THE NEW VULGARIANS O LA ARTÍSTICA ERA DEL JAZZ 33
Por: Victoria Lozano 1. mi historia de amor Con el arte Contemporáneo. Kuh. 2006. 1. Pintor futurista y compositor que con unos instrumentos inventados por él y presentes en su manifiesto “El arte del ruido” creaban lo que se conoció como “la orquesta futurista”, que trataba de incorporar la parte más urbana del futurismo, las maquinas contemporáneas (trenes, tranvías) pero también el sonido de la gente y su movimiento. 3. Basquiat. (Schnabel, 1996) 39:45.
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o estaría diciendo novedad alguna si os cuento que las artes entre ellas se alimentan. Que se referencian y nutren creando relaciones e inspirándose. La pintura bebe a menudo de los compases de la música, tanto como da forma visual a esas estructuras. La música consigue en la pintura un lenguaje con el que tramar un tema. Pues bien, dejándome seducir por pintura y música al mismo tiempo, he querido observar el modo en el que estas artes se entretejen partiendo del jazz y el arte del siglo XX. Como ya hiciera Matisse con su serie de recortables Jazz, este estilo musical caló fuerte en algunos artistas plásticos que lo tomaron como referencia estética para sus obras. La improvisación se convierte así en línea no argumental en obras de Matisse, Mondrian, o Stuart Davis, a quienes tanto entusiasmó y fascinó el jazz. A caballo entre la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, igual que ocurriría más tarde con el expresionismo abstracto americano -en tal caso promovido desde el propio gobierno-, América busca motivos, busca expresiones en las que sentirse cómoda. La Primera Guerra Mundial impulsó la migración del sur al norte y fue entonces cuando comenzó a proclamarse una cultura urbana que representase el bullicio de la ciudad, su movimiento, su hoy. El jazz pasa de las comunidades afroamericanas a ser eso que dentro de su arraigamiento inspira el presente de la época. Con la aparición del bebop, el jazz se baila y se vive, se respira en la ciudad y cala en el arte y cultura americanas impregnando a los años cuarenta con sus melodías improvisadas. Podemos percibir el aura de la Era del Jazz a través del gran Fitzgerald y sus maravillosos años veinte. Uno puede imaginar ese carpe diem desprendido de las grandes fiestas e improvisaciones, de los personajes del Gran Gatsby.
También está latente en Jack Kerouac y la generación Beat entre finales de los cuarenta y cincuenta. Es el mismo aire que se respira en los cuadros de la Harlem Renaissance, las pistas de baile y los salones representados por Motley. Cierto es que las obras de esta época todavía marcan un momento en el que la mayor parte de los participantes de sus escenas son afroamericanos, en concordancia con el lugar al que se refiere su nombre, Harlem. En cualquier caso el jazz se extiende y populariza. Será ese Nueva York, ésa época en la que se quiso gritar a los cuatro vientos lo que la ciudad, lo que Estados Unidos era, su contemporaneidad y su vida urbana. Los salones de baile y los rascacielos, el bullicio en plena efervescencia como punto de partida. Pilares para una nueva estética que casarán perfectamente con la plasticidad de un arte observador, testigo y testimonio del imaginario de una era. Así lo haría Mondrian en sus más bulliciosos y radiantes cuadros. La ciudad y Manhattan parpadean. Y es que Mondrian no sólo estaba atraído por la sonoridad que el jazz desprendía. Su estructura, su ritmo era lo que para él se podía intuir como el más puro ejemplo de modelo de sociedad moderna, libre de pautas, en el cual las diferencias marcan un camino común y en el que la libertad de movimiento engrosa y da valor a los resultados. El fruto de estas tensiones está presente en sus obras, en las cuales el color y la línea libre y sincopada se debaten y complementa con una delimitación rectangular.
La pasión de Stuart Davis por esta música le llevó a rendir homenaje a George Wettling y a Earl Hines llamando a sus hijos por los mismos nombres. Su obra es exactamente la representación visual del jazz. Tiene ritmo y fluye. Su arte pretende desprenderse de la tradición Europea. Más de diez años antes de que el pop art asomara la cabeza, él dejaba emerger la imagen de la sociedad de consumo, el movimiento y ajetreo urbano. La vida significa lo que somos y consumimos y el día presente, representándose con los anuncios y productos comerciales; son las experiencias cotidianas. La música marcaba su forma de entender la vida y el arte, sin representarlo nunca, su ritmo estaba y está presente. No podía ser de otra manera, pensando que era el “arte auténtico de los Estados Unidos”. Y es que Davis perteneció a lo que se bautizó como “The New Vulgarians”, artistas que encontraron y crearon un nuevo lenguaje tomando como referencia aquellas cosas que sentían propias a su cultura sin necesidad de buscar en sus ancestros, entre éstas la música. Tal y como explica Katherine Kuh en sus memorias en referencia a conversaciones mantenidas con Stuart Davis, éste le dijo que el jazz “era lo único que podía considerarse un arte auténtico de los Estados Unidos. Mondrian también sintió su impacto, él reaccionaba de una manera directa, física, hasta lo impulsaba a bailar. Para mí, que he conocido el jazz desde siempre, era casi como el aire que respiraba” 1. Las figuras presentes en sus obras son repetitivas, sin patrón. Se asemejan en forma y siempre son danzantes,
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pero se mueven de forma caprichosa; son simples y complicadas al mismo tiempo a la vez que se van enlazando sin discordancia. Son rotundas. En Davis el jazz era la consecuencia de la evolución de algo que se había convertido en parte de la cultura colectiva americana. Mondrian se enamoraría del jazz definitivamente durante su estancia en Nueva York, fruto de una efervescencia de este estilo, pero con una significación y entendimiento profundos, modelo de cómo debía ser la vida para él: libre, sin constricciones. Era, en todo caso, lo más parecido al ideal musical que buscaba y no terminaba de encontrar cuando acudía a los conciertos de intonarumori de Luigi Russolo2 en París tratando de encontrar la expresión más pura del espíritu nuevo. El jazz de Mondrian y Davis era el jazz de Nueva York, el de las Honkey Tonk: desenfadado. En Mellow Pad de Stuart Davis, los elementos van conformándose y entrelazándose de forma desordenada pero coherente. Las formas son parecidas pero no iguales y evolucionan desde la simplicidad del borde izquierdo, el comienzo, con representaciones puntuales, notas al aire, hacia un momento culmen donde todo converge. Mondrian no podía ser más obvio: presenta el woogie-boogie que tanto le impresionara la primera noche que llegó a Nueva York. Su estilo anterior marcado por líneas negras se transforma al color y la alegría de esa corriente de jazz que daría título a su Broadway Woogie-Boogie.
Basquiat es el regreso a la Harlem Renaissance. Es la representación del jazz como origen, como algo propio de la cultura negra. Muy amigo de grandes figuras como Charlie Parker, Basquiat exalta a los músicos como parte de un compendio de héroes negros en esa sociedad de consumo. En todo caso, él hará jazz de su pintura, pintando sobre la tela en el suelo de forma improvisada a la vez que escucha un solo de jazz 3; tal vez escuchando alguno de los discos que más tarde serían recogidos por Dan Asher en el contenedor de la casa de Basquiat tras su muerte. Arte y Jazz confluyen perfectamente. Desde grandes músicos que cogieron el pincel para expresarse más allá de la música, entre estos Charlie Parker, Miles Davies o Bird, hasta los artistas aquí mencionados y muchos más que lo utilizaron como médium para su obra, directamente representándolo o simplemente manando conjuntamente para transmitir el significado de una época y una sociedad.