mu-


FtÚ%ción lteterog4nea

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cho más . importante, que debe, según mi opinión, acabar por superar a su propia teoría de la percepción; consecuencia, por otra parte, inevitable si se quiere ser fiel al principio de la vivencia. El principio de la vivencia quiere que, a propósito de la visión, por ejemplo, no preguntemos «lo que» vemos, sino que «vemos». Hay, pues, una orientación fenomenológica. ~i.. pr~g-y}:)t~mos ..d,espués .si ·an ·lo -que se· Hama·'ViSíon· de movi-. rniento vemos verdaderamente movimiento, se nos contesta que no vemos. movimiento en sí, sino algo que es movido o, como se dice comúnmente, que se mueve. AUERSPERG llama a esto el carácter predicativo de la percepción y habla con razón no ya de la visión del movimiento, sino de la visión de algo en móvimiento. Haciendo esto no hay duda de que se acerca a HELMHOLTZ, cuya perspicacia ~ -· · P.. podía engañarse so· bre el carácter lógico y el valor cogn,: ·po de la percepción. Pero, como estaba comprometido' 'Con la fisiología de los órganos sensoriales, encontró la dudosa solución de sus "procesos casi-judicativos», Este tral?~jo de aclaramiento empezado por AUERSPERG nos enseña, ~··al contrario, que el contenido de la vivencia de la percepción tiene la estructura · de una afirmación predicativa: la cosa es movida, lo que quiere decir que en la percepción aparece sólo un algo comn movido. El movimiento no es sino el predicado de alguna cosa que existe detrás de su apariencia. El acto de compo· sición propio de la percepción no es, pues, comparable al montaje de una máquina, porque su estructura, siendo pre· dicativa, no es solamente la estructura en contigüidad de ele· mentas, sino también una estructura, en profundidad, del ser y del parecer. Así estalla la univalencia simple de~ objeto en la percepción; ver, oír, oler «una cosa» significa que algo aparece bajo la especie de un color, de un sonido, de una forma y que existe en esa apariencia para mí. Mientras no se vea allí sino un problema de la teoría del conocimiento habrá que usar la resignación, diciendo que hay que conten· tarse con la apariencia puesto que no somos sino unos ccpe· queños hombres», Pero en c:uanto notamos que es también nuestro propio movimiento el que hace aparecer esta apariencia, esta modestia es sospechosa y no podemos refu· giarnos ya en esa isla de la resignación sabiendo que la apariencia de una cosa puede ser un equivalente de mi movi· miento.


[ da let Forma 252 VCCION DEL SUJETO Y UNIDAD COM· ¡JJTROf.t DE LOS ACTOS.-La física supone que en 2j¿J3N1' 1 yo que conoce se le enfrenta un mundo pL~ vestigac16~ 0:n 0 objeto del conocimiento. En la biología . .. 1~ JP atdiente que reconocer que entre el objeto y nos· 05 ' · jtidePtJl¡,io: ten~~er.ciepéridericia·· cuyo· fundamento- ·misma no.. efl ca ¡,aY una. 1 ~·vado. Mientras que en el postulado de la 1 0 ttOJ ser ?bJe xistiría inmodificado, incluso independiente · ptle e el obJe~~t~ de la biología no se concibe sino en una {ísiCfl el obJ . con nosotros; no se puede postular que del Y0~a rela~J6 0 cia independiente. En la físic~ el conocí· 0 estrec 00a ex~st~eterminar por el objeto y le sigue. El bió· teOSa se deJa. debe proyectarse en su objeto y experi· Jl)ieot 0eP ca1Tlb10' ropia vida. Para investigar lo vivo tene¡oSO• rlO en .5 ~ en la vida. La física es únicamente obje· t1'etltfl tle partJClP s también subjetivo. Las cosas inertes son t1'os ~~ ¡,i6108°o:ras, mientr.a s que los seres vivos, aun enetiVfl• unas a í culos entre ellos. eofls • pen v n . . • . fl j , S ue fuerzos para d etermtnar, y qulZa tambtén .J11lS; dos Io~- esncia entre lo orgánico y lo inorgánico aca· ~r ta dlfere alrededor de la subjetividad. El objeto del vetlc ~r JJlover:i~mente un objeto habitado por un sujeto. ¡,atl P 0 .es pre do tres etapas. La primera era un recurso ¡,jó1°8 fr~nq~ea la naturaleza. Recurso que no tenía la fres5 ¡.fettl~105ofía ed d y que, a pesar del sentimiento vivo de la ~ la de la nove :ria de Ja ciencia, no podía sino dirigir ha· ctf(a ación peces 0 bien se buscaba la aclaración del pror-efl0"tras te?rfas. definiciones teóricas del conocimiento, o · oa ell ctertas · ó tesis · vtta · 1'tstas o te1eo1óg1·cas. cJa Jaba sobre h1p 111ettl se especu 'onados por el resultado, hemos vuelto la ¡,jefl llés, dece~~~estigación empírica: observaciones, descrippesP }lacia 1~ 1 a Jos fenómenos con todas las fuerzas de los vista atellc160inteligencia, de la actividad experimentadora 5 ciOtl~d~s. ~e laLa ¡mportancia del combate entre el mecanis· eot.l pétluca-. 0 palideció para aquellos que se abandona· 5 j tet'B el vitabslTlrse con principios filosóficos, a la atracción tflo Y itl motestatas cosas y de las situaciones prácticas. Esta ¡,atl• 5t'0 cede de tapa. En ella se percibió progresivamente qtle P 5 egun4_l\l: . ~todo de entregarse a la experiencia, impli· f&J.e }al Jltlevo ·,.xn a nu~va forma de filosofía crítica y especu· qtle etaJllbiéP u~enos, una actitud filosófica. Se llegó desde ca'f? 9 a 0 , por ~~ etapa, donde no se mezclan arbitrariamente.'· ¡atJV }a tercc;r~ C[fCtl O

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Sujeto y Unidad

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casi inconscientemente, el aspec~o subjetivo y el aspecto objetivo de la naturaleza, sino qt;te se intenta comprenderla como una estructura. El «círculo de la forma» se sitúa en • esta tercera etapa. Se pueden encontrar, según ·me parece, las premisas de -. es~a .cQ~c.epció~ .d~..m~nei:~. Rartjc;:ul~r.m~~t~ .cl~r? y Abj~ti:Vil: ._.... · en las experiencias y manifestaciones de ciertos enfermos, que no podemos per:cibir. si!'l vencer el miedo a lo subjetivo y sin abandonarnos a las impre§iones incluso a las más débiles. El cllnico en esto tiene m~nos escrúpulos que el experimentador. Toma los materiales para su diagnóstico allí donde los encuentra y mezcla ~in preocupación las afirmaciones subjetivas del enfermo con los síntomas objetivos, aun cuando las tendencias mod~rnas de su formación le hacen preferir casi siempre los últimos. No es un psico-físico metódico; la lógica que preside' la mezcla de lo subjetivo y de lo objetivo en el diagnóstico; el pronóstico y la terapéu· tica, es para él mismo muy .oscura, y aun cuando distingue de manera muy critica entre 1~ dos elementos, no ha con.sultado, sin embargo, ningún código que determine los títulos y los límites que le pueden. autorizar a aceptar o a rechazar un fenómeno o una ~anifestación. No hay que concluir, sin embargo, que la ~ mezcla sea completamente arbitraria. Nosotros pensamos más bien que no puede ser útil sino porque reina en l;t misma naturaleza de las cosas un cierto orden entre lo subje:tivo y lo objetivo. Todo lo que sabe el clínico es que· seria un descuido no utilizar en caso necesario la menor manifestación subjetiva para en· contrar en un caso oscuro el:: camino que lleva hacia la verdad. Este he_cho atestigua u~ relaciqn profunda que une la subjetividad y la objetivida~. a)

LAS CRISIS Y LA EXPERIE~CIA PERSONAL DE LA DISCONTt-

NUIDAD.-Los casos en los cual~ fracasa el método objetivo de la fisiología constituyen ·una incitación vigorosa para explicar el aspecto subjetivo. ~ quiere explicar de manera causal una parálisis por una interrupción de los nervios, o una disminución de peso por ;~1 aumento del catabolismo. Pero hay estados y acontecimieruos en los cuales el proceso vital parece apartarse de la vía, así trazada, de las cadenas -causales. Citaremos como ejeml:>lo los fenómenos a los cuales convendría el vocablo general de crisis. El curso de des1 \


254 Circulo de la Forma

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arrollas bien ordenados se encuentra interrumpido más o menos bruscamente por presentarse un acontecer fulminan· te; esto puede dar lugar a un cuadro nuevo, cuya estruc· tura otra vez estable', cognoscible y explicable permite un nuevo análisis causal. Pero no se podría derivar el nuevo .es· tado sencillamente del precedente. Sería necesario, según parece por las consec,uencias temporales, considerar la crisis como un miembro intermedio entre el segundo y el .•. . . te~cer ~$~~d9s, lq .cuaJ es.. imposipJe, .H.ay... sin du.da .... muchas .,... otras lagunas en la ~xplicación causal. Pero se trata de lagunas de un tipo ·especial. Es, en efecto, el enfermo quien las experimenta' más fuertemente. Más que en otras condiciones nota una~ influencia ajena, un desgarramiento interno, un salio inco,:Oprensible. Citemos, por ejemplo, un colapso grave o un vértigo o la alteración de la conciencia, por ejemplo, en la esq.uizofrenia, en la intoxicación por una droga, en la depresió~. en el éxtasis, en la voluptuosidad o en la embriaguez. En lo que me concierne, no han sido solamente estos ca· sos, muy conocidos, los que me han conducido a dar el paso que lleva a la teoría qel círculo de la forma. Es más bien el hecho de que ciertl,'ls enfermos pueden informarnos am· pliamente de lo que pasa en ellos durante la crisis. Se trata de personas que pare.Cen gozar de una percepción interna superior a la normal, gracias a la cual viven y . perciben mejor que la media el proceso crítico. No sólo sufren una al· teración, sino que la perciben como tal. Un ejemplo es un enfermo 1 ~ que durante la. alteración crítica imagina cosas aparentemente desprovistas de toda significación, pero que contienen, sin embargq, la imagen sensorial más clara de la estructura de la crisis¡ La crisis · aparece entonces retradu· cida en el idioma de 1~ objetividad más general. Se trata d{' sueños o de fantasías hipnoides sobre el tema, tan frecuente en las neurosis, del « ~~nacimiento». Una cierta figura espacial aparece sometida :a una transformación absolutament~ imposible en el espac~ sensorial-concreto. Este es el caso por ejemplo, de un enfermo que imagina que tiene que «en· derezar el acodamiento.'de una curva para hacer una esfera,. De hecho, esto es impdsible sin una flexión o variaciones de ln longitud de otras pártes de la. curva, como es fácil darse cuenta por el ensayo g~ométrico o mecánico. La tarea plan· teada para el punto d~ flexión de la curva es insoluble y


,..Sujeto y Unidad 255

obliga a una transformación. Porque ~a línea .recta no .Podría reunirse a sí misma sino en el il\finito para satisfacer a las exigencias de una esfera. Sólo después de realizada esta extensión de la figura en el infinito c:'{\en lo imaginario podría ser reducida a una magnitud objetiva y reintegrada a lo objetivo. Debe, en cierto modo, transformarse en infini· tud, mudarse en trascendencia, para; reaparecer de nuevo. La presión hacia lo i~pos~~~~ .P.~r9.ibi~.a .. por.. e} .enf~rroo.. es,püe·s;-Ia'·ih'iagen. del 'estaao crítico: la crisis es un paso de lo finito discontinuo a la continuidad de lo finito por inter· medio de una transferencia. · Se ve aquí claramente en qué consiste la crisis. Es una crisis del sujeto. A través de ella éste se encuentra colocado delante de una tarea: la supresión de su forma finita. La presión que le empuja a suprimir la irregularidad de la cur va contiene ya la necesidad de sacrificar la curva misma. Este proceso permite comprender que se acompañe de an· gustias, desmayos, catástrofes motoras, tempestad de movi· mientas o parálisis, etc. Estos fenómenos se explican por la amenaza del yo contenida en la crisis. Hemos visto que lo esencial de la crisis no era solamente el paso de un orden a otro, eJ.,abandono de la continuidad o de la identidad del sujeto. Es el sujeto el que resulta aniquilado por el desga·

rrq, o el salto, cuando la transformación no tiene lugar des. pués de haber recibido la impulsión de ejecutar lo cximpo· sible». Se podría hablar entonces de un salto del yo en el vacío 1'. b)

DESCRIPCIÓN DETAU.ADA DEL CÍRCULO DE LA FORMA COMO

sUJETO·OBJBTo.-Acabamos de introducir como de contrabando toda una serie de nociones nuevas: continui· dad y discontinuidad, finito e infinito, presión y aniquila· miento, son términos que se han presentado espontáneamert· te cuando se ha tratado de . destribir la fantasía del «rena· cimiento», pero convienen todos igualmente a la descripción de las crisis mismas. Si intentamos describir el vértigo, el . colapso, los ataques, se nos manifiestan como las expresio· nes que se pudieran encontrar más apropiadas. Convienen también al análisis biológico de fenómenos que a pri~era vista no presentan el aspecto de crisis. No nos encontramos aquí en terre~o q~sconocido. N4estra 'investigación anterior de las condiciones de la percep· RELACIÓN


256 Circulo de la Forma ción y del movimiento nos ha conducido en los dos casos al umbral de la introducción del sujeto. Para la percepción • · se·· ha··visto. que erfl .!mposibl~ construirla o explicarla por medio de datos anatómicos,· fisiólógiéos o· espacio-t€mpora-. les; . porque se. ha manifestado como encuentro del yo y del mundo-en~tO.rno. De la misma manera el . movimiento del . organismo, investigado como génesis de la forma, no puede ser construido a partir de la fisiología de la inervación y de la' mecánica de los órganos motores y sólo pue· de comprenderse como un encuentro del organismo y el mun· do. El yo y el organismo individual se oponen al análisis tal como lo entiende la ciencia clásica. A la antigua fórmula: el entendimiento conoce lo objetivo, se opone la nueva: un yo encuentra su mundo. Y para evitar toda confusión del «YO» con un fenómeno físico separamos del concepto del yo, aún ligado a la apariencia, el principio que permite su en· frentamiento con el mundo y le llamamos sujeto. Esperamos también de ese modo que el instrumento conceptual será útil en la descripción del encuentro y del acto biológico u El ejemplo de las crisis nos ha permitido exponer las nuevas condiciones que aparecen con la subjetividad: inestabi· lidad, infinitud, presión y aniquilamiento. Habíamos tocado ya anteriormente esas ideas o conceptos. Por ejemplo, cuan· do hemos visto que la mayor parte de los movimientos de la vida natural estaban determinados por .la previsión o el propósito, pero indeterminados por el estímulo, el reflejo o el automatismo. Esta indeterminación causal no está corre· gida, sino subrayada, por la introducción del sujeto. La cuestión es ahora saber si la subjetividad, introducida, por decir así, gracias al vehículo de la experiencia de la crisis. puede ser separada de ese soporte psíquico sin perder su significación orig\nal. ¿Podemos demostrar la actividad del sujeto incluso sin datos psíquicos? Esta cuestión surgirá a menudo donde no se pueden observar los elementos psí· quicos de un proceso orgánico; se ha afirmado esto, por ejemplo, para toda observación de la vida animal, pero tam· bién a propósito de los seres humanos. Se dice que cada uno no podría observar sino su propio psiquismo. Pensamos, al contrario; que la defensa de la psicología animal presentada por BuYTENDIJK es convincente. Y, sin embargo, es precisa· mente el examen del' comportamiento animal el que puede acrecentar nuestra .n ecesidad de .un principio subjetivo ca·


Sujeto y Unidad 257

paz de .expresar la especificida.~ de lo orgánico sin estar li· gado a datos psíquicos ta~es c~,mo. el s~ntitniento. la percepción sensorial, el pensanuento,., la 1magtnación, la sensación. ~~c~ter.~·- .. ....... , .... , ·=-· . . . • . . De ahí viene justamente et lu~~r·uaao . aqúi á ' lós· feiid- · ·· ·. menos de crisis. Porque en las ~nsts 1~ psíquico perceptible está siempre. dado en sus proptos límttes;· la ·disolución de una realidad psíquica precisa basta el caos o la inconscien· cia caracteriza los casos extrymos ~e Vértigo, de debilidad, de dolor, etc. Pero cuando el .ser vtvo pierde su apariencia interna no pierde al mismo :tiempo su vida, su individua· lidad, su materia y su forma, ScHOPI'!NHAUER, E. voN HART· MANN y FREUD han introducido.:en nuestros conceptos un aclaramiento decisivo al suprimí:r la equivalencia de lo cons· ciente y de lo psíquico Y recon?cer la existencia de lo psí· quico inconsciente; nos~tro~:' 1gualm~nte, debemos ahora renunciar a la equivalencta dr lo ps!qutco y de lo subjetivo. Esto quiere decir que un: orgamsmo inconsciente, tanto como un organismo sin exper~~ncia psíquica precisa aetual, se comporta como sujeto frente.¡a un mundo, lo que constituyt> una relación específica, ,q ue ~o se puede representar en tér minos físicos o fisiológicos ..Este «no» como determinación primera negativa carece de .sentido por sí solo. Pero en la crisis el sujeto no es solamente otra expresión de esta nega· ción: es más bien el conjupto de la unidad, amenazada o mantenida, del organismo..~e pued~ decir que no notamos verdaderamente la existenct~ del SUJeto sino cuando amena· za con desaparecer en la c~is. No s~ cree en muchas cosas sino cuando no se las tien~ 'la. El SUJ~to no es una posesión inmutable; hay que COJ:?qu~s~arlo conttnuamente para poseer· lo. La unidad del sujeto es el polo opuesto de la unidad del objeto. Del mismo ~odo. q'7e en la percepción y manejo de los objetos y los acontecumentos de nuestro mundo no forman ellos una unidad sino ~gracias al cambio de función, la unidad del sujeto no se constituye sino en su incesante restauración por encima de l<fS variaciones y las crisis. La caducidad del sujeto.. nos ex~lica por· qué se tiene tanto miedo de la subjetivida~. .t;to .s1empre se reconoce que el sujeto está amenazado, pello se ven_ las consecuencias, es decir, su destrucción. Pero si no se tlene el valor de la subje· tividad, habría que tener, i>or lo menos, hacia ella un senti· miento de gratitud. Porqu~ sin sujeto no tendríamos un obW!IZSX<DR-_9 .i


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258 Círculo de la Forma

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jeto; así se explica que la multiplicidaü de los objetos esté ·· ligada con la riqueza de la subjetividad. El restablecimiento del sujeto que sigue a cada crisis no prueba su debilidad, sino su fuerza y su elasticidad. A· cada salto del sujeto co• rresponde un salto del objeto, y si hay que admitir que la unidad del mundo es d4dosa, cada sujeto, por lo menos, r~úne alrededor de él su mundo, cuyos objetos liga en un pequeñ9 mundo, en una 4nidad monádica. · · Eh' la vilia moral·lla~es ·cuácter al mantenim~ntq Q.~i . , suje'to en un mundo cambiante que le opone sus resisten-· cías. A esto corresponde· en las ciencias, según la idea CO· rriente, la concordancia pe la teoría y de la observación. La observación que proporcionan los sentidos, por ejemplo, debe decidir si una teoría está bien fundada. Se sobreentiende con eso que la teoría es más· una hipótesis subjetiva, un pensamiento, mientras que la observación lleva en sí un hecho objetivo. Esta opinión que comparten muchos investigadores no se puede sostener. Se ve, por ejemplo, que los hechos se «contradicen». Es entónc.e s el axioma de contradicción quien decide, exigiendo que los. «hechos objetivos>> no puedan contradecirse unos a otros. ¡'or otra parte, la crítica de ·ta per· cepción sensorial muestra que las observaciones pueden ser erróneas. La confirmaciÓn viene, pues, tanto de la ausencia de defectos lógicos de l~ teoría cuanto de la comprobación proporcionada por las observaciones: el conjuntq de un CO· nacimiento justo es máS complicado y se apoya tanto en que la teoría se confirme por la observación, como en que la observación satisfaga · las exigencias lógicas de la teoría. No hay en esto una dependencia unilateral, sino una co-rrespondencia, que es el ·:verdadero núcleo de la verificación. No se puede, pues, decir que de dos términos de la corres· pondencia-observación ~ teoría-el uno sea subjetivo e in· seguro y el otro objetivo y, por tanto, convincentt;. Debe existir otra relación en la confrontación del sujeto y del objeto. Podemos emprender 'a hora la tarea de comprobar la teoría del circulo de la for4na mediante los hechos observados. En la primera fase de· esta. teoría-la fase psico-física-eJ problema de esta verificación no se había planteado clara· mente; pero en la coherencia, en la que se hallaba su pun· to de partida, estaba eontenido el germen de la cuestión sujeto-objeto, y fué el análisis de las crisis el que ocasionó después la introducción expresa del sujeto en la biología.

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Sujeto ~ U~id~ .. ,259 Pe~o

nosotros adivinamos en el sujeto una garantfa de la umdad, y es esto lo que se trata de comprobar ahora. Sola· mente así se confirmará Ja hipótesis. La introducción del sujeto domina la segunda fase de esta teoría. No se trata, como antes, de la unidad psico-ffsica de un acto biológico aislado, sino de la unidad de todos los ac· tos gracias a su subjetividad. Poner esto en evidencia es probar la idea fundamental de nuestra concepción. . ·· .-Ocuriie. .dallecho.,. .que. los ~er~s _vivO$ par~ceQ.~JPPl'~!\4~~-. .. siempre algo nuevo. Cuando un perro primero se levanta, luego bosteza, se rasca y va hacia su amo,· para dejarle des· p~és, se logra quizá reconocer que uria vez es un reflejo, otra, un instinto, y otra un objeto lo que ha determinad:) su conducta. Logramos también percibir la' melodía que lle· van los ritmos del movimiento y del reposo, de la vigilia y del sueño, de la nutrición y de la digestión, del nacimiento, de la generación y de la muerte. Pero lo que no sabemos, or· dinariamente, es la razón por la cual tal acción se ha pro· ducido precisamente aquí y ahora. La contingencia, el ser así, sigue siendo un misterio donde el azar confina con el orden y donde en el observador se mezcla la previsión con la sorpresa. La visión de los hombres se lo hace ver a cual· quiera; pero si se tiene paciencia se -podrá observar tam· bién en los movimientos de las plantas. Aunque hemos po· dido seguir por un momento las leyes y las estructuras bio· lógicas, el canon del encadenamiento de los sucesos nos falt.1 todavía. La discontinuidad de la curva vital es un hecho, perc se la puede percibir interiormente. La crisis es una ruptura; pero también un punto de contacto, considerada desde arri· ba. Quizá su contorno es convexo de un lado y cóncavo .del otro. En el lugar de ruptura hay una oposición especular de las superficies de contacto y en esta opqs,ición existe una se· mejanza. No ocurre otra cosa con las p~t'ones y con la mo· ral. La sabiduría de HERÁCLITO ha querido encerrar los símbolos de la vida, no los del ser, en la forma de las palabras y de los pensamientos. El odio.';J ocha con el amor, y allí donde hay vida están ambos presentes, no con los mis~os derechos y la misma fuerza, pero donde se tocan se parecen hasta confundirse. Del mismo modo que la discontinuidad amenaza al su· jeto en su existencia, la contradicción· hace problemática su


260 Circulo de la Forma

identidad. ¿Cómo puede ocurrir que el mismo hombre sienta y actúe de manen¡t tan contradictoria que los elementos formados de la misma materia deban destruirse? Pero si es. ··- táirios· trosotros-- mismos- m~zcJ~d9s. ~-:Q. el combate; no com· prendemos que se pueda plantear la -cúésti6Íi. 'Lo· éóñvexo no puede incluir lo cóncavo; el partidario de algo no puede percibir el punto de vista del adversario. Es, pues, de nue - · vo el sujeto quien permite la dicotomía, pero ésta amenaza, sin embargo, con destruir la unidad .del sujeto. Porque sabem.os que la misma cosa ocurre para la persona individual: cada uno conoce un momento en que está en lucha consigo mismo como contra el peor enemigo. Así estamos hechos los seres vivos. ¿No_ existe un terreno tranquilo que esté exento de esas vicisitudes; un jardín sin cnantiotropía, polaridad ni dialéctica? Si son sólo los sentimientos los que se buscan al mismo tiempo que se huyen, podría darse al entendimiento un tiempo de reposo para conocer sin pasión lo · que en sí mismo carece de pasión. Pero si ocurriese esto se podría aún preguntar si realmente se desea. No vemos la posibilidad de decidir. Quien no quiera emprender el viaje al país de las pasiones no d;ebería ser obligado a ello. Hemos dicho: «Para comprender lá.vida hay que participar en la vida.» Pero añad~mos también que para tomar parte en la vida hay que comprenderla:.-;Es de esta comprensión de donde el inves· tigador debe }{f.~ducir su n~rma. Se nos dirá que la interpretación apá~ionada de los ~enómenos vitales es una em· presa sin límites y que hace falta una frontera en algún sitio. Contestaremos que para saber eso no tenemos más que! preguntar a los seres vivos mismos. Porque la auto-limitación es su arte supremo. Cuando el investigador intenta no tanto ensanchar como profundizar en su contenido y sentido, su campo de observación, por otra parte limitado, no se pueden evitar ciertas repeticiones. Tenemos que volver a ciertos fenómenos varias veces citados ya, para considerados desde el punto de vista del sujeto. Así podrá manifestarse más claramente que la introducción del sujeto fija y fomenta la compren· sión biológica. Sin duda con esto la existencia y la identi· dad del sujeto están sometidas al peligro y. a la prueba, se les exige una comprobación, pero .esto es una razón de ~ás para realizar 1~ empresa. \~) Toda ~~rcepció~ de una cosa, todo moyimiento hacia

·.\i


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Sujeto y Unidad 261

·una meta, es un acto estructurado y aislado, y en cada uno de · esos actos percepción y movimiento están fuertemente intrincados. Pero no se puede depvar el acto aislado del que le precede. Y esos actos aislados; en cuanto tales, descansan sobre' 'éaiTibio· y- no sebre .la· .co'nstancia.Ae. las .f\UlciOnt:~· En resumen, cada acto es uría improvisación. Hace· falta··· que la función sea sUficiente par:a que su cambio constituya un rendimiento; si no, sería impOsible que la misma cosa· se perciba bajo distintas aparienci'flS como ella misma y que se alcance el mismo fin por v~s ·diferentes. El cambio no es, pues, una ausencia de ley~s. sino una transformación constitutiva. El cambio de función es una condición positi· va de los actos, y si llamamos ,a éstos improvisaciones esto significa, simplemente, que no ~e puede deducirlos por una construcción mecánica merced ~a las leyes funcionales. He· mos visto, por otra parte, que ,no se pueden deducir de los factores psíquicos, como tampoco los datos psíquicos pue· den deducirse por el camino de:la fisiología. El carácter «ne· gativo» de estas consider'aciones coincide con la sorpren· dente novedad con la que apar.ecen cada vez esos actos. As1 el análisis del cambio de función hace BJ>arecer un primer grupo de rendimientos biológicps en los que el sujeto se re· vela como raíz de una nota~1e fecundidad, como fuente de improvisaciones. Se puede :ver en ello también un ejem· plo de la individuación del s~r vivo; este rendimiento efí· mero, amenizado y que no obeclece a las normas de un plari, está . también en el 9rigen de :la unicidad que caracteriza a la vida. El sujeto se compoJ1e de unicidades y debe con· tinuarse más allá de cada una de ellas. ~) La individuación no :excluye, por eso, semejanzas o parentescos entre los actos. :No se puede reproducirlos por construcción; pero comparándolos se llega a reconocer un tipo. El análisis mensurativ~ nos proporciona aquí pre· ciosas indicaciones. La variación continuada de la magnitud de un estímulo o de una función provoca variaciones irregu· lares del rendimiento. Cuando un caballo aumenta la velocidad de 'su carrera, pasa ppr saltos del paso al trote. v luego al galope. ·A cada uno.: de esos saltos no corre sola·· mente más de prisa, sino de . otro modo. Se puede llamar a esas irregularidades saltos del acto. Ocurre lo mismo en la visión de objetos en movimi~nto, como han demostrado en particular los experimentos ·de AUERSPERG. Este principio

el


262 Círculo de la Forma

tiene una amplia aplicación, y ~.n examen parece mostrar que vale también para lo que se a~ostumbra a llamar cualidad. Por ejemplo, mirando el .espectro de los colores, se nos dirá que las cualidades se modifican sin cesar y pueden pasar de la ·una a la otra.'.Pero se puede dudar de que esta afirmación sea justa desde el punto de vista fenomenológico. Nos parece más con~ecto decir que aquí hay sólo djf.ere11c:ias, pero no continuidad en sentido estricto. La existenCia misrrú(det'umbrál' no- ~!> po'Sible· más·.-q\le -s-i. los sal-. . tos irregulares de la cualidad corresponden a una variación cuantitativa regular del estímulo (onda luminosa, onda acús· tica). Se puede decir que el sujeto, enfrentándose con la multiplicidad infinita, continua y cuantitativa del mundo fí· sico, se limita-en el momentd- de su encuentro con el mun· do-a una cantidad finita de cualidades; una cualidad re· presenta entonces para el sujeto toda una serie de va'tiacio· nes cuantitativas. Por el salto. cualitativo, el acto biológico realiza lo que se podría llamé\r una calificación de lo cuantiúltivo, es decir, una limitación subjetiva que quizá es su único recurso frente a la ininensidad infinita de lo cuan·· titativo. . La circunstancia notable de · que un aumento (o una disminución) regular de una cantidad, por ejemplo del tamaño de una figura, de un instrumento, de una máquina, etc., provoca saltos cualitativos del renoimiento, es bien conocida por la técnica. La filosofía tambiéb. se ha interesado por ella, y fue HEGEL u quien con su leriguaje gráfico encontró la ex· presión «línea nodal de relacibnes de magnitud», queriendo decir con esto que la cantiÓJtd que cambia cada vez «Se transforma» en cualidad. Si }a concebimos como un rendimiento limitado del sujeto e~ un mundo con diferendas relativamente ilimitadas, habr~ que po11er de relieve una segunda característica de lo vivo, su facultad de diferenciación. · · Al diferenciar llegamos a tipificar lo que no sería de otro modo sino diferencia 'cuantitativa. El fenómeno del umbral no es, pues, aquí, como en la: interpretación que da la fisio· logía de los sentidos, una especie de mecanismo d~ desencadenamiento de la sustancia ·.nerviosa (comparable a una explosión), sino un rendimiento límitativo efectuado por el sujeto que se enfrenta con ei mundo. Hemos dicho ya que un umbral fijo de las funciqnes elementales no podía ser demostrado en la práctica. : ·


Suieto ~ Unidad 263 1> El cambio de función permite la indiVidu~lizaclón lm·provisadora; la cualidad permite la limitación representativa de las cantidades. Ambos indican la amplia independencia del organismo ·en relación con su mundo. Como las funciones son lábiles y el acto relativamente independiente de la cualidad, la vida individual puede afirmarse frente a un mundo. Los grados superiores de esta libertad son más sorprenden· tes para aquellos que suponían primitivamente una depen· dencia estrecha, por lo menos, de los diferentes órganos. A.s'{ han.. 'én 'los 'liechos 'de "inducción,· de· inversión, . de concurrencia, etc., casos particulares interesantes en los que para un estímulo idéntico se percibían cosas diferentes y donde, a pesar de una disposición idéntica del aparato motor, se ejecutaba tan pronto una acción como otra. Recorde· mos, por ejemplo, la concurrencia en el estereoscopio, o la inhibición recíproca de acciones simultáneas diferentes\ de ambas manos, etc. Se ha utilizado posterior.mente la noción de movimiento voluntario para dar cuent~e este uenfant terrible)) de la fisiología. Se ha dicho que ·~fa innegable que a veces la libertad de elección interrumpía la causalidad regulada por leyes. Perr si somos nosotros lo~ que tenemos ra· zón, todo acto biológico se distingue por lo"fque nosotros in· tentamos desarrollar en este capítulo como introducción del sujeto en el círculo de la forma. Lo que se llama libertad de decisión, en el caso de la acción motora finalista .y premeditada no es una prueba de la subjetividad del ser vivo, como tampoco lo 'es la llamada reacción refleja o el acto de .per· cepción. En el caso de la inversión o del fenómeno de la concurrencia aquella independencia en relación con el estí· mulo representa un ejemplo sorprendente de la estructura del acto. Pero esta independencia no es menor cuando se ve que después de que un aumento constante 'éie un estímulo no ha provocado ningún cambio de reacción motora o de la cualidad sensorial súbitamente un aumento mínimo provoca un cambio total de la reacción, una nueva terma o una nue· va cualidad. Todo lo que precede puede resumirse como la individualización de lo orgánico frente a su mundo. a) Se há intentado mostrar hasta aquí que la separación del yo de su mundo es esencial para todo acto. No se ha precisado si esa separación aparecía también como tal.. Si es éste el q¡so, ·la teoría gana también algo. Lo más a menudo se ha considerado como un rendimiento ligado a la con·

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1

se

visfó


264 Círculo de la Forma ciencia del pen~amiento cuando el hombre puede arrancarse a la prisión de ensuefios de su mundo separ~ndose de él. Sin embargo, podrían citarse varias razones por las. que no es necesario un acto consciente de pensamiento para separar el . yo Y. el..rrrqndo ..e.~~e:J.iort. Es 1~.. que_ ~'!~stra~ ..~~ .Pri~e.r, 1~~~~!­ la movilidad tan notable de los límites entre los oos ·en ·1á · percepción y el movimiento. En la misma situación exte· rior, lo que es somatizado y lo que es proyectado es muy di· ferente según lo que es objeto del acto. Cuando mi mano di· rige una pluina sobre el papel, yo puedo percibir cosas muy diferentes según mi disposición del momento: percibiré mi mano misma, 'el trozo de pluma que sostiene, la resistencia del papel debajo de la pluma, la carpeta con su dureza o su blandura bajo el papel, etc. En cada una de estas objeti· vaciones puede participar tanto el mundo como una parte de mi propio cuerpo, y éste se convierte entonces en un trozo de mundo exterior. La diferencia entre el cuerpo y el mun· do exterior parece atenuarse sin desaparecer, sin embargo. Ambos no son sujetos, sino objetos del sujeto, y para eUos elegimos el término común de «ello». La relación lábil de la somati~ación y la proyección como modo de aparición de un rendimi'ento especial conduce a algo nuevo: debemos ahora reconocer en el rendimiento biológico un enfrentamiento del yo y el ello. La introducción del sujeto conduce a una nueva oposicióp. concreta. La agrupación del yo, por un lado, y del ello, por otro, es el caso concreto del enfren· tamiento 'del hombre y del mundo. De esas dos categorías. solamente la segunda aparece en las ciencias clásicas de la naturaleza. Mantenemos que no la planteamos mediante un acto intelectual consciente, sino que llegamos a ella por los hallazgos empíricos de la movilidad de la frontera que se· para el yo y el ello en el dominio de nuestra propia corporeidad. t) Se han recogido hasta ahora dos características impor· tantes de lo orgánico: la individualización en relación con un mundo exterior muy variado y el dualismo del hom· bre y del mundo. Esos dos caracteres se fundan sobre el re· conocimiento ·del sujeto como objeto de nuestra investiga· ción. Llegamos ·ahora a una tercera característica. Por la limitación estrechamos el mundo hasta nuestro mundo en torno; así es como lo dominamos. Lo que llama· mos libertad ,,~ es sino un corolario de esta limitación. El' ~~~-

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Sujeto Y ~nidad 265 atributo de la libertad pertenece,~ sólo en ese sentido al acto biológico. Pero siempre en ese s_entido; se puede decir que la extensión de esta libertad no ;ha sido aún precisada. No se sabe hasta qué grado puede :llegar. Hay también una Ji. l5ertad de la libertad. Naturalme~te, a menudo estamos «des· · . bordgclos- por -el -trabajo.-. y-no. podemos -prP.star- mucha. ·aten,·. _.. ·. ción a la libertad. Sin que lo notemos un acto sigue a otro. Pero en las pausas, cuando uno. s.e aburre, todo puede cambiar, puede aparecer como c~ut~vtdad, como opresión, como necesidad. Y esto hace surg¡r li;bertades de un rango superior, decisiónes del valor más elevado o más bajo .. La mosca azul se mueve sin tregua a trav~s - del cuarto y sobre el cristal. Nosotros no actuamos de otro modo en una· niebla es· pesa, en una noch~ _s_in estrella~ .. En estos _ejemplos parece que falta una condtcton que pe~~ta la _conftguración correcta de un acto, y es, por tanto, :'la ocastón de aprender algo nuevo s.obre esas condiciones. ; Una situación artificial exper~roental correspondiente a las . que acabamos de evocar n~s e~: dada en e.l caso del «campo sensorial vacío». Uno o van.os ~ntos lu~mosos en un espa· cío oscuro no son necesanam~nte la rrusma cosa para el que los percibe que los mismos.:puntos luminosos en nuestro medio ambiente habitual perfectamente iluminado. No seria éste el caso si viéramos cada ·- objeto, Y todos los objetos «como son», lo que no ocurre :en realidad. P. CHRISl'lAN h~ analizado recientemente toda una serie de casos semejantes y ha encontrado ejemplos q~ef1o soll; com¡:>rensibles, según mi opinión, sino con la cond1c~~m de tr más allá de las teo· rías, hasta ahora utilizadas en~ estos casos, de la inducción fisiológica o de la psicología ~ la forma. Se trata esencial· mente de percepciones de mo~imiento l?rovocadas por estímulos en parte intramod~les, _en par~e .mtermodales, y además de la intrincación del auto-movtmtento con la percep· ción del movimiento; en el c~o de ~a :visión de puntos luminosos que se mueven en el: espacto oscuro aparecen las mayores ~iferencias en la per~epción de un punto sometido a un movimiento objetivamente siempre idéntico (por ejemplo, circular) si se muestran~ además otros puntos sometidos a movimientos objetivo~ diferentes. ¿Cuál es aquí el elemento determinante? ¿Qué:·configuración toma cada vez la percepción? Sabemos solatnente que en estos casos el ojo percibe lo que debería aparecer conforme a leyes cono· 1

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266 Círculo de la Forma

cidas de la física si esos puntos luminosos no estuvieran sometidos a los aparatos de labofatorio si no en gravitación li· bre o fueran otros sistemas ~cánicos moviéndose seg'ún el principio del efecto mínimo. Una de esas experiencias muestra, por ejemplo, que el ojo ~ercibe lo que la Astronomía ha calculado para el movimiento de los planetas y de la luna, a saber, el movimiento cilj'cular de un cuerpo alrededor . . .. ~e o_tro, ~un cuando este otro :ejecute un movimiento de ida . . y- vuelta· líhe<('recta, 'qüé no 'és· pél'cibido. · Vemos t>bjeti•··· vamente lo que el astrónomo lia calculado. La percepción se · comporta como si hubíesé que suponer un mundo consistente sólo en dos cuerpos en el vacío que obedecen a la ley de la atracción de las masas. El ojo ve lo que sería físicamente posible. El axioma de posibilidad anteriormente ex· puesto aparece aquí de manera más precisa en el concepto de «físicamente posible». En de caso preciso se puede, pues, responder a la cuestión que concierne al uso que la percepción hace de la 'iibertad que -le es dada por su limitación. El ojo no ve el movimientO;' «real» de los objetos porque hay para él numerosos cortes \en la plenitud de lo real, sin que ninguno . de ellos debe t~ner prioridad y porque ese concepto total de la realidad ~:no .tiene sentído para el ojo. Escoge aqu( lo que sería posible según la abstracción de la física matemática, pero que e)1 este caso no es ni siquiera real, es decir, que se trata de cuerpos celestes con movimien· to circular. El ojo no es entonces ni más ni menos víctima de una ilusión que la mosca azul en el cristal. Porque para ésta la luz solar que llega . directamente significa «espacio de vuelo libre»; su percepción 1.gnora la existencia del cristal. De la misma manera podemos decir que el ojo humano ignora que no se percíbe el ~fenómeno de rotación cuando se realiza muy lentamente y :con ciertas deformaciones Óp· ticas. como en el caso de los éuerpos celestes; e ignora también que se puede percibir aun cuando no se produzca en el sentido objetivo y geométtlico del término, por ejemplo, en el caso de la inducción experimental. La percepción sensorial es también aquí una improvisación,. pero se comporta como un espíritu inconsciente.. . Lo' mismo vale para la mo~ricidad. Como ha demostrado, en particular, la escuela de KRUGER, el lanzamiento en dirección a una meta no adopta .cualquier clase de trayectoria. Este lanzamiento se produce ·:a un ángulo de altu.r a tal que

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se gasta la energía mínima. Ocurre de otro n~)io cuando ~a tarea que uno se propone no consiste en «alCanzar un obje· tivo», sino «tocar» o <<destruir» el objeto apuntado, o cuan· do como en el jugador de tenis se presente un~ figura mecánica aún más especial. En todos estos casos')la acción ·es cada vez diferente. Pero en la medida en que se trata solamente de alcanzar el objetivo, la coordinación sigue una ley física del mínimo generalmente desconocida 'por. el suje··to. & -lo mismo, como.-hemos.. IJlO~tfago ya •. q\le Jo. <;ll;le,OC(~: . .. rre cuando hay un movimiento de huida en un espacio de peligro o incluso cuando se ejecuta voluntariamente un movimiento figurado. El movimiento intencional se comporta como espíritu inconsciente. 3. LAS CATEGORIAS PATICAS, LA RELACJON FUNDA· MENTAL Y EL CIRCULO VITAL.-No tenemos la intención de · hacer intervenir al espíritu ahora en el papel de mediador entre el objeto y el sujeto para resolver así todas las dificultades. Esta dictadura no sería mejor que la del vita· lismo. Quedamos fieles al curso de la investigación, que ha llegado a la cuestión de saber cómo se operaba el enlace entre los actos de una cadena. Después de ver la unidad del acto particular el problema es ahora un enlace, la gé· nesis de la serie de actos, de cuya solución depende también la unidad del sujeto, Además, si se logra concebir en la sucesión de los actos una génesis unitaria de toda la configuración, el principio del círculo de la forma quedaría con firmado. En lugar del dualismo algo superficial de la psique y de la fisis, el acto biológico concebido como círculo de la forma debería ser dado como ejemplo de una unidad autén· tica y profunda. Parece que la biología haya emprendido nu~ merosas tentativas con la finalidad reconocfoa o inconsciente de explicar las múltiples acciones de los animales por fuerzas o principios simples. Son las teorías de los instintos y de los impuls.o s que hubiera de soportar el fracaso de la fisiología de los reflejos y que conjuraron, sin embargo, · el peligro de resbalar en la ignava ratio del vitalismo. Se trata entonces de saber si se puede llegar a algún canon de los instintos que permitiera comprender el cambio constante y luego· todo. el mosaico de los comportamientos y de las ac· ciones de los seres vivos. En caso de fracaso, podemos espe· rar, por lo menos, dar una razón. Desde el mom,ento en que


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hemos sustituido el dualismo exterior y sustancial de la psi. ; que y de la fisis por el unitarismo polar del sujeto y del ' objeto; tal canon está excluido por la naturaleza de las cosas. '· No hay altura sobre la cual se pueda uno colocar para .• 'áoarcar·á··vístá ocq;ájaro"la 'compoSitión "de'tOdos' los aéfóS; ·· tenemos que ·mezclamos sin cesar en el movimiento vital · para comprender aunqué n·o sea sino fragmentos de él. Las condiciones previas para todo encuentro entre el sujeto y el objeto est;ín cumplidas si lo que parece ser cosa del sujeto-la pef.~epción y el movimiento-se encuentra con lo que parece ser cosa del objeto: la causalidad física. Es lo que se produce cuando los actos orgánicos se insertan en los procesos .naturales externos y éstos, a su vez, se adaptan a las condiciones del organismo. Se sigue de esto lo que la biología llama desde DARWIN adaptación. La anatomía y la fisiología describen con la precisión po· sible las condiciones necesarias para que una acción exte· rior pueda actuar sobre los órganos de manera adecm\da, y ya esto implica una selección y una limitación decisivas .. D~ la misma manera el auto-movimiento del organismo debe configurar los movimientos que corresponden a las condi· dones del mundo exterior. Así puede nacer un acto adap· tado a esas condiciones. Es, pues, la crisis la que conduce de un acto a otro. Pero ¿sobre qué se funda la continuidad que se impone a la discontinuidad de la línea nodal? En una formulación aún psico-ffsica del círculo de la forma he· mos intentado . solucionar el problema por el principio de equivalencia. Péro en el encuentro del sujeto y del objeto es su correspondencia misma la que constituye una continui· dad. Porque cuando el sujeto y el objeto se corresponden término a término en el encuentro, el yo a su vez está pro· tegido y seguro en su mundo. Si el órgano informa de manera segura sobre el olor del alimento, si este exhala su olor y es percibido correcta· mente, la existencia se ve garantizada. Pero cuando el mismo olor emana de otras sustancias o cuando el órgano percibe otra sensación ante su presencia, la existencia aparecería amenazada. Cuando el órgano vestibular informa de manera segura sobre la aceleración de los movimientos y las incli· naciones de la cabeza en el campo de la gravitación terres- · tre. y se pr-oducen movimientos para evitar caídas y cho- . ques, la exist:!ncia se ve asegurada en lo que se refiere al ;


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equilibrio corporal. Pero éste \descansa siempre sobre la co· respondencia especular del m~dio y de sus leyes físicas con los auto-movimientos del org~ismo. Esta correspondencia. y sólo ella, hace posible la vida como ·continuidad. · ·· La rapidez con la .cual- se soceden..la~- imág~.Jles Qe ~a. vid~---.. .. atestigua su fragilidad, que, comparada a la inmovilidad de las montañas, nos agobia. Pero la persistencia de la vida a través del cambio la coloca muy por encima de todo lo que es montaña y puede ser apla~ado. La prenda más segura de esta superioridad de la vida es la muerte. Pero la muerte no es un acontecimiento. E~ un orden absolutamente ge· neral, cuyo reflejo acompaña~ cada cambio, a cada decadencia, a cada sueño y a cada pártida. La ley de la muerte colorea también la vivencia del ser vivo; es el color del sufrimiento. Esta afirmación parece a primera vista superflua en una biología científica que, aunqtie no quiera ~bscribirse al ra· donatismo puro, no quiere, 'sin embargo, chocar contra el entendimiento ni contra ·el pensamiento y de la que muchos piensan que es desapasionada. Pero el que sigue el camino del verdadero investigador y ~1 que ha seguido hasta aquí In marcha de esta investigación §aben que es inevitable adoptar este color del pesimismo. No· queremos decir solamente que una fisiología de los sentid6s debe incluir también la del dolor. Son las exigencias del .entendimiento las que nos fuer· zan a ver que no se sabría J.lablar en verdad del organismo y de la vida sin .decir que la .yida no es un proceso, sino que también debe sufrirse. No sólo aparece y es activa; le ocu· rren también cosas, que es lo que constituye su pasividad. Nuestras afirmaciones no se~refieren solamente a lo óntico, sino también a lo pático. Y está claro que no se podrá hablar del atributo pático «;le la vida como se habla del 1 óntico. Con estas palabras no deóimos nada que no hayamos considerado desde el principio. i\parece algo de esto en cuanto se desdobla el tema en percepción y movimiento. Vienen des· pués los conceptos que el léctor ha creído quizá reconocer como psicologismos: propósito, previsión, sorpresa, peligro, amenaza, seguridad, arbitrariedad y libertad, decisión y li· mitación. Tenemos que decir ahora que no son psicologis· mos, sino que expresan· la· situación, el modo de existir de lo vivo, que resumimos ahora en la noción de pático. Con·


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ciernen no al ser, sino al sufrir, y se manifiestan tanto en lo físico como en lo psíquico.':Porque el miedo ante el enemigo, en el dominio psíquico, exP,resa lo mismo que el movimiento en el dominio físico, y los!' deseos corresponden a los movi· mientes coordenados de pt,ehensión. Todas las veces que el ,biólogo quiere limitarse a la des· cripción de los fenómenos 'sin explicarlos es que la biología no ha empezado aún. Es, por otra parte, característico que la pura descripción de la construcción de· un nido o de una .comunidaQ.. ~n.ii;n~l,.condu~é.a .r~gularmente ..sólo . a JJR··relato ·.. ,. y al hacer esto a acontecimientos y sucesos. La biología es en realidad genética o no es nada. Por tanto, las biografías, a pesar de su imperfección, son a menudo más biológicas que la bioquímica o la biotísica. Pero en genética se plantea el problema de las causas y, por lo tanto, el de los conc~ptos fundamentales y de los ele· mentos. Se ha visto que 1~ simple aplicación del principio de causalidad no conducía· muy lejos y que la explicación por los procesos físicos y ~químicos no estaba en condicio· nes de abarcar la totalida<J. de los hechos. Pero consideran· do ahora que la vida no $abría concebirse sin el atributo de lo pático, se puede comprender el fracaso parcial cuando presuponemos el fenómenq: como derivable de procesos ya psíquicos, ya físicos. No es .verdad que lo que aparece como viviente proceda de un proceso subyacente (psíquico o físi· co). La causa (Ursache) n·o es aquí una cosa (Sache). La palabra alemana «Un ( ori~en, comienzo) que se encuentra delante de esta cosa (Sachs) nos indica no sólo una acción. sino un primer comienzo. ~Desgraciadamente, esta significación de origen se ha percUao hoy día. La biología genética no podría contentarse sin ~sta noción de origen; pero esta indicación no serviría de nC(da si no se pudieran hacer otras consideraciones sobre ella. .: Sobre lo pático pueden hacerse tales consisleraciones. pero no puede tratarse aqw sino de alusiones, que serviráfl de conclusión. Porque conc4Jcirán a un terreno de investiga. ción que no es el objeto de :este libro. El sufrir, o para evitar más rigurosamente todo l't)atiz psicológico, el soportar la vida no s~ halla como marco, por ejemplo, como un espacio, ni 1 1)1110 un rmtro, como un presente, como si la vida l' th .\l'lr>lla r .\ en el cuadrd o se realizara a partir de él. No puC'lk .,,·¡ localizado sino c~mo punto de intersección de las


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metamorfosis que se producen a menudo de manera muy aparente, en toda génesis. Hay que buscarlo y captarlo a partir del fenómeno o la vivencia donde se encuentra lo que h~mos llamado crisis. Porque en la crisis lo pático reviste la importancia de una fuerza de anexión. No encuentro ahora ningún término mejor para la estructura de la crisis que los que ha formado el lenguaje para la dialéctica de la libertad y de. la necesidad. Porque el ser en estado de crisis np es nada actualmente y lo es todo en potencia. El ~stado patico es sinónimo de una desaparición de lo óntico; la crisis de •"irañsformacion "mües"tra 'la ·luéha·...a:· muerte 'einprer:iclida' en:· tre el atributo pático y el óntico. ¿Qué es lo que decide? ¿quién decide? · · Las precisiones que ahora pueden darse no son ya es· trictamente de tipo pático. Decimos que en el combate decisivo ha vencido tal fuerza o tal otra. Empezamos ya pot dar a esta crisis una interpretación dinámica. (De la mism~t manera, la concepción primera del círculo de la forma era también dinámica.) · Pero todo ocurre como en la lucha de las pasiones: la explicación dinámica de la decisión crítica profetiza siempre después del acontecimiento; una vez que el amor o el odio han vencido, se dice que esta .Pasión, la que vence, era la más fuerte. Pero si no se sabía nada antes no se puede decir en la esfera práctica que se hubiera podido prever si se hubiese sabido más. En la crisis verdadera, la decisión se forja ella misma. Es origen y comienzo. No se la puede ex· plicar, sino que por ella resulta explicable otra cosa. Esto significa que el conflicto entre la libertad y la necesidad o -para decirlo en términos subjetivos-entre querer· y de· beJ;". no ~s . resuelto por factores dinámicos, tales como moti· vaciones o acciones causales, sino que solamente después de ocurrido sabemos qué querer y qué de\l.~.r han vencido La pático puede, pues, definirse como el o:Efgen del querer y del deber. Es siempre la fuente de un querer y de w1 deber determinados, y por esta comprobación se vuelve ya al co· nocimiento de lo existente óntico, a la cosa;'-; En tercer lugar, visto desde la crisis, vienen las condicio· nes generales de lo posible, es decir, del poder y del no poder, del tener qué y . del deber. El hombre sano sabe que, por ejemplo, en un esfuerzo. extremo o en el agotamien tose llega al estad,o del «no puedo más», pero que este límite


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no es rigurosamente objetivo; se · puede aún dudar de si se ha alcanzado y suele ser a la voluntad a la que se pide la decisión. No es, por tanto, el poder, sino el querer, quien nos dirá si tal tarea «puede» aún ser ejecutada o no. La .. . ~xperienc.i~. pare~~.. .t.a~b~én. en~~ñarl,l<?.~ ..qu~. ~L r~fu~r:~<? ~~.. .la voluntad ensancha el dominio del poder. 'En e'stos· casos, el poder sería, pues, más exactamente un querer-poder. mientras ·que una tarea más difícil se enfrentaría con el limite donde incluso la voluntad ya no puede. Esta sería la verdadera impotencia. No hay ningún hombre que pueda levantar un peso de diez toneladas. Ocurre lo mismo. aun cuando hasta cierto punto a la in· versa, en la histeria·. El problema de la parálisis histérica se resumiría en que el enfermo podría si quisiese. Es, por lo menos, lo que piensan algunos observadores ingenuos. Pero el enfermo, dice, al contrario, que él querría, pero no puede!. Se ha intentado suprimir esta contradicción entre el enfermo y el obserVador diciendo que el enfermo no puede querer. A la inversa del caso precedente, la voluntad estaría li· mitada por el poder, sería éste un caso de poder-querer limitado. En el fondo existe aquí una antinomia metafísica o filosófica. La primera, la del querer-poder, es voluntarista; la segunda, la det poder-querer, es espiritualista. La primera interpretación es completamente comprensible cuando la precede la ex~¡encia: «puedes si quieres»; la segunda se concreta cuandcl!tf'e dice: «querrás si te es dado poder». La vía de la voluntaf se enfrenta aquí con la de la gracia. Ante la primera están los palabras «tú debes»; ante la segunda, o:has recibido el poder de». Tengo por imposible que se puedan explicar correctamente las circunstancias del movimientü voluntario, así como las de la,_parálisis histérica, sin recurrir n las categorías del querer, del poder, del deber y de la obli· gación moral. Porque si solamente la ciencia física permitie·· ra, gracias a la causalidad, una descripción «Objetiva», sería falsa para aquellos actos, por el hecho de que se limita a un solo factor, el de la necesidad causal. Pero ésta sólo existe en el acto biológico en tanto se halla enfrentada a la líber· tad. Porque debemos repetirlo, el origen del acto está en la decisión, es decir en la lucha entre necesidad y libertad, . entre deber y querer. En la estructura del acto, la necesidad causal representa al deber.


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La estructura del atributo ~ático que se opone al óntico está enteramente delimitada y contenida en las categorías de la necesidad, de la liberta-d, del querer, del deber, del poder y de la obligación moral y en el desarrollo de ellas. La ...gt;:~m.~ca i_n~c;~ Y.a,qu~ s~ ~tta~.!i pe .V~:t:"\;>.c:>s •. o ~C:~•. d_e .~o~R~, . . del sujeto. Las categorías no toman todo su sentido smo cuando se las formula así: «Y.O quiero, tú puedes, él ha re· cibido el poder de», etc. Es la htroducción dei sujeto lo que ha enriquecido la biología cqn esas categorías páticas. En este punto se nos revela un ·s egundo principio estructural del a~to. Se muestra en los cambios del sujeto, en su con erección en yo, tú, él, etc. La aplicación de las categorías páticas nos obliga a concretiz~rlas en un alguien que se encuentra en relac_ión ~on otro:: Las categorías biológicas no son solamente .s ubjetivas, sind también sociales. La vida es individuo y sociedad. . .; Es necesario aquí volver up poco hacia atrás. El círculo de la forma significa esto: .el fenómeno biológico no se explica por una serie causal d~ funciones subyacentes que lo producirían, sino que es un e~mento de un acto completo. Su unidad resulta del análisis' de la crisis. Su atributo pro· pio es lo pático, que se opone 'a lo óntico. Su estructura aparece en la disociación dialéctica de la decisión crítica en las categorías subjetivas, del yo quiero, yo debo, yo puedo, et· cétera. La manera según la c.Ual se ordenan éstas entre sí no puede ser representada p~r una categoría óntica, como el espacio, el 'tiempo, la cauS,alidad, sino solamente por la ordenación social del yo y túí él y ello, · etc. Todo acto bio· lógico concebido como círculo; de la forma no es el eslabón de una cadena, ni una cifra de una serie, sino una transición hacia lo que viene desde ·lo que precede; es una revolución. En su descripción, ¿es indispensable no sólo la categoría subjetiva, sino también su desarrollo social en yo, tú, et· cétera? ~ Sólo puedo decir aquí que; yo también estoy convencido de ello. Pero si volvemos la \!'ista a los objetos de la investigación de la neurofisiología que nos deben ocupar aquí, se plantea la cuestión de si lo :'tratado con los métodos de investigación de las Ciencias Naturales sería susceptible de una comprensjón adecuada y suficiente sólo con la par· ticipación de las formas de 1estructura del acto biológico últimamente hallados. · Parece qué se encuentra un~ frente a un programa ~uevo

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WmzsXcicER-18


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grande~ objeciones que se pueden hacer contra la claridad y la lógica del camino recorrido. Y de hecho es impQsible negar que el resultado alcanzado constituye menos una adquisición que una tarea nueva. Sin embargo, hay quizá ~na consideración que podría disminuir algo lo insatisfactorio de esto. Se puede indicar que Jos biólogos; en su trabaj~, se han servido siempre de

y diferente de donde proceden las

.1?- ~s_t.r.4c.t~r~

~a!egC!qal. Jl.~~- -~~~ia~te up.~ . progres~va ela~q·

ración intentamos presentar bajo el tftuio 'de <~ círcúlo de · la forma ». Basta referirse al adáiisis moderno de la neurosis o de la histeria que hemos cit~do antes. Y mirándolo bien, el dualismo de la percepción y del movimiento . no es otra cosa que una introducción de.l sujeto en la biología. Dos ejemplos tan importantes bastan para mostrar que la biología ha tenido que servirse si~mpre, aun bajo formas provisionales y confusas, de las categorías del sujeto. De esto se pueden deducir :otras consecuencias. La cíen· cia no es solamente una comprensión lógica o una observa· dón sensorial, o una concepción intelectual: Es también una descripción y lo descrito debe' ser concreto. Pero nosotros pretendemos que el objeto d~ la Biología no ha podido jamás ser representado como ~oncreto mediante la observa· ción de los fenómenos vitales eP las formas del espacio y del tiempo. Esta era la opinión d~ KANT en cuanto al conocimiento de la Naturaleza con.tetiido en la física. Aun cuando parezca paradójico, pensamos ·: que lo vivo no se ve con· cretamente por esto, sino pr~~isamente distinguiendo me diante el enlace con lo subjetivo. Recordemos nuestras observaciones preliminares sobre' el modo de aparición de lo vivo merced a su auto-movim(ento. La vida aparece donde algo se mueve, es decir, en ia subjetividad hecha visible. La concepción espacio-tempor~l, en cambio, no muestra ja· más en el organismo sino uña necesidad del instante, no tiene un significado constitutivo para la unidad, la identidad, la continuidad, la sociabilidad :del ser vivo, a no ser por su carácter variable. . , Esta diferencia entre la concep'ción biológica y la concepción física no interesa solamente el fenómeno del movimiento, sino el del devenir en general. De la misma manera que el movimiento biológico no se manifiesta esencial· mente bajo la forma de un d~Splazamiento,. sino bajo la de un auto-movimiento, el desanollo biológico, no aparece como una sucesión de causas. y de efectos, sino como un ·'


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acontecimiento espontáneo. Un rec1en nacido aparece, un3 vida se acaba; un pájaro emprende el vuelo o se lanza sobre su presa; un hombre se despierta o cae enfermo, etc. La física supone que en la investigación un yo que conoce se opone al mundo como objeto independiente de él. La bio· logía ·nos enseña que lo vivo está bajo el dominio de una determinación cuyo fundamento no podría convertirse en objeto. Es lo que llaman~.,c?s. ~n l?~.0~<?8.Í,~, ~f..~l~c:;i~~ fup~~e!l\ ... . ·-tát». La relációñ fúridámeñtal dóriíiriante en ella es la con· ducta en relación con un fondo inobjetivable y no, como en la causalidad, una relación entre cosas que se pueden co· nacer, por ejemplo, entre la causa y el efecto. La relación fundamental es, pues, realmente, la subjeti· vidad percibida de una cierta manera concreta y objetiva. Nuestras investigaciones se desarrollan n~esariamente se· gún esta relación fundamental sin poderla con~.r explícita· mente, porque es la última instancia. Es una p6tencia que puede aparecer bajo las apariencias de la dependencia o de la li.bertad, ambas pueden parecerse hasta . id~ntificarse, y por eso buscamos para las dos una misma expresión que las abarque. Sin duda tocamos aquí las fronteras de las posibilidades de expresión, puesto que por definición no es ya posible aquí mayor objetivación. La ventaja de tal es· fuerzo para lograr una expresión para Jo no explicable aparecerá si podemos gracias a ella, hacer resaltar mejor, desde otro punto de vista, la estructura de lo biológico com· prendidu como círculo de la forma. La aparición de la vida bajo la forma, no de continuidad ininterrumpida, sino de . desgarros y de saltos, no permite una descripdón objetiva, . sine que es UDf\ expresión comprensible de una relación fun· · damental. Esta falta de continuidad, la interrupción crítica, no puede ser comparada al vértice visible de una curva, al compás temporal de una melodía. Es el yo quien de un golpe se encuentra renovado en un mundo nuevo. La vigilia y el sueño, la voluptuosidad y el pensamiento, la mela(lcolía y la alegría, el sentimiento y la objetividad, y también el c·o. mer y el trabajar, el estar echado y el bailar, el escribir y ei tocar la . música, son tan distintos que pueden considerarse infinitamente ajenos en sus relaciones. El aislamiento de cada existencia, que se eleva hasta el éxtasis en los momen· tos en que la vida está en su culminación, es el carácter sin cesar repetido sin el que la vida no sería vida.


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No se ha podido descubrir un contacto entre estados es-· táticos sino en la forma del encuentro entre el ser vivo y el mundo. El contacto efímero se realiza cuando el "yo es impulsado a cr:ser-otro». Como la gaviota roza er¡. su vuelo el espejo del lago, se origina el más íntimo reflejo para el · 'fattor' del áqu!" -y el"" ahütit: ·Pero no hay rolamente reflejo- en · ·· la conducta del yo y el mundo aquí y ahora, sino que hay un complemento también: la imagen reflejada no existiría sin la cosa, ni la cosa reflejada sin la imagen. Esta complementación es el origen de todas las posibilidades de representar el suceder biológico por las categorías del complementarismo. Conocimos varias clases de ellas y remitimos al com~ plementarismo psico-físico, al principio de equivalencia, a la unidad complementaria propia del indeterminismo metódico (principio de la puerta giratoria, principio del juego de ajedrez). No es sino anticipar una consecuencia de la relación fundamental el hecho de distinguir en biología ner· viosa un dualismo de la percepción y del movimiento. Solamente una investigación avanzada podrfa describir su rela· ción, su intrincación, su unidad. Se verá bien entonces que no se ·trata de dos terrenos diferentes de la función (sensi· bilidad y motilidad) o de especies diferentes de .actos biológicos (subjetivo y objetivo, psíquico y físico). No se trata aquí de objetos diferentes, sino de un dualismo complementario c¡_ue proviene de la relación fundamental, de la posición del fenómeno vital frente a su. fundamento, que puede llegar a ser objeto. Esta última noción no es nueva. Deriva tam· . bién de la sabiduría de PARMÉNIDES. El ser no puede' ser mo· vido ni aparecer por sf mismo; pero lo que aparece es el ser inmóvil, éi•mismo; el movimiento es sólo su apariencia. La incoherencia vivida y la incoherencia causal de la serie de los act.G,"s como expresión de la relación fundamental no son carac't~l-ísticas o valores negativo~. son expresión dei enlace qué· une el fenómeno a su fundamento eternamente invisible. El ser mismo se forja de ese modo un símbolo siempre idéntico. ¿Significa esto que el acto bioló.gico aislado debe quedar siempre para nosotros en un aislamiento insuperable? Entonces, toda planificación, toda · manipuiación de la vida, sería imposible. No habría que so· breestimarla, aun cuando tampoco podamos pasar sin ella. Estamos acostumbrados a no estar seguros del futuro. La muerte física es una de nuestras pocas certidumbres. Pero. esto no es todo. Empezamos a darnos cuenta de que conoce·


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mos menos bien de lo que cre~mos nuestro pasado, y nadie nos negará que la memoria , tenga lagunas, Nadie se acuerda del comienzo de su vida individual. Así dos incógnitas encierran entre ellas el espacio'· de la vida individual. ¿Están situadas en el tiempo, al borde del tiempo, o más allá del -'Umbral que separa el tiempo ·del·-ser.?·=-Nuestra vida· -pare~ ·· desarrollarse en el tiempo, pefo esto importa poco, si sus límites ponen en duda el tiemJio mismo. Antes que nosotros ha habido otros y después dt; nosotros yienen otros. Son semejantes a nosotros pero nO: iguales. ¿Y qué quiere decit aquí semejante? ¿Cuál es el ~lemento que reaparece cada vez y nos hace a todos semejantes? La infancia, la madurez y la vejez; la forma y el color están ligados al tiempo, y son, por tanto, efímeros. Pero nos ·,parece que lo que reaparec~ siempre, las leyes de la form~: y de la belleza, de la lógica y de la Naturaleza, se burla del tiempo. Así, ¿lo que se repite sería lo intemporal, que no reaparecería, sin embargo, sino en ciertos instantes? . . Esta dialéctica de los concbptos hace de nuevo objetiva a la vida, pero no bajo la espécie del espacio, del tiempo y de la lógica. La generación, el nacimiento, el crecimiento, la madurez, la vejez y la muerte, el recuerdo y la adivina· ción son los fenómenos más ¿concretos, ~ntilógicos y, pol· tanto, los más primitivos del .ser vivo. Su persistencia y su desaparición están ligadas a la vida y a la muerte, y el retorno es el símbolo eterno d~ ese vínculo. Une el fin con el principio y el comienzo con e( fin; y en el cambio infinito del devenir aparece, en un eterno retorno, el origen inmutable: la inmovilidad del ser. • La sucesión de las formas obedece, pues, a pesar de todo, a un orden, pero no es el de la;·sucesión temporal, sino el de la sucesión de los actos y de .~os conocimientos, de los estadios de la vida y de la sucesión de las generaciones, como un retorno. La vida es, pues, comparable no a v.na recta, sino a un círculo, pero no a la línea-' del círculo, sino a su retorno sobre sí mismo. Las formas se· siguen; pero la forma de to· das las formas no es su continuidad, sino este encuentro con su retorno eterno al origen. Tal fué la razón inconsciente que nos ha conducido a esc~er ese término de círculo de la forma. Es la imagen del d,rculo de la vida que aparece en c~da fenómeno vital, es un balbuceo en busca del ser.


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NOTAS AL CAPITIJLO V ~- ... .. .... ......... • •

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STEPHEN n'I~SAY,

Albrecht von Haller, p. 46 y sig. Verlag. Thlem\!, ·· ' ERNST MARX, Die Entwícklíng der Retlexlehre seit Albrecltt wn Haller bis in die zweite Halfte des, 19. Jalirhunderts. S. ber. Heidclber¡. Akad. Wiss., Math., Naturw. KI., 1938, 10 fase. con una 1

Leipzl¡, 1930.

introducción de V. V. WEIZSACKER. ;. ~ V. WEIZSACKER, Introducción al. est~<lio de E. MARX, l. c. • J. v. KRIES, Logik, Gnmgzüge einer'· kritíschen und formalen Urteilslehre, Tübingen, 1916. En éste y en &scritos anteriores se encuentra la mejor y más informada crítica q1,1e conozco a propósito de la Psicoffsica de FECHNER. :. Esto se hizo por intermedio de E. MACH, Analyse der Emp{in· elungen•.. 6 La manera según la cual J. v. KRlES trata este problema en sn lógica es particularmente interesante. I;.o trata exactamente como si quisiera evitarlo. ·: 1 Der Gestaltkreis dargestellt als :psychoplzysiologische Analyse des optischen Drehversuch.s. Pflügers A1'ch., 231 (1933), 630. La deducción más antropológica se halla en mi· estudio « Ueber medizinísche Anthropologie• en Phil. Anz (H. PLESSN!!'R), 2 .(1927), 236. Reproducido en Arzt und Kranker. 3.• ed;, I. Koeh(er-Verlag. Stuttgart, 1949; pá· gina 35 y sigs. 8 Solamente KLEINT (l. c.) ha reconocido al to1zo esta determina-

ción ·de las percepciones. Sin embargq, no ha hecho la prueba de observar efectivamente este factor ca~i-motor, sino · que lo ha in· troducido como una hipótesis, Se acerca así al movimiento virtual de PALAGY, y al movimiento sensorial de STEIN. No podemos unirnos a estas teorias. · 9 M. H. FISCHBR, . Die Regulationsf¡.mktion des menschlichen Labyrinths; Müncben, 192~; P. VOGEL, PflU¡ers Arch., 228, 510, 632; 230 (t932), 16. ~

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Notas al Capftulo V

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u En la excitación galvánica la cabeza, P. Voo;¿;:l muestra que existen diferentes tipos humanos, de los cuales el ud'C> se riJe &náll bien por la representación; el otro por el movimiento. l l A. AUERSPERG Y. H. BUHRMESTER, Z. Sinnesphysiol, ?6 (1936). a V. WEizsXcÍ<ER, Korpergeschechen und Neuros~;· Internat z, Psychoanal, 19 {1933): 16. Ahora editado en forma de libro: Ernst-KlettVerlag. Stuttgart, 1947. ¡,, El antilogicismo de los sueños muestra inagotables ejemplos de esto. ·· · ·. ·u ·r. J·: ·1. ·BuYl'llNDIJK (We¡¡e.-¡:u¡n ..V~rstii'1di'Ji~ de.r .:Ci.ere)j. Niehan, Zürich-Leipzig, 1939) me parece ser entre todos los bíóÍógos· ~ctfialmente vivos qui~n ~a visto más claramente estas consecuencias de la teoría del medio ambiente, debida, sobre todo, a V. UEXKULL, a la que presenta con brillantez. u Hegel Logik, I; 3.• parte; B. Kuno FISCHER, Hegels Leben, Werke und Lehre, t. I; pág,. 482. Heidelberg, 1961.

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