Dayanna Palmar
Maracaibo, domingo, 1 de febrero de 2015
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Arianna G贸mez Villarreal
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Maracaibo, domingo, 1 de febrero de 2015
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Las contras de azabache, hierbas, collares de santeros, talismanes, piedras preciosas, tabacos, sahumerios y baños para obtener eso tan deseado, son algunos de los productos disponibles en las tiendas de alrededor del estado. “La gente cree mucho en estas cosas. Pagan para tener más dinero, conseguir novio o protegerse del mal de ojo. Se hacen baños y rezos con mucha fe”, señaló Mary, propietaria de una tienda de productos espirituales en el centro de la ciudad.
Todas las navidades, cientos de familias zulianas se reúnen en sus hogares para armar esta corporación temporal donde cada persona tiene una tarea. Cortar los vegetales, hacer el guiso, rellenarlas, hacer la masa o enrollarlas son algunos de los pasos que hacemos en familia para luego disfrutar de una rica hallaca preparada en casa.
¿Quién más que la Virgen de Chiquinquirá para bendecirnos? La gran patrona transformó nuestras vidas y se ha convertido en un pilar para los zulianos, de allí las ofrendas por milagros realizados, otros por ayuda que necesitan y algunos por un amor. Es muy común tener su estampita en la cartera y aferrarnos a ella en los momentos más devastadores.
Johana Luzardo
E
l Zulia es un compendio de culturas e historias. En cada esquina puede encontrarse un mundo diferente que, al mismo tiempo, está regido por la lealtad a nuestra especial identidad. A pesar de tener personas de todas
las naciones viviendo en el estado, hemos logrado mantener eso que nos diferencia de muchos países y son nuestras costumbres. Un recorrido por nuestras calles más emblemáticas de Maracaibo permitió conocer algunas de esas costumbres.
“Si lo rompo es mío”. Uno de los juegos más tradicionales es el trompo. Entre risas un par de señores en la Plaza Bolívar recordaron su niñez y los trompos que ganaron al romper el de su contrincante.
Muchos mitos rodean a las mujeres cuando tienen el periodo. “No te bañes en la lluvia”, “No camines descalza”, “No te laves o cortes el cabello” y “Ni se te ocurra preparar comida” son algunas de las advertencias que se han mantenido desde nuestras bisabuelas.
La ofrenda para San Benito desde los tiempos de la esclavitud era el baile, la música y el ron. Era lo único que podían darle. Por eso, cada diciembre, el sur del Lago de Maracaibo celebra las estas patronales del Santo Negro con los Chimbángueles y ron para la prosperidad.
Fotos:Johnny Cabrera
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Q
uiero comenzar esta columna de recomendaciones de poetas zulianos con los apocalípticos Hesnor Rivera, Atilio Storey Richardson, Miyó Vestrini. Justo esa mañana –la del viernes 30 de enero- leí un post del periodista León Margo Montiel que hablaba de la elegancia –en verso, prosa y andarde Hesnor cuando caminaba por la escuela de Letras de la Universidad del Zulia tras una clase cualquiera de Letras Hispánicas. Y justo esa misma mañana miré a mi biblioteca y vi tres libros juntos que armónicamente iluminaban el cuarto: la prosa completa, de Hesnor; Vino para el festín, de Atilio, y la obra completa de Miyó. Estos son los primeros tres poetas que todo zuliano amante de las letras debe leer. Más de uno aquí siente que nacer en Maracaibo, como dice Hesnor, signi ca, que uno anda casi siempre, no se sabe de qué sitio, muy lejos. Y a diario el eco de las nostalgias, se vuelca sobre sus propias huellas. Miyó, la única mujer en el grupo literario zuliano Apocalipsis. Aventajada y rebelde estudiante, así lo plasmó en sus poemas. Aunque no nació en este estado –era de Nimes, Francia- hizo vida aquí. Entre sus libros, se cuentan Las historias de Giovanna
(1971), El invierno próximo (1975) y Pocas virtudes (1986). Dejó inéditos dos libros: Valiente ciudadano (poesía) y Órdenes al corazón (cuentos). Y Atilio Storey Richardson. Para hablar de él es necesario traer vino para el festín. Fue educador, músico y escritor. En 1956 ganó el premio estadal de poesía. Articulista desde 1956 hasta 1958 con la columna «Ver, Oír y Callar y director de las páginas de «Artes y Letras». Sus pensamientos poéticos se recogen en una única publicación: Vino para el festín. La literatura zuliana es el gran lienzo donde Hesnor, Miyó y Atilio pintaron. Antes de ellos dieron pinceladas gruesas y rmes María Calcaño y Olga Luzardo, dos poetisas que son sinónimo de fuerza femenina e independencia. Sus antologías poéticas se hallan compiladas en ediciones especiales a la venta en Librerías del Sur o en la editorial de la Universidad del Zulia. Y la pincelada más maracaibeña de ese lienzo la da Carlos Ildemar Pérez, un poeta zuliano vivo que usa el lenguaje nuestro para construir un universo poético en el que resaltan el uso de palabras “ñonguita”, “pedacito” y “patio” para hablar del terruño de la familia y el amor individual y colectivo.
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