EL CANDIL EN EL FOLKLORE Y HABLA POPULAR DE EXTREMADURA / Gonzalez NuÑez, Emilio y Demetrio Extremadura es una región olivarera, por lo que la utilización del candil, gracias a la buena calidad de su luz, estaba muy esparcida en épocas anteriores a nuestros padres y abuelos. El empleo del candil de aceite era bastante general, y en muchas casas se colgaba de la repisa que forma el borde de la campana de la chimenea, de la candilera o de la espetera en la cocina; siempre preparado para alumbrar cuando oscureciera, pues ya se sabe: «Azadón de noche y candil de día, tontería», o también: «Ehpecie de nochi y candil de día, cosa peldía» (1). En las noches de invierno se evitaba gastar aceite, aprovechando el fuego de la lumbre, y en verano, lo largo de los días; pero la sabiduría popular marcaba acertadamente una fecha: «Por San Gil enciende tu candil», día primero de septiembre; o como se dice en Garrovillas: «Pol San Aguhtín, jila la mocita jun'al candil» (2), 28 de agosto, ya los días comienzan a ser más cortos y era necesario aderezar el candil. Por el contrario, este refrán del pueblo de Botija señalaba cuando se podía evitar encenderlo: «Aguas de abril, apagan el candil», pues las tardes se hacen más largas. El candil era moldeado en Torrejoncillo por artífices de la hojalatería, forjado en las fraguas de Don Benito o en los talleres de los artesanos de Zarza la Mayor...y en otros muchos pueblos de Extremadura. Se vendían en los mercados y ferias de los pueblos; y cuál no sería su importancia social, que se compraban para completar el ajuar de la novia. Por ejemplo: en la comarca de la Vera era costumbre que la mujer aportara a su matrimonio una pareja de candiles; curiosamente, tenían que ser iguales. En Torrejoncillo se preparaban tres conjuntos que respondían a tres categorías sociales: si la novia procedía de una familia acomodada o era gente de «grasa», llevaba al casarse una candilera mayor con tres candiles de ala; la familia de clase media, la misma candilera, pero con un solo candil de ala y dos candiles pequeños, y las personas más humildes se conformaban con una candilera pequeña y dos candiles sencillos. Para confirmar esta vieja usanza, comprobamos cómo en un manuscrito de principios del siglo XVII se puede leer: En la ciudad de Badajoz, a 4-IX-1604, ante mí el Escribano e testigos Beatriz Gudina, mujer de Pedro de Salazar, dio y entregó a Juan Carballo, su yerno, con quien casó su hija, la dote que le prometió en los enseres e alhajas tasados e apreciados en la forma siguiente: -Entre una larga lista de útiles- 2 candiles, 9 reales» (3). En otro documento del mismo siglo: «Constanza Rodríguez, mujer de Francisco López, labrador de Telena, otorga testamento en 7-IX-1604 ante el Escribano Juan Gómez Balvellido; en él contiene la